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ay, en el centro del cerebro, fuera del alcance de la conciencia, un grupo de neuronas que se ponen a cien cuando reciben estímulos sexuales. Acti- vadas por hormonas como la testosterona o los estrógenos, estas neuronas controlan el impulso de hacer el amor: en hombres go- biernan la erección; en mujeres, la conduc- ta de exhibición genital, y en ambos sexos producen excitación. Una vez se inicia el contacto sexual, se re- gistra en esta región del cerebro una des- carga masiva de oxitocina, una hormona que provoca sentimientos de afecto. Es la misma hormona que inunda el cerebro du- rante la fase final del parto y refuerza el vín- culo entre madre y bebé. Y es una hormo- na que alcanza niveles estratosféricos du- rante el orgasmo y refuerza probablemen- te el vínculo de pareja. Todo ello ocurre en un grupo de neuronas que pesa apenas cuatro gramos: el hipotá- lamo. Este núcleo se encuentra en un área no consciente del cerebro, pero no está aislado: sus neuronas extienden largos ten- táculos que conectan con las áreas de la conciencia. De este modo, cuando se activan las neuronas que regulan el impulso se- xual, la persona es consciente de que ex- perimenta un estado de excitación, aun- que su capacidad de controlarlo de mane- ra voluntaria es, digamos, limitada. Las recientes investigaciones sobre la importancia del hipotálamo en el compor- tamiento sexual ilustran la nueva imagen que los neurocientíficos tienen del cere- bro. Es una imagen alejada de aquella vie- ja visión idealista del ser humano como un ser racional que controla su vida de mane- ra consciente. También es una imagen ale- jada de la visión opuesta, según la cual el ser humano es esclavo de impulsos primarios subconscientes. En la nueva visión, lo que las personas ha- cen, piensan, dicen y deciden “tiene sus raí- ces en las profundidades del cerebro, al margen de la voluntad y la razón”, informa Rafael Maldonado, neurobiólogo de la 10 FEBRERO 2002 51 50 MAGAZINE El cerebro es el objeto más complejo del Universo. Hasta hace bien poco su funcionamiento ha sido un enigma y se le comparaba con una caja negra inaccesible e incomprensible. Aho- ra, las últimas investigaciones de los neurocientíficos empiezan a desvelar sus secretos. Las conclusiones ayudan a entender quiénes somos y cómo nos comportamos. TEXTO DE Josep Corbella Y Xaro Sánchez ILUSTRACIONES DE Raúl las razones del cerebro H

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Page 1: Las razones del cerebro 10 págs. ok

ay, en el centro del cerebro, fuera

del alcance de la conciencia, un

grupo de neuronas que se ponen a cien

cuando reciben estímulos sexuales. Acti-

vadas por hormonas como la testosterona

o los estrógenos, estas neuronas controlan

el impulso de hacer el amor: en hombres go-

biernan la erección; en mujeres, la conduc-

ta de exhibición genital, y en ambos sexos

producen excitación.

Una vez se inicia el contacto sexual, se re-

gistra en esta región del cerebro una des-

carga masiva de oxitocina, una hormona

que provoca sentimientos de afecto. Es la

misma hormona que inunda el cerebro du-

rante la fase final del parto y refuerza el vín-

culo entre madre y bebé. Y es una hormo-

na que alcanza niveles estratosféricos du-

rante el orgasmo y refuerza probablemen-

te el vínculo de pareja.

Todo ello ocurre en un grupo de neuronas

que pesa apenas cuatro gramos: el hipotá-

lamo. Este núcleo se encuentra en un área

no consciente del cerebro, pero no está

aislado: sus neuronas extienden largos ten-

táculos que conectan con las áreas de la

conciencia. De este modo, cuando se activan

las neuronas que regulan el impulso se-

xual, la persona es consciente de que ex-

perimenta un estado de excitación, aun-

que su capacidad de controlarlo de mane-

ra voluntaria es, digamos, limitada.

Las recientes investigaciones sobre la

importancia del hipotálamo en el compor-

tamiento sexual ilustran la nueva imagen

que los neurocientíficos tienen del cere-

bro. Es una imagen alejada de aquella vie-

ja visión idealista del ser humano como un

ser racional que controla su vida de mane-

ra consciente. También es una imagen ale-

jada de la visión opuesta, según la cual el ser

humano es esclavo de impulsos primarios

subconscientes.

En la nueva visión, lo que las personas ha-

cen, piensan, dicen y deciden “tiene sus raí-

ces en las profundidades del cerebro, al

margen de la voluntad y la razón”, informa

Rafael Maldonado, neurobiólogo de la

10 FEBRERO 2002 5150 MAGAZINE

El cerebro es el objeto más complejo del Universo. Hasta hace bien poco su funcionamiento

ha sido un enigma y se le comparaba con una caja negra inaccesible e incomprensible. Aho-

ra, las últimas investigaciones de los neurocientíficos empiezan a desvelar sus secretos.

Las conclusiones ayudan a entender quiénes somos y cómo nos comportamos.

TEXTO DE Josep Corbella Y Xaro Sánchez ILUSTRACIONES DE Raúl

lasrazonesdelcerebro

H

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Estas herramientas para comprender el

cerebro vienen encabezadas por las nuevas

técnicas de imagen que permiten ver qué

ocurre en el interior del cráneo cuando una

persona piensa, canta, recuerda o ríe. Las

imágenes que se obtienen con estas técni-

cas equivalen a radiografías del cerebro en

acción. Con ellas se han identificado áreas

del cerebro que se activan, por ejemplo,

cuando se toma una decisión intuitiva o

cuando se experimenta un sentimiento

místico.

gualmente importantes para com-

prender el cerebro han sido los es-

tudios de pacientes que han sufrido lesiones

neurológicas. Un ejemplo: Phineas Gage,

un obrero de ferrocarriles estadouniden-

se, sufrió un cambio radical de carácter

cuando una barra de hierro le atravesó el

cráneo sin matarle. Había sido un trabajador

ideal y se convirtió en una persona irres-

ponsable y amoral. Tras analizar el cráneo

de Phineas Gage y estudiar a dos pacientes

que sufrieron lesiones neurológicas de niños,

el equipo de Antonio Damasio en la Uni-

versidad de Iowa (EE.UU.) ha identificado el

área del cerebro que aprende las nociones

del bien y del mal: el córtex orbitofrontal.

Este tipo de investigaciones ha mostrado

que, siempre que se deteriora una facultad

mental, se han producido lesiones neuroló-

gicas, es decir, lesiones del cuerpo. Lo que

demuestra que no hay una mente separada

del cuerpo.

00 MES 2001 0052 MAGAZINE

Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Pero la voluntad y la razón, a su vez, influyen

en lo que la persona, es decir, el cerebro, ex-

perimenta.

El cerebro humano, con su kilo y cuarto de

peso y sus cien mil millones de células, es el

objeto más complejo que se conoce en el

Universo. Sus neuronas se comunican entre

ellas a través de redes de alta velocidad y de

exquisita precisión. Si alguien pudiera entrar

ahí dentro, vería telarañas de neuronas en

movimiento, extendiendo sus tentáculos

para contactar unas con otras, comunicán-

dose por medio de un centenar de sustan-

cias químicas distintas. Se trata de una má-

quina tan complicada, y tan inaccesible, que

la manera clásica de explicarla es compararla

con una caja negra. Lo cual es como no ex-

plicar nada. El cerebro, para médicos, psi-

cólogos, filósofos y otros pensadores del

siglo XX, ha sido el gran enigma.

Sin embargo, “debemos dejar de pensar

en el cerebro como una caja negra impene-

trable. La imagen de la caja negra nos hace

sentirnos separados de nuestro cerebro y lle-

va al tipo de pensamiento que separa el

cuerpo de la mente “, sostiene el psiquiatra

Steven Hyman, rector de la Universidad de

Harvard (Estados Unidos). “Ahora tenemos

las herramientas para empezar a compren-

der cómo funciona el cerebro. Hay mucho

que aún no sabemos, pero a medida que

aprendamos a entender el cerebro, enten-

deremos cada vez más cómo funcionamos

como seres humanos.”

I

La unión entre cuerpo y mente es un

ejemplo de hasta qué punto las investiga-

ciones sobre el cerebro afectan a la visión

que los seres humanos tienen de sí mismos.

Y esta visión tiene profundas implicacio-

nes filosóficas (¿existe el libre albedrío?), po-

líticas (¿fracasó el sistema soviético porque

no hizo caso de motivaciones humanas bá-

sicas como la ambición?) y aun religiosas

(¿es la fe un artificio de las neuronas?).

Otro ejemplo revelador es el fin de la di-

visión entre razón y emoción. La vieja teo-

ría de que la razón es lo contrario de la

emoción se ha desmoronado en los años no-

venta al demostrarse que sólo se puede to-

mar decisiones racionales correctas si están

respaldadas por emociones.

Según explica el neurólogo Joseph Le

Doux, de la Universidad de Nueva York, uno

de los líderes mundiales en esta área de in-

vestigación, “son las emociones las que nos

permiten aprender qué es bueno y qué es

malo para nosotros y tomar las decisiones

correctas en consecuencia”.

“Lo que nos hace humanos no es sólo el

razonamiento o sólo la emoción sino la

combinación de ambos”, añade el psiquia-

tra Steven Hyman. “Lo que nos distingue de

los ordenadores son las emociones. Es la co-

nexión entre emoción y cognición lo que nos

permite tomar decisiones en la vida. Imagi-

nen un mundo sin emociones: perdería todo

el sentido. El mundo nos llega lleno de sen-

tido porque lo que nos ocurre tiene un valor

para nosotros.”

Pese a los avances hechos en los últimos

años, el neurobiólogo Rafael Maldonado re-

conoce que “estamos en una fase aún pre-

liminar en la comprensión de la tremenda

complejidad del sistema nervioso”. Los cien-

tíficos entienden ahora con detalle lo que

ocurre en el cerebro a escala microscópica.

Gracias en gran parte a las investigaciones

pioneras de Santiago Ramón y Cajal, se ha

descubierto cómo son las neuronas y cómo

se comunican entre ellas. Se sabe, por ejem-

plo, que la información se transmite dentro

de las neuronas en forma de corriente eléc-

La razón no se considera ya lo contrario de la emoción.

Sólo se puede tomar DECISIONES RACIONALES

CORRECTAS si están respaldadas por emociones

trica a 400 kilómetros por hora. Al llegar al

final, al punto de contacto con la neurona si-

guiente, la información eléctrica se con-

vierte en química: la primera neurona libera

neurotransmisores y la segunda los capta.

Una vez estimulada esta segunda neurona,

suelta los neurotransmisores para que la pri-

mera los recupere. Y vuelta a empezar.

Se sabe también que numerosas enfer-

medades psiquiátricas, como depresiones y

adicciones, son averías de neurotransmi-

sores como la serotonina o la dopamina. Y

esto ha abierto la vía a nuevos tratamientos

que han revolucionado la psiquiatría. El más

conocido: el prozac, que contrarresta la de-

presión aumentando el nivel de serotonina

en el cerebro.

Sin embargo, pensar que los neurotrans-

misores y las neuronas bastan para enten-

der lo que hace el cerebro es como pensar

que los electrones y los chips bastan para

comprender lo que hace un ordenador, ad-

vierte Steven Pinker, del Instituto de Tecno-

logía de Massachusetts. “No es que las neu-

ronas sean irrelevantes –afirma–, pero no son

suficientes.” Según Pinker, las neuronas, al

igual que los chips, se limitan a procesar in-

formación. “Conocemos bien la anatomía del

cerebro y las células que lo forman, pero te-

nemos una enorme laguna a la hora de ex-

plicar cómo el cerebro integra la informa-

ción”, explica el neurobiólogo Rafael Mal-

donado.

En resumen: los científicos comprenden

bien las neuronas a nivel micro, pero aún

comprenden mal el cerebro a escala macro.

Y, por supuesto, es en la escala macro don-

de está lo más interesante del cerebro: los

sentimientos, las ideas, los recuerdos, la

conciencia… Pero si se compara lo que se sa-

bía del cerebro hace diez años y lo que se

sabe hoy día, el salto ha sido abismal. La caja

negra ha empezado a liberar sus secretos. Y

aunque los científicos aún no saben qué es

la conciencia o cómo están programados los

sentimientos, por primera vez tienen un

mapa de ruta que muestra el camino para lle-

gar a contestar las grandes preguntas..

Neuronareceptora

Neuronaemisora

Neurotransmisores

Receptores

El mensaje se transmitecomo una corriente

eléctrica a través del axón

La neurona receptora, activadapor los neurotransmisores,transmite a su vez el mensajeen forma de corriente eléctrica

Axón

Neurona receptora

Neurona emisora

Sinapsis

La neurona emisora tiene largostentáculos (axones) para llegar acontactar con otras neuronas

La comunicaciónentre neuronas

En el punto decontacto entre

neuronas(sinapsis),

la neuronaemisora libera

neurotransmisores.El mensaje

eléctrico setransforma en unmensaje químico

Así funciona el cerebroCon más de 100.000 millones de células, el sistema nervioso humano es el objeto más complejo que se conoce en elUniverso. Algunos de sus componentes más importantes son:

Regula funciones básicas para lasupervivencia, como el hambre, latemperatura corporal y la conductasexual. Contiene además el relojbiológico, que regula ritmos comoel del sueño

Hipotálamo

Controlada por el hipotálamo,regula hormonasimportantes como lassexuales y la del crecimiento

Hipófisis

Clave en la memoria. Consolida losrecuerdos recientes y los almacenaen la memoria a largo plazo

HipocampoLa principal diferencia entre los humanos y otros animales es el desarrollode esta corteza arrugada que recubre el cerebro. En particular, el córtexprefrontal, situado sobre los ojos, gobierna los procesos cognitivos complejos

Córtex

Regula la coordinaciónmuscular, la postura y elequilibrio. También participaen las emocionesy el aprendizaje

CerebeloControla funciones autónomas,como la respiracióny los latidos cardiacos,los movimientos ocularesy las expresiones faciales

Tronco encefálico

Genera emocionesa partir depercepcionesy sentimientos

Amígdala

RA

FA S

AL

AS

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00 MES 2001 0054 MAGAZINE

entre el bien y el malSi pudieran salvar a cinco personas que van a mo-

rir en un tren a punto de estrellarse, pero para salvarlas tuvieran que

desviar el tren hacia una vía donde atropellará a otra persona, ¿qué

harían? La mayoría responde que es correcto sacrificar una vida

para salvar cinco. Ahora bien, si la única manera de parar el tren y

salvar a los pasajeros fuera empujar a otra persona a la vía para que

la atropellaran, ¿qué harían? Aquí la mayoría responde que no ha-

ría nada porque no es correcto. ¿Por qué no, si el resultado es el mis-

mo? Este tipo de dilema ha intrigado a los filósofos durante siglos.

Ahora, neurocientíficos de la Universidad de Princeton (Estados

Unidos) que han analizado por primera vez la actividad cerebral de

personas que se enfrentan a dilemas morales tienen una explica-

ción. Según resultados presentados el pasado septiembre, ante si-

tuaciones como la de empujar a un inocente a la vía del tren, se ac-

tivan áreas del cerebro implicadas en emociones negativas. Por el

contrario, ante situaciones como cambiar la dirección del tren, la in-

fluencia de las emociones es menor.

Otras investigaciones de finales de los 90 ya habían apuntado la

importancia de las emociones a la hora de decidir qué está bien y

qué está mal. Una niña estadounidense que fue atropellada por un

coche cuando tenía un año se convirtió en una adolescente cruel

e inteligente que robaba, mentía, se escapaba de casa, fue internada

en centros de los que también escapó, fue detenida un sinfín de ve-

ces, tuvo un hijo a los 18 años al que descuidó, no le importaba el

futuro ni el riesgo. Todo era culpa de los demás y negaba tener nin-

gún problema con el mundo. Cuando el neurobiólogo Antonio Da-

masio, de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), la examinó a los

20 años, descubrió lesiones en el córtex prefrontal que habían des-

truido circuitos básicos de la inteligencia emocional.

Estas investigaciones muestran que la vieja

idea filosófica de que las decisiones mo-

rales deben basarse únicamente en la

razón es errónea. En lugar de negar

las emociones, afirma Stephen Stitch,

de la Universidad Rutgers (EE.UU.), los

especialistas en ética deberían reco-

nocerlas como un componente básico

de las nociones del bien y el mal.

agresividad bajo controlEl cerebro está equipado con potentes circuitos

neuronales que predisponen a los comportamientos agresivos, y

que no suelen estar adormecidos, sino listos para entrar en acción

con rapidez, autonomía y no siempre de forma juiciosa. Esta in-

mediatez de la agresividad, fruto de millones de años de evolución

en los que defenderse o atacar con rapidez era vital, genera si-

tuaciones de tensión en el mundo actual, donde ya no se suele en-

contrar una presa o un depredador tras cada esquina.

Los dos comportamientos agresivos típicos y más investigados

por los neurocientíficos son la defensa y el ataque. Los compor-

tamientos defensivos pretenden evitar el daño y se asocian a la ac-

tividad de áreas cerebrales relacionadas con el miedo, el dolor y

el malestar. Por el contrario, las áreas del cerebro que regulan las

conductas de ataque están imbricadas con los circuitos de ob-

tención de placer sexual, alimentario o territorial, lo que explica que

el éxito después de un combate sea gratificante.

Así, por ejemplo, los jugadores de un equipo de fútbol y sus se-

guidores experimentan sensaciones placenteras al marcar un gol

o ganar un partido. O los diputados cuando machacan a los de otro

grupo en un debate parlamentario. Ambas situaciones son com-

bates sutilmente ritualizados relacionados con los comportamien-

tos de ataque y defensa más primitivos. Otros comportamientos

como el dominio, la sumisión, la tiranía o la coacción están tam-

bién relacionados con los mismos territorios cerebrales.

El cerebro ha adquirido mecanismos para inhibir la agresividad

a lo largo de la evolución. La herencia genética y la educación que

reciben los niños en los primeros años de vida son cruciales para

que se formen en su cerebro

las conexiones neuronales que

controlan la agresividad. En

las personas que tienen estas

conexiones neuronales altera-

das, se observan más conductas

violentas y antisociales y me-

nos sentimientos de compasión o

culpa.

v

v

v

Las emociones no son lo

mismo que los sentimientos. Para los neu-

rocientíficos que investigan el tema, las

emociones son respuestas esenciales para

la supervivencia: el miedo, por ejemplo,

que impulsa a huir ante un depredador, es

una emoción. Todos los animales, por lo tan-

to, tienen emociones, aunque en muchos

casos sólo se manifiestan en forma de re-

flejos simples.

Los sentimientos son más sofisticados:

son lo que ocurre cuando un cerebro toma

conciencia de sus emociones, por lo que

sólo están al alcance de cerebros conscien-

tes y complejos como el humano. ¿O aca-

so un cerebro de gusano podría sentir ce-

los, culpa o vergüenza?

Las dos emociones básicas más conoci-

das por los neurocientíficos son el miedo y

la repugnancia. Otras cuatro –la sorpresa,

la ira, la felicidad y la tristeza– también se

admiten como emociones fundamentales.

Todas ellas son universales, es decir, inna-

tas y comunes a todas las personas. Y

cada una provoca expresiones faciales ca-

racterísticas, así como otras respuestas

corporales y cerebrales que las definen.

Los afectos y los sentimientos más com-

plejos, como la culpa, los celos o la ver-

güenza, parten de estas emociones funda-

mentales. Por ejemplo, la sensación de

odio o antipatía hacia alguien está susten-

tada por el mismo territorio cerebral que

desencadena asco o aversión hacia ali-

mentos tóxicos o indeseables: se trata de

la ínsula, una amplia superficie oval de la

corteza cerebral oculta en el fondo de la fi-

sura de Silvio. Al sentimiento de culpa se le

supone también una estrecha relación con

la repugnancia o el asco, ya que activa de

manera similar la ínsula. Por lo tanto, el ce-

rebro procesa la culpa como si se tratara de

una indignación o de una antipatía hacia

uno mismo.

Las investigaciones sobre el miedo han

identificado otros dos importantes cen-

tros de procesamiento emocional: la amíg-

dala (un pequeño conjunto de 13 núcleos

“enterrados” en cada lóbulo temporal) y el

córtex orbitofrontal (que traduce los esta-

dos emocionales en comportamientos opor-

tunos).

Estas investigaciones han mostrado que

no todas las emociones están reguladas por

los mismos circuitos en el interior del ce-

rebro. Al contrario, todo apunta a que el

cerebro procesa, al menos en parte, cada

sentimiento por itinerarios neurales inde-

pendientes. Es precisamente por este mo-

tivo, porque emociones distintas activan

áreas distintas del cerebro, por lo que las

personas reconocemos cada emoción como

diferente.

emocionesparasobrevivir

La sensación de odio o antipatía hacia alguien está

sustentada POR EL MISMO TERRITORIO CEREBRAL

que desencadena asco hacia alimentos indeseables

las razones del cerebro

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10 FEBRERO 2002 5756 MAGAZINE

en busca del placerMalas noticias: hay un límite a la felicidad que pue-

de conseguir una persona. No es el dinero, aunque puede echar una

mano. Tampoco es lo que el dinero no puede pagar, como buena sa-

lud o una adecuada pareja. El límite es el propio cerebro, que está

diseñado para no ser demasiado feliz de manera permanente.

“El cerebro es una máquina diseñada para sobrevivir”, explica

Ralph Adolphs, especialista en neurología de las emociones de la

Universidad de Iowa (Estados Unidos). El placer “nos empuja a con-

seguir cosas útiles para la supervivencia, como comida o sexo”.

Pero las emociones negativas “son necesarias para que apren-

damos a rehuir peligros”. Desde este punto de vista, la vida emo-

cional es una sucesión de altibajos, en la que es necesario bajar para

luego volver a subir.

Investigaciones sobre las raíces del placer realizadas desde los

años ochenta han mostrado que, aunque hay placeres distintos,

todos ellos confluyen en unos mismos circuitos de neuronas: todo

placer activa el sistema de recompensa neural situado en el cen-

tro del cerebro; desde ahí se envían señales al córtex frontal, que

toma conciencia del placer, y el córtex activa de nuevo el sistema

de recompensa, con lo que el circuito se cierra.

Uno de los descubrimientos más sorprendentes ha sido que las

drogas activan los mismos circuitos del cerebro que los placeres

cotidianos. La adicción empieza cuando estos circuitos se averían

por una sobrecarga de estímulos de placer. “Tenemos una cierta

cantidad en el banco en términos de placer en nuestras vidas, y

podemos gastar esta cantidad en un fin de semana con un atra-

cón de cocaína o en un periodo

más largo en los placeres

normales de la vida coti-

diana”, explica George

Koob, del Instituto Scripps de

California (Estados Unidos).

El cerebro regula el placer co-

mo regula la temperatura corporal:

de manera inconsciente y mante-

niéndolo dentro de unos márgenes.

Los bebés son máquinas de

aprender. Pocas cosas fascinan más a un

recién nacido que explorar el mundo que le

rodea y alimentar su cerebro. Sin embargo,

la mayoría de las personas no tiene re-

cuerdos anteriores a los tres años. Esta am-

nesia de los primeros años se debe a que el

hipocampo, una región del cerebro que fija

los recuerdos en la consciencia, no madu-

ra hasta alrededor de los tres años.

Entonces, ¿cómo lo hacen los niños para

no olvidar lo que aprenden antes de los tres

años? ¿Por qué, una vez han aprendido a

correr o a poner en marcha el vídeo, no lo

olvidan?

La respuesta es que no todo lo que apren-

de el cerebro es consciente (prueben a co-

rrer conscientemente, pensando cada paso

que dan, y verán el trompazo que se pegan).

Y, por lo tanto, que no todos los recuerdos

se almacenan a través del hipocampo.

En los primeros años de vida, el aprendi-

zaje se hace sobre todo a través de las es-

tructuras del cerebro emocional, y espe-

cialmente de la amígdala. Incluso después

de los tres años, y durante toda la vida, el

cerebro emocional ayuda a fijar recuerdos

duraderos. Este es el motivo por el que na-

die olvida a su primer novio (o novia), pero

casi todo el mundo olvida el teorema de Pi-

tágoras si lo aprendió por obligación y sin

emoción.

Pitágoras se olvida porque el cerebro

humano es muy eficiente para el olvido, so-

bre todo de lo que no le interesa. A falta de

emoción, la alternativa para consolidar un

recuerdo es la repetición (repitan el teore-

ma 50 veces y les costará un tiempo vol-

ver a librarse de él).

Pero sea por emoción o por repetición,

para que los recuerdos

no se pierdan por el

desagüe del olvido es

necesario, sobre todo,

dormir. Múltiples in-

vestigaciones sobre el

sueño han comproba-

do que, cuando una

persona aprende algo

y se pasa la noche si-

guiente en blanco, el

recuerdo no se fija en

el cerebro y lo apren-

dido se desaprende. El

olvido por insomnio

se ha observado tan-

to en aprendizajes conscientes –por ejem-

plo, las lecciones aprendidas la noche an-

terior a un examen– como en habilidades

más automáticas –por ejemplo, videojuegos

en los que se adquieren reflejos automáti-

cos que cortocircuitan la consciencia–.

La extraordinaria capacidad que mues-

tran los niños para aprender se debe a que

las conexiones entre sus neuronas están en

permanente renovación, de modo que unas

conexiones se forman y otras se deshacen

con facilidad. Pero como cualquiera que

haya intentado aprender

inglés de adulto puede

atestiguar, el cerebro

es como una esponja

cada vez más empa-

pada y cada vez menos

capaz de absorber nue-

vos aprendizajes. Es-

te declive se debe a

que, con la edad, el

aprendizaje cada vez

se basa más en forta-

lecer conexiones ya

existentes entre neu-

ronas que en formar

conexiones nuevas.

la identidad sexual guardián de la memoria

v

vv

Entre el cerebro masculino y el femenino hay dife-

rencias pequeñas pero importantes, según han puesto de manifiesto

investigaciones realizadas en los últimos diez años. Tam-

bién se han detectado diferencias entre personas

con diferente orientación sexual (homosexuales

frente a heterosexuales) o identidad sexual (tran-

sexuales frente a no transexuales). Nada en es-

tas diferencias justifica, según los neurocien-

tíficos, desigualdades sociales entre los dis-

tintos grupos.

El hipotálamo, el gran interruptor sexual, es

un grupo de neuronas diminuto, de cuatro gra-

mos de peso, que se encuentra casi exactamen-

te en el centro del cerebro. En su parte anterior,

hay unos núcleos que son el doble de grandes en

hombres que en mujeres. Uno de estos núcleos es

también mayor en hombres heterosexuales que en ho-

mosexuales. En la base del hipotálamo se observa el efecto contrario:

el núcleo supraquiasmático, conocido sobre todo porque regula los

ritmos biológicos, es mayor en hombres homosexuales. Aún hay un

tercer núcleo que es menor en transexuales y en mujeres que en

hombres heterosexuales. En resumen: tenues diferencias

morfológicas bastan para suscitar comportamientos va-

riopintos, no sólo en actitudes estrictamente sexuales,

sino también en las relaciones familiares y sociales.

Las diferencias entre cerebros masculinos y fe-

meninos no se restringen al hipotálamo y al com-

portamiento sexual, sino que se observan también

en otras aptitudes: las mujeres suelen tener más

fluidez verbal, velocidad de percepción o capaci-

dad de reconocer emociones, mientras que los

hombres suelen tener más facilidad para el razo-

namiento matemático o la orientación espacial.

Estas diferencias empiezan a aparecer por la acción

de hormonas sexuales durante el desarrollo fetal y con-

tinúan después, posiblemente hasta la edad adulta, tanto por-

que las hormonas sexuales siguen actuando en el cerebro como por

las experiencias que acumula la persona a lo largo de la vida.

Los recuerdos se fijan en la memoria por emoción o por repetición, pero lo

fundamental PARA QUE NO SE PIERDAN EN EL OLVIDO es, sobre todo, dormir

las razones del cerebro

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Page 5: Las razones del cerebro 10 págs. ok

El estudio de la consciencia, que duran-

te siglos ha sido coto privado de filósofos, empieza a te-

ner respuestas científicas. Son respuestas todavía in-

completas, en ocasiones frustrantes porque no explican

todas las proezas de que es capaz el cerebro humano.

Pero las investigaciones realizadas en los últimos diez años

han demostrado por primera vez que la consciencia es

una función cerebral y que se puede estudiar científica-

mente.

¿Cómo debe ser un cerebro para producir consciencia?

Son claves dos ingredientes. Primero, que la corteza ce-

rebral (el tejido arrugado que recubre los hemisferios ce-

rebrales y el cerebelo) tenga una arquitectura particular,

con fenómenos químicos y eléctricos muy precisos; por

ejemplo, es necesario que exista una determinada velo-

cidad en la comunicación eléctrica en el

interior de las neuronas. Y segundo, que

las diferentes zonas de la corteza puedan

funcionar a la vez, de manera sincroni-

zada, tanto entre ellas como con otras

áreas del cerebro.

El resultado es una infinidad de cir-

cuitos eléctricos, conectados entre ellos

y funcionando en paralelo. No hay, por lo

tanto, una única área cerebral respon-

sable de la consciencia. Más bien, para

que se ponga en marcha la consciencia,

es preciso que trabajen a la vez muchas

áreas cerebrales.

Entre todas ellas, destaca como di-

rector de orquesta, como conductor de

la máquinade laconsciencia

Algunas investigaciones sobre el comportamiento de GRANDES SIMIOS

Y DE MAMÍFEROS MARINOS COMO ORCAS Y DELFINES sugieren

que o tienen consciencia o se comportan como si la tuvieran

v

10 FEBRERO 2002 5958 MAGAZINE

Hace veinte años era fácil

saber si alguien era inteligente. Se le hacía

un test de inteligencia y se calculaba su co-

ciente intelectual (CI). Quien sacaba un CI

de, pongamos, 150 era más inteligente que

quien sacaba un CI de 100. Así de fácil.

Pero al final se vio que a las personas que

sacaban puntuaciones altas en los tests de

inteligencia no les iba mejor en la vida que

todas lasformas deinteligencia

v

a las que sacaban puntuaciones normales.

¿Es que la inteligencia no tenía que ver con

el éxito? ¿O es que lo que medían los tests

de inteligencia no era exactamente la inte-

ligencia?

Hoy día, aquellos tests están cayendo en

desuso. Lo que miden son aptitudes verba-

les y matemáticas, es decir, las mismas ap-

titudes que ayudan a sacar buenas notas en

la escuela. Pero son incapaces de medir la

creatividad o el sentido común, que también

son fundamentales a la hora de resolver pro-

blemas.

Desde los años 80, la vieja idea de que la

inteligencia de una persona se puede redu-

cir a un número ha quedado obsoleta. Una

misma persona puede ser muy inteligente

para hacer nudos marineros (es decir, para

resolver problemas de topología) y sor-

prendentemente boba para estructurar un

texto escrito. Y esta misma persona puede

mostrar más inteligencia a una hora del día

que a otra según lo cansada que se en-

cuentre, según las sustancias que haya in-

gerido o según su nivel de estrés.

En resumen: la inteligencia es una apti-

tud compleja y variable. O mejor aún: son

varias aptitudes distintas que se designan

con una misma palabra.

Quien más ha popularizado esta nueva vi-

sión de la inteligencia es el psicólogo y pe-

riodista estadounidense Daniel Goleman

con su libro “Inteligencia emocional”, en el

que defiende que la aptitud de las personas

para comprender sus propios sentimientos

y los sentimientos ajenos es más impor-

tante que la inteligencia matemática o la

verbal para conseguir la felicidad.

Pero el verdadero creador del concepto de

la inteligencia múltiple es el también esta-

dounidense Howard Gardner. Para Gard-

ner, hay por lo menos ocho tipos indepen-

dientes de inteligencia: lingüística, lógico-

matemática, musical, corporal (el control del

propio cuerpo), personal (la aptitud de com-

prender las sensaciones subjetivas pro-

pias y ajenas), espacial (la aptitud de per-

cibir formas y espacios), naturalista (la ca-

pacidad de reconocer y categorizar los ob-

jetos del entorno) y existencial (la capaci-

dad de aprehender las cuestiones funda-

mentales y místicas de la vida).

Una vez que se acepta que el cerebro hu-

mano tiene múltiples inteligencias, las com-

paraciones entre personas pierden sentido.

¿Era Albert Einstein más inteligente que Mi-

chael Jordan? ¿O tal vez Einstein tenía

más inteligencia lógico-matemática y Jor-

dan, más inteligencia corporal? Pero lo que

ha quedado claro es que aquellos viejos

tests de inteligencia que tanto se utilizaron

en el siglo XX eran poco inteligentes.

la consciencia, un tipo de corteza que en el ser humano

ocupa la mayor parte de la superficie cerebral y que se en-

carga de conectar la información y darle sentido: la cor-

teza de asociación.

Estos descubrimientos implican que las plantas, que no

tienen cerebro, no pueden tener consciencia (por lo me-

nos, consciencia tal como la entendemos nosotros) ni sen-

timientos (pues los sentimientos son un producto de la

consciencia). Tampoco tienen consciencia animales como,

pongamos, los calamares, que sí tienen cerebro, pero se

trata de un cerebro sin corteza.

Por el contrario, hay otros animales, principalmente ma-

míferos, que parecen tener los requisitos necesarios para

la consciencia. Algunas investigaciones sobre el com-

portamiento de los grandes simios y de algunos mamífe-

ros marinos como orcas y delfines su-

gieren que o tienen consciencia o se

comportan como si la tuvieran. El caso

más espectacular es “Kanzi”, un chim-

pancé pigmeo criado en el Centro de

Primatología Yerkes de Atlanta, que

entiende a sus cuidadores cuando le

hablan en inglés y les contesta pulsan-

do iconos en un ordenador.

Pese a estos avances, la pregunta de

qué es la consciencia aún no tiene nin-

guna respuesta mejor que la que dio

Louis Armstrong a una periodista que

le preguntó qué era el jazz: “Señorita,

si tiene que preguntarlo, es que nunca

lo sabrá”.

Una misma persona puede ser muy inteligente para

HACER NUDOS MARINEROS y sorprendentemente

boba para estructurar un texto escrito

las razones del cerebro

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