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LIBROS DEL CICLO OLÍMPICO ARGENTINO LIBRO I de los JUEGOS OLÍMPICOS 1896-2012

ERNESTO RODRÍGUEZ III

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Rodríguez III, Ernesto

Libro I de los juegos olímpicos. - 1a ed. - Buenos Aires : Alarco Ediciones, 2012. 160 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-1367-43-6

1. Deportes. I. Título. CDD 796.48

Fecha de catalogación: 05/06/2012

Ediciones Al Arco: www.librosalarco.com.ar e-mail: [email protected]

Para informar errores, ampliar datos o consultas diversas: [email protected]

Diseño de tapa e interior: Ana Paoletti. e-mail: [email protected]

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Agradecimientos A Agus, Pancho y Juanita, mis incondicionales locos de la calle Guatemala, porque hacen que cada día sea una fiesta. A mi viejo, que no puede dejar de pensar que en cualquier partidito hay una excusa para

buscar belleza. A Malvina, porque lo da todo, siempre. A mi mamá, con la que me sigo encontrando pese a la distancia. A Carmen y Graciela, dándonos siempre su mano y su corazón. A Silvia y Héctor, por ofrecerme refugio

para poder terminar la misión. A los amigos que tratan de entenderme, me ofrecen su mano y su corazón y bancan en todas. A Marcos González Cezer y el Chopo Boccalatte, que siguen creyendo en los proyectos de los laburantes

y le dan para adelante con la fuerza de las convicciones. A Claudio Morresi, quien entiende que esta colección sigue siendo necesaria y que nuestro norte es un mejor deporte nacional. A Gonzalo Bonadeo, por su amable y alentador prólogo. A todos los colegas del archivo del diario Clarín y de Deportea, que me dieron su mano solidaria. A Martín Rodríguez, Oscar Pandre, Alvaro Rosset y Silvia Dalotto de Marcó, que entienden cuál es la función del COA y que

contribuyeron con su generosidad . A todos los colegas, protagonistas y testigos que se hicieron un minuto para transferirme al menos un dato, abrir su memoria y compartir su sabiduría con la convicción de dejar un legado.

Y, como siempre, a todos los deportistas que se siguen dejando la piel por el solo premio de vestir la celeste y blanca.

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Bibliografía consultada

Diarios Clarín; Crónica; La Nación, Olé; Página/12 Revistas El Gráfico Páginas web www.sports-reference.com; www.la84foundation.org, www.wikipedia.org Libros – Anuario Olé del Deporte Argentino 99 (Olé, Buenos Aires, 1999). – Anuario Olé del Deporte Argentino 2000 (Olé, Buenos Aires, 2000). – Breve historia del deporte argentino (Ezequiel Fernández Moores, El Ateneo, Buenos Aires, 2010). – Deporte Nacional. Dos siglos de historia (Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico, Deportea, Buenos Aires, 2010). – Gran Libro de las Olimpíadas (Muy Interesante, México, 2008). – Historia política del deporte argentino (Víctor Lupo, Corregidor, Buenos Aires, 2004). – Historias insólitas de los Juegos Olímpicos (Luciano Wernicke, Planeta, Buenos Aires, 2012). – Libro I de los Juegos Odesur 1978-2010 (Ernesto Rodríguez III, Ediciones Al Arco, Buenos Aires, 2010). – Libro I de los Juegos Panamericanos 1951-2011 (Ernesto Rodríguez III, Ediciones Al Arco, Buenos Aires, 2011). – Los Juegos Olímpicos y el deporte en Grecia (Fernando García Romero, AUSA, Sabadell, 1992). – The Complete Book of the Olympics (David Wallechinsky y Jaime Loucky, Aurum, 2008). Además se consultaron los reportes oficiales de los diversos Juegos Olímpicos contenidos en el sitio de la Fundación Los Ángeles 1984.

Glosario 1R 1a ronda / eliminado en 1a ronda 2R 2a ronda / eliminado en 2a ronda 3R 3a ronda / eliminado en 3a ronda CF cuartos de final / eliminado en cuartos de final COA Comité Olímpico Argentino COI Comité Olímpico Internacional NC no clasificó NP no participó pese a integrar la delegación OF octavos de final / eliminado en octavos de final RE repechaje / eliminado en repechaje SF semifinal / eliminado en semifinal

NOTA: Los resultados completos de los Juegos Olímpicos pueden consultarse en la página oficial del Comité Olímpico Internacional (www.olympic.org) o en el banco de datos www.sports-reference.com que ha sido tomado como referencia en esta obra en el caso de una disputa o falta de coincidencia en las referencias históricas entre varias fuentes.

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LIBRO I de los JUEGOS OLÍMPICOS | 1896 - 2012 | 5

|Prólogo

|En países como el nuestro, detrás de la mayoría de las participaciones olímpicas se es- conden un infatigable,

entrañable y silencioso trabajo en equipo. Y un club. Casi siempre hay un padre, una madre, un tío o un hermano llevando de la mano a ese chiquito que, un par de décadas después, los conmoverá hasta las lágrimas con el solo hecho de mandarles un SMS desde la Villa. También hay un entrenador, un profe, un masajista, algún sicólogo y muchos ri- vales domésticos que sirvieron de escalón hasta el Paraíso. De vez en cuando hay algún juez o algún dirigente que, pese a su voluntad, los curten a fuerza de indiferencias y arbitrarieda- des. Por las buenas y por las malas, el deportista argentino es de los que se caracteriza por su competitividad. En el 90 por ciento de los deportes olímpicos, la tele y los grandes medios nacionales sobresalen por su ausencia.

El consuelo mediático de nuestros olímpicos es saber que su gente puede seguirlos en vi- vo. Al menos, desde Atlanta 96. Y lo agradecen como si no estuviéramos profundamente en deuda con ellos. Aun a sabiendas de la supina ignorancia que exhibimos a la hora de hablar de su especialidad.

Por lo menos, ahora podemos verlos. Desde Barcelona para atrás, los Juegos Olímpicos se vivían mucho más gracias a los diarios que a la tele. Si no me equivoco, la primera meda- lla argentina que se vio en directo en nuestro país fue la plateada de Demiddi en Munich.

Fuera de estos asuntos, también hay un antes y un después para el entorno de nuestros olímpicos del que escribí al comienzo. Al apoyo cuasi científico del presente se le contrapone, fundamentalmente, una gigantesca dosis de romanticismo. Hoy, el atleta que se entrena en casa el lunes y toma el avión el martes, duerme en la Villa Olímpica el miércoles. Las películas de Londres 48 muestran al seleccionado de básquet días enteros en la cubierta del barco. Y ojo al que dejara caer la pelota al mar...

Hoy soñamos con más medallas para la Peque Pareto, con una final para Jenny Dahlgren y con Lucha Aymar abanderada. Antes y aun después de la Segunda Guerra Mundial, que Je- anette Campbell o Noemí Simonetto aspiraran a participar de un juego provocaba directamen- te una crisis familiar.

Homenajear a estos y aquellos, aun con una mención, es una parte medular de este enor- me trabajo. Y sobresale el amor que le puso Ernesto Rodríguez al rastreo de cada nombre y a la complejísima selección en medio de un millón de datos de aquellos que todos debemos sa- ber para comprender cada cita olímpica.

Entiéndase bien lo complejo del aporte. La sociedad deportiva argentina adolece históri- camente de la consistencia de los inventarios. Los archivos son esas cosas viejas e inútiles que cuidamos unos pocos y que el main stream de los medios pretende tener gratis las po- cas veces que se les ocurre necesarios.

Gracias Ernesto por la búsqueda. Me arrogo el derecho de asegurarte que el olimpismo argentino te debe algo.

Gonzalo Bonadeo

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LIBRO I de los JUEGOS OLÍMPICOS | 1896 - 2012 | 7

|Capítulo 1

| ATENAS 1896Durante al menos 12 siglos, cada cuatro años (una olimpíada) los representantes de las ciudades estado griega

(polis) se reunían en Olimpia para medir sus fuerzas en competencias deportivas, honrar a los dioses y mantener la unidad política y territorial de los helenos. Des- de su primera fecha registrada (776 AC) hasta su clausura (393 DC), los Juegos Olímpicos fue- ron la más importante competencia deportiva de la antigüedad.

El primer intento de emularlos fue la Olimpíada de la República, un festival que se celebró por tres años en Francia, desde 1796, que incluía varias disciplinas practicadas por los grie- gos. En 1850, en la localidad inglesa de Much Wenlock, comenzaron a diputarse unos festiva- les deportivos que, con interrupciones llegaron hasta nuestros días, el primero de varios cer- támenes similares en suelo británico. Y también los hubo en 1870 y 1875 en Atenas, cuando Evangelis Zappas –un filántropo rumano de origen griego– ofreció un fondo para organizar una competencia deportiva en el estadio Panatinaico, restaurado a partir de las ruinas del antiguo escenario construido en el siglo IV antes de Cristo.

El deporte se veía como una de las herramientas para la educación y uno de los seguido- res del ideario “Mens sana in corpore sano” era el educador entrerriano José Mariano Benja- mín Zubiaur, quien integró la delegación nacional que asistió a la Exposición Universal de Pa- rís en 1889. En la capital francesa participó de diversos encuentros culturales; uno de ellos fue el congreso sobre la Propagación del Ejercicio Físico en la Educación, que tuvo a Pierre de Fredy –Barón de Coubertin– como secretario general.

Algunos años más tarde, tras haber participado como espectador de las competencias en Much Wenlock, Coubertin promovió la reinstauración de los Juegos Olímpicos en el Congre- so de la Unión de Sociedades Francesas de Deportes del 23 de junio de 1894. A diferencia de lo que se realizaba hasta ese momento, buscaba una competencia abierta a diferentes nacio- nalidades y para sustentar la propuesta universal, junto con su compatriota Ernest Callot y el griego Demetrios Vikelas, sacaron a la luz la carpeta con los asistentes al congreso ocurrido un lustro antes. Así apareció Zubiaur entre los 13 miembros iniciales del Comité Olímpico In- ternacional (COI) ocupando un lugar nominal que mantendría hasta 1907, aunque sin asistir ja- más a una reunión del COI.

Los Juegos Olímpicos volvieron a la vida en la tierra original, luego de un paréntesis de 15 siglos. Atenas albergó aquella edición inicial gracias a que George Averoff –un comerciante de origen helénico que vivía en Alejandría– colaboró con un millón de dracmas para completar un presupuesto final de casi cuatro millones (casi 13 millones de dólares al valor actual). El 6 de abril de 1896, el estadio Panatinaico –en donde se reunieron 80.000 personas– fue la sede que recibió a 176 deportistas y de otras 11 naciones para competir en nueve deportes: atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, lucha, natación, pesas, tenis y tiro. Remo y yachting estaban pro- gramados, pero por mal tiempo no pudieron llevarse a cabo. Muchos de los 74 competidores foráneos estaban de vacaciones o por motivos laborales en Atenas cuando estos se celebra- ron. Y los viajaron específicamente debieron costearse sus gastos. Las rencillas políticas hi-

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cieron que no se cursaran invitaciones a los competidores de Turquía, país del que Grecia se había independizado 74 años antes tras cuatro siglos y medio de dominación otomana. Aun- que en la mayoría de los registros se especifica que hubo representantes de 14 naciones, no se ha podido comprobar que haya habido competidores de Chile y Bulgaria (dos de los su- puestos participantes). Es que en ese momento, la inscripción era nominal y no se participa- ba bajo bandera. De hecho, la dupla ganadora en la prueba de tenis estaba conformada por un británico (John Pius Boland) y un alemán (Friedrich Traun). Ellos, como los otros 42 vence- dores, no recibieron una medalla de oro sino una de plata, una rama de laurel y un diploma; los subcampeones, una medalla de cobre, el laurel y el diploma. Los clasificados en tercer lu- gar no recibieron preseas.

El primer olimpiónico (campeón olímpico) luego de Varastades (el futuro rey de Armenia que se coronara a fines del siglo IV y era el último vencedor registrado de la antigüedad) fue el estadounidense James Connolly, quien se impuso en el salto triple. Para poder entrar en la historia debió renunciar a su carrera universitaria en Harvard y soportar un caótico viaje en bar- co y tren en el que fue robado durante su paso por Italia. La excursión terminaría de la mejor manera, ya que también finalizaría segundo en salto en alto y tercero en salto en largo.

Tras diez días de competencia, el héroe de esos juegos fue el fondista local Spyridon Louis en el maratón, una prueba supuestamente inspirada en la hazaña de Fidípides durante las Gue- rras Médicas, cuando habría unido el campo de batalla con Atenas para anunciar la victoria y caer muerto por el agotamiento, relato épico que estudios más cercanos han descubierto más humano: Fidípides era un mensajero especializado en esas lides y no sólo no habría muerto si- no que habría unido varias veces grandes distancias entre las polis helénicas. Lo cierto es que Louis, un pastor, fue el vencedor en la competencia de 40 kilómetros inspirada en esa leyenda. Pero no sería el participante más exitoso de esos juegos: el gimnasta alemán Hermann Wein- gärtner ganó las pruebas de barra horizontal individual y por equipos y la de anillas por equipos; además fue segundo en anillas y caballo con arzones y tercero en salto. También fue destacada la producción de su versátil compatriota Carl Schumann, destacándose en tres deportes: en gimnasia se impuso en salto e integró los equipos ganadores en barras paralelas y barra, ganó la prueba abierta de lucha grecorromana y perdió el tercer lugar de la prueba de levantamiento de pesas a dos manos en el desempate.

LOS DESTACADOS

País Oro Plata Bronce Total 1o Estados Unidos 11 7 2 20 2o Grecia 10 18 19 47 3o Alemania 6 5 2 13 4o Francia 5 4 2 11 5o Gran Bretaña 2 3 2 7 6o Hungría 2 1 3 6 7o Austria 2 1 2 5 8o Australia 2 0 0 2 9o Dinamarca 1 2 3 6 10o Suiza 1 2 0 3

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LIBRO I de los JUEGOS OLÍMPICOS | 1896 - 2012 | 9

|Capítulo 2

| PARÍS 1900Pese a los reparos que realizaron los griegos (quienes se consideraban los herederos de la tradición), Pierre de

Coubertin se reservó el derecho de elegir la sede de las competencias de 1900. Su decisión recaería en la capital de su país. Y se celebraron como competencias in- dividuales dentro del marco de la Exposición Universal celebrada en París aquel año. Muchas, siquiera, fueron presentadas a sus propios participantes como integrantes como parte de un Juego Olímpico sino como Ejercicios Físicos y Deportes Internacionales de la Expo; por ello, las pruebas deportivas duraron más de cinco meses, desde el 14 de mayo al 28 de octubre. Modernos recuentos cifran en 1.221 a los competidores provenientes de 29 naciones. Entre ellos, 23 mujeres que tomaron parte de las competencias de croquet, golf y tenis; en esta dis- ciplina se coronó la primera campeona olímpica, la británica Charlotte Cooper, también cam- peona en dobles mixtos con Reggie Doherty. Éste ganó también en dobles con su hermano menor Laurie, quien además se impuso en el single masculino.

Los deportes que oficialmente formaron parte del programa fueron arquería, atletismo, ci- clismo, cinchada, críquet, croquet, equitación, esgrima, fútbol, gimnasia, golf, natación, pelo- ta vasca, polo, remo, rugby, tenis, tiro, waterpolo y yachting; algunos en escenarios poco gra- tos (el atletismo, en el campo de deportes del Racing Club de France en el bosque de Croix- Cateland, con árboles en el medio, o la natación, en pleno río Sena) o introduciendo discipli- nas poco convencionales como las competencias de nado sumergido o con obstáculos. Tam- bién hubo, por única vez, competencias de bochas y paumé (antecesor del tenis), carrera de globos, carreras de palomas, competencias de barriletes, pruebas para bomberos y guarda- vidas, certámenes de pesca, torneos de tiro de cañón, competencias motonáuticas y carreras de autos y motos. E integraron el programa 71 concursos escolares y 92 competencias mili- tares. Como cuatro años antes, se permitió la inscripción de equipos con integrantes de va- rios países; así hubo vencedores mixtos en atletismo, polo, remo, yachting y cinchada.

En esa multitud de vocacionales deportistas se encontraba Francisco Carmelo Camet, quien por algún error entendible a la falta de documentación de la época, fue inscripto como Eduardo Camet. A los 23 años (había nacido el 16 de septiembre de 1876), hijo de una fami- lia acomodada del sureste de la provincia de Buenos Aires, se encontraba como otros tantos argentinos, estudiando en París y “tirando manteca al techo”. Quien luego fuera diputado pro- vincial e intendente del partido de General Alvarado, demostró su sapiencia en la pedana en la prueba disputada entre el miércoles 13 y el jueves 14 de junio. Inscripto como socio de la Salles d’Armes du Palais et Sociétés Savantes parisina y ante una multitud de competidores (hubo 104 esgrimistas), Camet pasó su grupo inicial con el local Léon Sée, dejando atrás a los también franceses Joseph Rodrigues y De Meuse, al peruano Carlos de Candamo y al espa- ñol Mauricio de Gor; en el pool de cuartos de final dejó atrás a los galos Raoul Bideau y Hen- ri Hébrard de Villeneuve y al belga Tony Smet, para clasificarse a semifinales con los locales Edmond Wallace y Jules de Pradel. El esgrimista porteño superó el tercer filtro junto con los franceses Georges de la Falaise y Louis Perrée, dejando en el camino a los locales Jules de

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Pradel, Maurice Boisdon y Jean Dreyfus. En la ronda final tomaron parte nueve competidores; además de Camet, los franceses Perrée, de la Falaise, Sée, Wallace, Gaston Alibert, Léon Thié- baut y Henri Plommet. Y un adolescente de 16 años, proveniente de Cuba, llamado Ramón Fonst, quien sería la gran sorpresa del certamen disputado en el Jardín de Tullerías al ganar la competencia. El argentino, que en esa ronda final ganó dos lances y perdió tres, finalizó en un honroso quinto puesto y sembró la semilla que germinaría 28 años más tarde, en la cita de Ámsterdam: su hijo Carmelo fue uno de los cinco (con Roberto Larraz, Raúl Anganuzzi y Luis y Héctor Lucchetti) que se colgaron la medalla de bronce en florete por equipos, la más nota- ble actuación olímpica de nuestros tiradores.

Si bien se instituyó el orden de premios que dura hasta nuestros días, con medallas de oro, plata y bronce a los tres primeros competidores, varios vencedores no recibieron prese- as por sus logros. La notable variedad de las competencias hizo que los organizadores de ca- da deporte eligieran las recompensas: hubo copas, trofeos, obras de artes y el local Albert Ro- bert Ayat, que ganó la prueba de espada para profesionales, fue premiado con 3.000 francos de la época (unos 9.000 dólares al cambio actual). Alvin Kraenzlein fue la estrella de esos Jue- gos, al imponerse en 60 metros llanos, 110 con vallas, 200 con vallas y el salto largo, en el que tuvo una agria disputa con su compatriota Myer Prinstein, ya que la final había sido dispues- ta para un domingo; tras pactar competir sólo en las eliminatorias, del sábado para observar el domingo como Día del Señor; pero al verse en segundo lugar en la qualy, Kraenzlein faltó a su palabra, volvió a la acción y logró el triunfo. Sin embargo no fue el máximo cosechador de medallas: otros dos norteamericanos (Irv Baxter y Walter Tewksbury) se llevaron a casa cinco. Baxter se impuso en salto en alto y garrocha y fue segundo en tres pruebas sin carrera: salto en alto, largo y triple, dominadas por otro yanqui, Ray Ewry (un recuperado de polio quien se impuso en ocho pruebas de este estilo entre 1900 y 1908, cifra que asciende a diez si se cuen- tan los Juegos intercalados de Atenas 1906). Tewksbury fue otro atleta que celebró en 200 me- tros llanos y 400 con vallas, fue segundo en 60 y 100 llanos y tercero en los 200 con vallas.

Estas bizarras competencias también fueron escenario para la coronación del campeón olímpico más joven de la historia. Se trata de un anónimo niño parisino de no más de diez años que sirvió de timonel para que los holandeses François Brandt y Roelof Klein se impusieran en el doble par con timonel. Aunque su nombre es un misterio, al menos una fotografía tras la re- gata prueba su existencia.

LOS DESTACADOS País Oro Plata Bronce Total 1o Francia 27 39 37 103 2o Estados Unidos 19 14 14 47 3o Gran Bretaña 15 8 9 32 4o Equipos mixtos 7 4 7 18 5o Bélgica 6 7 4 17 6o Suiza 6 2 1 9 7o Alemania 4 3 2 9 8o Italia 3 2 0 5 9o Australia 2 0 3 5 10o Dinamarca 1 3 2 6