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1 HISTORIA DE MIS ACUARELAS I FRANCISCO D. LÓPEZ Editorial MaJa

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HISTORIA DE MIS

ACUARELAS I

FRANCISCO D. LÓPEZ

Editorial MaJa

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HISTORIA DE MIS

ACUARELAS I

FRANCISCO D. LÓPEZ

Editorial MaJa

Segunda edición, Cibertextos, 2017

© Del texto: Francisco D. López

© Portada e ilustraciones: Francisco D. López

Editorial MaJa

801 W. Green Valley Circle

Payson, AZ 85541

Teléfono 480-415-1661

[email protected]

Imprime: PostNet, EE.UU.

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A Janie,

cuya belleza aún no sé plasmar.

“Un hombre que trabaja con las manos,

el cerebro y el corazón es un artista”.

(Louis Nizer, abogado, escritor y artista)

ÍNDICE

Prefacio 4

Paisaje 1 7

Paisaje 2 9

La Franja 10

Barn 12

Mount Rainier 13

Paisaje 3 14

Joshua Tree 15

Peñíscola 17

Paisaje 4 19

Cathedral Rock 20

Puerta salvadora 22

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Monument Valley 24

Casa de campo 26

La Alhambra de Granada 27

Faros 30

Icy Sunset 32

Canada Goose 33

My Payson Condo 35

Atardecer de mar 37

Seascape 39

Delicate Arch 41

Barca en la calma 43

Paz campestre ante la lejana tormenta 45

Mikonos 47

Tormenta 51

Crater Lake 53

Paisaje otoñal 55

Reflejos 57

Home 59

Prefacio

Lector:

En “La Franja”, mi pequeño lugar cerca de Lavinia, que mi esposa y yo

edificamos a lo largo de dos años escasos con cariño y atención a los detalles

después de jubilarme en julio de 2001, un día de la segunda mitad de mayo de

2011 me vino la idea, que inmediatamente empecé a poner en ejecución, de

escribir una especie de libro sobre mis acuarelas, pintadas a partir de 2007

cuando empecé a tomar clases en el pequeño Gila Community College del

pueblo de Payson, Arizona.

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En marzo de 2005, Janie y yo decidimos que nada realmente nos ataba a

Kingsville, Texas. Como jubilados y solos, viajábamos frecuentemente, por

placer, para ver a nuestros hijos o para descubrir algún sitio atractivo.

Faltó poco para irnos a vivir a la Florida, llena de recuerdos novenarios al

venir de España en 1961, y luego casi nos quedamos en el bello New Mexico.

Pero al final, parcialmente porque nuestra hija menor vivía en el encantador y

sofisticado Scottsdale, pusimos nuestro corazón en este interesante pueblo de

montaña, de unos 15,000 habitantes, lleno de jubilados, con un buen hospital,

un pequeño colegio y muchos republicanos, donde encontramos gente, en

general, buena.

En el colegio (universidad de dos años) del condado de Gila ofrecían clases

gratis para los seniors. Aunque pasábamos, en general, dos meses de

primavera y dos meses de otoño en España, era posible tomar clase aunque

nunca uno acabara el semestre. Los instructores son amables y ayudan mucho

a los mayores.

Mis dos primeros semestres tuve como instructora a Annelle Henson, una

señora un poco hippy en apariencia (más bien debería llamarla artista), que

sabía animar y dejarte hacer. Solía hacer demonstraciones de cómo se debía

pintar, o mojar el papel, o qué pinceles usar, y tantísimas cosas más. Me abrió

un mundo casi desconocido para mí. Luego, creo que por otros dos semestres,

mi instructor fue Larry Brown, con un Master en Fine Arts y experiencia

variada en el mundo artístico. Lo más flojo en su haber era la pintura a la

acuarela. Aun así, quizás me enseñó más aún, con clases interesantes y sobre

todo con sus críticas. Hasta me convenció para tomar parte en una exposición

de arte, dónde recibí plácemes. Finalmente, con quienes más clases he

tomado, hasta el presente, ha sido con Jacqui Jeffrey, creo que con dos

Masters en Psicología, no estudios especiales en arte, pero que te deja hacer, te

da mucho material informativo, te aconseja y sugiere, fotografía tus trabajos,

mientras, a la vez, enseña principalmente otra clase a los principiantes.

Ninguno de estos instructores tomaba tu pincel para continuar o corregir lo

que tú hacías. Esto era y es fundamental para mí. Me gusta que me aconsejen;

no acepto que otros toquen mi obra. Pienso que en este último caso no podría

decir que la acuarela era mía, como así puedo presumir. Cada uno, en mayor o

menor grado, me ofreció nuevas posibilidades, me enseñó a ver mejor, a

conocer los colores y variadas técnicas.

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Disfruto cuando pinto, me relajo y vivo en el ensueño y en el recuerdo. En la

clase, los estudiantes, en su mayoría mujeres, hablan de cualquier cosa

mientras pintan usando distintas técnicas pictóricas. Yo, metido de lleno y casi

abstraído en mi cuadro, sigo a veces la conversación. Recibo consejos de

algunos (especialmente de la experta Jimi Stewart) y alabanzas de más, al

igual que hago yo con ellos. La atmósfera de las clases de arte es agradable.

Agradezco en estas páginas la ayuda de Antonio Lacarra, que leyó con

extremada atención mi manuscrito; José Cortés, que me animó y alabó en

demasía, al igual que Pedro Imas y Carlos Gijón; mi hermano Juan, por sus

correcciones y presencia en el libro; Clark Magruder, profesor y artista

profesional, por sus consejos; mi hija Maricarmen, entusiasta siempre de lo

que hago; y Janie, mi esposa, comprensiva y gran animadora. Naturalmente,

reconozco el apoyo de mis instructores cuando pintaba las acuarelas de este

libro.

Finalmente, distraído lector, aquí descubrirás la expresión de un aficionado al

arte, con algunas descripciones aclaratorias. Arte y literatura se unen como dos

actividades del espíritu creador humano. Para añadir valor literario y explicar

mejor la impresión de mis acuarelas, he añadido trozos, especialmente

poesías, de escritores reconocidos. Aquí encontrarás, en una palabra, un librito

ameno con algunas entretenidas y placenteras acuarelas, en el orden

cronológico en que las pinté, y descripciones apropiadas, más o menos

poéticas, sobre la historia de mis pinturas.

Con este pensamiento, te invito a mirar y leer estas páginas.

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Paisaje 1

¡Oh, los comienzos en cualquier cosa!

“Paisaje 1”

A finales de enero de 2007 empecé mi primera clase de pintura. Llegué a la

clase con mi vieja caja de pinturas y pinceles de 1953. Y sin papel. Entonces,

una compañera de clase a quien no le gustaba una acuarela que había hecho,

me la dio y me dijo que podía pintar en el reverso. Era un papel de la

compañía Moulin a Papier d´Arches (fundada en 1492), que me encanta usar.

Y así lo hice.

Tenía un pobre dibujo de una vieja revista tiempo atrás deshojada. Y lo tomé

como modelo. Siempre me gustaron las montañas y los lagos, recuerdo quizás

de mi tierra española, de mis pescas, de mis excursiones, de mis sueños.

Sabía poco, aunque en 1963 en Bradenton, Florida, leí Henry Gasser, How to

Draw and Paint, que me ayudó. Me vino un gran deseo de pintar,

rememorando mi pasado. Y entonces pinté una acuarela de una foto mía de un

viaje en mi Lambretta por tierras castellanas, con papel mediocre y los

utensilios que tenía de joven (la muestro al final de esta sección). Pero cuando

asistí a mi primera clase dirigida por una acuarelista habían pasado unos 44

años de aquel episodio floridano.

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¡Mis recuerdos! En mi pueblo de Lavinia, con mi primo Paco, después de

haber hecho dibujos con varias técnicas y hasta un tebeo sobre El Guerrero del

Antifaz, en julio de 1953, a mis 19 años, hice mi primera acuarela, sin tener

idea de cómo hacerla. El papel (de barba) era de 94g (54 lb) de peso, los

pinceles malos y las pinturas de una calidad mediocre (que, a pesar de todo,

sigo usando y con las que he hecho casi todo lo que aparece en este libro). Por

supuesto que el papel no podía ni mojarse.

Finalmente, después de 54 años, mis sueños se hacían realidad. Estaba en una

clase de nivel profesional. Y poco a poco empezaba…

“No se debe usar pintura blanca ni negra", “el blanco es el papel”, “cuidado

con la profundidad de campo”, “grupos impares en la composición”, “se

puede ´raspar´ sobre la pintura para poner toques de luz”, “el cielo se hace con

el papel mojado”… consejos, sugerencias… todo nuevo, todo interesante.

Y así, en febrero de 2007, surgió la acuarela de la página anterior. Como

utilicé el negro y no se percibía distancia hasta las lejanas montañas, tuve que

usar mucho el agua para reducir lo oscuro; y como las rocas de la izquierda

parecían una mancha sin contornos, raspé para que el blanco semejara la luz y

demarcar así las rocas. El resultado es pobre. Pero es un resultado importante

al ser mi primera acuarela “formal”. Por eso, la conservo. Me ayudó también,

sin duda alguna, para aprender.

Y a continuación mi acuarela de 1963, quizás de un desconocido pueblo

zamorano:

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Paisaje 2

Después de admirar buenas acuarelas de otros, uno se inspira y hace algo, al

menos, aceptable.

“Paisaje 2”

Mi hermano Juan me mandó un e-mail con acuarelas de un artista francés. Y

dos o tres me gustaron. Ésta medio imita una de ellas.

Me atrae la sencilla composición de marzo de 2007, con pocos colores, con

sombras y reflejos suaves y agradables. Pero el cielo carece de personalidad;

sería fácil mejorarlo. Y más contraste daría valor a mi aquarelle del pintor

francés.

El lugar invita a pescar, a bañarse o a descansar bajo los árboles mientras se

prepara una campesina merienda…

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La Franja

¡Remanso de paz y bellos recuerdos de infancia!

¡Sueño de años, revivido y gozado en breve novenario vital, ahora memorado

en fotos y acuarelas!

“¡Oh campo, oh monte, oh río!

¡Oh secreto seguro deleitoso! Roto casi el navío a vuestro almo reposo, huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de quien la sangre ensalza o el dinero”.

Dividí, sin marcas, sólo con una breve tira en blanco, el papel de 140 gr de

Arches e hice en fechas distintas dos acuarelas de mi casa española.

La primera acuarela la hice en marzo de 2007. El resultado fue positivo,

parcialmente por el cariño y la ilusión que puse en mi empeño. Es mi casa y

jardín de una foto tomada el 20 de octubre de 2006, mirando desde el Oeste.

“Despiértenme las aves con su cantar suave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno arbitrio está atenido. Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanza, de recelo”.

“La Franja 1”

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La segunda acuarela es de julio del mismo año. En este caso se ve el lugar

desde el Este, notándose así la entrada del largo garaje debajo de la terraza.

“Del monte en la ladera

por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto. ……………………………… El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cetro pone olvido”.

“La Franja 2”

¿Qué encuentro personalmente de valor en estos dos cuadros?

Fundamentalmente, su gran realismo. Ambas acuarelas muestran el lugar

como realmente aparecía cuando tomé las fotos. La primera, bajo un sol y

cielo típico de la zona, siempre con límpido cielo azul, raramente roto por la

lluvia. La segunda acuarela muestra un cielo infrecuente, con nubes, después

de una suave pero tormentosa lluvia; creo que la foto la hice en octubre de

2004, cuando el jardín ni se parecía a la pintura.

La luz, típica de la región mediterránea, embellece las dos composiciones; y

los colores, los reales de la vivienda, son suaves y agradables a la vista.

Planté los pinos de la parte trasera en diciembre de 1986. Los compré en un

vivero del Estado cerca de Barranda, en mi provincia de Murcia. De los cien

que planté, al paso de los años, se perdieron 14 ó 16. No sé la clase de pino,

pero crecen más rápidamente y más derechos que los pinos carrascos, típicos

de la región. Estos árboles son un elemento importante en la composición de

ambas acuarelas.

Esta casa ha supuesto emocionalmente un volver al recuerdo de mis dos

primeras décadas de vida, y han sido un remanso de paz alegre, lastimado, en

parte, por el comportamiento humano de otros. Quizás por ello cobra aún más

sentido el citado poema Vida retirada de Fray Luis de León, tan querido y

recordado.

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Barn

Annelle, la instructora, nos entregó un boceto de este granero para que

practicáramos. Lo fui dejando, pues no me atraía hacerlo. Pero, finalmente, en

junio de 2007, me sentí obligado a hacer algo con el esbozo.

“Barn”

Y lo que se contempla es lo que hice. Pinté la acuarela en papel de poca

calidad. Al fin y al cabo, era simplemente una práctica para aprender técnicas

de colores, sombras, contraste, cielo y nubes…

Y como no tiro nada, pues aquí está en este pequeño libro. He aprendido así

algo de la importancia del papel. Ya me lo dijo mi amigo Clark: “el papel es lo

más importante para hacer buenas acuarelas”. Él trabaja normalmente con

papel de 400 gr de peso.

También voy valorando la importancia de la experiencia en el campo artístico,

y que si se hace una obra con cariño y entusiasmo sale mucho mejor.

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Mount Rainier

Un parque nacional, por su belleza siempre fuera de lo ordinario y cada uno

con una personalidad y cualidades diferentes, nunca decepciona.

“Mount Rainier”

Mi oftalmólogo regala anualmente un pequeño calendario con fotos

profesionales. El del año 2007 tenía una foto del monte y parque nacional

Rainier, en el estado de Washington, en uno de sus meses de invierno. Me

gustó mucho, con su luna creciente en un cielo suavemente azul y casi sin

nubes. Su nieve, su hermosa pinada, sus reflejos translúcidos e intensos

completan el bello paisaje.

Creo que estos son los valores de esta acuarela de junio de 2007.

“Huyen las nieves, viste yerba el prado,

enriza su copete el olmo bello, humilla el verde cuello

el río, de sus aguas olvidado, para sufrir la puente,

por más que lo murmure la corriente.”

(Luis Carrillo de Sotomayor, Canción)

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Paisaje 3

Está tomada esta aquarelle de un e-mail musical. La hice en octubre de 2007.

“Paisaje 3”

Me encanta esta obra. Cada vez que la miro, como cantaba aquél, me sabe a

poco.

Hay contraste y fuerza en la luz y sombras de este idílico lugar. Una casita así

para el verano, donde poder pescar o pasear en barca, donde descansar bajo la

sombra de los árboles frondosos leyendo o soñando, es un placer envidiable. O

en el invierno, con nieve que apenas se queda en los altos y empinados

tejados, y el lago levemente congelado, con palpitante y crujiente fuego en la

vieja chimenea, es igualmente un encanto y una oportunidad para el ensueño.

Pienso que los reflejos en el agua no están del todo logrados, aunque el lago

aparezca suave e invitador.

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Joshua Tree

Al mirar estos “árboles”, inmediatamente se perciben sus diferencias con

otros. Parecen más bien cactus.

Siempre me gustó esta yuca tan típica en California y Arizona, donde hay

auténticos bosques de ellas. Sin embargo, la razón especial por la que se me

ocurrió pintar este árbol fue en recuerdo de mi cuarto nieto, y el único que

lleva mi apellido.

Joshua nació por el controversial sistema in vitro. Después de varios intentos,

mi hijo David y su mujer Brandy, ambos nacidos en Texas, recibieron esta

bendición.

Para cuando pinté este paisaje (octubre de 2007) ya llevaba unos meses

tomando clase. Usé además de la pintura de acuarela, un marcador negro para

los árboles. Larry Brown, el instructor, me dijo que esto se podía hacer y me

animó a realizarlo así.

Meses más tarde, cuando mi nuera vio la acuarela dijo:

—¡Qué bien, si la tuviera Josh!

En esas fechas, Josh tenía 8 ó 9 meses, pues nació el 21 de mayo.

“Tarde tranquila, casi con placidez del alma,

para ser joven, para haberlo sido cuando Dios quiso, para

tener algunas alegrías…lejos y poder dulcemente recordarlas.”

(Antonio Machado)

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“Joshua Tree”

El Joshua Tree, o yucca brevifolia, pertenece a la familia de las liláceas. Es un

típico árbol del Mojave Desert y las montañas de San Bernadino (en

California) y también del desierto de Sonora (al oeste de Arizona). Es un árbol

muy útil para los animales. Su crecimiento es muy lento, un centímetro y

medio por año. El más alto conocido tiene 13 metros de altura y 900 años de

edad. En primavera echa flores blanco-verdosas. Los mormones en el siglo

XIX lo bautizaron con este nombre en honor del ayudante de Moisés y profeta

Joshua —“Yahvé salva”— o Josué (Jesús, en griego).

Este lugar fue habitado hace por lo menos 5.000 años, primero por la cultura

de los pinto, luego la de los serrano y más tarde por otras culturas.

Joshua Tree fue declarado “monumento” nacional en 1936, y “parque”

nacional en 1994. A una altura de 4.000 pies (en lo que se llama desierto alto)

crecen estos árboles en este parque californiano de unos 800.000 acres. Su

clima tiene menos de 25% de humedad y es muy variado, según las

estaciones.

Considero esta acuarela relativamente fácil. No me costó un esfuerzo

particular.

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Peñíscola

El nombre es una evolución popular del latín “península”. Se le llama “la

Gibraltar valenciana” de la provincia de Castellón en el Mar Mediterráneo, “la

ciudad en la mar” y “la tercera ciudad papal durante el Cisma de Occidente”.

El lugar me fascinaba desde tiempo atrás y su visita no me decepcionó.

“Peñíscola”

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En 1961, después de recoger mi Lambretta italiana de la aduana en Port-Bou,

en la frontera española con Francia, ya metido en el reino de Valencia, vi la

carretera que decía “Peñíscola”. Por fin, mi deseo estaba a punto de cumplirse.

Y vi y gocé de la interesante ciudad, y su recuerdo se mantuvo imperecedero

en mi memoria y en mi corazón.

Entre 1294 y 1307, los templarios edificaron un fuerte en esta península

rocosa, que luego estuvo en manos de la orden de Montesa en el siglo XIV.

Peñíscola es la ciudad del Papa Luna, Benedicto XIII, de 1405 a 1423, donde

está enterrado. Es también la ciudad donde se rodó El Cid, con Charlton

Heston y Sofia Loren de protagonistas, justamente en 1961 cuando yo la

visité. Peñíscola es una vieja ciudad española y hoy día también un lugar

moderno, lleno de hoteles y bungalós, como otros que llenan la costa

mediterránea. Peñíscola es un pueblo en alto, sobre un promontorio que casi lo

cerca el agua, con un castillo-palacio dominante, de casas antiguas en

empinadas y retorcidas callejuelas. Peñíscola es un pueblo pesquero y con

yates de ricos en su horizonte. Peñíscola es calma, sol y azul.

En otro lugar he hablado de detalles sobre Peñíscola. Se podría leer Yo,

Lambretta, en mis escritos de Aconteceres todavía no olvidados. Para mis

clases de cultura española en la Universidad de Texas A&I, en la década de

los 70, usé un poster de la Oficina de Información y Turismo (hasta lo tenía en

mi propio despacho) que me recordaba mi visita a la ciudad.

En octubre de 2007 quise plasmar el poster en una acuarela. Y con gran cariño

e ilusión, así lo hice.

“El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá”. (Rafael Albéniz)

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Paisaje 4

“¡Oh, si bajo estos árboles frondosos se mostrare la célica hermosura

que vi algún día en inmortal dulzura este bosque bañar!”

(Manuel María de Arjona, “La diosa del bosque”)

“Paisaje 4”

Por venir de mi hija Maricarmen, guardé la tarjeta de felicitación por mi santo

en octubre de 2007. Era un óleo de un bello lugar, cuya identidad desconozco.

Y unos días más tarde, con cierta dificultad por la poca calidad del modelo,

hice esta acuarela.

Luz y sombra, y reflejos. Cielo un tanto tempestuoso y nublado, y reflejos.

Pinos y otros árboles en otoño, y reflejos. Los reflejos atraen la vista cuando

se contempla este cuadro.

¿Qué tienen estos paisajes de agua y montaña, azul y verde, que atraen mi

interés? Tengo que frenar mis deseos de pintar más este tipo de fotos casi cada

vez que tengo que empezar un nuevo cuadro. Algo debe haber en mi infancia,

en el tipo de belleza natural que busco, en mi crecimiento y ensueños que

expliquen esto. Quizás esté también en mi educación literaria y religiosa

donde se revele mi atracción hacia este tipo frecuente de espectáculo soñado.

Sin duda alguna, me fascina un paisaje de este tipo; podría pasar las horas

muertas contemplando estas maravillas que Dios y la naturaleza han creado y

donde el espíritu humano se eleva de la obra al Creador.

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Cathedral Rock

Sedona, así llamada por la esposa del primer administrador de correos de la

localidad, es uno de los más bellos lugares del hermoso estado de Arizona.

Sus paisajes, su popular río, su famoso barranco (Oak Creek Canyon), sus

imponentes riscos y monolitos de nombres poéticos, la región de las tierras

rojas y sus innumerables senderos para hacer senderismo son admirados y

conocidos por muchos. Más de cuatro millones de turistas visitan anualmente

esta ciudad de 10.000 habitantes, parte del bosque nacional Coconino.

En Payson, donde vivo de ordinario y he convertido en mi “casa”, un día de

2007 asistí con mi esposa a una especie de feria en el parque de Green Valley,

muy cercano a nuestra casa. Un fotógrafo vendía sus fotos, en general

sencillamente enmarcadas. Una captó mi atencion y la compré con la idea de

llevarla al “lienzo”.

En dos sesiones de noviembre de 2007 hice este paisaje.

La caída del agua en la parte central de la derecha me salió mal, en principio,

pues no le di el ángulo correcto. ¡Cuánto me costó corregir aquello! No es

fácil borrar errores en las acuarelas. No se puede pintar encima para que el

pigmento nuevo tape lo incorrecto. Pero con paciencia y tesón logré mi

intento. Y quedó bien mi trabajo.

Las lejanas, rojizas e imponentes rocas, la vegetación, los árboles, el agua

impetuosa que se desliza e irrumpe entre rocas del riachuelo, la luz y las

sombras están plasmados con realismo y dramatismo.

Este cuadro es uno de mis favoritos. Me pone ante los ojos lo que más admiro

de Arizona, el estado que Janie y yo hemos elegido para gozar los últimos

años de vida. Arizona es un museo de la naturaleza y de la dura grandiosidad

del Oeste americano.

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“Cathedral Rock, Sedona, AZ”

“El mar en su lengua dice al manantial:

—‘¿A qué corren y corren tus aguas si en mí han de parar?’

—‘No importa’—responde la fuente inmortal—.

‘Esas aguas, en nubes y lluvias a mí volverán’”.

(Federico Balart, Diálogo)

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Puerta salvadora

Es una puerta importantísima de mi historia; quizás, la puerta de mi segunda

vida. Ciertamente, es la puerta de la segunda vida de mi padre, y posiblemente

de mi madre.

“Puerta de Villa Herrera”

“Era mi dolor tan alto, que la puerta de la casa, de donde salí llorando, me llegaba a la cintura”. (Manuel Altolaguirre)

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Para entender bien esta acuarela, para entender lo que esconde la puerta y

conocer su historia, es imprescindible leer mi narración “Salvadora”.

Antes de esta acuarela nunca he dibujado ni pintado, aparte de monigotes y

tonterías, nada de memoria de algún valor. Siempre he “copiado”. He copiado

de una foto, o de otro dibujo o pintura. He copiado mirando al modelo que

tenía delante, ya fuera un vaso o unos libros o un florero. He copiado mucho

el bello paisaje que ante mí se mostraba.

En esta ocasión, “copié” mi puerta de mi memoria, de mis recuerdos, de lo por

tantos años oído y vivido en mi interior. La puerta existe. La puerta la he visto

a lo largo de luengos años en la finca y casa de recreo de mi abuelo, luego de

un hermano mío. La he visto tanto y sé tanto de su historia que cuando empecé

mi acuarela sólo miré un pobre e impreciso dibujo a pluma de alguna vieja

puerta de algún ignoto lugar que me podía servir de cierta guía. Todavía

estaba en mis comienzos artísticos; es mi duodécima acuarela desde que

empecé las clases en 2007. Con relativa rapidez la acabé en febrero de 2008.

“Miraba” frecuentemente en mi interior y “veía” la puerta de mis recuerdos

plasmarse lenta y fielmente en el papel sobre la mesa. “Veía” y recordaba su

historia y lo que aquello supuso en la vida de mis padres y también en la mía.

¡Qué ilusión y, a la vez, cierto dolor traer de mi memoria a mi momento

presente un retazo importante de mi pasado!

Mi hija Maricarmen, como quien ha visto la puerta, como quien ha oído de su

historia, como quien ha leído mi “Salvadora”, tiene en su poder mi cuadro

original. No me fue fácil dárselo. Sólo espero que lo guarde siempre como

algo importante de nuestra vida, de nuestra historia.

Era mi dolor tan alto,

que miraba al otro mundo por encima del ocaso”.

(Manuel Altolaguirre)

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Monument Valley

Películas, desierto y rocas monumentales, indios y soldados, películas…

“Monument Valley”

¿Quién no ha oído en famosas películas del gran John Ford dirigiendo a John

Wayne, o en otros filmes, que se decía que la acción se desarrollaba en Texas,

por ejemplo, mientras se veía este famoso lugar de Monument Valley? Por

años deseé visitar este tan recordado parque de la nación navajo, llamado en

su lengua Tse’Bii’Ndzisgaii, entre Arizona y Utah. Cuando en marzo de 2005

mi esposa y yo nos fuimos a vivir a Payson, en el centro de Arizona, pensé

que mi deseado sueño se convertiría pronto en realidad.

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Pasamos día y medio en el lugar viendo todo lo que era posible. Tuvimos la

tarde primera un tiempo un tanto tempestuoso, pero al día siguiente el sol

brillaba entre breves nubes. De cualquier modo, yo hice cientos de fotos con

mi cámara electrónica Nykon D90.

En nuestra visita matinal del segundo día nos acercamos al lugar captado en la

acuarela. Se denomina “Ford Chair”. Según los libros, guías y fotos, John

Ford se sentaba allí en su silla de director para dirigir a sus actores. Tuve

suerte: cuando me disponía a hacer unas fotos, noté que un viejo indio, con su

blanco sombrero y a caballo, estaba en la punta del risco o pequeño precipicio.

Pero sólo hice una, pues casi inmediatamente dio la vuelta a su caballo y

regresó adonde yo me encontraba. Descubrí, entonces, que se alquilaba para

que le hicieran fotos.

Como nota curiosa, medio año después de mi acuarela llevé a mi hermano

Juan al mismo lugar. Juan, que aprendió a montar a caballo cuando estaba en

la academia militar de Zaragoza, se subió luego al caballo a cambio de una

pequeña propina al feliz y pacífico indio.

“El hermano del autor” (Foto: F.D. López)

Este cuadro lo pinté en marzo de 2008 cuando yo tenía en mi haber una

docena de acuarelas. Ciertamente está hecha con amor, deseo de exactitud y

gusto grande para plasmar así un sueño infantil, por tantos años fresco en mi

memoria y corazón.

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Casa de campo

No sé si había visto no hacía mucho algún cuadro del extraordinario Van

Gogh. El caso es que un día de abril de 2008, tomé un trozo de papel de

acuarela de mediana calidad y de forma cuadrada, que no me servía para nada,

y de memoria y sin un plan determinado empecé a practicar con un cielo

parcialmente morado y unos campos de colores y formas variados, a los que

añadí una sencilla casa en la lejanía con granero y árboles.

Sin duda alguna, es una acuarela mediocre, un simple ejercicio pictórico, un

entretenimiento sin especial valor. Pero vuelvo a que no tiro nada…

“La primavera hermosa, bella madre de flores,

viene esparciendo amores con mano generosa, y el céfiro templado

con dulce acento solicita al prado”.

(Pedro Soto de Rojas, La primavera)

“Casa de campo”

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La Alhambra de Granada

“Quién no ha visto Granada, no ha visto nada”, dice un proverbio andaluz.

Granada es La Alhambra. En esta acuarela, en la distancia, se admiran las altas

montañas de Sierra Nevada, parte del sistema penibético, donde se encuentra

el Mulhacén, el segundo pico más alto de España. En el centro, la monumental

e histórica Alhambra, patrimonio de la Humanidad desde 1984, y el apenas

visible Generalife, un poco más alto y resonante con sus múltiples fuentes. Y

en la zona baja, la unión con una de las ciudades más bellas de España.

“La Alhambra. Vista completa”

Un día de abril de 2008, llevé a mi clase una tarjeta comprada en 1960 en

Granada. El tamaño de la tarjeta no permite ver perfectamente los detalles.

Algún compañero comentó que yo tenía buena vista. Y lo curioso es que, una

vez acabé la acuarela, descubrí en casa, entre mis libros, una foto plegada de

La Alhambra, más grande que mi cuadro, idéntica a la pequeña que me sirvió

de modelo. ¡Lo que habría ahorrado de tiempo y vista!

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Una vez acabé la acuarela quedé muy contento por el buen trabajo hecho, y a

disgusto, a la vez, pues no acababa de convencerme del todo la composición.

Por eso, corté la parte de abajo e hice así tres acuarelas, como se ve a

continuación:

Una pequeña, a la izquierda de la vista completa:

“Debajo de La Alhambra 1”

Otra, también pequeña, a la derecha: “Dale limosna, mujer, Que no hay en la vida nada Como la pena de ser Ciego en Granada”. (Francisco A. de Icaza)

cc“Debajo de la Alhambra 2”

Y, la tercera y principal acuarela, como se ve más abajo (Con paspartú y

marco la gozo ya por mucho tiempo en mi despacho).

Esta obra presente es una fotografía por la exactitud de los detalles. Lo cual

me lleva a las dudas que, a veces, tengo de cómo debe ser una acuarela:

¿exacta, con todos los detalles y real como muestra una foto? o ¿una

impresión, lo que el artista ve y cómo capta esa realidad? Posiblemente, ambas

son dos posibilidades y estilos diferentes del acuarelista. Para expresar la

profundidad de campo, como la notamos cuando miramos el paisaje real, una

buena acuarela la muestra mejor y más fácilmente que una foto. Quizás sea

ésta una de las ventajas y valores de la acuarela sobre la fotografía.

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En este sentido, me siento privilegiado, pues hago multitud de fotos,

especialmente en mis viajes, y en ocasiones pinto, tranquila y lentamente,

acuarelas que me dan paz y satisfacción personal. Me falta mejorar ambas

formas artísticas en busca de la perfección.

“La Alhambra de Granada”

“¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había!

…………………………………………. —¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita; los otros los Alixares, labrados á maravilla.

El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía;

el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.— Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:

—Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; darete en arras y dote á Córdoba y á Sevilla.

—Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que á mí me tiene, muy grande bien me quería”.

(Romance viejo)

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Faros

Pensando qué dibujar, la idea de un faro con cierta personalidad me vino un

par de veces a la cabeza. Pero luego pensé: “¿Por qué no varios a la vez?”

Y busqué unos cuantos faros, de distintos estilos y tamaños. Diseñé la forma

de pintarlos y, como relleno, decidí añadir unas aves marinas.

Las gaviotas y el Great Blue Heron son de fotos que hice hace algunos años en

Corpus Christi. Janie y yo íbamos frecuentemente a esa bella ciudad a comer

en Water Street Restaurant, uno de sus mejores restaurantes de pescado.

Después paseábamos por los embarcaderos. El pelícano está sacado de una

foto encontrada en algún lugar que no recuerdo.

En mayo de 2008, disfrutando con los distintos tipos de faros y aves, acabé

esta curiosa y entretenida acuarela.

“Faros”

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En ella:

Un faro, sobre rocas, parece atacado por las olas, como suele ocurrir

frecuentemente.

Otro, en un lugar casi idílico, con un mar pacífico y un sol cegador,

parece casi de cuentos infantiles.

El tercero (Pigeon Point Lighthouse, según hoy he descubierto), es un

sencillo atardecer marino con reflejos en la mar serena.

He visto pocos faros en mis viajes. Sin embargo, habité un edificio, parte del

faro, con unos amigos por dos o tres semanas de veraneo, quizás en 1954:

Cabo de Palos. El “cabo de la laguna” (la laguna es el mar Menor), según su

etimología latina, sobre un promontorio en el sureste de España, en la

provincia de Murcia, tiene una interesante historia: Plinio el Viejo y Avieno

dicen que en el lugar hubo un templo dedicado a Baal Hammon, que los

romanos identificaron luego como Saturno. En el reinado de Felipe II se

edificó una torre vigía como defensa contra los piratas berberiscos. El 19 de

junio de 1815, la marina de los EE.UU. luchó contra esos piratas frente al

cabo durante la Segunda Guerra berberisca.

El faro se comenzó a construir en 1862, y se

encendió por primera vez el 31 de enero de 1865.

Tiene 81 metros de altura sobre el nivel del mar, 50

metros sobre el promontorio al final de La Manga.

Está construido en piedra gris. El 4 de agosto de

1906, el trasatlántico italiano Sirio naufragó frente al

faro.

En 1982, llevé a Janie a este lugar y le hice una

estupenda foto vestida de blanco. Estaba embarazada

de nuestra hija Maricarmen. “Cabo de Palos”

En películas, he visto muchos faros; suelen añadir un elemento dramático

importante y de gran interés. Parcialmente por ello pinté esta acuarela.

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Icy Sunset

Las marinas, los atardeceres, las nubes…son algunos de mis temas favoritos.

¿Por qué no unirlos en una acuarela?

“¡Oh mi amigo el invierno!

Mil y mil veces bien venido seas. Mi sombrío y adusto compañero…”

(Rosalía de Castro)

“Icy Sunset” o “Atardecer marino con hielo”

En junio de 2008, de una foto bastante interesante, hice este difícil cuadro. El

cielo con fuertes tonos rojos, amarillos y azules se refleja en el gélido mar

poblado de témpanos de hielo que derivan en busca de aguas más templadas.

Pero ¡qué dificultades tan grandes para pintar el blanco hielo (que no es

blanco) con las sombras que la luz del poniente crea!

Las lejanas montañas, con su color prácticamente negro, sirven de dramática

división de cielo y mar. La luz y el color son fuertes en esta acuarela.

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Canada Goose

Frente a nuestra primera casa de Payson (nuestro condominio) hay un bonito

lago. La ciudad hizo hace pocos años un parque —Green Valley Park— con

tres lagos, dos medianos y uno grande, con una gran acera alrededor del

último. En este lugar hay también una especie de anfiteatro natural, con un

escenario o tablado para la orquesta o banda. De vez en cuando, especialmente

durante algunos sábados de verano, se oyen conciertos de música moderna. La

gente (parejas y aun familias enteras) se acomoda en sus sillas, tumbonas o

mantas sobre el césped.

El parque ha dado gran valor al pueblo y, en particular, a los condominios que

se alinean frente al lago más pequeño.

Posiblemente sea este parque donde más aves acuáticas (patos, gansos, garzas

y similares) y hasta águilas calvas (el bald eagle, símbolo de los EE.UU.)

invernan o residen en la región. Los gansos están por todas partes, con su

torpe andar, comiendo varias libras diarias de hierba, gusanos, caracoles, etc.,

expulsando una libra o más de porquería o volando bellamente para posarse en

el agua como hidroaviones vivientes.

“Canadian Goose”

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Larry Brown, mi instructor, me dio un día una tarjeta en blanco de papel

acuarela de 300 gr de peso. Comentó que algunos artistas pintaban sus cuadros

en tarjetas que usaban para enviarlas a amigos como si fuera una tarjeta

ordinaria de Hallmark, pero personalizada. Y en junio de 2008 decidí usarla.

En una revista vi la pequeña foto de un ganso canadiense, que me guió

parcialmente para hacer mi acuarela. Este ganso es un ave hermosa con la

cabeza y cuello negro, roto por una franja blanca. Pesa hasta 9 kilos y vive

unos 20 ó 25 años. También es un animal molesto y algo agresivo que, a

veces, ataca al descuidado transeúnte, sobre todo si protege su nidada.

Cuando miro en una pared de mi casa mi pequeña acuarela de unos 10 x 15

cm recuerdo los paseos con Janie por el popular parque de Payson donde se

ven escenas como ésta de mi foto por los alrededores del lago.

Foto: F.D. López

“¿El pájaro? ¿Los pájaros?

¿Hay sólo un solo pájaro en el mundo que vuela con mil alas, y que canta

con incontables trinos, siempre solo? ¿Son tierra y cielo espejos? ¿Es el aire

espejo del aire, y el gran pájaro único multiplica

su soledad en apariencias miles?”

(Pedro Salinas)

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My Payson Condo

Mi casa es mi castillo. Mi castillo, con sus escaleras, sus buenas vistas, sus

amplias habitaciones, sus anchos terrenos y “foso” de agua cerca. Pero mi casa

no es mi castillo con jardín privado ni aislado e independiente. Mi castillo es

un condominio, según se llama en EE.UU., o un adosado de dos pisos, según

se dice en España.

Aun así, mi casa es mi castillo donde me siento libre y seguro para hacer lo

que me plazca, con permiso de mi esposa, claro.

Pero no es foso de agua lo que rodea mi castillo. Es más bien un pequeño lago,

despejado y calmoso, sin obstrucción alguna, a ocho o diez metros de la pared

posterior de la casa. Es un lago donde se puede pescar, como hacen muchos

del lugar y algunos turistas. Es donde más patos y gansos nadan en la zona,

que distraen la vista y alegran el espíritu.

“My Payson Condo”

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Había tomado esta foto quizás el otoño anterior a julio de 2008 cuando hice la

acuarela. Los colores son claramente otoñales y multitud de hojas se esparcen

por el césped, siempre verde y regado con agua del mismo lago.

Los patos, Mallard en su mayoría, se acercan al agua, fuente de alimento y

placer.

Cambié un poco el color de la vivienda. Sobre todo, los dos balcones son de

un color de madera roja (como en redwood americano), como eran cuando

compramos nuestro encantador “castillo”.

Nuestro condominio es el que está medio enmarcado por dos pequeños abetos

(o, quizás con más precisión, unas piceas) cónicos y lentos al crecimiento. Por

ello, desde el salón vemos el lago y el paisaje distante, hasta parte del Rim, sin

obstáculos. Es una vivienda interior de las cuatro que forma el edificio.

Hice esta acuarela (y anteriormente fotos del lugar) como recuerdo perenne de

una casa que fue nuestra por parte de nuestra vida, y que aún lo es, aunque nos

hayamos ido a vivir a otra. ¿Por qué no recordar los lugares de nuestro vivir y

soñar, de nuestros amores y quizás tribulaciones? Esta casa, como la anterior

española en varias acuarelas de este libro, ha sido nuestra morada y el lugar de

nuestra historia humana en el estado de Arizona.

“¡Beato sillón! La casa

Corrobora su presencia Con la vaga intermitencia De su vocación en masa A la memoria. No pasa Nada. Los ojos no ven,

Saben. El mundo está bien Hecho. El instante lo exalta

A la marea, de tan alta, De tan alta, sin vaivén”.

(Jorge Guillén)

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Atardecer de mar

¿El más bello momento del día, agua infinita, nubes…?

“Atardecer de mar”

Entre algunas fotos propias o llevadas a la clase por la instructora, Jacqui

Jeffrey, elegí ésta. No tengo idea de qué lugar es. Pero me gusta el atardecer.

Cuando acabé esta acuarela, el 24 de enero de 2009, pensé que sería menos

difícil, pues ya llevaba algunos paisajes en mi coleto. Pero tantos claros y

oscuros, con anaranjados, amarillos, azules… delimitando o mezclando sus

perfiles, tantos reflejos del cielo sobre el mar, fueron cada vez más difíciles de

plasmar.

Me he empeñado en aprender a pintar acuarelas, y cuando los amigos o

instructores me sugieren que me matricule en clase de pintura al óleo o acrílica

o pastel (que también se ofrecen en el colegio), digo que lo haré el día que

llegue a ser un maestro acuarelista. Así me dejan tranquilo. Quiero claramente

hacer lo que me gusta. ¡La pintura a la acuarela es tan fascinante! Ya era

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conocida en el antiguo Egipto y alcanzó su máxima popularidad en los siglos

XVIII y XIX.

A los 17 años, con mi primo Paco, en nuestra última etapa de dibujos de

varios estilos, probé a hacer acuarelas, aunque entonces no tenía la menor

idea. Hice tres acuarelas: la primera, de mi pueblo, mirándolo desde Torre

Azul, la casa de mis tíos, hoy parte del pueblo; la segunda, de un cóndor cuya

foto está en el Espasa, que mi tío tenía completo; y la tercera, de la pequeña

rosaleda junto al aljibe con una niñita en bragas. Las dos últimas no salieron

mal, pero no valen nada: el papel de barba de hace 60 años no servía para

pintar a la acuarela. Además, ni siquiera me había dado cuenta completa que el

agua era un ingrediente fundamental para esta técnica pictórica, a pesar de que

“pintar a la acuarela” quiere decir pintar usando “agua”. Estos cuadros fueron

lo último que pinté junto a mi primo en aquella época de primera juventud.

Un paréntesis se cerraba en mi vida. Quedó en mí, sin embargo, el deseo y un

impreciso propósito de algún día aprender a pintar acuarelas.

“¡Qué miedo el azul del cielo! ¡Negro!

¡Negro de día, en agosto! ¡Qué miedo!

¡Qué espanto en la siesta azul! ¡Negro!

¡Negro en las rosas y el río! ¡Qué miedo!

¡Negro, de día, en mi tierra —¡negro!—

sobre las paredes blancas! ¡Qué miedo!

(Juan Ramón Jiménez, Trascielo del cielo azul)

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Seascape

El mar. El mar con una casucha para los aperos de pesca, un pequeño y

navegador barco, un bote en el que moverse por los alrededores, gaviotas,

casas en la distancia junto a las dunas o colinas… Estampas así dan paz al

alma y la sonrisa aflora a los labios.

“Seascape”

Los reflejos de postes, barcos, casa…embellecen la acuarela de febrero de

2009. Hay contrastes logrados, luz y sombras, y azul. ¡El azul del mar y el

azul del cielo! ¡Qué bello el azul si se logra!

Mi amigo Clark Magruder, artista profesional y profesor jubilado de nuestra

universidad tejana, aunque él no se considere acuarelista, hace magníficas

acuarelas. Clark es un gran artista. Un día, mientras yo hacía esta marina, y

como excepción la retocaba en mi casa mientras él pintaba otra acuarela, me

dio algún consejo, a pesar de su parquedad en explayarse sobre temas que

pueden insinuar sus talentos. Los tonos varios en el sombreado de la casa de

aperos marinos los logré o mejoré por sus consejos.

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Fue agradable pintar junto a un artista profesional. Me sentí especial. Y la

compañía durante la expresión artística profundiza el sabor de la creación. Por

esto, creo, me gusta asistir a clase en el pequeño colegio del pueblo, pues

raramente pinto a solas o en mi casa. La compañía me ayuda o estimula.

Esto me dice que mientras pueda ir a este colegio, seguiré pintando, seguiré

aprendiendo, seguiré gozando en la creación artística, en algo tan profundo y

grande que nos acerca a Dios, el Creador por antonomasia.

“Si mi voz muriera en tierra,

llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana

de un barco bajel de guerra. ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela!”

(Rafael Alberti)

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Delicate Arch

En la piedra arenisca, de color salmón y amarillento, la erosión de los siglos

ha creado un bello arco. La debilidad progresiva de uno de sus lados le ha

dado su significativo nombre.

“Delicate Arch”

En el viaje de mi hermano Juan a los Estados Unidos en octubre de 2008 lo

llevé a mi parque nacional preferido: Arches. Ya había estado allí

anteriormente con Janie y nuestras hijas; lo pasamos bien y me prometí

volver.

En la fecha que menciono, Juan y yo hicimos algo un tanto duro para nuestra

edad. Yo había visto el Arco Delicado antes pero desde muy lejos. Esta vez, él

y yo subimos el altísimo camino, la mitad de pura roca, durante una larga hora

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de continuo ascender. Al llegar arriba, el espectáculo no nos desilusionó.

Estuvimos a dos pasos del famoso arco (no quisimos acercarnos a tocarlo),

con ocho o nueve turistas jóvenes y un par de cuervos grandes, típicos por

muchas partes de USA, a quienes parece gustarles aparecer en fotos sin

asustarse de los turistas (consiguiendo así unas migajas a ellos arrojadas).

Lógicamente, hice muchas fotos del arco, algunas con cuervos. Y, luego,

seleccioné ésta para pintarla.

En un par de sesiones de febrero de 2009 hice la acuarela. Puse ilusión y

buena técnica. El color de la piedra con la fuerte sombra, en la lejanía las

montañas nevadas, con las alturas intermedias que caen desde el arco y

vuelven a subir, muestran bien la profundidad de campo de la vista

panorámica.

Arches es un lugar con una interesante historia: en abril de 1929, el presidente

Herbert Hoover designó la zona como

“monumento” nacional. En noviembre de 1971,

el Congreso lo declaró “parque” nacional,

reconociendo más de 10.000 años de

historia cultural que floreció en este

famoso paisaje de más de 2.000 arcos y otras

formaciones rocosas de arenisca de gran

interés. La erosión y otros acontecimientos

geológicos han formado este parque situado

en el desierto alto entre 1.344 y 1.860 metros

sobre el nivel del mar.

De la civilización ute encontramos

petroglifos, sobre todo de caballos,

Foto: F.D. López

de 1775, cuando los misioneros y conquistadores españoles cruzaron la zona.

La primera huella escrita de un europeo pertenece a un trapero francés-

americano que escribió: “Denis Julien, junio 9, 1844”. Más tarde, hacia 1898,

John Wesley Wolfe, en busca de oro, estableció un rancho donde vivió con su

familia por unos 10 años, conocido como “Wolfe Ranch”. Queda la casa en el

Salt Wash, justo al principio del sendero que sube al Delicate Arch.

Mi hermano y yo pasamos frente a la casa, y casi una hora más tarde llegamos

al lugar pintado en la acuarela, tan llena de agradables recuerdos.

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Barca en la calma

La calma de un amanecer en un lago nebuloso y la soledad silenciosa de una

barca desierta que espera al tranquilo pescador es una imagen suave que da

paz. El azul incipiente del cielo se refleja tenue en el agua plácida.

“En ti estás todo, mar, y sin embargo,

¡qué sin ti estás, qué solo, qué lejos, siempre, de ti mismo!

Abierto en mil heridas, cada instante, cual mi frente

tus olas van, como mis pensamientos, y vienen, van y vienen,

besándose, apartándose, en un eterno conocerse,

mar, y desconocerse. Eres tú, y no lo sabes,

tu corazón te late, y no lo siente… ¡Qué plenitud de soledad, mar solo!”

(Juan Ramón Jiménez)

“Barca en la calma”

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En junio de 2009 hice esta serena acuarela. La parte del bosque brumoso me

resultó particularmente difícil, a pesar de haber hecho varias pruebas para

conseguir ese efecto. El vago reflejo de la maleza y el más definido y claro de

la barca añade un toque de realismo y valor a la pintura.

Ya te vemos dormida.

Tu barca es de madera por la orilla. Blanca princesa de nunca.

¡Duerme por la noche oscura! Cuerpo y tierra de nieve.

Duerme por el alba, ¡duerme! Ya te alejas dormida.

¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!

(García Lorca)

¡Hay sosiego y silencio en la contemplación de “Barca en la calma”! Y paz del

alma en la soledad.

Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma. ……………………. Tú, verdad solitaria,

transparente pasión, mi soledad de siempre, eres inmenso abrazo;

el sol, el mar, la oscuridad, la estepa, el hombre y su deseo,

la airada muchedumbre, ¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día; en ti, mi soledad, los amo ahora.

(Luis Cernuda)

¡Una barca! Una barca solitaria, en un mar desconocido o un lago en calma,

yo remando tranquilo y solo, pensando sin prisas ni agobios… Poder entonces

decir con el poeta: “a mis soledades voy, / de mis soledades vengo, / porque

para andar conmigo / me bastan mis pensamientos” (Lope de Vega). Una

barca solitaria…

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Paz campestre ante la lejana tormenta

Esta acuarela de junio de 2009 recuerda el campo y su vivir tranquilo,

mientras a lo lejos una tormenta cruje con potente y peligroso centelleo.

“Paz campestre ante la lejana tormenta”

Los tonos amarillentos de los cereales con los árboles verdosos que los cruzan

completan el cuadro y avivan la existencia pacífica de los moradores de la

solitaria y escondida vivienda.

“Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿A dónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero…

—La tarde cayendo está—“.

(Antonio Machado)

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Rememoro mi infancia. Entonces se plantaban cereales por Villa Herrera.

Veíalos segar y llevar a la era. Veíalos trillar en alegres e infantiles vueltas.

Veíalos aventar y en los atrojes depositar. Veía mulas tirando de carretas en

dirección a la vivienda. Y hoy veo mi historia en esta suave acuarela. Entonces

la vida era serena, quizás sosegada. Y del campo las mieses contemplaba y las

frutas en los árboles. Y si había una tormenta, “creo” había que decir para

protección eterna.

Cuando era joven, al ir de caza a lugares plantados de cereales, las codornices

se escondían y alimentaban de la siembra. Y varios cazadores juntos, con

perros, disfrutaban en aquellas horas cinegéticas.

Felices campos amarillentos que hablaban de verano, de vacaciones del

colegio, del dolce far niente. Y junto a esto, de muy joven, buscaba con mis

hermanos y primos el lugar apropiado del baño. Gracias a mi abuelo Juan y a

la suficiente lluvia de unos breves y lejanos años, teníamos la balsa grande de

riego llena de agua, que entraba y se desbordaba por el pequeño aliviadero.

“Dichoso aquel que, alejado de negocios…, desasido de todo interés, labra con sus bueyes los paternos campos. Su gusto es bien ayuntar la vid adulta a los crecidos álamos, bien contemplar cuál pace desparcida, en el angosto valle, errante y mugidora su vacada; ora poda el estéril ramo e injiere el ramo fructuoso; ora coloca en orzas nuevas la miel que exprimió o bien trasquila las ovejas febles”.

(Horacio, Beatus ille)

Esta estampa, rara hoy día, vive en el recuerdo y en imágenes como la de mi

acuarela.

Por el campo tranquilo de septiembre,

del álamo amarillo alguna hoja, como una estrella rota, girando al suelo viene.

(Luis Cernuda, Deseo)

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Mikonos

¡Qué bellas e interesantes son las islas griegas! Lo mediterráneo, el blanco, el

azul…las flores, las calles estrechas y las tiendas…las embellecen. Y así pasa

con Mikonos.

“Mikonos 1”

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Con Princess Cruises, en el trasatlántico Ruby Princess, hicimos un gran

crucero por el Mediterráneo. Salimos de Venecia y en pocos días llegamos a

Mikonos. El día antes, un conferenciante de la línea marítima debía ensalzar lo

positivo de la isla y vino a decir que le perdieron su equipaje con las notas

para la charla pero que en Mikonos no había nada de interés. Sólo había siete

playas (una para familias, otro para gays, otra…), tiendas (todas caras) y poco

más; prácticamente, una isla sin valor alguno. Nada merecía la pena en aquel

lugar, ni tenía idea —dijo— por qué el barco anclaba allí.

No acabé de escuchar la corta presentación. Hasta consideré ir al director de

programas del barco para contarle lo sucedido.

Al día siguiente, Janie y yo bajamos del barco y comenzamos, sin gran

entusiasmo, la visita de la isla. Cada paso que dábamos, cada rincón que

veíamos, cada calle que transitábamos, cada casa que fotografiaba, cada tienda

en la que mirábamos curiosidades o comprábamos algún recuerdo o pequeña

joya o curioso memento…aumentaba nuestro placer en aquella maravillosa

isla.

Y llegamos a una parte con unos cuantos viejos molinos de viento, supongo

antiguamente harineros.

Recordé entonces a un Caballero andante que se lanzaba, lanza en ristre, a

todo galope de su pobre rocín, antes voluntarioso y quizás fuerte, ante el

peligro de los desaforados gigantes, para hacer batalla con ellos. Y en la

distancia, atrás y asustado, el realista y fiel escudero esperaba y contemplaba

alineados los temerosos y conocidos molinos. ¿Son éstos —me dije evocando

en esos momentos— los molinos que tenemos ante nuestra sorprendida

mirada? ¡Molinos griegos…molinos castellanos! Las similitudes de los

pueblos mediterráneos muestran la hermandad de nuestras culturas.

Contemplo en fila los molinos enfrentados a mi cámara fotográfica —en ristre,

podríamos decir— que se prepara para conquistarlos y cautivarlos luego en la

cárcel de mi ordenador.

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“Mikonos 3”

Y contemplo también el Mediterráneo —¡qué bello!— desde el costado de un

molino. Y otra isla en la distancia.

“Mikonos 2”

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Yo creo que pasamos un par de horas, entre otros turistas, haciendo fotos,

contemplando las vistas, admirando el claro mar y el límpido cielo

mediterráneos. Y disfrutando con el ambiente y el encanto de la popular isla

helena.

Dimos una gran vuelta y, cansados, paramos para tomar un refresco en el

típico café donde un curioso pelícano se paseaba entre los turistas y,

finalmente, se metía en la vivienda como si allí viviera de ordinario.

Estas tres pinturas las acabé, la primera en febrero de 2010, la segunda y

tercera en marzo del mismo año.

Tengo muchas fotos más de lugares interesantes de esta isla para, algún día,

quizás, hacer más acuarelas. ¡Y dijo aquél que Mikonos era una isla sin interés

alguno!

“—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento…

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar en fiera y desigual batalla… Y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante…” (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, VIII).

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Tormenta

En la soledad de la montaña o del desierto, una tormenta fuerte y auténtica,

con rayos cercanos, impresiona hasta la sorpresa y el miedo.

“Tormenta”

En Heber, pequeña comunidad del centro-este de Arizona, hay un rústico

restaurante famoso, especialmente por sus hamburguesas. Después de años de

oír del lugar, un día de 2008 entramos en Red Onion.

Pedimos nuestra gran hamburguesa, salivando en anticipación la comida que

ya no degustamos con la frecuencia de lontanos años pasados. Hoy día se nos

insiste mucho en comer menos carne “roja”, pues la carne de ternera no es tan

sana. El colesterol y otros graves males acechan al despreocupado. Y mientras

esperábamos, mirando alrededor de la gran habitación, casi la mitad de aquel

sencillo restaurante, mis ojos se posaron en un cuadro interesante.

Es una magnífica acuarela (todavía sigue colgada en el mismo lugar). Me

impresionó y tomé una foto de ella.

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Estábamos acabando de comer cuando pronto oímos un fuerte ruido sobre el

tejado del establecimiento: una fuerte granizada caía unida a un poco de agua.

El granizo era de tamaño de canicas, de lo más grande que he experimentado

en mi vida. Y caía, y esto fue lo peor, encima de nuestro coche, al igual que en

otros muchos. Sólo pudimos hacer alguna foto, como inteligentemente me

sugirió mi mujer. Podríamos necesitar prueba ante la compañía aseguradora

del coche. En efecto, pocos días después vinieron a inspeccionar nuestro

vehículo y días más tarde nos llegó un buen cheque por los daños sufridos,

después de descontar nuestra cantidad deducible.

Recuerdo la aventura cuando miro mi Tormenta.

Cuando empecé a medio copiar aquella acuarela, decidí invertirla

completamente. ¿Era así no copia o menos copia de la obra de un artista? No

lo sé. Lo que sí sé es que esa fue una decisión que me trajo complicaciones y

dificultades enormes mientras pintaba mi cuadro. Todo (árbol y arbustos,

jinete y caballo, nubes, rayos…) lo veía a la inversa. Tenía, sin embargo, que

forzar mi mano y casi mi instinto para pintar aquella acuarela. En febrero de

2010, en dos sesiones, creo, la acabé.

Me parece una gran composición, que se debe al acuarelista original, cuyo

nombre recordar no puedo, pues no lo aprendí: dramática, atractiva,

contrastada. Es una de mis obras favoritas.

“Yo vi del rojo sol la luz serena

turbarse, y que en un punto desparece su alegre faz, y en torno se oscurece el cielo con tiniebla de horror llena. El austro proceloso airado suena, crece su furia, la tormenta crece,

y en los hombros de Atlante se estremece el alto Olimpo y con espanto truena; mas luego vi romperse el negro velo

deshecho en agua, y a su luz primera restituirse alegre el claro día,

y de nuevo esplendor ornado el cielo miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera

igual mudanza a la fortuna mía?”

(Juan de Arguijo, La tempestad y la calma)

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Crater Lake

Hacia 1994, en verano, Janie, Jennifer, Maricarmen y yo subimos desde el sur

de California por la costa hasta llegar al único parque nacional que tiene

Oregon. Está situado en la parte sur del estado y a unas 100 millas de la costa

del Pacífico. ¡Qué bello es este parque!

Hace 7.700 años, un antiguo volcán en el posteriormente denominado Monte

Mazama sufrió una erupción increíblemente grande. La caldera se formó

después que casi 1.700 metros del volcán se colapsara. Y se convirtió en un

profundo, azul y cristalino lago, de 8 km de diámetro y paredes de 600 m de

altura sobre la superficie, con cerca de 18 millones de metros cúbicos de agua

dulce. Es el séptimo lago en profundidad del mundo y el primero de EE.UU.,

con 597 m. La lluvia y más de 13 m de nieve anual, menos la evaporación y la

filtración, lo mantienen a ese nivel.

En su interior y zona oeste, en la Wizard Island, existe otro pequeño y

puntiagudo cráter de 90 m de diámetro y 27 m de profundidad, también

extinto pero seco en verano. A este cono de carbonilla de 233 m de alto, se

puede subir tras un ascenso lento y peligroso. Así lo hicimos después de la

primera etapa del paseo en barca. Yo tiraba físicamente de Maricarmen, de 11

ó 12 años de edad. Nunca habíamos estado tan cerca de un volcán y, en esta

ocasión, estábamos dentro de dos cráteres a la vez.

John Wesley Hillman fue el primer europeo que vio lo que llamó “Deep Blue

Lake” el 12 de junio de 1853. Antes del nombre actual se le llamó Blue Lake

y Lake Majesty. En su interior hubo un árbol en posición vertical flotando a la

deriva por más de 100 años a quien se le denominó “el viejo del lago”.

Bajar al lago no es tarea fácil. Hay que zigzaguear una milla larga por una

muy inclinada senda. Cuando se llega a la orilla del lago, se puede hacer la

interesante excursión que te lleva al embarcadero del pequeño cráter y luego

continúa dando una gran vuelta por el hermoso lago, pasando cerca del

“castillo” natural de rocas, más bien un barco fantasmagórico, que se refleja

en la increíble profundidad acuática, llamado Phantom Ship.

En el lago, sin afluentes ni desagües, han echado peces; hoy día hay cuatro

especies. En 1902, este bello lugar, con sus alrededores, fue hecho parque

nacional.

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Profundo y redondo el paso de los años

transformó, y clara e impresionante

la vista goza su azul,

el fantasma de su barco rocoso y su mágica isla,

y su caldera por la nieve invariable y la evaporación.

Crater Lake es perpetua presencia

de original belleza.

“Crater Lake”

En enero de 2011 hice esta acuarela de una foto que encontré. Por años, tuve

en mi despacho de la universidad una foto mejor de este lugar, que me hubiera

gustado más pintarla. De cualquier manera, Crater Lake ha permanecido por

mucho tiempo como un lugar muy especial en mi memoria.

Valoro especialmente esta acuarela por mi recuerdo. Y por su sereno azul.

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Paisaje otoñal

¿De dónde saqué la foto, modelo de esta acuarela? Quizás de algún e-mail,

pero no estoy seguro. No tengo ninguna información sobre el lugar. Algún día

quizás lo sepa mientras conduzca por esta carretera gozando de la belleza del

lugar. Por ahora, me gusta pensar que es un paisaje canadiense.

“Las nubes y los árboles se funden y el sol les trasparenta su honda paz. Tan grande es la armonía del abrazo,

que la quiere gozar también el mar, el mar que está tan lejos, que se acerca,

que ya se oye latir, que huele ya”.

(Juan Ramón Jiménez, Su sitio fiel)

“Paisaje otoñal”

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No hay duda que es un paisaje otoñal. Parece un lago rodeado por montañas

llenas de pinos y otros árboles. En febrero de 2011 pinté esta acuarela con

colores naranja, verde y gris fundamentalmente. Y, como casi siempre, el azul

del cielo y del agua.

Cuando lo contemplo hoy, pienso que debería tener más contraste, tonos más

fuertes y oscuros; quizás le falte dramatismo.

No para ver la luz que baja de los cielos,

incierta en estos campos,

sino por ver la luz que, del oscuro centro de la tierra,

a las hojas asciende y las abrasa.

Yo no he salido a ver la luz del cielo

sino la luz que nace de los árboles.

Hoy lo que ven mis ojos

no es un color que a cada instante muda su belleza,

y ahora es antorcha de oro,

voraz incendio, humareda de cobre,

ola apacible de ceniza.

Hoy lo que ven mis ojos

es el profundo cambio de la vida en la muerte.

(Francisco Brines, Otoño inglés)

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Reflejos

Reflejos… ¿de qué? ¿Qué lugar es éste? ¿De dónde es la foto que gustó a mi

esposa y me instó a transformarla en una acuarela? Una incógnita que quizás

nunca descifre, pero que tampoco es particularmente importante.

Lo que sí tiene interés en esta pequeña historia de una de las actividades más

gozosas de mi vida de jubilado es que, aunque tuve que insistir una y otra vez

para dar más contraste al cuadro, es una de mis acuarelas mejor logradas, si se

me permite mi posible falta de modestia.

¿Me gustaría pasearme en barca por ese suave río, terso y plácido como un

cristal, o más bien sentiría cierto desasosiego por su oscuridad y soledad, a

pesar de esas casas en un apartado bosque que parecen abandonadas?

Pienso que su valor está en los contrastes (luz y oscuridad), en los reflejos

bien logrados y en el dramatismo del cielo.

“Reflejos”

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En marzo de 2011, unos días antes de irnos a Europa (viaje por carretera,

crucero desde la Florida, luego Scotland y España), hice esta acuarela sin gran

entusiasmo, parcialmente por estar ocupado con los detalles y problemas

normales de la compra de una casa.

No sé por qué pero a mí me trae a la mente esos paisajes de la India que se ven

en las películas antiguas de Sabú. Claro que las casas del cuadro no se acercan

en absoluto a esa sugerencia. Si supiera qué lugar es éste, quizás el hechizo y

la evocación impalpable en mi espíritu desaparecerían.

Pensando en el nombre dado a esta acuarela, veo también “reflejos” en otros

campos y situaciones:

Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas.

No eres responsable de la cara que tienes; eres responsable de la cara que pones.

Todos los rostros del mundo son espejos. Decide qué rostro llevarás por dentro y ese será

el que mostrarás. El reflejo de tus gestos y acciones es lo que proyectas ante los demás.

Las cosas más bellas del mundo no se ven ni se tocan, sólo se sienten con el corazón. Solo la naturaleza, mi alma en el silencio de Dios y yo.

Nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con otros.

La mitad de la belleza depende del paisaje;

y la otra mitad de la persona que la mira (Hermann Hesse). Fácil es admirar una luna llena. Difícil es ver su otra cara. Fácil es cometer errores. Difícil es aprender de ellos. Dar sin pensar en recibir nada a cambio.

¿Qué refleja mi persona sin mi espíritu en calma?

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Home

¡Mi segunda casa en Arizona! ¡Mi casa definitiva, espero, en este pueblo de

Payson!

Cuando empecé a pintar acuarelas en 2007, mi primer deseo fue pintar la casa

de mis amores, construida según nuestras ideas y deseos en un lugar preparado

y soñado por décadas y luego disfrutada por casi 9 años: la casa de La Franja.

La segunda casa que pinté a la acuarela fue el condominio en que hemos

vivido los últimos seis años.

A finales de junio de 2011, al regresar del largo viaje, ocupamos la casa objeto

de mi último cuadro. El 27 del mes nevó 15 ó 20 cm. Entonces subí hasta la

casa, que da por dos lados al Tonto National Forest, e hice unas fotos del

nuevo lugar. Inmediatamente, decidí que una de esas fotos se convertiría en

una acuarela.

Las clases del semestre de otoño en Gila Community College empezaron a

finales de agosto. En las dos primeras clases (30 de agosto y 1 de septiembre),

de casi dos horas cada una, hice con sumo cuidado, lenta y detalladamente,

por tantos ángulos y líneas, el dibujo a lápiz.

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En las dos clases siguientes (6 y 8 de septiembre), sin prisas, como suelo

trabajar, hice lo que se ve en esta segunda acuarela. Lo primero fue conseguir

masking fluid, el líquido para tapar superficies donde no se desea poner

pintura alguna en el papel. La botellita que tenía era vieja y le debió entrar

aire; por eso, el líquido se había secado. Una compañera me prestó el suyo.

Con un mal pincel cubrí nubes, algunos espacios de la casa, los arbustos y

sobre todo zonas del pino del primer plano; es decir, todos los espacios que

permanecerían en blanco. Después pinté el cielo y los colores verdes. En la

foto, el líquido seca en tono amarillento, lo cual es una gran ayuda para

cuando se extiende cada pigmento en el papel.

Mientras tanto, la instructora canceló las clases de los jueves y alargó la clase

de los martes a casi cuatro horas. El martes, 13 de septiembre, empecé con el

parsimonioso y entretenido pintar de tantos tonos distintos y, a la vez,

semejantes de la casa y alrededores: los aleros, los tejadillos, los postes, los

barrotes de la baranda, las ventanas con sus varios tonos según la luz, los

adornos, las canaleras, lo verde, la gravilla del jardín ecológico, el garaje más

oscuro, el chinarro de la parte delantera de la casa…

Y sin acabar muchos detalles me fui a casa. Buena oportunidad para que todo

secara bien y luego poner mejor otros pigmentos que tocan a los ya dados, y

poder, una vez más, oscurecer algunas sombras. La pintura siempre seca más

clara que cuando la extendemos sobre el papel.

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Finalmente, el 27 de septiembre llegué a clase planeando acabar mi acuarela,

pues al día siguiente me operaban (no recuerdo por qué no hubo clase el

martes anterior). Entonces, comencé a quitar el masking fluid, a ensombrecer

secciones de la casa y la nieve, a dar más color a los matorrales y detalles al

pino, a terminar los pormenores de los faroles y reloj de la fachada y a

finalizar los pilares de piedra de varios colores, los árboles sin hojas propio del

invierno, otras sombras del pino y arbustos… Y, por último, recibí la

aprobación de la instructora (de otra manera podría sentirse innecesaria, pues

nunca me dijo nada mientras pintaba mi obra) y firmé.

“Home”

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Al llegar a casa, me puse inmediatamente a enmarcar la acuarela. Ya había

elegido su tamaño porque tenía un bello marco completo. Quité la mediocre

reproducción y puse en su lugar mi trabajo. Con tornillos y alambre nuevos

colgué la pintura en el lugar que Janie y yo ya habíamos elegido de antemano.

Nunca hice estas cosas tan rápidamente, si bien hice la acuarela muy

lentamente.

Y al mirarla, pienso que podría mejorarla. ¡Qué difícil saber y decidir cuándo

una acuarela está totalmente acabada! Pienso que así suele ser en cualquier

obra humana. Todo es perfectible.

Acuarela enmarcada y colgada en el salón (Foto: F.D. López)

Y ahora, mi última acuarela cuelga en el salón de mi última casa, donde he

escrito y preparado este libro.