Las yapas de Yapita - pueblos-originarios.ucb.edu.bo:4080

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Las yapas de Yapita Por Xavier Albo y A propósito de un libro bello, sugerertte, novedoso: Hacia un orden andino de las cosas, de Denise Y. Arnold, Domingo Jiménez A. y Juan de Dios Yapita (HISBOL, ILCA, La Paz, 1992) El profesor y lingüista aymara Juan de Dios Yapita ya es bien conocido y apreciado por sus incansables aportes al conocimiento y difusión de la lengua aymara. La dos "yapas" que esta vez le acompañan en este último libro, no lo son tanto al menos en nuestro medio. Denise Y. Arnold es una prestigiosa antropóloga inglesa y a la vez la "yunta* de Juan de Dios, la pareja que a ambos los hace jaqi, gente. Do- mingo Jiménez Aruquipa, es un notable yatiri de las valladas del Norte de Potosí, que iiíucho me impresio- nó por su profunda sabiduría cuando le conocí hace unos años. Esta aventura conjunta de un lingüista, una antropóloga y un yatiri resulta fascinante y muy rica en aportes. Don Domingo, junto con doña Lucía Quispe, don Enrique Espejo y varios de sus familia- res, contribuyen con su sabiduría ancestral, expresa- da en sus celebraciones, sus cantos y sus cuentos. Don Juan de Dios, además de la transcripción aymara y la glosa castellana de todos los ritos y relatos, nos hace caer en la cuenta de valiosos matices lingüísticos, que de otra forma pasarían totalmente inadvertidos. Doña Denise, coordinadora de todo el volumen, con gran habilidad va deshilvanando los mensajes y connotaciones ocultaá de todo lo anterior, ' relacionando cuentos con tejidos, la vivienda con las genealogías ancestrales, el presente con el pasado his- tórico mítico, y así sucesivamente. Toda la aventura ocurre en dos escenarios, ambos en el Norte de Potosí: las punas del ayllu Qaqachaka, donde vive la familia de doña Lucía y don Enrique, y los valles del ayllu Aymaya, de donde viene don Domingo. Tras la presentación de otra conocida lingüista aymara, Lucy T. Briggss, la Introducción nos brinda una muy bien documentada panorámica de lo mucho que se va avanzando en el campo de una literatura aymara genuina, ya no disfrazada de esquemas euro- peos. Se enfatiza la necesidad de que estas creaciones literarias sean entendidas no sólo en su texto sino también en sus más amplios contextos y en lo que se llama la "intertextualidad", en que el todo y cada esfe- ra de la actividad se reinterpreta y, por tanto, sólo se comprende a cabalidad en relación con las otras. Así se llega a conformar un orden andino de las cosas. Con este enfoque teórico el grueso del volumen con- siste en tres capítulos centrales más sus respectivos apéndices y el glosario final. El primejr capítulo, extractado de la tesis doctoral de Denise Arnold desarrolló en Qaqachaka, ya descoloca a lectores desprevenidos que vivan dema- siado encerrados en los clásicos cánones literarios. El "texto" analizado es el techado de una casa, que abar- ca no sólo las ch'allas y palabras rituales que la acompañan sino también la misma estructura de la vivienda. Con gran arte (por mucho que la autora con- sidere que los análisis de sus tesis eran todavía inci- pientes) va mostrando un permanente contrapunto entre la perspectiva patrilineal y masculina, más apa- rente, y otra oculta, matrilineal y femenina. Con igual maestría va desgranando ásimismo visiones más am- plias de toda la historia y cosmovisión aymara. Los otros dos capítulos se centran más en textos hablados, como punto de partida, aunque en ambos la ampliación de las palabras hacia los contextos mu- cho más amplios nos introducen, por otros caminos, al mismo orden andino de las cosas. La gran riqueza estética de éste aparece sobre todo en un permanente juego de metáforas tejidas muy coherentemente. El texto base del capítulo dos, titulado Simillt'aña, son las canciones de los productos, re- producidas e interpretadas por el mismo don Domin- go. Los autores nos introducen en los recovecos contextúales de las palabras y de ahí nos abren de nuevo ese vasto paisaje simbólico andino hasta llegar al Padre Sol, que nos da el maíz de los valles, y a la Madre Luna, que nos brinda la papa de la puna. El tercer capítulo se dedica a los cuentos de ani- males salvajes -o sallqa parlanaka- narrados por don Enrique y doña Lucía en Qaqachaka y por don Do- mingo en Aymaya. De ahí, los autores se remontan por tercera vez hacia ese mundo simbólico y orden andino de las cosas, aquí a partir de la metáfora múl- tiple del hilado, los tejidos y los khipus, que nos ayu- darían a comprender la estructura estilística de ese tipo de relatos. En el apéndice se reproducen varios textos en aymara, entre todo los relatos de doña Lucía para los que se emplea una innovativa disposición tipográfica - reconocidamente inspirada en la "poesía concreta" de los años 60- que muestra hasta cuatro niveles de rela- to, discernibles a partir de ese uso tan andino de in- sertar textos dentro de textos mediante los códigos "dice que", "diciendo dijo" y otras expresiones seme- jantes. En la imposibilidad de ampliar mucho este comen- tario, me limitaré a unas pocas referencias de tipo lingüístico y antropológico. El aymara de gaqachaka Este dialecto aymara del Norte de Potosí, al que co- rresponden los principales textos del libro, es nota- blemente distinto del paceño al que se refiere la in- mensa mayoría de los textos hasta ahorá disponibles. En otros tabajos Lucy Briggs y Juan Carvajal ya nos habían señalado varias de sus peculiaridades lingüísticas. Yapita amplía el tema en un artículo don- de transcribe y analiza uno de los cuentos de don En- rique Espejo, publicado en un número especial de la revista norteamericana Latín American Indian Literatures Journal (8/1, 1992) dedicado a la litera- tura aymara. Pero queda aún mucho por analizar. Por eso, el solo hecho de ofrecernos tanto material en esta variante poco conocida del aymara ya es un notable aporte. Además, es muy bienvenido un libro, como éste, en que se incorporan las palabras en len- gua original. El glosario final, aunque limitado a los términos más analizados, resulta de suma utilidad. Ojalá otros autores y editores, siguiendo este ejemplo, nunca restringieran la publicación de textos en lengua original por consideraciones económicas. Con seguridad Juan de Dios ya debe estar comple- tando su transcripción y análisis de estos y otros tex- tos (como los que incluye Denise en su tesis). Quizás se anime también a ir preparando un vocabulario y gramática más completos de está variedad de aymara. En el dialecto del Norte de Potosí, junto con tantas palabras aymaras distintas e incluso perdidas en otras partes (por ejemplo, algunos términos de paren- tesco), llama la atención la presencia de tantos présta- mos, quizás más abundantes que en La Paz. Estos ocurren incluso en muchas palabras que fácilmente podrían expresarse con vocablos de origen aymara. Por ejemplo, altu, waju (alto, bajo) en vez de alaya, aynacha. Los préstamos resultan sorprendentemente abun- dantes en textos rituales de apariencia muy andina. Por ejemplo, las divinidades de los cerros se llaman Suplemento fundado por Juan Quirós en 1957 / Año XXXV Editor: Jesús Urzagasti Casilla 3276 Cajón Postal 10152 PRESENCIA LITERARIA no mantiene correspondencia sobre artículos que expresamente no sean solicitados. PRESENCIA LITERARIA no se identifica necesariamente con las ideas expresadas por sus colaboradores. kumrira (cumbrera), cuando en otras partes serían achachila; o la Madre Tierra es santa tila (o tira, santa tierra) y wiijina (virgen)m, cuando otros -quizás los más urbanos- la llaman pacha xüama. En el pri- mer capítulo Denise Arnold asume que muchos prés- tamos vinculados a la estructura de la casa y a sus ri- tuales tienen su origen en las reducciones y otras re- formas impuestas por el Virrey Toledo (p. 42, 45). No me acaba de bastar esta suposición, cuando veo prés- tamos igualmente frecuentes en tantos otros ámbitos como la agricultura, los cuentos de animales o los ri- tuales. Tantos y tan arraigados préstamos del caste- llano hasta en las esferas más íntimas de la vida andina muestran, sin lugar a dudas, cuán fuerte fue la penetración de la Colonia en toda la vida de estos ayfius andinos que, periódicamente, tenían una larga experiencia de vida urbana en la ciudad de Potosí. Pero el hecho mismo de por qué se han impuesto de- terminados préstamos sigue siendo un enigma para el lingüista y el etnohistoriador. La cultura aymara de g&qachaka El contenido etnográfico del volumen, por lo muy bien aprovechado que está, deja sabor a poco. La tesis inédita de Denise Arnold incluye otros varios temas - por ejemplo, sobre el ritual del matrimonio y para la k'illpa o marca del ganado- que, esperamos, algún día podremos también leer en castellano. Varios de los textos aparecen como residuos de algo que se estaría desvaneciendo: cuentos y cantos que apenas algunos viejitos recuerdan, música ya sólo salmodiada... Algo hay de esto, sin duda. Pero, me sospecho, muchísimos aspectos etnográficos muy vi- gentes -incluso en este campo limitado de las pala- bras rituales, contadas o cantadas- siguen esperando pacientemente su recolector. ¡Cuánto debe existir aún poco conocido por tantos rincones de nuestra tierra! Cada página del libro estimula a ampliar aún más las asociaciones dentro de Qaqachaka. El mismo enfo- que de la intertextualidad, que los autores han privile- giado, podría expandirse al conjunto del ciclo agrícola y ceremonial, por ejemplo comentando el ciclo de mú- sica, según la época del año, o -dentro del estilo de la "selva de símbolos" de Víctor Turner-se podrían inter- pretar unos ritos con otros hasta tener la visión com- pleta de la experiencia total por la que pasa cada comunário a lo largo del año y en las ceremonias que va viendo y viviendo a lo largo del ciclo vital. Las particularidades del Norte de Potosí estimulan, a su vez, a reconsiderar lo que se ha dicho sobre otras regiones o a comparar lo que aquí se dice a propósito del Norte de Potosí con contextos más ampliosTLos mismos autores del libro han enfatizado la necesidad de ampliar los análisis a otros muchos contextos andinos (p. 173). Sólo voy a mencionar algunas muestras, muy al azar, de lo mucho que me ha sugerido la lectura del texto. - Es muy acertado el comentario sobre el papel de la borrachera ya no para "olvidar" sino para "recordar" hasta los tiempos más remotos (p. 32, 164). Sin bebi- da tampoco hay canto. Este enfoque nos ayuda a comprender mejor el carácter sacral d^ la bebida co- lectiva en las sociedades andinas. - La casa. Me ha llamado la atención que en Qaqachaka no haya ninguna deferencia al protector o uywiri femenino por excelencia en otras regiones andinas: la qhiri awicha o "abuelita del fogón" - del"hogar", en su etimología- que recuerda a las divinidades domésticas, o lares, de otras culturas. -Las frecuentes referencias a los "espíritus que mandan el aliento" (ispiritu, samiri), puede dar tal vez una nueva pista al enigmático ankari (el viento mensajero de las divinidades) que tanto han interesa- do a Ina Rósing en sus estudios del ritual kallawaya al norte de La Paz. - Dentro de esta misma temática, al analizar los cantos de producción de don Domingo, los autores distinguen dos caminos de germinación: los cereales se vinculan al Padre Sol, que produce por el camino del aliento, mientras que las papas se relacionan más con la Madre Luna o Mama Mariya, que es a la vez una faceta de la Pachamama (p. 142ss), que reprodu- ce por el camino de la sangre. No es necesariamente así en otras regiones andinas. En Cochabamba, por ejemplo, tanto el maíz como la papa se asocian muy directamente con la Madre Tierra, hasta el punto de que los ejemplares más preciados de ambas especies, por ejemplo una doble mazorca o una papa chapara, reciben ambas el nombre de pachamama. - Casi todos los sallqa parla (cuentos de animales) de doña Lucía son variantes sobre el tema de anima- les que de noche se visten de humanos y galantean con las muchachas. Es este un tema bien conocido en los Andes. En la antología de literatura aymara que acabamos de publicar con Félix Layme (CIPCA, HISBOL, JAYMA 1992, p. 76-77) hay también uno de estos relatos, recogido en Jesús de Machaqa. Lo que me llama la atención en estos cuentos es elpapel tan secundario que tienen los varones realmente huma- nos. ¿Será que implícitamente se los asocia a esos animales salvajes? Metáforas, asociaciones y el orden simbólico andino Los ejemplos podrían seguir hasta formar otro li- bro. Para concluir añadiré algo sobre un punto más general, que toca el método ae exégesis utilizado en todo el volumen. El argumento general de todo el libro, al igual que en la tesis de Arnold que lo generó, se va armando a través de una cadena de asociaciones simbólicas: de una palabra a otra, semejante en su sentido o en su forma; de las palabras a otras dimensiones simbólicas de la cultura, en que reaparecen relaciones o contras- tes semejantes: de una región a otra; del presente al pasado de los cronistas; etc. Todo ello está muy den- tro del estilo de otros antropólogos estructuralistas del mundo andino, sobre todo de formación europea, que van procediendo "del hilo al ovillo" por una creciente cadena de asociaciones. Por el mismo tema escogido, nuestros autores se acercan quizás más a Verónica Cereceda y Gabriel Martínez que a Tristan Platt o Nathan Wachtel. El subtítulo de su libro podría haber sido: "rozando el or- den estético y semántico de las cosas andinas". Su texto se aproxima a la poesía en muchas de sus pági- nas. Si se hubieran relegado más a las notas algunas de las precisiones técnicas, de tipo lingüístico o antropológico (como se hace, por ejemplo, con los cuentos de doña Lucía), el texto del libro habría logra- do aún más esta belleza que ya roza. Lo menos que puede decirse de las asociaciones que arman la trama de todo el libro es que resultan muy sugerentes y que muestran un nivel de coheren- cia muy significativo. Pero al leer ese tipo de textos de enfoque estructuralista -qüe casi parecen encajes- a veces a uno le queda la duda. Algunas de esas tan bien trenzadas asociaciones ¿estarán en la misma cultura andina o en la brillante cabeza del investiga- dor? ¿No habrá cierto proceso selectivo que, sin darse cuenta, magnifica lo semejante y pasa más por alto lo que no encaja tanto en el argumento? Los trabajos de la andinista inglesa Olivia Harris son quizás los que, por sus perma- nentes matices y ponderaciones, menos me suscitan estas pregun- tas. Denise Arnold parece estar consciente de esta limitación, pues en muchos casos se limita a sugerir por medio de una pre- gunta, por ejemplo, cuando se lanza con audacia a insinuar el paralelismo entre la estructura de los cuentos y la de los anti- guos khipus. En cualquier caso empuja nuestras reflexiones ha- cia nuevas pistas sumamente es- timulantes. Resultan poderosas metáforas que nos hacen avan- zar hacia ese orden andino de las cosas. literaria La Paz, Bolivia, domingo 28 de febrero de 1993 Xavier Albó es antropólogo, lin- güista e historiador. La Paz.

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Las yapas de Yapita Por Xavier Albo y

A propósito de un libro bello, sugerertte, novedoso: Hacia un orden andino de las cosas, de Denise

Y. Arnold, Domingo Jiménez A. y Juan de Dios Yapita (HISBOL, ILCA,

La Paz, 1992)

El profesor y lingüista aymara Juan de Dios Yapita ya es bien conocido y apreciado por sus incansables aportes al conocimiento y difusión de la lengua aymara. La dos "yapas" que esta vez le acompañan en este último libro, no lo son tanto al menos en nuestro medio. Denise Y. Arnold es una prestigiosa antropóloga inglesa y a la vez la "yunta* de Juan de Dios, la pareja que a ambos los hace jaqi, gente. Do-mingo Jiménez Aruquipa, es un notable yatiri de las valladas del Norte de Potosí, que iiíucho me impresio-nó por su profunda sabiduría cuando le conocí hace unos años.

Esta aventura conjunta de un lingüista, una antropóloga y un yatiri resulta fascinante y muy rica en aportes. Don Domingo, junto con doña Lucía Quispe, don Enrique Espejo y varios de sus familia-res, contribuyen con su sabiduría ancestral, expresa-da en sus celebraciones, sus cantos y sus cuentos. Don Juan de Dios, además de la transcripción aymara y la glosa castellana de todos los ritos y relatos, nos hace caer en la cuenta de valiosos matices lingüísticos, que de otra forma pasarían totalmente inadvertidos. Doña Denise, coordinadora de todo el volumen, con gran habilidad va deshilvanando los mensajes y connotaciones ocultaá de todo lo anterior,

' relacionando cuentos con tejidos, la vivienda con las genealogías ancestrales, el presente con el pasado his-tórico mítico, y así sucesivamente. Toda la aventura ocurre en dos escenarios, ambos en el Norte de Potosí: las punas del ayllu Qaqachaka, donde vive la familia de doña Lucía y don Enrique, y los valles del ayllu Aymaya, de donde viene don Domingo.

Tras la presentación de otra conocida lingüista aymara, Lucy T. Briggss, la Introducción nos brinda una muy bien documentada panorámica de lo mucho que se va avanzando en el campo de una literatura aymara genuina, ya no disfrazada de esquemas euro-peos. Se enfatiza la necesidad de que estas creaciones literarias sean entendidas no sólo en su texto sino también en sus más amplios contextos y en lo que se llama la "intertextualidad", en que el todo y cada esfe-ra de la actividad se reinterpreta y, por tanto, sólo se comprende a cabalidad en relación con las otras. Así se llega a conformar un orden andino de las cosas. Con este enfoque teórico el grueso del volumen con-siste en tres capítulos centrales más sus respectivos apéndices y el glosario final.

El primejr capítulo, extractado de la tesis doctoral de Denise Arnold desarrolló en Qaqachaka, ya descoloca a lectores desprevenidos que vivan dema-siado encerrados en los clásicos cánones literarios. El "texto" analizado es el techado de una casa, que abar-ca no sólo las ch'allas y palabras rituales que la acompañan sino también la misma estructura de la vivienda. Con gran arte (por mucho que la autora con-sidere que los análisis de sus tesis eran todavía inci-pientes) va mostrando un permanente contrapunto entre la perspectiva patrilineal y masculina, más apa-rente, y otra oculta, matrilineal y femenina. Con igual maestría va desgranando ásimismo visiones más am-plias de toda la historia y cosmovisión aymara.

Los otros dos capítulos se centran más en textos hablados, como punto de partida, aunque en ambos la ampliación de las palabras hacia los contextos mu-cho más amplios nos introducen, por otros caminos, al mismo orden andino de las cosas. La gran riqueza estética de éste aparece sobre todo en un permanente juego de metáforas tejidas muy coherentemente.

El texto base del capítulo dos, titulado Simillt'aña, son las canciones de los productos, re-producidas e interpretadas por el mismo don Domin-go. Los autores nos introducen en los recovecos contextúales de las palabras y de ahí nos abren de nuevo ese vasto paisaje simbólico andino hasta llegar al Padre Sol, que nos da el maíz de los valles, y a la Madre Luna, que nos brinda la papa de la puna.

El tercer capítulo se dedica a los cuentos de ani-males salvajes -o sallqa parlanaka- narrados por don Enrique y doña Lucía en Qaqachaka y por don Do-mingo en Aymaya. De ahí, los autores se remontan por tercera vez hacia ese mundo simbólico y orden andino de las cosas, aquí a partir de la metáfora múl-tiple del hilado, los tejidos y los khipus, que nos ayu-darían a comprender la estructura estilística de ese tipo de relatos.

En el apéndice se reproducen varios textos en aymara, entre todo los relatos de doña Lucía para los que se emplea una innovativa disposición tipográfica -reconocidamente inspirada en la "poesía concreta" de los años 60- que muestra hasta cuatro niveles de rela-to, discernibles a partir de ese uso tan andino de in-sertar textos dentro de textos mediante los códigos "dice que", "diciendo dijo" y otras expresiones seme-jantes.

En la imposibilidad de ampliar mucho este comen-tario, me limitaré a unas pocas referencias de tipo lingüístico y antropológico.

El aymara de gaqachaka Este dialecto aymara del Norte de Potosí, al que co-

rresponden los principales textos del libro, es nota-blemente distinto del paceño al que se refiere la in-mensa mayoría de los textos hasta ahorá disponibles. En otros tabajos Lucy Briggs y Juan Carvajal ya nos habían señalado varias de sus peculiaridades lingüísticas. Yapita amplía el tema en un artículo don-de transcribe y analiza uno de los cuentos de don En-rique Espejo, publicado en un número especial de la revista norteamericana Latín American Indian Literatures Journal (8/1, 1992) dedicado a la litera-tura aymara. Pero queda aún mucho por analizar.

Por eso, el solo hecho de ofrecernos tanto material en esta variante poco conocida del aymara ya es un notable aporte. Además, es muy bienvenido un libro, como éste, en que se incorporan las palabras en len-gua original. El glosario final, aunque limitado a los términos más analizados, resulta de suma utilidad. Ojalá otros autores y editores, siguiendo este ejemplo, nunca restringieran la publicación de textos en lengua original por consideraciones económicas.

Con seguridad Juan de Dios ya debe estar comple-tando su transcripción y análisis de estos y otros tex-tos (como los que incluye Denise en su tesis). Quizás se anime también a ir preparando un vocabulario y gramática más completos de está variedad de aymara.

En el dialecto del Norte de Potosí, junto con tantas palabras aymaras distintas e incluso perdidas en otras partes (por ejemplo, algunos términos de paren-tesco), llama la atención la presencia de tantos présta-mos, quizás más abundantes que en La Paz. Estos ocurren incluso en muchas palabras que fácilmente podrían expresarse con vocablos de origen aymara. Por ejemplo, altu, waju (alto, bajo) en vez de alaya, aynacha.

Los préstamos resultan sorprendentemente abun-dantes en textos rituales de apariencia muy andina. Por ejemplo, las divinidades de los cerros se llaman

Suplemento fundado por Juan Quirós en 1957 / Año XXXV

Editor: Jesús Urzagasti Casilla 3276 Cajón Postal 10152

PRESENCIA LITERARIA no mantiene correspondencia sobre artículos que expresamente no sean solicitados. PRESENCIA LITERARIA no se identifica necesariamente con las ideas expresadas por sus colaboradores.

kumrira (cumbrera), cuando en otras partes serían achachila; o la Madre Tierra es santa tila (o tira, santa tierra) y wiijina (virgen)m, cuando otros -quizás los más urbanos- la llaman pacha xüama. En el pri-mer capítulo Denise Arnold asume que muchos prés-tamos vinculados a la estructura de la casa y a sus ri-tuales tienen su origen en las reducciones y otras re-formas impuestas por el Virrey Toledo (p. 42, 45). No me acaba de bastar esta suposición, cuando veo prés-tamos igualmente frecuentes en tantos otros ámbitos como la agricultura, los cuentos de animales o los ri-tuales. Tantos y tan arraigados préstamos del caste-llano hasta en las esferas más íntimas de la vida andina muestran, sin lugar a dudas, cuán fuerte fue la penetración de la Colonia en toda la vida de estos ayfius andinos que, periódicamente, tenían una larga experiencia de vida urbana en la ciudad de Potosí. Pero el hecho mismo de por qué se han impuesto de-terminados préstamos sigue siendo un enigma para el lingüista y el etnohistoriador.

La cultura aymara de g&qachaka El contenido etnográfico del volumen, por lo muy

bien aprovechado que está, deja sabor a poco. La tesis inédita de Denise Arnold incluye otros varios temas -por ejemplo, sobre el ritual del matrimonio y para la k'illpa o marca del ganado- que, esperamos, algún día podremos también leer en castellano.

Varios de los textos aparecen como residuos de algo que se estaría desvaneciendo: cuentos y cantos que apenas algunos viejitos recuerdan, música ya sólo salmodiada... Algo hay de esto, sin duda. Pero, me sospecho, muchísimos aspectos etnográficos muy vi-gentes -incluso en este campo limitado de las pala-bras rituales, contadas o cantadas- siguen esperando pacientemente su recolector. ¡Cuánto debe existir aún poco conocido por tantos rincones de nuestra tierra!

Cada página del libro estimula a ampliar aún más las asociaciones dentro de Qaqachaka. El mismo enfo-que de la intertextualidad, que los autores han privile-giado, podría expandirse al conjunto del ciclo agrícola y ceremonial, por ejemplo comentando el ciclo de mú-sica, según la época del año, o -dentro del estilo de la "selva de símbolos" de Víctor Turner-se podrían inter-pretar unos ritos con otros hasta tener la visión com-pleta de la experiencia total por la que pasa cada comunário a lo largo del año y en las ceremonias que va viendo y viviendo a lo largo del ciclo vital.

Las particularidades del Norte de Potosí estimulan, a su vez, a reconsiderar lo que se ha dicho sobre otras regiones o a comparar lo que aquí se dice a propósito del Norte de Potosí con contextos más ampliosTLos mismos autores del libro han enfatizado la necesidad de ampliar los análisis a otros muchos contextos andinos (p. 173).

Sólo voy a mencionar algunas muestras, muy al azar, de lo mucho que me ha sugerido la lectura del texto.

- Es muy acertado el comentario sobre el papel de la borrachera ya no para "olvidar" sino para "recordar" hasta los tiempos más remotos (p. 32, 164). Sin bebi-da tampoco hay canto. Este enfoque nos ayuda a comprender mejor el carácter sacral d^ la bebida co-lectiva en las sociedades andinas.

- La casa. Me ha llamado la atención que en Qaqachaka no haya ninguna deferencia al protector o uywiri femenino por excelencia en otras regiones andinas: la qhiri awicha o "abuelita del fogón" -del"hogar", en su etimología- que recuerda a las divinidades domésticas, o lares, de otras culturas.

-Las frecuentes referencias a los "espíritus que mandan el aliento" (ispiritu, samiri), puede dar tal vez una nueva pista al enigmático ankari (el viento mensajero de las divinidades) que tanto han interesa-do a Ina Rósing en sus estudios del ritual kallawaya al norte de La Paz.

- Dentro de esta misma temática, al analizar los cantos de producción de don Domingo, los autores distinguen dos caminos de germinación: los cereales se vinculan al Padre Sol, que produce por el camino del aliento, mientras que las papas se relacionan más con la Madre Luna o Mama Mariya, que es a la vez una faceta de la Pachamama (p. 142ss), que reprodu-ce por el camino de la sangre. No es necesariamente así en otras regiones andinas. En Cochabamba, por ejemplo, tanto el maíz como la papa se asocian muy directamente con la Madre Tierra, hasta el punto de que los ejemplares más preciados de ambas especies, por ejemplo una doble mazorca o una papa chapara, reciben ambas el nombre de pachamama.

- Casi todos los sallqa parla (cuentos de animales) de doña Lucía son variantes sobre el tema de anima-les que de noche se visten de humanos y galantean con las muchachas. Es este un tema bien conocido en los Andes. En la antología de literatura aymara que acabamos de publicar con Félix Layme (CIPCA, HISBOL, JAYMA 1992, p. 76-77) hay también uno de estos relatos, recogido en Jesús de Machaqa. Lo que me llama la atención en estos cuentos es elpapel tan secundario que tienen los varones realmente huma-nos. ¿Será que implícitamente se los asocia a esos animales salvajes?

Metáforas, asociaciones y el orden simbólico andino Los ejemplos podrían seguir hasta formar otro li-

bro. Para concluir añadiré algo sobre un punto más general, que toca el método ae exégesis utilizado en todo el volumen.

El argumento general de todo el libro, al igual que en la tesis de Arnold que lo generó, se va armando a través de una cadena de asociaciones simbólicas: de una palabra a otra, semejante en su sentido o en su forma; de las palabras a otras dimensiones simbólicas de la cultura, en que reaparecen relaciones o contras-tes semejantes: de una región a otra; del presente al pasado de los cronistas; etc. Todo ello está muy den-tro del estilo de otros antropólogos estructuralistas del mundo andino, sobre todo de formación europea, que van procediendo "del hilo al ovillo" por una creciente cadena de asociaciones.

Por el mismo tema escogido, nuestros autores se acercan quizás más a Verónica Cereceda y Gabriel Martínez que a Tristan Platt o Nathan Wachtel. El subtítulo de su libro podría haber sido: "rozando el or-den estético y semántico de las cosas andinas". Su texto se aproxima a la poesía en muchas de sus pági-nas. Si se hubieran relegado más a las notas algunas de las precisiones técnicas, de tipo lingüístico o antropológico (como se hace, por ejemplo, con los cuentos de doña Lucía), el texto del libro habría logra-do aún más esta belleza que ya roza.

Lo menos que puede decirse de las asociaciones que arman la trama de todo el libro es que resultan muy sugerentes y que muestran un nivel de coheren-cia muy significativo. Pero al leer ese tipo de textos de enfoque estructuralista -qüe casi parecen encajes- a veces a uno le queda la duda. Algunas de esas tan bien trenzadas asociaciones ¿estarán en la misma cultura andina o en la brillante cabeza del investiga-dor? ¿No habrá cierto proceso selectivo que, sin darse cuenta, magnifica lo semejante y pasa más por alto lo que no encaja tanto en el argumento? Los trabajos de

la andinista inglesa Olivia Harris son quizás los que, por sus perma-nentes matices y ponderaciones, menos me suscitan estas pregun-tas.

Denise Arnold parece estar consciente de esta limitación, pues en muchos casos se limita a sugerir por medio de una pre-gunta, por ejemplo, cuando se lanza con audacia a insinuar el paralelismo entre la estructura de los cuentos y la de los anti-guos khipus. En cualquier caso empuja nuestras reflexiones ha-cia nuevas pistas sumamente es-timulantes. Resultan poderosas metáforas que nos hacen avan-zar hacia ese orden andino de las cosas.

literaria La Paz, Bolivia,

domingo 28 de febrero de 1993

Xavier Albó es antropólogo, lin-güista e historiador. La Paz.