LAS POTENCIAS EXTRANJERAS Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA. UNA REACCIÓN EN SIETE ETAPAS...

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LAS POTENCIAS EXTRANJERAS Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA. UNA REACCIÓN EN SIETE ETAPAS 1 LORENZO MEYER LAS RELACIONES DE PODER Y CONFLICTO ENTRE MÉXICO y las grandes poten- cias, durante los turbulentos y dramáticos años del segundo decenio del si- glo XX, constituyen una trama que el profesor Friedrich Katz ha deshilado con una finura sólo igualada por su pasión por el tema. Este ensayo desea ser un homenaje a un académico extranjero que se ha identificado de ma- nera tal con esa comunidad imaginada, el México revolucionario, que ya se ha convertido en parte integral e importante de la misma. UNA PROPUESTA Las agresivas reacciones de las potencias extranjeras, frente al sorpresivo y violento final del régimen mexicano creado y presidido durante más de tres decenios por el general Porfirio Díaz, y frente al estallido posterior de una revolución, aunadas a las respuestas de los líderes revolucionarios a esas mismas reacciones, dieron por resultado una lucha entre el poder imperial de los Estados Unidos y Europa —un poder no exento de contradicciones— y una sociedad situada en la periferia del sistema internacional, que en un arranque de nacionalismo, aunque sin una ideología muy elaborada, se pro- puso transformar su proyecto nacional, decisión que la llevó a chocar con los defensores internos y externos del statu quo. El proceso no fue única- mente acción y reacción, sino que también incluyó la rectificación de las percepciones recíprocas que, con frecuencia, eran percepciones erróneas o, incluso, completamente equivocadas. 1 Este trabajo es una versión corregida de otro que se prénsente con el título de "The Reaction of Foreign Powers to the Different Phases of the Mexican Revolution", en un simpo- sio en torno a la obra del profesor Friedrich Katz, en la Universidad de Chicago, el 7 de no- viembre de 1998. 577

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LAS POTENCIAS EXTRANJERAS Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA. UNA REACCIÓN EN SIETE ETAPAS 1

L O R E N Z O M E Y E R

L A S R E L A C I O N E S D E P O D E R Y C O N F L I C T O E N T R E M É X I C O y las grandes poten­

cias, durante los turbulentos y d r a m á t i c o s a ñ o s de l segundo decenio de l si­glo X X , const i tuyen u n a t rama que el profesor F r i ed r i ch Katz ha deshilado con una finura só lo igualada po r su p a s i ó n po r el tema. Este ensayo desea ser u n homenaje a u n a c a d é m i c o extranjero que se ha ident i f icado de ma­nera tal con esa c o m u n i d a d imaginada, el M é x i c o revoluc ionar io , que ya se ha conver t ido en parte in tegra l e impor tan te de la misma.

U N A PROPUESTA

Las agresivas reacciones de las potencias extranjeras, frente al sorpresivo y violento final de l r é g i m e n mexicano creado y presidido duran te m á s de tres decenios p o r el general Por f i r io Díaz , y frente al estallido poster ior de una r e v o l u c i ó n , aunadas a las respuestas de los l í d e r e s revolucionar ios a esas mismas reacciones, d i e r o n p o r resultado una lucha entre e l pode r i m p e r i a l de los Estados U n i d o s y Europa —un poder n o exento de contradicciones— y una sociedad situada en la per i fer ia de l sistema in te rnac iona l , que en u n arranque de nacional ismo, aunque sin una i d e o l o g í a m u y elaborada, se pro­puso t ransformar su proyecto nacional , d e c i s i ó n que la l levó a chocar con los defensores in te rnos y externos de l statu quo. E l proceso n o fue ú n i c a ­mente a c c i ó n y r e a c c i ó n , sino que t a m b i é n i n c l u y ó la r ec t i f i c ac ión de las percepciones r e c í p r o c a s que, con frecuencia, eran percepciones e r r ó n e a s o, incluso, comple tamente equivocadas.

1 Este trabajo es una versión corregida de otro que se prénsente con el título de "The Reaction of Foreign Powers to the Different Phases of the Mexican Revolution", en un simpo­sio en torno a la obra del profesor Friedrich Katz, en la Universidad de Chicago, el 7 de no­viembre de 1998.

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En t é r m i n o s generales se puede afirmar que las canc i l l e r í a s de los Es­tados Unidos y Europa s a b í a n poco sobre la naturaleza de la sociedad me­xicana y, en part icular , sobre esa masa ignorada po r quienes só lo se h a b í a n fijado en la é l i te porf i r is ta y en los sectores modernos de la e c o n o m í a . Por su parte, los nuevos gobernantes mexicanos, salidos de las clases medias e incluso de las populares, mos t ra ron ser poseedores de una vis ión igual­mente estrecha y pa r roqu ia l sobre lo que era el m u n d o exter ior . Por ello, resulta que una constante de las relaciones entre el M é x i c o en r e v o l u c i ó n y el resto de l m u n d o , en el pe r iodo bajo c o n s i d e r a c i ó n , fue la mezcla de pre­ju ic ios y percepciones objetivas en la f o r m u l a c i ó n de po l í t i ca s p o r parte de los gobiernos extranjeros y los nuevos d u e ñ o s de l poder en M é x i c o . Y aun­que es verdad que los anál i s i s de l Depar tamento de Estado, la Fore ign Off i ­ce y los otros minister ios europeos sobre la naturaleza de l v io len to proceso que tuvo lugar en M é x i c o , a pa r t i r de finales de 1910, n o fue el ú n i c o fac­tor que d e t e r m i n ó las po l í t i ca s de los actores extranjeros hacia M é x i c o , sí fue u n e lemento impor t an te y, a veces, decisivo.

Si tomamos como variable p r i nc ipa l de anál is is la ac t i tud de los gobier­nos extranjeros frente al proceso mexicano entre los a ñ o s de 1910 y 1930, entonces es posible ident i f icar cuando menos siete etapas den t ro de ese pe­q u e ñ o pero intenso pe r iodo h i s t ó r i c o , aunque esa c las i f icación puede ser modif icada de acuerdo con los requer imientos de l enfoque par t icular de cada investigador. L a etapa in i c i a l se caracteriza po r la sorpresa que pro­dujo la c a í d a de l r é g i m e n ; la segunda, po r la espera atenta de l m u n d o ex­terior, mientras evaluaba la capacidad de las nuevas autoridades para re-i n t r o d u c i r la gobernab i l idad en los sistemas p o l í t i c o y social de M é x i c o ; la tercera etapa e s t á marcada p o r la i n t e r v e n c i ó n agresiva de las potencias ex­tranjeras en los asuntos in ternos de l nuevo r é g i m e n mexicano; la cuarta se caracteriza p o r las diferencias que aparecen entre las potencias extranjeras con respecto a la naturaleza de los procesos que ocu r ren en M é x i c o y la me­j o r manera de manejarlos; la qu in t a etapa se define p r inc ipa lmen te po r las presiones externas para contener las tendencias m á s nacionalistas y sociales de la R e v o l u c i ó n , pero t a m b i é n p o r las divergencias a ú n mayores en la ac­t i t u d de las potencias extranjeras hacia M é x i c o y e l surg imien to de u n ver­dadero conf l ic to i n t e r i m p e r i a l ; la c a r ac t e r í s t i c a central de la siguiente fase es el esfuerzo de l poder d o m i n a n t e de la r e g i ó n po r lograr que el nuevo r é ­g imen mexicano actuara s e g ú n los pr inc ip ios que c o n s t i t u í a n el derecho i n ­ternacional en mater ia de la p rop iedad de los extranjeros, p r inc ip ios dise­ñ a d o s e impuestos p o r las grandes potencias europeas a lo largo de varios siglos; el s é p t i m o y ú l t i m o pe r iodo corresponde a los procesos que condu­j e r o n al acuerdo final —y a su c o n s o l i d a c i ó n — entre el nuevo r é g i m e n me­xicano y las potencias que d o m i n a b a n e l sistema in te rnac iona l .

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UNA DESAGRADABLE SORPRESA

M u y pocos extranjeros y, de hecho, m u y pocos mexicanos, pensaban en 1910 que el p e q u e ñ o e improvisado levantamiento de l Part ido A n t i r r e -eleccionista contra el aparentemente s ó l i d o y muy fuerte r é g i m e n porf ir is-ta t e n d r í a éx i to , y a ú n menos que pud ie ra estallar una r e v o l u c i ó n en M é ­xico . Ú n i c a m e n t e el p u ñ a d o de revolucionarios profesionales de l Par t ido L ibe ra l —los magonistas— c r e í a n no só lo deseable sino posible e l sur­g imien to de una r e v o l u c i ó n social al sur de los Estados Unidos , e h i c i e r o n todo p o r prender la mecha e in ic iar la ; pero, fuera de ellos, m u y pocos su­p o n í a n que la d ic tadura de l general Díaz p o d r í a conc lu i r con u n hecho de tal magn i tud .

Las suntuosas celebraciones de l centenario de l in i c io de la indepen­dencia, corolar io de la s é p t i m a r e e l e c c i ó n de l general Díaz , fue ron tomadas como la prueba evidente de la enorme confianza que la o l i g a r q u í a porf ir is-ta t e n í a en sí misma y en su fu tu ro , y de l apoyo casi i n c o n d i c i o n a l de las grandes potencias al r é g i m e n mexicano en su conjunto y a Por f i r io Díaz en l o personal. Los d i p l o m á t i c o s y observadores extranjeros s a b í a n de la exis­tencia de cierto descontento p o l í t i c o y social en algunos sectores de las cla­ses media y baja, pero finalmente descartaron la pos ib i l idad de que el re­chazo de Francisco I . Made ro y sus seguidores antirreeleccionistas a la l eg i t im idad de los resultados de la e l e c c i ó n de 1910 pud ie r an conduc i r a la crisis final de l r é g i m e n .

Desde el p u n t o de vista de la embajada de los Estados Un idos y de las le­gaciones europeas, la r e e l e c c i ó n de Díaz era tan previsible como inevitable, y la d i e r o n po r u n hecho aun antes de saber cuá l e s h a b í a n sido los resulta­dos electorales. E l embajador estadounidense consideraba que el candida­to de la o p o s i c i ó n , el j o v e n Francisco I . Madero , aunque m i e m b r o de u n a o l i g a r q u í a local , era de l todo ignorante en asuntos de gob ie rno e i n f o r m ó a Washington que el rebelde de Coahui la y sus seguidores " c a r e c í a n total­mente de prestigio p ú b l i c o " , y que el gob ie rno de Díaz , si b i en no t e n í a una a c e p t a c i ó n universal, c o n t i n u a r í a rec ib iendo el apoyo de todos los grupos e c o n ó m i c o s impor tantes de M é x i c o . 2 Desde el p u n t o de vista de la embaja­da, la disyuntiva que t e n í a n Made ro y sus corre l igionar ios era a d m i t i r su de­r ro t a o b i en correr la misma suerte que todos los opositores anteriores: el encarcelamiento, el d e s c r é d i t o o ambos. Por o t ro lado, el representante de Washington en la c iudad de M é x i c o adv i r t ió a sus superiores que u n sistema

2 Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México, El Porfiriato. Vida política exterior, 2 a par­te, México, Ed. Hermes, 1966, pp. 353 y 354.

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po l í t i co basado en el poder personal de u n l í de r , como era e l mexicano, no p o d r í a durar po r siempre; Díaz era u n anciano y m á s temprano que tarde t e n d r í a que ser susti tuido. Sin embargo, s u p o n í a que el g rupo que rodeaba al dictador, el de los "cient í f icos" , t e n í a la c o h e s i ó n in t e rna y e l buen posi-c ionamiento externo como para hacerse cargo de l proceso de s u c e s i ó n sin d a ñ a r al r é g i m e n . Así pues, para la embajada estadounidense, el sustento del sistema mexicano s e g u i r í a siendo la terr ible pero conveniente dua l idad t radicional : la c o r r u p c i ó n de la jus t ic ia y la c o n c e n t r a c i ó n de los beneficios en la c ima de la p i r á m i d e social . 3

Cuando en noviembre de 1910 se in i c ió la revuelta maderista, los d i ­p l o m á t i c o s y los inversionistas extranjeros m á s prominentes , como el em­presario b r i t á n i c o Wee tman Pearson ( L o r d Cowdray) , consideraron que el desafortunado asunto t e r m i n a r í a p r o n t o y de la manera esperada y lógica: la derrota de los rebeldes y la e j e c u c i ó n de M a d e r o . 4 Pero, como el s i m b ó ­lico a ñ o de l 10 l l egó a su fin y la revuelta s e g u í a viva, las opiniones empeza­r o n a cambiar: se a d m i t i ó que Madero estaba ganando apoyo entre la po­b l a c i ó n y que Díaz era, d e s p u é s de todo, u n l í d e r ya bastante i m p o p u l a r . 5

A l final, l o que realmente s o r p r e n d i ó no fue la e x t e n s i ó n de la r e b e l i ó n en el no r t e y e l estallido de otros focos de insurgencia en el sur, sino la i n ­capacidad de la maqu ina r i a po l í t i c a y mi l i t a r porf i r is ta para aniqui lar desde los p r imeros momentos a quienes h a b í a n osado cuestionar lo que los inte­reses estadounidenses y europeos en M é x i c o consideraban el arreglo pol í ­tico m á s efectivo de toda A m é r i c a Lat ina . A n t e la incapacidad de Díaz y su e jérc i to para sofocar con rapidez la revuelta, el embajador de los Estados Unidos a p o y ó la mov i l i zac ión de tropas de su p a í s en la f rontera , a c c i ó n que en real idad n u n c a tuvo o t ro p r o p ó s i t o que el de dar la i m p r e s i ó n ante la o p i n i ó n p ú b l i c a estadounidense de que el gob ie rno de Wash ing ton estaba haciendo algo en respuesta a la sorpresa mexicana, pero sin que se llegara efectivamente a considerar una invas ión para restablecer el o r d e n que se es­taba desmoronando en el p a í s vecino.

A q u í cabe s e ñ a l a r que u n o de los pocos extranjeros que presentaron al p ú b l i c o in t e rnac iona l una imagen n o opt imis ta n i positiva de l sistema por­firista fue el estadounidense J o h n K. Tu rne r , per iodis ta cercano a las posi­ciones de los hermanos Flores M a g ó n . C o m o era de esperar, los anál is is de T u r n e r sobre las divisiones, las graves tensiones sociales y las disfuncionali-

3 ídem, pp. 355 y 356. 4 Lorenzo Meyer, Su Majestad Británica contra la Revolución Mexicana, 1900-1950, México,

El Colegio de México, 1991, pp. 93 y 94. 5 Fueron las conclusiones de los cónsules estadounidenses, a principios de 1911. Cosío Vi­

llegas, op. cit., pp. 393-409.

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dades en e l proceso del desarrollo mexicano creadas po r la d ic tadura fue­r o n vivamente desmentidas po r los d i p l o m á t i c o s y los empresarios extran­je ros , ca l i f i cándo los de exageraciones, cuando no de francas ment i ras . 6

E N E S T A D O D E A L E R T A

A u n q u e el t é r m i n o de "espera atenta" o "en estado de alerta" se u s ó a ñ o s d e s p u é s para calificar las po l í t i c a s de l presidente Wi l son hacia M é x i c o , con­sidero que es apropiado tomar lo prestado para describir la esencia de la p o l í t i c a de las potencias en la etapa in i c i a l de l proceso revolucionar io . E n efecto, el gobierno provis ional de Francisco L e ó n de la Barra y e l p r i m e r a ñ o de l gobierno const i tucional de Made ro estuvieron bajo la mi rada v ig i ­lante y desconfiada de las canc i l l e r í a s extranjeras. E l p r inc ipa l i n t e r é s de l embajador estadounidense y de los d i p l o m á t i c o s europeos apostados en la c iudad de M é x i c o entre 1911 e inicios de 1913 era mantenerse vigilantes, ped i r p r o t e c c i ó n para los connacionales suyos amenazados p o r los distur­bios y demandar la mayor rapidez en el proceso de r e c o n s t r u c c i ó n de la es­tab i l idad interna, ú n i c o med io en que los negocios de l capital in te rnac iona l p o d í a n prosperar.

E n los inicios modestos y n o m u y radicales de l nuevo r é g i m e n y su de­mocracia , la p r inc ipa l p r e o c u p a c i ó n de los intereses extranjeros en M é x i c o n o era u n a posible oleada de nacional ismo —aunque tampoco la descar­taban de l todo, tras los mot ines antiestadounidenses que estallaron en los centros urbanos y entre las clases populares, al final de l gob ie rno de Díaz—, sino la vida y las propiedades de sus connacionales en los lugares ais­lados, como las minas, las haciendas, las plantaciones y los p e q u e ñ o s po­blados. U n a y ot ra vez, la embajada de los Estados Unidos y las legaciones europeas sol ic i taron al secretario de Relaciones Exteriores p r o t e c c i ó n po­l ic ia l o mi l i t a r inmedia ta para los ciudadanos extranjeros, que p e d í a n el aux i l io de sus representantes d i p l o m á t i c o s en momentos en que s e n t í a n amenazadas sus vidas o propiedades en regiones donde el c o n t r o l de las nuevas autoridades era inc ie r to .

A mediados de 1912, e l embajador estadounidense encabezaba ya la p r e s i ó n extranjera que e x i g í a al gob ie rno de Made ro que pusiera fin a lo que é l calificaba de caos p o l í t i c o y social: la r e b e l i ó n de antiguos maderistas encabezada po r Pascual Orozco en el nor te , el golpe mi l i t a r in ten tado p o r Fé l ix D íaz en Veracruz, y la c o n t i n u a c i ó n de la m o v i l i z a c i ó n campesina co-

6 John K. Turner, Barbarous México, Chicago, C.H. & Ker, 1910.

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mandada po r Emi l i ano Zapata en el sur. Fue ron esas circunstancias de cier­ta i ngobernab i l idad las que l levaron al d u r o e i r r i t ab le d i p l o m á t i c o a con­c lu i r que Madero y los suyos eran unos incapaces y d e b í a n abandonar la d i ­r e c c i ó n de l gobie rno para que los sucedieran personas con una mano m á s fuerte. Desde la perspectiva de l embajador, ya era menester que Wash­i n g t o n pasara de una ac t i tud pasiva a la a c c i ó n , es decir , a i nduc i r u n cam­bio en el gobierno para preservar la esencia de l ant iguo r é g i m e n , que tan­to interesaba a los Estados Unidos : la estabilidad. E n ese momen to , las visiones y po l í t i cas oficiales de los estadounidenses hacia M é x i c o coincidie­r o n de l todo con las europeas: la democracia que p r e t e n d í a Madero n o era el r é g i m e n adecuado para una sociedad como la mexicana, que no era oc­cidenta l y sí m u y atrasada. Los b r i t á n i c o s , p o r su parte, incluso empezaron a considerar m u y seriamente la pos ib i l idad de que la r e b e l i ó n de los boxers en C h i n a tuviera u n segundo c a p í t u l o en M é x i c o , y en p r e v i s i ó n de ello d i ­s e ñ a r o n planes para una defensa armada de la co lon ia b r i t á n i c a que estaba concentrada en la c iudad de M é x i c o . 7

L A INTERVENCIÓN AGRESIVA

En marzo de 1912, el presidente Taft sostuvo u n a c o n v e r s a c i ó n con el em­bajador b r i t á n i c o en Washing ton para examinar la conveniencia de una i n ­t e r v e n c i ó n europeo-estadounidense en M é x i c o , y cuyo ú n i c o objetivo se r ía el restablecimiento de la ley y el o r d e n en esa zona de la perifer ia co lon i a l . 8

El proyecto de emprender una aventura p o l í t i c a conjunta en M é x i c o no e n t u s i a s m ó en absoluto a los europeos, po rque era evidente que la voz can­tante la l l evar ía Washington . Las potencias u l t ramar inas rechazaron la idea de tener que subordinarse una vez m á s a las directivas po l í t i cas estado­unidenses en A m é r i c a Lat ina . Para entonces h a b í a subido de tono la i n ­c o n f o r m i d a d de l embajador de los Estados Unidos , qu i en a d o p t ó una acti­t u d abier tamente hos t i l hacia el nuevo gob ie rno mexicano, y no p e r d í a o p o r t u n i d a d para exagerar ante sus superiores las debil idades de Madero e insistir que la permanencia de és te era negativa para los intereses naciona­les de los Estados Unidos . E n el Depar tamento de Estado se l legaron a cues­t ionar , p o r exagerados, algunos de los aná l i s i s e ideas de l embajador, pero al final n o se le d e s a u t o r i z ó . A u n q u e a r e g a ñ a d i e n t e s , la p o l í t i c a mexicana

7 Meyer, op. cit., p. 106. 8 Public Record Office, British Embassy in Washington to Foreign Office, archivo 158, vol.

1392, f. 10938, 13 de marzo de 1912.

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de Wash ing ton se d i s e ñ ó en buena med ida c o n base en las opiniones de l se­ñ o r H e n r y L a ñ e Wilson, de tal fo rma que las acciones emprendidas por Taft resul taron, de hecho, las aconsejadas p o r su embajador.

L a extensa no ta d i p l o m á t i c a que en septiembre de 1912 env ió el De­pa r t amento de Estado a la S e c r e t a r í a de Relaciones Exteriores de M é x i c o , en la que acusaba abiertamente a las autoridades de i n c u m p l i m i e n t o de sus obligaciones hacia los extranjeros —no los p r o t e g í a , no condenaba a quie­nes robaban o mataban a ciudadanos de los Estados Unidos , y en ciertas ac­tividades se cobraban impuestos que eran superiores a lo aceptable—, pue­de considerarse como el m o m e n t o a par t i r de l cual la p r e s i ó n d i p l o m á t i c a , creciente y desestabilizadora, se c o n v i r t i ó en el e lemento dominan te en la p o l í t i c a de Washington hacia M é x i c o . Las potencias europeas no objetaron para nada esa estrategia, aunque ellas mismas n o se mos t ra ron tan agresivas e incluso l legaron a considerar la conveniencia de no buscar, como lo ha­c í a n los Estados Unidos , la d e s t r u c c i ó n de l nuevo r é g i m e n sino de negociar u n modus vivendi con él .

E l desagrado que s e n t í a el representante de los Estados Unidos por el gob ie rno de Madero no se m o d i f i c ó n i siquiera cuando, a finales de 1912, é s t e p u d o enfrentar con é x i t o dos serios in ten tos de i n s u r r e c c i ó n m i l i t a r —los encabezados po r los generales Fé l ix D íaz y Bernardo Reyes— y la re­b e l i ó n de antiguos aliados —Vázquez G ó m e z y Pascual Orozco—, así como contener e l levantamiento de Zapata en Morelos .

Puede afirmarse, como lo h ic ie ra el profesor Stanley Ross, que, al con­c lu i r el a ñ o de 1912, el gob ie rno de Made ro estaba ya en vías de consoli­darse. 9 Sin embargo, jus tamente entonces, en la segunda semana de febre­r o de 1913, se p rodu jo u n in t en to de golpe m i l i t a r en la capital misma de l pa í s . Puede argumentarse que esa r e b e l i ó n , organizada desde su p r i s i ón po r los generales Fé l ix Díaz y Berna rdo Reyes, en alianza con los responsables de algunos cuerpos de l e j é rc i to acantonados en la c iudad, fue p roduc to ex­clusivo de factores internos, pero n o hay duda de que el embajador esta­dounidense , apoyado po r u n g r u p o de minis t ros europeos, en especial el e s p a ñ o l , se s irvieron de ese m o v i m i e n t o para presionar a Madero a r enun­ciar a la presidencia y facil i tar así lo que entonces pensaron que se r ía u n a r e s t a u r a c i ó n bajo la c o n d u c c i ó n de "el sobr ino de l t ío" , es decir, de Fé l ix Díaz . F ina lmente , los asesinatos de Made ro y el vicepresidente a manos de u n general t raidor, Vic tor iano Huer ta , fueron condonados y justificados sin grandes problemas por los representantes d i p l o m á t i c o s de Washington y de Europa , quienes a d e m á s inv i t a ron a sus respectivos gobiernos para que die-

9 Stanley Ross, Francisco I. Madero, apóstol de la democracia mexicana, México, Gandesa, 1955.

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ran su reconoc imien to d i p l o m á t i c o y apoyo p o l í t i c o , e incluso e c o n ó m i c o , a la d ic tadura mi l i t a r de H u e r t a . 1 0

L a p r e s i ó n extranjera no fue la que a c a b ó con el exper imento demo­c r á t i c o de Madero , pero no hay duda de que c o n t r i b u y ó , y mucho , a que se d ie ran las condiciones para poner le tan d r a m á t i c o y cruento fin.

LAS POLÍTICAS IMPERIALES SE DIVIDEN

A m e d i d a que el proceso revoluc ionar io se p r o f u n d i z ó , como consecuencia de la lucha civi l que l levaron a cabo los herederos de Madero contra el m i ­l i ta r i smo entre 1913-1914, las potencias extranjeras empezaron a mostrar diferencias en su ac t i tud y p o l í t i c a hacia M é x i c o . Para los europeos, la de M é x i c o era una sociedad en la que s implemente resultaba absurdo, po r i m ­posible, suponer que la democracia p o d í a echar r a í ce s . Dado el c a r á c t e r que t e n í a n las ciencias sociales en ese m o m e n t o , era casi na tura l que los d i ­p l o m á t i c o s apostados en la c iudad de M é x i c o , así como sus superiores en Londres , B e r l í n , Pa r í s o M a d r i d , se expl icaran lo que estaba ocur r i endo en ese lejano y e x t r a ñ o p a í s como algo di rectamente relacionado con la c o m p o s i c i ó n racial de su sociedad. Desde la A n t i g ü e d a d clásica, la ciencia p o l í t i c a s o s t e n í a que ciertas formas de gob ie rno só lo eran posibles y ade­cuadas para cierta clase de sociedades y, m á s de dos m i l a ñ o s d e s p u é s , en el siglo XIX, esa idea se h a b í a conver t ido en una t e o r í a que servía para jus t i f i ­car e l imper ia l i smo: só lo las sociedades de cu l tu ra occidental t e n í a n la fibra é t i ca necesaria para que las inst i tuciones d e m o c r á t i c a s funcionaran ade­cuadamente, y era su deber m o r a l y p o l í t i c o vigi lar los asuntos de los pa í s e s no occidentales, como M é x i c o , donde la democracia n o p o d í a f u n c i o n a r . 1 1

T a n t o el embajador de los Estados U n i d o s como los d i p l o m á t i c o s eu­ropeos, la c o m u n i d a d empresarial extranjera y, p o r supuesto, la o l i g a r q u í a mexicana, consideraron el "exper imento" d e m o c r á t i c o de Madero como al­go aberrante e imposible , p o r lo que, desde su perspectiva, s e r í a mejor que una m a n o fuerte re tomara el gob ie rno de l p a í s cuanto antes . 1 2 Sin embar­go, la e l e c c i ó n de W o o d r o w Wi l son , u n an t iguo profesor de ciencia po l í t i -

1 0 Edward P. Haley, Revolution and Intervention. TheDiplomacy ofTaft and Wilson in México, 1910-1917, Cambridge, Mass., The Massachusetts Institute of Technology, 1970, pp. 84-89.

1 1 Ethel B. Tweedie, México. From Diaz to the Kaiser, Nueva York, George H. Doran Co., 1917, pp. 135-155.

1 2 La edición del 27 de septiembre de 1913 del diario TheEconomist ofrece un buen ejem­plo de quienes argumentaban que una sociedad en la que predominan elementos "inciviliza­dos" debe ser gobernada por la fuerza.

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ca, como presidente de los Estados Unidos , y su d e c i s i ó n de contrar iar en el caso de M é x i c o la " sab idu r í a " convencional de l i m p e r i o , i n t rodu jo u n factor inesperado y crucial en la ya compleja s i t u a c i ó n de l vecino p a í s del sur.

L a p o l í t i c a de l presidente Wi l son hacia M é x i c o no puede entenderse s iguiendo una sola l í n e a de e x p l i c a c i ó n . L a d e c i s i ó n de n o respaldar a la d ic tadura de Huer ta , de pedi r la renuncia de és te , de apoyar a las fuerzas re­volucionarias en el nor te y, finalmente, de o rdenar la i n v a s i ó n de Veracruz, fue u n a mezcla de i d e o l o g í a y r ival idad i n t e r i m p e r i a l , aunada a una acu­m u l a c i ó n de circunstancias particulares en el M é x i c o revolucionar io . E n r e l a c i ó n con la i d e o l o g í a , el presidente W i l s o n consideraba que la demo­cracia era u n sistema universal de gob ie rno , apto incluso para pa í ses como M é x i c o o China . Wi l son consideraba que la estabil idad p o l í t i c a y social en M é x i c o , c imentada ins t i tuc ionalmente mediante a l g ú n t ipo de r é g i m e n d e m o c r á t i c o , s e r í a la mejor manera de asegurar los intereses a largo plazo de los Estados Un idos en el pa í s en par t icu lar y en A m é r i c a Lat ina en ge­n e r a l . 1 3 As imismo, el a fán de atajar la in f luenc ia de Europa en M é x i c o fue u n factor clave p o r el que Wi l son d e c i d i ó d e r r u m b a r al gob ie rno de Huer­ta y obl igar a los b r i t á n i c o s , alemanes y e s p a ñ o l e s a que re t i ra ran su apoyo p o l í t i c o a la d ic tadura mi l i t a r y aceptaran el p r e d o m i n i o de las decisiones de los Estados U n i d o s en los asuntos relacionados con M é x i c o , A m é r i c a Centra l y e l Caribe. A u n q u e los europeos siempre estuvieron convencidos de que los aná l i s i s y las po l í t i ca s de Wi l son eran e r r ó n e o s y estaban destina­dos al fracaso, al final, y en buena m e d i d a c o m o resultado de l estallido de la P r imera Guer ra M u n d i a l , deb ie ron someterse a lo ex ig ido por el presi­dente de los Estados Unidos , y su p o s i c i ó n e c o n ó m i c a y p o l í t i c a en M é x i c o se d e b i l i t ó m á s a l lá de toda pos ib i l idad de r e c u p e r a c i ó n .

C O N T E N C I Ó N D E L N A C I O N A L I S M O

A u n q u e e l nacional ismo popu la r ya se gestaba en M é x i c o de t i empo a t r á s , ese sen t imiento c o b r ó mayor fuerza e incluso v i ru lenc ia c o n la c a í d a de la d ic tadura y la i n t e r v e n c i ó n directa de las potencias extranjeras en la des­t r u c c i ó n d e l gob ie rno de Madero en 1913.

Venus t iano Carranza, e l gobernador maderis ta de Coahui la convert ido en je fe de las llamadas fuerzas constitucionalistas que en 1913 se rebelaron cont ra la d ic tadura m i l i t a r y en defensa de la C o n s t i t u c i ó n , se volvió p r o n t o el representante m á s conspicuo de l nacional ismo p o l í t i c o revolucionar io .

Haley, op. cit., pp. 6, 7 y 123.

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Carranza e x p l o t ó con m u c h o é x i t o , como nadie en el m o v i m i e n t o insur­gente, l o que se r í a una de las pr incipales fuentes de l eg i t imidad de la Re­v o l u c i ó n , antes de la r e d i s t r i b u c i ó n agraria o la re forma laboral : e l l ema " M é x i c o para los mexicanos".

E l rasgo m á s sobresaliente de las po l í t i ca s nacionalistas de Carranza y de sus seguidores fue la o p o s i c i ó n s i s t e m á t i c a a los esfuerzos de l presidente Wi l son p o r cont ro lar la naturaleza de l cambio po l í t i co en M é x i c o . Y esa o p o s i c i ó n se mantuvo a pesar de que, objetivamente, el rechazo de Wi l son a reconocer el gobierno defacto de H u e r t a beneficiaba a Carranza y a los re­volucionar ios en general. E n real idad, m u y p r o n t o el "Primer Jefe de l Ejér­ci to Consti tucionalista", es decir , Carranza, se volvió u n maestro en el arte de u t i l i za r el apoyo de los Estados Un idos , sin darles n i n g ú n c r é d i t o n i ha­cerles u n a sola c o n c e s i ó n . Igua lmente , y pese a su debi l idad, Carranza supo aprovechar las diferencias y contradicciones entre los intereses y las po l í t i ­cas de los estadounidenses y los europeos en r e l a c i ó n con el c a ó t i c o M é x i ­co revoluc ionar io .

E n t é r m i n o s objetivos, e l hecho de que en 1913 el presidente Wi l son se negara a reconocer of ic ia lmente a H u e r t a y, en cambio, presionara a los go­biernos europeos para que n o se most raran tan entusiastas con una solu­c i ó n d ic ta tor ia l y esencialmente m i l i t a r a los problemas de M é x i c o , con t r i ­b u y ó en gran med ida a la causa de Carranza, al privar al gob ie rno surgido de l golpe mi l i t a r de l eg i t im idad , de p r é s t a m o s y de apoyo log í s t i co en u n m o m e n t o c r í t i co . Cuando, en ab r i l de 1914, tuvo lugar la t oma p o r parte de la a rmada estadounidense de l pue r to de Veracruz, Carranza la c o n d e n ó e n é r g i c a m e n t e (no así Francisco V i l l a , u n o de sus lugartenientes clave, qu ien t e n í a una idea m á s e lementa l de la p o l í t i c a ex te r io r ) . Sin embargo, es impos ib le negar que esa i n v a s i ó n fue u n factor de p r e s i ó n m u y impor t an te para obl igar a H u e r t a a abandonar incond ic iona lmen te el gob ie rno , el p a í s y el escenario p o l í t i c o en 1914. E l mi l i t a r i smo mexicano, que en ese mo­m e n t o tuvo su p r i m e r a y hasta hoy ú n i c a o p o r t u n i d a d real , t a m b i é n r e c i b i ó u n golpe que le r e s u l t ó devastador y de l que, afor tunadamente, ya n o p u d o recuperarse.

Los b r i t á n i c o s , los franceses y los e s p a ñ o l e s , aunque con ret icencia y sin dejar de pensar que las p o l í t i c a s de los Estados Un idos en M é x i c o estaban resul tando sumamente d a ñ i n a s para los intereses europeos, aceptaron que Wash ing ton era el pode r h e g e m ó n i c o de la r e g i ó n y a pa r t i r de 1914 n o vol ­v i e ron a cuest ionarlo se r i amente . 1 4 Sin embargo, los alemanes, como con­secuencia de sus necesidades e s t r a t é g i c a s duran te la Pr imera Guer ra M u n -

Meyer, op. cit, pp. 154-168.

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dial , i n t en t a ron s i s t emá t i ca aunque infructuosamente aprovechar la situa­c i ó n de inestabi l idad de M é x i c o para entorpecer la cuantiosa p r o d u c c i ó n pe t ro lera de l pa í s , que era el segundo p roduc to r m u n d i a l , y para crear las condiciones que obl igaran a los Estados Un idos a ocupar lo mi l i t a rmen te y así desviar hacia M é x i c o una parte, supuestamente impor t an t e , de los re­cursos mil i tares y p o l í t i c o s que p o d r í a n concentrar en Europa en el mo­men to decisivo de la b ru t a l y desgastante l u c h a . 1 5

L a C o n s t i t u c i ó n revolucionaria de 1 9 1 7 n a c i o n a l i z ó los d e p ó s i t o s petro­leros y a b r i ó la pos ibi l idad de afectar a los terratenientes extranjeros po r me­dio de la re forma agraria. Debido a la Gran Guerra, los europeos no estaban en p o s i c i ó n de responder a lo que consideraban u n ataque radical de la Re­v o l u c i ó n mexicana a sus derechos de propiedad, y tuvieron que depender en gran med ida de la defensa que los estadounidenses h ic ie ran de los derechos adquir idos de los extranjeros en M é x i c o . Pero el conf l ic to europeo t a m b i é n l imi tó el margen de a c c i ó n de los Estados Unidos ; a p r inc ip ios de 1917, Was­h i n g t o n tuvo que sacar de M é x i c o las tropas que h a b í a enviado al nor te de l pa í s para castigar a V i l l a po r haber atacado Columbus , en Nuevo M é x i c o . Y ese re t i ro se hizo sin haber llegado a obtener de Carranza una promesa lar­gamente buscada: la de que la nueva C o n s t i t u c i ó n n o t e n d r í a efectos negati­vos sobre los derechos de p rop iedad de los ext ranjeros . 1 6

L A H E G E M O N Í A E S T A D O U N I D E N S E Y E L N A C I O N A L I S M O M E X I C A N O

Desde el p r i n c i p i o de la Gran Guerra y, m á s a ú n , d e s p u é s de la vic tor ia de los aliados sobre las potencias centrales en 1918 , los Estados Unidos se vol­v ie ron el actor ex terno m á s impor tan te —por n o decir e l ú n i c o — en el de­sarrollo de l d rama mexicano.

A l p r o m u l g a r M é x i c o su nueva C o n s t i t u c i ó n , en 1917 , el presidente Wi l son ya n o estaba interesado en los asuntos de su vecino de l sur sino en los europeos, p o r lo que la f o r m u l a c i ó n de la p o l í t i c a de Washington res­pecto de M é x i c o volvió a ser competencia de l Depar tamento de Estado y su burocracia. Por o t ro lado, tras el t r iun fo de los revolucionarios bolcheviques

1 5 Sobre las políticas de Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos en relación con el petróleo mexicano, en esos años, véanse Katz, op. cit.; Meyer, op. cit., pp. 193-209; y Meyer, Mé­xico and the United States in the OH Controversy, 1917-1942, Austin, The University of Texas Press, 1977, p P = 42-53.

1 6 Alberto J. Pañi, Mi contribución al nuevo régimen (1910-1933), México, Ed. Cultura, 1936. pp. 231-236; Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, vol. I , México, Fondo de Cultura Económica, 1958, pp. 314-319.

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en Rusia, el c l ima in te rnac iona l se t o r n ó m á s hos t i l hacia todas las revolu­ciones y, po r tanto, para M é x i c o , el factor extranjero se volvió creciente­mente cont rar revoluc ionar io . L a l iber tad relativa de que gozaron los revo­lucionarios mexicanos desde 1913 d i s m i n u y ó notablemente a pa r t i r de 1918, hasta casi desaparecer en unos cuantos a ñ o s m á s .

Casi desde u n p r i n c i p i o , los funcionarios de los Estados U n i d o s alega­r o n que una i n t e r p r e t a c i ó n retroactiva de la C o n s t i t u c i ó n mexicana de 1917 era cont rar ia al derecho in ternac ional . F inalmente , y tras grandes forcejeos, Wash ing ton a c e p t a r í a el p r i n c i p i o de la n a c i o n a l i z a c i ó n de los d e p ó s i t o s petroleros, pero a c o n d i c i ó n de que só lo afectara a los que se en­contraran en el fu tu ro ; n o a d m i t í a n que se tocaran los pozos que antes de febrero de 1917 ya eran p r o p i e d a d de empresas estadounidenses y, po r ex­t e n s i ó n , de cualquier o t ra c o m p a ñ í a . Asimismo, en el caso de la re forma agraria, los Estados U n i d o s sostuvieron que toda e x p r o p i a c i ó n de tierras privadas, en beneficio de los campesinos, d e b í a i r aparejada de la inmedia­ta y adecuada i n d e m n i z a c i ó n al p rop ie ta r io , pues de o t ra f o r m a se t r a t a r í a de una c o n f i s c a c i ó n y, p o r tanto, de u n acto i legal .

Para entonces la Fore ign Office en Londres h a b í a dec id ido reduc i r al m í n i m o posible su r e p r e s e n t a c i ó n en M é x i c o , en espera de que el p a í s vol­viera a lograr su estabil idad y entonces presentarle sus reclamaciones por los d a ñ o s que la guerra c iv i l h a b í a causado a ciudadanos ingleses. Desde M é x i c o , el representante b r i t á n i c o in fo rmaba a Londres que la nueva clase gobernante estaba compuesta de ladrones y asesinos, ignorantes incapaces de comprende r los elementos bás i cos de la civi l ización y la convivencia en­tre las naciones, y finalmente los consideraba cercanos o simpatizantes de los bolcheviques rusos . 1 7 Los franceses s implemente p e r d i e r o n i n t e r é s po r M é x i c o . Los alemanes, como perdedores de la con t ienda m u n d i a l , sufrie­r o n los efectos de las "listas negras" o boico t comercia l a que los somet ieron los aliados, incluso d e s p u é s de la guerra. Los e s p a ñ o l e s , que fo rmaban una de las colonias extranjeras m á s numerosas en M é x i c o , se ded ica ron a pre­parar sus cientos de reclamaciones y a resarcirse de sus p é r d i d a s . E n t é r m i ­nos generales, se puede decir que para finales de l segundo decenio de l si­glo XX, Europa era u n factor secundario en la escena mexicana.

L a crisis de las relaciones entre M é x i c o y los Estados LTnidos se a g u d i z ó entre 1918-1919, y la p r e s i ó n de la que ya era, sin duda, u n a gran potencia ob l i gó a Carranza a doblegarse y n o cambiar la s i t u a c i ó n legal de las em­presas petroleras, c o m o lo demandaba la C o n s t i t u c i ó n . E n cuanto a la re-

1 7 Public Record Office, Foreign Office 371, vols. 3836 y 4490, A202/5/26 y A69/65/26, Cummins to Foreign Office, 20 de junio y 15 de diciembre de 1919.

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f o r m a agraria, el p r o p i o Carranza n o era par t icularmente favorable a la des­t r u c c i ó n de la gran p rop iedad , p o r lo que fueron relat ivamente pocos los extranjeros que resul taron afectados po r la r e d i s t r i b u c i ó n de la t ier ra en fa­vor de las comunidades y pueb los . 1 8

L a violenta c a í d a de Carranza en 1920, como resultado de una con­f r o n t a c i ó n con su general m á s br i l l an te , Alvaro O b r e g ó n , a b r i ó la posibi l i ­dad de que Washing ton condic ionara el reconoc imien to de l nuevo gobier­n o a la firma de u n tratado. Las relaciones po l í t i cas entre Wash ing ton y la c iudad de M é x i c o n o se restablecieron sino hasta que, en 1923, los repre­sentantes de los presidentes W a r r e n H a r d i n g y O b r e g ó n l l egaron a u n acuerdo sobre la s i t u a c i ó n de los derechos de p rop iedad de l p e t r ó l e o y la t ier ra de los estadounidenses radicados en M é x i c o , así como sobre la com­p e n s a c i ó n p o r los d a ñ o s que la R e v o l u c i ó n les h a b í a causado. A los resul­tados de varios meses de n e g o c i a c i ó n en la c iudad de M é x i c o se les c o n o c i ó desde entonces como los Acuerdos de Bucarel i , p o r el n o m b r e de la calle donde se r e u n i e r o n los representantes presidenciales. 1 9 Sentado el pre­cedente, los pa í s e s europeos se dispusieron a firmar sus propios acuerdos bilaterales con M é x i c o , para poner en blanco y negro los t é r m i n o s en que se les iba a indemniza r p o r las p é r d i d a s sufridas a lo largo de l decenio re­voluc ionar io .

A fines de 1923, jus to d e s p u é s de la firma de l acuerdo c o n los Estados Unidos , la m i t a d de l e j é r c i t o se sub l evó contra O b r e g ó n , lo que le d io a Washington una poderosa r a z ó n para no apoyar a los enemigos de l gobier­n o mexicano y, en m u y cor to t i empo , és tos fueron aniquilados. A l parecer, e l largo pe r iodo de c o n f r o n t a c i ó n entre el M é x i c o revoluc ionar io y las po­tencias extranjeras h a b í a l legado a su fin.

U N N U E V O C O N F L I C T O Y E L A C U E R D O F I N A L

Cuando, en d ic iembre de 1924, el presidente O b r e g ó n e n t r e g ó el poder a Plutarco Elias Calles, su sucesor elegido y paisano sonorense, las relaciones entre M é x i c o y los Estados Unidos , y p o r a ñ a d i d u r a con Europa , p a r e c í a n estar en camino de la n o r m a l i z a c i ó n . Sin embargo, poco d e s p u é s , u n nue­vo arrebato de nacional ismo pe t ro le ro , aunado al desacuerdo sobre c ó m o manejar la guer ra c iv i l en Nicaragua —México apoyaba a los liberales y

1 8 Meyer, México and the United States, op. cil, pp. 69-71. 1 9 Secretaría de Relaciones Exteriores, La cuestión internacional mexicano-americana duran­

te el gobierno del general don Alvaro Obregón, México, Ed. Cultura, 1942.

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Washington a sus enemigos—, p r o v o c ó la siguiente y ú l t i m a ronda de con­flictos entre el nuevo r é g i m e n mexicano y las potencias extranjeras . 2 0

El e lemento clave de l choque de M é x i c o con los Estados Unidos , que tu­vo lugar entre 1926-1927 — é p o c a en la que el gob ie rno mexicano e n f r e n t ó una seria r e b e l i ó n religiosa en el centro de l país—, fue ot ra vez una disputa alrededor de la l eg i s lac ión de l p e t r ó l e o . E l p u n t o de desacuerdo estaba en la p r e t e n s i ó n de l gobierno de l general Calles de poner u n l í m i t e de 50 a ñ o s a todas las concesiones petroleras otorgadas bajo los t é r m i n o s del antiguo r é g i m e n , es decir, antes de 1917. Las empresas petroleras estadounidenses, b r i t án i cas y holandesas, y sus respectivos gobiernos, rechazaron tales preten­siones, y n o porque los pozos petroleros mexicanos siguieran teniendo su an­tiguo valor e c o n ó m i c o y e s t r a t ég ico , sino porque cualquier cambio unilateral en este campo p o d r í a , a la larga, tener repercusiones negativas para las gran­des empresas en otras partes de l m u n d o , como, p o r e jemplo, Venezuela, cuya p r o d u c c i ó n era ya m u y superior a la mexicana. Los petroleros interna­cionales v e í a n el nacionalismo mexicano como u n enemigo peligroso en ex­tremo, al que se d e b í a combat i r en cualquier lugar y circunstancia.

James Rockwell Sheffield, entonces embajador de los Estados Unidos en M é x i c o , abogado, una personal idad muy conservadora e inf lexib le , que enfatizaba los aspectos legales y formales de la d ip lomacia , estaba conven­cido de que los gobernantes, en part icular , y los ciudadanos mexicanos, en general, n o e n t e n d í a n o t ro a rgumento que el de la fuerza. Por tanto, los Es­tados U n i d o s d e b í a n ut i l izar la para darles u n a l e c c i ó n defini t iva, tanto a ellos como a otros que estuvieran tentados a seguir sus pasos en el resto de A m é r i c a L a t i n a . 2 1

E n 1927, la t e n s i ó n entre Wash ing ton y M é x i c o estaba p o r llevar a ese choque d i rec to que el embajador Sheffield alentaba; entonces, el presiden­te Calles p ropuso u n a salida pací f ica : el arbitraje in te rnac iona l . Los legisla­dores de o p o s i c i ó n en el Congreso estadounidense —los d e m ó c r a t a s — vie­ron en esa inic ia t iva la o p o r t u n i d a d de presionar al presidente Calvin Cool idge para que n o agregara u n e s l a b ó n m á s a la cadena de intervencio­nes en A m é r i c a La t ina , sino que, aprovechando el eno rme peso de su pa í s en la r e g i ó n , negociara las diferencias. Así , sin e l apoyo p o l í t i c o en el Con­greso, necesario para enfrentar e l p rob l ema c o n M é x i c o p o r med io de la a c c i ó n directa, el presidente Cool idge d e c i d i ó cambiar a su embajador e i n ­tentar u n nuevo c a m i n o . 2 2

2 0 Meyer, México and the United States, op. cit., pp. 223-255. 2 1 Robert Freeman Smith, The United States and Revolutionary Nationalism in México, 1916-

1932, Chicago, The University of Chicago Press, 1972, p. 233. 2 2 Meyer, México and the United States, op. cit., pp. 126-130.

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E l embajador D w i g h t M o r r o w , ant iguo banquero de J.P. M o r g a n , l l e g ó a M é x i c o con la i n s t r u c c i ó n de Cool idge de "evitar una guerra con M é x i ­c o " . 2 3 Para ello, e n c o n t r ó algo que h a b r í a de ayudarlo mucho : las ideas de Esmod Ovey, el min i s t ro b r i t á n i c o r e c i é n n o m b r a d o en el pa í s . C o m o reac­c i ó n al largo enfrentamiento anglomexicano, Ovey, u n d i p l o m á t i c o de carrera, h a b í a desarrollado la tesis de que la mejor manera de cooptar la Re­v o l u c i ó n mexicana y hacerla u n e lemento funcional de l sistema m u n d i a l , c o m o lo deseaban las potencias occidentales, era no confrontar a los revo­lucionar ios , que ya h a b í a n entrado en su etapa conservadora, sino negociar c o n ellos.

E n 1925, tras a ñ o s de pocas o nulas relaciones con el M é x i c o posrevo-

# l uc iona r io —11 a ñ o s , para ser exactos—, y jus to cuando se avivaban las ten­siones entre M é x i c o y los Estados Unidos , la Fore ign Office de Londres de­c i d i ó que, a fin de proteger lo que quedaba de las inversiones b r i t á n i c a s en e l p a í s (entre 150 y 230 mi l lones de libras esterlinas), se d e b í a tratar a la Re­v o l u c i ó n mexicana no como a una fuerza desestabilizadora, semejante a la sovié t ica , sino como a algo sustancialmente diferente y que, p o r tanto, se p o d í a incorpora r p lenamente al o r d e n capitalista mund ia l . Desde esta pers­pectiva, la c o o p t a c i ó n p a r e c í a ser u n a mejor estrategia que el rechazo y la host i l idad, sobre todo si, como era el caso, el poder imper ia l b r i t á n i c o no es­taba en c o n d i c i ó n de r ecu r r i r a medios mil i tares o e c o n ó m i c o s efectivos para i m p o n e r su vo lun tad sobre la n a c i ó n r e b e l d e . 2 4

L a propuesta in i c i a l b r i t á n i c a p a r t í a de la siguiente c o n s i d e r a c i ó n : a mediados de los a ñ o s veinte, la R e v o l u c i ó n mexicana ya n o era radical . En­tonces, las potencias p o d í a n aceptar que el mov imien to que se h a b í a i n i ­ciado en M é x i c o en 1910 era u n a r e a c c i ó n lóg ica , po r no decir necesaria, a las condiciones sociales y po l í t i c a s que h a b í a creado el r é g i m e n porfir is ta . E n real idad, algunas de las po l í t i c a s revolucionarias arrojaban resultados positivos, como era el caso de la e d u c a c i ó n y la salud p ú b l i c a s , e incluso la r e d i s t r i b u c i ó n de la t ierra; reconocer este hecho, otorgarle l e g i t i m i d a d a esas po l í t i c a s mexicanas, creaba las condiciones para que los poderes ex­tranjeros demandaran algo a cambio . Desde esta perspectiva, Calles p o d r í a ser convencido de que la hos t i l idad externa cont ra su gob ie rno c e s a r í a si M é x i c o , sin renunc ia r al nacional ismo y a la jus t ic ia social, aceptaba respe­tar los derechos de p r o p i e d a d adquir idos de los extranjeros, compensar a quienes h a b í a n sido d a ñ a d o s p o r la R e v o l u c i ó n y re iniciar el pago de la deu-

2 3 Harold Nicolson, Dwight Morrow, Nueva York, Harcourt, 1935, pp. 287-293. 2 4 Meyer, "The Mexican Revolution and the Anglo-American Powers: The End of Con-

frontation and the Beginning of Negotiation", Report Research Series, núm. 34, Center for U.S.-Mexican Studies, University of California San Diego, 1985, pp. 21-35.

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592 LORENZO MEYER FIXLA

da externa. E n cualquier caso, las negociaciones informales y amigables de­b í a n reemplazar a las protestas y demandas formales basadas en asuntos de p r i n c i p i o . 2 5

E l embajador M o r r o w , u n negociador na tura l , con u n a personalidad flexible, s igu ió casi al pie de la le tra las recomendaciones de Ovey, al p u n t o de que casi las hizo suyas. Desde el p r i m e r m o m e n t o a d o p t ó una ac t i tud de s i m p a t í a y respeto en su r e l a c i ó n con el presidente Calles y su c í r cu lo , y ya no c o n s i d e r ó , como su predecesor, que " M é x i c o estaba siendo sometido a u n j u i c i o ante el m u n d o " . M o r r o w se c o n v i r t i ó en la quintaesencia de l i m ­perialista no i m p e r i a l y, como tal, tuvo u n é x i t o enorme .

C o m o r e a c c i ó n y respuesta a la nueva p o l í t i c a estadounidense perso­nif icada p o r M o r r o w , sin n i n g ú n e s c r ú p u l o , el presidente Calles o r d e n ó a m

los t r ibunales y al Congreso mexicanos que, los pr imeros , declararan i n ­const i tucional la ley petrolera, y el segundo, la modi f ica ra de acuerdo con las sugerencias de l embajador (que n o c o r r e s p o n d í a n p u n t o por p u n t o a las pretensiones de las empresas petroleras) , para evitar la a c u s a c i ó n de re­t ro actividad, aunque sin renunc ia r al p r i n c i p i o de que los d e p ó s i t o s perte­n e c í a n a la n a c i ó n . Los deseos de l presidente fue ron satisfechos y el Depar­tamento de Estado d i o po r concluidas sus diferencias con M é x i c o en este campo, con gran pesar de las empresas, que buscaban bor ra r por comple to del a r t í c u l o 27 const i tucional lo referente a los h idrocarburos . Por esa é p o ­ca, la r e fo rma agraria fue p r á c t i c a m e n t e de tenida y, poco d e s p u é s , M é x i c o r o m p i ó relaciones con la URSS. Por ú l t i m o , los Estados Un idos media ron en­tre e l gob ie rno mexicano y el Vat icano para pone r fin a la es tér i l y san­gr ienta "guerra cristera", de tal manera que el p r i m e r o a c e p t ó no in te r fer i r con los asuntos in ternos de la Iglesia y e l segundo, la l eg i t imidad de l rég i ­m e n de la R e v o l u c i ó n .

CONCLUSIÓN

En 1928 volvió a dividirse la é l i te po l í t i c a , esta vez como consecuencia de las tensiones provocadas p o r e l asesinato de l presidente electo y caudi l lo i n ­discutible, el general O b r e g ó n . E l presidente Calles c o n t ó c o n el apoyo de los Estados Un idos y de Europa para enfrentar la tu rbulenc ia . Fue, en bue­na m e d i d a p o r ese apoyo p o l í t i c o ex terno , que Calles, en su papel ya n o de presidente sino de 'Jefe M á x i m o de la R e v o l u c i ó n Mexicana", pudo derro­tar la s u b l e v a c i ó n mi l i t a r de 1929 y dar f o r m a al g ran pa r t ido de Estado que

Meyer, Su Majestad Británica contra la Revolución Mexicana, op. cit, pp. 398-405.

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h a b r í a de gobernar a M é x i c o desde entonces: el Part ido Nacional Revolu­c iona r io , que poster iormente c a m b i a r í a de t í t u l o pero n o de naturaleza.

Si 1929 es el a ñ o que marca el i n i c io de la i n s t i t u c i o n a l i z a c i ó n de l au­tor i ta r i smo posrevolucionario en M é x i c o , el i n f o r m a l pero efectivo acuerdo Calles-Morrow, y su coro lar io europeo, f o r m a n parte de d icho proceso. E l ambien te externo finalmente d e j ó de ser hos t i l al nuevo r é g i m e n y e m p e z ó a convertirse en u n o de sus apoyos, y lo s igu ió haciendo durante el resto de l siglo, a pesar de que no fa l taron diferencias e incluso enfrentamientos en­tre M é x i c o y su vecino de l nor te , pe ro n i n g u n o tuvo ya la gravedad de los anteriores.

T r a d u c c i ó n de L O R E N A M U R I L L O S.