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Lecturas en teoría de la geografía

Jhon Williams Montoya G. editor

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas / Departamento de Geografía

Grupo de Estudios sobre la Problemática

Urbano-Regional de Colombia

Bogotá

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c ata l o g ac i ó n e n l a p u b l i c ac i ó n u n i v e r s i da d n ac i o n a l d e c o l o m b i a

Lecturas en teoría de la geografía / ed. Jhon Williams Montoya G.; Guy Mercier … [et al.] – Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, 2009 379 p. – (Biblioteca abierta. Geografía)

ISBN : 978-958-719-175-2

1. Geografía física 2. Geografía humana 3.Geografía humana I. Montoya Garay, John Williams, 1969- - ed. II. Mercier, Guy, 1958 -

CDD-21 909.09 / 2009

Lecturas en teoría de la geografía

Biblioteca abierta

Colección general, serie Geografía

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Geografía

Grupo de Estudios sobre la Problemática

Urbano-Regional de Colombia

© 2009, Editor

Jhon Williams Montoya G.

© 2009, Autores

Guy Mercier

Blanca Rebeca Ramírez Velázquez

Gustavo Montañez Gómez

Ovidio Delgado Mahecha

Jhon Williams Montoya G.

Miguel Antonio Espinosa Rico

Myriam Susana Barrera Lobatón

Denisse Murcia Cifuentes

Antonio Flórez

José Daniel Pabón

Germán Vargas Cuervo

© 2009, Universidad Nacional de Colombia

Preparación editorial

Centro Editorial, Facultad Ciencias Humanas

Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá

ed. 205, of. 222, tel: 3165000 ext. 16208.

e-mail: [email protected]

www.humanas.unal.edu.co

Impreso por Javegraf

Excepto que se establezca de otra forma, el contenido de este libro cuenta con una licencia Creative Commons

“reconocimiento, no comercial y sin obras derivadas” Colombia 2.5, que puede consultarse en http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/co/

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Contenido

Introducción 11

PRIMERA PARTEGeografía humana 19

GUY MERCIERHacia una teoría del lugar 21

GUSTAVO MONTAÑEZ GÓMEZGeografía y marxismo: lecturas y prácticas desde las obras de D. Harvey, N. Smith y R. Peet 41

BL ANCA REBECA RAMÍREZ VEL ÁZQUEZDiscursos de la geografía latinoamericana: teorías y métodos 103

OVIDIO DELGAD O MAHECHASociedad y naturaleza en la geografía humana: Paul Vidal de La Blache y el problema de las influencias geográficas 129

JHON WILLIAMS MONTOYA G.Geografía urbana: trayectorias epistemológicas y agenda contemporánea 149

MIGUEL ANTONIO ESPINOSA RICOPerspectiva de la geografía crítica en el estudio de la ciudad colombiana contemporánea 189

MYRIAM SUSANA BARRERA LOBATÓNManejo de cuencas hidrográficas durante el siglo xx. Un análisis desde la geografía 233

DENISSE MURCIA CIFUENTESLa enseñanza de la geografía: alternativas de qué y cómo enseñar pedagogía y geografía 257

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SEGUNDA PARTE Geografía física 271

ANTONIO FLÓREZLa geografía física: su proyección actual 273

JOSÉ DANIEL PABÓNTendencias en el desarrollo conceptual de la climatología, sus avances en el siglo xx y su contribución al progreso de la geografía 319

GERMÁN VARGAS CUERVO La teledetección en el desarrollo de la geografía 337

Los autores 367

Índice de lugares 371

Índice de materias 373

Índice de nombres 377

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Introducción*

La geografía es demasiado importante para dejarla a los geógrafos. Pero también es demasiado importante para dejarla a los generales, políticos y directores corporativos. Las nociones de

geografía «aplicada» y «relevante» plantean preguntas de objetivos e intereses concretos. La venta de nosotros mismos y de la geografía

que hacemos a la corporación implica participar directamente en hacer su tipo de geografía, la de un paisaje humano

fragmentado por la desigualdad social y estremecido por tensiones geopolíticas.

DAVID HARVEY, «On the history and present condition of geography: an historical materialist manifesto»,

The Professional Geographer

En el mundo académico, así como en la práctica disciplinar, se escuchan cada vez con mayor frecuencia reclamos sobre la ne-cesaria utilidad del conocimiento, lo cual deviene a menudo en un empirismo rampante; en tal entorno, un libro de teoría en geo-grafía como el que aquí se presenta puede parecer un producto particular. Así, el epígrafe de David Harvey es pertinente al llamar la atención sobre cómo una práctica puramente empírica y acrítica tiene, como consecuencia, la pérdida de la autonomía intelectual y la subyugación de la disciplina a intereses frecuentemente ajenos a la geografía misma.

En tal sentido, el presente libro busca reafirmar la impor-tancia de la teoría en la indagación geográfica, entendida esta como un conjunto de ideas que nos permiten aproximarnos al mundo, comprenderlo, pero también imaginarlo e incluso reconocer la importancia de las utopías. El valor de la teoría, entonces, se aleja

* La edición del libro contó con la valiosa colaboración de Juan David Delgado, geógrafo y becario de postgrado del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia.

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del pragmatismo porque no tiene necesariamente la intención de generar herramientas o modelos de intervención sobre la realidad, tan caras al positivismo, pero sí la de cuestionar el mundo en que vivimos y generar una insatisfacción permanente que obligue a pensar y repensar la disciplina. Así entendida, la teoría aporta un marco referencial para la organización del pensamiento y permite a los geógrafos desligarnos parcialmente de la exigencia, tanto de la predicción como de la evidencia empírica. Lo anterior conduce a una teorización en flujo continuo que hace vigente el regreso re-currente a las ideas fundacionales que conformaron la disciplina y permite, así mismo, un ciclo permanente de debate. La teoría es, entonces, una herramienta fundamental en geografía; a pesar de los frecuentes y saludables cuestionamientos sobre un eventual solip-sismo que conduzca al aislamiento frente a la realidad, hoy los geó-grafos son menos renuentes a teorizar y, por extensión, a filosofar.

Centrándonos ahora en esta propuesta editorial, es conve-niente señalar que sus antecedentes se remiten al libro Geografía y ambiente: enfoques y perspectivas, publicado en 1997 por la Uni-versidad de la Sabana. En dicho texto, prestantes geógrafos colom-bianos dan cuenta de las diferentes dimensiones de la geografía: historia de la disciplina, geografía física, geografía humana y educación geográfica. Un segundo antecedente corresponde al III Ciclo de Conferencias en Geografía que tuvo lugar en el 2005 y cuyo objetivo fue hacer un balance del estado de la disciplina, con una orientación particular hacia las ideas alrededor de las cuales se desarrollaba el debate geográfico. De dicho evento se presentan en este texto seis contribuciones, a las que se añaden cinco aportes de geógrafos sobre otros temas de gran pertinencia en la actualidad.

Estos antecedentes son importantes porque en ellos se plan-teaba la idea de ofrecer al público interesado en la geografía un texto de apoyo destinado a procesos de formación superior, que además sirviera para promover el debate sobre el estado de la geografía con-temporánea. Sin embargo, tales propósitos de compendio fueron progresivamente modificados y difícilmente podría señalarse que el libro que hoy se publica corresponde a una imagen sintética de la disciplina; por el contrario, los contenidos expresan más bien

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un retrato de la geografía como una disciplina fragmentada, con múltiples perspectivas sobre un objeto: el espacio. En ese sentido, el texto es un reflejo de los intereses diversos de los geógrafos hoy, muestra esa vitalidad que algunos autores —como John Pickles— señalan, y que representa una de las grandes fortalezas de la geo-grafía contemporánea: la multiplicidad de intereses y perspectivas.

El libro presenta como primer artículo el texto de Guy Mercier, una propuesta teórica del lugar, basada en una reflexión filosófica que se remonta a Aristóteles; tiene como sujeto central la natu-raleza política del espacio, derivada de su injerencia directa sobre las formas de organización de la sociedad y la acción a través de los llamados «seres geográficos». El segundo ensayo corresponde a una lectura del desarrollo de una geografía radical a partir de tres figuras emblemáticas: David Harvey, Richard Peet y Neil Smith. Luego de una extensa revisión de la obra de estos autores, Gustavo Montañez ejemplifica un proceso de desnaturalización de la geo-grafía que, a mi juicio, justifica el que hoy podamos plantear una autonomía total, en términos epistemológicos, de la geografía humana frente a la geografía física. En el análisis de este proceso, el autor reconoce como aporte fundamental de los geógrafos radi-cales la crítica a la noción de naturaleza y la reivindicación de la idea de «segunda naturaleza» como esencial para el examen de la organización social del espacio.

El tercer texto parte de una pregunta, a saber, el estatus y las condiciones de la producción teórica de la geografía latinoa-mericana en comparación con la producción teórica en el mundo desarrollado. Para este análisis, Blanca Ramírez acude al examen de algunos textos producidos en México, Colombia y Brasil, y con-cluye que, a pesar de aportes novedosos, el debate es aún incipiente y que una cultura de la crítica y de la polémica es aún difícil en América Latina. Tal conclusión la infiere a partir del debate geo-gráfico en el contexto anglosajón, en el cual identifica una mayor claridad en el reconocimiento de que el universo de la geografía se compone de múltiples epistemologías contrapuestas unas a otras. La pregunta final de su disertación se orienta a cuestionarse si es posible generar una teoría geográfica latinoamericana y en qué

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medida ella respondería a una transliteración, también, de los dis-cursos anglosajones y europeos.

El texto de Ovidio Delgado ofrece, por su lado, una reflexión sobre los aportes de la geografía vidaliana en un contexto de renaci-miento del determinismo, básicamente, como un neodeterminismo económico que nuevamente condena a las sociedades tropicales por sus ambientes físicos, un discurso común en algunos medios aca-démicos, especialmente de la ciencia económica. El florecimiento de ese determinismo, abrazado además por muchos geógrafos, jus-tifica el reclamo de volver sobre viejos debates, especialmente los de las relaciones hombre-naturaleza; la contribución de la geografía regional francesa, que Delgado no vacila en reclamar, entró en crisis debido a la desviación de las ideas de Vidal, centradas en la conside-ración mutua de lo particular y lo general (global).

Los artículos quinto, sexto y séptimo fueron agrupados por el desarrollo de una temática más precisa, el análisis de las tendencias en el estudio de lo urbano. En ese apartado el editor elabora una reflexión sobre tres corrientes dominantes hoy en los discursos ur-banos: la ecología urbana, el urbanismo marxista y el urbanismo posmoderno. Igualmente, se incluye un texto de Miguel Espinosa, quien presenta una reflexión en torno a lo que significa el urba-nismo moderno y sus ecos en los procesos de cambio urbano en América Latina y, más particularmente, en las medianas y grandes ciudades colombianas. Este texto manifiesta una clara toma de posición y señala con vehemencia las consecuencias negativas que sobre la calidad de vida urbana genera la imposición de un urba-nismo conservador que curiosamente aparece ante el gran público como apolítico, aunque evidentemente responde a intereses con-cretos de los grupos hegemónicos de la ciudad.

El ensayo final de este apartado corresponde a un artículo sobre cuencas urbanas y urbanismo; un documento en el que Susana Barrera busca, a través de un examen de la historia de las ideas del urbanismo, armonizar los discursos sobre el manejo de los recursos hídricos (hidrología urbana), con algunas ideas del urbanismo, en particular el modernismo de Howard y la Ciudad Jardín, el proyecto lecorbusiano y el nuevo urbanismo. Expresa una

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preocupación legítima por el lugar de la naturaleza y, en particular, de las cuencas urbanas, en los discursos del urbanismo. Probable-mente el texto sea solo una apertura en un debate que requiere una mayor incorporación de elementos políticos y que, evidentemente, sobrepasa la presunta voluntariedad «positiva» de la planificación y el urbanismo, en especial de un «nuevo urbanismo» en el que los viejos vicios autoritarios se adoban con la reivindicación de una conciencia ecológica.

El compendio de artículos de geografía humana finaliza con un texto en el que el editor insiste: es un espacio que la geografía no puede abandonar. Se refiere a la educación geográfica, tema en el que Denisse Murcia, geógrafa y docente en secundaria, reflexiona sobre la enseñanza de la geografía, definiendo los conceptos que podrían ser enseñados en la escuela, haciendo énfasis especial sobre la necesaria correspondencia entre las edades intelectuales y la enseñanza de conceptos específicos en geografía.

La segunda parte del libro compila tres artículos que podrían catalogarse en la geografía física, a pesar de que en ellos sea re-currente la idea de lecturas cruzadas sobre los problemas de la naturaleza y de la ocupación humana. El primer texto, por An-tonio Flórez, hace un balance de la geografía física, enfatizando sobre la larga tradición de la geografía en el estudio de las rela-ciones hombre-naturaleza y examina el desarrollo reciente de las denominadas «ciencias auxiliares»: geomorfología, climatología, biogeografía, etc. Como elementos centrales que conduzcan a la polémica, podemos resaltar la reivindicación de la geografía física como una ciencia social, reclamando una mayor comunicación con la geografía humana, pero particularmente la incorporación necesaria de variables sociales en el análisis de las dinámicas de la naturaleza. Además, el autor mantiene un permanente interés por contextualizar el desarrollo de la geografía física en Colombia, lla-mando la atención sobre la formación en metodologías, las cuales coloca como un sujeto de primer orden para la educación profe-sional en geografía.

En el segundo texto de este apartado, José Daniel Pabón elabora un ensayo alrededor de la climatología como subcampo

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de la geografía física, teniendo como eje central el desarrollo dis-ciplinar articulado con la evolución del pensamiento geográfico y en particular del determinismo geográfico. El texto alcanza una relevancia significativa porque, al reposicionar la climatología en el campo de la geografía, no solamente reivindica una interacción que implica la consideración de variables societales en el estudio de los problemas ambientales, sino también porque permite a la geo-grafía incursionar en temas que hoy hacen de la climatología una ciencia esencial, como en el caso del estudio del cambio climático.

El último texto de este libro se aleja un poco de las preten-siones teóricas que fueron constantes en los ensayos anteriores y se orienta a ofrecer un panorama de la evolución reciente en sen-sores remotos como herramienta en geografía. El autor, Germán Vargas, hace un recorrido sobre las características de las nuevas herramientas de imágenes de satélite, subrayando la creciente disponibilidad, a cada vez más bajo costo, de estos recursos y la mejora constante en la resolución de los productos. Ello permite su incorporación a la investigación geográfica en múltiples escalas y especialmente escalas grandes donde hasta hace poco las imágenes de satélite no ofrecían información importante debido a su baja resolución. El texto, conviene añadir, está profusamente ilustrado con ejemplos gráficos de los productos disponibles.

En conclusión, podría señalarse que, en su conjunto, el libro remite al reavivamiento de viejas discusiones sobre la naturaleza de la geografía, en particular el problema de la unidad de la disci-plina y la división entre geografía física y geografía humana; dis-cusión que en mi opinión no se salda con el reconocimiento de una geografía física como ciencia social o con la convincente argumen-tación de que no hay disciplina mejor dispuesta que la geografía para comprender las complejas interacciones entre naturaleza y so-ciedad. El hecho es que, a pesar de lo pertinente de los reclamos por mayor diálogo entre las dimensiones física y humana, la realidad de la disciplina muestra un espectro de acción que varía desde una geografía puramente física, donde los vínculos con elementos societales son mínimos, hasta una geografía puramente humana donde la naturaleza es considerada como meramente accidental

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en el cambio social. En el intermedio de estas realidades opuestas existe, por supuesto, un amplio universo de posibilidades que hacen estériles los reclamos esporádicos por constreñir la disci-plina alrededor de una eventual unidad temática o epistemológica. Con el libro que aquí se presenta se espera contribuir a reconocer como fructífera la amplia variedad de la geografía.

jhon williams montoyaEditor

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PRIMERA PARTE

Geografía humana

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1 Hacia una teoría del lugar*

Guy Mercier

Université Laval (Canadá)

There’s not even room enough to be anywhere Bob Dylan, Not dark yet

Introducción

En su reflexión sobre los fundamentos de la existencia, Aris-tóteles descubrió que todo lo que existe se encuentra en alguna parte. Así comprendió que el lugar es una condición necesaria del ser. No obstante, la constatación de que no se podía concebir ple-namente el ser sin comprender el lugar hacía necesario demostrar «la existencia del lugar», enunciando «las razones que la prueban». El filósofo trató entonces de hacer la demostración en el Libro IV de su Física, creando así una ciencia del lugar. Eratóstenes y Pto-lomeo fueron los pioneros en creer que la geografía tenía algo que decir al respecto. La idea tuvo un cierto éxito y encontró eco veinte siglos después, cuando en 1908 Paul Vidal de la Blache denominó a la geografía como la ciencia de los lugares. No por ello deja de ser verdad que la geografía tomó después otros rumbos. Debemos aceptar que el problema planteado por Aristóteles sigue siendo re-levante y que seguramente la ciencia geográfica debe tener razón en persistir en este camino. Sin embargo, para que la geografía pueda contribuir a la ciencia de los lugares, no le basta conocerlos

* Traducción por Philippe Chenut Correa.

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todos. Y esto implica que pueda explicar lo que es un lugar. De allí la utilidad, tanto hoy como en tiempos de Aristóteles, de una defi-nición y de una teoría del lugar.

El lugar en el campo conceptual

de la geografía

El principal interés en la definición del lugar es establecer una distinción semántica entre el lugar y otros conceptos que, desde una perspectiva geográfica, no dejan de ser menos fundamentales. Tres de ellos —espacio, región y territorio— pueden ayudar a pre-cisar la posición que la noción de lugar ocupa en el campo con-ceptual de la disciplina.

Espacio

El espacio es la forma de todos los seres. Esta forma se relaciona tanto con las dimensiones específicas de cada ser (largo, ancho y pro-fundidad, es decir, sus dimensiones) como con las distancias que los separan, su distribución de unos con respecto a otros y su posición en relación con un marco de referencia. Evidentemente, la forma de los seres no es independiente de sus demás propiedades, especialmente de sus facultades actuales o potenciales (aquello que hacen o que po-drían hacer).

Tratándose del espacio geográfico, los seres en cuestión son a su vez aquellos correspondientes al relieve terrestre (montañas, valles, llanuras, altiplanos, terrazas, cabos, bahías, promontorios, fosas...) y otros que también se encuentran en la superficie terrestre (ríos, lagos, mares, océanos, bosques, sabanas, praderas, casas, fábricas, pueblos, barrios, ciudades, carreteras, parques, infraestructuras, etc.). Un gran número de seres geográficos han sido por lo tanto moldeados por los seres humanos, que tampoco dejan de ser seres geográficos1.

Un ser puede siempre actuar sobre otros seres, aun hasta el punto de destruirlos; y siempre se puede considerar que el espacio

1 Dado que un ser geográfico puede o no ser humano, se establece entonces una distinción entre el sujeto (ser humano) y la cosa. A pesar de sus diferencias, el sujeto y la cosa siempre comparten la condición de ser geográfico.

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está estrechamente ligado al tiempo. Como los seres que existen en la superficie terrestre no pueden sustraerse a esta condición, se puede entender que la geografía y la historia son el espacio y el tiempo en su más concreta manifestación. Desde este punto de vista, la ciencia geográfica —asociada a la ciencia histórica— tendría por consiguiente la tarea de explicar el espacio geográfico tanto en su composición (los seres que coexisten en él) como en su organización (las relaciones entre estos seres) y su dinámica (el producto de estas relaciones)

Región

El espacio geográfico puede ser concebido en su totalidad o en sus partes. Las regiones son las partes del espacio geográfico y pueden concebirse al mismo tiempo como elementos que, consi-derados en conjunto, componen el espacio geográfico o como el producto de la división de este último. Si la existencia de las re-giones solo dependiera del fraccionamiento del espacio geográfico, su naturaleza provendría de lo arbitrario; si tienen una existencia propia, el espacio geográfico solo podría explicarse a través de ellas.

Frecuentemente la geografía ha privilegiado la segunda opción, sosteniendo que, a pesar de que estén integradas a un conjunto, las regiones tienen a pesar de todo su propia identidad. La especificidad de cada región se manifiesta mediante la forma, la naturaleza y la evolución de los seres geográficos que en ella se encuentran. Lo que son esos seres geográficos y la manera como se relacionan e influencian, constituyen el carácter particular de la región. Dicho esto, falta sin embargo establecer cómo la unidad regional puede determinar y diferenciar la composición, la organización y la di-námica del espacio geográfico.

Territorio

Para que una región tenga sustancia propia, hace falta que los seres geográficos que ella agrupa estén sometidos a una regulación más o menos fuerte. Esa regulación opera en la frontera, que al mismo tiempo separa y une a la región con las demás regiones, cercanas o lejanas. La frontera le define a la región un afuera y

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un adentro. Mas aún, este límite trazado de esta manera hace que algunos seres geográficos pueden dirigirse hacia adentro o hacia fuera de la región con el transcurso del tiempo y que estos movi-mientos sean o no posibles, según las condiciones de la frontera. De esta manera, algunos movimientos se producen, mientras que otros son detenidos. Esta calidad de la frontera, al imponer ciertas condiciones, impide entrar o salir y además permite quedarse o partir, recalca un poder. Tal poder permite además, con un alcance limitado, determinar la evolución de los seres geográficos al in-terior y al exterior de la región. Examinando el asunto desde el ángulo de una frontera que condiciona especialmente las entradas y salidas, la región se convierte específicamente en un territorio.

¿Qué es lo que hace diferente al lugar del espacio (geográfico), de la región y del territorio, cuya definición acabamos de esbozar? De manera más precisa, ¿cómo el concepto de lugar puede enri-quecer la comprensión de la regulación regional de los seres geo-gráficos imbuida en el concepto de territorio? ¿Podría existir un poder explicativo diferente o una forma distinta de poder expli-cativo propio del lugar y no del territorio, que contribuiría también a esta regulación regional?

Lugar y cuerpo

El movimiento de los cuerpos

Retomemos a Aristóteles, quien distinguía las dos dimen-siones fundamentales del ser: el lugar y el cuerpo. Para el Estagirita todo ser es un cuerpo que ocupa un lugar. Él precisa que, si bien existen lugares sin cuerpo, no existen cuerpos sin lugar. Porque el lugar se encuentra donde el cuerpo está o puede estar. También es lo que queda cuando el cuerpo está en otra parte. Pero el filósofo también se pregunta si este lugar distinto del cuerpo tiene un poder que puede transmitir movimiento al cuerpo, un poder que no per-tenece a la naturaleza del cuerpo así puesto en movimiento.

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El poder de los cuerpos

Planteemos que el movimiento o la evolución de los cuerpos en el espacio (su desplazamiento) se produce por un poder propio de los mismos cuerpos. No obstante, debemos hacer una distinción entre el poder que un cuerpo ejerce (tanto sobre sí mismo como sobre otros) del que es ejercido sobre él. Uno es intrínseco al cuerpo y proviene de su naturaleza, mientras que el otro es extrínseco y proviene de su forma (especialmente, de su disposición, es decir de su posición relativa a los otros cuerpos). En los dos casos se trata del poder de los cuerpos, pero el poder intrínseco que se ejerce sobre otro cuerpo es para este último un poder extrínseco.

Condiciones del poder de los cuerpos

Esta distinción permite establecer una diferencia fundamental entre el territorio y el lugar. Es así como la influencia que un cuerpo ejerce, gracias a su poder intrínseco, sobre otros definiría el territorio. Dicho de otra manera, un territorio existe cuando un cuerpo se apropia de una manera más o menos intensa de una región, ejerciendo un poder sobre los cuerpos que la ocupan. Esta apropiación establece una identidad entre el cuerpo y el territorio sobre el que ejerce su poder.

Por su parte, la influencia que ejercen los otros cuerpos sobre este definiría el lugar. Mientras que el territorio existe porque cada cuerpo actúa de una manera más o menos fuerte sobre los otros cuerpos, el lugar existe porque en sentido inverso todo cuerpo soporta, con mayor o menor fuerza, el poder de los otros cuerpos con los cuales coexiste. En otras palabras, un lugar existe cuando un cuerpo que soporta el poder de otro cuerpo es apropiado más o menos inten-samente por este. Esta apropiación establece una identidad entre el cuerpo así apropiado y el lugar en el que este poder se apoya.

La diferencia entre el territorio y el lugar está asociada, en-tonces, al carácter de la determinación del movimiento de los cuerpos (sus desplazamientos y sus transformaciones). Hay de-terminación directa cuando un cuerpo se impulsa por su propio poder. Pero la determinación es indirecta cuando se mueve por el

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poder de otro cuerpo. Esta determinación indirecta puede deno-minarse también una sobredeterminación.

Lugar y geografía humana

El argumento que acaba de formularse clama por una teoría general del lugar. Renunciaremos aquí a esta ambición para ex-plorar cómo esta proposición puede ser transpuesta al campo de la geografía humana y cómo podría ser de utilidad en este campo2.

Lugar y territorio

Comencemos el ejercicio retomando la diferencia entre el territorio y el lugar. Desde esta perspectiva un territorio existe cuando una sociedad, un grupo, aun una sola persona ejerce —di-rectamente o mediante el concurso de seres geográficos bajo su influencia— algún tipo de control sobre una porción del espacio geográfico. En otros términos, un territorio proviene del poder que un sujeto humano ejerce sobre una unidad espacial, sobre los seres geográficos que ella contiene y sobre los que están afuera, pero que quisieran entrar o cuya entrada fuera deseada por alguien. En el otro sentido, un lugar existe cuando un sujeto humano y los seres geográficos bajo su dominio soportan por sobredeterminación la influencia más o menos intensa del poder de otro sujeto o, en tér-minos más amplios, de otro ser geográfico.

La atención que se presta a la problemática del lugar permite rechazar directamente la cuestión del poder intrínseco de los su-jetos humanos. Evidentemente, esta cuestión no es anodina. La geografía humana no puede despreciar en efecto la reflexión sobre los motivos y los medios de los que disponen los sujetos humanos para actuar. No obstante, y dentro del marco limitado de esta re-flexión, será suficiente con asumir que los sujetos humanos tienen

2 La hipótesis teórica, que se formula en las líneas siguientes, amplía una primera reflexión presentada hace algunos años, (Mercier, 1998; 2004; 2005) a la vez que profundiza y desarrolla algunos elementos enunciados en la geografía estructural de Desmarais y Ritchot (2004), sin ignorar las reservas expresadas por Maby (2006) sobre el método de estos dos autores.

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Hacia una teoría del lugar

motivos (poco importa que provengan de la necesidad, del deseo, de la imitación o de la fantasía, de la obligación o de la pasión) y que poseen los medios para moverse en el espacio y en el tiempo, es decir, de desplazarse y de durar. Esto equivale a decir que todo des-plazamiento que un sujeto realiza, constituye la prueba misma de que un poder existe y actúa. Ahora bien, como el lugar no se asocia al poder intrínseco sino al poder extrínseco, desde esta perspectiva conviene interesarse por la influencia recíproca de los desplaza-mientos. Así, se plantea la hipótesis de que el poder extrínseco propio del lugar se asocia en geografía humana a la combinación misma —es decir a la estructura— de los desplazamientos de los sujetos humanos que coexisten en el seno de una misma región.

Desplazamiento

Para aprehender la combinación de los desplazamientos en una región, es importante definir lo que es un desplazamiento y precisar aquello que lo caracteriza. En la óptica de la geografía humana se trata ante todo de interpretar los desplazamientos de los sujetos.

Asumamos primero que el sujeto humano, en la tradición de la física aristotélica, puede ser asimilado a un cuerpo. Aceptemos también que puede ser tanto un individuo como un grupo. Cierto es que los seres humanos no se desplazan de otra manera que in-dividualmente, pero cuando un gran grupo de ellos comparte una misma condición social y realiza un mismo desplazamiento al mismo tiempo, se puede aceptar que lo hace de manera colectiva. Al formar parte de un mismo desplazamiento, forman entonces tantos sujetos colectivos como puedan denominarse; por ejemplo, mediante la acti-vidad que los caracteriza de manera más específica: industriales, co-merciantes, promotores inmobiliarios, obreros, empleados, residentes secundarios, turistas, etc. Cada uno de estos sujetos colectivos juega un papel específico en la vida regional.

Los desplazamientos llevan a los sujetos ya sea a habitar una región o a ocuparla para hacer algo, también a abandonarla. Los desplazamientos igualmente hacen referencia a las inversiones o a la salida de capitales de todo orden que conducen, por ejemplo, a la

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construcción, a la renovación o a la demolición de edificios y equi-pamientos, o también a la instalación de actividades en un lugar o a su relocalización en otra parte.

Topología y política

Los desplazamientos de los sujetos pueden diferenciarse de acuerdo con las categorías topológicas de la orientación y las cate-gorías políticas de la regulación. La orientación se relaciona con la di-rección de los desplazamientos de los sujetos con respecto a la región en cuestión. En materia de orientación, los desplazamientos son de cuatro tipos (cuatro direcciones): entrada, salida, no-entrada, no-salida. Se recordará que para definir la dirección del desplazamiento, es necesario considerar que toda región está situada necesariamente dentro de una región más extensa y que ella coexiste con otras re-giones. En ese orden de ideas, si un individuo entra o sale de una región, también existe otra región adonde va o de donde viene. De la misma manera, el análisis en geografía humana supone el estudio de las relaciones entre regiones e implica la consideración de la proble-mática de las escalas.

Ya se había explicado que la regulación corresponde al control que ejerce un sujeto sobre sus propios desplazamientos o sobre los de otros sujetos. Es evidente que se puede asumir que, al menos para un gran número de sociedades, la mayoría de los desplazamientos provienen de la libre elección. Sin negar esta idea, se debe considerar también que la libre decisión de efectuar un desplazamiento está sin embargo sobredeterminado por una serie de restricciones de mayor o menor peso dependiendo del sujeto y de las circunstancias. Dado que la sobredeterminación es un «proceso de determinación múltiple de acuerdo con un cierto número de factores que tienen entre ellos rela-ciones estructurales» (diccionario Larousse), ella no está ligada a un control directo de la decisión del sujeto de desplazarse o no. Depende más bien de un control indirecto que se ejerce a través de factores que están en relación con el desplazamiento, sin que sean la causa directa y sobre los cuales el sujeto tiene un control relativo. Por esta razón es imposible establecer categorías absolutas de regulación como pudimos hacerlo para la orientación. No obstante, esto no impide

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