LCDE034 - Peter Debry - Jinetes Satanicos

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Jinetes satnicosPeter Debry

La Conquista del Espacio/034

CAPTULO PRIMERO

Los gigantescos rombos flotantes aparecieron durante las fiestas navideas. Silenciosamente, enigmticos y siniestros. Todo en torno, aquellos rombos ostentaban filas de jinetes petrificados, montando inmviles caballos negros. Los rostros de los jinetes semejaban mscaras diablicas. Los rombos bajaron a la tierra aisladamente, sin propsito aparente. Descendieron sobre Pars, Mosc, Sidney, Madrid y en regiones despobladas donde nadie pudo verles. Y bajaron tambin sobre Nueva York surgiendo de la nada en los grises cielos invernales, posndose lentamente en la tierra.

* * *

El sol iba declinando dejando un resplandor anaranjado en el horizonte, cuando el primer rombo apareci en el helado cielo invernal, directamente encima del puente Washington. El prisma rmbico meda, aproximadamente, unos tres metros de altura. Sus jinetes inmviles formaban filas resaltando en torno a la rara figura geomtrica. El rombo fue posndose lentamente, mantenindose a flote por alguna propulsin invisible. Se inmoviliz sin la menor sacudida en pleno centro del puente, bloqueando su base por completo la calzada. El trfico era denso, yendo y viniendo de Manhattan. El primer conductor que vio el rombo dio un brusco giro al volante, aplastando sus ruedas delanteras contra la baranda protectora. El coche que vena detrs, desvindose para evitar el choque, surc lateralmente el rombo. Durante unos minutos, el aire se pobl con el metlico sonido de los impactos y el chirrido de neumticos al ser empujados a fondo los frenos en la larga lnea de trfico. El alelado conductor, dilatados los ojos, contemplaba como fascinado el rombo. Tena la absoluta conviccin de que los jinetes petrificados eran verdaderas imgenes de centauros satnicos. El extrao objeto permaneca en el centro de la calzada, bloqueando el trfico. El refilonazo del coche no haba producido la menor abolladura en su superficie. Las bocinas de toda clase empezaron a atronar impacientes. Un agente fue deslizndose hbilmente con su moto entre la maraa del trfico embotellado, hasta el mismo lugar del taponamiento. Contempl, incrdulo, el rombo. Desmontando, desenfund su pistola y avanz cautelosamente hacia aquel asombroso obstculo. Y entonces el rombo pareci derrumbarse interiormente. Pareci irse plegando y reduciendo hasta desaparecer sin dejar la menor huella. Excepto un motorista lvido, un conductor alelado y un coro de bocinas histricas. En un principio la sbita aparicin de aquellos rombos caus pnico en aquellos que los vieron descender y posarse. Hasta que se comprob que eran inofensivos, y entonces, la curiosidad atrajo hacia ellos a la gente. Que era, precisamente, lo que queran los creadores de aquellos mismos rombos.

* * *

La nieve revoloteaba suavemente contra la ventana del apartamento de Rolf Talbot. La pantalla de la mesa del despacho trazaba un pequeo crculo de luz muy ntimo. Una botella de ginebra, otra de limn amargo y un cubo de aluminio conteniendo hielo picado, destellaban bajo la luz, sobre la mesa. Rolf Talbot levant su vaso en mudo brindis. El calendario sealaba la fecha. Nochevieja, vspera de Ao Nuevo. Rolf Talbot, soltero, prximo a cumplir los veintiocho, profesor de Fsica en la Universidad de Columbia, haba sido invitado a varias reuniones. Pero aquella noche prefiri estar a solas. El zumbador de la puerta, vibrando en la quietud, interrumpi sus pensamientos. Le dej zumbar con la esperanza de que quien fuera el que llamaba, se ira. No tena humor para visitas aquella noche. Pero el zumbador insista. Talbot deposit su vaso en la mesa y fue a abrir. La muchacha en el corredor, era alta, esbelta y vagamente familiar. Rolf Talbot? dijo ella. Asintiendo, seal Talbot el interior. Pase usted, seorita... Bendix. Aguard ella un momento para ver si l la recordaba. Luego, sonri al pasar ante l, echndose atrs la capucha de su anorak impermeable. Talbot cerr la puerta. Ella coment: Me doy cuenta que no me recuerda. Tena yo diecisis aos cuando le vi por ltima vez. Soy Laura, la hija de James Bendix. Ah, s, ya recuerdo. Hace tiempo. Unos cinco aos, no? Exacto. Deme su anorak Pasemos a la otra sala. Es ms confortable. Ella le estudi en breve ojeada y se decidi. Talbot colg el anorak en el armario del recibidor y pasaron al estudio. Laura Bendix se detuvo junto al despacho, mirando con curiosidad las estanteras llenas de libros flanqueando el hogar-chimenea. Llevaba un vestido negro, sencillo, fruncido en ancho cinto al talle. Pese al sofisticado peinado en alto de sus negros cabellos, no pareca querer destacar. Talbot fue hasta una mesita y alz un vaso vaco. Puedo ofrecerle algo de beber, pero la eleccin es limitada. Ginebra o vodka. Tomar lo mismo que usted. Mientras mezclaba ginebra y un poco de limn con hielo picado, la record ahora con mayor claridad. La hija de su antiguo profesor de antropologa. Por entonces, ella era una chiquilla piernilarga entusiasta del rugby y de los discos pop. La perdi de vista al irse de Nueva York. Al volverse para tenderle el vaso, dijo ella: Vengo directamente desde la comisara central de polica.

CAPTULO II

Rolf Talbot arque las cejas interrogante, pero no hizo ningn comentario. Laura Bendix cogi el vaso y su mano tembl levemente. Slo entonces se dio l cuenta de la tensin de su visitante. Pregunt ella inesperadamente: Est enterado de lo referente a los rombos con jinetes satnicos? Hay dos en el museo de la calle 36. El comisario Harris los hizo traer, dejndolos bajo custodia. El profesor Burke y yo fuimos invitados a echarles un vistazo. Le los comentarios del profesor Burke en el Times. Citaban que dijo que crea que los rombos procedan del espacio. Mal citado la ataj Talbot. Burke dijo que en primera deduccin, sin bases slidas, los rombos podran proceder del espacio. Yo pens que eran una especie de truco publicitario. Hasta esta misma noche. Estremecindose, agreg ella: Me citaron para comprobar algo. Una tablilla con un mensaje de puo y letra de mi padre. Pero..., si su padre muri hace ya unos ocho aos! Viajaba en el yate Merman cuando desapareci en algn lugar del Mediterrneo. Pap era ntimo amigo de Eric Golding, el petrolero. Se dio por supuesto que el yate de Golding choc con una mina, a la deriva desde la ltima guerra y se hundi de inmediato. Y dice usted que el comisario ha encontrado algo escrito por el profesor Bendix? Esta es la razn por la cual he venido a verle. Estoy impresionada y confusa. El comisario Harris afirma que la tablilla procede del interior de uno de los rombos. Frunci Talbot el ceo. Durante tres das, los rombos con sus jinetes esculpidos, se albergaron en el museo, sombros, grises, inertes e inexplicables. Un tanteo con martillos determin que estaban huecos. Una bsqueda minuciosa revel que no tenan ninguna abertura visible. Un soplete de acetileno intent en vano perforar el rombo sin el menor efecto. Dijo Laura: Usted conoca muy bien a mi padre, y l hablaba con frecuencia de usted. Esto lo record esta noche y busqu su direccin en la gua. Deposit su vaso en la mesita y aadi: Me gustara que viniese conmigo a la comisara y examinase el mensaje que, al parecer, est firmado por mi padre. Quiero que usted me diga si es solamente el resultado de una broma de mal gusto. No creo que nada referente a estos rombos sea una broma. Y para todos nosotros quiz sera muy de desear que as fuera.

* * *

El comisario Harris, calvo y de aladares canosos, haba ascendido desde simple patrullero en Nueva York. En treinta aos de servicio haba visto montones de cosas raras, pero nada tan extrao como el objeto que extrajo de un cajn de su despacho colocndolo sobre su carpeta. Lo mantuvo bajo su palma. Sus ojos de un azul glacial se posaron en RoIf Talbot. Usted y el profesor Burke estuvieron en el museo el martes, no? Talbot asinti. Miraba el objeto bajo la palma del comisario. Era aproximadamente del tamao de una bola de billar y pareca de cristal transparente. En su interior, palpitaba una luz, alternando todos los colores del espectro ocular. Qu es esto? indag Talbot. Laura Bendix avanz ms el rostro al levantar Harris su mano. La bola rod por la carpeta y titube en el borde del despacho. Se tambale, como si poseyera inteligencia propia, y calculase la cada al suelo. Luego rod adelante, fuera de la mesa, y empez a ascender. Talbot no pudo detectar ningn medio visible de propulsin. nicamente aquella luz palpitante, multicolor que era evidentemente una luz fra, ya que en caso contrario Harris no habra podido mantener su palma encima. Talbot observaba la extraa esfera fijamente. Harris se reclin en su silla, acechando a Talbot y a Laura. La bola ascendi hasta el techo. Rod por el estucado como si buscase una grieta, alguna abertura que le permitiese escapar. Tante con insistencia las esquinas, rod paredes abajo y alcanz la ventana. Empez a oscilar como un peso al extremo de un pndulo invisible, y comenz a golpear suavemente el cristal, aumentando su oscilacin hasta que sbitamente Harris se levant, atrapndola. Se volvi hacia Talbot. No tengo la menor idea de lo que es. Su amigo Burke tiene una idntica en su poder y est intentando analizarla. Varios de los ms renombrados cientficos intentan lo mismo con otras iguales a sta desde hace horas. Extrajo de un cajn un pequeo martillo. Golpe la esfera. La bola tintine con nitidez de cristal, con un eco que se prolong un largo minuto. Harris deposit martillo y esfera en el cajn, cerrndolo. Esta bola de cristal y una docena similares proceden del interior de uno de los rombos del museo. Con ellas iba esto. Abri otro cajn y sac una tablilla griscea. Talbot se aproxim al colocarla Harris sobre la mesa. Excepto que la extraa tablilla estaba hecha de metal, se pareca mucho a las antiguas tablillas de piedra que el profesor James Bendix haba trado a su casa aos antes en una de sus muchas expediciones al Prximo Oriente. En la superficie de la tablilla estaba grabado un mensaje: Destruyan los rombos y los jinetes de Rakan. Debajo del mensaje que se vea haba sido escrito apresuradamente apareca la firma legtima de James Bendix.

CAPTULO III

Talbot identific la firma de James Bendix. A su lado, susurr Laura: Qu significa esto? Significa que su padre no ha muerto. Significa que el Merman no choc con una mina ni se hundi cerca de la costa africana. Entonces, dnde est ahora? Si mi padre est vivo, por qu no regresa a casa? Qu son estos rombos? Y de pronto pareci tranquilizarse al agregar: No es lo ms verosmil que pap est relacionado con algn experimento secreto del Gobierno? Tal vez s replic Talbot aunque no lo creyese. Mirando al comisario, pregunt: Cundo lograron entrar en los rombos? No lo conseguimos. Una puerta se abri en uno de los rombos esta tarde, y un lote de estas bolas de cristal salieron flotando. El telfono sobre su despacho le interrumpi. Cogiendo el aparato, dijo: Comisario Harris. Escuch la voz que le hablaba. Asinti varias veces, y finalmente se limit a replicar: S, seor. S, general. Comprendido. Hablaba con tono de alivio. Al encajar el aparato mir a Talbot. Era el general Slack. Maana mismo el ejrcito se har cargo de este endemoniado asunto. Enviarn a sus propios tcnicos desde Washington para examinar las pirmides. Cundo se abri la puerta del rombo? Segn el agente de guardia, fue un poco despus de las dos de esta tarde. Hizo una pausa, mirando hacia el cajn cerrado conteniendo la extraa esfera. Estaba golpeando insistentemente, tratando de salir. Harris se relami los resecos labios. No era muy imaginativo, pero los rombos, sus jinetes, y sus esferitas, empezaban a crisparle el sistema nervioso. Prosigui: El agente dijo que primero oy msica, como si alguien hubiese sintonizado una orquesta y luego cerrarse el contacto. Cuando se diriga hacia el rombo ms cercano, surgieron un montn de estas bolas de cristal, empezando a flotar en torno como burbujas de jabn. Dnde encontraron la tablilla? Dentro del rombo. El agente cerr las puertas del alero del museo y me telefone. Fui all con Forbes, nuestro experto de laboratorio. Atrapamos todas las bolas. Forbes tiene una en su laboratorio. Mir hacia la puerta. Encontramos la tablilla dentro del rombo, en una especie de rimero de pared. Todo el interior estaba iluminado con una luz rosa que pareca proceder del interior de las paredes. Est seguro que nadie rond ni toc los rombos? Segursimo que no. Solamente usted y el profesor Burke. Dej siempre un agente dentro del ala del museo para impedir la entrada de cualquier entrometido. Me agradara ver el rombo que tiene la puerta abierta. De acuerdo. Su amigo Burke me telefone con la misma peticin. El y un amigo, creo que un fulano del observatorio de Harvard, queran ver de nuevo los rombos. Le di orden al agente de guardia en la puerta, para que los dejase entrar. Fue a coger su sombrero del perchero. Voy con ustedes.

* * *

El Museo de Historia Natural estaba cerrado, pero el agente en la puerta reconoci a Harris y abri. Tomaron el ascensor hasta el cuarto piso y penetraron por un largo pasillo. Todas las luces estaban encendidas en el ala donde se custodiaban los rombos. Un polica uniformado se hallaba en el corredor ante las grandes puertas. Empuaba apretadamente un revlver. Volvi el rostro, muy blanco, al orles acercarse. Ondeando la zurda vagamente al interior de la gran estancia, susurr: Miren, miren... Harris se detuvo. Laura se apret contra Talbot. Una docena de esferitas como la que Harris guardaba en su cajn, estaban flotando errticamente tras su cerca de cables. Tena una puerta abierta. Una luz sonrosada inundaba su interior. El agente murmur trmulo: Se fue. Estaba all mismo hace un minuto. El profesor Burke y su acompaante estaban dentro, examinando el interior. Y ahora..., se fue. Qu es lo que se fue? ladr Harris. Qu demonios farfulla, buen hombre? El otro. El otro rombo estaba all hace dos minutos. El profesor Burke estaba hablando con el viejo que le acompaaba. O subir el ascensor y pas al umbral para ver quin vena. Entonces o un ruido como de vapor escapndose de una espita, y cuando mir hacia atrs..., el rombo se haba largado! Ms que hablar, Harris pareca morder las palabras: Vaya abajo y dgale al agente de la puerta que no deje salir a nadie. Dgale a Jim que llame a la central solicitando urgente a media docena de agentes y que suban aqu a toda prisa. Esper hasta que el abrumado agente hubo desaparecido y entonces se volvi hacia Talbot. Esto es lo que ocurre por dejar que ustedes, los sabios, metan las narices! Probablemente Burke intent sacar el rombo de aqu. Le ataj Talbot secamente: Est usted excitado, comisario, o no dira tonteras. Fueron precisos cinco hombres y una gra para meter estos objetos aqu dentro. De acuerdo, de acuerdo rezong Harris. Pero, y ahora qu le digo al general Slack? Se volvi para contemplar, furioso, una esfera de cristal que repicaba en una esquina del techo, y endurecidas las facciones manifest: Si estas monadas forman parte de alguna clase de experimento secreto del Gobierno, va siendo hora que me dejen participar del secreto. Si lo es, no me he enterado. Ni tampoco el profesor Burke. Contempl Talbot el rombo solitario, recordando cmo en el puente Washington, otro rombo se haba plegado como un acorden, desapareciendo por completo. Laura se estremeci. La gran sala estaba sumida en quietud y silencio. Los enormes esqueletos de sus ejemplares de saurios no contribuan ni mucho menos a disipar sus sensaciones de intensa inquietud. Dijo: Me gustara volver a casa. Si pap est vivo, estoy segura que, de un modo u otro, se comunicar con mi madre. Replic Talbot: Me agradara echar primero un vistazo al rombo. Ser solamente cuestin de un minuto. Luego la acompaar a su casa, Laura. Intervino Harris: Voy abajo a preguntarle detalles a Jim. Quiere venir conmigo, seorita Bendix? Gracias. Me quedar con el seor Talbot. Sali Harris. Ofreci Talbot un cigarrillo a Laura que deneg con la cabeza. Talbot encendi su pitillo, pensativos los grises ojos. Dijo: Burke est probablemente en algn lugar del edificio. Pero, y el otro rombo? Haba dos. Talbot prefiri no contestar. La estancia amplificaba el eco de sus pasos. Encima de ellos flotaban las misteriosas y destellantes esferas. Una de ellas describi un lento crculo en torno a ambos cuando se detuvieron junto a la barrera de cuerda. Escrut Talbot el rombo solitario. Un panel abierto revelaba una cabina vaca de unos dos metros cuadrados. Un hombre alto poda entrar sin agacharse. Pens que Harris tena razn. La luz proceda de las paredes. Luz fra. Pas por encima de la barrera. Laura titube un instante, y decidindose se agach pasando bajo las cuerdas, y siguiendo a Talbot. El interior del rombo tena un resplandor sonrosado, agradable. Talbot se detuvo alarmado al or un susurro. Un pequeo panel en la pared del fondo se desliz lateralmente en el mismo instante en que l cruzaba el umbral. Frente a l acababa de alzarse un recuadro oblongo similar a la pantalla de un televisor. Totalmente opaco. Debajo de aquel panel haba un botn. Pareca ser de blanco cristal opaco. Dijo en tono banal: Tiene aspecto de una de estas mquinas Fotomatn. Esas en que por medio dlar se retrata uno mismo. Senta la tentacin de pulsar aquel botn para averiguar lo que pasara. Pero Laura Bendix estaba a su lado y no quera complicarle en lo que poda resultar una peligrosa aventura. En el corredor reson sbitamente la voz del comisario Harris: Talbot! Creo que es mejor que salgamos manifest Talbot. Cogi del codo a la muchacha. Una de las esferas de cristal entr flotante dirigindose rectamente al blanco botn como un pjaro hacia su nido. El botn cedi y el panel de la puerta se desliz cerrndose suavemente, sin ruido. Talbot trat de hablar calmosamente: No es nada. Este botn controla la puerta. Voy a abrirla. Pero no pudo alcanzarlo. Bajo sus pies, el suelo se ondul hacindose fluido. Hizo un intento desesperado para llegar a asir el botn blanco. Y se encontr sbitamente incapacitado para moverse. Pareca clavado en un suelo que ya no era slido. Las paredes sonrosadas fueron retorcindose bajo alguna distorsin csmica. Solamente la bola de cristal no cambi. Adherida al botn como una gran pupila palpitante. La pantalla metlica encima de la esfera cristalina proyect repentinamente una panormica del ala del museo. Talbot tuvo un vislumbre de Harris, boquiabierto, dilatados al mximo los ojos. Casi de inmediato la escena se disolvi. Y en la pantalla quedaron nicamente las relucientes y diamantinas cabezas de alfiler que eran las estrellas del firmamento.

CAPTULO IV

El tiempo dej de existir para Rolf Talbot. Como a travs de una espesa niebla percibi que Laura Bendix estaba en el rombo con l, intentando hablarle. No la oa, pero el miedo de ella calaba en Talbot. Estaba imposibilitado para moverse ni contestarle. Le quedaba slo la facultad de pensar y de ver lo que iba adquiriendo forma en la pantalla encima de la esfera de cristal palpitante. El universo pareca haber enloquecido. Las estrellas desfilaban en veloces rbitas. Soles gigantes crecan y rellenaban la pantalla con su resplandor y volvan a desvanacerse en diminutos puntos rojizos. Talbot no tena sensacin de movilidad. El rombo pareca permanecer estacionario en el espacio, mientras un extenso segmento de la galaxia pasaba de largo como una ancha y crepitante torrentera. Finalmente, despus de lo que pudieron ser instantes o siglos, el torbellino en la pantalla se estabiliz. Mostraba un planeta solitario. Era de tamao colosal y empez a llenar la pantalla. Pronto ya no fue ms un globo, sino una vasta seccin de planeta. Una masa gris, nebulosa, oscureca los detalles de la superficie del planeta. Talbot adivin de pronto, por intuicin, que aquel era el destino del rombo. Aquel solitario planeta en el confn de la galaxia. La pantalla blanque al atravesar el rombo la niebla gris que envolva el planeta. Se aclar brevemente para mostrar un rido y llano paisaje y las cuadradas paredes blancas de un pueblo. En la pantalla apareci un valle, una honda fosa en la tierra parda. Un lago profundo destell por unos instantes. La pantalla volvi a ser una superficie opaca. Talbot percibi sbitamente el marco de la puerta bajo sus pies. Y la presin del hombro de Laura contra su costado. La voz femenina campanille en sus odos: Rolf! Qu ocurre? Le rode los hombros con el brazo, sintiendo cmo temblaba su cuerpo. Pero no poda decirle nada. Ni para l mismo poda hallar la menor explicacin ni respuesta. La esfera de cristal que durante todo aquel intervalo haba permanecido inmvil sobre el blanco botn, ahora se elev y el panel de la puerta se desliz abrindose. Un calor vaporoso penetr en el rombo. El olor de vegetacin hmeda y podrida inund las fosas nasales de Talbot, sofocndole. Laura tosi. Su voz alentaba de terror: Dnde estamos, Rolf? No lo s. Voy a echar una ojeada al exterior. Espera aqu. Fue hacia la puerta y se lade al flotar la esfera de cristal a su altura. Un impulso instintivo le hizo cogerla antes que saliese. Le sorprendi sentir los suaves tirones dentro de su palma. Las luces multicolores palpitaban insistentemente entre sus dedos. Sin pensarlo, maquinalmente, hundi la esfera en el bolsillo de su chaqueta. Durante un largo instante contempl el panorama. Un bosquecillo de pinos y cipreses se interpona entre l y unas colinas volcnicas que formaban una barrera baja contra el cielo gris. Laura acuda y al pisar Talbot la hierba, ella le sigui susurrando: Tengo miedo, Rolf. Cogindola por una mano le sonri, aunque no lograba disimular su propio aturdimiento. Ote en arco visual hallando siempre las mismas colinas volcnicas .contra el horizonte. Se hallaban en una loma del valle en forma de bandeja. Un arroyo fangoso iba a desembocar aproximadamente a un kilmetro en una laguna. En la ribera colgaba una neblina, en borbotones, como si la laguna fuera un horno hirviente. La voz de Laura le arranc de su abstraccin: Rolf! El rombo! Dio media vuelta. El rombo iba derrumbndose como sometido a la presin de una fuerza gigantesca e invisible. La inexplicable carencia de ruido resultaba pavorosa.Las paredes del rombo parecan hundirse en la nada, hasta desaparecer como si nunca hubiera existido. La esfera repic en el bolsillo de Talbot. Un temor creciente le hizo quitarse la chaqueta y arrojarla a lo lejos. La chaqueta rebot y fue ondulando en saltos, denotando los esfuerzos de la esfera para escapar de sus pliegues. Y entonces apareci la horrenda fuerza arrasadora. Fue un ruido crujiente, agudo, como de masas de papel reseco rasgndose. Cruja a travs del claro y por donde pasaba todo desapareca. Talbot atrajo a Laura y corri hacia el bosque, sin saber por qu, pero corriendo instintivamente. La invisible fuerza estaba barriendo el lugar donde poco antes estuvieron. Un hondo surco sealaba su paso sobre la tierra. Laura se detuvo. Sinti Talbot el tirn de su peso sobre su brazo y se volvi hacia ella. Laura sealaba hacia arriba con gesto tembloroso. El objeto que ella indicaba no arrojaba sombra alguna. Pero Talbot sinti otra amenaza rondando al percibir el latigueo de unas enormes alas correosas. El reptil volador pasaba a menos de seis metros encima de ellos. Un pterodctilo! exclam Talbot horrorizado. El monstruoso reptil volante plane y encogiendo las alas fue a posarse a pocos pasos de la chaqueta de Talbot. Se bambole al borde del surco recin trazado y girando la cabeza de pesadilla oje a los dos seres humanos. Convulso el rostro orden Talbot: Corre hacia los rboles! No te detengas a mirar atrs. Corre! La empuj y volvindose, ara en la tierra en busca de algn proyectil. La chaqueta haba atrado al reptil. Titubeaba ojeando los pequeos saltos de la esfera de cristal que segua aprisionada en el bolsillo. Bajando la cabeza triangular y dentada, el enorme reptil agarr la chaqueta entre sus poderosas mandbulas de agudos dientes. El seco crujido barri de nuevo el claro, como si la fuerza arrasadora estuviese buscando algo ciegamente. Cruz el primer surco y pas por encima del pterodctilo. No qued nada visible, tras su paso. Irguindose, Talbot olvid la piedra que empuaba. Girando sobre sus tacones fue hacia Laura que estaba en el linde del bosque, y cogindola del brazo, corrieron juntos hacia la incierta proteccin de los pinos. En algn lugar a su izquierda, entre la tupida selva que bajaba hacia la laguna, oyeron el pesado pisoteo de algn animal gigantesco en su camino hacia los pantanos. Se detuvieron bajo el umbroso arco de los altos rboles. Las piernas de Laura cedan. Talbot la dej descansar mientras volva a mirar atrs, a travs del claro. Ahora tena una mejor visin desde all, de aquel valle increble. Unas plantas enormes formaban hileras oscuras bordeando una porcin del centro del lago. A lo largo de la ribera pantanosa grandes saurios estaban alimentndose plcidamente a travs de espesos caaverales, Un pterodctilo trazaba su vuelo rasante de cazador sobre los pantanos. Rolf Talbot medit que aquel loco paso de estrellas por la pantalla del rombo le haba inducido a error, le pareci una prueba de que estaban siendo transportados a travs del espacio. Pero todo el viaje haba sido de otra clase. Un viaje de retroceso a travs del tiempo y de siglos. De algn modo y por medios incomprensibles, l y Laura acababan de ser depositados en las riberas de algn mar interior. Transportados a la deriva a varios millones de aos en el pasado. Laura Bendix alz el rostro, mirndole angustiada, Su voz lindaba en la histeria. Dnde estamos? Rolf, dnde estamos? Contest l con esfuerzo: Estamos perdidos, Laura, perdidos en la prehistoria de los tiempos. Y entonces, a modo de desacuerdo ruidoso, restall el crepitar de una rfaga de metralleta.

CAPTULO V

Aquel sonido peculiar del siglo veinte era como una voz amistosa hablndoles en tono familiar. Girando para enfrentarse al eco de los disparos, Talbot jade en el colmo del asombro: Una metralleta! Alguien est manejando una metralleta! Laura se puso en pie afinando el odo, pero los disparos no se repitieron. Haba recobrado ella, en parte, la calma. Rolf, no puedo creer lo que he visto. Hace poco estbamos en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Luego sucedi algo insensato. Ahora estamos en el borde de un claro de jungla que corresponde al Mesozoico. Por qu ests tan segura de este detalle? Mi padre era antroplogo. Viv en un ambiente de expediciones, y por cuanto aprend, deduzco que este valle es un sector del Mesozoico. Pero, cmo llegamos aqu? Y aquel rombo? Dnde fue? Por qu todo esto, Rolf? Dime por qu. Ojal pudiera, pero no lo s. Primero pens que habamos viajado mil aos luz a travs del espacio. Pero esto... Y tendi el brazo hacia la laguna distante y los monstruosos saurios. Esto es fantstico, absurdamente fantstico. Todo ello est ms all de cualquier explicacin. Lo nico que podemos hacer es aceptarlo como un hecho. Nos volveramos locos si tratsemos de razonarlo. Lo evidente es que camos en una trampa. Fuimos transportados aqu deliberadamente por alguien cuyas intenciones desconocemos. Pero el mensaje de tu padre tiene que proceder de aqu. Esto significa que puede que an siga vivo. Y aquellos disparos que hemos odo. Tal vez Burke... El ruidoso estampido de una automtica de grueso calibre le interrumpi. Los disparos procedan de la direccin de las colinas volcnicas a menos de unos cuatro kilmetros. No podemos seguir aqu, Laura. Vayamos al encuentro de quienquiera que sean los que disparan. Sean quienes sean, probablemente resultarn ms amistosos que aquellos monstruos. Salieron del espesor del bosque y fueron bordendolo, prefiriendo la alta yerba del claro a los matorrales. Varias veces oyeron el fragor de algn voluminoso monstruo desplazndose hacia el ro. Era un avance lento. El vestido de Laura y sus zapatos de alto tacn no estaban diseados para aquella clase de caminata. Su falda se prendi repentinamente en ramas bajas, rasgndose. Su peinado se deshizo colgndole el cabello en hmedas guedejas. En una de sus etapas de descanso, rasg ella una larga tira del vestido para sujetarse el cabello a la nuca. Iban aproximndose a la base de las colinas. Trepar a lo alto pareca difcil, casi imposible. La mirada de Talbot recorri la barrera rocosa en busca de un acceso. A la izquierda de donde estaban parados, haba una ancha franja saliente, resaltando en el muralln de la colina. En aquella plataforma rocosa se abran oscuras bocas de cavernas. Los dedos de Laura se hincaron sbitamente en el bceps de Talbot. Qu..., qu es aquello? Una peluda y encorvada caricatura de hombre haba salido de una de las cavernas para, en la plataforma, mirarles desde lo alto. Acudan otras figuras. Hembras toscas, de recios miembros. Balbuci Talbot: NeanderthaI. Pero..., esto es absurdamente fantstico. Fue entonces cuando apareci un hombre corriendo, surgiendo de los cascotes de piedras bajo la colina. Era un hombre macizo, de corta talla, jadeando por la carrera. Su americana, desabrochada, aleteaba mientras corra. No vio a Laura y Talbot, parcialmente ocultos por algunos peascos. El desconocido se detuvo en el claro y volvi el rostro en direccin al sitio del que haba venido. Grit: Clint! Clint apareci a los pocos instantes. Caminaba dando la espalda a ratos, terciada ante el pecho una metralleta. Era flaco y ms alto que su compaero. Su perfil izquierdo estaba surcado por la blanca cicatriz de un cuchillazo. Pese a las vaharadas clidas, llevaba abrochada la americana de su elegante traje gris. El hombre macizo y bajo, dijo:

Supongo que esto les par los pies, eh, Clint? Su pongo que nunca hasta ahora recibieron una buena dosis de plomo. Se sec con el dorso de la manga el sudoroso rostro, antes de aadir en tono menos animoso: Arrea! Viste alguna vez jetas tan raras? Dnde cuernos estamos, Clint? Cierra la boca! ladr Clint entre dientes. Volvi a mirar por entre las rocas, y dando media vuelta pas junto a su compaero, alejndose de las colinas escarpadas. Coment: Hemos de largarnos de aqu antes que oscurezca. Intentaremos subir a aquel cerro... Vio entonces a Talbot aparecer en el claro. Detenindose le encaon con la metralleta. Eh, eh! silabe sorprendido. Pero en su entonacin gangosa haba alivio. Quines sois? Talbot avanz con Laura a su lado. Soy Rolf Talbot. Daba clases en la Universidad de Columbia. Clint gru pestaeando: Oste, Risko? Risko se coloc a la derecha de su compaero Clint. Arrea. Un maestro. Pregunt Talbot: Cmo fue que llegasteis aqu? El voluble Risko explic: Fuimos embarcados asquerosamente. Salamos de estampida del garito de Mike, en el Bronx, cuando Bingo y un par de sus gorilas venan a por nosotros. Entonces vimos aquella caja tan rara... Interrumpi Talbot: Con forma de rombo de baraja? Cabal, cabal, chico. Pareca un escondite estupendo... Cierra la boca orden Clint framente. Mir a Laura y sus claros ojos destellaron con breve fulgor de inters. Cmo llegasteis aqu? Qu hace esta damisela contigo? Dnde nos encontramos? Qu lugar tan infernal es ste? Replic Talbot: Son muchas preguntas a la vez. Llegamos aqu del mismo modo que vosotros. Y no s, dnde estamos. Buf Risko: Dijiste que eras un profe en Columbia. Cmo, entonces, no sabes qu cuernos pasa aqu? Talbot encogi los hombros. Al parecer hemos sido embarcados como dijiste muy bien, Risko. Embarcados millones de aos en el pasado. Risko frunci el ceo. Su rostro, redondo, de nariz respingona, expres recelo. Millones de aos! T ests chiflado! Se volvi hacia Clint: Creo tener idea de dnde estamos. Navegu por el Pacfico con los comandos y esto se me antoja igual aquel pedazo de infierno de Nueva Guinea donde montamos un campo de aterrizaje. Unicamente que... nicamente que es distinto remach Talbot al aturullarse Risko en busca de ms palabras. Y tanto asinti Risko. Por all en Nueva Guine los nativos no es que fueran un prodigio de guapez pero comparados con las jetas de los que andan por aqu, rediez, vayas jetas que se traen por aqu. Afirm Clint rencoroso: Alguien pagar caro esta mala jugada! Tengo el plpito que Mike estaba conchabado con Ringo, Jackie debi echamos algn pastillazo para dormir en nuestros vasos. Y nos dormimos dentro del rombo aquel. Pero sacudi la cabeza, pensativo. Haba demasiado detalles que no encajaban con su sencilla versin. Exclam sombro: Nos jugaron una mala pasada! Condenado Mike, le har migas cuando regresemos. Haba apoyado la culata de su metralleta en el suelo y hurgaba en el interior de su americana hasta que ex trajo un paquete de cigarrillos. Pensativo se coloc uno entre los labios. Tendi el paquete a Talbot. Aquel gesto amistoso, hizo que Talbot se sintiese aliado hacia aquellos dos confusos pandilleros que nunca podran llegar a asimilar la verdad de lo que les estaba sucediendo. Cogi un pitillo, y Clint al ofrecerle la llamita de su mechero, pregunt: Cmo vamos a salir de aqu? Cul es el camino de regreso a los Estados Unidos? No lo s. Pero vi una especie de pueblo poco antes que nuestro rombo se posase en este valle. Estaba por all, tras aquel acantilado. Si pudisemos llegar a la cumbre antes que anocheciese... Ya lo intentamos dijo Risko. Hay un par de sendas que llevan a lo alto. Pero una manada de muchachos peludos y robustos nos salieron al paso de pronto. Clint tuvo que cubrir nuestra retirada dndole al gatillo de su metralleta. Manifest Talbot: Tendremos que probar suerte de nuevo. Hemos de llegar arriba. Es nuestra nica oportunidad de regresar a los Estados Unidos. Cuntas balas te quedan en este artefacto, Clint? Unas quince pldoras. Pero bajo el sobaco tengo un cargador. Risko dio una palmada sobre su funda sobaquera. Solamente escup un par de plomos, y tambin tengo cargador de repuesto. Talbot indag: Dispuestos a hacer otro intento? Risko mir a Clint. Clint alz los hombros. Qu podemos perder? Conformes. Vamos a probar de nuevo. Talbot cogi a Laura de la mano. Por vez primera not que su vestido estaba rasgado en el hombro izquierdo. Pese a su aparente esbeltez, no caba duda que era una mujer de busto bien moldeado. Va a ser una escalada dura, Laura. Descansaremos cuando lo desees. Clint ya estaba avanzando. Seguido por Risko que gesticul hacia la pareja. Dijo Laura: Tratar de no ser un estorbo, Rolf. La senda serpenteaba entre rocas en la base de las colinas. Despus suba bruscamente. La senda se una con otra que se apartaba de la plataforma de cavernas. Penetraron por la segunda senda. Clint pas atrs para cubrir la retaguardia con su arma automtica. Un sujeto hirsuto sali de una de las cavernas y emiti un fuerte silbido. Clint puls el gatillo y su balazo rebot con zumbido colrico en la roca sobre la cabeza del neanderthal que se zambull al interior de su caverna. El gangster de la cicatriz en el flaco rostro coment complacido: Esto les detendr a raya. Son grandullones, pero no pueden hacerle frente a esta regadera. Llegaron a la cumbre sin ms obstculos. Primero Risko, seguido por Talbot que atraa por la mano a Laura. Clint apareci poco despus, respirando ruidosamente. El momentneo silencio fue truncado por la voz de Laura: Rolf! El pueblo. El pueblo que vimos desde el rombo.

CAPTULO VI

El poblado surga en la llanura como un espejismo en el desierto. Haba algo de fantsticamente irreal en aquel distante amazacotamiento de blancas paredes, y Talbot, alzando la vista al cielo, vio a qu se deba la extraa reverberacin. Encima del pueblo colgaba un halo amarillo. Un anillo de luz intensa, como una franja circular de oro pulimentado. Durante un largo intervalo tras la exclamacin de Laura, los cuatro expedicionarios observaban en silencio. Nada se mova en la llanura. Nada, excepto una columna de humo en el horizonte a la derecha del pueblo. Haba vida en aquel valle. Clint removi los pies inquieto. Risko se pas los dedos zurdos bajo el abierto cuello de su camisa. Miraba interrogante a Talbot. Pero el profesor universitario solamente poda ensartar teoras, sin base positiva. En alguna parte de aquel extrao planeta estaba la explicacin de los rombos y la respuesta al enigma del profesor James Bendix. Laura pareci adivinar sus pensamientos. Mi padre puede estar en aquel pueblo, Rolf, si sigue con vida. No lo sabremos quedndonos aqu admiti Talbot. Mir a sus compaeros casuales. Podemos tropezar con dificultades, muchachos. Vens con nosotros? Algo similar a una sonrisa torci los delgados labios de Clint. Las dificultades son nuestro negocio. Si aquellos macacos se ponen matones... Quo vadis? La breve exclamacin marcial, Quin vive?, en latn antiguo les hizo respingar. No se vea quin la haba pronunciado, pero sonaba con autoridad. Durante unos instantes los terrcolas se inmovilizaron buscando el sitio de dnde proceda la voz. Risko empez a imprecar y Talbot sofoc una exclamacin de sorpresa. Una hilera compacta de hombres morenos, atlticos, se haba materializado a lo largo del borde del valle. Se movan en marcha disciplinada, avanzando en slida lnea tras su cabecilla de corva nariz saliente. Los dos extremos de la lnea fueron cerrndose en torno a los cuatro expedicionarios. Tras la barrera protectora de unos escudos, aquellos individuos empuaban anchas y cortas espadas. Con profunda estupefaccin, Talbot contempl el estandarte con el guila de la Roma antigua ondeando en la lanza de uno de los guerreros. Romanos? bisbise Laura atnita. Clint inici el ademn de descolgarse del hombro la metralleta. Talbot le ataj: Tal vez es preferible esperar a ver lo que sucede. El cabecilla romano alz la diestra. Los guerreros hicieron alto. El centurin avanz a solas. Un atleta, curtido en muchas campaas. Su truculenta mirada se pos un instante en el arma de Clint. Pregunt en latin: Quin sois? No sois afkanos. Ni tampoco los medio semi hombres de los hoyos. Hizo un ademn hacia el valle en forma de platillo tras los cuatro americanos. Haca aos que Talbot no haca uso del latn y solamente lo aprendi en su acepcin acadmica. Pero entendi la pregunta del romano. Vacilante, silabeando para pronunciar el lenguaje arcaico, replic: Somos americanos del Norte. Quines son los afkanos? El centurin frunci el entrecejo. Alzando el curtido y musculoso brazo que enlazaba el escudo, gesticul hacia el pueblo: Aquella es la ciudad de Mka. Los afkanos son nuestros enemigos. Estn aliados a Satn. Eran jinetes satnicos antes que exterminsemos todos sus caballos. Quines sois? Dmelo de nuevo. Americanos del Norte. Vinimos en los rombos que flotan, que vuelan. Sabes dnde estamos? El centurin deneg en brusca sacudida lateral de cabeza. Tu habla es romana. El romano de los extranjeros. Pero yo nunca he odo hablar de tu tierra que dices ser Amrica del Norte. Debe estar ms all de las Galias. Hasta quiz ms all de las Columnas de Hrcules. En efecto. Pero esta tierra resulta desconocida tambin para nosotros. Estamos perdidos. Sabes dnde estamos? El guerrero romano sacudi de nuevo la cabeza. Explic: Estbamos acampando en las Galias con Csar. Recib la orden de emprender una marcha forzada y atacar a los brbaros por el flanco. Estbamos descendiendo por un desfiladero cuando el viento de Satn nos aprision. Hizo un ademn circular con su espada. Fuimos transportados por algn instrumento de las tinieblas a esta fosa del Averno de la cual acabis de salir. Nos abrimos paso combatiendo dejando atrs muchos compaeros que murieron bravamente. Hace ahora nueve jornadas que estamos intentando encontrar nuestra va de retorno a Roma. Talbot trag saliva. Lo que el romano estaba diciendo resultaba tambin imposible. Porque aquel hombre hablaba como si Roma fuera an el centro del poder europeo. Hablaba como un contemporneo de Julio Csar, el emperador que haba sido asesinado veinte siglos antes. Receloso intervino Clint: Qu jerigonza chapurreas, profesor? Quines son estos payasos de carnaval? Romanos. Dice que aqul es el pueblo llamado Afka. Parece ser que los habitantes son hostiles a los extranjeros. Palmoteando su automtica enfundada afirm Risko: De este negocio nos cuidamos nosotros, no es as, Clint? Clint mascull: Cmo podemos volver a los Estados Unidos, profesor? Pregntaselo. Talbot mir al romano. Estaba detallando a Laura con verdadero entusiasmo. Coment: Una moza agraciada. Tu esposa? S. Es mi esposa. Mis plcemes. Supiste escoger bien. El romano alz la vista hacia el cielo y algn cambio indefinible en aquel manto gris pareci alarmarle. Dijo abruptamente: Vamos. Pronto el Largo Sueo estar sobre nosotros. Debemos irnos de aqu antes que nos alcance. El Largo Sueo? Significa el tiempo de la inmovilidad. Es cuando Talia, la ayudanta de Satn, acude. Debemos irnos. Expuso Talbot a sus acompaantes: Dice que le sigamos. Y creo que es lo mejor que podemos hacer. El veterano parece conocer los senderos en torno a este lugar. Laura Bendix le cogi del brazo. Susurr: Mi latn fue siempre atroz, pero algo entiendo. Y me agrad que me creyese tu esposa, Rolf. Rolf Talbot estuvo a punto de contestar que deseaba que la creencia del romano no fuera pura teora. Pero era un cientfico. Primero era preciso resolver la larga serie de interrogantes que presentaba aquel raro planeta solitario.

CAPTULO VII

Ascendan, alejndose del poblado de Afka, al parecer dirigindose hacia la columna de humo del horizonte. El centurin caminaba con los americanos. Sus soldados marcaban disciplinadamente el paso tras ellos. El terreno, montono, a ratos presentaba grietas hondas. No haba vegetacin ni seal alguna de agua. Talbot empez a notar la sequedad de su garganta sedienta. Laura empez a renquear, y tuvo que detenerse. Lo siento, Rolf, pero los tacones altos me estn torturando. El centurin mir con inters las piernas femeninas, al explicarle Talbot el problema de Laura. Volvindose habl a uno de sus soldados que acudi sacando de su macuto un par de sandalias. Eran algo grandes, pero las correllas de piel las mantenan con firmeza en los pies de Laura. El centurin se inclin de pronto y palp con curiosidad la tersa superficie de las medias de nylon. Laura, apartndole la mano, protest indignada: oiga, oiga, quietas las manos, eh? El romano se incorpor dicindole a Talbot: Fundas muy suaves. Estoy seguro que mi esposa estara encantada con algo as. Tu pas, tiene otras maravillas como sta? Te ensear algunas, si regresamos. El centurin sintise comunicativo. Se llamaba Cassius Aurelius, capitn de una compaa de la Cuarta Legin de Csar. Haca, dos aos que estaba ausente de Roma y deba regresar a su hogar tras la campaa de las Galias. Talbot intent sonsacarle quin era el misterioso sujeto que l llamaba Satn. Pero solamente obtuvo una vaga respuesta: Satn reside en las llamas, en la cueva de Rakan. Medit Talbot que se tratara de un dios de alguna tribu. De pronto, uno de los soldados lanz una voz de alarma. Cassius se detuvo. Talbot mir atrs. Los legionarios observaban con inquietud el cielo sombro. Iba cambiando. El gris amarillento iba tindose de verde. Y Talbot se dio cuenta de algo ms. Era un sonido tenue, muy tenue. Un sonido silbante que tena arpegios rumorosos de cfiro, de aire sutil. Ttricamente anunci Cassius: Demasiado tarde. Tendremos que afrontar el Largo Sueo aqu. Sealaba enfrente donde una de las grietas truncaba la monotona del terreno. Por qu? pregunt Talbot. Debemos apresurarnos replic roncamente el centurin. Descendieron por la ladera de la ancha grieta que semejaba el cauce seco de un arroyo. El silbido fue hacindose ms fuerte. El matiz verdoso del cielo encapotado iba adquiriendo un color ms denso. Y entonces se dio cuenta Talbot de otro extrao fenmeno. En derredor los dems iban movindose con una rara lentitud, como si sus msculos estuvieran agarrotados. Los romanos iban buscando lugares de reposo en entrantes del arroyo. Llam Talbot: Cassius! El nombre se form en sus labios con gran lentitud. El centurin, volvindose, movi lentamente la mano, y sus labios formaron claramente la palabra: Bajad. Los misteriosos silbidos eran ahora ruidosos, como una meloda tintineante acompasando el cambio del color celeste. Uno tras otro los componentes del grupo iban quedando inmviles en las grotescas posturas en que el cambio anatmico les sorprenda. Talbot se volvi hacia Laura. Deseaba volverse del todo, pero no logr su propsito. La vio de soslayo. Ella estaba en pie, muy cerca, abierta la boca, una mano en alto como para sofocar un grito. Pareca una hermosa estatua. El Largo Sueo pens Talbot. La inmovilidad. Presagio de muerte? Descart esta idea. Cassius y sus legionarios ya haban experimentado aquel fenmeno antes, sobreviviendo. No poda hacer nada, excepto esperar. La palabra hizo eco en su mente. Esperar. Como una grotesca estatua de un hombre, con un brazo medio tendido, y su pie izquierdo en alto a centmetros del suelo. Luch contra el Largo Sueo con toda la fuerza de un hombre de intensa voluntad, y por ello fue el ltimo del grupo en sucumbir al inexpicable fenmeno. No vio el vehculo que acuda y que de pronto se detuvo ante l. Flotaba a escasa distancia del suelo. Era de lustroso metal rojo con una cubierta de plstico. Tras el parabrisas se transparent un rostro de mujer, enmarcado en una cascada de cabello dorado. Un rostro, exquisito, de perfecta belleza artstica. Una puerta se abri en el vehculo flotante. La mujer sali. En pie era tan alta como Talbot. Vesta un material muy corto que pareca metlico, y un sujetador de urdimbre ms blanda acariciaba su agresivo busto. A su espalda llevaba una pequea caja con antena. Avanz hacia Talbot. Su terso rostro delicado y sus negros ojos eran tan jvenes como la inocencia. Sus henchidos labios rojos eran a la vez dulces y crueles. Y era arrogante, con la arrogancia del poder. Presta ante l le coloc la mano en el brazo, y casi de inmediato l not que la conciencia de los hechos retornaba a su organismo. Lentamente recuperaba la facultad de pensar, de moverse y de volver a or. Este ltimo sentido lo comprob por el cambio en los silbidos que ya no eran notas meldicas, sino colricas, furiosas. Era como si algo o alguien estuviera disgustado por aquella interrupcin del Largo Sueo. La mujer orden: Ven! Sus labios no se haban movido. La palabra haba resonado en el cerebro de Talbot. Una orden imperiosa. Transmisin mental, pens. La respuesta de ella fue rpida: S, en efecto. Lo que vosotros los terrcolas llamis telepata. Ven! Intent l volverse hacia Laura, y pronunci claramente su nombre. La misteriosa mujer dijo: Djala. No la necesito, ni a tus otros amigos, ni a los romanos. He venido a por ti. Supe que habas aterrizado en Rog. Los ojos de los jinetes de Rakan me lo dijeron. No ir a ningn sitio sin Laura. Los dedos femeninos soltaron su brazo, y casi al instante sus msculos volvieron a inmovilizarse. No puedes desobedecerme, Rolf Talbot. Y cogindole de nuevo el brazo, conmin: Vamos al giro-coche. Como un autmata entr en el vehculo sentndose en la banqueta acolchada. La mujer se desliz tras el volante rojo, y la puerta se cerr. El vehculo se puso en movimiento. Flotaba a poca distancia del suelo como sobre un colchn de aire. Pregunt Talbot: Quin eres? Soy Kaya, ayudanta de Rakan, el Poderoso.

CAPTULO VIII

El giro-coche se desplazaba velozmente hacia el poblado de blancos muros. Meditaba Talbot sobre el intenso verdor del cielo, y una explicacin parcial se le ocurri. Aquella luz era el resultado de los soles amarillo y azul, ambos brillando ahora con igual intensidad sobre el solitario planeta. Cuando el sol azul eclipsase al amarillo entonces una noche azul se tendera sobre el planeta. Pero, y el fenmeno del Largo Sueo? Posiblemente algo en las radiaciones combinadas de los dos soles, produca una extraa catalepsia. La voz de Kaya intervino en sus especulaciones: As es, Rolf. Las radiaciones badar producen este efecto en toda vida forastera al planeta Rog. No dura mucho, pero durante este intervalo, los eban nutren su sistema nervioso de las fuerzas vitales de los durmientes. Los eban? Son los productores de los sonidos silbantes. El pueblo invisible. Son los legtimos nativos de este mundo de Rog. Nosotros somos todos extranjeros aqu. Hasta Rakan, el Poderoso. Si no fuese por el escudo de Rakan que llevo y que nos protege de las radiaciones badar, tambin nosotros dormiramos. Quin es Rakan? Yo misma no lo s. Pero es el Poderoso; ms grande que Osiris y que Ammon-Ra, el dios del sol. Por qu mencionas deidades egipcias? El rombo no est formado por dos pirmides simblicamente unidas por su base, invertidas? Fue entonces Rakan quien construy las dobles pirmides en rombo y las envi a la Tierra? S. En busca de ms ejemplares espcimen. Por qu? Con qu propsito? Para lograr hombres como t. Para obtener muestras de las civilizaciones que se han producido en la Tierra. Las mentes investigadoras eran las ms aptas para ser atradas al engao. Y necesito cerebros entrenados, cerebros que entiendan de fsica nuclear. Talbot permaneci en silencio. El giro-coche iba aminorando su velocidad aproximndose a los blancos muros de Afka, que se elevaban a unos ocho metros del suelo. Enormes puertas de madera tan altas como los muros, parecan poseer una solidez indestructible. Unas atalayas en los muros flanqueaban los grandes portalones. El giro-coche se detuvo a unos cincuenta pasos de un portaln. El pueblo entero estaba circundado por un foso de luz verde de unos cinco metros de ancho. Era solamente una franja de intensa luz, pero era evidente que le inspiraba respeto a Kaya. Ella puls una palanca en el cuadro de mandos. El foso se fraccion. En un espacio equivalente al ancho del portaln la luz verde desapareci. Los altos batientes se abrieron. El giro-coche avanz deslizndose por el puente dentro del pueblo. Mirando atrs, vio Talbot que la luz volva a tender su franja apenas haban pasado. El vehculo fue bajando por una ancha avenida flanqueada por enormes estatuas de antiguos dioses egipcios. La avenida terminaba en los anchos peldaos y los blancos muros de un compacto edificio. Talbot no vislumbr seal alguna de vida. Afka pareca un pueblo sin habitantes. Explic Kaya: El Largo Sueo. Todos duermen en Rog. As es mejor. El coche se detuvo ante el imponente edificio. Con la mano de Kaya sobre su brazo, Talbot pudo moverse, aunque sonmbulamente. Subieron los anchos peldaos de piedra, pasaron por entre altas columnas de mrmol y atravesaron un gran umbral. La luz se filtraba a travs de ranuras en el techo del gran vestbulo. Modelos en tamao reducido de los dioses egipcios se erguan en pedestales dentro de hornacinas ahondadas en las paredes. Al fondo de la larga y penumbrosa estancia, una figura diminuta ocupando un trono. A Talbot se le antoj mientras avanzaba que la escena era un cuadro esculpido en mrmol. A cada lado de la figura inmvil en el trono se arrodillaban cortesanos en actitudes petrificadas. Murmur Kaya: Este es Lost Eban, gobernador de Afka, por la gracia de Ammon-Ra, y ma.Diez peldaos daban acceso al trono. Kaya se detuvo al pie de la escalinata. Orden: Arrodllate! Talbot se rebel, tensando los msculos para mantenerse erguido. Arrodillate! repiti Kaya imperativamente. Sacudi Talbot la cabeza en negativa. Ri Kaya: Eres testarudo, Rolf. Creo que me sers muy til cuando regresemos a la Tierra. La mano de Kaya se apart de su brazo. Los silbidos misteriosos empezaron a atronar en sus odos. Lo ltimo que record fue contemplar a Lost Eban. Un hombrecillo de mortecinos ojos negros mirndole fijamente. Despus el Largo Sueo le invadi. Kaya dio media vuelta alejndose de las figuras petrificadas en derredor del trono de Lost Eban.

* * *

Lentamente, la luz azul reemplaz a la verde. Los silbidos de los eban empezaron a dilurse y silenciarse. La facultad de pensar regres a la mente de Laura Bendix. Mir en torno. No vea a Talbot y sentase muy cansada. Sus rodillas se doblaron y qued sentada. En torno a ella empezaban los dems a moverse: Y tambin los que fueron sorprendidos en pie, se sentaban. Llam ella temerosa: Rolf! Cassius Aurelius era el nico en pie. Dijo: Tu hombre se ha ido. Kaya vino. La vi antes que el Largo Sueo cerrase mis ojos. Ella se lo llev al pueblo de Afka. Kaya? Quin es? Pero Cassius ya estaba alejndose dando rdenes a sus legionarios. Laura busc auxilio en los dos hombres de su propia poca. Clint la estaba contemplando con una mirada que la molest. Risko mascull: Rediez, estoy reventado. Supongo que debe ser sueo atrasado. Regresando dijo Cassius: Debemos seguir adelante. Kaya sabe donde estamos. Enviar a los afkanos. Nos matarn si nos atacan aqu en los llanos. Ladraba rdenes a su legin. Sus guerreros se movan lentamente. Risko permaneca tumbado abiertas las piernas y tendidos los brazos contra el suelo. Mir de reojo a los romanos, y farfull: Os podis largar. Yo me quedo aqu. Estoy reventado. Cassius se aproxim. Inclinndose agarr por los brazos al gangster y lo puso en pie. Gru: T vienes con nosotros. Ya hemos perdido bastante tiempo. Una furia repentina crisp las redondas facciones de Risko. Se llev la diestra al sobaco izquierdo. Cassius le aplic un manotazo en revs en pleno rostro. El bofetn hizo girar sobre sus tacones a Risko. La pistola que empuaba se dispar, y la bala traz un refiln en la tierra a unos metros ms all de las sandalias del romano. La explosin sorprendi a Cassius. Fruncido el ceo mir la pistola que empuaba Risko. Clint acudi en ayuda de su compaero, descolgndose la metralleta. Risko estaba pasndose el dorso da la mano por el perfil dolorido. Ojeando rabioso al romano amenaz: T, maldito payaso, vas a saber lo que es tragar plomo calentito. Laura le asi por la mueca. Risko! El solamente quiere ayudamos. Dice que no podemos quedarnos aqu. Risko la empuj, apartndola. Claro que nos quedamos. Djales que se larguen, si tanto les gusta repicar las suelas. Los legionarios haban formado una rpida hilera. Los extremos de la formacin iban acercndose. Un guerrero alz su lanza. Entornados los prpados, Clint puls una sola vez el gatillo de su metralleta. El legionario doblndose, cay de bruces, inerte. Los otros se detuvieron. Manifest Clint: Esto es lo que les pasar a todos si tratan de avasallamos. T, chica, hablas su jerigonza. Diles que escapen, que se larguen. Ya nos cuidaremos de nosotros mismos. Vamos, diles que salgan pitando! Laura se expres en un latn defectuoso, pero Cassius la comprendi. Era un cabecilla inteligente. Aquellos hombres no significaban nada para l. Poco le importaba que los afkanos los matasen. T, mujer, ven con nosotros. Titube ella un instante. Luego deneg. Cassius y sus legionarios eran seres de otra poca. Clint y Risko eran compatriotas suyos. Cassius fue al frente de su legin y a su orden partieron todos a paso ligero desapareciendo prontamente en un recodo. Risko Gaynor segua soltando palabrotas. Le ataj Clint Malkin: Cierra la boca. Vamos a ir al pueblo que vimos all atrs. No me importa lo que digan los sabihondos. No me trago todo este cuento de que estamos fuera de la Tierra. Esto vale para los chiquillos que se leen a Superman, pero no para m. Yo soy listo. He calado que alguien nos est jugando una broma pesada y quiero enterarme de quin es. As se habla, Clint aprob Risko. Y si alguien se siente gracioso, le har rer por un agujero en sus tripas. No caba oponerse y Laura asinti. De nuevo la mirada ansiosa de Clint Malkin la recorri de pies a cabeza. Y para ella slo existi un ferviente deseo. Ver cuanto antes a Rolf Talbot.

CAPTULO IX

El pueblo de Afka dorma. Su cerco de luz era de un azul ms claro, menos intenso que el amarillo y verde. Se filtraba a travs de las columnas hasta el estrado del trono de Lost Eban. Lentamente Talbot fue teniendo nocin de que estaba al pie de la escalinata contemplado por unos ojos negros que empezaban a adquirir expresin. Una expresin de creciente sorpresa. Los sirvientes empezaron a moverse. Se apartaron del trono volvindose para enfrentarse al hombre solitario al pie de los peldaos. Eran nubios atlticos, vistiendo slo un largo faldn. Sus desnudos y musculosos torsos relucan bajo la luz azul. Cada uno de ellos empuaba en la diestra una larga lanza. Lost Eban se puso en pie. Pequeo, flaco, tieso y altivo. Pregunt: Quin eres t? De nuevo las palabras se formaron en el cerebro de Talbot. Pens que la transmsin mental del lenguaje no era exclusiva de Kaya. Vio a Lost Eban mover la cabeza en repentina comprensin. O sea que Kaya te trajo aqu. Debes ser Rolf Talbot, el ltimo recin llegado de la Tierra. Talbot se limit a asentir. El egipcio le estudiaba con penetrante mirada. Debes proceder de la regin ms all de las Columnas de Hrcules, la regin llamada Amrica. Vistes como los otros. Los otros pens Talbot, sern el profesor Burke y Paul Langdon, el astrnomo de Harvard. Continuaba Eban: Amrica es un pas poderoso, segn me han dicho. Mucho ms poderoso que el antiguo reino de Sumeria, el pas de mis antepasados. As es. Pero a veces un exceso de poder puede convertirse en un maldicin para el pas que lo posee. Eso crees? y sentndose agreg Eban: El poder lo es todo, terrcola, aun aqu mismo. Es un poder inimaginable el que impide que el cielo nos destruya. Un gran poder mucho mayor del que conoces en Amrica el que aqu te trajo. Ri con arrogante desdn: Crees que eres poderoso en tu pas, terrcola. Pero todava no conoces el pleno sentido del poder. La Tierra lo sabr cuando nosotros, los elegidos de Osiris y Ammon-Ra, regresemos a la Tierra, no como un puado de gente arrancada de la lejana de los tiempos y encogidos de terror ante el progreso de cuatro mil aos, sino como conquistadores, terrcola, como conquistadores! Talbot reaccion con silencioso asombro ante el fanatismo del egipcio. Lost Eban se arrellan en su trono. Pronto llegar el momento. Las mquinas ya estn siendo calibradas. Los rombos de transporte han sido reunidos en la Sala del Poder. Pronto, muy pronto ya, regresaremos a... Dej de hablar al ver a Kaya acudiendo. El miedo borr la arrogancia de sus ojos. La fra voz de Kaya repercuti en el cerebro de Talbot. Hablas demasiado, Lost Eban. Recuerda... Rakan no se ha ido an. Lost Eban se levant. Kaya se detuvo a un lado de Talbot. Ven, Rolf. Te llevar donde estn tus amigos. Les agradar volver a verte. Eban hizo un ademn como para ordenar detenerles. Kaya se volvi. La batera en sus espaldas generando el campo de Rakan envi por su antena un haz de luz azul. Lost Eban se encogi desplomndose en su trono, hosco y sombro. Talbot sigui a la extraa mujer hasta un pasadizo lateral que, por un patio interior, conduca a otra sala del edificio. Dos centinelas nubios se apartaron de una puerta de bronce y a la seal de Kaya, uno de ellos abri la puerta. Dijo Kaya: Volver ms tarde a buscarte, Rolf, cuando est preparada para llevarte ante Rakan, el Poderoso. Se fue. Y Talbot entr en una amplia habitacin ventilada por dos ranuras a modo de ventana en la pared del fondo. En una banqueta dorada, dos hombres sentbanse con expresin de aburrimiento enojado. Avanzando exclam Talbot: Hal Burke! La puerta de bronce restall cerrndose. Hal Burke salt en pie, asombrado. Su compaero, ms viejo y menos robusto, sigui sentado mirando con curiosidad a Talbot. Burke tena ms aspecto de luchador que de fsico preeminente. Pareca mucho ms joven que sus cuarenta y siete aos, debido a un riguroso entrenamiento gimnstico diario. Acudi al encuentro de Talbot tendida la diestra. Rolf! Me complace mucho verte! Perdona si soy menos entusiasta, pero preferira estar por Manhattan capeando contigo. Mir hacia el hombre de barba gris, desmadejado en la banqueta. Burke onde la diestra. Rolf. Ah tienes a Paul Langdon, ya sabes, el del Observatorio de Harvard. Langdon se puso lentamente en pie. Sus brillantes ojos azules destacaban en el rostro arrugado y en aquellos momentos preocupado. Qu tal, Rolf? Hal le mencionaba con frecuencia. Escribi usted un estudio sobre cargas negativas que encontr muy interesante. Celebro que le gustase. Hal lo consider demasiado imaginativo para su gusto. Murmur Langdon: La imaginacin en el umbral del destino humano. Pero confieso que estoy azarado y asustado por todo esto. Seal hacia la puerta cerrada, y agreg melanclico: Estamos perdidos en algn planeta totalmente fuera de nuestra galaxia. No me puedo acomodar a esta idea. Es excesivamente fantstico.Hal Burke era un cientfico ms prctico. Dijo: Llegaste aqu en un rombo, supongo. Iba alguien ms contigo? Laura Bendix. La hija de James Bendix. Paul Langdon volvi a desplomarse en la banqueta y ocult su crispado rostro entre las manos. Burke coment sorprendido: La hija de Bendix? La conozco. Una chica inteligente, interesante. Dime, dnde esta ahora? Qu te ocurri? Talbot explic lo sucedido. Concluy. Tengo que salir de aqu. La dej en compaa de dos pandilleros y de un grupo de romanos que se creen que estn extraviados por alguna parte de las antiguas Galias. Ri con acre humorismo: Resulta gracioso, no, Hal? Toda mi vida soaba con el da en que los hombres dieran su primer gran salto al espacio. Hemos pisado la Luna. Marte parece ser la prxima meta. Y ahora... Ahora hemos sido arrancados de la Tierra y transportados a mil aos luz a travs del espacio intervino Langdon separando las manos del rostro. Mil aos luz. Quiz ms. Sabe lo que esto significa? Est usted seguro de lo que afirma? Por desgracia, s. Entonces no nos desplazamos a travs del espacio por los medios que conocemos. No podramos haber llegado tan lejos de nuestro sistema solar en el escaso tiempo que dur el vuelo. Pregunt Burke secamente: Cunto tiempo crees que dur tu vuelo? Acaso puedes adivinarlo? Qu quieres decir Hal? Pudo durar un ao, diez aos, cien. Nos desplazamos a travs de un espacio pretensado. Un trmino conveniente para algo de lo cual poco sabemos. Y el tiempo normal sufre alteracin. Qu conocemos acerca de este planeta? Nada en absoluto. Exacto. Entonces hasta podemos estar en un espacio de tiempo distinto a la continuidad del universo. Tu mencin de los romanos me lo confirma. Cassius Aurelius era un centurin fiel a Julio Csar. Esto suceda hace unos dos mil aos, medido por horario terrenal. Pero para Cassius slo han pasado unas jornadas desde el incidente en las antiguas Galias. Te das cuenta, Rolf? Talbot mene la cabeza, desesperado. Estamos perdidos a mil aos luz de la Tierra. Sentndose junto a Langdon agreg: Atrapados como moscas en una botella. Replic Burke torvamente: Mejor dirs como conejillos de Indias en una jaula de laboratorio. As es como veo el asunto, Rolf. Aquellos rombos fueron proyectados para traer desde la Tierra a cualquiera que entrase en ellos. Por qu motivo y con qu propsito? No eran artefactos destructivos. No eran armas de conquista. Simplemente trampas. Esto es lo que eran. Trampas csmicas, proyectadas para traer ejemplares de la Tierra, muestras para ser estudiadas por quienquiera que invent los malditos rombos. Musit Talbot como alucinado: El valle de los saurios. Los afkanos. Los romanos. La fuerza de la que hablaste, la fuerza que barri a travs del claro en aquel valle, llevndose tu chaqueta y a la vez el pterodctilo... Quien sea el que disponga de ella, la ha empleado por la Tierra en otros tiempos, barriendo y arrastrando hacia aqu porciones de flora y fauna. El valle en que aterrizaste fue evidentemente creado por este poder. Burke, hablando, paseaba a un lado y otro, ceudo. Los saurios fueron colocados en dicho valle, bajo condiciones aproximadamente similares a su ambiente en la Tierra. Los romanos fueron tambin atrados del mismo modo. Pero, y el transcurso de los aos terrqueos? Aqu no cuentan. Hasta nuestro metabolismo cambia. Rolf. Todo este planeta debe ser un gigantesco laboratorio para este ser... esta cosa que Kaya llama Rakan, el Poderoso. Los mismos afkanos, segn nos dijo ella, fueron absorbidos a travs del espacio hace ms de cuatro mil aos. Incorporndose, record Talbot la intensidad fantica con la que hizo Lost Eban sus revelaciones. Los afkanos son los peligrosos. Quienquiera que sea este Rakan, es una entidad impersonal por ahora. Pero los afkanos planean la conquista de la Tierra con la ayuda de Kaya. Relucientes los ojos, opin Burke: Una mujer fenomenal. Tan hermosa como una diosa y tan fra como un tmpano. Rabiosamente expuso Talbot: Tiene que haber un medio para salir de aqu. Si pudisemos salir... Y qu haramos? Dnde iramos? A la caverna de Rakan. Donde estn los rombos dispuestos para la conquista de la Tierra.

CAPTULO X

Los muros de Afka sobresalan lentamente de la fantasmal llanura azul. El pueblo iba adquiriendo forma, extendindose a modo de un crculo. No haba carreteras hacia Afka. Surga como un cuadro irreal, una ciudad muerta bajo un cielo azul. Cuanto ms se aproximaban los tres americanos, tanto ms presenta Laura lo inhspito del lugar. La atmsfera posea una cualidad inerte, seca, cerrada. En la larga caminata desde el arroyo donde se haban separado de Cassius y sus romanos, no haban percibido la menor brisa, el menor soplo de aire. Haca ya rato que Risko Gaynor haba tirado su americana y su corbata de arabescos amarillos. La funda sobaquera le molestaba, pero soportaba su peso con paciencia. Clint Malkin no soltaba su metralleta, pasndosela constantemente de una a otra mano. Segua llevando su traje completo, y bien anudada su corbata de color vinoso, como si con ello quisiera rechazar la presencia del ambiente hostil. El ancho portaln de madera atrajo repentinamente su atencin. Los altos batientes iban abrindose suave y silenciosamente. Clint Malkin se detuvo a unos doce pasos del crculo de luz azul que circundaba el pueblo. Risko y Laura le imitaron, contemplando a la mujer que iba apareciendo al irse abriendo el portaln. Silb admirado Risko antes de comentar: Arrea ... Vaya hembra. Est imponente. Los labios de Kaya no se movieron, pero su voz envi un aviso a sus odos. Fuisteis necios al venir a Afka. Kaya no os necesita para nada. Terciada la metralleta, replic Malkin: Me tiene sin cuidado que nos necesiten o no. Quiz t eres la jefa del cotarro y tienes mucha clase, lo admito, pero vamos a entrar, te enteras? Queremos volver a los Estados Unidos. Y no voy a tragarme ms cuentos chinos. Le ataj Kaya: No seas estpido! Vete antes que sea demasiado tarde. Vete! A m no me asustas t. Vamos a entrar y no intentes cerrar estas puertas. Hizo Malkin un semiarco amenazador con su metralleta. Esta regadera escupe muerte, sabes? Empez a avanzar hacia el crculo de luz. Risko y Laura le seguan. Laura intuy que haba algo letal en aquella franja luminosa. Dijo inquieta: Clint... Espera. Sin escucharla, avanz Malkin. Kaya no persisti en pretender detenerle. Apareca erguida enmarcada en el umbral. Un blanco fcil para Clint Malkin. En el muro flanqueando la puerta, dos centinelas nubios permanecan impasibles cruzados los brazos sobre el pecho. Revelaban una gran confianza en su propia seguridad. Clint Malkin se detuvo a tres pasos del foso de luz. Cierta sensacin de peligro le alertaba los instintos. Risko se apart del lado de Laura. Gru amenazador: Yo me cuido de la rubia, Clint. T cubre a estos guardias del paredn. Segua hablando al penetrar en el crculo de luz azul. No hubo ruido alguno excepto el sordo aglutinamiento de la automtica de Risko al aplastarse en el suelo junto a la sbitamente aplanada e irreconocible cosa que haba sido poco antes Risko Gaynor, pandillero de tercera clase. Clint Malkin dej escapar un grito ronco. El miedo hinc sus zarpas en sus tensos nervios y apoyando la culata de su metralleta en la cadera roci plomo hacia la muchacha rubia desafiante. Menos de veinticinco metros separaban a Malkin de Kaya. Pero las balas parecieron consumirse a s mismas en aquel corto recorrido. Fueron a caer blandamente ante los pies de Kaya. Dijo ella burlona: Estpido! No puedes causar dao alguno a Kaya, ayudante de Rakan, el Poderoso. Vete ahora mismo, antes que sea demasiado tarde. Le volvi la espalda. Las puertas empezaron a cerrarse. En la luz azul del cerco protector, el montn de pulpa que haba sido Risko Gaynor reluca como una espantosa advertencia.

* * *

Rolf Talbot oy el crepitar de la metralleta de Clint Malkin. El traqueteo se filtr a travs de las altas ranura-ventanas. Aquel ruido, de costumbre poco grato, le dio esperanza. El propio Langdon dej de ser un abatido sujeto absorto en su abulia para levantarse y acudir a escuchar. Los tres aguardaban esperanzados, hasta que la metralleta call y no hubo ms sonidos revelando presencia terrcola. Gradualmente la expectacin ces. Burke forz una sonrisa agria. Nunca cre que el estampido de un arma de fuego me alegrara. Por unos instantes me sent como si estuviera en Chicago. Manifest Talbot: Acogera con agrado hasta el estampido de un escape de gas de moto o coche. Cualquier cosa, excepto esta quietud enervante. Nada parece moverse en este planeta, ni siquiera un soplo de aire. Intervino Langdon: Sus amigos nunca pasarn a travs de la zona de gravedad. Zona de gravedad? Se refiere al cerco de luz? No pensaste en ello? pregunt Burke. Deneg Talbot. El fsico explic: Nos lo aclar Kaya el da que nos trajo a Afka. El palio en el cielo es producido en la caverna de Rakan. Es un anulador de la gravedad. Este planeta tiene mil veces la masa de la Tierra. Su gravedad nos reducira a pulpa. Pero la capa de vapor estabiliza el empuje de la gravedad para que corresponda a la de la Tierra. Pero donde el vapor o neblina es cortado y la luz de los dobles soles brilla a travs, la fuerza total de la gravedad de este planeta ejerce su accin. El crculo de luz es verdaderamente un foso protector. Un foso que ningn ser humano procedente de la Tierra puede atravesar. Entonces no hay modo de salir de este pueblo aunque logrsemos escapar de esta habitacin. Solamente Kaya tiene el poder de cortar la zona de gravedad. Los propios afkanos estn prisioneros aqu al antojo de ella. La temen. La consideran como la encarnacin de su diosa, Osiris, que algn da les liberar de esta tierra extraa a ellos. Pero la temen. Entonces ella es nuestra nica esperanza. De un modo u otro tenemos que conseguir que ella abra la zona de gravedad. Interrumpi Langdon: Y entonces qu haremos, Talbot? Qu? Ya encontraremos la caverna de Rakan. Lost Eban me dijo que los rombos de transportacin estn listos para llevar a los afkanos a la Tierra. Cuando los encontremos... Vio a Burke hacer un ademn de escepticismo y agreg colrico: Por lo menos tendremos as una oportunidad de luchar! Eres joven y por tanto, impetuoso, Rolf. Pero has de comprender que nos encontramos en un callejn sin salida. Hablas de hallar la caverna de Rakan. Pero ni siquiera sabemos lo que es ni qu aspecto tiene Rakan. Es humano, en el sentido antropolgico? Es alguna forma de vida aliengena e incomprensible para quin nosotros somos como hormigas? Seal Langdon a Burke. Hal ha concretado que fuimos trados aqu en los rombos como ejemplares para ser estudiados, del mismo modo que nuestros zologos y naturalistas estudian las plantas y los animales. Este planeta, o lo que hemos visto de su estructura, viene a ser un extenso laboratorio. Para este ser, ya que no hay otra palabra para designar al desconocido Rakan, no somos ms que cobayas. Cmo podemos esperar...? Alz la mano para silenciar la impaciente interrupcin que se dispona a emitir Talbot. Djame acabar, Rolf. Soy viejo y mi mente no es tan elstica como la tuya. Si no regreso a la Tierra, poco se ha perdido. Pero debo repetirte, qu podemos hacer? Qu puede hacer una rata de laboratorio, presa en su jaula, sino esperar a ser inyectada y estudiada al capricho del cientfico que la enjaul? Objet Talbot: Olvida usted que hay una mujer llamada Kaya. Es terrestre, Langdon. Egipcia, o sumeria... o lo fue. Y tiene planes para volver a la Tierra. Algo la retiene de momento. Rakan sigue aqu. Pero se estn preparando para regresar a la Tierra. Y cuando se vayan, har cuanto pueda para irme con ellos! Langdon alz los brazos en gesto de abandono y fue a sentarse. Burke denegaba en silencio. Rolf Talbot empez de nuevo a pasear nerviosamente. No haba modo de contar el tiempo. El reloj pulsera de Talbot no funcionaba. Les trajeron comida. En amplia fuente de cobre y consista principalmente de fruta. Unos vasos de cobre contenan un blanco lquido nebuloso que tena gusto de jugo de coco fermentado. Sigui Talbot en sus paseos. No poda librarse del pensamiento obsesivo de que Laura Bendix estaba por alguna parte de aquella hostil llanura ms all de los muros de Afka. La puerta se abri y un grupo de cuatro egipcios entr. El que iba al frente seal con su lanza a Talbot y luego la puerta. Burke se dispuso a seguir a Talbot, pero otro de los guardianes se interpuso, cruzando su lanza ante el fsico. Coment Burke: Parece que slo quieren verte a ti, Rolf. Sali Talbot. La escolta le rode conducindole por un largo pasadizo. Se detuvieron ante una ancha puerta plaqueada en oro. Unos sirvientes provistos de bateras a la espalda, abrieron dejndoles entrar. Pens Talbot que todo pareca indicar que aquel era el santuario de Kaya. El blanco suelo de mrmol de la cmara era lo nico visible. El resto de la estancia estaba oculto por un tenue velo de vapor elevndose de una ancha piscina central. La atmsfera tena un denso aroma de incienso y mirra. La escolta condujo a Talbot hasta el borde de la piscina y se retir. Talbot mir hacia abajo. Hacia Kaya. Su cuerpo pareca una fra ondulacin en el agua jabonosa. Estaba ella tendida de espaldas, flotando, semicerrados los ojos. Talbot not una pulsacin en sus sienes. La calidez vaporosa y el aroma de incienso tenan una cualidad sensual que le produca cierto vrtigo y tuvo que luchar contra su efecto afrodisaco. Aguard en silencio. Kaya abri los ojos. Acariciantes y plenamente femeninos, ya no contenan frialdad ni arrogancia. Se puso en pie. Rolf y ri suavemente. Me agrada tu nombre, Rolf, y me agradas t. No me temes, pero tratas de resistir. Intentas ocultar tus pensamientos y posees una voluntad recia. Por ello me gustas an ms. Por qu me hiciste venir aqu? Para decirte que me gustas y tambin para informarte que te llevar conmigo a la Tierra. Y Laura Bendix? La dulzura desapareci de los ojos de Kaya. La muchacha del cabello negro? S. La obligu a irse. Est con el hombre del rostro estrecho, cuya arma oste estallar. El gordo penetr en la zona de muerte. Les dije que se fueran o sufriran dao irreparable, pero fueron estpidos y no quisieron escucharme. Volvi a ser acariciante su entonacin: Rolf, he estado muy sola aqu. No me he entregado a ningn hombre. Hasta que t llegaste, no senta deseo. Ahora... Le contempl insinuante. Talbot permaneci silencioso. Los labios femeninos hicieron un mohn de fastidio. Ests pensando en la muchacha del negro cabello, Rolf. Necio! La eliges a ella en vez de a m? No hago ninguna eleccin. Eres bonita, Kaya. Pero en estos momentos solamente pienso que fuimos trados aqu contra nuestra voluntad. Quiero volver a la Tierra, y quiero que Laura venga conmigo, porque es por culpa ma que ella est aqu. Framente asegur Kaya: Te llevar a la Tierra. Ven conmigo y no solamente me tendrs a m, sino que volvers a tu Tierra. Deneg l. Vendrs, Rolf, vendrs. O permanecers para siempre prisionero en este poco hospitalario planeta Rog. Le volvi la espalda, apartndose de l. La guardia apareci rodeando a Talbot y conducindole al exterior de la cmara.

CAPTULO XI

La guardia egipcia caminaba en estlido silencio flanqueando a Talbot hacia la estancia donde estaban prisioneros Burke y Langdon. Una indominable impaciencia iba apoderndose de Talbot. Los dos guardias negros de la puerta se pusieron firmes al aproximarse la escolta egipcia flanqueando a Talbot. La escolta dio media vuelta alejndose. El guardin nubio que estaba a la derecha de la puerta apoy la contera de su lanza en el suelo y asi la manija de la pesada puerta que fue abrindose lentamente. Talbot avanz como si fuese a entrar. Pasaba junto al guardin cuando se revolvi empuando el asta de la lanza y arrancndola de la mano del negro. El nubio, sorprendido, se dispuso a atacar, avanzando las manos. Talbot emple la lanza a modo de mazo. El extremo de hierro restall contra el crneo del nubio proyectndole tambalendose al interior de la habitacin. El otro guardin baj su lanza dirigindola al pecho de Talbot, que, con el hasta de su lanza, apart en golpe seco, la punta frrea, y al ladearse el nubio a efectos del golpe, en repercusin, hinc Talbot el hierro en su costado. El otro estaba arrodillado, apoyada la cara en el suelo, privado de sentido. Apremi Talbot: Vamos! Salgamos de aqu! Burke y Langdon le siguieron. Talbot se detuvo para arrastrar al muerto al interior. El otro iba recuperndose. Talbot asest un lanzazo lateral, repitindolo en sentido contrario. El asta se rompi al segundo golpe contra el crneo del nubio, que permaneci por completo inmvil. Al salir, conservaba Talbot en la diestra el trozo de lanza. Le confortaba empuar aquella arma rudimentaria pero contundente. Gesticul hacia un punto del largo corredor: Probaremos suerte por all. Forzosamente tiene que existir una salida. Los otros dos se limitaron a asentir. Ya no les quedaba ms recurso que seguirle. Tras el recodo de pasillos, un pasadizo conduca a un callejn lateral. No haba nadie a la vista. La noche azul pareca restringir todo movimiento en el pueblo de Afka. Cuando estaban a mitad de camino de la gran avenida, las notas graves y sonoras de un gran gong vibraron. La fuga haba sido ya descubierta. Avanzaron hacia la puerta principal, caminando por los espacios ms oscuros, donde el matiz azul era casi negro. Varias veces se adhirieron a la pared mientras pasaba corriendo un pelotn de lanceros egipcios. El ruidoso gong segua emitiendo sus vibraciones de alarma a travs del pueblo adormilado. Por fin llegaron a la puerta principal. Agazapados en las sombras de un edificio bajo y cuadrado, observaban los cuarenta o cincuenta pasos de espacio abierto entre ellos y el muro. Guardias nubios, enhiestas sus lanzas, patrullaban en lo alto de los muros. Los batientes estaban cerrados. Langdon temblaba, casi exhausto. Apoy la trmula mano en el hombro de Talbot. Es intil. Ya no podemos ir ms lejos, Rolf. Burke murmur en voz baja, excitado: Mira! Kaya! El giro-coche acuda por la avenida destellando su cabina encristalada en la noche azul. Se detuvo a diez pasos del lugar donde Talbot y sus compaeros se agazapaban. La dorada cabeza de Kaya pareca brillar con luz etrea dentro del vehculo. Un medio de escapar del pueblo se le ocurri sbitamente a Talbot. Vea ahora una posibilidad de franquear aquella puerta tan custodiada. Susurr: Esperen a mi seal y entonces sganme. Cuando eche a correr, galopen como gamos. Creo que podemos escapar. Los pesados batientes iban abanicando hacia el interior, mientras Kaya esperaba. Ms all reluca el cerco de luz azul, la zona de gravedad. La cabeza de Kaya se inclin mientras pulsaba una palanca en su cuadro de mandos. Un instante despus apareci una brecha despejada en el anillo de luz. El giro-coche se desliz por el amplo umbral. Ahora! conmin Talbot. Corri velozmente seguido por Burke y Langdon. Las puertas empezaban a cerrarse. El giro-coche se deslizaba rpidamente por la llanura, y pronto se convirti en una diminuta mancha de la noche. Uno de los guardias en las atalayas emiti un repentino gruido de sorpresa. Las tres siluetas corriendo parecan materializarse directamente bajo sus pies. Por un momento contempl aquella silenciosa y mortfera carrera contra la reaparicin de la zona de gravedad. Ech atrs el brazo en alto y arroj su lanza. Langdon, a retaguardia de sus dos compaeros, sinti el lacerante impacto de la lanza entrando en su espalda. El choque le proyect tambalendose hacia adelante. Grit agudamente. Talbot se volvi. Langdon estaba en el suelo, tratando de arrastrarse. El asta de la pesada lanza sobresala de su espalda. Burke sujet a Talbot que intentaba ir en ayuda de Langdon. No, Rolf! Ya es demasiado tarde. La luz azul brot antes que terminase de hablar. El anciano astrnomo se hallaba plenamente en el centro de la zona de gravedad Rog. En un segundo se transform de una figura agonizante arrastrndose en una informe y palpitante masa de carne triturada. El giro-coche se haba esfumado en la distancia. En el muro del pueblo, los guardianes gesticulaban sealando hacia los dos terrcolas. Pero ya estaban fuera de toda posible persecucin y tan efectivamente escudados contra las armas enemigas por el cerco azul como si una slida coraza blindada se hubiese interpuesto. Mir Talbot a su compaero. El rostro de Burke ostentaba lvidas crispaciones. Dijo: Langdon no tena la menor oportunidad de salvarse. Estaba aplastado ya por el lanzazo. Se alejaron apresuradamente de Afka. No tenan un punto concreto de destino, pero Talbot sigui la direccin hacia el valle de los saurios. Llegaron a la hondonada donde Cassius y su legin haban permanecido durante el perodo del Largo Sueo. Vieron el cadver del romano acribillado por Clint Malkin. No era preciso un esfuerzo imaginativo para reconstruir lo sucedido. Clint y Risko haban peleado con los romanos llevndose a Laura con ellos. Record entonces Talbot que Kaya haba mencionado al gordo fulminado por la zona de gravedad Rog. Por lo tanto, Laura haba quedado sola con el gangster de rostro estrecho y cicatrizado. Burke contemplaba el cielo grisazul. Pensando en voz alta dijo Talbot: Hemos escapado del pueblo. Pero, ahora dnde estamos? Dnde estar la caverna de Rakan? Todo es intil, Rolf. Somos como hormigas que han salido de su hoyo, pero que se han extraviado. Nunca volveremos a la Tierra. Talbot se inclin sobre el romano muerto desenfundndole la espada. Sopes el arma de ancha hoja, escrutando el lbrego horizonte. Para Burke, que le observaba, Talbot resultaba una extraa figura, ajena totalmente al profesor calmoso e impecable. Vea un hombre primitivo, empuando una espada romana. Colgando en jirones la blanca camisa de su torso musculoso. Despeinado, colgante un mechn sobre la fruncida frente. Apareca cansado y sombro, pero haba algo indmito en l que suscit en Burke una chispa de nimo. Dijo: Cualquier arma es mejor que ninguna, RoIf. Ya saba yo que pronto recobraras tu coraje, Hal. As sea. Y, ahora, qu? Tenemos que encontrar a los romanos. Ellos saben dnde est la caverna de Rakan.

CAPTULO XII

Laura Bendix fue resbalando hasta quedar sentada contra un pequeo saliente de tierra. Haban caminado sin cesar desde que abandonaron la vecindad de Afka y Laura sentase al borde del agotamiento. Contemplaba, desesperada, el desrtico paraje. ntimamente creca en ella el terror. Terror de lo desconocido y de Clint Malkin. El flaco pistolero se hallaba en pie al borde de una de las numerosas grietas que cuarteaban el llano. Deposit en el suelo su metralleta. Su abierta americana mostraba la automtica en su funda sobaquera. Senta un indefinible temor estrujndole las fibras nerviosas. Toda su vida estuvo envuelto en un mundo de violencia, pero era un mundo que poda comprender. En cambio en aquel maldito lugar nada se mova. Todo era silencioso y ttrico en aquella lgubre tierra azulada. A lo lejos se alzaba una columna de humo. Poda estar a diez kilmetros o a cien. Las distancias en aquel terreno eran engaosas. Volvindose mir a la muchacha desmadejada en el suelo. Recogiendo su metralleta se dirigi hacia Laura. Dijo: Segn parece somos los nicos supervivientes. Ser cuestin de que vayas pensando en ser cariosa conmigo. Levantndose empez ella a retroceder. Ri roncamente Malkin: Ya puedes echar a correr, guapa. Por aqu sobra sitio. Se detuvo Laura. Estaba demasiado fatigada para correr. Hizo un ademn suplicante. No compliquemos ms las cosas. No somos los nicos supervivientes. Piensa en Rolf. El profesor? Te abandon, no? Quiz est en aquel pueblo de mala muerte. Y si est all, no se preocupa por ti. Avanz un paso, y Laura retrocedi otro. Por favor, Clint. Quieres volver a nuestra Tierra, no es as? Quieres escapar de esta pesadilla, verdad? Frunci Malkin las cejas. Claro, pero ya empiezo a tener mis dudas. Parece ser que el profesor tena razn. Estamos un rato largo lejos de los Estados Unidos. Los romanos han estado aqu bastante tiempo. Quiz ellos conozcan un modo de regresar. Olvida a estos payasos! Malkin se aproxim ms a ella. Solamente quedamos t y yo, chica. Ser mejor que te hagas a la idea de que te conviene estar de buenas conmigo. Grit ella: Mira! Alguien viene! El truco es ya muy gastado, chica. Algo se mueve all! Mira, hombre! La expresin del rostro femenino le convenci. Girando sobre sus tacones traz un semiarco con su metralleta. El giro-coche era solamente una mancha en la infinita llanura. Pero se desplazaba velozmente. Pareca dirigirse hacia la columna de humo. Era lo nico movible que Clint Malkin haba visto desde que dejaron atrs el poblado de Afka. Laura fue retrocediendo poco a poco y dando media vuelta empez a correr. Histricamente. Venciendo el terror a su fatiga. Malkin gir gritando: Hey, hey! Laura sigui corriendo. Malkin ech un vistazo al vehculo deslizante que se alejaba. Decidi entonces perseguir a Laura. Corran a travs de la llanura azulada, sin direccin, fija, bajo un cielo deprimente y desconocido. Ninguno de los dos vio la esferita de cristal que apareci flotando por la grieta paralela a ellos. La bola se detuvo a un par de palmos sobre el borde de la fisura. Colgaba all como si escuchase, palpitantes las luces multicolores en su interior. La respiracin de Malkin iba hacindose fragorosa. Le dolan los costillares por el esfuerzo de sus pulmones en aspirar aire. Laura tropez. Al caer estaba demasiado agotada para poder ponerse en pie inmediatamente. Al llegar junto a ella mascull Malkin jadeante: Debera darte una paliza para ensearte a... Se call asombrado. Vea la bola de cristal acudiendo hacia ellos. Instintivamente gir el can de su metralleta y dispar vaciando el resto de su cargador. La bola se sacudi y bot a impulsos del golpeteo de las balas. Tintineaba como una campanilla de cristal, pero no estall. Fue describiendo oscilaciones irregulares como si algo en su interior se hubiese descompuesto. Luego, como una burbuja de jabn iridiscente, emiti un ruido similar al de un taponazo y desapareci. Laura logr ponerse en pie, recordando lo que sucedi estando con Talbot en el valle de los saurios. Grit: Corre, Clint! La estra apareci en el suelo al acudir la misteriosa fuerza arrasadora. Produca un seco ruido crujiente, movindose hacia ellos, invisible. Dilat Malkin los ojos, empavorecido. Laura le cogi por un brazo apartndole con fuerza. Luego, aterrorizada, empez a correr. La fuerza crepitaba hacia el lugar donde poco antes estuvo Malkin, trazando un surco en la tierra a medida que avanzaba. Invadido por el pnico, arroj Malkin la metralleta inservible y corri tras Laura. La fuerza cruji a travs del sitio donde haba estado Malkin, abriendo una rpida zanja de unos veinte centmetros de profundidad. Traz un ancho crculo, regres y empez a buscarles, ciega y metdicamente.

CAPTULO XIII

Durante casi quinientos metros, Laura Bendix fue delante de Malkin. Corriendo, tropezando, braceando, hasta finalmente tambalearse detenindose cuando el ltimo resto de su fuerza inducida por el terror se agot. Mir atrs. Clint Malkin acuda bambolendose como un hombre ebrio, gritando algo que ella no poda entender. Recogi Laura una piedra, apretndola fuertemente en su puo. Malkin lleg caminando entre resuellos los ltimos metros. Ignor el gesto amenazador de Laura. Quiz ni se daba cuenta. Qu fue lo que pas? Sus ojos tenan una expresin de animal acorralado al mirar hacia atrs. El sudor perlaba su estrecho y siniestro semblante. Roncamente repiti: Qu fue aquello? Laura sacudi la cabeza y lentamente baj el puo crispado. No tena respuesta sensata la pregunta de Malkin. Amargamente se lament el gangster: Esto es una pura locura. Todo este puerco lugar es un manicomio. Mir a lo alto, hacia aquel cielo plomizo, desconocido. Dnde estamos, maldita sea? Era un gemido desesperado y no aguardaba respuesta. Tena la boca muy reseca, pero no senta sed. Ni hambre. Pareca que haca siglos desde que haba comido y bebido algo normal. Sacando su pauelo fue secndose el sudoroso rostro. La llanura pareca extenderse interminablemente en todas las direcciones. Arida, desnuda, hostil. Su voz casi fue un quejido lastimero: Es que no hay rboles en este endemoniado lugar? Encogiendo los hombros, dijo Laura: Tal vez en algn sitio ms all. Malkin se volvi hacia ella, con expresin temerosa en la mirada. Hemos de permanecer unidos. Laura retrocedi, alzando el puo crispado. Clint Malkin deneg: No voy a molestarte ms, palabra. Nada ms quiero que no huyas. No quiero quedarme solo... aqu, en este infierno. Laura baj el puo y dej que la piedra resbalase de sus dedos. Le observ fijamente, no acabando de confiar en l pero Malkin escrutaba en la distancia, subyugado, acobardado por todo aquello que no poda entender. Qu vamos a hacer, chica? No podemos quedamos aqu. Aparecern ms de estas bolas de cristal con sus luces, buscndonos. Los romanos las llaman Los ojos y jinetes de Rakan. Vmonos, Clint. T mandas, preciosa. Corrigi ella framente: Laura es mi nombre. Sin calificativos de ninguna clase. Asinti l sumisamente. De acuerdo. T mandas, Laura. Fueron caminando sin direccin fija por la extensa llanura agrietada. En diagonal, alejndose de la columna de humo que les haca presentir un peligro. Caminaban sin esperanza, dos diminutos seres extraviados bajo aquel cielo amenazador. La mente de Laura estaba como entumecida. Pens de nuevo en Rolf Talbot. Y la rpida evocacin de la muchacha de cabello dorado, erguida tras el abierto umbral de Afka, le produjo una sensacin de celos. Kaya. Estara Rolf en aquellos momentos con ella? Los dedos de Malkin, asindola fuertemente del brazo, le devolvieron a la realidad. Frente a ellos, elevndose en la llanura, se siluetaba un gran arco de piedra. Macizo, dominante, misterioso. Era todo lo que quedaba en pie de lo que fue un enorme edificio. En derredor yacan columnas rotas y grandes bloques de piedra. Algo pareca alentar entre aquellos antiguos bloques ptreos. Un soplo de aire susurraba a travs de la arcada. Sin embargo, ms all nada se mova. Vease solamente un hondo valle vaco tan rido y lbrego como la llanura que acababan de cruzar. Dando un paso atrs, dijo Malkin: Salgamos pronto de aqu. Laura no se movi. La brisa rumoreaba por entre las rotas columnas. A travs