Letra Muerta Bawden Novek

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    PRIMERA PARTE: LAZOS ROTOS

    Rodrigo (I)

    Estoy aqu por dos razones: la primera, mi divorcio y la segunda, la insistencia

    del mdico a que tomara vacaciones.

    El divorcio fue complicado, desastroso en realidad. Sumado al hecho de que yo

    no quera separarme de Eugenia, ella intent, creo que inconscientemente, dirimir suvorgine emocional en la divisin de bienes. Yo tampoco ayud mucho. Me puse a la

    defensiva y fui al combate por insignificancias. En el piso de la avenida Coln donde

    vivamos se desat una guerra de etiquetas. Desde portarretratos a libros, pasando por

    vajilla, toallas y muebles, incluso tuvimos una discusin largusima sobre un porta-

    jabn. Ella empez poniendo etiquetas en algunos libros, despus sigui con los

    adornos de la mesa del living y algunos de los DVD que veamos regularmente los

    fines de semana. Al comienzo me hizo gracia, incluso la cargaba cuando no vea un

    vaso etiquetado, te olvidaste de ste, le deca rindome y ella me miraba fijamente,enfurecida. Luego la cosa se torn enfermiza. Por el simple placer que me provocaba

    verla enojada comenc a etiquetar yo mis cosas. Haba etiquetado la PC, que ella

    jams usaba, pegndole un papel gigantesco que deca MA, Rodrigo. Un martes,

    despus del trabajo, llegu a casa y vi que ella haba etiquetado el teclado, el mouse y

    la pantalla. Esta vez fui yo el que se enfureci. Comenzamos una discusin que pronto

    se fue a los gritos, que si yo haba etiquetado solamente el CPU, que el CPU se refera

    a toda la computadora, que ella haba comprado la pantalla y el teclado, que yo haba

    comprado el mouse, y que estaba loca y que yo era un enfermo. Ese gesto tonto eintil esconda en realidad el deterioro y slo exteriorizaba la infelicidad mutua y

    silenciosa en la que nos encontrbamos. Esa fue la primera de las muchas noches

    por venir en las que termin durmiendo en casa de Jos, uno de mis mejores amigos.

    Cuando me veo, desde hoy, desde aqu, con el mundo que se fue al basurero,

    me siento terriblemente avergonzado de esos das. Terriblemente.

    Eugenia empez a salir con un administrativo del Banco Macro, donde ambos

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    trabajaban. Se hicieron amantes y yo lo supe casi instantneamente pero cre que

    podramos solucionar las cosas. Todava tenamos en medio de la conflagracin

    momentos donde pareca haber paz e incluso el sexo volva a ser estimulante, nuevo.

    Sin embargo, Eugenia se sinti cmoda con mi supuesta ingenuidad y se atrevi

    incluso a pasearse aqu y all con su amigo.

    Una vez los segu y esper pacientemente hasta que ellos se sentaron en el

    bar del Buen Pastor, en una mesa en la vereda. No lo pens, encar con el auto y los

    llev puestos con mesa y todo. Slo tuvieron algunos magullones porque recuper la

    razn fren unos metros antes de embestirlos de lleno. Estuve dos das preso y mi

    abogado logr que el incidente jugara incluso a mi favor durante el juicio de divorcio.

    Alegamos infidelidad y la denuncia que me puso el imbcil del banco durmi en el

    juzgado. Un cornudo que le tir el auto encima al amante de su esposa era un

    proceso engorroso que iba a terminar invariablemente en una sentencia de emocin

    violenta. Adems, los raspones no son, por suerte, una prioridad de los juzgados

    penales.

    Los siguientes meses fueron los peores que pas en mi vida; enfrascado en la

    guerra con Eugenia, simplemente me qued sin energa. Al contrario de la mayora de

    la gente que conozco, no intent escudarme en el trabajo que pareca ser lo nico

    que se mantena en pie en mi vida, sino que me volv monotemtico con el juicio,

    estudi incluso procesos de divorcio y molest a mi abogado de tal forma que renunci

    a mi representacin. Un da me qued simplemente sin energa, me desmay en unRapipago y me hice un profundo corte sobre la ceja. Despert en el Sanatorio Allende

    con la cara de mi amigo Jos mirndome desde arriba junto al mdico. Estaba

    exhausto y con la impresin de no haber estado consciente en muchsimo tiempo.

    Tuvoun surmenage,dijo el mdico, unpico de stress.Revis mis ojos y se fue. Jos

    volvi entonces a repetir su cantinela sobre mi relacin, volvi a decirme que bajara

    las revoluciones y que aceptara que Eugenia y yo no estaramos ms juntos. Esta vez

    lo entend y me di cuenta de que, despus de esa montaa rusa por la que haba

    pasado, Jos era el nico que estaba ah conmigo.

    Cuando sal del sanatorio me comuniqu con mi nuevo abogado y le orden

    que terminara el divorcio de forma rpida, es decir, que resignara lo que hubiera que

    resignar para terminarlo ya. Se sorprendi e intent hacerme seguir, pero mi decisin

    estaba tomada, necesitaba terminar eso de una vez. Era tiempo de hacer caso al

    psiquiatra y hacer uso de mis das de vacaciones, que acumulaba desde haca dos

    aos.

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    As fue que llegu a Capilla del Monte.

    Cacerolazo

    Vecinos de Capital Federal se concentraron frente a Casa Rosada para

    manifestar su descontento por la falta de respuesta del Gobierno Nacional ante los

    reclamos sobre los niveles inditos de violencia que se vivieron en las calles de

    Buenos Aires durante la ltima semana. La polica dispar balas de goma para

    disuadir a los manifestantes dado el nivel de agresividad presentado. Sin embargo,

    horas despus un cordn de gendarmera impidi el acceso a los medios en las

    inmediaciones. Desde hace nueve horas que se desconoce el paradero de nuestros

    enviados especiales desde

    Rodrigo (II)

    Me aloj en un hotelito cntrico, bien tradicional, en la avenida techada.

    Pensaba estar unos das all y despus recorrer todas las sierras. Los dueos eran

    una pareja de viejos que parecan parte del mobiliario del hotel. El hombre en

    especial se me antoj un apndice del mueble de recepcin; hablaba poco y se

    rascaba la patilla derecha constantemente con su gigantesco dedo mayor. La mujer,

    en cambio, era toda sonrisas y conversacin. Al ver el lobby del hotel, sin dudas

    nuevo en los setenta, imagin la cara de Eugenia y en mi mente reson su voz

    diciendo: yo ac no me quedo, Merlo!.

    Mi habitacin era bastante cmoda; el aire acondicionado y la tele eran las

    nicas cosas que parecan tener menos de diez aos; todo lo dems, sin embargo,

    hubiera hecho las delicias de los decoradores modernosos del Paseo de las Pulgas,

    tan afectos al toque vintage. Me duch y me tir un rato a mirar televisin. Los canales

    de aire transmitan flashes informativos cada quince minutos. En el doce, que

    retransmita el trece de capital federal, el especialista en policiales explicaba el caso

    de un tal Sosa, detenido ese mismo da, que haba matado a su hermano con un

    mazazo en la cabeza. El periodista insista en un dato: el hombre afirmaba que su

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    hermano lo quiso atacar despus de muerto. Podra sonar loco, pero los enfermeros

    de la ambulancia privada, que estaban presentes, afirmaban lo mismo. Cambi de

    canal; mirando un partido del ftbol espaol, me qued dormido. Seguramente

    necesitaba dormir sin tener un reloj que estipulara el tiempo debido para el sueo,

    porque me despert como si hubiera sido mi mejor descanso en aos.

    Cuando sala, el dueo, siempre detrs del mostrador, me pidi la llave

    estirando su mano. Pregunt qu haca si volva tarde y no lo encontraba. Me

    respondi que l siempre estaba, que no me preocupara. Empec a pensar en serio

    que su cuerpo y el mueble de recepcin eran un solo organismo.

    Com en un barcito al frente del hotel, bastante bueno para ser comida de bar,

    y despus de tomar un caf busqu el auto en el estacionamiento, a una cuadra de la

    calle techada. Di unas vueltas por Capilla y llegu incluso a Los Cocos, pero en

    menos de una hora ya estaba de vuelta en el hotel.

    Repet el camino a la maana siguiente y llegu hasta La Cumbre. Desayun

    en un bar frente a la vieja estacin de trenes y despus camin por todo el pueblo.

    Almorc en un restorn cercano al golf y compr unas revistas y dos libros. Pensaba

    recuperar el hbito de leer algo ms largo que el diario, que se volva da a da un

    informe macabro de la infeccin. Pareca informacin exhaustiva pero no eran ms

    que noticias confusas y opiniones poco crebles. Igual que la radio. Esa tarde,

    despus de poner en una mochila algunas camisas y la malla, part a San Marcos

    Sierras. Pensaba pasar la noche en unas cabaas que haba visto por internet yvolver al otro da a Capilla del Monte.

    Por ms que lo intentara, deseaba volver a Crdoba. Lo de Eugenia todava

    estaba all adentro y, por ms que luchara, deseaba hablar con ella, saber dnde

    estaba y cmo la tena todo esto de la infeccin. Incluso la llam al celular. No atendi

    y ahora que lo pienso, me hubiera encantado orla una vez ms.

    A pesar de esa sensacin, esa noche en San Marcos me sent tan bien que

    decid alargar mi estada. Llam al hotelito de Capilla y le dije a la duea que me

    guardara la habitacin, que volvera en dos das. Me dijo que no haba problema y queno me preocupara por mis cosas.

    Era lunes o martes por la maana cuando volv a Capilla. Guard el auto en el

    estacionamiento y antes de ir al hotelito, decid desayunar en el barcito del frente.

    Mientras lea el diario sent un alboroto en la esquina este de la avenida. A los gritos y

    las corridas le siguieron dos disparos y, de repente, una estampida se lanz avenida

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    abajo chocando con las mesas de los muchos bares. En la otra esquina tambin se

    produjo un tumulto, se repitieron los disparos y los que huan se concentraron ms o

    menos en la mitad de la cuadra. Me acerqu a la gente despus de ayudar a una

    seora que haba cado en mi mesa, empujada por la multitud, y a la que, adems del

    golpe, le arda la espalda ya que se haba derramado sobre ella una tetera llena de

    agua hirviendo.

    En la mitad de la calle unas cien personas miraban nerviosas hacia las dos

    esquinas que estaban protegidas por una hilera de policas. Haba algunos heridos y

    gente que lloraba. La esquina oeste era la ms desprotegida. La hilera de policas

    mantena a duras penas a una multitud que se abalanzaba lentamente sobre ellos.

    Detrs de la primera lnea se encontraba un oficial con handy y a su lado uno armado

    con una itaka larga que apuntaba nervioso por sobre las cabezas de sus

    compaeros. En la otra esquina, en cambio, pareca haber ms orden, al menos los

    dos patrulleros cruzados sobre la calle y la vereda daban esa impresin. Slo en ese

    momento me percat de que no haba una guardia de infantera con sus escudos de

    fibra de vidrio sino que los policas sostenan el avance de la muchedumbre con las

    mesas de plstico de los bares. Haban aparecido de repente (o al menos hasta que

    sent los disparos, yo no los not); llamados por la urgencia, haban tenido que

    improvisar defensas para contener el tumulto. La muchedumbre delante de ellos era

    silenciosa; se vea a algunos heridos a juzgar por la sangre en sus rostros y

    vestimenta. En medio de la incertidumbre, la multitud agolpada a mitad de cuadra semantena expectante; la polica dispar de nuevo y a lo lejos se vio elevarse una

    columna de humo negro. Le siguieron unas explosiones aqu y all. La gente, reunida

    en mitad de la cuadra, permaneci en un silencio que fue ms atemorizante que

    cualquier grito o pedido de auxilio.

    Una nia que era atendida sobre el cap de un auto, se incorpor rpidamente

    y mordi la mano del hombre que intentaba vendarle una horrible herida en el brazo.

    La misma suerte corri su madre que intento calmarla, aunque la nia esta vez atac la

    garganta. Qued estupefacto, quieto, viendo el rostro de la nia, un rostro demencial,con los ojos desorbitados y blanquecinos, como los de la gente ciega. Un estruendo de

    vidrios rotos me sac de ese estado, me di vuelta y vi cmo un mozo del bar donde

    haba estado desayunando caa al suelo en lucha con un hombre; tras un forcejeo, ste

    lo mordi en la cara y le arranc un pedazo de carne de su mejilla derecha. A pesar

    de resultarme increble la escena, supe que tena que refugiarme, salir de all

    inmediatamente. Vi la puerta del hotel y entr justo antes de que el dueo la cerrara.

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    En el vestbulo haba tres personas adems del mismo dueo y su mujer. Pens que

    lo mejor era ir a la habitacin y recoger mis cosas por si tenamos que salir

    rpidamente. Met las cosas ms necesarias en la mochila y volv al vestbulo. Los

    dems espiaban por la puerta la locura desatada en la calle. Los disparos se

    reiteraban uno detrs de otro. Era evidente que alguna o las dos esquinas haban

    cado.

    De repente, se produjo un silencio; pareci como si todo se hubiera calmado. Y

    aunque no dur mucho, nos sumi a todos en un estado casi hipntico. El silencio se

    rompi con un nuevo disparo y despus otro ms. Ante la puerta del hotel apareci un

    polica que nos indic que saliramos. El dueo y su esposa se negaron, pero los

    otros cuatro obedecimos. El polica pregunt si alguno tena un auto en las cercanas,

    un hombre mayor como de sesenta y pico de aos seal una camioneta

    estacionada cercana a la esquina donde los policas tenan, al parecer, todo bajo

    control. El polica habl con el hombre pero no pude escucharlos. Caminaba

    rpidamente hacia la camioneta, antes de que me invitaran a subir. En la calle haba

    mdicos y enfermeros de dos ambulancias de emergencias trabajando a destajo; los

    heridos apenas se movan; el asfalto estaba salpicado aqu y all por manchas de

    sangre. No volv a mirar el piso.

    Dos policas venan corriendo hacia nosotros; quise preguntarles qu haba

    pasado, pero me hicieron seas para que siguiera caminando. Cerca de la

    camioneta, un hombre gordo, vestido con un ambo azul y una camisa que pareca apunto de estallar, hablaba por su celular. Aquel comisario Yez de Capilla, seor,

    le o decir. Despus, slo monoslabos. Cort la comunicacin y volvi a buscar en su

    celular; marc un nmero y cuando se puso el telfono en el odo me vio.

    Cuntos son ustedes?me pregunt.

    Cuatrorespond.Y el dueo del hotel y su mujer que se quedaron ah.

    Me mir y despus gir hacia la calle por donde venan los otros que haban

    estado conmigo, acompaados de los tres policas.

    Gonzlezgrit, traiga a la gente del hotel. Ac no se queda nadie, Carajo!Nadie!

    Gonzlez volvi hacia el hotel pero regres al rato solo. Yo ya estaba en la

    parte trasera de la chata. El comisario habl con el conductor, le dijo que no frenara

    hasta su casa y que no saliramos de all hasta que la polica o la guardia civil fuera a

    rescatarlos.

    No mir atrs cuando la camioneta arranc. Ni siquiera cuando la mujer que iba

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    sentada a mi lado se tapo la boca y dijo que la polica estaba matando a todos, antes

    de largarse a llorar. No mir atrs. No poda mirar atrs.

    Gobierno Nacional

    Pese a la muerte del vicepresidente Horacio Rodrguez Larreta a manos de

    una turba de peatones fuera de control durante un acto pblico, este ltimo medioda,

    el presidente Macri no suspender su viaje diplomtico a Suiza.

    Rodrigo (III)

    Hace una semana que estamos en la casa de don Julio. Las excursiones que

    hemos hecho son pocas. A doscientos metros est la despensa de los Gutirrez, con

    muchas provisiones que hemos ido trayendo. Al principio dejbamos dinero de lo que

    llevbamos pero ayer don Julio dijo que ya no sera necesario. De otra casa

    conseguimos el diario de hace tres das. Al parecer, esto es mundial. El diario habla

    de combates en Crdoba, Rosario y Buenos Aires, y da instrucciones de cmo

    proceder con los muertos en cada caso. Nada de entierros. Se queman. Y no importa

    cmo murieron, siempre hay que destrozarles la cabeza. Siempre.

    De los que estamos escondidos aqu simpatizo con Miriam y con don Julio y

    su mujer. Don Julio es un hombre de pocas palabras, pero parece entender lo que

    pasa. Slo le preocupa su hijo, que vive a unas diez cuadras, mucho ms cerca del

    centro. De los restantes, no tengo mucho para decir. El abogado es un tipo

    complicado, siempre discutiendo todo y negndose a colaborar. Slo quiere que

    busquemos un auto para irnos. Mejor dicho, para irse. Su nica propuesta seria fue

    tratar de llegar al Banco de Crdoba para retirar todo el dinero que pudiera de su

    cuenta corriente. Su mujer parece soportarlo poco y su hijo est detrs de l todo el

    tiempo. El otro tipo que est aqu es Daniel, siempre muy callado. Anoche nos revelo

    que es polica, que est armado y que slo usara el arma en caso de extrema

    necesidad. Estamos a la espera, aunque ya no se de qu. No hemos visto a otras

    personas, ni a la polica, ni a la guardia civil. Maana acompaar a Don Julio a la

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    casa de su hijo; espero que lo encontremos y que podamos averiguar un poco ms.

    Nota: Tengo mucho temor, nacido de la incertidumbre, de las noticias a las que

    podemos acceder. Y temor que nace de ver el miedo evidente en el que estamos

    todos inmersos. Yo slo cierro los ojos y dormito un poco cuando veo que los otros

    tienen los ojos abiertos, o estn sentados, escuchando los sonidos de la noche. Algo

    tendremos que hacer para dominar el miedo.

    Gran Buenos Aires ya no es seguro

    El permetro policial de Capital recibi refuerzos de gendarmera, pero no fueron

    suficiente. El corresponsal de nuestro diario perdi contacto esta maana y no se

    supo ms hasta el momento. Al cierre de esta edicin, seguimos ignorando qu pas

    con l.

    Palomas

    Venga Rodrigodijo Don Julio intentando hablar lo ms bajito posible. Rodrigo

    sigui al viejo al patio.

    Qu pasa, don Julio?

    Ya no salen ms diarios, en la radio no hay nada y en la tele menos.

    S

    Y eso del intern yo no lo entiendo mucho pero el muchachito, el hijo del

    abogado intenta, intenta y nada.

    S, don Julio: no encontr mucho, salvo el video ese de Rusia.

    S, pero no es algo que no supiramos, verd?

    Es cierto. Pero, don Julio, no entiendo a que viene esto.

    Podramos mandar una paloma, yo tengo mensajeras. En Totoral est

    Gustavo Nievas, amigo mo, con el que habitualmente nos mandamos palomas.

    No es mala idea, don Julio. Para nada.

    El nico problema es que, si no me equivoco, en esta poca Nievas suele

    andar en Santiago.

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    No perdemos nada con intentar.

    No, slo que no creo que si le llega a alguien que no sea Nievas sepa cmo

    enviar de nuevo un mensaje.

    Bien, le escribamos a Nievas entonces.

    No, hgalo como si no supiera que la paloma va all directo.

    Como usted diga.

    Otra cosa, don Rodrigo.

    Rodrigo solo, don Julio, por favor.

    No creo que la Silvia vuelva por estos lares, as que lo mejor sera sacar todo

    lo que podamos de la despensa de ella y lo traigamos para ac.

    Tiene razn, don Julio. Maana bien temprano vamos con Daniel y el abogado

    a buscar todo.

    Y ya no va a hacer falta que deje plata en la caja. Me temo que esto va para

    largo.

    Espero que no, don Julio.

    Ojal me equivoque, mijo.

    Algo ms?

    S. Tengo que ir a ver si mijo est bien. Tiene la casa a unas cuadras de

    ac, yendo para el centro.

    No se haga problema: maana mismo podemos intentar llegar a la casa de su

    hijo.

    Gracias, don Rodrigo.

    De nada, don Julio; y es Rodrigo solo.

    Ambos hombres volvieron a la casa, sonrindose mutuamente.

    El pas al borde de la guerra civil

    El caos se instal en casi todas las provincias del territorio nacional. Las

    ciudades han colapsado. La poblacin de los principales centros urbanos est

    desbordada. Las rutas, todas atascadas e imposibles de transitar. Reportes de

    Rosario, Crdoba y Mendoza aseguran que los civiles estaran saqueando los

    supermercados en masa. Otras fuentes afirman que se atacan los unos a los otros

    sin motivo aparente. Crecen los rumores sobre una peste altamente contagiosa de

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    naturaleza desconocida. Expertos afirman que se tratara de histeria masiva o psicosis

    colectiva. Lo cierto es que no se ha podido tener ninguna informacin fidedigna que

    pruebe algunas de estas versiones. Videos enviados a youtube muestran violencia y

    asesinatos por todas partes. Pero nadie puede explicar nada.

    Mircoles, 2 de noviembre

    Tengo poco espacio para escribir, intentar ser conciso. Mi nombre es Rodrigo

    Merlo, estoy en una casa en las afueras de Capilla del Monte, cercana al dique Los

    Alazanes, junto a siete personas ms. Todas ellas sobrevivientes de la locura que se

    desat en el centro de la ciudad, hace ya diez das. Los siete escapamos en la

    viejacamioneta Ford de don Julio, dueo de la casa donde ahora nos refugiamos.

    Tenemos un generador de energa, pero poco combustible. Hace cuatro das la

    electricidad se cort provocando incendios en la ciudad (que todava ardan me hace

    pensar en que no podemos esperar ayuda de rescatistas o polica). Lo ltimo que

    vimos por televisin era demasiado inverosmil para ser cierto. Un diario, que

    rescatamos del almacn hace una semana, tiene un titulo improbable.

    Tenemos algunas ventajas aqu: una notebook en la que seguimos las paginas

    y blogs an activos (nos conectamos todos los das de 15:30 a 16) y que don Julio

    sea colombfilo. Adjunto instrucciones para que, si tenemos suerte, puedas o puedan

    devolver este mensaje sin mayor inconveniente. Saludos a quien sea que lea esto.

    Rodrigo y los 7.

    El ejrcito dividido

    Corren rumores de levantamiento armado. Cientos de soldados se agruparon

    bajo el general (R) Lzaro Iturriaga, quien prometi poner orden de una vez por

    todas.Iturriaga se haba retirado de la vida pblica desde haca unos aos, cuando fue

    sospechado de participar en el trfico de armas y la explosin del polvorn en la

    Fbrica Militar de Ro Tercero durante la dcada de los 90. El actual comandante de

    las FFAA, general Rogelio Surez, no realiz comentarios por el momento. La opinin

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    pblicapide manoduraante cualquier intento de golpe de estado por parte de grupos

    piqueteros o partidos interesados en aprovecharse de la situacin de acefala del

    gobierno. El Presidente del Senadoy actual Presidente Provisional, Jaime Levrero,

    asegur que no hay motivos para perder la calma. No volvi a hacer declaraciones

    desde su imprevisto traslado a Ushuaia.

    Encuestas

    Roberto Kraemer tiene una de las consultoras ms grandes del pas. Tere, su

    persona de confianza, maneja un grupo que fue enviado a Villa del Totoral hace unos

    das con el fin de hacer un sondeo de opinin pblica acerca de los principales

    candidatos locales, provinciales y nacionales.

    El grupo de encuestadores se compona de doce personas, entre las que se

    incluan Tere y el chofer de la Traffic, Armando.

    En el momento en que el caos lleg a Totoral, el grupo estaba disperso y an

    trabajando. Tuvieron suerte los que terminaron primero y estaban en la estacin de

    servicio, tomando caf con Armando, quien de inmediato se retir a dormir una siesta.

    Segn los folletos tursticos, Villa del Totoral est ubicada 84 kilmetros al norte

    de Crdoba capital. Sus principales vas de acceso son la Ruta Nacional 9 (del Norte

    al sur), la 60 (desde el Oeste; 10 kilometros al sur empalma con la 9) y la 17 (desde

    el Este al Oeste). Tiene un clima templado y una poblacin estable de

    aproximadamente diez mil quinientos habitantes.

    Esto ltimo no es un dato esperanzador para los encuestadores de Kraemer.

    Tampoco para Rubn Castillo, un viajante que estaba en la misma estacin de

    servicio, leyendo el diario, cuando apareci el primero. Sali por la puerta de la

    cocina; gema, babeaba y se acercaba cojeando de una manera desagradable.

    Rubn le parti una silla por la cabeza delante de todos.

    En la cafetera haba poca gente: Eduardo, Andrea, Carolina y Claudio (todos

    encuestadores); una perra que dorma la siesta en la puerta, la empleada del lugar y

    una pareja de ancianos que coma lemon pie. Todos ellos se dieron vuelta para mirar lo

    que haba hecho Rubn. Todos menos el cocinero, que estaba en la cocina,

    despertndose. El empleado vctima del sillazo se levant con dificultad y cambi de

    objetivo: se tir sobre la pareja de ancianos. La chica del quiosco quiso separarlos,

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    pero para ese entonces, el cocinero ya haba despertado y estaba masticndole el

    hombro.

    Todos fueron hacia la puerta y vieron que afuera el paisaje era ms o menos el

    mismo que adentro. Corrieron al vehculo, en donde Armando dorma para recuperar

    horas de sueo.

    Rubn subi a su auto y partieron.

    Faltaba Tere, claro, que haba salido a buscar a uno de los seis

    encuestadores.

    Nunca ms los vieron.

    Rubn les hizo seales con la bocina y las luces para que lo sigan. Manejaron

    lo ms rpido posible hasta salir de la zona comercial de ese pueblo que pareca

    estar siendo tragado por el infierno. En menos de veinte minutos, todas las

    cuestiones laborales y existenciales fueron cosa del pasado. Lo nico que importaba

    era huir rpido y atropellar la menor cantidad de cuerpos.

    Toque de queda

    Se ha declarado el toque de queda. Gendarmera, FFAA y la totalidad de las

    fuerzas policiales han salido a las calles para mantener el orden constitucional. Los

    uniformados tienen orden de disparar a cualquiera que circule por las calles y se

    niegue a identificarse o presente sntomas de locura.

    Viernes, 4 de noviembre

    Hola, Rodrigo. Soy Claudio Ledesma. Estamos en Villa del Totoral. ramos

    doce cuando nos sorprendi el desastre mientras realizbamos una encuesta

    poltica. Hoy somos seis personas y una perra de tamao mediano. Los que

    terminamos temprano ese da nos encontramos con Armando el conductor de la

    trafficy pudimos escapar a tiempo. Estamos refugiados en una casa de campo que

    en apariencia fue abandonada por sus dueos hace poco. No disponemos de una

    notebook, pero intentaremos conectarnos a la red desde el blackberry de Armando en

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    el mismo horario que ustedes (si conseguimos seal, cosa que veo difcil).

    Les recomiendo adoptar algn perro. Pueden ser tiles. Maika nos salv la

    vida en dos ocasiones antes de que encontrramos esta casa. Te avisa cundo hay

    peligro bajando las orejas y gimiendo una advertencia. Cost convencer a algunos,

    pero ya es parte del equipo.

    El calor y el olor compiten en ferocidad. Hay una buena reserva en la casa: un

    stano con chacinados, quesos y vino; un galpn lleno de grano, harina y latas al por

    mayor. Tambin hay una huerta y un aljibe con agua potable. No hay rastros de

    animales, como si los hubieran soltado.

    La batera de la traffic est muerta, no creo que nos movamos de ac por una

    semana, al menos. Armando est intentando arreglar el grupo electrgeno. Hay un

    tanque de cemento lleno de combustible.

    No tuve acceso a ningn diario y hace aos que no veo televisin, pero pienso

    que los titulares improbables que mencionaste se quedaron tmidos. Tienen idea de

    qu puede haber causado esto?

    En lo que estamos todos de acuerdo es que no es buena idea acudir a la

    ciudad. Si ac todo parece un infierno, no me quiero imaginar en qu se habrn

    convertido las poblaciones ms grandes. Una chanchada.

    Hace trece das que no vemos otra gente que no sea nosotros mismos. Hay

    algunos roces. Armar un permetro nos mantiene ocupados casi todo el da. Cuando

    terminemos, no s.

    Espero que mi letra se entienda, la achiqu para poder escribir ms. Saludos a

    vos y a los siete.

    Claudio.

    Morituri te salutant

    Ante la evidente anarqua callejera y la imposibilidad total de realizar, imprimir

    o distribuir este diario, se ha decidido cerrar su redaccin por primera vez despus de

    noventa aos de actividad ininterrumpida. Lo que ningn gobierno de facto pudo

    lograr, lo pudo un brote masivo de violencia y asesinatos que, al parecer, es de

    envergadura mundial. Ignoramos el origen o la naturaleza de este fenmeno que ha

    causado la cada de todos los sistemas de orden conocidos por la civilizacin

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    humana. No disponemos ms que del espordico buen funcionamiento de Internet y

    la poca informacin fidedigna que pueda encontrarse ah. Los creyentes hablaron de

    la resurreccin de los muertos. Los militantes de izquierda progresista hablaron de

    una infeccin causada por anfetaminas en fase de prueba distribuidas entre adictos.

    Los gobiernos y los medios callaron. Como director y editor en jefe de este peridico,

    cierro la ltima edicin de esta ltima columna con el testimonio de nuestra situacin.

    Estamos encerrados en el edificio. Abriremos las puertas del depsito para que

    nuestro camin salga a repartir los pocos ejemplares disponibles a las pocas personas

    vivas que encontremos por el camino. Somos un puado de periodistas dispuestos a

    morir con las botas puestas. Del otro lado del portn, hay una multitud que golpea

    montonamente, esperando que abramos. Los vimos morderse los unos a los otros

    hasta morir desangrados. Los vimos levantarse y caminar. Esto de estar

    debidamente informados se podra haber evitado. Se podra haber evitado. Pero la

    verdadera informacin llegademasiado tarde. Si alcanza a leer esto a tiempo, busque

    un refugio. No confen en nadie. Busquen armas y comida. Es el slvese quien pueda.

    La ley del ms fuerte.

    Elas Vzquez Martnez, Editor Responsable de La Voz Central.

    Mircoles, 9 de noviembre

    Claudio:

    Nos alegra muchsimo haber hecho contacto. Estos das han sido movidos.

    Intentar contrtelos. Como te comente, somos 8: don Julio Argaaraz, dueo de la

    casita donde estamos, y doa Clara, su mujer; Miri, que es docente, de 25 aos;

    Abel, abogado de Crdoba, con su mujer Silvia y su hijo adolescente Walter; Daniel,

    quien acaba de revelarnos que es polica,; y yo. No hemos hecho permetros de

    defensa ni cosa parecida, por tu carta parece que ustedes saben algo ms que

    nosotros. El incendio del que te coment se apacigu gracias a una formidable lluvia

    que cae hace ms de dos das. Ayer intentamos salir y buscar a Mario, hijo de don

    Julio, que vive a unos 300 metros de ac. Fuimos tres: Abel, don Julio y yo. A mitad

    de camino vimos a una mujer gordsima caminar como perdida; don Julio la llam por

    su nombre (Ofelia, creo) sin que ella se inmutara o nos prestara atencin. Abel le

    arroj una piedra para enojo de don Julio. Yo creo que fue instinto porque la imagen

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    despertaba un terror profundo, un deseo de salir de ah de inmediato. Don Julio se

    acerc a la seora y ella intent atacarlo, quiso morderlo, don Julio cay y Abel la

    pate en el estmago; debo reconocer que yo estaba absolutamente estupefacto,

    esttico y no pude ayudar a ninguno de los dos. Abel cay al darle la patada y la

    mujer lo mordi en el antebrazo derecho. Lo solt cuando don Julio le dio con un palo

    en la nuca y la hizo tambalear y caer. Volvimos a la casa para atender a Abel y no

    hemos salido de nuevo.

    PD: No hemos podido conectarnos a internet. POR FAVOR, necesitamos

    saber algo de lo que pasa. Esta noche volveremos a ver cmo est la seora e

    intentaremos llegar a lo de Mario.

    Afuera

    En las afueras del pueblo haba una casa quinta de apariencia slida, amplia.

    Ambos vehculos se detuvieron en la entrada casi al mismo tiempo. La casa tena

    una tapia relativamente alta, pero la puerta de acceso principal estaba rota. Un

    vehculo se haba estrellado en el lado derecho de la reja y haba dejado una peligrosa

    abertura.

    De esa misma abertura, tambaleante y gimiente, sali un sujeto. Pareca ebrio.

    Rubn baj de su auto con una barreta en la mano y le dio un golpe feroz en la cara.

    El tipo cay y volvi a levantarse con la cabeza colgndole a un costado como si

    alguien hubiera atado a ese torso una bolsa que no tuviera relacin alguna con el

    resto del cuerpo. Le dio otro golpe que le hundi el crneo. Esta vez no volvi a

    levantarse. Al segundo tipo que sali de la casa le dio en la nuca y cay inerte de forma

    definitiva.

    Hagan campana por si viene alguno ms, yo veo qu onda adentro.

    Armando miraba para todos lados y no se animaba a apagar el motor de la

    Traffic. Una palmada nerviosa en el hombro lo sobresalt. Eduardo lo miraba fijo.

    Vmonos, che. Qu esperamos?

    Al tipo ese del auto; fue a ver si el lugar es seguro.

    No nos vamos a quedar ac, volvamos a Crdoba.

    Sos boludo, vos, pibe? No viste que todos los heridos se vuelven

    igual?

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    Mientras menos gente, mejor.

    ***

    Dentro del permetro de la propiedad, el terreno pareca ms grande an que

    por fuera. Deba tener como una hectrea. La casa tena unas tres habitaciones y

    acceso al techo plano. Un galpn con herramientas, un corral para animales, vaco.

    Ms atrs, poda verse que el dueo de casa pretenda cerrar todo el terreno con muro

    de material, pero slo haba logrado concretar tres cuartas partes del total. Sin contar

    con la parte de la entrada, daada por el choque. En la casa estaba todo en orden. No

    haba nadie. Rubn encontr cualquier cantidad de conservas, embutidos, quesos,

    bidones con agua. Comida como para unas cuantas semanas.

    Corri a la puerta y le hizo seas a Armando para que ingresara la

    Traffic.

    Luego, meti su vehculo.

    ***

    Casi cuando anocheca, escucharon un ruido. Haban bloqueado las entradas

    con los vehculos y estaban refugiados en la casa, sin hacer ruido, revisando las

    posibilidades del lugar. Claudio fue al bao y casi se muere del susto cuando descubri

    un perro dentro de la casa. El mismo perro que estaba en la estacin en donde todo

    empez.

    Es perradijo Andrea; qu linda. Debe ser medio pastor alemn.

    Me hace acordar a una cachorrona que tuve de chica, Maika Me la

    atropellaron cuando iba al colegiomurmur Carolina.

    Bueno, ahora tens otra MaikaArmando, le sonri.

    Che, el perro no se va a comer la comida?Eduardo sonaba preocupado.

    Pero lo vale, escuchan mejor que nosotros. Ustedes ni la sintieron llegardijo

    Rubn y mir despectivamente a Eduardo. Cmo es tu nombre?

    EhEduardo

    EhEduardo,nunca tuviste un perro?

    No. No soy sensible a los animales. Vos, sos de ac?

    No. Viajo seguido. Soy Rubn. Ustedes andan preguntando giladas de

    poltica a la gente, no? Encuestas?

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    S, son encuestadores. Yo erasoy el chofer de Tere.

    Bueno, ya no.

    Maana voy a salir a buscarla.

    No conviene, est lleno de eso te van a hacer cagar ya la deben haber

    masticado hace rato a Tere. Me voy a fumar un pucho.

    ***

    En el galpn encontraron un generador, materiales, herramientas de todo tipo

    y un tanque repleto de combustible. El generador no funcionaba.

    Le falta una pieza, una parte que tiene que ver con el rotor coment

    Armando al resto.

    Sos electromecnico? pregunt Rubn.

    Tengo un emprendimiento de biocombustibles, algo entiendo de generadores.

    Podemos ir al pueblo a buscar la pieza faltante, no es difcil de conseguir, en la

    ferretera deben tener. Si se la ponemos, tenemos energa para uno o dos meses.

    Y quin va a ir?pregunt Eduardo.

    Vos, de unarespondi Rubn.

    Eh noyo

    Vamos los tres, con Claudiopropuso Armando.

    Ehy con las chicas, quin se queda?

    Vos, no.

    Bueno, parece que tens un problema con l, Rubn.

    Tengo problema con los que se hacen los pelotudos para pasarla bien.

    Bueno, loco, baj un cambio que no estamos en la secundariadijo Armando

    en tono serio y conciliador.

    Y vos fijate que el pendejo este no se mande ninguna cagada, o vas a

    responder por l?

    No soy un pendejo, tengo veintinueve.

    Entonces comportate como hombre.

    Rubn sali dando un portazo. Armando suspir, se subi un poco el pantaln y

    se puso a limpiar las piezas del generador antes de volver a armarlo. Eduardo se fue

    con Claudio al techo; quiso hablar con l sobre pelculas pero no encontr un

    compaero locuaz. Entr en la cocina. Andrea y Rubn acomodaban frazadas, camas

    y sillones para que todos pudieran dormir. Carolina prepar un guiso. Cuando

    estaban terminando de comer, Maika baj las orejas y se inquiet de una forma muy

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    rara. Se acerc a uno por uno y tironeaba de la ropa.

    Le pasa algo a la perradijo Andrea.

    No le dieron de comer ya?pregunt Eduardo, molesto.

    S, si comi re biendijo Carolina.

    Capaz que

    Claudio se qued blanco, con la boca abierta. En la ventana, pegado como

    ventosa, boqueando y lamiendo el vidrio, haba un rostro azul; ms arriba, unos ojos

    vacos. Abajo, una mano araaba el borde.

    El perro lo percibe mucho antes que nosotros dijo Rubn en voz baja

    mientras con la mano haca seas de que nadie se moviera; mucho antes que

    nosotros.

    Tom un martillo del cajn de la cocina y sali.

    Lunes, 14 de noviembre

    La lluvia nos impidi dar respuesta en estos das. Estn en una situacin muy

    grave. Si Abel an vive, tenlo y mantngase alejados de l. Cuando la fiebre se lo

    lleve, esperen media hora y golpenlo bien fuerte en la cabeza con un martillo, un palo

    u otra cosa. Eviten las armas de fuego y tengan cuidado con las salpicaduras.

    No sabemos mucho del asunto, pero lo que es seguro es que es muy

    contagioso y que la nica forma de estar a salvo es rompindoles la cabeza. Para

    cuando este mensaje les llegue, es probable que haya pasado lo peor.

    Mantnganse alerta, ocultos y eviten hacer ruido. Si se les acerca uno o dos

    de ellos, pronto vendrn ms. Uno solo es bastante peligroso, pero ms de tres son

    una muerte segura. La nica razn de que estemos vivos nosotros seis es porque se

    estaban masticando a los otros seis mientras huamos.

    Nuestro grupo se compone por: Armando, el chofer de la traffic; Eduardo, un

    empleado de comercio; Andrea, trabajadora social; Carolina, estudiante de

    Comunicacin; y Rubn, un remisero que se uni a nosotros ese da que huimos de

    la estacin.

    Nosotros tampoco hemos podido conectarnos a ninguna red.

    Tenemos provisiones para unas seis semanas, estimo, pero no logramos

    reforzar adecuadamente el permetro (bastante precario). Hay muchas diferencias y

    peleas, especialmente entre Rubn y Armando. Por ahora, el temor de ser atacados

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    es lo que nos une. Despus amplo. Ahora no hay tiempo que perder. Aseguren la

    casa en la que estn y consigan palos, machetes, un hacha o cualquier cosa

    contundente que les sirva de defensa. Y, en lo posible, un perro.

    Espero que estn bien y respondan pronto. Claudio.

    PD: Maana saldremos con Rubn y Eduardo al pueblo, a ver si podemos

    conseguir el repuesto necesario para que Armando arregle el motor del grupo

    electrgeno. Es muy peligroso, pero de conseguirlo tendremos ms posibilidades

    para organizarnos y estar seguros.

    Jueves, 17 de noviembre

    Claudio:

    Soy Miriam, Miripara todos por aqu. Las cosas parecen empeorar cada da y

    toda esta situacin nos obliga a hacer cosas que jams hubiramos pensado hacer

    antes de esto. Creo que Rodrigo no asumi hasta anoche la situacin terrible y

    ridcula en la que estamos y tuvo que hacerle frente de la peor manera Mat a Abel

    despus de que ste muriera en un estertor de fiebre e infeccin y se levantara de su

    cama intentado morder a Silvia, su mujer. Le sac el revolver a Daniel (el polica) y

    sin apuntar le meti un tiro en la sien. l, Rodrigo, que no aceptaba la peste (como

    le decimos a todo esto), el mismo que no movi un msculo paralizado por el miedo

    que tena cuando la seora los atac, tuvo una reaccin rpida y fra que an me

    atemoriza porque no parece una reaccin resultante del nerviosismo, sino todo lo

    contrario. Intentar hoy hablar con l. Pero primero es necesario ayudar a Silvia y a

    su hijo a sobrellevar el momento.

    No s quien sos. Don Julio se limita a llamarte el contacto, pero se neg a

    escribir l mismo y por lo que s tampoco lee tus respuestas. Esto no me parece

    importante. Es ms, no me parece seguro dadas las circunstancias, pero creo que

    necesitaba exteriorizar esto y ponerlo por escrito. Supongo que me aliviar de alguna

    manera. As que no voy a darte data sobre nuestra ubicacin o cosa parecida.

    Sabemos que hay grupos de sobrevivientes armados y para nada solidarios. Y lo

    sabemos por nuestros nuevos integrantes (solo eso dir).

    Somos lo ms silenciosos que podemos y yo continuar intentando que as

    sigamos evadiendo el infierno. Por lo que me dijo Don Julio, podras estar en Totoral

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    o detrs del monte esperando el momento, no lo s. As que me limito a despedirme

    (esperando no tener que volver a escribir ms).

    Miriam.

    Brisa

    El viento suave y constante de la noche trajo un olor particular.

    La mujer que mascaba un hueso en el piso detuvo sus mandbulas, solt el

    bocado rancio y seco, se puso de pie y comenz a caminar detrs del perfume. No

    estaba sola: un hombre interrumpi su quietud de das y se levant de la vereda para

    seguir el llamado. Del bollo de fibra de vidrio y metal retorcido cay una pieza suelta y

    sali otro hombre. Bajo las ruedas del mismo amasijo, otro. La pila de cuerpos que

    haba en el baldo vecino empez a desmoronarse como una montaa de hormigas

    dispersas. En la plaza haba un puado que tambin se sum. Otros, al percibir

    movimiento, salieron de algunas casas y se sumaron a la procesin arrastrando los

    pies. Pero no eran hormigas. No haba organizacin alguna en esa marcha lenta y

    constante de hombres, mujeres, nios y ancianos.

    El cielo, cerrado y sin luna, prometa ms calor. La brisa caliente se volva

    ms salada hacia la casa que tena las luces prendidas. No haba yuyo, tronco,

    piedra o pared que pudiera detener el avance de los cuerpos. Las chapas, maderas y

    vehculos amontonados alrededor obstruan el encuentro con la fuente de ese olor,

    cada vez ms fuerte, ms cido, ms salado. Las manos azules tanteaban y

    golpeaban. Una chapa se cay y mostr un hueco en la pared. Empujndose,

    pasaron. Uno, dos, tres, cinco.

    Ya estaban cerca de la puerta que los separaba del olor cuando sali una perra

    ladrndoles. Detrs de sta, un hombre sali gritando rdenes con una barra de hierro

    en la mano. Luego empez a golpearlos. Haba otros que olan igual y trataron de

    esconderse alrededor de la casa. Uno de ellos fue arrinconado y se cubri con una

    mujer, que fue devorada entre aullidos de dolor. El hombre de la barra de hierro

    traspiraba ms fuerte, su sangre corra ms rpido. Gritaba como salvaje, movindose

    de un lado a otro, partiendo crneos mientras los otros trabajaban en el hueco en la

    pared.

    Los que quedaron fuera de la cerca daban golpes monocordes. Por debajo de

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    los gritos de la gente que discuta del lado de adentro poda sentirse el coro de

    gemidos.

    ***

    No pas mucho tiempo y el hueco se volvi a abrir. Empujaron a uno de ellos

    hacia afuera. El hombre chillaba y pateaba la pared. Comenzaron a rodearlo. Dej de

    atacar la chapa para gritar en tono lastimero. Cuando sinti los dedos fros y hmedos

    tironendole la ropa, tom una viga de madera del montn de escombros y se abri

    paso a los golpes hasta perderse en el monte.

    Sbado, 19 de noviembre

    Rodrigo:

    Van cinco das de nuestro ltimo mensaje y seguimos sin obtener respuesta.

    La paloma vino sin ningn mensaje. Espero que hayan podido actuar a tiempo, porque

    de lo contrario slo puedo creer que haya pasado lo peor. La paloma regres, as que,

    con muy pocas esperanzas de que nos lean, les cuento las ltimas (malas) noticias.

    Fuimos atacados la misma noche que les escrib. No habamos terminado an

    con el permetro, estbamos cenando y empezaron a colarse unos cuantos hediondos

    les llamamos as por el olor que despideny, de no ser por nuestra Maika que nos

    avis de inmediato, podran haber acabado con todos nosotros. El viento soplaba en

    contra y eso hizo que no los sintiramos acercarse. Logramos frenarlos a tiempo, con

    el costo de dos vidas.

    Lo peor fue que eso podra haberse evitado. Cuando Eduardo fue acorralado,

    utiliz a Andrea como escudo humano y perdimos a la nica persona del grupo que

    haba hecho un curso de enfermera. Rubn intervino y pele muy duro, slo con un

    fierro pudo mantener a raya a los hediondos el suficiente tiempo como para que

    Armando, Carolina y yo pudiramos bloquear el sector deficiente. Eliminamos a cinco

    de ellos (unos veinte quedaron merodeando del lado de afuera).

    El da siguiente (el da que supuestamente bamos a utilizar para ir en busca

    del repuesto) fue peor que el anterior. Rubn insista en ejecutar a Eduardo por su

    acto de egosmo y cobarda. Armando y Caro trataron de convencerlo de que eso no

    volvera a la vida a Andrea y de que eran dos manos ms para ayudar en el trabajo.

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    Yo prefer atarlo como castigo y para que, por ansiedad, no comiera de ms, que era

    otra de las quejas contra l. Despus de mucho discutir, Rubn perdi totalmente el

    control y nos amenaz con un arma de fuego (que nunca le habamos visto), tom a

    Eduardo por los pelos y, arrastrndolo, lo llev afuera del permetro. Despus cerr la

    puerta.

    Mientras Eduardo nos maldeca, lloraba y gritaba splicas y perdn, Rubn

    nos apunt con su arma a uno por uno, obligndonos a jurarles lealtad. Tuve que

    escribir este mensaje a escondidas de l. Soy el viga y paso todo el da arriba del

    techo, en compaa de Maika, esperando que se calmen las cosas. Estoy muy

    nervioso. No me gusta la forma como Rubn mira a Caro, ni la manera como

    Armando masculla cada vez que aqul le da una orden.

    Jueves, 24 de noviembre

    Claudio:

    Entiendo la situacin en la que ests. Aqu todo es un poco ms calmo. Al

    parecer, la casa de don Julio es un escondite ideal dada las circunstancias. No

    contests esto, esper la prxima. En breve te estar enviando otro mensaje ms

    explicativo; hay noticias que tal vez sean buenas para todos.

    No entend lo de la paloma, lleg sin carta o no lleg?

    Don Julio dice que si el mundo cambia, las palomas tambin lo harn; teme que el

    olor a muerte las desoriente.

    Repito: no contestes esto. La paloma con el nuevo mensaje debera llegar en

    menos de dos das.

    Rodrigo.

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    SEGUNDA PARTE: LOS QUE HUYEN

    El Chateau

    Los militares del III Cuerpo haban tomado todos los predios circundantes al

    cuartel y hecho barricadas de contencin desde el predio Feriar hasta la Fbrica Militar

    de Aviones. Haban cerrado los puentes, y el ingreso de los sobrevivientes a la zona

    segura se haca a cuentagotas con todos los controles mdicos posibles. AunqueMario saba ahora que no importaba estar sano, porque nadie lo estaba, record cada

    una de las inyecciones que le pusieron y el mechn de pelo que le cort esa mdica

    tan bonita. Cuando le dieron el pase lo llevaron a las inmediaciones del Estadio. Todo

    el predio del viejo Chateau estaba cubierto por tiendas de campaas del ejrcito y

    carpas de todos los colores. Haba varios colectivos urbanos, donde tambin dorma

    gente, tanques y vehculos del ejrcito y de la polica. El estadio estaba repleto de

    personas, todo el da ah sentadas, o caminando sin nada que hacer. En el medio del

    campo de juego se haba levantado un gran hospital de campaa. Todo el da seescuchaban disparos, caonazos de los tanques, rfagas de metralleta. Pareca un 31

    de diciembre constante. A Mario lo ubicaron en la ex platea cubierta, lo sentaron en

    uno de los pocos asientos libres. Ah conoci a Cristian. Los dos estaban en la seccin

    de personas que haba llegado sin familiares. Los parlantes del estadio

    constantemente repetan nombres y ms nombres. De vez en cuando alguien se

    levantaba gritando alegre, emocionado y se diriga a un polica o a un soldado

    indicando que haban dicho su nombre. Era la seal de que, en algn lado de la

    zona, haba familiares. El nombre de Cristian son una tarde y l y Mario sedespidieron. Dormir era incomodsimo en el estadio pero al menos se senta seguro.

    Hasta la cuarta noche. Mario dorma cuando lo despertaron los gritos. Se incorpor

    rpido y vio que las luces se haban encendido. Cerca de l, los policas y los

    militares gritaban frenticamente intentando contener a la gente que quera salir.

    Mario mir el campo de juego y qued pasmado viendo cmo cientos de infectados,

    algunos vestidos como mdicos o policas, avanzaban contra la lnea de militares que

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    aguardaban orden para abrir fuego. En la tribuna del frente se vea cmo la gente se

    arrinconaba en la parte superior de las gradas, como cuando haba disturbios en un

    partido. Pero no era eso. La gente gritaba, un alarido coral invada todo, un alarido

    que no ces siquiera cuando los soldados abrieron fuego contra los infectados que

    salan del hospital de campaa. Y a ese fuego se pleg el de los policas en lastribunas. Sin embargo, el miedo empuj a la gente contra la lnea de defensa que les

    disparaba sin cesar. Cayeron muchos pero la multitud los alcanz en todos los

    sectores del estadio. Mario esper a que la multitud se abalanzara sobre las salidas

    para evitar ser arrollado y morir pisoteado. Pero la multitud baj de la tribuna sin

    mucha dificultad. Una nueva lnea de defensa policaca aguardaba en las salidas del

    estadio. Una nueva rfaga de muerte fue disparada contra los que intentaban salir. La

    multitud se mantuvo expectante hasta que muchos volvieron a buscar las armas de los

    efectivos cados en las gradas y cuando volvieron el tiroteo fue esta vez de ambos

    lados. En el puente de salida, Mario mir hacia abajo y vio cmo los soldados

    retrocedan superados por los infectados. A la cabeza!, a la cabeza!, gritaban los

    oficiales. Mario sali del estadio y corri hacia los colectivos urbanos pasando entre las

    carpas y tiendas. El ejrcito haba posicionado dos tanques y los soldados pedan

    tranquilidad. Las armas en manos de la multitud esta vez no se usaron con el ejrcito.

    La calma aparente no dur mucho. Se repitieron los alaridos, el miedo y la histeria se

    apoderaron de nuevo de la situacin. Los infectados salan del estadio y atacaban el

    campamento. Volvieron a sonar los disparos. Mario corri hacia la lnea de colectivos

    ubicada detrs de las lneas del ejrcito. Corra con desesperacin, empujando

    gente, pisando carpas y gente. Alcanzando la lnea de los tanques, que empezaban a

    moverse hacia el estadio, una mujer le puso un nio de unos 6 aos en el pecho.

    Ayudame!, le grit. Mario la mir apenas un segundo y afirm con un movimiento

    de cabeza. La mujer llevaba otro nio en brazos y una nena de la mano. La polica y

    algunos soldados custodiaban los colectivos. Mario se sorprendi al ver que la gente

    corra en todas direcciones pero muy pocos iban hacia los colectivos. A los bondis,

    le grit a la mujer. Esta vez fue ella la que asinti con la cabeza y corri hacia donde

    los efectivos formaban una lnea de defensa.

    Un polica los detuvo y les neg el paso a los colectivos. Mario dej al nio en el

    suelo y se lanz contra el polica que, tomado por sorpresa, cay. Otros policas se

    acercaron e intentaron detenerlo. Incluso uno le realiz una llave y, ponindolo contra

    uno de los colectivos, intent esposarlo; pero un oficial le grit: Djelo, Pez; que se

    suba carajo. Mario miro al oficial para darle las gracias pero no pudo decir nada,

    volvi a tomar el nio entre los brazos y subi al colectivo. Cuando se asegur de

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    que la mujer y los nios estaban bien, baj nuevamente pensando que poda ayudar

    a alguien ms. Dos soldados traan a una mujer mayor, con dos nios agarrados de

    su mano. Mario ayudo a subir a la seora y bajo para hablar con los soldados.

    Soldados, soldados!grit a los que acababan de traer a la vieja.

    Suba al colectivo, seordijo uno, volvindose.S, pero, por dnde salgo de ac?

    Espere unos minutos, intentaremos traer ms gente.

    Biendijo Mario subindose al primer escaln de ascenso al colectivo. Miraba

    la locura que se desataba apenas unos metros de donde estaba y luego miraba el

    estadio. Era increble pero haba llegado vivo hasta all.

    Gracias escuch desde el primer asiento. Mario se volvi y vio una mano

    extendida; era la mujer que le haba dado el nio y pedido ayuda. Soy Gladis

    agreg sosteniendo el saludo.

    Mario. De nada.

    Son mis hijos dijo la mujer mirando a los tres nios que se arremolinaban

    contra ella como si quisieran fusionarse en su pecho.

    Gladis, si los soldados no vienen en unos minutos o si la cosa se pone

    espesa para este lado, nos vamos, s?

    Sidijo Gladis dndose vuelta para presentarse a la mujer mayor, que estaba

    de pie al lado del asiento donde los dos nios que venan de su mano se

    acurrucaban, mirando el suelo, sollozando.

    Maradijo la mujer.Y estos son Carlitos y Mara, mis nietos.

    Romina, Camilo y Vctorrespondi Gladis sealando alternativamente a cada

    uno de sus hijos.

    Mario volvi a mirar dentro del colectivo y estaba por saludar a doa Mara

    cuando escuch que gritaban su nombre. Sac su cuerpo del vehculo, sin pisar el

    suelo y agarrado del pasamano. Por detrs del vehculo y de la lnea de soldados y

    policas apareci Cristian acompaado de dos jvenes ms. Mario sonri, sinti que

    conoca a Cristian de toda la vida; cuando ste subi al colectivo lo abraz como si

    hubiera encontrado a un hermano.

    Juan y Paula dijo Cristian, sorprendido por el efusivo abrazo. Los jvenes

    saludaron a Mario y se dirigieron rpidamente hacia el fondo del colectivo.

    No habas encontrado un familiar?pregunt Mario.

    No, era el mismo nombre. Garca hay bocha, o no?

    S, sdijo Mario, sonrindole.

    Mario mir hacia afuera. Las cosas parecan haberse calmado. Los tanques

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    se haban detenido en el estacionamiento del estadio y los soldados formaban un

    pasillo por donde miles de personas desfilaban hacia la explanada. Parecan

    soldados enemigos, rendidos y caminando custodiados. En la explanada haba

    doctores y enfermeros corriendo de aqu para all, atendiendo gente tirada en el

    suelo. Mario observ aterrorizado cmo un soldado iba junto a cada mdico. Si elmdico haca la inequvoca seal de que el paciente estaba muerto, el soldado le

    disparaba un tiro en la cabeza. Mario bajo corriendo, dos soldados lo detuvieron en

    seco, derribndolo.

    Estn matando a los enfermos. Hijos de puta! Un culatazo le hizo perder el

    conocimiento.

    Despert con un dolor intenso en la nuca. Gladis y su hija Romina estaban junto

    a l. Le tom un tiempo darse cuenta de que estaba en el colectivo, en la parte trasera.

    A pesar del dolor y el mareo, se incorpor y qued sentado.

    Los matan porque si no resucitan. Se hacen mordedores, no, m? le dijo

    mirndolo fijamente Romina, parada junto a su mama.

    Mario mir a la nena y despus a Gladis que le afirmo con la cabeza. Mario

    intent alargar su brazo para tocarle la cabeza pero Romina se acurruc contra su

    madre.

    Cmo estn las cosas afuera?pregunt Mario.

    No s, Mario. Hasta que se puso de noche pareca que tenan todo controlado.

    Pero hace un rato los soldados van y vienen y los tanques se escuchan avanzar de a

    poco. En el puente pasa algo. Seguro.

    Los otros?

    A Cristian casi se lo llevan. Cuando te pegaron el culatazo, se bajo y se

    abalanz sobre el que te peg. Juan y la novia los convencieron al final que no lo

    detengan.

    Bien, bien. Consiguieron algo para comer?, tengo mucha hambre.

    Hay manzanas, pan y algunos chocolates, pero los guardamos para los chicos.

    Est bien.

    Cristian se acerco al ver a Mario despierto y sentado, y lo saludo con afecto.

    Hablaron un poco. Cristian lo ayud a pararse y se qued cerca de l mientras

    recorran el pasillo hasta la parte delantera del colectivo. Mario se sent en el asiento

    del conductor y revis el tambor de arranque para ver si estaban las llaves puestas.

    Cristian, tenemos algo para defendernos? Palos? Algo?

    Al fondo, donde estaba vo encontramo cinco palo de escoba. Con eso le

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    podemodar.

    No estara mal que nos den una pistola por lo menos.

    Paqu?

    No le quiero decir a la Gladys, ni a los otros, para no preocuparlos. Pero me

    parece que todo se va a la mierda, loco. Estamos rodeados de esos culiados.Vo decqu culiau!, y yo dicindole a la Gladis que estaba todo de lujazo.

    Est bien, no hay que alarmar a nadie, pero est atento, loco.

    Juan y Paula subieron al colectivo, agitados. Mario y Cristian los miraron y

    esperaron a que recobraran el aliento.

    Arrancdijo al fin Juan.

    Qu pasa? Juan, Qu pasa? dijo Mario acomodndose en la silla del

    conductor.El puente, hay canbales por todos lados.

    Que culiau, vamono` a la bosta, Mario; arranca!

    Mario intentaba poner en marcha el colectivo, estaba nervioso. Trat de

    tranquilizarse y por fin encendi el motor. Cuando pensaba hacia donde salir, se

    escucharon tres disparos solitarios que paralizaron a todos en el mnibus. Un segundo

    despus del ltimo disparo, se desat un estruendo que hizo saltar a todos en sus

    asientos. Los tanques disparaban sus caones por primera vez. Mario al fin puso

    primera y arranco. Se dirigi a Feriar, por el bosque del viejo Chateau. Un soldado salt

    al colectivo y orden que siguiera hasta la entrada al predio. Se qued en la puerta

    abierta en posicin de disparo. Aunque no vean mucho, el sonido de las armas hacia

    pensar en un verdadero infierno en la zona del estadio. Mario prendi las luces y vio

    cmo corran de aqu para all soldados y policas. Un soldado les haca seas para

    que dirigieran el colectivo hacia la entrada del predio. El que iba en el colectivo

    ordeno a Mario a detenerse.

    Cabo salud haciendo la venia el que estaba dirigiendo el trnsito de los

    vehculos que evacuaban.

    Cul es la situacin en Feriar, soldado?

    El 5 y el 9 de la aerotransportada ha sido movilizado hacia el puente, seor.

    Se est evacuando la zona.

    Hay podridos ah?

    No que yo sepa, seor.

    Perfectodijo el cabo haciendo la venia. El soldado respondi al saludo y

    volvi a lo suyo.

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    Esto es lo que vamos a hacer dijo el cabo subiendo unos escalones y

    mirando a los que estaban sentados en el mnibus.Detrs de Feriar hay un barrio

    pequeo; en teora esta evacuado. Vamos a ir ah, buscar provisiones y tratar de salir

    de Crdoba.

    No deberamos quedarnos aqu y ayudar?dijo Juan levantndose.No es discutible, entendido?dijo el cabo apuntndolo.

    Ey, ey, tranquilodijo Mario, si es lo mejor para nosotros, est bien.

    Djense de pelotudeces y pongan atencin. A Feriar.

    Mario obedeci pero mantuvo la atencin en el cabo que miraba desde la

    puerta tratando de escrutar la oscuridad. El complejo bulla de actividad, las tropas se

    movilizaban hacia el puente y nadie prest atencin al colectivo que pasaba

    lentamente en direccin contraria a donde todos iban.

    El cabo le hizo seas a Mario para que metiera el colectivo en el bosque lindero

    al complejo, pero Mario le dijo que no poda manejar all as que el Cabo le seal el

    alambre del permetro norte del complejo.

    Pasalo por arribaorden apuntndolo.

    Mario no objet y se prepar para un golpe fuerte. Sin embargo, el alambrado

    cedi casi sin resistencia, pero no pudo esquivar un rbol que estaba pegado a la

    salida. Todo el costado derecho del mnibus chirri rayndose contra las ramas. Mario

    baj la velocidad y manej despacio entre los rboles. Las luces del colectivo

    empezaron a iluminar a algunos infectados que no hacan mucho por esquivar el

    colectivo.

    No los pases por encima que se va a hacer mierda el tren delantero dijo el

    cabo preparndose para disparar.

    Mario esquivaba rboles e infectados, pero iba muy lento; rpidamente se

    vieron rodeados; en la puerta delantera el cabo disparaba a los que intentaban subir.

    Los palos de escoba grit doa Mara. Y, excepto los nios y Mario, todos

    tomaron uno y abrieron las ventanillas.

    A la cabezaGrit el cabo. Con fuerza en la cabeza.

    Gladys vomit despus de que hundiera su palo en el ojo de un infectado, que

    cay inmediatamente. A Cristian, Juan y Paula no les iba mejor. Doa Mara, en

    cambio, pareca haber esperado toda su vida para ese momento. Incluso le pareci a

    todos que los infectados dejaron de acercarse a la ventanilla donde doa Mara hunda

    su palo en ojos y bocas. Mario aceler un poco cuando vio un sector despejado de

    rboles y detrs de eso un camino de tierra. El movimiento bastante brusco hizo que

    todos perdieran el equilibrio y cayeran en los asientos. El cabo se dio vuelta para

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    insultar a Mario. Un infectado aprovecho la distraccin y lo mordi en el antebrazo y

    luego otro ms le alcanz la pierna. El cabo dispar dos veces y se largo a llorar,

    lloraba e insultaba a Mario.

    Me mordieron! Me mordieron! Hijo de puta! Me mordieron!

    Cristian y Juan intentaron ayudarlo pero el cabo los apunt. El colectivo dejabalentamente atrs a los infectados que lo rodeaban y tomaba el camino de tierra que

    sala del bosque. Cristian intent acercarse al cabo que segua llorando, enfurecido.

    Si te muerden, cagastedijo, tir su fusil afuera y saco la 45. Apunt a Mario

    pero Cristian le tom el brazo. El disparo peg en la ventanilla del conductor. Mario se

    sobresalt pero no perdi el control del colectivo. Cristian segua forcejeando con el

    cabo, intentando quitarle el arma, pero est lo golpe y se libr de l. No alcanz a

    realizar un segundo disparo. Doa Mara le dio un palazo en la cara, que lo dejo

    perplejo. Gladys complet la faena empujndolo por la puerta delantera, todava

    abierta. El cabo cay y se incorpor rpidamente, la velocidad no era mucha. Cristian

    se asom por la puerta y los otros sacaron la cabeza por la ventanilla. Mario detuvo el

    mnibus, pero el cabo no intent alcanzarlos. Puso el can de la 45 en su boca y

    dispar.

    Mario arranc nuevamente. Nadie habl hasta casi una hora despus.

    Las Delicias

    El colectivo naranja avanzaba despacio, con las luces apagadas. Mario Mori,

    su conductor, agradeca a Dios en silencio que la ruta pareciera desierta. Nifiambres,

    ni autospens y volvi a agradecer a Dios.

    Cristian, el empleado de la Fiat que haba conocido en el infierno del estadio

    Mario Kempes, se acerc a l con un mate.

    Groso, pendejodijo Mario sonrindole.La Glady lo prepar con esas huevadas para calentar el agua dijo Cristian

    mirando la ruta.

    Y dnde lo enchuf?pregunt Mario.

    Ni la ms puta, loco. Debe habe un enchufe ai atr, que se io, no s

    respondi Cristian.

    Y la gente, cmo est?

    La Glady y los hijo,de lujo; la parejita duerme y doa Mara tasentada atrs

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    cuidando los nietos. Una masa la vieja; cmo le daba a lofiambreque se colgaron del

    Bondi; abuso, o no?

    Site digo la verdad, Cristian; no me gusta nada esto tan tranquilo. Desde

    que salimos del Chateau y de la lnea de defensa, no vi ni gente ni fiambres.

    La verda as da m cagazo que con los fiambre caminando al lado delbondi. O no?

    Si, tens razn.

    Vodec que lo mejor es La Calera, loco? A m no me parece; el camino

    capaz que este mfcil, pero cruzar La Calera, no s, bolu. No s.

    Podramos intentar otra cosa. Por ac ms adelante est el country Las

    Delicias.

    Y, esos culiadazodeben tener morfi y remedio. Vodecque vamo?

    Llam a los otros y lo decidamos.

    Cristian volvi a la parte trasera con el mate en la mano y poco despus estaba

    de vuelta acompaado de Gladys, Juan y Paula.

    Doa Mara?Pregunt Mario.

    Se qued atrs. Dice que lo que hagamos, para ella est bien respondi

    Gladys.

    Discutieron las opciones. Ninguno quera seguir casi a ciegas hasta La Calera

    y decidieron que intentar en el country era menos riesgoso. Incluso si estaba

    infestado, en Las Delicias sera ms fcil escapar rpidamente.

    Juan, Paula y Cristian volvieron atrs a preparar los palos de escoba que tanto

    les haban ayudado cuando cruzaron los bosques del Chateau. Gladys le ceb otro

    mate a Mario mientras escrutaba la oscuridad.

    All, en las luces esas es?pregunt.

    S; que estn prendidas las luces es una buena seal.

    Te falt decir ono?,como el Cristian.

    Ambos sonrieron. Mario devolvi el mate y le dijo a Gladys que preparar a sus

    hijos. En realidad, estaba muy nervioso. Que las luces estuvieran encendidas no era

    seal de que el predio fuera seguro. Todos lo saban porque todos venan de la zona

    segura. Mario repas lo que haban pasado no como un ejercicio de memoria sino para

    intentar darse esperanza. Si haban sobrevivido a eso, la suerte estaba de su lado.

    Constantemente sacaba los pensamientos funestos y volva a repetir, como

    imprimiendo un subtitulo a las imgenes que le volvan a la mente, ya est, no nos

    vamos a morir; no podemos morir.

    Cuando estaba a unos treinta metros de la entrada a La Delicias, encendi las

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    luces, para que si haba alguien vivo supiera que se acercaban. Las casetas de

    seguridad estaban a oscuras, Mario pens que haban hecho el intento en vano, Las

    Delicias era zona muerta, como su barrio, como el Chateau, como toda Crdoba.

    Estaba por preguntarles a los otros qu deba hacer cuando desde la caseta vio el

    destello de una linterna que se encendi e hizo seas apagndose y prendindose tresveces. Mario repiti la seal con las luces del colectivo y espero la respuesta. Una

    alegra tonta lo asalt, sinti que estaban salvados, que todo se acabara pronto,

    incluso se vio viviendo en el country, con los otros, compartiendo alguna de las

    hermosas y amplias casas que se vean por sobre el vallado de seguridad.

    Cristian, Gladys, Juan y Paula estaban junto a l mirando cmo se acercaban

    dos guardias, armados con itakas.

    Que descienda uno solodijo uno de los guardias, bajando el arma.

    Mario se levant del asiento y se dirigi a la puerta; todos pensaban que iban a

    discutir qu hacer, pero Mario ya se diriga al guardia con las manos en alto sin que los

    otros pudieran decir algo.

    Venimos del Chateau, estamos buscando un lugar seguro para resguardarnos

    dijo Mario bajando los brazos lentamente.

    Ac no hay lugar. Da marcha atrs y volv por donde viniste.

    Loco, tenemos chicos en el bondi, tenemos poca comida, poca agua y el

    combustible no nos va a durar mucho ms.

    Ac no, te digo. Son rdenes. No pasa nadie que no est en la lista. Ests

    en la lista? Seguro que no, as que pica de ac, mierda.

    Qu te pasa loco? No sabs lo que es Crdoba? No hay chance, hay

    fiambres por todos lados.

    No escuchs, gil? Ac no!

    Par, Flores, par!terci el otro guardia. Hablemos con Castaeda; esta

    gente es la primera que vemos desde que el ejrcito despej la zona.

    Castaeda dijo que no lo jodamos, que no entra nadie que no est en la lista.

    Castaeda me chupa la pija, depende de starespondi el otro, sealando su

    itaka. As que mejor que venga cuando yo lo llame.

    Como quieras, Ortiz; como quieras.

    S, quiero.

    Ortiz le hizo seas a Mario para que lo siga. Cristian haba bajado y quiso

    seguirlos, pero los guardias se lo impidieron.

    ste solodijo Ortiz sealando a Mario.

    Los tres hombres recorrieron rpidamente el espacio que los separaba de las

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    casetas de entrada. Mario supo que Ortiz y Flores no eran los nicos guardias que

    haba all. Al menos seis hombres armados se mantenan atentos y silenciosos en

    laoscuridad. Condujeron a Mario dentro de la caseta y Ortiz dio la orden de buscar a

    Castaeda. Uno de los hombres que estaba afuera subi a un carrito de golf y se

    adentr en el country.No le va a gustar nada a Castaedadijo Flores.

    Ya te dije, me chupa la pija Castaeda. Tiene el culo tranquilo porque nosotros

    estamos ac. As que no se ponga en ortiva, porque me alzo al ocote y los podridos

    se lo comen a l y a todos los hijos de puta que hay ac adentro.

    Ortiz ofreci a Mario un poco de caf que ste acept pensando que pronto

    todos los que venan con l tomaran caf, seguros tras los muros. Ortiz miraba hacia

    adentro, en silencio. Cuando vio que el carrito volva hacia la entrada, tomo de nuevo

    su itaka y sali, hacindole seas a Mario para que los siguiera. Del carrito se ape

    un hombre de unos cincuenta aos, vestido con un pulver amarillo crema y se dirigi

    a Ortiz con un gesto de fastidio.

    Qu mierda pasa Ortiz?dijo.

    Han llegado sobrevivientes, gente que escap de la zona segura del

    Chateau.

    Zona que ya no es segura para nada.

    Y?, es gente que est en la lista? pregunt el hombre mirando con ms

    detenimiento a Mario.

    No, Castaeda, no estn en la lista pero van a entrar.

    No entra nadie que no est en la lista. Cuntas veces lo vamos a discutir, la

    puta madre, Ortiz? Los nicos que entran son militares y sus familiares. Simple.

    Simple un carajodijo Ortiz, cargando su arma y levantndola. Mario dio un

    paso hacia adelante, pero Flores lo detuvo, apuntndolo.

    Dejalo, mierda dijo Ortiz mirando a su compaero. Los otros guardias

    miraban la situacin, tensos, todos apuntando a unos o a otros sus armas Dejalo, te

    digo. Y vos, Castaeda, las cosas cambiaron. La guita ya no vale una mierda y no

    creo que vuelva a valer nada. Ahora mandan los que tienen chumbos. Ahora mando

    yo. Esta gente va a entrar, te guste o no.

    Ests loco, Ortiz, tenemos todo contado. No podemos recibir a nadie ms.

    Cuanto ms gente, menos alimentos, menos remedios. Con ms gente, no hay

    paga.

    Est claro?

    Baj el arma Ortizdijo Flores, apuntando esta vez a su compaero.

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    No bajo nada, chupa media. Quin est conmigo?

    Nadie, Ortiz, nadie dijo Castaeda. Si tanto te gustan esos, andate con

    ellos.

    Eso s, tu arma se queda.

    Ortiz dispar. La mano de Castaeda se deshizo en una explosin roja. Floresdispar contra Ortiz y lo alcanz en el hombro y, cuando se acercaba para rematarlo,

    un disparo en la cabeza lo detuvo en seco, hacindolo caer muerto al lado de Mario.

    Ayudame, carajole grit Ortiz.

    Qu hacemos? pregunt Mario mientras tomaba a Ortiz por el torso y lo

    ayudaba a incorporarse.

    A la casetadijo Ortiz sealando la puerta con su arma.

    Dos hombres cubran la retirada disparando contra los otros que se

    parapetaban detrs del carrito de golf. Castaeda gritaba y se retorca en el piso a unos

    metros de ellos.

    Maten a ese culiado dijo Ortiz, que respiraba entrecortado. De la herida

    manaba mucha sangre.

    Uno de los guardias realiz dos disparos y Castaeda qued en silencio. Ya

    dentro de la caseta, Ortiz se apoy en una pared y se dej caer. Una mancha roja

    surga a medida que su espalda la recorra. Uno de los guardias advirti que venan

    ms de ellos desde los otros puntos de guardia. Al parecer, todos estaban en contra.

    Ortiz respir y exhal tan fuertemente que Mario pens que haba muerto. Sin

    embargo, el guardia se incorpor rpidamente como si no estuviera herido.

    Pelotudos!gritPelotudos de mierda!

    Otro de los suyos cay, con un disparo en el cuello. Se convulsiono en el

    suelo dos o tres veces y muri.

    La nica que nos queda es rendirnos, Ortizle dijo el otro guardia. Al menos

    para que nos dejen irnos a la mierda.

    S, sdecles.

    El guardia no respondi los ltimos disparos y pronto se hizo silencio.

    Nos vamos. Nos vamos con las armasdijo desde la casilla.

    Salgan con las armas sin apuntar. Tienen tres minutos para dejar la caseta y

    el predio. No vamos a disparar.

    No les creo una mierda, pero no nos queda otradijo Ortiz,Vamos.

    Los tres hombres salieron despacio de la caseta; unos quince guardias les

    apuntaban formando un semicrculo.

    Me voy, Bez, no hagas boludecesgrit, Ortiz.

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    Dale, Ortiz, tens mi palabra.

    Y la de Guzmn? pregunt Ortiz, recordando al amigo de Flores cuando

    vio el cuerpo de este en medio de un charco oscuro.

    Si, la de Guzmn tambin. Salgan despacio y no hagan ninguna boludez.

    Mario ayudaba a caminar a Ortiz y el restante guardia cerraba el grupocaminando hacia atrs. No pas nada hasta que vieron el colectivo con las luces

    apagadas y en silencio. Cristian baj y ayudo a Mario a cargar con Ortiz.

    Qu pas?pregunt.

    Despus te cuento; submoslo al bondi respondi Mario, contento de ver a

    Cristian.

    Cuando llegaron a la puerta del mnibus, se escuch una rfaga de disparos.

    El guardia que cerraba el paso cay, sin emitir siquiera un gemido. Sin duda, un

    disparo certero. Cristian ayudaba desde arriba a que Ortiz subiera cuando Mario

    emiti primero un gemido y despus un grito al caer en el asfalto. Cristian empuj a

    Ortiz que cay en el primer asiento del colectivo y salt a la calle. Gladys grito

    pidindole a Cristian que volviera a subir. Juan se apresur a ayudar a Cristian y

    ambos subieron a Mario al colectivo. Ambos se mancharon de sangre, como si fueran

    carniceros en plena faena.

    Hijos de mil putasdijo Ortiz, sacando la itaka por la ventana y disparando a la

    oscuridad. Dale pibe, arranc que nos revientan.

    Cristian se sent en el asiento del chofer y encendi el motor. Sali en marcha

    atrs y as condujo por unos trescientos metros hasta que fren el colectivo y

    dejndolo encendido se par para ir a ver a Mario.

    Y, loco?le pregunt a Juan que estaba arrodillado junto a Mario.

    No s, Cristian. Le sale mucha sangre.

    Hay que entrar en el country ahora mismo. Pero le vamos a llevar una

    sorpresitadijo Ortiz despatarrado en el primer asiento, con la itaka sobre el pecho.

    No ve, culiau, que est herido el Mario dijo Cristian, yendo hacia la parte

    delantera para hablar con Ortiz.

    No seas boludo, pendejo. Tu amigo se muere, pero podemos hacer que estos

    hijos de puta paguen lo que han hecho, le vamos a llenar el country de fiambres. Y que

    se caguen.

    No veque hay criatura ac, boludazo de mierda. Quin te creeque s?

    Tiene razndijo Mario con voz dbil. Que paguen esas mierdas.

    Glady?pregunt Cristian. Gladys mir a sus hijos, despus mir un rato el

    suelo y al fin asinti con un movimiento de cabeza.

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    Doa Mara?

    Si,mhijo.

    Juan?

    No.

    Sdijo Paula; Juan la mir un rato y luego asinti.Hechodijo Ortiz. Aydenme a preparar todo.

    Qu hecho,culiau?dijo Cristian haciendo el gesto con sus manos. Mario,

    qu decvo?

    Vamos, pendejo; dmosle masa.

    Cristian se call. Ortiz se sent mejor y orden que apagaran el motor. La idea

    era simplsima, haba que rodear el country, detrs, donde terminaba el barrio militar

    encontraran seguramente a miles de podridos deambulando por ah. Seguramente

    seguiran el colectivo pero tendran una carnada, algo que les hiciera seguir el vehculo.

    Ataron a Mario en la puerta de descenso del mnibus; los pies casi tocaban el

    suelo, tena la cabeza apoyada en la puerta abierta. Cuando Juan le dio un poco de

    agua supo que no le quedaba mucho tiempo. Aunque era algo que saban todos,

    incluso Cristian, Ortiz le dio una 45; Mario la tom y, sin darle demasiada importancia,

    la apoy en su regazo.

    Est lista para dispararle dijo.

    Cristian conduca despacio en medio de la oscuridad; la luz del colectivo

    iluminaba las calles, se vean autos con las puertas abiertas, casas a oscuras, con

    las puertas igualmente abiertas, pero nadie por ah, ni vivos ni muertos.

    Dobl a la derechadijo Ortiz. Si no me equivoco, cerca de la plaza vamos

    a encontrar miles.

    Cristian dobl y cuando los focos iluminaron al frente, clav los frenos

    instintivamente. Detrs de las vallas azules que usualmente usaba la polica para

    acordonar zonas, se vean miles de podridos, parados, sin hacer mucho ms que

    gemir intermitentemente.

    S! grit satisfecho Ortiz. Ponelo de culata y cuando te diga, chocas

    las vallas.

    Oka respondi Cristian.

    La maniobra le cost un poco, pero en menos de cinco minutos el colectivo se

    aprestaba a chocar las vallas. El primer golpe las hizo tambalear y Mario emiti un

    gemido doloroso. El segundo choque bast para que dos vallas se abrieran lo

    suficiente. Los infectados comenzaron a cruzar uno a uno y Cristian se alej

    despacio. Mario dispar dos veces pero no detuvo a ningn muerto. La valla se abri

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    mucho ms, empujada por los miles de podridos que hacan ahora presin sobre ella.

    El colectivo avanzaba unos metros y se detena esperando a la multitud. Dos muertos

    casi alcanzana Mario, quin dispar y esta vez le dio a uno, un hombre de mediana

    edad vestido con ropa de tenista que se detuvo en seco y cay sobre el asfalto con

    una escarapela roja en la frente. Ortiz se encarg del otro.Cmo estn todos?pregunt Cristian, mirando por el retrovisor.

    Gladys y doa Mara le hicieron seas positivas y volvieron a acurrucar a los

    nios. Juan y Paula iban y venan por todo el colectivo, mirando por las ventanas para

    ver si los podridos no rodeaban el micro.

    A la izquierda una y despus dos a la derechagrit Ortiz desde la escalera

    de descenso antes de disparar dos veces. Vamos bien. Hay muchsimosY como si

    quisieran subrayar las palabras de Ortiz, decenas de manos golpearon la parte de

    atrs del colectivo.

    Cristian vio al fin el alambrado del country, la parte ms dbil del permetro.

    como haba dicho Ortiz. Aceler dejando unos cien metros detrs a la muchedumbre

    de infectados y se detuvo a unos metros del alambrado.

    Ortizgrit.

    Voy.

    En la mitad del colectivo, Ortiz le dio la itaka. Le dijo que estaba lista para

    disparar y que tirara a las piernas hasta que se acostumbrara y pudiera darle a una

    cabeza. Cristian se sent junto a Mario y le toc el hombro. Mario despert, levant un

    poco la cabeza y levant el arma, sonrindole. Cristian pens que la cara de Mario

    pareca la de un borracho, pero supo que era la muerte la que le dibujaba a su amigo

    la sonrisa.

    Pendejodijo Mario acaricindole la mejilla con la palma de su mano. Cristian

    intent controlar sus lgrimas pero las primeras ya le bajaban por el rostro y trepaban

    la mano de Mario. No quiero ser uno de esos.

    No, no Marito, ia s.

    Sal de sta, pendejo, s? Promtemelo.

    Te lo prometo, Marito. Te lo prometo.

    Bien, pendejo; biendijo Mario y con una rapidez que sorprendi a Cristina, se

    puso el 45 en la boca y dispar.

    Cristian salt hacia atrs y despus se arroj sobre el cuerpo inerte de Mario.

    Un muerto haba alcanzado la escalera e intentaba torpemente tomar el brazo de

    Cristian. Juan que haba corrido hacia atrs cuando escuch el llanto de Cristian,

    clav en la cabeza del infectado un palo de escoba.

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    Agarrate de algo, Cris: vamos a chocar contra el alambre.

    Mario se mat, loco, se peg un cuetazo l solo.

    El impacto contra el alambre hizo que el cuerpo de Mario casi cayera pero

    Cristina logr mantenerlo en el bus. Ortiz fren a unos metros del alambre cado y

    esper ver a los infectados entrar. Volvi a ponerse en marcha, pero lo hizo despacio.Quera que los guardias notaran su presencia cuando la muchedumbre de infectados

    fuera abrumadora. Pasaron las primeras dos casas que estaban a oscuras, sin que

    los notaran. Bajando una loma, vieron una casa de dos pisos, con grandes

    ventanales. Detrs del ventanal de planta baja, una mujer miraba aterrorizada el

    colectivo que avanzaba lentamente por la calle seguido por cientos de infectados.

    Gritaba o al menos eso pareca porque ninguno en el colectivo poda escucharla.

    Ortiz la salud como si fuera el chofer de un tour de ancianos paseando por la ciudad.

    Cristian!, Juan!llam Ortiz.

    Qu pasa?dijo Juan acercndose a l.

    Tom dijo el guardia, manejando con una mano y con la otra sacando un

    revolver plateado. Est listo para disparar. En el cinturn tengo otra para Cristian.

    Yo no voy a dispararobjet Juan.

    Entonces dsela a tu novia, o a Gladys.

    La ma? dijo Cristian que haba dejado el cuerpo de Mario en el ultimo

    asiento. Me deben un par de cuetazo esoculiau. Dame las dosi vono querpero

    Paula ya haba tomado el arma de Juan.

    La mujer de la casa haba dado la alarma. Dos coches de golf se acercaban al

    colectivo con varios guardias en cada uno. Ortiz aceler y enfilo hacia el parque de una

    de las casas para que los guardias no se parapetaran all. Paula sac la mitad de su

    cuerpo por una de las ventanillas y dispar. Por suerte o por puntera excepcional, le

    dio al conductor de uno de los carros, que choc contra un cordn. Otro ms cay

    derribado por Paula apenas baj del carrito. Doa Mara cuidaba a los chicos sentados

    a la mitad del mnibus. Gladys y Juan esperaban junto a la puerta trasera con los

    palos de escoba en la mano. Una rfaga de disparos alcanz al colectivo, haciendo

    estallar varias ventanillas. Ortiz clav los frenos pero no pudo detener a tiempo el

    colectivo que choc contra la entrada de la casa por cuyo jardn andaban. La rfaga

    se repiti y todos se tiraron al piso. A excepcin de doa Mara. Todos vieron como

    salan del cuerpo de la anciana gotas y chorros de sangres como si fueran pequeas

    mariposas que volaban hacia las ventanas para estrellarse en un fulgor rojo. Los

    nios lloraban, abrazados, aterrados. Cristian y Ortiz se levantaron gritando,

    enfurecidos y disparando sin apuntar.

  • 7/24/2019 Letra Muerta Bawden Novek

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    Los guardias tenan al colectivo bajo fuego incesante pero pronto se dieron

    cuenta del regalo que vena detrs del bus. La confusin le permiti a Cristian, a

    Paula y a Ortiz cubrir el escape de los otros. Ortiz les indic que corrieran hacia el

    norte. Esa parte daba a un descampado y con seguridad haba pocos infectados en

    esa zona. Gladys, con sus tres hijos y los dos nietos de doa Mara abra la marcha,seguida por Juan y Paula. Ortiz y Cristian seguan sobre el colectivo, disparando.

    Pronto los guardias supieron que los infectados eran muchos ms de los que podan

    contener y retrocedieron en desorden. Ortiz sac a Cristian del colectivo y lo empuj

    para que alcanzara a los otros.

    And, pendejo.

    Y vo?

    Yo me quedo, me voy a asegurar de que estos hijos de puta la paguen todos.

    Vamo, Ort, con el quilombo no se van a da cuenta, podemo pica el boleto

    sin drama.

    No, Cristian. La herida del hombro es grave, los voy a retrasar. Andate.

    Despus del descampado agarren el ro. No debe haber fiambres por ah. Busca

    provisiones y crucen la montaa. Hay casas en medio de la montaa donde seguro

    pueden pasar unos das.

    Taseguro, loco?

    S, and pendejo. Lamento lo de Mario. En serio.

    Si pods, quem el Bondi; es como enterrarlo a l y a la doa Mara.

    Hecho.

    Chau, Ort

    Chau, Cristian. Acordate. Por el ro.

    Por el ro.

    Cristian alcanz a los otros cuando pasaban el alambre por debajo, en una

    zona donde estaba levantado. Gladys pregunt por Ortiz dos veces pero Cristian no

    respondi y Gladys supo lo que pasaba.

    Primero por el ro y despus tenemo que agarra la montaa dijo Cristian

    acomodndose el revlver en el cinturn.

    Cuando haban caminado unos metros, se escuch una explosin y un fulgor

    naranja se elevo en la zona donde el colectivo haba chocado. Cristian se persign

    en un acto reflejo y en silencio le agradeci a Ortiz.

  • 7/24/2019 Letra Muerta Bawden Novek

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    Una combi venida del cielo

    La cabeza de la adolescente apoyada contra la ventana de la Van rebotaba

    con cada traqueteo de la camioneta, su mirada sin embargo pareca perdida en un

    horizonte que apenas si asomaba entre las subidas y bajadas de la ruta. Elconductor, un hombre de sesenta y pocos aos, vestido de negro, miraba atentamente

    el camino. Era un milagro que slo hubieran tenido que atropellar a cinco de esos

    monstruos en todo el camino. Un milagro asegurado, lo saba bien porque era un

    hombre consagrado a Dios. Era cura.

    Tomaron una curva cerrada, el cura disminuy la velocidad y tens aun sin

    quererlo todos sus msculos. Haba tres infectados sobre el asfalto, dos tenan

    uniforme del ejrcito y el restante vesta saco y corbata. El padre tom el lado ms

    abierto de la ruta y ac