Libro Parte 1ª - II Las amenazas contra la vida

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    PARTE PRIMERA

    La vida cotidiana en los siglos XIII y XIV

    CAPTULO II. LAS AMENAZAS CONTRA LA VIDA

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    II. LAS AMENAZAS CONTRA LA VIDA

    En el captulo anterior hemos podido ver un pequeo panorama sobre la calidad ylas condiciones de vida, desde la perspectiva de una serie de acontecimientos cuyoresultado no pudo impedir en su mayor parte el hombre medieval. Sin embargo, la vida y

    su entorno natural experimentaron tambin el impacto de diversas amenazas, provocadas yen muchos casos dirigidas deliberadamente por el hombre. Por tal motivo, las pginassiguientes continan siendo bsicamente descriptivas, pero introducen a la vez nuevoselementos de anlisis: el grado de tensin y reaccin que se iban acumulando de manera

    progresiva, las actitudes y comportamientos contrarios a la vida, y la introduccin delpunto de vista tico y moral. Nuestra atencin se va a fijar en el fenmeno de la guerra, lapena de muerte, la tortura, y la violencia individual y social.

    1. UN TIEMPO PARA LA GUERRA

    La guerra hizo gastar mucho tiempo a la gente de aquella poca 1, salpicando conmayor o menor intensidad casi todos los rincones de Europa. Debido adems, entre otrasrazones, a la gran fragmentacin del mundo feudal, la guerra era un derecho que pertenecaa cualquiera que tuviera poder poltico o financiero.

    1.1. La guerra y los sentimientos que provocaba

    Desde mediados del siglo XII hasta finales del siglo XIII hubo varios perodos depaz casi completa, que coincidieron con la etapa de crecimiento demogrfico y econmico

    mencionada al inicio del captulo anterior. Pero tambin existieron destacadas actividadesmilitares, como las Cruzadas a Tierra Santa y la terrible guerra contra los Albigenses oCtaros, las que enfrentaron a los Capetos y Plantagenets, la Reconquista espaola, lasrivalidades dentro del Imperio Germnico y la violencia desatada en varias zonas de Italia,especialmente en el caso de las famosas Vsperas Sicilianas.

    No obstante, la guerra se adue de Occidente a partir del siglo XIV, uno de losms violentos de la historia europea no slo por la sangre derramada, sino por habercoincidido con una situacin de vida muy difcil, descrita tambin a lo largo del captuloanterior. Una muestra de la extensin de la guerra es lo que deca un autor de la poca 2:

    Yo veo a toda la santa cristiandad tan destrozada por las guerras y los odios, los robos y

    las disensiones, que a duras penas podramos nombrar a un pequeo pas, sea ducado ocondado, que viva en buena paz.

    Para hacerse una idea sobre los tipos de guerra medieval es ilustrativo consultarlas Partidas de Alfonso X, donde se explican con bastante detalle las condiciones quedeba reunir (II, 23-30). Ante todo, guerra es cosa que tiene en s dos naturalezas: la una,de mal; la otra, de bien; y aunque cada una de estas sean repartidas en s segn sus

    1 Cfr. Ph. CONTAMINE, La guerra en la Edad Media, Barcelona, 1984; C. ALLMAND, La guerra de loscien aos, Barcelona, 1990; G. MENNDEZ PIDAL, La Espaa del siglo XIII leda en imgenes, Madrid,1986 255-288; M. PASTOUREAU,La vida cotidiana de los caballeros de la Tabla Redonda , Madrid, 1990;R. FOSSIER, La Edad Media 3. El tiempo de las crisis 1250-1520, Barcelona, 1988, 55-69; V.

    FUMAGALLI, Cuando el cielo se oscurece. La vida en la Edad Media , Madrid, 1988, 83-110; B. W.TUCHMAN, Un espejo lejano, Barcelona, 1990, 84-104 y 136-162.2 H. BONET,Arbre des batalles, un manual sobre los cdigos de conducta militar, escrito entre 1386-1387.

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    hechos..., cuando es hecho como debe, trae despus la paz, de la que viene sosiego yholgura y amistad (23, introduccin). Por otra parte, combatir significa acometimientoque hacen ambas partes, la una contra la otra (23, 27), y equivale a todo hecho de armas,tanto cuando lidian en campo, como cuando combaten villa o castillo, o lidian uno contraotro (Ibid.). Parece ser que la guerra martima era como cosa desesperada y de mayor

    peligro que la de tierra por las grandes desventuras que pueden en ella acaecer (24, 1).Resumiendo mucho, se podra decir que los grandes episodios blicos del momentoeran los asedios o sitios y las batallas, que contaban con diversas estrategias (23, 16).Estaban tambin muy extendidos los torneamientos, es decir, grandes reuniones decarcter deportivo celebradas en ambiente de fiesta y protagonizadas por nobles ycaballeros no para matarse, mas para hacerse a las armas, que no las olviden, porquesepan cmo han de hacer con ellas en los hechos verdaderos y peligrosos (23, 27).

    Sin embargo, ms que orden y grupos compactos de guerreros y caballos, mstambin que batallas y lides campales en toda regla, la guerra medieval se haca por mediode espolonadas, cabalgadas, algaras, corredura y celadas, siguiendo de nuevo el lenguajede lasPartidas (II, 23, 27-30). En realidad era una larga sucesin de continuas emboscadas

    y hostigamientos, nombrada por los contemporneos con la significativa expresin deguerra guerreadora, mucho ms destructiva en bienes que en vidas, como luego veremos.

    Qu sentimientos u opiniones provocaban todas estas cosas entre la gente deaquel tiempo? Hubo quien lleg a interpretarlo como grandes maravillas y hermososhechos de armas, totalmente convencido de que desde la creacin del mundo y desdeque las gentes comenzaron a armarse, no se encontraran en ninguna historia tantasmaravillas, ni tan grandes hechos de armas... tanto por tierra como por mar3. As todo, sereconoce abiertamente que la guerra traa consigo extraamiento de paz y movimiento delas cosas quietas y destruccin de las compuestas...de la que se levanta muerte y cautiverioa los hombres y dao y prdida, y destruccin de las cosas (Partidas, II, 23, 1).

    Asimismo, estaba tambin muy difundida la creencia de que la lucha armada, lavictoria o la derrota, guardaban una estrecha relacin con la fe religiosa: Agradecdselo yalabad a Dios, pues la victoria viene de El y no de m, le deca el Prncipe Negro al reyPedro I de Castilla tras la batalla de Njera (1367)4. A finales del siglo XIV Jean dArrasutilizaba expresiones parecidas: para mantener la fe en Jesucristo con la que nos haregenerado..., vengar la muerte de nuestro Creador y ensalzar su ley, ensalzar la fecatlica y ser soldados de Jesucristo5.

    En definitiva, haba conciencia de las graves perturbaciones que causaba en todoslos rdenes de la vida, como dice el autor delrbol de las batallas6:

    Se me ha ocurrido poner al frente de mi libro un rbol de luto, en el que, en primer lugar,podis ver encima del rbol a los que rigen la Santa Iglesia, separados por tribulaciones,disensiones y guerras...Y, despus, podis ver la gran discordia, las batallas y las matanzasque hoy da se producen entre reyes y prncipes cristianos. A continuacin, podis ver conclaridad la gran angustia y mortandad que producen las batallas entre los nobles y lacomunidades.

    1.2. Los soldados y su mentalidad

    3 JEAN FROISSART, Crnicas, Prlogo, 3-4, edicin de V. Cirlot - J. E. Domnech, Madrid, 1988.4 JEAN FROISSART,Ibid., I, 254.5 JEAN DARRAS, Melusina o la Noble Historia de Lusignan, 83-84.88, edicin de C. Alvar, Madrid, 1988.6 H. BONET, Ibid., comentando la portada de su libro (cit. supra nota 2).

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    Un ejrcito medieval estaba compuesto, en esencia, por los caballeros y lamuchedumbre de los villanos7. No obstante, los bellatores por antonomasia, es decir, elncleo principal de cualquier ejrcito, eran los caballeros, para quienes hacer la guerraequivala a justificar su existencia y sus privilegios: Si tuviera un pie en el paraso, loretirara para ir a pelear8, deca el hroe de una cancin de gesta exaltando al mximo

    aquello que defina su rol y garantizaba su categora social. Llegaron a identificar lanobleza con la clase guerrera, creando un sentimiento corporativo que los hermanababsicamente, como si fuesen una especie de orden universal movido por un nico ideal decualidades morales9:

    Han de gozar los caballeros de todas estas virtudes: sabidura, fidelidad, liberalidad,fortaleza y clemencia. Protejan al pueblo y tengan celo de las leyes. Cuanto ms se destaca

    por la dignidad y la disciplina militar, sobrepujando a otros en honra, tanto ms debe unoexcederse en virtudes.

    En trminos parecidos se expresan tambin lasPartidas, donde se sita la conducta

    de los caballeros en el mbito de las bondades... a las que llaman en latn virtutes; y entretodas son cuatro las mayores: as como cordura y fortaleza y mesura y justicia... y lacordura les har que lo sepan hacer a su provecho y sin dao; y la fortaleza, que estnfirmes en lo que hicieren y que no sean cambiadizos; y la mesura, que obren en las cosascomo deben y no pasen a ms; y la justicia, que la hagan (la guerra) derechamente (II, 21,4).

    Nos encontramos ante la moral concreta de un grupo social (y militar) determinado,que incluye su propios razonamientos ticos: proteger al pueblo y las leyes, destacar endignidad, en disciplina, honra y virtudes concretas (cordura, fortaleza, mesura, justicia...).El siguientes texto de un trovador y noble provenzal refleja la fusin entre tica, actividadguerrera y posicin social, que caracterizaba la mentalidad de los caballeros 10:

    Mi corazn se hincha de gozo cuando veofuertes castillos cercados, estacas rotas y vencidas,numerosos vasallos derribados,caballos muertos y heridos vagando al azar.

    Y cuando las huestes choquen, los hombres de buen linajepiensen slo en hender cabezas y brazos,pues mejor es morir que vivir derrotado...

    Os digo que no conozco mayor alegra que cuando oigo gritarSus! Sus! en ambos bandos, y el relincho de corceles sin jinete,y quejidos de Favor! Favor!y cuando veo a grandes y pequeoscaer en zanjas y sobre la hierba,y veo a los muertos atravesados por las lanzas!

    Seores, hipotecad vuestros dominios, castillos y ciudades,pero jams renunciis a la guerra!.

    7 CHRTIEN DE TROYES,El caballero de la carreta, 55, ed. L. A. de Cuenca y C. G. Gual, Madrid, 1992.8 Citado por B. W. TUCHMAN,Ibid., 34, cit. supra nota 1.9 JACOBO DE CESSOLIS, El juego del ajedrez o Dechado de Fortuna, 35, edicin de M-J. Lemarchand,Madrid, 1991.10 El poema es de BERTRAND DE BORN (1140-1215), citado tambin por B. W. TUCHMAN,Ibid., 34-35.

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    La aristocracia guerrera11 de la poca quiz haya sido representada mejor que nadiepor las rdenes militares. Nacieron en su mayor parte entre los siglos XII y XIII, dotadasde caractersticas muy particulares: monjes y soldados a un mismo tiempo, justificaban yestaban siempre dispuestos a la guerra, basndose en imperativos ticos y religiosos 12:

    ...pedid la ayuda de vuestro Creador, y servidle diligentemente: amad y actuad como hizovuestro Dios y Creador. Defended a nuestra santa Madre Iglesia, y sed verdaderoscombatientes contra sus enemigos.

    El otro gran bloque de combatientes estaba compuesto la infantera, la gente de apie. Compona la masa silenciosa de la guerra y, por ello, pas a la historia sin nombre niapellidos. Eran los peones de lasPartidas (II, 22, 7) a quienes se exiga estar dispuestosy acostumbrados y criados al aire y a los trabajos de la tierra... y adems que sean ardides y

    bien conformados en sus miembros para poder sufrir el afn de la guerra....Una clase de guerrero que se ira extendiendo cada vez ms por sta poca fue el

    mercenario13, cuya presencia trajo consigo un nuevo estilo militar y, al mismo tiempo,

    des-orden y destruccin. Era un especialista de la guerra, aptrida y estipendiado, o sea,luchaba a favor de quien mejor le pagaba y del botn que poda conseguir. Muchos de ellos,incapaces de adoptar un estilo de vida distinto tras licenciarse del ejrcito, se dedicaban porgrupos a la depredacin del territorio y al despojo de sus habitantes. Los casos msrepresentativos surgieron en el paso del siglo XII al XIII y desde finales del XIV hasta

    principios del XV, conocidos bajo diversos nombres: en Francia routiers, cotereaux,corcheurs, en Italia condottieri, en Espaa golfines y en Alemania lansquenetes.Concretamente, el routier francs Mrigot Marchs (muerto en 1391), describa as sushazaas14:

    No hay en el mundo un modo de vivir, ni recreo, oro, plata o gloria que se puedan

    comparar con el placer de llevar armas y de pelear como lo hicimos entonces. Qu alegresestbamos cuando cabalgbamos a la aventura y nos encontrbamos en el campo con unrico abad, un comerciante, una recua de mulas cargadas de pao, pieles, especias o sedas!Todo era nuestro o se poda rescatar a nuestro antojo! Todos los das tenamos dinerosnuevos. Los villanos... nos abastecan abundantemente y nos traan graciosamente trigo,harina, pan cocido, avena, paja para los caballos, buenos vinos, bueyes, ovejas, carneroscebados y toda clase de aves de caza. Estbamos vestidos como reyes y cuandocabalgbamos todos el pas temblaba a nuestro paso!... A fe ma que no haba mejor vidaque aquella.

    1.3. Los efectos de la guerra

    Parece indudable que los tipos de guerra mencionados no causaban excesivospeligros, en el sentido de que eran relativamente poco perjudiciales a nivel masivo, auncontando con la exageracin de los cronistas. La escasa eficacia de los ingeniosmilitares, el objetivo de golpear ms que de matar al enemigo y la misma finalidad

    11 Cfr. J. HUIZINGA, Las rdenes militares y los votos caballerescos,El otoo de la Edad Media, Madrid,1985, 119-132; F. J. FERNNDEZ CONDE, Las rdenes militares, en R. GARCA-VILLOSLADA (ed.),Historia de la Iglesia en Espaa, II-1, Madrid, 1979, 376-401.12 JEAN DARRAS,Ibid., 65, donde se habla de otras muchas exigencias morales (cit. supra nota 5).13 Cfr. Ph. CONTAMINE, Ibid., 114-127.189-206; M. PASTOUREAU, Ibid., 137-139; C. ALLMAND,

    Ibid., 108-112; B. W. TUCHMAN,Ibid., 170-174.224-232; R. FOSSIER,Ibid., 59-61, todos ellos cit. supranota 1. Vase tambin G. DUBY,Le dimanche de Bouvines, Pars, 1973, 103-110.14 El texto es de JEAN FROISSART,Ibid., IV, 14, cit. supra nota 3.

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    hostigadora de la guerra lo pueden confirmar, aunque se hablase del terror producido porciertas armas como el arco y la ballesta, cuyas flechas agujereaban los brazos, cabezas y

    bocas y de ciudades asaltadas donde mataban sin merced a cuantos queran15.Conviene tener en cuenta, sin embargo, que la guerra contra los ctaros en el sur de

    Francia, cuya hereja se equipar por el Papa Inocencio III con el crimen laese majestatis

    del derecho romano16

    , dur casi cincuenta aos (1208-1255) y cuenta en su haber conepisodios tan horribles como la matanza en la que pereci, pasada a cuchillo, la poblacinde Bziers, hombres, mujeres y nios, tanto catlicos como ctaros. Los propioshistoriadores de la Iglesia hablan del bao de sangre de siete mil mujeres, nios y ancianosen la iglesia de Ste-Madaleine de la ciudad de Bziers17.

    Sin embargo, los efectos parciales sobre la integridad fsica (heridas, fracturas,contusiones) tuvieron que ser frecuentes y causar dao a los combatientes, aun contandocon la escasa fiabilidad de las noticias que nos han llegado, puesto que los cronistas de lapoca, como Jean dArras, por ejemplo, hablan de los catapulteros que lanzabangrandes bolas de plomo, as como las picas y mazas, escaleras y arietes utilizados porlos asaltantes, y los fardos llenos de piedras, vigas, palos afilados, aceite hirviendo, plomo

    fundido, recipientes llenos de cal viva, y toneles repletos de estopa con grasa y azufrehirviendo, que utilizaban los asaltados18 en los casos de asedio o guerra de sitio.

    En cualquier caso, los primeros datos seguros proceden del siglo XIV: se ha llegadoa hablar de un 25 a 50% de muertos entre los efectivos globales de los derrotados19. A

    partir de esas fechas, adems, la aparicin de las armas de fuego comenz a multiplicargradualmente la peligrosidad de la guerra.

    Sobre lo que no cabe duda es del carcter masivo, prolongado y, a veces,irrecuperable, que acarreaban los efectos secundarios de la guerra: el saqueo y el pillaje, la

    prctica comn de los incendios20 y el agotamiento de las reservas alimenticias, terminaban provocando el hambre, abran paso a las epidemias y causaban estragos de largaduracin21:

    El pas era devastado y saqueado por aquellas gentes de armas y todo lo pagaban lasgentes pobres... Y cuando entraban en una villa y la encontraban llena y bien provista detodos los vveres, descansaban dos o tres das y se marchaban, saqueando todo el resto,vaciando los toneles llenos de buen vino y quemando trigo y avena a fin de que susenemigos no lo pudieran aprovechar.

    Por otra parte, las expresiones utilizadas por los autores de la poca estn llenas decrueldad y violencia, como si la vida del enemigo no tuviese ninguna importancia o, loque an sorprende ms, como si la gloria y el honor de los vencedores se ganasen a costade maltratar la vida de los vencidos: A muchos mata, a muchos mutila... Sus compaeros

    son generosos en esparcir sangre y sesos... persiguen con saa y mutilan, degellan,descuartizan y descerebran22. J. Froissart utiliza expresiones parecidas: gran matanza...

    15 JEAN FROISSART,Ibid., I, 86, 109, 152, cit. supra nota 3.16 PATROLOGA LATINA 214, 537-539: cum longe sit agravius aeternam quam temporalem laederemajestatem (539 b).17 As lo atestigua, por ejemplo, H. JEDIN (dir.), Manual de Historia de la Iglesia, IV, Barcelona, 1973, 280.18Ibid., 84-85, cit. supra nota 5.19 Vase Ph. CONTAMINE,Ibid., 285, para confirmar datos ms concretos (cit. supra nota 1).20 H. BONET deca que ningn hombre que no supiera cmo provocar un incendio era digno de llamarsesoldado (citado por C. ALLMAND,Ibid., 77, cit. supra nota 1). Y, en Castilla, se acostumbraba a decir: losincendios adornan la guerra como el magnificat las vsperas (citado por G. MENNDEZ PIDAL, Ibid., 177,

    cit. supra nota 1).21 JEAN FROISSART,Ibid., I, 121-122.128.22 CHRTIEN DE TROYES, Cligs, 97.100, edicin de J. Rubio Tovar, Madrid, 1993.

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    matando a todos sin merced...fueron ferozmente atacados y murieron casi todos...pasaron atodos por la espada...matando a montones como a bestias, de tal modo que ya estabancansados de matar, de decapitar y de derribar23.

    Tal manera de hablar no estaba en funcin de la objetividad, sino de la exaltacinde un ideal caballeresco y romntico, pero pone rotundamente de manifiesto que la vida

    era, en cierto sentido, bastante menos valiosa que la muerte. Lo que s tena verdaderaimportancia era ver en todo ello la flor de la caballera, la proeza y el valor... la honra ensu asiento natural y en su alta majestad... al dios de las armas en su propia imagen 24. Pormotivos bien diferentes es muy probable que los mercenarios tuvieran muy poco o ningnaprecio por la vida fsica, puesto que sus intereses se basaban en el puro lucro. En cuanto alos soldados de a pie, vasallos y siervos humildes, sufriran los efectos de la guerra como sifuese algo relativamente normal, acostumbrados como estaban a padecer las consecuenciasdel hambre, las epidemias y los desastres naturales.

    Dentro de ese mismo contexto se puede encontrar la explicacin de un hecho queresulta llamativo: durante estos siglos de la Edad Media una gran parte del armamento era

    privado, y corresponda a cada soldado o a la poblacin de origen suministrar las armas

    necesarias para la guerra. Por qu se consideraba esto tan normal, dando por supuesto elsignificado de las armas como instrumentos especficos de agresin contra la vida? Acusarde salvaje e insensible a la sociedad medieval es un argumento simplista. Parece evidenteque las races ms profundas hay que buscarlas en la mentalidad reinante. La facilidad conque el hombre medieval, desde el rey hasta el ltimo aldeano, dispone de armas y las tienesiempre dispuestas, no se relaciona directa o expresamente con un desprecio a la vida, sinocon un arraigado sentimiento de inseguridad material y moral y, probablemente, con unaintensa experiencia del miedo25. Eso podra explicar, en gran medida, la inseguridad mentalen que vivieron los hombres y mujeres de esta poca. Las dimensiones objetivas del

    peligro, que rodeaban la vida cotidiana y terminaban filtrndose entre las relacionespersonales, justifican la gran variedad de medios defensivos y la frecuente utilizacin dearmas como una condicin normal de la vida diaria, como un elemento inconscientementecaracterstico de su estado de nimo y de su enfrentamiento con el miedo.

    Sera tambin interesante exponer las cuentas sobre gastos de armamento, salarios,fortificaciones e impuestos causados por la guerra, pero no es posible hacerlo con el detalleque necesitaramos26. Basta con decir que, a mediados del siglo XII, ya existan quejas dehaber dilapidado el dinero de algunas abadas en actividades militares, tal como sucedahacia 1150 cuando Pedro el Venerable, abad de Cluny, deca: He encontrado a todos losvecinos, caballeros, castellanos, condes y el propio duque de Borgoa impulsndome atomar las armas, como atrados por el olor del dinero27.

    Luego, se fueron incrementando los gastos desde finales del siglo XIII, hasta el

    punto de absorber entre la mitad y las dos terceras partes del gasto pblico. Tampoco selibrara de ello la Santa Sede, cuyo sistema fiscal lleg a ser casi insoportable durante elsiglo XIV, debido a que sus impuestos se destinaban a financiar intereses blicos muydistintos de los de las Cruzadas. El centralismo eclesistico fiscal lleg a ser de tal calibre

    23Crnicas, I, 84-86.93.99-101.109-110.117.253.271, cita. supra nota 3.24 JEAN DARRAS,Ibid., 123, obra donde aparecen muchas expresiones semejantes (cit. supra nota 5).25 Cfr. J. LE GOFF,La civilizacin en el Occidente medieval, Barcelona, 1969, 335.433; J. DELUMEAU,Elmiedo en Occidente: siglos XIV-XVIII, Madrid, 1989; V. FUMAGALLI,Ibid., 83-96, cit. supra nota 1.26 Hay suficiente informacin en Ph. CONTAMINE, Ibid., 114-117; C. ALLMAND, Ibid., 73-76.112-119.130.156, ambos cit. supra nota 1. Para una visin de con junto, vase W. H. McNEILL, El negocio de la

    guerra en Europa, 1000-1600,La bsqueda del poder. Tecnologa fuerzas armadas y sociedad desde el ao1000 d. C., Madrid, 1988, 69-128.27 Citado por G. DUBY, Ibid., 100, cit. supra nota 13.

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    que, en 1328, el papa Juan XXII excomulgaba a 1 patriarca, 5 arzobispos, 30 obispos y 40abades de distintas nacionalidades, por no haber solventado alguno de esos impuestos28.

    Y, en fin, algo ms all de los lmites de nuestro estudio, hacia el ao 1420, losingresos anuales de carcter extraordinario, por parte de las principales potencias polticas,adoptaban la siguiente escala: el papado y el emperador representaban un ndice 100; el rey

    de Sicilia y la corona de Aragn alcanzaban el 150; el rey de Npoles y el duque deBorgoa el 200; el rey de Castilla el 300; y el rey de Inglaterra el 500; pero el Valoisfrancs perciba, l solo, tanto como todos los dems juntos; un ndice de 1.500!29. Enotras palabras: suponan un enorme agravio comparativo respecto a la precariedad ycarencia general de la vida tal como hemos mostrado en el captulo precedente.

    RESUMEN

    La guerra fue durante este tiempo el procedimiento habitual para dirimir cualquierclase de conflicto entre los seores feudales, una manera de someter a los infieles y

    eliminar a los herejes con la autorizacin de la Iglesia, y el modo ms frecuente desolventar las rivalidades dinsticas. Cada cual alegaba estar en posesin del derecho paradefender por las armas una causa justa. La guerra medieval pone tambin de manifiesto laarraigada mentalidad que exista entre la clase noble, representada por los caballeros, ascomo entre los mercenarios aunque por motivos bien diferentes, de que la vida fsica era unvalor inferior respecto a otros bienes de grado superior como el honor, la posicin social ola defensa de la fe. Tambin estaba difundida la conviccin de que la guerra traa consigotoda clase de males y acrecentaba las actitudes inhumanas de la sociedad. La crueldadfsica y las abultadas cifras de muertos o heridos, que se recogen en los textos de la poca,no parecen tener siempre un correlato real u objetivo. Obedecen ms bien a la necesidad deexaltar el valor de los caballeros y la apabullante verdad defendida por los vencedores. Encambio, s debi de ser muy importante el dao colateral (diramos hoy) causado por losincendios, las devastaciones y el aumento progresivo de los gastos destinados a actividadesmilitares, todo lo cual tuvo que repercutir directamente con fuerza en una vida ya de por smaltratada por otras causas que nos resultan conocidas.

    2. PENA DE MUERTE Y TORTURA

    La poca que estamos estudiando dedic otra parte de su tiempo a la pena demuerte y a la tortura, que estuvieron entrecruzadas, adems, por complejas motivaciones

    de orden jurdico y religioso-moral. Ambas revelan el grado de tensin y de reaccin queprovocaban entonces ciertas ideas y conductas o, dicho en otros trminos, ponen de relieveel trato y la consideracin moral de que era objeto la vida humana.

    2.1. El derecho de matar y torturar

    Es necesario saber que, antes del siglo XII, el sistema penal europeo erafundamentalmente de orden privado, es decir, cada seoro feudal representaba la mxima

    28 Cfr. F. J. FERNNDEZ CONDE, Crisis administrativa y econmica de la Iglesia peninsular y

    Centralismo administrativo y fiscalismo de Avin, en R. GARCA-VILLOSLADA (ed.), Ibid., 40-47 y393-404, respectivamente (cit. supra nota 11).29 Vase R. FOSSIER,Ibid., 101, cit. supra nota 1.

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    instancia jurdica sobre todos los que formaban parte de su propiedad: all era donde, bajoel criterio de la ley del talin y con el propsito de reprimir los delitos por el terror30,se dictaban sentencias de todo tipo y se ejecutaban sin mayor dilacin toda clase decastigos, no slo porque muchos seores contaban con su propio tribunal, sino porquesolan disponer a menudo de crcel, horca y verdugo particular. Pues bien, tanto en el caso

    de la pena de muerte como en el de la tortura, parece evidente que la transformacinexperimentada por la jurisprudencia medieval, a partir de esas fechas, contribuy asepararlas de la arbitrariedad con que las venan practicando los seores feudales, as comoa clarificar las causas y los procedimientos de su imposicin 31. No obstante, en el propioseno de esos cambios positivos se encontraban ya los argumentos de su posteriorreconocimiento legal.

    1. Respecto a la pena de muerte32, las Partidas de Alfonso X constituyen unmodelo ejemplar de dicha renovacin jurdica. Segn ese Cdigo, solamente los juecestienen competencias para recibir la acusacin por escrito y decidir sobre su libramiento(VII, 1, 14), comprobar la veracidad de las pruebas (1, 26), meter a los presos en la crcel

    (29, 15) y aplicarles luego la pena correspondiente basndose en las dos siguientes razones:para escarmiento de los culpables, y para que sirva de ejemplo y apercibimiento a losposibles delincuentes (31, 1). Precisamente dentro de ese contexto penal es donde aparecerecogida la primera de las penas mayores: dar a hombre pena de muerte (31, 4).

    La Iglesia, por su parte, vena siendo fiel al clsico principio de Ecclesia non sititsanguinem, cuyo texto ms significativo aparece en la carta que escribi el papa Nicols Ia los blgaros, en el ao 866, donde condena taxativamente la pena capital, y expone eldeber de reclamar para todos la vida y librar de la muerte lo mismo a los inocentes quea los culpables33.

    Sin embargo, el paso del tiempo ira dando a esa postura un giro gradual hastallegar a la aceptacin explcita. Primero, varios telogos y juristas del siglo XII, entre losque se encontraban figuras como Alano de Lille y Pedro de Poitiers, ya haban especuladofavorablemente sobre la posibilidad de justificar la pena capital bajo la exclusivaresponsabilidad de la suprema autoridad civil. El citado Pedro de Poitiers (muerto en1205), concretamente, deca: No es lcito matar por odio, pero s lo es si se hace endefensa de la verdad, o de la Iglesia, o por mantener el orden de la justicia. Por lo tanto,como dice San Jernimo: el castigo de los homicidas, sacrlegos y concubinarios, no esefusin de sangre sino ministerio de la ley... Las palabras del Evangelio (Mt. 5, 39) y delApstol (Rom. 12, 19) fueron dichas para aquellas circunstancias... Mas ahora que elnmero de creyentes ha aumentado es lcito lo que antes era ilcito 34.

    Despus, el propio desarrollo legislativo de la Inquisicin, creada como mxima

    instancia judicial para hacer frente a la hereja de los ctaros y valdenses, culminara con30 H. PIRENNE,Las ciudades en la Edad Media, Madrid, 1987, 130.31 Cfr. M. GARCA PELAYO, La idea medieval del derecho, Caracas, 1962; R. L. BENSON - G.CONSTABLE,Renaissance and Renewal in the Twelfth Century, Cambridge, 1982.32 Cfr. J. IMBERT, La peine de mort. Histoire. Actualit, Pars, 1967; L. VECILLA, Defensa de la vidahumana IV. Apuntes para la historia de la pena de muerte, Valladolid, 1968; K. ROSSA,La pena de muerte,Barcelona 1970; J. K. MAS GODAYOL, La pena de muerte, Barcelona, 1973; W. MOLINSKI, Pena demuerte, Sacramentum Mundi 5, Barcelona, 1974, 383-391; J. M. AUBERT, Chrtiens et peine de mort,Pars, 1978; F. COMPAGNONI, Pena de muerte y tortura en la tradicin catlica, Concilium 140 (1978)689-706; A. BONDOLFI,Pena e pena di morte, Bologna, 1985; F. J. ELIZARI, La pena de muerte, ticay vida, Madrid, 1990; D. SUEIRO, La pena de muerte y los derechos humanos , Madrid, 1987; L. ROSSI,Pena de muerte, Diccionario Enciclopdico de Teologa Moral, Madrid, 1974, 793-799; A. BONDOLFI,

    Pena de muerte,Nuevo Diccionario de Teologa Moral, Madrid, 1990, 1383-1391.33 Vase laEpistola 97, captulo XXV, PATROLOGA LATINA 119, 989 Y 991.34Sententiarum Libri Quinque, PATROLOGA LATINA, 211, 1058-1062 y 1151.

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    las disposiciones del papa Inocencio III en la carta Gravem contra vos, del ao 1209,donde se expresa la postura oficial: En relacin con el poder civil afirmamos que, sin caeren pecado mortal, puede ejercerse la pena capital (iudicium sanguinis), con tal de que elcastigo no se inflija por odio, sino por prudencia; no de manera incauta, sino despus demadura reflexin35. Por ltimo, el canon 3 del IV concilio de Letrn (1215) y la

    Constitucin Excommunicamus del papa Gregorio IX (1231) promulgaron otras medidasrelativas a la persecucin de los herejes y su entrega al brazo secular.Las autoridades laicas prestaron todo su apoyo a esta iniciativa desde el primer

    momento, segn se puede comprobar en las decisiones adoptadas por algunos de losprincipales monarcas, como el emperador Federico II, en 122436:

    El que hubiere sido convencido de hereje por el obispo de su dicesis, debe ser a ruegosde ste inmediatamente detenido por la autoridad judicial secular y entregado a la hoguera.Caso que los jueces le perdonaren por misericordia la vida, debe por lo menos arrancrselela lengua con que fue blasfemada la fe catlica.

    Otro testimonio elocuente que demuestra la legitimacin de la muerte y la torturacontra los enemigos de la Iglesia, permitida en este caso a los mismos habitantes de unterritorio, es la Constitucin del rey Pedro II de Aragn, publicada en 1197, donde se decaque, por obediencia a los cnones de la sacrosanta Iglesia romana...si alguna persona,noble o plebeya, descubriese en nuestros reinos a algn hereje y lo mata, o lo mutila, o lodespoja de sus bienes y le causa cualquier clase de mal, no ser por ello castigado, sinoque, por el contrario, merecer nuestra gracia37. Estamos ante una exepcin de la normaque prohbe matar o torturar o, en otros trminos, ante una situacin eximente de castigo.

    Y el rey Fernando III de Castilla, que en 1233 enforc a muchos homes e cocimuchos en calderas, como atestiguan los Anales Toledanos refirindose a los albigensesde Palencia y Burgos, acostumbraba a proceder de la siguiente manera38:

    Tena consigo varones catlicos muy sabios, a los cuales encomendava l y su madre todoel consejo; as que l, encendido con fuego de la verdad catlica, en tanto noblemente rigiel reyno a s subyecto que los enemigos de la fe christiana persigui con todas sus fuerzas,e cualesquiera hereges que hallara quemava con fuego, y el fuego y las brasas y la llamaaparejava para los quemar.

    2. En cuanto a la tortura39 conviene recordar lo que ya se ha dicho sobre el sistemapenal vigente en Europa durante el feudalismo, donde la acusacin jurada de cada una delas partes constitua el recurso ordinario para proceder al juicio de cualquier crimen, esdecir, el juramento equivala a la prueba ms importante y en muchas ocasiones

    solucionaba los litigios, pero cuando no resultaba suficiente se acuda a otro tipo de pruebas conocidas por el nombre de juicios de Dios: la ordala, cuya frmula ms

    35 Vase DENZINGER-SCHNMETZER, Enchiridion symbolorum, 795, Barcelona, 1976, yPATROLOGA LATINA 216, 77.36Monumenta Germaniae Historica, Constitutiones, 126-127.37 Citado por M. MENNDEZ PELAYO,Historia de los heterodoxos espaoles, Madrid, 1956, 455.38 Texto del obispo Lucas de Tuy, De altera vita fideique controversias adversus albigensium errores libriIII, citado por J. FERNNDEZ CONDE, Albigenses en Len y Castilla a comienzos del siglo XIII, en ElReino de Len en la Edad Media (XXXII Congreso de la Asociacin Luso-Espaola para el progreso de lasCiencias, Len, 1978, 107-111).39 Cfr. A. ESMEIN, A History of Continental Criminal Procedure, Boston, 1913; P. FIORELLI, La torturagiudiziaria nel diritto comune, 2 vols., Miln, 1953-1954; A. MELLOR,La tortura, Barcelona, 1964; J. H.

    LANGBEIN, Torture and the Law of Proff, Chicago, 1977; E. PETERS, La tortura, Madrid, 1987; J.ESLAVA, Verdugos y torturadores, Madrid, 1993; F: COMPAGNONI, Ibid., 690-698 y D. SUEIRO, Ibid.,ambos cit. supra nota 32.

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    comn era caminar sobre rejas de arado al rojo vivo o con un hierro ardiente entre lasmanos, y el combate judicial, que consista en una lucha armada entre dos personas para

    probar o defenderse, segn el caso, de una acusacin muy grave (Partidas, VII, 3, 1 y 4).

    Los cambios operados en el seno del derecho medieval trajeron consigo la

    necesidad de incorporar nuevos mtodos para examinar la verdad de los cargos que sehacan contra el acusado. As fue como, a la altura del siglo XIII, se asign a laconfesindel acusado el ms alto grado en la jerarqua de las pruebas40, hasta el punto de llamarlaregina probationum, cuando faltaban los requisitos que permitan obtener informacinsegura. Ante la gravedad de ciertos delitos lo nico que vala era la confesin y, paraobtenerla, se apel de nuevo al tormento. Nadie poda ejecutarlo sin mandato alguno delos jueces ordinarios que tienen poder para hacer justicia de ellos (Partidas, VII, 30, 2),

    pero se termin incorporando al ordenamiento jurdico con la finalidad de escudriar ysaber la verdad por l de los malos hechos que se hacen encubiertamente, que no puedenser sabidos ni probados por otra manera, y tiene muy gran provecho para cumplirse la

    justicia (Ibid., VII, 30, 1). Hacia 1210, la Summa de Azo la defina como inquisicin de

    la verdad por el tormento y, a finales de esa misma centuria, el Tractatus de tormentis,obra de autor annimo, hablaba de inquisicin que se hace para obtener la verdad por eltormento y el sufrimiento del cuerpo41.

    Las primeras referencias a la prctica de la tortura aparecen totalmente fuera delmarco eclesistico. En algunos casos deba de ser muy semejante a la ordala y, segn

    parece, fue introducida por funcionarios laicos como si fuese un procedimiento judicial yantes de mediar ningn juicio previo. La Iglesia continuaba manteniendo una postura derechazo, recogida en la citada carta del para Nicols I donde se afirma tajantemente queno est permitido ni por la ley divina ni por la humana42. Pero, en ltima instancia,fueron las necesidades del nuevo sistema penal, especialmente la confesin, lo que llev aaplicar en todos los casos la misma jerarqua de pruebas, incluida la tortura, para conseguirdel acusado la verdad de su declaracin. El papa Inocencio IV aprob en 1244 lalegislacin penal de Federico II admitiendo en su bulaAd exstirpanda, de 1252, que43:

    (el juez) debe obtener de todos los herejes que ha capturado una confesin por la torturasin daar el cuerpo o causar peligro de muerte, pues son, en verdad, ladrones y asesinos dealmas y apstatas... Deben confesar sus errores y acusar a otros herejes que conozcan, a suscmplices, encubridores, correligionarios y defensores, del mismo modo que se obliga a losgranujas y ladrones de bienes mundanos a delatar a sus cmplices y confesar los males quehan perpetrado.

    Lo dispuesto a mediados del siglo XIV por el Inquisidor General Nicolaus Eymeric,en su Manual de Inquisidores, pongamos por caso, iba tambin en esa misma lnea: Se datormento al reo para apremiarle la confesin de sus delitos44.

    2.2. Las vctimas de la pena de muerte

    40 E. PETERS, Ibid., 71-73, cit. supra nota 39; G. MARTNEZ, Valoracin histrico-crtica de la torturajudicial, Miscellanea Comillas 42 (1964) 5-42; F. J. CONNELL, The Use of Torture to ExtortConfessions,American Eclesiastical Review 155 (1966) 60-62.41 Los dos ltimos textos estn citados por E. PETERS,Ibid., 83-84.42 PATROLOGA LATINA, 119, 980 y DENZINGER-SCHNMETZER,Ibid., 648, cit. supra nota 35.43Bullarium Taurinense, III, 552-558.44Manual de Inquisidores, 51, edicin de J. Marchena, Barcelona, 1974 Acerca de Nicolaus Eymeric vaseA. OLIVER, Telogos y hombres de ciencia, en R. GARCA-VILLOSLADA (ed.), Ibid., 238-239, cit.supra nota 11; E. VILANOVA,Historia de la Teologa cristiana, I, Barcelona, 1987, 921-924.

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    El tipo de conductas que eran objeto de la pena de muerte perteneca a una variadagama de personas cuya clasificacin se puede hacer de la siguiente manera:

    - Haba un primer grupo que inclua a los vagabundos en general, es decir, a los

    situados fuera de los vnculos sociales comnmente establecidos, cuando concurra algunade estas causas: vivir desarraigados del habitual entorno social; haber roto esa estructurapor algn delito a pesar de estar encuadrados en el trabajo organizado o en contextosfamiliares y de buena vecindad; y, finalmente, porque les faltaba estabilidad profesional,ejer-can un oficio que se encontraba en los lmites de la aceptacin social o eran sealadoscomo infames.

    - Con el calificativo ms preciso de delincuentes profesionales, como suele decirsehoy, haba otro grupo que basaba en el crimen su manera de vivir, no ejercan ningn tipode trabajo o posean un oficio poco cualificado al margen de los gremios profesionales, yse dedicaban a actuar solos durante cierto tiempo, aunque lo ms normal fuese hacerlo en

    bandas organizadas.

    - Por ltimo, otro grupo importante era el compuesto por todos aquellos que laguerra haba empujado a un proceso de marginacin, militares liberados, habitualmentemercenarios, que se dedicaban habitualmente al bandidaje, a la desolacin y la rapia, porser incapaces de adoptar otro modo distinto de vida.

    Segn las Partidas eran reos de este castigo los autores de diversas clases detraicin, tipificadas como laese maiestatis crimen (VII, 2, 1); falsificacin de moneda (7,9); homicidio (8, 2); los boticarios que causaban la muerte por negligencia profesional (8,6); el juez que imparta falsa sentencia (8, 11); los piratas y ladrones de caminos y los queentraban por la fuerza en casas o en iglesias (14, 18); el adulterio entre cristianos (17, 15),de judo con cristiana (24, 9) o de moro con cristiana (25, 10); los alcahuetes (22, 2); elcristiano que se tornare judo (24, 7); los herejes contumaces y los descredos o ateos(26, 2). Tambin se aplicaba en otros muchos casos recogidos por el Fuero Real(hacia1250) y varias Cortes de la poca45.

    La legislacin inquisitorial tambin fue tipificando los delitos que caan bajo sujurisdiccin y, por ello, las posibles vctimas de la pena capital: Todos los hereges sinexcepcin estn sujetos a la jurisdiccin del Santo Oficio, y fuera de esto hay delitos que,sin ser propiamente herejas, sujetan los que los cometen al tribunal de la Inquisicin,segn afirma N. Eymeric46, en cuya lista de posibles vctimas se incluyen a los blasfemos,hechiceros y adivinos, los que invocan el diablo, los astrlogos y alquimistas, los infieles ylos judos, los excomulgados, los cristianos apstatas y cuantos amparan a los herejes o

    impiden el trabajo de la Inquisicin.A todo lo dicho hasta aqu es necesario aadir que, segn las investigaciones deautores reputados, las penas impuestas por la Inquisicin en el Languedoc francs fueronmoderadas en general, dado que una de cada cuatro personas pudieron salvarse 47. Dehecho, las pesquisas realizadas por el inquisidor Bernardo de Caux, durante 1245-1246,

    45 Lo mismo suceda anteriormente en el Fuero Juzgo (1912) y en diversosFueron Municipales de los siglosXI y XII. Puede verse con ms de talle en L. VECILLA,Ibid., 233-328, cit. supra nota 32.46 Manual de Inquisidores, Ibid., 101 y 101-107, cit. supra nota 44. Para mayor informacin, vase J. A.LLORENTE,Historia crtica de la Inquisicin en Espaa, I, Madrid, 1980, 97-104.47 Cfr. T. R. RUIZ, La Inquisicin medieval y la moderna: paralelos y contrastes, en A. ALCAL (ed.),Inquisicin espaola y mentalidad inquisitorial, Barcelona, 1984, 49 y M. D. LAMBERT, La hereja

    medieval, Madrid, 1986, 152. En cambio, A. OLIVER, La Inquisicin medieval, en R. GARCA-VILLOSLADA (ed.), Ibid., 111-116, cit. supra nota 11, no parece que defienda la opinin de los autoresprecedentes.

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    arrojan la cifra de 5.471 personas interrogadas, de las que slo 207 fueron condenadas (39a la crcel y el resto a castigos ms leves), pero no hay ningn registro de muerte en lahoguera. Consideramos justo resaltar que la vituperada crueldad de este Tribunal apenas esrepresentativa, comparada con el salvajismo desatado por las Cruzadas contra los ctaros,

    por ejemplo48.

    2.3. Las vctimas de la tortura

    Durante esta poca, la prctica de la tortura se rega por un marcado sentido de laexencin, segn el cual solamente eran objeto de tormento quienes carecan dereputacin social, bien por caer sobre ellos la vileza de ciertas ocupaciones deshonrosas o

    bien por hacerse responsables de ciertos comportamientos delictivos. Eran, en definitiva,los ms viles de los hombres (vilissimi homines), un calificativo ya presente a comienzosdel siglo anterior, como atestigua el Libro de Tubinga (hacia 1100): Los hombres queviven honestamente, que no pueden ser corrompidos por el favor o el dinero, pueden ser

    aceptados como testigos sobre la base de su juramento solemne. Los ms viles de loshombres, los fciles de corromper, como pueden ser aceptados (como testigos) por su

    juramento solemne, sino que deben ser sometidos a tortura, esto es, al juicio del fuego odel agua hirviendo49. De hecho, la costumbre de equiparar el veredicto judicial a lacapacidad de soportar el dolor y el dao que infligan los juicios de Dios, antesmencionados, perdur bastante tiempo debido al carcter justiciero de la mentalidad

    popular y a la resistencia de los tribunales feudales para no perder sus prerrogativas50.Otro aspecto muy influyente era el calificativo de mala fama o infamia.

    Procedente del mundo romano y relacionado, en particular, con el concepto de dignidadpersonal (dignitas)51, se utilizaba para distinguir a los hombres por su posicin social perono en virtud de ninguna caracterstica esencial e inherente del ser humano. El derechomedieval no hizo ms que incorporar aquella mentalidad jurdica, si tenemos en cuenta loque sealan lasPartidas (VII, 6, 1):

    Fama es buen estado del hombre que vive derechamente segn la ley y las costumbres, noteniendo en s mancilla ni maldad. E infamamiento tanto quiere decir como porfazamiento(lo que se echa en cara a alguien) que es hecho contra la fama del hombre, y que dicen enlatn infamia.

    A esa clase de infamia pertenecan, por diferentes razones, los hijos ilegtimossegn la doctrina cannica (VII, 6, 2); la mujer casada que incurra en adulterio (6, 3); losalcahuetes, juglares, remedadotes (juglar que se dedicaba a imitar) y zaharrones (juglares

    disfrazados grotescamente), los que lidiaban uno contra otro o con bestias bravas pordineros, quienes perdan la honra de la caballera, los usureros, cuantos quebrantaban el

    juramento y todos los que hacen pecado contra natura (6, 4). Pues bien, a ningunos deestos infamados se le poda aceptar su testimonio en un juicio a menos de atormentarle

    primeramente (III, 16, 8) o, como se dice con ms claridad en otro sitio (VII, 1, 26): Y si

    48 Entre la abundante bibliografa, vase la obra de R. NELLI,Los ctaros, Barcelona, 1989, 36-64.49 Citado por E. PETERS,Ibid., 73-74, cit. supra nota 39.50 Todava en 1526, un Snodo de Len castigaba con severas penas la ordala, que calificada como malacostumbre et muy peligrosa, y describindola luego con todo lujo de detalles: cfr. Synodicon Hispanum, III,362, edicin de A. Garca, Madrid, 1984.51 Segn E. PETERS,Ibid., 50, el concepto ya aparece en la obra de CICERN,De inventione, referido a laidea de honor, respeto, estima y reverencia, que justificaba la diferencia y distincin entre esclavos y libres,patricios y plebeyos (humiliores y honestiores, respectivamente).

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    por ventura fuese el hombre mal afamado... le puede entonces (el juez) hacer atormentar demanera que pueda saber la verdad de l.

    Algo parecido sucedera en la legislacin eclesistica, despus de la bula Adexstirpanda de Inocencio IV (ao 1244), aunque nunca se admiti que poda ser ejecutada

    por clrigos. Declarar infames a los herejes y equipararlos con el crimen laese

    maiestatis llev consigo asociarlos a los delincuentes ms perseguidos por la ley civil, yconvertirlos en reos de las sanciones previstas para estos casos entre las que se encontrabala tortura52.

    2.4. Los procedimientos y las mentalidades

    Cuando se tienen ante los ojos las asoladoras consecuencias producidas por el modode aplicar la pena de muerte y la tortura53, se reafirma la necesidad de apoyar a cualquiermovimiento que luche para conseguir su supresin y humanizar el derecho penal, cuestinesta que sigue siendo la clave del problema.

    El primero de todos era, sin duda alguna, la horca, smbolo comn de la justiciamedieval, colocado como ejemplo y espantajo sobre los caminos, a la puerta de lasciudades y al pie de las iglesias. En estrecha relacin con ella estaban el rollo y la picota,que adoptaban muchas veces la modalidad del cepo de madera. Otro procedimientos muyextendidos eran la decapitacin, el garrote (probablemente estrenado en Espaa por estasfechas) y, sobre todo, la hoguera, junto a la gran variedad de posibilidades que ofreca elfuego a la hora de torturar.

    Haba tambin otros muchos inventos que solan causar muertes horrorosas, previautilizacin de instrumentos destinados a aplastar el cuerpo, como se haca con la prensa, eltorno y el borcegu; azotarlo, flagelarlo, atravesarlo mediante largas agujas oempalamiento; desgarrarlo o descuartizarlo, como suceda con el potro o la rueda; yatemorizar psicolgicamente al condenado por medio de la aplicacin gradual de la torturao, simplemente, con la crcel.

    Otras penas que ocasionaban la muerte con frecuencia eran la lapidacin pblica;colocar sobre el pecho del condenado enormes pesos de piedra o de hierro; arrastrarlodurante un largo trayecto hasta llegar al patbulo o lanzarlo al vaco desde las almenas delos castillos, los acantilados o el tajo de un ro. A veces se untaba al reo con miel para quesirviese de cebo a las moscas (Partidas, VII, 31, 4). Quiz una de las ms espectacularesconsista en encerrarle con un can, un gallo, e una culebra, e un ximio, e despus quefueran en el saco estas cuatro bestias, cosan la boca del saco e lncenlos en el mar o en elro (Partidas, VII, 8, 3).

    Cules eran los sentimientos de quienes presenciaban estos espectculos? Cmoreaccionaban los asistentes? Qu era lo que se sola pensar acerca de todo esto?. Podemosrastrear respuestas consultando los escritos de algunos autores representativos.

    52 Vase N. EYMERIC, Ibid., 51-55, sobre la tortura (cit. supra nota 44). Anteriormente, el Decretum deGraciano (c.15, q.6 de la 2 parte) admita que podan recibir tortura los acusadores de un obispo, los esclavosy la gente que perteneca a los estratos sociales ms bajos. Asimismo, en elLiber extra del papa Gregorio IX,publicado en 1234, hay varias cartas papales del siglo anterior que reconocen lo dispuesto por Graciano.53 B. BREHM, Tiranas y crceles de todos los tiempos, 2 vol., Barcelona, 1973; G. MENNDEZ PIDAL,Ibid., 250-254, cit. supra nota 1; R. VILLENEUVE, El museo de los suplicios (Muerte, tortura y sadismo en

    la historia), Barcelona, 1989; J. ESLAVA, Ibid., cit. supra nota 39; AA. VV., Crceles en Espaa (cincosiglos de horror), Historia/16, extra N 11, Madrid, 1978; J. VILA GRANADOS, Mazmorras que hanhecho historia, Barcelona, 1993.

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    1. Entre los siglos XII y XIII las gentes del pueblo llano so slo conocan lagravedad de los delitos, sino que manifestaban asombro ante el paso de un condenado, loabucheaban grandes y pequeos, viejos y nios, a travs de las calles, con gran vocero,y distinguan diferentes tipos de suplicio, como atestigua Chrtien de Troyes: Va a serdespellejado, ahorcado, ahogado, o quemado sobre una hoguera de espino?54. Se trataba,

    pues, de la conducta normal ante una prctica habitual. En el fondo de esos castigos estabalatiendo una idea de justicia basa en la ley del talin, como lo confirma el mismo autoraludiendo a la muerte de Lanzarote: En cuanto el rey lo sabe, mucho se aflige, y jura,cuando menos por su cabeza, que quienes le mataron morirn; no se podrn justificar y,cuando caigan en su poder, no habr cuestin sino darles muerte en la horca, en la hoguerao en el agua55. Por otra parte, el valor de la palabra dada y la identificacin entre Dios yDerecho, a la hora de defender una causa tan noble como la vida de un inocente, deba deser algo muy extendido segn pensaba, por ejemplo, un caballero comprometido en ladefensa de una muchacha inocente: Estoy convencido de que es verdad lo que me dijo, y,si puedo, la defender porque en mi ayuda encuentra su desquite. Y a decir verdad: Dios seinclina hacia el derecho y Dios y el derecho no son ms que uno56.

    2. Las Partidas de Alfonso X, el Sabio, compuestas y refundidas durante lasegunda mitad del siglo XIII, encierran un importante cambio de mentalidad, como ya seha visto. Por un lado, representan la codificacin del curso que las cosas venan siguiendoen la prctica respecto a la pena capital y la tortura. Y, por otro lado, dan un saltocualitativo en cuanto a los procedimientos del sistema penal: ponen exclusivamente enmanos de los jueces la autorizacin de los castigos fsicos (VII, 29, 15; 30, 2; 31, 1),liberan de ellos a varios grupos de personas (30, 2) e instauran el perdn y la misericordiacomo vas de reconciliacin (32, 1-3).

    3. Tambin es de justicia reconocer que los formularios oficiales de la Inquisicin,durante estos mismos siglos dejan constancia de la entrega de los condenados al brazosecular e incluyen siempre una encarecida splica para evitar la pena de muerte ycualquier otro derramamiento de sangre57:

    Por tanto os declaramos relapso, apartandoos de la jurisdiccin eclesistica, yentregandoos los jueces seglares, quienes encarecidamente suplicamos que moderen lasentencia, de manera que no resulte derramamiento de sangre, ni pena ordinaria (...demuerte).

    4. Sin embargo, a finales del siglo XIV hay testimonios que traen al recuerdo lapervivencia del horror y la crueldad. Jean Froissart recoge en un solo caso, ocurrido entre1326-1327, casi todos los elementos ms horribles de la tortura y la pena de muerte,incluidas las causas penales de su condena58:

    En primer lugar fue arrastrado sobre un arcn, al son de trompas y trompetas, por toda lavilla de Harford de calle en calle. Luego lo llevaron a una gran plaza donde se habareunido todo el pueblo. Lo ataron en lo alto de una escalera de modo que todos, grandes y

    pequeos, lo pudieran ver. En la plaza haban hecho una gran hoguera.. Cuando estuvoatado de ese modo, le cortaron el pene y los testculos por ser sodomita... despus los

    54El caballero de la carreta, 18-19, cit. supra nota 7.55Ibid., 87.56El caballero del len, 104, cit. supra nota, edicin de I. Riquer, Madrid, 1993.57 N. EYMERIC,Ibid., 90.96.99, cit. supra nota 44. En otro lugar critica a los jueces sanguinarios que cifransu vana gloria en inventar crudos y esquisitos tormentos, en los que los reos pierden la vida el uso de sus

    miembros (Ibid., 55)58 Se trataba del caballero Hugo Despenser, favorito del rey Eduardo II de Inglaterra, segn dice el autor ensus Crnicas, I, 28 (cit. supra nota 3), obra en la que aparecen otros muchos casos de tortura y decapitacin.

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    lanzaron al fuego y ardieron. Despus le rajaron el vientre y le sacaron el corazn y lasvsceras, y lo echaron al fuego para quemarlo, pues haba sido falso de corazn y traidor, y

    por su traidor consejo al rey haba avergonzado a su reino y llevado a la calamidad, y habahecho decapitar a los ms grandes barones de Inglaterra... Despus...le cortaron la cabeza yla enviaron a la ciudad de Londres. Luego la cortaron a cuartos que fueron enviados a lascuatro mejores ciudades de Inglaterra despus de Londres.

    5. No obstante, haba otras maneras de ver y de situarse ante estos acontecimientos,tal como se puede apreciar en un relato de santa Catalina de Siena sobre ciertadecapitacin que tuvo lugar en su propia ciudad59. Lo primero que hizo fue visitar al reo

    para instarle al sacramento de la Penitencia, asistir a Misa y recibir la Eucarista. Suobjetivo era estar a su lado, proporcionarle consuelo y alegra, descubrirle la

    posibilidad de vivir aquel ltimo momento de su vida con un sentido religioso: Valor,dulce hermano mo, que pronto estaremos en las bodas eternas; irs baado en la dulcesangre del Hijo de Dios, con el dulce nombre de Jess, que nunca debe salir de tumemoria. El condenado, por su parte, se senta solo, dbil, y solicitaba el calor de la

    compaa: Qudate conmigo; no me abandones, y todo ir bien y morir contento. Elresto de la narracin rebosa dramatismo y estremecimiento:

    Le esper, pues, en el lugar de la justicia, rezando e invocando sin cesar... Antes de quellegase, me baj y puse mi cuello en el tajo, pero sin obtener lo que deseaba, y rezaba yclamaba al cielo y deca: Mara. Quera obtener la gracia de que ella le procurase la luz yla paz del corazn en sus ltimos momentos... Mi alma se sinti de tal modo embriagada

    por la dulce promesa que me hizo, que no vea a nadie, aun cuando haba en la plaza unagran multitud.

    Lleg, por fin, como un cordero apacible, y al verme se sonri. Quiso que hiciese sobre lla seal de la cruz. Cuando la hubo recibido, le dije en voz baja: Ve dulce hermano; dentro

    de poco estars en las eternas bodas. Se extendi dulcemente, le descubr el cuello einclinada sobre l, le record la sangre del Cordero. Sus labios slo repetan: Jess,Catalina. Cerr los ojos, diciendo: Quiero, y recib la cabeza en mis manos... Cuandose llevaron el cadver, mi alma descans en una paz deliciosa, y disfrutaba con el perfumede esta sangre, que no poda sufrir que lavasen la que haba salpicado mis vestidos.

    A nuestro juicio es una descripcin enigmtica y truculenta. Es cierto que pone demanifiesto el supremo valor que encierra aquel condenado como ser humano, visto desdeel significado purificador de la sangre de Cristo (un elemento por otra parte caractersticode la piedad popular medieval), pero insiste tanto en la aceptacin pacfica de ladecapitacin, que el acontecimiento de la pena de muerte no solo parece un hecho

    inevitable, sino normal y desprovisto de cualquier signo de rechazo. La mayorpreocupacin de Catalina reside en el sentido salvfico de los hechos, pero no en el valortico y moral de una vida fsica a punto de expirar. El gozo con que lleva en sus propiasropas las salpicaduras de sangre del decapitado (...disfrutaba con el perfume de estasangre, que no poda sufrir que lavase la que haba salpicado mis vestidos) contrasta demanera muy significativa con actitudes tan diferentes como las de los primerosfranciscanos y los valdenses, por ejemplo, y, sobre todo, muestra una extraa resignacinante la tremenda violencia que debi soportar aquel ser humano. En cualquier caso surespuesta es contraria a la de su entorno social.

    59 Ocurri en 1375 y la vctima era un hombre llamado Niccol di Toldo, condenado por su actitudcontestataria ante los gobernantes de la ciudad. El texto est recogido en la edicin de A. Morta,Introduccin, Obras de Santa Catalina de Siena. El Dilogo, Madrid, 1955, 31-32 .

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    6. Pero ya existan entonces otras actitudes realmente profticas, entre las quedestaca la incomparable figura de san Francisco de Ass. En el episodio del lobo deGubbio60 se encuentran las races de una nueva mentalidad ante la vida fsica. Aquel granlobo terrible y feroz se refiere, ante todo, a un animal en sentido estricto, pero tambines posible ver en l la personificacin de un ladrn y homicida malvado, merecedor de la

    horca.. La reaccin de Francisco es muy diferente de las que hemos visto hasta ahora:

    1) Decidi salir a su encuentro, desatendiendo los consejos de todos, pero no desdelejos, sino encaminndose resueltamente hacia el lugar donde estaba el lobo. Una vezall, lo llam con una orden (Ven aqu, hermano lobo!) y le ech en cara sus crmenes,

    pues viva maltratando y matando las criaturas de Dios sin su permiso, y se atreva adar muerte y causar dao a los hombres, hechos a imagen de Dios. El santo tambin sehizo cargo de la causa de su conducta: por hambre has hecho el mal que has hecho.

    2) Luego, asumi la funcin de interceder entre el lobo y el pueblo. Al lobo leprometi conseguirle alimentos, o sea, extirpar la causa de su mala conducta y, a cambio,le pidi sellar y mantener la paz en nombre de Dios. A la gente del pueblo la

    comprometi a un pacto condicionado en pblico, ofrecindose el propio Francisco comofiador del animal: el hermano lobo, que est aqu ante vosotros, me ha prometido ydado su fe de hacer las paces con vosotros y de no daaros en adelante en cosa alguna sivosotros os comprometis a darle cada da lo que necesita.

    3) Por ltimo, se puso en marcha la tarea de integracin, lo que llamaramos,salvando distancias, la reinsercin social del delincuente. El lobo vivi dos aos enGubbio, iba con mansedumbre de puerta en puerta sin causar mal a nadie y sin recibirlode ninguno, reciba alimentos cortsmente por parte de todos los vecinos y ni siquierale ladraban lo perros del lugar. Lleg a morir de viejo y hasta sus antiguos enemigos losintieron mucho porque, gracias a Francisco, haban descubierto que tiene sentido amar y

    proteger lo que vive y llorar por lo que muere.Sea historia o sea leyenda, esta florecilla del hermano lobo quedar siempre

    como una creacin genial, smbolo de cmo se debera tratar no slo la vida de losanimales, sino la de cualquier ser humano, incluso la del ms depravado y reo de la msdura pena.

    RESUMEN

    Es evidente que el derecho y la tica contribuyeron durante estos siglos a separar lapena de muerte y la tortura de la arbitrariedad con que la ejercan los seores feudales.

    Asimismo, sirvieron de impulso para clarificar las causas de su imposicin y limitar elejercicio indiscriminado de su aplicacin, ponindolas en manos de las autoridadescentrales y de tribunales especiales. Aparte de esa moderacin jurdico-moral, en la queinfluyeron tanto telogos y canonistas como instituciones pblicas, no cabe ninguna dudaacerca de la historicidad de su tipificacin legal y de su puesta en prctica.

    Es necesario resaltar, tambin, que no hay razones para acusar a la Inquisicinmedieval de una crueldad tan exagerada con en ocasiones se hace creer. Esta institucin,que a nuestro juicio nunca puede ser objeto de defensa en una Iglesia basada en elEvangelio y el Amor, pretendi ser testigo de la unidad de la fe y del incomparable valorde la verdad religiosa, pero los evidentes excesos de sus prcticas hay que situarlos dentrode la particular mentalidad del mundo medieval. En ese mundo, Iglesia y Estado

    60 Florecillas, XXI,Escritos. Biografas, Documentos de la poca, edicin de J. A. Guerra, Madrid, 1993,838-840.

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    constituan una sola e indivisible unidad en cuyo seno la fe cristiana no slo erareconocida, sin escisiones, como religin insustituible, sino que dominaba realmente y seimpona como la nica sociedad perfecta. Desde ah hasta considerar que la vida fsicavala menos que la verdad religiosa, y que poda legtimamente eliminarse a su costa, slohaba un pequeo paso. Sin embargo, no todo fue as. La Iglesia tambin cre instituciones

    especficas para proteger la vida de los delincuentes y liberarlos, en lo posible, de loscastigos fsicos que les correspondan, como veremos ms adelante en algunos captulos dela segunda parte de este trabajo.

    Con todo, las voces crticas de carcter abolicionista tuvieron escasa influenciasobre las posiciones oficiales a no ser para incluirlas dentro de los grupos que, por ese yotros motivos, se convirtieron en objeto de sospecha y persecucin. Lo que stos defendantodava sigue siendo hoy una cuestin pendiente: el intento por aunar esfuerzos en orden aelaborar un derecho penal capaz de dictar sentencias justas sin necesidad de eliminar lavida del condenado, es una puerta que est llamada a abrirse en un futuro no lejano a todoslos pases de la tierra.

    3. EL CLIMA DE VIOLENCIA

    El propsito de este ltimo apartado consiste en presentar las manifestaciones msdestacadas que adopt la violencia, desde el punto de vista individual y social, as comootros maltratos contra las personas61. Es muy probable que se vean bastante casos

    parecidos a los que ocurren en la sociedad actual.

    3.1. Violencia individual

    Aun a riesgo de simplificar excesivamente las cosas, se puede ofrecer un brevepanorama de esa situacin partiendo de los siguientes datos:

    1. Segn las Partidas, homicidio es cualquier matamiento de hombre... cuandomata un hombre a otro torticeramente... a sabiendas (VII, 8, 1-1). En cambio, si ocurraen defensa propia, es decir, para amparar su persona de muerte (8, 1-2), proteger elhonor individual por causa de adulterio o violacin de esposa, hija o hermana (8, 3), odefender casas, campos, mieses y rboles contra los incendiarios, ladrones conocidos yasaltantes de caminos pblicos, no se reciba pena de homicida (Ibid.). Lo mismo debaocurrir en otras partes de Europa a principios del siglo XIII. En las poblaciones de

    Picarda, Athis, Oisy y Walincourt, segn afirma G. Duby, exista la norma de no castigar anadie por matar a un asaltante dentro de la propia casa 62.2. Otra clase de atentados contra la vida era el asesinato, a tenor del significado que

    revesta el mismo trmino: hombres desesperados y malos (los asesinos), que matan a los61 Cfr. J. BELLAMY, Crime and Public Order in England in the Late Middle Ages , London, 1972; B.HANAWALT, Crime and Conflict in English Communities 1300-1348, Cambridge, 1979; J. MISRAKI,Criminalit et pauvret en France lpoque de la guerre de cent ans, en M. MOLLAT (ed.), tudes surlhistorie de la pauvret (Moyen ge-XVI sicle, Pars, 1974, 535-546; G. BONFIGLIO DOCIO,Criminalit ed emarginazione a Brescia nel primo Quattrocento,Archivio Storico Italiano (1978) 113-164;A. PORTEAU-BITKER, Criminalit et dlinquance Feminine dans le droit penal des XIIIe et XIVesicles,Revue Historique de Droit Franais et tranger58 (1980) 13-56; B. GEREMEK, El marginado,en J. LE GOFF (ed.), El hombre medieval, Madrid, 1990, 364-378; S. MORETA VELAYOS, Malhechores

    feudales. Violencia, antagonismos y alianza de clases en Castilla, siglos XIII y XIV, Madrid, 1978; C.BARROS, Mentalidad justiciera de los irmandios, siglo XV, Madrid, 1990, 125-236.62Historia de la vida privada, 2, Madrid, 1988, 42.

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    hombres a traicin de manera que no se pueden de ellos guardar (Partidas, VII, 27, 3).Los archivos judiciales confirman que el ndice de violencia premeditada, con heridas ymuertes, superaba con creces a la de tipo accidental, sobre todo en el mbito urbano de la

    bajomedieval. Los mviles de esta delincuencia giraban en torno a una situacin de gravescarencias materiales y a un estilo de vida habituado al robo y al expolio, mientras que entre

    nobles y burgueses obedecan al orgullo de familia, al acentuado sentido del honor y a unapasionado partidismo de sus sbditos, en resumen, por pura venganza o ley del talin.Formando parte de otra mentalidad muy diferente, se encontraba la convenenza de

    los ctaros: el pacto establecido entre un perfecto y un candidato para que a ste ltimo,cuando estuviese prximo a la muerte y no pudiera ya hablar, se le pudiera quitar la vida enun determinado momento63.

    3. Respecto al infanticidio se han conservado bastantes noticias acerca de dosclases de conducta. Una era la de los padres o nodrizas que, basndose en la ignoranciarespecto al cuidado de los nios o la carencia de medios materiales dentro de sus casas,causaban la muerte de los ms pequeos por asfixia debido a la costumbre de acostarlosconsigo en su propia cama, tal como consta en las fuentes eclesisticas de la poca. El

    Snodo de Len, de 1262 o 1267, por ejemplo, mandaba a los clrigos amonestar a susfeligreses para que non tengan consigo de noche sos fijos o los criados pequennos, mastenganlos enno biero et guardenlos elo mellor que podieren64. Otra conducta serelacionaba con la muerte de nios provocada por el maltrato fsico que les daban sus

    padres, seores o maestros (Partidas, VII, 8, 8) o por dejarlos abandonados en cualquierlugar (los expsitos), segn atestigua la prctica de numerosos hospitales dedicados arecogerlos.

    4. Sabido es tambin que la Iglesia consideraba homicidio al aborto provocadodespus de la animacin del feto65. Los especialistas afirman que las causas de mayortrascendencia provenan del catarismo y, tambin, en cierta medida, de los nuevos cdigosde comportamiento implantados por la corriente del amor corts. Parece ser que unos yotros coincidan en rechazar la procreacin por diferentes razones: los ctaros, basndoseen su caracterstico dualismo, consideraban el matrimonio y la gestacin como realidadesabsolutamente impuras, puesto que slo servan para aumentar los hijos del diablo, nicodueo de este mundo material; los seguidores del amor corts equiparaban el amor idealy la relacin extraconyugal con la pura afectividad sexual, ignorando todo lo referente a la

    procreacin. No obstante, es difcil conocer la difusin real del aborto66.5. En cuanto al suicidio, Chrtien de Troyes ya lo describa a finales del siglo XII

    como un desprecio por la vida, que empuja a la decisin de no vivir una hora ms o,como dice en otro lugar uno de sus personajes, el que pierde su alegra y su felicidad poruna mala accin y por su culpa debe tenerse un odio mortal, debe odiarse y matarse.

    Hacia 1312, Dante Alighieri sita a los suicidas en uno de los crculos de rboles quecomponen la Selva Oscura del Infierno: Ven, muerte!, dice uno de ellos, yo levant enmi casa mi cadalso67.

    Las Partidas lo definen como desesperamiento por el que un hombre terminaaborreciendo su vida y codiciando la muerte (VII, 27, 1), pasando luego a exponer lasiguiente casustica: el miedo al castigo y la vergenza de los propios delitos empuja alenvenenamiento o a matarse con sus propias manos; haba quien se quitaba la vida con

    63 Vase R. NELLI, Los ctaros, 86-87 (cit. supra nota 48) y M. D. LAMBERT, La hereja medieval, 155(cit. supra nota 47) para quien la convenenza evolucion hasta conocer circunstancias ms dramticas.64Synodicon Hispanum, III, 243, cit. supra nota 50.65 Cfr. J. T. NOONAN Contraception et mariage, Pars, 1969, 221-239; G. GRISEZ, El aborto, Salamanca,

    1972, 234-242; J. GAFO,El aborto y el comienzo de la vida humana, Madrid, 1979, 91-99.66 Para mayor informacin, vase la excelente obra del citado J. T. NOONAN,Ibid., 232-249.67Divina Comedia, 112-117, edicin de A. Crespo, Barcelona, 1982.

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    locura o con saa y, en ocasiones, obedeca a la incapacidad para soportar el dolor de unaenfermedad; y tambin cuando algn ricohombre caa en desgracia, metindose a peligrode muerte o matndose a l mismo (Ibid.)68

    Entre los ctaros exista una forma particular de suicidio, probablemente pocoextendida, que se conoca con el nombre de endura (privacin, ayuno)69: dejarse morir de

    inanicin una vez recibido el consolamentum o bautismo espiritual, aunque tambinutilizaban otros procedimientos violentos. Se trataba de una especie de suicido mstico paraquienes entendan esta vida terrestre como un encarcelamiento del diablo y se hacanvctimas de un obsesivo perfeccionismo.

    3.2. Violencia social

    Desde mediados del siglo XIII gran parte de Europa se vio envuelta por sucesivasoleadas de disturbios y rebeliones populares, malfetras de seores feudales,

    persecuciones contra los judos y peculiares movimientos de masas como el de los

    flagelantes o el de los bailes epidmicos.

    1. Las revueltas sociales, de carcter rural y urbano, fueron incrementndose amedida que se acercaba el perodo bajomedieval70, dejando un elevado saldo de heridos ymuertos. Sera demasiado largo ofrecer siquiera una sntesis de los principales episodios.Entre los ms representativos se encuentra, en primer lugar, la famosa Jacquerie de 1358,desarrollada en Pars y en los campos vecinos, donde millares de campesinos desataron unaviolencia brutal, luego reprimida con idntica virulencia, segn consta en la narracin quenos ha dejado Jean Froissart71:

    (Los campesinos), entonces, sin otro consejo y sin otra armadura ms que bastones con

    puntas de hierro y cuchillos, se fueron a la casa de un caballero que estaba cerca de all.Destruyeron la casa, mataron al caballero y a los hijos, grandes y pequeos, y loincendiaron todo. Luego se fueron a un castillo y all actuaron peor, pues cogieron alcaballero y lo ataron a una estaca muy fuertemente y muchos violaron a la mujer y a la hijadelante del caballero. Despus mataron a la mujer, que estaba encinta, a su hija y a todoslos nios, y al marido despus de torturarlo, y quemaron y destruyeron el castillo. Ashicieron en muchos castillos y buenas casas, y fueron creciendo tanto que llegaron a seismil...

    Extranjeros y gentileshombres del pas se unieron y empezaron a matar y decapitar aaquellos miserables, sin piedad y sin merced, y los colgaban de las horcas de los rbolesall donde los encontraban... Los derribaban a montones y los mataban como a bestias, y

    68 Para mayor informacin, cfr. J. Cl. SCHMITT, Le suicide au Moyen ge,Annales, Economies, Socits,Civilisations (1976) 3-28.69 Cfr. C. MOLINER, LEndura: coutume religieuse des derniers sectaires albigeois,Annales de la Facultdes Lettres de Bordeaux 3 (1881) 282-299; Y. DOSSAT, Lvolution des rituels cathares, Revue deSynthse 22-23 (1948) 27-30; ID., Les cathares daprs les documents de lInquisition, Cahier de Fanjeaux3 (1968) 71-104; R. NELLI,Ibid., 12 y 92, cit. supra nota 48.70 Cfr. J. VALDEN,Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV, Madrid, 1975; G.FOURQUIN, Los levantamientos populares en la Edad Media, Madrid, 1976; R. PASTOR, Resistencia yluchas campesinas en la poca del crecimiento y consolidacin de la formacin feudal. Castilla y Len,siglos X-XIII, Madrid, 1980; M. MOLLAT - Ph. WOLF, Uas azules, Jacques y Ciompi. Las revoluciones

    populares en Europa en los siglos XIV y XV, Madrid, 1989. Vanse tambin en la bibliografa general lasobras de G. Rude, R. H. Milton, J. L. Martin y W. Rsener.71Crnicas, I, 179-184, cit. supra nota 3.

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    los sacaron fuera de la villa pues entre ellos no haba ningn orden ni formacin. Mataron atantos que se cansaron y quedaron hartos, y los arrojaron a montones en el ro....

    Otras revueltas significativas y violentas fueron el llamado tumulto de los Ciompi,ocurrido en Florencia entre junio y agosto de 1378, y la sublevacin de los trabajadores

    ingleses, en 1381, probablemente la de mayor alcance en todos los sentidos, tanto por suautntico carcter nacional como por haber contado con un altsimo grado de participacinentre gentes del campo y de las ciudades (las crnicas hablan de 50.000, slo refirindoseal condado de Kent).

    La segunda mitad del siglo XIV es tambin el perodo en que surgen varioslevantamientos populares en Espaa, con las mismas caractersticas y motivaciones que enel resto de Europa como sucedi, por ejemplo, en Paredes de Nava, cuyo relato se haconservado en la Crnica de Enrique III, en Asturias y sobre todo en Galicia72. Tampoco selibraron los seoros episcopales, pues el rey Alfonso XI conden a muerte a 40ciudadanos de Palencia por haber provocado un tumulto contra su obispo Gmez Pelez73.

    Parece ser que, en la mayora de los casos, el frente de la agitacin estaba ocupado

    por los pequeos, los pobres, que se vean luego desbordados y mezclados con gentesextraas, agitadores y rufianes. En definitiva, terminaron frustrados, convertidos enganancia de pescadores a ro revuelto y siendo las principales vctimas de la represin:Los documentos de justicia y las listas de condenados dan fe de todo ello 74.

    2. El trmino de malfetras se aplicaba al conjunto de rapias y agresiones fsicasperpetradas por malhechores feudales, es decir, por una nobleza en dificultades queencontr en el saqueo y en la depredacin un medio idneo para compensar la crisis queatravesaban sus rentas. Los testimonios sobre este tipo de violencia se acumulan de manerasorprendente durante el perodo bajomedieval: textos legislativos, actas de Cortes y fuentesliterarias, tomadas en este caso de Castilla, ofrecen abundantes referencias de los atropellosde los cavalgadores y estn salpicadas de expresiones tan significativas como estragar,

    correr, cercar, quemar y matar. Un ejemplo lo encontramos en las Cortes deValladolid (1322), que aluden a los malhechores que tomaron gran suelta en robar, e enforciar, e en tener los caminos e matar a los omnes, e quemar las aldeas e en facer otrosmuchos males e desaguisados...75. El Poema de Alfonso XI dice lo mismo: En estetiempo los seores / corran a Castilla / los mezquinos labradores / pasaban granmanciella... / las tierras se hermaban / por mengua de justicia. / Cadaldia aces parando /estragando los menores / las tierras robando / matando los labradores / despechandomercaderos...76.

    Algunas investigaciones confirman que, prescindiendo de los daos causados porlos delincuentes comunes, el 100% de las muertes, violaciones, tormentos y rescates

    padecidos por las clases bajas fueron obra de los seores feudales o de sus intermediarios77.3. Los progromos contra los judos tambin causaron numerosas prdidas de vidas

    humanas78. La convivencia entre cristianos y judos haba transcurrido en medio de una

    72 C. LPEZ,La pobreza en la Espaa medieval, Madrid, 1986, 604-605; C. BARROS,Ibid., 24, cit. supranota 61; J. I. RUIZ DE LA PEA, Los perxraos de Llanera,Asturiensia Medievalia 1 (1972) 261-290.73 Cfr. F. J. FERNNDEZ CONDE, Decadencia de la Iglesia espaola bajomedieval y proyectos dereforma, en R. GARCA-VILLOSLADA (ed.),Ibid., 435, cit. supra nota 11.74 M. MOLLAT- Ph. WOLFF,Ibid., 154, cit. supra nota 70.75 Citado por P. BONNASSIE, Rapia, Vocabulario Bsico de la Historia Medieval, Barcelona, 1988, 193.76 Citado tambin por P. BONNASSIE, Rapia,Ibid., 193.77 Vase C. BARROS,Ibid., 134 (cit. supra nota 61), refirindose a la Galicia de principios del siglo XV.78 Cfr. R. GONZLVEZ, Las minoras tnico-religiosas en la Edad Media espaola, en R. GARCA-

    VILLOSLADA (ed.), Ibid., 515-531, cit. supra nota 11; M. KRIEGEL, Les juifs du Moyen ge danslEurope Mediterranene, Pars, 1979 y los 10 volmenes de la Enciclopedia Judaica Castellana, Mxico,1948-1952. Vanse adems las obras de C. Roth - I. H. Levine, L. Surez y F. Baer de la bibliografa general.

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    relativa paz durante la poca anterior hasta que comenzaron a desatarse gravespersecuciones antisemticas con motivo de las Cruzadas. No obstante, la hostilidad haciaellos fue agravndose paulatinamente desde el siglo XIII por diversos motivos, entre losque no era el menor la envidia y la codicia hacia los puestos de privilegio que ocupaban.Lo cierto es que la violencia ms brutal se iba extendiendo paulatinamente, segn lo refiere

    en este caso el papa Inocencio IV: por tales hechos y otros muchos cuentos deabominacin, las gentes se enfurecan contra ellos y, sin acusacin, confesin, ni pruebas...contra Dios y la justicia, se los privaba de todos sus bienes, se los oprima con hambre,

    prisin y muchas torturas y martirios... y se condenaba a los ms posibles a una muerteignominiosa79.

    Luego, a medida que avanzaba el siglo XIV, se intensificaron las acusaciones ysalt la chispa definitiva extendindose como un reguero de plvora por toda Europa,alcanzando particular crueldad en Espaa a raz del asalto de la judera de Sevilla, en 1391.Las cifras que se dan sobre el nmero de muertos son muy exageradas y se convierten, porello, en objeto de sospecha, pero estamos ante una deplorable actitud racista y xenfoba.

    4. Entre 1260 y 1261, una extraordinaria difusin de procesiones de flagelantes80

    surge en Italia, atraviesa los Alpes y llega hasta el centro de Europa, afectando tambin aEspaa. Pero desde la mitad del siglo XIV se extienden con inusitada rapidez, coincidiendocon diversos factores ya expuestos y amenazando constantemente la propia vida.Adoptaban la forma de movimientos masivos y utilizaban rituales precisos que algunosautores describieron as81:

    Mientras la peste an estaba activa... en Alemania, Flandes, Henao y Lorena, hubohombres que se levantaron para formar una nueva secta por su propia autoridad. desnudoshasta la cintura, se unieron en grandes grupos y bandas y marcharon en procesin por lasencrucijadas y las plazas de las ciudades y poblados. Formaban crculos y se golpeaban lasespaldas con pesados azotes, regocijndose al hacerlo, dando altas voces y cantando

    himnos apropiados a su rito... As, durante 33 das marcharon por muchas ciudadeshaciendo penitencia y dando un gran espectculo a las gentes, admiradas. Se dabanlatigazos en los hombros y en los brazos, con azotes provistos de puntas de acero, parahacer sacar la sangre.

    Considerndose a s mismos elegidos por Cristo, y convencidos de que gozaban desu mismo poder redentor a causa de la penitencia y la sangre producida por los azotes, sesintieron precursores de una nueva poca milenaria promoviendo directamente la matanzade los judos o, al menos, instigndola.

    5. Por esta misma poca apareci uno de los fenmenos ms curiosos de la Edadmedia: los bailes epidmicos82. Parece que los cronistas ya hablaban de ello a principios

    del siglo XIII, pero fue a raz de la Peste o Muerte Negra cuando llegaron a alcanzar unaintensidad increble. Masas de hombres, mujeres e incluso de nios, se vean atacados pordolores muy fuertes, que solo eran capaces de aliviar danzando hasta caer agotados o

    79Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, saeculum XIII, t. II, 298.80 Cfr. AA. VV., El movimento dei disciplinanti nel settimo centenario dal suo inizio, Perugia, 1962; G.SZEKELY, Le mouvement des Flagellants au XIVe sicle, son caractre et ses causes, en J. LE GOFF(ed.), Hrsies et Socits dan lEurope prindustrielle, Pars, 1968, 229-238; R. KIEKHEFFER, RadicalTendencies in the Flagellants of the Mid-fourteenth Century, Journal of Medieval and Renaissance Studies4 (1974) 157-176; J. M. REVERTE COMA, Las procesiones de flagelantes, El Mdico 268 (1988) 88-92;M. D. LAMBERT,Ibid., 210 y 232-233, cit. supra nota 47.81 Se trata en este caso de Jean de Venette, citado por R. S. GOTTFRIED, La Muerte Negra. Desastres

    naturales y humanos en la Europa medieval, Mxico, 1989, 150.82 Cfr. J. LE GOFF,La civilizacin del Occidente medieval, Barcelona, 1969, 330 y el sugerente estudio de J.M. REVERTE COMA, Bailes epidmicos,El Mdico (24 de marzo de 1978) 70-78.

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    muertos, al tiempo que deliraban y gritaban enfurecidos pidiendo por favor que lossujetasen por la cintura. Se difundieron principalmente por el centro de Europa. Solandirigirse hacia varios santuarios, estimulando a participar a mucha gente de aquellos pasesy siempre cantando, bailando y haciendo contorsiones ante las imgenes de los santos,convencidos de que las oraciones, los ayunos, el agua bendita y los exorcismos constituan

    su verdadera terapia. Pero los expertos aseguran que se trataba de una verdaderacoreomana, es decir, una enfermedad causada por algn cuadro de tipo txico ymanifestado con distinta intensidad en diferentes partes del cuerpo, que afectabasimultneamente a numerosas personas y estaba relacionado probablemente con algunasconsecuencias de la Peste Negra83.

    6. Por ltimo, es interesante hacer una breve alusin a la famosa Danza de laMuerte84, tambin conocida por el nombre de Danza macabra, un conjunto derepresentaciones literarias, iconogrficas, didcticas y morales, sobre el hecho de la muerteen el mundo. Quiz no hay ninguna poca que haya dejado impresa la imagen de la muertecon tan continuada insistencia como los siglos bajomedievales. El tono de la vida, comodice Johan Huizinga, estaba constantemente sostenido por un eco permanente donde

    resonaba a diario la voz del Memento mori, que dara lugar a tan variadas y mltiplesmanifestaciones de manera particular en el centro y norte de Europa85. Lo que estabalatiendo en el fondo era el gran impacto producido por los grandes azotes de la poca,especialmente la Muerte Negra, que acentuaron con mucha fuerza el sentimiento de lacaducidad de la vida como realidad abrumadoramente cotidiana. Simbolizaba la unincsmica del ms all y del ms ac a travs de una cadena mgica, donde todos quedabandefinitivamente situados bajo el mismo rasero, tras haber pasado una vida marca por ladesigualdad, la enfermedad, la penuria, la violencia y la omnipresencia de la muerte. Vienea ser como el punto final del trayecto histrico que nos ocupa, como si fuera el revs deuna profunda estima por la vida frgil y fugaz por la que pasaba la mayora de la gente.

    3.3. Otros maltratos fsicos

    1. Atentar contra las propiedades muebles e inmuebles de las personas era unprocedimiento habitual durante la Edad Media, como ya se ha dicho. A partir del siglo XIIIlas actas judiciales contienen abundantes testimonios sobre el robo, que iba unido confrecuencia a conductas violentas86. Prueba de ello es el hecho de estar considerado como eldelito privado bsico en las Cortes de los siglos XIII-XIV y en las Partidas de Alfonso Xdonde se castigaba con mucha severidad. Tambin lo recoge la legislacin eclesistica,segn tendremos ocasin de ver.

    83 Cfr. E. P. RICHARDSON - R. ADAMS, Enfermedades degenerativas del sistema nervioso, en AA. VV.,Medicina Interna Harrison, II, Mxico, 1979, sobre todo corea de Huntington y corea de Sydenham; M.BURNEO - D. O. WHITE, Historia natural de la enfermedad infecciosa, Madrid, 1982, 165 y 286-287; A.S. BENENSON,El control de las enfermedades transmisibles en el hombre, Washington, 1983, 280 y 319.84 Cfr. J. HUIZINGA, La imagen de la muerte, El otoo de la Edad Media, 194-212, cit. supra nota 11; A.TELENTI,La vie et la mort travers lart du Xve sicle , Pars, 1952; Ph. ARIS,El hombre ante la muerte,Madrid, 1987; AA. VV.,La muerte y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media,Santiago de Compostela, 1982; S. ROYER DE CARDINAL, Morir en Espaa (Castilla baja Edad Media),Universidad Catlica de Argentina, 1992; AA. VV., La muerte en la Edad Media, en M. C. MORALESSAO - F. J. FERNNDEZ CONDE (eds.), Orgenes. Cultura y arte en Asturias. Siglos VII-XV, Oviedo,1993, 191-195.85 En Espaa se ha conservado un poema annimo sobre el tema, cuya versin al actual espaol puede verseen F. LZARO CARRETER, Teatro espaol, Madrid, 1976, 227-248.86 Est resumido en B. GEREMEK, El marginado, en J. LE GOFF (ed.),Ibid., 367-375, cit. supra nota 61.

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  • 8/6/2019 Libro Parte 1 - II Las amenazas contra la vida

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    A largo plazo eran mucho ms graves las consecuencias provocadas por losincendios de casas y cosechas. Los culpables reciban la pena de ser arrojados al fuego queellos mismos haban encendido (Partidas, VII, 10, 9), lo que demuestra tanto la frecuenciade esta agresin como la importancia que supona proteger esos bienes. A partir de lacondena realizada por el concilio Lateranense II (1139) sobre los incendios, calificndolos

    de malicia detestable, devastadora y abominable87

    , los snodos locales tambin se fueronhaciendo eco del problema en bastantes ocasiones.2. Haba tambin numerosas agresiones contra la integridad fsica, como ocurra en

    el caso de las heridas, por ejemplo, que se podra constatar recordando lo que hemos dichoms atrs sobre guerras, torneos, mentalidad de los mercenarios, revueltas populares,malfetras, flagelismo.... Adems, deban de ser corrientes las peleas protagonizadas porlos feridores, pues a ello se refieren con frecuencia las actas judiciales, los cdigoslegales ms importante y los snodos locales, como es el caso de un snodo de Len (1303)que califica de sacrilegio ferir alguno en sagrado o fuera de sagrado y, tambin, lasConstituciones del obispo de Oviedo, Juan Snchez, que en 1340 castiga con diversas

    penas cannicas a cuantos fieren sin razon o se dedican a ferir... por si o por suas

    compannas88.LasPartidas lo abordan en el captulo de las deshonras y de los tuertos, as como

    en el de las fuerzas contra las personas, y, ms concretamente, cuando hablan de lasdeshonras atroces, ms crueles y graves, de las que ofrece el legislador una interesantetipificacin (VII, 9, 20): por razn del hecho en s, segn la clase de arma o herida, por

    parte del cuerpo donde se sufre la lesin y por el tipo de persona que recibe la deshonra.Hay que dejar constancia, asimismo, del uso de armas, que deba de ser una

    prctica habitual incluso entre las bajas capas sociales. A principios del siglo XII, elbigrafo de Carlos el Bueno, conde de Flandes, no encuentra para l mejor elogio queatribuirle la decisin de haber otorgado a todos, en la ciudad y en el campo, la facultad decircular sin armas!89. Esto significa que la costumbre de llevarlas consigo estabasocialmente reconocida a juzgar por la insistencia con que se prohbe tal conducta en losconcilios generales y locales de la Iglesia: as sucedi en el concilio Lateranense IV(1215), en el de Vienne (1311-1312), en el legatino de Valladolid (1228) y en variossnodos locales, como el de Len de 1262 o 1267 donde consta que era tambin unacostumbre de los clrigos90.

    3. Y vamos a finalizar este apartado recordando algunas otras lesiones fsicas apersonas ms concretas, como eran las cometidas contra las mujeres y los esclavos:

    - Bajo el predominio de una mentalidad muy jerarquizada y dominada por varones,resultaba casi imposible reconocer un puesto a la mujer. Exista la costumbre deconsiderarla como cosa vana y frvola, y se reconoca a los hombres el derecho de pegar

    a las mujeres mientras no las mataran o les causaran excesivos daos. De hecho, habaleyendas que advertan a las mujeres sobre la conveniencia de ser humildes y no suscitar