León Solis, Leonardo, Araucania. La violencia mestiza y el mito de la pacificacion

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Historia del pueblo mapuche en la segunda mitad del siglo XIX

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ARAUCANÍA: LA VIOLENCIA MESTIZA

Y EL MITO DE LA “PACIFICACIÓN”, 1880-1900

Leonardo León

Escuela de HistoriaSantiago de Chile

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Escuela de Historia y Ciencias SocialesUniversidad ARCIS

julio, 2004

DIRECTOR: Gabriel Salazar VergaraSECRETARIO DE REDACCIÓN: Jorge Benítez González

© 2002, Leonardo León/ Universidad Arcis

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Primera edición: diciembre 2002. Hecho el depósito que prevee la Ley N° 11.723.Impreso en Chile

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Registro N°

ISBN:

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En recuerdo y memoria de

Pablo Aranda(detenido desaparecido)

yDagoberto Cortés

(ejecutado político)

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ABREVIATURAS

BHG: Boletín de Historia y Geografía, Universidad Blas Cañas.CUHSO: Cultura, Hombre, Sociedad, Universidad Católica de Temuco.EC: Estudios Coloniales, Universidad Nacional Andrés Bello.Historia: Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.DIBAM: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile.CH: Cuadernos de Historia, Universidad de Chile.RCC: Revista Contribuciones Científicas, Universidad de Santiago.RCS: Revista de Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.RDHCh: Dimensión Histórica de Chile, Universidad Metropolitana deCiencias de la Educación.REA: Revista Española de Antropología Americana, Madrid.RF : Revista Frontera, Archivo Regional de la Araucanía.RHI: Revista de Historia Indígena.RHSM: Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Universidad deSantiago.RI: Revista de Indias, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid.AJT: Archivo Judicial de Temuco.AJA: Archivo Judicial de Angol.

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Autor: Odber Heffer BissettArchivo: Museo Nacional de Historia Natural, Santiago de Chile.Mapuche. Fotografías Siglos XIX y XX. Construcción y Montaje de un Imaginario, Margarita Alvarado P., Pedro Mege R.,Christián Báez A. (Eds.), Santiago de Chile, Pehuén, 2001.

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INTRODUCCION

Entre 1880 y 1900, los mestizos fronterizos asentados en la Arauca-nía se transformaron en el más poderoso obstáculo para la consolidacióndel proceso de ocupación de los territorios tribales que pretendió reali-zar el Estado chileno1. En efecto, si los mapuches fueron finalmenteforzados a aceptar la imposición de la institucionalidad huinca (extran-jera) sobre sus tierras, la resistencia de la población mestiza a la expan-sión fue mucho más violenta y tenaz. Sin embargo, a diferencia de laestrategia tribal de resistir convocando sus fuerzas militares, los mestizosusaron el ladino recurso de la guerra social que, desde el centro de lanueva sociedad civil, erosionaba los mecanismos de gobierno, deslegiti-maba a la autoridad y creaba un clima generalizado de temor y angustia.En ese sentido, su oposición no consistió en batallar contra el ejército,sino en acosar, perseguir y destruir a los granjeros, empresarios, y colo-nos que, desde el mundo del capital, del trabajo o de la inmigración,llegaron a la Araucanía a cosechar los beneficios materiales que les ofre-ció la ocupación. Para conseguir estos objetivos, los mestizos requeríanreproducir el clima de inseguridad y desgobierno que por siglos presidióla vida fronteriza. La tarea, en sí, no era difícil, pues los mestizos sola-mente debían seguir siendo lo que siempre habían sido: insubordina-dos, temerarios y autónomos. En una palabra, debían asumir su identi-dad histórica de afuerinos2.

1 Para el marco general se puede consultar las valiosas obras de SERGIO VILLALOBOS, RelacionesFronterizas en la Araucanía, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1982; Araucanía.Temas de historia fronteriza, Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1985; Los Pe-huenches en la vida fronteriza, Santiago de Chile, Ediciones Pontificia Universidad Católicade Chile, 1989; Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la Guerra de Arauco, Santiago deChile, Editorial Andrés Bello, 1996; “El avance de la historia fronteriza”, RHI, N° 2, pp. 5-20. Véase además FRANCISCO A. ENCINA, Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1920, 18Vols., Santiago de Chile, 1951; JOSÉ BENGOA, Historia del pueblo mapuche, Santiago de Chile,1985; PATRICIA CERDA-HEGERL, Fronteras del Sur. La región del Biobio y la Araucanía chilena,1604-1883, Temuco, 1996.2 Algunos aspectos de la historia de los afuerinos los hemos presentado en LEONARDO LEÓN,“Evolución de la frontera pehuenche en la Laja y BioBio (Chile). Territorios, comercio ymisiones, 1730-1760”, RCS, N°44 , pp. 409-475, 1999; “Mestizos e Insubordinacion Socialen la frontera mapuche de Chile, 1700-1726”, EC, N° 2, 2002; “Que la dicha herida se la dióde buena, sin que interviniese traición alguna...: El ordenamiento del espacio fronterizo mapu-

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En muchos sentidos, la historia de la Araucanía es tardía si se com-para con lo que sucedió en el resto del país. También es una historiallena de paradojas, pues el proceso de modernización que capturaba laimaginación de los estadistas, encubría la realidad más sutil de pobreza,miseria y exclusión que se agitaba en las bases de la sociedad. Se puedeafirmar que a fines del siglo XX, la Araucanía yacía aprisionada entre lasférreas tenazas de su pasado fronterizo y la bonanza que le ofrecía suconexión con la economía mundial. La elite, ilustrada y empresarial, seinclinó fuertemente por la visión más optimista. “El porvenir de lasprovincias del sur, escribió el prestigioso historiador Tomás Guevara en1902, con sus enormes recursos naturales, es seguro”3. Desde abajo, sinembargo, se tenía otra versión de los eventos. “Si hay pueblo”, exclamóel lonko Huenul de Cholchol cuando se opuso en 1882 a la construc-ción de una villa en sus tierras, “sus hijos se ponen tunantes y tomadoresy venden el resto del terreno a paisanos, así como ha sucedido en otraspartes, y pierden por fin cuanto tienen….”

En ese contexto se desarrollaron nuevas formas de transgresión pro-tagonizadas por los mestizos- sujetos de antigua raigambre- quienes apro-vecharon los intersticios que dejaba la institucionalidad estatal en con-formación y el desmantelamiento de las autoridades cacicales para des-plegar su propia estrategia de confrontación. De acuerdo con Juan Con-treras, “el rápido proceso de ocupación (Angol, 1862; Temuco, 1881;Villarrica, 1883), la fragilidad de las estructuras sociales, la precariedadde las instituciones de control social, el carácter reciente del orden polí-tico-administrativo, y el escaso cumplimiento de la normatividad vigen-te, son el contexto adecuado para el desenvolvimiento de la criminali-dad”4. Por cierto que la expansión chilena hacia el sur entrañaba mucho

che, 1726-1760”, RHSM, pp. 129-165, 2001; “El asesinato del jefe pehuenche Juan Le-viant. Chile, 1776”, RDH, N°15, 2002; “Bajo Pueblo y Cabildo en Santiago de ChileColonial, 1758-1768”, RCC, N°136, 2002; “Reclutas forzados y desertores de la patria: el bajopueblo chileno en la Guerra de la Independencia, 1810-1814”, Historia N°35, 2002. Veásetambién la interesante tesis desarrollada por LUIS C. PARENTINI, Araucanos y chilenos: asimi-lación y penetración espontánea de la Araucanía, 1851-1882, Tesis para optar al Grado deLicenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1986.3 TOMÁS GUEVARA, Historia de la Civilización de Araucanía, 3 vols., Santiago de Chile, 1902,vol. 3, p. 509.4 JUAN CONTRERAS B., Criminalidad y sociedad fronteriza: La Araucanía en la segunda mitad delsiglo XIX (1860-1910), Tesis para optar al Grado de Magíster en Historia, UniversidadCatólica de Valparaíso, Valparaíso, 1990.

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más que la apropiación de tierras o la apertura de nuevas fuentes pro-ductivas para cimentar un modelo económico en crisis5. El proyectodesarrollado por el Estado chileno debía también considerar el desman-telamiento de una sociedad fuerte —la mapuche— y la erradicación deltrubulento mundo representado por los mestizos o afuerinos. En rela-ción a los mapuches, la violenta arremetida del ejército chileno, el rápi-do confinamiento de las comunidades a las reducciones y el desconoci-miento gubernamental de sus autoridades tradicionales, produjo unbrusco quiebre de la sociedad tribal que se puede interpretar como unaderrota. La historia de los mestizos fronterizos, sin embargo, fue dife-rente. Desarraigados, transhumantes y sin vínculos sociales sólidos en-tre sí que facilitaran su dominación, su capacidad de adaptación y resis-tencia resultó ser mucho más formidable. Así, cuando los mapuches seconvertían en labradores y campesinos pobres, los mestizos se encontra-ron libres para continuar resistiendo a las nuevas autoridades. “¿Quié-nes eran los que cometían los delitos?”, se preguntó recientemente Mar-co A. León, al momento de estudiar la población carcelaria de Temucoen esos años, “Se trata por lo general de delincuentes varones y solteros,entre los 16 y los 43 años, sin mayor grado de instrucción, con activida-des vinculadas a la agricultura (algunos son gañanes u obreros a jornal yotros realizan oficios y artes mecánicos) y de nacionalidad chilena, regis-trándose bajos porcentajes de extranjeros”6. Un importante segmentodemográfico de este bajo pueblo no era auténticamente mapuche nichileno. Tampoco era advenedizo ni de reciente radicación en las tierrastribales. Por el contrario, su presencia en la Araucanía se extendía pormás de dos siglos. Con un proyecto histórico de vaga definición, quejustificaba la resistencia a la implantación de un sistema de vida queproscribía sus prácticas más antiguas, estos mestizos lograron infiltrarcon éxito el nuevo orden social, invadiendo los espacios creados por la

5 JORGE PINTO, “Redes indígenas y redes capitalistas. La Araucanía y las Pampas en el sigloXIX”, en HERACLIO BONILLA ET AL., Los pueblos campesinos de América. Etnicidad, cultura ehistoria en el siglo XIX, Santander, 1996; “Integración y desintegración de un espacio fronte-rizo. La Araucanía y las Pampas, 1550-1900”, en JORGE PINTO, (ED.), Araucanía y Pampas.Un mundo fronterizo en América del Sur, Temuco, 1996; De la inclusión a la exclusión: laformación del Estado, la nación y el pueblo mapuche, IDEA, Santiago de Chile, 2001.6 Marco A. León, “Criminalidad y prisión en la Araucanía chilena, 1852-1911”, en RHI,N°5, 2001, p. 154.

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institucionalidad chilena. Olvidados por las élites, que distribuyerontierras a las comunidades mapuches reducidas y se apropiaron del restopor vía del remate, la usurpación o la compra fraudulenta, los mestizosfueron acorralados, perseguidos y transformados en hombres sin tierras,sin trabajo. En esas circunstancias, decidieron tambien convertirse enhombres sin Ley.

Este estudio se aleja del universo de las estructuras y de las institu-ciones, para radicarse en el mundo de los sujetos populares con el pro-pósito de desentrañar una historia olvidada. Se pone especial énfasis enel examen de los trances delictivos realizados por los mestizos porque, sibien sitúa a los hombres en un plano de judicilización de sus acciones,es en esa instancia donde mejor se conservó la historicidad de la gentecomún que nos interesa destacar7. Como hipótesis de trabajo postula-mos que durante las últimas décadas del siglo XIX, se combinaron ladebilidad del Estado chileno, el colapso del gobierno cacical y la irrup-ción de los intereses privados, para hacer de la Araucanía un territoriosacudido por una profunda crisis social que, en más de una ocasión, seconvirtió en una verdadera guerra étnica. En esas circuntancias, postula-mos que la tradicional imagen que proporciona el término “Pacificaciónde la Araucanía” queda convertida en una metáfora macabra, que pare-ciera haber sido acuñada desde los pasillos del poder tan solo para encu-brir la sangrienta realidad que siguió a la ocupación.

Por supuesto, la versión historiográfica tradicional de lo que fue esteproceso es totalmente distinta, pues solamente resaltó los aspectos posi-tivos que tuvo la ocupación de la Araucanía para el Estado y la sociedadchilena ignorando el grave impacto que tuvo sobre la desarticulación delas redes sociales que por siglos había permitido la sobrevivencia de unanumerosa población flotante que deambulaba por la frontera. En esahistoriografía de elites, lo que importó a los autores fue la captura demillones de héctareas de los mejores suelos del país, la consolidación dela continuidad territorial del Estado chileno y la eliminación de la así

7 Un trabajo pionero sobre este tema es el artículo de JORGE PINTO, “El bandolerismo en lafrontera, 1880-1920”, en SERGIO VILLALOBOS ET. AL., Araucanía, Temas de Historia Fronteriza,2da Edición, Temuco, 1985, pp. 31-45. Veáse también LUIS C. PARENTINI, “Bandolerismo enla frontera araucana”, en Boletín de Historia y Geografía, N°4, Universidad Blas Cañas,Santiago de Chile, 1989.

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denominada “amenaza indígena”. La suerte de los desposeídos fue partede un saldo negativo que nadie pretendió asumir. Prevalecía, a todonivel, una visión triunfalista que los periódicos insistían en propagar, sinimportar el enorme costo social que tenía el proyecto modernizador.Peor aún, muchos vieron en el despojo, el desarraigo y la expoliación delos mapuches como el verdadero precursor de la integración del bajopueblo a la Nación chilena. “Esta carencia absoluta de los medios desubsistencia”, escribió el redactor de La Igualdad de Mulchen, “y el he-cho de encontrarse sujeto a nuestras leyes, ha venido a acercar tanto alindio al chileno civilizado, que ya se mezcla y toma parte de los trabajosde campo y hasta en el de las artes útiles u oficios”8. Es cierto que mu-chos mapuches y mestizos se unieron al nuevo Estado chileno, pero¿qué pasó con los demás habitantes de la Araucanía que no lo hicieron?

Después de las campañas militares de 1880-1884, cuando el Es-tado introdujo sus instituciones de control y dominio en los territo-rios mapuches, los mestizos recurrieron una vez más a sus reconocidashabilidades de transgresores, bandoleros y anarquistas, y desataron unaola de violencia que no tuvo precedentes en la memoria de la región.Así, estos sujetos indóciles demostraron, una vez más, que estabandispuestos a luchar y resistir para defender sus atávicos modos de vida.Esa historia, dramática y sangrienta, y hasta aquí mencionada sólo depaso por la historiografía, es la que se intentará reconstruir en las pági-nas que siguen.

8 La Igualdad, Mulchen, 13 de noviembre de 1880.

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En esta obra prestamos atención al desenvolvimiento de la inespera-da crisis de gobernabilidad que protagonizó el mestizaje en la Araucaníaentre 1880 y 1900, reconstituyendo su dispersión geográfica, su noto-ria violencia y su aparente carencia de un proyecto histórico9. Para con-seguir ese propósito revisaremos las noticias e informes publicados porla prensa fronteriza de la época, acopiando algunos datos provenientesde las fuentes judiciales de la región. Sin embargo, antes de proseguir, esnecesario hacer algunas reflexiones sobre las fuentes usadas. CarmenNorambuena calificó a los diarios como el “cuarto poder” que operó enla región, considerándola como una herramienta imprescindible, “almomento de examinar los acontecimientos que culminan con la ocupa-ción de los últimos reductos araucanos y todo el el proceso que poste-riormente se desarrolla en la región de la Araucanía”10. Sin duda, esta esuna visión acertada cuando se examinan los poderes fácticos que opera-ron en la ocupación, pero para el historiador de lo social la prensa escritatiene una cualidad adicional, pues permite incorporar a las grandesmayorías en el desenvolvimiento de la historia nacional. Se puede decirque con la prensa, termina el monopolio de la oligarquía sobre la memo-ria del país. El público lector de la Araucanía, con el cual la mayoría delas veces los editores y redactores mantuvieron un genuino diálogo, cons-tituyó una parte importante de la opinión pública y era un eficientetamiz de las noticias que se imprimían; además, los lectores contribuíana la formación de un ambiente de opinión que daba el tono al acontecercotidiano, al esparcir y validar las noticias que les proporcionaba la prensa.Fenómenos como el bandolerismo rural o la violencia interpersonal,machacados sin cesar, se percibían a partir de la imagen que creaban losperiódicos, en concordancia con los intereses de sus editores. Así, a dife-rencia de la fuente judicial, que proporciona datos absolutos, la fuente

9 Sobre la situación global que imperaba en la Araucanía, remitimos al lector a las obrasclásicas: Mario Góngora, “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile, (Siglos XVI a XIX)”,en Estudios de historia de las ideas y de historia social, Valparaíso, Ediciones UniversidadCatólica de Valparaíso, 1980, pp. 341-390; ARTURO LEIVA, El primer avance a la Araucanía.Angol, 1862, Santiago de Chile, 1984; GABRIEL SALAZAR, Labradores, peones y proletarios.Formación y crisis de la sociedad popular chilena, Santiago de Chile, SUR, 1985.10 CARMEN NORAMBUENA, “La Araucanía y el proyecto modernizador de la segunda mitad delsiglo XIX. ¿Éxito o fracaso?”, en JORGE PINTO RODRÍGUEZ, Modernización, inmigración ymundo indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX, Temuco, UFRO, 1998, p. 251.

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periodística aporta antecedentes sobre una realidad más intangible, másincierta, pero de amplia presencia en la sociedad. La prensa fronteriza,que apareció hasta en las villas y lugarejos más remotos, no sólo transmi-tía noticias sino también hacía historia en el ámbito de las masas, impri-miendo en la memoria colectiva los sangrientos incidentes que unían alterritorio en una larga cadena de faltas, delitos y transgresiones.

No es esta la primera vez que se estudia la criminalidad en la Arau-canía durante el período propuesto por este trabajo. En realidad, losmatices, la magnitud y la complejidad del problema han atraído la aten-ción de los especialistas que, desde diversos ángulos y con distintos cri-terios, han procurado dilucidar los factores estructurales que le dieronorigen, han estudiado su evolución en el tiempo y han tratado de expli-car su terca persistencia como fenómeno social. En 1976 las profesorasEdith Lobos y Teresa Martínez, de la Universidad de Chile con sede enTemuco, incursionaron en el tema examinando la prensa fronteriza11.Ocho años más tarde, Gonzalo Chávez, Alberto Espinoza, Mario Silva yJorge Wicke examinaron el mismo fenómeno en su trabajo El bandoleris-mo en la frontera, 1880-192012. En 1990, Juan Contreras Batarce reto-mó la problemática criminal en la frontera, analizando la amplia gamade delitos registrados en la región a partir de un bagaje teórico de índolefoucaltiano.

“El tema que nos ocupa consiste en un análisis interdisciplinario delproblema de la conducta delictiva en el contexto de una sociedad fron-teriza —la Araucanía—, entendido éste no tan sólo como un espacio dereciente ocupación, sino también como un espacio en el cual las estruc-turas social, cultural, económica e institucional no se han integrado aúnen forma de un continuo normal (…) hacia 1880-1890, en la Arauca-nía comienza a operar un doble proceso de acomodo y transición decarácter gobal que culmina con la formación y consolidación de unconjunto social, histórico y etno-cultural relativamente más análogo al

11 EDITH LOBOS FRANCO Y TERESA MARTÍNEZ, Antecedentes para un estudio histórico y bibliográ-fico de la IX Región: El bandidaje, una alteración en el desarrollo histórico de los primeros años dela Frontera, Seminario de Título para optar al Grado de Profesor de Estado en Historia yGeografía y Educación Cívica, Universidad de Chile, Sede Temuco,Temuco, 1976.12 GONZALO CHÁVEZ, ALBERTO ESPINOZA, MARIO SILVA Y JORGE WICKE, El bandolerismo en lafrontera, 1880-1920, Seminario de Título para optar al Grado de Profesor de Estado enHistoria y Geografía y Educación Cívica, Universidad de al Frontera, Temuco, 1984.

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existente en la zona central del país. A su vez, este proceso repercutenegativamente sobre las condiciones objetivas que sustentaron las dis-tintas formas históricas singulares que adquirió la conducta delictiva enesta región durante el período ya estudiado (por ejemplo: ‘montoneras’,‘partidas de bandidos’, ‘bandolerismo’)”13.

Basado en un amplio repertorio bibliográfico y documental, en elque priman las fuentes oficiales y los testimonios judiciales, Contreraspresentó una informada reflexión de lo que denominó las “formas histó-ricas singulares de conducta delictiva en la región”. En la combinaciónde lo que conceptúa como estructuras de oportunidad y estructuras desocialización, el autor califica a la sociedad fronteriza como un espacioque presenta un alto grado de “conductibilidad” que permite el desarro-llo de la prevaricación. Según el autor, el bandolerismo “surge comofenómeno social resultante de la relacionalidad diacrónica y sincrónicaque se establece entre estas estructuras (...) y como expresión de lasdicotomías existentes entre medio socio-histórico-cultural, normativi-dad vigente y expectación de los individuos”14. Finalmente, Vilma Reta-mal, analizó en 1996 la aparición del bandidaje fronterizo a través de laprensa, centrando su atención en la década de 1860. Refiriéndose alespacio que sirve de contexto a su trabajo, la autora puntualizó:

“Es aquí donde el problema de justicia social se hace latente, es decir, lano aceptación de ciertos tipos de personas en la sociedad que reciéncomienza a conformarse; es esta sociedad la que se estratifica, dejandofuera de ella a una población flotante, que al sentir ese rechazo comien-za a dirigir su atención hacia rumbos que lo alejarán cada vez más de lacomunidad”15.

En un número reciente de la Revista de Historia Indígena, MarcoAntonio León ha realizado un estudio de la cuestión carcelaria en laAraucanía, en el contexto de lo que denomina el proceso de “chileniza-

13 CONTRERAS, Criminalidad y sociedad fronteriza…, op. cit., p. 7.14 CONTRERAS, Criminalidad y sociedad fronteriza…, op. cit., p. 287.15 VILMA RETAMAL BARRAZA, La criminalidad en la Araucanía a mediados del siglo XIX vista porla prensa, Tesis para optar al Grado de Licenciado en Historia, Pontificia UniversidadCatólica de Chile, Santiago de Chile, 1996 , p. 1.

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ción” de los antiguos territorios mapuches. De acuerdo con el autor,entre 1852 y 1911, “es posible comprobar como se desarrollan una seriede instituciones destinadas a asumir la función de control de la pobla-ción y su posible peligrosidad para el ‘orden civilizado’, que las autori-dades locales y santiaguinas deseaban imponer”16.

Con todo lo escrito por estos autores, ¿Qué cosa nueva se podríadecir al respecto? Crero que lo más relevante consiste en vincular losacontecimientos de esa época de transición con la larga y turbulentahistoria de la frontera, estableciendo los nexos con el pasado étno regio-nal de más antiguas raíces. En esta dirección, se trata de eliminar la falsadualidad que ha tejido la memoria oficial, posicionando a chilenos ymapuches como los principales protagonistas del drama histórico que sevivió en la frontera desde 1860. El mundo social de la época fue muchomás complejo y entreverado que eso, especialmente cuando se incorporaa la historia a la amplia y numerosa masa mestiza, hasta aquí ignoradapor la historiografía. Estos hombres y mujeres, de obscura y ambigüaraigambre, aportaban un ethos cultural, una modalidad de vida y unmodo de ser social que remeció hasta sus raíces a la sociedad de la época.No se trata, por lo tanto, de una historia de pobres y desposeídos, devíctimas y victimarios, sino de sujetos reales que usaron todos los me-dios disponibles para denfender sus arcaicos estilos de existencia, enoposición a las nuevas formas que les imponía el Estado.

El estudio que aquí se presenta no pretende teorizar ni establecerconexiones estructurales, contextuales ni sicológicas, que expliquen elsurgimiento de la actitud transgresora que asumió la plebe mestiza du-rante esos años, porque estimamos que las más de las veces esas explica-ciones solo existen en la imaginación creativa del historiador. Se ha pre-ferido, en cambio, presentar los casos que constituyeron noticia, dandocuenta de algunas nociones principales que permitan entender su histo-ricidad. Dicho de otra forma, lo que nos interesa es develar los rasgosque asumió la crisis social que afectó a la Araucanía durante esos años.Respecto de los datos proporcionados por la prensa, se asumen dos su-puestos: que la información difundida es verdadera, si bien distorsiona-da por los prejuicios, intereses y expectativas de los dueños, editores y

16 M. A. LEÓN, “Criminalidad y prisión en la Araucanía chilena….”, op. cit., p. 138.

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redactores. En segundo lugar, planteamos que las informaciones publi-cadas no cubren en su totalidad todos los aspectos del crimen y el avatarfronterizo. Como bien señalara La Libertad Católica, al referirse a lostestimonios divulgados en sus páginas: “Estos son los hechos que nues-tra frágil memoria no ha podido echar en olvido, siendo muchos tam-bién los que no habrán llegado a nuestro conocimiento: sin exajeracióncreemos que pudiera duplicarse el número de salteos y asesinatos y cua-druplicarse el de los robos perpetrados...”17. La reiteración sistemáticade los incidentes, el desarrollo de ciertos patrones delictivos y la imagenque proporciona el conjunto demuestran que estamos en presencia de laeclosión de un proceso histórico de larga duración que afloró en esosaños con la fuerza avasalladora que adquieren los procesos históricos enmomentos de crisis.

Los diarios consultados provienen de la Colección de Periódicos dela Biblioteca Nacional de Santiago. Desafortunadamente, las antiguascolecciones se van deteriorando y algunos periódicos ya no están dispo-nibles. En ese sentido, debo agradecer la generosa actitud del profesorLuis Carlos Parentini, de la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez,quien ha puesto a mi disposición su valiosa y abundante colección defichas (alrededor de dos mil) para compensar la información perdida.Corresponde señalar también que al momento de realizar su pesquisa,entre 1983 y 1986, el profesor Parentini desarrolló diversas hipotesis deinvestigación sobre los afuerinos, que apuntan en la misma dirección quelos planteamientos que aquí presento y a los cuales he llegado siguiendootros caminos. Esta coincidencia no es casual, porque ambos comparti-mos un común interés por investigar, conocer y divulgar la historia deestos anónimos antepasados que, con sus audaces acciones, transforma-ron la región en una versión criolla del Far West americano. Sin embargo,el Far West chileno tenía una notoria diferencia con la frontera del celu-loide, pues hasta aquí no sólo llegaron los cándidos colonos cuáquerosque tanto llamaron la atención de los cineastas hollywoodenses, sinoque también reemergieron los antiguos pillos y bribones, aventureros yrenegados, que por varios siglos dieron el tono a la vida fronteriza. Estosúltimos, sin embargo, estaban de más en el proyecto estatal. “Se dice

17 La Libertad Católica, Concepción, 22 de noviembre de 1882.

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que el gobierno desearía que viniesen todos éstos y que no se alejasen loschilenos”, escribió La Libertad Católica en 1884, “pero eso es pretenderun imposible, porque en una casa no pueden haber dos dueños, ni enun mismo campo dos cultivadores. Muchos chilenos estaban en pose-sión, sea precaria o transitoriamente, de fértiles terrenos en la Araucanía.Ahora los acentos gubernamentales los obligan a desalojar o destruir lascasas que habían edificado y abandonar los campos que habían labra-do”18. Enfrentados a un sistema estatal que les despojaba de sus tierras ylos acorralaba en las quebradas y lugarejos más inhóspitos, los mestizosfronterizos deplegaron una vez más su naturaleza insubordinada y liber-taria, siempre dispuestos a matar o a morir. De ese modo, a fuerza deasaltos, cuchilladas y motines, se escribió la otra historia de la ‘Pacifica-ción’. En breve tiempo, lo que se temía en las villas y estancias ya no eramás la partida de jinetes mapuches, sino ver aparecer en el horizonteuna gavilla de mestizos armados, pues su arribo significaba pendencias,desgracias y muertes.

La publicación de este trabajo en la Colección de Historia que iniciala Universidad ARCIS —donde me desempeño como docente en lascátedras de Historia Indígena de Latinoamérica y Metodología de laHistoria— obedece a una invitación que me hizo el profesor GabrielSalazar. Con Gabriel hemos compartido durante ya casi tres décadas losdiversos sucesos de nuestra trágica historia nacional: cárcel, exilio, retor-no y nuevos sueños. Más de una página de este libro ha sido inspiradapor la lectura de sus obras, en particular de un manuscrito inédito: elcapítulo III de su obra Labradores, peones y proletarios. Formación y crisisde la sociedad popular chilena (Santiago de Chile, SUR, 1985). “Pese a sucrítica situación”, escribió Salazar, “el peonaje del siglo XIX desplegóuna sostenida actividad de ‘resistencia’. Para la clase dominante de en-tonces, esa actividad constituyó un insoluble rompecabezas policial yuna amenaza permanente de asalto y saqueo. Nunca, durante ese siglo,pudo el patriciado chileno neutralizar por completo las ondas desestabi-lizadoras que, desde el fondo de la sociedad, irradiaba la incomodidadmal estibada del gigantesco peonaje”19. En este trabajo continuamos

18 La Libertad Católica, Concepción, 30 de abril de 1884.19 GABRIEL SALAZAR, Capítulo III. El desafío social del peonaje: delincuencia, desacato y rebelión1820-1860 y más allá... , Manuscrito, borrador, Hull, 1980, p. 1.

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desarrollando algunos de los paradigmas desarrollados en ese manuscri-to por Gabriel, si bien nos situamos en el escenario más o menos olvida-do de la Frontera; esperamos que, al igual que su obra, éste sea un aportea la construcción de la memoria popular nacional, tan severamente mu-tilada por el sesgo elitista de nuestra historiografía y tan olvidada por lossujetos sociales actuales.

Para llevar a cabo la investigación he contado con el respaldo delProyecto FONDECYT 1000121 (Tipos humanos y espacios de sociabili-dad en la frontera mapuche de Argentina y Chile, 1800-1900), que facili-tó los medios financieros para realizar el trabajo en Santiago y en losarchivos regionales. Además se ha contado con el respaldo financierootorgado por la Universidad ARCIS a través del Proyecto de Investiga-ción 036-02. “La nueva-vieja Guerra de Arauco, 1860-1960”, encabe-zado por el profesor Eduardo Téllez. Mis agradecimientos a ElizabethMontoya y Pablo Leal, funcionarios del Archivo Regional de la Arauca-nía, con sede en Temuco, por su eficiente asistencia en la tarea de bús-queda de las fuentes judiciales. Quedo igualmente en deuda con Rodri-go Araya, Alejandro Pávez y Claudio Palma por su trabajo de investiga-ción en la Sala de Periódicos Antiguos de la Biblioteca Nacional. Tam-bién comrpomete mis agradecimientos el profesor Pablo Artaza por susestimulantes comentarios y el profesor Luis C. Parentini, quien me faci-litó su valiosa colección de fichas sobre la prensa fronteriza. Mis agrade-cimientos a mis hijos Rodrigo, Felipe, Catalina y Elena quienes, comosiempre, tuvieron mucha paciencia durante mis largas horas de trabajo.En recuerdo de Alvaro y Sebastián, de quienes escuché noticias cuandoconcluía las páginas de esta última versión.

Leonardo León,La Rioja, 27 de noviembre de 2002

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CAPÍTULO IHOMBRES SIN TIERRA Y SIN LEY:

LOS MESTIZOS FRONTERIZOS DE FINES DEL SIGLO XIX

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Una vez concluidas las operaciones militares del ejército chileno en laAraucanía, la región quedó sumida en el caos y la anarquía. El desman-telamiento de las viejas estructuras tribales y la eliminación de los dis-positivos fronterizos que habían regido hasta allí la gobernabilidad nofueron reemplazados con suficiente celeridad por las nuevas institucio-nes estatales, permitiendo que en su lugar surgieran formas espontáneasde ordenamiento de las relaciones sociales que tenían su origen en elcrisol cultural que representó, por casi dos centurias, el mestizaje. Estasituación, de innegable ambigüedad y difícil de precisar con la certezaque requiere el examen histórico, impregnaba el cuerpo social y se hacíasentir en todos los estratos, sectores y ámbitos de la nueva Araucanía.“Melin no era, como Quilapan, el último de los araucanos, un verdade-ro indio”, señaló el redactor del Bío-Bío en 1880, “sino una especie demestizo ladino, inteligente y harto letrado, pues había aprendido a leery escribir en la escuela pública de Los Angeles. Más que esto, comoColipi, había enviado a la Escuela de Preceptores de Santiago a su pri-mogénito... actualmente el cacique Melin vivía más como agricultor quecomo salvaje, y tenía tierras, vacas, labranzas y hasta yeguales con las quetrillaba eras por destajo”1. En medio de las ambigüedades que provoca-ba el aparecimiento generalizado del mestizaje, reinaba el caos y el des-orden. “La Araucanía es la Córcega de esta extremidad de la América”,afirmó el mismo diario, “Quien la hace la paga es refrán indio”2. Unadécada más tarde, La Libertad Católica de Concepción informaba a suslectores: “Antenoche fue tomado preso un hombre por andar disfrazado

1 El Bío Bío, Los Angeles, 14 de octubre de 1880.2 Ibid.

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de mujer”3. No obstante, por sobre el anecdotario pintoresco que seacumulaba en las páginas de los periódicos, lo que causaba real preocu-pación era el desarrollo de una actitud de insubordinación que corroíadesde sus bases el cuerpo social. “Cuatro años hace que el vandalaje hasentado sus reales en nuestro territorio, y cuatro años ha que incrementade día en día sin que se divise inmediato ni lejano término a tan perni-ciosa plaga”4. En Cholchol, situado inmediatamente al norte de Temu-co, la situación de anarquía llevaba al redactor de El Pueblo de NuevaImperial a exclamar: “¡Cholchol! Moderna Sodoma; Acrópolis del ban-dolerismo, mecida entre las espesas brumas de Nielol y de Malalche!;¡Cholchol! Hija predilecta del robo, del fraude, de la eterna bacanal!Ludibrio del sur de Chile y hasta del antiguo y salvaje Arauco. ¡Anate-ma!”5. ¿Qué había salido mal en el tan anhelado proyecto de ocupación?Si los guerreros mapuches habían sido derrotados y confinados a lasreducciones, ¿quiénes eran los protagonistas de los robos, asaltos, críme-nes y transgresiones que asfixiaban a las villas y ciudades que fundó elEstado en aquellas tierras? La respuesta a esta interrogante fue elusiva alos hombres de la época, pero hoy es muy simple: los sujetos que mina-ron el esfuerzo “civilizador” fueron los mestizos fronterizos.

Diversas fueron las causas que citaron los círculos gubernamentalespara justificar el cuadro de decadencia moral que padecía el territoriorecién conquistado, buscando una justificación que explicara el rápidodeterioro del proyecto de modernidad que se anunció con tanto estruendoen la prensa oligárquica de mediados del siglo. Pero poco se lograba en elcamino de descubrir a los verdaderos agentes de la crisis social, puesellos eran también las principales víctimas del proyecto “civilizador”.Para estos mestizos no hubo leyes especiales ni reducciones, mercedes detierras ni comisariatos, tampoco se alzó una voz que defendiera sus dere-chos. En ese contexto, un fruto incongruente de la “Pacificación” consis-tió en liberar esas fuerzas ocultas que, sin las restricciones que imponíael Estado de Derecho o el admapu mapuche, desataron su furia contra lanueva institucionalidad, contra las autoridades impuestas y, lo que fuemás grave, contra sus propios coterráneos. En el nuevo mundo de apa-

3 La Libertad Católica, Concepción, 24 de diciembre de 1890.4 El Radical, Nueva Imperial, 20 de enero de 1894.5 El Pueblo, Nueva Imperial, 11 de marzo de 1894.

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rente prosperidad y centelleante modernidad que forjaba el discursooficial, el afuerino emergió como el invitado de piedra.

La presencia histórica de estos sujetos populares en los territoriossituados al norte y sur del río Bio-Bio, reflejó un sostenido crecimientodesde mediados del siglo XVIII hasta convertirse en importantes prota-gonistas de los grandes eventos que afectaron a la región: cuatreros ygavilleros a fines de esa centuria, montoneros durante las guerras de laIndependencia, bandidos en la época de los Pincheira. El proyecto cen-tral de la élite que gobernaba el país consistía en establecer la presenciadel Estado en toda la Araucanía. Con los mapuches confinados a lasreducciones, los especuladores ocupados en la apropiación ilegítima delas tierras, los empresarios dedicados a desarrollar la industria y el co-mercio regional, las autoridades podían pensar que había llegado la horadel progreso y la modernidad. Sin embargo, su más grave error, y la másevidente falacia de este plan, fue ignorar a los mestizos fronterizos. Arrin-conados por el Estado y abandonados por sus antiguos protectores ma-puches, los mestizos se vieron forzados a iniciar su propio proyecto his-tórico. Por supuesto, no era esa la primera vez que hacían notar su pre-sencia en la historia de la frontera, pues desde la guerra mapuche de1726 fue un hecho público que tenían la habilidad y los medios paradesarticular el aparatoso sistema de convivencia pacífica que se desarro-lló entre españoles y mapuches en la cuenca del río Bio-Bio. Diversosincidentes y conflictos demostraron, en las décadas siguientes, que di-cha influencia no menguó. A comienzos del siglo XIX, la masa mestizafronteriza conformaba un segmento considerable del bajo pueblo chile-no, sobre el cual ejercía un liderazgo indiscutible: bajo el nombre dehuasos, gauchos, maulinos o afuerinos, fueron activos protagonistas en lasguerras de la Independencia, durante la Guerra a Muerte, en las guerrasciviles de 1851 y 1859, y en las campañas de ocupación de la Arauca-nía. Entre los mapuches, sin embargo, las normas que regían a las es-tructuras parentales y de poder, sumados a la natural desconfianza quedespertaban los tránsfugas y renegados, le otorgaron a los mestizos fron-terizos un papel subalterno. En todo caso, ello no impidió que se suma-ran a los malones y participaran en sus empresas bélicas, proporcionan-do las armas de fuego, los datos precisos sobre la riqueza de las estanciasy su temeridad de hombres libres. Así, desde mediados del siglo XVIII,

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su ámbito de acción se expandió hacia las Pampas trasandinas y su inter-vención sumó las funciones de secretarios, lenguaraces y, en contadasocasiones, de lonkos y líderes militares6.

Como renegados, desertores, buhoneros, jornaleros, ladrones, estafa-dores y pícaros en las décadas siguientes, los mestizos fueron un conti-nuo desafío que afectó por igual a las autoridades tribales y a las republi-canas. Gracias a sus acciones, lo que antes era solamente un bosquejoterminó de dibujarse con nitidez a mediados del siglo XIX: el surgi-miento de una virtual tierra de nadie, controlada por el mestizaje y en elcual predominaban sus modos de vida, que sin tener continuidad terri-torial ni hitos físicos que la demarcaran, constituía el trasfondo real de lavida fronteriza. Geográficamente, sus ranchos dispersos no plasmabanterritorios autónomos, pero su presencia se hacía sentir desde el Maulehasta Valdivia y en las extensas pampas del Este. Así, una vez finalizadaslas campañas de la Pacificación en Chile y de la Conquista del Desiertoen Argentina, las autoridades de ambos estados descubrieron con estu-pefacción que aún quedaba por resolver el problema más complejo yfundamental: ¿Qué hacer con los miles de mestizos que, armados hastalos dientes, rehusaban someterse?; ¿Cómo dominar a esa gran masa hu-mana que jamás se sometió a toquis ni generales, que tomó de cada cul-tura —la occidental y la mapuche— los instrumentos más adecuadospara defender su autonomía y que siempre rehusó sujetarse a los regla-mentos y normas que subyacen a la sociedad civil?

El creciente desplazamiento de los mestizos desde las regiones sep-tentrionales hacia el sur del río Bío Bío que desencadenaron las campa-ñas militares de 1880, no pasó desapercibido a los observadores másagudos de la época. “Hasta ahora vamos bien, porque por fortuna nohay bandidos en el departamento, pero una vez que principien a atacar-

6 DANIEL VILLAR, Y JUAN F. JIMÉNEZ, “Don Venancio, Montero y los otros. Mapuches yblancos en el espacio fronterizo pampeano: estrategias de ingreso e instalación, 1827-1836”, en Primer Encuentro Chileno Argentino de Historiadores, Mendoza, 1995; “Indiosamigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema decontactos múltiples. El caso de vecino Cihuepan en sus momentos iniciales (1827, fronterasur argentina)”, en JORGE PINTO, (ED.), Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en Américadel Sur, Temuco, 1996, pp. 146-164; “Aindiados, indígenas y política en la frontera bonae-rense, 1827-1830”, en Quinto Sol. Revista de Historia Regional 1, Santa Rosa, 1997, pp. 103-144. DANIEL VILLAR, (ED.), Relaciones interétnicas en el sur bonaerense, 1810-1830, BahíaBlanca, Universidad Nacional del Sur, 1998.

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los en el norte, ¿no abandonarán sus guaridas para sentar sus reales enlos puntos que encuentren más débiles?”7. Apenas cinco años más tarde,el influyente diario El Sur informaba: “En la frontera son moneda co-rriente los asesinatos, asaltos, despojos, etc. Rara vez los periódicos loca-les dejan de traer alguna relación de sucesos de esta clase”8. Refiriéndosea este proceso, si bien en una cronología más temprana, el historiadorJorge Pinto escribió:

“Verdaderas bandas de chilenos se desplazan a la Araucanía, provocan-do innumerables conflictos en una zona que, desde el siglo XVII, habíaalcanzado una cierta tranquilidad. Los mapuches quedaron, así, ex-puestos a todo tipo de abusos y atropellos…”9.

La existencia de una larga tradición de transgresión no cesaba deestimular a los mestizos para asentarse en los territorios recién ocupadosy desde allí tomar el camino de la violencia. “Los paisanos no depen-dientes del ejército y que lo acompañen”, ordenó en un bando el generalGregorio Urrutia en 1882, “no podrán pasar delante de la vanguardiadel Ejército (...) aunque es libre el comercio de todo género, se prohíbeen absoluto llevar ninguna clase de licor”10. Descritos como sujetos in-sumisos, indisciplinados, soberbios y aventureros, traidores, oportunis-tas, despóticos y mal hablados, pendencieros, amancebados y bárbaros,estos ganchos tejieron sus propias redes de sobrevivencia y predominio,ejerciendo una poderosa influencia en el sobrevenir de la guerra y la pazentre chilenos y mapuches; su sino, sin embargo, consistía en estar siemprea la espera de cometer una felonía que les pondría nuevamente en fugapor los perdidos senderos de la campaña y la cordillera. Esos hombresaltivos, sin patria ni bandera, nacidos en el fragor de una guerra crónica,y que por décadas cabalgaron por las praderas y sierras sin reconocer laautoridad de nadie, se unieron a los últimos mapuches que resistieron laocupación chilena. “Asalto y castigo de los Araucanos”, señaló La Liber-tad Católica de Concepción en enero de 1881, “personas recién llegadas

7 El Arauco, Arauco, 20 de agosto de 1882.8 El Sur, Concepción, 16 de octubre de 1887.9 JORGE PINTO, De la inclusión a la exclusión…, op. cit., p. 152.10 GUEVARA, Historia…., op. cit., vol. 3, p. 464.

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de la frontera comunican que el día 19 del corriente mes una partida comode doscientos indios y ‘chilenos alzados’ atacó varias posesiones de las cerca-nías de Traiguen. Los carabineros de la frontera avisados oportunamente selanzaron en su seguimiento, mataron en la refriega a quince indios y disper-saron al resto”11[Destacado nuestro]. Las andanzas de los mestizos en lastierras tribales tenían una larga historia que solamente rebrotó con mo-tivo de la campañas de ocupación. “Estos chilenos malhechores”, escri-bió La Revista del Sur en 1880, “han ideado de vestir el traje de lossoldados para hacer con más acierto sus vandálicos incursiones. ¿Quétal? Los leones vestidos en piel de corderos”12. Esa misma semana, elcacique Domingo Melín se presentó ante las autoridades para dar cuen-ta de la fuga que había protagonizado hacia las tierras de los rebeldes suhermano Minchiqueo Melín; separados por una disputa ocasionada porel trabajo de un hijo de Domingo como escribiente gubernamental,Minchiqueo partió manifestando “que debía venir con muchos indios ychilenos a asaltar los fuertes de Traiguen y Sauces (...) lo asesinarían a ély llevaría la cabeza en su lanza, porque había traicionado su Nación,porque no se unía a él para hacer la guerra a los güincas”13. La amenazano fue proferida en vano. Días más tarde, “un individuo vestido del trajede nuestros soldados” se presentó ante el lonko para expresarle que lorequería el gobernador de Angol. En el camino, fue atrozmente acuchi-llado junto con 13 mocetones.

“Sabemos que después de este suceso, se presentaron varios bandidos,vestidos de soldados, a una población que tiene don Felipe Canales enel lugar denominado Gutranleo y le extrajeron de su corral 150 cabe-zas, ganado lanar, sin hacer ningún otro daño”.

Una vez derrotados los mapuches, y cuando éstos marchaban hacialas reducciones, los mestizos no aceptaron la condición de pobres queles ofreció el Estado chileno en el nuevo orden social. Describiendo losferoces estragos que causaba la crisis económica y la epidemia de viruelasque afectó a la región de la Laja durante 1880, el diario El Bío Bío de los

11 La Libertad Católica, Concepción, 23 de enero de 1881.12 La Revista del Sur, Concepción, 9 de marzo de 1880.13 La Revista del Sur, Concepción, 9 de marzo de 1880.

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Angeles señalaba: “25 familias se han ido a la frontera araucana parasobrevivir”14. Apenas dos años más tarde, La Revista del Sur titulaba:“Indios presos a Santiago. En el vapor Limarí el jueves fueron embarca-dos, con destino al Norte, 36 prisioneros, de los cuales 23 son chilenosy los restantes araucanos”15. La proporción no debía engañar a nadie: losmapuches seguían siendo el grupo étnico predominante en la Arauca-nía, pero entre los que resistían al Estado la mayoría recaía en el segmen-to mestizo.

Quince años más tarde, cuando se suponía que la Araucanía experi-mentaba una prosperidad no conocida antes en su historia, el periódicoEl Arauco afirmaba: “En la cárcel hay actualmente más de cien reos pro-cesados por distintos delitos. La criminalidad aumenta de manera asom-brosa. Raro es el día que no se traen reos al juzgado de letras, remitidosde las subdelegaciones rurales del departamento. Este estado de cosastiene en mucha parte su origen en el estado de pobreza, de extremadamiseria en que vive la gente de los campos”16. Los reos eran apenas elaspecto visible de la crisis, pues como ellos, y por siglos, miles de mesti-zos buscaron seguridad, protección y medios para subsistir en las tierrasaraucanas, huyendo de la pobreza, de la guerra y del control patronal oestatal. Describiendo los asaltos cometidos contra dos familias de colo-nos extranjeros, El Traiguen manifestaba en 1895: “los ladrones, que porestos mundos son muy ladinos, saben darse sus trazas para no ser pilla-dos, en lo que hacen muy bien porque no les va otra cosa que el pelle-jo”17. La visión oficial —y periodística— de estos sujetos resaltaba susrasgos conductuales de vagos y malentretenidos, pero poco cavilabansobre el verdadero trasfondo de la transhumancia que presidía la vida delos mestizos, a pesar de enfrentarse a la realidad de los hechos en elacontecer diario de la nueva economía. “Con motivo de haberse desocu-pado muchos agricultores de sus cosechas”, escribió El Traiguen, “se hanesparcido por la población numerosos vagos que han quedado sin traba-jo y que hacen de las suyas por donde quieran que dirijan sus pasos”18.

14 El Bío Bío, Los Angeles, 9 de diciembre de 1880.15 La Revista Católica, Concepción, 9 de enero de 1882.16 El Arauco, Arauco, 13 de diciembre de 1896.17 El Traiguen, Traiguen, 8 de agosto de 1895.18 El Traiguen, Traiguen, 14 de marzo de 1896.

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Aventureros y temerarios, el desplazamiento de las bandas de mesti-zos se hacía sentir muy pronto en la campaña, hecho que no pasó des-apercibido a los observadores más agudos. “Hasta ahora vamos bien,porque por fortuna no hay bandidos en el departamento”, señaló ElArauco en su edición del 20 de agosto de 1882, “pero una vez que prin-cipien a atacarlos en el norte, ¿no abandonarán sus guaridas para sentarsus reales en los puntos que encuentren más débiles?”. Apenas cincoaños más tarde, el influyente diario El Sur informaba: “En la fronterason moneda corriente los asesinatos, asaltos, despojos, etc, etc. Rara vezlos periódicos locales dejan de traer alguna relación de sucesos de estaclase”19. La voluntad inalterable de los mestizos de mantener su autono-mía, a costa de perder la vida a manos de un piquete de policías, de unapartida de bandidos o a manos, quizá, de quien fue hasta el momento dela pendencia, su mejor amigo, fue el rasgo más evidente de su identidadhistórica. “El trabajo para el pobre es abundante y bien remunerado”,señaló El Traiguen en 1893, “el que se dedica al robo es porque no leagrada el trabajo...”20.

¿Quiénes eran los mestizos en los días posteriores a la Pacificación?Las estadísticas y los censos poblacionales permanecen mudos al respec-to, incapaces de cubrir a una masa humana que rehuía la mirada fiscali-zadora del Estado y que optaba por vivir como afuerina. Por ese motivo,es hoy prácticamente imposible pretender cuantificar a este conglome-rado o siquiera pretender establecer una proporción entre ellos, la po-blación mapuche, los colonos y los gruesos contingentes de inmigrantesque provenían de otras regiones del país. De acuerdo a Tomás Guevara,la población regional había subido de 115.362 habitantes en 1875, a266.209 una década más tarde. En 1895, la cifra triplicaba la sumaoriginal: 324.239 personas. ¿Cuántos de estos eran mestizos o mapu-ches achilenados? De otra parte, es evidente que cualquier intento dedefinición del mestizaje es siempre ardua, porque se trata de otorgarperfil a sujetos socialmente ambiguos, tipos humanos que, mientras vi-ven entre dos o más culturas, se apropian de los elementos que más lessirven, sin reconocer tutelaje o vínculo en ninguna. En ese sentido, loúnico cierto en relación a los mestizos de la frontera mapuche es que

19 El Sur, Concepción, 16 de octubre de 1887.20 El Traiguen, Traiguen, 30 de noviembre de 1893.

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fueron sujetos autónomos, independientes, inclinados a la vida transhu-mante. Hombres sin linaje que habitaron las tierras de nadie. Nunca dele-garon su soberanía en otros y cuando se trató de defenderla, no dudaronen hacerlo a fuerza de balazos, a punta de cuchillo o, simplemente,echándose a vagar por la tierra. Ese tipo de hombres abundaba en lafrontera mapuche. “José María Rubilar”, señaló en 1892 un testigo contraun mestizo acusado de homicidio, “individuo de malos antecedentes,pues en la hacienda de don José Rosario Hermosilla se robó un caballo;dicha hacienda está ubicada a orillas del Bío-Bío, en el lugar denomina-do Huequecuno. Si no fue castigado fue porque huyó a la frontera…”21.En este estudio, la definición de los mestizos tiene por fundamentopequeños datos, siempre casuales, que permiten presumir la naturalezaétnica de los sujetos encausados. Tal fue el caso del reo Raimundo Oses,procesado a fines de 1883 por robo de caballos desde el convento deAngol. A primera vista, por su nombre y apellido, Oses podría ser con-siderado chileno, pero la declaración de la víctima nos dice otra cosa.“Hace como un mes”, declaró el sacerdote Manuel Cerda, “el indígenaRaimundo Oses, que se encontraba hospedado en el convento de lamisión de esta ciudad, sustrajo un caballo perteneciente a otro indígenacuyo nombre no recuerdo y que se hallaba hospedado también”22. Comose desprende de este testimonio, la apariencia de Oses era la de un ma-puche pero su conducta no corresponde a la de un “indio” ni aparecesujeta a los preceptos del admapu. En otras palabras, sacando ventaja delas ambigüedades que ofrecía un mundo multicultural, Oses transitabaentre diversas identidades. ¿Cuántos, como él, realizaban habitualmen-te el pasaje entre esos universos tan mal delimitados?

Un criterio válido para la identificación de los mestizos es el examende lo que ellos mismos declaran ser sus lugares de orígenes. En efecto, enel análisis de los expedientes judiciales revisados —un universo de másde 800 causas—, la mayoría de los delincuentes son sujetos jóvenes, connombres españoles, que provenían de localidades como Mulchén, Arau-co, Malleco, etc.; estos paraje, al momento del nacimiento de la mayoría

21 “Criminal contra José María Rubilar por homicidio, Temuco, 27 de agosto de 1892”, enA. J. T., Vol. 1.22 “De oficio por abigeato contra Raimundo Oses, Angol, 10 de diciembre de 1883”, en A.J. A. Vol. 3.

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de los inculpados, aún no estaban bajo el control de las autoridadeschilenas. Por eso se puede presumir que estos sujetos eran “blancos”allegados a los rehues. En ese sentido se puede citar como ejemplo aLucas Viveros, acusado de cuatrero en 1884. Este sujeto, soltero, analfa-beto, de oficio gañán, se declaró oriundo de Nicauguen, departamentode Mulchén. De ser cierta esta declaración, Viveros nació en tierras de“indios”. Más importante todavía, como se desprende de sus propia de-claración, Viveros mantenía estrechos lazos con sus vecinos mapuches.Al defenderse de la acusación del robo de un animal, declaró: “Que elotro caballo es de su propiedad y lo adquirió del indio Huenchuman,quien se lo dio en pago de tres fanegas de trigo que le adeudaba…”23.Santo Marillán, su coacusado en el caso que citamos, declaró por suparte: “Que dio alojamiento a Lucas Viveros porque lo creía honrado…”.¿Qué hacía Viveros asentado entre los mapuches y trabajando con ellos?;¿Qué lengua hablaba? ¿Quiénes fueron sus padres, donde vivían susabuelos? La parquedad de las fuentes solamente permiten especular res-pecto de estas interrogantes, pero estimamos que las conjeturas expues-tas sobre el origen mestizo de estos sujetos van en la dirección correcta.Otro elemento que nos permite establecer el origen étnico de los proce-sados tiene que hacer con la identificación expresa, cuando se trata demapuches, que hacían los periodistas o escribanos. “Pongo en su conoci-miento”, reza un parte policial fechado en la localidad de Los Sauces,“que el indígena José Miguel Marín fue traído ayer a las 12 a.m. a estecuartel por haberle dado un caballo robado en cambio a otro indio lla-mado Juan Peacon, en cuyo poder estaba el caballo que se mencionó, yque lo venía siguiendo Ramón Cariaga…”24. También sirve de mecanis-mo de identificación el uso que en reiteradas ocasiones hicieron los en-causados mapuches de intérpretes o farautes, por no conocer la lenguacastellana. Así ocurrió en la querella iniciada en 1884 por Juan Huen-chucol contra Luciano Valdés, en la cual Huenchucol declaró “por con-ducto de [los] intérpretes Juan Colipi y Pedro Cheuquemilla”25.

23 “Criminal de oficio por abigeato contra Lucas Viveros y Santos Marillán, Angol, 31 demayo de 1884”, en A. J. A., Vol. 4.24 “Criminal de oficio por hurto contra José Miguel Marín, Angol, 29 de octubre de 1894”,en A. J. A. Vol. 7.25 “Querella criminal por heridas contra Luciano Valdés, Angol, 3 de abril de 1884”, en A.J. A., Vol. 4.

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Debemos subrayar que el criterio de vinculación étnica utilizado eneste trabajo es más social que racial, más histórico que cultural, pues sedesprende del nexo evidente que se entreteje entre la actitud insubordi-nada de los transgresores y la larga tradición de desacato que los mesti-zos desplegaron cuando fueron renegados en las décadas previas. “Salíael declarante del despacho de un tal Fuentes”, declaró el peón GalindoAraneda en 1890, “en las faenas del otro lado del Río Cautín y de estelado de Quepe, y encontró al lado afuera de la puerta a Eusebio Canales,quien sin que el declarante le dirigiera ninguna palabra, le dio una cu-chillada en el hombro derecho…”26. Esa tradición de violencia interper-sonal, que pesaba con la densidad que adquiere solamente la historiacuando refleja las fisonomías de un proceso profundo, es quizá el criteriomás objetivo para interpretar estos hechos, pues está basado en las con-ductas sociales de esa amplia masa humana que dio el tono al acontecerdiario en la nueva Araucanía. “Hago comparecer a la presencia de Us. adon Julio Jordán”, se lee en el expediente de uno de estos sujetos, “pro-motor de un desorden y pendencias suscitado el 8 del presente en lacancha de carreras en la casa de venta de licores de la señora LorenzaSepúlveda, quien reclama algunos perjuicios y deterioros causados porel desorden….”27. La lista de destrozos causados por Jordán no era nadadespreciable: “Una mesa de comedor, un mostrador, tres sillas, cuatrobotellas de cristal con licor, un tabique lienzo, cuatro varas de hule, oncebotellas vino San Andrés, cinco id. de menta, cuatro botellas aguardien-te, cinco docenas de copas, una docena de copas chicas, dos docenas decervezas negra, un canasto con carne, dos ollitas con grasa…”28. Interro-gado por las razones que le llevaron a causar tamaño entuerto, el mestizodeclaró que, como “había otros individuos de a caballo [en el despacho],entré yo también a caballo”. Esta respuesta, junto a tantas otras declara-ciones de similar tenor, refleja un ethos de larga duración que asomó enlas más diversas circunstancias para dar cuenta de una mentalidad desujetos que no se sometían con facilidad y que elegían vivir de acuerdo asus propias normativas.

26 “Criminal contra Eusebio Canales por lesiones, Temuco, 29 de diciembre de 1890”, enA. J. T., Vol. 1.27 “Criminal contra Julio Néstor Jordán por daños, Temuco, 12 de diciembre de 1895”, enA. J. T., Vol. 5.28 Ibid.

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En efecto, el deterioro de la disciplina social no tenía ejemplos en lahistoria de la región, especialmente aquella que tenía lugar en los arra-bales de las nuevas villas. “Llegó a la casa de Rufino Opazo acompañadode Nicanor Sánchez”, declaró en 1883 Félix Sepúlveda, después de salirherido en una trifulca, “y que poco después de haber llegado este últimotuvo una riña con uno de los hijos de Opazo, y habiéndose hecho gene-ral la pelea, el declarante recibió efectivamente muchos tiros de revolverpor todos los que tomaron parte en la pelea…”29. En Angol, el almace-nero José Salomone se quejó, en 1880, del ataque que sufrió a manos desu yerno Cristóbal Cresta a causa de un mensaje que el primero no logróentender. “Se introdujo al lado dentro del mostrador y vertiendo la pa-labra de que él se haría entender (valiéndose de la superioridad en fuer-zas) me toma del cuello y descarga sobre mí tres trompadas…”30. Balta-sar Quintana, avecindado en las cercanías de Huequén, prometió ven-garse del atropello voluntario que cometió Dionisio González con sucaballo poco manso en la persona de su hijo.

“Y al efecto se adelantó bastante, de modo que al pasar en dirección de micasa en Malleco, me disparó desde más de veinte varas de distancia dosbalazos con revolver, logrando asestarme uno de los disparos que mecausó una herida en la cabeza y de la cual manó sangre en abundancia”31.

Se podría pensar que este tipo de incidentes son comunes en unaépoca de transición, cuando las instituciones estatales son aún febles.Sin embargo, nada explica que en la Araucanía prosperara la violencia yla insubordinación con tanta fuerza y que los nuevos espacios captura-dos por la “civilización” sirvieran de abrigo a los renegados y fueran elescenario del desorden social generalizado que se registró durante aque-llos años. Refiriéndose a un grupo de mujeres que alegraban las nochesde Angol, un vecino del lugar declaró en 1880:

29 “Criminal por injurias contra Félix Sepúlveda, Angol, 10 de julio de 1883.”, en A. J. A.,Vol. 3.30 Criminal por injurias contra Cristóbal Cresta, Angol, 12 de febrero de 1880”, en A. J. A.,Vol. 1.31 Criminal por heridas contra Baltasar Quintana, Angol, 4 de mayo de 1881”, en A. J. A.Vol. 1.

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“Casi no pasa día sin que las nombradas y otras compañeras de aquellasno estén ebrias, llamando la atención y escandalizando a los transeúntes.La pieza en que viven la han convertido en un vergonzoso lupanar,soldados de los diversos cuerpos que existen en esta población se reúnendiariamente en dicha casa y contribuyen a aumentar el escándalo”32.

Lo cierto es que en el nuevo contexto social que creaba el choqueentre la sociedad estatal y las viejas modalidades tribales, prevalecía elmodo de ser fronterizo o afuerino que, sin identificarse ni con la moder-nidad ni con el tribalismo, trazaba su propia ruta para sobrevivir entreambos fuegos.

Por la información que proporcionan tanto la prensa como los regis-tro judiciales, es innegable que frente al quiebre de la sociedad tradicio-nal, los sujetos de la plebe dieron rienda suelta a sus pasiones, sin poneratención a los nuevos reglamentos con que se pretendía regir sus vidas.“Habíamos andado unas pocas cuadras”, señaló un peón en 1881, “cuan-do Lorenzo Ríos, que iba muy embriagado, nos alcanzó de a caballo ydesde un principio manifestó su intención de reñir con Bravo que ibatambién un poco embriagado, yo me interpuse para evitar las conse-cuencias de esta riña y, sin más motivo, Ríos me acometió con puñal enmano”33. El brío que mostraban los mestizos para acometer contra suspaisanos era solamente comparable a la temeridad de sus ataques y alescaso valor que otorgaban a la vida del prójimo. “El hecho fue Su Seño-ría que Hernández tenía un velorio de ángel”, testimonió en 1893 laviuda de un peón asesinado, “y mi finado marido, acompañado de doshermanos… fueron al velorio y cuando iban cerca de la casa sintió elruido Hernández y salió para afuera [sic] y dijo que andaban robando.Entonces mi marido le dijo que no era ladrón. Sin más que esto, (Her-nández) le pegó un feroz garrotazo que lo dejó tirado al suelo…”34.Interrogado por las autoridades, Hernández declaró derechamente: “Escierto que le pegué el garrotazo, y fue porque lo pillé robando en mi

32 “Criminal de oficio por escándalos públicos contra Raimundo Moncada, Soledad Parra,Juana Riffo, Angol, 23 de diciembre de 1880”, en A. J. A., Vol. 2.33 “Criminal de oficio por heridas contra Lorenzo Ríos, Angol, 28 de febrero de 1881”, enA. J. A. , Vol. 2.34 “Criminal contra Miguel Hernández por homicidio, Temuco, 28 de marzo de 1893”, enA. J. T., Vol. 1.

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casa, y porque cuando lo sorprendí me ofreció de balazos y cuchilla-das…”35. La gratuidad con que se quitaba la vida atestigua la magnituddel desastre moral y jurídico que sacudió a la Araucanía de aquellos días.“Después que pasé el Río Quepe”, declaró Lizardo Cano en 1896, “sinsaber por qué, no recuerdo por el estado en que iba, un individuo tam-bién trabajador de la faena conocido con el nombre de Roque, me pegóuna puñalada que es la herida que tengo. Hago presente que antes deesto no había tenido disgusto alguno con Roque”36. En Angol, a fines deseptiembre de 1886, el paisano Vicente Muñoz fue atacado por PedroValdebenito y Clorinda Figueroa, sin que haya “habido provocación al-guna y presume que sus agresores tenían tal vez la intención de ultimar-lo con el objeto de despojarlo, pues dice que ellos le sustrajeron trespesos que consigo llevaba”37. En Temuco, a fines del siglo, Paulino Gutié-rrez denunció a su vecino José Soto quien, “sin mediar la más ligeraprovocación de mi parte, me desafió para salir afuera. Iba armado de unaescopeta de dos tiros, con la cual me hizo los puntos y me amenazómatarme, y no disparó seguramente por temor de pegar al grupo depersonas que estaban a mi lado”38. En términos similares se expresó eljoven Romualdo Molina al denunciar el asalto cometido por dos desco-nocidos:

“Ignoro los motivos que han tenido Leal y Cornejo para maltratar a unhombre de edad avanzada como mi padre, pues como he dicho tanpronto lo alcanzaron principiaron a golpearlo sin que hubiera habidosiquiera un cambio de palabras”39.

Nadie lograba escapar de estas acciones violentas ni podía mantener-se ajeno a las múltiples expresiones de desacato que afloraban por do-quier. Incluso los agentes de gobierno eran arrastrados por el crecienteespíritu transgresivo, cometiendo abusos y arbitrariedades que respalda-

35 Ibid.36 “Sumario por lesiones hechas a Lizardo Cano, Temuco, 21 de julio de 1896”, en A. J. T.,Vol. 5.37 “Criminal contra Pedro Valdebenito por heridas, Angol, 27 de septiembre de 1888”, enA. J. A. Vol. 5.38 “Criminal contra José Soto por intento de homicidio, Temuco, 10 de enero de 1899”, enA. J. T. , Vol. 10.

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ban con el sello que les otorgaba su condición de funcionarios públicos.“El señor González me dijo entonces que tenía orden del Subdelegado”,denunció una víctima de una alevosía cometida en ese contexto en 1881,“para conducirme preso, y sin mostrarme esta orden y desoyendo misprotestas me condujo preso a su casa acompañado de los paisanos Fran-cisco Maza y Carmen Alvarado. Llegado a casa del señor González, éstetomó un lazo y me ató las manos por la espalda delante de las personascitadas, diciéndome que iba a castigarme para que le diese datos acercade los autores de un hurto que le habían hecho recientemente”40. “Esverdad que siendo soldado de policía de esta ciudad”, confesó PantaleónAlbornoz en Angol en 1883, “cometí el delito de sustraer clandestina-mente del cuartel del cuerpo tres carabinas Winchester...”41. Más graveaún fueron las denuncias hechas en 1884 contra Roberto Bunster, sub-delegado de gobernación, quien fue acusado por Miguel Painequeo porel delito de flagelación42. Idénticas acusaciones fueron formuladas porAndrés Erices y Domingo Campos contra el subdelegado de TigueralDemófilo Arena y el comandante de policías rurales Hernán Trizano.

“Después de haber practicado un prolijo allanamiento, colgaron y azota-ron a mi hijo Conrado, de ocho años de edad, exigiéndole dijera elparadero de dicho Rodríguez; luego después se llevaron consigo a mi hijoSerapio, de veinte años, hasta la casa del señor Moler [sic], en donde locolgaron y azotaron cruelmente exigiendo lo mismo que pretendían delniño (…) me obligaron a seguirlos hasta un punto dado y montuoso. Ahíme obligaron que dijera el paradero de dicho Rodríguez y como noconsiguieran su intento, me obligaron a tenderme y quitándome entrelos policiales los pantalones, obligaron a don Domingo Campos me dierade azotes con un lazo doblado que le pasaron y a quien daban de trompa-das y guascazos porque no pegaba fuerte. Cuando ya me encontraba casiexánime a causa del tormento, dejaron de azotarme e hicieron otro tanto

39 “Criminal contra Manuel Leal y Benjamín Gómez, Angol, 24 de junio de 1899”, en A. J.A. Vol. 7.40 “Criminal contra Onofre González por lesiones, Angol, 2 de septiembre de 1880”, en A.J. A. , Vol. 2.41 “Criminal contra Juan de Dios Bastidas, Pantaleón Albornoz y Nemesio Díaz por hurto,Angol, 23 de abril de 1881”, en A. J. A., Vol. 3.42 “Causa criminal por flagelación contra Roberto Bunster, Angol, 29 de octubre de 1884”,en A. J. A. Vol. 3.

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con don Domingo Campos y cuando se hartaron de hacernos sufrir elsuplicio, nos largaron diciéndonos: “bayan [sic] a querellarse, hai [sic]tienen por testigos a los robles y culenes”43.

En 1894, el Sargento José Matamala, del cuartel policial de Temuco,fue acusado de similares atropellos. “En dicho cuartel, después de aga-rrarme a puntapiés, bastonazos, y de apostrofarme con la calumnia debandido y de hacerme pasar una noche cruel, sin abrigo de ningunaespecie”, declaró una de sus víctimas, “me puso a la barra al día siguien-te y en ella me tuvo un día entero”44. Un año más tarde, el cuatreroGregorio Méndez se quejaba: “El comandante de policía de Lautaro mehizo sacar una noche del cuartel y con un cabo Arias y tres soldadosmás… me llevaron al puente del Soco y ahí me colgaron siete veces y memaltrataron para que me confesara culpable”45. Medardo León se quere-lló en 1898 contra el juez de Lautaro Rodolfo Martínez “por prisiónarbitraria y vejámenes…”. En la causa iniciada contra la autoridad judi-cial, León declaró que el magistrado era conocido como “el loco Martí-nez (…) mantuvo y mantiene al vecindario de su jurisdicción en cons-tante alarma, decretando prisiones, allanamientos de causa propia y contrapersonas honorables y domicilios en el lugar, manteniéndolos presos aindividuos por más de sesenta días y usando contra ellos apremios ilegí-timos…”46. Seis meses más tarde, Ercilia Candia corroboró las acusacio-nes contra Martínez afirmando:

“He sido una de las víctimas de los atropellos y vejámenes cometidospor el señor Rodolfo Martínez… este señor ha cometido tales hechosque por ellos merece ser castigado de una manera terrible y ejemplar…”47.

43 “Querella criminal por flagelación contra Andrés Erices, Angol, 16 de abril de 1890”, enA. J. A. Vol. 5.44 “Criminal por prisión indebida contra José Matamala, Temuco, 19 de enero de 1894”, enA. J. T., Vol. 2.45 “Sumario sobre flagelaciones hechas a los reos Bernardo Inostroza y Gregorio Méndez,Temuco, 30 de agosto de 1894”, en A. J. T., Vol. 5.46 “Criminal contra Rodolfo Martínez por prisión indebida, Temuco, 14 de febrero de1898”, en A. J. T., Vol. 8.47 “Criminal contra R. Martínez por prisión indebida, Temuco, 22 de septiembre de 1898”,en A. J. T., Vol. 9.

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La proliferación de actos abusivos y corruptos entre los policías y lamala imagen que el cuerpo proyectaba hacia el resto de la sociedad, hizoposible que los propios delincuentes, en más de una oportunidad, actua-ran simulando ser agentes del orden y de la seguridad. “En la noche deldía cuatro de diciembre de 1890 fueron asaltadas las casas de Juan Bautis-ta y Santiago Almendra, vivientes del lugar ‘Batuco’ de este Departamen-to”, se lee en una memoria del fiscal de Angol en 1890, “por una partidade bandidos quienes haciéndose anunciar como agentes de policía, consi-guieron que se les abriesen las puertas y entrándose a las habitacionesamarraron a los dueños de casa y les robaron el dinero y especies que cadacual poseía…”48. Sólo resta preguntarnos: ¿Qué llevaba a aquellos hom-bres, hasta allí apegados al derecho, a convertirse en torturadores?

La distancia de los poblados, la debilidad de los dispositivos estata-les y la omnipotencia que gozaban los agentes de gobierno a nivel local,se combinaban para facilitar los abusos. “Hace trece días a la fecha que letomó preso en los montes Manuel Antonio Salinas”, señaló un gañánque sufrió la furia de un latifundista transformado en juez de comisión,“y lo trajo a la casa de él donde lo colgó en las vigas de su casa y lo flagelódiciéndole: que si no confesaba donde tenía un caballo, que decía lehabía robado, lo ultimaría. Que por medio del castigo que le hacía y porlibrarse de aquel continuo flagelamiento, dijo que él era el autor delrobo del caballo”49. En similares circunstancias se encontró Tomás Mu-ñoz, acusado por abigeato en abril de 1884.

“Hacen como 15 días, más o menos, que me encuentro en la prisión, sinmás delito que habérsele puesto a don Wenceslao Rodríguez que yo eraculpable en hurto de bueyes de este caballero. Este señor, de su propiaautoridad, me tomó preso cometiendo las mayores atrocidades, metuvo encerrado en su casa, me colgó amarrado con las manos por detráshasta desencajarme los brazos y demás miembros de mi cuerpo quehasta ahora me encuentro imposibilitado y enfermo”50.

48 “Criminal por robos contra Martín Díaz y Gertrudis Rodríguez, Angol, 17 de diciembrede 1890”, en A. J. A. Vol. 5.49 “Criminal contra Julián Pardo y José Salazar por robo, Angol, 3 de enero de 1884”, en A.J. A. Vol. 3.50 “Criminal contra Juan Fuentes y Tomás Muñoz por abigeato, Angol, 22 de abril de1884”, en A. J. A. Vol. 4.

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Los abusos que sufrían los peones acusados de abigeato eran agrava-dos cuando se sumaba a ellos las arbitrariedades y demoras que impo-nían las diligencias judiciales que, en sus casos, se traducían en largosmeses de espera en los fríos calabozos de las villas o ciudades. “Soy,señor, padre de ocho hijos pequeños”, escribió el reo Francisco Isla en1893, “quienes no tienen más amparo y protección que la mía, y conmotivo de mi prisión se ven hoy día reducidos a sufrir la miseria delhambre, pues que su pobre madre, mi mujer, apenas haciendo los ma-yores sacrificios, puede proporcionarles un pan para su subsistencia…”51.Igualmente dramática fue la prisión de José Angel Mora, acusado delrobo de un buey en el Juzgado de Temuco. “El reo como observé hoy enla visita a la cárcel”, escribió un procurador al juez, “se encuentra mori-bundo y es un deber de humanidad que se le conceda su excarcelaciónpara que acuda a su familia, donde se le prestaran las atenciones debi-das…”52. Mora falleció de tuberculosis un mes después de este informe,luego de ser condenado a servir en prisión por tres años y un día.

No obstante, sería un error pensar que el peonaje fronterizo soportóestos atropellos sin chistar. Muy por el contrario, en la medida que laarbitrariedad sentaba su dominio, las vendettas estaban a la orden deldía. “Que hará dos meses, más o menos, y siendo yo soldado de la Poli-cía Rural”, declaró un funcionario en 1896, “caminaba yo como a lasnueve de la noche en dirección a mi casa por la Plaza de los manzanos,cuando me salieron tres hombres, me dieron un garrotazo en la cabeza yvarias puñaladas en la espalda y en el cuello, cayendo al suelo sin senti-do, y una vez que estuve en esta situación, me despojaron de una mantade castilla que llevaba, de un sombrero y de una chalina…”53. Estosataques contra las autoridades se sumaban a decenas de casos de violen-cia, aparentemente injustificada, llenando un capítulo especial en la his-toria de la transgresión de la nueva Araucanía.

“De súbito me encuentro en esta última casa con el citado Nicolás

51 “Criminal contra Pedro Mansilla por hurto, Temuco, 28 de octubre de 1893”, en A. J. T.,Vol. 1.52 “Criminal contra José Mora y Juan Landeros por hurto, Temuco, 20 de febrero de 1900”,en A. J. T., Vol. 12.53 “Criminal contra Hipólito Rodríguez por lesiones, Temuco, 5 de septiembre de 1896”,en A. J. T., Vol. 5.

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Arco”, declaró el peón Francisco Zambrano en 1898, “quien sin quemediara motivo justificado sacó un revólver que llevaba consigo y medio de cachazos, primeramente con él, y en seguida me disparó tresbalazos, que uno de ellos me perforó el paletó cerca del abdomen…”54.

En fin, el mestizo protagonista de estas páginas es ese sujeto escurri-dizo, ladino, malicioso y perspicaz, que deambuló por muchos y diver-sos mundos, sobreviviendo en los intersticios que dejaban entre sí lasociedad mapuche y el mundo estatal chileno55. Su fugaz paso por villo-rrios y estancias, fuertes y fortines, su cruento encuentro con sus vícti-mas y su inolvidable abrazo con la justicia trazaron su existencia deafuerino, modalidad de vida que nos privó de saber quiénes realmenteeran, de dónde provenían, o cuál era su pensamiento. Tan sólo tenemosel recuento periodístico —y judicial— de sus acciones que, por su fero-cidad y magnitud, demuestran que durante la grave crisis de gobernabi-lidad que tuvo lugar en el período de la post-Pacificación, ellos fueron elelemento social predominante en la Araucanía.

Es fácil pensar que los mestizos eran simplemente “rotos chile-nos” que irrumpieron en la Araucanía con motivo de la expansión delEstado nacional. Nada podría estar más lejos de la realidad. Losmestizos fronterizos eran el fruto humano de una mezcla de mapu-che con chileno, que sintetizaba la unión de dos culturas y que, porsu mera presencia, daba origen a un nuevo universo cultural; no eranchilenos pobres, que de inquilinos se transformaron en la plebe mi-serable que pululaba por los arrabales septentrionales, sino los hijosilegítimos de una relación interétnica que nadie pretendió apadri-nar. Bien montados y equipados para sobrevivir en las circunstanciasmás extremas, su devenir oscilaba entre la alegría y la tragedia, entreel rasgueo de una guitarra y el chasquido de una navaja. Su hábitateran el monte, la quebrada o la montaña cuando se dedicaba al cua-trerismo o galopaba dejando tras de sí el rastro sangriento del bandi-do, o los patios resecos de estaciones y burdeles cuando vagaba en

54 “Criminal contra Nicolás Arcos por intento de homicidio, Temuco, 16 de mayo de1898”, en A. J. T., Vol. 81.55 JOSÉ BENGOA, “Sociedad criolla, sociedad indígena y mestizaje”, en Proposiciones 12,Santiago de Chile, SUR, 1986, pp. 121-140.

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sus juergas urbanas. Es probable que en sus rasgos luciera como elresto de los chilenos, pero sus acciones eran irrepetibles pues llevabasobre sí la carga de una historia de caos y anarquía que otros ya ha-bían olvidado. Los mestizos de la frontera mapuche fueron sujetosque no se encuentran en otras latitudes ni en otras mezclas, sino tansólo en la región del Bio-Bio. Ellos eran los huachos de esa región.

Finalmente, se debe aclarar que los delitos y transgresiones quese analizan no son “mestizos” en un sentido estricto. Por cierto queeran llevados a cabo por los mestizos fronterizos, pero no eran priva-tivos de la Araucanía; también tenían lugar en otras partes del país yen otros lugares del mundo. Sin embargo, vistos en un conjunto,reúnen ciertos atributos que no se encuentran en otras regiones: unalto grado de violencia, uso indiscriminado de cuchillos, revólveres ygarrotes, implementación de tácticas cuasi-militares cuando se tratade asaltos a granjeros y, en el caso de los delitos urbanos, un desen-freno apasionado. Súmese a ello violaciones, deshollamientos y asesi-natos de familias completas por las causas más triviales, y se tendráun cuadro que ilustra en algún sentido lo que deseamos señalar. Fue-ron, por sobre todo, crímenes fronterizos en el sentido que teníanlugar allí donde la autoridad era débil o donde la tradición consagra-ba estas modalidades de violencia. ¿Dónde más podrían juntarse tantasatrocidades y tropelías en un espacio tan pequeño y en un períodotan corto de tiempo?

Es probable que más de alguien piense que fue la cercanía con losmapuches lo que influenció negativamente la evolución histórica delmestizaje fronterizo, pretendiendo afirmar que la brutalidad que des-plegaron en sus actos tiene su matriz en el mundo aborigen. Seguir esecamino solamente confirmaría el concepto acuñado por tantos autoresdel siglo XIX y comienzos del XX —Vicuña Mackenna, Barros Arana,Encina, Latcham y, más recientemente, Alvaro Jara— de que los mapu-ches eran “bárbaros”, “salvajes” e “incivilizados”, en una palabra, unaraza “primitiva” que contaminaba a aquellos que entraban en contactocon ellos. “Podríamos afirmar que cuando el país se propuso consolidarel Estado y la identidad nacional en la segunda mitad del siglo XIX”,escribió acertadamente el profesor Jorge Pinto, “renunció a su herenciaindígena, presentando al indio como expresión de una raza inferior que

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nada tenía que ver con el chileno”56. Contrario a la figura racista que seelaboró para describirlos, los mapuches fueron, son y serán un pueblode gente pacífica, respetuosa del orden, de la ley y del prójimo. Si bienla imagen histórica divulgada por los huincas —y por más de algúnfundamentalista mapuche actual— realza la tradición guerrera y se hahecho un lugar común elogiar sus habilidades militares, este rasgo noretrata fielmente la identidad histórica de los mapuches; tampoco leshace más salvajes ni logra opacar su extraordinaria cultura política, suexcelente manejo diplomático y su reconocida capacidad mercantil. Elmapuche proviene de un mundo ordenado, equilibrado, armónico. Siasí ocurrió con los afamados mapuches, ¿qué se podría decir respecto delos mestizos? Que los mestizos sean violentos, anárquicos e insubordina-dos no proviene de su sangre mapuche —ni tampoco de la española—sino del contexto de frontera que les vio nacer, desarrollarse y crecercomo un grupo étnico marginal y afuerino. Acrisolado en la guerra, enel comercio, en los viajes a grandes distancias por inmensas serraníascordilleranas, siempre expuestos a catástrofes y desastres, acosado porplagas y epidemias, por la sequía y el aluvión, el ser mestizo fue forján-dose históricamente en un ambiente tosco, vulgar, en el que prevalecíala infamia, el pillaje y la necesidad constante de sobrevivir a cualquiercosto y de cualquier manera. A fines del siglo XIX, una nueva serie defactores contextualizaron su accionar delictual: la inusitada violencia queacompañó a la ocupación militar chilena, la debilidad del aparato poli-cial, la corrupción generalizada que prevaleció en la sociedad civil, lapobreza manifiesta del bajo pueblo, el desmantelamiento de la autori-dad de los lonkos y, por sobre todo, la evolución histórica de una tradi-ción infractora que pudo haber comenzado en la picardía pero que ter-minó en la irracionalidad. En otras palabras, las conductas del mestizajede la Araucanía de la post-Pacificación se explican, fundamentalmente,en su propia evolución histórica.

La violencia mestiza atentaba contra las premisas fundamentales delgobierno, debilitando en su esencia lo que fue el primer y más socorridoargumento para la ocupación chilena de la Araucanía: la posibilidad deeliminar la intimidación y el terror en el desenvolvimiento de las rela-

56 PINTO, De la Inclusión a la exclusión…, op. cit., p. 132.

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ciones interétnicas y de la vida diaria. Parafraseando a Cervantes, en1881 los mestizos fronterizos habían perdido una batalla, pero diez añosmás tarde comenzaban a ganar la guerra. Está de más decir que las auto-ridades de la época, que concentraron toda su atención en el desarrollode dispositivos de sometimiento y control de la población mapuche,descuidaron totalmente la presencia de esa vasta masa mestiza que nosólo emergía más pobre a consecuencia de la expansión capitalista sobresus tierras sino, también, con un ánimo redoblado para resistir. “Se pue-de hablar también de una sociedad popular formada por ‘chilenos civi-lizados’ y ‘chilenos indígenas’ ”, escribió Pinto para referirse a la socie-dad que surge después de la Pacificación, “entre los cuales no existenmuchas diferencias y un par de características comunes: la pobreza y elalcoholismo. Y los pobres eran una amenaza, tan grave como lo fueronlos mapuche [sic] en los años previos a la ocupación”57. La historia pos-terior a 1880 demostró que en la Araucanía había mucho más que ma-puches y chilenos: existía allí un inmenso segmento social, ignorado pormuchos y amagado por unos cuantos, que durante años no aceptó laspremisas de la ocupación huinca. Eran los mestizos fronterizos, hombressin tierras y sin Ley.

57 PINTO, De la inclusión a la exclusión…, op. cit., p. 198.

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CAPÍTULO IILA TRANSGRESIÓN MESTIZA EN LA VIDA COTIDIANA

DE LA ARAUCANÍA, 1880-1900

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Cuando el Estado chileno ocupó la Araucanía, diversos observadoresproclamaron que con esa acción se ponía fin a la guerra mapuche y sedaba inicio a un proceso de modernización similar al que tenía lugar enel resto del país. Sin embargo, estas expectativas colapsaron una vez quese descubrió que el sometimiento de las tribus no significó la “pacifica-ción” de los antiguos territorios fronterizos. Por el contrario, la implan-tación de las instituciones estatales marcó el inicio de una profundacrisis social que no tenía parangón en la convulsa y dramática historia dela región. En las páginas que siguen analizaremos la forma más cotidianaque asumió la violencia mestiza en la Araucanía durante el período 1880-1900, centrando la atención en los crímenes de índole individual y co-lectiva que rompieron la tenue línea que separaba lo público y lo priva-do en aquellas tierras.

Los grandes crímenes tienden a monopolizar los titulares de la pren-sa, silenciando las transgresiones de menor magnitud; no obstante, es lamultitud de estos delitos menores o triviales, los que van creando laatmósfera que subyace a los hechos más escandalosos y bullados. Cadagota de lluvia es intrascendente, pero todas juntas hacen la tormenta.Desde el punto de vista histórico, lo que más ha llamado la atención delos especialistas ha sido el fenómeno del bandidaje, que irrumpió comouna plaga a través de la Araucanía durante la segunda mitad del sigloXIX. En nuestro caso, hemos dirigido la atención hacia un evento mu-cho menos espectacular, pero quizás más significativo, como fue la ruti-na criminal que registra la vida en las villas y pagos de la Araucanía. Nosinteresa examinar estos hechos no sólo por su frecuencia, sino por el rolque desempeñaron en la configuración de lo cotidiano y en la construc-ción de un imaginario colectivo que mostró un creciente desprecio por

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el valor de la vida humana. También nos interesó porque obliga al histo-riador a dirigir el análisis hacia las bases del mundo social, en tanto quese trata de describir las formas más simple de reproducción de la violen-cia observando cómo reverbera desde allí hacia las alturas. No menosimportante, es la tarea de adentrarnos en el estudio de la pasión y ellibertinaje que, a través de actos tan espeluznantes, logra inscribir en lamemoria de los otros la verdadera magnitud de las tragedias personales.

Para lograr percibir esa rutina iniciaremos este estudio en el mundosubjetivo de los individuos, para pasar al ámbito familiar y terminar enel universo más complejo del conglomerado social: de ese modo; el tra-yecto está guiado por un deseo de ascender de lo existencial a lo comu-nitario, buscando desentrañar parte de esa historia anónima que delineael trayecto histórico de las grandes mayorías. Contextualmente, se ana-lizará la rutina de lo criminal indagando en la prensa desde el ámbitoprivado hasta el espacio público, entendiendo las diferentes formas detransgresión como una resistencia silenciosa contra el estado de derechoy la normativa impuesta por el Estado chileno en la región.

1. Los crímenes domésticos o de ámbito familiar1

No hay peor crimen que el que se comete por causas amorosas, por-que la destrucción del ser amado es un contrasentido de la transgresión.Más grave aún cuando el amor es considerado un crimen. En la frontera,vieja cuna de tradiciones y costumbres cuyos orígenes la gente habíaolvidado, una de las expresiones amorosas más habituales consistió en elrapto de la novia, siguiendo la vieja usanza mapuche2. Así, en 1892, en

1 Esta primera aproximación al tema de las transgresiones en el seno de la familia mestiza hasido precedida por interesantes estudios sobre la familia en el Chile tradicional; véase RENÉ

SALINAS MEZA, “Lo público y lo no confesado. Vida familiar en Chile tradicional, 1700-1880”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, N°3, 1999, pp. 31-60; IGOR

GOICOVIC, “Mecanismos de solidaridad y retribución en la familia popular del Chile tradi-cional”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, N°3, 1999, pp. 61-88.2 Sobre la práctica del rapto en el resto de Chile, RENÉ SALINAS MEZA, “La transgresióndelictiva de la moral matrimonial y sexual y su represión en Chile tradicional, 1700-1870”,en Revista Contribuciones Científicas, N°114, 1996, pp. 1-23; IGOR GOICOVIC, “Es tan cortoel amor y es tan largo el olvido... seducción y abandono en Chile tradicional, 1750-1880”,en Revista Contribuciones Científicas, N°114, 1996, pp. 25-56.

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Concepción, se registró una verdadera epidemia de raptos de novias quefue comentada jocosamente por la prensa. “Raptos. En los últimos díashan ocurrido a la policía, no menos de ocho hombres de otras tantaspalomas que han abandonado su nido para formar otro palomar aparte osimplemente por gozar del arrullo de pichones enamorados. En ningu-no de los casos que se han presentado al cuartel, había datos segurossobre el rumbo tomado por las palomas y el nombre del pichón que conellas se fuera”3. Las autoridades, sin embargo, cada vez que recibieronuna denuncia de los padres o familiares de la muchacha “raptada”, de-mostraron que no estaban dispuestos a soportar que esta práctica tribalse infiltrara en la nueva institucionalidad. De esta forma, la criminaliza-ción de una vieja costumbre transformó el secuestro de la novia en undelito y a sus protagonistas en malhechores, contraponiendo la tradi-ción consuetudinaria con el nuevo derecho positivo. El saldo de esteconflicto fue la explicable efervescencia de la criminalidad, manifestadaen los diversos planos de la vida cotidiana y en las reiteradas denunciasque aparecían en los periódicos; no obstante, en un plano judicial, esprobable que la realidad haya sido diferente. En la Araucanía de esaépoca, la mayor parte de este tipo de transgresiones eran ahogados por lacomplicidad familiar, que aún tendía a funcionar de acuerdo con lasnormas tradicionales y no de acuerdo con la nueva juridicidad. En esesentido, la familia mestiza puede ser vista no sólo en relación con suhabitual funcionalidad, económica y afectiva sino, también, como unainstancia de auténtica resistencia social, mucho más cuando la sociedaden su conjunto se debatía bajo el impacto de la modernización implan-tada desde el Estado. La familia, escribió Goicovic refiriéndose a la fami-lia popular en el Chile tradicional, “será la institución idónea para lasocialización de la moral y de la política, para la mantención de lascostumbres, el orden y determinadas tradiciones”4. Esta definición esválida también para la Araucanía de la post-pacificación, cuando elmundo doméstico constituía la última instancia de defensa del modo devida que habían desarrollado los habitantes de las tierras de nadie. De allíque las denuncias que aparecen en la prensa tienen relación con hechosviolentos y asesinatos, mientras que la bigamia, el amancebamiento, la

3 La Industria, Concepción, 28 de junio de 1892.4 IGOR GOICOVIC, op. cit., p. 65.

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barraganería y el lachismo, seguían siendo un asunto íntimo.La vida privada en la nueva Araucanía fue, desde el punto de vista

delictual, una mezcla de viejas transgresiones y nuevos crímenes. Entreéstos se debe incorporar la sodomía. “El 5 del presente”, informó ElPueblo de Nueva Imperial en 1896, “fue aprehendido Juan de Dios Pin-cheira por haber sido sorprendido cometiendo el crimen nefando conun muchacho de once años”5. La sociedad fronteriza, acunada en el ma-chismo, tenía poca tolerancia con el amor homosexual. “A la cárcel”,tituló La Prensa de Arauco el 28 de julio de 1895,

“Ramos es el apellido de un sirvengüenza que ha dado en ejercitar el másbrutal de los actos. Para sacar de dudas al lector, le diremos de una vez queel tal Ramos es todo un segundo Cornelio Mena, muy amoroso con loshombres al revés de los cristianos. Ramos persigue a estas horas, cosa de nodejarlo vivir a Pablo Hernández. Hernández hijo del bajo pueblo, esjoven y de buena cara. Como a las diez de la noche del lunes salía éste deun despacho de licores y se encaminaba a su casa cuando fue detenido enChillancito por Ramos, quien le ofrecía festejarlo con buen vino. Bienimpuesto Hernández del gran crimen que deseaba llevar a cabo aquellabestia, le quitó el bastón y con él le pegó por donde merecía”6.

La picardía socarrona y el homofobismo agazapado se combinaban en laprensa para estigmatizar a los pederastas y denunciarlos por sus prácticas con-sideradas contra-natura, al mismo tiempo que se establecían las bases socialesde un ethos intervencionista que echaba abajo las murallas de la privacidad.

La eterna disputa entre lo público y lo privado, entre lo que concer-nía al individuo y lo que importaba al Estado, tuvo un permanenteescenario en los crímenes pasionales que, si bien violaban las reglas jurí-dicas, satisfacían las necesidades individuales de justicia. Muchos de losasesinatos de mujeres y hombres que tuvieron lugar en la Araucanía deesos días se encasillan en este marco, porque obedecieron a resentimien-tos, frustraciones, celos, promesas no cumplidas o engaños7. En otras

5 El Pueblo, Nueva Imperial, 12 de abril de 1896.6 La Prensa, Arauco, 28 de julio de 1895.7 MARÍA TERESA ROJAS, “Agresión de hombre, defensa de mujer: una aproximación a laviolencia conyugal y la justicia en el mundo popular. Zona central, 1760-1830”, en Revistade Historia Social y de las Mentalidades, N°3, 1999, pp. 89-116.

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palabras, fueron crímenes por amor, velados por un silencioso cerco desilencio. Por esa razón, las informaciones publicadas por la prensa nopermiten discernir el verdadero motivo que subyació a muchas de estasacciones. De otra parte, cuando existían tantas razones para morir vio-lentamente, las causales amorosas otorgaban cierto halo romántico a estetipo de transgresiones, que reflejaban la existencia de ciertos códigosque, cuando eran quebrados, se pagaban con la vida. “Hace pocos díasun individuo disparó un tiro de revólver a una pobre mujer por unaventana, en cuya pieza se hallaba, dejándola muerta casi en el acto. Elasesino se largó como sucede a menudo”8. En Los Angeles, una tertuliarelativamente tranquila terminó inesperadamente en tragedia cuando eljuego y los celos se unieron para nublar la conciencia de un sujeto. “Eldomingo un individuo de apellido Manosalva, se divertía con otros enuna casa, cuando inesperadamente se disgustó con una mujer que conellos estaba, por celos, según se cree, y sacando un revólver le disparó untiro en la frente. Afortunadamente el proyectil no penetró al cerebrodeslizándose por el hueso”9. También ocurrieron crímenes de “uxorici-dio”, como los denominó El Pueblo de Nueva Imperial en 1898.

“Una mujer que mata a su marido. En uno de los días del mes de eneropróximo pasado, Delfina Soto dio muerte a su marido Segundo Aran-da, ayudada por Domingo Bustos, individuo con quien la Soto soste-nía compromisos ilícitos. Este vergonzoso y repelente drama tuvo porteatro el fundo de don Luis de Guevara, situado a inmediaciones de laestación de Quepe”10.

Otros asesinatos por amor tenían móviles más obscuros.

“El miércoles en la noche se ha perpetrado en un fundo de don JoséMercedes Burgos un asesinato de lo más alevoso, vivía en el citadofundo una tal Lastenia Barrera; a la entrada de la noche llega ahí aalojarse un tal Mena y después de haber conversado un poco y auntomado de chicha de manzana le asesta un gran número de puñetazosa la infeliz Barrera que muere un poco después (...) Lastenia Barrera

8 La Araucanía Civilizada, 3 de octubre de 1886.9 El Franklin, Los Angeles, 1 de mayo de 1889.10 El Pueblo, Nueva Imperial, 13 de febrero de 1898.

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estaba encinta y recibió de 8 a 9 horribles heridas. Por los díceres pareceque hubiera alguna mano oculta que hubiera insinuado al asesino aobrar”11.

¿Qué motivos podían existir para asesinar de manera tan brutal a unamujer preñada? Difícil de adivinar, pero así era la cruda realidad de laAraucanía: la muerte había alzado su siniestro vuelo, y nada ni nadiepodía detener a sus ejecutores. “En los primeros días de la semana pasa-da, a corta distancia del pueblo de Tucapel, fue asesinada María SantosMuñoz, cuyo cadáver horriblemente destrozado fue encontrado dentrode un foso. Existe en la cárcel de aquel pueblo un individuo a quien se lecree autor del asesinato”12. En 1890, la policía rural de Temuco condujoa la ciudad “el cadáver de Mercedes Fernández, asesinada a balazos poruna cuadrilla de bandoleros en el lugar ‘La Sanja’...”13. A fines de lacenturia, en la estación de Buenuraqui, pereció baleada una cocinera desetenta años.

“Alcanzó a proferir algunas palabras (...) diciendo que Nicanor Moralesle había disparado en los momentos en que estaba sirviendo la comida,falleciendo a los cuatro minutos después (...) por lo que respecta a losmóviles del crimen nada se sabe de positivo; pero hay quienes aseguranque Morales profesaba un odio profundo a la víctima, ignorándose lacausa”14.

La profusión de asesinatos por razones pasionales sobrepasaba las es-tadísticas de una sociedad “normal”, pues la escasa población no ameri-taba que se multiplicaran de una manera tan escandalosa los homici-dios. Eran crímenes cometidos por enajenados que, desde su particularángulo y perspectiva, hicieron su efímera contribución a una historia dedrama y sangre. Ese fue el caso del asesinato de una cocinera en Picol-tué, visitada en su lugar de trabajo por “un individuo que vestía regular-mente... una vez que el facineroso se vio solo con la infeliz mujer, saca unafilado puñal y con infernal furia lo sumerje en tres o cuatro partes del

11 La Araucanía, Mulchén, 15 de mayo de 1886.12 El Deber, Yumbel, 26 de septiembre de 1889.13 La Voz Libre, Temuco, 19 de junio de 1890.14 El Sur, Concepción, 7 de julio de 1899.

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cuerpo, matándola inmediatamente”15. Otro caso de similares caracte-rísticas tuvo lugar en Arauco en 1890, cuando Silverio Espinoza,

“dio de puñaladas a su manceba Felix Martínez [sic] y la habría ultima-do si es que otras que se encontraban presentes no le quitan el cuchillo...esta misma gracia había hecho en Coronel con su propia muger, cincoo seis años atrás, de cuya cárcel se fugó por un forado”16.

En el mismo distrito, tres años después, Emiliano Peña fue “villana-mente apaleado... por asuntos de amoríos...”17 Más borrosas fueron lasrazones que motivaron el asesinato del minero Manuel Parada, quien fueencontrado frente a la bocamina llamada Miltrin: “Los asesinos que bár-baramente lo degollaron, destrozándole el tronco, fueron sin duda insti-gados o dominados por una cínica venganza”18. En Yumbel, Senén Fi-gueroa fue detenido por haber herido con la cacha de su revolver,

“a una pobre mujer llamada Beatriz Cares Candia y a otro individuo. Elsumario levantado a la vapor [sic] por el juez suplente señor de la Barra,permitió que el reo fuese puesto en libertad dos días después bajofianza. ¡Oh justicia chilena!”19.

Los celos, siempre presentes en la conducta machista de los mestizos, eranincitados por la naturaleza picaresca y alegre de sus compañeras. Es cierto quepocos podían mantenerse impasibles frente a los ojos oscuros y risueños deuna huasa que, entre palabras de doble sentido y ademanes sugerentes, envol-vían a los hombres más huraños en sus ingenuas redes de afecto y cordialidad,pero también es cierto que el costo de los flirteos superaba las gracias de unasonrisa. Cirilo Acuña, natural de Chillán, dio de puñaladas a su mujer RosaOrmeño, “una en el vientre y otra en el corazón... asegura que el móvil que leha impulsado a cometer este crimen es el de castigar la infidelidad de su mujerque, aunque eran 14 años casados, había principiado a traicionarlo”20. Un caso

15 El Bío-Bío, Los Angeles, 17 de diciembre de 1882.16 El Arauco, Arauco, 6 de diciembre de 1890.17 La Prensa, Arauco, 6 de agosto de 1893.18 La Prensa, Arauco, 8 de abril de 1898.19 La Tribuna, Yumbel, 16 de mayo de 1897.20 La Voz del Pueblo, Concepción, 26 de febrero de 1890.

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similar de infidelidad amorosa, con trágicos resultados, se registró en el luga-rejo de San Antonio, cercano a Yungay.

“La vida inmoral y licenciosa que observaba la esposa de Gavilán, con-dujéronla al extremo de faltar en reiteradas ocasiones a sus deberesconyugales, huyendo con sus amantes por varios días sin preocuparsepor su hogar. Como de costumbre, ese día bebieron más de lo suficientey regresaron a la casa más temprano, acompañados esta vez por RamónJara, individuo con quien se le conocía a la mujer relaciones ilícitas. Alllegar a un monte que existe a inmediaciones de la casa, Jara le asesta aGavilán un garrotazo en la cabeza que lo aturdió y derribó del caballo.En ese estado, Jara y la criminal esposa lo atan fuertemente de pies ymanos y con un afilado cuchillo le cortan la cabeza”21.

En Traiguén, dos mujeres mapuches fueron las actrices inesperadasde un drama amoroso que terminó con la muerte de la amante.

“Una india de los alrededores de Quino dio muerte a una rival suya, loque consiguió haciendo uso de garrotes, y no contenta la bárbara consemejante crimen, echó agua hirviendo sobre el cadáver de la infeliz queacababa de ultimar por causa de celos que mantenía desde muchotiempo atrás”22.

El amor despechado, sin retribución, es quizá la fuerza más terribleque puede desatar el individuo contra sus congéneres, especialmentecontra aquellos que le rechazan. No conoce límites ni barreras ni le guíael más mínimo código de pundonor; se despliega a sus anchas en eldesenfreno, buscando destruir cualquier huella que dejara en el otrodurante los días de su pasión; en el plano de lo interpersonal, es la formade ira más peligrosa, pues si en algún instante prometió la vida, en esosmomentos de exceso solamente ofrece la muerte. Así lo experimentarony sufrieron aquellos que sucumbieron ante el cuchillo enardecido de unmestizo que, buscando vengar su alma, condenó a sus seres amados alpeor martirio.

21 Los Tiempos, Yungay, 15 de diciembre de 1889.22 El Traiguén, Traiguén, 1 de diciembre de 1891.

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“En el fundo Ñochas, 4° subdelegación de este departamento, se hacometido un asesinato en la persona de Manuel Maldonado... recaensospechas, por el momento, en Rufina Castillo, con quien la víctimahabía mantenido relaciones ilícitas, a causa de que Maldonado se iba acasar con otra mujer, de lo que había prometido vengarse”23.

En un medio dominado por la violencia y en el cual las disputaseran resueltas, la mayoría de las veces, a espaldas del Estado, no fueextraño que el castigo infantil y el maltrato doméstico llegaran a límitesextremos. “¡Que cariño!”, titulaba con ironía El Eco del Sur en 1884, lanoticia relativa a una disputa matrimonial en la villa de Angol. “[Elmarido] no encontrando arma a la mano con qué herirla la arrojó sobreun montón de leña que ardía como un castillo, donde cayó aturdida. Elamante esposo salió de la casa y la infeliz mujer fue sacada de las llamascasi asada, por los vecinos que acudieron a su socorro”24. La ausencia deempleo, la enfermedad de un niño, las cuentas pendientes por el fiadoen despachos y pulperías, sumados a las borracheras de uno o los doscónyuges y la reprobación del resto de la comunidad, transformaban elrancho familiar en un pequeño infierno en el que la tensión, las griteríasy los insultos terminaban en tragedias. “Un marido modelo. En la callede Caupolicán vive un italiano inmigrante que anteayer en la tarde armóuna acalorada disputa con su cara mitad terminando por romperle a éstala cabeza a fuerza de golpes (...) La disputa ocasionó tal desorden que seformó un gran tumulto entre la gente del barrio que iba a saber lo queocurría”25. El hervidero humano conformado por los miembros directosdel núcleo familiar, los abuelos, una tía imbécil y uno que otro allegado,se quedaba en silencio cuando una hebra de sangre dibujaba en el pisodel rancho la siniestra firma del crimen. Lo peor de todo es que la vícti-ma era un familiar bien amado. Relatando la disputa que tuvo lugarentre Juan Briceño y su esposa Mercedes Muñoz, ambos sobre los seten-ta años, Briceño confesó que “en un momento de arrebato, producidopor reiteradas peticiones de dinero, que le hacía su mujer y por otrosmotivos de escasa importancia, le dio una bofetada en la frente cayendoella al suelo...”. A causa del golpe, informaba El Sur, la mujer falleció.

23 El Arauco, Arauco, 29 de agosto de 1886.24 El Eco del Sur, Angol, 7 de diciembre de 1884.25 El Sur, Concepción, 13 de septiembre de 1890.

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“Explicando el reo los hechos que originaron las lesiones indicadas diceque cuando cayó su mujer, ofuscado él por la ira que lo dominaba, latomó del cuello y le azotó la cabeza contra las piedras que había en elsuelo”26. La miseria material era entonces coronada por la pesadumbreque acarreaba pagar en el presidio o en el cadalso por la muerte de unhijo, de un hermano, del padre o del mejor amigo.

En las riñas domésticas, la peor parte tendía a recaer sobre las muje-res, que difícilmente podían neutralizar la fuerza de sus maridos. En esesentido, es probable que hayan acudido a sus vecinos o a la policía paraque mediaran en sus conflictos. En otras ocasiones, las mujeres mestizasrehusaron ser las víctimas. “Fue traído al cuartel de policía un indivi-duo”, informó El Vergara de Nacimiento en 1886, “a quién su esposa enacalorada riña, le acarició la crisma y la cara haciéndole varias heridas”27.La suerte de Juan Urrutia resultó desastrosa quien, en sus borracheras,golpeaba a su mujer:

“Dimos una vez un consejo a una infeliz, llamada Pabla: que cada vezque le pegase le correspondiese con más dureza que él. Y en efectodespués de esta advertencia le contestó a sus duras caricias con unmachetazo en la cabeza con un afilado cuchillo y sin más Urrutia fue unsanto para ella”28.

El fratricidio también se hizo presente en la frontera, bajo la formade los más inusuales asesinatos y transgresiones entre hermanos. Eracomo si la solidaridad de la sangre, tan importante hasta allí en la cohe-sión de los linajes, hubiese sido quebrantada por la trivialidad de unmundo de violencia que rompía los más sagrados lazos. “Horrible Cri-men”, encabezó un reportaje El Radical de Nueva Imperial en 1895, “elmartes de la presente semana en el lugar denominado Pitrufquen, elconocido vecino de esta ciudad don Manuel Antonio Araya, dio muertea puñaladas a su hermano Fermín. Por asuntos de familia estos ancianosde setenta y dos y setenta y cinco años respectivamente trabaron luchasangrienta (...) hasta caer uno agonizante con tres tremendas puñala-

26 El Sur, Concepción, 13 de octubre de 1887.27 El Vergara, Nacimiento, 24 de abril de 1886.28 El Traiguén, Traiguén, 2 de julio de 1898.

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das”29. En Concepción, un pelea entre dos cuñados terminó mal, almenos para uno de ellos:

“El bueno de Juan de Dios le dio una puñada en la boca a Abelardo,partiéndole el labio superior, sacándole de su sitio un par de dientes, ypara que no hablara más, hasta le cortó un pedazo de lengua...”30.

El infanticidio fue otro crimen común entre los que se cometieronen la nueva Araucanía. Como otras instancias legadas por la cultura fron-teriza, el profundo afecto y la absoluta libertad que gozaron hasta allí losniños desaparecieron rápidamente de aquellas tierras, una vez que elEstado intentó regularizar la vida cotidiana, implantando una normati-va ajena a las tradiciones más vernaculares31. La escuela, el matrimonioformal, la legitimación de los hijos y los deberes que imponía el CódigoCivil sobre los progenitores, por mencionar algunos aspectos de la nuevajuridicidad, trasladaban al seno doméstico la tensión que provocaba elsecular conflicto entre lo público y lo privado.

“Ha llegado a nuestros oídos que un individuo de Carampangue llama-do José Antonio Valdés, mató de un golpe con una banca a su hija Pablapor haberla sorprendido en relaciones amorosas con un sujeto... des-pués de consumado el hecho, se dice que la colgó para que creyeran sehabía ahorcado sola. El hechor se encuentra en la cárcel...”32.

Sujetas a la severa tutela de sus padres o de sus hermanos, la extensaprole mestiza comenzaba a sufrir, desde la infancia, los cambios de áni-mos, depresiones y rabietas de los mayores, en especial cuando embota-ban sus sentidos bebiendo aguardiente o vino o se desesperaban por lamiseria que les rodeaba a lo largo de sus vidas.

29 El Radical, Nueva Imperial, 26 de enero de 1896.30 El Sur, Concepción, 30 de abril de 1897.31 Sobre la historia de los niños, véase los trabajos pioneros de JORGE ROJAS, Los niñoscristaleros: Trabajo infantil en la industria. Chile, 1880-1950, Santiago de Chile, DIBAM,1996; “Trabajo infantil en la minería: apuntes históricos”, Historia N°32, 1999, pp. 367-441; RENÉ SALINAS M., “Historia de la infancia, una historia por hacer”, Revista de HistoriaSocial y de las Mentalidades N°5, 2001, pp. 11-30; Delgado, Manuel, “La infancia abandona-da en Chile, 1770-1930”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades N°5, 2001, pp. 101-126.32 El Arauco, Arauco, 23 de enero de 1881.

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“En la mañana del jueves último la subdelegación de Santa Ana denuestro departamento fue teatro de un hecho por más terrible y conmo-vedor, como a las 6 de la mañana de ese día, Manuel José le ordenó a suhija mayor, llamada Maclovia, que se encontraba en cama, que inmedia-tamente se levantara a servirle un vaso con aguardiente. La niña le diceque está bien, y al efecto empieza a vestirse, pero como a Lavin le parecieraque era mucha la demora, a lo que responde la hija diciéndole que ladejare concluir de ponerse su vestido para servirle. Esto oye el desnatura-lizado padre y se va sobre aquella, haciéndole pedazos sus vestidos yobligándola a levantarse desnuda. Una vez que la niña pudo pasarle elvaso con aguardiente, se lo quita Lavin y le exije que se lo beba, a lo que lahija contestó, llorando y suplicando, ‘que la disculpara; que no estabaacostumbrada a beber aguardiente y le podía hacer mal, mucho más a esahora, seis de la mañana’. Irritado con esta declaración, le dice: ‘Si no tomasde este aguardiente, toma de este otro...’ y le da un balazo de revolver enla garganta y otro en la espalda que le atravesó el corazón... y ya cadáver,después de lo cual su padre siguió dándole de golpes con el arma homi-cida hasta que conoció realmente que había muerto... y la madre, doñaMaría del Rosario Medina, la cual al ver a su hija bañada en sangre, seadelanta a su marido y le dice: ‘¡Que has hecho hombre, por Dios! ¡hasmuerto a tu hija!’ Esto oye el asesino y derriba en tierra a su esposa,dándole tantos puntapiés y tantos golpes con el revolver, por la cabeza,por la cara, por el pecho, por la espalda, hasta que la dejó sin sentidos yagonizante. El asesino, después de esto, tomó precipitadamente la fuga,sin que hasta hoy haya sido posible capturarlo”33.

Pocos días después, una patrulla de la policía rural logró aprehendera José Manuel y lo condujo a la cárcel de Nacimiento. De allí, a princi-pios de noviembre de 1884, consiguió fugarse, en compañía de otro reo.Justificando su huida, que realizó luego de percibir una cantidad dedinero por la venta de un predio, El Vergara manifestaba: “En fin, esteúltimo tuvo en cierto modo sus razones, porque los muchos delitos ycrímenes que pesaban sobre él lo hacían acreedor por lo menos a 20 añosde penitenciaría, esto es en el dudoso caso que no lo hubieran condena-do a muerte, todo lo cual es lo menos que puede merecer”34. La fuga de

33 El Vergara, Nacimiento, 16 de diciembre de 1882.34 El Vergara, Nacimiento, 1ro. de noviembre de 1884.

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Díaz tuvo un fatal desenlace. Perseguido por sus captores, fue acorraladoen los faldeos de Nahuelbuta.

“Repetidas veces se le gritó que se rindiera o se diera preso y en vista desu negativa y del peligro de que ganara la espesura del monte y sefugara, el subdelegado dio el grito de fuego a cuya voz uno de losacompañantes del piquete le disparó tres balazos de carabina, que lohirieron mortalmente...”35.

La violencia contra los niños entrañaba conductas que se reñían con-tra lo establecido pero que coinciden con un mundo habitado por hua-chos, padres ausentes y críos paridos después de una violación.

“Crueldad. Una mujer del bajo pueblo, que vive en un rancho ubicadofrente a la oficina de colonización, castigaba de un modo cruel el Lunesen plena calle a una muchacha como de diez años de edad. No bastán-dole las manos tomó un palo grueso descargándole con fuerza sobre lacabeza de la infeliz víctima”36.

¿Quién tenía tiempo para el afecto en una sociedad que se batíacotidianamente a cuchilladas y que resolvía sus problemas a garrota-zos o balazos? “Ayer, como a las doce y media del día”, informó ElPaís de Concepción en enero de 1893, “encontrándose en completoestado de ebriedad, Carmen Alarcón, castigó cruelmente a una hijasuya de nueve años de edad”37. “Fiera Humana”, escribió La Prensade Arauco en julio de 1897, “Tal es el calificativo que merece unamujer desnaturalizada y sin entrañas que habita una de las piezas dela casa del señor Juan Thores... a dos niñitos, que el mayor no pasaríade cinco años, fustigó aquélla con una gruesa varilla hasta dejarlossin aliento en la mañana del sábado”38. En otras ocasiones, eran lasmadres las que se veían sofocadas por las golpizas que les daban suspropios hijos. “¡Que hijo!”, tituló El País en 1897, “a ocho días deprisión fue condenado Daniel Suazo Mora, por mal hijo y golpear de

35 El Vergara, Nacimiento, 20 de diciembre de 1884.36 La Voz de Traiguén, 29 de octubre de 1890.37 El País, Concepción, 31 de enero de 1893.38 La Prensa, Arauco, 18 de julio de 1897.

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una manera brutal a su madre Josefa Mora...”39. “El infeliz Lizama”,como lo llamó El Traiguén en su página roja, al describir cómo asesi-nó a su padre en el paraje de Colpi, “este desgraciado parricida revelael aspecto de un demente. Parece le faltara algo para el peso, comovulgarmente se dice...”40. Incluso, los colonos extranjeros no escapa-ron de cometer estos nefastos crímenes contra los párvulos “El señorDragon, propietario del hotel Central me ha comunicado que tieneen su poder una niña de 8 a 10 años de edad, enferma de gravedad,abandonada de sus padres, colonos franceses, que trataron de que-marla y ahogarla después”41. En Concepción, a mediados de sep-tiembre de 1891, un italiano asesinó a su hija recién nacida. “Lacausa porque el padre criminal cometió un acto tan salvaje y atroz—escribió La Libertad Católica el 17 de septiembre de 1891— fue elno haber sido del sexo masculino...”. Se podría cuestionar la incor-poración de estos actos de inmigrantes en el largo historial de loscrímenes cometidos por los mestizos, pero valga la pena señalar queestos extranjeros no escapaban del ambiente que creaba la violencia através de ciudades y villas; por el contrario, eran atrapados por ella ypor sus mecanismos de reproducción: muy pronto, algunos flaman-tes colonos ya deambulaban por la Araucanía convertidos en bandi-dos, en transgresores y miserables, sin distinguirse en nada de laamplia masa mestiza.

El aborto, otra forma de infanticidio, es un crimen que no dejahuellas y en torno al cual los propios padres levantan una muralla decomplicidad y silencio. Sin embargo, no siempre fue fácil asesinar alos fetos indefensos, especialmente cuando se carecía de los instru-mentos o el conocimiento de las poderosas hierbas que podían arran-car de cuajo a la creatura de las paredes del útero. Por ese motivo, talvez, en la Araucanía se consignó con frecuencia el infanticidio. “Cri-men horrible”, anunció El Vergara en 1882, “nos referimos al infan-ticidio que una madre desalmada ha cometido en una criaturita queacababa de nacer y que aún no respiraba el hálito del mundo, cuan-do aquella hiena feroz concibió el cinismo de arrojarla al río Mul-

39 El País, Concepción, 14 de julio de 1897.40 El Traiguén, Traiguén, 14 de diciembre de 1895.41 El Colono, Traiguén, 24 de abril de 1889.

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chén”42. Mujeres jóvenes, usualmente empleadas como sirvientas enlas casas mayorales, solteras, analfabetas, asentadas u originarias dela campaña: éstos son algunos de los rasgos que Nara Milanich des-cubrió en su documentado análisis sobre el infanticidio durante elsiglo XIX en Chile central. El infanticidio y la brujería, agrega, “re-velan creencias sobre la naturaleza de la criminalidad femenina, lavulnerabilidad social de la mujer, y la misoginia en que se basan lasacusaciones”43. Por sobre todo, son crímenes solitarios, cometidoscon desesperación, en medio del deshonor y la pobreza. Lo que su-brayaba el infanticidio era la llegada al mundo de un niño no desea-do y el anhelo de expurgar una culpa a través de su destrucción. Esefue el destino de la hija de Tomasa, una mujer de Arauco que arrojóa su hija recién nacida al pozo séptico, para que los excrementoscubrieran el fruto de su vergüenza.

“La inocente víctima no es la primera guagua que daba a luz Tomasa”,informó La Prensa en 1899, “según noticias mantenía relaciones conun marinero que hace más de un año se halla ausente y está por regresar;y últimamente con un zapatero que se cree padre de la mártir y quedebe ser cómplice del infanticidio como así la que asistió a Tomasa en suenfermedad y quién sabe cuantas cosas. Como a la 1 p.m del sábado 21del presente, Domitila Mora que tiene su habitación contigua a la casateatro del crimen, en momentos en que se preparaba para visitar laciudad de los muertos fue avisada por un niño de corta edad que en elescusado había tirado la patita de una guagua creyendo que el talón deésta que ostentaba sobre la superficie de aquel inmundo receptáculo eraun trompito”44.

Diversas razones podrían justificar estas acciones desesperadas de lasmadres: desde la existencia de una sociedad pechoña y una estructurafamiliar patriarcal, jerarquizada y autoritaria, hasta el desamor de muje-

42 El Vergara, Nacimiento, 30 de diciembre de 1882.43 NARA MILANICH, “Entrañas mil veces despreciables e indignas: el infanticidio en el Chiletradicional”, en Revista Dimensión Histórica de Chile N°13-14, 1997-1998, pp. 63-82; vertambién “Los hijos del azar: ver nacer sin placer, ver morir con dolor. La vida y la muerte delos párvulos en el discurso de las élites y en la práctica popular”, en Revista ContribucionesCientíficas N°114, 1996, pp. 79-92.44 La Prensa, Arauco, 20 de enero de 1899.

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res jóvenes que concebían sus infantes en medio de una borrachera. Peroesas razones no eliminan la naturaleza bestial e imperdonable de estosactos que resumían, alevosamente, las peores lacras de una sociedad quepocos conocían. En el bajo fondo de la Araucanía que pretendía refun-dar el Estado chileno, se agitaba un mundo de obscuras y nefastas in-tenciones, de temores y desgracias, que no encontraba eco en el mundooficial más que a través de las noticias que publicaba la prensa.

La violación es un delito que se produce en un espacio social ambi-guo: a veces ocurre en el seno de la familia —incesto— o es llevada acabo por un grupo de hombres en el campo o en un sitio eriazo. Las másde las veces no aparece en los diarios, especialmente cuando involucra aun pariente cercano o a un viejo amigo de la familia. En esas circunstan-cias, la violación se transforma en abuso consuetudinario, y la víctimadebe sufrir en silencio su vergüenza y soportar, por años, la reiteraciónde la iniquidad. Asimismo, en un medio social sobrecargado de prejui-cios y anatemas, la alegría social de una mujer, su ingenuidad y candi-dez, podían convertirse en sus peores enemigas, no sólo por despertar enlos hombres la lujuria, sino porque después hacían recaer sobre la huasala culpabilidad del atentado. La violación fue, de todos, un crimen so-cial, compartido y juzgado por la comunidad.

Las violaciones en la campaña araucana fueron comunes y comple-mentarias a los atroces crímenes que cometían los bandidos. Los hombresno salían con el propósito de violar, pero si encontraban una muchachaentre sus víctimas, pasaban sobre ella con toda la brutalidad de su liberti-naje. Como un círculo de ignominia, la violación también imprimía suhuella en la Araucanía desde sus ángulos más sórdidos y siniestros. Esprobable que éste haya sido un delito común en la región previa a laocupación chilena, pero lo cierto es que con la instalación del Estado noexperimentó mengua ni disminuyó su magnitud. “Intento infame”, de-nunció El Republicano de Concepción el 23 de septiembre de 1881: “Unacocinera tomó un coche en la puerta de la plaza de abastos para ir con suscompras a la casa donde vive. El coche salió a todo escape hacia la pampa;y si la muchacha no se hubiera arrojado por la ventana, sin duda el coche-ro habría cometido un crimen de los más infames”. La fundación de ciu-dades y el mejoramiento de los servicios de policías tampoco redujo elflagelo. “Horrible crimen”, señaló La Araucanía en 1885, “ha sido estu-

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prada una niñita de seis años, quedando tan maltratada que es probableque en la actualidad haya muerto”45. En las cercanías de Arauco, a princi-pios de octubre de 1892, Candelaria Antinao escapó apenas de morirasesinada por una pandilla de violadores.

“Fue sorprendida en el camino por los desalmados que la habrían ulti-mado luego de consumar sus brutales instintos a no haberse refugiadoprecipitadamente a una casa habitada por tres mujeres solas, hasta don-de fue perseguida la infeliz que no pudo escapar de la saña de losmiserables. Ataron a ambos dos de pies y manos y luego de ultrajarbrutalmente su honra hiriéndolos sin piedad escapando ella agonizantey robada de sus vestidos... la india y su hermano dicen ser José MSaavedra, Felix Saavedra, Pedro Zenteno, José M. Canales y AntonioCarrillo los autores de semejante atentado...”46.

Aprovechándose de la inocencia de los niños y de las nuevas instan-cias que generaba la socialización, los violadores dieron rienda suelta asu lascivia cada vez que la oportunidad se les ofrecía. “Estupro”, titulóen 1893 El Progresista, “Un robusto mancebo de 27 años de edad, veci-no de los alrededores de Santa Bárbara, fue traído a ésta por el delitoarriba indicado. Esa bestia humana cebó sus ardores en una criatura desiete años de edad”47. En Lota, aquel mismo año, se denunció un casode flagrante abuso de confianza y violación.

“Manuel Manquihuel servía en una casa respetable de este pueblo”,informó La Semana de Lota, “logrando la ausencia de sus patrones y lasocupaciones a que se había entregado en el interior de la casa una amade leche, penetró a la cocina, lugar en donde como a la una p.m. sehallaba entretenida jugando a las muñecas una niñita de cinco años,hijita de la ama a la que, después de taparle la boca para evitar la alarmaconsiguiente, violóla brutal y torpemente”48.

El año de 1894 parece haber marcado uno de los peaks en transgre-siones a través de la Araucanía, como lo demuestra la continua reitera-

45 La Araucanía, Mulchén, 25 de enero de 1885.46 El Arauco, Arauco, 2 de octubre de 1892.47 El Progresista, Los Angeles, 17 de julio de 1893.48 La Semana, Lota, 26 de noviembre de 1893.

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ción de esa fecha en los datos consignados. Respecto de las violación,también fue virulento, con una apertura que pareciera desafiar toda ló-gica: “Violación”, tituló El Arauco el 7 de enero de 1894, “GuillerminaEspinoza de siete años de edad, según se nos ha dicho por Manuel Tri-pailao de quince, el cual está confeso de este brutal acto...”49. En Trai-guén, el 9 de enero de 1894, Eliseo de la Cueva fue presentado al cuar-tel de policía acusado de “asalto y violación” Apenas dos días más tarde,en la misma localidad, fue puesto detrás de las rejas Pedro Angel Reta-mal, “muchacho como de 15 años de edad, por haber cometido el alevo-so crimen de violación en una pequeña niñita de seis años de edad”50.Tres violaciones en menos de una semana marcaban en esa época unrécord que era preferible olvidar.

Como se ha señalado, la violación en la Araucanía era un crimenoportunista que se cometía de modo subsidiario a otros delitos. En 1896,durante el asalto cometido contra la casa de Dionisio Nova en la locali-dad de Raque, en Arauco, los bandoleros se llevaron “cuanto encontra-ron a mano y más que todo, la honra de una pobre joven de 12 años, porla cual tuvieron que pasar los tres bandidos que en esas correrías anda-ban”51. Este crimen, señalaban con desaliento los redactores de El Arau-co, se llevó a cabo “a pesar de que hay mayores garantías de vidas eintereses individuales con el piquete de caballería de línea que constan-temente recorre nuestros campos su persecución de los bandidos de queestá plagado el departamento”. Un año más tarde, Arauco fue de nuevoestremecido por la atroz violación de una niña:

“Un crimen que para consumarlo es menester tener entrañas de fieraperpetró Pedro Alarcón (...) Laura Saldía es el nombre de la inocentevíctima, como de seis años de edad. La pobrecita había quedado sola ensu casa a aquella hora, oportunidad que aprovechó el pérfido en actoinhumano infame para saciar su sed brutal y desenfrenada de estupro...Conducido que el criminal fue a la cárcel, declaró el no darse cuenta delo que había hecho por hallarse en estado completo de ebriedad”52.

49 El Arauco, Arauco, 7 de enero de 1894.50 El Traiguén, Traiguén, 11 de enero de 1894.51 El Arauco, Arauco, 6 de diciembre de 1896.52 La Prensa, Arauco, 21 de noviembre de 1897.

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Un año después, La Prensa de Arauco reportaba:

“Salvajismo. De tal sólo merece calificarse un acto más torpe y brutalperpetrado por un monstruo con una niñita de 4 años llamada Empe-ratriz Elgueta (...) el bestia la tomó en sus brazos y en un momentodespués estaba consumado el intento. La inocente criatura expiró mo-mentos después completamente destrozada”53.

El Cuatro de Marzo, en su edición del 18 de septiembre de 1898,daba cuenta del espeluznante asesinato de María Torres Quilodrán, unajoven muchacha de la localidad de Pileo quien, luego de salir a buscarsus animales, no retornó a su casa.

“Alarmaronse sus padres y salen en busca de ella, tocando a la madreencontrar a su hija ya cadáver y con señales evidentes de haberse come-tido un crimen; a inmediaciones del sitio donde se encontró el cadáverel terreno presentaba señas de haberse sostenido allí una lucha, la gar-ganta amoratada no revela otra cosa sino que el salvaje victimario paraacallar los gritos de su víctima le comprimió la garganta y se le pasó lamano”54.

De todas estas transgresiones registradas a nivel interpersonal, la másdramática era la violación porque sometía a la víctima al trauma del actosexual forzado y, posteriormente, al escarnio público cuando se atrevía adenunciarlo. “Poco a poco nos fuimos retirando de la población”, señalóen un auto acusatorio Uberlinda Silva en 1881, “buscando las yerbasque decía necesitar la mujer Retamal. Nos encontrábamos ya en unlugar bastante apartado cuando repentinamente se nos presentaron doshombres, Exequiel Arriagada y Fabriciano Agusto, el primero de los cualesse dirigió a mí y me tomó de un brazo. Como yo le reprochara esteprocedimiento, Arriagada que se manifestó muy excitado, me trajo atierra y con violencia consumó conmigo el acto carnal”55. Tres años mástarde, en el mismo Juzgado se ventiló una causa contra José Vizcarra,

53 La Prensa, Arauco, 17 de julio de 1898.54 El Cuatro de Marzo, 18 de septiembre de 1898.55 “Criminal de oficio por violación contra Exequiel Arriagada y Clorinda Retamal, Angol,16 de noviembre de 1881”, en A. J. A., Vol. 2.

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acusado de la violación de la menor de nueve años María Zoila Marillán,“por denuncia del padre de ésta”. Como testigo en la causa, se presentóa Juana Yáñez, “que dice haber visto a Vizcarra tomar a la niña, a lafuerza, y llevarla a un monte vecino”56.

La vasta gama de delitos y transgresiones que tenían lugar en elámbito privado reflejaban el creciente abismo que comenzaba a surgirentre el uso diario, basado en la costumbre, y lo que esperaba el Estadode los nuevos “ciudadanos”. Agobiados por la traumática experienciaque significaba la transición desde la sociedad familística hacia la socie-dad estatal, los mestizos fronterizos respondieron a las nuevas circuns-tancias con una furia que superaba todas las expectativas, como si no lesimportara transformarse en renegados y perseguidos. De ese modo ibantejiendo una red que atrapaba en sus tramas de violencia e inquietud alos habitantes de la región, obligándoles a asumir como rutinario lo queen otras provincias era ya una realidad superada. Debido a este inespera-do liderazgo que comenzaron a ejercer los mestizos sobre los demás gru-pos sociales, la Araucanía se asemejaba a la barbarie, evento no menor sise tiene en cuenta que fue justamente la promesa de la paz social la quejustificó la penetración del estado chileno en esas tierras. “Diles que mepermitan poner mis guardias en la ribera del Malleco para cortar el pasoa los ladrones”, le habría manifestado el presidente José Joaquín Pérez aCornelio Saavedra en 1867; veinte años después, todos los hechos de-mostraban lo ineficaz de la medida57.

2. Los crímenes privados en el espacio público

La criminalidad puede refugiarse en el espacio íntimo de la unidaddoméstica y tener lugar sin que el resto de la comunidad se dé cuenta;también puede tener lugar a la vista de todos, y los últimos en enterarsepueden ser los parientes. Entre estos tipos de transgresiones hay unaque, por excelencia, siendo de naturaleza privada se realiza necesaria-mente en el espacio público. Nos referimos a la prostitución, que no

56 “Criminal por estupro contra José Vizcarra, Angol, 7 de marzo de 1884”, en A. J. A. Vol. 4.57 Conferencia del coronel Cornelio Saavedra con los caciques de Malleco, 19 de noviembrede 1867, citado por PINTO, De la inclusión a la exclusión…, op. cit., p. 155.

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tiene sentido cuando se realiza en el propio hogar o cuando se hace poramor; el pago de dinero por la satisfacción amorosa es una condiciónsine qua non de esta transgresión; también es un prerrequisito indispen-sable la naturaleza compartida del objeto amoroso.

La prostitución fue una variante delictual mestiza que cobró fuerzaen la Araucanía, a medida que la población rural se adaptaba a las nue-vas modalidades de vida que generaban los recintos urbanos58. Confina-da por siglos a los fuertes y a la soldadesca, la fundación de ciudades y laproliferación de poblados, crearon un nuevo marco para las meretrices ypécoras que esperaban su hora en los pagos septentrionales. Las asiladas,provenientes en su mayoría de las provincias del norte, acudían a lafrontera en busca del trabajo y la fortuna que les había sido tan esquivaen sus tierras natales, atraídas por el rimbombante discurso de la éliteque anunciaba a los cuatro vientos el triunfo de la modernidad. Lasestaciones de trenes, otrora atochadas de soldados y colonos extranjeros,iban lentamente llenándose de sujetos más humildes que en grandescantidades descendían de los carriles para enrolarse como peones en lasestancias trigueras, madereras y ganaderas de la nueva Araucanía. “Peo-nes. Tres cientos llegaron en un tren especial anoche a las 10”, anuncióEl Eco del Sur en 1887, “de este número sólo quedaron 20 en ésta y elresto marchó a Sauces (...) entre los peones se notan muchas mujeres decostumbres no muy buenas, al parecer, e igualmente muchos jóvenesque probablemente han abandonado el hogar paterno y se han venidohuidos”59. Pocos podían imaginarse que este inesperado arribo de lascirces engendraría, en pocos años, un archipiélago de lenocinios, salonesy burdeles en los arrabales de las ciudades. “Esta funesta plaga”, denun-ció La Voz de Traiguen a fines de enero de 1890, “ha cundido de nuestrapoblación con una rapidez extraordinaria; ya no queda barrio, ni aún delos principales, que no cuente con esos inmundos centros de perdición”60.Seis años después, la “plaga” de la prostitución no disminuía. “Hijas dela noche”, señaló en sus titulares El Orden, “Estas emperatrices sin im-

58 ALVARO GÓNGORA, La prostitución en Chile, 1813-1931. Visión de las élites, Santiago de Chile,DIBAM, 1994; LORENA GODOY, ET AL, Disciplina y desacato: construcción de identidad en Chile:siglos XIX y XX, Santiago de Chile, SUR-CEDEM, 1995.59 El Eco del Sur, Angol, 15 de enero de 1887.60 La Voz de Traiguén, Traiguén, 29 de enero de 1890.

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perio principian ya a dejarse ver por las calles, como si el público y enparticular las señoritas, tuviesen necesidad de su presencia que corrom-pe el aire con su pútrida y pestilente sensualidad. Las malditas busco-nas, en vez de disminuir en Traiguén, aumentan a medida que el tiempoavanza hasta llegar a invadir por completo la población”61. En Temuco,destino final de los nuevos renegados que pululaban por la Araucaníabuscando el placer momentáneo de una noche de placer para olvidar lamiseria de sus existencias, el diario La Ilustración denunció con idénti-cos términos el crecimiento de la prostitución:

“Este vergonzoso vicio ha sentado sus reales entre nosotros de unamanera verdaderamente alarmante, y ya casi no hay calle donde noexiste uno o más de esos focos de corrupción e inmundicia, donde va lajuventud inexperta a perder miserablemente su salud y a despilfarrartristemente el fruto de su trabajo”62.

Más grave aún para las autoridades de la época, era ver que a lacabeza de los burdeles emergían las infaltables empresarias popularesque, desde uno de los rincones más indecentes del capitalismo, disputa-ban a los grandes comerciantes y banqueros su cuota de plusvalía63. “Enla actualidad hay tabernas casi á la vista de la misma intendencia, diriji-das por mujeres”, escribió en 1893 El Criterio de Concepción, “cosa quetambién debe prohibirse porque las mujeres suelen ser causa de pen-dencias entre los bebedores”64. En Traiguén, a fines de 1897, un inci-dente en un burdel dejó por víctima a su regenta. “En la nombrada callede las fondas, o sea el foco del desorden, se formó el jueves en la nocheuna fenomenal batahola, entre hombres y mujeres, en casa de una mu-jer que arrienda a Juan de la Cruz Sepúlveda. Cuando la policía se pre-sentó, los autores del desorden huyeron a la desbancada. Ella cayó pre-

61 El Orden, Traiguén, 4 de octubre de 1896.62 La Ilustración, Temuco, 12 de mayo de 1895.63 LEYLA FLORES M., Las mujeres y las pulperías: una experiencia de subversión femenina enSantiago, Valparaíso y el Norte Chico, 1750-1830, Tesis para optar al Grado de Magíster conMención en Historia de Chile, USACH, Santiago de Chile, 1998; LEONARDO LEÓN, “Elitey bajo pueblo durante el período colonial: la guerra contra las pulperas en Santiago de Chile,1763” en Historia de las Mentalidades. Homenaje a George Duby, Santiago de Chile, Univer-sidad de Chile, 2000, pp. 93-114;64 El Criterio, Concepción, 22 de septiembre de 1893.

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sa”65. Las chinas, de otra parte, no se quedaban cortas cuando se tratabade vivir escandalosamente, con completo desprecio de las normas y re-glas que imponía el Estado. “Anoche a las 8 y media, dos niñas de la vida(...) tuvieron la humorada de disparar algunos tiros de revolver que alar-maron al vecindario”66.

El arribo de nuevos contingentes de prostitutas siempre conmovía alas villas y se hacía notar muy pronto su ambiente monótono. “El sábado,a las tres de la tarde, varias mujeres de vida alegre tuvieron la mala ocu-rrencia de bañarse en el río Traiguén frente al edificio que ocupa la inspec-ción de colonización, completamente desnudas”67. La estación estival, consus intensos calores y sus cielos despejados, abrían el espíritu de los mes-tizos, sobrecogidos la mayor parte del año por la lluvia monótona y eleterno cielo nublado; alentados por el resurgimiento de la vida en la cam-paña, pocos podían retener su ímpetu alegre y desobediente. “Ya una vezhemos indicado a la policía”, afirmó El Lota en 1884, “se acerque a la playadonde encontrará de 20 a 30 muchachos que se divierten en traje deAdán.... creemos que debe tomarse alguna medida para que aquellos pi-lluelos no muestren su desnudez”68. La costumbre de bañarse en cueros,que combinaba la pobreza en atuendos con el desaforo que cultivó unavida eximida de normas y reglamentos, era una práctica extendida en lavieja Araucanía, que no fue olvidada por la nueva.

“Casi diariamente se nota en el río Traiguén, hacia el sur del pueblo,numerosos hombres y muchachos que enteramente despojados de susvestuarios hacen gala de su desnudez. Con semejante estado de cosas seofende y ultraja públicamente la moral y se violan las reglas de buenascostumbres que en todo caso debemos acatar”69.

De todos los nuevos centros poblados, Traiguén parecía acaparar estanovedosa forma de enfrentar los espacios públicos y de manifestar abier-tamente su desprecio hacia toda forma de autoridad o reglamento.“Enla tarde del sábado, una mujer completamente ebria caminaba por la

65 El Traiguén, Traiguén, 6 de noviembre de 1897.66 El Sur, Concepción, 28 de abril de 1897.67 El Traiguén, Traiguén, 23 de enero de 1894.68 El Lota, Lota, 31 de enero de 1884.69 El Traiguén, Traiguén, 4 de enero de 1896.

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calle Errázuriz haciendo gala de su inconveniente estado y escandalizan-do con sus palabras descorteces a cuantos pasaban a su lado”70. Juntocon estas prosaicas demostraciones, también crecía la remolienda, sinó-nimo de burdel y chabacanería.

“Existe en la calle Pérez, un poco más allá de lo del Comercio, una talMaría Suárez, madre de algunas muchachas que noche a noche remue-len en su casa hasta horas avanzadas perturbando la tranquilidad y elsueño de los vecinos inmediatos. Se nos dice que con frecuencia se venrelucir yataganes, porque los mejores parroquianos que tiene son solda-dos de artillería”71.

Es difícil descubrir por qué Traiguén adquirió tan rápido fama deasilo de burdeles, prostitutas y mujeres alegres, pero es innegable que suposición intermedia entre Concepción y Temuco la situaba a bastantedistancia de las autoridades y relativamente cerca de los miles de hom-bres solitarios que transitaban la Araucanía en busca de trabajo.

La prostitución y la alegría del burdel prosperaron en la Araucaníade la post-Pacificación por tres motivos: allí existía un espacio vacío quecorrespondía llenar a la farándula, abundaban los hombres solos y, ade-más, se iba creando una riqueza monetaria que podía ser atrapada porlas hábiles regentas de los lenocinios72. Sobre estos puntos deben agre-garse otros de sustancia más intangible como el ánimo transgresor, latendencia al cahuineo y el espíritu putanguero que animaba a la mayoríade los mestizos. No sabemos si las prostitutas eran francesitas traídas delviejo continente, japonesitas trasladadas desde China o chilenas pobresque se sumaban al grueso contingente de mujeres que también marcha-ron hacia la Araucanía en busca de un mejor destino; lo cierto es que,entre barriales, tabernas mal alumbradas y catres sonajeros, tintinearonsus cantos y risas, alegrando la triste noche fronteriza.

La antigua sociedad fronteriza de la Araucanía estuvo poblada decapitanes de amigos, comisarios de naciones, conchavadores, cautivos,además de los incontables renegados, tránsfugas, desertores, cuatreros,

70 El Traiguén, Traiguén, 7 de abril de 1896.71 El Traiguén, Traiguén, 13 de julio de 1898.72 Guillermo Bravo, “Mercado de trabajo en la Araucanía, 1880-1910”, en Cuadernos deHistoria N°15, 1995, pp. 201- 218.

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misioneros, aventureros y viajeros. Esos fueron los mestizos de la prime-ra época, que con sus modalidades imprimieron un sello especial al sis-tema de relaciones sociales que se desarrolló entre mapuches y españolespor casi tres siglos. En verdad, cada fase de la historia fronteriza produjosus propios tipos humanos. ¿Cuáles surgieron o se fortalecieron duranteel período posterior a la “Pacificación”?

“Siempre hemos tenido verdadera aversión a los tinterillos”, escribió LaVoz de Traiguen en 1890, “porque consideramos funesta la compañíade esos hombres arañas que viven de lo que les producen sus enredosarteramente preparados, a semejanzas de los insectos que se alimentanentre las moscas que caen envueltas en los tejidos que fabrican con hartahabilidad”73.

El estafador y timador era un tipo urbano que, sacando ventaja desu apariencia impecable, su modo de hablar autorizado y convincente,lograba engañar a los incautos sacándoles, limpiamente, sus bienes.

“Hay un tipo en la oficina de Traiguén y maestranza del ferrocarril deEstado en esta ciudad que es un portento de inteligencia para cometersus pillerías —señaló El Sinapismo de Concepción, en su edición del 10de mayo de 1890— hace dos meses más o menos se presentó a unemporio de té en la calle del Comercio y con su farsa y palanganeríalogró sacar un servicio de té de valor de ciento y tanto pesos, prometien-do volver al día siguiente a pagarlo, día que no llegó hasta que el comer-ciante hizo sus pesquizas y logró saber su paradero y encontrar a nuestrotipo quitándole el servicio”.

Con motivo de la guerra civil de 1891 se realizaron diversas gestionespara acumular fondos que sostuvieran la causa pública. En ese contextocayó preso en Concepción el,

“famoso estafador Carlos Pérez Barrientos, que con la mayor habilidadsacaba del bolsillo ajeno al dinero. En los últimos días había dado enpedir en nombre del señor intendente o del comandante de policíatoda clase de objetos, logrando engañar a muchos. Apenas Pérez cayó

73 La Voz de Traiguén, Traiguén, 7 de diciembre de 1890.

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preso, se presentaron ayer al cuartel de policía más de veinte reclaman-tes, a quienes el muy bellaco oía con burlona sonrisa cuando exponíanlas quejas que contra él tenían”74.

La larga lista de víctimas que acudían a la policía en busca de unaexplicación chocaba contra la indiferencia de la justicia que, al fin decuentas, tenía también que emitir un juicio sobre la tremenda ingenui-dad y excesiva codicia que mostraban los incautos. La estafa es siemprecomo el tango: un delito que envuelve, por lo menos, a dos sujetos quepretenden sacar ventajas de la situación. Por cierto, distinto es el casocuando una tercera persona es usada en el acto de timar.

“A la señora Ignacia M. De Elgueta le falsificaron la firma para pedir enSauces a un señor Plaza cien pesos en mercaderías y a la casa de Willia-mson, Balfour y Co. en Concepción, dos docenas de arados y 20 rollosde alambres, todo lo cual fue entregado sin dificultad porque la señoragoza de crédito”75.

Junto con los estafadores llegaron a la Araucanía los billetes, mone-das y sellos falsos que, como en la frontera estadounidense, mermabanseriamente la credibilidad de los bancos y la confianza que se podíadepositar en las monedas. Como una reacción tardía contra la crecientemonetarización de la economía, la circulación de documentos falsos for-talecía las formas de intercambio más tradicionales, tales como el true-que o el conchavo, pero al mismo tiempo redundaba en el engaño de loscampesinos y labradores pobres que acudían a las villas. “Han empezadoa circular en esta ciudad, principalmente en el comercio, billetes de acien pesos del Banco de Valparaíso falsificados”76. Con ese titular, LaAraucanía Civilizada advertía en 1884 a sus lectores para que se mantu-vieran alertas contra uno de los peores flagelos de la modernidad y elcapitalismo. “Circula en este pueblo”, informó El Victoria el 7 de octu-bre de 1896, “un buen número de pesos fuertes falsificados (...) se nosasegura que la imitación es tan parecida que se necesita de muy buen ojo

74 La Libertad Católica, Concepción, 30 de septiembre de 1891.75 El Traiguén, Traiguén, 16 de marzo de 1898.76 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 2 de marzo de 1884.

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para distinguirlos de la moneda legal...”77. Tres años después, fue captu-rado Jorge Reid, conocido estafador.

“Arregló unos cuantos certificados y documentos apócrifos para hacersepasar como agente de la Compañía de Seguros The Great Western Fire,establecida en Londres en 1873, con un capital de 850.000.000 pe-sos. Alcanzó a engatusar a un comerciante de Perquenco, don LuisArcil, y le aseguró su negocio en la bonita cantidad de $ 18.000 reci-biendo por esto más de $ 300... se necesita mucho ojo con los estafado-res de levita que se hacen pasar como hombres honrados”78.

Apenas un mes más tarde, también en Traiguén, se denunciaba lafalsificación de un millón de pesos, cayendo en una redada policial unsujeto de apellido Bustos con más de 100 billetes falsos de cien pesos. Elconsumo desmesurado de alcohol entre los mestizos y en la poblaciónen general, también estimuló un próspero negocio en el que, una vezmás, los fronterizos demostraron su ingenio y picardía: nos referimos ala venta de falsos licores.

“Licores adulterados. Como no se ha tomado ninguna medida paracombatir esta plaga se ha extendido hoy demasiado en Traiguén... elsoberano pueblo, que es la principal víctima, no busca más que laembriaguez sin preocuparse si es veneno el que consume”79.

Hasta aquí la reseña de la vasta gama de crímenes, nuevos y viejos,que tenían lugar en la Araucanía de la post-Pacificación y que compro-metían al sujeto como individuo o como miembro de una comunidad.Debemos ahora mirar a un entorno social más amplio y situarnos en elmundo de la sociedad civil que llevó a cabo acciones que, en el espaciopúblico, adquirieron el perfil de una reacción generalizada contra el Es-tado. Nos referimos a los motines y revueltas protagonizadas por solda-dos, peones u obreros que pusieron, por algunos momentos, en jaque alorden social.

77 El Victoria, Victoria, 7 de octubre de 1896.78 El Traiguén, Traiguén, 25 de febrero de 1899.79 El Traiguén, Traiguén, 20 de abril de 1898.

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3. Los crímenes públicos en el espacio público:

motines, revueltas y conatos populares

La tensión que se registraba entre el ámbito doméstico y el espaciopúblico a causa de la implantación de las instituciones estatales estabadirigido a estallar con mayor escándalo una vez que la población despla-zó el escenario de la confrontación desde la intimidad de sus hogares alas calles y plazas de las nuevas ciudades y villas. Si bien para lograr esepropósito se requería de la unión de voluntades y del desarrollo de unplan de acción que habían sido hasta allí negados por el carácter seg-mentario de la sociedad fronteriza, el desafío mestizo contra el Estadono era una utopía, mucho menos cuando la propia dinámica de la ocu-pación proveyó al mestizaje con nuevas instancias de sociabilidad y grue-sos contingentes de hombres que operaban mancomunadamente. Nosreferimos a los militares, a los obreros carrilanos y a la numerosa pobla-ción enganchada en las faenas carboníferas.

Durante los años que siguieron a la Pacificación, la frontera siguiósiendo un espacio militarizado en el cual, de tiempo en tiempo, se regis-traban amotinamientos y sublevaciones de las guarniciones. “No tienenlos soldados siquiera uniforme; y no se les permitió llevar tampoco ropay no tienen ni aún en qué dormir”, informó La Revista del Sur en 1880,al dar cuenta de las condiciones de vida en que se hallaban las tropasinstaladas en Angol, “el armamento tiene de tal tan sólo el nombre…”80.La carencia de medios vitales, pertrechos y vínculos, agregados a loscontinuos roces entre soldados y oficiales, nutrían la insubordinación yobraban como poderosos incentivos para la deserción de los soldados.En Freire, en junio de 1884, parte de la guarnición del fuerte protago-nizó uno de estos incidentes, asesinando a un teniente, saqueando elcuartel y luego dándose a la fuga. “No han hecho mal ninguno en lapoblación”, escribió El Eco del Sur, “sólo rompieron la máquina telegrá-fica y se llevan el haber de la tropa que había llegado ese día...”81. Lapartida de fugitivos, compuesta originalmente por treinta y siete solda-dos, huyó con dirección a Allipen, perseguidos de cerca por las tropas

80 La Revista del Sur, Concepción, 24 de abril de 1880.81 El Eco del Sur, Angol, 19 de junio de 1884.

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nacionales. El 29 de junio, vale decir, diez días después del motín, sóloquedaban dos prófugos. “Ha habido que hacer fuego y matar o herir alos que no quisieron rendirse”. De los fugados capturados, “siete fueronfusilados a las 8 de la mañana del 28 de julio [1884] en la plaza deTemuco...”82.

La soldadesca apostada en los fuertes y guarniciones de la fronte-ra fue, por varios siglos, uno de los bastiones que engendró y repro-dujo en sus múltiples matices el modo de ser del mestizaje fronteri-zo83. Ellos, más que ningún otro sujeto social, representaron a finesdel siglo XIX los viejos vicios y el estilo temerario que caracterizó lamentalidad insubordinada y arrogante de renegados que por décadasasolaron los pagos sureños. A fines de 1884, el soldado DomingoSegura, “joven, valiente y de esperanzas”, como señaló en su editorialEl Eco del Sur, fue condenado a muerte por haber asesinado a unoficial84. José María Sandoval y Agapito Guerrero, soldados del es-cuadrón de Angol, asesinaron al oficial Buenaventura Yáñez en elcamino de Angol a Nueva Imperial, cuando éste “conducía doce mily tantos pesos” para pagar los sueldos de la guarnición. “Los asesinoshan sido capturados”, informó El Vergara de Nacimiento, “y remiti-dos a Angol, donde muy pronto serán pasados por las armas”85. Unaño antes, en el camino para Villarrica, un oficial del Noveno deLínea mató de un garrotazo a un soldado que le acompañaba, parafugarse luego con rumbo a Angol. “Se está haciendo demasiado fre-cuente el abuso de ciertos jefes con sus subalternos. Es necesario queeste abuso se corte de raíz”, argumentó El Bio-Bio de Los Angeles,“castigando con todo el rigor de la Ley a sus autores. Nada de con-descendencia, nada de contemplaciones, con los que cargan charre-

82 El Yumbelino, 4 de agosto de 1884.83 JUAN VARGAS, “Estilo de vida en el ejército de Chile durante el siglo XVII”, IR N°198,1993; Ruiz Esquide, Andrea, Los indios amigos en la frontera araucana, Santiago de Chile,DIBAM, 1993; CARLOS LÁZARO, “Los cautivos en la frontera araucana”, en Revista Españolade Antropología, N°24, 1994; HUGO CONTRERAS, La soldadesca en la frontera mapuche del Bío-Bío durante el siglo XVII, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Universidad deChile, Santiago de Chile, 2001.84 El Eco del Sur, Angol, 20 de noviembre de 1884.85 El Vergara, Nacimiento, 22 de marzo de 1884; El Bío-Bío, Los Angeles, 20 de marzo de1884.86 El Bio-Bio, Los Angeles, 28 de enero de 1883.

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teras”86. Relatando un caso de aprehensión de un cabo del ejércitoacusado del asesinato de varios mapuches en Villarrica, El Bio-Bioseñalaba que al momento de ser relevado de sus funciones el subofi-cial expresó:

“Mi alférez, debo varias muertes y una más no supone nada en cambiode libertarme’. Y alzando su carabina, que aún conservaba, le hizo lospuntos, pudiendo escaparse por este medio”.

Las viejas tradiciones persistían, sin que la fuerza del Estado lo-grara modificar un ápice la indisciplina del contingente, mucho menoscuando ella se combinaba con el resentimiento, la frustración y elpesimismo que reinaba en las filas. De acuerdo con el periódico ElVergara, a mediados de 1885 se temía “una sublevación general enlos fuertes de la frontera que están guarnecidos por los Zapadores;estos fuertes son Puren, Villarrica, Panquin y Neuquen”87. La ten-sión que producían las pésimas condiciones de vida en los cuartelesse desahogaba, de cuando en cuando, en reyertas y pendencias entrelos propios soldados, a veces con fatales consecuencias. En medio dechanzas y bromas picantes, informó El Traiguén en 1896, el soldadoJuan Espinoza abofeteó a su colega Francisco Candia. “En cuanto selevanta [Candia] saca el yatagan y hiere a este último en el costadoizquierdo, más debajo de las últimas costillas... fue llevado al hospi-tal arrojando sangre por la boca”88. No obstante, la paulatina desmo-vilización de las tropas, el desenganche de las milicias y el desmante-lamiento de las estructuras militares fue aminorando el peligro demotines y alejando la amenaza de la deserción o el caudillaje. Sinembargo, en el horizonte surgía un fenómeno mucho más novel ypeligroso por su magnitud, pertinacia y peligrosidad: nos referimosa los motines y revueltas populares.

A medida que la región iba siendo transformada por la inversiónde capitales, la apertura al mercado externo y la proliferación de em-presas de “corte moderno”, también variaron las manifestaciones pú-blicas de la resistencia popular. En otras palabras, se comenzó a re-

87 El Vergara, Nacimiento, 17 de mayo de 1885.88 El Traiguén, Traiguén, 24 de octubre de 1896.

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gistrar la paulatina transición del bandolerismo rural y del crimendoméstico a la huelga, al sabotaje y al anti-maquinismo89. Estas ma-nifestaciones de protesta social más organizada fueron introducidasen los antiguos espacios tribales principalmente por los obreros yproletarios que llegaron a la Araucanía, a la retahíla de militares,especuladores de tierras y empresarios, con el propósito de construirlas obras que facilitarían la anexión final y completa de la región. Elprimero de tales incidentes que hemos logrado rastrear a través de laprensa tuvo lugar a fines de enero de 1884 en la localidad de Lebu:“Última hora. El telégrafo nos comunica lo siguiente: anteayer huboen Lebu un levantamiento de mineros pidiendo aumento de su sala-rio. Vino fuerza de Coronel para contenerlos. Se les concedió todo loque pedían y se retiraron a sus faenas”90. En agosto de 1885 en lalocalidad de Angol, con motivo de la suspensión de las faenas ferro-carrileras en el tramo que unía a Victoria con Traiguén, que se temíadejara más de dos mil obreros cesantes, una turba de carrilanos ymineros se tomó la villa. La republica carrilana, como la denominóVicuña Mackenna, por sus fuertes vínculos internos, su solidaridad atoda prueba y su eficiente organización para sobrevivir en terrenosdistantes y ajenos, hizo de inmediato sentir su presencia en la ciu-dad, obligando a la dictación de un estado de alerta por parte de lasautoridades.

“Se temía y con mucho fundamento, que esos individuos viéndose sintrabajo y no teniendo qué comer, atacarían algunas poblaciones y lassaquearían y para prevenir el golpe se llamó al cuartel apresuradamentea la tropa”91.

89 El estudio más completo sobre estos temas para Chile central en SERGIO GREZ, La cuestiónsocial en Chile. Ideas y debates precursores, 1804-1902, Santiago de Chile, DIBAM, 1996; “Unamirada al movimiento popular desde dos asonadas callejeras: Santiago, 1888-1905”, RCHN°19, 1999, pp. 157-193; LUIS A. ROMERO, Qué hacer con los pobres. Elite y sectores populares enSantiago de Chile, 1840-1895, Buenos Aires, 1997; para el norte salitrero JULIO PINTO V., “Latransición laboral en el norte salitrero: la provincia de Tarapacá y los orígenes del proletariadoen Chile, 1870-1890”, Historia N°25, 1990, pp. 207-228; “Cortar raíces, criar fama: el peona-je chileno en la fase inicial del ciclo salitrero, 1850-1879”, Historia N°27, 1993, pp. 425-447;“Cuestión social o cuestión política: la lenta politización de la sociedad popular tarapaqueñahacia el fin de siglo, 1889-1900”, Historia N°30, 1997, pp. 211-261.90 El Arauco, Arauco, 27 de enero de 1884.91 El Imparcial, Angol, 20 de agosto de 1885.

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Los carrilanos, especialmente los jornaleros utilizados en las faenasde instalación de las líneas férreas, fueron muy pronto reconocidos porsus continuos movimientos de protesta y por su tendencia a amotinarse.Otro foco temprano de insubordinación social fueron los mineros car-boníferos. “Alarmantes noticias nos habían llegado al principio”, infor-mó El Arauco el 14 de junio de 1885, describiendo los acontecimientosque tenían lugar en la mina Maquegua,

“sobre la sublevación de mineros ocurrida en este establecimiento car-bonífero, el lunes de esta semana; pero ahora con mejores datos, pode-mos asegurar no fue de tanta trascendencia, pues sólo se redujo a liberara uno de los suyos que se le mantenía preso en el cepo en casa del juezde subdelegación... que pudo sí ser de fatales consecuencias esta suble-vación, no cabe duda: porque en el momento en que se presentó donCarlos Van der Heyde U., a la peonada, ésta estaba ya con los ánimosmuy exaltados, quien, después de haber tomado todas las precaucionesque el caso requería, los persuadió a que continuaran sus tareas inte-rrumpidas, y que logró lo hicieran pocos momentos más tarde”92.

A principios de septiembre de 1888, la comunidad Lota fue grave-mente remecida por un violento motín de carboníferos y obreros carrila-nos que intentaron rescatar a algunos detenidos por ebriedad. Este he-cho, señaló La Araucanía,

“irritó al resto del grupo que se fue sobre la guardia del cuartel y la cárcelque están anexos, sorprendiéndola y quedando dueños de la situacióna pesar de la resistencia de aquella. De resulta de este encuentro, quedómuerto a bala uno de los asaltantes y varios heridos. La guarnición secomponía de doce a quince hombres mal armados. La turba puso enlibertad a todos los detenidos en ambos establecimientos, saqueó estoscon los muebles, camas etc. (...) hizo frente a la puerta de la calle unagran fogata, orijinando el incendio del frontis del edificio. Envalento-nados los revoltosos y engrosado rápidamente su número con minerosy gente del pueblo hasta llegar más o menos a quinientos, se dirigieronal almacén del señor Alfonso Copelli, forzaron las puertas y saquearonpor completo las existencias (...) El establecimiento de Lota armaba

92 El Arauco, Arauco, 14 de junio de 1885.

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entre tanto una partida de veinte a treinta hombres montados, quienesse presentaron entre los amotinados y los llamaron al orden. Como se lesrespondiera con manifestaciones hostiles, hicieron fuego, cayendo heri-dos de muerte cuatro de los revoltosos y doce heridos, de estos algunosde gravedad. En este momento, a las 8 p.m., llegaba el gobernador deldepartamento, don Enrique Jermain, el juez letrado don Daniel Urba-no Bustos, con su secretario y el médico de la ciudad de Coronel donMariano Guzmán. Los acompañaban un piquete armado de cuarentay cinco hombres formado de la policía de Coronel y cívicos. La presen-cia de la tropa concluyó de reestablecer el orden, desbandándose lamultitud en todas direcciones”93.

El diario El Deber de Yumbel tituló su edición referida a estos acon-tecimientos con las siguientes palabras: “Graves desórdenes en Lota. Su-blevación de peonadas”. A renglón seguido, publicó la carta remitidapor el gobernador del departamento Enrique Germain:

“Coronel, Septiembre 3 de 1888.Señor Intendente:Ayer a las cinco de la tarde, poco más o menos, hubo un gran motín enLota, originado por una partida de trabajadores en número de 100 máso menos, en gran parte carrilanos, que trataron a viva fuerza quitar a lapolicía cuatro individuos que lo conducían al cuartel por estar ebrios yhaber cometido los desórdenes. Después de un gran esfuerzo pudo lapolicía introducir al cuartel a los individuos, pero el populacho se fuesobre el cuartel. Los individuos que en él se encontraban fueron pues-tos en libertad por los insurrectos quienes se apoderaron de una partedel armamento que allí existía. En seguida prendieron fuego al edificioy al mismo tiempo otra partida de gente asaltaba las casas comerciales delos señores Alfonso Copelli y señor Wollner, arrasando con toda la exis-tencia que había en la primera y con una parte de la segunda... hayquince heridos, algunos muy graves. Aún no se sabe el número demuertos.

E. Germain”94.

93 La Araucanía, Mulchén, 9 de septiembre de 1888.94 El Deber, Yumbel, 6 de septiembre de 1888.

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La unión de carrilanos y mineros probó ser una peligrosa fórmulapara el orden estatal, pues bajo un mismo estandarte de lucha contra lainjusticia, confluían dos tradiciones que por varias décadas habían de-mostrado su temple y temeridad. Allí donde las instituciones eran débi-les y la prepotencia del triunvirato conformado por los burócratas, lapolicía y los empresarios se desplegaba con energía dominando la escenalocal, la fuerza del peonaje también aumentaba. Por esos motivos, 1889y 1890 fueron años agitados en la región costera de la Araucanía. A laseguidilla de robos, asaltos y homicidios que reportó la prensa se sumó,a fines de aquel año, el desorden carrilano, protagonizado por los obre-ros que laboraban en el tramo situado entre Arauco y Curanilahue.

“Motín. Una de las cuadrillas de trabajadores que se ocupa en los traba-jos del puente del Bío Bío, de la compañia de Arauco, dice un periódicode Coronel, intentó amotinarse el martes último, a consecuencia dehabérseles cambiado el cabo que los dirige: no aceptaban a su nuevojefe y he aquí el motivo de su disgusto, y sin más acto ni trasladointentaron imponer su voluntad, pero el jefe de esos trabajos no les diolugar a sus pretensiones: avisó a ésta y sin pérdida de tiempo por lo quepudiera suceder, se enviaron unos cuantos soldados del 7° y con sólo supresencia todo terminó y los amotinados quedaron como en misa...Y asíse decía ahora tiempo que la fuerza de línea no era necesaria en lospuntos en donde la empresa del ferrocarril a Curanilahue tiene susfaenas”95.

La intolerancia tradicional que habían mostrado los mestizos hacia elcambio se combinaba en esos años con un exacerbado espíritu de revuel-ta cada vez que las relaciones laborales en las empresas sufrían un dete-rioro. En esas circunstancias, la más mínima excusa servía de pretextopara atacar las premisas del establecimiento y chocar enérgicamente conlas autoridades. “Ocurrió un desorden en el pique Amalia”, reportó ElAraucano de Lebu a fines de noviembre de 1890, “a consecuencia delcual murió uno de los promotores y quedaron heridos seis o siete. Pareceque algunos mineros se encontraban en estado de ebriedad y atacaron avarias personas que pasaban por ahí. La policía se vio obligada para pres-

95 El Sur, Concepción, 20 de diciembre de 1889.

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tar su auxilio, pero contra ellos se volvieron aquéllos armados de piedrasy garrotes”96. En 1893, los mineros de Colico se declararon en huelga “aconsecuencia de que en el último pago se les retuvo a todos los operariosel cincuenta por ciento del valor de su alcance o jornal...”97. En 1895, elmarco de la violencia minera fue la localidad de Coronel. “Un buennúmero de trabajadores de las minas de Puchoco”, informó El Sur, “tratóde destruir la fábrica de ladrillos perteneciente a la compañía de Araucolimitada. Cuando los mineros consumaban su obra criminal, fueron sor-prendidos por la policía, la que los dispersó y redujo a prisión a unoscuantos de los que hacían de cabecillas”98. Un año más tarde, en Lota, seregistró un peligroso enfrentamiento entre los trabajadores y el directo-rio encargado de la administración.

“Sucesos de Colico —tituló El Victoria en su edición del 5 de enero de1896— En el establecimiento minero de Colico tuvo lugar el martes 8del presente una sublevación de más de doscientos mineros. El hechoocurrió de la siguiente manera. El día antes un minero cayóse a unpique, pasando a llevar en su caída a uno de cuatro compañeros suyosque salían en esos momentos por el mismo pique en un ascensor. Aconsecuencia de la caída resultaron muertos dos mineros. Cuando setrató de llevar los cadáveres a Carampangue, para darles sepultura,quisieron acompañar los cadáveres todos los mineros del establecimien-to, a lo cual negaronse los directores de él. Sin embargo, los mineros sesublevaron, abandonando sus tareas y yendo a Carampangue en com-pañía del cortejo fúnebre. Del establecimiento de Colico diose prontoaviso a las autoridades del departamento, los cuales pidieron tropas delínea en previsión de sucesos posteriores que pudieron significar unatentado contra las personas, los intereses ajenos o contra el orden pú-blico. Felizmente los mineros se retiraron a Colico una vez sepultadoslos cadáveres”.

En noviembre de 1896, la mina de carbón de Curanilahue fue esce-na de un nuevo motín, cuando más de novecientos mineros intentaronasaltar la casa de la administración. Las autoridades de la empresa, más

96 El Araucano, Lebu, 30 de noviembre de 1890.97 El País, Concepción, 29 de abril de 1893.98 El Sur, Concepción, 2 de abril de 1895.

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que procurar un arreglo que diera satisfacción a los huelguistas, ordena-ron “que se trasladase al lugar del suceso la fuerza de caballería que seencuentra en Arauco y la de gendarmes que existe en esta plaza”99.

A medida que se afianzaba la fundación de villas y ciudades en laAraucanía, crecían los movimientos de protesta contra algunos aspectosdeficientes de la administración o contra la especulación en los preciosde víveres y mercaderías. Así ocurrió con la pequeña turba que en larecova de Concepción protestó, a fines de diciembre de 1892, por el“excesivo e injustificado aumento de precio que ha sufrido la carne en losúltimos días”100. Tres años más tarde fue el turno de los abasteros, quie-nes protagonizaron una huelga. En Traiguén, aquel mismo año, más dedoscientos trabajadores temporeros del fundo de propiedad de IsadoraGoyenechea, viuda de Cousiño, que pocos días antes habían sido con-movidos por el feroz asalto cometido contra dos peones,

“cometieron varios desórdenes en el pueblo ya nombrado [Quino],hasta el extremo que llegaban a los despachos y pedían lo que primerose les ocurría y cuando se les cobraba amenazaban a sus dueños conpuñales y revólveres”101.

Los conatos populares contra la autoridad, y contra la prepotenciade la policía y la inequidad de los jueces, fueron bastante frecuentes enlos poblados de la frontera. En la medida que la corta población de unavilla permitía conocer el historial familiar de cada sujeto, era mucho másfácil provocar una movilización social, especialmente cuando las autori-dades actuaban de modo injusto o provocativo. Lo importante en esosmomentos era la cohesión que dejaba ver la comunidad, unida en tornoal objetivo común de desafiar a la autoridad. En Nueva Imperial, conmotivo del alevoso asesinato del editor y redactor del diario La Voz Libre,crimen que fue atribuido al gobernador intendente Manuel Rioseco,junto con catorce sospechosos que incluían soldados, policías y mapu-ches “españolizados”, la comunidad local reaccionó violentamente. Loshabitantes de la villa, según El Horizonte el 27 de noviembre de 1889,

99 El Comercio, Cañete, 5 de noviembre de 1896.100 El País, Concepción, 28 de diciembre de 1892.101 Los Debates, Traiguén, 29 de julio de 1895.

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“se encuentra en actitud amenazante, pues se ha armado la mayor partede carabinas, revólveres, palos y otras armas con el objeto de impedir lafuga de los reos. Los reos iban a ser trasladados a Concepción; al saberesto el pueblo se unió en masa para protestar semejante conducta”.

En una improvisada manifestación de una “economía moral”, que lahistoriografía describe como formas precapitalistas de protesta social, yque en la Araucanía se extendía para comprender también la insubordi-nación contra la autoridad, la multitud mestiza acudía a los improvisa-dos recintos carcelarios para liberar a sus miembros, atropellando a supaso el frágil aparato estatal.

“Hubo un incidente en la estación de Colgue”, reportó El Vergara deNacimiento en 1883, “porque la policía rural detuvo a 2 sujetos borra-chos que se negaron a retirarse de la línea férrea. En ese momento llegóun tren con 50 carrilanos y lo primero que hicieron fue preguntar porqué estaban amarrados los dos paisanos de que hablamos más arriba ydecretar su libertad. Así es que mientras unos desataban a los compañe-ros, todos los otros descargaban una lluvia de palos y piedras en laslomas y cabezas de los pobres policías que impedían la libertad de losamarrados”102.

En la misma localidad, tres años después, se registró un incidente desimilares proporciones.

“El martes como a las siete de la noche, fue asaltada la casa que hace decalabozo o pequeña cárcel en la vecina villa de Negrete”, informó ElVergara el 11 de julio de 1886, “había en ella detenidos dos indivi-duos... protestando que dichos individuos iban a ser castigados por lasautoridades de la villa, dos pequeñas partidas, una a pie y otra a caballo,se fueron al lugar de la prisión; le quitaron la carabina a uno de loscustodios, que tuvieron que escapar a dar parte; sacando del cepo a unode los reos, y al otro que estaba con grillos, lo llevaron a hombros y lofueron a desmaniar a la casa del compañero de prisión. El subdelegado,avisado de lo que sucedía, improvisó una patrulla y pudo quitar a vivafuerza a los reos, que eran defendidos garrote en mano por tres de los

102 El Vergara, Nacimiento, 21 de abril de 1883.

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asaltantes. Hoy están esas tres personas en la cárcel de esta ciudad adisposición de la justicia”.

Aún no llegaba la hora de la lucha social más descarnada, pero paramuchos era obvio que el fantasma del comunismo comenzaba a rondarla región. “Anarquistas en Chile —tituló con evidente alarma El País deConcepción el 1ro. de septiembre de 1894— en uno de los últimosvapores de Europa han llegado a Chile 14 anarquistas, los cuales, segúninformaciones posteriores, han desembarcado en el puerto de Talcahua-no”. No obstante, estaban equivocados los editores de la prensa al temerque el desembarco de un grupo de anarquistas podía influenciar el esta-do de inseguridad que se vivía en ciudades y la campaña de la Araucanía.Los mestizos fronterizos habían demostrado, más de una vez, que teníanlos recursos, la voluntad y la audacia para emprender actos temerariosque opacaban con creces las acciones de potenciales “extremistas” forá-neos. Entre esos casos puede citarse el atentado cometido contra la per-sona del subdelegado de la línea del ferrocarril a Curanilahue, “hacien-do volar su casa con dinamita, estando dentro de ella y escapando muymal herido”103.

Fuese a través de acciones individuales o colectivas, no cabían dudasal público que los fronterizos insubordinados no estaban dispuestos aacatar dócilmente las imposiciones del Estado. Con el correr de los añosesta situación empeoró. La reiteración de estas transgresiones tambiénhacían evidente que las nuevas autoridades carecían del poder para so-meterlos.

“Audaz y temerario asalto”, tituló La Justicia de Lebu, el 5 de febrero de1890, “la noche del 27 de enero esta ciudad fue teatro de un asalto debandidos tan audaz y escandaloso, como no hay ejemplo en los analesdel crimen. Una numerosa gavilla de bandidos de hasta 20 o 30 facine-rosos, invadieron esta ciudad en altas horas de la noche y atacaronaudaz y resueltamente el cuartel de la guarnición ocupada por tropasdel 7 de línea y carabineros de Yungay”.

La era de las batallas se pensaba concluida, pero en su lugar surgían

103 El Arauco, Arauco, 6 de diciembre de 1890.

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estas escaramuzas de menor envergadura pero de mayor peligrosidad,porque el enemigo no era el “bárbaro” mapuche, que nadie dudaba enexterminar, sino los mestizos que, armados hasta los dientes, rehusabansometerse. ¿Qué se podía hacer cuando lo que se consideraba como lapropia población se alzaba contra el orden social? ¿Cómo se conseguiríadesmantelar las redes sociales, las conexiones y alianzas que el mestizajealzado había desarrollado con el resto de la sociedad? El enemigo queenfrentaba el Estado chileno ya no era un sujeto externo, sino que supropio pueblo.

Lo que más impacta de las acciones desplegadas por el mestizaje enesa época fue su temeridad y resolución. Sin duda, muchos mestizoshabían probado ya la metralla en distintas ocasiones y no le temían a lamuerte después de haber dormido con ella tantas veces. Lo significativoes que todo su actuar era subrayado por la arrogancia y el ánimo siemprepresente de insubordinación. Cuando luchaban contra las institucio-nes, los mestizos fronterizos demostraban que nada les detendría. Esafue la determinación que mostró un bandido que, después de realizarun atraco contra un vecino de La Florida, fue perseguido por partidaspoliciales provenientes de Chillán y Bulnes a principios de diciembre de1890. Después de un combate entre sus secuaces y la policía, el sujetode marras logró huir.

“El martes por la mañana casi a la salida del sol, el bandido llega a todoescape al patio de la casa del señor Salazar, [subdelegado de gobierno] enmomentos en que éste estaba aún vistiéndose; se baja del caballo y entraprecipitadamente con la carabina preparada para disparar, lo cual efec-tuó, pero por suerte el señor Salazar estuvo listo para tomar del cañón ydesviar la dirección, por lo cual la bala no lo tocó. Allí se trabó una luchacuerpo a cuerpo que dio por resultado la captura del bandido”104.

A fines de la centuria, cuando los heraldos del progreso anunciabandesde Santiago el advenimiento definitivo de la modernidad, la locali-dad de Yungay continuaba debatiéndose en los viejos dilemas fronteri-zos, sofocada por el impacto que tuvo el asalto y muerte que una gavillade bandoleros dio al jefe de la policía local y al subdelegado de la villa.

104 La Florida, Florida, 11 de diciembre de 1890.

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Informados del feroz atentado que habían realizado los forajidos contraun vecino a quien, además de robarle seiscientos pesos, lo aturdieron aculatazos, los policías de la localidad decidieron salir a contenerlos.

“La policía de El Carmen, que no pasa de dos soldados y el comandan-te, el antiguo y valiente gendarme don Emilio Vázquez, no quiso obe-decer las órdenes de su jefe inmediato, tal vez por miedo u otra cosa; asíes que solo se vio Vásquez en el caso preciso de hacer frente a los bandi-dos, los que antes que él disparara, le atravesaron las piernas y muslos abalazos dejándolo casi exánime. Creyéndolo muerto, los bandidos sefueron donde estaba el subdelegado en estado lamentable y le atravesa-ron el corazón de tres balazos, huyéndose en seguida”105.

A pesar de las optimistas afirmaciones de ministros e intendentes deque la Araucanía había iniciado su camino hacia el progreso, era indes-mentible que a principios de la década del noventa esos territorios esta-ban sumidos en la ingobernabilidad y controlados por el mestizaje.

“Cada día es más alarmante la inseguridad en que viven los habitantesde la Frontera”, opinó La Libertad Católica en 1890, “no pasa semanaen que la prensa no se dé cuenta de asesinatos, asaltos y otros actos depillaje (...) algunos jefes de indios son asesinados en sus propias casas(...) periódicos de Traiguén aseguran que existen grandes partidas debandidos en los campos de la frontera, las que forman parte de unacompañía de doscientos cincuenta salteadores bien armados entrega-dos al vandalaje. Algunas de esas partidas tienen la audacia de acercarsea las puertas de algunos pueblos, entregándose con toda tranquilidad ala bebida y al libertinaje. La policía rural es insuficiente para mantenerla seguridad de los habitantes de la frontera”106.

Las frecuentes movilizaciones obreras constituían la expresión urba-na del desasosiego peonal que se manifestaba en el bandidaje rural; am-bas formas de insubordinación mestiza operaban como un poderoso ins-trumento de asedio que obligaba al Estado a desatar su ímpetu represi-vo, en abierta contradicción con los objetivos liberales que originalmen-

105 El Obrero, Yungay, 5 de marzo de 1899.106 La Libertad Católica, Concepción, 15 de abril de 1890.

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te se había planteado. La imagen que proyectaba la región hacia el restodel país no era la de un mundo ordenado, sino de una conmoción queparecía no tener fin. Merced de la violencia pública que desató el mesti-zaje, la Araucanía se había transformado en lo opuesto de la tierra pro-metida.

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CAPÍTULO IIIFIESTAS, CALLEJUELAS, ESTACIONES Y BURDELES:

LOS NUEVOS ESPACIOS DE

TRANSGRESIÓN EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900

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La ocupación chilena de la Araucanía marcó el inicio de un procesode transformación del espacio público que, de modo paulatino, comen-zó a llenarse de barriadas, burdeles y pulperías que servían de albergue alos nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allí habían sido plácidas cam-piñas, interrumpidas por pequeñas villas o incipientes ciudades, se con-virtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo demiseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por do-quier el Estado. El trigo, las máquinas a vapor, los aserraderos, el alum-brado público, los tranvías, las alambradas, los puentes y caminos, fue-ron los signos más evidentes de los cambios que experimentaba la re-gión; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de losmolinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde elpunto de vista arquitectónico la monumentalidad que podía surgir cuan-do la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. De otra parte, elconventillo, los mercados y las plazas, que habían sido el escenario tradi-cional de la sociabilidad popular recién hicieron su aparición en la re-gión a partir de 1880. En el mundo de la economía la situación era aúnmás paradójica, pues coexistían formas arcaicas de producción, tales comoel pastoreo, la recolección de semillas y frutos naturales y la produccióngeneralizada para el consumo doméstico, junto a las nuevas modalida-des económicas y sociales que introdujo el capitalismo. Los heraldosmás visibles del proceso de modernización, tales como el ferrocarril y losbuques a vapor, compartían la geografía con las carretas de bueyes y lascanoas improvisadas que cruzaban los ríos y lagos; brotaban también losbarrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubri-dad, como testimonios de la transición que experimentaba la sociedadde la época, entrampada entre la modernidad y el arcaísmo.

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1. Las fiestas como espacios transgresivos

Los delitos que prosperaron en los espacios urbanos creados por la“Pacificación” en la Araucanía fueron una extraña mezcla de lo modernoy de lo antiguo. De tipología fronteriza siguieron siendo los crímenesvinculados con actos de brujería —envenenamientos, mal de ojo, invun-ches, chonchones y “males” en general—, que eran frecuentes allí donde lacultura mapuche y la cultura cristiana tenían un punto de encuentro.“Por bruja”, informó El Arauco en 1884, “Inés Neira ha sido asesinada agarrotazos en el fundo Tropen porque dicen ejercía esa profesión”1. Casia fines de la centuria, aún persistía la vieja creencia en la hechicería. Pordesgracia, para las supuestas brujas, esta creencia se sumaba al afán delos mestizos de hacerse justicia por sus propias manos, al margen de lasinstituciones y del Estado.

“A un sujeto llamado Eulojio Malvoa”, reportó El Progreso de Bul-nes en 1896, “miembro conspicuo de la Santa Hermandad de SanJosé (...) se le puso que una pobre infeliz mujer le había hecho dañoa su hijo Eulojio 2° Malvoa y que por esa razón había caído a camaesos días. Adquirido el brutal convencimiento, resolvió vengarse elexpresado Malvoa de aquella hechicera. Para llevar a cabo el planproyectado, se le tendió a la víctima una celada haciéndosele llamarpara que una noche fuese a prestar sus auxilios a una amiga que seencontraba enferma en cama. La pobre mujer, quizás de buenossentimientos, no escatimó su buena voluntad y se dirigió como se lepedía, a la casa donde se hallaba la enferma. Pocos momentos des-pués de su llegada, llegó también Malvoa (...) más tarde convidó aRosa López, que así se llama la supuesta hechicera, para hablar afue-ra con ella y habiéndosele ésta resistido a hacerlo, se valió de susfuerzas y la obligó a salir por la vía de los hechos. Afuera le dio degolpes sin compasión alguna y como la López gritase pidiendo ayu-da se ensañó más y más hasta dejarla casi sin conocimiento. Nocontento todavía con maltratarla así, la alejó más de la casa y ahí sefue sobre ella tratando de estrangularla y azotándola con una ramade espino. Y como si todavía no creyese terminada con gloria su

1 El Arauco, Arauco, 2 de marzo de 1884.2 El Progreso, Bulnes, 3 de octubre de 1896.

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tarea, la ató de los pies y las manos, la violó y por último con unanavaja le arrancó pedazos de carne en partes delicadas del cuerpo”2.

¿Cómo explicar la alevosía desplegada por Eulojio Malvoa contra RosaLópez? Achacarlo al carácter furibundo de los mestizos es tan sólo unaparte de la explicación, pues también se debe hacer referencia al am-biente de terror que reinaba en las barriadas y al clima de resentimientoque comenzó a reemplazar a la antigua solidaridad popular. Allí, en losbajos fondos, la convivencia forzada de sujetos provenientes de diversasculturas forjaba una trama invisible de prejuicios, suspicacias y apre-hensiones que, ante la menor provocación, explotaban con furia. El con-ventillo no sólo albergaba a sus miserables habitantes, sino también atoda suerte de tensiones y conflictos, además de la desesperación y laansiedad que creaban el desarraigo, la pobreza y la continua persecuciónpatronal y estatal. Los cuchillos resplandecían en los patios nauseabun-dos porque quienes los empuñaban ya no tenían nada que perder niganar en la vida.

La persistencia de viejas tradiciones fronterizas demuestran que a fi-nes de la década de 1880, en la Araucanía aún no se asentaban las insti-tuciones estatales. En ese mundo incierto, las prácticas mestizas prospe-raban alentadas por las expectativas de un público agobiado por los du-ros golpes que les infligía la modernidad. Sin embargo, en la medidaque la medicina popular y la utilización de las meicas eran una prácticaclandestina, los voceros de la élite no dejaron de denunciarlas comoagentes de los males que agobiaban a la población y que la manteníansumidas en el barbarismo.

“Curanderos y matasanos. ¡Hasta cuándo por Dios se permite que esaplaga haga estragos en nuestro pueblo! Estos señores asesinos ejercen suprofesión a vista y paciencia del público, de los médicos de la ciudad yde la policía. Entre otros curanderos de los más terribles y tremendosseñalamosles a la autoridad a un señor de copa y tarro, a una doñaRosita Gallardo y otra doña Rosita”3.

Para el Estado la tarea gubernamental encerraba dos propósitos: de

3 La Voz Libre, Temuco, 1ro de junio de 1889.

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una parte, introducir los servicios sancionados por la Ley y, de otra,expurgar las usanzas más arcaicas. Para los mestizos, en cambio, se trata-ba de seguir actuando al margen de la ley, de las instituciones y de todopatrón conductual. En una palabra, su principal desafío radicaba endeslegitimar el nuevo orden social a través del simple gesto de reafirma-ción de su identidades.

Adaptarse a las nuevas condiciones de vida urbana no era tarea fácilpara los afuerinos, quienes debían abandonar sus actividades tradicionalesde pastoreo, transhumancia y malones y asumir la condición de jornale-ros, asalariados o gañanes que les ofrecía el capitalismo. Para insertarse enese nuevo mundo, podían también arrimarse a los arrabales y sacar ventajade un aspecto de la vida social que se hizo más frecuente en la Araucanía:nos referimos a la presencia de grandes muchedumbres que, agolpadas enlos mercados, estaciones o calles de las villas, daban un nuevo tono alacontecer cotidiano y se ofrecían como potenciales víctimas a los ladronescallejeros. Sin duda, el tránsito de los mestizos desde el campo a la ciudadno fue un proceso fácil. ¿Podía ser fácil dejar de ser cuatrero, montonero obandido? En realidad, lo que más costaba extirpar eran las modalidades devida montaraz y violenta. El mestizo migrante portaba consigo una pesa-da mochila que reunía los recuerdos de viejas guerras, malones y conflictosque afloraban por doquier en los barrios pobres de las villas. “Algunos malentretenidos”, señalaba La Industria de Concepción en diciembre de 1891,“continúan alarmando de noche los barrios apartados de la población condisparos de armas de fuego”4. De hecho, el aumento de la población mes-tiza y el incremento de los espacios de sociabilidad permitían el resurgi-miento de viejas pendencias o servían de marco para que germinaran nue-vas. Las tabernas y bares, que se multiplicaban más allá de la mirada in-quisitiva de las autoridades, eran notorios por la eterna fiesta que alberga-ban o por las desgracias que allí ocurrían. En la suma de trágicas circuns-tancias, la tradición violentista o el afán de venganza, cogían a los másincautos en su finas redes.

“Carmen Garrido, José Valdebenito y Nicanor Carrasco, son tres ami-gos afiliados a la logia de los enemigos de la propiedad ajena —escribióLa Araucanía de Mulchén el 3 de abril de 1881— El martes en la

4 La Industria, Concepción, 21 de diciembre de 1891.

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noche, después de haber bebido algunas copas en una casa inmediata alpuente de Mulchén, se retiraban algo acalorados por una disputa quehabían tenido al llegar al puente los tres amigos, Valdebenito saca unpuñal y le asesta tan certero golpe a Garrido que lo mató en el acto. Elpuñal le había clavado el corazón y aunque iba sostenido por su mujer,ésta no tuvo tiempo para esquivar la puñalada ni para sostenerlo”.

Como bien señalara Pedro Burgos, lo más deplorable de estos en-cuentros es que al drama de la puñalada debía sumarse la tragedia dedescubrir que se había asesinado al mejor amigo5. “El hechor empren-dió la fuga”, relató El Traiguén al describir, en 1893, el apuñalamientode Pedro Pascual Orellana a manos de Valentín González, “sin que fueraperseguido por los circunstantes que quedaron estupefactos ante tanhorrendo crimen, pues, ambos eran amigos que trabajaban hacía muchotiempo en el mismo fundo”6.

Las tradicionales fiestas mapuches, con su espontánea reunión degentes, licores y ramadas, se convirtieron en uno de los escenarios pre-feridos para que brotara la violencia mestiza; así, nguillatunes, minga-cos y palines, fueron sindicados por la prensa como sinónimos de san-grientas tropelías. “En Truf Truf, ultra Cautín”, informó La Voz Librede Temuco el 24 de noviembre de 1888, “se celebraba el domingo unmillatum [sic], trayendo por consecuencia el asesinato del indígenaQuidel por su tío Luis Parra, dándole un feroz golpe en la cabeza conel mango de la huasca que andaba trayendo”. Al año siguiente, la loca-lidad de Callimalling, cercana Temuco, otro millatung fue escenario deun horrible crimen.

“A esa reunión asistieron varios españoles”, informó Los Tiempos deYungay, “entre esos asistió también un pobre hombre sobrino de unaseñora Elena Zúñiga (...) pasaron muchos días después del millatung yel hombre no volvía a casa (...) al fin lo encontraron, pero en que estado!(...) lo habían hecho morir despellejado, es decir con cortante cuchillo lehabían quitado la piel de las espaldas, vientre y otras partes del cuerpo.

5 PEDRO BURGOS, Violencia en el norte chico: los delitos de homicidio y lesiones en la Villa de SanFelipe el Real y en el asiento de minas de Petorca 1750-1800, Tesis para optar al grado deLicenciado en Humanidades, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1995.6 El Traiguén, Traiguén, 7 de septiembre de 1893.

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Después lo quemaron encendiendo una pira de leña seca sobre losrestos de la víctima tal vez palpitantes todavía”7.

No es creíble pensar que los autores de este asesinato fuesen mapuches,pero no se puede desconocer que la fiesta proporcionaba la oportunidadpara que se juntaran inmensos gentíos, lejos del control policial, y quealgunos aprovecharan esas circunstancias para llevar a cabo sus delitos. Eraun hecho conocido por las autoridades que en la frontera, la congregaciónde una chusma propiciaba la transgresión; el cahuin o cahuineo, que enalgún momento representó una de las formas más intensas de reproduc-ción de los lazos sociales entre los mapuches, fue en el mundo mestizoparangón del desorden. Dando cuenta del hallazgo en Chuviecoyan delcadáver de Juan de Dios Guajardo, por efectos de una golpiza con laque,El Radical de Nueva Imperial relataba que el domingo previo a este inci-dente, “en el lugar citado, tenían los indios una fiesta villatum [sic] cuyotérmino es siempre coronado con escandalosos robos y asesinatos. Esta noes la primera vez que suceden hechos de esta naturaleza, pues en el mespasado tuvimos que dar cuenta de tres asesinatos, efectos de estas fiestassalvajes”. Pocos días después el mismo periódico informaba que en la loca-lidad de Champulli, había tenido un “entierro, en el que las libacionesabundan sobremanera, porque en estos casos los señores mapuches danmuestras que son ardientes adoradores del dios Baco. Resultado de estaembriaguez mortuoria, es que el citado Juan de la Cruz yace postrado enel lecho de dolor...”8. Sin duda, los viejos prejuicios contra los mapuchesdemoraban en morir y era siempre un buen recurso atribuir la comisiónde estos delitos a su temperamento “bárbaro”.

Una buena negación del origen mapuche de las transgresiones des-critas lo proporciona el simple hecho de que las fiestas, procesiones ycelebraciones del rito católico también sirvieron de escenario para quelos mestizos desplegaran su tradicional conducta infractora y se aprove-charan de la multitud para cometer sus fechorías. “Parece que una parti-da de pillos se ha dejado caer sobre esta pacífica ciudad”, escribió LaLibertad Católica en 1888. “Con motivo de la gran aglomeración degente que concurrió el viernes a la catedral a la inauguración del monu-

7 Los Tiempos, Yungay, 8 de diciembre de 1889.8 El Radical, Nueva Imperial, 26 de enero de 1896.

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mento a monseñor Salas, varias señoras han sido escamoteadas de porta-monedas, pañuelos y otros objetos”9. En un país que tenía una largatradición en peregrinajes a santuarios, no era extraño que los afuerinosacudieran hasta allí para armar su comercios, boliches o despachos, opara encontrar la alegría que les negaba la vida en las más apartadassierras. Lo que corresponde preguntarse es ¿por qué persistían estas tra-diciones, si ya se había instalado la juridicidad estatal?

“Quillón. Muy graves son las noticias que personas llegadas a este pue-blo, nos traen de desórdenes cometidos el domingo de ramos con mo-tivo de las fiestas —informó La Florida en 1889. “La señora DomitilaValderrama, esposa del señor Tolindor Navarrete, fue atropellada en lacalle por un grupo de individuos a caballo en estado de ebriedad,dejándola gravemente herida, así como a un hijito que la acompañaba.En las ramadas y carretas de venta se precipitaban los individuos atomar por la fuerza los objetos que estaban en venta y que no queríanprocurarse por su justo precio. Los dueños de ventas tenían que defen-der sus mercaderías garrote en mano, a causa de lo cual han resultadotambién heridos de gravedad”10.

Lamentando la escasa dotación policial con que contaba el pobladode Yumbel, centro de atracción de las procesiones en recuerdo de SanSebastián, el redactor del periódico local comentaba a mediados de ene-ro de 1893: “Creemos que sería medida muy acertada el que nuestrogobernador procurase hacer venir fuerzas para que resguarde el ordendurante los días de la fiesta de San Sebastián”11. El arribo de miles decreyentes, la instalación de ramadas, fritanguerías y bazares, sumados aldescuido que experimentaba la seguridad, eran poderosos atractivos paraque los rateros se dejaran caer como una manga de langostas. “Ha llega-do a conocimiento nuestro”, advertía El Yumbel el 19 de enero de 1896,“que entre los que con ocasión de la fiesta de San Sebastián visitan nues-tro pueblo, vienen muchos aficionados a apropiarse de lo ajeno”.

Los mingacos y trillas con yeguas, en que la comunidad acudía en apo-yo de los cosecheros a cambio de un generoso agasajo de comida y alcohol,

9 La Libertad Católica, Concepción, 24 de julio de 1888.10 La Florida, Florida, 17 de abril de 1889.11 El Yumbel, Yumbel, 14 de enero de 1893.

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también tenían desenlaces violentos. En Yumbel, a principios de enero de1881, fue presentado ante el cuartel de policía José Torres, alias “el cache-tón Pepe”, “por haber asestado una puñalada a Celedonio Cuevas; en unatrilla que se hacía en la casa que don Salomé Varea...” Interrogado sobresus motivaciones, Torres declaró que no recordaba nada “pero consideraque debe ser exacto el hecho, porque así se lo han asegurado varias perso-nas que presenciaron el acto”12. En la subdelegación de Llico, sobe la costadel Golfo de Arauco, Ventura Sánchez y Matías Chamblas fueron los ines-perados protagonistas de un drama similar:

“Divirtiéndose en la noche después de haber asistido en el día a unatrilla formaron un desorden, de resultas del cual Sánchez acometiócontra Chamblas infiriéndole con un cortaplumas tres heridos en elcuerpo, una de ellas es mortal”13.

A medida que se afianzaba la ocupación de las tierras mapuches y seproducía el arraigo de los colonos sobre las tierras tribales, la naturalezamisma de las fiestas comenzó a variar. A fines de octubre de 1888, tuvolugar “un millatun [sic] en las orillas del Allipen... asistieron más de tresmil indios y se inmolaron como cincuenta corderos al pié del árbol sa-grado... el objeto del millatun fué la eterna cuestión de los reclamos pordespojo de terrenos...”14. Las celebraciones cívicas chilenas, tales comoel “dieciocho”, se convertían también en una de las celebraciones másatractivas para el mundo popular.

“Desorden. No ha estado tan desprovisto el dieciocho de esa plaga quetodos los años se repite. Antenoche, según se nos informa, hubo en lacalle de Maipú graves desórdenes. Intervino la policía y se llegó a talextremo que a uno de los pacos le quitaron por fuerza la charrasca”15.

Siguiendo la vieja tradición tribal que mezclaba el juego, la bebida yla celebración comunitaria, las fiestas públicas eran un buen expedientepara que se desataran las peores pasiones del populacho. El alcohol,

12 El Yumbelino, Yumbel, 16 de enero de 1881.13 El Arauco, Arauco, 17 de febrero de 1884.14 Los Tiempos, Yungay, 11 de noviembre de 1888.15 La Libertad Católica, Concepción, 21 de septiembre de 1887.

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consumido en exceso por una población mestiza que no había tenido laexperiencia histórica de desarrollar una cultura etílica, como ocurrió enlas provincias del norte, causaba estragos. Emilio Castillo, joven de 27años y radicado en Mulchén, informaba un diario de la localidad en1880, murió quemado vivo, “tal era el estado de embriaguez en que seencontraba que no pudo moverse del fuego donde cayó”16. En 1883, enla misma localidad, dos hermanos se trabaron en una pendencia des-pués de compartir un trago. “Repuesto éste un tanto del aturdimiento”,escribió La Araucanía Civilizada al relatar la pelea entre los hermanosRiquelme, “toma un astil de una hacha que por allí encontró a mano, sedirige donde su hermano y le da tal golpe en la cabeza, que el desgracia-do cayó muerto en el acto”17. En un comentario más bien pintoresco,porque se refería a un hecho reconocido por siglos, El Sur escribió en1885:

“A pesar de las prohibiciones que se han decretado contra el expendiode licores, parece que el malhadado vicio de la embriaguez está toman-do cuerpo en nuestro bajo pueblo”18.

La incapacidad del Estado y sus agentes para controlar los despa-chos, pulperías y almacenes donde se vendía alcohol era un mal quetodos apreciaban y que no demoraban en denunciar. “Vendría a colmarlos deseos de nuestra gente de campo”, opinó La Araucanía de Mulchénel 16 de octubre de 1889, “si se ordenara de que todos los días festivos lapolicía rural se constituyera en visita en aquellos lugares donde se ex-penden licores o hay diversiones públicas”. Igual opinión expresó el dia-rio El Cristiano de Temuco: “Los días domingos ocurren en el pueblomuchos desórdenes ocasionados por individuos ebrios; llamamos la aten-ción de la policía, pues hay muchos que corren a caballo por las calles,con serio peligro para los que transitan a pie”19. Sin importar la catego-ría del recinto ni los lazos de amistad que unían a los hombres queemprendían el peligroso camino de una tomatera, siempre era posible

16 La Igualdad, Mulchén,16 de octubre de 1880.17 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 7 de octubre de 1883.18 El Sur, Concepción, 7 de abril de 1887.19 El Cristiano, Temuco, 24 de agosto de 1895.

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esperar lo peor cuando el vino o el aguardiente caldeaban los ánimos.

“La noche del domingo, como a las 10 pm, se encontraban bebiendovarias personas en casa de Lorenzo Martínez ciudadano español (...)entre los concurrentes a la tertulia de Martínez, hallábase Manuel 2°Vidal, joven de algunos 20 años de edad. Una vez que comenzó afermentar el alcohol en la cabeza de Martínez, como de costumbre tratóde formar barullo y de dar de trompadas a sus visitantes. Vidal, que fueuno de los agredidos, procuró escapar a la zaña de Martínez, huyendoal interior del sitio de la casa (...) el enfurecido dueño de casa amartillósu revolver y disparó sobre el fugitivo tres balazos, que por fortuna nolo hirieron. Pero las cosas no debían quedar allí y Martínez que deseabadesfogar su rabia con alguien, fue a su pieza y se armó de una navaja. Yacon esta arma penetró nuevamente al sitio, encontrando indefenso aVidal que trataba de sacarle el cuerpo. No anduvo, sin embargo tanafortunado en esta operación; pues Martínez lo alcanzó y le dio trespuñaladas... Vidal cayó exánime en tierra, lo que visto por su victima-rio, emprendió precipitada fuga, no sin llevarse una caja que conteníacuarenta balas del revolver que cargaba. Tales son los detalles de estenuevo crimen, resultado inmediato de la ebriedad a que se entreganuestro pueblo en los días de descanso”20.

En Concepción, el diario El País reflexionaba en 1892 sobre la creci-da cuota de sujetos ebrios que eran apresados cada día por la policía, yque llegaban a sumar más de doscientos al mes. “Esa cifra diaria es exce-siva para una población como Concepción; y mucho mayor se la en-cuentra todavía, si se tiene presente que en el parte de la policía nofiguran muchos ebrios que son conducidos solamente para que duer-man la mona en el cuartel”21. Las redadas que hacía la policía para reco-ger ebrios de las calles siempre eran abundantes; en Traiguén, durante laprimera semana de septiembre de 1896, se tomaron presos seis sujetos“por adorar a Baco en días no festivos...”22.

A fines de la centuria el crecimiento del alcoholismo en las clasespopulares había empeorado, pues el promedio diario de detenciones

20 El Orden, Concepción, 5 de febrero de 1896.21 El País, Concepción, 11 de diciembre de 1892.22 El Traiguén, Traiguén, 3 de septiembre de 1896.

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por ebriedad, sobrepasaba la decena. Las consecuencias de la ebriedaderan, por decir lo menos, trágicas. Nicanor Pérez, “reo de hurto conde-nado a cuatro años de presidio”, y el guardia Pablo Troncoso desparecie-ron de la cárcel de Concepción en 1888, luego de haber salido a depo-sitar unas basuras. Un día más tarde fueron encontrados sus cadáveres aorillas de la línea férrea. “Se supone que aquel, a fin de fugarse, hizobeber al último y bebió también por su parte, embriagándose ambos.En este estado se dirigieron a Chiguayante, donde tal vez se quedarondormidos sobre la línea, siendo despedazados por algún tren noctur-no”23. Al frente de la imprenta de La Voz de Traiguén, una madre y suhija se trabaron en junio de 1889 en una feroz pelea: “las dos estaban enun estado lamentable de embriaguez”24. Belisario Flores, llevado en 1897al cuartel de policía de Victoria acusado de haber apuñalado a su mejoramigo, confesó su crimen, “diciendo que sólo por efecto de la embria-guez ha cometido este crimen”25. La irresponsabilidad de quienes caíanbajo los efectos del beodo iba aislando a los alcohólicos que, al final, eransometidos a la última prueba del desprecio y la humillación pública.

“Hemos sido testigos”, observó La Voz de Traiguén, “en varias ocasionesde la manera en que los jefes del regimiento de Artillería Mirafloresexpulsan del cuerpo a los individuos que han cometido faltas o sonconsuetudinarios en la embriaguez. A estos individuos se les arroja a lacalle casi desnudos, los más de cabeza y no pocos con alpargatas delcuartel son conducidos a la estación del ferrocarril y ahí embarcadoscomo fardos”26.

La vida fronteriza estaba salpicada de incidentes pintorescos pero erahabitualmente triste. Abatida por el peso de la violencia mestiza, ex-puesta a un clima que durante los inviernos era implacable y determina-da por una geografía escabrosa que hacía difíciles las comunicacionesinternas, lo cotidiano transcurría inmerso en una rutina preñada de latensión que precede a las tormentas. Pocas instancias modificaban esetranscurrir, que estaba siempre regido por el temor de un asalto o por la

23 La Libertad Católica, Concepción, 8 de abril de 1888.24 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de junio de 1889.25 El Victoria, Victoria, 16 de marzo de 1897.26 La Voz de Traiguén, 5 de mayo de 1899.

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ansiedad que provoca la vida aislada. Una de estas instancias fue el arri-bo, espectacular y novedoso, del circo. “Hoy da su primera función lacompañía internacional de equitadores y equilibristas”, informó a suslectores de El Eco del Sur a mediados de septiembre de 1884, “que hábily acreditadamente dirige el sin rival rey de los funámbulos, señor Nico-lás Loiton”. Pero incluso las escasas veladas culturales eran interrumpi-das por la socarronería y mofa de que hacían tanta gala los pícaros. “Des-órdenes en las galerías”, titulaba El País en 1893, “es una vergüenza queen Concepción existen personas tan poco cultas que, teniendo preten-siones de decentes, vayan al teatro en estado de ebriedad, con el exclusi-vo y premeditado objeto de provocar desórdenes en la galería”27.

La ocupación chilena de los territorios mapuches y la implantaciónde las instituciones estatales no conseguían producir un cambio radicalen los modos de vida que surgieron y se desarrollaron en la región fron-teriza por más de dos siglos. Mucho menos cuando se trataba de unacultura mestiza que había germinado y crecido al margen del ordensocial, que había roto sus vínculos con sus progenitores y que habíahecho de su práctica clandestina un rasgo propio. De allí que la sobrevi-vencia de meicas y brujos, del alcoholismo y de las fiestas, no debíansorprender a nadie, pues sus raíces eran profundas y se sustentaban enuna tradición centenaria. Tampoco debían asustarse los nuevos habitan-tes de la Araucanía de ver conglomerarse en las esquinas más visibles a latradicional patota de ociosos, vestida de ponchos y chiripas, con som-brero oscuro a la cabeza y el cuchillo colgando de la faja. Pocos añosantes, esos mismos sujetos se habían arrimado, con similares intencio-nes transgresivas, en las afueras de las plazas y fuertes fronterizos atra-yendo la atención de cuantos se atrevían a mirarlos de frente. Considera-dos como extraños por los vecinos de las villas, los mestizos fronterizoseran los dueños informales de aquellas tierras.

27 El País, Concepción, 26 de enero de 1893.

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2. Calles, esquinas y estaciones:

Los nuevos escenarios de la criminalidad fronteriza

La violencia comenzó a asolar el espacio recién capturado por la “civi-lización”, con una intensidad que menoscababa el orden social impues-to por el Estado. Para las autoridades chilenas, lo más grave de la reitera-ción de las transgresiones era el resurgimiento de conductas libertinasque abrían las puertas a los peores excesos. Como si no existiera la Ley niel estado de derecho, los mestizos continuaban haciéndose justicia consus propias manos, ya sea en el ámbito privado de sus residencias o en elespacio público conformado por la calle.

“Pendencias”, anunció El Lota en 1883. “De marca mayor fueron unosque hubieron el domingo pasado en el cerro de Lota-Arriba, luego llególa policía al punto del desorden pero los contendientes acometieroncontra la policía quitándoles a dos de ellos sus yataganes dejando a unpolicia en mal estado”28.

La calle, la esquina y la taberna pasaron a ser espacios habituales detransgresión en la época posterior a la “Pacificación”, si bien pocos añosantes nadie se habría imaginado una calle o una posada en medio de losbosques y tupidas selvas de la Araucanía. “Centro de borracheras”, de-nunció El Bio-Bio, “tal es el que desde hace mucho tiempo se halla esta-blecido en un despacho o bodegón situado en la calle del Pueblo Nuevo(...) aunque hasta ahora no de gravedad, los pequeños desórdenes de losebrios son allí la orden del día en los sábados, domingos, lunes y muyfrecuentemente los martes...”29. El gradual crecimiento de una pobla-ción temporera que acudía a las chinganas y fondas en busca de vino,tabaco, conversación, juegos o pendencias, estimulaba el crecimiento deun ambiente de indisciplina y complicidad, en el cual brotaban los esta-fadores y rateros que habían cambiado sus oficios habituales de renega-dos, para acomodarse a la nueva forma de vida que les ofrecían las bucó-licas villas.

28 El Lota, Lota, 18 de febrero de 1883.29 El Bío Bío, Los Angeles, 6 de diciembre de 1889.

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“Vagos. Numerosos son los que pululan por algunas calles de la pobla-ción”, informó El Sur de Concepción en 1889, “especialmente por losalrededores del mercado, donde sería muy útil que la policía fuera ahacer una cosecha, aun cuando más no fuera por darles la ocupación debarrer las calles y quitar el pasto que crece en algunas paredes”30.

El vagabundaje urbano, conocido hasta allí en las villas de Chilecentral, sentó sus bases en las ciudades de la frontera, luego de haberasolado las campañas31. Sinónimo de “mal entretenido” y “ocioso”, elvagabundo urbano representaba la peor lacra para los agentes del capita-lismo local: eran los sujetos perdidos para el ámbito del trabajo, que consu mal ejemplo, desligaban a otros del mundo laboral. Sus armas eran eljuego, la pendencia o la tomatera. Estos ganchos eran hombres deambu-lantes y que rehusaban trabajar para otro. “Vagabundos: así podemosllamar a considerables cuadrillas de individuos”, opinó El Laja de LosAngeles el 11 junio de 1890, “que a la sazón se ocupan en beber entodos los lunes en las esquinas o bodegones de esta ciudad, ridiculizan-do a los demás y dando mal ejemplo. ¿A quién corresponderá tomarmedidas a este respecto?”. Seis meses más tarde, el mismo periódicomanifestaba: “A la policía recomendamos tenga un tanto más vigilanciacon los diferentes grupos de muchachos que se forman en la estación a lahora de la salida y llegada de tren. Pues ahí han elegido como lugar mása propósito para jugar al naipe, cahpas y otros juegos de azar. Conclu-yendo por apedrear a los pasajeros”32. En Florida, a más de 300 kilóme-tros de distancia, se utilizó un argumento similar para combatir la cre-ciente barahúnda callejera.

“Muchachos vagos y ociosos”, tituló el diario La Tribuna.“Ahora queya tenemos vigente el reglamento de policía, nos permitimos insinuara la policía que debe ser inexorable con los muchachos vagos y ociososque diariamente se encuentran en nuestras calles jugando a las bolitas

30 El Sur, Concepción, 4 de mayo de 1889.31 GÓNGORA, “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile…”, op. cit., , pp. 341-390; JoséBENGOA, El poder y la subordinación. Historia social de la agricultura chilena, 2 Vols., Santiagode Chile, 1988-1990; Alejandra Araya, Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile colo-nial, Santiago de Chile, DIBAM, 1999.32 El Laja, Los Angeles 20 de febrero de 1891.

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o al trompo y molestando a los transeúntes con palabras o dichosdeshonestos”33.

Igualmente molestos para la élite fueron los obreros que, sin tener unespacio dentro de las fábricas o molinos donde consumir sus colaciones,lo hacían arrimados a la sombra de las murallas, zaguanes o portales dela ciudad. “Actos Inmorales”, denunció El País de Concepción el 11 deabril de 1899, “todos los días los operarios del depósito de cerveza deValdivia salen a almorzarse o desayunarse... se sitúan en los huecos de laspuertas de las esquinas formadas por las calles de Carrera é HipólitoSalas. Cuando se han reunido algunos pocos, comienzan allí a presen-ciarse acciones por demás obscenas y se oyen palabras tan inmorales queruborizarían al menos recatado”. Cuesta entender qué podía tener demalo la presencia de trabajadores en las calles, si bien no ignoramos quesu tradicional espíritu picaresco y bromista ofuscaba a las autoridades.Por lo demás, en una época en que el trabajo asalariado era visto comouna forma de disciplinamiento, ¿no era acaso contraproducente que losobreros gozaran de esos largos y dicharacheros recreos? Al parecer, segúnse desprende de los periódicos más conservadores, los dueños del capitalhabrían incluso abogado por la eliminación de toda instancia de descan-so y relajo, incluidos los domingos y fiestas de guardar. “Pasados los díaslunes, como ayer por los distintos barrios, desconsuela el ver cómo tan-tos obreros pierden lastimosamente el tiempo de trabajo en la bebi-da”34. A medida que pasaban los años y crecía el contingente obrero, loschincheles reunían a pequeños enjambres que, para el resto de la comu-nidad, eran los autores de desórdenes y trifulcas. Refiriéndose a la raleaque se reunía en la calle Chacabuco de Concepción, El Sur escribió:

“Algunos individuos se apostan a la puerta de esos despachos despuésde haberse embriagado completamente y detienen a los transeúntes,amenazándolos si no les dan dinero para seguir bebiendo”35.

En el proceso gradual de apropiación de los espacios públicos reali-

33 La Tribuna, Florida, 6 de julio de 1895.34 La Libertad Católica, Concepción, 16 de julio de 1889.35 El Sur, Concepción, 10 de noviembre de 1891.

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zados por la plebe, las calles se convirtieron en los escenarios improvisa-dos de cuanta pendencia podía tener lugar. Con seguridad en esa épocase acuñaron frases tan conocidas por el vulgo actual —tales como Salep’a fuera si soy tan choro—, que pronuncia el retador popular cuando setrata de lanzar un desafío. ¿De dónde sacaron estos sujetos que la calle,y no la intimidad doméstica del hogar o de un bar, era el mejor teatropara desplegar sus dotes de peleador o cuchillero?; ¿Por qué se elegía elespacio público para cometer la transgresión? No conocemos las res-puestas a estas interrogantes, pero es innegable que en el Far West criollose acuñó la paradojal costumbre de pelear teniendo por testigos a losvecinos, a los transeúntes e, incluso, a la policía. En 1895, una de lascalles de Temuco se convirtió en el inesperado cuadrilátero de una guiri-gay callejera, iniciada por dos muchachos, “acompañando a éstos lasfamilias de los contendientes y entre todos formaron una inmensa pelo-tera... esto sucedió por el barrio del Cementerio que debiera ser un pocomás tranquilo”36. Dos años antes, la pequeña localidad de Bulnes fuetestigo de similares encuentros callejeros, incentivados por la ola de cri-minalidad que afectó a la región.

“Se ha hecho ya una costumbre entre nuestra gente del pueblo, entre-garse a esta clase de diversiones tan poco moralizadoras... una partida detunantes que se dio cita en dicha calle para darse de trompadas, dispu-tándose cada cual ser más diestros y tener más agilidad en el box. Apresenciar el espectáculo se juntó una decena de borrachos más y des-pués de avivar a los combatientes concluyeron éstos por darse de trom-padas, formando así una de San Quintín que puso en alarma a todo elvecindario. No se crea que esta calle es la única que sobresale por susescándalos y borracheras. No así como estas se hallan comprendidas lasde El Comercio y Arturo Prat, donde existe una cantidad de burdelesque dan dulce acogida a todo aquel que está dispuesto a quedar hastasin camisa para hacer los honores a Baco”37.

El temor que expresaban los vecinos de Bulnes, de que las calles de lavilla se transformaran en antros de violencia, fueron confirmados cuan-do un mes más tarde se produjo un violento tiroteo en las esquinas de

36 La Razón, Temuco, 9 de julio de 1895.37 El Independiente, Bulnes, 15 de abril de 1893.

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Bundell con Condell. “Cábenos preguntar”, señaló en su editorial elredactor de El Liberal, “qué medida adopta la señora policía para repri-mir juguetes tan peligrosos...”38. Pero el fenómeno de las peleas calleje-ras y el desarrollo de “barrios bravos” no era exclusivo a las localidadessituadas en la región más antigua de la frontera. En Victoria, a mitad decamino entre Los Angeles y Temuco, a principios de diciembre de 1893,los transeúntes fueron testigos de una sensacional y escandalosa,

“refriega, en la que tomaron parte no menos de treinta personas, lamitad de esos, hijos del pueblo, que beodos acometían al transeúnte,hasta que empezó la fiesta con una concurrencia compuesta de gringos,españoles, chilenos etc, etc, de donde se veían agricultores, comercian-tes, zapateros, ingenieros, horticultores, vagos, chicheros, gandules yhasta bandoleros; esto lo comprenderá fácilmente el lector por verseesparcidos en el campo de la acción, bastones, tongos, coleros, chupa-llas, ojotas, mantas, antiparras, pañuelos, cachimbas, faldones de levas,cuellos, puños, corbatas etc, etc...”39.

Concepción, situada en las riberas del río Bio-Bio, tampoco escapóde las peleas callejeras. “Guardianes y luz dicen que necesitan los habi-tantes de la calle Arturo Prat, que viven al sur de la plaza”, señalaba ElDemócrata el 15 de septiembre de 1893, “para poder distinguir a losque de noche tienen la ocurrencia de meter camorras y creer como elilustre manchego, que la calle es un palenque donde pueden ejercitarsus punterías con los proyectiles que tanto abundan en ella”. Las callesque fueron bautizadas con los nombres de héroes ejercieron una especialatracción sobre los badulaques urbanos, quienes las eligieron para darallí sus primeros pasos en el mundo del delito y la insubordinación.“Dos muchachos”, informó El País el 19 de enero de 1899, “azuzados poruna turba de individuos ociosos se batían ayer tarde a lo que es trompónsuelto en la calle de Carrera...”. El contacto diario y obligado entre suje-tos desconocidos y de una mentalidad huraña, que desconfiaba de aque-llos que caían fuera de su círculo de sangre más cercano, hacían de lascalles un ámbito peligroso. De allí que proliferaran las reyertas y camo-

38 El Liberal, Bulnes, 26 de mayo de 1894.39 El Traiguén, Traiguén, 5 de diciembre de 1893.

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rras, que no siempre se reducían a puñetazos o balaceras.

“En la calle de Maipú”, informó El País en 1892, “frente a la estacióndel ferrocarril urbano se armó una marimorena de marca mayor. Anto-nina Alvarado y Cayetana Sepúlveda, por cuestiones que a ellas sóloimportaba (según lo han declarado), tuvieron sus palabras, pero, comoéstas no bastaran a darles razón creyeron más conveniente apelar argu-mentaciones más serias y contundentes: se armaron de sendos garrotes,y garrotazos van y vienen, no pararon hasta que la última de las nom-bradas rodó por el suelo bañada en su propia sangre”40.

La arrogancia de los mestizos y su disposición agresiva estaban siem-pre presente para resolver sus conflictos, en especial cuando se encontra-ban con extraños. De ese modo fue como Maximiliano García murió enuna calle de Victoria.

“García, de profesión matancero, salió a las nueve de la noche de laesquina de la casa situada al frente de la plaza Pinto... cuando encontróa su asesino que venía de la calle de las fondas con dirección al centro delpueblo. Sin mediar provocación alguna, el bandido Juan de Dios Lunadio un empellón a García por lo que le preguntó éste cual era el motivoque tenía para golpearlo. A esto contestó Luna que ‘si se encontrabacapaz de resistirle, se pusiera con él’, y en este momento sacó la cuchillaque llevaba al cinto y le dio por la espalda una cuchillada que le penetróhasta el riñón izquierdo”41.

En Traiguén, a mediados de junio de 1889, Manuel Tagle y Nolber-to Martínez tuvieron una feroz riña “a trompadas” en la casa de Prospe-rina Tapia.

“Y como el primero fuera vencido, sacando un puñal hirió a Martínez.Las heridas que recibió Martínez son tres: una detrás de la oreja derecha,otra bajo la mandíbula y la tercera le atravesó la mejilla izquierda”42.

40 El País, Concepción, 23 de septiembre de 1892.41 El Victoria, Victoria, 12 de septiembre de 1894.42 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de junio de 1889.

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Otro crimen que se arraigó en las calles de las poblaciones de la nue-va Araucanía, fue el simple y vulgar asalto nocturno o cogoteo. “El diecio-cho en la noche”, informó La Razón de Temuco en 1895, “fue alevosa-mente asesinado y robado en las calles de esta ciudad, y en lo más cen-tral, el vecino don Sandalio Paredez”43. Un año más tarde, el sacerdoteDaniel de Musití fue despojado de su cabalgadura en las calles de Galva-rino, “adonde había ido de misiones”. Amparados por la oscuridad y elrelativo aislamiento de las viviendas, la abundancia de sitios eriazos y laausencia de cercas y vallas, la tarea de los asaltantes era facilitada por lascondiciones de vida desordenada que prevalecía en los arrabales. Allí,según se desprende de los periódicos, el crimen era un asunto cotidiano,casi un modo de vida. Junto con los “cogoteros” que pululaban la noche,surgieron los estafadores que a plena luz del día acudían a los negocios aengañar a los dependientes con sus entreveradas disertaciones o con bol-sas repletas de monedas falsas. La diferencia entre estos estafadores fron-terizos y los que asolaban las ciudades septentrionales, fue la inclinaciónde los primeros a conseguir sus propósitos incluso a fuerza de balazos.En Concepción, en julio de 1897, se presentaron dos timadores al ne-gocio de licores de Virgilio Arcadio.

“Este señor los amonestó en el sentido de que el dinero con que se lepagaba no era moneda legal, retirándose en seguida sin haber canceladosus deudas... después de haber transcurrido unos minutos volvieronarmados de gruesos garrotes y principiaron a romper vidrios y garrotesde la ventana... Arcadio les hizo fuego para intimidarles contestando losbellacos con disparos de revolver. Al ruido de las detonaciones se pre-sentó el oficial de servicio de esa noche y varios guardianes de a pie,motivo por el cual emprendieron la fuga, sin poder ser aún habidos”44.

¿Por qué los mestizos desplegaban en las urbes lo peor de sí mismos?La mera lectura de cientos de periódicos no nos permite adentrarnos enla mente de estos hombres infames, pero sí se puede dar testimonio de laincreíble gratuidad de sus actos. Ese fue el caso del incidente que prota-gonizaron a principios de diciembre de 1889 los vecinos Juan de Dios

43 La Razón, Temuco, 21 de septiembre de 1895.44 El País, Concepción, 16 de julio de 1897.

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Pinto, “cigarrero”, y Zenon Manríquez, descrito como agricultor. Insta-lados en la residencia de un amigo en la ciudad de Lebu, “Pinto invitó aManríquez a librar una copa”, señalaba El Araucano, “lo que éste noaccedió porque se sentía mal, según lo dio a conocer a los demás; enton-ces Pinto demostró que era un mal proceder de parte de Manríquez ysin más da una pasada por frente de su amigo y le acaricia, enterrándoleun cuchillo en el costado izquierdo que le hizo arrojar las tripas y perderpor completo el conocimiento”45. En Carahue, a mediados de abril de1890, dos muchachos jóvenes que, en la realización de unas compras,pasaron a tomarse unas copas en una taberna de camino fueron recibi-dos a balazos por el posadero.

“Estos huyeron con tal recibimiento, sus caballos despavoridos con losdisparos saltaron cerca de la propiedad de Barrueto. Este y un indivi-duo Fernández, según se nos informa hermano del asesino de Frías, yun cuñado de Barrueto todos armados de carabinas Winchester, hicie-ron fuego sobre los pobres muchachos hasta que los asesinaron de lamanera más brutal y cobarde”46.

En Mulchén, el 28 de mayo de 1894, tuvo lugar un inusitado dramaque, una vez más, subrayó el hecho más rotundo y pertinaz de la vidacotidiana de la Araucanía en esa época de cambios: el verdadero y crueldesprecio que se sentía por la vida del prójimo. El incidente fue desatadopor un altercado que surgió entre un sirviente doméstico de una casa de lavilla y un grupo de tres personas, “al parecer decentes”, que al momentode pasar frente a la residencia dispararon sobre el perro de la casa.

“Hernández, que dormía en el corredor de la casa, salió a hablarles aaquellos de que si otra vez hacían fuego sobre su perro el haría otro tantocon ellos. Casi no acabaría de decir estas palabras cuando recibió en lasien izquierda un balazo a boca de jarro que le pasó la cabeza, produ-ciéndole una muerte instantánea”47.

45 El Araucano, 15 de diciembre de 1889.46 La Voz Libre, Temuco, 20 de abril de 1890.47 La Razón, Mulchén, 28 de mayo de 1894.

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En Traiguén, a fines de enero de 1897, fue recapturado el fugitivoJosé Roa, condenado a cinco años de cárcel por haber asesinado a unmapuche “por quitarme estas pajas”48.

El valor de la vida humana también era mínimo cuando los afuerinoshacían su ingreso en las tabernas y arremetían contra las frágiles reglasque imponía la sociedad.

“En Chiguaihue” informó El Eco del Sur de Angol en mayo de 1883,“se ha cometido un asesinato... un individuo a quien muy pocos cono-cen, se presentó de noche a un despacho y se entró a él con un caballoy todo, empezando en seguida a revolverlo. En momentos en que eldueño del despacho amonestaba al imprudente se presentó uno de lossirvientes del señor Maray, mandado a comprar algunos menesteres, ycomo dijera al desconocido que no lo atropellase, éste sacó un revólvery a boca de jarro, le disparó dos balazos que le causaron la muerteinstantáneamente”49.

En Hualqui, observaba La Libertad Católica en 1886, “Manuel Sáez,hirió con una navaja en el abdomen a otro llamado Belisario Ramos. Laherida fue de tal gravedad que le cortó una parte de los intestinos, cau-sándole la muerte instantáneamente”50. Es curioso que el periódico nisiquiera mencionó la causa de la disputa, acostumbrados quizá sus re-dactores a dar cuenta de hechos que no tenían una explicación racional.

“El domingo como a las seis de la tarde”, informó El Traiguén en 1887,“se encontraban en un despacho de propiedad de don Ricardo Lagos,calle de Errázuriz, dos individuos bebiendo y después de una acaloradadisputa entre ambos, uno de ellos dio a su contrario, llamado RamónVergara, una feroz puñalada en el corazón que le ocasionó la muerteinstantáneamente”51.

Igual de baladí fue la razón que llevó al apuñalamiento de un peónen un bar de Nueva Imperial. “Por un litro de vino o cosa parecida, se

48 El Traiguén, Traiguén, 27 de enero de 1897.49 El Eco del Sur, Angol, 20 de mayo de 1883.50 La Libertad Católica, Concepción, 8 de diciembre de 1886.51 El Traiguén, Traiguén, 14 de julio de 1887.

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trabó ayer a las oraciones una riña entre un tal Cabezas y dos individuosde apellido Molina, de la cual resultó muerto á puñaladas el primero”52.Exequiel Roa “por un disgustillo que tuvo con Isidora Silva” en Concep-ción, “acometió puñal en mano contra la Silva infiriéndole una graveherida en el pulmón derecho”53. En fin, eran innumerables los inciden-tes de sangrientos carices que coronaban la sociabilidad popular, estig-matizando no sólo a sus protagonistas sino también los espacios en quetenían lugar. Terminar los días de una amarga existencia cubierto condiarios en el tablado polvoriento de un bar miserable, era el destino noescrito para muchos mestizos que no dudaban en cruzar sus cuchillascon el primer desconocido.

“En el restaurant denominado Las dos Sicilias... Ireneo Herrera, deoficio zapatero, dio a Manuel J. Ibarra una puñalada en la cara al ladoabajo de la oreja derecha, a consecuencia de la cual el herido falleciómomentos después”54.

En otras oportunidades, los crímenes callejeros no alcanzaron la gra-vedad de los arriba descritos, pero no dejaban de simbolizar la atmósferade descompostura que imperaba en los villorrios.

“El domingo en la tarde se armó una pendencia en la calle Covadonga”,informó La Unión de Yungay, en 1885, “entre algunos individuosebrios, los que fueron conducidos al cuartel de policía en un estadolamentable de beodez y al mismo tiempo revolcados hasta las narices. Elmismo día en que ocurrió la pendencia que damos cuenta, ciertas mu-jeres en completo estado de embriaguez, se revolcaban en el barro porsalir en defensa de algunos de los combatientes, se paraban del suelo ycata-plum, otra vez quedando estos infelices en un estado mísero”55.

Un fulano de apellido Fuentes, informó El Comercio de Lautaro el 4de diciembre de 1897, asaltado en la calle principal de la villa, “perdiósu tiempo y gastó su voz pidiendo auxilio inútilmente y su sombrero

52 El Orden, Nueva Imperial, 6 de enero de 1893.53 Diario Comercial, Concepción, 5 de septiembre de 1893.54 Diario Comercial, Concepción, 10 de abril de 1894.55 La Unión, Yungay, 28 de octubre de 1885.

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nuevo valor de cinco pesos que no deja de ser considerable esa suma enestos tiempos de crisis económica”. La suma de estos incidentes contri-buía a engrosar la estadística policial, pero su verdadero impacto se re-gistraba en la creciente percepción de que los nuevos territorios estabansumidos en el desgobierno y la indisciplina popular. ¿De qué valían losdiscursos que anunciaban la modernidad, si en la base de la población lainsubordinación mestiza crecía como una plaga, hollando los débilesvestigios de la legitimidad estatal?

Mientras el proyecto institucionalizador chileno enfrentaba una desus más serias dificultades, la Araucanía comenzó a asistir al nacimientode nuevos tipos fronterizos que, al abrigo de las aglomeraciones, merca-dos y ferias públicas, se acrecentaron con inusitada energía. Nos referi-mos a los rateros o asaltantes de casas, seres de insaciable codicia y admi-rable habilidad para vaciar las residencias y propiedades de los vecinosmás ricos. “Ha aparecido repentinamente en la población”, escribió LaVoz de Traiguén en 1890, “un gran número de rateros que han efectuadorobos de consideración en distintas casas de las más centrales”56. Hábilespara introducirse en los patios interiores de las residencia, el botín de losrateros incluía ropas, aves, muebles, dinero y joyas. “Desde hace pocosdías”, escribió Los Debates de Traiguén el 12 de junio de 1895, “nos hainvadido recientemente una gavilla de rateros que no omiten ningúnsacrificio de su parte para apropiarse de lo ajeno”. En Concepción, aquelmismo año, los rateros recrudecían: “Rateros y Ladrones”, informó elDiario Comercial, “no hay día que no tengamos denuncios de algúnrobo o de algún asalto a la propiedad ajena, muchos de ellos llevados acabo en el centro mismo de la población”57. En Victoria, cayó en lasmanos de la justicia Francisco Sanhueza, “sindicado de haber robado enel Restaurante Francés de la calle Calama un reloj despertador y unasvaras de franela; acusado de un escalamiento de la casa de propiedad dedon Juan Schleyer, donde se le sorprendió con un lío de ropa que noalcanzó a llevar”58. Un grupo de este tipo de delincuentes fue capturadoen Mulchén en 1896. Después de intensos interrogatorios confesaronque despojaron a “Juan Millas de su ropa de vestir, reloj, botines y el

56 La Voz de Traiguén, Traiguén, 22 de agosto de 1890.57 Diario Comercial, Concepción, 18 de julio de 1895.58 El Victoria, Victoria, 25 de agosto de 1895.

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caballo ensillado que montaba, habiendo llevado todas estas prendas aLautaro donde las dejaron empeñadas”59. Mucho más audaces fueronlos quince bandidos que irrumpieron en 1897 en el almacén de ArsenioSoto en el floreciente y comercial pueblo de Curacautín.

“Hacen pasar a sus arcas como mil pesos que este señor tenía en plata;llevan grandes atados de ropa hecha y géneros, arrollan con cuantoencuentran en el surtido almacén, incluso el servicio de la mesa. Des-pués de hartados de botín, emprendieron las de villadiego cargadoshasta las orejas”60.

Demostrando que los rateros aumentaban en número y audacia, LosTiempos de Collipulli señalaban en abril de 1892: “Los rateros comien-zan a brotar como las callampas”61. Juntos con los rateros, prosperaronlos noveles ladrones de tiendas. En la Casa Francesa, una prestigiosatienda de Traiguén, fue sorprendido un muchacho dedicado al robo deropas y haberes.

“Registrado el pilluelo se le encontró en su poder un par de botines, queconfesó haberlos robado en la tienda de don Anselmo Lavín, dos pa-ñuelos de seda y otro par de botines robados a don Ramón Fuentes, unchaleco de lana robado a don Clorindo Fuentes. Los aros, que eran seisdocenas, los había robado en la tienda La Carmela. Por lo visto, el nuevodiscípulo de Caco hace sus operaciones con destreza y con tanta limpie-za, que bien se le podía dar el título de prestidijitador”62.

Las andanzas de los ladrones urbanos eran llevadas a cabo por verdaderasbandas de pillos que iban desvalijando, en su ronda o tour, las tiendas de lasincipientes ciudades sureñas. Entre ellos se contaban los ladrones, sus encu-bridores, los reducidores de las mercancías y un par de truhanes que actúancomo “loros” o “palos blancos”, para facilitar las fechorías. “Una señora quecompraba mercaderías”, señaló La Voz de Traiguén en 1890, “notó que suportamonedas había desaparecido como por encanto (…) el autor del robo

59 El Victoria, Victoria, 3 de junio de 1896.60 El Traiguén, Traiguén, 11 de abril de 1897.61 Los Tiempos, Collipulli, 14 de abril de 1892.62 El Traiguén, Traiguén, 21 de julio de 1887.

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fue conducido a la policía. Se nos dice que por las calles pululan varios deestos rateros”63. En Galvarino, en un emporio situado a escasos metros delfuerte, un grupo de quince rateros limpiaron el local de pertrechos. “Estoscacos deben tener el apellido de Plumero, por el padre, y Escobar por lamadre”, señalaba con cierto histrionismo La Voz de Traiguén en octubre de1890, “porque limpiaron tan bien las habitaciones que se llevaron hasta elazúcar y los sacos vacíos...”64. Dos mujeres sorprendidas por la policía a lasalida de un restaurante en Concepción, informó El Sur en 1892, intenta-ron sobornar al inspector a cargo de su detención con un pago de “cienpesitos… ahora tócanos refrescar la memoria de nuestros lectores, recordán-doles que hace unas cuantas semanas tuvimos ocasión de dar cuenta de unrobo de varias piezas de seda, efectuado en la tienda La Moda... Pues bien,las autoras de ese escamoteo han resultado ser nada menos que las mismísi-mas damas a que nos referimos”65. En 1893, el despacho de Enrique Layer,en Collipulli, fue saqueado: “no dejaron en el despacho más que algunasbotellas y pipas vacías. El valor de lo robado asciende a tres o cuatro milpesos”66. Un ladrón de tiendas en Traiguén vació la caja del local en quetrabajaba para luego, de acuerdo a testigos, “emplumarse con dirección a lacalle de las fondas...[se] ha sabido que lo han visto haciéndole el amor a unamorena. La policía sigue el rastro”67. Dos años más tarde, Pablo Erice fueencarcelado por 60 días, acusado de haber “sustraído varias piezas de ropaque empeñó en la agencia del ferrocarril”68.

Las habitantes de las villas presentaban un blanco fácil a estos nuevosdelincuentes pues, acostumbrados a repeler a los bandoleros de mayormonta, no tomaban las debidas precauciones contra los pillos menores.“Robos y más robos”, anunció El Victoria en 1898, “la mar de robosocurren noche a noche en la población. Ya es cosa corriente de que losseñores cacos entren donde primero se les ocurre a proveerse gratis de loque necesitan y no necesitan...”69. Albergados en la seguridad y tibiezadel burdel y envalentonados por el aguardiente, el tabaco y sus hazañas

63 La Voz de Traiguén, 8 de enero de 1890.64 La Voz de Traiguén, Traiguén, 24 de octubre de 1890.65 El Sur, Concepción, 28 de abril de 1892.66 Los Tiempos, Collipulli, 30 de septiembre de 1893.67 El Traiguén, Traiguén, 23 de diciembre de 1896.68 El Traiguén, Traiguén, 23 de febrero de 1898.69 El Victoria, Victoria, 3 de julio de 1898.

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sexuales, los mestizos llegaban al límite de gritar su delirio, como si deese modo lograrían amedrentar la inefable marcha del progreso y lamodernidad.

“El domingo, un joven se estacionó en una casa de prostitutas de don-de, como fiera que de su guarida acecha a sus víctimas, salía a insultar acada transeúnte que por allí pasaba, dirijiéndoles las palabras más des-comedidas como un verdadero loco...”70.

En esos años, la villa marcaba el espacio reglado, mientras que lacampaña continuaba siendo la tierra de nadie, sujeta a la feroz y desen-frenada vida de los mestizos. Como si no quisieran perder la libertad quegozaban en los arrabales de extramuros, se atrevían incluso a secuestrarpeatones del centro de las ciudades, para ultimarlos en algún callejónolvidado del campo cercano.

“Tres individuos secuestraron ayer a las oraciones a Amadeo Albarrán”,reportó La Redención de Collipulli, “que se dirijía a esa hora tranquila-mente a su casa por una de las calles más centrales de la ciudad. Condu-jéronlo a las afueras de la población y después de asestarle una ferozpuñalada en el abdomen, de resultas de lo cual está moribundo, lodespojaron de la ropa...”71.

Ese fue también el destino de José Luis Palacios, residente de Bulnesy descrito como un honrado vecino, quien fue encontrado degollado el8 de julio de 1893.

Las poblaciones fundadas en la Araucanía desde 1880 fueron repro-duciendo el patrón urbanístico y social de las ciudades más antiguas delpaís, que dividía los recintos en un pequeño casco interno ocupado porlos habitantes más “pudientes” y un gran cordón arrabalero que reunía ala “hez de la tierra”. Allí, entre la basura, el barro y la miseria, se agitabasin cesar el hervidero humano que, con sus ranchos obscuros y sus pe-queñas huertas, marcaba la transformación de los peones en proletarios.En un punto intermedio, cerca de las estaciones ferrocarrileras o en las

70 El Traiguén, Traiguén, 23 de abril de 1895.71 La Redención, Collipulli, 29 de octubre de 1891.

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residencias abandonadas del centro, surgían también los conventilloscon sus amplios patios y numerosas piezas, que daban albergue a lasfamilias más pobres. “En el conventillo n° 70 de la calle primeramentemencionada”, escribió El Sur en 1899, “vive una mujer llamada AnjelinaQuilodrán, a quien visitaban con mucha frecuencia Juan Antonio Galle-gos y otros individuos aficionados al canto y otros placeres de la vidaalegre”72. Convertidos en centros de la sociabilidad popular, los conven-tillos marcaban a fines de siglo una nueva fase en la historia de los po-bres de la Araucanía que, expulsados de la campaña, se arraigaban a lasvillas y ciudades procurando escamotear su subsistencia miserable. Elhabitante del conventillo ya no era ni mapuche ni mestizo, sino unomás de los que Franz Fanon llamó “los condenados de la tierra”.

3. Bares, burdeles y lenocinios: los centros de la alegría popular

La “placilla” en el Norte Chico, la “pulpería” en el Desierto, los baresen Chile Central, dibujaron durante siglos los espacios que concentra-ban la alegría popular. Definidos como verdaderos enclaves de poder,autonomía y cultura del bajo pueblo, su auge reflejaba viejas tradicionesde sociabilidad que los siglos no lograron borrar73. En la Araucanía delos años posteriores a la “Pacificación”, ese papel lo jugaron las fondas,burdeles y chinganas.

“Las fondas. Por centésima vez vamos a llamar la atención de la autori-dad local respecto de los escándalos que se promueven en esos inmun-dos focos de corrupción que se llaman fondas... la moral y la convenien-cia social exije que si estos focos no se pueden extirpar, se les reglamentey vijile al menos para limitar en lo posible sus nefandas consecuencias.En la actualidad, estas consecuencias abrazan un ancho campo, pues amás de fomentar el vicio de la lujuria y la embriaguez y atraer hacia síuna cantidad de vagos y desocupados que beben, juegan e insultan alos pacíficos vecinos, priven a la industria de brazos y a las familias de

72 El Sur, Concepción, 14 de febrero de 1899.73 MARÍA ANGÉLICA ILLANES, “Azote, salario y ley. Disciplinamiento de la mano de obra en laminería de Atacama, 1817-1850”, Proposiciones N°19, Santiago de Chile, SUR, 1989, pp.90-122.

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servicios indispensables. Porque hoy es casi imposible encontrar unservicio adecuado del sexo femenino, todo está corrompido y prefierenlas orgías al servicio honrado y laborioso”74.

Esta página editorial de El progresista de Los Angeles sintetiza bien elsentir de la élite local hacia estos centros de reunión del populacho, contoda la carga de prejuicios, mojigaterías y expectativas que se puedenesperar de una minoría próspera que visualizaba en estos antros la peoramenaza al cuerpo social. Curiosamente, el periódico citado se autode-nominaba El Progresista. Las opiniones vertidas por este redactor, noobstante, no fueron aisladas ni excepcionales. Más bien constituían laregla. En Nueva Imperial, El Orden, haciendo gala de sus rígidas con-cepciones, denunció en 1892:

“Después de las chinganas vienen los despachos o chincheles rurales, enlos cuales se bebe y se juega todo el año casi sin interrupciones. Estosdespachos o sus alrededores, son los teatros naturales de las riñas a cuchi-llos que ocurren en nuestros campos. En esta circunscripción los hay demuy sangrienta fama y han contribuido poderosamente a hacerme llenarmuchas pájinas de mi libro de defunciones. En los despachos urbanosocurren menos riñas pero no porque en ellos reine más tranquilidad,gracias a la acción de la policía se bebía menos y de mejor calidad”75.

La propagación de los sitios en que se podía consumir alcohol corríaparalela a la historia del desorden y la juerga. “No menos de sesenta rama-das había anoche en la Alameda”, informó La Libertad Católica de Con-cepción en 1884. “Si calculamos de a diez borrachos, por ramadas, que noserá exajerar, setecientos borrachos quedarán en el campo de las ramadas.Verdaderamente es sensible que cada fiesta de importancia se celebre pornuestro pueblo con excesos lamentables de bebida”76. En el barrio dePuchacay, señaló El Sur en 1891, “hemos notado que en los días festivoshay continuamente orgías y como tras las libaciones excesivas vienen laspendencias, se desearía que la policía vijilara estrictamente dicho lugar”77.Los arrabales de Concepción albergaban de modo creciente a la masa mestiza

74 El Progresista, Los Angeles, 26 de julio de 1894.75 El Orden, Nueva Imperial, 25 de mayo de 1892.76 La Libertad Católica, Concepción, 25 de diciembre de 1884.

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que buscaba asilo en la ciudad para sobrevivir, luego de haber sido expul-sados de la campaña por el doble efecto de la represión policial y la apro-piación territorial llevada a cabo por los latifundistas. Por esos motivos,más que por negligencia, se perfilaba en los bordes de la ciudad el perfil delas futuras poblaciones callampas, con su carga de hacinamiento, insalu-bridad y, por sobre todo, algarabía popular.

“Desórdenes. En una multitud de miserables habitaciones que estánfrente a la barraca del señor Lecourt se promueven la mayor parte de lasnoches varios desórdenes de carácter grave que es menester reprimir atoda costa. Allí se bebe y se canta la mayor parte de las noches sinrestricciones de ningún género lo cual da margen a continuas reyertas ydesórdenes, que de ningún modo guardan armonía con las disposicio-nes de las ordenanzas respectivas”78.

En Los Angeles también bullía la vida nocturna de los burdeles. “Fren-te a la barraca de maderas del señor Carlos Weldt”, reportó El Laja,“existen cuartos de niñas más que alegres y en donde se sienten noche anoche muchos desórdenes que arrebatan la calma y el sueño a los vecin-darios”79. En Temuco, el periódico El Cristiano manifestaba en 1895con motivo de las celebraciones dieciochescas:

“Ramadas. Sabemos que en las próximas festividades patrias se permiti-rán ramadas (...) triste cosa es que se permitan esas bacanales, focos dedisolución, para conmemorar aniversarios patrios, sobre todo en el quenos ocupa, en que conmemoramos nuestra independencia política ysocial, pues se celebran tan faustos acontecimientos con borracheras ¿noes confesar claramente que aún estamos bajo la esclavitud del vicio?”80.

En Collipulli, situado a poca distancia de las obras carrilanas del viaduc-to del Malleco, las chinganas y lenocinios también fueron vistos como in-centivos para el desorden y la anarquía. “Siguen estas casas de corrupcióntocando la guitarra hasta horas muy avanzadas de la noche”, denunció La

77 El Sur, Concepción, 9 de diciembre de 1891.78 El Sur, Concepción, 1 de noviembre de 1892.79 El Laja, Los Angeles, 26 de marzo de 1892.80 El Cristiano, Temuco, 12 de septiembre de 1895.

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Voz del Pueblo el 1° de mayo de 1897, “molestando con su bulla y el sonidode las cuerdas a los vecinos que a esa hora se encuentran durmiendo”.

Allí donde confluían mestizos, licores y jarana, florecían los burdelesque, si bien carecían del glamour de los prostíbulos del norte, ejercíanuna poderosa atracción sobre los hombres solitarios que pocos años an-tes vagaban por las sendas cordilleranas sin más compañía que una recuade mulas.

“Negocio infame”, tituló El Traiguén en abril de 1898, “Tal es el quesigue un tal Candia, (alias Cabrón) en compañía de su mujer AgustinaAyala, (alias Bruja Cabrona) en la calle de las fondas. Estos [son] seresrepugnantes por el oficio que desempeñan, dedicándose a la venta demujeres de la hez de las rameras, pues cada vez que son examinadas seencuentran leprosas y sifilíticas”.

La difusión indiscriminada de los lenocinios llamó la atención de lasautoridades, quienes establecieron el tradicional nexo entre las casas detolerancia y el crecimiento sostenido del crimen y las transgresiones.

“Nos parece muy del caso y puesto en razón”, argumentó el editorialistade El Eco del Sur en agosto de 1885, “que la autoridad local reglamen-tase las horas que los establecimientos de diversiones públicas puedanpermanecer abiertos e imponer fuertes multas y severos castigos a losinfractores; pues es sabido que en aquellos lugares se fraguan los críme-nes que vemos realizarse en las calles, con grave peligro de la vida ypropiedad ajena”.

En Collipulli, de reciente fundación pero ya aquejado del mal quemuchos veían en la prostitución, el editor del periódico La Redenciónescribió:

“Las casas sospechosas deben ser allanadas, castigados los dueños de laschinganas que permiten la bebida en ellas, a toda hora del día y de lanoche y conducidos a la cárcel los vagos y mal entretenidos que abun-dan en la población. De otra manera la vida de los vecinos honradosque viven en esos barrios se hace imposible en Collipulli”81.

81 La Redención, Collipulli, 29 de octubre de 1891.

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La severa aplicación de reglamentos contra las covachas populares nosólo demostraba un afán de regular y formalizar la vida en las villas, sinoque también perseguía desarticular los focos de reunión del mestizaje. Alfin de cuentas, todos sabían que el rey del prostíbulo era el hombre silen-cioso, de sombrero ancho y mirada obscura, que bebía su aguardiente asorbos cortos en un rincón del salón; ese hombre cuyo nombre ignoraban,pero que todos conocían por sus apodos, sus puñetes o su cuchillo. Enuna palabra, el prostíbulo era la morada citadina del afuerino.

A fines de la centuria, la alegría del burdel ya se había arraigado en laAraucanía, quebrando la pusilánime rutina de los días y de las noches,con su tradicional sonajera de cantos y bailes que escandalizaban a sushabitantes.

“Los vecinos del barrio del hospital”, informó La Situación de Angol enenero de 1898, “continuamente se ven molestados por los desórdenesque se promueven en casa de algunas vividoras. En las altas horas de lanoche, con sus cantos y gritos, turban el reposo de los tranquilos mora-dores que descansan de las fatigas del día”82.

En efecto, pocos escapaban del efecto perturbador que tenían losgaritos, bares y burdeles que aparecían en las villas reflejando las cre-cientes ganancias que se podía derivar de la venta de alcohol, de losjuegos ilegales y de la prostitución. “Los vecinos de la calle de Colón dela nueva población”, afirmó El Progresista de Los Angeles en 1896, “sequejan mucho de los frecuentes desórdenes que se cometen en ese barriomediante una taberna que hay en esa calle...”83. En 1899, la situaciónhabía sufrido un deterioro mayor:

“Algunos vecinos del barrio de Villa Alegre se han acercado a nuestraoficina exponiéndonos que en una casa de ese barrio, en donde se tocaarpa y guitarra y se baila de paja en quincha, se cometen todas lasnoches tan grandes desórdenes que algunas veces temen que sucedanalgunas desgracias”84.

82 La Situación, Angol, 17 de enero de 1898.83 El Progresista, Los Angeles, 9 de julio de 1896.84 El Progresista, Los Angeles, 15 de julio de 1899.

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El paisaje de la Araucanía, otrora cubierto de bosques y plácidosllanos, sufría una transformación sustancial con el surgimiento de pros-tíbulos y ramadas. ¿Quién podía frenar el apasionado desenfreno quecogía a los hombres y mujeres que, por muchos años, tan sólo conocie-ron el silencio? Capturados por las alegres y picarescas cuecas y tonadasde las afamadas cantoras, muchos olvidaban sus miserias sosteniendoentre sus dedos un cigarrillo barato o el infaltable vaso de vino tinto.

“El sábado en la tarde se promovió en la calle de las Fondas”, informó ElTraiguén en 1894, “un desorden de aquellos que se llaman mayúsculos,el que fue presenciado por unos cincuenta curiosos. Lo que nos llamómás la atención fue que habiendo durado la pelea, móvil del desorden,no menos de quince minutos, no asomase las narices la policía”85.

“Estos desórdenes públicos”, puntualizó Los Debates el 5 de abril de1895, “son formados únicamente porque en los despachos y chinganasse le vende licor a la gente del bajo pueblo hasta que ya pierden elcompleto uso de la razón y una vez en ese estado todas las cosas las venchicas, se consideran muy valientes, ricos y capaces de cometer cuales-quiera barbaridad”.

Reafirmando sus opiniones contrarias a los burdeles, el periódico seña-ló poco tiempo después: “En nuestros números anteriores hemos dadocuenta que una mujer consuetudinaria en el vicio de la embriaguez luceunas hermosas monas por nuestras calles, haciendo cuantas payasadas sele ocurre, con lo cual forma un escándalo público...”86. En Lautaro, conmotivo de una espectacular pendencia callejera que tuvo lugar en la callede los rieles, a fines de marzo de 1894, el diario local manifestaba:

“Como escenas de esta naturaleza son inmorales y ajenas a las costum-bres de un pueblo culto, nos permitimos recomendar a la policía másvigilancia en ese barrio y en otros en donde se hallan establecidas lasfondas o chinganas, verdaderos focos de corrupción en donde se fo-mentan y desarrollan estos y otros escándalos”87.

85 El Traiguén, Traiguén, 11 de enero de 1894.86 Los Debates, Traiguén, 17 de abril de 1895.87 El Lautaro, Lautaro, 1 de abril de 1894.

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El abismo que crecía entre los barrios decentes y los barrios bravos delas nuevas ciudades recreaba el antiguo cisma urbano que conocieronSantiago y Valparaíso. Sin embargo, la pequeñez de los poblados impe-día la segregación física del “pecado”; lo que más se podía conseguir, eraexpulsar los cuchitriles populares hacia los arrabales. Allí, con sus farolesmacilentos, sus ventanas enrejadas y su infaltable olor a orinas y excre-tas, se levantaban los míseros casones que albergaban a las prostitutas yque recibían su carga de jinetes, de “hombres de levita”, viajeros y co-merciantes, que cruzaban los oscuros pasadizos para hacer su entradatriunfal a los salones de mala muerte. El burdel reunía diversos y varia-dos mundos bajo su techo, dispensando una alegría falsa que, de cuandoen cuando, explotaba en feroces hechos de violencia.

“¡Hasta Cuando!”, tituló El Lautaro a fines de abril de 1894, “Mayús-culos son los desórdenes que se promueven en una de las chinganas quehay hacia la parte sur de la calle de los rieles, principalmente los díasdomingos, como sucedió el último, en que se promovieron escenasaltamente ofensivas al pudor. Allí con la mayor sans fagen [sic], en elmedio de la calle se llevan a efecto actos indecorosos, que envuelveninsultos groseros a la inocencia de los niños y delicadeza de los vecinosy transeúntes, principalmente de las señoras. Como decíamos, el do-mingo último, entre otras gracias, se le ocurrió a uno de los asistentes aesa fiesta permanente disparar al aire varios tiros de revólver. El lunescontinuó la función y a eso de las cinco de la tarde era deber el zambar-do que se formó, como que fue una salbacoca de bofetadas, puñetazosy puntapiés entre una veintena de beodos que lanzaban en medio de larefriega palabras tan obscenas y soeces que era de tapar los oídos”88.

Más al norte, en los territorios situados en la ribera septentrional delrío Bío Bío, la farándula nocturna y burdelesca también se apoderó delcorazón de los villorrios, despertando el espíritu pícaro que caracterizó ala gente de esas regiones en las décadas previas.

“Llamamos la atención del señor primer alcaide hacia una casa de juegoy venta de licores que se ha establecido en la plaza de armas al pie deljuzgado de letras”, denunció La Tribuna de Florida en agosto de 1895,

88 El Lautaro, Lautaro, 29 de abril de 1894.

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“dicho establecimiento permanece abierto todas las noches hasta las treso cuatro de la mañana, y es el punto de reunión de una plaga dejugadores, y beodos que por quítame estas pajas arman pendencias yzalaguardas que mantienen al vecindario en completa alarma por lascontinuas peleas y desórdenes que, noche a noche, vienen cometiendoestos adoradores de Baco y del bochinche”89.

La prostitución y el desorden asociado a los burdeles y garitos teníanuna larga historia en Concepción como consecuencia de la presencia,durante más de tres siglos, de la nutrida soldadesca apostada en losfuertes y plazas militares fronterizas. Con el traslado de la línea de fron-tera hacia el sur, sin embargo, podría haberse esperado una disminuciónde este fenómeno, pero no ocurrió así. “En cierta casa de vida alegresituada en la cuadra de la calle de Carlos Castellón entre las de Maipú yCarrera”, observó el Diario Comercial en marzo de 1893, “se promuevencasi noche a noche constantes desórdenes que mantienen en alarma a losvecinos de este lugar”. El libertinaje cundió de tal manera que los “veci-nos honrados” del sector de la calle Prat solicitaron “que las autoridadestomen algunas medidas serias con el objeto de barrer de esa calle y susalrededores con todos los chincheles, burdeles y negocios de todo géne-ro que día a día dan públicos escándalos que la policía no puede siempreevitar”90. Suficientes motivos tenía el vecindario para pedir la erradica-ción o mayor fiscalización policial de los tugurios de la mencionadacalle. Pocos meses después, informaba el mismo diario,

“se formó, como por ahí es costumbre, un descomunal bochinche (...)un individuo llamado Exequiel Roa hirió de gravedad con un corta-plumas a Isidora Silva...”91.

La desvergüenza del populacho mestizo crecía en audacia y destem-planza, apoderándose de las calles con una temeridad que pocos imagi-naron o previnieron. Relatando lo que fue una “descomunal” gresca quetuvo lugar en la calle Federico Errázuriz, “por una partida de tunantesque se dio en dicha calle para darse de trompadas” y a cuyo espectáculo

89 La Tribuna, Florida, 17 de agosto de 1895.90 El País, Concepción, 22 de abril de 1893.91 El País, Concepción, 5 de septiembre de 1893.

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se unió “una decena de borrachos más y después de avivar a los comba-tientes concluyeron éstos por darse de trompadas, formando así una deSan Quintín que puso en alarma a todo el vecindario”, el redactor mani-festaba respecto de la calle Errázuriz:

“No se crea que esta calle es la única que sobresale por sus escándalos yborracheras. No. Así como éstas se hallan comprendidas las de El Co-mercio y Arturo Prat, donde existen una cantidad de burdeles que dandulce acogida a todo aquel que está dispuesto hasta quedar sin camisapara hacer los honores a Baco. No son solamente hombres de barbas, losque acuden allí, también hemos visto chiquillos quedar hasta por lossuelos y así formar un doble escándalo”92.

Otra calle de la ciudad que llamó la atención de las autoridades fuePaicaví, por la existencia de una “casa de remolienda... en la cual cadanoche se promueven desórdenes que alarman al vecindario y ofenden lamoralidad pública”93. El mismo sitio, al parecer, fue denunciado en abrilde 1895: “Continúan repitiéndose los mismos escándalos que en díaspasados denunciábamos se cometían en una casa de tolerancia que existeen la calle de Maipú, cerca de la de Paicaví”94. En la Calle Comercio,señalaba El País en 1895, se había levantado un cuartucho de madera queservía de habitáculo a un grueso contingente de la comparsa arrabalera.

“A eso de las 9 pm ya la fiesta está allí que se arde y toca a su fin a las 3ó 4 de la mañana y casi siempre en medio de una tole-tole. En aquelbarrio hace ya tiempo que se vienen repitiendo frecuentes robos y amuchos vecinos hemos oído decir que creen, con mucho fundamento,que la mayor parte de esos tienen su origen y cuentan como autores aalgunas de las personas que frecuentan aquel lugar”95.

También mal afamada fue la calle Lautaro, en el tramo situado entreMaipú y Freire. “Todas las noches se arman allí tremendos alborotos queponen en alarma a los moradores del barrio. Y esta alarma se aumenta

92 El Independiente, Concepción, 15 de abril de 1892.93 El País, Concepción, 16 de enero de 1894.94 El Sur, Concepción, 11 de abril de 1895.95 El País, Concepción, 29 de septiembre de 1895.

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más todavía en presencia de los numerosos crímenes que por allí se estánperpetrando”96. En Orompello, entre O´Higgins y San Martín, en unacasa de tolerancia que allí funcionaba, se formó un escandaloso desordena mediados de 1895: “Tuvo que intervenir la policía y llevar al cuartel atres de los moradores”97. A causa de una tradición que ya había echadoraíces, los adormilados suburbios ganaron la fama de albergar la alegríadel burdel. “Continuo desorden”, titulaba El País en 1899.

“Se nos dice que ya son insoportables los desórdenes que diariamente sepromueven en el fondo de una casa ubicada en la calle de Tucapelesquina de Las Heras. En este punto se reúnen día y noche toda clase degentes, y después de pelarse de lo lindo los bolsillos, se pelan tambiénde lo más feo a trompadas y bastonazos los cascos y los lomos”98.

De todas las nuevas ciudades, Temuco fue la que adquirió más prontola notoriedad de centro del vicio y de la prostitución a causa de la abun-dancia de burdeles, garitos y chinganas que surgieron en lo que se daba allamar el barrio de Ultracautín o Villa Alegre. “Mayúsculos son los [desór-denes] que casi todos los domingos se cometen en la llamada calle de lasfondas”99. Los juegos de azar, prohibidos por las autoridades coloniales yrepublicanas, renacían con inesperado vigor en las tierras de nadie.

“Garito. Nos han dicho que existe uno en el barrio de Ultracautín en elque diariamente se juega al naipe”, informó el periódico El Progreso deTemuco en su edición del 8 de abril de 1896, “la policía sorprendió el30 de marzo a varios prójimos que se entregaban a esa diversión prohi-bida por las leyes, y al querer reducirlos a chirona se armó una de SanQuintín donde corrieron botelladas, palos, silletazos contra la policía, laque para defenderse se vio obligada a hacer uso de sus armas; por finpudo vencer a los belicosos tahures...”.

Transformada en paradero de los cuantiosos jornaleros que recorríanla región para trabajar en los fundos, molinos o faenas ferrocarrileras,

96 El País, Concepción, 4 de diciembre de 1895.97 El Sur, Concepción, 9 de julio de 1895.98 El País, Concepción, 29 de marzo de 1899.99 La Razón, Temuco, 21 de noviembre de 1895.

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Ultracautín también reunía a los sujetos más violentos y desenfrenadosdel antiguo mestizaje fronterizo.

“El lunes como a las once de la noche se suscitó una fenomenal penden-cia entre varios individuos trabajadores de la línea en la faena de Ultra-cautín. Uno de ellos, de apellido Brito, tomó un cántaro de madera yempezó a darle de golpes a José Anvilla, dejándolo tan herido quefalleció horas más tarde”100.

Los hechos delictuales y la violencia interpersonal eran allí un hechodiario, atizados por la naturaleza insubordinada de sus casuales residentes.

“En ultra Cautín un individuo que tiene una casa de mujeres non-santas, unos convidentes le robaron una colcha, cuando se apercibió eldueño de casa del hurto de que era víctima, salió en persecución de losladrones, a los que alcanzó; pero éstos no queriendo entregar su botín,le tiraron una feroz puñalada, al perseguidor que debe tener el cueroblindado, no le entró el puñal sino que se quebró el arma”101.

El mismo periódico que se viene citando, asumió una misión de de-fensa del “vivir honrado y decente” que procuraba extender al resto delvecindario. En ese contexto, en lo que se transformó en una verdaderacampaña de erradicación del “vicio popular”, desde sus columnas se de-nunció la propagación de los burdeles hacia otros barrios de Temuco.

“Escándalos. Se han acercado a nosotros algunas personas vivientes enla calle de San Martín, pidiéndonos hagamos presente a quien corres-ponda que en esa calle esquina Lagos existe una casa de esas mujeres quehan renunciado al trabajo honrado, para entregarse al desenfreno y alvicio, y que en este establecimiento industrial todas las noches se susci-tan desórdenes que ponen en alarma al vecindario y se producen escán-dalos indignos de un pueblo culto. Varias veces de estas mismas colum-nas hemos hecho ver la conveniencia de relegar esas pocilgas del vicio auna calle apartada, donde las inmoralidades allí cometidas no sean tanpeligrosas a la moralidad y salubridad pública (...) también hacemos

100 El Progreso, Temuco, 16 de abril de 1896.101 El Progreso, Temuco, 25 de abril de 1896.

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presente que a estos establecimientos, que por desgracia existen en casitodas las calles de nuestra población, se permite la entrada a niñosquienes inexperta e inconscientemente van allí a contener terribles yvergonzosas enfermedades”102.

Enfrentadas al crecimiento de los espacios de sociabilidad y diver-sión monopolizados por el bajo pueblo mestizo, las autoridades proce-dieron a reglamentar su existencia introduciendo horarios, patentes eimpuestos que, de algún modo, extendían el brazo del Estado sobreestos tugurios. Indirectamente, a través de los permisos municipales, seprocedía también a consolidarlos como centros de alegría popular. “Chin-ganas”, anunció El Vergara de Nacimiento el 12 de julio de 1885, “Noolviden los dueños de chinganas o canchas de bolas que en el presentemes ya deben tener renovadas sus respectivas patentes. De lo contrario,la policía hará el denuncio y tendrán que pagar el doble de lo que im-porta la patente”. Las chinganas, junto con las ramadas, tenían su fechade esplendor durante las celebraciones cívicas, época en que las autori-dades, olvidando los desmanes del pasado, volvían a autorizar su apertu-ra en la principal avenida de la ciudad. “Ramadas”, anunció El Araucanode Angol en 1892, “avisamos que la autoridad concede permiso paraque levanten ramadas en el lugar de costumbre, el día del aniversario”103.Poco se conseguía, sin embargo, con este esfuerzo institucionalizador yfiscalizador, pues el ingenio de los mestizos lograba burlar los dispositi-vos estatales para continuar desarrollando sus actividades al margen dela Ley. “Hemos tenido ocasión de presenciar que ciertos negociantesambulantes de los llamados vulgarmente faltes”, señaló El Traiguén ensu edición 23 de febrero de 1893, “establecen diariamente dentro de larecova el muy conocido juego titulado ‘la rueda de la fortuna’, con lacual hacen un pingue negocio a costilla de los incautos que tenían lafatalidad de caer en sus redes”. En Ercilla, a fines de agosto de 1898, eldiario local El Huequen denunció el establecimiento de garitos en variascasas del pueblo,

“donde se estudia con mucho fervor el conocido libro de 40 hojas. Este

102 El Progreso, Temuco, 7 de mayo de 1896.103 El Araucano, Angol, 5 de enero de 1892.

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juego es prohibido por su inmoralidad y las pendencias y hasta críme-nes que origina y sería muy bueno que la policía hiciera una visita a esasescuelas y arriara con todos los aplicados estudiantes”104.

4. El rostro trágico de la fiesta

Es quizá una perogrullada preguntarse por qué el mundo urbanoque surgió en la Araucanía después de la “Pacificación” se convirtió en elescenario de tanto desenfreno popular. La presencia de una autoridadestatal débil, la escasa dotación policial y la ineficiente gestión de losjueces, pueden ser citados como factores que incentivaban la criminali-dad; también puede traerse a colación la crónica indisciplina social delmestizaje fronterizo, su tendencia al libertinaje y su predisposición a lainsubordinación, como elementos coadyuvantes a la situación de caosque comenzó a imperar en la región desde 1880. No menos importantees el peso de una tradición colectiva de juergas y borracheras que contri-buían a consolidar los lazos de reciprocidad y cohesión social cuando lasrelaciones entre los hombres eran regidas por el derecho consuetudina-rio y la tradición tribal. En fin, se puede argumentar que la masivapresencia de los mestizos fronterizos mermaba los esfuerzos oficiales,infiltrando con su impureza —y decadencia viciosa— todos los aspectosde la vida social.

Pero la respuesta, en nuestra opinión, aún no es cabal, pues si bienpermite explicar las borracheras, los excesos y el ambiente de alegría quepresidía la rutina diaria, no explica por qué los hombres tomaban elcamino del alcoholismo, el juego y la farra que podía llevarles a un des-enlace violento, trágico y fatal. En ese sentido, lo que corresponde ana-lizar es el mundo de pobreza y miseria, de fatal desengaño y de melan-colía, que corroía el mundo popular toda vez que se comprobaba que elavance de la modernidad era inexorable y que todas las formas de resis-tencia contra el capitalismo estaban condenados a terminar en el másrotundo fracaso. En otras palabras, la transgresión comenzaba cuando elpopulacho mestizo se percataba que los conventillos, los burdeles y la

104 El Huequén, Ercilla, 30 de agosto de 1898.

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parranda no iban solos, sino que eran el lado alegre de la miseria, elhambre, las casas de empeño, la violencia intra-doméstica y la constantehumillación que infligía la clase patronal. En esos momentos, cuando sedescubrían los mecanismos más solapados del nuevo sistema de controly dominación, lo único que les quedaba a los mestizos fronterizos eraentregarse al desenfreno y rogar que una puñalada terminara con susvidas amargas. ¿De qué otra manera podía terminar sus días el hijo hua-cho de una sociedad que moría y de otra que no lo reconocía?

La plebe mestiza que pobló la región de la Araucanía por más de dossiglos, no encontró un lugar en la nueva institucionalidad que establecióel estado chileno después de la ocupación. Si hasta allí las autoridadesmapuches les habían dado asilo, protección y tierras para su sobreviven-cia, el brusco colapso de la sociedad tribal dejó a estos sujetos converti-dos en parias, sin protección ni abrigo. Dejados a su ventura, algunos setransformaron en peones de los nuevos latifundios, otros se incorpora-ron al ejército o a la policía, mientras que un número considerable tomóel camino de los renegados. Así surgieron los bandidos fronterizos quecon sus andanzas escribieron una de las páginas más funestas en la histo-ria regional. Cuando aumentó la represión policial y el hambre comen-zó a agobiarlos, algunos migraron hacia el Norte o hacia la Argentina,mientras otros se asentaron en los suburbios de las villas. Ese segmento,deslumbrado por la luz eléctrica, el rugir de las máquinas a vapor y lamágica música de los prostíbulos, intentó reproducir su modo de vidaviolento en sus miserables habitaciones de los arrabales. Como protago-nistas de peleas callejeras, bochinches y cahuines, animaron de un modotrágico la vida miserable de las villas hasta el día que fueron apresadosbajo la acusación de vagos, ociosos o mal entretenidos. Con su captura yexpulsión no sólo concluyó su azarosa existencia, sino que también llegóa su fin una historia social de picardía e infamias, de truhanes y pillos,que no tendría una segunda oportunidad en la Araucanía.

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CAPÍTULO IVLA VIOLENCIA INTER-ETNICA

EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900

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“Ayer en la mañana en el camino de Chauquin encontré el cádaver demi hermano José Nahuelvil que tenía una puñalada en el pecho. A sulado estaba el caballo con dos tiros de revólver y varias puñaladas”1 . Conestas dramáticas palabras, un mapuche dio cuenta a la policía en 1896del encuentro del cadáver de su malogrado hermano, asesinado por des-conocidos. Dos años más tarde, una querella por desaparecimiento delmapuche Huenchuñir fue presentada a los tribunales para averiguar susuerte. En el caso de Huenchuñir, sin embargo, los responsables de sufatal sino eran funcionarios estatales. “Los señores Lara y Molina aplica-ron fuertes tormentos al reo; lo azotaron y le dispararon dos balazos conrevólveres, hiriéndolo en las nalgas. Llevado donde el juez, Huenchumilhizo presente que esa declaración era falsa y que se le había arrancado acausa de los crueles tormentos que se le aplicaron en la montaña y portemor de que se le matara”2. ¿Qué ocurría en la Araucanía de fines delsiglo XIX, que los mapuches eran asesinados a diestra y siniestra, sin quelas instituciones policiales o judiciales les otorgaran las condiciones deseguridad que requerían? ¿Eran solamente mapuches las víctimas de lanueva ola de terror?

Una de las principales justificaciones de la ocupación de la Arauca-nía fue que el Estado chileno eliminaría la violencia interétnica que aso-laba a la región desde mediados del siglo XIX. Sin embargo, a pesar delas intensas campañas militares y policiales que se desataron para repri-mir el bandalaje, esta aspiración no fue cumplida. Al contrario, lejos dedesaparecer, la violencia horizontal recrudeció entre 1880 y 1900, echan-

1 “Sumario sobre la muerte de José Nahuelvil, 23 de enero de 1896”, en A. J. T., Vol. 6.2 “Sumario sobre la desaparición del indígena Huenchuñir, Temuco, 6 de diciembre de1898”, en A. J. T., Vol. 9.

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do por tierra tanto el precario pacto de gobernabilidad que había preva-lecido en el área como la posibilidad de una rápida modernización de laregión. Durante esas dos décadas cruciales, la consuetudinaria guerracontra el mapuche al sur del río Bío Bío fue reemplazada por un conflic-to social que infiltró a la sociedad hasta sus rincones más recónditos yque llevó a la confrontación, a veces sangrienta, entre sus diversos con-glomerados étnicos. Fue la época en que la Araucanía se volcó sobre símisma y se transformó en un hervidero humano3 .

1. La violencia fronteriza: el fruto olvidado de la “pacificación”

La ocupación chilena de la Araucanía puso fin a la autonomía mapu-che y desmanteló los diferentes mecanismos de gobernabilidad que ha-bían hecho posible la compleja vida fronteriza, pero a pesar de sus esfuer-zos por desplegar rápidamente la institucionalidad estatal a través del te-rritorio tribal, no logró erradicar la violencia. En efecto, durante el largo yaccidentado interludio que medió entre el reemplazo de la autoridad tri-bal por la administración estatal, la región quedó expuesta a una nuevaforma de conflicto, provocada por los vacíos de poder que generaba latransición, la incompetencia administrativa del Estado chileno y la conni-vencia que surgió entre los agentes estatales y aquellos sectores socialesinteresados en mantener la situación de anarquía y desorden para materia-lizar sus afanes de apropiación de las tierras tribales. Cuando nadie man-daba no sólo todos querían mandar, sino que además pretendían sacarventaja de la inesperada crisis de gobernabilidad. Quejándose de las arbi-trariedades que experimentaban a manos de los oficiales militares, un ve-cino asentado en las cercanías del fuerte de Carahue manifestaba en 1887contra su comandante: “Cree que todavía estamos en el tiempo en quebajo cualquier pretexto, sin consideración ni miramiento alguno, cuales-quier militar subalterno juzgaba a su antojo, dando fajos y reveces [sic]con los intereses de cualquiera persona indígena o particular…”4 . En esos

3 Esta frase fue acuñada por FRANCISCO ANTONIO ENCINA, Historia de Chile, desde la prehistoriahasta 1920, 18 Vols., Santiago, 1951, Vol. XVIII, p. 2624 “Juan A. Saldías contra Emilio Aninat por robo, Temuco, 28 de mayo de 1887”, en A. J.T. I, Vol. 1.

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momentos, en que la autoridad de los representantes del orden era dema-siado débil, los hombres se hacían justicia por sus propias manos. “Sinmiramiento de ninguna especie y acompañado de una turba de peones”,rezaba una querella fechada en Angol en 1877, “como treinta más o me-nos, me violaron y saquearon mi casa habitación situada en Colgue a in-mediaciones de Renaico...”5 . En 1890, después de repetidos actos detraspaso de deslindes, el mediero Domingo Salazar se presentó ante elJuzgado de Angol para denunciar a su vecino Emilio Aguilera por las agre-siones que le había infligido durante varios meses.

“En septiembre, como el 11, vino por la fuerza con gente armada yhoyó el terreno para cercar y levantó poco después una casa contigua ala mía. Todo violentamente y sin querer reflexionar. Desde el siete delcorriente mes hasta hoy, se ha presentado al terreno que yo ocupo comocon veinte hombres armados y arreando más de 400 animales vacunos,como 30 yeguas y como 100 cabezas de ganado; cuyos animales deintento él y sus mozos los han echado a mis cebadas, habas, arberjas,destruyendo todo por completo estos sembrados de los que esperabaun producido de 1.300 pesos más o menos. También ha echado todosesos animales a mi trigo destruyéndolo por completo, y del cual espera-ba más de cien fanegas. Este proceder, que no puedo menos que califi-car de criminal, me ha arruinado por completo mis intereses, pues notengo más fortuna que esa siembra…”6 .

Cuatro años más tarde, la atribulada madre de un pequeño que que-dó “bañado en sangre” presentó en Temuco una querella contra un ten-dero del lugar. “El delito cometido por Gasparini es, a mi juicio, grave”,rezaba el auto acusatorio, “por la circunstancia de haberlo ejecutado enla calle pública, en pleno día, ensañándose contra un niño indefenso, deedad de ocho años…”7 . En Temuco, a fines de la centuria, el padre deun menor denunció al dueño de un despacho de licores situado en lascercanías de la estación. “Tuvimos una arenga con motivo del vuelto, por

5 “Querella entre Santos Monje y Juan Bravo, Angol, 23 de marzo de 1877”, en A. J. A., Vol. 1.6 “Criminal por usurpación contra Emilio Aguilera, Angol, 13 de octubre de 1890”, en A. J.A. Vol. 5.7 “Celia Saavedra contra José Gasparini por injurias de obra, Temuco, 3 de octubre de1894”, en A. J. T., Vol. 2.

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lo que me dijo que me retirara y como no obedecía, tomó una tranca y ledio un garrotazo a mi hijo José del Carmen hiriéndolo en la cabeza”8 .Escenas como estas demuestran que el paso del mundo tribal al estatal,resultó ser más escabroso que lo planeado, básicamente porque la aten-ción del gobierno chileno se centró de modo exclusivo en la poblaciónmapuche, ignorando las necesidades y expectativas de miles de sujetosmestizos que habitaban los territorios meridionales.

Entre 1880 y 1900 el desorden social predominó en la Araucanía.La violencia no era ni ciega ni arbitraria, ni tampoco procedía de unsupuesto barbarismo de los sujetos populares. Por el contrario, su emer-gencia obedecía a las nuevas condiciones históricas que generó un pro-yecto de “Pacificación” que, por centrar su atención exclusivamente en la“cuestión mapuche”, ignoró a los demás actores sociales. Durante estafase de explosión de insubordinación y arbitrariedades, primó la violen-cia que desataron los mestizos fronterizos contra los demás grupos étni-cos, en un proceso histórico que parecía mezclar su tradicional resisten-cia al orden y la disciplina con un nuevo y marcado resentimiento so-cial. “El poblador inculto de los campos de la frontera”, escribió Gueva-ra, “de ordinario a un nivel moral inferior al indio, era su encarnizadoenemigo: le arrebataba sus animales, lo hería o mataba cuando podía”9 .En la medida que tanto los mapuches como los colonos —chilenos yextranjeros— representaban para los mestizos un segmento social privi-legiado por la asistencia que recibían del Estado, no cuesta comprenderla furia con que los renegados atacaron las comunidades y colonias yultimaron a sus despabilados habitantes. En el caso del quiebre de lasrelaciones con los mapuches, con quienes los mestizos mantenían rela-ciones de parentesco, los atávicos afuerinos actuaron motivados por lafrustración que les causó la rendición de los toquis. En realidad, si bienes cierto que la lucha mestiza podría ser vista como una reacción contrala modernización que trataba de implantar el Estado chileno, en el pla-no de lo cotidiano la furia la descargaron contra los demás sujetos quecomponían la compleja mezcolanza étnica de la nueva Araucanía.

Lo cierto es que una vez materializada la ocupación de la Araucanía,

8 “Criminal contra Juan Antonio Sánchez por lesiones, Temuco, 31 de mayo de 1899”, enA. J. T., Vol. 11.9 GUEVARA, Historia…, op. cit., Vol. 3, p. 443.

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las relaciones sociales establecidas entre mapuches y mestizos se intensi-ficaron, construyendo en la base de la sociedad una sólida y amplia redde apoyo y solidaridad que afianzaba los rasgos culturales ambiguos queproliferaron en las décadas previas.

“En Traiguén, a veinte y dos de enero de 1884, hice comparecer antemí, el Juez de este sumario y receptor que autoriza, al reo indígena PedroHuilcan con el objeto de tomarle su confesión, quien por medio delintérprete Vicente Romo y de Clorindo Béjar, los que bajo juramentoprometieron traducir fielmente el indígena al español, dijo:Que no tiene participación alguna en el salteo de que se le acusa y si esverdad que así dijo ante el Comandante de Imperial fue porque ledijeron que así dijera para que pudiera salir en libertad su hijo PedroJuan, que se encontraba preso con los reos españoles de que se trata enel presente sumario. Dice que conoce a los paisanos Juan Torres y JoséFélix Rodríguez, por haber estado alojado en su casa, y haberlos acom-pañado a Mañil donde fueron a hacer un cobro”10 .

El continuo trajinar de peones, gañanes y jornaleros producía en-cuentros casuales entre sujetos desconocidos que, de modo paulatino,iban construyendo nuevos espacios de intercambio y sociabilidad. Sihasta allí el mundo tribal estuvo regulado por un estricto protocolo queprecedía al contacto, en la nueva Araucanía las barreras fueron disueltaspor las necesidades de cooperación que impusieron las modalidades la-borales introducidas por el capitalismo. Los caminos de los hombres seentrecruzaban con una frecuencia no vista antes. “Conozco a Osses”,declaró un reo acusado de abigeato en 1898, “como medio año a lafecha; a Lorenzo Huenteman lo conozco como un mes; a Milcheo loconozco desde ahora y a Emilio Puen no lo conozco”.

2. La violencia mestiza contra los mapuches

El desmantelamiento de los dispositivos militares tribales y el co-lapso de la autoridad de los lonkos durante 1880 y 1900, dejó a las

10 “Criminal de oficio por salteo, Angol, 9 de febrero de 1884”, en A. J. A. Vol. 4.

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comunidades mapuches totalmente expuestas a la violencia desenfrena-da de sus vecinos mestizos11 . Estos, que habían gozado por siglos de lahospitalidad y de la protección que les brindaba el poderío tribal, alverse súbitamente despojados de sus beneficios, dirigieron su furia con-tra los mapuches, confiados de que cualquier acción de represalia quepudieran llevar a cabo las comunidades, sería duramente reprimida porel ejército chileno. De ese modo, operando con una imprevista alevosía,los mestizos actuaron como el espolón armado de la caterva de ladrones,especuladores, estafadores y tinterillos que, a través de mil argucias, ibandespojando a las comunidades de sus bienes y de los mejores retazos detierra que dejó en sus manos la política de reducción. Así lo denuncia-ron reiteradamente los lonkos ante los tribunales.

Gervasio Tucapi, a S.S. digo:Que hará dos meses, más o menos, que don Abelardo Cruz, acompaña-do de dos indígenas, me robó una vaca de color cuyano pardo, dehastas recortadas, de superior calidad y en estado de matanza, queestimo en sesenta pesos, cuyo robo ha perpetrado en el lugar Trequele-lún, situado a orillas del río Cautín… los asaltantes apalearon a mihermano Rañil, quien ha quedado hasta ahora con una mancha en ellado derecho de la cara”12 .

Estas gestiones, fueron a veces acogida por las autoridades regionales.De ese tenor fue la carta enviada por el gobernador de la provincia aljuez letrado de Temuco en julio de 1880:

Angol, julio 1° de 1880.El cacique Huircaleo de Lumaco ha venido hoy a esta a imponer a laGobernación de un grave suceso que tuvo lugar en los terrenos de sureducción el día 22 del mes último. Con motivo de algunas discusionessobre la posesión de las tierras habidas entre Julián Ferreira y TeófiloRuiz, este último armó una partida de gente indígenas y civilizados, y

11 ROLF FOERSTER Y SONIA MONTECINO, Organizaciones, líderes y contiendas mapuches, 1900-1970, Santiago de Chile, CEM, 1988; Louis C. Faron, The Mapuche Indians of Chile, NewYork, 1968; Los mapuches: su estructura social, México, INI, 1969.12 “Gervasio Tucapi contra Abelardo Cruz, por robo, Temuco, 7 de noviembre de 1888”, enA. J. T. Vol. 1.

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atacó a Ferreira y los suyos que se encontraban trabajando en el terrenomateria de la disputa, resultando de este ataque gravemente el mencio-nado Ferreira y cinco más de los suyos.Aunque el Juez de la Subdelegación, que tiene su residencia en Trai-guén, ha tomado conocimiento del asunto y probablemente instruye elsumario correspondiente, estimo que sería de suma importancia queUs. se impusiera de los hechos y adoptara las medidas más específicascon el fin de que hechos de esta naturaleza no queden sin la debidarepresión.Son frecuentes en Lumaco y Traiguén estos desórdenes, que traen con-sigo la perpetración de serios delitos, y que empiezan por querellas sobrela posesión de las tierras que los indígenas poseen, como Us. sabe, encomunidad y sobre las cuales no se puede por tanto seguir instanciajudicial para litigar las acciones posesorias. Sea como quiera y aunque loshechos se deriven de estas cuestiones, es lo cierto que con motivo deellas se cometen delitos que como el presente no pueden quedar sincastigo.Ruego pues a Us. que se sirva emplear el mayor celo en la investigaciónde este asunto, ya que las víctimas son aquí, como siempre, pobresindígenas de cuya ignorancia aprovechan los criminales.Dios Guarde Us. muchos años”13 .

En similares términos se expresó Pioquinto Anríquez, quien en sucondición de “mandatario general” de los mapuches Lonconao, Ignaileoy Llancaleo Nahuelbur, trabajaba las tierras del fundo “Renaico”, en lasubdelegación de Curaco. De acuerdo a Anríquez, dicho fundo fue elteatro

“de atropellos y violencias injustificables. Entre las diez y las once a.m.del día indicado y en circunstancias de encontrarme ausente, se presen-taron en él Francisco Martín, Matías Curinao, Basilio Cid, acompaña-dos de diez y ocho a veinte individuos, todos en estado de ebriedad,dirigiéndose primeramente a mi casa habitación y después de dar lectu-ra a un papel, que decían contener un decreto de S. S., se introdujeronviolentamente en ella, robando varios objetos. Mi familia, intimidadapor el número y amenazas de los asaltantes, tuvo que resignarse a pre-

13 “Criminal de oficio por heridas contra Teófilo Ruiz, Angol, 23 de junio de 1880”, en A.J. A. , Vol. 1.

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senciar, llena de terror, aquel inaudito atentado.Los Curinaos y sus compañeros, aún no contentos con las violenciascometidas, se fueron a los ranchos de los inquilinos, derribando y lle-vándose las maderas de los formaban, como también otras que aún nohabían sido empleadas. Habiendo encontrado los asaltantes a LlancaleoNahuelbur, uno de mis poderdantes, mientras llevaban a cabo su obrade destrucción y de salteo, lo atacaron, infiriéndole dos heridas en lacabeza, una de ellas fue causada por Martín Curinao. Tal es Señor Juez,la relación descarnada de los atropellos verificados por los Curinao ydemás en mi casa habitación y en los ranchos de mis inquilinos. Hechosson estos que reclaman pronta y severa justicia, porque si quedasenimpunes, la inviolabilidad de las personas y de los domicilios, base delorden y seguridad públicas, no serían más que una ficción legal y unagarantía ilusoria”14 .

En menos de una década, los mapuches pasaron de la imagen públicadel depredador, al de víctimas de los bandoleros que hostigaban la regiónmeridional de la Araucanía. “Guillermo Leuble”, reza un expediente fe-chado en Temuco en 1889, “previo juramento, expuso por medio delintérprete don Juan Fray, que ahora como un año y medio pasado le hanhurtado de su hijuela dos bueyes de su propiedad…”15 . Explicando lacreciente compra de armas de fuego y balas por mapuches, registrada en1888 en los mercados de Temuco, el periódico El Cautin señalaba:

“Tal entusiasmo e interés nacen de que los indios desean poner a salvosu cuero de las depredaciones, robos y salteos que se van haciendo elpan cotidiano desde tiempo ha, cuyas víctimas obligadas son los hoga-res o tolderías que distan algún trecho de las poblaciones donde sepuede encontrar auxilio de fuerza armada para rechazar a los bandidos.No ha mucho que en la reducción de Coñuepan saltearon a sus tíascerca de Cholchol, llevándoles prendas de plata y cuanto hallaron a lamano”16 .

El antiguo patrón de poblamiento disperso que continuaban po-niendo en práctica las comunidades, sumados a la ausencia de caminos

14 “Querella entre partes por usurpación, Angol, 28 de junio de 1880”, en A. J. A., Vol. 1.15 “Criminal contra Santiago Macías, Temuco, 3 de octubre de 1889”, en A. J. T., Vol. 1.16 El Cautin, Temuco, 24 de mayo de 1888.

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y la escasa presencia policial, aumentaban las posibilidades de que en losterritorios periféricos continuara prevaleciendo la Ley del más fuerte.Los mapuches, que seguían siendo motejados con los conceptos de “bár-baros” y “salvajes” que acuñó la prensa en los años previos a la ocupación,se convirtieron en presa fácil de la prepotencia y el abuso de los nuevoslatifundistas que, ante la menor sospecha de robo, procedían con in-usual fuerza a reprimir a sus vecinos. La prepotencia patronal, amparadapor el ambiente de guerra larvada que prevalecía durante los primerosaños de la ocupación, terminó por destruir los dispositivos militaresmapuches y debilitó aún más la autoridad de los lonkos. En ese sentido,también fue crucial el apoyo que recibieron de las tropas asentadas enlas guarniciones o en los cuarteles policiales, daba a las razzias patrona-les un poder de fuego que nadie podía igualar. Era la continuación de laantigua guerra de Arauco, pero con medios aún más sucios.

“La matanza horrible de familias enteras”, reportó El Bío-Bío de losAngeles en 1883, cuando llegaron las primeras noticias del exterminiode los pehuenches de Lolco, “cometida por la guarnición del fortín quelleva el nombre que mencionamos en el rubro de este suelto, parece queno lleva camino de ser castigada con la severidad que necesita la magni-tud del crimen. Los infieles y pacíficos araucanos que fueron víctimasde tanta ferocidad, no han cometido otro crimen, sino el de ser dueñosde una extensión de terrenos que con la muerte ha querido arrancárse-les. Varias son las versiones que conocemos: pero la gravedad del asuntono nos permite darlas hasta no tener plena certidumbre de cual sea laverdadera. Sesenta y tantas víctimas claman al cielo pidiendo justicia.¿La obtendrán? Ni siquiera han estado incomunicados los autores, omás bien, los ejecutores del crimen”17 .

De acuerdo a La Revista del Sur, el ataque contra los pehuenches seinició cuando un mayordomo de un fundo cercano a Mulchén solicitóayuda militar para perseguir a un grupo de cuatreros que le habían ro-bado algunos animales.

“Cinco de los soldados se adelantaron, extraviando caminos, y se fue-ron a las casas de algunas familias de indios, en cuyo poder suponían

17 El Bío-Bio, Los Angeles, 11 de enero de 1883.

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alhajas, dinero, etc. En pocos instantes, los soldados en cuestión dieroncuenta de aquellos indios, asesinándolos a todos sin misericordia y des-pués, para que no quedase vestigio de su alevoso crimen, les prendieronfuego a los ranchos”.

En la comunicación que envió el comandante de las fuerzas militaresde la región del Alto Bío-Bío notificando al general Gregorio Urrutia sedesprende una descripción similar de los funestos sucesos:

“Cuando entró esta expedición halló que los indios amigos habíanhuido a consecuencia de matanzas crueles y ocultas, cometidas en no-viembre por la fuerza de Lolco, matanzas dirigidas por los empleados deSan Ignacio, según resulta del Sumario. Diecinueve mujeres y niñosfueron asesinados y quemados el 13 de noviembre a tres leguas deNitrito. Poco antes, siete indios mandados a Nitrito sin armas, fueronfusilados y sus cuerpos arrojados al Bío-Bío para hacer desaparecer elcrimen. Esas matanzas quedaron ocultas como un mes, habiéndolessido encargado el más profundo sigilo sobre ellas”18 .

Aquel mismo mes, en la localidad de Cañete, una familia de mapu-ches fue brutalmente atacada. “El asaltante fue uno de los que les nego-cia sus tierras”, escribió La Revista del Sur, “acompañado de sus hijos yparientes. Las dos casas fueron quemadas, y se nos dice que uno de losindios ha quedado ciego y muy mal herido de garrote y bala”19 . Enmayo de 1888, ingresó al juzgado de Nueva Imperial el cuerpo de unmapuche muerto. “El expresado indígena fue asaltado por bandidos”,escribió El Imperial, “en interés de unas ovejas, y debe haber muertoinstantáneamente. Es un nuevo eslabón de la cadena de asesinatos co-metidos el presente año”20 . Pocas oportunidades tenían los mapuchespara defenderse de los ataques de los mestizos. “Comenzaron a darme depalos quebrándome el brazo izquierdo”, denunció Juan Cona en octubrede 1899, “cuando los asaltantes me golpeaban, mi caballo los pateó endos patas y casi me botó al suelo”21 . El mismo Juan Cona acudió ante el

18 Martín Drouilly a Gregorio Urrutia, citado por GUEVARA, Historia…, op. cit., Vol. 3, p. 470.19 La Revista del Sur, Concepción, 5 de enero de 1883.20 El Imperial, Nueva Imperial, 8 de mayo de 1888.21 “Criminal contra José Palma por lesiones, Temuco, 10 de octubre de 1899”, en A. J. T.Vol. 11.

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afamado jefe policial Juan Trizano para dar cuenta de la compra que hizode un rifle a José Luis Paillalef, “diciéndome que lo hacía para resguardode sus intereses. Es por esto que me permito recomendarle a este indio,que lo creo bueno”.

La victimización de los mapuches tuvo su paralelo en la acumula-ción de causas judiciales contra miembros de la etnia que, de buena omala fe, aumentaba a los ojos del público su acendrada fama de cuatre-ros. Se producía artificialmente una criminalización. De hecho, las que-rellas y acusaciones por usurpación, daños, abigeato se multiplicaron detal manera que llegaron a conformar un proceso de tilde público que notenía ejemplos en la historia nacional. Por su parte, los abogados quetramitaban las causas de mapuches insistían en sus escritos en defendersu inocencia, alegando el desconocimiento que aún prevalecía entre és-tos de las leyes y reglamentos de la república. “De su confesión constaque ignoraba que la Ley castigaba el hecho de cargar armas prohibidas”,argumentó Juan Mora en representación de Antonio Marimán en 1898,“es disculpable esta ignorancia en el que defiendo por ser indígena y nosaber leer ni escribir… don Antonio Marimán es de conducta intacha-ble y además de responsabilidad conocida…” 22 . En la causa de Mari-man, los acusados fueron condenados a tres años de presidio, “comopresuntos responsables del hurto de cuatro bueyes”. En la causa de Feli-pe Caullan, acusado de salteo y robo de un caballo a Felipe Reyes, elabogado defensor alegó que la mejor prueba de la inocencia del reo eraque éste, después de encontrar la montura de propiedad de Reyes, habíaacudido “al jefe de la reducción Cañir Catrilaf ”, para notificarle del he-cho. Condenado originalmente a cuatro años de presidio, Caullan vioaumentada su pena a “cien azotes” adicionales durante el proceso deapelación23 .

Las iniquidades judiciales coronaban un proceso de segregación ra-cial y discriminación social que, en el transcurso de lo cotidiano, setraducía en feroces acciones delincuenciales contra los mapuches. Des-pués de tantos ataques y humillaciones, rumores falsos y acusaciones

22 “Causa criminal contra Marinao Paula C., Juan José Melivilu y Antonio Marimán, porhurto, Temuco, 14 de junio de 1898”, en A. J. T. Vol. 8.23 “Causa criminal contra Felipe Cahuellan por robo, Temuco, 14 de diciembre de 1898”,en A. J. T., Vol. 9.

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infundadas, los antiguos guerreros de Arauco quedaban totalmente ex-puestos a los ataques de los mestizos. En 1894, en Arauco, tuvo lugar elferoz asesinato de dos mapuches en siniestras y obscuras circunstancias.

“Los indígenas Pedro Pinul e Ignacio Barto, dueños de terrenos en la 8°subdelegación, han sido las víctimas. Al primero, mano criminal lehundió feroz puñalada en el vientre, de cuya resulta murió al día si-guiente; y al segundo, también intencionalmente, pues no se puedecreer otra cosa, fue llevado a la prominencia del cerro Colo Colo dedonde fue lanzado a la superficie plana, muriendo en el acto. Se nosdice que estas vidas estaban demás para satisfacer ambiciones particula-res...”24 .

Ese mismo año, en Nueva Imperial, fue asesinado el “cacique” IgnacioElgueta, asentado en las inmediaciones de Botrolhue. El cuerpo, señalabaEl Traiguén, “presenta dos golpes en la cabeza y señales de estrangulación.Elgueta era hijo de un soldado de la Independencia y contaba más deochenta años de edad”25 . Apenas dos años más tarde, fue trasladado alcuartel de policía de Temuco el cadáver de “Anacleto Antinao, muerto deuna puñalada en el camino público, frente a Metrenco… por un indivi-duo que no se conoció y que inmediatamente huyó”26 .

La vigilancia militar sobre las reducciones, el desconocimiento de laautoridad de los lonkos y el desaliento que se asentó en los rehues despuésde la Pacificación, dejaron a los mapuches expuestos a la violencia mestiza.¿Quién se atrevería a levantar la voz en defensa de los indígenas, cuandoaún resonaban en el resto del país las campanadas de triunfalismo con queconcluyó la campaña de la ocupación? En momentos en que los grupos depoder abrían el paso a los especuladores para que se apropiaran de lasmejores tierras tribales, los conceptos de equidad y justicia que antañoinspiraron los discursos oficiales, fueron momentáneamente olvidados. Ensu lugar, las declaraciones de buena voluntad fueron desplazadas por abu-sos, asaltos, robos y asesinatos cometidos contra los indefensos labradoresy pastores de las reducciones recientemente creadas. En Temuco, a media-

24 El Arauco, Arauco, 9 de septiembre de 1894.25 El Traiguén, Traiguén, 21 de junio de 1894.26 “Sumario sobre la muerte de Anacleto Antinao, Temuco, 28 de julio de 1896”, en A. J. T.,Vol. 6.

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dos de abril de 1892, el mapuche Nahuelgal de Conoco fue asaltado en supropiedad. “Los fascinerosos”, reportó La Lealtad de Temuco, “eran variosno sabiéndose el número, mataron a un mocetón del asaltado y el mismoresultó herido de bala. En seguida arrearon con los animales que encon-traron y tomaron dirección a Nielol”27 . En Nueva Imperial, en julio de1895, se encontró a inmediaciones del cementerio de esta ciudad, “elcadáver de un indíjena llamado Toro, con evidencias de furibundos garro-tazos”28 . Apenas unos meses más tarde, el mismo periódico describió elasesinato del mapuche “Ruperto Leal, por un indio cuyo nombre se nosescapa... el arma de que se valió fue de un palo, hiriéndolo en la cabeza decuyo golpe lo mató en el acto”29 . El peor incidente de violencia registradoaquel año tuvo lugar en las cercanías de Llaima, cuando una partida dearrieros mapuches provenientes de Argentina fue atacada por una gavillade chilenos, luego de ser autorizados para instalarse con sus animales en elparaje de Carén. De acuerdo a las declaraciones de los testigos, hasta susimprovisadas tiendas llegó una partida de hombres comandados por elcapataz del fundo vecino. “Estaban todos peleando con cuchillos y palos”,declaró un testigo, “el grupo que formaba la pendencia era como de quin-ce individuos entre indios y cristianos”30 . Entre los heridos por la refriegafiguraron Ambrosio Chañañir, Pedro Millanao, Mauricio Parra, Juan Guen-tenao y Marin Millanao. “Al cerrarse la oración”, afirmó el juez de Llaimaen el sumario, “llegó la tropa de don Rosendo Baeza, y luego el capatazcomenzó a formar una pendencia con ellos con cuchillos y palos, hirién-dolos a todos…”31 . Froilán Vergara, peón mestizo acusado de ser el autorde la mortal puñalada, huyó aquel mismo día hacia Argentina.

El acopio de un cuantioso stock ganadero y la rápida incorporaciónde algunas comunidades a la economía regional, no sólo incrementaronla riqueza manifiesta de los mapuches sino que también multiplicaronlas razones para que los bandidos asolaran sus tierras. Se producía, entérminos históricos, la era del malón al revés. En 1894 Marcelo Ancapi,de Champulli, además de ser asesinado, fue víctima del robo de seis

27 La Lealtad de Temuco, 17 de abril de 1892.28 El Radical, Nueva Imperial, 6 de julio de 1895.29 El Radical, Nueva Imperial, 13 de octubre de 1895.30 “Causa criminal contra Froilán Vergara, por homicidio, Temuco, 21 de abril de 1895”, enA. J. T. Vol. 5.31 Ibid. Declaración del juez de Llaima Julián Alvarez.

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animales vacas32 . En esos mismos días, el mapuche Curihuentro de NuevaImperial fue despojado de 40 vacas, 2 caballos y dos yeguas, además dequedar cuatro miembros de su familia heridos: “a uno le abrieron de unbalazo un tercer ojo más abajo del derecho”33 . Poco tiempo después, losbandidos repitieron sus acciones en los corrales de Pichihuinca, en laribera sur del Cautín, de donde extrajeron 160 animales entre vacunos ycaballares34 . Dos años más tarde, la violencia mestiza cobró una nuevavíctima mapuche en la persona de Levio Neculhual, asentado en lascercanías de Cholchol. En febrero de 1896, una gavilla de ocho bandi-dos asaltó su granja, le ultimó y huyó con un botín de diez animalesvacunos35 . José Esteban Castro, Felix Cantaricio Cabrera y Remigio Je-rez fueron procesados en 1898 por el hurto de un buey a Zenón Paine,y eventualmente condenados a 541 días de presidio36 . Nemesio LagosLeón, residente de Mulchén, fue procesado en 1899 bajo acusación derobar cinco chanchos a Juana Cunlen37 .

La violencia desatada contra los mapuches no fue protagonizada tansólo por particulares. En otras palabras, no era un hecho que se resolvie-ra en meras contradicciones privadas, sino que obedecía a un proceso deexclusión de más larga duración y del cual, por lo que se publicó en losperiódicos, no estuvieron eximidos los agentes estatales. La propia poli-cía, encargada de hacer cumplir las leyes, cometió actos de brutalidadcontra los mapuches. “Apenas había andado tres cuadras de allí”, decla-ró Ceferino Zúñiga en abril de 1886, después de haber sido detenidopor ser padre de un supuesto malhechor, “cuando fui nuevamente apre-hendido por un cabo y un soldado y me hizo colocar en la tortura delcepo de los pies…”38 . Antonio y Ramón Almaguenir se querellaron en1896 contra los soldados que allanaron su domicilio, por los “delitos delesiones y violación de domicilio”. Excepcionalmente, ambos policías

32 El Pueblo, Nueva Imperial, 18 de febrero de 1894.33 El Radical, Nueva Imperial, 3 de febrero de 1894.34 El Radical, Nueva Imperial, 5 de mayo de 1894.35 El Pueblo, Nueva Imperial, 23 de febrero de 1896.36 “Criminal contra José Esteban Castro, Felix Cantaricio Cabrera y Remigio Jerez porhurto, Temuco, 28 de septiembre de 1898”, en A. J. T. Vol. 9.37 “Criminal por hurto contra Nemesio Lagos, Angol, 13 de junio de 1899”, en A. J. A. Vol. 7.38 “Criminal contra Victoriano San Martín, por detención indebida, 20 de abril de 1886”,en A. J. T., Vol. 1.

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fueron dados de baja y multados en mil pesos cada uno39. Lo más habi-tual era que la visita de un destacamento de policías a la casa habitaciónde una familia mapuche fuera el inicio de grandes desgracias, porque eraun hecho común que los operativos abusaran de la autoridad que lesconfería la ley y se escondieran detrás del uniforme para cometer sustropelías.

“Pues bien, el soldado Burgos procedió a amarrar a Melinao y JuanHuechapan”, declaró Antonia Marín en 1896, “dándoles de golpe conla carabina que iba armado, ayudado por Sepúlveda. Luego, después,Burgos y su cómplice me amarraron de los brazos, me llevaron fuera dela ruca y Emilio Sepúlveda me violó, yaciendo acto conmigo a presenciade Burgos, quien a la vez esperaba hacer lo mismo, y a no haber sidoporque a tiempo llegaron Juan y José Cayunao, a cuya vista se retiraronlos criminales…”40 .

Antonia Marín, casada con Juan Melinao “según mi costumbre, o seala de los indígenas”, solicitó a la justicia que los hechos fuesen investiga-dos. Después de una corta pesquisa, ambos soldados fueron sobreseídospor falta de pruebas. Un año más tarde, en el Cuartel de Policía de Temu-co se anotaba en un parte que el sargento Hilario Soto y los soldados JoséIsmael Cabezas y Silvestre Baeza eran los autores del homicidio del indí-gena Nicanor Sandoval Cona: “El cadáver presentaba catorce heridas, to-das por instrumento cortante y punzante”41 . Luciano Sanhueza, inspec-tor de policía de Thromen, debió enfrentar en 1898 una querella levanta-da en su contra por los mapuches Juan Carriú y su mujer Luisa, bajo elcargo de prisión indebida. En su auto acusatorio, Carriú señaló:

“Hemos sido víctimas de un atropello en nuestras propias casas por elInspector de Policía don José Santos Beltrán, el indígena Miguel Acuñay varios otros, allanaron nuestros hogares que son asilos inviolables sinautorización ni autoridad competente. En ese día se me azotó, se me

39 “Sumario sobre lesiones y violación de domicilio, Temuco, 24 de agosto de 1896”, en A.J. T., vol. 6.40 “Criminal contra Emilio Sepúlveda y Abelino Burgos por intento de violación, Temuco,21 de junio de 1896”, en A. J. T., Vol. 6.41 “Parte de la Prefectura de Policía Urbana de Temuco, 11 de marzo de 1897”, en A. J. T.,Vol. 6

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ciñó con un látigo de las manos, como se ven patentizadas [sic] en micuerpo las heridas. En la noche fui puesto en un estero de agua enestado de ahogarme, a fin de que por timidez declarara y me hiciera reode hurto de dos caballos (…) [reemplazado el Juez Beltrán por Sanhue-za]… El que salió más crudo que el anterior, me hizo tomar nuevamen-te preso, tomándome arbitrariamente sin mi voluntad y consentimien-to un novillo (…) Un caballo (…) Un potro (…) Y una yegua ensillada(…) Para consumar este robo de depredación en mis intereses, el mismoJuez en persona y por sus propias manos azotó a la indígena Luisa,arrojándola al suelo: con las patas del caballo fue pisoteada por todo elcuerpo, dándole en su pecho con un ramal que contienen en la puntauna argolla de fierro. Por el estado en que se encuentra, tal vez pierda elpecho…”42 .

En similares circunstancias, el lonko José Limpi se querelló contra eljuez Darío Lobos. En su auto de denuncia el jefe mapuche describió loque probablemente fue la suerte de muchos mapuches que en esos acia-gos días cayeron en manos de la justicia:

“Sin haber antecedente alguno y nada más que por la mera sospechaque gratuitamente me imputa el señor Urra, el juez señor Lobos, quetiene una estrecha amistad con el acusador, me hizo aprehender, y enseguida colocándome en un cepo a toda intemperie se me flageló ytorturó por dicho juez para que me confesase culpable en el delito quepersigue Urra. Ya se hace insoportable la conducta de los jueces decampo por las arbitrariedades de todo género y castigos inhumanos queni a los irracionales se les puede aplicar, ejecutar sobre todo en los indí-genas que somos, aunque sea por una mera sospecha, tal como de la quesoy víctima, pues válidos de nuestra ignorancia y sumisión, ejercen unaverdadera tiranía. Después de pasar varios días en el cepo extenuadopor las fatigas y torturas de que había sido víctima y no siéndomeposible sufrir por más tiempo tal martirio, pude una noche evadirme deaquella prisión tan injusta, dejando en poder de dicho juez una yeguaensillada, para venir a ponerme bajo el amparo de la justicia que conce-de a todos los chilenos mismas garantías, para que aplique al delincuen-te el castigo que determine la Ley. Nada me valió ante el juez señor

42 “Causa Criminal por prisión indebida, Temuco, 6 de septiembre de 1898”, en A. J. T. Vol.8.

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Lobos hacerle presente mi carácter de cacique y mi honradez nuncadesmentida, como se acredita con los documentos que acompaño”43 .

Las exigencias que imponía la ley para establecer las responsabilida-des que le caían a un individuo en los casos de homicidio se traducían enreiterados sobreseimientos por ausencia de pruebas44 . Esta situación seagravaba cuando las víctimas eran mapuches, pues su incapacidad dedeclarar en castellano, su escaso conocimiento de los procedimientoslegales y los prejuicios que enfrentaban en los círculos judiciales, multi-plicaban las posibilidades de que los agresores fueran liberados sin pro-bárseles sus delitos. En el caso citado de Limpi, a pesar de que el lonkopresentó diversos documentos que atestiguaban su buen carácter, el juezde Temuco sobreseyó la causa “teniendo presente que no se han estable-cido los cargos con la precisión debida”. No obstante, no siempre loscrímenes cometidos contra mapuches quedaron impunes. En Angol,Pedro Esquella fue sentenciado a tres años de presidio por el robo de dosyuntas y otros animales que realizó contra “el mapuche Huenchuñir” enla localidad de Pangueco45 . Casi veinte años más tarde, Bonifacio Monjefue enviado a presidio por cuatro años, acusado del hurto de bueyes delmapuche Antonio Quidel46 . No obstante, estas sentencias no fueron laregla. Al revisar las causas judiciales de aquella época, queda claro que laviolencia mestiza contra los mapuches tendió a quedar impune.

Robos, asaltos y homicidios cometidos contra mapuches llegaron aser frecuentes en las portadas de los diarios de aquellos días. Menoshabituales fueron las estafas.

“El exponente dice que estos individuos le sacaron por engaño a lascalles afuera de la población”, reza un parte policial de 1900, “diciéndo-

43 “Causa criminal contra Darío Lobos por prisión indebida, Temuco, 11 de octubre de1898”, en A. J. T., Vol. 9.44 Ese mismo año, se registra la acusación de abigeato iniciada por Quilapi Cabeton contraIsaac Castro, que fue sobreseída por el juez Manuel Cruz por falta de pruebas. Igualmentesobreseída fue la causa iniciada por María Pirquei contra Francisco Palma por hurto de unayunta de bueyes, a principios de noviembre de 1881; véase también “Causa criminal porsalteo contra Ignacio Elgueta, Angol, 24 de octubre de 1882”, en A. J. A. Vol. 3.45 “Criminal por abigeato contra Pedro Esquella, Angol, 21 de julio de 1882”, en A. J. A.Vol. 3 (1882-1883).46 “Causa Criminal contra Bonifacio Monje por hurto, Temuco, 29 de agosto de 1898”, enA. J. T. Vol. 8.

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le que tenían que ir a dejar a la Iglesia Evangélica de ésta, un paquete dedinero el cual contenía como 300 pesos. Uno de los compañeros deHermosilla, que no pudo ser capturado, dijo a Raín que se repartieran eldinero, pero con la condición que diese 30 pesos mientras tanto y sumanta. Pues bien, Raín pasó el dinero y la manta. Momentos despuésve el contenido del paquete y encuentra un atado de papeles y unbillete de a un peso que servía de tapa… Debo decir a Us. que díaspasados un indígena fue engañado de la misma manera y según filia-ción que dio, estos son los mismos”47 .

3. La violencia de mapuche contra mapuche

El fracaso del Estado chileno de imponer un ordenamiento social yjurídico que garantizara la vida y los bienes de todos los habitantes de laAraucanía contribuyó a su deslegitimación y redundó en una explosiónde violencia intraétnica que tenía escasos precedentes en la región. Siantaño, los habitantes de la Araucanía habían cometido robos, asaltos yhomicidios, estos delitos habían sido llevados a cabo, generalmente, enun contexto de guerra o motivados por la venganza. En otras palabras, sepodía alegar una causa “justa” para el ejercicio de la violencia. Desde1880, sin embargo, la violencia interpersonal desplazó esas motivacio-nes más trascendentes y se situó como uno de los principales paradig-mas que definían la naturaleza de las relaciones sociales. Emergía de esamanera una dimensión más obscura en una historia que se ha preferidoolvidar. En ese ámbito se anotan los actos criminales cometidos pormapuches contra mapuches.

“Al respecto, se pasaron todos a beber a casa de una tal MagdalenaHidalgo”, declaró en un auto acusatorio el mapuche Andrés Callinao aldenunciar el asesinato de su hermano, “que vive del otro lado del fuertede Temuco. Esa noche no llegó Antinao a su casa, y al día siguiente,habiendo salido el declarante a buscarlo, lo encontraron muerto en elcamino con indicaciones de haber sido ahorcado, con una gran heridade cuchillo en la cabeza. La cabeza completamente mutilada. El caballo

47 “Criminal contra Darío hermosilla y Pedro Contreras por estafa, Temuco, 21 de febrerode 1900”, en A. J. T., Vol. 12.

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ensillado estaba todavía al lado del cadáver, pero le habían robado lacantidad de ocho pesos que llevaba en el bolsillo, el sombrero, unrevólver y un puñal”48 .

Afanes de venganza, ebriedad, malquistamientos o pendencias parasaldar cuentas pendientes, se transformaban en el inesperado vehículode aciagos incidentes que, en más de una ocasión, terminaron con lamuerte de un paisano. En esto no había nada de romántico ni de heroi-co: era la cruda realidad de la nueva frontera. En esas condiciones, nadiepodía estar seguro de donde terminaría al fin del día. Las poblaciones detablazón obscura y húmeda, de calles apenas trazadas en el barro de laperiferia y con los infaltables perros flacos y melancólicos que recortansus siluetas entre basurales y sitios eriazos, encerraban secretos que po-cos sabían descifrar. Los primeros mapuches urbanos, aquellos que co-nocieron en carne propia el desarraigo, iniciaron sus vidas bajo el signode la muerte. “En las vecindades del pueblo de Galvarino”, informó LaVoz de Traiguén en 1890, “han ocurrido dos sangrientos asesinatos en lapersona de los indígenas Manquepi y Llanquevan. El primero de losnombrados fue muerto por Antipi quien confesó haberlo asesinado paravengar la muerte de su hijo Llanquevan, que pereció bajo la traidoramano de Manquepi”49 . La formación de bandas mapuches que asolabana sus compatriotas dejó ver la magnitud que alcanzó entre los mapuchesla crisis social desatada por la ocupación chilena y la introducción demodalidades capitalistas de producción. En 1892, la comandancia depolicía urbana de Temuco denunció de oficio a Huenchuan, DomingoPainevilo, Colimil y Meli, mapuches acusados de integrar una bandaque salteó a Pedro Millapi.

“De haberle salido los cuatro primeros a saltearlo, disparándole algunostiros de revólver. Melipi pudo defenderse y herir a bala a DomingoPainevilo, y por la herida que les infirieron se hicieron pagar los autoresde un caballo, una yegua y dos pesos de dinero. El caballo fue entrega-do a Millapi, quedando en poder de los autores la yegua y el dinero que

48 “Causa Criminal contra Aucan, Domingo Marinao, Curilonko, Francisco Lemugnir (aliasHueche), Melipan, Rosendo Antipan (alias Huilcupun), Temuco, 11 de diciembre de1891”, en A. J. T., Vol. 1.49 La Voz de Traiguén, 5 de febrero de 1890.

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se menciona. De mi deber es recomendar ante U. S. a los indígenasautores como individuos de muy malos antecedentes como ladrones yatropelladores. Estos viven al sur de Quepe y allí tienen mala fama antelos indígenas vecinos y españoles”50 .

El hurto y el robo de animales entre los diversos linajes, tan comu-nes en el pasado, siguieron siendo un afán cotidiano en la Araucaníaregida por el Estado chileno. En Angol, a principios de 1878, JuanaCoñoeman se presentó ante las autoridades judiciales para denunciar“un robo violento perpetrado por el indígena Marcelo Paillaleb, del lu-gar denominado Deguel, trayéndome sustraídas cien ovejas más o me-nos, dos yeguas paridas y un potrillo de año para dos”51 . Esta declara-ción fue corroborada por José Lluico quien, por no conocer el idiomacastellano, declaró a través de un intérprete. Juan Calluman fue acusadoen 1891 de haber robado una vaca a Limonao, la cual intentó vender enel mercado ganadero de Temuco a mediados de diciembre de 189152 .Juana Huete y otros, fueron acusados en noviembre de 1891 por JuanMarihual de hurto; similares acusaciones fueron levantadas contra el“indio” Curilonko por Ramón Catrinao en octubre de 189153 . En agos-to de 1894, Manuel Coliman reconoció ser el autor del robo de unavaca de propiedad de José Miguel Nahuelhual, luego que el comandan-te Daniel Pangas le sorprendiera en su casa con una pierna y una espal-dilla del animal. Por este delito, Coliman fue condenado a doscientosdías de prisión54 . Generalmente, los robos de animales ocurrían comohechos accidentales más que como una práctica calculada o de lucro.Ese fue el caso del mapuche Curin, campanisto desde su niñez de BlasHerte. Es efectivo, declaró en 1896, “que en la noche del día tres de

50 “Sumario sobre el salteo hecho a Pedro Reos Huenchuan, Domingo Painevilo, Colimil yMeli, por robo, Temuco, 25 de mayo de 1892”, en A. J. T., Vol. 2.51 Querella por robo entre Juana Coñoeman y Bartolo Antileo, Angol, 28 de marzo de 1878,en A. J. A. , Vol. 1.52 “Causa criminal contra Juan Calluman por hurto, Temuco, 17 de diciembre de 1891”, enA. J. T., Vol. 1.53 “Juan Marihual contra Juana Huete y otros por hurto, Temuco, 28 de noviembre de1891”, en A. J. T., Vol. 1; Criminal contra el indígena Curilonko por hurto, 24 de octubrede 1891, en A. J. T. vol. 2,.54 “Contra Manuel Coliman y Juan Martín por hurto, Temuco, 23 de agosto de 1894”, enA. J. T., Vol. 4

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mayo me ausenté de la casa de este señor llevándole un caballo y unamontura, y me encaminé al lugar Chanco, más allá de Traiguén, adondetengo una hermana y antes de llegar allí fui alcanzado por mi patrón”55 .A fines de la década Antonio Manqueñir, Huinca Melinao y Juan Antilfueron sometidos a proceso por un robo de animales al mapuche AndrésLlancao. Durante el desarrollo del juicio, los acusados reconocieron ha-ber realizado parcialmente el hurto, “por haber sido sorprendidos cuan-do ya íbamos a esconder los bueyes en un monte”56 . Un detalle intere-sante de este proceso lo proporciona el hecho de que los inculpadosreconocieron su responsabilidad en los delitos aplicando una lógica tri-bal que tenía poco espacio en los círculos judiciales. “Este hurto no lohemos hecho por hacer mal”, declaró Huinca Melinao, “sino por ham-bre, porque no teníamos qué comer y pedimos perdón a Us. y nos obli-gamos a pagar daños al demandante”. La víctima del robo también seinclinó por arreglar el agravio por vía del admapu, recibiendo en com-pensación un ternero. “Yo no pido nada en contra de estos indios”, de-claró el mapuche, “porque lo han hecho más bien por hambre”57 . Pococaso, sin embargo, hizo el juez de estas declaraciones, pues condenó alos mapuches a cuatro años de presidio.

Lentamente, los mapuches comenzaron a acudir a los tribunales,pero su incorporación a la institucionalidad estatal estaba preñado dedificultades. La situación no podía ser más grave para los antiguos habi-tantes de la región: desprovistos de los dispositivos defensivos y ofensi-vos que les permitieron sobrevivir de modo autónomo durante variossiglos, también carecían de las herramientas judiciales necesarias paramanejarse en el nuevo orden social. Para el mapuche la crisis provocadapor la ocupación chilena tenía matices sociales, culturales y existencialesque no eran fáciles de sacudir. Aún más, era muy difícil para ellos des-prenderse de su tradición jurídica, mucho más cuando su identidadsocial pasaba por el respeto al admapu. Por esa razón, el apego de losmapuches a su sistema jurídico se manifestó reiteradamente en las cau-sas llevadas por los juzgados, en las cuales los incriminados de ciertos

55 “Criminal por hurto contra Curin, Angol, 26 de agosto de 1896”, en A. J. A. Vol. 8.56 “Contra Antonio Manqueñir, Huinca Melinao y Juan Antil por hurto, Temuco, 5 de julio18980”, en A. J. T., Vol. 8.57 Ibid., declaración de Andrés Llancao.

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delitos —hurto, abigeato, cuatrerismo— ofrecían compensar la falta conla entrega de bienes de similar valor. Martín Marileo, de las vecindadesde Angol se comprometió en 1880 a compensar con sus animales elrobo de ochenta chanchos que se le atribuía a su hermano. Expuesto a laexpropiación de su ganado, “el indio me pidió que le entregase sus ani-males y que en el término de quince días se obligaba a devolverme loschanchos o pagar los que llegasen a faltar y en caso de no cumplir, entre-garme los mismos animales hasta tener algún arreglo”58 . El pago com-pensatorio tenía una larga raigambre en la Araucanía y era uno de lospuntales del derecho consuetudinario que regulaba las relaciones inter-personales entre los mapuches. “Le ofreció pagarle porque no dijese nin-guna noticia”, se reportó a Curilonko cuando fue sorprendido robandouna vaca a Ramón Catrinao en octubre de 1891; Juan Marín, mapuchede Metrenco, después de haber confesado el robo de una vaca, ofrecióenmendar su falta pagando “por ella tres caballos”59 . El mapuche JuanCórdova, luego de reconocer haber matado un buey de su vecino aparaagasajar a los asistentes al velorio de su finado padre, prometió compen-sar a su vecino. “Confiado en que Córdova me iba a recuperar mi ani-mal”, denunció Hilario Parra, “no denuncié al Juzgado este hecho y ledejé toda la carne, la que se comió con toda tranquilidad”60 . En 1900,los mapuches Pedro Antimil y Pedro Pefimil reconocieron el robo de unpotro y una yegua a Carlos Llanquihuen. “Es cierto que yo con PedroLefimil hurté el potro y la yegua a don Carlos Llanquihuen. Los mata-mos y comimos en nuestras rucas y estamos dispuestos a pagar su valor,dándole tres yeguas a Llanquihueno. Pido a Us. tenga esta declaraciónpor mi confesión y se digne tenernos alguna consideración y lástima”61 .La declaración de Pedro Lefimil fue aún más dramática: “Hago pago aLlanquihuen en unión de mi co-reo tres yeguas, porque no queremosperjudicarlo y ha sido nuestro amigo”. Al igual que en otros casos dequerellas entre mapuches tramitadas en el juzgado de Temuco, estos

58 “Criminal de oficio por abigeato contra Martín Marileo, Angol, 11 de agosto de 1880”,en A. J. A., Vol. 2.59 “Causa criminal por hurto contra Juan Marín, 1º. de octubre de 1894”, en A. J. T., Vol. 4.60 “Causa criminal contra Juan de Córdova por hurto, Temuco, 26 de agosto de 1896”, enA. J. T., Vol. 6.61 “Causa criminal contra Pedro Antimil y Pedro Lefimil, Temuco, 8 de febrero de 1900”, enA. J. T., Vol. 12.

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razonamientos no tenían fuerza para los jueces chilenos. Condenadosambos en primera instancia a cinco años de presidio menor, su sentenciafue reducida a 541 días en la apelación. En todo caso, la reiteración de lapráctica y la aceptación a nivel de querellados de esta costumbre, expusototalmente la falta de legitimidad que tenían en la población las nuevasinstituciones judiciales implantadas por el Estado. La tradición ejercíaun peso que era difícil de eliminar. Así ocurrió con el lonko Juan Min-chiqueo Melín, acusado a fines de 1879 del robo de animales de propie-dad de dos mapuches. Según declaró su abogado,

“consta de autos que fue efectivo que el reo Melín cansado de no poderconseguir que los indígenas José Ñanco y Jacinta Conurto le pagasen loque le debían, mandó a sus mocetones a traer unos animales pertene-cientes a los indígenas a que he hecho referencia, pero con el único yexclusivo objeto de retenerlos en su poder hasta poder conseguir lo quele adeudaban (…) Por lo expuesto, U. S. I. comprenderá que el hechoejecutado por mi representado no merece pena alguna, tanto por nopoder considerarse como robo ni hurto desde el momento que no hahabido intención de lucro, como porque el hecho materia de este suma-rio es como los indígenas acostumbran pagarse sus deudas, y no es justoni equitativo considerarlos como civilizados, aplicándoles las mismaspenas que se imponen a estos. Por otra parte, en el supuesto que comociudadanos chilenos juzgue U. S. I. que se le deben aplicar estas mismasleyes, aun en este supuesto creo debe absolverse a mi representado porestar exento de la responsabilidad criminal según lo establece el artículo1º., no. 10 del Código Penal”62 .

El paternalismo desplegado por los procuradores era tan sólo una ex-cusa para eximir a sus defendidos de las responsabilidades que hacía recaersobre ellos la Ley, pero su constante introducción en las argumentacionesjurídicas demuestra que la persistencia del viejo derecho mapuche era unarealidad más extendida que la que se reconocía en los círculos judiciales ygubernamentales. Pocos deseaban, en esas circunstancias, reconocer que laintroducción de las instituciones chilenas habían fracasado en su intentode desplazamiento del derecho consuetudinario basado en el admapu.

62 “Criminal de oficio por robo contra Minchiqueo Melín, Angol, 1º de octubre de 1879”,en A. J. A. Vol. 1.

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Dar un paso en ese sentido significaba restar legitimidad al proceso totaldesatado por la ocupación. Sin duda, en la medida que los mapuches yano estaban solos en sus tierras, era aún más difícil para ellos preservar lasmodalidades de vida que se contradecían con los nuevos parámetros jurí-dicos o con las nuevas modalidades conductuales autorizadas por el ordenestatal. Para muchos, era casi utópico seguir siendo mapuches en un paísque la Ley chilena convertía en un “país ajeno”.

“Ayer como a las nueve de la mañana, más o menos”, declaró unamuchacha en 1899, “abandoné la casa de mi padre Agustín Curín conel objeto de venir a vivir a la usanza araucana con un indígena que habíaprometido casarse conmigo y cuando me dirigía a casa de éste, mesiguió mi padre y comenzó a darme de palos hasta botarme al suelo, yen ese instante llegó en defensa mía José Ismael Urrea, con quien anteshabía tenido yo relaciones ilícitas, se acercó a mi padre y le dio variosgolpes…el hecho tuvo lugar en Molco”63 .

Enfrentados a las disyuntivas que les planteaba el nuevo orden jurí-dico normativo, que obligaba a transitar entre mundos paralelos –elpropio sancionado por la tradición y el ajeno autorizado por la ley- losmapuches se vieron forzados a adoptar el ethos ladino de los mestizos,separando de modo creciente el ámbito público del privado. Desde esosmomentos, vivir en la Araucanía significó a los mapuches vivir en dosrealidades. En esas circunstancias, no faltaron quienes se aprovecharonde estas paradojas. A mediados de junio de 1899, fue arrestado el ma-puche Agustín Lonconao. “Interrogado Lonconao dice: que hubo unapendencia entre el herido y una mapuche, que él se metió a apartarlos,pero que no recuerda haberle pegado con palo, porque estaba ebrio”64 .El “herido”, sin embargo, proporcionó otra versión del incidente.

“El diez y seis de junio, compareció a la presencia judicial Miguel Ma-riqueo quien, por no poderse expresar en castellano lo hizo por mediode Lorenzo Coliman, y previo juramento que ambos prestaron, expuso

63 “Criminal contra Ismael Urrea por homicidio, Temuco, 7 de marzo de 1899”, en A. J. T.,Vol. 10.64 “Criminal por lesiones contra Agustín Lonconao, Angol, 16 de junio de 1899”, en A. J. A.Vol. 7.

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el herido Mariqueo por medio del intérprete lo que sigue:Ayer como a las seis de la tarde estaba en mi casa situada cerca de estapoblación con mi mujer María Millapán, mi hija Juana y Agustín Lon-conao, todos en completo estado de ebriedad, y Lonconao se puso apelear con mi hija Juana y seguramente yo intervine, pues vi que Lon-conao me comenzó a pegar con una astilla hasta dejarme en el estadoque el juzgado me ve. No recuerdo bien todo lo ocurrido y todo lo quepuedo decir es que he perdido mucha sangre y que no puedo verabsolutamente nada. En otras ocasiones Lonconao también me ha agre-dido, pero nunca en la forma que ahora denuncio”65 .

Situaciones como las descritas demuestran que el mundo privado,situado al interior de la unidad doméstica, era finalmente intervenidopor la justicia estatal, transformando los incidentes de particulares eneventos que tenían que ver con el orden público. De ese modo, la priva-cidad desaparecía bajo la mirada inquisitiva de un sistema institucionalque dependía en su existencia de esta actitud de vigilancia y castigo.Desprovistos de su intimidad, las acciones privadas se transformaban endelitos, contradiciendo una larga tradición tribal. En otros casos, algu-nos mapuches se aprovecharon cabalmente de los nuevos instrumentoslegales y consiguieron, con la protección del Estado, amedrentar a susvecinos. Así ocurrió en 1881 con el mapuche Martín Marileo, acusadodel robo de ochenta chanchos de propiedad de Rudecindo Elgüeta.

“Martín Marileo, vecino de la reducción de Choque-Choque, de laSubdelegación de Los Sauces, a Us. respetuosamente digo:Que el día dieciocho de junio último, por la tarde, fui asaltado porcuatro individuos; de estos, tres indígenas y un español. El jefe de ellosera el español llamado Lepe, administrador de don Rudecindo Elguetaen Trigüelemu. Invadido por esta partida de malhechores no pudeponer ninguna resistencia, y me arrebataron trece animales vacunos dela calidad y colores que expreso Para probar todo lo expuesto, ofrezco ladeclaración de los testigos Pascual Barra, Toledo Cheguán y ApeleoPichiguinca, individuos que presenciaron el acto de llevarse mis anima-les el citado Lepe”66 .

65 Ibid., Declaración de Juan Mariqueo.66 “Criminal de oficio por abigeato contra Martín Marileo, Angol, 11 de agosto de 1880”,en A. J. A., Vol. 2.

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Uno de los testigos en esta causa judicial se refirió al despojo experi-mentado por Marileo, manifestando que Lepe había actuado “sin exhi-bir orden de autoridad”. Casi veinte años más tarde, en el juzgado deTemuco se ventiló una causa de similar tenor. “Por razón de nada ledebo a este caballero señor Maquillague”, apuntó en su auto de denun-cia el mapuche Juan Hueceche en 1898, después de haber sufrido elallanamiento policial y cobro legal de 30 vacunos,

“y como tiene por costumbre de hacerlo casi cotidianamente con lospobres que le deban o no, y la facilidad con que consigue por este conel fin de llevar lo ajeno por medio de este fraude. Me presenté ante elJuez de la causa con testigos, lo que recibí fueron insultos”67 .

La constante exposición de los mapuches a enjuiciamientos civiles ycriminales, que entablaban en su contra los vecinos mestizos y “chilenos”,les llevó a conocer bien los procedimientos establecidos por la Ley. “Paraprobar sus dichos”, señala una causa de 1881, “me presentó por testigo alindígena Francisco Llanca de la reducción de Santiago León, al otro ladode Huequén, siendo Llanca españolizado y católico…”68 . Pero incluso elempleo de testigos por querellados mapuches era objetado por los aboga-dos y procuradores huincas. Al respecto, denunciado por abusos de auto-ridad, el juez Luciano Sanhueza señalaba en 1898 que debía restarse vali-dez a las acusaciones de los mapuches pues, “se prestan para perjurar,porque entre ellos se tapan los robos y hurtos que hacen”69 .

Las dificultades que presentaba un cuerpo jurídico que podía serinterpretado de modos diferentes por jueces y abogados, sumados a losabundantes resquicios que permitían sobreseer la mayoría de las causas,restaban legitimidad al sistema judicial chileno entre los mapuches. Elfracaso era doble: formal y de procedimiento. La arrogancia del estadochileno de no incorporar elementos del derecho mapuche en el nuevosistema de justicia, fue la causa central de esta crisis. Por este motivo, los

67 “Causa Criminal contra Pedro Mainqueyague por estafa, Temuco, 14 de julio de 1898”,en A. J. T. Vol. 8.68 “Criminal contra Juan Puicon por abigeato, Angol, 15 de diciembre de 1880”, en A. J. A.,Vol. 1.69 “Causa Criminal contra José Santos beltrán, Luciano Sanhueza y Miguel Acuña porprisión indebida, Temuco, 6 de septiembre de 1898”, en A. J. T. Vol. 8.

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mapuches procuraban que sus problemas interpersonales fuesen resuel-tos al margen de la institucionalidad estatal. “El indígena Pedro Paillan,vecino de Llico-7° subdelegación del departamento ha sido bárbara-mente asesinado en la noche del 22 (...) hacía años que no se perpetrabaen este departamento un crimen de tal naturaleza”70 . José María Rubi-lar, arrestado por el asesinato de José Anito Aedo, fue también acusadodel homicidio del “indígena Catalán (…) al parecer con un hacha…”71.En Lumaco, a principios de 1894, el joven mapuche Antonio Marín, de14 años, fue encontrado muerto a causa de un garrotazo en la sien. “Losmalhechores han querido desfigurarlo y se han valido de un medio hartosalvaje, usando para ello un instrumento cortante con el cual desde lamitad de la frente, le despegaron el cutis de toda la cabeza dejándole elcráneo completamente limpio”72 . En un incidente que no logró aclarar-se, el mapuche Juan Millachi de Temuco fue asesinado “bárbaramente”después de haber estado bebiendo “en la casa del indio Mariú en com-pañía de José María Queipul y José Huenteñir... el occiso tiene cincopuñaladas, de las cuales las más horribles son una en el abdomen y otraen la región del corazón”73 . En 1890, en Arauco, un matrimonio mapu-che “fue víctima de uno de los suyos, en la noche de antes de ayer, quiendisparó su revolver contra ellos dejándolos muy mal heridos”74 . A finesde la década, Juan Miguel Catrileo se querelló contra José Nahuelgualpor tentativa de homicidio, si bien la causa fue sobreseída75 . Un añomás tarde, los mapuches Ancahuentro y Paillamil Pititao fueron acusa-dos del homicidio de José Canuqueo. En el parte policial que acompañóa ambos reos se señalaba:

“Doy cuenta a Us. que ayer el indígena Juancho Canuqueo se presentóa esta Prefectura exponiendo que hace dos meses, más o menos, saltea-ron y maltrataron a su hermano José Manuel, en el lugar llamado Chau-quin. De lo golpes recibidos dejó de existir al día siguiente. Ayer Canu-

70 El Arauco, Arauco, 31 de mayo de 1885.71 “Causa Criminal contra José María Rubilar por homicidio, Temuco, 27 de agosto de1892”, en A. J. T. Vol. 2.72 El País, Concepción, 10 de enero de 1894.73 La Ilustración, Temuco, 20 de junio de 1895.74 El Arauco, Arauco, 14 de diciembre de 1890.75 “Criminal contra José Nahuelgual y otros por intento de homicidio, Temuco, 22 deoctubre de 1897”, en A. J. T. Vol. 7.

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queo hizo aprehender por esta policía al indígena Juan Ancahuentro,acusándolo como autor de este hecho, pues se halló en su poder lamanta del occiso. Anchauentro dijo que ésta se la vendió por un pesocuarenta el indígena Paillamil Pititao, este último de antecedentes ma-los, ha cumplido condena en la cárcel de Concepción”76 .

Este juicio, en que declararon los mapuches Juan Canuqueo, Maqui-leo, Juan Nahuelhual, Pedro Vallejos y José Santos Marileo, el presuntoautor del homicidio no fue habido y, en consecuencia, el proceso fuetemporalmente sobreseído. Lo más dramático de la violencia intra-étni-ca fue que las víctimas eran, generalmente, parientes, amigos o conoci-dos que constituían una parte importante del entorno social de sus vic-timarios. Por ese motivo, las accidentadas pendencias o las transgresio-nes cotidianas adquirían el cariz de tragedias una vez que, al verse sose-gados los ánimos, se enfrentaba el saldo que dejaba una explosión im-premeditada de ira.

“A veintiséis de Febrero se hizo comparecer al reo indígena Juan Capi-tán y previa promesa de decir verdad que prestó por conducto de losintérpretes juramentados Lorenzo Colinao y Juan Hunemefoi, fue in-terrogado y dijo:Lo he reflexionado y haciéndome cargo de las reflexiones que me haceUs. estoy resuelto a decir la verdad. Los hechos pasaron así:En la mañana del miércoles veintinueve de Enero último ordené a mimujer Juana Figueroa que fuera a trillar una pequeña era de cebada, a loque se negó tenazmente. Poco después, teniendo yo que ausentarme, leordené nuevamente que hiciera lo que le mandaba. Después de esto, ycreyendo ser obedecido, me dirigí a casa de José Manuel Huenuchecalen busca de trabajo. Pero como al llegar allí empezara a caer una lloviz-na, tuve que volverme. Cuando regresaba, como a mediodía, pasé a casade mi hermano Juan Llancaman que vive como a dos o tres cuadras demi casa. Allí había varios indios que se ocupaban en beber aguardiente.Me convidaron los conocidos de ese licor y empecé a beber con elloshasta embriagarme completamente.No recuerdo a qué horas me retiré de allí, pero creo que fue como a las

76 “Criminal contra Ancahuentro y Paillamil Pititao por homicidio, Temuco, 3 de diciembrede 1898”, en A. J. T., Vol. 9.

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cuatro. Lo que pasó en seguido, lo recuerdo confusamente y apenas sípuedo precisar lo siguiente: llegando a mi casa encontré a mi mujerJuana Figueroa, sola. Le pregunté si había hecho el trabajo que le orde-né, y como me dijera que no, y que en vez de eso se había ido a visitar auna hija que tenía de su primer marido, yo me indigné por la desobe-diencia y cegado por la ira y por el licor, tomé un palo y lo descarguésobre ella repetidas veces. No recuerdo el efecto de los golpes pero sí quedespués de haberle dado muchos, tomé un látigo y la castigué con él.En esos momentos llegó mi otra mujer Millaray, pero no hago memoriasi intervino en lo que yo hacía. Después yo me quedé dormido y sólovine a conocer a donde había llegado el castigo que hice cuando laMaría Millaray me despertó diciéndome que la Juana se moría. Aúnquedaba Sol cuando esto sucedió. Yo me desperté sobresaltado y acudía prestar algunos auxilios a mi mujer que efectivamente estaba expiran-do. Procedí a lavarle las heridas que le había causado, pero fue inútil,porque un momento después dejaba de existir. Esto es cuanto ha pasa-do. He procedido fuera de juicio a causa de la embriaguez y no penséultimarla con el castigo que le hacía. Antes le había pegado, creo que endos ocasiones, pero sólo de trompadas y entonces también por castigarsu desobediencia”77 .

4. La autodefensa mapuche como mecanismo de sobrevivencia

En los primeros años de la “Pacificación”, los mapuches continuaronrobando ganados, al estilo de sus ancestros. “Los indios fronterizos estánhaciendo de las suyas por aquellos campos”, reportó El Lota desde lacosta en 1880, “los robos de animales están a la orden del día...”78 .Posteriormente, cuando ya habían sido derrotados y reducido a las re-ducciones asignadas por el Estado, algunos mapuches se sumaron a lasacciones delictuales de los mestizos, pero en esos nuevos tiempos, elnúmero de mapuches que cometieron acciones violentas —asaltos, ro-bos, hurtos y homicidios— no fue significativo. Así, y a pesar de lasduras condiciones de pobreza que enfrentaban, son contados los casos

77 “Criminal por homicidio contra Juan Capitán, Angol, 31 de enero de 1890”, en A. J. A.Vol. 5.78 El Lota, Lota, 15 de agosto de 1880.

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que se pueden citar en que ellos actuaran como agresores. “José AngelÑanco”, informó El Vergara de Nacimiento en 1884, “Este indígena esuno de los autores del salteo hecho a Julián Acuña en Tambillo en sema-nas pasadas”79 . El cacique Politripai, informó El Bío Bío de Los Angelesel 31 de junio de 1887, “que fue quien hizo asesinar al explorador inglésdon Enrique Peters, en Temuco, trató de huir de su prisión, pero fuemuerto en su fuga por el alférez Trizano”. Cinco años más tarde, “sieteindios de ultracordillera” fueron capturados en el paraje de Reñico ytrasladados a Yumbel acusados de “haber asaltado la casa de un señorEnríquez de aquella subdelegación e inferídole algunas heridas a él y aun hijo suyo”80 . En Botrolhue, a las afueras de Temuco, informó LaIlustración, “dos indios asesinaron a una señora llamada Tránsito Canci-no, esposa de Domingo Paredes... una vez que ejecutaron el crimen, laecharon a un río que pasa por allí cerca”81 . En Victoria, el mapuche JuanLlico, acompañado de tres individuos “perpetraron un robo en el vecinopueblo de Quillem, echando abajo la puerta de una tienda y sustrayen-do una buena cantidad de mercaderías”82 . Más curiosa que estos asaltos,por su vínculo con una larga tradición de cautivos y cautivaje, fue lanoticia relativa al rapto de un niño español colono que “robaron losindios” en una localidad cercana a Galvarino. “Sin duda que el móvilque han tenido para esconder al niño no es otro que obligar a sus padresles paguen albricias para darles la noticia del paradero”83 . Del mismoestilo fue la noticia publicada por La Libertad Católica en enero de 1884dando cuenta de la venta en Concepción de “un araucanito como dedoce años”. El sujeto mestizo que hacía la venta cobraba por el niño cienpesos, “porque decía que había tenido que gastar mucho en enseñarlo,vestirlo y traerlo a Concepción”84 . También inserto en la tradición fue eldesaparecimiento de la niña mapuche Luisa Catrileo quien fue entrega-da por su padre a Manuel Jarpa, “para el servicio de niñatera y por elsalario de tres pesos mensuales”85 . Notificado de la desaparición de la

79 El Vergara, Nacimiento, 25 de noviembre de 1884.80 El Deber, Yumbel, 17 de enero de 1892.81 La Ilustración, Temuco, 18 de abril de 1895.82 El Victoria, Victoria, 23 de octubre de 1895.83 El Traiguén, Traiguén, 8 de septiembre de 1897.84 La Libertad Católica, Concepción, 2 de enero de 1884.85 “Querella criminal por rapto de la menor Luisa Catrileo, Angol, 25 de octubre de 1890”,en A. J. A. Vol. 5.

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menor de la casa de sus empleadores, su padre se presentó ante el Juzga-do de Angol manifestando que

“según todas las circunstancias y el más elemental buen sentido, la hizodesaparecer él mismo, sin cuidarse en lo menor de que es responsableante la Ley y la sociedad del atentado contra la libertad personal y elorden público, como raptor de mi hija Luisa”.

De lo que no cabe duda es que los mapuches, una población de nomás cien mil habitantes en total, comenzaron a actuar como forasterosen sus propias tierras. Para ellos, el saldo de la ocupación chilena eramagro. El paisaje abierto, que otrora albergó sus rucas, chacras, corrales,campos de labranza y pastoreo, había sido reemplazado por una geogra-fía dibujada por alambradas, caminos y cercos que subdividían la cam-paña casi hasta el infinito; el bosque, la selva, los ríos, dejaron de serpropiedad común para convertirse en bastiones privados de los huincasque, individualmente o en colonias, tomaban posesión de las tierras fér-tiles. Situados entre dos fuegos, el del ejército y el de los bandolerosmestizos, a los mapuches les tocó la peor parte de la ola de violencia quemarcó la transición.

“El propietario de hijuelas le invadía poco a poco sus tierras o lo azotabapor simples sospechas de robos, lo atropellaba a caballazos o hería sindistinción a niños y mujeres en sus fiestas y reuniones de costumbres,como juegos de chuecas y nguillatun o rogativas. Los extravíos de lasautoridades, particularmente de las militares, llegaban a un límite enque la crueldad aparece mucho más refinada. Sin forma de proceso, sefusilaba en las cercanías de los fuertes o poblaciones a los indios autoresde algún salteo o robo de animales. Muchas veces estos fusilamientos sehacían, por falta de investigación minuciosa, en simples cómplices oencubridores. Los individuos de tropa violaban a las mujeres e hijas delos indios y robaban los cementerios y las habitaciones, que reducían aveces a cenizas”86 .

En esas circunstancias, los mapuches se vieron obligados a reorgani-zar sus fuerzas para resistir. En el transcurso de estos desesperados inten-

86 GUEVARA, Historia…, op. cit., Vol. 3, p. 443.

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tos de resistencia, los lonkos convocaron a toda la comunidad, comoocurrió en Neuquén y Lonquimay, región donde el jefe Curiche se opu-so al surgimiento de un asentamiento de colonos argentinos en febrerode 1880. “Mujeres y niños”, reportó El Araucano, “todos armados congrandes lanzas de coligües hicieron su marcha triunfal. El pavor fueespantoso en los argentinos pues no ofrecieron la menor resistencia”87 .

Las contradicciones que causaba la sujeción a la normativa impuestapor el Estado chileno y la necesidad que tenían de continuar observandosubrepticiamente sus propias tradiciones, obligaron a los mapuches arecurrir, de modo creciente, a nuevos dispositivos de resistencia. Entreéstos figuraron las movilizaciones pacíficas, consistentes en marchas des-de las reducciones hasta las estancias, villas o ciudades, arriesgando lamatanza de sus mujeres y niños. ¿A quién más podían acudir los mapu-ches en busca de auxilios, cuando eran diariamente vilipendiados por laprensa y los hombres de poder? Este tipo de acción, la marcha callejera,que hasta allí no tenía parangón en la Araucanía, encontró su lugar en laamplia gama de estrategias desarrolladas por el liderazgo tribal para con-tener y rechazar las incursiones de sus enemigos. De ese modo, en An-gol, una turba compuesta por más de doscientos mapuches intentaronrecuperar sus tierras en la hacienda Del Porvenir88 .

En otras ocasiones, cuando la movilización de la comunidad no lo-graba detener el expansionismo huinca sobre sus reducciones, los mapu-ches recurrieron a dispositivos más violentos. “Las indiadas de la Impe-rial y todas las demás hasta el Toltén”, señaló Guevara al referirse a lascampañas del ejército chileno en 1881, “se movían en actitud hostil porlos campos: cometían excesos de todo género, como robos de animales,saqueos de las misiones, incendios de casas y muerte de los moradoreschilenos que alcanzaban a tomar”89 . Confirmando los peores temores, elBío-Bío describió en 1880 un asalto cometido por una partida de malo-queros, originarios de El Sauce, que arrasó con 600 cabezas de ganadosde las inmediaciones de Angol. En Quino, a principios de 1886, ochen-ta mapuches “trataron de robar en una casa ocupada por colonos, perono lograron su intento, pues tuvieron que dispersarse al ver un piquete

87 El Araucano, Lebu, 21 de febrero de 1880.88 El Bío-Bío, Los Angeles, 25 de enero de 1880.89 GUEVARA, Historia…, op. cit., Vol. 3, p. 454.

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de húsares que salió a perseguirlos”90 . Dando cuenta de estos hechos elperiódico El Bio-Bio de Los Angeles, puntualizaba que la paz era unaquimera en los terrenos fronterizos, pues “allí se roba y se saltea a man-salva por los señores indios, siempre que el asalto puede ejecutarse im-punemente”91 .

Por cierto que las acusaciones de sublevaciones, malones y asaltosmapuches abundaban en la prensa de la época, pero fueron escasas lasocasiones en que los mapuches, como comunidad, iniciaron accionesviolentistas contra los invasores. Entre esos incidentes, figura el bulladoasalto cometido por una partida “bastante numerosa de indios” contrael piquete que acompañaba al Ministro de Guerra en febrero de 1883.De las confusas declaraciones que dejó este evento, lo que queda claro esque, después de la “Pacificación”, los mapuches aún mantenían ciertopoder bélico. De todos modos, se apresuraron en señalar las mismasfuentes, el motivo central de los ataques no fue militar ni político, sinomero salteo92 . De ninguna manera, en todo caso, las arremetidas mapu-ches contra los que consideraban usurpadores de sus tierras de labranzay pastoreo llegaron al nivel de los que realizaban en los años previos a laocupación. Cuando más, se producía un asalto esporádico, aislado, y demenor envergadura.

“El lunes en la tarde algunos indios de la reducción del cacique Huen-chullan asaltaron tres carretas que iban por los callejones situados entrelos fundos de los señores Enrique Padilla y Adolfo Moreno, dejando ados de los conductores de ellas gravemente heridos. Como es natural, elmóvil de los indios fue el robo”93 .

En el plano de la autodefensa, cuando los mapuches debían rechazara los bandidos que asolaban sus tierras robando sus animales, saqueandosus graneros o asaltando a sus familias, los lonkos actuaron con rapidez yeficiencia para defenderse. En Nueva Imperial, con motivo de un asaltoprotagonizado por una gavilla de bandoleros contra tres mapuches,

90 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 17 de enero de 1886.91 El Bío-Bío, Los Angeles, 4 de abril de 1880.92 El Vergara, Nacimiento, 3 de marzo de 1883.93 El Sur, Concepción, 1 de julio de 1896.

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“uno de los indígenas salió en perseguimiento de uno de los bandidos,el cual se había separado de sus acompañantes, tal vez para desorientara sus víctimas sobre el camino que tomaban, y fue muerto por el fasci-neroso. Los otros dos acometieron entonces la persecución del asesinohasta que lograron darle muerte”94 .

En Quino, también con motivo de un asalto, la comunidad reaccio-nó violentamente.

“Una partida de diez indios salieron en persecución de los salteadores,los que alcanzaron en El Salto. Estos, a lo que vieron a sus perseguido-res, dispararon sus revólveres sobre ellos e hirieron a dos indígenasllamados Antonio Huenuhueque y Rosario Guantecol; el primero reci-bió un balazo en la cabeza y el segundo otro en el estómago. Créese quemorirán. Los demás indios lograron apresar a uno de los salteadores,Baldomero Molina, a quien después de hacerle varias heridas en lacabeza a garrotazos, lo condujeron al cuartel de policía de esta Subdele-gación”95 .

En 1899, una improvisada montonera de mapuches salió en perse-cución de tres cuatreros que robaron un animal de la propiedad de Jua-na Huaiquimilla. “Principiaron a pesquisar los rastros y en un monte,siendo ya de noche, encontró que estaban despostando al buey con muchapresteza, sirviéndose para ello de la luz de una vela”96 . Timoteo Riquel-me, reconocido como líder de los cuatreros, era un típico mestizo: oriundode Itata, jornalero, de 20 años de edad, fue condenado a presidio portres años y un día.

Pero, como se desprende de las noticias publicadas por los diarios dela frontera, no siempre los mapuches sacaron la mejor parte en sus con-tra-ataques ni tampoco tuvieron la oportunidad de recabar totalmentesu afán de venganza: sobre ellos se impuso la sujeción a las normas yreglas estatales.

94 La Voz de Traiguén, Traiguén, 10 de enero de 1891.95 El Victoria, Victoria, 10 de noviembre de 1892.96 “Criminal contra Timoteo Riquelme, Pedro López y Abelardo Ruiz, 11 de enero de1900”, en A. J. T. Vol. 12.

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“El lunes fue asaltado en el lugar denominado Llancahue, por dosbandidos, un indígena llamado Antonio Curapí”, escribió el DiarioComercial el 19 de enero de 1895, “con el objeto de arrebatarle elcaballo que montaba. Como es lógico, el asaltado se defendió, lo cualvisto por los forajidos empezaron por darle de puñaladas, una de ellasen el corazón, que le causó una muerte instantánea. Los Indios de esareducción en cuanto tuvieron conocimiento del crimen, se pusieron enpersecución de los malhechores, a los que alcanzaron trabando unaencarnizada lucha con ellos y resultando muerto el bandido Juan FelixCalabrano”.

A pesar de los pequeños éxitos que tuvieron algunas comunidades enla defensa de sus derechos, el panorama general fue de desolación des-pués de la derrota militar de comienzos de los 80s. En otras palabras, loscasos en que los mapuches lograban rechazar a sus victimarios eran mu-cho menores a las oportunidades en que eran brutalmente asesinadospor sus nuevos enemigos. Pero a medida que se consolidaba la ocupa-ción chilena de sus tierras y que los jueces y policías favorecían a losmestizos con sus sentencias, algunos mapuches comenzaron a reprodu-cir las conductas del mestizaje, transformándose en bandidos o cuatre-ros. Domingo Melín, cacique afamado en los años previos a la “Pacifica-ción”, fue en más de una ocasión descrito por la prensa como el típicobandolero mestizo. “Domingo Melín era detestado en la frontera”, es-cribió El Bio-Bio de Los Angeles con motivo del asesinato de Melín desu hijo y de 23 mocetones en las cercanías de su residencia a principiosde octubre de 1880, “por los crímenes frecuentes que encubrió o quecometió, y había muchos que deseaban su exterminio y el de su reduc-ción, guarida de bandoleros incorregibles”97 . Dos años después, La Li-bertad Católica reportaba: “Los indios de alta frontera, según noticias, sehan desorganizado completamente. Pero reunidos en pequeños gruposy puestos en acecho en los caminos de más tráfico, asaltan, matando yrobando al fiado y desprevenido caminante”98 . En 1881, los mapuches“Meri, Melín y otros” fueron acusados de ser los autores del incendiointencionado del fundo de Rudecindo Elgüeta, lo que les valió la sen-

97 El Bío-Bío, Los Angeles, 17 de octubre de 1880.98 La Libertad Católica, Concepción, 7 de enero de 1882.

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tencia de cinco años de presidio. Sin embargo, la pena no pudo serejecutoriada.

“El juez de la subdelegación que suscribe certifica que no es posibleaprehender a los indígenas Menehiguero Melín, Marigual y Levin, queaparecen en este sumario como principales autores de los crímenes quese investigan, porque según es notorio, son los jefes o cabecillas de laspartidas de indios armados que hostilizan la frontera desde tiempo atrásy se encuentran en el territorio indígena y fuera de la jurisdicción deeste juzgado”99 .

Aquel mismo año se apresó a Juan Marillán, el cual confesó “que seencontró y tomó parte en el ataque dieron los indios el día 3 del presenteen esta frontera, participando en los asesinatos que en ella se cometie-ron”100 . Dos años más tarde, Francisco Quilaqueo fue procesado por hur-to en el juzgado de Angol y los mapuches Manuel Calvul Petriqueo yAncaluan fueron acusados del asesinato de Ildefonso Paredes, pero ambascausas fueron sobreseídas por ausencia de pruebas101 . Pedro Soto Milla-leo, mediero con la vecina Rosa Cea de Rioseco, fue acusado en 1887 delincendio y quema del trigo en el paraje compartido por ambos en lascercanías de Tub-tub. El mapuche negó la acusación y fue sobreseído102 .

Los caminos de la antigua Araucanía siempre habían ofrecido protec-ción a los caminantes pues la tradición establecía que cada lonko o comuni-dad asumía la responsabilidad por las vidas y bienes de aquellos que pasabanpor sus tierras. Pero, como lo demuestran estos hechos, después de la ocupa-ción esta tradición mapuche yacía en ruinas y nada surgía en su reemplazo.En 1894, con motivo del intento de arresto de Juan Marín, acusado de roboen Repocura, el comandante del piquete policial enviado para apresarlo fuesorprendido por una pequeña turba que frustró su comisión.

99 “Criminal de oficio por robos e incendios contra Meri, Melín y otros, Angol, 2 de febrerode 1881”, en A. J. A., Vol. 2 (1880-1881).100 “Criminal de oficio por robos contra Juan Marillan, Angol, 12 de febrero de 1881”, enA. J. A., Vol. 2.101 “Criminal de oficio contra Francisco Quilaqueo por hurto, Angol, 8 de abril de 1884”,y “De oficio para averiguar el asesinato de Ildefonso Paredes”, Angol, 14 de mayo de 1883”,en A. J. A. , Vol. 3 (1882-1883).102 “Criminal por robo contra Ezequiel Villagra , Pablo Soto y Tomás Pérez, Temuco, 17 deoctubre de 1887”, en A. J. T. , Vol. 1.

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“Se acercó a mí el padre de Marín tomando las riendas de mi caballo,queriéndome quitar la orden, dándome de golpes con un palo, y aunán-dose a otros más que estaban en casa de éste… entre más de veinteindios que tal vez estaban preparados para este intento, además de estoacometieron con los mismos celadores, derribándolos de sus caballosrecibiendo varias heridas”103 .

La profusión de armas de fuego, la imitación exagerada de las moda-lidades mestizas y la tensión que se vivía a consecuencias de las conti-nuas pérdidas de tierras, de prestigio y de autoestima, pavimentaron elcamino para que los mapuches cometieran hechos cada vez más cruen-tos. A mediados de octubre de 1891, cuatro mapuches fueron acusadosde asesinar al agricultor Natalio Campos, quien se había asentado a ori-llas del río Quepe.

“Era tan honrado como trabajador y siempre su mano generosa estuvoabierta para hacer el bien y en particular lo hacía a los mismos que tancobarde y bárbaramente lo asesinaron a balazos. Los asesinos ensañadosya con la sangre de su víctima, trataron de ultimar a su desgraciadaesposa, a la que dejaron exánime agonizante atravesado el vientre de unbalazo”104 .

En medio de la incertidumbre y el terror que causó en Temuco lamuerte de Tránsito Cancino y la menor Sabina Paredes, las autoridadesprocedieron a acusar a Juan Huenchuñir, Lincopan y Andrés BlancoAntinao. No obstante, “a pesar de las amenazas y castigos de los solda-dos de la Policía Rural”, los inculpados reclamaron su inocencia105 . So-breseídos de los cargos, el forense de la ciudad declaró que ambas habíanmuerto por inmersión. Mucho más grave fue el homicidio cometido porJosé María Romero y Cayuqueo Romero en junio de 1896.

“El reo don Juan de Dios González en sus declaraciones y confesiónexpone que en la noche del suceso, y después de la fiesta de indios que

103 “Causa criminal por hurto contra Juan Marín, 01 de octubre de 1894”, en A. J. T., Vol.4.104 El Constitucional, Temuco, 18 de octubre de 1891.105 “Contra Juan Huenchuñir, Lincopan y Andrés Blanco Antinao por homicidio, Temuco,15 de abril de 1895”, en A. J. T., Vol. 5.

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tuvo lugar en Truftruf, se dirigió a su casa acompañado de Pedro Mu-ñoz y de atrás venían los indios José María y Cayuqueo Romero, y al seralcanzados, José María Romero preguntó a Muñoz si llevaba plata, a loque éste contestó negativamente. Y entonces el indígena le dijo a suhermano en español: Matémoslo, y se avalanzaron sobre él, lo echaronsobre el suelo y le dieron de puñaladas. El declarante, que era amigo deMuñoz, trató de defenderlo, y en las agonías de la muerte lo tomó de lamanga hasta arrancársela, recibiendo una puñalada en la sien derecha acausa de su intromisión y asestada por José María Romero”106 .

Los asesinatos y hechos de sangre atribuidos a los mapuches eran, entodo caso, menores en número a las acusaciones que se levantaban en sucontra por abigeato, robo de animales o cuatrerismo. En 1883, en An-gol, los mapuches “Quintrileo, Reugue Yrio, Toras y Cunlao”, fueronacusados de robo de animales, pero sobreseídos posteriormente107 . Cin-co años más tarde, los mapuches Juan Leviqueo, Lorenzo Painefil, JuanCholchol y Manuel Catriu, fueron declarados reos por abigeato en eljuzgado de Angol108 . Encontrados culpables del delito, fueron conde-nados a servir tres años y un día. En 1888, en Temuco, el mapucheNahuelvil Carrasco, de Pitrufquen, fue sindicado por el reo Amado Her-mosilla como el verdadero autor del robo de un caballo en los suburbiosde la ciudad109 . En 1891, Cariqueo y Paine fueron sometidos a procesoacusados del hurto de una “vaquilla”, de propiedad de José Ciliano Zu-rita; después de un par de comparendos, ambos fueron sobreseídos porausencia de pruebas110 . En marzo de 1892, los mapuches Huenao yLlanquen fueron presentados al Juzgado Criminal de Temuco por el co-mandante de Policía Urbana de la ciudad bajo acusación del robo de unnovillo de Tiburcio Molina.

“Practiqué el allanamiento de las casas de Huenao y y de Llanquén,

106 “Causa criminal contra José María Romero, Cayuqueo Romero y Juan de Dios Gonzálezpor homicidio de Pedro Muñoz, Temuco, 12 de junio de 1896”, en A. J. T., Vol. 6.107 “Querella criminal por hurto contra los indígenas Quintrileo, Reugue Yrio, Toras yCunlao, Angol, 30 de octubre de 1883”, en A. J. A. Vol. 3.108 “Criminal de oficio por hurto Juan Leviqueo, Lorenzo Painefil, Juan Cholchol y ManuelCatriu, Angol, 22 de septiembre de 1888”, en A. J. A., Vol. 5.109 “Criminal contra Blas Navarrete (indígena) por hurto, Temuco, 28 de agosto de 1888”,en A. J. T. Vol. 1.

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encontrando en ellas parte de la carne del novillo hurtado (…) por lasaveriguaciones hechas, resultan ser los autores el indígena Huenao,Llanquén y Maripan, individuos que se habían ocultado en las monta-ñas antes de mi llegada”111 .

Tranamil, Reuque y otros mapuches fueron sindicados en octubre de1893 como autores del hurto de un caballo; similar cargo enfrentó Gre-gorio Llanquihue a mediados de septiembre de ese mismo año. En ene-ro de 1894 Pedro Tapia acusó a Martín Coliman del hurto de dos caba-llos, los cuales fue sorprendido trasladando hacia Nueva Imperial. Sibien Coliman negó los cargos, pesó en su contra la declaración hechapor el juez local de El Manzanal:

“Que es verdad que el indígena Martín Coliman ha sido amonestadovarias veces por hurto ante mi juzgado, y varios de los que lo han acusadohan dejado sin efecto su acusación, temiendo no les vuelva a robar otravez. Pues este indio tienen aquí en el lugar muy mala reputación”112 .

Levipi, de las cercanías de Lautaro fue acusado de vender una yuntade bueyes de propiedad de María Cid, a fines de abril de 1895. Deacuerdo a su declaración judicial, “llevando una carreta alojó en el cami-no y mientras dormía le hurtaron los bueyes que estaban amarrados alpié de la carreta”113 . El caso fue sobreseído por falta de pruebas.

En Thormen, a corta distancia de Cholchol e inmediatamente al norte deTemuco, una granja de españoles fue asaltada en 1893 por “varios indios”.

“Después de entregarse a todos los excesos del más brutal salvajismo”,reportó El Cautín, “se llevaron cuanto encontraron a la mano. Sería unamedida de represión que se ajitara la pronta organización de la policíarural para que pusiera a raya a estos bandidos legendarios”114 .

110 “Contra los indígenas Cariqueo y Paine por hurto, Temuco, 03 de diciembre de 1891”,en A. J. T., Vol. 2.111 “Sumario sobre el hurto de un novillo de Tiburcio Medina, Temuco, 30 de marzo de1892”, en A. J. T., Vol. 2.112 “Pedro Tapia contra el indígena Martín Coliman por hurto, 9 de enero de 1894”, en A.J. T., Vol. 4.113 “Contra Levipi, indígena, por hurto, Temuco, 30 de abril de 1895”, en A. J. T. , Vol. 4.114 El Cautín, Temuco, 3 de diciembre de 1893.

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En Púa, a fines de noviembre de 1897, el mapuche José AntonioQuintrel fue despojado de “una yunta de bueyes enyugados, 20 cabezasde ganado menor, 4 mantas, 5 vellones de lana y un pañuelo de rebozo.Entre los asaltantes, conoció Quintrel a un mocetón del cacique Huen-chulao”115 . Antonio Huaiquilaf y Pedro Lienan, sorprendidos en pose-sión de una yunta de bueyes en la localidad de La Labranza, fueronacusados de robo a mediados de julio de 1896. Después de negar loscargos formulados en su contra, ambos fueron sobreseídos por falta depruebas116 . Sin embargo, a pesar de estos sucesos, pocos mapuches tu-vieron durante este período un problema de trascendencia con la justi-cia chilena, comenzando tan sólo a figurar desde 1895 en los registroscarcelarios en condición de reos117 .

No obstante, contradiciendo los prejuicios y estereotipos acuñadosen su contra, de modo creciente los mapuches se acogieron al sistemainstitucional y procuraron resolver a través de los tribunales los proble-mas de hurtos y robos que les aquejaban. En ese sentido, la documenta-ción citada en los juzgados de Angol y Temuco es elocuente por la can-tidad de causas iniciadas por sujetos mapuches contra los mestizos queles despojaban de sus bienes o contra sus propios hermanos de raza.

“Manuel Raniqueo, a U. S., respetuosamente expongo:que el día Domingo seis del presente fui víctima del hecho que paso aexponer: en el puente de Cohiueco de este Departamento, y como a lasnueve de la mañana del dicho día, me salieron en el camino los indíge-nas Huinca, Trarcal y Lauquen. Yo iba de a caballo, pero como mesalieron de sorpresa, no tuve lugar ninguno de salvarme del peligro, ylogró uno de ellos tomarme del pescuezo y el otro quitarme una mantade hechura de lana de color monte que no vale más de 25 pesos”118 .

En 1897, los mapuches Millavil, Huincatralcal y Francisco Millaviltestimoniaron a favor de Ricardo Benavente, en el juicio que éste inicio

115 El Victoria, Victoria, 27 de noviembre de 1897.116 “Causa criminal contra Antonio Huaiquilaf y Pedro Lienan, Temuco, 16 de julio de1896”, en A. J. T., Vol. 6.117 La Cruz del Sur, Temuco, 14 de julio de 1895.118 Denuncia de Manuel Raninqueo en “Causa criminal contra los indígenas Huinca,Trarcal y Lauquen, Temuco, 24 de diciembre de 1895”, en A. J. T., Vol. 5.

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contra Juan Trangolab por hurto. Hechos como estos demuestran quelos antiguos lazos de sangre sufrían fuertes tensiones a medida que seconsolidaban las instituciones jurídicas chilenas, debilitando los lazosde solidaridad que antaño habían protegido a los transgresores mapu-ches. La mezcla de costumbres no sólo producía un relajamiento en elámbito de la cultura, sino que también se manifestaba en el surgimientode nuevas redes en el plano social. Estas nuevas redes, de apoyo y asis-tencia mutua, comenzaban a sobrepasar los límites étnicos tradiciona-les, en lo que fue una verdadera contrapartida de la violencia horizontal.En este sentido se pueden citar aquellos casos en que algunos mapuchesacudían a los tribunales a denunciar a sus coterráneos por hechos delic-tuales. Así ocurrió con Lorenzo Huenteman, denunciado en 1898 por“el indígena Pedro Morales de estar comprometido en el hurto de unoscaballos”119 . Paradójicamente, la hoja de vida del denunciante no eranada halagadora, “es mayor de edad, profesión agricultor, tres veces pre-so: dos por ebrio y una vez por pendencias”.

En verdad, cualquiera que fuesen las circunstancias, lo cierto es queentre 1880 y 1900, la activa defensa de sus derechos ancestrales y de susmodalidades de vida, llevó a muchos mapuches a transformarse en crimi-nales en el nuevo ordenamiento social implantado por el Estado chileno.De esa manera, su ingreso a la historia fue por vía de la ficha criminal que,en términos formales, consagraba su criminalización. “En Temuco, a ca-torce de octubre de 1896 compareció el indígena Lafquen. Bajo promesade decir verdad, que prestó por medio del intérprete oficial, dijo: SoyCalfur por parte materna, casado, agricultor, araucano, por primera vezpreso, de cuarenta años y no sé leer ni escribir”120 . Más grave fue el con-tacto que estableció con el Estado el mapuche Juan de Dios Quidel, acu-sado del homicidio de su coterráneo Marileo Painemal a principios deenero de 1900. Alertadas las autoridades por el mapuche Ignacio Trulcal,se presentó en el lugar del deceso el sub-inspector Víctor Campos, quienapresó a Juan Quidel como presunto autor del atentado121 .

119 “Criminal por hurto contra Lorenzo Huenteman, Angol, 25 de octubre de 1898”, en A.J. A. Vol.8.120 Ibid. Declaración del indígena Lafquen.121 “Criminal contra Juan de D. Quidel por homicidio, Temuco, 2 de enero de 1900”, en A.J. T., 2º. Juzgado, Vol. 12.

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“El mismo día, puesto a disposición del juzgado el detenido Juan Qui-del, se le llamó a declarar y bajo promesa de decir verdad dijo: soyaraucano, casado, agricultor, de treinta años de edad, no sabe leer perosi firmar y nunca preso. Ayer anduve con mi padre Mauricio Quidel enlas carreras que tuvieron lugar en Maquehua y en la tarde cuando nosvolvíamos se juntó con nosotros mi cuñado Marileo Painemal y nos dijoque iba a ver a su mujer, que estaba en casa de Lincol, mi hermano, pueses hija de este último. Nos pasamos para este lado del Cautín y nospusimos a beber en los despachos que están a la salida del pueblo. Mipadre y José Luis Llancanihuen se adelantaron y se fueron a la casa delúltimo; y yo con Marileo Painemil nos quedamos bebiendo un ratomás. Después de esto me embriagué y como así mismo mi compañeroy desde esa hora yo no me doy cuenta de mis actos pues no sé como mefui ni como llegué a mi casa, que según mi familia había sido como a lasdiez de la noche y ni mucho menos sé de mi compañero hasta hoy,cuando supe que su cadáver se había encontrado en el paso de LosQuiles, que dista de mi casa como veinte cuadras. Yo no andaba trayen-do revolver ni arma de ninguna especie. Por otra parte, el muerto era miamigo y nos llamábamos cuñado por ser casado con una sobrina. Igno-ro quién haya sido el autor del homicidio, porque el cadáver según laherida, ha sido muerto a bala al parecer. Soy hombre honrado y traba-jador y si me ha tomado como presunto autor es por el hecho dehaberse juntado ayer Marileo Painemal conmigo”.

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CAPÍTULO VMATAR Y MORIR EN TIERRAS LEJANAS: LOS COLONOS

Y LA VIOLENCIA FRONTERIZA, 1880-1900

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La Araucanía fue el escenario, desde la dictación del decreto de 1882que creó el cargo de Agente general de Colonización, de una intensapolítica de inmigración de colonos europeos —principalmente ingleses,suizos, alemanes y franceses— cuyo principal objetivo sería repoblar losterritorios tribales. Esta política tenía por objetivo no declarado el reem-plazo de la población nativa por un contingente humano más diligente,hacendoso y disciplinado, como se pensaba a los inmigrantes de aquellaépoca1. La tasa de inmigración durante el período que cubre este trabajofue irregular, como se desprende del siguiente cuadro elaborado sobre labase de datos que proporcionó Tomás Guevara.

Inmigrantes Europeos en Araucanía, 1883-1890

Fuente. Tomás Guevara, Historia de la Civilización deAraucanía, Santiago, 1902, Vol. 3, pp. 482-483.

1 Sobre la inmigración, véase CARMEN NORAMBUENA, “La Araucanía y el proyecto moderniza-dor de la segunda mitad del siglo XIX. ¿Éxito o fracaso?”, en JORGE PINTO RODRÍGUEZ,Modernización, inmigración y mundo indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX, Temuco,UFRO, 1998, p. 251; JUAN CONTRERAS Y GINO VENTURELLI, Nueva Italia. Un ensayo decolonización italiana en la Araucanía, 1903-1906, Temuco, UFRO, 1988; BALDOMERO ESTRA-DA, “Colonización y civilización europea en la frontera: el caso de la Colonia Nueva Italia”,en JORGE PINTO, Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur, Temuco, 1996.

1883-1884 42.0561884-1885 1.3761885-1886 1.0431886-1887 3301887-1888 2121888-1889 1.6801889-1890 364

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En suma, el número de inmigrantes ascendió durante esa primeradécada a 7.421 sujetos, los cuales en 1895 registraron una baja a 5.310.El número total de familias asentadas, que en 1895 subía a 1.074, dis-minuyó a 709 apenas dos años después. Para las autoridades de la época,el fracaso de la inmigración extranjera en la Araucanía fue una conse-cuencia directa de la falta de experiencia de los inmigrados en tareasagrícolas. Refiriéndose a los colonos de Quino, el Inspector encargadode constatar el desarrollo de las comunidades expresaba:

“Otro grupo digno de estudio y característico del espíritu con que hanprocedido algunos de nuestros sub-ajentes en Europa, es el que formaen Quino unos 13 o 14 antiguos cocheros, la mayor parte de los cualesvivían, hace pocos años, en Berlín (…) reunidos, una noche, en unataberna, y bajo la influencia del licor o la desesperación, estos industria-les determinaron dejar plantados, patrón, caballos y carruajes, y venirsea Chile a tentar fortuna, en la condición de agricultores y colonos”2.

Es probable que los observadores de la época tuvieran en parte razón,pero es innegable que ellos mismos minimizaron un factor mucho másdramático: la creciente violencia que ejercían los mestizos sobre los re-cién llegados. En realidad, las autoridades no sopesaron la reacción desu estrategia de “reemplazo de gente” en el turbulento mundo de laplebe local.

La diseminación de las colonias inmigrantes hacia espacios perifé-ricos y los continuos conflictos que surgían entre las nuevas comunida-des implantadas y las mapuches se tradujo en intensos conflictos y riva-lidades que, en más de una oportunidad, bañaron de sangre las tierrasaraucanas.

“Ha pesado de preferencia sobre el agricultor extranjero la rapacidad delos malhechores”, apuntó Errázuriz, “porque viven más aislados, cono-cen menos las costumbres y los medios de represión contra los crimina-les. El sentimiento general de los habitantes no era favorable tampoco asu tranquilidad; no simpatizaban con los que creían que les arrebatabanel trabajo y sus beneficios”.

2 Isidoro Errázuriz, Las tres Razas.

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Los colonos, desprovistos de la seguridad que les podía brindar elEstado, se convirtieron rápidamente en víctimas de la violencia desatadapor los bandidos mestizos y por los mapuches. “Salteo escandaloso”,rezaban los titulares de La Igualdad de Mulchén el 16 de marzo de1880, “a la salida del puente de Mulchén saltearon la manta, el chaquey el caballo al joven Manuel Antonio Lainese, no sin haberlo arrastradocomo media cuadra por el suelo en mangas de camisa”. Tres años mástarde, el juez del crimen de Angol daba cuenta del ataque perpetradocontra Vicente Fabre por “varios indios que se hallaban alojados en casadel ofendido y algunos trabajadores de los fundos vecinos que se encon-traban en dicho punto bebiendo licor”3. En los años posteriores, unavez que los colonos demostraron que no estaban dispuestos a dejarsematar o robar sin cobrar su propia cuota de sangre, las acciones desata-das contra ellos eran protagonizadas por gavillas de bandoleros. “En elinterior de la Araucanía, en las inmediaciones de uno de los fuertes”,informó El Eco del Sur en su edición del 9 de agosto de 1885, “variosbandidos estropearon y saltearon a un extranjero, un señor Michel. Apesar de perseguirse a los bandidos no se ha podido haber a ninguno”.En las cercanías de Nacimiento, a principios de marzo de ese mismoaño, se registraron dos hechos de sangre que conmovieron a la región yque involucraba a colonos y bandidos. “Del primero aparecieron dos delos últimos [bandidos] completamente carbonizados por las llamas queconsumieron la casa donde vivían y del segundo resultaron muertos otrosdos de la colonia alemana”4. Un año más tarde, uno de los agresorescontra los colonos fue ejecutado en la plaza pública de Angol.

En Los Angeles, en agosto de 1887, una pandilla de trabajadorescarrilanos, asaltó la granja del colono José Antonio Sabbio:

“Apenas llegaron a la habitación del colono, los asaltantes en número de10 se dividieron: unos cuantos quedaron afuera en calidad de loros,según la jerga de los bandoleros, para dar aviso de una sorpresa de losvecinos, agentes del orden, y el resto penetró a la casa (...) En cuanto sevio asaltado el desgraciado colono, echó mano de una tranca y trató de

3 “Criminal por heridas contra José Angel Domínguez, Angol, 11 de enero de 1883”, en A.J. A. Vol. 3.4 El Vergara, Nacimiento, 7 de marzo de 1885.

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rechazar a palos a los facinerosos; pero éstos muy pronto lo desarmarony lo atacaron a hachazos hasta dejarlo exámine, del último golpe lepartieron horriblemente el cráneo quedando en el suelo esparcida lamasa cerebral (...) a los gritos y voces de auxilio que alcanzó a dar elagredido, acudió luego su mujer (...) Los criminales en el acto la em-prendieron a hachazos contra la pobre mujer asestándole en la cabezacasi todos los golpes; al niño que llevaba en brazos le dieron una horri-ble puñalada en la cara que le vació un ojo y a puntapiés y a garrotazosdejaron tendidos y sin conocimiento a las otras dos criaturas”5.

Ese mismo año, el colono José Schwardtmann fue asaltado en lascalles de Temuco por tres o cuatro cogoteros, los que lograron quitarle “2mantas de abrigo y el dinero que llevaba”6. En Temuco, el brutal asaltosufrido por una familia de colonos en los arrabales de la ciudad llevó aldiario El Cautín a exclamar:

“¡Situación! Debemos calificar las cosas por su nombre. El atentadosobre una familia de colonos nos da la medida de las depredaciones quese efectúan en nuestros campos. Al abrigo de la impunidad unos cuan-tos facinerosos se cebaron en el pillaje en la casa de un honrado colonoalemán. A pesar de haberse hecho sentir la acción de la justicia, creemosque no es lo bastante, hay necesidad suma de vigilancia en los subur-bios de nuestra ciudad cuando a las puertas de ella misma se llevan acabo a mano armada crímenes de la naturaleza de los que ha dadocuenta la prensa local”7.

Dos años después, en las inmediaciones de Nueva Imperial, el colo-no alemán “Graff y el chileno Carrillo”, fueron brutalmente asesinadospor una partida encabezada por el gobernador intendente de la provin-cia Manuel Rioseco y un crecido número de cómplices. “El cadáver deGraff fue encontrado con un balazo en cada brazo y además un golpeferoz que le partió el cráneo y que, según se supone, fue el golpe degracia”8. En 1889, el reo Nicanor Salas reconocía haber robado herra-mientas al colono Fridolin Newman, “porque estaba en completo estado

5 El Bío-Bío, Los Angeles, 28 de agosto de 1887.6 El Cautín, Temuco, 20 de mayo de 1887.7 El Cautín, Temuco, 8 de julio de 1888.8 El Horizonte, Mulchén, 27 de noviembre de 1889.

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de embriaguez y no saber darse cuenta de lo que hacía…”9. Un año mástarde, en el camino a Victoria, fue asesinado a balazos el colono suizoJacob Utzinger, mientras que en Chacaico, cerca de Ercilla, Pablo Wito-roski era despojado de sus bienes, escopeta y provisiones10. En el caminode Traiguén a Quechereguas fue asaltado el colono alemán Federico Lin-dermayer por un grupo de

“fascinerosos que ha sentado sus reales en un bosquecillo cercano...eldesgraciado Lindermayer llegó el lunes a Quechereguas en un estadolamentable y con las manos atadas a la espalda. Son tan graves lasheridas que recibió que al presente se desespera salvarle. Se nos dice queaún no recobra el uso de la palabra”11.

Florentino Blanc, otro colono suizo asentado en las cercanías de Trai-guén, fue asesinado a fines de febrero de 1893. “El cuerpo de la víctimaestaba acribillado de puñaladas, llegando al número de32 el de éstas”12.La crónica del diario señalaba además que Blanc era padre de seis hijos,y era conocido como “hombre muy honrado y cumplido”. El primercaso de un ataque contra colonos que llegó al juzgado de Temuco fue elcaso de Teófilo Art, de nacionalidad rusa, “25 años, casado, agricultor”,quien fue asesinado en las inmediaciones de Nueva Imperial.

“La causa precisa y necesaria de la muerte de Art”, reportó el fiscal, “fuela asfixia por estrangulación. El cadáver presentaba además cuatro heri-das en el rostro hechas con garrote y piedra (…) la impresión que dejael estudio de este proceso es la de que [José Manuel] Huento y [José]Reyes no son ajenos a la muerte del colono Art…13”.

Incluso los agentes gubernamentales sacaron ventaja de la posiciónindefensa en que se encontraban los colonos para abusar de ellos y des-pojarles de sus bienes. Un incidente de esta categoría fue registrado por

9 “Criminal contra Nicanor Salas, Temuco, 30 de diciembre de 1889”, en A. J. T., Vol. 1.10 La Voz de Traiguén, Traiguén, 24 de septiembre y 5 de octubre de 1890.11 La Voz de Traiguén, Traiguén, 12 de noviembre de 1890.12 El Traiguén, Traiguén, 25 de febrero de 1893.13 “Contra José Manuel Huento y José Reyes por homicidio, Temuco, 20 de julio de 1894”,en A. J. T. Vol. 4.

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Guillermo Harlem, quien se querelló contra el juez de Subdelegación deLautaro en 1891.

“Pero aunque yo en mi carácter de colono inglés me considero igual a loschilenos, con respecto a los derechos que nos son garantidos por laConstitución Política del Estado, habría hecho caso omiso de las veja-ciones y atropellos cometidos en mi persona, si a estos no se hubieraagregado el robo cometido por don Julian Voigt…”14.

La violencia contra los colonos persistió en el tiempo, quizá ali-mentada por el resentimiento y la frustración que causaba su crecienteprosperidad, en abierto contraste con el estado de miseria y pobreza enque continuaba viviendo la amplia masa mestiza y mapuche. “Fueronasaltados por bandidos armados de carabinas, cuatro colonos, en el ca-mino de Traiguén a Victoria”, informó La Situación de Angol en 1898,“uno de ellos, Miguel Finot, fue muerto de un balazo y los demás logra-ron escapar ocultándose en la montaña”15. En Lautaro, a mediados dejulio de 1898, “una partida de bandidos”, asaltó la granja del colonoSantiago Ruanet sin que se registraran hechos de sangre16. En el caminoque unía Traiguén con Victoria fueron asaltados cuatro colonos francesespor una partida de bandidos armados de carabina. “Uno de los colonos,Miguel Finot, fue muerto en el acto y los demás se escondieron en lamontaña. Los bandidos los despojaron de cuanto tenían”17. La intimi-dación contra los colonos no disminuía a fines del siglo. Por ese motivo,el colono Juan Mansoulet escribió una carta abierta al gobernador deldepartamento de Mariluan denunciando

“el espantable progreso de la criminalidad en esta región austral del país,la cual calculada tomando por base la proporción numérica de sushabitantes, presenta estas provincias como las más inseguras del conti-nente americano para la vida y desarrollo de los intereses de la agricultu-ra y demás industrias anexas; es un deber de todo ciudadano que ame

14 “Guillermo Harlem contra Lizardo Oñate y Julián Voigt, Temuco, 9 de diciembre de1891”, en A. J. T., Vol. 1.15 La Situación, Angol, 11 de abril de 1898.16 La Voz Radical, Lautaro, 30 de julio de 1898.17 El Traiguén, Traiguén, 6 de abril de 1898.

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verdaderamente a su patria y se interese por su prestigio y prosperidadpermanentes, allegar el contingente de sus esfuerzos y de sus luces a larealización de aquel propósito patriótico”18.

El cuadro más explícito de la violencia mestiza que se dejó caer sobrelos inmigrantes lo proporcionó un recuento realizado por un colono ale-mán de la decadencia que experimentaba la colonia extranjera de Ercilla,que en menos de 14 años, había perdido la mitad de sus habitantes origi-nales. Dejados a la “buena de Dios” y dispuestos a sobrevivir en un medioviolento y hostil, los colonos pasaban sus días hostigados por continuaspartidas de bandidos que asolaban sus posesiones y amenazaban sus vidascon extraordinaria regularidad. “Sangriento salteo: un colono muerto”,tituló La Voz de Traiguén en julio de 1890, al dar cuenta del asalto come-tido contra la granja de un colono suizo apellidado Pequignot por cincobandidos. Disfrazados de policías rurales, los malhechores demandaronentrar a la residencia para apresar a un supuesto fugitivo.

“Esta orden, sin antecedente ni razón alguna, produjo como era natu-ral, la más justificada desconfianza y en consecuencia el jefe de familia senegó a abrir la puerta. Los bandidos se sintieron ofendidos con estaactitud, para hacerse respetar dirijieron sus carabinas contra la casa,disparándolas sobre ella y acribillándola a balazos...”19.

Dos meses más tarde, en similares circunstancias, fue asaltada la granjade la familia Reidel, perteneciente a la colonia de Galvarino, por seisbandidos perfectamente armados de carabinas y otras armas”. Al igualque en el caso de los Pequignot, los bandoleros acribillaron a balazos lapropiedad. El ruido de la balacera, sin embargo, despertó a los demásmiembros de la colonia, los que acudieron en auxilio de los Reidel.

“Llegaron en socorro de la familia Reidel dos hijos del colono Kleinsteber”,informó La Voz de Traiguén, “al verles los bandidos se fueron sobre ellos y losmaltrataron sin lograr vencerlos (...) numerosos colonos acudieron en defensade sus compañeros, lo cual, visto por los salteadores, emprendieron la fuga”20.

18 El Victoria, Victoria, 30 de diciembre de 1899.19 La Voz de Traiguén, 16 de julio de 1890.20 La Voz de Traiguén, 3 de septiembre de 1890.

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La violencia desatada por el mestizaje contra los colonos durante aque-llos años es un hecho innegable, pero sería un error reproducir los este-reotipos humanos acuñados por la historiografía tradicional y pretenderque todos los colonos eran sujetos hacendosos, ahorrativos y nobles. Comoen todo grupo humano, en sus filas abundaban también los bribones,prepotentes y abusivos, más todavía cuando algunos de sus contingen-tes eran extraídos de las regiones más pobres de Europa o directamentede sus presidios. Así quedó demostrado en la causa criminal iniciada enAngol contra Conrado Hofman, Gustavo Weiner, Guilllermo Buch yRicardo Weiner, “todos de nacionalidad alemana, los cuales son acusa-dos por Bartolo Montero de ser autores de hurto de mil doscientos pe-sos que en billetes o metálico le sustrajeron anoche, escalándole su casahabitación”21. En Angol, a fines de 1884, fueron sorprendidos Van Wieny Young, “comerciando en mercaderías que decían ser de la mejor clasey sus géneros de hilo puro… se dicen portadores de artículos de lasmejores fábricas de Bruselas”22. En el mismo Juzgado se procesó a JuanSaint Jean por injurias y vejaciones cometidas contra Francisco Rivas23.

Entre los propios colonos se produjeron ajustes de cuentas quemancharon de sangre la historia de los hombres que fueron trasladadosa la Araucanía para que, con su fervor empresarial, sus ambiciones defuturo y sus habilidades, asentaran allí las bases de la modernidad. Re-portando el asesinato de Santiago Schwitzer, La Voz de Traiguén señalóen junio de 1890,

“se presentó en casa de éste un individuo que había trabajado en otrotiempo en medias con él y entregó a la señora de Schwitzer el sombrero y lasespuelas de éste, diciéndole que los había encontrado en el camino y loshabía conocido. Es de advertir que el tal individuo había tenido disputascon Schwitzer y se había separado disgustado de la hijuela de éste”24.

En 1896, Carlos Westermann fue arrestado bajo la acusación de ha-

21 Criminal por hurto contra Conrado Hofman, Gustavo Weiner, Guilllermo Buch yRicardo Weiner, Angol, 30 de abril de 1881”, en A. J. A., Vol. 2.22 “Querella criminal por defraudación, Angol, 15 de noviembre de 1884”, en A. J. A. Vol.4.23 “Querella criminal por usurpación, Angol, 2 de junio de 1886”, en A. J. A. Vol. 4.24 La Voz de Traiguén, 1 de junio 1890.

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ber cometido lesiones a Julio Limpert, a quien agredió a bofetadas en lasafueras de su domicilio25. Un incidente similar se registró en Traiguénen 1897, oportunidad en que el inglés John Sime [sic] se presentó alcuartel de policía de la ciudad para solicitar auxilios “para aprehender aun compañero de él, que habita en su misma hijuela, por haberlo ésteúltimo agredido y haberlo dejado no muy bien parado”26. Al año si-guiente, Emilio Hansen fue acusado de robar a su compatriota RobertoMeyer las siguientes especies: “un terno de ropa casimir, usado, unacamisa, un vestido de señora y seis pesos y 60 centavos en dinero”27.Saferi Zinder, un inmigrante cuya nacionalidad no fue proporcionadapor los periódicos, protagonizó en mayo de 1893 un drama de magni-tud: después de balear al colono Augusto Schifferli, se disparó un balazoen la sien que lo liquidó inmediatamente. “Su cadáver”, informó ElTraiguén, “se quemó por completo por habérsele incendiado la ropa porefecto de la ropa”28.

En realidad, contrariando las expectativas de la élite, no todos loscolonos traídos de Europa se transformaron en prósperos labradores,dedicados al trabajo agrícola, al comercio o al desarrollo de la industria.Abundantes familias de labriegos pobres nutrieron el escenario fronteri-zo con sus proles de huérfanos y allegados que, en busca de un mejorporvenir, se lanzaron a las calles de las nacientes villas y ciudades. “Va-gos”, tituló El País su edición del 26 de diciembre de 1895,

“Un número bastante crecido de estos caballeros ha aparecido última-mente y han tomado como punto de reunión el paseo de la Alameda[de Concepción]. Ellos son en su mayor parte extranjeros, y fingiéndo-se atacados por enfermedades que dicen impedirles el trabajo, andanallí diariamente molestando a medio mundo, reclamando de la caridadalgunos elementos para poder volver a su país”.

En otros casos, los colonos extranjeros dejaron ver que la furibundez

25 “Causa criminal contra Carlos Westermann por lesiones, Temuco, 4 de julio de 1896”,en A. J. T., Vol. 6.26 El Traiguén, Traiguén, 3 de febrero de 1897.27 “Causa criminal contra Emilio Hansen por robo, Temuco, 10 de enero de 1898”, en A.J. T., Vol. 8.28 El Traiguén, Traiguén, 27 de mayo de 1893.

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y la naturaleza violenta no era propiedad exclusiva de los mestizos fron-terizos. Así ocurrió en el incidente protagonizado entre Jorge Schick yCornelio Olsen a principios de marzo de 1894. Acusado de una deudaimpaga, señaló Schick, se levantó

“enfurecido y me pone una mano en la garganta, tal vez con el fin deestrangularme, y luego me pega de bofetones y de puntapiés mientrasyo en esa situación trataba de calmarlo y poco a poco se iba llegando ala puerta del pasadizo para retirarme cuando éste toma una silla dejunco y me tira dar a matarme ofreciéndome a gritos darme a más debalazos”29.

Augusto Hochstelten, boticario de Temuco, fue acusado por uno desus parroquianos que tuvo la mala idea de golpear en la madrugada a laspuertas de su establecimiento: “me descargó de garrotazos que me hizoperder el sentido”30. Una suerte parecida corrió el parroquiano Gumer-cindo Pérez en el bar de Bernardino Fritz. Acusado este último de infli-gir lesiones al peón, declaró:

“Tengo despacho en la calle de Lagos y el martes 10 del presente llegóa él Gumercindo Pérez y me pidió un litro de vino. Y después que se lotomó le cobré el valor y no quiso pagármelo y empezó a insultarme, envista de lo cual yo lo eché para afuera. Pero es falso que yo lo haya heridoni tengo conocimiento de quien haya sido el hechor….”31.

Las acciones delictivas de los inmigrantes no pasaron desapercibi-das a aquellos sujetos de influencia que comenzaban a desplegar un dis-curso anti-inmigración y que buscaban responsabilizar a los asilados detodos los males que afectaban a la sociedad fronteriza. Ese fue el caso delperiódico La Voz del Pueblo de Concepción. En enero de 1890, al co-mentar el “alevoso y cobarde” asesinato de un suboficial de la policía

29 -“Querella criminal por injurias contra Cornelio Olsen, Angol, 16 de diciembre de1893”, en A. J. A., Vol. 7.30 “Criminal contra Augusto Hochstelten por lesiones, Temuco, 10 de marzo de 1897”, enA. J. T., Vol. 7.31 “Causa criminal por lesiones contra Bernardino Fritz, Temuco, 24 de mayo de 1898”, enA. J. T. Vol. 8.

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rural en la localidad de Coihueco, en las cercanías de Lautaro, a manosde José Bridevaux, el redactor señalaba:

“El cobarde asesino que ha sido esta vez como muchas...un ‘colono’(subrayado del diario) de los que la nación mantiene en nuestros cam-pos a plata y corderos gordos, servidos por domésticos chilenos... nopodemos menos de sentirnos hondamente conmovidos sobre todo alconsiderar que los que asesinan a nuestros compatriotas sean los mismosextranjeros que la república hace recoger en las cárceles de Europa...¿para qué? Para que nos asesinen de la manera más infame, atroz ydescarada!; no es el primer asesinato de chilenos cometido por colonos.No. Abierta está todavía la tumba de los jóvenes Pineda asesinados porcolonos en Quino, y hay otros sepulcros abiertos también por esosinfames. ¿algún colono ha pecado su crimen en el patíbulo? No”32.

Lo que olvidaba señalar el redactor del periódico es que, apenas dosaños antes, el padre de Bridevaux había sido asesinado en su granja poruna pandilla de bandidos. Entre los maleantes, capturados por el co-mandante Hernán Trizano, figuraba David Mendoza, de afamada alcur-nia criminal33.

Desarrollando una campaña xenofóbica, el mismo periódico infor-mó en febrero: “Ayer fue aprehendido en circunstancias que huía comouna rata, un pequeño ladrón de 8 años de nacionalidad española, llega-do entre los últimos inmigrantes”34. Dos meses más tarde, daba cuentade la muerte a navajazos del colono Domingo Cariosiere a manos de supaisano Carlos Planse en el bar del Hotel Europeo, situado frente a lahospedería que albergaba a los inmigrantes. Reflexionando sobre esteincidente, el redactor atribuyó la causa de la pelea “ya sea por efecto delas muchas copas que habían bebido o ya por la índole díscola y pen-denciera de algunos de los bebedores”35.

En Concepción, informaba La Libertad Católica, “dos inmigrantes denacionalidad italiana atacaron ayer en plena plaza de abastos a un abas-

32 La Voz del Pueblo, Concepción, 6 de enero de 1890.33 Los Tiempos, Yungay, 11 de noviembre de 1888.34 La Voz del Pueblo, Concepción, 26 de febrero de 1890.35 La Voz del Pueblo, Concepción, 12 de marzo de 1890.

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tero. Los ofensores llevan los nombres de Felix Garibaldi y Luis Sobar-zo; aquel iba armado de cuchillo y éste de revolver, con el cual alcanzóa disparar un balazo al abastero de nombre Victoriano Acuña”36. Yluego señalaba: “Se han hecho indicaciones para que el director de lahospedería prohíba llevar armas a los inmigrantes. Nada más oportunoque esta indicación, tendiente a disminuir la criminalidad que ha au-mentado de una manera extraordinaria con la inmigración”.

En noviembre de 1890, La Voz del Pueblo titulaba: “Gravementeherido dejaron anoche a un pobre hombre, entre tres italianos que sefugaron, después de haberle dado de palos”37. Un incidente mucho másserio tuvo lugar en Traiguén, cuando un mapuche fue asesinado mien-tras buscaba una yunta de bueyes.

“Se dirigió hacia la colonia que dista como dos kilómetros al noreste dela población”, informó La Opinión de Traiguén el día 28 de abril de1891, “con el objeto de acercarse a casa de uno de los vecinos colonosque vive a inmediaciones del camino público. Así lo hizo, pero, al llegara casa de uno de estos hombres de alma infernal, lo acomete puñal enmano diciéndole que debía pagar bien caro su delito por haberse atre-vido a acercarse a su casa y diciendo esto cargó cual león o tigre acosadopor el hambre, asertándole al pobre infeliz indio siete puñaladas en lacabeza, destrozándole el cráneo, pero no con eso el infeliz agredidopudo escapar del desalmado colono, que según parece su intento eraultimarlo”.

Un año antes, en la localidad de Lautaro, un colono francés asesinó aun “infeliz peón porque debía a otro colono cinco centavos, precio de unpan que le pidió para satisfacer su hambre. El valiente francés hizo lujode su ferocidad pues disparó sobre el desgraciado hombre tres tiros derevólver hasta que lo dejó cadáver”38. En Temuco, a fines de la centuria,los alemanes Christian Somenmaier y Bernardo Vogel protagonizaronun escándalo público en el Hotel Internacional que llegó a ventilarse enel juzgado criminal de la ciudad. De acuerdo a Vogel, su compatriota le

36 La Libertad Católica, Concepción, 30 de julio de 1890.37 La Voz del Pueblo, Concepción, 18 de noviembre de 1890.38 El Imparcial, Coronel, 17 de abril de 1890.

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había amenazado que le “pegaría donde me encontrara, que yo era unhombre de mala fe, y que no me podré llamar alemán porque no hehecho otra cosa que cuidar chanchos toda mi vida”39.

En realidad, muy poco ayudaba a mejorar la imagen de los colonoslos continuos hechos de sangre que se registraban en sus predios cuandolos inmigrantes se defendían de los asaltos de bandoleros: “El sargentoRosendo Fuentes Vega del n° 3 de infantería”, informó El Constitucionalde Temuco el 9 de noviembre de 1893, “fue muerto de un balazo lanoche del 5, por un colono alemán dentro de su propiedad”. Dos añosdespués el colono “español” Francisco Martín, dio “una atroz puñalada aArriagada [chileno], causándole una honda herida en el vientre de cuyosresultados dejó de existir media hora después”40. También a puñaladaspretendió un inmigrante italiano, de nombre Daniel, liquidar al pana-dero José León López.

“Las razones que tuvo el italiano para agredir a López fueron que sabíaque un hijo suyo perdía al juego en casa de López los fondos provenien-tes de la venta de una panadería que posee. Antes que llegara la policíaal lugar del incidente, Daniel logró escapar, temeroso de caer en susmanos”41.

En 1896, en Traiguén, el colono francés Eduardo Negrier fue apre-hendido “por intento frustrado de homicidio al primer Alcalde señorJosé B. Ovalle y su hermano don Lupercio Valle (...) este extranjero (...)debe pertenecer a alguna sociedad nihilista...”42. Estableciendo un nexoentre la inmigración de extranjeros y el bandidaje, el redactor de La Vozdel Pueblo puntualizó a principios de junio de 1890:

“Estamos inclinados a creer que el gran número de bandoleros que pulu-lan por los campos de Bío-Bío y Cautín, no son en su mayor parte sinodesventurados agricultores que el hambre, la miseria y el despecho deverse despojados de la tierra que cultivaban para cedérsela gratuitamente

39 “Bernardo Vogel contra Christian Somenmaier por injurias, Temuco, 16 de junio de1898”, en A. J. T. Vol. 8.40 Diario Comercial, Concepción, 29 de julio de 1895.41 El Sur, Concepción, 2 de diciembre de 1899.42 El Traiguén, Traiguén, 24 de noviembre de 1896.

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al extranjero, se han convertido de la noche a la mañana en bandidosterribles, cuya zaña se ejercita con crueldad contra los que en su ignoran-cia creen que son autores de su desgracia, los colonos extranjeros”43.

Como ya se ha señalado, pocos beneficios derivaban las comunidadesextranjeras cuando uno de sus miembros cometía un delito, mucho mástodavía cuando el agresor realizaba su acción en el cuerpo de un inocen-te. “Por violación”, anunció el titular de El Orden de Traiguén el 27 deseptiembre de 1896, “Anteayer fue traído al cuartel de policía un ex-tranjero llamado Juan Schute por haber violado en Quechereguas a unaniñita de apellido Rodríguez, de 10 años de edad”. La crónica roja, lapágina preferida de muchos, habitualmente contenía informaciones deese estilo que involucraba a inmigrantes. “Umberto Chakier”, informóEl Sur en 1890, “es el nombre de un individuo de nacionalidad italianaque el domingo pasado disparó un tiro de revolver sobre José MaríaFonteña por haber tratado este último de faltar al respeto a la esposa delprimero”44. El prestigioso diario, sin embargo, no achacaba toda la cul-pa a los inmigrantes en los dolosos hechos que afectaban a la imagen detoda la comunidad.

“Se nos asegura por respetables caballeros italianos que los inmigrantesde su nación, cuando por alguna circunstancia son conducidos a lapolicía, se les trata allí sin ninguna consideración y hasta con bárbaracrueldad”.

Los crímenes que cometían los colonos combinaban los más variadoselementos: autodefensa, tradiciones de vendetta, fuertes lazos de solida-ridad interna, frustración causada por la pobreza, el colapso de las ex-pectativas y la melancolía iracunda que germina entre los desterrados.No obstante, la importancia de cada uno de estos factores era anuladapor una causa central: el ambiente de violencia que prevalecía en la Arau-canía. En ese fenómeno, generalizado y persistente, subyacía la afluen-cia de los rasgos más obscuros del carácter de los que llegaron a Chile encalidad de refugiados. La transgresión, cuando es continua, vasta y coti-

43 La Voz del Pueblo, Concepción 2 de junio de 1890.44 El Sur, Concepción, 29 de julio de 1890.

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diana, invita a transgredir. En este caso, la violencia mestiza atrapaba ensus redes a sus víctimas, transformándolas radicalmente; a pesar de pro-venir de tierras distantes, pocos podían escapar a la enorme influenciaque jugaba sobre sus ánimos la lucha sorda y subterránea que librabanlos mestizos contra el Estado. Cuando subieron a los barcos que lesllevarían hasta la lejana costa del Océano Pacífico, los inmigrantes aca-rreaban consigo el recuerdo de las miserias que les brindó el capitalismoy los sueños que despertaba la posibilidad de convertirse en propietariosde vastas estancias en el sur del Mundo. Lo que no consideraron fue quela única tierra que sería de ellos para siempre serían las fosas que losrecibieron en los húmedos cementerios de la Araucanía.

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CAPÍTULO VILOS BANDIDOS DEL ARCAISMO:

CRIMINALIDAD RURAL EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900

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El bandolerismo que germinó en la Araucanía de la época posterior ala “Pacificación” tuvo dos características fundamentales: fue llevado acabo principalmente por los mestizos y se extendió por toda la región.El bandolerismo de la nueva época también se distinguió por su bruta-lidad y el escaso apoyo que encontraban sus acciones en el resto de lacomunidad. Su despliegue contradice de modo fehaciente el mentado“bandolerismo social”, que llamó tanto la atención de los historiadoreshace algunos años y, por cierto, echa por tierra el mito mismo de la“Pacificación” que acuñó la historiografía oficial1.

Agobiados por la pobreza o sobrecogidos por el afán de enriquecersecon rápidez, los mestizos fronterizos no trepidaron en cometer los peo-res abusos y tropelías para conseguir la elusiva riqueza que les negabanlas circunstancias en la Araucanía de la post-Pacificación. En efecto, nadaponía límite a la violencia, al resentimiento o a la codicia que estos anti-guos habitantes de la frontera desataban contra los propietarios de latierra, contra los transeúntes despabilados o contra sus propios vecinos.“El bandolerismo resulta un excelente testimonio”, escribió Jorge Pintoen 1985, “para demostrar la estrecha relación que existe entre el mediosocial y la conducta violenta, porque el bandolero no nace bandolero,sino que se hace, y todo cuanto realiza lo efectúa a partir de ciertascircunstancias precisas que rodean su existencia”2. ¿Cuáles eran las con-diciones que prevalecían en la Araucanía de la época? Crisis económica,

1 ERIC HOBSBAWN, Rebeldes Primitivos, Barcelona, Editorial Ariel, 1976; ANDY DAISTMAN,“Bandolerismo, mito y sociedad”, en Proposiciones N°19, Santiago de Chile, SUR, 1990, pp.266-267; Una visión crítica de esta postura en JAIME VALENZUELA, Bandidaje rural en Chilecentral. Curicó, 1850-1900, Santiago de Chile, Centro de Investigaciones Históricas DiegoBarros Arana, 1991.2 JORGE PINTO RODRÍGUEZ, “El bandolerismo en la frontera, 1880-1920”…, op. cit., p. 102.

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desarraigo de importantes masas humanas, desmovilización de los con-tingentes militares que participaron en las campañas militares de la Guerradel Pacífico y de la propia “Pacificación”, alteración profunda de los pa-trones sociales, apertura de tierras nuevas: en general, una profunda cri-sis que afectaba a la sociedad y cuya magnitud no ha sido cabalmenteevaluada.

“Hacia esa fecha”, escribió Francisco Antonio Encina refiriéndose aAngol durante la década de 1860, “era un hervidero humano. Losbuhoneros que venían del norte con sus pacotillas, los charlatanes ynegociantes en animales, los aventureros en busca de fortuna, los abo-gados y tinterillos, los bandidos y cuatreros, se detenían en Angol unospara radicarse a firme en la ciudad y los más para orientarse y hacerrelaciones, antes de proseguir a los demás pueblos, a los campos enformación o [a] radicarse entre los indios…”3

Durante las dos décadas posteriores, la situación solo empeoró. Unavez que los mapuches fueron confinados a las reducciones y se consolidóla formación de las grandes estancias que excluían a las vastas masas demestizos que, el “hervidero humano” se transformó en una verdaderatragedia social. En esos momentos, el mundo de los grandes empresa-rios y de los generales con “visión de país”, de los dedicados misoneros yde los astutos burocratas, tuvo que enfrentar el rebrote de la antiguaviolencia, cubierta ahora con los ponchos del bandolero rural y urbano.

1. La geografía de la transgresión

La Araucanía fue ocupada por las fuerzas chilenas, con un movi-miento de pinzas que se inició en Angol y Tolten, para cerrarse conacciones directas sobre las localidades y pasos cordilleranos; este movi-miento de tropas fue seguido —o a veces, precedido— por la introduc-ción de colonos extranjeros y chilenos, la fundación de villas, la distri-bución de las tierras ocupadas y el establecimiento de las institucionesbásicas: guarniciones militares, hospitales, escuelas, cuarteles de policía,

3 ENCINA, Historia de Chile…, op. cit., Vol. XVIII, p. 262.

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juzgados y presidios. Cuando se consumó la ocupación chilena y argen-tina de los territorios tribales, la respuesta del mestizaje no fue el some-timiento ni la subordinación. Como contrapartida del proceso de im-plantación del Estado, los mestizos de la frontera respondieron violenta-mente, desplegando las banderas de la rebeldía. El bandolerismo ruralfue una de sus mejores expresiones.

La expansión del bandolerismo hacia cada rincón de los territoriosocupados permite entrever la extraordinaria virulencia que adquirió esteevento en el entorno regional. Por ese motivo, para aproximarnos a suestudio, hemos organizado los datos proporcionados por la prensa si-guiendo un criterio geográfico; de ese modo, se ha iniciado su analisissiguiendo su despliegue desde la región meridional de Nueva Imperial,para remontar desde allí hacia el norte por la ruta costera. A continua-ción se examinan los incidentes registrados en la depresión intermedia,para concluir revisando las noticias publicadas en Concepción y Temu-co, atentos a que ambas ciudades representan dos hitos simbólicos deimportancia: eran la vieja y la nueva frontera que. Ambas ciudades des-lindaban los convulsos territorios interiores, marco y escenario de esteestudio.

En el puerto fluvial de Nueva Imperial, cuyo nombre concitaba enesos años diversos proyectos empresariales, el bandolerismo comenzó acundir desde el momento mismo de su refundación a orillas del ríoCautín4. “Hemos oído numerosas quejas de los vecinos a propósito delos frequentes robos en pequeña escala que noche a noche se suceden ennuestra población”, escribió El Pueblo en 1892, “caballos, cerdos, piezasde ropa, madera, palos de leña y hasta las tablas de los cercos desapare-cen con alarmante frecuencia sin que la policía se aperciba de ello ja-más...”5. Éstos eran, tal vez, crímenes menores, muy frecuentes en losespacios recién colonizados que carecían de los cercos y alambradas quemás tarde definirían los límites de la propiedad privada; también erandelitos que se cometían cuando sus ejecutores se encontraban alejadosde la presencia del Estado. Lo relevante es que su reiteración iba creandola sensación de que los sujetos asentados en los territorios distantes que-

4 IVÁN INOSTROZA, “La agro-exportación del puerto de Carahue y las industrias del Departa-mento de Nueva Imperial, 1890-1910”, en RF 11, 2001, pp. 20-39.5 El Pueblo, Nueva Imperial,17 de julio de 1892.

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daban expuestos a las acciones de los matreros. La prensa local no ignoróel repentino deterioro de la cuestión delictiva y el crecimiento de los quedenominó “vandalaje” a partir de los primeros años de la década de1890.

“Las depredaciones cometidas por estos hijos de Caco”, denunció ElOrden en 1892, “hacen que los habitantes estén en continuas zozobraso con el credo en la boca (...) las alevosas muertes de los señores Barruetoy Ortíz han sido cometidas con un cinismo sin nombre; el salteo conestupro y rapto de menores en la vecindad del señor Hernández fueperpetrado con meditación y sangre fría; el salteo con heridas hecho alos indíjenas vecinos de la colonia; en una palabra, sería materia casiinterminable y penosa si quisiéramos relatar los asaltos a los viajeros; losrobos con heridas, las rapiñas escandalosas, los balazos por todas partesy aun en el pueblo mismo”6 .

La irrupción del bandolerismo en la zona costera causaba especialpreocupación por el efecto que tenía en la credibilidad del gobierno y elnexo que se establecía con prácticas corruptas de las autoridades locales.

“El bandolerismo”, apuntó El Constitucional, “ya está definitivamenteexterminado entre el extenso departamento de Temuco [sic], pero nopodemos decir lo mismo del vecino departamento de Nueva Imperial.Allí siempre existe esa plaga y siempre existirá mientra la autoridadllamada a perseguirlos se deje dominar por el sopor del egoísmo y de laindiferencia o de la ineptitud”7.

Otro diario que se sumó a la campaña de denuncia del bandidaje queasolaba el curso inferior del río Cautín fue El Radical. “El territorio denuestro departamento sigue plagado de malhechores (...) constituye estouna verdadera epidemia y la de la peor especie, que mantiene en perpe-tua alarma al vecindario”8. La multitud de delitos que tenían lugar en lavilla y los arrabales teñían de rojo la crónica diaria de Nueva Imperial.“Ha sido reducido a prisión Manuel Parra por haber asesinado a garrota-

6 El Orden, Nueva Imperial, 25 de mayo de 1892.7 El Constitucional, Temuco, 4 de febrero de 1892.8 El Radical, 23 de junio de 1894.

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zos al indíjena Juan Quimel en el lugar denominado Quilacahuin...”,informó El Pueblo, el 22 de junio de 1893.. En agosto, el mismo perió-dico señalaba:

“...sabemos que más de una cuadrilla de bandidos recorre los cam-pos...”, para coronar a principios de enero de 1894: “fue asesinado ainmediaciones de Bajo Imperial, el indíjena Basilio Pailacura. Se acusacomo autores de este crimen a tres hermanos de apellido Flores”9.

Los reportajes de El Radical no lo hacían nada distinto.

“Crimenes. En los departamentos del norte están, como en los del sur, a laórden del día. Conatos de fatricidios, consumados parricidios, cuñadicidiosy los demás atentados que puedan terminar en icidios llenan las columnasde los diarios y periódicos. ¡Que plaga! Y ¿hasta cuando cesará?”.

La pregunta resultó bastante vana pues, un año más tarde, la situa-ción de acoso protervo que experimentaban los habitantes de NuevaImperial no había cambiado en nada. “Es verdaderamente grave el esta-do de desarrollo a que ha llegado la criminalidad en el departamento”,puntualizó El Radical en 1895,

“hasta el extremo de que nadie puede transitar por los despoblados sinserios peligros, ni vivir con tranquilidad en las poblaciones (...) unapartida de bandidos, en número de cinco a siete, según se nos dice,hicieron una descarga de carabina al vapor Río Bueno que hace el servi-cio de transporte entre esta ciudad y Carahue”10.

Agobiado por la abundancia de crímenes, el redactor retornó al temacon el siguiente titular: “Bandalaje y Alcahuetes” Manifestando que eraun verdadero milagro vivir en esa localidad sin sufrir los estragos de loque denominó una plaga, el redactor afirmaba:

“En los campos no hay Dios ni Ley, matar y tapar con ramas ya es unacuestión de simple ejecución. En la ciudad, todos sabemos a que ate-

9 El Pueblo, Nueva Imperial, 23 de junio de 1893, 18 de enero de 1894.10 El Radical, 20 de octubre de 1895.

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nernos. Hay que andar con cuatro ojos. Lo más singular es que notienen tanto la culpa los malhechores, sino los que sirven de alcahuete,dentro y fuera de la población; y a esos, la verdad, daría sus nombressino fuera por temor a sus venganzas”11.

De muy poco valían, al fin de cuentas, estas denuncias y encendidasproclamas, pues el bandolerismo seguía aumentando. “Vuelven nueva-mente los campos de la frontera a llenarse de bandidos”, señaló El pro-gresista en 1896, “con cuya noticia los habitantes tanto de las poblacio-nes como de las campañas están alarmadísimos”12.

En Carahue, también de reciente fundación, los delitos y agresionescontra la propiedad y las personas ocuparon un lugar predominantedurante los primeros años de la década de 1890.

“El bandalaje toma cada día mayores proporciones”, escribió un repor-tero del diario El Pueblo, “los robos, salteos, violaciones, etc. (...) serepiten con alarmante frecuencia; sin que pueda ponerse remedio por lafalta de policía; enfermedad común a todos los pequeños centros depoblación del Departamento. En los campos, sobre todo, es donde sehace sentir más la funesta plaga; la mayor parte de los pobladores per-noctan en las montañas, pues rara es la persona que se atreve a dormir ensu casa”13.

Relatando los asaltos cometidos por una partida de bandidos contralas familias mapuches Lefio, Fica, Castro y Namuncura, el periódicoseñalaba:

“además de robar lo que pudieron, ultrajaron las mujeres. A medianoche, del mismo dia domingo, una partida de bandoleros, llegó hastalas casas del subdelegado de Carahue, de donde fueron rechazados abalazos por sus moradores”14.

Lebu, que nació mucho antes de que se produjera la ocupación mi-litar de la Araucanía como puerto de extracción de la producción carbo-

11 El Radical, 8 de diciembre de 1895.12 El Progresista, Los Ángeles, 9 de enero de 1896.13 El Pueblo, Nueva Imperial, 1° de febrero de 1894.14 El Pueblo, Nueva Imperial, 1° de febrero de 1894.

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nífera de las minas aledañas, también era corroída por la delincuenciamestiza. Comparándole por sus estragos con los desastrosos efectos quetenía la epidemia de cólera que azotó la región en esos días, el periódicoLa Justicia señalaba:

“Se trata, ni más ni menos que del enemigo de la propiedad, del miem-bro gangrenado de nuestra sociedad que emplea su actividad e inteli-gencia criminalmente en despojar a su dueño de lo que le cuesta elsudor de su rostro...”15.

Tucapel no logró escapar del flagelo que representaba el bandoleris-mo. “Continuan los robos de animales en las subdelegaciones de Reñicoy Trupan. Bueno sería escarmentar a esos buenos señores a quienes gustapasar vida ociosa y regalada a costa del sudor y trabajo ajenos”16.

En Arauco, uno de los centros más antiguos del mestizaje y presidiode cientos de truhanes que fueron remitidos hasta aquella guarnicióndesde el resto del país, no era sorpresa que sus tierras vieran florecer elbandidaje y la transgresión. “Salteos”, afirmó El Arauco en 1892, “Estosestán ocurriendo con mucha frecuencia en el departamento y ya no an-dan tras de plata que puedan pillar sino hasta con carreta para robarlegumbres”17. Cuatro años después, el diario El Sur titulaba:

“El bandalaje en Arauco. Es algo incomprensible lo que está ocurriendoen el departamento de Arauco. Se roba, se saltea y se mata de día claro,sin que los bandidos encuentren el menor tropiezo en sus depredacio-nes: se pasean por los campos como verdaderas autoridades. Especial-mente han sentado sus reales en Los Puentes, Raqui, Quebrada Honday Albarrán”18.

El terreno escarpado, las múltiples quebradas que ofrecía la cordille-ra de Nahuelbuta y el aislamiento en que quedaban las estancias de lacampaña en las inmediaciones de Cañete, Lincoya, Lloncao y Paicavífortalecían una larga tradición bandidesca. En Purén, que operaba como

15 La Justicia, Lebu, 9 de enero de 1887.16 El Deber, Yumbel, 13 de diciembre de 1888.17 El Arauco, Arauco, 17 de abril de 1892.18 El Sur, Concepción, 24 de abril de 1896.

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el paso obligado entre la costa araucana y la vertiente oriental del maci-zo, los bandidos encontraron un hospitalario albergue: “Parece que losbandidos han sentado sus reales por estas cercanías”, escribió La Voz deTraiguén en 1890, “alerta vecinos, evitad el yugo con que os amenaza elbandalajismo! [sic]”19. La débil presencia estatal y la escasa operatividadde la policía rural redundaba en terror y angustia. Nunca había sidoapacible vivir en aquellas serranías, pero la presencia de numerosas ban-das de delincuentes transformaba el acaecer cotidiano en pesadilla.

“El bandalaje aumenta”, señalaba en 1892 El Arauco, “es un verdaderosuplicio la situación porque atraviesa el departamento. La vida de losque habitan cerca de la ciudad se hallan a merced de una horda defacinerosos entregados al pillaje, que con un cinismo horrorizante, latranquilidad del inocente pasan durante el día con los suyos celebrandosus pasadas hazañas en los ranchos que en las cercanias del pueblo selevantan, esperando la noche para arrojarse, cual hambrientas fierassobre sus indefensas víctimas”20.

En 1893, La Prensa corroboraba en sus páginas la percepción gene-ralizada de que el bandolerismo era un hecho en expansión: “El bando-lerismo ha sentado nuevamente sus reales en el departamento; no ya enlos campos, sino a las puertas mismas, puede decirse, de la población...”21.A fines de ese año, el fenómeno arreciaba:

“Bandolerismo. Muy visiblemente viene haciéndose sentir el aumentode esta raza devastadora. De Carampangue nos comunican que enCerro Colorado y en casa de un individuo de apellido Rivera, se hospe-da un sinnúmero de malhechores perseguidos y correteados de Trai-guén, Temuco, Victoria y Mulchén, y otros pueblos del sur, en dondeson conocidos y no pueden asomar las narices sin correr el riesgo deexponer el cuero”22.

La consolidación del bandolerismo como un hecho cotidiano, facili-

19 La Voz de Traiguén, Traiguén, 16 de marzo de 1890.20 El Arauco, Arauco, 24 de abril de 1892.21 La Prensa, Arauco, 13 de agosto de 1893.22 La Prensa, Arauco, 10 de diciembre de 1893.

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tado por la inoperancia policial y la creciente complicidad de los habi-tantes pobres de los arrabales con los bandidos, amenazaba con transfor-mar estos sucesos en una eclosión criminal de magnitud.

“Una horda temible de salvajes sin entrañas”, señaló La Prensa en 1896,“que tienen sus guaridas en las selvas de Curaquilla, asola a los morado-res pacíficos de los campos del departamento. Excepcional es el día queno se lamenta un asesinato o un asalto sangriento. La muerte horribleque hace viente días dieron a don Arísitides Friz en el parage llamadoRaqui consternó a todo el vecindario, y hoy sufre el consiguiente sobre-salto que produce la aparición infernal del forajido”23.

Es muy díficil discernir cuáles fueron los factores que hicieron crecerla presión del bandidaje sobre las estancias y villas y explicar las fluctua-ciones que se registran en los periódicos; lo más probable, es que amboseventos obedecieran al desplazamiento de cuadrillas que asolaban losfundos y granjas más prósperas de la región. La estacionalidad laboral, laposibilidad de capturar un grueso botín, sumados a la deficiencia poli-cial y a la excesiva confianza con que actuaban los terratenientes cuandodecaía el bandalaje, operaban en la campaña como poderosos incentivosdel bandolerismo e influenciaban sus fluctuaciones. Al fin de cuentas,muchos de estos sujetos no eran criminales de tiempo completo, sinopeones y jornaleros que durante gran parte del año trabajaban en lasfaenas de los fundos, observando como crecía la riqueza. También sedebe notar que el registro periodístico no es continuo, motivo por elcual las noticias vertidas por los diarios no permiten reconstituir la curvade criminalidad. No obstante, de lo que si no cabe duda, es que elfenómeno crecía. A fines de 1896, La Prensa de Arauco reiteraba:

“El Bandalaje. Acrecenta día en día en los pueblos del sur. Los telegra-mas recién recibidos dan cuenta de que en las montañas de San Jeróni-mo, subdelegación del departamento y que dista aquí unas seis leguasde Santa Juana, existe un semillero de bandidos que frecuentementehace numerosas víctimas y que tiene alarmado al vecindario de aquelparaje y a los circunvecinos”24.

23 La Prensa, Arauco, 17 de mayo de 1896.24 La Prensa, Arauco, 22 de noviembre de 1896.

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El viejo fuerte de Arauco era un símbolo extraño del pasado: despuésde haber sido usado durante centurias por españoles y chilenos parareprimir a los renegados y tránsfugas que se alzaban contra la autoridad,sus murallas yacían arruinadas a los pies del cerro Colo-Colo, como unverdadero signo de los nuevos tiempos. Empero, el bandolerismo mesti-zo resurgía con inesperada energía allí donde los afamados toquis arauca-nos forjaron sus días de gloria. Quizá ese solo dato retrataen toda suestatura el fracaso de la modernidad en la Araucanía.

Otra localidad costera que conoció de cerca el fenómeno del bando-lerismo fue Colcura, situada al sur de Lota, en las inmediaciones dedonde comienzan las escarpadas laderas de Nahuelbuta.

“Una partida de siete bandoleros armados de rifle Remington y perfec-tamente montados”, informó El Lota el 23 de enero de 1887, “asalta-ron el viernes a las cuatro de la tarde la casa de José Espejo, mayordomodel Salto en la hacienda Colcura (...) No contentos con esto los audacesbandidos pasaron ya en retirada a la casa de don Fermín Araneda,arrendatario de la misma hacienda y le arrebataron dos de sus mejorescaballos. Araneda intentó perseguirles armado de una escopeta, pero alver los bandidos que se les perseguía, volvieron bridas y dispararonocho balazos a los peones de Araneda y a éste, sin herir felizmente aninguno”25.

Una semana después, el mismo periódico señalaba: “Tuvimos cono-cimiento de otro salteo llevado a cabo en la misma hacienda de Colcura,lugar elegido segun parece por los bandidos para dar sus asaltos.” Coro-nel, el antiguo asentamiento minero situado en la costa del golfo deArauco, un lugar de extrema pobreza e incalculable dolor por las conti-nuas muertes de sus habitantes en los socavones submarinos de las mi-nas de carbón, tampoco fue eximido del azote. “No pasa día o noche queno se cometan actos verdaderamente punibles en las calles de la pobla-ción”, escribió un corresponsal de El País en 1898, para luego agregarcon un fuerte acento crítico: “generalmente los policías hacen la vistagorda por la ignorancia en que se mantienen los jefes encargados deinstruirlos en la ordenanza respectiva...”26. Lota, la abigarrada villa de

25 El Lota, Lota, 23 de enero de 1887.26 El País, Concepción, 23 de enero de 1898.

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calles ennegrecidas por el carbón, siempre sumida en esa fría nieblinaque le caracteriza, también presenciaba en sus escuálidas calles la rever-beración de la violencia mestiza. “Desorden. Uno mayúsculo tuvo lugaren la noche del domingo en la calle de Sotomayor entre mujeres ebriaspelearon allí durante media hora...”, informó La Semana el 3 de sep-tiembre de 1893. Apenas dos meses después, el periódico reportaba:

“Desorden. Como siempre la subida de Lota Alto es el teatro de desór-denes y la policía siempre anda desgraciada por ese punto... dos indivi-duos armaron pendencia, se dieron de mojicones y puntapiés hastaquedar tendidos en el suelo, el victorioso como por vía de golpe degracia fué a darle un nuevo puntapie en la boca, dejando a su contrarioexánime y bañado en sangre”27.

La cuesta de Villagrán, que fue escenario de tantas hazañas y victoriamilitares de los araucanos, cambiaba su semblante para convertirse enuna peligrosa encrucijada en la cual los caminantes exponían sus vidas ycorrían el riesgo de ser muertos por los asaltantes de caminos.

Angol, uno de los focos más antiguos de la penetración chilena ydesde cuyos cuarteles salieron algunos de los contingentes de las campa-ñas militares de la Pacificación, se vio de igual forma acosado por losbandoleros mestizos que, desde los lugarejos aledaños, asolaron la re-gión. “Salteadores... como puntos principales para sus fechorías...hanelejido el lugar denominado Las Piedras y el camino que va por ChoqueChoque...”28. Otro lugar preferido por los bandidos fueron los faldeosoccidentales de la Cordillera de Nahuelbuta donde, a mediados de 1885,se instaló “una manga de hijos de Caco...”29. La criminalidad rural enlos llanos situados al sur del río Biobío alcanzaba tales dimensiones queun connotado editorialista de un periódico de Los Ángeles argumentóque las contribuciones estatales eran “mucho menores que las que ac-tualmente pagan los agricultores a los bandidos que hoy, casi libremen-te, ejercitan sus depredaciones obligando a aquellos hacer un gasto devigilancia siempre impotente para evitar los robos”30. El Roto Angolino,

27 La Semana, Lota, 3 de septiembre de 1893 y 20 de noviembre de 1893.28 El Eco del Sur, Angol, 19 de enero de 1885.29 El Eco del Sur, Angol, 9 de agosto de 1885.30 El Bío-Bio, Los Ángeles, 5 de enero de 1882.

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uno de los escasos diarios satíricos que apareció en la región duranteaquellos años, al comentar el creciente desorden que se apoderaba de laciudad ironizó:

“Angol es pequeño pero alberga en su seno un número respetable demandones, cínicos, falcatos etc. (...) Es lo que verdaderamente se llamaun Infierno Grande.”31

Los Ángeles, Santa Fe, Renaico, Collipulli, Traiguén y las demás lo-calidades sentadas en la depresión intermedia, fueron los nuevos nom-bres del infierno.

“Robos y salteos”, tituló el El Bio Bio en 1880, “Estamos decididos adedicar una sección especial a esta industria cuyos operarios se vanhaciendo tan numerosos que aún se puede durar del más elegante yzalamero de los que se dicen hombres honrados y que se codean cotidia-namente por nuestras calles. Los robos y salteos se verifican con tantafrecuencia, que bien podemos calificarlos como el pan cotidiano...”32.

A diferencia de las zonas montañosas, el llano de la Araucanía ofrecíaun cuantioso botín y un amplio espacio cubierto de selvas y quebradasque permitían sobrevivir sin mayores quebrantos.

“En el Pedregal, subdelegación de Quilleco”, informaba El Progresistaen 1895, “pululan los bandoleros. Varios de estos malhechores robaronhace pocos días, en una hacienda la cantidad de 600 pesos y violaronuna chiquilla de corta edad. Tales depredaciones se deben a la falta depolicia rural”33.

En las inmediaciones de la vieja reducción fronteriza de “indios ami-gos” de Santa Fe, justo cuando cerraba el siglo, se produjo un salteocontra la casa de Felipe Santiago Beltrán.

“Los bandidos, después de maltratar al señor Beltrán hasta dejarlo casi

31 El Roto Angolino, Angol, 3 de abril de 1898.32 El Bio-Bio, Los Ángeles, 29 de abril de 1880.33 El Progresista, Los Ángeles, 18 de julio de 1895.

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ultimado, se llevaron cuanto había en la casa y también una buenasuma de dinero en oro”34.

En Mulchén, en las faldas de la cordillera de los Andes, la cronologíadel bandidaje rural y las transgresiones comenzó en los mismos días enque concluía la primera fase de la guerra de ocupación. “Se vive con elcredo en la boca, o como en pleno Calabria”, señalaba el redactor de LaAraucanía, “en efecto, los bandidos han entrado al departamento comoa territorio conquistado y de ahí esa serie no interrumpida de robos,puñaladas, salteos y asesinatos que vienen repitiéndose cada día en másalarmantes proporciones35. Tres años más tarde, La Araucanía titulaba:“La semana que termina ha sido de constantes alarmas para los hacenda-dos del departamento. Los robos y salteos están a la orden día”36. Nadacambiaba con el paso de los años, a pesar de los esfuerzos ordenadoresque llevaban a cabo los agentes estatales para establecer el estado dederecho a través del territorio araucano.

“Salteos y Asesinatos. No acabamos de dejar la pluma cuando nos lle-gan peores y más tristes noticias de nuevos salteos y asesinatos cometi-dos por las hordas de bandoleros que cual furias brotadas del Averno,asolan los campos y atacan las propiedades y la vida tanto de españolescomo de indígenas”37.

Un feroz atraco cometido por bandidos contra una casa situada enlos arrabales de la villa a fines de abril de 1892 llevó al diario El Horizon-te a señalar:

“Oh. Nuestro departamento va siendo el teatro obligado de la crimina-lidad ejercida por algunos fascinerosos que, prevalidos de que carece-mos de policía suficiente que pueda ponerse en el acto en persecuciónde sus actos vandálicos, han tenido el increíble desplante de venirse arobar a los suburbios de esta ciudad”38.

34 El Progresista, Los Ángeles, 2 de septiembre de 1899.35 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 25 de abril de 1880.36 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 10 de marzo de 1883.37 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 6 de abril de 1890.38 El Horizonte, Mulchén, 1ro. de mayo de 1892.

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La acelerada transición de la sociedad tribal a la sociedad estatal ad-quiría en los territorios fronterizos los rasgos de una catástrofe social,pues el colapso de la antigua autoridad cacical no era seguido por ladesignación de agentes del Estado. En ese vacío institucional, cuando elpoder se mostraba más débil, se multiplicaba la desobediencia mestiza.Al fin de cuentas, ya no había nada que perder para esos hombres, sobretodo cuando en todas partes aparecían los anuncios que presagiaban quesus días de libertad estaban contados.

Traiguén, una población que saltó a la palestra en el período de laPacificación, cobró a mediados de la década de 1890 la fama de centrodel bandolerismo.

“Según datos fidedignos”, afirmó El País de Concepción, “ha aparecidoen el departamento de Traiguén una horda de bandidos cuyo númerono baja de veinte hombres bien armados, como ejército preparado paraemprender una próxima campaña. Estos forajidos han fijado su guari-da en el lugar denominado Ruca Traro, quebrada de Cachaltué, subde-legación de Lumaco”39.

Una portada similar publicó El Comercio:

“Es terrible como se están sucediendo los robos y salteos en nuestrapoblación. Hace cuatro días varios individuos penetraron de guerra a lacasa de un señor Carrasco que vive a orillas del pueblo, robándole ysalteándole cuanto encontraron...”40.

La situación de asedio en que vivía el departamento no era nueva. En1894, El Lautaro comentó :

“El bandalaje avanza en Lautaro. En el corto espacio de tiempo de trescuatro días se han repetido dos fuertes golpes de manos dados por losenemigos de la propiedad ajena, que por haber tenido lugar en lascercanias de la plaza del cuartel, es decir en las narices de la policia, conrazón han estos hechos alarmado al vecindario”41.

39 El País, Concepción, 2 de abril de 1895.40 El Comercio, Lautaro, 16 de junio de 1897.41 El Lautaro, Lautaro, 27 de mayo de 1894.

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La inflexión ascendente de la transgresión que registraban todoas lasciudades y villas de la Araucanía, también se notó en esta localidad.

“Es increible los crímenes y robos que se cometen día a día en estacomuna, nuestra policía es completamente insuficiente para perseguiral bandalaje”42.

En Curacautín, la situación de inseguridad y desorden creada por elbandidaje no era nada mejor. “Otro salteo”, informó El Victoria el 28 deabril de 1897, “parece que los bandoleros han sentado sus reales en CuraCautín”. Justo un año más tarde, el diario La Situación manifestaba:

“Por carta recibida de este pueblo tenemos conocimiento que el banda-laje alimenta allí de día en día, debido a la deficiencia de la policía (...) eneste momento debido al bandalaje, el pueblo de Cura-Cautín se en-cuentra sin pan...”43.

Quechereguas, Quino, Quilquén, Quillem, Galvarino, asentados enel corazón de la antigua Araucanía adquirían creciente fama de alberguede bandidos y transgresores. “Reclaman un barrido general de la plagade bandidos que han invadido sus campos”, señalaba El Traiguén, el 9 dediciembre de 1893. De acuerdo con otro periódico, a fines de 1896, enCarahue, Cholchol y Galvarino, lo que más crecía era el bandalaje, alpunto que “hasta en las mismas poblaciones se introducen los bandidosa hacer cuanto les dá la gana, válidos de que en estos puntos se cuentacon poca policía y en algunos ninguna”44.

Victoria, proyectada por las autoridades chilenas como una puerta deentrada hacia el populoso valle de Lonquimay y la provincia transandinade Neuquén, experimentó hasta fines de la centuria la calamidad de lacoacción. Dando cuenta de dos salteos que ocurrieron en la campaña de laciudad, La Voz de Traiguén describía una ola de asaltos y salteos realizadoscontra casas y caminantes en los primeros días de enero de 1890.

42 La Voz Radical, Lautaro, 19 de enero de 1899.43 La Situación, Angol, 29 de abril de 1898.44 El Imperial, Nueva Imperial, 29 de diciembre de 1895.

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“Sobre estos largos y al parecer, interminables sucesos, que desde hacedías hemos estado dando cuenta, se nos dice que el principal objeto dela estadía de los bandidos en los alrededores de Victoria y Cura-Cautin,es porque han tenido noticias de que debía de la Argentina un señorGómez, trayendo consigo una gruesa suma de dinero….”45

Refiriéndose a la misma gavilla, el periódico señaló a mediados defebrero que éstos habían instalado sus aposentos en un paraje denomi-nado El Maitén.

“Todos guardan silencio por exponerse a perder sus vidas si se atrevie-ran a delatarlos, porque la mayor parte son campesinos que viven sinrecursos alguno de defensa (…) los tales bandidos han hecho ya grancantidad de robos y salteos en esta Subdelegación, hasta tal extremoque los vecinos no cuentan con sus intereses seguros…se cree que de losocho bandidos de que se compone la partida, aunque se supone queson más, piensan entrar al pueblo”46.

La tendencia al tremendismo de los periódicos locales era, en ciertamedida, balanceada por la crudeza de los hechos. A principios de marzo,en el paraje de Chanco, a pocos kilómetros de El Maitén, “fue asaltadoManuel Vidal (…) se dejó caer a esa hora una partida de bandidos bienarmados y maltratándolo le llevaron cuanto tenía”47. No obstante, las ac-ciones más sensacionales que pudiera llevar a cabo una gavilla era siempreacompañada de pequeños incidentes que enlazaban una sórdida historiacriminal. “No se pasa un sólo día”, reportó El Victoria en su edición del 6de abril de 1893, “sin que se llegue a nuestros oidos la noticia de un nuevointento de asesinato, de un asalto a mano armada no sólo a las propieda-des de los habitantes, sino a la vida de ellos mismos.”

El paisaje cordillerano y la larga tradición de cuatrerismo y arrietajeque caracterizaron al butalmapu arribano en el pasado, incentivaron eldesarrollo del bandidaje rural, especializado en el robo de animales y enla comisión de asaltos contra los granjeros establecidos. ¿Quién podíaignorar que esas fueron las tierras que cabalgaron los hombres de Aylla-

45 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de enero de 1890.46 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de febrero de 1890.47 La Voz de Traiguén, Traiguén, 5 de marzo de 1890.

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pangui, Mañil y Quilapan, asolando a sus enemigos y sembrando elterror en los asentamientos vecinos? “El bandolerismo”, informó La Vozdel Pueblo de Collipulli, “va tomando proporciones tales, que ya no pasadía casi en que los facinerosos no den un nuevo golpe de mano”48. Dosaños más tarde, otro periódico señalaba: “nos comunican de Victoriaque continuan en el pueblo y los alrededores los robos y salteos”49. Unmes más tarde, La Voz del Pueblo se quejaba:

“Desde hace un año a que nos invade el bandalaje en todo el país...dondeestamos más expuestos a los ataques de los malvados es aquí en la fron-tera, donde apenas tenemos policias y donde los campos son tan vastosy desamparados”50.

En Malleco y Cautín el “bandalaje” había asumido proporciones alar-mantes, según lo expresó el Ministerio del Interior en una comunica-ción remitida a los intendentes regionales y que fue publicada en ElVictoria. “Estimo que la persecución de los bandidos daría mejores re-sultados si se lograra tener conocimiento de los lugares que le sirven dereunión”, señaló el ministro, recomendando la agrupación de fuerzas delínea y policía para capturar a los bribones51.

Bureu, que en la época previa a la Pacificación fue el territorio dondese desató con más fuerza el conflicto entre mapuches y renegados, setransformó durante la década de 1890 en una verdadera cuna del ban-dolerismo rural. “Por los alrededores de Mininco y Colhue”, señaló ElBureu de Mulchén en 1897,

“los bandidos mantienen a esos moradores en continua alarma. Hacepocos días se encontró en el río Renaico el cadáver de un hijo del vecinollamado Guillermo Catalán con la miseria de doce puñaladas (...) casitodas las noches roban y saltean impunemente”52.

Un mes más tarde, el periódico afirmaba:“A medida que la escasez aumenta, los bandidos hacen de las suyas de

48 La Voz del Pueblo, Collipulli, 21 de mayo de 1897.49 El País, Concepción, 25 de abril de 1899.50 La Voz del Pueblo, Collipulli, 12 de junio de 1897.51 El Victoria, Victoria, 7 de julio de 1895.52 El Bureo, Mulchén, 1 de agosto de 1897.

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los campos vecinos. Llega a tal extremo, que verdaderos piños de ani-males se roban de los corrales; ya no es un buey o un caballo, ahora a estepaso podrán robarse hasta una hacienda”.

Agobiados por el bandalaje, señalaba el mismo periódico, los vecinosde la región se debatían entre el miedo, la desesperación y la pobreza.

“En los campos circunvecinos hacen de las suyas los amigos del pillaje,sin que nadie ponga atajo a tan desoladora plaga. La miseria es tangrande que los individuos se ven en precisión de convertirse en asesinoso ladrones a fin de satisfacer sus necesidades”53.

En Collipulli, a fines de 1891, La Redención se refería a

“la serie no interrumpida de crímenes atroces que vienen cometiéndosey repitiéndose con harta frecuencia en nuestro departamento y hastadentro de su ciudad cabecera, desde tiempo atrás, contra las personas yla propiedad, a la vez que son causa de perturbaciones en los negocios yde intranquilidad entre los vecinos, por cuanto ello no les permiteentregarse de lleno al ejercicio de su profesión e industria, sin exponersea perderlo todo, incluido la vida...”54.

Casi un lustro más tarde, Cholchol y Galvarino ingresaban al largocatalogo de villas afectadas por el bandidaje: “pululan por partidas ungran número de ladrones y salteadores, que ya nadie se atreve a pasar porese camino sin estar expuesto a ser víctima de esta plaga”55. Nacimiento,al pie de la Cordillera, movilizaba a sus magras fuerzas policiales a prin-cipios de 1886. “Este pequeño cuerpo de nuestro departamento”, de-claraba con orgullo El Vergara, “le ha declarado la guerra a muerte a losladrones...”56. Un año más tarde, El Nacimiento opinaba:

“parece que ya en nuestro Departamento se quiere seguir la moda san-tiaguina. Estamos siendo víctimas de robos y hurtos tanto en la misma

53 El Bureo, Mulchén, 16 de octubre de 1898.54 La Redención, Collipulli, 5 de noviembre de 1891.55 El Traiguén, Traiguén, 13 de noviembre de 1897.56 El Vergara, Nacimiento, 11 de abril de 1886.

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población como en los campos. Nuestros jueces se están portando conmuy poco interés para contribuir a la extirpación de esta funesta moda”57.

Poco se lograba en la lucha contra los bandidos. Un año más tarde, lacomunidad expresaba a través del periódico la necesidad de que se dicta-ran las más estrictas providencias para “perseguir y castigar a aquellosanimales salvajes de nuestros campos, cubiertos con la careta del amigopara poder realizar sus planes de bandalaje”58.

En los distritos de más al norte, las trangresiones no disminuían,más bien se diversificaban.

“Al cerrarse mañana el año 1888 y hacer el balance respectivo”, escribióen su editorial Los Tiempos de Yungay el 31 de enero de 1889, “elpúblico encontrará [que] (...) la desmoralización no sólo lo ataca cruel-mente al bajo pueblo, sino también entra en las más altas clases sociales,el mal todo lo invade; ya no respeta nada. Diariamente la prensa estarelatándonos defraudamientos de los bancos, desfalcos en las oficinasfiscales, falsificaciones de documentos, robos a mano armada”.

En Puchacay, cuna y asilo del mestizaje fronterizo por más de dossiglos, la situación se hacía insoportable debido al crecimiento de losdelitos y transgresiones. “El regimen de violencia y terror que comosistema de gobierno se ha implantado en Puchacay y desde hace yaalgunos meses”, denunció La Florida, “no imperan ni la constitución nilas leyes...”59.

Yumbel, que por siglos sirvió de nudo y punto de confluencia de lasrelaciones fronterizas y que siempre albergó al peonaje fronterizo quetransitaba trabajando como temporeros, también presenció una súbitaola de vandalaje. “A la orden del día están en nuestro departamento losrobos y salteos”, informó El Yumbelino en 1885, “parece que ello es debi-do a la idea que se han formado algunos de los hombres del oficio, deque con la nueva ley de garantías individuales, pueden ejercer sin cuida-do su profesión”60. En Cabrero, situado unos pocos kilometros al norte

57 El Nacimiento, Nacimiento, 25 de agosto de 1887.58 El Vergara, Nacimiento, 27 de junio de 1888.59 La Tribuna, Florida, 30 de septiembre de 1892.60 El Yumbelino, Yumbel, 12 de mayo de 1885.

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de Yumbel, se comenzó a experimentar el bandidaje rural a fines de ladécada de 1890. “Según informes de personas que nos merecen enterafé”, reportó El Yumbel en 1897, “se ha desarrollado durante estos últi-mos días una plaga de bandidos que han puesto en peligro la vida de loshabitantes de aquel pacífico pueblo”61. Sin embargo, a diferencia deotras bandas que asolaron la región, los malhechores que llegaron a Ca-brero parecían ser más hábiles y diestros en el uso de las armas de fuegoy de la caballería, pues libraron verdaderos combates cuando fueronrechazados por sus potenciales víctimas.

“Más sobre bandidos”, escribió El Yumbel, “Ayer se nos dijo que elviernes habían sido vistos en el fundo Cerro Verde, que dista poco másde una legua de esta ciudad, veintiun individuos de la partida debandidos que merodean entre los departamentos de Bulnes y Rere.Circula entre la gente de pueblo que esos buenos señores piensan ha-cernos una visita, atacar la cárcel pública y en seguida hacer algunossaqueos”.

Dos semanas más tarde, el terror continuaba sobrecogiendo el ánimode los vecinos. “Continua la alarma. Se nos asegura que una partida debandidos compuesta como de veinte individuos, merodean a la subdele-gación de El Salto y pretenden asaltar a un propietario alemán.”62 Unaño después, El progreso de Bulnes expresaba:

“Los bandidos. Una plaga de individuos de esta especie han estableci-do su hogar en el departamento. Día a día se oye decir de salteos,crímenes y diversos otros delitos, sin que la policía de este pueblo tenganoticia alguna de ellos. Últimamente, a inmediaciones de la subdelega-ción de San Ignacio, fue ultimado un individuo para quitarle la sumade setecientos pesos que llevaba...”63.

Concepción, vieja y vestuta, veterana ya en las andanzas de cuatre-ros, montoneros y bandidos, servía ahora de balaustrada a un crecidonúmero de ladrones urbanos que asolaban a los residentes más pacíficos

61 El Yumbel, Yumbel, 5 de diciembre de 1897.62 El Yumbel, Yumbel, 19 de diciembre de 1897.63 El Progreso, Bulnes, 3 de julio de 1898.

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de la ciudad. “Sumamente crecida es la plaga de rateros que parece hanvenido a establecer su guarida en Concepción”, escribió en 1896 El País,“bien pocas veces se había tenido noticias de un número tan considera-ble de robos como son los de que se está dando cuenta ahora diariamen-te”64. Refiriendo el degollamiento de un joven en la calle Carrera, elredactor de El País afirmó:

“Concepción se vá viendo convertido ya en madriguera de malhecho-res y bandidos. Los asaltos a mano armada y asesinatos que se hanvenido perpetrando últimamente, son numerosos y mantienen llenosde justa alarma a los vecinos de la localidad”65.

Dos años más tarde, el periódico expresaba con alrama: “Es verda-deramente asombroso el número de rateros que merodean por los alre-dedores de la ciudad”66. Sin duda, a juzgar por estos datos, Concep-ción comenzaba a sufrir en esos años los problemas de una urbe, de-jando atrás su imagen de aldea grande. La proliferación de carros, elalumbrado público y el desarrollo de las industrias y el comercio, otor-gaban a la capital penquista el aire de modernidad que hasta allí ha-bían sido el monopolio de Valparaíso y Santiago. No obstante, másallá de las fachadas y del centro comercial, crecían los conventillosinsalubres, húmedos y miserables, los cuales arrojaban cada día sucarga de hombres infames que merodeaban en la ciudad. Concepciónseguía siendo una ciudad fronteriza, si bien en esos momentos lo eraentre el arcaísmo y la modernidad.

Este largo trayecto por la geografía de la violencia mestiza que asolóa la Araucanía entre 1880 y 1900 termina en Temuco, situado en el otroextremo de Penco como el emblema más potente de la Pacificación. Re-conocida por todos como la capital de la nueva Araucanía que proyecta-ba fundar el Estado chileno, la suerte de criminalidad que venimos ana-lizando se hizo sentir en la ciudad y sus arrabales desde muy temprano.“Por aquí no hay día que no se oiga hablar de robos y salteos”, informóLa Revista Católica en 1882, “los indios se muestran como siempre muy

64 El País, Concepción, 10 de abril de 1896.65 El País, Concepción, 22 de mayo de 1896.66 El País, Concepción, 16 de enero de 1898.67 La Revista del Sur, Concepción, 18 de noviembre de 1882.

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belicosos”67. Comentando varios asaltos realizados contra granjeros de lazona, El Cautín manifestaba:

“En nuestra provincia y las vecinas estamos en pleno merodeo y vanda-laje. Tome nota el gobierno de estos hechos, y apresúrese unas tropas decaballería que es la única que puede poner a raya a tanto facineroso quehan elegido por teatro nuestros campos, introduciendo por doquiera eltemor y el espanto con sus cotidianas fechorias”68.

La misma posición fue adoptada por otros periódicos en la medidaque coincidían con este calamitoso diagnóstico: la región del Cautinasistía al nacimiento ominoso del bandolerismo. “Me parece sino quelos hijos de Caco han establecidos sus reales en nuestra provincia”, escri-bió el redactor del diario La Lealtad de Temuco, “No hay día que no se décuenta de robos y salteos juntos en los campos como en el centro de laciudad. Los balazos de noche ya no causan alarma, que la población estáhabituada a ello.”69 Una semana más tarde, se describía a la Villa Alegre,situada al otro lado del río Cautín, como uno de los arrabales que con-gregaba los peores elementos de la nueva sociedad:

“Un mal que amenaza a la nueva y floreciente ciudad de Temuco que atoda costa conviene evitar el cual es que con rápidez se ve prolongarse elaumento de un centro de población que se establece clandestinamentey sin ningún permiso de autoridad competente en Ultra Cautin, consumo perjuicio de todos los habitantes y propietarios de la verdaderapoblación urbana de Temuco...es público y notorio que en aquel puntola mayor parte de sus habitantes tienen un absoluto expendio de lícoresespirituosos principalmente para el foco de corrupción. Se tiene cono-cimiento que en el mes de octubre del año pasado, habiendo venido aesta a pagarse el antiguo soldado de la independencia Juan Matamala,lo siguieron de aquel punto dándole alcance a las cercanías de Quepe, lequitaron el dinero y lo mataron. En el mismo mes varios indios y espa-ñoles que se pasaron en la bebida en los despachos de aquella pobla-ción, se fueron en la noche a casa de Natalio Campos después de haber-lo salteado le dieron muerte”70.

68 El Cautín, Temuco, 9 de enero de 1890.69 La Lealtad de Temuco, 20 de marzo de 1892.70 La Lealtad de Temuco, 27 de marzo de 1892.

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Haciendo un balance de la actividad policial, El Constitucional mani-festó en 1893:

“Hará dos años que el bandolerismo más sanguinario y osado de que setenga memoria en Chile había hecho de nuestros campos y de nuestrosbosques su cuartel general, organizado y armado como verdaderas mon-toneras, día a día libraba verdaderas batallas con los pasajeros, con loshabitantes de los campos y hasta con la policia....un matrimonio fran-cés, dos ancianos fueron muertos y robados en la calle A.Varas, enmedio de un barrio populoso. Osvaldo Gavilán fue muerto y robadoen los brazos de sus hijos casi en las puertas del cuartel de policia en lanoche del 9 de mayo de 1892. Asesinatos tan alevosos como esos secometían casi diariamente en el departamento hasta hace un año nomás. ¡El sólo recuerdo de esos sombríos y sangrientos dramas de quefueron teatro nuestros campos entonces y víctimas muchas familias,causa miedo y pavor todavía”71.

Los malhechores, reportaba El Cautín, “anuncian su presencia en lasafueras de la población por medio de tiros de rifles y de revolver”72.Preocupados por lo que veían como un fenómeno en constante aumen-to, los editores de La Ilustración afirmaron en 1895: “A consecuencia dela escasez de policía, el bandalaje ha tomado mucho incremento en nues-tros campos, sería bueno que aquí se hiciera lo que se ha hecho en Trai-guén, donde salió fuerza de línea a batir los bandoleros”73. En esos mis-mos días, El Traiguén sostenía que la provincia de Cautin,

“en una de las que más ha abundado el vandalaje, se encuentra hoy, másque nunca, azotada por esa terrible plaga que por todas partes lleva ladesolación y el espanto, exterminando y sembrando de luto los hoga-res. Los campos entre Cholchol y Temuco, y entre Cholchol, Nielol yGalvarino, que siempre han sido el foco de bandolerismo, continua-mente son teatro de salteos y asesinatos sin que la acción de la justiciapueda impedirlo…”74.

71 El Constitucional, Temuco, 9 de julio de 1893.72 El Cautín, Temuco, 17 de diciembre de 1893.73 La Ilustración, Temuco, 9 de junio de 1895.74 El Traiguén, Traiguén, 31 de agosto de 1895.

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A fines de la centuria, cuando el fenómeno de la delincuencia se creíaya apaciguado, los cuatreros y bandidos rurales continuaban predomi-nando en la campaña de la ciudad.

“La situación porque atraviesan los campesinos y en general todos loshabitantes de la frontera es desesperada a causa de los muchos bando-leros que merodean por los campos, haciéndose esa situación cada díamás crítica e insoportable por motivo que el bandalaje aumenta a medi-da que transcurre el tiempo”75.

Lo más extraordinario de esta denuncia, es que se hizo en 1898,apenas dos años antes de concluir el siglo: poca mella había hecho lapersecución estatal del “bandalaje” en las décadas anteriores.

Los datos proporcionados por los periódicos apuntan a una disper-sión del bandolerismo por todos los rincones de la Araucanía, difusiónque alcanzó su apogeo durante la década de 1890. No obstante, al ob-servar este climax no se debe olvidar que los propios diarios contribuíana crear una imagen de tensión que se reproducía con efectos geométri-cos. Las noticias examinadas proporcionan esta impresión, pero es posi-ble que la relidad haya sido distinta. Para establecer la verdadera curvahistórica del bandidaje habría que revisar otros registros. Por el momen-to, se puede concluir que la violencia mestiza, lejos de amainar, recrude-ció en los años posteriores a la Pacificación. El bandidaje abundaba encada porción del territorio ocupado por las fuerzas chilenas, sin hacerdistinción entre los viejos establecimientos y los más noveles; también,es necesario destacar que la violencia seguía teniendo lugar en ambasriberas del Bio-Bio, como en los días de antaño, sin que experimentaraun desplazamiento a consecuencia de las campañas militares o del avan-ce de la institucionalidad estatal. Este hecho corrobora una hipotesiscentral: que la violencia mestiza era un fenómeno de larga duración, lacual tenía escasa relación con la presencia mapuche. En otras palabras,la efervescencia criminal fronteriza siguió siendo un hecho autónomo,marginal y subterráneo, que se producía al margen del conflicto desata-do entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, con una dinámicaalimentada por su propia tradición.

75 El País, Concepción, 19 de julio de 1898.

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2. Descendiendo al averno

El registro de crímenes reportados por la prensa fronteriza es largo yabundante en detalles escabrosos, que tal vez daban cuenta de un tem-prano afán sensacionalista, pero que también demostraban la intensidady fiereza de las trangresiones cometidas por los mestizos. El horror habíaroto sus cadenas y se desplegaba por la nueva Araucanía, cubriendo consu sangriento manto de crueldad los otrora apacibles territorios del sur.La imaginación popular, acicateada por la violencia desde tantos y tandiferentes ángulos, no encontraba satisfacción a su ansiedad y a su afánde saber más detalles sobre las circunstancias en que se cometían lospeores delitos y atentados.

“Horrible y cobarde asesinato. El martes en la noche se cometió en ellugar denominado Los Alamos”, reportó El Araucano de Lebu en 1882,“como a seis leguas de esta ciudad, el crimen mas horrendo que se havisto en esta provincia. Como a la una de la mañana cinco bandidosasaltaron la casa de una señora viuda llamada Beatriz Villagrán; luegoque entraron, todos se fueron sobre ella armados de palos y cuchillos; lainfeliz consiguió salir por otra puerta; pero fue rodeada y alcanzada porlos cinco bandidos como a veinte metros de la casa, y la ultimaron apalos y en seguida la degollaron como a un cordero”76.

Apenas un mes antes de este atroz atentado, Concepción fue el escena-rio de un ataque que la prensa describió con sus más morbosos detalles.

“El ocho de septiembre, a las diez de la noche, se dirijieron diez bandi-dos a la casa de don Victorino Saavedra, acaudalado vecino de Vegas deItata, cuya fortuna se hace subir a medio millón de pesos...Al penetrarel señor Saavedra hizo fuego con una escopeta de dos cañones...y unode los asaltantes, llamado Agurto, rodaba por el suelo y moría pocosinstantes después. El señor Saavedra al querer hacer nuevamente uso desu escopeta, recibió del jefe de la cuadrilla, Ramón Muñoz, un ferozgolpe con un hacha, golpe que hizo saltar lejos la escopeta. Muñoz, enseguida, descargó sobre la cabeza del señor Saavedra cinco o seis hacha-zos despedazándole el cráneo. Entre tanto, otro de los bandidos llama-

76 El Araucano, Lebu, 17 de noviembre de 1882.

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do Grandón, en compañía de Vera Roa y de Santos 2º Saavedra apura-ban a la señora Salas para que confesara el lugar donde tenía el dinero.La señora entregó entonces diversas cantidades...instantes después, deorden del jefe Muñoz, Grandón, muchacho solo de veinte años deedad, la tomaba de los cabellos y la degollaba hasta el punto de que elcráneo quedó pendiente del tronco sólo por la parte posterior de la piel.Una hija adoptiva del señor Saavedra, llamado Flores, era hostilizadapara que entregara lo que tuviera y así que lo hubo hecho, uno de losbandidos llamado Pinto, la tomaba de los cabellos y principiaba a dego-llarla con espantosa calma, haciendo notar a sus compañeros lo agrada-ble que era sentir correr calientita la sangre que se escapaba en negrosborbotones del cuello de su víctima (...) el jefe Ramón Muñoz es pro-pietario de fundo cuyo valor no baja de 10.000 pesos. Los demás sonhombres mas o menos acomodados y todos ellos tenían su pan seguro.Cuando fueron sacados de la cárcel de Tome para conducirlos a Con-cepción, mostraban una indiferencia y una serenidad que, más queasesinos, parecían inofensivos corderos. Ninguno de los bandidos teníaresentimiento alguno con las víctimas ni habían recibido jamás dañoalguno de ellas”77.

Los ataques perpetrados contra las aisladas granjas rurales no sólo au-mentaban en número sino que, cada vez, se hacían más notorios por laviolencia que desplegaban los bandidos. En 1882, en la subdelegación deCulenco, del departamento de Nacimiento, fue asaltado en su hogar

“el honrado y pacífico vecino don Manuel Cuevas...en la noche del indi-cado día dormía tranquilamente el señor Cuevas, acompañado de doshijas y un pequeño niño. De repente sintió un ruido afuera y cree quesería un buey que había amarrado y que se habría soltado. Acto continuose levanta con la intención de impedir que el animal se fuese al sembrado;pero al abrir la puerta recibe instantáneamente dos balazos en el pecho yun hachazo en la cabeza, quedando muerto en el acto. Los bandidos enseguida ataron las dos hijas y el niño, habiéndole dado a una de elllas dospuñaladas en la cara porque se resistía a ser maniatada”78 .

Otro asalto, realizado contra la humilde morada de un inquilino de

77 El Bio-Bio, Los Ángeles, 8 de octubre de 1882.78 El Vergara, Nacimiento, 25 de marzo de 1882.

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Pellomeco, Angol, a mediados de noviembre de 1885, tuvo similaresperfiles de crueldad. “A falta del dueño de casa, maltrataron bárbara-mente a su esposa e hijos escapando con vida pero con muchas contusio-nes y heridas. Los niños tienen varias heridas inferidas al parecer connavaja”79. En la noche del 26 de noviembre de 1888, una banda asaltóla casa de Valentín Ceballos, situada en la subdelegación de Palpal, aorillas del río Diguillín.

“Los bandidos aprisionaron primero la mujer de Zeballos y a una hijade unos nueve a diez años de edad, siendo que la primera la colgarondel pescuezo atándola a una viga con un cabastro queriendo ahorcarlay a la segunda la azotaron fuertemente...”80.

En Temuco, el mapuche de apellido Sandoval sufrió el brutal ataquede una gavilla a mediados de mayo de 1889.

“Los bandidos creyeron hacer allí su presa y se trabó un reñido combateentre estos y Sandoval, que se encontraba solamente con sus mujeres.Sandoval fue muerto de un balazo que le penetró en la frente y susmujeres gravemente heridas y cubiertas de contusiones inferidas porgarrotazos que recibieron de los malhechores. Uno de estos fascinerososfue herido a cuchillo en un ojo por el occiso”81.

La violencia contra los infantes, una de las formas más crueles de latransgresión delictual, eran hechos comunes en la Araucanía de la post-Pacificación, como si el asesinato, violación o ultraje de los pequeñoshubiera sido visto por los mestizos como una redención de los maltratosexperimentados en su propia infancia.

“En un lugar llamado Maguidache en idioma araucano, en la ribera surdel río de Quepe, ha tenido lugar una de esas escenas horripilantes,salvajes y brutales hasta ser increibles: un individuo llamado Tapia ydos soldados de policía rural violaron una niñita indígena de 11 a 12años de edad, llamada Guisa, hija del indio Curiñanque. Aquel acto

79 El Eco del Sur, Angol, 19 de noviembre de 1885.80 Los Tiempos, Yungay, 9 de diciembre de 1888.81 La Voz Libre, Temuco, 11 de mayo de 1889.

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repugnante tuvo lugar en medio de la familia y mientras uno de losmonstruos satisfacía su lascivia, los soldados sujetaban a los indígenasponiéndoles las carabinas en el pecho; luego iba a otro y otro lado hastaque el cuerpo de la víctima quedó inanimado en un estado que el pudory la decencia impiden describirlo. Y todavia como si el crimen quehabían cometido aquellos infames no hubiera sido suficientementehorrible, mancharon también la inocencia de un niño de 13 a 14 añosde apellido Puentes, lo hicieron cometer el mismo acto de violación enun cuerpo ya cadáver.!”82.

Purén presenció un nuevo y atroz crimen en 1892, fecha en que unagavilla “asaltó la casa de un señor Aravena a quien, lo mismo que a suanciana esposa, los bandidos asesinaron a balazos...”83. El año previo, enLa Florida, el sirviente Francisco Parra fue asaltado por desconocidos en elbajo de Dihueno, “dejándole la cabeza completamente destrozada, puesparte del cráneo saltó en astillas y derramándosele también otra parte delos sesos”84. En el fundo Remeregue, en Arauco, el inquilino José BenicioGodoy fue asesinado de un modo similar. Asaltado su rancho por unapartida de bandoleros, en medio de garrotazos y golpes de culatas, losbandidos tomaron a Godoy

“de pies y manos y lo colocaron sobre el gran fogón hasta verlo retorcer-se entre el dolor y la agonía, dejándolo caer sobre las llamas cuando ya seretiraban. La amante esposa aunque dominada por el más cruento do-lor, a la vista de aquella tétrica escena haciendo sobrehumanos esfuerzospudo sacar de la hoguera a su marido agonizante”85.

En Nueva Imperial, en marzo de 1894, los vecinos fueron alarmadospor un crimen que superaba anteriores atrocidades.

“En las goteras de nuestro pueblo ha sido ultimada una familia entera,compuesta de tres personas, inquilinos de la hijuela del señor CardenioLavin. Las víctimas son: Jenaro Ramírez, su esposa en estado avanzado

82 El Imparcial, Coronel, 2 de octubre de 1890.83 El País, Concepción, 27 de septiembre de 1892.84 La Florida, Florida, 3 de abril de 1889.85 La Prensa, Arauco, 3 de septiembre de 1893.

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de embarazo y un niñito de siete años de edad (...) la esposa de Ramírezse encontró ahorcada en su cama y tenía una profunda herida al ladoizquierdo del cuello. El niñito también fue ahorcado y se notaba ungolpe mortal encima del ojo izquierdo. Parece evidente que este horriblecrímen solo se ha llevado a efecto persiguiéndose una salvaje venganza;pues no se nota que haya habido robo; siendo por lo demás, las víctimasgente muy menesterosa.”86

En Pillanlelbun, por entonces una mera estación ferrocarrilera, elmatrimonio de Pedro Sepúlveda y Petrona Rodríguez fue asesinado encircunstancias de análoga brutalidad: “La mujer está degollada”, reportóLa Ilustración de Temuco, “y tiene una cuerda al cuello lo que hace pre-sumir que los bandidos la han martirizado antes de ultimarla con elobjeto que revelara donde estaba el dinero”87. En la localidad de Repu-to, en las inmediaciones de Traiguén, los matrimonios mapuches, for-mados por Luis Bailen y María Millamil y Pascual Huine y PascualaGómez, fueron asesinados luego de haber concluido la venta de un te-rreno de su propiedad y haber recibido el dinero.

“Este incentivo aguijoneó, sin duda alguna, la perversa avaricia de loshechores y los determinó a concretar el crimen que narramos. El viernes25 de diciembre, en la noche, se dejó caer de improviso a casa de losdesgraciados indígenas una cuadrilla de bandidos que ultimaron a aque-llos de manera brutal, según los indicios o apariencias que resultan delasesinato mismo. Los cuatro desgraciados están completamente dego-llados, quedándoles solo unida la cabeza al tronco por la columna ver-tebral. Además se nota en los hombres, quienes seguramente quisieronoponer alguna resistencia, fuera de la degolladura, muchas otras heridashorribles y aún mutilaciones, como sucede con Bailen, a quien se lecortó la nariz, y se le tajeó y dio de puñaladas en más de diez partes dela cara y parte posterior de la cabeza. También tiene su cadáver dosheridas a bala, una en el vientre y otra en el muslo. Estos individuosvivían en casas separadas, por lo que se deja ver que, o bien ha sido unapartida algo numerosa la que se ha dejado caer sobre ellos, o el crimen seha perpetrado con la calma y premeditación más alevosa que dar se

86 El Pueblo, Nueva Imperial, 3 de marzo de 1894.87 La Ilustración, Temuco, 14 de octubre de 1894.

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puede (...) los cadáveres de los cuatro occisos fueron transportados alhospital de este pueblo para su reconocimiento legal”88.

Igualmente horroroso fue el crimen cometido contra el niño Santia-go Rioseco, de catorce años de edad, cuyo cádaver fue encontrado muti-lado en un foso del fundo “La Granja” en 1897. De acuerdo con elinforme publicado por La Lealtad de Cañete,

“Rioseco fue ahorcado con un látigo para robarle el caballo en que seretiraba a su casa en el ya indicado fundo (...) varios son los casos que sehan presentado últimamente parecidos al de que nos ocupamos”89.

Sin duda, la ola de crímenes cada vez más horripilantes iban exten-diendo una sombra de trágico temor entre los labradores, quienes reac-cionaban ante cualquier situación sospechosa, transformando pequeñoso triviales incidentes en dramas de incalculable magnitud. Así ocurriócon el matrimonio de colonos de apellido Leora, asentados en las riberasdel río Quino. Hasta su residencia llegaron en estado de ebriedad doshermanos averiguando por el paradero de una vecina.

“Regresando por tercera vez a casa de Leora, quien alarmado por la insis-tencia de ellos, creyó fueran con el propósito de robarle. Enfurecido yseguido por tal creencia, atacó con una lanza al primero que se le presentóinfiriéndole una herida de muerte en la garganta. Una vez que derribó aeste, se dirigió contra el segundo asertándole un lanzazo en el costado quelo paso de parte a parte. La mujer de Leora con un hacha pequeña, ayudóa su marido a ultimar al último (...) cuando se cercioró que los Pinedaestaban sin vida, los arrastró ayudado por su mujer hasta el rio Quinodonde arrojó los cadáveres tomando precaución de quitarle las espuelas,por las señas que dejaban en el trayecto al arrastrar los cadaveres; matandolos caballos que montaban para no dejar rastros del crimen...se dice queuno de los asesinados por Leora, era un jóven recién venido de Santiagoy a poco recibido de abogado; y el otro, un sujeto honrado y trabajadorque tenia su negocio cerca del puente del rio Quino”90.

88 El Traiguén, Traiguén, 29 de enero de 1897.89 La Lealtad, Cañete, 10 de octubre de 1897.90 La Voz de Traiguén, 26 de junio de 1889.

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Nadie parecía estar a salvo. En el camino a Temuco, antes de llegar ala ciudad, informó La Voz de Traiguén, “fué encontrado el cadáver de unaniña como de 10 a 11 años de edad, horriblemente mutilado, con seña-les inquívocas de la más brutal violación y, como si aún no fuera bastan-te: degollada”91. En Yumbel, en abril de 1896, la familia Rubilar fuevisitada por la muerte.

“El día sabado 18 del actual como a las tres de la tarde, en circunstanciaque acababa de llegar el señor Rubilar de a caballo a su fundo Huepil,subdelegación de Renico, de regreso de un viaje que había hecho, ycuando se encontraba reunido en una pieza de la casa con su octogena-ria madre y cuatro de sus hermanos, se presentaron en el patio cincohombres bien montados, armados de carabinas. Llegar, desmontarse,atar los caballos, quitarse las mantas, colocarlas sobre las monturas ydirigirse a la puerta con toda calma y serenidad, fue todo uno. Vistoesto por una de las hermanas del señor Rubilar le dijo a éste que cincopoliciales acababan de llegar y que no convenía salir inmediatamente,quien contestó dirijiéndose a la puerta: más bien debo salir; y tan prontocomo llegó a ella fue recibido con un feroz golpe de carabina que ledieron en la cabeza, que le derribó y privó del conocimiento por muchorato. Una de sus hermanas, al ver esto; corre a socorrerle en el momentomismo en que los bandidos querían ultimarlo a balazos, se abraza de élcubriéndolo con su cuerpo y gritando: maténme a mi, salven a mihermano. Esta escena que duró pocos momentos, terminó disparandouno de los asaltantes un balazo sobre el señor Rubilar que permanecíaen tierra y sin sentido, hiriéndole mortalmente en el bajo vientre, atra-vesándolo el proyectil de derecha a izquierda. No llegó hasta aquí lacrueldad de los asesinos, quienes se ensañaron la noble señorita queprefería morir por salvar a su hermano, infiriéndole heridas muy graves.Y como si esto no fuera bastante, hieren, aunque de un poco menosgrave a una otra hermana y en seguida se dirijen a la señora madre,anciana como de noventa años de edad, la cuelgan, la golpean y marti-rizan para que confesase donde estaba el dinero (...) Los bandidos el díasabado de mañana pasaron por el Pangal del Laja, camino público queconduce a Tucapel, Tropan y otros puntos y regresaron por el mismocamino el domingo al amanecer.”92

91 La Voz de Traiguén, 16 de abril de 1890.92 El Yumbel, Yumbel, 26 de abril de 1896.

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El desplazamiento de las partidas de hombres de poncho anunciabaa los habitantes de la campaña una inminente desgracia: robos, violacio-nes, asesinatos, que se cometían en la más completa impunidad. Unaborrachera mal terminada en una chingana, la evasión de los reos de unpresidio o la deserción de un grupo de militares, marcaban el inicio delargas jornadas de terror y nefastos sucesos en los cuales a los labradoresy peones les correspondía pagar un trágico tributo. La brutalidad, lacodicia y el afán cruel de los forajidos, de otra parte, parecía un abismosin fondo. Lo más lamentable fue que muchas veces los autores de tantastropelías habían sido hasta allí apacibles vecinos, que nunca habían te-nido un roce con la justicia.

“Una hiena humana (no puede llamársele de otro modo) que obedeceal nombre de Jacinto Villagra asesinó bárbaramente a Salomé Oñate ycuatro hijos pequeños de ésta y un muchacho que casualmente se en-contraba hospedado en el rancho de la víctima. El asesino demostróuna ferocidad de tigre para consumar su horrendo crímen pues ultimóa hachazos a los desgraciados, hecho lo cual se retiró tranquilamente,llevándose algunas piezas de vestir y un jamelgo inservible. El móvilque lo impulsó a cometerlo fue ciertas pretenciones amatorias que fue-ron desechadas por la Oñate”93.

El horror que rodeó la muerte de Salomé Oñate parecía insuperable,pero aún quedaba una muerte más horripilante por venir: la de los colo-nos Bonder, consumada el 5 de julio de 1899.

“El miércoles 5 como a las 9 de la noche se perpetró un crímen con salteoque hará época en los anales de la criminalidad en los ancianos respetablescomerciantes rusos sr.Waldimir Bonder y su esposa María Bonder (...)uno de los bandidos le dá un feroz hachazo en la cabeza a él, en seguidale da otro a ella; y después quisieron rematarlos pegándole a él variosmachetazos en la cara, rasgándole la boca y quebrándole una mandíbulacon la cacha del cuchillo y a ella le picaron la cara por todas partes”94.

Acuchillamientos, garrotazos, hachazos y disparos con armas de fue-

93 La Situación, Angol, 22 de julio de 1898.94 El Traiguén, Traiguén, 8 de julio de 1899.

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go, fueron las formas más comunes con que los bandidos consumaronsus crímenes. El asesino mestizo parecía no conocer sutilezas: en veinteaños de revisión de la prensa no se encuentran, por ejemplo, casos deenvenamiento, desaparición o cautiverio. Cuando se deseaba liquidar aun sujeto, se usaba el método más elocuente y preciso, un método queno dejara ninguna duda que lo que se pretendía era matar. A ellos sesumaban los horrores gratuitos que se infligían a los vivos y a los muer-tos y que como una sombra tenebrosa cubría las acciones transgresivasmás elementales.

“En la noche del 24 del presente fue asesinado a piedra y cuchilloRicardo Zuñiga Leal, en la vecina población de Lautaro..los asesinosque deben haber sido varios por las demostraciones que dejaron. Pareceque pretendieron dejar ignorada la triste suerte de su victima, pues ledesollaron completamente la piel de la cara. Zuñiga hace tiempo quevivía en Lautaro casado y con familia, un hombre honrado”95.

De modo inexplicable, los asesinos no se conformaban con liquidar ala víctima, pues se ensañaban con sus cuerpos, como si en ese encarniza-miento pudieran agotar la terrible furia que guiaba en esos instantes tancruciales cada uno de sus actos. “Hace dos días ha se encontró el cadaverde un infeliz indígena en la falda del cerro Conembueno: los huesos delcráneo los tenía triturados a pedradas”96. Un celador encargado de lavigilancia de la línea férrea en Lautaro, asesinado en su lugar de trabajo,tuvo un fin similar: “El crímen revela todos los instintos de una fiera enel asesino, el cual dió de puñaladas al occiso le cortó la mano derecha yla colocó dentro de una casucha a la cual prendió fuego en seguida”97.Un año después, en la localidad de Santa Juana fueron encontrados loscuerpos de Pablo Jérez y Timoteo Enríquez, “degollados y enterradospróximos a una casucha de piedra, guarida construida tal vez por losmismos asesinos en el interior de una montaña”98.

La efervescencia delictual que sacudió a la Araucanía entre 1880 y1900 llegó a tales límites que provocó discusiones sobre la exactitud de

95 El Constitucional, Temuco, 28 de mayo de 1893.96 El Constitucional, Temuco, 19 de octubre de 1893.97 Diario Comercial, Concepción, 19 de enero de 1895.98 El Sur, Concepción, 16 de septiembre de 1896.

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las noticias que publicaban algunos periódicos regionales. La Voz de Trai-guén, acusada en 1890 por El Colono de exagerar las informaciones rela-tivas al incremento criminal que se registraba en la zona, se defendiópublicando el siguiente artículo:

“¡Más de 20 salteos en una sola noche! Ayer ha tomado la gobernacióndenuncios de mas de veinte salteos verificados en los principales pue-blos de este departamento y, uno tras de otros, en la misma noche deldia anterior. Para que no crea que exageramos, como dijo El Colonorespecto de la noticia que dimos de existir 250 salteadores repartidospor los caminos de Quino, vamos a dar cuenta de los principales de-nuncios a que hemos aludido. El día nombrado, se recibió, como pri-mera noticia la de que, en el lugar llamado Nebelhuan, a menos de unalegua de distancia de esta ciudad, habían sido asaltados como siete casaspor otras tantas patrullas de bandidos ricamente armados, que penetra-ron en ellas robandose cuanto encontraron, dejando completamentedesnudas y amarradas a varias mujeres y, por último, maltratando aunos niñitos para que no pudiesen salir a pedir auxilio. En Quilquen,una partida de más de veinte individuos penetró en la ciudad robandoy cometiendo toda clase de tropelías en varias casas de comercio y par-ticulares; en Victoria hubo varios salteos, en uno de ellos, un soldado depolicía, que trató de averiguar el motivo por que se asaltaba una casa,recibió como contestación una lluvia de balazos que le dejaron horrible-mente herido; en Quilliera tres indios fueron heridos por una turba deasesinos...”99.

Pocos podían negar la información que entregaba el periódico sure-ño. Cuando más, lo que podían hacer era coincidir con los planteamien-tos allí formulados. “Una horda de bandoleros se ha dejado caer a laFrontera”, escribió alarmado Los Tiempos en abril de 1892, “armados decarabinas y puñal y se han repartido en diferentes puntos…”100.

Es probable que las guerras externas y las conmociones internas,tales como la revolución del año 1891, hayan redundado en una débilpresencia policial en las campañas y que este factor haya contribuído aun incremento del bandidaje y la violencia, pero esas coyunturas no

99 La Voz de Traiguén, 25 de abril de 1890.100 Los Tiempos, Collipulli, 14 de abril de 1892.

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logran explicar la persistencia del fenómeno como un hecho histórico delarga duración. Tampoco justifican la extraordinaria crueldad desplega-da en los asaltos ni el descaro con que operaban los malhechores. Muchomenos logran revelar la magnitud, intensidad y diversidad de los deli-tos. “Robos y salteos”, tituló una página editorial El Criterio de Concep-ción en 1893,

“En toda la prensa de la República no se lee otra cosa que robos y salteosal por mayor. Si desde pequeños le inculcaran al pueblo el amor altrabajo, la moralidad y el temor á Dios, el pueblo estaría más ilustrado yno pensaría ni en embriagarse ni en saltearse, sino en pasar la vidacómodamente en unión de su familia é hijos...”101.

El redactor del periódico tenía razón en insistir que gran parte de latarea del disciplinamiento social pasaba por alterar la mentalidad de losmestizos que, enfrentados al brutal mundo que sus acciones iban ges-tando, no vacilaban en usar los más viles o inesperados dispositivos paraconsumar sus trangresiones.

“Dos fieras”, tituló el Diario Comercial en 1894, “No podemos dar otronombre a dos individuos que ayer más o menos a las doce del díatuvieron una pelea (...) no contentos con hacer uso de las manos paravengar a bofetada limpia los agravios que ventilaban, empezaron adarse de cabezazos (...) momentos después empezó una de mordiscosque había que ver (...) ambos salieron con la cara hecha una lástima...”Ironizando sobre esta peculiar forma de confrontación, el mismo perió-dico agregó un tiempo después: “Los soldados del regimiento Artilleríanúmero 1, deben tener el hueso del cráneo muy duro, pues cada vezque pelean, lo hacen a cabezazos”102.

El saldo que entregó la gestión gubernamental durante su primeradécada de operación en la Araucanía fue bastante deficiente, en especialcuando se evaluó su labor en la extirpación del bandidaje. Ajenos a losproyectos modernizantes y a los grandes discursos que elaboraba la elitepara justificar la ocupación y apropiación de las tierras mapuches, los

101 El Criterio, Concepción, 7 de agosto de 1893.102 Diario Comercial, Concepción, 9 y 23 de enero de 1894.

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bandidos y transgresores realizaban sus actividades con una constanciaque no sólo sorprendía a sus víctimas sino que anulaba los beneficios quepodía brindar el estado de derecho.

“Con profundo pesar hemos observado en estos últimos tiempos”, se-ñaló La Voz de Traiguén en 1890, “que la criminalidad toma las propor-ciones de una ola gigantesca que amenaza invadirnos, trastornandoestas comarcas donde la civilización había asentado ya su poderosoimperio esparciendo las luces del progreso entre los salvajes pobladores.Sí, con profundo pesar, repetimos por qué: ¿Quién no se aflige y seavergüenza al ver que día a día, sin interrupción, se suceden toda clasede crímenes? Cuales más sanguinarios y cobardes, dignos tan sólo delbárbaro pueblo conquistado, que ni aún tan atroces los cuenta en susanales. Ya es una horda de asesinos que se deja caer sobre el hogar de unhonrado colono para arrebatarle el fruto de sus trabajos y desvelos, y, nocontento con esto, sedientos de sangre, lo asesinan, mutilándolo horri-blemente, como también a su esposa e inocentes hijos; ya es un saltea-dor que asalta en el camino a un transeúnte, a quien hiere a traición, ylo despoja de su dinero y aún de sus vestidos, arrojando en seguidadesnudo el cadáver; ya una tropa de ladrones que penetra en las propie-dades para robarse cuanto encuentra a su alcance, dejando muchasveces a familias enteras sumidas en la miseria. En fin, tantos otros críme-nes que la pluma se resiste a enumerarlos siquiera”103.

La Voz de Traiguén, que de todos los periódicos regionales fue el quemayor enfásis puso en la denuncia del bandidaje, acuñó quizás unos delos titulares más exclusivos en la historia de la transgresión :

“¡¡250 Salteadores!!. Tenemos datos seguros de que en el camino deQuino merodea la inmensa cifra de doscientos cincuenta salteadoresque, en pequeños escuadrones y armados de ricas armas y montados enmejores caballos, se reparten por los caminos vecinales para saltear, ase-sinar y cometer cuanto crimen se les ocurre”104.

103 La Voz de Traiguén, Traiguén, 1ro. de enero de 1890.104 La Voz de Traiguén, Traiguén, 9 de abril de 1890.

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3. Los crimenes contra la modernidad

La revisión de la prensa fronteriza en las dos décadas que siguieron a la“Pacificación” de la Araucanía permite afirmar que la región fue sumidadurante ese período en un ambiente de caos alimentado por la efervescen-cia criminal mestiza. Sin embargo, la mayor parte del territorio chileno dela época fue escenario de una explosión similar de violencia Por eso corres-ponde preguntarse: ¿qué tuvo de peculiar el bandolerismo que azotó a laAraucanía entre 1880 y 1900? Al formular esta interrogante disentimosde la interpretación que proporciona Marco A. León respecto del tema,porque estimamos que no es la proporción cuantitativa —número de reoscon el total de la población local— lo que permite establecer la especifici-dad de la criminalidad, sino la naturaleza de los delitos cometidos105. Enotras palabras, no se trata sólo de establecer si la criminalidad es mayor omenor en términos relativos con el resto del país, sino que correspondeexaminar la intencionalidad que subyace a la transgresión.

En primer lugar, debemos señalar que en la Araucanía del período1880-1900, la rutina diaria era marcada e infiltrada por la transgresiónque cualquier incidente era interpretado desde el ángulo delictual. Enotras palabras, la sospecha de que se había cometido un crímen se antepo-nía ante los incidentes o sucesos más diversos o increíbles. Así ocurrió conel naufragio de la barcaza del capitán Ernesto Sawerhering, ocurrido en lacosta de Arauco a principios de enero de 1880, que resultó en su muertey la de otros tres tripulantes; los sobrevivientes —Adolfo Robles y Do-mingo Vargas— fueron detenidos e interrogados por las autoridades.

“Se ha obtenido la confesión de los reos del asesinato hecho en la perso-na del capitán de la referida goleta, después de lo cual hicieron rumboa la costa donde la hicieron chocar hasta echarla a pique, a quince millasde la costa arrojaron al capitán vivo, al agua, y se vinieron a Lebu...”106.

Un hecho mucho más pintoresco fue publicado por el diario El Sur acomienzos de septiembre de 1897. De acuerdo con las informacionesque llegaron a Cañete,

105 LEÓN, “Criminalidad y prisión....”, op. cit., p. 152.106 El Araucano, Lebu, 16 de enero de 1880.

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“el reo Juan de Dios Sarmiento, condenado a tres años de presidio porrobo de hostias en la capilla del Sagrario, intentó asesinar al juez suma-riante don José Tomás Matus con un afilado puñal. El juez con revólveren mano le intimó rendición, mandándolo en seguida a remacharle unabarra”107.

En la misma localidad, el redactor de La Lealtad se refería pocos díasdespués con duros términos para describir el bandalaje. “Esta horribleplaga social se incrementa día a día en nuestro departamento. Aquí seasesina a un pobre labrador, por quitarle cincuenta pesos, con la mayortranquilidad del mundo...”108.

Según se desprende de estos datos, los mestizos fronterizos, de viejo yde nuevo cuño, sin diferencia de edad ni estatus, sucumbían ante la crimi-nalidad, asumiendo las actitudes, modalidades de vida y mentalidad delos afuerinos que le imprimieron su matiz a la vida cotidiana, a espaldas dela nueva institucionalidad estatal.

“Fidel Vargas pasó a casa de Felix Pinilla ubicada a inmedaciones de estepueblo”, reportó La Montaña de Yungay en 1892, “en donde encon-tró al cura don Abraham Romero; le dijo, que él sabía a lo que iba y notenía porque darle cuenta a nadie, refiriéndose en seguida con variaspalabras injuriosas, motivo por el cual Romero sacó un revolver queandaba trayendo consigo y disparó sobre Vargas dos balazos...”109.

Jueces y curas armados disparando sus revólveres, reos asaltando la au-toridad, marineros improvisados que asesinan a su capitán: ¿dónde más sepodrían encontrar estos casos de insubordinación y arrogancia, que en laAraucanía de la pos-“Pacificación”?

En segundo lugar, se debe establecer una relación directa entre elbandolerismo y su época. Crímenes atroces los hubo en todo Chile y,probablemente, con una similar frecuencia. Pero en el centro y norte delpaís se trataba de asentamientos, villas o ciudades que arrastraban tradi-ciones centenarias y que no habían sido el escenario de, por lo menos,cinco guerras en menos de un siglo. También habían presenciado el paso

107 La Lealtad, Cañete, 5 de septiembre de 1897.108 La Lealtad, Cañete, 12 de septiembre de 1897.109 La Montaña, Yungay, 9 de octubre de 1892.

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paulatino de las antiguas formas de vida a la modernidad, sin que estatransición adquiriese la forma traumática que asumió en la Araucanía.Dicho de otra manera, ¿en qué otro lugar del país el arribo de los trenes,el alumbrado eléctrico y las máquinas de vapor, fue precedido por eltronar de cañones y una sangrienta carnicería? Por ese motivo, de todoslos crímenes que tuvieron lugar en la región entre 1880 y 1900, los mássignificativos para el propósito de este trabajo, fueron aquéllos que secometieron contra la “modernidad” y sus símbolos. Fueron significati-vos porque reflejaban el rechazo que sentían importantes segmentos delmundo peonal hacia todo lo que anunciaban los heraldos del progreso.“El tren expreso fue atacado a balazos por una partida de bandidos cercade Coigue”, informó El Yumbelino en 1884, “aquí viene la necesidad deaumentar la fuerza de caballería para que pueda encargarse de perseguira muchos bandoleros que se agrupan por estos alrededores”110. En An-gol, un año más tarde, se registró un espectacular robo contra la empre-sa ferrocarrilera.

“Gran asalto en Angol. La empresa del ferrocarril de Angol a Valdiviasufrió en la noche del 24 de julio, un asalto a mano armada, que por loescandaloso y desvergonzado, no puede menos que causar profundasensación entre los vecinos del sur. A las ocho de la noche del día citado,once bandidos armados de rifle y puñal y cubiertos los rostros conmascarillas de género blanco, se presentaron a las puertas de la casa, queera objeto del asalto...el bandido que hacía de cabecilla había penetradoa la oficina del cajero y le había intimidado con la orden terminante deentregar todo el dinero que había en la caja. Habiéndose negado elcajero a hacer la entrega que se le exijía, recibió un golpe de cuchillo enla frente y la intimidación de que sería asesinado sino entregaba eldinero en el término perentorio de tres minutos. Momentos después elcajero recibió un segundo golpe en la cabeza, último y terminantemandato a que le fue imposible resistir. Los bandidos escaparon dispa-rando balas al aíre para atemorizar a los vecinos...”111.

Las serpenteantes líneas ferrocarrileras, el rosario de estaciones, puentesy viaductos y la certeza de que transportaban la gente que más aborre-

110 El Yumbelino, Yumbel, 14 de septiembre de 1884.111 La Libertad Católica, Concepción, 28 de julio de 1885.

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cían, estímulaban el vandalismo popular. En Victoria, a mediados dejulio de 1892, el periódico local informaba:

“Han cesado los ataques al tren de pasajeros, que venían repitiéndosedesde días atrás en la montaña de Dumo. La vigilancia de ese lugar,organizada con tropas de los carabineros, ha logrado como se vé ahu-yentar a los forajidos que según parece se habían radicado ahí conintenciones malévolas”112.

A mediados de julio el tren había sido apedreado en las cercanías dePailahueque, a lo que siguió un ataque con armas de fuego. “Inmediata-mente fue detenido el tren, bajando la tropa de carabineros que desdeque principiaron los ataques, anda en él para su resguardo, la que hizovarias descargas en dirección al bosque de donde partieron los tiros”113.Tres años después de los apedreamientos en Pailahueque, una gavilla deforajidos fue sorprendida cuando intentó realizar un audaz ataque con-tra la estación de Quinquilco.

“Una partida de nueve bandidos bien montados y mejor armados, inten-taron asaltar la casa del jefe de la estación y lo habrían conseguido a nohaber recibido el auxilio de tropa armada que llegó en una locomotora deVictoria. Varios de los malhechores fueron apresados ahí mismo”114.

Las pesadas y oscuras locomotoras a vapor, que bufaban como ani-males cruzando los estrechos senderos que trazaron los carrilanos, fue-ron un blanco frecuente para los buscavidas que observaban su paso.

“Muchachos perversos”, afirmó La prensa de Arauco el 30 de mayo de1897, “Vuelven los canallas a poner en práctica sus instintos perversos(...) en los momentos en que la locomotiva daba aviso, tiraron piedrassobre el carro de primera rompiendo un vidrio de una de las persianas,por suerte no causando daño en persona alguna”115.

112 El Victoria, Victoria, 21 de julio de 1892.113 El Victoria, Victoria, 17 de julio de 1892.114 El Sur, Concepción, 16 de julio de 1895.115 La Prensa, Arauco, 30 de mayo de 1897.

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Es cierto que no se registraban asaltos espectaculares —con jinetesenmascarados, que desde sus monturas se aferraran a las manillas paracaminar sobre el techo de los vagones hasta llegar al carro de los depósi-tos— pues lo escarpado del terreno, la altura de los terraplenes y el cortotrayecto corto de los convoyes, desalentaron esas prácticas. No obstante,en cuanto a temeridad y osadía, los bandidos de la Araucanía no eranmenos que aquéllos que más tarde mostró el cine estadounidense.

La construcción misma del ferrocarril fue acompañada por una seriede crímenes y delitos que ennegrecieron su historia de logros ingenieri-les. “Asesinato”, avisó El Arauco en 1888, “a principio de la semana se hacometido uno en la persona de José Santos Muñoz, por un carrilano dela nueva línea, quien no ha podido ser habido hasta hoy...” 116. Y másadelante agregaba: “Son muy frecuentes los abusos que cometen los ca-rrilanos con la gente pobre que trafica para Lota entre las cuestas deLaraquete y Villagrán, quitándoles sus pequeños negocios y con elloacaso el pan de sus familias”. Los obreros migrantes —conocidos entre sícomo ciudadanos de la república carrilana— no dejaban pasar oportuni-dad para cometer sus fechorías. A fines de ese mismo año, El Araucovolvía a informar:

“Bandidos. El miércoles, el subdelegado de la villa de Carampangue,consiguió aprehender a seis carrilanos que se ocupaban en aquellosalrededores en robar, violar y que sabemos cuantas otras bribonadas porel estilo y fueron conducidos a la cárcel de esta ciudad”117.

En corto tiempo, los obreros ferrocarrileros cobraron la fama de vio-lentos, de salteadores y de pendencieros.

“Los obreros del ferrocarril eran elementos que provenían de distintasregiones del país, sobre todo de la zona central (…) a raíz de ello,llevan una vida ‘aventurera’ e incierta, sin domicilio fijo ni constitu-yendo familia”118.

Si hasta allí se les temía porque eran forasteros, su nueva nombradía

116 El Arauco, Arauco, 15 de enero de 1888.117 El Arauco, Arauco, 16 de diciembre de 1888.118 CONTRERAS, op. cit., p. 246.

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de criminales aumentó su aislamiento. Describiendo una disputa surgi-da entre un alemán, dueño de un restaurante y dos trabajadores extran-jeros empleados en las faenas de construcción de un nuevo puente sobreel río, El Bio-Bio expuso en 1889:

“El primero trató de echar fuera a los segundos, que habían ido a suestablecimiento a interponer quejas sobre la mala comida que les daba,y como no es hombre que se ande con chicas, sacó su revolver y lesmetió una bala á cada uno de sus porfiados contendores...”119.

Con casos como éste se podría decir que, incluso, los extranjeros noescapaban del ethos infractor acuñado por los mestizos fronterizos du-rante siglos de existencia en las tierras de nadie y que afloró con tantafuerza en los campamentos carrilanos. “Doble asesinato —anunció ElCautin en septiembre de 1890— En las ramadas de las fiestas de Lauta-ro, dos carrilanos se dieron el placer de acuchillarse. Consiguieron tan lovivo[sic] su objeto que ambos resultaron muertos”. Cuatro años des-pués, en Victoria, se acusaba a los carrilanos de ser los autores del “bár-baro” asesinato de Santiago Lara. “El cadáver (...) tenía la cara hechapedazos a puñaladas. Sus victimarios se ensañaron cual bestias feroces,hasta el extremo de sacarle los ojos y la lengua”120. En 1898, fue presen-tado ante el juez de Traiguén el cadáver de Adrián Devan Gómez, en-contrado muerto en la línea del ferrocarril. “Presentaba varias heridas apiedra que aún manaban sangre. Es muy probable fue muerto por suscompañeros de trabajo...”121.

Las estaciones, andenes e improvisadas bodegas, que unían la líneaférrea, también albergaron bajo sus techos los nuevos tipos humanosque surgieron durante la fase posterior a la ocupación de los territoriosmapuches.

“Hace tiempo al andar dentro de la estación de los ferrocarriles delEstado”, observó El País de Concepción en 1892, “hacia el lado de lasbodegas de carpa vimos varios muchachos que se entretenían en jugar

119 El Bío Bio, Los Ángeles, 26 de septiembre de 1889.120 El Victoria, Victoria, 4 de enero de 1894.121 El Traiguén, Traiguén, 2 de febrero de 1898.

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al naipe y otros a los dados (…) ayer tuvimos ocasión de presenciar elmismo espectáculo...”122.

La estación de Quilquén, cercana a Traiguén, situada en la serraníaque separaba la región del resto de las villas, muy pronto se convirtió enantro de juego y tomateras para los peones, jornaleros y gañanes quetrabajaban en las estancias de las inmediaciones.

“Es muy sabido que los trabajadores de los fundos inmediatos a estaestación se reunen ahí, una vez pagados, con el exclusivo objeto dehacer sus gargaritas y después de estar en brazos de Baco no se atajanpara cometer cuanto desórdenes se les ocurre. Una vez inspirados porMedoc, sigue entre ellos el pugilato que muchas veces termina a balazosy puñaladas”123.

En Concepción, la estación ferrocarrilera, punto de reunión del pai-sanaje rural que acudía a sus mercados y ferias en busca de pertrechos yprovisiones, se transformó también en asilo de malentretenidos.

“Muchachos vagabundos, y hasta hombres grandes sin arte ni oficio, sesituan frecuentemente en las afueras de la estación de ferrocarril, al ladonorte, y se entretienen en jugar al naipe, a vista y paciencia de cuantospor ahí transitan. Los pasajeros de los trenes que van a Talcahuanopueden observar ese cuadro desmoralizador en que hacen gran papelalgunos suplementeros que van a dejar ahí en manos de pilastros lospocos centavos que ganan en la venta de los periódicos”124.

Los cuantiosos bienes transportados por los trenes no tardaron enatraer la atención de los ladrones y estimular su codicia, como ocurriócon los fuegos artificiales y otras mercaderías que fueron extraídas de losbultos provenientes de Santiago en la localidad de Victoria a fines de1894. “Por lo visto los robos en la empresa del estado”, comentó ElVictoria, “se han hecho ya un mal endémico que no será posible curarentre tanto no se separe del servicio a los individuos que den muestra

122 El País, Concepción, 3 de diciembre de 1892.123 Los Debates, Traiguén, 8 de febrero de 1895.124 El Sur, Concepción, 17 de abril de 1895.

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depoca seriedad y honradez”125. Un año más tarde, un nuevo atentadoafectó a la empresa cuando una pandilla de “varios bellacos, capitanea-dos por un italiano corso”, saqueó un carro en la estación de Concep-ción.126 En otra muestra de su potencia transgresora, ni siquiera el per-sonal ferrocarrilero se escapaba de las trazas y modalidades de vida delmestizaje. “Precedida de groseros insultos, reportó El País el 7 de sep-tiembre de 1895, se armó, en las primeras horas de ayer, un tremendotole-tole, en uno de los cuartos del conventillo (...) en donde tienen suvivienda casi todos las conductoras del ferrocarril urbano”. La frecuenciade incidentes delictuales, robos y agresiones que experimentaban lospasajeros y usuarios del servicio, llevó a pensar que el propio personalincentivaba el desorden que se registraba en la empresa estatal. “No hayduda alguna”, opinó El Victoria en 1892, “que entre los mismos emplea-dos del ferrocarril se hallan los culpables y que más de alguno de ellos seinteresa en mantenerlos ocultos”127.

El transporte urbano, otro elemento novedoso que llevó el Estadochileno a los territorios araucanos, sirvió asimismo de escenario para quese manifestara allí la alevosía de los pillos.

“Grave desorden en Puchacay”, informó El Sur en 1890, “A las 5 de latarde de ayer, cuando se disponía a salir un carro urbano para el centro,se presentaron diez individuos en estado de ebriedad y algunos de ellosensangrentados, por lo que se presume que se hubieran encontrado enalguna pendencia, pretendiendo subir al carro, a lo cual se opuso laconductora. A esta negativa los individuos se abalanzaron sobre la con-ductora y dándole de golpes la hicieron descender del vehículo”128.

Pero no eran tan solo los conductores los que se exponían a las trucu-lentas expresiones del mestizaje que, a poco de haberse desmontado desus caballos, debía observar los reglamentos y normas del transportepúblico.

“En el carro número 19”, informó El País de Concepción en 1894,

125 El Victoria, Victoria, 28 de diciembre de 1894.126 El País, Concepción, 31 de marzo de 1895.127 El Victoria, Victoria, 29 de mayo de 1892.128 El Sur, Concepción, 9 de enero de 1894.

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“tuvo lugar antenoche una escena por demás vergonzosa e inmoral,ocasionada por varios individuos que venían de Puchacay en el máscompleto estado de ebriedad. Palabras obsenas, frases hirientes, insultosgroseros y ademanes inmorales, tales fueron las escenas vergonzosas quetuvieron que sufrir desde Puchacay, todas las señoras y personas decen-tes que venían de aquel lugar.”129

Por cierto, el desplazamiento de las grandes máquinas a vapor o delos carros de sangre generaba una atmósfera de cambio irremisible, quederribaba los últimos vestigios de la abulia campesina que predominóen la región por tantos siglos. La atracción que ejercían sobre el bajopueblo les transformaba muy pronto en transitorios espacios de sociabi-lidad que agolpaban pequeñas multitudes de vagos y ocisosos; desdeándenes, cobertizos y bodegas estos hombres veían pasar el tiempo, lalluvia y la historia, con la indolencia que otorga la carencia de un hogar,una familia o un destino. Las estaciones, trenes y carros no escapaban,sin embargo, de la violencia, del hurto, ni de la pillería: el crack, elpepito-paga-doble, el turro y otros trucos de los embaucadores atrapabana los impávidos transeúntes, explotando su codicia y sus necesidades.Tampoco podían impedir las autoridades que allí emergieran, una vezmás, los rasgos conductuales más oprobiosos del mestizo: su insolenciacrónica, su carácter hosco cuando se encontraba entre extraños y su ver-nácula tendencia a resolver sus problemas a fuerza de puñetes, puñala-das o balazos. Una pregunta fundamental queda sin respuesta: ¿por quélos mestizos desplegaban lo peor de sí en los espacios públicos y ataca-ban con tanta saña los simbolos de la modernidad?

En tercer lugar, se debe señalar que los bandoleros de la Araucaníamezclaban en sus prácticas delincuentes rasgos de arcaísmo y moderni-dad. En este último sentido, lo más notable de los asaltos que se regis-traron en el período 1880-1900 fue el uso indiscriminado de armas defuego. “Estos bandidos se pintarrajean el rostro, visten chamal y trali-lonco [sic]”, escribió El Guía de Arauco en 1865 al describir a los bandasde mestizos y mapuches que asolaban la campaña.130 Veinte años mástarde, los mestizos operaban solos, y sin pretender pasar por mapuches.

129 El País, Concepción, 4 de enero de 1894.130 Citado por SAAVEDRA, op. cit., p. 32.

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Atrás quedaron también las lanzas, laques, cuchillos, machetes y sables:su lugar lo ocuparon las carabinas Spencer, los rifles Winchester y laspistolas y revólveres de diversas marcas. Esta disponibilidad de arma-mentos no debiera extrañar a nadie, pues la región estuvo expuesta pordécadas a guerras, confrontaciones y bandidaje, que llevaron a la acu-mulación de un stock bélico de proporciones que pasaba de mano enmano, y de generación en generación, a través del robo o el conchavo. Locierto es que en la frontera, el monopolio de las armas no lo tenía elejército ni la policía; como lo demuestran las noticias publicadas en laprensa local: las armas de fuego eran un bien compartido. En Quechere-guas, durante el asalto cometido contra los colonos de apellido Loosli, elgranjero recibió “uno trás de otro, dos balazos en un brazo; más comovieron los bandidos que aún quedaba en pie se dirijieron hacia él y co-menzaron a darle de palos hasta dejarlo en tierra casi exánime...”131. Endiciembre de 1889,

“una partida de salteadores armados de revolveres penetró en la casa delseñor Justo Godoy que vive en un lugarcito llamado Malvoa [Florida]...seencontraba en la casa a la hora en que esto ocurria don Aniceto Arriaga-da, que fue muerto a balazos por los asesinos”132.

Un año más tarde, siempre en La Florida, fue asaltado Juan Ramos,“por ocho individuos que se decían pertenecer a la policia rural, armadostodos de carabina y yatagan.”

En Lumaco, Chanco y Colpi, apareció en 1890

“un veterano cuerpo de bandidos, perfectamente armados y vestidoscomo los soldados de policía rural es decir, con su tradicional sable y unrifle recortado que a primera vista parece carabina. Los vecinos de esoslugares no se han atrevido a denunciar a estos audaces foragidos por noexponerse a los resultados de su venganza que, indudablemente, seríasangienta”133.

En los campos de Lumaco, señaló El Traiguén a fines de 1893, “no

131 La Voz de Traiguén, 2 de octubre de 1889.132 La Florida, Florida, 23 de diciembre de 1889.133 La Voz de Traiguén, 12 de marzo de 1890.

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hay noche de Dios que no se lleve a cabo un salteo o un robo y que losmalhechores dentren [sic] al mismo pueblo a hacer sus fechorías sin quesean molestados por la policía”. En la localidad de La Labranza, cerca deTemuco “diez hombres armados de carabina y sable” asaltaron la casa de“una pobre mujer que había vendido en Imperial una yunta de bue-yes”134. En 1892, El Pueblo informaba sobre el salteo ocurrido en elfundo Esperanza, manifestando que la partida de asaltantes “se compo-nía de 10 bandidos armados de sables, revolvers, etc...”135. En diciem-bre de 1898, una partida de ladrones que fue perseguida hacia el parajede Nehuelan, Traiguén, dejó en su fuga

“tres puñales, un corvo, dos revólveres y una escopeta...los ladroneseran Juan Espinoza, temucano y Daniel Garrido de Cholchol, bandi-dos tal vez de profesión por el hurto que se les encontró. Habían robadoen Los Sauces cuatro bueyes y dos caballos a don Juan Esmirman...”136.

Sin duda, la posesión de armamento moderno entre los bandidosamedrentaba a los policías rurales, que no podían competir contra quie-nes les superaban en audacia, pericia y tecnología. Describiendo la per-secución del bandido Nicanor Retamal y Landaeta en las inmediacionesde Victoria, el diario local relataba:

“El sargento ordenó que hicieran fuego hacia dentro [de la guarida],pero la superioridad del arma del bandido, pues era una carabina Win-chester, mantuvo alejado a los soldados por el tiempo que duraron losquince tiros que llevaban consigo”137 .

Más importante aún, el uso de este tipo de armamento elevaba el nivelde la violencia a un punto de confrontación que se resolvía con la muerte.La rutina de la transgresión adquiría en esos momentos la magnitud deuna pequeña guerra que, a imitación de las grandes conflagraciones delpasado, reproducía las fórmulas de caudillaje, alevosía y temeridad quecaracterizaron a los montoneros y bandidos de las décadas previas.

134 La Voz del Pueblo, Concepción, 16 de enero de 1890.135 El Pueblo, Nueva Imperial, 9 de julio de 1892.136 El Traiguén, Traiguén, 3 de diciembre de 1898.137 El Victoria, Victoria, 2 de octubre de 1895.

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En cuarto lugar, el historiador debe prestar atención a los cambiosque registró la naturaleza de los delitos en esos años. Desde la etapasemiinsurrecional que se presenció en los primeros años de la ocupación—1880-1885— hasta el acentuado raterismo de fines de siglo, es noto-rio que el tamaño de las partidas, la audacia que desplegaban en susacciones, los tipos de armamentos que se usaban y la calidad de lasvíctimas, fue variando. En el plano más cotidiano, el registro periodísti-co demuestra que estos cambios fueron efectivos y que los delitos semultiplicaban. En ese sentido, el recuento diario de los presos, entrega-do por la policía de Traiguén al juez local, da una buena cuenta de ladiversidad de delitos y fechorías que se cometían a diestra y siniestra enlas noveles ciudades fronterizas.

“Andres Erises por ebrio y por andar atropellando con el caballo quemontaba; Antonio Palacios, por insolencias y faltar a la moral pública;José R. Quiroga por ebrio; Vicente F. Vera, por andar a caballo en lavereda en estado de ebriedad y por cargar armas prohibidas; dos máspor sospecharlos cómplices en un robo de un terno de casimir y otrasespecies, a Galindo Andrade, quien encontró la puerta de su negocio alas 12 de la noche; dos por hurto; una mujer por abandono del hogar;y otra por inducirla”.

Es probable que este catálogo de felonías tenga un símil en otrasciudades del país de la época, pero lo que sorprende es el elemento deinsubordinación; en otras palabras, éstos no eran sólo crímenes cotidia-nos sino expresiones de insolencia frente a la autoridad.

“Ultimamente han sido puestos en prisión los siguientes: José P. Carre-ras, por ebrio y por trabar pendencia con José Torres, quien estabatambien ebrio; José del C. Hermosilla, por ebrio; Domingo Vergara poridem, por engaño y por insultar groseramente al cabo Rebolledo; Juande Dios Manriquez por ebrio; Ismael Rodriguez por atropellar al solda-do de servicio Jacinto Barrientos y acometerle a golpes arrojándolo alsuelo; Jerman Nuñez, por correr a caballo por la vereda”138.

138 La Voz de Traiguén, Traiguén, 23 de octubre de 1889.

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La criminalidad, en especial aquella que se puede describir como “co-tidiana”, es realizada por los delincuentes pero, a veces, es inventada porlas autoridades. En realidad, es un producto impreciso, pues allí conver-gen la tradición, el quebrantamiento de una nueva norma y, sobre todo, elcelo con que las autoridades pretenden hacer cumplir sus reglamentos.¿Desde cuando correr a caballo por la vereda era un delito? En la Arauca-nía del período, cuando se registraba la transición del mundo preestatalhacia la sociedad moderna, el reglamento se confundía con la autoridad:en consecuencia, siguiendo la lógica de los grupos dominantes, la trans-gresión de las normas más triviales era vista como un atentado contra elEstado. De allí que jueces y policías se esmeraran por perseguir a quieneshabían cometido banalidades. De acuerdo con una lista publicada por ElPaís, de Concepción, en la cual se daba una relación de los sujetos arresta-dos los días domingo, lunes y martes previos, los delitos cometidos eranlos siguientes: “22 por ebrios y molestar a terceros; 8 por ebrios y cometerdesórdenes en la calle; 5 por ebrios y armar pendencias; 1 por dormir en lacalle; 2 por abuso de confianza y 2 por robo”139. La categoría de los delitostampoco varió tres años después:

“La prefectura ha dado cuenta de las siguientes novedades ocurridasdurante las últimas 24 horas: 4 por ebrios y molestar a tercero; 1 porebrio y desórden; 3 por ebrio y desórden en la calle; 2 por reclamo dehurto de dos bueyes; 1 por reclamo de hurto de media docena de sillas;1 por orden del 2° juzgado; y 2 por hurto de un reloj”140.

En Collipulli, en 1892, la gama de delitos registrados y la lista dereos en aquella villa no se diferenciaban de Concepción:

“3 por encontrarse en una casa de juego y acometer contra la policía; 3por atropellar al guardián del viaducto del Malleco; 4 por ebrios ydesórdenes; 1 por atacar a su mujer con navaja; 1 por desorden yendoa caballo; 1 por hurto de varias especies. A este pájaro se le encontrórevólver y puñal”141.

139 El País, Concepción, 7 de septiembre de 1892.140 El País, Concepción, 5 de diciembre de 1895.141 Diario Los Tiempos, Collipulli, 24 de abril de 1892.

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Se podría pensar que las autoridades buscaba castigar, con mayorpreferencia, cierto tipo de delitos o transgresiones, pero es necesario en-fatizar que los mestizos parecían cometer la misma suerte de transgresio-nes a través de la Araucanía. Así, en Traiguén, en 1894, la lista de dete-nidos el 5 de enero incluía

“tres por ebrios; dos por acciones deshonestas; uno por intento de asal-to; dos por hurto y asalto; trece por ebrios; dos por desórdenes; uno porabuso de confianza; uno por acometer a la policía; dos por sospechas”142.

La insubordinación mestiza abarcaba un amplio espectro de delitose incluía en sus objetivos a todo el cuerpo social, sin discriminar a po-bres ni ricos, sujetos incautos o a la propia policía. “Varios individuosmedio humorados se juntaron y acometieron contra los señores guardia-nes del orden público, pasando a llevar la autoridad y la persona de unrespetable cabo hasta el punto de echarlo por tierra y darle muy cariño-sos golpes.”143 Los casos de atropello y desobediencia contra los agentesdel Estado fueron un hecho habitual, tan repetidos en la prensa, quecasi no llamaba la atención pública. Asaltar a un carabinero o a un poli-cía rural era parte de lo que ocurría por rutina en la Araucanía.

“Pedro y Francisco Casanova”, informó El Sur después de las fiestaspatrias de 1893, “después de hacer algunas libaciones en un restaurantde la calle de Anibal Pinto, salieron a la calle y en la esquina de Freire laemprendieron a golpes con cuatro transeúntes quienes, debido a laoportuna llegada de un oficial de policia, escaparon con algunos chi-chones y cardenales. Reducidos a prisión los dos asaltantes, fueronllevados al cuartel y allí arremetieron contra el cabo de guardia, despe-dazándole el dolman y además contra cinco soldados más...”144.

La transgresión mestiza reflejaba en esos años un escaso nivel dereivindicación política coyuntural y muy poco de conciencia social. Loshechos delictuales caían en el ámbito del crimen común y en nada seasemejaban, por sus apariencias, al bandidaje reivindicativo. Los así lla-

142 El Traiguén, Traiguén, 6 de enero de 1894.143 El Lota, Lota, 3 de septiembre de 1882.144 El Sur, Concepción, 21 de septiembre de 1893.

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mados “bandidos tipo Robin Hood” sólo abundaron en la imaginaciónpopular. ¿Cómo podría confundirse el significado preciso que tienen lostestimonios cuando describen descuartizamientos, balaceras, robos amansalva y demás tropelías que infiltraron el acontecer diario en la Arau-canía? ¿Quién puede ignorar el temor real que se sentía en los ranchosmás apartados cuando, en medio de la noche, los queltegües y los perrosanunciaban el arribo de desconocidos que, con palabras groseras y ade-manes bruscos, ordenaban que se abriera la puerta para irrumpir con susarmas en la habitación? Con mucho acierto El Arauco, describía en 1892este ambiente como “el tétrico sudario del terror y el sobresalto, a que loha sometido la plaga sanguinaria del terror que ha asolado nuestros cam-pos, dejando sin pan a tantos infelices y cubierto de un inconsolableluto a tantos hogares”145.

En la Araucanía posterior a la “Pacificación”, los bandoleros ataca-ban a los pobres del campo y de la ciudad o sea, a los que tenían menosmedios para defender sus magras propiedades o sus propias vidas. Enrealidad, son demasiado numerosos los casos que demuestran la desfa-chatez, crueldad, cinismo y falta de consideración de estos sujetos comopara elaborar una imagen romántica de sus actos. “Salteo”, informó ElArauco el 29 de julio de 1883, “Un viejito que vive en las cercanías delpueblo, Antonio Catalán, fue asaltado en la noche del 23 por tres indi-viduos a quienes dice conocer, pues se presentaron a robarle sin embozoalguno y luz encendida”. Nadie escapaba de la furia de los bandidos ninada salvaba a sus víctimas de ser tratadas con vileza. Tampoco habíanada heroico en asaltar ancianos, mujeres, hombres de familia: la únicafama que ganaban los bandidos era la de infames.

“El martes por la noche, poco más allá de los suburbios de la población,en el camino del Membrillar, cuatro individuos asaltaron a una indiaque había venido al pueblo a confirmar su gueñisito. Después de haberhecho con ella lo que se les ocurrió y de maltratarla atrozmente, en queel chico tocó también su buena parte, quitarónle tres pesos en dineroque llevaba y las prendas de plata que acostumbran cargar cuandobajan a los pueblos u ocurren a alguna fiesta”146.

145 El Arauco, Arauco, 10 de julio de 1892.146 El Arauco, Arauco, 29 de noviembre de 1885.

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Apenas un mes más tarde, El Arauco informaba: “Ignacio López, pa-dre de numerosa familia, ha sido atrozmente asesinado el domingo porla noche, en el camino que conduce a Colico”147. Milagro Pacheco, vi-viente a orillas de Biobío, en las cercanías de Pile, fue asesinada y despo-jada de sus bienes en 1885. “Pocos días después fue tomado en el pue-blo de Hualqui un hombre que andaba trayendo demostraciones desangre humana, 25 pesos en plata y además uno de los anillos que teníala víctima en la epoca del asesinato”148. En la misma localidad de Hual-qui, a mediados de julio de 1889, la sirvienta Malvina Castillo

“concibió el proyecto de asesinar a su patrona para robarle un prende-dor con seis escudos de dos pesos. Penetró a la habitación como a las doso tres de la mañana, armada de un hacha y como la señora la reconvinie-ra se avalanzó sobre ella, hacha en mano, trabándose una lucha,a cuyosgritos acudió la gente y pudo aprehender a la Castillo para ser remitidaa esta ciudad”149.

Los crímenes contra personas indefensas se acumularon con el pasode los años, dejando al descubierto la ausencia de un código de bandi-dos, una omerta al estilo siciliano, que excluyera de las agresiones a lospobres y desválidos, a las viudas y a los niños. En esos momentos, todoseran víctimas legítimas, dejando al bandolerismo sin héroes ni afanes degloria, sólo el afán de sobrevivir a cualquier costa. Poco les importaba alos bandoleros mestizos contar con el apoyo de la comunidad, o alienara sus potenciales encubridores o distanciarse de una norma moral noescrita que regulara el uso de la violencia: por lo contrario, todo su poderresidía en su fuerza bruta y en su capacidad para aterrorizar a todos losmiembros de la comunidad. “Penetraron varios bandidos a la casa deuna señora llamada Rosa Valenzuela que reside a inmediaciones de laaldea de Tucapel”, tituló en 1888 El derecho de Yungay, “Los forajidos,después de maltratarla a golpes, procedieron a hacer un minucioso re-gistro de cuanto pudieron encontrar a mano”150. En Mulchén, en 1885,al describir al asesino del peón Pedro Cárcamo, La Araucanía señalaba:

147 El Arauco, Arauco, 25 de diciembre de 1885.148 El Sur, Concepción 29 de diciembre de 1885.149 El Sur, Concepción, 13 de julio de 1889.150 El Derecho, Yungay, 7 de abril de 1888.

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“El hechor apenas parece tener de diez y seis a dieziocho años; y haconfesado su crimen con un cinismo que asusta. Interrogado si acaso nole quedaba algun remordimiento por el crímen que había cometido,contesta que ni miedo tiene al finado”151.

Alevosía, vileza y ruindad son sinónimos adecuados para relatar lapequeña historia de la infamia que tuvo lugar en la Araucanía de esosaños postrímeros del siglo XIX. Una noticia que ya representa el colmode la maldad fue publicada por El Arauco en 1897:

“A las goteras del pueblo se efectuó el miercoles en la noche un salteoque por ser pobre la asaltada, Agustina Carrillo, de profesión lavandera,ha llamado la atención. Los malhechores que se le presentaron fueronseis. Después de amarrarla y darle unos cuantos golpes, arriaron con laropa que tenía propia y ajena y se mandaron cambiar muy señores”152.

En éste, como en otros casos, las víctimas eran sujetos indefensos, des-válidos, y el botín era escaso. Como si fuese un plan concertado, los ban-doleros exageraban cuando cometían estas acciones, a la espera de que eltemor les protegiera de la sociedad que rechazaban. Lo peor de todo, esque le robaban a los más pobres, dejando en evidencia su felonía.

Es cierto que cada delito obedece a un contexto específico y que, detodos, el bandolerismo rural adquiere ciertas connotaciones políticas cuandoes una acción llevada a cabo por varios hombres organizados, se realizacontra la autoridad o despliega algún grado de “nobleza” o “filantropía”hacia los pobres o los desamparados. El sujeto que pretende vengar unainjusticia o una humillación, personal o familiar, puede recibir el apoyosilencioso de su comunidad y, en algunos casos, su admiración. Es el hom-bre agredido por el Estado o por los patrones, que encuentra refugio en lasredes precapitalistas que persisten en las zonas fronterizas. Pero es muydistinto el caso cuando las acciones de los bandidos tiene que ver más conel raterismo, como tendió a ocurrir entre 1880 y 1900. En 1890, La Vozde Traiguén señalaba que “ni la policía se escapa de los robos. En díaspasados alojó en el fuerte de Quillem una partida de tropa de la rural de

151 La Araucanía, Mulchén, 27 de septiembre de 1885.152 El Arauco, Arauco, 25 de julio de 1897.

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Temuco, que traía unos animales para la colonia de aquel pueblo; resul-tando que sin saber como, le robaron tres caballos”153. En la misma época,dos bandidos armados con carabinas entraron a la ciudad de Collipulli yasesinaron al sargento y a un soldado de la policía, “llevándose el caballoensillado del sargento, retirándose muy tranquilos; y aunque fueron per-seguidos parece se les tuvo miedo...”154 En Traiguén, dos años antes, laaudacia de los bandoleros fue aún más lejos: “Fueron asaltados dos solda-dos del regimiento cazadores a caballo, Máximo Guzmán y Fabian Ore-llana, por varios individuos...”155 José Torres, bebedor empedernido, al serinformado por un oficial de policía del cierre de la taberna en que seencontraba, “no se conformó con esta orden y para pasarlo de mozo dia-blo, y a mansalva, le dá un puñetazo en todas las narices al soldado, que lodejó fuera de sí por algunos segundos”156.

Insubordinación, desacato, arrogancia y descaro eran elementos cons-titutivos de la conducta delictual del mestizaje. Ellos, con completodesenfado, procuraban seguir viviendo a su manera, en abierto despreciode las normas y reglamentos estatales. En esos años, los bandidos de laAraucanía no operaban con motivaciones políticas precisas ni sus accio-nes respondían a un plan concertado. Por sobre todo, sus fechorías eranindividuales, aisladas, oportunistas, las más de las veces accidentales.Pero la multiplicación de los casos, la reiteración de ciertos patronestrangresores, y por sobre todo, la proliferación de acciones contra lapropiedad privada y contra la normativa estatal, permiten señalar que lacriminalidad fronteriza reflejó la voluntad de una comunidad afuerinaque no estaba dispuesta a someterse a los dictados de los hombres delpoder. Su objetivo no consistía en capturar el poder, es cierto, pero apun-taba a deslegitimar en su base el proyecto de gobernabilidad gestado enla capital de Chile. En ese sentido, los mestizos fronterizos se esforzaronpor defender sus atávicos modos de vida, transformándose en ese proce-so en bandidos del arcaísmo.

153 La Voz de Traiguén, 3 de febrero de 1890.154 El Bio-Bio, Los Ángeles, 22 de diciembre de 1889.155 El Traiguén, Traiguén, 14 de abril de 1887.156 Los Debates, Traiguén, 2 de diciembre de 1895.

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CAPÍTULO VIIEPÍLOGO: EL FULGOR DE LA VIOLENCIA MESTIZA (1900)

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En esta obra hemos analizado los datos relativos a la diversidadde transgresiones y acciones violentas que tuvieron lugar en la Arau-canía en el período posterior a la mal llamada Pacificación. Nuestropropósito ha consistido en demostrar que, lejos de entrar la regiónen una era de paz, lo que allí se registró a partir de 1880 fue unaexplosión sin precedentes de violencia social y popular. Los datosanalizados, provenientes en su mayoría de la prensa periódica y delas causas judiciales tramitadas en Temuco y Angol, permiten re-construir un cuadro descarnado de aquel hervidero humano, como lodenominó Encina, que se opone a la imagen de orden y progresoproporcionada por la memoria oficial.

En efecto, la compulsión detallada de los archivos permite visualizarla compleja situación que se vivió durante aquellos días al sur del ríoBio-Bio. Postulamos que lo que ocurrió en la Araucanía fue el resurgi-miento de una sociedad mestiza que había crecido en esas tierras, confuerza y determinación, por más de tres siglos. Las autoridades chilenas,en ese sentido, se equivocaron de objetivo al dirigir su furia bélica contralos mapuches, pues lo que se debía sofocar para conseguir la paz no eraa los lonkos y su hombres, sino a los renegados y tránsfugas mestizos.¿Contra qué luchaban los mestizos? Probablemente contra la presenciadel Estado y sus leyes; contra los colonos extranjeros y foráneos que lesdespojaron de las tierras más accesibles y fértiles; contra los labradores ygranjeros, que demostraban que había caminos distintos para vivir lavida que aquel marcado por la violencia. En fin, los mestizos acometíancontra todo lo que representaba la modernidad: contra el orden estatal,contra la prepotencia judicial y contra el abuso policial. Para muchos deellos la ocupación chilena no era más que el anuncio del fin de sus atávi-

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cos modos de vida. Por eso, con mucha ingenuidad, atacaron a la mo-dernidad en sus emblemas más visibles.

“Ayer un poco más acá de la estación de Perquenco, dos individuos letiraron de pedradas a la máquina del tren mixto que venía de Temuco”,reportó La Situación de Angol en 1898, “a consecuencia de ello hubo dedetenerse el convoy a fin de capturar a los sujetos autores de la pesadabroma... el nombre del preso, que es indígena, es Fidel Yancamil”1.

Originados en la fusión cultural y biológica que sustentó a la socie-dad fronteriza, los mestizos actuaban como afuerinos, porque su vida detranshumantes les llevaba a diversos pagos que nunca lograron identifi-car como su propia tierra. “Me llamo como queda dicho”, declaró PedroPablo Muñoz al ser acusado del asesinato de una menor en la localidadde Los Sauces, “soy Muñoz por mi madre, tengo diez y ocho años, soysoltero, gañán, natural de San Carlos de Ñuble y residente en este De-partamento, nunca preso y no sé leer ni escribir”2. Huachos, iletrados einmigrantes, estos sujetos quedaron al descubierto una vez que el Esta-do chileno desmanteló la autoridad de los lonkos y se produjo el replie-gue de las comunidades mapuches a sus tierras ancestrales. Sin la inter-vención de los mediadores tradicionales, liberados de las imposicionesrígidas del admapu y dispuestos a desafiar la nueva institucionalidadchilena, los mestizos desplegaron sus conductas violentas. En ese senti-do seguían los pasos de sus ancestros que, en su condición de cuatreros,bandidos y montoneros, asolaron las villas y rehues de la región.

“Como a las once de la noche”, declararon dos policías que rondaban laCalle de Villa Alegre de Angol, “sentimos un ruido extraño en ungrupo de individuos, ruido parecido al de una persona que ronca.Apuramos el paso y vimos a un individuo que después resultó llamarseManuel Muñoz que estaba sobre Ladislao Miranda y al cual teníasujeto por el cuello y al cual estaba ahorcando”3.

1 La Situación, Angol, 6 de mayo de 1898.2 “Causa criminal por violación contra el reo Pedro Pablo Muñoz, Angol, 11 de noviembrede 1898”, en A. J. A. Caja 7.3 “Causa criminal por robo contra el reo Manuel Muñoz, Angol, 11 de septiembre de1899”, en A. J. A. Caja 7.

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1900, como todo año que marca el fin de una centuria, simbolizó paramuchos el inicio de una nueva era. Pocos chilenos podían escapar de losefectos triunfalistas que tuvo el discurso gubernamental durante gran par-te del siglo XIX: al fin de cuentas, la victoria en dos guerras, el auge de laminería de la plata y del salitre y la incorporación de la economía chilenaal mercado mundial, representaban grandes logros para el país. La ocupa-ción de la Araucanía fue otro fruto significativo, porque se consiguió so-meter al antiguo “enemigo bárbaro”, como denominaban al pueblo ma-puche en esa época, eliminando la constante sangría de recursos materia-les y humanos que significa la mantención de la frontera. Sin embargo,contrario a las expectativas de la élite que impulsó el proceso de expansiónhacia el sur, los frutos de la “Pacificación” fueron bastante escuálidos. Enrealidad, muy pocos podían sentirse orgullosos de la patética escena quebrindaba la región: sumida en el bandolerismo, las estafas, los atropellosal estado de derecho, la corrupción y una creciente y generalizada pobre-za. La Araucanía no era la provincia fértil y feraz, sino un territorio plaga-do de pobres, truhanes, ingobernable y dilapidado.

“El día de la Pascua en la noche”, informó el periódico La Voz Radical deLautaro, “fue asaltado en su casa habitación en Ultra Cautín, don IsaacSánchez, por tres individuos, los que a pedradas rompieron los vidriosde las ventanas y lograron escalar la puerta. Una vez adentro los asaltan-tes, después de haber sostenido con el sr. Sánchez un gran lucha, de laque salieron asaltado y asaltante con contusiones graves, se vieron estosúltimos obligados a huir”4.

En esos mismos días, en la estación de ferrocarriles de Traiguén, elcabo de policía Conejeros, “que olfatea a los ladrones a mucha distan-cia”, sorprendió subiendo al tren a un pillo que cargaba en una bolsa“ropa y una silla de mujer”5. Como vemos, ni las casas eran respetadas nise limitaba el robo a especies de valor. Lo que más impresionaba, empe-ro, era el bajo precio que se otorgaba a la vida humana y la tendenciamayoritaria de la población a verse envuelta en pendencias sin que me-diaran grandes provocaciones.

4 La Voz Radical, Lautaro, 28 de diciembre de 1900.5 El Traiguen, Traiguén, 31 de octubre de 1900.

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“El diez y seis de Junio compareció a la presencia judicial Miguel Mari-queo”, reza una declaración fechada en Angol, “quien por no poderseexpresar en Castellano por ser indígena, lo hizo por medio de LorenzoColiman. Y previo juramento que ambos prestaron expuso el heridoMariqueo por medio del intérprete lo que sigue: Ayer como a las seis dela tarde estaba en mi casa situada cerca de esta población con mi mujerMaría Millapán, mi hija Juana y Agustín Lonconado, todos en comple-to estado de ebriedad, y Lonconado se puso a pelear con mi hija Juanay seguramente yo intervine pues vi que Lonconado me comenzó apegar con un palo, hasta dejarme en el estado que el Juzgado me ve. Yono recuerdo bien todo lo ocurrido y todo lo que puedo decir es que heperdido mucha sangre y que no puedo ver absolutamente nada. Enotras ocasiones Lonconado también me ha agredido pero nunca en laforma que ahora denuncio6”.

Los mestizos habían logrado mellar el acero civilizador y dejar aldescubierto la superficial patina modernizante con que el Estado encu-brió la apropiación de las tierras tribales. Las lacras de una historia obscuraquedaron expuestas. “Son numerosísimos los mendigos”, afirmó El Sur,“que andan molestando de casa en casa y que estorban el paso a los tran-seúntes en la calle”7. En Traiguén, el inquilino Ramón Badilla fue deteni-do bajo sospecha de haber sido el autor del hurto de tres bueyes de lahacienda Santa Elena. “Es fácil presumir”, escribió El Traiguén, “que losladrones de los robos de animales que se hacen son los mismos sirvien-tes”8. Si antes los estancieros se habían congratulado por la lealtad de suspeones, los viejos lazos de dependencia y subordinación que caracteriza-ron a la sociedad rural chilena no echaban raíces en la Araucanía. La in-fluencia del mestizaje era más poderosa que la tradición señorial.

Como se desprende de la crónica periodística y del recuento judi-cial, la Araucanía del 1900 era un barco que hacía aguas por todas par-tes. “Llega a lo increíble la desfachatez y sangre fría que han comenzadoa poner en práctica los rateros de la población”, denunció El País deConcepción en enero, “entran a la propiedad ajena y la talan como si

6 “Causa criminal por lesiones contra el reo Agustín Lonconao, Angol, 16 de junio de1899”, en A. J. A. Caja 7.7 El Sur, Concepción, 28 de abril de 1899.8 El Traiguén, Traiguén, 6 de enero de 1900.

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estuviesen en la propia y arrean con lo que a ellos pertenece”. El trabajoasalariado, que con tanto éxito había sido introducido en el resto delpaís, seguía siendo excepcional en la región. Por el contrario, los mesti-zos preferían aún jugarse sus vidas en las ruedas de la fortuna que confiaren el ahorro o en la austeridad. “Un número considerable de hombres yniños se ocupó los días jueves y viernes de Semana Santa en jugar a laschapitas”, informó El Traiguén, “¡Qué vida la de estos infelices! Pudieranmatar el tiempo en algo más útil que el juego a las chapitas”9. Pero nosólo las inocentes “chapitas” habían ganado el dominio de la calle. Tam-bién habían revivido tradiciones más antiguas. En el cambio de siglo,cuando estos restos de un pasado remoto se suponían reemplazados porla modernidad, el redactor de El País escribió: “Las escenas de gallos sonun entretenimiento tan cruel que habitúan al hombre a escenas propiasde gente menos civilizada que la actual”10.

Junto a estos “delitos antiguos” aparecían también los más noveles:

“El famoso Moisés Rodríguez, alias Cañete sin nalgas”, señaló El Trai-guén, “sigue en su oficio estafando y descuerando a todo el mundo consu lengua viperina y emponzoñada. Con frecuencia recibimos denun-cios de los robos que hace con su oficio de tinterillo de mala fe”11.

Lo que ocurría es que nuevos tipos fronterizos reemplazaban a lasversiones más arcaicas. Sin embargo, la principal carga de responsabili-dad respecto del desorden recaía sobre los hombres de gobierno quie-nes, ejerciendo el poder que les confería la Ley, abusaban a diestra ysiniestra de su autoridad. El juez de Traiguén y el oficial del RegistroCivil formaban un triunvirato de corrupción y estafa.

“Está en la conciencia de todo el pueblo el mal procedimiento de losfamosos compadres (…) el primero falsificador de documentos públi-cos y el segundo ladrón encallecido, presidiario azotado, prófugo de lacárcel de Magallanes...”12.

9 El País, Concepción, 17 de abril de 1900.10 El País, Concepción, 1 de abril de 1900.11 El Traiguén, Traiguén, 13 de enero de 1900.12 El Traiguén, Traiguén, 17 de enero de 1900.

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Un fulano de apellido Saavedra, asentado en Victoria, ingresaba a lagalería de los nuevos pillos convenciendo a miembros del público que lecambiaran sus billetes de a mil pesos ofreciendo una prima del diez porciento. Un atolondrado cliente, de apellido Reyes accedió al negociopara encontrar en el paquete que le dio Saavedra “unos cuantos pedazosde diario”. En noviembre, un astuto estafador conseguía diversos mate-riales de ferretería en Victoria, gracias a una falsa orden de compra. Sor-prendido una semana más tarde en la estación de ferrocarriles, una desus víctimas procedió a su captura. “En estas diligencias andaba cuandollegaron 5 ó 6 trabajadores del ferrocarril y pudieron, merced el núme-ro, libertar a Sagredo que también era de los mismos”13.

A través de la Araucanía el crimen opacaba los resplandores de lafallida modernización. El bandidaje rural, azote de la región por más dedos décadas, no disminuía ni se le veían trazas de desaparecer.

“Se nos comunica que por los cerros de Adencul se han visto algunosdesconocidos emboscados en sus serranías. Es de presumir que éstossean algunos de los prófugos de esta cárcel, que se están organizando allípara entregarse a algunas depredaciones”14.

En la costa, justo en el extremo opuesto, la situación no era nadamejor.

“El miércoles de la semana pasada” informó El Arauco el 7 de enero, “fueasaltada la casa de doña Margarita Carrillo por tres bandidos bien arma-dos que no fueron conocidos. Después de maltratarla lo bastante paraque les entregara la plata que tenía que eran cincuenta pesos y llevarlecomo cien en artículos de despacho y ropa se retiraron muy tranquiloshacia Curanilahue”15.

Pocos días después, quizás en relación a este caso, el mismo periódicoinformaba: “Bandidos. En Yanis o Quidico se ha descubierto una madriguerade bandidos bien armados que causan la alarma de aquellos vecinos”16. Sin

13 El Victoria, Victoria, 15 de noviembre de 1900.14 El Victoria, Victoria, 10 de enero de 1900.15 El Arauco, Arauco, 7 de enero de 1900.16 El Arauco, Arauco, 14 de enero de 1900.

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duda, la transgresión crecía adquiriendo cierto rasgo de banalidad. En Trai-guén, la lista de reos encarcelados durante la segunda quincena de marzo de1900 incluía: un preso por romperle una costilla a su mujer, otro por salirdesnudo a la calle, dos por haber golpeado a terceros y un muchacho porabandono del hogar.

Chile se preparaba para enfrentar un nuevo siglo, pero en la Arau-canía los viejos crímenes continuaban hilvanando la tediosa y miserablevida diaria. Relatando el fallido asalto contra una “india ricachona” asen-tada en las cercanías de Quechereguas, Los Tiempos de Collipulli señala-ba que a los bandidos capturados “se les encontró bastantes balas y mag-níficos revólveres”17. En agosto, en la localidad de Pichilluanco, Victo-ria, ocho bandidos asaltaron la casa de Patricio Rubio, “armados de cara-binas y revólveres”18. La constancia delictual de los mestizos no cedía, apesar de que las madrigueras urbanas de cuatreros, montoneros y bandi-dos, habían sido reemplazadas por calles alumbradas y sólidos edificiosde concreto.

“Salteo y Asesinato”, tituló El Yumbel, “anoche como a las siete u ocho sepresentaron varios bandidos en casa de José Bobadilla, quien reside enLas Nieves como veinticinco cuadras de esta ciudad, armados de carabi-na. El dueño de casa estaba ausente y estaba allí sólo la familia a la cualatormentaron. Un niño que había escapado para dar parte al vecindariofue pillado y muerto por los salteadores”.

Cuando la campaña ya no era más un espacio vacío, las probabilida-des de que los ladrones de ganados y propiedades tuvieran que enfren-tarse directamente con los propietarios, aumentaron considerablemen-te. Por eso mismo, para realizar sus ataques, los bandoleros buscaban laprotección que les proporcionaba la oscuridad.

“Una cuadrilla de fascinerosos se dejó caer a la casa de Ladislao Arias —en las cercanías de Coronel— en los momentos que éste y su familia seencontraban entregados al sueño. Según los datos que obran en nues-tro poder, los asaltantes iban con el espíritu preconcebido de asesinar acuanto morador pretendiera por algún medio frustrarles sus planes, de

17 Los Tiempos, Collipulli, 16 de diciembre 1900.18 El Victoria, Victoria, 29 de agosto de 1900.

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impedir que huyeran en busca de auxilio o dieran alguna voz de alar-ma. Al efecto, tan pronto consiguieron los bandidos penetrar a la mora-da de la familia Arias, derribando dos puertas, comenzaron a asestargolpes a diestra y siniestra, cayendo muerto por el puñal asesino, Ladis-lao Arias, Angel Arias, Juana Arias, Nicasio Lozano y Rosalía Sáez”19.

Como una sombra funesta, la violencia se expandía por las otroraapacibles campiñas, con su nefasto legado de sangre, horror y muerte.Justo cuando cerraba el año, casi como un balance de dos décadas deasedio, el diario Los Tiempos de Collipulli señalaba:

“Se han acercado a nuestra oficina algunos agricultores, exponiéndonosque les es materialmente imposible vivir con tranquilidad a causa de losestragos y fechorías cometidos por el bandolerismo. En el corto tiempo deun mes —nos dicen— se han venido sucediendo tantos robos que sucifra no bajaría de un centenar, si tuviéramos la curiosidad de enumerarlosuno por uno (…) Quico y Caco, estos legendarios moradores de las orillasdel Tiber, parece que han hecho su aparición por estos valles”20.

La transgresión impregnaba el acaecer cotidiano con una carga desin razón y brutalidad. Como ya se ha dicho, en medio del colapso delas modalidades más arcaicas de vida y cuando aún no se imponían lasque introducía el Estado, la efervescencia criminal mestiza se apoderabade los sujetos con inusitada fuerza. Así fue el caso de Francisco Paillali,acusado de asesinar a su suegro en las cercanías del fundo Paicaví, en lasafueras de Cañete. Paillali, que secuestró a la hija de un vecino siguiendola vieja tradición tribal, fue visitado por el padre de ésta para formalizarel matrimonio.

“Cuando nada hacía presagiar a Palma su siniestro fin, se quedó dormi-tando sobre una silla”, reportó La Igualdad, “en estas circunstanciasentra Paillali y con un hacha americana y labradora le desató un tremen-do golpe en la cabeza dividiéndole el cráneo; esto no inmutó en nada alasesino y haciendo lujo de ferocidad le descargó nuevos golpes de ha-cha quebrando a su víctima los hombros y costillas. Palma nadaba sobre

19 El Victoria, Victoria, 10 de noviembre de 1900.20 Los Tiempos, Collipulli, 23 de diciembre de 1900.

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un gran charco de su propia sangre sin dar ya el más leve soplo de vida,pero el asesino no conforme con la monstruosidad de su crimen, y conla mayor sangre fría, le arrancó la lengua a estiradas y fuerza de cuchillo,saliendo adheridos a la lengua parte de otros órganos del cuerpo dePalma. Después de cometido el crimen, Paillali colocó a Palma dentro deun saco rociándolo con agua hirviendo, y fue a arrojarlo al río Paicavi,donde fue encontrado el dieciseis del presente mes...”21.

Con datos como éste, podemos decir que al finalizar el siglo XIX,los ríos de la Araucanía arrastraron algo más que espumas y piedraspor su lecho.

“Se encontró a orillas del Bio-Bio en la estación de Laja, el cadáver de unpárvulo: El 26 de agosto, como a las 11 de la noche, María Lara daba aluz una criatura del sexo femenino. Por varias razones, la Lara teníainterés en ocultar el parto y de ahí sus criminales propósitos de darmuerte al hijo de sus entrañas. Para conseguir su intento, la madredesnaturalizada ahogó a la criatura envolviéndola en una lona. En lamañana temprano, al despertar la otra hermana encontró a María Laratendida en el suelo, la que no tuvo empacho en narrarle lo ocurrido y,como hermana mayor, ordenó a Catalina que hiciera desaparecer elcadáver de alguna manera. No siendo posible enterrarlo por ser ya dedía, prefirió arrojarlo al río...”22.

Igualmente macabro fue un hallazgo reportado al juzgado de Angol.

“Los Sauces, Octubre 22/900.Señor Primer Alcalde:Doy cuenta a Us. que hoy a las 9 am. encontré en el Cementerio delcual estoy a cargo, un ataúd con una criatura al parecer de pocos meses.Inmediatamente procedí a destapar el ataúd y parece que la criatura hasido ahogada por las morateaduras que manifiesta”.

Las fugas de las cárceles, tan comunes durante esas dos décadas,también estuvieron presentes en el cambio de siglo. “En la mañana dehoy se fugó de la cárcel pública de esta ciudad el reo Manuel Orellana.

21 La Lealtad, 30 de diciembre de 1900.22 El Sur, Concepción, 18 de septiembre de 1900.

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Este reo cumplía hoy apenas 30 días de su condena”23. Como broche deoro de una época sumergida en la violencia y como elemento premoni-torio de los años que se avecinaban, El Victoria informaba a mediados demayo: “Ayer a las nueve de la mañana, fue fusilado en la cárcel de Angolel reo Rudecindo Muñoz, por el homicidio y violación de una niñita de18 meses de edad”24. En Collipulli, aprovechando el relajo de las fiestaspatrias, 12 reos,

“de los más criminales, se fugaron de la cárcel pública... los prófugos searmaron con los rifles de los soldados de la guardia; y con kepies de losmismos se disfrazaron para llegar a la estación de ferrocarriles, dondefuera del recinto encontraron caballos ensillados y haciéndose pasar porsoldados que iban en persecución de los mismos reos fugados, se subie-ron en ellos y emprendieron la carrera para ocultarse”25.

De la vasta gama de crímenes y delitos que tuvieron lugar en 1900,y que representan una reiteración de los antiguos patrones transgresivos,se contó también un caso de hechicería.

“En los primeros días de este mes, en Buena Piden, fue asesinada MaríaBarto por dos individuos que desde tiempo atrás la tenían amenazadacon la muerte por creerla con el poder de embrujar a sus enemigos. Losasesinos, después de quemarle el pelo, degollaron completamente a laBarto y escondieron la cabeza no lejos del lugar en que la ultimaron.Una niñita que acompañaba a la Barto alcanzó a huir y fue a dar partede que dos individuos mataron a su mamita; los asesinos llevaban la caracon pañuelos; pero se presume quienes sean”26.

Los crímenes callejeros, los salteos nocturnos y los ataques prota-gonizados por bandidos contra tiendas y despachos, tampoco mengua-ron. A mediados de noviembre,

“una partida de forajidos compuesta de ocho salteadores perfectamen-

23 El País, Concepción, 23 de septiembre de 1900.24 El Victoria, Victoria, 26 de mayo de 1900.25 El Victoria, Victoria, 26 de septiembre. de 1900.26 El Arauco, Arauco, 1 de julio de 1900.

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te armados de carabinas y sables recortados, se dejó caer a la casa deLiborio Figueroa, ubicada en la calle General Lagos esquina con laavenida Balmaceda, hiriendo gravemente a un hijo suyo, FranciscoFigueroa, y a su esposa Raimunda Becerra. Los bandidos escaparondespués de robarse ochocientos pesos en dinero y mucha ropa de vestir,dejando casi exánimes a sus víctimas”27.

En Angol, Daniel Terán, se presentó ante el Juzgado herido a bala enla cabeza.

“El sábado veinte y cuatro en la noche”, declaró Terán, “estaba en lafonda que mi hermano Juan de Dios tienen en la calle de Villa Alegre deesta ciudad. Como a las ocho de la noche y estando reunidos en lafonda gran cantidad de gente, se prendió adentro de la casa algunoscohetes. Con el ruido que éstos hacían Lindor Melo llegó a la fondallevando en la mano un revólver que es el mismo que Us. me manifiesta.Sin que hubiese motivo alguno, Melo principió a balazos con direcciónal techo… como a las once de la noche volvió nuevamente el mismoMelo con el compañero, cuyo nombre ignoro, a hacer muchos dispa-ros. Mi hermano como dueño de casa trató de impedir este nuevoatropello, y ayudado por mí, tomamos al expresado Melo con el objetode hacerlo salir. Este resistió y por tal motivo cayó al suelo. Viendo Meloque nosotros por fuerza lo íbamos a arrojar de la casa, dirigió entonces elrevólver hacia mí y me disparó hiriéndome el proyectil en la cabeza”28.

¿En que había cambiado la violencia fronteriza desde el momentoen que el ejército chileno entró al territorio mapuche?: prácticamente ennada. Por ese motivo, los periodistas regionales seguramente coincidie-ron con el editorialista de El País cuando escribió: “Día a día tienen losperiodistas chilenos que empuñar la pluma para condenar al bandalajeque a manera de una inmensa ola invade y destruye todo nuestro terri-torio”29. En 1900, el fracaso de la gestión estatal era evidente y tambiénlo era el esfuerzo por construir en el imaginario público una imagen defalsa calma: el brutal peso de la realidad, con su innegable carga de

27 El Victoria, Victoria, 15 de noviembre de 1900.28 “Criminal por lesiones contra el reo Lindorfo Melo, Angol, 26 de agosto de 1899”, en A.J. A. Caja 7.29 El País, Concepción, 21 de septiembre de 1900.

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infamia, se encargaba de recordar a los chilenos de la Belle Epoque quedentro de Chile había muchos otros países. La Araucanía había sidosometida, pero estaba muy lejos de ser pacificada.

El balance histórico que se podía realizar en 1900 era peor que loimaginado en 1880, pues las clases populares, imitando al mestizaje,habían emprendido su propio camino de confrontación.

“Asesinatos en Coronel”, informó El Sur, “Con motivo de las huelgas ydesórdenes ocurridos últimamente en algunos establecimientos carbo-níferos de Coronel, los mineros se han entregado a la bebida y comoconsecuencia de esto último ha habido que lamentar desgracias. Eldomingo en la noche fueron asesinados los obreros Víctor Viveros en elestablecimiento de Puchuco-Délano y Juan Torres en Arenas Blancas.Ambos individuos fueron ultimados a puñaladas”30.

Desde el punto de vista de lo social, el único cambio de considera-ción que tuvo lugar durante esos primeros veinte años, fue el notorio des-plazamiento de la violencia desde el mundo mapuche tradicional, al másoscuro y silencioso ámbito del mestizo. Los tránsfugas y renegados, quepor siglos vivieron en las tierras de nadie y que crecieron al amparo delcomercio, del malón, de las guerras civiles y de la colonización, hicieronsu entrada en la historia del modo que mejor conocían: con arrogancia,insubordinación y temeridad. Trajeron también consigo su alegría de bur-del, que cubría la miseria de tantos con su manta de alcohol, amorestrágicos y bailes sin fin. “Llamamos la atención de la policía hacia loscontinuos desórdenes y riñas que se suceden en algunas casas del barrio deVilla Alegre”, denunció El Progresista de Los Angeles el 27 de diciembrede 1900, “Allí se canta y baila todas las noches hasta el amanecer, privan-do del sueño a los pacíficos y honrados vecinos de los alrededores”31. Ale-grías fugitivas que no lograban compensar el saldo de desarraigo y miseriaque históricamente correspondía al mestizaje después de haber ido per-diendo sus espacios tradicionales frente al avance paulatino del Estado,del latifundio y de la modernidad. Tan sólo quedaba para ellos la seguri-dad que brindaba la copa de aguardiente, el poncho y su cuchillo, que

30 El Sur, Concepción, 12 de septiembre de 1900.31 El Progresista, Los Angeles, 27 de diciembre de 1899.

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entrelazados en una vida de andanzas trágicas, tejían la identidad másprofunda de esos renegados que pulularon en la Araucanía. Convertidosen hombres sin tierra, sin casa y sin familia, su destino era vagar, delinquir,matar. Ese había sido, al fin de cuentas, el mayor rasgo de su historia y elhado que presidió sus vidas de forasteros.

1. La otra historia de la araucanía moderna

La visión historiográfica de la Araucanía moderna (1880 en ade-lante) oscila entre aquellos que elogiaron el proceso de ocupación chile-na como una panacea y los que la denunciaron como un brutal atropelloa los derechos de la etnia mapuche. En el primer caso, se hace un listadode la fundación de villas, de la introducción de capitales, de la incipien-te industrialización que se registró a partir de 1880 y, por sobre todo, dela exitosa conexión que se hizo de la economía regional —triguera ymaderera- a los mercados internacionales32. En una palabra, se catalogala prosperidad que tuvo lugar desde esos momentos hasta las primerasdécadas del siglo XX, ignorando el costo social de estos eventos.

“Papel esencialísimo habían desempeñado en el apaciguamiento de laAraucanía el telégrafo, el ferrocarril y las armas de precisión: la barbariequedaba vencida después de tres siglos de lucha, más que por la fuerzade los hombres, por la obra de la civilización”33.

En el segundo caso, en lo que podríamos llamar la historiografía pro-indígenista, se enfatiza una historia negativa y trágica de estos sucesos,sembrada de despojos, ultrajes y muertes innecesarias que tuvo por prin-cipal víctima a los mapuches34. Se podría pensar que la verdad se sitúa

32 JEAN P. BLANCPAIN, “Le Chili Republicaine et le fin de la frontiere araucane”, RevueHistorique N°252, París, 1989; RICARDO FERRANDO, Y así nació la frontera, Santiago de CHile,Atlántica, 1986; MARIO GÓNGORA, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en lossiglos XIX y XX, Santiago de Chile, 1994.33 GUEVARA, Historia…., op. cit., Vol. 3, p. 456.34 Seminario de Investigación sobre el desarrollo de la provincia de Cautín, Santiago de Chile, Univer-sidad de Chile, 1956; ALEJANDRO SAAVEDRA, La cuestión mapuche, Santiago de Chile, ICIRA,1971; MILAN STUCHLIK, Rasgos de la sociedad mapuche contemporánea, Santiago de Chile, 1974;

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entre ambas versiones. Probablemente. Pero nuestra interpretación, basa-da en las fuentes judiciales y periodísticas de la época, es diferente. Comose ha señalado en las páginas previas, la realidad étnica de la región fuemucho más compleja, pues a los tradicionales contingentes de mapuchesy chilenos, deben sumarse los mestizos quienes, expuestos a las conse-cuencias de los conflictos que acarreó la transformación de las estructurassociales e institucionales, luchaban por mantener sus modalidades de su-jetos de frontera o, lisa y llanamente, para salvar sus vidas y las de susfamilias. En otras palabras, planteamos que la historia de la Araucanía nose resolvía en la artificial dualidad conformada por chilenos y mapuches,ni tampoco fue una mera confrontación entre la sociedad estatal y la socie-dad tribal. La realidad, mucho más rica que su relato, envolvía también alos demás grupos sociales que, desde diferentes ángulos y con diversosintereses, pugnaron por muchos años desde la base de la sociedad paradefender sus derechos. En ese sentido, es apropiado señalar que desde elcomienzo de la “Pacificación” se registraron acciones concertadas entremestizos, chilenos pobres y mapuches quienes, en una tardía manifesta-ción de lo que fueron las antiguas montoneras, tomaron el camino de larebelión uniendo sus fuerzas. En otras oportunidades, sin embargo, seunieron solamente para delinquir. Tal fue el caso registrado en Angol en1882, cuando fueron declarados reos por abigeato Manuel Jesús Illanes,Antonio Arriagada, José Jesús Arriagada, Vicente Morales, Domingo Ore-llana, Rafael Burgos, y los mapuches Calbun, Lingneo y Neculman. Enuna de las declaraciones se encuentra una valiosa descripción del modusoperandi de estas bandas mixtas.

“En Tigueral, a veintiuno de noviembre de mil ochocientos ochenta ydos, se hizo comparecer a la presencia judicial al indígena Calhuen,quien no hablaba el idioma castellano, por lo que se le nombró intérpre-te a Juan Curiche, quien prestó juramento de traducir fielmente lo que

“Las políticas indígenas en Chile y la imagen de los mapuches”, en CUHSO N°2, Temuco,1985; STAFFAN BERGLUND, The national integration of the Mapuche, Suecia, 1977; ROLF FOERS-TER, SONIA MONTECINO, Organizaciones, líderes y contiendas mapuches, 1900-1970, Santiagode Chile, CEM, 1988; “Condiciones de emergencia, ideologías y programas de las organiza-ciones mapuches”, Santiago de Chile, Documento GIA, 1982. JOSÉ BENGOA, Historia de unconflicto. El Estado y los mapuches en el siglo XX, Santiago de Chile, Planeta, 1999; JaimeFlores, “Estado y sociedad mapuche: el caso de la comunidad Jose Llancao”, Temuco,Pentukun 5, Temuco, 1996.

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dijese el declarante y prometiendo éste decir verdad dijo:Me llamo Calhuén, mayor de edad, viudo, sin oficio ninguno y no séleer ni escribir. Vivo en Tru-Trú [sic] del territorio indígena y hacenalgunos días ha que salimos de allá para venir a Collipulli en compañíade Rafael Burgos, Neculman, Lienqueo. Harán diez días ha que nosregresamos a nuestras tierras recibiendo de Antonio Arriagada, a quienconocemos por Repocha, cuatro caballos, siendo uno tordillo con otronegro picaso tuerto de un ojo, otra yegua castaña mulata y un alazán.Arriagada nos entregó los caballos cerca de una casa que no sé de quiénes y andaban con él dos más que no sé quienes son, pero si los veo puedoconocerlos… en los caballos robados que nos entregó Arriagada nosfuimos hasta nuestra tierra que es al sur del Cautín y ahí fuimos alcan-zados por el dueño de ellos que nos perseguía y tomados presos pororden del Comandante de Armas de Temuco…”35.

En febrero de 1884, fueron puestos a disposición del Juzgado deAngol los “paisanos” Juan Torres, José Félix Rodríguez, José Santos Pé-res, Juan de Dios Candia y los “indígenas” Pedro y Juan Luis Huilcan,“por haber asaltado un piño de yeguas la noche del dos del presente alcacique Yancupil de la reducción de Gualacura”36. De igual forma, en1892, comparecieron bajo el cargo de ladrones de animales los reos MateoMora, Rafael Benavides, José Dionicio Abarzua y Victorio Marileo37. Lacolaboración entre mestizos y mapuches surgía espontáneamente, auna-dos por los dos grandes desafíos que enfrentaban: la erradicación de susmodos de vida y el fortalecimiento del poder de los latifundistas.

“Es verdad que la noche del Domingo último”, declaró el reo AscenioSobarzo en 1901, “fuimos a traer un buey con Marcos Peralta que estabajunto con los de don Zoilo Vergara, sin saber de quién era, y lo llevamosa la ruca de los indios José Angel Catrilao y Antonio Millaqueo, y seríamedianoche cuando lo matamos. Parte de la carne se escondió y otra partecon el cuero lo echamos al río, cuando vimos que andaban rastreando”38.

35 “Causa criminal por abigeato, Angol, 17 de noviembre de 1882”, en A. J. A. Vol. 3.36 “Criminal de oficio por salteo, Angol, 9 de febrero de 1884”, en A. J. A. Vol. 4.37 “Criminal por hurto contra Mateo Mora, Rafael Benavides, José Dionicio Abarzua yVictorio Marileo, Angol, 03 de junio de 1892”, en A. J. A., Vol. 5.38 “Criminal contra Arcenio Sobarzo y Antonio Millaqueo, Angol, 27 de junio de 1901”, enA. J. A. Vol. 7.

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La resistencia que opusieron los mestizos al proceso de consolida-ción institucional que subyacía a la “Pacificación” contrastó con la apa-rente docilidad que mostraban los lonkos de algunas comunidades ma-puches y su creciente apego a las instituciones estatales.

“Desde Coronel se informó que el viernes pasaron por este pueblo 11indios, 3 caciques y los demás mocetones. Al consultárseles para dondehacían su marcha, dieron la contestación siguiente: Nosotros vamosdonde el Presidente Santa María para saludarlo y verlo; somos amigosde los chilenos y cada vez que muda un Presidente lo vamos a ver”39.

En menos de una década, y cuando ya se habían conseguido losobjetivos territoriales propuestos para su captura por la élite, la imagende los mapuches también comenzó a cambiar en la prensa fronteriza.

“Los mapuches están ya delegando el estado selvático que les ha domi-nado”, escribió El Traiguen, “dan el régimen de civilización que debedistinguir a todo pueblo civilizado. Efectivamente los vemos como losmás cumplidores recurrir a las oficinas respectivas a pagar religiosamen-te sus contribuciones por el dominio que tienen sobre terrenos quedesde antiguo les ha pertenecido”.

Las continuas y repetidas representaciones hechas por las autorida-des locales para que se aumentara la dotación de policías y jueces con elobjetivo de controlar la violencia mestiza sufrió un brusco cambio cuan-do los lonkos mapuches se sumaron a esa campaña de fortalecimiento delos cuerpos policiales. Demostrando que el mestizaje presentaba, comoen los viejos tiempos, un desafío compartido para ambos mundos, losjefes mapuches no vacilaron en solicitar la intervención del nuevo poderpara contrarrestar la progresiva ola de violencia y anarquía que afectaba asus comunidades, a pesar de que ello significara tácitamente reconocerel poder de jueces e intendentes.

“Los caciques Antonio Painemal, Domingo Coñuepang, Ramón Paine-mal, Vicente Paillalef, Pascual Paillalef, Lorenzo Landero, Calfvin Co-lleguana, Juan Paineo, Antonio Hueichupan, Hilario Alcaman, Pedro

39 El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 3 de mayo de 1883.

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Cayuqueo, Manuel Calvin, Pichulman Lebiman, Francisco Pizarro,Manuel Neculqueo, Juan Trafoll y Victoriano Morales”, reportó El Pue-blo de Nueva Imperial en noviembre de 1894, “han enviado un me-morial al Supremo Gobierno pidiéndole garantías para sus vidas e inte-reses seriamente amenazadas por el vandalaje y solicitando la creaciónde un cuerpo de policía rural para este departamento”40.

Los mapuches fueron las víctimas involuntarias de la violenciamestiza que, al igual que a los demás habitantes de la Araucanía, lesafectó directamente, toda vez que el incremento del bandolerismo y latransgresión causaban el paulatino derrumbe de la prometida prosperi-dad. El quiebre del estado de derecho afectaba, por sobre todo, a los másdébiles. Por ese motivo, los mapuches no dudaron en aliarse con loscolonos inmigrantes, para juntos batir al bandalaje.

“Unos bandidos asaltaron a una pareja de colonos cerca del fundo LosRobles”, informó El Lautaro en 1894, “a los gritos de las víctimas acu-dieron en su auxilio varios indios armados de lanza dispersando a losbandidos y dejando éstos una bala en campo de batalla”41.

Globalmente, lo que prevaleció a nivel inter-étnico fue la demandadel liderazgo mapuche para que se pusiera fin a esta situación de caos,presionando al Estado chileno para que asumiera una posición más fir-me en la defensa de los derechos de las comunidades radicadas. Lo másimportante es que, a consecuencias del vacío de poder y del descalabrode los principios éticos que regían hasta allí la conducta de los sujetos, lavida tenía escaso valor y cada uno pretendía hacerse justicia con suspropias manos. Lo que imperaba era un ambiente de insubordinaciónque atentaba desde diversos ángulos contra la gobernabilidad.

“Doy cuenta a Us. que anoche han sido conducidos a la cárcel por elsargento de policía Pedro Cáceres”, apuntaba un parte en el juzgado deAngol en 1880, “los paisanos Eusebio Cabello y Juan de Dios Sepúlve-da, el primero por hallarse ebrio y haber maltratado de manos a V.Correa y el segundo por haber salido a quitar a caballo e insultar al

40 El Pueblo, Nueva Imperial, 25 de noviembre de 1894.41 El Lautaro, Lautaro, 13 de mayo de 1894.

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policía que lo traía. Debo prevenir a Us que para tomar a Cabello sepidió auxilio a la guardia del cuartel, a cuyo lugar fue inmediatamenteconducido y ahí insultó a toda la guardia y al comandante de ella”42.

Casi veinte años más tarde, Bartolo Fernández y su yerno enfrenta-ron a la justicia acusados del asesinato de Nicanor Figueroa. El parteenviado al juzgado de Temuco rezaba:

“Santa Elena, enero 2 de 1896. Anoche, a las nueve, fue asaltada la casade Bartolo Fernández por tres individuos que obligaron al asaltado asalir fuera de la casa y trabar con ellos desesperada lucha. Un yerno deFernández acudió en su auxilio y armado de una carabina dio unculatazo a uno de los asaltantes, dejándolo muerto en el acto”43.

La insubordinación del mestizaje transitaba desde la violencia do-méstica hasta sus expresiones más públicas: los motines militares, lasrevueltas obreras y los conatos populares que tuvieron lugar en la Arau-canía durante los últimos años del siglo XIX. En cada caso que informóla prensa, palpitaba el mismo sentir de insolencia y frustración que des-plegaron los mestizos a lo largo de la historia, así como una excesivaconfianza en sus fuerzas y una evidente autoestima. La osadía que exhi-bían estos sujetos no era casual ni simulada, sino que manifestaba unavisión de mundo que costaba doblegar porque, al fin de cuentas, era elfruto de una historia más larga que la que tenía el Estado chileno. Porcierto, la violencia mestiza que explotó en aquellos años mostraba dosnuevos rasgos que no tuvo en el pasado: su capacidad para crear unambiente de ruptura el cual arrastraba consigo a los demás grupos socia-les y, en segundo lugar, su extrema viveza para adaptarse a las nuevasmodalidades de lucha que introdujo el sistema estatal. Su despliegue enla rutina diaria demostraba, una y otra vez, la falsedad que subyacía aldiscurso de la modernidad.

Después de examinar hechos de esta naturaleza, ¿quién diría quehabían transcurrido veinte años desde la imposición de la instituciona-lidad estatal en la Araucanía? En verdad, los testimonios revisados de-

42 “Criminal de oficio por pendencia contra Eusebio Cabello, Angol, febrero 16 de 1880”,en A. J. A., Vol. 2.43 “Sumario por la muerte de Nicanor Figueroa, 4 de enero de 1896”, en A. J. T., Vol. 6.

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muestran que, en un tardío parangón de la guerra de todos contra todosque caracterizó a la frontera en el pasado, el hecho social que definió lavida cotidiana en la región entre 1880 y 1900 no fue la pacificacióngeneralizada de los ánimos, sino la erupción de la violencia inter-étnica.Los nuevos bandoleros eran los hijos ilegítimos de la mezcla racial, socialy cultural que engendró la sociedad fronteriza, y cuya historia habíaconsistido en deambular por llanos y cordilleras en busca de botín obienes de subsistencia. Cuando tuvo lugar la ocupación chilena y seprodujo la apropiación de las tierras mapuches, estos sujetos fueron per-seguidos, acorralados y desarraigados, como parte de un proceso generalde disciplinamiento social dirigido a transformarlos en peones y jornale-ros de las estancias e industrias que florecieron en la región. Marginadoshistóricamente del sistema y desprovistos de los medios materiales quepermitieran su reproducción social, la gran mayoría engrosó las filas delos miles de peones que hicieron funcionar las estancias trigueras, aserra-deros y obras carrilanas que dieron un aire de prosperidad a la región.Otros, cuyo número probablemente nunca sabremos, eligieron sumarsea las tropas de renegados que desde antaño dibujaron la geografía consus acciones rebeldes e insubordinadas. Estos últimos fueron los prota-gonistas de una historia anónima que dejó en evidencia la fragilidad einconsistencia del mito de la Pacificación de la Araucanía.

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APÉNDICES

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CUADRO IENCAUSAMIENTO DE MAPUCHES

ACUSADOS DE ROBOS Y USURPACIONES

Juzgados criminales de Temuco y Angol, 1880-1900*

Fecha Juzgado Reos Delito

1880 Angol Francisco Curinaoy otros

Angol Marcial Milla por hurtoAngol Martín MarileoAngol Juan de Dios Huenpany

y Antonio Quintrel por abigeatoAngol Lorenzo Cariqueo por abigeato

1881 Angol Juan Huenchunao,Silvestre y Pedro Toledo

Angol Juan Polcon por abigeato1888 Angol Juan Leviqueo,

Manuel Jesús Catríoy Lorenzo PiqueifilJuan Agustín Cholcholy Calbucura por robo de yeguas

1894 Temuco Juan Huenchuñiry Andrés Aucaman por robo de 60 ovejas

1898 Temuco Marinao,Juan José Melilviluy Antonio Mariman por hurto de 4 bueyes

Temuco Antonio Manqueñir,Huinca Abelino yJuan Antil por hurto de animales

Temuco Basilio Calfin por hurto de un bueyTemuco Felipe Cahuellan y

Segundo Tripailao por hurto de un caballo1899 Temuco Antonio Millañir y

Francisco Lincoñir por hurto de una vacaTemuco Lucero Painen por robo de una yegua

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Fecha Juzgado Reos Delito

Temuco Huentenao Llanquihuen por hurto de una vacaTemuco Manuel Llanquihuen

e Hilario Quidel por hurto de 4 ovejas.Temuco Vicente Millacura,

Huenchuleo yRamos Santos por hurto de un caballo

1900 Temuco Antonio yJuan Cuminao por robo de una vaca

Temuco Pedro Antimil yPedro Lefimil por robo de 2 equinos

* Esta muestra está basada en el total de las causas procesadas en los juzgados de Angol yTemuco.

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CUADRO IIAATENTADOS COMETIDOS CONTRA

LOS COLONOS DE ERCILLA, 1884-1897

Julio Pavé muerto a lazoJuan Pavé muerto a lazoJ. Martin muerto a bala y cuchilloA. Savro muerto con hachaP. Reydet se encontraron solo las botas

y los huesosL. Peret degollado con cuchilloVon Schlotfeld muerto a cuchilloA. Madger muerto con un hachaLa Sra. De Madger muerta con un hachaEl niño de Madger ahogado al huir en busca

de socorroG. Sommer muerto a palos y cuchilloSeñora de A. Savro herida de gravedad

con un hachaNiño de A. Savro herido levemente con un hachaNiño de A. Savro arrojado al fuego y

gravemente quemadoKaro herido de gravedad.A. Hunter salteado y herido de gravedadSeñora de A. Hunter salteada y herida de gravedadSeñora de P. Elter salteada y herida levementeArbert herido de gravedadGertrudis Treskow salteadaFrancisco Muller salteado y herido levementeC. Zieger y señora dos veces salteados

y heridos de gravedadJuan Reydet herido levemente y

su caballo acuchilladoSeñora H. Riedet salteadaAbuenth salteado

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Roberto Grart herido de gravedadJuan Scherer salteadoCunenecker salteado y herido de gravedadNoll salteadoSeñora Huri salteadaPiolé salteadoE. Clentiux alteadoJ. Menart enlazado y herido de gravedad

Herido levemente de balaManoloco salteado y herido levementeWalette herido levemente con

cuchillo y salteado

Debemos notar que no anotamos los casos de violación por conside-ración a las víctimas que aún viven. También dejamos a un lado todos losrobos para no hacer esta lista interminable. Como regla puede decirseque cada colono ha pagado un tributo. El número de cabezas de ganadovacuno que se ha robado a cada colono varía entre 4 y 70”.

Fuente: El Traiguén, 18 de agosto de 1897.

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BIBLIOGRAFÍA

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ÍNDICE

INTRODUCCION 11

CAPÍTULO IHOMBRES SIN TIERRA Y SIN LEY:LOS MESTIZOS FRONTERIZOS DE FINES DEL SIGLO XIX 23

CAPÍTULO IILA TRANSGRESIÓN MESTIZA EN LA VIDA COTIDIANA

DE LA ARAUCANÍA, 1880-1900 47

1. Los crímenes domésticos o de ámbito familiar 502. Los crímenes privados en el espacio público 683. Los crímenes públicos en el espacio público:motines, revueltas y conatos populares 76

CAPÍTULO IIIFIESTAS, CALLEJUELAS, ESTACIONES Y BURDELES: LOS NUEVOS ESPACIOS DE

TRANSGRESIÓN EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900 91

1. Las fiestas como espacios transgresivos 942. Calles, esquinas y estaciones:Los nuevos escenarios de la criminalidad fronteriza 1053. Bares, burdeles y lenocinios: los centros de la alegría popular 1194. El rostro trágico de la fiesta 131

CAPÍTULO IVLA VIOLENCIA INTER-ETNICA EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900 133

1. La violencia fronteriza: el fruto olvidado de la “pacificación” 1362. La violencia mestiza contra los mapuches 1393. La violencia de mapuche contra mapuche 1524. La autodefensa mapuche como mecanismo de sobrevivencia 163

CAPÍTULO VMATAR Y MORIR EN TIERRAS LEJANAS: LOS COLONOS

Y LA VIOLENCIA FRONTERIZA, 1880-1900 177

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CAPÍTULO VILOS BANDIDOS DEL ARCAISMO:CRIMINALIDAD RURAL EN LA ARAUCANÍA, 1880-1900 195

1. La geografía de la transgresión 1982. Descendiendo al averno 2213. Los crimenes contra la modernidad 233

CAPÍTULO VIIEPÍLOGO: EL FULGOR DE LA VIOLENCIA MESTIZA (1900) 251

1. La otra historia de la araucanía moderna 265

APÉNDICES 273

BIBLIOGRAFÍA 281

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