Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

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Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía 1. PREPARACIÓN PARA EL BANQUETE: El principio guía es de asegurarse de que hay suficiente hostias y vino consagrados en la Misa para los fieles. Sin embargo, si hay un gran número de hostias en el Tabernáculo, suficientes para todos los fieles, solamente se debe colocar la hostia grande. Si no está seguro/a debe consultar con el sacerdote presidiendo la misa. ¿Dónde sentarse? Después de preparar las hostias y el vino, el ministro extraordinario de la comunión puede sentarse en cualquier lugar en la Iglesia. 2. ¿CUANDO IR AL ALTAR / dónde colocarse? Los ministros extraordinarios deben acercarse al altar durante el Cordero de Dios. Todos los ministros se paran en forma de semicírculo detrás del sacerdote, el ministro de pan en el centro y los dos ministros de copa a cada lado del ministro de pan. "Nadie va al tabernáculo para obtener las hostias consagradas para la Misa" (GIRM'02, no. 85) a menos que no haya hostias listas para consagrar. Las hostias para consagrar deben ser suficientes para toda la asamblea. Si por alguna razón se presenta la necesidad de ir al Sagrario, el sacerdote le hará saber a un ministro de la Eucaristía. "Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión recibirán su recipiente (copa o plato) del sacerdote." (N º 160.162; normas 38, 40) usted no deberá tomar ni la copa o el plato del altar, sino más bien esperar a que el sacerdote se lo de. 3. PARA RECIBIR EL PAN Y EL VINO: Después de que el sacerdote ha recibido la comunión, se distribuirá el pan a todos los ministros detrás de él, incluidos los servidores del altar (monaguillos). El sacerdote (o diácono) luego distribuirá la copa a un ministro quien ofrecerá la copa a los otros. 4. DISTRIBUCIÓN DE LA COMUNIÓN: El ministro eucarístico que tiene el plato, y el que tiene la copa, iniciarán la distribución a las personas con discapacidad (no el sacerdote). Si usted se encuentra en el lado de los músicos, distribuya a ellos primero, encuéntrelos a mitad de camino. Y proceda con los discapacitados, y finalmente al centro del pasillo para distribuir al resto de la congregación. Si usted no está al lado de los músicos, vaya directamente a las personas con discapacidades. El sacerdote y su acompañante con la copa distribuirán a los músicos y se regresará al centro del pasillo para distribuir al resto de la congregación. 5. MINISTRO DEL PAN: El ministro de la Hostia presenta la Hostia al comulgante y dice: "El Cuerpo de Cristo. El ministro hace una pausa hasta que la persona responde: "Amén" y luego coloca la hostia en la mano de la persona o en la lengua. 6. MINISTRA DE LA COPA: El ministro de la copa presenta la Preciosa Sangre al comulgante diciendo: "La Sangre de Cristo." La persona responde: "Amén", toma la copa y bebe de ella. El ministro recibe la copa, limpia el borde de la copa con el purificador, le da vuelta a la copa un poco, y lo presenta a la siguiente persona. 7. CUANDO VOLVER Al ALTAR: Después que la congregación ha terminado de recibir la comunión: "El resto del vino consagrado se consume por los ministros extraordinarios en la mesa pequeña del lado." (N º 279,2846; normas 52,54,55). El ministro del pan devuelve el copón al sacerdote en el altar. El sacerdote combina el resto de las hostias consagradas y se lo dará al ministro eucarístico para que lo coloque en el tabernáculo. (n º 52,54,55) Sólo ese ministro entrará a la capilla, saldrá de la capilla por la misma puerta por la que entró y luego regresará a su asiento. Las copas vacías se quedan sobre la mesa pequeña del lado. La limpieza de las copas se debe hacer después de la misa (n º 163, 183; norma 53). Liturgia Y Compromiso Social: Por Martín Irure

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Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

1. PREPARACIÓN PARA EL BANQUETE: El principio guía es de asegurarse de que hay suficiente hostias y vino consagrados en la Misa para los fieles. Sin embargo, si hay un gran número de hostias en el Tabernáculo, suficientes para todos los fieles, solamente se debe colocar la hostia grande. Si no está seguro/a debe consultar con el sacerdote presidiendo la misa. ¿Dónde sentarse? Después de preparar las hostias y el vino, el ministro extraordinario de la comunión puede sentarse en cualquier lugar en la Iglesia.

2. ¿CUANDO IR AL ALTAR / dónde colocarse? Los ministros extraordinarios deben acercarse al altar durante el Cordero de Dios. Todos los ministros se paran en forma de semicírculo detrás del sacerdote, el ministro de pan en el centro y los dos ministros de copa a cada lado del ministro de pan. "Nadie va al tabernáculo para obtener las hostias consagradas para la Misa" (GIRM'02, no. 85) a menos que no haya hostias listas para consagrar. Las hostias para consagrar deben ser suficientes para toda la asamblea. Si por alguna razón se presenta la necesidad de ir al Sagrario, el sacerdote le hará saber a un ministro de la Eucaristía. "Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión recibirán su recipiente (copa o plato) del sacerdote." (N º 160.162; normas 38, 40) usted no deberá tomar ni la copa o el plato del altar, sino más bien esperar a que el sacerdote se lo de.

3. PARA RECIBIR EL PAN Y EL VINO: Después de que el sacerdote ha recibido la comunión, se distribuirá el pan a todos los ministros detrás de él, incluidos los servidores del altar (monaguillos). El sacerdote (o diácono) luego distribuirá la copa a un ministro quien ofrecerá la copa a los otros.

4. DISTRIBUCIÓN DE LA COMUNIÓN: El ministro eucarístico que tiene el plato, y el que tiene la copa, iniciarán la distribución a las personas con discapacidad (no el sacerdote). Si usted se encuentra en el lado de los músicos, distribuya a ellos primero, encuéntrelos a mitad de camino. Y proceda con los discapacitados, y finalmente al centro del pasillo para distribuir al resto de la congregación. Si usted no está al lado de los músicos, vaya directamente a las personas con discapacidades. El sacerdote y su acompañante con la copa distribuirán a los músicos y se regresará al centro del pasillo para distribuir al resto de la congregación.

5. MINISTRO DEL PAN: El ministro de la Hostia presenta la Hostia al comulgante y dice: "El Cuerpo de Cristo. El ministro hace una pausa hasta que la persona responde: "Amén" y luego coloca la hostia en la mano de la persona o en la lengua.

6. MINISTRA DE LA COPA: El ministro de la copa presenta la Preciosa Sangre al comulgante diciendo: "La Sangre de Cristo." La persona responde: "Amén", toma la copa y bebe de ella. El ministro recibe la copa, limpia el borde de la copa con el purificador, le da vuelta a la copa un poco, y lo presenta a la siguiente persona.

7. CUANDO VOLVER Al ALTAR: Después que la congregación ha terminado de recibir la comunión: "El resto del vino consagrado se consume por los ministros extraordinarios en la mesa pequeña del lado." (N º 279,2846; normas 52,54,55). El ministro del pan devuelve el copón al sacerdote en el altar. El sacerdote combina el resto de las hostias consagradas y se lo dará al ministro eucarístico para que lo coloque en el tabernáculo. (n º 52,54,55) Sólo ese ministro entrará a la capilla, saldrá de la capilla por la misma puerta por la que entró y luego regresará a su asiento. Las copas vacías se quedan sobre la mesa pequeña del lado. La limpieza de las copas se debe hacer después de la misa (n º 163, 183; norma 53). 

Liturgia Y Compromiso Social: Por Martín Irure

By Genaro Valdivia on agosto 29, 2010

Tal vez a primera vista puede extrañar el título de este tema. ¿Qué tiene que ver la liturgia con la vida de cada cristiano? ¿Qué tiene que ver la espiritualidad con la lucha a favor de la paz, de la justicia, del respeto a los derechos humanos, etc.?

Liturgia Y Compromiso Social

I. Ambientación

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Tal vez a primera vista puede extrañar el título de este tema. ¿Qué tiene que ver la liturgia con la vida de cada cristiano? ¿Qué tiene que ver la espiritualidad con la lucha a favor de la paz, de la justicia, del respeto a los derechos humanos, etc.? Los interro¬gantes podrían seguir. ¿Debe repercutir en la vida social la vida espiritual de cada cristiano? ¿Qué tiene que ver la oración con la justicia? ¿Debe salir el cristiano de sí mismo, del templo y, tal vez, de la familia, para meterse de lleno en la tarea política de la sociedad en la que vive?

En el tema anterior, en parte, se da respuesta a estos planteamientos. En la reflexión que vamos a hacer, se verá más claramente la relación entre la liturgia y la vida social.

2. Vemos la realidad

Si preguntáramos a muchos cristianos que salen de participar en la misa: qué compromiso han tomado en la celebración litúrgica para trabajar en la sociedad en la que viven, seguramente la pregunta les tomaría por sorpresa. Si acaso podrían responder algo así: “ser mejores”, “tratar de entenderme con tal familiar”, “ser más humilde”, etc.

De hecho, nos damos cuenta de que la mayor parte de los cristianos posiblemente no perciben el dinamis¬mo que puede brotar de la Eucaristía participada, para sus tareas diarias en la sociedad.

La religión, el cristianismo, vivir el Evangelio es algo “de cada uno”, algo tan personal que no tiene repercusio¬nes en la política económica y social de la ciudad o el país. Esta concepción y práctica “intimista” de la fe es un enorme fallo en la práctica del Evan¬gelio.

3. Leemos la palabra de Dios

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para co¬mer, y uno de ustedes le dice: “Váyanse en paz, abríguense y coman”, pero no les da lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe si no tiene obras, está comple¬tamente muerta (Sant 2, 14-17).Si alguno piensa que se comporta como un hombre religioso y no sólo no domina su len¬gua, sino que conserva pervertido su corazón, su religiosidad es falsa. La religiosidad au¬téntica y sin tacha a los ojos de Dios Padre consiste en socorrer a los huérfanos y viudas en sus dificultades y en conservarse incontaminado del mundo (Sant 1, 26-27).

El ayuno que yo quiero es éste: que sueltes las cadenas injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las opresiones, que com¬partas el pan con el hambriento, que hospedes a los pobres sin techo, que proporciones ro¬pas al desnudo, que compartas tu pan con el hambriento, que hospedes a los pobres sin techo, que proporciones ropas al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes (Is 58, 6-7).Quiero amor y no sacrificios y prefiero el conocimiento de Dios más que holocaustos (Os 6,6).

Explicación

Estos textos del Nuevo y del Anti¬guo Testamento nos llevan a la misma conclusión: la celebración litúrgica nos orienta y nos conduce al compro-miso en la sociedad. El culto vacío, sin repercusión en la vida, es combatido por los profetas y por el mismo Jesús (Mc 7,6-7).

A. En el Antiguo Testamento

“En la Biblia del Antiguo y del Nue¬vo Testamento no existe una liturgia que no sea, a la vez, justicia y caridad. Como no existe una justicia-caridad que no sea liturgia. El Señor que acep¬ta la liturgia (el culto) es siempre el que, de sus mismos adoradores, pide la justicia-caridad” (T. Federici).

Los textos arriba citados son in¬vectivas en contra de un culto enten¬dido como separado de la vida y de la justicia social, sin influencia en ellas.

Según la reflexión de T. Federici, se puede establecer una relación en¬tre las fiestas litúrgicas que Israel cele¬braba y el compromiso con la justicia:

JUSTICIACada día: salario al obrero, limosna al pobreCada sábado: descanso al obrero, siervo, animalesCada año: primicias al pobre, décimos al levita

Cada tres años: todas las primicias al pobre

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Cada siete años: descanso universal, libertad a los esclavos, deudas perdonadas

LITURGIA

Oración (mañana y tarde).Oración litúrgica.Liturgia de las primicias,Actos de justicia y caridad(Dt 26, 5-11) liturgia de la Pascua,Pentecostés y Tabernáculos.Liturgia de los diezmos(Dt 14, 28-29).Liturgia de la Palabra(Dt 31,9-I3).

La razón de esta simetría entre culto y vida social está en la alianza. Dios salva y perdona. Lo mismo ha de hacer el hombre. La tierra es de Dios (Lev 25, 23-24) Y los hombres son de Dios (Lev 25, 42). Los hombres son meros administradores de la tierra. Nadie es propietario. Hay que com¬partir con el hermano necesitado. Las celebraciones litúrgicas lo recuerdan y lo exigen. Como lo hacen los profetas.

B. En el Nuevo Testamento

Jesús ha venido a reestablecer un año jubilar definitivo (Lc 4, 14-21; Is 61. 1-3). Jesús se pone como progra¬ma de su misión: dar la buena noticia y los signos de liberación y proclamar el año (sin fin) de gracia.

La comunidad cristiana realiza la comunión de bienes como fruto de la fracción del pan (He 2,42-47).

Los apóstoles insisten en esta re¬lación de liturgia-vida: ver: 1 Cor 11, 17-34; 2Cor9, 1-15; Sant2, 1-13 y 5, 1-6.

4. Leemos la palabra de la Iglesia

La liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados “con los sacramentos pascuales”, sean “concordes en la piedad”, ruega a Dios que “conserven en su vida lo que recibieron en la fe”. La renovación de la alianza del Señor con los nombres en la eucaristía enciende y arrastra a los fieles al apremiante amor de Cristo.(Vaticano II Sacrosanctum Concilium, 10)La celebración de la eucaristía, para ser sincera y plena, debe conducir a las varias obras de caridad y a la mutua ayuda, así como a la actividad misionera y a las diversas formas de testimonio cristiano (Vaticano II, Presbyterorum ordinis, 6).El divorcio entre la fe que profesan y la vida diaria de muchos debe ser considerado corno uno de los más graves errores de nuestro tiempo.(Vaticano II, Gaudium et spes, 43)

La Misa es una pacífica y, a la vez, comprometedora escuela de sociología cristiana. (Pablo VI, Audiencia general, 26.XI.69)

Los textos del magisterio de la Iglesia en este sentido abundan, des¬de los Padres de la Iglesia hasta nues¬tros tiempos. El sínodo de los obispos sobre La justicia en el mundo trata de este tema exclusivamente. Los formu¬larios de las misas votivas por la paz y la justicia recuerdan la relación fe-com-promiso social. Lo mismo aparece en el ritual del sacramento de la penitencia. Sin duda, hoy existe en la Iglesia una mayor sensibilidad respecto de los problemas sociales, enfocados desde el Evangelio.

5. Confrontamos nuestra realidad

• ¿Cómo vemos este tema? ¿Qué no¬vedades nos aporta? ¿Estamos convencidos de la relación de la fe con la justicia?• ¿Qué opinión tenemos sobre si la Iglesia debe meterse o no en política? ¿Qué pensamos sobre este punto? ¿Tiene la Iglesia derecho a hablar y trabajar por la justicia so¬cial luchando contra la pobreza, no sólo de obra sino también de pala¬bra?• ¿Efectuamos nosotros este binomio fe-vida? ¿O somos de aquellos que consienten un divorcio entre la fe y la vida, porque nos consideramos cristianos sólo en la iglesia o en el interior de la familia?• ¿Qué hacemos en nuestro compro¬miso político?

6. Nos comprometemos

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• ¿A qué nos comprometemos cada uno y como grupo? ¿En qué pode-mos mejorar nuestra conciencia en este punto tan importante?• ¿Cómo celebraremos una liturgia más enfocada a la transformación de la sociedad?• Concretemos nuestros propósitos.

7. Juntos oramos

En silencio, reflexionamos en qué nos pide el Señor respecto de este tema. Y tratamos de concretar ante él nuestros compromisos por la justicia.

Oremos con la liturgia

l. (Oración colecta de la Misa votiva por la paz y la justicia)Señor,Tú dijiste que cuantos trabajan por la pazSerían llamados hijos de Dios;Concédenos entregamos sin descansoA instaurar en el mundoLa única justicia que puede garantizarA los nombres una paz firme y verdadera.Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

2. (De la Plegaria eucarística V/b)Señor,Danos entrañas de misericordiaAnte toda miseria humana,Inspíranos el gesto y la palabra oportunaFrente al hermano solo y desamparado,Ayúdanos a mostramos disponiblesAnte quien se siente explotado y deprimido.Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor,De libertad, de justicia y de paz,Para que todos encuentren en ellaUn motivo para seguir esperando.Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

Corpus Christi: Una de las fiestas más solemnes e importantes de la Iglesia católica, en latín significa: “Cuerpo de Cristo”

By Juan Revilla on junio 3, 2010

Corpus Christi

Es una de las fiestas más solemnes e importantes de la Iglesia católica, en latín significa: “Cuerpo de Cristo”, antes era llamada “corpus domini” el cuerpo del Señor, está gran solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo.

Está gran fiesta católica celebra la parte vertebral de su esencia de la Iglesia “la Eucaristía” conmemora el fin principal de  proclamar y aumentar la fe de la Iglesia Católica en Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento.

La celebración se lleva a cabo el siguiente jueves al octavo domingo después del Domingo de Resurrección (es decir, 60 días después del Domingo de Resurrección; formalmente es el jueves que sigue al noveno domingo siguiente a la primera luna llena de primavera del hemisferio norte.

El cuerpo y sangre de Jesús se ha manifestado en todos los tiempos, ese cambio total de substancia de las especies del pan y del vino (transubstanciación), es controversia de todos los tiempos y hombres.

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El año 1263 conmemora el milagro, de Bolsena (Italia) mientras un sacerdote celebraba la misa en la iglesia de Bolsena (Italia), al romper la hostia consagrada, brotó sangre. Ente los ojos y asombro de este sacerdote, hecho que marcó un acontecimiento extraordinario.

Fue instituida el 8 de septiembre de 1264 por el Papa Urbano IV, mediante la bula Transiturus hoc mundo, la gran festividad tiene tal impacto en la Iglesia católica en todo el mundo, que en muchos países es fiesta oficial de guardar.

En la Iglesia de México en todas sus parroquias  hoy está expuesto el Señor (El santísimo) para su adoración por su pueblo. Grandes celebraciones todo el día en la ciudad de León Gto, para conmemorar ese momento que nuestro Señor Jesús nos dice a la Iglesia “Estoy presente en cuerpo y sangre” 

El Equipo de Liturgia, esencial en el culto a Dios.

By Juan Revilla on mayo 4, 2010

El Equipo de Liturgia

Antes no había la necesidad de un equipo de liturgia: bastaba que el sacerdote y el sacristán se cuidaran de prepararlo todo. En todo caso se agradecía la buena voluntad de unas señoras que mantenían limpia la iglesia o preparaban con gusto las flores. Ahora cada vez más es un grupo el que asume la tarea de preparar cada celebración y revisar sus orientaciones también a largo plazo.

Un grupo de liturgia puede llegar a ser un auténtico fermento y un motor de la celebración de la comunidad. Y eso, no sólo porque ahora hay menos sacerdotes o porque el párroco no llega a todo, o porque es moda la participación de la bases, sino por motivos también teológicos: la imagen de Iglesia que se comprende a sí misma como más corresponsable de la propia vida y animación, basándose en la dignidad de todos los laicos, en razón de su sacerdocio bautismal.

El equipo que se ocupa de esta tarea de la preparación y animación de las celebraciones es idealmente un grupo variado, rico, representativo de lo que es la comunidad: debería de agrupar a los ministros ordenados  (los que van a presidir las celebraciones), religiosos y religiosas, y sobre todo laicos, mayores y jóvenes, casados y solteros.

Además de la preparación de las celebraciones, el grupo de liturgia debería tener una vista larga. Ante todo debería revisar las anteriores. Una reflexión sincera y lúcida puede descubrir aspectos que van bien y otras más deficitarios. El grupo litúrgico debería tener una sensibilidad especial para captar las mejoras que está pidiendo la celebración.

Un grupo de liturgia que se reúne y que prepara la celebración, no es para “hacer bonito”, ni para lucirse, ni para dar salida más o menos psicológica a las energías y capacidades de los laicos o de los que saben música. La razón es más profunda, la que debe dar sentido a todas las demás, es el deseo de servir. de ayudar a la comunidad a que pueda rezar mejor y celebrar más consciente y profundamente su Eucaristía dominical o las otras celebraciones que se organicen.

El Lector

Uno de los ministerios litúrgicos más importantes que se puede ejercitar en la celebración es el de proclamar las lecturas. Junto con el salmista y el predicador de la homilía, el lector ayuda a la comunidad cristiana a escuchar en las mejores condiciones posibles la Palabra de Dios y acogerla como dicha hoy y aquí para cada uno de los creyentes.

No es fácil leer. Leer bien es re-crear, dar vida a un texto, dar voz a un autor. Es transmitir a la comunidad de los fieles lo que Dios les quiere decir hoy, aunque el texto pertenezca a los libros antiguos. Leer es pronunciar palabras, pero sobre todo decir un mensaje vivo.

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Más que “leer”, se trata de “proclamar” expresivamente la Palabra. Pro-clamar es pronunciar, promulgar delante de la asamblea que escucha. No es mera lectura personal, o información, o clase. Es un ministerio que se realiza dentro de una celebración, y  el mismo hecho de leer en público para esta comunidad de creyentes es todo un gesto de culto, un servicio litúrgico, realizado con fe y desde la fe.

Una de las primeras condiciones de un buen lector es que recuerde que en este ministerio él es simplemente -y nada menos- un mediador entre el Dios que dirige su Palabra y la comunidad cristiana que la escucha y la hace suya.. Lo que él trasmite a sus hermanos no es palabra suya ni tampoco de la Iglesia, sino de Dios.

Consejos generales

El acceso al lugar del ambón debe ser digno, sereno, no poniéndose en movimiento hasta que el sacerdote no ha terminado la oración, en el caso de la primera lectura, o hasta que el salmo responsorial no se haya concluido, para la segunda.

La postura corporal también cuenta: la persona misma es un signo. Puede indicar atención y respeto, o por el contrario superficialidad o dejadez. la actitud del lector debe evitar tanto la afectación y el teatro exagerado, como la excesiva timidez y encogimiento. La asamblea “oye” al lector, pero también le “ve”.

No es indiferente desde dónde se proclama una lectura y de qué libro. El ambón es un lugar digno, visible, más o menos estable reservado para la proclamación de las lecturas bíblicas. El libro también debe manifestar su formato y uso que su contenido es apreciado por la comunidad que lo escucha y por el ministro que lo proclama. Es “válido” leer una hoja dominical, pero no es significativo ni simbólicamente expresivo. Además, un libro bien impreso, con la letra suficientemente grande y, sobre todo con una buena presentación y disposición sintáctica de las frases favorece una mejor lectura.

No se debe empezar a leer sin que haya silencio en la asamblea: sobre todo en la primera lectura de las lecturas, cuando todavía la gente puede estar sentándose. Desde la quietud y el silencio es desde donde se inicia la lectura o la monición previa a la misma.

El lector no tiene que decir “primera lectura” ni tampoco pronunciar la frase resumen que en letra roja precede al texto. Lo que sí debe proclamar claramente es el título del libro bíblico del que toma la lectura, haciendo una breve pausa a continuación antes de empezar el texto.

Reglas para bien leer

a) Hay que leer despacio. La precipitación es uno de los defectos más comunes de los que proclaman las lecturas. Haya que leer a un ritmo que permita a todos ir captando el sentido de lo que se dice, que la palabra vaya calando y resonando en la comunidad.

b) Con el tono justo de voz. Ni gritar demasiado, de modo que quede aturdida la asamblea. Ni hablar en voz tan baja que la gente tenga que hacer esfuerzos para captar lo que se dice.

Leer bien en público es “proclamar”, pero no se debería caer en el defecto de una “declamación” teatral. hay que leer con un tono de voz comunicativo, agradable, sin aristas, ni áspero, ni melifluo, sin agresividad y a la vez sin empalago.

c) La diversas lecturas requieren diversa expresividad en la voz. Por eso hay que prepararse con cuidado cada vez que uno actúa para la comunidad. No se lee igual un diálogo que un relato. No requiere el mismo tono una página poética que una dramática.

d) Hay que vocalizar bien. O sea, hay que pronunciar claramente todos los sonidos.

e) Un buen lector sabe dar ritmo a su lectura con breves y expresivos silencios, que son lo que dan vida al pensamiento. Las frases están construidas de palabras y de silencios. Se tratan de breves respiros, que ayudan a destacar la dinámica de un pensamiento. Por ejemplo, al final de la lectura, antes de decir “Palabra de Dios”, convendrá unos instantes de pausa (dos segundos), permitiendo que el último pensamiento tenga tiempo de calar y reposar en el oído de todos, antes de invitarles a la aclamación conclusiva.

La persona que lee para la comunidad no es un cartero que transmite mensajes de los que se entera. Ella misma es la primera que queda afectada por la Palabra que dice. Se ha leído antes. Se ha dejado convencer y llenar de ella. La ha entendido, la ha aceptado. Y luego, sólo luego, se atreve a proclamarla a los hermanos.

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Monición, Monitor

“Monición” viene del latín “monere”, exhortar, advertir. Fuera del uso litúrgico la palabra tiene un cierto tono peyorativo: “amonestar” es dar un aviso a modo de represión. En la liturgia se llama “monición” a las palabras que se dirigen, no a Dios (eso son “oraciones”), sino a la comunidad, a modo de explicaciones o invitaciones.

Hay moniciones de tipo indicativo, que señalan las posturas o dan normas para organizar una procesión. Hay otras explicativas, como cuando antes de la lectura se sitúa en su contexto para que se entienda mejor, Otras son exhortativas, invitando a hacer algo (un canto, una canción, la comunión) desde una actitud espiritual determinada.

Este es un ministerio litúrgico muy antiguo, que normalmente asumía el diácono, actuando de intermediario entre el presidente de la asamblea y la asamblea, y ayudaba a participar en la celebración con las convenientes actitudes interiores y exteriores.

El monitor o comentarista no actúa desde el ambón, sino desde otro lugar diferente o un micrófono lateral. El ambón se reserva para la proclamación de la Palabra.

Las cualidades de una buena monición: se insiste pues que sean breves. Todos tenemos la experiencia de cómo unas intervenciones largas dan al conjunto de la celebración un tono pesado, escolástico y farragoso.

Que sean sencillas, diáfanas. Se trata de ayudar a captar mejor el contenido de los ritos o de las lecturas. Que sean fieles al texto. La monición debe ayudar a escuchar la lectura desde la actitud justa (sin manipular su interpretación, dejándola abierta) y realizar el gesto simbólico (por ejemplo, el gesto de paz) exactamente dentro de su identidad y finalidad.

Que sean discretas: discretas en número (no hace falta que se hagan las posibles, sino las que parezcan más convenientes, y no siempre las mismas).

Las moniciones se espera que sean pedagógicas, o sea que produzcan con sus palabras y sugerencias el efecto deseado: despertar el interés por la lectura, o suscitar la actitud interna desde la que cantar un canto o realizar o gesto. 

Nuestra fe:¿POR QUE 7 SACRAMENTOS?

By Juan Revilla on junio 8, 2010

¿POR QUE 7 SACRAMENTOS?

Porque 7 son las etapas de la vida. Hay una gran semejanza entre las etapas de la vida

natural y las etapas de la vida sobrenatural” Lee: Catecismo de la Iglesia Católica (CIC n.

1210).

1. En la vida natural hay que nacer.

En la vida sobrenatural hay que nacer del agua y del espíritu. Lee: Juan 3,5. Nuestra

madre la Iglesia nos engendra por el Bautismo.

2. En la vida natural hay que crecer y dar fruto.

En la vida sobrenatural la Confirmación lleva a su desarrollo y hace fructificar esa vida

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recibida en el Bautismo. Lee: Juan 15,16.

3. Para vivir es necesario alimentarnos.

En la Eucaristía Cristo, el Pan de Vida, nos nutre con su cuerpo y su sangre. Lee: Lucas

22, 19.

4. En la vida natural enfermamos y necesitamos medicina para recuperar la salud.

En la vida sobrenatural Jesucristo, médico de las almas (Lee: Mateo 9,12), nos ofrece el

sacramento de la Reconciliación para sanar las heridas del pecado: Lee: CIC n.1421.

5. En la vida natural buscamos formar un hogar.

En la vida sobrenatural Cristo quiere que los esposos se amen como El ama a su Iglesia

(Lee: Efesios 5,25): para eso instituyó el Matrimonio.

6. En la vida natural necesitamos de una autoridad que ordene la vida social.

En la vida sobrenatural el Reino de Cristo en este mundo exige una autoridad, unos

pastores que apacienten las ovejas de Cristo, para ello Cristo instituyó el Sacerdocio.

7. La vida natural llega a su ocaso y morimos.

La Unción de los Enfermos nos conforma con la muerte y resurrección de Cristo: Lee:

CIC n. 1523.

LA IGLESIA NOS ENSEÑA

Adheridos a las doctrinas de las Santas Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al

sentimiento unánime de los Padres, profesamos que “los sacramentos de la Nueva Ley

fueron todos instituídos por nuestro Señor Jesucristo” CIC n.1114 ss.

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del

Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero como signos, también tienen un fin

pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la

expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren

ciertamente la gracia, pero también la celebración prepara perfectamente a los fieles para

recibir con fruto la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad.

Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos

sacramentales y reciban con mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido

instituídos para alimentar la vida cristiana. “Sacrosantum Concilium” # 59. Estudia CIC

(Catecismo de la Iglesia) 1122 ss.

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¿BASTA SOLO EL BAUTISMO?

En efecto, Cristo dijo: “Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino

de Dios”. Juan 3,5. Pero Jesucristo nunca dijo: “Basta tan sólo nacer del agua y del Espíritu

para entrar en el Reino de Dios”. Y ¡claro! ¿cómo iba a bastar? Aquél que es la Vida

verdadera ¿cómo nos iba a dar la vida a medias? Si la vida natural tiene siete etapas ¿por

qué Cristo iba a hacer la vida sobrenatural menos perfecta?

¿QUIEN INVENTO EL ARCO IRIS?

Algunos cristianos objetan: “Yo no veo los siete sacramentos en la Biblia, para mí son un

invento de la Iglesia Católica”.

¡Claro que no los ves! De la misma manera que tú no ves los siete colores del arco iris si

no tienes un prisma. Nosotros sí los vemos porque tenemos un prisma que es la Iglesia. El

prisma no inventa los colores de la luz, simplemente los separa y distingue para que tu ojo

los pueda percibir con claridad y nitidez. Lo mismo la Iglesia, ella no inventa los

sacramentos, simplemente nos ayuda a distinguir con claridad lo que la Biblia enseña.

Sin el prisma yo no podría distinguir los siete colores en un rayo de luz. Sin la Iglesia yo no

puedo percibir los siete sacramentos contenidos en la luz de la Palabra Divina.

LOS SACRAMENTOS EN LA BIBLIA.

Bautismo.

“Y acercándose Jesús les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id

pues y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo”.

Mateo 28,18-19.

Confirmación.

“Cuando los apóstoles oyeron cómo había recibido Samaria la palabra de Dios, enviaron

a Pedro y a Juan, los cuales bajando, oraron sobre ellos para que recibiesen el Espíritu

Santo, pues aún no había venido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el

nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu

Santo”.

Hechos 8, 14-17.

Eucaristía.

Page 10: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

“Tomando pan se los dio diciendo: ‘Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros,

haced esto en memoria mía.’ Así mismo el cáliz… diciendo: ‘Este es el cáliz de la Nueva

Alianza en mi sangre que es derramada por vosotros’ “. Lucas 22, 19-20.

Confesión.

“Diciendo esto sopló y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonéis los pecados

les serán perdonados, a quien se los retuviéreis, les serán retenidos’ “. Juan 20, 22-23.

Unción de los enfermos.

“¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre

él, ungiéndole con el óleo en el nombre del Señor”. Santiago 5,14.

Sacerdocio:

“Les constituyeron presbíteros en cada iglesia por la imposición de las manos, orando y

ayunando y los encomendaron al Señor”. Hechos 14, 23.

Matrimonio.

“En cuanto a los casados, el precepto no es mío sino del Señor, que la mujer no se

separe del marido y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y

que el marido no repudie a su mujer”. 1 Corintios 7, 10-11.

CONCLUSION.

Los 7 Sacramentos, sí están en la Biblia, el que tú no los veas o lo ignores no quiere

decir que no existan.

Hermano cristiano:

Si tú aceptas lo que la Biblia dice ¿Por qué no aceptas los siete sacramentos cuando yo

te lo estoy probando con la Biblia? ¿Por qué cuando tú me das una cita, yo sí debo aceptar

lo que tú me dices y cuando yo te doy una cita no aceptas lo que yo digo?. Te voy a decir

por qué: Porque tú no crees en la Biblia sino en lo que tú entiendes de la Biblia.(Principio

protestante del juicio privado). Esto es como creer que el mar es tan sólo el agua que me

cabe en el hueco de la mano.

Católico confundido:

La Iglesia de Cristo te ofrece siete sacramentos. No hay ninguna que te ofrezca más,

todas te ofrecen menos. ¿Por qué? Porque a la Iglesia Católica, como a Cristo mismo,

todos le imitan pero ninguno le supera.

Page 11: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

Católico apático:

¿De qué te sirve saber que hay siete sacramentos si vives como si no existieran?

LOS 7 SACRAMENTOS, 7 PRUEBAS DE LA VERDADERA FE

Eucaristía.

Muchos no obedecen a Cristo que dice: “Haced esto en memoria mía”. Otros obedecen

pero no creen a Cristo que dice: “Esto es mi cuerpo”. Nosotros con Santo Tomás de Aquino

confesamos: “La vista, el gusto, el tacto se equivocan, pero yo creo lo que sale de Tu boca.”

Matrimonio.

Jesucristo mandó: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Lee: Mateo 19,10. Las

iglesias de origen protestante autorizan el divorcio. ¿Cómo podemos escuchar a quien no

obedece a Cristo?

Confesión.

Santiago ordena: “Confesaos los pecados unos a otros”. Lee: Santiago 5,16. Pero

algunos dicen: “Yo no me confieso con ningún hombre pecador como yo, yo sólo me

confieso con Dios”. ¿De qué sirve saber mucha Biblia si después no obedecen lo que la

Biblia manda?

Bautismo.

Hay quien dice que no hay que bautizar a los niños, porque éstos no tienen pecado. Pero

la Biblia enseña que todos nacemos con pecado. Lee: Salmo 50 (51) v. 7.

Santiago dice: “Si alguno enferma, que llamen a los presbíteros (“ancianos” en griego) de

la Iglesia”. Lee: Santiago 5,14. ¿A quién llaman ellos si no creen en el sacramento del

Sacerdocio? ¿A los ancianos del asilo? ¿Cuál Iglesia? ¿No dicen ellos que la Iglesia es

invisible?

Como ves, la fuerza de las sectas está en la ignorancia e inacción de los católicos.

Cumple tu deber de evangelizar adquiriendo y distribuyendo FE Y EVANGELIO.

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EL BAUTISMO NO ES UN DERECHO NI UNA OBLIGACIÓN, ES DON.

By Genaro Valdivia on junio 8, 2010

Page 12: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

EL BAUTISMO NO ES UN DERECHO NI UNA OBLIGACIÓN, ES DON.

Después de lo dicho se comprende fácilmente esta afirmación, pero tal vez convenga insistir en ello.Los sacramentos no son ritos sociales ni civiles que están a disposición de quien quiera, ni que esten consignados en un código legal. Los sacramentos no son de la sociedad. Son acciones de la Iglesia que los cristianos celebramos como expresiones de la fe en Jesucristo.

Cuando en una sociedad todos son cristianos es natural que todos quieran celebrar los sacramentos y entonces se comprende el que lo veamos como un derecho a que estamos destinados a recibir, sin saber que es un regalo de Jesús mismo. Así ocurría antes entre nosotros.

En este tiempo la gente se acostumbró a ver los sacramentos como unas acciones que se tienen que hacer, quedar bien en la sociedad, cumplir con Dios, que son como una fiesta necesaria, sin lo cual parece que falta algo.Ahora las cosas son diferentes. Hoy en nuestra sociedad hay libertad religiosa y de conciencia. Y a los católicos nos parece muy bien que la ley civil respete la libertad de cada uno.

No queremos que nadie venga a la Iglesia por la fuerza y en contra de sus propias convicciones, hoy la Iglesia necesita gente que viva el católicismo tal cual es una fe viva en Cristo Jesús. Queremos que todos crean en Dios y vivan como discípulos de Jesucristo, pero libremente, de acuerdo con su conciencia y la comunión con Dios y con el pueblo.

El problema se plantea cuando alguien que vive alejado de la Iglesia pide recibir algún sacramento, como el Bautismo. Aunque parezca mentira, todavía hay quien quiere casarse por la Iglesia, bautizar a su hijo y que haga la Primera Comunión, sin tener fe. En esto, como en todo en la vida, debemos mantener al menos una mínima coherencia, y no ceder a costumbres, presiones familiares o falsas apariencias.

Puede existir una mala formación por parte de los padres hacía sus hijos, sin embargo la fe sólo se adquiere por medio de la palabra que es Jesús, no se puede pedir algo en lo que no se cree, no se puede vivir en algo que no lo ve como vida, no se puede exigir algo como si fuera un derecho y una obligación, sino se sabe que es el amor de Cristo vivo, esa vida que recobra el sentido con los sacramentos.

Un don, que sólo reciben quienes creen que es Jesús, quien los da, al entrar a su vida, estos pueden transformarla, un don, sin el cual no se puede vivir.

Ministros Extraordinarios De La Sagrada ComuniónMarch 8, 2013 by admin Leave a Comment

Page 13: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

Principios Generales

En cada celebración de la Eucaristía deberá haber un número suficiente de ministros de la Sagrada Comunión para que pueda ser distribuida de manera ordenada y reverente. Obispos, presbíteros y diáconos distribuyen la Sagrada Comunión en virtud de su oficio como ministros ordinarios del Cuerpo y de la Sangre del Señor 1. (SSV, 27) 2.

Cuando el tamaño de la congregación o la incapacidad del obispo, presbítero o diácono, lo requiere, el celebrante puede ser asistido por otros obispos, presbíteros o diáconos. Si no están presentes esos ministros ordinarios de la Sagrada Comunión: “…El sacerdote puede pedir la ayuda de los ministros extraordinarios, es decir, el acólito legítimamente instituido o incluso otros fieles, que para esto legítimamente han sido designados. En caso de necesidad, el sacerdote puede designar ad actum 3 a los fieles idóneos” (IGMR 162) 4

Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión deberán recibir suficiente formación espiritual, teológica y práctica para desempeñar su papel con conocimiento y reverencia. De todos modos, deben atenerse a las indicaciones del Obispo Diocesano 5. Cuando sea necesario recurrir a ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, sobre todo en la distribución de la Sagrada Comunión bajo las dos especies, su número no debería ser aumentado más que lo exigido para la distribución ordenada y reverente del Cuerpo y la Sangre del Señor. En todos los asuntos tales ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión deberían seguir los mandatos del obispo diocesano (SSV, 28).

Todos los ministros de la Sagrada Comunión deberán mostrar la mayor reverencia por la Santísima Eucaristía con su comportamiento, su atuendo y la manera en que manejan el pan y el vino consagrados. En caso de algún accidente, por ejemplo “si cae algo de vino consagrado, el sitio en que cae lávese con agua y luego échese esta agua en la piscina colocada en la sacristía” (IGMR 280); también, en caso de que se derramase vino del cáliz- el “área afectada… deberá ser lavada y el agua vaciada en el sacrario.” 6 (SSV, 29).

Liturgia De La Eucaristía

Cuando comience el canto del Cordero de Dios, sólo el obispo o el sacerdote, con la ayuda del diácono, y, si es necesario la ayuda de los sacerdotes concelebrantes, parte el pan eucarístico.

Otros cálices vacíos, copones o patenas se llevan entonces hasta el altar si es necesario. El diácono o el sacerdote distribuye el pan consagrado en varios copones o patenas y, si es necesario, vierte la Preciosa Sangre en los cálices adicionales según sea necesario para la distribución de la Sagrada Comunión. Si no es posible realizarse esta distribución en un tiempo razonable, el celebrante puede pedir la ayuda de otros diáconos o sacerdotes concelebrantes. Esta acción regularmente se lleva a cabo sobre el altar, para que se pueda significar el compartir de un solo cáliz; en el caso de asambleas muy numerosas, se podría hacer en la mesa aparte dentro del presbiterio (NDRSC, 37).

Si los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión son exigidos por la necesidad pastoral, se acercan al altar mientras el sacerdote recibe la Sagrada Comunión. Después de que el sacerdote celebrante haya comulgado, él distribuye la Sagrada Comunión a los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, ayudado por el diácono, y entonces el sacerdote entrega los vasos sagrados a los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión para la distribución de la Sagrada Comunión al pueblo. (NDRSC, 38).

Todos reciben la Sagrada Comunión en la manera descrita por la Instrucción General del Misal Romano, ya sean presbíteros concelebrantes (Cf. IGMR, n 159, 242, 243, 246), diáconos (Cf. IGMR, n 182, 244, 246), o ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión (Cf.. IGMR, 284). Ni los diáconos ni los ministros laicos pueden recibir la Sagrada Comunión como si fueran presbíteros concelebrantes. La práctica de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión que esperan recibir la Sagrada Comunión después de la distribución de la Sagrada Comunión no está en conformidad con las normas litúrgicas (NDRSC, 39; IGMR, 160).

Después de que todos los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión hayan comulgado, el obispo o el presbítero celebrante les entregan reverentemente los vasos que contienen el Cuerpo y la Sangre del Señor a los diáconos o a los ministros extraordinarios que ayudarán con la distribución de la Sagrada Comunión. El diácono puede ayudar al presbítero en el manejo de los vasos que contienen el Cuerpo y la Sangre del Señor a los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión (NDRSC, 40).

La única manera apropiada y permitida para distribuir la Sagrada Comunión es ofrecer el pan consagrado diciendo: “El Cuerpo de Cristo,” y ofrecer el vino consagrado diciendo: “La Sangre de Cristo.” No se permite añadir otra fórmula ni palabras ni nombres ni debe cambiar la fórmula de ninguna manera (Cf. IGMR, 161; 284-287).

En caso de que caiga el pan Eucarístico o una parte de ello, deberá ser recogido con reverencia por el ministro. El pan consagrado puede ser consumido o completamente disuelto en agua antes de echarlo al sacracio.

En caso de algún accidente -como por ejemplo, en caso de que se derramase vino del cáliz- el “área afectada… deberá ser lavada y el agua vaciada en el sacracio” (IGMR 280).

Cuando quede más Preciosa Sangre que la necesaria para la Comunión, y no fuese consumida por el obispo o sacerdote celebrante, “el diácono inmediatamente consume frente al altar toda la Sangre de Cristo remanente con la ayuda, si es necesario; de otros diáconos y presbíteros” (IGMR 182). Cuando haya

Page 14: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, ellos podrán consumir lo que quede en el cáliz después de la distribución de la Sagrada Comunión; esto con el debido permiso del obispo diocesano. Tanto el diácono, como el sacerdote, o el acólito instituido es responsable de la purificación de los vasos sagrados inmediatamente después de la Misa Está estrictamente prohibido vaciar La Preciosa Sangre en la tierra o en el sacrario (NDRSC, 51-55).

Del mismo modo, “deben guardarse en un copón o recipiente las Hostias consagradas en cantidad que corresponda a las necesidades de los fieles, y renovarse con frecuencia consumiendo debidamente las anteriores” (Código de Derecho Canónico 939). Está estrictamente prohibido enterrar Hostias consagradas o el pan Eucarístico consagrado.

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LOS CARISMAS DEL SANTO ESPIRITUAugust 17, 2012 by admin Leave a Comment

Primera Parte

Los carismas son dones Ministeriales que dan una fuerza muy especial a la evangelización, también son dones espirituales especiales que el señor nos da para edificar la comunidad para construir la Iglesia, algunos confunden la palabra carisma con otras cosas que no son carismas sino dones naturales, por ejemplo hemos oído hablar del carisma de un peluquero y el carisma de un político, carisma de un músico esos no son dones espirituales, son dones naturales que se desarrollan, pero un carisma estrictamente hablando es un don espiritual, si el Espíritu Santo está en nosotros, desde el día de nuestro Bautismo porque somos Templos vivos del Espíritu Santo, está en nosotros con todos sus dones y todos sus carismas, el día de nuestro bautismo hemos recibido el Espíritu Santo con sus siete Dones.

Page 15: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

Los siete Dones del Espíritu Santo son realmente la raíz de todos los carismas, hablamos de siete Dones, podíamos hablar de infinidad de dones, porque el número siete en la Biblia significa plenitud, y el día de nuestro Bautismo hemos recibido, como leemos en Isaías 11,

(1,2). Los siete Dones del Espíritu Santo, el Don de Sabiduría, de Conocimiento, de Inteligencia, el don de Consejo, de fortaleza, el don de Piedad y el de Temor de Dios.

Estos son los siete dones que tiene todo bautizado y un carisma es una manifestación exterior del Espíritu Santo, dice San Pablo en la Epístola a los Romanos: ” Un carisma es una manifestación exterior del Espíritu santo”, así cualquiera de los carismas que se manifiestan en la comunidad cristiana se enraízan en uno u otro de los siete dones del Espíritu Santo,

¿ y para que son los carismas?, San Pablo nos dice en las Epístola a los Efesios.4, (11-13), que Dios dio a unos el ser Apóstoles, a otros Profetas, a otros Evangelizadores, a otros Pastores y Maestros para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del Ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; fíjense que claro está, ¿ Para que son los carisma?, para edificar el cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, para construir la comunidad, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.

El Espíritu santo se manifiesta a través de nosotros, de muchas maneras y su manifestación puede ser a través de un carisma de Profecía, puede ser a través de un carisma de Pastor a través del carisma de vida religiosa que es uno de los carismas del espíritu Santo, a través del carisma de sanación, de milagros, carisma de lenguas, de manera que los carismas son algo muy normal en la vida de la Iglesia.

Un gran canonista español, Teodoro Jiménez Urresti en su obra titulada ” Carisma e institución en la Renovación carismática” decía: la base teológica de la Renovación son las gracias recibidas en la iniciación cristiana, y por eso no se identifica con lo extraordinario, los dones por ejemplo de lenguas y de sanación pertenecen a la naturaleza de la Iglesia a su vida ordinaria, no son cosas extraordinarias”, algunos lo ven como cosa extraordinaria porque no estábamos acostumbrados a acoger esos carismas, los últimos siglos se manifestaban menos porque había tantas estructuras en la Iglesia que ¿quién por ejemplo, durante una celebración Eucarística en tiempo de Pío XII, se hubiera atrevido a cantar en lenguas en la Iglesia?, eso estaba contra la liturgia, todo estaba ordenado todo estaba estructurado, no había espacio, no había libertad para que se manifestara el espíritu, y en este sentido la gran bendición para la Iglesia ha sido el Concilio Vaticano II, en el que se abrió la puerta para que se manifestara el Espíritu a través de sus carismas, siempre hubo carismas en la Iglesia, desde el día de Pentecostés

Los “dones,” los “carismas,” son los regalos especiales que trae el Espíritu, estos son “regalos” personales, a unos distintos que a otros. Así lo describe San Pablo: No quiero hermanos que ignoréis lo tocante a los dones espirituales… A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. A uno le es dado por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro fe en el mismo Espíritu; a otro don de sanaciones, en el mismo Espíritu; a otro, operaciones milagrosas; a otro profecía; a otro discenimiento de espíritus; a otro diversidad de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere (1 Corintios 12:1, 7-11).

Estos carismas son regalos individuales, a cada uno da los que quiere, según quiere, y los da para el bien de la comunidad, para común utilidad. Sólo el don de lenguas se da para el bien del individuo que lo recibe, para edificarse a sí mismo (1 Cor. 14:4).

San Pablo nos da varias listas en tres de sus cartas, y en los mismos capítulos nos habla acerca del Cuerpo Místico de Cristo, para indicarnos que los carismas son para la edifición del cuerpo de Cristo, excepto el don de lenguas, que es para edificarse uno mismo (1 Cor. 12, Romanos 12, Efesios, 4).

Otras listas de dones las dan 1 Pedro 4, Isaías 11:2… en total unos 30 “carismas”. Aquí haremos sólo un breve comentario a 1 Cor. 12, porque este capítulo a Corintios se le puede considerar como la “Carta Magna” de la Renovación, aunque toda la Biblia llega a ser la Carta Magna, porque una de las características de los carismáticos es el amor a la Palabra de Dios y los deseos de leer a diario la Biblia, y conocerla bien.

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Espiritualidad y pastoral del año litúrgicoJuly 6, 2012 by admin Leave a Comment

Page 16: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

El culto auténtico

El año litúrgico es la celebración de la obra salvadora de Cristo en el tiempo y, a la vez, expresa la respuesta de la Iglesia, vivida en la conversión y en la fe. Se trata de una de las características fundamentales del culto de la nueva alianza, culto que exige la santidad interior, es decir, la vivencia profunda de los gestos, la coherencia entre lo que se celebra y lo que vive, traducido en actitudes y comportamientos muy concretos. Como dice San Pablo:

Les pido, hermanos, por la misericordia de Dios, que se ofrezcan como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Este debe ser su auténtico culto. No se adapten a los criterios de este mundo, al contrario, transfórmense, renueven su interior, para que puedan descubrir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto… (Rom 12,1-2).

Si en la antigua alianza, se pedía al pueblo de Israel el sacrificio del corazón, contrito y humillado, (como lo expresa el rey David en el salmo 51,19), en la nueva alianza sellada por Cristo con el nuevo pueblo de Dios que somos nosotros, se le pide un culto de corazón, de tipo espiritual (Jn 4,23-24). Por eso, el año litúrgico debe ser un instrumento de imitación de Jesucristo, en especial de sus misterios.

La imitación de Cristo, que nace de la celebración en el año litúrgico

En efecto, la imitación de Jesucristo tiene un significado preciso en la espiritualidad cristiana. Se trata de un proceso, que comienza en los sacramentos de la iniciación cristiana y que va desenvolviéndose, mediante la Penitencia y la Eucaristía, hasta que llegue el momento del cristiano de partir de este mundo para entrar en la presencia del Señor y vivir así su nueva situación de salvación y de redención plena, la plena comunión con Dios y con los hermanos en el Reino de Dios.

Es toda una profunda identificación con Cristo, el hombre perfecto. Cristo se hace presente con su poder de salvación, en todos y en cada uno de los misterios, que la Iglesia celebra y conmemora en los sacramentos y en las distintas solemnidades del año litúrgico. De esta manera, cada ser humano bautizado es configurado al modelo del hombre perfecto, que es Cristo y, con Él, es hecho hijo de Dios, ungido, llamado, santificado y enviado. El año litúrgico y los sacramentos, reproducen en nosotros los misterios de la vida de Jesús. Al irlos evocando y celebrando en el curso del año, la Iglesia las hace presente en su vida diaria, pero ya no en la vida terrena de Jesús (porque Jesús no la vuelve a vivir), sino que los celebra y actualiza en la Iglesia, que es su cuerpo (1 Cor 6,15;12,12-13).

Podemos afirmar que, a lo largo del año litúrgico, Cristo nace, es ungido, padece, muere y resucita en los miembros de su cuerpo. Naturalmente que Jesús no vuelve a vivir todo esto, que perteneció al pasado, a su vida mortal, hace más de dos mil años. Lo que queremos decir es que su vida y su Pascua se actualiza en los sacramentos, en los cuales se hace presente y nos regala la salvación. Sacramentos que celebramos en el culto cristiano, con sus signos, ritos y diversas expresiones cultuales, en la comunidad.

San Juan, al contarnos la lanzada de Jesús (Jn 19,31-37), pone de manifiesto el significado del agua y de la sangre brotada del costado del Señor muerto. En primer lugar se refieren a la muerte (sangre) y al espíritu de Jesús (agua), pero también alude a los sacramentos del Bautismo (agua) y de la Eucaristía (sangre), los dos principales sacramentos de la Iglesia.

Page 17: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

Quienes mejor entendieron esta realidad, de que los sacramentos nacieron de la cruz (simbolizados en el agua y la sangre), fueron los Santos Padres, aquellos primeros teólogos que en sus homilías y catequesis llamadas “catequesis mistagógicas”, relacionaban los misterios de la vida de Cristo con los sacramentos cristianos. Mistagogia es conducción, encaminamiento.

Por eso, la Iglesia desde antiguo organizó la Cuaresma como preparación inmediata a la celebración de los sacramentos de la iniciación, que administraba en la Vigilia Pascual y que hacía revivir, para toda la comunidad, durante la Cincuentena Pascual. Pero también, en el resto del año litúrgico, la Iglesia celebra el Misterio Pascual, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual los sacramentos y los sacramentales reciben su poder, y con los cuales la Iglesia es santificada y Dios es alabado.

El año litúrgico celebra la Pascua del Señor y al conmemorarlo, en todo este tiempo, la Iglesia abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que se hacen presentes en todo tiempo, para que los fieles puedan ponerse en contacto con ellos y puedan llenarse de la gracia de la salvación.

A la luz de lo expuesto anteriormente, en la celebración del año litúrgico, se ha de poner el acento en la riqueza y centralidad del Misterio Pascual y sentirnos todos imbuidos e inmersos en este Misterio. No olvidemos que celebramos una historia de salvación, que tiene lugar en cada uno de nosotros y no como algo que sucedió en el pasado y que simplemente recordamos.

La espiritualidad del año litúrgico exige vivirse y alimentarse sobre todo, a través de los ritos, las oraciones y las plegarias de las mismas celebraciones y, ante todo, de las lecturas de la Palabra de Dios en estas celebraciones. El año litúrgico es un medio muy pedagógico para una evangelización de los cristianos, sobre los misterios de Jesucristo y para una mayor profundización en su camino de seguimiento de Cristo.

La pastoral del año litúrgico, tiene que valorar los tiempos litúrgicos fuertes, en su auténtico contenido de salvación, orientándolos hacia una participación cada vez mayor en la Pascua de Cristo y vinculando estrechamente la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana, a los ritmos y a los tiempos de la Cuaresma y del Tiempo Pascual. Los tiempos fuertes del Año Litúrgico, sobre todo Cuaresma y Pascua son tiempos muy propicios para intensificar la vida cristiana, particularmente con la lectura de la Palabra de Dios, las celebraciones litúrgicas propias y la oración de la Liturgia de las Horas o del Oficio Divino.

La Constitución sobre la sagrada Liturgia, dice del Año Litúrgico lo siguiente:

Revísese el año litúrgico, de manera que se mantenga su índole primitiva, para alimentar debidamente la piedad delos fieles en la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del misterio pascual… Oriéntese el espíritu de los fieles, sobre todo, a las fiestas del Señor, en las cuales se celebran los misterios de la salvación, durante el curso del año. Por tanto, el ciclo temporal mantenga su debida superioridad sobre las fiestas de los santos, de modo que se conmemore convenientemente el ciclo entero del misterio salvífico…. (SC 107-108).

La reforma litúrgica que surgió del Concilio, se ha hecho conforme a estos principios fundamentales que resumimos, en lo que concierne al Año Litúrgico:

El domingo es la fiesta principal y, como tal, debe respetarse y proponerse a la piedad de los fieles (SC 106).El centro de todo el Año Litúrgico es el Misterio Pascual (SC 107) y las fiestas de los santos han de orientarse desde y en relación al misterio pascual, y se reducen a las de los santos importantes a escala universal y particular (SC 111).

Para trabajar en el grupo:

Copien las siguientes palabras: Triduo Pascual, Pascua, Cuaresma, Adviento, Tiempo Ordinario, Navidad, Epifanía, Santos, Virgen María. Vean a qué se refieren estas palabras y dónde ubicarlas en el calendario litúrgico.

Consigan, si pueden, un calendario litúrgico donde aparezcan los tiempos litúrgicos del año; ubiquen los tiempos fuertes del año litúrgico.

Elijan el tiempo litúrgico más próximo en este momento y reúnanse con otros miembros de su comunidad, para prepararlo litúrgica y espiritualmente.

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Page 18: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

Que es el Año LitúrgicoJune 25, 2012 by admin Leave a Comment

Muchas veces se nos ha hablado sobre este término, pero muy poco conocemos sobre lo que es, déjenme explicarles un poco a cerca de este recurso litúrgico.

Se llama Año Litúrgico o año cristiano al tiempo que media entre las primeras vísperas de Adviento y la hora nona de la última semana del tiempo ordinario, durante el cual la Iglesia celebra el entero misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida, llamada la Parusía. Por tanto, el año litúrgico es una realidad salvífica, es decir, recorriéndolo con fe y amor, Dios sale a nuestro paso ofreciéndonos la salvación a través de su Hijo Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres.

 En la carta apostólica del papa Juan Pablo II con motivo del cuadragésimo aniversario de la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, del 4 de diciembre de 2003, nos dice que el año litúrgico es “camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive” (n.3).

 El Año Litúrgico tiene dos funciones o finalidades:a) Una finalidad catequética: quiere enseñarnos los varios misterios de Cristo: Navidad, Epifanía, Muerte, Resurrección, Ascensión, etc. El año litúrgico celebra el misterio de la salvación en las sucesivas etapas del misterio del amor de Dios, cumplido en Cristo.b) Una finalidad salvífica: es decir, en cada momento del año litúrgico se nos otorga la gracia especifica de ese misterio que vivimos: la gracia de la esperanza cristiana y la conversión del corazón para el Adviento; la gracia del gozo íntimo de la salvación en la Navidad; la gracia de la penitencia y la conversión en la Cuaresma; el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte en la Pascua; el coraje y la valentía el día de Pentecostés para salir a evangelizar, la gracia de la esperanza serena, de la honestidad en la vida de cada día y la donación al prójimo en el Tiempo Ordinario, etc. Nos apropiamos los frutos que nos trae aquí y ahora Cristo para nuestra salvación y progreso en la santidad y nos prepara para su venida gloriosa o Parusía.

En lenguaje más simple: el Año Litúrgico honra religiosamente los aniversarios de los hechos históricos de nuestra salvación, ofrecidos por Dios, para actualizarlos y convertirlos, bajo la acción del Espíritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza para nosotros:

En Navidad Se conmemora el nacimiento de Jesús en la Iglesia, en el mundo y en nuestro corazón, trayéndonos una vez más la salvación, la paz, el amor que trajo hace más de dos mil años. Nos apropiamos de los mismos efectos salvíficos, en la fe y desde la fe. Basta tener el alma bien limpia y purificada, como nos recomendaba san Juan Bautista durante el Adviento.

En la Pascua Se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sacándonos de las tinieblas del pecado a la claridad de la luz. Y nosotros mismos morimos junto con Él, para resucitar a una nueva vida, llena de entusiasmo y gozo, de fe y confianza, comprometida en el apostolado. 

En Pentecostés Se conmemora la venida del Espíritu Santo, para santificar, guiar y fortalecer a su Iglesia y a cada uno de nosotros. Vuelva a renovar en nosotros el ansia misionera y nos lanza a llevar el mensaje de Cristo con la valentía y arrojo de los primeros apóstoles y discípulos de Jesús.

Gracias al Año Litúrgico, las aguas de la redención nos cubren, nos limpian, nos refrescan, nos sanan, nos curan, aquí y ahora. Continuamente nos estamos bañando en las fuentes de la salvación. Y esto se logra a través de los sacramentos. Es en ellos donde celebramos y actualizamos el misterio de Cristo. Los sacramentos son los canales, a través de los cuales Dios nos da a sorber el agua viva y refrescante de la salvación que brota del costado abierto de Cristo.

 Podemos decir en verdad que cada día, cada semana, cada mes vienen santificados con las celebraciones del Año Litúrgico. De esta manera los días y meses de un cristiano no pueden ser tristes, monótonos, anodinos, como si no pasara nada. Al contrario, cada día pasa la corriente de agua viva que mana del costado abierto del Salvador. Quien se acerca y bebe, recibe la salvación y la vida divina, y la alegría y el júbilo de la verdadera liberación interior.

 Algunas de las preguntas más frecuentes son las siguientes:

 El Año Litúrgico consta de dos ciclos que son:

-         Ciclo temporal cristológico: en torno a Cristo.

-         Ciclo santoral: dedicado a la Virgen y los santos.

Page 19: Lineamientos Litúrgicos para Ministros Extraordinarios de la Eucaristía

A su vez, el ciclo temporal cristológico tiene dos ciclos:

-         El ciclo de Navidad, que comienza con el tiempo de Adviento y culmina con la Epifanía.

-         El ciclo Pascual, que se inicia con el miércoles de ceniza, Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y culmina con el domingo de Pentecostés.

El ciclo de Navidad: comienza a finales de noviembre o principio de diciembre, y comprende: Adviento, Navidad, Epifanía.

Preguntas y comentarios envíemelos a:

[email protected]