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    GENERACIONES:

    MOVIMIENTOS JUVENILES, POLTICASDE LA IDENTIDAD Y DISPUTAS POR LA

    VISIBILIDAD EN EL CHILE NEOLIBERAL

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    Otros descriptores asignados por CLACSO:

    Ciencia Poltica / Movimientos Juveniles / Movimientos Estudiantiles /Polticas de la Identidad / Estado / Capitalismo / Conflicto Social /Polticas

    Pblicas / Neoliberalismo / Chile.

    Aguilera Ruiz, Oscar

    Generaciones : movimientos juveniles, polticas de la identidad y disputas

    por la visibilidad en el Chile neoliberal . - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos

    Aires : CLACSO, 2014.

    E-Book.

    ISBN 978-987-722-032-2

    1. Movimientos Estudiantil. 2. Chile. I. Ttulo

    CDD 371.81

    La Coleccin Becas de Investigacin es el resultado de una iniciativa dirigidaa la difusin de los trabajos que los investigadores de Amrica Latina y el

    Caribe realizan con el apoyo de CLACSO.

    Este libro presenta la investigacin que el autor realiz en el marco delconcurso Juventudes y movimientos juveniles en Amrica Latina y el Caribe

    organizado por CLACSO con el apoyo de la Agencia Sueca de DesarrolloInternacional (Asdi).

    Los contenidos de este libro fueron evaluados por especialistas externosen un proceso de revisin por pares.

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    Coleccin Becas de Investigacin

    GENERACIONES:MOVIMIENTOS JUVENILES, POLTICASDE LA IDENTIDAD Y DISPUTAS POR LA

    VISIBILIDAD EN EL CHILE NEOLIBERAL

    Oscar Aguilera Ruiz

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    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los

    autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

    Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili

    Directora Acadmica Fernanda Saforcada

    Coleccin Becas de Investigacin

    Coordinadora del Programa de Becas Natalia GianatelliAsistentes Magdalena Rauch y Victoria Mutti

    rea de Acceso Abierto al Conocimiento y Difusin

    Coordinador Editorial Lucas SablichCoordinador de Arte Marcelo Giardino

    Primera edicin

    Generaciones: movimientos juveniles, polticas de la identidad y disputas por la visibilidad en el Chile neoliberal

    (Buenos Aires: CLACSO, octubre de 2014)

    ISBN 978-987-722-032-2

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

    Queda hecho el depsito que establece la Ley 11723.

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias SociaisEstados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | |

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacenamientoen un sistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier

    medio electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos, sin el permiso previo del editor.

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO

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    NDICE

    INTRODUCCIN | 9

    ANTECEDENTES CONCEPTUALES | 13

    1. Teoras de la accin colectiva y de los movimientos sociales | 132. El trayecto histrico y terico heredado | 233. Relatos mitolgicos sobre la participacin juvenil | 284. Juventud, Poltica y Movimientos Juveniles | 305. Movimiento estudiantil en Chile: dimensiones de anlisis | 33

    EL CICLO DE MOVILIZACIN EN CHILE | 471. Repertorios y ciclos de accin colectiva juvenil en Chile | 47

    METODOLOGA | 571. Tipo de investigacin | 572. Diseo muestral | 583. Produccin de Informacin | 594. Anlisis de la informacin | 61

    RELATOS DE VIDA | 631 Relato de vida Juan Carlos Herrera. Dirigente estudiantilmovimiento secundario 2006. Ciudad: Santiago | 632. Relato de vida Felipe Escobar, militante y dirigente

    estudiantil 2008. Ciudad: Talca | 753. Relato de vida Nataly Espinoza. Dirigente Estudiantil 2011.Ciudad: Valparaso | 87

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    TRAYECTORIAS, VISIBILIDADES E IDENTIDADES | 1011. Acerca de las diferentes trayectorias de participacinen el movimiento estudiantil chileno en el periodo 2006-2012 | 1012. Mediaciones tecno-comunicativas presentes en la construccin

    del movimiento estudiantil secundario y universitario | 1163. Identidades al interior del movimiento y reconocimientode la diversidad. | 127

    EPLOGO | 139

    BIBLIOGRAFA | 141

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    INTRODUCCIN

    Una investigacin sobre el movimiento estudiantil chileno del periodo2006-2011 no puede eludir la propia construccin histrica de su pre-sencia en la historia social e intelectual que se ha hecho sobre/desde lajuventud. En trabajos anteriores (Aguilera, 2008) pude presentar unatrayectoria histrica de actores juveniles que abarcaba desde las van-guardias literarias y la constitucin de la Federacin de estudiantes dela Universidad de Chile, y que tuvo como punto culmine la presentacinde la candidatura presidencial del poeta Vicente Huidobro en 1925 en

    nombre de las juventudes progresistas, la accin de los jvenes militareschilenos que, en paralelo a otros jvenes militares (Faletto, 1986) fueronla punta de lanza en la transformacin del rgimen oligrquico en losaos 1920-1925 (en direcciones conservadoras y derechistas, y progre-sistas de izquierda), el surgimiento de un movimiento contraculturalvinculado al movimiento hippie hacia fines de los aos 60s, etctera.

    Esta lnea de argumentacin se ve refrendada en su hiptesiscentral, la diversidad de polticas de lo juvenil, por la publicacin dellibroHistoria de Chile Infancia y Juventud(Salazar y Pinto, 2002), quie-nes en un minucioso trabajo historiogrfico remiten la emergencia delactor juvenil a los tiempos de la colonia (Siglo XIX) con la emergenciade las gravillas o grupos de muchachos campesinos que a menudo eran

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    significados como delincuentes, hasta llegar a los aos 90s donde pos-tulan la hiptesis de la reconfiguracin del tejido asociativo juvenil.Aunque dicho trabajo es fundamental desde una perspectiva histrica,

    no incorpora un anlisis emprico en profundidad que pueda dar cuen-ta de las prcticas polticas de los jvenes, y que haban sido negadosen su condicin de actores y construidos en el imaginario social comodesmotivados, apticos y no interesados en la poltica a lo largo de todoslos aos de la transicin a la democracia (1990 en adelante, llegandoincluso hasta el ao 2006) y comprendidos fundamentalmente desdelgicas del control social y la peligrosidad (Goicovic, 2000).

    A partir de la rebelin pingina este marco discursivo paracomprender a la juventud cambi radicalmente. Y nuevamente losestudiantes, como una de las expresiones de lo juvenil, vuelven a cap-turar la atencin y a hegemonizar la pregunta por la juventud. Fueen mayo de 2006 cuando se puso en marcha un amplio proceso demovilizacin estudiantil que conmocion no slo a Chile sino queimpact a nivel global por la masividad y claridad comunicacionalde los estudiantes secundarios chilenos que pusieron en cuestin elordenamiento y la lgica de funcionamiento del sistema educativoen una sociedad absolutamente neoliberalizada. Durante dos mesesse sucedieron manifestaciones callejeras, tomas de establecimientoseducacionales a lo largo de todo el pas, programas de televisin de-dicados a analizar lo que hasta un da antes no constitua problema(la educacin como derecho). La respuesta institucional, previo pasopor la perplejidad y un intento frustrado por mantener la situacinen los marcos de la seguridad pblica, finalmente desemboc en unaComisin Asesora Presidencial (CAP) constituida por amplios secto-res polticos y en la que los estudiantes estuvieron subrepresentadosal igual que el movimiento social por la educacin que se constituyal calor del proceso de movilizacin. De all que el informe emanadode esta comisin careciera de legitimidad poltica, pero no de eficacia

    institucional en tanto es el fundamento del cambio de la antigua LeyOrgnica Constitucional de Educacin (LOCE, promulgada un daantes de abandonar el poder el Dictador Augusto Pinochet) por lanueva Ley General de Educacin (LGE) que en lo esencial no modificla concepcin, gestin y sentido de la antigua legislacin.

    Si los pinginos movilizados el ao 2006 instalaron la preguntapoltica y social por la educacin, y desplegaron una potente polticacultural que interpel a la ciudadana respecto a su rol en las trans-formaciones o mantenciones del sistema educativo, los universitarios

    movilizados el ao 2011 identificaron y construyeron la reivindicacinalrededor de los pilares del modelo neoliberal: el papel subsidario delEstado respecto al financiamiento de la educacin y su connivencia con

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    Introduccin

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    la comprensin de lo educativo como un bien de consumo regulado porla oferta y demanda, realizado entre privados y que el Gobierno inclusohaba rehusado de fiscalizar como lo demuestran el cierre de la Univer-

    sidad del Mar (20.000 estudiantes reubicados) y las investigaciones porlucro en varias Universidades privadas.Este proceso de revitalizacin del movimiento estudiantil, y de

    politizacin juvenil en general, puede ser abordado desde al menos dosgrandes perspectivas, ambas inscritas en el terreno cultural. La pri-mera de ellas se articula a partir del concepto de cultura poltica juve-nil, y remite bsicamente a la caracterizacin de las discursividades yprcticas respecto al campo poltico institucional, sus procedimientos,sus actores y sus prcticas, y cuenta con un gran desarrollo a partirde la sociologa y la psicologa social fundamentalmente, aunque exis-ten trabajos desde una perspectiva socioantropolgica entre los que seencuentran el de Fernndez Poncela (2003) y el de Weinstein (1988),as como ciertas aproximaciones de Lechner (2002) a propsito de supreocupacin por los procesos polticos desde lo que denomina la subje-tividad social. Estas perspectivas enfatizan en la produccin de sentidosque orientan las acciones de los sujetos, asumen la naturaleza intersub-jetiva de los fenmenos sociales y en trminos generales se inscribenen aquella corriente que desde las ciencias sociales se ha denominadocomo construccionismo social.

    Este nfasis en el carcter discursivo de las prcticas ha des-cuidado el anlisis sistemtico de las prcticas de los sujetos y lasformas en que esas estructuras objetivizadas respecto a lo social (loque significamos como poltica por ejemplo) se producen y/o repro-ducen, as como las estrategias de los actores juveniles para trans-formarlas. Esta segunda perspectiva, que intenta leer los procesosculturales desde una perspectiva poltica, es la que orienta en trmi-nos globales esta investigacin y nos permite sealar la importanciade las polticas de las culturas juveniles (Escobar et al 2001); proceso

    constituyente del orden social y poltico que evidencia las tensionesy el dinamismo de los procesos culturales que viven las sociedadescontemporneas. Perspectiva de la cual se desprenden considera-ciones relevantes para el estudio del movimiento estudiantil: a) lasacciones colectivas y los movimientos juveniles, lejos de constituir unpunto de partida para el anlisis de la poltica, deban ser considera-dos como un punto de llegada y resultado de un proceso que requiereser (re)construido como forma de encontrar claves culturales e his-tricas de la formacin de lo poltico; b) la accin colectiva se realiza

    en un contexto espacial y temporal que permite problematizar y re-significar la realidad, posibilitando consensos sobre los cambios delorden social y c) las acciones colectivas juveniles expresan, de forma

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    metafrica, las tensiones constitutivas de una nueva forma de pensary representar los vnculos sociales.

    Para ello, y a partir de hallazgos previos (Aguilera 2008), se pro-

    cedi a identificar las dimensiones de anlisis involucradas en la accincolectiva y que permitieran indagar sistemticamente en dichos pro-cesos. Si la teora de los movimientos sociales asuma como punto departida la existencia de un movimiento a partir de sus manifestacionesemprico-observables (la protesta social, por nombrar alguna), y noasigna un papel preponderante a los distintos lugares y procesos de pro-duccin de la accin colectiva, el aporte terico autores como Melucci(1989 y 1999) y Morales (1999) nos lleva a asumir la premisa terica deque el movimiento es un punto de llegada para el investigador socialy por tanto una tarea a conquistar que implica prestar atencin a aque-llos procesos instituyentes y menos visibles para el analista externo, yque se despliegan a partir de mltiples lugares por los cuales los sujetostransitan, se estacionan, piensan y suean.

    De all que, desde esta perspectiva procesual de pensar lo po-ltico, presentamos un marco de antecedentes conceptual y empricorespecto a los procesos simblicos y materiales que permiten a los su-jetos juveniles el reconocerse y posicionarse como agentes en el Chileactual, lo que desde una perspectiva interaccionista nos aproxima a laconstruccin de la accin colectiva y del movimiento estudiantil.

    En un segundo momento, presentamos resultados de investiga-cin contextualizando el ciclo de movilizacin juvenil al que hacemosreferencia, tres trayectorias biogrficas que nos permiten ejemplificaradecuadamente este proceso, y en tercer lugar un anlisis integradosobre trayectorias, visibilidades e identidades desde una perspectiva ge-neracional que nos permita identificar las diversas unidades culturalesque constituyen el movimiento estudiantil.

    Finalmente, un epilogo que sintetiza las principales conclusionesrespecto al proceso movilizatorio 2006-2011.

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    ANTECEDENTES CONCEPTUALES

    1. TEORAS DE LA ACCIN COLECTIVA Y DE LOSMOVIMIENTOS SOCIALESPor qu la gente acta en conjunto, en qu momentos lo hace y con quresultados, son las principales preocupaciones que expresan los diver-sos autores que se han dedicado al estudio de la accin colectiva y losmovimientos sociales1. Encontramos en este amplio abanico de autoresy perspectivas, al menos dos orientaciones generales: una que ubica loscomportamientos colectivos como resultado del desajuste en/con las es-tructuras sociales (Smelser, 1999) y que tiene una marcada orientacin

    funcionalista2

    , y una segunda orientacin que enfatiza en el papel delos sujetos y sus capacidades respecto al contexto en el que se ubican,y que se ha expresado fundamentalmente a partir de distintos focos

    1 Un detallado estudio de las teoras de los movimientos sociales lo encontramos en:Gohi,M ; Teorias dos movimentos sociail. Paradigmas classicos e contemporaneos. Edi-coes Loyola, Sao Paulo 1997.

    2 Seala Delgado (2005: 14), que Bajo la postura terica del comportamiento colectivo,se considera que dada la incertidumbre y el desequilibrio, resultado de diversas proble-mticas que enfrenta una sociedad, se desencadena el nacimiento y difusin de ciertas

    creencias que se van enraizando en los imaginarios colectivos y que incitan a la gentea participar, a travs de su accin, en la reestructuracin del orden perturbado por latensin. El propsito central es minimizar el grado de incertidumbre en un intento porrestablecer el equilibrio y la sostenibilidad del sistema social.

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    de anlisis para analizar la accin colectiva; ya sea en los dispositivospoltico-institucionales, en las capacidades inherentes a los grupos, oen las mediaciones simblicas y marcos de significados.

    En relacin a esta segunda orientacin, que nos permite aproxi-marnos de mejor forma al estudio del movimiento estudiantil, presen-tamos una sntesis de las perspectivas que focalizan en el papel de lossujetos y su agencia y que nos ha llevado a diferenciarlas entre teorasque responden ms bien a preocupaciones de orden instrumental y ex-presivas y otras de tipo cultural y de sentido:

    a) Tanto la Teora de Movilizacin de Recursos como la Estructu-ra de Oportunidades Polticas enfatizan aquellas dimensiones raciona-les, y por tanto objetivables, de las prcticas colectivas que emprendenlos sujetos y que se despliegan en el marco de unas coyunturas o ciclosmovilizatorios. En ambas direcciones tericas, ya sea los grados deapertura de los sistemas polticos como en la capacidad inherente a losgrupos y colectividades de provocar transformaciones en sus entornosms inmediatos, encontramos instrumentos conceptuales necesariospara el anlisis de los movimientos sociales desde una perspectiva msbien instrumental y operativa (lo que se aspira a conseguir; los obje-tivos) y de tipo expresivo (las modalidades empricas especficas queadoptan las acciones colectivas)

    b) Las perspectivas culturales (Touraine, 1999; Melucci, 1999) que enfatizan en aquellas cuestiones simblicas existentes en la so-ciedad y que se constituyen en los percutores de las prcticas movi-mientistas, desplazando de esa manera la atencin de aquellas zonasinstrumentales a otras propiamente culturales. Esta ampliacin con-ceptual ha producido herramientas conceptuales interesantes paranuestro anlisis como las nociones de significados de la accin (Tou-raine, 1999) y sistemas de accin (Melucci, 1999). Una deriva que havenido cobrando importancia en este contexto es aquella que otorgaimportancia, dentro de esta orientacin cultural, a los procesos de cons-

    titucin de identidades y adscripciones comunitarias (Castells, 2003;Pizzorno, 1989; Della Porta, 2005).

    Esta distincin que hemos realizado, se ha traducido en visionesantagnicas que intentan explicar la verdad del surgimiento de la ac-cin colectiva produciendo valiosas interpretaciones pero que siempredejan algo fuera del anlisis, es coincidente con la interpretacin querealiza Calhoun (2002:197) cuando seala que Parte del problema es-triba en que una buena proporcin del anlisis tradicional de los movi-mientos sociales (y, ms en general, de la accin colectiva) ha ignorado

    o dejado explcitamente de lado cuestiones de cultura o interpretacindel significado. Esto tiende a apartar la atencin de los movimientosampliamente relacionados con valores, normas, lenguajes, identidades

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    y comprensiones colectivas incluso la de los propios participantes enlos movimientos- y dirigirla a los que se centran de modo instrumentalen la transformacin de las instituciones polticas y econmicas. Con

    frecuencia los analistas del movimiento social han evitado tambinabordar las emociones, tal vez por temor a verse mezclados con lasdesacreditadas explicaciones de la psicologa de masas.

    Y aunque compartimos la lectura que realiza el autor, funda-mentada en el propio anlisis que hemos realizado a los textos produ-cidos en el marco de las movilizaciones de los estudiantes secundariosdel 2006 (Rojas, 2006; Dvila y Ghiardo, 2006; Gomz Leyton, 2007;Grimaldi, 2006; Fuentes, 2006) discrepamos s en un punto: y es laseparacin, muchas veces implcita, que se realiza entre movimientosinstrumentales y movimientos expresivo-identitarios que no es sinootra forma de escindir la realidad y la propia complejidad de la accincolectiva en que estos elementos (lo instrumental, pero tambin lo iden-titario) forman parte de un mismo continuum y coexisten formandoparte del proceso colectivo independiente del movimiento social al cualdirijamos nuestra atencin.

    De all que consideremos necesario utilizar una definicin demovimientos sociales que reconozca los diversos intentos que realizanlas grupalidades y organizaciones sociales por incidir en las pautasculturales, econmicas y de vnculacin social y que ejecutan de formaconcertada y autoorganizada. Esto supone reconocer el carcter situa-do de las prcticas polticas juveniles en una doble dimensin; a partirde los contextos socioculturales amplios en que los jvenes se desarro-llan y expresan, as como de los procesos especficos que posibilitan laconstitucin de agrupamientos en un proceso complejo y no exento detensiones en la constitucin de comunidades juveniles. De all que seade utilidad utilizar de manera conjunta los principales aportes de laTeora de Movilizacin de Recursos, de Estructura de OportunidadesPolticas y de Marcos Identitarios, como forma de abordar en su com-

    plejidad la accin colectiva juvenil.

    1.1 LA TEORA DE LA ESTRUCTURA DE OPORTUNIDADES POLTICAS

    El punto de partida de esta perspectiva terica es el reconocimiento delsistema poltico institucionalizado (Gobierno y Sistema de Partidos,fundamentalmente) como facilitador y promotor implcito del surgi-miento de acciones colectivas y movimientos sociales. De all que el focode anlisis de esta perspectiva se haya centrado en las relaciones entrepoltica institucionalizada y accin colectiva: seran las oportunidades

    polticas que ofrece la institucionalidad en determinados momentoshistricos lo que favorecera el surgimiento de acciones polticas noinstitucionalizadas. Esta perspectiva, por ejemplo, es la que anima al

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    menos los trabajos de Grimaldi (2006) y Fuentes (2006) respecto a lamovilizacin de estudiantes secundarios del ao 2006.

    El analizador terico oportunidad poltica (Mc Adam et al

    1999) ha permitido por ejemplo la creacin de una serie de variablesde orden sociopoltico que intervienen en la constitucin de actores yacciones colectivas y que aqu vincularemos con el diagnstico polticoinstitucional chileno:

    - Sistema Poltico; Al preguntarnos por las posibilidades de accesoal sistema poltico chileno, necesariamente debiramos sealarque nos encontramos ante un modelo altamente restrictivo en elque muchas expresiones polticas de la ciudadana quedan ex-cluidas a priori de participar. El mejor indicador al respecto es la

    existencia de un sistema electoral binominal que favorece la exis-tencia de grandes bloques y en que no existe proporcionalidad enla representacin poltica, con lo cual los grupos minoritariosquedan fuera si es que no se incorporan a uno de los bloqueshegemnicos3.

    - Estabilidad poltica en la clase gobernante; Como resultado delsistema electoral vigente, en Chile existe un proceso de gran esta-bilidad poltica institucional gracias a una poltica de consensospolticos entre el Gobierno y la oposicin, por lo cual la relevan-cia que adquieren los movimientos sociales es bastante baja alno ser significativos en trminos poltico-institucionales. Sinembargo, esta fortaleza (la solidez institucional) se construyesobre la base de la exclusin poltica a partidos no inscritos enlos grandes bloques como la izquierda ms tradicional, as comoen la autoexclusin que los jvenes realizan al no votar en laselecciones.

    - Poltica de Alianzas; Al encontrarnos en un sistema poltico

    altamente endgeno, las posibilidades de la clase poltica dedesarrollar acuerdos con sectores ciudadanos para emprenderdeterminados proyectos es prcticamente inexistente. Es ms, la

    3 Esto quiere decir, en sencillas palabras, que no existe relacin entre votos obtenidos y re-presentacin poltica obtenida. Mediante este procedimiento, se garantiza la estabilidadsocial y poltica al favorecer slo a las grandes coaliciones que disputan la conduccindel pas. En la prctica, el 66,6 % de votos para un sector es equivalente al 33,3 % de otro;es as como tenemos un poder legislativo en que incluso la mayora poltica del gobiernode la concertacin se vuelve una minora relativa. En palabras del Instituto Libertad y

    Desarrollo, el sistema binominal ha cumplido con los propsitos para los cuales fuedesarrollado, ello en todo caso no significa sealar que de suyo constituya el mejor de lossistemas, como todos presenta problemas y es posible mejorar su eficiencia en la medidaque se realicen acomodos en el sistema poltico.

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    propia experiencia de constitucin del Consejo Asesor Presiden-cial (CAP), a propsito de la movilizacin estudiantil del 2006,culmin con un documento que propone una reforma educati-

    va que no considera los puntos centrales que eran reivindicadospor los estudiantes. Y ello ocurri porque las elites dispusieronde una representacin mayoritaria que asegurara un cambio nodemasiado radical en el modelo educacional chileno4.

    - Propensin a la represin desde el Estado y Gobierno; la propiahistoria poltica reciente ha permitido una forma de relacin queprivilegia ante todo la estabilidad antes que el conflicto. De esamanera, slo en los ltimos aos se ha observado una mayorapertura en cuanto a autorizar movilizaciones callejeras (mar-

    chas, actos pblicos, etc.) aunque se mantiene la figura de alte-racin del orden pblico y que permite a la polica intervenir,detener, o disolver, cualquier manifestacin (autorizada o no) quea juicio de la autoridad poltica y policial atente contra la norma-lidad del pas. No son pocos los casos, denunciados por la propiaCentral Unitaria de Trabajadores (CUT), en que carabineros hareprimido a huelguistas que se manifestaban en las afueras desus trabajos.

    Este tipo de dimensiones analticas nos permiten, a nuestro juicio, en-tender de mejor forma los contextos y condiciones sociopolticas en quelas acciones colectivas se desarrollan y analizar desde all las condicio-nes de posibilidad de movimientos sociales eficaces y fortalecidos antelas autoridades institucionales. O como sealan McAdam y McCarthy(1999: 56-57), Los movimientos sociales y las revoluciones y las diver-sas formas de expresin de la accin colectiva adquieren una u otra for-ma dependiendo de la amplia gama de oportunidades y constriccionespolticas propias del contexto.

    1.2 LA TEORA DE MOVILIZACIN DE RECURSOSLa premisa central sobre la cual se estructura la perspectiva te-rica de la movilizacin de recursos sera que la racionalidad de

    4 Es interesante, en trminos culturales, que la existencia de Parlamentarios que ha op-tado por tender puentes con el mundo social y poltico que est excluido del sistema insti-tucional, hayan sido bautizados por la propia clase poltica y los medios de comunicacincomo dscolos. El ltimo caso lo constituye el propio Ministro del Trabajo, quien en elmarco de un conflicto entre trabajadores subcontratados y la empresa estatal del cobre(CODELCO) seal, pese a la opinin oficial del Gobierno, que era necesario sentarse a

    dialogar con los huelguistas lo que le acarre no pocas crticas desde la clase dirigente,pero un cierto apoyo desde el movimiento de trabajadores. Como podemos apreciar, apartir de estos ejemplos, la disciplina poltica y partidaria impide las relaciones y lasconversaciones por fuera de los grandes bloques.

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    los actores sociales define la direccionalidad y metas a conseguira partir del emprendimiento de acciones colectivas. Este punto departida, vuelve su mirada no tanto en las disposiciones institucio-

    nales que favorecen la emergencia de acciones colectivas como enla capacidad inherente a las agrupaciones y movimientos socialesque les posibilita la consecucin y cumplimiento de los objetivosdefinidos. De esta manera, la idea de racionalidad como marcadorde las acciones colectivas emerge en el anlisis social de las prc-ticas de los sujetos como una forma de disputar tericamente lahegemona de la influyente psicologa (de masas) que gener lasprimeras matrices comprensivas de los movimientos sociales (Del-gado, 2005, Iiguez, 2003).

    En este contexto surge el enfoque denominado movilizacin derecursos y que a partir del supuesto base del conflicto como estructura-dor del orden poltico y social seala que el surgimiento de movimientossociales no respondera tanto a la existencia de ciertos conflictos o des-contentos (por cuanto eso siempre constituye lo social) como a la capaci-dad de las propias organizaciones o agrupaciones por movilizar y activarpblicamente este material. De all que la construccin de liderazgo,las formas y modalidades de movilizacin, y los recursos econmicos omateriales que se invierten en una movilizacin o el establecimiento defamilias de movimientos (alianzas y articulaciones) sean ejes analiza-dores de la constitucin del poder en movimiento (Tarrow, 1997 ). Comoseala Ricardo Delgado, Es as como esta perspectiva centra su anlisisen la determinacin de factores instrumentales que posibilitan el xitode la movilizacin social, desmontando la idea de que los movimientossociales son meras protestas espontneas y desordenadas, y orientandoel nfasis en la relevancia que tiene la estructura organizativa de movili-zacin y la administracin de recursos (2005: 16).

    Al analizar las prcticas colectivas de los y las jvenes chilenas(os) encontramos entonces claves para comprender por qu en los lti-

    mos aos (2006-2011) se han producido mayores movilizaciones juveni-les respecto a periodos anteriores: un lento proceso de redefinicin delos modelos organizativos que por ejemplo han dado paso a estructurasms horizontales y no permanentes (movilizacin por causas, comoejemplo de ello), el cambio en las formas de visibilizar el descontentoy sus modalidades de contestacin que han pasado de formas tradi-cionales y centralizadas (la marcha en el centro de la ciudad) a mo-dalidades moleculares en que los territorios ms prximos se vuelvenlugares y espacios estratgicos de la protesta juvenil, y el surgimiento

    de liderazgos juveniles mltiples y que en variadas ocasiones, como lodemuestra el caso ejemplar de la rebelin pingina del 2006, surgen y seforman polticamente al interior de los dispositivos institucionales que

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    han sido creados para ellos y que los estudiantes utilizan en funcin desus propios proyectos polticos, etc.

    Todos estos procesos dan cuenta de estructuras de moviliza-

    cin que constituyen las unidades de anlisis privilegiadas por partede los tericos que adscriben a esta perspectiva (McCarthy y Zald, 1973;Tarrow, 2002; McAdam, 2002). En esa direccin, Delgado propone queJunto con Dieter Rutch (1992) puede afirmarse que las estructurasde movilizacin ataen a las bases organizativas y a las formas queadquieren y definen el nivel de formalizacin e institucionalizacin delos colectivos sociales- movimientos sociales, grupos de inters o parti-dos- que le permiten unificar y utilizar los recursos (2005:17). De estaforma, la movilizacin pasa a ser conceptualizada como El procesode creacin de estructuras de los movimientos para la preparacin yrealizacin de acciones colectivas diversas que seran los productos vi-sibles de las organizaciones, las cuales requieren de recursos humanos,esquemas tcnicos, organizativos externos e internos, fuentes de apoyoy financiamiento, entre otros (McAdam y McCarthy, 1999: 24).

    Este segundo plano de anlisis de los movimientos juveniles, yque refieren a las capacidades y estrategias polticas que despliegan losactores colectivos, es a menudo subvalorado y/o invisibilizado en losanlisis y el tratamiento meditico que se realiza sobre ellas. De allque fcilmente se etiquete como novedosas o sorpresivas el surgi-miento de las experiencias juveniles y por lo tanto sus lecturas quedenatrapadas en interpretaciones macrosociales como la crisis del modeloneoliberal de educacin que habra permitido el surgimiento del mo-vimiento estudiantil del 2006. De esta subvaloracin surge como res-puesta la nocin de proceso poltico como clave analizadora de lasprcticas colectivas. De acuerdo a McAdam (2002), quienes sostienenel enfoque de proceso poltico, derivado de la perspectiva terica de lamovilizacin de recursos, explican el surgimiento de los movimientossociales como el resultado de tres procesos simultneos:()oportuni-

    dades polticas en expansin, organizaciones establecidas y desarrollode determinados conocimientos compartidos que legitiman y motivanla actividad de protesta (2002:247).

    1.3 PROCESOS ENMARCADORES Y TEORAS IDENTITARIASHasta ahora hemos recuperado las aportaciones de teoras que se ocu-pan de planos generales de lo social (las oportunidades polticas) y deaquellas otras perspectivas que centran su anlisis en las capacidades ypotencialidades de los actores colectivos (movilizacin de recursos). Sin

    embargo, es necesario construir una mediacin terica entre ambosplanos que nos posibilite acceder de manera integral a las razones yemociones que hacen posible que los sujetos desarrollen acciones colec-

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    tivas y se constituyan movimientos juveniles. De esa manera, pensamosque se podra construir un enfoque comprensivo integral respecto alproceso de politizacin juvenil que se ha evidenciado en Chile en los

    ltimos aos.Dicha mediacin terica es posible construirla a partir de lapreocupacin, de un conjunto de tericos de los movimientos sociales(Melucci, 1999; Pizzorno, 1978; Gusfield y Laraa, 1994), por las dimen-siones interaccionales que se encuentran en la base de toda conforma-cin de una accin conjunta. De alguna manera, se reivindica que laaccin social siempre ser la resultante de un conjunto de procesos indi-viduales y colectivos en que los sujetos se constituyen en actores socialesa partir de y en relacin con otros sujetos que le otorgan sentido a lasacciones propias y ajenas. Esta perspectiva hace la idea de considerar laaccin colectiva como una construccin que resulta de los intercambiosy flujos comunicacionales, los afectos y los smbolos y significados enuna determinada agrupacin o comunidad.

    Este conjunto de preocupaciones tericas, inscritas en/desdeuna perspectiva cultural, ha tenido como resultado una revalorizacinde aquellas dimensiones culturales y simblicas que haban quedadorelegadas de los modelos analticos ms centrados en lo racional-ins-trumental (en su variante de sistema sociopoltico, de constitucin deobjetivos polticos o de estrategias de movilizacin desplegadas). Nosreferimos a cuestiones como la produccin de significados, las media-ciones simblicas y los procesos identitarios que forman parte de todaprctica colectiva. De all que desde esta perspectiva, los movimientossociales sean considerados, ante todo, como productores de significa-dos colectivos o profetas de su tiempo que anuncian aquello que estpor venir (Melucci, 1999) y desde dichas capacidades (auto) reflexivasvuelcan sobre la sociedad sus propuestas y aspiran a provocar deter-minadas transformaciones que en cualquier caso no son inmediatas nitraducibles a un conjunto predeterminado de indicadores de impacto.

    El anlisis de estos mediadores se realizar entonces desde elconcepto de frame (Goffman, 1974) o marcos en la traduccin deSnow y Gamson (1992), y que remiten a los procesos interpretativosmediante los cuales un sujeto le confiere (y se confiere) sentido al (yante el) mundo social que habita, al sintetizar y simplificar la realidad apartir de complejos procesos de codificacin. Esta conceptualizacin setraducir en el campo de los movimientos sociales en una preocupacinpor aquellos aspectos simblico-discursivos de significar la realidadsocial (y semantizarla) que desarrollan los movimientos sociales como

    forma de constituir comunidad y legitimar su accionar.Una primera perspectiva que se deriva de este punto de partida

    es aquella que se ha denominado como procesos enmarcadores, y

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    que a partir del concepto inicial de enmarcado analizan los marcossimblicos que constituyen a la accin colectiva, que se traducen en unapreocupacin por una () serie de significados y creencias orientados

    a la accin que inspiran y legitiman las actividades y campaas delcolectivo, de la asociacin o del movimiento social, haciendo posibleel vnculo de los individuos con la organizacin (Delgado, 2005:22).Estos procesos, por tanto, nos aproximan a una comprensin de losmovimientos sociales como estructuras por definicin inestables y queinvierten gran parte de sus recursos en mantener la estabilidad delsistema de accin como seala Melucci (1999).

    Lo que se desprende de esta primera perspectiva cultural es lacentralidad que adquieren los procesos mediadores (de significacin)en la constitucin de la prctica colectiva y que remiten al menos a dosvariables constituyentes que posibilitan la accin colectiva y la movili-zacin social:

    - Aspectos Cognitivos; En lo referido a esta variable, se le prestaatencin a los procesos mediante los cuales una determinadasituacin va siendo construida como problemtica y se van de-finiendo los conflictos que antecedern a la constitucin de lasprcticas colectivas. Al revisar la movilizacin estudiantil del2006 observamos cmo no bastaba tener una situacin de injus-

    ticia evidente respecto a la calidad educativa entre institucionespblicas (ya estratificadas en su interior) y en relacin con lasprivadas, sino que adems fue necesaria la constitucin de unasituacin de no reconocimiento generacional a los estudiantesmovilizados que posibilit una movilizacin sin precedentes enla historia social y poltica chilena. Lo mismo respecto al ao2011, no bastaba la evidencia de los altsimos costos pagados paracursar la educacin superior sino que fue necesario elaborar unanocin de injusticia y abuso que constituye el lucro en educacin

    para movilizar a amplios sectores y no solamente estudiantiles.Pr lo mismo, es necesario enfatizar que esta dimensin cognitivano apela nicamente a una cuestin racional objetivable sinoque incorpora una comprensin cultural de los procesos cog-nitivos en los que la solidaridad y el espritu comunitario, o lacomunidad imaginada al decir de Anderson (1993), se conviertenen elementos centrales y exigen un anlisis en profundidad de lasvariables afectivas y emocionales.

    - Aspectos Afectivos; Si bien la importancia de las dimensiones

    afectivas y emocionales se encuentra presente en los tericos fun-dadores de las ciencias sociales a travs de la preocupacin porlas comunidades emocionales (Weber, 1964), los estados de

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    efervescencia (Durkheim, 1993) y la preocupacin por la sensi-bilidad en Simmel (2002), pasando por la preocupacin antropo-lgica por los afectos en la constitucin de las manifestaciones

    colectivas como seala Costa (1998) y la propia idea de dramasocial (Turner 1988), o los estudios sobre cuerpo y emocionali-dad (Le Breton, 1995), su aplicacin a los estudios sobre movi-mientos sociales fue durante mucho tiempo minusvalorada. Y noser hasta el surgimiento de prcticas polticas que reivindicanno slo cambiar el mundo sino tambin la vida (Feministas, Eco-logistas, Gays y Lesbianas, etc.) que comienzan a ser revaloriza-das por ciertas corrientes vinculadas a los estudios de los NuevosMovimientos Sociales (NMS).

    Una segunda perspectiva cultural que se desprende del anlisis de losmarcos o frames es aquella que ha sido denominada identitaria yque enfatiza en aquellas cuestiones de carcter cultural que posibilitanla constitucin de un nosotros en el cual reconocerse y por el cualmovilizarse y que implica al menos el reconocimiento de tres ideasbases respecto al estudio de los movimientos sociales; su carcter emi-nentemente relacional en tanto implica la construccin no slo de unnosotros sino que tambin de aquellos otros ante los cuales nos mo-vilizamos, la importancia que adquieren aquellos elementos que hemos

    denominado como frames o marcos interpretativos desde los cualesinterpelar y relacionarse con el mundo social, y finalmente el complejoproceso de constitucin de identidades colectivas y su importancia enla configuracin de movimientos sociales. Esta perspectiva, que en lostrabajos iniciales de Melucci (1989) estaba orientada fundamentalmentea presentar los nuevos lugares de conflicto desde el cual se producanlas prcticas colectivas, y que llev a la conceptualizacin de nuevosmovimientos sociales en tanto su origen estara ms en las cuestionesde carcter cultural que en las de orden material como haban sido los

    movimientos sociales clsicos, ha ido dejando paso a una preocupa-cin no tanto por el origen de los movimientos sino por los procesossostienen toda prctica colectiva y que enfatiza por tanto en aquellascuestiones interaccionales, relaciones e identitarias que hemos seala-do previamente, no a partir de algunos grupos de sujetos predefinidosque encarnaran en su praxis la prevalencia de estos procesos sino queen todo movimiento social5.

    5 Esta idea, con la cual nos sentimos completamente de acuerdo, implica necesaria-

    mente cuestionar, como seala Melucci (1994) qu habra de nuevo en los nuevos mo-vimientos sociales. Dicha interpelacin apunta a una cuestin epistemolgica central,y es la de eliminar la creencia comn que estos procesos afectivos e identitarios slo seencontraran presentes en un determinado tipo de moviendo social y ausente en otros.

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    Esta redefinicin de la mirada desde el origen hacia el sosteni-miento de las prcticas colectivas, queda expresado en la formulacinde Klandermans (1994) cuando a propsito del estudio de las formas

    de protesta social seala que la clave de anlisis de los movimientossociales radicara en () saber cmo y por qu se mantienen unidoslos integrantes de un colectivo o movimiento social, y porque valoransu participacin como lo ms apropiado(1994: 184).

    2. EL TRAYECTO HISTRICO Y TERICO HEREDADOAn cuando el foco principal de esta investigacin remite a los movi-mientos juveniles, es imprescindible reconocer inicialmente la distin-cin de la juventud como emergencia identitaria y constitucin de unactor social (Gonzlez Cangas 2002) o como categora de anlisis de lasciencias sociales. En el primer caso, la emergencia de los y las jvenescomo actor social podemos situarlo ms claramente a inicios del sigloXX, a partir de las organizaciones artstico-literarias de la poca, ya partir de all la constitucin y desarrollo de la Federacin de Estu-diantes de la Universidad de Chile en 1906 (Aguilera, 2004; GonzlezCangas, 2004; Muoz, 2007).

    Este proceso va acompaado de una produccin ensaystica quese encarga de relevar y visibilizar al emergente actor juvenil en las so-ciedades latinoamericanas y que se reflejan en la publicacin deArielde Jos Enrique Rod en 1900, los Siete ensayos de la realidad peruanade Jos Carlos Maritegui, o la Carta a la Juventudde Vicente Huidobroen 1925. Todo lo cual va reforzando la constitucin de una identidadgeneracional de los sectores juveniles, aunque circunscrita a las elitespequeo-burguesas con acceso a la educacin universitaria. De esteperiodo se hacen cargo los trabajos de Salazar y Pinto (2002), Vicua(2001) y los escritos polticos de Gonzlez Vera y Manuel Rojas (2005),en los cuales se aprecia como los y las jvenes se incorporan a unasociedad chilena en proceso de cambio social y poltico, acompaando

    fundamentalmente aquellas posiciones polticas que apuntan al cambiosocial democrtico y de cierre de la etapa oligrquica.

    Mencin especial nos merece el trabajo de Vicua (2001) quiendesde la historia cultural reconstruye el periodo de la belle epoquechi-lena y presenta las tensiones que se producen en el campo generacional,de gnero y de sociabilidad en la ciudad de Santiago de principios del Si-glo XX que se encuentra en pleno proceso de urbanizacin y desarrollo,

    Este segundo desplazamiento epistemolgico, para efectos de nuestra investigacin, se

    relaciona con aqul otro de pensar que las prcticas colectivas juveniles que apuntana una ciudadana cultural no se encuentran solamente en aquellas organizacinculturales-artsticas sino como significado generacional y por tanto ubicable en vie-jas y nuevas prcticas juveniles.

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    y que retrata muy bien a aquella burguesa ilustrada que va aportandocon los primeros jvenes vanguardistas de la cultura como el poeta Vi-cente Huidobro que incluso llega a ser proclamado como candidato a la

    presidencia de Chile en representacin de la Juventud. Y en una suertede contrapunto, los artculos periodsticos y crnicas escritas por Ma-nuel Rojas y Jos Gonzlez Vera nos presentan las furiosas y militantesposturas de los jvenes anarcosindicalistas que por ese entonces cons-tituan el grupo poltico con mayor presencia e influencia en el mundoestudiantil y que se expresaba en las Revistas Universitarias Claridady La Pluma, ambas vinculadas con la Federacin de Estudiantes de laUniversidad de Chile (FECH).

    En cambio al entender la juventud como categora de las cienciassociales se destacan, de acuerdo a Gonzlez (2004), los trabajos de An-bal Ponce (1938) Sicologa de la adolescenciayAmbicin y angustia de losadolescenteso el auge de investigaciones que en el marco de las polticasmodernizadoras de la CEPAL en los aos 50 reconocen la especificidaddel actor juvenil. Pero todas ellas circunscritas en trminos no decla-rados a homologar a la juventud con los estudiantes universitarios, eli-minando las especificidades y singularidades juveniles que trasciendeneste subsector juvenil. De all que Gonzalz afirme que () as se puedeconstatar en Amrica Latina que las indagaciones cientficas sobre lareforma universitaria y los procesos polticos continentales y mundia-les desde la perspectiva de la juventud universitaria, monopolizaron lamayor parte de la investigacin social sobre el actor. (Ibd.: 34).

    Para los efectos de nuestro punto de partida, podemos afirmarque la categora social de juventud no comienza a ser estudiada siste-mticamente por las ciencias sociales chilenas sino a partir de los aos70. Es paradigmtico que la primera publicacin al respecto,JuventudChilena. Rebelda y Conformismode Armand y Michelle Mattelart, datadel ao 1970. Adems, dicho estudio es expresivo de las preocupacionestericas de los cientistas sociales de la poca: indagar respecto a los

    procesos de continuidad y cambio social que se encuentran en desa-rrollo en la sociedad chilena y el papel que juegan en ellos los diversossujetos sociales. Y an cuando parte de una dicotoma entre rebeldesy conformistas el retrato de la poca que nos presenta habla de unaheterogeneidad juvenil en sus formas de estar juntos, de proyectar elfuturo y posicionarse en el presente; poca de una fuerte presencia estu-diantil y juvenil en los procesos sociales, pero tambin la emergencia deincipientes agrupaciones juveniles vinculadas alrededor de la industriacultural, poca de la reforma universitaria iniciada en la Universidad

    Catlica de Valparaso en 1967 y que se extiende hacia Santiago en 1968,en paralelo a la difusin del movimiento musical de la nueva Ola ysu expresin meditica en la RevistaRitmo que se ocupa fundamen-

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    talmente de difundir la versin local y edulcorada en espaol del rockand roll que haba llegado algunos aos antes y que haba generado unaprimera camada de solistas y conjuntos musicales de gran impacto y

    masividad entre amplios sectores de la juventud chilena.Sin embargo, reiteramos que el trabajo de los Mattelart se tratade una experiencia excepcional, pues no ser hasta los aos 80 en quecomienza una preocupacin sistemtica por la juventud, entendida yhomologada a/como actor social, desde las ciencias sociales. (Martnez2002; Sandoval 2002). Significativamente, ser en contexto de dictadu-ra (1973-1989) que en Chile se desarrolla y consolida la investigacinen juventud: en esta etapa las Universidades estaban sometidas a unfuerte control social que lleg incluso a la nominacin de militares enlos cargos de Rectores, intelectuales y acadmicos sufrieron las purgasde los militares y los jvenes profesionales no tenan espacios para ladocencia y la investigacin. En dicho contexto acadmico y sociopolti-co, la mayor parte de estudios sociales, entre los que se incluyen los dejuventud, fueron desarrollados por Organismos No Gubernamentaleso por organismos dependientes de la Iglesia Catlica, y en trminosmetodolgicos predominaron micro-estudios de carcter cualitativo yexploratorio en que la preocupacin temtica central de esta etapa eraindagar en las acciones juveniles que apuntaban a una reconstruccindel tejido social y poltico en contexto de dictadura.

    Asimismo, la juventud popular se constituye en la categora queemerge en los 80 como resultado de los procesos de transicin social(modernizacin econmica y crisis poltica) que atravesaron la sociedad,En efecto, la propia existencia de una juventud popular, es posible so-ciolgicamente merced a la extensin de la cobertura de la educacin, loque permite un perodo de moratoria de roles adultos en los jvenes desectores populares, de manera similar a como ocurre en la clase media,aunque con ms tiempo libre y menos recursos. (Tsukame, 2000: 2).

    La preocupacin central del periodo sern las formas de accin

    juvenil en dichos contextos, y de all que no sea aventurado sealar queel intento referencial por profundizar en el conocimiento de la juventudlo constituya el textoJuventud Chilena. Razones y Subversiones(1985),en que podemos reconocer al menos dos lecturas tericas que permane-cern en la dcada siguiente: a) una fuerte crtica al concepto de anomia,y su sustitucin por matrices tericas weberianas como en el estudio deTsukame (1985) quien a partir de las prcticas de consumo de drogasentre jvenes urbanos de Santiago relativiza las diferencias entre sujetoy objeto (actor estructura social), iniciando un enfoque comprensivo

    que ser la constante en los estudios de juventud en la dcada de los 90,y b) una lnea de interpretacin de la juventud y sus acciones que se rea-liza desde las categoras de movimiento socialemergente y movimiento

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    juvenil popular. La idea central que exponen Agurto, Canales y De laMaza es que las acciones juveniles no son un proceso acabado y con unsentido prstino, ms bien sealan que () la accin juvenil de estos

    aos puede entenderse como un intento persistente, nunca triunfante,nunca derrotado, por superar la accin del poder: castigo y exclusin(Agurto et al, 1985:8).

    Este texto, de creacin colectiva y que incluye fragmentos deobras de teatro, entrevistas, as como artculos acadmicos, en unasuerte de performance de las distintas hablas juveniles, necesariamen-te debe ser ledo en relacin a un trabajo previo y que avanza en unacomprensin diferente de la realidad juvenil chilena: nos referimos ala publicacin deLa rebelin de los Jvenes.En este trabajo, Valenzue-la (1984) seala que las acciones juveniles que desarrollan los jvenesde Santiago deben ser ledas desde la categora de anomia y agregaque el conflicto normativo entre una estructura social en proceso demodernizacin que promueve unas metas a conseguir (econmicas)y la impotencia de amplios sectores de la juventud chilena (urbana ypopular, principalmente) generaran una tensin en los jvenes y elloexplicara las distintas acciones de protesta o divergencia social en lasque incurren los jvenes. De esta forma, el eje tradicin y moderniza-cin entran en conflicto generando sectores dentro de la sociedad yque generan capitales sociales y culturales que les permiten movilizarseadecuadamente, en tanto otros sectores estaran fuera de la sociedad,y se caracterizaran por acciones delictivas o de tipo comunitarista.

    La idea central expuesta en el texto, y que seala que seran esosdesajustes en la estructura normativa provocadas por los procesosmodernizadores (estructura social) los determinantes de los compor-tamientos anmicos de los sujetos (actor social), ser recuperada en dis-tintos estudios sobre juventud posteriormente (Guell, 2004; Contreras,2000, entre otros). En el caso de Contreras (2002), el autor sostiene unahiptesis que seala que los jvenes reproducen en su sociabilidad la

    ideologa liberal: la juventud popular estara en un estado de angustiapermanente por no cumplir sus expectativas de vida (pautadas por elneoliberalismo) lo que verificara el fracaso del itinerario pautado porla modernidad (trabajo-tranquilidad/estabilidad-consumo) con el con-siguiente descentramiento de las instituciones encargadas socialmentede verificar este trnsito desde lo juvenil a lo adulto.

    A partir de estos textos emblemticos de la produccin investi-gativa de la poca, podemos concluir que en el campo de los estudiossobre juventud se construyeron dos lecturas tericas sobre el sujeto

    juvenil y que se encuentran enfrentadas entre s: a) la del sujeto parcial,que seala que la juventud se caracterizara por constituir una parti-cular forma de buscar alternativas dentro de un panorama de escasez

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    de stas y en dicho marco emerge una cultura juvenil, entendida encuanto prcticas juveniles y modos de dar significado a dichas prcti-cas. (Agurto et al, 1985); y b) la del sujeto anmico, que seala que la

    falta de integracin al mundo institucional de la participacin lleva aldeclive de sus formas tradicionales (partidos, organizaciones, formasde accin comunitarias) y a una accin social regida por la adecuacina fines individualistas, todo ello ligado a una disolucin de normas yvalores fundamentales (Valenzuela 1984).

    2.1 LOS ESTUDIOS DE JUVENTUD A PARTIR DE LOS AOS NOVENTAEl fin de la dictadura implic un reconocimiento explcito de la deudasocial con los jvenes lo que tuvo su correlato poltico en la constitucinde los jvenes como problema, a la vez que la juventud se constituy enun cuerpo social a intervenir desde el aparato institucional mediante laaplicacin de polticas sociales.

    Esta situacin, de orden poltico e institucional, trajo dos con-secuencias inmediatas: a) la proliferacin de estudios por encargo delas distintas reparticiones pblicas con la misin de diagnosticar lassituaciones-problema, y b) un retroceso en la discusin conceptual res-pecto al sujeto juvenil que se haba comenzado a generar a partir de losiniciales investigadores en juventud. Lo que importaba en el contextodel primer Gobierno de la Concertacin por la Democracia (1990-1996)no era problematizar, sino ms bien aplicar e integrar.

    Este desplazamiento, orientado desde el propio Estado, se con-solid a lo largo del tiempo llegando incluso a definir los temas, lasmetodologas y por supuesto los enfoques tericos para abordar la in-vestigacin en juventud. Es a partir de este proceso que podemos ex-plicarnos la preocupacin por incluir socialmente a los jvenes, dandoorigen a estudios especficos sobre la materia y a polticas concretas porparte del Estado: un ejemplo de esto es que gran parte de los estudiosen juventud de los 90 giran en torno a la institucin educativa, sea en

    su variante escolar tradicional (estudiantes secundarios) como en la deformacin para el trabajo (juventud popular y en proceso de insercinlaboral). Por lo mismo, las orientaciones generales de dichos diagnsti-cos se orientan ms bien a describir antes que a interpretar los sistemasde accin de los jvenes.

    En trminos polticos, este periodo se caracteriza por pasar pro-gresivamente de concepciones centradas en la integracin social aotras centradas en el control: ello quiere decir que desde el Gobiernoasume que existe una deuda social con los jvenes y como consecuen-

    cia de ello se procesan algunas demandas, a la vez que existe descon-fianza hacia la juventud y su activa participacin en la dictadura. Lainterpretacin es que los jvenes pueden, potencialmente, representar

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    una amenaza para la transicin, y paulatinamente se instala como lu-gar comn la supuesta apata de los jvenes frente a todo lo que sig-nifique participar del proceso democratizador que se iniciaba. Esta

    apata se supona que tena directa relacin con la inexistencia de espa-cios para la disputa y negociacin por el sentido, de un orden social quese considera preestablecido, y que opera segn flujos de integracin yexclusin. La apata juvenil era leda como una crtica impotente al sis-tema democrtico que se estrenaba en la transicin. (Tsukame, 2000:5)

    3. RELATOS MITOLGICOS SOBRE LA PARTICIPACIN JUVENILSera necesario precisar que cuando se habla de la participacin pol-tica de los jvenes, y se establece el balance de su apata como carac-terstica epocal (1990-2006), la operacin discursiva se inscribe en losmarcos del sistema poltico, y un paradigma de participacin juvenilespecfico: los que en Paris se tomaron las calles, y los que en Santiagoproclamaban la reforma universitaria. Diferencias ms o menos, se asu-me que son los jvenes de los 60-70, comprendidos generacionalmente,los iconos de la preocupacin e incidencia juvenil en la sociedad. Deall que en los anlisis sobre la participacin poltica de los jvenes seadvierta una cierta nostalgia intelectual y poltica que intenta leer losactuales movimientos juveniles a partir de lo que fueron en el pasado.De acuerdo a esta versin, sera posible analizar la participacin de losjvenes a partir del establecimiento de un momento fundacional de lasprcticas polticas de los jvenes a partir del paradigma del 68, y queha sido reactualizado por la denominada Generacin 80. A estos dosmomentos generacionales, Cottet (1998) los denomina la generacin delcuento y del recuento, respectivamente. Posteriormente, se produ-cira un abandono o distanciamiento de la poltica en la generacinpost 88 (el descuento, deshacer cuentos, segn Cottet), para finalmenteencontrarnos con una juventud para la que la cuestin poltica ya nosera tema, y que al da de hoy no cuenta con denominaciones6.

    Sin embargo, y a partir de una lectura sobre la informacin dis-ponible respecto a generaciones anteriores se nos evidencia que el re-lato de la participacin juvenil vinculado al mito 68 pierde fuerza yeficacia simblica. Las caractersticas asociadas a la juventud quevivi el tiempo de la Unidad Popular (comprometidos con el cambiosocial, movilizados, revolucionarios) quedan al menos en cuestin alrevisar algunos datos provenientes de una encuesta realizada a jvenes

    6 Nos referimos exclusivamente a las ciencias sociales chilenas. Porque en el caso de laproduccin de autores latinoamericanos como Muoz y Marn (2002) recurren a la deno-minacin de mutantes, mientras que el cataln Feixa (2001) califica como generacinarroba a los actuales jvenes.

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    estudiantes secundarios de la comuna de Santiago7, realizada el ao1972 (Argandoa, 1994).

    Cuadro 1

    Cul crees t que debera ser el papel de la juventud en la Sociedad?

    De acuerdo Desacuerdo

    Slo Estudiar 28.0 35.0

    Participar en Manifestaciones 8.8 45.3

    Actuar en Poltica no es propio de la Juventud 16.4 41.3

    Organizar Actos de Beneficencia 74.8 2.7

    Militar en Partidos Polticos 28.7 27.6

    Participar en Guerrillas 5.8 62.3

    Fuente: Elaborado por Argandoa, M (1994).

    Algunos de estos datos son coincidentes con las actuales formas de par-ticipacin que tienen los jvenes del nuevo milenio, por ejemplo respectoa cules son las organizaciones en las que los jvenes de hoy manifiestanmayor inters por participar son los grupos. Si bien la comparacin en-tre ambos datos es algo forzada, en tanto las preguntas formuladas a losencuestados no son las mismas, s es posible establecer algunas analogas

    que permitan establecer algunas comparaciones de orden general entreambas generaciones. Lo importante de resaltar para los efectos de estaargumentacin no es que los jvenes de hoy son consumistas y los de finesde los aos sesenta politizados. En los aos sesenta era tan improbabletener afinidades alejadas de la poltica como hoy su contrario, y esto notiene que ver slo con los jvenes (Urresti, 1999:178). De otra forma: leeren funcin del pasado ms que recurrir a la historia para comprender elpresente, se transforma en un perverso juego de imgenes que desaloja desu continuidad histrica los actuales procesos polticos juveniles.

    Por lo tanto, la reconstruccin de las diferentes formas de inter-locucin poltica que los jvenes han desarrollado a lo largo de distintaspocas nos ayuda a desalojar ciertas mitologas sobre lo juvenil8 sobre

    7 Estos datos tienen solamente un valor ilustrativo, en tanto las crticas metodolgicasposibles de ser realizadas al instrumento utilizado como a la muestra son plenamentejustificadas. An as, permiten mostrar la heterogeneidad de jvenes que vivieron esemomento histrico, as como sus diversas preocupaciones y posicionamientos frente alos conflictos de la sociedad.

    8 En el contexto de esta presentacin, entenderemos el Mito como un tipo de creencia san-

    cionada socialmente, y que ha sido establecida a travs de varias generaciones, que refiere adeterminados hechos ocurridos y que son significados de acuerdo al relato que se constru-ya. El Mito opera culturalmente, y no puede ser verificado sino es al interior del propiouniverso simblico que lo construye; de otra forma, el Mito es verosmil, pero no verdad.

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    las que se articulan las visiones dominantes de lo que debe ser el com-promiso poltico de los jvenes. No slo jvenes estudiantes, de clasemedia, y masculinos, son los que han actuado en poltica a lo largo de

    la historia social chilena.Si en un primer momento podemos problematizar el mito de laparticipacin juvenil vinculada al paradigma del 68, en segundo lugartendramos que cuestionar la transparencia de un concepto como el depoltica. La poltica la entenderemos como aquella dimensin instrumen-tal-institucionalizada de regular las relaciones sociales, en tanto que laslgicas y fundamentos de aquellas relaciones son lo que constituiran lopoltico. Esta diferenciacin nos instala de pleno en las lgicas y formasorganizativas que tienen los jvenes chilenos en la actualidad. De otraforma, la pregunta nos desplaza hacia las dimensiones constitutivas de laaccin colectiva en tanto su anlisis permitereconocer la manera en queuna sociedad percibe su entorno, sus prcticas histricas y el conflictoque las articula (Morales, 1999: 146).

    4. JUVENTUD, POLTICA Y MOVIMIENTOS JUVENILESSi pensamos entonces a la juventud como una categora social, con usospolticos evidentes en tanto promesa de futuro o peligro social, inscritahistricamente en el devenir de la sociedad chilena, necesariamentedebe ser analizada a partir de las propias tensiones transicionales querecorren el pas. Reconocer los desplazamientos del sentido de lo po-ltico en un sentido global, recuperar las experiencias histricas queenunciamos en la primera parte de este artculo, y desde all indagaren las vinculaciones entre juventud y poltica son un primer paso parano continuar en los juegos fractales que operan al interior de las mito-logas juveniles. Avanzar en esta direccin nos reafirma que no sloel movimiento estudiantil se apropia de la nombrada juvenil- y quehabitualmente se presenta como paradigma del surgimiento del actorjuvenil en Amrica Latina. (Gonzlez, 2002:72).

    En este mismo sentido, podemos agregar que hoy la especificidadjuvenil se expresa, manifiesta y constituye visiblemente en otros secto-res sociales organizados: en los gremios, sindicatos e incluso al interiorde la accin poltica del propio gobierno a travs de la articulacin depolticas sociales. Todos esos procesos co-ayudan al fortalecimiento deidentidades juveniles incluso en sectores donde el tema generacionalno era considerado. Si la condicin juvenil se constituye y fortalece endistintos mbitos de lo social, de qu manera podramos aproximarnosal concepto de movimientos juveniles ms aun considerando que hasta

    ahora los movimientos juveniles haban sido pensados casi exclusiva-mente alrededor del movimiento estudiantil, y por lo tanto no existenmayores problematizaciones alrededor de este sujeto juvenil colectivo.

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    En el caso chileno, ser Agurto (1985) quien construya los puen-tes entre movimientos sociales y juventud, y agregue una distincinentre movimientos que impugnan el ordeny movimientos queproponen

    otro orden. Esta perspectiva es complementada posteriormente por Fa-letto (1986) quien seala la importancia de las construcciones ideolgi-cas o visiones de mundo (o capacidad de propuesta) en los movimientosjuveniles. Es decir, se asume la existencia de un actor social joven queno slo expresa sus puntos de vista de clase, o de gnero, sino que se-ra portador de particulares vivencias y especficas visiones de mundoconstruidas a partir de su condicin generacional.

    A partir de lo anterior y para aproximarnos al estudio de losmovimientos juveniles, los asumimos como una articulacin de gru-palidades que contienen una particular visin de la sociedad, apuestanpor el cambio social, reconocindose en conflicto y disputa por la posi-bilidad de construir un orden alternativo. Esta definicin operacionalde movimientos juveniles necesariamente debe ser enriquecida a partirde la discusin con los aportes realizados desde la teora de los nuevosmovimientos sociales. Porque an cuando los actores juveniles no lo-gren constituirse en un movimiento juvenil, los jvenes siguen estandopresente en forma individual en distintos movimientos sociales, y comoapunta Laraa el anlisis de las relaciones intergeneracionales aportauna dimensin esencial para entender la forma en que persiste una cul-tura de oposicin a las situaciones dadas, una ideologa de la resistenciao la estructura organizativa de un movimiento (1999:145).

    Ahora bien, el anclaje de edad para el anlisis de los movimientosjuveniles slo constituye un esfuerzo clasificatorio que no constituyeuna ruptura epistemolgica con el sentido comn (Bourdieu, 1990). Porlo tanto, el esfuerzo ser precisar en la forma en que ese dato estadstico(edad) se convierte en un proceso socio-cultural que revela particularesmodos de vivir y sentirse incluido en el mundo. Slo a partir de estosarraigos empricos podremos construir una lectura terica que sea per-

    tinente para el anlisis de los movimientos juveniles (Reguillo, 2000).Al dar cuenta de esta especificidad juvenil podremos evaluar la

    pertinencia de hablar o no de generacin, ya sea bajo el concepto deunidad cultural (Ortega y Gasset 1955) o como unidad generacional(Mannheim, 1959). Lo central es avanzar hacia una lectura de la rea-lidad social ms all de las clasificaciones formales en tiempos hist-ricos, mediante el anlisis de esas pautas culturales que se oponen alas establecidas y que progresivamente se van constituyendo en pre-condiciones para la accin colectiva. Pensamos que la actual generacin

    de jvenes chilenos comparte una serie de caractersticas similares quenos hacen pensar en la utilidad de esta lectura. No slo comparten unamismo segmente etreo, sino que tambin sus posibilidades de inser-

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    cin social en contextos de crisis lo pone en evidencia como actor socialcon competencias especficas pero que a la vez cuestiona la capacidadde conduccin poltica de la generacin gobernante. Es decir, podemos

    afirmar que existen argumentos suficientes para vincular los procesosde cambio socio-cultural con los cambios generacionales. No se tratade afirmar que son los relevos generacionales los motores del cambiosocial (sujeto-estructura), ni tampoco que son los cambios sociales losque predisponen la emergencia de generaciones (estructurasujeto).

    Lo que intentamos sealar es la potencia de interrogar las ac-tuales prcticas juveniles desde las tesis generacionales y desde allanalizar los cambios que enfrenta la sociedad en su conjunto. Si lageneracin como concepto histrico puede ser interrogada desde lasespecificidades de lo juvenil, la pregunta por las actuales caractersticasde los movimientos juveniles puede darnos pistas de los procesos decambio socio-cultural de profundo alcance que estaran madurandoen la escena social chilena9.

    Ahora bien, esto equivale a pensar que todas las acciones juveni-les comportan un posicionamiento poltico? En ningn caso, y tal comoseala Reguillo (2003) es necesario mantener las distinciones analti-cas entre lo que podemos denominar como culturas juveniles y aque-llo que se inscribe ms bien en el campo de los movimientos sociales.Si bien esto no significa asumir una ecuacin entre acciones juvenilesy movimientos sociales, tampoco podemos invisibilizar los contextoseconmicos (neoliberales), sociopolticos (democracias restringidas ala representacin) y culturales (cdigos de relaciones sociales) en quedichas prcticas culturales de los jvenes se inscriben.

    Las prcticas juveniles, sus formas culturales, sus formas derelacin entre pares y con el mundo adulto e institucional, sus esti-los diferenciados, sus consumos simblicos y materiales, la culturajuvenil en sntesis, evidencian la propia condicin poltica de unajuventud que opera (acciona) en un momento histrico de inclusio-

    nes polticas que busca cuadrar las contabilidades sociales de lasinstituciones (los jvenes estn, son atendidos), pero que no validalas nuevas formas y lgicas de relacin social que desde la propiacotidianeidad hasta sus articulaciones en diversas agrupaciones (lopoltico) viven las personas jvenes. Y esa doble comprensin pol-tica de las culturas juveniles es la que proponemos incorporar ennuestros anlisis.

    9 Esta idea est emparentada con la hiptesis del potente silencio de los aos 90, y quese encuentra desarrollada en Salazar,G y Pinto, J; Historia contempornea V. Niez yJuventud. LOM Ediciones. Santiago, 2002.

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    5. MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN CHILE: DIMENSIONESDE ANLISISLa propia definicin y delimitacin de la accin colectiva constituye

    un campo de disputa, como lo demuestran el conjunto de teoras yenfoques con que se pretende analizar este fenmeno constituyente delo social y tributario de lo cultural10. Porque sin duda, individual y co-lectivamente hay cosas que nos mueven pero tambin hay cosas porlas que nos movemos. Por lo mismo, se requieren perspectivas que seancapaces de dar cuenta tanto de los individuos y sus motivaciones, comodel papel que desempean las agregaciones humanas o colectividades,as como de aquellos elementos de orden estructural que enmarcan lasacciones concretas.

    En el proceso de reconstruir y conceptualizar la constitucindel movimiento estudiantil chileno hemos identificado dos dimensionesanalticas que nos permiten analizar las prcticas juveniles desde unaperspectiva cultural como lo hemos sostenido a lo largo de este texto:ellas son polticas de visibilidad y polticas de la identidad.

    5.1 POLTICAS DE VISIBILIDAD

    Expresar, manifestar, visibilizar. Nociones que remiten a la forma enque aparecen frente a nosotros un grupo de jvenes haciendo algo: losvemos, estn all, se hacen presentes, se visibilizan a travs de un con-junto de lenguajes y estrategias que remiten tanto a las caractersticasculturales que presentan las grupalidades juveniles como a la formas ycontenidos con que la sociedad va construyendo y constituyendo a losdistintos grupos sociales que en ella conviven.

    Si una de las cuestiones que ha cambiado en la sociedad chilenaes precisamente el lugar donde se construye lo poltico, es necesarioentonces realizar un esfuerzo por ubicar los lugares desde los cules seestaran re-construyendo acciones e identidades polticas. Esto nece-sariamente debiera ser analizado desde sus distintos niveles de organi-

    cidad, porque no todos las grupalidades juveniles se encuentran en unmismo plano: agrupaciones juveniles o cabros de esquina, colectivosjuveniles, movimientos juveniles o adscripciones identitarias. La distin-

    10 Un buen texto sobre el tema lo constituye Accin Colectiva. Un modelo de anlisis(Morales Gil de la Torre 1999). All, el autor realiza una revisin de perspectivas tericaspara entender el fenmeno de la accin social y nos lleva a lecturas que van desde la vi-sin del estructural-funcionalismo, pasando por la fenomenologa y el interaccionismosimblico para terminar con las teoras de los movimientos sociales (Touraine) y de la

    accin colectiva (Melucci). Desde estas perspectivas, Morales centra sus ejes de anlisisen el dilema de las ciencias sociales respecto del sistema y el actor, el orden y las liberta-des; del constreimiento que ejerce la estructura sobre el actor y de las posibilidades deinvencin que tiene ste en dicha estructura.

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    cin analtica nos permitir precisar los grados de articulacin socialde las propuestas polticas construidas desde el campo cultural.

    En una analoga con los no lugares que plantea el antroplo-

    go francs Marc Aug, el argentino Sergio Balardini habla de los nosucesos como una caracterstica del nuevo milenio: Los noventa losconocemos, no hace falta caracterizarlos. Digamos, en todo caso, quepara muchos se trata de los sesenta al revs (Balardini, 2002:56). Sinembargo, los no lugares y sus correspondientes no sucesos parecenestallar. Se pueblan los espacios pblicos, la juventud (y no slo ellos)vuelven a ocupar las calles en fiestas comunitarias, actividades ldicaso manifestaciones polticas. La lgica del flujo, tan caracterstica delorden neoliberal, no parece ser tan efectiva: la gente se encuentra, almenos esa es la tendencia que podemos apreciar hasta ahora. Pero po-demos ir ms all y sealar que esta mirada de los no sucesos es tri-butaria de un adultocentrismo as como los no lugares son concebidosa partir de una posicin cultural letrada y moderna que invisibiliza lasposibilidades de encontrar y producir significados polticos por fuerade la institucionalidad tradicional del orden moderno-liberal.11

    Sealamos que la pregunta por los modos de nombrar y ser nom-brados en el espacio meditico nos instala en el debate sobre las polticasde la visibilidad que desarrollan las agrupaciones juveniles, as como aque-llas que son desplegadas por los dispositivos hegemnicos de poder (adul-tocntrico) y que mayoritariamente es mediatizada por la prensa escritay audiovisual. De all que al decir de Reguillo (2005:55), la produccin devisibilidad debamos entenderla como () el acceso al espacio pblico encondiciones equitativas de enunciacin de los propios movimientos socia-les () lo que estar en juego es en qu medida los movimientos socialessern capaces de generar las condiciones para dejar de ser rehenes de lafotografa que los medios de comunicacin producen sobre ellos.

    En este sentido, es necesario problematizar una doble dimensininvolucrada en la construccin del movimiento estudiantil: las polticas

    desplegadas por los actores institucionalizados sobre el mundo juvenil,y aquellas que despliegan los propios actores juveniles en su intento pordesarrollar estrategias comunicacionales como componentes centrales enlas condiciones de posibilidad de la propia accin (tanto en su constitucincomo en su permanencia). En ese sentido, la escena comunicacional seconvierte en un analizador central de las luchas por la constitucin de las

    11 Cmo podemos decirle a un joven de hoy en da que escuchar msica, ir a un mall ocentro comercial, es un sinsentido o expresin de una inversin ideolgica? Los estudios

    que tenemos hoy disponibles nos ayudan a encontrar sentido a esas prcticas juvenilesvinculadas con los consumos culturales y asignarles un papel co-constructor de los po-sicionamientos de los sujetos en el (su) mundo. Ver Garca Canclini, E: Ciudadanos yConsumidores.

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    visibilidades, en una doble dimensin hegemnica y contrahegemnica12a la vez que en un verdadero marco estructural de la construccin de lapoltica juvenil.

    La produccin cultural aparece entonces, segn diversos autores(Feixa et al, 2002; Reguillo, 2000) como un lugar de interrogacin y ela-boracin de significados que posibilitan la accin. Las manifestacionescon bailes, msica, tambores y actuaciones de teatro, el uso de tecnolo-gas, quizs identifiquen mejor que otros indicadores las variaciones ynovedades que comportan las acciones polticas juveniles de este nuevomilenio. Las formas de accin a travs del carnaval, que contribuye a laritualizacin de la manifestacin poltica, no son una cuestin superfi-cial. La performance juvenil supone o ms bien est ntimamente ligadaa los contenidos fundamentales del movimiento: discurso propositivo,esperanzador y ldico. De all que para ingresar al anlisis de las for-mas expresivas y las polticas visibilidad a partir de la performance ymanifestacin poltica y la constitucin de una subjetividad juvenil.

    5.2 PERFOMANCE Y MANIFESTACIN POLTICAEl anlisis sobre la visibilidad contiene dificultades analticas no siem-pre debidamente planteadas en los estudios sobre la participacin pol-tica de los jvenes y que refieren al relato que se elabora sobre lo que elmovimiento significa. Un ejemplo lo constituyen algunos anlisis sobreel movimiento estudiantil secundario en Chile del 2006, donde la expe-riencia movilizatoria es explicada de modo total y causal desde el pesoagobiante que habra tenido el modelo neoliberal (Gmez Leyton, 2006)hasta por la conduccin estratgica de las movilizaciones en forma au-tnoma de los partidos polticos (Salazar, 2006).

    Sin embargo, tal unidad y semejante totalidad subyacente en lasprcticas no existe, y nos encontramos frente a movilizaciones y accio-nes colectivas que ms bien responden a diversos intereses de acuerdoal lugar de emplazamiento de los actores, incluso muchas veces res-

    ponde a estados emocionales que no siempre aparecen visibilizados.Todo lo cual evidencia que muchas de las acciones colectivas estnconstituidas de una heterogeneidad que vuelven ms rico el anlisisde esos procesos de produccin simblica en la sociedad. Desde estaperspectiva, pondremos el nfasis de nuestro anlisis en los significadosque los propios jvenes hombres y mujeres le atribuyen a su prctica, asu entorno, y las interacciones que se producen entre los distintos ele-

    12 Para A. Gramsci, la hegemonia remite al proceso mediante el cual en un orden social

    estratificado aquellos que detentan el poder (econmico, poltico, cultural) logran imponercomo naturales sus propios valores y significados ante los grupos subordinados. Parauna profundizacin del concepto de hegemona ver: Gramsci, A: Antologa. EditorialSiglo XXI, 2004.Buenos Aires.

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    mentos involucrados (Laraa, 1999; Iiguez, 2003; Della Porta y Mosca,2005). O como plantea Melucci (1999:43);

    () la accin colectiva es considerada resultado de intencio-

    nes, recursos y limites, con una orientacin construida pormedio de relaciones sociales dentro de un sistema de oportu-nidades y restricciones. Por lo tanto, no puede ser entendidacorno el simple efecto de precondiciones estructurales, o deexpresiones de valores y creencias. Los individuos, actuandoconjuntamente, construyen su accin mediante inversionesorganizadas; esto es, definen en trminos cognoscitivos,afectivos y relacionales el campo de posibilidades y lmitesque perciben, mientras que, al mismo tiempo, activan sus

    relaciones para darle sentido al estar juntos y a los finesque persiguen.

    Esta perspectiva me parece pertinente de vincularla con la produccinantropolgica sobre el ritual13, como forma de comprender a cabalidadlas orientaciones culturales que los jvenes despliegan en sus accionesa la vez que las proyectan sobre determinados horizontes simblicos.As como hemos deslizado una nueva perspectiva para comprender laaccin colectiva, parece pertinente desplazar las definiciones clsicas

    del ritual en cuanto a suponer que los rituales poseen significacionesintrnsecas, dadas o fijadas por la tradicin, que desafan constantemen-te la aprehensin que de ellas pudieran hacer los actores, y que apelana una suerte de reiteracin mecnica. En este modelo se desconsideratanto los mecanismos de apropiacin del sentido que ensayan los gruposcomo aquellos actores singulares, imaginativos y minuciosos a travs delos cuales los rituales son recreados, transformados, construidos en la einventores de la historia. (Daz Cruz, 1998: 76-77)

    Si pensamos por ejemplo en las adscripciones a determinados es-

    tilos, queda en evidencia que la dimensin movilizadora de los ritualesno siempre est pre-establecida u obedezca a una repeticin mecnica.

    13 En general, aunque no exentas de debate, algunas propiedades formales de los ritualesseran; Repeticin ( tiempo, espacio, contenido, de forma) Accin (implica hacer algo yno slo decir o pensarlo, por lo tanto no es espontneo), Estilizacin (acciones, smbolosextraordinarios o usados de modo inusitado, hay una complacencia en fascinar, descon-certar y confundir, no en pocas ocasiones producen disonancias cognoscitivas) Orden(eventos organizados de personas o elementos culturales, tienen un principio y un fin,no excluyen momentos de caos y espontaneidad) Esti lo presentacional evocativo (inten-tan producir un estado de alerta a travs manipulando smbolos y estilos sensoriales),

    Dimensin colectiva (tienen un significado social, las reglas exigen que sean reconocidaspblicamente y que sean transmitidas por actores pertinentes) Felicidad e infelicidad(de la realizacin del ritual), Multimedia (utilizan heterogneos canales de expresin)Tiempo y espacio singulares ( fragmentan el fluir de la vida cotidiana). (Daz Cruz, 1998).

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    Se trata ms bien de ir haciendo o ir hacindose en el camino. Estadimensin performativa de ciertas prcticas juveniles es fundamentala la hora de analizar la accin que desarrollan, por cuanto muchas de

    ellas pasan por ejes de constitucin tan sutiles como los afectos y laspropias situaciones emocionales por las que atraviesan los sujetos.En el caso de los afectos, en ocasiones ms que la adhesin a

    determinada causa son ciertos estados emocionales los que organizanlos sentidos y permiten definir las prcticas. De esta forma, la protestasocial es pensable no slo como un espacio de visibilizacin de un cier-to actor colectivo alrededor de unas demandas compartidas, sino quetambin se incorpora esta otra dimensin teraputica que permite alos individuos procesar, descargar, escenificar ciertos procesos internospor los que atraviesan. All radica la potencia de la performance, juvenilen este caso; recrear la estructura dramtica clsica del ritual (separa-cin, liminalidad, reagrupacin) a partir de la puesta en discusin delos propios objetivos que unifican a los participantes de una actividad.

    En la historia social de Chile los jvenes como conjunto genera-cional, han sido mayoritariamente invisibilizados o aparecen subsumi-dos en otras categoras como las de obreros, pobladores, entre otras.Sin embargo, desde la creacin de la Federacin de Estudiantes de Chile(universitarios) a principios del Siglo XX comienza un largo proceso deconstitucin de un actor juvenil circunscrito y homologado a la de es-tudiante: as es como se recuerda el movimiento social conocido comorebelin de la chaucha el ao 1957 y en el que tuvo una destacadaparticipacin el incipiente movimiento de estudiantes secundarios y apartir de la cual se sumaron sectores obreros y poblacionales unidospor la demanda de reivindicar un transporte pblico accesible en suscostos, o las movilizaciones universitarias ocurridas en los aos 1967y 1968 que inicia un profundo proceso de Reforma Universitaria a lavez que una destacada participacin de los mismos jvenes en los par-tidos polticos (sean de izquierda, centro o derecha). O lo que ocurre en

    los aos 80s, donde emergen nuevamente movimientos estudiantiles yque es muy bien recreado por el documental Actores Secundarios; muysignificativo el nombre, siempre actores secundarios, en la historia deChile los jvenes son actores secundarios, aunque se hayan visibilizadocomo punta de iceberg de ciertas transformaciones sociales.

    Todos estos antecedentes evidencian un verdadero repertorio deaccin colectiva y modalidades especficas de accin conjunta que handesarrollado los jvenes en Chile. En este punto, y siguiendo a Tilly(2002) podemos sealar que las acciones juveniles no siempre presupo-

    nen el establecimiento de un conflicto (nudo central en la definicin demovimiento social); es ms, podemos sealar que las acciones de losjvenes se mueven entre la afirmacin de una determinada adscripcin

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    identitaria y las demandas que s afectan a un nmero de actores muchomayor. Ahora bien, me parece que esta distincin en las modalidadesde los repertorios de la accin colectiva no deben pensarse de forma

    excluyente, o mejor dicho como dos polos opuestos entre s, y ms bienlas articulara en un continuum entre afirmacin identitaria y conflictosocial, fundamentalmente a partir del poder performativo que previa-mente hemos descrito. Entonces, si utilizamos la distincin slo paraefectos analticos, tendramos que reconocer estas dos posibilidades deaccin colectiva y movilizacin juvenil.

    En un primer caso tendramos aquellas cuestiones derivadas fun-damentalmente de la realizacin, creacin, y sostenibilidad de espaciosde sociabilidad juvenil a partir de la reunin de jvenes que adhierena un determinado estilo cultural. Emergen as formas de movilizacincolectiva como tocatas y conciertos que constituyen procesos funda-mentalmente autogestionados y de relacionamiento horizontal conotras agrupaciones juveniles. Los repertorios comunes a esta primeraposibilidad de accin colectiva juvenil son la realizacin de carnavales ypasacalles, escenificaciones y performance callejera, conciertos y reali-zacin de tocatas, fiestas temticas, etc. Configurando de esta forma loque podramos denominar una forma de movilizacin colectiva ldica.

    Pero en segundo lugar, tenemos tambin as las formas mscomunes y recurrentes de ritualizar la prctica poltica, y que se en-cuentran enmarcadas en la consecucin de demandas que afectan losintereses de un conjunto ms amplio de actores institucionales y gru-pales, lo que configurara la situacin clsica de conflicto (Tilly, 2002).Los movimientos estudiantiles (universitarios y secundarios), aquellosque se movilizan en funcin de la recuperacin de edificios y equipa-miento pblico para uso cultural de las asociaciones de jvenes y devecinos, los precarios intentos de articulacin de jvenes trabajadoresy pobladores que reivindican trabajos estables y no precarizados comoes la norma de insercin laboral de los jvenes chilenos, y la posibili-

    dad de acceder a vivienda en condiciones preferenciales y no por vadel sistema bancario privado, despliegan formas ms convencionalesde movilizacin y protesta social: la marcha y desfile pblico (tanto enfechas emblemticas, como el 1 de Mayo el 11 de septiembre, comoen movilizaciones especficas), la interpelacin de las autoridades insti-tucionales correspondientes (Ministerios, Palacio de La Moneda, etc.).

    La movilizacin y protesta juvenil oscila pendularmente entreadscripciones identitarias y conflicto social, y en su repertorio entreformas ldicas y violentas, entre formas clsicas y otras emergentes.

    Aqu es necesario sealar que lo emergente no tiene que ver tanto conla novedad como con lgicas que se van volviendo mayoritarias y queredefinen los patrones clsicos de movilizaciones y protestas sociales,