Las vivencias de los últimos ganaderos que realizan esta...

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lmv lmv Como cada otoño, los pastores trashumantes preparan el viaje con sus animales desde las sierras aragonesas a los pastos de invernada a través de las tradicionales cabañeras. Las vivencias de los últimos ganaderos que realizan esta ancestral práctica invitan a conocer una red de caminos de gran atractivo natural y patrimonial. Conducción de las reses a caballo foto fernando lampre Manada de reses bravas realizando la trashumancia. Sierra de Albarracín. Teruel foto antonio bascón «Sevi» l as r utas d e l os r ebaños texto Luisa Feliu

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Como cada otoño, los pastores trashumantes preparan el viajecon sus animales desde las sierras aragonesas a los pastos deinvernada a través de las tradicionales cabañeras. Las vivencias delos últimos ganaderos que realizan esta ancestral práctica invitan a conocer

una red de caminos de gran atractivo natural y patrimonial.

Conducción de las reses a caballo foto fernando lampreManada de reses bravas realizando la trashumancia. Sierra de Albarracín. Teruel foto antonio bascón «Sevi»

las rutasde los rebañostexto Luisa Feliu

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Un pastor recorre la cabañera de la Bal de Chistau foto chabier de jaime Las vías pecuarias aún atraviesan calles de pueblos y ciudades, en este caso en Huesca foto antonio martínez andía

En el calendario tradicional que durante siglos ha marcado los trabajos pastoriles en Aragón unade las fechas más señaladas era el día de San Miguel, el 29 de septiembre. Era la fecha de fiestas yferias; cuando se firmaban los contratos entre los propietarios del ganado, los amos, y losmedieros que lo cuidaban; y también era, causa de todo lo demás, el momento en el que losrebaños partían desde las sierras donde pacían en verano hacia los pastos de invernada.

Desde la Edad Media y hasta entrado el siglo XX, la ganadería era una de las actividadeseconómicas más importantes en Aragón, por lo que alrededor de los rebaños se tejieroninstituciones jurídicas y sociales, se desarrollaron fortunas y poblaciones y se creó toda unacultura. Y dentro de este sistema, la trashumancia y la trasterminancia (desplazamientosestacionales de corto recorrido, muy característica del Prepirineo) era una pieza fundamental, yaque permitía el mejor aprovechamiento de los pastos naturales. Desde la Edad Media y hastaentrado el siglo XX, Aragón era tierra de grandes rebaños trashumantes.En los meses más cálidos, los puertos de montaña ofrecían pasto abundante y fresco para losanimales y sus crías, pero cuando la nieve cubría el suelo se hacía preciso bajar a las llanuras, paraaprovechar las extensas zonas de matorral, inapropiadas para la agricultura pero suficientes paraalimentar a los rebaños hasta que de nuevo llegara el buen tiempo.Las ovejas que pastaban durante el verano en los puertos del Pirineo descendían en otoño a lasestepas monegrinas y del valle del Ebro; en el sur, los ganados de las sierras ibéricas marchaban alas llanuras de Tarragona y Valencia o a los pastos de Andalucía. Hacia las tierras bajas en otoño y

en dirección contraria en primavera, se repetía el espectáculo de los rebaños, de hasta dos milovejas, que avanzaban en medio de una gran nube de polvo, junto con los perros, los pastores y losburros en que estos cargaban los útiles y alimentos necesarios para su largo viaje.Los cambios económicos, tecnológicos y sociales de los últimos cien años han cambiadocompletamente el panorama de la ganadería y la trashumancia es ya una práctica residual. Queda,sin embargo, un importante legado, de fiestas, tradiciones y monumentos en el que el primerelemento es el propio camino por el que circulaban los pastores y sus animales.Desde que surgió la ganadería, los pastores comenzaron a fijar unos itinerarios que aprovechabanlos pasos más practicables (vados de ríos, puertos de montaña) para conducir sus rebaños. Así setejió una red de comunicaciones que, por estar basada en razones geográficas, se ha mantenidofrente a los sucesivos cambios históricos. Las vías pecuarias vivieron su momento de mayoresplendor entre la Baja Edad Media y la Edad Moderna, cuando la importancia económica delcomercio de la lana, favoreció que los monarcas concedieran distintos privilegios a los ganaderostrashumantes frente a otros colectivos, como los agricultores.Las vías pecuarias siguen prestando un servicio fundamental a la cabaña ganadera extensiva, tantoen la trashumancia como en desplazamientos cortos. Pero, además, en 1995, la administraciónreconoció por ley el derecho de los ciudadanos a usarlas con fines distintos a los ganaderos. Lascabañeras no solo permiten cruzarse con rebaños, sino que son rutas que cruzan todo el territorioaragonés, desde las cumbres más altas hasta las estepas, desde Tauste hasta el valle de Hecho, desdeMequinenza o Zaragoza hasta Ordesa.

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Patrimonio artístico y trashumanciaLas cabañeras, cordeles y veredas por las que conservan su derecho de paso los

rebaños han sido en ocasiones transformadas en carreteras o se han perdido;

pero también perviven importantes tramos de caminos empedrados y

murados, así como un largo número de instalaciones complementarias:

abrevaderos, puentes, chozas y corrales, apartaderos, etc. De este patrimonio

etnológico pueden destacarse las abundantes construcciones de piedra seca

(es decir, con losas que se mantienen unidas solo por su propio peso, sin

ningún tipo de argamasa) en La Iglesuela del Cid, reconocidas como Bien de

Interés Cultural.

Las construcciones ligadas a la trashumancia no son solo muestras de lo que

se suele llamar arte popular, ya que los caminos están jalonados también de

ermitas, con abundantes muestras de arte románico en el Pirineo, y el poderío

de las cofradías ganaderas y los grandes propietarios están detrás de retablos,

capillas y grandes caserones.

Quizá, la muestra más curiosa de cómo la trashumancia ha ayudado a

conformar el patrimonio artístico aragonés la encontramos en Albarracín, en

la calle Azagra. Allí se ubican las residencias de tres antiguas ricas familias

ganaderas, y entre ellas una, la de los Navarro de Arzuriaga, única en todo el

pueblo por el color añil intenso de su fachada, que contrasta con el típico ocre

del pueblo. Se explica porque su dueño se casó con una joven de La Carolina,

a donde bajaba con su ganado, y remodeló el edificio al estilo andaluz.

Caminos ganaderos

En Aragón, las vías pecuarias suman 10.000 km de longitud y ocupan casi 48.000 ha de superficie, un área

equivalente al parque natural de la Sierra y Cañones de Guara, el espacio natural protegido más extenso

de la comunidad. La comparación no es baladí, porque las vías pecuarias son bienes de dominio público,

que como tales deben ser conservados y defendidos por los poderes públicos, y se trata de un «territorio»

de tanta importancia natural, que actúa como corredor ecológico y comunica zonas de valle y montaña,

como histórica y cultural. Sin embargo, la recuperación, señalización o difusión de las vías pecuarias para

usos turísticos, culturales o recreativos es incipiente y dispar.

Los itinerarios senderistas balizados se desarrollan en su gran mayoría por caminos tradicionales, por lo

que muchos senderos homologados coinciden con el trazado de vías pecuarias. Es el caso de los senderos

de gran recorrido GR 1, GR 11, GR 15, GR 16, GR 45 y GR 95; así como de numerosísimos senderos de

pequeño recorrido (PR) y senderos locales (SL).

Se puede destacar, por su significación y longitud, el GR 18, que sigue íntegramente la cabañera más

oriental del Pirineo aragonés, uniendo las montañas de la Alta Ribagorza y el valle de Castanesa con la

Baja Ribagorza a través de la divisoria de la sierra de Sis y el río Cajigar. Es una ruta bien conocida por los

senderistas y que todavía es una de las más transitadas por los ganados. También el Camino de Santiago

en su recorrido por tierras aragonesas, marcado como GR 65.3 sigue una antigua cabañera, que es el

nombre aragonés para las principales vías pecuarias.

Arquitectura de piedra seca. La Iglesuela del Cidfoto javier romeo

Casa de los Navarro de Arzuriaga. Albarracínfoto javier melero

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Otros senderos toman la misma trashumancia como un acicate para recorrerlo, como es en el Sobrarbe, la

vía pecuaria La Solana-Valle de Vió, que no es sino el tramo entre Giral y Fanlo de la cabañera de ovino

por donde viajaban los rebaños entre los puertos de Góriz, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte

Perdido, y los pastos de invierno en el valle del Ebro. Además de adecuar el camino, se han rehabilitado

muros, empedrados, fuentes, abrevaderos y casetas, aunando así el interés natural y deportivo con la

educación ambiental.

Otros ejemplos en Huesca son el sendero PR-HU 72 o Ruta de la Trashumancia, un recorrido circular por

las vías pecuarias del Somontano de Barbastro; o, en la misma comarca, la ruta de la cabañera Peralta de

Alcofea-Mesón de Sebil. Y en La Jacetania, la Ruta de los Trashumantes lleva de Ansó a Berdún por la

sierra de Forlata, por donde los rebaños evitaban las difíciles foces de Majones yBiniés.

En la provincia de Teruel, se pueden recorrer, a pie, en bicicleta de montaña o a caballo, las cinco

cabañeras principales que llevaban desde la sierra de Albarracín a Levante y Castilla; y en Maestrazgo se

ha recuperado el camino de los Baranqueros, entre La Iglesuela del Cid y la vecina localidad castellonense

de Villafranca del Cid.

Y en el mismo entorno de la ciudad de Zaragoza, muchos caminantes y ciclistas utilizan sin saberlo la

Cabañera Real de Torrero, que cruza las estepas del sur hacia la comarca de Campo de Belchite, cuando

pasean por el CR 41.

Estos antiguos caminos conforman así una red que recorre todo Aragón, conectando las distintas

unidades de relieve de la comunidad: montañas, ríos, valles y llanuras. Valiosos ecosistemas que van desde

los pastizales alpinos a los barbechos, pasando por bosques, dehesas, matorrales mediterráneos y campos

de cultivo; corredores ecológicos que demuestran, en palabras del catedrático de Ecología Fernando

González Bernáldez, que «el paisaje del pastoralismo constituye el primer recurso natural de Europa».

Para saber más de la trashumanciaEl Museo de la Trashumancia de Guadalaviar es el único en Aragón que se

dedica de forma monográfica a este tema. Sus seis salas acercan a lo que es la

trashumancia desde distintas perspectivas (antropológica, etnológica,

histórica…). Se organizan también actividades de investigación y un

encuentro anual de pastores trashumantes de todo el mundo que ha llevado a

la sierra de Albarracín a representantes de pueblos pastores de distintas

procedencias: lapones, tuaregs, massais, crows…

En el término municipal de Caldearenas, en medio de una cabañera cercana al

río Gállego, la senda de Izarbe, se encuentra el Centro de Interpretación de la

Vida Pastoril y Centro Fotográfico de la Trashumancia. Ocupa dos cabañas de

pastores y acerca a los trabajos de los pastores a través de paneles y fotografías

antiguas de Ricardo Compairé.

En la pardina de Ayés, próxima a Sabiñánigo, el grupo Oviaragón ha

promovido La Borda de Pastores. Parque del Ovino, un centro de ocio

cultural y educativo relacionado con todo el ciclo de producción ovina y que

organiza actividades como el Festival Trashumantes, que incluye una andada

con un rebaño de ovejas.

Museo de la Trashumancia. Guadalaviarfoto julio e. foster

Trashumancia de la manada de caballos hacia el valle de Tenafoto javier melero

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La trashumancia dista de haber

desaparecido, ya que se basa en el mismo

ciclo natural que mueve a las manadas

de herbívoros salvajes; aunque adaptada

a los medios actuales, muchas veces se

realice en camiones. Sin embargo,

algunos ganaderos aragoneses,

propietarios de ganados bien distintos,

siguen conduciendo sus animales en pos

de los pastos a la manera secular, a pie y

a caballo. Los pastores trashumantes del

siglo XXI cuentan, desde luego, con

comodidades que facilitan su labor

como los vehículos de apoyo, la ropa

impermeable o los teléfonos móviles,

amoldando esta milenaria actividad a las

circunstancias actuales.

Alfredo GarcíaEl rebaño de Alfredo García se mueve

entre Lanuza, en el valle de Tena, y la

sierra de San Juan de la Peña. Es una

yeguada de más de 250 caballos que su

dueño sigue moviendo con las estaciones

entre los pastos de invierno y los de

verano, aprovechando distintas pardinas.

En un camión, el viaje dura unos 60

minutos, pero guiando a los animales

requiere tres días y la colaboración de

varias personas.

Reunir a los animales en un cercado ya

ocupa las jornadas previas al viaje, que,

dada la ocupación de las cabañeras

tradicionales, se realiza en buena parte

por carreteras. Se cuenta con el apoyo de

la Guardia Civil, notificándole los lugares

y horas de paso, para que una patrulla

ayude a parar el tráfico; pero hay que

sumar dos coches con avisos luminosos y

casi una veintena de colaboradores que

ayuden a mantener unida la manada.

«Con tres personas –cuenta el ganadero–

basta para subir cien vacas; pero los

caballos son muy movidos y vivos y así

no llegaría ni la mitad». En su caso,

amigos aficionados a la hípica le ayudan

para guiar a los caballos e ir dando paso

alternativo a los coches. En los prados

altos, los caballos permanecen hasta

mediados de septiembre, cuando llegan

las primeras nevadas, «y algún año

hemos bajado con un metro de nieve».

Pese a todas las dificultades, Alfredo

destaca que a la mayoría de los

conductores les gusta encontrarse con el

espectáculo de la caballada, «bajan con

los niños y a hacer fotos», y que incluso

tiene cada vez más voluntarios para

guiarla, «hasta me dicen que cobre, como

cosa turística».

Trashumantes del siglo XXI�

Campamento nocturno durante la trashumanciafoto alfonso ferrer

Alfredo García foto javier melero

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Lionel MartorellLos documentos históricos muestran que

en época bajomedieval más de 30.000

ovejas salían de la localidad turolense de

Fortanete para pasar el invierno en

tierras levantinas, y ahora son apenas una

veintena de pastores de Gúdar-

Javalambre y Maestrazgo los que

mantienen la práctica. Uno de ellos es

Lionel Martorell, propietario de un

rebaño de 900 ovejas y 120 vacas.

Durante la época de calor, Lionel sale con

su hatajo por los campos de Fortanete y

Cantavieja, a más de 1.300 m de altitud;

pero cada año, hacia Todos los Santos,

conduce a sus animales en sendos viajes,

uno para cada especie, hasta Amposta

(Tarragona), donde se queda hasta junio.

«El pienso o las naves –explica– tienen un

coste cada vez mayor; al bajar con el

ganado, no se gana más pero se gasta

menos». Son pues, cuatro viajes a pie,

cada uno de 7 días de duración, a una

media de 20 km por día, en los que hay

que adaptarse a las horas de luz y al calor,

y aprovechando los bancales y fuentes

donde los animales pueden apacentar.

Pero fuera de la separación de su familia,

que destaca como el aspecto más duro,

Martorell no ve en su oficio la dureza y el

sacrificio que se le suele atribuir: «intenté

no hacer la trashumancia un par de años

y no estaba a gusto, es como una droga.

En este sentido, asegura que cuando

el tiempo anuncia que es

hora de cambiar de campos,

«los animales lo notan

y se irían solos; tú mismo

notas que te tienes que ir».

Juan Vicente MoraA mediados de noviembre, cuando el frío

y la nieve envuelven Valdetablado, en la

parte más alta de la sierra de Albarracín,

Juan Vicente Mora inicia con su ganado

un viaje de seis días hasta Cañada del

Hoyo, en Cuenca, donde los animales

pasarán el invierno. Así, mantiene una

tradición de cuatro generaciones, que

además llama la atención porque su

ganado es de reses bravas; vaquillas que

se corren en muchas fiestas de Teruel y

Cuenca y novillos de alguna lidia con

picadores.

Son unos 500 animales, entre vacas

madre y sus becerros, que hay que

controlar en los trayectos entre las fincas

de invernada y agostada, pero lo que Juan

Vicente lamenta es que el desplazamiento

no sea ya el que realizaba con su padre,

Benito, hasta 1996: casi 500 km hasta La

Carolina en Jaén, que duraban más de un

mes, «un viaje que me encantaba». Solo

los controles sanitarios a los

desplazamientos de animales debido a la

enfermedad de la lengua azul, hicieron

que se acortara el desplazamiento, y el

ganadero no descarta volver hasta

Andalucía si bajan los precios de las

fincas de pasto.

Mora explica que sus vacas, al igual que

él, tienen la costumbre de la

trashumancia, «y ellas mismas echan a

andar». Para conducirlas se necesita

apenas un grupo de cinco personas a

caballo, más un coche de apoyo. La

jornada empieza antes de la salida del sol,

reuniendo a la vacada para hacer un

recuento antes de empezar la marcha.

Con un descanso a mediodía, la jornada

se puede alargar hasta casi medianoche,

ya que para alcanzar un lugar con agua o

superar carreteras se pueden llegar a

recorrer más de 30 km al día. La noche se

pasa al raso, reses y vaqueros, y estos

hacen turnos de vigilancia para evitar

que algún animal se separe.

Juan Vicente Mora reconoce que el único

motivo para hacer este viaje es «por

romanticismo», por disfrutar de la

experiencia del viaje. Incluso añade que

le gusta poder mantener la tradición de

llevar las vaquillas compradas en los

pueblos conduciéndolas, cómo no, a pie.

arriba Lionel Martorellfoto julio e. foster

abajo Benito y Juan Vicente Morafoto diego mallén

Rebaño en una vía pecuaria de Jaraba (Zaragoza) foto javier romeo

El primer BIC inmaterial de Aragón

El pasado mes de enero, la Dirección General de Patrimonio Cultural inició el

procedimiento administrativo para reconocer la trashumancia en Aragón como Bien

de Interés Cultural (BIC). La ley señala que con este título se pueden reconocer los

bienes más relevantes del patrimonio aragonés, tanto materiales como inmateriales y

señala especialmente como candidatos «las actividades tradicionales que contengan

especiales elementos constitutivos del patrimonio etnológico», aunque de momento

no hay ninguna manifestación inmaterial protegida como BIC.

En la exposición de motivos para conceder este reconocimiento, que ya ha superado

el trámite de presentación de alegaciones públicas, se destaca que el traslado del

ganado en busca de los pastos estacionales es «una manera de vivir dentro de una

economía en la cual la interrelación del hombre y el medio bioclimático es total» y

se resalta cómo ha articulado «las relaciones entre la montaña y el llano, entre los

Pirineos y el valle del Ebro, así como entre las serranías ibéricas turolenses con su

entorno próximo y lejano», así como la extensa red de vías pecuarias, construcciones

auxiliares y manifestaciones en las costumbres, el lenguaje, el folclore o la

gastronomía.