Libertad y Autoridad en El Pensamiento de Ortega y Gasset

7/28/2019 Libertad y Autoridad en El Pensamiento de Ortega y Gasset

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Y en el otro texto publicado en El Sol el 1o. de julio de 1922de manera enf tica dice:

La historia arroja m s bien la ense anza de que los intelectualesslo una cosa han solido hacer en pol tica: estorbar. Ciencia y go-bierno son, acaso, las dos m s opuestas actividades humanas. Elintelectual un poco consciente de sus destinos, en lugar de pedir alpol tico un acta, debe pedirle que le lea con mediana atenci n. Silogra esto habr influido en la pol tica cuanto debe influir. 120

Por Justino de Azc rate sabemos detalles relevantes de suquehacer pol tico poco antes de que naciera la ltima Rep blicaespa ola:

...quiero hacer alusi n y menci n de la Agrupaci n al Servicio de laRep blica; fue la Agrupaci n constituida el 10 de febrero de 1931dos meses antes de ser proclamada la Rep blica por mani-fiesto p blico suscrito por Mara on, Ortega y P rez de Ayala; elprimer acto p blico se celebra en Segovia el 14 de febrero conparticipaci n de don Antonio Machado, adem s de los tres funda-dores.

A partir de entonces y hasta su disoluci n en octubre de 1932,es decir, durante veinte meses, don Jos Ortega ejerce la direcci nde un partido pol tico... Sobre Ortega recae adem s la direcci n delgrupo parlamentario formado por una docena de diputados. Deboafirmar que nuestra compenetraci n fue constante. Por qu se di-suelve esta minor a en octubre de 1932? Qu pasa desde el 14 deabril de 1931? Creo necesario destacar ante todo que la dedica-cin de Ortega a la pol tica fue aut ntica y que lleg a entusias-marle; pero para la opini n en general y m s acusadamente paralos que est bamos cerca de l, siempre ten amos un convenci-miento y un temor mal disculpados de que no podr a prolongarseuna dedicaci n tan exclusiva y excluyente para estar informado ald a de lo importante y de lo menos importante, valorar y medir losefectos de actitudes y declaraciones de quienes hacen la pol tica.

72 LA LIBERTAD, LA AUTORIDAD Y EL PODER

120 Ibidem , p. 19


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Madrid, y transterrado en M xico, pronunci en una conferenciaen agosto de 1956 que titul Ortega en pol tica estas palabras

sobre la actividad de su insigne maestro:

La participaci n de Ortega en la pol tica se caracteriza por una do-ble mezcla del pensamiento y de la actuaci n, dicho con sus mis-mos t rminos; o de lo te rico y lo pr ctico, como tambi n puededecirse; y de lo pol tico y lo no pol tico. Esta doble mezcla no sedebe simplemente a las relaciones en que est n siempre la teor a y

la pr ctica y todas las cosas en general. Se debe peculiarmente a laforma de actividad de Ortega y al contenido de su pensamiento. 124

Ortega y Gasset tiene muy claro que el Estado y la actividadpol tica no se entienden si no entendemos al ser humano. De ah que yo haya colegido que la teor a general del Estado y la cienciapol tica sean final y fundamentalmente antropolog a. En el prin-cipio y en el fondo del quehacer pol tico subyace la persona hu-mana. El fil sofo conoci mejor la pol tica al conocer al hombremismo. En el debate surgen la libertad, la autoridad y el poder paraarmar el laberinto por donde los pensadores cl sicos, incluido elpropio Ortega y Gasset, nos han iluminado y acaso confundido alo largo de muchos siglos.

Si hay alguna disciplina pol mica es la pol tica, donde cabentantas opiniones como aberraciones. M s an la falta de pol ticay de tica pol tica ha llevado a algunos gobiernos a incendiar suspropios pa ses agitados por supuestas ideolog as, o m s an porlos peores intereses propios donde la justificaci n del homicidioy m s an del genocidio no encuentran soporte suficiente ni en ElPr ncipe de Maquiavelo.

En pol tica hay principios para crear consensos sociales?Son necesarios los consensos sociales para que se d la pol tica?Qu pasa si la pol tica no tiene cimientos? Cul es el parecer aeste respecto de Ortega y Gasset?


124 Gaos, Jos , Obras Completas , Mxico, UNAM, 1992, t. IX, p. 161.


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Dice nuestro autor en 1925 en Entreacto pol mico : No hayprincipios generales honestos en pol tica; en pol tica s lo son ho-

nestos los actos concretos .125

En geometr a como en otras ciencias afines por ejemplo sepuede hablar de principios generales y no de principios generaleshonestos, pero en pol tica a diferencia de lo que considera Jos Ortega y Gasset s se puede hablar de principios generales hones-tos y por tanto de tica pol tica porque el Estado est fundado enprincipios y fines que se explican en la naturaleza de la personahumana, y en la consecuci n del bien p blico temporal, la justi-cia y la paz. Jos Ortega y Gasset con la afirmaci n apenas se a-lada parece quedar atrapado en el nominalismo, aunque en reali-dad el fil sofo de la Escuela de Madrid s se refiere en el mismoescrito a ciertos paradigmas que no dejan duda de que el fil sofose conforme solamente con realidades concretas dif ciles de eva-luar si no existen dichos paradigmas:

Toda cosa concreta una naci n, por ejemplo contiene, junto alo que hoy es, el perfil ideal de su posible perfecci n. Y este ideal,el de la cosa, no el nuestro, es el verdaderamente respetable. Elideal subjetivo anda siempre cerca de ser un capricho o una man a...No s lo es inmoral faltar de hecho a la norma ideal, sino tambi n

establecer una norma ideal a que luego es forzoso faltar.126

Si hay fines necesariamente se debe partir de principios, y enpol tica los hay precisamente a partir del conocimiento del hom-bre como ser irremediablemente social que entra en convivenciacon sus semejantes y como resultado de esto hay manifestacionespropias de esa convivencia como son amor, odio, amistad, comu-nicaci n e incluso apat a, por lo que no faltan conflictos y proble-mas dif ciles de resolver. Si al ser humano tiende de manera natu-ral a la felicidad, l gicamente la sociedad tender a al bien com n.Sin embargo, la convivencia social es tan compleja que el bien

LA AUTORIDAD Y EL PODER EN CONJUNTO 75

125 Ortega y Gasset, op. cit., nota 47, p. 65.126 Ibidem, p. 64.


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com n como causa final se percibe lejano por tantos interesesque atentan en contra la concordia humana.

Hay que entender que el pensamiento de Ortega y Gasset, enparticular en materia social y pol tica, atraves por momentosmuy dif ciles y es natural que la mente de un pensador no puedaestar seg n estas circunstancias siempre del mismo modo, pues aveces pueden existir presiones severas que alteran el nimo delescritor. Sin embargo durante muchos a os no perdi la sereni-dad. Incluso su famoso silencio estuvo cargado de una depresi nque es a mi parecer entendible. La depresi n para Gregorio Mo-rn aparece cuando la voluntad de hacer se desmorona. Seg n l,la depresi n le asol a Ortega y Gasset desde marzo de 1952,aunque hay que suponer que sus inicios pueden reconocerse desdeantes por las dif ciles circunstancias que tuvo. Una de esas dif ci-les circunstancias de Ortega y Gasset fue sin duda la participa-cin militar en la Guerra Civil espa ola de sus hijos Miguel yJos con los nacionalistas seg n lo relata Tzvi Medin, situaci nque me recuerda la de dos hijos varones de Sigmund Freud en laprimera guerra mundial que defendieron al imperio austro-h nga-ro, seg n consta en el archivo fotogr fico del museo Freud enViena.

No hay que olvidar por otra parte, que si bien Ortega y Gas-

set puede ser considerado uno de los fundadores de la Rep blicaespa ola, no fue un fan tico que aceptara los excesos que se die-ron durante el breve periodo que dur el rgimen que sucedi a lamonarqu a. El historiador brit nico Hugh Thomas ha entendidomuy bien la circunstancia tan cr tica que atraves el fil sofo es-paol en 1936 adem s del aspecto familiar ya aludido cuan-do ha escrito:

...hecho notable que tuvo repercusiones m s all de las l neas debatalla fue el cambio de actitud de los m s eminentes intelectualesde la Espa a anterior a la guerra. La mayor a de ellos se encontra-ban en la Espa a republicana en el momento del alzamiento. Fir-maron un manifiesto pidiendo apoyo para la Rep blica. Entre las



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firmas se contaban las del m dico e historiador doctor Mara on;el ex embajador y novelista P rez de Ayala; el historiador M nen-dez Pidal; y el prol fico fil sofo Jos Ortega y Gasset: amigos, eincluso fundadores, de la Rep blica de 1931. Pero las atrocidadesy la creciente influencia de los comunistas hicieron que todos es-tos hombres aprovecharan cualquier oportunidad que se les pre-sentara para huir al extranjero. Y una vez all , retiraron su apoyo ala Rep blica. 127

Autoridad y poder como causa formal del Estado traen comoconsecuencia la formaci n de un gobierno. Si hay abuso de autori-dad y poder es inevitable que el gobierno tendr carcter autocr -tico, en menor medida autoritario y en mayor medida totalitario,en ambas se constituyen atentados contra las libertades p blicas ytambi n privadas De d nde surge el inter s filos fico de discutiresta realidad humana y desde luego pol tica? De la existenciamisma del ser humano que convierte en muchas ocasiones la re-lacin gobierno-sociedad en un dif cil laberinto.

Precisamente por esto, resulta muy interesante exponer lastesis orteguianas sobre autoridad y poder y su l gica conse-cuencia que es el gobierno que brotan con una claridad intelec-tual indiscutible.

Para Ortega y Gasset es muy claro que el ejercicio de la auto-ridad est comprometido con la justicia y la libertad, y se refierea las terribles consecuencias al no darse sto:

Contra una violencia del Poder p blico, siempre hallar la socie-dad o parte de ella alg n arma de an logo poder ofensivo. As haocurrido con la censura gubernamental al querer prohibir la publi-

caci n de noticias ciertas sobre las huelgas. Los tip grafos hanrespondido a la ley violenta con una violencia ilegal. Lleva, sinduda, el Gobierno la ir nica ventaja de que todo lo que l hace eslegal. La sociedad, o parte de la sociedad, cuando se siente herida,responde a su manera. Y su manera suele ser francamente ilegal.


127 Thomas, Hugh, La Guerra Civil espa ola , Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1995,t. II, pp. 546 y 547.


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aprender n las masas que no se convencen con razones, sinopor los efectos sufridos en su propia carne que ciertas libertadesno son, a la altura de estos tiempos, cuestiones pol ticas sobre quequepa, en principio discusi n. En el siglo XX esas libertades handejado de ser banderas de combate para convertirse simplementeen principios universales como los de la cortes a. La cortes a fueuna t cnica adquirida al cabo de milenios para hacer f cil, suave,fecunda la convivencia privada. Hoy es ya un h bito fijo en eltemperamento civilizado. 130

La vida y la obra de Jos Ortega y Gasset dejan constanciasde que no tuvo adicci n por el poder y mucho menos por sus ex-cesos. As como se ala con dureza el comportamiento de losanarquistas tambi n hace lo mismo con los reaccionarios, tienerepulsa tanto por los golpistas como por los revolucionarios, ensuma, no siente atracci n por las dictaduras como tampoco por la

ausencia de poder. En cuanto a la democracia ser sin duda m sque esc ptico un observador comprometido y tambi n un decidi-do cr tico. En otras palabras, un S crates contempor neo que seconvirti en la conciencia p blica de muchos espa oles.

De lo anterior me permito destacar breves extractos de susart culos: El modesto anarquista de bomba y pistola se contentacon destruir al representante de tal o cual instituci n; el reaccio-nario dispara contra la instituci n misma .131

El que asesina es evidentemente un asesino, el que incendia loajeno, un incendiario. Las revoluciones, para rubor de los hom-bres de orden, son un amasijo de los cr menes m s horrendos, m sbajos. Y, sin embargo, qui rase o no, la sociedad moderna ha idoformando una noble religi n c vica en torno a las efem rides re-volucionarias de los dos ltimos siglos. 132Libertad, divino tesoro!... Todo lo dem s es problem tico: lademocracia misma ofrece dudas. Porque la democracia es una delas soluciones al problema de quien debe mandar. Acaso sea la


130 Ibidem, t. 11, p. 35.131 Ibidem, p. 15.132 Ibidem, t. 10, p. 116.


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mejor, mas, en tanto que se resuelve esa cuesti n, en uno u otrosentido, yo necesito, desde luego, sin distingos, equ vocos ni re-servas, mantener mi personalidad intacta, saber que, mande quienmande el Pr ncipe o el pueblo nadie podr mandar sobre loque hay en m de inalienable. 133

La lecci n orteguiana es muy clara: El problema de la autori-dad y el poder es tan antiguo como el hombre. El fil sofo espa olno es un intelectual convencido del maquiavelismo, sabe por tan-

to que la dimensi n tica en la pol tica es tan importante que lasegunda sin la primera ser a la bestializaci n de la autoridad, enotras palabras, simplemente la ley del m s fuerte o peor a n, ladel m s corrupto.

Aunque Ortega y Gasset toma distancia con respecto a Aris-tteles en su concepci n pol tica, en realidad encuentro una co-muni n de ideas que me permite afirmar que el fil sofo espa olde alguna manera actualiza la lectura de La Pol tica del pensadorestagirita. La organizaci n pol tica no puede alterar ni modificarla naturaleza histrica del hombre. Ante la amenaza de la ma-sificaci n y la excesiva concentraci n de poder, la autoridad sedeforma y al gobernado s lo le queda lo m s valioso que es supropia dignidad.

Dec a don Jos en las p ginas de El Sol el 31 de diciembre de1925:

...la autoridad no se manda hacer ni consiste en que un Gobiernose titule de fuerza y haga desde la Gaceta ostentaci n de b ceps,como un H rcules de feria. Se olvida que libertad y autoridad sonresultados de la vida p blica existente en un pa s, y, adem s, sonrec procas. S lo un Gobierno que goce de autoridad puede, en se-rio, darse el lujo de ser liberal, y s lo un Gobierno liberal, es de-cir, fundado en la libre y fervorosa aquiescencia de muchos ciuda-danos, emitir ese influjo irradiante que es la autoridad. 134


133 Ibidem, pp. 329 y 330.134 Ibidem, t. 11, p. 81.


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Estoy de acuerdo con la visi n orteguiana de que libertad yautoridad son complementarias. Considero que la historia de la

filosof a pol tica es precisamente la lucha entre estas dos realida-des como puntos de equilibrio para evitar los extremos. Dicho enotros t rminos: libertad sin orden es anarqu a y orden sin libertades dictadura. Sin embargo, me pregunto si puede haber un verda-dero orden si no hay libertad ms bien es s lo rigor o fuerza como tambi n me cuestiono qu clase de libertad puede haber sinorden, cuando en realidad la degeneraci n propia de aquella es ellibertinaje.

El fil sofo de Madrid intent ubicarse en un justo mediocuando escribi en Espa a invertebrada :

...mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar,sino una exquisita mixtura de ambas cosas. La sugesti n moral yla imposici n material van ntimamente fundidas en todo acto deimperar. Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contem-porneo en su antipat a hacia la fuerza; sin ella no habr a habidonada de lo que m s nos importa en el pasado, y si la exclu mos delporvenir s lo podremos imaginar una humanidad ca tica. Perotambi n es cierto que con s lo la fuerza no se ha hecho nuncacosa que merezca la pena. 135

Al tratar de comprender este pensamiento orteguiano, obvia-mente es necesario ubicarse en su circunstancia hist rica. Espa ainvertebrada fue escrita a principios de la tercera d cada del sigloXX, es decir, en los a os veinte, cuando reci n hab a terminadola Primera Guerra Mundial, el Estado socialista sovi tico y la Ita-lia fascista comenzaban sus aventuras dictatoriales.

Por otra parte, si bien es cierto, que hay democracias que secomportan igualmente belicosas que las dictaduras, y que es ne-cesaria la fuerza para hacer valer el derecho como lo pensaba el

jurista praguense Hans Kelsen, no es menos cierto que las dicta-


135 Ortega y Gasset, op. cit., nota 123, t. 3, p. 55.


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duras a la primera provocaci n hacen uso de la fuerza p blica ypeor a n de la represi n, mientras que las democracias conside-

ran que la fuerza es el ltimo y adem s leg timo recurso que tieneel Estado para preservar el r gimen frente a amenazas y peligros,ya sean, internos o externos. En cuanto al pacifismo, consideroque no hay una condena a la filosof a pacifista de resistenciacomo lo contemplaba Gandhi, sino que no puede haber un Estadoque pueda renunciar totalmente al uso de la fuerza, porque pon-dr a en riesgo su propia existencia.

Precisamente Don Jos volver a tocar el tema del pacifismoen su Ep logo a ingleses incluido en La rebeli n de las masasdonde tambi n hace una cr tica demoledora a la Sociedad de Na-ciones.

La visi n de Ortega y Gasset sobre la autoridad y el poderest ligada a la prudencia. Don Jos fue uno de los sepulturerosde la monarqu a espa ola, pero eso no implic que se entregasesin condiciones a la Rep blica que quiso servir y que duramentecritic . Las palabras de Guillermo Mor n y la cita que hace di-rectamente del fil sofo sobre la actitud que ste asumi contralos disturbios anticlericales por grupos radicales, siendo que elpensador castellano ten a mucho tiempo de haber dejado de serpropiamente cat lico, es muy ilustrativa al respecto:

Ortega fue acat lico, como lo dir de manera expresa en su confe-rencia del 6 de diciembre de 1931 en el cinema de la Opera: Yo,seores, no soy cat lico y desde mi mocedad he procurado que hastalos humildes detalles oficiales de mi vida privada queden formaliza-dos acat licamente; pero no estoy dispuesto a dejarme imponer por

los mascarones de proa de un arcaico anti-clericalismo .136


136 Mor n, Guillermo, La historia pol tica de Jos Ortega y Gasset , Caracas, Ateneode Caracas, 1980, p. 141.


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II. H ACIA UNA TEOR A GENERAL DEL ESTADODESDE LA PERSPECTIVA FILOS FICA

DE JOS ORTEGA Y GASSET

La teor a general del Estado es una disciplina que naci enAlemania en el siglo XIX con el inter s de explicar la naturaleza,origen y fines del propio Estado, y desde luego el an lisis filos -fico para lograrlo es insoslayable.

Curiosamente en la mayor a de los tratados de teor a generaldel Estado contempor neos y posteriores a la divulgaci n del pensa-miento orteguiano no se han incluido en sus p ginas las reflexio-nes del autor de La rebeli n de las masas , siendo entonces una ausen-cia lamentable porque el Estado del siglo XX tuvo en Ortega yGasset uno de los cr ticos y observadores m s formidables.

Han sido muy pocas las obras de la materia (teor a general

del Estado) donde se incorpora la filosof a pol tica de Jos Ortegay Gasset, y en algunas de manera muy tangencial se ha aludido algran docente castellano. Por lo anterior, me uno a la certera lla-mada de atenci n que hizo el iusfil sofo Luis Recas ns Siches enel pr logo que escribi para el libro Teor a del Estado de Agust nBasave Fern ndez del Valle, cuando advirti :

Deploro que el autor est imbuido de un prejuicio precisamentecontra el fil sofo m s eminente de lengua espa ola, y uno de losms destacados en el mundo entero, de nuestro tiempo, Jos Ortegay Gasset. Ya hace cinco a os, el Dr. Basave Fern ndez del Valle sesinti impulsado a escribir y publicar un libro de cr tica sobre elpensamiento de Unamuno y sobre el pensamiento de Ortega y Gas-set, obra en la cual acent a sobre todo su animadversi n contra el

segundo, ciertamente, a pesar de eso, con alguna actitud de respeto.De nuevo en el libro que estoy prologando ahora, el autor muestrasu injustificado prejuicio contra Ortega y Gasset. Y lo curioso esque, en mi opini n, Basave tal vez contra su propia voluntad hasido influido no poco por el Maestro a quien combate. 137


137 Recas ns Siches, Luis, Pr logo al libro Teor a del Estado de Agust n Fern ndezdel Valle, M xico, Jus, 1985, p. XIII.


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La pertinente aclaraci n del profesor Recas ns es, desde mipunto de vista, un acto de fidelidad intelectual hacia Ortega y

Gasset, puesto que el jurista consider al fil sofo de manera ex-pl cita en su obra Panorama del pensamiento jur dico del siglo XX como su maestro m ximo por excelencia.

Es cierto que Ortega y Gasset no escribi propiamente unaobra de teor a general del Estado, pero no es menos cierto que ensus art culos pol ticos, recogidos en los tomos 10 y 11 de susObras Completas , as como en diversos ensayos que escribi a lolargo de varias d cadas, se pueden recoger elementos para cons-truir desde su perspectiva filos fica la disciplina aludida. M san podemos afirmar lo anterior porque el fundador de la Revistade Occidente tuvo una visi n de conjunto que parte precisamentede la persona humana. No puede haber una teor a general del Es-tado sin un soporte antropol gico porque, como hemos afirmadoen este mismo cap tulo, aqu lla y la ciencia pol tica son final yfundamentalmente antropolog a.

El fil sofo espa ol se pregunta en los dif ciles tiempos de laincipiente Rep blica (1932), en un mbito mezclado de curiosi-dad y angustia: cmo se fabrica de verdad y en serio un Esta-do?.138

Considero que la pregunta anterior no est correctamente for-mulada, pues en realidad el Estado no se fabrica, en tanto no es uninvento, sino una proyecci n humana necesaria y que no es otracosa que una evoluci n que marca un desarrollo pol tico de orga-nizaci n, y que parad jicamente tambi n ha significado en algu-nos casos, el abuso may sculo del poder. Lo que s se puede ha-cer es un r gimen pol tico-jur dico con un determinado modeloecon mico. El Estado est ah , donde est el hombre, en cambioel gobierno puede incluso ser prefabricado por un grupo que in-tenta controlar y tomar el Estado.

El caso republicano que vivi el fil sofo hispano es muy cla-ro. En aquel tiempo se intent , despu s de la dictadura y la mo-




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narqu a hacer un nuevo gobierno y cambiar el rostro del Estado.Ortega y Gasset, como se ha dicho, particip en la construcci n

de la Rep blica sin dejar de ser uno de sus m s importantes cr ti-cos. La inmadurez de muchos de los actores de la Rep blica y lasdif ciles condiciones de Espa a propiciaron el ambiente de unaGuerra Civil sin duda cruenta, y que sirvi como teatro de opera-ciones para la Segunda Guerra Mundial.

Para Ortega y Gasset el fundamento del Estado no radica enel Estado mismo como capricho de poder, sino en su sentido derespetabilidad y esto es as porque el Estado existe para servircon gobernabilidad democr tica. De ah que el propio fil sofohaya escrito:

Un Estado es, ante todo, un Poder p blico respetable, y porquerespetable, respetado. Ah, no haya duda! Como el Poder p blicopor la dignidad de sus palabras y de sus actos, por la altitud de sumoral y de su gesto sea respetable, se puede estar seguro de queser autom ticamente respetado... Y en qu consiste ese respetodel gobernante al Estado? En la cosa m s sencilla del mundo: enque maneje al Estado como lo que es, como un Poder pblico , yno como un Poder particular. Desde el Estado no se puede ni fa-vorecer ni agredir met dicamente a ning n grupo de los que inte-gran la comunidad. En la medida que haga esto el gobernante de-

nigra al Estado y lo irrespetabiliza. Si los grupos todos, a n losms hostiles al Estado, no se sienten atendidos por l, tenidos encuenta en cada acto y palabra del Gobierno, el Estado no es talEstado. Es lo contrario del Estado... si es el Estado quien practicaagresi n sobre un grupo social, deja ipso facto de ser Estado y seconvierte en su contrario: Revoluci n o Contrarrevoluci n y gol-pe de Estado. El golpe de Estado es, ante todo, golpe al Estado, su

desnucamiento (Rusia e Italia no son Estados. Son Revoluci n yContrarrevoluci n enquistadas. Durar n el tiempo que sea, perosu duraci n no ser nunca estabilizaci n, Estado . Es f cil decir,pero es falso decir, que son nuevos Estados . Ni nuevos ni viejos.Son precisamente lo otro. Hay en ellos g rmenes de inspiraci naprovechable, pero nada m s. Lo propio acontece con el nacional-



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socialismo de Alemania. Aviso a los j venes que quieran de ver-dad buscar el verdadero estado nuevo!). 139

Es claro que Ortega y Gasset critica los polos opuestos queson dictadura y anarqu a, como tambi n le preocupa la par lisisde gobierno que puede originar cualquiera de los excesos se ala-dos. Por eso en su art culo Ideas pol ticas , publicado en El Solel 28 de junio de 1922, escribi estas palabras sin duda preventivasdel clima de encono que vivir a Espa a durante la siguiente d cada:

En vez de maldecir del Parlamento, sin sustituirlo, convendr a quenos preocup semos todos un poco de mejorarlo. Porque ha llega-do Espa a al punto de no funcionar como Estado. No es que fun-cione mal, es que, en absoluto, no funciona. Y resulta verdadera-mente peregrino que se haga responsable de ello al Parlamento...la causa de la par lisis pol tica, de la desorganizaci n del Estadoque hoy padece Espa a, no es otra cosa que la inexistencia delPoder p blico. El Poder p blico es una funci n org nica sin lacual no puede vivir una sociedad nacional... Por faltar autoridad alPoder p blico resulta que no puede ste mandar ni siquiera a lafuerza p blica. Es vano querer eludir la cuesti n. El problema m sinmediatamente urgente en nuestra existencia colectiva consisteen dotar de autoridad bastante a alguna instituci n. Mientras notengamos ese m nimum de Poder p blico, no podremos p blica-mente hacer nada de provecho. 140

El fil sofo madrile o tiene claro que el Estado no se agota enel gobierno, como tiene claro tambi n que su pa s es complejoporque en realidad es multinacional y por tanto la forma del Esta-do espa ol no puede reducirse al centralismo. Dicho esto, es im-presionante que en 1925 tuviese Ortega y Gasset una visi n deconjunto del Estado espa ol y de ah que sea l muy cr tico encuanto a la funci n que desempe su ciudad natal como capitalpol tica:


139 Ibidem, pp. 420 y 421.140 Ibidem , pp. 15 y 17.


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Madrid no cumpli , en ning n sentido tampoco en el intelec-tual su misi n de capitalidad. Madrid ha fracasado. Yo lo sientomucho porque soy madrile o; pero creo a que a fuer de buen ma-drile o debo aminorar el fracaso poni ndole el nico remedio, quees... reconocerlo. Recuerdo haber escrito hace ya mucho tiempoque el dato de sociolog a pol tica m s importante en esta etapa es-paola es haberse transferido el centro de gravedad nacional deMadrid a provincias. Antes las provincias cre an en Madrid, se-gu an d cilmente sus inspiraciones, viv an de la vida capital. Aho-ra han retirado su adhesi n; pero, exentas a n de vida p blica pro-pia, resulta que hemos llegado al cero din mico. 141

Ortega y Gasset concibe al Estado como piel , en esta concep-cin como lo explicar se asoma Hegel:

...el Estado se va amoldando al cuerpo social como la piel se for-

ma sobre el nuestro. Tambi n nuestra piel nos aprieta y nos ci e,pero la l nea de su presi n coincide con los alabeos de nuestrosmsculos. De aqu que nos sintamos libres dentro de ella hasta elpunto de ser s mbolo m ximo de la libertad hallarse uno en algocomo dentro de su piel . Ntese la sustancial paradoja que elloenvuelve, pues se trata de que una presi n que se ejerce contra no-sotros es sentida como algo nuestro, como formando parte de noso-tros. Lo que en puro teorema es llamado vida como libertad , puedollamarlo ahora, m s plsticamente, Estado como piel .142

Hegel sosten a en sus Lecciones de filosof a de la historiauniversal, que el desarrollo de la libertad es concomitante con eldesarrollo pol tico en el Estado, donde todos los hombres son li-bres, es decir, el Estado es el reino tico de la libertad humana.

La claridad conceptual del fil sofo nos permite entender mejor los conflictos pol ticos de Espa a como Estado plural y diver-so pero a la vez con intereses com nes cuando ha escrito: La


141 Ibidem , p. 79.142 Ortega y Gasset, op. cit., nota 12, p. 100.


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autonom a regional traer a consigo la multiplicaci n de la capita-lidad .143

Los problemas que vivi Espa a entonces y despu s fuerontan graves que su Guerra Civil consisti en encuentros y desen-cuentros por los esquemas extremos de centralismo y por unaamenaza real de disgregaci n de todo el pa s. La monarqu a ydespu s la rep blica fracasaron precisamente por lo que Ortegay Gasset previ , el poder p blico no funcionaba. El centralismodictatorial de Franco acentu las diferencias y en estricto sentidofoment ms el nacionalismo vasco a tal grado que hizo surgir aun grupo por dem s radical y terrorista como fue y es la ETA. Ladictadura de Franco trat de auspiciar el nacionalismo espa olqueriendo asfixiar la pluralidad cultural y ling stica en casi todala pen nsula ib rica y en las islas espa olas.

No es menos cierto e interesante que conceptos que manej Jos Ortega y Gasset durante las primeras d cadas el siglo pasadopara Espa a se empezaran a discutir a fines del siglo XX en M -xico, como fueron el Liberalismo Social atribu do inexacta-mente al ide logo y pol tico del PRI Jes s Reyes Heroles y utili-zado de manera confusa por el gobierno de Carlos Salinas deGortari y la Reforma del Estado, que tanto prometi el gobier-no de Ernesto Zedillo Ponce de Le n y que todav a hoy no se haconcretado porque no se han puesto de acuerdo las distintas fuer-zas pol ticas que conforman el nuevo sistema pol tico mexicano.

Con respecto al primer t rmino, Ortega y Gasset, que es unliberal en el mejor sentido de la palabra, le ha dado un significa-do concreto al no desligarse de lo que llamar a Johannes Messner

Die soziale frage ( La cuesti n social ):

El Estado actual no puede ser s lo liberal como el de aquellostiempos (Ortega y Gasset se refiere al siglo XIX). El liberalismotiene que integrarse (y por lo tanto limitarse) con el Estado social.Cada nueva poca acierta cuando encuentra la ecuaci n exacta co-rrespondiente al tiempo, en el reparto de fronteras que siempre




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hay que hacer de nuevo entre el individuo y la sociedad. La dife-rencia entre autonomismo y federalismo, consiste en que steplantea la terrible cuesti n de las soberan as particulares, lo cualen un Estado durante siglos unitario ser a una absoluta regre-sin.144

Con respecto al segundo t rmino se alado y que se extiendea la Reforma de la pol tica y tambi n a la Reforma de la Socie-dad, el fil sofo de Madrid ha dicho lo siguiente en dos art culosindependientes, el primero escrito el 14 de julio de 1926:

La restauraci n de Espa a tiene que comenzar por una reorganiza-cin del Estado, que es el gran aparato mediante el cual se puedeoperar sobre un pueblo, pero no se lograr slo con ella. La faenaes mucho m s honda y vasta. Junto a la reforma pol tica tiene quecaminar la reforma de la sociedad, de las formas privadas de la

vida... Es preciso instaurar un nuevo Estado, pero tambi n modifi-car las costumbres. Lo uno no va sin lo otro. El estilo del vivirtiene que elevarse por entero. 145

El problema de la naturaleza del Estado que se resume en lapregunta qu es el Estado?, fue para Ortega y Gasset, sin duda,un aspecto muy importante en su pensamiento filos fico-pol ticoy precisamente por esto escribi las siguientes palabras en Elhombre y la gente tratando de dilucidar semejante cuesti n:

Miro en torno, pero por ninguna parte descubro el Estado. En de-rredor m o s lo veo hombres que se consignan uno a otro: el gen-darme al director de Polic a, ste al ministro del Interior, ste al

Jefe del Estado y ste, ltimamente, y ya sin remedio, otra vez alEstado. Pero quin o qu cosa es el Estado? Dnde est el Esta-do? Que nos lo ense en! Que nos lo hagan ver! Vana preten-sin la nuestra: El Estado no aparece sin m s ni m s! Est siempreoculto, no se sabe c mo ni d nde. Cuando nos parece que vamos


144 Ibidem, p. 140.145 Ibidem, p. 94.


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a echarle la mano, lo que nuestra mano palpa y tropieza es uno ovarios o muchos hombres. Vemos hombres que gobiernan ennombre de esa latente entidad Estado, es decir, que mandan y ope-ran jerarquizados transfiri ndonos de arriba abajo o de abajo arri-ba, del humilde gendarme al Jefe del Estado. Estado es una de lascosas que la lengua corriente designa como incuestionablementesociales, acaso la m s social de todas. La lengua es siempre f rtilindicadora de realidades pero, bien entendido, nunca suficientegarant a... El Estado es una cosa social. Ve mosle! Pero la cues-tin es que no le vemos: El Estado, cosa social, se oculta siempretras de hombres, tras de individuos humanos que no son ni preten-den ser sin m s cosas sociales. 146

En realidad el Estado no es precisamente una cosa materialcomo si se tratase de una m quina aunque uno de los elemen-tos fundamentales del Estado es el territorio, ste s podr a ser no-minado como una cosa y por cierto de naturaleza jur dica com-pleja, porque abarca no s lo una porci n de tierra, sino tambi nsubsuelo, espacio a reo, y en su caso mar territorial sino deuna proyecci n humana, ciertamente huidiza que parad jicamen-te parece no estar en ninguna parte y que a la vez est presente entodas partes.

El maestro H ctor Gonz lez Uribe ha escrito en su obra Teo-r a pol tica sobre la naturaleza del Estado conceptos muy clarosque en cierta manera responden a las inquietudes intelectuales deOrtega y Gasset sobre el tema:

...no hay ning n ser externo, concreto, f sicamente tangible quecorresponda al Estado. Pero hay sin duda, manifestaciones exte-riores de ese ser que nos dan a conocer su existencia y dan la lla-mada de alerta a nuestra actividad ps quica, ya sea intelectual oemocional.

Esas manifestaciones son, desde luego, de tipo social. Se danen la convivencia humana, en las sociedades de nuestros d as.Consisten, ante todo, en la creaci n, conservaci n y defensa de un


146 Ortega y Gasset, op. cit., nota 66, pp. 185 y 186.


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Orden exterior sin el cual no podr a darse una convivencia arm -nica y pac fica entre los hombres. Como muestra de ese orden est la regulaci n del tr nsito de peatones y de veh culos en las calles,avenidas y carreteras. La presencia de agentes de tr nsito y de po-lic a en sitios estrat gicamente distribuidos. Las actividades de lossoldados en sus cuarteles y en las maniobras que peri dicamenterealizan. La vigilancia en estaciones, puertos y fronteras.

A ese orden exterior corresponde una actividad interna, pro-funda, de regulaci n normativa: el orden jur dico. De l provienetoda una serie de actos leyes, decretos, reglamentos, sentencias,negocios jur dicos, contratos que se manifiestan en m ltiplesformas y pueden ser f cilmente reconocidos. As , las labores delas asambleas legislativas, de los rganos del poder ejecutivo, de lostribunales en todas sus escalas, competencias y jerarqu as. Desdelas discusiones parlamentarias en la C mara de Senadores o la deDiputados hasta el embargo practicado por el actuario de un juz-gado en un juicio ejecutivo civil o mercantil hay toda una gama de

actividades que pueden ser observadas directamente y reconocidaspor la experiencia sensible.

Y a esto podemos a adir la inmensa variedad de servicios p -blicos que el Estado presta a la comunidad y por la cual hace visi-ble su existencia. Servicios por los cuales coordina la actividad delos particulares, la suple cuando es deficiente o no existe, o bienrealiza lo que a l le corresponde como promotor principal delbien com

n. La pavimentaci

n de las calles y plazas, el alumbra-

do p blico, el servicio de agua potable, la construcci n de escue-las, la dotaci n de parques y jardines a las ciudades, la construc-ci n de caminos y carreteras para que haya comunicacionesf ciles entre todas las regiones del pa s, la atenci n de los servi-cios hospitalarios, la promoci n y ayuda a los institutos de culturasuperior, son otras tantas muestras de lo que el Estado hace positi-vamente, visiblemente, en beneficio de la colectividad.

En otro aspecto el Estado manifiesta su existencia por mediode los actos que peri dicamente realiza para la renovaci n de losfuncionarios que ocupan los puestos p blicos. Especialmente enlos pa ses democr ticos tal renovaci n, determinada de antemanopor las leyes en cuanto al modo, tiempo y lugar en que debe ha-cerse, da lugar a m ltiples manifestaciones externas que ponen derelieve la importancia de los pol tico en la vida social. Pocas ve-



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ces se palpa tan de cerca la realidad del Estado como cuando lapropaganda de los partidos pol ticos y las agitaciones del d a enque tienen lugar los comicios populares remueven hasta lo m shondo el mundo de nuestros intereses y preocupaciones vitales.

Ms todav a. Las conmemoraciones c vicas y patri ticas, consus despliegue de banderas, sus himnos y discursos; las visitas,cada vez m s frecuentes, de los Jefes de Estado extranjeros; losmovimientos de opini n pblica ocasionados por las noticias decarcter pol tico, nacional o internacional, que transmiten a diariolos peri dicos y las estaciones de radio y televisi n, y otros movi-mientos de este tipo nos hablan, con toda claridad y elocuencia, deesa gran realidad, que no podemos soslayar o desconocer, y quellamamos Estado... El Estado es una realidad de inmensa trascen-dencia en nuestra vida. No podemos desconocerla aunque quera-mos. 147

En consecuencia, nadie puede ser apol tico, en el mejor delos casos apartidista. En estricto sentido, Ortega y Gasset fue po-l tico por doble partida. En primer lugar, por haber estado inmer-so de manera decisiva en el entorno pol tico de su pa s como unatento observador, y en segundo lugar por haber participadocomo diputado.

En este sentido, podemos decir que la teor a general del Esta-

do del fil sofo espa ol est basada tambi n en su experiencia, ypor ende puedo afirmar que Ortega y Gasset hizo no s lo metaf -sica de las costumbres pol ticas sino tambi n una verdadera filo-sof a pol tica.

El docente madrile o ha dejado escrito en otros ensayos adem s de sus art culos pol ticos su visi n sobre el Estado,donde queda claro que la pol tica es convivencia continua dondelas leyes, la autoridad, el poder, las costumbres, las decisiones degobernantes y gobernados impactan en la sociedad.

En su breve ensayo El origen deportivo del Estado , que tieneun cariz de filosof a de la historia y est recogido en el s ptimovolumen de El espectador , don Jos ha dicho lo siguiente:


147 Gonz lez Uribe, H ctor, Teor a pol tica, Mxico, Porr a, 1982, pp. 4 y 5.


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El traje de guerra es el mismo que el traje de fiesta: la m scara. Yfiesta, caza y guerra permanecieron mucho tiempo indiferencia-das: por eso casi todas las danzas primitivas son la estilizaci n degestos venatorios o beligerantes... la primera sociedad humana,propiamente tal, es todo lo contrario que una reacci n a necesida-des impuestas. La primera sociedad es esta asociaci n de j venespara robar mujeres extra as al grupo consangu neo y dar cima atoda suerte de b rbaras haza as. M s que a un Parlamento o Go-bierno de severos magistrados, se parece a un Atl tic Club. D ga-me el lector si es tan excesivo como en un principio pudo parecer-le proclamar el origen deportivo del Estado... Content monos coneste somero esquema, que basta a mi prop sito de presentar en elorigen del Estado un ejemplo de la fecundidad creadora residenteen la potencia deportiva. No ha sido el obrero, ni el intelectual, niel sacerdote, propiamente dicho, ni el comerciante quien inicia elgran proceso pol tico; ha sido la juventud, preocupada de femini-dad y resuelta al combate; ha sido el amador, el guerrero y el de-

portista.148

Siendo el Estado desde luego necesario, el propio Ortega yGasset no deja de se alar que el Estado mismo se puede conver-tir, como l mismo lo ha dicho, en uno de los cap tulos de Larebeli n de las masas : El mayor peligro, el Estado . Precisa-mente en esta obra ya citada el fil sofo ha declarado:

Pero a n cuando no sea imposible que haya comenzado a men-guar el prestigio de la violencia como norma c nicamente estable-cida, continuaremos bajo su r gimen; bien que en otra forma.

Me refiero al peligro mayor que hoy amenaza a la civilizaci neuropea. Como todos los dem s peligros que amenazan a esta ci-vilizaci n, tambi n ste ha nacido de ella. M s an: constituyeuna de sus glorias; es el Estado contempor neo. Nos encontramos,pues, con una r plica de lo que en el cap tulo anterior se ha dichosobre la ciencia: la fecundidad de sus principios la empuja haciaun fabuloso progreso; pero ste impone inexorablemente la espe-cializaci n, y la especializaci n amenaza con ahogar a la ciencia.


148 Ortega y Gasset, op. cit., nota 39, t. 2, pp. 617-619.


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Lo mismo acontece con el Estado... El Estado contempor neoes el producto m s visible y notorio de la civilizaci n... ste (elEstado) es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilizaci n: laestatificaci n de la vida, el intervencionismo del Estado, la absor-cin de toda espontaneidad social por el Estado; es decir, la anulaci-n de la espontaneidad hist rica, que en definitiva sostiene, nutrey empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente algunadesventura o, simplemente, alg n fuerte apetito, es una gran tenta-cin para ella esa permanente y segura posibilidad de conseguirtodo sin esfuerzo, lucha, duda, ni riesgo sin m s que tocar elresorte y hacer funcionar la portentosa m quina. La masa se dice:El Estado soy yo , lo cual es un perfecto error. Pero el caso esque el hombre-masa cree, en efecto, que l es el Estado, y tender cada vez m s a hacerlo funcionar con cualquier pretexto, a aplas-tar con l toda minor a creadora que lo perturbe en cualquier or-den: en pol tica, en ideas, en industria... Se advierte cu l es elproceso parad jico y tr gico del estatismo? La sociedad, para vi-vir mejor ella, crea, como un utensilio, el Estado. Luego, el Esta-do se sobrepone, y la sociedad tiene que empezar a vivir para elEstado. 149

La lectura filos fico-pol tica de Ortega y Gasset en relaci nal Estado es por una parte, una actualizaci n y a la vez una co-rrecci n de la teor a hegeliana, seg n la cual el Estado repre-sentaba el reino tico de la libertad y por tanto su m ximo garan-te. Efectivamente la concreci n del Estado contempor neo hasignificado el m ximo avance pol tico de la humanidad en tantoes un verdadero Estado de Derecho, pero tr gicamente, el Estadoy m s an el totalitario ha sido el caracter stico ejemplo de m xi-ma represi n con mayor restricci n de libertades p blicas y pri-

vadas. Qu dudas hay de las barbaries escenificadas por el Esta-do nazi y el Estado sovi tico? Hitler y Stalin fueron sin dudarepresentantes de la amenaza a la civilizaci n a la que se refiereOrtega y Gasset.


149 Ortega y Gasset, op. cit., nota 32, pp. 109, 111-113.


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Por otra parte, si bien es cierto, como sostiene el fundador dela Revista de Occidente , que la masa no es el Estado, tampoco lo

es ning n personaje en lo individual. As es tambi n el parecer deOrtega y Gasset cuando ha escrito en El hombre y la gente :

Si prohibir y mandar son acciones humanas (y lo son evidente-mente, puesto que no son movimientos f sicos, ni reflejos o tropis-mos zool gicos), si prohibir y mandar son acciones humanas, pro-vendr n de alguien, de un sujeto determinado, de un hombre. Esel Estado un hombre? Evidentemente, no. Y Luis XIV padeci unailusi n grave cuando crey que el Estado era l, tan grave que lecost la cabeza a su nieto. Nunca, ni en el caso de la m s extremaautocracia, ha sido un hombre el Estado. Ser aquel, a lo sumo, elhombre que ejerce una determinada funci n del Estado. 150

Jos Ortega y Gasset no se deslinda del pensamiento pol ticoaristot lico, pues cuando escribe las siguientes palabras en La

Naci n de Buenos Aires en 1934, uno puede ver claramente lashuellas del estagirita:

El Estado fue originariamente el mando que un individuo, por sufuerza, su astucia, su autoridad moral o cualquier otro atributoadscrito a su persona, ejerc a sobre otros hombres. Esa funci n demando se desindividualiza y aparece como necesidad social. Lasociedad necesita que alguien mande. Esta necesidad de la socie-dad, esto es, ya objetivada en ella, es el Estado, que existe apartede todo individuo singular, que ste encuentra ya ah existiendoantes que l y al cual tiene, quiera o no, que someterse. 151

La teor a general del Estado orteguiana tiene el rigor l gicopara explicar el origen y la val a del desarrollo pol tico de las so-ciedades que han logrado convertirse en Estados, pero tambi ntiene la viva preocupaci n del futuro de su pa s. El Estado espa-ol como entidad multicultural es compleja y tambi n conflictiva


150 Ortega y Gasset, op. cit., nota 66, p. 176.151 Ortega y Gasset, op. cit., nota 22, t. 5, p. 174.


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en cambio, la han pose do en alto grado pueblos bastante torpespara las faenas cient ficas o art sticas. Atenas, a pesar de su infini-ta perspicacia, no supo nacionalizar el Oriente mediterr neo; entanto que Roma y Castilla, mal dotadas intelectualmente, forjaronlas dos m s amplias estructuras nacionales. 153

Lo que ha se alado Ortega y Gasset en relaci n a Roma yCastilla tambi n es aplicable a Estados Unidos, pa s neocolonia-lista que arrebat a Espa a por cierto sus ltimos dominios de ul-tramar en 1898.Ahora bien, sobre el Estado en general, el fundador de la Re-vista de Occidente ha escrito tambi n en Espa a invertebrada al-gunos pensamientos que son no s lo declarativos, sino aciertosfilos ficos e hist ricos:

Es falso suponer que la unidad nacional se funda en la unidad desangre, y viceversa. La diferencia racial, lejos de excluir la incor-poraci n hist rica, subraya lo que hay de espec fico en la g nesisde todo gran Estado... Los grupos que integran un Estado viven

juntos para algo; son una comunidad de prop sitos, de anhelos, degrandes utilidades. 154

Lo natural en Arist teles es en Ortega y Gasset libertad paraimaginar. Mientras que para el estagirita el hombre es un animalpol tico por naturaleza donde adem s hay una evoluci n; para elmadrile o el proceso es m s complicado y rico:

...el Estado comienza cuando el hombre se afana por evadirse dela sociedad nativa dentro de la cual la sangre lo ha inscrito. Y

quien dice la sangre, dice tambi n cualquier otro principio natural;por ejemplo, el idioma. Originariamente, el Estado consiste en lamezcla de sangres y lenguas... No hay creaci n estatal si la mentede ciertos pueblos no es capaz de abandonar la estructura tradicio-nal de una forma de convivencia y, adem s, de imaginar otra nun-


153 Ibidem, p. 55.154 Ibidem, pp. 53 y 56.


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ca sida. Por eso es aut ntica creaci n. El Estado comienza por seruna obra de imaginaci n absoluta. La imaginaci n es el poder li-berador que el hombre tiene. Un pueblo es capaz de Estado en lamedida en que sepa imaginar. De aqu que todos los pueblos ha-yan tenido un l mite de su evoluci n estatal, precisamente el l mi-te impuesto por la Naturaleza a su fantas a.155

Y desde luego, Ortega y Gasset no dejar de pronunciarsenuevamente sobre la democracia, cuando se ha referido a dos temas

imprescindibles para entenderla y que son la pol tica y el Estado:

La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y sugrado, depende de un m sero detalle t cnico: el procedimientoelectoral. Todo lo dem s es secundario. Si el r gimen de comicioses acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque elresto marche ptimamente, todo va mal... Un r gimen electoral esestpido cuando es falso. 156

De ah que dijera alguna vez Octavio Paz que la democraciaes ante todo un m todo.

Para Ortega y Gasset, no puede entenderse el desarrollo delEstado sin referirse a la Naci n, incluso cita a Renan, quien dec a

La existencia de una naci n es un plebiscito cotidiano .157

Por lo mismo, el fundador del Instituto de Humanidades es-cribi :

La cosa es clara y de suma importancia para entender la aut nticainspiraci n del Estado nacional frente al Estado-ciudad. Las fron-teras han servido para consolidar en cada momento la unificaci npol tica ya lograda. No han sido, pues, principio de la naci n, sinoal rev s: al principio fueron estorbo, y luego, una vez allanadas,fueron medio material para asegurar la unidad... el Estado nacio-nal se encontr siempre, en su af n de unificaci n, frente a las


155 Ortega y Gasset, op. cit., nota 22, t. 4, pp. 252 y 253.156 Ibidem, p. 255.157 Ibidem, p. 265.


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muchas razas y las muchas lenguas, como con otros tantos estor-bos. Dominados stos en rgicamente, produjo una relativa unifi-caci n de sangres e idiomas, que sirvi para consolidar la uni-dad... Es preciso resolverse a buscar el secreto del Estado nacionalen su peculiar inspiraci n como tal Estado, en su pol tica misma yno en principios forasteros de car cter biol gico o geogr fico... ElEstado nacional es en su ra z misma democr tico, en un sentidoms decisivo que todas las diferencias en las formas de gobierno.Es curioso notar que al definir la naci n fund ndola en una comu-nidad de pret rito, se acaba siempre por aceptar como la mejor laf rmula de Renan, simplemente porque en ella se a ade a la san-gre, el idioma y las tradiciones comunes un atributo nuevo, y sedice que es un plebiscito cotidiano . Pero se entiende bien loque esta expresi n significa? No podemos darle ahora un conte-nido de signo opuesto al que Renan le insuflaba y que es, sin em-bargo, mucho m s verdadero. 158

Ortega y Gasset tiene una teor a del Estado distante a la deHegel y Marx. No le entusiasman ni conmueven las tesis de Go-bineau ni cualquier otro autor obsesionado por el dominio de unaraza. El gran docente castellano llamar igual Estado a la antiguacivilizaci n egipcia como a la romana. Para l, el Estado existedesde antes de la modernidad y esto desde luego sigue siendo

tema de an lisis y discusi n.Don Jos tendr muy claro que la autoridad no es la causaeficiente del Estado, como los apologistas de las dictaduras haninsinuado o, peor a n, han dicho de manera expl cita.

Sin embargo, la causa final del Estado, el bien p blico tem-poral, no aparece en la filosof a orteguiana, quiz porque el pro-pio fil sofo se ocup ms del origen del Estado y de su desarrollohistrico y pol tico, que del fin. Posiblemente su circunstancia nole permit a ver como una realidad pr xima el bien p blico tempo-ral, en medio de un mundo agitado en guerras y contradicciones.Si bien no apost por la anarqu a como lo he demostrado al citar


158 Ibidem, pp. 262, 263 y 265.


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sus textos, el abuso de poder le horrorizaba, precisamente por serun creyente del hombre y la libertad.

Como bien dice el fil sofo:Para lograr que predomine un m nimo de sociabilidad y, gracias aello, la sociedad como tal perdure, necesita hacer intervenir confrecuencia su interno poder p blico en forma violenta y hastacrear cuando la sociedad se desarrolla y deja de ser primitiva uncuerpo especial encargado de hacer funcionar aquel poder en for-

ma incontrastable. Es lo que ordinariamente se llama el Estado.159

El te rico del Estado, Jos Ortega y Gasset, reflexiona sobreel tema as : Si Espa a y Castilla iniciaron las teor a del Estadomoderno en pasados tiempos, por qu no lo han de hacer aho-ra?.160

Por Ortega y Gasset llegu a la conclusi n hace ya algunosaos de que la teor a general del Estado es fundamentalmenteAntropolog a y hoy, al releer las obras del maestro, confirmo estaaseveraci n que hago m a en letras, a n cuando en pensamientola infiero del an lisis del propio fil sofo.


159 Ortega y Gasset, op. cit., nota 66, pp. 271 y 272.160 Ibidem, p. 287.


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Si bien el autor de El tema de nuestro tiempo ten a serias re-servas sobre el pacifismo, fue un hombre pac fico que practic la

paz activa a trav s de una pluma sumamente cr tica, en ocasionesspera, al percatarse de los colmos del poder en Europa.Sus tiempos de exilio fueron tambi n tiempos de reflexi n fi-

losfica, porque fue un observador atento de los principales fen -menos de su poca. Desafortunadamente nunca estuvo en M xi-co, pero dej huella en este pa s fundamentalmente a trav s dedos pensadores espa oles importantes, transterrados en la patriade Vasconcelos: el primero, un fil sofo brillante, Jos Gaos, y elotro, un jurista de relieve, Luis Recas ns Siches.

De los ensayos y art culos del pensador madrile o infiero quela historia de la teor a general del Estado es la lucha entre las li-bertades p blicas y el ejercicio del poder. l percibi y se notaesa percepci n en su obra al tratar de disuadir los nimos extre-mos de la Espa a de la preguerra el sufrimiento humano comouna consecuencia de los conflictos ticos y pol ticos.

Si el raciovitalismo ha sido un tema de nuestro tiempo, la au-toridad y el poder en conjunto forman sin duda el otro tema denuestro tiempo, que Ortega y Gasset estudi paulatinamente. Elprimer pensador de Espa a y quinto de Alemania hizo camino alfilosofar: como pocos fue claro y preciso en los an lisis socialessin ser soci logo, fue tan profundo que su filosof a es entendiblean para los adolescentes que quieren leer sobre el amor, porquecomo escribi don Jos en su famosa obra Estudios sobre elamor : Voy a hablar de amor no de amores.

Ortega y Gasset escribi con gran profundidad y pasi n sobreantropolog a filos fica, tica, historia de la filosof a, teor a delconocimiento, est tica, ontolog a, filosof a pol tica, filosof a de lahistoria y l gica entre las disciplinas filos ficas. No le fueron aje-nas la literatura y el derecho, menos a n la pol tica como cienciaprctica.

Don Jos , a pesar de s mismo, fue un te rico del Estado nohay que olvidar que la teor a general del Estado es una disciplinaalemana, cuyo padre es seg n H ctor Gonz lez Uribe, Friedrich



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Hegel sin el af n sistem tico de los autores europeos m s re-nombrados de la materia como Heller, Dabin, Jellinek, Carr de

Malberg y Zippelius.Los art culos orteguianos fueron el pulso social y pol tico deEspa a. El silencio a veces prolongado de Ortega y Gasset des-pus de la Guerra Civil espa ola y de la Segunda Guerra Mundialpes en el nimo de sus seguidores. Algunos que compart anaquella frase pronunciada contra Miguel de Unamuno en 1936:Muera la inteligencia , le tuvieron miedo a n despu s de muerto.

Por medio del pensamiento filos fico de Jos Ortega y Gassetse puede conocer una parte importante de Espa a, al igual que atrav s de la obra de Octavio Paz se ilumina la historia y la litera-tura de M xico, y a trav s de las letras de Jorge Luis Borges setrasluce el esp ritu argentino.

Hace poco tiempo se ha empezado a valorar la contribuci nde Jos Ortega y Gasset a la democracia espa ola, que nacieraveinte a os despu s de su defunci n. No es suficiente que una ca-lle de Madrid y una fundaci n lleven su nombre; Ortega y Gassettiene un lugar de honor en la historia de Espa a y un lugar que seabre cada vez m s en las p ginas de la historia de la filosof a.

CONCLUSIONES GENERALES 103


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REFLEXIONES FINALES

El pensamiento filosfico-poltico de Jos Ortega y Gasset se redescubre cada vez que el lector entra en las pginas de sus ensayos y artculos.

Pocos filsofos han tenido el privilegio de tener una plumatan suave y clara. Pocos escritores han tenido la profundidad d

sus ideas. Ortega y Gasset fue un observador comprometido, unintelectual que vivi en medio de tormentas sociales y polticasl vio como tantos otros la destruccin de Europa y la desmoralizacin del mundo. Padeci una de las enfermedades ms terribles: la depresin, y ni as perdi claridad su mente.

Su concepto de hombre est ligado con su valoracin sobre lalibertad, la autoridad y el poder.

Como tpico pensador, sabio en algunos temas, cambi deparecer con rigor de causa. Muy posiblemente su circunstanciainfluy en sus ligeras transformaciones ideolgicas. Alguna vecancelaba la posibilidad del intelectual de participar en polticams adelante, confiri la obligacin al propio intelectual de colaborar directamente en los escenarios de la poltica, donde el po

der a veces seduce, otras destruye, pero jams pasa inadvertidopara un pensador comprometido socialmente, como Jos Ortegy Gasset.

La influencia de Ortega y Gasset en Espaa, Alemania e Hispanoamrica es indudable. Su obra es vigente en el siglo XXI ysus obras son ampliamente ledas dentro y fuera de su patria.

La circunstancia orteguiana no fue una obsesin intelectualsino una autntica realidad que molde el pensamiento del fundador del Instituto de Humanidades. Puedo afirmar que la obra deJos Ortega y Gasset ha formado parte del contexto intelectual d

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varias generaciones que se educaron en las p ginas orteguianas.Unos aprendieron a pensar y a escribir filosof a a trav s de la ex-

celente literatura del maestro madrile o.Sin duda, es cierto que la cortes a del fil sofo es la claridad ysin menor objeci n puedo asegurar que las ideas y las creencias,las opiniones y los dogmas de Ortega y Gasset se convierten enun deleite al leerlos.

Sus lectores podemos estar a favor o en contra de las asevera-ciones del gran docente universitario, pero desde luego no pasainadvertido. La influencia de Ortega y Gasset se ha dejado sentiradem s de en la filosof a, en la sociolog a, en la pol tica, en lahistoria, en la literatura, en suma, en las humanidades.

El valor de Ortega y Gasset como fil sofo no estriba s lo ensus obras compiladas a lo largo de los a os, incluso a n despu sde fallecido, sino tambi n en su actitud como esteta, como unhombre que manej como pocos la l gica y defendi con estilopropio principios ticos. M s all de cualquier consideraci n filo-sfica, Ortega y Gasset ha ganado con justicia un lugar preponde-rante en las letras castellanas y desde luego en el pensamiento fi-losfico mundial. Las observaciones de Ortega y Gasset no sonde gabinete , su acercamiento a la realidad social y pol tica esinvaluable a la hora de contrastar sus escritos con el desarrollo de

la humanidad.Cuando el fil sofo escribi el pr logo a la Historia de la filo-

sofa de Emile Br hier empez con una cita de Arist teles toma-da del Tratado del alma : Meditar es un progreso hacia s mis-mo. Ortega y Gasset progres constantemente. Uno de los frutosde ese progreso fue indudablemente la Revista de Occidente quefund cuando ten a 40 a os, la misma edad que ten a Plat ncuando fund la Academia. El periodista, el fil sofo, el docente,el pol tico, el espectador, tuvo el nimo de S crates de buscarconstantemente la Verdad y lo hizo a trav s de un ejercicio inte-lectual arduo, en medio de circunstancias dif ciles y tr gicas.

A diferencia de lo que l crey , considero que Ortega y Gassetescribi para la posteridad y no s lo para su tiempo, escribi no



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slo para espa oles, sino para mucha gente que se ha encantadocon sus letras y con su pensamiento.

La influencia de Kant en Ortega y Gasset no es directa peroexiste. El raciovitalismo es un imperativo categ rico? Si bien elfilsofo espa ol no fue en sentido propio un pacifista, habr salu-dado con respeto los principios fundamentales de La paz perpe-tua del gran pensador alem n. En las p ginas de Ortega y Gassetno hay belicismo, hay en cambio una pasi n ib rica con un acen-to germ nico indudable.

Jos Ortega y Gasset tuvo una interesante Weltanschauung ,donde en su filosof a se aprecia muy bien tanto al bosque como alrbol, a la humanidad como al hombre en particular. No reniegade la condici n humana, la redimensiona sin soslayar las ra ceshist ricas.

A la pregunta que hizo el fil sofo alem n Norbert Bolz Wer hat Angst vor der Philosophie ? (Quin tiene miedo a la filoso-f a?) que fue tema de un libro colectivo que lleva ese t tulo ,don Jos hubiese contestado de manera inicial muy probable-mente, en su segunda lengua, con las palabras de uno de loscoautores, Karl Heinz Bohrer: Das Privileg zu denken, (el privi-legio de pensar)... con un privilegio as , qu debemos temer?

La obra orteguiana ha sido parte de mi circunstancia acad -mica e intelectual, que aun sin compartir totalmente como es na-tural, admito su gran influencia en mi formaci n como profesio-nal del derecho y de la filosof a.

REFLEXIONES FINALES 107


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EPLOGOJos Ortega y Gasset (1883-1955) hombre de su tiempo y de sucircunstancia, que vivi a la altura de los tiempos (cfr . IV, 157) ysalv sus circunstancias (cfr . I, 322).

Hoy, el tiempo y las circunstancias nos renen, leer a Ortegao bien leer algo sobre Ortega nos trae no slo recuerdos, ensean

zas, etctera, sino que nos da la posibilidad de encontrarnos conel hombre que somos todos y cada uno de nosotros; con el hombre, el pensador inquieto, vivaz, agudo que nos arropa, pues suobra tiene un rasgo caracterstico que es su estilo retrico, en esentido de que no hay grandes diferencias entre la palabra hablada y escrita, adems de tener esttica. Como comenta OctavioPaz en el texto Jos Ortega y Gasset: El cmo y el para qu?,Hay una manera de pensar, un estilo , que slo es de Ortega yGasset. En esemodo operatorio , que combina el rigor intelectualcon una necesidad esttica de expresin personal, est el secretode su unidad... Pensar fue, para l, sinnimo de expresar.1 Laclaridad, precisin y elegancia es muy probable, la primera cualidad que nos atrapa dando paso a la forma y el fondo en la obra orte

guiana, cuya unidad de orden intelectual tiene una raz vital quealcanza el difcil equilibrio del inters de la actualidad y la permanencia de lo clsico. As es como nos acercamos y nos encontramos con este pensador del siglo XX, Jos Ortega y GassetEstoy seguro de que el pensamiento de Ortega ser descubiertoy muy pronto, por las nuevas generaciones espaolas. No concibuna cultura hispnica sana sin su presencia... regresar a Ortega yGasset no ser repetirlo, sino al continuarlo, rectificarlo.2

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1 Paz, Octavio,Obras Completas , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1994, t. 4,p. 296.

2 Idem .


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El pensamiento orteguiano se pone entre la actualidad y loclsico, y esta uni n se da precisamente por su claridad. Ortega

dijo que la claridad es la cortes a del fil sofo ( cfr . VII, 282) Unaclaridad que posibilita un pensamiento de extraordinaria comple- jidad. Por un lado, numerosos estudios sobre nuestro pensadorhan insistido en que su pensamiento se ha ido fraguando en di lo-go e influencia con el de otros fil sofos como Dilthey, Nietzsche,Simmel, Husserl, Heidegger; as como bajo el influjo de losmaestros neokantianos Natorp y Cohen son indiscutibles. Y porel otro lado los t picos que aborda: el hombre, el conocimiento,la antolog a, la historia, lo social, lo pol tico, la educaci n, la ti-ca, la est tica, la religi n.

La influencia y labor intelectual de Ortega no se limit exclu-sivamente a la filosof a, y propiamente a la filosof a de c tedrauniversitaria, sino que se abri al campo m s global de la cr ticasocial y cultural, as como a toda meditaci n sobre cualquieracontecimiento que trastocar su ampl sima circunstancia .Prueba de ello son los ocho vol menes de El Espectador (1936-1934) que est dirigido a un p blico de amigos de mirar refle-xivamente.

Jos Ortega y Gasset no es un pensador que podamos encasi-llar en un tema, en una pregunta. Es un fil sofo que se ocup , porexigencias de la realidad y propiamente de la realidad espa o-la, en muchos temas, asuntos como pueden ser el social y pol ti-co. El n cleo esencial de su filosof a social y pol tica se encuentraen la teor a de la minor a selecta, en la concepci n aristocr ticade la sociedad, en la idea de que toda sociedad se encuentra origi-nal e irremediablemente dividida en una minor a y en una masa.Esta distinci n se fundamenta en la concepci n metaf sica de lavida humana. Mi vida , la vida de cada uno de los hombresconstituye la realidad radical, indubitable, evidente, primera conla que me encuentro y en la que toda otra realidad radica. No es larealidad absoluta, es simplemente la primera, el primer principiode la filosof a. Y vivir consiste en decidir en cada instante lo quevamos a hacer, lo que vamos a ser y hacer en una circunstancia



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forzosa, en funci n de un proyecto vital que somos y que consti-tuye nuestro m s intimo yo. La vida no nos viene dada, hecha,

sino que tenemos que hacerla. Es libertad en la fatalidad, esencialdramatismo. Esta falta de determinaci n, esta radical libertad en-traa la consecuencia de que no todo vivir posea igual valor, sinoque existan formas de vida m s o menos valiosas, que pueden serreducidas a dos tipos ideales: la vida noble caracterizada por elesfuerzo creador, la fidelidad al proyecto vital; y a la vida vulgarcaracterizada por la inercia, la inautenticidad, el dejarse ser.Como resulta que los mejores son necesariamente los menos,toda sociedad est inevitablemente formada por una minor a yuna mayor a. As , la sociedad se origina por la uni n din micaentre una minor a ejemplar y una masa d cil. Estos conceptosson expuestos en su obra m s conocida La rebeli n de las masas(1930), que le da y comprendida constituye un l cido diagn sticode la crisis europea de los a os veinte y una en rgica defensa dela democracia liberal frente a los ataques de dos nuevas formaspol ticas emergentes y propias del hombre-masa, de un hombreque no aspira a tener raz n y convencer, sino a imponerse me-diante la acci n directa y que declara abolida toda jerarqu a y ex-celencia: el fascismo y el comunismo.

La funci n del hombre selecto no es para Ortega el ejerciciodel mando o poder pol tico, sino servir de ejemplo o modelo.Ejemplaridad y docilidad son, respectivamente, las funciones delhombre-noble y del hombre-masa. Es la sociedad la que es aristo-crtica, advirtiendo para nuestro pensador que la aristocracia noes un grupo o clase social, sino una forma ejemplar de vida, untipo ideal de humanidad; y el ideal no consiste en la suplantaci nde la realidad por el capricho o el deseo, sino en su progresivoperfeccionamiento.

La pol tica debe ser democr tica, pues, el imperio de la opi-nin pblica. La democracia constituye una respuesta al proble-ma de la titularidad del poder pol tico. Reside en el gobierno delpueblo ejercido por sus representantes elegidos. La democraciaposee car cter formal; se trata de un m todo pol tico, de un pro-

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cedimiento para tomar decisiones que consiste en la legalizaci nde la opini n pblica. Ortega advierte sobre los peligros que el

igualitarismo democr tico entra a para la civilizaci n y la liber-tad cuando va mas all del mbito de la pol tica. Ortega y Gassetsiempre consider que la democracia liberal era la m s alta formade organizaci n pol tica ideada por los hombres, y que cualquierotra que pudiera ser concebida tendr a que partir de ella y perfec-cionarla, nunca ir contra ella.

El ascenso de las masas al pleno poder o social constituye elmayor peligro para la civilizaci n y para la libertad. Su preten-sin es proteger al liberalismo de los excesos de la democracia, yeste papel tiene que ser desempe o por las minor as. Lo anteriorse funda en la afirmaci n de la superioridad intelectual y moralde la minor a. Ortega junto con Scheler y Mannheim son defen-sores de la sociedad liberal frente a los riesgos de la masificaci ny de la mediocridad.

Liberalismo y democracia no son antag nicos pero s distin-tos. Ortega es, desde luego, m s liberal que dem crata. El libera-lismo es una concepci n sobre el hombre y la sociedad que entra-a una forma de entender la pol tica y el Estado. Y que sustentauna serie de caracter sticas: la adopci n de un punto de vista me-todol gico individualista, la exaltaci n del individuo y sus dere-chos frente al poder del Estado y, en general, de la sociedad, laafirmaci n de la supremac a de las leyes naturales sobre las esta-tales, la limitaci n de la injerencia del Estado en la vida social yecon mica, el predominio de la libre competencia y de la iniciati-va privada, la defensa del parlamentarismo y de la divisi n de po-deres, y la idea de que toda ley entra a una limitaci n de la liber-tad individual. Es as como la libertad no es el valor supremo,sino la condici n de posibilidad de todo otro valor. As , mientrasla democracia es el gobierno de la opini n p blica, el liberalismoes una respuesta al problema del ejercicio del poder y sus l mites.

La teor a de la minor a selecta de Ortega constituye una fun-damentaci n del principio de la limitaci n del poder democr ticoal mbito estrictamente pol tico. Fuera de l deviene ileg timo y



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