Leyenda de Tacna2

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LA QUEBRADA DEL DIABLO Cuenta una historia que un día dos viajeros cabalgaban por el antiguo camino. Tendieron unos cueros de camero y a corta distancia dejaron sus caballos que se encontraban cansados por el largo viaje desde Tarata y al pasar por la Quebrada del Diablo deciden descansar unos breves instantes, es cerca de media noche, una densa niebla “Kamanchaca” cubría el camino. De pronto, escucharon unos pasos que se acercaban, un desconocido estaba delante de ellos y los invitaba entrar en su mansión al pasar la noche. En ese instante los arrieros se dan cuenta que a pocos pasos se ROSENDA LA QUE MURIÓ DE AMOR No permitiré que Rosenda se case con ese pelado de Alejandro.-Pero, Bernardo, no seas demasiado duro con nuestra hija Rosenda. Ya he dicho que no. Y no me exijas, mujer. -Llamaré a Rosenda. Pocos instantes después acude Rosenda, con sus hermosos cabellos desgreñados de color aceituna; con su semblante pálido-rosa; su boca pincelada

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LA QUEBRADA DEL DIABLO

Cuenta una historia que un día dos viajeros cabalgaban por el antiguo camino. Tendieron unos cueros de camero y a corta distancia dejaron sus caballos que se encontraban cansados por el largo viaje desde Tarata y al pasar por la Quebrada del Diablo deciden descansar unos breves instantes, es cerca de media noche, una densa niebla “Kamanchaca” cubría el camino.

De pronto, escucharon unos pasos que se acercaban, un desconocido estaba delante de ellos y los invitaba entrar en su mansión al pasar la noche. En ese instante los arrieros se dan cuenta que a pocos pasos se

ROSENDA LA QUE MURIÓ DE AMOR

No permitiré que Rosenda se case con ese pelado de Alejandro.-Pero, Bernardo, no seas demasiado duro con nuestra hija Rosenda. Ya he dicho que no. Y no me exijas, mujer. -Llamaré a Rosenda. Pocos instantes después acude Rosenda, con sus hermosos cabellos desgreñados de color aceituna; con su semblante pálido-rosa; su boca pincelada de geranio y sus ojos brillantes y tristes.-¿Me llamaba usted mamá? Si, hijita, ven. Tu padre quiere hablarte. Don Bernardo, con el ceño fruncido, en actitud amenazante, se dirige a Rosenda: Así que quieres casarte con ese joven sin porvenir, ni profesión y que no tiene donde caerse muerto…Habla.

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Ya lo sabe usted, papa. Alejandro es bueno. Ahora no tiene trabajo: pero pronto podrá abrirse paso. No, no y no. Yo no acepto que te cases con él. No quiero verlo en mi casa…Prefiero verte muerta antes que seas esposa de ese farsante, de ese pobretón, de ese pelado ¡Ya sabes! Está bien, papá…Rosenda, conteniendo las lágrimas que afluyen a sus ojos, como cascada de perlas, se dirige a sus habitaciones. Doña Micaela, apresuradamente, en silencio, va de su hija.

Mientras tanto, don Bernardo, acaudalado propietario y dueño de recuas que hacen viajes al Altiplano, imparte órdenes a su mayordomo: -¡Honorio, que ensillen mi caballo! Debo subir a Calaña. En el pueblecito de Pocollay y a lo largo del valle, don Bernardo tiene fama de hombre rígido, de carácter firme y tiránico. Pocos amigos le rodean y sus enemigos le temen. Pero hay algo que apreciar en este hombre de hierro: su fortuna la amasó a base de esfuerzo, de trabajo constante. De simple peón de recuas llegó a ser patrón. Ahorró sus ganancias; no era bebedor y muy parco en parrandas y en Intrigas mujeriles.

Leyendas de Tacna

Un extraño idilio

Un hombre que dormía en el cementerio

La casa del diablo

Rosenda la que murió de amor

Honradez

Y no volvió el fantasma

La quebrada del diablo

El que hizo pacto con e diablo

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