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  • Furia es una historia apasionante de odio y venganza. La larga y difcilrelacin entre los dos medio hermanos, Manfred De la Rey y ShasaCourtney, estalla de pronto mientras Sudfrica se ve convulsionada por lacreciente furia negra ante la dura realidad del apartheid. Los dos hombresenfrentarn las consecuencias de sus propias ambiciones de poder.

  • Wilbur SmithFuria

    Saga Courtney - 12

  • Dedico este libro a mi esposa, Danielle.

    De la mano hemos cruzado los continentes de esta tierra,pero ninguno fue tan grande como mi amor por ti.

    Juntos hemos viajado por todos los ocanos,pero ninguno hall tan profundo como mi amor por ti.

  • Era la primera vez que Tara Courtney vesta de blanco desde el da de su boda.Su color favorito siempre haba sido el verde, que haca resaltar su densa melenacastaa.

    Sin embargo, con el vestido blanco que llevaba ese da senta que volva a seruna novia: trmula y algo temerosa, pero llena de jbilo y con una sensacin deprofunda entrega. Un adorno de encaje color marfil en los puos y en el cuelloalto completaba el traje. Se haba cepillado el cabello hasta hacer quechisporroteara con las luces roj izas de los rubes bajo el brillante sol de El Cabo.La excitacin le coloreaba las mejillas y, aunque haba dado a luz cuatro hijos, sucintura segua siendo la de una virgen. Por eso, la banda de luto que le cruzaba unhombro resultaba tanto ms incongruente: la juventud y la belleza marcadas porel duelo. A pesar de su confusin emotiva, permaneca, silenciosa y quieta, conlas manos cruzadas sobre el halda y la cabeza inclinada.

    Era una entre casi cincuenta mujeres, todas vestidas de blanco y con bandasde luto, todas en la misma actitud de pesar. Se haban formado en trechos bienmedidos, a lo largo de la acera, frente a la entrada principal del Parlamento deSudfrica.

    Casi todas eran jvenes matronas del mismo estrato social que Tara: ricas,privilegiadas y aburridas por la facilidad de su existencia. Muchas de ellas sehaban incorporado a la protesta por la aventura de desafiar a la autoridadestablecida y escandalizar a sus iguales. Algunas trataban de recobrar la atencinde sus maridos, menguada, tras diez o doce aos de matrimonio, por lacostumbre, y desviada hacia los negocios, el golf u otras actividadesextramatrimoniales. Sin embargo, el movimiento inclua, sobre todo, a un ncleoduro, constituido por mujeres de ms edad, pero tambin por algunas de las msjvenes, como Tara y Molly Broadhurst. Estas estaban motivadas slo por lareaccin ante la injusticia. Tara haba tratado de expresar sus sentimientos en laconferencia de Prensa de esa misma maana, al preguntarle una periodista delCape Argus: Por qu hace esto, Mrs. Courtney? Porque no me gustan losmatones ni los engaos , haba respondido ella. Para Tara, esa actitud quedabareivindicada parcialmente en ese momento.

    Aqu viene el gran lobo malo dijo la mujer que estaba a cinco pasos de

  • Tara, hacia la derecha, sin levantar la voz. Preparaos, muchachas!Molly Broadhurst, mujer menuda y decidida, de treinta y dos o treinta y tres

    aos, a quien Tara admiraba y trataba de emular, era una de las fundadoras de la Banda Negra .

    Un Chevrolet negro, con matrcula oficial, se haba detenido en la esquinade la Plaza del Parlamento. De l bajaron cuatro hombres. Uno era un fotgrafode la Polica, que se dedic al trabajo de inmediato, avanzando con su cmara alo largo de la fila de mujeres vestidas de blanco, para fotografiar a cada una deellas. Lo seguan otros dos hombres, blandiendo libretas. Aunque todos vestantrajes de calle de color oscuro, mal cortados, sus gruesos zapatos negros eran losreglamentarios en la Polica; la actitud con que pasaron de una a otra,preguntando y anotando nombres y direcciones, era brusca y cortante. Tara, queestaba convirtindose rpidamente en experta, adivin que aquellos tipos tenan,quizs, el rango de sargentos de la rama especial. Sin embargo, al cuarto loconoca de nombre y de vista, como casi todas las dems.

    Vesta un liviano traje de verano, de color gris, con toscos zapatos marrones,corbata del mismo color y sombrero gris. Aunque su estatura era apenasmediana y sus facciones no llamaban la atencin, tena la boca ancha yamistosa. Sonri con desenvoltura y salud a Molly llevndose la mano alsombrero.

    Buenos das, Mrs. Broadhurst. Llega temprano. La comitiva tardar unahora ms en llegar.

    Piensa arrestarnos a todas de nuevo, inspector? pregunt Molly, agria.Dios no lo permita. El inspector arque una ceja. Vivimos en un pas

    libre, como usted bien sabe.Casi me ha convencido.Qu traviesa, Mrs. Broadhurst! Mene la cabeza. Est tratando de

    provocarme. Su ingls era excelente; apenas se le notaban rastros de acentoafrikaans.

    No, inspector. Protestamos contra las maniobras que ha efectuado esteGobierno con los distritos electorales; contra la erosin del imperio de la ley y laabrogacin para la mayora de nuestros compatriotas sudafricanos de losderechos humanos bsicos, que se cimentan slo en el color de la piel.

    Creo que est repitindose, Mrs. Broadhurst. Me dijo todo eso la ltima vezque nos vimos. El inspector ri entre dientes. En cuanto me descuide, mepedir que vuelva a arrestarle. No arruinemos esta magnfica fiesta

    La reapertura del Parlamento, dedicado como est a la injusticia y laopresin, no es motivo de celebracin, sino de duelo.

    El inspector se levant el ala del sombrero, pero bajo esa actitud descaradahaba un verdadero respeto; quizs incluso algo de admiracin.

    Contine, Mrs. Broadhurst murmur. No dudo de que volveremos a

  • vernos muy pronto.Y sigui caminando hasta llegar ante Tara.Buenos das tenga usted, Mrs. Courtney. Se detuvo, sin disimular y a su

    admiracin. Qu opina su ilustre esposo de esta conducta suya tan desleal?Es desleal oponerse a los excesos del Partido Nacional y a su legislacin,

    basada en la raza y el color, inspector?Por un momento, l baj la mirada a su busto, grande pero bien formado

    bajo el encaje blanco. Luego volvi a mirarle a los ojos.Usted es demasiado bonita para estas tonteras dijo. Djelo para las

    viejas feas. Vuelva a su casa, a cuidar de sus hij itos, como corresponde.Su arrogancia masculina resulta insufrible, inspector! exclam Tara,

    enrojeciendo de enojo, sin darse cuenta de que eso realzaba la hermosura por laque reciba aquellos cumplidos.

    Ojal todas las traidoras fueran tan bellas como usted. As, mi trabajo seramucho ms simptico. Gracias, Mrs. Courtney. Le dedic una sonrisaenfurecedora y sigui caminando.

    No te dejes irritar por l, querida ma recomend Molly con suavidad.Es un experto en eso. Se trata de una protesta pasiva. Acurdate de MahatmaGandhi.

    Tara, con un esfuerzo, domin su enojo y retom la actitud penitente. En laacera, tras ella, comenzaban a reunirse grupos de espectadores. La fila demujeres vestidas de blanco se torn objeto de curiosidad y diversin, de algunaaprobacin y un grado enorme de hostilidad.

    Malditas comunistas gru un hombre a Tara. Ustedes quierenentregar el pas a un grupo de salvajes. Habra que encerrarlas a todas.

    Iba bien vestido y su modo de hablar era culto. Hasta luca la pequeainsignia de bronce que identificaba a quienes haban servido como voluntarioscontra el fascismo, durante la guerra. Su actitud era indicativa del tcito apoyoque el Partido Nacional gobernante reciba, incluso entre la comunidad blancaangloparlante.

    Tara se mordi el labio, obligndose a guardar silencio, con la cabeza gacha,aun cuando ese estallido provoc un irnico aplauso de algunas personas de color,entre la multitud.

    Comenzaba a hacer calor; la luz del sol tena un plano fulgor mediterrneo yun colchn de nubes se acumulaba por sobre el gran bastin achatado de lameseta, anunciando al viento del sudeste; la racha que an no haba llegado a laciudad, se agazapaba bajo la montaa. Para entonces, la multitud era densa yruidosa. Tara recibi un empujn, probablemente deliberado. Mantuvo lacompostura y se concentr en el edificio que se levantaba en la acera deenfrente.

    Diseado por Sir Herbert Baker, ese parangn de los arquitectos imperiales

  • era slido e imponente, de ladrillos rojos y refulgentes columnatas blancas.Distaba mucho del gusto moderno de Tara, que se inclinaba por los espaciosdespejados, el vidrio y los livianos muebles de pino escandinavo. Ese edificiopareca compendiar todo lo inflexible, lo reprimido, aquello que Tara deseabaarrancar y descartar.

    El murmullo expectante de la multitud interrumpi sus pensamientos.Aqu vienen anunci Molly.La muchedumbre busc nuevas posiciones y rompi en vtores. Se oy un

    ruido de cascos en la calzada: una escolta de policas a caballo apareci por laavenida, sus estandartes flameaban, alegres, en las puntas de las lanzas; eranj inetes expertos, montados en caballos iguales, cuy os pelajes parecan metalpulido a la luz del sol.

    Los carruajes abiertos iban detrs. En el primero viajaban el gobernadorgeneral y el Primer Ministro. All estaba Daniel Malan, campen de losafrikaaners, de facciones severas, casi de sapo; un hombre cuy o nico propsitodeclarado era mantener a su Volk a cargo de la supremaca en frica por unmillar de aos; para eso, ningn precio le pareca excesivo.

    Tara lo mir con odio palpable, pues representaba todo lo repulsivo delGobierno que imperaba sobre la tierra y las gentes a las que tanto amaba.Cuando el carruaje pas ante ella, los ojos de ambos se encontraron por unmomento fugaz, que ella aprovech para tratar de transmitirle toda la fuerza desus sentimientos. A pesar de ello, l la mir sin demostrar reconocerla, sinsiquiera un dejo de fastidio en su expresin pensativa. La haba mirado sin verla,y el enojo de Tara se ti de desesperacin.

    Qu se puede hacer para conseguir que esta gente escuche, siquiera? sepregunt.

    Por entonces, los dignatarios haban descendido de los carruajes ypermanecan en posicin de firmes, escuchando la interpretacin de los himnosnacionales. Aunque en ese momento Tara lo ignoraba, sera la ltima vez que setocara El Rey en la reapertura de un parlamento sudafricano.

    La banda concluy con una fanfarria de trompetas; los ministros de gabinetesiguieron al gobernador general y al Primer Ministro por la gran entradaprincipal. Los lderes de la oposicin los seguan. Ese era el momento que Taratema, pues sus parientes ms cercanos formaban parte del cortejo. Tras el lderde la oposicin iban el padre de Tara y su madrastra. Eran la pareja msllamativa del largo desfile: l, alto y digno como un len patriarcal llevando de subrazo a Centaine de Thiry Courtney -Malcomess, esbelta y graciosa, con suvestido amarillo, perfecto para la ocasin, y un audaz sombrero sin ala, con unpequeo velo sobre un ojo; pareca de la misma edad que Tara, aunque todossaban que se llamaba Centaine porque haba nacido en el primer da del sigloXX.

  • Tara crea haber pasado inadvertida, pues ninguno de ellos saba que ellapensaba participar en la protesta, pero el desfile se detuvo en lo alto de la ampliaescalinata y Centaine, antes de entrar, se volvi a mirar hacia atrs. Desde allpoda ver por sobre la escolta y los otros dignatarios, su mirada capt la de Tara yla sostuvo por un momento. Aunque su expresin no cambi, la fuerza de sudesaprobacin fue como una bofetada en pleno rostro, a pesar de la distancia.Para Centaine, el honor, la dignidad y el buen nombre de la familia eran de sumaimportancia. Haba aconsejado repetidamente a Tara que no diera espectculospblicos, y desafiar a Centaine era asunto peligroso: no slo se trataba de lamadrastra de Tara, sino tambin su suegra, cabeza de la familia Courtney y de sufortuna.

    Shasa Courtney, que iba por el medio de la escalinata, percibi la fuerza y ladireccin de la mirada de su madre y se volvi rpidamente. Tara, su esposa,estaba en la fila de manifestantes enlutadas. Esa maana, durante el desay uno,ella le haba dicho que no participara en la ceremonia de inauguracin, y Shasase haba limitado a levantar la vista del peridico financiero.

    Como gustes, querida. Ser un poco aburrido haba murmurado. Perotomara otra taza de caf, si tienes un momento para servrmelo.

    Al reconocerla, sonri apenas, sacudiendo la cabeza con burlonadesesperacin, como si ella fuera una criatura descubierta en medio de unatravesura. Luego, le volvi la espalda, pues el desfile volva a avanzar.

    Resultaba casi increblemente apuesto. El parche negro sobre el ojo le dabaun garboso aspecto de pirata que intrigaba y provocaba a casi todas las mujeres.Ambos formaban la pareja ms bella de la sociedad de Ciudad del Cabo. Sinembargo, era extrao que unos pocos aos hubieran reducido las llamas de suamor a un montn de cenizas grises.

    Como gustes, querida dijo, tal como haca a menudo esos das.Los ltimos miembros de la comitiva desaparecieron dentro de la casa; la

    Polica montada y los carruajes vacos se alejaron al trote. La multitud comenza dispersarse: el acto pblico haba terminado.

    Vamos, Tara? pregunt Molly.Ella sacudi la cabeza.Tengo que reunirme con Shasa dijo. Te espero el viernes por la tarde.Se quit la banda negra y la guard en la cartera, mientras se abra paso por

    entre la muchedumbre para cruzar la calle.No vio irona alguna en el acto de presentar su pase parlamentario al portero

    que custodiaba la entrada para visitantes, a fin de penetrar en la institucin contrala cual acababa de manifestarse con tanto afn. Despus de subir la ampliaescalinata, ech un vistazo a la galera de visitantes. Estaba colmada de esposas ypersonajes ilustres; mir por encima de las cabezas hacia la cmara, donde losmiembros, con trajes oscuros, ocupaban los bancos tapizados de cuero verde,

  • dedicados al imponente rito parlamentario. Sin embargo, ella saba que susdiscursos seran triviales, plagados de tpicos y aburridos hasta lo insoportable. Yella estaba de pie, en la calle, desde la maana temprano. Necesitaba visitar eltocador de seoras con suma urgencia.

    Dedic una sonrisa al uj ier y se retir subrepticiamente; luego, se desvi porel amplio corredor de parquet. Al salir del tocador, se encamin a la oficina de supadre, que usaba como propia.

    Cuando giraba la esquina estuvo a punto de chocar con un hombre queandaba en direccin opuesta. Se detuvo justo a tiempo. El hombre era un negroalto, con el uniforme del personal de limpieza del Parlamento. Ella iba a pasarcon una sonrisa y una inclinacin de cabeza, pero, de pronto, se le ocurri que unsirviente no deba estar en ese sector mientras la Cmara estuviera reunida ensesin: al final del corredor estaban las oficinas del Primer Ministro y del lder dela oposicin. Por otra parte, aunque el hombre llevaba un cubo y una bayeta,algo en l desmenta todo aspecto servil. Le mir a la cara, con atencin, yexperiment un cosquilleo elctrico.

    Haban pasado muchos aos, pero jams olvidara ese rostro; facciones defaran egipcio, nobles y fieras; ojos oscuros, llenos de viva inteligencia. Era unode los hombres ms bellos que nunca viera. No haba olvidado su voz, grave y tanemocionante, 'que hasta su recuerdo la estremeca ligeramente. Inclusorecordaba sus palabras: Hay una generacin cuyos dientes son comoespadas, para devorar a los pobres de la tierra .

    se era el hombre que le haba hecho entrever, por primera vez, qusignificaba nacer negro en Sudfrica. De aquel lejano encuentro databa suverdadero compromiso. Ese hombre haba cambiado su vida con unas pocaspalabras.

    Se detuvo, bloquendole el paso, y trat de hallar un modo de expresarle sussentimientos, pero tena la garganta cerrada y temblaba por la impresin. Aldarse cuenta de que haba sido reconocido, l cambi, como el leopardo que sepone en guardia al captar la presencia de los cazadores. Tara pudo percibir quecorra peligro, y, aunque l estaba investido de la crueldad africana, no tuvomiedo.

    Soy su amiga dijo con suavidad, hacindose a un lado para dejarle pasar. Nuestra causa es la misma.

    Por un momento, l la mir con fijeza, sin moverse. Tara saba que esehombre no volvera a olvidarla; sus ojos inquisidores parecan incendiarle la piel.Por fin, hizo un gesto de asentimiento.

    La conozco dijo. Una vez ms, esa voz hizo que Tara temblara; era gravey melodiosa; estaba colmada del ritmo y la cadencia de frica. Volveremos avernos.

    Sigui caminando y, sin volver la mirada, desapareci tras la esquina del

  • corredor. Ella lo sigui con la vista, mientras su corazn palpitaba y el aliento lequemaba la garganta.

    Moses Gama susurr, mesas y guerrero de frica. Hizo una pausay mene la cabeza. Qu estabas haciendo aqu?

    Las posibilidades la dejaron intrigada e inquieta. Ahora saba, con intuicinsegura, que la cruzada estaba en marcha y deseaba tomar parte en ella. Querahacer algo ms que permanecer de pie en una esquina, con una banda negracruzada sobre el hombro. Saba que a Moses Gama le bastara mover un dedopara que ella lo siguiera, junto con otros diez millones de personas.

    Volveremos a vernos , haba prometido l, y ella le crea. Leve de jbilo,sigui por el pasillo. Tena una llave de la oficina de su padre y, al introducirla enla cerradura, sus ojos quedaron a la altura de la placa de bronce:

    CORONEL BLAINE MALCOMESSJEFE DE LA OPOSICIN

    Descubri, con sorpresa, que la puerta estaba sin cerrar. La abri de par enpar y entr.

    Centaine Courtney -Malcomess se apart de la ventana para enfrentarse aella.

    Te estaba esperando, jovencita.El acento francs de Centaine era una afectacin que fastidiaba a su nuera.

    Despus de todo, slo una vez en treinta y cinco aos haba vuelto a Francia,pens, levantando el mentn en un gesto desafiante.

    No me mires de ese modo, Tara, chri. Si actas como una criatura, no teextraes de que te traten como a tal.

    No, Mater. Se equivoca. No creo que se me deba tratar como a unacriatura, ni ahora ni nunca. Soy una mujer casada, de treinta y tres aos, madrede cuatro hijos y al frente de mi propia casa.

    Centaine suspir.De acuerdo asinti. La preocupacin me ha hecho faltar a los buenos

    modales y te pido disculpas. No hagamos esta conversacin ms difcil de lo queya es.

    No saba que necesitramos conversar sobre algo.Sintate, Tara orden Centaine.La joven la obedeci de manera instintiva; de inmediato, se enfad consigo

    misma por esa reaccin. Centaine ocup la silla de Blaine, tras el escritorio. Esotampoco gust a Tara: era la silla de su padre, a la cual esa mujer no tenaderecho alguno.

    Acabas de decirme que eres madre de cuatro hijos observ Centaine, envoz baja. Estars de acuerdo conmigo en que tienes una obligacin

  • Mis hijos estn bien atendidos le espet Tara. No me puede acusar deeso.

    Y qu me dices de tu esposo y tu vida matrimonial?Qu pasa con Shasa? Tara se puso inmediatamente a la defensiva.Dmelo t la invit Centaine.Eso no es asunto suy o.Oh, claro que s la contradijo la suegra. He dedicado toda mi vida a

    Shasa. Quiero que sea uno de los lderes de la nacin.Hizo una pausa. Un brillo soador le cubri los ojos, que por un momento

    parecieron extraviarse. Tara haba notado y a esa expresin en ella, cuandoestaba sumida en pensamientos profundos. Quiso interrumpir su cavilacin contoda la brutalidad posible.

    Eso no podr ser, y usted lo sabe.Los ojos de Centaine volvieron a enfocar a Tara, fulminantes.No hay nada imposible para m, para nosotros.Oh, claro que s se vanaglori Tara. Usted sabe tan bien como yo que

    los nacionalistas han dividido las secciones electorales de modo tal que el Senadoest cubierto de candidatos suyos. Han tomado el poder para siempre, en estepas no volver a ser lder nadie que no pertenezca a ellos, a los nacionalistasafrikaner, hasta que la revolucin y, cuando eso acabe, el lder ser un hombrenegro.

    Tara se interrumpi, pensando por un instante en Moses Gama.Qu ingenua eres! salt Centaine. No entiendes nada de estas cosas.

    Hablas de revolucin de un modo infantil e irresponsable.Como usted quiera, Mater. Pero, en el fondo, usted sabe que es as. Su

    querido Shasa jams har realidad sus sueos. Comienza a sentir la inutilidad depermanecer eternamente en la oposicin. Est perdiendo inters en lo imposible.No me sorprendera que decidiera no presentarse a las prximas elecciones,abandonar las aspiraciones polticas que usted le ha inculcado y dedicarse,simplemente, a ganar otro trilln de libras.

    No. Centaine sacudi la cabeza. No renunciar. Es un luchador, comoyo.

    Jams ser siquiera ministro del Gabinete, mucho menos Primer Ministroestableci Tara, secamente.

    Si eso crees, no eres buena esposa para mi hijo observ Centaine.Usted dice eso apunt Tara, suavemente. Usted lo dice, no y o.Oh, Tara, querida ma, disculpa. Centaine se inclin sobre el escritorio,

    que era tan ancho que le impidi tocar la mano de su nuera. Perdname, heperdido los estribos. Todo esto es importantsimo para m, no tengo intencin deponerte en mi contra. Slo quiero ay udarte. Me preocupo mucho por ti y porShasa. Quiero ayudar, Tara. No me permitirs que os ay ude?

  • No creo que necesitemos ayuda minti Tara, dulcemente. Shasa y y osomos perfectamente felices. Tenemos cuatro hijos adorables.

    Su suegra hizo un gesto de impaciencia.T y yo, Tara, no siempre hemos estado de acuerdo. Pero soy tu amiga, de

    veras. Quiero lo mejor para ti, para Shasa y los pequeos. No dejars que osayude?

    Cmo, Mater? Dndonos dinero? Ya nos ha dado diez o veinte millonestal vez treinta millones de libras, no s. En algn punto, he perdido la cuenta.

    No dejars que comparta mi experiencia contigo? No escuchars misconsejos?

    S, Mater. Escuchar. No prometo seguirlos, pero escuchar.En primer lugar, querida Tara, debes abandonar estas alocadas actividades

    izquierdistas. Con ellas, mancillas a toda la familia. Te pones en ridculo, y hacescaer la vergenza sobre nosotros cuando te disfrazas as para exhibirte en lasesquinas. Por otra parte, resulta positivamente peligroso. La Ley de Supresin delComunismo y a est vigente. Podran declararte comunista e incluir tu nombre enuna orden de prohibicin. Pinsalo: seras una persona no-existente, privada detodos los derechos humanos, de toda dignidad. Adems, piensa en la carrerapoltica de Shasa. Lo que t haces recae sobre l.

    He prometido escuchar, Mater aadi Tara, con voz ptrea, peroahora retiro esa promesa. Yo s lo que hago. Se levant para acercarse a lapuerta, pero all se detuvo para mirar atrs. Alguna vez se detuvo a pensar,Centaine Courtney -Malcomess, que mi madre muri de dolor, que fue eldescarado adulterio entre usted y mi padre la causa de su muerte? Sin embargo,muy oronda, se permite darme consejos sobre cmo manejar mi vida, para queno les mancille a usted y a su precioso hijo.

    Sali, cerrando la pesada puerta de teca con suavidad.Shasa Courtney descansaba en los primeros bancos de la oposicin, con las

    manos hundidas en los bolsillos, las piernas estiradas y cruzadas a la altura de lostobillos, escuchando atentamente al ministro del Interior, que delineaba lalegislacin, por l pensada, para presentar a la Cmara durante esa sesin.

    El ministro era el miembro ms joven del Gabinete, pues tenaaproximadamente la edad de Shasa, lo cual era extraordinario. Los afrikanersreverenciaban a la ancianidad, mientras que desconfiaban de la inexperiencia yla impetuosidad de los jvenes. Entre los otros miembros del Gabinetenacionalista, la edad promedio no bajaba de los sesenta y cinco aos. Sinembargo, all estaba Manfred De La Rey, de pie ante ellos; un joven que nollegaba a los cuarenta aos, planteando el contenido general de la Enmienda a laLey de Criminalidad, que presentara y fomentara en sus diversas etapas.

    Pide el derecho a declarar el estado de emergencia, con lo cual, la Policaquedara por encima de la ley, sin apelacin ante las Cortes gru Blaine

  • Malcomess, a su lado.Shasa asinti sin mirar a su suegro. En cambio, observaba al orador.Manfred De La Rey se diriga a los diputados en afrikaans, como de

    costumbre. Hablaba ingls con mucho acento y trabajo; lo haca de malavoluntad, como mnimo acatamiento hacia el carcter bilinge de la Cmara.Cuando hablaba en su lengua materna, en cambio, se mostraba elocuente ypersuasivo; sus actitudes y artificios oratorios eran tan hbiles que parecancompletamente naturales, y ms de una vez provocaba una risa de exasperadaadmiracin entre la oposicin y un coro de Hoor, hoor!, entre los de su partido.

    Ese hombre tiene un terrible descaro coment Blaine Malcomess,meneando la cabeza. Solicita el derecho a suspender el imperio de la ley eimponer un estado de sitio, al capricho del partido en el poder. Tendremos quepelear con uas y dientes.

    Palabra! concord Shasa, con mansedumbre.Pero se descubri envidiando al otro y, misteriosamente, atrado por l. Era

    extrao que su destino y el De La Rey parecieran ligados de forma inexorable.Haba visto por primera vez a Manfred De La Rey veinte aos antes; sin

    motivo aparente, ambos se haban arrojado el uno contra el otro, como jvenesgallos de pelea, para enzarzarse en sanguinarios golpes. Shasa hizo una mueca alrecordar el resultado; la humillacin recibida le dola an, incluso al cabo de tantotiempo. Desde entonces, sus senderos se haban cruzado una y otra vez.

    En 1936, ambos formaron parte del equipo nacional que particip en losJuegos Olmpicos en el Berln de Adolfo Hitler; pero fue Manfred De La Rey,vencedor en el ring, quien gan la nica medalla de todo el equipo, mientras queShasa volvi con las manos vacas. En las elecciones de 1948, los dos lucharonagria y acaloradamente por el mismo banco; una vez ms, fue Manfred elganador en un triunfo que haba llevado al Partido Nacional al poder, y Shasadebi esperar una eleccin parcial en un distrito seguro para el Partido Unificado,a fin de asegurarse un sitio en los bancos de la oposicin, desde el cualenfrentarse a su rival de nuevo. Ahora, Manfred era ministro, cargo que Shasacodiciaba con todo su corazn. La indudable inteligencia y destreza oratoria de suoponente, junto con su creciente perspicacia poltica, y la slida base con quecontaba en su partido, hacan que el futuro de Manfred De La Rey parecierailimitado.

    Envidia, admiracin y un furioso antagonismo: todo eso era lo que ShasaCourtney senta al escuchar al hombre a quien estudiaba atentamente.

    Manfred De La Rey segua con su fsico de boxeador, hombros anchos ycuello poderoso, pero su cintura empezaba a agrandarse y el mentn se ledesdibujaba en carnes. No se mantena en forma; sus duros msculos ibantomando un aspecto flccido. Shasa baj la vista a sus estrechas caderas y a suvientre de galgo, con mucha satisfaccin. Despus, volvi a concentrarse en su

  • adversario.Manfred De La Rey tena la nariz torcida y una cicatriz blanca, reluciente, en

    una de las oscuras cejas; eran heridas recibidas en el ring. Sin embargo, sus ojos,de un extrao color, parecido al amarillo del topacio, miraban implacables comolos ojos de un gato, pero tambin con todo el fuego de su fino intelecto. Comotodos los ministros del Gabinete nacionalista, con excepcin del Primer Ministroen persona, contaba con una excelente instruccin y era un hombre brillante,abnegado y responsable, convencido por completo del derecho divino de supartido y de su Volk.

    Creen de verdad que son instrumentos de Dios sobre la Tierra. Por esoresultan tan peligrosos. Shasa sonri lgubremente mientras Manfred, acabadosu discurso, se sentaba ante un rugido de aprobacin por parte de su grupo. ElPrimer Ministro se inclin para darle unas palmaditas en el hombro; desde losbancos traseros, le lleg una decena de notas aprobatorias.

    Shasa utiliz esa distraccin para disculparse ante su suegro.No creo que usted me necesite por el resto del da murmur; en todo

    caso, y a sabe dnde buscarme.Se levant, hizo una reverencia al orador y, con tanta discrecin como le fue

    posible, se encamin hacia la salida. Sin embargo, Shasa meda un metro ochentay dos; sumado a ello el parche negro sobre un ojo, su cabello oscuro y rizado ysu apostura, hicieron que atrajera muchas miradas especulativas entre lasmujeres ms jvenes de la galera, adems de una evaluacin hostil en losbancos del Gobierno.

    Manfred De La Rey apart la vista de la nota que lea. La mirada queintercambi con Shasa fue intensa, pero enigmtica. Un momento despus, esteltimo se hallaba fuera de la sala. Mientras responda al saludo del portero, sequit la chaqueta y se la ech sobre un hombro para salir al sol.

    Shasa no tena despacho en el edificio del Parlamento, pues a dos minutos decamino, al otro lado de los jardines, estaba el Edificio Centaine, siete plantasocupadas por la Courtney Mining and Finance, Ltd. . Mientras andaba bajo losrobles, se cambi mentalmente de sombrero, trocando la chistera poltica por elde comerciante. Shasa divida su vida en compartimientos separados; se habaentrenado para concentrarse en uno solo cada vez.

    Cuando cruz la calle, frente a la catedral de San Jorge, y traspuso la puertagiratoria del Edificio Centaine, comenz a pensar en finanzas y operacionesmineras, calculando cifras y posibilidades, sopesando los informes econmicoscontra su propia intuicin; disfrutaba del deporte comercial tanto como de losritos y confrontaciones parlamentarios.

    Las dos bonitas muchachas de recepcin, en el vestbulo de entrada,estallaron en sonrisas radiantes.

    Buenas tardes, Mr. Courtney saludaron a coro.

  • El las desarm al devolverles la sonrisa, en tanto caminaba hacia losascensores. Su reaccin era instintiva; le gustaban las mujeres bonitas, perojams tocara a una empleada. De algn modo, le pareca incestuoso e indignoen un buen deportista, como disparar contra un pato en el suelo, ya que ellas nohabran podido negarse. De cualquier modo, las dos muchachitas suspiraron,poniendo los ojos en blanco, en cuanto las puertas del ascensor se cerraron.

    Janet, su secretaria, haba odo el ruido y lo estaba esperando. Era ms deltipo que gustaba a Shasa: madura y asentada, acicalada y eficiente. Aunque nose esforzaba mucho por disimular su adoracin, las reglas ntimas de Shasaregan tambin en su caso.

    Qu hay de nuevo, Janet? pregunt, mientras ella lo segua por elantedespacho hasta su mesa.

    La mujer le ley sus compromisos para el resto de la tarde. Shasa repascierres de cotizacin. Anglos haba bajado dos chelines; iba siendo hora devolver a comprar.

    Llame a y postergue su cita. No estoy listo todava para recibirle inform a Janet, acercndose a su escritorio. Dentro de quince minutos,comunqueme con David Abrahams.

    Cuando ella sali del despacho, Shasa se dedic al montn de tlex ymensajes urgentes que haba sobre su carpeta. Trabaj de prisa, sin dejar que lamagnfica vista a Table Mountain que la ventana de la pared opuesta le ofreca lodistrajera. Cuando uno de sus telfonos son, estaba preparado para atender aDavid.

    Hola, Davie. Qu hay de nuevo por Johannesburgo?Era una pregunta retrica, pues l saba cunto haba de nuevo y qu

    corresponda hacer al respecto. Entre la pila de documentos que acababa deestudiar estaban los informes y clculos diarios. De cualquier modo, estudi elresumen de David con atencin.

    David era director-gerente. Acompaaba a Shasa desde los tiempos deestudiantes y haba establecido una relacin tan ntima como nadie con l,descontando a Centaine.

    La mina de diamantes Hani , cerca de Windhoek, al norte, segua siendofuente principal de la prosperidad de la empresa (y as ocurra desde treinta ydos aos atrs, cuando Centaine Courtney la descubri). Bajo la direccin deShasa, la compaa se haba expandido y ramificado, hasta tener que trasladar lacasa central de Windhoek a Johannesburgo. sta era el centro comercial del pas,por lo que la mudanza resultaba inevitable, pero, tambin, una poblacin triste ynada atractiva. Centaine Courtney -Malcomess se neg a abandonar el bello Cabode Buena Esperanza, de modo que la sede financiera y administrativa continuabaestando en Ciudad del Cabo. La duplicacin resultaba incmoda y costosa, peroCentaine siempre se sala con la suya. Ms an, a Shasa tambin le convena

  • estar cerca del Parlamento y, como amaba El Cabo tanto como su madre, notrataba de hacerle cambiar de idea.

    Shasa y David conversaron durante diez minutos antes de que el primerodijera:

    Bueno, esto no se puede decir por telfono. Ir a verte. Cundo?Maana por la tarde. Sean tiene un partido de rugby a las diez de la maana y

    no puedo perdrmelo. Le promet asistir.David guard silencio por un momento, estudiando la importancia relativa del

    desempeo deportivo de un escolar contra una posible inversin de diez millonesde libras en la opcin de las minas aurferas de Orange Free State.

    Llmame antes de despegar concord, resignado, y te ir a buscar alaeropuerto personalmente.

    Al cortar, Shasa consult su reloj . Quera volver a Weltevreden a tiempo parapasar una hora con los nios antes del bao y la cena. Despus de cenar,terminara con su trabajo. Comenz a guardar los papeles restantes en suportafolios, pero, en ese momento, Janet llam a la puerta de comunicacin conel antedespacho y entr.

    Disculpe, seor. Un mensajero del Parlamento acaba de traer esto enpersona. Ha dicho que es muy urgente.

    Shasa tom el pesado sobre que ella le ofreca. Corresponda a la costosapapelera reservada para los miembros del Gabinete y la solapa luca el escudode armas de la Unin, sostenido por antlopes rampantes, con el lema Ex UnitateVires: fuerza por la unidad.

    Gracias, Janet.Rompi la solapa con el pulgar y sac una sola hoja de papel, con el

    membrete de la Oficina del Ministro de Polica. El mensaje estaba escrito enafrikaans.

    Estimado Mr. Courtney.Un importante personaje, conociendo su inters por la caza, me ha pedidole invite a una cacera de antlopes en su finca; se llevar a cabo elprximo fin de semana. En la propiedad hay una pista de aterrizaje y lascoordenadas son las siguientes: 28132'S, 26,16'E.Puedo garantizarle buena caza y compaa interesante. Por favor, hgamesaber si le ser posible asistir.

    Sinceramente,Manfred De La Rey

    Shasa silb por lo bajo, muy sonriente, mientras se acercaba al gran mapa dela pared para verificar las coordenadas. Esa nota equivala a una convocatoria;

  • no resultaba muy difcil adivinar la identidad de ese importante personaje. Vioque la finca se hallaba en el Estado libre de Orange, justo al sur de las minasaurferas de Welkom; eso requera slo un breve desvo en el viaje de regresodesde Johannesburgo.

    Cogi una hoja con su membrete personal y garabate la respuesta:Gracias por su amable invitacin a la cacera de fin de semana. Por favor,

    transmita mi confirmacin a nuestro anfitrin y la ansiedad con que espero lacacera.

    Mientras cerraba el sobre, murmur:En realidad, tendras que clavarme los dos pies Al suelo para evitar que

    asistiera.Shasa, en un Jaguar deportivo verde, cruz los grandes portones de

    Weltevreden, pintados de blanco. El diseo haba sido hecho en 1790 por AntonAnreith, arquitecto y escultor de la East India Company ; esa exquisita obra dearte marcaba un digno ingreso a la propiedad.

    Desde que Centaine dejara la finca en sus manos para vivir con BlaineMalcomess, al otro lado de las montaas de Constantia, Shasa prodigaba aWeltevreden el mismo amor que ella le diera antes. El nombre holandssignificaba: bien satisfecho , y as se senta Shasa, al disminuir la velocidad apaso de hombre, para no cubrir de polvo los viedos que flanqueaban el camino.

    La cosecha estaba en plena temporada, y las mujeres que trabajaban entrelos surcos llevaban la cabeza cubierta con pauelos que formaban brillantesmanchas de color, en rivalidad con las grandes hojas doradas y rojas. Al pasarShasa, erguan la espalda para sonrerle y saludarle con la mano; los hombres,encorvados bajo el peso de los cestos desbordantes de uvas rojas, tambin lesonrean.

    El pequeo Sean se encontraba en una de las carretas, en el centro del viedo,llevando lentamente a los caballos de tiro, al paso de la vendimia. La carretaestaba colmada de uvas maduras que centelleaban como rubes all donde elpolvo que las cubra se haba desprendido.

    Al ver a su padre, Sean arroj las riendas al conductor, que lo vigilaba condiscrecin, baj de un salto y corri entre los surcos para interceptar al Jaguar verde. Slo contaba once aos, pero era corpulento para su edad.Haba heredado la piel radiante de su madre y la apostura de Shasa; aunque susmiembros eran fuertes, corra como un antlope. Su padre, al observarlo, sintique el corazn le reventaba de orgullo.

    Sean abri la portezuela opuesta y se dej caer en el asiento, donde recobrsu dignidad de repente.

    Buenas tardes, pap dijo.Shasa le ech un brazo sobre los hombros para estrecharle contra s.Hola, campen. Cmo te ha ido?

  • Dejaron atrs el lagar y los establos; Shasa estacion en el graneromodificado en donde guardaba sus doce coches antiguos. El Jaguar haba sidoun regalo de Centaine, al que l prefera aun por sobre el Rolls Royce 1982,Phantom I, con carrocera Hooper.

    Los otros nios lo haban visto desde las ventanas de la habitacin de juegos yacudieron a toda carrera por el prado para salirle al encuentro. El primero eraMichael, el menor de los varones; lo segua, a buena distancia, Garrick, elsegundo. Las edades de los tres varones diferan en menos de un ao. Michaelera el soador de la familia; un nio extrao, capaz, con sus nueve aos, deperderse durante horas en La isla del tesoro o pasar toda una tarde con su caja deacuarelas, perdido para el mundo. Shasa lo abraz con tanto afecto como almayor. Luego, lleg Garrick, jadeante de asma, plido y flaco, con el cabelloreseco levantado en mechones.

    Buenas tardes, pap tartamude.Era, realmente, un mocosito feo, pens Shasa. Y de dnde haban salido el

    asma y la tartamudez?Hola, Garrick.Shasa nunca le deca Hijo , querido o campen , como a' los otros

    dos. Era, simplemente, Garrick . Le dio una leve palmadita en la cabeza.Jams se le hubiera ocurrido abrazar a esa criatura; el pobrecito, a los diez aos,an se orinaba en la cama.

    El padre se volvi hacia su hija, con alivio.Ven, ngel mo, ven con pap!Ella vol a sus brazos, chillando de entusiasmo al sentirse levantada a gran

    altura. Le ech los brazos al cuello y le cubri la cara de clidos y hmedosbesos.

    Qu le gustara hacer a mi ngel? pregunt Shasa, sin bajarla.Quiero pazear a caballo declar Isabella, que ya tena puestos los

    nuevos pantalones de montar.Entonces, iremos a pazear concord Shasa.Cada vez que Tara lo acusaba de fomentarle el ceceo, l protestaba: Es

    todava una niita. Es una zorrita calculadora, que sabe exactamente cmomanejarte, y t se lo permites , sola ser la respuesta de Tara.

    La mont en sus hombros y ella se aferr a un mechn de su cabello parasujetarse, mientras brincaba, canturreando.

    Yo quiero a mi pap, yo quiero a mi pap.Bueno, venid todos orden Shasa. Daremos un pazeo antes de

    cenar.Sean era ya demasiado mayor para ir de la mano, pero se mantuvo

    celosamente a la derecha de Shasa; Michael iba a la izquierda,desvergonzadamente cogido de la mano de su padre. Garrick los segua con un

  • retraso de cinco pasos, mirando a su padre con adoracin.Hoy he sacado las mejores notas de la clase en aritmtica, pap dijo con

    suavidad.Pero Shasa, con tantos gritos y risas, no lo oy.Los mozos del establo ya tenan a los caballos ensillados, pues el paseo de la

    tarde era un rito de la familia. Shasa se quit los zapatos para cambiarlos por susbotas de montar, viejas y bien lustradas; luego, puso a Isabella a lomos de supequeo y regordete Shetland. Subi a la silla de su propio potro y tom lasriendas del de su hija.

    Pelotn adelante! Al paso, al trote!Mientras pronunciaba la orden de caballera, movi el puo por encima de la

    cabeza, gesto que siempre provocaba en Isabella grititos de placer. Y salieron delpatio del establo.

    Recorrieron el familiar circuito, detenindose a charlar con los capataces decolor, e intercambiaron saludos a gritos con los trabajadores que se retiraban delos viedos. Sean coment la vendimia con su padre, hablando como un adulto,muy erguido e importante en su montura. Por fin, Isabella, que se sentaolvidada, intervino y, de inmediato, Shasa se inclin hacia ella con todadeferencia.

    Como de costumbre, los varones terminaron el paseo con un loco galope atravs del campo de polo, colina arriba, hacia los establos. Sean, como uncentauro, llevaba buena ventaja a los otros dos. Michael era demasiadobondadoso para usar el ltigo. En cuanto a Garrick, se bamboleaba con bastantetorpeza en la silla. A pesar de las enseanzas de su padre, mantena una posturaatroz, con los codos y las rodillas separadas. Parece una bolsa de patatas ,pens Shasa, irritado, siguindolos al paso tranquilo que el Shetland de Isabellamarcaba. Shasa era jugador internacional de polo, y la poca destreza de susegundo hijo le sentaba como si de una afrenta personal se tratara.

    Tara estaba en la cocina, vigilando los detalles de ltimo minuto para la cena.Al entrar todos en tropel, levant la vista y salud a Shasa con desenvoltura.

    Qu tal has pasado el da?Se haba puesto uno de esos horribles pantalones vaqueros desteidos, que

    Shasa detestaba. A l le gustaban las mujeres femeninas.Ms o menos respondi, tratando de desembarazarse de Isabella, quien

    segua cogida a su cuello.Logr desprendrsela y se la pas a la niera.Seremos doce a cenar inform Tara, antes de dedicar de nuevo su

    atencin al cocinero malay o.Doce? inquiri Shasa con aspereza.En el ltimo momento, invit a los Broadhurst.Oh, Dios mo se quej Shasa.

  • Para variar, quera contar con una conversacin estimulante, adems decaballos, caceras y negocios.

    La ltima vez, la estimulante conversacin de tu Molly hizo que la fiestaterminara antes de las nueve. Shasa consult su reloj. Ser mejor que mecambie.

    Me das de comer, pap? pidi Isabella, desde el comedor de los nios.Ya eres una nia mayor, ngel respondi l. Debes aprender a comer

    sola.Si s comer sola! Pero me gusta ms que me des t. Por favor, papi. Por

    favor un trilln de veces.Un trilln? Ofrecen un trilln. Alguien da ms? Pero Shasa acudi a

    complacerla.Cmo la malcras observ Tara. Se est volviendo imposible.Lo s dijo Shasa. Me lo dices a cada momento.Se afeit rpidamente, mientras el valet de color le preparaba un esmoquin y

    le pona los gemelos de platino y zafiros en la camisa. A pesar de las vehementesprotestas de Tara, Shasa insista en vestirse formalmente para cenar.

    Resulta tan anticuado y presuntuosoEs civilizado la contradeca l.Cuando estuvo vestido, cruz el amplio corredor sembrado de alfombras

    orientales, en cuyas paredes penda toda una galera de acuarelas de ThomasBaines, y llam a la puerta de Tara. A su indicacin, entr.

    Tara se haba mudado a esas habitaciones estando todava embarazada deIsabella, y all segua. El ao anterior haba cambiado la decoracin, retirando loscortinajes de terciopelo y el mobiliario de estilo, las alfombras de seda y losmagnficos leos de De Jong y Naud; hizo arrancar el papel de las paredes yrascar la ptina dorada del suelo hasta dejarlo blanco.

    Ahora, las paredes eran blancas y lisas; un solo cuadro enorme, penda frentea la cama: una monstruosidad de formas geomtricas en colores primarios, alestilo Mir, pero ejecutado por un desconocido estudiante de la Academia deBellas Artes, cuy a firma no tena ningn prestigio. En opinin de Shasa, laspinturas' deban ser agradables decoraciones, pero tambin buenas inversiones alargo plazo, esa cosa no tena ni lo uno ni lo otro.

    Los muebles que Tara haba elegido para su salita eran de acero inoxidable yvidrio, en nmero muy escaso. La cama, casi una plancha sobre las tablasdesnudas del suelo.

    Es el decorado sueco haba explicado ella.Pues envalo a Suecia otra vez haba aconsejado l.Se acomod en una de las sillas de acero y encendi un cigarrillo. Ella

    frunci el entrecejo desde el espejo.Perdn. Shasa se levant para arrojar el cigarrillo por la ventana.

  • Tengo que trabajar despus de cenar dijo. Antes que me olvide, quieroavisarte que maana ir a Johannesburgo por unos cuantos das. Cinco o seis,quiz.

    Bueno. Ella ahuec los labios para pintrselos de un tono malva claro quea Shasa le disgustaba intensamente.

    Otra cosa, Tara, el Banco de Lord Littleton se prepara para suscribiracciones de la inversin que es probable hagamos en las minas de oro de Orange.Como favor personal, te agradecera que t y Molly no le agitarais las bandas deluto en la cara ni lo entretuvierais con alegres relatos de la injusticia blanca y dela sanguinaria revolucin negra.

    Prometo portarme bien. No puedo hablar por Molly.Por qu no te pones los diamantes? pregunt l, cambiando de tema.

    Te sientan muy bien.Tara no luca el juego de diamantes amarillos, provenientes de la mina

    Hani desde que se incorporara al movimiento de la Banda Negra . Conaquellas joyas se senta Mara Antonieta.

    Esta noche no dijo. Son demasiado ostentosos, y se trata de unareunin familiar.

    Lo mir por el espejo, mientras se empolvaba la nariz.Por qu no bajas, querido? agreg. Tu precioso Lord Littleton llegar

    en cualquier momento.Antes quiero arropar a Bella. Se acerc a ella y ambos se miraron a

    travs del espejo, muy serios. Shasa pregunt con suavidad: Qu nos hapasado, Tara?

    No s a qu te refieres, querido. Pero baj la vista y se arregl conesmero la falda del vestido.

    Te espero abajo. No tardes demasiado y atiende muy bien a Littleton, porfavor. Es importante y le gustan las chicas.

    Cuando hubo cerrado la puerta, Tara se qued mirndola por un momento.Luego, repiti en voz alta aquella pregunta:

    Qu nos ha pasado, Shasa? En realidad, es muy simple. Yo he crecido yme he hartado de las trivialidades con las que llenas tu vida.

    Antes de bajar, pas a ver a los nios. Isabella dorma con el osito de felpasobre la cara. Su madre la salv de morir asfixiada Y pas al cuarto de losvarones. Slo Michael segua despierto, leyendo.

    Apaga la luz! orden ella.Oh, Mater, espera a que termine este captulo.Apaga!Slo esta pginaApaga, he dicho! Y lo bes con cario.Ante la escalinata, aspir hondo, como un nadador en el trampoln alto; logr

  • una sonrisa brillante y baj al saln azul, donde los primeros invitados ya estabantomando jerez.

    Lord Littleton era mucho mejor de lo que ella esperaba: alto, de cabelloplateado y aire benigno.

    Usted caza? le pregunt ella, en la primera oportunidad.No soporto la sangre, querida.Monta?A caballo? resopl. Esos animales estpidos Creo que usted y y o

    seremos buenos amigos.Haba en Weltevreden muchas habitaciones que disgustaban a Tara. En

    cuanto a ese comedor, lo detestaba, por todas las cabezas de animales que Shasahaba masacrado y que la miraban desde las paredes, con sus ojos de vidrio. Esanoche corri el riesgo de sentar a Molly junto a Littleton. A los pocos minutos, elbanquero estaba riendo a carcajadas.

    Cuando los hombres se dedicaron al oporto y a los habanos y las damaspasaron al saln, Molly llev a Tara aparte, burbujeando de entusiasmo.

    Desde que he llegado, me muero por hablar a solas contigo susurr.No te imaginas quin est en El Cabo en este momento.

    Cuenta.El secretario del Congreso Nacional Africano, nada menos. Moses Gama

    en persona.Tara qued plida y muda, mirndola.Vendr a casa para hablar ante un pequeo grupo de nuestra gente, Tara.

    Lo he invitado. Y l pidi, con especial inters, que t estuvieras presente. Nosaba que lo conocieras.

    Nos vimos una sola vez. No, dos.Podrs venir? insisti Molly. Ser mejor que Shasa no se entere, y a

    sabes.Cundo?El sbado por la noche, a las ocho.Shasa se va. Ir a tu casa prometi Tara. No me lo perdera por nada

    del mundo.Seant Courtney era la estrella deportiva de la escuela primaria Western

    Province. Rpido y fuerte, jug en cuatro ensayos contra los juveniles deRondebosch y los convirti, mientras su padre y sus dos hermanos lo alentaban agritos.

    Despus del silbato final, Shasa se demor el tiempo suficiente para felicitar asu hijo, conteniendo a duras penas las ganas de abrazar al jovencito sudoroso ysonriente, que tena manchas de pasto en los pantaloncitos blancos y un raspn enla rodilla. Saba que semejante escena, frente a sus compaeros, hubieramortificado horriblemente a Sean. Por lo tanto, le estrech la mano.

  • Buen juego, campen. Me siento muy orgulloso de ti dijo. Lamento noestar en casa este fin de semana, pero ya lo compensaremos.

    Aunque su expresin era sincera, Shasa se encamin hacia el aeropuerto conbuen nimo. Dicky le tena el aparato listo y fuera del hangar.

    Shasa baj del Jaguar con las manos en los bolsillos y el cigarrillo en lacomisura de la boca, contemplando con deleite aqul esbelto aparato.

    Era un bombardero de combate Mosquito, DH 98, que Shasa haba compradoen una de las ventas de la Fuerza Area. Lo haba hecho reparar por completo yencolar con ese nuevo adhesivo maravilloso, el Araldite , pues el Roduxoriginal no daba resultados en climas tropicales. Desprovisto de todos losarmamentos y aparejos militares, el Mosquito haba mejorado notablemente suya formidable desempeo. Ni siquiera la empresa Courtney poda pagar unode esos nuevos aviones para uso civil, pero eso era lo ms aproximado.

    El hermoso aparato pareca un halcn; los dos motores Rolls Roy ceMerlin estaban listos para cobrar vida, rugiendo, e impulsarle hacia el azul. Azulera su color: celeste y plateado, brillantes bajo el sol de El Cabo. En el fuselajeluca el logotipo de la empresa Courtney : un estilizado diamante, cuyasfacetas se entrelazaban con las iniciales de la compaa.

    Cmo anda el magneto nmero dos de babor? pregunt Shasa a Dicky,que se acercaba con el mono cubierto de aceite. El hombrecito adopt un airepresuntuoso.

    Marcha como una mquina de coser respondi.Amaba al aparato ms an que el mismo Shasa, y cualquier imperfeccin,

    por mnima que fuese, lo ofenda profundamente.Ayud a Shasa a cargar el portafolio, el maletn y el estuche con las armas en

    el depsito de bombas, convertido en portaequipajes.Tiene todos los tanques llenos dijo.Y se apart con aire de superioridad, pues Shasa insista en verificarlo todo

    personalmente.Est bien afirm Shasa, por fin, sin resistirse a la tentacin de acariciar

    un ala, como si fuera el miembro de una mujer hermosa.Conect el oxgeno a once mil pies de altura y se nivel a los veinte,

    sonriendo bajo la mscara. Afin la mquina para la velocidad de crucero,vigilando con sumo cuidado las temperaturas de escape y las revoluciones delmotor. Por fin, se dispuso a disfrutar del vuelo.

    Disfrutar era un trmino demasiado suave. Para l, volar era unaexaltacin del espritu, una fiebre en la sangre. El inmenso continente leonadopasaba por debajo de l, lavado por un milln de soles y quemado por los vientoscalientes, perfumados de hierba; su pellejo antiguo presentaba las arrugas y lascicatrices de caones y ros secos. Slo all arriba, muy arriba, se llegaba acomprender hasta qu punto uno formaba parte de todo eso, cunto lo amaba. Sin

  • embargo, era una tierra dura y cruel, que gestaba hombres duros, blancos onegros. Y Shasa se reconoca como uno de ellos. All no haba sitio para losdbiles; slo los fuertes podan prosperar.

    Tal vez era debido al efecto del oxgeno puro, acentuado por el xtasis delvuelo; lo cierto es que su mente pareca aclararse cuando estaba en el aire.Algunos asuntos, oscuros se tornaban claros, las incertidumbres se resolvan y lashoras pasaban veloces. Cuando aterriz en el aeropuerto civil de Johannesburgo,saba con toda certeza lo que era preciso hacer. David Abrahams le estabaesperando, flaco y esmirriado como siempre; algo ms calvo y con gafas de oro,que le daban una expresin de sorpresa perpetua. Shasa salt desde el ala delMosquito y ambos se abrazaron con alegra. Se queran como hermanos. Luego,David dio una palmadita al avin.

    Cundo lo pilotar otra vez? pregunt, melanclico.David haba recibido dos condecoraciones; tena nueve aviones derribados en

    su haber y haba concluido la guerra como comandante de escuadrilla. Shasa, encambio, era apenas jefe de escuadrilla cuando fue declarado invlido por haberperdido un ojo en Abisinia.

    Es demasiado para ti asegur Shasa, mientras cargaba su equipaje en elasiento trasero del Cadillac de David.

    Mientras cruzaban los portones del aeropuerto, intercambiaron noticiasfamiliares. David estaba casado con Mathilda Janine, hermana menor de Tara,de modo que David y Shasa eran cuados. Shasa se vanaglori de las andanzasde Sean e Isabella, sin mencionar a sus otros dos hijos. Luego, pasaron alverdadero motivo de la reunin.

    En orden de importancia, haba que decidir si hacer valer o no la opcin sobrela nueva mina de Orange. Adems, tenan problemas con el laboratorio de laempresa, instalado en la costa de Natal, pues un grupo de la zona estabaprotestando a voz en cuello por los desechos qumicos que la fbrica descargabaen el mar. Por fin, David segua con su descabellada fijacin de gastar ms dedoscientas cincuenta mil libras en una de esas mastodnticas calculadoraselectrnicas.

    Los yanquis hicieron todos los clculos para la bomba atmica con una deellas argument David. Y se llaman computadoras, no calculadoras.

    Vamos, Davie, qu quieres hacer volar? protest Shasa.No pienso crear ninguna bomba atmica. Anglo-American tiene una. Es la onda del futuro, Shasa. Con una de

    esas estaramos mejor.Pero es un cuarto de milln, amigo seal Shasa. En este momento

    necesitamos hasta el ltimo centavo para la inversin de Silver River.Si tuviramos una computadora para analizar los informes geolgicos de

    Silver River, podramos ahorrarnos el costo casi completo y estaramos mucho

  • ms seguros que ahora sobre la decisin final.Cmo es posible que una mquina trabaje mejor que el cerebro humano?Ven a echarle un vistazo rog David. La Universidad acaba de instalar

    una IBM 701. Te he concertado una demostracin para esta tarde.Est bien, Davie se rindi Shasa. Le echar un vistazo, pero no me

    comprometo a comprarla.La supervisora de IBM , en el stano de la facultad de Ingeniera, no tena

    ms de veintisis aos.Todos son criaturas explic David. Es una ciencia para jvenes.La supervisora estrech la mano a Shasa y se quit las gafas. De pronto,

    Shasa cobr un impresionante inters por las computadoras, La muchacha tenalos ojos verdes, muy claros, y el cabello del color de la miel silvestre hechacapullos de mimosa. Llevaba un ajustado suter de angora verde y una falda detartn que le descubra las bronceadas pantorrillas. De inmediato, se hizo patenteque ella era una experta, pues responda a todas las preguntas de Shasa sinvacilar, con un tentador acento sureo.

    Mary lee se licenci en ingeniera electrnica en el Instituto Tecnolgico murmur David.

    La atraccin inicial de Shasa se condiment de respeto.Pero es enorme protest. Llena todo el stano. Este mastodonte tiene

    el tamao de una casa de cuatro habitaciones.La mayor parte del espacio est ocupado por aparatos del refrigeracin

    explic Mary lee. La acumulacin de calor es enorme.Qu est procesando usted en este momento?El material arqueolgico que el profesor Dart ha trado de las cuevas de

    Sterkfontein. Estamos correlacionando unas doscientas mil observaciones suyascontra ms de un milln de los yacimientos del Este.

    Y cunto tardar en completarlo?Hemos comenzado hace veinte minutos. Terminaremos antes de cerrar, a

    las cinco.Pero slo faltan quince minutos ri Shasa. Usted me est tomando el

    pelo!Ella sonri con aire especulativo. Su boca era ancha, hmeda y besable.Dice que cierran a las cinco? pregunt Shasa. Cundo vuelve a

    empezar?Maana a las ocho.Y la mquina permanece inactiva durante toda la noche?Mary lee mir al otro extremo del stano, donde David observaba los

    resultados impresos por la mquina. El zumbido de la computadora cubra susvoces.

    En efecto. Permanecer inactiva durante toda la noche. Igual que y o.

  • Por lo visto, la dama saba con exactitud lo que deseaba y cmo conseguirlo.Le miraba a los ojos, desafiante.

    Eso no es posible. Shasa mene la cabeza con aire de seriedad. Mimadre me ense que el tiempo es oro. Conozco u local llamado Stardust ,donde toca una orquesta increble. Le apuesto una libra contra un fin de semanaen Pars a que puedo hacerla bailar hasta que pida misericordia.

    Trato hecho repuso ella, con la misma seriedad. Pero, hace trampa?Por supuesto. Como David se estaba acercando, Shasa continu, en tono

    muy profesional: Y los gastos de funcionamiento?En total, incluyendo el seguro de amortizacin, suman algo menos de

    cuatro mil libras mensuales respondi ella, con igual eficiencia comercial.Cuando se estrecharon la mano como despedida, ella le desliz una tarjeta en

    la palma, murmurando:Mi direccin.A las ocho? Lo espero.En el Cadillac , Shasa encendi un cigarrillo y exhal un perfecto anillo de

    humo, que estall en silencio contra el parabrisas.Bueno, Davie: ponte en contacto con el decano a primera hora de maana.

    Ofrcele alquilar a ese monstruo durante todo el tiempo que quede libre, entre lascinco de la tarde y las ocho de la maana siguiente, y tambin los fines desemana, por cuatro mil libras al mes. Hazle ver que as podra usarlagratuitamente, pues nosotros le pagaramos todos los gastos.

    David se volvi hacia l con expresin sorprendida. Estuvo a punto de subirsea la acera, pero corrigi la maniobra con un veloz golpe de volante.

    Cmo no se me habr ocurrido? se pregunt, cuando el Cadillacestuvo bajo control.

    Tienes que levantarte ms temprano. Shasa sonri de oreja a oreja ycontinu: Cuando sepamos por cunto tiempo necesitamos esa mquina,subalquilaremos el tiempo sobrante a un par de empresas que no nos hagan lacompetencia y que tambin estn pensando en comprar una computadora. Deese modo, nosotros cubriremos nuestros propios gastos de funcionamiento. Ycuando IBM haya mejorado el diseo y logrado una porquera de sas mspequea, entonces, compraremos una.

    Qu hijo de puta! David sacudi la cabeza, maravillado. Qu hijode Y de pronto, con una sbita inspiracin: Contratar a la joven Mary lee.

    No le espet Shasa. Consigue a otra persona.David le ech un vistazo y su entusiasmo desapareci. Conoca demasiado

    bien a su cuado.Esta noche no cenars con nosotros, sospecho inquiri, moroso.Esta noche no confirm Shasa. Da mis carios a Matty y disclpame

    con ella.

  • Ten cuidado, quieres? Esta ciudad es pequea y t ests marcado leadvirti David, al dejarlo ante la puerta del Carlton , donde la empresa tenareservada una suite permanentemente. Crees que maana estars encondiciones de trabajar?

    A las ocho asegur Shasa. En punto!Por mutuo acuerdo, la competencia de baile en el Stardust fue declarada

    empate; Shasa y Mary lee volvieron al Carlton algo despus de lamedianoche.

    Su cuerpo era joven, suave y duro. Poco antes de quedarse dormida, con elcabello color de miel esparcido sobre el pecho desnudo de Shasa, ella susurr,soolienta:

    Bueno, creo que esto es lo nico que mi IBM-701 no puede hacer porm.

    A la maana siguiente, Shasa estaba en las oficinas de Courney Miningquince minutos antes de que David llegara. Le gustaba tener a todo el mundoalerta.

    Las oficinas ocupaban todo el tercer piso del edificio Standar Bank, en la calleCommissioner. Aunque Shasa posea un excelente lote de bienes races en laesquina de la calle Diagonal, frente a la Bolsa, an no se haba decidido aconstruir; todo el dinero disponible pareca destinado a minas, ampliaciones ocualquier otra empresa que produjera ganancias.

    En el consejo de administracin de Courtney , la sangre joven secompensaba juiciosamente con unas cuantas cabezas grises. An estaba all eldoctor Twenty man-Jones, con su anticuada chaqueta de alpaca negra y sucorbata estrecha, disimulando su afecto por Shasa tras una expresin luctuosa.Haba administrado la primera exploracin de la mina Hani a principios de ladcada de los 20, y era uno de los tres hombres ms experimentados encuestiones de minas.

    Abraham Abrahams, el padre de David, segua encabezando el departamentolegal, instalado junto a su hijo, vivaz y gorjeante como un gorrioncito plateado.Frente a s tena una alta pila de carpetas, pero rara vez las consultaba. El equipofuncionaba a la perfeccin, con el agregado de otros seis hombres,cuidadosamente seleccionados por Centaine y Shasa, de comn acuerdo.

    Hablemos primero de la planta qumica en la baha de Chak dijo Shasa,al iniciarse la reunin. Qu tenemos en contra nuestra, Abe?

    Estamos vertiendo cido sulfrico en el mar, en cantidades que varanentre once y diecisis toneladas diarias, con una concentracin de uno en diez milrespondi Abe Abrahams, tranquilamente. He ordenado que un bilogomarino independiente nos prepare un informe. Dio un golpecito al documento. No es favorable. Hemos alterado el PH en siete kilmetros a lo largo de lacosta.

  • No habrs hecho circular ese informe? pregunt Shasa speramente.Por quin me tomas? Abe sacudi la cabeza.Bien, David. Cunto costar modificar el procedimiento de elaboracin en

    la seccin de fertilizantes para eliminar los desechos cidos de otro modo?Hay dos soluciones posibles dijo David. La ms simple y barata es

    llevarlos en camiones-cisterna, pero habr que buscar otro sitio en dondearrojarlos. La otra, reciclar el cido.

    Costos?Cien mil libras anuales para las cisternas y casi el triple para el reciclaje.Un ao de ganancias a la alcantarilla observ Shasa. Eso no es

    aceptable. Quin es esa tal Pearson que encabeza la protesta? No se puederazonar con ella?

    Abe sacudi la cabeza.Lo hemos intentado. Es quien mantiene unida a toda la comisin. Sin ella,

    todo se derrumbara.En qu posicin se encuentra?Su marido es el dueo de la panadera local.Comprad el negocio sugiri Shasa. Si l no quiere vender, haced saber,

    con toda discrecin, que para hacerle la competencia abriremos otra panadera ysubvencionaremos su produccin. Quiero que la tal Pearson est bien lejos deaqu. Alguna pregunta? Mir a los presentes. Todo el mundo estaba tomandonotas y nadie lo miraba. Hubiera querido preguntarles, razonablemente: Muybien, caballeros, estn dispuestos a gastar trescientas mil libras para que lasostras de Chaka vivan bien? En cambio, hizo un gesto de asentimiento.Ninguna pregunta! Bueno, ahora vamos a lo ms importante. La mina de SilverRiver.

    Todos cambiaron de posicin en el asiento; se oy un suspiro simultneo ynervioso.

    Caballeros: todos hemos ledo y analizado el informe geolgico del doctorTwentyman-Jones, basado en su perforacin del terreno. Es una obra estupenda;no hace falta decir que no conseguiremos opinin ms autorizada. Ahora, quieroque cada uno de ustedes me d su opinin, como jefe del departamento. Puedesempezar t, Rupert?

    Rupert Horn era el miembro ms joven del equipo ejecutivo. Como tesoreroy jefe de contabilidad, proporcion los datos financieros.

    Si dejamos que la opcin se venza, perderemos los dos coma tres millonesque hemos gastado en su exploracin en los ltimos dieciocho meses. Si lahacemos valer, se requerir un pago inicial de cuatro millones en el momento dela firma.

    Se puede cubrir con la cuenta para imprevistos intervino Shasa.Tenemos cuatro coma tres millones en el fondo provisional concord

  • Rupert Horn. En ese momento, est invertido en Escom, pero si lo utilizamos,nos encontraremos en una situacin muy expuesta.

    Uno tras otro, por orden de antigedad ascendente, los gerentes de Shasaexpresaron su opinin, desde el punto de vista de las distintas secciones. David seencarg de resumirlas a todas.

    Al parecer, nos quedan veintisis das sobre la opcin, y habr que pagarcuatro millones si la aceptamos. Eso nos dejar en pelotas y frente a un costo dedesarrollo de tres millones slo para el pozo principal, ms otros cinco millonespor planta, intereses y costos de operacin hasta entrar en la fase productivadentro de cuatro aos, en 1956. Se interrumpi.

    Todos observaron a Shasa, que elega un cigarrillo y lo golpeaba ligeramentecontra la tapa de su pitillera dorada.

    El joven_ estaba muy serio. Saba como nadie que la decisin poda aniquilara la compaa o llevarla a una nueva cima, y nadie poda tomarla por l. Estabaen el solitario pinculo del mando.

    Sabemos que all abajo hay oro dijo, por fin. Una veta gruesa y rica.Si llegamos a ella, seguir produciendo durante los prximos cincuenta aos. Sinembargo, el oro est detenido a treinta y cinco dlares la onza. Losnorteamericanos lo tienen clavado all y amenazan con mantener ese precio portoda la eternidad. Treinta y cinco dlares la onza y nos costar entre veinte yveinticinco llegar a esa profundidad y sacarlo a la superficie. El margen es muypequeo, seores, demasiado pequeo.

    Encendi el cigarrillo y todos se aflojaron, suspirando, desilusionados yaliviados a un tiempo. Habra sido glorioso iniciar la empresa; desastroso,fracasar. Ahora, jams se sabra.

    Pero Shasa no haba terminado. Solt un anillo de humo a lo largo de la mesay prosigui:

    Sin embargo, no creo que los norteamericanos puedan mantener pormucho tiempo ese tope al precio del oro. El odio que sienten por este noble metales emotivo y no se basa en la realidad; econmica. Siento en el estmago quemuy pronto veremos oro a sesenta dlares. Un da, quizs antes de lo queimaginamos, estar a ciento cincuenta dlares, quizs hasta a doscientos.

    Todos se agitaron, incrdulos. Twenty man-Jones pareca a punto de echarse allorar ante tan descabellado optimismo, Pero Shasa, sin prestarle atencin, sevolvi hacia Abe Abrahams.

    Abe: el mes que viene, el da dieciocho al medioda, doce horas antes deque la opcin expire, entregars un cheque por cuatro millones a los propietariosde las granjas de Silver River tomars posesin de la propiedad, en nombre deuna compaa, que se formar despus. Shasa se volvi hacia David Almismo tiempo, abriremos sendas listas de suscripcin en las Bolsas deJohannesburgo y Londres, por valor de diez millones de acciones de una libra, de

  • la propiedad aurfera Silver River. T y el doctor Twenty man-Jones comenzarishoy mismo a preparar las perspectivas. Courtney Mining registrar lapropiedad a nombre de la compaa nueva, a cambio del saldo de cinco millonesde acciones transferidas a nuestro nombre. Tambin seremos responsables de sudireccin y desarrollo.

    Rpida y sucintamente, Shasa traz la estructura, financiacin y direccin dela nueva empresa. Ms de una vez, aquellos asentados veteranos levantaron lavista de sus anotaciones, abiertamente admirados por algn toque hbil y originalque l agregaba al plan.

    Me he olvidado de algo? pregunt Shasa al fin. Como todos sacudieronla cabeza, sonri. David recordaba la pelcula que haba visto con Matty y loschicos el sbado anterior, The Sea Hawk, aunque el parche negro prestaba aShasa ms aspecto de pirata que a Errol Flynn.

    La fundadora de nuestra empresa, Madame Centaine de Thiry Courtney -Malcomess, nunca ha aprobado que se consuma alcohol en la sala de directorio.Sin embargo Shasa, siempre sonriendo, hizo una seal a David, quien abrilas puertas principales. Una secretaria entr con una mesa rodante, dondetintineaban las copas y las verdes botellas de champaa, en sus cubos de hielo.Las costumbres antiguas deben dar paso a las nuevas dijo Shasa.

    Y descorch la primera botella con un discreto estallido.Shasa solt el acelerador de los motores Rolas Royee y el Mosquito se

    hundi entre las cintas de cirros dispersos; las interminables planicies africanas sealzaron a su encuentro. Hacia el Oeste se divisaban los arracimados edificios dela ciudad minera de Welkom, centro de los y acimientos aurferos de Orange.Haba sido fundada pocos aos antes, cuando la vasta CorporacinAngloamericana comenzaba a abrir minas, y ya era una ciudad modelo, conms de cien mil habitantes.

    Shasa desprendi la mscara de oxgeno y la dej colgada sobre su pecho,mientras se inclinaba para mirar por el parabrisas, por delante del morro azul delMosquito.

    Distingui la diminuta torre de acero de la barrena, casi perdida en lainmensidad de la polvorienta planicie. Utilizndola como punto de referencia,sigui el tenue hilo de cercados que encerraban las granjas de Silver River: cincomil hectreas, en su may or parte desnudas y sin aprovechar. Era sorprendenteque los gelogos de las grandes compaas mineras hubieran pasado por alto esazona. Claro que nadie poda suponer, razonablemente, que la veta de oro sedesviara de ese modo nadie, menos Twenty man-Jones y Shasa Courtney.

    Sin embargo, la veta estaba a tanta profundidad bajo la superficie como elMosquito por encima de ella. Pareca imposible que una empresa humanapudiera excavar hasta all; pero Shasa y a vea, mentalmente, la torre principal de

  • Silver River, elevndose sesenta metros, con su barrena penetrando casi doskilmetros, hasta el ro subterrneo de metal precioso.

    Y los y anquis no pueden frenar el alza del oro eternamente. Tendrn quedejarlo ascender , se dijo.

    Puso al Mosquito sobre el vrtice de un ala y, en el tablero de instrumentos, labrjula gir lentamente. Shasa elev el ala y el aparato qued exactamente sobrelos 1250.

    Quince minutos, con estos vientos gru, mientras miraba en el mapaque tena sobre las rodillas.

    Esa exaltacin lo acompa todo el resto del vuelo, hasta ver una humaredafina como una lnea de lpiz, que se elevaba en el aire quieto, bien hacia delante.Le haban puesto una seal; de humo para guiarle.

    Frente al solitario hangar de hierro galvanizado, al extremo de la pista, habaun Dakota estacionado, con marcas de la Fuerza Area. La pista era de arcillaamarilla apisonada, dura y lisa; el Mosquito se pos en ella casi sin una sacudida.Shasa haba necesitado de interminables prcticas para desarrollar ese sentido dela distancia, una vez perdido el ojo.

    Levant el techo transparente de la cabina y llev el aparato hacia el hangar.Una pickup Ford de color verde, esperaba junto al palo de la veleta. Unasilueta vestida con pantalones cortos camisa color caqui se ergua junto a la ollade humo, con los puos en las caderas, observando a Shasa. En el momento enque le vio saltar del avin, se adelant de un brinco y tendi la mano derecha. Sinembargo, su expresin solemne y reservada no iba de acuerdo con ese gesto debienvenida.

    Buenas tardes, ministro.Shasa se mostraba igualmente serio. El apretn de manos fue firme, pero

    breve. Luego, al mirar profundamente los ojos plidos de Manfred De La Rey,Shasa tuvo la extraa sensacin de haberlos visto en circunstancias desesperadas,en alguna otra ocasin. Tuvo que sacudir un poco la cabeza para librarse de esa'impresin.

    Me alegro por ambos de que usted hay a podido venir. Puedo ay udarle conel equipaje? pregunt Manfred De La Rey.

    No se preocupe. No hace falta.Shasa at y asegur al Mosquito, despus de sacar su equipaje, mientras

    Manfred apagaba la olla del humo.Veo que ha trado un rifle coment Manfred. Qu marca es?Un Remington Magnum , de 7 mm. Shasa dej caer el equipaje en la

    parte trasera de la camioneta y ocup el asiento del pasajero.Es perfecto para este tipo de caza aprob su compaero, poniendo en

    marcha el motor. Dispara a buena distancia sobre suelo plano.Manfred tom la carretera y la sigui unos minutos, en silencio.

  • El Primer Ministro no ha podido venir dijo. Quera estar presente, peroha enviado una carta para usted, confirmando que me autoriza a hablarle en sunombre.

    Lo acepto. Shasa se mantena serio.Ha venido el ministro de Economa, nuestro anfitrin es de Agricultura,

    pues la finca es suy a. Una de las mejores de Orange. Estoy impresionado.S, creo que se va a impresionar. Manfred mir a Shasa atentamente.

    No le parece extrao que usted y yo estemos condenados a enfrentarnossiempre?

    Se me ha ocurrido esa idea admiti Shasa.No cree usted que puede haber algn motivo para ello, algo que

    desconocemos?Shasa se encogi de hombros.No. Supongo que es pura coincidencia.La respuesta pareci desilusionar a Manfred.Su madre agreg ste, nunca le ha hablado de m? Courtney pareci

    sobresaltado.Mi madre! Por Dios, no creo. Tal vez lo haya mencionado por

    casualidad Por qu lo pregunta?El ministro pareci no haber odo la pregunta, pues sigui mirando hacia

    delante. Por fin dijo, clausurando el tema con aire terminante:All est la casa.El camino bordeaba un valle poco profundo, en el que anidaba la casa. El

    agua deba de estar cerca de la superficie, pues los pastos eran frtiles y verdes.Por todo el valle se vean las esquelticas torres de diez o doce molinos de viento.Una plantacin de eucaliptos rodeaba la vivienda, tras la cual se erguan otrasconstrucciones, todas bien pintadas y cuidadas. Ante una de las largas cocherasse alineaban ms de veinte tractores flamantes; en los pastos haba rebaos degordas ovejas. La planicie, ms all de la casa, apareca arada casi hasta elhorizonte: cientos de hectreas de tierra achocolatada, listas para la siembra demaz. Este era el centro de las tierras de los Afrikaners, el sitio en donde elPartido Nacional contaba con un apoy o incondicional. Por ese motivo, las zonaselectorales, bajo el mando de los nacionalistas haban sido remarcadas paraalejar los centros de poder de las concentraciones urbanas, favoreciendo a loselectores rurales. Y, por este motivo, los nacionalistas retendran el podereternamente. Shasa hizo una mueca agria. Manfred lo mir de inmediato, pero lno le dio explicacin alguna.

    Haba doce hombres sentados ante la larga mesa de la cocina fumando ybebiendo caf, mientras las mujeres los rondaban con sus atenciones. Todos selevantaron para dar la bienvenida a Shasa, el cual recorri la mesa estrechandola mano a cada uno e intercambiando saludos corteses, si no efusivos.

  • Shasa los conoca a todos. Se haba enfrentado a todos ellos en la Cmara yfustigado a muchos con sus palabras. A su vez, haba sido atacado y vilipendiado.Pero ahora le hacan sitio en la mesa. La anfitriona le sirvi una taza de caffuerte y puso a su alcance un plato de galletas dulces y bizcochos tostados. Lotrataban con la innata cortesa y la hospitalidad que caracterizan al afrikaner.Aunque vestan toscas ropas de cazadores y se fingan simples granjeros, eran,en realidad, astutos y hbiles polticos que se contaban entre las personas msricas y poderosas del pas.

    Si bien Shasa hablaba su idioma a la perfeccin, comprenda las referenciasms veladas y poda rer con sus chistes, no era uno de ellos. Era el rooinek, elenemigo tradicional. Ellos, con gran sutileza, haban cerrado filas ante supresencia.

    Cuando hubo terminado su caf, el ministro de Agricultura dueo de la casa,le dijo:

    Lo acompaar a su cuarto. Querr cambiarse y preparar su arma.Saldremos a cazar en cuanto refresque un poco.

    Algo despus de las cuatro, partieron en un desfile de camionetas; loshombres ms importantes y de mayor edad iban en las cabinas; el resto, en laparte trasera, al descubierto. La procesin sali del valle, rode las tierras aradasy cruz la planicie a buena velocidad, hacia una lnea de colinas bajas.

    Por fin, vieron pequeos rebaos de springbok (especie de gacela del sur defrica) que parecan una mancha de canela sobre la tierra plida. Lascamionetas siguieron a buena velocidad y slo aminoraron la velocidad al llegaral pie de las rocosas colinas. El primero se detuvo por un momento; dos de loscazadores bajaron para descender a una zanja de poca profundidad.

    Buena suerte! Buena puntera! les desearon al pasar.A pocos cientos de metros, el convoy volvi a detenerse para desembarcar a

    otros dos cazadores.En el curso de media hora, todos los participantes quedaron ocultos en una

    extensa lnea irregular, por debajo de las melladas colinas. Manfred De La Reyy Shasa haban sido emplazados en pareja, entre varias rocas grises. Se pusieronen cuclillas para esperar con las escopetas cruzadas sobre el regazo,contemplando las planicies salpicadas de matas duras.

    Las camionetas, conducidas por los hijos adolescentes del anfitrin,describieron un amplio crculo hasta convertirse en meras pecas contra el plidoresplandor del horizonte; cada una iba sealada por la nube de polvo quelevantaba detrs de s. Luego, giraron otra vez en direccin a las colinas, a pasode hombre, ahuyentando hacia el frente a los rebaos de antlopes.

    Shasa y Manfred tendran que esperar casi una hora hasta que los animalesles estuvieran a tiro. Mientras tanto, se dedicaron a conversar de un mododespreocupado y superficial. Al principio, apenas tocaron los temas polticos;

  • antes bien, evaluaban al ministro de Agricultura y a los otros participantes de lacacera. Pero Manfred fue desviando sutilmente la charla y acab por comentarque, en realidad, existan muy pocas diferencias reales entre las polticas y lasaspiraciones del partido en el poder y las de la oposicin, Partido Unificado, delque Shasa formaba parte.

    Si las estudiamos con atencin, las diferencias son slo de estilo y de grado.Ambos queremos mantener Sudfrica en manos del blanco y de la civilizacineuropea. Sabemos que, para nosotros, el apartheid es cuestin de vida o muerte.Sin eso, todos nos ahogaramos en un mar negro. Desde la muerte de Smuts, elPartido Unificado se ha ido inclinando cada vez ms hacia nuestro modo depensar; izquierdistas y liberales comienzan a apartarse de ustedes.

    Shasa no hizo comentarios comprometedores, pero el argumento era vlido ydoloroso. En su propio partido estaban apareciendo profundas grietas; da a daresultaba ms obvio que jams volveran a participar en el Gobierno de esatierra. Sin embargo, le intrigaba descubrir hacia dnde se encaminaba ManfredDe La Rey. Haba aprendido a no subestimar a ese adversario; presenta que se lohaba preparado arteramente para el propsito oculto de esa invitacin. Era muyobvio que el anfitrin haba maniobrado para dejarles juntos y para que todos losinvitados estuviesen al tanto de lo que se intentaba. Shasa no dijo casi nada, yevit comprometerse, mientras esperaba, con ansiedad creciente, que la bestia alacecho revelara su silueta.

    Usted sabe que hemos atrincherado el idioma y la cultura de lossudafricanos angloparlantes. Jams haremos intento alguno para derogar susderechos; para nosotros, todos los angloparlantes de buena voluntad, que seconsideren ante todo sudafricanos, son hermanos nuestros. Nuestros destinos sehallan ligados por cadenas de acero

    Manfred se interrumpi, llevndose los prismticos a los ojos. Se estnacercando murmur. Ser mejor que nos preparemos. Dej los gemelosy sonri cautelosamente a su compaero. Me han dicho que usted es muybuen tirador. Espero con muchas ansias una demostracin.

    Shasa se sinti desilusionado. Esperaba saber adnde se diriga tan ensayadaargumentacin, pero ocult su impaciencia con una sonrisa desenvuelta y sededic a cargar el rifle.

    En una cosa tiene razn, ministro dijo. Nos hallamos ligados concadenas de acero. Esperemos que su peso no nos arrastre a todos al fondo.

    Crey ver un destello de enfado o de triunfo en aquellos ojos de topacio, perodur un instante apenas.

    Disparar slo en un sector, desde el frente hacia la derecha dijoManfred. Usted lo har hacia la izquierda, de acuerdo?

    De acuerdo asinti Shasa.Pero senta un escozor de irritacin por la forma en que haba dejado ganarse

  • la mano. Manfred se haba reservado el flanco derecho, el ms conveniente paratodo tirador que fuera diestro.

    Pues te har falta esa ventaja , pens, ceudo.Tengo entendido que tambin usted tiene mucha puntera coment en voz

    alta. Qu le parece si hacemos una pequea apuesta sobre el nmero depresas?

    Yo nunca apuesto aclar Manfred, con desenvoltura. La apuesta es unartificio del demonio, pero contar las presas con inters.

    Shasa record entonces lo puritano del extremado calvinismo practicado porManfred De La Rey.

    Carg su escopeta con cuidado, con cartuchos propios, hechos a mano, puesno confiaba en las municiones fabricadas en masa. Las cpsulas de bronceestaban llenas de plvora, la cual impulsara la bala a ms de novecientos metrospor segundo. Su construccin especial asegurara que se abriera como un hongoal producirse el impacto.

    Se llev el arma al hombro y utiliz la mira telescpica para escrutar laplanicie. Los camiones estaban a menos de un kilmetro y medio; iban y venancon suavidad, impidiendo que los rebaos se dispersaran, y los obligaban aavanzar hacia las colinas donde los cazadores se hallaban ocultos. Shasa parpadepara aclararse la visin; poda distinguir a cada animal por separado.

    Los antlopes eran livianos como el humo, ondulaban como la sombra de unanube sobre la planicie. Trotaban con elegancia, graciosos, indescriptiblementeencantadores, con la cabeza en alto los cuernos formando perfectas liras.

    Al no contar con visin estereoscpica, Shasa tena dificultad para apreciarlas distancias, pero haba desarrollado la capacidad de definir el tamao relativo;a eso, agregaba una especie de sexto sentido, que le permita pilotar un avin,golpear una pelota de polo o disparar con la precisin de cualquier persona devista normal.

    El ms prximo de los antlopes estaba casi a tiro. De pronto, se oy undisparo en la lnea de cazadores, algo ms adelante, y los rebaos estallaron enuna silenciosa huida. Cada una de esas diminutas criaturas rebotaba sobre suspatas, no ms gruesas que el pulgar de un hombre, como si ya no obedecieran ala ley de gravedad; sus etreos brincos se confundan contra el fondo de tierrareseca, del mismo color; formaban una especie de espej ismo, con lacaracterstica y espectacular acrobacia que les da su nombre. En cada lomo, unacapa espumosa surgi, como escarcha de miedo.

    Es ms difcil que tratar de derribar a un urogallo; resultaba imposiblemantener a aquellas siluetas etreas en la mira. Haba que apuntar al espaciovaco en donde estaran una milsima de segundo despus, cuando la balasupersnica los alcanzara.

    Para algunos hombres, la puntera es una habilidad que se adquiere con

  • mucha prctica y concentracin. El caso de Shasa, era un talento innato. Cuandogiraba el torso, el largo can apuntaba exactamente hacia donde estaba mirandoy la mira telescpica corra con suavidad en el centro de su campo visual. Sepos en el cuerpo gil de un antlope muy veloz, en el momento que brincaba enel aire. Shasa no tuvo conciencia de haber apretado el gatillo; el arma parecidispararse por cuenta propia y el retroceso le clav la culata en el hombro en elmomento justo.

    El macho muri en el acto, volteado por la bala de modo tal que su nveovientre qued al sol, en un salto mortal provocado por el mpetu de la pequeacpsula metlica que atraves su corazn. Rod sobre los cuernos al tocar tierray qued inmvil.

    Shasa movi el cerrojo y eligi a otra bestezuela. El rifle volvi a disparar yel hedor spero de la plvora quemada le cosquille la nariz. Sigui disparandohasta que el can, de tan caliente, estuvo a punto de sacarle ampollas, hasta quelos tmpanos le dolieron por el estruendo de los tiros.

    Por fin, el ltimo de los rebaos pas, trepando las colinas. El ruido de losdisparos se apag. Shasa descarg el arma y mir a Manfred De La Rey.

    Ocho dijo Manfred, y dos heridos.Sorprenda el modo en que esos animalitos podan soportar una bala mal

    dirigida. Era impreciso seguirlos, pues resultaba inconcebible dejar que unanimal herido sufriera sin necesidad.

    Es un buen nmero reconoci Shasa. Puede darse por muy satisfechode su puntera.

    Y, usted, cuntos?Doce respondi Shasa, inexpresivo.Cuntos heridos? inquiri Manfred, disimulando bastante bien su

    despecho.Por fin, Shasa se permiti sonrer.Oh, yo no dejo heridos; hago blanco donde apunto.Bastaba con eso. No tena por qu frotar la herida con sal.Dej a su compaero para acercarse al animal ms prximo. El springbok

    y aca de costado; en la muerte, el hondo pliegue del pellejo, a lo largo del lomo,se haba abierto, dejando que se viera la nvea pluma. Shasa se hinc sobre unarodilla para acariciar el bello adorno. Las glndulas ocultas en el repliegue habanexudado un almizcle rojo parduzco, que Shasa frot con la y ema de los dedos.Acerc la mano a la cara para inhalar ese aroma melifluo. Ola ms a flores quea animal. Entonces, la melancola del cazador le atac y lament la muerte de labella bestia que haba derribado.

    Gracias por morir para m susurr, repitiendo la antigua plegaria de losbosquimanos que Centaine le haba enseado tanto tiempo antes. Sin embargo, latristeza era placer. Muy en el fondo, la atvica urgencia del cazador estaba, por el

  • momento, satisfecha.En el frescor de la noche, los hombres se reunieron alrededor de los fosos

    llenos de brasas refulgentes, frente a la casa. El Braaivleis, o carne a la brasa, erael rito que segua a la cacera; los hombres se encargaban de asar, mientras lasmujeres quedan relegadas a la preparacin de ensaladas y budines, en las mesasde caballete instaladas en la galera. Las piezas de caza haban sido marinadas,adobadas o convertidas en embutidos; los riones y tripas, sometidos a recetasmantenidas en riguroso secreto, estaban tendidos en las parrillas, donde losentusiastas cocineros escapaban al calor del fuego con liberales tragos demampoer, fuerte bebida destilada de duraznos.

    Una orquesta improvisada por los peones de color interpretaba airescampestres tradicionales con banjo y concertina. Algunos invitados bailaban enla ancha galera frontal. Entre las mujeres ms jvenes, haba algunas muyinteresantes, a las que Shasa observaba, pensativo. Las vea bronceadas, radiantesde salud, dotadas de una sensualidad sin sofisticacin, ms atractiva por lo severode la crianza calvinista. El hecho de que fueran intocables, casi con seguridadvrgenes, las haca ms deseables a los gustos de Shasa, a quien le gustaba tanto lapersecucin como la caza.

    Sin embargo, era demasiado lo que se jugaba como para arriesgarse aprovocar la ms leve ofensa. As como evitaba las miradas, tmidas, perocalculadoras, que ciertas muchachas arrojaban en su direccin, rehuaescrupulosamente ese salvaje licor de duraznos y mantena su copa llena deginger ale. Sin duda, necesitara tener el cerebro bien despejado antes de que lanoche acabara.

    Una vez calmado el apetito por fuentes humeantes de antlope asado, cuandolos encantados sirvientes se hubieron llevado las sobras, Shasa se encontrsentado en un extremo de la larga galera, lejos de la banda. Frente a s, tena aManfred De La Rey ; los otros dos ministros del Gobierno se despatarraron,satisfechos, en los sillones de los lados. A pesar de esa actitud despreocupada, loobservaban cautelosamente por el rabillo del ojo.

    Aqu viene la cuestin principal , adivin Shasa. Casi de inmediato,Manfred cambi de posicin.

    Estaba diciendo a Meneer Courtney que, en muchos aspectos, nuestrosPartidos se parecen bastante comenz, en voz baja. Sus colegas asintieron consabia expresin.

    Todos queremos proteger a esta tierra y preservar en ella lo que es digno ybueno.

    Dios nos ha elegido como guardianes. Nuestro deber es proteger a todos suspueblos y asegurarnos de que cada grupo conserve intacta su identidad y sucultura, separado de los otros.

    Era la propuesta bsica del partido: la idea de una seleccin divina, y Shasa la

  • haba odo cien veces. Por lo tanto, aunque hizo un gesto de asentimiento y emitialgunos murmullos nada comprometidos, comenz a inquietarse.

    An queda mucho por hacer dijo Manfred. Despus de las prximaselecciones tendremos que encarar grandes esfuerzos; somos los albailes queconstruirn un edificio social destinado a mantenerse en pie durante mil aos.Una sociedad modelo, en dnde cada grupo tendr su sitio y no ocupar el sitiode los dems: una pirmide ancha y estable, que formar una sociedad nica.

    Todos guardaron silencio por un rato, imaginando la belleza de la visin.Aunque Shasa mantena una expresin neutral, sonri para sus adentros ante loapto de la metfora. Nadie dudaba de cul era el grupo escogido para ocupar elvrtice de la pirmide en cuestin.

    Sin embargo, hay enemigos dijo el ministro de Agricultura, dando pie aManfred.

    Hay enemigos, dentro y fuera. Se tornarn ms peligrosos y vociferantes amedida que la obra avance. Cuanto ms nos acerquemos al xito, ms vidosestarn de evitar que lo alcancemos.

    Y ya se estn reuniendo.S concord Manfred. Nos amenazan hasta viejos y tradicionales

    amigos. Estados Unidos, que no debera equivocarse as, pues padece sus propiosproblemas raciales: las aspiraciones antinaturales de los n