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Léucade Gaceta de Estética. Año 2, Número 30. Del 12 al 25 de Agosto de 2013. Distribución Gratuita. LA MIRADA PUESTA EN TODOS LOS SENTIDOS Si el cerebro es el órgano de la visión y el ojo ha convertido las vibraciones electromagnéticas de la luz en impulsos nerviosos especializados para que ese fenómeno tenga lugar, entonces la premisa de esa definición es el tacto. Pero que un sentido resulte finalmente descrito a partir de otro implica, de igual manera, que la conceptuación emprendida por la biología extienda ese intento más allá del campo fisiológico, hasta llegar al cultural. Es verdad que las escuelas funcionalistas tentaron transversalmente a las ciencias naturales y sociales y que afirmaciones tales como que el olfato es más importante en los felinos que en los humanos reciben un aplauso que parece situarlas en el nivel axiomático. Sin embargo, ese discurso se hace insostenible justo en el momento en que preestablece un rol para cada porción de la anatomía, pues la óptica con que el ojo es visto deja caer el peso de su carácter histórico precisamente sobre el cuerpo, de suerte que eso que llamamos, por ejemplo, conciencia, va también, desde hace miles de años, haciendo lo suyo en los tejidos. ¿Qué frecuencia de onda podría captar el globo ocular sin exhibir él mismo las facultades táctiles? Es en ese punto que la tradicional mirada sobre el iris debe desorbitarse y admitir lo obvio: que el ojo toca y que, quizá, un consuetudinario enfoque causal ha impedido priorizar indagaciones que dirijan la atención sobre aquella escena de la retina en la que unas células que pasan por el bautismo como fotorreceptoras acogen, asimismo, ese oleaje cuya intensidad interpreta la mente como experiencia audible. Agreguemos, en esa línea, el gusto y el olfato y tendremos la mirada puesta en todos los sentidos. Si el miedo, en tanto manifestación de la cultura, desencadena la dilatación de las pupilas, ampliando los espacios de la visión periférica, es análogamente válido señalar que la opinión que cada sociedad elabora respecto de la vista excede, como en la economía, el plano de especialización operativa que se asigna al ojo. En efecto, una cosa es decir que ese órgano permite ver y, otra, declarar que sólo permite ver. Bajo ese prisma, la reflexión diacrónica con la que Donald Lowe propuso historiar la percepción humana, distinguiendo el estadio oral del quirográfico, podría dar paso a un panorama sincrónico desde el cual, incluso prescindiendo del proceso sinestésico, ensayar un balance, ya no de los sentidos, sino de la forma en que los juicios de valor sobre los mismos transforman los atributos de los órganos con los cuales una convención ha ido asociándolos. En qué medida la cultura, eventualmente, constriñe al ojo, es algo a tener en vista, si se hace con tacto. LA ARMONÍA COMO LECCIÓN DE LIBERTAD “Las canciones y danzas bellas y libres crean un alma semejante a éstas (…). Hasta en las melodías más simples hay imitación del carácter, ya que las escalas musicales difieren esencialmente unas de otras y los que las oyen se ven afectados por ellas de distintos modos”. Tal es el principio de Damón que comparten Platón y Aristóteles para considerar la disciplina musical como parte fundamental de la educación. Pero como es necesario tomar de ésta sólo lo adaptable a la polis ideal, en la República, Sócrates pide a Glaucón aludir a una escala con que imitar adecuadamente los tonos y modulaciones de la voz de un varón valiente que (…) experimente alguna otra clase de desgracia, pero que (...) afronte el infortunio de forma firme y valiente”. Y ya su interlocutor lo había asociado al modo dorio que, en palabras del filósofo de Estagira, es el único capaz de producir un “estado intermedio, recogido” y “todos reconocen que es el modo más grave y es el que mejor expresa un carácter viril”. Estando ambos filósofos de acuerdo en el provecho que puede obtenerse de este arte y en desechar el resto de sus expresiones, asumen también un poder del cual cuidarse. “El sonajero es adecuado a los niños pequeños para que lo manejen y no rompan nada de la casa, pues el niño no puede estar quieto, y la educación es un sonajero para los muchachos mayores”. Tal instrumento puede, por medio de la técnica, transformar el êthos del sonido en función del mensaje, como hace Benjamin Britten en la ópera Billy Budd. En ella, el eje central es la tríada de John Claggart, personaje que encarna la maldad; Billy Budd, como lo bueno y lo bello, y el capitán Vere, como la humanidad en la que recae la decisión entre la ley y la justicia. Dicha tríada es representada, a la vez, por un simbolismo tonal basado en el acorde de fa, cuyas notas, es decir fa, la y do, encarnan a los personajes en el orden mencionado. Billy personifica la bondad que Platón espera de la música educativa y se sitúa también en el punto medio entre dos vicios, es decir, la virtud para Aristóteles. Así, un mismo sistema musical puede responder a simétricos pero contrarios propósitos, de modo que si el arte puede tener un fin moralizante por medio de la tragedia, también lo tendrá si busca precisamente lo contrario, el cuestionamiento del orden. Y las palabras del Estagirita podrían adquirir un nuevo sentido: “hay cierta educación que debe darse a los hijos no porque sea útil ni necesaria, sino porque es liberal y noble”. PUÑO Y LETRA: EDWARD WESTON No es fácil ver a través de la lente de enfoque la impresión terminada, retener mentalmente esa imagen a través de los varios procesos de acabado hasta llegar a un resultado final, y tener cierta seguridad de que el resultado será exactamente lo que uno vio o sintió originalmente (…). La fotografía así considerada se vuelve un medio que requiere de la mayor exactitud y del juicio más certero. El pintor puede, si lo desea, cambiar su concepción original a medida que trabaja, al menos no todo detalle es concebido de antemano, en cambio el fotógrafo debe ver los más mínimos detalles que no podrán ser cambiados. A menudo, un instante, un segundo o una fracción de segundo deben ser capturados sin dudar (…). Tomen conciencia de las limitaciones, pero también de las posibilidades de la fotografía. El artista que no esté constreñido por una forma, dentro de la cual debe confinar su emoción original, no puede crear (La Fotografía No Pictórica). LAS MUSAS O NADA Léucade es dirigida por David Hevia y publicada por Raisa Johnson, Sol Parra, Javiera Astudillo, Pilar Zamora, Genesis Toro y Natalia Díaz. Sus artículos no reclaman propiedad intelectual, sino la articulación del intelecto contra la propiedad. A la izquierda: Retrato de mi Hermano Muerto, de Salvador Dalí La musa: Camila Rojas Escúchanos los jueves a las 14:00 en el programa Barco de Papel, de Radio Nuevomundo (930 AM o en www.radionuevomundo.cl) Búscanos en Facebook: Léucade Gaceta Envía tus ideas, artículos y fotografías a [email protected]

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Gaceta de Estética. Año 2, Número 30. Del 12 al 25 de Agosto de 2013. Distribución Gratuita.

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LA MIRADA PUESTA EN

TODOS LOS SENTIDOS

Si el cerebro es el órgano de la visión y el

ojo ha convertido las vibraciones

electromagnéticas de la luz en impulsos

nerviosos especializados para que ese fenómeno

tenga lugar, entonces la premisa de esa

definición es el tacto. Pero que un sentido resulte

finalmente descrito a partir de otro implica, de

igual manera, que la conceptuación emprendida

por la biología extienda ese intento más allá del

campo fisiológico, hasta llegar al cultural. Es

verdad que las escuelas funcionalistas tentaron

transversalmente a las ciencias naturales y

sociales y que afirmaciones tales como que el

olfato es más importante en los felinos que en los

humanos reciben un aplauso que parece

situarlas en el nivel axiomático. Sin embargo, ese

discurso se hace insostenible justo en el momento

en que preestablece un rol para cada porción de

la anatomía, pues la óptica con que el ojo es visto

deja caer el peso de su carácter histórico

precisamente sobre el cuerpo, de suerte que eso

que llamamos, por ejemplo, conciencia, va

también, desde hace miles de años, haciendo lo

suyo en los tejidos.

¿Qué frecuencia de onda podría captar el

globo ocular sin exhibir él mismo las facultades

táctiles? Es en ese punto que la tradicional

mirada sobre el iris debe desorbitarse y admitir

lo obvio: que el ojo toca y que, quizá, un

consuetudinario enfoque causal ha impedido

priorizar indagaciones que dirijan la atención

sobre aquella escena de la retina en la que unas

células que pasan por el bautismo como

fotorreceptoras acogen, asimismo, ese oleaje

cuya intensidad interpreta la mente como

experiencia audible. Agreguemos, en esa línea, el

gusto y el olfato y tendremos la mirada puesta en

todos los sentidos. Si el miedo, en tanto

manifestación de la cultura, desencadena la

dilatación de las pupilas, ampliando los espacios

de la visión periférica, es análogamente válido

señalar que la opinión que cada sociedad elabora

respecto de la vista excede, como en la economía,

el plano de especialización operativa que se

asigna al ojo. En efecto, una cosa es decir que ese

órgano permite ver y, otra, declarar que sólo

permite ver. Bajo ese prisma, la reflexión

diacrónica con la que Donald Lowe propuso

historiar la percepción humana, distinguiendo el

estadio oral del quirográfico, podría dar paso a

un panorama sincrónico desde el cual, incluso

prescindiendo del proceso sinestésico, ensayar un

balance, ya no de los sentidos, sino de la forma

en que los juicios de valor sobre los mismos

transforman los atributos de los órganos con los

cuales una convención ha ido asociándolos. En

qué medida la cultura, eventualmente, constriñe

al ojo, es algo a tener en vista, si se hace con

tacto.

LA ARMONÍA COMO

LECCIÓN DE LIBERTAD

“Las canciones y danzas bellas y libres

crean un alma semejante a éstas (…). Hasta en las

melodías más simples hay imitación del carácter,

ya que las escalas musicales difieren

esencialmente unas de otras y los que las oyen se

ven afectados por ellas de distintos modos”. Tal es

el principio de Damón que comparten Platón y

Aristóteles para considerar la disciplina musical

como parte fundamental de la educación. Pero

como es necesario tomar de ésta sólo lo

adaptable a la polis ideal, en la República,

Sócrates pide a Glaucón aludir a una escala con

que “imitar adecuadamente los tonos y

modulaciones de la voz de un varón valiente que

(…) experimente alguna otra clase de desgracia,

pero que (...) afronte el infortunio de forma firme

y valiente”. Y ya su interlocutor lo había

asociado al modo dorio que, en palabras del

filósofo de Estagira, es el único capaz de

producir un “estado intermedio, recogido” y

“todos reconocen que es el modo más grave y es el

que mejor expresa un carácter viril”.

Estando ambos filósofos de acuerdo en el

provecho que puede obtenerse de este arte y en

desechar el resto de sus expresiones, asumen

también un poder del cual cuidarse. “El sonajero

es adecuado a los niños pequeños para que lo

manejen y no rompan nada de la casa, pues el

niño no puede estar quieto, y la educación es un

sonajero para los muchachos mayores”. Tal

instrumento puede, por medio de la técnica,

transformar el êthos del sonido en función del

mensaje, como hace Benjamin Britten en la

ópera Billy Budd. En ella, el

eje central es la tríada de

John Claggart, personaje

que encarna la maldad; Billy

Budd, como lo bueno y lo

bello, y el capitán Vere, como

la humanidad en la que recae

la decisión entre la ley y la

justicia. Dicha tríada es

representada, a la vez, por

un simbolismo tonal basado

en el acorde de fa, cuyas

notas, es decir fa, la y do,

encarnan a los personajes en

el orden mencionado. Billy

personifica la bondad que

Platón espera de la música

educativa y se sitúa también

en el punto medio entre dos

vicios, es decir, la virtud para Aristóteles. Así, un

mismo sistema musical puede responder a

simétricos pero contrarios propósitos, de modo

que si el arte puede tener un fin moralizante por

medio de la tragedia, también lo tendrá si busca

precisamente lo contrario, el cuestionamiento del

orden. Y las palabras del Estagirita podrían

adquirir un nuevo sentido: “hay cierta educación

que debe darse a los hijos no porque sea útil ni

necesaria, sino porque es liberal y noble”.

PUÑO Y LETRA:

EDWARD WESTON

“No es fácil ver a través de la lente de

enfoque la impresión terminada, retener

mentalmente esa imagen a través de los varios

procesos de acabado hasta llegar a un resultado

final, y tener cierta seguridad de que el resultado

será exactamente lo que uno vio o sintió

originalmente (…). La fotografía así considerada

se vuelve un medio que requiere de la mayor

exactitud y del juicio más certero. El pintor puede,

si lo desea, cambiar su concepción original a

medida que trabaja, al menos no todo detalle es

concebido de antemano, en cambio el fotógrafo

debe ver los más mínimos detalles que no podrán

ser cambiados. A menudo, un instante, un

segundo o una fracción de segundo deben ser

capturados sin dudar (…). Tomen conciencia de

las limitaciones, pero también de las posibilidades

de la fotografía. El artista que no esté constreñido

por una forma, dentro de la cual debe confinar su

emoción original, no puede crear (La Fotografía

No Pictórica).

LAS MUSAS O NADA

Léucade es dirigida por David Hevia y publicada por Raisa

Johnson, Sol Parra, Javiera Astudillo, Pilar Zamora, Genesis Toro

y Natalia Díaz. Sus artículos no reclaman propiedad intelectual,

sino la articulación del intelecto contra la propiedad.

A la izquierda: Retrato de mi Hermano Muerto, de Salvador Dalí

La musa: Camila Rojas

Escúchanos los jueves a las 14:00 en el programa Barco de Papel,

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