Libro Las Reglas Del Metodo Sociologico - Emile Durkhein - PDF 209 Pp

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Libro de Emile Durkhein: Las Reglas del Método Sociologico

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  • W.

    EMILE DURKHEIMLas reglas del

    mtodo sociolgico

    FONDO DE CULTURA ECONMICAMXICO

  • CUADERNOS DE LA GACETA

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  • Traduccin deERNESTINA DE CHAMPOURUN

  • EMILE DURKHEIM

    Las reglas delmtodo sociolgico

    XFONDO DE CULTURA ECONMICA

    MXICO

  • Primera edicin en francs, 1895Primera edicin en espaol, 1986

    Segunda reimpresin, 2001

    Se prohibe la reproduccin total o parcial de esta obraincluido el diseo tipogrfico y de portada,sea cual fuere el medio, electrnico o mecnico,sin el consentimiento por escrito del editor.

    Ttulo original:Les regles de la Miihode sociologique

    D. R. O 1986, FONDO DE CULTURA ECONMICA, S. A. DE C. V.D. R. CY 1997, Foz:no DE CULTURA ECONMICACarretera Picacho-Ajusco 227; 14200 Mxico, D. F.www,fce.com .rnx

    ISBN 968-16-2445-9

    Impreso en Mxico

  • Prlogo a la primera edicin

    Estamos tan poco habituados a tratar los hechos so-ciales de una manera cientfica que corremos el riesgode que algunas afirmaciones contenidas en este librosorprendan al lector. Sin embargo, si bien existe unaciencia de las sociedades, no hay que esperar queconsista en una simple parfrasis de los prejuiciostradicionales, sino que nos haga ver las cosas de unmodo distinto a como aparecen al vulgo; pues todaslas ciencias tienen por objeto hacer descubrimientos,y todo descubrimiento desconcierta en mayor omenor grado las opiniones recibidas. As pues, en loque respecta a la sociologa, a menos que se preste alsentido comn una autoridad que ya hace tiempodej de tener en las otras ciencias y que no se ve dednde podra llegarle, es preciso que el estudioso sedecida resueltamente a no dejarse intimidar por losresultados a que le lleven sus investigaciones, si fue-ron conducidas de acuerdo con un mtodo. Si buscarla paradoja es propio de un sofista, esquivarlacuando los hechos la imponen es propio de un esp-ritu sin coraje o sin fe en la ciencia.

    Por desgracia, es ms fcil admitir esta regla en

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  • principio y toricamente que aplicarla con perseve-rancia. Todava estamos demasiado acostumbrados azanjar estas cuestiones segn lo que nos sugiere elsentido comn, para poder mantenerlo fcilmente adistancia de las discusiones sociolgicas. Cuandoms liberados de l creemos estar, nos impone susjuicios sin que nos demos cuenta. No hay ms que unprocedimiento largo y especial para prever talessituaciones de debilidad. Es lo que pedimos al lectorque no pierda de vista: que tenga siempre presenteen su cabeza que las formas de pensar a las que estms hecho son contrarias, antes que favorables alestudio cientfico de los fenmenos sociales, y, enconsecuencia, que se ponga en guardia contra susprimeras impresiones. Si nos dejamos llevar por ellassin oponer resistencia, corremos el riesgo de que nosjuzgue sin habernos comprendido. As, podra suce-der que nos acusara de haber querido absolver todoslos actos de delincuencia, valindose para ello comopretexto de que nosotros lo convertimos en un fen-meno ms de los que se ocupa la sociologa. Laobjecin, no obstante, sera pueril, porque, si es nor-mal que en todas las sociedades se cometan delitos,no lo es menos que se castigue por ellos. La institu-cin de un sistema represivo no es un hecho menosuniversal que la existencia de la criminalidad nimenos indispensable para la salud colectiva. Paraque no hubiera delitos sera preciso un nivelamientode las conciencias individuales que, por razones queluego veremos, no es ni posible ni deseable; en cam-bio, para que no hubiera represin no tendra quehaber homogeneidad moral, lo que es inconciliablecon la existencia de una sociedad. Pero el sentido

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  • comn, partiendo del hecho de que el delito es detes-tado y detestable, concluy, sin razn, que stenunca podra desaparecer por completo. Con elsimplismo que lo caracteriza, no concibe que unacosa que repugna pueda tener una razn de ser til, y,sin embargo, no hay en ello ninguna contradiccin.No hay, acaso, en el organismo funciones repug-nantes cuyo ejercicio regular es necesario para lasalud del individuo? No detestamos el sufrimiento?Y, sin embargo, un ser que no lo conociera sera unmonstruo. Hasta puede suceder que el carcter natu-ral de una cosa y los deseos de alejamiento que ins-pira sean solidarios. Si el dolor es un hecho natural,lo es a condicin de que no se le ame. Si el delito esnormal, a condicin de que se le deteste.' Nuestromtodo no tiene, pues, nada de revolucionario. Esincluso, en cierto sentido, esencialmente conserva-dor, pues considera los hechos sociales como cosascuya naturaleza, por flexible y maleable que sea, nopodemos, pese a todo, modificar a voluntad. Cunpeligrosa es la doctrina que, no viendo en ellos msque el producto de combinaciones mentales, un

    ' Pero, se nos objeta, si la salud encierra elementos detestables, cmo presen-tarla, lo que nosotros hacemos despus, como el objetivo inmediato de laconducta? Hacerlo no implica ninguna contradiccin. Ocurre sin cesar que unacosa, pese a ser daina por algunas de sus consecuencias, sea, por otras, til ohasta necesaria para la vida; ahora bien, si los malos efectos que tiene sonneutralizados regularmente por una influencia contraria, resulta que, de hecho,sirve sin perjudicar, pero siempre es detestable, porque no deja de constituir pors misma un peligro eventual no conjurado por la accin de ninguna fuerzaantagonista. As sucede con el delito; el dao que ocasiona a la sociedad esanulado por el castigo, si ste se aplica conforme a unas reglas. Lo cual quieredecir que, sin producir el mal que implica, mantiene con las condiciones funda-mentales de la vida social las relaciones positivas que veremos a continuacin.Pero como, por as decirlo, se vuelve inofensivo a pesar suyo, los sentimientos deaversin de los que es objeto no dejan de tener fundamento.

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  • mero artificio dialctico, puede, en un instante, des-quiciarlo todo por completo!

    Asimismo, por estar acostumbrados a representar-nos la vida social como si fuera el desarrollo lgico deconceptos ideales, quiz se juzgue burdo un mtodoque hace depender la evolucin colectiva de condi-ciones objetivas, definidas en el espacio, tampoco esimposible que se nos trate de materialistas. No obs-tante, con ms razn podramos reivindicar el califi-cativo contrario. En efecto, y siguiendo en esta idea,acaso no afirma la esencia del espiritualismo qu'e losfenmenos psquicos no pueden derivarse de manerainmediata de los fenmenos orgnicos? Pues bien,nuestro mtodo, en parte, no es ms que una aplica-cin de este principio a los hechos sociales. Al igualque los espiritualistas separan el reino psicolgicodel reino biolgico, Inosotros separamos al primerodel reino social; como ellos, no nos negamos a expli-car lo ms complicado por lo ms simple. A decirverdad, empero, ninguna de las dos denominacionesnos encaja con exactitud; la nica que aceptamos esla de racionalista. Efectivamente, nuestro- objetivoprincipal es extender a la conducta humana el racio-nalismo cientfico, haciendo ver que tal como se laconsider en el pasado, es reducible a relaciones decausa-efecto que una operacin no menos racionalpuede luego transformar en reglas de accin para elfuturo. Lo que han llamado nuestro positivismo esslo una consecuencia de este racionalismo.Vlo sepuede caer en la tentacin de ir ms all de loshechos, ya sea para rendir cuenta de ellos o para

    Es decir, que no debe confundirsele con la metafsica positivista de Comtey de Spencer.

  • dirigir su curso, en la medida en que se los considerairracionales; pues si son inteligibles, bastan tanto a laciencia como a la prctica: a la ciencia, porque nohay entonces motivo alguno para buscar fuera deellos sus razones de ser; a la prctica, porque su valortil es una de esas razones. Por lo tanto, nos pareceque, sobre todo en esta poca en que renace el misti-cismo, una empresa semejante puede y debe ser aco-gida sin inquietud, y hasta con simpata, por todoslos que, pese a que se aparten de nosotros en algunospuntos, comparten nuestra fe en el futuro de la razn.

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  • Prlogo a la segunda edicin

    Cuando este libro sali a la luz por primera vezprovoc vivas controversias. Las ideas vigentes, unpoco desconcertadas, se resistieron al principio contanta energa que, durante algn tiempo, casi nos fueimposible hacernos or. Acerca de los temas que noshabamos expresado con toda claridad se nos adjudi-caron gratuitamente opiniones que nada tenan encomn con las nuestras, y se crey que refutndolasse nos rebata a nosotros. Cuando dijimos en repeti-das ocasiones que para nosotros la conciencia, tantoindividual como social, no era nada sustancial, sinoslo un conjunto ms o menos sistematizado de fen-menos sui generis, se nos tach de realistas y ontolo-gistas. Cuando dijimos expresamente y repetimos demil maneras distintas que la vida social estaba hechaen su totalidad de representaciones, se nos acus deeliminar el elemento mental de la sociologa. Selleg incluso a revivir contra nosotros procedimien-tos de discusin que se crean definitivamente des-aparecidos. En efecto, se nos imputaron opinionesque nosotros no habamos mantenido, con el pre-texto de que "concordaban bien con nuestros princi-

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  • pios". La experiencia, sin embargo, ya habamostrado todos los peligros que entraa este mtodo,el cual, al permitir que se construyan arbitraria-mente los sistemas de discusin, permite tambinque se les derrote sin ningn esfuerzo.

    No creemos equivocarnos si decimos que, despus,la oposicin se fue debilitando poco a poco. No hayduda de que todava se nos impugna ms de unaproposicin, pero no podramos asombrarnos niquejarnos de esas saludables desavenencias. Cierta-mente, est muy claro que nuestras frmulas habrnde reformarse en el futuro. Resumen de una prcticapersonal y forzosamente limitada, tendrn que evo-lucionar por necesidad a medida que ampliemos yprofundicemos nuestra experiencia de la realidadsocial. Adems, en lo tocante a la cuestin de losmtodos, nunca pueden hacerse ms que a modoprovisional, pues los mtodos cambian a medida queavanza la ciencia. Sin embargo, en los ltimos arios ya pesar de todos los antagonismos, la causa de lasociologa objetiva, especfica y metdica ha idoganando terreno sin cesar. A ello ha contribuidomucho con toda seguridad la fundacin del Annesociologique. Por abarcar al mismo tiempo todo loque pertenece al dominio de la ciencia, el A nne halogrado, mejor que ninguna obra especializada,comunicar el sentimiento de lo que la sociologadebe y puede llegar a ser. As hemos podido darnoscuenta de que no estaba condenada a seguir siendouna rama de la filosofa general, y que, por otraparte, poda entrar en contacto con los detalles de loshechos sin degenerar en mera erudicin.

    Nunca sera excesivo el homenaje que desde aqu

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  • queremos rendir a nuestros colaboradores por suentusiasmo y su dedicacin; gracias a ellos pudimosintentar hacer esta demostracin con hechos y gra-cias a ellos puede continuar.

    No obstante, pese a todo lo reales que sean losprogresos realizados, es incuestionable que las con-fusiones y los errores pasados an no se han disipadopor completo. Por ese motivo, querramos aprove-char esta segunda edicin para aadir algunas expli-caciones a las que ya hemos dado, responder a ciertascrticas y aportar nuevas especificaciones sobre algu-nos puntos.

    La proposicin segn la cual debemos tratar loshechos sociales como si fueran cosas proposicinbsica de nuestro mtodo es una de las que mscontradicciones ha provocado. Algunos encuentranparadjico y escandaloso que asimilemos a las reali-dades del mundo exterior las del mundo social. Paraellos, hacerlo es equivocarse totalmente sobre el sen-tido y el alcance de esta asimilacin, cuyo objeto nos rebajar las formas superiores del ser a las formasinferiores, sino, por el contrario, reivindicar para lasprimeras un grado de realidad igual, al menos, al quetodo el mundo atribuye a las segundas. En pocaspalabras, no decimos que los hechos sociales soncosas materiales, sino que son cosas como las cosasmateriales, aunque de otra manera.

    Qu es realmente una cosa? La cosa se opone a laidea como lo que se conoce desde fuera se opone a loque conocemos desde dentro. Cosa es todo objeto deconocimiento que no se compenetra con la in tel igen-

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  • cia de manera natural, todo aquello de lo que nopodemos hacernos una idea adecuada por un simpleprocedimiento de anlisis mental, todo lo que elespritu no puede llegar a comprender ms que conla condicin de que salga de s mismo, por ,va deobservaciones y experimentaciones, pasando progre-sivamente de los rasgos ms exteriores y ms accesi-bles de manera inmediata, a los menos visibles y msprofundos. Tratar como cosas a los hechos de uncierto orden no es, pues, clasificarlos en tal o cualcategora de lo real; es mantener frente a ellos unaactitud mental determinada; es abordar su estudiopartiendo del principio de que ignoramos por com-pleto lo que son, y que no podemos descubrir suspropiedades caractersticas, como tampoco las cau-sas desconocidas de las que dependen, ni siquieravalindose de la introspeccin ms atenta.

    Definida as, en trminos precisos, nuestra proposi-cin, lejos de ser una paradoja, casi podra pasar porun truismo si no fuera porque las ciencias que seocupan del hombre la ignoran con demasiada fre-cuencia, la sociologa ms que ninguna otra. Efecti-vamente, en este sentido puede decirse que todoobjeto de ciencia es una cosa, excepto, quiz, losobjetos matemticos; en lo que a ellos respecta, comonosotros mismos los construimos desde los ms sim-ples hasta los ms complicados, para saber lo que sonbasta con mirar dentro de nosotros y analizar inte-riormente el proceso mental de que ellos son el resul-tado. Pero, cuando se trata de hechos propiamentedichs, en el momento en que emprendemos la tareade hacer ciencia con ellos son necesariamente paranosotros incgnitas, cosas ignoradas, pues las repre-

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  • sentaciones que de ellos pudimos hacernos en elcurso de la vida fueron hechas sin mtodo y sin crtica,por lo que carecen de valor cientfico y debemoshacerlas a un lado. Los hechos de la psicologa indi-vidual presentan este carcter y deben ser considera-dos bajo este aspecto. En efecto, aunque tales hechospertenecen a nuestro interior por definicin, la con-ciencia que de ellos tenemos no nos revela ni sunaturaleza interna ni su origen. Como mucho, haceque los conozcamos hasta cierto punto, pero slocomo las sensaciones nos hacen conocer el calor o laluz, el sonido o la electricidad; esa conciencia nos dade ellos impresiones confusas, pasajeras, subjetivas,pero no ideas claras y concretas, ni conceptos expli-cativos. Precisamente por este motivo se ha fundadoen lo que va del siglo una psicologa objetiva cuyaregla fundamental es estudiar los hechos mentalesdesde fuera, es decir, como cosas. Con mucha msrazn debe ser as el estudio de los hechos sociales,pues la conciencia no podra ser ms competentepara conocerlos a ellos que para conocer un poco desu propia vida.' Se objetar que, como son obranuestra, slo tenemos que tomar conciencia de noso-tros mismos para saber lo que hemos puesto en ellosy cmo los hemos formado. Pero, para empezar, lamayor parte de las instituciones sociales nos son lega-das, ya hechas, por las generaciones anteriores; nadatuvimos que ver en su formacin y, por consiguiente,no es interrogndonos sobre ellas como podremosaveriguar las causas que les dieron nacimiento. Ade-

    . A la vista est que, para admitir esta proposicin, no es necesario mantenerque la vida social slo est hecha de representaciones; basta asentar que, seanindividuales o colectivas, las representaciones no pueden estudiarse cientfica-mente ms que a condicin de que las estudiemos con objetividad.

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  • ms, aun en los casos en que s hemos colaborado a suformacin, apenas si podemos entrever, y eso de lamanera ms confusa y, a menudo, ms inexacta, lasverdaderas razones que nos han movido a obrar, y lanaturaleza de nuestra accin. Ni siquiera cuandoslo se trata de nuestros asuntos privados conocemoslos mviles relativamente simples que nos guan: noscreemos desinteresados cuando actuamos conegosmo, creemos obedecer al odio cuando cedemosal amor, a la razn cuando somos esclavos de prejui-cios irracionales, etc. Cmo, pues, tendramos lafacultad de discernir con mayor claridad las causasmucho ms complejas de las que proceden los asun-tos de la colectividad? Pues, como mnimo, todos ycada uno de los individuos participamos en ellosaunque sea en una nfima medida; tenemos una mul-titud de colaboradores, y captar lo que sucede en lasconciencias de los otros se halla fuera de nuestrasposibilidades.

    Nuestra regla no implica, pues, ninguna concep-cin metafsica, ninguna especulacin sobre el fondode los seres. Lo que pide es que el socilogo se pongaen estado mental en que se encuentran los fsicos, losqumicos, los fisilogos cuando se adentran en unaregin tadaira inexplorada de su campo cientfico.Es preciso que, al penetrar en el mundo social, tengaconciencia de que penetra a lo desconocido; que sesienta en presencia de hechos cuyas leyes son taninsospechadas que podran ser las de la vida, cuandola biologa an no haba nacido; es preciso que seprepare para hacer descubrimientos que lo sorpren-dern y lo desconcertarn. Ahora bien, para que todoesto suceda, es preciso que la sociologa halla alean-

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  • zado ese grado de madurez intelectual. Mientras queel estudioso de la naturaleza fsica siente vivamentelas resistencias que se le oponen y sobre las que tantoesfuerzo le cuesta triunfar, parece en serio que elsocilogo'se mueve entre cosas que en un momentose vuelven transparentes para el espritu, a juzgar porla facilidad tan grande con que lo vemos resolver lascuestiones ms oscuras. En el estado actual de laciencia, ni siquiera sabemos verdaderamente lo queson las principales instituciones sociales, como elEstado o la familia, el derecho a la propiedad o elcontrato, el esfuerzo y la responsabilidad; ignoramoscasi por completo las causas de las que dependen, lasfunciones que desempean, las leyes de su evolucin;sobre ciertos puntos, apenas si empezamos a entreveralgunos chispazos. Y, sin embargo, basta hojear lasobras de sociologa para darnos cuenta de lo raro quees el-sentimiento de esta ignorancia y de estas dificul-tades en sus autores, quienes no slo se considerancomo obligados a dogmatizar sobre todos los proble-mas a la vez, sino que creen que en unas cuantaspginas o frases pueden llegar a la esencia misma delos fenmenos ms complicados. Es decir, lo quetales teoras comunican no son los hechos, que nopodran ser tratados de modo exhaustivo con tantarpidez, sino la prenocin que de ellos tena el autorantes de iniciar su investigacin. No hay duda de quela idea que nos hacemos de las prcticas colectivas, delo que son o de lo que deben ser, es un factor quecontribuye a su desarrollo. Pero esta idea misma estambin un hecho y, para poder fijarlo conveniente-mente, debemos estudiarlo, tambin, desde fuera.Porque lo que importa saber no es la manera en que

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  • tal pensador, individualmente, se representa tal ins-titucin sino el concepto que de ella tiene el grupo:slo ste es socialmente eficaz. Pero, como no pode-mos conocerlo por simple observacin interior, dadoque no est completo en ninguno de nosotros, espreciso hallar algunos signos exteriores que lo haganperceptible. Adems, ese concepto no ha nacido de lanada: es un efecto de causas externas que tenemosque conocer para que podamos apreciar su valor enel futuro. Hagamos lo que hagamos, siempre, pues,hemos de regresar al mismo mtodo.

    Ii

    Otra de nuestras proposiciones tambin ha sido ata-cada y no con menos fuerza que la anterior: se trata dela que presenta los fenmenos sociales como exterio-res a los individuos. Hoy se nos concede de buenagana que los hechos de la vida individual y los de lavida colectiva son heterogneos en algn grado; puedeincluso decirse que sobre este punto estamoslogrando un acuerdo, si no unnime, por lo menosmuy general. Ya casi no hay socilogos que nieguenespecificidad a la sociologa. Pero, como la sociedadse compone de individuos,2 parece de sentido comnque la vida social no tenga otro sustrato que laconciencia individual; en otras palabras, parece per-manecer en el aire y planear en el vaco.

    Sin embargo, lo que tan fcilmente se juzga inadmi-sible cuando se trata de hechos sociales, se admite sin

    Proposicin que, por otro lado, slo es parcialmente exacta. Adems de losindividuos, hay cosas que son elementos integrantes de la sociedad. Lo quesucede es que los individuos son los nicos elementos activos de ella.

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  • ningn problema en lo que respecta a otros reinos dela naturaleza. Siempre que se combinan elementosdiferentes y de ellos resultan, por el hecho mismo desu combinacin, otros elementos nuevos, es precisocomprender que estos ltimos pertenecen, no almbito de los elementos, sino al del todo formadopor su unin. La clula viva no contiene nada msque partculas minerales, como la sociedad no con-tiene nada aparte de individuos; y sin embargo, es.atodas luces imposible que los fenmenos caracters-ticos de la vida residan en los tomos de hidrgeno,oxgeno, carbono y nitrgeno. Pues as cmopodran producirse los movimientos vitales en elseno de elementos no vivos? Cmo, adems, serepartiran las propiedades biolgicas entre estos ele-mentos? No podran encontrarse por igual en todosellos por cuanto que no son de la misma naturaleza;el carbono no es el zoe y, por lo tanto, no puederevestir las mismas caractersticas ni desempear elmismo papel. No menos inadmisible es el hecho deque cada aspecto de la vida, cada uno de sus caracte-res principales se encarna en un grupo de tomosdiferente. La vida no podra descomponerse as; esuna y, en consecuencia, no puede tener otro asientoque la sustancia viva en su totalidad. Est en el todo,no en las partes. No son las partculas no vivas de laclula las que se alimentan, se reproducen, en unapalabra, las que viven; es la clula misma, y ella sola.Y esto que decimos de la vida podra repetirse detodas las sntesis posibles. La dureza del bronce noest en el cobre, ni en el estao, ni en el plomo quesirvieron para formarlo y que son cuerpos blandos oflexibles; est en su aleacin. La fluidez del agua, sus

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  • propiedades nutritivas y dems no estn en los dosgases de que se compone, sino en la sustanciacompleja que ellos forman con su asociacin.

    Apliquemos este principio a la sociologa. Si,como se nos admite, la sntesis sui generis que consti-tuye toda sociedad produce fenmenos nuevos, dis-tintos a los que acontecen en las concienciassolitarias, es preciso admitir que tales hechos espec-ficos residen en la sociedad misma que los produce yno en sus partes, es decir, en sus miembros. En estesentido son pues exteriores a las conciencias indivi-duales consideradas como tales, lo mismo que loscaracteres distintivos de la vida son exteriores a lassustancias minerales que componen al ser vivo. Nose les puede reabsorber en los elementos sin caer enuna contradiccin, ya que por definicin suponenuna cosa distinta a la que estos elementos contienen.As queda justificada, por una razn nueva, la sepa-racin que hemos establecido ms adelante entre lapsicologa propiamente dicha, o ciencia de la menteindividual, y la sociologa. Los hechos sociales sediferencian de los hechos psquicos no slo en cali-dad: tienen otro sustrato, no evolucionan en elmismo medio, no dependen de las mismas condicio-nes. Esto no significa que no sean, tambin ellos,psquicos de alguna manera, puesto que todos con-sisten en modos de pensar o de actuar. Pero los esta-dos de la conciencia colectiva son de una naturalezadiferente a la de los estados de la conciencia indi-vidual, son representaciones de otro tipo. Y lamentalidad de los grupos no es la de los individuos;tiene sus leyes propias. Las dos ciencias son tan neta-mente distintas como dos ciencias cualquiera pueden

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  • serlo, sin importar las relaciones que, por lo dems,pueda haber entre ellas

    No obstante, en este punto procede hacer unadistincin que tal vez aclare el debate.

    Que la materia de la vida social no pueda expli-carse por factores puramente psicolgicos, es decir,por estados de la conciencia individual, es para nos-otros la evidencia misma. Efectivamente, lo que lasrepresentaciones colectivas traducen es la manera enque el grupo se piensa en sus relaciones con losobjetos que lo afectan. Ahora bien, el grupo est cons-tituido de otra manera que el individuo, y las cosasque lo afectan son de otra naturaleza. Por ello nopodran depender de las mismas causas representa-ciones que no expresan ni los mismos temas ni losmismos objetos. Para comprender cmo la sociedadse representa a s misma y al mundo que la rodea, esnecesario considerar la naturaleza de la sociedad y nola de los individuos particulares. Los smbolos bajolos cuales se piensa cambian segn ella es. Si, porejemplo, se concibe como salida de un animal ep-nimo, forma uno de los grupos especiales que llama-mos clanes. Cuando el animal es sustituido por unantepasado humano, pero mtico tambin, es que elclan ha cambiado de naturaleza. Si, por encima dedivinidades locales o familiares, imagina otras de lasque cree depender, es que los grupos locales y fami-liares de los que se compone tienden a concentrarse yunirse, y el grado de unidad que presenta un pantenreligioso corresponde al grado de unidad logrado enel mismo momento por la sociedad. Si sta condenadeterminados modos de conducta es porque ofendenalgunos de sus sentimientos fundamentales; y esos

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  • sentimientos son parte de su constitucin, como losdel individuo lo son de su temperamento fsico y desu organizacin mental. As, aun cuando la psicolo-ga individual no tuviera secretos para nosotros, nopodra darnos la solucin a ninguno de estos proble-mas, porque se relacionan con rdenes de hechos queella desconoce.

    Pero, una vez reconocida esta heterogeneidad,podemos preguntar si, no obstante, hay algo quesemeja las representaciones individuales y las colecti-vas, ya que tanto las unas como las otras son, despusde todo, representaciones; y tambin si a consecuen-cia de ese parecido no habr ciertas leyes abstractasque sean comunes a los reinos. Los mitos, las leyen-das populares, los conceptos religiosos de todo tipo,las creencias morales, etc., expresan una realidad dife-rente a la realidad individual; pero pudiera ser que lamanera en que se atraen o se rechazan, se agregan o sedisgregan, sea independiente de su contenido y tengaque ver slo con su calidad general de representacio-nes. Al estar hechas de una materia diferente, se com-portaran en sus relaciones mutuas como lo hacen lassensaciones, las imgenes o las ideas en el individuo.No es de creer, por ejemplo, que la contigidad y elparecido, los contrastes y los antagonismos lgicos secomparten de la misma manera, sean cuales las cosasrepresentadas? Se llega as a concebir la posibilidadde que exista una psicologa formal que sera unaespecie de terreno comn de la psicologa individualy de la sociologa; y quiz sea esto lo que crea elescrpulo que ciertos espritus experimentan a lahora de distinguir estas dos ciencias de una manerademasiado tajante.

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  • Para hablar con rigurosidad, en el estado actual denuestros conocimientos no podramos dar una res-puesta categrica a la pregunta planteada. As es: poruna parte, todo lo que sabemos sobre la manera enque se combinan las ideas individuales se reduce aalgunas proposiciones muy generales y vagas a lasque comnmente llamamos leyes sobre la asociacinde ideas. Y en cuanto a las leyes por las que se rige laideacin colectiva, las desconocemos todava ms. Lapsicologa social, que debera tener por cometido eldeterminarlas, no pasa de ser una palabra con laque se designa toda clase de generalidades, variadas eimprecisas, sin objeto definido. Hara falta averiguar,con la comparacin de los temas mticos, las leyendasy tradiciones populares, las lenguas, de qu maneralas representaciones sociales se interpelan o se exclu-yen, se fusionan unas en otras o se separan, etc.Ahora bien, aunque este problema se merece lacuriosidad de los investigadores, apenas podemosdecir que lo hayan abordado: y mientras no se hayandescubierto algunas de estas leyes, es obvio que serimposible saber con seguridad si repiten o no lasleyes de la psicologa individual.

    No obstante, a falta de esa seguridad, por lo menoses probable que, si existen semejanzas entre las dosclases de leyes, las diferencias no estn menos marca-das. En efecto, parece inadmisible que la materia dela que estn hechas las representaciones no actesobre los modos en que stas se combinan. Es verdadque los psiclogos hablan a veces sobre leyes de aso-ciacin de las ideas, como si stas fuesen las mismaspara todos los tipos de representaciones individuales;pero nada es menos verosmil: las imgenes no se

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  • componen entre s como las sensaciones, ni los con-ceptos corno las imgenes. Si la psicologa estuvierams avanzada, constatara sin duda alguna que cadacategora de estados mentales tiene sus leyes formalesque le son propias. Si es as, debemos esperar a for-tiori que las leyes correspondientes del pensamientosocial sean especficas como ese pensamiento mismo.En realidad, pese a lo poco que se ha practicado esteorden de hechos, es dificil no tener la sensacin dedicha especificidad. Acaso no es ella la que hace quenos parezca tan extraa la manera tan especial en quelos conceptos religiosos (que son colectivos en el msalto grado) se mezclan, o se separan, se transformanunos en otros haciendo que nazcan compuestos con-tradictorios que contrastan con los productos ordi-narios de nuestro pensamiento privado? De modoque, si, como es de suponerse, algunas leyes de lamentalidad social nos recuerdan algunas de las queestablecen los psiclogos, no es que las primeras seanun simple caso particular de las segundas sino que,adems de diferencias muy importantes, entre unas yotras hay similitudes que la abstraccin podr poneral descubierto y que por el momento todava ignora-mos. Es decir, que en ningn caso puede la sociolo-ga, simple y llanamente, tomar prestada de lapsicologa tal o cual de sus proposiciones para apli-carla tal cual a los hechos sociales. El pensamientocolectivo en su totalidad, tanto en su forma como ensu materia, debe ser estudiado en si mismo y por smismo, con el sentimiento de lo que tiene de especial,y es preciso dejar que el futuro se ocupe de averiguarhasta qu punto se parece al pensamiento de losindividuos. Este es un problema que pertenece ms a

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  • la jurisdiccin de la filosofa general y de la lgicaabstracta que al estudio cientfico de los hechos so-ciales.'

    III

    'Nos queda por decir algunas palabras sobre la defi-nicin de los hechos sociales que hemos dado en elprimer captulo de nuestro libro. Para nosotros con-siten en maneras de hacer o de pensar, y se les reco-noce por la particularidad de que son susceptiblesde ejercer una influencia coercitiva sobre las concien-cias individuales (sobre este tema se ha producido-u-na confusin que merece destacarse).

    Es tal la costumbre de aplicar a las cosas sociolgi-cas las formas del pensamiento filosfico que, amenudo, se ha visto en esta definicin preliminaruna especie de filosofa del hecho social. Se ha dichoque nosotros explicamos los fenmenos sociales porsu contrario, lo mismo que Tarde los explica porimitacin. Nunca tuvimos esa ambicin y ni siquierase nos haba ocurrido la posibilidad de que nos laatribuyeran, tan contraria como es a todo mtodo.Nuestro propsito no era el de anticipar por vafilosfica las cohclusiones de la ciencia, sino slo elde indicar por cules signos exteriores se puedenreconocer los hechos de los que ella debe ocuparse,con el fin de que el investigador pueda advertirlosdonde estn y no los confunda con otros. Se trataba dedelimitar el campo de la investigacin lo ms posi-

    3 Es intil demostrar por qu, desde este punto de vista, parece todava msevidente la necesidad de estudiar los hechos desde fuera, ya que son el resultadode sntesis que tienen lugar fuera de nosotros y de las que ni siquiera tenemos lapercepcin confusa que la conciencia puede darnos de los fenmenos interiores.

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  • ble, no de abarcarlo con una especie de intuicinexhaustiva. Tambin aceptamos de buen grado elreproche que se hace a esta definicin en el sentidode que no expresa todos los caracteres del hechosocial y, por lo tanto, no es la nica posible. Enefecto, nada hay de inconcebible en el hecho de quepueda estar caracterizado de varias maneras distintas,pues no hay razn para que slo tenga una solapropiedad distintiva.4 Lo importante es elegir la queparezca mejor para el fin que nos proponemos. Hastaes muy posible emplear al mismo tiempo varios crite-rios, dependiendo de las circunstancias. Y eso es algoque nosotros mismos hemos admitido que es necesa-rio a veces en la sociologa, porque en algunos casosel carcter de coaccin no es fcilmente reconocible(ver pp. 51-52). Lo nico que hace falta es que, como setrata de una definicin inicial, las caractersticas delas que se sirve sean inmediatamente discernibles ypuedan ser advertidas antes de iniciar la investiga-cin. Ahora bien, las definiciones qe a veces se hanpropuesto para oponerse a la nuestra no cumplenesta condicin. Se ha dicho, por ejemplo, que elhecho social es "todo lo que se produce en y por lasociedad", o "lo que interesa y afecta al grupo de

    4 El poder coercitivo que le atribuimos es incluso una parte tan pequea delhecho social que ste bien puede presentar el carcter opuesto. Pues, al mismotiempo que las instituciones se nos imponen, nosotros nos atenemos a ellas; nosobligan y nosotros las amarnos; nos constrien y nosotros sacarnos provecho desu funcionamiento y de la coaccin misma que ejercen sobre nosotros. Estaanttesis es la que los moralistas han sealado con frecuencia entre los dosconceptos del bien y del deber, que expresan dos aspectos diferentes, peroigualmente reales, de la vida moral. Quiz no haya prcticas colectivas que noejerzan sobre nosotros esta doble accin, la cual, por otra parte, slo es contra-dictoria en apariencia. Si no las hemos definido tomando en cuenta esta vincu-lacin especial, interesada y desinteresada a la vez, es slo porque no semanifiesta por signos exteriores que se pueden percibir con facilidad. El bientiene algo que es ms interno, ms ntimo que el deber, por lo tanto, menos asible.

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  • alguna manera". Pero no se puede saber si la socie-dad es o no la causa de un hecho o si ese hecho tieneefectos sociales ms que cuando la ciencia ya haavanzado. Tales definiciones no pueden servir,entonces, para determinar el objeto de la investiga-cin que comienza. Para poder utilizarlas, primero elestudio de los hechos sociales debe haber llegado yabastante lejos y, en consecuencia, se debe haber des-cubierto algn otro modo previo a la investigacinque permita reconocer los hechos sociales donde-quiera que estn.

    Al mismo tiempo que se ha encontrado nuestradefinicin demasiado estrecha, se la acusa de serdemasiado amplia y de abarcar casi todo lo real. Enefecto, se ha dicho, todo medio fsico ejerce una coac-cin sobre los seres que sufren su accin, puesto queen cierta medida estn obligados a adaptarse a l.Pero entre estos dos modos de coercin hay toda ladiferencia que separa a un medio fsico de un mediomoral. No podemos confundir la presin ejercidapor uno o varios cuerpos sobre otros cuerpos oincluso sobre las voluntades, con la que la concienciade un grupo ejerce sobre la conciencia de sus miem-bros. Lo extraordinario de la coaccin social no sedebe a la rigidez de ciertas disposiciones molecularessino al prestigio del que estn investidas ciertas repre-sentaciones. Es verdad que los hbitos, individualeso hereditarios, tienen, en ciertos aspectos, esta mismapropiedad. Nos dominan, nos imponen creencias oprcticas. Slo que nos dominan desde dentro, puestodos estn por completo dentro de cada uno denosotros. En cambio, las creencias y las prcticassociales actan sobre nosotros desde fuera: tambin

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  • la influencia que unos y otros ejercen es, en el fondo,muy distinta.

    No hay que asombrarse, por lo dems, de que losotros fenmenos de la naturaleza presenten bajo for-mas distintas el mismo carcter por el que nosotroshemos ya definido los fenmenos sociales. Estasimilitud se debe simplemente a que tanto los unoscomo los otros son cosas reales. Pues todo lo que esreal tiene una naturaleza definida que se impone, conla que es preciso contar y que, aun cuando consiga-mos neutralizarla, jams es vencida por completo. Y,en el fondo, esto es lo que de tan singular tiene elconcepto de la coercin social, pues todo lo queimplica es que las maneras colectivas de actuar o depensar tienen una realidad fuera de los individuos,los cuales se ajustan a ella todo el tiempo. Son cosasque tienen una existencia propia. El individuo lasencuentra ya formadas y no puede hacer que no seano que sean de un modo distinto a como son; est,pues, obligado a tomarlas en cuenta, y tanto msdifcil (aunque no decimos imposible) es para lmodificarlas cuanto que, en grados diversos, partici-pan de la supremaca material y moral que la socie-dad tiene sobre sus miembros. No hay duda de que elindividuo participa en su formacin. Pero, para quehaya un hecho social, es preciso que varios indivi-duos por lo menos, hayan combinado su accin yque de esta combinacin resulte un producto nuevo.Y, como esa sntesis tiene lugar fuera de cada unode nosotros (puesto que en ella entra una pluralidad deconciencias), tiene necesariamente como efecto elde fijar, instituir fuera de nosotros ciertas maneras deobrar y ciertos juicios que no dependen de cada volun-

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  • tad particular tomada aparte. Como se ha hechonotar,5 hay una palabra que, si se utiliza extendiendoun poco su acepcin comn, expresa bastante bienesta manera de ser muy especial: la palabra institu-cin. En efecto, sin desnaturalizar el sentido de estetrmino, se puede llamar institucin a todas lascreencias y todos los modos de conducta instituidospor la comunidad; podemos, entonces, definir lasociologa como la ciencia de las instituciones, sugnesis y su funcionamiento.6

    Sobre las otras controversias que esta obra ha susci-tado nos parece intil insistir, pues no tocan ningnpunto esencial. La orientacin general del mtodono depende de los procedimientos que se prefiereemplear, ya sea para clasificar los tipos sociales opara distinguir lo normal de lo patolgico. Adems,tales desaveniencias se deben muy a menudo a quesus autores se niegan a admitir o admiten con reser-vas nuestro principio fundamental: la realidad obje-tiva de los hechos sociales. En definitiva, sobre esteprincipio descansa de todo, y todo vuelve a l. Por ellonos ha parecido til ponerlo en relieve una vez ms,

    5 Vase la voz "Sociologie" de la Grande Encyclopdie, por Fauconnet yMauss.

    6 El hecho de que las creencias y las prcticas sociales penetren en nosotrosdesde fuera no quiere decir que las recibamos pasivamente y sin hacerles sufrirninguna modificacin. Al pensar las instituciones colectivas, al asimilarnos aellas, las individualizamos, les imprimimos, ms o menos, nuestro sello perso-nal; es as como, al pensar el mundo sensible, cada uno de nosotros lo colorea asu estilo, y por eso distintas personas se adaptan de modo diferente a un mismoentorno fsico. Por esa razn cada uno de nosotros se fabrica, hasta cierto punto,su moral, su religin, su tcnica. No hay conformismo social que no comportetoda una gama de matices individuales. Sin embargo, el campo de las variacio-nes permitidas es limitado. Es nulo o muy endeble en el crculo de los fenme-nos religiosos y morales, donde la variacin se convierte fcilmente en delito; esms amplio en todo lo que concierne a la vida econmica. Pero, rarde otemprano, incluso en el primer caso, nos topamos con un lmite que nopodemos rebasar.

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  • segregndolo de toda cuestin secundaria. Y estamosseguros de que al atribuirle tal importancia perma-necemos fieles a la tradicin sociolgica, pues, en elfondo, de este concepto ha salido la sociologa entera.As es: esta ciencia slo poda nacer cuando se presin-ti que los fenmenos sociales, pese a no ser materia-les, no dejan de ser cosas reales que arneritan estudio.Para haber llegado a pensar que haba motivos parainvestigar lo que son, hubo que haberse entendidoque existen de manera definida, que tienen unamanera de ser constante, una naturaleza que nodepende de lo arbitrario individual y que de elladerivan relaciones que son necesarias. Y la historiade la sociologa no es, en realidad, ms que el prolon-gado esfuerzo que se ha hecho con miras a precisarese sentimiento, a profundizarlo y a desentraartodas las consecuencias que implica. Pero, a pesar delos grandes avances logrados en este sentido, luego deeste trabajo se ver que todava sobreviven numero-sos restos del postulado antropocntrico, que, aqucomo en todas partes, corta el camino a la ciencia. Alhombre le disgusta renunciar al poder ilimitado quedurante tanto tiempo crey tener sobre el ordensocial y, por otra parte, le parece que, si de verdadexisten fuerzas colectivas, est condenado por necesi-dad a sufrirlas sin poder modificarlas. Esto es lo quelo lleva a negar su existencia. Las experiencias repeti-das en vano le han enseado que esa omnipotencia,con la que se ha engaado para procurarse placer ysatisfaccin en la vida, ha sido siempre para l unacausa de debilidad; que su imperio sobre las cosascomenz en realidad en el momento en que se reco-noci que tienen una naturaleza propia y se resign a

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  • aprender de ellas mismas lo que son. Desechado portodas las dems ciencias, este deplorable prejuicio semantiene con obstinacin en la sociologa. No hay,pues, nada ms urgente que tratar de librar de ldefinitivamente a nuestra ciencia; y se es el objetivoprincipal de nuestros esfuerzos.

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  • Introduccin

    Hasta ahora, los socilogos no se han preocupadopor caracterizar y definir el mtodo que aplican alestudio de los hechos sociales. As, en toda la obra deSpencer el problema metodolgico no ocupa ningnlugar; porque la Introduccin a la ciencia social,cuyo ttulo podra llamar a engao, est consagrada amostrar las dificultades y la posibilidad de la sociolo-ga, no a exponer los procedimientos que debe apli-car. Es verdad que Mili se ocup del terna conbastante detalle;1 pero no hizo ms que cribar en sudialctica lo que Colme haba dicho, sin aadirlenada realmente personal. Un captulo del Curso defilosofa positiva es ms o menos el nico estudiooriginal e importante que poseemos sobre la mate-ria.2

    Esta despreocupacin aparente no tiene nada quenos sorprenda. En efecto, los grandes socilogoscuyos nombres acabamos de recordar no salieronsiquiera de las generalizaciones sobre la naturalezade las sociedades, sobre las relaciones que median

    Sistema de la lgica deductiva e inductiva, lib VI, caps ~u.2 ibid., capitulo y, 21 ed., pp. 294-336.

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  • entre el reino social y el reino biolgico, y sobre lamarcha general del progreso; aun la voluminosasociologa de Spencer no tiene ms objeto que mos-trar cmo se aplica a las sociedades la ley de la evolu-cin universal. Ahora bien, para estas cuestionesfilosficas no se necesitan procedimientos especialesy complicados. Ellos, pues, se contentaban con sope-sar los mritos comparados de la deduccin y de lainduccin y con investigar superfluamente los recur-sos ms generales de los que dispone la investigacinsociolgica. Pero las preocupaciones que han detomarse en la observacin de los hechos, la formacorrecta de plantear los principales problemas, elsentido en el que deben dirigirse las ivestigaciones,las prcticas especiales que podan permitirles llegaral final, las reglas que deben presidir la administra-cin de las pruebas, quedaron sin definir.

    Un feliz concurso de circunstancias, en primera-fila de las cuales es justo colocar la iniciativa que creen nuestro favor un curso regular de sociologa en laFacultad de Letras de Burdeos, nos permiti consa-grarnos desde muy temprano al estudio de la cienciasocial y convertirla, incluso, en materia de nuestrasocupaciones profesionales; gracias a ello, hemospodido salirnos de esas cuestiones demasiado genera-les y abordar cierto nmero de problemas particula-res. Hemos sido llevados, por la fuerza misma de lascosas, a elaborar un mtodo ms definido, y, creemos,mejor adapatado a la naturaleza particular de losfenmenos sociales. Querramos exponer aqu en suconjunto esos resultados de nuestra prctica y some-terlos a discusin. Sin duda, estn implcitamentecontenidos en el libro que no hace mucho publica-

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  • mos sobre la la Divisin del trabajo social. Pero cree-mos que presenta cierto inters el hecho de despren-derlos del conjunto, formularlos en otro ladoacompandolos con sus pruebas e ilustrndoloscon ejemplos tomados de esta obra o de trabajostodava inditos. De esa manera se podr juzgarmejor la orientacin que querramos dar a los estu-dios de la sociologa.

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  • I.Qu es un hecho social?

    Antes de averiguar cul es el mtodo que conviene alestudio de los hechos sociales, importa saber culesson los hechos a los que damos este nombre.

    La pregunta es doblemente necesaria, porque seaplica este calificativo sin mucha precisn. Se em-plea de ordinario para designar ms o menos a todoslos fenmenos que se desarrollan en el interior de lasociedad, siempre que presenten, con cierta gener-ralizacin, algn inters social. Pero en este sentidopuede decirse que no hay acontecimientos huma-nos que no puedan llamarse sociales. Cada individuobebe, duerme, come, razona y a la sociedad le intere-sa que dichas funciones se ejerzan en forma regular.Por lo tanto, si esos hechos fueran sociales, la socio-loga no tendra objeto propio y su campo se confun-dira con el de la biologa y la psicologa.

    Pero, en realidad, en todas las sociedades existe ungrupo determinado de fenmenos que se distinguenmarcadamente de los que estudian las otras cienciasde la naturaleza.

    Cuando desempeo mi tarea de hermano, esposo ociudadano, cuando cumplo los compromisos que he

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  • contrado, realizo deberes que estn definidos, fuerade m y de mis actos, en el derecho y en las costum-bres. Incluso cuando estn de acuerdo con mis senti-mientos y siento interiormente su realidad, sta nodeja de ser objetiva; porque no soy yo quien los hacreado, sino que los he recibido por medio de laeducacin. Por otra parte, cuntas veces sucede quedesconocemos los pormenores de las obligacionesque nos incumben y que, para conocerlas, necesita-mos consultar el Cdigo y sus intrpretes autoriza-dos. De igual manera, al nacer encontramos yahechas todas las creencias y las prcticas de la vidareligiosa; si existan antes es que existen fuera denosotros. El sistema de signos que utilizo para expre-sar mi pensamiento, el sistema monetario queempleo para pagar mis deudas, los instrumentos decrdito que utilizo en mis relaciones comerciales, lasprcticas seguidas en mi profesin, etc., etc., funcio-nan independientemente del uso que hago de ellos.Si tomamos uno tras otro a todos los miembros de losque se compone la sociedad, encontramos que lo queantecede puede repetirse acerca de cada uno de ellos.He aqu modos de actuar, de pensar y de sentir quepresentan la propiedad notable de que existen fuerade las conciencias individuales.

    Estos tipos de conducta o de pensamiento no sonslo exteriores al individuo, sino que estn dotadosde un poder imperativo y coercitivo en virtud del cualse imponen a l, lo quiera o no. Sin duda, cuando meconformo a l plenamente, esta coaccin no se sienteo se siente poco, ya que es intil. Pero no deja de serun carcter intrnseco de esos hechos y la pruebaestriba en que se afirma en cuanto yo trato de resistir.

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  • Si intento infringir las reglas del derecho, stas reac-cionan contra m de tal manera que impiden mi actosi estn a tiempo, o lo anulan y lo restablecen bajo suforma normal si ya es irreparable; o me lo hacenexpiar si ya no puede ser reparado de otra manera. Setrata de mximas puramente morales? La concienciapblica reprime todo acto que las ofende, mediantela vigilancia que ejerce sobre la conducta de los ciu-dadanos y las penas o castigos especiales de las quedispone. En otros casos, la coaccin es menos vio-lenta, pero no deja de existir. Si yo no me someto a lasconvenciones del mundo, si al vestirme no tengo encuenta los usos vigentes dentro de mi pas y de miclase, la risa que provoco, el alejamiento en el que seme mantiene, producen, aunque en forma ms ate-nuada, los mismos efectos que un castigo propia-mente dicho. Adems, la coaccin, aunque seaindirecta, no es menos eficaz. No estoy obligado ahablar francs con mis compatriotas ni a emplear lamoneda legal; pero es imposible no hacerlo. Si tra-tara de eludir esta necesidad, mi tentativa fracasaramiserablemente. Si fuera industrial, nada me prohi-bira trabajar con procedimientos y mtodos del siglopasado; pero me arruinara indefectiblemente. Auncuando, de hecho, puedo librarme de estas reglas einfringirlas con xito, nunca ser sin verme obligadoa luchar contra ellas. Aunque sean vencidas final-mente, hacen sentir bastante su poder coercitivo porla resistencia que oponen. No hay ningn innovadoraunque sea afortunado, cuyas empresas no tropie-cen con oposiciones de esta ndole.

    He aqu, pues, un orden de hechos que presentancaractersticas muy especiales: consisten en modos de

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  • actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo,y estn dotados de un poder de coaccin en virtud delcual se imponen sobre l. Adems, no pueden con-fundirse con los fenmenos orgnicos, puesto queconsisten en representaciones y en actos; ni con losfenmenos psquicos, los cuales slo existen dentrode la conciencia individual y por ella. Constituyen,pues, una nueva especie y a ellos debe darse y reser-varse el calificativo de sociales. Les correspondeporque est claro que, no teniendo por sustrato alindividuo, no pueden tener otro ms que la sociedad,bien sea la sociedad poltica en su integridad, bienalguno de los grupos parciales que contiene: confe-siones religiosas, escuelas polticas, literarias, corpo-raciones profesionales, etc. Por otra parte, slo a ellosconviene, porque la palabra social slo tiene un sig-nificado concreto, a condicin de que designe nica-mente fenmenos que no corresponden a ninguna delas categoras de hechos ya constituidas y denomina-das. Constituyen, por lo tanto, el campo propio de lasociologa. Es verdad que la palabra coaccin, con lacual los definimos, corre el riesgo de asustar a loscelosos partidarios del individualismo absoluto.Como profesan que el individuo es perfectamenteautnomo, les parece que se le disminuye cada vezque se le hace sentir que no depende slo de s mismo.Pero, como hoy da es indiscutible que la mayora denuestras ideas y de nuestras tendencias no son elabo-radas por nosotros sino que nos llegan de fuera, slopueden penetrar en nosotros imponindose: y eso estodo lo que significa nuestra definicin. Adems, yase sabe que no todas las coacciones sociales excluyennecesariamente la personalidad individual.'

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  • Sin embargo, como los ejemplos que acabamos decitar (reglas jurdicas, morales, dogmas religiosos,sistemas financieros, etctera) consisten todos encreencias y prcticas constituidas, de acuerdo con loque antecede se podra creer que slo hay un hechosocial donde existe una organizacin definida. Perohay otros hechos que, sin presentar estas formas cris-talizadas, tienen la misma objetividad y el mismoascendiente sobre el individuo. Esto es lo que llama-mos las-corrientes sociales. As, en una asamblea, losgrandes movimientos de entusiasmo, de indigna-cin, de piedad que se producen, no tienen comolugar de origen ninguna conciencia particular. Nosllegan a cada uno de nosotros desde fuera y sonsusceptibles de arrastarnos a pesar nuestro. Sin duda,puede suceder que al abandonarme a ellos sinreserva, no sienta la presin que ejercen sobre m.Pero esa presin se agudiza en cuanto trato de lucharcontra ellos. Si un individuo intenta oponerse a unade esas manifestaciones colectivas, los sentimientosque rechaza se vuelven en su contra. Ahora bien, sieste poder de coaccin externo se afirma en los casosde resistencia con esa claridad, es que existe, aunqueinconsciente, en los casos contrarios. Somos entoncesjuguetes de una ilusin que nos hace creer que hemoselaborado nosotros mismos lo que se nos imponedesde fuera. Pero, si bien la complacencia con la quenos dejamos ir enmascara el empuje sufrido, no losuprime. Es como el aire, que no deja de pesar aun-que ya no sintamos su peso. Aunque no hayamoscolaborado espontneamente en la emocin comn,

    1 Por lo dems, no se trata de decir que toda coaccin es normal. Volveremosms tarde sobre este punto.

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  • la impresin que hemos sentido es muy distinta de laque hubiramos experimentado estando solos. Por lotanto, cuando la asamblea se ha disgregado, esasinfluencias sociales dejan de actuar sobre nosotros y,al encontrarnos solos con nosotros mismos, los senti-mientos por los cuales hemos pasado nos hacen elefecto de algo extrao en donde ya no nos reconoce-mos. Nos damos cuenta entonces de que mucho msque experimentarlos, los hubimos de padecer.Incluso sucede que nos horrorizan por ser contrariosa nuestra naturaleza. De esta manera, individuos per-fectamente inofensivos en su mayora, pueden,reunidos en multitud, dejarse arrastrar a hacer cosasatroces. Ahora bien, lo que decimos de estas explosio-nes transitorias se aplica tambin a los movimientosde opinin ms duraderos, que se producen sin cesaren torno nuestro, bien en toda la extensin de lasociedad, bien en crculos ms restringidos, en rela-cin con materias religiosas, polticas, literarias,artsticas, etctera.

    Adems, podemos confirmar mediante una expe-riencia caracterstica, esta definicin del hechosocial: basta observar la forma en que se educa a losnios. Cuando se observan los hechos tal como son ycomo han sido siempre, salta a la vista que todaeducacin consiste en un esfuerzo continuo por

    Imponer al nio formas de ver, de sentir y de actuar alos cuales no llegara espontneamente2 Desde losprimeros momentos de su vida lo obligamos a comer,a beber, a dormir a horas regulares, lo coaccionamosa la limpieza, la tranquilidad, la obediencia; mstarde, lo obligamos a que aprenda a tener en cuentaal prjimo, a respetar los usos, las conveniencias, le

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  • imponemos el trabajo, etc., etc. Si con el tiempodejan de sentir esta coaccin, es porque poco a pocoengendra hbitos, tendencias internas que la hacenintil, pero que la sustituyen porque derivan de ella.Es verdad, que, segn Spencer, una educacin racio-nal debera rechazar tales procedimientos y dejarle alnio absoluta libertad; pero, como esta teora peda-ggica no ha sido practicada nunca por ningn pue-blo conocido, tan slo constituye un desideratumpersonal, no un hecho que pueda oponerse a loshechos que antecedenA Ahora bien, lo que hace aestos ltimos particularmente instructivos es que laeducacin tiene justamente por objeto constituir alsr, social; por ellos puede verse, como en resumen, dequ modo se ha constituido dicho ser en el curso de lahistoria. La constante que el nio padece es la pre-sin misma del medio social que tiende a moderarloa su imagen y del cual los padres y maestros no sonms que representantes e intermediarios.

    Por lo tanto, no es su generalizacin la que puedeservir para caracterizar los fenmenos sociolgicos.Un pensamiento que se encuentra en todas las con-ciencias, un movimiento que repiten todos los indi-viduos no por ello son hechos sociales. Si nos hemoscontentado con ese aspecto para definirlos, es porquese les ha confundido, con lo que podramos llamarsus encarnaciones individuales. Lo que los consti-tuyeson las creencias, las tendencias, las prcticas delgrupo considerado colectivamente; en cuanto a lasformas que revisten los estados colectivos al refrac-tarse en los individuos, son cosas de otra especie. Loque demuestra categricamente esta doble naturalezaes que estos dos rdenes de hechos se presentan a

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  • menudo disociados. En efecto, algunos de esosmodos de actuar o de pensar adquieren, mediante surepeticin, una especie de consistencia que los preci-pita, por decirlo as, y los aisla de los acontecimientosparticulares que los reflejan; Adquieren de estamanera un cuerpo, una forma sensible que les espropia y constituyen una realidad sui generis, muydistinta de los hechos individuales que la manifies-tan. La costumbre colectiva no existe solamente enestado de inmanencia en los actos sucesivos quedetermina, sino que, por un privilegio del que noencontramos ejemplo en el reino biolgico, seexpresa de una vez por todas en una frmula que serepite de boca en boca, que se transmite por medio dela educacin y que se fija incluso por escrito. Estosson el origen y la naturaleza de las reglas jurdicas,morales, de los aforismos y los dichos populares, delos artculos de fe en los que las sectas religiosas opolticas condensan sus creencias, de los cdigos debuen gusto que establecen las escuelas literarias, etc.Ninguno de ellos se encuentra por completo en las apli-caciones que de ellos hacen los individuos, puestoque pueden existir incluso sin ser actualmente apli-cados.

    Sin duda, esta disociacin no se presenta siemprecon la misma claridad. Pero basta que exista de unamanera incontestable en los casos importantes ynumerosos que acabamos de recordar, para demos-tratar que el hecho social es distinto de sus repercu-siones individuales. Por otra parte, aunque no seobserve de forma inmediata, se puede realizar amenudo con la ayuda de ciertos artificios de mtodo;incluso es indispensable efectuar esta operacin, si se

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  • quiere aislar el hecho social, para observarlo en todasu pureza./ As, existen ciertas corrientes de opininque nos empujan, con intencin desigual segn lostiempos y los pases, una al matrimonio, por ejem-plo, otra al suicidio o a una natalidad ms o menosalta, etc. Estos son sin duda hechos sociales. A pri-mera vista, parecen inseparables de las formas queadoptan en los casos particulares. Pero la estadsticanos proporciona la manera de aislarlos. Estn enefecto representados, no sin exactitud, por la tasa denatalidad, la tasa de matrimonios, la de los suici-dios, es decir, por el nmero que se obtiene divi-diendo la media total anual de los matrimonios, delos nacimientos, de las muertes voluntarias, por el delos hombres en edad de casarse, de procrear, de suici-darse.2 Porque como cada una de estas cifras com-prende todos los casos particulares indistintamente,las circunstancias individuales que pueden parti-cipar de algn modo en la produccin del fenmenose neutralizan entre s y, en consecuencia, no contri-buyen a determinarlo. Lo que expresa es cierto estadodel alma colectiva.

    He aqu, pues, lo que son los fenmenos sociales,despojados de todo elemento extrao. En cuanto asus manifestaciones privadas, stas tienen algosocial, puesto que reproducen en parte un modelocolectivo; pero cada una de ellas depende tambin, yen gran parte, de la constitucin orgnico-psquicadel individuo, de las circunstancias particulares enlas que se encuentra. No son fenmenos sociolgicospropiamente dichos. Participan a la vez de los dos

    gente no se suicida a cualquier edad, ni en todas las edades, con la mismaintensidad.

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  • reinos; se las podra denominar socio-psquicas. Inte-resan al sociolgo sin constituir la materia inmediatade la sociologa. Se encuentran tambin en el interiordel organismo fenmenos de naturaleza mixta queestudian las ciencias combinadas, como la qumicabiolgica

    Pero se nos dir que un fenmeno slo puede sercolectivo si es comn a todos los miembros de lasociedad o, por lo menos a la mayora, si es unfenmeno general.

    Sin duda, pero si es general ser porque es colec-tivo (es decir, ms o menos obligatorio), pero no escolectivo por ser general. Se trata de un estado delgrupo, que se repite entre los individuos porque seimpone a ellos. Est en cada parte porque est en eltodo, pero no est en el todo porque est en las partes.Se hace evidente, sobre todo, en las creencias y prcti-cas que nos son transmitidas ya hechas por las gene-raciones anteriores; las recibimos y las adoptamosporque, siendo a la vez una obra colectiva y una obrasecular, estn investidas de una autoridad particularque la educacin nos ha enseado a reconocer y arespetar. Pero debe sealarse que la inmensa mayorade los fenmenos sociales nos llega por esta va. Y,aunque el hecho social se debe, en parte, a nuestracolaboracin directa, no es de otra naturaleza. Unsentimiento colectivo, que estalle en una asamblea,no manifiesta simplemente lo que haba en comnentre todos los sentimientos individuales. Es algomuy distinto, como hemos demostrado. Es resultantede la vida comn, un producto de los actos y lasreacciones que se efectan entre las conciencias indi-viduales; y si resuena en cada una de ellas, es en

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  • virtud de la energa especial que debe precisamente asu origen colectivo. Si todos los corazones vibran alunsono, no es debido a una concordancia espont-nea y preestablecida; es que una misma fuerza lasmueve en el mismo sentido. Cada uno es arrastradopor todos.

    Llegamos pues a representarnos en forma precisael campo de la sociologa. Slo abarca un grupodeterminado de fenmenos. Un hecho social se reco-noce gracias al poder de coaccin exterior que ejerceo que es susceptible de ejercer sobre los individuos; yla presencia de dicho poder es reconocida a su vez,bien por la existencia de alguna sancin determi-nada, o bien por la resistencia que le lleva a oponersea toda empresa individual que tienda a violentarlo.Sin embargo, le puede definir tambin por la difu-sin que presenta en el interior del grupo, con talque, de acuerdo con las observaciones que anteceden,se tenga cuidado de aadir como segunda y esencialcaracterstica aquella que existe independiente-

    , mente de las formas individuales que adopta aldifundirse. Este ltimo criterio es incluso, en ciertoscasos, ms fcil de aplicar que el anterior. En efecto,la coaccin es fcil de comprobar cuando se traduceen el exterior por alguna reaccin directa de la socie-dad, como en el caso del derecho, la moral, las creen-cias, los usos, las modas mismas. Pero cuando esslo indirecta, como la que ejerce una organizacineconmica, no se deja percibir siempre con tantaclaridad. Entonces puede ser ms fcil establecer lageneralizacin combinada con la objetividad. Porotra parte, esta segunda definicin es slo otra formade la primera; porque, slo por imposicin puede

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  • generalizarse una manera de actuar que es exterior alas conciencias individuales.5

    Sin embargo, podramos preguntarnos si esta defi-nicin es completa. En efecto, los hechos que nos hanproporcionado su base son siempre modos de hacer;son de orden sociolgico. Pero tambin hay modosde ser colectivos, es decir, hechos sociales de ordenanatmico o morfolgico. La sociologa no puededesinteresarse de lo que concierne al sustrato de lavida colectiva. Sin embargo, el nmero y la natura-leza de las partes elementales que componen a lasociedad, la manera en que estn dispuestas, el gradode coalescencia a que han llegado, la distribucin dela poblacin sobre la superficie del territorio, elnmero y la naturaleza de las vas de comunicacin,la forma de las viviendas, etc., no pueden a primeravista relacionarse con maneras de sentir o de pensar.

    Pero, en primer lugar, estos diversos fenmenospresentan la misma caracterstica que nos ha servidopara definir a los dems. Estos modos de ser se impo-

    3 Vemos hasta qu punto se aleja esta definicin del hecho social, de la quesirve de base al ingenioso sistema de M. Tarde. Primero debemos declarar quenuestras investigaciones no nos han hecho comprobar en ningn lado estainfluencia preponderante que M. Tarde atribuye a la imitacin en la gnesis delos hechos colectivos. Adems, parece que de la definicin anterior, que no esuna teora sino un simple resumen de datos inmediatos de la observacin,resulta que la imitacin, no slo no expresa siempre, sino nunca, lo esencial ycaracterstico de/ hecho soda!. Sin duda, todo hecho social es imitado, tiene,como acabamos de mostrar, una tendencia a generalizarse, pero porque essocial, es decir, obligatorio. Su poder de expansin es, no la causa, sino laconsecuencia de su carcter sociolgico. Si los hechos sociales fueran Im nicosque producen dicha consecuencia, la imitacin poda servir, si no para explicar-los, al menos para definirlos. Pero un estado individual que tiene repercuciones nodeja por eso de ser individual. Adems, podemos preguntarnos si la palabraimitacin es la que conviene para designar la propagacin debida a unainfluencia coercitiva, Bajo esta nica expresin se confunden fenmenos muydiferentes y que necesitaran ser distinguidos.

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  • nen al individuo como los modos de hacer de los queya hemos hablado. En efecto, cuando se quiere cono-cer la manera en que una sociedad est divididapolticamente, cmo se componen dichas divisiones,la fusin ms o menos completa que existe entreellas, nada de esto se puede averiguar sin la ayuda deuna inspeccin material y mediante observacionesgeogrficas: porque estas divisiones son moralesaunque tengan cierta base en la naturaleza fsica.Slo a travs del derecho pblico es posible estudiaresta organizacin, porque es este derecho lo que ladetermina, lo mismo que determina nuestras relacio-nes domsticas y cvicas. Pero no por esto deja de serobligatoria. Si la poblacin se aglomera en nuestrasciudades en vez de dispersarse por el campo, es por-que existe una corriente de opinin, un empujecolectivo que impone a los individuos dicha concen-tracin. No podemos escoger la forma de nuestrasviviendas ni la de nuestra ropa; por lo menos, una esobligatoria en la misma medida que la otra. Las vasde comunicacin determinan de forma imperiosa elsentido en el cual se realizan las emigraciones inte-riores y los intercambios, e incluso la intensidad deesos intercambios y de esas emigraciones, etc. Porconsiguiente, a lo sumo podramos aadir otra cate-gora a la lista de los fenmenos que hemos enume-rado y que presentan el signo distintivo del hechosocial; y como esta enumeracin no era rigurosamenteexhaustiva, la adicin no sera indispensable.

    Y ni siquiera es til; porque estas maneras de serson nicamente maneras de hacer consolidadas. La-estructura poltica de una sociedad es slo la maneraen que los diferentes segmentos que la componen se

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  • han habituado a vivir unos con otros. Si sus relacio-nes son tradicionalmente estrechas, los segmentostienden a confundirse, o a distinguirse en caso con-trario. El tipo de vivienda que se nos impone no esms que la forma en que todo el mundo que nosrodea y, en parte, las generaciones anteriores, se hanacostumbrado a construir sus casas. Las vas decomunicacin no son ms que el cauce que se haabierto a s mismo, encaminando en el mismo sen-tido la corriente regular de los intercambios, de lasemigraciones, etc. Sin duda, si los fenmenos deorden morfolgico. fueran los nicos que presentanesta estabilidad, se podra creer que constituyen unaespecie aparte. Pero una regla jurdica es un arreglono menos permanente que un tipo de arquitectura y,sin embargo, es un hecho fisiolgico. Una simplemxima moral es sin duda ms maleable; pero tieneformas mucho ms rgidas que un simple uso profe-sional o una moda. Existe as toda una gama dematices que, sin solucin de continuidad, relacionalos hechos de estructura ms caracterizados con esascorrientes libres de la vida social que no estn anvolcadas en ningn molde concreto. Y es porque nohay entre ellos ms que diferencias en el grado deconsolidacin que presentan. Unas y otras no sonms que vida ms o menos cristalizada. Sin duda,quiz interese el nombre de morfolgicos para loshechos sociales que conciernen al sustrato social,pero a condicin de no perder de vista que son deigual naturaleza que los otros. Nuestra definicinabarcar, pues, todo lo definido si decimos: unhecho social es toda manera de hacer, establecida ono, susceptible de ejercer sobre el individuo una

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  • coaccin exterior; o tambin, el que es general en laextensin de una sociedad determinada teniendo almismo tiempo una existencia propia, independientede sus manifestaciones individuales,4

    Este estrecho parentesco entre la vida y la estructura, el rgano y su funcin,puede ser fcilmente establecido en sociologa porque, entre estos dos trminosextremos, existen toda una serie de intermediarios inmediatamente observablesy que demuestran el lazo entre ellos. La biologa no tiene el mismo recurso. Peroest permitido creer que las inducciones de la primera de estas ciencias sobredicho tema son aplicables al otro y que, en los organismos como en las socieda-des, slo hay entre esos dos rdenes de hechos diferencias de grado.

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  • II. Reglas relativas a la observacinde los hechos sociales

    La primera regla y la ms fundamental consiste enconsiderar los hechos sociales corno cosas.

    Desde el momento en que un nuevo orden de fenme-nos se convierte en objeto de la ciencia, stos seencuentran ya representados en el espritu, no slopor imgenes sensibles, sino por conceptos burda-mente formados. Antes de que aparecieran los prime-ros rudimentos de la fsica y de la qumica, loshombres tenan ya nociones de los fenmenos fsico-qumicos que rebasaban la percepcin pura, talescomo las que encontramos mezcladas con todas lasreligiones. Y es que, en efecto, la reflexin es anteriora la ciencia, que no hace ms que servirse de ella conms mtodo. El hombre no puede vivir en medio (je'las cosas sin hacerse de ellas ideas segn las cualgreglamenta su conducta. Como estas nociones estnms cerca de nosotros y ms a nuestro alcance que lasrealidades a las cuales corresponden, tendemos natu-ralmente a suprimir a estas ltimas ya hacer de aqullas

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  • la materia misma de nuestras especulaciones. En vezde observar las cosas, describirlas, compararlas,nos contentamos con tomar conciencia de nuestrasideas, analizarlas y combinarlas. En vez de una cien-cia de realidades slo elaboramos un anlisis ideol-gico. Claro esta que dicho anlisis no excluyenecesariamente toda observacin. Podemos apelar alos hechos para confirmar estas ideas o las conclusio-nes que se deducen de ellas. Pero los hechos slointervienen entonces secundariamente, a ttulo deejemplos o de pruebas confirmatorias; no son elobjeto de la ciencia. sta va de las ideas a las cosas, node las cosas a las ideas.

    Est claro que este mtodo no puede dar resultadosobjetivos. En efecto, estas nociones o conceptos, ll-mense como se quiera, rio son sustitutivos legtimosde las cosas. Productos de la experiencia vulgar, tie-nen por objeto, ante todo, situar a nuestros actos enarmona con el mundo que nos rodea; estn forma-dos por la prctica y para ella. Ahora bien, unarepresentacin puede desempear tilmente estepapel aunque sea tericamente falsa. Coprnico di-sip hace muchos siglos las ilusiones de nuestrossentidos respecto a los movimientos de los astros; y,sin emabrgo, an por lo general reglamentamos ladistribucin de nuestro tiempo de acuerdo con estasilusiones. Para que una idea suscite los movimientosque exige la naturaleza de una cosa, no es necesarioque exprese fielmente dicha naturaleza, sino quebasta con que nos haga sentir la utilidad o el inconve-niente de la cosa, es decir cmo puede servirnos ocontrariarnos. Pero las nociones as formadas nopresentan esa exactitud prctica ms que en forma

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  • aproximativa y slo en la generalidad de los casos.Cuntas veces resultan tan peligrosas como inade-cuadas! Por lo tanto, al elaborarlas como se pueda nose llegar nunca a descubrir las leyes de la realidad.Son, al contrario, como un velo que se interponeentre las cosas y nosotros y las enmascara tanto mejorcuanto ms transparentes nos parezcan.

    Esta ciencia no slo tiene que resultar truncadasino que le falta materia de dnde poder alimentarse.Apenas existe desaparece, por decirlo as, y se trans-forma en arte. En efecto, estas nociones deben conte-ner toda la esencia de lo real, puesto que se lasconfunde con la realidad misma. Desde ese momentoparecen poseer todo lo necesario para ponernos ensituacin no slo de comprender lo que es, sino deprescribir lo que debe ser y los medios para ejecu-tarlo. porque lo bueno es lo conforme a la naturalezade las cosas, lo contrario es malo, y los medios paraalcanzar lo primero y huir de lo segundo proceden dela misma naturaleza. Si la obtenemos de golpe, elestudio de la realidad presente carece de inters prc-tico y, como dicho inters es la razn de ser de esteestudio, en adelante ste carece de finalidad. pa refle-xin se ve as incitada a alejarse del objeto mismo dela ciencia, a saber, del presente y del pasado, paralanzarse de un slo brinco hacia el porvenir. En vezde intentar comprender los hechos adquiridos yrealizados, se dedica inmediatamente a realizar otrosnuevos, ms conformes a los fines perseguidos porlos hombres. Cuando se cree saber en qu consiste laesencia de la materia, nos ponemos en seguida a bus-car la piedra filosofal. Esta intrusin del arte en laciencia, que impide que sta se desarrolle, es adems

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  • facilitada por las circunstancias mismas que deter-minan el despertar de la reflexin cientfica; Porque,como slo nace para satisfacer necesidades vitales, seencuentra naturalmente orientada hacia la prctica.Las necesidades que estn llamadas a aliviar sonsiempre urgentes y por lo tanto la urgen para encon-trar la solucin: no reclaman explicaciones, sinoremedios.

    Este modo de proceder est tan de acuerdo con latendencia natural de nuestro espritu que se laencuentra incluso en el origen de las ciencias fsicas.Ella es la que diferencia la alquimia de la qumica, yla astrologa de la astronoma. Bacon caracteriza conella el mtodo que seguan los sabios de su tiempo yque l combate. Las nociones de las que acabamos dehablar son esas nociones vulgares o prenociones1que l seala en la base de todas las ciencias 2 en las queocupan el lugar de los hechos.' Son esos idola,espe-cie -de fantasmas que nos desfiguran el verdaderoaspecto de las cosas y que, sin embargo, tomamos porlas cosas mismas. Y como ese medio imaginario noofrece al espritu ninguna resistencia, ste, que no sesiente contenido por nada, se abandona a ambicionessin lmite y cree posible construir o ms bien recons-truir el mundo slo con sus fuerzas y a tenor de susdeseos.

    Si esto ha sucedido en las ciencias naturales, conms razn habra de suceder en la sociologa. Loshombres no han esperado el advenimiento de la cien-cia social para hacerse ideas sobre el derecho, la

    ' Novum arganum, I, 26.2 17.9 bid., I, 36.

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  • moral, la familia, el Estado, la sociedad misma, por-que no podan vivir sin ellas. Ahora bien, es sobretodo en la sociologa donde estas prenociones, segnla expresin de Bacon, estn en situacin de dominarlos espritus y sustituir las cosas. En efecto, las cosassociales slo son realizadas por los hombres; son unproducto de la actividad humana. No parecen serms que la puesta en obra de ideas, innatas o no, quellevamos en nosotros, la aplicacin a las diversascircunstancias que acompaan las relaciones de loshombres entre s. La organizacin de la familia, delcontrato, de la represin, del Estado, de la sociedad,aparece as como un simple desarrollo de las ideasque tenemos sobre la sociedad, el Estado, la justicia,etc. Por consiguiente, esos hechos y sus anlogosparecen no tener realidad ms que en y por las ideasque son su germen y que se convierten entonces en lamateria propia de la sociologa.

    Lo que acaba de acreditar esta manera de ver, esque el pormenor de la vida social desborda por todaspartes a la conciencia, sta no tiene de ella unapercepcin lo suficientemente fuerte para sentir surealidad. Como no tenemos entre nosotros lazos bas-tante slidos ni bastante cercanos, todo esto nos hacefcilmente el efecto de no adherirse a nada y de flotaren el vaco como una materia medio irreal e indefini-damente plstica. Por eso tantos pensadores slo hanvisto en los arreglos sociales combinaciones artificia-les y ms o menos arbitrarias. Pero si el pormenor, silas formas concretas y particulares se nos escapan,por lo menos nos representamos, de bulto y demanera ms o menos aproximada, los aspectos msgenerales de la existencia colectiva y son precisa-

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  • mente dichas representaciones esquemticas y suma-rias las que constituyen esas prenociones queutilizamos para los usos corrientes de la vida. Por lotanto, no podemos pensar en poner en duda su exis-tencia, puesto que la percibimos al mismo tiempoque la nuestra. No slo estn en nosotros, sino que,como somos producto de experiencias reiteradas,admiten la repeticin y reciben del hbito resultanteuna especie de ascendiente y de autoridad. Sentimosque se nos resisten cuando pretendemos liberarnos deellas. Pero no podemos no considerar como real loque se opone a nosotros'. Todo contribuye, pues, ahacernos ver la verdadera realidad social.

    Y en efecto, hasta ahora, la sociologa ha tratado mso menos exclusivamente no de cosas, sino de concep-tos. Es cierto que Comte proclam que los fenme-nos sociales son hechos naturales, sometidos a leyesnaturales. Y as, ha reconocido implcitamente sucarcter de cosas: porque slo hay cosas en la natura-leza. Pero cuando, saliendo de esas generalidadesfilosficas, intenta aplicar su principio y deducir del la ciencia que estaba ah contenida, toma las ideascomo objetos de estudio. En efecto, la materia princi-pal de su sociologa es el progreso de la humanidaden el tiempo. Parte de la idea de que hay una evolu-cin continua del gnero humano que consiste enuna realizacin siempre ms completa de la natura-leza humana, y el problema que trata consiste enencontrar de nuevo el orden de dicha evolucin.Ahora bien, suponiendo que esa evolucin exista, surealidad slo puede establecerse cuando la ciencia yase ha elaborado; por lo tanto, slo se puede constituir

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  • en objeto mismo de la investigacin si se planteacomo una concepcin del espritu, no como unacosa. Y en efecto, se trata de una representacin tancompletamente subjetiva que, de hecho, ese progresode la humanidad no existe. Lo que existe, lo nicoque se presenta a la observacin, son sociedades par-ticulares que nacen, se desarrollan, y mueren inde-pendientemente unas de otras. Si por lo menos lasms recientes fueran una continuacin de las que lesprecedieron, cada tipo superior podra ser conside-rado como la simple repeticin del tipo inmediata-mente inferior junto con algo ms; por lo tanto, se laspodra colocar una tras otra, por decirlo as, confun-diendo a las que se encuentran en el mismo grado dedesarrollo, y la serie formada de esta manera podraconsiderarse como representativa de la humanidad.Pero los hechos no se presentan con esa simplicidadextrema. Un pueblo que sustituye a otro no es sim-plemente una prolongacin de este ltimo con algu-nos caracteres nuevos; es otro, que tiene algunaspropiedades de ms, y otras de menos. Constituyeuna individualidad nueva y todas estas individuali-dades distintas, como son heterogneas, no puedenfundirse en la misma serie continua, ni sobre todoen una serie nica. Porque la sucesin de las socieda--les no podra representarse mediante una lnea ge-mtrica; se asemeja ms bien a un rbol cuyas ramasapuntan en sentidos divergentes. En resumen, Comtetom por desarrollo histrico la nocin que l tena yque no difiere mucho de la que se hace el vulgo. Enefecto, vista de lejos, la historia adquiere bastantebien ese aspecto simple y de serie. Slo se adviertenindividuos que se suceden unos a otros y marchan

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  • todos en la misma direccin porque tienen la mismanaturaleza. Como, por otra parte, no se concibe que laevolucin social pueda ser otra cosa que el desarrollode alguna idea humana, parece muy natural defi-nirla mediante la idea que de ella se hacen los hom-bres. Ahora bien, procediendo as no slo per-maneceremos en la ideologa, sino que damos comoobjeto de la sociologa un concepto que no tienenada propi-amente sociolgico.

    Spencer rechaza este concepto, pero para susti-tuirlo por otro que no est formado de otra manera.Convierte a las sociedades, no a la humanidad, enobjetos de la ciencia; pero ofrece en seguida una defi-nicin de las primeras que desvanece la cosa de la quehabla para colocar en su lugar la prenocin que tienede ella. Plantea en efecto, comb proposicin evi-dente, que "una sociedad existe slo cuando a layuxtaposicin se aade la cooperacin", y que sola-mente as la unin de los individuos se convierte enuna sociedad propiamente dicha.4 Partiendo del prin-cipio segn el cual la cooperacin es la esencia de lavida social, distingue las sociedades en dos clasessegn la naturaleza de la cooperacin que domina enellas. "Hay una cooperacin espontnea que se efec-ta sin premeditacin durante la prosecucin defines de carcter privado; y hay tambin una coopera-cin conscientemente instituida que supone fines deinters pblico, claramente reconocidos."5 Da a lasprimeras el nombre de sociedades industriales, a lassegundas el de sociedades militares, y puede decirse

    ' Socio/., trad. francesa. III, 331-332.SOCi01., III, 332.

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  • que esta distincin constituye la idea madre de susociologa.

    Pero esta definicin inicial enuncia como cosa loque es slo una visin del espritu. Se presenta, enefecto, como la expresin de un hecho inmediata-mente visible y que puede comprobarse por medio dela observacin, puesto que queda formulada desde elnacimiento de la ciencia como un axioma. Y sinembargo, es imposible saber por una simple inspec-cin si realmente la cooperacin es el todo de la vidasocial. Dicha afirmacin slo es cientficamente leg-tima si se ha empezado por pasar revista a todas lasmanifestaciones de la existencia colectiva y si se hahecho ver que son todas diversas formas de la coope-racin. Se trata pues de cierta manera de concebir larealidad social y que sustituye a dicha realidad.6 Loque queda as defiftide-no es la sociedad sino la ideaque Spencer se hace de ella. Y no siente ningnescrpulo en proceder as, porque para l tambin lasociedad no es y no puede ser ms que la realizacinde una idea, a saber, de esta idea misma de coopera-cin por - la cual la define.7 Sera fcil demostrarque en cada uno de los problemas particulares queaborda, su mtodo sigue siendo el mismo. Y, aun-que en apariencia proceda empricamente, como utilizalos hechos acumulados en su sociologa para ilustraranlisis de nociones, ms que para describir y expli-car cosas, parece que slo estn all en calidad deargumentos. Realmente todo lo esencial de su doc-

    6 Concepcin, por otra parte, controvertible. (Vase Divisin del trabajosocial, II, 2, 4.)

    7 "Por lo tanto, la cooperacin no podra existir sin sociedad, y ese es el objetopor el cual una sociedad existe." (Principios de Socio!.; 111, 332.)

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  • trina puede deducirse en forma inmediata de su defi-nicin de la sociedad y de las diferentes formas decooperacin. Porque si slo podemos elegir entreuna cooperacin tirnicamente impuesta y unacooperacin libre y espontnea, es evidente que estaltima es el ideal hacia el cual la humanidad tiende ydebe tender.

    Estas nociones vulgares no se encuentran slo en labase de la ciencia, sino que volvemos a hallarlas acada instante en la trama de los razonamientos. En elestado actual de nuestros conocimientos, no sabemoscon certeza qu cosas son el Estado, la soberana, lalibertad poltica, la democracia, el socialismo, elcomunismo, etc.; por lo tanto, el mtodo querra quenos prohibiramos todo uso de estos conceptos,mientras no estn cientficamente constituidos. Y sinembargo, las palabras que los expresan vuelven sincesar en las discusiones de los socilogos. Se empleanen forma corriente y con aplomo como si correspon-dieran a cosas bien conocidas y definidas, cuandoslo despiertan en nosotros nociones confusas, ymezclas poco claras de impresiones vagas, prejuiciosy pasiones. Nos burlamos hoy de aquellos razona-mientos singulares que los mdicos de la Edad Mediaconstruan en torno a las nociones de caliente, fro,hmedo, seco, etc., y no nos damos cuenta de queseguimos aplicando ese mismo mtodo al orden defenmenos que las incluyen menos que cualquierotro, a causa de su extrema complejidad.

    En las ramas especiales de la sociologa, ese carc-ter ideolgico est an ms acusado.

    Y esto sucede sobre todo con la moral. En efecto,puede decirse que no existe un slo sistema donde no

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  • se la represente como el simple desarrollo de una ideainicial que la contendra entera en potencia. Estaidea, unos creen que el hombre la encuentra hechadentro de s desde su nacimiento; otros, al contrario,opinan que se forma ms o menos lentamente en elcurso de la historia. Pero, lo mismo para unos quepara otros, para los empricos como para los raciona-listas, ella es todo lo verdaderamente real que hay enla moral. En cuanto al pormenor de las reglas jurdi-cas y morales, no tendran existencia por si mismas, yseran nicamente esta nocin fundamental aplicadaa las circunstancias particulares de la vida diversifi-cada segn los casos. Por consiguiente, el objeto de lamoral no podra ser ese sistema de preceptos sinrealidad, sino la idea de la cual brotan y de la que noson ms que aplicaciones variadas. As, todas laspreguntas .que se plantea generalmente la tica, serefieren, no a cosas, sino a ideas; lo que se trata desaber, es en qu consiste la idea de derecho, la idea dela moral, no cul es la naturaleza de la moral y delderecho vistos en s mismos. Los moralistas no hanllegado an a esta concepcin tan simple segn lacual, como nuestra representacin de las cosas sensi-bles procede de las cosas mismas y las expresa conmayor o menor exactitud,'nuestra representacin dela moral viene del espectculo mismo de las reglasque funcionan bajo nuestros ojos y las figura esque-mticamente; que, por lo tanto, son esas reglas y nola visin sumaria que tenemos de ellas, lo que consti-tuye la materia de la ciencia, lo mismo que la fsicatiene por objeto a los cuerpos tal y como existen, y nola idea que de ella se hace el vulgu Entonces resultaque se toma como base de la moral lo que nica-

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  • mente es la cima, a saber, la manera en que se pro-longa en las conciencias individuales y resuena enellas. Y este mtodo no se aplica slo en los proble-mas ms generales de la ciencia, sino tambin enlas cuestiones especiales. De las ideas esencialesque estudia al principio, el moralista pasa a las ideas se-cundarias de familia , patria, responsabilidad, caridad,justicia; pero su reflexin sigue aplicndose a ideas.

    Lo mismo sucede con la economa poltica. SegnStuart Mill, esta ciencia tiene por objeto los hechossociales que se producen principal o exclusivamentecon miras a la adquisicin de riquezas.8 Pero, paraque los hechos as definidos puedan ser asignados,como cosas, a la observacin del sabio, sera precisoal menos indicar por qu signo es posible reconocerlos que responden a esta conaicin. Ahora bien,cuando nace la ciencia, ni siquiera se est en situa-cin de afirmar que dichos signos existen, y menosan de saber cules son. En toda clase de investiga-ciones, slo cuando la explicacin de los hechos estbastante adelantada, es posible establecer que tienenun fin y cul es. No existe ningn problema mscomplejo ni menos susceptible de ser resuelto degolpe. Por tanto, nada nos asegura por adelantadoque exista una esfera de la actividad social en la queel deseo de riqueza desempee realmente ese papelpreponderante. En consecuencia, la materia de laeconoma poltica, as comprendida, est hecha node realidades que puedan sealarse con el dedo, sinode simples posibilidades, de puras concepciones delespritu: a saber, de los hechos que el economista

    Sistema de la lgica, 11I.

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  • concibe en relacin con el fin considerado, y tal comol los concibe. Por ejemplo, se propone estudiar loque llama produccin? De pronto, cree que puedeenumerar los principales agentes con la ayuda de loscuales tiene lugar dicha produccin y pasarlesrevista. Entonces es que no ha reconocido su existen-cia al obsevar de qu condiciones dependa la cosaque estudia; porque en ese caso hubiera empezadopor exponer las experiencias de las que ha deducidodicha conclusin. Si al empezar la investigacin seprocede a dicha clasificacin en pocas palabras, serporque la ha obtenido por un simple anlisis lgico.Parte de la idea de produccin: y al descomponerlaadvierte que implica lgicamente las ideas de fuerzasnaturales, de trabajo, de instrumento o de capital ytrata despus de la misma manera estas ideasderivadas.9

    La ms fundamental de todas las teoras econmi-cas, la del valor, est manifiestamente construida deacuerdo con este mismo mtodo. Si el valor fueraestudiado como una realidad ha de serlo, se vera aleconomista indicar cmo se puede reconocer la cosallamada con ese nombre, y clasificar despus susespecies, buscar mediante inducciones metdicas enfuncin de qu causas varan; comparar en fin esosdiversos resultados para extraer de ellos una frmulageneral. La teora no puede pues aparecer ms quecuando la ciencia ha sido llevada bastante lejos. Encambio, la solemos encontrar desde el principio. Y esque para elaborarla, e