Libro proporcionado por el equipo - Leer Libros Onlinedescargar.lelibros.org/Nicholas Sparks/El...

download Libro proporcionado por el equipo - Leer Libros Onlinedescargar.lelibros.org/Nicholas Sparks/El rescate (347)/El rescate... · Libro proporcionado por el ... El bombero voluntario

If you can't read please download the document

Transcript of Libro proporcionado por el equipo - Leer Libros Onlinedescargar.lelibros.org/Nicholas Sparks/El...

  • Libro proporcionado por el equipoLe Libros

    Visite nuestro sitio y descarga esto y otros miles de libros

    http://LeLibros.org/

    Descargar Libros Gratis, Libros PDF, Libros Online

    http://LeLibros.org/http://LeLibros.org/http://LeLibros.org/

  • El bombero voluntario Taylor McAden se siente empujado a asumir grandesriesgos para salvar vidas, no importa si se trata de fuegos incontrolados oaccidentes mortales. Sin embargo, hay algo a lo que Taylor s tiene miedo:enamorarse. Durante toda su vida adulta, Taylor siempre ha buscadomujeres que necesitan ser rescatadas y a las que l abandona cuando lacrisis ha pasado y la relacin que con ellas empieza a ponerse seria.Cuando una tormenta feroz llega al pueblo donde vive Taylor, Denise Holtontiene un accidente cuando su coche derrapa y se sale de la carretera. Lajoven viajaba con su hijo de cuatro aos, un nio con dificultades deaprendizaje severas y por el que ella lo ha sacrificado todo. Taylor laencuentra inconsciente y sangrando, pero no as a Kyle. Cuando Denisedespierta, la terrorfica realidad se hace patente: Kyle ha desaparecido. Labsqueda del nio hace que Taylor y Denise se acaben por conocer yestablecer un vnculo muy fuerte.Taylor se ver arrastrado a la posibilidad de ser l el rescatado en estaocasin: rescatado de una vida sin amor

  • Nicholas SparksEl rescate

  • Dedico este libro a Pat y a Billy Mills.Gracias por hacer que mi vida sea mejor.

    Con todo mi amor.

  • Prlogo

    Aquella borrasca sera recordada como una de las ms violentas en la historia deCarolina del Norte. Corra el ao 1999, por lo que los ms agoreros laconsideraron un mal presagio, la primera seal del fin de los tiempos. Otros selimitaron a encogerse de hombros y a comentar que saban que tarde o tempranotena que suceder.

    En total, nueve tornados documentados tocaron tierra aquella noche en lazona ms oriental del estado, destrozando a su paso casi una treintena de casas. Eltendido telefnico qued arrasado, los transformadores ardieron sin que nadiepudiera hacer nada, miles de rboles fueron derribados y los tres ros mscaudalosos se desbordaron. Aquel golpe de la Madre Naturaleza cambi la vidade mucha gente.

    El desastre se desencaden en un abrir y cerrar de ojos. Un minuto antes, elcielo estaba encapotado, pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, al minutosiguiente, aquel cielo gris de principios de verano se abri: cayeron relmpagos,soplaron vientos huracanados. Una tupida cortina de lluvia lo cubri todo. Unfrente llegado del noroeste cruz el estado a ms de sesenta kilmetros por hora.De repente, las emisoras de radio empezaron a bombardear con mensajes deemergencia, informando acerca de la violencia de la borrasca.

    Los que pudieron buscaron cobijo en algn edificio, pero los que transitabanpor las carreteras no tuvieron la misma suerte. Denise Holton era una de laspersonas que circulaba por la autopista en aquellos precisos momentos, por lo quese vio atrapada en medio del temporal, completamente indefensa.

    La lluvia arremeta con tanta fuerza que oblig a los conductores a aminorarla velocidad a unos diez kilmetros por hora. Denise agarr el volante hasta quese le quedaron los nudillos blancos, con todos los sentidos en alerta. En algunosmomentos, no vea ni la carretera a travs del parabrisas, pero saba que si separaba poda provocar un accidente, pues probablemente los conductores queiban detrs de ella no la veran a tiempo para frenar. Se pas el cinturn deseguridad por encima de la cabeza para poder inclinarse ms sobre el volante, sinapartar la vista de las lneas de la autopista, que eran prcticamente invisibles.

    Durante un buen tramo condujo guindose solo por el instinto. No vea nadade nada. La lluvia caa sobre el parabrisas como una monstruosa ola ocenica,oscureciendo prcticamente toda la visin. Los faros del vehculo resultabanintiles. Denise quera parar, pero dnde? Dnde era seguro detenerse? En elarcn? Los vehculos invadan toda la autopista. Nadie poda ver nada en talescondiciones.

    Denise tom la decisin de seguir conduciendo, ya que, en cierto modo, le

  • pareci la opcin ms segura. Sus ojos se desplazaban de la carretera a las lucestraseras del vehculo que tena delante, para luego fijarlos en el espejo retrovisor.Solo rezaba para que el resto de los conductores actuaran como ella, con lamisma prudencia, intentando evitar la colisin a toda costa.

    Entonces, con la misma celeridad con la que haba arrancado, la borrascaperdi fuerza y la carretera volvi a hacerse visible a travs del parabrisas.Denise suspir, aliviada. Al parecer, el resto de los conductores tuvo la mismaimpresin, ya que, a pesar del pavimento resbaladizo, los vehculos volvieron aacelerar, compitiendo por adelantarse.

    Denise tambin pis el acelerador, para seguir el ritmo de los dems. Al cabode diez minutos, la lluvia segua cayendo, aunque de un modo ms dbil. Ech unvistazo al indicador del nivel de combustible y sinti una creciente angustia en elpecho. No le quedaba suficiente gasolina para llegar a casa.

    Los minutos pasaban.El trfico fluido la mantena alerta. La luna nueva iluminaba tenuemente el

    cielo. Denise volvi a echar un vistazo al indicador del nivel de combustible. Laaguja rozaba casi el extremo inferior de la franja de color rojo. A pesar de quequera alejarse de la tormenta tanto como fuera posible, aminor la velocidadpara alargar la poca gasolina que le quedaba, rezando para no quedarse tirada enla cuneta.

    Los conductores empezaron a adelantarla de nuevo. El limpiaparabrisas nodaba tregua al agua que caa sobre el cristal. Denise se arriesg a seguirconduciendo.

    Al cabo de diez tensos minutos, suspir, aliviada. Vio un cartel que indicabaque haba una gasolinera a menos de dos kilmetros de distancia. Puso elintermitente, se coloc en el carril de deceleracin y abandon la autopista. Sedetuvo a repostar junto al primer surtidor que encontr libre.

    Lo haba conseguido, aunque saba que la tormenta se desplazabaprecisamente hacia aquella direccin y que alcanzara la zona al cabo de unosquince minutos, o incluso antes. Tena tiempo, aunque no mucho.

    Llen el depsito y luego, atropelladamente, sac a Ky le de la silla infantil. Elcro se agarr a su mano cuando entraron a pagar. Denise haba insistido en queno le soltara la mano, por el gran nmero de vehculos que haba en la estacinde servicio. Ya en la tienda, observ que all haba muchsima gente. Era como sitodos los conductores de la autopista hubieran tenido la misma idea: repostarantes de que la borrasca los volviera a alcanzar.

    Denise tom una lata de Coca-Cola light, la tercera del da, y enfil hacia lasneveras situadas al fondo de la tienda, en busca de leche con sabor a fresa paraKy le. Se estaba haciendo tarde, y a l le encantaba tomar leche antes de dormir.Con un poco de suerte, si poda mantener la distancia respecto a la tormenta, elcro dormira durante casi todo el trayecto de vuelta a casa.

  • Denise se coloc en la cola para pagar. Delante de ella haba cuatro personas,todas con el semblante impaciente y cansado, como si no alcanzaran a entendercmo era posible que la gasolinera estuviera tan concurrida a aquellas horas.Pareca como si se hubieran olvidado de la tormenta, aunque, a juzgar por susmiradas, Denise saba que no era as. Todo el mundo estaba tenso. Susexpresiones clamaban en silencio: Vamos, vamos, tenemos que salir de aqucuanto antes! .

    Denise suspir. Poda notar la tensin en la nuca mientras realizaba suavesmovimientos rotatorios con los hombros, para relajarse. Entorn los ojos, se losfrot y volvi a abrirlos. En uno de los pasillos que tena a su espalda, una madrediscuta con su hijo pequeo. Denise ech un vistazo por encima del hombro. Elnio deba de tener la misma edad que Ky le (cuatro aos y medio, ms omenos). Su madre pareca tan tensa como Denise. Agarraba al cro connerviosismo por el brazo, mientras el pequeo no paraba de patalear.

    Quiero magdalenas! refunfuaba.Su madre se mantuvo firme.He dicho que no! Ya has comido bastantes porqueras hoy !Pero t s que te has comprado algo!Denise volvi a mirar hacia delante. La fila no haba avanzado ni un paso.

    Por qu tardaban tanto? Alarg el cuello para ver mejor. La cajera parecaaturdida con tanto traj n y, por lo visto, todos los clientes queran pagar contarjeta.

    Otro minuto. Quedaban tres personas delante de ella. La madre y el nioenfurruado se colocaron en la fila justo detrs de ella. Seguan enzarzados en ladisputa.

    Denise apoy la mano en el hombro de Ky le. El pequeo tomaba sorbitos deleche con una paj ita y permaneca en silencio. Casi era inevitable escuchar ladiscusin a su espalda.

    Va, mam!Como sigas as, lo nico que conseguirs ser llevarte una buena bofetada!

    No estoy de humor para tonteras!Pero es que tengo hambre!Pues haberte comido el perrito caliente!No quera un perrito caliente!Aquella lucha sin cuartel entre madre e hijo no pareca tener fin. Entonces

    lleg el turno de Denise. Abri el monedero y pag en efectivo. Siempre llevabaencima una tarjeta de crdito, por si surga alguna emergencia, pero la usabamuy pocas veces, por no decir nunca.

    Con la mirada fija en los nmeros digitales de la caja registradora, busc eldinero en el monedero. A su espalda, la madre segua discutiendo con su hijo. Lacajera le entreg el cambio, que Denise se guard. Acto seguido, dio media

  • vuelta para enfilar hacia la puerta. Consciente de lo estresante que estaba siendoaquella noche para todo el mundo, sonri amablemente a la madre que estabajusto detrs de ella, como queriendo decir: A veces los nios pueden dar muchaguerra, verdad? .

    Como respuesta, la mujer esboz una mueca de fastidio.Qu suerte tiene! solt la seora.Denise la mir con curiosidad.Cmo dice?He dicho que qu suerte tiene repiti, abrumada, al tiempo que sealaba

    a su hijo. Este pesado no se calla nunca!Denise clav la vista en el suelo, asinti con los labios prietos, se apart y

    abandon la tienda. A pesar del estrs por la tormenta, a pesar del largo daconduciendo y de las horas que haba pasado en el centro mdico, solo podapensar en Ky le. De repente, mientras se diriga hacia el coche le entraron unasincontrolables ganas de llorar.

    Se equivoca musit para s con tristeza. Usted es la que tiene suerte.

  • 1

    Por qu? Por qu, de todos los nios, le haba tenido que pasar a Ky le?Ya en el coche, despus de repostar gasolina, Denise volvi a incorporarse a

    la autopista, con la idea de alejarse de la tormenta tanto como fuera posible.Durante los siguientes veinte minutos, la lluvia cay de forma constante, peronada fuera de lo comn. El limpiaparabrisas apartaba el agua hacia los ladosmientras ella segua conduciendo hacia Edenton, el pueblo donde viva, enCarolina del Norte. Llevaba la lata de Coca-Cola light encajada entre el freno demano y el asiento del conductor. Pese a que saba que no le convena, apur laltima gota e inmediatamente dese haber comprado otra. Esperaba que lacafena extra la mantuviera alerta y centrada en la conduccin, en lugar de enKy le. Pero la atencin que le prestaba a su hijo la absorba por completo.

    Ky le. Qu poda decir de l? Lo haba llevado en su vientre. A las docesemanas, haba odo los latidos de su corazn. Durante los ltimos cinco mesesdel embarazo, haba notado cmo se mova dentro de ella. Al nacer, todava en lasala de parto, Denise lo contempl y pens que no haba nada ms bello en elmundo. Aquel sentimiento no haba cambiado, aunque no se considerara, paranada, una madre perfecta. Simplemente lo haca lo mejor que poda. Aceptabalo bueno y lo malo. Buscaba alegras en las pequeas cosas, aunque, a veces,resultaba complicado.

    Durante los ltimos cuatro aos haba hecho todo lo posible por tenerpaciencia con l, pero no siempre resultaba fcil. Una vez, mientras Ky le eratodava un beb, Denise le puso la mano en la boca unos instantes para que secallara. El cro llevaba ms de cinco horas berreando despus de pasar toda lanoche en vela, aunque seguro que muchos de los padres del vecindario noconsideraban que aquello fuera una ofensa imperdonable.

    En los momentos de tensin, Denise intentaba mantener sus emociones araya. Cuando notaba que su frustracin iba en aumento, contaba despacio hastadiez antes de hacer nada. Si eso tampoco funcionaba, sala de la habitacin paracalmarse. Normalmente funcionaba, pero saba que era algo positivo y negativoal mismo tiempo. Saba que deba de ser muy paciente para ayudar a su hijo,pero a veces su comportamiento le haca dudar de sus virtudes como madre.

    Ky le naci justo el da que se cumplan cuatro aos del fallecimiento de lamadre de Denise a causa de un aneurisma cerebral. Ella no se consideraba unapersona supersticiosa, pero no poda evitar interpretarlo como algo ms que unasimple coincidencia. Estaba segura de que Ky le era un regalo de Dios. Saba quehaba llegado para reemplazar a su familia. Aparte de l, no tena a nadie en elmundo. Su padre haba muerto cuando Denise tena apenas cuatro aos. Adems,

  • era hija nica, y sus abuelos, tanto los maternos como los paternos, tambinhaban fallecido.

    Inmediatamente, Ky le se convirti en el centro de su vida, de su amor. Peroel destino es impredecible. Por lo visto, no bastaba con toda su pasin de madre.Desde haca cuatro aos, Denise llevaba una vida que jams habra imaginado,totalmente volcada en su hijo; una vida basada en el progreso diario de Ky le, queella anotaba con toda suerte de detalles en un pequeo cuaderno.

    Ky le, por supuesto, no se quejaba de los ejercicios que realizaban a diario. Adiferencia de otros nios, l nunca se quejaba de nada. Denise ech un vistazo alespejo retrovisor.

    En qu piensas, cielo?Con la cabeza ladeada, Ky le contemplaba la lluvia que el viento estrellaba

    contra las ventanas. Su mantita descansaba sobre su regazo. No haba dicho nadadesde que haba vuelto a subir al coche. Al or la voz, el pequeo desvi la vistahacia delante.

    Ella esper su respuesta, una respuesta que no lleg.Denise Holton viva en una casa que antao haba pertenecido a sus abuelos.

    Cuando ellos fallecieron, su madre la hered, y despus pas a manos de lapropia Denise. No era gran cosa; una casita destartalada construida en los aosveinte sobre un terreno de una hectrea. Las dos habitaciones y el comedor noestaban mal, pero la cocina requera urgentemente electrodomsticos nuevos, yel cuarto de bao no dispona de plato de ducha. Tanto el porche delantero comoel trasero estaban combados. De no haber sido por el ventilador porttil, seguroque se habran muerto de calor. No obstante, no se poda quejar, pues as podavivir sin pagar alquiler. Durante los tres ltimos meses, aquella casita haba sidosu hogar.

    Quedarse en Atlanta, su ciudad natal, habra sido imposible. Cuando Ky lenaci, Denise us el dinero que su madre le haba dejado para solicitar una bajatemporal y quedarse en casa con l. Por entonces, ella pensaba que se trataba deuna medida provisional; su intencin era volver a dar clases cuando Ky le fueraun poco mayor. Saba que, tarde o temprano, el dinero se acabara y que tendraque trabajar para vivir. Adems, le encantaba dar clases. Tras su primerasemana lejos de la escuela, ya echaba de menos a sus alumnos y a suscompaeros de trabajo.

    En ese momento, ya haban transcurrido unos aos y segua en casa conKy le. Sus das de maestra no eran ms que un vago recuerdo, algo ms parecidoa un sueo que a la realidad. Denise no recordaba ni una sola leccin ni tampocolos nombres de sus antiguos alumnos. De no haber estado segura de que no lohaba soado, poda haber jurado que jams haba sido maestra.

    La juventud ofrece la promesa de la felicidad, pero la vida te sirve enbandeja la realidad del dolor. Su padre, su madre, sus abuelos, todos haban

  • muerto antes de que Denise cumpliera veintin aos. A esa edad, y a habaasistido a cinco funerales; sin embargo, todava no tena la edad legal para entraren un bar y ahogar sus penas en alcohol. Haba sufrido ms de lo que lecorrespondera por su edad, pero, por lo visto, Dios todava no estaba satisfecho.Al igual que las penalidades de Job, las suyas no parecan tocar a su fin.

    Estilo de vida de la clase media? Se acab! Sus amistades de la infancia?Deba dejarlas atrs. Un trabajo que la llenara? Eso era pedir demasiado.

    Ah estaba Ky le, el dulce y maravilloso nio por el que Denise haca todosesos sacrificios, y que en muchos sentidos todava era un misterio para ella.

    En vez de dar clases, trabajaba en el turno de noche en un restaurantellamado Eights, un local muy concurrido a las afueras de Edenton. El propietario,Ray Toler, era un hombre negro de unos sesenta y tantos aos que llevaba msde treinta regentando el local. l y su esposa haban criado a seis hijos, y todosellos haban ido a la universidad. En la pared del fondo se podan admirar unascopias colgadas de sus diplomas, y todos los clientes que pasaban por all habanodo hablar de ellos, y a que Ray los mencionaba a menudo. Tambin le gustabahablar de Denise. Le gustaba resaltar que ella haba sido la nica que le habapresentado un currculo cuando la entrevist para el puesto de trabajo.

    Ray entenda qu significaba ser pobre. Era un hombre bondadoso, quecomprenda lo difcil que resultaba la vida para las madres solteras.

    En la parte trasera del local, hay un cuartito le dijo cuando la contrat.Puedes traer a tu hijo contigo, siempre y cuando no estorbe.

    A Denise se le llenaron los ojos de lgrimas cuando l le ense la pequeahabitacin. Haba dos camas y una lamparita; un lugar donde Ky le estaraseguro. A la noche siguiente, unos minutos antes de que empezara su turno detrabajo, Denise meti a Ky le en la cama de la pequea habitacin; unas horasms tarde, lo sent en el coche y lo llev de vuelta a casa. Desde entonces, nohaba alterado aquella rutina.

    Denise realizaba turnos de cinco horas cuatro noches a la semana. Era untrabajo que apenas le daba para ir tirando. Dos aos antes haba cambiado suHonda por un viejo pero robusto Datsun, y se haba embolsado la diferencia deprecio. Pero ya haca tiempo que se haba gastado ese dinero junto con todo loque le haba dejado su madre. Se haba convertido en una experta ahorradora; ala hora de recortar gastos, no haba quin la ganara. Llevaba un ao y medio sincomprarse ropa nueva; aunque el mobiliario era decente, no eran ms que restosde otras vidas. No estaba suscrita a ninguna revista, no tena televisin por cable,su equipo de msica era un viejo estreo de sus aos universitarios. La ltimapelcula que haba visto en el cine haba sido La lista de Schindler. Apenasrealizaba llamadas telefnicas de larga distancia para hablar con sus amigas. Enel banco solo le quedaban doscientos treinta y ocho dlares. Su coche, dediecinueve aos, tena suficientes kilmetros como para haber dado la vuelta al

  • mundo cinco veces.Sin embargo, nada de eso era relevante. Solo importaba Ky le.Y, pese a ello, el pequeo no le haba dicho que la quera ni una sola vez.

    Las noches en las que no trabajaba en el restaurante, se sentaba en la mecedoradel porche trasero, con un libro en el regazo. Le gustaba leer al aire libre, con elcanto de los grillos como rumor de fondo, relajante en su monotona. Su casaestaba rodeada por un dosel de robles, cipreses y vetustos nogales revestidos deuna capa de musgo. A veces, cuando la luz tamizada de la luna se filtraba sesgadaentre los rboles, proy ectaba sombras en forma de animales exticos sobre elcamino de tierra.

    En Atlanta sola leer por placer. Sus gustos abarcaban desde Steinbeck yHemingway hasta Grisham y King. Aunque esos libros estaban disponibles en labiblioteca de la localidad, nunca los sacaba en prstamo. En vez de eso, usaba losordenadores que haba cerca de la sala de lectura, que ofrecan libre acceso aInternet. Realizaba bsquedas de los estudios clnicos patrocinados por lasprincipales universidades, e imprima los documentos cuando encontraba algunainformacin relevante. Eran tantos los artculos impresos recopilados que elmontn meda casi ocho centmetros de grosor.

    Asimismo, en el suelo junto a su silla, descansaba un buen nmero demanuales de psicologa. Eran libros caros, que causaban verdaderos estragos ensu parco presupuesto. Sin embargo, nunca perda la esperanza. Despus derealizar el pedido, aguardaba su entrega con ansiedad. Le gustaba creer que enaquella nueva entrega encontrara alguna informacin que le sirviera.

    Cuando los reciba, se sentaba durante horas a estudiar el contenido. A la luzde la lmpara situada a su espalda, los examinaba, aunque normalmente no leaportaban nada nuevo. Sin embargo, se lo tomaba con calma. Algunas vecestomaba notas; en otras, simplemente doblaba la pgina y marcaba lainformacin. Pasaba una hora, quiz dos, antes de que cerrara el libro y diera porconcluida la sesin de lectura de aquella noche. Se pona de pie y realizabaestiramientos para desentumecer los msculos. Tras llevar los libros hasta lapequea mesa del comedor, echaba un vistazo a Ky le y, acto seguido, volva asalir al porche.

    El camino sin asfaltar conflua en un sendero que se adentraba en la arboleday acababa justo delante de la valla rota que delimitaba la parcela. Ella y Ky le sepaseaban por all durante el da. De noche, Denise recorra el sendero sola,rodeada de un sinfn de sonidos extraos: el ulular de un bho sobre su cabeza, elcruj ido de una rama cercana, otro cruj ido entre unos matorrales msapartados La brisa marina meca las hojas provocando un susurro similar aldel ocano; la luna asomaba y se ocultaba, pero el sendero era recto. Lo conoca

  • como la palma de su mano. Despus de la valla, el bosque se cerraba a sualrededor.

    Ms sonidos, menos luz, pero ella segua alejndose de la casa hasta que laoscuridad se tornaba casi sofocante. Empezaba a or el rumor del agua; el roChowan estaba cerca. Otra arboleda, un giro a la derecha, y en un tris el mundopareca abrirse como una flor ante sus ojos. El ro, ancho y con su lento discurrir,era ya visible. Poderoso, eterno, tan negro como el tiempo.

    Denise cruzaba los brazos y lo contemplaba. Se dejaba envolver de su fuerzay permita que aquella poderosa calma la invadiera por completo. Permanecaas unos minutos, no muchos, y a que Ky le estaba solo.

    Entonces suspiraba y daba media vuelta, consciente de que deba regresar acasa.

  • 2

    En el coche, con la tormenta pisndole los talones, Denise pens en la revisinmdica a la que haban acudido haca apenas unas horas. El especialista habaledo los resultados del informe sobre Ky le.

    El paciente es un nio varn que en el momento de la revisin tiene cuatroaos y ocho meses Ky le es un nio sano que no presenta ninguna deficienciafsica visible en la cabeza ni en el rea facial No existe constancia de traumacerebral La madre ha descrito el embarazo como normal

    El doctor continu leyendo unos minutos ms, destacando los resultadosespecficos de varias pruebas, hasta que por ltimo lleg a las conclusiones.

    Aunque su cociente intelectual est dentro de los lmites normales para suedad, Ky le presenta un grave trastorno del lenguaje receptivo-expresivo,probablemente se trate de un desorden del procesamiento auditivo central(DPAC), si bien no se ha podido determinar la causa Su capacidad lingsticageneral equivale a la de un nio de dos aos Se desconoce su capacidad dedesarrollo del lenguaje

    Bsicamente, Ky le est al mismo nivel que un beb , concluy Denisepara s, sin poder evitarlo.

    Cuando termin, el mdico dej el informe a un lado y mir a Denise enactitud comprensiva.

    En otras palabras dijo, hablando despacio como si ella no hubieracomprendido lo que l acababa de leer, Ky le tiene problemas con el lenguaje.Por algn motivo (no estamos seguros de por qu), aunque su cociente intelectuales normal, Ky le no ha desarrollado la capacidad de comunicacin verbal que lecorrespondera por edad. Tampoco es capaz de comprender lo que le dicen.

    Lo s.Su respuesta pill al mdico desprevenido. A Denise le pareci que esperaba

    que ella le contradijera, que alegara una excusa o que lo acribillara con unapredecible retahla de preguntas. Al darse cuenta de que ella no iba a aadir nadams, l carraspe para aclarar la garganta antes de proseguir:

    Segn esta nota, su hijo ya ha sido visitado por otros especialistas.Denise asinti.As es.l repas las hojas.Sin embargo, en su historial no veo los informes previos.No los he entregado.El mdico la mir sorprendido.Por qu?

  • Denise agarr el bolso y lo dej sobre su regazo, en actitud pensativa, hastaque al final dijo:

    Puedo hablarle con absoluta franqueza?l la escrut unos momentos antes de arrellanarse en la silla.Por favor.Denise mir a Ky le de soslayo antes de volver a mirar al mdico.A lo largo de los dos ltimos aos, Ky le ha sido diagnosticado

    errneamente una y otra vez. He odo de todo, desde que era sordo a que eraautista, que sufra un trastorno generalizado del desarrollo, e incluso que era unnio con TDA. Despus se ha comprobado que ninguno de esos diagnsticos eracorrecto. Sabe lo difcil que es para una madre or tales cosas de su hijo,creerlas durante meses, aprender toda la informacin pertinente, y entonces,cuando finalmente y a lo has aceptado, que te digan que se han equivocado en eldiagnstico?

    El mdico no contest. Denise lo mir fijamente a los ojos y, sin bajar lavista, prosigui:

    S que Ky le tiene problemas con el lenguaje y, crame, lo he ledo todoacerca de los trastornos del procesamiento auditivo. Para serle sincera, esprobable que hay a ledo tanta informacin como usted, que es un especialista enla materia. Pese a ello, quiero saber la opinin de otro profesional sobre sushabilidades lingsticas para poder determinar qu tipo de ay uda especficanecesita mi hijo. En el mundo real, l no solo ha de hablar conmigo, sino con mspersonas.

    As que nada de lo que le he dicho es nuevo para usted?Denise sacudi la cabeza.No.Su hijo sigue algn programa en particular?Trabajo con l en casa.El mdico hizo una pausa.Acude a la consulta de un logopeda o de algn otro especialista, alguien

    con experiencia en el trato de nios como l?No. Ky le asisti a sesiones de terapia tres veces por semana durante algo

    ms de un ao, pero los resultados no eran satisfactorios, no progresaba. As pues,el pasado mes de octubre decid dejar de acudir al centro mdico. Ahora meencargo yo sola.

    Entiendo. Por la forma de decirlo, era obvio que no comparta sudecisin.

    Denise entrecerr los ojos.Quiero que comprenda que, aunque, segn de lo que se desprende de la

    revisin, Ky le tiene el nivel de un nio de dos aos, eso ya supone una mejorarespecto a cmo estaba antes. Antes de que me dedicara a l, Ky le jams haba

  • mostrado ni la ms leve seal de mejora.

    Tres horas ms tarde, mientras conduca por la autopista, Denise pens en BrettCosgrove, el padre de Ky le. Era la clase de hombre que llamaba la atencin,siempre le haban atrado esa clase de hombres: alto y delgado, con ojos oscurosy el cabello negro azabache. Lo haba visto en una fiesta, rodeado de gente; senotaba que estaba acostumbrado a ser el centro de atencin. Por aquel entonces,ella tena veintitrs aos, estaba soltera. Era su segundo ao de maestra. Lepregunt a su amiga Susan quin era: se enter de que Brett estaba en la ciudadsolo unas semanas, de paso, desarrollando un proy ecto para una empresarelacionada con la banca de inversin y cuy o nombre y a ni recordaba. No leimport que no fuera de all. Lo mir y l le correspondi con una sonrisa.Durante los siguientes cuarenta minutos no dejaron de lanzarse miraditas, hastaque al final l decidi acercarse a saludarla.

    Quin puede explicar lo que sucedi a continuacin? Hormonas? Soledad?El estado de nimo a esas horas? La cuestin es que abandonaron la fiesta unpoco despus de las once, tomaron unas copas en el bar del hotel donde l sealojaba mientras se entretenan el uno al otro contndose ancdotas graciosas,flirtearon con vistas a lo que podra suceder despus y acabaron en la cama. Fuela primera y la ltima vez que lo vio. l regres a Nueva York y retom su vida,una vida que inclua una novia que haba olvidado mencionar, sospech Denisedesde el primer momento. Y tambin ella volvi a sus cosas.

    No le dio demasiada importancia a aquella aventura pasajera, pero, al cabode un mes, sentada en el suelo del cuarto de bao un martes por la maana, conel brazo alrededor de la taza del inodoro, la aventura cobr una nueva dimensin.Denise fue al mdico, quien le confirm lo que ya saba.

    Estaba embarazada.Llam a Brett por telfono y le dej un mensaje en el contestador automtico

    en el que le peda que la llamara. l respondi al cabo de tres das. La escuch,luego suspir con exasperacin y se ofreci a pagar el aborto. Denise, que eracatlica, le dijo que no pensaba abortar. Enfadado, l le dijo que cmo eraposible que eso hubiera pasado.

    Creo que la respuesta a esa pregunta es ms que obvia contest ella.l le pregunt si el beb era suyo. Ella cerr los ojos, procurando no perder la

    calma, intentando no dejarse arrastrar por aquella provocacin. S, era suy o. Denuevo, l se ofreci a pagar el aborto. De nuevo, ella dijo que no. Qu era lo queDenise esperaba de l? Ella le contest que no esperaba nada, solo haba pensadoque debera saberlo. l replic que se negaba en redondo a encargarse de lamanutencin del nio. Ella le dijo que no esperaba ningn compromiso por suparte, pero que necesitaba saber si quera implicarse en la vida del cro. Escuch

  • la respiracin agitada al otro extremo de la lnea. Al final l dijo que no, queestaba prometido con otra chica.

    Jams volvieron a hablar.

    A decir verdad, resultaba ms fcil defender a Ky le frente a un mdico que antes misma. Si era sincera, estaba ms preocupada de lo que dejaba entrever. Apesar de que haba mejorado, que hubiera alcanzado la habilidad lingstica de unnio de dos aos no era como para ponerse a tirar cohetes. Ky le iba a cumplircinco en octubre.

    Sin embargo, Denise se negaba a tirar la toalla. Nunca lo hara, aunqueocuparse por completo de l fuera la tarea ms ardua a la que jams se habaenfrentado. No solo tena que encargarse de lo habitual (preparar la comida,llevar a Ky le al parque, jugar con l en el comedor, ensearle nuevos lugares),sino que adems se ocupaba de hacer ejercicios de lenguaje con l cuatro horasal da, seis das a la semana.

    El progreso de Ky le, aunque fuera innegable desde que haban empezado conlas prcticas, no poda considerarse lineal. Algunos das, deca todo lo que ella lepeda que dijera; pero a veces la cosa era bien distinta. Un da lograba asimilarconceptos nuevos con facilidad; y otros das pareca ir ms atrasado que nunca.La may ora de las ocasiones poda contestar a preguntas del tipo qu y dnde , pero las preguntas cmo y por qu todava resultabanincomprensibles para l. En cuanto a mantener una conversacin, lo que seentiende como intercambio de razonamiento verbal entre dos individuos, demomento no era ms que una hiptesis cientfica, ms all de la habilidad deKy le.

    El da anterior haban pasado la tarde en la orilla del ro Chowan. A Ky le legustaba ver las barcas que surcaban las aguas hacia la baha Bachelor, y laactividad brindaba un cambio a la rutina diaria. Normalmente, cuando hacanaquellos ejercicios juntos, Ky le permaneca sentado en una silla del comedor,inmovilizado con una correa. La silla le ayudaba a concentrarse.

    Denise eligi un bello paraje, flanqueado por abedules y con ms helechosque mosquitos. Estaban sentados en un lecho de trboles, ellos dos solos. Ky lecontemplaba el agua. En un cuaderno, Denise anotaba con todo detalle lainformacin ms reciente sobre su progreso.

    Ves alguna barca, cielo? pregunt ella sin levantar la vista.Ky le no contest. En vez de eso, alz una pequea avioneta, simulando que

    volaba. Tena un ojo entornado y el otro centrado en el juguete en su mano.Cario, ves alguna barca?l emiti un soniquete emulando el ronco rechinar de un motor. No le estaba

    prestando atencin.

  • Denise desvi la vista hacia el agua. Ninguna barca a la vista. Se inclin haciasu hijo y le toc la mano para reclamar su atencin.

    Ky le? Di: No veo ninguna barca .Ain.S, ya s que es un avin. Di: No veo ninguna barca .El pequeo alz un poco ms el juguete, con un ojo todava fijo en su

    objetivo. Tras unos segundos, dijo:Aioneta.S, tienes una avioneta.Aioneta.Denise suspir.S, una avioneta.Aioneta.Contempl su cara, tan perfecta, tan bonita, con un aspecto tan normal.

    Coloc el dedo ndice en su barbilla para que la mirara a los ojos.Aunque estemos aqu, hemos de practicar, de acuerdo? Debes repetir lo

    que digo o regresaremos a casa, a tu silla en el comedor. Y t no quieres eso,verdad que no?

    A Ky le no le gustaba su silla. Cuando lo sujetaba con la correa, ya no podamoverse. A ningn nio (tampoco a Ky le) le gustaba eso. Sin embargo, l siguijugando con la avioneta, movindola hacia delante y hacia atrs con absolutaconcentracin, mantenindola alineada con un horizonte imaginario.

    Denise volvi a intentarlo.Di: No veo ninguna barca .Nada.Ella sac un caramelo del bolsillo del abrigo.Al ver la golosina, Ky le intent agarrarla. Denise la mantuvo fuera de su

    alcance.Di: No veo ninguna barca .Era como si intentaras sacarle una muela, pero al final las palabras afloraron

    por su boca.No eo dinguda aca susurr Ky le.Denise se inclin y lo bes en la frente, luego le dio el caramelo.Muy bien, campen; lo has dicho muy bien, cielo.Ky le escuch los halagos mientras se meta el caramelo en la boca, y volvi

    a concentrarse en la avioneta.Denise anot en el cuaderno las palabras que el pequeo haba pronunciado y

    continu con la leccin. Alz la vista, pensativa, repasando mentalmente lasfrases que Ky le todava no haba pronunciado aquel da.

    Ky le, di: El cielo es azul .Aioneta respondi l tras un instante.

  • Denise segua conduciendo; estaban solo a veinte minutos de casa. En el asientotrasero, oy que Ky le se mova en la silla y ech un vistazo por el espejoretrovisor. Los sonidos en el interior del vehculo pronto se acallaron, y ellaprocur no hacer ruido hasta que estuvo segura de que el cro se haba vuelto aquedar dormido.

    Ky le.El anterior haba sido un da tpico en su vida con l. Un paso adelante, un

    paso atrs, dos pasos de lado Siempre batallando. Si bien haba mejoradorespecto a su estado anterior, su atraso era frustrante. Conseguira algn datener las mismas capacidades que un cro de su edad?

    Fuera, los nubarrones negros se extendan por todo el cielo y la lluvia caaininterrumpidamente. En la parte trasera, Ky le soaba, sus prpados aleteabanlevemente. Denise se pregunt qu estara soando. Se basaban sus sueos enalgn sonido, o eran como una pelcula muda, imgenes de cohetes y avionetassurcando el cielo en silencio? O acaso soaba usando las pocas palabras queconoca? No lo saba. A veces, cuando se sentaba a su lado en la cama mientrasl dorma plcidamente, le gustaba imaginar que en sus sueos el pequeo vivaen un mundo en el que todos le entendan, en el que el lenguaje era real (quiz nosu idioma materno, sino algo que para l tena sentido). Esperaba que soara quejugaba con otros nios, nios que respondan bien a l, nios que no se apartabancuando no hablaba. En sus sueos, ella poda ver que Ky le era feliz. Dios podaser como mnimo un poco clemente, no?

    En ese momento, conduciendo por la carretera silenciosa, Denise estaba sola.Con Ky le en el asiento trasero, se senta as: sola. Ella no haba elegido aquellavida; era la vida que le haba tocado en suerte. Habra podido ser peor, porsupuesto, y procuraba mantener esa perspectiva. Pero la mayor parte del tiempono resultaba fcil.

    Habra tenido Ky le los mismos problemas de haber estado su padre conellos? No lo saba a ciencia cierta, aunque la verdad era que tampoco querapensar en esa posibilidad.

    Una vez le formul la pregunta al mdico de Ky le, y l le contest que no losaba. Una respuesta sincera la que ella ya esperaba, pero, despus deaquella consulta, Denise pas una semana sin poder dormir. l mdico no habadescartado esa opcin, por la que esta arraig en su mente. De algn modo eraresponsable de todos los trastornos de Ky le? Y aquel pensamiento habadesembocado en ms preguntas: si no era por la falta de un padre, haba sidoalgn fallo que ella haba cometido durante el embarazo? Haba comido deforma indebida? No haba descansado bastante? Debera haber tomado msvitaminas? O menos? Le haba ledo suficientes cuentos cuando era un beb?

  • No le haba prestado la debida atencin cuando ms la necesitaba? Le dolaconsiderar las posibles respuestas a aquellas preguntas. Con un gran esfuerzo devoluntad las apart de la mente. Pero, a veces, a altas horas de la noche, laspreguntas volvan para torturarla; como una planta trepadora que se expande porel bosque, resultaba imposible mantenerlas a raya.

    La culpa era suy a?En momentos como aquellos, Denise recorra sigilosamente el pasillo hasta la

    habitacin de Ky le y lo contemplaba mientras descansaba. El pequeo dormacon una mantita blanca hecha un ovillo junto a la cabeza, agarrando con susmanitas pequeos juguetes. Lo contemplaba sin pestaear y senta en el pechouna extraa mezcla de tristeza y de alegra. En una ocasin, cuando todava vivaen Atlanta, alguien le pregunt si habra tenido a Ky le de haber sabido lo que elfuturo les deparaba.

    Por supuesto se apresur a contestar, tal y como se supona que tena quehacer.

    Y en el fondo saba que lo haba dicho sinceramente. A pesar de losproblemas de Ky le, ella vea al pequeo como una bendicin. La lista de los prosno solo era ms larga que la de los contras, sino tambin que aquellos eranmucho ms significativos.

    Pero a causa de los trastornos de Ky le, ella no solo le amaba, sino queadems senta una incontrolable necesidad de protegerle. Todos los das querasalir muchas veces en su defensa, excusarlo, hacer que los demscomprendieran que, aunque pareciera normal, haba algo que no funcionabacorrectamente en su cerebro. La may ora de las ocasiones, sin embargo, no lohaca. Al final dejaba que los dems sacaran sus propias conclusiones acerca desu hijo. Si no le comprendan, si no le daban una oportunidad, eso que se perdan,ya que, a pesar de todos sus problemas, Ky le era un nio maravilloso. No pegabani morda, ni chillaba ni molestaba a otros nios; nunca les quitaba los juguetes, ycomparta los suyos incluso cuando no le apeteca hacerlo. Era extremamentedulce, el nio ms dulce que haba conocido, y cuando sonrea era tan, tanencantador

    Ella le devolva la sonrisa y l segua sonriendo, y durante unos segundosDenise pensaba que todo iba bien. Le deca lo mucho que le quera, y la sonrisadel pequeo se ampliaba, pero, como no poda hablar correctamente, a vecesDenise tena la impresin de que ella era la nica que se daba cuenta de lomaravilloso que era. Ky le permaneca sentado solo en el parque y jugaba consus camiones mientras los otros nios le daban la espalda.

    Se preocupaba por l todo el tiempo. Todas las madres se preocupan por sushijos, pero ella saba que no era lo mismo. A veces deseaba conocer a alguienms con un nio como Ky le; alguien que la comprendiera, alguien con quienhablar, con quien poder comparar notas, que le ofreciera un hombro donde

  • apoy arse cuando sintiera ganas de llorar.Acaso otras madres, al despertar por las maanas, se preguntaban si su hijo

    tendra algn da un amigo? Uno solo? Algn da? Acaso otras madres sepreguntaban si su hijo ira a una escuela normal, practicara deportes o asistira albaile de graduacin? Acaso otras madres vean cmo sus hijos eran marginados,no solo por otros nios, sino tambin por otras madres? Acaso esa clase depreocupaciones acaparaban todos los minutos de todos los das, sin poder ver laluz al final del tnel?

    Sus pensamientos discurran por aquella senda tan familiar mientras conducael viejo Datsun por carreteras que y a le resultaban familiares. Estaba tan solo adiez minutos de casa. Despus de la siguiente curva, le quedaba cruzar el puentehacia Edenton y luego girar a la izquierda en Charity Road. Otro kilmetro ms yestara en casa.

    Segua lloviendo, y el asfalto estaba negro y resplandeciente. Los focosalumbraban a lo lejos, reflejando la lluvia como pequeos diamantes que caandel cielo nocturno. Conduca por una zona de marismas, una de las numerosasque en aquellas tierras bajas producan las aguas del estrecho de Albemarle.Haba pocos habitantes por aquellos parajes, y los que vivan all apenas sedejaban ver. No circulaba ningn otro vehculo por la carretera. De repente, altomar la curva a casi cien kilmetros por hora, lo vio en medio de la carretera, amenos de cuarenta metros.

    Un ciervo enorme, paralizado por los faros que lo haban alumbrado sinprevio aviso.

    El vehculo iba demasiado rpido para frenar de golpe, pero el instinto seimpuso y Denise pis el freno a fondo. Oy el chirrido de las ruedas, not cmoperdan su agarre en la superficie resbaladiza por la lluvia, sinti la inercia queempujaba el coche hacia delante. Sin embargo, el animal no se movi. Denisevio sus ojos, como un par de canicas amarillas que refulgan en medio de laoscuridad. Iba a atropellarlo. Se oy a s misma gritar mientras daba undesesperado golpe de volante. Las ruedas delanteras derraparon; tras un segundo,pareci que respondan a la maniobra. El automvil empez a patinar en diagonalpor la carretera, evitando al ciervo por apenas unos centmetros. De repente, elanimal sali de su estupor y corri como una flecha en busca de refugio, sinmirar atrs.

    Sin embargo, aquella maniobra haba sido demasiado para su coche. Denisenot que las ruedas se elevaban del suelo y el golpetazo cuando el coche tom denuevo contacto con el asfalto. Los viejos amortiguadores cruj ieron violentamentecon el impacto, como un muelle roto. Los cipreses en el arcn estaban a menosde diez metros.

    En un intento desesperado, volvi a dar otro giro de volante, pero el cochesali impelido hacia delante sin obedecer sus rdenes. Denise abri los ojos como

  • un par de naranjas al tiempo que contena la respiracin. Pareca como si todofuera a cmara lenta. De repente se dio cuenta del evidente desenlace, aunquesolo fue por una dcima de segundo.

    Al cabo de un instante, se estrell contra el rbol. Oy el cruj ido del metal alarrugarse como un acorden, y el cristal frontal se hizo aicos delante de ella. Nollevaba el torso sujeto por el cinturn de seguridad, por lo que su cabeza sepropuls hacia delante y choc contra el volante. Sinti un dolor agudo en lafrente

    Luego, todo se volvi de color negro.

  • 3

    Se encuentra bien, seorita?El mundo volvi a cobrar forma lentamente con el eco de una voz extraa,

    como si Denise nadara hacia la superficie en un estanque de aguas turbias. Nosenta dolor, pero en la lengua notaba el gusto salado y amargo de la sangre.Todava no era consciente de lo que haba sucedido. Desliz la manodistradamente por la frente mientras se esforzaba por abrir los ojos.

    No se mueva Llamar a una ambulanciaDenise apenas asimil las palabras; no significaban nada para ella. Todo

    estaba borroso, desenfocado, incluso los sonidos. Muy despacio, gir la cabezainstintivamente hacia la figura entre sombras que vea con el rabillo del ojo.

    Un hombre, pelo oscuro, impermeable amarillo, se alejabaLa ventana del conductor estaba hecha aicos. Denise estaba empapada por

    la lluvia que el viento empujaba sin clemencia. En medio de la oscuridad oy undesconcertante silbido y vio una nube de vapor que ascenda desde el radiador.Poco a poco fue recuperando la visin, empezando por las imgenes mscercanas. Tena trozos de cristal sobre el regazo, los pantalones Haba sangreen el volante, frente a ella

    Mucha sangreNada tena sentido. Su mente divagaba entre imgenes que no le resultaban

    familiares, una tras otraEntorn los ojos y sinti el dolor por primera vez Los abri despacio. Se

    oblig a concentrarse. El volante, el coche, ella estaba en el coche, laoscuridad era total

    Dios mo!De repente, lo record todo. La curva, el ciervo, cmo haba perdido el

    control. Se gir hacia atrs y entrecerr los ojos para poder ver a travs del hilode sangre que le nublaba la vista; se centr en el asiento trasero. Ky le no estabaen el coche. La silla infantil estaba vaca; la puerta trasera, abierta.

    Ky le?A travs de la ventana, Denise grit para llamar la atencin de la figura que la

    haba despertado, si es que no se la haba imaginado. No poda negar que talvez se tratara de una alucinacin.

    Pero l estaba all, y se dio la vuelta hacia Denise. Ella parpade Elhombre la mir. Sus labios dejaron escapar un frgil gemido.

    Ms tarde recordara que, al principio, no se asust, no de la forma en quedebera haberlo hecho. Saba que Ky le estaba bien; ni siquiera se le pas por lacabeza que no pudiera estarlo. Iba sujeto con el cinturn de seguridad de eso

  • estaba segura y el coche no haba sufrido ningn desperfecto en la partetrasera. La puerta estaba abierta. Incluso en su estado de confusin, Denise tenala seguridad de que esa persona fuera quien fuese haba sacado a Ky le delvehculo. El hombre se inclin hacia la ventana del conductor.

    Escuche, ser mejor que no hable. Ha recibido un buen golpe. Me llamoTay lor McAden, y pertenezco al cuerpo de bomberos. Tengo una radio en elcoche; voy a pedir ayuda.

    Ella lade la cabeza, intentando enfocar aquella figura con su visin borrosa.Se esforz por hablar lo ms claro posible.

    Mi hijo est bien?Denise saba la respuesta que iba a or, que debera or, pero, curiosamente,

    esta no lleg. En vez de eso, el extrao pareci necesitar cierto tiempo paraasimilar las palabras, como Ky le. Sus labios se fruncieron ligeramente, con unaleve tensin. Luego sacudi la cabeza.

    Yo acabo de llegar Su hijo?Fue entonces mientras miraba al extrao e imaginaba lo peor cuando

    Denise sinti el primer arrebato de pnico. Como atrapada por una gigantescaola, empez a notar que se hunda sin remedio, igual que le haba pasado cuandose enter de la muerte de su madre.

    Un relmpago ilumin el cielo, seguido casi de inmediato por un trueno. Lalluvia segua cayendo como una tupida cortina. El hombre se sec la frente conla palma de la mano.

    Mi hijo estaba en el coche! Dnde est?Las palabras afloraron claramente, con la suficiente fuerza como para

    sorprender al individuo junto a la ventana y despertar por completo las facultadesadormecidas de Denise.

    No lo s Bajo el fragor del aguacero, el bombero no comprenda loque ella intentaba decirle.

    Denise intent salir del coche, pero el cinturn de seguridad, que le sujetabalos muslos, se lo impidi. Lo desabroch rpidamente, sin prestar atencin aldolor en la mueca y el codo. El hombre dio un paso involuntario hacia atrs altiempo que Denise intentaba abrir la puerta con la ayuda del hombro. La puertaestaba atrancada a causa del impacto. Cuando consigui salir del coche, casiperdi el equilibrio al ponerse de pie. Tena las rodillas hinchadas por el aparatosoimpacto contra el salpicadero.

    No creo que sea una buena idea que se muevaDenise se apoy en el coche para no caer y, sin hacerle caso, se desplaz

    hasta el otro lado del vehculo, hacia la puerta trasera abierta. No, no, no, noKyle!No daba crdito a lo que vea. Se inclin hacia el interior del coche para

  • buscarlo. Sus ojos escrutaron el suelo, luego volvieron a fijarse en la silla infantil,como si esperara que Ky le reapareciera por arte de magia. De repente, not unaintensa quemazn en la cabeza y un dolor punzante, pero intent no prestaratencin a aquellas seales de alarma.

    Dnde ests, Ky le?Seora El bombero la sigui hasta el otro lado del vehculo, como si no

    supiera qu hacer ni qu pasaba ni por qu esa mujer cubierta de sangre se habaalterado tanto de repente.

    Ella lo ataj agarrndolo por el brazo y traspasndolo con una miradasuplicante.

    No lo ha visto? Un nio pequeo con el pelo castao Las palabrasestaban llenas de pnico. Viajaba en el coche conmigo!

    No, yoAydeme a encontrarlo! Solo tiene cuatro aos!Ella dio media vuelta; el fulminante movimiento casi le hizo perder el

    equilibrio y volvi a aferrarse al coche. Su visin se volvi negra por los laterales,mientras procuraba controlar la sensacin de mareo. El grito se escap de suslabios, a pesar de la confusin mental.

    Ky le!Estaba aterrorizada.Se concentr. Cerr un ojo para lograrlo, para recuperar la claridad. La

    tormenta arreciaba con toda su furia. Los rboles que haba a unos cinco metrosde distancia apenas eran visibles. Todo estaba completamente oscuro en aquelladireccin, salvo las lneas que delimitaban la carretera.

    Dios mo.La carreteraDenise not cmo le resbalaban los pies en la hierba anegada de lodo y oy

    sus propios jadeos entrecortados al iniciar la marcha por la carretera. Cay unavez, se puso de pie y sigui avanzando, bambolendose. El bombero comprendilo que se propona y corri tras ella; la alcanz antes de que Denise llegara a lacarretera. El hombre observ atentamente a su alrededor.

    No lo veoKy le! grit ella, rezando mentalmente. A pesar de que su gemido qued

    amortiguado casi por completo por el fragor de la tormenta, consigui que Tay lorreaccionara.

    Los dos tomaron direcciones opuestas, ambos gritando el nombre de Ky le; devez en cuando se detenan para escuchar atentos ni aunque fuera el ms leverumor. La lluvia, sin embargo, caa de un modo ensordecedor. Tras un par deminutos, Tay lor regres corriendo a su coche e hizo una llamada al parque debomberos.

    Las voces de Denise y Tay lor eran los nicos sonidos humanos en el paraje.

  • La lluvia les impeda or los gritos del otro, as que menos an la voz de un nio,pero de todas formas continuaron. Los gritos de Denise se agudizaron an ms; elclamor de desesperacin de una madre. Tay lor repeta el nombre de Ky le una yotra vez, sin parar, corriendo unos cien metros carretera arriba y abajo,totalmente consternado por el miedo que poda ver en Denise.

    Al cabo, llegaron otros dos bomberos, con linternas en las manos. Al ver aDenise con el pelo y la camisa ensangrentados, el may or de los dos retrocedi unmomento antes de intentar calmarla sin xito.

    Aydenme a encontrar a mi hijo! replicaba Denise, con la vozentrecortada.

    Pidieron refuerzos. Al cabo de poco, llegaron ms bomberos. Ya eran seis laspersonas que buscaban al pequeo.

    La tormenta segua rugiendo con toda su fuerza: relmpagos, truenos,vientos huracanados que soplaban con tanta fuerza como para derribar al mscorpulento de aquellos hombres.

    Fue Tay lor quien encontr la mantita de Ky le, en la cinaga, a unos cincuentametros del lugar donde Denise haba sufrido el accidente. Estaba enganchada enel sotobosque que cubra el terreno.

    Es de su hijo? le pregunt.Denise empez a llorar tan pronto como l le entreg la mantita.Media hora ms tarde, todava no haba ni rastro de Ky le.

  • 4

    No tena ningn sentido. Un minuto antes estaba durmiendo plcidamente en elasiento trasero del vehculo, y al siguiente haba desaparecido. As, de golpe, sinprevio aviso; tras una decisin de milsimas de segundo de dar un golpe devolante, ya nada volvera a ser lo mismo. A eso se reduca la vida?

    Sentada en la banqueta trasera de la ambulancia, que tena las puertasabiertas, mientras las destellantes luces azules del coche patrulla iluminaban lacarretera en crculos concntricos, Denise esperaba, abrumada por todosaquellos pensamientos.

    Otra media docena de vehculos haban aparcado en el lugar de formadispersa, mientras un grupo de hombres con impermeables amarillos decidanqu deban hacer en ese momento. Aunque era obvio que y a haban trabajadojuntos antes, Denise no acertaba a distinguir quin estaba al mando. Tampocosaba qu estaban diciendo; sus palabras se perdan bajo el rugido amortiguado dela tormenta. La lluvia segua cayendo como una tupida cortina, imitando eltraqueteo de un tren de mercancas.

    Denise senta fro y todava estaba un poco mareada. Era incapaz de centrarsu atencin durante ms de pocos segundos seguidos. Haba perdido el equilibriose haba cado tres veces mientras buscaba a Ky le y la ropa, empapada yllena de barro, se le pegaba a la piel.

    Cuando haba llegado la ambulancia, los bomberos la obligaron a detener labsqueda. Le echaron una manta por encima de los hombros y le dieron una tazade caf. Denise no poda beber, prcticamente no poda hacer nada. Temblabasin control, y su visin era borrosa. Las extremidades ateridas de su cuerpoparecan corresponder a otra persona. El enfermero en la ambulancia (aunqueno era mdico) sospechaba que sufra una contusin y orden que la subieran ala ambulancia inmediatamente. Denise se neg. No se marchara de all hastaque encontraran a Ky le. El enfermero dijo que, como mximo, poda esperarotros diez minutos.

    El corte en la cabeza era profundo y todava sangraba, a pesar del vendaje.La advirti de que poda perder la conciencia si esperaban ms de diez minutos.

    No pienso irme repiti ella.Segua llegando ms gente. Una ambulancia, un coche patrulla que se

    encarg de coordinar los mensajes por radio, otros tres miembros del cuerpo debomberos y un camionero que haba visto la concentracin de vehculos y sehaba detenido (todos llegaron con escasos minutos de diferencia). Todos estabanjuntos, en un crculo, en medio de los vehculos y camiones con los farosencendidos.

  • El hombre que la haba encontrado (Tay lor?) le daba la espalda. Ella intuaque estaba informando al resto de lo que saba, lo cual no era mucho, aparte deque haba encontrado la mantita. Un minuto ms tarde, se dio la vuelta y la mir,con semblante taciturno. El polica que haba a su lado, un individuo rechonchocon el pelo ralo, asinti con la cabeza mientras tambin miraba fijamente aDenise. Despus de hacer un gesto para que el resto del grupo no se moviera,Tay lor y el polica enfilaron hacia la ambulancia. El uniforme que en elpasado siempre le haba inspirado confianza no significaba nada para ella enesos momentos. Eran dos hombres, dos simples hombres, nada ms.

    Denise contuvo las ganas de vomitar. Acariciaba la mantita manchada debarro en su regazo. De vez en cuando, la retorca hasta formar un ovillo; luegovolva a alisarla. Pese a que la ambulancia la protega de la lluvia, el vientosoplaba con fuerza y ella segua temblando. No haba dejado de hacerlo nicuando le haban puesto la manta por encima de los hombros. Haca demasiadofro.

    Y Ky le est ah fuera, sin ni siquiera una chaqueta . Mi pequeo .Denise alz la manta de Ky le, se la llev hasta la mejilla y entorn los ojos. Dnde ests, cielo? Por qu has salido del coche? Por qu no te has

    quedado con mam?Tay lor y el polica se subieron a la ambulancia e intercambiaron unas

    miradas antes de que el chico colocara con delicadeza la mano sobre el hombrode Denise.

    S que es duro, pero tengo que hacerle unas preguntas. Es importante.Denise se mordi el labio antes de asentir levemente con la cabeza. Aspir

    hondo y abri los ojos.De cerca, el polica pareca ms joven. Sus ojos desprendan ternura. La

    miraba fijamente, sin apenas pestaear.Soy el sargento Carl Huddle, del Departamento de la Polica Estatal se

    present con el tpico acento suave sureo. S que est preocupada, y nosotroscompartimos su preocupacin. La mayora de los que estamos aqu somospadres, y nuestros hijos son ms o menos de la misma edad que el suyo. Todosqueremos encontrarlo tanto como usted, pero necesitamos disponer de ciertainformacin que nos permita optimizar la bsqueda.

    Denise apenas comprendi aquellas palabras.Podrn encontrarlo con esta tormenta? Quiero decir, antes de que?Los ojos de Denise se desplazaban de un hombre al otro, sin saber en quin

    centrar la mirada. Cuando el sargento Huddle no contest directamente, Tay lorMcAden asinti con determinacin.

    Encontraremos a su hijo. Se lo prometo.Huddle mir a Tay lor, antes de asentir tambin l. Apoy el peso de su

  • cuerpo en una sola pierna, visiblemente incmodo.Denise resopl y se sent con la espalda erguida, intentando no perder la

    compostura. Su cara, que el enfermero de la ambulancia haba limpiado de todorastro de sangre, ofreca ahora el color de la cera. El vendaje alrededor de sucabeza mostraba una gran mancha roja justo encima del ojo derecho. Tena lamejilla hinchada y amoratada.

    Cuando estuvo dispuesta, los dos hombres repasaron los datos bsicos para elinforme: nombres, direccin, nmero de telfono, ocupacin, su residencia,cundo se haba mudado a Edenton, los motivos por los que conduca, su paradapara repostar cuando haba dejado atrs la tormenta, el ciervo en la carretera,cmo haba perdido el control del vehculo, el accidente en s. El sargento Huddleanot todos los detalles en un bloc. Tras el ltimo apunte, alz la vista hacia ellacon cierto embarazo.

    Es usted pariente de J. B. Anderson?John Brian Anderson haba sido su abuelo materno. Ella asinti.El sargento Huddle carraspe, pues todo el mundo en Edenton conoca a los

    Anderson. Ech un vistazo al bloc otra vez.Tay lor nos ha dicho que Ky le tiene cuatro aos.Denise asinti.Cumplir cinco en octubre.Podra darme una descripcin general, algo que pudiera comunicar por

    radio?Por radio?El sargento Huddle contest con paciencia.S, informaremos a la red de emergencias de la polica para que otros

    departamentos tambin dispongan de la informacin. Por si alguien encuentra asu hijo y llama a la polica; o si, por casualidad, l se acerca a alguna casa y lospropietarios llaman a la polica. Ya sabe, ese tipo de casos.

    l no le dijo que tambin informaban de forma rutinaria a los hospitales de lazona. No haba necesidad de alarmarla ms an.

    Denise desvi la vista, intentando ordenar sus pensamientos.Mmm Necesit unos segundos antes de poder hablar. Quin puede

    describir a su hijo con exactitud, en trminos de nmeros y datos?. No lo sUn metro de altura, unos veinte kilos, pelo castao, ojos verdes Un nio normalpara su edad, ni muy alto ni muy bajo.

    Algn rasgo distintivo? Marcas de nacimiento o algo parecido?Ella se repiti la pregunta, pero todo le pareca tan inconexo, tan irreal, tan

    absolutamente incomprensible Por qu necesitaban esa informacin? Un niopequeo perdido en la cinaga Cuntos nios poda haber ah fuera en unanoche como aquella?

    Deberan estar buscndolo, en vez de estar aqu, interrogndome .

  • La pregunta Qu le haban preguntado? Ah, s! Rasgos distintivos Seconcentr tanto como pudo, deseando zanjar aquel interrogatorio lo antes posible.

    Tiene dos lunares en la mejilla izquierda, uno ms grande que el otro dijo al final. Ninguna marca de nacimiento.

    El sargento Huddle anot la informacin sin alzar la vista del bloc.Y es capaz de abrir la puerta del coche y salir?S, desde hace unos meses.El polica asinti. Su hija de cinco aos, Campbell, tambin poda hacerlo.Recuerda qu ropa llevaba puesta?Denise cerr los ojos, pensando.Una camiseta roja con un gran Mickey Mouse. Mickey guia el ojo y est

    con el puo cerrado y el dedo pulgar hacia arriba, en seal de aprobacin. Ypantalones vaqueros, con cinturilla elstica, sin cinturn.

    Los dos hombres intercambiaron miradas. Colores oscuros .Mangas largas?No.Zapatos?Eso creo. No se los quit, as que supongo que todava los lleva puestos.

    Zapatos blancos, no s de qu marca. Los compr en uno de los centroscomerciales de WallMart.

    Llevaba chaqueta?No. Cuando hemos salido de casa, haca calor, as que no se la he puesto.Mientras prosegua el interrogatorio, tres relmpagos seguidos iluminaron el

    cielo nocturno. La lluvia pareca cobrar an ms fuerza, si caba tal posibilidad.El sargento Huddle alz la voz por encima del estruendo de la lluvia.Todava tiene familia viviendo en esta zona? Padres? Hermanos?No, no tengo hermanos. Mis padres estn muertos.Y su marido?Denise sacudi la cabeza.No estoy casada.Ky le se haba escapado antes alguna vez?Denise se frot las sienes, intentando mantener a raya la sensacin de mareo.Un par de veces. Una en el centro comercial, y otra cerca de casa. Pero le

    dan miedo los relmpagos. Creo que podra ser la razn por la que ha salido delcoche. Siempre que hay rayos, se mete en la cama conmigo.

    En cuanto a la cinaga, cree que puede tener miedo de andar por ah solode noche? O considera que es ms probable que est cerca del coche?

    Denise sinti que se le encoga el estmago. El miedo le aclar la mente soloun poco.

    Ky le no teme estar fuera, ni siquiera de noche. Le encanta pasear por el

  • bosque que hay junto a nuestra casa. No s si tiene suficiente conciencia comopara tener miedo.

    As que podra estarNo lo s, quiz lo ataj ella con desesperacin.El sargento Huddle hizo una pausa, intentando no presionarla demasiado.Sabe qu hora era cuando vio el ciervo?Denise se encogi de hombros, impotente, dbil.No lo s, quiz fueran las nueve y cuarto No mir la hora.Instintivamente, los dos hombres echaron un vistazo a sus relojes de pulsera.

    Tay lor haba encontrado el vehculo a las 21.31; no haban pasado ni cincominutos cuando llam para solicitar ayuda. En esos momentos, eran las 22.22.As pues, haba transcurrido ms de una hora como mnimo desde elaccidente. Tanto el sargento Huddle como Tay lor saban que tenan que iniciar labsqueda enseguida. A pesar de la relativa calidez en el aire, unas pocas horasbajo aquella lluvia sin la ropa adecuada podra acarrear una hipotermia.

    Lo que ninguno de los dos le mencion a Denise fue el peligro que entraabala cinaga en s. No era un lugar adecuado para nadie en una tormenta comoaquella, y menos an para un nio. Una persona adulta podra desaparecer parasiempre sin dejar ni rastro.

    El sargento Huddle cerr el bloc con un golpe seco. Cada minuto que pasabaera sumamente valioso.

    Ya continuaremos con las preguntas ms tarde, si le parece bien, seoritaHolton. Necesitaremos ms datos para redactar el informe, pero en estosmomentos lo ms importante es que empecemos de inmediato la bsquedacoordinada.

    Denise asinti.Hay algo ms que deberamos saber? Un apodo, quiz? Un nombre o

    alguna seal a la que el chico responda?No, solo Ky le. PeroFue entonces cuando Denise se dio cuenta de lo ms obvio. La peor noticia,

    algo que al polica ni se le haba ocurrido preguntar. Dios moA Denise se le form un asfixiante nudo en la garganta. Oh, no oh, noPor qu no lo haba mencionado antes? Por qu no haba informado al

    bombero directamente, al salir del coche, cuando Ky le quiz todava estuvieracerca, cuando podran haberlo encontrado antes de que se alejara ms?

    Seorita Holton?El peso de las posibles consecuencias cay sobre ella como una losa:

    consternacin, miedo, rabia, negacin l no puede contestarles!

  • Denise hundi la cara entre ambas manos. l no puede contestar!Seorita Holton? le dijo alguien. Dios mo! Por qu?Despus de lo que pareci una eternidad, se sec las lgrimas, incapaz de

    mirar a aquellos dos hombres a los ojos. Debera haberlo dicho antes .Kyle no contestar si le llaman por su nombre. Tendrn que encontrarlo,

    tendrn que verlo.Ellos la miraron sin comprender, visiblemente desorientados.Pero si le decimos que llevamos rato buscndolo, que su madre est

    preocupadaDenise sacudi la cabeza al tiempo que senta unas incontenibles ganas de

    vomitar.No contestar.Cuntas veces haba pronunciado aquellas palabras antes? Cuntas veces las

    haba dicho a modo de simple explicacin? Cuntas veces no haban significadonada, si las comparaba con una situacin tan trgica como aquella?

    Los dos hombres permanecieron callados. Denise resopl de rabia yprosigui:

    Kyle no habla muy bien, solo dice algunas palabras. Por alguna razn, lno, no puede comprender lo que le dicen. Por eso estbamos en el hospital deDuke esta tarde

    Denise mir primero a un hombre y luego al otro, para asegurarse de que lacomprendan.

    Tendrn que encontrarlo. No bastar con solo gritar su nombre. l nocomprender lo que le dicen. No contestar, no puede. Tienen queencontrarlo

    Por qu l? De todos los nios, por qu eso le haba de pasar a Ky le?Incapaz de aadir nada ms, Denise empez a sollozar.Al verla en ese estado, Tay lor le puso la mano en el hombro, tal y como

    haba hecho antes.Lo encontraremos, seorita Holton dijo con conviccin. Lo

    encontraremos.

    Al cabo de cinco minutos, mientras Tay lor y los otros hombres estaban trazandoun mapa de la zona que deban explorar, llegaron cuatro tipos ms para unirse aldispositivo de bsqueda. Era todo lo que Edenton poda ofrecer. Los relmpagoshaban provocado tres grandes incendios; en los ltimos veinte minutos se habanproducido cuatro accidentes de trfico (dos con lesiones graves); y las lneas

  • elctricas cadas todava suponan un gran riesgo. Las llamadas telefnicashaban colapsado la centralita del parque de bomberos; a todos los sucesos se lesasignaba un orden de prioridad. Y a menos que una vida no estuviera en gravepeligro, la respuesta por parte de los bomberos era que de momento no podanhacer nada.

    Un nio perdido era algo prioritario, algo que pasaba por encima deprcticamente el resto de los casos.

    El primer paso fue aparcar los coches y los camiones tan cerca de los lmitesde la cinaga como fue posible. Los dejaron al ralent, con los potentes faros deltecho encendidos, a unos trece metros de distancia. No solo aportaban la luz extranecesaria para la bsqueda inmediata, sino que adems serviran de reclamo enel caso de que los buscadores se desorientaran.

    A todos se les entreg una linterna y un radiotransmisor con pilas derecambio. Once hombres (incluido el camionero, que quera ay udar)emprenderan la bsqueda, que empezara en el lugar donde Tay lor habaencontrado la mantita. Desde all se desplegaran en tres direcciones (sur, este yoeste). El este y el oeste discurran en paralelo a la carretera; el sur era la ltimadireccin que Ky le pareca haber tomado. Decidieron que un hombre sequedara en el improvisado campamento, cerca de la carretera y de losvehculos, por si Ky le vea las luces y regresaba por su propio pie. Lanzara unabengala cada hora, para que los hombres supieran exactamente dnde estaban.

    Despus de que el sargento Huddle diera una breve descripcin de Ky le y dela ropa que llevaba puesta, habl Tay lor. l, junto con otro par de hombres de losall reunidos, haban cazado en la cinaga antes y explicaron al resto los riesgos alos que se enfrentaban.

    Tay lor les dijo a sus compaeros que, en esa zona de la cinaga, cercana a lacarretera, el terreno estaba siempre encharcado, pero no inundado. Haca faltaadentrarse unos ochocientos metros para que el agua formara marismas pocoprofundas sobre el terreno. De todos modos, el lodo era un peligro real; teatrapaba los pies y las piernas, y a veces te inmovilizaba como un tornillo, por loque era difcil escapar, y an ms para un nio. Aquella noche, el agua habacrecido un centmetro cerca de la carretera, y la situacin no hara ms queempeorar a medida que siguiera lloviendo.

    Los surcos anegados de cieno combinados con la subida del nivel del aguaconstituan una combinacin letal. Los hombres asintieron con gesto sombro.Tendran que avanzar con mucha cautela.

    El aspecto positivo si es que haba alguno era que ninguno de ellosimaginaba que Ky le pudiera haber ido muy lejos. Los rboles y las plantasenredaderas obstaculizaban la marcha, por lo que, con un poco de suerte,limitaran la distancia que el pequeo podra haber recorrido. Un kilmetro ymedio, quiz; desde luego, menos de tres kilmetros. Todava estaba cerca.

  • Cuanto antes iniciaran la bsqueda, ms oportunidades tendran.Pero prosigui Tay lor, segn la madre, es probable que el nio no

    conteste a nuestras llamadas. Hay que estar atentos a cualquier pista, para que nopasemos de largo sin verlo. Su madre insiste en que no pongamos las esperanzasen que el chico conteste.

    No contestar? inquiri uno de los hombres, desconcertado.Eso es lo que dice su madre.Por qu no? No puede hablar?Su madre no nos lo ha explicado.Es retrasado? pregunt otro.Tay lor not una sbita tensin.Y eso qu importa? Hay un nio pequeo perdido en la cinaga. Eso es

    todo lo que sabemos de momento.Tay lor mir fijamente a los hombres hasta que al final dio media vuelta. Solo

    se oa la lluvia que caa alrededor de ellos. El sargento Huddle solt un suspiro.Ser mejor que nos pongamos en marcha.Tay lor encendi la linterna.Vamos all!

  • 5

    Denise poda verse a s misma en la cinaga con los dems, apartando las ramasque le laceraban la cara, con los pies hundindose en el lodo mientras buscaba aKy le desesperadamente. La verdad, en cambio, era que estaba tumbada en unacamilla en el compartimento trasero de la ambulancia de camino a ElizabethCity, a cincuenta kilmetros al noreste, donde se encontraba el hospital mscercano.

    Mantena la vista fija en el techo de la ambulancia, todava temblando ymareada. Quera quedarse en la cinaga; haba suplicado que le permitieranquedarse, pero le haban replicado que para Ky le era mejor que ella semarchara en la ambulancia. All no hara otra cosa que obstaculizar la bsqueda.Denise haba contestado que no le importaba y se haba empecinado en bajarsede la ambulancia y exponerse de nuevo a la lluvia, convencida de que Ky le lanecesitaba.

    Como si estuviera en pleno control de sus facultades, haba pedido unimpermeable y una linterna. Tras dar un par de pasos, sin embargo, el mundohaba empezado a girar vertiginosamente a su alrededor. Se haba inclinado haciadelante, sin controlar sus piernas, y haba cado de bruces. Dos minutos mstarde, la sirena de la ambulancia ruga como si le fuera la vida y ella iba decamino al hospital.

    Aparte de temblar, no se haba movido desde que la haban tumbado en lacamilla. Tena las manos y los brazos inquietantemente paralizados. Surespiracin era rpida y poco profunda, como la de un cachorrillo. Su piel tenauna tonalidad cerosa, como enferma, y a causa de la ltima cada se haba vueltoa abrir la cabeza.

    Tenga fe, seorita Holton intentaba calmarla el enfermero.El joven acababa de tomarle la presin. Pensaba que tena una conmocin.Conozco a esos chicos prosigui. Ya se han perdido otros chiquillos

    antes por aqu, y siempre los han encontrado.Denise no contest.Y usted tambin se pondr bien continu el enfermero. Dentro de un

    par de das, ya podr andar de nuevo.El compartimento de la ambulancia qued sumido en un silencio sepulcral

    durante un minuto. Denise continuaba con la vista clavada en el techo. Elenfermero empez a tomarle el pulso.

    Desea que llame a alguien cuando lleguemos al hospital?No susurr ella. No tengo a nadie.

  • Tay lor y los dems llegaron al lugar donde haba encontrado la mantita yempezaron a desplegarse. l y otros dos hombres se dirigieron hacia el sur,adentrndose en la cinaga, mientras que el resto del dispositivo de bsquedaavanzaba hacia el este y el oeste.

    La borrasca no amainaba; la visibilidad en la cinaga incluso con laslinternas era de apenas unos metros. Al cabo de unos minutos, Tay lor ya nopoda ver ni or a nadie, y sinti una angustiosa sensacin de asfixia en el pecho.Atrs quedaba el subidn de adrenalina que lo haba invadido antes de labsqueda (cuando todo pareca posible); ahora le tocaba enfrentarse a la crudarealidad.

    Tay lor haba participado antes en otras operaciones como aquella; de repente,tuvo la certeza de que en aquella misin no haba suficientes hombres. Lacinaga de noche, la tormenta, un nio que no poda contestar cuando lollamaban por su nombre Cincuenta personas no bastaran, quiz ni siquieracien. La forma ms efectiva de buscar a una persona que se haba extraviado enel bosque era estar a la vista del primer compaero, tanto por la derecha comopor la izquierda, es decir, con un equipo compacto que avanzara a la vez, casicomo una banda ambulante. Si permanecan juntos, podran barrer la zona aconciencia y con rapidez, sin temor a dejar ningn espacio por explorar.

    Con diez hombres eso era imposible. Apenas unos minutos despus desepararse, todos los miembros del dispositivo de bsqueda se haban quedadosolos, completamente aislados. Se limitaban a recorrer el terreno en la direccinque haban elegido, apuntando las linternas a un lado y a otro, a su alrededor: eracomo buscar una aguja en un pajar. Encontrar a Ky le se haba convertido en unacuestin de suerte, no de destreza.

    Recordndose a s mismo que no deba perder la fe, se oblig a seguiradelante, bordeando los rboles, pisando la tierra cada vez menos firme. Aunquel no tena hijos, era el padrino de uno de los de su mejor amigo, Mitch Johnson.Se esforz como si estuviera buscndolo a l.

    Mitch tambin era bombero voluntario. A Tay lor le vendra de perlas queparticipara en la bsqueda. Mitch, que a su vez haba sido su compaero favoritode caza durante los ltimos veinte aos, conoca la cinaga prcticamente tanbien como l. Sin embargo, estaba fuera, de viaje. Esperaba que eso no fuera unmal presagio.

    A medida que se alejaba de la carretera, la cinaga se iba volviendo msdensa, ms oscura, ms remota y misteriosa. Los imponentes rboles parecancerrarse a su alrededor; haba troncos cados en el suelo, podridos. Lasenredaderas y las ramas de los arbustos le laceraban la piel, y tena que recurrira su mano libre para apartarlas de la cara. Apuntaba la linterna hacia los rboles,hacia los arbustos, inspeccionando el terreno con atencin, en busca de cualquierseal del pequeo. Pasaron unos pocos minutos.

  • Luego diez.Luego veinte.Luego treinta.Se haba adentrado en la cinaga. El agua le llegaba hasta los tobillos, por lo

    que dificultaba cualquier movimiento. Tay lor ech un vistazo al reloj . Las 22.56.Ky le llevaba una hora y media perdido, quiz ms. El tiempo, que inicialmenteestaba de parte del dispositivo de bsqueda, rpidamente se volva en su contra.

    Cunto tiempo pasar antes de que ese pequeo sucumba al fro?Tay lor sacudi la cabeza; no quera pensar en lo peor.Los relmpagos y los truenos no cesaban, y la lluvia, dura e implacable,

    pareca provenir de todas direcciones. Tay lor tena que secarse la cara cada doso tres segundos. A pesar de la insistencia de la madre, que deca que Ky le nocontestara, l segua gritando su nombre. Por alguna razn senta que, de esemodo, estaba haciendo ms de lo que haca en realidad.

    Maldicin.No haban sufrido una borrasca como aquella en seis, siete aos? Por qu

    aquella noche? Por qu precisamente cuando un nio se haba perdido? En unanoche como aquella, ni siquiera podan recurrir a los perros de Jimmie Hicks, yesos sabuesos eran los mejores del condado. El mal tiempo hacia imposibleseguir cualquier rastro. Barrer el terreno a ciegas no iba a ser suficiente.

    Adnde ira un chiquillo? Un nio al que le aterraban las tormentas pero noel bosque? Un nio que haba visto a su madre tras el accidente, que la haba vistoherida e inconsciente.

    Piensa, Tay lor, piensa!Conoca la cinaga tan bien o mejor que cualquiera. Fue all donde dispar a

    su primer ciervo cuando tena doce aos; todos los otoos se adentraba enaquellos parajes para cazar patos. Tena una habilidad instintiva para seguir elrastro de prcticamente cualquier bicho viviente, por lo que pocas vecesregresaba de una cacera con las manos vacas. Los habitantes de Edenton amenudo se mofaban diciendo que tena el olfato de un lobo. Posea un talentofuera de lo comn, no poda negarlo. Sin lugar a dudas, tena los mismosconocimientos que cualquier otro cazador (para seguir huellas y pistas, comoramas rotas que indicaban el camino que haba tomado un ciervo), pero eso noexplicaba completamente su xito. Si alguien le preguntaba cul era su secreto, lse limitaba a contestar que intentaba pensar como un ciervo. La gente se rea porla ocurrencia, pero Tay lor siempre lo deca con la cara seria, por lo que todos sedaban cuenta enseguida de que no intentaba hacerse el gracioso.

    Pensar como un ciervo? Qu diantre significaba eso?Los dems sacudan la cabeza. Quiz solo Tay lor lo saba.Y, en esos momentos, estaba intentando hacer lo mismo, solo que esta vez el

    desafo era superior.

  • Cerr los ojos. Adnde ira un nio de cuatro aos? Qu camino habatomado?

    Sus ojos se abrieron de golpe ante el estallido de la luminosa bengala en elcielo nocturno, indicando que haba transcurrido una hora. Eran las once de lanoche.

    Piensa!

    La seccin de urgencias del hospital en Elizabeth City estaba abarrotada, no solopor pacientes con lesiones graves, sino tambin por personas que simplemente nose encontraban muy bien. Era evidente que podran haber esperado hasta el dasiguiente, pero, tal como sucede en las noches de luna llena, las tormentasparecan arrancar una vena irracional en la gente. Cuanto ms duraba latormenta, ms irracional se tornaba todo el mundo. En una noche como aquella,un ardor de estmago poda interpretarse como un primer sntoma de un ataqueal corazn; la fiebre que haba aparecido a primeras horas del da era de repentedemasiado grave como para no prestarle atencin; un calambre en la piernapoda ser un cogulo de sangre. Los mdicos y las enfermeras lo saban; ennoches como aquella, esos achaques eran tan predecibles como la salida del sol.El tiempo medio de espera en la seccin de urgencias era de, por lo menos, doshoras.

    Sin embargo, debido a la herida en la cabeza, a Denise la ingresaron deinmediato. Todava estaba consciente, aunque solo de forma parcial. Mantena losojos entornados, pero, en vez de hablar, balbuceaba, repitiendo la misma palabrauna y otra vez. Inmediatamente la llevaron a la sala de rayos X. Con el resultado,el mdico decidira si era necesario realizar un TAC.

    La palabra que repeta sin cesar era Ky le .

    Pasaron otros treinta minutos. Tay lor se haba adentrado en las profundidades dela cinaga. La oscuridad era total. Senta que estaba explorando una suerte decueva. Incluso con la luz de la linterna, notaba cierta claustrofobia. Los rboles ylos matorrales formaban una barrera casi infranqueable, y le resultaba imposibleavanzar en lnea recta. Era fcil acabar caminando en crculos, y no poda niimaginar lo que eso deba suponer para Ky le.

    El viento y la lluvia no amainaban. Los relmpagos, sin embargo, estabanespaciando lentamente su frecuencia. El agua le llegaba y a hasta la pantorrilla, yno haba encontrado ninguna pista. Unos minutos antes, haba hablado con suscompaeros por el radiotransmisor. Todos contestaron lo mismo.

    Nada. Ni rastro del pequeo.Haca dos horas y media que Ky le se haba perdido.

  • Piensa!Poda haber llegado tan lejos? Podra alguien de su estatura ser capaz de

    avanzar a travs de un agua tan profunda?Decidi que no, que no era posible que Ky le hubiera llegado tan lejos, no en

    camiseta y pantalones vaqueros.Si lo haba conseguido, probablemente no lo encontraran con vida.Tay lor sac la brjula del bolsillo y la ilumin con la linterna. Intent

    interpretar el rumbo. Decidi regresar al lugar donde haba encontrado lamantita, al punto de inicio. Ky le haba estado all Eso era lo nico que saban.

    Pero qu camino haba tomado?Las rfagas de viento sacudan las ramas de los rboles sobre su cabeza. La

    lluvia se le clavaba en las mejillas. Un relmpago ilumin la parte ms orientaldel cielo. Lo peor de la tormenta pareca tocar a su fin.

    Ky le era pequeo y tena miedo a los relmpagos, a la lluviaTay lor alz la vista hacia el cielo, concentrado, y sinti que algo cobraba

    forma En lo ms profundo de su mente, algo empezaba a emerger, despacio.Una idea? No, no era algo slido pero una posibilidad?

    Rfagas de viento, lluvia, miedo a los relmpagosEsos factores deban ser importantes para Ky le, no?Tay lor agarr el radiotransmisor y orden a todo el mundo que regresara a la

    carretera lo antes posible para reunirse con l.Eso es, seguro! exclam esperanzado, sin dirigirse a nadie en particular.

    Al igual que muchas de las esposas de los bomberos voluntarios que llamaron alparque de bomberos aquella noche, preocupadas por sus maridos en una nochede perros como aquella, Judy McAden no pudo resistirse a llamar. Aunque desdeel parque de bomberos solan llamar a Tay lor dos o tres veces al mes, la madrede Tay lor no poda evitar preocuparse por l siempre que sala de servicio. Ellano haba querido que fuera bombero, y as se lo dijo, aunque al final dej desuplicarle que desechara la idea, cuando se dio cuenta de que su hijo jamscambiara de opinin. l era, igual que lo haba sido su padre, ms terco que unamula.

    Sin embargo, durante toda la noche haba sentido instintivamente que algo ibamal. No se trataba de una tragedia; al principio haba intentado no pensar en ello,pero esa incmoda intuicin persista, y aumentaba a medida que pasaban lashoras. Al final, llam, con renuencia, casi esperando lo peor. Sin embargo, lo quele contaron fue la historia del pequeo desaparecido.

    El bisnieto de J. B. Anderson se haba perdido en la cinaga. Tay lor formabaparte del dispositivo de bsqueda. La madre, sin embargo, iba de camino alhospital en Elizabeth City.

  • Despus de colgar el telfono, Judy irgui la espalda en la silla, aliviada deque Tay lor se encontrara bien, aunque preocupada por aquel nio. Comocualquier otro habitante en Edenton, conoca a los Anderson, pero es que,adems, ella haba conocido tambin a la madre de Denise cuando ambas eranjvenes, antes de que esta se fuera a vivir fuera del pueblo y se casara conCharles Holton. Eso haba sucedido muchos aos atrs (como mnimo, hacacuatro dcadas). No haba pensado en la madre de Denise desde hacamuchsimo tiempo.

    De repente, evoc los recuerdos de su juventud, como un lienzo de imgenes:cuando las dos iban juntas, caminando a la escuela; los das ociosos junto al ro,hablando de chicos; cuando recortaban las fotos de moda de las revistasTambin record cmo le entristeci la noticia de su muerte. Desconoca que lahija de su amiga se hubiera instalado en Edenton.

    Y ahora su hijo haba desaparecido. Menuda llegada al pueblo!Judy no se lo pens dos veces. Esperar no iba con ella; siempre haba sido una

    mujer resuelta, y tener sesenta y tres aos no haba cambiado nada. Hacabastante tiempo, tras la muerte de su esposo, Judy haba aceptado un puesto en labiblioteca y haba criado a Tay lor sola, jurndose que conseguira salir adelante.No solo hizo frente a las cargas econmicas de la familia, sino que tambin seencarg de todas las cuestiones que solan requerir la figura de un padre y de unamadre para poder completarlas. Se ofreci voluntaria en la escuela de su hijo, yactuaba de coordinadora todos los aos, pero adems llevaba a Tay lor a lospartidos de su equipo y haba ido de acampada con los boy scouts. Le habaenseado a cocinar y a limpiar, a jugar al baloncesto y al bisbol. Y en esemomento, pese a que aquellos tiempos ya haban quedado atrs, Judy estaba msocupada que nunca.

    Durante los ltimos doce aos, despus de criar a Tay lor, se haba dedicado aay udar al pueblo de Edenton con acciones de voluntariado. Participaba de formaactiva en todos los actos de la comunidad. Escriba a su congresista y a loslegisladores del estado con frecuencia, e iba de puerta en puerta recogiendofirmas para diversas causas cuando consideraba que su voz no era escuchada.Era miembro de la Sociedad Histrica de Edenton, que recaudaba fondos paraconservar las casas ms antiguas del pueblo; asista a todas las reuniones delAy untamiento, y tena una opinin formada acerca de las acciones que haba quetomar. Daba clases de catequesis en la iglesia episcopal, participaba en todas lasferias culinarias, y todava trabajaba treinta horas a la semana en la biblioteca.Su planificacin no le permita perder mucho tiempo: cuando tomaba unadecisin, la segua a rajatabla. Sobre todo si estaba segura de que tena razn.

    Aunque no conoca a Denise, ella tambin era madre y se imaginaba elcalvario que debera de estar atravesando. Tay lor se haba pasado la vida metido

  • en berenjenales; de hecho, pareca atraer los problemas como un imn, inclusodesde que era muy pequeo. Ese nio perdido deba de estar absolutamenteaterrorizado, igual que su madre.

    Se puso el impermeable, segura de que en aquellos momentos esa madrenecesitaba todo el apoy o del mundo.

    La idea de conducir bajo la tormenta no la amedrentaba; ni siquiera se lepas aquel pensamiento por la cabeza. Una madre y su hijo estaban en apuros.

    Aunque Denise Holton se negara a verla o no pudiera verla a causa de lasheridas, Judy saba que no podra dormir si no le transmita a esa joven que elpueblo entero estaba devastado por la tragedia.

  • 6

    Medianoche. La bengala volvi a iluminar el cielo nocturno, como un reloj quemarca la hora puntualmente.

    Ky le llevaba ms de tres horas desaparecido.Tay lor lleg a la carretera y se qued impresionado al ver la luminosidad de

    aquella zona, en comparacin con las hondonadas fangosas que acababa de dejaratrs. Tambin oy voces por primera vez desde que se haba separado de losdems, muchas voces, gente que se llamaba entre s.

    Apret el paso y sorte los ltimos tres rboles. Entonces vio una docena msde vehculos aparcados, que contribuan a iluminar el terreno con sus faros.Haba mucha ms gente. En el pueblo haba corrido la voz y algunos hombreshaban ido a prestar ayuda. Incluso desde lejos, Tay lor reconoci a la mayora:Craig Sanborn, Rhett Little, Skip Hudson, Mike Cook, Bart Arthur, Mark Shelton,y seis o siete ms. Personas que haban desafiado la borrasca, personas quetenan que trabajar al da siguiente, personas a las que Denise probablemente niconoca.

    Buena gente , pens l sin vacilar.El ambiente, sin embargo, era de absoluto desnimo. Los que haban estado

    buscando al pequeo regresaban empapados, cubiertos de lodo y araazos,exhaustos y decepcionados. Al igual que Tay lor, haban comprobado que elterreno era oscuro e impenetrable. Tay lor se acerc a ellos, y todos callaron, aligual que los recin llegados.

    El sargento Huddle se dio la vuelta, con la cara iluminada por las linternas. Ensu mejilla se poda ver un araazo profundo, reciente, parcialmente oculto poruna mancha de barro.

    Alguna noticia? Has encontrado algo?Tay lor sacudi la cabeza.No, pero creo que s hacia dnde se dirige.Cmo lo sabes?No estoy seguro. Solo es una suposicin, pero creo que va hacia el sudeste.Al igual que el resto de los presentes, Huddle conoca la reputacin de buen

    rastreador de Tay lor. Se conocan desde que eran nios.Por qu?Bueno, primero porque all encontramos la manta; si ha seguido en esa

    direccin, tendr el viento a su espalda. No creo que un nio pequeo intente ircontra el viento; supongo que es al revs, que procurar seguir la direccin delviento. De lo contrario, la lluvia resultara muy pesada. Y creo que tambinquerr apartarse de los relmpagos. Su madre ha dicho que le dan miedo.

  • El sargento Huddle lo mir con escepticismo.Eso no es mucho.No admiti Tay lor, tienes razn. Pero creo que es nuestra mejor

    opcin.No crees que deberamos continuar la bsqueda tal como lo hacamos?

    Cubriendo todas las direcciones?Tay lor sacudi la cabeza.Seguiramos demasiado dispersos, y eso no es bueno. Ya has visto la

    situacin en la cinaga. Se sec las mejillas con la palma de la mano, conactitud reflexiva.

    Cmo deseaba que Mitch estuviera all con l para ayudarle a convencer alos dems! A Mitch se le daba muy bien lo de disuadir a la gente.

    Mira dijo finalmente, ya s que solo se trata de una suposicin, perome apuesto lo que quieras a que no me equivoco. Qu tenemos, de momento?Ms de veinte personas? Podramos barrer toda la zona en esa direccin.

    Huddle lo mir, indeciso.Pero y si no ha ido en esa direccin? Y si nos equivocamos? Es noche

    cerrada Es posible que el pequeo se est moviendo en crculos. Quiz se hayaresguardado en algn recoveco. Que tenga miedo de los relmpagos no significaque sepa cmo alejarse de ellos. Solo tiene cuatro aos. Adems, ahoradisponemos de bastantes voluntarios como para buscar en diferentes direcciones.

    Tay lor no contest. Se qued pensando en esa posibilidad. Lo que decaHuddle tena sentido, sin duda; pero haba aprendido a fiarse de sus instintos. Suexpresin se mantuvo inmutable.

    El sargento Huddle frunci el ceo, con las manos hundidas en los bolsillos delimpermeable.

    Al cabo de unos minutos, Tay lor volvi a hablar:Confa en m, Carl.No es tan fcil. La vida de un nio est en peligro.Lo s.El sargento Huddle suspir y le dio la espalda. A fin de cuentas, era su

    decisin. l era quien coordinaba oficialmente la bsqueda. Era su misin, suobligacin, y al final sera l quien debera responder del caso.

    De acuerdo cedi al final. Lo haremos a tu manera. Solo le pido aDios que no te equivoques.

    Las doce y media.Al llegar al hospital, Judy McAden enfil directamente hacia el mostrador de

    recepcin. Como conoca el protocolo de los hospitales, pregunt por DeniseHolton, su sobrina. La recepcionista no le pregunt nada ms la sala de espera

  • segua abarrotada de gente y busc la informacin de esa pacienterpidamente. Al cabo de unos instantes le dijo que haba sido trasladada a planta,pero que las horas de visita ya haban terminado. Si poda volver a la maanasiguiente

    Puede por lo menos decirme cmo se encuentra? la interrumpi Judy.La joven se encogi de hombros