Libro Conflictividad Guatemalteca

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La conflictividad guatemalteca su abordaje constructivo y

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La conflictividad guatemalteca

su abordaje constructivoy

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Las ideas, afirmaciones y opiniones que se expresan en estedocumento no son necesariamente las de la Embajada del Reinode los Países Bajos (Guatemala), del Fondo de Gobernabilidad o dela Fundación Propaz. La responsabilidad de las mismas compete asus autores.

303.6S249 Sarti Castañeda, Carlos Alberto La conflictividad guatemalteca y su abordaje

constructivo / Carlos Alberto Sarti, Isabel AguilarUmaña. – Guatemala: Fundación Propaz, Fondo deGobernabilidad IBIS/Embajada del Reino de los PaísesBajos. 2006.

27 p.; 26 cm.

ISBN 99922-842-0-X

1. Conflictividad 2. Conflictos 3. Negociación 4.Diálogo 5. Conflicto armado 6 Acuerdos de paz 7.Paz 8. Relaciones entre grupos 9. Comunicación10. Medios de comunicación I.t. II. Aguilar Umaña,Isabel

La conflictividad guatemalteca y su abordaje constructivoCarlos Alberto Sarti Castañeda e Isabel Aguilar UmañaISBN 99922-842-0-XGuatemala, 2006Fundación Propaz12 calle, 6-55 zona 10, ciudad de Guatemala.PBX: (502) 23600806www.propaz.org.gt

Fondo de Gobernabilidad IBIS/Embajada del Reino de los Países Bajos19 avenida, 0-89, colonia Vista Hermosa II, zona 15, ciudad de Guatemala.Tels: (502) 23697776 al 78Fax: (502) 23697775www.ibis.dk/ca

La Fundación Propaz recibe apoyo financiero de:• Ministerio de Relaciones Exteriores, Embajada de Noruega en

Guatemala.• Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional (ASDI).• Departamento Federal de Asuntos Exteriores de Suiza.

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Carlos Alberto Sarti Castañedae

Isabel Aguilar Umaña

La conflictividad guatemalteca

su abordaje constructivoy

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PresentaciónPresentaciónPresentaciónPresentaciónPresentación

Con el propósito de contribuir al análisis y debate sobre temas degran importancia para Guatemala, y como un aporte a la reflexiónde un abordaje constructivo hacia el fortalecimiento de lagobernabilidad democrática, el Fondo de Gobernabilidad de IBIS/Embajada del Reino de los Países Bajos, auspició recientementeun proceso de reflexión que culminó en la elaboración deldocumento titulado La conflictividad guatemalteca y su abordajeconstructivo.

Este texto contiene referencias histórico-conceptuales, reflexionesy un análisis prospectivo que, según nuestro criterio, puedecontribuir a una valoración crítica sobre las distintas dinámicas dediálogo y negociación que se han implementado. La idea es quedicha crítica, desde su naturaleza y vocación constructiva, puedafortalecer o reencauzar estas dinámicas, las cuales son esencialespara la gobernabilidad democrática, la paz y el desarrollo del país.

El Fondo de Gobernabilidad surge como una propuesta de laEmbajada de Holanda e Ibis Dinamarca para contribuir alfortalecimiento de la gobernabilidad democrática en Guatemala.Brinda apoyo financiero a iniciativas innovadoras (con carácter deiniciativas piloto), de manera flexible y proactiva, en la búsquedade nuevos espacios para un diálogo democrático que puedacontribuir al fortalecimiento de la esfera pública en el país.

Congruente con esa línea de trabajo, este documento surge comoun aporte a la reflexión y el análisis de problemas de gobernabilidaden Guatemala, esperando contribuir a la construcción de nuevasmaneras de abordar espacios de diálogo que puedan resolver ytransformar los conflictos que de alguna manera atentan contra lagobernabilidad. Elaborado por Fundación Propaz a solicitud del

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Fondo de Gobernabilidad, el presente documento se inscribedentro del debate que debemos seguir profundizando paraencontrar estrategias más creativas y novedosas que brindensoluciones efectivas para los problemas que enfrentan las grandesmayorías de la población, mayorías que, como bien señala el texto,han permanecido sumidas en la exclusión, la desigualdad y lapobreza.

El documento presenta una definición sobre conflictividad, términoque se emplea muchas veces, aunque no siempre se tenga unanoción clara sobre su significado. Se trata, además, de un conceptooperativo sobre la conflictividad a nivel general y sus dimensionespositivas y negativas, lo cual facilita su utilización en la prácticacotidiana de las organizaciones que día a día utilizan el diálogo yla negociación, o que día a día abordan temas relacionados con laconflictividad.

Asimismo, el documento analiza situaciones generales y noparticulares, lo cual, a criterio del mismo, lo considera un aciertoporque contribuye a construir marcos conceptuales y operativosque más bien miran al futuro. Esto no quiere decir que no se analiceel pasado y sus lecciones aprendidas, sino más bien de lo quese trata es de reflexionar a partir del pasado y de la experienciaacumulada, para construir con mayor solidez el futuro.

El texto presenta una crítica firme a los diferentes procesos dediálogo o de negociación que se han efectuado en los últimosaños en Guatemala. Sin embargo, en ningún momento pretendequedarse en esa etapa. Por el contrario, el documento es claro enindicar que la conflictividad tiene una doble dimensión; una negativaque va ligada a la generación de violencia, ingobernabilidad,destrucción y desesperanza, y una positiva que nos indica quelos conflictos son provocadores de cambio social y sirven para lasuperación de retos y desafíos, para construir una gobernabilidad

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democrática y para tener esperanza por una sociedad másigualitaria.

Bajo este enfoque general se hace un balance de los diez añosde la firma de los Acuerdos de Paz, en el cual se indica que losproblemas estructurales que se pretendía superar a partir de dichosAcuerdos han impedido la implementación eficaz de loscompromisos que se asumieron.

Esto ha traído consecuencias, entre las cuales podemos subrayarcierto desencanto con relación a los Acuerdos y el mismo procesode paz, desencanto que, sin embargo, debe valorarse a la luz delcamino recorrido.

El documento también menciona que dentro del balance sobre elúltimo decenio se destacan algunos avances, entre ellos, laampliación de los espacios y mecanismos de participaciónciudadana y el desarrollo de un movimiento político-cultural,particularmente de los pueblos indígenas.

Lo interesante es que más que una valoración acerca del estadode cumplimiento de los Acuerdos, el documento nos llama amantener vivo el “espíritu” que los inspiró, su trasfondo comopropuesta viable para los cambios estructurales que necesita elpaís y que siguen siendo vigentes. Los Acuerdos, entonces, aúnnos indican por dónde caminar para lograr la democracia y eldesarrollo sostenible, bases de la paz.

En este camino complejo de construcción de la paz y transición ala democracia en Guatemala, la Fundación Propaz ha brindadonumerosos aportes para la creación de condiciones que facilitenun abordaje constructivo de la conflictividad y los problemas queen ella están.

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Este libro aporta elementos de análisis y reflexión internos para elfortalecimiento de la temática que oriente de una manera estratégicalas dinámicas operativas del Fondo de Gobernabilidad. Asimismo,contribuirá al acompañamiento de sus contrapartes y a plantearideas que configuren una visión de largo plazo.

Es responsabilidad y compromiso de todos(as) los actores ysectores de la sociedad guatemalteca, evaluar el modelo detransición a la democracia tomando en cuenta el espíritu de losAcuerdos de Paz, y re-pensar los caminos del fortalecimiento dela gobernabilidad democrática.

Al mismo tiempo, es importante re-definir estrategias para utilizarel diálogo y la negociación como mecanismos fundamentales dela democracia participativa y como instrumentos flexibles einclusivos.

Beatriz BravoCoordinadora

Fondo de GobernabilidadIBIS/Embajada del Reino de los Países Bajos

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La conflictividad guatemaltecaLa conflictividad guatemaltecaLa conflictividad guatemaltecaLa conflictividad guatemaltecaLa conflictividad guatemaltecayyyyy

su abordaje constructivosu abordaje constructivosu abordaje constructivosu abordaje constructivosu abordaje constructivo

Hacia una definiciónEs preciso aceptar que no existe una clara definición acerca de

lo que es la conflictividad. Para hacer referencia a ella suelen

emplearse conceptos como ingobernabilidad o inseguridad, con

el propósito de definir situaciones nacionales, regionales o

temáticas que representan momentos de crisis en dinámicas

nacionales o sectoriales. No obstante, intentaremos una

definición operativa que nos permita reconocer el clima en que

se desarrollan las conflictividades y los conflictos en Guatemala.

La conflictividad, o las conflictividades, para hablar con mayor

propiedad, son una resultante histórica que deviene a partir de

situaciones complejas, de conflictos multidimensionales y

multicausales que al correr de los años no lograron resolverse

en sus raíces más profundas y, por consiguiente, éstas se

arraigaron; atraviesan o tienen ingredientes (como causa y, a la

vez, como efecto) que con el tiempo se dinamizan, intersectan y

realimentan mutuamente.

De ahí que una conflictividad no se defina como la mera suma de

aquellos conflictos puntuales de índole similar, sino más bien

como el conjunto de dichos conflictos más las relaciones que se

establecen a partir de ellos. Este entramado de relaciones que se

complementan y antagonizan construye un sistema dinámico

que se desenvuelve de manera sumamente compleja. Así, a las

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dificultades propias de un conflicto específico cabe adicionar el

peso de la historia, la herencia de sucesivos conflictos de índole

similar cuya falta de atención ha resultado en una suerte de

irresolubilidad de carácter estructural.

Nos encontramos, por consiguiente, con situaciones objetivas y

subjetivas que demarcan sistemas conflictivos. La existencia de

esta clase de sistemas y subsistemas se evidencia a partir de la

emergencia sucesiva o recurrente de conflictos que comparten

similares características. La conflictividad, de esa cuenta,

permanece latente y se hace manifiesta mediante conflictos

específicos que surgen a partir de condiciones coyunturales

precisas �a manera de detonantes�, que a su vez obedecen o

pueden encontrar su correspondiente explicación en situaciones

históricas de larga data.

Es claro que la demarcación de los sistemas y subsistemas

conflictivos no constituye una delimitación tajante, ya que en

las dinámicas sociales existen vasos comunicantes de

interrelaciones diversas. Así, el marco de la conflictividad puede

entenderse también como un escenario en donde existen

conflictos latentes interconectados que pueden volverse

manifiestos y causan inestabilidad y violencia. Los conflictos de

índole similar o con causas comunes, entonces, son el resultado

de la manifestación concreta de una conflictividad determinada,

la cual suele delimitarse para efectos de su análisis (por ejemplo,

la conflictividad agraria).

Las conflictividades son, entonces, producto de la conectividad,

sinergia y tensiones que caracterizan las relaciones entre sectores

y actores sociales, económicos y políticos, los cuales son

portadores de diversos intereses contradictorios y

complementarios. De tal manera, la profundidad, cauces y

métodos para resolver distintas conflictividades se suscitan en

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un campo de lucha de poder entre sectores diferenciados, que

pueden en algún momento ser antagónicos, o también pueden

ser complementarios. De ahí que en algunos campos específicos,

o para algunos aspectos particulares, un adversario pueda

también convertirse en aliado.

Cuando las relaciones han sido tradicionalmente tensas y

polarizadas, la conflictividad y los antagonismos pueden llegar a

convertirse en un rasgo caracterizador de las identidades

grupales. Aunado a la crónica irresolubilidad de situaciones

estructurales injustas e inequitativas, esta suerte de secular

animosidad facilita que surjan conflictos específicos que se

multiplican y profundizan, incluso hasta llegar a la violencia

directa. Con esto, la conflictividad como espacio y proceso se

hace más evidente. De la misma manera, la búsqueda de

soluciones específicas se convierte en un camino aún más áspero

por recorrer.

La conflictividad puede ser vista como un escenario en el cual

participa la mayoría de sectores y actores, contribuyendo a

ampliarla, manejarla, restringirla o transformarla. En ese sentido,

podemos hablar de las co-responsabilidades que dichos sectores

y actores tienen tanto en el auge como en los cauces y

consecuencias que adopten las conflictividades y los conflictos

específicos. Estas co-responsabilidades no son, sin embargo, un

sistema de equivalencias exactas. Por el contrario, debido al

ineludible peso de la historia, el nivel de co-responsabilidad debe

valorarse a la luz de las asimetrías sociales, de las grandes

desigualdades e inequidades que también poseen carácter

estructural. En otras palabras, es importante afirmar que los

grupos tradicionalmente hegemónicos poseen mayores

responsabilidades frente a quienes usualmente han sido grupos

subalternos o subalternizados. Quienes han sido víctimas

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históricas de las exclusiones no pueden �ni deben� cargar con

un peso equivalente o similar de responsabilidades; ello

contribuiría a su sobrevictimización, tanto como a la

permanencia de injusticias histórico-sociales (las cuales son,

finalmente, fuente de nuevos conflictos).

Parte de esta dinámica de relacionamiento y de juego de poder

entre la hegemonía y la subalternidad configura maneras de ser

sectoriales, grupales e individuales. Esto nos lleva a hablar de

una de las aristas menos estudiadas al respecto de la

conflictividad: su influencia en la psiquis de las personas y, con

ellas, de las colectividades. En efecto, la permanencia de

conflictividades profundamente arraigadas genera una

ciudadanía que suele desenvolverse entre la apatía, la agresión,

la violencia, la desilusión y la desconfianza al respecto de los

otros. Una situación semejante merma el capital social, entendido

éste como el entramado de relaciones que permite a las

colectividades la búsqueda cooperativa frente a problemas y

situaciones comunes, obviamente, con el propósito ulterior de

alcanzar soluciones también comunes. Adviértase que en la

noción de capital social se toma en cuenta elementos

directamente vinculados con las causas y consecuencias del

fenómeno que nos ocupa, tales como las obligaciones y

expectativas, las normas y sanciones sociales, las relaciones de

autoridad, la información potencial y la organización social

adecuada, entre otros.

Por último, cabe precisar que la conflictividad no se debe asociar

solo a crisis y violencia. Por el contrario, es necesario considerar

que ésta, al igual que los conflictos, es inherente a la dinámica

social. De esta manera, puede decirse que la lucha incesante por

la superación de las conflictividades conlleva en sí infinitas

posibilidades para el cambio social, cambio que suele desearse

hacia lo positivo, hacia aquello que los grupos humanos

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consideren como algo mejor. La necesidad de superar los retos

implícitos en los conflictos y las conflictividades es un motor

que impulsa el avance de los seres humanos. La direccionalidad

de dicho avance suele ser una pregunta que conviene formular

para conocer cuáles son los nortes o ruta a seguir.

Hablamos, entonces, de una doble dimensión de la

conflictividad, la cual puede ilustrarse mediante la siguiente

gráfica:

A partir de su doble dimensión, resulta claro que la

conflictividad se mantiene, con otras características, en

contextos de transición y estabilidad democrática. Es más,

justamente cuando concluyen crisis agudas de violencia (o

incluso guerras y enfrentamientos armados) se generan

Dimensión negativa:

· Violencia

· Destrucción

· Inestabilidad

· Ingobernabilidad

· Apatía y descontento

· Desesperanza

Dimensión positiva:

· Cambio social

· Avance

· Superación de retos

y desafíos

· Planteamiento de

dilemas y aspiracio-

nes sociales

· Esperanza

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condiciones que permiten que se vaya diluyendo la

confrontación bipolar y, por consiguiente, comiencen a abrirse

espacios de expresión y luchas de poder que no necesariamente

obedecen a las dicotomías que generaron la crisis. En dichos

espacios suelen emerger conflictos que habían permanecido

latentes a partir de las tensiones cuya dicotomía resultaba, de

una u otra forma, excluyente. El problema se suscita cuando

prevalece el lado negativo de la conflictividad posconflicto,

cuando ésta no puede encauzarse a través de sistemas,

instituciones, mecanismos, espacios y prácticas de prevención,

resolución y transformación de conflictos específicos y se llega,

entonces, a índices alarmantes y deshumanizadores de violencia.

Causas estructurales de la conflictividad: el caso guatemaltecoLas causas y circunstancias de la conflictividad en Guatemala

son aquellas sobre las cuales se fundó el Estado-nación, es decir,

la exclusión política, económica, social y cultural. La primera

de estas exclusiones ha determinado que el grupo hegemónico

se haya servido tradicionalmente del aparato estatal para la

defensa exclusiva de sus intereses (obviamente, en detrimento

de los intereses de las mayorías).

En el caso guatemalteco1 cabe diferenciar una larga y constante

situación de conflictividad que subsume y prácticamente

determina las dinámicas nacionales en distintos momentos de la

historia. Se convierte, así, en una constante histórica más o

menos generalizada que constituye el marco desde el cual se

configuran las distintas conflictividades temáticas y los conflictos

concretos, de diverso orden.

Desde esta perspectiva, y aún corriendo el riesgo de exagerar un

poco el peso de la conflictividad histórica, podemos señalar que

1 Al igual que en otros casos con desarrollos históricos similares.

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la vida nacional está sobredeterminada por la dinámica entre

los que quieren superar las causas estructurales de la

conflictividad, además de los conflictos, y los que quieren

mantener ambos, conservando, de esta manera, el statu quo

como fundamento de su dominación.

La conflictividad histórica,2 de carácter nacional, se ha mantenido

casi inalterable porque todos los intentos de modernización y

cambio estructural han sido mediatizados, derrotados o

subsumidos por lo sectores dominantes que se benefician al

mantener la situación. El fracaso o la pérdida de vigor de los

sucesivos intentos de cambio y transformación que se han

intentado en Guatemala se ha debido a una recurrente

combinación de diversas dinámicas, entre las cuales destacan la

represión, la negociación mediatizadora o la cooptación. La

recurrencia de estas dinámicas puede ilustrarse con los casos de

la Reforma Liberal de 1871, la Revolución de 1944-1954, la lucha

armada revolucionaria e, incluso, las negociaciones de paz y los

Acuerdos de Paz.

Una matriz de conflictividad permanente es un caldo de cultivo

para que se manifiesten conflictos específicos de carácter

coyuntural, temático, geográfico o intersectorial. Y cuando esta

matriz está basada en desigualdades muy agudas, se generan

condiciones sumamente propicias para la violencia.

Efectivamente, la historia guatemalteca es el tránsito de crisis a

crisis, con momentos de armonía y equilibrio esporádicos y no

siempre decisorios en la dinámica nacional.

2 Siguiendo el parafraseo de que “Guatemala es el país de la eterna dictadura”,podríamos señalar, con propiedad, que “Guatemala es el país de la eternaconflictividad”. Se trata, entonces, de una conflictividad cuyas bases ycaracterísticas de desenvolvimiento permanecen; lo que se transforma sonúnicamente los matices, las gradaciones, los entornos mundiales en que éstase desenvuelve. Podríamos decir que, en la mayoría de los casos, se trata de“variaciones sobre el mismo tema”.

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En contextos de posconflicto, como en la Guatemala actual,

encontramos momentos de transición que configuran mecanismos

híbridos de abordaje de la conflictividad: así, ésta se procesa por

medio de enfrentamientos y violencia, tanto como en el marco del

sistema institucional vigente o mediante la puesta en marcha de

una serie de acciones y procesos de diálogo o de negociación que

contribuyan al abordaje de situaciones específicas.

La conflictividad que se origina a partir de la exclusión política

está cambiando. No obstante, aún sigue manifestándose un

ejercicio excluyente si se consideran en la actualidad algunos

rasgos del sistema de partidos políticos (la poca participación

de mujeres e indígenas, problemas en torno al acceso a los

centros de votación, dificultades de ingresar a puestos de

elección popular si no se cuenta con los recursos económicos

suficientes, etc.).

En cuanto a la exclusión económica, cabe mencionar los

alarmantes índices de pobreza y pobreza extrema, índices que

tienden a aumentar peligrosamente. Las consecuencias de la

pobreza suelen transportarnos a situaciones humanas límite, que

conculcan la dignidad humana. En este tipo de exclusión se ubica

una de las más arraigadas conflictividades del país: la agraria.

La exclusión social, por su parte, ha configurado exclusiones de índole

cultural. Entre las principales, cabe mencionar la exclusión de que

son objeto los pueblos indígenas. Esto ha configurado un país

discriminador, que ha legitimado numerosas acciones de despojo y

violencia a partir de la ideología racista. También cabe destacar la

inequidad que caracteriza a las relaciones entre los géneros, lo cual se

encuentra en la base de una serie de desigualdades que también son

fuente de violencia e injusticia social.

A lo largo de la historia nacional, si se indaga el motivo de los

conflictos o la delimitación de determinada conflictividad,

recurrentemente aparecerá la combinatoria de las causas

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señaladas. En efecto, detrás de la mayoría de conflictos

específicos están la pobreza, la marginación, el racismo, etc.

Como podrá colegirse, los problemas estructurales no resueltos

se traducen o expresan en un incremento de la demanda social

hacia el Estado, el cual generalmente no ha podido ni canalizarla

ni atenderla, debido primordialmente al peso de las mismas

condicionalidades estructurales y a la falta de voluntad política.

Es así como en la conflictividad guatemalteca se puede observar

con qué facilidad se avanza de la discrepancia a la disputa y de

ésta al antagonismo, la hostilidad y la violencia.

Sigue evitándose una visión que tome conciencia de la

interdependencia y continúa pensándose en términos de

compartimentos sectoriales rígidos. Esto imposibilita la emergencia

de un proyecto de país unificado por una identidad nacional respetuosa

de las diferencias políticas o étnico-culturales.

La articulación de estas causas, siguiendo a Galtung,3 puede ser

caracterizada como violencia estructural, la cual no genera la

3 Retomando a Johan Galtung (estudioso noruego que también aborda estecampo), Vicenç Fisas (1998: 24) nos dice que la violencia “(...) no es solamenteun determinado tipo de acto, sino también una determinada potencialidad. Nose refiere sólo a una forma de “hacer”, sino también a “no dejar hacer” denegar potencialidad. (...) la violencia está presente cuando los seres humanosse ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas ymentales, están por debajo de sus realizaciones potenciales.” (Énfasis nuestro).Es decir, negar a las personas oportunidades legítimas y culturalmente válidases también una forma de violencia, denominada violencia estructural. El ladonegativo de la conflictividad histórica es, a nuestro juicio, la violencia permanente,arraigada en forma de cultura de violencia. Esta violencia estructural es fuentepermanente de conflictos puntuales, los cuales también suelen dirimirse demaneras violentas, contribuyendo, de esta manera, a realimentar un cicloperverso de consecuencias deshumanizadoras. Se trata, entonces, de unaespiral que se desenvuelve peligrosamente hacia mayores desigualdades ysufrimiento.

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posibilidad de sentar bases para la gestión positiva de la

conflictividad; por el contrario, los rasgos estructurales actúan

como factores de conflictividad y violencia de carácter

permanente.

La conflictividad armadaLa dinámica de la conflictividad, cuando no tiene válvulas de

escape y/o mecanismos reguladores, va generando un

escalamiento del enfrentamiento intersectorial. Estas

circunstancias, en la espiral de su desenvolvimiento, van

alimentando aún más la frustración y el resentimiento, los cuales,

a su vez, acentúan un posicionamiento cerrado y elevan las

manifestaciones violentas de las disputas.

Sobre esta matriz de intolerancia, exclusión y animadversión

hacia el otro se gestó el conflicto armado interno, el cual

representó un desafío frontal para resolver la conflictividad por

la vía armada y fuera del marco institucional establecido. Es

preciso, entonces, tomar en cuenta lo siguiente:

(�) la agudización de la polarización social y política a que

dio lugar el enfrentamiento interno condicionó que el Estado

(atrincherado en el ejército) y amplios sectores de la sociedad

se percibieran mutuamente como entidades totalmente

distintas y antagónicas. En efecto, en los momentos más

agudos del combate, el Estado guatemalteco libró una guerra

contra su propia sociedad y, en la otra cara de la moneda,

parte de la sociedad se rebeló contra su Estado.

El enfrentamiento armado (1960-1996) tuvo consecuencias

trágicas en las personas, en las comunidades y en el cuerpo

social en su conjunto. La guerra destruyó el tejido social y

cultural, la comunicación, la solidaridad y la aceptación

mutua entre los guatemaltecos. Es más, su duración a lo largo

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de tres décadas produjo daños en el cuerpo, la mente y el

espíritu de los guatemaltecos, dando lugar a un trauma

colectivo que condiciona todo nuestro relacionamiento

económico, social, político y cultural. (Sarti, 2006).

De tal manera, el conflicto armado interno, al exacerbar formas

y mecanismos en el ejercicio de la violencia directa como método

de resolver las diferencias sectoriales, densificó la conflictividad

guatemalteca, pues produjo una carga ominosa de tensiones y

desconfianzas, entre otras, tensiones en aspectos psicosociales

del relacionamiento humano.

Diversas circunstancias fueron generando que el conflicto

armado interno se encaminara a su resolución por la vía de

negociaciones políticas entre las partes. En efecto, a mediados

de los noventa fue evidente el empate estratégico militar entre

la insurgencia armada y el Gobierno-ejército y, a nivel

internacional, el clima pos Guerra Fría creó un contexto propicio

para la negociación.

Se abre, así, el proceso negociador guatemalteco supervisado

por la comunidad internacional, el cual duró seis años e

involucró a la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca

(URNG) y a cuatro Gobiernos sucesivos.4 Los Acuerdos no sólo

establecen el cese al fuego y la desmovilización e incorporación

de las fuerzas insurgentes a la legalidad política, sino también

abordan las causas estructurales de la conflictividad y establecen

mecanismos para superarla. Es decir, se negoció y se llegó a

acuerdos sobre la superación de las condiciones históricas de la

conflictividad guatemalteca y sobre el método de reformas por

4 El primero de los acuerdos logrados por las partes propiamente dichas fue elAcuerdo de Oslo, firmado el 29 de marzo de 1990. Con anterioridad a esteacontecimiento histórico se dieron importantes acuerdos que incidieron en labúsqueda de la paz por medios negociados; sobresalen, en este caso, laDeclaración de Contadora (1983) y los acuerdos de Esquipulas (1986 y 1987).

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medio del cual se cumplirían los acuerdos alcanzados entre las

partes.

Cabe mencionar, como otro rasgo particular, que la negociación

guatemalteca, a diferencia de otros procesos similares, generó

mecanismos de consulta y propuesta con diversos sectores de la

sociedad. Este acompañamiento social y político permitió que

algunas demandas y propuestas de sectores sociales se

incorporaran al texto de los Acuerdos de Paz.

Producto de la negociación amplia y multidimensional que se

llevó a cabo, y debido al involucramiento y acompañamiento

social e internacional que tuvo el proceso, los acuerdos

alcanzados partieron de un diagnóstico histórico-estructural

sobre las causas del conflicto armado, señalando los principios

y objetivos generales que deberían guiar la construcción de la

paz. Asimismo, explicitaron los supuestos que permitirían darle

sentido, enfoque y un abordaje integral, y por fases, a la transición

política. Los Acuerdos también señalan las conflictividades

específicas a priorizar; los principales actores en la construcción

de la paz y el rol que deben cumplir, así como la necesidad de

reestructurar las relaciones desarticuladas por el conflicto en

un nuevo clima de tolerancia y reconciliación. Por último,

destacan como método del proceso el impulso de reformas y

transformaciones en diferentes campos, temas y niveles, que

permitan que Guatemala se reconozca como una nación

pluricultural, multilingüe y multiétnica.

Los Acuerdos de PazPor los rasgos señalados, los Acuerdos de Paz constituyen una

nueva posibilidad de modificar el fondo histórico de la

conflictividad guatemalteca. También son una propuesta que

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indica hacia dónde debe dirigirse el desarrollo integral del país y

cómo alcanzarlo.

Sin embargo, los mismos lastres estructurales que se pretendía

superar no dejaron de ejercer su influencia en el proceso de

implementación de los Acuerdos. De esa cuenta, diversos

sectores han generado un clima adverso a su cumplimiento; entre

otras estrategias empleadas, se ha mantenido un cuestionamiento

al respecto de la legitimidad de los mismos, argumentando, en

especial, fallas procesales o jurídico-formales. El peso de todos

estos factores condicionantes, más los dilemas implícitos en su

propia reinserción política, fueron elementos que de una u otra

forma impidieron que la URNG pudiera alcanzar la fuerza

necesaria para impulsar con mayor firmeza la implementación

plena de los Acuerdos. Asimismo, los sectores sociales que

deberían acompañar la implementación de las diferentes

propuestas de cambio contenidas en ellos se han dedicado más a

insertarse y gerenciar proyectos de desarrollo, abandonando,

por consiguiente, la implementación integral de las propuestas.

Por lo demás, la ofensiva neoliberal que encabezan las propuestas

de desarrollo de organismos internacionales va haciendo menos

favorable el contexto en el cual se pretende implementar los

Acuerdos. Lo anterior condiciona que todos los Gobiernos

posteriores a los Acuerdos desarrollen políticas públicas acordes

con los cánones y recetas neoliberales. El carácter neoliberal de

la orientación de los Gobierno posconflicto va a contrapelo de

los planteamientos reformistas de los Acuerdos de Paz. Así,

mientras los Acuerdos de Paz planteaban el fortalecimiento del

Estado y una política pública orientada hacia el gasto social, las

políticas gubernamentales se orientan hacia el debilitamiento

del Estado, la privatización y la restricción del gasto social.

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Por otro lado, al plantear los Acuerdos que las reformas se harían

en el marco del Estado de derecho prevaleciente, la única opción

de profundizarlos pasaba por reformas constitucionales, pero

esta opción fue derrotada. Recuérdese que en 1999 se convocó a

una consulta popular para ratificar los cambios constitucionales

que permitieran un contexto legal más favorable al cumplimiento

de los Acuerdos de Paz. Por diversas razones, ganó el No,

perdiéndose así una de las mayores posibilidades para

profundizar el cumplimiento integral de los Acuerdos.

A diez años de la firma de los Acuerdos de Paz, resulta evidente

que la correlación de fuerzas que permitió la negociación del

conflicto armado y el planteamiento de un proceso de reformas

estructurales no tuvo la fuerza necesaria para seguir impulsando

el cumplimiento pleno de los compromisos asumidos. Así, los

Acuerdos de Paz no tienen el soporte político necesario para su

implementación. La derrota de la consulta popular y la falta de

respaldo político han condicionado que los Acuerdos pierdan

su potencial de cambio y que, paulatinamente, se acomoden a

los vaivenes de la política tradicional.

Con todo, los Acuerdos de Paz han logrado ampliar los espacios

de participación ciudadana (por ejemplo, las comisiones

paritarias, los consejos de desarrollo, el Consejo Nacional de los

Acuerdos de Paz, el Programa Nacional de Resarcimiento, y otros

mecanismos de diálogo y encuentro multisectorial) y se ha

desarrollado y ampliado la dinámica económico-social y el

movimiento político-cultural, particularmente de los pueblos

indígenas, que en la actualidad demandan mayor participación,

acceso al Estado y lucha frontal contra el racismo y la

discriminación.

El dinamismo de los pueblos indígenas se expresa en el aumento

de su participación electoral y el logro de más alcaldías; en su

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peso creciente en la economía nacional; en la presencia de la

intelectualidad indígena en los medios y en el debate nacional;

en el desarrollo sostenido del sector empresarial indígena; en el

creciente acceso de técnicos y dirigentes indígenas a las

estructuras del Estado, entre otros.

A pesar de los contratiempos en el cumplimiento de los Acuerdos

de Paz, el espíritu de los mismos sigue marcando una ruta para la

profundización de la democracia y el desarrollo sostenible. A

diez años de la firma de la paz no se trata de volver al cronograma

de cumplimiento, sino de volver al texto para mantener el espíritu

que lo inspiró. Volver a los considerandos y conceptos

sustantivos de los mismos. No se trata de una adhesión acrítica a

un texto, sino a su inspiración, a sus propuestas de fondo.

En síntesis, debe decirse que, en términos de las rotaciones que

caracterizan a la conflictividad, los diez años de implementación

de los Acuerdos de Paz pueden caracterizarse como un período

híbrido de transición, que combina el pasado conflictivo con

acciones positivas, de carácter acumulativo, que pueden, en el

futuro, generar un cambio cualitativo en el tratamiento de la

conflictividad del país.

Conflictividad en la democraciaResulta obvio que el conflicto armado tiene inercia y que ésta se

traslada al terreno de la lucha democrática. Con todo, en el caso

guatemalteco disminuyeron considerablemente (o casi

desaparecieron) los asesinatos políticos y la violencia política

intersectorial. Tampoco se han dado reorganizaciones de

excombatientes de la guerrilla que cuestionen el statu quo

vigente.

Lo que sí se da es la inercia de la conflictividad, la cual se

desparrama silenciosamente por las relaciones sociales

Page 23: Libro Conflictividad Guatemalteca

26

antagónicas, creando nuevas toxinas al mezclarse con las nuevas

conflictividades propias del proceso democrático y de búsqueda

del desarrollo. La conflictividad mantiene, así, su capacidad de

erosionar el sentido de unidad del país y la interdependencia en

las relaciones sociales.

La conflictividad actual es la conflictividad propia de un proceso

de transición democrática, con avances y retrocesos, con crisis,

altibajos y avances parciales y precarios. De tal manera, la

conflictividad en la democracia configura un escenario que es

preciso caracterizar:

· La conflictividad en la ruta de la democracia es más abierta

y multifacética, porque es, a su vez, multicausal. El clima

de mayor tolerancia política condiciona que se dé mayor

conectividad entre los conflictos y que tiendan a

convertirse en movimientos sociales más amplios que

aborden o traten de incidir en diversas conflictividades.

· Es importante puntualizar que uno de los rasgos

característicos de las dinámicas actuales de conflictividad

es que las polarizaciones y los antagonismos relacionales

no son estáticos, ni permanentes. Es decir, en ciertos

ámbitos temáticos un sector puede establecer alianzas

estratégicas con sectores tradicionalmente considerados

como oponentes, en aras de resolver situaciones

específicas, sin por ello perder su identidad y sus maneras

de abordar otra clase de problemas. Un sector o grupo

puede entonces convertirse en aliado para ciertas cosas y

oponente para otras. Por ello, debemos subrayar que hoy

en día suele ser muy difícil encontrar maneras de ser

esenciales o puras. Comprenderlo así es parte fundamental

de las visiones a la vez simples y complejas con las que se

debe analizar el presente.

Page 24: Libro Conflictividad Guatemalteca

27

· A pesar de avances en el proceso de democratización, la

violencia ha crecido en forma exponencial y, además, ha

diversificado sus formas de manifestación. Es decir, la

violencia es cada vez más violenta y generalizada,

protagonizando aberrantes episodios que lastiman y

vulneran fuertemente la dignidad humana. Entre las formas

diferentes de manifestación de la violencia destacan la

violencia juvenil (fenómeno de maras y pandillas) y los

femicidios.

· El ciclo de la violencia se ha visto aumentado por la

fragilidad e ineficiencia de las instituciones del Estado,

particularmente de aquellas a las cuales compete brindar

seguridad, prevenir el delito y sancionarlo. La violencia

ligada al crimen organizado y la narcoactividad constituye

actualmente un componente de la conflictividad, pues está

permeando las relaciones entre sectores y ha copado

amplias esferas de la sociedad y el Estado, lo cual

condiciona mayor impunidad, comercio ilegal de armas,

tráfico de personas, limpieza social y un clima de mayor

incertidumbre sobre el futuro del país.

· La democracia formal no ha significado el derrame de

beneficios para las grandes mayorías de la población. Por

tal motivo, la ciudadanía se encuentra desencantada y

prácticamente ha perdido las esperanzas al respecto de

las posibilidades de cambio que podría representar la

oferta político electoral. Esto conlleva el riesgo de que se

comience a preferir una opción autoritaria. El incremento

de los episodios violentos y el clima de inseguridad

ciudadana generalizado abonan la percepción de anarquía

para favorecer opciones electorales autoritarias.

Page 25: Libro Conflictividad Guatemalteca

28

· Un rasgo de la conflictividad en la democracia es que

algunos conflictos adquieren un matiz público y, por tanto,

deben ser atendidos por la institucionalidad estatal, pues

se pueden convertir en serias amenazas a la

gobernabilidad. Aparece así el Estado o instituciones

gubernamentales como mediadores y/o parte de los

conflictos y, en no pocas veces, como juez y parte al mismo

tiempo.

· Otro rasgo de la conflictividad en la democracia es que

muchos conflictos, principalmente aquellos de mayor

alcance público, se debaten en los medios de

comunicación. Se da así, como parte del conflicto, una

contienda por convencer a ese gran tercero que es la

opinión pública. Aquí entran columnistas, incidencia y

otros recursos del debate público. El debate en los medios

de comunicación sobre el tema de la conflictividad y los

conflictos se da, por lo general, en un contexto de asimetría

por la parcialidad de los medios hacia determinados

intereses y posiciones. Es más, en muchos casos, son los

medios de comunicación los que cargan o descargan

artificialmente el ambiente de conflictividad o inclinan la

balanza de la opinión pública a favor de una de las partes

de un conflicto.

Por lo demás, como hemos señalado, el incremento de la pobreza

y la extrema pobreza sigue siendo el telón de fondo del cual se

nutre la conflictividad actual. La pobreza afecta más a los pueblos

indígenas y, en especial, a las mujeres indígenas. Los niveles de

deshumanización que provoca inciden en las posibilidades de

organización y acción de los sectores más pobres, lo cual,

finalmente, va afectando aún más el clima de conflictividad.

Page 26: Libro Conflictividad Guatemalteca

29

Cabe reconocer que la conflictividad se desarrolla en espacios

de esfera pública que también suponen acción política,

movilización, presión y medidas de hecho para aumentar la

capacidad de incidencia y/o negociación. En estos casos se

evidencia con claridad la dimensión de poder que,

invariablemente, está detrás de todo conflicto, haciéndolo

emerger y condicionándolo. En efecto, en el fondo de la

conflictividad y de los conflictos específicos lo que encontramos

son mecanismos, procesos y formas de poder, y mecanismos,

procesos y formas de resistencia.

Por eso, no es correcto ver a las conflictividades o a la

conflictividad como contrapuestas al consenso: en ellas los

actores y sectores se mueven ora en espacios de tensión y

desacuerdo, ora en espacios en los que predomina el consenso.

Esto significa que conflicto y consenso se interpenetran, se

desplazan, se constituyen o reconstituyen.

La conflictividad en la democracia también se ve impactada por

las determinaciones de la dinámica global. En la actualidad y,

sobre todo en el futuro, la implementación del Tratado de Libre

Comercio (TLC) tendrá un impacto diferenciado sobre los actores

nacionales. Diversos analistas auguran que, en términos

generales, habrá un impacto fuerte en el incremento de los niveles

de pobreza. En paralelo, pequeños grupos empresariales

incrementarán sus niveles de riqueza. Esto repercutirá en la

dinámica nacional, abonando la polarización y las actitudes

confrontativas y, eventualmente, la violencia. Por lo demás, las

medidas que tomen los Estados Unidos con respecto a la

migración tendrán enormes repercusiones sobre la

gobernabilidad del país. Es una opinión generalizada que la

llegada de los dólares de los inmigrantes funciona como un

amortiguador que permite que la conflictividad social no llegue

Page 27: Libro Conflictividad Guatemalteca

30

a niveles mayores de enfrentamiento con el Estado y los sectores

empresariales.

Tendencias de los actores/sectores en la conflictividad5

Los sectores sociales están en proceso de reorganización y

maduración en sus planteamientos gremiales y políticos pero, a

la par, subsisten la inercia del conflicto armado y la lógica de

enfrentamiento con el Estado. Al mismo tiempo, se trata de

sectores que se enfrentan a las dinámicas sociales, políticas y

económicas que se gestan a nivel internacional. Toda esta

situación genera debilidades en su accionar. Entre otras, la

capacidad de incidencia y negociación con el mismo Estado, por

desconfianza o temor a ser cooptados, o bien, por dificultades

de arribar a consensos intrasectoriales sobre temas clave.

A lo anterior cabe sumar problemas de liderazgo y

representatividad, los cuales, en algunos casos, han llevado a

divisiones en el seno de los movimientos sociales y la sociedad

civil organizada. También se ha evidenciado un desgaste de los

dirigentes históricos y no ha sido visible una clara política interna

de renovación del liderazgo. Por otro lado, ante las manifiestas

carencias de los partidos políticos, los movimientos sociales y

las organizaciones de la sociedad civil han continuado

desempeñando un rol de intermediación política, en franca

sustitución de los partidos. Esto ha traído como consecuencia

que, al igual que los políticos, los dirigentes sociales sufran

sensibles desgastes.

Como rasgo nuevo está el hecho de dialogar y negociar a la par

de mantener presión mediante la movilización y la protesta. Ello

5 No es nuestra intención hacer un “análisis de coyuntura”; por eso sóloseñalamos tendencias, cuyos detalles pueden ser encontrados en noticias ycomentarios de prensa en el último año.

Page 28: Libro Conflictividad Guatemalteca

31

evidencia que los actores sociales se mueven pendularmente

entre la confrontación y la apertura a participar en procesos de

diálogo y negociación. Esta aparente dualidad es herencia de la

lógica y dinámica propias del enfrentamiento armado, por un

lado, y de la transición hacia la democracia, por el otro. Es decir,

conviven comportamientos que obedecen a lógicas

diferenciadas, lo cual evidencia que los cambios son siempre

procesos con ritmos e implicaciones específicos.

Los pueblos indígenas, en especial el movimiento maya, han

ampliado su presencia y diversificado su participación. También

han utilizado los espacios y oportunidades que se les presentan

en el contexto del posconflicto. Con todo, no están unificados y

hay un debate fuerte en torno al tipo de Estado plural que deben

impulsar. Con respecto a la conflictividad no tienen un interés

confrontativo, sino más bien desarrollan distintas estrategias,

dependiendo de conflictividades y conflictos específicos. Algunas

organizaciones siguen siendo muy radicales en la defensa de la

tierra y el medio ambiente, aunque ello no les impide participar

en los diálogos e incluso en el ejercicio del Gobierno.

Por su parte, el sector privado �como efecto de la globalización,

los tratados de libre comercio y la diversificación productiva�,

se encuentra en un proceso de reacomodo que trae sus

correspondientes fisuras. Todo esto les dificulta asumir una

posición unánime frente a ciertos tópicos; esta firmeza, por lo

general, sólo es mantenida en lo que respecta a la defensa de la

propiedad privada y el Estado de Derecho (siempre y cuando

éste sirva a sus intereses corporativos e individuales). En

conflictividades específicas (tierra, minería) no hay unanimidad

y, mucho menos, en lo que se refiere a un proyecto político

propio. Con todo, el instinto corporativo los puede unificar si el

desafío social y las luchas reivindicativas de otros sectores

Page 29: Libro Conflictividad Guatemalteca

32

llegaran a ser considerados como una amenaza a sus intereses

sectoriales más arraigados.

En lo que respecta a la conflictividad, el sector privado despliega

varias iniciativas que buscan consenso con los sectores sociales.

Así, hablan de responsabilidad social empresarial e impulsan

campañas mediáticas como GuateÁmala. Al mismo tiempo

existen iniciativas de ciertas cúpulas empresariales, como el

Grupo Facilitador, que bajo el manto de lograr estabilidad tratan

de �blindar� los intereses empresariales ante lo que consideran

las �veleidades� de la política.

Cabe señalar, por último, la radicalización del sector empresarial

agrícola en torno a la política agraria. Su posición es �dialogar�

pero imponiendo de entrada sus intereses y abandonando todo

espacio en el que dichos intereses se encuentren amenazados.

Tómese en cuenta que sin la posibilidad de escuchar o de ceder,

ni el diálogo ni la negociación son tales.

El comportamiento conflictivo de los actores y sectores

sociopolíticos, culturales y económicos se da en un contexto

más amplio de debilitamiento de la capacidad del Estado de

conducir políticamente a la nación, lo cual provoca que la brecha

entre Estado y sociedad tienda a aumentar. Esto dificulta la

regularización de la conflictividad a través de la acción estatal,

mediante acciones de concertación con la sociedad y por medio

de la prevención y resolución de conflictos. El Estado débil pierde

de vista que las conflictividades son �cuestiones sociales� que

merecen la intervención política en el marco de la esfera pública

(es decir, desde el mismo Estado y la sociedad).

Así las cosas, ese vacío estatal se llena de conflictos que, por lo

demás, no encuentran mecanismos ni procesos institucionales

para su tratamiento y resolución, enquistándose, de esta manera,

y abonando nuevos ciclos de conflictos y conflictividades futuras.

Page 30: Libro Conflictividad Guatemalteca

33

Por este motivo, el Estado es marginal a la regulación del

conflicto y, por el contrario, debido a su parcialidad y debilidad,

llega a convertirse en un factor de conflictividad y de aumento

de la ingobernabilidad.

Cabe destacar que muchas veces los Gobiernos han caído en el

error de ver las demandas sociales como conflictos, olvidando

que la demanda social es un derecho ciudadano largamente

postergado. Cuando el Estado �conflictúa� la demanda social y,

en consecuencia, la ve como búsqueda de desestabilización,

asume que los movimientos sociales son ilegítimos pues

cuestionan el Estado de Derecho y la gobernabilidad.

Bajo esta visión, los Gobiernos, ante los movimientos sociales,

generan la siguiente estrategia: campañas de desprestigio hacia

los dirigentes sociales y búsqueda de aislamiento con respecto a

la opinión pública y sus bases de apoyo. Al respecto, cabe señalar

que los medios de comunicación asumieron como propia esta

estrategia. En paralelo, y a pesar de la tolerancia ideológica a la

expresión y organización social, se dieron casos de represión

violenta de parte de las fuerzas del orden contra manifestaciones

de los sectores sociales. Fue evidente también la tendencia a

captar cuadros y dirigentes de la sociedad civil y los pueblos

indígenas en las esferas gubernamentales. De tal manera, las

relaciones entre Estado y sociedad se han dado en tres vertientes

combinadas: cooptación, represión y búsqueda de diálogos y

negociaciones.

Con todo, cabe reconocer que los distintos Gobiernos

posconflicto han implementado procesos de acercamiento y

diálogo intersectorial como mecanismos de gobernabilidad y de

gerenciamiento de la conflictividad. Desgraciadamente, por

errores procesales y de clarificación de objetivos estos diálogos

no han sido fructíferos en términos de resultados y acuerdos

Page 31: Libro Conflictividad Guatemalteca

34

vinculantes. Sin embargo, abonan al desarrollo de cambios en

los patrones de relacionamiento conflictivo.

Por último, cabe señalar que la falta de acuerdos políticos entre

los partidos políticos influye sobre la conflictividad general, pues

la ciudadanía no tiene esperanza en el sistema político, ni en los

políticos y su accionar en el Congreso. De tal manera, éstos

pierden su capacidad de ser intermediarios entre el Estado y la

sociedad.

Un abordaje constructivo: el camino del diálogo y la negociaciónEl diálogo y la negociación sociopolítica son inherentes a la

democracia y los procesos de transición hacia ella. Una

democracia genuina no se explica sin la existencia de garantías

plenas para la libre participación de diferentes sectores o fuerzas

del país en las distintas dinámicas de relacionamiento que se

suscitan, las cuales permiten poner en juego necesidades e

intereses diversos, en aras de tomar decisiones y plantear

estrategias para satisfacerlos. Es mediante este proceso de

participación en diferentes ámbitos de la vida social como

finalmente se construye la base para lograr las distintas formas

de acumulación que constituyen la historia y el futuro.

Es preciso reconocer que cualquier dinámica de relacionamiento

social se efectúa mediante acciones comunicativas, entre las

cuales nos interesa destacar el diálogo y la negociación como

mecanismos alternativos al autoritarismo, la imposición

arbitraria, la coacción y el ejercicio de otras formas de violencia.

Es más, mediante estos dos mecanismos el juego de intereses

diferenciados e incluso contrapuestos puede convertirse en una

dinámica constructiva, propiciadora de una forma de cambio

social que, al tomar en cuenta las diversas voces y matices,

Page 32: Libro Conflictividad Guatemalteca

35

constituya un cambio con mayores niveles de arraigo, efectividad

y sostenibilidad.

Como mecanismo comunicacional, el diálogo ocupa un lugar

preponderante, no sólo por su carácter directo (lo cual facilita el

ritmo dentro del cual se producen los significados y hace que

varíe el tipo de realimentación que puede suscitarse), sino

también porque en él se conjugan elementos subjetivos y

objetivos que permiten acercamientos más abarcadores de una

realidad dinámica y de creciente complejidad.

Tanto el diálogo como la negociación son acciones cotidianas

que las personas realizan con suma naturalidad, como parte de

su necesidad de relacionamiento con los demás. La negociación

implica un regateo mediante el cual dos o más partes o

interlocutores explicitan o ponen en evidencia sus necesidades,

intereses y posiciones frente a determinada circunstancia, con

el propósito de resolverla, satisfacerla o canalizarla de acuerdo

a un nivel aceptable de conveniencia. No existe negociación sin

diálogo, ya que éste es el vehículo privilegiado para que cada

uno de los negociadores exponga planteamientos que van y

vienen, hasta encontrar una salida (cualquiera que ésta sea). No

obstante, el diálogo puede suscitarse sin que necesariamente

exista una diferencia o posición contraria que merezca el referido

regateo. El diálogo pues, supone una comunicación fluida, libre,

generadora de significados que son co-construidos por las

diferentes voces que participan en él. Por consiguiente, se trata

de una forma comunicacional en la que puede no existir agenda,

o se puede esperar no arribar a ninguna clase de acuerdo.

Es importante mencionar que además de ser formas

comunicacionales sencillas y cotidianas, tanto el diálogo como

la negociación pueden ser objeto de tratamientos formales

sumamente rigurosos y planificados. Entonces hablamos de

Page 33: Libro Conflictividad Guatemalteca

36

procesos de diálogo y/o negociación que suelen generarse por

diferentes instancias con propósitos muy específicos, los cuales

pueden girar en torno al planteamiento de visiones estratégicas,

la toma de decisiones y el arribo a acuerdos. Por lo general, esta

clase de procesos requiere un diseño metodológico específico,

así como la presencia de terceros (asesores temáticos y

procesales, facilitadores, mediadores, relatores, y otros).

Si se emplean formas comunicacionales efectivas para arribar a

acuerdos y tomar decisiones, se tendrá menos desperdicio de

recursos y energías de diversa índole, lo cual, a la postre,

configura un círculo virtuoso o una historia de éxito: al lograr

satisfacción a través del diálogo y la negociación, las personas,

grupos y entidades sociales estarán más dispuestas a seguir

empleando ambos mecanismos. De esa cuenta, la tarea de

prevenir, resolver y transformar conflictos y conflictividades

puede llegar a constituir una tarea constructiva que contribuya

a fomentar e incrementar confianza y, consecuentemente,

aumentar el capital social.

Por este motivo, la existencia de espacios, mecanismos y

procesos de diálogo y negociación es particularmente relevante

cuando hablamos de sociedades que requieren un mínimo de

consensos para salir de la herencia del enfrentamiento y el

autoritarismo, por un lado, y para encaminarse hacia el

desarrollo humano integral, equitativo y sostenible, por el otro.

Sin duda alguna, un breve vistazo hacia el pasado reciente y la

realidad actual nos permitirá establecer que Guatemala tiene

ambos requerimientos.

Ahora bien, un breve vistazo hacia algunos de los espacios,

mecanismos y procesos de diálogo y negociación que se han

establecido con posterioridad a los Acuerdos de Paz nos puede

ayudar a considerar algunos de los rasgos que los caracterizan.

Page 34: Libro Conflictividad Guatemalteca

37

A partir de dichos rasgos, sin duda alguna, deberemos asumir

algunas lecciones que nos permitan mejorar prácticas futuras.

Rasgos caracterizadores de algunos procesos de diálogo y negociaciónrecientes:6

Una de las características más notables del proceso guatemalteco

de transición hacia la democracia ha sido el sucesivo intento de

convocatoria a grandes procesos de diálogo nacional con los

cuales, supuestamente, estaría arribándose a consensos

multisectoriales sobre políticas públicas globales, de interés

general. En efecto, a inicios del Gobierno de Marco Vinicio Cerezo

Arévalo (1986-1991), se buscó y promovió la denominada

concertación como forma de solucionar los problemas y

conflictos de aquel entonces. La siguiente administración

gubernamental correspondió a Jorge Serrano Elías (1991-1993),

quien realizó algo similar a través de la convocatoria a un proceso

de diálogo denominado �Pacto Social�. Lo mismo sucedió durante

el Gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000) y los llamados

�Encuentros de Actualización�, o Alfonso Portillo (2000-2004)

y las Mesas Intersectoriales de Diálogo.

Resulta interesante destacar que estas iniciativas nunca cobraron

aceptación plena de parte de todos los sectores sociales,

principalmente por la tradicional polarización y desconfianza

que han permeado las relaciones Estado � sociedad. Por supuesto

que la desconfianza no ha sido gratuita, ya que en más de una

ocasión el diálogo y la negociación han sido mecanismos

mediante los cuales se ha buscado mediatizar a los sectores

sociales en sus luchas reivindicativas, neutralizar la propuesta

6 Es importante mencionar que en esta sección no se pretende hacer un esbozohistórico sobre dichos procesos, sino más bien reflexionar sobre algunos desus aspectos procesales y metodológicos.

Page 35: Libro Conflictividad Guatemalteca

38

social, o bien, postergar soluciones de carácter estructural que

estarían afectando a aquellos sectores que históricamente se han

beneficiado del statu quo. Mediante ambos mecanismos,

entonces, se ha buscado una suerte de gobernabilidad entendida

como aquella paz social que se logra al acallar los efectos de la

conflictividad, no así a partir de generar soluciones de fondo

que permitan la transformación de las causas que están en la

base de dichas conflictividades.

Si bien estos procesos de diálogo no lograron acuerdos

sostenibles en el tiempo, dejaron un legado que valdría la pena

considerar y potencializar en el futuro: la experiencia misma de

sentarse a dialogar y negociar. Es decir, en el país se ha ido

acumulando una notable capacidad para expresar y escuchar

intereses, necesidades, posiciones y narrativas diferenciados. Si

esto es así, ¿por qué entonces fracasan muchos de los diálogos y

las negociaciones que se llevan a cabo en Guatemala?

He aquí algunas de las múltiples respuestas que pueden

considerarse también como rasgos que caracterizan a los

diferentes procesos de diálogo y negociación que se han

implementado durante el período de transición hacia la

democracia. Es claro que estas respuestas son ofrecidas a partir

de una visión global de los diferentes procesos, y no sobre la

base de casos individuales:

· Polarización/desconfianza. La cultura política

guatemalteca, caracterizada por la desconfianza y el

recelo, no podía cambiar de la noche a la mañana. Por eso,

los procesos de diálogo y/o negociación que se han

implementado durante el período de consolidación

democrática suelen estar fuertemente influenciados por

la desconfianza y la mutua descalificación. Además, es

frecuente que a ellos acudan personas que no

Page 36: Libro Conflictividad Guatemalteca

39

necesariamente los valoran, sino más bien los consideran

como una segunda opción (es decir, como la opción viable

cuando no existen mecanismos de mayor fuerza o

persuasión). Así, muchos procesos de diálogo y/o

negociación se ven favorecidos con un número bastante

aceptable de participantes que suelen acudir a ellos no

con plena convicción, sino más bien como evidencia de su

desconfianza generalizada. La desconfianza se traduce en

una clase de inseguridad que se refleja en expresiones

como �No creo en eso pero hay que estar en la jugada��; o

bien, �participamos para ver cómo andan las cosas� (y no

para ver cómo resolvemos entre todos).

El recelo y la desconfianza �natural� entre las partes se

generalizan hacia las entidades que convocan al diálogo o

negociación, alcanzando, incluso, a quienes lo facilitan o

median. De la misma manera, la precariedad o inexistencia

de actitudes y capacidades dialógicas y reglas de juego

claras no permiten que los diálogos se enrumben en un

cauce constructivo.

No obstante, es preciso indicar que también hay personas

que asisten a los diálogos desde una posición abierta,

crítica y autocrítica, con un afán genuino por construir

decisiones y opciones viables para el país. La actitud de

estas personas va sedimentando y posibilitando la

emergencia de una cultura de diálogo en el país.

· Ausencia de una visión de interdependencia sectorial. No

existe, aún, la conciencia clara de que el país es un sistema

que se construye o desarrolla a partir de la confluencia de

todos sus sectores. Entre éstos se generan interrelaciones

que se afectan y/o complementan mutuamente, nos guste

o no. Aunque la interdependencia es real, no siempre

Page 37: Libro Conflictividad Guatemalteca

40

somos conscientes de ella y no alcanzamos a vislumbrar

cuáles son las aristas de interconexión, qué depende de

quién y en qué me afecta esto o lo otro. Por tal motivo,

privan los individualismos, la tendencia a la exclusión y el

egoísmo a ultranza. Esto minimiza el sentido de

complementariedad, la idea de que el otro o la otra son

necesarios para avanzar, para lograr un mínimo de

equilibrio y armonía. En otras palabras, si se considera

que los otros sectores no son necesarios para alcanzar mis

propios propósitos, ¿por qué dialogar con ellos? ¿Para qué

negociar?

· Autoritarismo, caudillismo y presidencialismo. La inercia

histórica no puede perder su fuerza de la noche a la

mañana. Por ello resulta frecuente que se considere que

diversos conflictos sólo pueden resolverse �al más alto

nivel�, porque es aquí en donde privan las decisiones de la

máxima autoridad, no así el ejercicio del diálogo y el

consenso. Se conforma, entonces, gran cantidad de

comisiones ad hoc en las cuales prevalecen los deseos y

visiones de las autoridades, no de las mayorías.

La democracia necesita demócratas, es decir,

ciudadanos(as) proclives a ella, capaces de participar libre

y constructivamente, tanto como de aceptar disensos,

consensos y acuerdos de diversa índole. También requiere

la presencia y aceptación de liderazgos constructivos,

capaces de convencer, dar el ejemplo y, sobre todo,

escuchar, y no sólo imponer criterios y arbitrariedades.

En ambos sentidos, aún nos falta camino por recorrer.

· Medios de comunicación con intereses y agendas propias.

Hemos visto que la manera como los medios de

comunicación reflejan los acontecimientos coyunturales

Page 38: Libro Conflictividad Guatemalteca

41

es sumamente adversa al diálogo. Es más, éste

prácticamente no cuenta, no es noticia, no deviene en

información relevante, salvo cuando existen indicios para

pronosticar fracasos o anunciar debilidades. Por el

contrario, lo que se privilegia es la violencia, la corrupción,

los escándalos de las autoridades. De esa cuenta, se

proyecta una especie de historia de fracasos continuados

que, finalmente, influyen en la opinión pública, la cual está,

a partir de ello, más dispuesta a desestimar cualquier

esfuerzo de diálogo o de negociación que quiera

implementarse en el futuro. Una situación semejante

configura una autoimagen caracterizada por el pesimismo,

la insatisfacción y la apatía, entre otras emociones

negativas. Ello incide directamente en la psiquis de las y

los ciudadanos, impidiéndoles comportamientos más

creativos, transparentes y abiertos al cambio.7

A este panorama cabe agregar que cuando los medios

masivos de comunicación dan cobertura periodística a

algún proceso de diálogo y/o negociación, la información

suele presentarse de manera distorsionada.

· Calidad de participación en diálogos y negociaciones.

Gracias a la apertura de espacios y condiciones para la

participación ciudadana, se ha limado ostensiblemente el

temor que se generó como consecuencia de la sistemática

persecución de que fueron víctimas los liderazgos de los

diferentes sectores sociales durante el enfrentamiento

7 En una encuesta reciente elaborada por Vox Latina, se establecía que el53.7% de los guatemaltecos se ve a sí mismo como pesimista; el 72.1% seconsidera inseguro y el 76.1% cree que “nos cuesta decir las cosas defrente”. Según ese mismo estudio, el 76.8% de guatemaltecos dicen mentiraspara salir adelante, mientras que el 70.1% es hipócrita. En Prensa Libre, 12 denoviembre de 2006.

Page 39: Libro Conflictividad Guatemalteca

42

armado interno. No obstante (y quizás como resabio de

esta situación generadora de miedo), en algunos

permanece la idea de que es peligroso o poco conveniente

manifestar posturas que de una u otra forma atenten contra

el statu quo o arriesguen visiones diferentes a la norma

aceptada en determinado círculo. Es decir, todavía es

visible una suerte de autocensura como mecanismo de

defensa individual: participo pero no expreso lo que

realmente siento y pienso. Por ello es que en corrillos o

tras bambalinas es donde suelen manifestarse posturas más

transparentes. En otras palabras, la comunicación o el hilo

del discurso que se emplea suele ser oblicuo o suele

procurar no salirse de cierta línea de conveniencia grupal

o complacencia con los sectores dominantes. Hacerlo de

otra manera podría resultar, si no peligroso, desfasado o

fuera de los cánones actualmente aceptados.

Al inicio, los procesos de diálogo y/o negociación pueden

estar influenciados o condicionados por visiones que se

aferran a un discurso sectorial, clasista o etnocéntrico.

Esta situación también se da cuando el discurso debe

adherirse a mandatos institucionales de los cuales no

conviene salirse. Aunque estas características son parte

de la normalidad de los diálogos y, sobre todo, de las

negociaciones, no deja de llamar la atención que en

Guatemala esto se convierta en algo mucho más

recurrente, que finalmente limita la ampliación de visiones

o la fluidez del cambio. Las consecuencias pueden llegar,

incluso, al fracaso o ruptura de los procesos.

· El diálogo se percibe como �grandes eventos� (que,

además, deben tener, necesariamente, resultados

vinculantes), y no como una práctica democrática

Page 40: Libro Conflictividad Guatemalteca

43

cotidiana. El diálogo no es visto como algo útil en sí mismo;

tampoco suele ser entendido como un mecanismo que

genera confianza, ayuda a interpretar visiones e intereses

diferenciados, favorece el acercamiento y, finalmente,

constituye una base para la dignificación humana.

Recuérdese que el diálogo es, además de un proceso

específico (que puede ser formal o incluso

institucionalizado), un mecanismo en el marco de otros

procesos (de negociación o de toma de decisiones, por

ejemplo). Así, el diálogo es un medio, pero también puede

ser considerado como un fin en sí mismo en tanto se trata

de una acción que dignifica al ser humano, que le permite

expresar sus más profundas convicciones o sus ideas más

sencillas, siempre en aras de ponerse en comunicación (o

comunión) con el otro y la otra.

Cuando no se comprenden estas diferencias, como en el

caso guatemalteco, suele considerarse que �diálogo� es

sinónimo de negociación. La confusión lingüística se

irradia hacia lo metodológico, incidiendo en que ambas

formas comunicacionales se utilicen indistintamente,

aunque al hacerlo se tengan propósitos muy diferentes.

Lo más común en nuestro país es que bajo el nombre de

�diálogo� se convoquen procesos que realmente buscan

el arribo a acuerdos (y, por consiguiente, sería más propio

llamarlos �negociación�).

Lo grave es que a partir de estos usos inadecuados de las

palabras y las metodologías muchos de los supuestos

�diálogos� han fracasado, contribuyendo, entonces, a

afianzar aún más la idea de que el diálogo es inútil o

constituye una pérdida de tiempo. Los acuerdos a los que

se arriba suelen ser, entonces, acuerdos con pocas

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posibilidades de concreción, abonando,

consecuentemente, el ciclo de la frustración y el

descontento de sectores y ciudadanos.

· Tendencias a la precipitación. Muchos de los procesos de

diálogo y/o negociación son convocados con suma

rapidez, sin la debida preparación metodológica o sin la

generación de condiciones políticas para el efecto. Esta

suele ser la tendencia de aquellos procesos convocados

por el Gobierno cuando éste siente la necesidad de salirle

al paso a inminentes crisis sociales, económicas y políticas

de diferente naturaleza. Pero además de la convocatoria

acelerada, suele imprimírsele a los diferentes procesos un

ritmo disociado, sin armonía, ya que a menudo no se

respetan los tiempos propios de las diferentes dinámicas

sociales, de acuerdo con su pertenencia sectorial. El ritmo

del Gobierno está generalmente calcado sobre la base de

los cuatro años que dura el período; por otro lado, el ritmo

del resto de sectores sociales que suelen acudir a los

diálogos se plantea horizontes más amplios (incluso, muy

amplios cuando se trata de los pueblos indígenas). Esto

condiciona que el Gobierno suela privilegiar resultados

por encima de cualquier otro aspecto, mientras que otros

sectores buscan condiciones metodológicas y reglas del

juego claras, previo a confiar en el proceso y hacerlo

avanzar mediante su participación constructiva.

La precipitación también se evidencia cuando un proceso

de diálogo y/o negociación va sufriendo desgaste y las

conclusiones o acuerdos a los que se llega no son el

resultado de un consenso verdadero.

· Tendencias a querer abarcarlo todo. Cuando se abre un

espacio específico de diálogo y/o negociación, éste puede

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llegar a ser percibido como una oportunidad única que

conviene aprovechar al máximo. De esta manera, los

procesos suelen convertirse en un imán que atrae toda

suerte de demandas. Así, existe la tendencia a abordar de

todo, con la consecuente pérdida de eficacia de un proceso

que quizás debía ser más focalizado.

De una u otra forma esto resulta comprensible en un país

con graves carencias y dificultades, en el cual suele

necesitarse de todo en poco tiempo. Recuérdese que la

historia ha heredado un cúmulo de conflictividades no

resueltas que finalmente se traducen en sufrimiento.

Las demandas que se plantean, entonces, suelen ser

inabarcables. Configuran el esbozo de cambios

estructurales cuya consecución requeriría condiciones

políticas de diferente índole, condiciones que no

precisamente son aquellas que se dan en procesos de

diálogo y/o negociación de naturaleza ínter o

multisectorial.

Como consecuencia, los procesos que se implementan

tienden a llenarse de una gran cantidad de demandas que

se plantean sin que necesariamente se haya analizado su

factibilidad o viabilidad. Tampoco se han formulado las

preguntas adecuadas al respecto de si el ámbito desde el

cual se genera tal o cual demanda es competencia de

quienes participan en el proceso. Es decir, no se ha

cuestionado quiénes deben tomar las decisiones

esperadas.

Esto también genera mucho desgaste y pérdida de energías.

Además, suelen producirse resultados, conclusiones o

decisiones de tipo declarativo o retórico que señalan qué

hacer (generalmente, más de lo mismo o lo que todo el

Page 43: Libro Conflictividad Guatemalteca

46

mundo ya sabría, sin necesariamente haber dialogado al

respecto), sin indicar cómo lograrlo.

· No hay visión de Estado sino de Gobierno y, en la

oposición, visión de partido(s). La brecha entre el Estado

y los Gobiernos limita la acumulación estatal de

experiencia. Cada cuatro años, la nueva administración

gubernamental pretende re-crear Guatemala, partiendo

de sus propias estrategias y generalmente desestimando

lo que se había construido con anterioridad. Así, los

acuerdos a los que en períodos anteriores se había llegado

gracias a la puesta en práctica del diálogo suelen olvidarse

y, por ello, se convocan nuevos diálogos en los cuales todo

parece comenzar.

Como podrá colegirse, esta especie de patrón genera mucho

desgaste y grandes frustraciones, pues se convierte en un

ciclo perverso que va de diálogo a diálogo, sin mayores

resultados en cuanto se refiere a la concreción de los

acuerdos logrados. Debido a este incumplimiento y a la

poca consideración �e incluso conocimiento� que se

tiene sobre diversos acuerdos previamente alcanzados,

los últimos procesos de diálogo convocados han sido

desestimados por diversos sectores sociales casi desde sus

inicios, sin ni siquiera otorgarle al Gobierno que los ha

convocado el tradicional �beneficio de la duda�.

· Falta de voluntad política para cumplir y ausencia de

monitoreo y/o auditoría social. Como elemento positivo

que ha dejado el patrón recurrente de convocar a diversos

diálogos y/o procesos de negociación, cabe señalar la

misma acumulación de experiencias para dialogar. Es

decir, debido a que en las últimas décadas se han

implementado diversos procesos de diálogo y/o

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47

negociación de amplia trascendencia (incluyendo el

proceso de negociación de la paz), los liderazgos de

diversos sectores sociales del país han adquirido una

notable experiencia para sentarse a la mesa con sectores

diferenciados, con quienes durante años fue imposible

establecer algún tipo de comunicación. Esto es un

elemento sumamente positivo en un país polarizado y con

un tejido social fragmentado. Sin embargo, no es

suficiente: las grandes mayorías esperan cambios

sustantivos de índole estructural que les permitan el acceso

a oportunidades para llevar una vida digna. En más de una

ocasión tales cambios no se han logrado debido al

incumplimiento de muchos acuerdos o compromisos

adquiridos a partir de diversos procesos de diálogo y/o

negociación (por ejemplo, los Acuerdos de Paz).

En otras palabras, suele ser frecuente que no se generen

las condiciones para cumplir lo acordado, careciéndose

de la necesaria voluntad política para impulsar los cambios

decididos.

La falta de voluntad política se debe a varios motivos. Uno

de los principales �y, sin duda, el más difícil de abordar y

modificar� es que al introducir cambios necesarios para

satisfacer expectativas de las grandes mayorías de una u

otra forma se estarían afectando intereses de las clases

tradicionalmente hegemónicas (o de las hegemonías

emergentes). Otro motivo es que a menudo los procesos

de diálogo y/o negociación no se plantean adecuadamente

y no involucran desde sus inicios a quienes en el futuro

tendrán que ver con la implementación de las decisiones

tomadas. Esto sucedió, por ejemplo, con los Acuerdos de

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48

Paz, en cuya negociación no se involucró a los partidos

políticos.

Por otro lado, los diferentes sectores sociales suelen

considerar que lo importante es llegar a la decisión, al

acuerdo, y luego se olvidan de darle seguimiento al

proceso. Así, durante años se ha carecido de políticas y

estrategias de monitoreo y auditoría social que

contribuyan no sólo a verificar el cumplimiento de los

compromisos asumidos, sino también a brindar

acompañamiento a quienes tienen la responsabilidad de

implementarlos. Tal acompañamiento posibilitaría un tipo

de realimentación dialógica sumamente productivo,

contribuyendo a mejorar incluso los acuerdos logrados,

así como a robustecer el ejercicio democrático y la

confianza intersectorial, en el marco de la esfera pública.

· Posicionamientos tradicionales. Algunas de las

conflictividades específicas siguen siendo difíciles de

abordar debido a los agudos posicionamientos que

suscitan. Este es el caso de la conflictividad agraria, cuyo

abordaje se complica aún más porque los temas se discuten

desde cosmovisiones diferentes y antagónicas (visión

occidental de la tierra como propiedad vendible versus la

visión indígena que no la ve como propiedad, sino como

un préstamo de la naturaleza).

· Ética del diálogo. Uno de los espacios más claros para ver

cómo la conflictividad influye en la mente de los

guatemaltecos es el análisis de las actitudes y la ética ante

el diálogo.

A menudo se ha carecido de una sólida ética ciudadana

para abordar los procesos de diálogo desde la

transparencia, con el compromiso claro de que mediante

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49

este mecanismo se arribe a propuestas que, además, sean

respetadas en el futuro. Bajo el predominio de la cultura

occidental, el individualismo y las prácticas afines al

sistema económico, se ha perdido el valor de la palabra

como fuente de un sólido compromiso. Esta es una práctica

que aún pervive en las culturas indígenas y campesinas,

las cuales tradicionalmente siguen enseñando el respeto

por lo que significa �darle la palabra� a alguien.

También han privado los intereses corporativos por

encima de los intereses mayoritarios, sin una clara

conciencia de la interdependencia, mucho menos de la

justicia y la equidad social.

El respeto al otro y a la otra suelen ser una fachada para

parecer amplios y plurales, desde lo �políticamente

correcto�, sin que exista una genuina búsqueda de mutuas

comprensiones, por más difícil que esto parezca. Esto nos

lleva a considerar que tampoco se ha visto en el diálogo

una oportunidad para comprender la subjetividad, el lado

humano del otro y la otra, lo cual es un paso sumamente

importante para eliminar prejuicios, para deconstruir

estereotipos y, finalmente, dar cabida a la confianza

interpersonal, intergrupal, intercultural, intergenérica e

intergeneracional.

En algunos casos prevalecen también las aceptaciones

complacientes frente al poder, la corrupción (no sólo

referida a los recursos financieros, sino también a la

aceptación de prebendas) y la búsqueda de protagonismos.

Esto último se ve, claramente, en un grupo de personas a

quienes podríamos denominar como �profesionales del

diálogo�, es decir, personas que se dedican a participar en

cuanto diálogo puedan, sin necesariamente

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50

comprometerse con los procesos, o sin tener experiencia

o relación con los temas que se estén abordando.

Muchos procesos de diálogo y/o negociación han sido

manipulados y cada sector suele buscar en ellos una

posibilidad para llevar �agua a su molino�, sin considerar

que al abordar los conflictos y las conflictividades desde

estos mecanismos alternativos es preciso ceder, modificar

posturas, aprender a aceptar� Diálogo y negociación no

significan, entonces, una mera plática o un estira y encoge

de posiciones para que todo quede igual. Algo tendrá que

cambiar, pero depende de la disposición ética con que se

aborden los diálogos y las negociaciones.

También existen personas cuya actuación en espacios y

procesos de diálogo y/o negociación ha sido

verdaderamente ejemplar. Esto constituye una base desde

la cual conviene consolidar una ética del diálogo que nos

sirva como apertura de un camino para aprender, construir

y mejorar. Desde esta visión nos es más fácil comprender

que el diálogo y la negociación dignifican y son un baluarte

para construir el futuro, uno que seguramente todos(as)

deseamos cualitativamente mejor.

Todo esto provoca que los diálogos sean frágiles, que no se

avance mucho y que, a veces, generen más frustración. Dichas

falencias a nivel de las dinámicas socio políticas ponen a la orden

del día la necesidad de fortalecer la gobernabilidad democrática

y mejorar la capacidad de los Estados para articular

adecuadamente las relaciones entre los diferentes actores

sociales, resolver los conflictos políticos internos y atender las

necesidades más ingentes de la población.

Page 48: Libro Conflictividad Guatemalteca

51

Prospectiva de la conflictividadLa conflictividad seguirá con sus luces y sombras. Habrá

conflictos que se resuelvan por la vía del diálogo y la negociación

y otros que escalen y se enconen en el corpus social, con lo cual

la conflictividad se cargará aún más.

En términos generales no se prevén acciones que modifiquen

con algún grado de consideración las tendencias actuales. Es

decir, las conflictividades de larga data seguirán siendo abordadas

mediante procesos de diálogo y/o negociación que lleven a

propuestas cuya implementación será parcial. Así las cosas, de

no lograr un incremento sensible de los niveles de cumplimiento

de los acuerdos ya alcanzados o por alcanzar, el diálogo correrá

un desgaste creciente que puede llegar a convertirse en el

detonante de nuevos ciclos de violencia.

Las violencias futuras serán relativamente anárquicas puesto

que no irán aparejadas con planteamientos ideológicos de fondo

que les otorguen alguna direccionalidad o sentido de coherencia.

No se descartan, de entrada, algunos movimientos

reivindicativos que comiencen a apelar al discurso de la violencia

como único mecanismo para modificar situaciones injustas e

inequitativas de carácter histórico.

En el marco de la intolerancia y la discriminación étnico-cultural

pueden generarse tensiones; éstas serán la manifestación de

aquellos radicalismos que se desarrollen entre los esencialismos

puristas, por un lado, y la homogenización de las diferencias,

por el otro. Con todo, es claro que los conflictos de este cuño no

tendrán como base la etnicidad en sí misma, sino más bien las

relaciones e intereses que se pongan en juego desde el punto de

vista de lo etno-político.

Page 49: Libro Conflictividad Guatemalteca

52

Desde una perspectiva general, debe decirse que en los próximos

años el panorama social, político y económico de Guatemala

será desalentador. Dentro de las principales tendencias destacan

dos grandes vertientes: la primera se encuentra vinculada con

diferentes elementos que configuran, en síntesis, el incremento

de la inseguridad ciudadana. La segunda vertiente está

relacionada con diversos factores económicos, entre los cuales

destacan la problemática agraria y la creciente condicionalidad

que ejercen las transnacionales. Es decir, se trata de la lógica

económica por sobre la lógica política; de la tensión entre lo

global y lo nacional-local; del capital privado injertándose en

todos los ámbitos de decisión de lo público. De seguir las

tendencias, el pulso entre ambos extremos será ganado por un

condicionamiento total de las instituciones transnacionales

sobre las políticas del Estado Nación.

Estos dos ejes, la seguridad y la preponderancia de la lógica

económica de corte transnacional, se encuentran visiblemente

relacionados. Puede decirse que a mayor exclusión económica

mayor inseguridad y violencia; también puede analizarse el hecho

a partir del concepto englobador de la seguridad humana y los

Derechos Humanos, paradigmas desde los cuales debe decirse

que la ausencia de condiciones dignas de vida y la falta de

oportunidades son una forma de ejercer violencia (a nivel

estructural) y, por consiguiente, resultan en un surtidero

permanente de inestabilidad y violencia directa. Así, la relación

sistémica entre estas dos vertientes va configurando escenarios

cuya certeza o alta probabilidad de ocurrencia nos enfrentaría a

situaciones de alta conflictividad y convulsión social,

atravesando períodos de ingobernabilidad y anarquía sin

direccionalidad alguna.

Page 50: Libro Conflictividad Guatemalteca

53

Por ello es que de la peligrosa confluencia de ambas temáticas

surge una tercera: el auge de mecanismos de solución y/o de

búsqueda de balances y diques de contención que impidan el

colapso del sistema. Entre dichos mecanismos destacan el diálogo

y la negociación entre sectores, así como la protesta social y la

resistencia popular. Ambas son formas de expresión mediante

las cuales se ha buscado y se continuará buscando la canalización

de las demandas legítimas de las grandes mayorías. No obstante,

en el caso que nos ocupa, el panorama resulta altamente

desesperanzador, puesto que, de no modificarse el patrón de

cumplimiento de los compromisos acordados, el diálogo habrá

perdido sentido, pues habrá demostrado su ineficiencia e

ineficacia para traducirse en políticas públicas que solucionen

los problemas más agudos y satisfagan las necesidades más

ingentes de las grandes mayorías. El fracaso del diálogo se

traducirá en más protestas que correrán el riesgo de ser

reprimidas y consideradas como hechos ilegales.

Es importante mencionar que los problemas de seguridad

vendrán aparejados por dos escenarios cuya certeza de

ocurrencia es general: que la palabra �terrorismo� se utilice en

el discurso político y, por consiguiente, en la práctica de los

aparatos estatales encargados de proveer seguridad, como

justificación para una serie de intervenciones que, finalmente,

atenten contra la soberanía nacional. Bajo este marco también

se utilizará a las maras y pandillas juveniles como pretexto para

reprimir y justificar la represión. Cada vez será más frecuente

que el combate a estas formas de asociación juvenil se justifique

a partir de la idea de que se trata de grupos afines al terrorismo y

al crimen organizado. Es decir, se realizará una identificación

automática de las maras y las pandillas como grupos

delincuenciales. Esto impedirá que el fenómeno sea abordado

Page 51: Libro Conflictividad Guatemalteca

54

mediante prácticas preventivas y/o rehabilitadoras, con la

consecuente generación de mayores ciclos de violencia directa.

Bajo este panorama, y sobre todo a partir de la vigencia y plena

implementación del TLC, el ingreso y el capital se concentrarán

en pocas manos, generalmente, manos privadas nacionales

vinculadas a empresas trasnacionales que habrán afincado sus

intereses en la ávida explotación de los principales recursos con

que cuenta el país, incluidos los recursos humanos. En el otro

extremo de esta situación se configura una pirámide

completamente desigual, con grandes segmentos de población

empobrecida y al extremo de la sobrevivencia, aunados a una

clase media cada vez más delgada. Esto nos lleva a otro escenario

certero: el crecimiento de la proporción de migrantes que

buscarán en el exterior del país (principalmente en los Estados

Unidos) una oportunidad de sobrevivencia para ellos y sus

familias. Se fortalecerá, entonces, la tendencia a que la mayor

fuente de ingreso de divisas para el país sean las remesas

familiares, con el consecuente riesgo de crecimiento de una

economía basada exclusivamente en el sector financiero, en

detrimento del sector productivo. Este último, en todo caso,

será territorio casi exclusivo de las grandes trasnacionales.

Semejantes condiciones configuran un escenario político que se

caracterizará por la constante emergencia de conflictos que se

antagonizan; la expresión de dichos conflictos se traducirá en

constantes protestas sociales que, en el marco de una aguda

polarización, serán sofocadas y tratadas como si fueran prácticas

ilegales. La criminalización de la protesta social no logrará, sin

embargo, que se eviten diferentes formas de resistencia popular

que habrán de expresarse en todos los ámbitos, regiones y

dimensiones de la vida del país. Esta resistencia será el germen

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55

del cual pueden surgir formas alternativas de vida y desarrollo

social.

En gran medida, la emergencia de protestas sociales será

producto del fracaso del diálogo como mecanismo para arribar

a acuerdos, pero sobre todo, como mecanismo mediante el cual

se pacten acciones para que dichos acuerdos se cumplan y logren

su cometido: el desarrollo humano integral con equidad. Este

será el cénit de una serie continuada de procesos de diálogo y

negociación cuyo desgaste culminaría en el descrédito mismo

del diálogo y en la tentación de recurrir a la violencia como

mecanismo para la resolución de diferencias, generando,

consecuentemente, un nuevo ciclo de violencia política. Esto es

un escenario de conflictividad altamente peligroso pues, como

se sabe, cuando no existen canales adecuados y efectivos para

dirimir desacuerdos y establecer equilibrio entre intereses

diferenciados y posiciones encontradas, la salida de las

insatisfacciones que esto genera suele ser la violencia.

Pero el futuro puede ser modificado a partir de un análisis

concienzudo del pasado y el presente. En nuestras manos está,

por consiguiente, generar acciones que permitan que diversos

procesos de diálogo y/o negociación sean convocados sobre la

base de las lecciones aprendidas. De esa cuenta, ambos

mecanismos comunicacionales podrían convertirse en formas

eficientes y eficaces para resolver y transformar conflictos y

conflictividades, logrando, por consiguiente, mejores

condiciones para el desarrollo humano integral.

Como conclusión, podemos señalar que la democracia formal

no basta, que debemos seguir trabajando para construir la paz

en su sentido más profundo, es decir, como ausencia de violencia

y como emergencia de condiciones constructivas para el

abordaje de los conflictos y la conflictividad. Entre estas

Page 53: Libro Conflictividad Guatemalteca

56

condiciones deberemos privilegiar una mayor conciencia sobre

la interdependencia, en el marco de la construcción de un país a

la vez unificado y plural, que acepte, respete y potencialice las

diferencias. Sólo de esta manera la esperanza será un camino en

permanente renovación.

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57

Referencias bibliográficas

Fisas, Vicenç. (1998) Cultura de paz y gestión de conflictos.

Barcelona: Icaria; París: UNESCO. 407 Pp.

Sarti Castañeda, Carlos. (2006) Guatemala: el reto de construir

infraestructura emocional en sociedades posconflicto. En

prensa.

Page 55: Libro Conflictividad Guatemalteca

Contenido

Presentación ............................. 7

La conflictividad guatemalteca y su abordajeconstructivo .............................11

Hacia una definición ........................ 11Causas estructurales de la conflictividad: el casoguatemalteco ............................. 16La conflictividad armada .................... 20Los Acuerdos de Paz....................... 22Conflictividad en la democracia ............... 25Tendencias de los actores/sectores en laconflictividad.............................. 30Un abordaje constructivo: el camino del diálogoy la negociación ........................... 34Rasgos caracterizadores de algunos procesosdediálogo y negociación recientes ............ 37Prospectiva de la conflictividad ............... 51

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................... 57

Page 56: Libro Conflictividad Guatemalteca

La conflictividad guatemalteca y su abordajeconstructivo se terminó de imprimir ennoviembre de 2006 en los talleres deEdiciones Armar, 11 Avenida 2-49 zona15,Colonia Tecún Umán. Ciudad de Guatemala.Guatemala. Centro América.