Libro de Montalvo

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LIBRO DE MONTALVO LIBRO DE MONTALVO (VERSOS) SOCORRO MARTÍNEZ

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LIBRO DE MONTALVO

LIBRO DE MONTALVO (VERSOS)

SOCORRO MARTÍNEZ

LIBRO DE MONTALVO DERECHOS RESERVADOS PRIMERA EDICIÓN 1993. IMPRESO EN MÉXICO ISBN-968

LIBRO DE MONTALVO

LIBRO DE MONTALVO

LIBRO DE MONTALVO

LIBRO DE MONTALVO (VERSOS)

José Socorro Martínez Aguilar MÉXICO

LIBRO DE MONTALVO

PREFACIO

Todo prólogo, de alguna manera, le dice al lector de qué trata la obra que va a leer; lo prepara,

digamos, dándole una idea por anticipado, de lo que encontrará.

Siendo mis versos, vivenciales por antonomasia, me resulta necesario en este prólogo dar como

referencia algunos antecedentes y datos que no se mencionan en los versos, para hacer entendible lo que

digo respecto de mi amigo Montalvo, y después, que juzgue el lector.

Durante años, movido siempre por inquietudes re ivindicadoras, he partic ipado en todo aquello

que, estando a mi alcance, pueda significar un cambio a favor de los pobres,

Era un niño aún, cuando empecé a verme involucrado en cuestiones de esta índole. Por los años

cuarentas, apenas estudiante de Grados Complementarios en la Normal Rural de Tenería , partic ipé más

con mi simpatía y mi entusiasmo que con otra cosa, para que se fortaleciera la Federación de Estudiantes

N ormalistas Campesinos Socialistas de México. Recuerdo a muchos compañeros como Arillo, el Mango,

el Venado, el Térore, Menchaca; al Huasteco, a Gordiano Justo Herrera, a Socorro Guevara, Avilés, la

Chisca, al Charro. El resultado para mí, fue que resulté acusado como agitador, en aquella escuela (tenía

13 años); ¡háganme favor!

Ya profesor, en los cincuentas, fui uno de tantos Othonistas que, luchando por justas demandas

magisteria les y por la democratización del SNTE, sufrimos la represión del gobierno, sobre todo al

desalojarnos del edificio de la SEP con lujo de fuerza po lic iaca y militar. Cito con mucho respeto, la

presencia en esa lucha de la maestra Ma. del Pilar Sardaneta y el nombre del entonces profesor de

banquillo Horacio Sarmiento Galván. De esa etapa saqué unos fajos de sable en la espalda y una sacudida

moral que definió mi convicción de trabajo y de lucha en favor de los marginados.

Ya en los sesentas, en el Tecnológico Regional de Zacatepec, prom ovim os algunos am igos y yo,

la creación de la delegación sindical, de la que fui el prim er Secretario General. Entre otros, Pablo

M edellín , Pedro Gontes Hidalgo, J . Carmen Bravo Robles, Rodolfo Pérez - Parra, Samuel Núñez y Susana

Peralta.

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Habiendo chocado frontalmente con las autoridades del Tecnológico, y con la Dirección General

de Tecnológicos en México porque atropellaron los derechos laborales de uno de los compañeros que

fue cesado fuera de norma, enjuiciamos sindicalmente al director del plantel por conducta antisindicalista,

quien fue expulsado del SNTE aunque por el otro lado y en represalia yo fui dado de baja del Tecnológico al que serví 10 años.

Tam bién en los sesentas, en la región cañera de M orelos, y después en todo el

E stado , p artic ip am os a fondo por la dem o cratizac ión del SN TE ; trabajam os por la

educación s in d ica l de los m aestros y por su tom a de concienc ia . N uestra p resenc ia

id eo ló g ica se h izo sen tir en b o le tin es, en perió d ico s, en asam b leas , en reun iones de

orientación , en conferencias, en d iscusiones, en brigadeos, en m ítines, en convenciones,

en congresos. Muchos maestros líderes estuvieron con nosotros en esa lucha, entre ellos J. Santos Campos Méndez, Eudoxio Mora Torreblanca, Salomón Alarcón Encarnación, Pablo

Benítez, G uillerm o M añón, A lfredo Ortiz A randa, Jo sé Sánchez Pérez, J. Carmen Bravo

Robles, Pablo M edellín, Pablo A ñorve,! etc. El resultado fue, la burla, una y otra vez, a la

voluntad de las mayorías por parte del CEN del SNTE y el de la Sección 19. La demagogia,

la m ed iatizac ión , la m an ipu lac ión , la m entira in stitu c io n a lizad a fueron entonces, como

siguen siendo ahora , el m uro donde rebo taron y rebo tan las leg ítim as asp irac ion es m ag is te r ia le s .

A ctiv istas contra el «suprem o gob ierno» por la m atanza de T late lo lco , supim os otra vez, aunque en este caso en la N orm al Superio r de P ueb la , lo que es correr

-im potentes- frente al trotar del e jército con sus rifles em brazados, llevando la bayoneta

calada. A prend í en tonces que, la p resen c ia m ilita r es el colm o de la p rep o ten cia y el au to rita rism o gub ernam en tal. De qu ienes v iv ie ro n conm igo esos avatares recordaré siem pre a G uillerm o M añón y al Güero M ontesinos.

A l p r inc ip io de los se ten tas , qu ienes nos habíam os rad ica lizad o com partiendo ideales, nos incorporam os al trabajo revolucionario clandestino y constituim os una célula

que formaba parte de una organización nacional que nos brindaba asesoría desde M éxico, a través de «en laces» com o lo fueron Sa lvador, O rozco y «el A n tio judo», con quienes analizábamos y discutíam >s las tesis de Marx, Lenin, Mao, El Che, etc.. Los fines de semana

recib íam os in fo rm ación especia l sobre guerra de guerrillas y salíam os a entrenam iento

sobre manejo de armas y a estab lecer contacto con cam pesinos por los cerros del rumbo

LIBRO DE MONTALVO

de Huautla. De esa célula puedo m encionar ahora, ya no por sus alias, sino por sus nombres, entre otros

a Guillermo Mañón Cerrillo, Alfredo Ortiz Aranda, Francisco del Fabro J im énez y a Ricardo Montalvo,

con quienes el grado de identif icación personal era tal, que bien podíamos confiarnos unos a otros hasta

la vida. Como algo anecdótico de ese grupo, en esas andanzas, h oy también puedo contar por ejemplo,

cómo Del Fabro nos hizo reír después de realizar en el D.F, una expropiación revolucionaria, al expresar

nervioso y arrepentido «mejor me retiro y me dedico a mi profesión donde algún día podré l legar a ser

gerente de una empresa, porque si sigo aquí me van a m atar o a encarcelar, y, si bien m e va, seguiré

siempre pobre».. . O cuando a Mañón lo comisionamos como nuestro emisario para ir a las montañas del

sur en busca de Lucio Cabañas, a quien pretendíamos unirnos, y regresar después de varios días con su

«batea de babas» de que no pudo encontrarlo , ni por equivocación.. . O de cómo nos p itorreábamos de

Montalvo, aspirante a guerrillero, al verlo cam inar por el cerro con sandalias y con los pies todos

colorados de merthiolate...

Esa etapa terminó al quedarnos desconectados de la Organización Nacional que se desarticuló

v íctima de sus propias medidas de seguridad extremas, donde, la verdad sea dicha, prácticamente nadie

sabía nada de nadie, y de nuestra célula nadie pudo con aquello que decía El Che de que «el prim er deber

de un revolucionario es hacer la revolución».

Por los años setentas anduve fundando escuelas, trabajando gratis, ejerciendo el derecho mínimo

de todo profesor: El de servir vo luntariamente a la educación de los hijos del pueb lo . En Jo juda partic ipé

con Eudoxio Mora, Pablo Benítez, Lupito Bahcna, Honorato Zarate, Rubén Román, etc. en la fundación

de la Escuela Secundaria para Trabajadores «Fco. Jav ie r Mina», hasta hacer la federal.

En Tla lt izapán partic ipé con el Lic. Emilio Chavarr ía Perdomo, quien fue el in ic iador, y otros

maestros como J. Santos Campos Méndez, Nereo Altamirano, Guillermo Mañón, Adolfo Franco Vargas

y el Arq. R icardo Zúñiga en la fundación de la Escuela P reparator ia incorporada a la U A E M (Universidad

Autónoma de Estado de Morelos).

En Zacatepec, al lado de Eudoxio Mora, partic ipé en la fundación de la Escuela Secundaria

«Salvador Allende», junto con maestros que también trabajaron gratis hasta que logramos hacer la federa l ;

entre otros puedo citar a Flora Fuentes, Salomón Alarcón, M a r ía Teresa López, J . Santos Campos

Méndez, Guillermo Ayala, V íctor Manuel Cortés, Eliud Cerdán, Quintín Muñoz, Clemente Ulloa, Donato

Castro, Francisco Martínez. Cuando logramos hacer la federal nos

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LIBRO DE MONTALVO

retiramos (Mora y yo) dejándola provista de terreno y edificio propios. Los nuevos directivos lo primero

que hicieron fue cambiarle el nombre «subversivo» de «Salvador Allende» por el de «Enrique González Aparicio».

Por esos años ya trabajaba en la Escuela Preparatoria de Jo ju tla , dependiente de

la UAEM , donde siendo yo el d irector, m i am igo M ontalvo me p lan teó el proyecto de

o rgan izar d iscre tam en te a los cated rático s de todas las escue las de la un iversid ad ,

empezando por las prepas, para crear en aquel entonces el que sería -hasta donde sé- el prim er sind icato legalm ente reconocido de m aestros un iversitario s en este país.

Ricardo hizo un buen trabajo de gestoría y reclutam iento, aunque a la hora buena se le rajaron los maestros de prácticam ente todas las escuelas com prom etidas, quedándose solos los maestros de la Prepa de Jo ju tla , con Ricardo M ontalvo a la cabeza.

Yo colaboré para esa causa con lo que pude, sobre todo con mi discreción y mi sim patía com prom etida .

Cubiertos los requisitos se registró legalm ente al sindicato y cuando el Rector se enteró, me citó a su despacho donde, montado en cólera, me increpó, me culpó de traición a la universidad por haber permitido que se organizara el sindicato, por haberlo propiciado y alentado en lugar de denunciarlo para que abortara. D iscutim os acaloradam ente, puesyo no soy precisam ente un dejado.

A llí empezó la guerra del rector contra mí y contra la Prepa de Jo jutla , a través de

h Federación áe 'Estudiantes Universitarios, cuyos dirigentes por aquellos días eran m arionetas del rector. El am biente de estudio, de trabajo y de respeto que se vivía en la escuela se vo lvió caos.

Los m aestros de la prepa -tom ada por asalto por aquellos vándalos- dijeron que

preferían renunciar antes que perm itir un atropello contra la lega lid ad , y se declaró un

paro .

Los porros centraron el ataque contra mí formulando todo un pliego de acusaciones. Se

recurrió al H. Consejo Universitario, mismo que me eximió de toda culpa.

LIBRO DE MONTALVO

Cuando no obstante los acuerdos del H. Consejo Universitario se presionó a los maestros para

que regresaran a dar clases, y a mí se me pres ionó para que aceptara leg it imar las arbitrariedades del

Rector, disfrazadas de movimiento estudiantil, me negué a presentarme en un acto en el que yo abdicaría

sumisamente y el designado por el Rector, tomaría posesión del cargo, pasando sobre lo legalmente

estatuido, como procedim iento para el caso. Los maestros se sometieron ante la amenaza de ser

substituidos en su trabajo por estudiantes de la UAEM, así que, ante la arbitrariedad de los métodos,

impuse mi p ropia anarquía, y, contra la vo luntad del Rector le hice entrega en su despacho de los recursos

financieros de la escuela, obligándolo a firmarme de recibido, cobrándome «a lo chino» los meses de

sueldo que me correspondería cobrar como director hasta concluir el período para el que fui nombrado

por el propio rector y por acuerdo del H. Consejo Universitario, con el consenso de los alumnos, de lo

que tenía constancia oficial y por escrito.

Con ese pretexto el Rector me atacó en los «medios» difamatoriamente y, habiéndose hecho

personal el p le ito , lo busqué hasta encontrarlo y le propiné una go lp iza en su m ism ís ima casa, incurriendo

en delito, y me fui «de malas».

El Gobernador del Estado, Rivera Crespo, y el Procurador Teodoro Lavín, me recibieron en

Casa de Gobierno y me felic itaron, pero de todos modos me fui del Estado porque porros y judiciales

pagados me andaban buscando.

Dejo aquí constancia de que sólo un compañero de entre quienes integraban el personal docente

de la prepa, cumplió su palabra empeñada, de renunciar antes que aceptar que se impusiera la i legalidad

en los hechos que refiero; ese hombre fue el Dr. Alfonso Figueroa Dehesa merecedor de todo mi respeto.

Ya fuera de la ley me incorporé a la guerri lla urbana en el D. F. donde conocí a mexicanos que

le habían puesto como precio a su amor por México, el de su propia vida. Entre ellos subrayo el nombre

de David Jiménez Sarmineto, cuya lucha me pareció honesta, independientemente de su v iab il idad y de

lo discutible del método.

Este último período lo menciono como desenlace del tema de estos versos, período que

concluyó cuando me acogí a la amnistía de López Portillo a fines de 1976; pero, volviendo al asunto de

Montalvo quiero decir para term inar que, en los días álgidos de la represión contra la prepa, contra los

maestros y contra mí, Montalvo no metió las manos en su calidad de líder sindical, ni de Consejero

Universitario, lo que me pareció extraño, por ser mi amigo que, por lo demás, no era de sorprenderme

lo ocurrido. Con

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LIBRO DE MONTALVO

codo y eso, lo que sí me dolió y originó este libro, fueron las declaraciones del propio Ricardo Montalvo

al expresar cuando yo dejé la prepa y el estado, que por mí culpa se había quedado sin sueldo todo el

personal, porque dejé vacías las arcas de la escuela condenándome casi como un vulgar ladrón, olvidándose

de que la idea del sindicato fue suya y de que yo como amigo la respaldé; olvidándose de que el movimiento de los pseudoestudiantes surgió para eliminarme del seno de la universidad por haberme

puesto del lado de los catedráticos que él encabezaba; olvidándose de que el paro fue acuerdo unánime

de los maestros y de que yo simplemente cumplí con llevarlo hasta sus últimas consecuencias.

Por lo dem ás, debo decir tam bién que no he hab lado con R icardo en m uchos

años, y tengo la esperanza de que lo d icho por él haya sido producto de una

dcsinform ación o para «justificar» el som etim iento en el que r a y e r o n casi todos, lo que

aminoraría su pecado, sin borrarlo, porque creo que me conoce bien y sabe que puedo ser todo, menos ladrón, ni traidor.

| De todas maneras mi afecto por él es mayor que su ofensa por mí, y hace mucho

que se la perdoné, aunque claro, «palo dado ni Dios lo quita» y lo que él dijo dicho está y lo que yo digo en este libro también.

José S. Socorro Martínez A.

1993

LIBRO DE MONTALVO

Q ue se p i e rda Todo,

menos la dignidad.

MONTALVO

México, D.F., 1993. i

LOSPORROS

Mandaron a los «porros»

y con ellos los gritos,

los atropellos,

los líos y los engorros; las arb it rar iedades,

el ataque insolente,

la agresión prepotente,

la ofensa sin recato,

la acusación hiriente.. .

II

EL SIN DICATO

Y ¿cuál era el delito?

¿cuál el agrav io?

Sin arrepentim ien to

lo vuelvo a repetir por necesario :

E l haber propiciado

un sind icato

desde mi puesto de d irectivo ,

haciendo a lianza

-contra la usanza-

en bien de los m aestros

com prom etidos

-los un ivers ita rio s-

que eran «punta de lanza»...

y a quienes no pudieron reprim irni d isuad ir

ante lo consum ado:¡E l sind icato legalizado .!

III

MI CA B HX A

Como vándalos célticos

los testaferros

lacayunos a sueldoasaltaron la escuela-por sorpresa-

pid iendo mi cabezacomo quien pide una bagatela

LIBRO DE MONTALVO

IV

EL PARO

A nte la m ezqu indad

brotó la d ign idad y sobrevino el «paro»,

la so lid arid ad ...

«¡Q ue nos corran a todos!»

«¡O todos nos quedam os o renunciamos todos!»

«¡D e aquí nad ie se m ueve!»

«¡D ejam os de ser parias!» «¡En paro hasta que impere la verdad

el respeto al derecho

y a la leg a lid ad !» ...

P alabras lap id arias

que de* todos surg ieron ;

que todos ap laud iero n ;

estrateg ia de honor

que todos asum ieron ...

V

LAS CLAUDICACIONES

Siguieron, las presiones,

las am enazas,

las in tim id ac io n es ;

y luego los tem ores,

los esqu iro les

y las c laud icac iones...

VI

EL O P R O B IO

Por conservar el sueldo,

por no perder la «chamba»

por simple conveniencia ,

por lambisconería ,

por todo lo sabido,

algunos se cal laron,

otros se amedrentaron

y lo que siempre pasa:

La razón la escondieron;

siguió la gritería,

la not icia amañada

el oprobio a la izquierda.. .

V II

SA Ñ A

A l invocado

y H onorable Consejo

-el un iversita rio - lo rebasaron ;

a mi me secuestraron, me golpearon con saña

para que renunciara , sin lograrlo .

LIBRO DE MONTALVO

V II !

LA M A F IA

Por si no se recuerda,

a la justicia

-vendada de por sí-

la embozalaron. . .

Quedó como por arte

de negra magia ,

sólo el hedor a mierda

de la mafia.. .

IX

PE R R O D E RABIA

Excepto un catedrático,

-el del honor-

ios demás «se rajaron».. .

Mi cargo y posicións im p lem en te

los negociaron,

y así las c ircunstancias

me convirt ieron

en un «perro de rabia»

queri éndome aplastar

por rebelde,

por terco,

por apostar

a la malicia

del chaparro Montalvo

-que ya era Secretario General

y Consejero Universitario-

X

N U D O G O R D IA N O

A unque m ucho me apena

-y aunque mucho lo siento-

debo decir de mi am igo R icardo que «no le entró»...

Sus cargos, no contaron;

¿se som etió?

¿o no se decidió?¡o no pudo asestar

el tajo que hacia falta en el nudo gord iano!.; .

LIBRO DE MONTALVO

XI

EL NOVICIADO

En su momento

él tuvo mi respaldo

muy «a tras mano»-por obviedades-como mi hermano;

y a la hora de la hora

en el Consejo Universitario

-que por cierto estuvo de mi lado

con verbo temerario-

él no se apareció,

menos habló.. .

¿Ser ía su noviciado?

XII

RADICALISM O

Aunque también

-hay que decirlo-

me cargaron la mano

por mi radical ismo,

por mandarlos al diablo

-que era lo mismo-

y sobre todo

-cuando de plano

no hubo otra opción,-

por hacerme justicia

con propia mano.. .

XIII

P U N D O N O R

De corazón lo digo:

la leal tad ante todo

menos ante el honor...

Sostengo

que un amigo

s iempre es mejor

que un simple socio

y por ese tenor-

sostengo

que toda convicción s iempre es cuestión

de pundonor,

no de negocio...

XIV

E L P E L L E JO

Al final de todo estosi debo ser honesto,a falta de ser práctico

perdí el trabajo

por ser anárquico,pero además, maltrecho,

ya con la lumbre hasta los aparejosdejé mi casa,

mi tierra

y mi familia,

por salvar el pellejo...

XV

OTRA PAJ.KSTRA

Que si por eso

a otra palestrafui a rebotar

en obscura contiendapara luchar

por otro ideal

sin faro ni linterna;

y si otra vez topé

con la claudicación

que nunca falta

en quebrados terrenos?.. .

¡Es lo de menos...!

LIBRO DE MONTALVO

XVI

EL SAN B E N IT O

Y no me quejo...

Ya es ganancia estar viejo

cargando el «San Benito»

-que no el baldón-

de ser violento.. .

Y todo eso es más cierto

que el padre nuestro.. .

Pero hay un pero

como aguijón.. .

X V II

SO CRA TES

Dicen en Grecia

que a Sócrates

-el sabio-

aquel que envenenaron

sus enemigos;

los atenienses

que lo juzgaron

le otorgaron la gracia

de defenderse

frente a testigos.

LIBRO DE MONTALVO

X V III

CRISTO

Dice la cristiandad

que a Cristo

-el justo-

ai que crucificaron

sus enemigos;

como sea lo juzgaron

v declinó en si lencio

la su oportunidad

de defenderse

frente a testigos.

XIX

ROBl'iSPIERl!

Y dicen los franceses que a R obespiere -el revo lucionaro- al que guillotinaron

sus enem igos;

de cierto lo juzgaron

y ante sus jueces,

fue a defenderse

frente a testigos.

LIBRO DE MONTALVO

X X

H IDALGO

Dicen algunos

h is tor iadores

que a H idalgo

-el héroe-

lo fusilaron

sus enem igos;

pero antes lo juzgaron,

y hasta los torvos

in qu i s ido res ,

lo oyeron defenderse

frente a testigos.

XXI

ABIM A EL

Y dice Zabludovsky

en la televisión,

que a Abimael

-el terrorista-

aquel que hasta enjaularon

sus enemigos

los fujimoris,

no obstante lo juzgarondándole opción

de defenderse

frente a testigos.

LIBRO DE MONTALVO

XXII

TU MI A M IG O

Por eso a mi me apena

que tú mi amigo

-mi gran amigo-

compañero de lucha y de bohemia; amén de no asistirme, me acusas de bandido sin oírme;

y, sin yo estar presente,

muy comodinamente ,

me condenas.

LIBRO DE MONTALVO

XXIII

M O N TA LV O

Como cosa del diablo

recibo este revés,

y mejor ni le sigo,

ni para qué me quejo...

Contigo -como ves-

nadie está a salvo...

Eres m al juez, M ontalvo; superas al cangrejo :

Tu enanism o es parejo...

LIBRO DE MONTALVO

XX IV

LO S B E N E F IC IA D O S

Más lo importante

de este relato

es que sin tí y sin mí

-diáconos jubi lados-

prosigue el s indicato

sin grandes alborotos,

pues quienes se rajaron

son los beneficiados. . .

XXV

LOS PLA TO S R O T O S

Y ya para qué hablar

de haberme desterrado

tantos años ignotos,

si en lo que yo quería

part ic ipar ,

para aclarar,

me quedo corto;dicho lo cual,

te puedo asegurar

que lo demás en cierto grado

me pareció normal

y ¡ya ni hablar!:

Era el aborto

de una hida lgu ía

que, al fin y al cabo,

a lguien tenía que apechugar

para pagar

¡los platos rotos!.