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LIBRO-10 Lupiáñez Romero José Antonio

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LIBRO-10 Lupiáñez Romero

José Antonio

. . . 1 . . . Poco podía ver esa noche cuando salieron las estrellas: La creciente, las manzanas, un sonajero, el espejo y la madeja de lana, que son todas mis riquezas. Pero el velo del sueño, haciendo círculos en el aire, me dejó entrever el paraíso. Y vi perlas que goteaban sobre las flores, y una inmensa cantidad de brillantes purísimos derramándose a mis pies en mil torrentes. Me pareció increíble. Pero supe que tenía que ser verdad por lo que me ocurrió después, lo recuerdo muy bien. Se me paró el corazón, y mi cuerpo se quedó inerte para siempre. Por tanto, aunque conservo la razón, puede que yo ya no exista. Y quizá deba estar agradecido, porque a mí me dolía el corazón de estar solo y ahora me veo libre y ya no tendré nada que temer ni porqué estar triste. Fue asombroso. . . . 2 . . . Justicia eres una madre terrible, niego que seas justa, es más fuerte que tú un juramento. Deberías ser un padre, para que no solo se te obedezca, sino que se te estime, porque traigas auxilio. De mármol, ni socorres, ni calmas, ni das serenidad. No estás por encima de la fortuna de algunos hombres y sueles oscilar suspendida de un hilo sobre nuestras cabezas con crueldad y sin compasión. El resultado final no depende del orden que predicas, se desprende continuamente de tu existencia. Todos vemos las heridas causadas por ti y que no debieron suceder. Siempre ha habido magistrados justos, descubridores de las cosas ocultas y con el poder de ver lo que sucedió. Como la luz de las estrellas, sus reflejos son necesarios en la oscuridad.

No conoceremos lo bueno sin un orden más elevado. Eso es todo. Ahora espero que se acabe el día para entonces soñar, porque en mis sueños no me asusto de lo que es infinito. . . . 3 . . . Siempre me ha disgustado perder el dominio de mí mismo, pero, con la cólera puedo vencer mi inseguridad y ya no hay modo de detenerme. ¿Que no es admirable? ¿Dónde está la explicación? O ¿dónde puedo ir a buscarla? Exijo respeto para mi cólera, y el que me lo niegue, presénteme una opción mejor. No, una simpleza, no. Tas cada repentino arrebato de furor, enmudezco y me quedo pensativo y reflexiono. Bendigo estos periodos de paz. Gracias, dulce y vivificante paz, llena de colores. Ahí encuentro mi mejor medicina. Dos almas viven en mí, dos fuerzas brotan de mi interior, son: Siempre y nunca, y es una lanzadera mágica con su vaivén la que urde la trama. Quien se haya sentido ofendido, sepa, que desde hace mucho, también yo desprecio una parte de mí, y que no me arrepentiría renunciando a ella. ¿Por qué voy a perder la esperanza si aún me queda vida aunque me falten las fuerzas que en los momentos de cólera me sobran? ¿Qué gano yo con toda esta confusión? . . . 4 . . . Ojalá ella también recuerde lo que pasó aquella noche, juntos los dos en su propio lecho, toda aquella felicidad. Yo, hoy lo estoy haciendo.

Ángeles, vosotros que habitáis en ella, sacadlo a la luz. Mirando ahora mi cuerpo, pasando frío al lado de mi esposa, lo recuerdo. ¿Me quedo aquí? O ¿vuelvo allí? Lo sabré pronto, con seguridad. Las mismas leyes que traen los nubarrones y depositan rocío en mi cama cada noche, me han traído el recuerdo. ¿Me quedo aquí? O ¿vuelvo allí? aún no sé lo que quiero. Y pierdo el sentido. Y vuelvo a recordar, y me satisface, pero puede que ella lo haya olvidado y, por tanto, para ella yo ya no exista. Y recupero la razón. ¿Me quedo aquí? O ¿vuelvo allí? Y me dormí sin decidirlo. . . . 5 . . . He dejado de ser un hombre y, por tanto, ya me da igual lo que sea de mí. Adiós a tanta claridad, soy libre. Fueron suficientes solo cuatro palabras. Dijiste con tu lenguaje: "Un hombre sin capacidad." Y ¡qué dolor sentí! Te has quitado la alianza y no te arrepientes. Soportaré el desprecio. y me callé. El Sol saldrá mañana y acaso esto haya sido solo una puerilidad. Ojalá, aunque empiecen la hipocresía y la falsedad. ¿Te gustaron las rosas? . . . 6 . . . Huyes, ¿cometes esa infamia?

¿A quién temes? ¿A fuerzas invisibles? ¿Tan poderosas son? Te lo dije en el jardín, cerca de la fuente, y no ha sido la primera vez. No conoces la bondad, preludio para ser desafortunada. En la oscuridad estamos atrapados todos los condenados a la soledad. Los unos y los otros. Es para llorar sin consuelo. ¿No tienes deseos? Tú, la imagen de la virtud. ¿Vas a encontrar algo más hermoso que el amor? ¿No lo sabes? Dondequiera que vaya sentirás dolor. Yo prefiero callar cuando se va la luz del Sol. ¿Sabes tú lo que prefieres? Son impresionantes las palabras que dices, dichas sin ninguna finalidad exhalan frialdad y desdén, la prueba es la poca armonía que poseen. Tú te igualas a las estatuas y disimulas por orgullo lo que quieres. Mezclas en tu interior el aire puro que respiras con el aroma de la flor de hielo que late dentro de tu pecho. No me servirá de nada lo que diga, lo sé, y perdona, complico las cosas sin necesidad, en el fondo sí tienes tus preferencias, y ninguna es el corazón. Me obligas a enfrentarme con mis peores adversarios: la frialdad y el desdén. Pero sigo vivo. Yo ya hice todos los esfuerzos. Acaba de empezar otra noche sagrada y presiento que no me va a satisfacer. Otra vez que no lo conseguiré. Pero sigo vivo. . . . 7 . . .

Se envejece por dentro y por fuera. No sirve estar privado de la vista para verse envejecer por dentro. Pero no estaba pensando en eso, como los ociosos. Solo lo concibo como una humillación que carece de significado, y eso he hecho, dejar de pensarlo. Después de mirar cara a cara a las tinieblas ¿podríamos cometer un crimen? Hasta que no me conozca mejor y con la impotencia de los ciegos, esto sí lo percibo como cierto. Todos sabemos lo que es soñar. Con la llegada del tercer milenio, los sueños del anterior se están reflejan en multitud de espejos sin conservar bien la forma. Y no basta con estar dotado de la vista para entender el significado. Por eso, aunque me quede mucho tiempo, voy a esperar. . . . 8 . . . Encogiéndome de hombros, con resignación, me dije a mí mismo: ya he perdido mi divinidad, se ha disipado la niebla y he perdido la virginidad. Me siento liberado y feliz. Y descendí a la tierra, y toqué el suelo. ya no podré dar la vuelta y volver atrás, ahora me enfrento a la verdad. Y la tragedia empezó a tomar forma: vi lo que todos pueden ver, a un niño llorando en los brazos de su madre, donde la bondad, la ternura y la compasión deberían ser evidentes. Y me hice el ciego, y el sordo, como hacen aquí

para evitar ver lo que no quieren ver. No pienso sacrificar mis recuerdos, no los voy a traicionar. Nada enturbiará un pasado feliz. Y aparto de mí estas visiones. . . . 9 . . . He vivido una vida plena y feliz, bebido hasta la última gota la copa de la existencia, no me he odiado nunca a mí mismo y todos los seres vivos han sido sagrados para mí. Ojos míos, corazón mío, no olvidéis tantas maravillas, algo que puede llegar a pasar, pues he llegado a la vejez. Aun así, no pierdo la calma. ¿Podré soportar esta nueva vida llena de interrogantes? ¿Conservar intactos mi empuje, mi voluntad, mis deseos y mis sueños, más queridos para mí que mi propia vida? Porque todo lo demás no vale nada. ¿No sería mejor ceder, como han hecho tantos, que tener que empezar a engañarme? . . . 10 . . . El pensamiento amargo de que no la veré nunca me resultará más fácil de soportar si lo hablo, si digo las cosas. Y lo diré: ¡Te amé tanto! Desde más allá del día primero en que comenzó todo hasta lo más profundo de mi ser, donde ya nadie llegará jamás. Para las otras mujeres fueron mis colmillos de león, resistiéndome a las fieras, bien lo sabes. Pero todo duró demasiado. Incluso la última noche, echado a tu lado en nuestra cama, sobre la colcha blanca, pensaba, ¿qué hago yo aquí todavía? ¿Y qué nos va a pasar? Si la olvido, mejor para mí, ¡así no me perseguirán los recuerdos!

Esto último es una mentira inventada por mí, afortunadamente jamás pasará. Me voy, me enfrentaré a la soledad y lo haré con el mismo talante con el que me enfrento a la insensatez o a la impertinencia. ¿En qué puedo pensar en adelante si ya no la puedo alagar ni tengo nada que reprocharle? Pero es necesario que diga algo, y lo voy a hacer para mitigar su ausencia. Sus padres me temían y odiaban, decían que engañaba con primores a una incauta. Pero recuerdo lo que pasaba en nuestro dulce nido donde la poca claridad y el silencio de la noche nos trasformaban, y en mí lo siguen haciendo. Recuerdo lo mucho que te quería. Entonces conseguíamos que la noche no acabara nunca. Ángeles, vosotros que habitáis en ella sacad a la luz toda aquella felicidad, quiero perder otra vez los sentidos. Aunque al amanecer, con el frío de la aurora volveré del sueño y se irá mi deseo, amor, y por tanto, mañana, durante el día, ya no existirás. . . . 11 . . Si creo que es lo que es lo debo decir mientras tenga fuerzas, empleando las palabras que usamos todos. Rayo de sol ¡qué poder tienes! Nuevo compañero, vienes ahora cuando las riquezas no existen. No sé de nada más que me pueda hacer feliz. Y sin tener que devolverlo. Tu brillo apareció de repente y con él la dicha, y se fue el dolor, ya no tengo ningún miedo. ¿Tenemos que callar? ¿También yo? ¿He de hacerlo así? Eso no, pues tengo memoria, aunque no poder, a pesar de mis deseos. ¿En qué había de creer? ¿En qué? ¿Tenía que decir que sí a todo? ¿Había yo de opinar bajo amenazas?

¿No tenía que defenderme? ¡Soberbios! Respeto la primera ley que rige la vida. ¿Se puede hablar de eso? Aunque ninguno os atreváis, a mí me oiréis: Cuando me negué a mí mismo se me partió el corazón, y fui donde una palabra lleva a otra, allí donde se cree en la virtud y en la dignidad. Crucé al otro lado, donde no se percibe el paso del tiempo y se pasa dulcemente de la ira a la templanza. Allí donde el dolor acaba, donde se cicatrizan las heridas y se fortalece el corazón antes de poder empezar de nuevo. Cuando lo pienso. Yo era demasiado poderoso, no encontraba diferencia entre placer y dolor, dos rayos que era capaz de lanzar con mis manos al mismo tiempo. Entonces se podían reconciliar en mí esas dos naturalezas. Tal era mi confusión. . . . 12 . . . Hacer cosas contra mi voluntad me asustaba, y me preguntaba siempre: ¿puede alguien ser feliz durante toda su vida? He tenido miedo de obrar y a veces de no obrar, pero solo si alguien me invitaba al amor. También lo he tenido del viento cuando sopla con cólera, que es terrible de escuchar. Como también del silencio, que lo es aún más. No tengo ninguna enfermedad ni llevo ningún mal dentro, solo algo de locura. Pero solo la locura no basta para hacer el mal, con la injusticia, o la cobardía o la insensatez, sí. o con la ignorancia.

Yo no me recreo recordando desgracias, ni escuchando tristezas. Por lo demás, solo algunas dificultades. A muchos les importará poco, o pensarán que no les descubro nada. ¿Qué me queda por hacer? Lo evidente, lo que no se hace más que una vez. Ojalá hoy lo haga, pues ¿cuándo mejor? A eso he venido. . . . 13 . . . Tus enemigos son los míos y tienes que sufrir, me predijo. Y la vida comenzó su ataque contra mí, una lucha desigual y sin piedad que dura muchos años, y todo el tiempo oyendo gritos de dolor y de amargura. El campo de batalla es un desierto árido. ¡Es terrible esta enfermedad! Y cuando vi acercarse unas batas blancas, temblé de terror. Sabía que iba a ser víctima de una injusticia. Entonces caí en una especie de delirio y terminé perdiendo el sentido. Cuando desperté no quedaba más que yo, era un día delicioso y me hallaba en una enorme estancia, preciosa, tapizada con sedas de flores de todos colores, que tenía en el centro un pequeño estanque, y, de pronto, salió de él un horrible escorpión que me perseguía, y se me echaba encima, lo que me hizo volver a sufrir. Desde entonces no he dejado ni un solo día de pensar: "no saldré jamás de aquí." . . . 14 . . . Hijo, el Universo existe, y existen los cuatro puntos cardinales,

el misterio de las estaciones, el perpetuo giro de la Tierra, el tiempo, que pasa imperceptible, la rueda continua de la existencia, los años, y los días, y las noches, las leyes de la vida con su eco en todos los seres vivos, la fe, la pureza, el valor, los hechos heroicos y de valentía junto al desorden del miedo y de la enfermedad, y existe la verdad, por obra del amor. La naturaleza existe. El Universo posee virtudes inimaginables. Tales son las maravillas que en él concurren. Siempre he estado orgulloso de ti. Tú ya conoces todo lo que está a la vista, debes tratar de sobrellevar el dolor por el estado en el que se encuentra la Tierra y comprender lo que se cierne sobre el futuro. ¿Qué podría hacerse? ¿Qué decir? El Sol se pone todos los días con el propósito de volver a renacer cada mañana, ¡me sorprende su optimismo! Yo recorrí el dorado mundo de los trigales, que son el mayor tesoro que posee la tierra, la única fuente de riqueza. Conocí días frescos y muy agradables. Me detenía, inmerso en mis pensamientos, sin ver cómo se tensaba el arco. Ahora contemplo el agua con la mirada perdida y siento cómo se desgarra mi corazón, jamás pude concebir ningún pensamiento que fuera en contra de la pureza del agua, me duele verla en estas condiciones. Infeliz, he hecho todo mal. Las montañas, los ríos, los mares, los miembros más queridos de la Tierra pueden verse derrumbados y secos, y sus nombres destruidos: Himalayas, Nilo (que es mi vida), Amazonas, rio Amarillo, Océanos de la Tierra, Alpes, Ganges, río sagrado de la India. ¿Puede haber algo más terrible? Es demasiado grande el golpe. ¡Vergüenza! Su vida y la nuestra están atadas entre sí. Si hubiera estado, hubiera detenido esta calamidad. ¿No era acaso un deber?

La Tierra está agotada y en plena agonía. El cielo, como un padre, es lo único que permanece inalterable, míralo, yo le sonrío cada noche. Y después, a plena luz del día, pienso en la Madre enferma y en lo mucho que la amo. Pero no es el momento de mostrar tristeza, una debilidad que debemos tratar de controlar. . . . 15 . . . Todo habla del amor. Así me hirió el amor: fue una mirada, no fue preciso más, tan breve como eso. Me pasó en esta misma calle, Fue de tanta belleza y sentí tanta alegría, tanto entusiasmo, fue tanta mi dicha, quedé tan impresionado en ese momento, que, si cierro los ojos, aún brilla aquella mirada, todavía lo siento, en mi pensamiento. Eso es lo que yo sentí, Todo lo puede el amor. Un solo instante y suenan campanas. y toda la tristeza se va. Cómo no conservar el recuerdo si hasta mi tristeza aumenta su hermosura. Por eso me complace tanto este recuerdo, que todavía lo siento, en mi pensamiento. No lo puedo olvidar, e imagino sus caricias y con mis brazos la estrecho contra mi pecho. Eso es lo que siento, en mi pensamiento.

Yo también amé. fue un día, un instante, solo una mirada. Y no me faltaron fuerzas en las alas para volar muy alto. tan alto llegué, tan cerca del Sol estuve, que me abrasaba. Tanto fue el amor que sentí, y todavía lo siento, en mi pensamiento. Así me hirió el amor. . . . 16 . . . Cuantas cosas hay en mí, las hay grandes y pequeñas. ¿Quién lo puede negar? De todas, a mí una me deleita, mi amor por la perfección, que aunque esté oculta y cuando se muestra es virginal, o mejor aún, casta. Me impulsa a ser ágil y a estar dispuesto a descubrirla, y eso hago. Del ideal de perfección que tengo estoy bien seguro: yo soy el juez, y nunca desmentiré a mis ojos. Todo amante es un soldado, y yo amo lo perfecto, y como en toda conquista, abandono un tesoro por encontrar otro mayor. . . . 17 . . . Vemos el fin de una era de gentes feroces, hoy viejos que se mueven como muertos y que ya no hacen sino balbucear. ¡Con tanto destrozo como han causado! En un siglo entero no han dejado ni una sola palabra útil, por tanto, no se llevarán nada a la tumba. . . .

18 . . . Que viene el enemigo, y su ideal es un erial. defiéndete, espíritu de la Tierra, En medio de un silencio de muerte un Sol de justicia devasta las llanuras desnudas y se secan los lagos y los ríos. Mientras un viento ardiente amontona polvo delante de los ojos. ¿Es esto obra nuestra? ¿Es fruto de la libertad que soñamos y que tanto nos enorgullece? ¿Es fruto del sacrificio y del amor, y a cambio nos devuelve esto? ¿Contribuye esto al progreso? ¿Contribuye el progreso al dolor, al sufrimiento y a las lágrimas? Tierra, revélanos el secreto del mundo: cuando todo lo que vive exclame.: Las últimas semillas sembradas tal vez no germinen. Entonces habrá empezado el último día. . . . FIN de LIBRO-10 . . .