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Lecci6n 7 La ciudad barroca EI tnin si to del orden medieval al que habia de serde spucs eI orde n de la s monarquias barrocas se produce lentamente, pem de una manera continua. En principia, durante el Re- nacimiento, ape na s se perci ben elementos de transforma- ci6n, ya que la vida se desenvul'lve sabre el plano del orden medieval. S 610 l as cliles son la s que preludian con antidpa- ci6n el procesoqu ese rcalizara ai lOS mas lard e. Par 10 que se refiere a la s ciudades, la ciudad del Renacimiento siguc sicn- do la ciudad medieva l, con pequefloscambios superfkiales, C Ollsecuenc ia preci s ame nt e del refinamiento ar tist ico im- puesto par aque ll as eliles. Si la ciudad si gue la mi sma y sigue siendo la misma su estructura, se van transformando, par decirlo asi, las fachadas, principalmente de los nobles y de los prfncip es, en los qUl ' aiienla un deseo de belle za )' de imi - tacinn de la antiguedad. Pero, en eI fonda, "oca s tr ansfor- maciones hondas se han produ ci do todavfa . Sigue eI Occide nt £' de Europa o rgani'l.1do en la mi s ma forma que ya vimos al hablarde la ciudad medieval,esdecir, co nt inua ex istiendo ese tejido geografi co hUmallo qU (' re - preseilla la distribucion continua de la poblaci6n europea sobre su I('rrilorio. Las ciudadcs, en general, siguell siendo JJ6

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Lecci6n 7 La ciudad barroca

EI tninsi to del orden medieval al que habia de serdespucs eI orden de las monarquia s barrocas se produce lentamente, pem de una manera continua. En principia, durante el Re­nacimiento, apena s se perciben elementos de transforma­ci6n, ya que la vida se desenvul'lve sabre el plano del orden medieval. S610 las cliles son las que preludian con antidpa­ci6n el procesoquese rcalizara ailOS mas larde. Par 10 que se refiere a las ciudades, la ciudad del Renacimiento siguc sicn­do la ciudad medieval, con pequeflos cambios superfkiales, COllsecuen cia preci samente del refinamiento artistico im­puesto par aquellas eliles. Si la ciudad sigue la misma y sigue siendo la misma su estructura, se van tran sformando, par decirlo asi, las fachadas, principa l mente de los nobles y de los prfncipes, en los qUl' aiienla un deseo de belleza )' de imi ­tacinn de la antiguedad. Pero, en eI fonda , "ocas transfo r­maciones hondas se han producido todavfa .

Sigue eI Occide nt£' de Europa o rgani'l.1do en la mi sma forma que ya vimos al hablarde la ciudad medieval ,esdecir, cont inua existiendo ese tejido geografi co hUmallo qU(' re ­preseilla la distribucio n continua de la poblaci6n europea sobre su I('rrilorio. Las ciudadcs, en general , siguell siendo

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las ciudades pequenas, situadas a coria distancia enlre sf (distancia que: permit3 if de unas a Olras y regresar durante una jornada) Y COil un vigoroso poder municipal, una vida mcrcantillibrc y una artesania o rga llizada en solidos cuer­posgremiaics.

Hemos dicha en lecc iones anU'riores, que esta distribu ­ci6n igual y continua de la poblaci6n cn cI Occidcnle curopeo fue una de las causas que dieron lugar al concepto un ita rio de nacion, frcn te al concepto antiguo de dudad -estado. El que no existicran ('sas dcformes cabezas que fueron [as nit'·

tr6polis antiguas, que todo 10 absorb ian y vincu laban a si misrnas, facilit6 quesurgicra un nuevo conceplo,eI del Esta­do nacional, comoexpresi6n de una totalidad territorial. de una integracion y node una suma 0 conjunto aditivo de ciu· dades. EI podcr politico, eI poder rCal y, asimismo, el pader de los grandes senores, que ejercian a veces una autor idad tan completa como la del propio rcy, aunque leoricamentc fuera delegada, era un poder /NlIIselime, un poder que no estaba vinculado a ninguna ciudad, si no que transitaba por todo e1 terrilorio. acudiendo a donde las necesidades recla· maban su presencia. Todos conocemos por la hisloria 1a ex islenda de estas corles nomadas y Irashumantes, cuyo aje· treo era el prcciodel poderque habran de pagarcl monarca y sus cortesanos. Eslc movimiento constante no sc deluvo ell las monarquias francesa e inglesa hasta e! siglo XIV, manteo nicndose todavia mucho mas tiempoen nuestra patTia, pues el primer rey espanol que asienta permanentelllcnte su corlC cs Fel ipe II , el rey buroc rala , que representa las exigendas del Estado nadonal moderno.

Pues bien: con cl t icmpo. eSIC Estado nadonal moderno, que habia surgido de la estructura agraria de la civi li zad6n medieval, acaba par ser e[ que la destrure, e1 que modifica profundamenteel orden de cosas antiguo ycl que trace! de· sequ ilibrio en la distr ibuci6n de la poblaci6n, \'olviendo una vez mas a la instauraci6n de la gran ciudad como e!emento

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politico y social decisivo. EI Estado trashumante comenzaba a ('nconlrar una dificuhad, cada dia mayor, para trasladar consigo sus institucioncs. los ministros, los servidores. los instrumentos de gobierno, los papelcs. 13 correspondcncia, etc., cran cada vez un bagojc mas pcsado pam podcrlo trans­porlar de unl) a otra localidad en ('SIC conslante trasiego. EI mona rca )' sus mas inmcdiatos colaboradores en e1 gobicrno no pod ian ya vigilar todo porsi mismos, aeudir a todas par­Ies para dar personaimenlc 13 50Iu(i611 . Era necesario, por consiguienlc, crear un inslrumcnto burocralico impersonal y dclcgar en una forma () en otr:l la autoridad. EI rcsultado fue una burocracia permanente que tenia su asicnto en una corte permanente; sus an:hivos, sus ca ncillerfas, sus tribu­nail'S, etc., en unos edifkios perma nentes. Y asi surge la ca­pital con concepto de tal; la capital, que es una creaci6n ente­ramente moderna, una creacion que podemos lIamar barroea, dando a eSle termino la amplitud que usualm('nte se Ie asigna en e1 teTreno de la eultura.

Anliguamente habia existido, ya 10 hemos vista, la me­tr6poli g igantesca: Antioqu(a, Alejandrfa, Roma, Bagdad; pcro eSlas eiudades no eran ];1 capital en eJ sentido moderno quc estamos considerando: eran enlidades pO](licas cn cier­to modo aUlosuficicntes, encarnaei6 n de la eiudad-est ado. Mas ahoTa, despues de habersc producido la naeion como eonsecuencia de esc comilllHlIII campesino feudal de la Edad Media, la capital ticnequc seT alga representativo; imagen y condensaci6n de la realidad nacional. 5i en eJ mundo anti­guo la ci udad era un hcdw primario yel Estado se fundi;. con clla, o por asi ded rlo.cra ti n hecho secu ndario.concebi­do y cslruClurado a imagen y sl' llIcjanza de 1a eiudad sobe­rana, en ellllundo barrow eI proeeso era opuesto: cI Estado nadon;11 era cI hecho prima rio. }' la ciudad]a condcnsaci6n localizada de los instrumentos politicos exigidos par cI Es­tado. La ciudad, pues. como dcc illlOS, era un hecho sccun­dario, un rellejo de una rcalidad superior que ella represcn-

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taba y. por decido asi, materhllizaba plaslicamente en una forma visible.

Con cI nacimiento de];1 gran ci udad. capital politica del Estado barraco, la estruc\ura del mundo medieval sc ah em profunda mente y much,ls de sus instituciones antiguas son asfixiadas por las nuevas del Estado y la ciudad buroed! iea. Es includable que estos grandes centros politicos, asiento del poder, cada vcz mas absoluto, de las dinasHas ba rrocas, de­bilitan la vida autonoma de las ciudades libres mcdievalcs, que habian sido uno de los ingred ientes fundamentales de aquella soc iedad. Se puedc dedr que cl mundo politico me­dieval ya farmada giraba en torna a losdos podercs del reyy dclmunicipio. Con el advenirniento del nuevo orden, In de­cadencia de la vida municipal ('s un hechocada vez mas p'll­pable, ya que su autonomia cOllstituye una traba a[ poder polItico central. EI poder del rey, que antes era, par 10 menos en sus posibilidades de aplicaci6n, muy rudimentario, por sus pobres instrumentos de gobierno, se habia conVt'rt ido, merced a [a burocrada organ izada, merced a la crt'<lci6n dt' los ej~rcilos profesionales, merced a[ desarrollo del capital is­mo mercantilista, en lin poder Illll cho mas perfec to, cficien ­te y Glp.IZ de profundil.ar. gracias a Sl1 escalonamien\o en au­toridadcs delegadas, en el cuerpo entero dt' l pais. hasta alcanzar las partes mas a[{'jadas 0 recOnditas. En estas cir­cunstancias, el poder municipal se encontraba, pues, supe­ditado y. par decirlo asi, preso en esta malia, cada 'l('Z mas fina, que como tela de arana.cuyo centro eran la monarquia y la capital. se extendia par todo el paIs.

«Par tanto -escribe Mlimford-, ceso la multiplicaci6n de las ciudades. No se const ruian ciudades para una clase cre­ciente de pequenos arles'lIlos y mercaderes; la ciudad deja­ba de ser un mediopara conseguir la libertad y la seguridad. Era mas bien un media para consolida r el poder politico en un solo centro direClament{' bajo 1a supervision del reye im­pedir todo desacato a la autoridad central desde lugares [eja-

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nos que poresa miSn1a circu nstancia era difkil gobernaT. La cpoea de las d udadcs lib res, con su cul tu ra v<\s tamente di ­fund ida y con formas de asoc iacio n relativa mentc democra­lieas, cedio ellugar a una era de ciudades ahsolut:ls, ( cnlras que crecieTon sin orden alguno yquc dejaban a otras ciuda­des CilIa altcrnat iva de acepla r el eslanca rniento 0 de imitar sin recompensa alguna a la capital lodopodc rosa. La Icy. cI orden), la uniformidad son produclos escllciales de la capi­lOll barroca; pero la ley t'xiSle para confirmar cl ("statu to)' ascgurar In posicion de las cJases privilcgiadas: cl orden cs u n o rden mccan icQ, q ue sc basa no en la sangre. la vecindad o propositos y afcclos (omunes, sino en la sumisi6 n 31 prin ­cipia Tegente; y en CU:lrlto a la unifo rmidad. es 101 uniformi­dad de los bur6cratas, con sus archivos. sus cxpcd icntes y sus numeratios proc(>dim ienlos para rcgu lar y sisternati zar la pcn:epci6n d(> illlpuestos. Los medios externos para hacer obligatoria esta mod:llidad de vida se basan en cl cjcrcito; cl brazo econ6mico ('s la politica mcreantil )' capitalista. y sus institucioncs mas tipicas son cl ejercito. la bolsa, la burocra­cia), la corte. Todas cstas instituciones se eo mplemcntall re­ciprocamentc ycrcan una nueva forma de vida social : la ciu­dad barroca» I.

En virtud de est;ls ci rcullstancias, a part iT del siglo X VI se rcgist ra en tada Europa un Tapido crecirnicnto de las ciuda­des. Dura nl (> el propio siglo son ya mas de 14 la s ciudadcs que sohrepasa n los 100.000 habitantes. Paris, en 1594, es ya una ciudad de 180.000habilanles.}, Londres,que siempre ha ida ligeramcnte por ('neima, akanza en 1602 cllHirnero de 250.000 habitallles. Son dos grandes capitalcs polit icas. fuentes a la vez del poder econ6mi co. Aka nzan cifras irn­portantisirnas las c iudades italian(ls, en pane pOTque ell ilquel la peninsula lie habia mantenido mas \';va 1,1 herencia del mundo clasico y las eiudades conservaron una mayor preeminencia, sin que se Ilcga ra a la dispersi6n de la pobla­ei6n quecaracteriza la Edad f\led ia en el reslode Europa. Ve- j

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necia akanza en 1575 10s 195.000 habitantes; pero hay que considerar que era la capilal de la tercera potencia eu ropea, una verdadera capital y corte de un vasto imperio. Milan cuellla con 200.000 hahilantes y Napoles can 24 0.000. EI caso de esta ultima ciudad es digno de tenersc en cuenta. Sin demasiada justificaci6n, Napoles, desdc eI siglo XVI I hasta los tiempos modernos, se mantiene como la mayor ciudad de Italia y una de las mayores urbes mUlldiales. Ex ist iendo dentro de la propia Italia regiones mucho mas ferliles y ri­cas, puertos y \'illas comerciales mucho mas pr6speros, ca­pilales de imperios mucho mas "aSIOS y poderosos. es, sin embargo, sorprendente la magnitud de esla ciudad meridio­nal. Para Werner Sombart\ Napoles es uno de los mejores cjemplos en apoyo de su tesis: que las primeras urhes I11U ll­diales han sido creadas por la concentracion del cansulllo. Hace ver Sombartque los comerciantese industriales no sa­len del circulo de las pequefHls ciudades. Que, pur cOllsi­guienle, las ciudadcs productoras no son las que crecen de­sorbiladamente, sino por d cont ra rio, las eminentemente consumidoras. Las ciudades cortesanas, las capitales. asien­to de la monarquia y de la nobleza, que en elias consumian sus rentas; de 1a burocracia y del ejercito, la clase 111,\S radi­cal mente consumidora, pues induso en su actividad cjerce una fUll ci6n ncgal iva.

Napoles es Ull ejempJo I{pico deciudad cortesana y nobi­lia ria. Ha dicho Caracciolo que «Regisservitium "ostra mer­cawra est». Una corle cenlralizadora, con una burocracia gigmICesca y comp/icQlllsil1l(l, jurisperilos, abogados, escri­banos, loda la curia que pu lula en estos celltros burocrati­cos, lIenaban la ciudad. Allado de la corle de los nobles y de los curiales, un inmenso pueblo de lacayos, domcslicos. infi­mos menestrales y parias de toda laya, que formaban eimas bajo escal6n socia l, alimentado par ulla raza prolifica en un clima benigno. En ci udades como Napoles, la difercncia de cla$es debia ser enorme, sin grados intermedios.

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No muy distintadehia set la situaci6n de Madrid en el si­glo XV II , ciudad completame-nle 3r1ificial, sin olro conteoj­doque lacorte y sin mas funci6n que la meramente politica. En Madrid oi siquiera exislia una clase capitalista, ya que el dinero que IIcgaba de America 10 manipulaban y 10 aprove­chahan banqucros al e-manes, flamencos, genoveses y mila­neses. Como dcc ia la condesa d ' Aut ney, a quien dchemos 1a pintura mas viva del Madrid auSlriaco. en Madrid «apenas se ven mas que personas de calidad y sus criados I ... J Los principes, los duques ylos lilUlos son aqui flumeroses». Ma­ria Luisa Caturla, repasando legajos en el Archivo de Pro lo­colos, se sorprc nde de los i]ustrcs nombres que elles guar­dan como si n par decumenlc de 10 que fue la vida corlesana de j'vl adrid. «Nombres - dice- que aprendi de colegiala en dramas de clasicos alemanes y recorde luego ante ed ificios deslumbradores de Genova 0 Milan, aparecen firmados al pie de los Icgajos: Conte Ficsco, OC lavio Centuri6n, Palave­sin, Ju stinia n, Doria , Spinola y Adorno - xinoveses, que en su maravillosaciudad de marmol de Carrara eran los ricos y magnificos duei\os de palacios fa mosisimos-, se nla nifies­Ian aqui si rviendo al rey.» "Nada como estos prol0colos me ha dado coneicncia del antiguo poderio de Espa na [ ... J En ellos se palra la vida cosmopolita de la corte de los Austrias [ ... J Las calles del antiguo Madrid presentarfan d aspec to abigarrado de una capilal del mundo, donde se conocer!an los atavfos y se cscucharfan los id iomas de todas las ticr ras,. l.

Desde Velazquez hasta el ultimo maze de cuadra, lodos son servidores del rey a de algun noble y lodos ponen en el tituio de criado un timbre de gloria, palente a 1<1 larga de aristocracia. Cuanto mas cerca se estc del Solo de sus plane­las, mejor les llegara su iul., fuenl e de hOllor y de dignidad. M:i5 vale ser criado que tener un vii o fi eio mccallico, y hasta Velazquez abate las alas de su propio genio pordebajo de su excelsa cend ici6n de palatino. Cuando Inocencio X regala al pinter una cadena de oro, despues de heche su r('tralo, csle

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l.An\JD"PBA~ROC" 143

se la devuelve hacienda constar que no es un pintar. sino un servidor de su rey, al cual sirve can su pincel cuando recibe orden de hacerl04

Madrid era, pues, en el siglo XVlJ una ciudad de estruetu· ra social muy simple. En una forma u otra, todo podia redu­drse a senores y eriados. Estructura que hoy en dia nos pare­ee bien desdichada, sabre todo si consideramos su miserable legado material , ya que la grandeza que pudo tener ha que­dado encerrada en los empolvados manuscritos de los archi ­vas, en las glorias legendarias y estupefacientes de la histo­ria. Aquellos banqueros genoveses criados del rey de Espana construian los palacios de marmol en su pat ria y aquf que­daba s610 una historia de altivez y miseria.

Circula par ahi (no conozco de que fuentes provenga) 101 afirmacion de que Madrid, en sus arlOS de maximo esplen­dor del siglo XV 11, contaba can 400.000 almas; pero a noso­tros nos parecc una cifra fantasti ca. 5i juzgamos por el perf­metro del plano de Texeira, del ano 1656 (periodo del mmmo esplendor del Madrid austriaco), vemos que no es muy diferente, si acaso alga menor, al del Madrid de 1850, en que 101 villa y corte tenia 253.000 habitantes. Teniendo en cuenta que, par 10 menos, la ciudad se habia duplicado en al­tura yque se hab/an construido rnuchos espacios intcriares, huertas y jardines, habremos de convenir que la cifra de 400.000 es bastante utopica, por mucho que la poblaci6n vi­viese hadnada, cosa que debia suceder, y por rnucho que la Regalfa de Aposento obligara a los ciudadanos a tener hues­pedes forzosos en aquellas casas que no estuvieran constru i­das «a la malicia», es decir, can un solo piso, para eludir la pesada servidurnbre.

Can lodo, creo que una apreciaci6n mas justa serfa asig­nar a Madrid en aquella epaca de 200.000 a 250.000 habitan­tes. Datos publicados par !-.-Iadaz dan en el siglo XVI una pa­blacion para la provincia de Madrid de 223.225 habitantes. Segtin el cellso de Floridablanca del ana 1786, la provincia

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de Madrid contaba con 235.968 habi lanles, de los cuales 156.672 correspondfan a la villa. En el censo de 1797 de Car­los IV, la villa de Madrid suhe en 167.607 habilanles. En 1847, segun Madoz. la capi tal tendrfa una poblaci6n de 235.000 individuos.

Au nquc Madrid crecicra y se desarrol1ara un tanto im ­provisadamente a partir del ano 156 1, en que Fel ipe II csta­blecio en ella Ia corte, cumpliendose una \'C'L mas la Icoria de Sombart, e1 hecho general cs que 101 mayorfa de las ciudades espaliolas durante eI siglo XVII decaen, bajando a vcces a eX­tremosde indccible post rae ion. Acompa":! a su caida la cai­da dcmognHica de Espana, producida por la expul si6 n de los judios}' moriscos, por la sangrCa de la conqu ist3 de Ame­rica , por la s gucrras de rel igi6n europeas, por eI desprecio del ~'spafiol para los oficios productivos, por el aumento de la clase sacerdotal, etc. Otras ciudades impo rta ntes de la Pe­ninsu la, a mas de ~bdrid, eran Lisboa ( 110.800 habit antes en 1629) y Sev illa ( 100.000), ambas puertos atlanticos. El descubrim ielllo de America y el hal lazgo de la rula del Este por el cabo de Buena Espera nza dieron impetu a un creci­miento urbano en toda lacosta atlantica de Europa. Amster­dam y Amberes, co n numcro aproximadamente igual de habit a ntes ( I 04.000) , Y Hamburgo so n ce ntros de gran im­portancia.

Segun eI c:i.kulode Lavoisier (ci tado por Sombart, pag. 55). hecho ante 13 Asamblea Nacional francesa, l'rl Parisscgastaban anllalmente en artkulosdc consumo 250 mil lones. y 10 millo­nes mas para las caballerias.lComo se liquidan estos 260 mi­lIones? Veinte millones producenlas industrias deexportaci6n y comercio; 140 millones son pagados con ayuda de ta Deucla publica y sueldos; 100 millones preceden de las remas territo­rialcs y de las empr(.'S3s exteriores cuye s beneficios se consu­men en Paris. Es dcci r. en el Paris de Lavoisier, sOlo 20 millones devuelve la ciudad con su esfuerzo; eI r{'sto provien{' de las energiasde]a naci6n toda, que alii se concentran.

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t.,.\ rlL' I\Ml RAIIIIO<':'" 145

De esta situaci6n ha su rgido cI descontento, muycolllun en las villas provincianas, frente a la privilegiada capilal. que absorbe todas las energias sin realizar trabajo productivo al· guno. La ciudad productora se sic-nte explotada, vklima de la gran capital. fsta CS, a mi juicio. una postura equivocada, eonsecuencia de un mal planle:llniento de la cuesli6n. La ciudad beneficiada no es una ciudad X, caprichosamente amparada por la forluna. Es la capital, y como tal, hay que considerarla aparte de las demas. Es, en derto modo, un ente artificial-abstracto- que representa al ESlado, a toda la naci6n. La capital no es de nadie yes de todos, y precisamen· te la experiencia demucstra que quicnes mas partido saean de ella son precisamente los provincianos.los que luego apa ­reeen como eternos descontcnlos. mientras que cI hijo de la capi lal , que por no lener no tiene ni casa propia. es la verda· dera vklima. Pero eslo nos aleja porel momenta de nueslro tema, la ciudad barroca, y nos lIeva a un problema social, la tensi6n enlre eI metropolita yel provinciano. Algo que fue. es y seguira siempre existiendo.

En cI plano puramentc eSleticQ, la eiudad barroca es [a heredera de los estudios te6ricos del Renacimiento. de ague· lias ciudades ideales que, como cjercicios abstractos, ocupa· ron las mentes de los t ratadistas y comel1laristas de Vitrubio. Can un criteria ncl amente albcrtiano, el \'alor de cstos cs· quemas reposaba en la pura armonia geomet rica con inde­pcndencia de la pcrcepci6n visual. t:ste fue prccisamcnle eI hallngo del Barroco: el de crea r una ciudad como obra de arte de inmcdiata percepci6n vi,su:ll.

Para lograrlo, el arte barroco contaba con el inslrumento adecuado, un instrumento tambitn heredado del Renacimien-10, peros610 mas tarde puestot.'ll valor por 10 que alaile altra· zado y composici6n de las ciudadt..'S. Este instrumento no era olroque el de la pcrsp&tiva. Pinlores renacemistas habian re­no\'ado fundamental mente la Tcpresenlaci6n del espacio pa· sando de la imagen plana a la tridimensional. Can el descubri·

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146 I.t.CClosr

mienlo de la perspectiva geometrica se abri6 un campo nuevo e inmcnso y no hubo pintordel «quatlrocenlo» que no se de­teilara con gran des fondos arquilcctonicos en perspcctiva que excitaron lascreadones de los propios arquitectos. Pero no to­das las arIes se mueven sincr6nicamente. La que para la pimu­ra y la arquitectura cran ya maduras conquistas, no habra to­davia lIegado al campo del urban islllo. Sera mas tarde. en eJ siglo XVIII, cuando el arte harmeD de la composicion de cillda­des adquirira todo SII apogeo. ESle siglo presencia 13 madurez de la musica y del urbanismo, man ifestaciones finales de la gran cultura europea. Tan es asi que la gran arquitectura del si­g\o XVIII trascended. de sf misma y se had. en SII mas val iosa dimensi6n arte urbano. Sea la columna!a de Bernini, eI palacio de Versalles,la pla7.a V{'nd6meo los lnvalidos, tada esta arqui­tectura irnpone por loque tiene de dcspliegue urban istico.

Pierre layedan~ resume en Ires fundamentales los princi­pios del urbanismo chbico; y para un frances, en materia de arqu itcctura la palabra clasico equivale a 1a de barroco para el resto de Europa. Pero acaso par eSla vez no nos parezca mal esta etiqueta de dasico aplicada al urbanismo, ya que, por su desarrollo tardio, puedc considerarse el siglo XVIII como el clasico del urbanismo. Estos tres princi pios son los siguientcs:

a) La Hnea recta. b) La pt=rspectiva monumental. c) El programa o,con Ol ras palabras, la uniformidad.

A nuestro juicio, hCIl10s dicho en ot ro lugar", eslos Ires principios expuestos por Lavedan pueden reducirse a uno: la perspectiva 0 , si se quierc, mas generaHdad, 10 que ha Ifaido la perspect iva: la ciudad concebida como I'ista. EI Barraco, es mas, conlempla cl mundo como Ulla I'istn. Con anterioridad se eSlaba denIm del mundo, se estaba entre [as cosas, pero no se tenia Ia lejania ni la visi6n en profundid3d para quecslas ca ­sas se organizamn en una vista, en un p311orama.

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UCJUW,J'MII.M'>O .II 1<' EI Barroco constituye, ordena el mundo. como panora­

ma. Por esta sltllcilla raz6n es por 10 que tenia fatalmente quc descubrir cI urbanismo como arte y cncontrar un inslru­menlo que facilitara la posibilidad de crea r 1'1 panorama donde antes no exist fa. De aqui que eI urbanismo se ensaya­ra primero en los jardines, cuyos trazados influyeronlan de­cisivamente en las ciudades y conju nlos urbanos.

EI mundo como panorama 10 encont ramos 10 mismo en un jardin de Le Notre que en un paisaje de Claudio de Lore­na. Triunfo de la perspectiva. A el coadyuva n los tres princi­pios de Lavedan. La linea recla coolleva la perspectiva, la uoiform idad supedita 10 particular a la ley del coojunto, uni­ea manera de mantener el predom inio de 13 perspeetiva. La uniformidad de la Rue Rivoli de Paris haee que nada pertur­be la eontinuidad de sus Ifneas que huyen en perspectiva, provoeando una fuene imprcsi6n estetiea.

La perspectiva supone 13 eontcmplaci6 n del mundo des­de un solo punto de vista, desde un (ljo linieo que abareO! todo el panorama. Es una manifestaci6n del poder humano. del pader del principe. La visi6n focal 0 central ista coincide con la organiuaci6n monarquica del Estado. Todas las resi­dencias reales de la Europa del siglo xvtlt, llamense Versa­lies, Nancy, Dresden, Carlsru he, Copenhague, San Peters­burgo 0 Aranjuez, responden a estc tipo de ordenaci6n perspeetivisla, en cuyo punto focal se encuentra eI palacio de la realeu. En San Petersburgo. el nombre generico dc ca­lle se susti tuye a veces por eI de perspectiva . La ciudad se convier le en 13 expresi6n de una realidad politica.

Ahora bien, no olvidcmos que tras la tendencia esceno­gnifica del narroco, eseenografia monlada p3ra la exahaci6n del princi pe. de su palacio, de su estat u3 . ex isten otras em­presas que denotan una grandeza y noblcza de prop6sitos que 00 se deben 01vid3r.

Como ha d icho muy bien Valerio Ma rian i7, durante todo

este siglo se percibe un vigoroso impulso creador. fundado

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148 !.IoCU'»,. '

en una generosa ambicion soc ial. No s610 s{' da fo rma a la iglesia, 31 palacio del prfncipi!, 31 {'scenario purarnenle mo­numental. sino <Iul' sc construyen hospitaies, hospicios, ba­rrios enleros 0 conjuntos de habilaci 6n, alamcdas y pascas para eI disfrute de 13 colecti\' idad, (('ntros de ellSt'nanza e inslitucionesdecuhura, puentes, manu(acluras, etc.; y lodo clio incorporandolo dentro de un orden unita rio y magnifi­co, COillO ingredicntes de un senti do cspacia l y de un am ­bienle lolalmenle nuevos. Por la \'ariedad de los problemas que seacomelen, porel impctu constructivo y la r:lpidez con que se cumplell en brneficio de In colcclividad, ,II Barrow corresponde una pane importantisima en lacomtitucion de 13 ciud"d moderna con todas sus exigcncias de vid;! yarte.

Fig. 45. Dn·$dC"n. Cl'nlrode la ciudad y palatin, Ilamado eI Zwingcr. Uno de 1m mds hermusus "sp3dosdcl Barroco.

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LA C! Ul>II!' III1RROCA '49

Fig. ~6. Il.oma. Plaza d,o' San Pedro. l ])ib. del aU1Or. )

No nos olvidcmos que cst amos en e[ siglo de 1;1 llustra ­ci6n y de las Lu ces, del dcspot ismo pnternalista y filant r6-pico. En un siglo en qu e cmpiezan a dcspertarse muchos problemas socia les, muchas inquiet udes intclectualcs y cientific;ls que serli n levadu ra para que fermente el mu ndo modcrno.

Hay que reconocer que, en materia de urbanisl11o, el ce­lro, durante el periodo barroco, correspondc a Francia por

Fig. 47. Roma. Plazas de Santa ,\taria della Pace y de San Ignacio. (Cm­quisd~lautor. )

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150 I ~t:< ION7

c.. __

Fig. 48. Il.i,hclicu. 1'[,lI1la de! b dud ad. (CrOlluisdelaUlor sobrc d graba­dodeTa$sin. )

derecho propio. Despuesdc los atisbos gcnialesde In Roma pa­pa l, dcspues de las her mosas conccpcioncs de [3 plaza del Campidoglio dl' 1\ ligud Angel, de 13 columnata de Bernini, de aquellas «sistema!izaciones.).pequcnaspemcncanladofas.de 13 plaza de San Ignacio ydc Sa nta Maria della Pace, Ie toca <.icci­didamente a Fr:lncia marcarla paUla. Francia es la nacion po­derosa, altiva y triunfadora, rica en r('cursas dc todD gencro y politicamente preponderante. EI po(i('r dc su monarquli1 s610 pucde compelir cun e[ que a finales del siglo XVI11 adquiri r:in sus hombres de lctras y de pensamiclllo, y IOelll clio compon­dni una naci6n que se erigeen cjel11plo univcr5al para c1 resto de Europa. No e5, pues, de extranar que algo Ian visible como el urbanismo, Ian unido aJ prestigio dl·las naeiones y al grado de adelanto de sus sociedades. se desarrol1e tambicn en rran­cia de una ma nera sobresaliente yejclllplar.

Donde eSle urbaniSlllo dt· gran eslilo aparece por prime­ra vez es ell la ciudad-residl.'ncia de Richelieu. fundaeion del

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I . ~ C!UDAD ~~IU"'CA 151

Fig. ,1':1. V('rsalie's. ( Ilib. dcl aU lor.)

gran cardenal. Lavedan Ja llama prefiguradon dt: Versallcs. Como en "ersalles. Ja ciudad es consccucneia y viene en se­guimiento del palacio. E1 aflo 1625, el mismo en que muere e! duque de Lerma, creador de otra ciudad-residencia, cn­earga al arquiteclO Jacques Lemereier la construccion de su palacio. f\his tarde, hacia 1633, comienza laconstruccion del poblado, separado respetuosamentc del palacio. Sc encierra ell un reclangula perfecto y lodo se planlea en simetria can relacion a Ja gran calle axial. Ya no sc trala de una simple cuadricula, sino de alga conccbido eS let icamentc, con sus

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ejcs. sus plazas, sus perspectivas. La arcluilcclura, de un a gran un ifo rm idad, presta a lo clo un sereno equi librio y ar­mania. Se puede dc-cirque (ada\'la. a pesarde 13 destruc(i6n del pa lacio y las incvitables transformaciones que Irae cl ticmpo, cs 13 mas bella de las ciudades regu laTes francesas. Descartes 101 hubicra mi rado con complaccncia, pues cSla ciudad. coetanc3 suya, ta n (rance-sa y tan racional, pa n.~cc cristalizaci6n de sus propias ideas.

La imporlancia de Versa lies nos ahorra cI dediear a Ian grandiosa crcad6 11 de Luis XIV un espada correspondicnte al monumento, que seTia, en cambia. desproporcionado a nU~'S l ra breve historia. Mucho sc ha escri to sobre el palacio y algo menos sobre la ciudad de la que forma parle indisolu ­bIt'. Sin poder dl.'Sccnder a dNallt's, anotart'mos que la funda ­ci6n se pucde (CellilT hada 167 1, diez arios dcspues del comienm de los grandes trabajos de ampliaci6n del ",Cha· teau». El rasgo, sobre todos saliellte, de {'sta urbanizacion espectacular de griln aparato es d tridente de avcnidas que convergen en la plaza de Armas, antesala de honor dt, la "Avant-Couf» de l palacio. 10do parece ind ica r, he aquf a l Rcy Sol, he aqui su solio. Nada se habia pla llleado ha sta la (echa tan grandioso y en tan vasla escala. EI lema del Iri ­denll' ya conoda un ant idpo notable: la Piana del Popolo de Roma. ~Pudo servir de inspirac ion ? Es mll y verosimil. La nzildo por VeTsatics se cncucTlt Til luego en Ka rls ruhe, en Aranjuez, en Madrid, en Washington , en Paris (plaza de la Opera), en Londres (plaza de Buckingham ) y en Ull sin nu· mero de composiciones urbanas de los siglos x Vt l t y Xtx.

Acaso el conjunto mas cdebrado del urbani smo diec io­chesco frances sea 13 ciudad de NilIlCY. En 1737 Stan islas Le,zinski, rey de 1'010ni3 destfOnado, recibi6 de Sll yerno Luis XV el ducado de Lorena durante su vida. t.SIC fue eI ori­gen de la parte monumental de Iii ciudad. Con eI deseo de elevar unaesliltua iI su yenlo y protector mand6constru irla Pla:r .. 1 Real enlazada cOllla plaza de la Ca rriere y, a traves de I

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~A '~ I l' [>AD ilARRO' :A

n ] II

ISJ

Fig. 50. Nancy. !'Iano del conjunto dt.' las plazas RC31. d~ la Carriere y de la Herradura, y esquema de los \'ollllllcnes resultantcs de lJenar eSlos ~'S. pados. (Dib. del autoT.)

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/5.

una alameda, con Ja plaza de la Herradura. Esto dio lugar al mas bcl10 eje del urbanismo monumental barraco, que rcla ~ ciona diversos ambitos, enhebrados con un semido exquisi­to, procurando scnsaciOlWS cspacialcs diversas, denlro de una armon iagcnl'ral}, una axialidad rigurosa. Su arquiteclo fue Here de Comy. Todas las residendas rcales y principes­cas de Francia, IUrnensc Fonta incblcilU. Compicgnc, Chan­tilly. Ramhouillcl. Vau.x~le · Vicomte, participan con sus jar­dines, sus pla zas, sus ejcs, de eSlc desarrollo del artc del traz.1do urbano.

J.a in ll uencia IIcg6 a !ada Europa , a Viena, Po tsdam, Karlsruhe, Manhei m, San Pl'lershurgo. l-iamplon Court, La Granja, Aranjuez y otras pcquenas ciudades-rcsidencia, clonde reyes, pri llcipes, arznbispos y grandes scilorcs quic· ren cmular, a la l'scala de sus fuerzas, las glorias dd Itey Sol y de su corte.

Fig. 5 1. Paris. Place \'cnd6me. (Dib. dd amor.)

EI urba nismo frances del g ran siglo 5e comp];u,:c en un lema que el Barroco adoptad. con entusiasmo: la plaza mo­numental dedicada a servir de cuadro a la estatua dc un TCy. Se (onjuga en eslc lema e1 af,\n de magnificencia propio del

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\JI CIUnAn" ... RR{lC~ 155

urbani sme barroeo y el desee de exahar la menarquia een­tralista, vertieedetodo el sistema politico preponderante.

Algunos han co nsiderado que la primera plaza fra ncesa deeste tipo fue la plaza de los Vosges, tambicn llamada Place Royale. Pero no es asf. La plaza de los Vosgos no se pens6 para ninguna estatua. La estatua vine despues. En eseaspec­to es mas bien una plaza emparentada can nuestras plazas mayo res regula res, como las de Mad rid y Salamanca.

Las primeras pla7..as de este tipo que ahara nos interesa n son las proyectadas par J. H. Mansart p .. ra hamar a Luis XIV. Una de elias es enleramente circular, la Place des Victoires (Paris); otra semic ircular, la de Dijon, y la tercera y mas im ­porlante rectangular aehaOanada, la Place Vend6me a de Louis Ie Grand.

Esta ultima, de todo el mundoconoeida , es la obra maes­tra del genero }' una de las mas bellas plazas bar reeas del mundo. Ellener solo dos ca lles de ac(eso en el mismo eje In conviertt· en un espacio easi (crrado, donde todo se supedita ala noblcu de la arquile(lura y la proporcion. En ningu na parte como aqui percibi mos emil es e1 motivo eseneial: ser­vir de marco soit'mne a una estatua cClLesl re, La plaza se construy6 entre 1685 y 1699. anoen que se coloe61a estat ua de Lu is XIV,obra maestra de Gi rardon,

A Paris siguiero n las ciudades de provincias, dcseosas de hamar la memoria de Luis XIV, Algunos proposi tos queda­ron en mero proyccto, pero otros lIegaron, con maso menos retraso, a realiza rse; tal es el caso de las plazas de Caen, Ren ­nes y Mon tpellil' r. Pero para entonces habia subido al trono Luis XVy pareda tambien obligado honraral monarea feliz­mente reinante.

SohuTIcnte para cstudiar las posiblcs plazas dcdicadas a Luis XV publico Patte su celebre abraM, que podemos comi­deraT como un H~rdadero tratado del urbanisillo barroeo monumental. Entre lanlos proyeetos y realiza(iones eitare-1110S solo algu nas <I I.' las grandes plazas dedicadas a Luis XV.

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Fig. 52. Copt"nhaguc. Amali"nbor~ 1'la12~' barrin dr(undanle. (R;t~· mussen.op .• it.)

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I .... ' I l:D.\D II" "I<OC" 157

La mas famosa de toclas elias cs la plaza de la Concordia de Paris. y acaso la mas bella entre las de provincias la de Bur­deos, abien a por uno de sus lados al Ga rona. La de Ren nes es IUU)' original porque la estatuase acoge a un fo ndoarqui­tect6nico eseenograficamente compuesto. La ya citada de Nanc)' y 13 de Reims son tambien importantes.

Fuera de Francia, la plaza Roya le de Bruselas. la plaza Amalienborg de Copenhaguc y la del Comereio de Lisboa son las mejores creaciones de este tipo. La plaza octogonal de Copen hague, cortada por dos ejes, uno de ellos sirviendo de perspectiva a una gran iglesia rotonda . es una de las mas admirablcs composiciones urbanas de todo eI siglo XVI II.

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Fig. 53. Nu~"o Sawi n (Madrid), Planta. (Croquis dcJ autor.)

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". EI anliguo Terreiro do Pa~o de Lisboa. convcrtido por

Pombal desput's del terremOlo de J 755 en una plaza monu­mental a la marla barroca del momento, si(\li6 de marco grandioso. continuando las ideas del urbanismo frances. a la eslatua e<:ueslre de Jose I, obra de Machado de Cast roo Por su disposicion abierta con respeClo al esluario del Tajo, recuer­da alga a la plaza de Burdeos.

El urbanismo dieciochesco en Espana oscilaba entre las tradicioncs locales y las corrientes afnlflcesadas venidas de rucra. Todavfa hacia 17 10 construy6 Jose de Churriguera, para la familia Goycnechc. la ciudad-rcsidcncia de Nuevo Baztan en las inmedi3ciones de Madrid. Es, en cierlo modo,

Fig. 54. La Granja. Eje' Jongi ludinal de 1a compo$ici6 n . (Dib. del aUlo r.)

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r UI CfUI'MlI\AR ROCA 1S9

una ( iudad -corlija y un excelente ejemp\o de urbanismo b::l ­rroCO castizo.

Las nuevas corrienles del urbanisma monumental curo­peo entran en Madrid de la manode Carlos Ill, que promue­ve la ordenacion del pasco del Prado regularizando su lraza­do, ornamcntandolo con grandiosas fuentes y rodeandolo de notables edificios. Las obras comcnzaron en 1768 y, dcsgra­ciadamente, no pudieron complctarse del lodo. E1 siglo XIX y el xx han desfigurado casi completamcnte los t razadas dicc iochescos. El Sa16n del Prado dio orisen a 111 creaci6 n de una serie dealamcda s pot loda Espana,como las de Malaga, Priego, paseo del Sa[6n de Gra nada. alameda de /\podaca de Cadiz, cl Espolon de Burgos, alameda de Hercules de Scvi-

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r ij;. 55. La Carolina (Jain). 1'1;' 00, (Dib. lid autor. )

11a, paseo de Isabel II de Barcelo na, etc. Sitios reales como La Granja y Aranjuez rccogen las ideas imperantes cn laepoca y traslad an " Espana las rOTmaS urbanisticas propias de las Re­sidcntzsliitfl curopeas. El conjunto de La Granja esta verlc­brado por un gran cje que preside la cupula de la colegiata. Es un Versalles en donde el fey. rcspetuoso con las costu m-

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brcs espanolas. sc co10ca dclr,!.,s de la iglesia. La composici6n de los espacios cncadenados por eSlc cje cs muy acerlada y cxpresa admirablemente la s ideas barrocas sabre la gran perspectiva.

En Aranjucz. dande los AUslr ias ya habian rcalizado gra ndes obras. sabre lodo Felipe II, se fue construyendo un poblado que, en su trama gent'ral, obedecc al simple ernpa­rrillado. pero en eI que 51.' introducen elementos nuevos, como las grandes avenida s radiales, formando tridentcs a ambos lados del palacio. La intluencia de Vcrsalles no pucdc seT mas clara. Olro elcmcnto urbano notabilisimo de Ara n­juez es la plaza de San Antonio, con c1 fondo de 13 pequci13 , pero bella, iglesia de 80n3\' ia en eI C('nlro de un plano a ndu ­ladodearquerias. La plaza d (' San Antonio, ('n cambia, se re­clama hi;a del urbanismo it<lliano )" a la larga, de Bernini. En

Fig. 56. Ilalh ( tnglalerra ). ltoyal CrcSC,·nI . (n ib. del aUlor. )

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1." CllJl"' '' SARROG\ /6/

conju nto, Aranjuez es nuestra mejor ciudad barroca diecio­chcsea. Es histima que su antigua uniformidad urbana, sus m3nzanas de gran extensi6n y escasa altura, se vaya rom ­piendo con impropias construcciones modernas.

En el urbanismo dieciochesco espanol mere-cen destac3r­se los nuevas poblados de la colon izaci6n de Sierra Morena y otras zonas andaluzas lIevados a cabo durante c1 reinado de Carlos III y con eI impulso de Olavide. Urbanisticamente la planificaci6n mas interesante es la de La Carolina (J[II~n). Dentro de un plano en cuadricula se introducen ejes pers­pectivos relacionando plazas rectangulares, hexagonales y circulares bien valoradas par una arquitect ura seeilla y uni ­forme9

Inglaterra queda un tanto al margen del urbanismo ba ­rroco; en cambio, algunas composiciones de este periodo anticipan las tendencias que prevaleceran en cI neoclasicis­mo. La gran ciudad balneario, Bath, creaci6n genial del ar­qui teeto John Wood, es uno de estos casos. Su geonu:trica organizaci6n, fI base de plazas circulares y semicireulares (Crcscc llt), 1;\ estricta un iformidad de sus edificaciones y c1 clasicismo de sus fachadas ligan perfectalllcnte esta ciudad de la segunda mitad del sigln XVIII can los conjunlos urba­nosen gran escala de John Nash en Londres, la urbanizacion de Regent Park, por ejemplo, que es una de las mejores reali­Z3cio nes del neoclasicismo.

En Roma,eI barroeo enlaza con e\ neoclasico en la «sislc­malizaci6n» de 1;\ plaza del Popolo, obra de Giuseppe Vala~ dier. San Pelersburgo eS,entre lasgrandes ciudades, aquella en donde el barroco tard io y el neoc\asicismo se asoeia n par;\ formar eonjuillos de sorprendenlc fllllplitud y monu ­mentalidad. La plaza delScnado 0 de Pedro el Grande, eon ­ccbida en ticmpos de Catalina II para coloear la cstatua del fundadorde la ci udad, obra genial de Falconet, es el foro de San Petersburgo. Junto a ella, la plaza del palacio de lnvicr­no ampHa el CCli tro monumental, que tiene por punta focal

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cI edificio del Almirantazgo. Tres grandes vias radialescon­veTgcn en 1a torre del Alrnirantazgo: la perspect iva de la As­cension; la pcrspectiva dcl,\lmirantazgo), la famosa pers­pectiva Nevski. Alejandro I. ya en plena epoca neoclasica. eOl11pleta la obra de Catalina.

En el Paris neoclasico.es decir.el de NapolcOn I, abundan Imls los proyectos que las realizaciones. La apcrtura de Ia ~ue Rivoli, los comienzosde la ordenacion del espacio com· prcndido entre cI Louvre), las Tuileries, la pequefia Rue des Piramides )' poco mas es 10 que c1 ernpeTadoT puede acoll1c­ter en su rant.ist iea carrera.

Pero cJ impulso estaba dado y allos despues apaTeceria cl artifice capaz de lIevarlo a cabo. Nos r~reril11os al prert'eto HaussOlann.que lIego ala a1caldia de Pads en 1853. La labor deeste hombrecs co10sal, y 10 rcalizadocn un plazo de vei n­t iei n(o anos parcel.' inverosirnil . Solo una tenacidad si n de· sa licnto y unas dotes de adrninist rador excepcionales pudie­ron logTado. Urbanisticalllente hablando. HauSSl11ann es un conscrvador y sigue la linca eslt~ tica del Barroco con sus ali· neaciones y gralldcs perspectivas. HaUSSOla nn no traz6 nin­gu na avenida sill con tar con un fondo arqu itcctonico. con un edifido monumen tal que cerrara la visualidad. Tuvo el t:lle:nto de aprove:char todos los ~d ificios si ngulares de Paris )' cuando no los habia eI de: erea rlos. como sucede con la Opera de Garnier. A la vez que embell eda la ci udad, abrfa eOlllllnicaeiu l1('S vitales ell una Hgiomer,Ici6n que empezaba a crecer desmesuradamente. Estas cortlunieaeiones ten ian tambien un valor estratcgico. 51.' ha insistido mucho sabre que uno de los objeth'os de Haussmann era de indole poli­daea: poder aeudir rapidartle/lte con hi fuerza al ll donde se produda un mot in 0 un disturbiocualquiera.

£1 Paris dcJ bar6n Haussmann, con sus grandes avenidas radiales heredcras del Barroco, con su arqui tect ura estricta~ mente uniformad:l, siguicndo la esteliea neocl;isica, que s610 podia alterarse en los edificios s;ngulares, es el mejor ejem~

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r LACII!DAD BAMM''' ./o. 163

Fig. 5i. Par(~. Pcrspectil'a de I~ iI ... on iJa de la Opcm. (nib. del aUlor.)

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164 LECCION7

plo de 1<1 opuk'llt;\ ciudad burguesa del siglo XIX, de la Ville Lumicre.

Entre los pocos conju rllos ncoclasicos que se llevaron a cabo, dcbt'll figurar algunos de In ciudad de M ullich, que co­Ilacio un g randioso desenvolvimicnto urbano en los reina­dos de Luis [ )' r.·laximiliano II. La Karolincn Platz y la Ko­nigs Platz, trazadas por Von Klenze entre 1854 y 1862 Y rodcadas de cdifidos neoclasicos. como los Propileos y la Gliptoteca}' la romantica j\-1axi milian Strasse, siguen siendo, a pesar de los cambios sufridos. ordenaciones de gran belle­za y caracter.

En Espail::J poco pudo hacerse en una epoca de crisis r de­bilidad, despucs de Jas dcsvast.ldoras gucrras napoleonicas. Como en loda Europa, cilconiramos mas proyectos que rea­lizacion~s. l.as rcformas madrilcilas del ticmpo de Jose Bo­naparte qUl'daron cn cl pilpe!, pcro su arquileclo, Silvestre Perez, refugiado en las Provincias Vascongadas durante eI rcinado dl' Fl'rnando VII. pudo Ilevar a cabo dos plazas neo­cl:is icas regulares, las de San Sebastian y Bilbao, de gran in­teres. En csa linea puedclI figurar hi Plaza Nueva de Viloria,

I:ig. 58. Viluria. l'!au ~Iaror. (Dib. de! autor. )

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de Olaiguibc1.), la mas moderna Plaza Real de Barcelona. En Espana, por lanlo, perduraba la no interrumpida tradici6n de nuestras plaza s mayOTcs complctamente cerradas y de uniforme arqu itectura.

Despues de la dcstrucci6n e incendio de San Sebastian en 1813 surgieron algunos planes ambiciosos para su recons­trucci6n, como e1 de Ugartemendia. del mas genuine estilo neocHsico. Proyccloscomo este ycomo cl del puerto de la paz en Bilbao, de 180 I. SOil el precedente de los planes de ensan­che de nueSlras ciudades en la scgunda mllad del siglo XIX. Tambien la ciudad de San Sebastian fue de las primeras en preparar un plan de cnsanche que eSla \,c1., afortunadamen­Ie, 5(' realiz6. Corlaza r ), Saracmar fucron los arquitectos que obtuvieron el primero y segu ndo premio en eI concurso pro· movido alai d ecto y en ambos proyectos, mejorandolos, se apoya la real izaci6n. Esto dio lugar a una de nuestras mejo· res, mas bellas)' armoniosas ciudades modernas. Los planes de Castro pa ra d cnsa nche de Mad rid (1860) ydeCerda para cI de BarcclOl\3 (1860) fueron los instrumentos que posibili­taron, y eSlo dcbelllos 3grade<:crlcs, d gran desarrollo urbano de nucstras do ... grandes melr6pol is lO