Lavarse Los Pies

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LAVARSE LOS PIES Un acto de servicio y amor los unos a los otros Por Ap. Daniel Guerrero INTRODUCCIÓN Lavarse los pies era una práctica común en los tiempos de Jesús y los apóstoles, y aún en ciertas regiones o culturas del Oriente medio y Asia. Y aunque puede haber valor y cierta validez en lavarse los unos a los otros en nuestros días, prefiero hoy dedicar mi atención a las enseñanzas o principios que podemos extraer de dicha práctica, en especial, del modelo que el Maestro de Nazareth nos dejó en los Evangelios. Otra vez, sin menoscabar el valor que en cierto y determinado momento pueda tener este acto entre los discípulos de Jesucristo hoy, considero que no deberíamos llegar tan lejos, al punto de declararlo un acto prescriptivo para nosotros hoy; primero, porque en nuestra cultura y época no tiene mucho sentido práctico; y segundo, porque ninguno de los apóstoles ni escritos del Nuevo Testamento, reseñan el lavarse los pies como una práctica regular o prominente dentro de las reuniones cúlticas o celebraciones de la iglesia primitiva. Si así hubiera sido, por ejemplo, en los relatos de los Hechos, pudiéramos observar alguna referencia al respecto, tanto en el inicio de la Iglesia como en su desarrollo posterior en las regiones de Palestina como en otras naciones o ciudades; pero sucedió lo contrario, no hay ni una sola referencia de esta práctica en este libro ni en las cartas de los apóstoles y otros autores neotestamentarios. Sin embargo, repito, eso no significa que en algún momento, si alguna iglesia o grupo de discípulos se sienten dirigidos por el Espíritu a realizar este acto, ya como un acto simbólico de servicio y de amor, en determinado momento o celebración, pudieran hacerlo; sin caer en el legalismo ni la religiosidad, prestando mayor atención a las enseñanzas y principios que hay detrás del acto en sí. Y eso es lo que quiero que consideremos en este breve mensaje. El ejemplo de Jesús al lavarle los pies a Sus discípulos, apunta al "servicio de amor", que debe manifestarse y caracterizar a la comunidad de los discípulos (la Iglesia), que por el contexto de la narrativa en el Evangelio de Juan, tiene por lo menos cuatro aplicaciones en el campo de las relaciones interpersonales entre Sus seguidores: 1. Recibirse unos a otros (Jn. 13:20) " Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió . Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis". El acto de lavar los pies, era una forma muy común de dar una cálida y atenta bienvenida en los hogares. Era un acto profundo de aceptación en el círculo íntimo de un hogar. No hacerlo era visto como un desagravio o que los huéspedes tenían sus reservas para aceptar a la persona invitada o visitante. Veamos un ejemplo negativo en Lucas 7:36-46: Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: --Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: --Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: --¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. En el ejemplo anterior, Simón, el dueño de la casa, quien también era fariseo, no le dio el debido recibimiento y bienvenida al Maestro, mientras que la mujer, "que era pecadora", lavó sus pies con sus lágrimas, los besó y también los ungió y perfumó. ¿Será que nosotros podíamos hacer eso en nuestras relaciones personales y con personas que vienen a nuestra iglesia? En el ejemplo de nuestro Maestro, Él aceptó a Sus discípulos hasta el final, mediante Su servicio al lavarle los pies a todos ellos, incluyendo a Judas que lo iba a traicionar y a Pedro que lo iba a negar y a todos los demás que lo iban a abandonar. Fue un amor y servicio incondicional. Y estaba listo para mostrarles, que por amor a ellos, no solo estaba dispuesto a lavarles los pies, sino aún a morir por ellos, y morir en una cruz... 2. Servirse unos a otros (Jn. 13:12-17) Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque

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LAVARSE LOS PIESUn acto de servicio y amor los unos a los otrosPor Ap. Daniel Guerrero

INTRODUCCIÓNLavarse los pies era una práctica común en los tiempos de Jesús y los apóstoles, y aún en ciertas regiones o culturas del Oriente medio y Asia. Y aunque puede haber valor y cierta validez en lavarse los unos a los otros en nuestros días, prefiero hoy dedicar mi atención a las enseñanzas o principios que podemos extraer de dicha práctica, en especial, del modelo que el Maestro de Nazareth nos dejó en los Evangelios.

Otra vez, sin menoscabar el valor que en cierto y determinado momento pueda tener este acto entre los discípulos de Jesucristo hoy, considero que no deberíamos llegar tan lejos, al punto de declararlo un acto prescriptivo para nosotros hoy; primero, porque en nuestra cultura y época no tiene mucho sentido práctico; y segundo, porque ninguno de los apóstoles ni escritos del Nuevo Testamento, reseñan el lavarse los pies como una práctica regular o prominente dentro de las reuniones cúlticas o celebraciones de la iglesia primitiva.  Si así hubiera sido, por ejemplo, en los relatos de los Hechos, pudiéramos observar alguna referencia al respecto, tanto en el inicio de la Iglesia como en su desarrollo posterior en las regiones de Palestina como en otras naciones o ciudades; pero sucedió lo contrario, no hay ni una sola referencia de esta práctica en este libro ni en las cartas de los apóstoles y otros autores neotestamentarios. 

Sin embargo, repito, eso no significa que en algún momento, si alguna iglesia o grupo de discípulos se sienten dirigidos por el Espíritu a realizar este acto, ya como un acto simbólico de servicio y de amor, en determinado momento o celebración, pudieran hacerlo; sin caer en el legalismo ni la religiosidad, prestando mayor atención a las enseñanzas y principios que hay detrás del acto en sí.  Y eso es lo que quiero que consideremos en este breve mensaje.

El ejemplo de Jesús al lavarle los pies a Sus discípulos, apunta al "servicio de amor", que debe manifestarse y caracterizar a la comunidad de los discípulos (la Iglesia), que por el contexto de la narrativa en el Evangelio de Juan, tiene por lo menos cuatro aplicaciones en el campo de las relaciones interpersonales entre Sus seguidores:

1.  Recibirse unos a otros (Jn. 13:20)

"Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.  Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis".

El acto de lavar los pies, era una forma muy común de dar una cálida y atenta bienvenida en los hogares.  Era un acto profundo de aceptación

en el círculo íntimo de un hogar.  No hacerlo era visto como un desagravio o que los huéspedes tenían sus reservas para aceptar a la persona

invitada o visitante.

Veamos un ejemplo negativo en Lucas 7:36-46:

Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: --Di, Maestro.

Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos.

Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?

Respondiendo Simón, dijo: --Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 

Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: --¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con

lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi

cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

En el ejemplo anterior, Simón, el dueño de la casa, quien también era fariseo, no le dio el debido recibimiento y bienvenida al Maestro,

mientras que la mujer, "que era pecadora", lavó sus pies con sus lágrimas, los besó y también los ungió y perfumó.  ¿Será que nosotros

podíamos hacer eso en nuestras relaciones personales y con personas que vienen a nuestra iglesia?

En el ejemplo de nuestro Maestro, Él aceptó a Sus discípulos hasta el final, mediante Su servicio al lavarle los pies a todos ellos, incluyendo a

Judas que lo iba a traicionar y a Pedro que lo iba a negar y a todos los demás que lo iban a abandonar.  Fue un amor y servicio incondicional.

Y estaba listo para mostrarles, que por amor a ellos, no solo estaba dispuesto a lavarles los pies, sino aún a morir por ellos, y morir en una

cruz...

2. Servirse unos a otros (Jn. 13:12-17)

Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis

Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis

lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

El acto de lavar los pies era muy común y representaba una de las tantas formas de servicio en la época de Jesús y los apóstoles. Pero es claro

que el Señor quiere subrayar otros aspectos inherentes en este acto, y uno es que, el mandato del servicio mutuo, alcanza a todos en la

comunidad de discípulos, aún o principalmente aquellos que se consideren líderes o maestros; pues en el reino de Dios, el mayor debe servir

al menor; y al igual que nuestro Maestro, todos nosotros no fuimos llamados a ser servidos, sino a servir y a servirnos los unos a los otros.

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"Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". (Mr. 10:45)

Y en  Lucas 22:24-27, es muy claro que el Maestro desea que los líderes de Su Iglesia, la comunidad de discípulos, sean modelo de servicio y

los primeros en servir a todos los demás.

"Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.

3. Perdonarse unos a otros (Jn. 13:5-10)

"Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 

Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: --Señor, ¿tú me lavas los pies? 

--Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. ---Pedro le dijo: No me lavarás los pies

jamás. 

--Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 

--Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 

--Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no

todos".

El lavar los pies supone limpiar lo sucio en ellos, y los pies en la enseñanza antiguo testamentaria representan la conducta, el caminar y las

acciones de una persona.  "Lavar los pies", representa en el lenguaje profético, perdonar una conducta o acción mala (sucia o inmunda) de

otra persona o nuestro prójimo.

Veamos otro ejemplo más específico de esta enseñanza, en el mismo contexto de lavar los pies, en: Lucas 7:40-50

"Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. 

Y él le dijo: Di, Maestro.

--Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a

ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?

Respondiendo Simón, dijo: --Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: --¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con

lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi

cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco,

poco ama.

Y a ella le dijo: --Tus pecados te son perdonados.

Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: --¿Quién es éste, que también perdona pecados?

Pero él dijo a la mujer: --Tu fe te ha salvado, ve en paz."

Jesús, fue invitado por Simón a su casa, éste era fariseo, y aunque aceptó a Jesús, y le dejó entrar a su casa, por el contexto podemos inferir

que, él mismo tenía sus reservas con Jesús o por lo menos se consideraba así mismo superior al Maestro (más justo, Lc. 7:39-43).  Y Jesús usó

esta experiencia libre y espontánea de esta mujer, para revelar el corazón y el prejuicio religioso de Simón contra el mismo Maestro y los

demás.

Y como suele suceder con el Maestro, tornó una experiencia en otra mejor experiencia.  Esta mujer fue a lavar los pies del Señor, para

aceptarlo en su vida y honrarlo con lo mejor que tenía; pero éste le lavó su corazón, la perdonó y la honró delante de todos aquellos que en su

mente religiosa la juzgaron (Lc. 7:47-50).

Así que, por la enseñanza en Juan 13:5-10 y Lucas 7:40-50, podemos ver el perdonarnos las ofensas los unos a los otros como un acto de

servicio, de amor hacia nuestro prójimo.  Y eso concuerda con lo que el Maestro y Sus apóstoles también nos enseñan sobre perdonarnos los

unos a los otros (Mt. 6:14-15;  Mr. 11:25-26; Ef. 4:31-32; Col. 3:12-13).

4. Amarse los unos a los otros (Jn. 13:30-35)

Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.  Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: --Ahora es glorificado el

Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le

glorificará. Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy,

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vosotros no podéis ir.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto

conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Esta enseñanza/mandamiento, aunque el maestro lo expresa saliendo de la cena (vv. 30-31), sigue el hilo de pensamiento del mensaje íntimo

entre el Maestro y Sus discípulos en esta cena pascual (Jn. 13:1), y también resume todas la enseñanzas previas, pues para amarnos los unos

a los otros, debemos aceptarnos y recibirnos, servirnos y definitivamente perdonarnos (1Pe. 4:8-9).

Según el ejemplo dado por nuestro Maestro, nuestro amor por los demás debe pasar de la palabra a la acción; llegar hasta el acto más

humilde de aceptación y servicio; y alcanzar a todos los niveles de relaciones entre los discípulos, desde los líderes y maestros hasta los más

pequeños dentro la comunidad de fe.  Nadie está excluido del deber de servir humildemente y en amor a los demás, en especial, ningún líder

dentro de la iglesia, llámese éste apóstol, profeta, pastor o maestro, etc.

Y precisamente, el apóstol Pablo capta en su mayor luz y esplendor esta enseñanza en su carta a la iglesia en Filipos. En el capítulo 2:1-11 el

apóstol escribió:

"Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si

alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma

cosa.  Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él

mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como

cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de

hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y

le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra,

y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre."

Pablo describe todo el proceso del servicio de amor y humildad que el Maestro le hizo no a una persona o a un grupo, sino a toda la

humanidad:

1.  Siendo Dios, se humilló y tomó la forma de hombre.

2.  Siendo hombre, tomó la forma de siervo

3.  Siendo en la forma de siervo fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Y nos deja claro que podemos servir sin amar, pero no podemos amar sin servir, y no podremos servir como el Señor, sin amor ni un corazón

humilde hacia los demás, "estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino

cada cual también por lo de los otros" (Fil. 2:3-4).

CONCLUSIÓN

Basado en el ejemplo de nuestro Maestro, podemos concluir:

1.  Que nuestro amor debe ser inclusivo, debemos aprender poco a poco a aceptar a las personas como son; debemos evitar hacer acepción

de personas y aceptar a todos.

2.  Que nuestro servicio debe ser movido por el amor y con una actitud humilde hacia los demás .  No hay nada más incómodo que ser servido

por alguien que evidentemente no quiere hacerlo.  Nuestro servicio, al igual que el de nuestro Maestro, debe tener como fuente el amor de

Dios, claramente manifestado y modelado por nuestro Señor Jesucristo.

3.  Que nuestro Maestro espera, que de la misma manera como Él nos perdonó, nos perdonemos los unos a los otros.  Es clara la enseñanza

del Maestro y los apóstoles que, si no perdonamos a los que nos ofrenden, tampoco seremos perdonados por Dios.  ¡Esto es serio!

Necesitamos aprender a perdonar, y evitar todo tipo de rencor o resentimiento en nuestro corazón hacia alguna persona, en especial dentro

de la comunidad de discípulos, o sea la iglesia.

4.  Que nuestro amor debe ser inclusivo, no excluyente ni religioso.  Debemos amar de la misma manera que el Maestro no rechazó a aquellos

que aún estaban maquinando el mal contra Él; ni rechazó aquella mujer, que a pesar de su pasado, decidió humillarse y servirle.  Jesús nos

aceptó a todos, nos sirvió a todos, nos perdonó a todos y nos amó y sigue amando a todos nosotros, sin excepción.

Y busquemos formas prácticas, sencillas o más elaboradas, según así lo queramos o seamos dirigidos por el Señor, de servirnos los unos a los

otros.  Un pequeño acto de servicio de amor y humilde puede mostrar un GRAN corazón hacia los demás.

No subestimemos ningún acto de amor y servicio a los demás, por muy sencillo o pequeño que parezca, porque siempre tendrá GRAN

recompensa o galardón en el reino de nuestro amado Señor Jesucristo (Mt. 25:34-46; Fil. 2:5-11; Stgo. 4:6,10; 1Pe. 5:6-7).