Lectura 42 BURKE, Edmund, -Reflexiones sobre la revolución francesa- (1790)

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EDMUND BURKE

TTXTOSPOLITICOS

FONDO DE CULTURA ECONÓMICAMÉXICo

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fPodüliddctdc a¡atforma cnFraaciaf

Podríais, de haberlo querido, haber aprovechado nuestro ejemplo yhaber dado a vuestÍa recobrada libertad una dignidad correspondiente.Vuestros privilegios, aunque hayan perdido continuidad, no han dejadode estar presentes en vuestra memoria. Vuestra constitucón, es cierto,fué rnalgastada y dilapidada mientras no estuvísteis en posesión de ella;pero os quedaron en algunas partes las paredes maestras y en todas loscimientot de un castillo noble y venerable. Podríais haber reparadoesos muros y haber edificado sobre esos viejos cimientos. Vuestra consti-tución fué suspendida antes de que se perfeccionara, pero teníais ele-mentos para hacer una constitución que eran casi tan buenos como sehubie¡a podido desear; en vuestros antiguoss2 Estados poseíais aquellavariedad de partes correspondientes a los varios grupos de que se com-ponía felizmente vuestra comunidad; teníais toda esa combinación yoposición de inte¡eses, esa acción y contra-acción que en el mundo naturaly en el político deduce, de la lucha de las fuerzas discordantes, la armo-nía del universo. Estos intereses opuestos y contradictorios, que consi-derábais como un defecto tan grande de vuestra antigua y de nuestra

32 Alude a los Estados Generales y provinciales de Francia. (T.)

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soBRE LA REVOLUCIóN FRANCESA 7f

actual constitución, interponen un contra¡leso galqdall-e a toda resolu-

ción precipitada. Hacen que la deliberación no sea cuestión de la elección

sino áe nicesidad; que todo cambio sea ¡esultado de un compromiso,cosa que produce naturalmente una mod.eración; produce templanzas

que euitan el triste mal de las reformas duras, crudas, y extremas; ha'ciendo con ello impracticable para siempre todo ejercicio del podgrarbit¡ario por parte de los pocos o de los muchos. Gracias a aquella di-versidad di miembros e intereses, la libertad general tenía tantas seguri-

dades como opiniones separadas existían ent¡e los diferentes órdenes;.yal colocar por-encima de todo este conjunto el peso de una monarquían

se habría evitado que las diferentes partes se desviaran y se salieran de

sus puestos.En vuestros antiguos Estados teníais todas estas ventajas; pero

habéis preferido actuar como si no hubiérais formado nunca una

sociedada civil y como si tuviérais que comenzar todo desde la base. Co-

menzásteis mal porque empezásteis por de¡p¡-eci4r todo lo que os perte-

necía. Iniciásteis vuestro comercio sin capital. Si las últimas generaciones

de vuestros antepasa-dog os parecían carentes de lustre, podíais haberlospasado por alto y h"..t derivar vuestras pretensiones de antecesores más

i.*otor. De haber tenido una predilección piadosa por esos anteceso-

res, vuestras mentes habrían encontrado en ellos un tipo de virtud y de

orudencia superior a la práctica vulgar del momento, y os habríais eleva-

t.io .o¡ el ejemplo a cüya imitación hubiérais aspirado. Respetando a

vuestros antépasidos habríais aprendido a respetafos a vosotros mismos.

No habríais preferido considerar al pueblo francés como de ayer, como

una nación de g.ttt.t serviles de baja extracción hasta el año emancipa-

dor de 1789. No os habríais alegrado de representaros a vosotros mismos

como una banda de esclavos cimarrones que ha escapado repentinamentede la casa de la servidumbre y a la que hay que perdonar, en consecuen-

cia, el abuso de una libertad a la que sus componentes no estaban acos-

rumbrados y para la que están mal dotados, con objeto de dar a vuestros

defensores de aquende el canal una excusa, a expensas de vuestro honor,para algunas de las enormidades que habeis cometido. ¿ No hubiera

iido *.;or, querido amigo, que hubiéseis pensado lo que yo creí siempre

de vuestro pueblo, a saber: que era una nación valiente y generosa'

extraviada durante mucho tiempo en perjuicio propio por sus elevados y

románticos sentimientos de fidelidad, honor y lealtad; que los aconteci-

mientos os habían sido desfavorables, pero que no estábais esclavizados

por ninguna predisposición antiliberal o servil; que en vuestra devota

sumisión estábais guiados por un principio de espíritu público y que era

vuestr-o país lo que venerábais en la persona de vuestro rey i Si hubiérais

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72 TExros PolíTrcos: REFLExToNEs

dado a entender que con la ilusión de este agradable error habíais idomás allá que vuestros prudentes antecesores; que estábais decididos a vol-ver a ejercitar vuestros antiguos previlegios manteniendo el espíritu devuestra antigua y vuestra moderna lealtad y honor; o Sl desconfiandode vosotros mismos y al no ver cleramente la casi borrada constitución detr€s. vues\tros antepasados hubiérais dirigido la vista ó u.resttor vecinosde este lado del canal que han mantenido vivos los antiguos principiosy modelos del viejo derecho común europeo, mejorado y adaptado á suactual estado

-siguiendo tales prudentes ejemplos-, habríais dado almundo nuevos ejemplos de sabiduría. Habríais hecho venerable en todoslos países la causa de la libertad a los ojos de toda mente digna. Habríaiscubierto de oprobio al despotismo en roda la tierra, demostiando que lalibertad no sólo era conciliable, sino que caso de estar bien disciplinadoes un auxiliar dgl Derecho. Habríais conseguido un beneficio productivoy nada opresor. Habríais tenido un comercio floreciente que lo alimenta-ra. Habríais tenido una constitución libre; una monarquía poderosa;un ejército disciplinado; un clero reformado y venerable ; uná noblezamoderada, pero llena de espíritu para guiar vuestra virtud y no paraaplastarla; habríais tenido un orden del estado llano, liberal, capaz deemular y de remover aquella nobleza; habríais tenido un pueblo prote-gido, satisfecho, laborioso y obediente, enseñado a buscar y reconocerla felicidad que, metliante la virtud, se encuentra en todos los estadosy condiciones; en lo cual consiste la ve¡dadera igualdad moral de lahumanidad y no en esa ficción monstruosa que inspirando ideas falsasy esperanzas vanas a los hombres destinados a discurrir por el caminooscuro de la vida de trabajo, sirve únicamente para agravar y amargar esadesigualdad real que no puede ser eliminada nunca y que el ordende la vida civil establece tanto en beneficio de aquellos a quienes dejaen una condición humilde, como de aquellos a quienes puede exaltara una más espléndida, aunque no más feliz. Teníais abierta ante vosotrosuna carrera de gloria y de felicidad suave y fác|L, superior a totlo 1o quese recuerda en la historia del mundo, pero habéis demostrado que elhombre prefiere la dificultad.

Computad vuestras ganancias, ved 1o que se ha conseguido con esas

especulaciones extravagantes y presuntuosas que han enseñado a vuestroslíderes a despreciar a todos sus predecesores y a todos sus contemporáneosy a despreciarse incluso a sí mismos hasta el momento en que llega-ron a ser verdaderamente despreciables. Siguiendo esas falsas luces ¡Fran-cia ha comprado calamidades evidentes a ul precio más alto del queha pagado cualquier nación por adquirir los beneficios más inequívo-cos! ¡Francia ha pagado la pobreza con el crimen! Francia no ha sacrifi-

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cado su virtud a su interés; ha abandonado su interés para poder prosti-tuír su virtucl. Todas las demás naciones han comenzado la fábricacle unnu€vo gobierno o la reforma de uno viejo estableciendo originariamenteo haciendo .cumplir con mayor exactitud algunos ritos de" la religión.Todos los demás pueblos han establecido lo-s cimienros de la libJrtaclcivil con una conducta más severa y un sistema de moralidad más austeroy viril. cuando Francia ha aflojado.las riendas de la autoridad real,ha doblado la licencia de una feroz disolución de costumbres y de unáirreligión insolente, tanto por lo. que respecta a las opiniones como a lasprácticas; y ha exrendido a todas las cltegorías de^ la vida -como siestuviera comunicando algún privilegio o descub¡iendo algún beneficiooculto--, todas las corrupciones desgraciadas que constiñían general-mente la enfermedad de la riqueza y el poder. Eite es uno de loJnr.Áprincipios de igualdad en Francia.

- P9t la perfidia de sus jefes, Francia ha desterrado en absoluto delos gabinetes de los príncipes los consejos de clemencia y los ha privadode sus armas y recursos más poderosos. Ha santificado las máximis oscu_ras y-suspicaces de la desconfianza tiránica; y ha enseñado a los reyes atemblar ante lo que se llamará en lo sucésivo la especiosidad engañosade los políticos moralistas. Los sobe¡anos consider"iár, .o-o eleñentoss-ubversivos a quienes les aconsejan que pongan en sus pueblos una con-fianza ilimitada, como traiclores que aspiran a su destiucción, llevandoa su naturaleza bondadosa a admitir, bajo pretextos especiosos, combina-ciones de hombres audaces e impíos a participar en su poder. Esto solo(aunque no hubiera nada.más) es_una calamidad irreparable para voso-rlos y para la humanidad. Recordad que vuesrro p"ilrm.ntó de parísciijo a su rey que al convocar a los Esiados fGeneiales] no tenía nadaque temer sino los excesos pródigos de su celo porupoy"t el trono. Esjusto que esos hombres escondan sus cabezas. Es justo'que acepten laparte que les co.rresponde en la ruina que su consejo ha tráído a zu sobe-rano v a su país. Taies declaraciones optimistas tienden a adormecer laautoriciad; a animarla a que inicie peligrosas aventuras embarcándose enuna política que no tiene el apoyo de la experiencia; a descuidar aquellasclisposiciones, preparaciones y precauciones que distinguen la benevolenciade la imbecilidad y sin las. cuales ningún hombre puéd. responder de losefectos saludables de ningún plan abstracto de gobierno o dá libertad. porsu falta han visto la medicina del Estado convertida en su veneno. FIanvisto rebelarse a los franceses contra un monarca moderado y legítimocon más furia, ultrajes e insultos que lo ha hecho ningún pueblo ónoci-do contra el usurpador más iiegal o el tirano más sanguinario. su resis-tencia la hicie¡on a las concesiones; su revuelta contra la protección; su

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74 TEXTOS PoLíTrcOS: REFLEXTONES

golpe iba dirigido contra una mano pródiga en gracias, favores e inmu-nidades.

Esto no era natural. El resto sí lo ha sido. Han encontrado su casti-go en su éxito. Las leyes desobedecidas; los tribunales subvertidos; Iaindustria sin vigor; el comercio expirante; sin cobrar los ingresos delEstado y el pueblo empobrecido; saqueada la iglesia sin que se hayaremediado el Estado; la anarquía civil y militar convertida en constitu-ción del reino; todo lo divino y io humano sacrificado al ídolo del créditopúblico y como consecuencia, la bancarrota nacional; y como coro-nación de todo ello, la garantía dq papel de un poder nuevo, pr,ecario yla9_i,t{r_rq9, las desacreditadas garantías de papel del fraude empobrecidoy la rapiña mendicante, mantenidas como moneda en apoyo de un impe-rio, en lugar de los dos grandes metales reconocidos que representan elcrédito duradero y convencional de la humanidad, que desaparecieron,ocultándose en la tierra de donde proceden, cuando el principio dg p¡o-pied,ad, cuyas criaturas y representantes son, fué subvertido sistemáti-camente.

¿ Eran necesarias todas estas cosas terribles I ¿ Eran resultado inevita-ble de la lucha desesperada de los patriotas decididos, obligados a

vadear entre la sangre y el tumulto para llegar a la orilla apacible de unalibertad tranquila y prósperal ¡No! No era necesario nada parecido. Lasrecientes ruinas de F¡ancia que hieren nuestros sentimientos allá dondevolvamos nuestros ojos, no son la devastación de la guerra civil; son lostristes pero instructivos monumentos del consejo temerario e ignoranteen uni época de paz profunda. Son manifestación del ejercicio de una

autoridad desconsiderada y presuntuosa pof ser irresistida e irresistible.Las personas que han der¡ochado el tesoro precioso de sus crímenes, las

personas que han hecho este gasto pródigo y salvaje de males públicos(últinra puesta reservada al rescate final del Estado) han encontradoen su camino poca o, más bien, ninguna oposición. Toda su marcha hatenido más de desfile triunfal que del avance de una guerra. Sus explo-radores han ido delante de ellos y han demolido y derribado todo alnivel de sus pies. Ni una sola gota de rz sangre han derramado por lacausa del país que han ar¡uinado. Para realizar sus proyectos no hanhecho sacriicios de más monta que lo! hebillas de sus zapatos,ts en tantoque han encarcelado a su rey, asesinado a sus conciudadanos y bañadoen lágrimas y sumido en la pobrezey el desconsuelo a millares de hom-bres dignos y de familias estimables. Su crueldad no ha sicio el ¡esultado

33 Las hebillas de los zapatos figuraron entre las "donaciones patrióticas" de que se

habla más adelante (pág. roo). (T.)

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vil del micdo. Ha sitJo el efecto del hecho de sentirse plen¿¡nen¡c tggq-ros al autorizar las traiciones, robos, crímenes, asesinatos, matanzas eincendios por todo el ámbito de su devastado país. Pero la causa de todoello era clara desde el comienzo.

Esta opción no forzos4, esta elección voluntarla del _mql, sería pcr-fectamente inexplicable si no conociéramos la composición de la A-sam.blea Nacional; no quiero decir su constitución formal, que tal como exis-te es bastante discutible, sino los materiales de que se compone en granparte, cosa gue es diez mil veces más importante gue todas las formali-dades del mundo. Si no conociéramos nada de esta asamblea aparte de sutítulo y función, no habría colores que pudieran pintar a la imaginaciónnada más venerable. A esa luz la mente de cualquier investigador,

-sub-yugada por una imagen t¡emenda como la de la vi¡tud y sabiduría dc to-do un pueblo reunido en un foco-, se detendría y dudaría antes dccondenar incluso cosas que presentan el peor aspecto. En vez de censu-rables parecerían únicamente misteriosas. Pero ningún hombre, podcr,función, ni institución artificial cualquiera que sea, puede hacer a loshombres de que se compone ningún sistema de autoridad, distintos de co-mo los han hecho Dios, la naturaleza, la educación y sus hábitos devida. El pueblo no puede dar capacidades superiores a éstas porque no lasriene. La virtud y la prudencia pueden ser objeto de su elección; pero laelección no confiere a aquellos sobre quienes recae ni la una ni la otra.El pueblo no ha recibido de ninguno de tales poderes compromiso de lanaturaleza ni promesa de revelación.

IComposicióndc laÁsamblcaNrcioadj