Legend, Marie Lu-

820

description

Distopia

Transcript of Legend, Marie Lu-

Page 1: Legend, Marie Lu-
Page 2: Legend, Marie Lu-

La República, situada en lo que entiempos fue la costa oeste de losEstados Unidos, está embarcada enuna guerra interminable con el paísvecino, las Colonias. June y Day,dos ciudadanos de la República,tienen la misma edad -quince años-y viven en la misma ciudad -LosÁngeles-. Y sin embargo, habitanen mundos opuestos: mientras queJune es una chica privilegiada,destinada a ocupar un lugar en laélite del país por su condición deniña prodigio, Day vive en laclandestinidad y se dedica a

Page 3: Legend, Marie Lu-

sabotear los manejos de ungobierno que considera corrupto yasesino. No hay ninguna razón paraque los caminos de June y de Dayse crucen... hasta el día en queMetias, el hermano de June, esasesinado, y Day se convierte en elprincipal sospechoso del crimen.Entonces, June y Day emprendenun mortal juego del ratón y el gato,en el que él lucha por lasupervivencia de su familiamientras ella busca vengar lamuerte de su hermano.

Page 4: Legend, Marie Lu-

Marie Lu

LegendSaga Legend - 1

ePUB v1.0AlexAinhoa 20.02.13

Page 5: Legend, Marie Lu-
Page 6: Legend, Marie Lu-

Título original: Legend©Xiwei Lu, 2011.Traducción: Ana H. de Deza

Editor original: AlexAinhoa (v1.0)ePub base v2.1

Page 7: Legend, Marie Lu-

A mi madre

Page 8: Legend, Marie Lu-

LOS ÁNGELES,CALIFORNIA

República de AméricaPoblación: 20.174.282

Page 9: Legend, Marie Lu-

PRIMERA PARTE:El chico que camina

en la luz

Page 10: Legend, Marie Lu-

DAY

MI madre cree que estoy muerto.Obviamente, no lo estoy. Sin

embargo, prefiero que ella no sepa laverdad porque sería demasiadoarriesgado. Por lo menos dos veces almes aparece el cartel de «Se busca» conmi foto en las pantallas gigantes que haypor todo el centro de Los Ángeles.Parece fuera de lugar. La mayoría de lasimágenes que proyectan las pantallasson felices: niños sonrientes bajo uncielo azul, turistas que posan frente a las

Page 11: Legend, Marie Lu-

ruinas del Golden Gate, publicidad de laRepública en letras brillantes…También hay propaganda contra lascolonias. «Las Colonias quieren nuestratierra», declaran los anuncios. «Deseanlo que no tienen. ¡No les permitasconquistar nuestro hogar! ¡Apoya lacausa!».

Entonces aparece mi ficha policial.La pantalla resplandece y muestra esto:

BUSCADO POR LA REPÚBLICAEXPEDIENTE 462178.3233.

«DAY».……………………………………………………………

DELITOS: ALLANAMIENTO,INCENDIO, ROBO,

DESTRUCCIÓN DE PROPIEDAD

Page 12: Legend, Marie Lu-

MILITAR,BOICOT DE LA ACCIÓN BÉLICA.

RECOMPENSA: 20.000 BILLETES AQUIEN OFREZCA

INFORMACION FIABLE.

El texto va acompañado de una fotodistinta cada vez. En una ocasiónaparecía un chico con gafas y peloensortijado de color cobrizo. En otra, unchico rapado con los ojos negros. Enocasiones soy negro, otras blanco, aveces de piel olivácea, morena,amarillenta, roja o del color que se lesocurra.

Es decir, que la República no tieneni la menor idea de cuál es mi aspecto.

Page 13: Legend, Marie Lu-

Me temo que no saben casi nada sobremí, excepto que soy joven y que noencuentran mis huellas digitales en susbases de datos. Por eso me odian. Nosoy el criminal más peligroso del país,pero sí el más buscado, porque lospongo en ridículo.

Acaba de atardecer, pero ya estáoscuro y las luces de las pantallas sereflejan en los charcos. Estoy en eltercer piso de un edificio, sentado en elalféizar de una ventana ruinosa, tras unasvigas oxidadas. En tiempo esto fue unbloque de viviendas, pero ahora estádestrozado. Las bombillas están rotas,hay trozos de cristal por todas partes y

Page 14: Legend, Marie Lu-

la pintura se desprende de las paredes.En una esquina hay tirado un retrato delElector Primo. Me pregunto quiénviviría aquí, porque no sé de nadie tanloco como para despreciar así un retratodel Elector.

Llevo el pelo recogido bajo unavieja gorra de visera, como decostumbre. Estoy casi inmóvil, con losojos fijos en la casita de una planta quehay al otro lado de la calle. La únicaparte de mi cuerpo que se mueve son losdedos de mi mano derecha, quemanosean el colgante que llevo alcuello. Tess está apoyada en la otraventana de la habitación, mirándome.

Page 15: Legend, Marie Lu-

Me noto inquieto esta noche y, comosiempre, ella lo percibe. La peste estácastigando con mucha fuerza a loshabitantes del sector Lake. El brillo delas pantallas gigantes me permitedistinguir a los soldados queinspeccionan las casas del final de lacalle. Visten capas amplias de colornegro y llevan máscaras de gas.

A veces, al salir de una casa, lamarcan con una enorme equis roja en lapuerta. Después de eso, nadie vuelve asalir ni a entrar. Al menos, mientrashaya alguien mirando.

—¿Aún no los ves? —susurra Tesscon expresión sombría.

Page 16: Legend, Marie Lu-

Me pongo a fabricar un tirachinascon unos trozos de tubería de PVC;necesito distraerme.

—No he cenado. Tendrían quehaberse sentado a la mesa hace horas.Cambio de postura y estiro mi rodillamala.

—Puede que no estén en casa… —sugiere ella.

Le lanzo una mirada de irritación.Solo trata de consolarme, pero no estoyde humor.

—La luz está encendida. Mira esasvelas: mi madre jamás gastaría velas sino hubiera nadie en casa.

Tess se acerca.

Page 17: Legend, Marie Lu-

—Deberíamos irnos de la cuidaddurante un par de semanas —intenta quesu voz suene tranquila, pero el miedoestá ahí—. Pronto remitirá un poco lapeste y podrás volver a visitarlos.Tenemos dinero más que suficiente parapagar dos billetes de tren.

Niego con la cabeza.—Una noche a la semana,

¿recuerdas? Déjame verlos una noche ala semana.

—Ya. Pero es que has venido todaslas noches de esta semana.

—Quiero asegurarme de que estánbien.

—¿Y si te contagias?

Page 18: Legend, Marie Lu-

—Correré el riesgo. Y no hace faltaque vengas conmigo; podrías habermeesperado en el sector Alta.

—Alguien tiene que cuidarte —repone Tess encogiéndose de hombros.Tiene dos años menos que yo, pero aveces se comporta como si fuera miniñera.

Aguardamos en silencio mientras lapatrulla avanza por la calle. Cada vezque se paran delante de una puerta, unsoldado llama, otro se queda a su ladocon el arma en la mano y los demásesperan detrás. Si la puerta no se abreen menos de diez segundos, el primersoldado la derriba de una patada. No

Page 19: Legend, Marie Lu-

veo lo que hacen cuando están dentro,pero conozco el procedimiento: tomanmuestras de sangre de los habitantes dela casa, las comprueban en el lectorportátil y verifican si tiene la peste. Elproceso completo dura diez minutos.

Voy contando los edificios quequedan entre los soldados y mi familia.Aún me queda una hora de espera.

De pronto se oye un grito al otroextremo de la calle. Vuelvo la vista y mellevo la mano al cuchillo del cinturón.Tess contiene el aliento.

Es una apestada. Debe de llevarmeses deteriorándose, porque tiene lapiel agrietada y sangra por todas partes.

Page 20: Legend, Marie Lu-

Me pregunto cómo se les habrá pasadopor alto a las patrullas en lasinspecciones previas. Avanza por lacalzada trastabillando y cae de rodillas.Dirijo la vista hacia los soldados: ya lahan visto. El que lleva el armadesenfundada se acerca y los oncerestantes se quedan donde están,mirándola. Una apestada no supone unagran amenaza. El soldado alza el arma,apunta y envuelve a la apestada en unalluvia de chispas.

Ella se derrumba y queda inmóvil.El soldado se reúne con suscompañeros.

Me gustaría tener un arma como esa.

Page 21: Legend, Marie Lu-

No cuestan demasiado: cuatrocientosochenta billetes, menos que una estufa.Como todas las armas, funciona porelectromagnetismo y te permite dar en elblanco aunque el objetivo se encuentre atres edificios de distancia. Es tecnologíarobada a las Colonias; me lo dijo mipadre, aunque está claro que laRepública nunca lo admitirá. Tess y yopodríamos comprar cinco de esas, siquisiéramos: con los años he aprendidoa ahorrar, a guardar el dinero extra querobamos, y lo escondo para usarlo encaso de emergencia.

Pero el problema de las armas no esque sean caras, sino lo fácil que resulta

Page 22: Legend, Marie Lu-

rastrearte si las usas. Cada una lleva unsensor que registra la forma de la mano,las huellas digitales y la ubicación.

Y eso, claro, podría delatarme.Así que me quedo con mis armas de

fabricación casera: tirachinas hechoscon tuberías y cables y demás trastos.

—Han encontrado uno más —meinforma Tess, entrecerrando los ojospara ver mejor. Bajo la vista: lossoldados salen de otra casa. Uno agitaun spray de pintura antes de dibujar unaequis enrome en la puerta. Conozco esacasa. Allí vivía una chica de mi edad.Mi hermano y yo jugábamos con ella depequeños a policías y ladrones o al

Page 23: Legend, Marie Lu-

hockey, con un atizador de hierro o unpalo de escoba y una bola de papel.

Tess señala el paquete de tela quetengo al lado; sé que trata de distraermepara que no me preocupe tanto.

—¿Qué les has traído? Sonrío ydesato el nudo.

—Algo de lo que he conseguido estasemana. En cuanto pase la patrulla, sevan a dar una fiesta —saco lasprovisiones y un par de gafas desoldador usadas. Las observo conatención para asegurarme de que no sehan roto los cristales—. Son para John.Un regalo de cumpleaños poradelantado.

Page 24: Legend, Marie Lu-

Mi hermano mayor cumplediecinueve esta semana. Hace un turnode catorce horas en la central eléctricadel vecindario, y siempre vuelve a casafrotándose los ojos por culpa del humo.Estas gafas fueron un hallazgoafortunado: las robé de un cargamentode suministros militares.

Las guardo con el resto de las cosas;la mayoría son latas de carne picada yestofado de patata que robé de la cocinade un avión. También hay un par dezapatos viejos con las suelas intactas.

Me encantaría estar con ellos cuandoabran el paquete. Pero John es el únicoque sabe que estoy vivo, y ha prometido

Page 25: Legend, Marie Lu-

no decirles nada a mi madre y a Eden.Eden hará diez años dentro de dos

meses. En cuanto los cumpla, tendrá quepasar la prueba. Yo la suspendí; por esome preocupa Eden. Aunque es el máslisto de los tres, también es muyparecido a mí. Cuando terminé laPrueba, estaba tan seguro de haberacertado las respuestas que ni siquierame molesté en comprobarlas.

Entonces, uno de losadministradores me condujo a unaesquina del estadio lleno de niños dondese celebraba la Prueba, estampó un sellorojo en mi examen y me metió en un trenque iba al centro. Lo único mío que

Page 26: Legend, Marie Lu-

llevaba encima era el colgante que llevoal cuello. Ni siquiera permitieron queme despidiera de mi familia.

Cuando un niño hace la Prueba, lepueden ocurrir varias cosas.

Digamos que consigue unapuntuación perfecta: 1.500 puntos.Nadie ha sacado eso salvo una persona,hace ya unos años. Los militaresmontaron un auténtico alboroto.

¿Quién sabe lo que le espera a unchico que saque una nota alta? Dinero amontones y poder, supongo.

Saca entre 1.450 y 1.499: puededarse por contento. Tendrá acceso a seisaños de estudio en el instituto, y luego

Page 27: Legend, Marie Lu-

otros cuatros en una de las mejoresuniversidades de la República: Drake,Stanford o Brenan. Después, le contratael Congreso y gana un montón de dinero.Alegría, alborozo. Al menos, desde elpunto de vista de la República.

Consigue una buena puntuación,entre 1.250 y 1.449 puntos: puede seguirestudiando en el instituto y luego va a launiversidad técnica. No está mal.

Si saca entre 1.000 y 1.249, elCongreso le impide ir al instituto. Pasa aformar parte de la clase marginal, comomi familia. Lo más fácil es que acabetrabajando en una turbina de agua (hastaque se ahogue) o en una central eléctrica

Page 28: Legend, Marie Lu-

de vapor (hasta que se cueza vivo). Hafracasado.

Y también puede suspender.Quienes suspenden suelen ser niños

de los barrios bajos. Si eres uno deellos, la República manda unfuncionario a tu casa para obligar a tuspadres a firmar un contrato por el queceden tu custodia al gobierno. Les diceque has sido enviado a un campo detrabajo de la República y que novolverán a verte. A los padres no lesqueda más remedio que creerles yaceptar. Algunos incluso se alegran,porque la República les da encompensación mil billetes. ¿Dinero y

Page 29: Legend, Marie Lu-

una boca menos que alimentar? ¡Quégobierno tan considerado!

¿La pega? Que es mentira. Un niñoinferior, con malos genes, carece deutilidad para el país. Si tiene suerte, elCongreso le permitirá morir antes demandarle al laboratorio para examinarsus imperfecciones.

Quedan cinco casas. Tess ve lapreocupación en mis ojos y me pone unamano en la frente.

—¿Te encuentras bien?—Sí, perfectamente.No despego los ojos de la ventana, y

por fin distingo una cara familiar. Edense asoma y contempla a los soldados.

Page 30: Legend, Marie Lu-

Los apunta con un cacharro metálico queparece de fabricación casera, se agachay desaparece de mi vista. Sus rizoslanzan un destello blanco a la luzparpadeante de la lámpara.Conociéndole, es fácil suponer que haconstruido un aparato para medirdistancias o algo parecido.

—Está más delgado —murmuro.—Está vivo y camina —replica Tess

—. Yo diría que eso es todo un triunfo.Unos minutos después vemos a John

y a mi madre deambular al fondo de lahabitación, lejos de la ventana. Hablanmuy concentrados. John y yo nosparecemos bastante, aunque él se ha

Page 31: Legend, Marie Lu-

vuelto más robusto de trabajar todo eldía en la central. Como la mayoría delos hombres de nuestro sector, lleva elpelo largo y recogido en una coleta. Suchaleco está lleno de manchas rojizas dearcilla. Juraría que mi madre le estáregañando por algo, seguramente porpermitir que Eden se asomara a laventana. De repente, le da un ataque detos y aparta de un golpe la mano deJohn. Dejo escapar un suspiro de alivio:al menos los tres están lo bastante sanoscomo para caminar. Aunque alguno deellos esté infectado, tal vez puedanrecuperarse. No hago otra cosa quepensar en lo que sucederá si los

Page 32: Legend, Marie Lu-

soldados marcan su puerta. Mi madre ymis hermanos se quedarán quietos ycallados en el cuarto de estar hastamucho después de que se hayan ido losmilitares. Luego, mi madre pondrá sugesto de resolución habitual y lomantendrá hasta la noche, cuando lloraráen silencio. Por la mañana, empezarán arecibir pequeñas raciones de alimentosy agua y solo podrán esperar hastarecuperarse. O hasta morir.

Dejo que mi mente vague y pienso enel alijo de dinero robado que hemosescondido Tess y yo. Dos mil quinientosbilletes. Suficiente para comer durantemeses, pero no lo bastante para

Page 33: Legend, Marie Lu-

comprarle a mi familia vacunas contra lapeste.

Los minutos se arrastran. Dejo a unlado el tirachinas y echo un par departidas a piedra, papel o tijera conTess. (No sé por qué, pero es buenísimajugando a esto). Aunque miro a cadapoco la ventana de mi madre, no vuelvoa distinguir a nadie. Se han debido dequedar los tres junto a la puerta,preparados para abrirla en cuanto oiganel ruido del puño contra la madera.

Entonces llega el momento. Meinclino sobre el alféizar, tanto que Tessme agarra del brazo para impedir queme caiga. Los soldados llaman a la

Page 34: Legend, Marie Lu-

puerta. Mi madre abre de inmediato, lesdeja entrar y cierra. Me esfuerzo porescuchar voces, paso, cualquier sonidoque salga de mi casa. Cuanto antesacabe esto, antes podré darle misregalos a John.

El silencio se prolonga.—Falta de noticias, buenas noticias,

¿no? —musita Tess.—Muy graciosa.Cuento mentalmente los segundos.

Pasa un minuto. Luego dos, despuéscuatro. Diez minutos.

Quince. Veinte minutos.Me giro hacia Tess, que se encoge

de hombros.

Page 35: Legend, Marie Lu-

—Puede que tengan el lectorestropeado —sugiere.

Ha pasado media hora. No meatrevo a moverme de mi puesto devigilancia; tengo miedo de que pasealgo. Parpadeo velozmente y tamborileocon los dedos en el mango del cuchillo.

Cuarenta minutos. Cincuenta. Unahora.

—Aquí pasa algo raro —susurro.Tess frunce los labios.

—Eso no lo sabes.—Sí que lo sé. ¿Por qué tardan

tanto?Tess abre la boca para responder,

pero antes de que pueda decir nada, los

Page 36: Legend, Marie Lu-

soldados salen de mi casa en fila india.Sus rostros son inexpresivos. Finalmenteel último cierra la puerta y se lleva lamano al cinturón. Me asalta una oleadade vértigo: sé lo que viene después.

El soldado traza una línea roja quecruza la puerta en diagonal, y luego pintaotra para formar una equis. Maldigo ensilencio. Estoy a punto de darme lavuelta cuando le veo hacer algoinesperado, algo que no he visto hastaahora.

Alza la mano y traza una terceralínea vertical que corta la equis por lamitad.

Page 37: Legend, Marie Lu-

JUNE

13:47Universidad de Drake, sector

Batalla.Temperatura interior: 22C

ESTOY sentada en el despacho de lasecretaria del decano. Otra vez. Al otrolado de la puerta de vidrio esmeriladose agolpan muchos de mis compañeros—mayores, por lo menos me sacancuatro años—. Quieren enterarse de loque pasa. Algunos vieron cómo dos

Page 38: Legend, Marie Lu-

policías militares me sacaban de laclase de instrucción esta tarde (lecciónde hoy: cómo cargar y descargar un fusilXM-62I). Cada vez que pasa algo así, lanoticia se extiende rápidamente por todoel campus.

La niña prodigio, la favorita de laRepública, se ha vuelto a meter en líos.En el despacho reina un silencio soloroto por el zumbido del ordenador. Hememorizado cada detalle de la estancia(suelo de baldosas de mármol de Dakotacortadas a mano, trescientas veinticuatroplacas de plástico cuadradas en el techo,seis metros de cortina de color gris quecuelga a ambos lados del glorioso

Page 39: Legend, Marie Lu-

retrato del Elector en la pared del fondo,pantalla de treinta pulgadas en unalateral a la que le han quitado el sonido.Aparece un titular: «GRUPO DETRAIDORES PATRIOTAS ATENTANCONTRA EMPLAZAMIENTOMILITAR, CINCO MUERTOS». Lesigue otro: «LA REPÚBLICADERROTA A LAS COLONIAS EN LABATALLA DE HILLSBORO».

Arisna Whitaker, la secretaria deldecano, da rápidos toques con las yemasde los dedos en el cristal que recubre sumesa. Debe de estar redactando uninforme sobre mí. Sera el octavo de estetrimestre. Supongo que soy la única

Page 40: Legend, Marie Lu-

estudiante de Drake que ha recibidotantas amonestaciones sin que la hayanexpulsado.

—¿Se hizo daño ayer en la mano,señora Whitaker? —pregunto al cabo deun rato. Se detiene y me mira.

—¿Qué le hace pensar eso, señoritaIparis?

—Las pausas que hace al pulsar.Está usando más la mano izquierda quela derecha. Whitaker suspira y serecuesta en la silla.

—Sí, June. Me torcí la muñeca ayerjugando al kivaball.

—Cuánto lo lamento. Debería lanzarla bola con todo el brazo, en lugar de

Page 41: Legend, Marie Lu-

con la muñeca.Aunque solo pretendía hacer un

comentario amable, ha sonado un pocopresuntuoso, como si quisiera quedarencima de ella. Desde luego no parecemuy contenta.

—Dejemos una cosa clara, señoritaIparis: usted se cree muy lista. Tal vezpiense que sus calificaciones perfectasla hacen merecedora de un tratoespecial. E incluso puede suponer quetiene fans en la universidad —hace ungesto hacia los estudiantes que seapelotonan al otro lado de la puerta—.Pero le aseguro que estoy harta de verlaen mi oficina. Créame, cuando se gradúe

Page 42: Legend, Marie Lu-

y le asignen lo que quiera que el paíselija para usted, este tipo de numeritossuyos no impresionarán a sus superiores.¿Me está usted entendiendo?

Asiento con la cabeza porque es loque espera que haga, pero estáequivocada. No es que me crea muylista; es que soy la única persona detoda la República que sacó unapuntuación de 1.500 en la prueba. Meenviaron aquí, a la mejor universidaddel país, cuando tenía doce años, cuatroantes de lo habitual. Después meadelantaron un año más: me salte elsegundo curso y pasé directamente atercero. Llevo tres años sacando las

Page 43: Legend, Marie Lu-

máximas calificaciones de Drake. Soylista. Tengo lo que la Repúblicaconsidera «buenos genes»; y como dicenmis profesores una y otra vez, una buenagenética crea buenos soldados quetendrán mayores posibilidades dederrotar a las Colonias. Y si me da laimpresión de que mi clase de la tarde nome aporta suficientes conocimientossobre la mejor manera de escalaredificios, llevando armas a cuestas,entonces… bueno, yo no tengo la culpasi decido subir un bloque de diecinuevepisos con una XM- 62I sujeta a laespalda. A eso se le llama esforzarse ysuperar los propios límites por el bien

Page 44: Legend, Marie Lu-

del país.Se rumorea que, en cierta ocasión,

Day trepó cinco pisos en menos de 8segundos. Y Day es el criminal másbuscado de la República. ¿Cómo vamosa atraparlo si no somos igual de rápidosque él? Y si no somos capaces dedetener a una sola persona, ¿cómovamos a ganar la guerra?

El escritorio de la señorita Whitakersuelta tres pitidos y ella aprieta unbotón.

—¿Sí?—El capitán Metias Ipari espera en

la puerta —contesta una voz—. Quierever a su hermana.

Page 45: Legend, Marie Lu-

—Muy bien. Déjele entrar —sueltael botón y me apunta con un dedo—.Espero que su hermano empiece avigilarla mejor, señorita Iparis. Porquecomo acabe otra vez en mi oficina estetrimestre

—Metias lo está haciendoperfectamente. Mucho mejor de lo quelo harían nuestros padres muertos.

Mis palabras se hacen más ásperasde lo que pretendía. Se hace un silencioincómodo.

Por fin, al cabo de lo que me pareceuna eternidad, oigo un alboroto en elpasillo, y a través del cristal esmeriladoveo cómo las siluetas de los estudiantes

Page 46: Legend, Marie Lu-

se apartan para dejar espacio a unasombra alta. Mi hermano.

La puerta se abre. Metias entra, y enel pasillo distingo a unas cuantas chicasque sonríen tapándose la boca con lamano. Pero mi hermano solo tiene ojospara mí. Somos muy parecidos: losmismos ojos oscuros con un brillodorado, las pestañas largas y el pelonegro. Mi hermano es muy guapo;incluso con las puertas cerradas se oyenlas risitas y los susurros del exterior.Debe de haber venido directo desde supatrulla hasta el campus, porque llevapuesto el uniforme completo: chaquetanegra de oficial con doble hilera de

Page 47: Legend, Marie Lu-

botones dorados, guantes (de neopreno,tejidos con fibra anticortes y bordadoscon sus galones de capitán), charreterasbrillantes en los hombros, gorra deplato, pantalones negros y botaslustrosas. Mis ojos se encuentras con lossuyos.

Está furioso.La señora Whitaker le dedica una

sonrisa resplandeciente.—¡Ah, capitán! —exclama—. Es un

placer verle.Metias se toca el borde de la gorra

en un saludo cortés.—Lamento que vuelva a ser en estas

circunstancias —responde—. No sabe

Page 48: Legend, Marie Lu-

cuánto lo siento.—No se preocupe, capitán —la

secretaria del decano hace un aspavientopara restarle importancia; no puederesultar más hipócrita, especialmentedespués de lo que acaba de decir sobreMetias—. Difícilmente puede serresponsabilidad suya. Su hermana fuesorprendida escalando un rascacieloshoy, a la hora de comer. Se alejó dosmanzanas del campus para hacerlo.Como bien sabe, los estudiantes solopueden escalar los muros habilitadospara este uso dentro del campus, yabandonar el recinto durante la jornadalectiva está prohibido.

Page 49: Legend, Marie Lu-

—Sí, soy consciente de ello —lainterrumpe Metias mirándome por elrabillo del ojo—. He visto loshelicópteros sobrevolando Drake almedio día y albergaba la sospecha deque… June tenía algo que ver con eso.

Fueron tres helicópteros. Como nopodían hacerme bajar de otro modo, melanzaron una red.

—Gracias por todo —remachaMetias mientras hace chascar los dedos:es la señal para que me levante—.Cuando June regrese al campus,mantendrá un comportamientointachable.

Ignoro la sonrisa falsa de la señorita

Page 50: Legend, Marie Lu-

Whitaker y sigo a mi hermano. Salimosde la oficina y los estudiantes se agolpana nuestro alrededor.

—¡June! —un chico llamado Dorianse acerca a nosotros; lleva dos añospidiéndome (sin éxito) que vaya con élal baile de Drake—. ¿Es cierto? ¿A quéaltura has llegado?

Metias lo interrumpe con una miradasevera.

—June se va a casa.Su mano se posa con firmeza en mi

hombro y me separa de mis compañerosde clase. Vuelvo la cabeza.

—Catorce pisos —informo con unasonrisa, y los murmullos se reanudan.

Page 51: Legend, Marie Lu-

Me temo que esta es mi relación conlos demás alumnos de Drake; es lo máscercano a la amistad que tengo. Merespetan, discuten sobre mí y cotillean.En realidad, apenas hablan conmigo.

Así es la vida de una chica dequince años en una universidad paramayores de dieciséis.

Metias no dice una palabra másmientras avanzamos por los pasillos.Atravesamos el patio, pasamos junto ala estatua del Elector y llegamos hastauno de los gimnasios cubiertos. Ungrupo practica las maniobras de la tarde,en las que se supone que yo deberíaestar participando. Contemplo cómo mis

Page 52: Legend, Marie Lu-

compañeros corren por una pistagigantesca, rodeaba por una pantalla enla que se proyecta un campo de batalladesolador. Todos sostienen los fusiles alfrente y disparan tan rápido comopueden, sin dejar de correr. En lasdemás universidades no hay tantosestudiantes militares, pero en Drake casitodos seremos asignados al ejército dela República. Uno pocos se dedicarán ala política en el Congreso, y otros seránelegidos para quedarse en la enseñanza;pero Drake es la mejor universidad delpaís y, dado que los mejores siempreacaban en el ejército, nuestro campo demaniobras suelen estar lleno de

Page 53: Legend, Marie Lu-

estudiantes.Cuando salimos del campus y me

subo al asiento trasero del todoterreno,Metias es incapaz de contener su enfado.

—¿Suspendida una semana? ¿Mequieres explicar esto? Me paso lamañana lidiando con patriotas rebeldesy ¿con qué me encuentro? Helicópteros ados manzanas de Drake. Una chicaescalando un rascacielos.

Le dirijo una mirada amistosa aThomas, el oficial que hace deconductor.

—Lo siento —murmuro.Metias se gira en el asiento del

copiloto y entorna los ojos.

Page 54: Legend, Marie Lu-

—¿Se puede saber en qué estabaspensando? ¿No sabes que está prohibidosalir del campus?

—Sí, lo sé.—Por supuesto. Tienes quince años.

Y no se te ocurre mejor cosa que escalarcatorce pisos con… —se interrumpe,respira hondo, cierra los ojos y recuperael control—. Por una vez, agradeceríapoder dedicarme a mi trabajo sin tenerque preocuparme por los que estás o noestás haciendo.

Busco los ojos de Thomas en elretrovisor, pero su mirada está fija en lacarretera. Por supuesto no va aapoyarme. Tiene el mismo aspecto

Page 55: Legend, Marie Lu-

pulcro de siempre, con su peloperfectamente liso y su uniformeperfectamente planchado. Ni un hilofuera de su sitio. Puede que Thomas seamucho más joven que Metias y esté bajosu mando, pero es la persona másdisciplinada que conozco. A vecesdesearía tener tanta disciplina como él.Supongo que desaprobaría mi hazañaincluso más que Metias.

Dejamos atrás el centro de LosÁngeles y seguimos en silencio por lasinuosa carretera. El paisaje vacambiando a medida que nos adentramosen el sector Batalla: pasamos de losrascacielos de cien pisos a barrios muy

Page 56: Legend, Marie Lu-

poblados, con bloques de cuarteles yedificios de viviendas de entre veinte ytreinta pisos de alto. En sus tejadosparpadean luces rojas, y la mayoríatiene la pintura desconchada por lastormentas que ha habido este año.Muchos han sido reforzados con vigasmetálicas provisionales; espero que lasarreglen pronto. La actividad en el frenteha sido muy intensa últimamente, y poreso la mayor parte del presupuesto sededica al ejército en vez de lasinfraestructuras. No sé si estos edificiospodrían soportar otro terremoto.

Después de unos minutos, Metiashabla con voz más tranquila.

Page 57: Legend, Marie Lu-

—Hoy me has asustado de verdad—admite—. Tenía miedo de que teconfundieran con Day y te dispararanpor error.

No creo que lo diga como uncumplido, pero no puedo evitar sonreír.Me echo hacia adelante y apoyo losbrazos en su respaldo.

—Eh, tú —le tiro de la oreja comolo hacía cuando era niña—. Sientohaberte preocupado.

Se le escapa la risa: ya se le estápasando el enfado.

—Es lo que dices siempre, bichito.¿No tienes bastantes cosas que hacer enDrake? Me extraña que te quede tiempo

Page 58: Legend, Marie Lu-

y ganas para buscarte más líos…—Ya sabes: si me llevaras de

misión contigo, aprendería muchísimomás y no me metería en problemas.

—Buen intento. No vas a ir aninguna parte hasta que te gradúes y teasignen a una patrulla.

Me muerdo la lengua. Metias mepermitió una vez —una— acompañarleen una misión, el año pasado, cuandotodos los alumnos de tercero hicimosprácticas en el ejército. Su comandantele ordenó apresar y matar a unprisionero de guerra que había huido.Metias y yo perseguimos al objetivoadentrándonos más y más en nuestro

Page 59: Legend, Marie Lu-

territorio, dejando atrás la frontera entrela República y las Colonias, lejos delfrente de batalla donde los avionesllenan el cielo. Yo lo acorralé en uncallejón de Yellow Stone, en Montana, yMetias le disparó.

Durante la persecución me rompítres costillas y acabé con un cuchilloclavado en la pierna. Ahora Metias seniega a llevarme a ninguna parte.

—Bueno, dime —susurra al finMetias, tratando de disimular sucuriosidad con poco éxito—. ¿Cuántotardaste en escalar catorce pisos?

Thomas carraspea condesaprobación, pero yo esbozo una

Page 60: Legend, Marie Lu-

sonrisa. La tormenta ha pasado: Metiasvuelve a quererme.

—Seis minutos —le respondo envoz baja—. Y cuarenta y cuatrosegundos. ¿Qué te parece?

—Que tiene que ser un récord. Aver: no es que apruebe lo que hayashecho…

Thomas frena justo detrás de la líneade un semáforo en rojo y le lanza aMetias una mirada de exasperación.

—Vamos capitán —murmura—.June… eh… quiero decir la señoritaIparis no aprenderá nada si continúaalabándola por romper las reglas.

—No te lo tomes tan a pecho,

Page 61: Legend, Marie Lu-

Thomas —Metias le da una palmada enla espalda—. No está tan mal trasgredirlas normas de vez en cuando,especialmente si lo haces para aumentartus capacidades en beneficio de laRepública. Todos buscamos la victoriacontra las Colonias, ¿no?

La luz se pone verde y Thomas clavalos ojos en la carretera (parece habertenido que contar hasta tres antes deponer el todoterreno en marcha.)

—Ya —musita—. Aun así, nodebería animar a la señorita Iparis a quepersista en su conducta, especialmenteteniendo en cuenta que sus padres ya noestán.

Page 62: Legend, Marie Lu-

La boca de Metias se aprieta hastaconvertirse en una línea, y en sus ojosaparece una mirada tensa que me resultafamiliar.

No basta que yo posea una intuiciónextraordinariamente desarrollada, quesaque las mejores notas en Drake o quese la mejor en las prácticas de defensa,de tiro y de lucha cuerpo a cuerpo: aunasí, en los ojos de Metias siempre anidael miedo. Teme que me suceda algocomo el accidente de coche que se llevóa nuestros padres. Ese miedo nunca leabandona. Y Thomas lo sabe.

Yo no los conocí lo bastante comopara echarlos tanto de menos. Cuando

Page 63: Legend, Marie Lu-

lloro su perdida, lloro porque no losrecuerdo. Solo me acuerdo de unaspiernas largas, adultas, que caminabanpor nuestro apartamento, y de unasmanos que me subían hasta una trona.Eso es todo. Los demás recuerdo de miinfancia —buscar un rostro conocidoentre el público mientras me entregabanun premio, tomarme una sopa mientrasme recuperaba de una enfermedad,recibir una reprimenda, meterme en lacama…— están ocupados por Metias.

Nos alejamos del sector Batalla yatravesamos un barrio pobre (¿por quélos mendigos tendrán esa manía deinvadir la calzada cuando pasa un

Page 64: Legend, Marie Lu-

coche?). Finalmente llegamos a losrelucientes rascacielos con terrazas delsector Ruby: ya estamos en casa. Metiasse baja de primero. Cuando hagoademán de seguirle, Thomas me dirigeuna pequeña sonrisa.

—Ya nos veremos, señorita Iparis—se despide, tocando la visera de sugorra de plato. Ya ni me molesto enintentar convencerle de que me llameJune. Jamás lo hará. De todas formas, noestá tan mal que te traten con respeto.Tal vez, cuando sea mayor, y si Metiasno se desmaya ante la idea de que salgacon un chico…

—Adiós, Thomas. Gracias por

Page 65: Legend, Marie Lu-

traerme —le devuelvo la sonrisa antesde salir del coche. Metias espera a quese cierre la portezuela y se vuelve haciamí.

—Hoy llegaré tarde —murmura, yde nuevo veo esa tensión en sus ojos—.No salgas sola. Hay noticias del frente:esta noche cortarán la electricidad en laszonas residenciales para emplear laenergía en los aeropuertos. Así quequédate en casa ¿de acuerdo? Las callesestarán más oscuras que de costumbre.

Se me cae el alma a los pies. Ojalala República se dé prisa en ganar laguerra para poder disfrutar de un mesentero de electricidad sin cortes.

Page 66: Legend, Marie Lu-

—¿Adónde vas? ¿Puedo ir contigo?—Tengo que supervisar el

laboratorio del hospital central; van aentregar unas probetas de un virusmutado. No creo que me lleve toda lanoche… Y de todos modos ya te lo hedicho: no hay más misiones para ti —Metias vacila—. Volveré a casa tanpronto como pueda, porque tenemosmucho de lo que hablar —me pone lasmanos en los hombros, haciendo casoomiso de mi expresión perpleja, y me daun beso rápido en la frente—. Te quiero,bichito —es su adiós habitual.

Se sube de nuevo al todoterreno.—¡No pienso esperarte despierta!

Page 67: Legend, Marie Lu-

—le grito, pero el coche ya se aleja—.Ten cuidado —murmuro.

No tiene sentido decir nada más.Metias ya no puede oírme.

Page 68: Legend, Marie Lu-

DAY

CUANDO yo tenía siete años, a mipadre le dieron unas semanas depermiso y volvió a casa desde el frente.Su trabajo consistía en limpiar losterritorios conquistados por las tropasde la República, así que normalmenteestaba fuera y mi madre tenía quecriarnos sola. Durante esa semana, laspatrullas de la policía ciudadanahicieron una inspección de rutina,pasaron por casa y se llevaron a mipadre a rastras hasta la comisaría del

Page 69: Legend, Marie Lu-

barrio para interrogarlo. Supongo queencontrarían algo sospechoso.

Lo trajeron de vuelta con los dosbrazos rotos y la cara magullada y llenade sangre.

Unas noches después, metí una bolade hielo picado dentro de una lata degasolina, esperé a que se empapara bienpor fuera, la saqué y le prendí fuego.Luego la lancé con un tirachinas por laventana de la comisaría. Recuerdo quepoco después llegaron los camiones delos bomberos, entre el alarido de lassirenas, y que el ala oeste de lacomisaría quedó carbonizada. Nunca sesupo quién lo había hecho; jamás

Page 70: Legend, Marie Lu-

vinieron por mí. Al fin y al cabo, nohabía pruebas. Así cometí mi primercrimen perfecto.

Mi madre siempre decía que algúndía yo sería alguien; que, a pesar de miorigen humilde, me convertiría en unhombre valorado, incluso famoso.

Y soy famoso. Pero no creo que estosea lo que ella tenía en mente.

Ya ha caído la noche. Habránpasado unas cuarenta y ocho horas desdeque los soldados marcaron la puerta demi madre.

Espero oculto entre las sombras deun callejón, frente al hospital central deLos Ángeles. La noche está nublada y no

Page 71: Legend, Marie Lu-

se ve la luna; apenas distingo el letrerodestrozado del edificio Bank Tower. Seve brillar luces eléctricas en cadaplanta; es un lujo que solamente sepueden permitir los edificios oficiales ylas viviendas de la elite. En la calle hayuna hilera de coches militares queesperan a que les den permiso parapasar al estacionamiento subterráneo.Un guarda recorre la fila pidiendo a susocupantes que se identifiquen. Me quedoinmóvil, con los ojos fijos en la entrada.

Esta noche me he arreglado. Me hepuesto mi mejor par de botas: son decuero negro, suaves por el uso, concordones gruesos y puntas de acero. Las

Page 72: Legend, Marie Lu-

compré por ciento cincuenta billetes quesaqué de mi alijo. Llevo un cuchilloplano oculto en la planta de cada una, ycada vez que doy un paso noto el fríodel metal contra la piel. Me he metidolos pantalones negros por dentro de lasbotas, y llevo un par de guantes y unpañuelo también negro guardados en losbolsillos. Tengo una camisa negra demanga larga atada a la cintura. Lamelena me cae suelta por los hombros;esta vez he teñido con un espray negromi cabello rubio claro. Parece que lohaya sumergido en petróleo. A primerahora de la mañana, en un callejón quedaba a la parte trasera de una cocina,

Page 73: Legend, Marie Lu-

Tess cambió cinco billetes por un cubode sangre de cerdo. Me he untado losbrazos, el estómago y la cara con ella.También me he embadurnado de barrolas mejillas para asegurarme de quenadie me reconozca.

El hospital ocupa las doce primerasplantas del edificio. La única que meinteresa es la que no tiene ventanas: eltercer piso. Es un laboratorio, donde seguardan las muestras de sangre y losmedicamentos. Desde el exterior, nisiquiera se ve; está oculto por unaselaboradas tallas de piedra y por lasbanderas de la República. Pero detrásde este decorado hay una estancia

Page 74: Legend, Marie Lu-

diáfana sin pasillos ni puertas, una salagigantesca en la que los doctores yenfermeras se ocultan tras mascarillasblancas, tubos de ensayo y pipetas,incubadoras y camillas. Lo sé porque heestado allí. Fue el día en que suspendími Prueba, el día en que decidieron quetenía que morir.

Estudio con atención la paredlateral. En algunos edificios es fácilentrar por los pisos superiores, si haybalcones desde los que saltar y repisaspara agarrarse: una vez escalé unedificio de cuatro plantas en cincosegundos.

Pero esta torre es demasiado lisa y

Page 75: Legend, Marie Lu-

carece de puntos de apoyo. Para llegaral laboratorio, tendré que entrar por lapuerta de la calle. Siento escalofríos apesar del calor; por un momento lamentono haberle pedido a Tess que meacompañara, aunque dos intrusos sonmás fáciles de atrapar que uno solo.Además, no es su familia la que necesitavacunas.

Compruebo que llevo el colgantebajo la camisa.

Tras la hilera de coches del ejércitose detiene un camión médico. Variossoldados bajan y saludan a losenfermeros mientras otros sacan cajasde la parte de atrás. El que manda es un

Page 76: Legend, Marie Lu-

hombre joven de cabello oscuro, vestidocompletamente de negro salvo por lasdos filas de botones dorados deuniforme de oficial. Me esfuerzo porescuchar lo que le dice a uno de losenfermeros.

—… desde la orilla del lago —seajusta los guantes y distingo el brillo desu pistola en el cinturón—. Mis hombresse apostarán en las entradas.

—Sí, capitán —responde elenfermero.

—Me llamo Metias —se quita lagorra—. Si tiene alguna pregunta, vengaa verme. Espero a que los soldados sedispersen para rodear el edificio. El tal

Page 77: Legend, Marie Lu-

Metias se ha puesto a hablar con dos desus hombres. Aparecen más vehículosmédicos que paran, depositan su cargade soldados muertos y se van. Algunostienen miembros rotos, otros muestranlesiones en la cabeza y llagas en laspiernas. Tomo aire y salgo paraacercarme al hospital. La primera queme ve es una enfermera que se encuentrajunto a la puerta de entrada. Contemplala sangre que tengo en la cara y en losbrazos.

—¿Puedo entrar, hermana? —lepido estremeciéndome de dolor fingido—. ¿Quedan camas libres esta noche?Tengo dinero.

Page 78: Legend, Marie Lu-

Me observa con frialdad antes degarabatear algo en su bloc de notas.Supongo que no lo ha gustado que lallame «hermana». Lleva su tarjeta deidentificación colgada al cuello.

—¿Qué te ha pasado? —pregunta.Me doblo y apoyo las manos en las

rodillas.—Una pelea —jadeo—. Creo que

me han apuñalado.La enfermera termina de escribir sin

volver a mirarme y hace un gesto con lacabeza a uno de los guardas.

—Cachéalo.Me quedo donde estoy mientras los

soldados me registran en busca de

Page 79: Legend, Marie Lu-

armas. Grito justo cuando me tocan losbrazos y el estómago. No encuentran loscuchillos que llevo en las botas, pero sellevan la bolsita con el puñado debilletes que guardaba en el cinturón: esel pago por entrar al hospital. Porsupuesto.

Si fuera un buen chico de lossectores ricos, no pagaría por entrar. Memandarían un médico a domicilio y nome cobrarían nada por ello.

Cuando los soldados me dan el vistobueno, la enfermera señala la entrada.

—La sala de espera está a laizquierda. Siéntate y espera.

Se lo agradezco y voy

Page 80: Legend, Marie Lu-

tambaleándome hacia las puertascorrederas. El hombre llamado Metiasse me queda mirando cuando paso a sulado. Escucha pacientemente lo que ledice uno de los soldados, pero me doycuenta de que al mismo tiempo estáanalizando mi rostro. Me da laimpresión de que lo hace por costumbre.Tomo nota mental de su cara yo también.

El interior del edificio es de unblanco fantasmal. A mi izquierda veo lasala de espera que me indicó laenfermera, un espacio enorme lleno degente con toda clase de heridas ycontusiones. Muchos gimen de dolor, yhay un tipo tumbado en el suelo que no

Page 81: Legend, Marie Lu-

se mueve. No quiero ni pensar en eltiempo que llevarán aquí algunos, ni enlo que habrán tenido que pagar paraentrar. Me fijo en que todos lossoldados están de pie: hay dos junto a laventanilla de administración, dos másdelante de la puerta de la consulta yunos cuantos cerca de los ascensores,todos con su tarjeta de identificación.Bajo los ojos, busco la silla máscercana y tomo asiento. Por una vez, mirodilla mala me sirve de ayuda ycolabora en hacer más convincente midisfraz. Mantengo las manos apretadascontra los costados por si acaso.

Cuento mentalmente diez minutos, lo

Page 82: Legend, Marie Lu-

bastante para que vayan llegando nuevospacientes a la sala de espera y losmilitares pierdan interés en mí. Melevanto fingiendo un tropezón y medirijo bamboleándome hacia el soldadoque tengo más cerca. Mueve la mano deforma inconsciente hacia su pistola.

—Vuelve a sentarte —me ordena.Me tambaleo y caigo sobre él.

—Necesito ir al baño —susurro convoz ronca, y me agarro a su ropa negracon manos temblorosas para mantener elequilibrio. El soldado me mira con ascomientras sus compañeros sueltan unarisita. Veo cómo acerca los dedos algatillo de la pistola, pero los demás

Page 83: Legend, Marie Lu-

niegan con la cabeza: no se disparadentro del hospital. Finalmente, me daun empellón y me señala al fondo de lasala con el arma.

—Allí —gruñe—. Y límpiate lamierda de la cara. Si me tocas otra vez,te coso a balazos.

Le suelto y casi me caigo derodillas. Después, doy la vuelta y medirijo paso a paso hacia el baño. Misbotas de cuero rechinan contra lasbaldosas, y siento los ojos de lossoldados clavados en mi nuca mientrasentro en el aseo y cierro la puerta.

No importa. Se olvidarán de mídentro de un par de minutos, y les

Page 84: Legend, Marie Lu-

llevará unos cuantos minutos más darsecuenta de que el soldado al que agarréha perdido su tarjeta de identificación.

Una vez dentro del baño, dejo defingir que estoy enfermo. Me lavo lacara y me la froto hasta limpiar la mayorparte de la sangre de cerdo y el barro.Me quito las botas y rasgo las plantillaspara sacar los cuchillos, que me guardoen el cinturón. Me vuelvo a calzar, medesato la camisa de la cintura, me lapongo, la abotono hasta el cuello y pasolos tirantes por encima. Me hago unacoleta apretada y la oculto bajo lacamisa de forma que permanezca pegadaa mi espalda.

Page 85: Legend, Marie Lu-

Finalmente, saco los guantes y meato el pañuelo negro para ocultar minariz y mi boca. Si alguien medescubriera ahora, me vería obligado ahuir; mejor ocultar mi rostro.

En cuanto acabo, utilizo uno de loscuchillos para desatornillar la rejilla deventilación del baño. Saco la tarjeta deidentificación del soldado, la enganchoa la cadena de mi colgante y me meto decabeza en el túnel.

El aire del conducto huele raro, yagradezco llevar un pañuelo en la cara.Me arrastro centímetro a centímetro, tanrápido como puedo. El túnel tendrá unmetro de ancho por otro tanto de alto. A

Page 86: Legend, Marie Lu-

cada poco tengo que cerrar los ojos yrecordarme que debo respirar, que losmuros de metal no me estánaprisionando. No necesito ir muy lejos;ninguno de estos conductos lleva hastael tercer piso. Me basta con alcanzar unade las escaleras del hospital, más alláde los soldados que vigilan las salidasde la primera planta. Sigo adelante.Pienso en la cara de Eden, en losmedicamentos que necesitan mi madre,John y él, y en esa extraña equis partidapor la mitad.

Unos minutos después, el túnel setermina. Echo un vistazo a través de larendija de ventilación y entre las franjas

Page 87: Legend, Marie Lu-

de luz me parece distinguir una escalerade caracol. El suelo es de un colorblanco inmaculado, y —lo másimportante— está vacío. Cuento hastatres, doblo los brazos todo lo que puedoy le doy un empujón a la rejilla. Salevolando. Ahora puedo ver bien laescalera: es amplia, cilíndrica, con altasparedes de yeso y ventanas diminutas.Una enorme espiral de peldaños.

Ya no tiene sentido avanza ensilencio. Forcejeo para salir del túnel ysubo los escalones como una flecha. Amitad del camino, me agarro a labarandilla para darme impulso y llegohasta el siguiente giro de un salto. Las

Page 88: Legend, Marie Lu-

cámaras de seguridad tienen quehaberme detectado; la alarma empezaráa sonar en cualquier momento. Segundopiso, tercero. Se me está acabando eltiempo. En cuanto llego a la puerta de latercera planta, arranco la tarjeta deidentificación de la cadena y me paro lojusto para pasarla por el lector. Lascámaras de seguridad no han disparadola alarma a tiempo para bloquear laescalera. Suena un chasquido en elpicaporte: ya estoy dentro. Abro degolpe.

Me encuentro en una habitacióndescomunal, repleta de filas de camillasy productos químicos que burbujean

Page 89: Legend, Marie Lu-

bajo campanas de metal. Los médicos ylos soldados levantan la vista conexpresión atónita.

Agarro a la primera persona queveo, un médico joven que estaba al ladode la puerta. Antes de que ninguno delos soldados tenga tiempo de apuntarmecon la pistola, le pongo al médico uncuchillo en la garganta. Los demásdoctores se quedan congelados, y unoscuantos gritan.

—¡Si disparan, le darán a él en vezde a mí! —grito con la voz ahogada porel pañuelo.

Todas las armas me apuntan. Elmédico tiembla entre mis brazos.

Page 90: Legend, Marie Lu-

Aprieto el cuchillo contra su cuello, concuidado de no cortarle.

—No voy a hacerte daño —lesusurro al oído—. Dime dónde están lasvacunas antipeste.

Se le escapa un gemido ahogado ynoto cómo su sudor resbala por mi piel.Hace un gesto en dirección a losfrigoríficos. Los soldados dudantodavía.

—¡Suelta al médico! —grita uno—.¡Pon las manos en alto!

Me entran ganas de reír: debe de serun nuevo recluta. Cruzo la estancia sinsoltar a mi rehén y me paro de frente alos refrigeradores.

Page 91: Legend, Marie Lu-

—Enséñame dónde están.El médico levanta una mano

temblorosa y abre una puerta blanca.Nos golpea una ráfaga de aire gélido.Me pregunto si notará lo rápido que melate el corazón.

—Ahí —musita.Aparto la vista un instante para

enfocar el estante que señala. La mitadde los frascos están etiquetados con laequis de tres líneas y unas palabras:Mutaciones T. Filoviridae Virus . Laotra mitad tienen una pegatina: Vacunas11:30.

Todos están vacíos.Las vacunas se han acabado. Suelto

Page 92: Legend, Marie Lu-

una maldición en voz baja y recorro conla mirada los demás estantes, pero notienen más que amortiguadores de lapeste y distintos analgésicos. Maldigode nuevo. Es demasiado tarde para darmarcha atrás.

—Voy a soltarte —le susurro almédico—. Agáchate.

Lo lanzo hacia adelante con lasuficiente fuerza como para que caiga derodillas. Los soldados abren fuego, peroestoy preparado; me escondo tras lapuerta abierta de la nevera y las balasrebotan. Agarro varios frascos deamortiguadores y me los guardo en unbolsillo. Cierro la puerta y noto cómo

Page 93: Legend, Marie Lu-

me roza una bala perdida. Un dolorpunzante me recorre el brazo, pero estoycasi en la salida.

En cuanto traspaso el umbral y llegoa la escalera, se enciende la alarma. Seoye un estruendo de chasquidos: todaslas puertas se están cerrandoautomáticamente. Estoy atrapado. Lossoldados pueden entrar desde cualquierlugar, pero yo no puedo salir de laescalera. Oigo ecos de gritos y pasosdesde el interior del laboratorio. Unavoz chilla:

«¡Está herido!».Subo la vista hacia los ventanucos

que recorren la pared blanca. Están

Page 94: Legend, Marie Lu-

demasiado arriba para alcanzarlos de unsalto. Aprieto los dientes y saco el otrocuchillo: ahora tengo uno en cada mano.Rezando para que el yeso que recubrelos muros sea lo bastante blando, saltohacia la pared todo lo alto que puedo y,al chocar contra ella, clavo uno de loscuchillos. De mi brazo herido brotasangre y suelto un grito de esfuerzo.Estoy a medio camino de la ventana. Mebalanceo con todas mis fuerzas.

El yeso está cediendo.A mi espalda se oye el choque de la

puerta del laboratorio contra la pared, ylos soldados salen como un torrente a laescalera. Las balas sueltan chispas a mi

Page 95: Legend, Marie Lu-

alrededor. Me lanzo hacia arribadejando el cuchillo clavado. El cristalde la ventana se rompe y de pronto estoyenvuelto en oscuridad, cayendo comouna estrella fugaz. Me desabrocho lacamisa de un tirón y dejo que ondee a miespalda mientras los pensamientos seabalanzan por mi mente. Rodillasdobladas. Músculos relajados. Aterrizacon la parte delantera del pie y rueda.El suelo se precipita contra mí. Mepreparo para lo que viene.

El impacto me destroza. Ruedocuatro veces y choco contra el edificiodel otro lado de la calle. Por un instanteme quedo tumbado, ciego,

Page 96: Legend, Marie Lu-

completamente indefenso. Oigo vocesfuriosas que salen por la ventana de laescalera: los soldados se han dadocuenta de que tienen que volver sobresus pasos, regresar al laboratorio ydesactivar la alarma para poder salir.Poco a poco recupero los sentidos, ysolo entonces me doy cuenta de lomucho que me duele el brazo y elcostado. Me apoyo sobre el brazo buenopara levantarme. Me palpita el pecho;creo que me he roto una costilla. Cuandointento ponerme en pie, compruebo queme he torcido también un tobillo. No sési la adrenalina me impedirá darmecuenta de otras lesiones más serias.

Page 97: Legend, Marie Lu-

Ahora suenan gritos en la esquinadel hospital. Me obligo a pensar. Estoyen la parte trasera, y cerca se abrenvarios callejones que se pierden en laoscuridad. Avanzo cojeando hastafundirme entre las sombras. Mientrascamino, atisbo por encima del hombro yveo un grupito de soldados que señalanel lugar en el que caí, los cristales rotosy la sangre. Uno de ellos es el capitánjoven que vi antes, el tal Metias. Ordenaa sus hombres que se dispersen paracubrir el terreno. Acelero intentandoignorar el dolor. Me encorvo todo loque puedo para que la ropa y el cabellonegro me ayuden a ocultarme en la

Page 98: Legend, Marie Lu-

oscuridad. Mantengo los ojos bajos.Necesito una tapa de alcantarilla.

Empiezo a ver borroso. Me poso lasmanos en las orejas para ver si salesangre. Todavía no: es buena señal. Uninstante después, descubro unaalcantarilla en la acera. Suelto unsuspiro de alivio, me ajusto el pañueloque me cubre la cara y me agacho paralevantar la tapa.

—Quieto. Quédate donde estás.Me giro y veo a Metias. Me apunta

directamente al pecho, pero, para misorpresa, no dispara. Aferro el cuchilloque me queda. Algo cambia en sus ojosy me doy cuenta de que me ha

Page 99: Legend, Marie Lu-

reconocido: sabe que soy el chico quefingió que lo habían apuñalado paraentrar al hospital. Sonrío, a pesar detodo: ahora tengo suficientes heridascomo para necesitar atención médica.

Metias entorna los ojos.—Manos arriba. Estás arrestado por

robo, vandalismo y allanamiento.—No me atraparás vivo.—Estaré encantado de atraparte

muerto, si lo prefieres.Lo siguiente es un borrón. Veo cómo

Metias se tensa para disparar y le lanzoel cuchillo con todas mis fuerzas. Antesde que apriete el gatillo, la hoja se clavaen su hombro y el capitán cae hacia atrás

Page 100: Legend, Marie Lu-

con un golpe sordo. No espero a ver sise levanta. Me agacho, levanto latapadera de la alcantarilla, me interno enla oscuridad y vuelvo a colocarla en susitio.

Ahora noto mucho más el dolor demis heridas. Tropiezo por las cloacasapretándome el costado, con la vistadesenfocada. Voy con cuidado de notocar las paredes. Me duele hastarespirar. Tengo que haberme roto unacostilla. Aun así, estoy lo bastantedespabilado como para pensar haciadónde me dirijo: tengo que llegar alsector Lake, tengo que encontrar a Tess.Ella me llevará a un lugar seguro. Me

Page 101: Legend, Marie Lu-

parece escuchar a mi espalda elestruendo de los pasos y los gritos delos soldados. Deben de haberdescubierto a Metias, y seguramente sehabrán metido también en lasalcantarillas. Puede que estén siguiendomi rastro con perros. Gasto unos minutosen dar vueltas por lo túneles para que mirastro se entrecruce y luego recorro untrecho vadeando por el agua mugrienta.A mi espalda se oyen chapoteos y ecosde voces. Me desvío un poco más; lasvoces se acercan y luego se alejan. Hagoun esfuerzo por no desorientarme.

Sería una estupidez haber logradoescapar del hospital para morir aquí

Page 102: Legend, Marie Lu-

tirado, perdido en un laberinto dealcantarillas.

Voy contando mentalmente losminutos para mantenerme consciente.Cinco minutos, diez, treinta, una hora.Los pasos suenan más lejos; deben dehaberse desviado en alguna bifurcación.A veces escucho ruidos raros, suspirosde vapor, soplos de aire. Vienen y van.Dos horas. Dos horas y media. Cuandoveo una escalera que conduce a lasuperficie, decido arriesgarme y subir.Estoy a punto de perder el conocimiento.Utilizo las pocas fuerzas que me quedanpara arrastrarme hasta la calle yaparezco en un callejón oscuro. Cuando

Page 103: Legend, Marie Lu-

consigo dejar de jadear, pestañeo paraaclararme la visión y estudio losalrededores.

En la distancia se ven los edificiosde la Union Station. No me encuentrodemasiado lejos. Allí estará Tess,esperándome.

Tres manzanas más. Dos.Me queda una. No puedo aguantar

más. No veo más que un punto negro enel fondo del callejón.

Lo último que distingo es la siluetade una chica a lo lejos. Puede que seesté acercando a mí. Me acurruco ypierdo el conocimiento.

Antes de que todo se vuelva negro,

Page 104: Legend, Marie Lu-

me doy cuenta de que ya no llevo micolgante al cuello.

Page 105: Legend, Marie Lu-

JUNE

TODAVÍA me acuerdo de cuando mihermano faltó a su ceremonia dereclutamiento en el ejército de laRepública.

Era domingo por la tarde, y hacía uncalor pegajoso. El cielo estaba cubiertode nubes parduzcas. Yo tenía siete añosy Metias diecinueve. Nuestro cachorrode pastor alemán blanco, Ollie, dormíatumbado en el suelo de mármol denuestro apartamento. Yo estaba en lacama con fiebre, y Metias me miraba

Page 106: Legend, Marie Lu-

con cara de preocupación. En losaltavoces de fuera sonaba el juramentooficial de la República. Cuando llegó laparte en que se menciona a nuestropresidente, Metias se levantó y saludóen dirección a la capital. Nuestro ilustreElector Primo había intentado ocupar lapresidencia otros cuatro años. Este seríasu decimoprimer mandato.

—No hace falta que te quedesconmigo, Metias —le dije en cuantoterminó el juramento—. Ve a laceremonia, anda. Voy a seguir enfermaestés a mi lado o no.

Metias me ignoró y me puso otratoalla húmeda en la frente.

Page 107: Legend, Marie Lu-

—Vaya o no vaya, me van a reclutar—replicó mientras me ofrecía un gajode naranja. Recuerdo bien la forma enque la peló, cómo trazó un eficientecorte en espiral y luego retiró la cáscarade una sola vez.

—Pero la comandante Jameson… —pestañeé; tenía los ojos hinchados—. Yate ha hecho un favor al no asignarte alfrente, y le va a molestar que no vayas.¿Y si escribe una falta en tu registro? Noquerrás que te expulsen como acualquier pringado de los barrios bajos,¿no?

Metias me dirigió una miradacargada de reproche y me dio un toque

Page 108: Legend, Marie Lu-

en la nariz.—No llames así a la gente, bichito.

Es de mala educación. Y no me puedesancionar por perderme la ceremonia.Además —añadió con un guiño—,siempre puedo colarme en la base dedatos y limpiar mi ficha.

Sonreí. Yo también quería entrar enel ejército algún día y ponerme eluniforme negro de la República. Tal veztuviera suerte y me asignaran a algúncomandante de renombre, como le habíapasado a Metias. Abrí la boca para queme diera otro gajo de naranja.

—Deberías escaparte del sectorBatalla más a menudo. Puede que

Page 109: Legend, Marie Lu-

encuentres novia.—No necesito novias —se rió

Metias—. Tengo una hermana pequeñaque cuidar.

—Venga ya. Algún día tendrás quesalir con alguien.

—Veremos. Supongo que soydemasiado exigente… Le miré a losojos.

—Metias, ¿mamá cuidaba de mícuando yo me ponía mala? ¿Hacía estomismo? Mi hermano me apartó de lafrente el flequillo sudoroso.

—No seas boba, bichito. Claro quecuidaba de ti, y lo hacía mucho mejorque yo.

Page 110: Legend, Marie Lu-

—No. Tú eres el que mejor cuida demí —murmuré; notaba los párpadospesados.

—Eso es muy bonito —sonrióMetias.

—No irás a dejarme, ¿verdad? ¿Tequedarás conmigo más que papá ymamá? Me dio un beso en la frente.

—Me quedaré contigo para siempre,June. Hasta que estés harta y aburrida deverme.

* * * *

00:01Sector Ruby

Page 111: Legend, Marie Lu-

Temperatura Interior: 22C

En cuanto Thomas aparece en la puerta,sé que algo va mal. Se ha ido la luz entodos los bloques de alrededor, comome avisó Metias que pasaría. Elapartamento solo está iluminado porquinqués. Ollie no deja de ladrar, estámuy nervioso, no sé por qué. Llevopuesto mi uniforme de entrenamiento:chaleco rojo y negro, botas altas decordones y pelo sujeto en una coleta.Por un instante me alegro de ver aThomas en vez de a Metias, porque si mihermano me viera así vestida, sabría quepienso salir en su busca aunque me haya

Page 112: Legend, Marie Lu-

ordenado lo contrario. Una vez más.Thomas tose con nerviosismo

cuando ve mi cara de sorpresa, luegointenta sonreír (tiene una línea de grasanegra en la frente, probablementetrazada con el dedo índice. Eso significaque ha limpiado su arma esta noche, demodo que su patrulla tendrá inspecciónmañana). Me cruzo de brazos y él setoca el borde de la gorra como saludo.

—Hola, señorita Iparis —dice.Tomo aire.—Voy a salir. ¿Dónde está Metias?—La comandante Jameson solicita

que se persone en el hospital lo antesposible — Thomas duda un segundo—.

Page 113: Legend, Marie Lu-

Es más una orden que una petición.Siento un vacío en la boca del

estómago.—¿Y por qué no me ha llamado

ella?—Prefiere que yo la acompañe.—¿Por qué? —empiezo a subir la

voz—. ¿Dónde está mi hermano?Thomas respira profundamente. Ya

sé lo que va a decirme.—Lo siento. Metias ha sido

asesinado.Y entonces el mundo se queda en

silencio.Lo veo todo desde una gran

distancia: Thomas habla sin dejar de

Page 114: Legend, Marie Lu-

gesticular y luego me abraza. Yo leestrecho, apenas consciente de lo quehago. No siento nada. Asiento cuando sesepara y me sujeta para mantenermederecha y cuando me pide algo. Creoque quiere que lo siga. Me pasa un brazopor los hombros. Una nariz húmeda deperro en mi mano. Ollie viene detrás demí y sale del apartamento. Le ordenoque permanezca a mi lado. Cierro lapuerta, me guardo la llave en el bolsilloy dejo que Thomas nos guíe hasta laescalera. No para de hablar, pero yo nole escucho. Tengo la vista fija en elrevestimiento de las paredes. Es demetal reflectante, y a la tenue luz de

Page 115: Legend, Marie Lu-

emergencia puedo ver el reflejodistorsionado de Ollie y el mío a sulado. Soy incapaz de descifrar laexpresión de mi cara. No estoy segurade que haya ninguna expresión en ella.

Metias debería haberme llevadocon él.

Es el primer pensamiento coherenteque me viene a la cabeza cuandollegamos a la planta baja del edificio ymonto en el todoterreno. Ollie sube deun brinco a la parte de atrás y asoma lacabeza por la ventanilla. El coche hueleraro (a caucho, metal y sudor fresco: ungrupo de personas ha debido de montarhace poco). Thomas se pone al volante y

Page 116: Legend, Marie Lu-

comprueba que llevo puesto el cinturónde seguridad. Qué cosa más tonta, quémenudencia.

Metias debería haberme llevadocon él.

La idea me ronda una y otra vez porla cabeza. Thomas no dice nada más. Medeja que contemple la cuidad a oscuras.De cuando en cuando me echa unamirada vacilante, y una pequeña parte demí me recuerda que debería pedirledisculpas más tarde por micomportamiento.

Observo con ojos vidriosos losbarrios que atravesamos. A pesar delapagón se ve mucha gente, casi todos

Page 117: Legend, Marie Lu-

trabajadores de los barrios bajos. Seencorvan sobre sus cuencos de comidabarata en las cafeterías. A lo lejos flotannubes de vapor. Las pantallas gigantesestán siempre encendidas aunque nohaya luz en el resto de la ciudad. Unascuantas muestran otro atentado de losPatriotas; esta vez han puesto una bombaen Sacramento y han matado a mediadocena de soldados. En las escaleras deuna academia hay varios cadetes deprimer curso (no tendrán más de onceaños), con sus franjas amarillas en lasmangas. El antiguo letrero de la sala deconciertos Walt Disney se ha borradocasi por completo. Varios vehículos

Page 118: Legend, Marie Lu-

militares se cruzan con nosotros ycontemplo las caras pálidas de lossolados. Algunos llevan gafas negras,así que no puedo verles los ojos.

El cielo está bastante másencapotado de lo normal, va a habertormenta. Me pongo la capucha por si seme olvida hacerlo cuando salga delcoche.

Cuando vuelvo a prestar atención alpaisaje, nos encontramos en el centrodel sector Batalla. Todas las luces estánencendidas. La torre del hospital seeleva un par de manzanas más allá.

Thomas nota que estiro el cuellopara ver dónde estamos.

Page 119: Legend, Marie Lu-

—Ya casi hemos llegado —dice.En cuanto nos acercamos, distingo

las cintas amarillas que rodean la parteinferior de la torre. Hay patrullas desoldados (franjas rojas en las mangas,igual que Metias), fotógrafos, policías,furgones negros y camiones médicos.Ollie deja escapar un gemido.

—No lo han detenido, ¿verdad? —digo.

—¿Cómo lo sabes?Señalo el edificio con la cabeza.—Eso no ha podido hacerlo

cualquiera —replico—. Fuera quienfuera, sobrevivió a una caída de dospisos y medio y aún le quedó fuerza

Page 120: Legend, Marie Lu-

suficiente para escapar.Thomas eleva la mirada hacia lo alto

de la torre e intenta descubrir lo que yoestoy viendo: la ventana rota (por eltamaño y la disposición, debe de estaren el hueco de la escalera), la cinta querodea la zona de debajo, los soldadosque rastrean los callejones circundantes,la ausencia de ambulancias.

—No, no le hemos atrapado —admite, la mancha de grasa que le cruzala frente hace que parezca aún másperplejo—. Pero eso no significa que novayamos a hacerlo.

—Si no lo han encontrado ya, nocreo que lo consigan.

Page 121: Legend, Marie Lu-

Thomas abre la boca para protestar,pero se lo piensa mejor y se centra enestacionar el coche. La comandanteJameson nos ve y se separa del grupo desoldados con los que estaba hablandopara acercarse a nosotros.

—Lo siento —me dice Thomas derepente.

Noto una breve punzada deculpabilidad por ser tan fría y decidoasentir con la cabeza. Su padre era elportero del bloque donde vivíamos, y sumadre trabajaba de cocinera en miescuela primaria. Fue Metias quienrecomendó que Thomas (que habíasacado una alta puntuación en la Prueba)

Page 122: Legend, Marie Lu-

fuera asignado a la prestigiosa policíamilitar, a pesar de su origen humilde.Así que tiene que sentirse tan mal comoyo.

La comandante Jameson avanzahacia mi puerta y golpea dos veces en laventanilla para llamar mi atención. Suslabios finos están pintados de un rojofurioso, y a la luz nocturna su cabelloparece marrón oscuro, casi negro.

—Vamos, Iparis. El tiempo vuela —pestañea al observar a Ollie en elasiento de atrás—. Ese no es un perropolicía, niña.

Incluso en esta situación, mantieneuna actitud resuelta.

Page 123: Legend, Marie Lu-

Salgo del coche y me cuadrorápidamente. Ollie salta a mi lado.

—Me ha llamado, comandante —digo.

Ella no se molesta en devolverme elsaludo. Echa a caminar y tengo queapresurarme para seguir su paso.

—Tu hermano Metias ha muerto —dice sin que su tono cambie ni un ápice—. Tengo entendido que casi hasterminado tu entrenamiento como agentede la policía militar, ¿me equivoco?¿Has acabado el curso de rastreo?

Lucho por respirar. Es la segundavez que me confirman la muerte deMetias.

Page 124: Legend, Marie Lu-

—Sí, comandante —consigoresponder.

Entramos en el hospital (la sala deespera está vacía; han echado a todoslos pacientes. Los guardas se acumulancerca de la escalera de entrada, de modoque ahí debió de comenzar todo). Lacomandante Jameson mantiene los ojosfijos al frente y las manos agarradas trasde la espalda.

—¿Qué sacaste en la Prueba?—Mil quinientos puntos,

comandante.Todos los militares conocen mi

puntuación, pero a ella le gusta fingirque no lo sabe ni le importa.

Page 125: Legend, Marie Lu-

—Ah, muy bien —dice sindetenerse, como si fuera la primera vezque lo oye—. Puede que nos resultesútil, después de todo. He llamado aldecano de Drake y le he informado deque estás dispensada de terminar tuentrenamiento. De todas formas, el cursocasi ha terminado.

—¿Disculpe? —digo frunciendo elceño.

—He recibido el historial completode todas tus calificaciones. Nota máximaen todo. Y has completado los cursos enla mitad del tiempo, ¿me equivoco?También me informan de que eres…problemática. ¿Es eso cierto?

Page 126: Legend, Marie Lu-

No acabo de entender qué quiere demí.

—A veces, comandante, ¿Hay algúnproblema? ¿Me han expulsado? Lacomandante Jameson sonríe.

—Ya no pueden, te han graduadoantes de tiempo. Sígueme, quieroenseñarte algo.

Me gustaría preguntarle por Metias ysaber qué ha ocurrido exactamente, perosu actitud gélida me lo impide.

Avanzamos por el pasillo de laprimera planta hasta una salida deemergencia que hay al final. Allí lacomandante Jameson les pide a lossoldados de guardia que se vayan y me

Page 127: Legend, Marie Lu-

indica que salga. Un gruñido bajoresuena en la garganta de Ollie. Estamosen la parte trasera del edificio, dentro dela zona delimitada por cinta amarilla. Anuestro alrededor pululan soldados.

—Rápido —me exige lacomandante, y acelero el paso.

Un instante después, me doy cuentade qué es lo que me quiere enseñar: acierta distancia hay un bulto cubiertocon una sábana blanca (humano, unmetro ochenta y cinco, extremidadesintactas. No ha podido caer en esaposición, alguien ha debido deenderezarlo). Empiezo a temblar.Cuando miro a Ollie, veo que tiene

Page 128: Legend, Marie Lu-

erizado el pelo del lomo. Aunque lollamo varias veces, se niega a acercarse,así que lo dejo atrás y me obligo aseguir a la comandante Jameson.

Metias me dio un beso en la frente.«Me quedaré contigo para siempre,June. Hasta que estés harta y aburridade verme».

La comandante Jameson se detieneante la sábana, se agacha y la retirahacia un lado. Me quedo mirando elcadáver de un soldado vestido de negro.De su pecho sobresale un cuchillo. Lasangre se esparce por su camisa, por sushombros, por sus manos, por lasmuescas del mango del cuchillo. Tiene

Page 129: Legend, Marie Lu-

los ojos cerrados. Me arrodillo y leaparto un mechón negro de la cara. Esmuy raro. No me fijo en ningún detalle.No siento nada. Estoy como anestesiada.

—Dígame qué puede haber sucedidoaquí, cadete —ordena la comandanteJameson—. Considérelo un examensorpresa. La identidad del soldadodebería ser un acicate, más que unobstáculo.

Ni siquiera reacciono ante esaspalabras. De pronto me fijo en losdetalles y empiezo a hablar.

—El asesino pudo apuñalarlo desdemuy cerca o arrojarle el cuchillo,aunque para hacer esto último debería

Page 130: Legend, Marie Lu-

tener una fuerza impresionante en elbrazo. Es diestro —paso los dedos porel mango cubierto de sangre—. Unapuntería asombrosa. Este cuchillo formaparte de un juego de dos, ¿me equivoco?Mire el diseño que tiene grabado en laparte posterior de la hoja: termina deforma muy abrupta.

La comandante Jameson asiente.—El segundo está clavado en la

pared de la escalera.Me giro hacia el callejón oscuro al

que apuntan los pies de mi hermano y medoy cuenta de que hay una alcantarilla alo lejos.

—Escapó por allí —afirmo, y

Page 131: Legend, Marie Lu-

observo la forma en que el asesinolevantó la tapa—. Abrió la alcantarillacon la izquierda… interesante. Esambidiestro.

—Continúa.—A partir de aquí, las alcantarillas

pueden haberle llevado al centro de laciudad o hacia el oeste, al océano.Habrá escogido el centro, supongo queestará herido y no tendrá fuerzas para irhacia otra parte. Es imposiblerastrearlo: si tiene algo de sentidocomún, habrá dado media docena devueltas y se habrá empapado en aguaestancada. No habrá tocado las paredesy no nos habrá dejado ninguna pista que

Page 132: Legend, Marie Lu-

seguir.—Voy a dejarte aquí un momento

para que organices tus ideas. Dentro dedos minutos te estaré esperando en laescalera, a la altura del tercer piso, paraentonces ya habrán acabado losfotógrafos —por un momento, sus ojosse posan en el cuerpo de Metias y suexpresión se suaviza—. Era un buensoldado. Qué desperdicio —menea lacabeza y echa a andar.

Contemplo cómo se va. No se meacerca nadie más, supongo que todosprefieren evitar una conversaciónincómoda. Vuelvo a mirar la cara de mihermano. Sorprendentemente, tiene una

Page 133: Legend, Marie Lu-

expresión pacífica. La piel conserva sucolor, no está tan pálida como pensé quelo estaría. Casi espero que pestañee yme sonría. Tengo restos de sangre secaen los dedos, cuando intentoquitármelos, se me pegan a la piel. Nosé si es esto lo que dispara mi ira. Metiemblan las manos con tanta fuerza quetengo que aferrar la ropa de mi hermano.Se supone que debería analizar laescena del crimen… Pero soy incapazde concentrarme.

—Deberías haberme llevado contigo—le susurro.

Aprieto mi frente contra la suya yempiezo a llorar mientras le hago una

Page 134: Legend, Marie Lu-

promesa silenciosa a su asesino:Voy a darte caza. Registraré todas

las calles de Los Ángeles paraencontrarte. Recorreré la Repúblicaentera si es necesario. Te tenderé unatrampa y te conduciré a ella; engañaré,mentiré y robaré para encontrarte, tetentaré con cebos hasta que salgas detu escondite, y luego te perseguiréhasta que no tengas a dónde huir. Te lojuro: tu vida me pertenece.

Al cabo de una eternidad, o tal vezde un segundo, llegan los soldados quetienen que llevar a Metias al depósito decadáveres.

Page 135: Legend, Marie Lu-

* * * *

03:17Mi apartamentoLa misma noche

Ha empezado a llover.Me tumbo en el sofá, abrazada a

Ollie. El sitio donde se suele sentarMetias está vacío. Sobre la mesilla seapilan álbumes de fotos y diarios de mihermano. Era muy tradicional, comonuestros padres, y nunca dejó de escribira mano sus diarios y de guardarfotografías de papel. «Así nadie puederastrearme ni etiquetarme en la red»,

Page 136: Legend, Marie Lu-

decía siempre. Una ironía, viniendo deun hacker experto.

¿Fue ayer por la tarde cuando merecogió de Drake? Quería decirme algoimportante, lo noté antes de que se fuera.Ahora nunca sabré de qué se trataba.Los documentos en informes se esparcena mi alrededor. Agarro con fuerza uncolgante que llevo un rato estudiando.Escudriño su superficie lisa y dejo caerla mano con un suspiro. Me duele lacabeza.

Antes de irme del hospital, meenteré de la razón por la que lacomandante Jameson me ha sacado deDrake. Parece que lleva observándome

Page 137: Legend, Marie Lu-

algún tiempo, y ahora que ha perdido auna persona de la patrulla, tiene querellenar el hueco. Es el momentoperfecto para reclutarme antes de que lointenten hacer otros. A partir de mañana,Thomas ocupará el puesto de Metias yyo entraré en la patrulla como agente enprácticas.

Mi primera misión de rastreo: Day.—Hemos probado todo tipo de

tácticas para atrapar a Day, pero ningunaha funcionado —me dijo la comandanteantes de mandarme a casa—. Así queesto es lo que vamos a hacer: mientrasyo continúo con las asignacionesrutinarias de mi patrulla, pondré a

Page 138: Legend, Marie Lu-

prueba tus habilidades con una tareapráctica. Muéstrame como sigues lapista de Day. Puede que consigas algo ypuede que no, pero eres joven y tal vezveas algo que los demás hemos pasadopor alto. Si me impresionas, teascenderé y serás una auténtica agentede mi patrulla. Te haré famosa: la agentemás joven de la historia.

Cierro los ojos e intentoconcentrarme.

Day mató a mi hermano. En laescalera del hospital, a la altura deltercer piso, encontraron una tarjeta deidentificación robada, y el soldado alque pertenecía balbuceó una descripción

Page 139: Legend, Marie Lu-

del chico que se la había quitado. Nadaencaja con lo que tenemos en la ficha deDay, salvo su edad: el que estuvo estanoche en el hospital era un chico joven.Las huellas dactilares que hay en latarjeta de identificación coinciden conlas que se encontraron en la escena deotro de los crímenes de Day, y nopertenecen a ningún civil de laRepública que esté en la base de datos.

Day estuvo allí, en el hospital. Y fuelo bastante descuidado como paradejarse una tarjeta de identificación consus huellas marcadas.

Eso me hace recapacitar. Day entróen el laboratorio buscando un

Page 140: Legend, Marie Lu-

medicamento. Su plan era pobre, malpensado, de última hora: desesperado.Si se llevó amortiguadores yanalgésicos, es porque no encontró nadamás potente. Pero no puede tener lapeste: si estuviera enfermo, no habríapodido escapar como lo hizo.

Sin embargo, la padece alguien queconoce, alguien a quien aprecia lobastante como para arriesgar su vida porél o ella. Ese alguien debe vivir enBlueridge, en Lake, en Winter o en Alta,los sectores que han sido afectadosúltimamente por la peste. Si es así, nocreo que se vaya de la ciudad por elmomento. Se quedará aquí, atado por sus

Page 141: Legend, Marie Lu-

emociones.También es posible que le hayan

contratado para cometer el robo. Pero elhospital es un sitio peligroso, y quienencargara el trabajo tendría que haberlepagado a Day una buena cantidad. Contanto dinero en juego, es de suponer quehabría planeado mucho mejor el golpe yse habría molestado en averiguar cuándoiba a llegar al laboratorio el siguienteenvío de vacunas. Además, Day nuncaha actuado como mercenario. Haatacado los destacamentos militares dela República por su cuenta y riesgo, haentorpecido los envíos al frente debatalla y ha destruido aviones de

Page 142: Legend, Marie Lu-

combate. Debe tener algún tipo deinterés en impedir que derrotemos a lasColonias. Durante un tiempo pensé quetrabajaba para ellas; pero sus métodosson rudimentarios, carece de tecnologíaavanzada y no parece estar respaldadopor una buena financiación. No es lo quese espera de nuestro enemigo. Nunca haaceptado trabajos por encargo, hastadonde sabemos, y es raro que empiece ahacerlo ahora. ¿Quién se fiaría de unmercenario novato? Puede que lo hayancontratado los Patriotas, pero si Daytrabajara para ellos, habría marcado laescena del crimen con su bandera (trecefranjas rojas y blancas con cincuenta

Page 143: Legend, Marie Lu-

puntos blancos sobre un rectánguloazul). Los Patriotas jamás pierden laoportunidad de atribuirse sus triunfos.

Y lo que menos me encaja es esto:Day nunca había matado a nadie (dehecho, ese es otro motivo por el quecreo que no está vinculado a losPatriotas). En uno de sus delitosanteriores, se coló en una zona encuarentena. Para hacerlo tuvo que atar aun policía, y cuando lo liberaron solotenía un ojo morado. Otra vez abrió lacámara acorazada de un banco, pero alos cuatro guardias de seguridad no leshizo nada salvo dejarlos estupefactos.También prendió fuego en mitad de la

Page 144: Legend, Marie Lu-

noche a un escuadrón de aviones decombate, y en dos ocasiones evitó quedespegaran aviones manipulando susmotores. Ha destrozado la mitad de unedificio militar; ha robado dinero,alimentos y bienes. Pero no ponebombas en la carretera. No dispara a lossoldados. No asesina. No mata.

¿Por qué a Metias? Day podríahaber escapado sin matarle. ¿Leguardaba rencor? ¿Le habría hecho algomi hermano en el pasado? No pudo seraccidental: el cuchillo le atravesó elcorazón. Se clavó en el centro de suinteligente, idiota, terco y sobreprotectorcorazón.

Page 145: Legend, Marie Lu-

Abro los ojos, levanto la mano yvuelvo a estudiar el colgante. Pertenecea Day; es lo que nos dicen las huellasdactilares. Se trata de un disco de metalsin nada grabado. Lo encontramos en lasescaleras del hospital, junto a la tarjetade identificación. No es el símbolo deninguna religión que yo conozca. Carecede valor económico: tanto la cadenacomo el colgante parecen hechos de unaaleación de níquel barato y cobre. Esposible que no lo haya robado, que tengaun significado especial para él y que poreso lo llevara encima a pesar del riesgode perderlo. Puede que sea un amuleto,o que se lo regalara alguien importante

Page 146: Legend, Marie Lu-

para él. Tal vez la misma persona parala que intentó robar la vacuna. Elcolgante guarda un secreto, pero no sécuál es.

Day empieza a fascinarme, pero séque es mi enemigo acérrimo. Miobjetivo. Mi primera misión.

Dedico dos días a organizar mispensamientos. Al tercero, llamo a lacomandante Jameson. Tengo un plan.

Page 147: Legend, Marie Lu-

DAY

SUEÑO que me encuentro otra vez en micasa. Eden está sentado en el suelo,dibujando un garabato extraño en lasbaldosas. Tiene cuatro o cinco años ylas mejillas regordetas de un bebé. Cadapocos minutos se levanta y me pideopinión sobre su obra de arte.

John y yo estamos sentados en elsofá, intentando arreglar la radio quehay en casa desde hace años. Todavíarecuerdo el día en que mi padre la trajo.«Así sabremos en qué barrios se ha

Page 148: Legend, Marie Lu-

extendido la peste», dijo. Pero ahoratenemos en el regazo un montón detornillos y resortes que no funcionan. Lepido ayuda a Eden, pero se ríe y diceque lo hagamos solos.

Mi madre está sola en la cocina.Intenta hacer la cena; esta es una escenaque conozco muy bien. Tiene las dosmanos envueltas en vendas: debe dehaberse cortado con alguna botella rotao con una lata abierta mientras limpiabahoy los cubos de basura de alrededor deUnion Station. Hace una mueca mientrassepara unos granos de maíz congeladoscon ayuda de un cuchillo. Le tiemblanlas manos.

Page 149: Legend, Marie Lu-

—Espera, mamá. Yo te ayudo —digo. Intento moverme, pero tengo lospies pegados al suelo.

Al cabo de un rato, levanto la cabezapara ver qué dibuja ahora Eden. Alprincipio no distingo las formas: estánmezcladas, como si hiciera garabatos alazar. Cuando me concentro, me doycuenta de que ha pintado soldados queentran en la casa. Los colorea con lápizrojo.

Me despierto con un respingo. Poruna ventana se filtran franjas de luzgrisácea. Oigo el débil rumor de lalluvia. Estoy en lo que parece lahabitación abandonada de un niño; el

Page 150: Legend, Marie Lu-

papel de las paredes es azul y amarillo,desprendido en las esquinas. Dos velasiluminan el cuarto. Siento que mis piessobresalen de la cama y que mi cabezareposa en una almohada. Cuando memuevo, se me escapa un gemido. Cierrolos ojos.

Entonces suena la voz de Tess.—¿Me oyes? —grita.—No hables tan alto, hermana —

murmuro, sintiendo mis labiosagrietados.

Me palpita la cabeza; la jaqueca esaguda y cegadora. Tess ve mi expresióny guarda silencio mientras cierro lospárpados de nuevo y espero a que se

Page 151: Legend, Marie Lu-

calme el dolor.Pero no desaparece: continúa como

un martilleo en la nuca. Después de unaeternidad, comienza a desvanecerse ylogro abrir los ojos.

—¿Dónde estoy? ¿Te encuentrasbien?

Tess me mira. Lleva el pelorecogido en una trencita y tiene loslabios sonrosados. Sonríe.

—¿Qué si yo estoy bien? Llevasinconsciente dos días, Day. ¿Cómo teencuentras? Me invade una oleada dedolor: debo de tener todo el cuerpomagullado.

—De maravilla.

Page 152: Legend, Marie Lu-

La sonrisa de Tess desaparece.—Has estado muy cerca esta vez. Si

no hubiera encontrado a alguien que nosrecogiera, creo que no habrías salido deesta.

De pronto me asaltan los recuerdos:la puerta del hospital, el robo de latarjeta de identificación, las escaleras,el laboratorio, la larga caída, el cuchilloque lancé al capitán, las alcantarillas…la vacuna…

La vacuna. Intento sentarme, perohago un gesto demasiado brusco y eldolor me golpea como un latigazo. Mellevo la mano al cuello de formaautomática y descubro que no tengo

Page 153: Legend, Marie Lu-

colgante que agarrar.Es como si se me rompiera algo en

el interior del pecho: lo he perdido. Mipadre me dio ese colgante y yo he sidotan descuidado como para perderlo.

—Venga, tranquilo —intentacalmarme Tess.

—¿Mi familia está bien? ¿Losmedicamentos sobrevivieron a la caída?

—Algunos sí —Tess me ayuda aecharme y luego apoya los codos en lacama—. Supongo que un amortiguadores mejor que nada. Ya los dejé en casade tu madre, junto con el paquete deregalo. Fui a la parte trasera y se loentregué todo a John. Me pidió que te

Page 154: Legend, Marie Lu-

diera las gracias.—¿Le contaste lo que pasó?Tess pone los ojos en blanco.—¿Crees que podría mantenerlo en

secreto? Todo el mundo ha oído hablardel robo en el hospital y John sabe queestás herido. Se ha enfadado mucho.

—¿Te ha dicho quién está enfermo?¿Es Eden o es mi madre?

—Eden —murmura mordiéndose ellabio—. John me dijo que tu madre y élse encuentran bien, por el momento. YEden puede hablar y está despierto.Intentó levantarse de la cama paraayudar a tu madre a arreglar una fuga delfregadero porque quería demostrarle que

Page 155: Legend, Marie Lu-

se encontraba bien, pero ella le mandóde nuevo a la cama. Tu madre ha tenidoque romper dos de sus camisas parautilizarlas como paños fríos para bajarlela fiebre, así que John me ha dicho quesi encuentras algo de ropa que le sirva,perfecto.

Dejo escapar un suspiro. Eden.Claro que es Eden. Y sigue actuandocomo un ingeniero en miniatura, aunquetenga la peste. Al menos he podidoconseguirle medicamentos. Todo sesolucionará. Eden se encontrará algomejor durante un tiempo, y no meimporta que John me sermonee. Encuanto al colgante… Bueno, no creo que

Page 156: Legend, Marie Lu-

mi madre llegue a enterarse. Mejor: lerompería el corazón.

—No encontré ninguna vacuna, y notuve tiempo de buscar más.

—No te preocupes —replica Tessmientras prepara un vendaje nuevo parami brazo. Tras ella, en el respaldo de lasilla, veo colgada mi vieja gorra—. Hasganado algo de tiempo para tu familia.Ya habrá otra oportunidad.

—¿De quién es esta casa?En cuanto hago la pregunta, oigo el

sonido de una puerta que se cierra yluego pasos que se acercan desde lahabitación contigua. Miro a Tessalarmado, pero se limita a asentir

Page 157: Legend, Marie Lu-

tranquilamente y me indica con un gestoque me calme.

Un hombre entra sacudiendo unparaguas mojado. En la otra mano llevauna bolsa de papel marrón.

—Ah, ya estás despierto —comenta—. Eso es bueno.

Estudio su rostro: es redondo, de tezmuy pálida. Tiene las cejas pobladas yuna expresión amable en los ojos.

—Chica —dice dirigiéndose a Tess—, ¿crees que podrá moverse mañanapor la noche?

—Ya estaremos en camino paraentonces —responde ella mientras alzaun frasco lleno de líquido transparente

Page 158: Legend, Marie Lu-

(supongo que será alcohol).Moja la punta de la venda y me

estremezco cuando toca la zona delbrazo donde me rozó la bala. Es como sime posará una cerilla ardiendo en lapiel. Tess levanta la vista.

—Le agradezco mucho que nos hayadado refugio —murmura.

El hombre gruñe con expresióndubitativa y asiente sin demasiadaconvicción. Luego mira a su alrededorcomo si buscara algo.

—Me temo que no puedo tenerlosaquí más tiempo. La patrulla antipestehará pronto otro reconocimiento —duda,saca dos latas de la bolsa y las coloca

Page 159: Legend, Marie Lu-

sobre el aparador—. Les he traído chili.No será lo mejor, pero al menos llena. Ytambién pan.

Antes de que podamos decirle nada,sale a toda prisa de la habitación con elresto de los alimentos.

Por primera vez, bajo la vista ycontemplo mi cuerpo. No llevo más queunos pantalones marrones del ejército, ytengo el pecho y los brazos vendados.También una pierna.

—¿Por qué nos ayuda? —lepregunto a Tess en un susurro.

—No seas tan desconfiado —responde, levantando la vista mientrasme ajusta el vendaje del brazo—. Tenía

Page 160: Legend, Marie Lu-

un hijo que trabajaba en el frente debatalla. Murió de la peste hace unosaños.

Tess le hace el nudo final al vendajey suelto un gemido.

—Respira profundamente, Day —dice, y empieza a palparme el pecho condelicadeza. La obedezco, aunque sientocomo si me atravesara con un cuchillo.Las mejillas de Tess se ruborizan; estáhaciendo un esfuerzo de concentración.

—Puede que tengas una fisura en unacostilla, pero no hay nada roto —sentencia al fin—. Creo que tardaráspoco en estar como siempre. De todasformas, este hombre no quiso saber

Page 161: Legend, Marie Lu-

cómo nos llamábamos y yo tampoco lepregunté su nombre. Mejor no saberlo.Le conté que estabas herido y creo quele recordaste a su hijo.

Dejo caer la cabeza en la almohada.Me duele todo el cuerpo.

—He perdido mis dos cuchillos —murmuro para que no me oiga el hombre—. Eran los mejores que tenía.

—Lo siento, Day —Tess se apartaun mechón de pelo de la cara y metiende una bolsa de plástico transparentecon tres balas plateadas en el interior—.Encontré esto entre los pliegues de turopa y supuse que las querrías para tutirachinas, o algo por el estilo.

Page 162: Legend, Marie Lu-

Me guardo las balas en un bolsillo ysonrío. Cuando conocí a Tess hace tresinviernos, no era más que una huerfanitaesquelética de diez años que hurgaba enlos contenedores de basura del sectorNima. Por aquel entonces necesitabatanto mi ayuda que a veces se me olvidalo mucho que dependo ahora de ella.

—Gracias, hermana —le digo.Murmura algo que no entiendo y

mira para otro lado.Al cabo de un rato caigo en un sueño

profundo. Cuando me despierto denuevo, todo está oscuro. He debido dedormir mucho, porque ya no me duele lacabeza. Puede que sea el mismo día,

Page 163: Legend, Marie Lu-

pero me da la sensación de que hapasado más tiempo. No han venido lossoldados ni la policía ciudadana. Aúnseguimos vivos. Me quedo inmóvil unmomento, despierto en la oscuridad.Parece que nuestro benefactor no nos hadelatado, todavía.

Tess duerme acurrucada en el bordede la cama, con la cabeza oculta entrelos brazos. A veces me encantaríaencontrarle un buen hogar, una familiaque se ocupara de ella. Pero cada vezque lo pienso, acabo por rechazar laidea: Tess pasaría a estar del lado de laRepública si formara parte de unaauténtica familia. La obligarían a

Page 164: Legend, Marie Lu-

someterse a la Prueba, que nunca hahecho. Además, descubrirían que hasido mi compinche y la interrogarían.Sacudo la cabeza: es demasiadoingenua, demasiado fácil de manipular.No puedo dejarla con nadie.

Además… la echaría de menos. Losdos años que estuve por mi cuenta en lascalles fueron muy solitarios.

Muevo el tobillo con cautela,haciendo un círculo. Está un pocoentumecido, pero no me duele mucho yno parece estar inflamado. Todavía mearde el brazo donde lo rozó la bala, y eldolor de las costillas es desgarrador,pero consigo sentarme sin demasiados

Page 165: Legend, Marie Lu-

problemas. Me llevo las manos al pelode forma automática. Está suelto. Losujeto en una coleta usando una solamano y le hago un nudo apretado. Megiro hacia Tess, tomo mi gorra y me lapongo. Me duelen los brazos delesfuerzo. Huele a chili y a pan; en elaparador hay un tazón que humea, conuna rebanada de pan apoyada en elborde. Recuerdo las dos latas que nosdejó nuestro benefactor y me gruñe elestómago. Devoró el contenido delcuenco hasta dejarlo limpio.

Mientras me chupo los restos dechili de los dedos, una puerta se cierraen algún lugar de la casa. Oigo pasos

Page 166: Legend, Marie Lu-

que se acercan muy rápido hacianosotros. Me pongo tenso. Tess sedespierta y me agarra del brazo.

—¿Qué pasa? —murmura. Me llevoel índice a los labios.

El hombre que nos ha acogido entraa toda prisa en el cuarto, vestido con unabata destrozada que apenas cubre supijama.

—Tienen que irse —susurra, por lafrente le resbalan gotas de sudor—Acabo de enterarme de que hay un tipoque te busca.

Tess tiene expresión de auténticoterror, pero le miro a los ojos.

—¿Cómo te has enterado?

Page 167: Legend, Marie Lu-

El hombre empieza a ordenar lahabitación. Recoge el cuenco vacío ypasa la mano por el aparador.

—Va contando a la gente que tienevacunas para la peste, y que se lasquiere vender a una persona que lasnecesita. Sabe que estás herido. No dijoningún nombre, pero está claro quehabla de ti.

Me siento en la cama. No hayalternativa.

—Sí, se refiere a mí —asiento. Tessagarra un manojo de vendas limpias y selas guarda bajo la camisa—. Es unatrampa. Nos vamos enseguida.

El hombre asiente con la cabeza.

Page 168: Legend, Marie Lu-

—Pueden salir por la puerta trasera.Al fondo del pasillo, a la izquierda.

Lo miro de hito en hito durante uninstante y entonces me doy cuenta de quesabe perfectamente quién soy. A pesarde ello, no lo dice en voz alta. Comomuchas otras personas de nuestro sectorque averiguaron en el pasado quién erayo y aun así me ayudaron, pareceagradecer los problemas que le causo ala República.

—Le estamos muy agradecidos —digo.

Él no responde. Agarro a Tess de lamano y los dos echamos a andar hastallegar a la puerta trasera; me duele todo

Page 169: Legend, Marie Lu-

el cuerpo, tanto que se me llenan losojos de lágrimas. Salimos al airehúmedo de la noche.

Avanzamos en silencio por loscallejones y solo reducimos el paso seisbloques más allá. El dolor se hace másdesgarrador a cada paso. Me llevo lamano al colgante para calmarme, peroentonces recuerdo que ya no lo llevoencima. Se apodera de mí una sensaciónde vértigo. ¿Y si la República descubrequé es? ¿Lo destruirán? ¿Y si siguen lapista y los conduce a mi familia?

Tess se apoya en una de las paredesdel callejón y se deja caer.

—Tenemos que abandonar la ciudad

Page 170: Legend, Marie Lu-

—dice—. Es demasiado peligrososeguir aquí, Day. Estaríamos másseguros en Arizona o en Colorado. Oincluso en Barstow; no me importaríapasar una temporada en las afueras.

Ya, ya. Lo sé. Bajo la vista.—Yo también quiero irme.—Pero no vas a hacerlo. Lo veo en

tu cara.Nos quedamos callados. Si por mí

fuera, cruzaría el país entero y escaparíaa las Colonias a la primera oportunidadque se me presentara. No me importaarriesgar la vida. Pero hay un montón derazones por las que no puedo hacerlo, yTess lo sabe. Ni John ni mi madre

Page 171: Legend, Marie Lu-

pueden abandonar sus trabajos y huirconmigo, no sin despertar sospechas.Eden no puede irse de la escuela que lehan asignado. Si lo hacen, se convertiránen fugitivos. Como yo.

—Ya veremos —digo finalmente.Tess me ofrece una sonrisa triste.

—¿Quién crees que te estábuscando? —pregunta al cabo de un rato— ¿Cómo habrá averiguado que estabasen el sector Lake?

—No lo sé. Puede ser algúntraficante al que le haya llamado laatención lo del robo en el hospital. Talvez piense que tenemos un montón dedinero o algo así. Podría ser un soldado,

Page 172: Legend, Marie Lu-

incluso un espía. Perdí mi colgante en elhospital; no sé si conseguirán averiguaralgo de mí, analizándolo, pero siemprecabe la posibilidad.

—¿Y qué vas a hacer?Me encojo de hombros y me apoyó

contra la pared para mantener elequilibrio: la herida de bala haempezado a palpitar otra vez.

—No deberíamos dejar que nosencontrara, pero he de admitir que me dacuriosidad saber qué ofrece. ¿Y si deverdad tiene una vacuna contra la peste?

Tess me contempla con la mismaexpresión que tenía la noche en que laconocí: esperanza, curiosidad y miedo,

Page 173: Legend, Marie Lu-

todo a la vez.Bueno… No creo que sea más

peligroso que la locura que hiciste en elhospital, ¿no?

Page 174: Legend, Marie Lu-

JUNE

NO sé si la comandante Jameson se haapiadado de mí o si realmente siente lapérdida de Metias, uno de sus soldadosmás valiosos, pero me ayuda a organizarsu funeral. Es la primera vez que hacealgo semejante para uno de sussubordinados. Se niega explicarme elpor qué.

En las familias acomodadas como lanuestra, los funerales suelen ser muyhistoriados. El de Metias tiene lugardentro de un edificio con arcos y

Page 175: Legend, Marie Lu-

vidrieras barrocas. Han cubierto lossuelos con alfombras blancas, y toda laestancia está llena de mesas redondasadornadas con lilas del mismo tono. Lasúnicas notas de color son las banderas ylos emblemas circulares de la Repúblicaque cuelgan tras el altar principal, bajoel retrato de nuestro glorioso Elector.

Todo el mundo va de blanco. Yollevo puesto un vestido muy elegante,con lazo, corsé y una sobrefalda de sedaque cae en varias capas por detrás. Enmi corpiño destaca un pequeño brochede oro blanco con el sello de laRepública. El peluquero me ha hecho unmoño alto, con rizos sueltos que caen en

Page 176: Legend, Marie Lu-

cascada sobre uno de mis hombros, y meha colocado una rosa blanca sobre unaoreja. Una gargantilla de perlas merodea el cuello y mis párpados estánpintados de blanco brillante. Mispestañas parecen de nieve, no se menotan los ojos enrojecidos ni las ojeraspor el resplandor del maquillaje. Mehan arrebatado el color igual que me hanarrebatado a mi hermano.

Metias me contó una vez que losentierros siempre no han sido así, queestos ritos empezaron tras las primerasinundaciones y las erupcionesvolcánicas, después que la Repúblicaconstruyera la barrera para evitar que

Page 177: Legend, Marie Lu-

los desertores de las Colonias entraranen nuestro territorio. Entonces seempezó a llevar luto blanco por losmuertos.

«Después de las primeraserupciones volcánicas, llovieron cenizasblanquecinas durante meses», me dijo.«Todas las víctimas quedaron cubiertas.Por eso ahora nos vestimos de blancopara recordar a los muertos».

Me contó aquello cuando le preguntécómo había sido el funeral de nuestrospadres. Ahora paseo sin rumbo entre losinvitados y respondo a sus comentarioscon frases esteriotipadas. «Siento muchosu pérdida», me dicen. Reconozco a

Page 178: Legend, Marie Lu-

algunos de los profesores de Metias, acompañeros suyos y a varios superiores.Incluso hay algún que otro alumno deDrake. Me sorprende verlos aquí; nohice demasiados amigos los tres añosque estuve en la universidad, sobre todoteniendo en cuenta mi edad y mi fuertecarga académica. Pero aquí están,algunos de la clase de maniobras de latarde y otros de la clase 421 de Historiade la República. Me estrechan la mano ymenean la cabeza.

«Primero tus padres, luego tuhermano. No puedo imaginar lo difícilque debe ser esto para ti». No, nopuedes. Pero sonrío amablemente e

Page 179: Legend, Marie Lu-

inclino la cabeza, porque sé que lo dicencon la mejor intención. «Gracias porvenir», respondo. «Se los agradezco decorazón. Sé que Metias estaría orgullosode haber dado la vida por su país».

A veces capto alguna mirada deadmiración. Las ignoro. No meinteresan. No llevo este vestidoexquisito y absurdo para ellos. Solo melo he puesto por Metias, para mostrarlesin palabras lo mucho que le quiero.

Al cabo de un rato, me siento en unamesa cercana al altar y observo lascoronas de flores tras la que prontodesfilará una fila de personas para leerdiscursos elogiosos sobre mi hermano.

Page 180: Legend, Marie Lu-

Bajo la cabeza con respeto ante lasbanderas de la República y se me vanlos ojos hacia el ataúd blanco que hay asu lado. Desde aquí apenas puedodistinguir a Metias en su interior.

—Estás preciosa, June.Alzo la vista y me encuentro con

Thomas, que se ha sentado a mi lado. Hareemplazado su uniforme por un elegantetraje blanco y lleva el pelo reciéncortado. Juraría que la ropa es nueva.Debe de haberle costado una fortuna.

—Gracias. Tú también estás muyguapo.

—Esto… Quiero decir que tienesbuen aspecto, a pesar de todo lo que ha

Page 181: Legend, Marie Lu-

pasado.—Te he entendido —le doy una

palmadita en la mano para tranquilizarley él me devuelve una sonrisa. Me da laimpresión de que quiere añadir algo,pero luego parece cambiar de opinión yaparta la mirada.

Pasa media hora hasta que todo elmundo encuentra su asiento, y otra mediahora hasta que los camareros empiezan aservir la comida. Yo no la pruebo. Lacomandante Jameson se sienta frente amí. Entre ella y Thomas están trescompañeros de Drake, y les dedico unasonrisa forzada. A mi izquierda hay unhombre llamado Chian que organiza y

Page 182: Legend, Marie Lu-

supervisa la Prueba de todos los niñosde Los Ángeles. Se encargó de la mía.Lo que no entiendo es qué hace aquí, porqué le importa que Metias haya muerto.Sé que era conocido de mis padres, asíque no me extraña verlo del todo en elfuneral, pero ¿por qué se sienta a milado?

Entonces recuerdo que, antes deentrar en la patrulla de Jameson, Metiasestuvo bajo las órdenes de Chian. Paraél no fue una buena época. Y ese hombreme mira frunciendo sus pobladas cejas,me pone la mano en el brazo desnudo yla deja ahí durante un rato.

—¿Cómo te encuentras, querida? —

Page 183: Legend, Marie Lu-

pregunta.Al hablar se le retuercen las

cicatrices de la cara: un corte en elpuente de la nariz y una marca irregulardesde la oreja hasta el mentón.

—Mejor de lo que cabe esperar —respondo tratando de esbozar unasonrisa.

—Bueno, he de admitir que esevestido te hace brillar —deja escaparuna carcajada breve que me provoca unescalofrío—. Pareces una flor que seabre en mitad de la nieve.

Necesito toda mi fuerza de voluntadpara mantener la sonrisa. Conserva lacalma, me digo. No te conviene tener a

Page 184: Legend, Marie Lu-

Chian como enemigo.—Yo quería mucho a tu hermano,

¿sabes? Le recuerdo de pequeño…Deberías haberle visto. Corría por todoel cuarto de estar persiguiendo a tuspadres con una pistolita en la mano.Estaba destinado a entrar en uno denuestros escuadrones.

—Gracias, señor —respondo.Chian corta un pedazo enorme de

filete y se lo mete en la boca.—Metias era un chico de lo más

atento cuando lo tuve a mi cargo. Unlíder natural. ¿Te habló alguna vez deeso?

Me viene un recuerdo a la mente: la

Page 185: Legend, Marie Lu-

noche lluviosa en que Metias empezó atrabajar bajo las órdenes de Chian. Él yThomas, que todavía estaba en launiversidad, me llevaron al sectorTanagashi, donde probé por primera vezel cerdo con soja, los fideos y lospanecillos dulces de cebolla. Recuerdoque los dos llevaban el uniformecompleto: Metias tenía la chaquetaabierta y la camisa por fuera, mientrasque Thomas iba abotonado hasta elcuello y llevaba el pelo cuidadosamentepeinado hacia atrás. Thomas se pasótoda la cena burlándose de mis coletasde niña pequeña, pero Metias apenashabló. Una semana después, dejó de

Page 186: Legend, Marie Lu-

estar a cargo de Chian. Presentó unaapelación y se le reasignó a la patrullade la comandante Jameson.

—Me dijo que era informaciónclasificada —miento. Chian se ríe.

—Era un buen chico, un cadeteexcelente. Puedes imaginar midecepción cuando fue reasignado a lapolicía militar. Me dijo que no seconsideraba lo bastante inteligente comopara valorar las Pruebas o distribuir alos niños que las acababan de hacer; eramuy modesto. Y mucho más inteligentede lo que creía… —me sonríe—. Igualque tú.

Asiento. Chian me obligó a repetir la

Page 187: Legend, Marie Lu-

Prueba porque saqué una puntuaciónperfecta en un tiempo récord (una hora ydiez minutos). Pensaba que habíacopiado. No solo soy la única de lanación que sacó el máximo, sino quedebo ser la que pasó la Prueba dosveces.

—Es usted muy amable —respondo—. Mi hermano tenía mayores dotes deliderazgo de las que yo tendré jamás.

Chian me hace callar con unaspaviento.

—Tonterías, querida —replica, y seacerca a mí demasiado para que mesienta cómoda. En él hay algodesagradable, como aceitoso—. Estoy

Page 188: Legend, Marie Lu-

destrozado por la forma en que murió tuhermano. A manos de ese mocoso…¡Qué vergüenza! —Chian estrecha susojos y sus cejas parecen hacerse aúnmás pobladas—. Me alegra que lacomandante Jameson te haya encargadoseguirle la pista. Este caso necesitaalguien joven que lo mire con nuevosojos, y tú eres perfecta. Vaya una joyade primera misión, ¿eh?

Le odio con toda mi alma. Thomasse ha debido de dar cuenta de lo rígidaque estoy, porque me agarra la mano pordebajo de la mesa y aprieta. «Aguanta»,intenta decirme. Cuando Chian por fin segira para hablar con el hombre que tiene

Page 189: Legend, Marie Lu-

al otro lado, Thomas se vuelve hacia mí.—Chian tiene motivos personales

para odiar a Day —susurra.—¿En serio? Thomas asiente.—¿Quién crees que le hizo esa

cicatriz?¿Day? No puedo contener la

sorpresa. Chian es un hombre bastantecorpulento, y lleva muchos añostrabajando para la organización de laPrueba. Es un oficial cualificado. ¿Esposible que un adolescente lo hayaherido así y haya salido impune? Mevuelvo hacia Chian y estudio su cicatriz:fue un corte limpio realizado con unahoja muy afilada.

Page 190: Legend, Marie Lu-

Debió de suceder muy rápido,porque forma una línea completamenterecta, y no me imagino a Chianquedándose quieto mientras le rajan lacara. Por un instante, solo uno, me pongoal lado de Day. Luego mis ojos se posanen la comandante Jameson, que me miracomo si pudiera leerme la mente. Mepone nerviosa.

Thomas vuelve agarrarme la mano.—Tranquila, June —dice—. Day no

puede esconderse para siempre. Tarde otemprano, lo encontraremos y haremosque sirva de ejemplo. No es rival parati, sobre todo si te centras en ello.

La sonrisa amable de Thomas me

Page 191: Legend, Marie Lu-

desarma: de pronto, me da la impresiónque es Metias el que está a mi ladodiciéndome que todo irá bien, que laRepública no va a fallarme. Mi hermanoprometió una vez que estaría siempre ami lado. Aparto la vista de Thomas yfijo los ojos en el altar para que no mevea llorar. No puedo devolverle lasonrisa. No creo que sea capaz desonreír sinceramente nunca más.

—Acabemos con esto —susurro.

Page 192: Legend, Marie Lu-

DAY

AUNQUE está cayendo la tarde, hacemuchísimo calor. Voy cojeando entre lamuchedumbre por las calles que bordeanlos sectores Alta y Winter, cerca dellago. Todavía me molestan las heridas.Llevo puestos los pantalones delejército que me dio el hombre que nosacogió en su casa y una camisa de cuelloestrecho que Tess encontró en uncontenedor de basura. Llevo la gorracalada, y he añadido a mi disfraz unparche en el ojo izquierdo (nada raro

Page 193: Legend, Marie Lu-

entre la marea de trabajadores mutiladosde las fábricas). Hoy voy solo: Tess seha guarecido en la cornisa de la segundaplanta de un edificio que hay unas callesmás abajo. No hay motivo para que losdos nos pongamos en peligro.

Me rodean ruidos familiares. Losvendedores ambulantes ofrecen susproductos a la gente: huevos cocidos deganso, tortas fritas y perritos calientes.Los tenderos se quedan en la puerta desus comercios y sus bares e intentanatraer a la clientela. Pasa traqueteandoun coche muy antiguo, destartalado. Lostrabajadores del segundo turno regresanlentamente a casa. Algunas chicas me

Page 194: Legend, Marie Lu-

observan y se ruborizan cuando lesdevuelvo la mirada. Varios botesavanzan por el lago con cuidado deevitar las hélices descomunales que sedistribuyen a lo largo de toda la orilla.Las sirenas que suenan para advertir delas inundaciones permanecen ensilencio.

Algunas áreas están cortadas. Meaparto de ellas; los soldados las hanmarcado como zonas en cuarentena. Losaltavoces de los tejados crujen yborbotean, y a cada rato, las pantallasgigantes dejan de emitir anuncios oreportajes sobre los atentados de losPatriotas y muestran un vídeo de nuestra

Page 195: Legend, Marie Lu-

bandera. Todo el mundo se quedainmóvil en cuanto aparece el juramento.

«Juro lealtad a la bandera de la granRepública de América, a nuestro ElectorPrimo, a nuestros gloriosos estados y ala unidad contra las Colonias, paraobtener nuestra inminente victoria».

Cuando se ilumina el nombre delElector Primo, la gente saluda endirección a la capital.

Coreo las palabras en voz baja, peroguardo silencio en cuanto veo que lospolicías apartan la mirada. Me preguntocómo sería el juramento antes de queentrásemos en guerra con las Colonias.

Al acabar la ceremonia, la vida se

Page 196: Legend, Marie Lu-

reanuda. Me dirijo a un bar decorado alestilo chino. Está lleno de pintadas. Elencargado me dirige una amplia sonrisaen la que faltan varios dientes y meinvita a entrar.

—Hoy tenemos auténtica cervezaTsingtao —murmura—. Sobró de unaremesa importada que enviarondirectamente a nuestro glorioso Elector.Se ofrece hasta las seis en punto.

Mueve los ojos con nerviosismomientras habla. Lo miro con fijeza:¿cerveza Tsingtao? Ya, seguro. Mipadre se hubiera partido de risa. LaRepública no ha firmado el acuerdo decomercio con China (o, como les gusta

Page 197: Legend, Marie Lu-

decir, no han «conquistado China yasumido el control de su industria»)para dedicarse a mandar importacionesde lujo a los barrios bajos. Es muchomás probable que este tipo se hayaretrasado en el pago de los impuestosbimestrales; no se me ocurre otro motivopara arriesgarse a ponerles etiquetasfalsas de Tsingtao a las botellas defabricación nacional. A pesar de ello, ledoy las gracias y entro en elestablecimiento. Es un sitio tan buenocomo cualquier otro para obtenerinformación.

El bar está muy oscuro y huele ahumo de pipa, a carne frita y al gas de

Page 198: Legend, Marie Lu-

las lámparas. Me abro camino entre eldesorden de mesas y sillas,aprovechando para despistar algo decomida de unos platos que no vigilanadie y guardarla debajo de mi camisa,hasta que llego a la barra. Detrás de míhay un corro de gente que presencia unapelea de skiz. Supongo que en este barse permiten las apuestas ilegales; debende destinar parte de las ganancias asobornar a la policía ciudadana.

La chica de la barra no se molesta encomprobar si tengo edad suficiente parabeber. Ni siquiera me mira.

—¿Qué vas a tomar?—Solo un vaso de agua, por favor

Page 199: Legend, Marie Lu-

—respondo.Detrás de mí, la gente rompe en

aplausos cuando uno de los luchadorescae al suelo. La camarera me mira conescepticismo y sus ojos se posan en miparche.

—¿Qué te ha pasado en el ojo,chico?

—Un accidente en las terrazas. Mededico a cuidar vacas.

Pone cara de asco, pero pareceinteresada en hablar conmigo.

—Qué lástima. ¿Seguro que noquieres una cerveza? Eso tiene quedoler. Niego con la cabeza.

—Gracias, hermana, pero no bebo.

Page 200: Legend, Marie Lu-

Prefiero estar alerta.Me sonríe; aunque el local no está

bien iluminado, se ve que es guapa.Lleva los ojos maquillados de verdebrillante y el pelo negro, cortado a lopaje. Por el cuello le serpentea untatuaje de una planta trepadora que semete bajo su camisa ajustada. Llevaunas gafas de soldador sucias prendidasen el escote, seguramente paraprotegerse los ojos en las peleas. Unapena. Si no estuviera buscandoinformación, podría tomarme mi tiempocon esta chica, hablar con ella yseguramente conseguir un beso o algomás.

Page 201: Legend, Marie Lu-

—Eres de Lake, ¿no? —pregunta—.¿Vas a la caza de chicas para romperlesel corazón, o vienes buscando gresca?—señala hacia el combate que tienelugar a mi espalda.

—Eso te lo dejo a ti —sonrío.—¿Qué te hace pensar que yo lucho?Señalo las cicatrices que tiene en los

brazos y las magulladuras de sus manos,y ella me dedica una sonrisa leve. Meencojo de hombros.

—Acabaría muerto si me dedicara apelear. No, solo vengo a refugiarme delsol. A disfrutar de tu compañía, ¿sabes?Siempre que no tengas la peste, claro.

Es una broma más que gastada, pero

Page 202: Legend, Marie Lu-

ella se ríe antes de inclinarse sobre elmostrador.

—Vivo en el borde del sector. Demomento es bastante seguro.

—Tienes suerte —me acerco más aella y adopto un tono grave—. Hacepoco le han marcado la puerta a unafamilia que conozco.

—Vaya.—Quería preguntarte una cosa… Es

simple curiosidad. ¿Has oído hablar deun tipo que dice que tiene algunasvacunas contra la peste? Estuvo por aquíhace poco.

Levanta una ceja.—Sí, sí. Hay mucha gente detrás de

Page 203: Legend, Marie Lu-

él.—¿Qué va diciendo por ahí? ¿Lo

sabes?Duda un instante y observo que tiene

la nariz salpicada de pecas.—Dice que dispone de una vacuna,

pero que solo se la dará a una persona.No da nombres; se supone que esapersona sabrá que se refiere a ella.

Intento adoptar una expresióndivertida.

—Pues qué suerte tiene, ¿no?—No es broma —sonríe—. Va

diciendo por ahí que hoy a medianocheestará en el sitio de los diez segundos, yque la persona a la que busca sabrá

Page 204: Legend, Marie Lu-

dónde es.—¿El sitio de los diez segundos?La camarera se encoge de hombros.—No tengo ni idea de lo que

significa. Nadie lo sabe, la verdad. —Seinclina un poco más sobre el mostradory baja la voz—. ¿Sabes lo que pienso?Que ese tipo está como una cabra.

Me río con ella, pero no dejo dedarle vueltas. No cabe duda de que meestá buscando a mí. Hará cosa de un añorobé en el banco Arcadia, y uno de losguardas de seguridad me atacó. Cuandolo tuve atado, me escupió y me dijo quelos láseres de la cámara acorazada mecortarían en pedazos. Yo me burlé de él

Page 205: Legend, Marie Lu-

diciendo que me llevaría diez segundosentrar en la cámara. No me creyó; nadiecree mis amenazas hasta que las cumplo.

Con el dinero que saqué de ese robo,me compré en el mercado negro un buenpar de botas y una bombaelectromagnética (un aparato quedesactiva todas las armas de lasinmediaciones; me vino muy biencuando ataqué la base aérea). Tess sehizo con un vestuario nuevo: camisas,zapatos, pantalones… Además,conseguimos vendas, alcohol y hasta unfrasco de aspirinas, y compramos unmontón de provisiones. Lo demás se lodi a mi familia y a otras personas del

Page 206: Legend, Marie Lu-

sector Lake.Después de coquetear unos minutos

más, me despido de la camarera y memarcho. El sol todavía no se ha puesto, ynoto cómo las gotas de sudor meresbalan por la cara. Ya sé lo suficiente.El gobierno debe de haber encontradoalguna pista en el hospital y me quieretender una trampa.

A medianoche, enviarán a alguien alsitio de los diez segundos y apostarán unmontón de soldados en el callejón deatrás. Deben de creer que estoydesesperado. Es muy posible que llevenalguna vacuna de verdad paraasegurarse de que muerdo el cebo.

Page 207: Legend, Marie Lu-

Aprieto fuerte los labios y cambio dedirección. Me dirijo al distritofinanciero.

Tengo una cita.

Page 208: Legend, Marie Lu-

JUNE

23:29Sector BatallaTemperatura interior: 22C

LAS luces de la intendencia de Batallason frías, fluorescentes. Me cambio enel baño de la planta de Observación yAnálisis. Llevo un chaleco oscuro arayas sobre una camisa negra de mangalarga, pantalones negros metidos dentrode las botas y una capa del mismo colorque me cubre por completo. En la parte

Page 209: Legend, Marie Lu-

posterior tiene una franja blanca quedesciende en vertical hasta el suelo. Micara está oculta por una máscara negra yunas gafas de infrarrojos. El resto de miequipamiento se reduce a un micrófonodiminuto y un auricular todavía máspequeño. Y un arma. Por si acaso.

Debo ofrecer un aspecto asexuado,imposible de identificar. Tengo queparecer un traficante del mercado negro,alguien lo bastante rico como parapermitirse el lujo de adquirir vacunascontra la peste.

Si Metias me viera, menearía lacabeza como un suspiro. «No puedes irsola a una misión clasificada, June»,

Page 210: Legend, Marie Lu-

diría. «Puede que acabes herida». Quéirónico.

Ajusto con una lazada el broche quecierra la capa (es de una aleación deacero y bronce, seguramente importadodel oeste de Texas) y empiezo a bajarpor las escaleras que conducen fuera dela intendencia. Me dirijo al bancoArcadia, donde se supone que he deencontrarme con Day.

Mi hermano murió hace ciento veintehoras y me da la sensación de que fuehace milenios. Hace setenta horasconseguí autorización para rastrear enInternet y obtuve toda la información quepude sobre Day.

Page 211: Legend, Marie Lu-

Hace cuarenta horas, le presenté a lacomandante Jameson un plan de busca ycaptura. Hace treinta y dos horas loaprobó, aunque no creo que se hayamolestado siquiera en revisar losdetalles.

Hace treinta horas, enviéexploradores a los sectores afectadospor la peste: Winter, Blueridge y Alta.Todos propagaron el mismo rumor:alguien tiene vacunas para ti, ven allugar de los diez segundos. Haceveintinueve horas asistí al funeral de mihermano.

No planeo capturar hoy a Day. Nisiquiera creo que pueda verlo. Sabrá

Page 212: Legend, Marie Lu-

perfectamente cuál es el sitio de los diezsegundos, y supondrá que soy una agenteenviada por el gobierno o por lostraficantes del mercado negro que pasaninformación al gobierno. No se dejaráver. Incluso la comandante Jameson, queme está poniendo a prueba por primeravez, sabe que no le veré el pelo.

Y sin embargo, no pierdo laesperanza de que acuda. Necesita condesesperación las vacunas contra lapeste. Lo único que espero es que sedelate y me permita hallar una pista, unpunto de partida, una dirección, algúndato personal.

Tengo mucho cuidado de no pasar

Page 213: Legend, Marie Lu-

por debajo de las farolas. Habría idopor las azoteas si no me dirigiera alsector financiero, donde hay guardas entodos los tejados. A mi alrededor, laspantallas gigantes muestran anuncioscoloridos y los altavoces distorsionanlos eslóganes publicitarios. Una de laspantallas muestra el perfil actualizadode Day: esta vez es un chico con el pelolargo y negro. Cerca de las pantallasparpadean las luces del alumbradopúblico, y por debajo avanza unamultitud de trabajadores del turno denoche, policías y comerciantes. De vezen cuando aparece un tanque que sedesplaza rodeado de un pelotón de

Page 214: Legend, Marie Lu-

soldados (llevan franjas azules en lasmangas: son efectivos que regresan delfrente de batalla o que marchan hacia él.Mantienen las armas sujetas con las dosmanos). Todos me recuerdan a Metias, ytengo que obligarme a respirar másrápido y alargar mis zancadas para noperder la concentración. Cruzo Batallapor el camino más largo, siguiendocarreteras secundarias y dejando atrásedificios abandonados, y no me detengohasta alejarme lo suficiente de la zonamilitar.

La policía ciudadana no sabe queestoy de misión. Si me vieran vestida asíy equipada con unas gafas de

Page 215: Legend, Marie Lu-

infrarrojos, me detendrían parainterrogarme.

El banco Arcadia está en una calletranquila. Me dirijo a la parte trasera yme detengo en un estacionamiento quehay al fondo de un callejón. Espero entrelas sombras. Mis gafas filtran loscolores. Miro a mi alrededor y veo lashileras de altavoces de los tejados, ungato callejero que menea la cola sobreun contenedor de basura, un quioscoabandonado lleno de boletines depropaganda antiguos contra lasColonias.

El reloj de mi visor me informa deque son las 23:53. Ocupo el tiempo en

Page 216: Legend, Marie Lu-

repasar el historial de Day. Antes derobar en este banco, ya había aparecidotres veces en nuestro registro. Son losúnicos delitos en los que hemosencontrado huellas digitales, y no hayforma de adivinar cuántos más habrácometido. Vuelvo a examinar el callejóntrasero del banco.

¿Cómo pudo hacerse con el botín endiez segundos, habiendo cuatro guardasarmados en la puerta de atrás? (Elcallejón es estrecho. Puede queencontrara suficientes agarraderos en lapared para saltar hasta el segundo otercer piso mientras los guardas ledisparaban. Tal vez consiguiera que se

Page 217: Legend, Marie Lu-

dispararan unos a otros. A lo mejorrompió una ventana; eso le llevaría solounos segundos. En cuanto a lo que hizouna vez dentro, no tengo la menor idea).

Ya sé lo ágil que es Day: el hechode que haya sobrevivido a una caída dedos pisos y medio lo demuestra. Peroesta noche no va a tener oportunidad dedemostrarlo. Por bien que trepe, esimposible saltar de un edificio y seguirandando con normalidad después. Dayno podrá corretear por la pared ni porlas escaleras al menos hasta dentro deuna semana.

De pronto me tenso. Son las 00:02.Se oye el eco de un chasquido lejano y

Page 218: Legend, Marie Lu-

el gato que estaba sobre el contenedorecha a correr. Podría ser un mechero, elgatillo de una pistola, los altavoces ouna farola estropeada: podría sercualquier cosa. Estudio los tejados conatención. Nada.

Pero se me ha erizado el pelo de lanuca. Sé que está aquí. Sé que me estámirando.

—Sal —digo. El pequeño micrófonoque llevo en la boca hace que mi vozsuene como la de un hombre.

Silencio. Ni siquiera se mueven lospapeles del quiosco. Esta noche no hayviento.

Me llevo la mano al cinturón y saco

Page 219: Legend, Marie Lu-

una ampolla de su funda. Con la otramano empuño mi pistola.

—Tengo lo que necesitas —agito lavacuna para subrayar mis palabras.

Sigo sin ver nada extraño, pero meparece oír un suspiro muy leve. Unarespiración. Dirijo la mirada hacia lahilera de altavoces de los tejados (deahí vino el chasquido de antes: hacableado los altavoces para hablarconmigo sin desvelar su ubicación).Sonrío tras la máscara: es lo mismo quehabría hecho yo.

—Sé que necesitas esto —vuelvo aagitar la ampolla y doy vueltas en lamano mientras la mantengo en alto—.

Page 220: Legend, Marie Lu-

Tiene todos los precintos oficiales y elsello de aprobación. Te aseguro que esauténtica.

Otra respiración.—Alguien que te importa mucho

desearía que salieras a verme —compruebo la hora en mis gafas—. Sonlas doce y cinco. Te doy dos minutos.Luego me voy.

El callejón se queda otra vez ensilencio, pero oigo de vez en cuando elsonido débil de su respiración a travésde los altavoces. Comprueboalternativamente la hora y los tejados.Es listo; no hay manera de saber desdedónde transmite. Podría estar en esta

Page 221: Legend, Marie Lu-

misma calle, unas manzanas más lejos,en un edificio alto… Pero sé que está lobastante cerca como para verme.

El reloj de mi visor muestra las00:07. Me doy la vuelta, guardo laampolla en el cinturón y empiezo acaminar.

—¿Qué quieres a cambio de lavacuna, hermano?

La voz es apenas un susurro, y suenatan distorsionada y rota por losaltavoces que me cuesta entenderle. Losdetalles se acumulan en mi mente. Esvarón. Su acento es bastante neutro (noviene de Oregón, de Nevada, de NuevoMéxico, del oeste de Texas ni de ningún

Page 222: Legend, Marie Lu-

otro estado de la República; tiene queser de aquí, del sur de California). Se hadirigido a mí llamándome «hermano»,algo típico del sector Lake. Se mantienelejos de los altavoces para que nodistinga su voz con claridad. Debe deestar en algún lugar cercano desde elque domina el panorama, un edificioelevado.

Detrás de todos esos detalles, undestello se apodera de mi mente: esodio, un profundo odio que va enaumento. Esa es la voz del asesino de mihermano. Puede que fuera la última queoyera antes de morir. Espero dossegundos antes de volver a hablar.

Page 223: Legend, Marie Lu-

Cuando lo hago, mi voz es suave ytranquila, sin rastro de ira.

—¿Qué quiero? —digo—. Depende.¿Tienes dinero?

—Mil doscientos billetes.(Billetes. No oro de la República.

Roba a la clase alta, pero no tienecapacidad para expoliar a los ricos deverdad. Debe de trabajar solo).

Me echo a reír.—Con mil doscientos billetes no

puedes comprar esta ampolla. ¿Qué mástienes?

¿Objetos de valor? ¿Joyas? Silencio.—Tal vez puedas prestarme algún

servicio… Estoy seguro de ello.

Page 224: Legend, Marie Lu-

—No trabajo para el gobierno. Supunto débil. Por supuesto.

—No pretendía ofenderte; era unapregunta, sin más. ¿Y cómo sabes que notrabajo para otro? ¿No estássobrevalorando al gobierno?

Se queda en silencio.—El nudo de tu capa —dice al fin

—. No sé lo que es, pero desde luego noes civil.

Eso me sorprende un poco. La capaestá atada con un nudo Canto, un tipo delazada fuerte que se usa en el ejército.Al parecer, Day conoce al dedillo losuniformes oficiales, o bien tiene unaintuición impresionante. Me esfuerzo

Page 225: Legend, Marie Lu-

por disimular mi desconcierto.—Me alegro de encontrarme con

otra persona que sabe lo que es un nudoCanto. Pero yo viajo mucho, amigo mío.Conozco a mucha gente, personas conlas que no siempre estoy aliado.

Silencio.Espero, intentando oír el sonido de

su respiración a través de los altavoces.Nada. Ni siquiera un chasquido. No hesido lo bastante rápida, y esa brevevacilación en mi voz ha hecho quedesconfíe. Me ajusto la capa y me doycuenta de que estoy sudando a pesar deque es de noche. El corazón me brincaen el pecho.

Page 226: Legend, Marie Lu-

Otra voz suena en mi cabeza, peroesta viene del auricular.

—¿Estás ahí, Iparis?Es la comandante Jameson. Se oye

de fondo el zumbido de la gente que hayen su oficina.

—Se ha ido —susurro—. Pero meha dado alguna pista.

—Has cometido el error de desvelarpara quién trabajas, ¿no? Bueno, es tuprimera vez. Al menos tenemos lasgrabaciones. Nos vemos en laintendencia.

Su reprimenda me duele un poco.Antes de que pueda responderle, secorta la comunicación.

Page 227: Legend, Marie Lu-

Espero un minuto más paraasegurarme de que Day se ha ido. Doymedia vuelta y empiezo a bajar por lacalle. Me gustaría decirle a lacomandante Jameson cuál es la soluciónmás simple: recorrer una a una todas lasviviendas que tengan la puerta marcadaen el sector Lake. Así Day tendría quesalir de su escondite.

Pero me parece escuchar la réplicade la comandante: «De ninguna forma,Iparis. Es demasiado caro, y el cuartelgeneral no lo aprobará. Tienes que idearotro sistema». Me giro una vez, casiesperando ver una figura vestida denegro a mi espalda. Pero el callejón está

Page 228: Legend, Marie Lu-

vacío.Si no me permiten forzar a Day a

salir, solo me queda una opción: ir a porél.

Page 229: Legend, Marie Lu-

DAY

—¿QUÉ tal si comes algo?La voz de Tess me devuelve a la

realidad. Aparto la vista del lago y veoque sostiene una rebanada de pan y untrozo de queso. Me invita con un gesto aque los agarre. Debería tener hambre: nohe comido más que media manzanadesde que hablé con ese extraño agentedel gobierno ayer por la noche. Pero laverdad es que ni el pan ni el queso —está fresco, recién comprado en latienda a cambio de unos preciados

Page 230: Legend, Marie Lu-

billetes— me resultan tentadores.Aun así, los tomo. Nada más lejos

de mi intención que echar a perder unabuena comida, especialmente ahora quetenemos que ahorrar todo lo quepodamos para las vacunas.

Estamos sentados en la arena, bajoel muelle, en la parte del lago que cruzanuestro sector. Nos mantenemos lo máscerca posible de la orilla para que lossoldados y los obreros borrachos quepasan por encima no nos vean; si miranen nuestra dirección, no distinguirán másque hierba y rocas. Nos ocultamos entrelas sombras.

Desde donde estamos sentados,

Page 231: Legend, Marie Lu-

podemos oler la brisa salada ycontemplar las luces del centro de LosÁngeles reflejadas en el agua.Alrededor del lago se alzan edificios enruinas; sus habitantes y los dueños delos negocios los abandonaron tras lainundación. En la orilla se alineannorias gigantescas y hélices,distorsionadas por una cortina de humo.Este es el paisaje que más me gusta detodo nuestro querido y destrozado sectorLake.

Retiro lo dicho. Es mi favorito ytambién el que menos me agrada, porquedesde aquí no solo se ven las lucesbrillantes del centro: también se divisa

Page 232: Legend, Marie Lu-

el estadio donde se llevan a cabo lasPruebas.

—Aún tenemos tiempo —comentaTess. Se ha acurrucado junto a mí, ynoto su brazo desnudo contra el mío. Elpelo aún le huele a pan y a canela, de suvisita a la tienda de comestibles—. Nosqueda un mes o más. Conseguiremos lasvacunas antes, estoy segura.

Para ser una chica sin familia nihogar, Tess es sorprendentementeoptimista. Intento esbozar una sonrisacomo respuesta.

—Es posible —repongo—. Puedeque bajen la guardia en el hospitaldentro de un par de semanas.

Page 233: Legend, Marie Lu-

Pero en mi fuero interno sé laverdad.

A primera hora de la mañana mearriesgué a echar un vistazo a la casa demi madre. La extraña equis seguíamarcada en la puerta. Mi madre y Johnparecían sentirse bien —al menos,estaban lo bastante fuertes como paralevantarse y deambular por la casa—,pero Eden… Esta vez se encontraba enla cama, con un paño húmedo en lafrente. Incluso a cierta distancia me dicuenta de que había perdido peso.Estaba pálido, y su voz sonaba débil yronca. Más tarde, cuando me encontrécon John en la puerta trasera, me dijo

Page 234: Legend, Marie Lu-

que Eden no había comido nada desdemi anterior visita. Le recordé que solodebía entrar en su cuarto cuando fueraimprescindible: ¿quién sabe cómo secontagia esa maldita peste? John mepidió que no me arriesgara más, y medijo que a este paso acabaría muerto. Nopude evitar reírme. Mi hermano mayorno se atreve a decírmelo a la cara, perosé que soy la única oportunidad quetiene Eden de sobrevivir. Puede que lapeste acabe con su vida antes inclusoque le toque hacer la Prueba.

Aunque si eso ocurriera, tal vezfuera una especie de bendiciónencubierta. Eden jamás tendría que

Page 235: Legend, Marie Lu-

esperar al autobús en la puerta de casael día de su décimo cumpleaños. Notendría que ir al estadio, seguir adocenas de niños por las escaleras deentrada, pasar a las estancias de examenfísico, dar vueltas mientras losadministradores estudian su respiracióny su postura. No tendría que rellenarpáginas y páginas de cuestionariosestúpidos. No tendría que responder alas preguntas de media docena defuncionarios impacientes. No tendríaque esperar después en uno de losgrupos de niños, sin saber cuálesregresarán a su casa y cuáles seránenviados a un «campo de trabajo».

Page 236: Legend, Marie Lu-

No lo sé. En el peor de los casos,puede que la peste sea una forma másmisericordiosa de morir.

—Eden siempre ha sido enfermizo¿sabes? —digo al cabo de un rato, y ledoy un mordisco grande al pan conqueso—. Estuvo a punto de morircuando era un bebé. Pilló un tipo raro devaricela, estuvo con fiebre y erupcionesy no dejó de llorar durante una semanaentera. Los soldados se acercaron amarcar nuestra puerta, pero era obvioque no se trataba de la peste y nadie másparecía enfermo en la familia —meneola cabeza—. John y yo jamás no hemospuesto malos.

Page 237: Legend, Marie Lu-

Esta vez, Tess no sonríe.—Pobre Eden… —hace una pausa

—. Yo estaba muy enferma cuando meconociste.

¿Recuerdas lo mugrienta que iba?De pronto me siento culpable por

hablar tanto de mis problemas. Almenos, yo tengo una familia de la quepreocuparme.

Le poso una mano en el hombro.—Sí, tenías una pinta asquerosa.Tess se ríe, pero mantiene los ojos

fijos en las luces del centro de laciudad. Luego apoya la cabeza en mihombro y recuerdo el día en que laconocí, en un callejón del sector Nima.

Page 238: Legend, Marie Lu-

Todavía no sé por qué me paré ahablar con ella esa tarde. Puede que meablandara el calor, o que estuviera debuen humor porque había encontrado unmontón de sándwiches duros tiradosjunto a la puerta trasera de unrestaurante.

—¡Eh, tú! —la llamé.Dos cabezas más se asomaron por el

borde del contenedor y me pillaron porsorpresa; eran una chica y unadolescente que escaparon del callejóna toda prisa. Pero ella, una niña que nopodía tener más de diez años, se quedódonde estaba. Iba vestida con unacamisa y pantalón hecho jirones. Su

Page 239: Legend, Marie Lu-

melena corta y sucia parecía roja a laluz del sol.

Aguardé un instante; no queríaasustarla igual que a los otros dos.

—Eh… —repetí—. ¿Te importa sibusco contigo?

Ella me contemplaba sin decirpalabra. Apenas se le distinguía la carade lo sucia que estaba.

Me encogí de hombros y eché acaminar en su dirección, pensando quetal vez encontrara algo útil en elcontenedor de basura.

Cuando estuve a menos de tresmetros de distancia, soltó un gritoahogado y echó a correr con tanta

Page 240: Legend, Marie Lu-

precipitación que tropezó y se cayó. Meacerqué a ella cojeando; por aquellaépoca, aún tenía muy mal la rodilla.

—¿Estás bien?Ella se agazapó y se cubrió la cara

con las manos.—Por favor, por favor, por favor…

—repetía.—¿Por favor qué? —suspiré

avergonzado, porque me estabaenfadando y veía lágrimas en sus ojos—. Deja de llorar. No te voy a hacerdaño.

Me agaché a su lado. Al principiogimió y comenzó a arrastrarse perocuando vio que no hacía ningún

Page 241: Legend, Marie Lu-

movimiento brusco, se detuvo y memiró. Se había raspado las rodillas alcaer y se le veían en carne viva, rojas.

—¿Vives por aquí? —le pregunté.Ella asintió, pero de pronto, como si

recordara algo, meneó la cabeza.—No —respondió finalmente.—¿Quieres que te acompañe a casa?—No tengo casa.—¿No? ¿Dónde están tus padres?Negó con la cabeza otra vez.

Suspiré, dejé caer en el suelo la bolsade lona que llevaba y extendí una manohacia la niña.

—Ven —murmuré—. No creo quequieras que se te infecten las rodillas.

Page 242: Legend, Marie Lu-

Te ayudo a limpiarlas y luego sigues tucamino. También te puedo dar algo decomer. No es un mal trato, ¿no?

Le llevó mucho tiempo decidirse yagarrarme la mano.

—Bien —susurró, en voz tan bajaque apenas pude oírla.

Esa noche acampamos detrás de unacasa de empeños cuyo dueño habíadejado un par de sillas viejas y un sofároto en el callejón. Le limpié lasrodillas con alcohol que había robadoen un bar, mientras ella mordía un trapopara no gritar. Solo permitió que meacercara a ella cuando le curé lasheridas; el resto del tiempo, cada vez

Page 243: Legend, Marie Lu-

que le rozaba accidentalmente el pelo oel brazo, se estremecía como si sehubiera quemado con el vapor de unatetera. Finalmente me di por vencido ydejé de intentar hablar con ella. Le dejéel sofá y me acomodé en el suelo,utilizando mi camisa como almohada.

—Si quieres irte por la mañana, vetesin más —le dije—. No hace falta queme despiertes para decir adiós.

Me pesaban los párpados, pero ellame miraba sin pestañear y no dejó dehacerlo hasta que me quedé dormido.

Aún estaba allí por la mañana. Sepasó el día siguiéndome a todas partes,mientras yo revolvía en los

Page 244: Legend, Marie Lu-

contenedores para buscar ropa vieja yrestos de comida. Le pedí que se fuera,incluso se lo grité. Llevar a una niñahuérfana conmigo supondría un graninconveniente. Pero aunque se echó allorar un par de veces, cada vez quemiraba por encima de mi hombro veíaque me seguía ahí, a poca distancia.

Dos noches más tarde, cuandoestábamos sentados junto a una hoguera,decidió hablarme por fin.

—Me llamo Tess —musitó, y alzó lamirada para comprobar mi reacción. Meencogí de hombros.

—Está bien saberlo —respondí.Acabábamos de hacernos amigos.

Page 245: Legend, Marie Lu-

* * * *

Tess se despierta de pronto y megolpea la cabeza con el codo.

—Ay —murmuro frotándome lafrente. El dolor se extiende hasta elbrazo que se me está curando, y oigo enmi bolsillo el tintineo de las balasplateadas que Tess encontró en mi ropa—. Si querías despertarme, bastaba condarme un toque.

Se lleva el índice a los labios y mepongo alerta de inmediato. Aúnseguimos bajo el muelle; deben dequedar un par de horas para queamanezca. El cielo está muy oscuro, y la

Page 246: Legend, Marie Lu-

única luz que hay proviene de las farolasviejas que bordean el lago. Los ojos deTess brillan en la negrura.

—¿No oyes algo raro? —murmura.Frunzo el ceño. Suelo detectar antes

que Tess los ruidos sospechosos, peroen esta ocasión no he oído nada. Los dosnos quedamos inmóviles un buen rato.Escucho el chapoteo de las olas contrael metal del muelle y el zumbidoocasional de algún coche que pasa en lalejanía.

—¿Qué has oído, Tess?—Sonaba como… no sé, un

gorgoteo —susurra.Antes de que me dé tiempo a pensar

Page 247: Legend, Marie Lu-

en ello, por encima de nosotros suenanpasos y después se oye una voz. Nosencogemos aún más en la sombra. Lavoz es de hombre, y las pisadas sonfuertes. Tardo un segundo en darmecuenta de que hay dos personas.

Una pareja de policías ciudadanos.Me pego con todas mis fuerzas al talud,y de él se desprenden algunos terronesque ruedan despacio hacia la arena. Sigoempujando hasta toparme con unasuperficie dura y lisa. Tess me imita.

—Algo se está cociendo —comentauno de los policías.

—La peste ha aparecido esta vez enel sector Zein.

Page 248: Legend, Marie Lu-

Sus pisadas retumban encima de micabeza y sus siluetas se recortan en elborde del muelle. Empieza a amanecer,y el horizonte ha tomado un color grisoscuro.

—Nunca ha habido peste por allí.—Debe ser una cepa más resistente.—¿Y qué piensan hacer?Intento oír la respuesta del otro

policía, pero se han alejado demasiadoy no distingo más que murmullos.Inspiro profundamente. El sector Zeinestá a casi cincuenta kilómetros, pero…¿y si la marca roja que hay en la puertade mi madre significa que Eden se hacontagiado de esa cepa más resistente?

Page 249: Legend, Marie Lu-

¿Qué medidas tomará el gobierno anteesta nueva mutación?

—Day… —murmura Tess, que se hacolocado de espaldas a la orilla.

La miro y me doy cuenta de queseñala el hoyo que hemos dejado en eltalud. Entonces lo veo: la superficiedura contra la que choqué es una láminade metal. Aparto las piedras y la arena yobservo que está encajada en la tierra;debe ser una especie de puntal queasegura la orilla. Estrecho los ojos ycontemplo la superficie.

—Está hueco —declara Tess.—¿Hueco? —pego la oreja contra la

plancha de metal y oigo el ruido extraño

Page 250: Legend, Marie Lu-

que Tess notó antes: es un gorgoteoseguido de un silbido. No,definitivamente no se trata de unaestructura de apuntalamiento. En cuantoobservo el metal con atención, distingounos símbolos grabados en la superficie.

Unos es la bandera de la República.El otro es un número pintado de rojo:318

Page 251: Legend, Marie Lu-

JUNE

—DEBERÍA ir yo. No tú.Aprieto los dientes e intento no

mirar a Thomas. Metias habría dichoesas mismas palabras.

—Yo resultaré menos sospechosa —replico— La gente confiará en mí conmás facilidad.

Estamos en el ala norte de laintendencia de Batalla, observandocómo la comandante Jameson trabaja alotro lado de una mampara de cristal.Hoy han atrapado a un espía de las

Page 252: Legend, Marie Lu-

Colonias que difundía un boletín depropaganda subversiva titulado Cómo temiente la República. Normalmente losespías se envían a Denver, pero si losapresan en una ciudad grande como LosÁngeles, nos hacemos cargo nosotrosantes de mandarlos a la capital. Ahoramismo está colgado boca abajo en lasala de interrogatorios, y la comandanteJameson lo mira con unas tijeras en lamano.

Inclino la cabeza para contemplar alespía. Lo odio con la misma intensidadcon la que odio todo lo que se refiere alas Colonias. No trabaja con losPatriotas, eso seguro; es demasiado

Page 253: Legend, Marie Lu-

cobarde para eso (todos los Patriotasque hemos detectado hasta ahora se hansuicidado antes de que los atrapáramos).Este espía es joven; tendrá veintiocho oveintinueve años, la edad que tenía mihermano. Poco a poco me voyacostumbrando a hablar de Metias enpasado.

Veo por el rabillo del ojo queThomas sigue mirándome. Lacomandante Jameson le ha ascendidooficialmente al puesto de mi hermano,pero carece de competencias sobre mimisión de prueba y eso le está volviendoloco. Si de él dependiera, yo ni siquierapisaría el sector Lake sin un equipo de

Page 254: Legend, Marie Lu-

respaldo.Pero eso es justo lo que voy a hacer

a partir de mañana por la mañana.—Mira, deja de preocuparte por mí

—al otro lado del cristal, el espía seretuerce—. Soy capaz de cuidarme sola.Day no es ningún idiota; si llevo unequipo detrás, se dará cuenta enseguida.

Thomas se gira y contempla elinterrogatorio.

—Ya sé que eres buena —replica.Aguardo a que continúe la frase con

un «pero…». No lo hace.—Mantén el micrófono encendido y

yo me haré cargo de todo desde aquí —añade al fin.

Page 255: Legend, Marie Lu-

—Gracias —digo con una sonrisa.No vuelve a mirarme a la cara, pero

me doy cuenta de que ha subido un pocolas comisuras de los labios. Puede queesté recordando las veces en que yo ibadetrás de Metias y de él para hacerlespreguntas tontas sobre la forma detrabajar de los militares.

Tras la mampara de cristal, el espíaempieza a chillar algo y se sacudeviolentamente agitando las cadenas. Lacomandante Jameson nos mira y noshace un gesto con la mano. No dudo niun instante. Thomas y yo entramosrápidamente en la sala de interrogatoriosy nos apoyamos en la pared del fondo,

Page 256: Legend, Marie Lu-

junto a otro soldado que ya estaba allí.De inmediato me siento sofocada por elcalor. El prisionero sigue gritando.

—¿Qué le ha dicho? —le pregunto ala comandante Jameson, y ella me miracon ojos gélidos.

—Le he dicho que nuestros avionesse van a centrar en su ciudad natal lapróxima vez —se vuelve hacia el espía—. Y va a empezar a cooperar connosotros si sabe lo que le conviene.

El prisionero nos contempla uno poruno. De la boca le cae un hilo de sangreque se desliza por la frente y el pelo ygotea en el piso. Cada vez que se agita,la comandante Jameson le da un tirón de

Page 257: Legend, Marie Lu-

la cadena que lleva al cuello y loestrangula hasta que se queda quieto. Depronto, gruñe y nos escupe sangre a lasbotas. Froto la mía contra el suelo conrepugnancia.

La comandante se inclina sobre él ysonríe.

—Vamos a empezar de nuevo, ¿deacuerdo? ¿Cómo te llamas? Elprisionero aparta la vista y guardasilencio.

La comandante Jameson suspira y lehace un gesto a Thomas.

—Estoy cansada —declara—. Lecedo el honor.

—A sus órdenes.

Page 258: Legend, Marie Lu-

Thomas se cuadra y da un paso alfrente. Aprieta la mandíbula, cierra elpuño y golpea con fuerza el estómagodel prisionero. Por un momento, los ojosdel espía se desorbitan; cuando secalma, escupe más sangre al suelo. Medistraigo estudiando su uniforme(botones plateados, botas militares, unalfiler azul en la manga. Debió dedisfrazarse de soldado cerca de SanDiego, la única ciudad que obliga allevar esos alfileres azules. Me doycuenta de lo que puede haberle delatado:uno de los botones es más plano que losde la República. Se lo debe de habercosido él; es un botón de un uniforme de

Page 259: Legend, Marie Lu-

las Colonias. Idiota… Solo un espía delas Colonias podría cometer un error tanburdo).

—¿Cómo te llamas? —repite lacomandante Jameson. Thomas acerca uncuchillo a un dedo del espía, que tragasaliva ruidosamente.

—Emerson.—¿Emerson qué? Sé más específico.—Emerson Adam Graham.—Señor Emerson Adam Graham,

del este de Texas —la comandanteJameson pronuncia suavemente, con vozpersuasiva—. Es un placer conocerle,joven. Dígame, señor Graham, ¿por quéle han enviado las Colonias a nuestra

Page 260: Legend, Marie Lu-

República? ¿Para difundir mentiras?El espía deja escapar una risa débil.—Su República… —escupe—. Su

República no va a aguantar ni diez añosmás. Y en cuanto las Colonias tomenposesión de su territorio, harán mejoruso de él que…

Thomas le cruza la cara con elmango del cuchillo y un diente cae alsuelo. Cuando contemplo el rostro deThomas, veo que está despeinado, y unaexpresión de placer cruel hareemplazado a su gesto amable habitual.Frunzo el ceño: no he visto demasiadasveces esa mirada en Thomas, y meprovoca escalofríos.

Page 261: Legend, Marie Lu-

La comandante Jameson lo detieneantes de que vuelva a pegar al espía.

—Está bien. Vamos a escuchar loque nuestro joven amigo tiene que decirsobre la República.

El rostro del prisionero está rojo porhaber estado colgado boca abajodemasiado tiempo.

—¿A esto lo llaman República?¡Matan a su propio pueblo y torturan alos que antes eran sus hermanos!

Ante eso, pongo los ojos en blanco.Las Colonias tratan de convencer anuestros ciudadanos de que estaríamosmucho mejor si ellos nos gobernaran.Hablan de anexionarse nuestro territorio

Page 262: Legend, Marie Lu-

como si con ello nos hicieran un favor.Así es como nos ven: como un pequeñopaís marginal, como si ellos fueran losmás poderosos. Esa propaganda lesconviene, aunque he oído decir que lasinundaciones han asolado muchas mástierras suyas que nuestras. En el fondo,todo se reduce a eso: tierra, tierra,tierra. Pero no van a anexionarnos: esonunca ha sucedido y jamás sucederá.Antes de que ocurra, los derrotaremos omoriremos en el intento.

—No voy a decir nada. Hazme loque quieras, pero no te diré nada.

La comandante Jameson sonríe aThomas y este le devuelve la sonrisa.

Page 263: Legend, Marie Lu-

—Muy bien, ya ha oído al señorGraham. Hágale lo que usted quiera.

Thomas se encarga del espía, y alcabo de un rato tiene que acudir el otrosoldado para ayudarle a sujetar alprisionero. Me obligo a mirar mientrasintentan sonsacarle información.Necesito aprender esto, familiarizarmecon ello. Me zumban los oídos por culpade los chillidos del espía. Intentoignorar su pelo del mismo color negroque el mío, su piel pálida, su juventudque me recuerda a Metias por muchoque trate de evitarlo. Me repito a mímisma que el hombre al que Thomasestá torturando no es Metias. Que eso es

Page 264: Legend, Marie Lu-

imposible.Nadie puede torturar a Metias. Ya

está muerto.

* * * *

Esa noche, Thomas me acompaña acasa y me da un beso en la mejilla antesde irse. Me pide que tenga cuidado y measegura que escuchará todo lo que letransmita por el micrófono.

—Estaremos pendientes de ti —intenta tranquilizarme—. No te quedarássola a no ser que quieras estarlo.

Me las arreglo para devolverle lasonrisa y le pido que cuide de Ollie

Page 265: Legend, Marie Lu-

mientras estoy fuera.Cuando entro al fin en el

apartamento, me acurruco en el sofá yabrazo a Ollie. Está profundamentedormido, con el lomo pegado al brazodel sillón. Supongo que nota la ausenciade Metias tanto como yo. En la mesabaja hay un montón de fotos antiguas denuestros padres que saqué del armariode mi hermano y desparramé sobre elcristal. También están sus diarios y lalibreta en la que guardábamos recuerdosde las cosas que hacíamos juntos:sesiones de ópera, cenas en restaurantes,nuestros primeros entrenamientos en lapista… He decidido examinar

Page 266: Legend, Marie Lu-

cuidadosamente todo lo que me quedade Metias para tratar de averiguar quéquería decirme el día que murió.

Voy pasando las páginas de sudiario y releyendo las notas que a papále gustaba escribir en la parte de atrásde las fotos. La última foto en la queaparecen mis padres los muestra de piejunto a un pequeño Metias, frente a laintendencia de Batalla. Los tres tienenlos pulgares en alto. «¡Aquí está elfuturo profesional de Metias! 12 demarzo». La sacaron unos meses antes delaccidente.

Mi grabadora está en el borde de lamesa. Doy un par de chasquidos con los

Page 267: Legend, Marie Lu-

dedos y escucho una y otra vez la voz deDay. Es joven y, desde luego, está enforma; debe de estar habituado a viviren las calles. La voz suena entrecrujidos, tan distorsionada por losaltavoces que hay partes que nocomprendo.

—¿Oyes eso, Ollie? —susurro. Miperro resopla y frota la cabeza contra mimano—. Ese es nuestro hombre. Y voy aatraparlo.

Me quedo dormida mientras laspalabras de Day resuenan en mis oídos.

* * * *

Page 268: Legend, Marie Lu-

06:25

Estoy en el sector Lake, observandocómo la luz del amanecer tiñe de doradolos molinos y las hélices. Sobre el aguase cierne una capa de humo permanente.Al otro lado del lago se distingue elcentro de Los Ángeles. Un policía seacerca a mí y me ordena que deje dehacer el vago y me mueva. Asiento sindecir una palabra y continúo andandopor la orilla.

Me confundo por completo con losque me rodean. Llevo una camisa demedia manga que compré en una tiendade segunda mano de la frontera entre

Page 269: Legend, Marie Lu-

Lake y Winter, unos pantalones rotosllenos de tierra y unas botas de pieldesgastada. He elegido cuidadosamenteel nudo de los cordones: un sencillonudo Rose, el que usaría cualquiertrabajador. Me he sujetado el pelo enuna coleta alta y apretada y lo he tapadocon una gorra.

El colgante de Day descansa en mibolsillo.

No acabo de creerme lo sucias queestán aquí las calles. Creo que estánpeor que a las afueras de Los Ángeles.El sector es llano (igual que los demásbarrios pobres: todos tienen el mismoaspecto), así que cuando hay tormenta,

Page 270: Legend, Marie Lu-

el lago debe de desbordarse y llenar deaguas residuales y contaminadas lascalles de la costa.

Todos los edificios estándeteriorados y llenos de grietas, salvo,por supuesto, la jefatura de policía. Lagente camina junto a la basura que seapila contra las paredes sin prestarleatención. Hay moscas y perros alrededorde los desechos. También hay gente. Elolor (quinqués humeantes, grasa, agua dealcantarilla) me hace arrugar la nariz,hasta que caigo en la cuenta de que, sirealmente viviera en el barrio, estaríahabituada al hedor. Hago un esfuerzopor borrar la mueca de mi cara.

Page 271: Legend, Marie Lu-

Varios hombres me sonríen cuandopaso a su lado. Uno incluso me llama.Los ignoro y sigo adelante. Escoria…Me asombra que aprobaran su Prueba.Me pregunto si podrían contagiarme lapeste aunque esté vacunada. Quién sabedónde habrán estado.

Me paro en seco al recordar lo queme dijo Metias: que no debería juzgar ala gente pobre de esa forma. Bueno,supongo que él era mejor persona queyo, pienso con amargura.

El diminuto micrófono que llevodentro de la boca vibra ligeramentecontra mi mejilla, y una voz suave suenaen el auricular.

Page 272: Legend, Marie Lu-

—Señorita Iparis —la voz deThomas es un siseo imperceptible quenadie más que yo puede oír—. ¿Va todobien?

—Ajá —musito; el micrófono escapaz de captar la menor de lasvibraciones de mi garganta—. Estoy enel centro de Lake. Voy a desconectardurante un rato.

—De acuerdo —responde Thomas,y el auricular se queda en silencio. Hagoun chasquido con la lengua para apagarel micrófono.

Paso la mayor parte de la mañanafingiendo que hurgo en los cubos debasura para escuchar las historias que

Page 273: Legend, Marie Lu-

cuentan los mendigos sobre la peste: lasúltimas víctimas, las zonas en las que lapolicía parece más nerviosa, las que hancomenzado a recuperarse… Tambiénintercambian información sobre losmejores sitios para encontrar comida yagua fresca o para esconderse durantelos huracanes. Algunos son tan jóvenesque no creo que hayan pasado la Pruebaaún. El más pequeño habla de suspadres y de cómo quitarle la cartera a unsoldado.

Pero nadie habla de Day.Pasan las horas; atardece y luego se

hace de noche. Cuando localizo uncallejón tranquilo donde descansar, me

Page 274: Legend, Marie Lu-

encuentro con que ya hay otrosvagabundos dentro de los contenedores.Me alejo hasta un rincón oscuro yenciendo el micrófono. Saco el colgantede Day y lo levanto para estudiar sussuaves curvas.

—Se acabó por hoy —murmuro.Apenas me vibra la garganta. Elaudífono crepita débilmente por laestática.

—¿Señorita Iparis? —dice Thomas—. ¿Ha obtenido resultados?

—No, no he conseguido nada.Mañana lo intentaré en lugares públicos.

—De acuerdo. Aquí habrá gente lasveinticuatro horas de los siete días de la

Page 275: Legend, Marie Lu-

semana, por si necesita ayuda.Cuando Thomas dice que habrá

gente las veinticuatro horas de los sietedías de la semana, sé que se refiere aque él estará escuchándome.

—Gracias —susurro—. Corto lacomunicación.

Apago el micrófono. Me gruñe elestómago, así que me saco del bolsilloun trozo de pollo que he encontrado enel callejón trasero de una cafetería y meobligo a masticar, haciendo caso omisode su tacto viscoso y frío. Si he de vivircomo un ciudadano de Lake, tendré quecomer igual que ellos. Tal vez deberíabuscarme un trabajo, medito. La idea

Page 276: Legend, Marie Lu-

me hace resoplar.Cuando logro conciliar el sueño,

tengo una pesadilla en la que apareceMetias.

Al día siguiente no sucede nada deinterés, ni tampoco el siguiente. Tengoel pelo lacio y enredado por el calor yel humo, y la mugre ha empezado acubrirme la cara. Cuando veo mi reflejoen el lago, me doy cuenta de que tengo elmismo aspecto que cualquier indigente.

Todo da la impresión de estar sucio.El cuarto día, cuando voy caminando

por la frontera entre Lake y Blueridge,decido dar una vuelta por los bares.

Y entonces, algo sucede. Me

Page 277: Legend, Marie Lu-

tropiezo con una pelea de skiz.

Page 278: Legend, Marie Lu-

DAY

LAS obras para presenciar una peleacallejera —y apostar en ella— sonbastantes simples:

1. Eliges al que crees que va aganar.

2. Apuestas por esa persona.Eso es todo. Aunque si tienes

cuentas pendientes con la policía, esmejor que pases de entrar en apuestasilegales: no es raro que acabesarrestado.

Es por la tarde. Estoy agazapado

Page 279: Legend, Marie Lu-

detrás de la chimenea de una naveruinosa. Desde donde me encuentro seve a la muchedumbre reunida junto aledificio contiguo. Incluso puedoescuchar sus conversaciones.

Y ahí está Tess, mezclada con ellos;su delicada figura casi se pierde en eltumulto. Lleva una bolsa con nuestrodinero y una sonrisa en el rostro. La veoescuchar a las personas que apuestan ydiscuten sobre los luchadores. Les haceun par de preguntas. No me atrevo aquitarle los ojos de encima. A veces, lapolicía ciudadana no se siente satisfechacon los sobornos e interrumpe algunapelea de skiz, así que nunca me quedo

Page 280: Legend, Marie Lu-

entre la multitud para presenciarlas. Sime arrestaran y comprobaran mishuellas digitales, estaríamos acabados.Tess, sin embargo, es pequeña y astuta.Puede escapar de una redada mucho másfácilmente que yo, pero eso no significaque vaya a dejarla sola.

—Sigue andando, hermano —murmuro para mis adentros cuando Tessse detiene y se ríe de las bromas quehace un tipo de aspecto pendenciero—.Ojo con ella, chico.

Se oye un ruido a un lado y me giropor un instante. Una de las luchadoras sededica a animar a la gente moviendo losbrazos y gritando. Sonrío. Se llama

Page 281: Legend, Marie Lu-

Kaede, o al menos es lo que corea lamultitud. Se trata de la camarera queconocí hace días en el sector Alta. Giralas muñecas, flexiona las rodillas y agitalos brazos.

Kaede ya ha ganado una pelea.Según las reglas no escritas del skiz,debe continuar luchando hasta quepierda, esto es, hasta que un oponente latire al suelo. Cada vez que gana, se llevaun porcentaje de la suma apostada afavor de su contrincante. Contemplo a lachica que ha escogido como siguientecompetidora: tiene la piel aceitunada, elceño fruncido y expresión deincertidumbre. Suspiro: sin duda, los

Page 282: Legend, Marie Lu-

espectadores saben cuál va a ser elresultado. La aspirante tendrá suerte siKaede la deja con vida.

Tess aguarda hasta que nadie lepresta atención y entonces me lanza unamirada fugaz. Levanto el pulgar. Ellasonríe, me guiña un ojo y se vuelve amezclar con la muchedumbre. Le entregael dinero al que se encarga de lasapuestas, un tipo grande y muycorpulento. Nos jugamos mil billetes,casi todos nuestros ahorros, a favor deKaede.

La pelea dura menos de un minuto.Kaede sorprende enseguida a sucontrincante con un golpe fuerte, se

Page 283: Legend, Marie Lu-

lanza contra su cara y la otra chica setambalea. Kaede juega con ella como ungato con la comida antes de lanzarle undirecto brutal. Su adversaria sederrumba, golpea el suelo de cementocon la cabeza y se queda aturdida.

K. O.El público aplaude y unas cuantas

personas ayudan a alejarse a laperdedora. Cruzo una breve sonrisa conTess, que recoge nuestras ganancias ylas mete en la bolsa. Mil quinientosbilletes. Trago saliva: no quieroemocionarme demasiado, pero este es unpaso más hacia las vacunas.

Vuelvo a prestar atención a la

Page 284: Legend, Marie Lu-

multitud; ahora Kaede se atusa el pelo ymira alrededor con expresión de burla,lo que vuelve loca a la concurrencia.

—¿Quién va ahora?—¡Escoge! ¡Escoge! —corea la

muchedumbre en respuesta.Kaede observa con la cabeza

inclinada a las personas que la rodeanmientras yo clavo los ojos en Tess, queestá de puntillas. Le da una palmadavacilante en el hombro a un tipo, le dicealgo y empuja para pasar delante.Aprieto la mandíbula al verla: lapróxima vez, estaré a su lado y la auparéa hombros de forma que pueda ver lapelea sin tener que ingeniárselas para

Page 285: Legend, Marie Lu-

encontrar sitio.Un segundo después, me incorporo

de golpe: Tess acaba de pisar sin querera un tipo bastante grande que le gritaalgo muy enfadado. Antes de que Tesspueda disculparse, la lanza hacia elcentro del corro. Ella tropieza y la gentese echa a reír a carcajadas.

Una cólera me cruza el pecho, peroKaede parece muy divertida.

—¿Me estás retando, niña? —gritacon una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Quégracia!

Tess mira desconcertada a sualrededor e intenta retroceder pero lecierran el paso. Cuando veo que Kaede

Page 286: Legend, Marie Lu-

asiente en dirección a Tess, me lanzohacia adelante: va a aceptarla comoadversaria.

Ah, no, maldita sea. No mientrasesté yo presente. No si Kaede quiereseguir viva.

De pronto, suena una voz que mehace frenar en seco. Una chica se haabierto camino hasta el centro del ring ycontempla a Kaede con un resoplidodesdeñoso.

—No parece una lucha muy justa —le suelta. Kaede se ríe. Se hace unsilencio tenso.

—¿Quién te crees que eres parahablarme así? —grita de pronto—. ¿Te

Page 287: Legend, Marie Lu-

crees mejor que yo? —le da con el dedoen un hombro y la muchedumbre sueltaun grito de júbilo.

Tess aprovecha para escabullirseentre la multitud. La chica nueva acabade ocupar el lugar de Tess, lo quiera ono.

Dejo escapar un suspiro. Cuandoconsigo tranquilizarme, estudio a lanueva oponente. Es casi tan baja comoTess, y está bastante más delgada queKaede. Parece sentirse incómoda de serel centro de atención. En un primermomento no le doy oportunidad, peroentonces le echo un vistazo másdetenido. No, esta chica no es como la

Page 288: Legend, Marie Lu-

anterior. Si se queda quieta no es porquetenga miedo de pelear ni de perder, sinoporque está pensando. Calculando.Lleva el pelo negro recogido en unacoleta alta, y su constitución es ligera yatlética. Se queda inmóvil a propósito,con una mano apoyada en la cadera,como si fuera imposible sorprenderlacon la guardia baja. Me descubroadmirando su rostro. Por un instante mequedo anonadado.

La chica hace un gesto negativo conla cabeza, y eso también me deja depiedra. Jamás he visto que nadierehusara pelear. Todo el mundo conocelas reglas del skiz: si te escogen, peleas.

Page 289: Legend, Marie Lu-

A esta chica no parece darle miedo laira de la multitud. Kaede hace un gestode burla y le espeta algo que no oigo.Tess sí que lo capta, y me dirige unamirada rápida de preocupación.

Finalmente, la chica acaba porasentir. El público berrea desatisfacción y Kaede sonríe. Me inclinohacia adelante. Hay algo en la chicanueva… no sé lo que es. Pero sus ojosparecen brillar y me da la impresión depercibir una sonrisa en su cara, aunquetal vez sea una alucinación producidapor el calor.

Tess me lanza una miradainquisitiva. Dudo una décima de

Page 290: Legend, Marie Lu-

segundo, pero luego vuelvo a subir elpulgar. Agradezco mucho que esta chicahaya aparecido para ayudar a Tess, peromi dinero está en juego y decido apostarsobre seguro. Tess asiente y apuesta porKaede.

Sin embargo, en cuanto ladesconocida entra en el círculo y veo supostura, sé que he cometido un errordescomunal. Kaede arremete igual queun toro, como un ariete.

La otra chica es una cobra.

Page 291: Legend, Marie Lu-

JUNE

NO me preocupa perder esta pelea; loque me preocupa es mataraccidentalmente a mi oponente.

Pero si me voy ahora, estoy muerta.Maldigo en silencio: ¿en qué lío me

he metido?Cuando me topé con un grupo de

gente que hacía apuestas, estuve pormarcharme. No quería tener nada quever con las peleas de skiz; prefería nocorrer el riesgo de que la policía mearrestase y me interrogase. Pero después

Page 292: Legend, Marie Lu-

pensé que podría sacar informaciónvaliosa de un grupo de gente así: muchosparecían del barrio, y tal vez algunoconociera personalmente a Day. Alguientiene que conocerle en Lake, y no seríararo que ese alguien fuera aficionado alskiz.

Pero no debería haber intervenidocuando empujaron a esa chica tan frágildentro del ring. Tendría que haberdejado que se las arreglara sola.

Ahora es demasiado tarde.La tal Kaede inclina la cabeza en mi

dirección y sonríe. Inspiroprofundamente. Ya ha empezado amoverse, rodeándome como un

Page 293: Legend, Marie Lu-

depredador. Yo me dedico a estudiar supostura: echa a andar con el piederecho. Sin embargo, es zurda.

Eso debe de jugar en su favorcuando se enfrenta a contrincantesnormales, pero yo estoy entrenada paraestas situaciones. Corrijo mi postura. Lagente chilla tan fuerte que se me taponanlos oídos.

Dejo que aseste el primer golpe:Kaede enseña los dientes y arremete conel puño en alto, pero me doy cuenta deque está preparándose para lanzar unapatada. La esquivo y su pierna pasadelante de mí. Aprovecho su giro paragolpearla en el instante en que me da la

Page 294: Legend, Marie Lu-

espalda, y ella pierde el equilibrio ytrastabilla. La multitud rompe enaplausos.

Kaede se vuelve para retomar elcombate, pero ya no sonríe: heconseguido enfadarla. Se abalanza sobremí; bloqueo sus dos primeros puñetazos,pero el tercero me alcanza en lamandíbula y me vuelve la cabeza.

Cada músculo de mi cuerpo me pideque acabe ya mismo con esto, pero meobligo a tener paciencia. Si pelearademasiado bien, despertaría sospechas.Tengo un estilo de lucha demasiadopreciso para una simple vagabunda, asíque permito que Kaede me golpee otra

Page 295: Legend, Marie Lu-

vez. La muchedumbre ruge y ella vuelvea sonreír con confianza renovada.Espero a que cargue de nuevo contra míy entonces me agacho y la hago tropezar.No se lo esperaba, así que caepesadamente de bruces mientras elpúblico brama entusiasmado.

Kaede se levanta, aunque en teoríalas peleas de skiz terminan cuandoalguien cae al suelo. Ni siquiera sedetiene a recobrar el aliento: suelta unalarido de cólera y se lanza contra míotra vez. Debería haber visto el brillometálico en su mano. El puñetazo seestrella contra mi costado y me produceun dolor penetrante. La echo a un lado

Page 296: Legend, Marie Lu-

de un empellón y entonces noto algotibio y húmedo en la cintura. Bajo lavista.

Una puñalada. Para abrirme la carnede esa forma ha tenido que usar uncuchillo de sierra. Estrecho los ojos ymiro a Kaede. No se permiten armas enel skiz, pero… en estas cosas, la genterara vez sigue las reglas.

Estoy mareada de dolor y rabia. ¿Nohay reglas? Muy bien.

Cuando Kaede ataca de nuevo, laesquivo, le agarro el brazo y se loretuerzo hasta romperlo de un solomovimiento. Ella grita de dolor y sedebate, pero yo continúo empujándole el

Page 297: Legend, Marie Lu-

brazo roto contra la espalda hasta queveo que su cara pierde el color. Deldobladillo de su camiseta cae uncuchillo que tintinea contra el suelo(tiene el filo de sierra; justo lo quepensaba. Kaede no es una vagabundanormal, si tiene la capacidad deconseguir un arma tan buena como esa.Debe de estar metida en algún asuntosucio, igual que Day. Si no estuviera demisión secreta, la arrestaría ahoramismo y me la llevaría parainterrogarla).

Me arde la herida, pero aprieto losdientes y aferro su brazo con firmeza.

Finalmente, Kaede empieza a darme

Page 298: Legend, Marie Lu-

toques frenéticos con la otra mano. Lasuelto y observo cómo cae de rodillas alsuelo, apoyada en el brazo sano. Lamultitud se vuelve loca. Me tapono lahemorragia lo mejor que puedo y miroalrededor: el dinero cambia de manos.Dos personas ayudan a salir del ring aKaede (que me fulmina con la miradaantes de irse) y los demás espectadorescomienzan a corear un grito:

—¡Escoge! ¡Escoge! ¡Escoge!Puede que sea por el dolor, que me

empieza a producir vértigo, pero cometouna imprudencia. Soy incapaz decontener la furia ni un minuto más. Medoy media vuelta sin decir una palabra,

Page 299: Legend, Marie Lu-

me bajo las mangas que tenía enrolladasy me levanto el cuello de la camisa.Acto seguido, doy un paso fuera del ringy empiezo a empujar para salir delbarullo.

El cántico del público cambia y seconvierte en un coro de abucheos. Estoytentada de encender el micrófono ypedirle a Thomas que envíe refuerzos,pero decido no hacerlo. Me heprometido a mí misma que solo pedirécobertura si la situación es desesperada,y desde luego no tengo intención dedelatarme por una pelea callejera.

Cuando me las arreglo para salir deledificio, echo un vistazo a mi espalda.

Page 300: Legend, Marie Lu-

Me sigue media docena de espectadoresenfurecidos. Los que apostaban son losque están más enfadados, pero losignoro y continúo andando.

—¡Vuelve aquí! —grita uno—. ¡Nopuedes irte sin más!

Echo a correr. Maldita puñalada…Me topo con un enorme contenedor debasura, me subo a él de una zancada yme preparo para saltar hasta una ventanadel segundo piso. Si consigo elevarmelo suficiente, no me podrán alcanzar.Tomo impulso y logro agarrarme alalféizar con una mano, pero la herida mehace más torpe. Alguien me aferra unapierna y tira hacia abajo con fuerza.

Page 301: Legend, Marie Lu-

Pierdo el agarre, me doy contra la paredy acabo por caer; la cabeza me golpeacontra el suelo y todo empieza a darvueltas a mi alrededor. Misperseguidores se abalanzan sobre mí yme arrastran por los pies hacia lamultitud, que no deja de gritar. Luchopor pensar con claridad; solo veo lucesy destellos. Intento encender elmicrófono, pero la lengua me pesa comosi estuviera cubierta de arena.

«Thomas», quiero susurrar. Pero loque digo es «Metias». A ciegas, intentoalcanzar la mano de mi hermano hastaque recuerdo que ya no está ahí paratendérmela.

Page 302: Legend, Marie Lu-

De pronto escucho un estallido y unpar de gritos, y al instante estoy libre.Me incorporo e intento mover los pies,pero tropiezo y caigo otra vez. ¿Dedónde ha salido esta humareda?Estrecho los ojos y trato de ver algo através de la neblina. Se oye unaauténtica algarabía de gritos. Alguien hatenido que lanzar una bomba de humo.

Una voz me pide que me incorpore.Cuando giro la cara, veo que un chicome tiende la mano. Tiene los ojos decolor azul brillante y la cara sucia, ylleva puesta una gorra destrozada. Meatraviesa la mente un pensamientoabsurdo: Es el chico más guapo que he

Page 303: Legend, Marie Lu-

visto en mi vida.—Vamos —me insta, y yo le agarro

la mano.Entre el humo y el caos, nos

alejamos corriendo por la calle ydesaparecemos entre las largas sombrasdel atardecer.

Page 304: Legend, Marie Lu-

DAY

NO me dice su nombre.Lo entiendo muy bien. Muchos de

los chicos que viven en la callemantienen su identidad en secreto,especialmente después de participar enalgo ilegal como una pelea de skiz.Además, no me interesa cómo se llama.Sigo enfadado por haber perdido laapuesta. La derrota de Kaede me hacostado mil billetes, y ese dinero erapara las vacunas. El tiempo se me estáacabando, y todo por culpa de esta

Page 305: Legend, Marie Lu-

chica. Soy idiota. Si Tess no hubieraconseguido salir del ring gracias a ella,habría dejado que se las arreglara comopudiera.

Pero sé muy bien que Tess me habríapuesto cara de cachorrito durante elresto del día. Por eso la he ayudado.

Tess no deja de hacer preguntasmientras ayuda a la chica —tendré quellamarla así, supongo— y le limpia elcorte del costado lo mejor que puede.Yo me quedo callado. Estoy en guardia.Después de la pelea callejera y labomba de humo, hemos terminadoacampados en la azotea de unabiblioteca abandonada (lo llamo azotea,

Page 306: Legend, Marie Lu-

aunque en realidad es un piso que haquedado expuesto porque se handerrumbado todas las paredesexteriores). Casi todos los edificios dealrededor están en ruinas. La bibliotecaforma parte de un rascacielos antiguoque ahora se encuentra prácticamentesumergido, a treinta metros de la orillaeste del lago. Lo poco que sobresaleestá cubierto de malas hierbas; es unbuen refugio para gente como nosotros.

Vigilo desde el borde de la terraza,donde estoy sentado. La chica comentaalgo y Tess sonríe tímidamente comorespuesta.

—Me llamo Tess —la oigo decir.

Page 307: Legend, Marie Lu-

Es lo bastante lista como para nosoltarle mi nombre, pero sigue hablando— ¿De qué parte de Lake eres? ¿Vienesde otro sector? —observa la herida dela chica—. Tiene una pinta fea, peropuedo curártela. Por la mañana intentarétraerte un poco de leche de cabra; tevendrá bien. Hasta entonces, deberíasescupir sobre ella. Ayuda a prevenir lasinfecciones.

Por la expresión de la chica, juraríaque no le dice nada nuevo.

—Gracias —murmura, y luego elevala mirada hacia mí—. Te agradezco tuayuda.

Tess vuelve a sonreír, pero me da la

Page 308: Legend, Marie Lu-

impresión de que no se encuentra deltodo cómoda con la recién llegada.

—Gracias a ti.Aprieto la mandíbula. Dentro de una

hora anochecerá, y tengo unadesconocida herida que sumar a mispreocupaciones.

Al cabo de un rato, me levanto y meacerco a ellas. A lo lejos, por losaltavoces del barrio, empieza a sonar atodo volumen el juramento de lealtad ala República.

—Nos quedamos aquí esta noche —le digo a la chica—. ¿Cómo teencuentras?

—Bien —responde, pero se nota que

Page 309: Legend, Marie Lu-

le duele bastante.No sabe qué hacer con las manos:

las acerca a la herida, se da cuenta y secorta en seco. De pronto me entran ganasde consolarla.

—¿Por qué me salvaste? —dice.—No tengo ni la menor idea. Me has

costado mil billetes.La chica sonríe por primera vez,

pero hay recelo en sus ojos. Parece estaranalizando cada palabra que digo. Noconfía en mí.

—Así que apuestas a lo grande, ¿eh?Lo siento mucho; es que me hizo enfadar—baja la vista—. Espero que no fueraamiga tuya.

Page 310: Legend, Marie Lu-

—Kaede trabaja de camarera en unbar que está entre Alta y Winter. Laconozco desde hace poco.

Tess se ríe y me lanza una miradaque no consigo descifrar.

—Le gusta conocer a todas laschicas guapas. La fulmino con los ojos.

—Cierra la boca, hermana. ¿No hascoqueteado hoy bastante con la muerte?¿Quieres más?

Tess asiente sin dejar de sonreír.—Voy a buscar agua —dice, y baja

de un salto por la escalera.Cuando desaparece, me siento al

lado de la chica y rozo su cintura sinquerer. Inspira bruscamente y yo me

Page 311: Legend, Marie Lu-

aparto; me da miedo haberle hechodaño.

—Se curará pronto a no ser que se teinfecte. Pero tienes que descansar. Tepuedes quedar con nosotros si quieres.

—Gracias —se encoge de hombros—. Pero cuando me encuentre mejor iréa por Kaede.

Me echo hacia atrás y la observo.Está bastante más pálida que las chicasque se ven por el sector, y tiene unosenormes ojos oscuros que brillan conreflejos dorados a la luz del atardecer.Hay algo en sus rasgos que no me resultafamiliar. Puede que tenga sangre india, otal vez anglosajona. Ni idea. Es muy

Page 312: Legend, Marie Lu-

guapa; tanto, que me quedo embobadomirándola como me sucedió cuandosaltó al ring. No, la palabra adecuada noes «guapa». Es preciosa. Además, no sépor qué, me recuerda a alguien. Puedeque sea la expresión de sus ojos: hayalgo frío y calculador en ellos, algodesafiante y fiero… Noto que se meencienden las mejillas y miro hacia otraparte, agradeciendo la oscuridad. Nopuedo pensar en otra cosa que no seabesarla y pasar los dedos por su negramelena.

—En fin… —digo al cabo de un rato—. Bueno, chica, gracias por tu ayuda.Por ayudar a Tess, digo. ¿Dónde has

Page 313: Legend, Marie Lu-

aprendido a pelear así? Le rompiste elbrazo a Kaede sin ningún esfuerzo.

La chica duda, y me doy cuenta porel rabillo del ojo de que me estáobservando. Me vuelvo y la mirodirectamente; ella aparta la vista haciael agua, como si le avergonzara que lahaya pillado. Se roza el costado y haceun chasquido con la lengua; parece unhábito inconsciente.

—Voy mucho por la frontera deBatalla. Me gusta ver cómo practicanlos cadetes.

—Vaya, sí que te arriesgas…Aunque, en vista de cómo peleas, seguroque te las arreglas bien.

Page 314: Legend, Marie Lu-

—Ya has visto lo bien que me las hearreglado hoy —se ríe. Sacude lacabeza y su larga coleta se balancearozando su espalda—. No deberíahaberme quedado a ver la pelea de skiz,pero… ¿qué quieres que te diga? Tuamiga parecía apurada. Pensé que no levendría mal algo de ayuda —suexpresión cambia repentinamente y sumirada se vuelve de nuevo cautelosa—.¿Y tú? ¿Estabas entre el público?

—No. Tess se acercó porque legusta ver las cosas de cerca; es un pocomiope. Yo prefiero quedarme al margen.

—Tess… ¿Es tu hermana pequeña?Titubeo antes de responder.

Page 315: Legend, Marie Lu-

—Bueno, algo así. En realidad, silancé la bomba de humo fue parasalvarla a ella, ¿sabes?

La chica enarca una ceja y los labiosse le curvan en una sonrisa.

—Cuánta amabilidad —dice—. ¿Poraquí todo el mundo sabe fabricar unabomba de humo?

Hago un gesto de desdén con lamano.

—Sí, claro, incluso los niños. Esmuy fácil —la contemplo con interés—.¿No eres del sector Lake, entonces?

—Soy del sector Tanagashi…Bueno, viví allí.

—Tanagashi queda bastante lejos.

Page 316: Legend, Marie Lu-

¿Has venido hasta aquí para ver unapelea de skiz?

—Claro que no —la chica serecuesta con cuidado; su venda estáempezando a teñirse de rojo oscuro—.Cuando te quedas sin casa, acabas pormoverte mucho.

—Ahora mismo, Lake no es unsector seguro.

En la esquina de la azotea hay unamancha de color turquesa que me llamala atención: es una mata de margaritasmarinas que ha brotado en una grieta delsuelo. Son las flores favoritas de mimadre.

—Aquí puedes coger la peste —le

Page 317: Legend, Marie Lu-

explico.La chica sonríe como si supiera algo

que yo ignoro. Sigo sin saber a quién merecuerda.

—No te preocupes —contesta—. Sino me enfado, suelo ir con muchocuidado. Cuando por fin se hace denoche y la chica cae en un sueñointranquilo, le pido a Tess que se quedecon ella para ir a ver a mi familia. ATess no le importa quedarse; le ponenerviosa acercarse a las zonas afectadaspor la peste. Siempre regresarascándose los brazos, como si lainfección le reptara por la piel.

Me guardo un ramillete de

Page 318: Legend, Marie Lu-

margaritas en la manga de la camisa yme meto un par de billetes en el bolsillo,por si acaso. Luego le pido a Tess queme envuelva las manos en dos pañuelospara no dejar huellas dactilares enningún sitio.

La noche está sorprendentementetranquila. No hay patrullas antipesterecorriendo las calles; lo único que seoye son los coches que pasan de cuandoen cuando y los ecos de los altavoces.La extraña equis de la puerta sigue ahí,tan llamativa como siempre. De hecho,juraría que los soldados han regresadopor lo menos una vez más, porque sustrazos muestran un color brillante, de

Page 319: Legend, Marie Lu-

pintura fresca. Deben de haber realizadouna segunda verificación por la zona. Nosé lo que indicará ese símbolo, pero seha debido de extender por losalrededores.

Me oculto entre las sombras cercade la casa de mi madre. A esta distanciapuedo atisbar nuestro patio por lasrendijas de la valla desvencijada.

Cuando estoy absolutamente segurode que no hay nadie patrullando por lacalle, salgo de la oscuridad y me acercoagazapado hasta la base del porche, quetiene una tabla rota por la que puedocolarme en el espacio que queda bajo lacasa. Aparto el tablón, me meto en el

Page 320: Legend, Marie Lu-

ambiente rancio y oscuro y despuésvuelvo a colocarlo en su lugar. Sobre micabeza hay grietas por las que entra laluz de las habitaciones. Oigo hablar a mimadre en la parte trasera de la casa,donde está el único dormitorio. Medirijo hacia allí, me arrastro hasta elhueco de la ventilación y observo elinterior de la casa. John está sentado enel borde de la cama, con los brazoscruzados. Parece agotado y tiene loszapatos llenos de barro seco; seguro quemi madre le regañó por entrar así. Mirahacia el otro lado de la habitación,donde debe de estar mi madre de pie.Vuelvo a oír su voz; esta vez suena

Page 321: Legend, Marie Lu-

bastante nítida y entiendo lo que dice.—Nosotros no estamos enfermos

todavía. John aparta la vista y la clavaen la cama.

—No parece que sea contagioso —insiste mi madre—. Y Eden aún tiene lapiel en buen estado. No sangra.

—Todavía no —replica John—.Tenemos que prepararnos para lo peor,mamá. Si Eden se…

La voz de mi madre adopta un tonofirme.

—No vas a pronunciar esa palabraen mi casa, John.

—No basta con los amortiguadores.Quienquiera que nos los ha dado ha sido

Page 322: Legend, Marie Lu-

muy amable, pero no son suficiente.John menea la cabeza y se pone en

pie. Incluso ahora —especialmenteahora— tiene que proteger a mi madre yocultarle mi paradero. Cuando se apartade la cama, distingo a Eden. Estáarropado con una manta hasta labarbilla, a pesar del calor que hace.Tiene la piel grasienta, perlada desudor, y de un color extraño, con unapalidez enfermiza y verdosa. Norecuerdo que la peste produjera esossíntomas; se me hace un nudo en lagarganta.

El dormitorio muestra el mismoaspecto de siempre: nuestras escasas

Page 323: Legend, Marie Lu-

posesiones están viejas y gastadas, perotienen un aspecto acogedor. Ahí está elcolchón destrozado sobre el que duermenormalmente Eden, y al lado la cómodallena de arañazos en la que yo solíapintar garabatos. Cómo no, en la paredhay colgado un retrato del Elector,rodeado de un montón de fotos nuestrascomo si se tratara de un miembro más dela familia. Eso es todo lo que hay en lahabitación. Cuando Eden era pequeño,John y yo le agarrábamos de los brazosy le ayudábamos a caminar de unextremo al otro del cuarto. John extendíala mano y chocaba los cinco con élcuando lo conseguía hacer solo.

Page 324: Legend, Marie Lu-

La sombra de mi madre se detiene enel centro del dormitorio. No dice nada.Me la imagino: los hombros caídos, lacara entre las manos, una expresión dederrota que nunca se ha permitidoadoptar.

John suspira. Suena un ruido depasos: supongo que ha cruzado el cuartopara abrazarla.

—Eden se va a poner bien. Puedeque este virus sea menos peligroso y seacabe recuperando él solo —hace unapausa—. Voy a ver qué tenemos parahacer la sopa.

Le oigo abandonar el dormitorio.Estoy seguro de que John odiaba

Page 325: Legend, Marie Lu-

trabajar en la planta de vapor, pero almenos podía salir de casa y distraersedurante un rato. Ahora está atrapadoaquí por la cuarentena y no puede hacernada por ayudar a Eden. Eso tiene queestarle matando. Tomo un puñado detierra y lo estrujo con todas mis fuerzas.

Si hubiera habido vacunas en elhospital…

Poco más tarde, mi madre cruza eldormitorio, se sienta en el borde de lacama de Eden y murmura algo paraconsolarlo. Ha tenido que vendarse lasmanos una vez más. Se inclina y leaparta el pelo de la cara. Cierro los ojosy recuerdo su rostro suave y bello, su

Page 326: Legend, Marie Lu-

expresión preocupada, sus ojos de unazul brillante, su boca sonrosada, susonrisa. Las noches en que me arropaba,alisaba las mantas y me deseaba al oídoque tuviera sueños agradables. Mepregunto qué le estará diciendo ahora aEden.

De pronto, la nostalgia me abruma.Quiero salir de aquí y llamar a la puerta.

Aprieto el puñado de tierra. No: elriesgo es demasiado alto. Encontraréuna forma de salvarte, Eden. Te lojuro. Me arrepiento de haber apostadotodo ese dinero en una pelea de skiz, enlugar de haber buscado una forma mássegura de ganarlo.

Page 327: Legend, Marie Lu-

Saco las margaritas de la manga dela camisa. Algunas se han aplastado,pero las dejo con mucho cuidado en elsuelo después de retirar algunosguijarros sueltos. Mi madre jamás lasverá, pero yo sabré que están aquí. Estasflores son la prueba de que sigo vivo, deque continúo cuidando de ellos.

Al lado de las margaritas distingo unbrillo rojizo. Frunzo el ceño y aparto latierra para investigar.

Es un símbolo: hay algo inscrito enuna superficie lisa, bajo la tierra y laspiedras.

Se trata de un número parecido alque vimos Tess y yo en la orilla del

Page 328: Legend, Marie Lu-

lago, pero las cifras cambian: 2544.Yo me escondía aquí a veces cuando

era pequeño y jugaba con mis hermanosal escondite, pero no recuerdo habervisto esto nunca. Me agacho y pego laoreja al suelo.

Al principio no oigo nada, pero depronto distingo un ruido débil: unzumbido, luego un silbido y un gorgoteo.Parece como si hubiera algún líquido ovapor. Puede que aquí abajo exista todoun sistema de cañerías que lleguen hastael lago. Deben de recorrer todo elsector. Retiro la tierra de alrededor,pero no veo nada más. Los números casino se distinguen; son antiguos. La pintura

Page 329: Legend, Marie Lu-

está descascarillada.Me quedo ahí un buen rato,

estudiando los números en silencio. Leecho un último vistazo al dormitorio através del agujero de la ventilación yluego salgo del porche. Me sumerjo enlas sombras y regreso a la ciudad.

Page 330: Legend, Marie Lu-

JUNE

ME despierto al amanecer. La luz delsol me hace pestañear (¿de dónde viene,de atrás?). Por un instante me sientodesorientada, insegura. No sé qué hagodurmiendo en un edificio abandonadojunto al lago. A mis pies crece una matade margaritas azules. De pronto, unapunzada me atraviesa el estómago y mehace soltar un grito. Me han apuñalado,pienso llena de pánico. Entoncesrecuerdo la pelea callejera, el cuchillo yel chico que me salvó.

Page 331: Legend, Marie Lu-

Tess se acerca a mí en cuanto notaque me agito.

—¿Cómo te encuentras?Todavía parece desconfiar.—Me duele —mascullo, aunque no

quiero que piense que me vendó mal laherida—. Pero creo que estoy mejor queayer.

Tardo un minuto en darme cuenta deque el chico que me salvó la vida estáahí, sentado al borde de la azotea,contemplando el agua. Oculto miinquietud lo mejor que puedo: en un díanormal, si no estuviera herida, jamás seme habría pasado por alto ese detalle.

La noche pasada me di cuenta de que

Page 332: Legend, Marie Lu-

el chico se iba a alguna parte. Le oímientras trataba de dormir y atisbé sumarcha para ver qué dirección tomaba(al sur, hacia Union Station).

—Espero que no te importe esperarunas horas para desayunar —me dice.Aún lleva puesta la gorra de ayer, perodistingo un mechón de pelo muy rubioque asoma por el borde—. Perdimos laapuesta, así que ahora mismo notenemos dinero para comprar comida.

Me culpa por haber perdido sudinero. Me limito a asentir mientrasrecuerdo la voz distorsionada de Day através de los altavoces e intentocompararla con la de este chico. Él me

Page 333: Legend, Marie Lu-

mira con expresión severa, como sisupiera lo que estoy pensando, ydespués vuelve a recostarse. No, nopuedo asegurar que sea la misma voz.Podría ser la de cientos de personas deLake.

De pronto recuerdo que el micrófonode mi mejilla sigue apagado; Thomastiene que estar furioso conmigo.

—Tess, voy a acercarme al agua.Vuelvo enseguida.

—¿Seguro que puedes ir sola?—Estoy bien — sonrío—. Eso sí, si

me ves flotando inconsciente, ven aecharme una mano.

Los peldaños por los que desciendo

Page 334: Legend, Marie Lu-

debían de estar en el hueco de laescalera, pero ahora se encuentran alaire libre. Los bajo con dificultad, uno auno, con mucho cuidado de no resbalar ycaer en el agua. No sé qué me hizo Tessanoche en la herida, pero me encuentroalgo mejor. Aunque todavía me arde elcostado, el dolor es un poco mássoportable y puedo caminar con mayorfacilidad. Llego abajo mucho antes de loque pensaba.

Tess me recuerda a Metias. No dejode recordar la forma en que me cuidó eldía de su reclutamiento… pero ahoramismo no soporto pensar en él, así quecarraspeo y me concentro en llegar al

Page 335: Legend, Marie Lu-

borde del agua.El sol está lo bastante alto como

para bañar el lago entero con reflejos deun dorado oscuro, y se distingue lapequeña franja de tierra que nos separadel océano Pacífico. Desciendo hastaque me encuentro justo al nivel del agua;me da la impresión de que esta antiguabiblioteca se prolonga muchos máspisos en las profundidades (a juzgar porel aspecto de los edificios que hay en lacosta y por la inclinación del terreno,debía de tener unas quince plantas.Habrá unas seis bajo el agua).

Tess y el chico están sentados en laazotea a muchos pisos de distancia,

Page 336: Legend, Marie Lu-

demasiado lejos para oírme. Contemploel horizonte y hago un chasquido con lalengua para encender el micrófono.Escucho el zumbido de la estática por unsegundo antes de que resuene una vozfamiliar.

—¿Señorita Iparis? —dice Thomas—. ¿Es usted?

—Sí, soy yo —murmuro—. Meencuentro bien.

—Me gustaría saber qué ha estadohaciendo. He intentado rápidamentecontactar con usted a lo largo de lasúltimas veinticuatro horas. Estaba listopara enviar una patrulla a recogerla… ylos dos sabemos que la comandante

Page 337: Legend, Marie Lu-

Jameson no se sentiría muy satisfecha enese caso.

—Estoy bien —repito mientras memeto las manos en los bolsillos y saco elcolgante de Day—. Sufrí una lesión sinimportancia en una pelea de skiz. Nadaserio.

Oigo un suspiro al otro lado de lalínea.

—Bueno, no vuelva a permanecertanto tiempo desconectada, ¿me oye?

—De acuerdo.—¿Ha encontrado algo?Subo la vista. El chico sigue

balanceando las piernas al borde deledificio.

Page 338: Legend, Marie Lu-

—No estoy segura. Un chico y unachica me ayudaron a salir de la pelea.La chica me curó la herida; voy aquedarme con ellos hasta que consigacaminar mejor.

—¿Caminar mejor? —Thomas elevael tono—. ¿Qué clase de «lesión sinimportancia» es esa?

—Un navajazo. No es gran cosa —oigo a Thomas tragar saliva, pero no lepresto atención y continúo hablando—.De todas formas, eso no es loimportante. El chico lanzó una especiede bomba de humo para sacarnos dellío. Parece tener ciertas… habilidades.No sé quién es, pero trataré de conseguir

Page 339: Legend, Marie Lu-

información.—¿Cree que puede ser Day? No me

imagino a Day dedicándose a ayudar ala gente.

Sin embargo, la mayoría de losdelitos que cometió Day en el pasado síque tenían como objetivo ayudar aotras personas.

Todos, salvo lo de Metias. Tomoaire y bajo la voz hasta convertirla en unsusurro.

—No, no creo que este chico seaDay…

Es mejor que no le suelte conjeturasabsurdas a Thomas en este momento, nosea que decida agarrar un arma y enviar

Page 340: Legend, Marie Lu-

las tropas a por mí. La comandanteJameson me echaría de inmediato de lapatrulla si provocara ese gasto sinmotivo. Y además… además, estos dosme sacaron de un problema muy serio.

—… pero puede que sepa algo de él—añado.

Thomas tarda en responder. Oigo unruido de fondo y más estática, y despuésnoto que está hablando con lacomandante. Supongo que le estarácontando lo de mi herida ypreguntándole si deben dejarme sola porahí. Suelto un suspiro, molesta. Como sifuera la primera vez que me hieren.Unos minutos después, vuelve a

Page 341: Legend, Marie Lu-

hablarme.—Bueno. Tenga cuidado —hace una

pausa—. La comandante Jameson diceque debe seguir con la misión si lalesión no es demasiado grave. Ahoramismo está muy ocupada con asuntos dela patrulla. Pero le hago unaadvertencia: si el micrófono permaneceapagado más de un par de horas, enviaréunos soldados a buscarla, ponga enpeligro o no su anonimato. ¿Entendido?

Lucho por contener mi enfado. Lacomandante Jameson no cree que vaya asacar nada en limpio de esta misión: sedesprende su falta de interés de lo queme ha dicho Thomas. Y él… es la

Page 342: Legend, Marie Lu-

primera vez que utiliza ese tono tantajante conmigo. Debe de haber estadoloco de preocupación durante lasúltimas horas.

—A la orden —respondo. Thomasno contesta.

Alzo la vista para contemplar alchico otra vez y me prometo a mí mismaque lo estudiaré con más detenimientoen cuanto suba las escaleras; no piensopermitir que mi herida me distraiga. Mevuelvo a guardar el colgante en elbolsillo y me incorporo.

* * * *

Page 343: Legend, Marie Lu-

Durante todo el día me dedico aescrutar a mi salvador. Le sigo por elsector Alta de Los Ángeles y analizocada detalle, por nimio que parezca.

Por ejemplo, apoya más la piernaizquierda que la derecha. La cojera estan leve que no se nota cuando vacaminando con nosotras; solo cuando sesienta o se levanta me doy cuenta de esetitubeo al doblar la rodilla. O bien esuna lesión grave que se curó mal, o unareciente más ligera. Una mala caída,posiblemente.

No es su única herida: de vez encuando se le escapa una mueca de doloral mover el brazo. Después de un par de

Page 344: Legend, Marie Lu-

veces, me percato de que la lesión estáen el hombro y le duele cada vez quedesplaza el brazo demasiado haciaarriba o hacia abajo.

Su rostro es perfectamente simétrico,con una mezcla de rasgos anglosajones yasiático. Bajo la capa de mugre que locamufla, es muy guapo. Tiene el ojoderecho de un color ligeramente másclaro que el izquierdo; al principio loachaco a un efecto de la luz, pero luegovuelvo a verlo cuando pasamos rente auna panadería y se queda mirando el pandel escaparate. Me pregunto si será undefecto de nacimiento o algo provocadopor un accidente.

Page 345: Legend, Marie Lu-

También registro otros detalles: lasoltura con la que se mueve por lascalles incluso lejos del sector Lake,como si pudiera recorrerlas con los ojoscerrados; la agilidad de sus dedoscuando se alisa las arrugas de la camisa;la forma en que mira los edificios comosi quisiera memorizarlos. Tess no lollama por su nombre. Del mismo modoen que a mí me llama «chica», pareceevitar llamarlo por cualquier nombre oapodo que pueda identificarlo. Cuandoempiezo a cansarme de tanto andar, elchico nos indica que paremos y va abuscar agua mientras yo reposo un rato.Es observador: se ha dado cuenta de mi

Page 346: Legend, Marie Lu-

agotamiento sin que yo dijera unapalabra.

Está a punto de atardecer. Para huirdel calor del sol, vamos al mercado quehay en la parte más pobre de Lake. Tessmira de reojo los puestos cubiertos portoldos. Estamos a más de diez metros yes miope, pero de alguna forma se lasarregla para distinguir los puestos defruta y verdura, las caras de loscomerciantes, quién tiene dinero y quiénno. Lo sé porque percibo sutiles gestosen su rostro: la satisfacción de conseguirver los detalle y la frustración cuando nopuede hacerlo.

—¿Cómo lo consigues? —le

Page 347: Legend, Marie Lu-

pregunto. Tess se gira y sus ojos meenfocan.

—¿Eh? ¿Qué?—¿No eres miope? ¿Cómo te enteras

de todo lo que pasa a tu alrededor?Tess parece sorprenderse y después

se muestra impresionada. Noto que elchico me observa.

—Bueno, distingo las diferencias decolor aunque las formas estén borrosas— responde—. Veo los billetesplateados que asoman del bolsillo deese hombre, por ejemplo —señala conlos ojos uno de los clientes.

—Es un buen sistema —asiento.Tess se sonroja y se mira los

Page 348: Legend, Marie Lu-

zapatos; por un momento, la veo como auna niña pequeña y suelto una carcajada.Al instante me siento culpable. ¿Cómopuedo tener ganas de reír cuando mihermano ha muerto hace nada? Poralgún motivo que no sabría explicar,estos dos consiguen hacerme perder lacompostura.

—Eres muy perspicaz, chica —susurra él despacio, con los ojosclavados en mí—. Ya veo cómo te lashas arreglado para sobrevivir en lacalle.

Me encojo de hombros.—Bueno, es la única forma, ¿no?El chico aparta la vista y yo suelto el

Page 349: Legend, Marie Lu-

aliento. Me doy cuenta de que lo habíaestado conteniendo mientras su miradame petrificaba.

—Creo que deberías ser tú las querobara algo de comer, no yo —dice—.Los comerciantes suelen confiar más enlas chicas, especialmente en las que soncomo tú.

—¿A qué te refieres?—A que sabes perfectamente cómo

conseguir lo que quieres. No puedoevitar una sonrisa.

—Igual que tú —repongo.Nos separamos para contemplar los

puestos y aprovecho que estoy sola parahacerme una composición de lugar.

Page 350: Legend, Marie Lu-

Puedo quedarme con estos dos unanoche más, hasta estar recuperada, antesde retomar la pista de Day. Quiénsabe… Puede que ellos meproporcionen alguna información.

Cuando por fin llega la noche y elcalor remite, regresamos a la orilla dellago y buscamos un sitio donde acampar.A nuestro alrededor se ven ventanas sincristales por las que sale la tenue luz delas velas. Aquí y allá resplandecenfogatas en medio de los callejones. Elturno de la policía ciudadana cambia yaparecen nuevos agentes en las calles.Llevo cinco noches durmiendo al raso yaún no he conseguido acostumbrarme a

Page 351: Legend, Marie Lu-

las paredes desmoronadas, a las cuerdascon ropa vieja que se extienden entre losbalcones, a los grupos de mendigosjóvenes que piden a los transeúntes algode comer. Por lo menos, ya no losdesprecio. Recuerdo con algo devergüenza la noche del funeral deMetias, cuando dejé un filete gigantescoen el plato sin planteármelo siquiera.Tess camina por delante de nosotros conpaso alegre, completamentedespreocupada. Tararea suavemente unacancioncilla.

—El vals del Elector —murmuro alreconocer la melodía. El chico levantala vista y sonríe.

Page 352: Legend, Marie Lu-

—Así que eres fan de Lincoln, ¿eh?No puedo decirle que tengo todos

sus discos —algunos dedicados—, quela he visto interpretar himnos políticosen un banquete de la cuidad, ni que mesé todas las canciones que escribió enhonor de los generales que estaban en elfrente. Sonrío.

—Sí, más o menos.Me devuelve la sonrisa. Tiene unos

dientes preciosos, los más bonitos quehe visto hasta el momento en este sector.

—A Tess le encanta la música. Encuanto me descuido, me arrastra a losbares y me obliga a esperarla en la callemientras ella escucha los himnos que

Page 353: Legend, Marie Lu-

suenan dentro. Yo qué sé… Debe de seruna cosa de chicas.

* * * *

Media hora más tarde, se da cuentade que empiezo a fatigarme otra vez.Llama a Tess y nos conduce a uncallejón en el que hay varioscontenedores metálicos alineados juntoa la pared.

Aparta uno para dejar sitio detrás,entra en el hueco, se agacha y nos indicaa Tess y a mí que nos sentemos a sulado. De pronto, se empieza adesabotonar la camisa.

Page 354: Legend, Marie Lu-

Me pongo colorada; menos mal queestá oscuro.

—No tengo frío y no estoysangrando —murmuro—. No hace faltaque te quietes la ropa.

Él me contempla con expresióndivertida. Es de noche; no es normal quesus ojos brillen de ese modo, peroparecen atrapar toda la luz de lasventanas que tenemos encima.

—¿Por qué piensas que esto tieneque ver contigo? —se quita la camiseta,la dobla con pulcritud y la coloca en elsuelo junto a una de las ruedas delcontenedor. Tess se tumba y apoya lacabeza encima sin dudarlo, como si se

Page 355: Legend, Marie Lu-

tratara de una vieja costumbre.—Ah, claro —digo con un

carraspeo, tratando de ignorar la risitadel chico.

Tess charla un rato con nosotros,pero pronto se le empiezan a cerrar losojos y se queda dormida. El chico y yonos quedamos callados. Observo a Tess.

—Parece muy frágil —susurro.—Sí, pero es más dura de lo que

aparenta. Levanto la vista.—Tienes mucha suerte de tenerla a

tu lado —bajo la vista hacia su piernamala; él se da cuenta y cambia depostura—. ¿Fue ella quien te curó lapierna?

Page 356: Legend, Marie Lu-

—No, esto me lo hice hace muchotiempo —titubea y cambia de tema—.¿Qué tal está tu herida, por cierto?

Hago un gesto con la mano pararestarle importancia.

—No es gran cosa —respondo, perolo digo con los dientes apretados. Lascaminatas de hoy no me han sentadoespecialmente bien, y el dolor se meextiende por el costado como unahoguera.

El chico percibe la tensión de micara.

—Habría que cambiar ese vendaje—se levanta y, sin despertar a Tess,saca un rollo de vendas blancas del

Page 357: Legend, Marie Lu-

bolsillo de su chaqueta—. Yo no tengotanta mano como ella — susurra—, peroprefiero dejarla dormir.

Se sienta a mi lado, me desabrochalos dos botones de debajo de la camisay levanta la tela hasta dejar aldescubierto el vendaje de mi cintura. Supiel roza la mía y hago un esfuerzo porcentrarme en observar sus manos. Selleva una a la bota y saca lo que pareceun cuchillo de cocina (mango plateadosin decoración, filo romo, usado muchasveces para cortar cosas más duras que latela). Posa una mano en mi estómago.Aunque tiene los dedos callosos, sutoque es tan delicado que noto cómo se

Page 358: Legend, Marie Lu-

me encienden las mejillas.—No te muevas —murmura.Introduce el cuchillo entre la piel y

la venda y rasga el tejido. Meestremezco. Cuando levanta la vendacaen unas gotitas de sangre, pero no hayseñales de infección. Tess sabe muybien lo que hace. El chico retira el restoy empieza a colocarme un vendajelimpio.

—Nos quedaremos aquí hasta mediamañana —comenta mientras trabaja—.No deberíamos haber caminado tantohoy, pero… en fin, pensé que no eramala idea hacer que te alejaras un pocodel sitio donde te hicieron esto.

Page 359: Legend, Marie Lu-

No puedo evitar mirarle a los ojos.Si vive en la calle, ha tenido que pasarla Prueba por los pelos, pero eso meresulta increíble. No actúa como unvagabundo. Tiene demasiadas facetas, yme pregunto si siempre habrá vivido enla zona pobre de la ciudad. Levanta lamirada y, al darse cuenta de que lo estoyanalizando, se queda inmóvil un instante.Un relámpago de alguna emoción que nosé identificar atraviesa sus ojos. Unhermoso misterio. Supongo que seestará planteando las mismas preguntassobre mí; debe de extrañarle que me lashaya arreglado para deducir tantosdetalles de su vida. Tal vez se pregunte

Page 360: Legend, Marie Lu-

qué será lo próximo que averigüe. Lotengo tan cerca que noto su aliento en mimejilla. Trago saliva. Se aproxima mástodavía.

Por un segundo creo que va abesarme.

Y entonces baja la vista hacia laherida y me roza la cintura con losdedos para continuar con el vendaje. Medoy cuenta de que se ha ruborizado; estátan nervioso como yo.

Finalmente ajusta la venda, me bajala camisa y se aleja. Se apoya contra lapared y reposa los brazos sobre lasrodillas.

—¿Estás cansada?

Page 361: Legend, Marie Lu-

Niego con la cabeza y dejo vagar lamirada hasta la ropa que ha tendidasobre nuestras cabezas, varios pisos másarriba. Si nos quedamos sin vendas,podemos sacar de ahí otras nuevas.

—Creo que pasaré un día más conustedes y luego me iré —declaro al cabode un rato—. No puedo ir a su ritmo.

Y sin embargo, en cuanto pronuncioesas palabras siento una oleada depesar. No quiero abandonarlo tanpronto; de algún modo, me consuelaestar con Tess y con este chico. Es comosi, a pesar de la ausencia de Metias,notara que aún le importo a alguien.

Pero ¿en qué estoy pensando? Este

Page 362: Legend, Marie Lu-

es un chico de los barrios bajos. Me hanentrenado para manejar a tipos comoeste, para contemplarlos desde el otrolado de un cristal.

—¿A dónde vas a ir? —me preguntaIntento centrarme. Al contestar, mi

voz suena fría y serena.—Puede que al este. Estoy más

acostumbrada a los sectores del interior.El chico mantiene la vista fija al frente.

—Si no tienes nada que hacer másque estar en la calle, no hace falta que temarches. Me puedes resultar útil. Eresuna buena luchadora; podemos hacerdinero en las peleas de skiz y compartirlas provisiones. Nos iría bien juntos.

Page 363: Legend, Marie Lu-

Me hace ese ofrecimiento con tantasinceridad que me cuesta no sonreír.Decido no preguntarle por qué no entraél en las peleas.

—Gracias, pero prefiero ir por micuenta. Él ni siquiera se inmuta.

—Como quieras.Apoya la coronilla contra la pared,

suspira y cierra los párpados. Locontemplo esperando a que abra denuevo esos ojos tan brillantes, pero nolo hace. Al cabo de un rato, surespiración se hace más pesada. Se hadormido.

Pienso en hablar con Thomas, perono estoy de humor. Ni siquiera sabría

Page 364: Legend, Marie Lu-

decir por qué. Mañana por la mañanaserá lo primero que haga. Levanto lamirada y contemplo la ropa tendida. Apesar del rumor de los obreros que salendel turno de noche y de las emisiones delas pantallas gigantes, la noche es muytranquila. Es casi como si estuviera encasa. El silencio me hace pensar enMetias.

Lloro en silencio: no quiero queTess y el chico me escuchen.

Page 365: Legend, Marie Lu-

DAY

AYER casi besé a la chica.Pero no es recomendable

enamorarse cuando estás en las calle. Esla peor debilidad posible, seguida decerca por tener una familia atapada enuna zona en cuarentena y cuidar de unaamiga que casi es una niña.

Y aun así… aun así, una parte de misigue queriendo besarla, aunque sea unalocura. Esta chica es capaz de detectarcualquier detalle desde un kilómetro dedistancia («Las contraventanas del

Page 366: Legend, Marie Lu-

tercer edificio de ese piso son demadera de cerezo; deben de haberlasrobado en un sector rico»). Puede tirarel cuchillo y ensartar un perrito calientede un puesto de comida poco vigilado.Se nota inteligente que es en cadapregunta y cada observación que hace.Pero al mismo tiempo, en sus ojos hayuna inocencia que la hace distinta a lamayoría de la gente que conozco. No escínica. No está casada. Las calles no lahan destrozado: la han hecho más fuerte.

Igual que a mí.Por la mañana nos dedicamos a

conseguir dinero: un policía despistadoal que robar la cartera, objetos en la

Page 367: Legend, Marie Lu-

basura que se pueden revender, cajas demercancía que conseguimos abrir…Cuando tenemos suficiente, buscamos unnuevo sitio donde acampar, intentopensar solo en Eden, en el dinero quenecesito reunir antes de que seademasiado tarde, pero no puedo evitarque me crucen por la mente formas desabotear un poco más la campaña bélicade la República. Podría colarme en unavión, sacarle el combustible y luegorevenderlo en el mercado negro orepartirlo entre la gente que lo necesite.Podría destruir el avión antes de quellegara al frente. O atacar las redeseléctricas del sector Batalla y de las

Page 368: Legend, Marie Lu-

bases aéreas. Me distrae pensar en esascosas.

Pero de vez en cuando, al echarleuna mirada furtiva a la chica o notar queme está mirando, vuelvo a pensar sinremedio en ella.

Page 369: Legend, Marie Lu-

JUNE

Casi a las 20:00Al menos 26C

ESTAMOS sentados en el fondo de uncallejón. Tess duerme a poca distancia;el chico le ha vuelto a entregar sucamiseta para que la use de almohada.Le observo limarse las uñas con el filodel cuchillo. Se ha quitado la gorra porprimera vez y se ha atusado losmechones enredados.

Está de muy buen humor.

Page 370: Legend, Marie Lu-

—¿Quieres un trago? —me pregunta.Entre los dos hay una botella de

vino. Es barato —debe de estar hechode esa especie de uvas blandas quecrecen en el agua salada—, pero élactúa como si fuera lo mejor del mundo.Esta tarde robó una caja de botellas deuna tienda en la frontera del sectorWinter y las vendió todas salvo una.Sacó un total de seiscientos cincuentabilletes. No deja de asombrarme larapidez con la que se mueve entresectores: muestra tanta agilidad comolos mejores estudiantes de Drake.

—Yo lo apruebo si tú también lohaces —respondo—. No podemos

Page 371: Legend, Marie Lu-

desperdiciar el producto de un honradorobo, ¿no?

Me sonríe, descorcha la botella conel cuchillo y echa la cabeza hacia atráspara dar un trago largo. Luego se pasa elpulgar por los labios y vuelve a sonreír.

—Delicioso —sentencia—.Pruébalo.

Tomo la botella, le doy un sorbo yse la devuelvo. Como esperaba, tiene unregusto salado. Al menos me ayudará aaliviar el dolor de la herida.

Seguimos pasándonosla por turnos—él le propina tragos largos, yosorbitos— hasta que la vuelve a tapar.Parece que decidido dejar de beber en

Page 372: Legend, Marie Lu-

cuanto ha notado que se le embotabanlos sentidos. Aun así, le relucen los ojosy sus iris azules han adquirido un matizreflexivo. Puede que no esté dispuesto aperder reflejos, pero juraría que se harelajado un poco.

—Oye, dime una cosa —comentofinalmente—. ¿Para qué necesitas tantodinero? El chico suelta una carcajada.

—¿Lo dices en serio? ¿Es que no lonecesita todo el mundo? ¿Alguna vezsientes que tienes suficiente?

—¿Te gusta responder a laspreguntas con otras preguntas?

Vuelve a reírse, pero cuando habla,su voz tiene un matiz de tristeza.

Page 373: Legend, Marie Lu-

—El dinero es lo más importanteque hay, ¿sabes? Con dinero se puedecomprar la felicidad, digan lo que digan.Sirve para conseguir tranquilidad,posición social, amigos, seguridad…Todo lo que quieras.

En sus ojos hay una expresióndistante.

—Ya, pero da la impresión de quetienes prisa por acumular lo másposible. Esta vez me lanza una miradadivertida.

—¿Y por qué no? Si llevas en lascalles tanto como yo, no puedeextrañarte. Aparto la vista: no quieroque averigüe la verdad.

Page 374: Legend, Marie Lu-

—Supongo —murmuro.Me quedo callada hasta que el chico

vuelve a hablar. Su voz desprende unacalidez que me obliga a levantar losojos.

—No sé si alguien te lo habrá dichoya, pero eres muy guapa —susurra sinruborizarse ni apartar la mirada. Meencuentro contemplando dos océanos:uno de un azul perfecto, el otromanchado por una ola diminuta.

No es la primera vez que me lodicen, pero jamás con ese tono de voz.No sé por qué, pero me pilla con laguardia baja: me quedo tan confusa que,sin pensar, se me escapa decir lo que

Page 375: Legend, Marie Lu-

pienso.—Tú también eres muy guapo —

hago una pausa—. Por si no lo sabías.Lentamente, ensancha la sonrisa.

—Créeme, lo sé. Me entra la risa.—Me alegro de que seas sincero —

no puedo apartar la mirada; sus ojos meinmovilizan—. Bueno, creo que te haspasado con el vino —añado, haciendoun esfuerzo por mantener un tonodespreocupado—. Deberías dormir unrato.

Apenas lo digo, el chico se acercamás a mí y me apoya una mano en lamejilla. Cuando lo veo moverse, miprimer impulso es aferrar su brazo e

Page 376: Legend, Marie Lu-

inmovilizarlo con una llave. Pero en vezde hacerlo me quedo sentada,completamente quieta. El chico seacerca a mí y tomo aire antes de que suslabios rocen los míos.

Su boca sabe a vino. El contacto essuave al principio, pero luego, como sinecesitara algo más, se apoya contra míy me besa con ansiedad. Sus labios soncálidos y suaves, su cabello me acariciala cara. Intento concentrarme (no es laprimera vez que hace esto. Está claroque ha besado a otras chicas antes, y aunas cuantas. Aunque parece… quedarsesin aliento). Trato de aferrarme a losdetalles, pero se me escurren entre los

Page 377: Legend, Marie Lu-

dedos. Tardo un instante en darmecuenta de que le estoy devolviendo elbeso con la misma ansia. Noto lapresión del cuchillo que llevaenganchando al cinturón y meestremezco. Aquí hace demasiado calor.Tengo la cara ardiendo.

Él es el primero que se retira. Nosmiramos desconcertados, en silencio,como si ninguno de los doscomprendiera lo que ha pasado. Luego,el chico recupera la compostura y yolucho por imitarle. Se recuesta contra elmuro y suelta un largo suspiro.

—Lo siento —murmura, pero losojos le brillan con picardía—. Tenía

Page 378: Legend, Marie Lu-

que hacerlo… Bueno, ahora ya está.Lo miro, incapaz de responder. Una

vocecilla interna me chilla quedespabile de una vez. Él me sostiene lamirada; al cabo de unos segundossonríe, como si fuera muy consciente delefecto que provoca en mí, y aparta lavista. Consigo volver a respirar.

Y entonces hace un gesto que medevuelve a la realidad de golpe: setumba a dormir y se lleva la mano alcuello. Es un movimiento inconsciente;no creo que se haya dado cuenta siquierade haberlo hecho. Observo su cuello: nolleva nada. Ha aferrado el fantasma deun collar, de un colgante o de un cordón.

Page 379: Legend, Marie Lu-

Con una náusea, recuerdo el colganteque guardo en mi bolsillo. El colgantede Day.

Page 380: Legend, Marie Lu-

DAY

CUANDO la chica se queda dormida, ladejo con Tess y me acerco a visitar denuevo a mi familia. La brisa de la nocheme aclara la mente. En cuanto meencuentro a una buena distancia delcallejón, tomo aire y aprieto el paso. Nodebería haberlo hecho, me digo. Nodebería haberla besado. Especialmente,no debería sentirme satisfecho conmigomismo. Pero lo estoy. Todavía puedosentir sus labios contra los míos, la pielsuave y tersa de su rostro, de sus brazos,

Page 381: Legend, Marie Lu-

el ligero temblor de sus manos. Hebesado a bastantes chicas guapas, peroninguna era como esta. Quiero más. Nosé cómo me las he ingeniado paraapartarme de ella.

Y yo que me había propuesto noenamorarme mientras viviera en lacalle…

Pero ahora tengo que centrarme enver a mi familia. Intento ignorar laextraña equis que hay en la puerta de lacasa y voy derecho a los tablonessueltos de la parte baja del porche. Porlas rendijas de la contraventana sedistingue el parpadeo de las velas: mimadre debe de estar despierta cuidando

Page 382: Legend, Marie Lu-

a Eden. Me agazapo en la oscuridaddurante un rato y luego miro por encimadel hombro para comprobar que la calleestá vacía. Aparto la tabla, me arrodilloy de pronto me detengo en seco: algo seha movido en un edificio. Estrecho losojos: nada. Agacho la cabeza y entro agatas en el hueco que se abre bajo elsuelo de mi casa. John está en la cocina,calentando una cazuela de algo quehuele a sopa. Silbo para imitar el cantode un grillo, pero no se entera, tengo querepetir la señal unas cuantas veces antesde que me oiga y se gire. Entonces mearrastro hasta la puerta trasera. John meespera, envuelto en las sombras.

Page 383: Legend, Marie Lu-

—Tengo mil seiscientos billetes —susurro abriendo la bolsa—. Casi llegapara la vacuna. ¿Qué tal está Eden?

John menea la cabeza. Me inquietasu expresión de ansiedad, siempre hepensado que era el más fuerte de lafamilia.

—No muy bien —contesta—. Haperdido más peso. Todavía estáconsciente y nos reconoce. Creo que lequedan unas semanas.

Asiento en silencio. No quiero nipensar en la posibilidad de perderlo.

—Te prometo que pronto conseguiréel resto del dinero. Lo único quenecesito es un golpe de suerte.

Page 384: Legend, Marie Lu-

—Ten cuidado, ¿quieres? —murmura.

En la penumbra podríamos pasar porgemelos: el mismo pelo, los mismosojos, la misma expresión.

—No quiero que te pongas enpeligro —insiste—. Si puedo ayudartede alguna forma, dímelo. Podría intentarescaparme de aquí y acompañarte…

—No digas tonterías —gruño—. Site encuentran, están todos muertos, losabes perfectamente —su mueca defrustración hace que me sienta culpable:he rechazado su ayuda con demasiadarapidez, sin contemplaciones—. Iré másrápido yo solo, en serio. Además, ¿qué

Page 385: Legend, Marie Lu-

sería de mamá si te pasara algo?John asiente, aunque noto que tiene

ganas de decir algo más. Me doy lavuelta para dar la conversación porzanjada.

—Tengo que irme, John. Nos vemospronto.

Page 386: Legend, Marie Lu-

JUNE

DAY cree que me he quedado dormida,pero he visto cómo se levantaba y se ibaen mitad de la noche. Y lo he seguido.

Se cuela en una zona en cuarentena,entra en una casa marcada con una equisde tres brazos y reaparece unos minutosdespués.

Es todo lo que necesitaba saber.Me subo al tejado de un edificio

cercano, me escondo tras una chimeneay enciendo el micrófono. Estoy tanenfadada conmigo misma que apenas

Page 387: Legend, Marie Lu-

puedo controlar el temblor de mi voz.Me he dejado arrastrar por la personaque más odio, a la que jamás podrécompadecer.

Pero puede que Day no matara aMetias. Tal vez fuera otra persona .Dios… ¿Estoy intentando buscarexcusas para protegerlo?

—Thomas —musitó—. Lo heencontrado.

Durante un minuto no oigo más queinterferencias. Cuando Thomas contesta,su voz suena rara, lejana.

—¿Puede repetir, señorita Iparis?Noto que me invade la furia.

—He dicho que lo he encontrado. A

Page 388: Legend, Marie Lu-

Day. Acaba de visitar una casa de unazona en cuarentena en Lake. En la puertahay una equis de tres brazos. En laesquina de Figueroa con Watson.

—¿Estás segura? —su voz suenamás alerta ahora—. ¿Estásabsolutamente segura? Me sacó elcolgante del bolsillo.

—Sí. Sin lugar a dudas.Al otro lado de la línea suena una

auténtica conmoción. Thomas alza lavoz, nervioso.

—En la esquina de Figueroa conWatson. Ahí se ha producido un broteespecial de la peste que íbamos ainvestigar mañana por la mañana. ¿No

Page 389: Legend, Marie Lu-

tienes ninguna duda de que es Day? —insiste.

—No.—Mañana llegarán allí los furgones

médicos. Tenemos que llevar a losresidentes de esa casa al hospitalcentral.

—Entonces envía tropas de refuerzo;necesitaré apoyo cuando aparezca Daypara proteger a su familia —recuerdocómo se arrastró bajo el porche—. Notendrá tiempo de sacarlos, así queseguramente intentará esconderlos enalguna parte de la casa. Que los lleven atodos al ala médica de la intendencia deBatalla. No quiero que hieran a ninguno

Page 390: Legend, Marie Lu-

de ellos; necesito interrogarlos.Thomas parece desconcertado por

mi tono de voz.—Dispondrá de esos refuerzos,

señorita Iparis —repone al fin—.Espero que no se haya equivocado.

El tacto de los labios de Day,nuestro beso, sus manos recorriendo mipiel… ya no significan nada para mí.Menos que nada.

—No me he equivocado.Vuelvo al callejón antes de que Day

advierta mi ausencia.

Page 391: Legend, Marie Lu-

DAY

POCO antes de que amanezca, consigodormirme y tengo sueñosesperanzadores.

En ellos, mi casa continúa tal ycomo la recuerdo. John y mi madre estánsentados a la mesa del comedor; él leeen alto un viejo libro de cuentos de laRepública, y ella asiente con la cabezacuando John consigue terminar unapágina sin confundirse. Yo los observodesde el umbral. John es el más fuertede los tres, pero además tiene una

Page 392: Legend, Marie Lu-

paciencia y una suavidad que yo no heheredado. Le vienen de mi padre. Edense dedica a hacer garabatos en un papelal otro extremo de la mesa; en missueños siempre aparece dibujando. Nolevanta la vista, pero juraría quetambién está atento al cuento de John,porque se ríe cuando tiene que hacerlo.

Entonces me doy cuenta de que lachica está de pie a mi lado. Le agarro lamano y ella me sonríe. Su sonrisa inundade luz la habitación y me obliga asonreír a mí también.

—Quiero que conozcas a mi madre—le digo.

Ella niega con la cabeza. Cuando

Page 393: Legend, Marie Lu-

vuelvo la vista hacia la mesa delcomedor, mi madre y John siguen ahí,pero Eden se ha marchado.

La chica deja de sonreír y mecontempla con ojos doloridos.

—Eden está muerto —sentencia.Una sirena lejana me despierta y

deshace la pesadilla.Me quedo quiero un rato con los

ojos muy abiertos, esforzándome porcontrolar mi respiración. El sueño se meha grabado a fuego. Me concentro en lasirena para distraerme, y de prontocaigo en cuenta en que no suena como lade un coche de policía. Tampoco es lasirena de una ambulancia. Es la de un

Page 394: Legend, Marie Lu-

furgón médico militar como los que usanpara transportar a los soldados heridos.Suena más fuerte y aguda porque losfurgones militares tienen prioridadabsoluta.

Pero este furgón no puedetransportar soldados: a los militares lesuelen tratar en el frente, en hospitalesde campaña. Y si necesitan atenciónespecializada los llevan al hospitalcentral, lejos de este barrio.

Sin embargo, dado que estosfurgones están muy bien equipados paraatender emergencias, también se utilizanen otra tarea: llevar hasta loslaboratorios a los enfermos de brotes

Page 395: Legend, Marie Lu-

especiales de peste. Enfermos a los quequieren estudiar los médicos.

Incluso Tess reconoce la sirena.—¿Adónde irán? —pregunta.—Ni idea —respondo.Me incorporo y miro a mi alrededor.

La chica parece llevar horas despierta.Está sentada a corta distancia, apoyadacontra la pared, y observa la calle conexpresión severa y concentrada. Parecetensa.

—Buenos días —saludo.Mis ojos bajan hasta sus labios sin

que lo pueda evitar. ¿De verdad la beséanoche? Ella no se inmuta.

—Tu familia tiene una marca en la

Page 396: Legend, Marie Lu-

puerta, ¿verdad?Tess la mira con desconcierto; yo

me quedo sin palabras. Hace años quenadie que no sea Tess menciona a mifamilia.

—Ayer me seguiste —murmuro.Debería estar enfadado, pero me

siento confuso. Supongo que lo hizollevada por la curiosidad. Estoyasombrado ¿cómo pudo hacerlo sin queyo me diera cuenta?

Además, parece haber cambiado.Ayer por la noche se sentía tan atraída amí como yo por ella. Hoy se muestradistante, alejada. ¿Habré hecho algo quela haya molestado? Me mira

Page 397: Legend, Marie Lu-

directamente a los ojos.—¿Para eso estás ahorrando? ¿Para

comprar una vacuna contra la peste?Creo que pretende conseguir algo de mí,pero no sé qué.

—Sí —contesto—. ¿Por qué teinteresa tanto?

—Es demasiado tarde —replica—.La patrulla antipeste va a por tu familia.Se los quieren llevar.

Page 398: Legend, Marie Lu-

JUNE

NO hace falta que diga más para queDay se incorpore de golpe. La sirena delfurgón médico se desplaza directamentehacia el cruce de Figueroa con Watson,como me aseguró Thomas.

—¿Qué dices? —pregunta Day,todavía aturdido; no lo ha asimilado—.¿Cómo que van a por mi familia? ¿Y túcómo lo sabes?

—No hagas preguntas. No tienestiempo que perder.

Por un instante, titubeo: sus ojos

Page 399: Legend, Marie Lu-

muestran tal expresión de terror, parecetan vulnerable, que no me siento capazde mentirle. Me aferró a la ira que sentíanoche y reúno fuerzas para hacerlo.

—Es verdad que te seguí ayer hastala zona en cuarentena, y por el camino via unos policías que hacían la patrulla.Me escondí y oí que hablaban deevacuar una casa que tiene pintada unaequis con tres rayas. Solo trato deayudarte. Pero date prisa: tienes que irahora mismo.

La debilidad de Day es su familia, yyo me aprovecho de ello. No vacila, nose para a analizar lo que he dicho; nisiquiera se plantea por qué no se lo

Page 400: Legend, Marie Lu-

conté en cuanto lo supe. Antes de queacabe de hablar, se incorpora de unsalto, localiza la dirección de la queviene la sirena y sale disparado delcallejón. Me sorprende sentir unapunzada de culpa. Day confía en mí;confía de verdad, como un estúpido, sinsombra de duda. Creo que nunca heconocido a nadie que creyera en mí deesa forma ciega, con esa facilidad.Puede que ni siquiera Metias.

Tess le observa marcharse, cada vezmás asustada.

—¡Vamos! ¡Tenemos que seguirlo!—grita tirándome de una mano—.¡Necesita nuestra ayuda!

Page 401: Legend, Marie Lu-

—No —replico en tono tajante—.Iré yo. Tú ocúltate y no te muevas.Vendremos a buscarte después.

Me marcho sin darle tiempo aprotestar. Cuando vuelvo la cabeza laveo de pie en el callejón, con los ojosclavados en el punto en el que yo meencontraba hace un momento. Me vuelvoa girar: es mejor que se quede fuera detodo esto. Si está ahí cuandoarrestemos a Day, ¿qué podríapasarle?

Hago un chasquido con la lenguapara conectar el micrófono. Duranteunos segundos suena un rumor deinterferencias.

Page 402: Legend, Marie Lu-

—¿Me oye, señorita Iparis? —diceThomas al fin—. ¿Qué está pasando?¿Dónde se encuentra?

—Day se dirige a la esquina deFigueroa con Watson. Voy tras él.Thomas toma aire.

—De acuerdo. Nosotros ya hemoscubierto el terreno. Nos veremos enbreve.

—Aguarden mis órdenes. No quieroque haya heridos… —la estática corta lacomunicación.

Bajo a la carrera por la calle,notando cómo me palpita la herida. Dayno puede estar muy lejos; apenas mesaca medio minuto de ventaja. Tomo la

Page 403: Legend, Marie Lu-

misma dirección que siguió ayer por lanoche: al sur, hacia Union Station. Alpoco, atisbo su vieja gorra entre lamultitud.

Concentro toda mi rabia, mi miedo ymi ansiedad en su nuca. Tengo queesforzarme por mantener una distanciaprudencial para que no sepa que le pisolos talones. Una parte de mí recuerda laforma en que me salvó de la pelea deskiz, el cuidado con el que me curó laherida, el tacto delicado de sus manos…Quiero gritarle; quiero odiarle porhaberme engañado así. ¡Idiota!

Es un milagro que haya esquivado algobierno durante tanto tiempo; pero

Page 404: Legend, Marie Lu-

ahora, su familia está en peligro y nopuede esconderse. No puedocompadecerme de un criminal, merecuerdo con dureza. No es más que unacuenta que saldar.

Page 405: Legend, Marie Lu-

DAY

NORMALMENTE agradezco que hayatanta gente por las calles de Lake: así esmás fácil entrar y salir del barrio,perder a los que me siguen el rastro ydespistar a los que buscan pelea. Estejaleo me ha sido útil más veces de lasque puedo recordar. Hoy, sin embargo,solo consigue retrasarme. Aunque heatajado por la orilla del lago, alcanzarémi casa justo antes de que lo haga elfurgón.

No llegaré a tiempo de sacarlos de

Page 406: Legend, Marie Lu-

allí. Aun así, tengo que intentarlo; deboalcanzarlos antes de que lo hagan lossoldados.

De vez en cuando me detengo paracomprobar si el furgón se dirige a mibarrio. Sí, no cabe duda. Corro másdeprisa. Ni siquiera me detengo cuandochoco con un anciano que tropieza y caede bruces contra el cemento.

—¡Perdón! —grito. Oigo que mechilla algo, pero no me detengo a miraratrás.

Cuando llego a mi calle, estoysudando a chorros. La casa parecetranquila, con el precinto de lacuarentena aún intacto. Me escabullo

Page 407: Legend, Marie Lu-

por los callejones hasta llegar a la valladel patio trasero, me cuelo entre lospostes medio caídos, aparto el tablónsuelto y me arrastro bajo el porche. Lasflores que dejé en el conducto deventilación continúan ahí, ya marchitas.Por una grieta del suelo veo a mi madre,sentada a la cabecera de Eden. John estáal lado enjugando una toalla en unbarreño. Dirijo la mirada hacia Eden:parece encontrarse peor. Es como sihubiera perdido el color. Respira conaspereza, tan fuerte que lo oigo desdedonde me encuentro.

Mi mente se desespera por encontraruna solución. Podría sacar a los tres de

Page 408: Legend, Marie Lu-

la casa ahora mismo, pero nosarriesgaríamos a caer directos en manosde las patrullas antipeste o de la policíaciudadana. Tal vez pudiera ocultarlos enalguno de los escondrijos que usamosTess y yo. Mi madre y John puedencorrer, pero ¿cómo va a seguirnos Eden?John no puede llevarlo a cuestas tantotiempo. ¿Y si encontrara el modo demeterlos en un tren de mercancías yayudarlos a escapar hacia… no sé,alguna parte? Si las patrullas quierenllevarse a Eden, el que mi madre y Johnabandonen sus trabajos y huyan no va aempeorar las cosas. Al fin y al cabo, yaestán en cuarentena. Podría ayudarlos a

Page 409: Legend, Marie Lu-

llegar a Arizona o al oeste de Texas; conun poco de suerte, al cabo de un tiempose cansarían de buscarlos. Y de todosmodos, ¿quién me asegura que la chicasabe lo que dice? Tal vez estéequivocada; puede que no vengan a pormi familia. Entonces podría seguirahorrando para comprar la vacuna. A lomejor me estoy angustiando por nada.

Pero a lo lejos resuena la sirena delfurgón, cada vez más fuerte. Vienen apor Eden.

Salgo a toda prisa del porche y medirijo a la entrada trasera. Desde aquí seoyen las sirenas con absoluta claridad.Cada vez suenan más cerca. Abro la

Page 410: Legend, Marie Lu-

puerta, cruzo el cuarto de estar y meabalanzo hacia la puerta de lahabitación.

Respiro hondo, abro de golpe yentro.

Mi madre suelta un grito de asombroy John gira en redondo. Los tres nosquedamos mirándonos sin saber quéhacer.

—¿Qué pasa? —el rostro de Johnempalidece al ver mi expresión—. ¿Quéhaces aquí?

¿Qué ha pasado? —intenta que suvoz suene firme, pero sabe que pasaalgo grave; tanto, que me he vistoobligado a aparecer.

Page 411: Legend, Marie Lu-

Me quito la gorra y el pelo me caeen una maraña. Mi madre se lleva unamano vendada a la boca. Sus ojos, quetenían una expresión de desconfianza, depronto se abren como platos.

—Soy yo, mamá —digo—. SoyDaniel.

Veo todas las emociones que vanpasando por su cara: incredulidad,alegría, confusión… Al fin, da un pasoadelante. Su mirada oscila entre John yyo. No sé qué le sorprende más: que yoesté vivo o que John lo supiera.

—¿Daniel? —susurra.Mi antiguo nombre me suena raro.

Me acerco y le agarro con cuidado las

Page 412: Legend, Marie Lu-

manos heridas. Tiemblan.—No hay tiempo para

explicaciones.Intento no fijarme en la expresión de

sus ojos; hace tiempo eran de un azul tanintenso como el de los míos, pero eldolor los ha apagado. ¿Cómo teenfrentas a una madre que te cree muertodesde hace años?

—Vienen a por Eden —explico—.Tienen que esconderlo.

—¿Daniel? —me aparta el pelo delos ojos y de pronto me siento otra vezcomo un niño—. Mi Daniel. Estásvivo… Esto tiene que ser un sueño.

Le agarro los hombros.

Page 413: Legend, Marie Lu-

—Mamá, escúchame: se estáacercando la patrulla antipeste, y traenun furgón médico. No sé qué virus tieneEden, pero se lo quieren llevar. Tienenque esconderse.

Me contempla durante unos instantesantes de asentir y llevarme hasta la camade mi hermano pequeño. Ahora queestoy cerca de él, veo que sus ojos sehan vuelto casi negros. No reflejan laluz; en un fogonazo de puro terror, medoy cuenta de que se debe a que lesangran los iris. Mi madre y yo leayudamos a incorporarse. Le arde lapiel. John lo carga suavemente ahombros, susurrando palabras de

Page 414: Legend, Marie Lu-

consuelo. Eden deja escapar un grito dedolor y su cabeza cae a un lado, contrael cuello de John.

—Hay que conectar los doscircuitos… —murmura.

La sirena continúa aullando en elexterior; están a menos de dos manzanas.Intercambio una mirada dedesesperación con mi madre.

—Bajo el porche —susurra ella—.No hay tiempo de huir.

Ni John ni yo lo discutimos. Mimadre me aferra la mano y los tres nosdirigimos a la puerta trasera. Me paro uninstante para calcular a qué distancia seencuentra la patrulla. Casi están aquí.

Page 415: Legend, Marie Lu-

Me agacho rápidamente y aparto eltablón suelto.

—Primero Eden —musita mi madre.John lo sujeta con firmeza, se

arrodilla y se mete con él en el hueco.Después entra mi madre. Los sigo, borrolas huellas que hemos dejado en la tierrade fuera y vuelvo a colocar el tablón ensu sitio. Espero que sea suficiente conesto. Nos acurrucamos en el rincón másoscuro; apenas podemos vernos la cara.Yo me dedico a mirar los rayos de luzque entran por el hueco de ventilación.Dividen la tierra en franjas que apenasme dejan distinguir las margaritas secas.Las sirenas del furgón se aleja un

Page 416: Legend, Marie Lu-

momento — deben de estar girando enalguna parte— y de pronto se haceensordecedora. Suena un estruendoacompasado de pisadas.

Maldita sea. Se han parado delantede la casa: van a forzar la entrada.

—Quédense aquí —susurro. Meretuerzo el pelo sobre la cabeza y losujeto con la gorra—. Voy aahuyentarlos.

—No —me corta John—. No se teocurra salir. Es demasiado peligroso.Niego con la cabeza.

—Es más peligroso que me quedecon ustedes. Confía en mí, John.

Miro a mi madre: intenta mantener el

Page 417: Legend, Marie Lu-

miedo a raya mientras le cuenta unahistoria a Eden en voz baja. Recuerdo lotranquila que me parecía cuando erapequeño, su voz suave, su sonrisa. Mevuelvo hacia John.

—Ahora vengo.Por encima de nuestras cabezas,

alguien golpea la puerta principal.—¡Patrulla antipeste! —grita una

voz—. ¡Abran!Avanzo a gatas hasta el tablón

suelto, lo aparto, salgo sin hacer ruido ytapo el agujero con cautela. La valla delpatio me oculta, pero las grietas de lostablones me permiten distinguir a lossoldados que aguardan junto a la puerta.

Page 418: Legend, Marie Lu-

Tengo que actuar con rapidez; si lo hagobien, puedo pillarlos por sorpresa.Repto hasta llegar a la casa, apoyo elpie en un ladrillo que sobresale, salto,me agarro al borde del tejado y me aúpoa pulso.

La chimenea y las sombras de losedificios cercanos me ocultan; lossoldados no pueden verme, pero yo aellos sí. De hecho, me quedo asombradoal descubrir lo que hay ahí. Algo va mal.Si nos enfrentáramos a una patrullaantipeste, tal vez tuviéramos algunaoportunidad de escapar; pero lo que haydelante de casa es mucho más que unadocena de soldados. Cuento al menos

Page 419: Legend, Marie Lu-

veinte, y puede que sean más. Casi todosllevan mascarillas blancas, salvo losque van con máscaras de gas. Junto alfurgón médico hay aparcados dostodoterrenos del ejército. En la partedelantera de uno se sienta una oficial dealto rango, con charreteras rojas y gorrade comandante. Junto a ella se encuentraun hombre joven de pelo oscuro, vestidocon uniforme de capitán.

Y de pie junto a él, impertérrita, estála chica.

Frunzo el ceño, confuso. Han debidode arrestarla y ahora querrán usarlacomo rehén. Eso quiere decir quetambién han capturado a Tess. Recorro

Page 420: Legend, Marie Lu-

la calle con la mirada, pero no la veo.Vuelvo a contemplar a la chica. Parecetranquila, imperturbable; no la afectanlos soldados que la rodean. Levanta lasmanos y se ajusta una mascarilla.

Y de pronto me doy cuenta de porqué me resulta tan familiar: son sus ojos,ese brillo oscuro con reflejos dorados.Aquel capitán llamado Metias, el queestuvo a punto de atraparme la noche enque asalté el hospital… tenía losmismos ojos.

Deben de ser parientes y, como él, lachica trabaja para las fuerzas armadas.No acabo de creerme lo estúpido que hesido. Debería haberme dado cuenta

Page 421: Legend, Marie Lu-

antes. Recorro las caras de los soldadosen busca de Metias, pero solo veo a lachica.

La han enviado para cazarme.Y yo soy tan estúpido que la he

traído directamente hasta mi familia.Puede que incluso haya matado a Tess.Cierro los ojos. Confié en ella, me dejéengañar. Incluso la besé. Hasta meenamoré de ella. La idea me vuelve locode rabia.

En el interior de la casa suena ungolpe fuerte. Oigo voces y despuésgritos. Los soldados los han encontrado:han destrozado el suelo y los han sacadode ahí.

Page 422: Legend, Marie Lu-

¡Baja! ¿Qué haces escondido en eltejado? ¡Ayúdalos!, pienso. Pero soloconseguiría empeorar las cosas: si losmilitares comprueban que esa es mifamilia, están perdidos. Me quedoinmóvil, congelado.

Entonces, dos soldados conmáscaras de gas salen por la puertatrasera llevando a mi madre a rastras.Tras ellos, otros dos sujetan a John, quese debate y pide a gritos que la dejen enpaz. Dos médicos salen los últimos,empujando una camilla sobre la que hanatado a Eden.

Tengo que hacer algo. Me saco delbolsillo las tres balas plateadas que me

Page 423: Legend, Marie Lu-

dio Tess tras el asalto al hospital.Mientras coloco una en mi tirachinas,me viene a la mente el recuerdo de labola de hielo y fuego que tiré al cuartelde la policía cuando tenía siete años.Apunto a uno de los soldados queretienen a John, tenso la goma todo loque puedo y disparo.

La bala le golpea el cuello con tantafuerza que veo cómo salta la sangre, y elsoldado se desploma aferrándose lamáscara con desesperación. Los demáslevantan la mirada y apuntan sus armashacia el tejado. Me agazapo tras lachimenea.

La chica da un paso al frente.

Page 424: Legend, Marie Lu-

—Day… —su voz resuena por todala calle; debo de estar delirando, porqueme parece percibir en ella algo parecidoa la compasión—. Sé que estás aquí, ysé por qué.

Abarca con un ademán a John y a mimadre. Eden ya está dentro del furgón.

Mi madre acaba de enterarse de quesoy ese criminal que aparece a diario enlas pantallas gigantes. Me quedocallado, cargo otra bala en el tirachinasy apunto a la chica.

—Quieres que tu familia esté segura.Lo entiendo —continúa—. Yo tambiénquería que mi familia estuviera a salvo.

Tenso la goma.

Page 425: Legend, Marie Lu-

La voz de la chica se vuelve tensa,casi suplicante.

—Te estoy dando la oportunidad desalvarlos. Entrégate, Day, y nadie saldráherido. Uno de los soldados que laflanquean eleva el cañón del arma ysuelto la goma en un acto reflejo. Labala le da en la rodilla y le hace caerhacia delante. Sus compañeros empiezana disparar mientras yo me pego a lachimenea. Saltan chispas por todaspartes. Aprieto los dientes y cierro losojos: no puedo hacer nada. Estoyindefenso.

Cuando el fuego cesa, me asomo unpoco y veo que la chica sigue de pie

Page 426: Legend, Marie Lu-

donde estaba. La comandante se cruzade brazos, pero la chica ni siquieraparpadea.

Entonces, la comandante da un pasohacia adelante. Cuando la chica haceademán de protestar, la aparta a un lado.

—No puedes quedarte ahí parasiempre —dice en un tono mucho másfrío que el de la chica—. Sé que nodejarás morir a tu familia.

Coloco mi última bala en eltirachinas y apunto directamente haciaella. Pasan los segundos. La comandantemenea la cabeza al ver que no contesto.

—Muy bien, Iparis —le dice a lachica—. Lo hemos intentado a tu

Page 427: Legend, Marie Lu-

manera. Ahora probaremos con la mía—se vuelve hacia el capitán de pelonegro y le hace un gesto—. Actúe.

Sin darme tiempo a reaccionar, elcapitán levanta la pistola, apunta a mimadre y le pega un tiro en la cabeza.

Page 428: Legend, Marie Lu-

JUNE

LA mujer ni siquiera ha caído a tierracuando veo que el chico se lanza desdeel tejado. Me quedo helada: se suponíaque esto no iba a ser así. No tenía quehaber víctimas. La comandante Jamesonno me dijo que pensara matar a nadie;solo teníamos que llevarlos a laintendencia de Batalla parainterrogarlos. Vuelvo la mirada haciaThomas, esperando verle tanhorrorizado como yo. Pero está inmóvil,inexpresivo, con el arma todavía

Page 429: Legend, Marie Lu-

desenfundada.—¡Atrápenlo! —grita la

comandante. El chico cae sobre unsoldado y lo derriba entre una nube detierra—. ¡Lo queremos vivo!

El chico —o Day, porque ya no cabeduda de que es él— suelta un gritodesgarrador y se lanza contra elsiguiente soldado, aunque no tieneninguna oportunidad: está rodeado. Selas arregla para quitarle el arma, perootro militar se la arranca de las manos.

La comandante Jameson me mira desoslayo y desenfunda su pistola. Laimagen de Metias me cruza por la mente.

—¡Comandante, no!

Page 430: Legend, Marie Lu-

—No pienso dejar que mate a misefectivos —replica ella.

Apunta a la pierna derecha de Day ydispara. No da en el blanco (la bala ibadirigida a la rodilla), pero le acierta enun muslo. Day ruge de dolor y cae enmedio del círculo de soldados; su gorrasale disparada y su cabello rubio sedesparrama por el suelo. Un soldado lodeja fuera de combate de una patada, yvarios de sus compañeros lo esposan, levendan los ojos y lo amordazan antes demeterlo en un todoterreno. Cuando logroreaccionar dirijo la mirada hacia el otroprisionero: es un hombre joven,seguramente hermano o primo de Day.

Page 431: Legend, Marie Lu-

Grita algo ininteligible mientras lossoldados lo meten a la fuerza en otrocoche.

Miro a mi alrededor: Thomas medirige una mirada de aprobación, con lamascarilla todavía puesta. Lacomandante Jamenson, sin embargo, meobserva con el ceño fruncido.

—Ya veo por qué en Drake teganaste fama de alborotadora —gruñe—. Esto no es la universidad. Nocuestiones mis órdenes.

Una parte de mí quiere pedirdisculpas, pero me siento abrumada portodo lo que ha pasado. Estoy demasiadoenfadada, nerviosa o aliviada, no sabría

Page 432: Legend, Marie Lu-

decir qué.—¿Y el plan que habíamos

acordado? Comandante, con todo elrespeto, no se habló en ningún momentode víctimas civiles.

Ella me responde con una carcajadaáspera.

—Mira, Iparis, no tenía ganas depasarme horas negociando. Esto ha sidomucho más eficaz… más convincentepara nuestro objetivo, por así decirlo —aparta la vista—. Bueno, ya está. Subeal coche. Volvemos al cuartel.

Hace un gesto rápido con la mano yThomas suelta una orden seca. Lossoldados recuperan rápidamente la

Page 433: Legend, Marie Lu-

formación mientras ella monta en elprimer todoterreno.

Thomas se acerca y me hace unsaludo militar con aire desenfadado.

—Te felicito, June —sonríe—. Loshas conseguido. ¡Vaya éxito! ¿Viste lacara que puso Day?

Acabas de matar a una persona. Nopuedo mirarle a la cara; me gustaríapreguntarle cómo puede obedecer tanciegamente, pero soy incapaz. Mimirada vaga hasta toparse con el cuerpode la mujer, tirado sobre el pavimento.Los médicos ya han rodeado a los tressoldados heridos. Sé que los meteráncon cuidado en el furgón médico y los

Page 434: Legend, Marie Lu-

llevarán hasta el cuartel, y que elcadáver de la mujer se quedará aquíabandonado. Algunos vecinos se asomanpor las ventanas del otro lado de lacalle. Al ver el cuerpo, varios vuelven ameterse rápidamente y otros noscontemplan con timidez. Una pequeñaparte de mí desea sonreír y saborear eltriunfo, la venganza por la muerte de mihermano; pero por más que meconcentro, no me inunda esa sensación.Aprieto los puños. El charco de sangreque se extiende bajo la mujer empieza adarme náuseas.

Recuerda, me digo. Day mató aMetias. Day mató a Metias.

Page 435: Legend, Marie Lu-

Las palabras resuenan en mi mente,vacías e inciertas.

—Sí —le digo a Thomas, y mi vozsuena como la de una extraña—. Creoque lo he conseguido.

Page 436: Legend, Marie Lu-

SEGUNDA PARTE:La chica que rompe el

cristal

Page 437: Legend, Marie Lu-

DAY

TODO está borroso. Armas, gritos, unchapoteo de agua helada en mi cabeza.El chasquido de una llave que gira enuna cerradura, el olor metálico de lasangre. Me contemplan máscaras de gas.Alguien grita. La sirena de un furgónmédico aúlla sin parar. Quiero que sedetenga; busco un interruptor, pero notolos brazos raros. No puedo moverlos. Lapierna izquierda me duele tanto que laslágrimas me corren por las mejillas. Talvez me la corten.

Page 438: Legend, Marie Lu-

Mi mente repite una y otra vez elmomento en que el capitán disparó a mimadre, como una película atascada enuna escena. No entiendo por qué no seaparta. Le grito que se mueva, que seagache, que haga algo. Pero se quedaquieta hasta que la bala la alcanza yluego se desploma. Tiene los ojos fijosen mí. Pero no es por mi culpa. No. No.

Al cabo de una eternidad, consigoenfocar la vista. ¿Cuánto tiempo hapasado? ¿Cuatro, cinco días? ¿Un mes,tal vez? No tengo ni idea. Cuando porfin vuelvo en mí, veo que estoy en unacelda diminuta sin ventanas, solo cuatroparedes de metal. Dos soldados montan

Page 439: Legend, Marie Lu-

guardia a los lados de una puerta comola de una cámara acorazada. Siento lalengua agrietada, pastosa. Las lágrimasme han dejado acartonada la piel. Mismuñecas están sujetas al respaldo de unasilla con algo que parecen esposas demetal. Tardo un poco en darme cuentade que estoy sentado. El pelo me caesobre la cara, y tengo la camisetamanchada de sangre. El pánico seapodera de mí: Mi gorra. Estoy aldescubierto.

Un latigazo me recorre la piernaizquierda. Nunca había sentido un dolorasí, ni siquiera cuando me hicieron elprimer corte en la rodilla. Estoy bañado

Page 440: Legend, Marie Lu-

en sudor frío y veo luces de colores. Eneste momento, daría cualquier cosa portener un analgésico o hielo paracolocármelo sobre el muslo herido, oincluso por tener otra bala que pusierafin a mis sufrimientos. Tess, te necesito.¿Dónde estás?

Cuando me atrevo a examinar mipierna, me sorprende descubrir que estáenvuelta en un vendaje empapado ensangre.

Uno de los militares nota que merevuelvo y se lleva la mano al oído.

—Está despierto, comandante.Unos minutos más tarde —o puede

que hayan sido horas—, la puerta se

Page 441: Legend, Marie Lu-

abre y deja paso a la oficial que ordenóque mataran a mi madre. Lleva puesto eluniforme completo, con capa y todo, ylas tres flechas de su insignia despidenreflejos plateados bajo losfluorescentes. Electricidad: estoy en unedificio oficial.

La comandante ordena algo en vozbaja a los soldados que vigilan lapuerta, y luego la cierra y se pasea haciamí con una gran sonrisa. Una neblinaroja me emborrona la visión; no sé si laproduce el dolor de la pierna o la rabia.La oficial se detiene delante de la silla yse inclina sobre mí.

—Mi querido muchacho… —

Page 442: Legend, Marie Lu-

susurra, y me doy cuenta de que estádisfrutando del momento—. Cuando medijeron que ya estabas despierto, mepuse tan contenta que tuve que venir acomprobarlo. Deberías estar satisfecho:los médicos dicen que no te hascontagiado de la peste. Una suerte,teniendo en cuenta que te has mezcladocon esos pobres desgraciados a los quellamas familia.

Echo la cabeza hacia atrás y escupo,tratando sin éxito de acertarle en la cara.Aunque apenas muevo la pierna, eldolor es desgarrador: la noto al rojovivo.

—Eres un chico muy guapo —me

Page 443: Legend, Marie Lu-

ofrece una sonrisa llena de veneno—. Esuna pena que escogieras la vidacriminal. Podrías haber sido famoso,¿sabes? Con esa cara tan bonita…Habrías tenido vacunas gratuitas todoslos años. ¿No te parece que hubieraestado bien?

Le arrancaría toda la piel de la carasi no estuviera atado.

—¿Dónde están mis hermanos? —pregunto; mi voz es un graznido ronco—. ¿Qué han hecho con Eden?

La comandante se limita a sonreír yhace un gesto en dirección a lossoldados.

—Créeme: me encantaría quedarme

Page 444: Legend, Marie Lu-

a charlar contigo, pero tengo que dirigirunas maniobras. Te dejo con alguien quetiene muchas más ganas de estar aquíque yo. Ella se encargará de todo.

Se da la vuelta y sale sin mirar atrás.Entonces, otra persona —más baja, defigura delicada— entra en la celda conun revoloteo de su capa negra.Pantalones recién planchados, botasrelucientes, cara lavada… La chica estáimpecable, su larga melena oscurarecogida en una coleta tirante. Va deuniforme: las charreteras doradas brillanen lo alto de su capa militar, llevacordones blancos en los hombros y unainsignia con dos flechas cosida en una

Page 445: Legend, Marie Lu-

manga. La capa negra ribeteada en orocae hasta el piso, sujeta en el cuello porun nudo Canto. Me sorprende lo jovenque parece, incluso más que cuando laconocí; es extraño que la Repúblicaotorgue un rango tan alto a una chica demi edad. Le miro la boca: los mismoslabios que besé están ahora cubiertospor una capa de brillo. Un pensamientoabsurdo me invade la mente: si no fueraculpable de la muerte de mi madre, si nome hubieran capturado por su culpa, sino deseara matarla, la encontraríaimpresionante. Casi me dan ganas dereír.

Ella se da cuenta de que la he

Page 446: Legend, Marie Lu-

reconocido.—Supongo que este encuentro te

hace tanta ilusión como a mí. Consideraun acto de bondad extrema que hayapedido que te vendaran la pierna —diceen tono seco—. Te quiero ver en pie eldía que te ejecuten, y no deseo quemueras antes por culpa de una infección.

—Gracias. Eres muy amable.—Así que tú eres Day —repone ella

haciendo caso omiso de mi sarcasmo.Me quedo callado.

La chica se cruza de brazos y mededica una mirada penetrante.

—Aunque debería llamarte Daniel,¿no? Daniel Altan Wing. Conseguí

Page 447: Legend, Marie Lu-

sacarle esa información a tu hermanomayor.

La mención de John hace que meincline involuntariamente hacia delante.Lo lamento de inmediato: la pierna meestalla de dolor.

—¿Dónde están mis hermanos?Su expresión no varía. Ni siquiera

pestañea.—Ya no son de tu incumbencia.Avanza varios pasos con la

precisión y la seguridad propias de laelite de la República. Lo disimuló deuna forma sorprendente cuando laconocí; pensarlo me enfada todavía más.

—Así es como funciona esto, Wing

Page 448: Legend, Marie Lu-

—dice en tono seco—. Te voy a haceruna pregunta y tú me vas a dar unarespuesta. Empecemos con algosencillo: ¿cuántos años tienes?

Clavo los ojos en los suyos.—No debería haberte salvado en

aquella pelea de skiz. Tendría que haberdejado que murieras.

La chica baja la vista, se saca lapistola del cinturón y me cruza la caracon la culata. Por un instante no veo másque una luz cegadora, y luego noto elsabor de la sangre en la boca. Oigo unchasquido y siento el frío del metalcontra la sien.

—Respuesta equivocada. Voy a ser

Page 449: Legend, Marie Lu-

clara: si me das otra respuestaincorrecta, me aseguraré de que losgritos de tu hermano John se oigan desdeaquí. A la tercera respuesta equivocada,sonarán también los gritos de tu hermanoEden.

John y Eden. Por lo menos, los dosestán vivos. De pronto caigo en lacuenta de que la pistola no está cargada:el gatillo ha producido un sonido hueco.No me quiere matar. Solamente va agolpearme con la culata.

La chica no aparta el arma.—¿Cuántos años tienes?—Quince.—Mucho mejor —baja la pistola un

Page 450: Legend, Marie Lu-

poco—. Y ahora llega el momento deque confieses algunas cosas. ¿Entrastepor la fuerza en el banco Arcadia?

El lugar de los diez segundos.—Sí.—Entonces, fuiste tú quien se llevó

de allí dieciséis mil quinientos billetes.—Exacto.—¿Reconoces haber destrozado el

Departamento de Defensa Interna hacedos años y haber saboteado los motoresde dos aviones de guerra?

—Sí.—¿Prendiste fuego a diez aviones de

combate que estaban estacionados en labase aérea de Burbank, preparados para

Page 451: Legend, Marie Lu-

dirigirse al frente?—También; la verdad es que fue

divertido.—¿Asaltaste a un cadete que estaba

de guardia en la frontera del sector Alta,en una zona en cuarentena?

—Lo até y repartí alimentos entrelas familias enfermas. Qué gran delito,¿verdad?

La chica continúa recitando mishazañas, incluidas algunas que apenasrecuerdo. Luego menciona un delitomás: el último.

—¿Irrumpiste en la planta terceradel hospital central de Los Ángeles pararobar suministros médicos? ¿Causaste la

Page 452: Legend, Marie Lu-

muerte de un capitán de la policíamilitar durante la incursión?

Subo la barbilla.—Te refieres a un capitán llamado

Metias, ¿verdad?—Correcto —me dirige una mirada

gélida—. Mi hermano.De modo que esa es la razón por la

que me ha dado caza. Tomo aire.—Tu hermano… Yo no lo maté. No

podría haberlo hecho. A diferencia deustedes, yo no mato a la gente. Nunca.

La chica no contesta. Nos miramos ypor un instante me invade una absurdaoleada de compasión que desechorápidamente. No puedo sentir lástima

Page 453: Legend, Marie Lu-

por una agente de la República.Se gira hacia uno de los soldados de

la puerta.—El prisionero de la celda 6822.

Córtenle los dedos.Me abalanzo hacia ella, pero las

esposas me retienen. La pierna meexplota de dolor. No estoyacostumbrado a que nadie tenga talpoder sobre mí.

—¡Sí, yo entré en el hospital! —grito—. ¡Pero hablo en serio cuandodigo que no lo maté! De acuerdo, loherí: tenía que escapar y él intentódetenerme. Pero es imposible que lomatara; solo le hice una herida en el

Page 454: Legend, Marie Lu-

hombro con el cuchillo. Por favor… deverdad, responderé a tus preguntas. ¡Tehe contestado a todas hasta ahora!

La chica me observa.—¿Nada más que un hombro herido?

Deberías haberte parado a comprobarlo.Sus ojos desprenden una cólera tan

profunda que me siento desconcertado.Intento recordar la noche en la que meenfrenté a Metias. Él me apuntó con lapistola, y yo le lancé el cuchillo y ledi… en el hombro. Estoy seguro.

¿O no?La chica le ordena al soldado que

espere.—De acuerdo con la base de datos

Page 455: Legend, Marie Lu-

de la República —dice—, Daniel AltanWing murió de viruela hace cinco añosen uno de nuestros campos de trabajo.

Resoplo. «Uno de nuestros camposde trabajo». Sí, claro, y el Elector ganasu puesto democráticamente cada cuatroaños. ¿De verdad se cree toda la basuray las mentiras que le han contado, o esque está burlándose de mí? Me viene ala memoria un antiguo recuerdo: unaaguja penetrando en mis ojos, una fríacamilla de metal, un foco que me ciega.La imagen se desvanece de inmediato.

—Daniel está muerto —replico—.Lo dejé atrás hace mucho.

—Cuando comenzaste a hacer

Page 456: Legend, Marie Lu-

travesuras en las calles, supongo. Cincoaños atrás. Te acostumbraste a salirimpune y bajaste la guardia, ¿no crees?¿Alguna vez has trabajado para alguien?¿Te han contratado? ¿Has estadovinculado a los Patriotas?

Niego con la cabeza. Una preguntaterrible empieza a abrirse paso en mimente. ¿Qué habrá hecho con Tess?

—No. Han intentado reclutarme,pero prefiero trabajar solo.

—¿Cómo escapaste del campo detrabajo? ¿Cómo es que acabastecometiendo actos de terrorismo por todala ciudad de Los Ángeles, cuandodeberías haber estado sirviendo a la

Page 457: Legend, Marie Lu-

República?—Eso da igual, ¿no? Ahora estoy

aquí.Esta vez creo que le he tocado una

fibra sensible, porque da una patada a lasilla y me estampa la cabeza contra lapared. Por un momento lo veo todonegro.

—Voy a decirte una cosa: no daigual —masculla—. Porque si nohubieras escapado, mi hermano seguiríavivo. Y quiero asegurarme de queninguna escoria callejera asignada a loscampos de trabajo escapa del sistema,para que esto nunca se vuelva a repetir.

Me río en su cara. El dolor de la

Page 458: Legend, Marie Lu-

pierna no hace más que aumentar mirabia.

—Ah, ¿así que eso es lo que tepreocupa? ¿Que un puñado defracasados consiga escapar de lamuerte? Hay que ver lo peligrosos queson esos niños de diez años, ¿eh? Teestoy diciendo que te equivocas. Yo nomaté a tu hermano. Tú, sin embargo, hasasesinado a mi madre. ¡Solo te faltóempuñar la pistola que la mató!

El rostro de la chica se endurece,pero noto que vacila bajo su máscaraimpertérrita y, por un instante, veo a lapersona que conocí en la calle. Seacerca tanto a mí que sus labios rozan

Page 459: Legend, Marie Lu-

mi oreja y su aliento me cosquillea en lapiel. Un escalofrío me recorre la espinadorsal. Baja el tono de voz hasta que seconvierte en un susurro que solo yopuedo escuchar.

—Siento lo de tu madre. Lacomandante me aseguró que no habríadaños colaterales, pero no cumplió supalabra. Yo… —se le rompe la voz;esto suena casi como una disculpa, peroes demasiado tarde para pedir perdón—. Ojalá hubiera podido detener aThomas. Tú y yo somos enemigos, no teequivoques, pero… preferiría que esono hubiera sucedido —se endereza yhace ademán de marcharse—. Hemos

Page 460: Legend, Marie Lu-

terminado por ahora.—Espera —digo, haciendo un

esfuerzo por controlar la rabia. Lapregunta en la que no quiero ni pensarsale antes de que pueda detenerla—.¿Está viva? ¿Qué han hecho con ella?

La chica se vuelve; por la expresiónde su cara, está claro que sabeperfectamente de quién hablo. Tess.¿Está viva? Me preparo para lo peor.

—Ni idea. No tengo ningún interésen ese asunto —dice meneando lacabeza, y le hace un gesto a uno de losguardas—. No le den agua durante todoel día. Llévenlo a la celda del extremodel pasillo, a ver si mañana por la

Page 461: Legend, Marie Lu-

mañana está un poco más dócil.Me resulta extraño ver cuadrarse a

un soldado ante alguien tan joven.Ha ocultado la existencia de Tess .

¿Por mí? ¿Por ella?La chica se va y me quedo a solas

con los soldados. Me levantan y mearrastran hasta la puerta. Mi piernaherida rebota sobre las baldosas; nopuedo contener las lágrimas. El dolorme marea, me ahoga en un pozo sinfondo. Me obligan a recorrer uncorredor que parece medir un kilómetrode largo. Por todas partes se vensoldados y médicos con gafasprotectoras y guantes blancos. Deben de

Page 462: Legend, Marie Lu-

haberme traído al ala médica por lo dela pierna.

La cabeza se me cae hacia delante.No aguanto más. Me viene a la mente laimagen de mi madre, su cara cuando sedesplomó en el suelo. ¡Yo no lo hice!Quiero gritar, pero no puedo: el dolorde la pierna copa todos mis sentidos.

Por lo menos, Tess está a salvo.Ojalá pudiera avisarla, pedirle que sevaya de California, que huya tan rápidocomo pueda.

Y entonces, en medio del pasillo,distingo algo que me llama la atención.Es un número rojo —un cero—, delmismo estilo que los que vi bajo el

Page 463: Legend, Marie Lu-

porche de mi casa y a la orilla del lago.Aquí. Giro la cabeza para verlo mejor.La puerta es opaca, pero cuandopasamos a su lado se abre para dejarpaso a una figura cubierta por un monoblanco y una máscara de gas, y consigoechar un vistazo al interior de la sala.Un plástico que cubre una camilla. Elbulto de un cuerpo. Sobre el plástico hayuna equis roja.

La puerta se cierra y seguimosavanzando.

Mi mente procesa una serie deimágenes: los números rojos; la equis detres aspas en la puerta de mi casa; elfurgón médico que se llevó a Eden; los

Page 464: Legend, Marie Lu-

ojos de Eden, negros por la sangre.Quieren algo de mi hermano

pequeño. Algo que tiene que ver con suenfermedad. Vuelvo a recordar esaextraña equis.

¿Y si Eden no enfermó porcasualidad? ¿Y si nadie se contagiara dela peste por accidente?

Page 465: Legend, Marie Lu-

JUNE

ESA misma noche me arreglo de malagana debo asistir a un baile del brazo deThomas. La fiesta se ha organizado paracelebrar la captura de un peligrosocriminal y para recompensarnos porhaberlo apresado. Al llegar, todos lossoldados se desviven por abrir laspuertas y dejarme paso con galantería.Muchos me dirigen un saludo militar.Cuando paso al lado de la gente, sequedan callados y me sonríen, y minombre parece estar en boca de todos.

Page 466: Legend, Marie Lu-

«Esa es la chica Iparis». «Parecedemasiado joven». «Solo tiene quinceaños, amigo mío». «Hasta el mismísimoElector está impresionado». Algunoscomentarios están teñidos de envidia.«No ha sido para tanto…». «Enrealidad, todo mérito es de lacomandante Jameson». «No es más queuna niña».

Pero digan lo que digan, todoshablan de mí.

Intento sentirme orgullosa. MientrasThomas y yo recorremos el salón llenode mesas puestas para el banquete yadornadas con candelabros, le digo queapresar a Day ha cubierto el enorme

Page 467: Legend, Marie Lu-

vacío que la muerte de Metias dejó enmi vida. Pero en el fondo, no me lo creo.Todo parece falso, fuera de lugar; me dala impresión de que este lugar es unaalucinación que se romperá en pedazossi la toco.

Me siento mal, como si hubierahecho una cosa terrible al traicionar a unchico que confiaba en mí.

—Me alegro de que estés mejor —dice Thomas—. Al menos, Day haservido para algo bueno.

Su cabello está cuidadosamentepeinado hacia atrás, y su pulcrouniforme de capitán hace que parezcamás alto. Posa una mano enguantada en

Page 468: Legend, Marie Lu-

mi antebrazo. Si lo hubiera hecho antesde asesinar a la madre de Day, le habríasonreído, pero ahora su contacto meprovoca escalofríos. Aparto el brazocon suavidad.

Day solo ha servido para que meponga un vestido elegante. Me gustaríadecirlo en alto, pero me callo y aliso lafalda aunque no está arrugada. Thomas yla comandante Jameson insistieron enque me arreglara mucho. No quisierondecirme por qué, y la comandante hizoun gesto desdeñoso con la mano cuandoinsistí en preguntarlo.

—Por una vez en tu vida, Iparis, hazlo que se te dice sin discutir.

Page 469: Legend, Marie Lu-

Luego añadió algo sobre unasorpresa, una aparición inesperada dealguien muy querido por mí. Durante unmomento absurdo, me vino a la mente mihermano. Pensé que alguien le habíadevuelto la vida de alguna forma y queaparecería en la fiesta.

Dejo que Thomas me conduzca entrela multitud de generales y altos cargos.

Acabé por elegir un corsé de colorzafiro con una hilera de pequeñosdiamantes en el escote. Uno de mishombros está cubierto de encaje y elotro se oculta bajo una capa de seda. Mehe dejado la melena suelta, aunque memolesta bastante —normalmente me

Page 470: Legend, Marie Lu-

aparto el pelo de la cara con una cola decaballo—. Thomas me mira de vez encuando y se sonroja ligeramente. Noentiendo por qué, la verdad; he llevadovestidos más bonitos que este, que meresulta demasiado moderno, asimétrico.Con lo que me costó, un niño de losbarrios bajos habría comido biendurante varios meses.

—La comandante me ha informadode que sentenciarán a Day mañana por lamañana —observa Thomas después desaludar a un capitán del sector Emerald.

Aparto la mirada; no sé por qué,prefiero que Thomas no vea mireacción. Parece haberse olvidado ya de

Page 471: Legend, Marie Lu-

la madre de Day, como si hubieranpasado veinte años desde su muerte.Finalmente, hago un esfuerzo por sereducada y me vuelvo hacia Thomas.

—¿Tan pronto?—Cuanto antes mejor, ¿no? —la

repentina aspereza de su tono mesobresalta—. Y pensar que estuvisteobligada a permanecer tanto tiempojunto a él… Me asombra que no tematara mientras dormías. Yo… —Thomas me mira, y deja la fraseinacabada.

Mi mente vuelve al momento en quebesé a Day, a la calidez de sus labios, asus manos vendando mi herida. Desde

Page 472: Legend, Marie Lu-

que lo capturamos he intentadosolucionar este rompecabezas una y otravez. El Day que mató a mi hermano esun criminal despiadado, pero ¿quién esel Day que conocí en las calles? ¿Quiénes ese chico que arriesgó su vida poruna chica a la que no conocía? ¿Quién esese Day que parece destrozado por lamuerte de su madre? Cuando interroguéa su hermano John, que se parece a élcomo una gota de agua a otra, no mepareció mala persona. Ofreció su vida acambio de la de Day; quiso darme todoel dinero que tenía ahorrado para quedejara a Eden en libertad. ¿Cómo puedehaberse criado en esa familia un

Page 473: Legend, Marie Lu-

criminal despiadado?Recuerdo a Day atado a la silla, con

los rasgos retorcidos en una mueca dedolor, y la imagen hace que me sientaenfadada y confusa. Podría haberlomatado ayer. Podría haber cargado lapistola y haber acabado con todo esto.Pero la descargué antes de entrar.

—Toda esa escoria callejera esigual —dice Thomas, repitiendo mispalabras de ayer—. ¿Sabías que elhermano pequeño de Day, el que estáenfermo intentó escupir a la comandanteJameson? Trató de contagiarla de esevirus mutado que le ha hecho enfermar.

La verdad es que no he pensado

Page 474: Legend, Marie Lu-

demasiado en el hermano menor de Day.—Dime una cosa —me detengo para

mirar a Thomas a los ojos—. ¿Por quéle interesa tanto a la República eseniño? ¿Por qué lo han llevado allaboratorio?

—No estoy seguro —responde envoz más baja—. Creo que esinformación confidencial. Lo único quesé es que han venido a verle variosgenerales desde el frente.

Frunzo el ceño.—¿Han venido solo a verle a él?—Bueno, parece que acudieron a

una reunión de no sé qué, peroaprovecharon para pasarse por el

Page 475: Legend, Marie Lu-

hospital de la intendencia.—¿Qué interés puede tener el alto

mando del frente en el hermano de Day?Thomas se encoge de hombros.

—Si tenemos que saberlo, ya nos locontarán.

En ese momento pasa a nuestro ladoun hombre alto con una cicatriz que le vade la oreja a la barbilla. Chian. Nosmira con expresión afable y me pone unamano en el hombro.

—¡Agente Iparis! Esta es tu noche.¡Eres la estrella! Querida, te aseguroque las altas esferas no hacen más quehablar de tu magnífica actuación.Especialmente tu comandante; alardea

Page 476: Legend, Marie Lu-

de ti como si fueras su hija. Felicidadespor tu ascenso y por la recompensa…Con doscientos mil billetes podráscomprarte muchos vestidos tan elegantescomo este, ¿verdad?

Consigo asentir de forma educada.—Es usted muy amable, señor.Chian me sonríe, con las facciones

retorcidas por la cicatriz, y luego da unapalmada con sus manos enguantadas. Suuniforme carga con tantascondecoraciones, insignias y medallasque, si lo lanzaran al agua, se hundiría alinstante. Una de las medallas es de colorpúrpura y oro; eso significa que es unhéroe de guerra, aunque me cuesta

Page 477: Legend, Marie Lu-

mucho creer que haya arriesgado la vidapara salvar a sus compañeros. Tambiénsignifica que ha sido mutilado en suhazaña (sus manos parecen intactas, asíque debe de llevar una prótesis en lapierna. El sutil ángulo con el que seinclina sugiere que favorece más laizquierda que la derecha).

—Sígame, agente Iparis. Y tambiénusted, capitán —ordena— Hay alguienque desea conocerlos.

Debe de ser la persona quemencionó la comandante Jameson.Thomas me lanza una mirada cómplice.

Chian nos hace atravesar la sala delbanquete y la pista de baile hasta llegar

Page 478: Legend, Marie Lu-

a una gruesa cortina azul que aísla elfondo de la estancia. A los lados pendendos banderas de la República, y cuandonos acercamos me doy cuenta de que eltejido de la cortina está salpicado depequeñas banderas en relieve.

Nuestro guía abre la cortina y lacierra cuando entramos.

Hay doce sillas de terciopelocolocadas en círculo, y en cada una sesienta un oficial con uniforme de galanegro y charreteras doradas. Todossujetan copas de cristal. Reconozco avarios: algunos son generales del frente.AI vernos, uno de ellos se incorpora yse acerca a nosotros seguido por un

Page 479: Legend, Marie Lu-

joven oficial. En cuanto lo hace, el restodel grupo se levanta e inclina la cabeza.

El oficial de más edad es alto, conlas sienes canosas y una mandíbula queparece tallada a cincel. Su tez es pálida,enfermiza. En el ojo derecho lleva unmonóculo con montura de oro. Chian secuadra; Thomas me suelta el brazo y,cuando lo miro, veo que ha adoptado lamisma postura. El hombre hace unaspaviento y todo el mundo parecerelajarse. Y de pronto, le reconozco. Enpersona es muy distinto a sus retratos y alas imágenes que salen en las pantallasgigantes, donde su piel bronceadaaparece libre de arrugas. Miro

Page 480: Legend, Marie Lu-

alrededor y advierto que entre losoficiales hay varios guardaespaldas.

—Tú debes de ser la agente Iparis—sus labios se curvan ante mi expresiónatónita, pero su sonrisa apenasdesprende calidez. Me estrecha la manocon un apretón firme y rápido—. Estoscaballeros me han contado maravillas deti. Afirman que eres un prodigio y, lomás importante, que has puesto entrerejas a uno de los criminales másfastidiosos de la República… A la vistade esto, pensé que sería adecuadofelicitarte en persona. Si tuviéramos másjóvenes con tanto sentido patriótico y lamente tan despierta como tú, habríamos

Page 481: Legend, Marie Lu-

vencido a las Colonias hace muchotiempo, ¿no les parece? —hace unapausa para contemplar a los demás, quemurmuran su asentimiento—. Te felicito,querida.

Inclino la cabeza.—Es un honor conocerle, Elector.

Estoy encantada de hacer todo lo quepueda por nuestro país —me sorprendelo calmada que suena mi voz.

El Elector llama con un gesto aloficial joven que permanece tras él.

—Este es mi hijo Anden. Dado quehoy cumple veinte años, me parecióadecuado traerlo a esta magníficacelebración.

Page 482: Legend, Marie Lu-

Me giro hacia él. Se parece mucho asu padre. Es alto (alrededor de un metronoventa), y su pelo rizado y oscuro leotorga un aspecto majestuoso. Al igualque Day, parece tener algo de sangreasiática, aunque sus ojos son verdes. Medoy cuenta de que su expresión denotauna cierta inseguridad. Lleva puestosunos guantes Condor de piloto, blancosy rematados con hilo dorado, de modoque ya ha completado su instrucción devuelo. Es diestro. Los gemelos de oroque cierran las mangas de su uniformemuestran el escudo de Colorado, así quedebió de nacer allí. Usa un chalecoescarlata con doble hilera de botones; a

Page 483: Legend, Marie Lu-

diferencia del elector, que no portainsignias distintivas en su uniforme,Anden muestra que pertenece a lasfuerzas aéreas.

Me sonríe y entonces me doy cuentade que llevo demasiado ratoexaminándolo. Luego me dedica unaperfecta reverencia y me toma la mano,pero en lugar de estrecharla como hahecho su padre, se la lleva a la boca y labesa. Me siento avergonzada ante elbrinco que pega mi corazón.

—Agente Iparis… —dice con losojos fijos en mí.

—Es un placer —contesto; no sé quémás puedo decir.

Page 484: Legend, Marie Lu-

—Mi hijo se presentará al cargo deElector al final de la primavera —elElector sonríe en dirección a Anden yeste le responde con una reverencia—.Emocionante, ¿no te parece?

—Le deseo mucha suerte en laselecciones, entonces, aunque estoysegura de que no va a necesitarla.

—Gracias, querida —ríe el Elector—. Eso es todo. Y ahora, por favor,disfruta de esta noche. Espero quetengamos la oportunidad de volver avernos —se da media vuelta y Anden lesigue—. Pueden retirarse —ordenamientras se aleja.

Chian nos escolta hasta el salón de

Page 485: Legend, Marie Lu-

baile. Cuando la cortina azul se cierra ami espalda, consigo volver a respirar.

* * * *

01:00Sector RubyTemperatura interior: 22C

Cuando la fiesta termina, Thomas meacompaña a mi apartamento. Se quedaunos instantes ante la puerta, callado.

—Gracias —le digo por romper elsilencio—. Ha sido divertido.

—Sí —asiente él—. Nunca habíavisto a la comandante Jameson tan

Page 486: Legend, Marie Lu-

orgullosa de uno de sus soldados. Eresla chica de oro de la República.

De pronto se queda callado. Parecetriste y, no sé por qué, me sientoresponsable.

—¿Te encuentras bien?—¿Eh? Ah, sí. Estoy perfectamente

—se pasa la mano por el pelo y ungrumo de gomina se le pega al guante—.No sabía que iría el hijo del Elector…

En sus ojos brilla algo extraño. ¿Ira?¿Celos? Le ensombrece el rostro hastael punto de hacerle parecer feo por uninstante.

Me encojo de hombros.—Lo importante es que hemos

Page 487: Legend, Marie Lu-

conocido al Elector. Increíble, ¿verdad?Yo diría que esta noche ha sido todo unéxito. Me alegro de que la comandanteJameson y tú me convencieran deponerme un vestido bonito.

Thomas me escruta con expresiónseria.

—June… Quería preguntarte algo —titubea—. Cuando estuviste con Day enel sector Lake…, ¿te besó?

Me quedo helada. El micrófono: poreso lo sabe. Debió de encendersemientras nos besábamos, o puede que nolo apagara bien antes. Me enfrento a sumirada.

—Sí —respondo sin inmutarme.

Page 488: Legend, Marie Lu-

Por sus ojos vuelve a pasar laexpresión de antes.

—¿Por qué?—Puede que me encontrara

atractiva, pero lo más probable es queestuviera borracho de vino barato. Loaguanté porque no quería poner enpeligro la misión, después de haberllegado tan lejos.

Nos quedamos callados un momentoy después, antes de que pueda protestar,me agarra la barbilla con una manoenguantada y se inclina para besarme enlos labios.

Trato de apartarme antes de que lohaga, pero me sujeta la nuca con la otra

Page 489: Legend, Marie Lu-

mano. Me sorprende la sensación derepulsa que me provoca; no veo más quea un hombre con las manos manchadasde sangre.

Thomas me mira largamente antes desoltarme. Cuando retrocede, veo eldisgusto en sus ojos.

—Buenas noches, señorita Iparis.Se marcha a toda prisa antes de que

pueda contestarle. Trago saliva; nopueden sancionarme por esto —al fin yal cabo, solo estaba interpretando a unpersonaje para cumplir una misión—,pero no hace falta ser un genio paranotar lo enfadado que está Thomas. Mepregunto si se lo dirá a alguien y, si

Page 490: Legend, Marie Lu-

fuera así, con qué fin.Cuando lo pierdo de vista, abro la

puerta y entro despacio en casa.Ollie me saluda con entusiasmo; le

acaricio y le dejo salir a la terraza. Mequito el vestido y me meto en la ducha.Al salir, me pongo una camiseta negra yunos pantalones cortos.

Intento dormir, pero no puedo. Hoyhan pasado demasiadas cosas. Elinterrogatorio de Day, la sorpresa deconocer al Elector Primo y a su hijo, elbeso de Thomas… Me viene a la mentela noche en que murió Metias, perocuando trato de rememorar la escena, loque veo es la cara de la madre de Day.

Page 491: Legend, Marie Lu-

Me froto los ojos; los párpados mepesan por el cansancio. Aunque doyvueltas y más vueltas a la informaciónque tengo para procesarla y resolver elrompecabezas, no saco nada en limpio.Intento organizar mentalmente los datosen pequeños compartimentos etiquetadoscon claridad. Pero esta noche no lesencuentro sentido y estoy demasiadoagotada para esforzarme.

Siento el apartamento vacío, ajeno.Casi diría que echo de menos las callesde Lake. Contemplo la habitación yacabo fijando la vista en el pequeñocofre que hay bajo el escritorio:contiene los doscientos mil billetes que

Page 492: Legend, Marie Lu-

me han dado por la captura de Day. Séque debería guardarlo en un sitio másseguro, pero me siento incapaz detocarlo.

Al cabo de un rato me levanto de lacama, lleno un vaso de agua y me sientocon él delante del ordenador. Si no voya dormir, bien puedo seguir investigandolas pruebas y los antecedentes de Day.Rozo la superficie de cristal con eldedo, bebo un sorbo de agua eintroduzco mi código de acceso paraentrar en internet. Los archivos que meenvió la comandante Jameson contienendecenas de documentos escaneados,fotos y artículos de periódico. Cada vez

Page 493: Legend, Marie Lu-

que veo este tipo de cosas, oigo la vozde Metias:

«Hace años, nuestra tecnologíaestaba más avanzada. Hablo de antes delas inundaciones, antes de que seperdieran millones de datos». Lorecuerdo haciendo una mueca burlona yguiñándome un ojo. «Así que no es tanmala idea escribir un diario a mano, ¿note parece?».

Paso de largo la información que yahe leído y comienzo con los documentosnuevos. Me voy fijando en los detalles.

NOMBRE OFICIAL: Daniel AltanWing

EDAD/SEXO: 15/H

Page 494: Legend, Marie Lu-

Archivo: fallecido a los 10 años(dato revocado)

ALTURA: 1,85 mPESO: 66 kg

TIPO SANGUÍNEO: 0PELO: rubio, largo, FFFAD1

OJOS: azules, 3A8EDBPIEL: E2B279

ETNIA DOMINANTE: asiática(Mongolia)

Interesante. Un alto porcentaje de susangre proviene de un país que, segúntodos mis profesores, ha desaparecidohace mucho.

ETNIA SECUNCADARIA:caucásica

Page 495: Legend, Marie Lu-

SECTOR: LakePADRE: Taylor Arslan Wing,

fallecidoMADRE: Grace Wing, fallecida

Me detengo un momento en la últimalínea y vuelvo a ver a la mujerdesplomada en la calle sobre un charcode sangre. Me la quito de la cabezarápidamente.

HERMANOS:John Suren Wing, 19/H;Eden Bataar Wing, 9/H

Después se suceden páginas ypáginas de documentos que detallan los

Page 496: Legend, Marie Lu-

delitos cometidos por Day. Intentorevisarlas tan rápido como puedo, perono puedo evitar detenerme en la última.

VÍCTIMA MORTAL:Capitán Metias Iparis

Cierro los ojos. Ollie gime a mispies como si supiera lo que estoyleyendo y aprieta el hocico contra mipierna. Le paso la mano por la cabeza enun gesto automático.

«Yo no maté a tu hermano». Eso fuelo que me dijo. «Tú, sin embargo, hasasesinado a mi madre».

Me obligo a pasar a otro documento;de todos modos, me sé de memoria

Page 497: Legend, Marie Lu-

todos los detalles de ese último delito.Algo me llama la atención y me

enderezo, repentinamente alerta. Lapágina que tengo ante los ojos muestralos resultados de la Prueba de Day. Esun papel escaneado con un enorme sellorojo en la parte inferior, muy distinto delazul brillante que estamparon en el mío.

DANIEL ALTAN WINGPUNTUACION: 674/1500

SUSPENSO

Hay algo que me molesta en esenúmero. ¿Seiscientos setenta y cuatro?Jamás he sabido de nadie que sacara unapuntuación tan baja. Conocí a un chico

Page 498: Legend, Marie Lu-

que suspendió, pero sacó casi milpuntos. La mayoría de los suspensosrondan los ochocientos y pico, nuncamenos de ochocientos. Y normalmenteesas notas no sorprenden a nadie,porque los niños que las sacan suelenmostrar déficits claros de atención o decapacidades. Pero… ¿seiscientossetenta y cuatro?

—Es demasiado listo para habersacado eso —murmuro.

Miro la cifra una y otra vez por siestoy pasando algo por alto, pero elnúmero sigue ahí. Es imposible. Day esuna persona con capacidad paraexpresarse y razonar, y sabe leer y

Page 499: Legend, Marie Lu-

escribir. Debería haber pasado la parteoral de la Prueba. Además, tal vez sea lapersona más ágil que he conocido nunca,así que tuvo que aprobar la parte física.Teniendo una puntuación alta en esassecciones, es imposible que sacaramenos de ochocientos cincuenta. Habríasuspendido igualmente, pero sería unapuntuación más lógica que seiscientossetenta y cuatro. Además, para sacarochocientos cincuenta tendría que haberdejado toda la parte escrita en blanco.

Me temo que la comandante Jamesonno se sentiría muy satisfecha de mí si meviera en este momento, porque abro unmotor de búsqueda y me cuelo en una

Page 500: Legend, Marie Lu-

dirección clasificada. Aunque losresultados finales de la Prueba son deacceso público, las Pruebas en sí jamásse revelan, ni siquiera a losinvestigadores policiales. Pero Metiasera mi hermano, y ni él ni yo hemostenido jamás problemas para colarnosen cualquier base de datos.

Cierro los ojos y recuerdo lo que meenseñó.

Hay que determinar el sistemaoperativo y obtener permisos deadministrador. Para ello, se tiene queacceder al sistema de control remoto.«Localiza tu meta y protege tudispositivo», me decía Metias.

Page 501: Legend, Marie Lu-

Al cabo de una hora, encuentro unpuerto abierto y consigo permisos deadministrador. Se oye un pitido yaparece una única barra de búsqueda.Tecleo el nombre de Day sobre elcristal.

DANIEL ALTAN WING

Aparece la primera página de suPrueba, la que muestra la puntuación de674/1500. Paso a la siguiente y ojeo lasrespuestas. Algunas son de opciónmúltiple, pero para responder a otrashace falta redactar. Avanzo más, ycuando llego a la página treinta y dos

Page 502: Legend, Marie Lu-

caigo en la cuenta de algo muy extraño.No hay marcas de color rojo: todas y

cada una de sus respuestas están sintocar. Su Prueba está tan limpia como lamía.

Regreso a la primera página yempiezo a leer las preguntas y acontestarlas mentalmente. Me lleva unahora llegar hasta el final.

Todas mis respuestas coinciden lassuyas.

Cuando llego al final del examen,veo la puntuación de la parte oral y la delas pruebas físicas. Las dos sonimpecables. Lo único llamativo es unapalabra que hay escrita junto a la nota de

Page 503: Legend, Marie Lu-

la entrevista: ATENCIÓN.Day no suspendió su Prueba. Ni de

lejos. Lo cierto es que sacó la mismanota que yo: mil quinientos puntos. Yano soy la única niña prodigio de laRepública con una puntuación perfecta.

Page 504: Legend, Marie Lu-

DAY

—EN pie. Es la hora.Me despierta la culata de un fusil

contra las costillas. Estaba en medio deun sueño abigarrado: primero aparecíami madre llevándome al colegio,después la hemorragia en los ojos deEden y por último los números rojos quehay pintados bajo nuestro porche.

Cuatro manos me levantan antes deque pueda distinguir nada con claridad,y grito cuando apoyo la pierna herida.No creía que fuera posible que me

Page 505: Legend, Marie Lu-

doliera más que ayer, pero así es. Se mellenan los ojos de lágrimas. Cuandoconsigo enfocar la mirada, veo quetengo la carne hinchada y tumefacta bajolas vendas. Me gustaría gritar, perotengo la boca demasiado seca.

Los soldados me sacan de la celda;fuera nos espera la comandante que vinoa verme ayer. Sonríe en cuanto me ve.

—Buenos días, Day. ¿Cómo teencuentras?

No contesto. Uno de los militares secuadra ante ella.

—Comandante Jameson, ¿está todopreparado para dictar sentencia? Ellaasiente con un gesto.

Page 506: Legend, Marie Lu-

—Síganme. Y, por favor,amordácenlo enseguida. Preferiría nooírle gritar inconveniencias.

El soldado vuelve a cuadrarse ydespués me mete un trozo de tela en laboca. Avanzamos por el pasillo ypasamos de nuevo ante la puerta delnúmero rojo. Después se suceden variaspuertas más, algunas opacas y otras decristal, vigiladas por parejas desoldados. Necesito confirmar missospechas; tengo que hablar con alguiende todo esto. Estoy débil por ladeshidratación, y el dolor de la piernahace que se me revuelva el estómago.

De vez en cuando, tras las puertas

Page 507: Legend, Marie Lu-

transparentes se ven presos esposados ala pared. Por sus andrajosos uniformes,juraría que son prisioneros de guerra delas Colonias. ¿Y si está John encerradoen alguna de estas celdas? ¿Quépensarán hacer con él?

Después de lo que me parece unaeternidad, entramos en una sala enormede techo alto. Se oye a una multitud quecorea algo en el exterior, pero noentiendo lo que dicen. Varios soldadosbloquean la puerta que conduce a lafachada del edificio; se apartan ysalimos. La luz del sol me ciega y losgritos me ensordecen. La comandanteJameson levanta una mano y gira a la

Page 508: Legend, Marie Lu-

derecha mientras los soldados mearrastran hasta una plataforma. Por findescubro dónde me encuentro: estoy anteun edificio del centro de Batalla, elsector militar de Los Ángeles.

Frente a mí, una muchedumbrecontenida por un pelotón de soldados mecontempla. Me asombra que haya venidoa verme tanta gente. Levanto la vista yobservo las pantallas gigantes de losbloques de alrededor. Todas muestranmi cara junto a titulares que se suceden atoda velocidad.

EL FAMOSO CRIMINAL «DAY»SERÁ ENJUICIADO FRENTE A LA

INTENDENCIA DE BATALLA.

Page 509: Legend, Marie Lu-

APRESADO AL FIN ELMALHECHOR MÁS PELIGROSO DE

NUESTRA SOCIEDAD.

EL DELINCUENTE JUVENIL «DAY»HA DECLARADO QUE TRABAJABASOLO Y NO ESTABA AFILIADO A

LOS PATRIOTAS.

Contemplo mi apariencia en laspantallas gigantes: ensangrentado,dolorido, débil. Me cruza el pelo unafranja de un rojo oscuro; debo de teneruna herida en la cabeza.

Por un instante, me alegro de que mimadre no esté viva. Así no tiene quepresenciar esto.

Los soldados me empujan hacia un

Page 510: Legend, Marie Lu-

bloque de cemento que se alza en elcentro de la plataforma. A mi derecha,tras un atril, se encuentra un juez vestidocon una túnica escarlata de botonesdorados. La comandante Jameson secoloca junto a él; a su lado está la chica,con expresión alerta, enfundada denuevo en su uniforme de gala.Contempla impertérrita a la multitud,pero en cierto momento gira la cara y melanza una mirada fugaz.

—¡Orden! ¡Orden entre losasistentes! —la voz del juez retumba enlos altavoces, pero la gente no deja dechillar. Los soldados cargan contra lamultitud; en primera línea hay un montón

Page 511: Legend, Marie Lu-

de periodistas con cámaras y micrófonosque apuntan en mi dirección.

Finalmente, uno de los militaresgrita una orden. Le reconozco: es elcapitán joven que mató a mi madre. Sushombres disparan varios tiros al aire yla gente se calma. El juez aguarda unosinstantes para asegurarse de que todoestá en calma y se ajusta las gafas.

—Les agradezco su cooperación —comienza—. Sé que hace calor estamañana, así que seré breve. Comopueden ver, nuestros soldados estánpresentes y dispuestos a recordarles quese debe guardar la compostura duranteestos procedimientos. Permítanme que

Page 512: Legend, Marie Lu-

comience con el anuncio oficial: elveintiuno de diciembre, a las ocho horastreinta y seis minutos del huso horariooceánico, el criminal de quince añosconocido como Day fue arrestado y pasóa custodia militar.

La gente rompe a gritar. En realidad,lo esperaba; lo que no esperaba era oírabucheos en vez de vítores. Algunaspersonas —bastantes— no han alzadolos puños en el saludo de la República.La policía ciudadana arresta a unoscuantos alborotadores, los esposa y selos lleva.

Uno de los soldados que me sujetanme golpea la espalda con el cañón del

Page 513: Legend, Marie Lu-

fusil. Caigo de rodillas; cuando mipierna herida choca contra el cemento,grito, pero la mordaza ahoga el sonido.El dolor me oscurece la visión y notocómo el vendaje se empapa en sangre.Estoy a punto de perder el conocimiento,pero los soldados me agarran de losbrazos y me obligan a levantarme.Cuando miro a la chica, veo que seestremece y baja la vista.

El juez enumera sin inmutarse loscrímenes de los que se me acusa.

—A la luz de la larga lista de delitoscometidos por el acusado y de todas lasformas en las que ha atentado contranuestra gloriosa República —concluye

Page 514: Legend, Marie Lu-

—, la corte suprema de Californiadeclara su veredicto; el criminalconocido como Day es culpable y seráfusilado.

La multitud estalla de nuevo engritos y los soldados se esfuerzan porevitar que rompan el cordón.

—La sentencia será ejecutada dentrode cuatro días —añade impertérrito eljuez—, el veintisiete de diciembre a lasdieciocho horas del huso horariooceánico, en la ubicación habitual.

Cuatro días. ¿Cómo voy a salvar amis hermanos? Levanto la cabeza ycontemplo a la muchedumbre.

—La ejecución se transmitirá en

Page 515: Legend, Marie Lu-

directo para todo el país —prosigue—.Se espera que todos los ciudadanosestén atentos a cualquier atisbo deconducta criminal que pueda tener lugarantes o después de la fecha establecida,y que si la detectan, avisen de inmediatoa la policía ciudadana o se personen enla comisaría más próxima. La presentesentencia es firme e inapelable.

Quieren hacer un ejemplo de mí.El juez se endereza y se aleja de la

tribuna. La multitud continúa cargandocontra los soldados entre gritos,aplausos y abucheos. Los soldados meconducen de vuelta a rastras; antes deque me metan en la intendencia de

Page 516: Legend, Marie Lu-

Batalla, veo que los ojos de la chicaestán fijos en mí. Su cara sigue siendocasi inexpresiva, pero de pronto noto enella un destello de emoción: la mismaque vi en su cara antes de que conocierami auténtica identidad. Solo dura uninstante.

Supongo que debería odiarte,pienso. Pero la forma en que me hamirado me lo impide.

Los soldados, siguiendo órdenes dela comandante Jameson, no me conducende vuelta a la celda. En vez de hacerlo,me llevan a un montacargas de aspectotosco. Subimos un piso, después otro yotro más hasta llegar a la azotea de la

Page 517: Legend, Marie Lu-

intendencia, a doce plantas de altura. Elsol resulta abrasador: las sombras delos demás edificios no llegan hasta aquí.La comandante ordena a los soldadosque se coloquen en torno a unaplataforma circular que hay en mitad dela azotea. Tiene el sello de la Repúblicaen relieve, y de su perímetro partesvarias cadenas gruesas que llegan hastael centro. La chica cierra la marcha;puedo sentir sus ojos clavados en minuca. Me obliga a quedarme de pie enmitad del círculo y dos soldados meencadenan las manos y los pies.

—Déjenlo aquí dos días —ordena lacomandante.

Page 518: Legend, Marie Lu-

El sol me deslumbra; el mundoentero parece estar bañado en una nubede diamantes. Los militares me sueltan yme derrumbo con un estruendo decadenas, pero en el último momentoreacciono y logro apoyar las palmas delas manos y la rodilla buena.

—Agente Iparis, queda usted almando. Compruebe el estado delprisionero de manera periódica yasegúrese de que permanece vivo hastael día de la ejecución.

—A sus órdenes.—Está autorizada a suministrarle un

vaso de agua y una ración de alimentosal día —la comandante sonríe mientras

Page 519: Legend, Marie Lu-

se ajusta los guantes—. Puede inventarformas creativas de hacerlo, si leapetece. Estoy convencida de que puedeconseguir que suplique para obtenerlos.

—A sus órdenes.—Bien —la comandante se gira

hacia mí—. Veo que empiezas acomportarte, Day. Más vale tarde quenunca.

Se dirige al ascensor acompañadade la chica y deja a los demás soldadosmontando guardia.

La tarde transcurre sin que memolesten más. Pierdo y recupero laconciencia a ratos. La herida de lapierna palpita al mismo ritmo que los

Page 520: Legend, Marie Lu-

latidos de mi corazón: a veces rápido,otras despacio y, de vez en cuando, contanta fuerza que casi me desmayo.

Cada vez que cambio de postura,hago una mueca de dolor involuntaria.Intento pensar dónde puede estar Eden:en los laboratorios del hospital central,en la división médica de la intendenciade Batalla, en un tren con destino alfrente… Estoy seguro de que no hamuerto; la República no acabará con élantes de que la peste lo haga.

¿Y John? Soy incapaz de imaginarqué habrán hecho con él. A lo mejorsigue vivo; es posible que quieransacarle más información sobre mí. Tal

Page 521: Legend, Marie Lu-

vez nos ejecuten a los dos juntos.O puede que ya esté muerto.Siento un dolor nuevo, como una

puñalada en medio del pecho, yrecuerdo el día que hice la Prueba,cuando mi hermano vino a buscarme yvio cómo me metían en un tren junto alos demás niños que habían suspendido.Después, cuando conseguí escapar delos laboratorios y comencé a observar ami familia a distancia, le vi sentadomuchas veces a la mesa del comedor,llorando con la cara entre las manos.Jamás me lo ha confesado, pero creoque se culpa a sí mismo por lo que mepasó. Piensa que debería haberme

Page 522: Legend, Marie Lu-

protegido, haberme ayudado a estudiarmás. Algo, cualquier cosa.

Si consigo escapar, todavía estoy atiempo de salvarlos. Aún puedo usar losbrazos y tengo una pierna sana. Podríahacerlo… si supiera dónde están.

El mundo se desvanece por unmomento y luego recupero la visión.Dejo caer los brazos, inertes y lastradospor las cadenas, y apoyo la cabezacontra la plataforma de cemento. Losrecuerdos del día de mi Prueba mebombardean el cerebro.

El estadio. Los demás niños. Lossoldados que vigilaban todas lasentradas y salidas. Las cortinas de

Page 523: Legend, Marie Lu-

terciopelo que separaban a los hijos delas familias ricas.

La prueba física. El examen escrito.La entrevista, que recuerdoespecialmente bien. El tribunal estabacompuesto por seis psiquiatras y unoficial del ejército. Se llamaba Chian yllevaba un uniforme lleno de medallas.Fue él quien me hizo la mayoría de laspreguntas.

«¿Cómo es el juramento nacional dela República? Bien, muy bien. En elinforme del colegio pone que te gusta lahistoria. ¿En qué año se constituyóformalmente la República? ¿Qué es loque más te gusta del colegio? Leer…

Page 524: Legend, Marie Lu-

Ajá, muy bien. Un profesor te abrió unexpediente porque te colaste en un árearestringida de la biblioteca para leerantiguos textos militares. ¿Podríasdecirme por qué hiciste eso? ¿Quépiensas de nuestro ilustre ElectorPrimo? Sí, sí, por supuesto que es unbuen hombre y un magnífico líder, perono deberías hablar de él de esa forma,chico. No es un hombre como tú y comoyo. La forma correcta de dirigirse a él esllamándolo “nuestro glorioso padre”. Sí,claro que acepto tus disculpas».

Las preguntas de Chian no seterminaban nunca. Me hizo docenas ydocenas, cada una más complicada que

Page 525: Legend, Marie Lu-

la anterior, hasta que no fui capaz desaber por qué había respondido tal cosao tal otra. No dejaba de haceranotaciones, aunque uno de susasistentes estaba grabando toda la sesióncon un micrófono en miniatura.

Yo estaba convencido de que habíacontestado correctamente. Tuve muchocuidado y dije todo lo que creía que lesgustaría oír.

Pero después me metieron en un trenque me llevó a los laboratorios.

El recuerdo hace que me tiembletodo el cuerpo a pesar del sol abrasadorque me hiere la piel. Tengo que salvar aEden, me repito una y otra vez. Eden

Page 526: Legend, Marie Lu-

cumple diez años dentro de un mes.Cuando se recupere de la peste, tendráque pasar la Prueba…

Noto la pierna a punto de estallar.Es como si fuera a hincharse hastareventar el vendaje y llenar la azotea.

Pasan las horas. Pierdo la noción deltiempo. Los soldados van rotando;entran y salen según pasan sus turnos deguardia. El sol cambia de posición.

Entonces, cuando por fin está a puntode ocultarse, alguien sale delmontacargas y se acerca a mí.

Page 527: Legend, Marie Lu-

JUNE

ME cuesta reconocer a Day, aunque solohan pasado siete horas desde lasentencia. Está tirado en el centro delemblema de la República. Tiene la pielquemada y el pelo completamenteempapado en sudor, con un mechóncubierto de sangre seca casi negra, comosi se lo hubiera teñido. Gira la cabezacuando me acerco. No estoy segura deque me haya visto, porque todavía no seha puesto el sol y seguramente le estécegando.

Page 528: Legend, Marie Lu-

Otro niño prodigio. Y no de losnormales; aunque he conocido a mássuperdotados, jamás he sabido de uno alque la República haya hechodesaparecer. Especialmente habiendosacado una puntuación perfecta.

Uno de los soldados que vigilan elcírculo me ve y se cuadra. Está sudando,y la gorra de plato no le protegedemasiado del sol.

—Agente Iparis —saluda (su acentoes del sector Ruby, y la hilera debotones de su uniforme tiene un aspectobruñido, reluciente; está claro que prestaatención a los detalles).

Echo un vistazo a los demás

Page 529: Legend, Marie Lu-

soldados.—Pueden retirarse —indico—.

Dígales a sus hombres que traigan unpoco de agua y algo que dé sombra.Ordene a la tropa de reemplazo quevenga temprano.

—A sus órdenes —el soldado secuadra y luego les grita a los demás quese retiren.

En cuanto se marchan de la azotea yme quedo a solas con Day, me quito lacapa y me arrodillo a su lado paraexaminarle la cara. Me mira de reojo sinpronunciar una palabra. Tiene los labiostan agrietados que la sangre chorreahasta su barbilla, y parece demasiado

Page 530: Legend, Marie Lu-

débil para hablar. Bajo la vista hacia supierna herida, que está mucho peor queesta mañana. No me sorprende que se lehaya hinchado: tiene que estar infectada.La sangre empapa la venda.

Rozo la herida de mi costado en ungesto involuntario. Ya no me dueledemasiado.

Tengo que conseguir que le mirenesa pierna. Suspiro y desprendo lacantimplora de mi cinturón.

—Toma, bebe un poco de agua. Mehan ordenado evitar que mueras antes detiempo. Se la acerco a los labios; alprincipio da un respingo, pero despuésabre la boca y me permite que vierta un

Page 531: Legend, Marie Lu-

chorro fino. Espero mientras bebe (tardauna eternidad) y luego doy yo un tragolargo.

—Gracias —susurra dejandoescapar una risa seca—. Supongo que yapuedes irte.

Le observo con atención unosinstantes. Tiene la piel abrasada y elrostro empapado en sudor, pero sus ojossiguen siendo tan brillantes comosiempre aunque tenga la mirada algodesenfocada.

Entonces recuerdo la primera vezque lo vi: polvo y humo por todaspartes… y de pronto, un chico con losojos más azules que había visto en mi

Page 532: Legend, Marie Lu-

vida me agarró de la mano y me ayudó alevantarme.

—¿Dónde están mis hermanos? —musita— ¿Están vivos?

—Sí —asiento con la cabeza.—¿Tess está a salvo? ¿No la han

arrestado?—No, que yo sepa.—¿Qué están haciendo con Eden?Recuerdo lo que dijo Thomas acerca

de los generales que habían ido a verle.—No lo sé.Day vuelve la cabeza, cierra los

ojos y respira hondo.—No… no los maten —murmura—.

No han hecho nada… y Eden no es… no

Page 533: Legend, Marie Lu-

es ningún conejillo de Indias, ¿sabes? —se queda callado un momento—. No mellegaste a decir tu nombre. Supongo queya no importa, ¿verdad? Tú sí sabes elmío.

Le miro a los ojos.—Me llamo June Iparis.—June —musita, y siento una

extraña oleada de calor cuando minombre suena en sus labios. Levanta lavista—. June, siento lo de tu hermano.No sabía nada, no sabía que le hubierapasado nada.

Estoy entrenada para no creer ni unapalabra de lo que diga un prisionero; séque mienten, que pueden decir cualquier

Page 534: Legend, Marie Lu-

cosa para encontrar tus puntosvulnerables. Pero de alguna manera, séque esto es distinto. Suena tan…sincero, tan serio. ¿Y si me estádiciendo la verdad? ¿Y si a Metias lepasó algo más esa noche? Inspiroprofundamente y me obligo a bajar lavista. La lógica tiene que estar porencima de todo, me repito a mí misma.La lógica te salvará cuando ningunaotra cosa pueda hacerlo.

De pronto recuerdo algo.—Day. Abre los ojos y mírame.Obedece y me acerco a estudiar su

iris. Sí, ahí está. Ese extraño borrón, esapeca en medio del azul del océano.

Page 535: Legend, Marie Lu-

—¿Cómo te hiciste eso? —la señalo—. Esa mancha, esa imperfección.

La pregunta le parece graciosa,porque rompe en carcajadas solo rotaspor un ataque de tos.

—Esa imperfección fue un regalo dela República.

—¿De qué estás hablando?Day titubea; juraría que le cuesta

ordenar sus pensamientos.—La otra noche no fue la primera

ocasión que visité los laboratorios delhospital central, ¿sabes? Estuve allí lanoche de mi Prueba —intenta alzar lamano y señalarse el ojo, pero lascadenas se lo impiden—. Me inyectaron

Page 536: Legend, Marie Lu-

algo.Frunzo el ceño.—¿La noche que cumpliste diez

años? ¿Y qué hacías en el laboratorio?Tenías que estar de camino a los camposde trabajo.

Day esboza una sonrisa suave, comosi estuviera a punto de quedarsedormido.

—Pensaba que eras más lista.Vaya; el calor del sol no ha

evaporado su actitud desafiante.—¿Y la lesión que tienes en la

rodilla?—También me la hizo tu querida

República. La misma noche que lo del

Page 537: Legend, Marie Lu-

ojo.—¿Y para qué te iba a herir la

República, Day? ¿Por qué motivoquerrían hacer daño a alguien que sacómil quinientos puntos en la Prueba?

Eso despierta su atención.—¿De qué hablas? Yo suspendí la

Prueba.Así que tampoco lo sabe. Ni

siquiera lo sospecha. Bajo la voz hastaconvertirla en un susurro.

—No suspendiste. Sacaste unapuntuación perfecta.

—Esto es un truco para hacermeconfesar, ¿no? —mueve ligeramente lapierna y su rostro se crispa de dolor—.

Page 538: Legend, Marie Lu-

Puntuación perfecta… ¡Ja! No sé denadie que haya sacado mil quinientospuntos.

Me cruzo de brazos.—Yo.—¿Tú? —enarca una ceja— ¿Tú

eres ese prodigio que sacó la notamáxima?

—Sí. Y al parecer, tú también. Dayresopla y aparta la vista.

—Eso es una estupidez.—Piensa lo que quieras —digo

encogiéndome de hombros.—No tiene sentido. Si fuera así, ¿no

debería ocupar el mismo lugar quetienes tú? ¿No es ese el sentido de su

Page 539: Legend, Marie Lu-

querida Prueba? —Day traga saliva,dubitativo, antes de continuar—. Meinyectaron algo en un ojo. Escocía comola picadura de una avispa. También merajaron la rodilla con un bisturí. Meobligaron a tomar una especie demedicamento, y lo siguiente que supe esque estaba tirado en el sótano delhospital, entre un montón de cadáveres.Pero no estaba muerto —vuelve a reírsedébilmente—. Feliz cumpleaños.

Experimentaron con él, supongo quecon propósitos militares. De pronto loveo con claridad meridiana y la idea meenferma. Dañaron deliberadamente surodilla, su corazón y su ojo. La rodilla:

Page 540: Legend, Marie Lu-

querrían estudiar sus extraordinariascapacidades físicas, su velocidad y suagilidad. El ojo: no creo que fuera unainyección, sino una extracción de tejidopara analizar por qué su visión es tanaguda. El corazón: le medicaron paracomprobar hasta qué punto descendía sufrecuencia cardiaca, y debieron desentirse muy decepcionados cuando sele detuvo temporalmente el corazón. Poreso pensaron que había muerto.

El motivo está claro: queríandesarrollar algo a partir de las muestrasde tejido. No sé qué. Píldoras, lentes decontacto… Cualquier cosa para crearsoldados mejores, más veloces, de vista

Page 541: Legend, Marie Lu-

más aguda, de mente más ágil, de mayorresistencia.

Todas esas ideas me invaden lacabeza durante un segundo antes de quepueda detenerlas. Pero es imposible: noconcuerda con los valores de laRepública. ¿Por qué desperdiciar de esaforma a un superdotado?

A menos que vieran en él algopeligroso. Una chispa de desafío; esemismo espíritu rebelde que mantieneahora. Algo por lo que concluyeran queeducarlo comportaba un riesgo superiora las posibles contribuciones que Daypudiera hacer a la sociedad. El añopasado, treinta y ocho niños sacaron más

Page 542: Legend, Marie Lu-

de mil cuatrocientos puntos.Puede que la República quisiera

hacer desaparecer a este en concreto.¿Por qué les pone tan nerviosos aúnahora?

—¿Puedo hacer yo alguna pregunta?—dice Day—. Me toca, ¿no?

—Sí —me giro hacia el ascensor:acaban de llegar los soldados derefresco. Levanto la mano y les ordenoque se queden donde están—. Pregunta.

—Necesito saber por qué sellevaron a Eden. La peste… Sé que losricos lo tienen muy fácil: hay nuevasvacunas cada año y todos losmedicamentos que quieran. Pero me

Page 543: Legend, Marie Lu-

parece extraño… ¿Nunca te haspreguntado por qué no desaparece deltodo la epidemia? ¿Por qué rebrota contanta frecuencia?

Clavo los ojos en los suyos.—¿Qué insinúas?—Lo que quiero decir es que… —

consigue enfocar la mirada— Mira:ayer, cuando me sacaron de la celda, vicifras de color rojo estampadas en lapuerta de algunos de los laboratorios dela intendencia. Ya había visto esosnúmeros antes, en Lake. ¿Por qué se venen los sectores más pobres? ¿Qué hacenahí? ¿Qué están inyectando en esossectores?

Page 544: Legend, Marie Lu-

Entorno los ojos.—¿Crees que la República se

dedica a infectar a la gente a propósito?Day, estás entrando en terreno peligroso.

Pero eso no lo detiene; su tono devoz es cada vez más urgente.

—Por eso quieren a Eden —musita—. Para ver cómo evoluciona la nuevamutación del virus. ¿Para qué, si no?

—Lo que quieren es evitar que seextienda una nueva epidemia. Day sueltaotra carcajada rota por la tos.

—No. Lo están usando. Lo estánusando… —su voz se hace débil—. Loestán usando…

—se le empiezan a caer los

Page 545: Legend, Marie Lu-

párpados: el esfuerzo de hablar lo hadejado exhausto.

—Deliras —replico.De pronto me doy cuenta de algo

extraño: mientras el simple contacto conThomas me produce repulsión, lacercanía de Day no me provoca nadaparecido. Debería asquearme, pero nolo hace.

—Propagar calumnias como esasupone una traición contra la República—le advierto—. Además, ¿por qué iba aautorizar el Congreso una cosa así?

Day fija sus ojos de nuevo en losmíos; cuando creo que no tiene fuerzassuficientes para contestar, su voz suena

Page 546: Legend, Marie Lu-

con más firmeza que antes.—Piénsalo. ¿Cómo hacen las

vacunas que les suministran todos losaños? Siempre funcionan. ¿No te pareceraro que haya vacunas que respondan acada nuevo brote de peste en cuantoaparece? ¿Cómo son capaces depredecir qué vacuna van a necesitar?

Me pongo en cuclillas. Jamás me hecuestionado la campaña anual devacunación a la que estamos obligados asometernos; nunca he tenido motivospara hacerlo. ¿Y por qué iba adesconfi ar? Papá trabajaba trasaquellas puertas, buscando nuevossistemas para combatir la peste. No:

Page 547: Legend, Marie Lu-

me niego a seguir escuchando esto.Recojo la capa del suelo y la sujeto bajoel brazo.

—Una cosa más —musita Daymientras me levanto. Bajo la vista: susojos azules me queman—. ¿De verdadcrees que llevan a los niños quesuspenden a campos de trabajo? June,los únicos campos de trabajo son losdepósitos de cadáveres del sótano delhospital.

No puedo quedarme aquí ni unsegundo más. Me alejo de la plataforma,de Day. El corazón me golpea en elpecho. Los soldados, formados en unahilera junto al montacargas, se ponen

Page 548: Legend, Marie Lu-

todavía más firmes cuando llego a sualtura. Me las ingenio para que miexpresión parezca irritada.

—Quítenle las cadenas —le ordenoa uno—. Bájenlo a la enfermería paraque le curen la pierna. Denle un poco decomida y de agua. Si no, no sobreviviráa esta noche.

El soldado se cuadra, pero no memolesto en mirarlo antes de cerrar lapuerta.

Page 549: Legend, Marie Lu-

DAY

UNA nueva pesadilla. En esta apareceTess.

Corro por las calles de Lake. Tessva por delante y no sabe dónde estoy.Aunque gira a derecha e izquierdabuscándome con desesperación, noencuentra más que extraños, policías ysoldados. La llamo, pero no consigomover las piernas. Es como si avanzaraentre barro espeso.

¡Tess!, grito. ¡Estoy aquí! ¡Justodetrás de ti!

Page 550: Legend, Marie Lu-

No me oye. Observo con impotenciacómo tropieza con un soldado; cuandointenta alejarse, él la agarra y la tira alsuelo. Grito algo, no sé qué. El soldadodesenfunda la pistola y la apunta. Depronto, ya no es Tess: es mi madre yyace en un charco de sangre. Querríacorrer hacia ella, pero me quedoescondido tras una chimenea, agachadocomo un cobarde. Está muerta y es culpamía. Entonces vuelvo a encontrarme enlos laboratorios del hospital, rodeado demédicos y enfermeros que me escrutan.Parpadeo por la luz cegadora. La piername estalla de dolor. Me están rajando lapierna; apartan la carne y dejan los

Page 551: Legend, Marie Lu-

huesos al descubierto, raspando con susescalpelos. Enarco la espalda y chillo.Una de las enfermeras intenta sujetarme.Tiro una bandeja con el brazo.

—¡No te muevas! ¡Maldita sea,chico! ¡No voy a hacerte daño!

Tardo casi un minuto endespabilarme. La imagen borrosa delhospital se desvanece, pero cuandologro enfocar la vista, descubro unfluorescente muy parecido a los de misueño. Un médico se inclina sobre mí.Lleva gafas y una mascarilla. Suelto ungrito e intento apartarme, pero estoyatado a la camilla con correas.

El médico suspira y se baja la

Page 552: Legend, Marie Lu-

mascarilla.—A lo que he llegado… Me toca

atender a un criminal como tú cuandopodría estar ayudando a los soldadosdel frente.

Miro a mi alrededor, confundido.Varios guardias se alinean frente a lasparedes de la sala. A un lado, unenfermero limpia la sangre delinstrumental médico.

—¿Dónde estoy?El médico me dirige una mirada de

impaciencia.—Estás en el hospital de la

intendencia de Batalla. La agente Iparisme ordenó que te curara la pierna; al

Page 553: Legend, Marie Lu-

parecer, no podemos permitir quemueras antes de tu ejecución.

Levanto la cabeza todo lo que puedoy miro hacia abajo. Me han puesto unavenda limpia en la herida. Cuandointento mover la pierna, me sorprende lopoco que duele.

—¿Qué me has hecho? —le preguntoal médico.

Él se limita a encogerse de hombros.Luego se quita los guantes y empieza alavarse las manos en una de las pilas.

—Un arreglo de emergencia. Podrásaguantar hasta el día de la ejecución —hace una pausa—. Aunque no sé si esoes una buena noticia para ti…

Page 554: Legend, Marie Lu-

Echo la cabeza hacia atrás y cierrolos ojos. Intento disfrutar todo lo quepuedo de este bienestar relativo, pero nologro quitarme de la cabeza lasimágenes de la pesadilla; es demasiadoreciente. ¿Dónde estará Tess? ¿Podráarreglárselas sola? Es tan miope…

¿Quién la ayudará de noche, cuandono distinga más que sombras?

En cuanto a mi madre… No mesiento con fuerzas para pensar en ella.Alguien llama con fuerza a la puerta.

—¡Abra! —grita una voz de hombre—. La comandante Jameson quiere veral prisionero.

«El prisionero». La expresión me

Page 555: Legend, Marie Lu-

hace sonreír: no quieren llamarme pormi nombre.

A los guardias de la puerta casi noles da tiempo a abrirla y echarse a unlado antes de que la comandanteJameson entre como un ciclón. Parecemolesta. Hace chascar los dedos.

—Saquen al chico de la camilla yencadénenlo —ordena secamente antesde clavarme el índice en el pecho—.Tú… tú no eres más que un mocoso.Nunca has ido a la universidad, ¡nisiquiera pasaste la Prueba! ¿Cómo fuistecapaz de burlar a los soldados?

¿Cómo has podido causarnos tantosproblemas? —hace una mueca que

Page 556: Legend, Marie Lu-

descubre sus dientes—. Sabía que ibas acostamos más de lo que vales; tienes unahabilidad especial para hacer perder eltiempo a mis soldados, por nomencionar a los de los demáscomandantes.

Aprieto la mandíbula para noponerme a gritar yo también. Lossoldados se acercan a mí a toda prisa ydesatan las correas que me sujetan a lacamilla. El médico inclina la cabeza.

—Disculpe, comandante —interviene—. ¿Ha sucedido algo? ¿Quéestá pasando? La comandante Jamesonle fulmina con la mirada, furiosa, y élrecula.

Page 557: Legend, Marie Lu-

—Hay una manifestación frente a laintendencia —responde—. La multitudha empezado a atacar a la policíaciudadana.

Los soldados me bajan de lacamilla, y doy un respingo en cuantoapoyo el peso en la pierna herida.

—¿Manifestantes?—Sí. Alborotadores. —La

comandante me agarra la cara—. Me hanordenado que mis hombres respalden ala policía ciudadana, lo cual trastornami plan de trabajo. Ya he tenido quemandar aquí a uno de mis mejoressoldados para que lo atendieran devarias heridas en la cara. La escoria

Page 558: Legend, Marie Lu-

como tú no ha aprendido a respetar anuestros muchachos —me aparta conrepugnancia y me da la espalda—.Llévenselo —ordena a los soldados queme sujetan.

Los guardias me hacen salir delquirófano y me conducen a toda prisapor el pasillo. La comandante se aprietauna mano contra el oído, escuchaatentamente y grita unas cuantas órdenes.Mientras me llevan a rastras hacia unascensor, pasamos junto a variosmonitores de televisión puestos en fila.Los miro de reojo: jamás había vistonada parecido en el sector Lake. Estántransmitiendo justo lo que acaba de

Page 559: Legend, Marie Lu-

decir la comandante; no oigo la voz,pero los titulares son inconfundibles.

DISTURBIOS FRENTE A LAINTENDENCIA DE BATALLA. LAS

TROPAS RESPONDEN.A LA ESPERA DE NUEVAS

ÓRDENES.

Esto no es un informativo público,me digo. Las imágenes muestran laexplanada que hay frente a laintendencia, invadida por cientos depersonas. Una hilera de soldadosvestidos de negro lucha por contener ala multitud; otros, armados con fusiles,corren por los tejados y las cornisas

Page 560: Legend, Marie Lu-

para tomar posiciones. Mientraspasamos al lado del último monitor,consigo echar un vistazo a losmanifestantes que se apiñan bajo lasfarolas. Algunos se han pintado una rayade color rojo sangre en el pelo.

Los soldados me empujan para queentre en el ascensor. La gente protestapor mí, y esa idea me emociona y mellena de temor al mismo tiempo. Esimposible que los militares pasen estopor alto: sellarán los sectoresmarginales y arrestarán a todos y cadauno de los manifestantes de laexplanada.

O los matarán.

Page 561: Legend, Marie Lu-

JUNE

CUANDO yo era pequeña, a vecesMetias tenía que acudir con su patrulla asofocar disturbios ciudadanos. Despuéssolía hablarme de ellos. La historiasiempre era la misma: diez o docepersonas sin recursos económicos(normalmente adolescentes, a veces algomayores) montaban un alboroto enalguno de los sectores deprimidos paraprotestar contra las cuarentenas o losimpuestos. Después de tirarles unascuantas bombas de humo, los arrestaban

Page 562: Legend, Marie Lu-

a todos y los llevaban ante lostribunales.

Jamás había presenciado unarevuelta como esta: cientos de personasque arriesgan la vida por protestar.Nunca había visto nada ni remotamenteparecido.

—¿Qué les pasa? —le pregunto aThomas—. ¿Han perdido la cabeza?

Estamos de pie en el estrado que sealza frente a la intendencia de Batalla.Los soldados de la comandante Jamesonse enfrentan a la muchedumbre y tratande hacerla retroceder con sus escudos ysus porras.

Hace un rato fui a echarle un vistazo

Page 563: Legend, Marie Lu-

a Day, cuando el doctor le estabaoperando. Me pregunto si estarádespierto y si habrá visto este caos enlos monitores de la planta. Espero queno. Es mejor que no sepa lo que hacomenzado por su causa.

Pensar en él, en la acusación que halanzado contra la República al culparlade crear epidemias y de matar a losniños que suspenden la prueba, me llenade cólera. Desenfundo la pistola;prefiero estar preparada.

—¿Habías visto alguna vez una cosaasí? —le pregunto a Thomas,esforzándome por mantener la voz encalma.

Page 564: Legend, Marie Lu-

Sacude la cabeza.—Solo en una ocasión, y hace ya

mucho tiempo.Le caen en la cara algunos mechones

oscuros. No va tan bien peinado comode costumbre; supongo que ha bajadopara apoyar a los soldados y ahora seestá tomado un descanso. Una de susmanos se posa en la pistola que lleva elcinto, la otra descansa sobre el fusil quele cruza el pecho. No me ha dirigido lamirada ni una sola vez desde que intentobesarme anoche en el descansillo.

—Idiotas… —masculla con asco—.Si no se disuelven pronto, loscomandantes harán que lo lamenten.

Page 565: Legend, Marie Lu-

Contemplo a los mandos, que estánde pie en uno de los balcones de laintendencia; aunque hay poca luz paraver con claridad, me da la impresión deque la comandante Jameson no seencuentra entre ellos. Pero debe de estardando órdenes por micrófono, porqueThomas escucha atentamente con unamano apretado contra la oreja. Diga loque diga la comandante, es solo para él.

La muchedumbre no deja de cargarcontra los militares. Por su ropa —camisas desgarradas, pantalones rotos,zapatos desparejos y llenos de agujeros—, parecen todos de los sectores pobrescercanos al lago.

Page 566: Legend, Marie Lu-

Les ruego en silencio que se retiren.Márchense de aquí antes de que lascosas se pongan peor, pienso una y otravez.

Thomas se acerca a mí y hace ungesto con la cabeza en dirección a lamultitud.

—¿Ves a esa chusma?Ya me había fijado, pero me giro

educadamente y observo lo que señala:varios manifestantes se han teñido unmechón de color rojo para imitar lasangre que manchaba el pelo de Daycuando se dictó la sentencia.

—Vaya héroe que han elegido. Dayestará muerto en menos de una semana

Page 567: Legend, Marie Lu-

— masculla.Asiento sin decir nada.Se oyen gritos. Una patrulla se ha

abierto camino hasta la parte trasera dela plaza, han encajonado a lamuchedumbre y la empuja hacia elcentro. Frunzo el ceño: este no es elprotocolo para manejar a una multituddesatada.

En clase nos enseñaron que lasbombas de humo o las lacrimógenaseran más que suficiente para estassituaciones, pero no hay ni rastro deellas: ningún soldado lleva máscara degas. Y ahora, otra patrulla carga contralos rezagados que aún no habían entrado

Page 568: Legend, Marie Lu-

en la plaza, persiguiéndolos porcallejuelas estrechas en las que esimposible montar una revuelta.

—¿Qué te ha dicho la comandante?—le pregunto a Thomas.

El pelo le cubre los ojos y hacedifícil distinguir su expresión.

—Que esperemos sus órdenes.Nos quedamos ahí parados durante

al menos media hora. Me meto lasmanos en los bolsillos y acaricio elcolgante de Day con el pulgar. No sé porqué, estos disturbios me recuerdan a lapelea de skiz. Puede que algunosmanifestantes formaran parte delpúblico.

Page 569: Legend, Marie Lu-

Entonces me fijo en los soldados quese mueven por las azoteas de la plaza.Algunos avanzan corriendo por lascornisas mientras otros forman en línearecta sobre los edificios. Algo nocuadra. Las guerras de los soldadosnormales llevan cordones de color negroy una hilera de bonotes plateados. Sinembargo, estos uniformes no tienebotones: solo una raya blanca que lescruza el pecho. En las mangas distingobrazaletes grises. Me lleva unosinstantes reconocerlos.

—Thomas —le doy un toquecito yseñalo los tejados—. Son ejecutores.

Su rostro no muestra la menor

Page 570: Legend, Marie Lu-

sorpresa; no hay emoción alguna en susojos. Carraspea.

—Así es.—¿Qué hacen ahí? —pregunto

alzando la voz.Bajo la vista hacia los manifestantes

y la subo de nuevo a los tejados. Ni unsolo soldado lleva bombas de humo nilacrimógenas. En cambio, cada unoporta un fusil de precisión.

—No los están dispersando,Thomas. Los están acorralando. Medirige una mirada severa.

—Mantén la posición June. Prestaatención a la multitud.

No le hago caso. Continúo con la

Page 571: Legend, Marie Lu-

vista fija en los tejados y al cabo de unrato veo que la comandante Jameson seasoma a la azotea de la intendencia,rodeada de soldados. Agacha la cabezay dice algo por el micrófono.

Pasan unos segundos. Me invade unasensación de ahogo creciente. Sé dóndeva a parar esto.

De pronto, Thomas murmura algo almicrófono; parece una respuesta aalguna orden. Clavo los ojos en lossuyos. Él me sostiene la mirada ydespués se gira hacia el resto de lapatrulla, que permanece a nuestro ladoen la plataforma.

—¡Fuego a discreción! —grita.

Page 572: Legend, Marie Lu-

—¡Thomas! —grito, pero ya hanempezado a sonar disparos en lostejados y la plataforma.

Me abalanzo hacia adelante. Nisiquiera sé lo que estoy haciendo (¿quépretendo, interponerme entre lossoldados y la multitud?), pero Thomasme agarra del hombro antes de quepueda dar un paso.

—¡Atrás, June!—¡Ordena que detengan el fuego! —

chillo sin dejar de debatirme—.¡Diles…! Thomas me derriba con tantafuerza que se me abre la herida delcostado.

—¡Maldita sea June! ¡Atrás!

Page 573: Legend, Marie Lu-

El suelo está sorprendentemente frío.Me quedo ahí desorientada, incapaz demoverme. No entiendo lo que acaba depasar.

La piel me arde alrededor de laherida. Llueven balas en la plaza. Lagente cae, la multitud entera se derrumbacomo un dique en una riada. Thomaspara. Por favor, para . Me gustaríalevantarme y gritarle, hacerle daño. Siestuviera vivo, Metias te mataría porhacer esto Thomas.

Me tapo los oídos. Los disparos sonensordecedores.

El tiroteo no dura más que unosminutos, pero se hacen eternos. Al fin,

Page 574: Legend, Marie Lu-

Thomas ordena a los soldados quedetengan el fuego y los manifestantesque no han sido heridos caen de rodillascon los brazos en alto. Los soldados seapresuran para reducirlos; les esposanlas manos en la espalda y los obligan aformar grupos. Me incorporo condificultad. Todavía me zumban losoídos. Contemplo la escena: sangre,cadáveres, prisioneros. Hay noventa ysiete… noventa y ocho muertos. No, porlo menos son ciento veinte. Varioscentenares más están arrestados. Soyincapaz de concentrarme; no puedo nicontarlos.

Thomas me echa una mirada antes de

Page 575: Legend, Marie Lu-

descender de la plataforma. Suexpresión es grave, incluso culpable. Depronto, me doy cuenta con unsentimiento de vértigo de que no searrepiente de la masacre que acaba deprovocar, si no de haberme tirado alsuelo. Echa a andar hacia la intendencia,seguido de varios soldados. Giro la carapara no mirarle.

Page 576: Legend, Marie Lu-

DAY

EL montacargas sube varios pisos hastaque se detiene con un chirrido de lacadena. Dos soldados me sacan a rastrasy me conducen por un corredor que meresulta familiar. Me van a meter denuevo en la celda, al menos de momento.Por primera vez desde que me despertéen la camilla, me doy cuenta de queestoy agotado. Dejo caer la cabezacontra el pecho; el médico debe dehaberme inyectado algún sedante paraque no me moviera durante la operación.

Page 577: Legend, Marie Lu-

Veo borroso a los lados, como siestuviera corriendo muy deprisa y elpaisaje se difuminara.

Los soldados se detienen en mitaddel pasillo, bastante lejos de mi celda.Levanto la vista, sorprendido: nosencontramos frente a una de lasestancias en las que me fijé antes, lasque tienen la puerta de cristal. Deben deser las salas de interrogatorio. Muybien. Así que quieren sacarme másinformación antes de ejecutarme.

Se oye un zumbido y después unavoz que proviene del auricular de uno delos militares. El soldado asiente.

—Hay que meterlo dentro —dice—.

Page 578: Legend, Marie Lu-

El capitán dice que vendrá pronto.Me quedo esperando de pie. Pasan

los minutos. Dos soldados montanguardia impertérritos a los lados de lapuerta, y otros dos me sujetan los brazosaunque estoy esposado. Se supone queesta habitación está insonorizada, perojuraría que puedo oír un estruendo dedisparos y gritos lejanos. El corazón melate desbocado: las tropas deben deestar disparando a la multitud de laplaza. ¿Estará muriendo gente por miculpa?

Espero. Me pesan los párpados. Loúnico que deseo es hacerme un ovillo enuna esquina de la celda y dormir.

Page 579: Legend, Marie Lu-

Por fin oigo pasos que se acercan.La puerta se abre y entra un hombrejoven vestido de negro. El cabellooscuro le cubre los ojos. Tienecharreteras plateadas en los hombros.Los soldados se cuadran al verle y elhombre les ordena que descansen con ungesto.

Ahora lo reconozco: es el que matóa mi madre. June mencionó su nombre:Thomas. Debe de haberle enviado lacomandante Jameson.

—Señor Wing —dice cruzándose debrazos—, es un placer conocerleoficialmente. Estaba empezando a creerque no se presentaría la oportunidad.

Page 580: Legend, Marie Lu-

Me obligo a guardar silencio. Pareceincomodarle estar en la mismahabitación que yo. Por su expresión,diría que tiene algo personal contra mí.

—Mi comandante desea que lehagamos unas preguntas rutinarias antesde su ejecución. Puro protocolo…Intentaremos que el interrogatorio seacordial, aunque me temo que hemosempezado con un mal pie.

Soy incapaz de contener lacarcajada.

—¿En serio? ¡No me digas!Thomas no replica, pero le veo

tragar saliva y esforzarse por no alterarla expresión. Mete una mano bajo su

Page 581: Legend, Marie Lu-

capa, saca un mando a distancia y lodirige hacia la pared. Aparece unaproyección: un informe policial confotos de un tipo que no conozco.

—Voy a enseñarle una serie defotografías, señor Wing —dice Thomas—. Las personas que quiero mostrarleson sospechosos de colaboración conlos Patriotas.

Los Patriotas han intentadoreclutarme varias veces sin éxito:durante un tiempo, aparecieron mensajescrípticos en los muros de los callejonesdonde dormía. Algo más tarde, unhombre me abordó en la calle y meentregó una nota. Acabaron por hacerme

Page 582: Legend, Marie Lu-

llegar un paquete con algo de dinero yuna carta en la que pedían que me unieraa su causa. Ignoré sus ofertas y, al cabode unos meses, dejé de saber de ello.

—Nunca he trabajado con losPatriotas —contesto—. Si alguna vezdecido matar a alguien, lo haré por micuenta y riesgo.

—Aunque no forme parte de susfilas, es posible que se hayan cruzado ensu camino. Puede que desee colaborarcon nosotros y ayudarnos a encontrarlos.

—Claro, cómo no. Tú mataste a mimadre; como podrás imaginar, tengounas ganas terribles de ayudarte.

Thomas se las ingenia para pasar

Page 583: Legend, Marie Lu-

por alto mi comentario y señala la fotode la pared.

—¿Conoce a esta persona? Niegocon la cabeza.

—Primera vez que la veo.Pulsa una tecla del mando y aparece

otra foto.—¿Y a esta?—No. Otra foto.—¿Qué me dice de esta?—No.Una más: otra cara desconocida en

la pared.—¿Qué me dice de esta chica?—No la he visto en mi vida.Más caras que no reconozco.

Page 584: Legend, Marie Lu-

Thomas va pasando las imágenes sinpestañear. Menudo idiota: no es más queuna marioneta del Estado. Le mirofijamente, deseando con todas misfuerzas no estar encadenado para poderdarle una paliza. Más fotos. Más carasnuevas. Thomas no pone en duda ni unasola de mis contestaciones. De hecho,parece deseoso de largarse de lahabitación y alejarse de mí.

Y entonces reconozco a alguien. Laimagen borrosa muestra a una chica conel cabello largo, mucho más largo que lamedia melena que recuerdo. Todavía notiene el tatuaje de la planta trepadora.

Vaya. Resulta que Kaede es una

Page 585: Legend, Marie Lu-

Patriota.No me atrevo a decir nada; no

quiero que note que la he re conocido.—Mira —suelto—, si supiera

quiénes son, ¿de verdad crees que te lodiría? Thomas se esfuerza por mantenerla compostura.

—Bien. Esto es todo, señor Wing.—Venga ya, esto no es todo. Estás

deseando darme un puñetazo, ¿a que sí?Vamos. Hazlo. Te desafío.

Los ojos le brillan de furia, pero secontiene.

—Mis órdenes eran hacerle unaspreguntas —responde, tenso—. No harénada más. Hemos acabado.

Page 586: Legend, Marie Lu-

—¿Por qué? ¿Es que me tienesmiedo, o qué? ¿El valor solo te hallegado para dispararle a mi madre?

Thomas estrecha los ojos y terminapor encogerse de hombros.

—No era más que basura. Ahora hayuna menos a la que controlar. Aprietolos puños y le escupo directamente en lacara.

Esto parece obligarle a reaccionar, yme da un puñetazo con la izquierda queme hace ver borroso por un momento.

—Te crees que eres alguien,¿verdad? —me espeta—. Te sientesespecial porque has hecho algunasgamberradas y has jugado a practicar la

Page 587: Legend, Marie Lu-

caridad con la peor chusma de losbarrios bajos. Muy bien. Te voy a contarun secreto: yo también provengo de unsector pobre. Pero yo he seguido lasnormas; me he abierto camino conesfuerzo y me he ganado el respeto demi país. Ustedes, la escoria callejera, sededican a quejarse mientras culpan alEstado de su mala suerte. Son un montónde vagos malolientes; son basura.

Me propina otro puñetazo que melanza la cabeza hacia atrás. Noto elsabor de la sangre en la boca; metiembla todo el cuerpo por el dolor.Thomas me agarra del cuello y meacerca a él. Mis esposas tintinean.

Page 588: Legend, Marie Lu-

—La señorita Iparis me contó lo quele hiciste cuando estaba de misión en lascalles

—masculla—. ¿Cómo te atreves aobligar a alguien de su rango…?

Ah. Ahí está. Eso es lo que lemolesta de verdad. Así que sabe lo delbeso… No puedo evitar sonreír, aunqueme duele toda la cara.

—Ajá, de modo que te fastidia. Hevisto cómo la mirabas. Estás colado porella,

¿verdad? ¿También intentas «abrirtecamino» hasta ella, imbécil? Sientomuchísimo reventarte la historieta que tehas montado, pero yo no la obligué a

Page 589: Legend, Marie Lu-

hacer absolutamente nada.La cara de Thomas ha tomado un

color escarlata rabioso de pura furia.—La señorita Iparis está deseando

presenciar su ejecución, señor Wing.Eso puedo garantizarlo.

Me echo a reír.—Eres mal perdedor, ¿eh? Mira,

voy a hacer que te sientas un pocomejor: te voy a contar cómo fue. Oírloes casi tan bueno como vivirlo, ¿no?

Thomas me aprieta el cuello. Letiemblan las manos.

—Si yo fuera tú, iría con máscuidado. Tal vez se te haya olvidado quetenemos a tus hermanos. Los dos están a

Page 590: Legend, Marie Lu-

merced de la República… Cuida lo quedices si no quieres ver sus cadáverestirados junto al de tu madre.

Me propina otro puñetazo y despuésme hunde la rodilla en el estómago. Mequedo sin aire. Pienso en Eden y en Johny me obligo a tranquilizarme, a noprestar atención al dolor. Sé fuerte. Nopermitas que te afecte.

Me golpea dos veces más; la fatigale hace respirar con dificultad.Haciendo un enorme esfuerzo, baja losbrazos y suspira.

—Eso es todo, señor Wing —murmura—. Le veré el día de suejecución.

Page 591: Legend, Marie Lu-

El dolor me impide contestar, asíque me limito a sostener la mirada. Susojos muestran una expresión extraña,como si se sintiera enfadado ydecepcionado consigo mismo porque heconseguido sacarlo de sus casillas.

Se da media vuelta y abandona lahabitación sin decir ni una palabra más.

Page 592: Legend, Marie Lu-

JUNE

ACABO de llegar a casa cuandoThomas llama a la puerta. Se queda ahíplantado más de media hora, soltandouna docena de excusas distintas para quele abra. Dice que está muy arrepentido;que no quería hacerme daño; que solopretendía impedir que yo desobedecieraa la comandante Jameson para que nome metiera en problemas; que intentabaprotegerme.

Me siento en el sofá junto a Ollie,con la vista perdida. No soy capaz de

Page 593: Legend, Marie Lu-

detener los disparos que resuenan una yotra vez en mi cabeza.

Thomas siempre ha sido muydisciplinado, y lo de hoy no ha sidodistinto. No dudó ni por un segundo enobedecer a la comandante. Ordenó quese llevara a cabo la masacre igual que sifuera una patrulla rutinaria antipeste o unturno de vigilancia en un aeropuerto.¿Qué es peor, que siguiera las órdenesciegamente o que ni siquiera sospecheque debería pedirme disculpas porhaberlo hecho, en vez de porempujarme?

—June, ¿me oyes?Me concentro en rascar a Ollie

Page 594: Legend, Marie Lu-

detrás de las orejas. Los diarios deMetias siguen esparcidos por la mesa,junto a los álbumes de fotos de nuestrospadres.

—Estás perdiendo el tiempo —legrito.

—Por favor, déjame entrar. Quieroverte.

—Nos veremos mañana.—No me quedaré mucho rato, te lo

prometo. Perdóname, June, te lo pidopor favor.

—Hasta mañana, Thomas.—June…—¡He dicho que nos veremos

mañana! Silencio.

Page 595: Legend, Marie Lu-

Intento distraerme acariciando aOllie. Al cabo de un rato, me acerco a lapuerta y acerco el ojo a la mirilla. Elrellano está vacío.

Cuando estoy segura de que se hamarchado, vuelvo al sillón y me quedoahí tumbada una hora más. Mi mentedivaga, pienso en lo que ha sucedido enla explanada. En Day encadenado, ensus insultantes acusaciones sobre lapeste y la Prueba, y luego vuelvo apensar en Thomas. El Thomas que siguelas órdenes de la comandante Jamesonsin cuestionarlas es una persona distintade la que se preocupaba por miseguridad cuando me interné en el sector

Page 596: Legend, Marie Lu-

Lake. Hasta hace no tanto, Thomas eraun chico torpe pero educado,especialmente conmigo. Puede que seayo la que ha cambiado. Y sin embargo,vi como Thomas mataba a la madre deDay y luego contemplé cómo abatían ala multitud a tiros, y en las dosocasiones me abstuve de intervenir. ¿Nome hace eso tan culpable como Thomas?¿Nos exime de culpa obedecer órdenes?¿Puede equivocarse la República en susdecisiones?

Y lo que dijo Day… Me enfurecepensar en ello. Mi padre trabajaba enesos laboratorios. Metias estuvo bajolas órdenes de Chian y supervisó las

Page 597: Legend, Marie Lu-

Pruebas. ¿Por qué motivo íbamos aenvenenar y matar a nuestro propiopueblo?

Suspiro, me incorporo y abro uno delos diarios de Metias.

La primera entrada habla de unasemana agotadora que Metias pasóhaciendo servicios de limpieza cuandoel huracán Elías arrasó Los Ángeles.Leo la siguiente: trata sobre su primerasemana en la patrulla de la comandanteJameson. La tercera es muy corta,apenas un párrafo en el que Metias sequeja porque le han tocado dos turnos denoche seguidos. Eso me hace sonreír.Recuerdo sus palabras: «Soy incapaz de

Page 598: Legend, Marie Lu-

mantenerme despierto», me contódespués de su primera guardia nocturna.«¿De verdad creerá la comandante quepodemos vigilar después de haberpasado la noche en vela? Estoy tancansado que si el canciller de lasColonias hubiera entrado tranquilamenteen la intendencia de Batalla, yo no mehabría dado ni cuenta».

Noto una lágrima que rueda por mimejilla y la limpio rápidamente. Olliegime a mi lado. Hundo los dedos en elpelo blanco y espeso de su cuello, y élapoya la cabeza en mi regazo con unsuspiro.

A veces, Metias se preocupaba por

Page 599: Legend, Marie Lu-

bobadas…Sigo leyendo, pero los ojos me

pesan. Las palabras empiezan amezclarse y dejo de distinguir lo quepone. Finalmente, dejo el diario a unlado y me quedo dormida.

Day aparece en mis sueños. Meagarra de la mano y el corazón me latecon fuerza por su contacto. El cabello lecae sobre los hombros como una cortinasedosa. Tiene un mechón empapado ensangre escarlata y una mirada de doloren los ojos.

—Yo no maté a tu hermano —susurra mientras me abraza—. Te loprometo. No pude hacerlo.

Page 600: Legend, Marie Lu-

Cuando me despierto, me quedoquieta un rato tratando de digerir laspalabras que ha dicho Day en mi sueño.Dirijo la mirada hacia el ordenador.¿Qué pasaría realmente la noche en queMetias murió? Si Day le lanzó elcuchillo al hombro, ¿cómo es posibleque acabara en su pecho? Solo depensarlo se me encoge el corazón. Miroa Ollie.

—¿Quién querría hacer daño aMetias? —le pregunto, y él me devuelvela mirada con ojos tristes—. ¿Y porqué?

Me levanto del sofá, enciendo elordenador y busco el informe forense.

Page 601: Legend, Marie Lu-

Cuatro páginas de texto, una de fotos.Decido examinar las fotos de cerca: lacomandante Jameson me dio solo unosminutos para examinar el cuerpo deMetias, y yo no los aproveché comohubiera debido. Pero ¿cómo iba aconcentrarme en esa situación? Jamáspuse en duda que lo hubiera matadoDay.

Abro las primeras fotografías y lasamplío a pantalla completa. La cabezame da vueltas al mirarlas. La cara sinvida de Metias vuelta hacia el cielo, supelo desparramado en torno a la cabeza.El brillo de la sangre de su camisa.Tomo aire, cierro los ojos y me digo a

Page 602: Legend, Marie Lu-

mí misma que debo concentrarme. Hesido capaz de leer el texto del informe,pero es la primera vez que me atrevo amirar las fotos. Tengo que hacerlo.Vuelvo a abrir los ojos y observo sucuerpo. Ojalá hubiese examinado susheridas cuando tuve la oportunidad.

Primero me aseguro de que elcuchillo está clavado en el pecho. Haymanchas de sangre en la empuñadura, yla hoja ni siquiera se ve.

Entonces miro el hombro de metias.Por la tela de la camisa se extiende unamancha viscosa de sangre. No puede sertoda del pecho, ahí tiene que haber otraherida. Amplío más la foto, pero se ve

Page 603: Legend, Marie Lu-

demasiado borrosa. Tal vez tenga uncorte en el hombro, pero no puedo verlodesde este ángulo.

Cierro la imagen y pincho en otra.Entonces me doy cuenta de algo:

todas las fotografías están tomadasdesde el mismo punto. Apenas sedistinguen los detalles del hombro, nisiquiera del cuchillo. Frunzo el ceño:como estudio de la escena de un crimen,resulta bastante pobre. ¿Por qué no hayun primer plano de las heridas? Navegopor el informe otra vez en busca dealguna página en la que estaba e intentoencontrar sentido a todo esto.

Puede que las demás fotos sean

Page 604: Legend, Marie Lu-

información clasificada. ¿Y si lacomandante Jameson pidió que lasretiraran para ahorrarme sufrimientos?Sacudo la cabeza, eso es una estupidez.Si fuera así, ni siquiera me habríaenviado el informe. Me quedo mirandola pantalla y finalmente me atrevo aconcebir otra posibilidad.

¿Y si la comandante intentaraocultarme algo?

No, no puede ser. Me incorporo yvuelvo a abrir la primera foto. ¿Por quéiba a ocultarme los detalles delasesinato de mi hermano? Lacomandante adora a sus soldados.Estaba indignada por la muerte de

Page 605: Legend, Marie Lu-

Metias, incluso organizó su funeral. Lallenaba de orgullo tenerlo en su patrulla;fue ella quién le hizo capitán.

Sin embargo, me extraña mucho queel fotógrafo hiciera unas fotos tandeficientes.

Examino el problema desde todoslos ángulos, pero siempre llego a lamisma conclusión. Este informe estáincompleto. Me paso la mano por elpelo, frustrada. No lo entiendo.

De repente me fijo en el cuchillo. Laimagen está pixelada y es casi imposibledistinguir los detalles, pero me viene ala mente un recuerdo que me revuelve elestómago. La sangre de la empuñadura

Page 606: Legend, Marie Lu-

es oscura, pero tiene una mancha todavíamás oscura encima. Al principio piensoque es un dibujo del mango, pero luegome doy cuenta de que las marcas se venpor encima de la sangre, Son negras,espesas e irregulares. Intento recordarcómo era el cuchillo.

Esas manchas negras parecen degrasa de fusil. Como la marca que teníaThomas en la frente cuando le vi esanoche.

Page 607: Legend, Marie Lu-

DAY

A la mañana siguiente, June entra en micelda y se detiene al verme desplomadocontra la pared. La saludo con unmovimiento de cabeza. Vacila por uninstante, pero recupera rápidamente lacompostura.

—Has debido de enfadar mucho aalguien —comenta, y hace un chasquidocon los dedos en dirección a lossoldados—. Todo el mundo fuera;quiero hablar en privado con elprisionero —señala las cámaras de

Page 608: Legend, Marie Lu-

seguridad de las esquinas—. Apágalas.El soldado al mando se cuadra.—A sus órdenes.Mientras desconectan las cámaras,

la veo sacar dos cuchillos del cinturón.También he debido de enfadarla a ella.Una carcajada burbujea en mi gargantaantes de convertirse en un ataque de tos.Bueno… Tarde o temprano, a todo elmundo le llega el momento.

Los soldados salen de la celda ycierran la puerta. June se acerca y seagacha a mi lado. Me preparó parasentir el tacto frío del cuchillo contra lapiel.

—Day… —dice sin moverse.

Page 609: Legend, Marie Lu-

Vuelve a guardarse los cuchillos enel cinto y saca una cantimplora. Vaya, demodo que estaba disimulando paraengañar a los soldados. Me salpica lacara de agua fría. Me estremezco, peroabro la boca para beber. El agua nuncame ha sabido mejor.

June me vierte un chorrodirectamente en la boca y aparta lacantimplora.

—Tienes la cara machacada —sucara tiene una expresión difícil, depreocupación mezclada con algo más—.¿Quién te ha hecho esto?

Me sorprende que le importe.—Gracias por preguntar. Me temo

Page 610: Legend, Marie Lu-

que ha sido tu amigo el capitán.—¿Thomas?—El mismo. Se ha enterado de que

nos besamos y la idea no parece hacerlemuy feliz, de modo que vino ainterrogarme acerca de los Patriotas. Alparecer, Kaede es una de ellos. Quépequeño es el mundo, ¿eh?

Un destello de furia le cruza la cara.—No me dijo nada. Ayer por la

noche me… Bueno, lo hablaré con lacomandante Jameson.

—Gracias —pestañeo para evitarque me entre agua en los ojos—. Mepreguntaba cuándo vendrías… —titubeopor un segundo— ¿Has averiguado algo

Page 611: Legend, Marie Lu-

de Tess? ¿Sabes si está viva?June baja la vista.—No sé nada. Lo siento, pero no

tengo forma de averiguar dónde está. Nocreo que la detengan, siempre y cuandono llame mucho la atención. No le hehablado a nadie de ella. Su nombre noaparece en las listas de detenidos… nien las de muertos.

Me siento frustrado por la falta denoticias y aliviado al mismo tiempo.

—¿Cómo están mis hermanos?—No tengo acceso a Eden, aunque

estoy segura de que sigue vivo. Johnestá… bien, teniendo en cuenta lascircunstancias —cuando levanta la vista,

Page 612: Legend, Marie Lu-

sus ojos muestran una expresión confusa—. Siento lo de ayer con Thomas.

—Ya —musito—. ¿Hay algúnmotivo para que hoy estés tan amable?

No esperaba que se tomara mipregunta en serio, pero lo hace. Meobserva y se sienta frente a mí con laspiernas dobladas a lo indio. Parecediferente: apagada, triste, insegura.Nunca había visto este gesto en su cara,ni siquiera durante los días que pasamosen las calles.

—¿Te preocupa algo?June agacha la cabeza y se queda un

buen rato callada. Su actitud me intriga.¿Estará intentando convencerse de que

Page 613: Legend, Marie Lu-

debe confiar en mí?—Ayer revisé el informe del

asesinato de mi hermano —su voz seapaga hasta convertirse en un susurro ytengo que inclinarme hacia ella para oírlo que dice.

—¿Y…?June me busca la mirada y duda

antes de hablar.—Day, ¿de verdad no… no fuiste tú

quien asesinó a Metias? Ha debido deencontrar algo. Quiere una confesión.

La noche en que asalté el hospitalme viene a la mente en una sucesiónrápida de imágenes: mi disfraz, Metiasmirándome cuando pasé a su lado, el

Page 614: Legend, Marie Lu-

médico joven que tomé como rehén, lasbalas que rebotaban contra losfrigoríficos. Mí larga caída. Elencuentro con Metias, la forma en que lelancé el cuchillo. Vi cómo le daba en elhombro; se clavó tan lejos de su corazónque de ninguna manera pudo matarlo. Lesostengo la mirada a June.

—Yo no maté a tu hermano —intentoagarrarle la mano y una punzada dedolor me recorre el brazo—. No séquién lo hizo. Lamento haberlo herido,pero era la única manera de escapar.Ojalá hubiera tenido más tiempo parapensar en cómo salir de aquella.

June asiente en silencio. Su

Page 615: Legend, Marie Lu-

expresión me parte el alma; por uninstante, me gustaría abrazarla. Necesitaconsuelo.

—Le echo de menos, ¿sabes? —susurra—. Pensaba que estaría a mi ladotoda la vida, que sería siempre un apoyopara mí. Era todo lo que tenía. Y ahorase ha ido y me gustaría saber por qué —menea la cabeza despacio, como si sesintiera derrotada, y vuelve a mirarme.La tristeza le da una belleza increíble; escomo si la nieve cubriera un paisajeinhóspito—. Y no sé por qué… Eso eslo peor de todo, Day. Que no sé por quéha muerto. ¿Quién querría matarlo?

Me cuesta respirar. Lo que dice es

Page 616: Legend, Marie Lu-

tan parecido a lo que siento yo por lamuerte de mi madre… No sabía quehubiera perdido a sus padres, aunquedebería haberlo adivinado por la formaen que se comporta. June no mató a mimadre ni contagió de peste a mi familia;no es más que una chica que perdió a suhermano, y alguien le hizo creer que eraculpa mía. Por eso me siguió la pista,por eso me delató. Si yo hubiera estadoen su lugar, habría hecho lo mismo.

Empieza a llorar. Le sonríotímidamente, me incorporó y estiró lamano hacia su rostro con un tintineo decadenas. Le enjugo las lágrimas. Nodecimos nada más; no hay necesidad de

Page 617: Legend, Marie Lu-

palabras. Sé lo que está pensando: sitengo razón sobre lo de su hermano, ¿enqué más cosas la tendré?

Después de un instante, June metoma la mano y la aprieta contra sumejilla. Su contacto me provoca unaoleada de calor. Es tan bella… Apenaspuedo resistir el impulso de atraerlahacia mí y pegar mis labios contra lossuyos para tratar de borrar la tristeza desus ojos. Ojalá pudiera volver atrás, a lanoche en que la encontré en el callejón.

Decido romper el silencio.—Yo creo que los dos tenemos un

enemigo común —murmuro—. Y meparece que nos ha enfrentado al uno

Page 618: Legend, Marie Lu-

contra el otro.June suspira.—No sé… —responde, aunque su

voz me dice que está de acuerdoconmigo—. Es peligroso hablar de estoaquí —aparta la vista, mete la manobajo su capa y saca algo que creí que novolvería a ver.

—Toma. Quiero devolvértelo; ya nome sirve de nada.

Me gustaría arrebatárselo, pero elpeso de las cadenas me lo impide. Loque reposa en la mano de June es micolgante. Está algo arañado y sucio,pero sigue entero. La cadena forma unmontoncito en la palma.

Page 619: Legend, Marie Lu-

—Lo tenías… —musito—. Loencontraste esa noche en el hospital,¿verdad? Por eso me reconociste: tediste cuenta de que trataba de acariciarun colgante que ya no llevaba puesto.

June asiente en silencio. Me agarrala mano y deja caer el colgante entre misdedos. Lo contemplo, sumido en misrecuerdos.

Mi padre… Ver el colgante denuevo me devuelve su recuerdo.Regreso al pasado, al día en que volvióa casa después de seis meses en que nosupimos nada de él. Cuando se aseguróde que nadie lo había visto entrar, cerrólas cortinas, abrazó a mi madre y le dio

Page 620: Legend, Marie Lu-

un beso larguísimo, posando la manosobre su estómago en un ademánprotector. John esperaba pacientemente,con las manos en los bolsillos. Yotodavía era muy pequeño, lo bastantepara abrazarme a su pierna. Eden nohabía nacido: estaba en el vientre de mimadre.

—¿Cómo están mis chicos? —dijomi padre al fin. Me acarició la mejilla ysonrió a John, que le devolvió unasonrisa de oreja a oreja. Ya era lobastante mayor para dejarse crecer elpelo, y lo llevaba recogido en una coletacorta. Levantó un papel sellado.

—¡Mira! —gritó— ¡He pasado la

Page 621: Legend, Marie Lu-

Prueba!—¡Lo conseguiste! —mi padre le

dio una palmada en la espalda y luegoun apretón de manos, como si ya fueseun hombre.

Todavía recuerdo el alivio quemostraban sus ojos, el temblor dealegría que sonaba en su voz. Todoshabíamos estado muy preocupadospensando que John no pasaría la Prueba,porque le costaba mucho leer. Mi padrese agachó.

—Estoy muy orgulloso de ti, Johnny.Buen trabajo —le dijo. Entonces sevolvió hacia mí. Recuerdo que examinésu rostro con atención. Oficialmente, mi

Page 622: Legend, Marie Lu-

padre trabajaba para la Repúblicaretirando escombros en las zonas por lasque pasaba el frente de guerra, perosiempre sospeché que no era su únicaocupación. Aquellas historias que mecontaba a veces sobre las Colonias y susalegres ciudades, su avanzadatecnología, sus días festivos… En aquelmomento, me hubiera gustadopreguntarle por qué tardaba tanto envolver a casa cuando acababan susperiodos de servicio, por qué no veníanunca a vernos.

Pero algo captó mi atención, unaforma circular que sobresalía en la telade su chaleco.

Page 623: Legend, Marie Lu-

—Tienes algo en el bolsillo, papá—dije. Él se rio entre dientes.

—Has dado en el clavo, Daniel —segiró hacia mi madre—. Es muyperspicaz, ¿eh?

Ella me sonrió. Mi padre titubeó unpoco y nos indicó a todos queentráramos en el dormitorio, al fondo dela casa.

—Grace, mira esto con atención —dijo tras cerrar la puerta. Se sacó elobjeto del chaleco y mi madre locontempló con extrañeza.

—¿Qué es?—Una prueba más.Me las ingenié para echarle un buen

Page 624: Legend, Marie Lu-

vistazo al objeto mientras mi padre lohacía girar entre sus dedos. Por un ladose veía un pájaro; por el otro, un hombrede perfil. En una cara estaba grabado:«Estados Unidos de América. En Diosconfiamos. Un cuarto de dólar». La otrarezaba: «Libertad, 1990».

—¿Lo ves? Es una prueba —loapretó en el puño.

—¿Dónde lo has encontrado? —preguntó mi madre.

—En los pantanos del sur, en elfrente. Es una moneda auténtica del año1990. ¿Ves el nombre? Estados Unidos.Existieron de verdad.

Los ojos de mi madre brillaban de

Page 625: Legend, Marie Lu-

emoción, pero contempló a mi padre conseriedad.

—Es muy peligroso conservar esto—susurró—. No podemos guardarlo encasa. Mi padre asintió.

—Pero tampoco podemos destruirlo.Hay que conservarlo, Grace; tal vez seala única moneda de este tipo que quedeen el mundo —la puso en la palma de lamano de mi madre y le cerró los dedossobre ella—. Voy a hacerle una fundametálica, algo que la cubra por las doscaras. La soldaré para que no se sepa loque hay dentro.

—¿Y qué vamos a hacer con ella?—Ocultarla —mi padre se detuvo un

Page 626: Legend, Marie Lu-

instante y nos miró a John y a mí—. Losmejores escondites son los que están ala vista de todo el mundo. Si se ladamos a los chicos como si fuera unmedallón, la gente pensará que es uncolgante normal y corriente. En cambio,si los soldados la encontraran escondidabajo la tarima, sabrían que es algoimportante.

Me quedé callado; incluso a esaedad entendía la preocupación de mipadre. Nuestra casa había sufrido variasinspecciones de rutina, como todos losedificios de la calle. Si escondíamosalgo, acabarían por encontrarlo.

Mi padre se marchó al día siguiente

Page 627: Legend, Marie Lu-

antes de que amaneciera. Solo le vi unavez más. Los recuerdos me abruman porun momento. Me repongo y elevo lavista hacia June.

—Gracias por encontrarlo —mepregunto si notará toda la tristeza quesiento en este instante—. Gracias pordevolvérmelo.

Page 628: Legend, Marie Lu-

JUNE

NO puedo dejar de pensar en Day.Al llegar a mi apartamento, me echo

un rato y sueño con él. Me estrecha entresus brazos, me besa, me acaricia losbrazos y el pelo, me rodea la cintura,pega su pecho al mío… siento su alientoen las mejillas, en el cuello, en lasorejas… noto el tacto de su largacabellera y me ahogo en lasprofundidades de sus ojos. Cuando medespierto y me doy cuenta de que estoysola, me cuesta respirar.

Page 629: Legend, Marie Lu-

Sus palabras cruzan por mi menteuna y otra vez hasta que dejo deentenderlas. Su voz me repite que no fueél quien asesinó a Metias, que laRepública propaga la peste en lossectores pobres. Pienso en lo quecompartimos en las calles de Lake,cuando se arriesgaba para que yopudiera descansar. Y en lo que hemoscompartido hoy, en sus manos rozandomis mejillas para secar las lágrimas.

Por más que lo intente, ya no soycapaz de odiarle. Y si descubro algunaprueba de que fue otra persona la quemató a Metias, no tendré motivo parahacerlo. Hace mucho tiempo llegué a

Page 630: Legend, Marie Lu-

sentirme atraída por su leyenda, portodas las historias que se contaban sobreél. Ahora noto cómo regresa esafascinación. Recuerdo su rostro, tanhermoso a pesar del dolor, de la tortura,de la tristeza; sus ojos azules y sinceros.Me avergüenza admitir lo mucho que hedisfrutado del rato que he estado con élen la celda. Su voz hace que mi mente sedetenga, que deje de analizar las cosas,y la llena de emociones: a veces dedeseo, otras de miedo, otras incluso deira. Pero siempre me provoca algo, algoque no estaba antes ahí.

Page 631: Legend, Marie Lu-

19:12Sector Tanagashi26C

—Me he enterado de que mantuvisteuna conversación privada con Day estatarde —comenta Thomas.

Estamos sentados en una cafetería,comiendo edamame. Es el mismo sitio alque solíamos venir con Metias. QueThomas haya elegido este lugar no hacemás que empeorar las cosas; soy incapazde olvidar la mancha de grasa en laempuñadura del cuchillo que mató a mi

Page 632: Legend, Marie Lu-

hermano.Tal vez me esté poniendo a prueba; a

lo mejor supone que albergo sospechas.Me como un pedazo de carne de

cerdo para no contestar. Por suerte, lamesa que se interpone entre los dos esbastante ancha. Thomas se ha esforzadomucho para convencerme de que leperdone, para que acepte cenar con él.No sé por qué.

¿Pretenderá hacerme hablar,distraerme por si se me escapa algo?¿Querrá tirarme de la lengua y luegodelatarme ante la comandante Jameson?No hacen falta demasiadas pruebas parainiciar una investigación contra

Page 633: Legend, Marie Lu-

cualquiera. Puede que esto no sea másque una trampa.

Pero también puede que Thomassolo quiera hacer las paces conmigo.Como no lo sé, actúo con mucha cautela.

Thomas me observa.—¿Qué le dijiste?Hay algo tenso en su voz. Celos.—Da lo mismo, Thomas —contesto

con frialdad, y le rozo un brazo paradesviar su atención—. Piénsalo: sialguien matara a tu ser más querido, ¿noquerrías averiguar por qué lo hizo?Pensé que hablaría si no había guardaspresentes. Pero no hay manera. Mequedaré mucho más tranquila cuando lo

Page 634: Legend, Marie Lu-

fusilen.Thomas se relaja un poco, pero no

deja de escrutar mi cara.—Creo que deberías dejar de

visitarlo —sugiere tras un largo silencio—. No parece ayudarte demasiado. Lepuedo pedir a la comandante Jamesonque le asigne otro supervisor; no quieroni pensar en lo que supone para ti vertodos los días al asesino de tu hermano.

Asiento con la cabeza y tomo unbocado de soja. Si me quedo callada,puede sospechar algo. Se me pasa por lamente que tal vez esté cenando junto alasesino de mi hermano. Actúa conlógica. Precaución y lógica. Observo

Page 635: Legend, Marie Lu-

con disimulo las manos de Thomas.¿Serán esas las manos que apuñalaron aMetias en el corazón?

—Tienes razón —respondo con airenatural, como si le agradeciera supreocupación por mí—. No le he sacadonada de utilidad. En cualquier caso,pronto desaparecerá de mi vida.

Thomas se encoge de hombros.—Me alegro de que pienses así —

deja cincuenta billetes en la mesa y elcamarero se acerca a cobrar—. Day noes más que un criminal condenado amuerte. Lo que pueda decir no deberíaimportarle ni lo más mínimo a unapersona de tu posición.

Page 636: Legend, Marie Lu-

Mastico otro bocado antes decontestar.

—Es que no me importa, Thomas —respondo—. Para mí, hablar con él escomo hablar con un perro.

Eso digo en voz alta, pero lo quepienso es bien distinto: Si Day dice laverdad, sí que me importan suspalabras. Me importan muchísimo.

* * * *

Después de que Thomas me hayaacompañado a casa, me siento frente alordenador y abro el informe delasesinato de Metias. Aún sigo

Page 637: Legend, Marie Lu-

examinándolo a medianoche. He miradolas fotos tantas veces que ya puedohacerlo sin dar un respingo, perotodavía me provocan una sensación denáusea. Cuanto más miro las manchasnegras del cuchillo, más me convenzo deque son de grasa de fusil.

Al cabo de varias horas, agoto micapacidad de aguante y decido sentarmeen el sillón y sumergirme en los diariosde Metias. Si mi hermano teníaenemigos, puede que dejara alguna pistaahí. Pero no era tonto; jamás escribiríanada que pudiera ser utilizado en sucontra. Voy pasando páginas y páginasde entradas antiguas sobre asuntos

Page 638: Legend, Marie Lu-

irrelevantes. A veces hablan denosotros; me cuesta mucho leer esaspartes.

En un sitio habla de su ceremonia dereclutamiento, cuando entró en lapatrulla de la comandante Jameson, eldía que caí enferma. También describela fiesta privada que montamos trasconocer el resultado de mi Prueba.Pedimos helados y dos pollos enteros;en un momento de la noche, decidí hacerexperimentos y me preparé un sándwichde pollo con helado que resultó no seruna buena idea. Recuerdo lo mucho quenos reímos, el olor delicioso del polloasado y del pan reciente.

Page 639: Legend, Marie Lu-

Me froto los ojos con los puños ytomo aire.

—¿Qué estoy haciendo? —le digo aOllie, que inclina la cabeza y me miradesde el otro lado del sofá—. Estoyaproximándome a un criminal y alejandode mí a personas que conozco de toda lavida.

Ollie me contempla con esaexpresión sabía que tienen todos losperros, apoya la cabeza en un cojín y sevuelve a dormir. Lo observo un buenrato y luego cierro los párpados. Nohace mucho tiempo, Metias habríaestado tumbado a su lado. Me preguntosi Ollie lo echará de menos.

Page 640: Legend, Marie Lu-

En ese momento me asalta una idea.Abro los ojos de golpe y regreso a laúltima página que he leído. Creo que hevisto algo… ahí. Busco el final de lahoja.

Una falta de ortografía. Frunzo elceño.

—Qué raro… —reflexiono en vozalta.

La palabra es «nevera», y estáescrita con be. «Nebera». Nunca habíavisto una falta de ortografía en un textoescrito por Metias. Observo la letradurante unos segundos y luego sacudo lacabeza. Decido continuar la lectura,pero guardo el número de esa página en

Page 641: Legend, Marie Lu-

la memoria.Diez minutos después, encuentro

otro error. Esta vez, Metias ha escrito«biemvenido».

Dos faltas de ortografía. Mi hermanojamás habría escrito eso por accidente.Miro a mi alrededor, imaginando por unmomento que hay cámaras ocultas en elcuarto de estar. Luego me inclino sobrela mesa baja y empiezo a pasar páginasde los diarios, memorizando laspalabras mal escritas. Mejor noapuntarlas; prefiero no dejar rastros.

Encuentro una tercera: «burguesía»,escrita como «bwrguesía». Y una cuarta:«respuesta», que aparece como

Page 642: Legend, Marie Lu-

«resposta». Mi corazón empieza a latircon fuerza.

Después de leerme los doce diariosde Metias, he encontrado veinticincopalabras mal escritas. Todas están enlos diarios más recientes, los de losúltimos meses.

Me recuesto en el sofá y cierro losojos para recordar las palabras enorden. Ese montón de faltas no puede sermás que un mensaje dirigido a mí, laúnica que iba a prestar atención a unosdiarios llenos de cosas triviales. Unmensaje cifrado. Por eso Metias sacótodas las cajas del armario la tarde enque murió…

Page 643: Legend, Marie Lu-

Tal vez esto tenga que ver con lacosa tan importante que quería decirme.Combino las palabras intentando formaruna frase con sentido, pero no saco nadaen claro.

Desordeno las letras de cada una deellas: puede que sean anagramas deotros términos.

Nada.Me froto las sienes. ¿Y si Metias

pretendía que me quedara solo con lasletras erróneas? Decido hacer un listadoimaginario, empezando por la be de«nebera»:

BMWOUWEGITMCWSIHPNEOUTCIOArrugo el gesto: esto no tiene ni pies

Page 644: Legend, Marie Lu-

ni cabeza. Reorganizo mentalmente lasletras una y otra vez. Cuando erapequeña, Metias y yo jugábamos a algoparecido: él me entregaba un montón decubos de juguete con letras y me pedíaque formara palabras. Ahora me tocavolver al mismo juego.

Sigo durante un rato hasta que metopo con una combinación que me haceabrir los ojos de golpe:

BICHITOAsí es como me llamaba Metias.

Trago saliva y hago un esfuerzo pormantener la calma. Despacio, juego conlas demás letras e intento organizarías.Las combino una y otra vez hasta que

Page 645: Legend, Marie Lu-

llego a una que me hace parar en seco:SIGUEMEMe quedan tres uves dobles y varias

letras sueltas: MCPNOUTO Lo cual medeja una sola opción lógica: PUNTOCOM.

WWW SIGUEMEBICHITO PUNTOCOM

Una página web. Repaso la lista deletras un par de veces más paraasegurarme de que no me he dejadoninguna fuera. Luego me acerco alordenador.

Lo enciendo y tecleo el códigopirata de Metias que me permite accedera la red. Luego establezco defensas y

Page 646: Legend, Marie Lu-

escudos, como me enseñó a hacer mihermano: hay vigilancia por todaspartes. Desactivo el historial de minavegador y escribo la dirección de lapágina con dedos temblorosos.

Aparece una página en blanco conuna única línea de texto en la partesuperior:

Dame tu mano y yo te daré la mía.Sé perfectamente lo que quiere que

haga. Sin dudar un instante, poso lapalma de la mano en el monitor yaprieto.

Al principio no sucede nada.Después oigo un clic y distingo una luzdébil que va escaneando mi huella. La

Page 647: Legend, Marie Lu-

página en blanco se borra y en su lugaraparece algo similar a un blog. Me faltael aliento. Veo seis entradas breves. Meinclino hacia la pantalla y comienzo aleer.

Lo que encuentro me horroriza.

12 de julio

Esto es solo para tus ojos, June.Puedes eliminar este blog sin dejarrastro apoyando la palma derecha en lapantalla y pulsando Ctrl+Mayús+S+F.No tengo otro sitio donde escribir esto,así que lo escribiré aquí. Para ti.

Ayer cumpliste quince años. Ojalá

Page 648: Legend, Marie Lu-

fueses mayor, porque me cuestamuchísimo revelarle a una chica dequince años —casi una niña— lo que hedescubierto.

Hoy encontré una fotografía que sacópapá. Estaba al final del último álbumque tenemos. Jamás la había visto,porque estaba escondida detrás de otramás grande. Sabes que me gusta mirarlas fotos de nuestros padres siempre quepuedo. Me siento bien cuando leo susanotaciones, porque me da la sensaciónde que puedo hablar con ellos. Perohace un rato me di cuenta de que laúltima foto era demasiado gruesa. Alsacarla, se cayó otra que estaba detrás.

Page 649: Legend, Marie Lu-

Debió de hacerla papá, porqueretrataba su lugar de trabajo: ellaboratorio del hospital de laintendencia de Batalla. Me extrañó,porque papá nunca hablaba de lo quehacía allí. Aunque la imagen estabadesenfocada, se distinguía a un hombrejoven en una camilla. Parecía estarimplorando clemencia. En su pijama delhospital había impreso un signo rojo:peligro biológico.

¿Sabes qué había escrito por detrás?6 de abril. Dimito

irrevocablemente.Nuestro padre había intentado

dimitir poco antes de que mi madre y él

Page 650: Legend, Marie Lu-

murieran en un accidente de coche.

15 de septiembre

Llevo varias semanas buscandopistas. Nada. ¿Quién iba a pensar queera tan difícil colarse en la página webdel registro de fallecimientos?

Pero no me doy por vencido. Hayalgo raro en la muerte de nuestrospadres, y pienso averiguar lo que es.

17 de noviembre

Hoy me has preguntado por qué

Page 651: Legend, Marie Lu-

estaba tan raro. June, si estás leyendoesto, seguro que te acuerdas de esemomento. Bueno, pues ahora sabes porqué.

No he dejado de investigar desdeque escribí la última entrada. Llevo dosmeses haciendo preguntas discretas agente que trabaja en el laboratorio y aviejos amigos de papá. He seguidobuscando en la red.

Bueno, pues hoy he encontrado algo.Por fin he conseguido entrar en la

base de datos de civiles fallecidos enLos Ángeles. Es lo más complicado quehe hecho en mi vida, pero al fin encontréun fallo de seguridad oculto tras una red

Page 652: Legend, Marie Lu-

de… Bueno, resumiendo, me colé en elregistro. Y para mi sorpresa, heencontrado un informe sobre elaccidente de coche en el que murieronnuestros padres.

Solo que no fue un accidente. June,no creo que sea capaz de decirte esto envoz alta, así que espero que lo leas aquí.

El informe está firmado por elcomandante Baccarin, que también fuecadete de Chian (recuerdas a Chian,¿verdad?). Pone que el doctor MichaelIparis despertó sospechas entre losadministradores del laboratorio de laintendencia desde que empezó acuestionarse el auténtico propósito de su

Page 653: Legend, Marie Lu-

investigación. Su trabajo consistía enanalizar el comportamiento del virus dela peste, pero debió de descubrir algoque le inquietó lo bastante como parapedir un traslado a otra sección dellaboratorio. ¿Lo recuerdas, June? Fueunas semanas antes del accidente decoche. No se lo concedieron.

El resto del informe no hablaba de lapeste, pero me dijo todo lo quenecesitaba saber. June, losadministradores del laboratorio habíanordenado al comandante Baccarin quevigilara a papá. Cuando pidió eltraslado, Baccarin se dio cuenta de quehabía descubierto el verdadero

Page 654: Legend, Marie Lu-

propósito de todas sus investigaciones.Como podrás imaginar, no les sentó

demasiado bien, y le ordenaron aBaccarin que «solucionaradiscretamente el asunto». El informefinaliza indicando que el asunto seresolvió sin bajas militares.

Está fechado un día después delaccidente. June, los asesinaron.

18 de noviembre

Han solucionado el fallo deseguridad del servidor. Voy a tener quebuscar otra forma de colarme.

Page 655: Legend, Marie Lu-

22 de noviembre

Resulta que la base de datos de losciviles fallecidos tiene mucha másinformación sobre la peste de lo quesuponía. Sí, es normal que aparezcanmiles de entradas: la peste acaba concientos de personas al año. Perosiempre creí que los brotes eranespontáneos. Y los datos demuestran locontrario.

Bichito, necesito que sepas esto. Nosé cuándo descubrirás este diario, perosé que acabarás por encontrarlo. Prestaatención: cuando hayas terminado de

Page 656: Legend, Marie Lu-

leerlo, no hagas nada. No quiero quecometas ninguna estupidez. ¿Meentiendes? Antepón tu seguridad a todolo demás. Sé que encontrarás la formade hacer algo, no me cabe la menorduda. Si alguien puede, esa eres tú.Pero, por favor, no hagas nada quedespierte sospechas. Me suicidaría si laRepública acabara contigo por mi culpa,por haberte contado todo eso.

Si quieres rebelarte, hazlo sin salirtedel sistema. Es mucho más eficaztrabajar desde dentro que desde fuera. Ysi eliges hacerlo, cuenta conmigo.

Nuestro padre descubrió de dóndepartían los brotes anuales de peste. Era

Page 657: Legend, Marie Lu-

el foco más obvio. La carne quecomemos no procede del ganado que secría en las azoteas de los rascacielos.¿Lo sabías? Verás, la Repúblicamantiene miles de granjas subterráneas.Están a cientos de metros deprofundidad. Al principio, el Congresono sabía qué hacer con aquellos virusque mutaban sin parar y arrasabangranjas enteras. Les parecíansimplemente una molestia. Pero entoncesrecordaron que estaban en guerra con lasColonias. Desde entonces, cada vez queaparece un nuevo virus en el subsuelo,los científicos toman muestras y lomodifican genéticamente para que afecte

Page 658: Legend, Marie Lu-

a los humanos. A continuación,desarrollan una vacuna y la inyectan alos ciudadanos de todos los sectoresexcepto los marginales.

¿No has oído hablar de la nuevacepa que ha empezado a extenderse porLake, Alta y Winter? Las autoridadespropagan el virus por los barriosdeprimidos mediante un sistema detuberías subterráneas. A vecescontaminan el suministro de agua, otraslo administran a un hogar específicopara analizar cómo se propaga. Asícomienzan los nuevos brotes de la peste.Cuando los investigadores han obtenidotodos los datos que necesitan, las

Page 659: Legend, Marie Lu-

patrullas inyectan la vacuna a lossupervivientes y la peste desaparecehasta que se prueba la siguiente cepa.Ah, y también experimentan con algunosde los niños que suspenden la Prueba.Esos niños no van a campos de trabajo,June.

No hay campos. Los niños mueren.¿Entiendes a lo que me refiero? La

República utiliza la peste para librarsede la población con peor carga genética,y luego organiza la Prueba para escogera los más dotados. Pero además, la pestese usa para crear virus con los queatacar a las Colonias. Llevan añosusando armas biológicas contra ellos. Y

Page 660: Legend, Marie Lu-

no me importa mucho lo que pase en lasColonias, pero… June, nuestra propiagente sirve de conejillos de Indias.Nuestro padre trabajaba en loslaboratorios, y cuando intentó dimitir leasesinaron. Y mataron a nuestra madrecon él. Debieron de pensar que iban ahacer público lo que sabían. ¿Quiénquiere lidiar con una revueltaciudadana? Desde luego, el Congresono.

June, si nadie da un paso al frente,acabaremos todos muertos. Un día deestos, un virus se les irá de las manos yno habrá vacuna capaz de detenerlo.

Page 661: Legend, Marie Lu-

26 de noviembre

Thomas lo sabe. Sabe que albergosospechas sobre la muerte de nuestrospadres.

Ha averiguado que entré en elregistro de fallecimientos. No sé cómolo ha hecho; tal vez los técnicos queparchearon el fallo en la base de datosrastrearan mis huellas. Puede que ellosse lo hayan contado a Thomas. El casoes que esta mañana me preguntódirectamente.

Le dije que todavía no habíasuperado la muerte de nuestros padres,que me estaba volviendo un poco

Page 662: Legend, Marie Lu-

paranoico. Le comenté que no habíaencontrado nada y le aseguré que tú notenías ni idea. Me prometió que no lediría nada a nadie. Creo que puedoconfiar en él. Lo que pasa es que mepone un poco nervioso que alguien sepade mis sospechas… Y ya sabes cómo sepone Thomas a veces.

He tomado una decisión. Al final dela semana, le diré a la comandanteJameson que me retiro de la patrulla. Mequejaré del horario y le diré que apenaspuedo estar contigo. En cuanto measignen otro puesto, retomaré este blog.

Sigo las instrucciones de Metias yelimino su blog sin dejar rastro.

Page 663: Legend, Marie Lu-

Después me acurruco en el sofá y mequedo dormida hasta que Thomas llama.Pulso el botón del teléfono y la voz delasesino de mi hermano llena el cuarto deestar. Thomas, el soldado que cumplealegremente cualquier orden queprovenga de la comandante Jameson,aunque sea asesinar a su amigo de lainfancia. El soldado que usó a Day comocabeza de turco.

—June, ¿te pasa algo? —pregunta—.Son casi las diez y no te he visto poraquí. La comandante quiere saber dóndeestás.

—No me encuentro bien —murmuro—. Voy a quedarme en la cama un rato

Page 664: Legend, Marie Lu-

más.—Vaya. —Hace una pausa—. ¿Qué

síntomas tienes?—No es nada grave; solo estoy un

poco deshidratada y tengo algo defiebre. Creo que me sentó mal la cena deayer. Dile a la comandante Jameson quepor la tarde estaré bien.

—De acuerdo. Espero que temejores, June. —Otra pausa—. Detodos modos, si sigues enferma por lanoche, mandaré una patrulla antipestepara que te hagan un análisis. Ya sabes,es el protocolo. Si me necesitas,llámame.

Eres la última persona a la que

Page 665: Legend, Marie Lu-

quiero ver.—Bien, ya te diré. Gracias. —

Cuelgo.Me duele la cabeza. Demasiados

recuerdos, demasiadas revelaciones.Ahora comprendo por qué lacomandante Jameson decidió retirar elcuerpo de Metias tan pronto; fui unaestúpida al pensar que lo hacía porcompasión. Por eso organizó el funeral.Hasta mi misión de perseguir a Day fueuna estratagema para alejarme mientrasocultaban todas las pruebas.

Metias ya había pedido que loreasignaran en una ocasión anterior. Meviene a la mente el día en que renunció a

Page 666: Legend, Marie Lu-

trabajar junto a Chian en la organizaciónde la Prueba. Cuando fue a buscarme alcolegio aquella tarde, estaba muycallado.

—¿Te encuentras bien? —lepregunté.

Me agarró de la mano sin respondery echó a andar hacia la estación.

—Ven, June. Nos vamos a casa.Me fijé en sus guantes: tenían

manchitas de sangre.Metias no probó la cena ni me

preguntó qué tal me había ido ese día.Recuerdo que eso me molestó hasta queme di cuenta de lo mal que se sentía.Justo antes de acostarnos, me acerqué al

Page 667: Legend, Marie Lu-

sofá en el que se había echado y meacurruqué bajo su brazo. Me dio un besoen la frente.

—Te quiero —susurré con laesperanza de que respondiera algo. Élme miró con ojos tristes.

—June… Creo que voy a pedir queme cambien de mentor.

—¿No te gusta Chian?Metias se quedó callado un buen

rato y después bajó la vista como si sesintiera avergonzado.

—Hoy maté a una persona en elestadio de la Prueba.

Así que era eso. Esperé a quecontinuara. Tardó en hacerlo, pero al fin

Page 668: Legend, Marie Lu-

se pasó una mano por el pelo en un gestode indecisión y me miró.

—Disparé a una niña, June. Habíasuspendido la Prueba e intentaba huirdel estadio. Chian me ordenó que ledisparara… y yo obedecí.

—Ah… —En aquel momento no medi cuenta, pero ahora sé que, al disparara esa niña, Metias se sintió como si mehubiera disparado a mí—. Lo siento —musité.

—Es raro tener un buen motivo paramatar, June —comentó tras un largosilencio, con la mirada perdida—.Cuando alguien mata a otra persona,suele hacerlo por razones equivocadas.

Page 669: Legend, Marie Lu-

Espero que nunca tengas que hacerlo,sean cuales sean tus razones.

El recuerdo se desvanece y solo mequeda el eco de sus palabras.

No me muevo durante varias horas.Cuando resuena en la calle el juramentode la República, oigo que la gente locorea, pero no me molesto en ponermede pie. Tampoco me cuadro cuandopronuncian el nombre del Elector Primo.Ollie me mira y gime de vez en cuando.Lo observo. Estoy elucubrando,calculando. Tengo que hacer algo.Pienso en Metias, en mis padres, en lamadre de Day, en sus hermanos. Lapeste nos ha clavado las garras a todos.

Page 670: Legend, Marie Lu-

Por culpa de la peste murieron mispadres. La peste infectó al hermanopequeño de Day. Acabó con Metiasporque descubrió la verdad. Se hallevado a toda la gente que me importa.

Y detrás de la peste está laRepública.

La nación de la que siempre heestado tan orgullosa. La nación queutiliza y mata a los niños que suspendenla Prueba. Campos de trabajo… Nos hanengañado a todos.

¿Estará la República tras la muertede más personas que supuestamente hanfallecido en combate, en un accidente ouna epidemia? ¿Cuántos secretos oculta

Page 671: Legend, Marie Lu-

este país?Me levanto, me acerco al ordenador

y agarro el vaso de agua que dejéanoche al lado. Lo miro sin verlo. Laimagen de mis dedos distorsionados porel cristal me sobresalta: me recuerda alas manos ensangrentadas de Day, alcuerpo destrozado de Metias. Es unaantigüedad que me regalaron,supuestamente importada de las islasque posee la República en Sudamérica.Costó dos mil ciento cincuenta billetes.Con lo que vale este vaso que yo usopara beber agua, se podría comprar unavacuna de la peste. Puede que laRepública ni siquiera posea esas islas

Page 672: Legend, Marie Lu-

de verdad. Tal vez todo lo que me hanenseñado sea un engaño.

En un arrebato de cólera, levanto elvaso y lo estrello contra la pared.Contemplo temblorosa los fragmentos.

Finalmente, cuando la luz anaranjadadel ocaso inunda el apartamento, salgodel trance. Barro los trozos de cristal.Me pongo mi uniforme completo. Merecojo el pelo con cuidado y comprueboque mi rostro muestra una expresióntranquila, serena, carente de emoción.En el espejo parezco la de siempre; pordentro soy una persona completamentedistinta. Soy una chica superdotada queconoce la verdad, y sé perfectamente lo

Page 673: Legend, Marie Lu-

que quiero hacer al respecto.Voy a ayudar a Day a escapar.

Page 674: Legend, Marie Lu-

DAY

SOLO quedan tres noches y dos díashasta mi ejecución. Tengo que escapar.

Al caer la tarde, por los altavocesde la pantalla del corredor comienzan asonar gritos y explosiones. Las patrullasantipeste han cercado los sectores deLake y Alta, y a juzgar por el estruendocreciente de disparos, la gente debe deestar plantando cara. Dado que solo unbando dispone de armas de fuego, nohace falta ser un lince para adivinarquién va ganando.

Page 675: Legend, Marie Lu-

La imagen de June me viene a lamente y meneo la cabeza, asombrado dehaberme abierto tanto con ella. Mepregunto qué hará ahora mismo, en quéestará pensando. Tal vez en mí. Ojaláestuviera aquí. No entiendo la razón,pero me siento mejor cuando estáconmigo. Es como si entendiera lo quepienso y me ayudara a canalizar missentimientos. Además, me reconfortacontemplar su cara.

Y también me da valor. Siempre meha costado armarme de coraje si no teníacerca a Tess, a mis hermanos o a mimadre.

Llevo todo el día pensando en huir.

Page 676: Legend, Marie Lu-

Si consiguiera salir de esta celda yquitarle el chaleco antibalas y las armasa algún soldado, tendría algunaposibilidad de escapar de laintendencia. Conozco el exterior de esteedificio, y los muros no son tan lisoscomo los del hospital central. Podríaromper una ventana y escabullirme porlas cornisas; no creo que la herida de lapierna me lo impidiera. Los soldados noserían capaces de seguirme. Tendríanque disparar desde abajo o desde arriba,y creo que podría esquivarlos. Soycapaz de trepar muy rápido si encuentropuntos de apoyo, y puedo soportar eldolor en las manos. También tengo que

Page 677: Legend, Marie Lu-

liberar a John; no creo que Eden sigaencerrado en la intendencia, perorecuerdo con claridad lo que dijo Juneel día que me capturaron: «El prisionerode la celda 6822». Ese tiene que serJohn… y yo voy a encontrarle.

Pero antes tengo que salir de aquí.Dentro de la celda hay cuatro

guardas apostados a los lados de lapuerta. Todos llevan el uniformeestándar: botas negras, camisa negra conuna única hilera de botones metálicos,pantalón gris oscuro, chaleco antibalas ybrazalete plateado. Cada uno porta unsubfusil y una pistola. Mi mente va atoda velocidad. En una sala con paredes

Page 678: Legend, Marie Lu-

de acero como esta, las balas rebotan,así que no creo que lleven municiónmetálica. Puede que tengan balas degoma para aturdirme si fuera necesario.O tal vez sus armas estén cargadas contranquilizantes; nada que pueda matarmeni matarlos a ellos. Siempre que no medisparen a bocajarro, claro.

Carraspeo y los soldados me miran.Espero unos segundos, finjo una arcaday me encorvo. Sacudo la cabeza como siestuviera intentando calmarme y despuésme recuesto contra la pared. Cierro losojos.

Los soldados están alerta; uno meapunta con un subfusil. No dicen nada.

Page 679: Legend, Marie Lu-

Continúo la comedia unos minutos,haciendo ruidos guturales como siestuviera a punto de vomitar. Losguardas no dejan de mirarme. Entonces,sin previo aviso, finjo que me quedo sinaire y estallo en un ataque de tos.

Los soldados se miran y por primeravez capto una expresión deincertidumbre en sus ojos.

—¿Qué te pasa? —me pregunta eldel subfusil.

No contesto; finjo estar demasiadoocupado conteniendo las ganas devomitar. Otro soldado me mira de arribaabajo.

—Puede que tenga la peste.

Page 680: Legend, Marie Lu-

—Tonterías. Los médicos ya lo hancomprobado. El segundo soldado meneala cabeza.

—Ha estado expuesto al brote. Suhermano pequeño es el paciente cero,¿no? Puede que los médicos no le hayananalizado bien.

El paciente cero. Lo sabía. Doy otraarcada, poniéndome de espaldas a losguardas para que no piensen que intentodistraerlos. Escupo en el suelo.

El soldado del subfusil le hace ungesto al que tiene al lado.

—Bueno, si tiene una mutación de lapeste, no seré yo quien se quede aquípara contagiarse. Llama al equipo

Page 681: Legend, Marie Lu-

médico y pide que lo trasladen a una delas celdas del hospital.

El otro asiente y da un par de golpesen la puerta. El cerrojo de fuera sedescorre y la puerta se abre por uninstante, apenas lo suficiente para quesalga el soldado que ha llamado. El delsubfusil se acerca a mí, pero antes detocarme se desprende las esposas delcinturón y se vuelve hacia suscompañeros.

—No dejen de apuntarle.Sigo tosiendo y tratando de vomitar

como si no me diera cuenta de que estájunto a mí.

—Levántate —me agarra del brazo y

Page 682: Legend, Marie Lu-

me levanta de un tirón. Gimo como si nopudiera aguantar el dolor.

El soldado me libera una mano y mecierra la esposa en torno a la muñeca.Le dejo hacer.

Cuando me libera la otra mano, girode pronto y, antes de que puedareaccionar, le arrebato la pistola de lafunda y le apunto a la cara. Los otrosdos guardas se quedan petrificados; nopueden disparar sin herir a sucompañero.

—Diles a los de fuera que abran lapuerta —le ordeno a mi rehén. Tragasaliva; los otros no se atreven ni apestañear.

Page 683: Legend, Marie Lu-

—¡Abran la puerta! —grita.Se oye una conmoción en el pasillo y

después un chirrido cuando se deslizanlos cerrojos. El soldado me enseña losdientes en una mueca de rabia.

—Ahí fuera hay decenas de hombres—me espeta—. No tienes nada quehacer.

Le guiño un ojo y, en cuanto lapuerta se abre un milímetro, le agarro dela camisa y lo estampo contra la pared.Los otros dos me disparan, pero meagazapo y ruedo por el suelo. Lluevenlas balas; por el ruido que hacen alrebotar, deben de ser de goma. Estirouna pierna y lanzo una patada baja a un

Page 684: Legend, Marie Lu-

soldado para hacerle perder elequilibrio; solo el movimiento me haceapretar los dientes de dolor. Malditaherida… Me incorporo y me lanzo haciala puerta antes de que la cierren.

De un vistazo calibro la situación:soldados por todas partes; techo debaldosas con marco de metal; pasilloque tuerce a la derecha a cinco o seismetros; carteles que dicen «4º piso». Elsoldado que abrió la puerta estáempezando a reaccionar, y su mano sedirige hacia la pistola a cámara lenta.Salto contra la pared para darmeimpulso y me agarro al dintel de lapuerta; la pierna me duele tanto que

Page 685: Legend, Marie Lu-

estoy a punto de perder el sentido. Nodejan de sonar disparos. Me aferro a lasgrapas de metal que sujetan los azulejos.Celda 6822: eso tiene que estar en elsexto piso. Balanceo la pierna sana y ledoy una patada en la cabeza a unsoldado; caemos juntos y le dan de llenodos balas de goma que le hacen chillar.Me agacho y echo a correr esquivandosoldados y disparos, alejándome de lasmanos que intentan agarrarme.

Tengo que encontrar a John. Si lolibero, podremos escapar juntos. Silogro…

Algo me golpea la cara y por uninstante pierdo la visión. Intento

Page 686: Legend, Marie Lu-

recobrarme, pero caigo de rodillas.Hago ademán de levantarme y recibootro golpe que me derriba: deben dehaberme dado por la culata de un fusil.Estoy a cuatro patas, jadeando. Todosucede muy rápido. La cabeza me davueltas; creo que me voy a desmayar.Oigo una voz conocida.

—¿Qué demonios pasa aquí?Es la comandante Jameson. Al

recuperar la visión, me doy cuenta deque aún estoy debatiéndome en vano.Una mano me agarra la barbilla y lalevanta; de pronto, mis ojos enfocandirectamente a los de la comandante.

—Acabas de hacer una tontería —

Page 687: Legend, Marie Lu-

dice. Se vuelve hacia Thomas, que secuadra.

—Thomas, llévalo de vuelta a sucelda y haga el favor de asignarle unosguardas competentes —me suelta labarbilla y se frota las manosenguantadas—. Despida a los anteriores;no los quiero en mi patrulla.

—Sí, señora —Thomas vuelve acuadrarse y empieza a gritar órdenes.

Me sujetan la mano que tenía librecon la esposa que llevo colgando de laotra muñeca. Por el rabillo del ojo, veoque hay una segunda oficial vestida denegro al lado de Thomas. Es June. Elcorazón se me dispara. Ella me

Page 688: Legend, Marie Lu-

devuelve la mirada con los ojosentornados; en la mano sujeta el fusilque ha utilizado para golpearme.

Varios soldados me arrastran hastami celda mientras yo grito y me resisto.June aguarda a que vuelvan aencadenarme. Entonces, cuando da unpaso atrás, se agacha a mi lado.

—Te sugiero que no vuelvas aintentarlo —masculla clavándome unamirada llena de cólera fría.

La comandante Jameson sonríe;Thomas me observa con expresiónsevera. Entonces, June vuelve aacercarse y me susurra algo al oído.

—No vuelvas a intentarlo… tú solo.

Page 689: Legend, Marie Lu-

Espera un poco y yo te ayudaré.No sé qué esperaba oírle decir, pero

desde luego no era esto. Intentomantener una expresión impertérrita,pero el corazón se me detiene por uninstante. ¿Ayudarme?

¿June quiere ayudarme? Acaba deabortar mi huida con un golpe que casime deja inconsciente. ¿Querrá tendermeuna trampa, o lo dirá en serio?

June se separa de mí en cuantopronuncia la última palabra. Finjo estarenfadado, como si me hubiera dichoalgo insultante. La comandante Jamesonlevanta la barbilla.

—Buen trabajo, agente Iparis —

Page 690: Legend, Marie Lu-

dice, y June se cuadra rápidamente—.Acompañe a Thomas hasta la recepción;allí nos encontraremos.

Thomas y June se marchan. Mequedo con la comandante y los nuevossoldados de guardia.

—He de reconocerle, señor Wing,que ha realizado un esfuerzoimpresionante —dice al cabo de un rato—. Realmente es usted tan ágil comoaseguró la agente Iparis. Detesto vercómo se desperdicia el talento en manosde un criminal… Pero la vida no esjusta, ¿no cree? —me sonríe—. Pobrechico. ¿De verdad pensabas que podríasescapar de una fortaleza como esta?

Page 691: Legend, Marie Lu-

Se acerca, se inclina sobre mí yapoya el codo en una rodilla.

—Voy a contarte una historia —dice—. Hace unos años, capturamos a unjoven traidor que tenía bastantes cosasen común contigo. Era audaz, temerarioy estúpidamente desafiante, entre otrascosas. Intentó escapar antes de suejecución, igual que tú.

¿Sabes lo que le pasó, Wing? —seaproxima más a mí, me posa una manoen la frente y empuja hasta que micabeza queda pegada a la pared—. Loatrapamos antes de que llegara a lasescaleras. Cuando llegó la fecha de suejecución, el tribunal me dio permiso

Page 692: Legend, Marie Lu-

para tomar el asunto en mis manos enlugar de ponerle al frente del pelotón defusilamiento —su mano aprieta todavíamás mi cabeza contra el muro—. Creoque él hubiera preferido el pelotón.

—Algún día sufrirás una muertemucho peor que la de él —mascullo. Lacomandante suelta una carcajada.

—Veo que sigues conservando elcarácter hasta el final, ¿eh? —me sueltala cabeza y me levanta el mentón con undedo—. Eres tan gracioso, mi queridomuchacho…

Estrecho los ojos y, antes de quepueda reaccionar, ladeo la cabeza y lehinco los dientes en la mano. Ella chilla.

Page 693: Legend, Marie Lu-

Aprieto las mandíbulas con todas misfuerzas hasta notar el sabor de la sangre.Entonces, la comandante me estrella lacabeza contra la pared y mis dientespierden su presa. Se agarra la mano enun baile agónico mientras yo parpadeotratando de no perder el sentido. Dossoldados se acercan a ayudarla, pero lesordena que se alejen.

—No sabes cuántas ganas tengo deque te fusilen, Day —me gruñe. De sumano brota un hilo de sangre—. Estoycontando los minutos.

Se da la vuelta y sale de la celda conun portazo.

Cierro los ojos y escondo la cara

Page 694: Legend, Marie Lu-

entre las manos para que los soldadosno vean mi expresión. El regustometálico de la sangre me escuece en lalengua. Hasta ahora no me he atrevido apensar en mi ejecución. ¿Qué se sentiráal encontrarse delante de un pelotón defusilamiento, sin escape posible? Mimente divaga en torno a esa idea yfinalmente me agarro a lo que mesusurró June: «No vuelvas a intentarlo…tú solo. Espera un poco y yo teayudaré».

Puede que haya descubierto algo; talvez haya averiguado quién matórealmente a su hermano o se haya dadocuenta de cómo miente la República. No

Page 695: Legend, Marie Lu-

hay ningún motivo para que me engañeahora: a mí no me queda nada queperder y ella no tiene nada que ganar.

Lo pienso una y otra vez hastaasimilarlo: una oficial de la Repúblicava a ayudarme a escapar y a salvar a mishermanos.

Debo de estar volviéndome loco.

Page 696: Legend, Marie Lu-

JUNE

EN Drake me enseñaron que la mejorforma de desplazarse por la noche sinque te vean es ir por los tajados. A esaaltura eres prácticamente invisible,porque los transeúntes mantienen lavista fija en la calle. Además, desde ahíse ve perfectamente el lugar al que tediriges.

Tengo que ir al lugar donde peleécontra Kaede, en la frontera entre lossectores Lake y Alta. Necesitoencontrarla antes de mañana por la

Page 697: Legend, Marie Lu-

mañana, cuando tendré que presentarmeante la comandante Jameson en laintendencia de Batalla para hacer elinforme sobre el intento de fuga de Day.Kaede puede ser una excelente aliadapara evitar la ejecución.

Poco después de la medianoche, mevisto con ropa adecuada: botas negrasde montaña; una fina cazadora negra; unamochila pequeña, negra también. Llevodos cuchillos sujetos al cinturón. Nadade armas de fuego: no quiero querastreen mi presencia en un sectorinfectado por la peste.

Subo a la azotea de mi edificio y mequedo un instante de pie, escuchando

Page 698: Legend, Marie Lu-

cómo silba el viento a mi alrededor. Elaire huele a humedad. Aún se venrebaños pastando en algunas azoteas. Almirarlos, no puedo evitar preguntarme sihabré pasado toda mi vida encima deuna red secreta de granjas subterráneas.Desde aquí se divisan el centro de LosÁngeles y muchos de los sectoresperiféricos, así como la delgada franjade tierra que separa el lago del océanoPacífico. Es fácil distinguir los sectoresricos de los marginales: en los últimos,la luz eléctrica da paso a quinquésparpadeantes, hogueras y centrales devapor.

Apunto mi lanzador de cable al

Page 699: Legend, Marie Lu-

edificio de enfrente, disparo y medeslizo silenciosamente de bloque enbloque hasta encontrarme lejos de lossectores Batalla y Ruby. Aquí las cosasse ponen un poco más difíciles: losedificios no son tan altos, los tejadosestán desmoronados y alguno amenazacon derrumbarse al mínimo golpe, asíque voy escogiendo cuidadosamente misobjeticos. En un par de ocasiones, meveo obligada a apuntar por debajo deltecho y trepar hasta la azotea para seguiravanzando. Cuando llego a las afuerasdel sector Lake, el sudor me empapa laespalda.

La orilla del lago está a pocas

Page 700: Legend, Marie Lu-

manzanas de distancia. Al contemplar elsector desde lo alto, distingo cintasrojas alrededor de casi todos losbloques. No hay esquina sin un soldadode la patrulla antipeste vestido con capanegra y máscara de gas. Las equis rojasse repiten puerta tras puerta. Distingouna patrulla que hace la ronda, como sifuera una redada de rutina, y tengo elpresentimiento de que están inyectandola cura como dijo Metias en su blog.Dentro de unas semanas, el nuevo brotede peste habrá desaparecido por arte demagia. Me esfuerzo por no mirar elpunto donde está —o estaba— la casade Day; no puedo evitar la sensación

Page 701: Legend, Marie Lu-

irracional de que el cuerpo de su madresigue tirado en la calle.

Me lleva unos diez minutos llegarhasta el sitio donde vi a Day porprimera vez. Aquí los techos estándemasiado destrozados para aguantar latensión del cable. Con mucho cuidado,bajo hasta el suelo —soy ágil, pero notanto como Day— y me fundo con lassombras de los callejones hasta llegar allago. La arena húmeda cruje bajo mispies. Avanzo evitando la luz de lasfarolas, las patrullas de la policíaciudadana y la muchedumbre que vagapor la calles. Day me comentó que habíaconocido a Kaede en un bar de esta

Page 702: Legend, Marie Lu-

zona, en la frontera entre los sectoresAlta y Winter. Voy explorando el áreasegún avanzo. Cuando investigué desdelos tejados, vi que había una docena debares que podían coincidir con sudescripción. Ahora que estoy en elsuelo, cuento nueve.

Tengo que detenerme varias vecesen los callejones para poner en ordenmis pensamientos. Si me atrapan aquí, sidescubrieran lo que me propongo, creoque me matarían sin hacer preguntas. Laidea hace que se me acelere el corazón.

Pero entonces me acuerdo de laspalabras de mi hermano y aprieto losdientes. He llegado demasiado lejos

Page 703: Legend, Marie Lu-

para dar marcha atrás.Deambulo sin suerte por diversos

bares. Todos tienen un aspecto muyparecido: iluminación tenue, humo, caos,peleas de skiz en la esquina más oscura.Me asomo para ver los combates, perome quedo lejos del corro: he aprendidola lección. Pregunto a los camareros siconocen a una chica con un tatuaje enforma de enredadera. Nadie sabe nada.Así pasa una hora.

Y entonces la encuentro. O más bien,ella me encuentra a mí.

Me dispongo a entrar en el siguientebar. Acabo de salir de un callejóncuando algo pasa silbando sobre mi

Page 704: Legend, Marie Lu-

hombro. Un cuchillo. Me aparto de unsalto y elevo la vista justo a tiempo paraver a alguien que se descuelga desde unsegundo piso. Mi atacante cae sobre míy me empuja con violencia contra unapared envuelta en sombras. Aferro unode los cuchillos que llevo al cinto antesde distinguir su cara.

—Eres tú —murmuro.La chica que tengo frente a mí está

furiosa. La luz de las farolas se reflejaen su tatuaje y resalta la capa demaquillaje negro que ensombrece susojos.

—Muy bien —dice Kaede—. Sé queme estás buscando. Tienes tantas ganas

Page 705: Legend, Marie Lu-

de verme que llevas dando vueltas porlos bares del sector Alta desde hace másde una hora.

¿Qué quieres? ¿La revancha?Estoy a punto de contestar cuando

percibo un movimiento entre lassombras. Me quedo helada: hay alguienmás aquí. Cuando Kaede advierte haciadónde estoy mirando, levanta la voz.

—No te acerques, Tess —grita—.Mejor que no veas esto.

—¿Tess?Entrecierro los ojos: la figura que se

oculta entre la sombras es menuda ydelgada, y da la impresión de llevar elpelo recogido en una trenza medio

Page 706: Legend, Marie Lu-

deshecha. Sus ojos grandes y luminososme contemplan desde detrás de Kaede.Apenas puedo aguantar las ganas desonreír: esta noticia hará muy feliz aDay.

Tess da un paso hacia delante.Aunque tiene las ojeras muy marcadas,parece encontrarse bien. Me dedica unamirada recelosa que me llena devergüenza.

—Hola —murmura—. ¿Cómo estáDay? ¿Se encuentra bien? Asiento con lacabeza.

—De momento, sí. Me alegro desaber que tú también estás bien. ¿Quéhaces aquí?

Page 707: Legend, Marie Lu-

Me ofrece una sombra de sonrisa yluego contempla a Kaede connerviosismo. Esta le dirige una miradade furia y me aprieta contra la pared.

—¿Qué tal si respondes primero ami pregunta? —me espeta.

Tess se ha debido de unir a losPatriotas. Dejo caer el cuchillo yextiendo las manos vacías.

—He venido a negociar —digomirando a los ojos a Kaede—. Necesitotu ayuda: tengo que hablar con losPatriotas.

Eso la pilla con la guardia baja.—¿Qué te hace pensar que yo soy

una de ellos?

Page 708: Legend, Marie Lu-

—Trabajo para la República.Sabemos muchas cosas; algunasseguramente te sorprenderían.

Kaede entrecierra los ojos.—Tú no necesitas mi ayuda. Estás

mintiendo —sentencia—. Trabajas parala República y traicionaste a Day. ¿Porqué debería confiar en ti?

Me giro, abro la mochila y saco ungrueso fajo de billetes. Tess dejaescapar un grito ahogado cuando lo ve.

—Quiero entregarte esto —contestoentregándole el dinero a Kaede—. Ypuedo darte más, pero necesito que meescuches. No tengo mucho tiempo.

Kaede soba los billetes con la mano

Page 709: Legend, Marie Lu-

y toca uno con la punta de la lengua.Tiene un brazo enyesado y sujeto por uncabestrillo.

Me pregunto si será Tess quien se lohaya arreglado; los Patriotas deben deencontrarla muy útil.

—Siento mucho lo de tu brazo, porcierto —le digo a Kaede señalándolo—.Aunque estoy segura que lo entiendes:aún no se me ha cerrado del todo laherida que me hiciste.

Kade deja escapar una risa seca.—Qué más da… Al menos, nos ha

servido para reclutar una médica más —acaricia la escayola y le guiña un ojo aTess.

Page 710: Legend, Marie Lu-

—Me alegro de oírlo —respondomirando a Tess de reojo—. Cuídenlabien. Se lo merece.

Kaede estudia mi rostro durante unrato. Finalmente, me suelta y hace ungesto en dirección a mi cinturón.

—Tira las armas.No replico. Saco los cuchillos del

cinto poco a poco, para que puedadistinguir mis movimientos, y los tiro alsuelo del callejón. Kaede los aleja deuna patada.

—¿Tienes algún dispositivo deseguimiento? ¿Aparatos de escucha?Niego con la cabeza y permito que meinspeccione los oídos y la boca.

Page 711: Legend, Marie Lu-

—Si oigo acercarse a alguien, temato en el acto —dice al acabar—. ¿Meentiendes?

Asiento. Kaede parece dudar, perotermina por menear la cabeza y meconduce hacia la oscuridad del callejón.

—No pienso llevarte a ver ningúnotro Patriota —declara—. No me fío deti. Puedes hablar con nosotras dos, y yaveré si tu propuesta vale la pena.

Me pregunto por un instante quétamaño tendrá realmente suorganización.

—De acuerdo.Empiezo a contarles a Kaede y a

Tess todo lo que he descubierto.

Page 712: Legend, Marie Lu-

Comienzo con la noche en que Metiasmurió. Les relato mi persecución de Dayy lo que sucedió cuando lo entregué.Luego hablo de lo que he averiguadosobre Thomas y el asesinato de Metias.

No menciono el verdadero motivopor el que murieron mis padres ni lo queescribió Metias sobre la peste en sublog. Me da demasiada vergüenzahablar de esto a dos personas quesobreviven en los sectores marginales.

—Así que el amigo de tu hermano lomató, ¿eh? —Kaede deja escapar unsilbido suave—. ¿Solo porquesospechaba que la República habíaeliminado a tus padres? ¿Y a Day le

Page 713: Legend, Marie Lu-

tendieron una trampa?El tono de indiferencia de Kaede me

molesta, pero intento no prestarleatención.

—Sí.—Vaya, qué historia tan triste.

Ahora cuéntame qué pintan en esto losPatriotas.

—Quiero ayudar a Day a escaparantes de que lo fusilen. Sé que losPatriotas llevan mucho tiempointentando reclutarlo, así que supongoque preferirían no verlo muerto. Tal vezpodamos llegar a un acuerdo.

La cólera que había en los ojos deKaede se ha convertido en escepticismo.

Page 714: Legend, Marie Lu-

—¿Qué me estás contando? ¿Quéquieres vengarte por la muerte de tuhermano? ¿Qué vas a traicionar a laRepública para salvar a Day?

—Lo único que digo es que quierojusticia: voy a liberar al chico que nomató a mi hermano.

Kaede suelta un gruñido deincredulidad.

—No te das cuenta de lo fácil que hasido para ti la vida hasta ahora,¿verdad? Pero si la República se enterade que has hablado conmigo, te pondrándelante de un pelotón de fusilamientoigual que a Day.

Oírle hablar de la ejecución de Day

Page 715: Legend, Marie Lu-

me pone los pelos de punta. Veo por elrabillo del ojo que Tess también pega unrespingo.

—Lo sé —contesto—. ¿Vas aayudarme?

—Estás colada por él, ¿verdad?Espero que la oscuridad disimule el

color que cobran mis mejillas.—Eso es irrelevante.Kaede suelta una carcajada.—¡Qué gracioso! Una pobre niña

rica se enamora del criminal másfamoso de la República. Supongo que loque más te duele es saber que si seencuentra en esta situación es por tuculpa…

Page 716: Legend, Marie Lu-

Mantén la calma.—¿Me vas a ayudar o no? —insisto.—Siempre hemos querido reclutar a

Day —Kaede se encoge de hombros—.Sería un excelente apoyo para nosotros,¿sabes? Pero no nos dedicamos a estopor amor al arte. Somos profesionales, ytenemos una agenda apretada que noincluye obras de caridad

—Tess abre la boca para protestar,pero Kaede le ordena con un gesto quese calle—.

Puede que Day sea muy popular enestos sectores, pero en el fondo no esmás que un niño. ¿Qué sacamosnosotros? ¿La satisfacción de liberarle?

Page 717: Legend, Marie Lu-

Los Patriotas no van a arriesgar unadocena de vidas para salvar a uncriminal. No sería eficiente.

Tess deja escapar un suspiro. Sumirada encuentra la mía, y me doycuenta de que debe de llevar díasintentando convencer a Kaede de quehaga algo por Day. Incluso puede que seuniera a los Patriotas para suplicarlesque le salvaran.

—Lo sé muy bien —me quito lamochila y se la lanzo; ella la atrapa alvuelo, pero no la abre—. Por eso hetraído esto. Doscientos mil billetes,contando los que te he dado antes. Todauna fortuna. Fue mi recompensa por

Page 718: Legend, Marie Lu-

capturar a Day, y supongo que será elpago suficiente por su ayuda —bajo lavoz—. También he incluido una bombaelectromagnética de nivel tres. Vale seismil billetes. Durante dos minutos,desactivará todas las armas que haya enun ratio de un kilómetro. Estoyconvencida de que sabes lo difícil quees encontrar esto en el mercado negro.

Kaede abre la cremallera y echa unvistazo al contenido de la mochila. Nodice una palabra, pero la satisfacción setrasluce en su lenguaje corporal, en laforma en que agarra los billetes conavidez y recorre su rugosa superficiecon la bomba electromagnética; cuando

Page 719: Legend, Marie Lu-

levanta la esfera metálica y lainspecciona, la mirada se le ilumina.Tess la contempla con ojosesperanzados.

—Para los Patriotas, esto no es másque calderilla —declara Kaede trasinspeccionarlo todo—. Pero tienesrazón: puede que sea suficiente paraconvencer a mi jefe de que te ayude. Yahora, dime: ¿cómo podemos estarseguros de que no es una trampa?Entregaste a Day a la Republica. ¿Y sime estás engañando a mí también?

¿Calderilla? Vaya, los bolsillos delos Patriotas deben de ser muyprofundos.

Page 720: Legend, Marie Lu-

—Tienes derecho a sospechar de mí—respondo—. Pero míralo de estemodo: podrías largarte ahora mismo conlos doscientos mil billetes y la bomba, yno mover un dedo por ayudarme. Estoydepositando mi confianza en ti y en losPatriotas. Solo te pido que hagas lomismo.

Kaede toma aire profundamente.Todavía no parece convencida.

—Bien. ¿Tienes algún plan? —diceal fin.

El corazón me da un vuelco y, porprimera vez en toda la noche sonrío consinceridad.

—Lo primero que hay que hacer es

Page 721: Legend, Marie Lu-

rescatar a John, el hermano mayor deDay. Lo sacaré de la intendencia deBatalla mañana por la noche, entre lasonce y las once y media —Kaede mecontempla con incredulidad, pero laignoro—. Fingiré su muerte; diré que hacaído víctima de un ataque fulminante.Si consigo sacarlo de la intendencia,necesitaré que estés ahí junto a un par dePatriotas más para a alejarlo del sectorBatalla y ocultarlo.

—Si lo consigues, allí estaremos.—Bien. Ahora, lo de Day.

Evidentemente, será mucho máscomplicado. Lo van a ejecutar dentro dedos días, a las seis en punto de la tarde.

Page 722: Legend, Marie Lu-

A las seis menos diez, yo acudiré a sucelda para conducirlo hasta el pelotónde fusilamiento. Tengo una tarjeta deidentidad que me da acceso sinrestricciones a todas las partes deledificio; la usaré para sacarlo poralguna de las seis entradas secundariasque hay en el ala este. Necesitaré quehaya allí un grupo de Patriotas paraayudarnos. Calculo que acudirán almenos dos mil personas a presenciar laejecución, de modo que apostarán en laexplanada unos ochenta guardas.Necesito que las salidas secundariasestén poco vigiladas, así que habrá quehacer algo para despistar a los soldados

Page 723: Legend, Marie Lu-

que monten guardia en ellas. Una vezfuera del edificio no creo que sea difícilescapar… siempre y cuando no hayademasiada vigilancia en losalrededores, claro.

Kaede levanta una ceja.—Es un suicidio. ¿Te das cuenta de

lo descabellado que suena tu plan?—Sí —hago una pausa—. Pero no

hay muchas otras alternativas.—Bien, sigue. ¿Y qué hacemos con

las tropas de la explanada?—Hay que crear una distracción —

fijo los ojos en Kaede—. Tenemos queprovocar el caos frente a la intendencia;de ese modo, los soldados que custodien

Page 724: Legend, Marie Lu-

las salidas traseras tendrán que acudirpara contener a la multitud, aunque solosea durante un par de minutos. En esonos puede ayudar la bombaelectromagnética. Si detona, harátemblar la tierra en toda la explanada ylos alrededores. No hará daño a nadie,pero provocará el pánico. Además,desactivará todas las armas de lasproximidades, así que no podrándisparar contra Day aunque vean queescapa por los tejados. Tendrán queperseguirlo o probar suerte con laspistolas aturdidoras, que son muchomenos precisas.

—Muy bien, chica genio —Kaede

Page 725: Legend, Marie Lu-

suelta una risita sarcástica—. Pero dejaque te haga una pregunta: ¿cómodemonios piensas sacar a Day deledificio? ¿Crees que serás la única quelo escolte hasta el pelotón defusilamiento? Habrá otros soldados a tulado. Puede que una patrulla entera.

Sonrío.—Claro que habrá otros soldados.

Pero ¿quién dice que no pueden serPatriotas disfrazados?

Aunque no me contesta, veo cómo sele ensancha la sonrisa. Sí, piensa queestoy loca. Y aun así, está dispuesta aayudarme.

Page 726: Legend, Marie Lu-

DAY

FALTAN dos noches para que meejecuten. Mientras duermo a ratos,pegado a la pared de la celda, me pasapor la mente un torrente de sueños. Norecuerdo bien los primeros: se mezclanen una marea confusa de carasconocidas y extrañas, de risas como lade Tess, de voces como la de June.Todas intentan hablar conmigo, pero nolas entiendo.

Sin embargo, sí que retengo elúltimo sueño. Es una tarde soleada en el

Page 727: Legend, Marie Lu-

sector Lake. Tengo nueve años. Johntiene trece, acaba de entrar en laadolescencia. Eden ha cumplido cuatro yestá sentado en los escalones de laentrada, mirando cómo John y yojugamos al hockey en la calle. Incluso aesa edad es el más listo de los tres. Enlugar de unirse al juego, se quedajugando con las piezas de un viejo motorde hélice.

John me lanza la pelota (no es másque una bola de papel) y yo apenas larozo con la punta de mi palo de escoba.

—¡La has lanzado demasiado lejos!—protesto. John se limita a sonreír.

—Más te vale mejorar tus reflejos si

Page 728: Legend, Marie Lu-

quieres aprobar la parte física de laPrueba.

Golpeo la pelota con todas misfuerzas. Pasa disparada por encima deJohn y choca contra la pared.

—Tú aprobaste, y eso que no tienesreflejos —replico.

—No la he atrapado porque no hequerido —se ríe él mientras corre arecogerla. La agarra antes de que se lalleve el viento; varias personas hanestado a punto de pisarla—. Pasaba dehumillarte más aún.

Hoy estamos contentos. Hace unosdías, John ha sido asignado comooperario en la central eléctrica del

Page 729: Legend, Marie Lu-

barrio. Para celebrarlo, nuestra madreha vendido uno de sus dos vestidos yunas cuantas cacerolas viejas y se hapasado una semana cubriendo turnosextra en el trabajo. Con lo que haganado, ha conseguido comprar un polloentero. Está dentro preparándolo, y elaroma del asado es tan delicioso quedejamos la puerta entreabierta paraolerlo desde fuera. Normalmente, Johnno está de tan buen humor. Decidoaprovecharlo todo lo que pueda.

Me lanza la pelota, y yo la paro conla escoba y se la devuelvo. Nosenzarzamos en una sucesión de pasesrápidos, furiosos; a veces damos unos

Page 730: Legend, Marie Lu-

saltos tan ridículos para no perder queEden se muere de risa. El olor del polloimpregna el aire de la calle. No hacedemasiado calor: es un día perfecto.Mientras John corre a buscar la pelota,me concentro en memorizar esemomento, en guardarlo en la mente comouna fotografía imaginaria.

Jugamos un rato más. Y entoncescometo un error.

Estoy a punto de golpear la pelotacuando un policía entra en nuestra calle.Por el rabillo del ojo veo que Eden seha puesto de pie en los escalones. Johnlo ve venir antes que yo e intentadetenerme, pero es demasiado tarde:

Page 731: Legend, Marie Lu-

estoy a mitad del lanzamiento. Le doyjusto en la cara al policía.

No le hace daño, claro —no es másque una bola de papel—, pero essuficiente para que se detenga y mefulmine con la mirada. Me quedohelado.

Antes de que podamos reaccionar, elpolicía se saca un cuchillo de la bota yse acerca a mí.

—¿Quién te has creído que eres,niñato? —grita mientras alza el cuchillopara pegarme con la empuñadura.

En lugar de pedirle perdón, meyergo aún más y lo miro con cara deasco, sin vacilar ni encogerme. John se

Page 732: Legend, Marie Lu-

interpone entre los dos antes de que megolpee.

—¡Perdone, señor! —grita con lasmanos extendidas—. Lo sientomuchísimo… Este es Daniel, mihermano pequeño. ¡No lo ha hecho apropósito!

El policía lo aparta de un empellón yme cruza la cara con el mango elcuchillo. El golpe me tira al suelo. Edensuelta un grito y se mete corriendo encasa. Toso e intento escupir la tierra quese me ha metido en la boca. No puedohablar. El policía me da una patada en latripa que hace que se me salgan los ojosde las órbitas. Me acurruco

Page 733: Legend, Marie Lu-

protegiéndome el vientre con las manos.—¡Por favor, pare! —exclama John,

interponiéndose de nuevo entre elpolicía y yo.

Desde donde estoy puedo ver a mimadre en el porche de casa. Eden seesconde tras sus piernas.

—Yo… yo… Podemos pagarle —insiste John—. No tenemos mucho, peropuede llevarse lo que quiera. Porfavor… —me agarra del brazo y tirapara levantarme.

El policía parece sopesar su oferta.Eleva la vista y contempla a mi madre.

—Tú, tráeme lo que tengas —gruñe—. Y a ver si educas mejor a ese

Page 734: Legend, Marie Lu-

mocoso. John me empuja para ocultarmetras su cuerpo.

—No lo ha hecho a propósito, señor—repite—. Mi madre lo castigará, no sepreocupe. Todavía es pequeño y noentiende bien las cosas.

Mi madre se mete en casa a todaprisa y regresa al cabo de unos segundoscon un paquete envuelto en un pañuelo.El policía lo abre y cuenta los billetes;es todo el dinero que tenemos.

John no dice ni una palabra. Al cabode unos segundos, el policía anuda elpañuelo y se lo guarda en el bolsillo delchaleco. Levanta la vista hacia mimadre.

Page 735: Legend, Marie Lu-

—¿Es un pollo lo que estáscocinando ahí dentro? Menudo lujo paraeste tipo de familia.

¿Es que te gusta tirar el dinero?—No, señor.—Tráemelo.Mi madre corre a la cocina y sale

con otro bulto envuelto en trapos,bastante más grande que el anterior. Elpolicía lo agarra, se lo echa al hombro yme mira con desagrado.

—Niñatos de barrio… —murmuraantes de irse. La calle queda en silencio.

John se acerca a mi madre paraconsolarla, pero ella se limita aencogerse de hombros.

Page 736: Legend, Marie Lu-

—Siento que nos hayamos quedadosin cena —dice.

No me mira ni una sola vez. Al cabode un momento entra a consolar a Eden,que ha empezado a llorar.

John se vuelve hacia mí, me agarrade los hombros y me zarandea confuerza.

—No se te ocurra volver a hacereso, ¿me oyes? ¡No te atrevas a hacerlomás!

—¡Pero si yo no quería darle!—No me refiero a eso —gruñe,

furioso—. Hablo de la forma en que lomiraste. ¿Es que no piensas? Jamásmires así a un policía o un militar,

Page 737: Legend, Marie Lu-

¿entiendes? ¿Es que quieres que nosmaten a todos?

La mejilla me arde y tengo elestómago revuelto por la patada. Mezafo de las manos de John.

—No hacía falta que te metieras —le espeto—. No era para tanto. Podríahaberle devuelto el golpe.

John vuelve a agarrarme.—¡Estás loco! Escúchame bien,

hermano: nunca les devuelvas el golpe.Nunca. Tienes que hacer lo que te digany no discutir jamás con ellos —veocómo se desvanece la ira de sus ojos—.Preferiría morir antes de ver que tehacen daño. ¿Me entiendes?

Page 738: Legend, Marie Lu-

Intento buscar una respuestainteligente, pero, para mi vergüenza, seme escapan las lágrimas.

—Siento que te quedaras sin tu pollo—suelto de pronto. En la cara de Johnse dibuja una sonrisa triste.

—Ven aquí, chico —suspira, y meabraza.

Las lágrimas me corren por lasmejillas. Intento no hacer ruido: me davergüenza llorar.

* * * *

No soy supersticioso, pero cuandome despierto y recuerdo ese sueño, esa

Page 739: Legend, Marie Lu-

memoria dolorosamente vivida de John,noto una sensación espantosa en elpecho.

Preferiría morir antes de ver que tehacen daño.

Y siento el temor repentino de quede alguna forma, no sé cómo, lo que hadicho en el sueño se haga realidad.

Page 740: Legend, Marie Lu-

JUNE

08:00 a.m.Sector Ruby18C

LA ejecución de Day estáprogramada para mañana por la tarde.

Thomas se presenta en la puerta demi casa y me invita a ir al cine con élantes de presentarnos en la intendenciade Batalla.

—Podemos ver La gloria de labandera —dice—. He oído buenos

Page 741: Legend, Marie Lu-

comentarios sobre la película. Trata deuna chica de la República que captura aun espía de las Colonias.

Accedo: si quiero organizar la fugade John con éxito, debo tener contento aThomas. Lo último que necesito es quealbergue sospechas sobre mí.

Dicen que se aproxima un huracán(sería el quinto de este año), y losrumores se confirman en cuanto Thomasy yo salimos a la calle. Sopla una brisaamenazadora, un viento helado que cortala atmósfera cargada de humedad. Lospájaros parecen inquietos, y los perroscallejeros buscan refugio en lugar devagar de un lado para otro. Por la calle

Page 742: Legend, Marie Lu-

se ven menos coches y motocicletas delo normal: solo hay camionetas oficialesque reparten provisiones de emergencia,sacos de arena, linternas y radiosportátiles. Incluso se han pospuesto lasPruebas que había programadas para eldía en que se prevé que golpee latormenta.

—Debes de estar nerviosa, con todolo que está pasando —comenta Thomasen cuanto entramos al cine—. No tepreocupes: ya no queda mucho.

Asiento y le sonrío. El sitio estálleno de gente, a pesar del mal tiempo yde los inminentes apagones. Antenosotros cuelga el cubo de proyección,

Page 743: Legend, Marie Lu-

cada una de sus cuatro caras enfocada aun bloque de asientos. Muestra un flujoconstante de anuncios y noticias que sevan actualizando mientras esperamos.

—No creo que «nerviosa» sea lapalabra que mejor define cómo mesiento — respondo—. Pero la verdad esque estoy deseando que llegue elmomento. ¿Ya sabes cómo será?

—Solo sé que estaré al mando delos soldados de la plaza.

Thomas observa los anuncios quevan rotando por las pantallas: «¿Su hijoestá a punto de hacer la Prueba?¡Tráigalo a Pruebas Perfectas y obtendráuna consulta de evaluación gratuita!».

Page 744: Legend, Marie Lu-

—Quién sabe lo que hará la gente —dice al fin—. Puede que ya se esténconcentrando los manifestantes. Encuanto a tu cometido… supongo que tequedarás dentro para acompañar a Dayhasta la explanada. La comandanteJameson nos indicará el momento.

—Muy bien.Me quedo callada y repaso una vez

más los detalles del plan que diseñé trashablar con Kaede ayer por la noche.Necesitaré algo de tiempo paraentregarle los uniformes antes de laejecución, y también para meter a losPatriotas en el edificio. Creo que no meresultará difícil convencer a la

Page 745: Legend, Marie Lu-

comandante de que me deje escoltar aDay; incluso Thomas parece estar deacuerdo en que lo haga.

—June… —la voz de Thomasinterrumpe mis pensamientos.

—¿Sí?Me echa una mirada de curiosidad y

frunce el ceño como si acabara derecordar algo.

—Ayer no estabas en casa.Conserva la calma. Sonrío y vuelvo

la vista hacia la pantalla.—¿Por qué lo preguntas?—Bueno, pasé por tu apartamento a

las dos de la mañana y estuve llamandoun buen rato, pero no contestaste. Oí a

Page 746: Legend, Marie Lu-

Ollie dentro, así que no te habías ido asacarlo. ¿Dónde estabas?

Me giro hacia él y le miro a los ojos.—No podía dormir. Subí a la azotea

para que me diera el aire.—No te llevaste el

intercomunicador. Intenté llamarte, perono se oía más que estática.

—¿En serio? —meneo la cabeza—Debía de haber interferencias, porque lollevaba puesto. Anoche hacía muchoviento.

Thomas asiente.—Tienes que estar agotada.

Deberías comentárselo a la comandantepara que hoy no te haga trabajar

Page 747: Legend, Marie Lu-

demasiado.Ahora soy yo quien frunce el ceño:

es el momento de devolverle laspreguntas a Thomas.

—¿Qué estabas haciendo en mi casaa las dos de la mañana? ¿Pasaba algo?No me habré perdido ninguna orden dela comandante, ¿verdad?

—No, no. Nada de eso —Thomasme dedica una sonrisa tímida y se pasala mano por el pelo. ¿Cómo puedeparecer tan inocente alguien que tienelas manos manchadas de sangre?—. Laverdad es que yo tampoco podía dormir.No dejaba de pensar en lo nerviosa quedebías de estar. Pensé ir a darte una

Page 748: Legend, Marie Lu-

sorpresa.Le doy una palmadita en el brazo.—Muchas gracias, Thomas. Pero no

te preocupes por mí: mañana ejecutarána Day, y me sentiré mucho mejordespués de eso.

Thomas hace chascar los dedos.—Ah, ese es el segundo motivo por

el que fui a verte anoche. Se supone queno debería contártelo; es una sorpresa.

Las sorpresas no me seducendemasiado ahora mismo, pero me lasarreglo para fingir interés.

—¿Sí? ¿Cuál?—La comandante Jameson hizo una

proposición y el tribunal la ha aprobado.

Page 749: Legend, Marie Lu-

Creo que sigue furiosa por el mordiscoque le dio Day cuando intentó escapar.

—¿Qué han aprobado?—Ah, mira, lo acaban de hacer

público —Thomas me señala la pantallay el anuncio que se proyecta—. Se haadelantado la fecha de la ejecución.

La noticia no es más que unpantallazo, una imagen fija con textoazul sobre un alegre fondo blanco yverde. La fotografía de Day brilla justoen el medio.

EJECUCIÓN DE DANIEL ALTANWING: JUEVES 26 DE DICIEMERE,

17:00.EXPLANADA DE LA INTENDENCIA

Page 750: Legend, Marie Lu-

DE BATALLA.PLAZAS LIMITADAS.

EL EVENTO SE PROYECTARÁ ENTODAS LAS PANTALLAS DE LA

CIUDAD.

De pronto me quedo sin aliento. Mevuelvo hacia Thomas.

—¿Hoy?—Hoy —sonríe—. ¿No es genial?

Un día menos…—Estupendo —intento mantener un

tono optimista— Al fin una buenanoticia.

Me esfuerzo por disimular la oleadade pánico que barre mi mente. Estopuede significar muchas cosas; el simple

Page 751: Legend, Marie Lu-

hecho de que la comandante Jamesonhaya convencido al tribunal de adelantarla ejecución de Day es realmente raro. Yahora solo le quedan ocho horas paraenfrentarse al pelotón de fusilamiento,en cuanto se ponga el sol. No puedocentrarme en liberar a John; tendré quededicar el día entero a lo de Day.Incluso han cambiado la hora. ¿Y si nologro ver hoy a los Patriotas? ¿Y si nopuedo darles los uniformes?

¿Y si no logro salvar a Day?Pero eso no es todo. Me preocupa

que la comandante Jameson no me hayadicho nada; Thomas lo sabía ayer por lanoche, así que ella se lo tuvo que contar

Page 752: Legend, Marie Lu-

por la tarde, antes de que se fuera acasa. ¿Por qué no me lo dijo a mí? Enteoría, yo debería alegrarme de que Dayvaya a morir veinticinco horas antes delo previsto… Tal vez la comandantesospeche algo y quiera pillarme porsorpresa para ver cómo reacciono.Puede que Thomas sepa algo y me loesté ocultando. ¿Y si se trata de unamascarada para ocultarme la verdad? Sila comandante Jameson sospecha misverdaderos planes, ¿se lo habrá contadoa Thomas?

La película empieza y agradezco notener que hablar más con Thomas.Continúo pensando en silencio.

Page 753: Legend, Marie Lu-

Tengo que cambiar de planes. De locontrario, el chico que no mató a mihermano morirá hoy.

Page 754: Legend, Marie Lu-

DAY

ME comunican mi nueva fecha deejecución sin darle mayor importancia,con la banda sonora de los truenos quebraman en el exterior del edificio.Evidentemente, no puedo ver la tormentadesde mi celda. Estoy rodeado deparedes de acero, cámaras de seguridady soldados muy nerviosos, así que solopuedo suponer el aspecto que tendrá elcielo.

A las seis de la madrugada, mequitan los grilletes que me encadenan a

Page 755: Legend, Marie Lu-

la pared de la celda. Es una tradición:antes de que un criminal famoso seenfrente al pelotón de fusilamiento, laintendencia de Batalla difunde su imagenpor todas las pantallas de la explanada.Y previamente, le liberan de las cadenaspara darle la oportunidad de montar elespectáculo. Lo he visto más de una vez,y al público de la explanada le encanta.Por lo general, siempre sucede algo: elcriminal se derrumba y empieza asuplicar a los guardias, pide un acuerdoo un aplazamiento e incluso a vecesintenta escapar. Hasta ahora, ninguno loha conseguido. La imagen del reo setransmite en vivo en todas las pantallas

Page 756: Legend, Marie Lu-

hasta la hora de le ejecución; entonces,cortan y enfocan al pelotón defusilamiento que se encuentra en el patiode la intendencia, y luego muestrancómo el reo se acerca para hacer frentea sus verdugos. Los espectadores de laplaza gritan —a veces, incluso vitorean— cuando suena la descarga. Y laRepública se siente muy satisfecha dehaber dado ejemplo con la ejecución deun criminal más.

Luego, repiten las imágenes a cadarato durante varios días.

Estoy suelto. Podría dar vueltas porla celda, pero me quedo sentado contrala pared, con los brazos apoyados en las

Page 757: Legend, Marie Lu-

rodillas. No me apetece entretener anadie. Me late la cabeza de los nervios,el terror, la angustia y la preocupación.Tengo el colgante en el bolsillo. Nopuedo dejar de pensar en John. ¿Quéharán con él? June ha prometido que meayudaría; tiene que haber pensadotambién en algo para salvar a John.Espero.

Pero si de verdad June planeasacarme de aquí, la verdad es que estállevando al situación hasta el límite. Elcambio de fecha de mi ejecución hadebido de ponerle muy difíciles lascosas. Me duele el pecho al pensar en elpeligro que corre; me encantaría saber

Page 758: Legend, Marie Lu-

qué ha averiguado, qué le ha podidohacer tanto daño como para volversecontra la República a pesar de todos losprivilegios de los que disfruta. Si mehubiera mentido… Pero ¿por qué iba ahacerlo? Tal vez yo le importe más delo que pienso. No puedo evitar reírmede mí mismo: no es el mejor momentopara pensar en estas cosas, pero quizápueda conseguir un beso de despedidaantes de que me fusilen.

Lo único que tengo claro es esto:aunque fallen los planes de June, aunqueme encuentre solo, sin ningún aliado,cuando me enfrente al pelotón defusilamiento… voy a luchar. Tendrán

Page 759: Legend, Marie Lu-

que llenarme de plomo para conseguirque me quede quieto. Tomo aire,estremecido. Sí, como idea está muybien, pero ¿tendré el valor suficientepara llevarla a cabo?

Los soldados de la celda portan másarmas de lo habitual, además demáscaras de gas y chalecos antibalas.No me quitan los ojos de encima: debende estar convencidos de que voy aintentar algo. Clavo la mirada en lascámaras de seguridad y me imagino a lamultitud que me estará contemplando.

—Deben de estar encantados, ¿no?—comento al cabo de un rato; losguardas cambian de postura y algunos de

Page 760: Legend, Marie Lu-

ellos empuñan sus armas—. Dedicar undía entero a mirar a un chico sentado enuna celda… Qué divertido.

Silencio; tienen demasiado miedopara responder.

Me pregunto qué hará la gente en laexplanada. Puede que algunos secompadezcan de mí e incluso queprotesten, aunque la cosa no puede sertan grave como la última vez, porque nose oyen ruidos. Pero estoy seguro de quela mayoría me odia. Y tal vez haya genteque esté ahí por simple curiosidadmorbosa.

Las horas se arrastran. Acabo pordesear que llegue la ejecución: al menos

Page 761: Legend, Marie Lu-

entonces podré ver algo diferente a estasparedes grises, aunque solo sea duranteunos minutos. Necesito algo que acabecon esta espera paralizante. Y si June nologra rescatarme, al menos dejaré deobsesionarme con las imágenes de John,de mi madre, de Eden, de todo el mundo,que giran una y otra vez en mi mente.

Llega una tanda de soldados nuevosa la celda; debe de quedar poco para lascinco de la tarde. La plaza ya estaráabarrotada. Tess… Puede que tambiénesté ahí, tan aterrada de ver cómo meejecutan como de no verlo.

Suenan pasos en el corredor. Luego,una voz que reconozco: June. Levanto la

Page 762: Legend, Marie Lu-

cabeza.¿Ya es la hora? ¿Voy a fugarme, o a

morir?La puerta se abre de golpe y los

guardas se separan para dejar paso aJune, que entra vestida con el uniformecompleto. La flanquean la comandanteJameson y varios soldados.

Me quedo sin aliento cuando laobservo. Jamás la había visto así.Charreteras resplandecientes en loshombros, una capa larga de algo queparece terciopelo tupido, chalecoescarlata, botas altas con hebillas ygorra de plato. Va maquillada consencillez y lleva el pelo recogido en una

Page 763: Legend, Marie Lu-

coleta. Debe de ser el atuendopreceptivo para las ocasiones solemnes.

Se detiene a cierta distancia ycontempla su reloj mientras yo me pongotrabajosamente en pie.

—Las cinco menos cuarto —dice, yme mira.

Trato de leer su expresión, deadivinar sus planes. Ella suspira conimpaciencia.

—¿Cuál es tu última voluntad? —pregunta—. Si deseas ver a alguien porúltima vez o rezar, deberías decirloahora. Es el único privilegio del quegozarás antes de morir.

Por supuesto: la última voluntad. La

Page 764: Legend, Marie Lu-

observo esforzándome por no mostrarninguna emoción en mi rostro. ¿Quéquerrá que diga? Sus ojos brillan conuna intensidad ardiente.

—Yo… —comienzo.Todas las miradas están fijas en mí.

June efectúa un sutil movimiento con loslabios:

«John», vocaliza. Me giro hacia lacomandante Jameson.

—Quiero ver a mi hermano John.La comandante se encoge de

hombros con impaciencia, hace unchasquido con los dedos y le murmuraalgo a un soldado, que se cuadra y sealeja.

Page 765: Legend, Marie Lu-

—Concedido —contesta.El corazón se me dispara. Cruzo una

brevísima mirada con June, peroenseguida me da la espalda parapreguntarle algo a la comandante.

—Todo está en orden, Iparis —replica ésta—. Hágame el favor de noprecipitarse. Esperamos en silenciounos minutos hasta que oigo pisadas quese acercan por el pasillo. Esta vez, juntoa la marcha rítmica de los soldadossuena un ruido de arrastre.

Debe de ser John. Trago saliva condificultad. June no ha vuelto a mirarme.

Mi hermano entra en la celdaflanqueado por dos guardas. Está mucho

Page 766: Legend, Marie Lu-

más delgado y pálido; su cabello rubiocuelga en mechones sucios que se lepegan a la cara, aunque él ni siquieraparece darse cuenta. Supongo quetenemos el mismo aspecto. Al verme, medirige una sonrisa que no le llega a losojos. Intento devolvérsela.

—Hola —digo.—Hola —me contesta. June se cruza

de brazos.—Cinco minutos. Dile lo que tengas

que decirle y se acabó.Asiento en silencio. La comandante

Jameson fija la mirada en June; noparece tener ninguna prisa pormarcharse.

Page 767: Legend, Marie Lu-

—Asegúrese de que son cincominutos exactos, ni un segundo más —selleva la mano a la oreja y empieza aimpartir órdenes en tono seco, con losojos clavados en mí.

Durante unos segundos, John y yonos limitamos a mirarnos. Intento hablar,pero no me salen las palabras; es comosi se me hubieran atascado en lagarganta. John no debería encontrarse enesta situación. Puede que yo sí, pero élno. Yo soy un delincuente, un fugitivo;he violado las leyes una y otra vez, peroJohn no ha hecho nada. Pasó la Pruebade forma limpia y justa. Se preocupa porlos demás, es responsable. No como yo.

Page 768: Legend, Marie Lu-

Finalmente, mi hermano rompe elsilencio.

—¿Sabes dónde está Eden? ¿Estávivo? Niego con la cabeza.

—No lo sé, pero creo que sí.—Cuando salgas ahí fuera, mantén la

cabeza bien alta, ¿de acuerdo? —dicecon voz ronca—. No permitas que tehundan.

—Lo haré.—Haz que les cueste matarte; pégale

a alguien si hace falta —me ofrece unasonrisa triste, torcida—. Siempre les hasdado miedo, así que síguelo haciendo,¿de acuerdo? Hasta el final.

Por primera vez desde hace mucho,

Page 769: Legend, Marie Lu-

me siento el hermano pequeño. Tengoque tragar saliva para evitar que se mesalten las lágrimas.

—Prometido —susurro.El tiempo se acaba demasiado

rápido. Nos despedimos y dos soldadosagarran a John de los brazos parasacarle de la celda. La comandanteJameson parece algo más relajada; paraella es un alivio que esto haya acabado.Se vuelve hacia sus hombres.

—Formen —ordena—. Iparis,acompañe a los guardas de vuelta a lacelda de ese chico. Yo volveréenseguida.

June se cuadra y sale detrás de John.

Page 770: Legend, Marie Lu-

Los soldados me atan las manos a laespalda. La comandante Jameson melanza una última mirada y se marchatambién.

Respiro hondo: me hace falta unmilagro.

Unos minutos después, me sacan dela celda. Como le he prometido a John,mantengo la cabeza alta y la miradainexpresiva. Ahora oigo el murmullo dela muchedumbre, que asciende y bajacomo una marea constante. Segúnavanzamos, voy mirado las pantallas delpasillo. La gente parece inquieta; suscabezas se mueven como olas en un díatormentoso. Distingo las hileras de

Page 771: Legend, Marie Lu-

soldados que contienen a la multitud.Algunas personas se han teñido unmechón de rojo brillante. Los soldadosse adentran en la multitud paraarrestarlos, pero no parece importarles.

A medio pasillo, June se une a lacomitiva y empieza a caminar a miespalda. Me giro, pero no consigo verlela cara. Pasan los segundos. ¿Quésucederá cuando salgamos al patio?

Finalmente llegamos al corredor queconduce al pelotón de fusilamiento.Entonces oigo la voz de Thomas.

—Señorita Iparis.—¿Qué pasa?Las palabras siguientes me atenazan

Page 772: Legend, Marie Lu-

el corazón; dudo que June haya previstoesto.

—Sígame, señorita Iparis. Está ustedbajo sospecha.

Page 773: Legend, Marie Lu-

JUNE

MI primer impulso es atacar a Thomas,y lo haría si no me encontrara rodeadade soldados. Arremetería contra él contodas mis fuerzas, lo noquearía,agarraría a Day y no pararía de correrhasta salir del edificio. John ya estálibre: en el pasillo que lleva a su celdahay dos guardas tirados en el suelo,inconscientes. Le indiqué a John que semetiera en los conductos de ventilacióny esperara ahí. Le dije que, cuandoliberara a Day, le gritaría una

Page 774: Legend, Marie Lu-

contraseña para que saliera de la paredcomo un fantasma y escapara connosotros.

Pero me toca cambiar de planes: nopuedo dejar fuera de combate a Thomasy a todos los guardas sin contar con elelemento sorpresa.

Así que decido obedecerle.—¿Bajo sospecha? —pregunto con

el ceño fruncido.Thomas se toca la gorra a modo de

disculpa y me agarra del brazo paraapartarme de los soldados que retienen aDay.

—La comandante Jameson meordenó que la detuviera —dice mientras

Page 775: Legend, Marie Lu-

tuerce la esquina y se dirige a laescalera. Se nos unen dos soldados más—. Tengo que hacerle algunaspreguntas.

—Qué ridiculez —resoplo—. ¿Y ala comandante no se le ocurrió escogerun momento más adecuado para estastonterías?

Thomas no contesta. Bajamos dospisos hasta llegar al sótano, donde seencuentran algunas de las salas deejecución, los cuadros eléctricos y lascámaras de almacenaje (ya sé por quéestamos aquí: han descubierto que faltala bomba electromagnética que le di aKaede. Normalmente no hacen

Page 776: Legend, Marie Lu-

inventario hasta fin de mes, peroThomas ha debido de efectuar uno estamisma mañana). Me concentro enocultar el terror que siento. Céntrate,me recuerdo a mí misma con enfado. Site dejas llevar por el pánico, estásmuerta.

Thomas se detiene al pie de lasescaleras y se lleva una mano a lacintura. Distingo el brillo de su pistola.

—Ha desaparecido una bombaelectromagnética —los focos del techoarrojan sombras sobre su cara—. Me dicuenta de que faltaba esta mañanatemprano, después de ir a buscarte a tuapartamento. Dices que anoche estuviste

Page 777: Legend, Marie Lu-

en el tejado, ¿verdad? ¿Sabes algo deesto?

Le sostengo la mirada y me cruzo debrazos.

—¿Crees que he sido yo?—No te estoy acusando, June —su

expresión es dolorosa, inclusosuplicante, pero no aparta la mano de lapistola—. No obstante, me parece unaextraña coincidencia. Poca gentedispone de acceso a esta zona, y todoslos demás estaban más o menoslocalizables ayer por la noche.

—¿Más o menos localizables? —repito con sarcasmo, y Thomas sesonroja—. No parece un indicio

Page 778: Legend, Marie Lu-

concluyente. ¿Acaso aparece mi imagenen alguna de las grabaciones deseguridad? ¿Te ha pedido la comandanteque hicieras esto?

—Responde a mi pregunta, June.Le fulmino con la mirada y él hace

una mueca, pero no se disculpa. Puedeque esta sea mi única oportunidad.

—No fui yo.Thomas parece poco convencido.—Ya. No fuiste tú —repite.—¿Qué más quieres que te diga?

¿Has vuelto a revisar el inventario?¿Estás seguro de que falta algo?

—Me temo que alguien manipuló lascámaras de seguridad, así que no

Page 779: Legend, Marie Lu-

tenemos imágenes —Thomas carraspeay posa la mano en la culata de su pistola—. Fue un trabajo muy meticuloso. Ycuando pienso en quién pudo hacer algotan meticuloso, solo se me ocurre unapersona: tú.

El corazón empieza a golpearme enel pecho.

—June, no me gusta nada estasituación —continúa Thomas, ahora entono suave—. Pero la verdad es que meha extrañado que pasaras tanto tiempohablando con Day.

¿Es que te compadeces de él? ¿Nohabrás planeado algo para…?

Una explosión hace temblar todo el

Page 780: Legend, Marie Lu-

corredor y nos lanza contra las paredes.Del techo cae una nube de polvo y elaire se llena de chispas (los Patriotashan activado la bomba electromagnéticaen la explanada. Han actuado a tiempo,justo antes de que Day se enfrente alpelotón de fusilamiento. Eso significaque todas las armas del edificioquedarán desactivadas durante dosminutos. Gracias, Kaede).

Estampo a Thomas contra la paredantes de que le dé tiempo a recuperar elequilibrio. Le quito el cuchillo delcinturón, me acerco al cuadro eléctrico yhago palanca para abrirlo. A mi espalda,Thomas desenfunda la pistola a cámara

Page 781: Legend, Marie Lu-

lenta.—¡Deténganla!Corto todos los cables de un tajo.

Suena un estallido y cae una lluvia dechispas. El sótano queda a oscuras.Thomas suelta una maldición (acaba dedescubrir que su arma no funciona). Lossoldados se apelotonan, desconcertados,y yo aprovecho para escabullirme hastalas escaleras.

—¡June! —grita Thomas a miespalda—. ¿Es que no lo entiendes? ¡Sihago esto es por tu bien!

—¿Sí? —respondo llena de rabia—.¿Es eso lo que le dijiste a Metias?

En unos segundos saltarán las luces

Page 782: Legend, Marie Lu-

de seguridad, y no pienso quedarmehasta entonces para escuchar larespuesta de Thomas. Subo losescalones de tres en tres, contando lossegundos que han pasado desde quedetonó la bomba electromagnética(once, de momento; faltan ciento nuevesegundos para que todas las armasvuelvan a funcionar).

Me abalanzo a la primera planta.Reina el caos: soldados que correnhacia la explanada, pasos que resuenanpor todas partes… Me abro caminohasta el patio donde se encuentra elpelotón de fusilamiento, procesando losdetalles a toda velocidad (quedan

Page 783: Legend, Marie Lu-

noventa y siete segundos; treinta y tressoldados se alejan de mí, doce seacercan; algunas pantallas estánapagadas por el corte de luz, otrasmuestran el tumulto de fuera; algo caedel cielo… ¡Son billetes! Los Patriotasestán tirándolos desde los tejados. Lamitad de la gente lucha por huir de laplaza mientras la otra mitad se mata porconseguir el dinero).

Setenta y dos segundos. Llego hastael patio del pelotón y observo la escena:hay tres soldados inconscientes. John yDay (una venda floja le rodea el cuello;han debido de ponérsela en los ojosjusto antes de que detonara la bomba) se

Page 784: Legend, Marie Lu-

enfrentan a un cuarto hombre. Los demáshan debido de salir a contener a lamuchedumbre, pero no estarán lejosmucho tiempo. Me acerco corriendo pordetrás y le pongo la zancadilla alsoldado, que cae al suelo. John lepropina un puñetazo en la mandíbula quelo deja inconsciente.

Sesenta segundos. Day se tambaleaal caminar como si estuviera a punto dedesmayarse. Le han debido de dar ungolpe en la cabeza, o puede que lapierna le duela demasiado. John y yo losujetamos. Los conduzco hacia unpasillo más estrecho, lejos de laspatrullas, y me encamino hacia la salida.

Page 785: Legend, Marie Lu-

La voz de la comandante Jamesonretumba en los intercomunicadores contono imperioso y furibundo.

—¡Ejecútenlo! ¡Mátenlo ahoramismo! ¡Y asegúrense de que seretransmite por las pantallas de laexplanada!

—Maldita sea… —murmura Day.La cabeza se le cae hacia un lado;

sus ojos azules parecen opacos ydesenfocados. Cruzo una mirada conJohn y sigo adelante. Los soldados nostienen que estar pisando los talones.

Veintisiete segundos.Nos quedan unos setenta y cinco

metros hasta la salida (avanzamos metro

Page 786: Legend, Marie Lu-

y medio por segundo; a esta velocidad,en veintisiete segundos podemosrecorrer cuarenta metros y medio.Dentro de cuarenta metros y medio, lasarmas volverán a funcionar. Ya se oyenlas pisadas de los soldados en lospasillos adyacentes. Hacen temblar elsuelo. Nos están buscando. Necesitamosveintitrés segundos más para llegar hastala puerta. Si nos pillan en el corredor,nos dispararán antes de que podamossalir).

Odio mis cálculos.—No lo vamos a conseguir —

masculla John.Day está casi inconsciente.

Page 787: Legend, Marie Lu-

Considero si quedarme atrás pararetener a los soldados mientras John y élsiguen avanzando, pero no creo quepueda con todos. Tardarían poco enreducirme e ir a por ellos.

John se detiene en seco y deja caertodo el peso de Day sobre mí.

—¿Qué…? —comienzo a decir, y depronto veo que le quita la venda delcuello a su hermano.

Abro los ojos como platos: sé lo quese propone hacer.

—¡No, John! —grito— ¡No lohagas!

—Necesitan más tiempo —replicaél—. ¿Quieren una ejecución? Pues la

Page 788: Legend, Marie Lu-

tendrán. Y echa a correr en direcciónopuesta.

Directo hacia el pelotón defusilamiento.

No. No, no, no, John. ¿A dónde vas?Pierdo un segundo en mirar hacia atrásmientras me pregunto si deberíaperseguirlo.

Va a hacerlo.La cabeza de Day cae sobre mis

hombros. Seis segundos. No tengoalternativa. Oigo las voces de lossoldados a nuestra espalda, en el pasilloque conduce al pelotón de fusilamiento,pero me obligo a dar la vuelta y seguiravanzando.

Page 789: Legend, Marie Lu-

Cero.Las armas vuelven a estar activas.

Seguimos caminando. Pasan mássegundos. En el interior del edificiosuena un alboroto de gritos y pisadas.Me obligo a no girar la cabeza.

Llegamos a la puerta, salimos a lacalle y un par de soldados se nos echanencima. No me quedan fuerzas paraluchar, pero tengo que intentarlo. Depronto veo a otra persona que pelea a milado. Cuando los guardas caen al suelo,distingo la figura de Kaede.

—¡Ya están aquí! —grita—.¡Muévanse!

Estaban esperando junto a la salida,

Page 790: Legend, Marie Lu-

tal como convinimos. Los Patriotas hanvenido a buscarnos. Nos agarran y nossuben a dos motocicletas. Me quito lapistola del cinto y la tiro al suelo: noquiero que me localicen por su culpa.Day va en la parte trasera de una moto yyo en otra. Esperen a John, quierodecirles, pero sé que sería inútil. Laintendencia de Batalla se hace máspequeña en la distancia.

Page 791: Legend, Marie Lu-

DAY

EL resplandor de un rayo, el rugido deun trueno, el rumor de la lluvia. A lolejos, las sirenas anuncian una nuevainundación.

Abro los parpados y pestañeo anteel agua que me cae en los ojos. Por unosinstantes soy incapaz de recordar nada,ni siquiera mi nombre. ¿Dónde meencuentro? ¿Qué ha pasado? Estoysentado al lado de una chimenea,empapado. Miro alrededor y veo laazotea de un bloque de pisos. La lluvia

Page 792: Legend, Marie Lu-

cubre el mundo como una manta y elviento se me cuela por debajo de lacamiseta como si quisiera llevarme conél. Me agarro a la chimenea. Cuandomiro al cielo, veo un mar de nubesnegras, tormentosas, iluminadas por losrelámpagos.

De pronto lo recuerdo todo: elpelotón de fusilamiento, el pasillo, laspantallas. John. La explosión. Soldadospor todas partes. June.

¿Por qué no estoy muerto?—Te has despertado.Junto a mi agachada, se encuentra

June. Su uniforme negro resulta casiinvisible en la oscuridad de la noche.

Page 793: Legend, Marie Lu-

Está apoyada contra la chimenea, sinhacer caso de la lluvia que le golpea lacara. Me acerco a ella y un latigazo dedolor me recorre la pierna. Las palabrasse me quedan en la punta de la lengua;soy incapaz de hablar.

—Estamos a veinte kilómetros deLos Ángeles; los Patriotas, nos llevaronhasta donde pudieron. Se han ido aVegas —June parpadea para que el aguano le entre en los ojos—. Eres Libre.Vete de California mientras puedas,porque estoy segura de que no van adejar de buscarnos.

Abro la boca y vuelvo a cerrarla.¿Estaré soñando? Me aproximo más a

Page 794: Legend, Marie Lu-

ella e intento rozarle la cara con lamano.

—¿Qué…? ¿Qué ha pasado? ¿Teencuentras bien? ¿Cómo conseguistesacarme de la intendencia? ¿Saben queme ayudaste?

June me observa como si sopesara laconveniencia de contestarme.Finalmente, alza la vista hacia el bordede la azotea.

—Mira.Me incorporo con trabajo y veo que

June señala las pantallas gigantes de lafachada. Me acerco cojeando a labarandilla y echo un vistazo.Definitivamente, estamos en las afueras:

Page 795: Legend, Marie Lu-

el edificio en el que nos encontramosestá abandonado y tapiado, y nofuncionan más que dos pantallas.Cuando leo lo que ponen, me quedo sinaliento.

FUSILADO HOY DANIEL ALTANWING.

Tras el titular vienen las imágenes:soy yo, sentado en la celda con los ojosfijos en la cámara. La escena se corta yaparece el patio donde se alinea elpelotón de fusilamiento. Variossoldados arrastran hacia el centro a unchico que se resiste. No recuerdo nadade eso. El chico tiene los ojos vendados

Page 796: Legend, Marie Lu-

y las manos esposadas a la espalda. Separece a mí, salvo por un par de detallesque yo solo puedo ver. Tiene los ojos unpoco más anchos que los míos, la cojeracon la que camina es fingida y su bocaes más semejante a la de mi padre que ala de mi madre.

Entrecierro los ojos. No puede ser.El chico se detiene en medio del

patio. Los guardias que lo arrastrabanregresan a su posición inicial. Lossoldados del pelotón levantan las armasy apuntan. Se produjo un silencio breve,horrible. De pronto, cada fusil expulsaun hilo de humo y chispas. Veo como elchico se convulsiona a cada impacto.

Page 797: Legend, Marie Lu-

Cae de bruces en la tierra. Suenan un parde disparos más y el silencio regresa.

El pelotón se disuelve rápidamente.Dos hombres recogen el cuerpo y losllevan hacia las cámaras deincineración.

Las manos empiezan a temblarme.John.Me enfrento a June, que me observa

sin decir una palabra tras una cortina delluvia.

—¡Era John! —grito—. ¡Ese chicoera John! ¿Qué hacía ahí, delante delpelotón? Se queda callada.

No puedo respirar. Ahora entiendocómo me sacó de ahí.

Page 798: Legend, Marie Lu-

—No lo llevaste de vuelta a la celda—consigo decir—. Lo pusiste en milugar.

—Yo no lo hice —replica—. Fue él.Me acerco cojeando, la agarro de

los hombros y la empujo contra lachimenea.

—¿Qué pasó? ¿Por qué lo hizo? —Grito—. ¡Debería haber sido yo!

June chilla de dolor, y me doy cuentade que está herida. Un corte profundo lecruza el hombro y le tiñe de sangre lamanga. Me quedo helado, avergonzadopor mi actitud. Desgarro una tira de micamiseta e intento vendarle la heridacomo lo haría Tess. Ajusto la venda y la

Page 799: Legend, Marie Lu-

cierro con un nudo. June hace una muecade dolor.

—No es nada —miente—. Me rozóuna bala.

—¿Te han herido en alguna otraparte? —recorro sus brazos, palpo sucintura y sus piernas. Está temblando.

—Creo que no. No te preocupes,estoy bien.

Le retiro el pelo mojado de la cara yle coloco suavemente los mechonesdetrás de las orejas. Ella alza la vista.

—Day… Las cosas no salieroncomo yo había previsto. Quería sacarlosa los dos. Podría haberlo hecho. Pero…

Aparto la mirada y me topo con el

Page 800: Legend, Marie Lu-

cuerpo sin vida de John en una de laspantallas. Por un momento se me va lacabeza, y tomo aire con fuerza para nodesmayarme.

—¿Qué pasó?—Nos faltaba tiempo para escapar

—hace un pausa—. John se dio cuenta yregresó para que tú y yo pudiéramossalir. Todos lo confundieron contigo;incluso se llevó la venda que te habíanpuesto. Lo agarraron y lo sacaron alpatio… —June sacude la cabeza—. LaRepública ya debe de haber averiguadoque cometió un error. Tienes que huirDay. Escapa mientras puedas.

Las lágrimas ruedan por mis

Page 801: Legend, Marie Lu-

mejillas, pero no me importa. Mearrodillo frente a June, escondo lacabeza entre las manos y me vengoabajo. Ya nada tiene sentido. Mihermano debía de estar enfermo depreocupación por mí mientras yo mecompadecía de mí mismo. John siemprepensaba en los demás antes que en él.Siempre.

—No tenía que haberlo hecho —susurro—. No se merecía eso. La manode June se posa en mi cabeza. Levanto lamirada.

—Sabía lo que hacía, Day —susurra, también con lágrimas en losojos—. Alguien tiene que rescatar a

Page 802: Legend, Marie Lu-

Eden, así que John te salvó a ti. Es loque haría cualquier hermano.

Sus ojos ardientes se cruzan con losmíos y los dos nos quedamos inmóvilesbajo la lluvia. Parece pasar unaeternidad. Recuerdo el momento en queempezó todo, la noche en que vi comolos soldados hacían la marca en lapuerta de mi madre. Si no hubiera ido aese hospital, si no me hubiese topadocon el hermano de June, si hubieraconseguido la vacuna de la peste en otrositio… ¿serían distintas las cosas?¿Seguirían vivos John y mi madre? ¿Seencontraría Eden a salvo? No lo sé. Meda miedo pensar en ello.

Page 803: Legend, Marie Lu-

—Lo has tirado todo por la borda —alzo la mano para tocarle la cara, pararetirar las gotas de lluvia de suspestañas—. Tu vida entera… tuscreencias… ¿Por qué lo has hecho?

Jamás la había encontrado tanhermosa como en ese instante: sinadornos, sincera, vulnerable peroinvencible. Un rayo atraviesa el cielo ysus ojos oscuros toman un brillo de oroviejo.

—Porque tú tenías razón —susurra—. En todo.

La abrazo, y ella me enjuaga unalágrima de la mejilla y me besa.Después apoya la cabeza sobre mi

Page 804: Legend, Marie Lu-

hombro, y solo entonces me permitollorar.

Page 805: Legend, Marie Lu-

JUNE

Tres días despuésBarstow, California 23:4011C

EL huracán Evonia ha empezado aretirarse, pero la lluvia sigue cayendo acántaros, pesada y fría. Las nubes seretuercen con furia.

Y en esta luz plomiza, la únicapantalla gigante de Barstow sigueemitiendo las noticias de Los Ángeles.

Page 806: Legend, Marie Lu-

EVACUACIONES DISPUESTAS ENZEIN, GRIFFITH, WINTER Y

FOREST.TODOS LOS HABITANTES DE LOSÁNGELES DEBEN REFUGIARSE A

MÁS DE CINCO PISOS DE ALTURA.

SE LEVANTA LA CUARENTENA ENLOS SECTORES LAKE Y WINTER.

VICTORIA DECISIVA DE LAREPÚBLICA CONTRA LAS

COLONIAS EN MADISON, DAKOTA.

LAS AUTORIDADES DE LOSANGELES PONEN A LOS

PATRIOTAS REBELDES EN BUSCAY CAPTURA.

FUSILADO DANIEL ALTAN WINGEL 26 DE DICIEMBRE.

Page 807: Legend, Marie Lu-

Por supuesto, la República nuncareconocerá públicamente que no hafusilado a Day, pero ya han comenzado apropagarse rumores por todas las callesy los rincones. Se murmura que Day haburlado a la muerte una vez más. Nadiese atreve a decirlo en voz alta por miedoa ponerse en el punto de mira. Y sinembargo, la gente no deja de hablar deello.

Aunque en Barstow vive muchagente, es más tranquilo que el centro deLos Ángeles. Aquí la policía no se lotoma tan a pecho como allí. El trenproporciona una vía fácil de huida, y haymuchos edificios en ruinas en los que

Page 808: Legend, Marie Lu-

Day y yo podemos refugiarnos. Mehabría gustado tanto traer a Ollie… Si lacomandante Jameson no hubieraadelantado la ejecución, lo habríasacado del apartamento para esconderloen alguna parte y regresar luego a por él.Pero ahora es demasiado tarde. ¿Quéharán con él? Me imagino a Ollieladrando a los soldados que irrumpen enmi piso, solo y asustado, y se me hace unnudo en la garganta. Ollie era lo únicoque me quedaba de Metias.

Day y yo avanzamos bajo la lluviahacia las cocheras de la estación deferrocarril donde pensamos acamparesta noche. Aunque apenas hay gente en

Page 809: Legend, Marie Lu-

la calle, procuro caminar entre lassombras. Day lleva una gorraencasquetada hasta los ojos; yo heescondido mi coleta bajo el cuello de lacamisa y me he tapado la boca y la narizcon una bufanda vieja que ya estáempapada. No podemos disfrazarnosmucho mejor por ahora. En el fondo dela cochera se acumulan varios vagonesviejos, oxidados por el paso del tiempo.Hay veintiséis, si contamos uno al que lefalta la mitad. Todos son de la UnionPacific.

Tengo que inclinarme hacia delantepara que no me derribe el viento. Lalluvia golpea con fuerza mi hombro

Page 810: Legend, Marie Lu-

herido. Day no dice nada, y a mítampoco me apetece hablar.

Al fin encontramos un vagón que nosconvence (es de carga, techado, con unacapacidad de cuarenta metros cuadradosy dos puertas deslizantes, una bloqueadapor el óxido y la otra medio abierta).Está oculto detrás de otros tres, al fondodel patio. Entramos y nos acomodamosen una esquina. El interior parecesorprendentemente limpio y, lo que esmás importante, está seco.

Day se quita la gorra y se retuerce elpelo para escurrir el agua. Juraría que lapierna vuelve a dolerle.

—Es una suerte que siga la alerta

Page 811: Legend, Marie Lu-

por inundaciones.—Ajá —asiento—. No creo que

ninguna patrulla pueda seguirnos coneste tiempo.

Lo observo: incluso ahora —agotado, destrozado, empapado de piesa cabeza— sigue habiendo algo hermosoe indómito en él.

—¿Qué? —me pregunta dejando deescurrirse el pelo. Me encojo dehombros.

—Estás hecho un asco.Sonríe levemente, pero la sonrisa se

le borra tan rápido como ha aparecido.Una expresión de culpa ocupa su lugar.Me quedo callada: lo entiendo muy bien.

Page 812: Legend, Marie Lu-

—En cuanto deje de llover, saldréhacia Vegas —dice—. Tengo queencontrar a Tess y asegurarme de que seencuentra a salvo con los Patriotas,antes de dirigirme al frente para buscara Eden. No… no puedo dejarla atrás.Necesito saber si está mejor con ellosque con nosotros —su expresión esanhelante, como si tratara deconvencerme de que es un buen plan—.Es mejor que no vengas: puedes ir alfrente por una ruta distinta y quedarconmigo allí. Podemos pactar un puntode encuentro. No tenemos por quéarriesgarnos los dos.

Me gustaría decirle que meterse de

Page 813: Legend, Marie Lu-

cabeza en una ciudad militarizada comoVegas es una locura, pero no lo hago. Loúnico que me viene a la mente es laimagen de Tess, con sus hombroshuesudos y sus ojos grandes. Day ya haperdido a su madre y a su hermano; nopuede perderla también a ella.

—Sí, hay que ir a buscarla —contesto—. No hace falta que meconvenzas. Pero voy contigo.

Day frunce el ceño.—No.—Day, sé razonable. Necesitas que

alguien te cubra. Si te pasara algodurante el trayecto, ¿cómo podríaenterarme?

Page 814: Legend, Marie Lu-

Sus ojos encuentran los míos. Haytan poca luz que apenas distingo susrasgos, pero aun así no puedo dejar demirarle. La lluvia le ha limpiado lasuciedad de la cara y la sangre del pelo;solo conserva algunas magulladuras.Parece un ángel. Un ángel con las alasrotas.

Aparto la vista, ruborizada.—No quiero que vayas solo.—Bien —suspira—. Después

iremos al frente, encontraremos a Eden ycruzaremos la frontera. Las Coloniasseguramente nos acogerán. Puede quehasta nos presten ayuda.

Las Colonias: no hace demasiado,

Page 815: Legend, Marie Lu-

me parecían mis peores enemigos.—De acuerdo.Day se acerca a mí y extiende la

mano para acariciarme la cara. Sé quetodavía le cuesta mover los dedos, ytiene las uñas amoratadas.

—No sé cómo alguien tan inteligentecomo tú puede cometer la estupidez dequedarse con alguien como yo.

Cierro los ojos.—Será que a los dos nos gusta hacer

estupideces.Me atrae y me besa antes de que

pueda añadir nada más. Al principio,sus labios son cálidos y suaves; luegosus besos se hacen más urgentes, y yo le

Page 816: Legend, Marie Lu-

rodeo el cuello con los brazos y me dejollevar. En este instante me da igual eldolor del hombro, me da igual que lossoldados puedan encontrarnos en estevagón y sacarnos a rastras. No quieroestar en ningún otro lugar. Aquí —pegada a su cuerpo, envuelta en susbrazos— me siento segura.

—Es extraño… —comienzo a deciral cabo de un rato.

Estamos acurrucados en el suelo delvagón; en el exterior, el huracán siguerugiendo. Dentro de unas horastendremos que salir de aquí.

—Es extraño estar contigo —continúo—. Apenas te conozco, pero…

Page 817: Legend, Marie Lu-

a veces me da la sensación de quesomos la misma persona, nacida en dosmundos diferentes.

Se queda en silencio durante unosinstantes y me acaricia el pelo de formaausente.

—Me pregunto qué habría sucedidosi yo hubiera nacido en un entorno comoel tuyo y si tú hubieras nacido en el mío—murmura—. ¿Seríamos los mismosahora? ¿Me habría convertido yo en unoficial de alto rango y tú en unadelincuente famosa?

Levanto la cabeza, que teníaapoyada en su hombro.

—Nunca te he preguntado por tu

Page 818: Legend, Marie Lu-

apodo. ¿Por qué «Day»?—Porque cada día tenemos por

delante veinticuatro horas más; cada díapuede pasar cualquier cosa. Hay quevivir en el momento, porque para morirsolo hace falta un instante. Hay que vivirdía a día —su mirada se pierde en lapuerta entreabierta del vagón. La lluviaoscura cubre el mundo como una manta—. Y hay que tratar de caminar en laluz.

Cierro los ojos y pienso en Metias.Rememoro todos nuestros momentos,tanto los buenos como los que preferiríaolvidar, y me imagino a mi hermanobañado por la luz del sol. Me vuelvo

Page 819: Legend, Marie Lu-

hacia él y le despido con la mano. Algúndía volveré a verle, y entonces noscontaremos todo lo que nos ha pasado…Pero ahora debo atesorar su recuerdo ysacar fuerzas de él. Cuando abro losojos, Day me está mirando. No sabe enqué pienso, pero nota la emoción en mirostro.

Nos quedamos tumbados, pegados eluno al otro. Contemplamos losrelámpagos, escuchamos los truenos yesperamos a que comience un nuevo ylluvioso amanecer.

Page 820: Legend, Marie Lu-

Escritora americana de origen chino,Marie Lu es conocida por sus novelasdistópicas dedicadas a un públicojuvenil, destacando su serie Legend, conla que ha dado el salto al mercadointernacional.