Las que lloran. Textos y registro de intervenciones 2012

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Intervenciones urbanas del Grupo Biencriadas

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Foto de tapa: Margarita Fuentes Intervención en Plaza YrigoyenJulio de 2012 San Miguel de Tucumán

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Decidimos llorar como imagen.Para hacer visible la violencia.

María Laura Buccianti

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Las mujeres lloramos

Contra nosotras está la violencia: en el cuerpo, en la cabeza, en el sexo. Sin palabras y con el cuerpo como campo de batalla, el silencio.La muerte es silencio.Lloramos para que nos escuchen.Lloramos porque queremos vivir.Quienes callaron, no pudieron llorar. Por ellas, lloramos.

Geraldine Palavecino

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Intervención en Plaza 9 de Julio 11 de agosto de 2012 Ciudad de SaltaFoto: Rodrigo González Gomeza

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Una performance del dolor o cómo conjurar la violencia.

Unas mujeres recorren la ciudad. Su apariencia es extraña. Deam-bulan más que caminan. Irrumpen sin aviso, atravesando los espacios públicos en los que la cordura y el respeto de las normas han impues-to el rigor de nuestras conductas. Sabemos, hemos aprendido, que nuestro dolor debe silenciarse, que nuestra indignación debe callarse, que nuestra furia debe domesticar-se. Sabemos que la angustia debe manifestarse en voz baja, en los re-servados lugares de nuestra privaci-dad, allí donde a nadie molestamos y donde la vida no debe ingresar. Esas imágenes, estos cuerpos que han elegido el velo, corroen nues-tro sentido común del dolor (hasta para el dolor hemos impuesto un sentido común). Esos cuerpos ve-lados impugnan nuestra certeza de indignación y desequilibran el bajo tono acostumbrado de nuestro des-asosiego. Estos cuerpos han elegido perderse tras un velo. De ha ratos

Laura Navallo / Hernán Ulm

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Intervención en Plaza YrigoyenJulio de 2012 San Miguel de TucumánFoto: Margarita Fuentes (Detalle)

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convulsionan. Se convulsionan y nos convulsionan. Convulsionan el espacio de la ciudad. La ponen en movimiento, la mueven, la con-mueven. Reparten de otro modo los lugares públicos y los modos de ocuparlos. Rompen en llantos (la expresión no puede ser mejor: estos cuerpos se rompen porque indican una fractura, quieren mos-trar eso que se ha roto, eso que ya no puede volver a unirse, muestran que no hay ya reunión de las par-tes, que aquello que nos unía, que el pacto que nos reunía, está que-brado) y sus movimientos parecen exceder los de sus cuerpos: des-aparecen en el movimiento de los velos. Sus velos adquieren entonces una vida propia, una vida impropia, una vida sin voluntad ni destino, y vagan, casi tropezando, sin lugar al que dirigirse. Pero no es cierto que apenas lloran. Gimen, emiten pe-queños gritos. El espasmo del cuer-po se redobla en este espasmo de la lengua. En este temblor de la voz que no se termina de articular, todo el lenguaje tiembla. El grito-llanto disuelve toda posible resolución en la palabra. Es que el llanto de la llo-rona no es tanto el del estereotipo cotidiano del dolor que se expresa en las lágrimas que corren por la pálida mejilla. El llanto de las llo-ronas es, más que eso, el grito que la boca lanza. El grito por el que la boca se lanza. El llanto-grito por el que la boca expulsa el cuerpo y lo

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Intervención en Plaza YrigoyenJulio de 2012 San Miguel de TucumánFotos: Margarita Fuentes (arriba), registro cámara Elvira Rueda (abajo)

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reduce al hueco en el que el rostro se pierde, no tiene ningún parentes-co con el lenguaje que en nuestra violencia se dirige sólo a nuestra pena y la articula en una palabra de consuelo. Ese grito nos asalta des-de un tiempo que ya no es el nues-tro y se dirige a un tiempo que to-davía no es el nuestro. Grito de un cuerpo siempre ajeno del que nadie puede apropiarse porque ha dejado de pertenecer a alguien. Desindivi-duación de la palabra y los nombres del dolor, al mismo tiempo anóni-mo y múltiple como respuesta a una violencia inmemorial y a la que ya tampoco le cabe ningún nombre. Por ello, el grito-llanto, el cuerpo sin rostro, nos interpela como esa palabra inarticulada que impone el silencio alrededor. El grito aparece cuando el lenguaje no alcanza ya para nombrar. Aparece cuando no se quiere nombrar porque el exceso de la injusticia sólo puede ser mos-trado por el exceso de este grito. El grito-llanto hace silencio en quien lo escucha, imponiendo en los dos extremos de lo que habla la ausen-cia de la palabra, la suspensión de las significaciones sociales y la ex-plosión de un sentido que se ma-nifiesta sin nombrarse en la pura presencia de esos cuerpos borrados (a los que la violencia quiere hasta quitarles su nombre y reducirlos a la doble muerte del olvido) y que ya apenas pueden gemir. Entre el grito y el silencio, las lloronas muestran

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Intervención en Plaza 9 de Julio 11 de agosto de 2012 Ciudad de SaltaFotos: Rodrigo González Gomeza

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que el lenguaje fracasa. Muestran lo que en el lenguaje fracasa. En ese grito que no deja de enmascararlos (el grito es la másca-ra por la que la voz se puede pre-sentar sin decir su nombre), y por el que se trasfiguran, esos cuerpos que se desvelan tras el velo, nos de-jan, sin embargo, en la triste fronte-ra de una noche sin sueño. En las lloronas, la única presencia que se presenta es la presencia que se vela, la presencia del velo y que, con-trariamente a lo que podría exigir la demanda judicial de verdad, no puede ni debe desvelarse (no se tra-ta de una verdad, no es la verdad de los cuerpos lo que se vela en el velo de la llorona: lo que la llorona ma-nifiesta no es del simple orden de la verdad, su justicia es una demanda que no se satisface en los tribuna-les: esa justicia llega tarde, las lloro-nas, lloran por el antes, lloran por la violencia que ya ocurrió, lloran por la violencia que ya fue y lloran para que no vuelva a ser). Las lloronas son apenas restos, despojos de una larga noche en la que ellas custo-dian nuestro sueño. Larga noche en que se vela, se está en vela, para evitar la llegada repetida de aquello que nos ha congregado. No sabemos, no podremos saber, si hay lágrimas que corren por el rostro que se ha ocultado. Sólo la viuda puede mostrar su ros-tro y llorar por aquel que ha muerto. La viuda es la única que en el dolor

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Intervención en Plaza 9 de Julio 11 de agosto de 2012 Ciudad de SaltaFotos: Rodrigo González Gomeza

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todavía se individua en el rostro que realiza el drama. Las lloronas se niegan a ese cara a cara. Las lloro-nas pertenecen a otro ritual, a otra ceremonia. Si la viuda realiza su drama individual resaltando así su relación personal con la muerte, las lloronas lloran por aquellos que no realizan ese encuentro cara a cara pero, no obstante, participan de ese dolor. Las lloronas dramatizan ritualmente el dolor colectivo para aquellos que no están presentes en el velorio. Están para que el dolor se arranque al dominio cerrado de lo privado y se haga público. Las lloronas están para que todo acto de violencia sea, en esta ceremonia de reclamo, pública. No lloran, no gritan, no se cubren por ni para el muerto que está allí enfrente sino por la muerte, violencia suprema, que rodea nuestra vida, lo hacen para nosotros, para ser portadoras de un dolor que nos pertenece. Porque no se trata sólo de esta violencia de hoy. Se trata de la violencia que nos acompaña a través de los tiempos, que se ins-cribe en los rostros que se ocultan, en los nombres de las muertes que se olvidan, en los cuerpos que no cuentan. Se trata de una violencia, de la memoria de una violencia, que nos continúa, que se continúa en la violencia callada de nuestro pre-sente; se trata de una violencia que transgrede el tiempo y en su modo secreto, nos toca. De una violencia

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Intervención en San Salvador de JujuyNoviembre de 2012 Foto: Juliana Romeo

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del pasado que llega al presente en la superficie blanca de ese velo dis-puesto a todas las inscripciones. Y es que en su andar vaga-bundo, en su gemido, en su deam-bular, en la blancura de su velo ¿aca-so la imagen que las lloronas nos presentan, no las asemeja a la de los fantasmas que vuelven para hacer-nos recordar aquello que se silen-cia en el orden simple de nuestras palabras? El fantasma, después de todo, viene para conjurarnos, para exigirnos justicia, para imponernos su presencia (recuerdo el famoso fantasma, el padre de Hamlet que se aparece para exigir la conjura, para conjurar a su hijo, para exigir que su recuerdo viva hasta que se restituya el orden y se castigue una violencia que ya él mismo no puede nombrar). En su apariencia fantas-mática las lloronas no dejan de ma-nifestar la presencia de los cuerpos que ellas mismas deben cubrir. Los fantasmas que no se deben olvidar. Esos fantasmas cuyo cuerpo perdi-do ya no podremos recuperar pero debe ser mantenido en el límite de lo que se resiste a ser abandonado. Parecidas a un vaciado de yeso, a una imagen de cera que se ha derre-tido y que ahora sólo aparece como la vaga semejanza que no se logra restituir los cuerpos de las lloronas, esa imagen del cuerpo que ellas nos presentan, remiten a esos cuerpos por los que ellas lloran, esos cuer-pos ya desaparecidos, esos cuerpos

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Intervención en Perico (Jujuy)Noviembre de 2012 Foto: Juliana Romeo

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que han sido sometidos al régimen impiadoso de la violencia sin pa-labras. Las lloronas imprimen en sí mismas esa vaga semejanza con los muertos que al fin y a cabo toda imagen lleva en sí, fantasmas de esa vida que ya se fue, en la frontera de lo que vive pero ya no, de lo que ha muerto pero todavía no. Hemos sido conjurados. El silencio que el espectador siente re-corriendo su piel es el doble del gri-to de las lloronas. Hemos sido con-jurados. La pérdida de los rostros hace que desviemos la mirada (la llorona nos obliga a bajar la vista): esa ausencia de rostro nos anticipa, nos hace los sin rostro, nos seña-la nuestro posible destino. Hemos sido conjurados: los tiempos de la violencia nos habitan, nos deman-dan, nos exigen. Somos los que gri-tan, somos los que perderemos el rostro. Las lloronas están ahí para hacer presente eso que en las pa-labras y los discursos permanece como olvidado. Eso que no se sabe y que no puede ser dicho.

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Diario El Tribuno 12 de agosto 2012

Intervención de artistas salteñas “Lloronas” en la ciudad: alerta a favor de la mujer

Una inusual imagen sorprendió ayer a quienes pasaban por la plaza.

Las ciudades tienen vida propia y oca-sionalmente nos invitan al asombro. A veces, los artistas tienen mucho que ver en esto. Ayer, más de un salteño se habrá sorprendido al ver deambulando por la plaza 9 de Julio a mujeres ves-tidas de blanco, cabizbajas, “llorando” con gran sentimiento. Los personajes fueron parte de una intervención ur-bana creada por la artista María Lau-ra Buccianti, para poner el foco sobre una terrible realidad que nos sacude (o debería sacudirnos) como sociedad: la violencia de género y los femicidios. Buccianti explicó que la idea surgió de un colectivo de mujeres de la región -por ahora tucumanas y salte-ñas- y a partir de una imagen: las niñas adolescentes de Yavi que en Semana Santa lloran toda la noche en proce-sión, acompañadas por su pueblo. “Las mujeres que lloran acá, en plena ciudad, se apropiaron de esa imagen y lloraron por sus propias problemáticas, resignificando el llanto”, aclaró.

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Las personas involucradas en este proyecto pensaron que podía ser la excusa perfecta para pronunciarse desde el arte, desde otro terreno, so-bre los acontecimientos violentos que suceden casi a diario contra la mujer en nuestra región. “Así, entre las artistas se fue generando un espacio propio, con un reclamo distinto, que puede in-cluir a personas que se identifican con estos lenguajes. A partir de mi propues-ta, se fueron sumando mujeres, artistas tucumanas y salteñas que trabajan en distintos ámbitos con su cuerpo, desde la expresión del mismo”.

El lenguaje de los cuerpos La artista plástica salteña ex-plicó que “la performance es un campo en el que todos los lenguajes se cruzan y se encuentran, incluyendo también al que pasa por la calle desprevenido y que puede, o no, dejar que esos cuer-pos le digan algo”, precisó Buccianti. La intervención realizada ayer en el centro de Salta estuvo acompa-ñada por un texto de la escritora Geral-díne Palvecino: “Las mujeres lloramos. Contra nosotras está la violencia: en el cuerpo. En la cabeza, en el sexo. Sin palabras y con el cuerpo como campo de batalla, el silencio. La muerte es silencio. Lloramos para que nos escu-chen. Lloramos porque queremos vivir. Quienes callaron, no pudieron llorar. Por ellas, lloramos”.

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Silvia Katz. Mujeres de blanco Primer premio XXXII Salón Provincial de Artes Visuales en la especialidad fotografía.

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Sonrisa fisuradael espejo devuelve mi mancha.roce/caricia/mordida/regalo frágil esperoburla/golpe/grito/paliza las cosas son asíen este nuestro amor isla Extraño paraíso así Nadie resiste asíla isla se hunde otra vez/ya no hago pié otra vez borde/paradisíaco cadalso amor no es así/Aprendo a surcar las olas del miedo y navego digna hacia un espejo que devuelve mi mirada Sin mancha.

Renata Kulemeyer

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Colectivo Biencriadas:Alejandra Rabaglia, Carmen

González Gomeza, Geraldine Palavecino, María Laura

Buccianti, Ana Azurmendi

“Las que lloran”

Tucumán: Susana Martínez, Tuly López, Elvira Rueda, Fernanda

Russo, Teresa Dragone.

Salta: Natalia Salibe, Monserrat Llaò, Ana Serrano, Cecilia

Gutiérrez, Manuela López Morillo, Alma Canobio, Manuela de la Cruz.

Jujuy: Vicenta Alancay , Mónica del Valle Belén Amante, Adriana Azate,

Silvana Castro, Mónica Colqui, María Fernanda Domínguez,

Daniela Gil, Elizabeth Guanactolay, Irma Huallpa, Irma López

Durán, Evelina Mogro, Rocio Rojas, Mercedes Tarifa, Verónica

Tejerina, Rosmery Vargas Alfaro, Sonia Vivero, Clara Gladis Tolaba.

Ismael Salas, Adriana Azate, Gladys Colqui.

(Organizadoras en S.S. de Jujuy: “Indispuestas y sincronizadas”

Florencia Califano, Renata Inés Ku-lemeyer. Organizadores en Perico: Marcelo Abud , Teatro Estación

Perico.)

Director de actrices: Esteban Zelarayan.

Vestuario: María Fernández

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