Leandro Gómez

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Profesora: Stella López

Alumna: Yoanna Satucha

4ºC - IFD - PAYSANDÚ

AÑO 2011

LEANDRO

GÓMEZ

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Leandro Gómez

Introducción

El presente trabajo se enmarca dentro de los festejos del Bicentenario, es una

propuesta realizada por la Profesora de Ciencias Sociales Stella López del Instituto

de Formación Docente.

Los festejos del Bicentenario son una oportunidad que permite afianzar

doscientos años de construcción de historia de la que somos parte. Han sido años

de luchas ideológicas, políticas, sociales y culturales que marcan nuestra identidad

como país.

Cabe preguntarse cuales son los elementos o características propias de los

individuos que determinan la identidad nacional. El término identidad nacional es

empleado para abarcar distintos aspectos de la relación de un individuo hacia su

nación. Tajfel y Turner (1986) lo describen como una actitud subjetivamente

positiva hacia su propia nación. Eagly y Chaiken (1993) describen a la identidad

nacional como un sistema multidimensional de creencias hacia la nación propia. La

identidad nacional se puede definir como la condición individual de adquisición e

internalización de patrones de categorías referentes a la nación durante el proceso

de identificación. La identidad nacional varia según el grado en que el individuo

internalizó o quiere internalizar la “cultura” de los distintos grupos de la nación

(Blank, 2003).

La multidimensionalidad del concepto de identidad nacional puede ser

caracterizada de diferentes formas como: identificación nacional, patriotismo,

nacionalismo y ciudadanía.

“Las Ciencias Sociales procuran explicar cómo los sujetos producen, reproducen

y transforman la realidad social, cómo la realidad social es a su vez producto y

productora de sujetos” según expresa Finocchio.

La escuela debe contribuir a la formación de identidad Nacional desde los

primeros años de escolarización, la misma debe plantearse de forma progresiva y

adecuada a cada nivel, la historia no debe plantearse como solo un tema de

lectura y memorización de fechas, se deben presentar a los niños actividades de

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investigación tanto de documentos como de objetos, deben aprender a preguntarse

y a cuestionar a los objetos. Se debe procurar formar seres críticos y reflexivos.

Según Horacio Díaz y Rita Marina Álvarez (1981): "La Historia es una materia

escolar que puede despertar un interés extraordinario entre los educandos" (...)

porque en su contenido se encuentra la posibilidad "de enriquecer la temprana

imaginación de los niños con el caudal de valiosos conocimientos del pasado y

contribuir a desarrollar el maravilloso mundo de la fantasía sobre la base de ricas

descripciones y las bien descritas acciones de los hombres, del valor de los héroes

y de las obras culturales que han dejado el sudor y el esfuerzo de los trabajadores.

Es la historia quien de manera fundamental se encarga del desarrollo progresivo de

la humanidad, de las bases científicas que rigen ese desarrollo; la de enseñar a

comprender la esencia de los fenómenos sociales, sus causas y criterios para

enjuiciarlos y valorarlos".

La historia no culmina con la finalización de la etapa escolar o cuando finaliza un

libro, nosotros formamos día a día parte de la historia.

La presentación de Leandro Gómez fue una selección personal motivada por

situaciones de la vida cotidiana, el hecho de encontrarme con lugareños o

visitantes que sólo conocen que en la plaza principal de la ciudad se encuentra un

mausoleo pero no pueden especificar por qué esta ahí, este trabajo busca aportar

datos que enriquezcan nuestra identidad sanducera y nacional.

Los datos presentados fueron obtenidos de una selección de documentos,

trabajos y estudios presentados por historiadores nacionales y locales.

General Leandro Gómez (1811-1865)

José María Leandro Gómez nació en Montevideo, República Oriental del Uruguay, el

13 de marzo de 1811, siendo sus padres Roque Gómez, natural de Galicia y de la

montevideana María Rita Calvo. Era hermano, por lo tanto, del coronel mayor Andrés A.

Gómez (1798-1877). Después de sus primeros estudios fue destinado a la carrera de

comercio. Desde su juventud sus actividades se encaminaron hacia el comercio y hacia

la ejecución de trámites administrativos y judiciales. Nada hacía pensar que ocuparía

años más tarde el liderazgo militar. Asociado con su hermano Francisco, establecieron

dos casas comerciales, una en Montevideo, y la otra en Buenos Aires, donde estaba

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Leandro. Cerrada la empresa en 1837, fue amigo personal del General Oribe, y

comienza actuar como mediador en el conflicto con Rivera. Desde allí en más comenzó

su acercamiento a la política nacional y al destino de su patria. En este año recibió el

nombramiento de capitán de Guardias Nacionales de infantería de su ciudad natal.

En 1845, estará junto a Oribe en el Sitio a Montevideo. En 1856 es Sargento mayor de

caballería y en el 1858 lo ascienden a Teniente Coronel, luego de vencer al General

César Díaz. En 1860 asciende a Coronel y durante la presidencia de Berro lo nombran

Oficial Mayor del Ministerio de Guerra. Adjunto al Estado Mayor del ejército de

operaciones en Campaña debe unirse a las fuerzas gubernamentales para enfrentar a

Venancio Flores. Luego Comandante Militar en Salto y de allí a la defensa de Paysandú.

Leandro Gómez fue miembro de la Logia Sol Oriental Nº 11 de Montevideo y del

Supremo Consejo grado 33º de la R. O. del Uruguay. Comisionado por la masonería

uruguaya, el 22 de octubre de 1857 procedió a instalar la Logia Jorge Washington Nº 44

de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. En 1861 formó una logia en la ciudad de

Rosario, provincia de Santa Fe.

Influencias en los Ideales del General Leandro Gómez

Sus padres formaron parte de las filas del éxodo de 1811.

Nace en 1811 se puede decir que lo hace uno de los artiguistas de primera, cuando en

Uruguay aun no se consideraba a Artigas como héroe, él como otros orientales entendía

que había sido el caudillo de la revolución.

A medida que fue formando su personalidad, fue también forjando su admiración y

reconocimiento por el prócer uruguayo Artigas. Valoraba sus méritos, la magnitud de sus

obras políticas e institucionales, la nobleza de su alma y el espíritu profundo que guiaba

sus actos, su admirable visión estadista y las ideas precursoras de los nuevos tiempos

no solo para el Uruguay sino para la región.

Situación de Uruguay antes de su independencia

España colonizó el territorio que hoy se le llama Uruguay a comienzos del siglo XVII.

La zona pasó a ser conocida por el nombre de Banda Oriental. En 1680 y 1683, los

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colonizadores portugueses de Brasil también intentaron poblar este territorio.

Montevideo y sus alrededores se convirtieron, desde entonces, en tierra en disputa entre

Portugal y España. En 1777, la soberanía española quedó instaurada de forma definitiva

sobre el territorio.

En 1811, poco después de que en el virreinato del Río de la Plata se iniciara la lucha

por la independencia, los revolucionarios uruguayos, al mando de José Gervasio Artigas,

se unieron a los patriotas de Buenos Aires en su rebelión contra España. El 28 de

febrero de ese año, cerca de la desembocadura del río Uruguay en el Plata, se había

producido el llamado grito de Asencio. Esa declaración de independencia la llevó a cabo

un grupo de patriotas criollos encabezado por Venancio Benavides y Pedro Viera.

Artigas venció a las tropas realistas en la batalla de Las Piedras (18 de mayo de 1811),

pero no pudo tomar Montevideo.

En 1814, Artigas junto a José Rondeau, ocuparon Montevideo. El gobernador español

fue expulsado. Los independentistas de la Banda Oriental parecían haber triunfado, pero

los portugueses establecidos en Brasil invadieron la Banda Oriental en 1816. Los

uruguayos fueron derrotados en la batalla de Tacuarembó (22 de enero de 1820), y en

1821, la conquista se había completado. Ese año, la Banda Oriental pasó a formar parte

de Brasil (que en 1822, proclamó su independencia de Portugal). El nuevo nombre dado

por los brasileños al territorio uruguayo fue el de Provincia Cisplatina. La Banda Oriental

paso de depender de España a ser gobernados por Portugal y, finalmente, por Brasil.

Pero la lucha por la independencia no había acabado aún. La principal figura de los

insurgentes uruguayos, a partir de ese momento, fue Juan Antonio Lavalleja, el cual

estaba al frente de los conocidos como Treinta y Tres Orientales. El 25 de agosto de

1825, los patriotas proclamaron la independencia nacional uruguaya. Mantuvieron desde

entonces una guerra contra Brasil, contando con la ayuda del pueblo argentino; este

conflicto duró desde 1825 hasta 1828, y finalizó con la victoria de las fuerzas

rioplatenses. Así, en 1830, se proclamó la República Oriental del Uruguay.

Muy pronto, la mayoría de los uruguayos se dividió en dos grupos enemistados. La

causa fue la rivalidad surgida entre los dirigentes que habían encabezado la lucha contra

Brasil. En 1836, estalló el enfrentamiento entre los seguidores de Manuel Oribe y los

partidarios de José Fructuoso Rivera. Era el antecedente de la guerra civil que pasaría a

ser conocida como Guerra Grande.

Sitio de Montevideo establecido por las fuerzas a las órdenes del Gral. Manuel Oribe,

para recobrar el cargo de Presidente de la República del cual había sido obligado a

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renunciar por el alzamiento del Gral. Fructuoso Rivera, el 24 de octubre de 1838, cuando

faltaban cuatro meses para finalizar su mandato.

Participación militar del General Leandro Gómez

Leandro Gómez se hizo notorio como militar al establecerse el “Sitio Grande” de

Montevideo, en 1843, durante las luchas civiles de los primeros tiempos de la vida

independiente del Uruguay

Luego de derrocado el presidente Oribe se establecido con sus fuerzas en el Cerrito

de la Victoria - donde se erigió un gobierno paralelo al de Montevideo - Leandro Gómez

se incorporó al ejército de éste, con el que actuó en la campaña contra el “Ejército

Libertador”. Donde fue designado como Oficial Ayudante del General.

En la sangrienta batalla del Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842, el capitán

Gómez actuó como ayudante de campo del general Oribe, mereciendo el honor de

figurar en el parte de la acción por su honroso comportamiento.

.En la misma jerarquía de capitán de caballería continuó revistando en el ejército

sitiador de Montevideo hasta la capitulación del 8 de octubre de1851.

Recién en 1858 obtuvo su ascenso a sargento mayor y en el curso del año siguiente le

fueron otorgados despachos de teniente coronel. Promovido a coronel efectivo en 1863,

fue designado en esta época comandante militar del departamento de Paysandú por

decreto del presidente Berro. En la defensa de aquella ciudad, Leandro Gómez iba a

hallar su tumba, pero también a escribir una de las páginas más gloriosas de la fecunda

historia militar sudamericana.

El coronel Leandro Gómez y la defensa de Paysandú

“vino a jugarse por una ciudad que no era la suya y por la soberanía”

Prof. María Julia Burgueño

“El 25 de mayo de 1863 el coronel Lenguas, apostado en Salto, comunicaba la Ministro

de Guerra Civil Cnel. Miró que el Cnel. Basilio Pinilla (…) le había pedido “un Jefe” para

que organizara la defensa de la ciudad, con las miras puestas ya en Leandro Gómez”

expresaba Lockhart

El coronel Gómez antes de hacerse cargo de la plaza de Paysandú estuvo al frente de

la guarnición de Salto, en la época de la primera invasión del general Venancio Flores, a

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mediados de 1863. A fines de este año pasó a ejercer el comando de Paysandú, en

reemplazo del teniente coronel Benjamín Villasboas.

Paysandú tres veces heroica

Paysandú sitiada… tres veces en un año.

El Profesor Miguel Ángel Pías refiriéndose a este hecho dijo: "Hasta el 2 de enero de

1865, cuando Paysandú murió de gloria" y por la cual posteriormente a Paysandú se la

llamaría "LA HEROICA".

Primer sitio

Pocos días después de su nombramiento, el 16 de enero de 1864 el general Flores

sitio Paysandú y concreto a su alrededor más de 1000 hombres. Los sitiados resistieron

desde la parte alta de la ciudad, de edificación más compacta, donde levantaron

improvisadas defensas.

Enterado Flores que en el vapor “Villa Salto” venía apoyo para Leandro Gómez, decidió

apostar un cantón en las azoteas cercanas al puerto, donde recibió a cañonazos al

vapor. Los defensores salieron a la carga para respaldar el desembarco: comandando a

la izquierda Pinilla, quien fue herido en una mano; al mando de la caballería, Estomba y

abriendo camino al frente Leandro Gómez. El trayecto de regreso lo hicieron bajo fuego

de artillería, balazos y combate cuerpo a cuerpo, escribió Lockhart: “Cubiertos de

sangre entraron a la ciudad llevando los heridos y los muertos”.

Gómez estableció una línea de fortificaciones para la mejor defensa de la ciudad; pero

la aproximación de fuerzas gubernistas al mando del general Servando Gómez,

determinaron al general Flores a levantar el sitio de Paysandú y retirarse el 18 de enero

por la tarde.

El periodista argentino Rafael Hernández escribió el 21 de enero: “Después de 18 días

de riguroso sitio en que el Sr. Flores no consintió pasar al pueblo ni un animal ni una

botella de agua a pesar de la espantosa seca que reinaba, jurando rendir o matar a al

población de hambre y sed, se h ha visto forzado a tomar las de Villadiego”

Luego de esto Flores multiplicó las expediciones a lo largo del país.

Fueron meses de penuria para la ciudad, en tensa espera, reforzando con magros

fondos las defensas, la tropa escasamente paga y sin armamento suficiente.

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En agosto se firmo un protocolo permitiendo a Brasil intervenir en los asuntos internos

de la República.

Segundo sitio

En setiembre Flores volvió a acampar en las proximidades de Paysandú. Durante

varios días sólo se limitó a impedir la entrada de víveres a la ciudad. A fines de mes,

mientras el Coronel Pinilla cuidaba la plaza con 300 hombres. Leandro Gómez salió con

los restantes defensores, de caballería e infantería y dos piezas de artillería a desafiar al

ejército sitiador.

Relata Eduardo Acevedo. “Ambos ejércitos formados en orden de batalla continuaron

frente a frente por espacio de cuatro horas, hasta que la guarnición retornó a la plaza

después de haber provocado inútilmente a sus adversarios con algunas guerrillas”.

Flores levantó el asedio, para regresar. La escuadra Imperial ya instalada frente a la

costa y las tropas brasileñas se movilizaban desde el Norte.

Tercer sitio

El 2 de diciembre del mismo año Flores establecía nuevamente el asedio de la plaza,

pero contando esta vez con el apoyo de la escuadra brasileña a órdenes del almirante

Tamandaré y los hombres de Menna Barreto, rodearon la ciudad por tierra y agua.

Un parlamentario llegó el 3 de diciembre con un oficio del General Flores en la cual

intimaba a la rendición de la plaza. Luego de leerla el General Gómez escribió al pie de

la misma: “Cuando sucumba” y agregándole su firma la devolvió.

Refiriéndose a las líneas de atrincheramiento de la plaza expresa Orlando Rivero

“abarca una zona de seis cuadras de Este a Oeste y dos cuadras de Norte a Sur. Las

trincheras eran construidas de ladrillo sentado en barro, con una zanja exterior en las

bocacalles de tres metros de profundidad por otro tanto de ancho. Las entradas

principales al radio fortificado eran los extremos de la calle 18 de Julio, cerrada por un

portón de hierro y un puente elevadizo por medio de rondanas. Tres trincheras, en forma

de semicírculo estaban situadas en la calle 18 de Julio, extremo oeste, otra en la calle 8

de Octubre (actual Leandro Gómez) y Montevideo, esquina de la Jefatura de Policía, y

la otra en la misma calle 8 de Octubre y Monte Caseros, frente al Hospital…”

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Se había construido en el extremo Este-Sur de la plaza principal un Torreón de ladrillo y

cal, el mismo estaba artillado por tres piezas antiguas de hierro; fue bautizado por el

General Leandro Gómez como “Baluarte de la ley”.

El 6 de diciembre antes de salir el sol desde la azotea llamada del General Servando

Gómez, distancia a diez o doce cuadras de la plaza, en dirección al Este, el general

flores inicio el fuego de artillería sobre la ciudad, que fue contestado por el “Baluarte de

la ley” donde se hallaba Leandro Gómez. .Un proyectil brasileño de grueso calibre casi

incendia el depósito de municiones de la defensa. La escuadra de Tamandaré

bombardea la plaza de Paysandú, mientras Flores ataca y saquea con saña inaudita a

todo poblado que encuentra. A las 9 de la mañana el enemigo penetró por las calles de

la ciudad en columnas cerradas, siendo barrido por el fuego de artillería y fusilería de los

sitiados. Una columna brasileña es barrida por 300 fusiles ocultos y el fuego del cuartel

de artillería. A las 12 del día el fuego es general en toda la línea, y el coronel Lucas

Piriz, uno de los héroes de la defensa, se multiplica por todas partes. A las 4 de la tarde,

la heroicidad de los defensores hace ceder el empuje de los atacantes, el que se debilita

por momentos y a las 6, poco más o menos, el enemigo empieza a retirarse, viéndose a

la oración sólo una pequeña fuerza de los asaltantes que se había apoderado de la casa

de D. Anastasio Rivero y de la contigua, frente al edificio de la jefatura y calle por medio.

Orlando Rivero se expresa sobre el episodio de esta manera: “Sin el enardecimiento

que produce el fuego y la pelea, la pequeña columna remolineó y medio se hizo pelotón;

mi primer instinto fue dar vuelta y mirar la cumbre del Baluarte, al mismo tiempo que el

General Gómez desde allí, con espada en mano, blandiéndola, nos gritaba: “Firmes

carajo”.

Las fuerzas con las que había atacado el general Flores no bajaban de 4.500 hombres,

inclusive las imperiales desembarcadas de las cañoneras. Los días siguientes la

valiente guarnición se dedica a reparar los desperfectos ocasionados por el intenso

cañoneo; desde el 7 de diciembre la guarnición se empezó a racionar con víveres secos

y carne salada, por no haber fresca.

El día 8 los sitiadores lograron apoderarse de dos casas del recinto fortificado, pero

fueron desalojados por los defensores, que atacaron con bayonetas con grandes

perdidas para ambos bandos. Los defensores han perdido 153 hombres. Los sitiadores

han pegado fuego a varios edificios que rodean la plaza y amenazan con propagarse a

su interior. “La ciudad presenta un aspecto lúgubre” expresa Masante “Por todas partes

se hallaban ruinas. Las casas agujereadas por los balazos, las puertas hechas pedazos,

las rejas de las ventanas divididas en cien fragmentos…madres, hijas, hermanas

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lamentan la muerte de algún ser querido…pero la bandera Oriental flamea todavía sobre

los escombros de Paysandú”.

El día 9 abandonan la ciudad mujeres, niños, ancianos y extranjeros; las mismas se

trasladaron a la isla argentina frente a la ciudad, hoy llamada isla de la Caridad, fueron

atendidas por el gobernador de Entre Ríos, el cual proporcionó alimentos. Algunas

mujeres decidieron quedarse en la ciudad y acompañar a sus esposos y hermanos,

prestando auxilio a los heridos.

El día 13 llega el general brasileño Netto con 1500 hombres, seguido de Mena Barreto

con 7000 hombres y acampa en la zona de la actual Plaza Bella Vista, desde donde han

de bombardear la plaza principal, emplazan sus cañones y comienza a llover metralla.

El cañón truena diariamente. El 15 de diciembre el general Leandro Gómez sale de la

plaza al frente de una fuerza como de 500 hombres, compuesta por el Batallón

Defensores, la compañía de Areta, parte de la gente del coronel Piriz y algunos Guardias

Nacionales. Gómez avanzó sobre el campamento enemigo, desplegada su fuerza en

guerrillas y con sus reservas correspondientes. Los sitiadores presentan una débil

resistencia y huyen. Una de las cañoneras imperiales dispara cuatro o cinco tiros que no

ofenden a nadie. La columna de Gómez recorre un poco al Norte de la costa y parte

hacia el río, y recoge bastante armamento, y carga con cuantas ollas, calderas y otros

enseres que había en el campamento de los enemigos, regresa con 5 heridos.

En este tiempo Flores recibe noticias de que el General Saá había pasado el Río Negro

y se dirige a Paysandú a prestar auxilio al General Leandro Gómez. Sale con sus

fuerzas para detenerlo, pero le comunican que el mismo había sido detenido por las

fuerzas de Máximo Pérez antes de cruzar el río.

Hasta el 27 de diciembre no hubo novedades, pues el general Flores se había retirado

a cierta distancia esperando tropas brasileñas para reforzar las suyas; en la fecha

precitada, desde la torre del vigía de la plaza se divisan tres grandes columnas paralelas

que los más optimistas creen que es el ejército puesto por el presidente Berro a las

órdenes del general argentino Juan Sáa. En cambio resultó ser el de Flores reforzado

con los imperiales. Leandro Gómez al conocer esta novedad, respondió: “Pelearemos

contra los brasileños y contra Flores, y si nos toca morir, aquí moriremos por la

independencia de la Patria. Cada cual a su puesto de honor”.

El día 28 se aproxima a la plaza el ejército sitiador en dos grandes columnas como de

5.000 hombres cada una, unos 16 cañones por columna; el 29 y 30 de diciembre no hay

novedad, jornadas que evidentemente son ocupadas por Flores para preparar los

pormenores del ataque. Leandro Gómez, por otra parte, con su clarividente espíritu de

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soldado, se da cuenta de la extrema gravedad de aquellos momentos y se prepara para

vender caramente su vida y la de los valientes que le acompañan en aquellas

circunstancias, en la lucha que se aproxima y que se prevé de contornos gigantescos.

Antes de aclarar el día 31, toda la gente de la defensa se halla en sus puestos de

combate, el que se inicia por un cañonazo disparado por los de la plaza.

En la plaza sitiada falta de todo, medicinas, alimentos, municiones; se ha terminado el

fulminante, pero utilizan las cabezas de fósforos. Al llegar la noche del último día del año

1864, los defensores de la plaza reciben la orden de contestar con fuego lento frente al

ataque interrumpido de las fuerzas brasileñas-orientales. Como único alimento de ese

día, la guarnición recibió galleta y café con azúcar.

Toda la jornada se combate violentamente y la lucha prosigue durante la noche, y

también el 1º de enero de 1865 y la noche del mismo día. No había tiempo de recoger

los cadáveres, ni los heridos y se negó una pequeña tregua para este humanitario

objeto. El coronel Emilio Raña cayó herido de muerte. El coronel Lucas Piriz, con 34

hombres armados con bayonetas y lanzas para economizar la pólvora que era escasa,

salió de las trincheras y cargó al batallón 3 de línea brasileño, se entreveró y mató hasta

que huyeron los infantes llenos de pánico dando la espalda a ese puñado de valientes.

Unas horas después, Piriz fue muerto al colocar un cañón en la trinchera.

A las nueve de la noche el general Leandro Gómez reúne en Junta de Guerra a los

jefes que aún sobreviven a aquella catástrofe: García, Estomba, Silvestre, Aberasturi,

Ribero, Castellanos, Larravide y Torcuato; para escuchar sus pareceres sobre la caída

de la plaza, todos aceptaron estar muy cansados, sin municiones, con algunos puestos

desprotegidos por falta de hombres, en estas condiciones sería muy fácil a los atacantes

tomar la plaza. Resuelto el envío de un parlamentario al general Flores pidiendo una

suspensión de seis horas para enterrar los muertos, la nota fue enviada con el mayor

Arroyo que se hallaba prisionero. Por la noche el incendio devora la ciudad y sólo se

respiraba una atmósfera de fuego y de putrefacción de los cadáveres. Así amaneció el

día 2 de enero de 1865, el General Leandro Gómez remite una nueva nota que es

enviada con el coronel Saldaña. A las seis de la mañana el General Gómez da la orden

de que fuera arriada la bandera de color punzó, señal de combate. Poco tiempo después

regresa Saldaña con la respuesta del comando de las fuerzas sitiadoras:

Paysandú, enero 2 de 1865

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Al Señor General Don Leandro GómezDespués de la obstinada resistencia hecha por la guarnición de su mando, sin esperanza alguna de salvación, no puede hacerse lugar a la tregua que V.S. solicita en su nota de ayer que acabamos de recibir, no obstante los derechos de la guerra los invoca.Dentro de las ocho horas de tregua que V.S. solicita, debemos hallarnos en posesión de esa plaza; conceder esa tregua es concurrir por nuestra parte al aumento de las calamidades de la guerra; y si V.S. desea que se atienda a los heridos y que se de sepultura a los muertos, evitando al mismo tiempo la ruina de la población y la efusión de sangre, sobre cuya responsabilidad pesa exclusivamente sobre V.S. ríndase con la guarnición de su mando en calidad de prisionero de guerra, en cuya condición serán tratados con las condiciones debidas, única proposición que podemos hacerle.Dios guarde a V.S. muchos años.

Venancio Flores Barón de Tamandaré

Juan Propicio Menna Barreto

Entonces el Jefe de la Defensa ordenó la suspensión del fuego y la colocación de

banderas blancas en los cantones. En tales circunstancias los atacantes penetraron en

la plaza, por la manzana en que estaba situada la esquina del “Ancla Dorada”, y desde

ese momento todo fue confusión en la ciudad; en la plaza como cien hombres se

concentraron y se defendieron con las bayonetas, con cascotes, con cuchillos, como

pudieron; pero el número venció al valor y cayeron prisioneros. Igual suerte cupo a los

demás compañeros, quedando alrededor de 400 en poder de los enemigos, restos del

millar con que se había iniciado la defensa. Dice en su diario Hermógenes Masante:

“apenas se han replegado cien hombres a la plaza y ya se encuentran en ella

centenares de enemigos. Los enemigos comienzan a matar a lanza y sable. Los cien

hombres se defienden con sus bayonetas, con cascotes, con cuchillos, como pueden.

Pero el número vence al valor y aquellos bravos restos de la guarnición de Paysandú

sucumbé o caen prisioneros.”

Un coronel brasileño penetra con otros soldados donde se encontraba el General

Leandro Gómez y le ordena que se entregue prisionero junto con el comandante Braga,

capitán Federico Fernández y dos ayudantes. El bravo e indomable jefe oriental fue

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asido de los brazos al mismo tiempo que una voz le decía: “General Gómez, sois

nuestro prisionero de guerra”. El héroe levantó la cabeza, y miró con serenidad

admirable al que le intimaba la rendición y viendo que era un jefe brasileño, sintió

sublevarse el espíritu republicano que aún conservaba en su corazón de oriental y

rechazó la protección que se le ofrecía y dijo: “Prefiero ampararme a mi bandera y

rendirme a mis paisanos”

Un jefe compatriota suyo llegó entonces y reclamó el prisionero en nombre del general

Flores, ofreciéndole las seguridades más cumplidas de su vida. Aquel Jefe fue el

después general Francisco Belén, quien al llegar a su cuartel fuera de trincheras,

acomodó sus prisioneros y mandó ensillar su caballo para conducirlos a presencia del

general Flores, cuando se presentó un ayudante del coronel Gregorio Suárez

trasmitiendo una orden de éste de que le entregase al general Gómez, y demás

acompañantes. Conducidos a presencia de Suárez, éste ordenó al teniente coronel

Juan Rodríguez que los llevara “donde sabía”. Este último era sobrino del primero.

El heroico general Leandro Gómez fue conducido a la casa de Máximino Rivero para

ser ejecutado; ante el pelotón encargado de tan desgraciada misión, el Héroe dio una

postre prueba de sublime entereza, no permitiendo que le vendasen los ojos y dando la

voz de “¡fuego!”. “Recibió cuatro balazos en la caja del cuerpo –dice el historiador

Antonio Díaz- de cuyas heridas no salió una sola gota de sangre, quedando un círculo

amoratado en el paraje por donde habían penetrado las balas”. Un individuo llamado

Eleuterio Mujica, proveedor de las fuerzas de Flores, se acercó al cadáver del general

Gómez y le arrancó la larga pera que usaba, Junto con Gómez fueron fusilados Braga,

Fernández y uno de los ayudantes del primero, y otros.

Así cumplió Leandro Gómez el párrafo que estampó en una carta al general Lucas

Moreno, el 16 de marzo de 1864. En él dice: “… y que en este Departamento se

necesitan fuerzas y quien las sepa mandar, y que yo he dado pruebas de que sé

mandar, de que sé batirme sin jamás fijarme en el número, aunque no haya suficientes

tropas, que yo sé hacer suplir con las condiciones que son mi propiedad”.

Reconocimiento del pueblo sanducero

Luego de su ejecución fue cremado en secreto por algunos de sus oficiales, y sus

restos fueron llevados a Concepción del Uruguay, donde quedaron a cargo de un cura

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revolucionario. Sabiendo que lo iban a arrestar, éste se los entregó a una vecina, quien a

su vez, debido a su edad, se los deja a un familiar del general Gómez en Buenos Aires.

El 2 de enero de 1884, amigos y familiares con el apoyo del presidente Máximo Santos

le hicieron un ceremonial y lo enterraron en el majestuoso mausoleo levantado en el

cementerio central de Montevideo, rindiéndosele honores.

En 1965, los habitantes de Paysandú quisieron hacer un mausoleo en esa ciudad para

el General, pero una nieta del mismo mostró una carta escrita por Gómez, en la cual

especificaba que su voluntad había sido que sus restos descansaran en Montevideo,

junto a los de su esposa.

En 1984, durante la dictadura cívico-militar, sus restos fueron llevados a Paysandú,

donde fueron depositados en una urna en el mausoleo de la plaza Constitución.

“El valor más importante de Leandro Gómezfue sentirse oriental y defender la soberanía”

Prof. María Julia Burgueño

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Leandro Gómez

BIBLIOGRAFÍA

Disciplinar

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• Carretero, M., “Enseñanza de la historia y construcción de la identidad

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• DÍAZ PRENDAS, Horacio: “Acerca de la clasificación de los Medios de

la Enseñanza de la Historia”. 1989 Editorial Pueblo y Educación.

• PROGRAMA DE EDUCACION INICIALY PRIMARIA. 2008

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ANEXO

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Estatua que se encuentra sobre su "actual" mausoleo.

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