Libro de Microrrelatos 2010

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Abelardo Martínez García Mis únicos Sanfermines Era a finales de Junio de 1981, tras un largo trayecto en trenes al fin llegamos a Pamplona; ese año al fin vería los Sanfermines, pero no como un turista más, si no como un soldado destinado en Aizoain. El primer día de Sanfermines lo pasé en una garita del Gobierno Militar, carcomido por la envidia de no poder disfrutar de la fiesta; oyendo los gritos, la algarabía del gentío deambulando de un sitio a otro, las charangas y las procesiones de trajes blancos y pañuelos rojos, justo debajo de la garita que me tocaba cuidar; y yo sin poder abandonar el fusil, sin poder mezclarme entre las gentes y empaparme de la fiesta y de la magia de Pamplona. Al tercer día pude salir, de paisano claro está, chateé por los bares de la calle estafeta, mezclado entre la gente, como cualquier otro turista o vecino de Pamplona; bebí, canté, bailé y reí; me mezclé entre las charangas, hice amigos y me sentí como en casa, nunca mejor dicho. Ya no recuerdo mucho más, tan solo el despertarme en el calabozo del cuartel; según me contaron volví de madrugada cantando ¡Viva San Fermín! algo indispuesto, pero feliz, muy feliz. África Álvarez Valero Mañana de julio Me he despertado con el alba. Hoy es el primer encierro. Quedan pocos minutos para que esto empiece y la adrenalina va apoderándose poco a poco de mis músculos. En la piel siento el frío irracional de una mañana de verano y en mis oidos penetra el eco de la gente, las tímidas voces que en un espontáneo crescendo se trasformarán en poderosos gritos. En mi cabeza, un conjunto deforme de sensaciones contrapuestas: nervios, miedo, ilusión, esperanza, osadía, orgullo... Miro al suelo y temo que la humedad me juegue una mala pasada (bueno, todos estamos en igualdad de condiciones.) Ya, ya, se abren las puertas. Respiro hondo y miro al cielo... Intentaré llegar el primero... Intentaré no hacer daño a nadie... Ainhoa Arnaiz Tomé Camiseta ¿Recuerdas el concurso del cartel de fiestas al que te presentaste? Ya sé que estabas muy ilusionado con que tu diseño fuera llevado en las camisetas de la gente en un evento tan internacional. Tengo que decirte que haberlo ganado no te hubiera hecho un diseñador más satisfecho, \"camisetareamente\" hablando. La realidad aquí es que la gente se monta su propia estampación en la camiseta, sin necesidad de una representación oficial. La camiseta, en principio blanca, no tarda en tornar multicolor, en enriquecerse y llegar a su máxima expresión artística. No te imaginas la intensidad que imprime la sangría; el rojizo del vino y el naranja-amarillento de las frutas. Y los matices de color arena, orgullosos de tener origen en el revolcón de una vaquilla en la Plaza. Y ese verde hierba rasgado, testigo de una pequeña cabezadita en la Vuelta del Castillo. Y la suavidad del rosado desteñido de la faja. Y el azul del bolígrafo con que me escribieron su móvil dos australianas. Todavía me quedan un par de días que disfrutar en Pamplona, así que te escribo más adelante. Voy a cambiarme de camiseta y a ver que me inspira hoy la fiesta.

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Ainhoa Zuluaga Martín Las campanadas La canción de las campanadas horarias no para de sonar en una aldea de Navarra: “1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril…” todos los días, cada hora, durante 5 minutos desde el 14 de julio del pasado año. Fue una decisión personal del Alcalde, para soportar mejor la pena… La señora del alcalde los escucha desde su casa mientras estira las sábanas de las camas. Pero esta vez es diferente, la canción suena ininterrumpidamente, y entonces se percata de que hoy es 14 de julio: “Maldita canción” piensa cerrando la ventana. Sale a la calle dirección a la iglesia y se sorprende al escuchar los buenos días de sus vecinos. Hacía casi un año que no lo hacían. Cientos de veces le habían recriminado a su marido que la canción tenía que acabar con los Sanfermines… Abre la puerta de la iglesia inquieta: su marido cuelga con la soga al cuello de las campanas que pone en funcionamiento la canción. Corta la cuerda y para la canción. Piensa en el noticiario de mañana: “ el veterano corredor sufrió 23 violentos envites… los mismos que habitantes de la aldea de la que era alcalde..”. Aitor Gonzalez Ostolaza Isiltasuna ISILTASUNA Etengabeko burrunbak bizi gaitu egunotan. Lau egunean amaigabeko festa-zirimola. Lau egun, lau gau, lau entzierro, lau korrikaldi.... Edariak, izotza, merienda... hartu eta bagoaz zezen-plazara bidean. Bakerias txarangari irria eta festa dario, baina gaurkoa ez da ohiko doinua. Ate bat igaro, bestea ere bai, eta barruan gaude jada. Tendido Sieten gure betiko lekua hartuta, lehertzear dago lapikoa. Eguzkiak gogor jotzen du... Jandilla etxeko zezenak ditugu uztailaren 10 honetan. Badakit ondo, bai; gaur goizean euren artean ibili naiz eskapoan. Gaur goizeko korrikaldiko imajinak hartu du nire gogoa. ? Capuchino deabru gorria; zeure begirada izuarekin igaro nauzu ziztuan; odolak soilik ase ahal zuen zure grina... Eta patuak Daniel jarri du zure adarrartean...- Plazan gauden arima oro tente jarri gara bat-batean. Los Incansables-ekoen El Silencio melodiak festa-urruma zurgatu du instantean. Minutu bat iraun du isilaldiak, eternitatearen aldeko harrabotsa bailitzan. Hitzik ez, xuxurlarik ez...; gorputz-enborrak eta ileak zut, zurrun. Inor ez da ausartzen errespetuaren ereserkia hausten. Heriotzak dolua gorde nahi dio bizitzari. Melodia mutuak Danielen irudia marraztu du. Txalo-zaparrada batek mundutartu gaitu zapidunok, gomuta batek eta berak gure arimak ziztatu dituen heinean: isiltasunak soilik lortu du 20.000 nafarrok behingoz ados jartzea. Aitor Iragi Eraul Emociones Ocho menos tres de la mañana. La serpiente multicolor ya está camino de la Estafeta. Segundo cántico. El periódico en la mano, los nervios por todos lados. Un comentario jocoso, para disimular el miedo. Otra vez manos y prensa en alto. Es el último. La tensa espera. Cada cual se acerca a su lugar habitual. Todos en sus puestos, saltos, golpes con el periódico a la pared, todo vale para pasar esos segundos. El cohete. Los saltos, los toros que ya suben. La búsqueda del hueco. La carrera. Miradas hacia adelante y hacia atrás, buscas una salida, todo eso en sólo unos segundos, intensos. Muy intensos. Te retiras como puedes, y ves pasar los toros a tu lado, inigualable momento. Ahí están y siempre hay uno que te mira, desafiante, sabiéndose superior. Por fortuna pasa de largo, sólo te ha avisado. No ha pasado nada grave, el reencuentro, los comentarios, las risas de ver a los guiris asustados con los cabestros de cola, el almuerzo o la cama como siguiente objetivo. Mañana a la misma hora, quizás como colofón a la noche, o empezando una nueva jornada sanferminera. Distintos toros, parecidas emociones.

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Albero Rodríguez Ferrero El teléfono movil al que llama... A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón… pero el Santo estaba fuera de cobertura y tuvieron que ir a buscarlo a casa. Alberto Chara Rosenber "A Pamplona hemos de ir" Dice Ignacio Baleztena Azcárate: \"Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril... cinco de mayo, seis de junio, siete de julio... San Fermín... A Pamplona hemos de ir...\" Y a Pamplona fueron Isabel y Pedro un siete de julio de mil novecientos setenta a pasar la luna de miel y ahora, cuarenta años después y desde la Argentina volverían a Pamplona, para renovar sus votos matrimoniales en la Catedral de Santa María. Aún recordaban con emoción las caminatas por Calderería, los Gigantes, el chupinazo, las corridas de toros, las ferias y las promesas de unión eterna. Isabel y Pedro tenían todo planeado, incluso lo que cenarían para festejar el acontecimiento... Cazuelicas de magras con tomate, Cordero al chilindrón, un exquisito vino clarete y de postre, los sabrosos canutillos. Solo faltaban cinco días para subirse a ese inmenso avión que los llevaría a vivir la magia idealizada durante tantos años, solo faltaban cuatro días... solo faltaban tres días... solo faltaban dos días, solo faltaba uno... \"uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril... cinco de mayo, seis de junio, siete de julio... San Fermín... A Pamplona hemos de ir...\" Alberto Eransus Antoñanzas Desayunando con la Ira Es pronto por la mañana. Todo es extraño, nada permanece igual. Imposible mantener la quietud, divisa de nuestra existencia; cornúpeta soy. No logro encontrar sonidos familiares, ya sentidos. Me habéis importunado al despertarme, tan lejos de mi dehesa, tan cerca de la vuestra. Intuyo el peligro, noto la electricidad que flota en el ambiente, huelo vuestra intranquilidad. Aun así, aquí permanezco pausado, hierático, gallardo, orgulloso. Vuestro nerviosismo espolea la ira que llevo acumulando estos últimos días. Sin duda, hoy tendréis motivos para rezar al santo, no os quepa duda. Tan sólo cabe esperar a que descerrajen la puerta. Será entonces cuando, pobres hombres, notéis en su máximo estado, sin aditivos, qué es desayunar miedo con temor. Fatuos seréis, atómico mi ser .Nací guerrero; hoy no hay tregua ni cuartel. Sin trampa ni cartón, en mi último día, creo obligado atrapar bajo mis astas a los imprudentes, inexpertos de esta carrera, indigentes en la calle de la adrenalina. Quién sabe, quizás algún pasajero me acompañe en esta carrera que nunca retrocede; La barca de la señora quizás necesite voluntarios para bogar hacia otra dimensión Se me hace tarde, el aire acaba de rasgarse, y esto no ha hecho sino comenzar.¡¡¡¡ Shhhhhhhhhiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!!!!!!!!

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Alberto Lopez Perez De Urabayen La Cuesta Recuerdo un día de Mayo. No se el día exacto, que mas da…tal vez fuese Junio, ya no estoy seguro. No se porque entonces me vino a la cabeza, tal vez una foto, un pañuelo rojo, olor a vino, alguna figura de nuestro agote mas famoso, quizás fue solo esa pequeña vuelta, dentro, muy dentro, que se siente en la cuesta, tal vez en el cerebro, tal vez, en el corazón. Vuelvo a ver Ezkaba, el sol bañando toda la ladera hasta el fuerte, a frenética persecución de las golondrinas, alborotando alrededor del Museo. \"No iré…este año no… es peligroso, si me pasa algo…esto es lo mas peligroso…no hay salida…solo paredes…no, seguro, este año no voy…\" Cuando vuelvo a la realidad una sonrisa se dibuja en mi boca…\"dios, que cabeza misto… que no te vuelva a ver el la tele…corre en otro sitio…que tienes que demostrar…ten cuidado…te quiero\". Me aparto para que pasen los chicos de la camiseta verde. Canto sin mirar, canto para adentro. \"suerte…venga chavales…animo…no nos paramos…sube…va, va, va.\" Alberto Mario Martinena Cesca ¿ Qué me sucedió en Pamplona....? Siendo abuelo conocí el terruño de mis mayores en el mes de los “Sanfermines”. Pamplona engalanaba sus calles liberando tradiciones centenarias; reconocía lugares por lo que nos contaba el “Aitona” Francisco acariciando el álbum fotográfico. Me rodeaban bullicios contagiosos donde el lenguaje apenas lo comprendía, además la música y las esperadas corridas taurinas me alzaban emociones. Veía interiormente las sobremesas de mis familiares vascos brindando por la lejanía y humedeciendo sus ojos. Me distrajo alguien que agradeció fuego para encender el cigarro. Sonriendo entre el humo del habano me comentó: “Creo no equivocarme… ¿Eres argentino…? Ahora comprenderás que son estos festivos de coraje punteados por cornamentas de novillos, para después dar gracias a San Fermín. Sé que te lo narraron desde que eras niño… Jamás olvidarás lo vivido un siete de julio, y no dejes de acariciar la tierra de tus mayores… Estrechemos nuestras manos afectuosamente, y que Dios junto a nuestra comunidad te bendiga. Jamás olvides que te saludó el “Aitona” Francisco…” No supe que actitud tomar ante el anciano… Cuando reaccioné se había perdido entre la muchedumbre, solo persistía el aroma del habano. La vida jamás me dio una respuesta de lo que me sucedió en Pamplona… Alberto Munguira Elizondo Barullo El calor y el ruido empezaban a ser agobiantes y las luces de colores destellando en la oscuridad le producían ya dolor en los ojos. Tenía la ropa empapada de sudor y condensación, cerveza y roces y el último trago le había provocado una amarga arcada con regusto a ajoarriero. Salió a la plaza y se sentó en un bordillo, sucio, lleno de vasos de plástico pisoteados. Nubes rosas en el horizonte y una luz indefinida. ¡Coño está ya amaneciendo! ¿Dónde estará la cuadrilla? ¿Todavía en el bar? Intentó recordar lo que había hecho durante toda la noche; había pasado deprisa y tenía amplias lagunas: se acordaba bien del almuerzo y de ver el chupinazo en la tele de la peña; recordaba la paliza que se habían dado pateando todo lo Viejo, beber en muchos bares, de un bocata en el Oinez y de entrar, como todos los años, ya un rito, al bar de siempre y desfasarse de cubatas…horas y horas. De repente le sobresaltó la explosión de un cohete. ¡Mierda! –pensó-. ¡Ya me he perdido el primer encierro! Una mano se posó en su hombro, era Xabier: -¿Qué “Baru”, nos vamos a los fuegos?

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Alejandro Megías Nardoni Pobre de mí Poco antes de medianoche la vi, hermosa, en el medio de la multitud pero sola, como en una nube. Miraba hacia arriba esperando la salida del alcalde, entre todos solo a ella escuche gritar. ¡Gora San Fermín! Baje la vista un momento para sacarme el pañuelo de la muñeca y desapareció. Durante todos los Sanfermines su sombra me persiguió y yo a ella, me pareció verla y perderla muchas veces. Fui feliz allí en Pamplona, pero ni por un segundo olvide sus ojos negros. Mientras bebíamos con amigos y extraños su recuerdo venia a mí. Silencioso y fatal como una flecha. El ultimo día llego, la tristeza del fin acaso fue menor que la certeza de no volver a verla jamás. Como una señal la cera caliente de una vela quemo mi mano y cuando alce la cabeza, allí estaba, entre la gente, igual que antes. Algo irreal había en su rostro, pensé en acércame y decírselo todo. De mis días si ella, de su imagen acechándome por la calles como un fantasma. Ella me miro y comprendí todo. Me detuve, a lo lejos sus labios susurraron “pobre de mí”. La multitud se la llevo, esta ves para siempre. Alfredo Alvaro Igoa Hau faena Hau faena Dagoeneko erraza, oso erraza zen tronpeta, tronboi edota klarineteen aireak dantzatzea. Melodiak nitaz jabetzen ziren, erabat. Oinak gidatzen zizkidaten batetik bestera. Zaporeak ekartzen. Ajoarriero pase bat. Patxaran kitea. Magrak tomatearekin, buelta erdian. Katzu zahato hori!! Karakolak. Karakolak saltsan! Umm! Garagardoa. Garagardoa, goitik behera. Ederra faena. Espagetiak, ezari ezarian. Sangria. Ez dadila falta! Banderillak ozpinetan. - Eta postretarako? Meloiak!! Bi atzapar sendok ene bularrak zukutu zituzten. Hau mina! Belauna dantzan atera nuen. Libre nintzen. Lastozko txanoa eta betaurreko izugarri handiak airean sumatu nituen. Ingurukoen begiradak sastakatu ninduten. Bat-bateko oihua, behin eta berriz errepikatua, belarria lehertuz: - Torera! Torera! Torera! Zaldien patioan bukatu zuen berak. Ate nagusitik, sorbalda gainean atera ninduten. Mexikar txanoa jantzita, eskutan zahatoa trofeo modura. Alonso Carretero Caballero Ochocientos y pico caractéres para otros tantos Se reunieron en el canchal junto a un abrevadero que les facilitó el brindis. Con el alba abandonarían la dehesa. A pocos metros, en las sombras del encinar, los despedían los cárabos con un ulular de vítores a san Fermín. Arriba, en el cielo, la luna les trazaba el camino iniciático. Hijos míos, les dijo Piconero –un semental indultado siete años atrás en la Monumental de Pamplona-, yo conocí la gloria y volví del sueño de la muerte para contarlo. Mañana por la noche, esta misma luna, en los Corrales de la Cuesta de Santo Domingo, será la confidente de los sueños del hombre. Os hablará de algo mágico, de cosas que no sospecháis, pero que os elevará a nuestro Olimpo. Selene os hablará de los siete tramos que deberéis recorrer, del peligro de la curva de Estafeta, de las pasiones y los retos del hombre, de la Fiesta, con sus dos caras de Eros y Tanatos. Ya sois seis héroes, os dirá, porque, conociendo vuestro destino vais a correr hacia la muerte; sólo porque os necesita el hombre para trascender. Yo conocí esa gloria. Mañana la conoceréis vosotros.

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Álvaro Teijeira Sánchez Sydney-Pamplona-Sydney El día 1 de Junio Marcus McSimons natural de Sydney tomó un vuelo Sydney-Madrid vía Hong- Kong que llegó a la capital a las 15:00, hora local. Durante un mes visitó gran parte de la geografía española, incluyendo en su viaje destinos tan dispares como Barcelona, Ibiza y Granada. El mediodía del cinco de Julio se bajó de un autobús de línea en la estación de autobuses de Pamplona. Hizo todo lo que hay que hacer en Sanfermines. Se emborrachó todos los días, fumó marihuana, tomó ácido lisérgico, éxtasis y cocaína. Durmió en el hierbín de la vuelta del castillo con los labios coloreados de baba reseca. Le robaron la cartera, meó en la pared de San Lorenzo y le echaron del recorrido del encierro. Se estuvo enrollando con una americana con un aire a Cameron Díaz hasta que el tío del chaleco naranja y la linterna les cortó todo el rollo y los echó de los fosos. El día 18 de Julio Marcus McSimons natural de Sydney tomó el vuelo Madrid-Londres para tomar después el Londres-Sydney con escala en Bangkok y llegada prevista a las 21:30, hora local. Amaia Ojer Sánchez Mañana es 6 de julio Ya son las once y todavía no he planchado el pañuelo. Doy un trago apresurado a mi caña con limón y dejo el vaso a medias. “Chicas, me marcho. Mañana entonces a las nueve y media”. De camino a casa observo todo cuanto sucede a mi alrededor, con la apasionada minuciosidad de quien ve algo por primera vez. Mi marcha por las calles hoy no es silenciosa. El ambiente heterogéneo es inusual. Cruzo el puente de San Pedro entre carreras de camellos, sirenas y algodón de azúcar. Un grupo de australianos grita “¡guapa!” y yo oculto una sonrisa. Ya estoy en casa. Sobre la silla, doblados con cuidado, un pantalón y una camiseta blanca; y un pañuelo rojo, ahora sí, planchado. Creo que, un año más, hoy dormiré a trompicones. Mañana es 6 de julio. Amaia Vega Díez Pognofobia Tuve que inventarme que me gustaba Hemingway para que el periódico me pagara el viaje a Pamplona. Les dije que iba a escribir una guía gastronómica de arquitectura efímera basada en la figura del escritor; o sea, una guía de pintxos. Así es como conseguí vacaciones subvencionadas para encontrarme con mi novio Asisko, a quien había conocido cuando estuve de vacaciones en la Costa del Sol. Lo que no existe, se crea, yo lo tenía muy claro. Durante siete días recorrimos cientos de bares y, cuando veía la oportunidad, le soplaba a los camareros con mi marcado acento americano que al día siguiente un periodista camuflado del New York Times entraría en el local en busca de pintxos inspirados en la figura de Hemingway. No hay como correr un bulo. Así conseguí el libro que hoy tengo en mis manos y cuya fotografía de portada es El capote de Ernest, un corazón de alcachofa con sucedáneo de caviar y una lámina de tomate caramelizado. Cuando lo veo recuerdo a Asisko, a quien tuve que abandonar porque después de una semana de fiesta su barba era más que inminente. Y yo siempre he odiado a los hombres con barba.

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Amaya Vidaurre Lorenzo San Fermín desde el aire Mi madre nos despertó antes de lo que yo me imaginaba. Me parecía que no había dormido nada. Oí campanas de madrugada, era de día, entonces el bullicio había cesado, sólo adiviné un camión que paraba una y otra vez y ruido de agua, ¿estaban regando? Me asomé, había nubes y hacía fresco pero no llovía. Siempre es así en esta época del año. Hoy frío, mañana calor. Un cohete explotó lejano. Durante toda la noche el ruido había sido ensordecedor, mi madre nos había prevenido, pero nunca imaginé que pudiera ser tan increíble y eso que según ella tenemos suerte porque tampoco vivimos tan cerca del mogollón. San Ignacio, dice, es una calle relativamente tranquila estos días, dice que es más bien una zona de paso. Será de paso pero ¡qué gritos! Cuando pude cerrar los ojos ya había salido el sol. Por eso a todos nos pesaban las legañas mientras desayunábamos. Rápido, decía, que si llegamos tarde no cogemos sitio y no vemos nada. Y comportaros como es debido que es muy bonito. Volamos deprisa desde nuestra secuoya hasta el alero del Palacio de Guendulain, estaba lleno. Cuando llegamos, sonaba \"...es la jota de tu Navarra...\" Ana García López La víspera de LA VÍSPERA No puedo esperar a mañana. Y es que hoy es la víspera de LA VÍSPERA. Queremos medir el tiempo, pero no se deja, se estira y encoge al revés de lo que urgen nuestros deseos. ¡Son estos días previos tan perezosos, tan inmisericordes en su lentitud…! ¡Ah, pero a partir de mañana vendrá la dulce venganza contra las manecillas del reloj! A las 12, puntualmente, la ciudad se despojará de ese aire circunspecto de que hace gala el resto del año. Sí, el cohete es la varita mágica que marca el antes y el después. Nosotros, los de entonces, ya no seremos los mismos y nos sentiremos poseídos por ese espíritu de vecindad universal, primitivo y auténtico, que de repente se apodera de todos. Los Sanfermines tienen ese insólito poder. Atrapados en él, nos dejamos encandilar por su música, sus celebraciones, sus ritos… El escenario, las mismas calles de Pamplona; la gente, la protagonista. Bueno, no siempre es así, a veces algunos preferimos ser comparsa y ver los toros desde la barrera. ¡Nada de sentirlos por detrás! Mañana será el triunfo del “Ya falta menos”. Pero eso será mañana. Ana Iturgaiz Rodríguez El golpe —¡Sube más arriba! ¿No ves que aquellas son las mejores? Llevaban tiempo preparando aquel golpe. Un año entero. Meses de conversaciones, horas de vigilancia y miles de minutos gastados en precisos dibujos. Y había llegado el momento. Su momento. —Cógelas —avisó la que se había encaramado a lo alto de la inusual escalera mientras dejaba caer un paquete que su compañera cogió con habilidad. —Sigue por aquellas. Son preciosas. —¿Éstas? —No, las rubí no, las doradas. Su cómplice le hizo caso y se movió hacia su derecha. —Las tengo. —Baja ya. Tenemos más de las que podemos cargar. Cuando la ágil ladrona estuvo a su lado, se fundieron en un abrazo emocionado. Por fin, por fin lo habían logrado, por fin habían hecho realidad el sueño de su vida. Un sonido en el cuarto de al lado les aviso del peligro. Llenaron sus brazos del fruto de su atraco y salieron disparadas. Pero antes de que llegaran a la puerta, oyeron su grito. —¡Isabel Etxarren! ¡Maialen Santiago! Las personas que paseaban delante de la Iglesia de San Lorenzo se quedaron estupefactas cuando descubrieron al viejo sacristán persiguiendo a dos niñas de unos diez años con los brazos repletos de flores.

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Ana Murillo Martín Cuenta atrás 09:00: revolviéndome entre las sábanas, despertar, ya es día 6, porfín, llamadas, café. 11:00: nervios, sueño, no he dormido bien, champán, tortillas, txistorra, ¿lo tengo todo?, el pañuelo ya en la muñeca, energía, villavesas llenas, sudor, entusiasmo, esto ya parece el txupinazo. 11:50: correr, saludar, balcón, televisión, animación, se nota se siente sanfemín está presente. 11:59: excitación, abrazos, comer, brindar, gritar, euforia, calor. 12:00: explosión, felicidad, copas, exaltación, con una media y un calcetín, pasión, alegría. 12:30 nos vamos de peñas, gente y más gente, bailar, ¡no estamos todos falta Gure!, sol ardiente, ¿habrá intentado ir al baño?, vamos al siguiente. 16:00: comer, beber, gafas de sol, siesta en la hierba, estafeta, vinos, de pinchos, café copa y puro, ambiente en la calle, charanga, vuelta a bailar, atrevimiento, milagro. 19:00 - ¿ya es de día? ¿las 7? ¡mi madre me mata! 21:30 agotamiento, fuente, jarana, suciedad, tengo el culo negro y el pañuelo morado, vuelve Gure ¿ya han pasado 7 horas?, fuegos desde sarasate, cena, más vino, más brindis, más abrazos, más gente. 24:00: oscuridad, bares, gintonics, hablar. 02:00: reencuentros, alegría, verbenas, risas, feliz año a todos. 07:00: sueño, cansancio, espera, churros, andar, esfuerzo, ducha, cama, suavidad, satisfacción, sonrisa, dormir. Ana Patus Fernandino Mi momentico MI MOMENTICO Siete de Julio, 10´30h. Voy caminando por la calle Zapatería, la gente que ya me conoce, me saluda: “animo jotera”. Mi corazón palpita más rápido. Llego a la plaza del Consejo, mis compañeros de la coral están ya subidos en el escenario, todo abarrotado, mas saludos, me animan cariñosamente, yo, me sigo acelerando….Se escucha cada vez más cerca a los gaiteros, llegan los Kilikis pegando de un lado a otro. Aparecen los gigantes, bailan y nos saludan majestuosamente. Representantes de peñas, labradores, hermandad de la pasión,…y nuestro morenico: San Fermín. Se hace un silencio total. Solo se oye el diapasón con las notas que marca el director: glo, glo, glo, glo….primeras, segundas, bajos y tenores. Glorioso San Fermín…., mi corazón se acelera mucho más, mi boca no tiene saliva, bebo agua, pienso que no me va a salir la voz. Siento un gusanillo que me recorre todo el cuerpo, al glorioso San Fermín…..miro a San Fermín, ¡ayúdame, dame fuerzas! …Es la jota de tu Navarra…..acabo la última estrofa y la emoción se desborda, ¡cuántas veces he llorado! Mil aplausos y vivas a San Fermín. ¡Gracias San Fermín por poderte cantar un año más! Andrea Silvana Picón Pertiñez Colores primarios Estaba demorado. Había sido una mañana complicada como pocas. Eran pasadas las 11 y tenía más de media hora hasta llegar al Ayuntamiento. Se mudó de ropa y del primer cajón de la cómoda sacó un pañuelo y lo guardó en el bolsillo, sin prestar demasiada atención. Al llegar apenas alcanzó a escuchar \"¡Gora San Fermín!\". Al menos no se había perdido el grito. Sacó entonces su pañuelo para atárselo al cuello y fue cuando se dio cuenta de la terrible equivocación. El pañuelo era… azul. Se quedó petrificado. También las personas que lo rodeaban. La expresión en la cara de todos era de estupefacción. Las cámaras de televisión y fotográficas rápidamente detectaron la quietud en medio del tumulto, y entonces se supo a nivel nacional. Su nombre y su imagen fueron difundidos en todos los medios periodísticos del país en pocos minutos. Ante el pedido de las multitudes de ponerlo a correr en lugar de los toros, las autoridades no tuvieron más remedio que desterrarlo de Pamplona, para siempre. De nada sirvió que presentara su daltonismo como argumento de defensa.

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Ángel González Palenzuela Extrañeza El pasadizo contenía el instante inabarcable, el núcleo de la emoción, el presente absoluto. La avalancha de los que venían retándose a sí mismos me obligó a zambullirme en su inercia bajo un sordo estruendo; no podía orientarme, no sentía el cuerpo entre imágenes en ráfaga y olores violentos. Los animales, desconcertados, se abrían camino embistiendo al aire y filtrando con el hocico el olor del miedo. Un ejemplar, temible como todos, detuvo su carrera, giró sobre sí mismo y encontró su señuelo: ajeno al alboroto, como absorto en un punto esencial, se quedó impasible frente a mí. “Este Teseo no está para Minotauros”, me dije, al mismo tiempo que, perplejo, me embriagaba por completo una serenidad ancestral, un entendimiento puro, una complicidad nueva distinta al tiempo, ajena a las especies. En el mismo instante la bestia se dejó arrastrar con desgana por la turba desbocada. Volvimos a nuestro tiempo, al misterio presente. En aquel rincón de Pamplona se quedó flotando un aliento de extrañeza acerca de quiénes somos realmente. Ángel Piedras Yegros RIAU-RIAU Intentando superar un largo período de bloqueo creativo, me lancé a la carretera con Fiesta bajo el brazo y el deseo de imitar el recorrido aventurero-literario de su autor. Me recibió el estrepitoso sonido de cohetes, tambores y comparsas que acompañaban al santo, al que llevaban a cuestas en procesión. Ataviado con camisa blanca y pañoleta roja al cuello, me uní a la multitud que inauguraba, loca de contento, la fiesta grande de su ciudad. Y, desde el Ayuntamiento, una voz solemne: “Pamploneses, pamplonesas, ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!” Las calles engalanadas cedían el protagonismo a charangas y pasodobles, para sacar a bailar a jóvenes y mayores, con tanta soltura que no derramaban el vaso de vino. Me encontraba distraído en las danzas, cuando pasó a mi lado un cortejo de gigantes y cabezudos, representando las razas del mundo, mientras los kilikis perseguían a los niños en ruidosa algarabía. Por fin llega el momento del encierro: situado junto a otros valientes, nos disponemos a correr 849 metros de calles adoquinadas ante los toros. Emoción. Cinco, tres, uno: “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Viva!” Antonio Casas Sanchez Soy un cabestro ¿ y qué? Mira que hacernos trabajar un dia como este, y tan temprano. ¿ Ya han abierto? Venga que ahora nos toca a nosotros. Una cuesta. La de Santo Domingo. Pues empezamos bien. Y este guiri por qué se me pone delante. Vale que tenga un porte noble y unas buenas hechuras ¿ pero no ves el cencerro? Que el cumplido se agradece, pero no estoy yo para envestir a nadie. Claro, que si me provocan mucho... Esta es Mercaderes con Estafeta.¡¡ Chisss!! Ojito con esta curva hermanos que más de uno aquí se la pega. ¡Cuánto fotógrafo! ¡Esto si que es glamour! Uno que se ha quedado rezagado. Tu “tranqui” y vente con nosotros que somos profesionales. Uy, uy ese que te ha cogido del rabo.¡Zas! Buen varazo que se ha llevado; que aquí hay que venirse con la lección aprendida. Ya veo el callejón. Un...dos...tres mozos por el suelo y una zapatilla. No os mováis que es peor. Un saltito y listo. La plaza llena hasta arriba. Lo veis, hermanos, lo veis. La arena, la música, el vino, la fiesta. Ahora vosotros a descansar al corral que esta tarde tenéis lío, y nosotros...nosotros unos churros.

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Antonio Díez Núñez Carreras y lágrimas El cielo lloró la mañana del último encierro. Lozano te levantaste cumpliendo con el ritual de vestirte para el culto en un sepulcral silencio. Concentrado saliste a la calle mirando al firmamento que, dando una tregua, permitió al sol atravesar negros nubarrones. Nunca olvidarás los rostros de tensión que advertirse en los demás, más jóvenes que tú, mientras calentabais esperando el sagrado momento. “A San Fermín…” Era el primer aviso. Tu mente viaja al tiempo de los albores de tu juventud evocando los encierros en los que participaste: carreras, caídas, cornadas... El estallido del cohete te devolvió al presente. Era la señal. Ya escuchas el galope, ya sientes que el corazón te sale por la garganta, ya notas tu respiración acelerada; y demostrando una mezcla de temor y osadía, esperas a los astados en el lugar acostumbrado. Abriéndote paso miras a los lados y tu cabeza corre más que tus piernas. En un momento levitas sobre el asfalto y un grito emerge en el ambiente al tiempo que te estampas contra el suelo. El sabor a cobre de la sangre te devuelve a la vida y enjugándote los ojos, sabes que tu tiempo ha pasado. Y lentamente, comenzó a llover. Antonio J.L. Contreras Lerín LA HABITACIÓN 101 21 de mayo de 2010. El sol señala el declinar del día. Al fondo del pasillo se encuentra el reducido comedor de la primera planta. Ya terminó la cena. Junto a él, sonriente y sentada en una silla baja, se encuentra una de sus amigas; lo escucha con atención. \"La primera vez que acudí a los Sanfermines fue aprovechando un fin de semana. Fue por los años cincuenta. Un grupo de compañeros nos desplazamos hasta Pamplona…\" Al tiempo que él se expresaba, los temblorosos movimientos de sus manos, el semblante de su rostro y el tono de su voz acompañaban a sus complacientes evocaciones. Ella seguía sonriente, observando la vida que depositaban en él estas reminiscencias. \"…Otro año, también para los Sanfermines, desde La Mancha, con un 600 rojo y con un amigo, llegamos a la capital…\" Transcurrió una hora y media. Ella se levantó sin perder su sonrisa, al tiempo que le comentaba: \"Posiblemente, esta noche sueñes con Pamplona\". En silencio y con delicadeza desplazó la silla de ruedas hasta la cama de la habitación 101. Poco después, unas luces artificiales y algunos sueños iluminaban el pasillo de la residencia para mayores. Antonio Remirez Remirez Amanece Amanece y un sol de justicia golpea sin piedad mi rostro. Permanezco sentado, sin atreverme a mover mi cuerpo, agotado. Unos tacones que se aproximan y se sientan junto a mí. Oigo que alguien susurra un hola; me esfuerzo y giro el cuerpo para responder y me enfrento, a pecho descubierto, con una preciosa sonrisa. El dolor que recorre mi espalda y mi cuello retiene mi mirada unos segundos en su rostro. No parece tan mayor como aparenta pero viste muy formal: blusa cerrada, falda, zapatos de tacón. Tal vez trabaje en un banco, algunos abren en San Fermín. Ronda los cuarenta y aún es guapa, muy guapa. La sonrisa que me lanza no es de hoy, ni de ayer, esa sonrisa se formó hace años cuando era más joven y aún amanecía en una marquesina, como esta, exhausta y satisfecha. Quizá no hace tanto que, como yo, apuraba cada noche y cada vaso. Quizá no hace tanto que cruzó su mirada en un bar con alguien como yo para, más tarde, ser su sudor y su deseo. Llega la villavesa y ambos montamos. Mañana prometo amanecer en esta parada a esta misma hora. Quiero volver a verla.

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Antonio Rodríguez Santos Alexandre Aquella noche buscó entre la multitud una razón para seguir viviendo. Alegría, vino… y el mismo uniforme formado por sonrisas, risas, camiseta blanca teñida de excesos… y pañuelo grana, más por tradición que por respeto. Mucha gente y sin embargo… soledad… Las nubes amanecieron rojizas aquel 11 de Junio. Alexandre no tenía razones para continuar su camino. Era su oportunidad… al menos alguien comentaría su muerte. Nadie lloraría, pero saldría en los periódicos… que ya era bastante. A la salida de la curva, por el exterior donde acaban los miuras más bravíos, y siempre bien perfilada interiormente por los buenos corredores, Alexandre paró en seco: miró al suelo de adoquines grisáceos; cerró los ojos. Escuchó los últimos gritos: temor, alegría y exhalación de los presentes. Los astados pasaron con fuerza, bramándole un “NO” mayúsculo y siguieron su juego. Alexandre quedó de pie, sólo, en silencio. Allí no se iba a caer derrotado… ¡Nunca! Periódico en mano, un hombre de azul apartó a Alexandre. Estaba petrificado… impotente e incrédulo. -Aquí todo está en manos del santo, amigo.- Le dijo sonriendo. La ansiedad de Alexandre había seguido corriendo con los toros, tal vez cobarde… mirando al cielo… Alexandre lloró una lágrima… ¡Gracias! Arantxa Goñi Muro Toca salir Hoy por fin salgo del armario. Todo un año esperando a que la escalera llegue al 7 de julio. Primero tengo que ir doblado en un bolsillo blanco hasta que estalle el cohete que anuncia siete días de fiesta inigualable. A las doce me pondrán en el cuello, un lugar de honor desde el que divisaré carreras delante de toros bravos y de fuego, gritos por el miedo a los cabezudos, bailes cautivadores de gigantes, cantos emocionados al Santo, fuegos de colores en el cielo, música de las peñas hacia el coso y el riesgo de toreros que no ven el peligro. Un lugar del que no me quitarán hasta el final de las fiestas, entre lágrimas y velas, cuando ya no podamos más de cansancio y tristeza por tener que esperar otro año más en el armario. Bárbara Castrillo Zulaica Despertar En San Fermín Guardo (Palencia): 6 de julio. 04:20 h. Despedida de soltero de El Neno. Tremenda trompa del chaval. El Moru y yo no bebemos. 04:45 h. El Neno entra por fin en el reino de Catatonia. Puesta en marcha del plan. Cambio de ropa y traslado del cuerpo hasta el asiento trasero de mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 6 de julio. 06:10 h. Alivio de esfínteres en área de servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier. Pamplona (Plaza de la Ciudadela): 6 de julio. 08:50 h. Traslado a mano de El Neno, aún en coma inducido, a un banco. El lugar está repleto de pamplonicas, guiris y otras especies de difícil catalogación. Chorreo de tinto. Nos alejamos de la escena. 11:30 h. El homenajeado se mueve, alza la cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las manos. Se echa a llorar. 11:35 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota. Deja de llorar. Se va con ellos. Los seguimos. Plaza Consistorial. 12:00 h. Chupinazo. El Neno salta y grita. Nos ve. Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín!

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Blanca Epifania Hernandez Izquierdo Hasta el otro año El siempre acostumbrado sol de Julio; la misma alegre y entusiasta gente, el dulce vino vertido desde una botella, todo aquello se irá… En una semana apenas que dura, el alma de esta tierra se marchará y sobretodo el lugar que es Pamplona misma, solo la esperanza de que el año que viene será igual, les permitirá vivir en paz. Las plazas volverán hacer las mismas; las aves seguirán volando tristemente, pero ya no tiene ese encanto que posee, cuando San Fermín, en su punto, emerge porque hasta la tierra tiembla. Las estrellas brillaran, el viento siempre seguirá soplando; pero la alegría de antaño, aquella que fue y durante toda esa semana de gloria, no volverá sino hasta el próximo año; en que San Fermín vuelva a hacer ansiado. Los toros esperarán ya ansiosos en sus establos; todo, todo para el próximo año; mientras el vino dulce tan esperado, ese que cada año se esta añejando; ese se preparará también para verterse, dulce y exquisito, como siempre, el próximo año… …Todo, todo el próximo año. Blanca Esther Ortiz Marqués Estampa al sol Hoy he tenido suerte, estoy en primera fila y empiezo a recibir los primeros rayos de sol. Un joven ojea las hojas de un periódico arrugado, delante de un café caliente, cuando llega un amigo y se funden en un abrazo. No deja lugar a dudas. Se habían despedido a media noche y ambos habían quedado en correr el encierro al día siguiente. “Ha habido suerte…”, comenta uno de ellos. A mi izquierda están sentados, semisentados, quizás ni eso, una cuadrilla en unas posturas poco saludables, delante de vasos de licor a punto de hervir. A ellos también se les delata. La noche ha sido larga. Mientras va fluyendo un río de personas con los más variados complementos de gorros, gafas y otros incatalogables, aunque siempre predomina el blanco y rojo. El blanco de la alegría desbordada del bullicio y la fiesta, y el rojo de la adrenalina y la sangre que ha discurrido en las carreras. Son más de las diez de la mañana en la Plaza del Castillo y volveré a la tarde con mi cámara de fotos. La fiesta sigue, te contagia y te engancha. No hace falta reloj, las fotografías ya evidencian los tiempos. Espérame. Brenda Mispiasegui Valenti Tradiciones Desde el siglo XIII al XXI, personas y anécdotas mantienen el significado de una fiesta. De una tierra de mercaderes en reunión, en unión, surge el baile, surge el implorar a los santos la habilidad para hacer bien un trabajo. Se llenan las calles de color rojo y blanco, se llenan de personas del lugar y de lugares lejanos. Curiosos y ya experimentados disfrutan participando y reviviendo una tradición. Tradición, que es el conjunto de valores y creencias compartidas, heredadas de generación en generación, dándole contenido a una cultura que cobra sentido, al ser revivida a través del tiempo . Cambian las construcciones, cambian las tecnologías hasta cambian los lenguajes pero se mantiene algo, ese algo que nos une como pueblo, que nos remite a un mismo lugar, y nos hace sentir parte. Compartiendo códigos, y una historia en común. Es lo que hace fuerte a un pueblo. Y aunque los gobernantes con sus leyes, puedan modificar fronteras, puedan prohibir o permitir, no tendrán nunca el suficiente poder para cambiar las creencias arraigadas en los corazones de un pueblo.

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Carina Castillo Peinado Sin Pareja Él escocés, ella de Pamplona. Tuvieron un romance en los Sanfermines del 83, y no volvieron a saber el uno del otro hasta las pasadas navidades, a través de una red social. Uno de enero…dos de febrero…contaban los días para verse de nuevo en las fiestas, pero ¿cómo se reconocerían entre la multitud? Ella llevaría una media y él un calcetín, como manda la canción. Desde que se divorció, por fin alguien se fijaría en sus piernas. Menos mal, pensó él, que desde que enviudó tenía todos los pares de calcetines sueltos. Carlos Abraham Amasino Mercaderes y Estafeta Éramos sólo él y yo. No había nadie más en el mundo. Y el duelo era a muerte. Ambos lo sabíamos (él, de forma oscura y brutal; yo, de un modo al que el pensamiento no ayudaba a suavizar). El pecho se me hundía a cada inhalación y mis piernas eran un único latido de dolor y de fatiga. Ante mis ojos pasaban imágenes borrosas: la cuesta de Santo Domingo, la plaza, la calle Mercaderes... Pero eran sólo siluetas difusas, como las volutas que el humo del cigarrillo teje en la noche. Lo único vívido y concreto era él, respirando tras de mí en broncos espasmos de su pecho poderoso. Como un trueno, como un antiguo dios pagano, el toro pasó retumbando a mi lado, perdonando mi vida en un inocente capricho de gran bestia oscura. Y un gozo profundo y visceral, de deber cumplido y de sabor a vida, inundó mi alma. Carlos Campión Jimeno El fragor desde el silencio ¡Dieve Mano!, los he perdido. Tenía la mochila azul de Silhven delante de la nariz hace un segundo y ahora la marea blanca de personas me arrastra sin remedio. Como un río feliz, todos circulan en la misma dirección. Cientos de manos, pechos y hombros hacen tope conmigo. El aire huele a multitud. El río humano ha parado y yo con ellos. Todos están expectantes de cara a la fachada engalanada, en cuyo reloj están dando las 12. Desde un balcón, una estela de humo y fuego denuncia a un artefacto pirotécnico que se pierde en el espacio y todo el mundo enloquece al mismo tiempo; la vibración es de terremoto y empieza a llover de todos los colores. Alguien me anuda al cuello un pañuelo rojo y me ofrece el morro de una botella, una chica me besa y leo en sus labios ¡San Fermín, San Fermín! Me acoplo a la locura bailando entre dos brazos ajenos, que ni saben ni les importa que yo sea lituano y sordomudo. Carlos Eduardo Castro Pérez En la manada Corrí… corrí… desaforadamente por las calles adoquinadas, como un verdadero demente, rodeado por el encierro y al lado de mucha gente, sintiendo el viento silbar y el sudor rodando por mi cuerpo, sin poder detenerme hasta llegar a la plaza, resultando afortunadamente ileso. Lástima tener que abandonar la fiesta y no seguir disfrutándola… ¡Qué pesar! No volver a escuchar los pasodobles que me emocionan tanto… Lástima al final de cuentas ser solamente un noble toro bocinero, jadeante e inquieto, de nombre “Conversador” para más señas y no un humano, ágil e intrépido como todos esos ataviados de blanco y rojo, que van entonando a voz en cuello: ¡Viva San Fermín! ¡Viva! ¡Gora San Fermín! ¡Gora!

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Carlos Escribano Muñoz Quién dijo fiesta…? Un cohete rompe el cielo de la mañana. Es la señal. El torilero, cancerbero de esta estampa mitológica, ve desde lo alto del portón a los mozos que rezan al Santo y, al otro lado, los toros que pasean su trapío. Se abre el portón. Una ola gigante de milenios de ímpetu y bravura corre por la cuesta arriba. Un paisaje de calles y plazas enlosadas canaliza la ola entre gritos de pánico y voces de alerta. Una paleta de colores: blanco y rojo de los mozos, zaino, cárdeno, albahío y mulato de las reses, y el azul del cielo brillante de las nueve de la mañana se aparecen como en un tapiz que se teje y se desteje precipitadamente. El tiempo se hace largo presintiendo la tragedia. Juegan a la esgrima los toros con sus astas y los mozos con sus periódicos enrollados. Los derrotes hacen pasar los pitones cerca, muy cerca de las carnes de la vida de los mozos. La ola se remansa en el albero de la plaza mientras suenan músicas y carcajadas. Quién dijo fiesta…? Esto no es regocijo, es liturgia de vida o muerte bajo el cielo azul de la mañana. Carlos Lacunza Juangarcía Tic-Tac, tic-tac... Tic-tac, tic-tac… 7:56 de la mañana. Tic-tac, tic-tac… El tiempo parece detenerse. Javier mira una y otra vez su reloj. Tic-tac, tic-tac…¡Maldita sea! ¡Este reloj se ha parado! Tic-tac, tic-tac… Por el contrario su corazón late desbocado queriéndose abrir paso entre los botones de su camisa blanca. Tic-tac, tic-tac… Javier sólo espera que sus piernas respondan en apenas 3 minutos tan rápido como lo hace ahora mismo su órgano vital. Tic-tac, tic-tac… Aprieta el puño arrugando el periódico. Trata de aliviar tensión pagándola con el papel. Tic-tac, tic-tac… Los mozos, unos a otros, se sonrien con sonrisa fingida, tratan como pueden de ocultar su miedo, pero sus ojos les delatan, tic-tac, tic-tac… El tiempo aunque a Javier no se lo parezca, corre, vaya que si lo hace, tic-tac, tic-tac… Un último canto al santo patrón, tic-tac, tic-tac… Ya no hay vuelta atrás, tic-tac tic-tac… últimos momentos de espera, tic-tac, tic-tac… ultimos rezos en la intimidad de cada uno, tic-tac, tic-tac… una mecha encendida, tic-tac, tic-tac… un cohete al aire, tic-tac, tic-tac una explosión de polvora y adrenalina, tic-tac, tic-tac… y las puertas, tic-tac, tic-tac… que al fin se abren, tic-tac, tic-tac… Carlos Navarrete Pablo-Romero Un día de Julio. Me levanto. Ducha. Pañuelo al cuello. Dianas. Compro el diario. ¡A San Fermín pedimos...! . Suerte, nos vemos luego. Bom-bom, bom-bom, 180 pulsaciones. Corro. ¡Abre toro, abre toro! Manada. Cabestros escoba. Abrazos, caldo y desayuno. Baile. Gigantes. SAN FERMIN. Aperitivo. Comida y patxarán. Siesta. A los toros. Lololololololololololo. Langostino. Banderillas. Chica ye-ye. Oreja y vuelta al ruedo. Sangría. El Rey. Merienda. Escoces y gintonic. Salida de las peñas. Mi caballo tira pa´lante, mi caballo tira pa´tras. Estafeta. Toro de fuego. Gintonic. Peñas. Cena. Peñas. La última. Ahora de verdad, la última. ¡Ojo! pedazo de guiri, ¿Arkansas?. Besos, uno rápido (mejor dos) y a dormir. Me levanto. Ducha. Pañuelo al cuello.....¡Pasa tan deprisa, que no da tiempo a vivir la fiesta!

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Carlos Puig Ayestarán San Fermin Me duele la cabeza. Ayer llegué tarde y no te encontré. Estuve hablando con un chico de Camerún y me dijo que no tenía trabajo. Le cambié el collar de conchas por un pañuelo rojo. Bajé las escaleras de ese bar que te gustaba y estaba R con M. R se ha vuelto a casar y M este año no ha ganado ningún premio. No sé que hora es. Con F salimos a la plaza. En la esquina toca un grupo heavy y al lado de la batería hay un hombre dormido dentro del saco. Por la plaza los jóvenes corren de aquí para allá como si descubrieran un nuevo continente. Compro un boleto en la tómbola. Una bicicleta. Estoy perdido. Voy a los bares de la cuesta... la canción del verano. Me río con J, me dice que tenemos que vernos más. En el fondo del bar me acuerdo de ti. Te habrás ido a la playa... pienso. Amanece... Un cabestro aplasta el pecho al chico de la camiseta azul. Me voy a la cama. El collar se ha roto, las conchas están tiradas por el suelo. No hay arena, no hay un mar en mi cuarto... Carlos Sanz Matesanz Futuro del toro Diario holográfico de Navarra, 8 de julio de 2045: POR PRIMERA VEZ SE CONSIGUEN TRADUCIR LOS PENSAMIENTOS DE UN TORO DE LIDIA Gracias a los cientos de nanochips implantados en su cerebro, se averiguó que Pamplonete, el toro elegido para el experimento, tuvo miedo de hacer daño a los mozos mientras corría el primer encierro de San Fermín’45; aunque la mayor sorpresa llegó en la corrida de toros vespertina. En el tercio de varas y durante unos segundos se negó a embestir al caballo porque, según sus propios pensamientos, \"el equino no le había hecho nada\", cambiando de opinión rápidamente al pensar: “no quiero decepcionar a la gente; será mejor embestir a todo lo que me señalen”. Los sorprendentes datos resaltan la asombrosa bondad e inteligencia de estos animales de antiguo origen bravo, cualidad que se confirma que han ido perdiendo de forma evolutiva con el paso del tiempo. También hay que destacar que el estudio general muestra que el toro tuvo cuidado conscientemente, y en todo momento, de no herir al torero ni a los corredores, circunstancia que si también se confirma con el resto de sus semejantes podría significar que estuviéramos ante el más grande animal de compañía. Carmen Portillo Garcia De Las Bayonas Mis amigos Pamplonicas Cuatro amigos estábamos en un pueblo de Burgos a las dos de la tarde en un bar. Entró un amigo con cara triste porque tenía dos entradas para ir a los toros en San Fermín ese mismo día y no podía ir. En cuanto dijo si las queríamos, ya no las tenía en la mano. A suertes dos entrarían y dos no. Aún así nos arriesgamos. Tuve suerte y mi amiga también. Nos pusimos en marcha en ese mismo momento con lo puesto. ¡A Pamplona por San Fermín! Con dos entradas de toros al festín. En punto estábamos delante de la plaza. En un puesto nos compramos los pañuelos rojos, y nos fuimos corriendo a los toros. Los menos agraciados, se quedaron viviendo el ambiente del exterior durante el tiempo que duró la corrida de toros. La fiesta había comenzado ya en las gradas y nosotras no tardamos un segundo en estar imbuidas en ella. En nuestras manos cayó una invitación de bota de vino y trozo de bocata de las peñas que estaban junto a nosotras. Entre ole y ole, la alegría y los cánticos de la gente, nuestra voluntad ya estaba rendida a la gente pamplonica.

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Carmen Ruiz de Erenchun Miqueleiz Por una guiri Añoro mi tierra. Mi ciudad. Hace tiempo que partí a otro continente. Estoy triste por ello. Todavía recuerdo el viaje. Qué suplicio. Más de 10 horas me costó llegar a lo que de momento es mi nueva casa. Todo es distinto. El clima es seco, apenas llueve. La gente habla raro. No entiendo nada. Además le echo tanto de menos... Su sonrisa, su barba siempre recién afeitada, dejándole el cuello tan suave… Y su perfume. Qué bien olía siempre. A pesar de estar todas las tardes a pleno sol, siempre olía a frescura. Le echo de menos. Aunque nunca le perdonaré aquello que hizo ese 14 de Julio de 1998. Me regaló como si fuera una flor, un objeto cualquiera. Me anudó al cuello de esta guiri... Samantha creo que se llama. Y todo por un simple beso. Maldigo aquel día. Pero estoy contento, porque sobre la mesilla hay una reserva de hotel en mi querida Pamplona, con fecha del 5 al 14 de Julio. Aunque sea en el cuello de esta rubia, volveré a teñir de rojo la plaza del ayuntamiento y vibraré de nuevo a las 12 del mediodía al son de ¡¡San Fermín, San Fermín!! Carmen Tejada Navarro Espaldas El cuarto encierro de San Fermín no ha tenido heridos. El recorrido se ha realizado en dos minutos treinta y cinco segundos. Ha sido una carrera limpia, donde los corredores habituales han podido demostrar su destreza. La escena más reseñable la han protagonizado los antitaurinos. Esta vez, habían decidido manifestarse boicoteando la salida de los astados. Para ello se han colocado frente a la barrera, encordados con una soga, desnudos y de espaldas al resto de los corredores. La policía ha procedido a su desalojo, mientras los asistentes les vitoreaban. Ellos, animados por los gritos, se han resistido como auténticos kamikaces. Aún así, su acto de valentía, ha quedado diezmado, tras saberse que los toros habían sido narcotizados. Afortunadamente el ganadero ha conseguido sustituirlos por otros miuras más bravos y de mejor apostura. Los allí presentes han pedido a los policías que dejaran a los antitaurinos repetir su acto de protesta. Querían verles correr, de espaldas, en una carrera que se prometía emocionante y única en toda la historia de los encierros. No sabemos por qué, pero se han negado a salir. Carolina Navarro Diestre Chupinazo Tras mi primer chupinazo en Pamplona mi vida no fue la misma. Pero aquel año, aquella carrera... Todo fue diferente. Estalló el cohete a las ocho en punto, sin las cámaras de televisón de por medio. Los toros echaron a correr como posesos, ladera abajo. Eran perseguidos en la dehesa por los cabestros, por seis mozos y por mi, el matarife del pueblo. La carrera fue limpia. No hubo ni heridos ni muertos; no pudimos alcanzarlos.

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César Rina Simón Sombras de un hotel en fiestas Te escribo a ti, sólo a ti. La soledad sigilosa siempre fiel a mis noches de hotel. A esa sombra que fija tu silueta sobre la colcha de la cama. La pluma es cómplice de la ventana secreta que nos comunica. En mi juventud soñé con la revolución –aquello que todos llaman democracia real-. Ahora afirmo como un muelle auto impulsado. El estilo neobarroco de las paredes y los marcos dorados no ocultan el rancio sabor del silencio. Al menos las urracas aún revolotean entre las palmeras y los Hemingway abandonan el puritanismo. Hace un tiempo emprendí la carrera infinita de la gloria efímera. Esperé iluso que mis dones y tarjetas despertaran tu pasión por el prestigio. Al final te convertiste en sombra de mi ego. Quizá no sepas que acaricio cada noche tus caderas imaginadas y beso tu frente pálida encarnada en un frío almohadón. Entre las estampas bucólicas de las estanterías arrojo las pocas letras que guardaba. Dormiré una vez más entre imágenes de aliento inalcanzable. Mañana, cuando el sol de julio rejuvenezca mi prepotencia, retomaré la primera persona del singular en congresos culminados en aplausos. Aplausos, Penélope, a un muerto velado en restaurantes victorianos. Christian Odin Ayala Nava Suena el Chupinazo El chupinazo sale disparado desde el balcón de la casa consistorial de pamplona y estalla en un cielo plomizo. La multitud lo escucha, animados, extasiados; saben lo que va a ocurrir. Los niños se arremolinan, pululan, escuchando los canticos. Algunos los han oido lo suficiente para no prestarles atención, otros ya forman parte de uno de los estribillos de los mismos. La gente sale de los bares y se reúne; toman una de las pieles de toro, de alguno de los percheros comunales, y, poco a poco, las usan como prenda. A partir de entonces, dejan de ser solo hombres, ya forman parte de la celebración. Las aves descienden y toman formas de banderines y a bellos adornos, bellos, agraciados. Una mujer baja la cabeza y mira rostros familiares en los adoquines. Pensarían que ha enloquecido, pero la ciudad vibra dentro de ella. Porque, a fin de cuentas, la ciudad se mueve como una sola entidad. Es un gigante que crece y cobra vida. Suena el chupinazo, pero, tan pronto inicia, parece que esta terminando. Clara Torres Redondo Mi legado A mi querido esposo le dejo todas mis posesiones materiales. Y a clara, mi hija le dejo lo mas valioso que he poseido: mis sueños mis vivencias, mis recuerdos y mi pañuelo rojo. Todo se encuentra en una pequeña caja que guardo en el cajon de mi armario. con ello podra hacer lo que mas desee , con mi diario podra leerlo o quemarlo, con mis fotos antiguas podra verlas o romperlas, con las cartas de amor podra tirarlas o darselas a su padre. Pero con el pañuelo rojo le desearia que hiciese lo que yo nunca hice, y es el ponerselo en el cuello coger su camiseta blanca y sus pantalones de igual color su fajin rojo y salir corriendo a los sanfermines. De esta vida me despido habiendo echo casi todo lo que mas he deseado pero me voy insatisfecha ya que nunca fui a los sanfermines, es por lo que espero que mi hija no cometa el mismo error que yo cometi. Firmado en Córdoba a 6 de julio 2010

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Daniel Heredia Gómez Escena De San Fermín Orfeo nevado de pañuelo azul corriendo hinche su gloria a cada paso de gigante traspasando los espejos puros de la piedra. Río blanco puesto en pie buscando la salida del infierno, sin mirar atrás. La belleza de negra Eurídice solo a sus ojos se revela, y no puede gozarla; mortal mirada de fuego que lo impulsa al mar, a salir del laberinto engastado en sangre. Savia de amor unida por las palabras de los sabios en pergaminos de salmón. Minerva humillada espoleando a la más bella fiera del mundo. ¿Por qué miraste atrás, Orfeo? En el girar de tu rojo cuello late el hado fatal que irgue la piedra y te hace tropezar, bufón de la fortuna, hálito soterrado mientras el ebúrneo rayo helado rompe tu carrera. Tropel de gritos y de polvo y de sangre y de espumas; por una mirada una eternidad condenada. Héroe pisoteado sin atisbo de lamento, sin remordimiento ni sollozo, consciente de la blancura manchada y del fracaso repentino. ¡Renace el Fénix! Se levanta el Caupolicán del nuevo milenio envuelto en polvo de vino y solo una lágrima deja caer en el empedrado: “volveré el próximo año”. Daniel Lana Gazpio El viaje de mi vida Llegamos temprano, después de una larga y noctámbula jornada en carretera. Algo grande se mascaba en el ambiente. Bien nos lo habían dicho los más longevos antes de partir: “El que va, es para quedarse” El blanco era, sin duda, el protagonista en la entrada a la ciudad, y desconocidos aromas nos saludaban de camino a nuestra posada. Estábamos dando brincos con la nueva experiencia que nos aguardaba, pero lo sensato era descansar. Entre algarabía y desvelo, hemos madrugado para correr lo que llaman “el encierro”. Es una experiencia apasionante, aunque un tanto angustiosa para el que está más hecho a la plácida vida rural. Por suerte, y a pesar de algunos resbalones a causa de la humedad del pavimento, no ha habido que lamentar heridos. Pero lo mejor, sin duda, estaba todavía por llegar... ¡Qué sinfín de emociones! La escandalera de charangas y sus cánticos hace que me tiemble hasta el aliento. Pero no hay tiempo para echarse atrás. ¡Éste es mi momento! Suena el cohete y la plaza abarrotada me recibe con aplausos. Incluso un galán aguarda en el centro para enfundarme una hermosa capa. ¡Verás cuando se lo cuente a mis nietos de vuelta a la dehesa…! David Álvarez Vormann El reencuentro con mi padre No había hecho yo más que curiosear por la zona de Jarauta. Tantos colores y tanta algarabía me llevaron a una inexplicable fascinación y encanto. —¡Tonto de mí —decía —, apenas lanzado el chupinazo heme aquí farfullando palabras de asombro! Volteé para hablar con mi padre, y sólo la bullanguera multitud ataviada de blanco y rojo colmaba mi vista. Entonces me desorienté, y decidí que lo mejor sería ahuyentar al temor y disfrutar la parte vieja de Pamplona, y me dejé llevar por el inevitable regodeo, que detuve al ver a mi viejo corriendo desesperado en medio del gentío. Opté por esperarlo, justo en el inicio de la calle Estafeta. Sin embargo, cambié de idea y corrí como nunca antes lo había hecho. Mi padre y yo quedamos hombro a hombro, y en un momento nuestras miradas se cruzaron. Sólo eso bastó para sentir que éramos uno, y detrás, la estampida de toros que bufaba con furia. Cuando las bestias pasaron, abracé a mi viejo y solté lágrimas de felicidad. Pasaron los años, y hoy, desde algún balcón celestial, mi padre disfruta el inolvidable San Fermín, que ese día había mediado de la manera más extraña, como todo santo, supongo.

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David Aznar Lafont A gloomy day I could not sleep at all, It doesn´t matter. I am nervous; I am looking forward to living the atmosphere, having fun without limits, feeling the best fiesta all over the world. I am ready, my red scarf, my white clothes, everything is OK. Only one minute for the rocket, but nobody in the streets, I don´t understand. My heart is bumping, I have been expecting this moment for all the entirely year. It seems to me, I am the only one. Only five seconds, four, three, two, one, the rocket is launched, San Fermin begins. The Fiesta explodes. No noise, nobody dancing, people don’t take over the streets, no music. It´s overnight although it´s already San Fermin. This year I am not in Pamplona, today will be a gloomy day. David Braña Fernández Sensaciones Estábamos en la habitación, solos ella y yo. Era de noche, la luz de las farolas filtraba por la persiana y su hermosa silueta parecía seducir a las sombras. Nos besamos, cuando probé sus cálidos y suaves labios se me aceleró el corazón y perdí el control. Caímos sobre la cama y la desnudé despacio, recreándome en cada rincón de su perfecto cuerpo. Cuando terminamos, tumbados y bañados en sudor, ella me sonrió y yo supe que aquello era el paraíso y que no quería estar en otro lugar. -Vale... Oye, me parece genial que me cuentes el mejor polvo de tu vida. Pero yo te he preguntado qué tal te lo has pasado en los Sanfermines. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? -Precisamente, es para que comprendas lo que he sentido estando allí. David Esquillor Roc Rojo Desde la soledad de mi encierro pienso en lo que me contó mi padre años atrás. Por una abertura en los tablones vislumbro a la gente, a la hermandad, al pueblo. Pasan abrazados, sonriendo y con pañuelos anudados al cuello. Veo calles y tabernas engalonadas con banderas. A lo lejos, la figura de un santo de hermoso manto. Sonidos de fiesta atraviesan mis oídos. Las voces de unas mujeres hablando en mil lenguas distintas rebotan por las esquinas que un día fueron refugio de un gran escritor. Todo lo que me rodea se impregna de un solo color: rojo. Rojo de sangre, de vino y de fiesta, tal y como mi padre me lo describió. Resoplo mientras froto mis astas contra el suelo de arena. El chupinazo retumba en el cielo provocando una algarabía que jamás había escuchado. Debemos salir. Me impulso con energía y sigo a la gran masa roja que ante mi acelera llena de vida. Hay que llegar hasta la plaza, la misma que pisó mi padre y en la que yo me consagraré a la fiesta de un pueblo de tradiciones y costumbres, de camaradería y hospitalidad, de blanco y rojo.

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David Martínez Abárzuza Pura adrenalina Pablo se ha despertado nervioso, sólo desayuna dos galletas aunque la leche le sabe muy dulce. Su madre le viste el cuello con el pañuelico pero hoy no protesta, el nudo que tiene en el estómago es infinitamente mayor que el que adorna su garganta. Antes de salir a la calle Pablo se calza sus zapatillas de velcro de Spiderman, sabe que hoy más que nunca serán sus fieles compañeras. El pequeño aguarda en lo alto de Chapitela dirigiendo su mirada ansiosa hacia una Plaza del Castillo abarrotada, pero su corta estatura no le permite ver más allá de un ir y venir de rojo y blanco. La espera empieza a ser agobiante por el incómodo olor que se desprende desde abajo. Huele a San Fermín. De repente se escucha una leve melodía de txistu y gaitas, la adrenalina y la cabeza de Pablo empiezan a ascender y a lo lejos ve cómo la figura de su majestad europea se alza entre la multitud. Le tiemblan las piernas, le sudan las manos, \"ya están aquí\" piensa él. Un año esperando y por fin llega el momento; Caravinagre a la izquierda, Zaldiko a la derecha, ¡corre Pablo corre! David Villar Cembellín Desde La Barrera Tensión ante la hornacina de San Fermín. Atento, no te despistes. Va a empezar… ¡ya! Se abre el portón y seis bestias azabaches enfilan Santo Domingo. Corre, me increpo. ¡Corre! Llego hasta el Ayuntamiento pegándome al vallado. Rompo a sudar, pero no me detengo hasta Mercaderes. Los toros me persiguen, la adrenalina me inunda. ¡Cuidado! ¡Es la curva de Estafeta, un ángulo recto perfecto! La tomo por el interior, limpiamente, advirtiendo por el rabillo del ojo a los toros derrapando hacia las protecciones. Continúo por Estafeta, una gran recta que hago al sprint. La respiración se me acelera, me falta el aliento, boqueo en pos del anhelado aire… alcanzo Telefónica. ¡Recela en este punto! Cuántas veces no se ha detenido aquí un toro remolón. Ayudo a un rezagado con la punta del periódico mientras un pastor le azuza por detrás. Hecho. Arribo al Callejón, pasillo de las temibles montoneras. Claustrofobia. ¡Tres metros de anchura entre paredes por donde pasar! Pero lo logro. Entro en la Plaza y giro. Hisopado de sudor. Satisfecho… Un día más he corrido el encierro completo. Me sirvo otra copa de vino, me la merezco. Recupero el pulso sobre el sofá. Apago la tele. Delma Gil Wilson …doliente res inmóvil” Vio al toro de frente por un instante que se volvió de piedra, y no supo si ese animal temible era el mismo que había imaginado allá en su cada vez más lejana Andalucía. Suspiró, y la nostalgia sorda se convirtió en un agudo dolor en los riñones. Hacía muchos años había leído por primera vez un verso de Lorca. Qué luna tan hermosa habría sido esa, pensó mientras miraba los cuernos de su res, que no era más doliente que el bramido en su costado, que su propia imagen en el espejo bruñido de los ojos del animal. –Yo vi una vez, en Andalucía, una luna así de brillante. Sentado a la sombra de mí mismo, replegado contra un cielo que se hacía mar a mis espaldas, yo vi la luna, como rueda itinerante de fortuna. Un grito lo regresó a las calles de San Sebastián. La bestia lo miraba impasible, pero él no se movió. En ese momento indefinido en el que no sabía si se tocaba la carne con las manos, si respiraba por las narices profundas del toro que lo espiaba, había rememorado otra sangre, un paredón y una muerte que no era la suya.

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Diana Baidal Morell La sangre del deseo En tus labios la sangre del deseo y la inquietud de estar un año más cerca de la tierra que se viste de bastos llanos y montañas, que rodea sus calles empedradas de mantos donde la diligencia desnuda de una pasión junta cada periodo a nuestra mejor gente. No anduve mirando otra cosa en todos esos dias que no fuesen tus ojos, con una belleza rusa enigmática y serena, enjuagando la fantasía de la estepa que te vió nacer, con tu acento español semi desnudo. Vestida con la entreverada propuesta de volver cada año. En los jardines llenos de gente, el sol nos dió el calor para una mañana de sueño al aire libre donde en un colchon de botellas nos abandonamos a la pasión exacta del tiempo. Corro el riesgo que acepto, como cuando me pongo delante junto a otra gente en los encierros,esperándote cada año para vivir esta Pamplona contigo. Nueve dias que son más intensos todavía teniendote cerca mientras lees a Hemingway desde el balcón de mi casa y miras como las luces se apagan donde nuestra vida descansada, y guarda el sueño siempre de querer volver. Diana Ruiz Lopez Riau Riau PERSONAJE 1: Hombre, qué pronto te levantaste hoy. No esperas a que suene el despertador. PERSONAJE 2: Es que hoy es un día especial. Llevo una eternidad esperando el seis de julio y ¡¡Riau Riau!!!. PERSONAJE 1: No tienes edad de hacer esfuerzos. ¿De qué demonios estás hablando?. PERSONAJE 2: ¿No me notas algo diferente? (Dice contoneándose tanto como le permite su demacrado cuerpo). PERSONAJE 1: ¿Lo dices por el pañuelo rojo?. Haberlo dicho antes. De haberlo sabido… PERSONAJE 2: Aún hay tiempo de que recojas tu pañuelo y vayamos juntos. PERSONAJE 1: ¡Ay pues!, no tengo. Se lo dejé a Florinda para sujetarse el codo. PERSONAJE 2: No importa, veamos. ¡Ah!, mira, cógele a Damián la banda de su corona. No es un pañuelo pero servirá. Anúdatela al cuello y vámonos al chupinazo ya mismo. Dos figuras enfundadas en rojo sobre sus huesudos cuellos llegan a la Plaza de la Casa Consistorial. Suena el chupinazo y los dos personajillos, sin pensar en las consecuencias que les podía acarrear el estruendo, pierden uno a uno todos sus huesos, quedando un óseo conjunto variopinto de tibias, muñecas y vértebras. Ellos son los únicos que no debían celebrar los San Fermines. Edgar Allan García Rivadeneira El Encierro Aquel encierro lo ponía furioso. Aislado del resto de los suyos, toda la noche se la había pasado dando vueltas en círculos y hasta topetazos contra la madera. A medida que se acercaba la mañana, su cuerpo temblaba con una mezcla de rabia e impotencia. Por fin, cuando la primera garúa de luz empezó a inundar la oscuridad, su angustia cesó de pronto. Escuchó, poco más tarde, la invocación colectiva: \"A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición\". Aguardó y, por fin, cuando reventó el primer cohete, de un salto se lanzó a la calle. Había encontrado una forma de escabullirse del encierro y ya nada, ni el miedo de sus padres ni el suyo propio, le impediría corre delante de los toros.

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Eduardo Sanz Aguirre Esto empieza de blanco y rojo Que bien!! Mañana 6 de julio, voy a irme a la cama pronto para tener fuerzas mañana, vaya dia nos espera!! Estoy en la cama y no puedo dormir, doy vueltas para un lado y para el otro. No tenía esta sensación desde que mis padres me metian en la cama pronto porque iban a llegar los reyes magos, la misma ilusión, las mismas sensaciones, los mismos nervios. Me juntaré con mi gente y con todos aquellos que cada año nos saludamos en el mismo sitio y casi a la misma hora para desearnos felices fiestas. Almorzaremos en casa de mi amigo chuti, comeremos donde siempre los de siempre, que bien!! Un año más voy a disfrutar del chupinazo de alegría que cada año nos recorre el cuerpo. Abrazos, besos, saludos, bailes y gestos que nos salen de dentro todos maravillosos y nuestros. tengo toda la ropa preparada que acabo de sacar de la \"caja de san fermin\" del armario de siempre. mi pantalón y mi camiseta blanca, mi pañuelo y mi faja roja, lo tengo todo. Bueno, me levanto a las ocho y solo me quedan seis horas par descansar. mañana nos espera lo mejor del año san fermín. Elena Marqués Núñez La muerte en el espejo Desde el café Iruña se oye el griterío. Ante el espejo de marcos dorados y el mármol impasible de la barra, imagino la carrera en Mercaderes, la exagerada curva de Estafeta, el vallado con los mozos empinados, el balcón sobre Gutiérrez, donde lo vi hace un rato, desgraciado, sin saber lo que le espera. Lleva su uniforme blanco inmaculado, su pañuelo rojo, su faja bien ceñida, su aire de hombre. Antes de salir, serían las seis y media, tomó un café ligero con los demás de LaVeleta, y bromearon como siempre, dándose golpecitos en el hombro y disputándose el puesto en el encierro. Alguno le dice que su sitio es con los cabestros, pastoreando, que ya está viejo para correr, y que a dónde va con esas alpargatas que le quedan grandes. Él se habrá sonreído, pero la mueca no lo acompañaba justo en el momento en que me vio y entendió, y le falló el calzado, y, sintiéndose el resuello de la res a la altura de los riñones, no tuvo tiempo de rectificar y tomar la curva por la derecha, y allá va ensartado y corneado mientras la gente grita y se descompone. Elena Raquel Pulópulo Encierro del destino La Fiesta se avecinaba, el alboroto de la ciudad, el bullicio y la algarabía de todos los que correrían su suerte en estas calles era embriagador, mas mi suerte estaba echada, que hablo de suerte yo mismo trazaba mi destino, al menos eso es lo que yo creía, vine a Pamplona a morir, y muriendo descubrí la vida. Se palpitaba la estampida, en mi alma una mezcla de euforia, temor, y decisión; correría por mi muerte, porque mi vida se me había escapado hacía mucho tiempo. Un bramido y un griterío lo llenó todo y me vi corriendo arrastrado por la marea de gente, las bestias se escuchaban tan cerca que por un instante temblé, la hora había llegado, cuando el toro estuvo ante mi, mi vida entera recorrí por un instante y… vi mas allá, cuanto falta por amar aunque solo fuera un día mas, creo desde entonces que tengo un ángel, porque solo tuve que retroceder y la bestia pareció temerme, se alejo de mi. Mi destino, mi suerte como quieran llamarla esta en manos de alguien más poderoso, y mi hora, ya no me importa, entendí: aun tengo mucho que amar, ese es mi destino.

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Elisabet Pereira Pérez Dos encierros La mañana amanece despejada. El sol abrasa el asfalto mientras él se prepara para participar en sus primeros sanfermines. Sudor, excitación, nerviosismo, angustia e inquietud por hacer el recorrido correctamente. Sin errores, sin caídas, sin desorientaciones. Las ocho menos diez de la mañana, el minuto anhelado se acerca lentamente. *** Pasó la noche expectante, apenas sin dormir porque, 365 días después, volvían los encierros, las pasiones, la adrenalina en estado salvaje. Llevaba horas aguardando la salida. Sólo quedan diez minutos; tras los cánticos, el momento clave se aproxima pausadamente. *** Se abre la puerta y, por fin, toro y corredor se encaran. El toro está aún inquieto; el mozo es consciente del riesgo. Cuando sus ojos se cruzan, ambos emprenden el recorrido con paso presuroso. El joven cae en la curva de Mercaderes con Estafeta. Instintivamente se tapa la cabeza y aguarda que la maraña de participantes y la manada de reses pasen de largo. El toro se para frente a él, sin el ansia de envestirle. Mira al mozo y lo desdeña. Su objetivo es acabar el encierro y no herir a ningún humano. Cuatro minutos después está ya en la Plaza de Toros de Pamplona. Elizabeth Quezada Jiménez La corrida de Toros Paula, inquieta, se meneaba de un lado para el otro con una angustia esbozada en su facciones, conocería al hombre que más cerca, a pesar de lo lejos, tuvo. Huérfana a destiempo era muy solitaria. No se perdería las festividades ni la oportunidad de conocer a José ángel, su cyber amor. Esa tarde bebió todo el vino que podía digerir…Devolvió obviamente su estómago y gracias a la confusión etílica olvidó como comenzó todo el flirteo. Lo único que tiene claro es que su amigo de redes sociales la había invitado a Pamplona a disfrutar de las fiestas de San Fermín, y a las corridas de toros… Pues… se encontraron; fue amor a primera vista, es que se desnudaron de almas faltaba lo físico. No supo cómo pero en lo que José fue a buscar un agua, ella se encontraba metida en tremendo jolgorio, gente corriendo y varios toros apremiando. Fue tan ambiguo el espectáculo que resolvió echarse a huir y no dejarse aprehender de uno de esos audaces ejemplares… no fue muy larga la carrerilla; cuando se dio vuelta…cayó de su cama. Aturdida, se levantó exangüe buscó jadeante,,, sudada, el calendario, faltaban doce días, una cuenta regresiva. ¡Qué pesadilla hijoeputa! Emma Perez Mendez Pon, pon, pon. Pon, pon, pon, martillean los latidos de mi corazón. La respiración se me acelera un punto a cada minuto. Trato de relajar mis brazos y mis piernas, de la evidente tensión a la que están sometidos. Pon, pon, pon, retumban incansables en mis oídos. Siento el rubor de la emoción ascender hasta mis mejillas ilusionadas. Mis ojos se cierran para tratar de moderar mi nerviosismo. Pon, pon, pon, temo que el corazón no aguante tanta presión. La impoluta blancura de mi atuendo contrasta con el rojo pasión del pañuelo, que reposa entre mis manos. Lo anudo entorno a mi cuello. Tomo el periódico enrollado y lo estrecho con fuerza. Pon, pon, pon, ya se acerca mi momento. El bullicio y la alegría me golpean en la cara al pisar las calles de Pamplona, donde cada año me siento en casa. Pon, pon, pon, mi voz en un himno emocionada se quiebra, pues hoy vuelvo, tras trescientos sesenta y cinco días, a cantarle a San Fermín.

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Enrique Algora Perez Crónicas para el más allá Sucedió el primer día de encierro. Sonó el chupinazo. Los bravos remontaban la cuesta de Santo Domingo arropados por los cabestros. Todos menos uno que, descolgado de la manada, derrotaba peligrosamente a uno y otro lado. En el encuentro de Santo Domingo con la Plaza del Ayuntamiento el rezagado empitono a un corredor. El mozo quedó tendido en el suelo, la cogida revestía gravedad. El morlaco se detuvo. Varios mozos le tentaban con diarios, atentos a la arrancada. Detrás, los ganaderos le rodeaban con sus varas. A medio metro del animal, apoyado en el vallado, un hombre tomaba notas de lo que sucedía. Me sorprendió verlo ahí. El toro arrancó, se fue hacia él y pareció empitonarlo. Cuando la carrera desapareció en dirección a Mercaderes, le vi de nuevo. Se encontraba en la misma posición, sonriendo y con un vaso de vino en la mano. Le reconocí, era el amigo americano de barba blanca. Durante las fiestas, le volví a ver por Pamplona mezclado entre la gente, completando su crónica de cada día. Enrique Cobos Urbina El mimo rojiblanco Una cuestión de fauna urbana Aquella mañana la plaza presentaba una algarabía especial. Entre el adoquinado corría un río de lava. Unas alpargatas suspendidas del tendido eléctrico. ¡Han puesto las banderas! Una luz intermitente. Balconadas, sonrisas, llantos, empujones, ratas, piratas, carreras, harina, encrucijadas, corridas, abrazos, sentimientos, carne de gallina, nostalgia, ¡Manolo!, caídas, levantadas, megáfono, champagne, payaso, marea, un pecho, sirenas, príncipes, el beso, ladrones, orquesta, el balón, Barcina, servilleta, rojo, ¡hachís!, rubio oxigenado, rojiblanco, canguros, mercenarios, ¡la pasma!, vencedores, vencidos, sueños, pañolada, Camacho, camachos, ¡ninonino…!, el vino, cristal, el cristalino, chimeneas, sangre, sudor y lágrimas. 12:00. ¡Libertad! ¡Pum! Una moneda de cobre cae sobre aquella taza de hojalata. Así es el mimo en San Fermín. Las dos caras de la moneda. Forma parte del decorado ¡pero con sentimientos,coño! Enrique Ortiz Aguirre Zartacos Cuando al fin llegaron los Sanfermines, aquel desesperado padre de familia decidió aprovechar la oportunidad única que la celebración le brindaría para llevar a cabo una venganza ejemplar contra aquel dichoso pequeño, que siempre traía las peores calificaciones imaginables, los informes más negativos por su conducta en el colegio y que hacía caso omiso tanto de las indicaciones de sus afligidos progenitores, como de las medidas sancionadoras que adoptaba regularmente el centro educativo. Quizás por eso entre la concurrencia se comentaba que aquel año Caravinagre, ante el estupor de gigantes y zaldikos, estuvo especialmente virulento e inexplicablemente encelado con un niño que, a pesar de correr y correr como un descosido, no dejaba de encajar vejigazos propinados de la peor de las maneras por un kiliki absolutamente desquiciado, y que por vez primera, cuando se contemplaba el rostro del disfraz de Caravinagre, alineado con los restantes compañeros en la sala alicatada de un blanco que dañaba, éste no transmitía la eterna sensación de lo deshabitado, de lo huérfano desde siempre, de lo hueco sin alma sino que –junto a la vejiga, desmayada como una colmena enferma y destartalada- contagiaba un poderoso sentimiento de calma sobrevenida después de una agitadísima tempestad.

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Ernesto Maruri Álber Un toro Suena el tercer ¡pum! y todos a correr menos yo. Me echan del corralillo a varazos. Salgo bufando. Una figura de blanco y rojo me estira del rabo. Me vuelvo, lo miro. Huye. Atravieso una plaza adoquinada y en una curva cerrada me estampo contra la valla. Caído, me manotean la testuz. Me hacen sentir amenazante. Añoro a mi madre, refugiado entre las ubres. Me levanto y enfilo una calle estrecha, larga, recta. Varios corredores caen delante y piso una espalda. Otro va tan lento que el pitón lo ensarta por un hombro. Sacudo la cabeza hasta que lo lanzo contra un portal. Sangre del cuerno me cae en los ojos. Mi meta: escapar, volver a mi origen. Retrocedo. Un muro de carne se interpone. No quiero matar, sólo abrirme paso. Madre me decía: “Sé bueno. Ataca sólo para defenderte”. Y mi padre: “Eres una fiera. No pienses. No sientas. Embiste. Cornea”. Se me doblan las rodillas. Me hacen un corro, me gritan. No me atrevo a levantarme. Un corredor me abraza por los cuernos y me susurra: “No seas cobarde”. Me incorporo. Él y yo vamos a cumplir con nuestro destino. Ernesto Tubía Landeras Donde todo es posible Las calles de Pamplona parecían tener un color, un aroma, una textura diferente, mientras las recorría de la mano de mi hijo Ginés, con el calor de las fiestas de San Fermín, calando el corazón de la ciudad, de sus vecinos y de los foráneos que como yo, buscábamos un espíritu tan arraigado como querido. Los doctores me decían que era imposible, mis amigos que me torturaba aferrándome a una ilusión, mi familia que debía afrontar la realidad de que un niño autista, ni comprendía, ni respetaba, ni vivía los acontecimientos, la pasión y la alegría, tal y como los demás éramos capaz de vivirlos. Pero yo sabía que se equivocaban. Viendo a Ginés vestido de blanco, con la faja roja, con el pañuelo al cuello, recreando encierros imaginarios por “Estafeta”, compartiendo por primera vez junto a otros niños de su edad, la fiesta, juegos y sonrisas, sabía que se equivocaban. Lo que ninguno de ellos comprendía, es que era tal la pasión, la fiesta y el amor de una tierra y su gente por sus costumbres, que lo que resultaba imposible, era no contagiarse de su espíritu. Esteban Amigo Villaón Bos Taurus. El Chupinazo, marca el ¡vamos!, el medio día del cantar del gallo, dirigiéndonos como manada a los cánticos sobre la cuesta Santo Domingo donde la Jota cantara los rezos del San Patronal, en riguroso horario oficial se desempeñarán. Desde Jarauta al paseo de Sarasate listos millones vistiendo blanco marfil llevando fajas y pañoletas rojas. Hacen la fiesta, hombres, mujeres, niños y ancianos; repletan de emociones a la feria y componen la alegórica muestra popular. Batirán sus corazones llenos de sangre en un pulso de Encierro Taurino ventilado de conmoción, agitando pañuelos también rojos entre saltos y carreras balbuceante de sentido, orientados solo por el sentimiento de San Fermín, quien cuidara de los fieles y de los no tanto. En Navarra, se finalizara con un “Pobre de Mi”, que se escucha mucho mejor que un “pobre de nosotros” y despidiendo el encuentro en la plaza de toros hasta otro nuevo año, se irán a descansar, bestias y animales, hombres y mujeres, cánticos y flores. Contentos los vivos, mejores los muertos y felices todos.

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Esteban Orizales Miranda En los toros Durante todo el año apenas salgo de casa, tan solo en tres o cuatro ocasiones. No me valgo sola, necesito que él me saque. El trabaja duro toda la semana, a mí no me hace caso. Antes los domingos bajábamos a ver a Osasuna. Desde hace unos años no me lleva, yo nunca le pregunto nada. Pero todo cambia en Sanfermines. Nos pasamos todo el día juntos, todo el día en la calle. Solo regresamos a casa a reponer fuerzas y descansar un rato hasta la hora de los toros. Hace más de 15 años que no nos perdemos una corrida. Allí soy feliz y él lo sabe. Me gusta cuando me pone sus manos en la espalda. Una, acaricia suavemente mi piel hacia el cuello, y la otra, baja por mi cintura hasta el culo. Me mira, entonces mi sangre empieza a circular. Puedo notar su presión a punto de reventarme, me eleva y me da un largo beso, que termina con un gesto rápido y seco. No conozco una suerte mejor para una bota de vino que haber nacido en Pamplona. Esteban Torres Sagra La dama blanca La tela blanca de su camiseta, empapada en vino, esculpía en carne todo lo que veinticinco años acumulando imágenes de los desfiles de Victoria\'s Secret pueden ofrecer como resumen. Estábamos admirándola en mitad de la algarabía cuando se fijó en nosotros, comenzó a acercarse, eludiendo a la multitud, y, sin mediar palabra, besó a mi amigo en la boca durante una eternidad, hasta que sonó el Chupinazo, ignorándome a mí por completo, como siempre me pasa con las mujeres. ¡Qué semana te espera por delante hasta el Pobre de mí!, - suspiré en voz alta, ahíto de envidia. Al día siguiente por la mañana, en el primer encierro, cuando presencié su cogida desde la valla de Estafeta, mortal de necesidad, entendí claramente quién era aquella muchacha onírica. Era la primera vez en mi vida que daba gracias a Dios por ser feo, por ser cojo. Ester Lorente Peñalva Andrés El Valiente Siempre pensé que mi muerte sería de esta manera, y prefiero morir así que de cualquier otra forma. Aquí, en Pamplona, en San Fermín, rodeado de rojo, rojo de mi sangre, rojo del color de la fiesta. Hoy termina San Fermín, para mí para siempre. Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo… pero ya no podré volver el 7 de Julio. Miro a mi verdugo a los ojos, pero hay muchas luces que me deslumbran y tampoco consigo enfocar bien; sin embargo hay un sentimiento especial que se crea entre toro y hombre cuando te está quitando la vida. Él lo sabe, yo lo sé. El ruido es ensordecedor, estoy algo desorientado, siento que voy muriendo poco a poco, que pierdo el conocimiento. Pero nadie llora, todos aplauden, ríen. Pobre de mí, pobre de mí, resuena esa tonadilla en mi cabeza. Quizás se deba a que sólo soy un toro. Un toro muy valiente, todos lo decían, pero un toro al fin y al cabo.

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Eugenio Rey Huerta Dos manchas diminutas Desde aquel día, ya no volvió a ver más la luz del sol. Dicen que, de la impresión, se quedó ciega... En cuanto supo que su hijo vivía, su alma se recobró enseguida del susto. Pero sus ojos no. Ellos siempre recordarían aquella imagen de muerte. Años después, al ir a besarlos por última vez, su hijo vio en ellos dos manchas diminutas. Al acercarse más comprobó que una de ellas tenía la forma de un toro bravo. La otra… «¡¡La otra mancha soy yo!!», exclamó contemplando la figura de un chaval tendido boca arriba, como sin vida... Fijándose mejor, distinguió una manchita roja en su pecho. Justo en el corazón. «¡Mi pañuelo encarnado recién estrenado!», susurró. «¡Pobre madre! Desde el balcón creíste que era la sangre de tu hijo. ¿A que sí?...». Con la tranquilidad que da el sufrimiento, el hombre extrajo el pañuelo rojo de su faja, se secó sus lágrimas y lavó los ojos de su madre con el agua de su llanto. Al ir a cerrárselos para siempre, un chupinazo le hizo mirar al cielo. En la lejanía, alguien gritó “¡¡Vivan los san Fermines!!” Cuando bajó la vista, las dos manchas habían desaparecido. Eustaquio Uzqueda Prado La primera vez La primera vez. por Eustaquio Uzqueda Esa noche no puede dormir, bueno o no me dejaron dormir. Era mi primera noche en ‘San Fermín’ y el día anterior había sido mi primer día. Para un mozalbete de capital de provincias como yo, era lo ‘máximo’ el poder ir a ‘San Fermín’. Vivía en la capital de ‘debajo’ de Pamplona. Yo ya había estado en ella varias veces. Mi padre tenía unos primos que vivían allí… eran militares de carrera y además ‘armeros’, en aquellos años, lo que intimidaba mucho. ‘Aquellos años’ son unos pocos después, no más de una docena, de que Hemingway inmortalizara las fiestas de ‘San Fermín’. Había llegado la mañana anterior a Pamplona, en autobús, junto con un par de amigos de mi ciudad. A mis padres les dije que iba a casa de ‘los tíos’, pero mi intención era saludarlos y vivir la fiesta a mi aire, sobre todo por la noche. En mi ciudad, la fiesta se acababa por aquel entonces a las dos y media de la mañana o algo así. Cuando amaneció, nos compramos una botella de leche y unos churros y nos fuimos para el encierro. También aquel fue mi primer encierro. Fernando de Morais Castro Santos El novato Esa noche no había dormido. Aquellos eran los primeros Sanfermines en los que iba a participar. Ahí estaba yo, esperando a que asomase la manada. El reloj dio las 8 y pude ver a los animales, mirando amenazantes. Me quedé inmóvil, sintiendo el corazón saliendo de mi pecho. Alguien me agarró del brazo y me gritó: \"¡corre pasmado, que te cogen!\". Reaccioné inmediatamente y salí detrás de él. Corrí como alma que lleva el diablo, adelantando y esquivando a los más rezagados. Llegaba al final de Mercaderes cuando sentí que un cabestro se avalanzaba sobre mí. Con reflejos felinos lo esquivé metiéndome al interior, mientras el animal tropezaba y caía del lado contrario. Sin perder tiempo, aceleré el ritmo en dirección a la Plaza de Toros. Tal era mi ansia por llegar que no me fijé en la gente que nos aplaudía y fotografiaba. Llegué a la plaza y me detuve a ver llegar a mis perseguidores. Solo habían pasado 4 minutos, pero para mí había sido toda una vida. Me giré y a mi lado reconocí a mi acompañante: \"¿Mañana a la misma hora?\". Mis labios se curvaron en una pícara sonrisa y sin dudarlo contesté: \"Por supuesto\".

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Fernando López Permisán Añoranza Pamplona, ¿cuándo te volveré a ver? La melodía erraba por su cabeza en forma de interrogante. Él extrañaba su ciudad. Vivía confinado en una provincia hermana, donde el destino había querido que nacieran y pacieran, sus tres hijos, tres. Como remedio, cada año, puntualmente, los dos mayores recibían su vacuna sanferminera, en dosis de dos mañanas, dos tardes y una noche. Mañanas de perseguir a los gigantes, perdiéndose de cuando en vez para agasajarse con unos vinos, unos néctares y unos fritos. Noche de fuegos de artificio. Tardes de mulillas, paseos con las peñas y visitas al Santo y a los huéspedes de los Corralillos del Gas, eludiendo, cada julio con mayor afán, las cercanas tentaciones del Runa. Parada y fonda en una terraza y presente para los txikis: Esther Arata para el de seis, Braulia para la de cuatro, Sidi abd El Mohame para la primita de cinco. Adios Pamplona, Pamplona de mi querer. De vuelta en la provincia hermana, al de seis le cuesta conciliar el sueño. Abrazado a su reina asiática musita: ‘mañana quiero volver a Pamplona, y quedarme hasta que me muera’. Fue un instante de inmensa felicidad. También a él le costó dormir. Fernando Román Itoiz Pamplona 6 de julio Ya están de nuevo aquí, hoy es 6 de julio y al mediodía volverá a explotar el Txupinazo que da comienzo a las fiestas de San Fermín, los Sanfermines… ¡LA FIESTA! Tras almorzar con los amigos nos dirigimos al casco viejo, núcleo principal de la fiesta, ya toda la ciudad está inundada de trajes blancos y el pañuelo rojo esperando ser anudado al cuello tras el cohete. Emoción, alegría, nervios… una sensación que no hay palabra que la describa exactamente, que conocemos muy bien los pamplonicas y que difícilmente entienden los foráneos; el inicio de la fiesta supone un cambio total de la ciudad, y sobretodo de sus gentes. ¡Viva San Fermín, gora! La fiesta estalla, emociones, bebida y música se mezclan por las calles de Pamplona, teniendo por delante nueve días totalmente diferentes al resto del año. Nos levantaremos (o acostaremos) con el encierro, viendo a los toros tomar por unos minutos nuestras atiborradas calles, los mismos que por la tarde serán toreados en la plaza, bailaremos con las peñas, fuegos, conciertos, gigantes y un sinfín de actos que durante nueve días cambian el gris de la ciudad por el rojo y el blanco. Viva San Fermín, gora!!!!! Francisco Barragan Larreta Miedo escenico Apoyado en el travesaño de madera miraba a lo alto el reloj del Ayuntamiento mientras notaba como le estaban resbalando por la nuca la misma cantidad de gotas de sudor frío que cuando, unos años atrás, se veía acosado por Caravinagre y salía Estafeta abajo como alma que lleva el diablo. Tenía esa misma sensación de miedo y además, le parecía ver en las caras y los ojos de quienes le rodeaban un semblante parecido. Bueno, siempre había alguno que parecía mantener la calma ante cualquier adversidad. Le recordaban al empollón de Juanma, aquel listillo de su clase que nunca estudiaba y se reía de sus agobios en vísperas de los exámenes finales. Total, para acabar aburrido pasando nóminas en una asesoría. Intentaba no sentir pánico cuando, de repente, un estruendo brutal inundó el ambiente y le sacó bruscamente de sus temerosos pensamientos: los toros ya estaban en la calle...Y fue entonces cuando se juró a si mismo que nunca más huiría como hizo con los kilikis. El año próximo, sin falta, intentaría entrar al recorrido y correr el encierro.

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Francisco Castrillo Salvador Cronología de aquel San Fermín Guardo (Palencia): 7 de julio. 03:20 h. Despedida de soltero de El Neno. Tremenda trompa del chaval. El Moru y yo no bebemos. 03:30 h. El Neno entra por fin en el reino de Catatonia. Puesta en marcha del plan. Cambio de ropa y traslado del cuerpo hasta el asiento trasero de mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 7 de julio. 05:10 h. Alivio de esfínteres en área de servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier. Pamplona (Plaza de la Ciudadela): 7 de julio. 06:50 h. Traslado a mano de El Neno, aún en coma inducido, a un banco. El lugar está repleto de pamplonicas, guiris y otras especies de difícil catalogación. Nos alejamos de la escena. 07:45 h. El homenajeado se mueve, alza la cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las manos. Se echa a llorar. 07:50 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota. Deja de llorar. Se va con ellos. Le seguimos. Plaza Consistorial. 08:00 h. Chupinazo. El Neno salta y grita. Nos ve. Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín! Francisco Cerda Moya La lucha contra el mundo Muchas veces la gente me para y me dice que parezco un idiota, que salir a la calle y participar en un encierro es una tontería. Para mi ellos se equivocan, o más bien no comparten mis ideales. Es una sensación extraña estar en un encierro. No se muy bien como decirlo, pero es como enfrentarse a todos los males de mi vida, es cierto que huyo del toro, animal fuerte como el quemas, pero el ser capaz de dejar atrás a la bestia, es para mi como ser capaz de dejar atrás todos mis problemas, y ser libre. llego a la fiesta muy temprano, esperando a que tiren el chupinazo, hoy es un gran día, hoy me enfrento al mundo. Francisco Egaña Garcia Historia de un sentimiento Ayer al levantarme de la cama vi que había recibido un sms de mi amigo catalán Gerardo Vilardell haciéndome una pregunta un poco rara teniendo en cuenta las fechas a las que estamos. ¿Que se siente en San Fermín? me preguntaba. Me metí en la ducha pensando en el mensaje y al primer contacto con el agua fria, sigo con el termo roto ¡y ya van dos meses!, abrió mi cabeza a los sentimientos sanfermineros. Salí rápido, todavía con escalofríos y sin secarme del todo empecé a teclear... Se siente afecto, emoción, calor, fe, ilusión, dolor de cabeza, ansiedad, alegría, frío, ganas de disfrutar, amor, ternura, miedo, cariño... te sientes más abierto, con el corazón más grande, con mucha sed, más nervioso y más pausado a la vez... se siente sueño, hambre, empacho, rabia, admiración, nervios, ganas de que se acaben, subidones de adrenalina, agobio, felicidad, valentía, devoción y un sinfin de sensaciones inhabituales un martes cualquiera, pero si te tengo que ser sincero querido Gerardo lo que más siento, y lo siento en el alma es haberme ido de Pamplona entre el 6 y el 14 de Julio algún año perdido, porque San Fermín es sentimiento por si mismo.

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Gabriela Daroca da Costa Todos mienten -¿Vas a llamar ahora a tus padres?- le pregunta Nils a Niklas mientras le pasa una lata de cerveza. –No, hay demasiado jolgorio, notarían que no estamos en una tranquila terraza en París-. Están sentados en un tablón del vallado contemplando la salida de las peñas de la plaza de toros. La alegre música y la gente cantando hacen que tengan que hablar casi a gritos para entenderse. –Ellos están en New York, en el congreso de medicina al que van todos los años por estas fechas. No entiendo por qué no querían que viniésemos a las fiestas de sanfermín, nunca vi nada parecido en Suecia- prosigue Niklas. Pero Nils ya no le escucha, una preciosa chica morena vestida de blanco y con un pañuelo rojo anudado al cuello, como van vestidos la mayoría en la ciudad, le ha sacado a bailar y se unen a la animada multitud. No es difícil seguirlo con la vista, su cabeza rubia sobresale entre las demás. Ahora se acercan a un grupo con blusones color azul oscuro y con los puños y el cuello amarillos, que salta al ritmo del bombo. Gerardo Egea de Esteban Mi primer encierro 5:30 am. Deseoso, convencido, ilusionado… 6:30 am. Alterado, frenético, dubitativo… 7:00 am. Nervioso, aterrado, confuso… 7.59 am. Cardiaco, preocupado, envalentonado… 8.00 am. ... 8.03 am. ... 8.04 am. Virtuoso, relajado, extasiado… sosegado, alucinado, seducido… desvariado, magullado, enamorado… 8.15 am. Los mejores churros de mi vida. Ginés Mulero Caparrós. ¿Por quién doblarán esta vez las campanas? Consabido es el fervor de Fray Frascuelo por San Fermín dentro de los Carmelitas Descalzos. El abad, viéndolo moribundo en el jergón, concede en sus orejas de soplillo un último deseo. “Correr los San-fer-mi-nes”, dice con un apócrifo hilillo de voz. Escandalizado el abad se santigua, parece escenificar con la mímica eclesiástica “Caerás del guindo y perderás la cabeza”. Fray Frascuelo ya en Estafeta recoge el guante de una bota y echándose un chorrito largo en la comisura de los labios deja correr el zurracapote garganta abajo. Brinda al sol por el santo y comunica al generoso dador: “Esto sí que tiene argumento y no la mierda de tetrabrick del mo-nas-te-rio”. Cargada su cuba, entra en la Plaza de Toros alisándose las sienes encanecidas con saliva etílica. Viendo entrar a los morlacos se alza los faldones del hábito dejando su vergajo al pairo y, confundiendo churras con meninas –valga la metáfora-, a horcajadas, monta con temeridad a lomos de un manso. Una doble de Pamela Anderson, desnuda completamente, bamboleando sus globalidades ingobernables, salta al ruedo, pero nadie repara; Sol y Sombra con pañuelos blancos al viento, también con risas vacilantes, reclaman… las dos orejas y el badajo de Fray Frascuelo.

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Giovanni Anticona Alegre Una copa de San Fermín Dominica no concebía a la fiesta de Pamplona sin un San Fermín en las copas. Por ello, fiel a la exigencia de su paladar, salió de casa y enfiló por la calle Cervantes rumbo la tienda de Rodrigo Villas. Al entrar, lo encontró detrás del mostrador, en su postura enhiesta de siempre, leyendo un libro de páginas amarillentas. Antes de que Dominica abriera la boca, Rodrigo ya había adivinado lo que iba a decir: como todos los años, ella quería comprar su San Fermín, ese delicioso brebaje que a él también le fascinaba. De inmediato, se desplazó hasta la despensa y, segundos después, regresó con la anhelada botella entre manos. Acto seguido, destapó el vino con un sacacorchos añejo y sirvió el fino líquido en dos copitas que sacó de un cajón del mostrador. Rodrigo depositó una copa en la mano derecha de Dominica y dijo: - Salud por nuestro amor, mi Dominiquita. - Salud, mi Rodriguito. - Y por los toros también. - Claro, aunque no hay mejor toro que tú. Mientras se regalaban miradas cómplices, bebieron de las copas, felices como en cada inicio de la fiesta de Pamplona. Gonzalo García González Un día en las carreras Nervios, agitación, concentración. Salto, bailo y me muevo, los nervios se apoderan de mi ser y no me dejan parar. Pum!! Es el tercero. Puertas que se abren, tensión en el ambiente, todo el mundo busca su sitio. De repente, negro bragado asoma su cara, es bonito, buenos pitones, ahora toca correr. No es tarea fácil, hay mucha gente, empujones, codazos, nervios y la vista siempre puesta atrás. Esto no es un maratón, tu vida está en juego. Busco el sitio. Un colorado sigue al bragado. Le busco la cara. La encuentro, me sitúo entre los pitones. Corro. Noto su aliento, giro la cabeza y compruebo que tengo distancia, no puedo relajarme pero me alivio con tal comprobación. Llega Santo Domingo, San Fermín me ampara a mí. En cuesta, la manada aprieta. Veo el pitón…, noto el pitón…, puedo tocarlo con mis manos cerca de mi cuerpo…, la adrenalina se dispara…veo hueco, «si salto puedo», no hay tiempo que perder. Salto en plancha y acierto a pasar bajo la talanquera, miles de manos me ayudan. Me pongo en pie, tanteo mi cuerpo…y…por los pelos. Ha sido un carrerón, ahora a descansar, mañana habrá otra carrera, distinta y preciosa carrera. Guillermo Uribe Zarrabeitia ¿Fiesta? Rasgan las nubes un claro y Pamplona se me aparece rumbo norte sur, a dos leguas de distancia. San Fermín de Amiens soy y aquí vuelvo, como cada año desde hace cientos, para que celebren misas, ferias y toros en mi honor. Desciendo hacia la cuenca. Ya el horizonte se suaviza cuando del oeste veo aproximarse la inconfundible figura de Ernest, el bardo de Illinois. Le tengo aprecio a este hombre desesperado. Si mi cabeza fue cercenada para que rodara ejemplar por las calles de Amiens, él se la voló con la escopeta de cazar leones en África. Claro que nos distingue el oscuro foso del suicidio, pero aun así intuyo que acabaremos haciendo buenas migas. Y si mojadas en vino pues mejor, que es abrazo del bueno para la amistad de dos almas libres. Para mí la sangre de mi señor, para Ernest el señor de su sangre. Siendo hombre de acción, su vuelo es ágil y rápido. Se sitúa en paralelo y me guiña un ojo. Tan solo espero sus palabras, divertida como pocas. Palabras que caen al hilo de un cohete, sobre la vertical del Ayuntamiento. - Qué, Fermín. ¿Fiesta?

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Hernando Striedinger Cepeda Vivir el San Fermin pero con mi santa a mano Toca madrugar, apretujarse, sudar petróleo. Hasta llorar de cansancios para bailar, cantar y reír mejor. Con la diana soltaron el gran día de las fiestas de San Fermín en la música de cascos de la manada de pelosos relámpagos negros de los encierros. Allí, confundidos entre la presurosa sangre y la hormigueante algarabía anhelosa del gentío, vivimos para gozarlo muriendo en olores a pavorosa adrenalina y los de las estelas de vino tinto cosquilleando en sus botijuelas preñadas de felicidad. A las doce en un vals con Pamplona entera cruzada de comparsas en éxtasis e iglesias. Encharcados de miradas trasnochadas sobre las camisas en blanco ornadas de pañuelicos rojos. Gritando más de lo imposible con los corazones empuñados a la locura colectiva. Y soñando despiertos, paralelos al ruido absurdo de los cohetes eufóricos latigueando un tormentoso cielo desteñido. Metidos al adoquinado ruedo largo, donde yo me animo sin que nadie me desanime, e intento pasos de imposible valentía. Estampado a las pupilas negras de un amor que me tachuela a flashes por los empellones. Una bella tan santa e inexistente que me salva del pitón filoso que explota ahí mismo por donde mi corazón desafiante la saluda en su altar. Iban Fernández Ainziburu 7 de julio por la tarde Lorenzo aprieta. 31 grados a la sombra, y gracias. A los de la peña de al lado, digo, que además de jaleo han traído una sombrilla gigante que nos tapa a todos. Bueno, a casi todos, porque hay un tipo más abajo que se está jugando el pellejo en la arena. Yo no podría, por mucho que me pagaran. Y menos si me pierdo la merienda. Después del tercero siempre como algo. Por gula y por tradición. Hoy, bocata de magras. –Ufffff… qué salao está esto– dice uno de los de la peña. –Haberlas hecho tú, ‘salao’– pienso. Pero tiene razón. Justo entonces oigo a lo lejos el clásico y salvador \"¡Ceeeeerveza, coca-cola, naranja y limón!\" A lo que respondemos con un contundente: \"Eeeeeeh!\" Por fin una cervecita fresca. Aunque escasa, porque después del primer sorbo, ¡plac!, un meteorito redondo y de nombre Nivea cae del cielo y tira mi cerveza. Graciosillos... Lo peor es que queda mucha tarde por delante y, como Lorenzo insiste, parezco un guiri sin Aftersun. Así que voy a pegarme otro baño. El cuarto de la tarde. Y último, porque el año que viene yo no vuelvo. Ahí te quedas, Salou. Ignacio Navarro Otano Miedos -Mejor lo hacemos mañana, que es último día de fiestas, por si pasa algo… -Sí… Trago saliva y noto un nudo en la tripa. -¿Y si nos piden carné? Aún nos queda un año… -¡Si no piden a nadie! Y entre tanta gente, ni se enteran…Además, ya lo hemos hecho en pueblos y ha ido bien ¿no? -Ya pero esto es Pamplona, no se puede comparar, esto es a lo grande…sin bromas. -Bueno, pero todos nuestros amigos ya lo han probado y dicen que es flipante. Eso sí, una vez que te pones, ya no puedes escapar hasta que para todo… -¿Y si nos sacan en la tele? Menuda bronca en casa, a mi madre le da algo si me ve ahí. -¡Venga ya! Ahí van a estar las cámaras, enfocándote a ti…¿Te rajas? -¡Qué no es eso! Sólo digo que de fuera impresiona mucho y dan ganas, pero hay que atreverse… -Tú mismo. Yo voy a ir. Ya sabes la hora y el lugar. -Joé…venga, ya iré. Ya no me puedo echar atrás. Mañana va a ser mi primera vez. Si al menos mi padre me acompañara…pero ya está mayor...Hoy dormiré mal… Respiro hondo. La noria gigante me espera.

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Ignacio Vicente Rodríguez Pobre de mí Cuando llamaron al timbre, ya se había decantado por los barbitúricos con whisky y guardó la cuchilla de afeitar en el mueble del lavabo. “¿El señor de la casa?”. Era un inglés borracho. “No hay”, y cerró la puerta. Quería ver desde el balcón si las astas del morlaco al que dio de pacer en la ebria madrugada, le brindarían un compañero. Programó la llamada al 112 para cuatro minutos más tarde. Respetó las fiestas. Igor García Cueva El Sueño de San Fermín Heme aquí nuevamente, velando por vosotros, fieles incondicionales. ¡Que envidia sana os guardo, mozos pamplonicas! Si pudiera codearme con vosotros… Recorrer a placer las calles de Pamplona. ¿Qué puedo hacer desde aquí? Atender vuestras plegarias. ¡Ah incautos! ¿Acaso no conocéis su instinto primario? El toro embiste, implacable, con denuedo. Cuanto me gustaría dejarme caer por la atestada Jarauta. Visitar sus peñas, fundirme con las charangas. Acudir al chupinazo. Jugar a la tómbola, pisar la Plaza del Castillo. Desfilar entre gigantes eludiendo cabezudos. Alternar con dantzaris y txistularis. Personarme en La Procesión, con La Pamplonesa. Pasar desapercibido en la misa solemne celebrada en mi honor. Regatear en los puestos de la polvorienta Taconera. Almorzar en Antoniutti. Cantar joticas. Sentir el tacto de un pañuelico. Degustar un ajoarriero en el tendido al sol. Probar fortuna en el endemoniado juego del clavo y el tarugo. Deleitarme en la batalla de luminiscencias, pisándose entre ellas; después aspirar el tufillo a pólvora. Dormitar sobre un colchón de hierba pisoteada y despertarme aturdido con la rosada encima. Y en Las Barracas, compartir sonrisas con niños entusiastas. ¡Ojalá pudiera unirme al ambiente si Dios me concediese el permiso! Casi está convencido. Sea como fuere, tenéis mi bendición. Iker Jaka Arratibel Que extraño Que extraño es todo esto. Donde estoy. A donde voy. No entiendo nada. Que ruido. Quienes son estos que corren a mi alrededor. Ya no les tengo miedo. Al principio me han asustado. Les he visto acercarse por los lados. Me he sentido amenazado, aunque, al girar la cabeza hacia ellos se han parado. He seguido corriendo. Que lugar mas extraño. Primero para arriba y luego hacia abajo. No conozco este lugar. Pero yo he seguido corriendo. Luego me he caído. Sigo corriendo. En la misma dirección. Sigo corriendo. Delante va mi compañero el cárdeno. Le tengo respeto pues el otro día lastimo a otro compañero y este ya no esta con nosotros. Uno se me acerca por la izquierda. Otro mas. Ya no son una amenaza. Me ve. Veo sus ojos. Que extraño. Los veo enrojecidos. Sentirá dolor? Puede ser pero no lo parece. Se me acerca y corre a la par. Parece que disfruta de mi compañía. Que extraño es todo esto.

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Inés Beperet Arive Mi cumpleaños Aunque este año había sido diferente, la sensación al volver a salir a la calle volvía a ser la misma. Debía ocultar mi emoción al reencontrarme con todos mis amigos y aparentar que estaba tranquilo. La verdad es que en eso tenía ya práctica y mi semblante serio ayudaba bastante. En realidad, muchos de ellos ni se daban cuenta del cariño que nos unía y llegaban a confundir mi amor con indiferencia. Y allí me encontraba otro 6 de julio, con un agujero en el estómago antes de volver a ver a los pequeños niños vestidos de pamplonicas, tan ansiosos de vernos como asustados. En estos 150 años, había cambiado ya hasta de casa. Es inigualable la alegría de ver cómo, quienes en un primer momento se asustaban, se hacían ahora los valientes con sus hijos engañándoles para dejar sus chupetes a mi esposa. La verdad es que Joshepamunda estaba bastante contenta con esta nueva tradición. Un minuto antes de las cinco de la tarde, le miré, podía ver lágrimas en sus ojos. “Munda, un año más ha llegado el momento. Estos días son de todos ellos. ¡Viva San Fermín!” Y tras este grito, comenzamos a bailar una vez más. Iñaki Azcárate Diez Por tantos y tantos Al sacar el pañuelo del bolsillo sintió que se le erizaba el vello de la nuca, y un escalofrío lo estremeció de arriba a abajo. Allá en el balcón, los encargados de dar comienzo a la algarabía ya estaban preparados, mirando a un lado y a otro, con la sonrisa emocionada y nerviosa que lucían, año tras año, todos aquellos que se encontraban en su misma situación. La inquietud que lo envolvía le hizo sentirse incómodo, con el corazón en la garganta, maldiciendo los segundos que faltaban como barreras infranqueables que derribar. De repente, una voz acalló a la multitud con aquellas palabras que, en castellano y en euskera, pareciesen amansar a las fieras para luego liberarlas de sus jaulas y hacer saltar los corchos del champán por encima de sus cabezas. Los pañuelos bajaron al tiempo que subían los géiseres del espumoso. Anudó dos veces el suyo, se abrazó con los que le rodeaban, y notó que tantas lágrimas como nudos le corrían por las mejillas. Eran ya demasiados los años en los que le tocaba vivir su fiesta a cientos de kilómetros de casa, por un televisor, y las lágrimas brotaron con más fuerza. Iñaki Garralda Vidaurre Chupete sanferminero Llevaba una temporada larga colgado del cuello del pequeño Iker, aunque algo me decía que me quedaba poco tiempo junto a él. Me sentía desgastado y usado y mi morfología se deterioraba sin remedio. No tuve tiempo de despedirme de él como a mí me hubiera gustado. Era muy grande, pero a su vez frío, no se movía, ni siquiera pestañeaba, aunque reconozco que su majestuosidad me dejó sin palabras. Mi sorpresa fue inmensa al encontrarme a otros colegas en manos de semejante mole. En todos ellos noté cierto optimismo, como si hubieran comenzado una nueva etapa en sus vidas. Estaba algo confuso. De repente se hizo la música de los tambores y las dulzainas, alegre, jovial, divertida, al tiempo que la gente se apartaba, y comenzó un baile lleno de ritmo y giros, una sensación alucinante. Por primera vez en mi vida había pasado de ser un objeto intranscendente a vivir un espectáculo de semejante magnitud en primera persona, un privilegio. Por un instante, me pareció escuchar su llanto. Aquella fue la última vez logre ver la cara del pequeño Iker.

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Iñaki Pérez Armendia trakatrán-trakatrán Tengo buen porte. Y ella me sonreía. Me dijo que por mí, si estuviésemos en su país, se saltaría hasta los desfiles del 4 de Julio. Aquello me hizo retroceder. Coño, pensé, ésta va en serio. Activé toda mi maquinaria de pensar y le contesté. - Mira, moza,le dije,el 4 de julio será importante en tu país, pero el encierro para mí es sagrado. Hablábamos casi sin entendernos, entre las gentes que en la plaza esperaban a que el encierro comenzara. -¿Seigreidou?- dijo,haciendo un mohín inocente que debía de ser muy popular en las tierras pantanosas de las que ella venía.(Y no sé en razón de qué pensé esto) -Bueno, sacred, para que me entiendas; que este día es muy importante y por nada del mundo me lo perdería. Pero cuando acabe podemos vernos. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y dijo que allí mismo estaría dentro de una hora. Tenía buen porte. Y yo le sonreía. Pero lo que dije no la hizo retroceder. Al contrario. Supongo que pensaría que lo nuestro podría ir en serio. El quinto toro-DESESPERADO-se la llevó por delante. Una hora después la tele dijo que se llamaba C.P.W. Trakatrán-trakatrán, ahí vienen de nuevo. Iñigo Barberena Ramírez San Fermín Extrem Amanece,al salir del céntrico hotel. El sol promete un día claro. Sorteando a gente que está sin dormir, descubrimos un sitio para ver el primer encierro del año. Expectantes, encaramados en el laberíntico vallado, vemos fugazmente los negros toros, incisivos entre la oscilante, chispeante, marea blanca y roja. Ésta nos envuelve, engulléndonos, y nos arrastra, bamboleante, por la histórica ciudad. Navegamos rítmicamente, entre apretados empujones; atrapados en un atrayente bicolor, hipnotizante, exhuberante de vida, balanceados por la omnipresente música. Surgen de la multitud unos enormes muñecos diversamente ataviados, danzando unos pegadizos compases. Es el oasis de la fiesta, como si las gigantescas marionetas infundieran respeto, temor, al díscolo. Desde los balcones riegan a la marea con cubos, botas de vino, mangueras,... La camaradería es total. Hablas de todo y de nada con perfectos desconocidos; brota una alegría instintiva, una euforia pura, natural. Entre pinchos, poteos y bailoteos llegamos, bajo el flamear de las enseñas peñeras, al coso taurino; como si entráramos en un castillo, en día de homenaje, al acto central de la fiesta. Comemos, bebemos, cantamos, reímos, bailamos, tiramos cosas,...de todo, salvo ver la corrida. La marea nos encumbra mientras anochece. ¡¿Ya?!. ¡Pues que viva San Fermín!. Irati Ugarteburu Uncetabarrenechea Aurrera darrait Iritsi da ordua. Urduri nago, oso urduri. Hankek edozein momentutan huts egingo didatenaren sentsazioa gainetik kendu ezinik. Ingurura begiratu dut berriz ere. Jendea hara eta hona dabil, kirioak dantzan, erlojuaren orratzak momentu zehatza noiz adieraziko zain. Zirrara nabarmena da denen aurpegietan, begiak disdiratsu, ezpainak estututa, arnasa sakonki hartuz. Adin ezberdinetako jendea dago hemen, gizonak gehienak. Gutxi batzuk ondo ezagutzen dituzte berton egotearen arriskuak, ondorioak beraien azaletan izango dituzte betirako. Baina urtero bezala hemen dira berriz ere. Beste batzuen aurpegiak beldurrak ferekatzen ditu, errespetuak. Berriz ere zangoak mugitzen ditut, belaunak tolestuz. Ez nago prest, ez dakit zein momentutan bururatu zitzaidan hona etortzea. Zer egiten dut nik hemen? Ihesi irteteko sentimendua emozioari gainjartzen hasi zaio, egurrezko oholen atzean dagoen jendearen artera salto egitea pentsatu dut. Bat-batean, zarata batek ideia guzti horiek baztertzera eraman nau. Hasi da. Hasi da entzierroa. Inguru zuri-gorria saltoka hasi da, aurrerantz mugituaz. Hotzikara batek zeharkatu du nire gorputza. Malkoak ere beraien tokia eskatu dute eszenan. Bagoaz. Banoa. Han atzean, nigana hurbilduz, zezen koadrila bat. Badatoz. Azkenean bete da nire txikitako ametsa.Telebistan lehen entzierroa ikusi nuenetik, esperientzia hau bizitzea izan da helburua. Eta hemen nago, noizean behin atzera begiratuaz, adarrek nire azala igurtzi ez dezaten. Nik aurrera darrait.

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Irene Garcia Diaz de Cerio La magia de San Fermín Fiestas de San Fermín: cada rincón pamplonica colapsado por gentes de diversos puntos de dentro y fuera de la geografía española. Con el pañuelo rojo anudado al cuello,disfruto de cada momento, sin saber a ciencia cierta su razón de ser: ligado al Voto de las Cinco llagas y martirio del santo o simplemente forma de retar al morlaco. Cuesta de San Domingo hasta la plaza del Ayuntamiento, con escasos refugios para retirarse o una hornacina con la imagen de San Fermín son hechos que perduran en mi mente. Toros agrupados en manadas en busca de la embestida frente a valientes corredores evitando peligrosos derrotes con un servidor expectante y deseoso de no tener que lamentar víctimas. Sirvan estas líneas como muestra del sentir hacia una ciudad y tradición que diez años después de mi primera visita me sigue llamando a gritos. Irma Gabriela Chávez Rodríguez El chupitazo Un mar de blanco y rojo. Desde lo alto se ve como la ola viene y va. Miles de voces unidas en un canto. La alegría lo invade todo, la piel se eriza. No hay dolor, ni tristeza. Una pequeña niña danza al paso de su madre. La observa, la imita tratando de seguir su ritmo, intentado captar lo que sucede a su alrededor. Está feliz pero aún no entiende por qué. Nadie lo entiende, porque no es algo que pueda razonarse. Se siente, se contagia. La niña pregunta: Madre ¿Qué celebramos? Y ésta responde: Los Sanfermines. Se escucha un sonido atronador y el mar de gente aclama porque por un instante todo es una fiesta, en donde se celebra el valor de la vida pero también la cercanía de la muerte. Ismael García-Gil Velilla Ojala siempre fuera San Fermín Me llamo Naryis, soy reportera en la India y me enviaron a Pamplona para hacer un reportaje sobre la fiesta de San Fermín. Al poco de llegar me di cuenta que no todo eran toros, que lo más importante era la gente y su forma de actuar todos parecían amigos. Eran miles de personas que se gastaban bromas y cantaban a coro como una gran familia, fue la primera vez que nada más llegar a un país nuevo me siento como una más. Siento una sensación extraña en mi interior, una subida de adrenalina, era el espíritu de la fiesta. Al segundo día, quería ver los famosos encierros en persona, para mi sorpresa la gente no gritaba ya, parecían todos concentrados. Pensaba encontrarme locos e inconscientes, pero allí solo vi a gente muy normal que sabía lo que hacía, ahora sí que ya no entendía nada. El ambiente de emoción impresionaba y los toros a su paso levantaban a la gente, entonces empecé a entender y acabe de entenderlo cuando vi a un joven jugándose la vida por salvar la de otro mozo. Todos eran uno, entonces pensé que bonito seria el mundo si todos los días fuera San Fermín.

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Isolina Cerdá Casado Palpitaciones Sentía un palpitar cercano. El señor que estaba sentado en el caballo de bronce tenía alrededor de su cuello un pañuelo rojo, indumentaria poco corriente para el rey de la calle navarra. Pero me limité a respetar la estética rompedora de un hombre cuyo caballo había sido inmovilizado en medio de una rotonda sin más aspiración que la de contar los coches que la circunvalaban. Todo el día estuve dándole vueltas al misterioso asunto, podía tratarse de una chiquillada; algún gamberro aburrido de la monotonía. Pero, ¿y si no fuera así? ¿tal vez, añorando emociones reales, se colocó él mismo el pañuelo para imaginarse corredor de los Sanfermines? Y así fue como descubrió que los coches no tenían cuatro ruedas, sino cuatro patas; y sus espejos retrovisores se convertían en respetables cuernos y ese palpitar era la manifestación sonora de su emoción al llegar a la plaza. Me di cuenta entonces; apenas quedaba nada para el chupinazo. Puerta abierta; olor a fiesta; color de blanco pureza, rojo de fuego, sangre y vino; encierros rebosantes de adrenalina. Se trataba de eso: la fiesta de San Fermín traspasando fronteras y adentrándose en el corazón de las estatuas callejeras. Ivone Chocarro Losantos Imagina Y una nueva conexión se materializó en el centro de aquella marea humana que nos quitaba el aliento y subía nuestra temperatura, como una fiebre. De pronto, el tiempo se partió. Se oyó tronar encima de nuestras cabezas y después comenzó a llover. Una lluvia dulce. A partir de ese momento, nos dejamos arrastrar por una pasión que no entendía de horarios. Una pasión salvaje, una bestia que bufaba tan cerca de nuestra piel que podíamos sentir su calor húmedo. Algunas mañanas de interminables noches desayunábamos chocolate con churros, acunados por el sonido de las gaitas. Nos enfrentábamos a las horas con veladuras color fucsia delante de nuestros ojos, desafiando a la muerte negra que nos cercaba en un círculo de sangre y arena. Mas no todo eran horarios despreocupados. El día del calendario marcado en rojo, planchábamos la raya de los pantalones y nos lanzábamos fervorosos a la calle: procesión y misa. Otras mañanas, jugábamos a que nos perseguían gigantes, demasiado inofensivos a pesar de su tamaño. Después llegaron las despedidas a la luz de las velas. Nos volvemos a ver. El año que viene. J. Zebensui de La Guardia Delgado Cónclave Unos dioses, un demonio y un grupo de humanos se encontraban congregados en el Limbo. El demonio había llamado a la cohorte divina al reclamar por justicia universal, por El Equilibrio que los hados guardaban, las almas eternas de los humanos cautivos. Pues los demonios podían martirizar con mil tormentos los espíritus humanos pero sus almas al ser eternas no podían ser llevadas al Infierno sin permiso divino. Así decían los hados. Si hubiera algún desequilibrio en el Universo por error divino lo pagarían eternamente los dioses. Los únicos que pueden acompañar tal sufrir en tal eternidad. Pues eternas son las almas. El demonio declamó y expuso la maldad de los humanos elogiando su crueldad. Describió sus atrocidades con deleite y habló admirado de sus oscuras ánimas. Sin embargo, los dioses no fueron de su opinión y vetaron su propuesta. El demonio miró a los humanos, sonriente y con la mirada en llamas, y les dijo que pronto les vería. Cada día de sus humanas vidas pues estaban corrompidos. Mas los dioses censuraron al demonio y éste dijo la verdad. “Cada día hasta que aprendáis…”, aclaró el demonio, “…y aprenderéis por el miedo.” Y los dioses le dieron la razón.

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Javier Castrillo Salvador Cronología de aquel San Fermín Guardo (Palencia): 7 de julio. 03:20 h. Despedida de soltero de El Neno. Tremenda trompa del chaval. El Moru y yo no bebemos. 03:30 h. El Neno entra por fin en el reino de Catatonia. Puesta en marcha del plan. Cambio de ropa y traslado del cuerpo hasta el asiento trasero de mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 7 de julio. 05:10 h. Alivio de esfínteres en área de servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier. Pamplona (Plaza de la Ciudadela): 7 de julio. 06:50 h. Traslado a mano de El Neno, aún en coma inducido, a un banco. El lugar está repleto de pamplonicas, guiris y otras especies de difícil catalogación. Nos alejamos de la escena. 07:45 h. El homenajeado se mueve, alza la cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las manos. Se echa a llorar. 07:50 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota. Deja de llorar. Se va con ellos. Le seguimos. Plaza Consistorial. 08:00 h. Chupinazo. El Neno salta y grita. Nos ve. Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín! Javier García García A y cuarto un año más Mike llegó el primero, a las 7.10. Habían quedado a y cuarto como todos los años, en la estatua de aquel hombre barbudo que, aunque ellos no lo sabían fue el culpable de que tantos de los suyos estuvieran allí a esas horas. A y dieciséis apareció Jason con su ropa impecable blanca, andando a zancadas mientras se anudaba el pañuelo. Corrían desde hace ya cinco años, todos los 7 de julio, desde mitad de estafeta hasta llegar a la plaza y, aunque no lo reconocían, jamás habían llegado a ver a un toro realmente cerca. Casi daban y media y John seguía sin aparecer. Jason y Mike se miraron. Probablemente su amigo todavía no se habría acostado. Los dos supieron que un año más les tocaría correr solos. Javier Jimenez Ferreres Globalización El mozo, por primera vez, rasca el fósforo, ve la llama y dice “baaaaatt”, es un bat de emoción, prolongado en la aaaaa mientras prende el cohete. El veterano ha pactado con el Santo y con su cáncer y ahora espera su último encierro, rezando con la misma fuerza de los noventa y nueve anteriores. Cuando oye el silbido del cohete, sisea un uuuno, un uno que traba en la uuuuu, con los ojos cerrados. El ingles vive su sueño. Madrugada, caldo, un periódico. Mientras trota escucha el cohete y musita “onnnnne” rabiando triunfalmente la “n” final. El mozo abre el portón y arropa la salida de las reses acompasándolas con un “irueetaaaaa”. El abuelo salta con los mozos y en lo más alto, con cada brinco, animando al ganado a subir, acabando su ultima cuenta, está gritando recio un “dooosyyyyyy” El ingles no piensa moverse hasta ver las astas. Espera gritando un “twooooandddd” que acaba en pánico cuando todos los mozos empiezan a sortearle despavoridos. Entonces, cuando subió el segundo cohete, y las rodillas crujieron y aparecieron las astas, al unísono, a lo largo de todo el encierro, en todo el mundo, se oyó: Y tres

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Javier Lasa Calle José Tomás Los tres primeros toros habían dado buen juego a los diestros y la plaza lo estaba jaleando. Llegaba la hora de la merienda. Esta vez me había tocado a mí llevar la comida. Quería sorprender a toda la cuadrilla: cangrejos de río, magras con tomate, ajoarriero y un sorbete de champán que todavía se conservaba frío abrazado a los hielos del cubo. Estábamos disfrutando del momentico, cuando pasó por delante nuestra una rubia que quitaba el hipo. Alta, de metro setenta por lo menos, carita fina, encantos bien definidos... La mujer de mi vida. Me levanté y, con aplomo, me atreví a invitarle a degustar las viandas con nosotros. Me puse a hablar con ella, en inglés, y veía que mis cinco años de academia no habían sido en balde. Mis amigos, mientras, volvieron al albero. Pasaron unos minutos. Le miré a sus ojos, de color cielo, su boca, colorada como mi pañuelico. Estaba a punto de besarla y de repente un nombre me vino a la cabeza: ¡José Tomás! Salí disparado hacia la plaza y mis amigos me confirmaron lo que me temía, “Te has perdido el mejor toro de la feria ¡dos orejas y el rabo!”. Javier Llorente Yoldi Flight cancelled Thomas Lindqvist estaba desquiciado. Llevaba un día entero en el aeropuerto de Estocolmo y no sabía si su avión partiría finalmente hacia España. El volcán Eyjafjalla estaba haciendo otra de las suyas. Ya tenía todo atado. Su viaje Madrid-Pamplona, el abono de los toros como socio de la peña ‘Los Suecos’, la faja, el pañuelico, las alpargatas… Incluso había acudido a la terminal vestido de blanco y con una txapela roja. El letrero electrónico le confirmó sus peores augurios: el avión no iba a despegar. Thomas no se rindió. No quería perderse el mejor momento del año. Llamó a los demás socios de la peña, compraron varias botellas de champán en el ‘duty free’ y, en el aparcamiento del aeropuerto, y con sus ojos puestos en un ordenador conectado por wifi a Internet, gritaron “¡Viva San Fermín!” a la vez que se anudaban los pañuelos rojos, saltaban, festejaban y se regaban con el cava. Otros pasajeros, los empleados del aeropuerto y varias azafatas se unieron a la fiesta. Montaron tal revuelo en la terminal que una televisión local les grabó y transmitió sus imágenes a medio mundo. Thomas Lindqvist no sabía que acababa de inaugurar el primer txupinazo de Estocolmo. Javier Manero Martinez En marcha No vienen en el programa de fiestas, pero son unas horas muy importantes en el sprint final de llegada al seis de julio. Se pasan cargadas de ilusión como de noche de reyes Amanece en Pamplona y clarea pronto, la ciudad ha mudado de ropa y de color. No cuesta levantarse de la cama ni salir a la calle a ver caras cómplices que te dicen que si, que no te has equivocado que ya está aquí. Lo que empieza siendo un goteo de gente que se dirige hacia el casco antiguo buscando la plaza del ayuntamiento se va convirtiendo en torrente según se acerca la hora. Nervios del que llega tarde, nervios del que llega pronto. El pañuelo todavía sin anudar al cuello. Almuerzos, risas nerviosas, repaso de planes, buenas intenciones, reencuentros, ilusión, mucha ilusión que es la gasolina de la vida. ¡Dios mío toda la fiesta sin consumir! Hemos conseguido llegar otra vez. El concejal de turno se asoma al balcón y contempla la mancha blanca y roja que se constriñe y ondula como si tuviera vida propia. Prende la mecha y grita al cielo cuando dan las doce:¡Pamploneses………

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Javier Mtz. Aznal Rojo Aquella mañana me desperté febril, ávido de sabores, olores y sensaciones indescriptibles durante el resto del año. Aquella mañana abrí los ojos y me visión había cambiado. La vida me había puesto un prisma de cristales rojos, unas lentillas que me hacían ver todo rojo. Mi habitación era roja, de un rojo vino clarete, mi cama era roja, de un intenso rojo rubí, la mesilla me recordaba a un “gran reserva” y la alfombra era roja cereza. Al principio me asusté bastante, ver el mundo a través de un prisma rojo no es que sea muy agradable pero no era la primera vez que esto me pasaba. El año anterior me había ocurrido lo mismo. Me vestí y bajé a la calle con mi nueva forma de ver las cosas. No me preocupaba mucho, en el almuerzo seguro que se me pasaba. Pero este año algo era distinto. Las personas las veía blancas, algunas blanco nube, otras blanco nata, blanco pálido… Todos los años este día me pasaba algo raro. Sólo veía rojo y blanco, rojo y blanco. Mi obsesión por San Fermín se acrecentaba. No me preocupaba mucho seguro que luego en el chupinazo se me pasaba. Javier Muñoz Fernandez ¿Te gusta bailar? Sus pasos eran torpes, pero ellos parecían flotar en otra parte. Quiero decir que estaban y no estaban allí. O estaban allí y en otro espacio, en otra vida. Él apoyaba la barbilla sobre su hombro, apenas rozándolo. Ella cerraba los ojos con fuerza. Él tenía el cabello blanco y encrespado; ella, todo recogido en un moño plateado y redondo. Él, de rostro enjuto; ella, queriendo sonreír o llorar, o las dos cosas. Ninguno de los dos iba de blanco; ninguno de los dos llevaba pañuelo: Él, camisa a cuadros y jersey azul marino; pantalones de tergal, zapatos negros de verano. Ella, vestido verde hasta las rodillas, chaqueta negra sobre los hombros, las piernas al aire y unas zapatillas rojas de andar por casa. Ahora, él miraba al frente, flaquito; los ojos le brillaban a través de las gafas. Ella se sumía en algún lugar con los párpados cerrados: no los abriría jamás. ¿Te acuerdas? Allí estaban, ahora, hace sesenta años. Hacía calor y eran las nueve casi. Un joven apuesto, una linda muchacha. Allí estaban mirándose apenas, de rojo y blanco; Él, cogiéndola de la mano y ella, dejándose hacer mientras cerraba los ojos: ¿Te gusta bailar? Javier Saralegui Olite Tus primeros Sanfermines Este año aún no estás, pero el que viene empezarás a verlo. Oír ya puedes así que atento al cohete, ¿eh? Es un ruido fuerte y seco superpuesto a un griterío feliz. Ya irás, ya. Pero no me vengas un día rebozado en harina, haz el favor. El día seis tu madre y yo iremos a los rejones. Quince sanfermines de adultos y aún no hemos vibrado con el maestro de Estella. Bueno, es que de eso se trata, hay muchas fiestas por vivir y cada una tiene su tiempo, o varios tiempos. Pasa con los gigantes, que te encantarán: te impresionan de pequeño, traicionas tu relación con ellos en esa adolescencia nocturna de la que no puedes escapar, los redescubres cuando ya tomas el vermú y acabas conociendo hasta el color del carcaj de Toko-toko. Si vas a correr el encierro aprende más que yo, que salí un par de veces y no olí a toro. Parece fácil desde un balcón. Igual lo intentamos juntos un día. Vendrás a la Plaza de la Cruz a pedirme paga para las barracas y ligarás en las verbenas de Antoniutti... Te van a gustar los sanfermines. Aquí te esperamos.

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Jesús Andrés Pico Rebollo Bajo el sol de julio Bajo el sol de julio, el mismo sol que en la mañana se alzó sobre montes sin verdor, deslizándose luego por extraños árboles deshojados, para caer -con todo el ímpetu de este cuarto verano tan distinto a los anteriores- lustrando pieles y alejando sueños, al recinto de los corrales. Ese sol invitando a desperezarse, amagar embestidas y estirar extremidades en el recinto que sustituyó al estrecho y asfixiante cajón donde confinaron bruscamente ilusiones y bravura, quebrando el mundo feliz de la dehesa. Ese sol que vio ascender por el aire despierto la tibia estela de humo blanco tras el chupinazo a cuyo resonante mandato se abrieron las puertas y la inquieta manada enfiló la cuesta de Santo Domingo con el griterío blanco y rojo abriéndose a su paso, envolviéndola como un Jordán festivo, mientras las astas apuntaban a un incierto destino. El mismo sol que doró, premonitorio, la arena del redondel entre ascender de gritos y ondear de capotes para desaparecer por un breve instante y reaparecer de nuevo en este encierro donde ahora brilla alto y desafiante, clavándose como un rejón de luz sobre los lomos… Bajo este sol de julio espero la libertad o la muerte. Joaquín González Málaga Tarde equivocada Ninguno de los míos sabe decir dónde estamos. La llegada a este extraño lugar fue ayer, casi a lo oscurecido, después de un largo y fatigoso viaje. Algunos han sufrido mareos durante el trayecto. Ya por la mañana, bien temprano, con ininterrumpida cohetería de fondo, nos han conducido de forma atropellada calle abajo unos mozos de lo más variopinto, a base de fustigarnos en el trasero con las noticias más duras de la prensa diaria. He logrado distinguir varias camisetas de Osasuna y del Athletic entre el gentío, pero ni una sola del Extremadura, que es de donde procedo. Sin previo aviso venimos a desembocar en una regia y soleada plaza de toros. Fuera y casi de refilón, todavía me ha dado tiempo de leer en un cartel a todo color cómo anuncian \"La Corrida del Año\", y tres nombres que me han parecido que decían: <>, José y Tomás. Así que lo que prometía tarde de fútbol, se va a convertir en un gran festival taurino. Mira por donde, el primero que voy a presenciar, a mis cuatro años de vida y a los quinientos cuarenta de peso. ¡Ya era hora! Joaquín Perales Bocanegra Otra vez Otra vez me encuentro en la misma situación. Se acerca la hora y no tengo nada preparado. Ya lo sé, toda la culpa es mía, pero nací así de dejado, ya me conoces. Me gusta dejar todo para el final y hoy, como cada año, me va a pillar el toro, y espero que sólo sea una frase hecha. En unos minutos llega Miguel y tengo la mochila a medias. Un par de camisetas, unos pantalones y algo de ropa de interior, todo lo necesario para pasar un par de días en Pamplona. Mi ropa blanca y el pañuelo llevan preparados 365 días. Tengo el estómago revuelto, los nervios comienzan a afectarme, y en un breve lapso de tiempo nos pondremos delante de los pitones, recordando aquella mañana trágica en la que nos abandonaste. Era tu ilusión desde pequeño y un maldito resbalón, en la curva Estafeta, te apartó de nuestro lado para siempre. No pudiste completar la carrera. Prometí a San Fermín, mientras viajaba con Miguel y mamá destino al hospital, honrar tu memoria cada 8 de julio. Me voy que llego tarde papá, hasta el jueves…

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Johny Mendoza Navarrete Ferminenses Esos toros que, con mirar causan miedos, esos que cada año tres minutos no más. Se me hicieron una eternidad, esperando la calma y mi salvación. Mientras corría recordaba el chupinazo, la procesión, los alguacillos, las milillas, a kilikis, a zaldikos, a los gaiteros y txistularis. En esos 849 metros recorrí mi vida. Los encantos de los canticos me deslumbran los recuerdos, las vaquillas de la plaza de toros, esas voces entonando \"Pobre de Mí\" esas almas que añoraban el Rian Rian. Cuando la eternidad me de la calma en el último segundo entre la tierra y el cielo ahi lejos enviaré bezos de luz a Panplona-Navarra, sera una forma de agradecer los ocho días de mis sueños, pues en San Fermin, los sueños como sueños son verdades. Jorge Armando Cruz Patiño El Encierro El toro embistio a jorge Carranza. La multitud corre, siente un miedo terrible, y, a unos pasos, los toros vienen pisandoles los talones. los cascos resuenan en el asfalto, y uno de los toros clava uno de los cuernos en el costado de uno de sus colegas.Pero apenas se han dado cuenta de ello. Siguen corriendo los toros, y la gente mira el espectaculo sorprendidos, silenciosos, temiendo y esperando lo peor. -¿que es lo peor?-pregunta una chica nadie sabe como responderle. Un toro atravieza, con uno de sus cuernos, el corazon de Jorge Carranza, pero él nop siente ningún tipo de tristeza o remordimiento. Sabe que volvera el proximo año, tal vez en una silla de ruedas, o quizas solo le toque ver desde una de las estrellas que corona el cielo. Como sea, el sabe que volver\'a. José Alberto Retamosa Gámez Trayecto final Mi corazón estaba a punto de estallar, pues cada latido era más potente que el anterior, y su rápido ritmo no hacía más que seguir al de mi agitada respiración. Izquierda. Derecha. Nada, no había salida. La única opción era correr hacia el frente. ¿Y hacia atrás? Ni loco lo hubiera hecho, no sabiendo que tras mis pisadas se abalanzaban aquellas bestias de fuerte cornamenta e incansable carrera. Cada vez éramos menos los que corríamos calle abajo con todo el cuerpo en tensión y con la emoción de protagonizar aquel momento. No sabía qué le había pasado a Sebastián, al que perdí de vista hacía rato, y mientras mis piernas luchaban por seguir moviéndose rezaba para que no le hubiera ocurrido nada. Miré hacia atrás y los vi allí, babeando con su rápido trote, preparados para envestir a todo aquel que se cruzase en su camino, y volví la cabeza hacia el frente. ¡Allí estaba! ¡La plaza, por fin! Cerré mis ojos para correr la última recta y tras unos segundos eternos logré entrar.Los Aplausos, los gritos, el albero bajo mis pies... todo era gloria y victoria que señalaban el final de mi sueño ya cumplido, y de una pieza...

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Jose Angel Sillero Perez de Albeniz No te vayas de Navarra Estaban a punto de llegar las fiestas de Sanfermín y la alcaldesa prohibió la exhibición de ikurriña alguna en las calles de Pamplona. “Han sido los sanfermines más divertidos de la historia”, declaró el portavoz de las peñas sanfermineras. El nudismo se apoderó de calles, tabernas, plazas y parques. La prensa internacional se hizo eco de la noticia, millares de extranjeros inundaron las calles con tan solo un pañuelico rojo al cuello. Varias asociaciones naturistas alabaron el progresismo de los gobernantes por esta iniciativa, dejando de lado sus reivindicaciones antitaurinas. “Estas fiestas son un ejemplo para la humanidad, se ha conseguido integrar en torno a un objetivo común a todos los ámbitos de la sociedad, dejando atrás modas discriminatorias, prejuicios morales y tabúes que son más propios de siglos pasados”. El éxito de la iniciativa se ha dejado ver en los encierros, con carreras más limpias y mucha facilidad para los servicios sanitarios a la hora de tratar a los heridos. La alcaldesa no quiso hacer declaraciones, en su lugar lo hizo con gran simpatía la concejala de turismo tras la matinal de jotas navarras de la plaza del castillo, en la que participó “como dios la trajo al mundo”. José Antonio Cruz Martínez San Fermin, no coment Sanfermines son un monumento al libre albedrío. Todo cambia. La casa es la calle, la calle es la casa, los amigos son la familia, los conocidos son los amigos, los toros nos están en el campo, están en la calle, los periódicos no se leen, se agitan… Hay mucha gente que lo pasa muy bien, otros que se van más que nada por el ruido, dicen. Y también se puede ver a alguna persona, generalmente de fuera, que es el paradigma de la infante inocencia. – Mira Borja, hay un señor tirado en el suelo y no se mueve. No sé, quizás no sea nada, pero como no se mueve… – Sofía, haz el favor de dejar al señor, que en Sanfermines pasan estas cosas… – Pero es que no se mueve Borja. – Chica, es el vino, la carreras, y el no dormir… la juerga. – Yo voy a llamar a aquel municipal, para que hagan algo Borja. Si no está mal, no pasará nada, y si no está bien pues le llevarán al hospital. – Agente, ese señor que está en suelo no se mueve ¿estará mal? ¡Borja! ¡Borja! ¡a dónde vas? – A perderme José Antonio Fernández Senovilla Momenticos Sanfermineros Llegó al fin la mañana soñada en casa preparamos la ropa ropa blanca y roja para la jornada. Seis de Julio amanece discreto un tibio bullicio ronda en el asfalto vamos todos de blanco aún sin pañuelo es el trasnochado encuentro con lo deseado. La plaza está llena, petada por la fiesta estruendo marca este momento casi sin aliento, anudo mi pañuelo es el desenfreno que cada año me atrapa. Esclavo libre de tan bello tormento en la calle vivo, convivo y habito con vino, toros, encierros y fuego. Pobre de mí, llega todo a su final esta noche es la despedida gozada, apasionada, sí, esperada. Suelto mi pañuelo con tristeza, del cuello, cantando sin lamento, hoy volverán a emerger los sueños anunciando que pronto la fiesta volverá. Quedan en la profundidad de mis retinas cabezones bailando y bebiendo vino, fuegos artificiales comiendo bocadillos noches eternas de música charanguera. Hoy lo relato de nuevo siendo viejo viejo este cuento, la Fiesta es Historia historia eterna de un Sanferminero.

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Jose Daniel ViVa La Pamplonidad Un sonido fuerte en el cielo de un chupinazo indica la llegada de una celebración en la humanidad, el aire deja su silencio para dar paso al grito de un hombre que lleva un mensaje de felicidad, se prende la mecha de bienestar y júbilo en los corazones de las personas de tan respetable ciudad. El ambiente se inunda de átomos de prosperidad que contagian a cada personalidad, la sangre de cada ciudadano palpita al ritmo de la pamplonidad, cultura que se destaca por su progreso y vigorosidad. Las calles se vistieron de gala para saludar a cada persona por su valentía y coraje en la construcción de tan hermosa capital, donde pamploneses y extranjeros participan con todo respeto en las actividades de integración cultural, cuyo principio es promover la paz, el amor y la igualdad, valores que conforman las bases de toda sociedad. Cada mañana del seis de Julio puedo escuchar las voces de las señoritas de mi vecindad, al mirar por la ventana veo la sonrisa de los niños al jugar con libertad y al mismo tiempo observo a un abuelo que dice: ¡ Viva La Pamplonidad !. José del Arco Moreno Ella Cansado del viaje, con sueño añejo y demasiados calimochos, intenté concentrarme en mis vivencias recorriendo el pasado más cercano. Me eché sobre el césped recién cortado de La Ciudadela, y con aquella frescura llegada a mi cuerpo, fijé la atención en el rumor creciente del gentío blanco y rojo, que en grandes grupos bullían disfrutando de aquella maravillosa algarabía. Una gran fiesta, a la que me habría gustado engancharme para enterrar mi soledad. Absorto en mis pensamientos, pretendía concentrarme en recorrer mi vida y mi existencia. No fue así; quedé impávido por el sofoco de sentir dos manos sobre mis ojos, que en su presión, pretendí reconocer. No quise apresurarme por temor a errar… ¿Era ella? Mi referente, mi bálsamo, mi consuelo en la desesperanza, mi aliento en el ahogo… ¿Mi vida? Era el tercer año de espera. Mismo lugar, misma fecha y misma rogativa al Santo: Permítenos volver y protégenos. El amanecer y las dianas de las peñas me aliviaron del sopor en el despertar. Y con el corazón hecho jirones, pensé, otro San Fermín, otros encierros, más calimochos. ¡Y ella¡ Jose Emilio Casbas Jimenez La inmensidad de las nubes Se asomó por la ventana, parecía que las nubes más blancas del cielo habían descendido a las calles de su barrio -vaticinando lo que estaba a punto de llegar-. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Eran las 10 de la mañana de un 6 de Julio de un año cualquiera. Sentimientos de alegría, amistad, libertad e incertidumbre le invadían. Un paréntesis de 8 días en su previsible vida. Se acerco al armario y buscó esa ropa para unirse a la sorprendente marea de nubes que habían bajado a la tierra. Se unió y, con precisión geométrica, se dirigieron al mismo destino, con el mismo objetivo. Se preguntó qué habría más allá de las 12 del mediodía.

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José Francisco Alenza García Johnny dejó su fusil Johnny era un héroe veterano de Irak. Pero tuvo que retirarse del Ejército por “stress-post-traumático”. Cada noche se despertaba aterrorizado gritando contra Sadam. Se sometió a los tratamientos que un psicólogo había diseñado basándose en las novelas de Hemingway. La de pescar un gran pez en solitario solía ser definitiva. Con Johnny no funcionó. Así que pasó al método “Fiesta”. Nadie prestó atención a los gritos de Johnny en el chupinazo. Cada descorche de champán le parecían morteros. Cada avalancha del gentío, cargas de los blindados iraquíes. Fue angustioso pero lo superó. La procesión del santo le calmó. Ver los toros en sol le animó. La sangría y los kalimotxos ayudaron mucho. Pasó su primera noche a descubierto desde Afganistán durmiendo como un bebé en la Taconera. Mejoraba de sus terrores cada día. El tratamiento hubiera triunfado si Johnny se hubiera informado sobre “runningthebulls”. Jamás debió pararse en la curva de Mercaderes. No tuvo ni un rasguño. Pero los doce pitones que rozaron su rostro arruinaron definitivamente al héroe. Ahora ya no se despierta en mitad de la noche. Lo hace a las ocho de la mañana tarareando algo que su mujer no entiende: ¡Que vienen, que vienen, chis, chis! José Ignacio Alonso La celda de Amiens En una ínfima abertura de la piedra maciza miro por última vez a la luna. En todas las cosas veo los designios de Dios y eso, de algún modo, me alivia. Pienso en el sendero que me trajo hasta este oscuro claustro: los padres que adoraron dioses ajenos, un agradable hombre que me enseñó los secretos del mundo, la prédica insensata de mi espíritu. No reprocharé el camino que prefijó Dios para mí. Después de errar por muchos pueblos, puedo afirmar que no hay mejor salvación que la muerte. Todo lo hice para llegar a este día; la ardua tarea que profesé, alcanza hoy su fin. Creo escuchar a mis verdugos caminar temerosamente por las escaleras. No están convencidos de su orden, pero yo deseo que sean implacables. Ya percibo las sombras: sus huesos tiemblan y sus dientes rechinan. No mirarán mis ojos mientras ultimen mi carne. No los culpo. Ya llegan, ya están aquí. En el íntimo segundo de la muerte, veo mi santidad, veo la arremetida de un toro, veo el culto y veo una fiesta. José Ignacio Señán Cano Estarás ocupado San Fermín, oye, no sé si me puedes oír con tanto ruido que hay en la calle. Verás, es que tengo un problema y vengo a verte por si me puedes ayudar. Ya sé que estos días estás demasiado ocupado, pero mira a ver si encuentras un ratillo para echarme un cable. Ya sabes que el viejo se ha quedado sin trabajo y anda el hombre que no levanta cabeza. Supongo que habrá mucha gente que te pida cosas de enfermedades y otras historias, pero si pudieras encontrarme un trabajo para poder llevar algo de dinero a casa… No te pido nada especial, que ya sé que las cosas están como están, pero no sé…, sería suficiente un contratillo de seis meses hasta que todo esto mejore un poco y el viejo vuelva a tener curro. Tío, sabes que si no me hiciera falta de verdad no te lo pediría… Gorka, ¿Qué haces ahí sentado, tío? Van a dar las ocho y todavía no hemos calentado. Ah, me ha dicho mi jefe que ha quedado un hueco en la fábrica y que te presentes el lunes después de las fiestas. Gorkaaaaa, ¿pero adónde vas dando esos saltos…?

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Jose Javier Campion Ilundain En San Cernin... las ocho Las manos en los bolsillos. Poco a poco, bajo \"la Cuesta\", ensimismado en mis miedos, en mis dimes y diretes, hasta llegar sin prisa, frente a la hornacina, donde Mariví, con cuidado y cariño, ha colocado a Ferminico. Balcones llenos de nervios, de sueño, de dudas. En la explanada del Museo, no entra ni un alma. Vallado... perfecto. Pastores, cohete, castrados y bravos... bien. Saludo a Antonio, el médico de \"la Cuesta\". Subido en aquel poste, preparado para lo peor, pero pidiéndole al Santo, lo mejor. - ¡Suerte mozo!. - Gracias Antonio. Verlo ahí cada mañana, hace que me invada una milésima de tranquilidad. ¡Todo esto, me emociona! - ¡Venga chavales! Bat, bi eta hiru. \"Entzun arren San Fermin...\" La Cuesta, se llena de miedo. Vamos a por el segundo: \"Entzun arren San Fermin...\" Cuanta palidez y cuanta intimidad. ¡Qué felicidad! Y ya el tercero: \"Entzun arren San Fermin...\" ¡Uf! Esto ya no hay quien lo pare. Besos a Imanol, Mintxo, Izco... - Suerte chavales y a disfrutar. ¡Eh! Con cuidado. Y volamos Santo Domingo arriba. Ya ha pasado. ¿Todos bien? ¿Todos amigos? Como dice Antonio: \"y hasta mañana\". José L. Baños Vegas Retorno a los orígenes Aunque todavía hoy lo hago a una distancia prudencial, reconozco que ya no tengo edad para correr delante de los bravos astados. Al igual que Hemingway, creo pertenecer a una generación perdida que, entre otras cosas, se caracteriza por tener incrustada en el tuétano la daga de la tradición. Quizá por eso, en los Sanfermines de este año me convertiré en Santiago, el entrañable protagonista de “El viejo y el mar”, y durante esos días cambiaré el monótono azul del mar por esa marea blanca y roja de personas que, venidas de todos los rincones del mundo, colman de alegría y bullicio las calles de Pompaelo. También caminaré junto a kilikis, zaldikos, gaiteros y txistularis; siendo una parte infinitesimal del alma de los gigantes que, hoy más que nunca, necesitan hermanar las razas del mundo. Y volveré a los lugares donde tal vez comenzaron a engendrarme, el bar Txoko, el hotel La Perla, el café Iruña; y, por qué no, también el hotel Quintana, el café Suizo y la Casa Marceliano, lugar en el que, al son del riau-riau, degustaré el exquisito ajoarriero con gambas. Todo ello, claro está, después de pedirle al santo patrón que me dé su bendición. José Luis Castellanos Segura Recorrido No veían nada. Solo oían un griterío indescriptible. En las dehesas en las que hasta ahora habían pastado, nunca habían escuchado nada semejante. Era una mezcla de miedo, impaciencia y alborozo y, por supuesto, no podían ni imaginarse que eran ellos la causa de todo el estruendo. De repente se vieron empujados hacia la luz y allí todo se precipitó: se cegaron por el sol matutino y empezaron a correr, presa del pánico detrás de una masa de gente que también corría. Pero uno comprendió y se detuvo. El pavor se apoderó de todos los que iban detrás y el aparente orden anterior se convirtió en caos. El toro entonces, orgulloso y convencido de su poder emprendió de nuevo la marcha hasta llegar a la plaza donde fue recibido como lo que era: el rey de la fiesta.

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José Luis Najenson Topolevsky Encuentro en la Encerrona Hemingway y Borges se encontraron casualmente en Pamplona, años ha. Luego del “chupinazo”, los toritos arrasaban por la calzada de Santo Domingo. - ¿Cómo está, Don Ernesto? Soy yo, Borges.¿Le gusta la Encerrona? - Amo el peligro, aroma del miedo. - Yo vivo “encerrado” en las bibliotecas. Pero intuyo que sólo es valiente quien ha tenido miedo. - No lo creo. Se es valeroso o cobarde, sin términos medios. - Sólo dije que para ser valiente hay que haber sentido, antes, miedo. Caras de una misma moneda, como decían los herméticos. - Yo nunca tuve miedo, ni siquiera a la muerte. Y diciendo esto, se lanzó a correr con los toros a sus talones. Entonces, un novillo rezagado tumbó el cerco tras el cual estaba Borges. La gente huyó y Borges se quedó allí, tieso, solo y sobrecogido por el temor. Después, sin saber de dónde le venía el coraje, marchó delante del torito, mientras éste lo seguía como un cordero manso. Hemingway, que regresaba y había visto toda la escena, le dijo: - Parecía Ud.un mago, un taumaturgo.¿Tuvo miedo, Sr. Borges? - Sí, gracias a Dios -repuso Borges sonriendo- tuve tanto miedo, también por Usted, que me dio coraje... José María Domench García San Fermín San Fermín, fiesta, explosión, juerga, cohete, timbales, txistu, siete de julio, txistorra, rojo, gigantes, tómbola, zaldikos, txuri ta beltz, caravinagre, casa larumbe, cabezudos, pañuelo, chupinazo, seis de junio, toro, fuegos artificiales, barracas, charanga, la servicial vinícola, teatro gayarre, la pamplonesa, yoldi, encierro, vino, estofado de toro, tiovivo, pastores, corrales, cinco de mayo, mozos, plaza de toros, ayuntamiento, cabildo, chistera, sangría, harina, hemingway, cohete, urabayen, champán, alcaldesa, garcía serrano, cuatro de abril, caballitos, ajoarriero, verga, pochas, aliento, carrera, maisonnave, recena, casino, festival, pelota, baile de la alpargata, ronda, chocolate con churros, tres de marzo, vísperas, dantzaris, octava, momentico, pancarta, procesión, dianas, magras con tomate, divinos, chistera, tamboril, dantzas, huevos, cogorza, dos de febrero, ligue, faja, caballo, manos de ministro, zapatillas, napoleón, relleno, kalimotxo, coral de cámara, frac, naranjitos, revuelto, la mañueta, mistela, rabo, cuerno, estoque, peñas, muleta, autos de choque, verónica, reyes, chicuelina, pulpo, natural, cuba libre, el guti, orfeón pamplonés, caña, mal cuerpo, mojito, kukuxumusu, uno de enero, chupito, callejón, izu, telefónica, oroz, estafeta, lechezuelas, mercaderes, escalera, picador, corralillos, niza, festival, circo, alcalde de sol, tiro al blanco, concejales, criadillas, siesta, canónigos, cofradías, coco, verduguillo, iriberri, capote, cuesta de santo domingo, revolcón, recorte, puya, pobre de mí, ya falta menos. Jose Maria Paños Pascual La carrera Sabes que todo depende de ti. Aunque miles de piernas se crucen en tu camino, eres tú y él. En noble lucha, tú con tus manos desnudas y él con los pitones por lanzas. Solo tus piernas pueden decidir el desenlace. El más rápido ganará. Corres con tensión, con adrenalina, histérico porque crees que vas demasiado lento. La plaza se te antoja lejos, muy lejos y ayer estaba cerca tan cerca cuando paseabas sin prisas. Cuerpos que caen a tu alrededor, gritos de angustia, polvo, sudor resbalándote por la cara, el miedo atenazando tus músculos. Pero sigues, debes llegar. Entonces lo percibes a tu espalda. Toneladas de carne brava lanzadas a cien por hora, la cabeza gacha, los pitones en alerta, buscando presas fáciles.Lo tienes a tocar, seguro. Debes decidir, en milésimas de segundo, no puedes vacilar. Miras atrás. ¡Dios!, es enorme, y viene directo hacia ti, no puedes ganarlo, te va a arrollar y entonces oyes un grito: -¡A la izquierda, chaval, a la izquierda, joder!- Y haces caso, te apartas. Aquella bestia pasa lanzada, pero se olvida de ti. Miras aquel hombre. Un corredor veterano. Te saluda. Devuelves el saludo agradecido. Pero, ¡volverás!

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José Miguel García Avilés Pobre de mí Bebí los mejores caldos, comí las tapas más exquisitas, conocí una ciudad increible y hablé con sus habitantes, hice millones de amigos de distintas nacionalidades (aunque allí eramos todos pamploneses por unos días), corrí delante de los toros (e incluso a veces detrás) y en definitiva, disfruté de todas y cada una de las posibilidades que me brindó la fiesta más fascinante de cuantas he conocido. El último día de las fiestas, muy cansado por los efectos secundarios de los excesos a los que invitaba un ambiente tan alegre y festivo, mi cuerpo dijo basta y me derrumbé en una esquina que me pareció entonces el lugar más cómodo del mundo. Además, las fiestas tocaban a su fin y era el momento de relajarse. Allí acostado, me sentía tan bien, que pensé que no habría nada ni nadie (bueno, a lo mejor una grua), que hiciera que me incorporase. Cuando de pronto, oí como la gente empezaba a entonar el \"pobre de mí\" e impulsado como por un muelle me incorporé y me uní a aquel coro de voces dispuesto a disfrutar hasta el último segundo, de sin duda, la mejor fiesta del mundo. José Mosquera García Traspaso de tradiciones -¡José! ¡Arriba, que ya empiezan! Y yo me levanto. Trastabillando, y cabeceando de sueño, recorro de memoria, con los ojos cerrados, la distancia que separa mi habitación del salón, siguiendo a mi madre para ver otro encierro en directo por la televisión. Otro día más, otro año más. Me siento en el sofá, entreabro los ojos y ahí están los mozos agitando sus periódicos y cantándole a San Fermín. Encienden el cohete, explota, y salen los toros. Los sonidos en directo, los gritos de la gente, y las palabras del comentarista se entremezclan con las expresiones de mi madre en cada momento de peligro: -¡Ah! ... ¡Dios mío! ... ¿Pero qué hace ese loco? ... ¡Una cogida, qué horror! ... Yo me espabilo de todo, y, a cientos de kilómetros de distancia de Pamplona, me siento sobrecogido por el valor y saber estar que demuestran esos mozos alegres y despreocupados que corren delante de esos enormes y bravos animales. La situación se repite año tras año, y hoy, casi treinta años después, a las ocho menos cinco de la mañana, Jose Ochoa Diaz Ocaso La tarde caía lentamente sobre el horizonte, mientras las golondrinas abrazaban con frenesí los primeros intentos de la noche que se asomaba con timidez. Antonio bebió con parsimonia la botella de vino que su padre le había regalado el invierno pasado, y se dispuso a dormir. El amanecer no se hizo esperar; la gente se dirigía a prisa al encuentro anual en aquella calle de aire festivo, pero, que por otro lado, guardaba también en sus entrañas algún lamento moribundo. Tuve una leve sensación de tristeza que luego tomó forma de preocupación, y más que eso, de cierto temor. Recordé entonces el sueño de la noche anterior y contemplé mis manos nuevamente vestidas de púrpura. La alegría fue creciendo, y con ella el canto de los mozos. Antonio se veía imponente, como un dios guerrero dispuesto a enfrentar a los guardianes de los Corrales de la cuesta de Santo Domingo. Todo transcurrió en instantes, sin dejar lugar a la sorprendida imaginación; allí estaban mirándole ahora cientos de ojos que él nunca vería; miles de voces confundidas en un quejumbroso “pobre de mí” que tampoco escucharía. Entretanto, la tarde comenzaba a despedirse en un agónico tic tac.

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Jose Oscar Rodríguez Zarraluqui Por la puerta grande La plaza estaba abarrotada. El ruido del gentío se mezclaba armoniosamente, con el sonar de saxofones, trompetas y los mas variopintos instrumentos que te puedas imaginar. Habíamos conseguido entradas de sol , y allá, en el sol, cualquier espectador se atrevía a componer su propia música. El alcohol corría por las gargantas del público allá congregado y bajaba por el graderío, como pequeñas cascadas a punto de salirse de su estrecho cauce. El traje tan inmaculado, tan blanco, y que tan cuidadosamente había estado planchado aquella mañana, a las primeras de cambio comenzaba a hacer juego con el pañuelico rojo que llevaba anudado al cuello. A medida que iba transcurriendo la faena, la sensación de mareo era más que evidente. Por mi derecha aparecieron, dando la vuelta al ruedo, dos personajes estrafalarios cubiertos de innumerables cachibaches, portando un bidón de lo que aqui llaman zurracapote, y del que me he hice muy buen amigo. ¿La corrida?. Bien, gracias. Solo recuerdo que una vez finalizada, salte a la arena de la plaza, y acabe saliendo, como los grandes toreros, por la puerta grande. Eso si, bailando al son de una charanga. José Otondo Arraztio Invitación a la reina Somos un grupo de chilenos que llegamos a Pamplona para San Fermín. Y te vimos bailar junto a los otros gigantes. Cuando todo termine queremos invitarte a nuestro país. Te mostraremos los bosques y los lagos. Correrás jugando por el árido desierto del norte. Luego te refrescarás en las aguas del Pacífico. Antes de volver, en el silencio de la cordillera de Los Andes, observarás el vuelo majestuoso de los cóndores. Y regresarás a tu tierra envuelta en el cariño de tantos emigrantes navarros que atravesaron el océano trayendo con ellos el amor a su música y sus bailes. E igual que en los cuentos te quedarás dormida hasta el próximo año. Pero no será el beso de un príncipe el que te despierte sino un mágico chupinazo y el estruendo de clarines y timbales. Y ocuparás nuevamente tu lugar entre los gigantes. En ese momento, en cada rincón de América, recordaremos que en Pamplona tenemos una Reina. Y que nos está esperando... José Ramón Alonso Peña El examen Una escuela de Pamplona. Cerca ya de las vacaciones. El maestro reparte a los muchachos de primero de bachillerato un papel con la siguiente lista: Toros, siete de julio, encierros, pañuelo, champán, Agur Jaunak, txupinazo, mozos, Pamplona, San Fermín, periódico, la Plaza del Castillo, vino, Hemingway, Navarra, Riau-Riau, toros, kalimotxo, Estafeta, gigantes, los fuegos artificiales, cornada, Rioja, peñas, mulillas, kilikis, el Gayarre, bares, encierro, Jarauta, bacalao, policía, ganadería, pastores, cerveza, Ciudadela, encierro, Corporación, fiesta, Fiesta, caídas, cabestro, julio, “Pobre de mí”, Osasuna, vals de Astráin, santo patrón, merienda, chicas, charanga y más toros. Cuando termina de repartirles las hojas, les dice - “Háganme una redacción sobre los Sanfermines sin usar ninguna de las palabras de esa lista” Uno de los muchachos tras dar un vistazo rápido a la hoja y con una mirada de estupor, balbucea: - “Pero esto es imposible”. El maestro sonríe, le mira y dice: - “Usted no ha entendido nada. Lo importante no está ahí. Pónganse todos a la tarea”.

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Josu Flamarique Lizarbe Vampiros Otra vez puntual. Sin terminar de conciliar el sueño, con los ojos acartonados, pudo ver un rítmico crujir de las paredes. Ni los tapones de gomaespuma lograban parar ese infierno en su cabeza. Tras adivinar con sus oídos “la cucaracha” y una versión acelerada de la “intro” de los Blues Brothers, de un salto, escapó de su mortaja. Temeroso del sol, bajó la persiana, no sin antes mirar con odio, el jolgorio teñido de blusones, pancartas ondeantes de caracteres inteligibles y charangas al uso. Se tumbó de nuevo en su ataúd con olor a noches pasadas, y mirando la hora digital de su radio-despertador, susurró un lúgubre “mañana…”. Pasaron varias noches, en las que saciaba su sed entre licántropos, zombis, y demás criaturas venidas de todos los confines del mundo. Por el día guardaba sus colmillos, y buscaba su descanso en medio de esos ritmos rutinarios. Otro emplazamiento a ese “mañana” que nunca llegaba. Dicen que un día, los vampiros se retiran de la luz de la luna, y llegan a su “mañana”. Rodeados de sus crías, miran directamente al sol y descubren nuevos placeres, e incluso himnos antes odiados, suenan en sus cabezas deliciosos y emocionantes. Juan Antonio Galera López Sueño Los primeros rayos de sol zarandearon sus ojos. Despertó sobresaltado mirando a su alrededor con cierta perplejidad. .¿Fue un sueño?.Una extraña sensación en la boca y un cansancio desconocido le hizo dudar. Intentó ordenar sus vagos recuerdos que comenzaban 24 horas antes, en el césped. Evocó la dificultad de ponerse en pie; unos pasos, desorientación y un brazo desconocido por encima de su hombro. A partir de ese momento, la razón dejó de existir. Sabores, olores, música, besos, bailes, beber, comer, reír, cantar, contar, mirar, correr, descansar....... Concluyó que no pudo ser un sueño. Es imposible imaginar algo así. Sonrió, agradecido por haberlo vivido Con la parsimonia que dan 648 kilos, se incorporó. La carrera comenzaría en breve. San Fermín cumplió su palabra. Juan Carlos Perez Lopez Chupinazo Tras mi primer chupinazo en Pamplona mi vida no fue la misma. Pero aquel año, aquella carrera... Todo fue diferente. Estalló el cohete a las ocho en punto, sin las cámaras de televisón de por medio. Los toros echaron a correr como posesos, ladera abajo. Eran perseguidos en la dehesa por los cabestros, por seis mozos y por mi, el matarife del pueblo. La carrera fue limpia. No hubo ni heridos ni muertos; no pudimos alcanzarlos.

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Juan Carlos Somoza García Mi buen amigo Perdido estaba yo, pero encontré al taumaturgo de capotico y sonrisa cómplice. —Quizá me puedas contar algo sobre los sanfermines —le pregunté. El sol iniciaba una brillante danza en los tejados cuando aprecié un reflejo de sabiduría colgado de sus ojos. Me contestó: —Lo que yo pudiera relatarte sería como atrapar la vida en una foto. Pregunta a la gente de estos caminos, que huelen a recuerdo, te contarán sobre la trágica carrera de “Semillero”, el quiebro del pastor navarro, “La Única” peña, el primer cohete de Joaquín, la “Fiesta” de Hemingway; te hablarán del perro “Ortega” y su latido dominando el bramido del astado, de quienes habitan conmigo desde Esteban a Matthew hasta la sangre de Anne. Conocerás la senda recorrida de “entrada” a “encierro”, los ocho reyes de la Tierra, los vinos tranquilos que reposan en barrica de roble y las buenas compañías. Oirás el disparo al cielo desde los corralillos de Santo Domingo… Noté una brisa norteña acariciándome el rostro. Después, siguiendo los dictados de mi imaginación, le rogué que me acompañara. Respondió con tono apacible: —No puedo, amigo mío, nada es más poderoso que la fe y a mí me esperan en Amiens pero… protegerte… ¡Pregunta!... Juan Durán Velasco Protagonistas Concursé y no gané en San Fermín, una experiencia. Me siento bien. “Dormí con los toros; pero no aprendí nada”. Los toros no admitirían hablar con quién no fue ganador de ese concurso, ¿cómo van a querer hablar conmigo de igual a igual, siendo tan orgullosos y pacíficos como son? Por eso mando a mi onírico qué sí puede, cuando esperan la llegada del día siguiente para entrar en combate, pedirles que digan lo que consideren en relación con su fiesta. En la noche del seis al siete de Julio, los toros se vieron sorprendidos por un intruso que los interrogó sobre como se sentían al ser los protagonistas de una fiesta que los que bailaban eran otros. Miles llenos de alegría, que coreaban el momento álgido de correrlos a lo largo de las calles que acumulaban tantas historias de resultados a veces trágicos, pero que llenaron de emoción los pechos de los participantes. No negaban, que en algunos instantes, hicieron daño aunque no estaba en su animo hacerlo, para ellos se trataba de divertir, aunque eso sí, sabiendo que era la antesala de su muerte que daban con cariño a todos los fieles seguidores que los jaleaban. Juan Herranz Pérez Nuevos teseos Teseo ya no adora a dioses paganos, recibe la bendición del Santo Patrón. Teseo ya no es uno, sino que revive en el corazón de miles de héroes que cantan a pecho henchido, justo antes del encuentro atávico entre humanos y fieras. Estalla la pólvora en el cielo y los Teseos se lanzan a la carrera, a lo largo del fascinante laberinto de las calles de Pamplona, donde perduran ecos propios del ímpetu de los mozos héroes, y de los bufidos de los toros. Otros ecos también propagan la leyenda, sobre todo en la voz de un conocido Homero de nuestros tiempos, que redescubrió esta Odisea imperecedera. Y para más gloria de la leyenda, Teseo ya no tiene que vencer al bravo minotauro. Sabe que el verdadero valor del héroe es correr delante de las bestias, acompañarlas en su recorrido. Y cuando las fuerzas menguan, el héroe asume que ha llegado el momento de sortearlas a un lado. Podrá volver a hacerlo al siguiente año, la semana del siete de julio, cuando la realidad se torna leyenda.

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Juan Herrera Perdomo Maldito Hemingway Mentira, Hemingway no corrió aquel encierro de 1924. Lo sé porque aún puedo sentir cómo late la cornada que me dió el toro cuando levanté la cabeza en pleno encierro y vi al maldito hombre barbudo. Parece extraño, pero mientras el toro me corneaba, mientras su cuerno entraba como mantequilla en mi muslo para luego lanzarme por encima de las protecciones, sólo pensaba en que si el viejo escritor me estba mirando. Ahora le digo a mis nietos que una vez estuve por encima de un Premio Nobel. Juan Jesús Amo Ochoa Sagrado Señor Rey de Tartessos Sagrado Señor: En estos territorios del Norte, la comarca que en vuestro nombre he visitado es una de las más hermosas, feraces y apacibles que pueden desearse. Profundos bosques murmuran en valles nublados en los que se abren laberínticas cavernas oscuras. Las casas y las granjas, blancas, cuidadas, se adornan con flores rojas. Los dioses son benévolos con el ganado, que se cría sano, lustroso y fértil, y con los cultivos, pues tras dejar atrás comarcas mucho más hostiles, como si volviésemos al Sur se encuentran en abundancia las frutas y las uvas, de las que se elaboran vinos sabrosos, púrpura de denso aroma. Tal vez por ello, tal y como se nos contó y yo mismo he podido ver con mis ojos asombrados, estas gentes tienen un rito, un sacrificio tremendo que celebran todos los años en el comienzo del verano. En él, grandes y chicos, hombres y mujeres, a la manera de los cretenses, ponen a prueba su coraje y se lanzan corriendo por un angosto laberinto, en medio de una manada de bestias salvajes, terribles astados oscuros y pardos, enormes como montañas. Dicen que celebran este Agradecimiento desde tiempos inmemoriales. Y dicen que lo harán para siempre. Juan José Baztán Ayesa Chupinazo Faltan cinco minutos. Ya estamos aquí, otra vez, frente al Ayuntamiento. La plaza rebosante, en la que se mezclan los cuerpos, la alegría, la risa, y el canto. El sol, expectante, se ha parado para mirar desde lo más alto. Hoy me he vestido de blanco, todos nos hemos vestido de blanco. El blanco que nos unirá con el rojo del pañuelo. El rojo que nos une con la tierra, la sangre y el fuego. Nos hemos despojado de lo anterior para asistir a la catarsis colectiva de la fiesta. El fuego enciende la mecha, el mismo que quema en mi pecho y que a mi corazón acelera. Sube el cohete y explota a la vez que, desde mi garganta, surge un grito que a los cuatro vientos lanza: ¡Viva San Fermín! Juan Ramón García Gila A red wine, please Pues sí que es grande esta calle. Estafeta. ¿Qué querrá decir? En la tele parece más grande. Pues sí que hay gente. Y yo sin pañuelo. Y con una camiseta marrón. Sí, menudo marrón. Sólo a mi se me ocurre venir desde 300 kilómetros para ver a Ione. Ya me lo decía mi madre. Que sólo la conoces de interneeet... Que en los sanfermines hay mucha genteeee... Que no me pasará nada, mamá. Madre, cuánta gente. A lo mejor tenía razón Paquito y Ione no se ha conectado desde hace 15 días porque en sanfermines no quiere compromisos. Que se liga mucho con los guiris. - Five red wines, please. Hay que ser tontos estos guiris. Con el calor que hace y pidiendo vino tinto a las 5 de la tarde. Menuda clavada. Otra charanga. Claro, será la hora de los toros. - Que no, que no soy guiri... ¿De verdad me das el pañuelo? Gracias. Mua, mua. Qué maja esta pamplonica. A lo mejor no encuentro a Ione. - Que qué quiero tomar... Pues... Un vino tinto. Y si es de Navarra, mejor.

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Juanjo López Zurbano El Jardín de Sanfermín Un jardín era la aurora del momento esperado. Meteoro de fuego silbante que precede al estruendo que va a marcar el antes y el después. Flores nativas, dispuestas a dar cobijo, flores exóticas traídas por el viento, con el mismo deseo que el girasol. Juntas tiñen de rojo los campos y la ciudad, por dentro y por fuera. Flores con semblante de luna, como lluvia que canta sobre campo sembrado, como lámparas apagadas que dejan paso a esos sueños que permiten bañarse en las aguas tranquilas del tiempo y seducirlo y navegar por las aguas antaño espejo de Ninfas. Para algunas, presencia obligada en un encierro, donde, el cálculo de probabilidades separa en milímetros la vida y la muerte, corriendo para que el silencio de la vida no las atrape. Pero este, cabalga directo hacia el destino que su amo le ha preparado, a darse un baño de arena que acabará mal de la mano de un loco guardagujas dispuesto a hacer descarrilar el tren. Y todo acaba, y en el ocaso, la plaza descansa taciturna, y la ciudad baja el telón y se oculta como un pájaro tras su propia sombra. Julia Tobajas Lainez Contradiccion Siento pena cuando se acercan los Sanfermines,porque tengo que preparar mi viaje y \"escapar\" de mi querida y vieja Iruña.Antes,hace tiempo,jamàs falte a la cita,pero ahora,mi conciencia envejecida,no me permite vivir esta fiesta tan de cerca. No puedo concebir unos Sanfermines,sin encierros y corridas de toros.Por otro lado,siento pena,por la forma en que acaban estos animales.Mi corazòn se parte en estas fechas,por eso,los ùltimos años ,me marcho de aquì. Todo el sufrimiento interior,lo paso,en una playa abarrotada.Allì,se mezclan mis sentimientos y mi añoranza,mi pasiòn y mi sensibilidad.No consigo olvidarme del chupinazo,el jolgorio,los gigantes,la procesiòn...Dentro de mì,se forma un nudo en el estòmago,como cuando era joven y esperaba oìr el cohete anunciando la salida de la manada.Llegado el mediodìa,al fìn,duermo una siesta.Las noches,acompañadas siempre de sueños \"sanfermineros\" dan paso a un nuevo dìa,continuando mi tortura memorial,la cual termina,el dìa catorce,con el pobre de mì entonàndolo mientras regreso. La ciudad està desierta,cansada,sucia...Alo lejos,aùn escucho a personas gritar:\"Ya falta menos\" Julio Larruga Mengibar Los últimos tres segundos Parecía que nunca llegaría su momento. Toda la vida preparándose para una única y triunfal carrera. Desde que empezó a soñar, tenía claro que sería en Pamplona, donde los nombres de cada calle y cada curva están ya mitificados. Repasó mentalmente el recorrido, tendría una sola oportunidad. Además la larga tradición familiar no aceptaría el más mínimo fallo. Quedaban solo tres segundos para comenzar el encierro. Notó un intenso calor en su interior que le anunció que no había vuelta atrás. Ascendió al cielo, y al escuchar el sonido de su propia muerte, comprendió que había cumplido con su misión: Cohete en Pamplona.

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Kattalin Zuluaga Martin El respeto Mi vida es sencilla, hago lo que hacemos todos: dormir todo lo que puedo, comer bien, entretenerme y dejarme querer. Cuando era pequeño me gustaba jugar con los bichos, los perseguía y los aplastaba sin piedad. Creo que me ha quedado algo de eso, porque todavía las persigo, pero ahora es diferente. Ahora les tengo respeto, aunque reconozco que mi forma de expresarlo no guste a todos. Me encantan las hormigas, las persigo durante horas y al atardecer, si se han ganado mi respeto, las aplasto. Tengo una sola norma: tienen que haber trabajando sin descanso. Yo soy muy vago, ¿saben? A veces me pego un buen banquete de bichos, no lo voy a negar, me gusta como crujen en mis dientes, y además, que también hay dejar crecer a la hierba, ¿o es que no tiene también derecho la hierva a crecer? Pero procuro que no se me cuele en el almuerzo ninguna de mis amigas. Ya sé que la verja está abierta. Si fuera pájaro me marchaba, pero a mí me espera otro destino. Cuando llegue mi día solo espero que me dejen, por una última vez, hacer lo que me gusta: Perseguir a mis hormigas y aplastarlas. Kike Balenzategui Arbizu 14 de julio Después de 11 años sin ocurrirle, este 14 de julio el sol le pilló en la calle. Se sintió con fuerzas y fue cuesta abajo a cantarle mientras besaba una y otra vez la medalla que llevaba al cuello, casi desgastándola. Sentía lo mismo que hace una década larga, eso no cambia, es siempre igual: un cúmulo de sentimientos protegidos por una niebla de M.I.E.D.O. que cala hasta los huesos. El ritual... los gestos... los ausentes… las caras desencajadas, tímidamente maquilladas de sonrisas nerviosas. Segundo y para arriba, a su sitio. El tercero lo presiente. Un chispún cercano agita las avispas de sus tripas hasta hacerlas casi doler. No hay marcha atrás: Un esfuerzo, un aliento, un suspiro y… Más vivo, más intenso… Agarrándose al penúltimo peldaño de bajada, dejándose más que en el adoquín de Santo Domingo, el último en salir de andanada, camina en una larga travesía hacia “su primer día del año: el 6 de julio” …menos vida, más muerto. Kuko Aramendia Good Morning, Vuelta del Castillo Despertó sobresaltado. Su cuerpo yacía en un jardín que se asemejaba a un vasto espacio lunar. Miles de plásticos blancos salpicaban la enorme superficie de pasto que lo circundaba. Andrés no alcanzaba a discernir qué demonios pintaba ahí, tumbado, en medio de la nada, con una chirriante banda de gaiteros a dos pasos. Sólo recordaba haber tomado el tren en Reus, junto al hermano de su futura esposa y otros tres amigos, camino a su despedida de soltero. Sintió una necesidad acuciante de beber agua. La ropa apestaba. Bebió y se refrescó la cara ante la mirada atenta de un león verde que decía ‘o’. Palpó sus bolsillos en busca del móvil. Ávido, lo encendió: Tiene 30 mensajes nuevos. Al rato, sintió que todo se derrumbaba a su alrededor. Raquel, su novia, lo mandaba, literalmente, a la mierda: -¡¿Cómo me has podido hacer esto, desgraciado?! Agachó la cabeza y, mientras su mirada se precipitaba al interior de un abismo sepulcral, sintió que una mano se posaba, cual mariposa, en su espalda. Una energía especial lo invadió, una sensación desconocida, una voz femenina que susurraba: -Andrés, vamos, te invito a desayunar a mi casa.

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Leire Echeverria Nanclares Toro Crisol de culturas, todo el mundo es bienvenido, no hay fronteras. El idioma no es un problema, distintas formas de entender y vivir una celebración reunidas cada mañana a las 8.00. Expectación y nervios a flor de piel, esperando ese sonido representativo, tras los cánticos al protector y patrón San Fermín, el cohete que indica que empieza la carrera más importante de su vida. Pensamientos confusos, emociones encontradas, excitación, devoción, miedo. Un último vistazo al recorrido. Ya llegan los toros. Todo un año preparándose física y mentalmente para ese momento. Dos minutos o menos en los que sentir el aliento de un \"Miura\" en la espalda, resollando. Correr, esquivar a los mozos caídos, mirar hacia delante, buscar el hueco apropiado, luchar con el de al lado para mantener la posición, notar el asta que pincha. Pocos metros quedan ya para finalizar. Acompañarlo hasta toriles mientras uno se contagia de su poderío, su fuerza, su empuje. Un animal tan soberbio y que infunde tanto respeto. El verdadero protagonista de la fiesta. Volver a casa con sentimiento de orgullo y trabajo bien hecho, sano y salvo. Fijado el próximo objetivo, iniciar a su hijo como lo hizo su padre. Lila Fabiana Ferrari Triay Una historia en San Fermín Corro seguido por otros que, junto a mí, se trasladan agitados desde los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, pasando por la Plaza del Ayuntamiento y girando agolpados por la calle Mercaderes, para acceder a la calle Estafeta que nos conduce finalmente por el tramo de Telefónica hasta el callejón que entra a la Plaza de Toros. Escucho a lo lejos cánticos en honor a San Fermín que retumban en mis oídos, me distraen y se mezclan con el parloteo de los presentes… \"A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición Como hace siglos, en la edad media, me encuentro en Pamplona, capital de la Comunidad Foral de Navarra, al norte de España. Año a año vuelvo aquí preso de mi destino. Mi espíritu se encuentra atrapado en el tiempo desde ese primer encierro en donde por descuido aminoré mi marcha y cerré mis ojos. En un instante miro a mi alrededor y vuelvo a verme entre la gente que me grita -¡ole el toro! y mi cuerpo cae entre la muchedumbre ya sin vida y mi alma solitaria sigue rondando hasta la próxima fiesta de San Fermín. Lionel Fernandez 849 La respiración aumenta, el corazón se desgarra, la sangre se torna azul y el cielo rojo, las almas curiosas se acumulan en largas filas sin final. Las bestias empiezan a correr sin mirar atrás, los corridos empiezan a mirar sin correr a las bestias, un tropezón y la tensión sube, las bestias se acercan, los corridos siguen corriendo. Treinta segundos y la ciudad se desmorona, el camino ya no es tal, la furia vibra el piso, un pequeño apoya su cabeza en el duro asfalto y como un tren, sabe que ya vienen. Los pasos suenan como corazones, o los corazones suenan como pasos, no sé. El primer cuerno se deja ver a lo lejos y los que antes eran 849 metros ahora son menos de la mitad, ya no importa si es Julio o Agosto, importa si es hoy, y ahora. En puntas de pie se corre mas rápido se escucha murmurar entre los que miran sin arriesgar. Y ahí vienen, como traídos por un tornado, como si el viento los desplazara por las calles de Pamplona, las bestias, y muy poco detrás los toros furiosos que con saña solo intentan a alguien poder alcanzar. Fin.

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Lorea Etxarri Urtasun Sanferminak horretarako dira... Miren goizean-goiz esnatu zen zortzietako entzierroa telebistan ikusteko. Egun horretan gogotsu sentitzen zen, kanpora ateratzeko irrika antzeko batekin. Galtza eta kamiseta txuriak jantzi, baita gerriko eta zapi gorria ere, eta Iruñeko erdigunerantz abiatu zen: “uztailaren 10a da gaur, kaleak bizirik egongo dira oso goiz den arren”. Ez zirudien Aitorrek etxera agertzeko presa handirik zuenik. Aurreko eguneko arratsaldeko zazpietatik zebilen hain ongi ezagutzen zuen hiriaren –bere hiri maitearen- kale eta tabernetan zehar. Lagunekin hizketan, ezezagunekin dantzan; lagunekin dantzan, ezezagunekin hizketan. Hari zer axola? Sanferminak horretarako dira! Lagunak, hala ere, nekatuak zeuden ordurako eta etxeruntz abiatzea erabaki zuten. Josebak, zer egin ezean, bidean lagundu zituen. Sarasate Pasealekutik zihoazela, azkeneko “esfortzu” bat egitea erabaki zuten lotara joan aurretik, tonbolara joatea. Lehengo urteko sanferminetan eltxitxu eta entsalada ontzi bat irabazi zuten eta ezin zuten horrelako aldeko bolada bat bukatzen utzi! Oraingoan, aldiz, irabazia ez zen hainbestekoa izan (kontserba pote bat eta reúna horietako batzuk); ez ondoko neskak bezala, urdaiazpiko eder bat lortu zuen honek! - Miren! - Aitor! Zer egiten duzu hemen? Urteak ziren elkar ikusten ez zutela; urteak ziren ere elkarri hitz egiteari utzi ziotela. Mirenek kalean egon nahi zuen, Aitorrek ez zuen etxera joateko gogorik. Luis Álvarez Atarés Los ojos de Fermín Han pasado ya 1738 años... y cuánto ha cambiado mi Pompaelo natal. Sobre todo de un tiempo a esta parte, pero no voy a negar que me gusta que se honre mi memoria. A pesar de que muchos olviden de qué va esto. Cada 5 de julio se me estiran las comisuras hacia el cielo al escuchar el murmullo festivo de la gente, el caminar acelerado de los rezagados con los preparativos y el vaivén de los muchos visitantes. El estruendo del chupinazo tambalea los cimientos del Casco Viejo. Y un sudor frío me recorre hasta la mitra. El jolgorio se apodera de la ciudad. El nuevo Riau Riau –qué recuerdos los de antaño- canaliza la fiesta hasta mi puerta: las Vísperas dan una tregua a todos. Esto no ha hecho más que empezar. La parte más dura es la de cubrir con el capote –¡que no es tan grande!- a tantos inconscientes que creen que correr el encierro no es más que un escaparate; el gusto de los pocos que pueden gozar la carrera, lo compensa. Las salidas con mayores y niños me emociona. Pero lo que me supera, año tras año, es el rezo \"al Glorioso San Fermín\". Luis Antonio Aranda Gallegos El goce Hermosa tú, lozano yo; aquel mediodía del 6 de julio, abrazados presenciamos como desde el balcón del Ayuntamiento, lanzaron el chupitazo. Estábamos felices, como lo estuvo Hemingway cuando disfrutó los encierros, los kilikis y zaldikos. “Te amo”, me dijiste tierna. Te confesé que estaba perdidamente enamorado de ti. Me miré en tus ojos de miel. Te tomé de la cintura y te atraje hacía mí. Luego, platicamos simplezas y nos reímos de ellas. Te envolví en mis brazos, suspirabas y musitabas al oído mi nombre. Tal vez para los demás no era nadie, pero para ti era todo. Habíamos comprendido que la vida era una valija de experiencias para regocijarse, no para sobrevivir. Sin importarnos el tumulto, nos fundimos en un ardiente beso. Sin saber cuánto tiempo duré con la mirada perdida, los gritos de una vendedora de flores me regresó a la realidad, le hice una seña, ella acudió a mí, compré dos ramitos y le murmuré: “Dame uno y llévale el otro a esa pareja que está besándose”. Presuroso, caminé para Roncesvalles. Quizá vuelva a encontrarlos al final de las fiestas cuando cante con ellos el “Pobre de mí”.

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Luis Enrique Maciel Delmás Reencarnación Pamplona. Me desperté viendo todo rojo. Encierro. Había mucho ruido y alboroto. Todo era confuso. Me sentía pesado y fuerte. Capaz de mover montañas. Delante de mí corrían varias personas. Algunos me eran conocidos. Intenté preguntarles porqué corrían pero me salió un extraño bufido. Estaban Gorka, Iñaki e Iván, el que siempre me tomaba el pelo. Últimamente, me veía y me gritaba: ¡Eh, Martín estás hecho un toro... y no por lo fuerte, sino por los cuernos! Desde la escuela siempre me había ridiculizado, pero burlarse de la infidelidad de mi esposa era demasiado. Todo el pueblo lo sabía, gracias a sus comentarios. Y para peor, unos meses después de mi muerte inició un romance con ella. Así que decidí ir a por él. Su bromita se había vuelto realidad. Ahora sí, era un toro de verdad e iba a probar mis cuernos. Mi objetivo era darle una cornada en los testículos, como forma de vengarme de su malicia. Sabía que sería fácil de alcanzar, San Fermín no lo salvaría, estaba muy ocupado protegiendo a los borrachos y a los desentrenados. Porque en la vida siempre hubo revanchas, pero en la reencarnación había muchas más. Luis Maria San Martin Urabayen Los Sanfermines palabra por palabra Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril... A PAMPLONA HEMOS DE IR. 6 de julio: ansiedad, ilusión, ROPA BLANCA, niños y mayores, presentes y ausentes, de cerca y de lejos, del MUNDO ENTERO. Mediodía, el tiempo se para y suena el cohete, el BIG BANG de la fiesta. Júbilo y alegría, PAÑUELO ROJO en el cuello. En todos los idiomas, dos únicas palabras: SAN FERMÍN. 7 de julio: procesión, DEVOCIÓN, respeto y TRADICIÓN, colorido, GIGANTES, CABEZUDOS, lágrimas de fervor, recuerdos, perdones, SENTIMIENTOS, momentos ÚNICOS, música vestida de blanco, jotas al SANTO. 7 al 14: noche y día, calles y plazas, jardines y murallas, buenos AMIGOS, sentirse COMO EN CASA. ENCIERROS para valientes, hombre y toro CUERPO A CUERPO, adrenalina, PELIGRO, compañerismo. Espectáculos taurinos, música de PASODOBLE, desfile de mulillas, sol y sombra, trajes de luces, TRIUNFO y TRAGEDIA. Pamplona cruce de caminos, fusión de CULTURAS, deporte y GASTRONOMÍA, artesanía e HISTORIA, ciudad MILENARIA. Fuegos artificiales, músicas del mundo, para TODOS LOS GUSTOS, en BLANCO y ROJO, mujeres y hombres, SIN DISTINCIONES. 14 de julio: POBRE DE MÍ, sentimientos encontrados, ÚLTIMAS OPORTUNIDADES, despedidas, últimos sorbos, velas y cánticos: TODOS QUEREMOS MÁS. Por suerte, YA FALTA MENOS. Luz Elena Agudelo Berrio Un Nuevo Dia Aquel siete de Julio tal vez hubiera preferido no despertar. Sin embargo entre la claridad de la mañana y las ansias de mi lengua por algo de beber finalmente tuve que abrir mis ojos. Cuando trate de levantarme mi cuerpo pesaba tanto que apuradamente podía respirar. Trate de gritar: Ayuda! Pero ningún sonido salio de mi garganta. Así que cerré nuevamente mis ojos abandonando toda esperanza. Horas o tal vez segundos pasaron cuando una fresca brisa me beso el rostro. Abrí mis ojos por segunda vez y como si fuera una visión pude ver las manos de un noble señor brindándome un poco agua. Quise darle las gracias, pero mi voz no me respondía. Sonriendo el me miro a los ojos y sin emitir sonido alguno me invito a seguirlo. Repentinamente mi vista se nublo. No pude ver cuando el partió porque cientos de lagrimas rodaban por mis mejillas. Poco a poco pude ponerme en pie para buscarlo por aquellas calles empedradas. A lo lejos pude reconocerlo. Estaba completamente rodeado por personas vestidas de blanco y rojo. Corrí hacia el para darle las gracias, solo para darme cuenta que era su imagen la que llevaban los cargueros en los hombros.

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Mª Amaya Carro Alzueta Carta al editor Desde la habitación de un hotel de una pequeña ciudad, un americano de barba canosa escribía: “Querido editor: Ya sé que prefieres que centre la novela en mis experiencias, sobre todo con las mujeres y el vino; pero debes saber que estas fiestas son mucho más. No podrías imaginar como en unos segundos, la ciudad tranquila se transforma en un espectáculo de alegría, de pasión, de amor por la vida y duelo a la muerte. Las mujeres recatadas del día anterior, son ahora jovencitas traviesas que se dejan cortejar por los mozos. Aquí hay sitio para todos, niños, jóvenes y viejos; de aquí o de allá. Hay momentos en el día para el regocijo, la buena mesa y el buen vino; pero también para la devoción. Hay reyes de tamaño colosal que bailan girando sobre su eje y monstruos de enormes cabezas que persiguen a niños regocijados a la par que asustados. Sé que quieres que mi relato llegue al público americano y que tendré que omitir vivencias que no sería capaz de entenderlas quien no pudiera vivirlas por sí mismo. Quizá invitarles a venir sea nuestra labor. Se despide desde Pamplona, a 13 de julio de 1925, Ernest” Mª Angeles Garbayo Sanz Desfile Había sido invitado en una única ocasión a participar en los sanfermines, la fiesta encerraba emoción por todos los puntos cardinales. Hizo el trayecto desde ciudad rodrigo con algunos vecinos más. Al llegar a pamplona fue muy bien recibido, le alimentaron y le dieron de beber abundantemente... Por la noche recorrió algunas calles del casco viejo, le observaban, su moreno azabache y su porte bien estructurado llamaban la atención. A las ocho de la mañana, junto con sus compañeros se preparó para intervenir en el espectáculo estrella de los sanfermines,¡el encierro…! Agitación, riesgo y curiosidad… Se oyen los cánticos a san fermín, se enciende la mecha, suena el cohete anunciador… ¡pum!... Se echó a la calle a correr… Hacía fresco, corría apretado entre los mozos para recibir su calor, mirada al frente, corazón a cien, la carrera era corta pero acelerada, tres minutos más menos, 850 metros a veinticinco por hora, …Al fin llegó hasta la plaza jadeando, hizo la entrada al coso taurino, miró hacia el corralón, se detuvo… De ahí, aquella tarde saldría arrastrado por las mulillas, aquel había sido su último desfile. Mª De Gracia Pérez Cortés Un sentimiento Todo comienza con el chupinazo, aquel que indica el comienzo del encierro. Antes nos hemos postrado ante nuestro patrón, solocitándole con un hermoso cántico su bendición. San Fermín, aquel que siglos atrás fue martirizado y decapitado. Tiempo después sus reliquias buscaron reposo en su tierra natal, convirtiéndose de esa manera en el patrón de Pamplona. A continuación los nervios se mezclan con la emoción, ya no hay preguntas, no hay pensamientos que entorpezcan tu cerebro. Estas tú y los toros, corres sintiendo su aliento, su peculiar olor invade tus fosas nasales, la adrenalina bombea vigorosamente tus venas. Los oyes llegar por la cuesta de san Domingo, corres hasta dejar el alma. Pasamos por la plaza del ayutamiento, la calle mercaderes, estafeta,teléfonica, el callejón y por fin la plaza de toros. Allí se acaba el encierro, sudado, excitado, con lágrimas de emoción que pugnan por salir de tus ojos. Lo más triste del encierro, son las cogidas, aquellas que con su sangre roja, como nuestros pañuelos tiñen las calles de pamplona. Pero a pesar de ser conscientes de ello, de que mañana puedo ser yo. Los encierros de San Fermín se llevan en el corazón, correr en ellos es una bendición.

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Mª Del Pilar Gorricho Del Castillo La eternidad del instante Una estela del incipiente y mágico sol perfilando la calle Estafeta sucumbía al filtro solar de las gafas que coronaban el regio semblante de Henry. Con su cámara y la adrenalina amamantado esta solemne alborada del siete de julio, se disponía a librar la más dura contienda que mantiene un reportero gráfico de flema británica y alma pamplonica. Como quien intenta adular la inmensidad del océano en un barreño ,así iba a capturar la magnitud de la fiesta en imágenes. Con su pecho estrangulado en el jubiloso entorno, tomó posiciones en el vallado de mercaderes entre el gentío agolpado en derredor ,despliegue de rojo y albar. En la lejanía, el disparo del cohete…preludio del momento, y sus ojos reflejo de la soberanía del toro liderando el acuoso asfalto. Henry, surcando la plenitud, en avarienta gula congelaba el instante buscando el ángulo de incidencia perfecto. Al terminar, sonreía aliviado contemplando las imágenes como alguien en poder del secreto cósmico. Pletórico, complacido, cargó la esencia del festejo en sus hombros para mostrar al mundo su vastedad. ¿Quién dijo que la inmensidad del sutil instante, no se puede capturar tal como el agua salada del barreño nos acerca un poco más al mar? Mª Elisabe Ugarte Echeverría De nuevo aquí Es día 7 de Julio. Llevo mis mejores galas. Un rojo intenso destaca en mí. Por la mañana temprano asomo a la calle. Hay un gentío. Me va a costar llegar. No importa, no tengo prisa, deseo disfrutar mi camino. Brilla el sol, la temperatura es agradable, pero yo siempre llevo mi abrigo, la mañana pamplonesa suele ser fresca, de aires puros y limpios. Comienza mi paseo. Todos se empujan, pero nadie se queja, todos se ríen, todos sonríen. Aplauden. Niños, adultos, ancianos todos disfrutan, en familia, en cuadrilla, en pareja, todos en la calle. Llego a la plaza, la plaza del Concejo otra vez. Espero un momentico, mi momentico. La gente está emocionada, sonríen, ríen. Me miran, se emocionan, lloran. Se hace el silencio. Alguien me mira y me canta. De nuevo mi querida jota, la jota de mi Navarra. Las mejillas de los mayores se empañan, los ojos de los jóvenes me apuntan con admiración mientras se vuelven cada vez más cristalinos, el asombro de los niños enternece. Se rompe el silencio, Pamplona entera me aclama. ‘Viva San Fermín’, me dicen. Mi momentico pasó, disfrutad, os presto mi capote, yo volveré. Mª Jesús Gama Rodríguez PamPlona Preámbulo: Pregón. Petardazo.Pañuelos. Pitidos. Patadas. Pasión. Posteriormente, procesión. Personalidades, parias. Pisotones, plegarias... Prolongación: Polifónicos para patrón. Pitones. Persecución. Pedregosos, pavimentos ¡precaución! Prestezas, pedestres proezas. Pelotones. Primitivas pasiones... Placentera pitanza. Pinchos, piquillos, panceta, pacharán... ¡Pobre panza! Paseíllo. Plaza. Polvoroso platillo. Pajizos, peceños, perlinos, paletos... Palitroques, paleo. Pantagruélico papeo. Pases, picadores, palmas...Pingües pedigüeños pastan. Pasacalles. Peñas. Populares pancartas. Pública parranda. Pasodobles. Pachanga. Parejas, pandillas, punkis, poperos, poligoneros, pibes, pijos, pandas...pernoctan por parquins, por parques, por plazas. Poliglóticos parlantes-porfa, pliis, pues, pardón- Pirotecnia proyecta perennes poemas por partes. Póstuma posición: Penas paseantes. Pábilos pendulantes. Partidas,promesas, petates, portantes. .Pamplona. ¡P’alante!

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Magdalena Luna García-Mina Pamplona amanece, blanca y roja Risas, besos, se notan los nervios. Último día con camisetas de colores.¡Ya estamos en Pamplona! Mañana todos de blanco, impecables. Los nuevos, preguntan, ¿seguro? Nunca me pongo de blanco... En Sanfermín sí, hazme caso. A las 9, suenan despertadores. Ya vestidos, nos sonreimos. En los bolsillos: dni,llaves, el \"fondo\". LOs pequeños piden ayuda para colocarse la faja. Los pañuelos atados en las muñecas. A la vez, se abren portales cercanos. Nos unimos, cruzando la Ciudadela. Pamplona amanece, blanca y roja. Cafés,zumos, bollos y abrazos. La abuela, cuidadoras.Los nueve niños, se entrelazan excitados. Y nosotros. Los que no queremos envejecer...Para nunca dejar de beber, cantar y bailar Sanfermín, en ésta mañana del día 6. Entramos en la Parte Vieja, ya retumba, ya huele. Ahora todos de la mano, ya estamos en el Ayuntamiento. Lluvia de tinto, cava y cerveza. Nos abren la puerta. ¡ A los balcones! Los chicos, ¡no tan chicos, ya!, siguen queriendo estar, entre la marea de pañuelos, que a las doce en punto, va a mirar, al cielo pamplonica. Mientras, nosotras, desde el balcón, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, gritamos con todas nustras fuerzas ¡ Viva San Fermín! Maitane Cabodevilla Amadoz Un Nuevo San Fermín La ciudad se ha teñido de blanco y rojo. Un radiante sol cubre todo el cielo, los brillantes rayos caen como una estela sobre toda la ciudad, un suave viento hace bailar los ojos de los árboles. El ensordecedor ruido, y la conocida sensación de tener un nudo en el estomago invaden mi mente durante un solo instante. Instante en el que imágenes de recuerdos aparecen ante mis ojos: aquel teatro de marionetas donde Gorgorito vivía sus aventuras, los gigantes, las barracas, el sonido de las gaitas, txistus y tambores, los vivos colores de los fuegos artificiales, el dulce olor del algodón de azúcar… Todos aquellos San Fermines vividos, todos tan diferentes y aun así todos tan especiales. Faltan apenas 2 minutos para las doce. La sensación de vacío cada vez es más fuerte, la gente esta cada vez más inquieta. A mi alrededor caras sonrientes, miradas nerviosas y expectantes esperando el comienzo de tan ansiadas fiestas. De repente silencio. “Pamploneses, pamplonesas. ¡Viva San Fermín! ¡Viva! Gora San Fermín! ¡Gora!” Estallido de alegría. Maite García de Vicuña Aranguren Fiesta Ya suenan los primeros cánticos. La plaza, efervescente, espera el chupinazo que de rienda suelta a los sentimientos más intensos. A mi lado, un hombre con la mirada excitada grita con un marcado acento extranjero ¡¡VIVA SAN FERMIN!! Es uno más de los muchos que deciden no perderse la FIESTA con mayúsculas. En ese momento me echa la mano al hombro en espontánea camaradería, y me dejo contagiar por su admiración al Santo ¡¡VIVA!! respondo yo. Me sonríe, como si echara todo esto de menos desde hace tiempo. Su rostro no me es del todo desconocido y su anticuado atuendo me intriga. Es periodista americano, del Toronto Star, me cuenta. Y se aloja en el Quintana, el hotel de su gran amigo Juanito. Cierro un momento los ojos tratando de pensar dónde le he visto antes, y recuerdo que hace ya más de 65 años que el Quintana no existe. Al abrirlos sólo oigo el estruendo de los cohetes y el tumulto cantando al unísono. Donde antes estaba aquel hombre, ahora queda un hueco vacío, y en lo alto unas campanas que doblan, tal vez lo hagan por él.

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Manuel David Arce Martino El abuelo Fermín -Pobre de mí, pobre de mí- tararea un niño debajo de mi ventana. Lentamente me levanto y me entusiasmo al escuchar a mi nieto cantar. Afuera el sol impregna el aire de amarillo, mi vista se nubla y recuerdo emocionado cuando casi a la misma edad de mi nieto, yo era levantado por mi abuelo Fermín sobre sus hombros y veía palpitante el baile de los gigantes cabezudos sobre un mar ondulante de pañuelos rojos. No sé porqué recuerdo el olor de tabaco de sus manos que me aferraban con cariño. Él tosía mucho, como ahora yo lo hago, y aún así tenía fuerzas para cargarme sobre la multitud. Y en mi memoria quedó grabada aquella promesa: “Nunca les estropearé la fiesta, por más malo que me ponga, nunca moriré durante las fiestas, esperaré hasta que pasen”. Y así lo hizo al año siguiente. Se quedó tosiendo en su cuarto. Y recuerdo nítida la tarde reluciente en que yo regresaba cantando: Pobre de mí, para contarle los detalles de la fiesta y lo encontré durmiendo. Manuel Laespada Vizcaíno Estaba cantado Era noche, una noche próxima a la noche de las noches, a la noche total. Hemingway, Estafeta arriba, se mesó la barba cana, tomó aire, cerró los ojos, y empezó a trotar, despacio, acelerando progresivamente. Eran demasiados años ya. Era como un sueño, quería presentir el oscuro placer de los hálitos amenazadores de unos Mihuras a su espalda. Fue en vano, estaba solo; no llegó a sentir el ímpetu, la adrenalina: le faltaba el aire, la faltaban las fuerzas, le sobraban edades y decepciones... Buscó el refugio entonces en el tacto aterciopelado de una copa de vino. El vino, su amigo de siempre, su mejor amigo, acaso, ahora que la enfermedad le llevaba del brazo. Aspiró sus aromas, saboreó su paladar fraterno, se miró en sus azogues burdeos. Pero apenas el vino llegó a su estómago los arañazos del dolor le hicieron renunciar a continuar con ese placer. Su vino, sus toros, tan lejanos... Rompió la copa. Se le rompieron tantas cosas... Vencido, viajó a Ketchum. El final ya lo sabemos, estaba cantado. Manuel Pascual Fuentes Embestida - \"Cuando por fin pude verlo, era demasiado tarde. De pronto, en un momento ya volaba por los aires, impulsado por una fuerza ajena y descomunalmente superior a todo lo conocido por mí hasta entonces. Por supuesto que dolió… nunca había sentido nada parecido… yo sentí aquello hasta el mismo centro de mis huesos… Siempre fuimos muchos en el camino; yo tuve la dicha de ser uno de los pocos elegidos. Sí… aquello siempre estuvo predestinado a unos pocos y hoy agradezco haber tenido el honor de ser uno de ellos. La vida me supo luego tan distinta… conocí, para siempre, el brillo intenso de los colores, que esta historia realmente es muy corta y que estos días son nuestros… que todo depende de cada uno de nosotros. Lo perseguí sin saber cómo, sin saber qué iba a encontrar realmente. Abandonarse luego a lo irresistible, solo sentir y ser parte de la fiesta, de esta fiesta hermosa que es estar vivo. Gracias por estar aquí; brindo por todos ustedes y por toda esta experiencia maravillosa. ¡Salud!” ¡Salud!, respondemo

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Marco Antonio Beltrán Robaina Desde el corazón A veces sueño, a veces imagino. Soñar e imaginar no es lo mismo pero es parecido; rojo y valentía no es lo mismo pero es parecido. Sueño con ir algún día a los Sanfermines, imagino que intentaré ser valiente para ver los toros desde la barrera. No sueño con correr pero sí imagino a otros corriendo. Siento el chupinazo en el fondo de mi alma todos los años. Luego todos los días veo la tele, me pongo un pañuelo rojo al cuello y rezo para que todos los mozos terminen sanos y salvos el encierro. ¡Vete a la derecha, no te muevas, quítate de ahí…! Grito a unos y a otros aunque sé que no me oyen. Sueño con ir algún día a los Sanfermines. Dicen que es una fiesta y tiene que ser verdad porque yo desde aquí, desde la distancia, me contagio de alegría y de emoción. Me imagino bebiendo buen vino de la bota de un desconocido que se convierte de repente en un amigo. Muchos creen que no se puede sentir lo mismo si no vas a los Sanfermines. Pero no es así, yo siento porque mi corazón está allí. Marcos Dios Almeida Septuagenarius Eché la vista atrás con nostalgia... sin dejar de correr... Mis años mozos se me pasaron en un segundo por una memoria repleta de sensaciones inolvidables: mi primer beso, las camisas blancas, el rojo del pañuelo... Pero la mirada de aquel morlaco tan falsario como pintojo me devolvió a la realidad. ¡Se me echaba encima el cornúpeta, con esas pintas que le conferían el aspecto de una vaca lechera feroz! Ya no tengo la agilidad de antaño, pero sí experiencia, así que sin miedo me dejé llevar por la turba hasta la plazuela. -¡Refugiémonos en el burladero, abuelo! ¡No te la juegues! -¡La vida hay que vivirla al máximo, muchacho! -Ahora comprendo porque papá dejó de acompañarte a los Sanfermines... -rezongó mi sucesor. Acabada la faena se me acercó un periodista. -¡Y he aquí al más veterano! ¿Cómo hace para seguir corriendo delante de los toros a su edad? -Siendo un crío me colaba por debajo de las barreras para salir en estampida antes de que me lo impidiesen... ¡Es pura pasión! El secreto está en ser liviano cual brisa mañanera, porque lo importante es regresar de una pieza al año siguiente para revivirlo; para no dejar de soñar... Margarita Muro Lasheras Entre bambalinas tambien San Fermin Desde niña habia escuchado en casa hablar de los sanfermines, y esperé con ansia a tener edad suficiente para poder disfrutarlos yo sola. Y por fin la espera llegó a su fin. ¿Como definir lo que el alma siente cuando el cohete anunciador surca el cielo de pamplona?, el vello se eriza y sin saber como, los ojos se inundan con lagrimas de emocion y alegria. ¿Y los encierros, que decir de los encierros? Habia visto infinidad de ellos durante años por la televisión, pero me sorprendió todo el preparativo anterior que eso conlleva. Las cuadrillas de limpieza dejando las calles del recorrido impolutas, la policia desalojando a los mozos para no obstaculizar esa labor de limpieza, los pastores vara en mano y como si de una procesión se tratara, entre aplausos haciendo el paseillo por todo el recorrido hasta el punto de inicio, los jóvenes calentando piernas e intentando burlar a la policia local y saltar al recorrido antes de lo estipulado. Increíble,realmente increible, de no verlo imposible imaginarlo. Es como una precisa maquinaria. Me maravilló toda esa parafernalia que desconocia, pues eso no se retrasmite. Es, simulando una obra de teatro, lo que queda entre bambalinas.

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Mari Carmen Apezteguía García Por tí Sujeto con fuerza y una tibia mezcla de gozo y rabia, el pañuelo rojo. Rojo, como la pasión que llenaba tu cuerpo ribero. Tantos recuerdos, intensos momentos que acuden a mi mente… El chupinazo transformaba tu vida… y tú transformabas la nuestra. Juerga, marcha, cantar, bailar, tus risas, tus chascarrillos, los almuercicos de huevos fritos con chistorra, bien regados con el tinto de la casa, recio, como tu corazón. El maldito cáncer te llevó, como a tantos otros, cuando la ilusión y las ganas de vivir suplicaban a gritos una prórroga a tu maltrecho cuerpo. Son las 12. La explosión de júbilo me rodea, pero yo solo escucho, con lágrimas en los ojos, el roce del pañuelo mientras lo anudas a mi cuello… Maria Del Mar Ruiz Fernandez Por El Padre Kindin, Gora San Fermín! Desde pequeño Dembo había oído hablar al Padre Kindin de los Sanfermines. Salió de Ba Kunde en Gambia, llevando en su maleta de tela el traje pamplonico del misionero. Un viaje largo, duro…que mereció la pena. Pamplona, allí estaba el. Dembo tan negro y tan de blanco, cantando antes del encierro -\"A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición. Entzun, arren, San Fermin zu zaitugu patroi, zuzendu gure oinak entzierro hontan otoi. Viva San Fermín! Viva! Gora San Fermin! Gora!\"- El txupinazo. La adrenalina corriendo por sus venas. Todo transcurría muy rápido. Su primer encierro. Una forma diferente de pasar a la madurez, de hacerse hombre en esta tribu. Por un momento lo sintió. El aliento le rozaba la piel, los pitones amenazaban con engarzarlo, el sudor empezó a brotar con mayor intensidad y sus pulsaciones ya no eran de la carrera en si, sino del peligro que le acechaba a sus espaldas.- Morir haciendo su sueño realidad- pensó. Sólo fue un instante, otro corredor le golpeó afortunadamente sacándolo de la trayectoria del toro. Dembo siguió corriendo, llegó a la plaza y grito - Por el Padre Kindin! Gora San Fermín! Gora! Maria Dolores Moya Gomez Una fuerza sobrehumana Llevo corriendo delante de tres toros a todo gas por lo menos 500 metros y están a punto de alcanzarme, busco algún hueco donde esconderme o alguna reja en la que subirme pero hoy estoy muy torpe, y voy tan rápido que no consigo decidirme dónde hacerlo. Justo cuando me lanzo para agarrarme a unos barrotes, siento cómo me lanzan hacia arriba para, enseguida, estrellarme contra el suelo; una de las tres bestias me está haciendo rodar como si fuera una pelota. Como termino quedándome boca abajo no puedo ver al animal, pero noto su respiración muy cerca de mi cabeza. Intento convertirme en un ovillo para sentirme algo seguro, por lo menos que no me de ni en la cabeza ni en...De repente, alguna fuerza sobrehumana hace que me levante y me enfrente al bicharraco... Me despierto y veo frente a mí una mosqueante luz blanca. Cuando intento incorporarme descubro que acaban de operarme, al final ahí, precisamente ahí. Lo más bochornoso ha sido cuando me han explicado que el culpable no ha sido el toro, sino mi fiel compañera de fiestas; por no querer soltarla en ningún momento, al caer desplomado, me clavé gran parte de ella.

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Maria Eugenia Aspiazu Nebel Mientras Velo tu Sueño Ahora que tu camisa y pantalón han quedado inmaculadamente blancos y planchados doblados sobre tu silla, el pañuelo rojo que los acompaña parece una mancha brillante de sangre. Me persigno y pienso en otra cosa. Te miro dormir, tranquilo, con la seguridad de los generales que anticipan la victoria al día siguiente, con la responsabilidad de quien se jugará la vida, y no veo ni a un guerrero ni a un mozo fuerte en cuyo rostro ha vuelto a crecer durante la noche la sobra oscura que denota su madurez. Veo a mi niño; el de las pupas en las rodillas, el de los besos con mermelada, el que me traía ramos de amapolas en primavera… Pero mi niño creció y velo su sueño más para espantar mis pesadillas que las suyas y el sueño que tú no sientes y yo siento por los dos. La vela que encendí en la iglesia lo mismo te proteja del toro, de un coche, de la mala gente, de los dolores, de los problemas. Yo no puedo. Yo sólo velo intranquila tu sueño tranquilo y rezo. Maria Francisca Cubas Diaz San Fermin de mis amores Imagina una plaza hermosa y elegante en donde en multicolor de atuendos se han juntado allí y por miles, una muchedumbre entera de personas bajo la consigna tradicional y costumbrista de una sola bandera: donde se enarbola la fiesta de San Fermín. Imagina un mar de cabezas todas bajo el sol del tibio julio y todos alegres cual hermanos enarbolando en el seguro pero sincero brazo, el dulce sabor de una botella vertido en un exquisito liquido llamado vino y aun asi estoy seguro no adivinan bien de qué lugar estoy hablando sino de Pamplona de España, de la España querida, que tiene su fiesta y en ella se olvidan las penas. Imagina y recrea por ello un Rio de Janeiro pero sin mujeres desnudas; una grata celebración, solo de amistad y alegría pura; una energía que llama a volver a todo aquel que aunque sea por curiosidad ha venido, y un espectáculo vital delante de los toros que es la fresa en el helado de esta tradición divina; en una corrida taurina, húmeda en el vino exquisito de su historia, en una fiesta solo reunida, que es esta y como ella, ninguna; San Fermín, San Fermín de mis amores. María Garcés Pérez El primer día Hoy es un día especial. Me levanto de un salto, corro a la ducha y me visto de pamplonica. Son casi las doce del mediodía, entre la multitud de la plaza descorcho la botella de champán, no aguanto más. Este es el mejor momento de las fiestas. La adrenalina empieza a subir a niveles indescriptibles. Suena el Chupinazo. Gritos, cantos, y risas. Nos felicitamos los unos con los otros como si nos conociéramos toda la vida. Cierro los ojos y pienso en las corridas de toros a pleno sol, el calor, la sangría, las meriendas en el cuarto toro de la tarde, esa salida con la peña al terminar. Ir al apartado, al baile de la alpargata, los fuegos artificiales y a las ocho de la mañana ver los encierros. Al final, despediré a los gigantes y prepararé la vela del pobre de mi. ¡Vale de pensar! Voy a disfrutar del primer día y como cada año el guión es el mismo pero nunca salen las cosas como las planificas, eso es lo maravilloso, puedes improvisar lo que quieras, como quieras y con quien quieras pero el lugar y la esencia de las fiestas nunca se improvisan. ¡Viva San Fermín!

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Maria Iranzu Pueyo Urroz Y vuelta a empezar... Por fin 1 de Enero, 2 de Febrero, 3 de Marzo, 4 de Abril, 5 de Mayo, 6 de Junio, 7 de Julio... Por fin... 11:50... Plaza del Ayuntamiento... todo un año esperando para.... de nuevo apretarnos unos con a otros, calor, empujones, no se puede respirar, bolas gigantes de un lado para otro por encima todos (¿de dónde han salido?) cubos de agua desde los balcones... ummmm que fresquico, ¿dónde está mi cuadrilla? ¿cómo he llagado hasta aquí si estaba en la otra punta de la plaza?, aagghhh ¿qué es esto? ¡¡ah, harina!!.... ¡qué pegajosa me estoy poniendo!...... pañuelos en alto agarrados con ambas manos formando una alfombra roja en espera del... “Pamploneses, Pamplonesas, ¡¡VIVA SANFERMIN!!”... Y el ssssssssshhhhhhhhh pum. El rojo y el blanco juntos... pañuelicos al cuello, saltos, alegría, más empujones, bebida para adentro para celebrarlo, bebida por fuera para celebrarlo (y de paso me lavo un poquico...). Parece que nos ha tocado la lotería a todos, abrazos, besos..¿quién es éste?, da igual... Por fin a empezado de nuevo y durante 9 días ¡viva el rojo, viva el blanco, los zapatos cómodos y... una chaquetica (por si refresca...que nunca sobra)!. ¡¡Aupa la lejía!! Maria Jose Clemente Madrid La emoción también se vive lejos De nuevo me despierto a las 7 y media de la mañana, nada me retiene ya en la cama. Falta muy poco para que empiece la emoción. Me deshago de la pesada sábana y salto eufórica, se que ya se nota el calor en la cuesta de Santo Domingo, ya se oyen los murmullos nerviosos de los jóvenes y no tan jóvenes que se amontonan frente a la salida. Todo está teñido de blanco y rojo. A mi mente acude el chupinazo, el primer día, el primer encierro. Enciendo la televisión expectante y subo el volumen, ante mí una panorámica de las calles que recorrerán los valientes. Mis ojos saltan embelesados de un detalle a otro, junto las manos, inclinándome. Ya va a empezar. Suenan los últimos cánticos, la bendición ya está pedida. Cierro los ojos para sumarme a las voces de todo el mundo que piden al patrón de Pamplona. Se abren las puertas, ya asoman los astados, abro los ojos y mi conciencia se junta con las de todos los que van a correr. Allá vamos San Fermín. María José Leblic Ruiz de Alarcón Siete de Julio Me vestí como todos los días, con aquella especie de túnica. Y salí cómo todos los días a pasear por aquellos descampados yermos. Aún era una adolescente sin saber y conocer lo que era una flor. Me contaron que hubo un mundo, donde los hombre tenían jardines que regaban y cuidaban… En mi paseo descubrí unas piedras en la lejanía, piedras de todos los colores. Me acerqué y eran hermosisimas: Naranjas, del color del atardecer, azules y grises, como el cielo; verdes, como mis ojos…y una roja transparente con unas iniciales: una P y una SF juntas…me atreví a cogerla y se partió en dos. Y de pronto me encontré en una ciudad roja y blanca, gente gritando y corriendo al paso de unos animales grandes negros con cuernos, todo bajo la mirada serena de una imagen, que me emocionó. Me dirigí a mi casa absorta, sorprendida y alucinada. No me atreví a decirle nada a mis padres y fui corriendo a la pared de mi habitáculo a poner la fecha de ese día para que no se me olvidara : siete de julio de 9.242

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Maria Teresa Solana Blachon Huida Querida mamá: No me busques, he decidido no escucharte e irme a correr delante de los toros y allí estaré en medio de la muchedumbre. Sí ¡ya sé! Estoy loca, soy una imprudente y me porto como un chico y tú preferirías que viera el espectáculo desde el balcón de la abuela ¡pues no! Yo quiero vivir esta experiencia, correr, sudar, sentir el corazón acelerado y toda mi energía a tope. Quiero estar segura de que soy capaz de hacerlo, demostrarme que soy valiente. No te preocupes por mí y no te enfades ¡siéntete orgullosa! ¡ a lo mejor me ves por la tele! Te quiero mucho Arantxa Esta carta fue descubierta encima de la cama de Arantxa L., una joven pamplonica de 20 años, que estaba en un centro de rehabilitación para jóvenes discapacitados motores como consecuencia de un accidente de coche en el que murió su madre. Desde pequeña, su pasión eran los Sanfermines y su ilusión participar en las fiestas, aunque su madre no aprobara la idea, por eso le escribe y cada año en la misma fecha “se fuga”. María Victoria Mancera Carnero Como todos los años A San Fermín pedimos… Me ato cuidadosamente las zapatillas, aprieto fuerte, dos nudos. Me miro de reojo en el espejo y me estiro la camiseta, la de siempre, la de hace cuatro años. …por ser nuestro patrón… Me ajusto el pañuelo y le echo un vistazo a la hora. Siete cuarenta y ocho. …nos guíe en este encierro… Cojo el periódico. El de hoy. Martes 7 de julio, Maite se ha levantado temprano para traérmelo. Lo extiendo sobre la mesa y lo enrollo como me enseñó mi padre. ...dándonos su bendición. Y me asomo al balcón de calle Estafeta, como todos los años. ¡Viva San Fermín! Algún día bajaré. Me mezclaré entre la multitud. Saltaré delante del santo. Tocaré pelo. Algún día. ¡Gora San Fermín! Marianela Blanco Werner Rojo y Blanco Las tres de la madrugada me descubre por el rabillo del ojo, y me reprocha con cansancio. Mis pupilas brillantes se esconden y aparecen detrás de unos párpados pintados de color azul. Al interior de la curva, el suelo resbaladizo te juega una mala pasada y sales disparado como el chupinazo, golpeando con toda tu masa contra el vallado, mientras la manada se dispersa agitada en medio de tan confusa situación. No se sabe si fue dolor, jolgorio o aturdimiento, sólo sé que un grito me sacudió… y ahora estoy aquí con tu rabo entre las manos. Revientan mis pensamientos... y bebo del fondo hasta el éxtasis profundo de la inconsciencia, descargando mi rabia contra el vaso, donde rebota en recuerdos una lágrima, mientras en los locales de las peñas la juerga sigue hasta el alba.

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Mariano Pascal Lizarraga Memento Mori Veinte años después todavía lo recordaba. La vuelta al ruedo, aquella euforia de gritos y cánticos en el tendido y los olores que se mezclaban en la arena mientras atardecía en el penúltimo día de San Fermín. Cuando sus demonios le daban una tregua, se atrevía a ojear las fotos de aquel triunfo. Las fotos que le devolvían una imagen de joven brillante, imberbe y arrebatador, con aquel vestido gris perla que más tarde acabó en una vitrina. Y aunque todo el mundo recordase las faenas, aquellos muletazos por bajo o la trincherilla al sexto, él siempre recordaba el momento en que fue alzado a hombros. Porque en ese momento no se hubiese cambiado por un emperador, tras ganar la partida a los toros, al público, a la razón misma y conquistar la Plaza de Pamplona. Más tarde, cerraba el álbum violentado. Su corazón le decía que allí, en volandas, sus pies se alejaron del suelo por mucho tiempo. Hasta llevarlo al fracaso. Quizá todo lo que dejó ir después, hubiese podido conservarlo de haber hecho caso a aquella voz que le susurró: recuerda que eres mortal. Pero en ese momento estaba cerca de los dioses. Memento Mori. Maritza Faundez Gomez Diario de un " Macho" A las 8 de la mañana me vienen a buscar para empezar a correr por esos pasillos estrechos de Pamplona, espero que me den una buena comida y pueda ver de paso a la \" Matilda \", o a mi hijita \" Sofi\".... a \" Bruno \" siempre le toca a mi lado, el es agresivo, no se parece a mi y eso que soy su padre, a el le encanta atrapar gente, ojala que nunca le hagan daño, quiero que estemos siempre juntos, que seamos una familia feliz, espero que Dios nos proteja , porque tambien es Dios de nosotros... o no ?, yo creo que si. Recuerdo que la corrida pasada el loco Roni se cayo y se fracturo, yo me acerque a darle fuerza , pero se lo llevaron y no lo volvi a ver mas. Asi es nuestra vida, somos nacidos para servir , pero jamas servidos, sueño con un mundo mejor, donde no exista maldad ni abusos.... bueno, mejor me duermo porque sino estare cansado para la fiesta de San Fermin , y no puedo fallar, porque soy un toro bien \" Macho \", como lo dice mi nombre.Buenas noches querido diario, deseame suerte.... Martín Zulaica Benevento Fiesta de Gigantes 11 de julio de 2010. Argentina campeón del mundo en Sudáfrica. “El Diego” y sus 22 gladiadores preparan su regreso triunfal, a ¿Buenos Aires? No, a Pamplona. Este año los gauchos de la pampa cambian el albiceleste en el obelisco por el rojo y el blanco en la Plaza del Castillo. Aparcan “sus trapos futboleros” para enarbolar con orgullo el pañuelico. Dejan por un instante el asado y las empanadas y van a por el ajoarriero y las magras con tomate. Abandonan el desfile victorioso por la avenida mas ancha del mundo y, entre toro y toro, recorren la cuesta de Santo Domingo, Ayuntamiento, Mercaderes, Estafeta y Telefónica. Ya en 1986 “el Diego” campeón pudo, entre regate y regate, con seis ingleses en menos de diez segundos; hoy repite su gesta en Pamplona para, entre miura y miura, coronarse en los 850 metros más exigentes del escenario mundial…y a San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, podamos ser testigos de esta consagración.

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Mercedes Escudero Peinador Sanfermines En Pamplona, de hermosa campiña y famosa por los vinos exquisitos que en ella se elaboran, vive una preciosa chiquilla a quien llaman Carmen. Lucía su arte para cantar y bailar pues su hermosa voz, acompañaba a su exquisita y grácil figura. Sobresalían un par de rasgados ojos, y una ensortijada cabellera. Y cuando bailaba sus pies se movían ágilmente sobre el entarimado, con ese par de piernas largas y esbeltas que completaban el maravilloso físico de la niña más hermosa del lugar. ¡Festival del vino! ¡Fiesta Patronal! ¡Sanfermines! A la corrida de toros han acudido un grupo de jóvenes diestros buscando la gloria en estos cotos. Y entre tanta flor, destaca Carmen, el corazón le da un vuelco, asaeteada por la mirada de un par de ojos verdes que se rinden de admiración ante su belleza. Gerardo sale a la plaza garboso y valiente, vestido de azul y sueños, le brinda el toro a su amada. Se pone de rodillas frente al toro y da dos pases de muleta. ¡Olé, Olé. El público de pie premia su arte. Le roza el toro. ¡Ay! El torero sale a hombros. Carmen y Gerardo, con abrazos y juramentos sellan su amor. Mercedes Sáenz Blasco Sugerencia Estimado Señor Alcalde: Ante la proximidad de las Fiestas en honor a nuestro Santo Patrón, agradecería tuviera a bien considerar la siguiente sugerencia. Verá, yo creo que lo suyo sería poner unos semáforos en la Calle Estafeta, de manera que el tráfico estuviera mejor regulado, porque no son de recibo los guirigáis que se montan cada mañana en cuanto suena el chupinazo, que aquello parece el Corte Inglés el primer día de rebajas. En caso de que los semáforos resulten demasiado caros, y dado que estamos en tiempo de crisis, tal vez sería suficiente marcar en el pavimento un carril-toro, de modo que cada uno tuviera muy claro por dónde debe transitar, evitándonos así un montón de sobresaltos. Yo, esto, se lo digo sin ningún tipo de acritud, pero ya sabe, quien avisa… Atentamente. Avispado Mertxe Labrador Otamendi Tras la barra de un bar Noches de alegría, bullicio, color, desinhibición…durante nueve días. Días explosivos, para mí, tras la barra de un bar. Bar infestado de seres de blanco y rojo bailando, cantando , cortejando…, donde mi nostálgica mirada se ubica en cada mozo y moza presente aquí .Aquí evoco esos Sanfermines que saboreé, celebré y compartí. Compartí con aquel hombre que, durante meses, he sufrido una turbulenta separación. Separación que me obliga a trabajar en estas fiestas para sobrevivir. Sobrevivir económica y moralmente. Moralmente intentaré alimentarme del disfrute, del diálogo, de la cordialidad que fluyen de las dispares gentes que visitan éste y demás bares de mi gloriosa ciudad .Ciudad enfundada del colorido y estruendo de los fuegos artificiales. Artificiales pregoneros de la nocturna y jovial fiesta. Fiesta que prosigue con las matinales dianas , los restauradores “caldicos”, los ansiados encierros, los “Mañueteros” churros , la procesión del “Morenico”, los gigantes y cabezudos, el “Estafetero” aperitivo, las exhibiciones rurales, las particulares corridas , la salida de las peñas, la cena de las cuadrillas, las barracas… y la diversa música que ameniza plazas y parques de esta multicultural ciudad. Ciudad que recorreré camino a casa después de nueve noches tras la barra este bar.

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Miguel Alfredo Quispe Perez El Milagro Que lindo entonces estaba mi Negro; él, que siempre estaba en el campo, ahora que no está; lo extraño tanto; si algo en el paisaje hace falta, es el punto oscuro de su brillante pelaje que rutilaba ante el sol de esta Pamplona, que parece cada vez más de fantasía. Lo vi por ultima vez ese dia, pero despues una vez muerto ya por una fiebre, lo volví a ver otra vez; esta vez energico y poderoso tras los valientes que arriesgan sus vidas aqui en la plaza en la corrida de esta fiesta que llamán tan divina, la de San fermín. Mi abuela decia que suceden milagros en esta algarabía, pero yo jamas lo creí hasta que volví a ver a Negro alli entre los toros que corrian; o era el vino tan exquisito que habia tomado y mi anhelo por verle, o ciertamente esta fiesta es tán gloriosa que hasta las almas que se han ido al oír tanta alegría tambien salen desde donde estan y celebran como todos aqui felices, como yo igual, este San Fermín divino; este San Fermín glorioso, en que volví a ver, y desde siempre entonces, a mi Negro; mi buen Negro... Miguel Ángel Giral de Lamo Respeto Había amanecido en Pamplona. Eran las ocho de la mañana y Jorge se encontraba algo mareado por el exceso de alcohol de la noche anterior. Se oyó el chupinazo y él corrió hacia la calle Estafeta. Quería ver pasar a los astados. Se asomó por entre las maderas que daban acceso a la calzada. Lo vió venir, era grande y negro y le miraba fijamente. Jorge se sintió atraído por esa bestia, retado por ese monstruo de más de quinientos kilos que bajaba desafiante. Un instinto ancestral de competencia con el animal le arrojó a la calle. Corrió y corrió hasta que no le quedó aliento, hasta que sus venas se hincharon por el esfuerzo y sus músculos se tensaron haciendo que le dolieran las piernas. Pero el animal era más rapido y le alcanzó en unos pocos segundos. Se mirarón durante unas décimas de segundo. Jorge comprendió, el animal pareció también comprender. Y Jorge por un instante, antes de buscar refugio en un portal de la calle entendió perfectamente cuál era esa realción arraigada en el naturaleza, genética, entre el hombre y la bestia. Empezó a respetar al animal Miguel Angel Molina Jiménez La australiana Mezclé mis ilusiones entre la muchedumbre ansiosa y enardecida que preñaba la plaza del Ayuntamiento. Huevos, harina y cánticos acompañaron mi búsqueda hasta que el cohete hizo \"Ziuuuu……………Pum\". Luego el champán me ayudó a soportar su ausencia. Al día siguiente, era el primero en el vallado. Como un príncipe desde su atalaya, esperaba verla correr como lo había hecho un año antes, con aquella inconsciente despreocupación del foráneo. Luego los claretes engañaron mi decepción. Más tarde, quise hacerme \"cabezudo\" para atraer la atención. La del visitante, la del que regresa; y \"gigante\", visible desde cualquier punto de la ciudad. Desesperado por la incertidumbre y el abandono, imaginé ser un \"kiliki\" arremetiendo contra todo y contra todos. Luego el calimocho aplacó tan cruel desasosiego. Recorrí \"lo viejo\" entre el mocerío inquieto y festivo. Me sumergí en sus bares, peñas y cafés. Ya derrotado y abatido, llegué hasta Navarrería. Allí, en lo alto de la fuente, como una diosa sobre su pedestal, estaba la australiana. Sí, mi australiana. Corrí. Corrí como nunca lo había hecho en un encierro, lanzándome a por ella con los brazos extendidos. Al verme llegar, sonrió. Justo antes de impactar contra el suelo.

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Miguel Ángel Moreno Cañizares Desplumada Aprovechando los sanfermines, decidí darme una alegría. Me compré un disfraz de plumas rojas y provoqué una cita con el posible hombre de mis sueños. Cada centímetro de mi cuerpo festivalero estaba cubierto por el plumífero aderezo. Para preservar mi identidad, un enorme penacho cubría mi rostro. Parada en medio de la habitación, frente a la cama, me asemejaba a un pavo real de ardiente deseo. Excitado, él se quitó la ropa y se acercó con afán de desplumarme, complacido con el juego que le proponía. La moqueta recibió una nevada de peñolas coloradas. Sus manos trabajaban febriles y, sin embargo, no daban abasto para llegar a su fin. Cuanto más desplumaba, más parecía haber. Unas enormes gotas de sudor empezaron a correr por el cuerpo desnudo del individuo, algo entrado ya en años. Inasequible al desaliento, siguió arrancando con la esperanza de llegar a la fantasía que su reina tanto ocultaba. La noche avanzó inexorable y la luz del sol le ganó la batalla. El chupinazo del primer encierro nos sobresaltó. Miré a mi izquierda y le vi envuelto en una enorme bola roja. Me vestí y encaminé mis pasos hacia la calle de la Estafeta. Miguel Ángel Recio Romero Un magnífico animal Estaba muy cerca, casi podía sentir su calor, solamente separados por un vallado de madera. Tenía una estampa tan bella; astifino, zancudo, ojalado, con ese pelaje cárdeno tan llamativo. Le causaba tanta pesadumbre saber que esa tarde moriría en la plaza; un animal tan poderoso, tan majestuoso y templado. Mientras escuchaba su acompasada respiración recordaba el encierro de la mañana, cuando, en un instante casi imperceptible, se habían rozado, piel contra piel, y la adrenalina había recorrido desbocada su cuerpo. El mundo se había parado. ¡Que momento tan sublime! No quería angustiarse, después de todo mañana habría un nuevo encierro, y quizás otro toro extraordinario, así que, se dio media vuelta, y con un alegre trotecillo y moviendo el cuello para hacer sonar el cencerro, se acerco a sus hermanos cabestros. Miguel Leonardo Agudelo Berrio Alma, sudor y vino Cada cosa en su lugar, ¡eso creo!, este día será memorable y nada podrá salir mal, porque nada podrá superarlo. El traje de pamplonica listo, !veamos de nuevo!, llevo mis pantalones blancos de algodón a la medida, una hermosa camisa blanca de lino, mi pañoleta roja con el nombre de las fiestas bordado, la faja roja en la cintura, las zapatillas probadas que no resbalaran, todo esta perfecto. El desayuno continental fue genial, una copa de vino para la suerte, y mi propio toque; la imagen del santo celebrado en el bolsillo derecho. Casi me engañan con lo del himno, pero ya me aprendí el verdadero, “San Fermín venimos……dándonos su bendición”. ¡Ay, por dios, mi periódico!, ¡se me olvidaba! Este es mi momento histórico, mi momento literario, ¡que las musas me acompañen!, ¡ahh!, espérenme, no me deben solo con estas hermosas bestias al lado, ¡ahhh!, fue hermoso, sublime, ¡algo para no olvidar jamás!, algo para seducir mujeres sedientas de aventureros, o arrullar el sueño de mis futuros nietos, ¡Ah!, ya me asegure de todo, la emoción, las imágenes, las palabras mínimas que encenderán el relato. ¡Como sudo por dios!, !Ahh! Gracias San Fermín por Existir, ¡gracias!

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Miguel Sánchez Martínez La huída Sus pasos cortos y lentos y su mirar distraído, los percibió Joaquín como la señal de ser la presa perfecta. Caminó tras de ella sobre la Plaza Consistorial, acechando, cuando ésta volvió la vista hacia su izquierda, Joaquín se abalanzó hacia el bolso que colgaba del hombro derecho. En un santiamén tomó ventaja de varios metros, dejando atrás agudos gritos femeninos; enseguida se escuchó el silbato de un policía seguido del estallido de un cohete. Al voltear vio el remanente de luces artificiales producto del chupinazo caer sobre un policía que azuzaba una manada de toros. Durante su huída se topó con vallados en las calles, que lo obligaron a seguir por Mercaderes. En la esquina con Estafeta fue captado por varias cámaras fotográficas de reporteros que cubrían la nota roja. Un resbalón lo llevó a caer de bruces. Con los ojos cerrados y las manos en la nuca, olía las piernas de los toros que pisaban muy cerca de su cabeza. El hocico de un astado lo hizo rodar. Repentinamente fue cargado por varios jóvenes. Ya fuera de peligro, al intentar estrechar la mano de sus salvadores, fue sujetado con unas esposas y conducido a la estación de policía. Mireya Zulaica Garamonte Más allá de la memoria Ella le viste lentamente. Pone tanto cuidado. Él quiere ayudar en la faena, pero sólo acierta a mirar, a dejarse hacer, que no es poco. Empieza por la blusa, blanca impoluta, con el escudo de la Peña en el bolsillo, que ya no lleva el tabaco. Los pantalones después, primero una pierna, luego la otra. La faja roja anudada en el punto justo, con el sobrante colgando por la izquierda, como lo ha llevado siempre. Alpargatas nuevas. Es costumbre, aunque ya no se corra. Le entrelaza las cintas dulcemente. Y por último el pañuelo, bordado con la imagen del patrón. Él intenta decir algo, agita las manos… siente. Ahora lo coge por debajo de los hombros y lo encaja delicadamente en la silla de ruedas. Pasillo, rellano, ascensor, rampa. El rumor del bullicio se adivina en la calle. Paran junto a la puerta. Ella se agacha frente a él para ponerse a la altura de sus ojos. ¡Hay que animarse! le dice antes de darle un beso. Saca la bota, echa un trago y, con un pequeño chorro, humedece los labios de su padre. Unas gotas de tinto caen sobre el pecho del anciano. La fiesta acaba de empezar. Mónica Boix De Ciurana Pobre Fermín - ¿ me ayudaras, Fermín ? - Y como … ¿no?. Me diste de mamar … Así me llamo, … y no habrá sido por fe. Como cada 7 de julio, me arrepiento de decirle que sí. Aún resuena: -!Viva San Fermín!, en mi cabeza … Ayer, como no,… me perdí en la plaza, selvática de alcohol y encontronazos, transmutada en cuanto estallo el txupinazo... Allí perdí mi pañuelo rojo, que atado en mi muñeca levante unos “Goras” antes. Corro o llego tarde; a cantarle a la “hornacina“. Mientras corro, fetidez de calles gorrinas - una constante brisa provenientes de mis ropas se unen formando parte de la gracia. Era el arranque de nueve jornadas de juerga enguarrándose a todo trapo, sin interrupción. En cuanto canté, sprinté, y sin mirar atrás, lidié los 100 metros que se abrían hacia la “Barnicería” de mi madre. Entré justo a tiempo. - !Por fin vino Fermín!.- !Marchando dos de vino!. No sé porqué vine, pensé. Sin recuperarme de los riesgos que conllevaban las astas finas , empecé a servir vino como un loco, esperando poder llegar a cantar “el pobre de mí“.

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Myriam Díez Fernández Siente El frescor de la mañana humedecía mi ropa.Cerré los ojos encomendándome al Santo mientras mis oídos se cerraban al mundo exterior para mostrarme el pulso en cada latido.Inspiré y me encontré con un olor familiar incrustado a base de años.Comencé a desentumecer los huesos mientras centraba mi mente en la carrera.Abrí los ojos. Ante mí tenía una alfombra de boinas rojas.Reconocí algunas entre gente extraña e inexperta que debía evitar para no correr demasiados riesgos.Tampoco me importó demasiado, me sabía el trayecto de memoria.Recordé cuando, de niño,escondido entre los barrotes de un balcón próximo a Estafeta,podía contemplar como se lucían los mozos,también cómo me invadía el deseo de estar algún día en la arena como uno más. Tras el canto al Santo el toril se abrió.Salió la manada y comenzó la carrera.Me sentí como aquél muchacho que hacía muchos ayudaba a su padre a llevar el ganado arriba y abajo guiando a los astados por caminos y cañadas, libre,de nuevo libre. Sin penas ni odios, sin lastres,con el alma desnuda y la inocencia del disfrute de un niño en un nuevo renacer.Cuando me preguntan porqué corro sólo puedo responder: \"siente\". Nélsido Paulino Cerda Flores tempranas Lo había leído alguna diez veces, pero nunca imaginé que esa vez sería la última. \"AT noon of Sunday, the 6th of July, the fiesta exploded\". Desde que leí el libro por primera vez, en cada lectura, las palabras de Hemingway se adueñaban con fuerza de mis sentidos, recorrían todo mi cuerpo, explotaban en mi cerebro y me hacían soñar, hasta la obsesión, con tener edad suficiente para disfrutar de \"la fiesta\" en su máxima expresión. Todos los años y con cada celebración, mi deseo crecía de manera incontrolable y desproporcionada. Yo todavía era muy joven, pero esta vez sería diferente. Con julio llegó la fiesta y con la fiesta, el encierro; Ella llegó con los toros y yo me fui con Ella. Mi madre lloró. Hubo flores... Néstor Rodolfo Araujo Horna Pobre de mí Cuando llamaron al timbre, ya se había decantado por los barbitúricos con whisky y guardó la cuchilla de afeitar en el mueble del lavabo. “¿El señor de la casa?”. Era un inglés borracho. “No hay”, y cerró la puerta. Quería ver desde el balcón si las astas del morlaco al que dio de pacer en la ebria madrugada, le brindarían un compañero. Programó la llamada al 112 para cuatro minutos más tarde. Respetó las fiestas. Nicolas Esposito Chedel Morir dos veces para descansar El sol se desvanecía sobre la monumental, un público inconcluso comenzaba a pitar, y el que por la mañana empitonara desfallecía con la estocada final. Fue el fulgor el que apaciguó a la más primitiva de las simbiosis, porque uno no es sin el otro y por tal motivo en la fiesta murió el hombre y murió el toro. Apolodoro propuso en su biblioteca mitológica que Teseo acabó con el Minotauro, pero olvidó que mató a la mitad toro dejando desamparada a la mitad humana. Los dividió en el espacio pero no pudo en el tiempo. Tiempo que es purgatorio cuando es indefinible. Miles de años pasaron y advino la oportunidad. El habitante del laberinto estipuló esta vez el desenlace, y exigió de este modo al destino: ‹‹Historiarás que al Minotauro como a Cappuccino lo distinguirán, como a Daniel Jimeno a Asterión recordarán, y como a David Fandila a Teseo perpetuarán. Igual que en Cnosos, salvo que esta vez a mi mitad humana yo mismo suicidaré. Mi mitad toro esperará a que Teseo como bestia, me vuelva a sacrificar. Sólo entonces podré marcharme, amigo destino; para que los que hemos sido uno en la fatídica curva pamplonesa, podamos descansar.››

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Nicolás Medina Cabrera El significado de correr Mi abuelo llegó a Chile rozando el triste ombligo del siglo veinte. Un par de zapatos zurcidos, dos pantalones andrajosos, tres camisas y una cruz en el pecho fueron los únicos objetos que trajo de la península. Pero adentro del pecho, arraigado en dulces espinas, entre el chupinazo y la última gota de miedo surcándole la frente, traía un febril y eterno recuerdo de Pamplona. ¡Los toros!, gritaba como condenado en mis carreras escolares, ¡Los toros! ¡Imagínate a los toros tras de ti muchacho! Yo hacía caso omiso, no lo escuchaba. Escapar de un toro, bah, este viejo está demente. De todas maneras jamás perdí. Al final de cada carrera terminaba invicto, fresco y seco. Ni una gota de sudor. Pero mi abuelo nunca me felicitaba por la victoria y siempre, aplomado, me advertía: triunfaste sin esfuerzo, no sabéis lo que es correr y jamás lo sabrás hasta que escapes de los toros. Fui a San Fermín el año pasado y ahí supe que mucha razón descansa bajo su lápida enmohecida. En callejuelas estrechas dónde la sangre se hace espesa y el clamor parece azuzar a las bestias, cada zancada es la vida: así se descubre el significado de correr. Noelia Marcos Ispierto Salto a la calle Estafeta Salto a la calle Estafeta. Resbalo. Sudoroso no soy capaz de agarrarme a nada. Caigo de lado y nadie parece verme. No pasa nada –pienso– aún tengo tiempo. Intento incorporarme, alguien me agarra gritando. Ni me deja, ni le dejo. Siento los gritos y el ajetreo y cómo corren y me sobrepasan. Sigo en el suelo, incapaz de mover ni un músculo. Me vuelven a agarrar y me empujan, me suelto de nuevo y resbalo. No sé qué hacer, estoy paralizado. Me empujan, me pisan, me gritan. Ni grito ni empujo, espero. Noto los bufidos y el latir del asfalto. Me duele todo, ansío estar lejos. Movimientos bruscos, rojos, blancos y negros, sudor, gritos, sangre, un collage abrumador me desplaza pegajoso y siento cómo se contagia mi lengua, se contraen mis músculos, me levanto y corro. ¿Dónde estáis amigos? Me han dejado solo. Sigo corriendo y veo cómo a mi lado cruzan y me acompañan esos rojos y blancos que me zarandean. Por fin llego a la plaza. Quiero huir, necesito agua y sombra. Veo una puerta. Ya nos veremos después amigos, cuando haya descansado. Nora Susana Astudillo- Zamponi Parecía una pesadilla Se acercaba la fiesta de San Fermín, con sus esperadas corridas de toros. No era necesario que se lo recordara a Mauricio, en la misa de los domingos. Este año, prefirió no hacerse ilusiones, pues pasó a convertirse en un desocupado más. Juan, su amigo llegaba para ofrecerle un tarea temporaria: controlar el tránsito en la calles en la corrida de toros. Camino a la reunión para organizar la celebración, le cerró el paso una manifestación,que solicitaba trabajo. Entre tironeo y tironeo para poder avanzar, busco su celular para avisar de la tardanza; más no lo hallo. Revisó su bolsillo, pero su billetera había desaparecido. ¡La suerte no parecía estar de su lado, desde hacía tiempo! A esta altura, no sabía que hacer, si radicar la denuncia o posponer la reunión. Rumiando su bronca, regresó a su hogar. Sin embargo, no todo estaba perdido.En el trayecto, se cruzó al sacerdote de su congregación, quien llegó como camino del cielo, ofreciéndole algunas tareas; entre las que se encontraba trasladar la imagen de San Fermín por las calles de la ciudad.

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Nuria Reina Bachot De cuajo A Elena se le salía el corazón por la boca. Apenas unos metros de carrera y Zenón,un ensabanado que las mataba callando,ya la tenía acorralada.De puro reflejo, Elena lo atrapó por los cuernos. Zenón se defendió clavándole sus pupilas.Y de ellas cuentan que surgió un huracán invisible, el cual atravesó a la joven candorosa hasta apoderarse de su raíz. Luego,la anciana resultante subió a sus lomos y juntos se perdieron entre un río de gente. Oihane Andueza Imirizaldu San Ferminetako bazka Izan dira, izan, zirri-mirriak aurretik eta orain dira 12ak. “ZZZZZZZZZZ………PUM!” Entzun eta hasi dira algara, ohiu eta irriak. Festa giroan zalaparta, zuri-gorrian jantzia da jaia. Hor non nahi musika dario kaleei eta txanpainarik ez da falta. Goizargian bada banda, tarran-tarran, papa-papa. Atzokoak gaur, biharkoak irrintzika. Pamplonesa. Eskutan egunkaria, oinak bizi, bihotza taupadaka. Tradizioaren atzetik zezena, korrika eta adarkada. Ni-no, ni-no, ni-no anbulantzia. Santo Domingo aldapa, Estafeta. Iritsi dira enbutu ittotik arnas zabalera. “Gaurkoan salbu gaude, bada!” Dirdira begietan, erraldoiak ninien isladan. Ahoak zabalik, hurbildu nahi eta beldurrak ikara. Urte guztia gogoan, Caravinagre eta Berrugas. “Amatxo… aupaaa!” Arratsaldean eltze borobila bor-borrean. Tronpeta, katxia, belarri eta isatsa. Itzalerago, erdian begirada, “atzokoa hobea, hala?”. Airea mozten du pankartak. Txaranga, lepotik helduta, zalaparta. “Nahi al duzu nirekin dantza, potxola? Halako begi eta irribarra…” Ipurdi eta titiak...alajaina! Pil-pilean arratsa. Iji-aja, dantza eta kanta. “Calle-Kalea non ote da?”, Txano eta peluka, Tekno, rock, Zortziko, jota, Blues, jazz, Bolero eta saltsa. Saltsa galanta! San Ferminak piper, perrexil eta gatza. Hau da hau, gozamenerako plater galanta! Olaia Rueda Barriuso Desde el vallado Apenas falta una hora para el estallido del cohete. Vamos hacia Mercaderes; mis amigos quieren coger buen sitio.Yo, a lo mío. ¡Vaya! Mi camiseta no está tan blanca como me hubiese gustado para la ocasión. Ni mis pantalones… Periódico en mano, paso el vallado. Me golpeo con una de las tablas. No pasa nada, no me duele. Tengo que estirar, de tobillos a cabeza. No sé... Parece que ese cóctel perfecto de miedo, respeto y adrenalina ha disminuido. Eso sí: ¡confío en mí más que nunca! Estoy en buena forma física y me sé la teoría. Lo voy a hacer bien. Sólo unos metros. Lo justo y necesario. Sin estorbar al resto de los mozos y sin tocar a los astados. ¡Eh! ¿Qué pasa? ¿Por qué me sacáis de aquí? ¡Mis propios amigos pretenden truncar mi debut! Me resisto. Insisten. A escasos diez minutos del comienzo del encierro me veo fuera del recorrido. ¡No puede ser!... …Soy afortunado. Ese primer pacharán, ese “uno y me voy pa´casa”, se convirtió en el inicio de una gran noche de fiesta, intensidad, alboroto y… la mejor de mis carreras: desde el vallado. Me quedé sin correr, pero volveré. Otros no tuvieron tanta suerte.

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Olga Laguarta Abaurre Jota a San Fermín El momento más emotivo de las fiestas, tiene lugar el 7 de julio durante la procesión en honor a San Fermín. Es cuando los navarricos, orgullosos de nuestro santo, a través de una preciosa jota, le cantamos desde lo más profundo de nuestros corazones. Sé que puede resultar extraño el destacar algo tan poco festivo, pero no tenemos que olvidar en honor a quién son dichas fiestas. Por lo que está más que justificado que el momento más emotivo y entrañable, sea el que le dedicamos a San Fermín ¿no os parece? Es un paréntesis entre tanta juerga. Un instante para la emoción y la devoción al santo. Los asistentes, mayoritariamente de blanco y rojo, son de lo más heterogéneo...; resacosos con gafas de sol tratando de ocultar las huellas de una noche de juerga, gente que apenas ha dormido un par de horas en el mejor de los casos, familias con niños pequeños, parejas, jóvenes, etc. No sé qué es lo que tiene, pero lo que sí sé, es que consigue poner la piel de gallina a todo navarro que se tercie. Es, sin duda, el mejor momento de la fiesta. Y..., ya falta menos para vivirlo de nuevo. Omar Quintero Parra El desgraciado inmortal Manuel, hombre humilde, se la pasa siempre borracho,y dice que borracho se siente “Inmortal”. Pareciera ser cierta esta afirmación, pues en más de un ocasión así lo ha demostrado. Carpían su colega de juerga, dice que en medio de su borrachera, le entra la melancolía de los Sanfermines. Siendo capaz de enfrentar estampidas de autos en pleno movimiento como si fueran toros, gritando: ¡Soy inmortal, todavía no puedo morir, tengo una misión que cumplir!... Si no es por Carpían que siempre lo aparta para un lado ya hubiera estado bien enterrado el pobre Manuel. El verdadero encierro en Pamplona llegó. Manuel ya iba en la decimosegunda botella de vino, se encontraba listo en plena calle de San Nicolás, esperando a los verdaderos toros, su amigo y salvador Carpían no llegaba. De pronto se vio venir la caótica estampida de fieras y hombres, tan pronto pasan los hombres, Manuel arremete con valentía y estupidez a la manada de fieras, gritando: ¡Soy inmortal, todavía no puedo morir, tengo una misión que cumplir!... Estando Manuel a cinco metros de los toros, aparece su esposa lo aparta y le dice: “Claro desgraciado, no te puedes morir todavía, tienes que cumplir con el hogar\". Pablo García Martínez Una misma alma Moro veteado si es que los hay. El hombre, prolijo en su humilde camisa blanca; impecable en su humildad; dispuesto, valiente. Cascos pegando sobre los adoquines en retumbos nobles, como ecos de otras corridas mil veces más sangrientas y terribles, las corridas del hombre que corre al hombre. Van el uno y el otro; aquel desorientado entre empalizadas y empedrados, azuzado por los gritos y las manos en alto, cabeceando a diestra y siniestra como buscando la salida a su pesar; ¡es tan distinto todo en los prados, tan serenas las tardes, tan rebosantes de sosiego! Entre boinas enjutas y pintonas, como quien se sabe vencedor, el hombre se lanza a la carrera delante de la tropilla, intentando bendecir en la crisma al mismo diablo. Buscan sus yemas apoyarse entre los estiletes curvos de los cuernos algo bizcos. Buscan sus ojos los de la bestia para amalgamar sus miedos; para confesar su temor sólo ante la desesperada mirada del toro. Y corren en ese amasijo de minotauros que escapan y tropiezan desordenadamente, se atolondran en el remolino de gritos y mugidos desafinados que es el encierro. Toro y hombre perdidos en el callejón, como si los atravesara una misma alma.

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Pablo Roncal Los Arcos La fiesta en un pañuelo El amanecer te sorprende solo, olvidado, anudado en un banco. Todos te miran al pasar, y nadie se acerca. Arrugado, sucio y trasnochado, sé que tienes mil historias que contar. Recojo tus palabras. Días atrás, almidonado como nunca, el sol del mediodía te ve agitarte en una nube de pólvora y alegría. Y de una mano te haces rosca en el cuello, y de otra mano te cuelgas de la pechera como una medalla, orgulloso, símbolo de la Pamplona en éxtasis. Empapado de todo, vives la fiesta muy cerquita del corazón. Por las noches, destiñes caricias del rojo que todo lo inunda. Bajito, muy bajito, oyes palabras de amor entre desconocidos. Y tapado sólo con el manto de las estrellas, te derrites entre dos cuerpos ávidos de deseo, sin dejar nada para mañana. Al alba, el miedo cosido en el cuerpo, entonas gargantas que cantan al santo. Y cuando el pavor corre desbocado por el empedrado, cierras los ojos y, a veces, sientes la muerte a tus espaldas. Otrora icono de la fiesta, vives las horas más bajas maldiciendo tu soledad, enfilando sin remedio el ‘pobre de mí’. En mi bolsillo, lloras la despedida... pero ya falta menos. San Fermín. Paloma Catalán Quijada Siete Alba. Cama. Sueño. ¡Tarde! Prisa. Hora. Siete. Ducha. Blanco. Rojo. Calle. Gente. Patxi. Juanma. ¿Karlos? Karlos. Todos. Pasos. Tiempo. ¡Vienen! Toros. Toros. Toros. Toros. Toros. Toros. Corro. Gente. Corro. Ansia. Corro. Huída. Corro. Miedo. Corro. Maña. Corro. Vivo. Corro. Calma. ¿Karlos? Karlos. ¿Juanma? Juanma. ¿Patxi? Patxi. Risas. Charlas. Vino. Bota. Tapas. Fiesta. Blanco. Rojo. Julio. Siete. Paloma Diez Temprano Destinos de arena Debía ser el único que no llevaba un pañuelo rojo en la ciudad. El chupinazo me despertó de mi ensoñación. __ Aquí, en Pamplona, en realidad ¿por qué corréis?__ le pregunté. Echando un trago se empezó a reír y su burla me enfureció. Se sentó a mi lado, olía a tabaco y a vino. Me enloquecía su despreocupación. Descubrí que San Fermín era un paréntesis: los invitados, los extranjeros y los de la tierra, uniformados de fiesta, todos iguales, bajo la atenta mirada del santo, se olvidaban de sus rutinas en la carrera hacia la arena. __ ¿Y tú no llevas el pañuelo? ___Lo perdí. Bajó la cabeza y enseguida me miró de nuevo. Me aturdía su mirada o el humo del bar, quizá era el cansancio, la alegría y las ganas de besarlo. Me acerqué más a él. __No me beses__ dijo al salir. Después le encontré cerca de la Casa Consistorial, abatido y con heridas en la piel, superficiales. Llevaba el pañuelo rojo en la mano. __No entiendo de verdad por qué corréis. __le dije anudándole el pañuelo en el cuello. __ Huimos de la muerte. Como todos, pensé. __Ya me puedes besar __dijo él.

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Pastor Orduz Cabrera El eco vigoroso La bruma es el anticipo de la vida en el chupinazo, pero aquí es el dolor por la ausencia de este año. Él, viejo y ya sin mar, me llama y me hermana en su historia: -Criollito, ya es suficiente mi sangre en las hojas que dejaron de ser blancas, en mi agonía sólo me anima el continuo renacer de San Fermines... Le insisto que vuelva a Pamplona, así sea el postrero de sus ecos vigorosos, pero la decisión está en la bondad de sus palabras: -Es mejor que uno muera por la vía personal, y no que vean la decrepitud más dolorosa en la soledad de mis honores... Quise despojarle de su rifle pero su mirada y su barba de peregrino me frenaron. Me pidió el silencio de los viajeros sin Caronte. Me pidió que enviara el mensaje al mesón de anteriores visitas suyas. Entonces, respiró hondo y brindó con whiskey y dijo: -Por el vino allende este bosque de robles. Y fue cuando su voz sonó más que el disparo certero y resonó bajo el chupinazo, como eco del amigo ausente. No tuve valor para enviar su mensaje.En él pedía la vida y los amigos de siempre. Pedro De Andrés Ventosa Corpus y Joaquina.Mis abuelos 12 de julio En Mercaderes hace una mañana fria, cuando faltan escasos minutos para el encierro. Javier se aparta unos metros de su cuadrilla, y piensa en sus abuelos que,orgullosos y preocupados,por el primer encierro, esperan en Telefonica. Recuerda, como le han inculcado el amor a sus tradiciones,al mantenimiento de sus derechos y a la libertad de ser, sentir y pensar propias. Con una sonrisa piensa en los encierros con sus amigos en el atrio de la iglesia,orgullosos ante los mayores. Mira a sus amigos con cariño, recordando las escapadas para correr las vaquillas y las riñas de las familias. Ahora,Javier se encomienda a San Fermin con la oracion de sus abuelos: A SAN FERMIN QUE ES TAN MAJO,LE PEDIMOS CADA DIA,QUE NO NOS FALTE EL TRABAJO CON BUEN HUMOR Y ALEGRIA !!SUENA EL COHETE,mi cuadrilla me llama, viene la manada y corremos Mercaders,Estafeta,Telefonica(veo a mis abuelos orgullosos) y llegamos al plaza felicesy nerviosos por nuestro primer encierro. Ahora se por que mi abuelo me decia que mientras haya un navarro habra Fiestas en honor de San FERMIN. !!VIVA SAN FERMIN!! !! GORA SAN FERMIN Rafael Bailón Ruiz La magia de San Fermín Fiestas de San Fermín:cada rincón pamplonica colapsado por gentes de diversos puntos de dentro y fuera de la geografía española. Con el pañuelo rojo anudado al cuello,disfruto de cada momento, sin saber a ciencia cierta su razón de ser: ligado al Voto de las Cinco llagas y martirio del santo o simplemente forma de retar al morlaco. Cuesta de San Domingo hasta la plaza del Ayuntamiento, con escasos refugios para retirarse o una hornacina con la imagen de San Fermín son hechos que perduran en mi mente. Toros agrupados en manadas en busca de la embestida frente a valientes corredores evitando peligrosos derrotes con un servidor expectante y deseoso de no tener que lamentar víctimas. Sirvan estas líneas como muestra del sentir hacia una ciudad y tradición que diez años después de mi primera visita me sigue llamando a gritos.

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Rafael González Casero Sentir un sinsentido <>, es lo que me dijo Nacho durante la cena de aquél 6 de julio de 2004.Sin ser pamplonica ni siéndolo, me dije para mis adentros, pues no es posible que racionalmente alguien pueda no sólo disfrutar, sino meramente justificar que el sufrimiento de un animal sirva de diversión para las personas. Ni el haber acompañado a mi padre a las corridas de la Ventas y verme rodeado de casi treinta mil espectadores había cambiado mi forma de razonar y de sentir respecto a todo lo relacionado con los toros. San Fermín no dejaba de ser para mí una fiesta convertida en internacional por el cachondeo que allí se vivía; el hecho de que desde los del pueblo de al lado hasta los llegados de las antípodas se congregasen en Pamplona unos dias de julio, no tenía nada que ver con que allí se pudiese vivir algo especial en torno al toro. Sin esperarlo, sin creerlo, comencé a sentir primero aquello, a intentar razonarlo después. No me pregunten por qué,pero algo se alteró en mi aquél verano. Desde entonces, no me toquen San Fermín. Ramón Santana González El catorce ocho mil Fritz teme una noche que sabe va a ser muy larga. La tienda parece de papel a cuarenta grados bajo cero. Los ojos se cierran y en defensa propia recuerda una calida noche del 10 de julio. Han cenado bien, ahora el pacharán ha desamorzado su torpe lengua suiza y conversa con Olatz sobre los pormenores del encierro de mañana. Olatz ha corrido en trece ocasiones, y salvo algún tropezón, siempre salío indenne. - La curva de estafeta. ten cuidado con la curva de estafeta. La carrera es limpia. - En la curva cuando el último toro pasó tan cerca me pareció de hielo. Hace frío, demasiado frío y la noche aún está empezando. Fritz quiere volver al sueño pero el toro de hielo le muerde los pies. la curva de estafeta está en el Annapurna. Ramón Zarragoitia Mezo En la curva de Estafeta Jeremy no puede moverse ni recordar. Está tumbado en la curva de Estafeta bajo una inmensa barrera gravada con la imagen de San Fermín. Mira hacia Mercaderes. “Oh, God”, suspira. Teme apurar sus últimos instantes en este mundo. De entre la multitud que se aproxima enfebrecida escoge al cabeza de manada: seiscientos kilos, ojos desorbitados, astifino, espuma por los ollares. “The Killer”, piensa el joven de Newcastle. Daisy lo convenció para viajar a Pamplona. Hemingway, Fiesta, vino... y los malditos TOROS. “You, Bitch!”, le dedica. Comienza a asumir que morirá pasadas las ocho de la mañana de este nueve de julio. Solo. Corneado contra el pavimento. “Why me?”, se lamenta. Toca encarar el triste final. Jerry se recuesta dignamente a los pies del Patrón y dice adiós a todos y a todo... Pero una soga cae de pronto desde un balcón. Dos ángeles con pañuelico le hacen señas para que se aferre; ellos lo sacarán del apuro. Jeremy apenas puede creerlo. Ha oído hablar de la otra cara de Sanfermines: la de la Solidaridad. Ahora comprende. No se lo piensa demasiado; tampoco queda tiempo. Atrapa con ansia la cuerda de vida y aprovecha su segunda oportunidad.

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Raquel María Saralegui Sticco Pañuelo rojo Camino las callejuelas del casco antiguo por primera vez; respiro ancho, profundo, las vísperas de los Sanfermines en las vidrieras, en el cielo de banderines, en las pizarras de las tabernas. Voy tarareando los versos que aprendí de chico, en mi casa de la Argentina: “A Pamplona hemos de ir”. A una cuadra de andar, le digo a mi mujer que espere, entro en un negocio. Salgo con un pañuelo rojo como el que usaba papá cuando veíamos los encierros por televisión. “Ya tengo todo”, le digo poniéndomelo al cuello. Ella lo anuda, que me queda pintado dice dándome un beso, y entra a comprar otros para llevarles a los chicos. El abrazo que me da al salir, supongo, es porque ve algo cruzado en mis ojos: que papá sin conocer la tierra de sus padres, y ser yo el que corra por las calles que corrió, de joven, un abuelo que no conocí. “¿Y qué más?”, pregunta ella. “Que los chicos crecen tan rápido”, le digo ajustándome el pañuelo. Raúl Lasa Calle De la mano de un Gigante Las figuras danzaban al son de los gaiteros. La Reina africana flirteaba con el Rey europeo; el Rey asiático invitaba a bailar a la Reina americana; y la Reina europea, celosa de su marido, ponía ojitos al barbudo Rey africano. A dos metros de sus cabezas, Caravinagre la emprendía con una niña de coletas que se escondía tras la pierna de su abuelo y Napoleón guiaba a sus compañeros tras un grupo de mocosos rebeldes. Era el día 14 al mediodía. Un año más, después de siglo y medio, los Gigantes y su séquito de Zaldikos y Kilikis iban a ocultarse otra vez tras las puertas de su flamante hogar, estrenado hace menos de tres años. El espectáculo llegaba a su fin. Miguelito lo observaba todo desde su silleta y pensó que era su momento. Se bajó de su silla, corrió todo lo que le permitieron sus cortas piernas y alcanzó su objetivo. Se echó la mano a la boca, tiró de la cadenita y colgó su chupete en la mano del Rey europeo cuando éste paró para descansar. Luego, con una mirada traviesa, miró a su papi, orgulloso de haber sido capaz él solito de quitarse el ‘tete’. Raul uriszar-aldaca ordiales Mi particular San Fermín Son las 8 de la mañana. Es domingo. La calle Estafeta esta a rebosar. Hace un ratito que sonó el chupinazo indicando que vienen las bestias a la carrera. Me late el corazón a 200 por hora. Doy unos saltitos intentando estirar los músculos para el momento apropiado. Me empujan. No me amedrento y me abro hueco de nuevo. Es vital que este al tanto. Pasan legiones de personas corriendo delante de mí. No consigo ver a la manada de bichos de color azabache aproximándose. ¡¡¡Hay están!!!. Respiro profundo. Me preparo para el momento. Mi corazón se desboca y el sudor inunda mi frente. Pasan como una exhalación… Veo a un tipo menudo caer de bruces contra el empedrado. Alargo mi brazo por debajo de la talanquera y tiro de el hacia la protección en la que estoy. Enseguida algunos compañeros acuden en mi ayuda. Tras un primer examen, nada grave. Golpes, alguna pequeña cicatriz en la cara y un diente perdido. Tras asistirle, se levanta emocionado y me abraza, para perderse en la lejanía entre la multitud. Recojo el equipo medico. Me quito la chaqueta de la Cruz Roja. Por hoy se ha terminado mi particular San Fermín…

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Rebeca Jabonero Avilés Que te pilla el toro Me parece imposible estar aquí ahora. Y sentirme como me siento. Mis pulmones se han fundido con el latir de mi corazón y el oxígeno es tan solo una burbuja de aire en mi falta de aliento. Mis músculos apenas pueden seguir el ritmo de mi respiración, y las piernas se me mueven por inercia…sin rumbo fijo ni dirección. Los ojos de la bestia me desafían contándome toda su historia. Apenas puedo fijar mis pupilas en su rostro que parece gritar auxilio y venganza. Solo quiero seguir corriendo sin detenerme a mirar nada, a escuchar nada…quiero que mis brazos sean mis piernas, y como un animal, poder correr eternamente, sin detenerme, sin observar… La arena se está comiendo mis pies como si fueran goma gastada de una rueda demasiado vieja. Y mi corazón se ha lanzado al vacío de mi estómago cerrado para avisarme de que ya es demasiado tarde. La sangre emana de estos ojos que no volverán a llorar nunca en esta arena; mientras el novillero me avisa con su sonrisa que la tarde ha sido un éxito. Me parece imposible estar aquí. Me parece imposible tener que morir. Ricardo Izquierdo García Un sueño infinito Son las diez y media de la mañana y acabo de despertar. El sol ya ha salido por donde nos tiene acostumbrados, pero intuyo que hoy no es un amanecer cualquiera. Mientras trato de desperezarme, miro por la ventana y veo gente pasar por mi querida Calle Estafeta.Veo gente con la alegría grabada en su rostro, con un caminar seguro del que se conoce el rumbo, caminan firmes hacia el principio de un sueño infinito, un sueño teñido de blanco y rojo que siempre se hace realidad y del que nadie quisiera despertar nunca. Me quiero unir a ese sueño. Somos riadas de gente que canta y baila sin parar. Me siento como una pieza más de un puzzle, piezas que deben ser encajadas perfectamente para crear algo sublime: Alegría. Me acerco al Ayuntamiento y huele a fiesta. De repente, una gran explosión. Pamplona se ha convertido en el centro del Universo. Todas las piezas encajan. Son las doce y un minuto; no me quiero despertar nunca. Roberto San Martín San Julián Sanferbook Sanfermines 2010: Quedan 30 días Fermín Lizaso asistirá a cena 6º escalón A Fermín Lizaso le gusta yo también tengo un hueco en el armario para la ropa de San Fermín; Mamáaaaa, ¿dónde está el pañuelo que no lo encuentro? Fermín Lizaso se ha unido al grupo Cómprate algo para encima que por las noches en San Fermín refresca; Yo quiero que Caravinagre tire el chupinazo. Fermín Lizaso asistirá al Chupinazo. A Fermín Lizaso le gusta A mí también me han incautado los huevos; El Riau-Riau no existe son los padres; Yo también he comprado objetos brillantes en los fuegos; Los guiris en Pamplona brotan de los jardines en julio; yo mezclo los kubatas en la bota. Sanfermines 2010: Felices fiestas. Fermín Lizaso se ha unido al grupo: Colecta para comprar una verga al cabezudo japonés; Yo también llevo la faja por fuera del coche; Ya no canto El rey en la plaza por si me cobra la SGAE; A mí también me ha tocado una lata de melocotón en la tómbola. A Fermín Lizaso le gusta: Yo he salido vestido de blanco el día 15; Señoras que corren el encierro de la villavesa. Sanfermines 2011: Ya queda menos

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Roberto Vidaurre Lorenzo 6 de Junio. El dia D. Me despierto sobresaltado. Miro el reloj de la mesilla, las 6 y media de la mañana. Es extraño. Ayer apenas podía conciliar el sueño y hoy me despierto 45 minutos antes de que suene el despertador. Rápidamente miro por la ventana, sol y nubes… Para variar. Tras pasar unos minutos mirando, comienzo a experimentar la misma sensación que hace un año. Ese cosquilleo intenso, unas inexplicables ganas de gritar al cielo, de saltar y abrazar a todo el mundo... Entonces, oigo un suspiro desde la cama. –“Es pronto, ¿Ya no aguantas más?” Es la primera vez que me ve así ya que nos conocimos hace casi un año… De hecho, sólo faltan 3 días para hacer un año juntos. Sólo puedo sonreírle con complicidad. Voy a ducharme. Hasta este acto rutinario se convierte en nuevo y especial. Antes, busco entre mis discos. Aparto el polvo que lo cubre y le doy al “play”. Subo el volumen a pesar de las posibles consecuencias. Todo el bello de mi cuerpo se eriza con el primer acorde. Suena de fondo El Clarín de Fiestas. Miro la ropa. Blanca, inmaculada. Ahí está el pañuelo. En ese momento, pienso: ¡¡No falta nada!! Rodrigo Esteban Gonzalez Reyes El juicio de San Fermín Mis ojos están posados con firmeza en los corralillos. “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guie en el encierro, dándonos su bendición. Viva San Fermín! Viva!”. La mañana es clara, el rojo y el blanco de los corredores estallan a mí alrededor. Puedo escuchar el golpeteo de los pies sobre los adoquines, y detrás, como un metrónomo gigantesco, los cascos furibundos marcando el ritmo de mis latidos afanados mientras mis piernas desafían la cuesta. Sus resoplidos me hallan en Mercaderes. Pasan todos menos uno. Me alejo hacia el vallado y justo allí, cuando siento los maderos en mis manos, lo veo venir. Negro, enorme, parece nacido de tierra fértil, una aparición de una noche sin estrellas. Intempestivamente se gira y se planta frente a mí. Estoy atrapado! Su cara se posa en la mía, sus ojos profundos me traspasan, siento que puede leer en mi alma. Su aliento me cubre y por un instante puedo sentir su fuerza, su poder, su orgullo. Gira su cabeza, veo el pitón, el arma del juicio. Pero la suerte ya está echada. Con una última mirada ausente, se retira. Sigue su carrera. Sigue el encierro. Ay San Fermín! Rogelio Salazar de León El riesgo Decantarse por los mensajes enviados por el carpintero de Nazaret y ser hijo de un cónsul de Roma durante la época de Diocleciano, ya pueden ser algunas señas de identidad, si a eso se agrega que se ostenta por nombre la Firmeza, se tiene el diseño completo de un destino que se avecina a la catástrofe. Entonces, partir a Francia era partir a la Galia, provincia que por aquellos días no había dejado de ser un afilado tumulto, sumar a esto el filo de una lengua capaz de provocar, capaz de pinchar, capaz de seducir no es un acto que haya de quedar sin pagar un precio recargado y gravoso. De aquel viaje a través del Pirineo, además de los rigores normales, cabe imaginar algunas escenas que pudieron ser frecuentes y hasta reiteradas, una de ellas bien pudo ser de índole pastoril, y que enmarque al Firme peregrino atravesando una pradera empeñado en una marcha inquebrantable y equipado de un ánimo imperturbable, rodeado por robustos bovinos de aspas finas y desmedidas; el lance pudo suceder sin que fuese buscado por el hombre ni por el animal, lo cual no impide que sea un presagio de lo que convoca.

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Rosana Alonso Fdez-García La foto Después de evitarlo durante todo este tiempo, ahora he decidido ordenar las fotografías y colocarlas en los álbumes que compré antes de que las cámaras digitales los volvieran obsoletos, como mi vieja reflex. Creo que te gustaría, las he clasificado por año, mes y lugar. Mientras veía las imágenes que tomé aquellos San Fermines, tú cantando con un grupo de americanos, tú bebiendo, tú sonriendo a la cámara con la inocencia absoluta de no saber, se ha caído al suelo una fotografía que no recordaba, creo que yo no capté esa instantánea, la calidad es baja y está movida. Apareces corriendo delante de un toro, sé que es un toro, pero, por un instante, he visto una sombra negra de la que huías. El toro no te atrapó pero a ella no pudimos engañarla. Ruben Coiras Soto Alegría concentrada Se hacía tarde para partir, abajo esperaban mis amigos con el coche, deseosos de hacer de nuevo esos kilometros para llegar a ese lugar mágico. Tras el portazo, una voz; \"Tened cuidado\", remarcaba mi madre una vez mas. Dentro del coche, ya en ruta, nos contagiabamos los unos a los otros la alegría concentrada, y broma tras broma haciamos que el viaje no pesara tanto. En esta situación siempre se repetía lo mismo, siempre hablamos de la experiencia del año anterior, de los ligues, de lo bien que comimos en aquel sitio. Era una sensación homogénea y correspondida, era la ilusión de cada año. Una ilusión que iba mas allá de un simple viaje. Son de esos momentos que no cambias por nada. Risas y diálogos que quedan forjados en cada uno de nosotros año tras año. Tuvimos esta idea hace ya unos siete años, cuando se propuso todos o casi todos dudabamos, hoy en día hasta pedimos vacaciones en el trabajo para no faltar a la cita. Digamos que dentro de cada uno de nosotros existe ese magnetismo que a principios de Julio nos lleva y nos conduce por esas calles, por esas plazas. Tan apreciadas y tan queridas. Sagrario Loinaz Huarte La espera El aroma a café recién hecho inunda la habitación. La señora María, termina de planchar el pañuelo y lo deja al lado del pantalón y la camisa blanca. Seguidamente, sale al viejo balcón que da a la calle Estafeta y, apoyada en la barandilla, mira el ambiente sanferminero, mientras espera a que su hijo llegue para cambiarse de ropa y participar en el primer encierro. Tras una impaciente espera… Comienzan a limpiar las calles… Retiran a los no aptos para correr… La alcaldesa hace su paseo… Tercer cántico a San Fermín… Suena el cohete… Pasan los mozos corriendo… El último toro entra a la plaza… ¡Final del encierro! —Hoy no ha podido venir —se dice María a sí misma, con los ojos humedecidos y el rostro afligido. Se retira del balcón y espera con vehemente ilusión la jornada siguiente. Y así cada día hasta el 14 que, una vez acabado el encierro, María dobla la ropa cuidadosamente y la guarda en el armario, entre nectarinas, hasta los próximos Sanfermines. Sobre el pañuelo rojo, coloca la foto de su hijo y un amarillento recorte de periódico: ´´ Un corredor muere aplastado por un toro en la curva de Estafeta´´

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Salvador Robles Miras El toro de San Fermín ‘Revoltoso’ se remueve inquieto en los toriles minutos antes de que comience la primera corrida de los Sanfermines. Él no es un toro cualquiera, no sólo por haber sido escogido para ser lidiado en un coso como el de Pamplona, sino porque es un animal dotado de una facilidad pasmosa para aprender. Sin ir más lejos, en los últimos días ha aprendido cómo vencer a su enemigo. Su colega de la dehesa, ‘Valiente’, quien increíblemente salvó la vida por su bravura en una memorable contienda con el torero que le toreará hoy a él, le ha aleccionado convenientemente: “Cuando da el pase de pecho, siempre descubre el costado derecho. Cornéale entonces”. Comienza la corrida. En los siguientes minutos, entre los olés del público, ‘Revoltoso’ soporta con valentía el castigo y los muletazos. Se aproxima el momento decisivo. El torero da el pase de pecho, y deja el flanco descubierto, pero ‘Revoltoso’ decide no cornearle. Si lo hiciera, moriría con deshonor, y como proclama Tauro: “Es más noble morir que matar”. Morirá. Es más noble. ‘Revoltoso’, con la testuz inclinada, se dispone a recibir la estocada final. San Fermín jamás olvidará a un toro como él. Sandra Cecilia Bolatti Beltramo No fue sin querer Ella era niña, sabía que algo de su sombra, y algo de su ser, tenían un significado. No quiso que el verbo dejara color en su cabello. Sentía miedo cuando atravesaba veredas de sinceridad en alta velocidad. Y cada siete de julio creía que desaparecería, que cada segundo de ese día le traería algo a su vida que ella no quería, lloró amargamente sin darse cuenta que su nombre era Rita Fermina. Santiago Navascués Ladrón ¡Soy un toro! Una explosión rasga el cielo. Se abren las puertas. Me adelanto a mis hermanos. Cientos de cuerpos ascienden calle arriba, buscándome con la mirada. Les doy alcance. No tienen nada que hacer frente a mí. Nosotros somos fuertes, poderosos, veloces, bravos, valientes… ¡Somos toros! Algunos se interponen en mi recorrido. Aprieto los riñones, prenso mis dientes, penden de mi boca espumarajos albos. Sienten mis pitones en sus espaldas, siento su miedo empapado en sudor. Se apartan. Tropiezan. Caen al suelo. Alguien osa tocar mi cuello. Derroto a mi izquierda. Rápido, seco, certero. Atravieso un muslo. Entintado mi pitón grana. ¡Soy un toro! Desciendo hacia un callejón angosto. Un inmenso ruedo nos recibe. Cientos de humanos me rodean. Me revuelvo. Amenazo con atravesarlos. Puedo con todos. Uno de ellos me cita con un trapo. Pisa mi terreno. Le consiento todo salvo eso. Arremeto furioso contra él. Se interna en un callejón oscuro. Desaparece. Ansío destrozarlo. ¡Soy un toro! Llego a un corral espacioso, algún árbol en su interior. Pronto aparecen mis hermanos, sudorosos. Estamos solos, nadie molesta. Éste será nuestro lugar de descanso. Pobre de aquel que se atreva a encararme nuevamente. Será su vida o la mía. ¡Soy un toro!

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Sergio De La Marta Cienfuegos To Saint Fermín We Ask For Había pasado demasiado tiempo y no estaba dispuesto a faltar de nuevo a una cita que la distancia le había obligado a posponer año tras año hasta sumar veinte. La noche la pasó inquieto. Logró aplacar los nervios durante el ritual de vestirse de blanco, ceremonioso como un diestro en su tarde de alternativa. En la calle, compró la primera edición del periódico en un quiosco de prensa cerca de casa y se perdió entre la muchedumbre. En el recorrido, a falta de unos segundos para empezar a correr, se hizo un hueco dando saltitos entre el resto de la gente. A las ocho en punto, se aferró al New York Times que tenía enrollado en su mano derecha, y cuando el semáforo se puso en verde echó a correr por la Quinta Avenida perseguido por una marea de furiosos taxis amarillos, ante la incrédula mirada de una multitud incapaz de encontrar explicación a aquella carrera. Silvia Hualde Arana Sentimientos en blanco y rojo NERVIOS, que ya se acerca el día… Hay que preparar la ropa, el parné, el cuerpo… ¿y las ganas?… no hace falta… ¡¡¡porque sobran!!! JÚBILO, ¡que ya empieza la juerga! Todos saltan, ríen, bailan. ¡Abrazos, besos, alegría! AGOBIO, que aquí no cabe un alfiler, pero no importa, dale un sorbo más a ese katxi que llevas entre las manos. RESPETO, que ya sacan al Santo en procesión acompañado por la música que no falta en estos días. HERMANDAD, que vengas de donde vengas aquí hay sitio para todos y el buen rollo nunca va a faltar. AMOR, que muchos saben lo que es enamorarse en estas fiestas. Es mágico, divertido y saludable. Y si bien no suele ser para siempre, ¡¡¡que nos quiten lo bailao!!! ILUSIÓN, en las barracas, los fuegos, los conciertos, los juegos, la tómbola, las txarangas… ADRENALINA, ¡corre en el encierro y lo sabrás! Un buen concierto en la plaza de los Fueros también te pone las pilas. Y por las tardes, métete por la estafeta a la salida de las peñas, ¡verás qué subidón! TRISTEZA, que ya llega el final, pero… ¡No pasa nada! ¡Vuelve el año que viene a SENTIR los SAN FERMINES! Soledad Gallardo Lucena Tomar y compartir Los camareros se desfogan en una de las calles…, una imagen al azar que se repite en varios rincones a lo largo de la noche. Botan, cantan y bailan rodeados de amigos, conocidos, turistas, feriantes o enamorados de las fiestas con pañuelo rojo. A tres metros descansa abrazada, inmóvil y exhausta, una pareja como estatua sagrada; ambos jóvenes reposan muy juntos sobre las mochilas y sus sacos. Los restauradores transmiten alegría desbordante y la pareja -muy digna sobre el suelo- ternura contagiosa. Aquí en perfecta armonía confluyen el sueño y la vigilia, el reposo y el desenfreno, como nunca en una fiesta del todo popular. Dentro de las grandes y pequeñas tascas reina idéntico espíritu libre y los llenos nunca lo son del todo, siempre surge el hueco donde reina la voluntad de agradar y compartir. Cualquier interesado alcanza la barra para elegir un Príncipe de Viana y el abrazo del primo o la amiga apostada al fondo del local. Un cliente de cada peña desembucha el importe marcado con tiza en la pizarra negra mientras vuelan los calimochos, los minis, los bocatas de chistorra o de chorizo de Pamplona. La caja sube y… “¿los camareros?” Fuera, es San Fermín.

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Sonia González Rúa Esperando está la plaza De rojo tiñen tus calles fajines y pañuelos, rojo de vino tinto, de chistorra y ajoarriero. Culturas de otros mundos, de otras razas y otros pueblos, en tus plazas se aúnan juntos para festejar al santo moreno. Los brazos enternecidos de esta madre pamplonesa acogen en su seno chico a hijos de otras tierras. Ya se acerca la hora grande, del encierro resuenan ecos, Pies y patas expectantes, el aire llenarán de truenos. Tres cantos el alba rasgan, mil voces en un solo grito, silencio roto por manos con dagas de papel escrito. A tu imagen se encomiendan y ante tu hornacina rezan, para que las calles no se bañen con el rojo de sus venas. Desde Santo Domingo seis astados, a la llamada de la pólvora, sembrarán los empedrados de carreras a la aurora. Mansos cabestros les guían cencerreando sus gargantas, protegiendo la manada de ilusiones malogradas. Por Mercaderes asoman pastoreando a los mozos, barriendo los últimos bueyes a los toros perezosos. Desde Estafeta a Telefónica ruge el mar bravío rompen en las piedras navarras olas de toro y gentío. En el coso las miradas en puerta y cielo esperando que San Fermín no deje hoy ninguna madre llorando Sonia Goyeneche Alonso Un brindis Que se pare el mundo, que los de Pamplona, ¡nos bajamos! Abrimos un parentesis a nuestras vidas, dejamos fuera la dichosa crisis... y de frente tenemos 8 días de fiesta sin igual. Para los que somos de aqui, y para todo el que quiera acercarse. Porque seamos grandes o pequeños; nos gueste acompañar a los gigantes o correr delante de cara vinagre, o cantar una jotica a nuestro patrón, o madrugar cada día para correr el encierro; o seamos de los que disfrutamos de la txaranga o de una buena orquesta... o seamos de los que disfrutamos de los fuegos con un buen bocata.. o incluso si somos de los que nos escapamos en busca de soy y playa.. para todos empiezan las fiestas. Porque aun sin quererlo, en estos días de julio,al oir un cohete, al anudar a nuestro cuello un pañuelico rojo o al oir la música de las charangas, algo nos baila por dentro... incluso a mi abuela con 88 años, se le alegran los ojillos... porque mañana es ¡san fermin!... Levantemos la copa y brindemos deseandonos a todos, ¡felices fiestas! Sonia Rico Trujillo Descubrimiento Emoción, Peligro, Tumulto, Confusión, Incertidumbre y Sentimiento subieron mi adrenalina .Acabó el encierro y me hice a un lado para recuperarme con la respiración entrecortada, oteando, en busca de mis compañeros, sin éxito. En ese torbellino di con sus ojos coronados por un flequillo negro, sus ojos oscuros me sonrieron y toqué el cielo, mi corazón se desbocó más si cabe, el vello se me erizó…avancé hacia ella seguro y me recibió a su lado con una sonrisa cálida, entonces lo entendí todo: sabía que allí empezaba el resto de mi vida, que ya nada sería igual. Sentí mis instintos más cerca que nunca de mí, me sentí tan cerca de mí como nunca , como si acabara de conocerme; esta era la verdad , este era yo , sin tapujos , la fiesta me hizo descubrirme y ya nada volvería a ser igual después de esa intensa emoción : para siempre en mi corazón , tú Irene y los San Fermines.

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Teresa Majeroni Sánchez La extremaunción Podía decirse que sólo vivía siete días al año. El resto, dormitaba, aletargado, cumpliendo el ritual de su trabajo diario. Madrugar –hasta la “extremaunción”, como su cuerpo decía–, empuñar su carro y barrer. Botellas, latas y otras cosas salían gracias a él de las vidas de tantos viandantes. Pero llegaba el 7 de julio y todo cambiaba. Pedía días libres, cogía el tren y se acercaba a Pamplona. Como un torero se vestía primorosamente, con parsimonia y seriedad. Sacaba de una caja que sólo abría siete veces al año unos pantalones y una camisa inmaculados que guardaba religiosamente. Se armaba con un periódico que había elegido durante el año, para correr con un objetivo señalado, y aguardaba al cohete. Tensión, el pisar de la manada, la lengua seca, sus latidos, ese inconfundible olor –era increíble, pero los olía–, la luz del sol en la entrada al callejón, la sombra de unos pitones... el miedo. Todos estos sentidos eran sus compañeros. Nunca se lo había confesado a nadie, pero en el fondo soñaba con su minuto de gloria. Un titular de un periódico, la apertura de un informativo… Aunque fuera por una cogida mortal. Thaïs Aragó Vilaró Fin de semana entre el coche y Estafeta Era fácil reconocer a los autóctonos. Eran los únicos que salían a las calles, a media tarde, con camisas y pantalones blancos y perfectamente planchados. Los forasteros llevábamos vaqueros. Por lo demás, íbamos pertrechados con el atuendo que te hacía sentir parte de la fiesta. Por suerte, las manchas de vino iban a juego con el color del ambiente. El viernes había sido un día largo: 8 horas de trabajo, 6 de viaje en coche y otras tantas de fiesta por las abarrotadas calles del centro histórico. Sus nombres me resultaban familiares y en apenas un par de horas ya me sentía como en mi propia ciudad. Estábamos cansados, pero dormir no era fácil. El calor era acusado y el espacio reducido. Por eso la tarde del sábado invitaba a refugiarse en algún parque, cobijado bajo la sombra de unos árboles, a reponer fuerzas para afrontar la segunda noche sanferminera. La temperatura era cada vez más agradable. Caía la noche con la gente en las calles. En pocas horas, el encierro y un buen desayuno. Era hora de volver a la carretera, aunque una parte de mí se había quedado para siempre en un rincón de la Plaza del Castillo. Urbano Antonio Durán Origen fabuloso del chupinazo La víspera del séptimo día del séptimo mes del año tres veces séptimo, con el sol en lo más alto, el cielo será avisado con una lanza de ruido. Así rezaba la profecía conocida en toda Pamplona desde el siglo XIV. Y hoy era 6 de julio de 1777. “Debo llegar”, murmuró el hombre de camisa blanca y pañuelo rojo al cuello. Tres días ha que jinete y caballo devoran leguas para cumplir con el designio. La Plaza del Castillo aún estaba lejos. Pronto sería mediodía. Exigió a su cabalgadura, que apuró un poco el extenuante paso..., y cayó, reventada. Bajo el calor agobiante, el Designado siguió su marcha. La campiña amarilleaba como un mar de luz. El paquete iba envuelto en una piel de cerdo, protegido contra intemperancias climáticas. “Puede que todavía sea tiempo”. Apuró el último trago de la bota. Llegó a la Plaza Consistorial. Le ayudaron a subir al balcón del ayuntamiento. “¿La hora?” Mediodía, alcanzó a oír, y entonces desenvolvió el petardo volador que desde entonces y para siempre señalaría el inicio de las fiestas Sanfermines. Antes de encenderlo, agotó su último aliento: —¡Pamploneses, Pamplonesas: Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín! Y se desplomó, sonriente, muerto.

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Verónica Díaz Álvarez La nota de color Recuerdo mi primer chupinazo, el gusanillo de la impaciencia y la imprevisibilidad. El momento en el que estalló la fiesta y me encontré sumergido en una marea de emoción, excitación y un poco de locura transitoria, para qué engañarnos. Recuerdo que volé literalmente por los aires y me dí un baño de cava, que no estaba la cosa como para derrochar champagne. Al principio estaba alucinando, pero en seguida el ambiente me envolvió y me transportó hacia una sensación desconocida, difícil de describir con palabras, sólo se puede vivir; la gente ríe, canta y te empuja a disfrutar de la fiesta, una fiesta en la que todas las personas sin distinción de edad, sexo, ideología o lugar de procedencia, tienen cabida y forman parte del ambiente. Desde aquella experiencia ningún 6 de julio he faltado a la cita y siempre espero con ilusión el momento en el que me saca del cajón y me anuda alrededor de su cuello cuando el cohete anuncia el inicio de la fiesta. Y es que me encanta ser la nota de color, el rojo, el optimista, el que el último día de las fiestas piensa…“Ya queda menos para los Sanfermines del año que viene”. Verónica García Peña "Bragado" Cinco de la tarde. Tres grandes figuras iban a luchar por salir por la puerta grande. Tras el paseíllo saltó a la arena José Cantera, “El Bravío”. Un gaditano firme y templado. El primero de su lote era “Bragado”, un toro colorao de 650 kilos. La faena trascurría con normalidad cuando la puerta del albero se abrió. Una muchedumbre desnuda entró en el ruedo. “Bragado”, asustado, echó a correr y huyó de la plaza. Mientras caminaba por las calles de Pamplona divisó, a lo lejos, una gran zona verde. Decidido, se fue hacia allí. -¡Parece que lo han visto en La Ciudadela!- comentó el mayoral. Era cierto. En lo alto de la muralla había un toro. Se acercaron despacio. Cuando llegaron se quedaron sin palabras. No era “Bragado”. Era un cartel con su forma. ¿Cómo era posible? Nunca se supo que ocurrió. Hoy, la leyenda sobre esta historia viaja de boca en boca y se dice que “Bragado”, toro noble y hermoso, es ahora un pamplonica más. De hecho, hay quien asegura que en algunos encierros, la manada de bravos la forman siete ejemplares y que “Bragado” guía con su señorío a los toros nobles por sus estrechas calles. Victor Carlos Larrosa Segovia Esperandolos Esperándolos No importa de que lado de la puerta estuviese.Cada ves que empujaba el picaporte hacia abajo la abría para salir.Se volvía, lo accionaba de nuevo y ahí estaba, de nuevo en la calle con sus adoquines geométricos y lustrosos esperándola. Cascos a doble duo bajaban tronando, y ella no podia evitar siempre salir, descalza como estaba el calor de la acera entraba por uno de sus pies, mientras el frio lo hacía por el otro.

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Víctor Lorenzo Cinca Ritos iniciáticos Duerme bien la noche anterior, descansa, es esencial para hacer una buena carrera; aunque no lo parezca, la cuesta de San Antonio se hace muy larga a los que os sobran unos quilos, así que no fuerces; ten mucho cuidado en la curva de Mercaderes y Estafeta, que el suelo es muy resbaladizo y una caída puede resultar fatal; vigila en la puerta de entrada a la plaza porque suelen formarse embudos y tapones... Uno a uno voy recordando todos los consejos que me dieron antes de venir a Pamplona para correr mi primer encierro, consciente de que los olvidaré a la primera zancada. Ni yo ni los que me acompañan –cuando apenas falta nada para que sean las ocho- podemos reprimir los nervios y el miedo. Ahora sólo vale el instinto. Correr. Y disfrutar de este momento, con toda seguridad irrepetible. Lanzan el cohete, abren las puertas y empiezo a perseguir como un loco a todos esos tipos vestidos de blanco con pañoleta roja. William Daniel Teixeira Correa Toros taurinos -¿Pero no crees tú que pueda resultar peligroso? -¿Peligroso? ¡Pero tú siempre con tonterías! Que te digo yo que nos vamos a divertir de lo lindo engañando a todos esos. Tú sólo corre delante de mí y ten cuidado con el pavimento, que en la madrugada ha llovido y está especialmente resbaladizo. Al llegar a la plaza, antes de que la cosa se ponga fea, nos quitamos el primer disfraz y listo. ¡Venga, ponte esos disfraces ya que se nos hace tarde! -¿Pero cuál va primero: éste o este otro? -¡Joder, tío, pero si serás bruto!: arriba del todo va el disfraz de toro, y debajo, el de hombre. Xabier Luna Berango Los kilikis también vuelan El astronauta miraba hacia al fondo de la nave, abrazaba la posibilidad de cumplir la promesa contenida en la misteriosa caja anclada a la pared. Los astronautas respiraban profundo conforme la cuenta atrás sonaba por los altavoces. El cero atronador ponía el cohete en el cielo dirección al espacio. La gravedad aplastaba al astronauta en el asiento, esforzado en el intento de atarse un pañuelo rojo en la muñeca de un traje blanco espacial. Sus compañeros comprendían el gesto de la nostalgia, reían y brindaban con la mirada el comienzo de un viaje simultáneo. La nave ya flotaba ajena de atracciones planetarias, bailaba solitaria acompasada al murmullo sideral. La compuerta se abría expulsando al astronauta y su caja. Desde la escafandra visualizaba a sus colegas observándole desde los ojos de cristal. Desde la nave observaban al astronauta colocarse una gran cabeza sobré el casco, una constelación de cenizas saliendo de la urna casi vacía, la despedida de un hijo, el pañuelo rojo lejos de su muñeca, y a Cara Vinagre, quien sabe si esta vez amagando una sonrisa escondida bajo ese armazón de cartón pintado de fiesta.

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Yemila Saleh Fraile Alizan fallida Aquel año, las fiestas fueron muy extrañas. Comenzaron una semana después de lo habitual, y con un txupinazo estrafalario: del cohete surgió un empalagoso humo rosado salpimentado de purpurina que dejó sin habla al gentío. Luego, fueron los encierros los que sufrieron las rarezas: los que corrían delante de los toros no eran los habituales intrépidos mozos vestidos de blanco con pañuelos rojos, sino parejas de enamorados cogidos de la mano dando brinquitos. Iban de blanco, sí, pero con pañuelos de color fucsia…Y, sorprendentemente, no hubo ningún incidente. Durante la noche, los locales estaban inundados de parejitas bailando baladas y regalándose toros de chocolate y medallitas de oro en forma de toro. Y cuando al fin terminaron aquellos San Fermines de pesadilla, el “Pobre de mí” fue sustituido por el tema principal de la película “El guardaespaldas”. Por todo esto, los asistentes a los San Fermines de aquel año montaron en cólera y amenazaron con no volver a celebrarlos si las cosas no volvían a su cauce. Ese fue el motivo de que, desde su sala de reuniones celestial, San Fermín y San Valentín decidieran romper su alianza. Estaba claro que no todas las mezclas de dos cosas buenas funcionan… Javier De Prada Pérez 7 de julio de 2042: San Fermín Llegó a Pamplona con la intención de participar en el único espectáculo taurino que indultaron las leyes abolicionistas de los años treinta: el ‘encierro’. Una carrera por la ciudad en la que seis toros bravos persiguen a un grupo de jóvenes hasta una antigua plaza de toros, hoy en ruinas. La calle se tapiza con materiales que absorben los impactos y evitan traumatismos graves. Varias lanzaderas médicas sobrevuelan el recorrido a pocos metros del suelo. Analizan cada incidencia, en pocos segundos recogen a quien resulta herido y efectúan una intervención quirúrgica inmediata. El acceso está restringido y en cabinas se somete a cada participante a un escáner antropométrico y a un test de secuenciación genética. Sólo acceden los ‘aptos’ y se les facilita una indumentaria blanca que protege los órganos vitales de las cornadas. Era consciente del peligro. Su ADN le predestinaba a una eventual muerte súbita. Sin embargo, superó todos los controles y consiguió correr unos metros delante de un toro colorado. Después de unos pasos vacilantes, se desplomó en mitad de la calle Estafeta. Las protestas por su muerte obligaron a la prohibición definitiva de ese bárbaro festejo. Sin embargo, él se había sentido más vivo que nunca. José Luis González Martínez Solo ante el chupinazo (Gary Cooper que estás en la vieja Iruña) “Uno de enero, dos de”…, prensa para el sobaco y el pañuelico evocador. Las once. A las doce…, el ritual. Todavía no veo el ayuntamiento, ni el clarín o las estatuas. Me entretiene un tipo con una salchicha y la botella de cava en la boca. Lleva vino hasta en las alpargatas. Fanfarronea. Avanzo. Retrocedo evitando asfixiarme. Colisiono contra el blanco y rojo. Enseño mis credenciales, el periódico de corredor y la manga ya avinagrada. Avanzo algo hacia delante y un montón hacia la derecha, como el mundo. Llego a unos soportales. Me empuja una charanga. Me dan un codazo. Me cantan algo de unas vacas al oído. Gritan. Las doce. Solo veo pañuelos rojos. Huelo la fiesta y noto una punzada. Oigo el cohete y el “viva San Fermín”. Lo tengo…, una marea de pañuelos rojos. Alzo el mío en un vuelo fatídico. Desaparece. Bebo kalimotxo a morro, cava en vaso…, y de pronto la fiesta duplicada, como en la tele. Veo una pantalla enorme. Convoco al GPS que me diga la situación. “Antoniutti park”, dice, babeando cerveza. “Hostia, que juerga”, digo, hurgándome la nariz con el índice. “Me cagüen la maldita crisis…, me voy pal encierro ya, joder”.

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José María Castaño Hervás Carrera de libertad Cuando ya su vida se había convertido en la triste rutina de ir de casa al hospital y las tardes se desplomaban cobrizas e iguales tras la ventana, Braulio decidió tomar parte en la carrera de aquel mes de julio que ya sólo era jubiloso tras el cristal. Aquella mañana, frente al espejo, le costó reconocer a aquel mozo que quebraba al aire y las cornadas como un blanco junco trasplantado en la Cuesta de Santo Domingo. Pese a la decrepitud de sus horas y desobedeciendo cuantas recomendaciones médicas le remitían, Braulio retó al tiempo y la muerte pañuelo rojo al cuello. Tenía la experiencia acumulada de muchos años pero sus fuerzas eran un pequeño hilo desmadejado para afrontar la ofrenda. Los juampedros habían tomado Mercaderes raudos y peligrosos mientras él exhalaba sus últimos alientos cogiendo la curva por dentro de la calle. Por calle Estafeta fue rebasado por cinco de los astados pero siguió corriendo, como pudo, atento al peligroso rezagado que había vuelto hacia atrás. Lo llamó en Telefónica a punta de periódico y lo llevó a la entrada del Callejón donde quedó a merced de la mortal cornada. En su cintura llevaba una oración de despedida dando gracias a San Fermín por guiarlo hasta la plaza de la gloria. María Arlabán Mateos Roja y blanca sinfonía Roja y blanca sinfonía en do de pechos que vibrantes y arrebatados cantan o gritan. Se acerca el momento mágico: el famoso txupinazo! Un mar cuyas olas, hechas de brazos barnizados de sudor y alegres gargantas regadas de kalimotxo y champan me van empujando bajo el manto de nuestra ikurriña, hacia el Ayuntamiento. Me dejo envolver por ellas, arrastrada por este auténtico tsunami humano. Todas las miradas, ebrias de emoción, convergen en un balcón, donde unas manos trémulas por los nervios del momento prenden la mecha. Al grito: Viva San Fermín!, Gora San Fermín!, se abren los cielos, perseguidos por uno, dos, tres cohetes sucesivamente. Es el delirio, la maravilla de como gentes de la vieja Iruña, pero tambien venidas de todos los paises del mundo, muchas de las cuales no se conocían, bailan y cantan juntas, perdidas en ese anonimato donde no hay ricos ni pobres, raza o credo, que pueda con la pasión por vivir unas fiestas que han estallado, cegadoras, disolviendo las penas, triunfando sobre el dolor! Graeme Galloway The Crush 11.36 am on the 6th July and it’s that “I am going to die” moment. I think “I’m too old for this shit!”. Running with the bulls; no worries, but his is the Txupinazo and yet again I am in the middle of the biggest crush of people imaginable. The ground is scattered with broken bottles and the crowd is pressing in on my chest. Every few seconds the crowd lurches sideways and it is a battle to stay on my feet. Suddenly one of the girls is pushed to the ground; without thinking I drop down to rescue her from being stomped. I quickly pick her up and the relief on her face is obvious. “What the fuck am I doing here?” she asks. It’s what I ask myself every year. As it gets closer to midday, the pressure eases and I am vaguely aware that my knee is cut to ribbons from the rescue. I turn to my friends who have started to smile again with the danger having past and we know that we will be in the same spot next year. In fact I cannot think of being anywhere else on the 6th July.

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Juan Durán Velasco Protagonistas Concursé y no gané en San Fermín, una experiencia. Me siento bien. “Dormí con los toros; pero no aprendí nada”. Los toros no admitirían hablar con quién no fue ganador de ese concurso, ¿cómo van a querer hablar conmigo de igual a igual, siendo tan orgullosos y pacíficos como son? Por eso mando a mi onírico qué sí puede, cuando esperan la llegada del día siguiente para entrar en combate, pedirles que digan lo que consideren en relación con su fiesta. En la noche del seis al siete de Julio, los toros se vieron sorprendidos por un intruso que los interrogó sobre como se sentían al ser los protagonistas de una fiesta que los que bailaban eran otros. Miles llenos de alegría, que coreaban el momento álgido de correrlos a lo largo de las calles que acumulaban tantas historias de resultados a veces trágicos, pero que llenaron de emoción los pechos de los participantes. No negaban, que en algunos instantes, hicieron daño aunque no estaba en su animo hacerlo, para ellos se trataba de divertir, aunque eso sí, sabiendo que era la antesala de su muerte que daban con cariño a todos los fieles seguidores que los jaleaban. Elena Burguete Mira San Fermín. Julio. Fiesta. Tradición. Devoción SEIS. Bienvenida, mediodía, blanco, rojo, alegría, txupinazo, explosión, pañuelo, champán, euforia, música, abrazos, multitud. Navarrería, fuente, saltos, extranjeros, caídas, peligro, tradición. Riau-riau, Pamplonesa, vals, Astrain, aglomeración, aplausos, Vísperas, corporación. SIETE. CATORCE Procesión, Patrón, devoción, emoción, lágrimas, silencio, vítores, solemnidad, jota, “momentico”. Encierro, toro, cabestro, pastor, corredor, valientes, imprudentes, aficionados, distancia, masificación, miedo, respeto, asta, adrenalina, periódico, velocidad, carrera, empujones, codazos, caídas, balcón, callejón, plaza. Mulillas, corrida, torero, calor, sol, gorro, toalla, sombra, abanico, bebida, merienda, música, peñas, escudos, pancartas, amistad, blusas, almohadillas, orejas, rabos, aplausos, pitos, vibración. Niños, ofrenda, flores, ilusión, gigantes, cabezudos, kilikis, zaldikos, gaita, tamboril, verga, carreras, sustos, gritos, provocación, besos, fotos, barracas, tómbola, churros, marionetas. Mayores, abuelos, misa, jotas, experiencia, bailables, paso doble, deporte rural. Hemingway, nobel, homenaje, “Fiesta”. Struendo, tambores, bombos, platillos, ruido, niños, mayores. Encierrillo, toros, cabestros, silencio, nocturnidad. Recortadores, anillas, vacas, novillos, espectáculo, saltos, piruetas, aplausos, sustos, ilusión. Regionales, casas, comida, bebida, folklore. Fuegos, luz, color, ruido, magia, verbena, música, conciertos, borrachera, juerga, amor, sexo, desenfreno, locura, suciedad, peleas, ruptura, reconciliación, resaca, cansancio, sueño. CATORCE. Octava, corporación, gigantes, cabezudos, despedida, chupetes, abrazos, lloros. Pobre de mí, vela, tristeza, lágrimas, cohete, medianoche, despedida.

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Paulina Fernández (Pseudónimo El Millón) Sin título Arratsalde on denoi, buenas tardes a todos: ¿Qué tienen los Sanfermines para una persona de 87 años y que todos esos años los ha vivido en el casco viejo de Pamplona? Los recuerdos se saborean, porque “recordar es vivir”. El disfrute es distinto, porque las costumbres, llamémoslas “modas”, han cambiado. No seré yo, quien juzgue si las fiestas son mejor o peor. Por ejemplo: ¿saben ustedes que en el verano…puntos suspensivos del año… puntos suspensivos, el alcalde de Pamplona, prohibió a los hombres ir por la ciudad en mangas de camisa, hasta salir a “Fuera puertas”, es decir, a la Vuelta del Castillo? En mi adolescencia, estando de moda “La Conga”, ¿se acuerdan?, un tío mío y yo bajábamos por la calle Chapitela cogidos de la mano detrás de una peña bailando y, ¡apunten! vino un municipal a llamarnos la atención. Estos recuerdos, los dedico a mis nietos (incluyendo nietos y nietas y a mi biznieta). Pero, a pesar de todo, sigo emocionándome y soltando alguna lágrima por recuerdos que no se olvidan. ¿Cómo voy a olvidar, si siguen los gigantes alegrándonos, la Pamplonesa con sus dianas, y las Peñas haciendo que los Sanfermines se mantengan ¡Gora San Fermin! ¡Viva San Fermín! David Vital Aerolíneas Sanfermineras ara ellos era como un retiro espiritual, una tradición rocambolesca que les abrigaba de energía para el resto del año. Llevaban treinta años repitiéndola escrupulosamente. El santo les había absorbido su sangre color “Yankee”. No lo dudaban, pero este año tenían que hacer malabares ya que la crisis podía cercenar su peregrinación. ¿Vamos los cuatro, o solo tú y yo? -Aunque tengamos que vender la “ jeepeta” vamos los cuatro. Sabes que sin este chute de adrenalina mi cuerpo se diluye en la rutina anual. Embarcaron en el JFK rumbo a la vieja Iruña. En el avión, sus pasajes entonaban solfas como… “Uno de enero...”, “El vals de Astraín” y su favorita “A Pamplona por San...”. Los demás pasajeros girados hacia atrás con asombro y miradas agrias. De sus ceños emananaban las típicas carantoñas de infelicidad que produce el “business”. Por suerte el “Morenico” había suprimido de sus mentes esa aburrida miseria. De repente y cuando sonaba en la rota voz de Bill “nos guíe en el camino…” comenzaron las turbulencias, su avión nunca llegó, nunca aparecieron sus cuerpos. Sólo se recuperaron divagando entre el azul salino y los detritos del avión, sus pañuelos, sus fajas y su blanca ropa.