Lawhead, Stephen - Bizancio

617
Stephen Lawhead Bizancio 1

Transcript of Lawhead, Stephen - Bizancio

  • Stephen Lawhead

    Bizancio

    1

  • PRIMERA PARTE

    Dios estar contigo en las montaas,Jess estar contigo en los collados,

    el Espritu Santo estar contigo en los arroyos,las mesetas, las sierras y los campos;

    en todos los mares y en todas las tierras,en todos los yermos y prados,

    en cada descenso y en cada subida,en cada paso del viaje que des.

    2

  • Stephen Lawhead Bizancio

    1

    Vi Bizancio en un sueo y supe que morira all. Aquella gran ciudad me pareci un ser vivo: un grandioso len dorado o una serpiente enroscada sobre una roca, hermosa y mortfera. Con pasos temblorosos caminaba para abrazar a la bestia; el miedo me helaba la sangre. No oa sonido alguno salvo el latir de mi propio corazn y la respiracin lenta y jadeante de la criatura. Cuando me acerqu, sus ojos entornados se abrieron y la bestia despert. Levant su temible cabeza, abri la boca. Un ruido semejante al ulular del viento en el cielo invernal rasg el aire y sacudi la tierra, una rfaga de aliento pestilente me ech hacia atrs y pareca que mi propia carne se pudra de golpe.

    Me tambaleaba, senta nuseas, jadeaba, incapaz de resistir porque era arrastrado por una fuerza superior a m. Slo miraba espantado mientras la terrible bestia grua y mova la cabeza hacia arriba y hacia abajo, como un relmpago, como un guila arrojndose sobre su presa. Sent las horribles mandbulas muy cerca y me incorpor con un grito.

    Entonces me despert, pero sin alegra ni alivio, porque no estaba ante la vida, sino ante la certeza terrible de la muerte. Iba a morir y las torres doradas de Bizancio seran mi tumba.

    Y sin embargo, antes del sueo, un poco antes, yo vea las cosas de un modo muy diferente. A pocos hombres se les presenta una oportunidad tan magnfica, y me consider sumamente afortunado por mi buena suerte. Cmo no hacerlo? Era un honor poco frecuente para alguien tan joven, y lo saba muy bien. No era fcil olvidarlo, porque a cada momento me lo recordaban mis hermanos monjes, muchos de los cuales me miraban con envidia mal disimulada. Se me consideraba el ms capaz y culto de los sacerdotes jvenes, y por lo tanto el que tena ms probabilidades de obtener el honor que todos queramos.

    El sueo, sin embargo, envenen mi felicidad. Supe que mi vida terminara con sufrimiento y terror; lo haba visto en el sueo y no era tan tonto como para dudarlo. Saba, con la certeza de una conviccin probada a fuego, que lo que haba soado sucedera. Seguramente soy una de esas almas desgraciadas que ven el futuro en sus sueos, y mis sueos nunca se equivocan.

    El mensaje en que se nos comunicaba el plan del obispo nos haba llegado poco despus de Navidad.

    Sern elegidos once monjes nos inform el abad Fraoch esa noche en la mesa. Cinco monjes de Hy, tres de Lindisfarne y tres de Cenannus. La seleccin debe hacerse antes de Semana Santa.

    3

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Entonces nuestro buen abad abri los brazos para abarcar a todos los reunidos en el refectorio.

    Hermanos, place al Seor honrarnos de este modo. Por encima de todas las cosas, dejemos a un lado los celos y las rivalidades egostas, y que cada uno busque el camino del Santo Rey en los das por venir.

    Eso fue lo que hicimos, cada uno a su manera. En realidad, no fui menos fervoroso que el resto. Iban a elegir a tres, y yo quera ser uno de ellos. As que, a lo largo de los oscuros meses de invierno, me esforc por merecer ser elegido ante Dios y ante mis hermanos. Era el primero en levantarme y el ltimo en acostarme, y trabajaba con diligencia ilimitada, no slo dedicndome a aquellas tareas que me correspondan naturalmente, sino ocupndome tambin de las de los dems.

    Si alguno estaba rezando, iba a rezar con l. Si alguien haca algn trabajo, le ayudaba. Tanto en los campos, en el gallinero, en el oratorio como en el scriptorium, all estaba yo, diligente y laborioso, haciendo todo lo que estuviera a mi alcance para aliviar la carga de los dems y demostrar que era digno de mrito. Mi determinacin era implacable y mi devocin era insuperable.

    Cuando agot los trabajos, me impuse una penitencia seversima para castigarme y espantar a los demonios de la negligencia y la pereza; del orgullo, la envidia y el rencor; y a cualquier otro que se cruzase en mi camino. Con el corazn sincero y contrito, di una leccin de humildad a mi obstinado espritu.

    Entonces, una noche...Estaba metido en la rpida corriente del Blackwater, con un cubo

    de madera entre las manos temblorosas. La niebla se arremolinaba en lentos jirones sobre la superficie del ro, levemente espectral a la plida luz del cuarto creciente. Cuando empec a helarme, hund el cubo en el agua y me lo volqu sobre los hombros y la espalda. Mis rganos internos se estremecieron con el impacto del agua fra sobre la piel desnuda. Era lo nico que poda hacer para que dejaran de castaetearme los dientes; las mandbulas me dolan por el esfuerzo. Ya no senta ni las piernas ni los pies.

    Se form hielo en los remansos de las rocas situadas al borde del ro y en mi pelo mojado. Mi aliento formaba nubes alrededor de mi cabeza. Arriba, en lo alto, las estrellas brillaban como puntos de luz plateada, slidos como la tierra en invierno, duros como el hierro y silenciosos como la noche que me rodeaba.

    Varias veces me ech encima agua helada, para reforzar el cumplimiento de la penitencia que haba elegido.

    Kirieleisn... susurr. Seor, ten piedad.De esta forma continuaba mi vigilia, y me habra mantenido as si

    no me hubiese distrado la aparicin de dos hermanos con antorchas. O que alguien se aproximaba, volv el cuello, entumecido, y vi que bajaban por la empinada orilla del ro, con las antorchas en alto.

    4

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Aidan! Aidan! exclam uno.Era Tuam, el tesorero, con el joven Dda, el ayudante de cocina.

    Los dos se deslizaron hasta el borde del ro y se detuvieron un momento, como si escrutaran la corriente.

    Te hemos estado buscando.Ya me habis encontrado les respond tiritando.Debes salir de ah dijo Tuam.Cuando termine.El abad nos ha convocado a todos.El tesorero se detuvo, cogi mi capa y me la alcanz.Cmo supisteis que estaba aqu? les pregunt, acercndome

    a la orilla.Ruadh lo saba contest Dda mientras me ofreca la mano

    para ayudarme a subir a la resbaladiza orilla. Nos dijo dnde encontrarte.

    Levant hacia ellos mis manos, heladas; tirando de ellas, me sacaron del agua. Hice ademn de coger mi tnica, pero tena los dedos entumecidos, y me temblaban tanto que no la poda sujetar. Tuam enseguida me coloc la capa sobre los hombros.

    Gracias, hermano murmur mientras me arropaba.Puedes caminar? pregunt Tuam.Adnde vamos? pregunt, temblando violentamente.A la cueva replic Dda, con un destello de misterio en la

    expresin.Recog el resto de mis ropas, me las apret contra el pecho y los

    otros comenzaron a caminar.Los segua, pero tena los pies entumecidos y las piernas me

    temblaban tanto que me tambaleaba y ca tres veces antes de que Tuam y Dda vinieran en mi ayuda. Me sostuvieron entre los dos y reanudamos la marcha por el sendero paralelo al ro.

    Los monjes de Cenannus na Rg no siempre nos reunamos en la cueva. En realidad, slo lo hacamos en las ocasiones de mayor importancia, y aun entonces rara vez estbamos todos juntos. Aunque mis compaeros no tenan ninguna intencin de decir nada ms, pude imaginar por su actitud reservada que suceda algo extraordinario. Y no estaba equivocado.

    Como Tuam haba dicho, todos habamos sido convocados, y los dems ya estaban reunidos cuando alcanzamos el sanctorum speluncce. Entramos rpidamente y ocupamos nuestros sitios junto a los dems. Todava temblando, me vest con mi tnica y mi capa tan pronto como me lo permitieron mis heladas manos.

    Al vernos llegar, el abad dio un paso adelante y levant la mano para bendecirnos.

    Observamos, analizamos, estudiamos dijo el abad Fraoch; su voz semejaba un carraspeo en la oquedad de la cueva. Y esta noche rezaremos. Hizo una pausa. Pareca un pastor complacido por haber reunido a su rebao. Hermanos, pidamos la gua y la

    5

  • Stephen Lawhead Bizancio

    bendicin de Dios ante la eleccin que nos aguarda, porque esta noche deben ser elegidos los Cl D. Hizo otra pausa, como si estuviera observndonos una vez ms. Que la mente de Dios habite las nuestras y que se manifieste entre nosotros la sabidura del Seor. Amn!

    Todos los all reunidos respondimos: Amn. As sea!.De modo que al fin ha llegado el momento pens, y mi

    corazn comenz a agitarse. La espera ha terminado; esta noche se tomar la decisin.

    Hermanos, a rezar!Con estas palabras, el abad Fraoch se puso de rodillas ante el

    pequeo altar de piedra.No se dijo nada ms; nada ms haba que decir. Ya conocamos el

    significado de esas palabras repetidas desde haca tiempo, tras las discusiones y los debates interminables. As, despus de haber observado, analizado y estudiado a lo largo de los meses oscuros, pedamos ahora la bendicin del trono celestial. Nos arrodillamos sobre el rocoso suelo de la cueva y nos pusimos a rezar. El aire era denso por el calor de tantos cuerpos, y se enrareca a causa del humo y el perfume de las velas. Me arrodill y me inclin con los brazos extendidos y la cabeza tocando el suelo, oyendo mientras tanto el susurro de las invocaciones, que llenaban la cueva de un zumbido familiar.

    Gradualmente, el murmullo decreci y, al rato, un silencio profundo y tranquilo envolvi la cueva entera; salvo por el leve crepitar de las velas que parpadeaban y la respiracin lenta y regular de los monjes, no poda orse sonido alguno. Podramos haber sido los ltimos hombres de la tierra o los fantasmas de otra poca en espera de regresar a la vida.

    Rec ms fervientemente que nunca. Implor sabidura y orientacin, y mi empeo era sincero, lo juro! Supliqu:

    Rey de los misterios, que fuiste y sersantes que las cosas, antes que las edades,Rey inmortal, de aspecto gentil,que reina por siempre, otrgame tres favores:Capacidad para discernir tu voluntad,Sabidura para entenderla,Valor para llegar a donde ella me conduzca

    Esto fue lo que dije, y recalqu cada palabra. Entonces implor que el honor a que aspiraba fuera depositado en mis manos. A pesar de eso, qued atnito cuando, despus de un largusimo lapso de tiempo, o pasos cerca de m, sent que me tocaban el hombro, y o al abad pronunciar mi nombre:

    Levntate, Aidan, en pie.

    6

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Alc la cabeza lentamente. Las velas se haban reducido, la noche pasaba. El abad Fraoch me observ, se inclin gravemente y me puse de pie. El sigui avanzando entre los cuerpos postrados. Yo lo mir mientras iba de un lado a otro. Apenas un momento despus, se detuvo ante Brocmal, lo toc y lo hizo levantar. Brocmal se irgui y mir alrededor; me vio e inclin la cabeza como en seal de aprobacin. El abad continu caminando con pasos lentos, casi sin rumbo, entre los monjes que rezaban, hasta que lleg al lugar del hermano Libir. Se arrodill, toc a Libir, y le dijo que se pusiera de pie.

    Y all estbamos los tres, observndonos en silencio unos a otros. Brocmal y Libir, con gratitud y alegra; yo, perplejo. Haba sido elegido! Aquello que deseaba por encima de todas las cosas me haba sido concedido; apenas poda creer mi buena fortuna. Me estremec, triunfante y feliz.

    Arriba, hermanos gru Fraoch, ved a los elegidos del Seor. Entonces nos llam por nuestros nombres: Brocmal, Libir y Aidan, adelantaos.

    Nos reuni y nos pusimos a su lado. Los dems monjes nos miraban.

    Hermanos, ellos tres harn el peregrinaje en nuestro nombre. Sea glorificado el Rey de los Cielos!

    Sesenta pares de ojos parpadeaban ante nosotros sumidos en una confusa sorpresa y, en algunos casos, decepcin. Casi poda or sus pensamientos. Brocmal, s, claro; era un erudito en todas las materias y un experto en los libros. Libir, s, mil veces s! Era renombrado por su discrecin y su sabidura, y su paciencia y su piedad eran legendarias en todo Eire. Pero Aidan mac Cainnech? Tiene que ser un error... No era difcil leer la incredulidad pintada en sus rostros. Ms de un monje se preguntara por qu no lo haban elegido en mi lugar.

    Pero el abad Fraoch se mostraba ms que complacido con la eleccin.

    Demos ahora gracias a Dios y a todos los santos por tan satisfactoria conclusin de nuestras largas deliberaciones.

    Nos hizo rezar una sencilla oracin de accin de gracias y luego nos mand a nuestras tareas. Dejamos la cueva marchando inclinados para atravesar el angosto pasaje, y salimos a la luz del amanecer de un da fresco y ventoso. Bajo la plida luz rosada me pareci que ramos como cadveres resucitados. Despus de pasar una eternidad bajo la tierra, despertbamos, nos levantbamos y dejbamos la cueva para andar por el mundo otra vez. A m me pareca que el mundo entero haba cambiado, que era nuevo y estaba lleno de promesas: Bizancio esperaba, y yo estaba entre los Cel D elegidos para llevar a cabo el viaje. El Martirio Blanco lo llaman y as es.

    7

  • Stephen Lawhead Bizancio

    2

    Caminamos junto al Blackwater, cantamos un himno al nuevo da y llegamos a las puertas de la abada cuando el sol naciente rozaba el campanario. Despus de la hora prima nos reunimos en el refectorio para desayunar. Me sent a la larga mesa, consciente de mi nueva importancia. El hermano Enan, que lea salmos durante la comida de la maana, no pudo contener su euforia ante el hecho de que nuestra comunidad fuera, segn dijo, a enviar allende los mares a nuestros ms preciados miembros para entregar el gran libro al sacro emperador. Enan solicit hacer una oracin especial de agradecimiento por los tres elegidos, requerimiento que el abad le concedi. Entonces, con irrefrenable alegra, ley el magnficat.

    Al or la cadencia de las bien conocidas palabras, pens: S! As es! Esto es lo que se siente cuando se es elegido, cuando Dios te llama para una gran misin: mi alma alaba al Seor y mi espritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde siervo. S!.

    Era, como el abad Fraoch sostena y todos estaban de acuerdo, un gran honor para nosotros. Verdaderamente era un honor por el que haba suspirado tan ardientemente como todos los dems. Ahora me perteneca y apenas poda creer en mi buena suerte. Oyendo a Enan dar gracias a Dios por su bendicin, mi corazn se elevaba. Me senta humilde, complacido y orgulloso, las tres cosas a la vez, y eso me haca perder la serenidad, senta que era capaz de rerme a carcajadas o de llorar.

    Una sola vez, durante la comida, al llevarme el tazn a la boca, pude echar una mirada a la mesa alargada del refectorio y vi a varios hermanos mirndome fijamente. La idea de que encontraran en m algo notable hizo que sintiera un orgullo culpable que me hizo enrojecer. Segu comiendo el pan negro y, en atencin a mis bien intencionados hermanos, trat de no estar demasiado alegre, porque de lo contrario parecera arrogante a sus ojos y se sentiran ofendidos.

    Cuando termin la comida, el abad Fraoch me llam con un gesto. Me inclin para orle.

    Supongo que tienes muchas cosas en que pensar, Aidan me susurr.

    Como haca aos que haba perdido la voz por culpa de la espada de un vikingo, las emisiones de nuestro abad no eran nunca ms que susurros secos y speros gruidos.

    S, abad respond.Por tanto sigui, te eximo de tus obligaciones. Usa el da

    para descansar, para pensar..., para prepararte.

    8

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Iba a protestar, pero l continu:Te has esforzado mucho para lograr esta oportunidad. Tu fervor

    es digno de alabanza, hijo. Pero hay ms trabajo por delante, y un arduo viaje cuando cambie la estacin. Me puso una mano sobre el hombro. Un da entero para que dispongas de l, Aidan. Puede ser el ltimo que tengas libre en mucho tiempo.

    Se lo agradec y me retir. Luego cruc rpidamente el patio hacia mi celda. Apart la cortina de piel de buey, me arroj sobre la litera y me tend pataleando y riendo. Haba sido elegido. Elegido! Iba a ir a Bizancio! Me re hasta que me dolieron las mandbulas y las lgrimas me saltaron de los ojos y no pude rerme ms. La euforia me haba dejado exhausto. Como la noche anterior no haba dormido, cerr los ojos e intent descansar, pero mi mente no cesaba de dar vueltas. Piensa, Aidan! Piensa en todos los lugares que vas a ver, en la gente que vas a conocer. Ah, es maravilloso, maravilloso!

    Mis pensamientos volaban como pjaros en desbandada y, pese a estar cansado, no consegua dormir.

    As que pens en meditar. Como el abad haba sugerido, sera un viaje arduo y deba prepararme espiritual y mentalmente. Pareca adecuado ponerse a considerar todos los peligros y dificultades que pudieran aparecer en nuestro camino. Pero en vez de peligros, vi grandes cadenas de montaas envueltas en nubes y extraos mares brillando bajo cielos tambin extraos, vi gente reunida en las calles de las grandes ciudades y en los salones de fulgurantes palacios. En lugar de dificultades, vi a los poderosos de oriente, reyes, reinas, obispos y cortesanos, todos exhibiendo su esplendor como si quisieran rivalizar con la gloria del sol.

    Al fracasar en mis meditaciones, decid rezar. Comenc pidiendo perdn por esos recurrentes pensamientos. Muy pronto, sin embargo, me puse a pensar en el encuentro con el emperador, en cmo debera dirigirme a l, qu podra decirle, si debera besar su anillo o ponerme de rodillas..., miles de cosas ajenas a la oracin que haba comenzado.

    Al darme cuenta de que no poda dormir ni rezar, decid salir a pasear por las colinas. La soledad y el ejercicio, pens, podran calmar mi espritu obstinado y brindarme cierta tranquilidad espiritual. Me levant enseguida y abandon mi celda. Cruc rpidamente el patio, me dirig a la puerta, pas junto al alojamiento de los huspedes y sal. Siguiendo por el sendero exterior al muro, baj el poco profundo foso, sub por el lado opuesto y despus tom el camino de la colina. El da, antes luminoso, haba palidecido bajo un cielo oscuro, pero segua soplando un viento fresco y disfrut del penetrante aire fro en el rostro mientras iba caminando y mi respiracin se haca ms jadeante. El camino se elevaba rpidamente y pronto ascend a los cerros que estaban por encima de la abada y comenc a caminar por la cumbre.

    9

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Anduve un largo rato, dejando que mis pasos me llevaran a donde quisieran. Era una gran alegra sentir el viento fresco en la cara mientras llenaba mi alma de la belleza y el verdor de aquellas amadas colinas. Llegu por fin al lmite del gran bosque. No me atrev a entrar solo en el oscuro recinto, as que di media vuelta y retom el camino por el que haba venido. Pero mi mente vagaba lejos, lejos y por senderos desconocidos.

    Las imgenes de tierras extraas y de costumbres exticas poblaban mis pensamientos, y trataba de imaginar cmo sera andar por tierra extranjera, probar comida extranjera, or lenguas extranjeras cuyas palabras desconoca. Y cuando me vea en mis ensueos atravesando con dificultad campos desconocidos, de pie frente al Papa, o arrodillado ante el emperador, apenas poda creer que ese hombre, que tan claramente perciba, fuera yo mismo.

    En resumen, era, aunque frvolo, un ejercicio muy placentero, que me ocup hasta que llegu a mi lugar de descanso favorito: un saliente rocoso, poco antes de llegar a la cima de la colina, con vistas al monasterio y al ancho valle, y con el oscuro ro en la hondonada. Al abrigo de las rocas me sent sobre la hierba, mientras la campana del monasterio llamaba a sexta.

    Aunque slo haba transcurrido medio da, el sol de finales del invierno ya estaba bajo, baando el valle con una luz suave y neblinosa. La abada segua siendo tal como yo la haba fijado en mis ms tempranos recuerdos: al igual que su oratorio y su scriptorium, se trataba de un lugar solitario y seguro, donde ni siquiera el tiempo, el gran destructor, se atreva a entrar.

    Cenannus na Rig, as la llamaban: Kells de los Reyes. En otra poca haba sido fortaleza real, un fuerte de montaa rodeado y protegido por anillos de montes boscosos. Pero los reyes haban abandonado haca mucho tiempo aquella fortificacin en favor de Tara. As, si bien la antigua sede de los monarcas de Eire segua teniendo un aire soberano, las frondas y muros protegan un monasterio, as como a los habitantes de varios poblados cercanos.

    Haba llegado de nio a la abada. Fue deseo de mi padre que me hiciera monje. Cainnech era rey y yo su segundo hijo. Como se consideraba un buen augurio para el clan tener un monje de sangre noble, fui enviado para mi formacin, no a una noble casa, sino a un monasterio.

    Slo haba cumplido cinco veranos cuando me despidieron con una tela que mi madre haba tejido para m y me condujeron a Kells.

    La tela era para la capa que me pondra cuando tomara los hbitos. La llevo desde aquel da. Es de color gris, y no marrn como las de los dems monjes, porque soy prncipe de mi clan. Sin embargo, cualquier reclamacin que pudiera haber hecho al trono se desvaneci en mi dcimo verano, cuando mi padre y mi hermano, junto con la mayora del clan, fueron muertos en una batalla contra los daneses, en Dubh Llyn, cerca de Atha Cliath.

    10

  • Stephen Lawhead Bizancio

    A raz de su muerte, el reino pas a manos de un hombre de otra tribu, primo de mi padre. El da en que lo enterraron, enterr toda esperanza de lograr un lugar como sacerdote y consejero de un rey; ni mucho menos de llegar a ser soberano como haba sucedido con algunos sacerdotes. El mundo de la realeza y la corte no eran para m. Al principio me sent muy decepcionado, lo confieso. Luego, con el paso del tiempo, empez a gustarme cada vez ms la vida del monasterio, donde cada hombre est ocupado desde la aurora hasta el ocaso, y todo se mueve a ritmo preciso en el ciclo del trabajo, la oracin y el estudio.

    Me dediqu a estudiar y despus de doce veranos logr acceder al scriptorium, asegurndome el puesto de copista, aunque una pequea parte de m todava insistiera en alcanzar una vida ms plena.

    Esta es la razn por la cual, cuando el mensaje de la misin del obispo fue proclamado entre nosotros en aquella helada noche de invierno, tom la decisin de ser digno de unirme a la peregrinacin. Y haba tenido suerte, Dios sea loado! Era el ms afortunado de los hombres: iba a viajar a Bizancio. La sola idea me deleitaba; me abrazaba a m mismo, me meca sobre la hierba, me rea silenciosamente por mi buena fortuna.

    Mirando hacia abajo desde la colina, vi a los monjes salir de la capilla y volver a su trabajo: unos a la cocina para preparar la comida, otros al scriptorium; y otros a los talleres y almacenes o a los campos y a los montones de madera. Aunque se me haba concedido un da de descanso, me gustaba ver a los otros en sus quehaceres habituales. Me puse a contemplar el mundo que se extenda ms all del monasterio.

    Por el valle, pasadas las arboledas, corra el Blackwater. Del otro lado del ro, el ganado pastaba en la ladera, con los hocicos sobre el suelo helado y las colas al viento. Y ms all, las colinas desnudas, tapizadas del verde oscuro del invierno, se elevaban en suaves ondulaciones hacia el este. Un humo denso era esparcido por el viento, delatando el poblado ms prximo. En el horizonte, justo debajo de las nubes plomizas, apareca una raya azul plido.

    Yo contemplaba cmo ese jirn de color se ampliaba y se haca ms intenso hasta convertirse en un azul brillante. Abajo, en la abada, la campana de la cocina anunci la cena. Observ a los hermanos dirigirse al refectorio para comer, pero, contento con mi propia compaa, no hice ningn movimiento para unirme a ellos. El pan y el caldo no excitaban mi apetito. Estaba alegre, sumido en la belleza de un da que pareca tanto ms dulce a causa de mi buena suerte.

    Despus de un rato, se asom el sol entre el manto de nubes, y una luz plida y melosa ilumin la cima y me acarici con tibieza. Me apoy contra la fra roca, cerr los ojos y volv la cara al sol, dejando que el dbil calor me alcanzara las orejas y las mejillas. Dormitaba.

    11

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Aidan!Dugal, el ms alto de todos nosotros, se acerc rpidamente,

    subiendo la ladera a grandes zancadas. Guerrero antes de llegar a Cenannus, llevaba los tatuajes propios de su clan: un salmn rampante en el brazo derecho y un disco espiral en el izquierdo. Despus de tomar los hbitos, se haba hecho una cruz sobre el corazn.

    En fuerza y destreza raramente se le poda igualar: era capaz de romper varias nueces con el puo, poda arrojar tres cuchillos a la vez y mantenerlos dando vueltas en el aire tanto tiempo como quisiera. Una vez hasta lo vi levantar un caballo. Por formacin un guerrero, por vocacin un monje, era en muchos sentidos un cristiano poco comn.

    Nunca lo haba visto pelear, pero las cicatrices que le atravesaban los brazos hablaban de su valor en el combate. Como monje, sin embargo..., digamos que ninguna otra persona capaz de hablar latn que yo conociera poda arrojar una lanza ni la mitad de lejos que Dugal mac Caran. De todos los hermanos, era mi mejor amigo.

    Mo ana! exclam, dando un salto para llegar hasta m. Es una buena subida para un da fro. Me haba olvidado de que estuviera tan alto. Mir los alrededores y lentamente una sonrisa le ilumin la cara. Ah, s que es una buena vista para contemplar.

    Bienvenido, Dugal. Sintate y descansa.Se dej caer a mi lado sobre la roca, y juntos admiramos el valle.

    Ninguno habl durante un rato, contentndonos con absorber el poco calor que el sol ofreca.

    Como no vienes a la mesa, Ruadh me enva a buscarte. Saba que estaras aqu.

    Y aqu estoy.Asinti y, despus de un rato, me pregunt:Qu ests haciendo?Pensar le respond. Todava no puedo creer que me hayan

    elegido para ir con el libro.Eso es maravilloso! dijo Dugal, y me dio un codazo.

    Hermano, no ests contento?Sonre de oreja a oreja para darle a entender cunto.Ms que en toda mi vida. Te parece que est mal?Por toda respuesta, Dugal replic:Te he trado algo.Se llev la mano al cinto y cogi una bolsita de piel. Estaba nueva

    y en su superficie haba un nombre cuidadosamente grabado: Dna. Significaba audaz, un nombre que Dugal me haba puesto haca aos y que slo l usaba, una pequea broma del prncipe de los guerreros al dcil copista.

    Le agradec el regalo y le hice una observacin:Pero hacer esto te debe de haber llevado mucho tiempo. Cmo

    sabas que me iban a elegir?

    12

  • Stephen Lawhead Bizancio

    El gigantesco monje se encogi de hombros:Nunca lo he dudado dijo. Si alguien tena que ir, saba que

    seras t.Verdaderamente te lo agradezco, Dugal le dije. Lo llevar

    siempre conmigo.Asinti con satisfaccin y despus se volvi.Dicen que en Bizancio el cielo es dorado coment como de

    pasada y que hasta las estrellas son distintas.Es verdad confirm. Tambin he odo que la gente de all

    tiene la piel negra.Todos? pregunt, o solamente algunos?Al menos algunos le dije con seguridad.Las mujeres tambin?Supongo que s.Dugal se mordi los labios.No creo que me gustara ver a una mujer de piel negra.A m tampoco dije.Nos quedamos sentados en silencio un rato, pensando en lo

    extraordinario de los cielos dorados y de los hombres de piel negra. Finalmente, incapaz de contenerse por ms tiempo, Dugal suspir:

    Por Dios, ojal pudiese ir contigo. Lo dara todo por ir.O el deseo ardiente en su voz y sent en el corazn la aguda

    punzada de la culpa. Desde que me haba enterado de mi buena suerte, no haba dedicado a mi amigo el menor pensamiento, ni haba considerado los sentimientos de todos aquellos que quedaban atrs. En realidad, no haba pensado en nada excepto en m mismo y en mi propia felicidad. Afligido y avergonzado, tuve que rendirme ante aquella inequvoca prueba de mi gran egosmo.

    Yo tambin quisiera que vinieras le dije.Qu hermoso sera! Hizo una pausa considerando esta

    atrevida posibilidad. Pero fue incapaz de concebirla, y se resign con otro suspiro. Ah, Dios Santo...

    El ganado del valle comenz a bajar y a acercarse lentamente al ro para beber. El plido sol se iba alejando, manchando las nubes del color de la mantequilla. Not que el viento se haba calmado y haba cambiado de direccin, esparciendo el olor y el humo de la cocina.

    Mo croi murmur el gigantesco monje al rato. Mranos. Qu te parece a ti que ser de nosotros?

    Yo me ir y t te quedars, pens, y en ese mismo momento me di cuenta por primera vez de que iba a abandonar cada una de las cosas familiares que haba conocido. Me ira, y pasaran meses, tal vez aos, antes de que volviera a abrazar a alguno de mis amigos o hermanos. El tupido tejido de mi vida se desgarrara de maneras que no poda concebir. No dije una palabra de esto, cmo habra podido? En cambio, respond:

    Quin puede saberlo?El se qued en silencio un rato; luego pregunt:

    13

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Me vas a traer un regalo, Aidan?Eso me gustara le promet, contento de tener algo que

    ofrecerle como consuelo. Volv la cabeza para mirarlo. El todava estaba contemplando el valle pero tena los ojos llorosos. Lo que desees.

    Creo que los cuchillos de Bizancio son los mejores de todo el mundo, mejores incluso que los que hacen los sajones.

    Te gustara un cuchillo?S, eso quiero.Entonces te voy a traer el mejor cuchillo de todo Bizancio! le

    asegur, Y tambin una lanza.El asinti y mir el valle que se iba oscureciendo.Tengo que volver dijo Dugal mientras con un gesto rpido se

    pasaba la mano por los ojos. Ruadh se estar preguntando qu me ha pasado. A algunos no nos dejan sentarnos a pensar todo el da.

    Vuelvo contigo le dije.Se puso de pie y me extendi su inmensa mano. La cog y me

    levant de un tirn. Nos miramos cara a cara sin hablarnos.Finalmente, Dugal se dio media vuelta y contempl una vez ms

    el valle.Se est bien aqu arriba, en cualquier caso.Me gusta. Dej que el aire penetrara profundamente en mis

    pulmones y mir de nuevo a mi alrededor. El sol ahora se estaba escondiendo rpidamente y las colinas lejanas lanzaban destellos de un suave verde glacial con sombras azul hielo. Seguramente echar de menos todas estas cosas.

    Pero piensa en todos los lugares nuevos que vas a ver, Dna. Dugal no me miraba. Pronto te olvidars de todo esto... de esto... se le quebr la voz.

    Un cuervo que volaba en lo alto rasg el aire con su clamor solitario y pens que se me iba a romper el corazn.

    Cmo me gustara poder ir contigo murmur Dugal.A m tambin, Dugal. A m tambin.

    14

  • Stephen Lawhead Bizancio

    3

    Dugal y yo volvimos a la abada, a la rutina diaria. Aunque el abad me haba relevado de mis deberes por ese da, consider que era mejor asumirlos, e incluso incrementarlos si poda, y de esta forma prepararme para los rigores del viaje. Dugal se fue a la fbrica de cerveza y yo me dirig al scriptorium para reanudar el trabajo.

    El sol barra las cumbres de las colinas, esparciendo una luz amarilla y sombras azules por el patio; llegu a la puerta cuando la campana llamaba a nona. Me detuve all, me ech a un lado y un instante despus mis compaeros copistas comenzaron a salir en tropel al patio. Otros dejaron sus rutinas hablando en voz alta mientras ascendan la colina en direccin a la capilla.

    Tan pronto de vuelta, Aidan?Me volv y vi a Cellach, el bibliotecario, que me observaba con la

    cabeza ladeada como si estuviera resolviendo algn complicado problema filosfico.

    Ah, hermano Cellach, hay una tarea que debera terminar.Claro. Cellach se alej escondiendo las manos en las mangas.Cuando todos se fueron, entr en el scriptorium y fui hasta mi

    sitio. El manuscrito sin terminar descansaba en la mesa. Cog mi pluma y me qued de pie contemplando la ltima lnea que haba escrito. Las letras negras y juntas, tan elegantes y sencillas, parecan perfectamente concebidas para sobrellevar el peso del inspirado mensaje. Vino a mi mente el fragmento de un texto que haba escrito muchas veces: El Cielo y la Tierra pasarn, pero mi palabra permanecer para siempre....

    Palabra de la palabra de Dios pens; soy la vitela y t eres el copista. Escribe lo que desees, Seor, para que todo el que me vea honre tu gracia y majestad!

    Dejando a un lado la pluma, me sent en la sala vaca, mirando y escuchando, recordando todo lo que haba aprendido y practicado en ese sitio. Observ las mesas agrupadas, cada una con su banco; estaban todos gastados, ya que el duro roble haba sido pulido por aos de constante uso. En ese lugar todo estaba completa y minuciosamente ordenado: la vitela estirada y preparada, las plumas situadas en la esquina derecha de cada mesa y los tinteros en el suelo de tierra, al lado de cada pupitre.

    La fina luz se filtraba a travs de las estrechas y altas ventanas que haba en las cuatro paredes. El viento gema mientras circulaba alrededor del scriptorium, buscando algn agujero en la madera para colarse, pero muchas manos durante muchos aos haban colocado bolas de lana en las grietas, frustrando todos los intentos, excepto los de los ms feroces vendavales.

    15

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Cerr los ojos y olisque. El lugar ola a carbn vegetal a causa de las brasas rojas que ardan en la chimenea de piedra, situada en el centro de la habitacin. El humo blanco y penetrante suba hacia la ventana del techo de paja.

    Mi misin, cuando llegu all por primera vez, haba sido acarrear la turba, guardar los leos y mantener vivo aquel fuego durante los das del helado invierno. Sola sentarme en el rincn, junto a mi montn de carbn, y observar las caras de los copistas sumidos en su trabajo, todos con la mirada atenta mientras copiaban aplicadamente a los profetas, los salmos y el evangelio, y sus plumas rasgaban la seca vitela.

    Vea ahora el scriptorium de modo muy parecido a como lo haba visto entonces. No una habitacin sino toda una fortaleza, autosuficiente, una roca frente a los vientos del caos que amenazaban ms all de las paredes del monasterio. El orden y la armona reinaban aqu.

    Despus de las oraciones, mis compaeros copistas volvieron a su trabajo, dejando las conversaciones al llegar a la puerta. En el scriptorium ninguna voz se alzaba por encima de un susurro, y esto rara vez, porque el sonido molestaba o distraa. Un instante de falta de concentracin poda malograr una pgina y echar a perder das de ardua labor.

    Cog mi pluma una vez ms y me dediqu a completar el pasaje que tena ante m; trabaj alegremente hasta que llamaron a vsperas. Guardbamos nuestro trabajo por la noche y dejbamos el scriptorium para ir a reunimos con nuestros hermanos en la capilla. Despus de las oraciones, nos sentbamos todos a la mesa para partir el pan que acompaaba nuestra comida nocturna: un guiso aguado de lentejas diminutas con tocino. El hermano Fernach lea salmos mientras comamos; Ruadh lea fragmentos de la Regla de Colum Cille y despus nos enviaba a nuestras celdas para estudiar.

    Yo estaba leyendo con mucho inters el Cntico de los tres jvenes, y mi diligencia fue recompensada, porque en cuanto termin de encender las velas la campana llam a completas. Dej con mucho cuidado el libro a un lado, abandon la celda y me reun con los hermanos camino de la capilla. Busqu a Dugal entre ellos, pero la noche estaba oscura y no lo vi. Tampoco despus lo vi.

    Se ofrecan oraciones por el inminente viaje, y esto me dio la idea de hacer una peticin por mi cuenta. As, despus del servicio busqu a Ruadh, nuestro secnab, y le ped hacer vigilia esa noche. Como segundo del abad Fraoch, era responsabilidad de Ruadh indicar quines deban ser los lectores y hacer vigilia cada da.

    Cruzando el patio, me dirig a una pequea cabaa situada cerca del alojamiento del abad. Me detuve en la entrada de la celda y, apartando la piel de buey que serva de cortina, llam a la puerta. Un momento despus, Ruadh me dijo que entrara. Empuj la puerta y entr en una habitacin radiante por la luz de las velas. El aire ola a

    16

  • Stephen Lawhead Bizancio

    cera de abeja y a miel. Ruadh estaba sentado en su silla, delante de la chimenea encendida, con los pies desnudos tocando casi el fuego. Cuando estuve ante l, dej el rollo que estaba leyendo y se puso de pie.

    Sintate conmigo, Aidan me dijo, sealando una banqueta de tres patas. No quiero quitarte mucho tiempo de tu descanso.

    Ruadh era, como he dicho, secnab de nuestra comunidad, el segundo tras el abad Fraoch en la jerarqua monstica. Era tambin mi confesor y gua, mi anamcara, mi amigo del alma, responsable de mi salud y progreso espirituales.

    Llev la banqueta junto al fuego y acerqu las manos a la lumbre, esperando que Ruadh hablara. La celda, como casi todas, era una habitacin de piedra desnuda con una pequea ventana en una pared y una cama de paja en el suelo. La bulga de Ruadh, su portalibros de cuero, colgaba de un gancho situado sobre el camastro, y un recipiente con agua descansaba a los pies. Las velas se sostenan en candeleros de hierro y sobre piedras en el suelo. El nico adorno de la habitacin era una repisa de piedra con una pequea cruz de madera.

    Muchas veces nos habamos sentado juntos en aquella sencilla cabaa, enfrascados en largas conversaciones sobre algn tema de teologa, o desenmaraando alguno de los numerosos enredos que se liaban en la madeja de mi espritu. Me di cuenta de que sta podra ser la ltima vez que me sentara con mi amigo del alma. Instantneamente, me sobrevino una profunda melancola y sent otra vez el dolor de la despedida... Oh, haba muchas despedidas por delante.

    Bueno, Aidan dijo Ruadh, levantando la vista del fuego, has logrado el deseo de tu corazn. Cmo te sientes?

    Bien, estoy contento respond; pero mi repentina falta de entusiasmo pareca decir otra cosa.

    De veras? preguntaba Ruadh. Me parece que expresas tu alegra de un modo triste, Aidan.

    Estoy muy contento insist. Ha sido mi nico pensamiento desde que supe del plan del obispo, como bien sabes.

    Y ahora que has logrado lo que deseabas, comienzas a ver el otro lado de las cosas apunt.

    He tenido tiempo de meditar sobre los ms mnimos detalles dije y creo que la decisin del abad no me ha alegrado tanto como esperaba.

    Imaginaste que te traera felicidad? Por eso la deseaste tan ardientemente?

    No, confesor me apresur a protestar. Es que ahora estoy empezando a darme cuenta de todo lo que dejar atrs cuando me vaya.

    Eso es de esperar. Se inclin hacia m con simpata. Siempre he odo decir que para ir a otra parte, uno debe dejar el

    17

  • Stephen Lawhead Bizancio

    lugar donde est y viajar. Contrajo los labios y se frot el mentn. Aunque no soy una autoridad en tales asuntos, estoy convencido de que eso debe de ser cierto.

    Mi corazn se aliger en parte ante su amable ingenio.Como siempre, tu sabidura es incontestable, confesor.Recuerda, Aidan dijo, inclinndose hacia delante: nunca

    dudes en la oscuridad de aquello que creas en la luz. Tambin esto: a menos que el peregrino lleve consigo lo que busca, no lo encontrar cuando llegue.

    Lo recordar.Se recost en su silla una vez ms.Ahora, veamos, qu preparativos hars?No haba dedicado ni un pensamiento a ningn preparativo

    especfico.Creo que comenc a decir lentamente, algo rpido sera

    adecuado... un tredinus, creo, me preparara para...Ruadh me detuvo.Un ayuno de tres das es verdaderamente digno de encomio...

    se apur a confirmar, Pero como estamos en tiempo de cuaresma, ms que aadir ayuno al ayuno, puedo sugerirte otra disciplina? Un ayuno espiritual, si te parece.

    S?Haz las paces con aquellos que dejars atrs dijo. Si alguien

    te ha lastimado o si hay alguien contra quien guardes rencor... ahora es el momento de aclarar las cosas.

    Abr la boca para objetar que yo no tena ningn conflicto con nadie, pero Ruadh continu:

    Escchame, hijo. No es cosa que deba tratarse a la ligera. Quiero hacerte ver que este asunto merece tu ms alta consideracin.

    Si insistes, confesor repliqu, en cierto modo confundido por su vehemencia. Sin embargo, pienso que un ayuno sera ms beneficioso. Puedo hacer las dos cosas.

    No ests pensando, Aidan dijo. Piensa! Hay un tiempo para ayunar y un tiempo para festejar. El viaje que hars es sumamente difcil. Los contratiempos y las privaciones sern los menores peligros que tendrs que afrontar.

    Es verdad, secnab. Soy consciente de los peligros.En serio? dijo. Me pregunto si es as.No respond.Ruadh se acerc a m por encima del fuego.Ahora es tiempo de reunir fuerzas para el viaje, hijo. Come

    bien, bebe bien, duerme y descansa tanto como puedas. Almacena tu vigor para usarlo el da en que te sea necesario.

    Si piensas que eso es lo ms adecuado, confesor dije, entonces as lo har.

    Como si no me hubiese odo, Ruadh dijo:

    18

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Pronto dejars este lugar, tal vez para siempre, debo decirlo. Por lo tanto, debes marcharte con el corazn libre y limpio. Cuando partas, ve con tu alma en paz; as podrs hacer frente a todos los peligros que sobrevengan con mayor valor y fortaleza, con la conviccin de que no guardas enemistad con ningn hombre y de que ningn hombre est enemistado contigo.

    Como t digas, confesor repliqu.Ah! No has escuchado ni una sola palabra. No lo hagas por m,

    hijo. Yo no soy el que ir a Bizancio. Me mir con cierta impaciencia. Bueno, piensa en lo que he dicho.

    Cogi otra vez la vitela, dando as por terminada nuestra conversacin.

    Confa en que har tal como me has aconsejado repliqu mientras me levantaba.

    La paz sea contigo, Aidan.Avanc hacia la puerta.Dios te guarde esta noche, secnab le dije.De pronto me sent muy cansado, bostec y decid no solicitar la

    vigilia de aquella noche.Volviendo la cabeza para mirarme, Ruadh dijo:Descansa mientras puedas, Aidan, porque llegar la noche en

    que ningn hombre pueda descansar.Sal a la oscuridad y elev los ojos hacia un cielo salpicado de

    estrellas. El viento haba cesado y el mundo permaneca quieto y en silencio. En una noche como sa, cualquier conversacin acerca del peligro y la dificultad no poda ser otra cosa que una exageracin. Volv a mi celda y me acost en mi camastro.

    19

  • Stephen Lawhead Bizancio

    4

    El da siguiente era Viernes Santo, fecha en que no se trabaja, excepto lo estrictamente necesario para el mantenimiento de la abada y sus moradores. La mayora de nosotros renovamos nuestra tonsura, a fin de estar bien afeitados para el Domingo de Resurreccin.

    La tonsura de los Cel D es peculiar; la parte anterior de la cabeza se afeita de oreja a oreja, salvo una delgada lnea que forma un crculo llamado corona, smbolo de la corona que esperamos recibir un da de manos del Seor. Debe recortarse de tanto en tanto, por supuesto, pues el cabello vuelve a crecer en mechones desiguales. La renovacin de la tonsura es un servicio que nos prestamos los unos a los otros. Somos expertos barberos.

    Como el da era clido, Dugal y yo decidimos sentarnos en un banco del patio mientras los otros llevaban a cabo el rito del afeitado. Nuestros hermanos estaban visiblemente ocupados, y nosotros llenbamos el patio con nuestra charla relajada y placentera. Yo me estaba secando la cabeza recin afeitada con un pao cuando Cellach me llam.

    Te estn buscando dijo, y o un tono de cansada resignacin en su voz.

    Perdname, maestro, pens que habamos terminado.Yo tambin suspir. Pero no habr paz hasta que estn

    conformes. Ve con ellos, hijo. A ver qu puedes hacer.Bueno, nuestra parte del libro estaba terminada. Sin embargo,

    Libir y Brocmal, todava trabajando en sus largusimas hojas, insistieron en revisar toda la labor otra vez. Suplicaron al maestro Cellach con tanto ardor que ste accedi slo para que se callaran, y yo tuve que colaborar.

    Al llegar, vi que los dos copistas haban extendido todas las hojas y haban colocado dos o tres en cada mesa vaca del scriptorium. Entonces, comenzando por la parte anterior, fueron de mesa en mesa, inspeccionando los pliegos con las cabezas inclinadas y las narices casi rozando la vitela, recorriendo con aguda mirada los textos y las ilustraciones en busca de visibles defectos. Los segu, con las manos a la espalda, mirando el magnfico trabajo y profiriendo pequeas exclamaciones de placer. Verdaderamente es un libro santo!

    Pero, a poco de iniciada la inspeccin, los dos copistas pertinaces encontraron un fallo.

    Aidan! grit Brocmal volvindose hacia m tan fieramente que mi primer pensamiento fue que el error, cualquiera que fuese, haba sido mo. Necesitamos tinta!

    20

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Esto se puede arreglar dijo solemnemente Libir con la cara casi incrustada en la mesa. Una o dos lneas..., lo ves? Aqu... y aqu.

    Gracias a Dios dijo Brocmal con exagerado alivio, inclinndose sobre la hoja cuestionada. Preparar una pluma.

    Se volvi y, viendo que yo observaba, grit:Qu pasa, Aidan? El obispo llegar en cualquier momento.

    Necesitamos tinta! Qu haces ah parado como un poste?No dijiste de qu color se necesita.Rojo! Cul, si no? dijo, fastidiado.Y azul aadi Libir.Azul y rojo orden Brocmal, Aprisa, holgazn!De este modo trabajamos la mayor parte del da, porque despus

    de haber corregido una falta, pronto encontraron otras que requirieron su inmediata atencin, aunque yo no vi ninguno de los supuestos errores que ellos tan ruidosamente localizaban. Nos perdimos el oficio diurno y la comida del medioda, todo para enmendar los errores.

    Despus de la hora nona, yo estaba frente a la mesa de mezclas moliendo polvo rojo y ocre en un mortero, cuando son la campana. Dejando de lado mis herramientas, me puse rpidamente la capa, me cubr y entr en el scriptorium.

    Ha llegado el obispo! anunci Brocmal, aunque Libir y yo ya estbamos corriendo hacia la puerta.

    En el patio nos unimos a la multitud que marchaba hacia el portn.

    Ordenados en filas a derecha e izquierda, comenzamos a cantar un himno para dar la bienvenida a nuestros invitados. El obispo Cadoc lideraba el grupo marchando con energa a pesar de su avanzada edad. Su paso era firme y su vista aguda como la del guila de la cambutta que sostena. Este smbolo sagrado, hecho de oro y colocado en la punta del bculo del obispo, brillaba con luz sagrada al sol del medioda, dibujando sombras a medida que avanzaba.

    Haba muchos monjes con l, unos treinta en total. Los mir detenidamente mientras atravesaban la entrada, y me pregunt cules seran los elegidos. Me pregunt tambin quin llevara el libro. Porque, aunque vi ms de un bulga colgado de los hombros de los monjes, no vi ninguno que se pudiera considerar lo suficientemente grande para llevar el Libro de Colum Cille.

    El abad Fraoch recibi a los visitantes dentro y dio la bienvenida al obispo con un beso. Hizo un saludo afectuoso a la compaa, diciendo:

    Salud, hermanos! En el nombre de Nuestro Seor y Salvador Jess, os damos la bienvenida a Cenannus na Rg. Quiera Dios que tengamos paz y alegra mientras estemos juntos. Descansad ahora y sentos a gusto mientras os ofrecemos todas las comodidades que poseemos.

    21

  • Stephen Lawhead Bizancio

    A esto respondi el obispo:Eres muy amable, hermano Fraoch, pero somos trabajadores de

    los campos del Seor. As que no esperamos nada de lo que vosotros estis privados. Y mirando a su alrededor, abri los brazos. La paz del Seor sea con vosotros, queridos hijos dijo con voz muy fuerte.

    Contestamos:Y con tu espritu!Si bien muchos han venido conmigo, muchos ms me habran

    acompaado gozosamente continu el obispo. Traigo saludos de los hermanos de Hy y Lindisfarne. Hizo una pausa, sonriendo con alegra. Tambin he trado un tesoro.

    Mientras entregaba el bculo a su secnab, el obispo Cadoc hizo una sea a uno de los monjes para que se adelantara. El monje se aproxim, pas la correa de su bulga por encima de su cabeza y se la ofreci a su superior. Cadoc la cogi, abri el broche, levant la cubierta y sac el libro ante las exclamaciones de asombro y maravilla de todos los que lo rodeaban.

    Ah, era magnfico! Incluso de lejos me pareci una maravilla, pero el cumtach no era de cuero, ni tampoco de la vitela que se usaba para libros muy especiales. La cubierta era una lmina de plata labrada con figuras fantsticas, espirales, remaches y volutas. En cada esquina de la cubierta haba un segmento muy trabajado, en el centro de cada uno de los cuales se haba engastado una gema diferente. stas rodeaban una cruz repujada, con rubes incrustados. Con la luz solar, la cubierta de plata pareca un ser vivo que se moviera al comps del Rey Glorioso de la creacin.

    El abad Fraoch cogi el libro y lo bes. Entonces lo levant por encima de su cabeza y se volvi en una y otra direccin para que todos pudiramos contemplarlo. Tras dos aos de preparacin, el Libro de Colum Cille era un tesoro hermoso y extraordinario, un presente digno de un emperador. Mi corazn se llenaba de orgullo al verlo.

    Devolviendo el libro a su humilde bolsa otra vez, el abad y el obispo pasearon juntos del brazo, subieron la colina y llegaron al oratorio, donde sostuvieron una larga conversacin hasta que llamaron a vsperas. Muchos de nuestros monjes, que haban vivido anteriormente en Hy o en Lindisfarne, disfrutaban del reencuentro con los hermanos visitantes; algunos eran parientes. Se abrazaban y se estrechaban las manos afectuosamente. Todos hablaban al mismo tiempo. Despus de un rato, el hermano Paulino, nuestro portero, tuvo que gritar para que los invitados lo acompaaran; a continuacin los condujo al albergue de huspedes.

    Brocmal, Libir y yo volvimos al scriptorium, donde trabajamos hasta la cena; entonces, los dos copistas, sin encontrar ninguna otra pequeez que modificar, declararon el trabajo concluido.

    22

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Est terminado dijo Libir. Hemos cumplido nuestra parte, que Jess tenga piedad de nosotros.

    Quiera Dios que el obispo d el visto bueno. Brocmal se permiti finalmente una leve sonrisa de satisfaccin mientras sus ojos recorran las mesas. Yo lo he dado ya.

    Vosotros sois los verdaderos artfices dije. Aunque mi participacin ha sido nfima, estoy orgulloso de haber estado a vuestras rdenes.

    Ambos monjes me miraron con curiosidad, y yo pens que tendran en cuenta mi contribucin, al mostrarse tan complacidos ante el resultado del trabajo, pero dieron media vuelta sin decir nada. Luego nos reunimos con nuestros hermanos para la celebracin de la pascua, no sin antes dejar bien guardadas las preciosas hojas.

    El obispo Cadoc, como invitado de honor, ley el Beato y rez. Escuch con la mayor atencin, tratando de determinar qu clase de hombre era, porque, aunque lo haba visto una vez, haba sido durante mi infancia y no recordaba casi nada.

    Cadoc, como mi viejo maestro Cybi, era britnico. Me dijeron que de nio haba estudiado en Bangor-ys-Coed bajo la direccin del renombrado Elffod, y que en su juventud haba recorrido todo el reino de los francos, enseando y predicando antes de volver a los reinos anglosajones para dirigir la comunidad de Cndida Casa, donde a menudo mantena discusiones con el sabio Escoto Ergena. El eximio Sedulio, o Saidhuil, como lo llambamos nosotros, haba escrito un poema para conmemorar un complejo debate que ambos haban sostenido.

    Mirando al pequeo obispo, me pareca lgico que los hombres ilustres quisieran conseguir su amistad. Bajo de estatura y ya entrado en aos, posea, sin embargo, la gracia y la dignidad de un rey, y gozaba de la salud de quien an est en la flor de la juventud. Si, a pesar de su mpetu, afloraba alguna incertidumbre, Cadoc slo tena que hablar y la duda se desvaneca, porque su voz era un poderoso instrumento, rico, pletrico y sonoro, apto para entonar una cancin en cualquier momento. Este rasgo, me parece, lo comparta con sus paisanos; nada gustaba ms a los nacidos en Cymry que or su propia voz entonando una cancin. Y aunque yo nunca haba odo una trompeta, si alguien me hubiera dicho que sonaba como el obispo de Hy cantando un himno, lo habra credo.

    Despus de la comida, Brocmal, Libir y yo fuimos presentados a Cadoc. El abad nos llam a su aposento, donde estaban l y el obispo sentados, acompaados por sus respectivos secnabs, bebiendo una copa de aguamiel de pascua. Ahora que la fiesta haba comenzado, se permitan estos lujos.

    Bienvenidos, hermanos. Venid y sentaos con nosotros.El abad nos seal unos lugares en el suelo entre sus sillas.

    Haban servido tres copas ms anticipando nuestra llegada, y cuando el abad las reparti, dijo con voz quebrada en un susurro:

    23

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Le he estado hablando al obispo Cadoc de la contribucin que habis hecho al libro. Tiene muchos deseos de ver qu es lo que habis logrado.

    El obispo nos pidi entonces que describiramos nuestro trabajo.Brocmal comenz un largusimo recuento de las tareas y del

    modo en que se haban distribuido los trabajos entre los miembros del scriptorium; Libir haca acotaciones de vez en cuando y el obispo Cadoc les pregunt muchas cosas a ambos. Yo escuchaba, esperando mi turno para hablar, pero ste no lleg.

    Es un signo de mi espritu orgulloso, sin duda, pero comenc a sentirme marginado, y no fui el nico. El maestro Cellach, bajo cuya hbil y dedicada direccin se haba cumplido la tarea, no recibi una sola mencin, ni tampoco ninguno de los dems copistas, y eso que haban sido muchos. Mi propia mano haba copiado no menos de treinta y ocho pasajes y haba llenado ms de veinte hojas. Y yo no era ms que uno de los copistas que haban trabajado en tres scriptoria, en tres islas distintas. Adems, los hombres que cuidaron las vacas que dieron a luz a las terneras con cuyo pellejo se hicieron los pergaminos no eran menos importantes que los copistas que haban decorado dichas pieles con tan esplndido arte. Pero estaba claro, reflexion, que ningn pastor iba a ir a Bizancio.

    Bueno, era un detalle, una interpretacin arriesgada, tal vez. Pero no pude evitar sentir la punzada de un insulto. El orgullo, supongo, ser mi ruina. Pero Brocmal y Libir, me parece, estaban cosechando su recompensa a costa de todos los que nunca seran reconocidos. Tom la determinacin de remediar tal injusticia. Pero debera esperar el momento para encontrar la mejor oportunidad.

    As que me sent en el suelo a los pies del abad Fraoch, bebiendo el dulce lquido y oyendo a Brocmal describir un libro que yo conoca muy bien, pero que ahora pareca serme totalmente ajeno, y pens en el viaje, y me pregunt cmo seran los otros peregrinos. Si todos eran como Brocmal y Libir, conclu, sera una campaa difcil de soportar.

    Al rato, Brocmal termin de hablar y el obispo se volvi hacia el abad.

    Has elegido bien, Fraoch dijo, sonriendo como un hombre que conoce un secreto valioso. Estos hombres nos servirn admirablemente en nuestro empeo.

    El uso de esa extraa palabra me llam la atencin. Se refera al viaje... o tena otra cosa en mente? La misteriosa expresin indicaba que se refera a algo ms que la entrega del libro al emperador.

    Pero el abad le devolvi la sonrisa.De eso, Cadoc, no tengo la menor duda. Levant la copa.

    Bebo por el xito de nuestra misin, hermanos. Quiera Dios colmaros de bendiciones y protegeros siempre.

    Amn respondi Cadoc, y todos levantamos nuestras copas con el abad.

    24

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Entonces la campana llam a completas y fuimos a rezar nuestras oraciones.

    Volveremos a hablar nos asegur el obispo.Les dimos las buenas noches a ambos y dejamos el cuarto del

    abad en direccin a la capilla. Brocmal y Libir, de buen humor, cantaban mientras suban la colina. Yo iba detrs, con los ojos bajos; me senta molesto con ambos y disgustado conmigo mismo por tal sentimiento.

    Entr en la capilla y busqu un sitio al lado del muro norte, tan lejos de Brocmal y Libir como me fue posible. Dugal vino y se puso a mi lado, dndome un codazo para que me percatara de su presencia. Levant la cabeza, pero no dije nada, perdido como estaba en mis propios pensamientos: Por qu siempre me siento as? Qu me importa que ellos reciban el honor de los elogios del obispo? Ellos se lo han ganado, despus de todo. No es como si hubieran robado el libro o reclamaran ms de lo que merecen. Qu es lo que me pasa?.

    Terminaron las oraciones y fui a mi celda para intentar dormirme. A la maana siguiente, despus de los maitines, desayunamos con nuestros visitantes, y como los deberes habituales estaban suspendidos a causa de las celebraciones de la pascua, todos nos reunimos en el patio para cantar. El da haba comenzado fresco y brillante, con un cielo lleno de nubes. Mientras cantbamos, las nubes fueron entrelazndose y unindose; comenz a caer una llovizna que finalmente nos oblig a entrar en el refectorio, donde nos reunimos en grupos para conversar con nuestros hermanos visitantes alrededor de la mesa.

    A diferencia de la mayora de los monjes de Cenannus, yo no conoca a nadie de Hy ni de Lindisfarne. Pero mientras Dugal y yo bamos pasando entre los monjes, uno de los extranjeros me llam:

    Aidan mac Cainnech!Me volv y me encontr con un hombre bajo, de cara cuadrada,

    pelo castao rizado y ojos oscuros del mismo color, que estaba sentado con otros dos desconocidos. Los tres me miraban con evidente inters.

    Ve con ellos me insisti Dugal. Quieren hablarte.Me dej y se fue a otra mesa.Os doy la bienvenida dije mientras me acercaba.Sintate con nosotros dijo el visitante. Quisiramos hablar

    contigo, si no te importa.Estoy a vuestro servicio, hermanos dije sentndome a la

    mesa. Con gusto me hubiera presentado, pero parece que ya conocis mi nombre.

    No nos juzgues mal dijo uno de los otros dos. Somos de Cymry y la curiosidad es una plaga entre nosotros.

    Los otros dos se rieron: obviamente era una plaga divertida. Me cayeron bien enseguida.

    25

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Yo soy Brynach dijo el que me haba llamado. Estos son mis hermanos. No! Mis anamcari. Levant la mano para sealarme a los otros dos. Esta caa delgada y seca es Gwilym. Me indic a un hombre alto y flaco de pelo escaso. Y ste es Morien dijo, y me present a un hombre de pelo rizado muy tupido y ojos azules. Aunque advirti si lo llamas as nunca te responder, porque todos lo conocen por Ddewi.

    Hermanos dije, envidiando la franqueza con que se trataban, estoy muy contento de conoceros. Ruego que esta pascua con nosotros sea alimento y bebida para vuestras almas. Hice una pausa, advirtiendo la impertinencia de la pregunta aun antes de hacerla, pero sin poder evitarla. Por favor, no pensis mal de m, pero nunca he visitado Hy ni Lindisfarne, y me gustara saber de cul de esos hermosos lugares provens.

    De ninguno de los dos contest alegremente Gwilym. Nuestro hogar est en Ty Gwyn, pero ltimamente hemos pasado algunos aos en Menevia y en Bangor-ys-Coed.

    Vaya repliqu, no saba que el libro tambin se hubiera preparado all.

    No se hizo contest Brynach. Supimos del libro demasiado tarde para prestar servicio en esa parte de la empresa.

    De nuevo mis sentidos intuyeron la existencia de un propsito oculto en aquel viaje, propsito que muchos parecan conocer.

    Parecis bien informados de estos asuntos suger. Estoy en lo cierto si pienso que estis entre los elegidos para el viaje?

    Lo estamos, s afirm Brynach.Pero no sois copistas exclam sorprendido. Perdonadme, no

    es eso lo que quise decir. No quise ser irrespetuoso.Qudate tranquilo, hermano contest Gwilym. La verdad es

    una delicia constante para aquellos que la aman, y su belleza no puede ser ofensiva.

    La verdad es me confi Brynach que no somos copistas. Pero, el Gran Rey, en su infinita sabidura, ha tenido a bien que nos uniramos a vuestra ilustre compaa. Espero que tambin t nos aceptes. Hizo una pequea reverencia y puso su mano amiga sobre el hombro del ms alto. Gwilym es un artesano para quien han sido especialmente creados el oro y las piedras preciosas. El monje inclin la cabeza reconociendo el elogio.

    Brynach se volvi hacia el joven de pelo negro.Ah, y este muchachito que ves ante ti es un leigbean de raros y

    extraordinarios dones.Mis ancestros han sido mdicos durante siete generaciones

    explic Ddewi, hablando por primera vez, Y yo soy el sptimo hijo de mi padre, que fue tambin el sptimo hijo.

    Tena la voz suave y unos modales serenos que hacan pensar en insondables profundidades.

    26

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Bueno! dijo Brynach, yo no puedo presumir de tantos talentos ni habilidades como los hermanos que me acompaan. Mi nica ocupacin ha sido siempre el estudio, y ahora me doy cuenta de que no sirvo para ninguna otra cosa.

    Aunque su modestia era sincera, dud de que hubiera sido elegido de haber sido slo lo que deca ser. Antes de que pudiera seguir preguntndole, dijo:

    Bien, Aidan, me han dicho que eres el copista ms consumado del que puede presumir Kells...

    Y no slo copista, sino tambin estudioso apunt Gwilym.Kells tiene muchos copistas destacados admit y es verdad

    que soy uno de ellos, si bien el ms joven y con menor experiencia de todos. Mi propia contribucin al libro no es ms que una pequeez comparada con la de Brocmal, Libir y algunos otros.

    Pero tu pluma ha tocado el libro santo dijo Gwilym. Tus manos han obrado sobre l. Ojal pudiera yo decir lo mismo.

    Brynach asinti como si sta fuera la ambicin ms grande de su vida. Los tres se miraron unos a otros; alguna seal debi de haber entre ellos, porque el monje se inclin hacia m para confiarme un secreto: Puedo decirte algo? pregunt.

    Desde luego, hermano Brynach dije.Aquellos a quienes elijo como amigos me llaman Bryn dijo y

    me hizo acercar ms.Acerqu mi cabeza a la suya, pero antes de que pudiera hablar,

    apareci el hermano Diarmot.Confo en que nuestro hermano os haya dado la bienvenida a la

    abada dijo secamente. No me gustara pensar que ha sido remiso en su deber hacia vosotros, tratndose de visitantes tanto tiempo esperados.

    Brynach se enderez otra vez, y su sonrisa reapareci al instante:No temas por nosotros replic corts. Hemos recibido

    mucho ms que una bienvenida.De hecho afirm Gwilym es como si nunca hubiramos

    abandonado nuestra casa.Soy el hermano Diarmot, y estoy a vuestro servicio. Si tenis

    hambre, tendr mucho gusto en traeros algo de comer.Gracias, hermano replic Brynach, pero no.Algo para beber, tal vez? Diarmot insista. Me mir y sonri

    levemente. Tena que haber supuesto que Aidan ya os lo habra ofrecido, de todos modos estoy contento de serviros.

    Bueno dijo Gwilym, no me importara tomar ms de esa excelente cerveza que bebimos anoche en la mesa.

    Desde luego dijo Diarmot, Aidan y yo traeremos las copas. Es lo menos que podemos hacer por nuestros invitados.

    Por favor, djame ayudarte dijo Gwilym levantndose rpidamente.

    27

  • Stephen Lawhead Bizancio

    No, no replic Diarmot con firmeza. Vosotros sois nuestros invitados. No puedo de ningn modo dejar que vayis a por vuestra propia bebida. Aidan me ayudar.

    El resuelto Diarmot vino hacia m amenazadoramente, as que me levant y lo acompa a la cocina para llenar una jarra mientras l buscaba las copas. Cuando volvimos a la mesa, otros monjes se haban unido a los tres britnicos y no tuve ninguna otra oportunidad de hablar con ellos a solas. El resto del da estuve observando y esperando la ocasin, pero los hechos no produjeron el resultado que deseaba.

    Me retir esa noche a mi celda acuciado por la curiosidad y frustrado y resentido con Diarmot por su malvola intromisin. Antes de dormir, le ped perdn a Cristo por mi disgusto con Diarmot y estuve un buen rato preguntndome qu sera lo que Brynach haba estado a punto de decirme.

    28

  • Stephen Lawhead Bizancio

    5

    Ascendimos por la ladera en la oscuridad antes del amanecer, como Cristo elevndose del valle de la muerte. Nos reunimos en la cima, tiritando como si el fro de la tumba nos poseyera mientras esperbamos la luz verdadera y triunfante de la resurreccin. Aguardamos en silencio, mirando hacia el este, desde donde viene la palabra salvadora. Ms all de los confines del mundo, la luz del da rene su fuerza, creciendo y creciendo hasta que al final, cuando los poderes de la oscuridad resultan incapaces de resistir por ms tiempo, surge un rayo glorioso, dador de vida. Se levanta el sol victorioso, el Sol Invictus, renovado como Cristo resucitado, como lo sern todos los hombres en el ltimo da. Cuando los primeros rayos del sol encendieron los cielos, respiramos profundamente y elevamos nuestras voces al dorado trono. Aleluya! Hosanna! Gloria a Dios en las Alturas! Aleluya!

    Conducidos por el obispo de Hy con su bculo en alto, descendimos la colina en procesin, cantando el Gloria mientras marchbamos. Con tantos invitados y feligreses, no haba sitio en la capilla para todos, as que, como el da era agradable, la primera parte de la misa se celebr al aire libre. Todas las partes de la misa fueron observadas: el Gradual, seguido de la lectura del Evangelio, el Credo, los Salmos y el Ofertorio.

    Durante las oraciones, los visitantes se arrodillaron en el patio, y luego se levantaron para formar dobles filas junto a la puerta para la procesin del Santsimo y el cliz al altar. El obispo Cadoc, ayudado por el abad, continu el servicio de los sacramentos en el altar. Yo estaba fuera de la capilla, pero no tena dificultades para or. La voz rotunda de Cadoc se expanda por el patio y ms all de las paredes de la abada.

    Quanda canitus implor el obispo mientras ofreca el cliz a Dios accepit Jesu panem...

    Nos arrodillamos en la bruma del sol de la maana de pascua mientras nuestros corazones se reconfortaban por amor a Dios. Uno tras otro, entramos y nos dirigimos al altar, donde recibimos la comunin de manos del obispo; luego volvimos a nuestros sitios para la bendicin.

    Fue un acto hermoso y alegre. Cuando termin, cantamos hasta que la campana llam a tercia; en ese momento, el abad Fraoch invit a todos nuestros visitantes a compartir nuestra celebracin.

    Jess vive! dijo con un carraspeo, elevando su voz por encima del murmullo habitual. Regocijaos y alegraos, amigos mos, porque todos los que creemos en Cristo tendremos vida eterna. Y as como todos nos reuniremos un da en el Reino de los Cielos,

    29

  • Stephen Lawhead Bizancio

    disfrutemos hoy tambin de las bendiciones de los dones divinos en este da de pascua, como una anticipacin a la Fiesta del Cordero.

    Con esas palabras comenz la celebracin. Para acomodar a todos nuestros visitantes, trasladamos bancos y mesas del refectorio y los colocamos en el patio. Las mujeres de los poblados cercanos ayudaron a los cocineros y tuvimos aquel da toda clase de comida: pan negro horneado en hogazas especiales de pascua, redondo con una cruz recortada en la parte superior; huevos duros fros, smbolo de la potencia y la promesa de la vida; salmn y bacalao fresco, salado y ahumado en tablas de madera; mejillones y ostras; carne picada y almendras cocidas en leche con huevos y miel; nabos asados en humeantes pilas; grandes calderos con guisos de carne; cerdo, vaca y cordero asados con hinojo, cebolla y ajo; ganso en salsa de hierbas; liebres rellenas de castaas dulces; pollos rellenos de cereales y salvia; alondras con bayas; compotas de ciruelas, frambuesas y manzanas; y muchas cosas ms.

    Aengus mac Fergus, seor del reino, envi a algunos de sus hombres con regalos de pascua: grandes piezas de carne y jabales para nuestra fiesta. No tardaron en poner la carne a cocinar en asadores colocados junto a las fogatas del patio. Cumplido su deber, rpidamente se pusieron a nuestra disposicin en la bodega y trabajaron como voluntarios, trajinando con mucha eficacia los barriles de rica cerveza oscura y el dulce aguamiel amarillo. Los barriles fueron colocados en la entrada del refectorio. Adems, por ser la fiesta de pascua, haba recipientes con vino.

    Cuando todo estuvo dispuesto, el secnab Ruadh pidi silencio y en su oracin bendijo a Dios por la comida que bamos a recibir. Luego, levantando los tazones de madera, dimos fin a nuestro largo ayuno de pascua y comenzamos a probar de los platos que cada cual encontraba ms apetecibles. Dedicamos el da a disfrutar de la comida, la bebida y la armoniosa conversacin con amigos y paisanos. Todos los que estbamos all reunidos en la abada ramos hermanos y hermanas, padres e hijos, unos de otros.

    Una vez ahuyentada el hambre, nos dedicamos a jugar. Instados por los hijos de nuestros feligreses, participamos en competiciones de fuerza y habilidad: arrojar la piedra, tirar la lanza, pulsos y cosas as. Algunos vasallos del seor, todos guerreros, realizaron una carrera de caballos en la que los jinetes deban sentarse al revs en la montura. Result ser un espectculo tan divertido que la carrera se repiti varias veces para dar cabida a todos los que deseaban tomar parte. La ltima carrera fue la mejor, porque muchos nios mayores insistieron en que se les permitiera montar. Para que los ms pequeos no se sintieran agraviados, algunos monjes participaron, llevando cada uno un nio para que no les ocurriera nada a los pequeos. Aquello produjo gran confusin y la risa que caus reson en el valle. Ah, fue una diversin esplndida!

    30

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Durante todos los festejos permanec junto a Dugal, dolorosamente consciente de que el momento de nuestra separacin estaba muy cerca; pero como no quera que los pensamientos tristes oscurecieran la gloriosa celebracin de la pascua, intent por todos los medios alejarlos de mi mente. Si Dugal senta lo mismo, no puedo decirlo, pero no lo pareca, ya que disfrutaba a fondo, yendo y viniendo del barril de cerveza una y otra vez. Apenas vi a los tres misteriosos visitantes (Brynach, Gwilym y Ddewi). Parecan estar siempre a la sombra del obispo, a menudo concentrados en una ntima conversacin con uno u otro de nuestros hermanos de mayor edad. Aunque la fiesta flua alrededor de ellos sin trabas, los tres, y especialmente Brynach, se mantenan distantes. Miraban, sonrean, pero rara vez participaban en las diversiones.

    As fue pasando el da, y el sol empez a declinar, encendiendo el cielo del oeste con un rojo dorado. Nuestro buen abad convoc a toda la gente e hicimos una gran procesin alrededor de la cruz del patio. Una, dos y tres vueltas dimos, mientras l se una al corro que haba rodeado la cruz y deca con spero susurro:

    No olvidis esta cruz! En verdad, ahora est vaca, pero no estuvo siempre as. Debo recordaros, amigos, aquel terrible y espantoso da, cuando el Hijo del Gran Rey soport sobre sus espaldas el peso del mundo al ser colgado en el rbol del Glgota!

    Temor reverencial y vergenza, digo! Ah, corazn de mi corazn, tu pueblo te apresa, te acosa, te maltrata: la flecha en la carne firme, el puo de odio en la roja mejilla! Las espinas nefastas se volvieron corona para la sagrada cabeza; un manto prestado se mof de los hombros de quien quiso hacer suya la odiosa mancha del pecado original.

    Y entonces, sin aplacar su sed de sangre, te arrojaron sobre la cruz, y te atravesaron las manos y los pies con clavos fros y crueles. Te elevaron por encima del suelo para que murieras entre amargos sufrimientos, mientras los tuyos miraban con impotencia. Acto infame, el Creador del mundo era escupido mientras la muerte robaba la luz de sus ojos.

    La voz de Fraoch se quebraba mientras las lgrimas le resbalaban por las mejillas.

    El trueno y el viento no los arredr, no prestaron atencin a la lluvia ni al rayo, ni tampoco a la voz agonizante que clamaba: Abba, perdnalos porque no saben lo que hacen!.

    La lanza afilada hiri en profundidad tu lacerado corazn. Agua y sangre fluyeron de tu costado, el vino del perdn se derram para todos, y el enviado del Seor dej de respirar.

    Entonces te bajaron de la cruz. No podan permitir que te escaparas! Arrastrado por las calles, fuiste aprisionado en una inmunda mortaja! Vendajes ordinarios para el cadver del Rey del Cielo, no lino suave ni blandas pieles.

    31

  • Stephen Lawhead Bizancio

    La tumba tallada en la roca fue tu casa, Amado. La soledad de la casa de piedra es ahora tu nuevo dominio, entre un montn de huesos. Los soldados del Csar hacen guardia en la entrada de la cueva por si los asesinos turban tu descanso eterno.

    Te temen todava? Te han conducido a la muerte, Soberano Dios, y ahora montan guardia, mirando a derecha e izquierda, con las manos temblorosas. La oscuridad cae sobre la tierra y, cmo no?, la luz de la vida est encerrada en una tumba, y la prfida noche rebosa de sonrisas demonacas.

    Amigos susurr el abad, su voz empequeecida ante la imagen de aquella horrenda noche, los enemigos de la luz y de la vida hicieron una gran fiesta entonces. Su orga reson en el Cielo. Y Dios contempl, all abajo, la pena de su hijo. "Mira, Miguel! le dijo a su favorito, han matado a mi amado Hijo. Han hecho algo terrible y no deberan alegrarse as. Puede ser que el mal est exultante por la muerte del nico justo?"

    Y Miguel, siervo de la luz, respondi: "Seor, t sabes que no est bien. Di una palabra, oh Rey, y los exterminar con mi feroz espada".

    Ah, pero el siempre misericordioso se llev un dedo a los labios. Y quiso decir con ello: "Paciencia, paciencia, todo a su tiempo. Yo no sera Dios si respondiera a la maldad con maldad. Espera y observa lo que hago".

    El Rey de los Cielos, con el corazn destrozado, contempl la tumba de piedra. Una sencilla lgrima de su ojo bendito cay en el recinto oscuro donde yaca el cadver de su amado Hijo, el Prncipe de la Paz. Esa lgrima cay en el atormentado rostro de Cristo y la dulce vida volvi a fluir en l.

    El Gran Rey se volvi a su favorito y dijo: "Por qu no te apresuras, amigo? Ya ves lo que ha pasado. Corre esa piedra para que mi Hijo pueda salir de all!". Miguel, descendiendo como un relmpago sobre la tierra, puso la mano en la roca y, con un chasquido de su dedo, hizo rodar la piedra a un lado.

    Resucita, Cristo victorioso! Arrojaste la mortaja y te pusiste en pie. La muerte, ser dbil y lastimoso, qued tendida a tus pies. Pisaste las piedras y saliste de la tumba, los bravos soldados cayeron al suelo, derrotados ante la visin de tan completa gloria.

    El abad Fraoch extendi las manos.Mil veces bienvenido, oh Rey Bendito! Mil veces bienvenida,

    juventud eterna! Gloria, Dios de Gracia, que sufriste todo el peso de la muerte, por la raza malvada de Adn has sufrido, s, y diste la vida con alegra. Recin nacido a la vida, fue a nosotros a quienes sacaste de la tumba, cargando a todos sobre tus anchas espaldas.

    De modo que miremos la cruz y alegrmonos, amigos. Pensad en esto y alabad a Aquel que tiene el poder de resucitar de entre los muertos. Amn!

    32

  • Stephen Lawhead Bizancio

    Y todos contemplamos la alta cruz en el ardiente crepsculo y exclamamos:

    Amn, Seor!Unos hermanos con arpas aguardaban este momento para

    empezar a tocar. Cantamos himnos, desde luego, pero tambin otras canciones, canciones viejas, ms antiguas que cualquiera de las tribus y de los clanes que se las atribuan, ms antiguas que las colinas mismas. Mientras la noche nos iba envolviendo, cantamos y omos de nuevo las historias ancestrales de nuestra raza.

    Esa noche fuimos a descansar satisfechos en cuerpo y alma, y nos levantamos al da siguiente para continuar nuestra celebracin. Durante los tres das de la fiesta de pascua, trat de prepararme para la partida. Vi a Dugal, pero muy poco; si no lo conociera bien, habra pensado que estaba evitndome.

    A ltima hora del tercer da ya se haban ido todos los visitantes. En las vsperas, me un a mis hermanos para la oracin por ltima vez. El sol haba descendido y estaban oscuros los muros de la abada, pero el cielo todava tena un color azul plido en lo alto. Dos brillantes estrellas refulgan en el este. Dicen que el cielo de Bizancio es dorado haba dicho Dugal, Y que hasta las estrellas son distintas.

    El corazn se me estremeca en el pecho porque deseaba hablar con l. Iba a partir al da siguiente y, una vez traspasados los muros de la abada, no vera a mi amigo nunca ms. Esa idea me inquietaba tanto que decid hacer la vigilia nocturna para calmar mi corazn.

    As que fui a ver a Ruadh para solicitarle permiso. Se mostr sorprendido ante mi peticin.

    Me parecera mejor que descansaras tanto para tu alma como para tu cuerpo sugiri Ruadh. Te aconsejo que pases la noche durmiendo.

    Te agradezco el consejo repliqu. Y estoy seguro de que lo que dices es lo ms sensato. Pero es tambin mi ltima oportunidad de hacer la vigilia ante el altar de la abada. Por eso respetuosamente solicito que me concedas la peticin.

    Lo hago con alegra afirm Ruadh. Pero esta noche le toca a Diarmot. Debes buscarle e informarle del cambio.

    Desde luego dije, y me dispuse a dejar el alojamiento del secnab. Gracias, confesor.

    Te echar de menos, Aidan dijo Ruadh, acompandome hasta la puerta, Pero voy a rezar por ti todos los das en maitines. Donde quiera que te encuentres, sabrs que el da comenz con tu nombre ante el trono del Alto Rey. Y cada da, en vsperas, invocar la misericordia de Dios en tu favor. De tal modo que, ests donde ests en el ancho mundo del Seor, sabrs que el da finaliz con una peticin por tu salvo retorno.

    Estas palabras me conmovieron tanto que no pude hablar, porque adems saba muy bien que mantendra su promesa en toda

    33

  • Stephen Lawhead Bizancio

    circunstancia. Me pas los brazos alrededor de los hombros y me estrech contra su pecho.

    Ve con Dios, hijo mo dijo Ruadh.Asent, tragando con dificultad, y me fui.Busqu a Dugal, pero no lo encontr. Un hermano me dijo que

    estaba ayudando con los rebaos en el valle, as que volv desolado a mi celda y me tir en el camastro. Ignorando la llamada para la cena, dormit un rato y despert cuando la campana toc a completas pero no fui capaz de unirme a los otros hermanos para la oracin. Me qued en la celda, escuchando los sonidos nocturnos de la abada. Y cuando supuse que todos se habran ido por fin a descansar, apagu la vela y sal rpidamente, adentrndome de nuevo en la oscuridad.

    La luna se haba elevado en el cielo como una bola de hielo brillante y dura. El viento que haba soplado todo el da dorma ya, y pude or el ladrido de los perros en el poblado del otro lado del ro. Me deslic silenciosamente por el patio vaco, proyectando una sombra alargada. No se vea a nadie ms por all.

    La capilla era un cuadrado de piedra, sin adornos, con gruesas paredes y un techo alto e inclinado..., un lugar de paz y provisto de la tranquila fuerza de una larga devocin. La inclemente luz de la luna haba transformado la piedra en metal, bronce o tal vez plata. Detenindome en la entrada, levant el pestillo, empuj la pesada puerta, inclin la cabeza y entr en la amplia sala con su altar de piedra bajo una ventana estrecha y alta; haba un atril de madera maciza en un rincn. Estaba vaco, pues no hace falta ningn libro para la vigilia de la noche. Las velas ardan silenciosamente en los candelabros, llenando la capilla con su esencia tibia, levemente rancia.

    Tras empujar la puerta, que se cerr detrs de m, volv a echar el pestillo y comenc a avanzar hacia el altar. Slo entonces me di cuenta de que all estaba Diarmot.

    Tendr mucho placer en hacer la vigilia contigo me propuso con rgida formalidad.

    Mi corazn dio un vuelco.Hermano, no hay necesidad le dije. Me he hecho cargo de

    esta tarea y la voy a llevar a cabo con placer. Perdname, trat de decrtelo antes, pero no pude, eres libre de irte.

    Sea como fuere Diarmot replic con complaciente satisfaccin, ser bueno que me quede contigo esta noche.

    Yo no apreciaba su compaa, pero no pude encontrar ninguna otra objecin, as que lo dej hacer.

    No puedo negrtelo le dije, y me coloqu ante el altar en el lado opuesto a l.

    La vigilia nocturna es un simple servicio de oracin. No hay ritos especiales, salvo aquellos que cada celebrante quiera practicar. Algunos dicen salmos haciendo una genuflexin despus de cada uno; otros rezan toda la noche, postrados o con los brazos en cruz;

    34

  • Stephen Lawhead Bizancio

    otros permanecen en silencio ante el Seor, meditando sobre el divino nombre o sobre algn aspecto de la naturaleza divina.

    Normalmente yo prefera rezar, dejando que mi mente vagara por donde quisiera y ofrendando mi contemplacin ante el Alto Rey de los Cielos. Otras veces, sin embargo, cuando mi alma estaba atribulada, me pona de rodillas y me dedicaba a rezar el kirieleisn. Eso fue lo que hice esta vez.

    Seor, ten piedad rec, repitiendo el ruego al comps de cada respiracin mientras permaneca arrodillado ante el altar.

    Me pareci que Diarmot, sin embargo, haba decidido recitar los ciento cincuenta salmos. Los enton en voz baja, haciendo una pequea reverencia cuando comenzaba cada uno, y postrndose sobre ambas rodillas cuando terminaba. Diarmot, como muchos hermanos, era honesto y sincero, mucho ms que yo, lo confieso tranquilamente. A pesar de esto me resultaba difcil soportarle; haba observado que la mayora de estos monjes, a pesar de su diligencia, parecan siempre ms preocupados por las apariencias de las cosas que por su verdadero significado. Seguramente una genuflexin sentida debe de ser ms valiosa que cien realizadas slo para marcar el ritmo de un recitado. Probablemente estoy equivocado en esto, como en tantas otras cosas.

    Resignado ante la ruidosa presencia de Diarmot, me arrodill con la cabeza inclinada, repitiendo mi simple oracin:

    Seor, ten piedad! Cristo, ten piedad!...Mientras rezaba, clav los ojos en el ondulante crculo de luz que

    haba en el suelo, ante m; luz y sombra parecan estar compitiendo por la supremaca en la piedra donde descansaba el candelabro. Yo deseaba que triunfara la luz, pero haba demasiada oscuridad alrededor.

    Los salmos de Diarmot se volvieron ms un murmullo que un rezo, mientras la voz se le empastaba, y ya sin palabras, se converta en un balbuceo sin sentido, como el de las gotas de lluvia durante un aguacero. Su runrn llenaba mi cabeza del mismo modo que el ondulante crculo de luz inundaba mis ojos.

    Comenc a soar despierto. Entonces fue cuando vi Bizancio y mi muerte.

    35

  • Stephen Lawhead Bizancio

    6

    El crculo de luz en el suelo era un agujero a travs del cual poda ver una mancha informe que se prolongaba en todas direcciones hacia el horizonte, sin rasgos, sin color, las nubes arriba y la niebla debajo. Solo, en aquel firmamento vaco, volaba un gran pjaro, un guila, con las alas desplegadas, buscando con ojos penetrantes un lugar para descansar. Pero all no haba ni rboles, ni montes, ni riscos.

    El guila volaba sin cesar, buscando pero sin encontrar nada; por encima de la tierra yerma y del desierto, el pjaro surcaba los aires. Oa el silbido spero del viento a travs de las plumas extendidas que acariciaban el cielo vaco, y senta el cansancio que calaba los huesos de aquellas alas solitarias. Y sin embargo, aquel maravilloso pjaro segua volando, rodeado de vaco, sin encontrar jams un lugar donde posarse.

    Poco despus titubeaba, miraba a lo lejos, hacia el este, donde el leve resplandor del sol se alzaba sobre el manto de niebla que cubra el mundo. El sol ascenda, se haca gradualmente ms brillante, luca como el oro rojo en el crisol del orfebre.

    Deslumbrado por el resplandor, no pude soportar la visin y dej de mirar. Cuando me recuper, oh, maravilla!, ya no era el sol lo que vea, sino una ciudad grande y deslumbrante, construida sobre siete colinas, cada cumbre iluminada por un resplandor y una riqueza que sobrepasaban cualquier delirio de la imaginacin. Radiante a la luz de su propia belleza, iluminada por