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7. Los abusos del uso 329 o clasificar las funciones del lenguaje , excepto que, a través del concepto de acto ilocucionario, se ha conseguido una precisión en este tema que las consideraciones usuales sobre la s funciones del lenguaje no habían alcan- zado. Desde el punto de vista de este momento que estamos estudiando ahora en la evolución de la teoría del significado, lo que podemos buscar , tanto en una clasificación de los actos ilocucionarios como en una clasifica- ción de l as funciones del lenguaje, es una restricción rigurosa que introduz- ca orden y precisión en la descripción de los usos lingüísticos, la cual había dejado Wiugenstein sumida en una considerable oscuridad. Que el propó- sito último de la clasificación de Searle es precisamente ése, queda decla- rado por él mismo en los siguientes términos: «La conclusión más impor- tante que hay que sacar de esta discusión es la siguiente. No hay , como Wittgenstein (en una posible interpretación) y otros muchos han pretendido, un número infinito e indefinido de juegos lingüísticos o usos del lenguaje. Más bien , la ilusión de usos ilimitados del lenguaje se engr-ndra a causa de una enorme falta de claridad acerca de lo que constituyen criterios para delimitar un juego o uso del lenguaje de otro.» (<<U na taxonomía de los actos ilocucionarios», última pág.) Adoptando criterios como los Searle, tendríamos que todos los usos, pese a su aparente variedad, se redu ce n a los cinco üpos generales citados: representar la realidad, decir que se haga al go , comprometer al que habla, expresar un estado psicológico, y crear una situación. A estos usos podemos añadir algunos otros, acaso marginales, como el uso fático y el uso estético, que hemos visto recogidos por Jakob- son. Ya antes comprobamos que, en Austin) la distinción entre los aspectos locucionario, ilocucionario y perlocucionario) y su división de las fuerzas ilocucionarias en cinco clases, obedecía también al propósito de introducir orden y limitación en la idea de uso lingüístico. La infinita diversidad de los juegos lingüísticos, que para Wittgenstein parecía desafiar todo intento teórico de definición y clasificación, queda así reducida a los estrechos márgenes de unas pocas categorías. (Tanto la teoría de Austin como la de Searle, así como la crítica de aquél por este último, la inclusión de la teoría de los actos de habla en la lingüística transformatoria, que aquí no podemos detenernos a considerar, y otros muchos puntos de vista y apor- taciones a este terna, están tratados en una interesante obra de conjunto como es la de Holdcroft, Words and Deeds. Problems in Ihe Theory 01 Speech Acts; por lo demá s) la teoría de los actos de habla es uno de los temas que más bibliografía han originado durante los últimos diez años, así en la filosofía del lenguaje como en la lingüística, aunque mi impresión es que la abundancia de la bibliografía se debe más bien a la imprecisión de la teoría que a su rendimiento.) 7.8 Tipos de di scurso Varios de los criterios que hemos visto utilizados en las dos secciones precedentes para distinguir entre clases de fuerzas o actos ilocucionarios

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7. Los abusos del uso 329

o clasificar las funciones del lenguaje , excepto que, a través del concepto de acto ilocucionario, se ha conseguido una precisión en este tema que las consideraciones usuales sobre las funciones del lenguaje no habían alcan­zado. Desde el punto de vista de este momento que es tamos estudiando ahora en la evolución de la teoría del significado, lo que podemos buscar , tanto en una clasificación de los actos ilocucionarios como en una clasifica­ción de las funciones del lenguaje, es una restricción rigurosa que introduz­ca orden y precisión en la descripción de los usos lingüísticos, la cual había dejado Wiugenstein sumida en una considerable oscuridad. Que el propó­sito último de la clasificación de Searle es precisamente ése, queda decla­rado por él mismo en los siguientes términos: «La conclusión más impor­tante que hay que sacar de esta discusión es la siguiente. No hay, como Wittgenstein (en una posible interpretación) y otros muchos han pretendido, un número infinito e indefinido de juegos lingüísticos o usos del lenguaje. Más bien , la ilusión de usos ilimitados del lenguaje se engr-ndra a causa de una enorme falta de claridad acerca de lo que constituyen criterios para delimitar un juego o uso del lenguaje de otro.» (<<Una taxonomía de los actos ilocucionarios» , última pág.) Adoptando criterios como los d~ Searle, tendríamos que todos los usos, pese a su aparente variedad, se reducen a los cinco üpos generales citados: representar la realidad, decir que se haga algo, comprometer al que habla, expresar un estado psicológico, y crear una situación. A estos usos podemos añadir algunos otros, acaso marginales , como el uso fático y el uso estético, que hemos visto recogidos por Jakob­son. Ya antes comprobamos que, en Austin) la distinción entre los aspectos locucionario, ilocucionario y perlocucionario) y su división de las fuerzas ilocucionarias en cinco clases, obedecía también al propósito de introducir orden y limitación en la idea de uso lingüístico. La infinita diversidad de los juegos lingüísticos, que para Wittgenstein parecía desafiar todo intento teórico de definición y clasificación, queda así reducida a los estrechos márgenes de unas pocas categorías. (Tanto la teoría de Austin como la de Searle, así como la crítica de aquél por este último, la inclusión de la teoría de los actos de habla en la lingüística transformatoria, que aquí no podemos detenernos a considerar, y otros muchos puntos de vista y apor­taciones a este terna, están tratados en una interesante obra de conjunto como es la de Holdcroft, Words and Deeds. Problems in Ihe Theory 01 Speech Acts; por lo demás) la teoría de los actos de habla es uno de los temas que más bibliografía han originado durante los últimos diez años, así en la filosofía del lenguaje como en la lingüística, aunque mi impresión es que la abundancia de la bibliografía se debe más bien a la imprecisión de la teoría que a su rendimiento.)

7.8 Tipos de discurso

Varios de los criterios que hemos visto utilizados en las dos secciones precedentes para distinguir entre clases de fuerzas o actos ilocucionarios

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330 Principios de Filosofía del Lenguaje .··~"~;·~~i¡¡;¡s,,~~~~~~~~~~~,l;,~~¡lai'!:~"""'!fi!:Ii.~~~~~li!!tr>;¡'~~~-AM,t~~¡;)i$~'

han sido también aplicados en clasificaciones de otro género. Acabamos de ver la relación que lo. anterior tiene con una tipología de las funciones del lenguaje; veremos ahora los puntos de contacto que posee con otra clasificación parecida, la de los tipos de discurso.

La distinción entre- formas muy generales de utilizar el lenguaje, que es lo que, en principio, podemos llamar «tipos de discurso», ha sido motivada por la necesidad de legitimar para el análisis filosófico otros ámbitos del lenguaje además del de las oraciones declarativas, que hemos visto privile­giado' en Frege, Russell y el 'primer Wittgenstein, y 'que 10 estuvo, asimis­mo, entre los neopositivistas. Por esta razón, la atención a los tipo~ de dis­curso es igualmente típica de filósofos interesados en el análisis del len­guaj~ común. Así, en un destacado representante de la escuela de Oxfor~ como Hare, el intento de suministrar un marco adecuado para el análisis del discurso m'oral tiene como primer paso la distinción entre dos grandes clases de expresiones, que constituyen, respectivamente, el, lenguaje des­criptivo y el lenguaje -prescriptivo CEl lenguaje de la moral} 1.1, y Freedom and Reason, 2.1 y 2~-.8). ¿Cuál es la diferencia? Rare considera como expre .. -si6n descriptiva aquella que tiene, en un determinado' contexto, nada más que significado descriptivo; esto ocurre cuando la expresión es'tá en el modo indicativo y su predicado es un término descriptivo; ,a su vez, un término descriptivo es un término cuyo mal uso consiste en quebrantar la regla que· relaciona el término en cuestión con una deter~inada clase de objetos. Expresión prescriptiva es aquella que posee significado prescrip­tivo. Aquí puede ocurrir que la expresión tenga -exclusivamente ese signi­ficado, como es el caso de los imperativos, o que posea, además, significado descriptivo. Este último caso es el de las expresiones valorativas, las cuales tienen, por consiguiente, los dos tipo's .de significado, descriptivo y pres­criptivo, no obstante lo cual, Hare .las considera como una subclase del lenguaje prescriptivo. ¿En qué consiste el· significado prescriptivo? Dicho en. términos aproximados e informales, una expr~sión tiene significado. pr~-scriptivo cuando se usa típicamente para guiar la conducta, para guiar en las decisione&; puesto más rigurosamente, esto acontece en los dos casos siguientes. Primero, -cuando la expresión constituye un~ re~puesta' -a ,lo que llama Hare ·una pregunta_práctica, esto es, una pregunta de la forma «¿Qué hacer?» Según H.are, la respuesta .a esta preguhta es siempre un imperati­vo. y segundo, cuando de la expresión -en cuestión .s~ deduce lógicamente una respuesta a ese . tipo de pregunta, e~t.o es, cuando <;le aquélla se deduce un imperativo (El-lenguaje de ·la moral) 2.5, ~.3, 3.4 Y 11.3). .

No procede aquí entrar en mayores det~lle.s sobre el análisis que hace Hare del lenguaje prescripxivo en general, y del lenguaje moral en particu­lar, detalles' que, por lo demás, ya he tratJado en otro lugar (Problemas del análisis del. lenguaje moral) caps. 1 y 11). Baste notar que el discurso pres~ criptivo queda contrastado, del modo referido, con . ,el discurso descriptivo, y que el primeto de ellos incluye dentro de sí los imperativos y las ex­presiones valorativas. Los criterios de clasificación, como se habrá notado, son diversos y heterogéneos. Es cierto q~e se habla de significado des-

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7. Los abusos del uso 331

.criptivo y de significado prescriptivo, , y esto podría sugerir que se trata de una clasificación semántica que , obedece a un criterio 'único. Pero lo cierto es que el significado descriptivo se atribuye, no sólo en virtud de un criterio que podríamos aceptar como semántico, a saber, la relación que vincula al predicado de la oración ·con una clase de objetos, esto es, la extensión del predicado, 'Sino también recurriendo a un -criterio aparente­mente -sintáctico, como es el modo indicativo del verbo. Por lo que respecta al significado prescriptivo; el criterio parece .ser pragmático cuando Hare -habla de manera más informal, puesto que en estos casos se refiere a la función de guiar la conducta y las decisiones del sujeto; cuando habla de modo más riguroso, el criterio parec~ ser lógico ,y pragmático al tiempo, puesto que aquí se alude a que la expfésión sea la respuesta a una pregunta práctica, o de la expresÍón se deduzca tal , respuesta. Podría pensarse que, en fin de cuentas, la diferencia es básicamente pragmática: son descriptivas las expresiones que ~e usan típicamente para decir cómo son las ~osas, y prescriptivas las que tienen conjO función típica guiar el comportamiento. Ciertamente que, en el contexto de la obra conjunta qe Hare, .ésta parece ser la base de su distinción, y si es así, entonces todo se reduce a distin­guir entre dos funciones generales del lenguaje." la función descriptiva y la función prescriptiva, que con otros nombres hemos visto recogidas en la sección precedente. Ahora, sin embargo, estamos en presenci;1 de algo que es peculiar en el , concepto de tipo de discurso: aquí cada función éaracte­riza, respectivamente, una clase de expresiones. La cuestión es: ¿en ,virtud de qué criterio?

A esta pregunta intenta contestar, -de forma más rigurosa, _ Alf Ross (Lógica de las normas) caps. 1 a 111, esp. secc. 18). Aunque sin coincidir del todo con la distinción de Bare, Ross ofrece una distinción muy seme­jan te: la que hay entre el habla o discurso indicativo y el habla o discurso directivo, como él los llama. La diferencia está, fundamentalmerite, según Ross, en el nivel semántico, porque se trata de una diferencia de significado. La oración indicativa tiene como significado un tema concebido como real; la oración directiva significa , la idea de una acción presentada como forma de cemportamiento. Es esta diferencia semántica la que determina otras diferencias de tipo pragmático, esto es, diferencias , de función entre las oraciones de uno y otro tipo, por ejemplo, que las oraciones indicativas puedan usarse para informar., y las diiectivas, '-en cambio, para dar órdenes. Hay, incluso, diferencias de orden sintáctico, aunque son éstas las menos definidas'. Así, es típíco el modo imperativo para las oraciones directivas y el modo indicativo para las indicativas, pero nada más que típico; hay oraciones en el modo indicativo ,que tienen significado directivo ,(por 'ejem­plo, « i Vendrás! -», «Ya estás marchándote», etc.), y oraciones con términos de obligación cuyo significado es meramente indicativo (por ejemplo, cuan­do se informa «Es obligatorio adelantar por la izquierda», etc.). Aparte de una mayor precisión al formular la distinción, y aparte de utilizar términos levemente distintos, la posición de Ro~s se caracteriza, frente a la de Rare, por dar diverso contenido ' al discurso directivo. Aquí incluye' Ross exclusi-

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vamente los imperativos y las oraciones en las que se usan expresiones deónticas, esto es, expresiones como «debes», «es obligatorio», «te prohíbo» , etc. (con excepciones como la que se acaba de indicar en el paréntesis anterior). Quedan fuera del discurso directivo los juicios de valor en sentido propio, o sea, las oraciones en las que típic.amente se usan térmi­nos como «bueno», «malo», «correcto», «bello», etc. En cambio, Bare incluía, como hemos visto, los juicios valorativos dentro del discurso pres­criptivo; hay que aclarar que Rare considera juicios de valor tanto a las oraciones con términos valorativos (<<bueno», etc. ) como las que tienen términos deónticos (<<debes», etc.), aunque reconoce que, para ciertos pro­pósitos, deben distinguirse ambas variedades (Freedom and Reason, 2.8, nota). Para Ross , la diferencia fundamental se halla en que los juicios propiamente valorativos, si bien expresan actitudes a favor y en contra de las cosas, de las personas y de las acciones ,no presentan ninguna forma definida de comportamiento, como lo hacen los juicios normativos o deón­ticos y los imperativos (Lógica de las normas, secc. 9) . Ross reconoce, asi­mismo, la existencia de otro tipo peculiar de discurso , ajeno a las catego­rías anteriores, el que forman las exclamaciones, cuyo significado es típi­camente emotivo (op. cit. ) secc. 19).

En Ross, por tanto, el criterio fundamental es semántico, si bien éste, a su vez, determina diferencias sintácticas y pragmáticas. Y es semántico porque recurre al significado; aquí, el significado parece estar tomado como sentido en la acepción freguiana: el significado de una oración indicativa es un tema o asunto presentado como re~, mientras que el significado de una oración directiva es la idea de una acción presentada como algo a realizar.

Desde un punto de vista diverso, y varios años antes, Morris había intentado una clasificación de los tipos de discurso que, utilizando crite­rios parcialmente coincide'ntes con los anteriores, excede con mucho por los detalles sobre lo que hemos visto . La propuesta de Morris se produce en el marco de su teoría conductista de la semiótica, de la que ya di noticia en el capítulo 2. Morris recurre a un doble criterio de clasificación, el modo de significar de los signos complejos (expresiones, oraciones) y el propósito de su uso. Según esto, los signos pueden significar de los siguien­tes modos distintos (Signos) lenguaje y conducta, cap. 3}: de modo desig­nativo , cuando el signo significa características del entorno del organismo que interpreta el signo; de modo apreciativo, cuando el signo significa para su intérprete una categoría preferencial de algo, respecto a lo cual le dispone para reaccionar en favor o en contra; de modo prescriptivo, cuando el signo significa para el intérprete la necesidad de un proceso de conducta; de modo formativo, cuando el signo significa propiedades de las combi~ naciones de signos, y es, por consiguiente, por lo que respecta al lenguaje, un modo metalingüístico de significar. Morris reconoce un quinto modo de significar, si bien éste carece de releval1cia para la determÍpación de los tipos de discurso; es el modo identificativo, en el cual un signo significa la colocación de algo en el espacio y en el tiempo. Como se habrá notado,

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7. Los abusos del· uso 333

los modos de significar dependen de cómo opere el signo para el ¡otér­

~re . '. El interprete puede ser, naturalmente, tanto el propIO productor o emI-

sor del signo como el oyente. Cuando se adopta el punto de vista del pro­ductor y se atiende al propósito con el que ha producido sus signos, pueden distinguirse cuatro usos primarios de un signo (op. cit ., cap. 4): el uso infor­mativo, que no requiere más aclaraci6n ; el uso valorativo, que consiste en otorgar a algo es tado p referencial; el uso incitativo, cuando se persigue provocar una reacción, de sí mismo o de otro; y el uso sistemático, con el cual se busca organizar la conducta dentro de un todo. Como se ve, exis te una patente analogía entre cada uno de estos usos y los cuatro modos principales de significar que ya conocemos, y Morris no deja de señalarla (cap. 4, secc. 2). El modo designativo parece especialmente indicado para informar; el modo apreciativo resulta en particular apropiado para valorar; el modo prescriptivo sería el adecuado para incitar; y, finalmente, aunque sólo sea por exclusión , el modo formativo correspondería al propósito sistemático. Sin duda, es lo referente a estas dos últimas categorías lo que puede resultar más difícil de entender, pero lo consideraremos con ejem­plos dentro de un momento. La idea de Morris es que:. no obstante esa correspondencia, cada modo de significar puede combinarse con cada uno de los usos, proporcionando cada combinación un tipo de discurso que vendrá definido, según eso, por el modo de significar de los signos y por el uso dado a éstos. En total habrá, pues) dieciséis tipos de discurso. Cada uno de estos tipos los ejemplifica Morris de acuerdo con la tabla siguien­te (cap. 5).

Uso: Informativo Valorativo Incitativo Sistemático

Modo:

Designativo Científico De ficción Legal Cosmológico

Apreciativo Mítico Poético Moral Crítico

Prescriptivo T ecnológico Político Religioso De propaganda

Formativo Lógico-matemático Retórico Gramatical Metafísico

Antes de apresurarse a la crttlca debe tenerse en cuenta que los ejem­plos suminist rados por Morris no son sino eso: ejemplos. Como él mismo manifiesta (op. cit. , cap. 5 , secc. 1), el discurso científico es sólo un caso de discurso designativo-informativo, pero no tiene por qué ser único; y lo mismo para los demás tipos. Dicho esto) las cuestiones principales que plantea esa tabla pueden dividirse en dos órdenes: de un lado, si las dieciséis categorías que resultan de la combinación de uso y modo están bien definidas, son suficientemente unívocas y carecen de solapamientos

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334 Principios de Filosofía del Lenguaje

importantes; de otro, si bastan para caracterizar los ejemplos citados, ti

otros que pudieran darse. Por lo que respecta a la primera cuest ión, comencemOs por examinar

los criterios empleados por Morris. A primera vis ta , se combina un crite­rio semántico, la manera de significar, con un criterio pragmático, el pro­pósito del uso. Sólo esto debería margar a b clasificación de i\rIorris una superioridad sobre las que hemos considerado antes, las cuales eran más imprecisas tespecto a los criterios a aplicar y al mismo tiempo más simples en cuanto a las categorías resultantes. Ahma bien , si examinamos con detención los modos de significar, advertiremos que los tres primeros son del todo parejos con los tres tipos de significado que determinan, en Ross, los correspondientes tipos de discurso . El modo designativo de Morris corresponde al significado indicativo de Ross, el modo apreciativo corres­ponde al discurso valorativo, y el modo prescriptivo al sigmficado directivo (para no mal interpretar este paralelismo hay que recordar que el libro de Morris es más de veinte años anterior al de Ross, y debe aii.adirse, además , como curiosidad, que no hay una sola mención de Morris en el libro de aquél). Resta el modo formativo, en el cual se significan las propiedades de las combinaciones de signos tal y como éstas se muestran en signos como la negación, la disyunción, los términos de cuantificación, los numerales , etc. Si nos limitáramos a los modos de significar, no obtendría­mos, pues , más que los tres tipos principales de discurso antes discutidos, con la adición de un nuevo tipo, el discurso metalingüístico de carácter lógi­co-matemático . ¿Qué añaden las cuatro clases de usos introducidas por Morris? En principio, cada uso parece la proyección pragmática de cada uno de los modos de significar: el uso típico de un signo designativo sería informar, el de un signo apreciativo consistiría en valorar, y el de un signo prescriptivo se resumiría en incitar. Menos claro resul ta en el último caso, pues ciertamente no se ve por qué el uso típico de un signo formativo ha­bría de ser sistematizar la conducta, pero la relación en los tres primer,os casos es patente. La peculiaridad de la clasificación de Morris , y su apa­rente riqueza y complejidad deriva de entrecruzar los modos con los usos. y es justamente aquí donde empiezan las dificultades.

¿En qué consiste, por ejemplo, un tipo de discurso en el que las palabras significan designativamente y se usan para valorar? Resulta difícil imaginarlo. Morrís sugiere como ejemplo el discurso de ficción, el discurso literario narrativo , razonando que por medio de él se pretende inducir en el lector actitudes preferenciales frente a su contenido, perso­najes, o hechos , circunstancias, etc. Que esto sea , sin embargo, una ca­racterística de las narraciones literarias en cuanto tales ES del todo dudoso, aunque, desde luego , haya cierto género de narraciones que se caracterizan de esa forma; pero en estas últimas, su condición les viene precisamente de ciertas consideraciones que en ellas hace el autor y que justamente cons­tituyen expresiones con significado apreciativo y prescriptivo, y no mera­mente designativo. Cuando el propósito es incitar a una forma de conducta y el significado de las palabras es designativo, tenemos un tipo de discurso

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7. Los abusos del uso 335

como es, por ejemplo. el de la ley. ¿Qué es 10 que designan aquí las pala­bras? Según Morris, los castigos que la . comunidad reserva para quienes actúen o dejen de actuar de ciertas maneras. En este punto, la posición de Mortis puede aceptarse por 10 que toca a las leyes penales. Al menos en España, el Código Penal no afirma, por ejemplo, que no se deba matar a arra, sino que el que matare a otro será condenado, como homicida, a la pena de reclusión menor (artículo 407 ). Parece claro, en efecto, que aqul las palabras simplemente designan , y que su propósito principal es el de incitar a los ciudadanos a que no maten. Pero no se ve cómo podría decirse lo propio a propósito de otras leyes. Así, cuando el Código Civil estipula que son españoles los hijos de padre español (art. 17), ¿a qué incita? O cuando establece que Wl medianero no puede sin consentimiento del otro abrir ventana en la pared medianera (art. 580), ¿qué es lo que designa? El último tipo de discurso designativo, aquel cuyo propósito es sistemático, lo ilustra Morris con el ejemplo del discurso cosmológico, entendiendo por tal el discurso filosófico sobre el mundo. Según esto, la ciencia coinci­diría con la cosmología filosófica en significar de modo designativo, pero se distinguiría en que la primera tiene como propósito informar mientras que la última pretende organizar la conducta en un todo sistemático. Esta distinción, sin embargo, oculta las relaciones históricas entre la cosmología filosófica y la ciencia, y el hecho palmario de que la primera pierde todo su sentido a partir del momento en que la ciencia consigue elaborar una explicación amplia y comprensiva del proceso del cosmos. Parecería, según lo que sugiere la clasificación de Morris, que ambas son compatibles puesto que responden a propósitos diversos, pero aparte de que la diferencia deci· siva entre ellas no sea la que deriva de sus diferentes propósitos, tampoco queda demostrado que la cosmología responda al propósito que Morris le asigna.

Dudas análogas pueden repetirse en torno a casi todos los demás ejemplos de la tabla. Que las expresiones poéticas tengan un significado apreciativo y sirvan a un propósito valorativo no puede por menos de resultar arbitrario. Morris cita en su favor una poesía de Whitman que ciertamente responde a esa caracterización apreciativo-valorativa, ¡pero cuántas poesías podrían recordarse que carecen de expresiones apreciativas y de propósito valorativo! ¿Cómo justificar que las expresiones morales tienen significado apreciativo, y en cambio las religiosas ]0 tienen descrip­tivo , y por qué no más bien al contrario? ¿Cómo puede olvidarse toda la porci<;Jn de discurso designativo que toda religión incluye, y que suministra al creyente una cierta representación del universo? Nótese el anacronismo de considerar el discurso gramatical como incitativo por su propósiro, 10 que supone que la gramática no trata de cómo es una lengua, sino de cómo debe emplearse. En fin, y como absurdo superlativo, el lector no habrá pasado por alto que el discurso metafísico queda caracterizado en la ta· bla como compuesto de expresiones cuyo significado es formativo y, por consiguiente, que tratan de las propiedades de las combinaciones de signos. El razonamiento de Morris en este punto se apoya en la idea tradicional de

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que las afirmaciones metafísicas son necesariamente verdaderas, y por tanto se hallan más allá de las posibilidades. de una confirmación empírica. Si esto es así -piensa Morris- entonces las expresiones metafísicas no pue­den poseer significado designativo, y habrá que equipararlas, en este aspec­to, a las expresiones lógico-matemáticas, que también son necesariamente verdaderas. Tal argumento, sin embargo, no convence, pues aunque las afirmaciones metafísicas fueran necesariamente verdaderas, no lo serían a causa de las reglas que regulan las combinaciones de signos, como acon­tece en la lógica y en la aritmética. Por más que la metafísica se distinga de la ciencia, no se ve cómo pueda negarse que sus expresiones significan de modo designativo, y más bien, si acaso, cabría distinguir entre ambas por el propósito sistematizador de la metafísica, que debería ocupar, en consecuencia, la misma casilla de la tabla que ocupa la cosmología.

¿Qué decir del discurso filosófico? La razón de que no aparezca, como tal, recogido en la tabla de Morris, es porque, según él (cap. 8, secc. 6), está formado por los cuatro tipos de discurso cuyo uso es sistematizador. El discurso filosófico lo integran, por tanto, fundamentalmente, la cosmo­logía, la metafísica, la crítica y la propaganda. Por lo que respecta a estos dos últimos ingredientes, no está de más alguna aclaración. El discurso crítico es parte de la filosofía en cuanto se aplica a los valores de todo tipo, y aparece así en la ética y en la estética. La propaganda 10 es en cuanto que aspira a propagar métodos de investigación y pensamiento. Estos cua­tro ingredientes de la filosofía coinciden en una característica: como formas de discurso tienen los cuatro un uso cuyo propósito es sistematizar y orga­nizar la conducta en un todo completo. La filosofía es, para Morris, .una síntesis simbólica, totalizadora y crítica (op. cit., págs. 258-259) .

Es de justicia señalar que Morris mismo no se sentía satisfecho con su clasificación, reconociendo que la complejidad de estos fenómenos des­borda el intento de encajarlos en su esquema semiótico (op. cit., cap. 6, secc. 12, p. 205). Desde luego que las rápidas críticas que, casi a vuela pluma, le hemos hecho, no hacen justicia al detalle de sus razones y de sus argumentos en favor de las ilustraciones de su tabla. No obstante, nada COTlvencen ní éstos ní aquéllas, y a pesar de las numerosas páginas que Morris les dedica, sus consideraciones son parciales, caprichosas e incluso peregrinas. La primera conclusión es que los ejemplos suministrados no pueden caracterizarse suficientemente sólo en términos de los cuatro modos y de los cuatro usos. Otras características, más pragmáticas que semán­ticas sin duda, deben tenerse en cuenta si se quiere distinguir con rigor entre las peculiaridades que el empleo del lenguaje tiene respectivamente en la política, en las leyes, en la poesía, en la religión, etc. Sin olvidar que de algunos de estos ámbitos del lenguaje pueden formar parte expresiones con diferente modo de significar y con diverso propósito (piénsese, por ejemplo, en la narración literaria , en la religión o en los textos legales) .

Lo anterior ha servido, en todo caso, para dejar patente la ambigüedad del término «discurso». Se habla del discurso científico, del discurso meta­físico, del discurso religioso ... Y se habla también del discurso declarativo,

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7. Los abusos del uso 337

J 1 discurso prescriptivo, del discurso valorativo ... y acontece, además, ~e dentro de un discurso en la primera acepción pueoen encontrarse ex-

q d' d' Id " resiones que penenecen a ¡Versos lscursos en a segun a acepClOn, y ~ambién que expresiones pertenecientes a un tipo de discurso en la segunda acepCión aparecen en diferentes tipos de discurso en la primera acepción. Por ejemplo: es del rodo obvio que dent ro del discurso relig ioso se en­cuentran tanto expresiones declarativas acerca de la realidad supuestamente sobrenaturrd , como expresiones valorativas de los hechos y acciones junto a expres iones prescriptivas de formas de conducta ; e inversamente, es claro que las expresiones valorativas son parte indispensablc tanto del di s­curso religioso como del discurso estético y del político.

La distinción entre tipos de discurso en la primera de es tas dos acep­ciones es, en mi entender, cuestión pragmática fundamentalmente. Son las di fe rentes actividades humanas y las distintas formas de cultura las que han originado esos variados tipos de discurso y sus características pe­culiares. En cambio, el criterio más claro, más seguro y más riguroso para distingui r entre tipos de discurso en el segundo sentido sólo puede ser de carácter semántico, a saber: la forma de relacionarse la expresión lingüísti­ca con la realidad . Atendiendo a este criterio, propongo distinguir los si­guientes ti pos de discurso.

1. Discurso declarativo.-Es el constituido por aquellas oraciones que, debido a lo que significan, pueden corresponder o no a lo que ocurre, a cómo son las cosas, y pueden, en consecuencia, ser verdaderas o falsas. Estas oraciones son típicas de las ciencias, así como de aquellos procesos de comunicación que responden a un propósito informativo. Son igual­mente típicas de aquellos usos del lenguaje con los que se prctende repre­sentar situaciones posibles, como acontece en la ficción litera ria .

2. Discurso prescriptivo.-Está formado por aquel las oraciones que por lo que significan, pueden ser cumplidas o incumplidas, según que se lleve o no a cabo lo que la oración dice. Incluye tanto las oraciones impe­rativas en general como las llamadas normat ivas o dcón ticas, esto es, aque­llas que califican una forma de conducta como obligatoria O debida. Téngase en cuenta que estamos hablando aquí , como en los demás casos, de oracio· nes usadas, y no meramente mencionadas. Cuando yo informo a alguien de cuáles son sus obligaciones según determinado código de normas, no es toy propiamente usando las expresiones normativas correspondientes sino men· donándolas en el contex to lingüís tico de mis afirmaciones que son, como es patente, declarativas. Son también prescriptivas ciertas oraciones por medio de las que se realizan usualmente actos compromisorios, pues to que comprometerse no es sino obligarse uno a sí mismo . Cuando expresa com­promiso una oración como «Lo haré)} es prescriptiva . Las interrogaciones las considero, asimismo, oraciones prcscriptivas puesto que constituyen peticiones de respuesta.

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33B Principios de Filosofía del Lenguaje

3. Discurso expresivo.-Consiste en oraciones que expresan, a causa de su significado, el estado psicológico del hablante o sus ac titudes, y que por ello pueden ser sinceras o insinceras. Incluyo aquí tanto las exclamacio­nes de todo ripo como las expresiones de deseo, dolor, amor, creencia " demás estados y sensaciones. No hay que olvidar que muchas de estas o'r~. ciones se pueden interpretar, asimismo , como dec1arativas de hechos inter. nos al sujeto; así, «Me siento angustiado» se puede tomar como una ex­presión del es tado del sujeto o como una declaración acerca del mismo (recuérdese la discusión de Wittgenstein en torno a es te tipo de oraciones, que vimos en la sección 7.3) . También incluyo aquí, aunque parezca extraño, las oraciones valorativas. La razón es que su significado consiste en expresar actitudes favorables o desfavorclbles . El hecho de que estas actitudes se justifiquen en virtud de determinadas propiedades del objeto valorado ha conducido en muchas ocasiones a tomar 165 valores como propiedades de los objetos, convirtiendo las oraciones valorativas en oraciones declarativas y haciendo de la valoración una cuestión de verdad o falsedad. Pero los valores no son propiedades sino relaciones. El valor es la relación que algo (persona, hecho o cosa) tiene, en virtud de sus propiedades, con deter­minadas exigencias o necesidades del sujeto. Cuando resultan satisfechas, expresamos nuestra actitud diciendo del objeto que es bueno, bello, útil, provechoso, etc., según de qué tipo sean esas necesidades o deseos . En caso contrario, decimos que es malo, feo, inútil , etc. Puesto que usualmen· te esas exigencias o necesidades son compartidas por la mayoría de los miem­bros de la comunidad las valoraciones tienden a hacerse sociales, adquirien­do apariencia de objetividad y ocultando que simplemente son manifesta: dones de nuestra actitud preferencial. Así, en una situación de sólidas vigencias sociales de carácter moral, decir de alguien que es bueno (en sen­tido moral) tendrá como consecuencia que el oyenre inmediatamente le atribuya una forma de comportarse muy específica y bien determinada ; pero esto no significa que el término «bueno» describa esa forma de conducta; más bien, el significado de esta palabra consiste en expresar que esa manera de comportamiento satisface las exigencias morales del que habla, las cuales, en este ejemplo, coinciden con las de los demás hablantes en general.

Ciertamente, otros tipos de discurso pueden dar lugar a actos de habla sinceros o insinceros. Uno es sincero al pronunciar una oración declarativa si cree lo que afirma, y es insincero en caso contrario; es sincero cuando pronuncia un imperativo si desea que su prescripción se cumpla, y no 10 es si no lo desea ; es sincero al prometer si tiene intención de hacer 10 que promete y no lo es si carece de ral intención . Esro ocurre porque el uso de estas oraciones presupone cierta actitud en el hablante: creencia, deseo o intención. Pero el significado de estas oraciones no consiste en expresar dicha actitud. Por eso aquí es el ~.:: to de habla el que es sincero o insincero. Por el contrario, las oraciones expresivas tienen como significado expresar la actitud del hablante, y por ello la sinceridad o insinceridad no es sola­mente una característica del acto verbal (que también lo es), sino además

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7. Los abusos del uso 339

de la propia oraClOn; la sin.ceridad es precisame~te~ la manera de r~lacio­arse la oración con la realldad, es su valor semantlco. No debe olVIdarse

~uc lo que es tamo clasificando son tipos de oraciones y no de actos.

4. Discurso realizativo.- Lo constituyen aquellas oraciones que, en virtud de lo ue significan, enuncian el propio acto de habla que por medio de ellas se realiza. Incluyen , en primer lugar, 10 que anteriormente hemos llamado «oraciones realizativas explícitas», esto es, oraciones de la forma «Te mando que ... », «Informo de qlle ... », «Prometo que ... », etc. Y en segundo lugar, las oraciones que crean situaciones. Son de este tipo las fórmulas que, en el contexto de las instituciones jurídicas, se emplean para producir aquellos efectos que caracterizan una nueva situación. Por ejem­plo, la fórmula c.on .la que el Rey de/España san~io?a las leyes: .« Yo veng? en sancionar la sIgu1ente Ley ... ». ASI como las slgUlentes expreSlOnes ya ct­tadas anteriormente: «Por la presente nombro a ... (alguien para un car­go)>>, «Fallamos. que debemos cond~nar y conden~r:nos ... »'. et~ .. De ambos tipos de expreSlOnes podemos declt que son valzdas o znvalzdas. Estos términos son especiaLl1ente adecuados para el segundo tipo de los mencio­nados, esto es, para las fórmulas jurídicas, pero pueden aplicarse, faltando otro término mejor, a las expresiones del primer tipo. Una oración de la forma «Prometo que . . . » es válida cuando con ella se realiza el acto de prometer, esto es, cuando se cumplen todas las condiciones para que efecti­vamente sea una promesa. Así, la oración sería inválida si, por ejemplo, el hablante promete algo que no está en su capacidad hacer. Una oración de la forma «Te mando que ... » ;:,erá válida cuando cons tituya efectivamente un mandato, y no 10 será en caso contrario, por ejemplo, porque el hablan­te carezca de la autoridad necesaria para mandar al oyente. Es patente que la oración es válida o inválida según lo sea el acto realizado con ella . En el primer caso, es válida la oración si es válida la promesa; en el segundo, lo es si es válido el mandato. Esto ocurre porque, significando estas ora­ciones el propio acto realizado con ellas, la relación entre ellas y la realidad consiste justamente en que el acto sea efectivamente realizado. Si el acto es inválido, la oración que lo expresa también lo es. Austin como se recordará, evaluaba las oraciones realizativas como felices o infelices; mis términos conservan la intención de Austin, pero me parecen más claros y tienen en su favor la legitimidad de su uso jurídico, si bien he de reconocer que resultan forzados a] aplicarlos a ciertos actos verbales como los ruegos o los consejos.

Las principales diferencias entre esta clasificación y la de Searle de­rivan de que éste clasifica actos de habla (y más específicamente, actos ilocucionarios), mientras que ahora hemos clasificado tipos de oraciones. Desde este punto de vista tenemos que distinguir entre una oración como « i Súmate a la huelga!», que expresa un comportamiento a realizar, y puede ser cumplida o incumplida, y una oración como «Te mando que te sumes a la huelga», que expresa el propio acto que realiza y puede ser válida o inválida. Naturalmente, la primera de ambas oraciones puede usarse tam-

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bién para dar un mandato, el cual será a su vez válido o inválido. Es claro que el imperativo « i Súmate a la huelga!» está contenido en la oración reali­zativa «Te mando que te sumes a la huelga», pero ello no es diferente de lo que ocurre en el discurso declarativo indirecto. Cuando digo «Está lloviendo» expreso un hecho y la oración puede ser verdadera o falsaj cuando digo «Informo de que está lloviendo» expreso mi propio acto verbal y no tiene sentido decir de es ta oración que sea verdadera o falsa, aunque esto pueda decirse de la oración declarativa subordinada que con­tiene.

Por lo demás, y siempre que nos limi temos a oraciones que no sean explícitamente realizativas, existe una clara correspondencia entre algunos de los tipos de d,scurso recogidos y algunos de los tipos de actos ilocucio­narios distinguidos por Searle. Así, es patente la correspondencia entre los actos represemativos y el discurso declarativo, entre los actos directivos y el discurso prescriptivo, entre los actos expresivos y el discurso del mismo nombre. Como resumen y recordatorio, recojo en la tabla que sigue la clasificación de las funciones del lenguaje de Jakobson, la de los actos ilocucionarios de Searle y la de los tipos de discurso que he propuesto.

Funciones del lenguaie

Referencial

Conativ3

Emotiva

Metalingüística

Poética

Fática

Actos ilocucionarios

Representativos

Directivos

Expresivos

Compromisarios

Declaraciones

Tipos de discurso

Declarativo

Prescriptivo

Expresivo

Realizativo

La clasificación de los actos ilocucionarios clasifica los actos que rea­lizamos al usar la palabra; la clasificación de los tipos de discurso clasifica los tipos de oraciones por Jos que realizamos esos actos. La clasificación ' de las funciones del lenguaje, a su vez, está más cercana de la primera, pero toma en consideración crirerios más variados y resulta, por ello, más con­fusa (es obvio que las tres segundas funciones no pertenecen al mismo ni­vel taxonómico que las tres primeras). Los tipos de discurso, tal y como ahí los hemos entendido, corresponden a los modos más generales de sig­nificar gramaticalmente, y pertenecen, por consiguiente, al nivel del aná­lisis 10cucionario.

7.9 Una teoría pragmática del significado

Hemos visto en las secciones anteriores diversas maneras de desarrollar la teoría del· lenguaje sobre la base de atender al uso que hacemos de él.