Libro La Amenaza Del Caballo Oscuro de Marcus Sedgwick

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LA AMENAZA DEL CABALLO OSCUROMarcus Sedwick

2002, The Dark HorseTraduccin: Juan Soler

Para mi madre

PRIMERA PARTE

LA CAJA

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Fue la nia quien encontr la caja. Corra junto al agua, al lado de Sigurd, buscando algas arrojadas a la arena negra tras la tormenta de la noche anterior, pues de nuevo haban pescado poco. An tardaran medio da en llegar a casa.La nia se apart de golpe el pelo de los ojos y lade la cabeza.--Sigurd?Sigurd se acerc a donde ella estaba. l era mucho ms alto.--Qu pasa, Ratita? --Mira.Ella indic con la cabeza algo que destacaba del resto, que no encajaba.Todo alrededor era costa, estratos rocosos que afloraban, las colinas bajas detrs, y enfrente el mar, el inmenso mar. La furia de Storn. Y en medio de aquella naturaleza salvaje estaba la caja. Una pequea caja de madera de un par de palmos de ancho pero no muy gruesa. No se apreciaba metal alguno, ni bisagras ni refuerzos en las esquinas. Tampoco cerradura. Una simple cajita, aunque muy hermosa. Estaba hecha de una esplndida madera de color rojo oscuro con motivos negros.Y su brillo reflejaba la luz del cielo en el pequeo y redondeado rostro de la nia.Era diferente. De otra parte.Ratita sinti un leve mareo. Se alej tambaleante unos pasos de la caja.--Pasa algo, Ratita? -pregunt Sigurd al darse cuenta.Estaba acostumbrado mejor que nadie a notar si Ratita vea algo. Pero ella pos la mano en el brazo de Sigurd.--No -dijo-. Ya est.Respir hondo y se calm. Ambos volvieron la mirada de nuevo a la caja, pero ella guard la distancia.--Qu crees que es?Sigurd no respondi. Se arrodill para tocarla, pero pausadamente, como si se tratara de un animal acorralado.--Est seca -seal-. Y... caliente.--Qu es? -volvi a preguntar Ratita.--La abro?Ratita mene la cabeza.--Nos la llevamos?La nia dud.--Se est haciendo tarde -razon l.--De acuerdo -accedi ella.Retomaron el camino al pueblo, Sigurd con la caja y Ratita con una red slo medio llena de algas.Ninguno de los dos haba reparado en el hombre que permaneca tendido e inmvil entre las rocas, a veinte pasos escasos de donde haban descubierto la caja. Tena la piel y el pelo blancos, ms incluso que Sigurd, pero las palmas de las manos eran negras.

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Lo recuerdo mejor que nadie.Me acuerdo perfectamente del da que encontramos a Ratita.En primer lugar, resultaba inslito que estuviramos en lo alto de las colinas.Me parece que ramos unos treinta. Una formidable partida para librar batalla contra los lobos.Mi padre deca que era una tontera. Que un lobo solitario hubiera atacado a Snorri mientras cruzaba los cerros, no era razn suficiente para arriesgar la vida. stas fueron las palabras de mi padre, aunque no se las dijo a Horn a la cara.Haca slo un par de veranos que Horn haba vencido a mi padre en la pugna por ser el Jefe de la tribu. Supongo que por entonces m padre an se estaba lamiendo las heridas. Jur que un da le dira a Horn lo que pensaba de l a la cara, pero an no consideraba llegado el momento. Seguramente eso tena algo que ver. Me refiero a la lucha. En cuanto a por qu estbamos en lo alto de las colinas, cazando lobos, tambin esto era una estupidez, los lobos viven en los bosques, y all arriba no haba rboles. Horn nos estaba dejando claro que era nuestro jefe y que debamos obedecerle en todo.All no haba ms nio que yo, pues en aquel entonces yo era un nio. Era mi undcimo o duodcimo verano; no me acuerdo. Yo formaba parte de las disputas entre mi padre y Horn.--Bien, Sigurd -me dijo mi padre-. Si este imbcil va a conducirnos a una alocada caza de lobos, vamos a ensearle qu familia somos!Esto significaba que l aprovechara la ocasin para presumir de m, de su hijo, ante todos los dems. Porque Horn, el Jefe, no tena ningn hijo varn, aunque s una hija: Sif. No haba nadie para sucederle como Jefe, por lo que habra un combate por el puesto, igual que lo haba habido entre l y mi padre.Ya entrada la tarde, llegamos a las laderas ms altas. Haca horas que un par de perros haban encontrado una pista, y desde entonces la habamos estado siguiendo. La haban perdido un par de veces y nos habamos quedado a la espera mientras Hemm, nuestro mejor adiestrador de perros, trazaba crculos alrededor con su podenco. Al final hallaba el rastro y partamos de nuevo, siempre colina arriba.--Si ste es todava el olor de los lobos -murmur mi padre lo bastante fuerte para que yo lo pudiera or-, le lavar los pies a Horn antes de acostarse.Y seguimos nuestro camino, cada vez ms arriba, hasta llegar a lo alto de una cuesta, donde, frente a nosotros, apenas a un tiro de lanza, se apreciaban las pequeas y oscuras entradas de una serie de cuevas. Los perros se volvieron locos, tirando de las correas con fuerza en aquella direccin. De pronto se respir otro ambiente. Me invadi una ola de temorHaca fresco. Nos hallbamos muy por encima del nivel del mar, justo sobre el pueblo aunque desde all no se vea. All haba realmente lobos, que haban elegido un lugar muy especial donde vivir, jams haba odo yo hablar de lobos que vivieran en cuevas, y desde entonces tampoco he sabido de otros casos. Entonces debamos habernos dado cuenta de que era un presagio.Hasta ese momento no haba parecido real, pero ahora se estaba produciendo la ridcula cacera de lobos de Horn. Verdaderamente haba sucedido algo. Todos evitamos las respectivas miradas; nadie mir a Horn.Sin embargo, l dio un paso al frente, sin inmutarse. No iba a darse la vuelta y regresar a casa.--Esto es lo que hemos venido a buscar -dijo con calma.--Entonces, qu hacemos?--Quieres que entremos ah?--Antes de verlos siquiera, nos van a despedazar...Horn alz la mano.--Iluminemos su oscuridad. Los haremos salir -Seal a Grinling-. Grinling! Enciende fuego.

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Despus de encontrar la caja, Ratita y Sigurd tardaron ms de cuatro horas en llegar a casa. Estaban cansados y hablaban poco. Caminaron desde la costa al pueblo mientras el sol se hunda en el horizonte ms all de la baha. El pueblo, Storn, era tan slo un conjunto de chozas, en su mayora construcciones circulares de piedra con techos de turba, unas treinta en total. La hierba de los techos de turba haca que las casas se confundieran con la hierba y los helechos que crecan alrededor. Pareca como si las mismas chozas surgieran del paisaje, ms que de la mano del hombre. No haba seal alguna que indicara el lmite del poblado, ni vallas ni zanjas, sino que ste se extenda por los prados y los campos de detrs, y los guijarros y la arena negra de la playa por delante. Hacia el medio estaba la choza grande, una gran sala de reuniones que dominaba el pueblo. Era casi el doble de alta que las otras.Haba tambin otros edificios. Ratita y Sigurd caminaban con tiento dejando atrs los graneros y las cabaas de ahumar, las perreras y los cobertizos para las cabras. Estaban agotados. Pareca que no haba nadie alrededor. Advirtieron llamas anaranjadas de la hoguera en la choza grande a travs de su portal bajo y redondeado. Se detuvieron.Entonces pensaron en la caja.--Adnde la llevamos? -pregunt Ratita.--Qu crees que hay dentro? -inquiri Sigurd con una mueca-. A que es un tesoro! -Pens que procedera de uno de los barcos mercantes que llegaban a sus costas desde las lejanas tierras del sur. De algn modo acertaba-. Abrmosla!Ratita no dijo nada. Le preocupaba algo, pero no saba qu.Antes de que pudieran decidirse, una enorme silueta obstruy la luz procedente de la choza grande y se les acerc a grandes pasos.--Sigurd! Ven aqu, muchacho! -Era Olaf, y pareca enfadado. Se pas la mano por la barba. Esto significaba que tambin estaba nervioso-. Hemos estado esperando las algas! Y el hechizo est a punto de empezar!--Voy, padre! -grit Sigurd.Se apresuraron hacia la choza, pero Ratita tropez al engancharse los pies en la red de las algas. Olaf alarg una enorme mano y atrap a Ratita y la red.--Esto es todo? -pregunt, paseando la mirada desde la red medio vaca a Sigurd.Sigurd comenz a ponerse rojo de vergenza.--S -dijo Ratita simplemente.El rostro de Olaf se suaviz un poco.--El mar nos est abandonando, verdad, Ratita? Hoy tambin sin pesca. Entrad, casi es la hora.Se metieron dentro. Olaf dio un cachete en la cabeza a su hijo al pasar, ms suave de lo que habra podido ser.--Cree que soy un intil -dijo Sigurd.--No es verdad. Te quiere.--Entonces, por qu es siempre tan severo conmigo? Se supone que tambin es tu padre.En cuanto lo hubo dicho, Sigurd lament sus palabras. Ratita lo mir.--Pero no lo es, verdad?

Se abrieron paso entre la gente del pueblo reunida en la choza grande. Queran encontrar un sitio tranquilo para la sesin de encantamiento, lo ms lejos posible de Sif, la hija de Horn. Saban por experiencia que era mejor evitarla. Cuando la vieron al otro lado de la hoguera, se situaron en un extremo, junto a la pared. Era el lugar preferido de Ratita para sentarse, y no slo debido a Sif.Sigurd saba por qu, pero nunca hablaba con Ratita sobre el particular. Saba que ella an recelaba un poco del fuego.Iba a comenzar el hechizo, como ocurra cada cuarto de luna.Entonces fue cuando Ratita se acord.--La caja! -susurr-. Qu has hecho con la caja?Sigurd sonri.--Soy ms listo de lo que algunos creen!En ese momento Gudrun, la Hechicera, entr en el crculo y se coloc junto a Horn, el Jefe. Se inici la sesin.Ratita devolvi la sonrisa a Sigurd.

Lejos, all abajo, en la orilla, el hombre blanco con las manos negras estaba tendido entre las rocas en la oscuridad. Segua inmvil. Pero volvi la marea, y cuando la espuma salada le moj la cara, se removi. De inmediato, antes de abrir los ojos, sus manos buscaron algo, algo que haba desaparecido.

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--Qu asco! Grinling golpeaba el pedernal sin lograr su propsito. Horn iba de un lado a otro, contrariado.--Nadie tiene yesca, seca? -vocifer.Todos permanecieron callados.--Espera, muchacho -me susurr mi padre-. Espera a que llege a estar furioso de veras.Era un juego peligroso, pero mi padre quera aprovechar la menor oportunidad para meterse con Horn. Finalmente, ste perdi los estribos y dio un fuerte puntapi a Grinling en el trasero.--Vamos -me apremi mi padre-. Ahora. Di un paso al frente como si llevara plomo en los pies. Estaba muerto de miedo. Tema a Horn. En ese momento tema muchas cosas.--Por favor, Jefe -dije-. Por favor, puede servir esto?Intent parecer ajeno al juego de Olaf pero creo que Horn se dio cuenta de lo que pasaba. Mir fijamente la hoja de artemisa que yo llevaba en la mano. Seca, vellosa, perfecta para que prendieran las chispas en ella.--Puede servir esto? -repet. De hecho, no estaba preguntando. Ambos sabamos que s serva.Si Horn se haba dado cuenta del juego, no lo dio a entender. Pero, con todos los ojos puestos en l, no poda dar la impresin de ser superado por un chico. Un chico de apenas doce veranos. Solt un gruido y agit una manaza en direccin a Grinling.--Que el muchacho te ensee -dijo, traspasndole la vergenza a Grinling.As que encend las antorchas y las llevamos hasta las entradas de las cuevas de los lobos mientras mi padre se felicitaba por tener un hijo tan listo.--Qu orgulloso debes de sentirte, Olaf! Lo decan al alcance del odo de Horn? No, en ese momento no.

Quin era?Ahora no me acuerdo. Qu tremendo no recordar quin era aquel al que los colmillos de un lobo desgarraron la garganta.Ah, s, era Snorri.Era como si el destino estuviera repartiendo los golpes, pues Horn nos haba arrastrado colina arriba como venganza por el ataque de los lobos a Snorri.Grinling arroj una antorcha a la oscuridad de la primera cueva. Despus, sosteniendo otra llama delante de l, Snorri asom la cabeza en el interior. Detrs, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte marino, inundando el cielo con el color de la sangre que estaba a punto de derramarse por las rocas cercanas a la entrada.La cabeza de Snorri sali de la cueva seguida de una ola de pelo y zarpas que bramaban en la negrura del agujero.Los lobos salieron en tropel. Estoy convencido de que nos haban olido haca rato y estaban aguardndonos en su casa, reflexivos y resentidos. Habamos encendido fuego, as que salieron a raudales y corrieron colina abajo, y en un suspiro dos de nosotros haban muerto.No, me temo que no recuerdo quines eran.

Despus, en plena vorgine de gritos y alaridos, ces todo ruido. Al menos en m cabeza, pues mis ojos se posaron en la entrada de la cueva, donde haba una nia.Una nia menuda, desnuda y sucia, que estaba de pie y tranquila envuelta en brumas, con el desconcierto reflejado en el semblante.Ratita.

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El humo formaba espesas volutas desde el hoyo de la hoguera y se retorca en la oscuridad de la choza hasta abrirse paso finalmente por el pequeo agujero del techo de la casa circular. Unos perros de caza roncaban en un rincn oscuro. La gente de Storn estaba sentada formando grupos pequeos. Haba terminado otro da largo y duro. Al menos la sesin de encantamiento supona una pausa en su rutina cotidiana. Todos estaban quietos y en silencio. El fuego proyectaba luz roja en sus rostros. Rostros curtidos por el viento, la sal y la lluvia que llegaban con la vida a la costa.Horn se hallaba sentado junto al fuego, en el centro de la choza. Tena la cara surcada de arrugas, ajada por los elementos y las preocupaciones de la responsabilidad. Era duro como las piedras con las que estaba construida la choza. Con ms de cuarenta aos se contaba entre los ms viejos de Storn, aunque cerca de l estaba Zancalarga, que era con mucho el ms viejo de todos.Zancalarga era el Sabio. Lo saba todo sobre la historia de la tribu, que haba escuchado siendo joven de boca del Sabio anterior. A menudo se le peda consejo sobre asuntos graves y difciles, aunque no tena ningn poder.El Jefe asuma todo el poder.Junto a l se sentaba Gudrun, la Hechicera. Contaba ms de treinta aos, y jams haba tenido esposo. Ocultaba el rostro tras una cabellera larga de color castao y la capucha de una gruesa capa de gamuza. Empez a hacer los hechizos para que las gentes de Storn estuvieran seguras, para que tuvieran comida y todo cuanto precisaran. Gudrun saba bien que lo deseaban con fervor.--Trenos peces, trenos calor, eleva el sol, detn la nieve, afila nuestras herramientas, calienta nuestras hogueras, forja nuestro hierro, haz crecer nuestro cereal, aplaca el viento... -Su voz inici el viaje de una hora a travs de los miedos y deseos de los presentes.En la choza grande, los rostros miraban atentos. Aunque lo haban visto antes muchas veces, necesitaban aquellos sortilegios, crean fervientemente en su poder para protegerles.Sin embargo, en la parte de atrs de la estancia, Ratita y Sigurd estaban pensando en otra cosa.--No deberamos haberla trado aqu -dijo Ratita a Sigurd en un murmullo, con la cabeza inclinada.--Te refieres a Sif? No se dar cuenta; ltimamente est muy ocupada pintndose la piel... en todo caso, fuera hace demasiado fro y no hay ningn sitio...--No, Siggy. Lo que quiero decir es que no deberamos haberla trado, ni siquiera tocado.--... guarda nuestros rebaos, fermenta nuestra cerveza, fortalece a nuestros pequeos... -La voz de Gudrun segua recitando las palabras mgicas.Sigurd mir furtivamente a Ratita, intentando entender lo que deca.--Todos los hallazgos son propiedad de Horn, es su derecho como Jefe...--No, Siggy, tampoco me refiero a eso. No le tengo miedo a Horn...--Yo tampoco... -repiti Sigurd en voz baja, furioso.--... tengo miedo de la caja, Sigurd. La caja.Sigurd entendi por fin.--Sentiste algo? En la playa...Ratita se encogi de hombros.--No estoy segura -dijo a la defensiva-, ya sabes qu pasa... a veces no est claro. Quizs haba algn animal cerca. A lo mejor he notado su miedo de nosotros en vez de...Se call, pues en ese momento perciba otra cosa en su totalidad.Aunque no haba levantado la cabeza, saba que Sigurd ya no la escuchaba. Alz los ojos. Horn se hallaba frente a ella. Gudrun an segua hablando, en el centro junto al fuego, pero guard silencio cuando el Jefe levant la mano.Todos los vecinos de Storn miraban fijamente a Ratita.--Bueno, nia, qu pasa? Parece que para ti y el hijo de Olaf el Dbil hay algo ms importante que el hechizo.Horn hablaba con calma, la voz apenas perceptible sobre el crepitar del fuego, si bien el tono mordaz no dejaba ninguna duda.Ratita temblaba. --Lo lamento, Horn. Estbamos hablando de la escasa pesca y de lo poco que se poda encontrar en la orilla. Es slo eso. Lo siento.--T, hijo de Olaf -dijo Horn a Sigurd, aunque sin apartar los ojos de Ratita-, qu dices al respecto?--Es slo eso, Horn, lo poco que hemos hallado en la playa. Y la pesca...--Estn mintiendo!Sif. La hija de Horn.Ratita se estremeci, temerosa de lo que Sif pudiera hacer.Horn se dirigi a zancadas hasta el centro del crculo. De pie junto al fuego, las llamas le iluminaban la cara con un brillo anaranjado.Tena un aspecto aterrador.--Y bien? -dijo clavando la mirada en su hija.Sif se puso en pie algo nerviosa, oculta tras su larga cabellera negra. No obstante, Ratita observ que tena fijo en ella uno de sus ojos gris pizarra. Sif saba que se arriesgaba a poner a su padre en un aprieto, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de humillar a Sigurd y a Ratita. No le caan bien, hasta es posible que los odiara. Cuando en ese momento los mir, juntos de pie, prcticamente pegados uno a otro en busca de consuelo, de nuevo creci en ella la envidia.--Padre... -empez a decir, luego record dnde estaban-. Jefe... encontraron algo en la playa. Los vi.--Sigue -dijo Horn.--Lo han escondido. Sigurd se lo ha ocultado a su propio padre. Ella ha fingido caerse y lo ha camuflado fuera de la choza.--Qu era? Comida?Ascendi un murmullo desde los congregados. Sigurd mir a sus padres. Freya, la madre, trataba de sonrer a su hijo, pero entonces Olaf atrajo la atencin de ste. El rostro del padre reflejaba la ira y la vergenza que senta.--No -aclar Sif-, era esto.Se volvi y se arrodill. Sac la caja de debajo de la manta en la que haba estado sentada.La levant para que todos pudieran verla, y se hizo el silencio.

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Entonces no se la conoca como Ratita.Cuando la encontramos, cuatro veranos antes de que ella encontrara la caja, no tena nombre alguno. Era slo una nia que hallamos en una cueva llena de lobos.Al rato, otros se dieron cuenta de lo que yo estaba mirando. Se volvieron y vieron la nia desnuda, de pie en la entrada de la cueva.Quieta, sin hacer un solo movimiento. Llevaba el cabello largo y despeinado. Iba sucia. Tendra unos siete u ocho veranos; era difcil de saber--Qu es esto? -pregunt mi padre, ponindose a mi lado.--Mira! -exclam-. Est llorando!--Pobrecita -dijo Selva, una de las pocas mujeres que integraban la partida blica.--Sigue viva de milagro -apunt alguien.Se produjo cierta confusin. La nia segua de pie mirndonos, llorando calladamente. Y luego recuerdo con claridad lo que o, aunque no quin habl:--Cmo es posible que una ratita como sta sobreviviera ah, con estas bestias?Una ratita.--Quiz la reservaban. Para comrsela luego, quiero decirUna ratita. Ya no me acuerdo mucho de lo que vino despus. De cmo la llevamos al pueblo con nosotros. Hubo mucha controversia, eso s lo recuerdo. Se discuti mientras an estbamos en la colina. Era evidente que tenamos que llevarla con nosotros. Bueno, evidente para todos menos para Horn.--Otra boca que alimentar, eso es lo que es -solt.--Pero no podemos abandonarla! -grit.Olaf me tap la boca con la mano, pero Horn ni siquiera me haba odo.--No sois vosotros quienes tenis que preocuparos de alimentarla -prosigui Horn-. Soy yo. Yo debo procurar que todos comis...Nadie dijo nada. Estbamos en un punto muerto. Entonces m padre dio un paso al frente.--Qu sucede, Jefe? Tu poder no alcanza para alimentar a una pequea, como sta?Seguramente Horn not que el ambiente general no le era favorable, pues, aunque escupi a los pes de mi padre, cedi.--Muy bien. Pero la nia pertenecer a tu familia, Olaf. All t.Y tambin recuerdo que habamos decidido que la nia vena con nosotros, pero ella no. No haba abierto la boca, pero de pronto se puso a forcejear.--Ha perdido el juicio. --Slo est asustada.--A saber cunto tiempo lleva aqu!Al final accedi a acompaarnos. Las cuevas estaban vacas, los lobos haban huido. Ya era hora de bajar de la montaa. Antes de llegar a casa dejamos de referirnos a ella como la ratita y pasamos a llamarla Ratita.Eso es todo.Le pusimos una capa sobre los hombros y empezamos a bajarA medio camino, la quietud del aire vespertino se vio sbitamente alterada. Se oy un grito desde lo alto de las colinas, por encima de nosotros. Un nico aullido largo y penetrante que nos hizo pararnos en seco. Me pareci que era un sonido triste.Mir a Ratita para ver su reaccin, pero ella segua llorando. Lagrimas de alivio, supuse. Pero de pronto contuvo las lgrimas, aspir aire con fuerza y solt un largo y desgarrador aullido de lobo.Nos miramos unos a otros, en un momento de duda, y a continuacin reanudamos el descenso algo ms deprisa que antes. Olaf, mi padre, llev a Ratita cargada a la espalda durante todo el camino de regreso al pueblo.Entonces yo me senta muy orgulloso; y, por alguna razn, no slo de mi padre.

Nadie saba qu era Ratita. Qu podra hacer.Horn crea que nos daba una boca ms que alimentar y nada ms, pero se equivocaba. Empezamos a darnos cuenta cuando la sorprendimos durmiendo con los perros de caza.Pero, un momento... Lo estoy contando al revs.Al principio, a Ratita las cosas no le resultaron fciles.Pasaban las semanas. Ella no haba pronunciado una sola palabra. Pensamos que era muda. La aseamos. La lavamos y le cortamos el cabello. Y bajo toda aquella suciedad descubrimos que haba una nia, s bien una nia con un aspecto extrao. Era menuda y delicada, y tena un rostro pequeo, fino y redondo, y unos ojos castaos grandes y hermosos. Intentaba esconderse tras el pelo que habamos dejado que cayera desordenado sobre la cara.Al principio no pareca saber dnde estaba ni qu estaba haciendo all con nosotros. Aunque no hablaba, por lo visto entenda lo que le decamos. Comer, dormir, cosas as. Asenta con la cabeza, o la ladeaba si no estaba segura.Sin embargo, cuando alguien le preguntaba algo ms complicado, ella tan slo le diriga una mirada vaca.--Ratita, cundo te capturaron los lobos? -inquira Freya, mi madre.--Cmo te llamas? -preguntaba Olaf, mi padre.--De dnde eres realmente? -quera saber yo. Cualquiera de estas preguntas suscitaba en Ratita la misma respuesta. Su mirada nos atravesaba como s observara algo a lo lejos. Llegamos a la conclusin de que era simple. Estpida. Quiz como consecuencia de haber sido atrapada por aquellos lobos. Tal vez por eso no razonaba.Y un buen da la perdimos.Desde que la encontramos, no se haba movido de nuestra choza. Si sala, iba con mi madre, y slo un rato. No tena nada que hacer; no le encargbamos ninguna labor y se limitaba a permanecer sentada en la oscuridad de la casa, parpadeando de vez en cuando. En el exterior pareca ms tmida incluso.--Le gusta la oscuridad -le dijo mi madre a mi padre. l asinti.--Como la cueva -seal l-. Pero ahora por qu? As que nos fuimos acostumbrando a que permaneciera sentada en el rincn ms oscuro de nuestra pequea y oscura choza, sin decir nada, aceptando la comida cuando se la ofrecamos, durmiendo cuando estbamos despiertos, y a veces, creo, paseando inquieta por el habitculo cuando los dems dormamos.Pero entonces, como digo, la perdimos.Mi madre crea que estaba en la choza, pero cuando mi padre y yo regresamos de pescar vimos que no estaba.--S no la he visto salir! -gritaba mi madre-. Estaba ah!Buscamos por todo el pueblo, intentando no llamar la atencin. Pero era una hora punta del da, cuando los hombres volvan de pescar y arrastraban las barcas hasta la orilla y las mujeres llegaban de los campos.--Has perdido algo, Olaf? -pregunt a mi padre Herda, el Cantor. l levant la mano, como para decirle que se callara, pero fue demasiado tarde.As que Herda y algunos ms participaron en la bsqueda; y hallamos a Ratita. Durmiendo con los podencos en la negrura ms recndita de la choza grande.Cuando mi padre sac a la parpadeante Ratita a la luz, ya se haba congregado mucha gente.Entre los reunidos estaba Horn, sonriendo burlonamente.--Tu hija prefiere la compaa de los perros? -solt.Se oyeron carcajadas. Mi padre estaba desconcertado. Sacudi enojado el hombro de Ratita. Fue una de las pocas veces que le he visto enfadado con ella.--Cmo se te ha ocurrido? -chill-. Dormir con los perros!Y entonces s, por fin! Ratita habl por primera vez!--Es que estaban tristes -dijo.Durante unos instantes, todos nos quedamos asombrados de que hubiera hablado, al margen del extrao acento en su voz.Olaf recuper el aliento.--Que has dicho? -le pregunt.--Los perros estn tristes desde que muri Patas Grises -contest Ratita con sencillez, como si fuera algo obvio. Patas Grises era uno de los perros mas viejos. Haba muerto haca un par de das.--Y cmo sabes t que estn tristes? -inquiri mi padre, perplejo.--Me lo han dicho -respondi Ratita. Entonces formul su primera pregunta.. Su semblante se torn nuevamente confuso, como la primera vez que la vimos-. Por qu no hablan con vosotros?

_____ 7 _____

Frente a una pequea hoguera, en un refugio de ramas y helechos, el hombre de la piel y el pelo blancos se frotaba las negras palmas de las manos.Haba entrado en calor pero temblaba, como si tuviera fiebre. Extendi ante s todas sus posesiones, junto a la luz de la lumbre.Primero, el cuchillo, de una mano de largo, con una hoja distinta en cada borde, una dentada y la otra lisa. til tanto para despellejar una cabra como para degollar a una persona.Segundo, un trozo de cuerda de cuero, para usos diversos.Tercero, un poco de pescado seco. Cuarto, una bolsa grasienta con teas para el fuego. En quinto lugar, una bolsa de piel ms grande, que contena todo lo anterior. Sus restantes posesiones eran tan slo la ropa y un amuleto que llevaba al cuello: un disco de metal con el dibujo de un caballo. Ojal tuviera an su yegua para ese cometido..., pero haba muerto cuando slo llevaban un ao de viaje.Al parecer, ninguno de los comerciantes del barco en el que iba haba sobrevivido al naufragio. No se haba producido lejos de la costa, pero todos estaban borrachos. Los haba despreciado por ello mientras asa desesperadamente la caja con un brazo y nadaba hacia la orilla con el otro, la cuerda de la bolsa de piel oprimindole el cuello a cada brazada.Seguira hacia el norte. Tambin poda ser que las olas hubieran arrastrado la caja mar adentro mientras l yaca inconsciente, pero no lo crea. Haba advertido pisadas en la arena, pero la marea las haba borrado casi todas y no poda seguir ningn rastro. Adems, haba llegado demasiado lejos para fracasar ahora. Tena que lograrlo. Y para ello necesitaba la caja.Sin la caja se senta inquieto. En cierto modo la caja era su razn de ser. Tras viajar durante aos, y cuando estaba muy cerca del final de su periplo, la haba perdido.Sostuvo el amuleto en la mano y jur que la encontrara. Esa noche no podra dormir a causa del fro, pero antes de que se pusiera el sol del da siguiente dara con ella. Tirit de nuevo, y una gota de sudor le resbal por la frente hasta el ojo. No hizo caso; tena cosas ms importantes en qu pensar.Slo l saba qu contena la caja, y aunque alguien ms lo supiera, de momento l se hallaba bastante a salvo. La caja tena su propia proteccin.

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Despus de que Sif hubiera mostrado la caja, Horn grit a Ratita y a Sigurd. Olaf tambin les rega a voces, delante de todo el mundo. Entonces la gente comenz a tener ms inters en la caja, y Ratita y Sigurd abandonaron la choza grande, Sif rindose de ellos y Freya persiguiendo a Sigurd en su intento de consolarlo.Ratita no tena ni idea de dnde estaba Sigurd. Pareca que no quera que ella se le acercara siquiera. Pero la culpa de que Sif lo hubiera visto ocultar la caja no haba sido slo de l. Ambos haban sido imprudentes. Ratita se preguntaba qu haba dentro. Ahora Horn lo descubrira y se quedara todos los tesoros que contuviera.Ratita se meti a hurtadillas en una de las chozas pequeas utilizada como granero. Coloc su manta sobre el montn de trigo y se dispuso a dormir. Ya lo haba hecho otras veces. Era un lugar al que acuda siempre que tena que esconderse. No le permitan dormir con los perros, as que iba all. Ni siquiera Siggy lo saba. Y si oa que se acercaba alguien, saba cmo deslizarse hacia dentro del montn de grano y ocultarse, y si al abrir alguien la puerta caan al suelo algunas espigas de trigo, el intruso pensara que se trataba de un ratn, sin saber lo mucho que acertaba.La ltima vez que Ratita se haba escondido en el almacn, no haca mucho de eso, haba tenido que arrojar la manta en lo alto del montn y lanzarse ella despus. Ahora slo haba hecho falta levantar ligeramente el pie. Las reservas de trigo se estaban agotando. La pesca era escasa y faltaba mucho para el mes de la Cosecha. Olaf se haba atrevido a mencionar esto en la reunin de la choza grande, y Horn descarg en l toda su furia verbal.--Quieres que los mos pasen hambre? -bram-. Algo han de comer.Los reunidos haban expresado su aprobacin entre murmullos. Estaban cansados de pasar hambre y de preocuparse por la falta de comida.Olaf trat de argumentar, pero no sirvi de nada.--Si ahora nos comemos todo el trigo -dijo con calma-, despus nos moriremos de hambre.Entonces Horn se mostr realmente desagradable.--Si sigues propagando estos malos augurios, acabarn cumplindose. La pesca mejorar pronto gracias a los hechizos de Gudrun! Te aconsejo que te concentres en encontrar algas, la labor que te he encargado. As tendremos algo que comer!

Ratita llevaba la manta consigo al salir sigilosa del almacn de grano con la primera luz de la maana. Pas por delante de la pequea cuadra donde viva Skinfax, el caballo de Horn. ste haba intercambiado con unos comerciantes la mitad de la cosecha de trigo de un ao por aquel esculido animal. Era el nico caballo de Storn, nadie lo necesitaba para nada, pero era propio de Horn creer que le haca falta uno. Al pasar, Ratita oy que Skinfax soltaba un dbil relincho.--Chiiist... -susurr, y mand al animal un pensamiento tranquilizador. ste resopl, y Ratita sigui andando. Atraves los campos llenos de maleza donde la gente cultivaba trigo y verduras raquticas y se abri paso hacia las colinas de detrs del pueblo.Una hora despus ya haba llegado a las piedras de la Pea de las Aves. El sol haba ascendido con ella, y por primera vez en varias semanas iba a hacer un da de calor. El sol destellaba en el mar, abajo, reflejando un esplndido color azul.Cuando lleg a lo alto de la colina tena calor. Se quit la ropa y la arroj en un montn al pie de una de las enormes piedras. stas apuntaban lejos en el alto cielo sobre ella. Eran inmensos dedos de piedra dentados que formaban un crculo desigual. Algunos eran ligeramente ms altos o ms anchos que otros; no haba en ellos nada preciso.Se deca que por muchas veces que uno los contara, siempre obtena un nmero distinto, pero Ratita saba que eso era una tontera. Los haba contado suficientes veces como para saber que eran siete. Haban estado all desde siempre... nadie saba qu eran ni quin los haba levantado.Nadie ms sola ir all; slo Gudrun, aunque nunca sala de su diminuta choza antes del medioda. Esto tena algo que ver con el hecho de estar despierta hasta altas horas de la noche para conseguir que los hechizos surtieran efecto. Los dems habitantes del pueblo tenan miedo de la Pea de las Aves. Les pareca un lugar de magia, de una magia antigua que no entendan. Y adems era el lugar al que llevaban a sus jefes al morir.Gudrun, pens Ratita. La Hechicera. Frost, el podenco de Olaf, lo hara mejor! El mar no daba peces, las cosechas eran malas, y pese a todo la gente segua confiando en Gudrun. De todos modos, en Storn haba justificaciones para todo, y la posicin invulnerable de Gudrun no era ninguna excepcin.Compadecindose de s misma, Ratita se tumb junto a un brezo. Instintivamente se hizo un ovillo y comenz a lamerse el dorso de las manos, como si se las limpiara, como un perro, un lobo, aunque no las llevaba sucias.Al rato se dio cuenta de lo que estaba haciendo y par. Si se enteraran, Olaf y Freya se enfadaran. As que se volvi hasta quedar tendida de espaldas y contempl el cielo.

All! Un cuervo.En un instante, Ratita abandon su cuerpo y vol hasta el ave. Con el espritu de aquel cuervo se remont en las alturas y observ la costa. All estaba el pueblo. Incluso desde ms de trescientos metros poda ver a Olaf que se pona en camino con Frost siguiendo la orilla. Para qu? No lo saba. Estaba Freya, sacando un balde de agua del arroyo. Y Thorbjorn, el herrero, un aliado de Olaf.Ahora el pueblo se hallaba en plena actividad y haba... haba la flaca silueta de Gudrun, envuelta en su capa de gamuza, que sala de la choza de Horn. A esa hora de la maana! Sin duda Horn le haba estado pidiendo consejo sobre algn asunto de magia.Magia. Para qu serva la magia de Gudrun? Ratita vir con el cuervo, y pusieron direccin al norte, a lo largo de la costa.Eso s era poder de verdad.

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Confusin: --No. no con palabras. Yo miraba desde la parte de atrs de la multitud apretujada en torno a Ratita.--Por qu no has hablado hasta ahora?--Lo he hecho, pero no con palabras.Pobre Ratita. Yo debera haber estado a su lado entonces. --Cmo vamos a entenderte entonces? --Los perros me entienden.--Pero nosotros no somos perros! Cmo hablas con ellos sin palabras?--S lo que estn pensando. nicamente tengo que estar cerca.--Y slo con los perros?--No, slo con los perros no... con los lobos... --Los entendas?--Por qu les hicisteis dao?--Los entendas? Cmo llegaste a estar con ellos? Qu eras antes? Cmo es que sabes hablar?Yo observaba y senta la afliccin que le estaban causando a Ratita al tratar de arrancarle respuestas a la fuerza. Pero ella se qued en silencio. No hablara ms ni contestara ms preguntas. No s si porque no quera o porque no saba qu responder. En su cara se vea de nuevo la mirada ausente; y permaneci callada. Tan callada como haba estado antes.Yo perciba en ella slo dolor y deseaba que la dejaran sola. En cuanto todos estuvieron enfrascados discutiendo entre s, me acerqu.--Ratita? -dije con calma. Ella se me qued mirando, pero no respondi. Tena los ojos anegados en lgrimas que no caan-. Ven conmigo -aad. Y la alej del alboroto y anduvimos por los cerros bajos de detrs del poblado. Se estaba poniendo el sol.Nos sentamos juntos y lo contemplamos mientras desapareca.Mir a Ratita y de pronto sent una gran compasin por ella. Estaba totalmente sola en nuestro mundo.Apoy la cabeza en mi hombro.--Sigurd?Por alguna razn supe lo que quera decir, pese a que no haba pronunciado las palabras.--S -dije-. Ser tu hermano.

Con el tiempo nos acostumbramos a Ratita y a sus ocasionales rarezas. Yo estaba contento. Tena a alguien con quien hacer y compartir cosas; alguien con quien hablar, aunque el que hablaba era sobre todo yo. En los meses ms calurosos, entre el del Cordero y el del Heno, vagbamos por los altozanos o explorbamos el litoral, con sus cuevas y remansos. Y en el mes de la Cosecha, cuando no estbamos trabajando en los campos, buscbamos arndanos por entre los matorrales. Despus nos sentbamos en el tejado de nuestra choza. Desde all veamos cmo el mar se volva de oro cuando el sol se pona por el horizonte. Meses plenos de dulzura y encanto.Ratita creci un poco y tambin m amor por ella.

Haba prometido ser el hermano de Ratita. Ella quera a alguien que siempre le fuera leal. Alguien en quien poder confiar.Por qu esto era tan importante para ella? Empec a enterarme de algo. Sobre la poca que pas con los lobos, aunque nada de la poca anterior. No obstante, era difcil, pues ella nunca quera hablar demasiado del asunto.Sin embargo, un da, mientras- buscbamos algas en el lmite de la marea alta, me pregunt:--Sig, desde cundo vives aqu?Al principio no entend la pregunta. Pens que se me escapaba algo.--Toda la vida, claro -respond-. Por qu?Ella se encogi de hombros y no dijo nada, pero unos minutos despus volvi a preguntarme, sin alzar los ojos.--Entonces, Olaf y Freya han sido siempre tu padre y tu madre?--Desde luego.Volvi a quedarse callada, pero pens que quiz valdra la pena hacerle una pregunta.--Quines eran tus padres, Ratita?Al or su respuesta sent un escalofro y se me hizo un nudo en la garganta.--Los lobos -dijo, y arroj otro trozo de alga al cesto.

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--No puede haberse ido!--Pues se ha ido, Ratita -dijo Freya. Ratita advirti que Freya intentaba no llorar ms. Olaf apareci pisando ruidosamente. Su perro Frost yaca exhausto en un rincn. Haban caminado todo el da hacia el norte siguiendo la costa, pero no haban hallado a Sigurd. No lo haba visto nadie desde el incidente de la caja en la choza grande.--Ir hacia el sur -anunci Olaf-. Maana. --Dejadme buscarlo -pidi Ratita-. Slo tengo que encontrar un pjaro para... --No -dijo Olaf con aspereza. --Pero yo podra buscarlo ms deprisa que... --As no -reiter Olaf-. Esta familia ya ha sufrido suficiente castigo. Si sigues alardeando delante de todo el mundo, las cosas slo podrn empeorar.Freya puso la mano en el hombro de Olaf.--Pero Sigurd... -empez a decir.--Sigurd ya es casi un hombre. Puede cuidar de s mismo. Y si no, bueno, pues ms vale que no vuelva!--No es justo! -grit Ratita, pero Olaf sali de la choza impetuosamente.--No hablaba en serio -dijo Freya-, no hablaba en serio. Quiere a Sigurd.Ratita permaneci callada.El problema, deca Freya, era que Olaf y Sigurd, padre e hijo, se parecan demasiado. Los dos eran testarudos y orgullosos.--S que Olaf le quiere -dijo Ratita al cabo de unos instantes-. Yo lo s, pero Sigurd no. Se ha ido por esto, verdad?

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En los primeros meses transcurridos desde que lleg, empezamos a saber algo de Ratita.Al cabo de muchos aos evoco lo sucedido. El plan de Horn para que mi familia cargara con una nia abandonada, intil y estpida. No nos habamos dado cuenta cabal, pero tenamos entre nosotros a una criatura con poderes inauditos. Elfo, Ratita, quiero decir, no controlaba del todo sus habilidades. Pareca que constantemente estaba aprendiendo qu poda hacer.Perciba cosas a travs de los animales. He pensado en esto muchas veces, y es el mejor modo de explicarlo: ella poda utilizar animales, animales cercanos, como medio a travs del cual percibir y ver. An ahora no s si ella vea realmente lo que el animal vea o si slo saba lo que ste estaba viendo. En realidad no importa que fuera de una forma o de otra. Era un poder inmenso y desconocido, y qu? Pues... pues que asustaba a la gente.Ratita habra podido ayudamos mucho. Tena unos grandes poderes mgicos que habramos podido utilizar para superar nuestras dificultades. Habra podido salvarnos, pero Horn not el recelo de la gente hacia ella y lo foment ms an.

rase una vez. Esta historia os mostrar lo que quiero decirrase una vez un pueblo llamado Storn. Los pescadores regresaban del mar tras haber pescado poco. En aquella poca las cosas empezaron a ponerse difciles en el pueblo. Conseguir comida comenzaba a ser complicado de veras. Todava llegaban barcos con comerciantes, pero sus historias estaban llenas de tristeza.Y era antes de que empezramos a pensar en el Caballo Oscuro.As que llegaban los pescadores y la pesca haba sido escasa.Los que nos apibamos impacientes en la hierba frente a la choza grande mantenamos una actitud solemne. Solemne, s, pues, cmo podamos saber entonces que las cosas iban a ir mucho peor?Ratita observaba. Estaba a mi lado.--Por qu se dirigieron al norte? -dijo-. Los peces estn all -aadi sealando el sur de la baha-. Se trata slo de hacerse a la mar.La mir sin decir nada, pero otros haban acertado a orla.--Eh, Horn! -grit Grinling-. Esta nia dice que los peces estn por all!Horn levant la vista desde donde estaba hablando con uno o dos hombres.--En este caso deja que el intil de su padre vaya all y los pesque todos! -vocifer.Mi padre acababa de varar una barca. Haba odo las palabras de Horn. Dud un instante, mirando a Ratita, mirando a Horn, que a su vez miraba framente, observando a todos los que le observaban.Algo se activ en su interior. A veces era terco. Mir slo otra vez a Ratita, que se encontraba sentada a m lado, sonriendo, y acto seguido, arrastr de nuevo la barca a la orilla, sin ayuda de nadie.Vacil un momento y luego corr a ayudarle.--Vete, Sigurd -dijo cuando puse la mano sobre la barca.--No puedes hacerlo solo -protest. Se par.--No hace ninguna falta que nos pongamos en ridculo los dos.No obstante, por el tono de su voz estuve seguro de que haba cambiado de idea. Salt a bordo, y en cuestin de segundos tuvimos desplegada una vela que nos llevara slo a unos doscientos metros al sur de la baha.Mi padre estaba tranquilo.--De veras vamos a intentarlo? -pregunt. l levant la mano.--Lanza la red, Siggy -orden. Y empez a dibujarse una sonrisa en su rostro barbudo. Haba percibido la negrura de un enorme banco de peces justo debajo de la barca.

Cuando regresamos, con la barca a rebosar de peces, mi padre y yo esperbamos que nos recibieran como hroes, pero mientras caminbamos haca la choza grande vimos que los ojos de la gente estaban llenos de pavor, no de admiracin.--No es natural -murmur alguien.M padre tom a Ratita de la mano.--Ven, hija -dijo-. Es hora de ir a la cama.Creo que era la primera vez que llamaba as a Ratita.

En aquel entonces, no entend en absoluto por qu la gente tena tanto miedo de Ratita, o mejor dicho, de lo que ella poda hacer. Al fin y al cabo, no haca Gudrun lo mismo? Se supone que en las sesiones de hechizos haca magia, magia para proporcionarnos seguridad, comida, etctera. Quiz, todo radicaba en que la magia de Gudrun era algo menos espectacular que la de Ratita.La magia de Ratita era ms difcil de creer y ms fcil de temer

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Sigurd no haba pretendido huir, pero es lo que estaba haciendo. Haba pasado la noche temblando, resguardado en uno de los cobertizos de las cabras, demasiado avergonzado para regresar a su choza. Olaf y Freya creyeron que sera mejor dejar que se las arreglara solo, dando por sentado que volvera una vez se hubiera tranquilizado. Pero cuando el fresco amanecer fue llegando lentamente al pueblo, Siggy segua tan dolido que no quera ver a nadie. Como saba que la gente se despertara pronto, se fue. Se dirigi al sur costa abajo. Su padre y su madre estaran roncando en el extremo de la choza. No saba dnde estaba Ratita y se alegraba de eso. No quera enfrentarse a ella. Tambin la haba decepcionado, y ella era lo que ms le importaba.Era una maana clara y tranquila de finales del mes del Cordero, pronto llegara el corto verano. Iba a ser un da de calor.La verdad es que no tena intencin de escapar, pero antes de haber recorrido un par o tres de kilmetros decidi no regresar. No tena nada que ver con la gente de Storn. Estaba harto de que Horn martirizara a su padre un da s y otro tambin. Haban peleado una vez, haca aos, tras morir el anterior Jefe, y Olaf, el padre de Sigurd, haba perdido. Entonces Sigurd no era ms que un nio. Debera sobrellevar aquello siempre. Una mezcla de la vergenza y la compasin que el propio Olaf senta hacia s mismo.Eso fue uno o dos veranos antes de encontrar a Ratita. Y aunque Horn haba vencido en la pelea, y pese a ser el Jefe, no despertaba muchas simpatas. Se haba rodeado de un grupo de hombres leales para afianzar su posicin. Olaf deca que la autoridad de Horn era cruel y estpida; y que l era irreflexivo y derrochador.Horn procur que Olaf no olvidara nunca aquella pelea, y ahora que atravesbamos tiempos difciles, Olaf se haba convertido en el objeto diario de sus burlas.Sigurd saba que haba otros lugares en el sur, poblados grandes, incluso ciudades. Lo saba gracias a los barcos que de vez en cuando navegaban siguiendo la costa cuando haca buen tiempo, haciendo trueques con cualquier cosa que hubiera. Los mercaderes se sentaban un rato y contaban historias sobre la vida en lugares lejanos. Lugares que sonaban tan extraos que era difcil creer que fueran reales.Sigurd no saba si todos aquellos relatos eran verdaderos, pero senta curiosidad. Los habitantes de Storn se sentaban y escuchaban vidamente, con ojos como platos unas veces, entrecerrados otras, mientras los mercaderes narraban crnicas sobre lances inimaginables. En ocasiones, casi nunca por esa poca, algn barco regresaba, pasando por Storn, tras haberse aventurado por las Tierras del Norte. Los comerciantes no contaban demasiadas cosas de esos viajes, pero frente a sus cervezas hablaban entre dientes de tribus temibles y de sus extraas formas de vida.Y de caballos, a menudo se haca mencin de los caballos. Centenares de caballos, una rareza en Storn, y de los despiadados guerreros que los cabalgaban.El Caballo Oscuro.

Los mercaderes se marchaban, arrojaban el resultado de sus canjes al casco de su barco, y durante una o dos horas los lugareos quedaban maravillados ante aquellos viajes y aventuras. Todos menos Sigurd, que prolongaba otro rato sus anhelos.

As que Sigurd abandon a su familia y a su hermana, que no era en absoluto su hermana sino que significaba algo ms.Poco tiempo despus Sigurd supo dnde estaba. Era ms o menos el sitio donde l y Ratita haban encontrado la caja.Se detuvo y se sent en una piedra. Durante unos momentos el recuerdo de Ratita le produjo dolor. Pero consider que era mejor as. Era demasiado tmida, demasiado frgil, para ir con l, tal como ella habra deseado. Pens que la echara de menos, y casi se asombr de s mismo por estar marchndose realmente.Se estaba marchando de veras?Antes de irse le habra gustado saber qu haba en aquella caja. Ahora Horn presumira de los tesoros que pudiera albergar. Y se burlara ms que nunca de Olaf. Sigurd se levant de la piedra y empez a caminar, y entonces oy algo a su espalda.Se volvi sorprendido y lanz un grito antes de caer en la arena.

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El alto y bondadoso Herda, conocido como el Cantor, estaba cantando. El clan casi al completo se hallaba reunido para asistir a la interpretacin de cantos, un acto que se celebraba siempre que Storn necesitaba entretenimiento, que era la mayora de las noches.Por lo general, Ratita escuchaba embelesada. Tras cuatro aos en Storn, la msica segua asombrndola. Pero ahora tena la cabeza en otro sitio. Se hallaba sentada en silencio, pensando en Sigurd. Aunque Olaf y Freya estaban con ella, sin l se senta sola.--A Horn esto le encantar -susurr Olaf a su esposa, con el ceo fruncido. Freya saba a qu se refera. La desaparicin de Sigurd.Pero entonces repar en algo: Horn. l tampoco estaba en la choza grande. Durante unos instantes, ella se pregunt por qu.--Horn debera hacer algo -le dijo a su esposo-. Si fuera el hijo de cualquier otro, lo hara.--Maana ir hacia el sur -inform Olaf.Haba dicho lo mismo el da anterior, pens Ratita, que acert a or la conversacin. Ella saba que era difcil. A Horn le servira de excusa cualquier cosa que hiciera Olaf, para ir en contra de ellos, aunque sin duda Siggy era ms importante...Qu ms daba lo que dijera Olaf? De todos modos, no era su verdadero padre. l no poda detenerla. Al da siguiente buscara un ave, lo ideal sera un guila; las guilas son las que tienen mejor vista, las que vuelan ms lejos.Ella encontrara a Sigurd.Herda termin sus preciosas endechas y volvi a sentarse, al lado de su hijo Detlef.

Ratita contemplaba el hoyo de la hoguera. Tema que Olaf estuviera en lo cierto. Horn aprovechara la ausencia de Sigurd para avergonzar an ms a Olaf. Ella tambin not la ausencia del Jefe, pero antes de tener tiempo de extraarse, l entr majestuoso por la puerta y se acerc al fuego, donde le esperaban Gudrun y Zancalarga.Entonces Ratita vio que llevaba la caja! Ya se haba olvidado de ella; haba estado pensando slo en una cosa, en una persona. Qu se traa Horn entre manos? Haba tenido la caja todo un da. Haba tenido tiempo de manosear, comerse o destruir lo que contuviera.Por qu la haba trado?Horn coloc la caja sobre una piedra cerca de la lumbre.--T! -grit sealando a Ratita. Se hizo el silencio entre los presentes. Horn no dijo nada ms, pero Ratita saba que l quera que se le acercara, junto al fuego.El Jefe haba hablado. As que ella fue hacia all. Al ponerse en pie, Freya tir ligeramente de su falda de lana. La nia atrajo su mirada.Freya la mir a su vez; eso significaba que tuviera cuidado.Ratita asinti ligeramente y empez a andar. Tendra cuidado, no le gustaba nada el cariz de todo aquello. Y deba acercarse a la hoguera. Esto solo ya la pona nerviosa.--Jefe... -dijo--Abre la caja.Ratita no estaba preparada para eso. Seguro que Horn ya la haba abierto antes, sin duda. A menos que... supongamos que s. La haba abierto, pero dentro haba algo malo y l quera que ella cargara con la culpa. La culpa de encontrarla.--Por qu? -pregunt ella sin pensar.Antes de saber qu haba sucedido, Horn la agarr por los pliegues de la capa y tir hacia l.--No intentes engaarme -advirti.--No -dijo ella con voz trmula-. Slo pensaba que t habras...--Repito que no intentes tomarme el pelo! -bram Horn. Y empuj a Ratita con tanta fuerza que sta cay de lleno sobre la ceniza junto al fuego. Al caer, su capa arrastr la caja desde la piedra al suelo de tierra. Vio a Gudrun y Zancalarga sentados cerca, pero no caba esperar que le echaran una mano. Teman a Horn tanto como ella misma.Ratita not el calor de las llamas en las mejillas, aunque ya haca rato que le ardan. Era consciente de que Olaf estaba indignado, y de que Freya y Thorbjorn lo sujetaban.Horn habl desde su altura amenazante.--No intentes engaarme. Sabes perfectamente que yo no puedo abrir la caja. T la abrirs.--No -dijo Ratita-. No, yo no saba... por qu no la has abierto? Cre que t...Horn alz el puo. Ratita se estremeci.--No puedo abrirla -solt con voz cargada de irritacin. Despus mir airado a Gudrun-. La Hechicera tampoco puede.As que eso es lo que estaba haciendo en la choza de l esa maana...--Ninguno de nuestros hombres es capaz de abrirla. T la encontraste. T la trajiste aqu. Tal vez sea uno de tus trucos para ponerme en ridculo.No, no, no, pens Ratita.--As que abrela! -grit Horn.La caja estaba en el suelo, llena de polvo, pero an brillaba. La luz de la lumbre haca que su madera de color rojo sangre reluciera a travs del espacio que los separaba. Esto la alent.--brela!Ratita avanz lentamente hacia la caja. Se la acerc y, por primera vez, la inspeccion debidamente, el miedo aumentando por momentos.No haba bisagras ni pestillos. Tampoco ningn ojo de cerradura ni cerradura de ninguna clase. Slo un vago indicio de juntura donde la tapa se encontraba con la batea.Llev los tembloros dedos arriba, aterrada por lo que poda pasar si fallaba, e irracionalmente ms aterrorizada por lo que la propia caja pudiera contener. Pero no fall; la tapa se abri girando suavemente sobre sus goznes.Estaba vaca.Por dentro era muy hermosa. Estaba revestida de una fina lmina de cobre, pero aun as se hallaba totalmente vaca.--No! -chill Horn, furioso, pero Ratita no oy nada.Ella se encogi en el polvo, temblando, tratando de no desmayarse. Al fin y al cabo en la caja haba algo. Algo que no se poda ver. Fuera lo que fuera, intentaba agarrarla, y ella notaba aquel poder. Era algo ms intenso incluso que el fuego que rabiaba a su lado.--No! -grit Horn de nuevo.Ratita perciba que la caja empezaba a tirar de su mente. Sobrecogida por aquella fuerza, intent alejarse pero no pudo. Era incapaz de mover las piernas, se senta mareada; era como si estuviera borracha, la gran sala dando vueltas a su alrededor.De pronto, Horn maldijo a Ratita y desenvain Rayo Fro, su espada. La alz por encima de su cabeza. Entre el clamor general destacaron algunos chillidos. Olaf se levant de un salto y se abri paso entre los congregados.Horn baj la espada con toda la fuerza de sus brazos y su espalda. Contra la caja.Y la espada se parti en dos. La parte rota rebot dando vueltas y vol cruzando la hoguera. Se oy una exclamacin. Haba causado un corte a Gudrun. Horn permaneci en pie temblando de furia, asiendo con una mano lo que quedaba de su arma. Mudo de asombro, abri el puo y la hoja rota se desliz al suelo. Tena los ojos clavados en la caja.La cogi. Le haba dado fuerte y de lleno. Rayo Fro yaca rota en tierra, pero en la caja de madera no se apreciaba la menor seal. Cerr la tapa de golpe y sali de la choza grande echando pestes.Mientras, Ratita sinti que la presencia de la caja se desvaneca, y qued libre de su influjo, temblando incontroladamente en la tierra junto al fuego.

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El hombre blanco cogi el cuerpo de Sigurd y lo acarre sobre los hombros como un ciervo muerto. Aunque era un da caluroso, notaba fro de nuevo. De vez en cuando la cabeza le daba vueltas, y tena que detenerse. El sudor le baaba el rostro.El chico no poda haber ido muy lejos de donde viva. No llevaba nada consigo, ni fardos ni comida. El hombre volvi a cargar con l a la espalda y se puso en marcha siguiendo la orilla, hacia el norte. Desandando el camino por el que haba llegado el muchacho.

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La maana siguiente al da en que se haba roto la espada, Horn mand llamar a Ratita. Con aire triste, Ratita atraves el poblado hasta la morada del Jefe. Estaba situada no muy lejos del lugar de las reuniones, y era la segunda choza ms impresionante de todas. Era ms grande que las otras donde viva la gente de Storn, no tena forma redonda sino de rectngulo alargado, por lo que dentro haba dos extremos distintos, como si hubiera dos estancias.Ratita se senta desgraciada. Haba intentado hallar a Sigurd y no lo haba conseguido.No le haba resultado difcil encontrar un ave; no un guila como esperaba, sino un gaviln. Casi igual de bueno. Lo divis hacia el sur, dirigindose costa abajo, justo lo que ella necesitaba. Mientras estaba tendida boca arriba en la alta colina, haba volado todo lo lejos que haba podido antes de perder contacto con el ave, pero no haba visto ni percibido un solo rastro de Sigurd. O bien estaba muerto o herido y ella no poda llegar hasta l, o bien haba llegado demasiado lejos y muy deprisa. Ninguna de estas cosas hacan feliz a Ratita, de modo que le importaba poco el motivo por el que Horn la haba mandado llamar.Horn mir fijamente a Ratita. Mientras aguardaba, ella observaba alrededor, en vez de aguantarle al Jefe su penetrante mirada. La choza de Horn no slo tena un tamao mayor que las otras, sino que por dentro tambin era muy distinta. Pareca albergar ms posesiones que todas las de Storn juntas. De las paredes colgaban armas, ropa, pucheros... demasiadas cosas para cogerlas en una sola vez. Ratita supona que eran las pertenencias de todos los jefes anteriores que haban vivido all. El suelo, cubierto con gruesas alfombras de muchos colores, era lo ms suntuoso que haba visto jams.Cuando por fin empez a hablar, Horn no aludi a la caja ni a Sigurd.--Gudrun ha preguntado por ti -dijo escogiendo con cuidado sus palabras y sin mirarla a los ojos-. Haz lo que ella te diga. Sigue sus instrucciones con atencin.Ratita se rasc la nariz. Ya era algo. Obviamente, a Horn le molestaba tener que pedir ayuda a Ratita. La segunda vez en slo unas horas; y la primera no haba acabado muy bien para Horn. Ratita haba odo a gente quejarse de l, y en el pueblo el ambiente era cada vez ms tenso.Cuando le pareci que Horn haba terminado de hablar, Ratita se atrevi a formularle una pregunta.--Qu voy a tener que hacer?--Gudrun est lastimada. Ha pedido que le cures la herida. Hars lo que ella te diga. No hay nada ms que decir. Ahora vete.Y Ratita se fue.

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--Dnde est tu hermano, entonces?Era Sif. Haba estado rondando fuera de la choza de su padre para coger a Ratita por sorpresa. Desde que Sif haba sacado la caja en la sesin del hechizo, Ratita haba conseguido evitarla. Pero ahora no.--Bueno, dnde est? -sigui preguntando, malvola-. Crea que ibais juntos a todas partes.Ratita no le hizo caso y trat de seguir su camino, pero Sif le cerr el paso.--No hagas como si yo no existiera. Por qu ahora, por qu? -pens Ratita-. Djame en paz.Sif era casi de la misma edad que Sigurd y mucho ms alta que Ratita. Y Ratita saba por experiencia que Sif era tambin ms fuerte.--Tengo cosas que hacer, Sif. Djame pasar.--Quin te crees que eres? No intentes ignorarme. T y tu estpido hermano... pensis que sois ms fuertes que yo? Pues estis equivocados!A Ratita le temblaban los labios. Se detestaba a s misma. Era muy dbil, no poda soportar que aquella estpida la intimidara.--Tengo prisa, Sif. Tu padre...--Cmo abriste la caja? -exigi saber Sif, cada vez ms enojada.--Cllate -replic Ratita sin pensar.Sif le cruz la cara con el dorso de la mano. Ratita cay al suelo, con la mano en la mejilla. Not que de golpe le flua sangre al rostro y alz los ojos para ver que Sif la miraba con ferocidad. Y entonces escupi a Ratita.--Levntate -orden-. A m nadie me dice que me calle.Ratita mir a Sif, que pareca dispuesta a golpear de nuevo.--Por qu me odias?Esto detuvo a Sif un instante. Ratita no la entenda. Era la hija del Jefe. Era realmente hermosa, con sus ojos gris pizarra. Tambin era ms lista que mucha gente del pueblo. Tena muchas cosas con las que ser feliz, y Ratita no lograba entender por qu perda tanto tiempo mentindose con ella.Sif pate el suelo furiosa.--Ponte de pie! -chill.Ratita se qued como estaba.--T y ese chico...! -berre Sif. Se refera a Sigurd.Entonces Sif hizo el gesto de propinar un puntapi a Ratita, pero no haba reparado en su padre, que estaba a su espalda. Al dar el paso adelante, l le puso la zancadilla.Sif solt un ruido ininteligible y cay dando vueltas. Lanz un gritito de nia pequea.--Padre!--Adentro, Sif -dijo Horn.--Pero ella nos tiene que explicar cmo...--Adentro. Venga.Sif decidi mantener la boca cerrada. Dirigi a Ratita una mirada furiosa, pero obedeci a su padre.l se volvi hacia Ratita.--Gracias... -empez a decir ella.--Creo que te he ordenado que hagas algo -seal Horn.Ratita corri a la choza de Gudrun.

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En cuanto le encargamos a Ratita cosas que hacer, todo fue ms fcil para ella. Despus de que la sorprendiramos durmiendo con los perros, mi padre decidi que sera mejor que ayudara en algo. As siempre habra alguien vigilndola.Cuando tena algo que hacer pareca ms feliz, aunque Horn procur que fuera el trabajo ms servil. Yo quera estar con ella, as que dej mi ocupacin en la proa de una de las barcas de pesca. Esto significaba renunciar al prestigio que algn da habra podido alcanzan estar al cargo de una embarcacin, pero me alegraba hacerlo, aunque esto supusiera buscar desperdicios y restos en el borde de la marea. Recuerdo esos das con cario. Vea a Ratita moverse rpida y sigilosa por los remansos entre las rocas y me quedaba maravillado. Durante un rato uno poda olvidar que ella haba crecido viviendo como un lobo, pero despus cualquier minucia me recordaba que apenas saba nada de ella.Ratita empez a hablar ms, y nos criamos juntos, pese a que ella siempre fue pequea y delicada mientras yo crec hasta ser tan alto como ahora. Y jams perdi aquel extrao tono de voz. Otro recordatorio de su pasado, de los aos en que no emita un solo sonido, un solo sonido humano.Con todo, ella nunca hablaba mucho de aquella poca. Creo que no saba demasiado. A menudo la sorprenda llorando. La primera vez me asust mucho.--Qu pasa? -pregunt.Pero ella no respondi.--Qu es lo que pasa, Ratita? -segu preguntando una y otra vez.--Pesadillas -contest por fin. Me cont algo, pero no mucho.--Oscuridad -aadi-. Oscuro todo el rato. Estoy sola en una montaa a oscuras.--Pero a ti te gusta la oscuridad -seal al acordarme de que cuando lleg siempre buscaba lugares oscuros para dormir, para estar.Ella asinti.--S -dijo-. Es verdad. Pero esto no es lo malo...Sin embargo, no poda o no quera explicrmelo. Pesadillas, deca, pero ahora pienso s no eran en realidad malos recuerdos.

Despus de llegar Ratita, las cosas fueron bien unos cuantos aos. Ella creci con nosotros, y un mes del Cordero dara paso al verano, y tras el mes de la Cosecha pasaramos al sacrificio de las ovejas en el mes de la Sangre, y llegaramos al largo invierno, con su mes del Lobo amenazador y cubierto de escarcha. Era la poca en que la comida escaseaba tanto que incluso a los lobos les costaba encontrarla. Se contaban viejas historias de que incluso bajaban a husmear al pueblo, pero ninguno de los presentes los haba visto. Quiz mejor as. Qu habra pensado Ratita?Recuerdo noches en nuestra, choza, cuando las cosas iban bien. Olaf sentado, descansando despus de un duro da de trabajo. Freya cocinando y atendiendo el fuego. Ratita y yo jugando en el suelo. Le ense muchas cosas, cosas bastante simples pero que a Ratita le parecan mgicas.Le ense a hacer los nudos de las redes de pescar. Ella me miraba fijamente, asombrada, mientras yo confeccionaba una red diminuta con un poco de hilo de lana de Freya. Ratita rea, y Freya y Olaf rean con ella. Yo fijaba la mirada en aquella extraa nia que se haba convertido en mi hermana mientras ella se acercaba la red de juguete a la cara, junto a la luz de la lumbre, y trataba de ver cmo estaba hecha.--Hora de comer -deca Freya cuando habamos terminado de jugar, y en verdad comamos, pues entonces no se pasaba hambre.Y la pauta de los aos se repeta una y otra vez, y todo iba bastante bien. Sin embargo, el mundo comenz a cambiar, y comenzaron tambin los sufrimientos.Al principio fue slo el clima ms duro. Inviernos fros y hmedos seguidos de veranos estriles y secos. Las cosechas se perdan con mucha frecuencia, y nadie se explicaba la razn. Las ovejas estaban hambrientas y muchos corderos no sobrevivan ni la mitad del tiempo hasta el mes de la Sangre. Y la pesca... esto era lo peor. Poda pasar un da y otro sin una sola captura decente.Esto produjo una gran tensin en Storn. Era como la yesca esperando una chispa, y ahora creo que la chispa salt cuando encontramos la caja. Veamos un ejemplo. A Horn, que jams haba sido un modelo de serenidad, aquello lo volvi loco. Lo atormentaba. Y cul fue el resultado? Pues que la punta de su espada acab en el estmago de Gudrun. Hiri a la Hechicera, tan importante para muchos de nosotros.Pero para Horn an iba a ser peor.

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La choza de Gudrun ola. En parte era el hedor de su herida, que estaba tomando mal aspecto, pero se apreciaba tambin una mezcla de otros olores. Ratita haba captado antes vaharadas de aquello, pero jams con tanta fuerza. Hierbas. Hierbas que colgaban del techo secndose, junto a otras cosas no tan agradables. Trozos de animales.Ratita pens que todo aquello era para los hechizos. En todo caso, los hechizos de Gudrun.--Ven aqu. -Ratita oy una voz tranquila en la oscuridad. Era Gudrun, tendida en una cama baja de brezo junto a la pared ms alejada. Nunca la haba visto tan delgada.A Ratita, Gudrun no le asustaba porque fuera una Hechicera, como les suceda a algunos de Storn, ni porque infundiera temor. Pero Horn la trataba como a una aliada, y eso bastaba para poner a Ratita en guardia.--Ven aqu -dijo otra vez Gudrun-. No puedo hablar ms alto. Aqu. Al lado de la cama.Ratita se arrodill junto a la cama de Gudrun.--Qu quieres que haga?--Escucha. S que no confas en m...Ratita se incorpor. Quizs haba infravalorado las aptitudes de Gudrun. Era como si le estuviera leyendo el pensamiento.--No. Yo...--No, no confas -repiti Gudrun, intentando alzar la cabeza para mirar a Ratita-. Bueno, de acuerdo. Yo tampoco estoy segura de si confo en ti. As que estamos a la par. -Guard silencio para tomar aire. Hizo una mueca de dolor y volvi a apoyar la cabeza en la almohada-. Entendido?--S -respondi Ratita. No haba nada malo en admitirlo.--No te fas de m porque tengo la confianza de Horn -declar Gudrun.Ratita saba que era cierto y no se molest en negarlo.--Bien -prosigui Gudrun-, deja que te cuente. Si eres la Hechicera de una tribu, es importante que el Jefe confe en ti. -Ratita asinti, pero no saba qu pretenda Gudrun. Esper-. S que tienes poderes -aadi, y mir a Ratita para comprobar si lo que acababa de decir haba producido algn efecto.--Yo... puedo hacer cosas -dijo Ratita, luchando un poco con las palabras-. Algunas cosas que otros no pueden hacer.--S -confirm Gudrun-. Exacto. -Hizo otra pausa, aguardando a que el dolor menguara-. Por esto ests aqu. De toda esta... de toda esta tribu, t eres la nica persona capaz de salvarme.Ratita no dijo nada.--Cundo fue la ltima vez que alguien muri en un parto? -continu Gudrun-. Cundo fue la ltima vez que alguien muri a causa de una herida infectada? No te acuerdas porque de esto hace mucho, mucho tiempo. S muy bien cmo usar mis hierbas y mis polvos. As que escucha. Hace mucho tiempo, pero a menos que hagas lo que yo te diga, yo ser la prxima, entiendes?Ratita asinti. Y mir fijamente el destrozo en el estmago de Gudrun.

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As, como digo, Ratita se arraig en la vida del pueblo, si bien algunos nunca, la aceptaron del todo. Horn y Sif, desde luego, pero creo que otros tampoco. Incluso tras haber curado a Gudrun, an haba gente que le tena miedo. Supongo que de algn modo tenan buenos motivos para ello.Como aquella vez de la pesca, en que Ratita nos dijo dnde estaban los peces; y tena razn. Pero haba tambin otras cosas, como el hecho de que durmiera con los perros. Recuerdo que en una ocasin la sorprend por casualidad. Estaba yo una tarde acostado en nuestra choza cuando entr Ratita. Me despert despacio y me levant. Supongo que no me oy, pues cuando me sent junto a ella, se puso en pie de un salto, con un gruido amenazante. Como un lobo, cabra decir, los labios encogidos, mostrando los dientes. En apenas un instante, desapareci de su cara aquella apariencia y volvi a ser una nia normal.Cosas de ese tipo sucedieron otras veces, y si lo pensabas un poco resultaba inquietante. Pero la verdad es que si la hubiramos dejado, nos habra podido ayudar Habramos podido sacar provecho de sus aptitudes para superar los malos tiempos.Malos tiempos! Al menos entonces slo era difcil conseguir comida. El Caballo Oscuro era nicamente una vieja leyenda. Pero no por mucho tiempo.

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Ratita hizo todo lo que Gudrun le pidi que hiciera.Tard un buen rato. El fuego de Gudrun se haba apagado. Eso fue lo primero. Ratita fue en busca de un tizn de la hoguera de la choza grande para volver a encenderlo.De nuevo en casa de Gudrun, arrincon en su mente las preocupaciones sobre Sigurd e inici la magia curativa. Siguiendo las instrucciones que Gudrun le daba desde la cama, Ratita cogi una ramita de una de las hierbas: rosa marina, la llamaba. Con sus minsculos dedos troce las hojas y los brotes hasta que no hubo ni un fragmento mayor que una hormiga. Hizo lo propio con una planta que Gudrun denominaba zuzn. Despus puso todo a hervir al fuego en una pequea marmita. Mientras se coca la mezcla limpi la herida, que haba adquirido muy mal aspecto con gran rapidez.--Hoja sucia -dijo Gudrun, intentando no hacer caso del dolor mientras Ratita retiraba el pao empapado que cubra la herida.--Sucia? -pregunt Ratita.--Ese patn de Horn! -solt Gudrun-, y sus hojas sucias que hacen que las heridas se ulceren as de rpido. -Ratita la miraba fijamente-. No, no es magia negra. Mugre. Ese palurdo ni siquiera sabe mantener limpia la espada del Jefe. Mira lo que me hizo!Ratita corri a la orilla en busca de un cuenco de agua salada, con la que limpi la herida. No era profunda, pero estaba sucia, desde luego.se era el problema.--Hay muchos rincones pueteros donde puede meterse la suciedad -seal Gudrun.A continuacin, siguiendo de nuevo las instrucciones de la Hechicera, Ratita hizo una pequea masa con el lquido de las hierbas de la marmita y un poco de harina de avena.Gudrun ayud a presionar la herida con esa pasta; despus la cubrieron con un trapo limpio.--Ya est -dijo Gudrun.--No hemos de... no has de decir ninguna palabra mgica? -pregunt Ratita.--No. Esto es todo. Maana un poco ms.Cuando Ratita se dispona a marcharse, Gudrun la llam:--Ratita.--Qu?--Explcame una cosa. -Sif no era la nica que haba pensado en lo sucedido justo antes del accidente de Gudrun-. Cmo abriste la caja?Ratita permaneci en silencio.--Horn trat de abrirla. Hizo que yo lo intentara. Nadie pudo hasta que levantaste la tapa. Cmo lo hiciste?Pero Ratita mene la cabeza.--He de irme. Mejor que descanses.--Cmo lo hiciste? -volvi a preguntar Gudrun.--No lo s -contest Ratita antes de salir.

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Ratita. Olaf y Herda. Sif. Todos ellos y muchos ms salieron de sus respectivas chozas al or el grito.Enseguida acudieron otros, incluida Freya.--Se acerca un desconocido!Era verdad. Un hombre alto, delgado y de cabello blanco acababa de entrar ante los ojos de todos en el centro del conjunto de chozas. Llevaba algo colgado de los hombros. De pronto dio un traspi y se desplom, y su carga cay a la turba, rodando un par de palmos.--Sigurd! -grit Ratita, precipitndose hacia l. Freya tambin se arrodill al lado de su hijo.Olaf dio un paso al frente y luego vacil. Mir al cielo.--Sigurd? -articul Freya.Ratita le toc el pecho con su mano minscula.--Respira!--Gracias -dijo Olaf en voz baja. Se acerc a zancadas hasta donde yaca su hijo y lo recogi de la blanda turba.--Dnde est Horn? -bram a la gente agolpada alrededor. Nadie respondi-. Bien, hasta que aparezca, encerrad a este hombre en el granero.Hizo una seal con la cabeza en direccin al hombre del pelo blanco, que desde que haba cado haba permanecido inmvil, y luego llev a Sigurd adentro. Slo Ratita advirti la lgrima que corra por la spera mejilla de Olaf. La nia sonri.Durante unos instantes, nadie hizo el menor movimiento. Despus Freya se puso en pie.--Ya habis odo lo que ha dicho Olaf -les record, y sigui a su esposo. Ratita observ cmo el desconocido era llevado al granero por un par de hombres. Luego se apresur detrs de Freya.

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Ragnald. El hombre del cabello blanco y las palmas negras. Fue un misterio desde el principio, y eso sigui siendo. Explic que el pelo se le haba vuelto blanco debido a la escarcha, y que las manos se haban ennegrecido tambin por ese motivo. Haba estado viajando durante aos, por las fras tierras del norte, bajando poco a poco al sur. Y saba algo de la caja; dijo que era suya y que contena todo tipo de magia. Slo que nosotros habamos visto que estaba vaca.No s qu haba de verdad en todo eso, pero ahora tampoco importa demasiado.

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Sigurd se hallaba inconsciente. El hombre del pelo blanco no.--Eh! -grit desde el granero-. Dejadme salir! -Alguien fue en busca de Horn-. No os har ningn dao! Ni siquiera queris hablar conmigo?Al cabo de un rato apareci Horn para averiguar qu pasaba. Se tambaleaba un poco, como si estuviera bebido.--A ver, dnde est?--En el granero, Horn -dijo uno de sus hombres.--Bien, sacadlo. Hablemos con l. Cuidado, tened las armas preparadas.Ratita, que haba salido a la puerta de la choza, no saba si rer o llorar al ver a los mejores guerreros de Horn ceirse la espada y aprestarse para el combate ante un simple desconocido.El hombre sali con cautela y mir alrededor; tena un aspecto diferente. Los lugareos, casi todos de pelo rubio o castao claro, nunca haban visto a nadie que lo tuviera totalmente blanco. Y meda unos treinta centmetros ms que el ms alto de ellos.Pase la mirada de un rostro a otro y luego se acerc a Horn, considerando que era el Jefe.--Poderoso Jefe, no quiero hacer dao a nadie, tan slo...--No sigas, extranjero!Horn desenvain la espada, pero record demasiado tarde que haba roto Rayo Fro al golpear la caja. Blandi la hoja partida frente al hombre fingiendo que era eso lo que pretenda hacer. Ratita advirti que Herda meneaba la cabeza, con expresin ceuda. Al menos estaba cerca el fornido Thorbjorn, con su martillo de herrero.--Mi noble seor -prob el hombre de nuevo-. Soy un simple viajero. No tengo ninguna intencin de hacer dao a nadie.--Cmo te llamas, extranjero? De dnde eres?--Del sur, de una ciudad que est lejos. Skerry. Sin duda un gran seor como t habr odo hablar de ella.Horn se balanceaba un poco sobre sus pies.--Desde luego -dijo al cabo de unos instantes.--Gran seor, mi nombre es Ragnald. Slo soy un viajero que ha sufrido un naufragio, no lejos de aqu, costa abajo.Guard silencio. Ratita observaba cmo Horn y Ragnald se examinaban atentamente. Seguro que el desconocido haba reparado en que Horn estaba borracho.--Noble seor, no pretendo hacer dao alguno. Encontr al chico...--El chico! -solt Horn de sbito, pensando que tena algo con lo que amenazar al hombre-. Qu le hiciste al muchacho? Has lastimado a uno de los mos? -Dio un paso vacilante aunque amenazador hacia Ragnald. Segua agitando en el aire el trozo de espada.--No -dijo Ragnald-. Lo encontr. En realidad, lo salv. Por qu lo habra trado aqu si hubiera querido hacerle dao? Eres juicioso al recelar de un desconocido -aadi rpidamente.--Qu ests haciendo aqu? -pregunt Horn tras reflexionar unos instantes.Por primera vez, el extranjero andaba falto de palabras.--Yo... soy... un artista -contest tras una pausa-. S! He entretenido a muchas personas en muchas tierras. A los pobres y a los dbiles, a los ricos y a los poderosos. A grandes gobernantes como t. He viajado lejos, y a menudo he cambiado una o dos historias por un lecho. Y ahora me encuentro aqu... -Sonri a Horn, pero mostrando sumo respeto.--Ya entiendo -dijo Horn, indeciso.--Yo no -dijo una voz desde detrs de Ratita. Olaf se abri paso y se acerc a grandes zancadas donde se desarrollaba la escena. Un murmullo se propag entre la multitud. Olaf se dirigi directamente hacia Ragnald, hasta que su cara estuvo a escasos centmetros de la del hombre del pelo blanco.--Mi hijo est herido ah dentro -dijo Olaf-. No se despierta. Qu ha pasado? Dmelo!Pero Horn recuper el control.--Lrgate, Olaf! Aqu mando yo! O acaso quieres ocupar el lugar de tu amigo en el granero?Algunos de los hombres de Horn rodearon a Olaf. ste se ri de ellos, pero obedeci.Horn se volvi de nuevo hacia el extranjero.--T. Rag...--Ragnald, seor.--Ragnald. Qu clase de artista eres?--Lamento decir que actualmente no puedo lucirme mucho como artista, pues todo lo que necesito est en una caja. Una caja de madera, muy especial. La perd cuando el mar me arroj a la orilla. Por casualidad habis visto algo as?Mientras hablaba, el hombre haca gestos con las manos, que sostenan la forma invisible de la caja. Despus se encogi de hombros, las negras palmas hacia arriba. Cuando los presentes las vieron, contuvieron el aliento, preguntndose qu enfermedad o sortilegio diablico habra causado aquel extrao afeamiento.Se produjo un largo silencio. Todo el mundo miraba a Horn fijamente. ste clav la mirada en su gente.--No -contest-. No hemos visto nada parecido.El hombre escrut el rostro de Horn acaso durante ms rato del debido.--En este caso soy efectivamente un pobre artista -dijo el hombre-, pues la caja contiene toda clase de trucos mgicos, y sin ellos no soy nada

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Recuerdo que me despert, gritando.Crea que estaba de nuevo en la playa.Me acuerdo de que mi madre se acerc y me abraz. Mi padre permaneci agachado al pie de la cama, mirndome fijamente. Me veo ahora como el chico que era entonces, temblando de miedo. Qu deprisa iba a crecer! --Chiiist -deca, mi madre-. Chiiist, mi pequeo. Al cabo de un rato dej de gritar. La playa pareca algo ms lejana, la playa y los caballos negros abatindose sobre m...--Qu pasa, Sig? -pregunt Ratita. Se sent a mi lado, aguardando en silencio.Y entonces les cont todo sobre los caballos. Me senta avergonzado porque me haba escapado de casa, y ellos lo saban. Pero no se habl del asunto.Yo iba caminando por la playa. Y ocurri algo extrao, pues no haba odo nada hasta que me volv y vi aquellos caballos negros desbocados, a punto de pisotearme en la arena.--Caballos! -exclam Freya.--De dnde venan? -pregunt OlafMene la cabeza.--Y ese hombre iba montado en uno de ellos? --Qu hombre? -respond. No saba de quin estaban hablando-. No haba nadie. Slo los caballos... no, un momento. S vi una cara, slo una vez. Recuerdo que alguien me alz.--Entonces el extranjero es un hombre bueno -seal mi madre-. Te trajo de vuelta con nosotros! Debes darle las gracias, OlafMi padre asinti. Ms adelante me enter de cmo se haba encarado con Ragnald; pero mi padre tena esa cualidad. Era un hombre razonable y reconoca sus errores.--S -convino-. Tengo mucho que agradecerle. -Acto seguido alarg su enorme mano y tom la ma. Me sent insignificante y ridculo, pero tambin querido.Creo que algo se repar entonces entre mi padre y yo. Qued enterrada parte de la vergenza que habamos sobrellevado durante aos. Haba algo ms importante que la vergenza o el honorEl amor.Jur que a partir de entonces siempre estara orgulloso de mi padre. Aprendera siguiendo su ejemplo, en lo bueno y lo malo. Mir a Ratita, en cuya cara se reflej fugazmente una expresin peculiar.Ella todava estaba pensando en lo que yo haba dicho.--Caballos? -dijo en voz baja.

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--Explcame qu pasa, Ratita -dijo Gudrun.Ratita ya haba curado la herida de la Hechicera varias veces. Entre ellas se haba desarrollado una amistad incierta. Gudrun estaba agradecida por la forma tan esmerada en que Ratita segua sus instrucciones. Esta vez haba recordado perfectamente cmo preparar la cataplasma, sin ayuda de la Hechicera. La coloc con sumo cuidado sobre la herida. --Lo ves? -dijo Gudrun.--S. Ya est mucho mejor.--No, Ratita; quiero decir, ves lo que puedes hacer? Yo slo debera ensearte.Ratita se limit a sonreir. An no se fiaba de Gudrun, no captaba sus intenciones. En cierto modo, una y otra se parecan bastante. En general, ambas permanecan un tanto al margen del pueblo. Ratita por ser una nia abandonada, Gudrun por su profesin. Los habitantes de Storn respetaban a Gudrun porque era importante para ellos, pero al mismo tiempo la teman. Al menos en esto no era muy distinta su actitud respecto a Ratita, quien lo not de manera instintiva, aunque tambin saba que la persona con quien Gudrun tena ms contacto s era alguien a quien caba temer. Horn.--Te gustara conocer las cosas que yo s hacer? -pregunt Gudrun.Ratita se encogi de hombros y volvi a sonrer.--Ojal yo pudiera hacer lo que t sabes -dijo la Hechicera. Ratita dej de sonrer; no quera pensar en eso. No haba servido para que Sigurd saliera de apuros ni para encontrarle.--Y qu pasa?--Hay un hombre. Ragnald. Dice que hall a Sigurd tendido en la playa.--Y qu dice Sigurd? -pregunt Gudrun.--No se acuerda demasiado, y sigue durmiendo mucho. No s qu le sucedi. Dice que lo arrollaron unos caballos. Caballos negros.--Caballos negros? -repiti Gudrun lentamente. Tambin ella haba odo las leyendas-. Por aqu no hay muchos caballos. Nos podemos considerar afortunados por tener a Skinfax.--Pero, Gudrun, esto no es todo. Tiene el cabello blanco, y negras las palmas de las manos. Y la caja! Ya sabes, aquella...--S -interrumpi Gudrun. Al pensar en la caja record su accidente. Hizo una mueca-. Y eso qu tiene que ver?--La caja es suya!Gudrun enarc una ceja.--Horn se la ha devuelto?--No -contest Ratita-. Es extrao. Fingi que no la tenamos.Gudrun solt una carcajada.--Y el extranjero dice que la caja contiene sus trucos de magia -prosigui Ratita-, dice que es un artista. Pero nosotros sabemos que la caja est vaca, y aun as Horn lo dej correr.Ratita se estremeci al or sus propias palabras. Ella no crea que en la caja no hubiera nada. Volvi a sentir el mismo miedo que cuando estuvo tirada en el suelo junto a la hoguera. Hizo un esfuerzo y lo apart de s. Mir a Gudrun.--Por qu lo ha dejado correr? -pregunt la Hechicera.--Parece que le cae bien el extranjero.Gudrun permaneci un rato en silencio. Logr incorporarse en la cama sin sentir demasiado dolor.--Ha hecho algo ya Horn con Rayo Fro?--Thorbjorn dice que no se puede arreglar. Ha de forjar una espada nueva.--Esto le doler -dijo Gudrun, refirindose a Horn-. Esta espada ha pasado de un Jefe a otro durante generaciones. Una espada nueva no ser lo mismo.Ratita asinti. Es cierto, pens. Las cosas no eran igual. Estaba producindose un cambio sutil. La gente hablaba de Horn a sus espaldas, abiertamente. El ncleo de sus secuaces se iba cerrando a su alrededor, e incluso l haba recibido en su choza al extranjero Ragnald ms de una vez. Era innegable que muchos de los habitantes de Storn estaban comenzando a manifestar su desconfianza hacia Horn.--Ratita -dijo Gudrun-, hay otra cosa: esta noche tendrs que ayudar a hacer el hechizo.-No, no puedo -replic Ratita espontneamente. La idea de sentarse frente a toda la tribu la desasosegaba, la pona enferma-. No podra.--S, claro que s. Yo no puedo hablar lo bastante fuerte. Har que me lleven a la choza grande. Te lo dir en voz baja, y t recitars las frases para todo el mundo.Ratita se estremeci y mir a Gudrun.--Lo hars -prosigui la Hechicera-. Has de hacer lo que te diga. Horn te lo ha ordenado, no? A veces creo que hay en ti ms de lo que sabemos. Algo poderoso.Al or las palabras de Gudrun, Ratita alz los ojos. La Hechicera la miraba de una manera extraa.Ratita empez a sentirse incmoda, y entonces Gudrun sonri.--Te ver esta noche. Ahora vete y djame dormir.

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--Sig, esta noche tengo que hacer el hechizo. Ratita.Yo estaba sentada compadecindome de m mismo. Sintindome estpido por haber huido. No haba ido a ninguna parte y tena la impresin de que todava no iba a ningn lado. Me haba pasado el da recogiendo arrugadas patatas. Y recuerdo que entonces pensaba que las cosas no eran simplemente malas para m. La pesca era peor que nunca, se perdan las cosechas.Me hallaba sentado en uno de los bancos cubiertos de hierba que haba detrs de la choza grande, contemplando el mar. Lleg Ratita.--Tengo que hacer el hechizo -dijo.Asent.--Ya lo s.--Quin te lo ha dicho?--Ragnald -respond.--Ragnald! -exclam -. Cmo lo saba?Mene la cabeza.--Parece que a Horn le cae simptico -me permit observar.--A m me da miedo, Sig -dijo ella-. Hay algo en l que me asusta.--Me salv la vida. Ratita -seal-. Esto no significa nada? -dije, pero tambin sent un poco su miedo. No obstante, parece que la convenc.--S, claro que significa -dijo-. No te enfades conmigo. Slo estoy preocupada.--Por el hechizo? -pregunt.--S -respondi-. Por el hechizo.As que era eso.--No te preocupes, lo hars bien. Estars magnfica. Ratita, vas a ser algo especial. Con tus habilidades, tu mente...--No -dijo ella, y mene la cabeza-. No quiero.--S -repliqu-. Lo hars. Mientras tanto, ir a buscar algas y a plantar patatas. -Ella pos su mano en mi brazo.--Sigurd -dijo, pero yo no tena ganas de escucharla.--Voy adentro -anunci, y me fui.Mientras me hallaba agachado en la baja puerta de la choza, advert que Sif nos haba estado observando. Me miraba ceuda.Por una vez no consegu ignorarla.--Qu? -solt con tono agresivo.--Pasa algo? -pregunt maliciosa.--No es asunto tuyo.--Quiz pueda ayudar -Pareca jugar limpio. No deb decir lo que dije despus, pero estaba muy enfadado y todo me daba igual.--Lo nico que puedes hacer es decirle a tu padre que solucione los problemas del pueblo antes de que nos muramos de hambre.--Cmo te atreves? -protest.--Es la pura verdad! -contest-. Dime que no es cierto. Dime que no estamos pasando estrecheces.Sif se qued sin habla. Lo asombroso era que pareca preocupada.--Tan mal est todo? -pregunt, como si nunca hasta entonces hubiera pensado en ello.Temindome otra de sus jugarretas, me call un momento. Pero esta vez no vea su juego.--No s -le dije con franqueza-, pero si todo sigue as, antes de que llegue el verano empezaremos a pasar hambre. El otro da tu padre le llev a Skinfax un cubo lleno de grano. Yo lo vi.De nuevo pareci quedarse sin habla, como conmocionada. Muy diferente de la Sif a la que estaba acostumbrado.--Estamos consumiendo demasiado grano -admiti ella-. Pero Skinfax tambin ha de comer.--Acabar comindose a ese caballo -solt con amargura. Y me fui.

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Ratita se vio de nuevo en el centro de la choza grande. Estaba ms asustada que cuando Horn haba alzado la espada por encima de su cabeza, pues esta vez tena que hablar ante toda la tribu de Storn.Mir alrededor. Dado que la mayor parte de la luz de la choza proceda del fuego que haba a su lado, repar en que era bastante difcil ver todas las caras que la observaban fijamente. No obstante, las de la primera fila s se apreciaban con claridad.Estaba Horn, los ojos furiosos. Ella apart la vista. Saba que tena que agradecerle eso a Gudrun: Horn estaba simplemente tolerando la decisin de su Hechicera. Ratita no se sorprendi al ver que Ragnald, el extranjero blanco, se sentaba cerca de Horn. Ragnald haba estado distrayndole con relatos de sus viajes como artista, y el Jefe haba ascendido al extranjero a un puesto de privilegio.Ratita en persona no haba visto a Ragnald hacer ninguna actuacin.Vio a Freya, que mova los labios para decirle algo; no la entenda, pero s saba qu quera decir. Le deseaba suerte. Junto a Freya estaba Olaf. No vea a Sigurd pero deba de estar presente pues era obligado para todos los integrantes de la tribu.Aguardaban. A Gudrun. Se produjo cierto alboroto en la puerta, y de pronto se descorri la cortina de piel de ciervo para permitir el paso de alguien. Entr primero Sif, las manos a los lados. Ratita se dio cuenta de que transportaba el extremo delantero de una parihuela donde yaca Gudrun. Luego vio que quien sostena la parte de atrs era Sigurd. No tuvo tiempo de asombrarse ante esa extraa unin, pues la parihuela fue colocada a su lado, entre ella y Horn.Horn se mova inquieto, y de sbito se le ocurri a Ratita que Gudrun estaba jugando con l.--T, Jefe -dijo Gudrun-, eres responsable de esto. T me heriste; ahora voy a humillarte. Aqu est tu hija y el hijo de tu enemigo unidos para llevarme. Y aqu est Ratita, a quien temes, a quien odias, pronunciando los sortilegios sagrados. Avergnzate!Ratita mir a Gudrun. Y con un sobresalto se dio cuenta de que la Hechicera no haba abierto la boca. Estaba tendida en la parihuela, intentando sentarse derecha con ayuda de Sigurd y Sif.Sin embargo, Ratita haba odo los pensamientos de Gudrun con claridad, y una sonrisa asom a su cara. Not que poco a poco cobraba nimo.--Ratita -dijo Gudrun tranquila, esta vez de verdad, con su voz verdadera, quebrada, debilitada por la herida. Ratita asinti-. Empecemos.

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Cuando Gudrun me pidi que la llevara a la choza para el hechizo, di un salto ante la oportunidad de hacer algo importante, algo diferente.Por supuesto que no me dijo a quin haba pedido que llevara el otro extremo hasta que ya era demasiado tarde para volverse atrs sin pasar una terrible vergenza.Y por la cara que pona Sif, supongo que Gudrun le haba gastado la misma broma.No saba qu estaba tramando, me refiero a Gudrun. Al menos no entonces. Pero al pensarlo ahora, creo que s lo entiendo.

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Ratita pronunci el hechizo, y todo fue bien. Luego ocup su lugar habitual en el borde de los crculos de gente.Entonces Horn indic a Herda que cantara una cancin. Al final de sta, Ratita se volvi para ver la impresin que haba causado en Ragnald, pero ste se haba marchado. Habra salido durante la interpretacin. Horn estaba sentado, mirando furioso a la luz de la lumbre. Herda vacil, sin saber muy bien qu hacer, hasta que el Jefe cogi un puado de tierra del suelo y lo arroj airadamente al fuego. La choza se vaci enseguida.

Y qu extrao se volvi entonces todo, y qu deprisa. Sif y Sigurd llevaron otra vez a Gudrun en la parihuela, esta vez a su cama. Antes de haber recorrido la mitad del trecho, Gudrun estaba dormida, agotada por el esfuerzo del hechizo. Haba entre ambos un silencio incmodo. Los dos aparentaban tranquilidad en consideracin a Gudrun, para no enzarzarse en las peleas de siempre.Al salir de la choza de Gudrun, una figura apareci frente a ellos -Buenas noches -dijo Ragnald.Sigurd no dijo nada. Sif lo mir de soslayo y tambin se mantuvo callada.--Lo habis hecho de maravilla -prosigui.Ya. Pero Sif trag el anzuelo.--Mi padre es el Jefe -seal ella sin que viniera a cuento.--En efecto -dijo Ragnald-, y la Hechicera te eligi bien. A los dos.Sig segua en silencio. Sif lo mir otra vez de reojo. A Sigurd le pas por la cabeza que ya nunca ms se sentira agradecido a Ragnald por haberle salvado la vida. Se pregunt cundo se haba producido el cambio y por qu. Haba empezado a desconfiar del extranjero.Ragnald habl de nuevo.--Me parece que vosotros dos sois los mejores de la tribu esta...--Mi padre... -empez a decir Sif, pero Ragnald levant la mano.--En realidad -continu el extranjero-, lo que quiero decir es que, entre los jvenes de Storn, sois los mejores. Tenis ambicin! Una voluntad de hierro! -Aguard un instante a que sus palabras impactaran en los odos de los chicos y prosigui-: Supongo que no tardars mucho en ser el nuevo Jefe, Sif.--El Jefe siempre es un hombre -precis ella con amargura.--Siempre? -pregunt Ragnald-. Entonces, quin asumir el cargo cuando tu padre...? --Habr un combate. Ragnald asinti.--Como el que hubo entre vuestros padres respectivos, no es as?Sigurd se senta cada vez ms incmodo. No le gustaba aquel interrogatorio.--Te has enterado de muchas cosas sobre nosotros -solt.Ragnald se encogi de hombros.--A lo mejor queris acompaarme y contarme ms.Mir hacia la playa, donde la luz de la luna iluminaba en el mar un sendero plateado. Sig se qued inmvil donde estaba.--Por supuesto -dijo Sif-. Como hija del Jefe, tengo la obligacin de atender amablemente a los invitados.Y Sigurd pens que tal vez estaba siendo injusto con Ragnald. No le haba salvado la vida? Despus habl deprisa, antes de que las palabras de Sif se enfriaran.--En tanto que te debo la vida, es un honor acompaarte, Ragnald.--Hablas como los reyes! -dijo-. Caminemos... As que los tres pasearon por la playa a la luz de la luna, las piedras y la arena crujiendo bajo sus pies.

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Ratita buscaba a Sigurd. Freya se haba ido a la cama, Olaf a beber a la choza grande, pero a su hijo no se le vea por ninguna parte. Mir dentro de la choza de Gudrun, mas sta dorma profundamente; haca mucho rato que Sigurd y Sif se haban ido.El deseo de ver a Sigurd comenzaba a abrumarla. Ragnald la haba inquietad