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  • Foro de debate36 ESCUELA Nm. 3.952 (1.156) 6 de septiembre de 2012

    E s de bien nacidos ser agradeci-dos Mis primeras palabras, por tanto, son de gratitud al di-rector de ESCUELA por confi ar en m y ofrecerme la opor-tunidad de compar-tir mi experiencia. Mi colaboracin es por diez meses y he pensado que, de acuerdo a su forma-to, mis diez narra-tivas van a ofrecer a

    las personas que habitualmente lean ESCUELA conocer, desde mi punto de vista, qu condicio-nes ha de reunir la escuela pblica para ser una escuela inclusiva.

    En el mundo de la educacin hablar de in-clusin es hablar de justicia, y parece lgico que para construir una sociedad justa y honesta sea necesario desarrollar modelos educativos equi-tativos que afronten con justicia los desequili-brios existentes. Para ello es imprescindible que las personas responsables de las polticas educa-tivas, el profesorado y los investigadores e inves-tigadoras contraigamos el compromiso moral de orientar al conjunto de la educacin hacia la equidad. La justicia como equidad para atender a la ciudadana que se encuentra en desventaja en nuestras escuelas. Un modelo educativo es de calidad cuando da respuesta a la diversidad.

    Desde la segunda mitad del siglo XX, en los sistemas educativos de las democracias neolibe-rales, se instaur la igualdad de oportunidades

    como el mecanismo para lograr estos equili-brios; sin embargo, las desigualdades persisten. Por eso me parece ms justo, democrtico y hu-mano hablar de oportunidades equivalentes, ya que es lo que debe garantizar un sistema educa-tivo de calidad para que todo el alumnado ob-tenga el mximo de sus posibilidades. Es decir, mientras el discurso de la integracin se susten-ta en el principio de igualdad de oportunidades, cuando hablamos de inclusin, hablamos de oportunidades equivalentes. La consolidacin de una sociedad democrtica no radica en ofre-cer programas para los colectivos y personas di-ferentes, sino en establecer polticas orientadas a erradicar la exclusin. El rango distintivo por excelencia para saber que estamos hablando de escuela inclusiva es la concepcin que adopte el profesorado de la nocin de diferencia, porque de la percepcin que l tenga del alumnado y de los procesos de aprendizaje, van a depender los modelos educativos que ponga en juego. El respeto a las diferencias del alumnado en la bs-queda de la equidad educativa, es de un valor extraordinario, entendindola no solo como igualdad de oportunidades, sino como igual-dad de desarrollo de las competencias cogniti-vas y culturales. Es decir, hablamos de oportu-nidades equivalentes. Igualdad en la diversidad es la expresin ms acorde con mi pensamiento de equidad, dado que cada alumno o alumna debe ser educado en funcin de lo que necesita y no recibir todo el mundo lo mismo (currcu-lum comn vs. currculum idntico). En este sentido Fraser y Honneth (2006) subrayan que cuando hablamos de aceptacin y respeto a las diferencias, de lo que hablamos en realidad es de justicia social y por eso se necesitan polticas de redistribucin (para superar las injusticias

    socioeconmicas), o de reconocimiento (para las injusticias de orden sociocultural), para que la equidad, los derechos y la justicia social no sean meros artifi cios discursivos en una socie-dad donde, al parecer, no hay lugar para todos, aunque la UNESCO hable de Escuela para to-dos (UNESCO, Jotiem, 1990).

    El concepto de equidad, en este sentido, aade precisin al concepto de igualdad al aten-der a la singularidad y a la diversidad humana en su diferencia. Esta, lejos de ser un obstculo, se ha de considerar como una oportunidad de aprendizaje. Pero las personas diferentes no sue-len tener las mismas oportunidades de aprendi-zaje que el resto del alumnado e incluso, cuando aquellas se encuentran incluidas dentro de un aula, suele ocurrir lo que denomina Iris Marion Young (2000) una exclusin interna, origi-nndose zonas de discriminacin. Juntos en la misma clase pero separados por el currculum.

    Inevitablemente hablar de inclusin nos lleva a hablar de exclusin. Parece lgico, si de-seamos que una clase o un colegio sea inclusivo, saber cules son las causas que estn originando que no lo sea. En un contexto ms amplio sobre exclusin social hemos aprendido que se trata de un proceso estructural y no coyuntural por el que a determinada ciudadana se les niega el derecho a participar en las estructuras sociales, polticas, econmicas, laborales y tambin edu-cativas de un contexto concreto (Nussbaum, M. 2006). En este sentido se suele establecer una estrecha relacin entre exclusin social y educativa, siendo la primera ms general y la segunda ms especfi ca. Y lo peor no es que el apartheid educativo contine existiendo, sino que se silencia o suele presentarse como algo in-evitable. De ah que sea necesario hablar de una

    nueva cultura, imprescindiblemente solidaria, cooperativa y respetuosa con la diversidad. Esta nueva cultura precisa de pedagogas y polticas diferentes (Ainscow, M. 2001) para cambiar las prcticas pedaggicas. Sin cultura cooperativa y solidaria es imposible hablar de educacin in-clusiva. Por eso es aconsejable revisar las prcti-cas educativas e iniciar procesos de deconstruc-cin y construccin de los contextos escolares; es decir, construir una nueva cultura escolar o, al menos, darle un nuevo signifi cado a la ac-tual. Una cultura educativa inclusiva, porque no se trata de ensear la cultura de la diversidad como un valor, sino de vivir democrticamente en las aulas desde el respeto, la participacin y la convivencia. Esta debe ser la orientacin de la prctica educativa en la escuela pblica. Esto que digo no es una utopa irrealizable, sino un proyecto moral al que debemos dedicarnos en educacin. Por eso para hablar de escuela inclu-siva, primero hay que soarla. De esto tratare-mos en el prximo captulo.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICASAinscow, M., Beresford, J., Harris, A., Ho-

    pkins, D. Y West, M. (2001). Crear condiciones para la mejora del trabajo en el aula. Manual para la formacin del profesorado. Madrid. Nan-cea

    Fraser, N., y Honneth, A. 2006): Redistri-bucin o Reconocimiento?. Madrid. Morata.

    Nussbaum, M.(2006): Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusin. Bar-celona. Paids.

    UNESCO (1990). The Dakar Framework for Action. Dakar.

    Young, Iris Marion (2000). Inclusion and Democracy. Oxford. Oxford University Press.

    Hablar de inclusin no es hablar de integracin

    MIGUEL LPEZ MELEROCatedrtico de Didctica y Organizacin Escolar. Universidad de Mlaga

    H astiada de escuchar mensajes contradictorios, decisiones sin con-sulta ni consenso, viendo cmo la palabra democra-cia va despojndo-se rpidamente de sentido, angustiada por ser una de esas miles de madres que se levantan presintiendo que el mundo que dejarn

    a sus hijos se presenta an peor que el que ellas mismas recibieron.

    Siempre cre que mediante la educacin de los ms oprimidos, de los desharrapados del mundo en palabras de Freire, se contribuira a la construccin de una sociedad ms libre, ms justa, ms igualitaria. Saba que no se trataba de trabajar por ellos sino con ellos, en la transformacin de nuestro mundo. Y a ello me he dedicado desde entonces.

    Con alegra y esperanza fui comprobando a lo largo de mis aos como docente que, poco a poco, como se construyen las grandes obras, iba perfi lndose un mundo distinto y sin duda mejor que el que yo me encontr. La educa-cin se reconoca como un derecho de todos y todas sin distincin por raza, cultura, estatus econmico, sexo, religin o capacidades per-

    sonales. Las aulas se iban llenando de nios y nias, de inmigrantes, de discapacitados como seal viva de convivencia real, pacfi ca, de respeto y ayuda mutua.

    Quiz fue un exceso de confi anza en nues-tros gobernantes. Nadie imaginaba que las buenas intenciones y compromisos que trans-mitan con tanta fuerza en sus campaas se olvidaran con rapidez, dando paso a un sinfn de mentiras, robos y engaos. Los cargos de responsabilidad comenzaron a otorgarse no por formacin o experiencia, sino por llevar en la cartera el carnet de un determinado par-tido poltico. Y nosotros, a callar, a conformar-nos y a obedecer.

    El problema no solo est en la crisis eco-nmica; crisis por una deuda de carcter pri-vado que ahora tenemos que pagar nosotros, el pueblo. Se rescatar a los bancos, a los que jugaron inmoralmente con el dinero que tanto nos cost ahorrar. No nos engaemos. Lo peor de la crisis es la sensacin de caos con la que nos levantamos cada maana. Nos acostamos con la incertidumbre de qu nueva noticia nos encontraremos en los peridicos al despertar. No sabemos si maana tendremos trabajo, si seremos desahuciados, si podremos pagar una asistencia mdica o si recibiremos alguna pres-tacin social en caso de necesidad. Hoy se res-petan los presupuestos en educacin y sanidad y maana se reducen mediante decreto. Hoy cambian un curso de Educacin Secundaria por uno de Bachiller y maana se sostiene con dinero pblico a los que discriminan por sexo.

    Hoy reducen el nmero de docentes y maana se forman guetos en los centros pblicos para que sigan acogiendo a los inmigrantes sin pape-les, a las etnias minoritarias, a los que presentan graves difi cultades de aprendizaje, a los que la privada no quiere Y todo por nuestro bien, con nuestro dinero, y por principios de huma-nismo cristiano: principios que, aun expresos en el ideario del partido que nos gobierna, no logro ver en las medidas que luego adoptan.

    Si no sabes dnde vas, ningn camino te llevar all (L. Carroll en Alicia en el pas de las maravillas). Este convencimiento de no saber hacia dnde caminamos, a dnde queremos llegar, es elemento clave del caos. Un caos que solo nos afecta a nosotros porque ellos s saben bien adnde van. Van marcha atrs, dispuestos a destruir todo lo que con tanto esfuerzo co-menz a construirse. Frente a la coeducacin, defensa de la enseanza diferenciada. Frente a lo pblico, lo privado. Frente a la honestidad, la corrupcin a cara descubierta. Frente a la responsabilidad y rendicin de cuentas, el yo no he sido y aqu no pasa nada. Adnde van? Hacia ellos mismos.

    Sin embargo, recordando a Martn Des-calzo, an creo que existen razones para la es-peranza. Y las encuentro en las palabras de mi hija cuando me habla de que su sueo es ir a la universidad para aprender a trabajar con los ms pobres. En las de mi hijo, cuando dice que estudiando medicina o psiquiatra quiz pue-da aliviar a los que ms sufren. Razones para la esperanza cuando veo a mis compaeros de

    claustro, ilusionados mientras programan el nuevo curso que se avecina, dejando a un lado la preocupacin por sus sueldos, para centrar-se en todos y cada uno de sus alumnos (mire usted por dnde, todo esto me suena ms a Humanismo que lo que ustedes promulgan). Esperanza cuando siento que las familias de nuestro alumnado an confan en nosotros, maestros y maestras, funcionarios, juzgados y sentenciados injustamente por gobiernos in-capaces de reconocer su falsedad y su falta de moralidad. Razones para la esperanza cuando me cruzo con alguno de mis nios por la ca-lle y me preguntan, a mitad de julio!, cunto falta para volver al colegio y ver de nuevo a su seo.

    Pero, sobre todo, mi esperanza se man-tiene y fortalece cuando veo a mi pueblo, en-gaado y oprimido, levantarse pacfi camente a defender sus derechos y los derechos de los dems. Escuchando, pero pidiendo tambin ser escuchados. Reivindicando, pero tambin asumiendo compromisos y responsabilidades.

    Ya no creo en ustedes, partidos, sindica-tos. No creo en vuestras palabras vacas por-que veo de qu estn llenas vuestras obras. Ahrrense el esfuerzo en querer venderme de nuevo sus mentiras. Ahora solo creo en los hombres y mujeres que me rodean, en su ca-pacidad de lucha, en su valenta, en sus ganas de renacer como el ave Fnix de sus propias cenizas. Les he odo gritar despus de sentirse durante muchos aos impotentes: Puedo!. Y por eso, ahora, confo.

    Esperanza frente al caos

    M EUGENIA SNCHEZ GUERREROMaestra