Las redes de empresas multimedias locales

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1 Resumen: En España, desde la llegada de la democracia, se ha producido un imparable proceso de acumulación de medios de comunicación en manos de unos pocos empresarios al mando de unas pocas compañías. Este ensayo pretende demostrar que las pretendidas diferencias entre medios no son más que el resultado de la necesaria espectacularización de la sociedad, pero que las estructuras de poder y el marco socioeconómico desde el que se informa a los ciudadanos es el mismo para la gran mayoría de los medios que cada día llegan masivamente a los ciudadanos. Introducción: situación de la comunicación de masas en las sociedades modernas Como explica Kruger (2006), en los últimos años ha existido una importante controversia entre las diferentes definiciones acuñadas para explicar las sociedades desarrolladas en las últimas décadas. Al principal debate entre sociedad de la información y sociedad del conocimiento se le añade el término popularizado por Castells (1996), que se refiere a la misma como sociedad red. En todo caso todas las acepciones comparten una idea común: en las sociedades modernas el flujo de información a través de las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación ha revolucionado las propias bases de la organización social, transformando las relaciones políticas, económicas, laborales e incluso personales, y produciendo una mutación en los principales actores e instituciones sociales mediante los que la sociedad se conforma. El nuevo paradigma laboral pasa a ser el “trabajo inmaterial” (Hardt y Negri, 2002, p. 266) postfordista que llega para sustituir al fabril fordista, lo que provoca que sea la construcción de conocimiento a partir de la información Las redes de empresas multimedia locales: quién decide la realidad que vemos a través los medios de comunicación en España. Autor: José Almeida González Asignatura: Principios de la sociedad del conocimiento

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Resumen : En España, desde la llegada de la democracia, se ha producido un

imparable proceso de acumulación de medios de comunicación en manos de

unos pocos empresarios al mando de unas pocas compañías. Este ensayo

pretende demostrar que las pretendidas diferencias entre medios no son más

que el resultado de la necesaria espectacularización de la sociedad, pero que

las estructuras de poder y el marco socioeconómico desde el que se informa a

los ciudadanos es el mismo para la gran mayoría de los medios que cada día

llegan masivamente a los ciudadanos.

Introducción: situación de la comunicación de masas en las sociedades

modernas

Como explica Kruger (2006), en los últimos años ha existido una importante

controversia entre las diferentes definiciones acuñadas para explicar las

sociedades desarrolladas en las últimas décadas. Al principal debate entre

sociedad de la información y sociedad del conocimiento se le añade el término

popularizado por Castells (1996), que se refiere a la misma como sociedad red.

En todo caso todas las acepciones comparten una idea común: en las

sociedades modernas el flujo de información a través de las nuevas

Tecnologías de la Información y Comunicación ha revolucionado las propias

bases de la organización social, transformando las relaciones políticas,

económicas, laborales e incluso personales, y produciendo una mutación en los

principales actores e instituciones sociales mediante los que la sociedad se

conforma. El nuevo paradigma laboral pasa a ser el “trabajo inmaterial” (Hardt y

Negri, 2002, p. 266) postfordista que llega para sustituir al fabril fordista, lo que

provoca que sea la construcción de conocimiento a partir de la información

Las redes de empresas multimedia locales: quién

decide la realidad que vemos a través los medios de

comunicación en España.

Autor: José Almeida González

Asignatura: Principios de la sociedad del conocimiento

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disponible en las nuevas redes de comunicación, el rasgo fundamental de

evolución de las sociedades modernas. La evolución tecnológica ha traído

consigo una imparable globalización que hasta ahora se muestra

especialmente provechosa para la circulación de capitales transnacionales y la

construcción de “empresas red” (Castells, 2010) que se segregan a partir de

una empresa matriz para mejorar su organización, con el objetivo final de

multiplicar sus beneficios al tiempo que se evitan responsabilidades

corporativas. Por este motivo tal vez no se debería hablar de “sociedad del

conocimiento” sino de un “capitalismo del conocimiento” (Gorz, 2001, citado en

Kruger, 2006) que se desarrolla dentro de la sociedad de la información.

En este contexto globalizado, el papel de las empresas de comunicación de

masas, de las “redes de empresa multimedia” como las llama Castells (2010, p.

109), alcanza una importancia capital a la hora de implantar, defender y difundir

la ideología1 del sistema, aquella que permite su propia existencia.

Castells (2010) trata de explicar cómo funcionan las grandes redes de poder

multimedia globales. A pequeña escala y siguiendo ese planteamiento, se

intentará profundizar en el conocimiento de las redes de poder multimedia

españolas a partir de su evolución histórica, la identificación de sus dueños, el

estudio de las relaciones que tienen con otros agentes económicos y políticos,

y el análisis del marco desde el que informan cada día a los ciudadanos.

No se puede discutir la importancia de conocer la identidad del emisor a la hora

de analizar cualquier comunicación, por lo que es “innegable el derecho del

receptor a saber quien les informa” (Bustamante, 1982, p. 12). Sigue de plena

vigencia la afirmación de Bustamante (1982) explicando los motivos sobre su

investigación respecto a la identidad de los dueños de los medios de

comunicación españoles:

Identificar a los propietarios de los medios de información masiva,

situarlos en las coordenadas políticas y económicas que 1 “Conjunto de valores sociales, ideas, sentimientos, creencias e instituciones mediante el que la gente, de forma colectiva, da sentido al mundo en el que vive” (Quin en Aparici, 2010, p. 23). Con esta definición Quin introduce en el concepto “las creencias y los sentimientos” yendo más allá de lo “puramente racional”, y solo a partir de esta idea se puede entender cómo los medios ayudan a su construcción en la mente de la población.

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constituyen el lugar histórico concreto donde se produce la

información, conocer los procesos económicos sociales que

presuponen la producción de noticias como mercancía, son

tareas que adquieren pues una considerable importancia para el

receptor. (p. 11)

¿Por qué resulta tan importante conocer quién está detrás de los mensajes que

reciben los ciudadanos? La producción de información, la creación de

mensajes a través de los medios “conlleva construir una nueva realidad”

(Aparici, 2010). Esa realidad que se nos muestra termina determinando la que

conforman los ciudadanos, que a través de estos medios construyen su propia

imagen del mundo. Por esa razón, la única manera que estos tienen de

analizar críticamente los mensajes que les llegan es comprender los códigos

mediante los que se crean y los agentes que los producen.

Utilizando como referencia negativa los regímenes dictatoriales, se suele

pensar que el derecho a la libertad de prensa (en relación directa con el

derecho a la libertad de expresión) es un derecho clave para valorar la calidad

democrática de una sociedad. En este ensayo no se pretende negar la

importancia de la existencia de empresas privadas en el sector de la

comunicación como contrapeso al poder del Estado, para proveer de

información alternativa a la sociedad, pero sí se intentará demostrar que la

posible evolución de la sociedad de la información hacia ese horizonte utópico

que sería la sociedad del conocimiento está gravemente amenazada, que esa

libertad que parece ofrecer la multiplicación de los canales de información es

más ficticia que real, y que si bien la irrupción de las nuevas tecnologías

planteaba que por fin se daban las condiciones para cambiarlo todo, lo cierto es

que, en cierta medida, lo han cambiado todo solo para que todo permanezca

igual.

Una de las claves está en la brutal concentración de medios de comunicación

en muy pocas manos, y en la formación de oligarquías con una increíble

capacidad de influencia. No se puede dejar de señalar el oscurantismo

existente a la hora de conocer a los propietarios de las empresas que nos

informan y las conexiones que tienen. Este hecho que ya denunciara

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Bustamante (1982) en la España analógica, no deja de sorprender que vuelva

a ser denunciado casi treinta años después por Serrano (2010) en su análisis

de los enmarañados entramados financieros que están actualmente detrás de

los medios de comunicación de masas en la España digital.

Para poder entender cómo ha evolucionado la comunicación de masas en

España durante la democracia hasta llegar a la situación actual, será necesario

analizar en primer lugar qué grupos de poder detentaban la propiedad de los

medios tras el franquismo. Solo desde ese punto de partida se pueden

entender los cambios producidos y comprender el significado de los nuevos (y

no tan nuevos) grupos de poder.

Evolución del poder en los medios de comunicación d urante la

democracia

A partir del análisis de Bustamante (1982), en lo siguiente intentaremos resumir

la situación del sector mediático en la España posfranquista, y los posibles

caminos que ya entonces se intuían.

Durante los primeros años de la dictadura, una gran mayoría de los medios

escritos que habían sido propiedad de diversas instituciones políticas y sociales

alineadas con la izquierda fueron absorbidos y transformados en meros

“apéndices” del régimen. Esta situación variaría considerablemente a partir de

los años cincuenta, cuando el “férreo control ideológico de la dictadura

comienza a aflojarse” y se va estableciendo una “oligarquía financiera local”

relacionada con las distintas facciones del régimen, facciones que terminarían

convirtiendo los diarios en un “terreno privilegiado de sus pugnas”. Cuando

Franco muere y la democracia se establece en España, los medios de

comunicación escritos están en manos de una doble red estatal y privada,

aunque con los años la estatal se reduciría drásticamente y la privada se

establecería como la paradigmática del sector. A principios de los 80 eran solo

cinco los principales grupos de poder privados en España: La familias Luca de

Tena y Godó (dueños de los periódicos de referencia ABC y La Vanguardia,

respectivamente) que habían heredado y mantenido sus grupos y propiedades

desde antes de la Guerra Civil, EDICA (Editorial Católica, que poseía un

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periódico nacional , el Ya, y varios regionales), La Iglesia católica española

(además de estar ligada a la propia EDICA tenía el control sobre la radio

COPE), y por último el grupo sociológico ligado al Opus Dei (a través de la

banca controlaba varios medios escritos y empresas de publicidad como

Movierecord). Junto a esta red de poder privada el Estado se erigía como figura

dominante en este incipiente mercado mediático, ya que además del control

sobre innumerables medios escritos, controlaba directa o indirectamente la

radiodifusión (habría que destacar aquí la fortaleza de la SER, que a pesar de

ser privada había estado fuertemente ligada al régimen) y mantenía el

monopolio sobre la televisión.

Un aspecto reseñable y significativo fue que mediante las sucesivas leyes con

las que se fue liberalizando el sector de la comunicación en España, los

gobiernos democráticos nunca quisieron tomar en consideración que “los

derechos adquiridos del periodo franquista primaban, sin mínimo debate previo

sobre su legitimidad o la situación de oligopolio que engendraban”

(Bustamante, 1982, p. 164). Es decir, los grupos que habían ejercido el poder

económico y mediático durante el régimen, los que habían sido colaboradores

necesarios en el franquismo, fueron los beneficiados de esa progresiva

liberalización del sector y del espacio que provocó la radical “desamortización”

de la prensa estatal.

Otro detalle a destacar es la exclusión del análisis de Bustamante (1982) del

grupo Prisa (editor por entonces del diario El País, y propietario de la editorial

Santillana), aún no suficientemente relevante, a pesar de que se encontraba

en los albores de su reconversión en la primera empresa multimedia de

comunicación española bajo el paraguas del gobierno socialista que saldría de

las urnas en 1982.

A partir de ahí, la historia de la evolución de los medios de comunicación en

España hasta la actualidad es un calco de lo que ocurre en otras democracias

occidentales a partir del modelo estadounidense, pero no por ello los

ciudadanos deban obviar ni olvidar que “la formación de estas redes globales

de empresas multimedia ha sido posible gracias a las políticas públicas y los

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cambios institucionales caracterizados por la liberalización, la privatización y la

desregulación regulada, nacional e internacionalmente”. (Castells, 2010, p. 90)

El punto de inflexión de la reconversión de estas empresas nacionales en

empresas multimedia fue la concesión de tres canales privados de televisión en

1988. Estas concesiones pueden ser “consideradas como el punto de arranque

de la concentración de los medios en este país” (Decio Machado, 2007), puesto

que “la televisión privada es entregada a quienes ya eran poderosos en otros

sectores, con lo que se refuerzan los perfiles multimedia”. (Serrano, 2010, p.

299).

Como veremos en el siguiente punto, todos lo gobiernos democráticos

(conservadores y socialistas) fueron legislando de una manera cada vez más

permisiva respecto al grado de concentración de poder en las empresas de

comunicación. Al mismo tiempo que esto sucedía, se producían fusiones

bancarias de enorme trascendencia en el país y comenzaba la hibridación de

los poderes financieros y empresariales en compañías multimedia ávidas de

expansión y diversificación, en un mercado proteccionista que permitió la

construcción de campeones nacionales (no solo en el ámbito de la

comunicación) que por fin se iban atreviendo a dar el paso y marchaban a la

caza de nuevos mercados extranjeros mediante alianzas con medios locales de

otros países. Este hecho provocó el desplazamiento final de los espacios de

poder, desde los grupos religiosos y las familias tradicionales hasta este nuevo

tipo de empresas emergentes y de modos de negocio, algo que ejemplificaba la

vertiginosa expansión del grupo Prisa.

Pero, ¿quiénes eran los nuevos dueños del poder mediático? ¿Quién estaba

detrás de estas empresas? ¿Cuáles eran sus intereses? ¿Cómo era su

funcionamiento?

Como indica Bustamante (en Serrano, 2010):

El escenario de la comunicación social masiva se ha

transformado profundamente en estas tres décadas. A un

estrecho abanico de medios bien caracterizados por su

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especificad mediática le ha sucedido una explosión de soportes,

redes y terminales de información, cada vez más imbricados en

una convergencia digital que desdibuja sus fronteras y sus

lenguajes y los articula crecientemente en ofertas y usos sociales.

(p. 6)

Los dueños de la información españoles: ¿quienes so n? ¿Cuántos son?

Relaciones entre las principales empresas

En la figura 1 podemos observar cuáles son los grupos mediáticos más

relevantes en España y algunas de las interrelaciones entre ellos: Prisa,

Planeta, Vocento, Telecinco, Unidad Editorial, Prensa Ibérica, grupo Zeta,

grupo Godó, Mediapro/Imagina y algunas pequeñas pero relevantes empresas

como la COPE, Intereconomía, Libertad Digital, Promecal y otros (Serrano,

2010) En el Anexo se puede analizar uno a uno el conglomerado mediático que

posee cada uno de ellos. ¿De dónde surgen estos grupos? ¿Cómo se han

formado? ¿Qué sucedió desde la época en la que el Estado, a través de su red

pública de medios, tenía una fuerte presencia en el sector? ¿Y con la influencia

de la Iglesia y las familias tradicionales? Lo que sucedió, como se comentó

anteriormente, fue un proceso de mutación acelerado por la propia integración

de España en los circuitos políticos y económicos de la sociedad occidental.

Como se ha señalado (Decio Machado, 2007), en 1988 se conceden las

televisiones privadas y se abre el camino para la concentración de medios en

España, y por tanto para la creación de importantes conglomerados mediáticos.

Intentando mantener y potenciar la pluralidad se estableció un límite máximo

del 25% en la titularidad de una sola empresa en esas televisiones. A medida

que pasaron los años las leyes se sucedieron aumentando ese límite primero a

un 49% (1998), para más tarde eliminarlo directamente y permitir que el 100%

de una televisión estuviera en manos de una sola empresa (2002). A pesar de

eso aún quedaban restricciones por las que el Mercado, siempre voraz e

insatisfecho, no dejaba de quejarse (así como por la competencia de TVE), ya

que no se permitía la participación de una empresa en más de una televisión y

se impedía poseer en este ámbito propiedades autonómicas y locales al mismo

tiempo.

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No durarían mucho esas trabas, y aún bajo el gobierno del PP se permitió la

absorción (bajo apariencia de fusión) de Vía Digital (entonces en manos de

Telefónica) por parte de Canal Satélite Digital (en manos de Prisa), quedando

una única plataforma de televisión digital por satélite para todo el mercado en

una situación claramente monopolística. Las relaciones de las redes de poder

mediáticas con las redes de poder políticas permitieron que en 2002 grupos

afines al PP (Vocento y Unidad Editorial) obtuvieran licencias para la futura

TDT. Algo similar sucedería en 2005 cuando el gobierno socialista permite

convertir la que ya era claramente deficitaria Canal Plus (de Prisa, grupo afín al

PSOE) en televisión en abierto, al tiempo que concede otra licencia a Mediapro

para permitirle construir un nuevo grupo mediático en torno a la televisión en el

que se integraría prensa, internet y producción de contenidos audiovisuales. El

gobierno socialista se comprometió entonces con el sector a eliminar la

publicidad de TVE como contraposición a esta ampliación de la competencia

privada para que el pastel publicitario pudiera repartirse (lo cuál ha terminado

derivando en que en 2010 A3 y T5 vieran como se disparaban sus beneficios a

pesar de la fragmentación de las audiencias y la situación general de crisis2).

Finalmente en Mayo de 2010, se aprobó La Ley General de la Comunicación

Audiovisual que abría “la posibilidad a que una sola entidad jurídica o personal

posea varios canales o servicios de televisión con la única limitación de que su

audiencia no supere en 27%” (Moreno, 2005). Esta ley aprobada por el

gobierno socialista, supone de hecho la posibilidad de que una sola empresa

domine el panorama televisivo del país puesto que la limitación del 27% solo es

válida para el momento en que se produce una posible fusión o absorción, pero

no impide que esa empresa termine haciéndose con la mayoría de la

audiencia. Aunque como plantea Serrano (2010), puede entenderse todavía de

manera más peligrosa: “este límite lo puede conseguir una misma empresa de

publicidad que gestione mas de una cadena privada” (p. 27). Un aspecto este

que no debe obviarse puesto que como él mismo señala: “en mayo de 2010 la

Comisión Nacional de la Competencia abrió expedientes sancionadores a

Prisa, Vocento, Godó y Zeta por pactos publicitarios debido a que comparten

2 Disponible en: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/24/comunicacion/1298537114.html

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las mismas empresas para comerciar su publicidad” (Serrano, 2010, p. 27). El

futuro se presenta desolador desde el punto de vista de la pluralidad

informativa pues estamos “ante una autopista para una gran concentración, con

el horizonte de solo tres grupos dominantes o dos dominantes y otros grupos

menores al final de la carrera (Zallo en Serrano, 2010, p. 304)

Empresas multimedia con múltiples intereses nunca evidentes que gestionan el

poder mediático, publicidad (de la que después se hablará con más detalle)

que determina los contenidos, relaciones simbióticas de interés con los poderes

políticos…Aún falta analizar la estrecha relación de los medios españoles con

la pieza que falta para completar el puzzle de los oligopolios mediáticos: el

mundo financiero, la banca, fundamentalmente la española. Como ya se ha

comentado, en España desde los años 60 del siglo pasado se construyó un

fuerte oligarquía financiera local a la que los sucesivos gobiernos (dictatoriales

y democráticos) protegió del capital exterior y permitió reconvertirse en una

banca moderna con planes de expansión nacional e internacional. Esa

evolución implicaba una necesidad importante:

La evolución del sistema financiero español desde la

recuperación democrática ha generado un escenario de

tremenda competitividad e incremento de la concentración de la

actividad bancaria en España. Este escenario ha impuesto

crecientes necesidades informativas y comunicativas a los

actores del sistema bancario que se ha convertido en un sector

altamente sensible a los flujos informativos y de comunicación”.

(Almirón, 2007)

Definitivamente, no se puede entender la comunicación masiva en España sin

analizar la imbricación de las empresas señeras del sector con los bancos y

cajas. Como explica Almirón (2007), el BSCH participó a través de Bankinter en

la expansión del grupo PRISA desde el año 1990 hasta el 2003, compartiendo

además ambos grupos desde hace años consejeros y asesores en las

empresas matrices o en filiales. Durante esos mismos años el BSCH llegó a

tener hasta un 25% de acciones en Antena3 Televisión. Por otro lado, las

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relaciones del otro gran banco español (el BBVA) con Vocento son conocidas

ya que la familia Ybarra mantiene miembros y posee acciones en ambas

compañías. Con respecto a las cajas se puede señalar, como indica Serrano

(2010), que debido a las deudas contraídas, el grupo Zeta está actualmente en

manos de su principal acreedor (La Caixa), en un ejemplo claro de cómo el

progresivo endeudamiento de muchos de los grupos de comunicación citados

en su loca carrera de acumulación y diversificación mediática, ha ido

entrelazando su destino (y sus intereses) a los de la banca, estableciéndose

unas “estrechas relaciones “ (Chomsky & Herman, 1990).

Mientras tanto, como ya se comentó, estas empresas multimedia locales, con

el apoyo financiero y político se lanzaron al exterior buscando convertirse en

globales, diversificando sus intereses, creando sinergias con otras empresas

locales de los países (principalmente latinoamericanos) donde desembarcaban,

y estableciendo “alianzas estratégicas” (Castells, 2010, p. 110) con múltiples

actores políticos y económicos, por lo que iban comprometiendo así cada vez

más su capacidad para informar libremente debido a los intereses cruzados

que mantenían.

El ejemplo más interesante en España debido a que representa a la perfección

la evolución de las empresas de comunicación desde el franquismo hasta su

mutación en empresas red es Prisa, empresa cuyos orígenes se remontan a la

creación de la editorial Santillana por Jesús Polanco en 1958 (Serrano, 2010).

Posteriormente Prisa fundaría el diario El País y se convertiría en accionista

mayoritario de la Cadena SER en 1985. Posteriormente se introduciría en

mundo de la televisión con la concesión de Canal Plus y la creación de la

plataforma de televisión digital (Canal Satélite). A partir de los 90 comenzó una

vertiginosa carrera que la llevaría a convertirse en unos de los grupos de

comunicación más importante en el mundo de habla hispana, diversificando su

negocio en todos los ámbitos mediáticos posibles relacionados con la industria

de la cultura y la comunicación. Ese crecimiento obligó a la empresa a contraer

fuertes deudas con bancos y cajas hasta que en 2008 (con su fundador Jesús

Polanco ya muerto y la empresa en manos de sus herederos) la situación se

hizo insostenible. Tras múltiples rumores, y tras tener que desinvertir y vender

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parte de propiedades tan representativas como Santillana o Cuatro (a

Telecinco), no tuvo más remedio que llegar a un acuerdo de venta con el grupo

estadounidense Liberty3, por el que este se hizo con el 57,7% de Prisa.

Finalmente, para mantenerse a flote, Prisa tuvo que recurrir a “capitales de

riesgo” (Castells, 2010, p. 137) cerrando el círculo, convirtiéndose en una

verdadera empresa red multimedia con capital transnacional y con intereses

transversales en todo el mundo a la que no se le puede ya otorgar, más que

desde la ingenuidad, una ideología tradicional desde la que construye la

realidad en sus medios. Aunque evidentemente, como veremos en el capítulo

siguiente, eso no significa que no tenga ninguna.

Casi treinta años después de que Bustamante (1982) mostrara su

preocupación por aquella incipiente concentración de medios tradicionales, el

problema no solo no parece haberse solucionado sino que su radical mutación,

transformación e integración en las redes de poder de la sociedad de la

información ha servido para que su magnitud crezca exponencialmente. En

ningún caso se pude entender como un proceso espontáneo y natural. Como

afirma Castells (2010):

La evolución de las políticas reguladoras es resultado de las

estrategias de construcción de poder a través de la articulación de

intereses empresariales y políticos disfrazados de discursos sobre

las maravillas tecnológicas y la elección de los consumidores,

respaldados por modelos económicos que adoraban la autoridad

suprema de la Mano Invisible (p. 154)

Entender cómo afecta esta concentración de medios, esta oligarquía mediática

a la información que llega a los ciudadanos es clave para poder comprender la

realidad política y económica de nuestras sociedades.

3 “Se trata de una fórmula de especulación híbrida entre el capital de riesgo y una empresa cotizada” (Serrano, 2010:178)

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Análisis del marco en que el que se desarrolla la c omunicación de masas

en España: qué y cómo transmiten los medios.

En España, como en el resto del mundo, se ha asumido como verdad primaria

o principio indiscutible, que los medios de comunicación independientes (es

decir privados) son “la única garantía de democracia informativa, de la libertad

de expresión” (Bustamante, 1982, p. 129). Uno de los mitos en los que se

asentaron las democracias occidentales durante el siglo XX fue precisamente

el derecho a la libertad de prensa, en contraposición al férreo control estatal de

la información en los países del bloque comunista. En España se fue más allá y

se recogió en la Constitución el “derecho a recibir una información veraz”.

Como era de esperar, tras la dictadura franquista, esta libertad de prensa se

asoció inmediatamente con la idea liberal de medios de titularidad privada. El

debate sobre quiénes eran los que disponían del suficiente capital para crear

estos nuevos medios de comunicación o comprar los del Estado no fructificó.

La revolución tecnológica y la liberalización del sector no trajeron consigo una

mayor pluralidad a los medios españoles sino, curiosamente, una sustitución (o

mutación según los casos) de unos agentes por otros. El reconocimiento de la

acumulación de medios en muy pocas manos y la interrelación entre ellos que

hemos analizado en el capitulo anterior, debe permitir al ciudadano abandonar

esa visión distorsionada de que en España existe una pluralidad informativa

suficiente. Más bien al contrario: esas voces que informan no son más que, en

una gran mayoría de casos, “voces ventrílocuas” (Serrano, 2010, p. 6) que

repiten lo mismo de diferentes maneras para cada uno de los segmentos de la

audiencia a los que se dirigen. Existe una “evidente homogeneización de

estrategias y comportamientos” (Serrano, 2010, p. 7) que solo un observador

“alfabetizado mediáticamente” (Aparici, Fernández, García, Osuna, 2009, p.

293) puede intuir y comenzar a comprender. Pero esa alfabetización pasa

indefectiblemente por conocer la identidad de los agentes emisores que a

través de las diferentes plataformas (prensa, radio, internet, literatura, cine,

publicidad…) trasladan al público una y otra vez sin descanso su ideología, y

construyen para él una realidad afín a sus propios intereses, que son los

intereses del Mercado. Por este motivo “el hecho de consultar diferentes

medios de comunicación para informarse, no garantiza distintos enfoques

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informativos” (Aparici & Barbas en Aparici, 2010, p. 36). Esta idea, que suele

ser la alternativa más comúnmente utilizada por el ciudadano preocupado por

entender lo que parecen ser posturas enfrentadas en el panorama mediático,

conlleva el grave de error de no considerar que “todos los grupos mediáticos

comparten una historia representacional del mundo” (Aparici & Barbas en

Aparici, 2010, p. 36). Por ello, siguiendo a Serrano (2010), debe bastar con

conocer quiénes son los dueños de los medios de comunicación de masas

para comprender que la ideología que todos comparten y que van a defender

de manera conjunta es la del libre mercado, la del neoliberalismo económico

que les ha permitido construir sus emporios, por lo que lo natural será que

ataquen o silencien (también conjuntamente) cualquier planteamiento político o

económico que represente una alternativa a la estructura económica y social

dominante.

Mientras Castells (2010) sigue insistiendo en su obra en el análisis de la

influencia, uso y presión de la política sobre los medios de comunicación de

masas, parece más necesario empezar a considerar que los sucesivos

procesos de liberalización y desregulación producidos en todos los sectores de

la sociedad han empezado a generar una inversión en la antigua relación del

poder político con los demás actores sociales y económicos, provocando que la

red de poder político se integre como una red de poder más (en algunos

aspectos incluso de manera secundaria) dentro de la nueva estructura de las

sociedades modernas basadas en el capitalismo global o transnacional. Este

nuevo capitalismo no solo ejerce su poder en el ámbito económico, laboral y

político sino que dispone de las nuevas armas que le proporcionan las nuevas

tecnologías para conseguir, a través de sus altavoces mediáticos, introducir sus

valores y ejercer su “poder simbólico” (Aparici & Barbas, 2010, p. 36) sobre las

emociones de los ciudadanos.

¿Cuáles son los mecanismos por los que se manipula la información que le

llega a la población? Además de la ocultación de los verdaderos intereses y las

identidades de los dueños de los medios, y a pesar de la espectacularización

de la sociedad (Debord, 2002) mediante la que cada día los medios generan un

ruido informativo ensordecedor (con el objetivo de hacer creer a los receptores

de su información la existencia de enormes diferencias entre ellos, y entre las

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ideologías superficiales que parecen representar, incluso cuando a veces

pertenecen a la misma empresa), es una realidad que ciertos hechos

inconvenientes son ocultados a los receptores, del mismo modo que se niega

el acceso a los altavoces privilegiados a las voces discrepantes siempre que su

visibilidad pueda causar un perjuicio al propio sistema, o a alguno de los

múltiples intereses de uno de los dueños del medio en cuestión. En este

sentido resulta clave analizar la dictadura que la publicidad instaura sobre la

información que ofrece un medio de comunicación de masas. Siguiendo a

Callejo (2008), todo el entorno de la comunicación se puede considerar

publicidad, y en ese contexto no parece exagerada su idea de “producción de

audiencias para los anunciantes” ya que es a través de la publicidad como

obtienen los beneficios las empresas. En un arrebato de extraña sinceridad, el

consejero delegado de Telecinco, Paolo Vasile, lo explicaba con rotundidad en

unas declaraciones a la revista Squire, recogidas en el portal de internet

Vertele4 (2010): “En Telecinco hacemos televisión para vender publicidad”.

Esta es la mejor explicación que se puede dar a por qué, por ejemplo, nunca

se encuentre una sola noticia negativa en los medios de masas españoles

sobre empresas como Repsol o El Corte Inglés (al que esos mismos medios

facturan “151 millones de euros anuales en publicidad” (Serrano, 2009, p. 32).

En otras ocasiones no hace falta la censura (o la autocensura), sino que como

explican Chomsky & Herman (2003), basta con contextualizar adecuadamente

(espacial o temporalmente) la noticia o la declaración y no repetirla demasiadas

veces para que su repercusión sea prácticamente nula.

Otro aspecto a destacar es conocer el origen de la gran mayoría de las noticias

que llegan al ciudadano. A pesar del gran número nominal de medios de

comunicación de masas mundiales, Chomsky & Herman (2003) advertían que

durante los años 80 “el 80% de las noticias que circulaban por el mundo las

producían las cuatro principales agencias de información occidentales”. (p. 27)

Aunque este dato Castells (2010) lo rebaja al 70 % en la actualidad (y aumenta

a seis el número de agencias), puede permitir comprender por qué diariamente,

a nivel local, los telediarios de diferentes cadenas de televisión cuentan 4 Disponible en: http://www.vertele.com/noticias/paolo-vasile-hemos-comprado-cuatro-para-quitarnos-a-un-rival/

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similares noticias con similares imágenes al tiempo que terminan tratando

prácticamente los mismos temas. En cuestión informativa, lo que se ofrece

cada a día a los receptores de medios de comunicación de masas no es más

que un menú cerrado de comida precocinada.

Serrano (2010) va más allá y afirma que “la era de la información se traduce en

la práctica social en una inmensa desinformación masiva” (p. 99). Pero más

que una desinformación masiva lo que hay es un exceso de información

redundante (algo que internet ha multiplicado por mil) que impide al receptor

analizar las fuentes de las noticias y el marco desde el que se ha construido.

Este es el aspecto fundamental que se ha querido resaltar en este ensayo: la

información que le llega al ciudadano a través de los medios multimedia en la

sociedad de la información lo hace a través de un marco preestablecido

conformado por los intereses de las diferentes redes de poder. Los poderes

económicos, políticos y mediáticos se entrelazan y transmiten una visión del

mundo de la que parece imposible escapar. El modelo neoliberal de libre

mercado se muestra como el único posible, con el Mercado como gran

organizador invisible, resultando imposible escuchar en esos medios otras

visiones legítimas del mundo. Por ese motivo será complicado en la España

actual encontrar en esos medios noticias y editoriales que denuncien la

fiscalidad de las SICAV5, puesto que son mediante este mecanismo financiero

como las grandes fortunas del país invierten su capital para tributar menos que

cualquier Pyme. Será complicado en la España actual encontrar noticias o

editoriales en contra de la reforma laboral planteada por el gobierno en 2010, y

por la que en la práctica se reducen las indemnizaciones por despido, cuando

importantes empresas del sector como Vocento o Prisa están inmersas en

EREs para reducir el número de trabajadores de sus plantillas, motivo por el

cuál se aprovecharán de esa medida. Será complicado igualmente encontrar

noticias y editoriales que defiendan una salida de la crisis económica que no

pase por los dogmas liberales de contención de gasto público y recorte de

costes laborales. O reportajes de investigación acerca de los fondos de rescate

5 Según la Wikipedia: las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV) son sociedades de inversión colectiva que gozan de importantes ventajas fiscales ya que tributan al 1% en el impuesto sobre sociedades”.

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con dinero público aportados por el Gobierno a cajas y bancos para solucionar

la gran crisis de capital especulativo que el grueso de trabajadores españoles

evidentemente no había provocado. Estos enfoques no se encontrarán. O se

encontrarán sin que su tratamiento los pueda convertir en significativos.

Entonces… ¿Dónde se pueden encontrar? ¿Es internet y la “autocomunicación

de masas” (Castells, 2010, p. 99) la solución al problema?

Autocomunicación de masas: ¿una verdadera alternati va?

Siguiendo a Castells (2010) se puede entender la “autocomunicación de

masas” como la comunicación que se está produciendo a través de Internet

mediante correos electrónicos, chats, redes sociales, blogs, portales

corporativos… Este tipo de comunicación horizontal entre ciudadanos que se

convierten en nodos que reciben y envían información mientras construyen

conocimiento tiene una “audiencia potencialmente global”, aunque en muchas

ocasiones caiga en el “autismo electrónico” que supone que nadie reciba lo que

miles de ciudadanos envían.

¿Es la red la solución para encontrar información plural mediante la cuál

construir una imagen más libre de la realidad? No se puede negar el hecho de

que actualmente Internet tiene ese potencial. Se puede rastrear parte de la

información presentada en este ensayo en la red sin demasiados problemas.

¿Pero realmente está el ciudadano del siglo XXI mejor informado que hace

veinte años cuando Internet no existía? Una reflexión que siempre se realiza en

torno a este asunto es si realmente esa información de la que el ciudadano

dispone gracias a los procesos de autocomunicación de masas que se

producen en la red, no queda silenciada por la enorme magnitud de la

“infobasura” (Aparici, 2010, p. 32) que cada día se genera en ella. Es decir,

ante la avalancha informativa disponible el receptor es incapaz de discriminar lo

relevante y se vuelve cada vez más pasivo. No se puede negar que esta idea

posee gran fuerza. Pero descarga de responsabilidad al ciudadano tanto como

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receptor pasivo de la comunicación de masas, como cuando ejerce de

emerec6: creador y receptor al tiempo en la autocomunicación de masas.

Se ha mostrado en los puntos anteriores algunos de los filtros que imponen a la

información los medios de comunicación de masas, mediante los que impiden

que información relevante llegue a la población. Los ciudadanos debieran hacer

lo mismo con la infobasura en la red: autoimponerse filtros mediante los cuales

reduzcan su propio acceso a ella y les obliguen a investigar en aquellas

direcciones que intuyan que se le están negando por los circuitos habituales de

los medios de comunicación de masas. El problema de este planteamiento es

que no tiene en cuenta que las decisiones, la búsqueda de información y su

análisis no se hacen solo desde la razón, sino que como afirma Castells (2010):

Las emociones pueden actuar directamente en el proceso de

toma de decisiones impulsando al sujeto a decidir según lo que

siente. No es que el razonamiento se vuelva irrelevante, sino que

las personas tienden a seleccionar la información que favorece

aquella decisión que se siente inclinadas a tomar. (p. 199)

¿Y cuál se sienten inclinadas a tomar? Aquella para la que han sido educadas

mediante lo que “Althusser identificó como instituciones fundamentales que

llevan a cabo el proceso de socialización: la iglesia, la familia, el sistema

educativo y los medios de comunicación” (Quin en Aparici, 2010, p. 30). Los

medios de comunicación de masas actúan directamente sobre estas

emociones educadas de los receptores, conectando con “una forma de pensar,

una forma de actuar” (Castells, 2010, p. 218) que les permite controlar la

agenda diaria de noticias que consume la población y que esta asume como la

fundamental. Por otro lado, como afirma Castells (2010):

Cuando la gente busca información, empieza con sus valores y

después trata de hallar información que los confirme. Popkin ha

demostrado que los individuos son “avaros cognitivos” que

buscan información que confirme sus creencias y costumbres, un

6 Término acuñado por Jean Cloutier para designar “un modelo de comunicación donde todos los participantes tienen la posibilidad de ser emisores” (Rubio en Aparici, 2010, p. 37)

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atajo cognitivo que reduce el esfuerzo mental necesario para

realizar una tarea. (p. 206)

Y si además se tiene también en cuenta lo que Callejo (2008) denomina “teoría

del “consumidor vago, […] que está dispuesto a ceder sus iniciativas y

libertades en pos de mayores niveles de comodidad” (p. 46), se puede empezar

a entender las razones por las que la red en muchas ocasiones y para una gran

mayoría de los ciudadanos, no es más que otro canal por el que acceder a los

contenidos que ofrecen los medios de comunicación de masa que a su vez

siguen diversificando sus negocios y proponen cada vez mayor variedad de

productos a los consumidores, primando fundamentalmente el entretenimiento,

y multiplicando los efectos de la desinformación gracias a la capacidad de

amplificación de la red.

Mientras los ciudadanos no luchen contra su “avaricia cognitiva” ni contra su

“pereza consumidora” la red solo aumentará el problema, permitiendo eso sí, la

existencia de una pequeña parte de la población (que difícilmente será crítica

para determinar cambios significativos) que mantendrá una enorme actividad e

intentará encontrar cauces para hacer patente su presencia en la sociedad. Lo

que no es más que una nueva vuelta de tuerca a los viejos modos de las

democracias liberales.

Conclusiones

En España la llegada de la democracia comenzó el proceso de liberalización y

desregularización del sector de la comunicación, dejando los medios

principales en manos de grupos de poder tradicionales que habían sido

amables con el régimen franquista, y abriendo la puerta a la llegada de nuevos

actores nacionales. Con el paso de los años se produjo un desplazamiento de

ese poder hacia nuevas formas de empresas red multimedia que fueron

conformando conglomerados mediáticos que abarcaban diferentes formas de

comunicación, así como la producción de contenidos propios. En esta

evolución se involucraron activamente los poderes financieros españoles que

habían iniciado al mismo tiempo un camino paralelo que les llevaría a

convertirse en poderes económicos transnacionales con una fuerte

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implantación en el extranjero y una decidida implicación en la comunicación de

masas en España. Resulta fundamental para el ciudadano identificar a los

dueños de estas empresas y reconocer sus verdaderos intereses y

compromisos, para poder analizar la información que recibe y poder

comprender el marco a través del cuál le llega dicha información. A pesar de

que Internet ha facilitado el acceso general a la información no parece haber

mejorado las condiciones de pluralidad, ya que la construcción de la agenda

diaria de noticias trascendentes sigue siendo responsabilidad de los grupos de

poder, que por otro lado han aprendido a gestionar y canalizar las emociones

de sus consumidores para poder establecer con más eficacia sus postulados

socioeconómicos. Para que la sociedad de la información se convierta en una

verdadera sociedad del conocimiento uno de los aspectos claves debiera ser el

despertar de la ciudadanía respecto a la información y el tipo de ocio que

consume a través de los medios de comunicación de masas.

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Anexo: Conglomerado mediático de las principales em presas españolas

de comunicación (Serrano, 2010) (Actualizado a ener o de 2001)

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