Las Siete Lamparas

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LAS SIETE LÁMPARAS DE FUEGO George H. Warnock “Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. (Apocalipsis 4:5) “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” (Isaías 11:2) “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” (Apocalipsis 5:6). Contenidos Introducción Capítulo 1 –El juez está a la puerta Capítulo 2 – Él camina entre los candeleros Capítulo 3 – Del Lugar Santo al Lugar Santísimo Capítulo 4 – Sube más arriba Capítulo 5 – Un vistazo más allá del velo Capítulo 6 – Los siete Espíritus de Dios Capítulo 7 – Un Reino de Justicia Primera impresión, Junio 2001 en Colombia, Sudamérica Este libro puede ser solicitado en inglés contactando con su autor, George H. Warnock

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LAS SIETE LÁMPARAS DE FUEGO

George H. Warnock

“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. ” (Apocalipsis 4:5)

“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” (Isaías 11:2)

“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” (Apocalipsis 5:6).

Contenidos

Introducción Capítulo 1 –El juez está a la puerta Capítulo 2 – Él camina entre los candeleros Capítulo 3 – Del Lugar Santo al Lugar Santísimo Capítulo 4 – Sube más arriba Capítulo 5 – Un vistazo más allá del velo Capítulo 6 – Los siete Espíritus de Dios Capítulo 7 – Un Reino de Justicia

Primera impresión, Junio 2001 en Colombia, Sudamérica

Este libro puede ser solicitado en inglés contactando con su autor, George H. Warnock

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

INTRODUCCIÓN

En su momento, yo no planifiqué ninguna introducción para este libro. Sin embargo, al acercarme a su final, sentí que una breve introducción podría servir como el canto del gallo para algunos de entre el pueblo de Dios.

Al leer y releer las siete cartas a las siete iglesias, no puedo evitar saber que aquí, al menos en el mundo libre, nuestro Señor está llamando a Su Iglesia al arrepentimiento—y por las mismas razones por las que Él llamó a cinco de las siete iglesias de Asia al arrepentimiento. Incluso amenazó con quitar el Candelero de una iglesia que tenía tantas cosas en marcha para sí misma... por una razón que a duras penas hoy consideraríamos válida. Después de todo, estaban haciendo buenas obras, trabajando en la obra del Señor, eran pacientes en la prueba, no podían tolerar a los malos, tenían un entendimiento penetrante para probar a los que afirmaban tener un ministerio apostólico y probaban la falsedad de los mismos, llevaban fielmente las cargas que el Señor había puesto sobre ellos, sin desmayar, y sin abandonar la carrera... Una iglesia de esta clase ciertamente recibiría la mayor calificación por parte del Señor. Pero esta es la iglesia a quién el Señor le dijo que quitaría su candelero, si no se arrepentían. ¿Cuál era su problema? Habían abandonado el PRIMER AMOR. ¿Qué conseguirá hacernos saber lo bajo que hemos caído, y volver a la simpleza y pureza de nuestro amor por Dios y por Su pueblo? No tengo la respuesta, pero sé que el Señor de la Iglesia es la Respuesta, y que Él camina entre los candeleros, completamente aprobado y preparado para tratar con cada problema en la Iglesia.

Hace unos días estaba pensando en Pedro. Amaba a Su Maestro, pero cuando todo se vino abajo, repentinamente se encontró a sí mismo frustrado, desilusionado, enfadado, ofendido­­­listo para tirarlo todo por la borda. Fue muy lejos, hasta llegar a negar abiertamente a su Maestro tres veces seguidas. Después sucedió algo que Jesús había predicho. De repente cantó el gallo, Jesús se volvió y miró a Pedro a los ojos. Esa mirada única a Pedro le llevó a un repentino y devastador arrepentimiento... y salió fuera y lloró amargamente. Fue el comienzo de la restauración de su fe y esperanza en Aquel que dijo: “Pedro, he orado por ti, que tu fe no te falte”.

Sé que esta es nuestra respuesta total. Y mi esperanza es que este libro pueda ser un canto del gallo a tiempo para muchos de los que se hallan en inquietud y perplejidad, quizás incluso desilusionados y ofendidos con el pueblo de Dios, o con su Señor. O simple y llanamente, Laodiceos—ni fríos ni calientes­­­y no apreciando que nuestro Señor demanda una cosa o la otra, y que no puede tolerar las mezclas. Cualquiera que sea nuestro problema, confío en que podamos ser atrapados por los ojos de Jesús cuando Él regrese y nos mire. Porque sé que los ojos ensangrentados del Cordero nos llevarán a un arrepentimiento irreversible, en el que no hay vuelta, ni mirada atrás.

“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él.” (2ª Crónicas 16:9)

­­George H. Warnock— 17 Abril 2001

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Las siete Lámparas de Fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 1 EL JUEZ ESTÁ A LA PUERTA

Las nubes de la tormenta se están juntando

Jesús advirtió a Sus discípulos antes de marcharse que antes de Su venida, habría tiempos muy turbulentos en la tierra, y les exhortó a estar siempre orando, siempre caminando con Dios en vigilancia y sobriedad... porque sólo esto les fortalecería con la fortaleza y la gracia que necesitarían para esa hora (lee Lucas 21:36). Rehusó darles ningún horario referente al tiempo de Su manifestación, pero enfatizó la necesidad de estar preparados todo el tiempo. Usó la ilustración de las vigilias de la noche e indicó que podía venir en cualquiera de esas vigilias, y por tanto, que debían estar siempre alerta. Pero también indicó que podría retrasarse más allá de lo que pensaran Sus siervos, y que el sentido de expectación que había al principio, gradualmente se extinguiría en sus mentes y en sus corazones. Y así, al avanzar la noche, no quedaría ningún sentido o conciencia de que la venida del Señor se acercaba... y que vivirían en tranquilidad y contentamiento bajo la falsa presunción de que “el Señor retrasa Su venida...” (Lucas 12:45). Recuerdo el sentido de inminencia que prevalecía en la iglesia en los primeros días de mi infancia. Como niños, teníamos el sentir de que quizás pasaría un período de unos diez años... y después, todo se acabaría. No sabíamos lo que eso significaba... sólo que se suponía que un rapto se llevaría a la iglesia y que el resto del mundo pasaría por una gran tribulación. No estaba seguro de estar preparado para el rapto, pero personalmente decidí en mi mente que si alguien venía a mí para poner el número 666 en mi mano o en mi frente­­­me convertiría en un mártir y moriría. Al menos esa era la impresión que obteníamos de lo que decían los predicadores: “Ya sabéis... vamos a ser raptados de aquí antes de que se desaten unos problemas terribles. Pero podéis ser salvos en la gran tribulación si no tomáis la marca de la bestia.” No estoy haciendo burla de la doctrina de ninguna manera. Es un asunto demasiado serio para eso. Pero en aquellos días yo no entendía que un mártir es alguien que es fiel en la vida así como en la muerte—y puede que no muera necesariamente, y aún así seguirá siendo un mártir. Por ejemplo, el amado Juan, era un mártir (del griego “martus”, testigo fiel y verdadero, aunque no hay ninguna evidencia de que fuera matado). Ni tampoco entendía que la gran tribulación ha sido el bagaje de los seguidores del Cordero a lo largo de su historia. Por otro lado, también llegué a comprender más tarde que Dios tiene una marca reservada para Su pueblo, que les inmunizará contra los ataques de Satanás, que pretende corromper sus mentes y apartarles de la “sencillez del Dios viviente”, que Dios imprime sobre las frentes de Su pueblo. Este sello es la señal de Dios a todos los poderes espirituales, buenos o malos—que éstos son escogidos en Cristo, y una señal de seguridad a los que son sellados, que no necesitan temer los vientos de la ira de Dios cuando comiencen a soplar sobre la tierra (lee Apoc. 7:2­3). ¿Cómo supones que la bestia y sus reyes vayan a ”hacer guerra contra el Cordero, y que el Cordero les venza”? Ahora mismo nos preguntamos cuánta gente está de hecho concienciada de que el Cordero es el Rey de reyes y el Señor de señores y que Él reina como un Cordero en el trono. Pero en ese día habrá un fiel testigo del Cordero en la tierra... un testigo tan fuerte que las naciones y los líderes lo odiarán y querrán destruirlo a él y a su Rey. Porque este pueblo son los fieles representantes del Cordero, y la Bestia hará guerra contra ellos. Son “llamados, escogidos y hallados fieles”. Están con el Cordero, mientras caminan por toda la tierra. Siguen al Cordero dondequiera que Él les guíe. Él pasó por gran tribulación en los días de Su carne, y no duda en llevar a Sus discípulos a gran tribulación. Pero juntos, salen victoriosos. Él les guía a fuentes de aguas vivas. Están con el Cordero en el Monte Sión como vencedores. Festejan con Él en la cena de bodas del Cordero. Y finalmente vencen al dragón por la sangre del Cordero y por la

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palabra de Su testimonio, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. (Apocalipsis 7:17, 12:11, 14:1­4, 19:7).

Sabemos que las tormentas de la tribulación ya están cociéndose, porque podemos ver los relámpagos y oír los truenos acercándose. Al leer la lista de pecados y maldad que inevitablemente llevan a la ira de Dios, y al compararla con lo que lo que está pasando en el mundo hoy día, no podemos evitar sino saber que los justos juicios de Dios están cerca y a la mano (lee Romanos 1:17­32). Porque Su paciencia y longanimidad... aunque duran por siglos, deben eventualmente desembocar en Sus justos juicios en la tierra. Sólo podemos preguntarnos cuánto tiempo más Dios puede esperar antes de que Su ira “se revele desde el Cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que “detienen con injusticia la verdad" (Rom. 1:18). Acabamos de alcanzar el límite de la apostasía moral, en el que hay tal depravación que los hombres y las mujeres tienen lo que el apóstol Pablo llama una mente reprobada—una mente tan vacía de ningún sentido de discernimiento moral que discuten y hacen manifestaciones en pro del derecho de vivir el estilo de vida que han escogido—y no conocen la diferencia entre el bien y el mal. Ni quieren tener a Dios en sus pensamientos. Cuando se llega a este estado de depravación, Dios no tiene otra opción que derramar Su ira desde el Cielo.

Pero habrá una fiel ministración del Cordero de Dios en ese día, por medio de un pueblo que Le sigue. Y éstos serán fieramente perseguidos y odiados, porque tarde o temprano descubrirán que es el Cordero en el Trono el que envía estos juicios, e identificarán a Sus seguidores. Y al final, escuchamos incluso a los gobernadores de la tierra clamando a los montes y a las peñas, “Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apoc. 6:16).

Los juicios de Dios comienzan por Su casa

La primera preocupación de Dios es por Su pueblo, porque la Luz que Dios encendió en la iglesia cuando se marchó, está casi extinta. ¿Cómo y por qué? Porque cuando rehusamos y negamos la Luz, Jesús nos ha advertido, “Si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mat. 6:23). No hay duda de que ya hemos visto mucho de los juicios de Dios en la iglesia... pero me temo que muchas veces ni siquiera los consideramos Sus juicios... porque la ciencia puede explicar lo que está pasando. El mundo, incluida la iglesia, está lleno de mucha devastación, enfermedad, sufrimiento, hogares rotos, hombres, mujeres y niños heridos. Hay problemas físicos y psicológicos en proporciones abrumadoras, casi tanto en la iglesia como en el mundo...porque la Luz que Dios quiso que fuéramos, casi se ha extinguido. Sin embargo, a pesar de todo ello, el pensamiento global entre los evangélicos es: el Señor vendrá y nos sacará de aquí uno de esos días... ¡Y después nos traerá de nuevo después de la cena de bodas del Cordero, para poner las cosas en su sitio en la tierra!

Pero ha sucedido conforme al lamento de Dios a través del profeta Jeremías: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” (Jeremías 2:13). Hemos corrompido la herencia de Dios en la tierra. Hemos dejado que tantas cosas carnales y mundanas entren en la iglesia, con la loca suposición de que si nos hacíamos más como el mundo, no seríamos considerados tan radicales después de todo, y podríamos ganar a algunos de ellos para el Señor. En este día, especialmente en nuestra tierra libre, podemos llevarnos bastante bien con el mundo. Podemos enfatizar lo lleno de gracia y de amor que está Dios, para que no tengan que tener temor de venir a nuestra iglesia. ¡Venid y disfrutad de nuestra maravillosa orquesta y coro—y

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dejad que Dios sea vuestro amoroso papaíto! Podéis venir a nuestra iglesia y pasarlo fenomenal. Recuerdo lo que decía A.W. Tozer, y me gustaría citar un párrafo o dos de un tratado que me encontré, con el título:

“ La vieja Cruz y la nueva”

“La vieja cruz no tendría relaciones con el mundo. Para la orgullosa carne de Adán significó el final del viaje. Hizo efectiva la sentencia impuesta por la ley del Sinaí. La nueva cruz no se opone a la raza humana; más bien es una amistosa compañera y, si se entiende correctamente, es la fuente de océanos de buena y limpia diversión e inocente disfrute. Deja que Adán viva sin interferencias. La motivación de su vida no es alterada; sigue viviendo para su propio placer, sólo que ahora se deleita en cantar coros y en ver películas religiosas en lugar de cantar canciones malas y de beber bebidas alcohólicas. El énfasis sigue estando en el disfrute, aunque la diversión se encuentra ahora en un plano más alto moralmente, si no intelectualmente.”

“La nueva cruz promueve una aproximación evangelística enteramente nueva y diferente. El evangelista no demanda abnegación de la vida vieja antes de que una vida nueva pueda recibirse. Él no predica contrastes sino similitudes. Busca centrarse en el interés público mostrando que el Cristianismo no hace ninguna demanda desagradable; más bien, ofrece la misma cosa que el mundo, sólo que en un plano más alto. Sea lo que sea aquello que en el momento esté buscando un mundo enloquecido por el pecado, es revelado inteligentemente como aquello que precisamente ofrece el evangelio, sólo que el producto religioso sea mejor.”

“La nueva cruz no mata al pecador, lo re­dirige. Lo lleva a una forma de vida más gozosa y más limpia y le mantiene su dignidad. A la persona auto­afirmada, le dice, “Ven y afírmate para Cristo”. Al egotista le dice: “Ven y disfruta de la emoción de la comunión cristiana”: El mensaje cristiano se inclina en la dirección de la moda actual para hacerlo aceptable al público.”

“La filosofía que hay detrás de esta cosa puede ser sincera, pero la sinceridad no le evita ser falsa. Es falsa porque es ciega. Pierde completamente el significado completo de la cruz.”

“La vieja cruz es un símbolo de muerte. Significa el fin abrupto y violento de un ser humano. El hombre que en los tiempos romanos tomó su cruz y comenzó su camino, ya había dicho adiós a sus amigos. No iba a regresar. No iba a re­dirigir su vida; se dirigía a su propio fin. La cruz no hacía compromisos, no modificaba nada, no salvaba nada; mataba a todo lo del hombre, completamente y para bien. No pretendía mantener un buen trato con su víctima. Golpeaba de forma cruel y dura, y cuando acababa su obra, el hombre dejaba de ser. “ por A.W. Tozer.

La cruz de Jesús significó el indulto y el perdón y la limpieza de todo pecado... y ciertamente no hemos de perder eso de vista. Pero para el apóstol Pablo, la cruz significó mucho más que eso. Significó que el viejo hombre, la vieja vida... dejaba de ser. Esta es una revelación de Cristo que hemos de tener si es que vamos a caminar por el sendero del verdadero discipulado. Debemos saber que fuimos crucificados con Él cuando colgaba de la cruz.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado: y ya no vivo yo, más vive Cristo en mi. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y Se entregó a Sí mismo por mí.” (Gál. 2:20). Él murió por nosotros en la cruz. Y nosotros fuimos crucificados con Él.

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Es demasiado evidente que incluso los Cristianos consagrados son conscientes de que nos quedamos muy cortos de esa identificación con Cristo y Su cruz. Y es cierto que no podemos hacer que suceda. No hay suficiente cantidad de castigo auto­ infligido que pueda hacer que suceda. Pero estoy seguro de que el Señor que camina entre los candeleros, va a restaurar este verdadero Testimonio de Jesús en la tierra.. Y el mundo se levantará contra ese Testimonio, y querrá destruirlo de sobre la faz de la tierra. Y es aquí donde la verdadera cruz es revelada... Cuando su pueblo comience a brillar con el testimonio de Jesús. Sé que esto está sucediendo en ciertas partes del mundo hoy... pero aquí, en lo que llamamos el mundo libre­­­ estamos muy lejos de ello. Nuestra libertad no es por causa de principios democráticos de libre discurso y expresión. Es más bien porque caminamos mano a mano con un mundo que odia a Dios y a Su Cristo. Cuando Dios se levante en medio de nosotros y produzca el verdadero Testimonio de Jesús en la tierra—muy fácilmente podríamos enfrentarnos a la misma clase de persecución que otras naciones están sufriendo hoy. Pero mientras la Luz continúe degenerando en un estado de oscuridad—hay pocas razones para que los que moran en tinieblas se quejen demasiado de nosotros.

Dios es celoso de Su propio nombre

Dios siempre es celoso por Su pueblo, por causa de Su nombre. Así, el salmista clamó, “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley.” (Salmos 119:126). Cuando el pueblo de Dios ha invalidado los santos y justos preceptos de Dios para ir por su propio camino, sólo Dios puede solucionar el problema. Sólo mediante la intervención divina vamos a ver la transformación de Su pueblo desde una posición de aceptación tolerante del status quo, hasta una posición de cambio radical . E intervenir, intervendrá, porque es Su Santo Nombre lo que está en juego. Ha declarado Su intención, y no va a retractarse. Ha de tener un pueblo santo y justo en la tierra, porque está tan preocupado con la integridad de Su nombre hoy como lo estaba en los días de antaño. Dios recordó a un Israel desviado como habían abandonado a Dios incluso en los días de su esclavitud en Egipto y cómo habían servido a otros dioses. Después, cuando los sacó mediante una liberación soberana y poderosa, y los llevó al desierto—se rebelaron contra Él en el desierto. Después los plantó en el monte de su heredad en Canaán... y después de no mucho tiempo cambiaron a su Dios por los dioses de los paganos en medio de ellos, a quienes se suponía que tenían que someter (lee Ezequiel 20:1­31). De esta forma Él declaró Su intención—

“Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:22­27). Dios se estaba refiriendo a la nación de Israel, porque eran los primeros en línea. Eran ese “buen olivo”. Pero cuando su Mesías vino, sus corazones estaban aún más endurecidos, y fallaron en verle.

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La sabiduría de Dios revelada en la caída de Israel

La nación de Israel no recibió a su Mesías por causa del endurecimiento de sus corazones. Pero ningún hombre ni ninguna nación son tan importantes para Dios que Dios tenga que cancelar Sus planes y esperar que ese hombre o esa nación se arrepientan. Lo que es importante para Dios es la integridad de Su propio Nombre. Así, Dios no detuvo el reloj de sus propósitos respecto de Israel. En lugar de eso, para su desmayo y confusión y por causa de su incredulidad—se cortaron del árbol del Pacto de Israel. “Todo Israel” no fue cortado... fueron sólo las ramas incrédulas las que fueron cortadas. La mayoría de los primeros creyentes en Cristo fueron judíos (soy consciente de que una seria división ha surgido entre la corriente principal de Israel y los judíos de Judá—especialmente en los días siguientes al reinado de Salomón. Pero uso los términos Israel y Judíos como sinónimos, como lo hizo Pablo con mucha frecuencia en sus epístolas). En el curso del tiempo, cuando el Evangelio había avanzado a todo lo ancho y largo entre los gentiles... hubo un desplazamiento gradual en la iglesia, desde una presencia judía hacia una presencia gentil, especialmente por causa del ministerio del apóstol Pablo. Pero Dios no detuvo sus propósitos respecto de Israel. Más bien, fue el rechazo de Israel la ocasión que motivó que Dios abriera la puerta a los gentiles y les hiciera parte de la nación de Israel. (Efe. 2:12,13). Había una cierta dificultad en todo esto, cuando los gentiles convertidos se multiplicaban y muchos de los líderes judíos a duras penas sabían como manejar todo el asunto. Pero Pablo deja muy claro en muchos de sus escritos que no habría un aplazamiento del plan de Dios para Israel, por causa de su fracaso. En su lugar, Él escoge llevar a los Gentiles al Pacto, injertando a estas ramas de olivo silvestres en el árbol de Israel. Como Jeremías profetizó, el verde olivo de Israel tenía muchas ramas muertas y Dios encendió un fuego sobre todo ello (Jer. 11:6). Dios aprovechó la ocasión del fracaso de Israel para entretejer Sus propósitos redentores para Israel con el resto de la humanidad—y por medio de Su cruz, destruyó la enemistad entre Judío y gentil, para crear en Sí mismo y a partir de estos dos segmentos antagónicos de la humanidad, un nuevo hombre, haciendo la paz entre ambos. (Efe. 2:15). De este modo, mientras los celosos escribas y fariseos religiosos estaban preparando la Pascua con el propósito de conmemorar la redención de su pueblo de Egipto, ¡Estaban paralelamente maquinando un complot para la crucifixión de su Mesías! En la sabiduría de Dios, el Mesías mismo se convertiría en la Última Pascua, que pondría un final al sacrificio judío y a la ofrenda para siempre, y produciría una redención perfecta para el hombre caído de cada tribu, raza, lengua y nación... Consecuentemente, la sangre que Él derramó en la cruz se convirtió en la sangre del Nuevo Pacto que Dios había preparado para Israel. Pero el Nuevo Pacto era para todas las naciones—así, el Evangelio de Cristo fue enviado “primero al Judío, y también a los gentiles”: Pero por causa de Su desobediencia, Dios los envió al final de la fila, y se convirtieron los últimos. Dios no retraso nada cuando Israel como nación se cortó a sí misma del Pacto. Ni todo Israel fue cortado—fueron sólo las ramas incrédulas las que fueron desgajadas (lee Rom. 9:6,7; 11:17).

Ahora bien, si no estamos preparados para recibir las Escrituras del Nuevo Testamento tan igualmente inspiradas como las Escrituras del Antiguo Testamento, estamos deshonrando al Autor de ambos Pactos. Y si esto es así, debemos aceptar la interpretación apostólica del Antiguo Testamento. Porque fue el mismo Espíritu que inspiró la escritura de ambos Testamentos. Si creemos esto, entonces tenemos que aceptar lo que el apóstol Pablo dijo sobre la “la semilla de Abraham”. Dios no estaba hablando “de simientes, como de muchas, sino de Una, y a Su simiente, la cual es Cristo” (Gál. 3:16). Entonces, ¿Qué pasa con todo Israel siendo salvo? Él nos dice claramente: “Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, sino: En Isaac te será llamada descendencia.” (Rom. 9:6,7) ¿Y qué significa todo esto? Pablo también lo explica muy claramente: “Esto es: No los que son hijos según la carne son

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los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.” (Rom. 9:8). Así, si aceptamos el Nuevo Testamento como la Palabra de Dios, está muy claro lo que Pablo quiere decir cuando se refiere a todo Israel: “Si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. ” (Gál. 3:29).

Dios no aplazó el Nuevo Pacto que había prometido a Israel. En lugar de eso, extendió mayor gracia a las naciones que no lo merecían, capacitándolas para responder a Dios y convertirse también en Su pueblo escogido. Él está presto a hacer esto cuando Su pueblo falla en caminar delante de Él en obediencia y en el temor de Dios. Él no retrasa la cena de bodas cuando llegue el día y los invitados no aparezcan. Él envía a Sus siervos para traer a otros... cualquiera, en cualquier lugar, en cualquier parte, de las calles, de los caminos... hombres y mujeres de honra, o de deshonra... buenos o malos. Eso es lo que Él dijo, y eso es lo que Él está haciendo (Mat. 22:8­10). No estoy enseñando que Dios reemplazara a Israel con la Iglesia gentil. Sólo sustituyó las ramas muertas de Israel injertando ramas de olivo silvestre de los gentiles—y el árbol de Israel siguió floreciendo. Se nos dice que por la cruz, Cristo hizo en Sí mismo de dos (de estos dos segmentos de la raza humana) “ un nuevo hombre, haciendo la paz” . (lee 2ª Cor. 3:1­11; Rom. 11:13­28, Efe. 2.11­20). Él hizo esto no condenando a Israel a la extinción, sino destruyendo la enemistad y quitando la pared intermedia de partición—uniéndolos juntos como a “un nuevo hombre” en Cristo. Este es el nuevo Israel... el remanente del viejo Israel que permaneció en el árbol, combinado con las ramas del olivo silvestre gentil que fueron injertadas en el mismo árbol.

Israel será injertado de nuevo

“Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros” (Mate. 19:3). Es así como sucedió cuando Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres. Pero la vez siguiente, serán las ramas arrogantes de la iglesia las que serán cortadas, las que tienen desprecio ( y a veces mucho odio) hacia el pueblo judío. (Cuando hablo de la iglesia, me refiero de modo general al pueblo colectivo de Dios, los que se llaman a sí mismos cristianos—pero reconociendo que sólo el Señor conoce a los que son verdaderos Cristianos, y tienen el Espíritu de Cristo). El nombre de Jesús ha sido blasfemado entre la judería tanto como ha sido blasfemado el nombre del Jehová de Israel entre los gentiles en los tiempos del Antiguo Testamento. Pero a pesar de la persecución que el pueblo de Israel ha sufrido en manos de las naciones llamadas a sí mismas cristianas... Dios abrirá sus ojos cuando el Cordero de Dios sea revelado como su Mesías en el tiempo escogido. Qué día tan glorioso espera a este Israel arrepentido, cuando vean del testigo ungido que viene a ellos con poder, naturaleza y carácter de nuestro Señor Jesús: “Bendito el que viene en el Nombre del Señor” (Mat. 23:39). Este “él” podrá ser un árabe o un palestino o una persona de Alemania o de Japón, o de China o de Inglaterra,... no importa de dónde. Porque este ungido viene a ellos en el nombre del Señor Jesús, llevando Su imagen y semejanza, y brillando con la Luz del Cordero de Dios. Entonces serán sus ojos abiertos y verán a su Mesías viviente, todavía con las cicatrices de las heridas que recibió de sus padres. Pero por causa del espíritu de gracia y de oración que Dios pondrá en la casa de David, habrá un profundo arrepentimiento. “y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.” (Zac.12:10). Qué día cuando un pueblo que ha sido abandonado y desolado por mucho tiempo, sea de nuevo injertado en el Olivo de Israel. Pero recordemos esto: cuando Dios trajo a los gentiles al árbol del olivo, muchos maestros cristianos judaizantes enseñaban a los gentiles que tenían que hacerse Judíos observando la circuncisión y la ley. El apóstol Pablo se opuso fuertemente a esta enseñanza y la conclusión a la que se llegó en el concilio de Jerusalén quedó absolutamente clara: Hemos de recibir a los gentiles sin tratar de hacer Judíos de ellos, ni por medio de la

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circuncisión ni por medio de cualquier otro ritual judío, sea el que sea. (lee Hechos 15:1­21). Pero esta enseñanza judaizante continuó por muchas iglesias y quizás fuera esta la razón por la que Dios levantó una fuerte iglesia en Antioquía, en la que el pueblo de Dios era libre para moverse en el Espíritu, sin el estorbo de la presión de este elemento judaizante.

Sin embargo, algo extraño está sucediendo hoy día, cuando mucho pueblo de Dios está alcanzando al pueblo judío. Están promoviendo costumbres y tradiciones judías, guardando las fiestas judías y compartiendo su visión de un restaurado templo de madera y de piedra, de sacrificios de animales, etc. El amado Estaban fue apedreado hasta la muerte al declarar que Dios no se deleitaba en su templo construido por los hombres—¡Pero ahora muchos cristianos están encantados de escuchar que algunos judíos ortodoxos tienen serios planes de edificar un nuevo templo como el de antaño! El profeta Ezequiel dijo que Dios nos haría “mayor bien que en vuestros principios” (Eze. 36:11) y el libro de Hebreos nos muestra claramente qué son esas cosas mejores: un mejor Pacto, un mejor sacerdocio, un mejor altar. Porque en la Restauración Dios no sólo restaura a un pueblo hacia Su favor—Él lo levanta mucho más alto que en sus principios (Este es el énfasis en nuestro escrito, Tarde y Mañana).

Justo en el punto en el que su sueño del Mesías largamente esperado había sido cumplido—los Gentiles fueron injertados en el Árbol de Israel y se hicieron junto “con ellos, participantes de la raíz y de la rica sabia del Olivo”—y del Nuevo Pacto, con todas sus cosas mejores. (Rom. 11:17).

Dios no los llevó de vuelta a templos, sacrificios y rituales que Él había dispuesto para Israel en sus principios.

Ni tampoco llevará de vuelta a Israel a instituciones antiguas que tuvieron en tiempos del Antiguo Testamento, ni a instituciones presentes o pasadas que hayamos tenido en la iglesia. Pablo describe esta restauración como­­­

Vida de entre los muertos

En el tiempo escogido, Dios quitará el velo de sus ojos y los injertará de nuevo en el Olivo en el que nosotros fuimos injertados—y más allá de donde estamos ahora. Juntos participaremos en el poder de Su resurrección—en una medida muchísimo mayor que el Israel de antaño, o la iglesia de hoy, hayan conocido jamás. Porque este nuevo Israel—será conocido como la Nueva Jerusalén, la única Jerusalén que menciona la carta de los Hebreos o el libro del Apocalipsis. Es la ciudad santa, la Esposa del Cordero—en cuyas puertas están escritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel, y en cuyos fundamentos están escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero (lee Apocalipsis 21:12­14). ¿No nos enseña esto que el verdadero Israel y la verdadera Iglesia son unidos en una morada del Dios viviente?

El apóstol Pablo recuerda a los Efesios como durante un tiempo no tenían lugar en la ciudadanía de Israel. Pero ahora por la gracia, ya no sois “extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Lee Efesios 2:14­20). Este es el fundamento de la Nueva Jerusalén, compuesto tanto por judío o gentil, que ha sido re­creado para convertirse en un nuevo hombre en Cristo. Es nuestra herencia ahora mismo, como nos lo recuerda el apóstol: “sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22, también Gál. 4:26), aunque reconocemos que esta Ciudad Santa ha de ser revelada todavía en la tierra, en toda su gloria.

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Una lección objetiva de la casa del alfarero (lee Jeremías 18:1­6)

Es común en la iglesia, cantar sobre la intención de Dios y sus caminos soberanos— sin realmente creer lo que estamos cantando. Pienso que el Señor va a proyectar con mucha frecuencia Su verdad en muchas de nuestras canciones, y por causa de las letras y del ritmo, disfrutamos de la canción sin llevarla verdaderamente al corazón. Tenemos canciones tan bonitas sobre el Alfarero y el barro—y reconocemos con humildad que somos solamente el barro. Y si nuestros corazones son rectos—puede que Dios tome en serio nuestra palabra. Puede que conteste esa oración y transforme la vasija en Sus manos muy drásticamente. Pero puede que no lo haga a nuestra manera. Podemos ver un pequeño problema y pedir a Dios que lo solucione. Pero, ¿Qué si Él decide devastar todos nuestros planes e ideas y dejarnos en nada—para que Él pueda formar esa vasija de misericordia que Él quiere? Porque Dios está buscando vasijas de misericordia en este mundo lleno de odio, de crueldad y de violencia. A lo largo de muchas décadas he visto a una iglesia muy celosa, enviando a hombres y mujeres jóvenes a evangelizar las naciones—y hoy hay una cantidad de pecadores dos o tres veces mayor en el globo que entonces. Yo tenía tanto celo como ellos de trabajar para Dios en este mundo sufriente, y llevar la luz del Evangelio a aquellos que no Le conocían de otras naciones. Pero de alguna manera, la vasija que yo esperaba ser, se deshizo en sus manos, y durante mucho tiempo me pregunté por qué.

Dios tenía una palabra para Jeremías que es muy adecuada para tiempos como los de hoy día, en los que se enseña que está en tus manos el cumplir tu propio destino. Dios le envió a la casa del Alfarero para aprender una lección. Jeremías obedientemente fue, y entró en el taller donde trabajaba el alfarero con una vasija. Mientras la rueda del alfarero daba vueltas una y otra vez, el alfarero usaba sus ágiles dedos en el barro, a la par que giraba la rueda—para formar una vasija. Pero algo sucedió repentinamente. La vasija se estropeó en las manos del alfarero. Me pregunto si Dios hizo que sucediera de esta manera para enseñar a Jeremías la lección que Él sabía que necesitaba el profeta. Fue una hermosa lección objetiva: al mirar Jeremías, vio al alfarero hacer algo muy cruel. Tomó el barro en sus manos, lo deshizo hasta convertirlo en una masa deforme—y comenzó de nuevo. No intentó arreglar la vasija. Tampoco desechó el barro como algo inútil... simplemente trabajó en ello de nuevo. No hubo ninguna palabra de la vasija. “¡No puedes hacer eso! ¿Qué me estás haciendo? ¡Pensaba que estaba preparado para el servicio... pero ahora mira como estoy!” Pero cuando te juntas con otros, es fácil unirte al resto del pueblo que canta:

“Salte con la tuya, Señor, salte con la tuya... Tú eres el Alfarero, yo soy el barro... Moldeame y házme, según Tu voluntad... Mientras espero, entregado y en paz...”

­­Para después marcharte de la reunión y seguir culpando a Dios por cambiarte de nuevo en otra vasija como a Él le ha parecido apropiado hacerte. Y quizás sin ni siquiera darte cuenta de que tú habías orado que Él hiciera eso, al cantar esa canción en la reunión.

Pero cuando mantienes tu corazón fijo en Él, y sigues amándole a pesar de la forma en que Él sigue demoliendo tus planes—tarde o temprano te inclinarás a creer que Dios hizo que la vasija se estropeara, porque Él sabía que eso era precisamente lo que costaría romper tu voluntad, para que el Alfarero se saliera con la suya en tu vida.

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Puede que quizás incluso le oigamos decir, no audiblemente, pero de esa forma silenciosa con la que Él habla con frecuencia y sin palabras:

­­Antes de romper tu barro, eras sordo y lento en comprender Mis caminos... pero ahora eres sensible a esa voz interna de Mi Espíritu. Ya no necesitas por más tiempo el bocado y la brida que los hombres usan con los caballos y los mulos, para ponerte en línea con Mi plan.

­­Una vez estuviste confiado en tu fuerza y te sentiste superior a los que eran débiles, pero ahora confiesas abiertamente con Mi siervo, David. “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra.” (Salmos 119:67).

­­O con Mi siervo Job, que Me amó y estuvo confiado en el entendimiento que tenía de Su Dios. Pero quién después de su gran prueba, hace la siguiente confesión: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:5,6). Y escuchas al Señor contestando: “Ahora entiendes por qué te reduje a polvo y a cenizas... porque esto es lo que realmente eres por naturaleza. He escogido usar vasijas de barro pero esas vasijas han de ser flexibles en Mis manos, para que yo pueda hacerlas y deshacerlas, como parezca bien al Alfarero.

­­Quizás no te hayas dado cuenta de lo reprochable que haya sido tu andadura con Dios, y entonces Le escuchas diciéndote: “Una vez fuiste cojo, pero no te dabas cuenta. Pero después de que Yo te humillara en la confrontación en Jaboc.. cojeas al andar y la gente se pregunta por qué. Pero puedo ver a alguien que ha quedado inválido por Mi mano, para que puedas caminar como el príncipe de Dios. Ahora ciertamente eres un vencedor, porque has sido vencido por el golpe de la mano del poderoso Dios de Jacob.

­­O puedes escuchar algo parecido a esto: “Querías dones del Espíritu desesperadamente. Y fui Yo el que puso el deseo en tu corazón de esos dones, porque necesitas Mis dones para poder funcionar efectivamente en el cuerpo de Cristo. Pero ahora, habiéndote rehecho, como le ha parecido bien al Alfarero, ahora anhelas y deseas una sola cosa. Ya no deseas el don, sino al Dador. No es por más tiempo la recompensa de un ministerio fructífero lo que ahora buscas, sino que te gozas en la Recompensa que YO SOY. Porque a ti te doy la promesa que le di a Mi amigo Abraham, ‘No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande’ (Gén. 15:1).”

Después tenemos la historia de Noemí y de Rut. Puede que con frecuencia te hayas sentido como ellas se sintieron. Ambas habían perdido a sus maridos—y Noemí decidió regresar a su hogar en Israel. Rut insistía en ir con Noemí—y juntas caminaron un largo camino hasta Israel—desvalidas y abandonadas, y preguntándose por qué Dios había tratado tan duramente con ellas. Noemí conocía tiempos mejores, porque se había criado en Israel y amaba al Dios de Israel incluso en este momento de gran dilema. Pero Ruth era del país de Moab, donde adoraban a sus propios dioses y hacían su propia cosa—sin saber nada del Dios de Israel. No obstante, a pesar de toda la amargura en el alma de Noemí, seguía amando a su Dios—y Rut fue atraída a ella y quiso que el Dios de Noemí fuera su Dios. De este modo siguió con Noemí hasta esa tierra extranjera y desconocida. Y cuando llegaron a Belén, Rut fue en busca de un campo en el que pudiera coger un poco de cebada, y sucedió que el campo que escogió pertenecía a Booz, un rico patriarca de Belén. Fue muy generoso con ella y le dijo a los jóvenes que dejaran puñados de grano por todas partes para que ella los pudiera recoger. ¡Qué sorpresa fue para Noemí cuando Rut llegó con un efa lleno de cebada que había recogido de los campos de este benevolente extranjero!

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Esa es la primera parte de la historia, y es muy hermosa. Pero Dios tenía en mente algo mucho mayor para Noemí y para Rut, su nuera. Ambas estaban muy agradecidas por el efa de cebada pero eso no era nada comparado con lo que Dios tenía en mente. Pero sucedió que Booz era un pariente cercano de Noemí, y por tanto, también de Rut, su nuera. Noemí le explicó que Booz podría desear en su corazón casarse con ella, que era lo que se esperaba conforme a la ley de Moisés. Y así, Rut, con timidez pero con una gran certeza y confianza de lo que Noemí le había dicho, fue de hecho a la era dónde Booz dormía y se propuso a este rico patriarca de Belén. El difunto marido de Rut era un israelita, y un pariente cercano de Booz. Booz conocía a un pariente de la familia aún más cercano que él mismo—pero este pariente se opuso cuando Booz le mencionó que al redimir la tierra también tenía que casarse con Rut. De este modo Booz la tomó bajo sus alas y se convirtió en su esposa.

Ahora bien, ella podía en verdad decir: “Te doy gracias por la cebada que cogí en tus campos cuando vine de Moab. Vine como una pobre y necesitada viuda, como una paria. Tu cebada fue un regalo maravilloso en tiempos de necesidad y fuiste muy generoso y amable conmigo. Pero ahora tengo todos tus campos y todo el grano que crece en ellos. Sin embargo, todo esto no es realmente nada, porque ahora te tengo y tú me tienes a mí.”

Y de esa unión, en la consumación del tiempo, nacería en Belén de Judá, la ciudad natal de Noemí y de Rut—¡Un Salvador, que es Cristo el Señor!

De qué forma tan distinta responderíamos a la mano del Alfarero si pudiéramos ver más allá del velo y pudiéramos entender que al guardar nuestros corazones y al hacer esas cosas simples y comunes que Dios pone el sentir de hacer en nuestro corazón— entonces es cuando estamos cumpliendo nuestro verdadero destino en Dios. Y es sólo cuando nos movemos más allá del velo de esta vida que entenderemos la razón por la que había tantos por qués en nuestro caminar con el Señor.

Así que ahora, al cantar estas canciones que reflejan los anhelos más profundos del alma en busca de su Dios, no te preocupa el martilleo de las baterías o el sonido de los címbalos—porque escuchas las palabras—palabras que han retomado un nuevo significado:

“Salte con la tuya, Señor, salte con la tuya... Tú eres el Alfarero, yo soy el barro...”

Ahora tú verdadero gozo y deleite es escuchar la Palabra de Dios y hacerla. Ahora estás aprendiendo a permanecer en Él.. y Él en ti, porque has descubierto que Él es tu verdadera y eterna Recompensa. Tu morada está en Dios... y la morada de Dios está en ti.

El propósito del don y del ministerio

He dado este breve resumen del libro de Rut para dar una pequeña lección objetiva de la intención de Dios al darnos Sus dones. Qué ansiosos hemos estado de tener dones que funcionen, y ministerios que sean efectivos y que produzcan buen fruto para el Reino. Y todo esto es bueno y está bien. Pero con mucha frecuencia perdemos de vista la intención de Dios al dar estos dones de gracia y ministerios. Es para nutrirnos en la Verdad, para que podamos dar cabida en nuestros corazones a la Presencia de Dios mismo.. para que Él pueda ocupar completamente el templo que somos. Sólo

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entonces conocerá el mundo donde encontrar al Dios verdadero. Entonces todo lo demás se cumple cuando estamos dispuestos a cambiar:

La parte por el todo.. El don por el Dador... La cebada por el Propietario de los campos... Los dones de Abraham por el hijo de Abraham...

Así, cuando Rebeca ve a su Isaac, ella deja caer sus dones, se baja del camello y corre a sus brazos....

Entonces Rut, en lugar de despreciar el grano que obtiene de Booz­­­para tener que seguir buscando al día siguiente—comienza una nueva vida, viviendo con Booz en su hogar y el de ella...

Entonces podemos decir, “Yo soy de mi Amado, y Su deseo es para mí...”

Podemos estar confiados en esto: nada podrá dejar de satisfacer el deseo de Dios para nuestras vidas al unirnos en yugo con Él, y al caminar en unión permanente con Él.

Se que esto puede sonar muy elemental para algunos. Pero en lo que respecta a lo que yo he observado, hay muy poco deseo entre el pueblo de Dios de hacer esta transición de los dones del Espíritu... hacia el camino aún más excelente. Sé que no podemos hacer que suceda. No hay cantidad suficiente de conocimiento que nos pueda llevar a eso. Pero mi esperanza y confianza es que en todo aquello sobre lo que estamos hablando, Dios lo use para producir un hambre y una sed en Su pueblo y un gran deseo... del camino aún más excelente. Porque “El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído.”(Salmos 10:17).

Dios ha de tener un pueblo preparado

No tengamos la idea de que nuestro Sumo Sacerdote en los cielos está dejando pasar el tiempo mientras espera la señal para descender por Su pueblo y reunirlos hacia Sí. ¿Es que no podemos entender que Él ascendió al Santuario celestial para cumplir un ministerio en los cielos, así como Él lo acabó fielmente la obra que el Padre le había dado que hiciese en la tierra? Con esto quiero decir que Él está aquí como nuestro Mediador del Nuevo Pacto, para cumplir en Su pueblo todo lo que Él consiguió por Su cruz cuando vino a la tierra. Como el Mediador del Nuevo Pacto, Él será fiel en ministrar las virtudes del Nuevo pacto a Su pueblo, así como Moisés fue fiel en ministrar el Antiguo Pacto a la Casa de Israel. El apóstol nos recuerda que Moisés fue fiel en toda Su casa.(Heb. 3:5) ¿Es que no podemos de alguna manera creer que el Nuevo Pacto es mejor que el antiguo, y que nuestro Mediador tiene más poder y virtud invertidas en Él para acabar la obra en los Cielos, que las que tuvo Moisés para ministrar una ley de muerte y de condenación a un pueblo desviado en el desierto? Dios nos libre de calcular programas que se suponen deban indicar el tiempo de la manifestación del Señor. Pero busquemos a Dios para tener la operación del Nuevo Pacto en nuestras vidas, para que podamos estar preparados para verle, y escuchar las palabras, “Bien hecho, buen siervo fiel”. Porque el Padre no está en absoluto preocupado por la forma en que nosotros calculamos los programas de los últimos tiempos. Él está motivado más bien por ese anhelo inherente que Él tiene en Su corazón, de una Iglesia santa, de una Esposa santa, que sea compatible Su Hijo. Todo el cielo está alerta y es sensible al ministerio del Espíritu en Su iglesia, porque todo el cielo sabe que el Cordero en el Trono es digno de lo mejor que el Padre puede adquirir

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para el Hijo. Y continuará ministrando a esta iglesia santa, a esta esposa santa, hasta que llegue a la estatura de la gracia y la virtud que Dios ha diseñado.

Dios quiere una habitación para Él mismo...no de madera ni de piedra. Él tenía todo eso hace siglos y no encontró deleite en ello. Así pues, ¿Cuando va a regresar Cristo? En lugar de eso, cambiemos la pregunta. ¿Cómo preparamos nuestros corazones para Su manifestación? Cristo viene en busca de una iglesia gloriosa, una Esposa sin mancha. ¿Se ha preparado Su esposa? Nuestro Sumo Sacerdote seguirá intercediendo por los Suyos, hasta que haya preparado a un pueblo que sea “llamado, escogido y hallado fiel”. Y los ministros que Él ha puesto en el cuerpo sólo serán válidos si están escuchando y hablando desde el corazón del Sumo Sacerdote en los cielos. Sus verdaderos profetas siembre buscarán volver el corazón del pueblo de sus malos caminos. (Jer. 23:22). Es preparación lo que el pueblo de Dios necesita en esta hora­­­el “lavamiento del agua por la palabra”... no cálculos en respecto de cuando se manifestará.

El Pueblo estaba expectante

Hubo mucho ánimo en el pueblo cuando se supo la historia de Zacarías y Elisabet, y el hijo que Dios les había dado en la vejez. Después, a mucha distancia había una pareja que vivía que Nazaret, llamados José y María. Pero antes de que se casaran, el ángel Gabriel vino a María y le anunció que sería la madre del Hijo de Dios. No dudó lo que le dijo, pero se preguntó como podría ser, puesto que era virgen. Gabriel se lo explicó. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35). Después, Lucas nos cuenta la historia sobre como Dios preparó el censo ordenado por el emperador. María y José estaban sirviendo a Dios en su pequeño pueblo Nazaret, viviendo simplemente las vidas simples de campesinos corrientes. Pero su Hijo tenía que nacer en Belén, conforme al profeta Miqueas (lee Miq. 5:2). El emperador de Roma se hizo parte del plan—porque fue él quién hizo el decreto de que todo el pueblo se censara en la ciudad de sus ancestros. Y así, José y María hicieron todos los preparativos para un arduo viaje desde Nazaret hasta Belén. Y mientras estaban allí, ella dio a luz al Mesías, tal y como el profeta había dicho que sucedería....

Después entró Juan en escena para preparar los corazones del pueblo para su Mesías. Él fue una Voz que clama en el desierto, y su mensaje fue un mensaje de arrepentimiento. ¡El Mesías viene! ¡Arrepentíos, cambiad vuestros caminos codiciosos! ¡Dad a los necesitados! ¡Conformaos con vuestros salarios! ¡El Rey viene! Muchos que tenían corazones abiertos se arrepintieron. Pero como hoy, muchos de ellos estaban consumidos por la curiosidad, y preguntaban: ¿Eres tú Elías? ¿Eres tú el profeta? ¿Quién eres? Pero Su respuesta era clara y concisa: “Yo soy la Voz de uno que clama en el desierto, preparad el camino del Señor”. Era tan solo una Voz, pero en tal armonía con Dios—que era un claro sonido del cielo. Los profetas de Dios no pierden el tiempo respondiendo a preguntas en cuanto a cómo y cuando, o de qué manera, Él se va a manifestar. El mensaje de Dios es: “El Señor de la gloria viene... ¡Preparad vuestros corazones para encontraros con Él!”

El Dios altísimo eclipsó todo el proceso de Su venida con un conocimiento previo y una sabiduría muy diligentes, y puso todas las piezas juntas. Todo ello era conforme a la Escritura y cada detalle de Su manifestación fue predispuesta y conocida por Dios— pero ningún hombre podía juntar todas la piezas antes de que sucediera. Y sin embargo, desde lo más alto en los ámbitos políticos y eclesiásticos hasta lo más bajo y humilde de Sus siervos... el escenario completo fue cuidadosamente supervisado y hecho manifiesto en la Tierra en el día de Su manifestación.

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Preparación para la segunda venida

Acabo de mencionar como estaban las cosas cuando Jesús vino por primera vez, para que podamos comprender un principio muy importante—que a pesar del conocimiento que podamos adquirir respecto del Reino, podemos tener corazones que son muy diferentes al Rey—y por tanto, no estar preparados para el Reino. Creo que hay muchos que conocen el Mensaje del Reino, que han sido atrapados con la visión del poder y de la autoridad del Reino... pero que todavía están muy lejos de la pobreza de espíritu, de la mansedumbre, de la bajeza, de la humildad y de un corazón puro. Si el Mensaje del Reino no produce estas virtudes en Su pueblo, queda muy poco valor en el mensaje. Dios nos llevará al arrepentimiento para que Él pueda embellecernos con las vestiduras de la salvación, para que podamos estar listos para estar en pie ante el Rey, y ser compatibles con Él. Porque Él viene en busca de una Esposa santa y sin mancha, que debe ser limpiada con el lavamiento del agua por la Palabra.

La carga del Espíritu es llevar a Su pueblo a toda la verdad. Él quiere guiarnos por Sus caminos. Con frecuencia nos guiará por el desierto, puesto que su deseo final es llevarnos cerca del corazón de Dios, y por tanto, Sus caminos son diseñados para llevarnos a un corazón contrito y humilde. Algunos tienen la noción de que porque Él regresa pronto, tenemos que preparar planes ingeniosos para dejar hecho el trabajo. Pero Aquel que es el Señor de la Iglesia es expulsado de Su templo, y sustituido por la sabiduría del hombre. Hemos pretendido usar al Espíritu Santo para que haga nuestra cosa y bendiga nuestros esfuerzos en lugar de someternos a Su autoridad y señorío. Profesamos querer Su presencia con nosotros, pero con mucha frecuencia Él es relegado al asiento de atrás—en lugar de al volante, con un control total. Puedes estar seguro de esto, si Él no está a cargo, si Él no está al volante—nosotros como iglesia no estamos yendo a ninguna parte.

¿Dónde están esos Ríos de agua viva?

“Escudriñemos y probemos nuestros caminos y volvámonos de nuevo al Señor”. ¿No nos prometió Jesús claramente que de nuestro interior correrían Ríos de Agua Viva, si creíamos en Él y recibíamos de Su Espíritu (Juan 7:38)? Debe haber millones de personas en esta parte del mundo que profesan estar llenas con el Espíritu Santo. Pero, ¿Dónde están esos Ríos de Agua Viva que Jesús prometió? Hasta las cisternas que hemos hecho están casi secas. Hay casi tantos problemas en la iglesia como en el mundo a nuestro alrededor—enfermedades mentales, espirituales y físicas, y con frecuencia, la misma clase de pecados, la misma clase de devastación en los hogares y las familias. Entonces, ¿Por qué continuamos construyendo cisternas, “cisternas rotas que no retienen agua”, en lugar de arrepentirnos de nuestros caminos presuntuosos y de buscar a Dios intensamente para que nos dé esas Fuentes de Vida que fluyan de nuevo desde la Casa de Dios?

Nuestro Gran Sumo Sacerdote en los Cielos ha hecho toda la provisión necesaria, en Su Persona gloriosa, en su propio Ministerio glorioso en el santuario celestial... para poder llevar a Su pueblo en el resplandor y la gloria de Cristo. Y el Espíritu Santo está en la Iglesia para poder llevar esas virtudes y gracias gloriosas que están en nuestro Señor Jesús, y manifestarlas en medio de nosotros. Esta es la razón por la que Dios nos dio Su Espíritu... no para que podamos usarlo para nuestras agendas, sino para que Él pueda ser el Señor en medio de nosotros, para mostrar las poderosas operaciones de Dios como un Testimonio del Cristo viviente... Lo que es absolutamente cierto es que al abandonar el Camino de Dios y escoger los caminos de los hombres, andaremos errantes cada vez más lejos del deseo y de la intención de Dios. Clamamos al mundo para que se arrepienta y crea en el Evangelio. Pero Dios está clamando a Su pueblo para que se arrepienta, “pues si no, vendré pronto a ti, y

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quitaré tu candelero de su lugar.” (Apoc. 2:5). Ciertamente debemos saber que cuando Él quite el candelero de su lugar... no quedará ya más luz para brillar en la oscuridad a nuestro alrededor... Me pregunto cuantos candeleros han sido quitados de nuestras comunidades, y el pueblo ni siquiera se ha dado cuenta... porque el pueblo sigue reuniéndose semana tras semana. Pero, ¿Hay alguna Luz brillando en el candelero? Es hora de que “escudriñemos y probemos nuestros caminos, y nos volvamos de nuevo al Señor”.

Capítulo 2 – Él camina entre los candeleros

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 2 ÉL CAMINA ENTRE LOS CANDELEROS

La carga del corazón de Dios siempre ha sido por Su pueblo. Puedes preguntar, ¿Es que Él no se preocupa igualmente por el mundo? Por supuesto que si. Y por eso Él dejó a Su iglesia en el mundo, para ser la Luz del mundo. Cuando los hombres dicen, “No me molestes con esas cosas distantes—mi carga es alcanzar al mundo para Dios” ¿Podemos caer en una ignorancia aún mayor que esto? Él dejó a Su iglesia en la tierra para brillar con Su Gloria. Y cuando la luz del candelero parpadea y se apaga— nos convertimos en una bombilla muerta, que tiene la forma de una luz, pero que no brilla en la oscuridad. La gloria completa del Cielo estuvo aquí todo el tiempo que Jesús estuvo aquí. Cuando Él se marchó la gloria completa del Cielo bajo de nuevo, para morar en Su pueblo en la tierra. Este es el propósito de la ministración del Espíritu en medio de nosotros. Creo que la mayor parte del pueblo de Dios reconoce que no estamos caminando en la gloria de la Luz que vino en Pentecostés. Entonces, ¿Por qué nos conformamos con morar en la tenue luz que va apagándose poco a poco, de una lámpara que arde muy débilmente, en lugar de regresar a la Luz? Él quiere caminar en medio de nosotros con incluso más Luz, no con menos de lo que teníamos al principio. Porque la senda de los justos es así—brilla más y más hasta que el día es perfecto—y el Señor prometió mayores obras por medio de Su pueblo que las que Él hizo cuando estaba aquí, porque Él tiene todo el poder en los Cielos y en la tierra para invertirlo en Su pueblo.

Tomará de lo mío y os lo enseñará

El pueblo de Dios siempre ha tendido a quedarse muy por debajo del deseo de Dios... y es porque nos falta visión. Crecemos acostumbrados a la oscuridad y pensamos que esto es normal. Pero Dios declara que no descansará hasta que la justicia de Sión salga como la luz del medio día, y la salvación como una lámpara que arde. No pensemos ni por un instante que estamos introduciéndonos en territorio prohibido si buscamos apropiarnos de la gloria del Cielo aquí y ahora. Jesús nos amonestó a orar al Padre, “Venga Tu Reino, sea hecha Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. ¿Piensas entonces que desagradamos a Dios cuando oramos de esa manera? El apóstol nos recordará que lo que ahora tenemos en el Espíritu, es realmente una porción de los poderes del mundo por venir (lee Heb. 6:5). Ciertamente mucho de lo que estamos diciendo pertenece al tiempo futuro...pero Él quiso que participáramos de esos poderes aquí y ahora. ¿A qué distancia podemos llegar en ese reino? Sólo a la distancia que el Señor por Su Espíritu y Su Palabra pueda llevarnos. Todo el poder en el Cielo y en la tierra es Suyo, y el apóstol Pablo oró para que pudiéramos conocer “cuál sea la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Efe. 1:19­20). Estas son las dimensiones del poder disponible en Cristo. Entonces, nuestra verdadera preocupación no es “lo lejos que podamos ir”... porque no podemos subir más alto de lo que nos guíe el Espíritu Santo. Nuestro verdadero problema es aprender a permanecer en Su yugo y tener oído para oír lo que el Espíritu está diciéndonos. No puede haber presunción en pretender ir por delante de Dios, ni tampoco incredulidad que nos haga temer el camino desconocido. El corazón de Dios continúa clamando para que Su pueblo se mueva en esas alturas y profundidades mayores en Dios, siendo su constante preocupación no que vayamos por delante de Su deseo, sino que nos quedemos cortos del mismo. (Heb. 4:1).

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Pero tenemos que guardar nuestras mentes contra la presunción, en este asunto de dar un salto de fe, o de salir en fe. No sé de dónde han sacado esto, a menos que estén pensando en Pedro saltando de la barca para ir a Jesús. Pedro sabía más que limitarse a hacer eso. Su petición fue muy clara: “Señor, si me pides que salte de la barca y que camine sobre el agua... lo haré”. No puede haber fe si nos movemos en nuestra propia iniciativa en lugar de en la voluntad de Dios. Y sólo cuando nos presentamos ante Él como sacrificios vivos, podremos probar cual sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta. El mismo poder de resurrección que levantó de los muertos a Jesús está disponible para Su iglesia... pero sólo estará disponible cuando nos movamos en el Espíritu y permanezcamos en Su presencia. Tenemos una vista demasiado corta, como los hijos de Israel. Pensaban que era algo grandioso que dos hombres trajeran un gran racimo de uvas al campamento­­­cogido con un palo entre ambos hombres. Pero cuando Dios dijo, “Ahora avanzad, y tomad toda la tierra”— bueno, eso era demasiado. Dios les dijo que hicieran eso, y de este modo había fe inherente en esa palabra... si caminaban en obediencia... Pero rehusaron obedecer y se volvieron en temor y en incredulidad (lee Heb. 4:2).

No pensemos que unas pocas uvas y granadas que hemos recibido en los dones espirituales es la respuesta total de Dios. Sólo es el anticipo que nos anima a avanzar, a movernos en la plenitud de la herencia de Dios. Me temo que no queda mucho del fruto de Canaán en medio de nosotros, y que incluso esas uvas de Escol y las granadas y los higos de avivamientos del pasado—son sólo una memoria fugaz de los buenos tiempos pasados. Muchos buscan un regreso a esos tiempos benditos de los avivamientos del pasado—en lugar de esperar una gloria aún mayor delante de nosotros. Porque no importa lo grandes que hayan sido los días del pasado, la medida completa que Dios ha reservado para Su pueblo ha de ser aún revelada. El Espíritu de Dios habita aquí, en el Templo que somos nosotros, para que en unión con Él podamos recibir la plenitud de esas virtudes, poderes, gracias y riquezas que hay en Cristo Jesús. No pienses que esto robaría la gloria a Jesucristo—más bien produciría una gloria y honra mayores a Su Nombre. Porque Jesús dijo, “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:14,15)

¿Qué significa: Él os lo hará saber?

Ya que el Señor Jesús es nuestro Sumo Sacerdote sobre el trono de Gloria intercediendo por los Suyos, el Espíritu Santo estará en la Iglesia para tomar del Cristo exaltado y enseñarlo a Su pueblo. Recuerdo aquellos días en los que esto me dejaba con una cierta sensación de incertidumbre en cuanto a lo que significaba. ¿Mirar cosas que Él me muestre? No estoy interesado en ver más verdad, en entender más sobre la mecánica de la doctrina. No sentía que fuera suficiente para el Señor mostrarme algo del trono. Yo quería participar de ello. Pero un día comprendí que todo lo que hay en Cristo es Luz. De este modo, cuando Él nos muestra algo, de hecho Él lo está haciendo resplandecer dentro de nuestros corazones. Él mismo es la Palabra, la Verdad viviente. No hay concordancia ni el mejor de los diccionarios que puedan definir la verdad en un sentido completo, para poder darnos el completo entendimiento de lo que Dios tiene en mente. Apreciamos la erudición que trata de explicar con claridad lo que verdaderamente significan las palabras de la Biblia, y de ninguna manera pretenderíamos despreciarla. Pero debemos saber que sólo el Espíritu Santo puede hacernos ver la verdad que está en Jesús. Tomará de lo mío y os lo enseñará. Miro a la palabra enseñar en el diccionario y dice: describir, presentar a la vista, apuntar,, mostrar, exhibir, destapar, aparecer, venir a la luz”. Las definiciones son buenas pero yo estoy ciego o no puedo ver de lejos. También soy sordo, o duro de oído. Y mi mente es lenta en comprender como debería. Quiero ver... Quiero oír... Quiero comprender. De este modo, vengo a Él en mi ceguera y digo: ¡SEÑOR,

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MUÉSTRAME TU GLORIA! Y aún así, sigo en mi lucha por ver. Después, un día siento que Él ha tocado mis ojos y que veo oscuramente, como el hombre a quién Jesús sanó.. Y veo a los hombres caminando como árboles. Pero no me deja en esa condición, si es que de hecho anhelo la verdad y la justicia. Me toca de nuevo... y de nuevo otra vez. Sigue mirándome de nuevo... y de nuevo... y otra vez. Porque Él es Luz y cuando nos enseña algo “la entrada de Su Palabra da Luz”. Debemos venir a la Luz. Es la Luz de Su presencia lo que nos hace ver. Es la luz de Su presencia lo que nos hace oír y comprender. Mi diccionario no puede hacer eso. Jesús dijo, “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz.” (Mateo 6:22). ¿Todo...? ¿Quieres decir, todo completamente? ¿Sin sombras de oscuridad en absoluto? Si, Jesús enfatizaba eso—“lleno de luz... no teniendo parte alguna de tinieblas” (Luc. 11:36).

Así, ésta es la respuesta de Señor a nosotros que nos lamentamos de lo poco que vemos y comprendemos. Si Él nos lo muestra, nosotros lo vemos, porque dice de Él que es “aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre” y “venía a este mundo.” (Juan 1:9). Y por eso nos exhorta: “andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas...” Y nos dice, “creed en la luz, para que seáis hijos de luz.” (Juan 12:35,36). ¡Hijos de la Luz! Nacidos de ámbitos de Luz pura y brillante! Todo lo que tiene el Padre ha sido investido en Cristo. Él es Luz pura, y Jesús nos enseña que “el Espíritu tomará de lo mío y os lo enseñará” (Juan 16:15).

Transformados... viéndole

Tú y yo no podemos verle y seguir siendo los mismos. Somos conscientes de nuestra oscuridad y hay una tendencia en las criaturas de la oscuridad a buscar lugares oscuros, porque sus ojos no están condicionados para ver el brillo de la luz. Sin embargo, Él nos anima a “venir a la Luz” porque sólo la Luz puede dispersar la oscuridad. Después dice, “creed en la Luz” hasta que nacemos de nuevo en reinos de Luz. Después, al permanecer con nosotros Su Espíritu—Él es fiel en tomar todas las virtudes, gracias y excelencias que hay en Él—para mostrárnoslas con esa Luz transformadora y penetrante que procede de los ámbitos de la Gloria. Entonces, Sus iluminados la muestran a otros. Y esos iluminados la muestran aún a otros. Y ese es el propósito de la ministración del Espíritu, que cada miembro del cuerpo participe en la Luz y en la Gloria y transmita esa Luz a otros: para que “mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor” podamos “ser transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2ª Cor. 3:18).

Juan escribe a los hermanos en tribulación

Juan se encontraba en la isla de Patmos por causa de Su testimonio de Cristo, y el Señor le dio el Libro del Apocalipsis para compartirlo con la Iglesia. Juan vio a Uno que era semejante al Hijo del Hombre, caminando entre los siete candeleros en la tierra. Porque Juan estaba en tribulación y Dios le escogió para ser representante de Su pueblo, como “tu hermano y compañero de tribulaciones, en el reino y la paciencia de Jesucristo”. Sabemos que Él era el amado apóstol—y un apóstol es alguien enviado por Dios para declarar el mensaje de Dios al pueblo. Pero no puede hacer eso de forma efectiva a menos que tome su lugar como su hermano y compañero. Cada ministerio enviado de Dios tiene autoridad de Cristo... toda la autoridad que necesita para la ministración de la Verdad a los corazones de otros. Pero si su autoridad va a seguir siendo fuerte en el Señor y fuerte en la Iglesia, debe tomar su lugar como nuestro hermano, no como nuestro señor y amo. Juan era nuestro hermano en tribulación, y en el reino y en la paciencia de Jesucristo. Moisés pasó por el desierto con el pueblo y sufrió con ellos todas las pruebas que experimentaron en un desierto baldío y espantoso. Caleb y Josué, que anhelaban Canaán, permanecieron con los

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desobedientes durante otros 38 años, porque necesitaban a estos hombres para animarles en medio del sufrimiento, la prueba y la tribulación. Ezequiel se sentó con los cautivos de la casa de Israel. Y Daniel fue a cautiverio con los cautivos de Judá. Dios dijo que acortaría los días de la tribulación “por causa de los elegidos”. Así, Sus elegidos estarán en tribulación y ministrarán y fortalecerán a otros en la tribulación, como hizo Juan.

¿Y que hay del Día de la Ira? ¿No dice Dios que no hemos sido escogidos para ira? Si, pero leamos Su provisión para eso: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1ª Tes. 5:4­9). Está tan claro como puedan dejarlo las palabras. Somos librados de la ira porque estamos revestidos con la armadura de la Luz (Rom. 13:12)—porque somos los hijos de la luz, porque somos sobrios y cautelosos, porque llevamos su armadura, la coraza de la fe y del amor, y el yelmo sobre nuestra cabeza como la esperanza de nuestra salvación.

El Señor nos dice claramente que será inmediatamente después de la tribulación de aquellos días cuando los hombres “verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo con gran poder y gloria” y Él “reunirá a Sus elegidos de los cuatro vientos” (lee Mateo 24:29­31). Con la santa armadura de Dios cubriéndonos, estamos completamente preparados para cualquier tribulación que pueda venir, cuando Su ira sea revelada desde el Cielo contra el mal que hay en el mundo. No digo estas cosas para confirmar una posición doctrinal sino para animar al pueblo de Dios en esta hora tardía, a ponerse la armadura y a mantenerla limpia y brillante, porque el Día del SEÑOR se acerca. Toda la armadura de Dios es totalmente suficiente no solo para librarnos sino para hacernos soldados efectivos de Su ejército, para vencer “el día malo y habiendo acabado todo, estar firmes.” (Ef. 6). O como la vieja traducción de Weymouth dice: “habiendo luchado hasta el final, permanecer victoriosos en el campo”.

Creo que Dios quiere levantar a Su iglesia para que conozca que hay una gran tribulación sobre nosotros y no habrá rapto al sonido de la primera trompeta, sino “al sonido de la última”. (1ª Cor. 15:52; 1ª Tes. 4:16). Algunas naciones han tenido su parte de tribulación y muchos mártires descansan sobre el altar esperando la venganza de Dios. Pero el Señor mismo los anima, porque les exhortó a “que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” (Apoc. 6:11).

Comprendiendo los símbolos

Somos conscientes de que el libro del Apocalipsis es un libro lleno de símbolos porque nos dice la introducción al Libro que el ángel lo declaró a Juan—o se lo dio a conocer con signos o símbolos. Necesitamos la sabiduría del Señor al tratar de comprender lo que Dios quiere mostrarnos. Pero nuestra búsqueda ha de ser siempre de la Palabra Viva... y no un entendimiento de la letra de la Palabra. Y debemos reconocer que las cosas celestiales no han de calcularse por medio de medidas naturales ni por medio de horarios terrenales del hombre. Tampoco se trata de espiritualizar la Palabra, en el sentido de hacer la Palabra menos real y de hacerla menos relevante—puesto que el

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orden de Dios es: “primero, lo que es natural, luego, lo que es espiritual.” De este modo, la naturaleza espiritual de las cosas es más alta que lo natural. Sabiendo esto, debemos ser enseñados por el Espíritu, y sólo al dar Él el entendimiento por el Espíritu, sabremos lo que Él quiere decir con los números, las dimensiones, las bestias, los dragones, los altares, las piedras preciosas, los tabernáculos y los templos. El Espíritu es más real que lo físico y lo carnal... Dios quiere que seamos hombres y mujeres espirituales. No quiere decir que hemos de volvernos intangibles e invisibles. El pan que Dios dio a Israel en el desierto era un pan espiritual y el agua que bebieron de la roca era agua espiritual—porque su origen era del Cielo, y su propósito era hacer que el pueblo estuviera centrado en lo espiritual, al comer del pan y beber del agua (lee 1ª Cor. 10:2­4). El Espíritu ha venido a nuestras vidas para darnos el espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él—y sólo cuando somos enseñados por el Espíritu, entenderemos lo que Dios quiere enseñarnos.

Uno semejante al Hijo del Hombre

Juan estaba en el Espíritu, y esto es lo que Él vio: “y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.” (Apoc. 1:13­16).

Era semejante al que vio Daniel: “un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud” (Daniel 10:6, Daniel 7:9) Los hombres que estaban con Daniel en el momento no vieron lo que Daniel vio, pero Su presencia era tan impresionante que “cayó sobre ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.” E incluso Daniel, aunque vio la visión, se quedo extenuado y hasta su propia carne parecía corrupta y horrible a su vista, sintiéndose débil y desvalido. Qué carnales debemos ser si podemos calcular y hacer conjeturas sobre CUANDO aparecerá el Señor de la gloria... ¡Sin a penas pensar sobre COMO necesitamos preparar nuestros corazones para esa impresionante manifestación! Si pudiéramos ver al Señor de la gloria en medio de nosotros—como Juan lo vio... como Daniel lo vio­­­ ¡De qué manera tan distinta andaríamos, trabajaríamos y ministraríamos en la Iglesia! ¡De qué forma tan ignorante pensamos y hablamos de Dios, como si fuera nuestro gran y cariñoso papaíto! Ciertamente, Él es todo eso a los bebés en Cristo. Pero como anhela Él que vengamos a la madurez como hijos de Dios... no perdiendo esas cualidades infantiles de la simpleza, la pureza y la ternura—pero temiéndole cada vez más al crecer en Cristo—sabiendo que Él es “magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios” (Éxodo 15:11). “Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él.” (Salmos 89:7). Estamos hablando de ese temor santo hacia nuestro Padre, a quién amamos tanto que tememos y temblamos no sea que de alguna manera Le ofendamos o hagamos cosas que entristezcan Su corazón. “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre.” (Mal. 3:16).

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Su sacrificio... Totalmente agradable a Dios

El que camina en medio de los siete candeleros como nuestro gran Sumo Sacerdote tiene todo lo que necesitamos para conformarnos a Su imagen y semejanza, y para llevarnos a la intención completa de Sus propósitos. Porque por Su muerte en la Cruz Él ha zanjado todo el problema del pecado. Fue allí donde el Señor se convirtió en el verdadero sacrificio por el pecado, no sólo para redimirnos de vuelta a Dios sino para librarnos de todo el vestigio del pecado y la maldición que heredamos de Adán. Ciertamente hemos heredado pecados y enfermedades de un tipo u otro de nuestro padre o madre o abuelos. Pero no malgastemos nuestro tiempo en eso, porque hay una línea ininterrumpida de problemas, hábitos, cosas impuras, enfermedades, debilidades de una clase u otra, que nos llevarían directamente de vuelta a la trasgresión de Adán. Entonces, el último Adán nació en nuestra familia, y en la cruz llevó la maldición por el pecado y la muerte y todas las enfermedades y fragilidades de la raza humana. Cuando los hombres violentos y crueles le cogieron y le clavaron en la cruz, fue por su pecado, ignorancia y rebelión que hicieron eso. Caminaron en oscuridad y no podían tolerar la Luz que había en Jesús. Pero fue Dios quién transformó el odio y la malicia de los hombres hacia Cristo en un Sacrificio santo y agradable a Su vista. “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” (Is. 53:10).Oh, misterio de misterios, “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2ª Cor. 5: 19­20).

La intención de Dios en la redención

Pero nuestra redención cubre más que la mera liberación de la prisión de pecado y la reconciliación de vuelta a Dios. Él quiere que sepamos que Él nos compró para Él mismo, para que podamos convertirnos en Su propia herencia... Su Iglesia, Su Cuerpo, Su Templo, Su Hogar, Su Morada. Como el Sumo Sacerdote sobre el trono, pero caminando en medio de los candeleros por Su Espíritu, Su deseo es impartir todas esas virtudes que hay en Él mismo a un pueblo en la tierra para que podamos convertirnos en esa morada limpia y santa que Él desea para Su alabanza y gloria. Cuando llegamos a entender esto, no podemos seguir siendo satisfechos permaneciendo donde estamos ahora... porque seguimos estando lejos de esa imagen y semejanza al Hijo, que Dios ha deseado. Y si Dios no puede descansar hasta que esto suceda—al acercarnos a Su corazón sentimos esa misma sensación de malestar que Él siente. ¿Estamos satisfechos—de simplemente lograr entrar por las puertas de perlas—cuando sabemos que Dios no estará satisfecho completamente hasta ‘que salga como resplandor la justicia de Su pueblo, y su salvación se encienda como una antorcha’? (Isaías 62.1)

Booz no podía descansar hasta zanjar el asunto como pariente redentor de Rut. El grano que le había dado a Rut era bueno. Pero Él debía tenerla como suya propia, y su herencia tenía que ser la herencia de ella. Dios reposó al séptimo día cuando acabó la obra de la creación. Pero después de no mucho tiempo el hombre pecaría y el reposo de Dios sería quebrantado. Entonces Dios siguió trabajando... trabajando en sus escogidos en el curso de la historia... hasta que finalmente descubriría el reposo final en Su amor: “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17). Fue este anhelo de REPOSO en el corazón de Dios que dio a luz el plan completo de

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redención; y ¿vamos nosotros a conformarnos con simplemente entrar por las puertas, y despreocuparnos del deseo de Dios de un pueblo hecho a Su imagen y semejanza? Nuestro Sumo Sacerdote en los cielos no puede descansar hasta que haya establecido la justicia en la iglesia, hasta que la haya limpiado de toda corrupción, y hasta que no la haya convertido en una vasija santa compatible con el corazón de Dios. Entonces, el Hijo dirá a Sus muchos hermanos... y en un mismo susurro: “Miradme,.. Yo y los hijos que Dios que me dio.” ¡Hablamos de señales y prodigios! Esos hijos e hijas Suyos son la señal y el prodigio final que Dios está preparando para mostrarlos ante los ángeles y ante los hombres. El Autor de nuestra Salvación fue “perfeccionado por aflicciones” (Heb. 2.10). Nuestro Autor vino del Cielo a la tierra para encontrar esta calidad de la perfección, ¿Y pensamos nosotros que nos vamos al Cielo simplemente para encontrar esa perfección? Él viene a nuestra naturaleza, para que junto con Él, Él pueda presentarnos como señales y presagios en Israel: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte de Sión.” (Isaías 8:18, lee Heb. 2:13,14).

Nuestro gran Sumo Sacerdote

De este modo, tenemos un gran Sumo Sacerdote en el santuario celestial, alguien completamente suficiente en Él mismo para conseguir la otra parte de nuestra redención, llevar a esta compañía de esclavos redimidos y ministrarles de tal forma, y cambiarlos, y transformarlos... para que puedan ser los hijos e hijas del Altísimo. Han de ser completamente agraciados y embellecidos con todas las gracias y las virtudes, y perfecciones del Hijo. El sacerdocio es la esencia de este presente reinado en los cielos—“un Sacerdote sobre el trono” (Zac. 6:13). Y Su ministración sacerdotal es para Su pueblo redimido, por el que Él derramó Su sangre. Él ha sido investido con “todo el poder en los cielos y en la tierra” para conseguir el deseo del corazón de Dios. Y como Aarón, lleva en Su corazón y sobre Sus hombros los nombres de Su pueblo. En esa primera oración de sumo sacerdote que Él oró estando todavía en la tierra, Él estaba orando en voz alta de forma intencionada para que Sus discípulos tuvieran un poco de entendimiento de Su ministerio sacerdotal exaltado cuando fuera resucitado de vuelta a la Vida y glorificado.

“Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17:2,3).

Oró por Sus escogidos para que pudieran tener esta calidad de vida, que se llama vida eterna... y la define como el conocimiento del Padre y del Hijo.

Oró por aquellos que fueron dados por el Padre al Hijo, para que el Padre los guardara del maligno.

Su pueblo ha de tener la misma gloria: “La gloria que Me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Tú y Yo somos uno”.

Enfatiza una y otra vez esta calidad de unión con Su pueblo, que vendría sobre ellos al participar de la misma gloria que había en Él.

Y entonces, por causa de esta gloria que primero había en el Hijo, y ahora sobre Sus muchos hermanos, el mundo sabría que “Tú me has enviado y que los has amado a ellos, así como a Mí me has amado”: Después, habiendo acabado la obra en la tierra, fue glorificado y entronado como nuestro Sumo Sacerdote para interceder por nosotros ante el trono. Juan estaba “en el Espíritu” y Le vio caminando “en medio de

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los siete candeleros de oro”, en majestad y con una impresionante autoridad. Él está preparado para tratar con Su iglesia, no importa donde estén, o cual pueda ser su problema. Él habla a las siete iglesias—y a través de estas cartas, a todas las iglesias hasta el fin de los siglos. Él es completamente suficiente en cada situación. Él le da a Juan un mensaje para cada iglesia. Pero siempre hay una iglesia dentro de la Iglesia, como sucedía con Israel. “Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. ” (Rom. 9:6­7). Él habla a todos, pero Su llamado es siempre a “aquel que tiene oídos para oír lo que el Espíritu está diciendo”. Así es como era en los tiempos de antaño: “El Señor envió palabra a Jacob, y cayó en Israel.” (Isaías 9:8).

1. A la Iglesia en Éfeso (Apoc. 2:1­7)

Él está ante la iglesia de Éfeso como aquel que tiene las siete estrellas en Su mano derecha. Él quiere que sepamos que tiene autoridad plena sobre los ministerios que Él ha puesto en la iglesia. Los profetas entendían esta clase de disciplina en la mano de Dios. Jeremías llegó a una sensación de futilidad porque las palabras que hablaba al pueblo desde el corazón de Dios—sonaban como un chiste en los oídos de aquellos que las oían. Finalmente decidió que era suficiente. “No haré mención de Él ni volveré a hablar en Su Nombre”. Así, decidió controlarlo, pero el fuego que tenía que salir hacia los demás, continuó ardiendo en sus huesos tan intensamente que tuvo que sacarlo (Jer. 20:9). Llegar a ser un profeta de Dios no era un trofeo de oro en aquellos días—más bien era una carga que traía reproche y vergüenza. Isaías también tenía tenía el sentir de que su ministerio era un fracaso total... pero sabía que estaba escondido en la mano de Dios, y que la palabra que hablaba era como una espada afilada: “Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano” (Isa. 49:2).Este es el secreto de la verdadera palabra. El que transmite la verdad de Dios a los demás, debe él mismo estar escondido en Aquel que sostiene las siete estrellas en Su mano derecha. Sólo entonces esa palabra saldrá como Dios lo había dispuesto: viva, poderosa, penetrante, y “mas aguda que toda espada de dos filos”: (Heb. 4:12).

El cuerpo completo de Cristo en la asamblea debería ser parte de esta ministración de verdad. Los ministerios especiales están puestos en la iglesia para llevar a todo el cuerpo a este lugar de madurez—para que cada miembro sea un rayo de luz en esa Lámpara particular. Sabemos que esto sucede muy escasamente, pero esta es la intención de Dios: y un ministerio fiel querrá edificar a los miembros del cuerpo de tal forma que cada miembro halle su lugar en el cuerpo, sea la boca, o el oído, o el ojo—o cualquier otro órgano vital. Sólo entonces el cuerpo de Cristo verá claramente y oirá exactamente, y hablará en autoridad y en pureza. Pero la lámpara debe estar iluminada con la Luz de Cristo, si ha de ser un verdadero Testimonio de Jesús en esa área particular.

El Señor alaba a la Iglesia de Éfeso por sus labores, su paciencia, su odio del mal y por probar y examinar a los apóstoles que visitaban su asamblea. Y así, parece que tenían buena doctrina. Pero por haber dejado su primer amor, Él declaró que iba a quitar su candelero—si es que no se arrepentían. Vemos mucho ánimo, muchas emociones, escuchamos de muy buena música que emana de muchas iglesias por toda la tierra. Pero sólo podemos preguntarnos cuantos de ellos realmente se dan cuenta de que el Señor ha quitado su candelero—y que ya no son por más tiempo el Testimonio de Jesús que antes fueron en su comunidad. Cuando el pueblo de Dios deja el primer amor, la Lámpara de Dios arderá poco, y pronto se extinguirá—no importa lo buena que pueda ser su doctrina. Sus anuncios en los periódicos y en frente de los edificios de la iglesia pueden seguir afirmando que su iglesia es una de las mejores—pero puede que la Lámpara de Dios ya no esté allí, y que ellos ni siquiera lo

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sepan. Él llama a la iglesia de Éfeso al arrepentimiento—pero llama especialmente a los que tienen un oído que oye ”El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu habla a las iglesias”. Y a aquellos que vencen, Él les da esta promesa: Les dará a “comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios”.

2. A la Iglesia de Esmirna (Apoc. 2:8­11)

Él está ante esta iglesia como el “Primero y el Postrero”. Se presenta a Sí mismo como aquel “que estuvo muerto y vive”. Él es la plenitud de todas las gracias y cualidades que se mencionan en todas las cartas—pero esta es una iglesia que sufre, y Él les recuerda que Él es tocado con el sentir de sus debilidades. Porque Él mismo sufrió mucho... fue crucificado y vive ahora. Él no les llama al arrepentimiento. No hay duda de que sus sufrimientos ya los habían llevado al arrepentimiento y a un corazón contrito. Pero la batalla no está acabada, y los animaría a la fidelidad y la resistencia. De nuevo, Su palabra sale a todos. Puede que todos no la abracen, pero Él sabe que hay poder en la Palabra hablada para hacerla efectiva en aquellos que la “escuchan”. Habían sufrido mucho, pero la prueba siempre es ésta: “Sé fiel hasta la muerte y Yo te daré la corona de la vida.” Él llama de nuevo a los que “oyen lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Y a estos vencedores cuyas vidas corren peligro a diario, Él les recuerda... “El que venciere no sufrirá daño de la segunda muerte.”

3. A la Iglesia de Pérgamo (Apoc. 2:12­17)

El Señor se ve aquí sosteniendo “la espada aguda de dos filos”. El pueblo vive en medio de una fortaleza de Satanás, pero encontrarán la fortaleza y el poder que necesitan—en la espada aguda de doble filo. Se están aferrando a Su Nombre y guardan la fe, y al menos uno de ellos ha sido martirizado. Pero el Señor tiene unas pocas cosas contra ellos. Nuestro Señor demanda una iglesia que sea santa y limpia y Él debe tratar con las pocas cosas que están inquietando a la iglesia. Un poco de levadura leuda toda la masa. Después estaban los que tenían la doctrina de Balaam, el falso profeta que enseñó a Balak a invitar a Israel a venir y a adorar a sus dioses y a comer cosas sacrificadas a sus ídolos y a cometer fornicación. Esos espíritus inmundos de Balaam abundan en el mundo a nuestro alrededor—y como los hombres de Israel que se inclinaron a los dioses de Moab, la iglesia ha abierto sus puertas a muchos espíritus inmundos y corruptos que enajenan sus corazones de Dios. Las atracciones y engaños que están siendo vomitados en nuestros hogares por medio de libros y de videos y el internet, están alcanzando proporciones colosales, y lo mejor es que los padres y las madres hagan todo lo que puedan para mantener sus hogares limpios y dedicados al Señor. El arma de nuestro Señor contra ellos es “la espada aguda de doble filo”, pero con frecuencia, la espada que tratamos de usar tiene un solo filo, y está tan deslustrada que no penetra al corazón y al alma. Nuestro Señor está listo para levantarse en medio de nosotros para limpiar Su iglesia. Y cuando el pueblo de Dios le busca desesperadamente, todos los recursos de Cristo volverán a brillar de nuevo en medio de nosotros por medio del Espíritu Santo. Pero Él nos pide que expulsemos las abominaciones que entristecen a Su Espíritu Santo... que como la paloma, es fácilmente ofendido—y se aleja volando. Entonces es cuando la espada del Señor será “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Heb. 4:12).

Había otro problema en Pérgamo. Algunos tenían la doctrina de los Nicolaítas... que Él no explica. Pero la palabra en sí es una combinación de dos palabras griegas que significa conquistar pueblos. De ahí podemos saber que había una secta en Pérgamo

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que trataba de controlar a la gente, en lugar de ministrar justicia y vida que les llevara a la libertad del Espíritu.

En estos mensajes a todas las iglesias, Dios quiere que comprendamos que nuestro Sumo Sacerdote en los cielos tiene toda provisión en Su propio Ser—no sólo para bendecir y dar buenos dones y sanar al pueblo—sino para limpiar de toda corrupción de la carne y de espíritu. Siempre estamos prestos a pegarnos a la parte de la bendición. Pero debemos volver nuestros rostros de nuevo hacia el Señor de la iglesia... y verle en medio de nosotros con la espada afilada de dos filos—no para destruirnos sino para circuncidar nuestros corazones y mentes. Sólo entonces llegaremos a la verdadera adoración—ese estado de corazón y de mente en el que “adoramos a Dios en el Espíritu y nos gozamos en Cristo Jesús, no tenemos confianza en la carne.” (Fil. 3:3). Él debe tener un pueblo que venza en Pérgamo—porque ciertamente estamos morando donde Satanás tiene su trono y no estamos prevaleciendo contra él. Dios nos ayude a escuchar el clamor de la Iglesia en Pérgamo: “el que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Y para el vencedor, Él tiene esta promesa: “Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”

4. A la Iglesia en Tiatira (Apoc. 2:18­19)

El mismo Señor habla a la iglesia de Tiatira—pero de nuevo no parece el mismo que en su aparición a las otras iglesias. Él no cambia—pero tiene muchas facetas distintas de Su Ser, y tiene muchas gracias, virtudes y juicios que Él ha de traer a Su pueblo. “El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto.” ¡Cómo necesitamos verle tal y como Él es...si es que vamos a ser transformados en lo que Él quiere que seamos! Él reconoce las obras y la caridad, y el servicio, y la fe, y la paciencia de la iglesia. Entonces, ¿Qué más cosas demanda?

En Tiatira tiene que tratar con esa mujer Jezabel, que se llama a sí misma profetisa. Por causa de su carisma y de sus maravillosas profecías, algunos de los siervos de Dios estaban viviendo en fornicación y comiendo cosas sacrificadas a los ídolos. Jezabel era la esposa de Acab. Acab era rey—pero Jezabel actuaba como reina con su propio derecho. Si Acab tenía algunas inclinaciones hacia Dios, ella era rápida en tomar todos los asuntos en sus propias manos. Lo más destacado de su corazón y de su vida es su odio por la palabra del Señor que procede de las bocas de Sus profetas. Hay mucha impureza en muchas de las iglesias y ese Testimonio de Jesús es el que da una palabra clara de que Dios no está ahí, en consejo y en poder, para poder tratar con eso.

Sé que Dios va a comenzar una limpieza en la palabra profética que va a salir adelante. Muchos claman por otro Elías, por otro Juan el Bautista. Pero hay un movimiento profético en la iglesia ahora—y hay mucha mezcla en eso. Todavía no ha llegado a ese punto en el que haya un verdadero Testimonio de Jesús. Generalmente, la expresión profética no está produciendo una purga, una obra de limpieza en el pueblo... pero porque hay maravillosas profecías, el pueblo es bendecido mientras que la levadura del mal sigue obrando. ¿Cuando seremos testigos de aquello de lo que Pablo habló ... cuando algún incrédulo venga a la reunión, y surjan profecías, y los secretos del corazón sean revelados, y “postrándose sobre el rostro, adore a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre nosotros (1ª Cor. 14:25)?” Esto es prácticamente desconocido. El Señor está en medio de esta iglesia carismática de Tiatira con ojos de llama de fuego, y sus pies como bronce bruñido, llamándoles al arrepentimiento. Sus juicios serán verdaderos y justos, puesto que hay un ministerio

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en Su mano que el Señor está preparando para el día en que se levante en juicio. Tenemos que mirar a esos ojos que son como llama de fuego, y nuestros pies han de ser purgados en el altar del holocausto, antes de poder tratar efectivamente con los pecados de los demás. Después habrá una unción para ministrar justicia y verdad en el temor de Dios, trayendo convicción y juicio justo.

Cuando esas llamas santas del trono vengan en medio de nosotros... aquellos cuyos corazones se vuelvan a Dios clamaran, “¡EL SEÑOR es Dios!” “¡EL SEÑOR es Dios!” Y los profetas de Baal serán destruidos. Más tarde, Jehú fue ungido y comisionado para tratar con Jezabel, que fue aplastada bajo los cascos de sus caballos. Muchos en la iglesia tienden a pensar que si alguien puede traer poderosas y hermosas profecías, ciertamente Dios debe estar en medio de ellos. La verdadera vindicación de la profecía es si golpea los corazones de los hombres con convicción, examen de conciencia y temor de Dios. “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino....” (Jer. 17:10). A los fieles en Tiatira Él les da palabras de precaución y de certeza. “Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.” Y a los vencedores les da la promesa: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero.” Todo esto puede sonar muy drástico cruel para los seguidores del Cordero. Pero ellos no son dictadores implacables. Ellos nunca harán nada que el Cordero de Dios no haga... simplemente le siguen y hacen tal y como Él hace, por Su unción y Su autoridad.

La palabra regir en el pasaje de arriba habla del gobierno de un pastor. Es el gobierno de un Cordero pastor, y de aquellos que Le siguen dondequiera que Él vaya. El verdadero pastor su vida pondrá por las ovejas, como hizo Jesús. Estos vencedores no serán juiciosos ni dictadores. Pero Su palabra será poderosa al permanecer en Su Señor. Es sólo por medio de la Palabra que procedía de la boca de Jeremías que Él podría desarraigar y arrancar, destruir y arrojar. El propósito de todo esto era limpiar la tierra, para que Él pudiera edificar y plantar por la misma Palabra viva (Jer. 1:10).

Hay una promesa añadida a los vencedores en Tiatira: “Y le daré la estrella de la mañana”. Al compartir el Señor el poder sobre las naciones con los vencedores, así también Él comparte la gloria de la Estrella de la Mañana, porque Él nos dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” (Apoc. 22:16). Los vencedores en la iglesia se levantarán aún en la tierra como la estrella resplandeciente de la mañana, emanando la Luz de Cristo y proclamando a la creación la promesa de un nuevo Día.

5. A la Iglesia en Sardis (Apoc. 3:1­6)

“El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto”. ¿Vemos lo que Él quiere mostrarnos? Esta iglesia en Sardis debe ver a Aquel que es glorioso y magnífico. Porque sólo al verle, podremos ser como Él. Él se muestra a nosotros para que podamos volver a la vida, al verle. Este es el propósito completo de su mediación en los cielos—y el propósito del ministerio del Espíritu en la tierra. “Tomará de lo mío y os lo enseñará”. Él esta en medio de Sardis como aquel que tiene los Siete Espíritus de Dios. El número siete habla de consumación, de plenitud. No tenemos ningún problema en creer que todas las facetas de la deidad han llegado a su plenitud en nuestro Señor Jesús. Pero nuestra lucha consiste en ver y en saber que toda esta plenitud que está en Cristo, ha sido investida sobre Su iglesia por Su Espíritu que mora en nosotros. Y aunque Sardis tenía la reputación de ser una iglesia VIVA... no le parecía así al Señor. “Tienes nombre de que vives pero estás muerto”. Y la poca vida que había estaba próxima a la muerte. ¿Por qué razón se revelaría el Señor a esta iglesia, como alguien lleno de Luz y resplandeciendo en Gloria? Porque esto es lo que

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nuestras iglesias necesitan ver, si es que van a brotar en vida. “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”: (Juan 1:4). Él resplandece en la oscuridad para hacer que las tinieblas se disipen. Él viene a nosotros, que estamos “muertos en delitos y pecados”... para darnos vida y luz, al encontrar la gracia para responder a la luz. Y continúa exhortándoles: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir”. Tenían una buena reputación en su ciudad. Pero Dios les dice, “Arrepentíos... vuestra reputación delante de los hombres no significa nada. Considerad las cosas que habéis escuchado y aprendido. De lo contrario, “vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. ” “Vendré sobre ti”, dijo. Y algunos nos recordarán, “Por supuesto, esto no es la Segunda Venida”.Quizás no. ¿Pero es que Él no es el mismo Señor? Estoy confiado de que cuando el Señor Se revele a Sí mismo en la iglesia con sus ojos de llama de fuego, será una venida del Señor tan impresionante para esa iglesia como cuando venga en las nubes para juzgar a las naciones.

Él dejará una iglesia vencedora en Sardis... porque Él se levanta en Sardis con Siete Espíritus (descritos en otro lugar como las Siete Lámparas de Fuego). Él toma autoridad sobre esa Iglesia que ha rechazado Su Señorío porque Él tiene las siete estrellas en Su mano derecha. Él está preparando un pueblo en Su mano derecha para el ministerio fiel y verdadero en la Casa de Dios. Él tiene el poder y la autoridad para ejecutar sus juicios justos en medio de ellos. Y a los vencedores Él les da la promesa: “Serán vestidos de vestiduras blancas; y no borraré sus nombre del libro de la vida, y confesaré sus nombres delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

6. A la iglesia en Filadelfia (Apoc. 3:7­13)

A esta iglesia fiel, nuestro Señor le da el siguiente mensaje. “Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. El Señor se da a Sí mismo a esta iglesia como El santo y verdadero, y el que tiene “la llave de David”. La llave de David sólo es mencionada una vez en el Nuevo Testamento (en este pasaje) y otra vez en el Antiguo Testamento. Y fue mucho después de que David muriera, cuando Isaías fue motivado por el Espíritu para mencionar la llave de David.

“Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá. ” (Isaías 22:22).

La llave de David, ¿Qué es?

No tenemos ninguna razón para creer que David tuviera ninguna percepción en cuanto al significado eterno de la Casa de David hasta que Dios se lo revelara por medio de Natán el profeta. Dios nos permitiría que David le edificase una Casa, tal y como David se había propuesto. Pero al rehusar esto, Dios envió a Natán a David con una palabra que era mucho más alta—una promesa que tenía un significado eterno.

1. Dios no estaba interesado en una casa de cedro (2ª Sam. 7:7)—o una Casa de cualquier otra clase de material, para ese asunto. Pero de alguna manera, sigue permaneciendo en el corazón de la gente religiosa, que deben construir alguna clase de estructura para la Gloria de Dios. Él sí dispuso tiendas y templos en el pasado, pero sólo como tipos y sombras del Verdadero Templo, no construido con manos. Su deseo siempre había sido un deseo de una morada en el corazón contrito y humilde.

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“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” (Isaías 57:15, Isaías 66:2)

2. Dios iba a construir una casa a David (vs.11). Cierto, el hijo de David, Salomón, había sido escogido para edificar un Templo y Dios le dio a David las pistas de ello (lee 1ª Crónicas 22:7­10; 1ª Crónicas 28:11­12). Pero incluso Salomón reconoció que no era de ninguna manera una morada para Dios. Había de ser simplemente una casa de oración, un lugar donde el nombre de Dios fuera conocido en Israel y entre las naciones. (2ª Crón. 6:18,40).

3. La Casa de David duraría para siempre (vs. 13)... porque Su Simiente, el Señor Jesucristo—vendría de la Casa de David, y “lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Is. 9:7).

“Y entró el rey David y se puso delante de Jehová, y dijo: Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?” (v.18). No hay ninguna duda de que era en el Tabernáculo de David, donde se sentó y exaltó al Señor por su grandeza y sus misericordias—resumiéndolo en estas palabras: ” Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y haz conforme a lo que has dicho. Que sea engrandecido tu nombre para siempre, y se diga: Jehová de los ejércitos es Dios sobre Israel; y que la casa de tu siervo David sea firme delante de ti.” (2ª Sam. 7:25­26).

¿En qué contexto Isaías había hablado sobre la Llave de David? Él había hablado del gobierno irresponsable de Sebna, que era principal sobre la Casa de David, y cómo Dios iba a reemplazar su gobierno por otro, que sería fiel en su mayordomía.

Había brechas en la Ciudad de David, y Sebna no estaba gobernando de forma responsable. Isaías dijo: “Porque día es de alboroto, de angustia y de confusión, de parte del Señor, Jehová de los ejércitos, en el valle de la visión, para derribar el muro, y clamar al monte”. Las defensas de Judá eran inadecuadas para proteger la ciudad. Había “brechas en la Ciudad de David”— y estaban echando abajo las casas para fortificar el muro. Su provisión de agua estaba en peligro. Pero el reproche de Isaías era que “no tuvisteis respeto al que lo hizo, ni mirasteis de lejos al que lo labró.” Dios estaba llamando al llanto y al lamento pero escogieron “gozo y alegría, comiendo carne y bebiendo vino”. Y Dios declara que quitaría el antiguo gobierno violentamente y lo enrollaría como a bola por tierra extensa. Sebna, que estaba a cargo de la casa del rey, vivía en esplendor y desahogo, mientras todo esto estaba aconteciendo a su alrededor... sin escuchar de los conflictos que se apilaban. Dios dijo que iba a instalar un nuevo gobierno y a poner la Llave de David sobre Su hombro. Esta es la primera mención de la llave de David, y el Señor citó esta profecía en su carta a Filadelfia—confirmando que Él era Aquel de quien Isaías había hablado.

De este modo, la verdadera aplicación de esta Llave es la del Gobierno de Cristo. Dios va a producir un nuevo ministerio, un ministerio que tenga preocupación y respeto y honra por la Casa de Dios. Una llave esta siendo cortada, formada y preparada para la hora de aún mayor conflicto que nos espera delante de nosotros. Nuestro Señor tiene esa llave en Su hombro, y

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sostiene al verdadero ministerio en Su mano derecha. Él sabe cuando cerrar y cuando abrir puertas...y ningún hombre podrá cerrar la puerta que Él abra ni abrir la puerta que Él cierre. El hombre no tendrá nada que ver en cuanto a la elección de ancianos y de consejeros del rebaño, ni en la destitución de los mismos. El ministerio no estará sujeto a la voluntad del pueblo, ni se enseñoreará de ellos. Los superintendentes elegidos, u obispos, o arzobispos, no establecerán ministerios por debajo de ellos, ni los contratarán ni los expulsarán, o los trasladarán de una asamblea a otra. El sistema democrático de gobierno no existirá por más tiempo en la iglesia, porque el Gobierno en la iglesia es una ministración espiritual—tan espiritual como el ministerio de los apóstoles, profetas, maestros, milagros y sanidades. El Señor de la Iglesia tiene la llave de David y abrirá puertas y cerrará puertas a discreción (lee 1ª Cor. 12:28). El nombre Eliakim significa Dios levanta; y yo creo que podemos esperar cambios impresionantes en la iglesia, cuando el Señor en medio de nosotros levante un verdadero ministerio espiritual en la Casa de David. Estoy hablando de la Iglesia de Cristo. Una “iglesia” carnal puede todavía funcionar en ese día bajo el nombre de “iglesia”—pero Aquel que tiene la Llave de David ejercerá Su Señorío en los llamados fuera de la verdadera Iglesia.

La preparación de la Llave de David

Al considerar la vida de David, es evidente como Dios preparó la Llave que reposaría sobre su hombro. La Llave era algo que fue formado en su vida, al someterse a los caminos de Dios. Uno no recibe la Llave como resultado de un regalo gratuito. Ni tampoco era David consciente, en todas sus pruebas y tribulaciones por las que pasó, que Dios estaba formando una llave que permanecería en Su familia por todas las generaciones. Consideremos como Dios formó esta llave en la vida de David.

1. Dios había escogido a David y David era consciente de ello.

Debemos saber que estamos aquí por elección de Dios, si es que vamos a movernos con Él en la corriente de Sus propósitos y si es que vamos a tener un corazón conforme al corazón de Dios. Dios simplemente escogió a David... y dejará que los demás busquen la razón de ello. Sin embargo, siempre es cierto que Él demanda de Sus escogidos—fidelidad, aguante y paciencia. Los llamados y los escogidos de Dios han de ser también fieles. Y porque saben que son llamados, este conocimiento nutre un temor piadoso que produce fidelidad en sus vidas. A cada paso en nuestro peregrinaje, sabemos que estamos destinados a cosas más altas que las que vemos a nuestro alrededor, y queremos conocer Su voluntad y dirección en todo lo que hacemos, no sea que estropeemos Su propósito al llamarnos. Sin este conocimiento estaríamos inclinados a hacer lo que pudiéramos en nuestra propia fuerza, y prepararíamos y promocionaríamos esquemas para hacer efectivo el ministerio en la iglesia, o en el mundo a nuestro alrededor. Pero con el conocimiento de Su llamado y Su elección sobre nuestras vidas—dudamos en caminar por el camino que lleva al éxito. Más bien buscaremos el camino que Él desea para nosotros—y pediremos la gracia para caminar por el camino escabroso, estrecho, impopular o desconocido—aunque aparente no tener significado ante los ojos de los demás.

Conocemos la historia de la caída de Saúl, el primer rey de Israel. Dios designó a Saúl como el rey, en las manos del profeta Samuel; pero todo sucedió porque el pueblo quería ser como las naciones a su alrededor, y demandaron un rey. Dios les concedió sus deseos, pero Él tenía otros planes preparados para el

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día en que el plan del hombre hubiera quedado en nada. Escogió a David, un hombre conforme a Su corazón, para sustituir al hombre que era egoísta y rebelde de corazón. Dios, en sus caminos predeterminados, no espera hasta que la calamidad golpee para comenzar a traer una solución. Provee para ello hasta que las cosas comiencen a funcionar con éxito. Y podemos estar seguros de que eso es precisamente lo que Él esta haciendo hoy día. El que tiene la llave de David va a usar esa Llave para establecer un gobierno justo en la Casa de David. El pueblo de Dios que entiende el estado deplorable de la iglesia debe animarse sabiendo que Él está preparando los corazones de hombres y mujeres que son llamados, escogidos y hallados fieles­­­que estarán dispuestos a estar en la brecha cuando los reinos de los hombres caigan rodando. Dios está preparando un pueblo conforme a Su corazón que estará preparado para ponerse al mando de un pastor manso y humilde cuando los asalariados huyan del rebaño o cuando Dios los eche. Él está preparando un pueblo de misericordia que estará preparado para estar en la brecha, cuando nuestra estructura social se colapse. Tienen la unción de Dios sobre ellos ahora—en el día de su debilidad. Con frecuencia se sienten como David cuando dijo en su conflicto: “Y yo soy débil hoy, aunque ungido rey.” (2ª Sam. 3:39) Porque la debilidad, el sufrimiento y el rechazo por causa de la verdad es uno de los ingredientes del aceite santo de la unción. Se necesita la mirra del sufrimiento para dar verdadero incienso a la unción sobre la cabeza de aquel que en los propósitos de Dios se convertirá en un vaso de misericordia. Porque Dios ha de tener vasos de misericordia en este mundo que está lleno de odio, de malicia y de crueldad. Y la ironía de todo ello es esta: que los gobiernos terrenales que profesan ser misericordiosos y de ayuda a la gente con problemas, hacen leyes... o toleran leyes para promocionar una desconsideración temeraria hacia Dios y la Biblia, todo ello en nombre de los derechos humanos—y que a consecuencia de esto, nuestras familias sufren más problemas, más abusos y más devastación que nunca. El quid de la cuestión en toda esta confusión, es: “No hay temor de Dios delante de sus ojos”.

2. David respetó la unción de Saúl

David conoció la gracia, la fortaleza, y la mansedumbre que había en el aceite santo, porque nunca pudo olvidar el día en que Samuel vertió el aceite sobre su cabeza, y cómo el sentir del temor de Dios invadió su espíritu en ese momento. También supo que Saúl había recibido una porción de esa misma unción. Sin embargo, a diferencia de Saúl, la unción que David tenía estaba mezclada en su interior. Él dijo, “Seré ungido con aceite fresco” (Salmos 92:10) Y la palabra ungido en este pasaje quiere decir más que derramado sobre algo—significa mezclado concienzudamente. En realidad, todo el ser de David estaba lleno de nueva vida y mezclado con la unción. Ésta es ciertamente la intención de Dios para Su pueblo, porque “Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba:” (1ª Cor. 12:24).La misma clase de aceite reposaba sobre la cabeza de Saúl—pero en el caso de Saúl, nunca penetró en su corazón y en su mente. Así que a pesar del intenso odio de Saúl hacia él... David era mucho más consciente de que Saúl era el ungido de Dios y que nunca debía usar la unción que tenía para luchar contra otro vaso ungido de Dios. Nosotros tenemos que recordar esto en la iglesia, y nunca tratar de causar ningún daño a otro ministerio ungido, ni gozarnos por su caída. Esa es la prerrogativa de Aquel que tiene la Llave de David para tratar con el liderazgo rebelde, sí, pero también ungido.

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David se entristecía por el corazón celoso de Saúl, e hizo lo que pudo para ayudar al hombre en su obstinación. Siendo muy joven, ministraba a Saúl con canciones del Señor, dando al rey un alivio momentáneo. Pero esquivaría las lanzas de Saúl y las dejaría en la pared detrás de él—en lugar de devolvérselas. La puerta al Reino de David estuvo abierta a él al menos en dos ocasiones distintas, pero al saber que no era una puerta abierta al reino por Dios mismo, simplemente se limitó a cerrar esa puerta abierta.

Asegurémonos de comprender la importancia de las puertas abiertas y de las puertas cerradas. Con la Llave de David, puedes abrir puertas cerradas­­­pero con la misma llave puedes cerrar puertas abiertas. Muchos de entre el pueblo de Dios no se han dado cuenta de eso. “¿Por qué razón abriría Dios una puerta, si Él no quiere que yo entre?” Conozco al menos una razón—y ya la he mencionado. Dios estaba probando el corazón de David para tomar el reino— para probar las riendas de su corazón. Dios incluso hizo que un profundo sueño cayera sobre Saúl y sus hombres, para facilitarle a David el uso de la llave. Si no hubiera sabido que él era llamado y escogido—fácilmente podría haber seguido el curso razonable, es decir, tomar el reino ahí y en ese momento...y suspender la prueba de la fidelidad. La llave sobre el hombro de David se estaba haciendo algo cada vez más real para él, y él simplemente se limitó a cerrar la puerta abierta. No podemos evitar sino darnos cuenta de cuantas veces hemos podido apresurarnos a través de puertas abiertas, e incluso hemos intentado forzar que permanecieran abiertas con nuestra palanca de hierro—cuando de hecho lo que Dios estaba haciendo no era otra cosa que “escudriñar los corazones y probar las riendas”.

3. David aprendió a caminar por caminos extraños y difíciles

Saber que Dios estaba llevándole por caminos muy penosos le hizo acercarse a su Dios, en lugar de huir de Él. Cuando oleadas de dificultades le asaltaban, y parecía que iba a ser arrasado, clamaba a Dios y esas oleadas de dificultad obraban “el clamor de un abismo a otro” (Salmos 47:7). Bienaventurado es el hombre, mujer, niño o niña, que encuentra en su corazón el clamar a Dios, el buscar a Dios como el ciervo busca por las aguas cuando asalta la dificultad—y le alaba en todas las situaciones, aunque parezca que Dios no está a la vista, que no está en ninguna parte, y que nadie se preocupa. David anhelaba caminar por los caminos de Dios mucho más que poseer el reino prometido. Como buen pastor de Israel, sabía que él mismo no era otra cosa que una oveja... y de este modo ganó los corazones de las ovejas del pasto del Señor. Sus amigos, en los días de su rechazo, hallaron amor y comunión con Él... y le siguieron no por recompensa, sino por amor a aquel en el que reconocían la gracia y la unción de la realeza.

4. David mantuvo un sano temor de Dios

Sabía que Dios tenía un plan para su vida... y este conocimiento le produjo un temor santo. Trato de mantener su corazón puesto en Dios. Nunca pudo olvidar la unción que fluyó del cuerno que Samuel trajo a Belén ese memorable día cuando era un muchacho que cuidaba ovejas (1ª Sam. 16:13). Reconoció la locura y la trampa en actuar por iniciativa propia... la trampa de tomar decisiones que podrían aparentar ser para su propia ventaja, pero no conforme a la voluntad de Dios. No era un oportunista. Dios estaba formando una llave en su vida que le llevaría a puertas abiertas en las verdaderas riquezas de Cristo. Si sabemos que Dios tiene un plan lo mejor es que seamos diligentes en ir por el camino de Dios, en lugar de tratar de desvelar ese plan nosotros

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mismos. No podemos apartarnos del plan de Dios si andamos por Su camino. Pero podemos estar seguros de que nos apartaremos si pensamos que conocemos el plan y si tratamos de destaparlo con nuestras llaves ingeniosas. La llave de David siempre era muy simple: Que Dios lo arregle todo, que Dios lo solucione. Pedro podía descansar y dormir y esperar que el ángel le sacudiera y le ordenara que saliera de la prisión como un hombre libre. Pero él también tenía que aprender que sólo era un hombre libre... para convertirse en el esclavo del Señor. La pereza ante los ojos de los hombres puede ser con mucha frecuencia sabiduría interna a los ojos de Dios. Si se trata del plan de Dios, Dios hará que suceda en Su propio día. David sabía como tratar con el oso en los bosques... y con el león que atacaba a sus ovejas. Y esto le dio confianza para tratar con el filisteo. Había aprendido el camino de Dios y sabía que la armadura de Saúl sólo le estorbaría con su gran peso, escogiendo salir contra el enemigo en el Nombre del Señor Dios de Israel. Sabía que había venido a la batalla exactamente en ese día y en esa hora. Pero el éxito y la gloria de ese momento no le consumieron de orgullo porque Dios había permitido que la persecución y el rechazo le pisaran los talones de su victoria. Por celos, Saúl se había convertido en su enemigo... y al borde de una exitosa carrera en el reino, David fue repentinamente forzado a huir para salvar su vida.

David anduvo en rechazo a lo largo de muchos años, honrando a Saúl y amándole—hasta que un día Saúl fue matado en la batalla a manos de los filisteos, los enemigos manifiestos de Israel. David lloró y se lamentó por Saúl en lugar de gozarse en su caída. Tampoco hizo planes para tomar el reino. ¿Por qué habría de mezclarse con eso, ahora que sabía que sólo Dios era responsable de la unción que él tenía, y por Su cuidado sobre él todos sus días? En lugar de eso esperó que Dios abriera la puerta a Su manera. No fue por ahí buscando a las ovejas perplejas y perdidas de Israel. Había encontrado un refugio seguro entre los filisteos... al menos mucho más seguro que lo que podía encontrar en ningún otro lugar en Israel. Ahora que Saúl había sido quitado de la escena, preguntó a Dios si podía regresar a Judá. Dios dijo, “si”. “¿Dónde?”, preguntó David. Y Dios dijo, “ve a Hebrón”. (2ª Sam. 2:1). Imperceptiblemente al principio, pero con una cada vez mayor claridad de entendimiento al caminar con Dios—la llave de David se forma progresivamente en las vidas de Su pueblo obediente. Entonces los hombres de Judá vinieron a él y le ungieron como rey sobre la casa de Judá. Y años más tarde, las otras tribus de Israel vinieron y le ungieron por rey sobre Israel.

5. David anhelaba una habitación para Dios

Fue rápido en arrepentirse de su pecado, con tristeza piadosa. Llegó a un punto de humildad y de corazón contrito, y escribió ese hermoso Salmo en el que testificaba, “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú oh, Dios” (Salmos 51:17). El corazón contrito es un corazón roto, inválido, rasgado. Y sin embargo, el profeta Isaías podía decir que Dios desea a un pueblo así como Su habitación: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” (Isaías 57:15). Aquellos que han sido golpeados, molidos, los que han sido rasgados y dejados inválidos­­¿Cómo podríamos imaginar al Alto y Sublime deseando un corazón así como Su habitación? A menos que Le veamos revelado en Jesús, condescendiendo para venir desde los ámbitos de la gloria y vivir como un paupérrimo entre los hombres: pobre, necesitado, rechazado, abandonado... y finalmente golpeado y

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roto por tus pecados y por los míos. Y porque Jesús es así y Dios es así, Él desea una habitación con aquellos que son así. La gran pasión de David no era hacer grandes cosas, ni siquiera tomar el Reino—sino descubrir la habitación de Dios. Él dijo, “No daré sueño a mis ojos, Ni a mis párpados adormecimiento, hasta que halle lugar para Jehová, morada para el Fuerte de Jacob.” (Salmos 132:4,5) Así que sus muchos sufrimientos y tribulaciones en las experiencias del desierto de su exilio, de hecho se convirtieron en la llave de David que abría la puerta a la habitación de Dios.

Que aprendamos de todas estas actitudes en David que se convirtieron en factores en la formación de la Llave sobre su hombro. ¿Qué deseamos más, el Reino o al Rey? ¿Un trono...o una habitación para Dios y con Dios?

6. David era rápido en acabar programas equivocados

David deseaba ir por el camino de Dios, pero cuando fallaba, tenía suficiente sabiduría para cancelar el programa. Quiera Dios que Su iglesia pueda reconocer que sus programas simplemente no funcionan. Pero David aprendió por el camino difícil—y descubrió La llave al Monte Sión. La llave de David era una llave que se formaba en su vida, al querer caminar con Dios... pero había mucho más que aprender respecto de los caminos de Dios antes de que pudiera usar la llave efectivamente. El Reino era suyo ahora; pero una parte de Jerusalén estaba todavía bajo el control de los jebusitas, que se sentían muy seguros en su fortaleza de Sión. Pero los hombres de David tomaron la fortaleza ascendiendo por una entrada semejante a un túnel junto a la montaña, y alcanzaron a los jebusitas por sorpresa. El Monte Sión se convirtió en la ciudad capital de David, y su reino fue establecido. Pero por su corazón sacerdotal, David anhelaba el regreso del Arca de Dios, que había permanecido en la casa de Abinadab durante muchos años. El pueblo nunca había buscado el Arca durante el reinado de Saúl, ni hasta entonces. De este modo envió a los sacerdotes para que lo trajeran de vuelta, sin consultar con Dios en cuanto a cómo había qué hacerlo. Fue una decisión no meditada... y tan fácil de hacer. Escogieron el camino de los filisteos—que es siempre el método del hombre y la forma lógica. Preparémosle un carro, escojamos un grupo de bueyes fuertes para que lo traigan, y un par de supervisores para que se aseguren de que todo vaya bien. Las acciones de los hombres son generalmente determinadas por el sentido común, y el pensamiento es, ¿funciona? David tenía buenas intenciones, pero no buscó a Dios en cuánto a la forma de hacerlo en este asunto concreto. El resultado fue desastre total: los bueyes se tambalearon, el hombre fuerte alargó su mano para estabilizar el Arca, y cayó muerto golpeado por Dios. David había cometido un error muy serio... pero tuvo suficiente sabiduría para cancelar sus planes cuando se dio cuenta de que Dios estaba muy descontento. Fiel a la llave que Dios estaba formando en su hombre—David buscó al Señor intensamente y Dios le mostró el orden correcto. Los sacerdotes del Señor deben llevar el Arca sobre su hombro. El Arca fue designada con ese propósito en mente, puesto que tenía unas estacas a cada lado, que descansaban sobre los hombros de los sacerdotes. Y de este modo, trajeron el Arca de la forma correcta y al lugar correcto.

7. El lugar del Reino de David. El lugar del Sacerdocio

David había aprendido una tremenda lección de su error. Abandonó sus planes y buscó a Dios. Ciertamente los sacerdotes en Gabaón estaban esperando que

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el Arca regresara para ser puesto en el Tabernáculo, que es donde debía estar. Pero Dios le había revelado a David que el lugar de su reino era también el lugar de un ministerio sacerdotal y de la morada de Dios. Y esta revelación dio a luz a una canción profética que David escribió sobre la morada de Dios en Sión. David ya había tomado a Sión como el asiento de su reino. Pero ahora Dios le mostraba que sería mucho más que eso—había de ser también el lugar de la propia morada de Dios, en el Tabernáculo de David. El reino de David había de ser de naturaleza sacerdotal. El reino no había de ser una cosa, y el sacerdocio otra distinta. El hombre que tiene el poder para hacer grandes cosas, cosas del reino—puede corromperse fácilmente. Pero si tiene un corazón sacerdotal, ha participado entonces del sacrificio y de la ofrenda a Dios, y Dios se agrada de morar en él y de hacer cosas del reino a través de él. El reino de David sería sacerdotal por naturaleza, y fuerte en autoridad del reino, porque su misma esencia era el acceso sacerdotal a la presencia de Dios y la morada de Dios con él en Sión.

“Porque Jehová ha elegido a Sión; La quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; Aquí habitaré, porque la he querido. Bendeciré abundantemente su provisión; A sus pobres saciaré de pan. Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, Y sus santos darán voces de júbilo.” (Salmos 132:13­16)

David había descubierto la llave para cerrar puertas, así como para abrirlas. No era un sacerdote, y como rey de la tribu de Judá no tenía derecho a entrar al Templo y adorar a Dios... que moraba entre los querubines, en el Lugar Santísimo. Pero Dios estaba comenzando a revelarle “la llave de David” , y abrió la puerta de Sión al Arca, y dejó vacío el Lugar Santísimo del Tabernáculo. El Lugar Santísimo era ahora el Tabernáculo de David sobre el Monte Sión.

Una puerta abierta al Tabernáculo de David (lee también nuestro escrito, Del Tabernáculo al Templo, Capítulo 2)

¡Y que puerta abierta fue para David! Con la llave sobre su hombro, David prosiguió y levantó un tabernáculo para el Arca sobre el Monte Sión. Era sólo una tienda endeble, pero se llegó a conocer como “el Tabernáculo de David” en su generación y en las generaciones aún por nacer. Amós habló de ello como un tipo profético del Israel extendido, cuando Dios comenzaría a llamar a un pueblo escogido de entre los gentiles, y los uniría con Israel en el Tabernáculo de David. Y el apóstol Santiago confirma esto cuando habló ante el concilio de Jerusalén. Aconsejó al concilio que no intentaran hacer Judíos de los gentiles convertidos—porque Dios había dicho por medio del profeta Amós, que las otras naciones vendrían al Tabernáculo de David en tiempos posteriores. Y ahora que esto estaba sucediendo, Santiago aconsejó al Concilio que recibieran a los gentiles convertidos libremente, sin todos esos rituales judíos. Todos sabían que el Tabernáculo de David era muy poco parecido al Tabernáculo de Moisés, y que no tenía nada que ver con el ritualismo judío (lee Hechos 15:17; Amós 9:11,12).

David sabía que el Monte Sión no era sólo el lugar de su propio reino, sino también el lugar de la habitación de Dios. El entraba a esa tienda y tenía comunión con su Dios, que moraba entre los Querubines, y el pueblo de Dios

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cantaría sobre eso en la iglesia que estaba aún por nacer—incluso como hicieron los cantantes, que fueron escogidos para alabar y glorificar al Señor delante del Tabernáculo de David:

“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmos 27:4).

David había descubierto una puerta abierta a una nueva forma diferente de Tabernáculo, que no era otra cosa que el Lugar Santísimo. No había lavatorios, ni altares, ni vestimentas especiales que ponerse, ni mesas para el pan—nada era necesario a excepción de un corazón humilde y contrito. Caminaba libremente en su propio santuario privado y tenía comunión con su Dios. Fue el comienzo de un cambio de orden desde lo viejo a lo nuevo... el comienzo de una nación sacerdotal, donde los sacerdotes que se sacrificaban a sí mismos tendrían autoridad real para gobernar y reinar en justicia y paz. Hablo de autoridad real... pero ejercida a través de sacerdotes contritos y humildes cuya preocupación era exclusivamente por la Casa de Dios, y no por ellos mismos. Nuestro Señor Jesús exaltado, tiene la llave de David que abrirá la puerta al Lugar más Santísimo de todos, “por el camino nuevo y vivo, que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Heb. 10:20).Esta es la puerta abierta definitiva que Jesús pone delante de la iglesia. Es acceso a la misma presencia de Dios... no a través de un ritual sacerdotal... sino a través de Un Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. La llave está sobre el hombro de David—puesto que el hombro es un lugar para llevar cargas y es donde las estacas del arca son colocadas. Los sacerdotes del Señor en Israel deben llevar el arca—en lugar de delegar su carga a los demás. Fue llamado el Arca de Su poder.(Salmos 132:8). Era una pesada carga, pero no debían organizar alguna clase de carro institucional con ruedas, para facilitar el trabajo. Pero además del peso, también estaba el peso de la gloria de Dios, que moraba entre los querubines. Pablo llevaba pesadas cargas, pero él las llamó nuestra aflicción ligera ,porque sabía que estaban de hecho preparándole para “un cada vez más excelente peso de gloria”: (2ª Cor. 4:17).Jesús nos invita a tomar Su yugo. Eso quiere decir lo mismo que tomar una carga. Pero nos dice que si estamos en Su yugo, hallaremos “descanso para nuestras almas”, porque llevamos nuestro yugo en unión con Aquel que es nuestra Fuerza, que obra en nosotros poderosamente.

La puerta está abierta, para los que buscan refugio de fortalezas satánicas

En el contexto de la carta a Filadelfia, el énfasis se refiere a las puertas de la religión falsa satánica, que Jesús denomina las sinagogas de Satanás. Los verdaderos judíos a la vista de Dios, son aquellos que son circuncisos de corazón. Antes de que los nuevos convertidos se llamaran Cristianos, que sucedió por primera vez en Antioquía, los gentiles convertidos eran simplemente parte de las sinagogas judías, porque el verdadero judío es aquel cuyo corazón ha sido renovado por el Espíritu. “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.” (Rom. 2:28­29).

Pablo reconocía el verdadero significado de la circuncisión—nunca pretendió ser un mero ritual, sino una señal de que el hombre era un verdadero hijo de Abraham.

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Mucho antes de que el Evangelio se propagara, había muchos gentiles que asistían a las sinagogas, que creían en el Dios de lo Judíos. Pero conforme a la ley, estos gentiles tenían que ser circuncidados para poder ser judíos. De este modo, al principio el evangelio de Cristo era predicado en las sinagogas. De la misma manera, Pablo predicaba en las sinagogas, siempre que hubiera una puerta abierta—y él evangelizó con este principio en su mente: “Al judío primero, y después a los gentiles.” Pero a la luz del Evangelio que Dios le dio, el Señor Jesús era el Mesías... y Cristo el Mesías debe serlo Todo. Pablo no podía tolerar la mezcla de Judaísmo con el Evangelio de Cristo. Era un nuevo día y el Evangelio que Pablo predicaba enfatizaba que la circuncisión no era suficiente—Cristo tiene que llegar a ser el Señor en nuestras vidas y debe haber una circuncisión del corazón. Con mucha frecuencia se encontró en medio de conflictos con las sinagogas por causa de su enseñanza, y finalmente se volvió a los gentiles.

Al rechazar al Señor Jesús como su Mesías prometido—era inevitable que algunas de estas sinagogas se convirtieran en sinagogas de Satanás. Evidentemente era de esta manera en Filadelfia. No es que los discípulos estuvieran intentando hacer incursiones en las sinagogas de Satanás. Con la llave de David sobre nuestro hombro, no tratamos de hacer que las cosas sucedan. Siempre debemos esperar que Dios lo haga a Su manera. Pero por la fidelidad de esta iglesia, el Señor Jesús dijo: “haré que vengan y adoren a tus pies, y sabrán que Yo te he amado”...Los Siete Espíritus de Dios salen por toda la tierra­­­y Él salió y comenzó a obrar en las sinagogas de Satanás, sin que ni siquiera la iglesia supiera lo que Dios estaba haciendo.

Primero debe ir Dios. Después, seguirá Su Gloria

Si Dios no va delante de nosotros, terminamos enredados en el desierto y llegamos a un Mar Rojo sin lugar dónde ir. Los hijos de Israel se aterrorizaron cuando se dieron cuenta de que estaban encerrados—el Mar delante de ellos, y el enemigo detrás, y un desierto a ambos lados. Pero Dios estaba guiándolos por la columna de Fuego de noche y la columna de nube de día—y esa siempre es la Clave para la victoria. Después, cuando el enemigo se acercó, la nube se desplazó en medio de las huestes, hacia atrás. No tiene ningún sentido seguir adelante, si Dios no nos envía. Y cuando Él envía, Él irá delante, y Su gloria detrás. “Porque no saldréis apresurados, ni iréis huyendo; porque Jehová irá delante de vosotros, y os congregará el Dios de Israel.” (Isaías 52:12).

Dios siempre obra así. Leemos de los grandes avivamientos de Charles Finney y ciertamente hubo un gran despertar. Pero los corazones del pueblo eran impactados con gran convicción y conciencia de su necesidad de Dios—mucho antes de que Finney fuera a su ciudad. No puedes hacer que estas cosas sucedan. Dios no ha cambiado y hará cosas así de nuevo y aún mayores—pero será a través de un pueblo que camine muy cerca del Señor, como en Filadelfia. Entonces el Señor en medio de ellos tiene la Llave—para hacer lo que Él quiere hacer—y Su pueblo oirá lo que el Espíritu esté diciendo a las iglesias.

El Espíritu de Dios había ido antes y había comenzado a obrar en Gadara antes de que Jesús llegara—y esta pobre víctima que vivía en los sepulcros estaba en el lugar correcto cuando Jesús salió de la barca. Repentinamente, el hombre poseído por el demonio le vió: “cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.” (Marcos 5:6).

No necesitaba que nadie le explicara como debía adorar. Lo único que necesitamos, lo único que el mundo necesita, es ser impactados por Su poderosa presencia, y poder

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vislumbrar Su gloria. Pero en ausencia de esa poderosa presencia, organizamos equipos de adoración en la casa de Dios para enseñar a la gente cómo hacerlo. Y entonces tratamos de atraer a los pecadores a nuestras congregaciones para escuchar la hermosa música. La música puede añadir mucho a las alabanzas de Su pueblo, pero sólo si los músicos y los instrumentos en las manos de Dios, están ellos mismos en sintonía con Dios. De lo contrario, todo eso se convierte en mero entretenimiento.

Dios iba por delante de Pablo cuando sentía que el Señor le llevaba a Éfeso. Tampoco organizó un ejército de cristianos para ir en contra de las fortalezas de esa ciudad. Pero el impacto de la presencia de Dios provocaba una rabia enloquecida en las fortalezas de maldad, “Y tuvieron temor todos ellos” por causa de este “Jesús a quien Pablo predicaba” (Hechos 19:13­19).

No hay puertas cerradas en ningún lugar del mundo si caminamos con Aquel que tiene “la llave de David”. Ni tampoco hay puertas abiertas. Pero el secreto definitivo de la llave de David es saber que nuestro Señor Jesús tiene esa llave; y que debemos dejarla sobre Su hombro, en lugar de buscar a algún ingenioso cerrajero que intente abrírnosla. Nuestro Señor no era presionado por nada...nada excepto la voluntad del Padre. Jesús dijo a Sus propios hermanos: “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.” (Juan 7:6). No era perezoso y tampoco tenía ambición de ver cumplido Su ministerio. Fue está calidad de su obediencia lo que produjo nuestra salvación. Y de la misma manera Dios ha de tener a un pueblo obediente, siempre presto a hacer Su voluntad—pero moviéndose sólo por el camino de Dios—antes de que vayamos a tener un impacto sobre las naciones.

Después de que David fuera ungido como rey de Israel, los filisteos lo escucharon—y se volvieron en contra de él. Naturalmente, el consideró que tenía que salir a la batalla—pero se había vuelto muy sensible respecto de la llave, y de este modo preguntó al SEÑOR. “Atácalos le respondió el Señor, pues yo los entregaré en tus manos.” (1ª Crón. 14:9,10) Dios le dio una gran victoria . Los filisteos fueron expulsados y los hombres de David quemaron los dioses de los Filisteos que éstos habían abandonado al huir.

Pero un poco después, los Filisteos regresaron de nuevo y establecieron sus campamentos delante de Israel. Y de nuevo David preguntó al SEÑOR: “¿Iré contra los filisteos?”, y el Señor le contestó, “¡No!”.

Bueno, funcionó antes. ¿No es esa una razón suficiente para usar el mismo método otra vez? Si descubres algo que funciona en la obra del Señor, sigue haciéndolo. Este es el razonamiento del hombre, porque no entiende que Dios jamás se repite a sí mismo de la misma manera a como obró anteriormente. Por esta razón el pueblo de Dios se frustra cuando sigue todos los principios de los movimientos pasados de Dios, los avivamientos del pasado, y cuando trata de hacer que funcionen para producir un nuevo avivamiento. Y por supuesto, no estoy negando que los principios de buscar a Dios, de la obediencia, de escuchar Su voz... sean siempre necesarios y siempre válidos. Pero así es como sucede en el mar, y Su camino en las aguas poderosas... y nunca podemos conocer sus caminos por nuestra propia sabiduría, porque nadie puede trazar Sus caminos.

Dios dijo, “No los ataques de frente, sino rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo”... “TAN PRONTO como oigas un ruido como de pasos sobre las copas de los árboles, atácalos, pues eso quiere decir que Dios va al frente de ti para derrotar al ejército filisteo.” (1ª Crón. 14:15). ¿Por qué eso es tan importante? Es simplemente otra lección que tenemos que aprender sobre la llave de David. El oído de David se

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estaba volviendo cada vez más sensible a la voz de Dios y a los caminos de Dios. Dios decía: “¡Espera!” (sólo estoy parafraseando)—“Espera hasta que escuches un ruido como de pasos en las copas de los árboles­­­ entonces sal y sabrás que los ejércitos de los cielos han ido contigo.” Fue una tremenda victoria y los Filisteos así como las demás naciones circundantes, supieron que tenía algo que ver con el Dios de David. “La fama de David se extendió por todas las regiones, y el Señor hizo que todos los pueblos le tuvieran miedo.” (v. 17).

No había pasado mucho tiempo antes de esto, que “David tuvo miedo de Dios”— porque Dios había matado a uno de sus siervos por tocar el Arca. Pero aprendió de su equivocación—supo que siempre tenía que buscar a Dios para hallar Su camino. Y ahora David se hace famoso por su gran victoria y el temor de David cae sobre todos los pueblos.

Las naciones no van a temer a Dios ni a obedecer el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo hasta que no haya un regreso hacia un temor santo de Dios en medio de nosotros.

La llave de David para el Monte Sión es también la llave de David para todas las naciones.

Será mejor que nos aseguremos de tener la llave de Sión, la llave a la Presencia de Dios en Su iglesia, la llave que devuelva un temor santo de Dios a Su pueblo—antes de asumir que podemos surgir con las llaves para tomar las naciones para Dios.

La llave es nada más y nada menos que movernos en la unción, caminar en el Espíritu, y conocer su Presencia permanente en nuestras vidas. Y saber con certeza que Él lleva la llave de David sobre Su hombro, y que tenemos que dejar que tenga todo el control en todo lo que Él quiera que hagamos, sea lo que sea. Pero es un proceso de aprendizaje. A diferencia de los dones de Dios, esta llave es una operación progresiva de Dios en las vidas de Sus escogidos. Aprenden por experiencia que simplemente no pueden hacer que suceda nada que sea digno de la aprobación de Dios, a excepción de cuando se mueven en la voluntad y en el camino de Dios.

Estoy convencido de que fue nuestro Señor quién cerró las puertas a China en la mitad del siglo pasado... porque se había propuesto tener una iglesia vital y genuina en esa tierra grande. Pero esa clase de avivamiento no sucedería hasta que Aquel que tiene la llave de David, pusiera un freno a los programas misioneros de la iglesia en el mundo libre. No digo esto para desanimar a ningún hombre o mujer que sea llamado a ministrar a ciertas naciones. Pero debemos ser fieles en conocer Su voz, y en ir como el Señor envíe. Pero debemos estar seguros de que es “El que tiene la llave de David” el que abre la puerta. Esas naciones ahí fuera que han conocido el hambre tanto física como espiritual y la persecución... no necesitan a nuestros expertos, a nuestros grupos musicales y a nuestros equipos de danza, ni a nuestro Rock­N­Roll cristiano, para que les llevemos nuestro Evangelio a ellos. Esto haría más mal que bien, y la fama de la iglesia será más infame de lo que ya es en algunos países. Quiero citar unos pocos extractos de lo que se llama. “Un Mensaje urgente de la Iglesia perseguida en Rusia”. Estos son unos pocos extractos:

“Durante treinta años hemos sufrido intensa persecución y ahora la libertad está perjudicando grandemente a nuestras iglesias. Este daño procede de los cristianos en América que están enviando música rock y evangelistas acompañados de grupos de rock.”

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“Nuestros jóvenes no asisten a estas reuniones porque todos nos hemos comprometido a no participar en tal entretenimiento secular”.

“Es una enorme carga en nuestros corazones. Muchos vienen con la Biblia en una mano y con la música rock. Nos avergüenza esta imagen del Cristianismo. No sabemos qué palabras utilizar para instar al cese de todo esto. Aborrecemos toda la música rock que está entrando en nuestro país.”

“Necesitamos pan espiritual, por favor, dadnos pan verdadero, no falsos pasteles.”

“Estuvimos en la cárcel durante quince años, y once años por causa de Cristo. No teníamos permiso para tener música cristiana, pero usaban el rock como un arma contra nosotros día y noche para destruir nuestras almas. Sólo podíamos resistir con mucha oración y ayuno.”

“Ahora son los cristianos de América los que están dañando nuestras almas. No permitimos esta música en nuestra iglesia, pero ellos alquilan grandes estadios e infectan a los jóvenes y a los adultos con su música rock”.

“Decimos que esta música es del infierno. Instamos a los americanos que dejen de dar dinero para la organización de tales conciertos en Rusia”. (Peter Peters, y Vasilij Ryzhuk, Moscow... extractos de una carta escrita en 1991).

Qué dolor tan grande tiene que tener el Señor Altísimo con esta clase de disparates. Y lo que nos podemos preguntar es, cuanto tiempo pasará antes de que Él esté ante la iglesia aquí en Occidente, y en otros paises “cristianos” influyentes, con ojos de llama de fuego y con la espada aguda de dos filos.

Pero nuestro Señor tiene una Iglesia de Filadelfia viva en la tierra... aunque quizás sea pequeña en número. Dios ha puesto delante de ellos una puerta abierta que ningún hombre puede cerrar. Están guardando la palabra de Su paciencia, en medio de la prueba y del examen. Dios dijo que no los probaría más allá de lo que pudieran soportar, “sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1ª Cor. 10:13). Hay muchos que han conocido pruebas y tribulación en la tierra mucho más allá de lo que ninguno de nosotros aquí en el mundo libre podemos imaginar, y testifican que Dios ha sido fiel en su hora de prueba y ha dado una salida para poder soportar. Y muchos han sellado su testimonio con su sangre. Creo que muchas de las iglesias perseguidas ya han tenido su parte en la tribulación, y serán libradas cuando pruebas aún mayores vengan sobre el mundo.

Al vencedor en la iglesia de Filadelfia, Él da esta promesa: “Yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

7. A la iglesia en Laodicea (Apoc. 3:14­22)

El Señor de la Iglesia se presenta ante Laodicea como “el Amen, el Testigo fiel y verdadero, el comienzo de la creación de Dios”. Oramos nuestras oraciones y decimos Amen. Es la última palabra de nuestra petición a Dios: “Señor, sea hecha tu voluntad”. El es el Amen al clamor del corazón de Su pueblo, que ha estado clamando a él por largo tiempo. Y Él es el Amen a Su propia intercesión ante el trono de Dios en nombre de Su pueblo.

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Hay mucha jactancia en Laodicea, pero Dios sabe que es falsa. Decimos, “Somos ricos, abundamos en todo, no tenemos necesidad de nada.”—pero el Señor nos ve como “desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos”.El cántico y la risa sigue en la Casa de Dios, y ellos los llaman el gozo del Señor. Se que el Señor quiere que nos gocemos en el Señor, tanto en tiempos buenos como malos. Pero me pregunto si Dios no dice con frecuencia. “Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos.” (Amós 5:23). E incluso una verdadera profecía con frecuencia es como cuando Ezequiel hablaba la palabra de Dios al pueblo: “Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra.” (Eze. 33:32).

El Señor nos ve como Cristianos dudosos: “por cuanto no eres ni frió ni caliente”. Él está junto a nuestro candelero, completamente preparado para corregirnos y para decirnos por qué: porque Él nos ama. Con frecuencia nos inclinamos a pensar que Su bondad es prueba de que Él nos ama—sin darnos cuenta de que la “bondad de Dios te guía al arrepentimiento” (Rom. 2:4). Pero escucha lo que Él dice: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” Él tiene todo para hacernos ricos con las verdaderas riquezas del Cielo, para vestirnos con las vestiduras blancas y puras de Su propia justicia y para ungir nuestro ojos para que podamos ver con una visión muy clara. Él quiere resplandecer sobre nosotros con la Luz del Cielo. Él es el “Testigo fiel y verdadero” y quiere hacernos ser el verdadero Testimonio de Jesús en la Tierra. Él no ha abandonado a Laodicea, pero está a la puerta—porque no puede tolerar lo que está pasando dentro. Él quiere comunión íntima con nosotros, no programas y entretenimiento sin sentido.

Él quiere entrar y cenar con nosotros

Los que están dentro sienten que todo les va muy bien porque Dios les está bendiciendo y la iglesia está prosperando. Pero Él está fuera de la puerta y llama: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Él dice, “Quiero comer contigo y que tú comas conmigo. Quiero cenar contigo. Quiero compartir Mi vida contigo, y quiero que tú compartas tu vida conmigo.”

Qué poco entendemos que esta clase de comunión mutua con Él es la respuesta total de Dios a un mundo que está en la esclavitud de la corrupción. Profesamos que queremos llevar el Pan de la vida al mundo. Pero Él está en el Cielo ahora y quiere ser ese Pan a un mundo famélico. Sólo al participar de Él, nos convertimos en el Pan de la vida que Él quiere que seamos. Y esto sólo puede suceder cuando cenamos con Él y Él con nosotros. No podemos comer del Pan de la Vida y dejar de verle y de conocerle—y entonces tampoco podemos dejar de convertirnos en el Pan de Vida para los demás.

Después de la conversación que los dos discípulos tuvieron con el extranjero que se unió a ellos en el Camino de Emaús—parecía que el hombre se iba a apartar de ellos en el cruce de caminos, y que iba a tomar una dirección diferente. Pero las palabras que había hablado ardieron de tal forma en sus corazones que le invitaron a quedarse con ellos. Él no se sorprendió de eso—estoy seguro de que esperaba la invitación. Pero Él podría haber ido en una dirección distinta si no le hubieran insistido. Él siempre espera la invitación.

“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron”. (Luc.24:30­ 31).

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Él anhela cenar con nosotros. Él quiere comer con nosotros y que nosotros comamos con Él. Él quiere que nosotros compartamos Su vida y nos convirtamos en el Pan de vida al mundo al marcharse Él al Padre. Así, Él nos une a nosotros consigo mismo en un cuerpo—para que podamos ser uno con Él y que Su vida sea compartida con los demás. Sólo cuando Él toma el pan en Sus manos y lo rompe... sólo entonces Le veremos y Le conoceremos. Y sólo entonces nos convertimos en pan roto en Sus manos... por los demás.

“El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.” (1ª Cor. 10:16­17)

El Señor tiene promesas para los que estén en Laodicea y que escuchen Su voz— promesas tan grandes como las que tiene para las otras iglesias:”Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” Pero no nos sentamos con Él en Su trono ahí, si no nos sentamos y cenamos con Él aquí. “ El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Capítulo 3 – Del Lugar Santo al Lugar Santísimo

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 3 DEL LUGAR SANTO AL LUGAR SANTÍSIMO

Había tres áreas en los viejos Tabernáculos y Templos que eran tipos y sombras del “verdadero tabernáculo, que el Señor levantó y no el hombre” (Heb. 8:2). Servían como “figura y sombra de las cosas celestiales” (v.5). Nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos tiene “un ministerio más excelente” que los que servían en los templos terrenales... superando grandemente a los ministerios sacerdotales de ese día, así como el Nuevo Pacto supera al Antiguo (v. 6). Esas viejas instituciones, sacrificios y ceremonias sólo pretendían ser “una sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas.” (Heb. 10:1). Ahora que el Verdadero Sacrificio ya ha sido ofrecido, y que en la resurrección se ha convertido en nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, somos invitados a abandonar lo viejo, puesto que un camino nuevo y vivo ha sido “abierto por Él a través del velo, esto es, de su carne.” (Heb. 10:20). Hay una gran cantidad de enseñanza muy hermosa de todos estos templos, si entendemos que fueron sólo tipos y sombras de un camino mejor, de un sacrificio mejor, de un templo mejor y de un pacto mejor... y mediado para nosotros por un Sumo Sacerdote muchísimo mejor también.

Ahora bien, el atrio externo era un lugar abierto frente al Tabernáculo al que iba el pueblo de Israel para ofrecer sus sacrificios. Todo el recinto se hallaba rodeado con una cerca de cortinas de lino. Pero el Tabernáculo (o Tienda) se hallaba situado dentro del recinto, en el extremo occidental. El Tabernáculo consistía en dos partes llamadas Lugar Santo y Lugar Santísimo. Aarón y sus hijos tendrían que entrar al Lugar Santo en su curso de ministerio, primero habiendo lavado sus manos y sus pies en el lavatorio. Al entrar en el Lugar Santo en el extremo oriental, estaban el candelero al sur, la mesa de los panes de la proposición al norte, y al oeste, cerca del velo, estaba el altar del incienso, donde los sacerdotes ofrecían incienso ante el Señor.

Pero sólo el Sumo Sacerdote tenía acceso al Lugar Santísimo—y esto sólo una vez al año en el Día de la expiación. Habiendo cumplido su ministerio como sumo sacerdote ante el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo, regresaba al pueblo... con la esperanza de traer alguna palabra especial que Dios le hubiera dado para la nación. Hemos hablado considerablemente de todo esto en un escrito previo y solo mencionamos estas pocas cosas por medio de la introducción de algunas de las características especiales del Lugar Santísimo. El apóstol habla de estas dos áreas cuando dice: “en la primera parte, llamada el Lugar Santo... tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo.” (Heb. 9:1,2) (Lee también nuestro escrito Del Tabernáculo al Templo, Cap. 1).

El velo se rasgó para que nosotros pudiéramos entrar

Este Lugar Santo habla en tipo de la ministración en la iglesia y su acceso a la presencia de Dios. Y así, como Aarón cuidaba de las lámparas, y las llenaba de aceite para que siguieran ardiendo, dando iluminación a un área que de otra forma sería completamente oscura—así mismo vemos a nuestro Sumo Sacerdote en medio de los siete candeleros, completamente lleno de gracia y adornado con vestiduras sacerdotales, y Él mismo resplandeciendo con la Luz de Dios. Juan había sido desterrado a la Isla de Patmos por causa del Testimonio de Jesucristo. En un día concreto que él llama el “Día del Señor”, él se “encontraba en el Espíritu”. Algunos piensan que se trataba del primer día de la semana, porque la iglesia solía reunirse “el primer día de la semana” (Hechos 20:7, 1ª Cor. 16:2). Pero el día del Señor en este pasaje es una palabra en Griego, y es un adjetivo...como si dijéramos el “Día

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señoreado”, si es que pudiera existir una expresión semejante. Yo creo que es éste Día el que pertenece especialmente a nuestro Señor Jesús como Mediador de un Nuevo Pacto. De repente, Juan estaba en el Espíritu, puesto que el Señor tenía un mensaje para Juan que pertenecía a la iglesia a lo largo de todos sus días, y él debe ver estas cosas desde el ámbito espiritual, y por el Espíritu.

Vamos adelante, a la perfección

Juan estaba en el Espíritu en la primera parte del Libro (Apocalipsis, capítulo 1, 2 y 3). Era un cuadro del Lugar Santo y Juan vio al Sumo Sacerdote ministrando en el Lugar Santo de la Iglesia. Pero en Apocalipsis 4, de nuevo está en el espíritu” en un Lugar Santísimo, como le confirmaba la voz que le decía: “Sube acá”. Hay todavía un ámbito más alto en el Espíritu que tenía que ver... y al verlo, ministrar eso mismo a los que eran “compañeros de tribulación y en el reino y en la paciencia de Jesús.”

El propósito íntegro del ministerio que Dios ha puesto en la iglesia es llevarnos al Lugar Santo—y desde ahí, hasta el Lugar Santísimo. Algunos enseñan que ya estamos en el Lugar Santísimo porque el velo se ha rasgado por la mitad. Si, el camino está abierto para que entremos, pero no estamos ahí sólo porque el velo se haya rasgado:

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.” (Heb. 10:19­22)

¡La puerta está abierta para que entremos! Pero no estamos ahí dentro sólo porque la puerta esté abierta. En lugar de eso, Él nos invita a acercarnos con corazones sinceros, en plena certidumbre de fe. La razón por la que nos apartamos debe ser porque el velo está ahora sobre nuestros ojos, de forma que no Le vemos en Su gloria. Permitidme ilustrarlo de la siguiente manera. Cuando Moisés bajó del monte habiendo estado en la presencia de la gloria Shekinah durante 40 días—su rostro desprendía esa gloria hacia el pueblo en el campamento. Tenían miedo de acercarse a él al principio, pero él les hizo señas, se acercaron y él les dio las palabras que Dios le había dado. Pero cuando la gloria comenzó a desaparecer, Moisés puso un velo sobre su rostro hasta que fue de nuevo a hablar con el Señor. El apóstol Pablo interpreta esto como algo que representa que el velo sobre el rostro de Moisés en realidad significaba que el velo estaba sobre los corazones de la gente, puesto que dijo: “Cuando Moisés es leído, el velo está sobre sus corazones. Pero cuando se vuelvan al Señor, el velo les será quitado.” El velo sobre el rostro de Moisés era en realidad un velo sobre sus corazones y sus mentes cuando él les hablaba. Pero cuando entró para hablar con el Señor, se quitó el velo (lee 2ª Cor. 3:14­18, Éxodo 34:33,34). El tipo es muy claro: el velo al Lugar Santísimo ha sido rasgado por la mitad. Pero como era con Israel, el velo está sobre nuestros corazones si no estamos permaneciendo en Su Presencia. Pero cuando nos volvamos al Señor, el velo será quitado. Necesitamos meditar en esto... y buscar al Señor muy intensamente para que nos dé el colirio de Su Espíritu, para que podamos movernos más allá del velo, y ser transfigurados por la gloria de Su rostro.

De este modo llegamos al Lugar Santo. Hay luz del candelero, pan santo de la mesa de los panes de la proposición, e incienso que ofrecemos en el altar de oro del incienso. Tenemos los dones y las ministraciones del Espíritu. Pero de alguna manera no hay esa fe, esa confianza, esa certeza de que hay algo más; Puesto que el pensamiento es éste—tenemos todos los dones del Espíritu, ¿Qué más necesitamos?

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Pero la Palabra es muy clara: los dones y los ministerios que Dios ha colocado en el cuerpo son para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, ­­Hasta... Hasta... Hasta... que lleguemos a algo más alto. El ministerio no es el fin definitivo—por el contrario, su propósito es prepararnos, nutrirnos, enseñarnos, fortalecernos, edificarnos “ hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Y el apóstol continúa extendiéndose en esto, mostrándonos que el propósito definitivo del ministerio es llevar al pueblo de Dios al amor perfecto. (lee Efesios 4:11­16).

Hemos tenido ministraciones muy poderosas de dones y ministerios a lo largo de la historia de la iglesia—pero rara vez el pueblo de Dios ha ido más allá del Lugar Santo del ministerio hasta el Lugar Santísimo de esa unión constante y permanente con Aquel que está entronado sobre el Propiciatorio. Dios nos guarde de minimizar en modo alguno el funcionamiento efectivo del genuino ministerio en el cuerpo de Cristo. Pero sé que fuentes de bendición se están secando, y muchos entre el pueblo de Dios están comenzando a sentir el hambre—con mucha asistencia a iglesia y mucha actividad religiosa—pero no mucho de esa poderosa Presencia de Dios en medio de nosotros. ¡Tenemos que animarnos! Dios está más preocupado por eso que nosotros mismos. Y Él va a dar mayor gracia (quizás en medio de más sufrimiento y tribulación) para mover a Su pueblo hasta el Lugar Santísimo de Su gloria Shekinah y Su presencia.

No debemos pensar que podemos confiar en el conocimiento que tenemos del Reino de Dios... ni considerar que estamos más cerca del Reino por causa de ese conocimiento. Porque si nuestro conocimiento del Reino no produce el temor de Dios en nuestros corazones, y no nos guía al arrepentimiento, a la pobreza de espíritu, a la mansedumbre y a la humildad—entonces estamos aún muy lejos del Reino de Dios. Se nos recuerdan solemnemente las palabras que el apóstol Pablo dijo a los hijos de Israel: que la mayoría de los que cruzaron el Mar Rojo, y comieron pan del Cielo, y bebieron agua de la Roca—y llegaron hasta las puertas de Canaán—sus corazones fueron endurecidos y no entraron en la Tierra, incluyendo a la mayoría de los que la habían buscado. Y sin embargo murieron en el desierto.

El Salmista también da una solemne advertencia a los que saben como alabar a Dios y a los que saben como adorar a Dios—pero no tienen intención de proseguir hacia delante:

“Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.” (lee vs. 1­5)

Después comenzamos a adorar:

“Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.” (lee vs. 6­7)

Y esto es bueno, digno de alabanza, y el Señor se deleita en las alabanzas de Su pueblo, y en la verdadera adoración. Pero entonces Él da esta solemne palabra de advertencia:

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”Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres, Me probaron, y vieron mis obras.” (vs. 7­11)

Sin embargo, a pesar de toda Su maravillosa provisión, pan del Cielo a diario, y el pilar de nube de día y de fuego de noche—entristecieron Su corazón y no entraron en Su Reposo (lee Salmos 95). Con todo lo que Él pueda deleitarse en la alabanza y adoración de Su pueblo—hay mucho más. Está buscando el corazón recto, el corazón tierno, un corazón que no se ofende de Dios ni Le prueba ni le tienta. Él busca el corazón que está formado conforme al corazón de Dios, porque Él está buscando una habitación para Sí mismo.

Capítulo 4 – Sube Acá

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 4 ­­ SUBE ACÁ

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” Apocalipsis 4:1

“ Sube acá”

Juan debe subir más alto en el Espíritu para poder ver la gloria completa de Cristo en el Lugar Santísimo. Cierto, él estaba en el Espíritu en el día del Señor cuando escuchó la voz del Hijo del Hombre caminando en medio de los candeleros. Pero las ministraciones de Cristo en Su iglesia tienen el propósito de guiarnos al lugar de Su trono, aún más alto que donde estamos ahora. Cuando Juan escuchó la invitación de “subir acá”, se encontro “en el Espíritu inmediatamente”. Cuando Él habla a Su pueblo, como habló a Juan, con sonido de trompeta desde el Cielo... repentinamente hay poder en Su Palabra para hacerla suceder. “Acerquémonos confiadamente”, dijo el apóstol. Pero de algún modo la voz parece ser tenue, y no sucede. Pero Juan se hallo ahí “inmediatamente”—ante el Origen y la Fuente de toda la gloria que había visto previamente. Ahora se encuentra en ámbitos de Luz pura. En el Lugar Santo hay luz del candelero que creo que representa a todos los dones y ministerios del Espíritu. Necesitamos toda esa provisión del Espíritu que Él ha dado, para traernos palabras de sabiduría y de ciencia, nuevas medidas de fe y entendimiento. Necesitamos esos dones de sanidad y de discernimiento de espíritus. Todos estos dones son como rayos de Luz del Lugar Santísimo... y debemos tener esa Luz. Pero Dios quiere que esta Luz resplandezca desde Su pueblo en una explosión de gloria que llenará toda la tierra. Los dones y los ministerios jamas tuvieron ese propósito, sino mostrarnos el camino hacia ese ámbito más alto.

Como Rut, estamos agradecidos de poder cosechar en los campos de Booz, cuyo nombre significa: en él hay fortaleza. Booz era fuerte a favor de la sierva de Moab. Él dijo a sus cosechadores que dejaran manojos de grano sobre la tierra, para que Rut los recogiera. Esto fue algo muy generoso por su parte. Después, cuando le prometió convertirse en su pariente redentor, le dio “seis medidas de cebada” estrictamente como un regalo. No tenía que cosecharlo de los campos. Qué agradecidos debemos estar siempre por “todo don perfecto” que Él nos concede: tanto si lo recogemos con duro trabajo, o si simplemente Él lo pone en nuestra bolsa sin que ni siquiera se lo pidamos.

Pero Él quiere llevarnos aún más alto... más allá del lugar donde se reciben los dones. Él quiere que nos entreguemos a Él.. como hizo Rut. Y Él quiere recibirnos para Él mismo...como Booz recibió a Rut. Que se seque la flor en nuestras vidas, y demos lugar al fruto. Que el Lugar Santo del ministerio de lugar al Lugar Santísimo de permanencia en unión con Él, “que habita entre los querubines”. Agradecidos como estamos por los dones, entendamos esto: los propósitos de Dios se quedan muy cortos de Su deseo, si no estamos siempre buscando el camino aún más excelente— una relación con Él, en la que vivimos en un mismo hogar. Su deseo es que cenemos con Él y Él con nosotros: “Yo en ellos, y Tú en Mi, para que puedan ser perfectos en unidad” (Juan 17:23). El deseo de Dios es llevarnos a profundidades aún mayores en el Espíritu. ¿Qué significa realmente esto, estar...?

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¿En el Espíritu?

Si llenas tu copa de agua—el agua está en la copa. Si arrojas la copa al río—ahora la copa está en el río. Jesús dijo, “Permaneced en Mi”. Pero seguidamente dijo, “Y Yo en vosotros”. Cristo está en nosotros, ¿Es que eso no es suficiente? Si, si nos damos cuenta de que Él viene a nosotros para que nosotros podamos venir a Él. Él quiere que nos sumerjamos en el Río... copa y todo. Es maravilloso caminar en las aguas de la Vida, hasta nuestros tobillos... hasta nuestras rodillas... hasta nuestra cintura. Pero nos da miedo ir más hacia delante porque sentimos que dejamos de dar pie. Nos da temor comprometernos con el Rio de la Vida, con sus aguas agitadas. “Nos da miedo arrojarnos hacia lo profundo, y alejarnos de la costa...” Tenemos miedo porque no conocemos realmente a nuestro Padre lo suficiente como para rendirnos por completo a Su cuidado. Un poco más de auto­control parece ser algo deseable, en lugar de arrojarnos por completo a Él. Sé que nos es muy difícil comprender lo que Dios tiene en mente para nosotros por medio de entrar a la plenitud del Espíritu. Pero eso es lo que Él quiere que persigamos—de la misma manera que los hijos de Israel, que sabiendo muy poco sobre Canaán, siguieron a la Nube de Su Presencia. Cuando proseguimos en el conocimiento de Él, Él será fiel en llevarnos a la plenitud que Él desea. Consideremos algunos aspectos de la plenitud de Cristo.

Espíritu de Fe

En los dones de Dios recibimos una medida de fe. Cuando somos fieles en esa medida, Él nos lleva más allá, hacia el espíritu de la fe. Ante la invitación de Dios, Abraham tuvo fe para dejar su país e ir a una tierra extraña. Toda su vida fue una vida de fe. Y en el proceso del tiempo y por causa de los tratos de Dios –llegó a una fe tan completa en sí, que entregó a su amado Isaaac sobre el altar del sacrificio—estando convencido de que Dios le levantaría de entre los muertos. Su fe progresó de una fe que creía en Dios para recibir dirección en la vida, fe para tener una simiente prometida, fe para heredar en la tierra de la promesa—al extremo de la fe en la que él devolvía todo a Dios sobre el Altar del Holocausto. Porque sabía que Su Dios era el Dios del poder y de la vida. Su fe se transformó en fe de resurrección.

Pablo habla de la fe de resurrección, que siempre había estado ahí, porque él siempre “estaba llevando sobre su cuerpo la muerte del Señor Jesús”. Ciertamente, él tuvo fe para hacer milagros maravillosos en su ministerio. Pero el espíritu de fe va más allá de todo eso. “Teniendo el mismo espíritu de fe, conforme está escrito, creí, por lo cual hablé”. Estaba citando lo que David con mucha frecuencia había confesado en situaciones de muerte, pero el Señor había sido fiel y le había librado de la muerte. (lee Salmos 116:8­10). Decimos que queremos todo lo que Dios tiene para nosotros. Pero, ¿Estaríamos dispuestos a recibir todo eso y después devolverlo a Él sobre el Altar de la ofrenda quemada—como Abraham, como David, como Pablo? Sólo entonces experimentaremos el poder de Su resurrección: ”Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (lee 2ª Cor. 4:10­14).

Espíritu de Adoración

Vamos a lugares de adoración. Se nos ha enseñado a adorar bajo ciertas influencias—como la música, o bajo la dirección de un lider de adoración. Sé que a veces tenemos para las canciones de alabanza, músicos para que dirijan las canciones. Y esto es bueno y correcto—si el músico es un adorador, y está en sintonía con Dios. Pero la verdadera adoración va mucho más allá de cantar y alabar. Dios busca “verdaderos adoradores”, que adoran al Padre en Espíritu y en verdad. Si

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permanecemos en el Espíritu de adoracióin, adoramos todo el tiempo. Como Abraham, que cuando levantaba su tienda, ponía un altar de adoración, no importaba donde estuviese. La gente nos preguntará: “¿Dónde adoras?” La mujer junto al pozo pensaba que era una cuestión de Samaria o de Jerusalén—ella adoraba en la montaña, cerca de Samaria, y dijo que “vosotros, los judíos, adorais en Jerusalén.” Pero Jesús le enseñó una lección que todos nosotros tenemos que aprender: No se trata del lugar, no se trata del entorno de la iglesia, no es el programa musical, no una situación buena ni una situación mala—la verdadera adoración debe ser en Espíritu y en Verdad.

Abraham era un adorador. En obediencia a Dios, cargó a Isaac con la leña para el holocausto y anunció a sus siervos: “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” (Gén.22:5). ¡Extraña manera de adorar! Realmente es extraña si no entendemos el ingrediente más fino de la adoración, un corazón que lo pone todo ante el altar de Dios—hasta incluso lo mejor que Dios ha dado.

Job era un adorador, en lo bueno y en lo malo. En una ocasión en la que Satanás se presentó ante Dios, Dios se jactó de la integridad de Job. Fíjate que fue Dios quien sacó el tema—y Satanás culpó a Job de tener intereses egoístas al adorar a Dios. ¿Qué razones podría tener para dejar de adorar a Dios, si Dios era tan bueno con él y Él le había protegido tanto que ni siquiera Satanás había podia acercárse a Job? Este era el argumento de Satanás contra Job. Y de ese modo Dios permitió que Satanás le quitara todo, incluyendo su salud, sus hijos, sus hijas, sus rebaños y manadas—y todo lo que él tenía. Pero ahí y en ese momento, se sentó sobre las cenizas, y adoró a Dios. No tenía a un equipo de alabanza que le ayudara en eso, ni su adoración estaba motivada por una alegre risa. Pero había un profundo conocimiento interno de que el Dios a quién él servía era grande y majestuoso, y digno de toda adoración— simplemente por ser quien Él era. Las canciones espirituales deberían guiarnos a un doblegamiento total de nuestros corazones, mentes y voluntades a Dios. Si buscas la palabra adoración en la concordancia, descubrirás que el término adoración con mucha frecuencia va acompañado de arrodillarse ante Él, o de un caer postrado sobre el rostro en tierra. Es una respuesta espontánea a la conciencia majestuosa de la presencia de Dios, o de Sus juicios justos. Nadie puede prepararlo de antemano o hacer que esto suceda. Es una profunda conciencia interior de que Dios es grandioso en santidad y majestad... y de que nosotros estamos desvalidos y deshechos delante de Él—aunque Le amamos por quién es Él. Pero no podemos definirlo, puesto que es un estado del ser que está siempre en el corazón de un adorador, y puede manifestarse de formas tan distintas.

Pero nada que tuviera lugar antes ni después del Calvario, ni en los tiempos aún por venir, igualaría la calidad de adoración que ascendió ante Dios cuando el Hijo de Dios “por el Espíritu eterno, se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios.” (Heb. 9:14). Y jamás se podrá comparar el incienso ofrecido sobre los altares judíos con el placer que llenó el corazón de Dios cuando el incienso de la ofrenda del todo quemada ascendió al Cielo, cumplimendo el compromiso que Él había hecho al Padre: “Vengo, Oh Dios, para hacer Tu voluntad, como en el rollo del Libro está escrito de Mi”

Espíritu de Oración

”Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, guardaos en el amor de Dios” (Judas 20). ¡Qué efectiva es esta clase de oración! Uno puede estar orando con el Espíritu en un lenguaje que entiende o en un lenguaje que no entiende (1ª Cor. 14:15). Pero el Espíritu Santo es nuestro intercesor aquí en la tierra, así como el Señor Jesús es nuestro Sumo Sacerdote e intercesor

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ante el trono. Y el apóstol nos recuerda esto al decir, “De la misma manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”, que significa literalmente, “el Espíritu se une a nuestra debilidad.” Con frecuencia puede que no existan palabras que uno pueda expresar, o que no exista un entendimiento de la situación que hay delante. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Rom. 8:26). Sólo el Espíritu comprende estos profundos gemidos internos en el Espíritu, “mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Rom. 8:26,27). Debemos buscar la voluntad de Dios incluso en nuestras oraciones. Porque el Espíritu ha venido a nuestras vidas para unirse a nosotros creando tal unión con Él, que hay una comunicación continua de nuestros corazones con el Suyo. Pablo habla de esto exhortando a “orar sin cesar”, y “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” (lee 1ª Tes. 5:17 ; Efesios 6:18).

No estoy convencido de la efectividad de oraciones reglamentadas por lideres en la iglesia que tienen sus propios programas y agendas que cumplir. La carga del Señor en todas las siete cartas a las iglesias de Asia nunca fue: ¡Orad más! Por lo contrario, su carga era llevar al Pueblo al arrepentimiento, ser cautelosos, estar despiertos y alerta, ser pacientes, regresar al primer amor, ser fieles y aferrarse a su testimonio, guardar la palabra de Su paciencia, buscar las verdaderas riquezas, mantener limpias sus vestiduras y tener oídos “que oigan lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Con la llave de David sobre nuestro hombro, deberíamos consultar más a Dios, en cuanto a Su voluntad y a Su camino en nuestras vidas—en lugar de decirle a Él lo que hay que hacer. Entonces serán nuestras oraciones efectivas y fervientes—cuando en verdad caminemos en el Espíritu y estemos motivados por Su deseo y por Su carga por nosotros, y por Su manera de llevar el Pan de Vida a los demás. Es responsabilidad de cada miembro del cuerpo llevar esa carga particular que el Espíritu haya puesto sobre su hombro—cada uno en su propia andadura con el Señor. Cuando lleguemos a esto, el cuerpo completo será edificado, y se convertirá en el Testimonio de Jesús en la tierra.

Espíritu de Profecía

“Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; ‘porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía’.” (Apoc. 19.10). Juan hizo lo mismo de nuevo en Apocalipsis 22:8. Y cada vez el ángel decía, “Mira, no lo hagas”. La palabra angel significa simplemente mensajero, y en este caso era un hombre que había ido más alla del velo de esta vida. Era uno de los hermanos como Juan, que tenía el Testimonio de Jesús. Un poco más tarde se describe a sí mismo como “consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas”. (Apoc. 22:8). No sabemos quien fue—pero es evidente por lo que le dijo a Juan que era algo más alto que un ministerio profético, puesto que dijo que “el Testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” Entonces, ¿Qué es el Testimonio de Jesús?

El Testimonio del Antiguo Pacto

Para comprender mejor como el Testimonio de Jesús puede ser llamado el espíritu de la profecía, nos referiremos primero al Antiguo Pacto. Porque incluso en el Antiguo Pacto, la letra de la ley no era suficiente en sí para enviar este claro Testimonio de Dios en medio de ellos. Debemos enfatizar que el testimonio que aterrorizó a las naciones que entraron en contacto con Israel no era el hecho de que las tablas de

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piedra estuvieran en el arca del pacto, junto con la vara de Aarón y el maná. Sus enemigos no podían ver esas cosas santas que estaban en el Arca. Pero lo que aterrorizó a sus enemigos fue el hecho de que sabían que el Dios de Israel estaba identificado con el Arca que iba delante de ellos, cuando marchaban a la batalla. El Arca era llevado sobre los hombros de los sacerdotes del Señor, no por los hombres de guerra. Y cuando el Arca avanzaba, Moisés oraba, “Levántate SEÑOR, sean esparcidos Tus enemigos”. El testimonio de Israel era poderoso por causa de la presencia santa de Dios. Y cuando los sacerdotes malos de Israel pensaron que Dios les salvaría por causa del Arca—se aterrorizaron al ver que el Arca fue tomada por los Filisteos. Israel pensó que si llevaba el Arca a la batalla, sería una defensa certera contra los Filisteos. Pero no puedes manipular a Dios cuando desprecias Su santo Nombre. Ofni y Finees, ambos cerraron sus oídos al Señor y cayeron en la batalla. Elí, el sumo sacerdote, cuando oyó de las trágicas noticias.. cayó de espaldas, se rompió el cuello y murió. La esposa de Finees, que estaba embarazada no hay duda de que tenía pensamientos de orgullo por este hijo, que si era varon, tendría derecho a las vestiduras sacerdotales y a la unción. Pero al oir las tristes noticias, se puso de parto y dio a luz a un hijo a quién puso por nombre Icabod—y después murió de tristeza. El Arca era preeminentemente el Arca de Su presencia. Era la morada de Dios en Israel. Y esto fue lo que hizo que el Tabernáculo fuera el Tabernáculo del Testimonio, y el pueblo mismo un Testimonio en Jacob (Éxodo 38:21; Salmos 78:5) Y la razón por la que Dios dispuso todo esto era para dar un cuadro en tipo y sombra el Testimonio real que había reservado en Su corazón para la revelación en la plenitud del tiempo.

El Testimonio del Nuevo Pacto

Nuestro Señor Jesús se llama a si mismo “el Testigo fiel y verdadero” (Apoc. 3:14). En su vida en la tierra y ahora en los cielos, Él es el Testigo Fiel y Verdadero. Incluso en la tierra Él solo hablaba las cosas que había “oído y visto del Padre” (Juan 3:32). Fue el testimonio de Dios en la tierra. “Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.” (Juan 8:28). Jesús dijo de Sus discípulos cuando estaba a punto de marcharse, “Me sereis testigos” (Hechos 1:8). Así que cuando el Espíritu Santo vino a llenarlos y a darles el poder y a permanecer con ellos, Pedro pudo dar un Testimonio claro respecto del Señor Jesús—como harían en un juzgado. Testificaron de lo que habían visto y oído. Dios confirmó la palabra que Él les había dado con gran poder, y su Testimonio los sujetó a graves problemas con el mundo, especialmente con el religioso. Al estar en pie delante de los jueces, que les ordenaban que no hablasen o enseñasen “en el nombre de Jesús”—la respuesta de Pedro fue clara y simple. Fueron testigos del poder del Rey resucitado, a quienes los gobernadores habían crucificado, y no podían permanecer en silencio: “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.”(Hechos 4:20). De la misma manera, Juan declaró lo que había visto y oído: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida...” Después continúa: “porque la vida fue manifestada, y la hemos visto,y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó”. (1ª Juan 1:1­2). En una declaración semejante por el Espíritu...entonces nosotros también nos convertimos en testigos—si en verdad tenemos oídos para oír y ojos para ver lo que el Espíritu está diciendo. El Testimonio de Jesús resplandece desde las lámparas en la Iglesia, y es el Señor Jesús mismo quién sostiene la Luz. Este es un Testimonio colectivo en un pueblo que anda en Espíritu y en Verdad, y este “Testimonio de Jesús es el Espíritu de la profecía.”

La iglesia en Corinto no se quedaba corta de ningún don. Con todas sus faltas, había un cierto testimonio profético que iba mucho más lejos de lo que vemos en la iglesia hoy día. Ya lo hemos mencionado: como las profecías, siendo traídas en la iglesia,

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hacían que el incrédulo cayera sobre su rostro y adorara a Dios, declarando que “verdaderamente Dios está entre vosotros” (1ª Cor. 14:24­25).

La gente sigue clamando, “¡Necesitamos a otro Elías!”... “¡Necesitamos a otro Juan el Bautista!”. Pero Dios tiene algo mejor en mente. Dos veces cayó Juan ante los pies de aquel que resplandecía y que le estaba mostrando las cosas celestiales. Y dos veces el hombre le reprendió por su error. Porque este ángel era un hombre que había partido, quizás uno de los profetas, puesto que dijo, “Yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que tienen el Testimonio de Jesús.”.. Y la segunda vez, “Yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas.” Y dijo a Juan: “Adora a Dios, porque el Testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. (lee Apocalipsis 9:10:22:9). ¿No nos está recordando a nosotros, que con tanta frecuencia somos cautivados por el carisma de algún gran profeta—que el Testimonio de Jesús en la tierra es algo más que tener a un gran profeta?

Es un Testimonio colectivo, un pueblo que se mueve en tal unión con Cristo que hablan a una voz, que brillan como una Luz, en este mundo de oscuridad. No vienen a esta Luz mutua mediante el diálogo ecuménico, sino mediante un sometimiento total al Señorío de Cristo, que camina entre los candeleros, siguiendo al Cordero dondequiera que Él vaya, y despreciando sus vidas hasta la muerte. Serán coronados con Santidad al Señor sobre sus frentes, y con el aceite de Su unción sobre sus cabezas. Pero estas coronas pueden convertirse en coronas de espinas si son preparados para ser testigos fieles y verdaderos en la tierra. Juan fue un Testigo verdadero y terminó en el exilio sobre la pequeña isla de Patmos. No sabemos si Juan fue matado por su Testimonio, pero fue un mártir porque como Pablo, “siempre estuvo entregado a la muerte por causa de Jesús”, y el verdadero testigo es aquel que es fiel en la vida como en la muerte. Será odiado por sus profecías , y no glorificado—porque la verdadera profecía en un tiempo de declive espiritual, revelará las obras escondidas del mal en la gente, y tratará de volver sus corazones a Dios. Con frecuencia, este tipo de persecución surgirá de algún segmento de la iglesia apóstata... que tenga influencia política. Pero este Testigo verdadero sabrá que tiene que seguir a su maestro, y despreciar su vida hasta la muerte. También sabrá que nada puede dañarle o impedirle que cumpla a su cita con Dios, hasta que su obra sea terminada. Sus enemigos tendrán temor y lo odiarán, porque por su misma presencia en el mundo a su alredededor, estará declarando el Testimonio de Jesús en “el espíritu de la profecía”, yendo Jesús, el Cordero conquistador, delante de ellos.

Capítulo 5 Un vistazo más allá del velo

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 5 ­­ UN VISTAZO MÁS ALLA DEL VELO

Juan es invitado a “Subir más arriba” y ver el Santuario Celestial detrás de la puerta “que fue abierta en el Cielo” (Apoc. 4:1). Ya mencionamos como el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo fue rasgado por la mitad—y que ahora tenemos acceso a la misma presencia de Dios. Hay una cierta enseñanza en algunos segmentos de la iglesia... respecto de nuestra permanencia en Cristo y nuestro estado terrenal. No tengo ningún problema con esa doctrina y he descubierto que da fortaleza y una esperanza viva... sabiendo que Dios nos ha colocado en esa permanencia santa por causa de la redención que tenemos en Cristo Jesús, aunque todavía no hayamos llegado. Y Dios nos ve en ese llamamiento celestial, incluso cuando queremos ir tras esto. A consecuencia de esto, hay una puerta abierta a la presencia inmediata de Dios... a esta posición que Él ha adquirido para nosotros con Su sangre. Pablo pone mucho énfasis en esta posición en Cristo a la que Dios nos ha llevado por Su gracia:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Efe. 1:3).

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” (Efe. 2:4­6).

Hay muchos pasajes semejantes a este, especialmente en los escritos de Pablo, y necesitamos estar seguros de esto no sea que vacilemos en tiempos de prueba y de tentación. Pero debemos reconocer que esta alta y santa posición en Cristo, es también un alto y santo llamamiento—y no solamente un plazo fijo en el Cielo del que no podemos obtener nada hasta que lleguemos allí. Necesitamos desesperadamente recibir de ese depósito en esta vida. Jamás me he sentido satisfecho con una doctrina que promete mucho para el porvenir, y muy poco para el aquí. La esperanza de la Escritura va más allá de la fe. Es certera y firme porque está anclada dentro del velo, “donde Jesús entró por nosotros como precursor” (Heb. 6:20). Está ahí como nuestro Sumo Sacerdote y Mediador del Nuevo Pacto. Cuando nos asaltan las tormentas— sentimos el tirón del ancla, que nos anima a seguir avanzando, porque Él está ahí, dentro del Velo. El velo ya ha sido rasgado entre nosotros, y Él nos hace señas para que nos acerquemos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.” (Heb. 10:22). Y “a acercarnos, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Heb. 4:16). El Espíritu nos anima a explorar “cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”(Efe. 3:18­19). Dios tiene mucho para Su pueblo que nosotros no podemos ver, o escuchar, o comprender todavía—y así, Él nos da Su Espíritu para mostrarnos cosas que nuestras mentes no pueden comprender... acercarnos al corazón de Dios.

Mira, un trono en el Cielo

Cuando Juan escuchó el llamado a “subir más arriba”... inmediatamente estaba en el Espíritu: “Y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.” Juan estaba en el Espíritu antes, y vio a Uno semejante al Hijo del Hombre caminando entre los candeleros. Ahora está en el Espíritu en una dimensión más alta, y ve las glorias del trono en el Lugar Santísimo, donde nuestro Señor Jesús gobierna como el Cordero en el Trono. Al seguir leyendo, Le vemos en el mismo centro del Trono, porque Él está

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ahí como nuestro Sumo Sacerdote, preparando un lugar para Sus redimidos, “Para que donde Yo estoy, estéis vosotros también”. Él nos invita a “acercarnos confiadamente al trono de la gracia” en cada hora de necesidad (Heb. 4:16).

“Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.” (Apoc. 4:4). Este es el Santuario Celestial, y los que reinan con Él en el ministerio sacerdotal están alrededor del trono. Están vestidos con vestiduras sacerdotales, con coronas de oro sobre sus cabezas. El sumo sacerdote del orden de Aarón llevaba una mitra sobre su cabeza, y grabadas en oro las palabras que revelaban la esencia de su consagración: Santidad al SEÑOR; y cuando eran ungidos con el aceite santo, eran coronados con aceite (lee Éxodo 28:36, Lev. 21:12). Como miembros de Cristo, somos real sacerdocio (1ª Ped. 2:9). En el templo de Salomón había veinticuatro príncipes del santuario... que creo que tipificarían a estos veinticuatro ancianos. “Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.” (Apoc. 4:5). Los relámpagos y los truenos son para preparar la gran tormenta que hay por delante, que en su manifestación plena anulará completamente los reinos de los hombres, y todos los poderes del mal serán sometidos bajo los pies de Cristo. Pero en medio de la tormenta hay un arco iris de la promesa al pueblo de Dios, que habla del pacto de Vida y de Gloria que está siendo mediado por el Sumo Sacerdote en el trono. Y los Siete Espíritus de Dios están obrando poderosamente por toda la tierra (Apoc. 5:6). Juan recibió una visión previa de lo que tendría lugar en la tierra y en los cielos cuando el Cordero comenzara a moverse en el “día de Su poder”.

Las Cuatro Criaturas vivientes (lee nuestro escrito, Del Tabernáculo al Templo, Cap. 4)

“Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.” (Apoc. 4:6­8).

Las criaturas vivientes son muy semejantes a los querubines que vio Ezequiel—y ministran a favor de los redimidos de Dios en la tierra. Por tanto, deben familiarizarse con la sabiduría de Dios que fluye de la cruz. Pedro nos dice que ellos “anhelan mirar estas cosas que pertenecen a nuestra redención.” (1ª Ped. 1:12). Incluso los más altos poderes aprenden sabiduría de una iglesia que es motivada, dirigida e investida por el Espíritu Santo—mientras que los “principados y potestades” de maldad deben soltar a las almas de los hombres cuando el pueblo de Dios camina en la “sabiduría de la cruz” (Efe. 3:10). Sólo el Evangelio que sale en poder y demostración del Espíritu Santo producirá un impacto sobre aquellos hombres que están cautivados por un mundo de oscuridad. Si la multiforme sabiduría de Dios no resplandece desde una iglesia que es conocida en los lugares celestiales, esos poderes estarán afirmados en sus fortalezas, y sus bienes estarán protegidos” (Luc. 11:21, lee Efe. 3:10). (Lee el escrito, ¿Quién eres tú? Cap. 7)

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El Cántico de los Ancianos y de las Criaturas vivientes

La descripción de las criaturas vivientes es muy similar a la de los querubines que Ezequiel había visto (lee Ezeq. 1:5, 18,22; 10:14). Cuando el Cordero se adelanta para tomar el libro que está sellado con los siete sellos, los veinticuatro ancianos y las criaturas vivientes caen sobre su rostro y Le adoran. “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” (Apoc. 5:9­10—Nuevo Testamento numérico en inglés, por Ivan Panin, que usó numeraciones para verificar el griego original. Otras versiones apoyan esta traducción, usando ellos o les u hombres, en lugar de nos o nosotros—como en la A.V). Creo que las criaturas vivientes pertenecen a las huestes celestiales del Señor; pero son identificadas grandemente con el pueblo redimido de Dios—y juntos cantan este cántico de Redención.

Ezequiel escuchó el ruido de sus alas, como “el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso.” (v.24), puesto que es Dios hablando desde el Cielo, y Su voz era como el “sonido de multitud”. Son las fuerzas aliadas de los ámbitos celestiales, así como los sonidos que proceden de las huestes de los escogidos de Dios en la tierra. Cuando Jacob dejó a su tío Labán y comenzó su camino de regreso a su padre en Canaán, se nos dice que “los ángeles de Dios se encontraron con él. Y cuando Jacob los vio, dijo, Estas son las huestes de Dios. Y llamó el nombre del lugar Manahaim.” La palabra significa dos campamentos, o dos huestes. Las huestes de Jacob fueron identificadas con las huestes celestiales. Jacob tuvo gran temor y una tremenda necesidad de ayuda—especialmente cuando escuchó que su hermano Esaú venía a su encuentro, y Dios envió huestes del cielo para estar con él en el camino (lee Génesis 32:1).

Como individuos, tenemos seres celestiales junto a nosotros, que son comisionados para “ministrar a los que serán herederos de la salvación” (Heb. 1:14). Al caminar Su pueblo con Él, creo que Él quiere que sepamos que estamos bajo las alas de las huestes del Cielo. No debemos exaltarlas ni darles adoración. A veces se hacen visibles, porque Dios puede considerar apropiado confirmar a Su pueblo que Dios está cuidándoles. Cuando David se hallaba en un gran conflicto, clamó a Dios y Dios se levantó en ira en contra de Sus enemigos. David dijo: “Cabalgó sobre un querubín, y voló; Voló sobre las alas del viento.” (Salmos 18:10). No hemos de tentar a Dios haciendo cosas peligrosas y esperando que las huestes de los Cielos corran a nuestro rescate (Luc. 4.12). Pero tampoco hemos de esquivar el peligro, si Dios nos llama a caminar por lugares peligrosos.

Todo anda mal en el mundo y en la iglesia. Queremos que la mayoría esté con nosotros si esperamos poder hacer algo para Jesús. Pero Dios no se preocupa por la mayoría, tanto si es en el mundo de la política o en la iglesia. Generalmente escoge obrar con la minoría—y así Él se lleva toda la gloria. Las huestes celestiales nos proveen con la mayoría. Pienso en Eliseo, a quién el Señor dio información para que la pasara al rey de Israel, advirtiéndole que no atacara por sorpresa a los Sirios, que eran enemigos en aquel entonces. El enemigo querría tomar posiciones en un lugar estratégico—solo para descubrir que las fuerzas de Israel ya estaban ahí esperándoles. Esto sucedió dos o tres veces y finalmente el rey de Siria llegó a la conclusión de que había un espía en medio de ellos y se propuso descubrir de quien se trataba. Pero uno de sus soldados supo lo que estaba pasando y dijo al rey: “Somos hombres leales, Oh rey, pero hay un hombre en Israel que cuenta al rey todos tus planes más secretos de tus aposentos.” Buscaron y hallaron quien era ese hombre, y el rey de Siria envió un contingente de soldados para capturarle. Eliseo

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estaba en la pequeña aldea de Dotan en ese momento, por lo que rodearon la ciudad con caballos y carros, preparados para capturarle a la mañana siguiente. Pero cuando llegó la mañana, salió el siervo de Eliseo y se aterrorizó al ver docenas o quizás cientos de soldados Sirios, con carros y caballos, rodeando la pequeña aldea de Dotán. Corrió a Eliseo y le dijo lo que había visto: toda la aldea rodeada por los sirios. Con calma, Eliseo le dijo que no tuviera temor... “¡Más son los que están con nosotros que los que están con ellos!” dijo. El joven miró alrededor pero no pudo ver a nadie más que al enemigo. Y de este modo Eliseo hizo una pequeña oración, “SEÑOR, abre sus ojos para que vea”. Y repentinamente vio la montaña “llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo”. ¡El joven cobró ánimo! Inmediatamente supo que tenían un ejército mucho más grande que los sirios. Después el profeta oró, “Señor, golpea al enemigo con ceguera”. De este modo Elíseo se acercó al comandante y le preguntó lo que quería. Dijo, “Estamos buscando a un hombre llamado Eliseo, pero repentinamente todos nos hemos quedado ciegos y no podemos encontrar el camino”. “Sígueme”, dijo Eliseo, “Y os llevaré al hombre que estáis buscando”. Después los llevó al camino de Samaria, cada hombre aferrado de la mano o de la manga de su vecino, Eliseo guiando al principal de ellos. Y los llevó como prisioneros de guerra al rey de Israel. Después Elías oró otra vez: “Señor, abre los ojos de estos hombres para que puedan ver”. De este modo Dios abrió sus ojos. ¡Que sorpresa! El batallón al completo se encontraba en territorio del enemigo y a merced del rey de Israel. “¿Mataré a todos, padre mío?”, preguntó a Elías lleno de ánimo. “No”, dijo el profeta, “No matas a los soldados que son atrapados en la batalla, ¿no? Sólo dales algo de comer y devuélvelos a su tierra”. Hicieron una gran fiesta para ellos, porque tenían mucha hambre después de un viaje tan largo—y los devolvieron a su hogar.

¡Qué fácilmente puede Dios manejar naciones y ejércitos, líderes nacionales y hombres perversos que creen estar luchando contra Dios!

“Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel.” (lee 2ª Reyes 6:8­23).

Por supuesto, esto tuvo lugar en el Antiguo Testamento, y no esperamos que cosas así sucedan hoy, ¿verdad?... Entonces ¿Es mejor y más poderoso el Antiguo Testamento que el Nuevo Testamento?

El propiciatorio del Nuevo Testamento

Los querubines son identificados en las Escrituras como protectores y guardianes de la santidad y la justicia de Dios, y así debe ser con los sacerdotes del Señor. Debemos volvernos muy celosos de la santidad y la verdad de Dios. Cuando Adán y Eva pecaron, los querubines fueron colocados a la entrada del Edén, con espadas que se movían en todas las direcciones para alejarlos del Árbol de la vida. Pero ahora todo esto ha cambiado por causa de la redención que tenemos en Cristo Jesús. Ahora están “en medio del trono y alrededor del trono” para proteger a los redimidos de las acusaciones de Satanás, que es llamado el acusador de los hermanos. Entendamos esta realidad importante respecto de nuestra salvación: Es la justicia de Dios, no solo Su misericordia, que se convierte en nuestra garantía y en nuestra confianza al venir al propiciatorio. De este modo, el apóstol Pablo declara que somos “justificados (declarados justos) gratuitamente por Su gracia mediante de la redención que es en Cristo Jesús: a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre.” (Rom 3:24,25). La palabra propiciación es la misma palabra traducida como propiciatorio en Heb. 9:5: “y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio”. Los querubines que con sus espadas refulgentes un día estuvieron delante de la puerta del Jardín del Edén para mantener al hombre lejos del Árbol de la vida—ahora están en el Lugar Santísimo para darnos de nuevo la bienvenida al Árbol

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de la Vida. Cristo es nuestro propiciatorio, por causa de Su redención a favor nuestro. Y ahora vemos a los querubines identificados con el Propiciatorio, sentados como estaban a cada extremo del propiciatorio del Antiguo Testamento. Son parte del propiciatorio... uno frente a otro, pero mirando a la sangre que fue rociada ahí para nuestra redención. Somos salvos por la justicia de Dios así como por Su misericordia. Y es por causa de la sangre que Cristo nos ha hecho justos, “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). Es aquí en la cruz, dónde­­­

“La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.” (Salmos 85:10)

La tumba está vacía, porque Cristo ha resucitado—La garantía de Dios por nosotros es que Su redención a favor nuestro es muy grata para Dios. Cristo se levantó de entre los muertos en un cuerpo espiritual que no estaba estorbado por obstrucciones materiales. Anduvo a través de puertas cerradas con llave. Era un cuerpo espiritual en contraste con el cuerpo natural de carne y de sangre. Su cuerpo resucitado sigue siendo tangible, corpóreo, visible... pero ahora es carne y huesos en lugar de carne y sangre (1ª Cor. 15:44,45). De este modo salió de los vendajes de sepultura sin que nadie los desliara, como tuvieron que hacer con Lázaro. El sudario quedó completamente liado tal y como se encontraba cuando Le pusieron en la tumba—Y Juan tomó buena nota de ello: “el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.” Había tiras de tela mezcladas con los aceites de la sepultura y envueltas alrededor de la cabeza e igualmente alrededor del cuerpo. Ningún hombre se había entrometido en todo eso. Había salido del sudario como de una cáscara, y lo había dejado en su forma original. No hay duda de que estaba manchado con sangre de su cabeza, de Sus manos, de Su costado y de Sus pies. Pero este nuevo propiciatorio estaba rociado una vez y para siempre con la sangre de Jesús. Además, Juan notó la presencia de “dos ángeles con vestiduras blancas, uno a la cabecera y otro a los pies donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.” (Juan 20:12).

Qué hermoso cuadro del viejo propiciatorio hecho de oro, con un querubín a cada lado, uno frente a otro, pero mirando a la sangre rociada sobre el propiciatorio (Éxodo 37:7­9). El antiguo era rociado con sangre una vez al año, el día de la expiación. Pero el verdadero propiciatorio ha sido rociado con “la sangre del pacto eterno”... llevado a cabo en la tierra fuera de la ciudad de Jerusalén, pero impreso eternamente en el santuario celestial por el Espíritu del Dios viviente. Porque Él estaba ahí ese día, dando testimonio de todo lo que transpiraba en la cruz a manos de hombres perversos. Y por estar allí, por decisión de Dios, lo que los hombres hacían llenos de odio, crueldad y violencia se transformó efectivamente en un Sacrificio por los pecados del mundo. Y porque Él está en el Espíritu eterno, nunca olvidará lo que vio, y sigue dando testimonio de la eficacia de ese sacrificio, y del agua y de la sangre que brotaron de Su costado. Y por eso Su sangre sigue obrando para limpiar al más vil pecador.

Algunos cristianos albergan el pensamiento de un nuevo Templo en Jerusalén, en el que los levitas sirvan y vuelvan a sacrificar bueyes y becerros por los pecados del pueblo. Nos dicen que esos sacrificios serán memoriales. ¡Dios nos libre! El Espíritu Santo mora en nuestro interior para testificar del agua y de la sangre... porque Él es Verdad. Y cuando recibimos al Señor Jesús y a Su redención a favor nuestro, el Espíritu de Dios viene a nuestros corazones para aplicar la sangre y el agua de la Palabra a nuestros corazones y vidas. Lee el Libro de los Hebreos y descubre la locura y la abominación de cualquier otro sacrificio por los pecados aparte del que

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Jesús ofreció al convertirse en el Cordero inmolado. Esos sacrificios en el Antiguo Testamento eran los que constituían un memorial, recordando los pecados cada año el día de la Expiación. Pero también recordándonos del Nuevo Pacto, que habría un mejor Sacrificio ofrecido de una vez y para siempre, cuando el Cordero de Dios fuera matado por los pecados del mundo (lee Heb. 10:3). No pensemos ligeramente de esta idea de un nuevo templo en Jerusalén, en el que los sacrificios de animales sean de nuevo ofrecidos en altares judíos. Es abominación de la peor clase. Creo que fueron precisamente los sacrificios de animales en el viejo templo (que continuaron durante muchos años después de que el verdadero Sacrificio hubiera sido ofrecido fuera de Jerusalén) lo que trajo la desolación del templo por los romanos en el año 70 DC—tal y como lo predijo Daniel y más tarde Jesús (lee Daniel 9:27, Mat. 24:15).

“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:13­14).

“Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo.” (Heb. 10:3­5)

Cinco heridas sangrantes lleva Él, Recibidas en el Calvario, Derraman oraciones efectivas Claman fuertemente por mí Perdónale, Oh, Perdónale, dicen, Perdónale, Oh, Perdónale, dicen, Ni dejes que muera ese rescatado pecador.

Capítulo 6 ­­ Los Siete Espíritus de Dios

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 6 – LOS SIETE ESPÍRITUS DE DIOS

El número siete habla de lo completo, de plenitud, consumación. En el libro de Apocalipsis nuestro Sumo Sacerdote está en el trono, autorizado con todas las gracias, virtudes y poderes de Dios para llevar Sus propósitos a una conclusión—en Su Iglesia, así como en el mundo. De la misma manera que Génesis es el libro de los comienzos, el Apocalipsis o revelación de nuestro Señor Jesucristo es el libro de los fines, y Él mismo es llamado el Alfa y la Omega. De este modo, este libro tiene muchos sietes. Citaremos unos pocos ejemplos del uso del número siete en la escritura:

Naamán el leproso tuvo que zambullirse siete veces en el Jordán para recibir su sanidad. Tenía que haber obediencia completa. Si hubiera dejado de sumergirse la sexta vez... habría regresado a casa como un hombre amargado y desilusionado... acusando al Dios de Israel de no sanarle. Debía obedecer explícitamente la palabra del profeta (2ª Reyes 5:10­14).

“Las palabras del SEÑOR son puras”, dijo el Salmista, “como plata probada en el horno, purificada siete veces”: (Salmos 12:6). Comienza diciéndonos “las palabras del Señor son puras”.Entonces, ¿Por qué ese proceso de refinamiento de siete veces? Porque las palabras que Él pone en nuestros corazones son palabras puras de Su corazón, pero una vez que se alojan en nosotros, la Palabra se mezcla con nuestros pensamientos; y nos sorprendemos al descubrir una revelación del corazón, con toda su impureza, sus motivos erróneos, sus agendas escondidas. Pero cuando guardamos la Palabra, producirá su propio horno en nuestros corazones, haciendo una purga y un refinamiento—si es que en verdad dejamos que el Señor repita el proceso una y otra vez, hasta siete veces—o hasta que la prueba de nuestra fe haya cumplido esa obra perfecta en nuestras vidas que Dios siempre había querido.

Ahora quiero hablar de La Plenitud del Espíritu, que Juan ve como los Siete Espíritus—pero que Él identifica de manera funcional como:

Siete Lámparas de Fuego...Siete ojos del Cordero

“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” (Apoc. 5:6)

“Daniel había visto en visión al mismo Hombre que Juan vio, “un varón vestido de lino y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.” (Daniel 10:5­6). Por esto sabemos que es el mismo Hombre que Juan vio en Patmos: “uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.” (Apoc. 1:13­15). Pero aquí, en el lugar más santo de todos, Juan le ve en la plenitud de la Luz, y es esta Luz que queremos enfatizar en el recordatorio de este escrito.

“Y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.” (Apoc. 4:5)

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“...un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios.” (Apoc. 5:6)

Los Siete Espíritus de Dios son manifestados en Fuego así como en Luz, y queremos considerar ambos aspectos a la Luz de Dios:

Siete Lámparas de Fuego

Recordamos como Abram estaba a punto de cortar un pacto con su Dios y cómo Dios le mantuvo esperando hasta que oscurecía, antes de intervenir en la escena. Y entonces, en lugar de que Abram y su Dios caminaran juntos entre los pedazos del sacrificio (es decir, la forma norma del ritual de cortar un pacto en aquellos días), Dios hizo que Abram cayera en un profundo sueño y Dios se hizo cargo del pacto. En la oscuridad de la noche, “se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.” (Gén. 15:17). Dios no dejó que Abram interfiriera con nada de esto. La parte de Abram era simplemente ser el vaso en manos del Alfarero—y ceder a lo que Dios iba a hacer. Su parte era ahuyentar las aves de presa, que intentaban consumir el sacrificio antes de que el pacto fuera ratificado. Su parte era conocer el horror de una gran oscuridad, puesto que Dios permitiría una gran aflicción a Su simiente prometida, que pasaría 400 años de sufrimiento en esclavitud en la tierra de Egipto. La promesa de Dios era certera... pero en su propia sabiduría, este era el método por el que Su promesa se cumpliría. Esta fue la forma de preparar al pueblo que se convertiría en un testimonio vivo de la fuerza, el poder y la gloria del Dios de Israel en la tierra.

Muchos enseñan que el bautismo en el Espíritu Santo y fuego del que habló Juan el bautista no es para la iglesia—porque habla de fieros juicios de Dios y del consumo de la paja en el Día del SEÑOR. Pero Jesús identificó este poderoso bautismo como la promesa del Padre que se cumpliría no muchos días después (Luc. 3:16, Hechos 1:5). Ciertamente, es juicio, puesto que Dios debe consumir la escoria y la porquería de nuestras vidas—y esto es parte de un doloroso proceso, puesto que el Dios que nos llena, es fuego consumidor. Cuando venga a nosotros en fuego, Su propósito será hacernos las vasijas limpias que Él quiere que seamos en la Casa de Dios. Este poderoso bautismo no tiene nada que ver con ese predicador celoso que puede levantar pasiones en el pueblo y hacer que se animen. Isaías profetizó que Dios lavaría las inmundicias de las hijas de Sión, y limpiaría la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. (Isaías 4:4). Cuando esto suceda, y no será hasta que suceda, SU gloria volverá a nuestras asambleas. Porque el mismo fuego que consume la inmundicia de Sión será la Luz y la gloria que dispersarán las tinieblas. Y el profeta nos dice que Sión tendrá la guía y la protección de la nube de Su gloria, recordándonos de la nube que dirigía a los hijos de Israel por el desierto: Nube de día, y columna de fuego de noche. “Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sión, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel (o una cobertura)” (Isaías 4:5). El fuego que consume ha de consumir sólo la escoria de nuestros corazones y la oscuridad de nuestras mentes... para que a partir de ahí podamos ser motivados por deseos e impulsos correctos y podamos ver claramente el camino por el que Dios quiere que andemos. El fuego de Dios está casi extinto en medio de nosotros porque como iglesia no hemos caminado a la Luz que Dios ha hecho resplandecer en medio de nosotros. Y el Señor nos ha advertido: “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mat. 6:23).

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Los Siete Ojos del Cordero

“Y miré, y vi. que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (Apoc. 5:6)..

Cuando vemos a alguien semejante al Hijo del Hombre caminando entre los candeleros con Siete Ojos... Dios quiere que Le miremos porque Él quiere transformarnos. No podemos mirar a esos ojos y no ser cambiados. Recuerdo haber mirado a los ojos de un profeta, a quien el Señor usó en comunión con otros miembros del cuerpo de Cristo para traer un nuevo movimiento profético a mediados del Último Siglo. Cuando yo fui llamado adelante para recibir profecía e imposición de manos, después de un breve momento de espera, dijo, “¡Mírame!” Al mirar, fui muy consciente de la luz en sus ojos... al comenzar a profetizar. Nunca olvidaré ese momento y se que fue a partir de entonces que yo comencé a ver la Palabra de Dios en una nueva luz. Siento fuertemente que es tiempo de un nuevo mover de Dios en la tierra. Él desea llevar a Su pueblo hacia ámbitos del Espíritu más altos. Debemos tener la mirada del Cordero sobre nosotros, con esos siete ojos.

¿De qué iba realmente el Movimiento de la Lluvia Tardía?

El movimiento que he mencionado llegó a ser conocido como el movimiento de la Lluvia Tardía... un nombre que la gente le dio un año o dos más tarde. Pero al principio no necesitaba un nombre, simplemente era referido como este mover del Espíritu. Dios en su gracia estaba derramando de Sus dones a la iglesia. El propósito de estos dones era la edificación del cuerpo, dones de sanidades y milagros y otras maravillosas operaciones del Espíritu—además de dones que impartían sabiduría espiritual y entendimiento. Pero la intención de Dios no era comenzar una nueva denominación con este movimiento profético, y creo que es por esa razón por la que otros muchos en generaciones siguientes se preguntarían de qué iba todo eso. Y de este modo preguntan: ¿Dónde está ahora? Multitudes de todas las partes de la tierra participaron de la bendición de este movimiento—y su impacto ha trascendido en generaciones sucesivas, como debería trascender todo genuino mover de Dios. Pero que yo sepa, nunca se convirtió en una denominación conocida como La Iglesia de la Lluvia Tardía—al menos no lo suficientemente prominente como para dejar su marca en la historia. Y por esta razón fue considerada por muchos como una pequeña lluvia que se evaporó rápidamente. Esto también ha hecho muy difícil la labor de su análisis y de su juicio por parte de los críticos. Simplemente no pueden escribir a la central para recibir una copia de la doctrina de la Lluvia Tardía, como puede hacerse con una denominación establecida... porque no había liderazgo oficial que pudiera hablar en nombre de todos los que estaban involucrados. De este modo, lo mejor que algunos han podido hacer (o quizás debiera decir lo peor)... ha sido tomar comentarios sobresalientes de los escritos de diferentes maestros que sabían que eran parte de este movimiento, y después decir al mundo, “Esto es lo que enseñaban en el movimiento de la Lluvía Tardía”. Consecuentemente y con mucha frecuencia, los que disfrutan leyendo sobre herejías, se alimentan de material semejante a este—la obtención de una información mezclada conforme a la percepción de aquellos que escriben sus revisiones críticas. Pero realmente no llegamos a conocer la verdad estudiando las diferentes sombras de la oscuridad. Debemos caminar en la Luz y permanecer en la Luz—si es que hemos de ser fortalecidos frente a aquellos que os seducen (lee 1ª Juan 2_24­28).

Al comienzo del movimiento había un cierto énfasis en salir de viejos sistemas—salir de Babilonia. Pero pronto se hizo evidente que muchos saldrían de la Babilonia visible,

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pero llevando consigo parte del sistema con ellos. Recuerdo años más tarde lo que uno de los líderes dijo sobre su propia experiencia. Dijo que el Señor le había hablado un día, “Estás intentando que la gente salga de Babilonia. Pero lo que Yo quiero es sacar Babilonia de ti.” Me temo que esto es lo que sigue sucediendo en la iglesia. Que alguien haya salido de la corriente de las denominaciones y que haya establecido su propia organización no prueba de ningún modo que él haya salido de Babilonia. El deseo babilónico de grandeza y ensanchamiento, de querer tener un título de renombre, y de mantener todo el sistema bajo control—sigue siendo muy fuerte en los corazones de los hombres. Y Dios tiene que tratar con esos deseos internos que continúan siendo una plaga en la iglesia.

Otro de los líderes tempranos que tenía una visión profética, mencionó que este movimiento saldría a todas las denominaciones de la iglesia, pero no cambiaría la naturaleza de ninguno de ellos. Esto comenzó a suceder en unos pocos años. Para entonces las cisternas de las denominaciones estaban casi secas y muchas de ellas daban oportunidad de recibir la lluvia del Espíritu de Dios. Pero no estaban preparadas para abandonar sus credenciales ni había mucho incentivo para hacerse parte de un movimiento que no tenía líderes de gran renombre al frente. Además, descubrieron que no había realmente necesidad de ello. Muchos líderes prominentes de diferentes denominaciones estaban recibiendo los dones del Espíritu y descubrieron que podían permanecer cómodamente dónde estaban. Lo único que tenían que hacer ahora era añadir el título Carismático a sus viejos títulos... un nombre que quitaba el reproche de iglesia muerta. Con esta nueva unción hubo una infusión de vida. Además, eran conscientes de que la necesitaban desesperadamente. Y de este modo crecieron sus iglesias y prosperaron.

Dios estaba de hecho satisfaciendo las necesidades de los que tenían hambre y sed de más de Dios, no niego eso. Pero no había cambio en los sistemas denominacionales. Por supuesto, algunos salían—con frecuencia por causa de la oposición que recibían desde dentro. Otros permanecían, los que tenían suficiente apoyo para quedarse. A menudo recuerdo lo que sucedió en el reino de Saúl. Para empezar, el sistema era malo... pero el pueblo demandaba un rey, y Dios les concedió los deseos de sus corazones. Muchos hombres de Dios genuinos se quedaron con Saúl hasta su amargo fin. Otros se volvieron a David y tuvieron comunión separados del Reino. Y cuando todo se vino abajo, había corazones muy sinceros en el reino de Saúl que descubrieron que no era la forma de hacer las cosas de Dios—y se aliaron con David.

Consecuentemente, en la corriente principal del movimiento carismático, puedes tener esta bendición sin cambiar la naturaleza de las cosas, no demasiado. Puedes seguir siendo Bautista, Presbiteriano, Metodista, Pentecostal, Episcopal, Católico—ponle el nombre que quieras. Y de ninguna manera estoy diciendo que todas estas personas en las diferentes denominaciones, sean falsas. Muchas aman sinceramente al Señor Jesús. Pero el empuje principal del ámbito Carismático parece ser el de la renovación, y no el de la revolución. Puede que reconozcan que hay una necesidad de ajustes, pero no una necesidad de un cambio radical. Por supuesto, siguen queriendo esas lluvias de bendición, pero no el bautismo en el Espíritu Santo y fuego. Eso en conjunto sería demasiado devastador. Creo que lo que sucedió es lo que dijo Isaías: “Echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio.” (Isaías 4:1). Con otras palabras, no nos gusta el reproche de nuestro vacío y esterilidad: ni queremos ceder nuestra herencia de la denominación tradicional. Queremos retener todo esto—pero queremos ser llamados por tu nombre, Carismáticos. Pero fíjate que sucede algo más—

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“En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel.” (v.2). Al lado de todo este ecumenismo y sin embargo, de forma completamente separada de él—Dios está trayendo un verdadero Renuevo del Señor, del que queremos hablar más tarde en este escrito.

Había mucho fuego de Dios en el movimiento temprano de Pentecostés, al comienzo del último siglo. Pero el movimiento profético a mediados del siglo era principalmente la bendición de la lluvia que Dios derramó sobre la tierra seca. No era la intención de Dios renovar las denominaciones, sino bendecir y enriquecer a los que tenían más hambre de Dios... sin contar con su denominación. Porque ha sido evidente a lo largo de toda la historia de la iglesia, que cuando Dios moviliza a Su pueblo hacia cosas nuevas, o bien salen... o son echados eventualmente, si de veras quieren avanzar con Dios. El nuevo vino simplemente no puede sobrevivir por mucho tiempo en los viejos odres.

De este modo, la lluvia cae sobre el campo de Dios—regando y bendiciendo a la semilla que haya en tierra, sea la que sea—bien sea la semilla de trigo, o los abrojos...una gran multitud de otras clases de semillas. El propósito de Dios es regar Su Huerto. Él quiere arrancar esas malas hierbas que crecen en nuestras vidas. Pero conforme a la parábola del trigo y de los abrojos (cristianos profesantes que son falsos pero que se asemejan al trigo)... Dios dijo que debemos dejar eso en Sus manos, y Él tratará con ello en la cosecha, no sea que arranquemos algo del buen trigo en nuestra ignorancia. (Lee el escrito, “El Huerto de Dios”, Capítulo 7).

Parece que el movimiento ecuménico está procediendo de forma muy exitosa en su plan de juntar en manojos a todas las denominaciones. Pero la recogida de los abrojos en montones...aunque pueda asemejarse a la maravillosa UNIDAD—no es la unidad del Espíritu. Al contrario, es la unidad de lo falso y de lo no regenerado, de todos aquellos que no conocen nada de la limpieza de la sangre de Jesús y de la buena semilla de la Palabra de Dios. Pero conoce el Señor a los que son suyos, y habrá una poderosa obra de separación entre el trigo y los abrojos el día de la cosecha de Dios. Mientras tanto, los abrojos están participando de las riendas del Espíritu, junto con el trigo—y tienen varias manifestaciones en sus asambleas para confirmarlo—milagros y señales que tienen lugar en medio de ellos. Pero las lluvias de bendición no cambiarán la naturaleza de las semillas que están plantadas. Al contrario, nutrirán a los abrojos y a los espinos, y a los cardos—de igual modo que nutrirán a tu maíz, tus zanahorias y tus manzanas. Dios nos ayude a todos por Su gracia, a someternos a esas ardientes y purificadores llamas de Dios, no sea que nuestras buenas obras suban como humo el día que sean reveladas en el fuego.

Quizás lo que hemos dicho dé un poco de visión al pueblo de Dios, estando muchos perplejos y confusos sobre lo que está pasando en la iglesia. La gente busca aquí y allí—y van aquí y allí—esperando encontrar a la verdadera iglesia, o un nuevo mover de Dios. Después confiesan—“Bueno, es cierto... He visto a Dios obrando y haciendo cosas buenas... pero vi también otras cosas que me inquietaron...” Muchos no están seguros sobre si deben aceptarlo como un mover de Dios o del Diablo. Animo simplemente a esa gente a considerar lo que he dicho: Dios sigue derramando Su lluvia desde el Cielo a Su iglesia. Y el Diablo sigue sembrando abrojos en los mismos campos. Si vas de un lado a otro en busca de la obra pura de Dios en la tierra—no te sorprendas cuando veas esta mezcla. Y seguirá siendo de este modo hasta el día en que las Siete Lámparas de Fuego quemen las malas hierbas y los abrojos y purguen la sangre de Jerusalén, por el Espíritu de juicio y por el Espíritu de devastación (Isaías 4:4). Debemos seguir clamando por la verdadera y pura intervención de Dios en la

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tierra, y por este poderoso bautismo de Fuego—porque Dios mismo no puede hallar reposo en Su pueblo “hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha” (Isaias 62:1).

Dios llama a Su pueblo a venir a la Luz

Debemos entrar al Lugar Santísimo. Debemos tener comunión con el sacerdocio real en un santuario celestial. Debemos ver el trono y los seres vivientes que rodean al trono. Debemos ser iluminados para ver situaciones tal y como Dios las ve. Debemos llegar a un lugar en el que tenemos cuatro rostros en lugar de uno, y ver con siete ojos en lugar de dos. Debemos ver por la Luz del Espíritu, porque solo entonces podemos volvernos cómo Él, y hacer que otros Le vean como es. Debemos ver al “Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” (Apoc. 5:6) Sabemos que esto es una escena celestial. Pero Dios quiere proyectar escenas celestiales en este mundo de pecado y de oscuridad. Me gustaría animar al pueblo de Dios a esperar, y a preparar sus corazones para el sonido de la trompeta que nos invitará a subir más alto, para que podamos mirar a los siete ojos del Cordero. Esto es lo que la iglesia necesita, y esto es lo que el mundo necesita. Recuerdo como Spurgeon, de joven, iba camino a la iglesia a la que asistía regularmente, cuando se desató una repentina tormenta. Vio una iglesia pequeña muy cerca y corrió a resguardarse de la lluvia. Pero se quedó en la reunión, y el predicador enfatizaba una y otra vez el pasaje de Isaías: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Isaías 45:22). El predicador se fijó en el joven desconocido en medio de ellos, se volvió a él y le dijo: “Joven, ¡Mira y vive!”. Spurgeon dijo, “Miré... y viví...” Había vida en esa palabra que hizo que el joven viera. Pero qué lejos nos hemos apartado de Aquel que es el Centro, La Fuente, el Río mismo... y hemos cambiado al Espíritu de Vida con filosofías y rituales, con entretenimiento musical. No vamos a cambiar al mundo con la Luz de Dios hasta que miremos en esos ojos del Cordero. Entonces los ojos del Señor se moverán por toda la tierra para producir luz y liberación a los que se sientan en oscuridad y sombra de muerte.

Los Siete Ojos en el Segundo Templo

Decíamos que el Libro de Apocalipsis está lleno de símbolos en el lenguaje del Antiguo Testamento. Volvamos ahora a Zacarías, el profeta a quien el Señor ungió para animar a los constructores del Segundo Templo. Josué era el sumo sacerdote del nuevo templo y su nombre es el mismo nombre que Jesús en el Nuevo Testamento (Jah... Salvador). Zorobabel estaba a cargo de la construcción del templo y su nombre quiere decir sembrado en Babilonia. Sus raíces una vez estuvieron ahí pero ahora está involucrado en la construcción del Templo de Dios en la tierra de Israel.

Se nos dice que los profetas “inquirieron y buscaron diligentemente” en cuanto al tiempo del que hablaban en sus profecías. Y Dios les reveló a ellos que su palabra era en realidad para los que vivirían en los tiempos del sufrimiento de Cristo, y cuando Él entrara en Su gloria—y el evangelio fuera proclamado con el poder del “Espíritu Santo, enviado del Cielo” (1ª Ped. 1:12). Así que nosotros que vivimos en este tiempo que ha seguido a la resurrección de Cristo, podemos mirar atrás a esas profecías y ver mucha verdad maravillosa del Nuevo Pacto. Porque Pedro nos dice que los profetas en realidad nos estaban ministrando a nosotros.

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Dios dio a Zacarías una visión del candelero, con sus siete lámparas. Vio siete conductos que alimentaban las lámparas con aceite desde el depósito que había por encima.... y que recibía el aceite de “los dos olivos”. Y el significado de esto estaba muy claro. Zorobabel no debe confiar en su propia sabiduría y poder, sino solamente en la santa unción del aceite: “No con ejército, ni con fuerza, sino por Mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos.” (Zac. 4:6).

Y a Josué, el sumo sacerdote, el profeta le dio esta palabra: “He aquí, yo traigo a mi siervo el RENUEVO.” (Zac. 3:8) Se refiere al Señor, en unión con Sus muchos hermanos”. “Tú y tus amigos que se sientan delante de ti”. Es el que dijo, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos...” y “Separados de Mí, nada podéis hacer”.

Entonces el profeta sigue diciendo: “Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos.” ¡Mira la piedra! Zorobabel era el constructor de la casa... pero los constructores de Dios deben mirar a esos ojos si es que van a construir conforme al plan y a los detalles de Dios. Por toda la tierra Dios ha de tener esta calidad de visión en un pueblo que ha mirado a los ojos del Cordero como inmolado—y al verle, ser transformados a Su semejanza. Con los dos ojos de nuestro entendimiento, podremos ver la ministración del Evangelio con una visión perfecta. Pero qué diferente será cuando Su pueblo tenga una visión clara y vea con una visión absolutamente perfecta, de siete ojos. Entonces veremos con esos ojos del Espíritu, penetrantes e iluminadores­­­y el Espíritu probará los corazones de los hombres, revelando las cosas escondidas de las tinieblas y haciendo que la Luz de Cristo se levante y disperse las tinieblas.

Los Siete Ojos del Renuevo de Isaí

El profeta Isaías vio igualmente al Renuevo: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. ” (Isa. 11:1).

Queremos considerar esta vara del tronco de Isaí en forma de un candelero. Algunas traducciones se refieren a la Vara como una vara que lleva fruto. Él es la raíz, así como el tronco central; y de Él que es el Centro, estas ramas crecen y producen fruto. Y sabemos que nuestro Hortelano no va estar satisfecho ni dejará su tierno cuidado de nosotros hasta que venga a Su huerto y coseche “el precioso fruto de la tierra”. (Santiago 5:7).

He dicho... “Su tierno cuidado de nosotros”. Pero podemos comenzar a preguntarnos como puede ser tierno Su cuidado cuando saca Su cuchillo podador en la mano y comienza a cortarnos y a podarnos hasta la base. Vemos nuestra viña, desnuda y despojada, y nos preguntamos como podríamos hacer algo que agradara a Dios después de todo eso. A veces, cuando pasamos junto a un huerto frutal en el otoño o a principios de la primavera.—podemos inclinarnos a pensar, “Bueno, supongo que ese productor de frutas debe estar harto de todo esto, y que está echándolo todo abajo”. Pero no. Sólo está podando—no sólo las ramas muertas, sino ramas que están muy vivas, y que florecen por causa de la vida en la Vid. Pero Él corta—porque quiere más y mejor fruto. ¿Estamos realmente seguros de que esta gran obra que estamos haciendo para la gloria de Dios... es en realidad para Su gloria? ¿O es más bien, fruto que estamos cosechando para nosotros mismos? Esto es lo que Oseas dijo del pueblo de Dios:

“Israel es una vid vacía que produce fruto para sí misma... “ (Oseas 10:1).

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Insistimos en que estamos haciéndolo todo para Su gloria. Pero no puedo hacer nada para Su gloria sólo por mis buenas intenciones. Si Él no lo ha autorizado... si no es el fruto de una unión permanente con Él—Él lo llama nada. “Porque separados de Mí, nada podéis hacer”.

El candelero y sus brazos

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1. El Espíritu de Sabiduría... y Entendimiento

Apolos, un elocuente maestro de las Escrituras, había estado en Éfeso antes que Pablo y había enseñado muy bien a los discípulos sobre el Señor Jesús, conociendo sólo el bautismo de Juan. Después Aquila y Priscila le llamaron aparte y le explicaron el Evangelio, y con una luz mucho mayor predicó poderosamente al Señor Jesús como Aquel a quién Juan había presentado en su evangelio del Reino.

Después Pablo, en su viaje llegó a Éfeso, y encontró a los discípulos, preguntándoles si habían recibido el Espíritu. Dijeron que no sabían nada del Espíritu. Le dijeron a Pablo que sólo conocían el bautismo de Juan. Pablo les amplió el Evangelio y “fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”, a la manera como los apóstoles habían estado bautizando desde la ascensión del Señor. “Habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.” (Hechos 19;6).

Pero al escribir a esta misma iglesia más tarde, vemos al apóstol Pablo orando por ellos, para que pudieran llegar más alto en la revelación de Cristo.

“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales.” (Efesios 1:17­20).

“Llenos del conocimiento de Su voluntad, en toda sabiduría y entendimiento espiritual” (Col. 1:9). La sabiduría y el entendimiento nos dan la seguridad y la paz, que estamos caminando en Su camino. No responde necesariamente a todas nuestras preguntas— de hecho lo más probable es que conteste a unas pocas solamente. Pero como es nuestro entendimiento del universo en que vivimos, sabemos muy poco de las operaciones intrincadas de Dios en la creación—pero “por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Heb. 11:3). Dios no hizo los mundos de la nada. Los hizo de cosas que no podemos ver—cosas invisibles. Nuestra forma de vida al completo, si estamos de cierto caminando por la fe—está llena de sucesos extraños y que dejan a uno perplejo—pero Él nos da sabiduría y entendimiento espiritual para saber que Sus caminos son invisibles—no sin significado ni indiscriminados. Él obra en nuestro pequeño mundo como hizo en los otros mundos que hay ahí fuera, en el espacio, con propósito e intención. Y por la fe entendemos, porque sabemos que todo está claro a Sus ojos. Y es este entendimiento espiritual lo que nos lleva a decir con Su siervo Job: ”Él conoce el camino que tomo, y cuando me haya probado, saldré como oro”.

Cuando el Espíritu de Dios viene a nuestras vidas... este no es el fin. Él ha venido a permanecer con nosotros y a dirigirnos más adelante hacia esos ámbitos en Dios de los que hasta ahora conocemos muy poco. Los hijos de Israel fueron bautizados en Moisés en la nube y en el mar, pero la mayoría de ellos fracasaron en conocer los caminos de Dios y en entrar en la tierra de la promesa (lee 1ª Cor. 10:1­5). Estamos todavía muy lejos del poderoso Bautismo de Fuego del que hablan las Escrituras. Dios no quiere que pensemos que hemos alcanzado alguna altura espiritual de gloria, solo por causa de ciertas experiencias que hayamos tenido a lo largo del camino. Al contrario, el Espíritu de Dios ha venido a ser nuestro Ayudador y nuestra Compañía

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diaria aquí en la tierra, para llevarnos a toda la Verdad, para explorar esos ámbitos invisibles en Dios—la largura, la anchura, la profundidad y la altura de Su gloria y presencia—hasta que seamos llenos de toda la plenitud de Dios. Él quiere invadir nuestras vidas con Su poderosa presencia, hasta que toda la escoria de nuestros caminos carnales sea consumida con Su fuego santo. Él quiere purgarnos con esas siete llamas que arden delante del trono, y mirarnos con esos penetrantes ojos del Cordero, para que todo nuestro cuerpo pueda estar lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas (Lucas 11:36).

Sus dones son dones preciosos del Padre, enviados para adornar y preparar a la Esposa para el Hijo. Pero como Rebeca, cuando ve por primera vez en la distancia a Isaac, se baja del camello y va en su búsqueda. Al acercarse el Día de Su manifestación, somos cada vez menos atraídos por los dones, en espera de ver al Dador. No es que quitemos importancia a los dones, como tampoco la quitamos a la flor sobre el vino. Pero cuando los pétales comienzan a caer, sabemos que es el momento en que empieza a formarse el fruto. Esas flores que adornan tu iglesia van a extinguirse. Esas profecías, tarde o temprano fracasarán. Fracasan muchas veces, incluso ahora mismo. Las palabras de ciencia y de sabiduría no pueden seguir frescas y vitales durante mucho tiempo si seguimos persiguiendo a los dones en lugar de al Dador. Dios comienza a secar las flores cuando la estación comienza a cambiar. Hay estaciones en Dios y Él quiere que seamos conscientes de que vendrá un cambio. Alégrate si en tu deseo de Dios estás sintiendo una cierta futilidad en las actividades de iglesia que una vez vibraban de vida. La verdadera profecía animará al pueblo de Dios a seguir avanzando y a buscar algo más. Y si sientes esa hambre y sed en tu andadura con Él, ¡anímate! Él quiere preparar en nosotros una morada permanente para Él mismo. Necesitamos darle a conocer que deseamos que se acerque a nosotros. Amémosle más. Acerquémonos aún más a Su corazón. Haz esas cosas que agradan al Padre, como Jesús lo hizo.

“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:23). ¿Suena esto como algo lejano y distante? ¡Si! Pero sin embargo esto es lo que debemos perseguir, porque sabemos que es la pasión del corazón de Dios hacer Su morada en los corazones humildes y contritos de hombres y mujeres. Él nos pide que escojamos Su yugo, y que caminemos en unión permanente con Él.

La rama doble: Sabiduría y Entendimiento

La sabiduría se relaciona con el entendimiento, y de ese modo hablamos de ellas como hermanas cercanas. Dios nos dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia” (Prov. 4:7). Es bueno tener un corazón que busque la sabiduría... en lugar de alguna clase de don que pudiera hacernos populares y famosos. Los sabios hombres de antaño lo buscaron... como un tesoro escondido. Así, busquemos la sabiduría, como Job. Él escribe un capítulo completo describiendo Su búsqueda de la sabiduría. Él habla de los tesoros escondidos en las profundidades de la tierra, con todas sus piedras preciosas, zafiros, oro y joyas de coral y de perlas y rubíes. Pero él es consciente de que lo que busca está aún más allá de su alcance. Él continúa probando el secreto de la sabiduría. Pregunta al mar y el mar dice, “No está en mí”. Frota la tierra en busca de respuestas y se pregunta si podría estar en el relámpago o en el trueno. Pero no está ahí. No la encuentra por ningún lado en toda la maravillosa creación de Dios. Pero finalmente obtiene su respuesta de Dios: “Entonces la veía él, y la manifestaba; La preparó y la descubrió también. Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia.” (Job 28:27,28). ¡Qué decepción cuando los hombres llenos de sabiduría humana son enfrentados a una conclusión como ésta!

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El Temor del Señor, es la Sabiduría

Estamos hablando del temor santo de Dios que siempre es fuerte dentro de nosotros si Le amamos. Cuánto más Le amamos, mayor será ese temor santo, que nos guiará en senderos de sabiduría, no sea que nos mezclemos con cosas que son desagradables al corazón de Dios.

“El temor de Dios es la sabiduría”: Si esto es así, entonces evitaremos la sabiduría del mundo. Si en verdad amamos a Dios, buscaremos diligentemente Su voluntad en todo lo que hacemos—y como nuestro Señor, amaremos la justicia y odiaremos la iniquidad. Nos regocijamos del hecho de que conocemos a Cristo. Pero al buscar caminar con Él, pronto descubriremos que en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col. 2:3). Sabiendo esto, cesaremos nuestra búsqueda en cualquier otro ámbito. Pero sabiendo que estos tesoros son todavía tesoros escondidos, buscaremos la clave que abra la puerta a estos tesoros. Y descubriremos que la clave es un temor santo de Dios, no sea que nos apartemos del camino de la unión permanente con Él, para seguir algún curso en la vida que haya sido puesto delante de nosotros por estratagema de hombre. Necesitamos las poderosas purgas de Dios, que limpien nuestra corriente sanguínea de toda corrupción de carne y espíritu.

Este mundo viejo está en un estado de bancarrota porque ha rechazado la sabiduría de Dios que fue revelada en Jesús. “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” (1ª Cor. 1:20). Jeremías vio el colapso total de la sabiduría del hombre: “Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra de Jehová; ¿y qué sabiduría tienen?” (Jer. 8:9). Así, si amamos sinceramente al Señor y Le tememos, no trataremos de subir por la escalera de lo que el diccionario del hombre denomina el éxito, sino que trataremos de andar por un camino que puede muy fácilmente parecer locura a los ojos de los hombres... Tener éxito en la escuela de la sabiduría de Dios, es tan diferente del éxito que logras en las escuelas de los hombres. Jesús lo deja muy claro y tenemos que volver una y otra vez a los principios del discipulado que Él pone ante nosotros: Si alguno ha de ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome Su cruz, y sígame. Y por supuesto, si hacemos esto­­­se considera locura a los ojos del mundo, y de una iglesia con mentalidad mundana.

Dios dijo: ”Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos.” (1ª Cor. 1:19). Todo se viene abajo. Mientras tanto, estamos en el mundo y usamos lo que Dios nos provee para nuestro bienestar físico. Pero el Señor nos advierte a no tratar de sacar del mundo todo lo que podamos, sino a contentarnos con las cosas que Él nos provee, y considerarnos a nosotros mismos como extranjeros y peregrinos en la tierra.

Hablamos un poco sobre la fe y espíritu de la fe. La oración y el espíritu de oración. La adoración y el espíritu de adoración. La profecía y el espíritu de la profecía. Necesitamos todos sus dones y bendiciones para enseñarnos Su camino. Pero el propósito de Dios es llevarnos AL ESPÍRITU, AL LUGAR SANTÍSIMO DONDE DIOS SE CONVIERTE EN NUESTRA HABITACIÓN Y NOSOTROS EN SU HABITACIÓN. Dios tendrá esa clase de pueblo el día en que la sabiduría del hombre sea revelada en toda su desnudez. Tendrá un pueblo caminando en la plenitud de los Siete Espíritus de Dios, que proceden del Cordero sobre el trono.

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La cruz sobre la que murió nuestro Señor Jesús es la forma más alta de la sabiduría que haya sido revelada sobre el planeta tierra­­­porque fue en la cruz, en la sabiduría de Dios, donde Cristo venció al príncipe de las tinieblas, y a los principados y potestades en los cielos, “triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:15). Y este mundo todavía ha de ver prueba de ello, cuando el Cordero de Dios resplandezca en el mundo y sea visto reinando en el trono más alto en los cielos.

El Espíritu de la Sabiduría y del Entendimiento en Jesús

El temor del SEÑOR, eso es la sabiduría”... Porque a menos que seamos restringidos por el temor de Dios, podremos muy fácilmente perder el camino de Dios en las pruebas y en las tentaciones de la vida. Jesús estuvo a prueba a diario delante de los sabios que se sentaban en lugares de autoridad en el templo. En su sabiduría, buscaban oportunidad de atrapar a Jesús en Sus propias palabras. Pero el Espíritu de Sabiduría moraba en Él . “Maestro”, decían, ¿Es lícito pagar tributo al César o no?” No eran amigos del César... pero querían acusarle delante del César. Si decía “si”, tendrían razones para acusarle delante de los gobernadores del Templo, que odiaban el yugo del César. Si decía “No”, entonces Le acusarían delante de Pilatos, que dependía del César para su propia autoridad. De este modo le daban a escoger dos opciones—atrapándole con cualquier respuesta que diera. Pero Éste caminaba en el Espíritu de Sabiduría, y discernía con siete ojos, rechazando completamente la pregunta de si Si o si No, que era maquinada por la sabiduría de los hombres. Y sin embargo, con Su respuesta, no sólo respondía a su pregunta, sino que exponía la locura y la falsedad de sus corazones. Tomó una moneda con la inscripción y el nombre del César, y les preguntó—“¿De quién es esta imagen grabada en la moneda?” Entonces ellos dijeron, “Del César”. Entonces Él les dijo, “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Después tenemos la historia de la mujer que fue sorprendida en adulterio. Sus acusadores pensaron que sería una buena oportunidad de acusar a Jesús... que sabían que era un hombre de misericordia. “Moisés”, dijo Él, “ordenó que esta mujer fuera apedreada hasta la muerte... Pero, ¿Qué decís vosotros?” La sabiduría del hombre demanda un Si fijo o una decisión negativa—Pero Jesús siempre hizo todo conforme a la sabiduría del Padre. Esperaba siempre el tiempo del Padre­­­y la respuesta del Padre. Sólo entonces podemos hablar la sabiduría del Padre. Puede que ni siquiera sepamos por qué esperamos, ni tampoco necesitamos saberlo. Después de un momento o dos escribiendo sobre la tierra, se puso en pie, levantó la cabeza y dijo con calma. “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” (Juan 8:3­11).

Estaba lleno del Espíritu de Sabiduría...y del temor de Dios—porque eso es la sabiduría.

No es suficiente hablar palabras de sabiduría. Pero palabras de sabiduría junto con el temor del Señor, son como la madera seca encendida por el fuego. Por eso los dones solos no son adecuados para la ministración del Evangelio de Cristo. ¿Dónde está el temor de Dios que penetra en los corazones de los hombres? Podemos hablar palabras de sabiduría pero sin este temor santo no hay fuego que queme la madera seca de la sabiduría del hombre y que la convierta en cenizas. Jesús no sólo habló las palabras correctas—sino que las habló en el tiempo de Dios y las palabras fueron encendidas con el temor de Dios. Las palabras de sabiduría del corazón de Dios no

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tienen como propósito responder preguntas muy difíciles ni satisfacer la curiosidad de nadie, sino producir el temor de Dios sobre los desobedientes e ignorantes.

Pero con mucho, el ejemplo más grande de la sabiduría de Jesús se reveló cuando la mano del Espíritu que le guiaba continuamente, le trajo de vuelta a Jerusalén desde Galilea. La sabiduría y el entendimiento siempre obran juntos en la vida de Jesús. Fue en esa sabiduría que Él tomó a Sus discípulos, salió de Judea y fue a Galilea, después de pasar por mucha persecución en Judea. No estaba huyendo del conflicto, como algunos pueden haber supuesto. Pero llegó el momento en que debía regresar a Judea—y a una mayor persecución en la voluntad del Padre. La ocasión de Su regreso a Judea fue la enfermedad de Lázaro. Y aunque amaba a Lázaro, el Padre le impulsó a permanecer dos días más hasta que Lázaro hubiera muerto. Después volvió bajo la dirección del Espíritu a Judea. Cuando levantó a Lázaro de entre los muertos, este gran milagro se convirtió en la gota que colmó el vaso y que empujó a los gobernantes del templo a crucificarle. Pero Él tenía entendimiento en todo lo que hacía. Estaba caminando en la luz. Estaba caminando en obediencia hasta la muerte, y hasta la muerte de Cruz. Y ahora Le vemos alto y exaltado, presentado ante todo el mundo, y ante los principados y potestades en los cielos, como la más alta expresión de la Sabiduría de Dios que jamás haya sido revelada antes en el planeta tierra. “Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.” (1ª Cor. 1:22­24).

2. El Espíritu de Consejo y de Poder

Consejo.. y poder. Estos también son hermanos. Y nuestro Señor Jesús cuyo Nombre es el “Consejero... Dios poderoso” es nuestro ejemplo. Pero sólo somos capaces de seguir Su ejemplo si permanecemos en Él y andamos con Él en Su yugo. Después, el consejo que demos llevará peso...hasta la fortaleza y el poder del Espíritu del SEÑOR. No puedes conseguir esta clase de sabiduría y consejo de los libros. Entonces, ¿Por qué escribo libros? No porque tenga las respuestas a los horrendos problemas que hay en la iglesia o en el mundo. Sino porque siento que el Señor quiere animar al pueblo de Dios a avanzar hacia una meseta más alta de la que estamos ahora. En general los ministerios en la iglesia no sentimos urgencia por subir más alto. Debemos subir más alto. Debemos venir a Aquel que es la Fuente y la Cabeza de todos los recursos de todos los dones y del ministerio. Él pone a todos estos ministerios en la Iglesia para motivarnos a subir más alto... donde el apóstol, el profeta y evangelista, el pastor y el maestro­­­han servido a su propósito y el pueblo de Dios ha llegado a la plena estatura de Cristo. El ministerio está en la iglesia hasta que hayamos alcanzado eso... y para animarnos a llegar a eso. Entonces, como Moisés y Elías en el Monte­­­ deben ser escondidos en la nube, hasta que todo lo que veamos... todo lo que escuchemos... sea a Jesús solamente. Un verdadero profeta... un verdadero ministerio de cualquier clase... debe menguar para que Él pueda crecer.

Pensamos del consejo, como un asesoramiento, algo a lo que dar vueltas en nuestras mentes y que tenemos que considerar, pero no en algo que vincule de ninguna manera. Si el consejero trae un consejo que parece bueno y razonable... podemos proseguir. Pero el consejo del Señor es de hecho una palabra efectiva de Dios, que es acompañada de Poder. Este asunto de la consejería en muchos casos ha sido entregado a manos de profesionales que estudian las filosofías de los hombres para equiparlos para su labor. El Espíritu de Consejo y de Poder se necesita tremendamente en la iglesia. Hemos llegado a estar inundados con situaciones que están tan enredadas y que son tan complicadas, que ni siquiera Salomón con toda su sabiduría podría solucionarlas. ¿Dónde está el poder y la fuerza del Espíritu del

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SEÑOR para hacer efectivo nuestro consejo? Debemos continuar buscando, llamando y hallando la puerta abierta que nos lleve más alto a los ámbitos del Espíritu, donde el Espíritu de Consejo y de Poder descansen sobre el pueblo de Dios. La Iglesia de Cristo tiene como propósito ser la respuesta de Dios a un mundo confuso, perplejo e inquieto. Pero en lugar de ser la respuesta, nosotros mismos nos hemos convertido en parte del problema. Y la razón por la que somos parte del problema es que hemos abandonado la fuente de aguas vivas y cavado cisternas para nosotros mismos—cisternas rotas que no retienen agua (lee Jer. 2:13). En lugar de mirar a la Fuente de toda verdadera sabiduría y consejo, nos volvemos hacia los que están preparados en la escuela de la sabiduría del hombre, para nuestra propia confusión. Sólo la unción puede romper el yugo de las ataduras que yacen pesadamente sobre la iglesia. Sólo el consejo que procede del Corazón de Dios por Su Espíritu, llevará en sí el poder que se necesita para romper las bandas y liberar a los cautivos.

El Proverbio de las uvas agrias

Sé que heredamos mucho de nuestros padres y abuelos. Sé que sus pecados pueden haber pasado inevitablemente hasta nosotros y de nosotros a nuestros hijos.. y a sus hijos. Pero también se que los pecados de cada generación desde Adán hasta el presente, están ahí, en nuestra corriente genética. Y tan cierto como esto es así, Dios quiere que sepamos que todos los pecados que hemos heredado de nuestros padres hasta Adán, fueron puestos en Cristo cuando Él fue a la cruz. Y también debemos saber que Dios cambió ese proverbio que tenían en Israel, para indicar que los hijos sufrirían por los pecados de sus padres. Él lo cambió de una vez y para siempre en la cruz—pero lo cambió en el Antiguo Testamento, mucho antes de que Jesús viniera a la tierra. Es el proverbio de las uvas agrias. Se estaba haciendo popular en Israel y se había enganchado a la agente, como pasa hoy día. Este es el proverbio:

“Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera. ” (Ezequiel 18:2).

Ya sabes como va esto. “Mi padre mentía mucho y mi abuelo era un tramposo. Mi tío abusó de mí en mi niñez y por eso estoy en esta terrible condición.” Si te digo la verdad, sé que esto es cierto con mucha frecuencia, y es angustioso escuchar historias como estas, historias de hijos, padres y madres devastados. Y con frecuencia vienen a la iglesia buscando alguna clase de consejo que los libere. La verdad es esta: hay sanidad, sanidad perfecta para los que han recibido el perdón de Cristo, y los que son renovados en sus mentes y corazones con un espíritu perdonador hacia los demás. Con demasiada frecuencia, sin embargo, el pensamiento de tener a alguien a quien poder culpar es demasiado atractivo para el consejero y para la víctima—y persiguen ese pensamiento, probando la mente de la víctima, buscando un lugar sobre el que poner la culpa. Con frecuencia, el poder de sugestión hace que la víctima crea efectivamente la mentira y la reciba como la verdad. Pero sea cierto o falso... lo que aquí hay es una víctima que necesita ayuda, y solo una palabra de consejo del corazón de Dios puede traer la ayuda que necesita. El verdadero consejo del Señor llevará a esa persona golpeada y herida a Jesús, y animará al perdón como Cristo en Su misericordia les perdonó a ellos. Ciertamente mi intención no es quitar importancia en ninguna medida al buen consejo que el pueblo de Dios pueda estar dando a los que tienen problemas. Porque sé que hay siervos de Dios muy dedicados que están haciendo lo que pueden para ayudar a los que sufren, a los desvalidos, y a los quebrantados. Pero yo soy consciente de que incluso aquellos con sinceridad y misericordia en sus corazones, son frustrados por causa de la falta de efectividad de su consejo. ¿Por qué es esto? Es porque nuestro consejo no es en poder ni trae el Temor del Señor. Es porque aún no estamos permaneciendo en el

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Espíritu de Consejo, y en el Espíritu de Poder. Este es el Espíritu que había en Jesús, y Dios ha provisto este mismo Espíritu para Su pueblo.

Dios dijo a Ezequiel que quería a un pueblo que supiera que Él es un juez justo y que “el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” Y Él dijo al pueblo que no quería que siguieran usando el proverbio de las uvas agrias. (Ezequiel 18:3,20).

Consejo con Poder

El consejo en el Espíritu es poderoso en su operación. Si es del Señor, no es meramente buen consejo—el poder de Dios está detrás de ello para hacerlo efectivo. El perdón que podemos recibir del Señor debería hacernos fácil perdonar a los demás—si recordamos el terror de la ira de Dios que estaba sobre nosotros antes de conocerle. Y no sólo eso—sino que el perdón que extendimos a otros trae sanidad a nosotros mismos así como a quién nos ha dañado. Recuerdo el testimonio de un amigo que una vez trabajó para un granjero. Fue antes de que conociera al Señor. Y un día Nap se enfadó y maldijo y juró al hombre, y se alejó. En breve fue salvo y con el tiempo entendió por su conciencia que le debía al hombre una disculpa. Pero el hombre que había maldecido era un hombre viejo y duro, e intentó echar a un lado el pensamiento de ir y disculparse a este hombre en su mente. Además de que Nap le tuviera mucho miedo. Así, oró: “Señor, si quieres que me disculpe, permite que vaya a mi caballo y le ponga la brida”. Normalmente su caballo huía cuando venía a su amo venir hacia él con una brida en la mano. Nunca lograba llegar a su caballo sin un cubo de avena. “Puedo decirte”, me dijo, “no llevaba avena en la mano ese día”. Pero Nap tomó la brida, se acercó al caballo y partió a su misión”. Halló al hombre y se disculpó desde el corazón. Este duro y viejo hombre se quebrantó inmediatamente.. y lloraron juntos—por el gozo de perdonar y de ser perdonados.

¡Consejo y Poder! Armonizan y obran juntos cuando dejamos que el Espíritu del SEÑOR abunde en nosotros. Jesús anduvo en esta dimensión del Espíritu. Y sufrió y murió para que en Su resurrección y en Su ascensión, Su pueblo pudiera andar en este glorioso Espíritu de Consejo y de Poder. Dios va a tener esta clase de consejo en la casa de Dios y Dios está preparando a tal pueblo, incluso en tiempos de devastación y de sufrimiento. Cuando las personas son perseguidas y abusadas, el pueblo de Dios tendrá la unción para venir a ellos con el verdadero mensaje del Evangelio y con el Espíritu de Consejo y de Poder. Entonces, los que sean perseguidos por el opresor y aprendan como vencer por la sangre del Cordero, serán transformados en vasos de honra para liberar a otros cautivos. No importa por lo que haya pasado la gente.... hombres y mujeres, niños y niñas, que hayan conocido verdadero dolor en el corazón, devastación y toda clase de abusos... por la predicación de la verdad en el poder del Espíritu, serán libres y sus almas “escaparan como ave de la trampa del cazador”. El perdón que hayan recibido de Su Redentor los habrá equipado con el poder y la fuerza para derramar el aceite de alegría sobre los demás que todavía estén atrapados en la falta de perdón...y que aún estén bebiendo las aguas amargas de Mara, en lugar de encontrar el Árbol que hará dulces las aguas.

Creo que ahora mismo hay muchos en la iglesia que aman al Señor sinceramente pero que se sienten flojos y débiles, y que no disponen de esa honra especial de Dios que necesitan para ser miembros efectivos del cuerpo. Estos han de ser animados por el ministerio y nutridos con verdad y con gracia... para que juntos puedan crecer a la estatura de Cristo... porque en la plenitud de Cristo, el cuerpo al completo emerge junto en un nivel. Hablo de un cuerpo que es templado junto, no por medio de seminarios de discipulado—sino por la santa unción de Dios, haciendo que los así

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llamados miembros débiles se hagan poderosos en el Señor. Cuando esto suceda, el apóstol Pablo nos dice que los cismas desenfrenados en el cuerpo de Cristo serán sanados, porque cada miembro es llenado de poder para extender el cuidado necesitado y la provisión del uno al otro. (lee 1ª Cor. 12:24­25).

El consejo de Dios es acompañado de poder porque el que da el consejo permanece en Cristo y habla palabras del corazón de Dios. Esa palabra no volverá a Dios vacía... porque incluso si es rechazada, el que reciba el consejo responderá a Dios por su desobediencia, si es que de hecho la palabra que ha salido era del Señor. Pero que Dios conceda misericordia a los que sienten, por causa de la virtud de su oficio, que tienen la autoridad de Cristo para traer disciplina y corrección como lo consideren conveniente, si se mueven o no en la mente del Señor. He visto mucha crueldad en esta área. Si en tu andadura con el Señor sabes que estás completamente sometido a Su voluntad y Le has pedido que venga y pruebe las riendas de tu corazón... te animo a que simplemente entregues todo al Señor, asegurándote de que no hay ninguna amargura por ello. El oficio de un hombre en el ministerio no te obliga a recibir su consejo... si en tu amor y devoción por Dios no puedes recibirlo como del Señor. Pero con la misma medida, si tiene un ministerio válido, puede tener poder para ejercer juicios que no son la voluntad de Dios. Y por esta razón advierto al pueblo de Dios a buscar a Dios para obtener liberación de la ofensa, no sea que el enemigo gane terreno.

Recuerdo una historia sobre William Branham, un profeta del último siglo. En una ocasión, en una congregación grande, había uno o dos en la congregación que estaban causando algún tipo de problema. Al buscar al Señor tranquilamente en cuánto a como tratar con ello, el Ángel del Señor dijo: “Habla la palabra y estaré detrás, apoyándola”. Supo en ese momento que tenía autoridad para pronunciar cualquier juicio que fuera necesario, y que sucedería conforme a ese juicio. Pero buscó al Señor en ese asunto... y repentinamente supo lo que había de decir. Así, se volvió a las personas que estaban causando problemas y dijo algo así: “El Ángel del Señor me dijo que estaría detrás de la Palabra que voy a pronunciar. Pero al inquirir sobre esto al Señor, creo que he de decir esto: Os perdono.” Mencionó la tremenda bendición que vino sobre él esa tarde cuando se fue a casa y como sintió el placer de Dios en la decisión que había tomado. En el único encuentro que yo pude tener con este profeta, dijo algo así: “No importa lo que yo te diga, o lo que te pudiera decir cualquier profeta—has de andar por lo que el Señor te muestre...porque incluso un profeta de Dios puede estar equivocado... ya sabes que Eliseo hizo mal cuando maldijo a aquellos niños, y el oso vino y los devoró... no debería haber hecho eso.” Yo necesitaba escuchar eso de alguien a quien yo consideraba el mayor profeta del último siglo—porque con frecuencia se asume que un profeta que tenga un poderoso manto profético sobre él... es infalible, o casi.

Dios vindicará a Sus escogidos a Su manera. Porque su parte ha de ser permanecer en la unción para estar en lo correcto. Moisés se equivocó cuando golpeó la roca dos veces en lugar de hablar a ella como el Señor le había dicho. Sufrió por su error, pero Dios no se lo tuvo en cuenta, porque Dios sabía que era en realidad el pecado del pueblo lo que hizo que Moisés tropezará. (lee Salmos 106:32).

Urim y Tumim

“Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová.” (Éxodo 28:30).

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Con estas gemas escondidas en el pectoral, Dios ha provisto una fuente infalible de sabiduría y de entendimiento para el sumo sacerdote en Israel. Las llamo gemas— porque en su función, fueron gemas de sabiduría del corazón y la mente de Dios para Su pueblo. No sabemos lo que fueron ni la apariencia que tenían—por lo que no hemos de gastar tiempo especulando o haciendo conjeturas. Pero en asuntos pertenecientes a Israel que requerían sabiduría o consejo de Dios—respecto a situaciones en las que no tenían la Palabra establecida—Dios podía dar dirección clara a Su pueblo por medio de esta función sacerdotal. Con el curso del tiempo, el Urim y el Tumim desaparecieron; pero ya no se necesitaban más, puesto que Dios comenzó a levantar profetas que tenían Urim y Tumim en sus corazones, capacitándoles para darles dirección clara a Su pueblo.

Ya mencionamos antes el Espíritu de la profecía, que Dios restaurará a Su iglesia. A pesar del sonido incierto que procede de la iglesia en esta hora—necesitamos estar seguros de que Dios es fiel, y una vez más habrá un testimonio claro del Cielo, y todos los hombres sabrán—Esto es lo que Dios está diciendo. Él cabalga sobre los cielos sobre un caballo blanco, y es llamado La Palabra de Dios. También es llamado el Fiel y el Verdadero. Y tendrá un ejército siguiéndole.. que como Él, será fiel y verdadero porque siguen al Cordero, dondequiera que Él vaya (Apoc. 19:11­16). (Para más información sobre el Urim y el Tumim, lee nuestro escrito Coronado con Aceite, Capítulo 6).

El Testimonio Colectivo

Ya hemos hablado del Testimonio de Jesús... ese testimonio colectivo de la Luz que resplandece de Su pueblo que camina en el Espíritu. Este testimonio fue claro y poderoso en Jesús... y Dios debe tenerlo así en Su pueblo. Recuerdo haber leído algunos de los diarios de George Fox, y sobre la Luz poderosa que una vez resplandeció sobre el pueblo en aquellos días. Pero como George Fox enfatizaba que la Luz era para todos los hombres y quiso traer a otros a esa Luz, el movimiento que surgió de su ministerio se convirtió en un Testimonio colectivo. No le idolatraron, pero enfatizaron lo que su líder enfatizaba: cada hombre que viene a la Luz debe andar en esa misma Luz, y debe haber una hermandad igual. Y porque fue una Luz lo que penetró en una iglesia que estaba grandemente cubierta de tinieblas—hubo mucha persecución de parte de la iglesia establecida. Él y sus amigos pasaron por eso juntos como hermanos. Y como hermanos compartieron juntos la persecución. Pecadores arrepentidos así como líderes de iglesia antagónicos, temblarían y sería sacudidos literalmente al estar él delante de ellos. Era el temor de Dios lo que hacía que la palabra de Dios saliera en poder y autoridad. Yo solía preguntarme por qué dice respecto de “los dos testigos” que “habían atormentado a los moradores de la tierra” (Apoc. 11:10), pero comprendí cuando leí en los diarios de Fox este registro de lo que sucedió en la casa correccional en Derby (Inglaterra):

“El guardián de la prisión, siendo un alto profesor, estaba sumamente airado en contra de mí, y habló malvadamente de mí; pero agradó al Señor un día golpearle, de forma que tuvo muchos problemas y cayó bajo un gran terror de mente. Y mientras yo caminaba por mi cuarto, escuché un ruido triste, y permaneciendo en silencio, escuché decirle a su esposa, ‘Esposa, he visto el día del juicio y vi a George allí, y tuve miedo de él porque le había causado tanto mal y porque había hablado tan mal de él a los ministros y a los profesores, y a los jueces y en las tabernas y en los bares.’

“Después de esto, hacia la tarde, vino a mi cuarto y me dijo, ‘He sido como un león en contra de ti, pero ahora vengo como un cordero y como el carcelero que vino a Pablo y a Silas temblando.’ Y deseó quedarse conmigo. Le dijo que estaba bajo su poder, que hiciera lo que quisiera; pero dijo, ‘No”, que no quería que me fuera, que deseaba estar

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conmigo siempre, pero no como prisionero. Dijo que había sido atormentado, él y su casa, por mi causa. Así, acepté que se quedara conmigo...

“Cuando llego la mañana, se levantó, fue a los magistrados, y les dijo que él y su casa habían sido atormentados por mi causa. Uno de los magistrados contestó (tal y como me lo contó a mí) que esos tormentos también les acosaban a ellos, por tenerme preso...”

Creo que los dos testigos representan el testimonio colectivo de Jesucristo, cuyo claro testimonio resplandecerá por toda la tierra. Su esfera de ministerio es “Sodoma y Egipto” (donde también nuestro Señor fue crucificado): no la Sodoma en la que vivió Lot, ni el Egipto que hizo esclavos a los israelitas. Pero esas ciudades hablan del sistema mundial que crucificó a Jesús—Sodoma, que era influyente y rica, con todas las facilidades y llena de corrupción moral. Y Egipto, representando la oposición desde fuera, como sucedió con los hijos de Israel en los días de su cautiverio (lee Apoc. 11:3­ 11).

El testimonio de Jesús en Gadara

El testimonio de Jesús fue el claro consejo de Dios que Jesús trajo al mundo—la palabra que Él habló y la Palabra que Él fue. Pero fue la Luz de Dios—lo que trajo temor y confrontación. Cuando Jesús llegó a las costas de Gadara—no se puso a preparar una reunión. Un hombre poseído por un demonio vino corriendo hasta él, salió de los sepulcros donde tenía su hogar y dijo a Jesús: “No me atormentes”. ¿Jesús?¿Un atormentador? Esa es la visión que tienen en los ámbitos de la oscuridad satánica, porque esa es la clase de tormento que sienten cuando el Príncipe de la Luz y de la Vida comienza a invadir su territorio. Sin embargo, el hombre de Gadara vino a la Luz, porque la Luz siempre es más poderosa que la oscuridad. Dios atrajo al hombre hacia Sí a pesar del poder de la Legión de demonios que abundaba en él. Y así es como sucedió en la iglesia de Filadelfia. Una iglesia que caminaba en la Luz, y Jesús les dice que hará que la gente salga de las Sinagogas de Satanás y vengan a ellos, y adoren a sus pies. La iglesia no estaba intentando abrir las puertas de las sinagogas, sino que la Luz que brillaba los llevaba a la puerta abierta de la salvación, y cerraba la puerta a los espíritus del mal. Me temo que estamos malgastando mucho tiempo intentado echar abajo los muros de las Sinagogas de Satanás, en lugar de buscar a Dios para que vuelva el Testimonio de Jesús—el Arca Santa de Su presencia, la Luz de los Siete Espíritus que resplandecían desde los Siete Ojos del Cordero.

¿Cuál fue el resultado de esta misión en Gadara? ¿Piensas que Jesús se decepcionó un poquito con los resultados? ¿Un solo hombre encontrando la salvación? ¡Cómo desea Dios ir por delante de nosotros y preparar nuestro camino! Él hará eso si nos estamos moviendo en Su Espíritu. Jesús habló... y los demonios se aterrorizaron. No había gritos ni chillidos intentando conseguir que ‘salieran’. La legión de demonios estaba aterrorizada, pensando que había llegado el momento de ser echados al abismo, y preguntaron si podían ir al hato de cerdos. Jesús se lo permitió, y el hato completo se despeñó por la colina y cayó al lago. El hombre fue liberado de sus cadenas y la gente le vio sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal.

Entonces, ¿qué? ¿Se le acercaron las multitudes esperando que se quedara por allí y que tuviera una gran reunión de liberación? No, ni mucho menos. “Tuvieron miedo”. Al extenderse las noticias, las multitudes ciertamente se reunieron—pero “le rogaron que se apartara de ellos, porque fueron tomados por un gran temor”. Jesús se volvió a la barca y le dio una palabra de consejo buena al hombre que había sido sanado. Había

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de ir y contar a sus amigos y amados “las grandes cosas que el Señor había hecho con él”. (lee Lucas 8:26­39).

¿Cómo va a tratar este cuerpo de personas colectivo, lleno de poder y de unción, con ese deseo inherente en los corazones de los hombres de idolatrar al hombre de Dios, lleno de fuerza y poder? Aquí está la respuesta. El Testimonio de Jesús no va a hacer a nadie popular. No fluye con los sistemas del hombre. Cuando comiencen a suceder milagros que hagan que los cerdos de nuestros recursos se ahoguen en el mar, esos cerdos que mantienen viva y sana a nuestra economía—este hombre de Dios no será popular. No importa cuan grandes sean sus milagros, no será honrado ni respetado si es asociado con este poderoso y claro Testimonio de Jesús. Dirán al hombre: “¿Podrías marcharte de aquí lo antes posible?”

O como en Éfeso, trataran de echarlo. Cuando los hombres de negocio y los artesanos de Éfeso descubrieron repentinamente por qué razón ya no había un mercado muy fuerte para los templecillos de plata de Diana—habían investigado hasta llegar a unos pocos que habían apartado los corazones de los Efesios de sus ídolos, para llevarlos al Señor Jesús, quien les había redimido. Repentinamente hubo un tumulto levantado por los capitalistas y por los artesanos. Estaban unidos en esto: “Estaban llenos de ira y clamaban diciendo, ‘¡Grande es Diana de los Efesios!’” (Hechos 19:28). Diana era una deidad romana y Artemis su contrapartida griega—supuestamente la deidad de la fertilidad, de la caza, de los animales salvajes y de la naturaleza. Éfeso se convirtió en una gran ciudad de comercio, muy próspera—y en el centro de la adoración de Artemis. ¿Puedes imaginarte a la gente idolatrando a un obrador de milagros cuando el Evangelio de Cristo salga en tal poder que la gente deje de comprar toda la basura diabólica que está siendo escupida de las bocas de hombres, de libros y de revistas, de la web, del mundo musical, del mundo de la moda, del mundo de los deportes y del entretenimiento? Muchos cristianos imaginan que es por tener democracia que tenemos libertad para adorar a Dios y libertad para enviar el Evangelio. Preparemos nuestros corazones ahora para el día en que el Evangelio salga con una Luz tan brillante—que las bestias salvajes en Éfeso vuelvan de nuevo a levantarse y a perseguir a los que aman la Verdad que está en Cristo Jesús.

3. El Espíritu de Conocimiento y del Temor del Señor

De nuevo, estas son ramas inseparables de verdad, en nuestra andadura con el Señor. El conocimiento sin el temor del Señor es mortal... como lo fue cuando Adán y Eva comieron del “árbol del conocimiento del bien y del mal”. Renunciaron a la comunión con Su Creador, cuando perdieron el temor del Señor. El miedo que tenían después de haber pecado no era el temor que permanece en el que ama a Dios y camina en comunión con Él, sino el miedo que nace de la desobediencia, que hace que uno se esconda de su Creador. Que nuestra búsqueda pueda confinarse a una sola cosa: que podamos “crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (2ª Ped. 3:18). Porque Él es ese Árbol de la Vida y el fruto que comemos de ese árbol hará que “discernamos el bien y el mal”—siendo el propósito de Dios que podamos tener gracia y conocimiento para buscar lo bueno, y rehusar lo malo. En nuestro comer de la palabra... que siempre busquemos el fruto del Árbol de la Vida. Sólo entonces recibiremos el conocimiento puro del Señor que nos nutrirá en la palabra y nos capacitará para andar en la vida y en la santidad, y a crecer hasta la plena estatura de Cristo. No necesitamos comer más del Árbol del conocimiento del bien y del mal. Porque cuando comemos del Árbol de la Vida... nuestros sentidos son ejercitados para discernir el bien y el mal (Heb. 5:14). Porque la Luz siempre expondrá las tinieblas, la Verdad siempre expondrá lo falso y el Amor expondrá el odio.

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Honramos las Escrituras en extremo; pero nuestro conocimiento de las Escrituras dista mucho de ser adecuado si no somos constreñidos por el temor de Dios al leerlas. En los días de Josías, después de muchos años en los que el templo de Dios había sido descuidado, Dios había puesto en el corazón de Dios restaurar la Casa de Dios y limpiarla. En el curso de la reparación de la Casa, descubrieron el Libro de la Ley. Safán el escriba fue al rey y le leyó: “Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos” (2ª Reyes 22:11). Si la Palabra de Dios no nos produce un temor santo, debe ser porque no estamos escuchando lo que Él está diciendo. Si es sólo conocimiento, envanecerá en lugar de edificar. Hasta que no zanjemos el asunto de “presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”, no descubriremos la dirección espiritual que profesamos estar buscando. Y la oportunidad de oro que resplandece ante nosotros, podrá ser muy bien una de esas puertas abiertas que Dios permitió en Su sabiduría, para probar las riendas y el corazón—en lugar de la puerta a Su perfecta voluntad. Si no estamos seguros, ¿Por qué no le pedimos con toda sinceridad al Señor que cierre esa puerta si no es Su voluntad, y por qué no Le damos tiempo para que lo haga? ¡Qué pérdida habría si hubiéramos de descubrir nuestro lugar en la vida que nos diera una cierta gratificación y sentido de plenitud—para descubrir al final del viaje que no cumplimos el destino que Dios deseó para nuestras vidas! El verdadero conocimiento del Señor será acompañado de un temor santo de Dios—que nos hará desear sólo Su voluntad y Su placer en todos nuestros caminos.

“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Efe. 1:17­20). Buscamos descubrir nuestro llamamiento en la vida. Y sentimos que si podemos hacer eso, encontraremos la satisfacción que estamos buscando. Pero la revelación en el conocimiento de Él tiene el propósito de alumbrar nuestros ojos para que podamos ver la esperanza de Su llamamiento en nosotros y la gloria de Su herencia en nosotros, y la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros, que creemos.

Si Él nos da gracia para descubrir este alumbramiento en los ojos de nuestro entendimiento, entonces estaremos preparados para dejar nuestro llamamiento a un lado y confiar que Él nos guíe como Él quiera escoger, porque es Su llamamiento en nosotros lo que Él quiere que descubramos. Y Él quiere que sepamos que Su herencia en nosotros es mucho más preciosa que cualquier herencia que nosotros pudiéramos adquirir en este mundo, o en cualquier don o ministerio que Él pueda darnos. Porque a los que se encuentran en servicio sacerdotal, Él les dice, Yo soy tu heredad. ¿Y poder? Cuando descubrimos que Él quiere que participemos del poder que levantó a Jesús entre los muertos—entonces podemos entregarnos a nosotros mismos y a nuestros planes a los fuegos de la ofrenda quemada. Sólo entonces Él se agrada de venir en “el poder de Su resurrección”.

El apóstol nos dice que necesitamos revelación del Espíritu para ver esto. Pablo conocía las Escrituras concienzudamente—tanto en Hebreo como en Griego—pero no sabía nada de la esperanza de Su llamamiento hasta que Dios resplandeció sobre Él en una Luz que era más brillante que el sol del medio día. Pablo recibió su evangelio por la revelación (apokalupsis) de Jesucristo, como Juan en Patmos. Su evangelio estaba en las escrituras pero las escrituras demandan de la revelación de Jesucristo antes de que podamos verla.

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La clase de conocimiento aún más excelente

Es una clase de conocimiento referida a una nueva creación, que requiere una operación interna de Dios en nuestras mentes, al revestirnos “del nuevo hombre, renovado en el conocimiento conforme a la imagen del que lo creó.” (Col. 3.10).

Cuando aumenta nuestro amor por Dios y por su familia... Dios se agrada de incrementar nuestro conocimiento y nuestra percepción de la verdad. Los dones poderosos y las ministraciones sin el fruto del Espíritu pueden ser destructivos en las vidas de aquellos que los tienen. Lucifer es un solemne ejemplo—agraciado con luz y esplendor, pero comenzó a admirar su belleza y su excelencia, en lugar de fijar sus ojos en Aquel que le dio toda esa gloria. Y de este modo el apóstol ora, “que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor.” (Fil.1:9­10). Este es un conocimiento puro que procede de un amor abundante. El verdadero conocimiento y discernimiento nacerán del Amor... El Amor en sus muchas facetas de fe, verdad, justicia, perseverancia, paciencia, amabilidad, misericordia, longanimidad. Cuando Le amamos, comenzaremos a amar como Él ama.. y a temerle tanto que aborrecemos lo que Él aborrece. Como nuestro Maestro, “amaremos la justicia y aborreceremos la iniquidad”. Esto está mucho más allá de los dones.... porque un don puede muy fácilmente ser deslustrado con la mugre de pensamientos y caminos carnales. Sus dones para nosotros son como rayos de Luz que necesitamos, hasta que lleguemos a la Fuente de la Luz, que es Cristo mismo. Y así, somos amonestados, “Seguid el amor, y desead los dones espirituales.” (1ª Cor. 14:1).

“Para que aprobéis lo mejor...” el conocimiento y el discernimiento nacidos en nuestro amor por Dios nos harán seguir cosas excelentes. No hay más necesidad de que comamos del árbol del conocimiento del bien y del mal porque hemos hallado todo lo bueno en el Árbol de la Vida.... y entonces vemos todo lo demás como malo. Con la justicia, conocemos el mal y lo rechazamos. La misericordia fluirá en contra de la crueldad y del odio. No tratamos de exponer la oscuridad estudiando esas sombras de las tinieblas. Pero la Luz si expondrá a la oscuridad. Puesto que “todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.” (Efe. 5:13).

Esto es lo que el Señor quiere decirnos cuando nos amonesta a “juzgar con juicio justo” (Juan 7:24). Es una calidad de juicio y de discernimiento que procede de una unión permanente con Él. Cuando buscamos intensamente el juicio justo en situaciones en las que nos encontremos, y no estemos seguros de cómo responder, recordémonos a nosotros mismos que debemos permanecer en el yugo de Jesús y andar en la Luz de Jesús. Porque en Él están escondidos “todas las riquezas de la sabiduría y del entendimiento.” (Col. 2:3).

Capítulo 7 – Un Reino de Justicia

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Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock

CAPÍTULO 7 – UN REINO DE JUSTICIA

Sé que el Reino de Dios está cerca. Pero también sé que el Reino vino cuando Juan lo proclamó y que el Señor Jesús siguió proclamándolo y manifestándolo en la tierra mientras estuvo aquí. Y que cuando se levantó de nuevo y ascendió a los cielos, fue entronado con todo el poder y la gloria del Reino de Dios—que es realmente un ministerio sacerdotal, anulando para siempre todos los sacrificios y ofrendas previas, así como las actividades sacerdotales del orden de Leví. Porque está muy claro en el libro de Hebreos, que podemos llamar el libro de las cosas mejores, que nuestro Señor está ahora sobre el trono que fue prometido a David, “un Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec”: Reinará sobre Su trono hasta que haya sometido a todos Sus enemigos bajo Sus pies. Este Reino fue plantado en la tierra cuando la Simiente fue fiel en caer a la tierra y morir—y ha estado floreciendo desde entonces—apareciendo primero como el tallo, después como la espiga con grano, y después en forma de fruto, la espiga llena de grano. El Reino no vino con observación, tal y como nos lo dijo nuestro Señor. Sé que parece absurdo a la gente, incluidos muchos cristianos, que el Reino de Dios crezca en la tierra ahora. Pero todavía ha de llegar a la madurez en una cosecha de muchos granos de trigo como la Simiente que fue plantada. Porque esta es la Ley de la Semilla—ha de producir fruto conforme a su naturaleza. Con nuestros ojos naturales vemos corrupción abundando por todas partes, en la iglesia y en el mundo—y dejamos de comprender que Dios ha tolerado todos estos abrojos y malas hierbas nocivas, que crecen junto con el grano puro, hasta el tiempo de la cosecha. Entonces Él tratará con lo falso y con lo corrupto y lo impuro—y seguirá purgando a la iglesia y a la tierra hasta que prevalezca la justicia en la tierra y en los cielos. Porque hasta los cielos están contaminados con huestes de maldad, principados y potestades—y Dios tendrá una iglesia que prevalecerá contra ellos.

El renuevo de Cristo

Hemos estado hablando sobre el Renuevo que vio Isaías... el renuevo de Cristo, en unión con sus muchos otros hijos. De Él dice:

“Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres” (Is. 11:3,4).

Nos inclinamos a decir, “¿Por medio de qué otra cosa puedo guiarme?”. Esto es suficiente evidencia en los tribunales de los hombres: “¡Vi como sucedía!”, “¡Le oí decirlo!” Pero esto no es suficiente para el pueblo de Dios en la iglesia... porque estamos involucrados en una batalla espiritual, y debemos ver y discernir con facultades que están más allá de lo natural. Debemos ver y entender por los Siete Espíritus de Dios. Nuestras mentes deben ser renovadas por el Espíritu de Jesús, al permanecer en Él y Él en nosotros. Sólo entonces podemos juzgar justamente y convertirnos en el Testimonio de Jesús en la tierra que Dios desea.

Jesús fue invitado a cenar al hogar de Simón. Sin duda, este fariseo había escuchado a Jesús hablar y había visto Sus milagros y estaba impresionado. Pero mientras cenaban, vino una mujer... evidentemente buscando a Jesús. Vino a Él y cayó a Sus pies, lavando Sus pies con sus lágrimas y enjugándolos con su cabello. Simón miró y pensó para sí: “Ahora podré decidir si este hombre es o no un profeta, porque conozco

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a esta mujer y sé que es pecadora...” De este modo esperó a ver si Jesús probaría su condición de profeta condenando a la pecadora que se sentaba a Sus pies. Pero en lugar de eso, el Profeta discernió el corazón acusador de Simon, así como el corazón contrito y humillado de la mujer que estaba a Sus pies. Simón estaba pensando esos pensamientos... no los estaba proclamando en voz alta. Pero Jesús escuchó lo que estaba pensando y “respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte.” (Luc. 7:40).

Él no va a juzgar conforme a la vista de Sus ojos. ¡Cómo necesitamos ese Espíritu de Sabiduría y entendimiento, el Espíritu de Consejo y Poder, el Espíritu del Conocimiento y del Temor del Señor, si es que vamos a juzgar con juicio justo como Jesús quiso! Y por eso Él esta hoy entronado en los cielos—para que el mismo Espíritu que estaba en Él pudiera ser derramado sobre Su iglesia...para que pudiera haber una continuación de Su ministerio ungido aquí en la tierra.

Los Apóstoles juzgaron con Luz interior

No nos es difícil reconocer que Jesús anduvo con esta Luz interior permaneciendo siempre en Su corazón y en Su mente. Pero se considera no sujeto a las Escrituras enseñar que Dios quiere que Su pueblo camine en esa misma Luz, que podamos ser como Él es en ese mundo (lee 1ª Juan 4:17) ¿De qué otra forma podría Él ser glorificado, a menos que sea por la misma gloria que estaba en Jesús, pero ahora descansando sobre Su pueblo? “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.” Estemos seguros de esto: nuestro Señor Jesús quiere compartir Su gloria con Su pueblo—porque es esto y nada menos que esto lo que hará que el mundo sepa que “Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:22,23).

La iglesia primitiva anduvo y brilló en el mundo a su alrededor con esta Luz interna. No eran nada en ellos mismos. Pero Pedro pudo decir, “En el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Esteban brilló con esa Luz... y vieron su rostro como el rostro de un ángel. Mientras los falsos líderes apedreaban hasta la muerte a Esteban, los cielos fueron abiertos: y esas Siete Lámparas de Fuego delante del trono resplandecieron sobre él con la Luz del Cordero de Dios. Saulo de Tarso vio a este mártir caer a los pies de los que le estaban matando, mientras agarraba sus ropas— indicando que él mismo estaba consintiendo. Despiadadamente, este celoso Fariseo avanzó en su causa, que no era otra que la de barrer a la iglesia de la faz de la tierra. Después, un día esa misma Luz que resplandeció desde el rostro de Esteban, estalló sobre este hombre enfurecido y le golpeó hasta la tierra. Él vio la Luz que es más brillante que el sol del mediodía, y sus ojos fueron cegados. Pero esa Luz penetró profundamente en su corazón y en su alma... y le dio una visión interior, y nació de nuevo por la misma Luz que le había cegado antes. Eventualmente la Luz que llevaba produjo un poderoso impacto sobre las naciones que se sentaban en la oscuridad. No vamos a producir ningún impacto sobre las naciones que se sientan en la oscuridad hablándoles de la Luz que visitó el planeta Tierra y que ahora está en el Cielo. Debemos ver la Luz por nosotros mismos y caminar en esa Luz, si es que vamos a barrer la oscuridad y a inundar al mundo en que vivimos.

El Cordero conquista a la Bestia

“Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la

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caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar. “(Isaías 11:5­9)

Debemos ser cambiados... nuestras mentes han de ser renovadas en el Espíritu. Judas dijo: “Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.” (Judas 10). A menos que el hombre sea alumbrado por el Espíritu de Dios, éste proseguirá resistiendo a la Luz de Dios y se perderá en su propia corrupción. Pablo da un detallado registro de esta naturaleza de bestia que existe en los corazones de los hombres. (lee Rom. 3:10­ 18). “Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios.” (v. 13). No hay nada más venenoso que un sistema religioso que haya caído en oscuridad, y el así llamado Cristianismo, no es una excepción. Uno a penas puede imaginar las atrocidades que se han consumado en nombre de Dios por líderes de la iglesia apóstata—mientras pensaban estar haciendo un servicio a Dios. Si esa es la forma de promocionar su religión, antes preferiría morir en sus manos que unirme a ellos. ¿Unirme a una guarida de víboras sólo para salvar mi vida? No me sorprende que hayan habido tantos mártires en la historia de la iglesia—y algunos de éstos vaciaron el veneno de áspides de los labios de sus enemigos diciendo: “Mátame, si así lo deseas, pero no negaré a Mi Señor, sólo para salvar mi vida”: Recuerdo la historia de un joven que clamó a sus padres, temiendo que su padre o su madre le entregaran a sus atormentadores, y suplicaba: “No lo hagáis, madre, padre... No neguéis a vuestro Señor por mi causa... Sed fieles a Jesús... No podría soportar vivir con el pensamiento de que mi padre y mi madre salvaran sus vidas traicionando a Cristo.”

Este Cordero sangriento también tiene Siete Cuernos... y con estos siete cuernos conquistará a todas las poderosas bestias y aves voraces que caminan por la tierra, o vuelan en los cielos. Cuando el Cordero resplandezca desde un pueblo en la tierra que Le siga—entonces comenzarán a someter el odio, la ira y la malicia de bestias feroces que han venido para matar, diseminar y destruir. Entonces habitará el lobo con el cordero, porque el Cordero habrá conquistado al lobo. ¡Piensa en esto! Un cordero va a domesticar al león... y a todas las otras bestias salvajes que abundan en los corazones de los hombres. Pero no olvidemos nunca su forma de vencer: es por la sangre del Cordero, y por la palabra de Su testimonio y porque despreciaron sus vidas hasta la muerte.

“Y el leopardo yacerá con el niño”. El Cordero domesticará al leopardo, y quitará sus feas garras. Esos hombres malignos que rasgarían los corazones de los corderos para comérselos, son sometidos y conquistados por el amor y la misericordia de Jesús... y se harán tan dóciles y tiernos como cabritos u ovejas.

“El becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.” Cuando el Ángel dijo a Juan que el León de Judá había vencido y había recibido autoridad para abrir el libro de los terribles juicios de Dios en la tierra... miró y vio “a un Cordero como inmolado”. A lo largo de todo el libro de Apocalipsis, en 28 ocasiones Él es visto como el Cordero. Debemos enfatizar que nuestra victoria sobre bestias feroces... ahí fuera, en la religión, o en el mundo político y social, o en nuestros propios corazones... está en el Cordero de Dios y en aquellos que toman su Cruz y le siguen y desprecian sus vidas hasta la muerte. Saulo de Tarso, el lobo feroz de la tribu de Benjamín, salió a matar y a destruir a aquellos que amaban la Luz. Pero Él fue cegado por esa Luz en el camino de Damasco, por la misma Luz que resplandeció sobre el rostro de Esteban. Dios domesticó a este lobo y le dio el corazón de un cordero, y él mismo se convertiría en un cordero sangriento. Después Dios le envió como a un ardiente ministro del evangelio del amor, de la verdad y de la justicia. Enseñó al pueblo a vencer con el método de Dios, como lo hizo Jesús: vencer al mal

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con el bien, vencer al pecado con la sangre de Jesús y Su justicia, vencer la calumnia y el rechazo con la misericordia, la paciencia y la longanimidad, vencer el odio y la amargura con el perdón y el amor. Está vestido con toda la “armadura de Dios”. “Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.” Pelea contra la bestia dondequiera que vaya, porque la Luz que estaba en Esteban el mártir, ahora está en él. El veneno de áspides ya no está bajo sus labios. Ya no desgarra a la iglesia con las garras de leopardo o las zarpas del león. Pero necesita armadura por protección, al luchar contra hombres como bestias. Necesita andar en la verdad y en la justicia al ser empujado al ruedo para luchar contra “bestias salvajes en Éfeso”. Pero lleva la “espada del Espíritu” en su costado, y sabe que la espada es poderosa en Dios. Algunos judíos de la sinagoga de Satanás fueron tan impresionados con el poder de Pablo, que trataron de copiarlo por sí mismos... para promocionar su propia religión pervertida. Pero les salió el tiro por la culata—las bestias en el hombre poseído se volvieron en contra de los siete hijos de Esceva, y “el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.” Esto produjo un gran temor en la gente, “era magnificado el nombre del Señor Jesús”. Había mucha actividad demoníaca en Éfeso. Pablo se halló a sí mismo contendiendo con bestias salvajes y Dios obraba en poderosas operaciones de Su Espíritu. Los que creían comenzaron a descubrir la fuente de sus actividades demoníacas, viniendo a los discípulos de Jesús y confesando sus prácticas malignas. No se atrevían a vender sus libros a los demás, sabiendo la atadura de la que habían salido... así que calcularon el precio y resultó ser un precio muy alto en su moneda. Después encendieron una hoguera “y los quemaron delante de todos”. (Hechos 19:19).

Rara vez escuchamos de sucesos parecidos a éste hoy día, porque la iglesia en gran parte ha sido normalizada por la infiltración de actividades mundanas y sin sentido. Pero Dios tiene toda provisión para nosotros, para hacernos ser esa gloriosa y resplandeciente iglesia que Él tiene en mente—si nosotros estamos preparados para calcular el precio y quemar nuestros libros y programas a veces demoníacos y sin sentido.

La Creación gime por liberación

La Palabra nos dice que “el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.” Pablo nos dice que la creación fue “sujeta a vanidad”... no por su propia voluntad. Pero cuando el hombre fue puesto a cargo del planeta tierra y perdió su temor de Dios—Dios sujetó al resto de la creación a vanidad. Pero lo hizo en esperanza. Porque se propuso que su creación corrompida se levantara en un nuevo esplendor, “en la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rom. 8:19­21). La creación no sabe por qué gime, ni si hay esperanza alguna. Pero Dios sabe por qué y nos dice por qué: es para que tengamos esperanza de liberación en la revelación de los hijos de Dios... que no es nada menos que el Hijos de Dios mismo siendo revelado, resplandeciendo desde Sus muchos hermanos. Y es por esta revelación que la creación está gimiendo y teniendo dolores de parto. Porque estos hijos resplandecerán con la gloria del Hijo, no con su propia gloria. La gloria de ellos ha de convertirse en cenizas, para que sólo el Hijo pueda ser glorificado en ellos. Deben hacerse débiles y locos a los ojos del mundo y a los suyos propios... para que la sabiduría de la cruz pueda brillar en el Cordero que fue inmolado.

No fue culpa de la creación menor que los animales se volvieran salvajes y fieros, y que la tierra fértil se volviera seca, estéril y asolada—fue la culpa del hombre. Los animales solo destrozan y rasgan a su presa porque el hombre perdió su temor y respeto por Dios, y al hacer eso, su autoridad sobre el mundo animal y la naturaleza, ha sido terriblemente reducida.

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En muchas partes en la Escritura, vemos como la creación menor se volvió estéril y asolada cuando el pueblo de Dios perdió el temor de Dios. En los tiempos de Hageo, cuando el pueblo abandonó el cuidado de la Casa de Dios para dar rienda suelta a su propia búsqueda—Dios les dijo: “Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos.” (Hageo 1:11). Las criaturas vivientes en el aire, los mares y la tierra—están siendo atormentadas con las plagas de la maldición que comenzó cuando el hombre pecó contra Dios. “Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aun los peces del mar morirán.” (Oseas 4:3). Todo esto está sucediendo ahora, y los hombres de la ciencia temen por la supervivencia de los bosques, de los ríos y los lagos, de las aves del cielo y las bestias de la tierra y hasta por su propia existencia sobre este planeta. ¿Y por qué sucede todo esto? “Porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra” (v. 1) Y para agravar la ironía de todo esto—muchos de estos hombres y mujeres que claman, conspiran y empujan sus agendas para salvar el planeta Tierra—con mucha frecuencia “no hay temor de Dios ante sus ojos”.

Es de mucho ánimo saber que cuando haya una vuelta a Dios—Dios será fiel en sanar la tierra que Él mismo asoló—y así, Él da la promesa: “He aquí yo os envío pan, mosto y aceite, y seréis saciados de ellos.” (Joel 2:19).

Y a las bestias dice: “Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos.” (Joel 2:22).

La Creación teme al hombre, cuando el hombre teme a su Creador

Al ser transformados los corazones de los hombres, igualmente son transformados los corazones de las bestias salvajes. Y así son igualmente las respuestas del mundo vegetal que nos rodea. Vemos un toque de esta forma y de vez en cuando—creo que como un anticipo de la gloria del Reino que ha de ser aún revelado, cuando el temor de Dios regrese al pueblo de Dios y Sus hijos comiencen a resplandecer Su gloria en la tierra.

Hace muchos años leí una historia sobre Sadhu Sundar Singh, un hombre de India que ministraba a principios del pasado siglo. Una tarde se hallaba fuera, sentado sobre un tronco, cerca del hogar de una misión en la que se alojaba—y repentinamente, la gente que había dentro vio algo que los sobresaltó. Estaba oscureciendo cuando un leopardo subía por la colina hacia Sadhu, que estaba ahí sentado disfrutando del fresco de la tarde. Vieron al leopardo acercarse a él y a Sadhu extendiendo su mano para acariciar suavemente su pelo. ¿Por qué razón habían de temer las bestias salvajes a un hombre así, que caminaba en el temor de su Creador—y del Creador de esas bestias?

Escuché a William Branham contar una historia semejante. Siendo guardián de un parque, tuvo la ocasión de ir a una cierta zona desértica. Dejó el camión y anduvo una distancia, cuando repentinamente vio a un toro salvaje que le atacaba. Los propietarios lo habían llevado a esa zona desértica porque era un animal valioso— pero era un animal asesino. Echó mano de su pistola...pero la había dejado en el camión. Entonces dijo que sucedió algo muy anormal. Inmediatamente una tremenda ola de amor de Dios por esa pobre criatura vino sobre él—no una palabra profética de poder, sino un brotar del amor de Dios hacia esa bestia ignorante. Se volvió al toro y se disculpó: “Lamento haberte molestado—vete y acuéstate”. Decimos que esta clase

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de episodios son milagrosos... porque son infrecuentes. Pero cuando el hombre se vuelve a Dios de su desobediencia y de su rebelión, recuperará esa autoridad que una vez tuvo sobre el planeta. Nuestro Señor Jesús ya tenía esta clase de poder y de autoridad, y reina como un Cordero vencedor en el trono. Y compartirá Su dominio con Sus muchos hermanos, el día de Su poder.

Es posible que muchos de los que lean estas palabras se pregunten, ¿Cuándo manifestará Dios a Sus hijos de esta forma? Pero la pregunta real no es CUANDO sucederá—sino CÓMO debemos preparar nuestros corazones para que suceda. Qué poco sentido tendría que pudiéramos domesticar a los animales salvajes que se mueven sigilosamente alrededor de nuestra casa—y sin embargo, no tener temor para conquistar a las bestias salvajes en nuestras propias naturalezas, o para someter los corazones de bestia de los hombres que pelean contra el Cordero y Su pueblo. Pero tenemos que saber esto: nuestro Señor Jesús, al caminar sobre el planeta Tierra, fue Señor de toda la creación; sin embargo, estuvo en la voluntad del Padre que asumiera vestiduras de carne y de humillación—para que pudiera vivir y morir en medio de nosotros como un Cordero para el sacrificio. Y sin embargo, en los días de Su mortalidad, toda la gloria del Padre descansó sobre Él. En más de una ocasión este Cordero domesticó a las bestias salvajes en los corazones de los hombres—y ciertamente no habría habido ningún problema en domesticar a los animales salvajes si Dios hubiera tenido algún propósito en ello. Habló al viento, a las olas y al mar, y anduvo sobre el agua, convirtiendo el agua en vino, y multiplicando los panes y los peces, domesticando las mentes indomables de hombres que estaban atados por espíritus demoníacos. En los días de Su mortalidad, fue manifestado como el Hijo de Dios—en humildad, en mansedumbre y en poder.

La Resurrección y la Vida—Reveladas en Mortalidad

¿Por qué habría de ser diferente con otros a los que Él está disciplinando como hijos de Dios, y preparándoles para la gloria? Incluso aquí, en nuestra humanidad, Dios se agrada de manifestar a Sus hijos con poder y autoridad en la tierra—porque Dios es grandemente glorificado en revelar Su poder y Su gloria en vestiduras de mortalidad. La misma Vida de resurrección que levantó a Jesús de los muertos, permanecía con Él en los días de Su humanidad. Él era la Resurrección y la Vida mientras anduvo en la tierra. Tenía poder sobre la muerte, incluso en los días de Su propia mortalidad. Así fue con los apóstoles – antes de que hubieran acabado su Testimonio en tierra, Pablo descubrió que cuánto más sufría en su mortalidad, más participaba de la Vida de Resurrección de Jesús.

“Siempre llevando en el cuerpo las marcas del Señor Jesús, para que la vida de Jesús también pueda ser hecha manifiesta en nuestro cuerpo. Porque nosotros que vivimos, estamos siempre entregados a muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús también pueda ser hecha manifiesta en nuestra carne mortal”.

Ciertamente en este cuerpo gemimos, tal y como dijo el apóstol—y es porque moramos en mortalidad y buscamos una liberación de nuestra mortalidad. Pero mientras esperamos eso, Dios se agrada de manifestar la Vida de Resurrección de Jesús, aquí, en nuestra carne mortal. Por tanto, no deberíamos estar impacientándonos en nuestro espíritu por una salida rápida de nuestro estado de mortalidad. ¿No deseamos participar de la medida completa del sufrimiento de Cristo en este tiempo de nuestra mortalidad—para que en estos sufrimientos podamos conocer la manifestación de la Vida de Jesús en nuestro cuerpo mortal? ¿Es que no nos damos cuenta de que solamente es en esta vida que podemos sufrir con los sufrimientos del Señor Jesús? No estoy hablando de los males del pecado desenfrenados en la familia humana... porque estos son los sufrimientos de la

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transgresión de Adán; y por causa de la obra de la redención, el Último Adán ha provisto sanidad para todos estos males. Y la razón por la que vemos tan poca sanidad divina es por causa de las cisternas rotas que seguimos cavando, en lugar de regresar a la Fuente de la Vida que Jesús dijo que fluiría de aquellos que fueran llenos con el Espíritu. Pero los padecimientos de Jesús son diferentes. Los padecimientos de Jesús son los padecimientos de un verdadero discípulo, que sigue al Cordero dondequiera que Él guíe. Son los padecimientos de aquellos que tienen el Testimonio de Jesús, que despreciaron sus vidas hasta la muerte, al seguir al Cordero. Es solamente en esta vida de nuestra mortalidad que podemos asumir nuestra participación de los padecimientos de Cristo. Que Dios nos de la gracia necesaria para tomar nuestra cruz ahora, porque es en el sufrimiento con Él que también podemos ser glorificados con Él—y no habrá ninguna cruz que llevar en la mañana de resurrección.

Si, buscamos la manifestación completa de Cristo en Su iglesia y la manifestación de los hijos de Dios que debe comenzar en los días de nuestra mortalidad, como fue con Jesús. Después, habiendo participado de nuestra parte del sufrimiento por Cristo y con Cristo—que podamos tener la confianza de decir con los apóstoles y con Jesús: Hemos acabado la obra que Dios nos dio para cumplir en la tierra. Sea poco o sea mucho—es fidelidad lo que Él demanda. Y podemos estar seguros de que Dios juzga según a la calidad, y no según la cantidad. Porque será el fuego de Dios en el Día de Cristo lo que “probará la obra de cada uno, sea de la clase que sea, pero no cuánto sea.” (1ª Cor. 3:13).

Nacidos de nuevo, del Padre de las Luces

Estamos muy agradecidos por toda buena dádiva y todo don perfecto que hemos recibido del Padre... y por las numerosas ministraciones de sabiduría, de conocimiento y verdad, de fe y sanidad—y todos los otros dones que Él nos ha concedido en el cuerpo de Cristo. Pero, ¿nos hemos dado cuenta de que los dones proceden del Padre de las Luces? (Santiago 1:17). Y si el Padre de las Luces es nuestro Padre— entonces nosotros somos los hijos de la Luz. Y Él nos ha dado estos dones maravillosos—para que pudiéramos ser fortalecidos, edificados y alumbrados para caminar por Su camino.

Pero Él no quiere que nos preocupemos tanto con los dones, que dejemos de ver al Padre que los dio. Porque la Luz que resplandece de los dones me dice que Su propósito al dar estos dones es hacernos crecer y madurar hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efe. 4:13­16).

Y así, cuando escuchamos y vemos La Luz que emana de los dones—seguimos esos rayos hacia arriba, más alto, hasta que un día nos encontremos totalmente ocupados con la Fuente de la Luz y con el Dador de los dones—al mirar “la Luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2ª Cor. 4:6). Entonces entendemos por qué Él nos da los dones—para hacer que fijemos nuestros ojos en el Padre de las Luces, y para entender que Él nos ha hecho nacer en la Vida y en la Luz, para quitar de nuestros corazones y mentes todas las sombras del pecado y de la oscuridad.

Pero durante un tiempo Él nos ha dejado en un mundo de oscuridad porque Jesús, la Luz del Mundo, ya no está aquí. Él ahora habita “en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver.” (1ª Tim. 6.16). Él es ahora la Luz y la Gloria del Cielo. Y como Sumo Sacerdote nuestro en el trono, Él está derramando ríos de Luz sobre nosotros, para que podamos brillar, como luminares en el mundo,

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“irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa.” (Fil. 2:15). El Cielo ya está lleno de Luz. Él quiere que caminemos en la Luz aquí, para que los que habitan en la oscuridad aquí, puedan ver la Luz aquí.

El Hijo primogénito es la Vida y la Vida es la Luz de los hombres. Y los otros hijos que está trayendo deben ser conformados a Su imagen, y brillar con la misma Luz que está en Jesús. Él es el primogénito del Padre, y anduvo en Luz pura mientras estuvo aquí en la tierra. Después, habiendo cumplido nuestra redención en la tierra, regresó al Padre—para que desde el trono de la Luz y de la Gloria pudiera engendrar a toda una familia de hijos e hijas en la tierra, a quienes Él llama hijos de la Luz, e hijos del día (1ª Tes. 5:5). Y Él continuará resplandeciendo sobre nosotros con Su gloria... hasta que también nosotros seamos llenos con Su Luz, “no teniendo parte alguna de tinieblas.” (Lucas 11:36).

­­Y hasta que toda la tierra sea “llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”. (Isaias 11:9). &