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I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
1º premio
LEYENDAS DE TIERRAS ALTAS
Una fría tarde de invierno, no hace tanto, me dejé caer por una humilde taberna en un pueblo en
las cercanías de la Carballeda. Ya era de noche, pues el sol en esta época del año se acuesta pronto;
reacio a hacer lo mismo seguí dando vueltas por el campo. Cuando fui vencido por el frío que se
instaló en mi cuerpo busqué una taza de algo caliente en alguna posada y así poder entablar
conversación tras haber estado caminando todo el día solo. Cuando entré no encontré más luz que
en la calle a excepción de un pequeño destello que brotaba de un rincón. Estaba dolo como
caliente, y me acerqué a la estufilla de esas que llaman salamandra. De ella salía la parca luz que
permitía darme una idea de los objetos de la habitación. Cerca de la estufa yacía un pequeño bulto
en una silla. Cuando me acerqué frotando las manos para entrar en calor, el bulto se movió. De la
parte media saltó un gato negro y del resto, la sonrisa de una viejecilla me saludó. Yo diría que por
lo menos aquella mujer tenía unos 300 o mil años.
Devolví el saludo y, le pregunté amablemente si tenía un consomé, sopa o caldo calentito. Ella, con
movimientos ágiles y con una flexibilidad asombrosa para la edad que había estimado, me trajo un
caldo con aromas de los más variopintos. Desde mi rincón a la vera de la estufa había estado
observando disimuladamente cómo la mujer mezclaba cosillas y las añadía a un supuesto caldo
que calentaba en una cocina de las económicas. ¿Una bruja? Me pregunté.
Cuando se acercó a mi lado y me ofreció el caldo, se lo agradecí con la mirada y al momento volví a
fijarla a la pequeña llama de la estufa. Ella, por su parte, se volvió a acurrucar en la silla. El gato se
volvió a subir en su regazo. Al cabo de un rato, tras saborear el silencio, el caldo y la calma serena
que rezumaba por doquier, la ancianita con una voz dulce y sin dejar de mirar la llama me abrazó
con la siguiente historia.
Leí una vez, en las muescas y huellas del tronco del tejo más viejo de las altas tierras de Zamora, en
un lugar que hoy en día los hombre llaman Tejedelo, que hace muchos, muchos años, en los
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albores de la humanidad, cuando la magia brotaba de todos los rincones de la tierra y cuando
todavía no había sido adulterada por el hombre, vivían en concordia todos los seres de la
naturaleza. De ellos nacía y se transmitía la magia y energía y cada ser tenía su parte mágica.
Imaginaos, si hoy en día la oropéndola nos sorprende con sus plumas de oro, el ruiseñor con su
canto o la rosa con su olor, cómo deberían ser en aquella era esos colores, sonidos y aromas. Hablo
de aquel tiempo en los que los árboles hablaban con voz ronca o cuando todavía era fácil observar
dulces y bellas ninfas salpicándose en las fuentes o riachuelos hermosos. Cuando los duendes
traviesos robaban algún mendrugo de pan o gastaban bromillas a los viajeros despistados que
merodeaban por sus bosque, y ordeñaban y galopaban sobre las cabras y ovejas de sorprendidos e
incrédulos pastorcillos. Hoy apenas si existen pedazos de aquel ayer.
En aquella época todos los seres del bosque vivían en armonía, jugaban, hacían fiestas,
merendaban y sólo cuando había necesidad unos se comían a otros. Pero todos sabían que era la
ley de la naturaleza y que donde hay vida hay muerte y donde hay muerte hay vida. Había sido
siempre así. Todos eran felices salvo una rata de agua y un topo. La rata era presumida, vanidosa,
chulesca, altanera y siempre quería ser la mejor. A su vez, el topo era también presumido, vanidoso,
chulo, altanero y siempre quería ser el mejor.
Al principio sus discusiones eran inocentes e incluso divertidas. Por ejemplo, cuando comían, en vez
de disfrutar de los sabores de los manjares, se picaban entre ellos:
El topo decía: - Yo me he comido antes mis 10 lombrices que nadie. Soy el más rápido. ¡Hala! A lo
que la rata respondía: - Perdona, pero yo me he terminado mis hierbas antes que tú y que todo el
bosque juntos. Por lo tanto, soy la vencedora.
El resto del bosque se miraba sin entender que era eso de ser mejor o peor, vencedor o perdedor.
Esas palabras no existían, ya que se disfrutaba de hacer las cosas bien y bonitas. Al principio les
dejaban hablar pero pasaron los días, las semanas, los meses y los años y los dos animalillos
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seguían con las mismas. Aquellos rifi-rafes del principio se hicieron grandes y al mismo tiempo más
aburridos y como verás más peligrosos para los demás.
Los días de jugar al escondite la rata decía:
- Yo he pasado 15 días escondida en mi guarida sin que nadie me encontrara. A lo que el topo
respondía: - Uuuuuuyyy ... Pero qué poco, amiga mía, creo que te he ganado, he estado 8 meses
escondido bajo tierra y nadie me ha encontrado hasta hoy, que he salido porque he querido. Te he
ganado, ¡hala! Y se cabreaban entre ellos. Estaban tan interesados en ganar a todos que no se
daban cuenta que el juego había terminado hacía meses; y que lo divertido era estar con los amigos
y hacer cosas juntos. El resto del bosque ya no contaba para ellos.
O como aquel día que se fueron a dar un paseo a la orilla de un río llamado Tera con el hada reina
del bosque y durante la sobremesa de la merienda decidieron jugar a cavar y hacer castillos.
El topo empezó a cavar con tal ímpetu que creó un agujero tan, tan, tan grande que toda la tierra
que salió del agujero la acumuló en un lugar. Se encaramó en aquel montículo y dio tres brincos de
alegría por saber que había hecho el montón de tierra más grande jamás visto. Este lugar se llama
ahora Peña Trevinca. Por su parte la rata comenzó a cavar, cavar y cavar y creó tal sistema de
canales que aquel agujero tan grande que había hecho el topo lo rellenó de agua, lo que ahora
conocéis como el Lago de Sanabria. La rata pues, en ese ímpetu, creó tal canalización que hoy
perdura como los ríos y lagunas que hoy conocemos. Os parecerá una exageración pero en aquella
época la magia fluía por todos los seres vivos, y todos los seres tenían una fuerza y poder que ahora
nos cuesta imaginar.
Pero con este hecho, el topo y la rata, en su ímpetu de ganar habían sepultado a numerosos amigos,
duendes, árboles y otros seres. Los cuales solo pudieron salir de aquel montón y lago gracias a la
magia de la reina del bosque.
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A la reina no le gustó nada hasta dónde había llegado la avaricia de aquellos seres del bosque a los
cuales no les importaban sus amigos con tal de ser los primeros, los que tuvieran el objeto más
grande o ser lo más de lo más. Harta de ver día y noche los desaires que aquella pareja hacía a los
demás, decidió enseñarles a disfrutar de jugar, compartir y hacer cosas sin competir y de saborear
el no llegar el primero a cualquier precio.
Preparó una carrera para todo el bosque. Pero cuando dio la salida, con su magia inmovilizó los
pies del topo y la rata para que otros llegaran antes que ellos. No obstante, eran tantas las ganas de
ser los primeros, que la magia consiguieron disolver. De tanta energía acumulada, por haber sido
inmovilizados, salieron como flechas adelantando a todos los demás seres del bosque. Pero cuando
llegaron al destino chocaron a la vez con tanta fuerza entre ellos dos, que salió una nube de polvo
enorme con una curiosa forma de champiñón. Junto al polvo salió toda la maldad, la avaricia, el
ansia, los complejos, la rabia y demás nefastos adjetivos que se extendieron por los bosques, prados
y montañas. Tal fue dicha fuerza que hasta los bosques enmudecieron y aquellos árboles que
antaño con ronca voz hablaban, lento, pero hablaban, solo lo hicieron mediante formas y huellas en
su corteza. Dichos desperdicios que contaminaban el alma del topo y la rata, se extendieron hasta
llegar a la morada de los hombres, donde encontraron buen cobijo y se quedaron allí hasta
nuestros días.
De aquél fuerte golpe, tras 7 días y 7 noches, no se observó ningún rastro de la rata y el topo. Sin
embargo se empezó a ver en los bosques un ser tímido, alegre y bondadoso, que a su vez era un
poco raro y curioso. Tenía pelo y cola y de rata pero el morro, patas y dientes de topo, además podía
nadar. La rata y el topo se habían fundido en uno. Desde aquel mismo instante, aquel nuevo ser fue
acogido por los demás, que recibieron sus diferencias con alegría y respeto. ¡Qué aburrido sería si
todos fuésemos iguales! Este nuevo ser se dedicó a cuidar de los ríos, a mantenerlo limpio para
todos los demás. Tanto es así que no veréis un desmán en un río sucio o contaminado.
La reina decidió, a partir de entonces, llamarlo desmán, que significa: desprecio. Por un lado para
no olvidar esta historia, (lo negativo de ser egoísta y caprichoso), así como, aportar armonía y
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equilibrio al nuevo ser y compensar de esta manera la gran bondad que ahora rezumaba. Sabed
que tanto por defecto como por exceso todas las virtudes pueden ser negativas.
De repente me desperté, ya había entrado en calor, posé la taza sobre la añeja y tosca mesa de
castaño y salí, guiado por un embriagador silencio. Mientras me cubría para no dejar salir el calor y
al respirar el frío de la noche me di cuenta de la felicidad que me invadía.
Dentro de la posada, la anciana que había dejado atrás, era consciente de mi felicidad y poco a
poco, con la misma sonrisa que me había perseguido, se envolvió en tenue haz de luz azulada y se
fue transformando en una muchachilla joven. Con el tiempo y lejos de aquellas tierras me di cuenta
que esta criatura se alimentaba transmitiendo bondad y felicidad a seres receptivos, eliminando los
atisbos de maldad, egoísmo, avaricia, etc, que habitaba en ellos. Características que una vez se
instalaron en la humanidad, cuando se creó el desmán. También me hizo pensar en lo que hoy en
día escuchamos a los demás. La infinidad de arrugas que surcaban por aquella ancianita
posiblemente indicaban que había pasado mucho, mucho tiempo en encontrar a una persona
capaz de escucharla y poder realizar su cometido.
Sin duda alguna, ésta era una de aquellas maravillosas y fascinantes criaturas que poblaban en
otras eras nuestros bosques y que nunca, nunca olvidaré.
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2º premio
EL PIRATA VALIENTE
Érase una vez un viejo pirata, con cara de malo, con parche en el ojo, pata de palo y garfio en la
mano, al que todo el mundo temía. No le quedaban apenas más que unos dientes, cuando
caminaba se oía el tocotoc, tocotoc, tocotoc de su pata de palo, tenía una mirada de "medio lao"
para poder ver por el único ojo que conservaba y cuando gesticulaba mostraba su espantoso garfio.
Se contaban historias terroríficas a costa de su aspecto, de su valentía y su inmensa maldad. De su
orgullo, fechorías y mil aventuras, sobre todo de aquellas en las que había perdido alguno de sus
miembros.
Pero he aquí la verdadera historia de este viejo .. ¿truhan? Como todos los piratas surcaba los
mares de todas las tierras conocidas en un magnífico barco. Él era el capitán y junto a sus
compañeros tenía grandes aventuras, como la de aquel tiburón que casi le devora una pierna y al
que hizo una gran cicatriz de aleta a aleta defendiéndose.
Un día desembarcaron en un gran puerto de una ciudad muy sucia y llena de gente, donde se
mezclaban los marineros, con los nobles, llena de tabernas y de mendigos.
Como siempre cuando atracaban, la tripulación se desperdigó y quedó solo el capitán, paseando
entre sus calles y disfrutando de sus sonidos y colores, de sus olores y sabores.
A la salida de una taberna, se encontró a viejo mendigo al que estaban apaleando por haber tirado
con su bastón las cubas de vino que se encontraban en medio de la calle. El capitán fue a ayudarle y
cuando se acercó se dio cuenta de que era ciego y estaba lleno de magulladuras.
- Todo el mundo se ríe de mí y me golpea, porque yo no puedo ver, ni defenderme y no puedo
conseguir comida a causa de mi ceguera. - Le explicó el mendigo.
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Al capitán le dio muchísima pena y no le pareció justo tener dos ojos y aquel pobre viejo ninguno.
Al fin y al cabo, él era el capitán de un barco con el que podía navegar con un solo ojo. Así que
decidió darle uno de los suyos.
Al día siguiente cuando llegaron al barco, los marineros encontraron al capitán un poquito más
sabio y valiente y con un parche en el ojo. Pero él era un gran lobo de mar y lo conocía como a la
palma de su mano, por lo que incluso con un solo ojo siguió navegando y viviendo grandes
aventuras piratas, como la de aquella isla olvidada.
Cuando con sus botes llegaron a la isla, como siempre, la tripulación se desperdigó y quedó solo el
capitán, paseando entre sus playas y disfrutando de sus sonidos y colores, de sus olores y sabores.
En medio de sus playas y sus palmeras, se encontró con unos niños que correteaban y reían
saltando las olas. Pero había un niño que no reía porque no podía correr, ya que un astuto tiburón
con una gran cicatriz de aleta a aleta le había merendado sus piernas. El pirata del parche en el ojo
sabía de qué tiburón se trataba pues a él casi le atrapa una de las suyas.
Al capitán le dio muchísima pena y no le pareció justo tener dos piernas y aquel niño ninguna. Al
fin y al cabo, él era el capitán de un barco con el que podía navegar con un parche en el ojo y con
una sola pierna. Así que decidió darle una de las suyas.
Al día siguiente cuando llegaron al barco, los marineros encontraron al capitán un poquito más
sabio y valiente, con un parche en el ojo y con una pata de palo. Pero él era un gran lobo de mar y lo
conocía como a la palma de su mano, por lo que incluso con un solo ojo y con una pata de palo
siguió navegando y viviendo grandes aventuras piratas, como la de aquel mercado de tierras del
Caribe.
Cuando con sus botes llegaron a las tierras caribeñas, como siempre, la tripulación se desperdigó y
quedó solo el capitán, paseando entre su mercado y disfrutando de sus sonidos y colores, de sus
olores y sabores.
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Pero siempre compraba en sus puestos y comparaba sus mercancías, se encontró con una tendera
que no pudo recoger sus monedas porque no tenía manos. Se las había devorado un astuto tiburón
con una gran cicatriz de aleta a aleta, que el capitán conocía bien. El capitán pensó que sin manos
tampoco podía, entre otras cosas, acariciar o tocar.
Al capitán le dio muchísima pena y no le pareció justo tener dos manos y aquella mujer ninguna.
Al fin y al cabo, él era el capitán de un barco con el que podía navegar con un parche en el ojo, con
una pata de palo y con una sola mano. Así que decidió darle una de las suyas.
Al día siguiente cuando llegaron al barco, los marineros encontraron al capitán un poquito más
sabio y valiente, con un parche en el ojo, con una pata de palo y con un garfio en la mano.
De tanto dar todo aquello que poseía, el capitán mostraba un aspecto espantoso. No le quedaban
apenas más que unos pocos dientes (también los había regalado), cuando caminaba se oía el
tocotoc, tocotoc, tocotoc de su pata de palo, tenía una mirada de "medio lao" para poder ver por el
único ojo que conservaba y cuando gesticulaba sin maldad, mostraba su espantoso garfio.
Así, visto de lejos, sin conocer sus aventuras, parecía un temible pirata al que se le imaginaba cara
de malo y sin embargo, no se le veía su gran corazón. Pero ahora vosotros ya sabéis la verdadera
historia de sus cicatrices. No hace falta descubrir y pelear para ser valientes.
¡Ah! Y no os fiéis de las apariencias.
Y colorín, colorado, este cuento pirata se ha acabado.
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LAS ALAS DE ISABEL
Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy lejano, vivía una niña llamada Isabel. Tenía los ojos
marrones como la tierra y el pelo dorado como el sol. Todas las mañanas daba al sol los buenos
días:
- Buenos días, querido sol. ¿Has descansado bien?
Y cuando estaba oculto tras las nubes le gustaba recordar su cálida caricia en su cara.
Y es que había una cosa que Isabel quería con toda su alma, que era poder acariciar al sol y de esa
manera devolverle sus caricias.
Sus padres, que siempre la habían animado a alcanzar sus sueños, la aconsejaban que fuera más
realista e intentaban que tuviera una meta más cercana.
Sin embargo Isabel sólo podía soñar con ese instante de calor eterno donde podría fundirse con el
sol en una caricia.
Un día, caminando estaba Isabel por un bosque cercano, cuando se le acercó un águila imperial,
una de las más grandes de las aves.
- Hola Isabel - dijo el águila. - ¿Por qué estás tan cabizbaja?
Isabel no se sorprendió al escuchar al águila porque, no sé si os lo he comentado antes, en este lugar
tan lejano los animales y los hombres se entendían mutuamente, se escuchaban y ayudaban.
- Hola hermano águila - contestó Isabel. - No consigo encontrar una solución para poder llegar a
un lugar increíble.
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- ¿Y cuál es ese lugar? - preguntó interesado el águila.
- ¡Sería tan feliz si pudiera llegar al sol! - exclamó Isabel.
El águila se quedó pensativa durante unos instantes. En este lugar tan mágico todos se ayudaban y
el águila quería ayudar a Isabel.
- Se me ocurre una idea para que consigas tu sueño. Mira, yo puedo dejarte mis potentes alas,
fuertes y resistentes, para que vayas a ver al sol. ¿Qué te parece?
- Sería fantástico, ¿en serio harías eso por mi?
- Por supuesto. Cuídalas bien, que sólo tengo dos y de ellas me valgo para moverme y surcar los
aires para vivir. - Aconsejó el águila.
Isabel casi lloraba de la alegría que le suponía el gesto del águila. Tan emocionada y agradecida
estaba que del abrazo que le dio, casi le estrangula.
- Isabel, ... caj ... caj ... caj ... suéltame ... que me ahogas ... caj ... caj ...que me ahogas...caj...caj...-
--Gracias, gracias...querido águila...gracias..--
Isabel fue emocionadísima con sus alas de águila; estaba inmensa, gloriosa, con dos alas que se
encajaban a la perfección en dos huequecillos de su espalda. Tras hacer varios vuelos de prueba se
sintió preparada para volar hacia su gran amigo el sol. Así pues, subió a lo alto de una colina y
contó hasta tres...
--Uno, dos...y...ay, qué nervios...TRES!!!--
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Y se lanzó volando por los aires, sobre los árboles, sorteando a otros pajarillos que la miraban
sorprendidos. ¡Más de uno casi se cae del susto!
Comenzó a subir y a subir, atravesó las nubes y subió más aún, donde ningún pájaro había subido
jamás. y siguió subiendo y subiendo y el sol se hacía cada vez más grande tanto, que sus ojos no lo
conseguían abarcar, hasta que al fin llegó el sol. Parecía que no se había dado cuenta de que Isabel
estaba allí, junto a él, así que ella alargó la mano y le regaló una dulce caricia.
--¡Oh! ¿Qué ha sido eso?-- preguntó el sol sorprendido, pues hasta entonces, nadie había ido a
visitarlo.
--Hola querido sol. Soy Isabel. He querido regalarte algo que tú nos regalas cada día: una caricia.
El sol estaba encantado con esa visita tan espectacular: una niña con alas de águila. Jamás había
visto nada igual.
Se quedaron hablando y hablando durante mucho tiempo, hasta que llegó la hora de marcharse.
Antes de despedirse, el sol le entregó una cajita muy pequeña.
--Querida Isabel, toma esto. Cada vez que lo veas recordarás esta amistad que tendremos siempre.
Isabel voló de nuevo a su casa henchida de alegría. Y cuando le contó a su familia lo que acababa de
vivir todos quedaron maravillados de lo que Isabel acababa de realizar: había conseguido alcanzar
su sueño, aunque pareciera imposible.
--Esperad, se me ha olvidado abrir la cajita-- recordó Isabel.
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Todos se arremolinaron alrededor de la pequeña, dorada y frágil cajita. Al abrirla parecía vacía,
excepto por una pequeña piedrecita que se arrinconaba en una esquina.
--Esperad, no es una piedra--dijo el padre de Isabel--parece... es... no estoy seguro... UNA SEMILLA!
Corrieron a plantarla en el mejor de los tiestos que tenían. Isabel todos los días hablaba con ella,
vigilaba que la tierra estuviera siempre húmeda y, sobre todo, que el sol acariciase su tierra con sus
rayos.
Un día comenzaron a surgir de la tierra dos pequeñas hojas, pequeñas pero firmes. Con los días la
planta crecía y crecía tanto, que parecía querer alcanzar el sol con su gran tallo. Pero aún quedaba
una sorpresa: una flor grande y redonda, con el corazón negro como el carbón y los pétalos
amarillos como el sol surgió de la planta. Una flor hermosa, increíble, que parecía bailar con el sol,
pues le seguía donde quiera que éste iba. Isabel, emocionada, llamó a esta planta GIRASOL.
Y esta es la historia de los girasoles, las flores de las dulces y cálidas caricias.
Y no olvidéis, queridos amigos, que todos tenemos en nuestra espalda esos huequecillos para
colocarnos las alas de águila e ir en busca de nuestros sueños.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete.
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DIBUJOS MÁGICOS
Érase una vez, una pequeña niña de apenas 6 años, llamada Oriana.
Oriana, era una niña muy revoltosa, con una gran imaginación, y cada noche después de cenar,
subía a su cuarto, cogía una foto, los lápices de colore, y se sentaba a hacer un dibujo. Pero… lo que
nadie sabía, es que esos dibujos que Oriana hacía por cada noche, no eran normales, sino mágicos,
y que ella, tras finalizar el dibujo, entraba en él, y allí vivía las aventuras que ella misma había
imaginado.
Como todos los días, después de cenar, Oriana subió a su habitación, y empezó a dibujar. Cuando
acabó, entró en el dibujo, y allí, la recibió una encantadora princesa que necesitaba de su ayuda
para salvar a sus padres, que habían sido secuestrados por un ogro.
Sin esperar más tiempo, las dos emprendieron el camino en busca de la cueva del ogro, pero al
llegar a una pradera verde llena de flores, Oriana tuvo que salir del dibujo, porque ya no tenía más
tiempo, pero le prometió a la princesa que volvería al día siguiente.
La mañana pasó, y Oriana llegó a casa después del colegio. Estuvo toda la tarde jugando, inquieta,
hasta que llegó la hora de cenar. Por primera vez, aunque no le gustaran las judías se las comió
todas y sin tardar mucho como le solía pasar, recogió sus cosas y subió a su habitación.
Oriana se acordaba perfectamente del sitio donde había quedado con la princesa, esa pradera
verde, soleada, llena de flores, con mariposas revoloteando, y los pájaros cantando desde la copa de
los árboles. El dibujo ya estaba casi listo, pero, Oriana, no encontraba el lápiz amarilla para pintar
el sol, y se le acabó el tiempo. Entró en el dibujo y todo parecía normal, pero al no estar el sol, el
paisaje se volvió gris, las flores se marchitaron, los pájaros dejaron de cantar, y la princesa no
aparecía.
Resulta, que era un mundo paralelo al que ella había dibujado otro día, pero al no estar el sol, todos
los habitantes de allí eran malos. Oriana no lo sabía, y tenía que hacer algo para encontrar la
pintura amarilla y salvar a los padres de su amiga la princesa.
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Tras un rato andando, encontró a un pequeño patito, escondido entre unas rocas, lo habían tenido
secuestrado, pero había conseguido escapar. Él había estado ayudando a la princesa a buscar a sus
padres cuando le capturaron. Tras oír su historia, y hablar un rato, llegaron a una solución, el pato,
le dio una de sus plumas y los dos fueron a pegarla enseguida en el sol, y en cuanto la colocaron un
rayo les dejó dormidos, y cayeron al suelo. Al abrir los ojos, la princesa estaba a su lado, esperando
a que se despertaran.
Habían conseguido pintar de amarillo el sol y volver a la ciudad para seguir buscando a sus
padres.
Después de explicarle todo lo que les había pasado, siguieron caminando, por un pequeño sendero
en el que las estaba guiando el pato, que descubrió dónde estaba la cueva antes de ser secuestrado.
Los tres juntos, consiguieron rescatar a los padres de la princesa, Y Oriana tuvo que irse, pero esa
noche al acostarse, antes de dormir estuvo pensando en ellos y en esa aventura que había vivido, y
se dio cuenta, que tanto en un dibujo como en la vida real debía ayudar a la gente, y aunque no
todos sean iguales, cada uno aporta una cosa buena para conseguir lo que se quiere.
Los tres juntos, consiguieron rescatar a los padres de la princesa, Y Oriana tuvo que irse, pero esa
noche al acostarse, antes de dormir estuvo pensando en ellos y en esa aventura que había vivido, y
se dio cuenta, que tanto en un dibujo como en la vida real debía ayudar a la gente, y aunque no
todos sean iguales, cada uno aporta una cosa buena para conseguir lo que se quiere.
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¡QUÉ TONTA SOY!
Me llamo Victoria, soy una niña de 7 años normal y corriente que vive en una ciudad
normal y corriente, voy al colegio como todos los niños, tengo un papá y una mamá que me quieren
y me cuidan, también tengo una profesora la Sra. Ana que también me cuida mucho, aunque sobre
todo me regaña.
Creo que soy bastante buena en general, tengo muchos amigos, algunos son más amigos que otros,
pero tengo un defecto, y según dicen todos los mayores es algo bastante malo, y es que tengo mucha
imaginación, a mí personalmente no me parece que sea algo malo, no hago daño a nadie y mis
amigos se divierten un montón con mis ocurrencias.
-“Esa imaginación tuya te va a dar más de un problema”, me dice mi madre enfadada
cuando hago alguna travesura de las mías.
Os voy a contar lo que me ocurrió en las Navidades del año pasado, yo me levantaba tarde casi
todos los días, ayudaba a papá y mamá a decorar la casa y el árbol, (también hacía alguna de las
tareas que me mandaron en el cole) Mientras hacíamos las últimas compras de aquellos días,
vinieron mis abuelos, tíos y primos de visita.
En la mañana de Navidad como todos los años me pasaba, la emoción me sacó de la cama muy
temprano. Había luz, pero no había ningún ruido en la casa. Fui al salón y allí me encontré todo tal
y como lo habíamos dejado la noche anterior; y digo todo porque al mirar el árbol de Navidad
donde cada año me esperaban mis regalos, no había nada, pero nada, nada
Me quedé muerta, ¿qué pasaba allí? No entendía nada. ¿Dónde estaban mis regalos y mis
chuches? Me fui a mi cuarto muy triste, nadie más se había despertado aún y tardaron bastante en
hacerlo.
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Recuerdo aquél día como uno de los más tristes que he vivido, y lo más extraño es que nadie en mi
familia había notado nada. Nadie decía nada. Yo me pasé todo el día preguntando cosas a mis
padres, abuelos, primos etc cosa como:
-¿Qué si yo era buena?
- ¿Qué si me había portado bien?
- ¿Cómo sabe Papá Noel que los niños se portan bien?
- ¿Quién es el encargado en Papanolandia de informar a Papá Noel sobre esos asuntos?
Debí cansar mucho a mis padres con tantas preguntas porque ese día me mandaron muy pronto a
dormir, a mi la verdad me dio igual.
A la mañana siguiente ninguna emoción me despertó temprano. Nada de eso; me despertaron los
gritos de mis padres y abuelos llamándome con malas maneras. Cuando llegué al salón estaban
todos allí y miraban expectantes. Como no entendía nada, pregunté:
- ¿Qué pasa?
Y mi madre muy nerviosa y cogiéndome de la mano me preguntó si no estaba nerviosa, si no quería
abrir mis regalos.
Recuerdo que pensé:
- ¡!!!He!! ¡!! ¿Qué regalos?
Y al mirar el árbol de Navidad donde todo el mundo miraba, descubrí mis regalos y mis chuches.
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Me puse tan contenta que aún hoy estoy dando saltos de alegría.
(Amigos os habréis dado cuenta que lo único que había ocurrido es que yo y yo solo yo, con
mi alocada imaginación, me había equivocado de día).
Moraleja: que cada uno saque la suya propia. Al final y al cabo todos tenemos cerebro o ¿no? y esto
es solo un cuento. Fin
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¿QUÉ HAY PARA COMER?
¡Mamaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué hay para comer?
- Hoy tenemos verdura y después pescado.
-¡Puaf! No me gusta nada, mamá. Yo quiero macarrones
- Tú siempre comerías macarrones. Al final te va a pasar como a Miguel.
-¿Y qué le pasó a Miguel?
-¿No lo sabes? Pues escucha y lo sabrás.
Miguel era un chico muy majo; le gustaba ir al colegio, tenía muchos amigos y siempre estaba
alegre: si por él fuera, sólo comería chocolate y todo lo relacionado con ello.
Un día, a la salida del colegio, iba pensando en lo que su madre le había preparado para merendar:
- Seguro que hay bocadillo de chorizo. ¡Con lo a gusto que me comería un bollycao!
Y tanta rabia tenía, que le dio una patada a una lata que había en el camino. Y ¿sabes lo que había
dentro de la lata? ¡Un duendecillo!
Al instante el duende salió dando tumbos de la lata y le dijo al niño:
-¿Pero se puede saber qué te pasa? ¡Vaya golpe que me has dado!
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Miguel se quedó petrificado. No sabía qué decir, porque nunca había visto un duende de verdad. Él
pensaba que estos sólo existían en los cuentos.
Cuando recobró el habla, le contó al duende lo que le pasaba y el duende le contestó:
- Así que a ti sólo te gusta el chocolate, ¿eh? Pues eso tiene fácil solución. A partir de ahora toda la
comida que te pongan, en el momento que la toques, se convertirá en chocolate. ¿Qué te parece?
-¡Es genial! Así no tendré que pelearme con mi madre a la hora de las comidas. Ella me pondrá la
comida que quiera y yo siempre comeré chocolate. ¡Qué bien! ¡Muchas gracias, señor duende!
Y así fue. En cuanto llegó a su casa, su madre le tenía preparado un bocata enorme de chorizo, y
nada más cogerlo en sus manos, se convirtió en un gran bollycao. Se lo comió en dos bocados y su
madre, que no podía imaginar nada de lo que estaba pasando, se quedó maravillada.
Fueron pasando los días y Miguel estaba contentísimo. Comía aquello que más le gustaba, pero
según transcurría el tiempo empezó a cansarse de comer siempre lo mismo. Ya no se acordaba de
cómo sabían otras cosas y empezaba a echar de menos algunos sabores como el de los macarrones,
las patatas fritas, incluso la verdura y el pescado. Cuando veía a algún amigo suyo comiendo un
bocadillo de jamón, se le hacía la boca agua y él se tenía que comer su ración de chocolate.
Poco a poco empezó a estar más serio, no atendía en clase y no tenía ganas de jugar. Un día, su
madre, para animarlo, le dio de merendar un enorme bocadillo de chocolate y cuando Miguel lo
vio, el pobre casi se echa a llorar. Ya no podía más. Una tarde, al salir del colegio se fue
directamente al callejón donde había visto al duendecillo y empezó a llamarle a gritos.
- Señor duendeee, duendeee…
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?... –dijo el duende frotándose los ojos.
-Duende, tienes que ayudarme. Estoy harto de comer chocolate. Quiero comer otras cosas. ¡Por
favor, ayúdame!
-¡Ajá! Por fin te has dado cuenta. Tú que te creías, ¿qué tu madre sólo quería fastidiarte? Hay que
comer de todo y no sólo lo que más nos gusta.
-Ahora lo sé y por eso te pido por favor que me vuelvas a dejar como era antes. Te prometo que
comeré de todo y nunca más volveré a quejarme.
-Está bien. No te preocupes, que a partir de este momento eres el niño que eras antes. Comerás lo
que veas y no lo que te gustaría comer. Y espero que te sirva de lección. Y ahora déjame dormir, que
estaba muy a gusto en este bote. ¡Adiós!
Miguel se alejó corriendo y cuando llegó a casa le esperaba un apetitoso bocadillo de salchichón. Lo
devoró y le supo a gloria. A partir de aquel momento nunca más volvió a quejarse de la comida. Es
más, hasta le pedía a su madre que le pusiera lentejas, alubias o garbanzos, comida que antes ni la
miraba.
-¿Te ha gustado la historia? Y ahora, mi niño, ¿te vas a comer la verdura y el pescado?
-Claro que sí mamá, pero mañana…. ¿me harás macarrones?
¡Y colorín colorado este cuento no ha terminado………!
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
PEQUEÑO GRAN CORAZÓN
¡Cómo no has podido verla Gus! era inmensa le decía García, ese era el nombre de una diminuta
ardilla de cola negruzca y larga, el cuerpo de un color marrón otoñal. El ciervo Gustavo era su
mejor amigo, aunque le gustaba llamarle Gus … “no he visto esa estrella fugaz, porque no voy
mirando todo el tiempo con la cabeza para arriba como tú …”, le replicaba Gus
Su cornamenta era majestuosa y se podía ver en su cuerpo el paso de los años y la lucha en época de
berrea. Era una noche estrellada y el frío helador hacía que el cuerpo fuera más despacio de lo
acostumbrado, pero tenían algo muy importante que hacer, a su lado estaba Ruperto, una jabalina
de color grisáceo, pelo duro y fuerte, pero muy débil por dentro.
Tenían que encontrar una seta llamada “ROFIOS”, la cual sólo se hallaba en la cumbre de la
montaña más grande de la isla, si no la encontraban Ruperto moriría, apenas podía andar después
de haber comido esas bayas venenosas …
Poco a poco fueron siguiendo el camino. ¡Habéis oído! dijo Gus, un aullido … dos aullidos. Los lobos
estaban próximos, se percibía el olor. Tenemos que escapar … corred. García, súbete al árbol a ver si
los ves. ¡Síiii! los veo, son dos, con sus colmillos afilados y sus ojos grandes y deseosos … Ahí están …
Gus se pone delante y les dice a sus amigos, ¡¡Poneos detrás mía y os cubriré!!
Agachó la cabeza desplegando todos sus cuernos amenazantes mientras los lobos daban vueltas
alrededor de ellos una y otra vez. ¡Tengo miedo! decía Ruperta. De repente uno de los lobos, el más
joven, empieza a correr hacia ellos. En ese instante todo sucede muyyy rápido. Gus golpea al lobo
volteándolo por el aire, malherido y cojeando, el animal se retira. Hemos vencido, ¡Bravo! ¡Bravo!,
Lo hemos conseguido, decía García … a punto estuve yo de darle con mi super-cola en su hocico … Ja
ja ja … rieron todos.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
Debemos continuar y cuanto antes, no les quedaba mucho tiempo, la tristeza que se adivinaba en
los ojos de Ruperto anunciaban que no podría aguantar mucho más …
Amanecía poco a poco y los primeros rayos de sol les iban acariciando. Estamos muy cerca, apenas
unos metros nos separan de la cumbre. Tiene que estar por aquí, estoy seguro de ello, decía García.
Fijaos bien … Una vez arriba lograron finalmente ver la ansiada seta. Era sólo una y estaba en lo
saliente de una roca. Bueno, dijo Gus, ya sabemos quién va a ir a por ella. Yo soy demasiado grande
y Ruperta apenas tiene fuerzas … García no decía nada, esto es increíble, decía Gus. Cómo puede
una ardilla tener miedo a las alturas. Lo siento pero no puedo, replicaba García. Tienes que hacerlo
y hacerlo ¡ya!!!
Con todo el valor que pudo reunir, empezó a bajar muy lentamente. Los demás aguantaban la
respiración. Unos escasos metros le separaban de la seta. De repente, un águila empieza a chillar y
velozmente se dirige a por García.
¡Cuidado!!! ¡Cuidado!!! gritan al unísono … ¡Ufff!!! Por poco. Ha pasado muy cerca. La ardilla coge
la seta y sube corriendo. Por fin lo han conseguido. Ruperta inmediatamente come la seta, todos
esperan expectantes, pero parece que no sucede nada, apenas se le escucha un débil susurro …Si,
parece que sí. Ruperta abre los ojos y brillan … brillantes, como el primer día que se conocieron.
Realmente lo han logrado, gracias a la fuerza de la amistad, sin duda son PEQUEÑOS – GRANDES
CORAZONES …
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MELODI Y PERDIDO
Érase una vez una niña llamada Melodi que tenía tres años y había perdido a su padre a los dos.
Este le dejó un oso de peluche que, al parecer, era mágico y no se podía separar de ella. Este le hacía
tener sueños preciosos, pero un día, al ir al colegio, el oso se cayó de la mochila de Melodi. El osito
ideó un plan para volver con la niña.
Esa misma noche la dejó encerrada en su sueño. Para despertar del sueño y recuperar a su osito
tenía que encontrar todas las partes del oso.
Melodi caminó y caminó pero no encontró nada. Cansada de tanto buscar cayó rendida en una
piedra y se puso a llorar. En ese mismo instante una de las manos del osito salió de detrás de la
piedra y le secó las lágrimas. En ese instante acarició la acarició. La niña dormida así continuó
hasta encontrar la otra mano, pero el oso, de estar tanto tiempo separado se tenía que dar prisa en
encontrar las otras partes del oso, pero no era fácil, puesto que el bosque era gigante.
Después de un rato de pensamientos Melodi comprendió que tenía que hacer lo que más le gustaba
hacer a su padre para encontrar las partes que le quedaban. Para encontrar una de las piernas
tuvo que ir al castillo y coger unas tazas de té y jugar a tomar el té. Rápidamente apareció la pierna.
Luego tuvo que ir al bosque y jugar al escondite; así apareció la otra pierna.
Para encontrar el tronco del osito tuvo que ir al lago en busca del tesoro. Eso la retrasó y solo le
quedaban dos horas. Finalmente encontró el tronco, pero para encontrar la cabeza tenía que hacer
cinco pruebas: la primera subir y bajar diez veces las montañas; la segunda ir al bosque de los
nomos y pedirles la pista para la tercera prueba, pero nos nomos no es que fueran tranquilos y la
peinaron y la vistieron como ellos quisieron y la proclamaron reina. La niña no podía perder más
tiempo así que tuvo que buscar otro ser para dejar su trono. Así lo hizo y los nomos le dieron la
tercera pista que consistía en ir al palacio del príncipe de la lluvia para que le enseñara a bailar la
danza de la lluvia.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
Después de un largo tiempo la niña aprendió a bailar la danza de la lluvia, pero tan solo quedaba
media hora para que acabara la magia del oso. Tenía que buscar a diez dibujos animados para que
le ayudaran a bailar la danza de la lluvia. Primero encontró a Tambor que se había perdido y tenía
que regresar al cuento de Bambi. Poco después encontró a Mudito que también se había perdido y
tenía que regresar al cuento de Blancanieves. Después a Doraimon que Novita le había metido en el
sueño. Encontró también a Suaiper que, tras perseguir a Dora, se perdió. Después a Simba que, tras
perder a Nala de vista, no sabía cómo volver. También encontró a Campanilla que no se había
perdido, solo paseaba. El siguiente en unirse a la banda fue Spiderman que, tras una batalla, buscó
cobijo en el bosque. La siguiente fue Cenicienta que quería ayudar. Oyó el rumor y fue para el
bosque. Después fue Hello Kity que se divertía jugando. Por último Pikachu que, tras una batalla
fue a descansar al bosque. Todos ellos ayudaron a Melodi a bailar la danza de la lluvia y pronto
empezaron a llover cabezas de peluches, conejos, gatos, osos, perros, etcétera.
La niña, entre todas esas cabezas, tenía que encontrar la cabeza de su osito que era marrón con un
cascabel rosa. Solo quedaban cinco minutos para que la magia del oso se acabara y, si la niña no
encontraba la cabeza, se quedaría sin oso y quedaría atrancada en el sueño. De pronto, a la niña se
lo ocurrió una idea: Campanilla echaría polvos de hada a todas las cabezas que no fueran del osito
de Melodi; así sería más fácil encontrar al osito. Campanilla lo hacía lo más rápido que podía, pero
solo quedaba tan solo un minuto y el tiempo pasaba y pasaba. Cuando tan solo quedaban
segundos, la niña despertó y con ella estaba su osito de peluche al que, por lo sucedido, quiso
llamarle Perdido. Todos los días cuando Melodi iba al cole, siempre miraba para tras para
asegurarse de que su osito Perdido seguía con ella.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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LUCAS, UN CONEJITO DIFERENTE
Lucas, era un conejito alegre y decidido que vivía con su familia en una gran bosque de
abetos.
Allí, todos los conejos eran blancos. Por eso, Lucas era un hermoso conejo blanco como la
nieve. No tenía ni una pequeña manchita de otro color en todo su cuerpo.
Cada mañana Lucas salía de su casa, correteaba por todas partes, saludaba a todos los
animales del bosque, jugaba con sus amigos y era feliz explorando todos los rincones de aquel
sombrío lugar.
Un día, llegó al extremo más alejado del bosque. Miró a lo lejos y descubrió una gigantesca
explanada de verdes campos y un hermoso cielo azul que los abetos de su bosque le impedían ver
con claridad.
- ¡Oh…, que bonito y que grande!, pensó. ¡Qué cielo más inmenso y qué sol más brillante!,
se dijo.
Muy emocionado, regresó a su casa y contó a sus padres su gran descubrimiento:
- Papá. ¡He visto algo fantástico!. Un campo muy, muy grande lleno de luz y de diferentes
colores. ¡Es precios!, le dijo.
Aquella noche, mientras intentaba dormirse, decidió que a la mañana siguiente prepararía
su mochila y se iría a recorrer todo el mundo. ¡Era tan grande y tenía cosas tan bonitas!, seguro que
iba a merecer la pena el viaje.
Así que al día siguiente, después de desayunar, se despidió de sus padres, cogió su
mochilita y se marchó dispuesto a conocer aquel maravilloso mundo.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
- ¡Ten cuidado!, le dijo su papá.
- Come bien todos los días y procura no coger frío, le dijo su mamá.
Se dieron un beso de despedida muy, muy fuerte y Lucas comenzó su gran aventura.
Visitó muchos y muy diferentes lugares: verdes valles con ríos largos y caudalosos, extensos
campos de cereales, elevadas y escarpadas montañas ...
Así, entre viaje y viaje, fue pasando mucho tiempo y Lucas estaba un poco cansado de tanto
recorrer el mundo. Había visto sitios muy hermosos que recordaría toda su vida, pero ya tenía
ganas de pararse en algún sitio y establecer allí su hogar.
- Buscaré un lugar tranquilo y agradable para quedarme a vivir, ¡ya estoy un poco cansado
de tanto viaje!, se dijo.
Un día, mientras bebía agua en un río, oyó a dos ardillas que hablaban de un lugar muy
bonito lleno de grandes robles, de verdes campos de hierba fresca y de ríos caudalosos, donde todos
los animales vivían muy felices.
-¡Ese es el lugar! pensó Lucas. Me iré a ese hermoso monte de robles. Dicen que abunda la
hierba fresca y que tienen ríos con agua clara, así que nunca me faltará comida ni agua para beber.
Sí, será un buen lugar para vivir.
Así pues, ligerito, ligerito encaminó sus pasos hacia donde pensaba establecerse
definitivamente.
Una vez allí, exploró todos los alrededores de aquel lugar y se convenció de que las dos
ardillas tenían mucha razón. Se trataba de un lugar muy tranquilo y agradable donde se
escuchaba el alegre canto de los pájaros y el suave murmullo del agua de los ríos.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
Decidido, comenzó a buscar un lugar donde poder instalar su madriguera. Y buscando,
buscando, descubrió una familia de conejos.
- ¡Qué guay, aquí viven conejos!, exclamó Lucas.
Pero aquellos conejos, tenían algo raro, no eran blancos como él, sino que eran marrones,
no tenían ni una sola manchita blanca, ni negra, ni de ningún color.
- Da igual, dijo Lucas. Al fin y al cabo son conejos, tendré compañeros para jugar y si
encuentro una conejita que me guste, podré formar una familia.
Pero los conejos, al ver a Lucas, no pensaron lo mismo. Sólo vieron un conejo muy diferente
y muy raro.
-¿Qué es eso?, se preguntaban unos a otros.
- Un conejo blanco, respondió el abuelo.
- Pero, ¿de dónde ha salido?, decía el papá.
- No sé. Pero eso no puede ser bueno, decía mamá.
- Chicos, dijo la mamá a sus conejitos, no se os ocurra acercaros, ni hablar con ese conejo
tan raro. Creo que puede ser peligroso.
Lucas, intentaba ser amable y hacerse amigo de aquellos conejos. Al fin y al cabo, iban a ser
sus vecinos.
Cada día, Lucas trataba de acercarse a los conejos marrones, pero mamá y papá conejo le decían:
- Déjanos tranquilos. No queremos que estés a nuestro lado. ¡Vete de aquí!
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
-¡Ah!, y no se te ocurra acercarte a mis hijos, le gritaba mamá coneja.
Los conejos estaban tan asustados al oír a sus papás que se escondían acurrucados detrás
de ellos.
- ¡En fin!, si no quieren que esté a su lado, buscaré otro lugar para vivir, pensó Lucas.
Muy apenado, recogió sus cosas y decidió marcharse a su bosque de abetos. Allí no le
despreciarían por su color, todos eran blancos.
De camino a su antiguo hogar, descubrió que el conejito más pequeño se había caído a un
hoy y no podía salir.
Lucas, sin pensárselo dos veces, ayudó a aquel pequeñín que muy contento fue corriendo a
su casa y contó a sus padres lo que le había ocurrido y cómo Lucas le había ayudado.
Sólo entonces se dieron cuenta de que se habían portado muy mal con su nuevo vecino,
habían decidido que era malo y peligroso sin molestarse en conocerlo; simplemente porque no era
igual a ellos.
- Perdónanos, hemos sido injustos contigo, dijo papá conejo.
- Te hemos despreciado solo porque no eras como nosotros, pero ahora, nos hemos dado
cuenta de que no se puede juzgar a nadie por su aspecto sino sólo por sus acciones y su manera de
comportarse con los demás, dijo mamá coneja.
Lucas, dándose cuenta de que realmente estaban arrepentidos, decidió volver con ellos y
quedarse a vivir allí; la verdad es que aquel sitio le gustaba mucho.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
¡Ah! Y los conejos marrones estaban tan contentos con su nuevo vecino que incluso le
ofrecieron la madriguera de un viejo conejo que se había ido a vivir con sus hijos para que Lucas no
tuviera que preocuparse de construir una madriguera para vivir.
Desde entonces, Lucas y los conejos marrones, vivieron muy felices en sus madrigueras.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
LA ESTRELLA QUE NO PODÍA BRILLAR
Una estrella pequeñita
Volaba en el cielo con sus amiguitas.
Era la única que no brillaba
Y eso la apenaba
Sus amiguitas le decían
“Mueve así tus cinco picos”
Ella movía y movía
Pero brillar no podía
Cierto día preguntó
A la estrella más anciana,
Pues en los mayores está
La sabiduría más sabía.
- Cómo es que no brillo
Ni siquiera un poquillo?-
-Debes buscar a Dios
Y Él te dará la solución-
Y la estrella se fue contenta
Con esta sorprendente respuesta
A buscar a Dios, ¿dónde?
Pues… en una iglesia!
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
Buscó bajo los bancos
En el altar y tras los santos,
Buscó y buscó…
Pero de Dios no halló ni rastro.
-Dios no está en iglesias,
Ni es santuarios, ni en crucifijos;
Está en todas partes
Y en tu corazón seguro que está, fijo-
Y la estrella se fue desconcertada,
Se sentó en lo alto de una montaña.
Mientras pensaba y pensaba…
¿Cómo puede estar en todas partes Dios?
Contempló los maravillosos colores
De una gran puesta de sol
¡Y allí a Dios descubrió!
Saltó de alegría, toda contenta,
Y un niño le sonrió
y… ¡Oh sorpresa!
También allí estaba Dios,
Y en el canto de un pájaro
Y en una sencilla flor.
Y esperanzada le preguntó:
-¿Cómo es que no brillo
Ni siquiera un poquillo?-
-Querida estrella, si quieres con tu luz brillar
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
En algo hermoso debes pensar,
Tener el corazón lleno de paz
Y sentir que amas a los demás.-
Feliz estaba la estrellita
Cuando regresó con sus amiguitas
Y al caer la oscura noche
Pensó en el sol y en sus colores,
En la sonrisa de un niño y en las flores.
¡Oh, Ah, eh!
¡Mira cómo brilla la estrella!
Dios sonreía desde el viento.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
MARÍA PIMIENTO
Esta es la historia de María Pimiento
Tenía un reloj rojo para medir el tiempo.
Le gustaba comer pepinos,
Se los encargaba a su vecino.
Un mal día llegó el momento
En que sin pepinos se quedó,
Y con prisa y sin pimientos
Cinco cabezas de ajo se comió.
¡Madre mía, qué aliento!
Tenía nuestra María Pimiento.
Hasta el perro del vecino
Huía despavorido.
Por toda la calle se olía
Este olor tan peculiar
Y la gente, toda asustada,
Se tenía que aguantar.
Iban a ver a María Pimiento,
Por ver aquel acontecimiento,
Pero… ¡cualquiera se acercaba!
Y de taparse con pinzas la nariz no se olvidaban
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
-María Pimiento- dijo el vecino
-tómate este pepino
Para que se te quite ese aliento
Y María Pimiento lo comió
Y el aliento desapareció.
La gente se quitó las pinzas y por fin respiró.
-Ya no huele el aliento de María Pimiento!!!-
Y este es el cuento que te cuento… y no miento!!!
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
RODRIGO Y SU OMBLIGO
El ombligo de Rodrigo
Es un tanto peculiar
Grande como un elefante,
Feo como un calamar
Se sale bajo las camisas
Este dichoso ombligo.
No para quieto, se mueve deprisa
Y se parece un poco a un higo.
Rodrigo no puede dormir boca arriba,
Pues le aprieta la barriga;
Y boca abajo, jamás
¡Le duele la espalda una barbaridad!
Un poco molesto sí que es,
Pero tiene otras ventajas que ahora vais a ver.
Jugando al fútbol, a Rodrigo
De portero se lo rifan
Porque con ese tremendo ombligo
Hace unas paradas muy precisas.
Y es muy cómodo su ombligo
Cuando tiene que leer;
Se tumba bien a gusto
Y apoya el libro sobre él.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
En la playa esta genial
¡No necesita flotador!
Con este ombligo no se hunde
Y causa gran admiración.
Así es, queridos amigos,
Cómo algo peculiar
Puede ser de utilidad.
Grande como un elefante,
Feo como un calamar,
Pero lo más importante
Es que a Rodrigo le gusta su ombligo
Y para él está fenomenal.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
EL VIAJE DE MOSI
Sonia lloraba. Su osita de trapo tenía un desgarro. En sus dos ojos dorados, que ayer
brillaban como estrellas, Sonia veía dos sombras pidiendo cariño. Y sus labios de fresas frescas que
ayer la besaban, hoy eran hojas ocres pidiendo un abrazo.
- Mi niña, mi tesoro... Duérmete pronto. Las hadas del cielo ya escucharon tu llanto. Con amor
diligente, su polvo de ensueños y sus risas tintineantes bajarán a curarla. Y mañana cuando
despiertes te seguirá esperando en su camita de plata.
Sonia abrazó a su mamá y se fue a la cama. Con un ojo abierto miraba a su osita y después
a la ventana esperando ver a las hadas bajando de entre las estrellas. Y el tiempo pasaba. Quería
llorar cuando la sobresaltó un sonido débil que salía de debajo de la cama.
- Calla Violeta, que nos van a oír. No te muevas hasta que se duerma del todo.
- Déjame, sólo estoy jugando con sus zapatillas de gato …
De un sobresalto se levantó la falda del edredón que cubría la cama y en la magia del momento,
una gran sonrisa ilumina a las dos haditas, más pequeñas que un ratón.
Hubo un silencio, las hadas se miraron, la niña las miraba, la osita de trapo dormía en su
cama de plata, triste y desolada.
- ¡Ala!, ya nos han descubierto.
- ¿Quiénes sois?
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
- Yo soy Violeta, un hada verde de los lagos – Dijo Violeta es un salto de simpatía.
- Yo soy Marina, un hada azul de los lagos –Dijo Marina retraída, buscando con timidez un lugar
donde sentirse segura.
- Yo soy Sonia, y esta es mi habitación. ¿Qué hacéis aquí?
- Hemos venido porque nos han llamado. Alguien necesita polvos mágicos para curarse. ¿Tú sabes
quién será?
- Ay, ay, ay!. – Se oyó por encima de sus cabecitas. Mosi se había despertado y lloraba en su cama
de plata.
- Sí, sí, sí. Mosi, Violeta y Marina han venido para curarte. No llores que pronto te habrás puesto
“guena”.
Violeta voló hasta el costado de la camita y rebuscó en su morral esperando encontrar la bolsita con
los polvos mágicos y curar a Mosi. Rebuscó y rebuscó, pero no la encontraba. Miró a Marina
enseñando la mano vacía y mirando pícara, diciendo para sus adentros “Anda que soy tonta, he
olvidado los polvos en la mesilla de mi cuarto”.
Marina la miró desafiante, diciendo para sus adentros “Mira que eres inútil. No sólo nos descubres
sino que te olvidaste los polvos”, y subió batiendo suavemente sus alas a modo de desafío, dando
tiempo a que Violeta se escudara de su mirada. Marina cogió su morral y con ademán de
superioridad metió la mano en él para coger los polvos. Se quedó quieta. No estaban. (Menudo
chasco). Ladeó la cabeza.
- En fin. Un olvido lo tiene cualquiera. Je – Y miró a Violeta, a Sonia y Mosi como pidiendo perdón.
Ahora no podrían curar a Mosi.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
Las hadas se sentaron en el borde de la mesita mientras se echaban miradas inculpatorias
por su terrible despiste.
- Pues vamos a buscar los polvos. – Dijo la valiente Sonia, que lo único que quería era que su osita
de trapo volviera a sonreír; y de un salto alcanzó la ventana para abrirla.
- ¿Dónde vas a buscar los polvos? – Preguntaron a la par las dos hadas.
- Pues al bosque o al lago. Donde más cerca estén.
- ¿Y por qué abres la ventana?
Sonia se paralizó. No había visto llegar a las hadas por la ventana. No las había visto bajar desde las
estrellas y ni tan siquiera se había dado cuenta que no sabía por dónde habían entrado.
- Mala idea. Ella no puede venir. No cabe debajo de la cama.
Pero Sonia no dio tiempo a comentarios imposibles y de otro salto cogió a su osita y se metió debajo
de la cama. Al instante Sonia menguó hasta hacerse diminuta. Más pequeña que un ratón. Y
agarrada de su mano Mosi se miraba extrañado, pues también ella había menguado; y era la
primera vez que veía a su amiga de su mismo tamaño. Las hadas se enzarzaron en una pelea, y se
echaban la culpa de lo que estaba pasando. No podían llevar a una niña y a su osita de trapo al
mundo mágico de las hadas. Sus mayores se enfadarían; aunque pensándolo bien se iban a enfadar
igualmente por no haber sabido cumplir un cometido tan fácil como era curar a una osita de trapo.
Y dejando de pelear tomaron de la mano a Sonia y corrieron hacia una sombra que había en la pata
de la cama, saltaron y empezaron a caer hacia el cielo por un túnel oscuro pero cálido. Cuando
salieron de él, Sonia sintió el peso de su cuerpo y una mano que la sujetaba impidiendo que se
golpeara contra el suelo de un bosquecillo verde, brillante de purpurina y soleado como una tarde
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
de finales de primavera. Se oían cantos de pájaros, se olían las fragancias de las rosas, las
hortensias, las … Se sentía la brisa del murmullo de la hierba … Y los gritos de los mayores
anonadados por lo que estaban viendo desde sus hojas en el pequeño claro del bosque.
Algo asustada, se escondió detrás de sus amigas; que también estaban asustadas.
Temerosa, Mosi se quiso esconder detrás de Sonia, Sonia detrás de Violeta, Violeta detrás de Marina
y Marina detrás de Mosi. Sus cuerpos se helaron al ver el fuego de ira en los ojos de los mayores que
acercaban con paso firme, seguro y amenazante.
- Esto no está bien, (se oyó decir) pero nada bien. Quiero una explicación de lo que está pasando, y
quiero que empieces tú, Marina, ¿Qué hace esta niña en nuestro bosque?
- No .., no es culpa nuestra… Fuimos a curar a Mosi… - No supo continuar.
- No pares, quiero saberlo todo.
- Es culpa de Violeta – Y se alejó del grupo con el dedo acusador. Todas las miradas cambiaron de
objetivo hacia la temblorosa Violeta. Un silencio incómodo inundó el bosque, ni los pájaros
cantaban ni el viento se atrevió a silbar.
Los mayores se miraron y comenzaron a aletear hacia las hojas de los árboles. El más anciano se
volvió y con un gesto de su bastón indicó a los cuatro viajeros que le siguieran al hueco del árbol,
donde un salón de grandes dimensiones estaba preparando para la comida del mediodía.
Sentados; en silencio, todos esperaron a que comenzara el festín. En un momento los más jóvenes,
desobedeciendo el protocolo, se lanzaron a rodear a los huéspedes para conocerlos, para jugar y
reír con ellos.
- Ay, ay, ay!- Se quejó Mosi.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
- En la mesa no se juega – Se oyó al anciano decir enfadado – salid todos de aquí. Menos vosotros
– Y clavó sus ojos en los cuatro viajeros. No dijo nada más.
Al momento un hado azul entró en el salón con los polvos mágicos y se acercó a él. Levantó la
palma de la mano y sopló. Lucecitas de púrpura multicolores pululaban en torno a Mosi, quien
sentado en su silla veía como un fino hilo cosía su herida y se aliviaba su dolor.
- Ahora salid a jugar y tú te cuidado no te rompas otra vez.
Tras una roca musgosa, pasaron la tarde; entre hormigas, grillos y saltamontes rieron. Y al ponerse
el sol se acercó el anciano, acarició el pelo de la niña y le dijo:
- Tienes que irte. Este no es sitio para una niña: ¿no querrás que tus padres te echen de menos y se
pongan tristes?
Y sin nada más, todos los hados y hadas que estaban jugando se alejaron, dejándolas solas en el
atardecer. El viento comenzó a soplar; cada vez más fuerte. Y comenzaron a ser atraídos hacia el
túnel negro que las había llevado al mundo de las Hadas.
… … …
La luz entraba por la ventana. Abrió los ojos y miró a su osita de trapo, que ya no tenía ningún
desgarro.
Saltó de la cama, y corrió hacia la habitación de papá y mamá, y dándoles y beso, sin decir nada
corrió de nuevo hacia su habitación y comenzó a llamar a Marina y a Violeta debajo de la cama.
… … …
-Anoche te acostaste tarde querida.
-Sí tuve que esperar mucho a que Sonia se durmiera antes de coser su peluche.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
-Has hecho un buen trabajo, pocas veces se la ve tan contenta.
Dio un beso a su mujer, se levantó y se quedó mirando a través de la puerta cómo jugaba su hija
-¿A quién llama Victoria?
-No lo sé Mariano. Anda, acuéstate que aún es pronto.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
EL ESCARMIENTO
Hubo un tiempo no tan lejano en el cual en un pueblecito sanabrés vivía una familia
trabajadora dedicada al campo; eran humildes y tenías dos hijos, un niño y una niña.
La niña era trabajadora y muy campechana; ayudaba a su papá en el campo y a su mamá
en casa.
En cambio, el hijo, no menos trabajador, pero sí más arrogante, siempre se enfadaba a la
hora de trabajar.
Un día muy temprano, el padre se levantó, puso su pareja de vacas en el yugo y las sacó al
corral como cada día de trabajo. Subió a su casa y llevándose a sus dos hijos le dijo a su mujer:
- Vamos al huerto, luego nos llevas la comida.
Después de un día agotador y de mucho calor y trabajo sacando patatas el niño le dice al padre:
- ¡Qué envidia me da el perro! ¡Él dándose la buena vida mientras yo no hago más que
trabajar!¡ojalá yo fuera perro!
- No hijo-dijo el padre- no envidies al perro.
- Sí padre, no me importaría vivir la vida que lleva el perro.
Aquella noche al llegar a su casa el padre le dijo a su hija:
- Guarda las vacas en la cuadra y ponles de comer.
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
A lo que ella obedeció sin protestar.
El niño subió a casa como si con él no fueran las cosas.
Al cabo de un largo rato llegó el padre para cenar; en la mano traía el collar y la correa del perro.
Cuando la mujer lo vio entrar le preguntó:
-¿Dónde está el perro?
Y le respondió:
- Desde mañana el perro será nuestro hijo, pues él así me lo ha pedido.
A la mañana siguiente, cuando se disponían a irse al huerto, el hijo se fue a subir a la carreta a lo
que el padre le dijo:
- No, no subas al carro pues el perro va al cuidado del carro.
El hijo no protestó al llegar a la huerta se dispusieron a trabajar y el padre le dijo al hijo:
- Túmbate a la sombra debajo, del carro.
Él pensaba:
- Mira ellos trabajando, y yo aquí tumbado, esto sí que es vida.
A la hora de comer llegó la madre con la comida; tendió un mantel y se disponían a comer cuando
el niño se acercó para comer. El padre le dijo:
I CONCURSO DE CUENTOS CEIP “MONTE GÁNDARA” 2103-2014
- Tú túmbate debajo del carro y espera que para eso trabajas.
El niño se fue, enfadado, debajo del carro sin protestar.
Pero al acabar de comer, el padre le arrojó dos huesos…
Trabajaron toda la tarde y él siguió debajo del carro.
Por la noche volvieron a casa. El padre y la hija recogieron el ganado y, cuando se disponían a
cenar, el padre le dijo al hijo:
- Tu sitio es el corral, guarda la casa.
Al acabar de cenar le sacó los desperdicios de la cena y le dijo:
- Tú duerme en el balcón y guarda bien la casa.
Al día siguiente el padre se disponía a hacer sus tareas, cuando el hijo se acercó y le dijo:
- Padre yo ya no quiero ser perro; estoy arrepentido, mándame e iré a gusto contigo a
trabajar.
Anónimo 1006