Las nuevas dimensiones del diálogo social - OIT/Cinterfor · pia.3 Asumiendo esta definición y...

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boletín cinterfor 9 Número 156 Las nuevas dimensiones del diálogo social Mariela Quiñones Introducción Definir el diálogo social es una tarea que no puede quedar desvinculada del pen- samiento sobre el tipo de sociedad sobre la que se está construyendo. Quizás por esta razón son muchas las dificultades con las que se han encontrado los analistas cuan- do han querido dotar de precisión a un con- cepto que por su naturaleza se les vuelve escurridizo y, dada su amplitud y lábiles fronteras, muchas veces impreciso. 1 Sin embargo, tras tanta acumulación interdisciplinaria, el mérito ha sido quitar al mismo de toda connotación estática. Es este cúmulo de investigaciones que han puesto el acento en la naturaleza social e histórica del diálogo social y en los atribu- tos culturales que moldean las orientacio- nes hacia la naturaleza dialógica del mun- do laboral, que conducen a que la propia valoración de éste descanse en su carácter de proceso contingente y dialéctico. En tanto se asumen estas característi- cas como propias del diálogo, se le coloca en el centro de la problemática política y normativa-legal, pasando a ser considera- do uno de los pilares sobre los que se cons- truye la democracia y la ciudadanía (y, por tanto, con incidencia en el modelo de so- ciedad dominante). De lo dicho derivamos un axioma de vital importancia para la investigación empírica y es que el diálogo social –para- fraseando a Robertson (1992)– es asible en 1 Para revisar una crítica en este sentido ver: Ermida (2000), en este artículo el destacado jurista señala: “Con la noción de diálogo social ha sucedido algo similar a lo que, durante largo lapso, aconteció con la de tripartismo: es utilizada en el lenguaje común, en el político y en diversos documentos internacio- nales suponiéndose su contenido, que no es defini- do con precisión. Tal vez esa cierta, relativa indefi- nición, sea parte de la utilidad del vocablo, que puede abarcar diversas instituciones y prácticas, sin incluir ni excluir a otras, dadas sus fronteras difu- sas”, p.1. Sumario: Introducción. 1. Hacia un nuevo paradigma para el diálogo social. 2. Reno- var el contrato social. 3. Las nuevas dimensiones del diálogo social: algunas orientacio- nes en base al caso uruguayo. 4. Conclusiones.

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boletín cinterfor 9Número 156

Las nuevas dimensiones del diálogo social

Mariela Quiñones

Introducción

Definir el diálogo social es una tareaque no puede quedar desvinculada del pen-samiento sobre el tipo de sociedad sobrela que se está construyendo. Quizás por estarazón son muchas las dificultades con lasque se han encontrado los analistas cuan-do han querido dotar de precisión a un con-cepto que por su naturaleza se les vuelveescurridizo y, dada su amplitud y lábilesfronteras, muchas veces impreciso.1

Sin embargo, tras tanta acumulacióninterdisciplinaria, el mérito ha sido quitaral mismo de toda connotación estática. Eseste cúmulo de investigaciones que hanpuesto el acento en la naturaleza social ehistórica del diálogo social y en los atribu-tos culturales que moldean las orientacio-nes hacia la naturaleza dialógica del mun-do laboral, que conducen a que la propiavaloración de éste descanse en su carácterde proceso contingente y dialéctico.

En tanto se asumen estas característi-cas como propias del diálogo, se le colocaen el centro de la problemática política ynormativa-legal, pasando a ser considera-do uno de los pilares sobre los que se cons-truye la democracia y la ciudadanía (y, portanto, con incidencia en el modelo de so-ciedad dominante).

De lo dicho derivamos un axioma devital importancia para la investigaciónempírica y es que el diálogo social –para-fraseando a Robertson (1992)– es asible en

1 Para revisar una crítica en este sentido ver: Ermida(2000), en este artículo el destacado jurista señala:“Con la noción de diálogo social ha sucedido algosimilar a lo que, durante largo lapso, aconteció conla de tripartismo: es utilizada en el lenguaje común,en el político y en diversos documentos internacio-nales suponiéndose su contenido, que no es defini-do con precisión. Tal vez esa cierta, relativa indefi-nición, sea parte de la utilidad del vocablo, quepuede abarcar diversas instituciones y prácticas, sinincluir ni excluir a otras, dadas sus fronteras difu-sas”, p.1.

Sumario: Introducción. 1. Hacia un nuevo paradigma para el diálogo social. 2. Reno-var el contrato social. 3. Las nuevas dimensiones del diálogo social: algunas orientacio-nes en base al caso uruguayo. 4. Conclusiones.

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lo concreto, in situ, en la propia vida y enlos símbolos culturales de una sociedad.

Retomamos esta visión pues creemosque el diálogo social es una dimensiónesencial del modelo de desarrollo que va acaracterizar la dinámica social y económi-ca de un espacio social en un momento his-tórico dado; además de que emana de lapropia naturaleza original de toda accióndialógica la idea que los distintos actoresvinculados al mundo del trabajo puedan“poner en común” los diferentes interesessociales2 (en su origen en conflicto) paraalcanzar consensos básicos sobre cómoconstruir este modelo de desarrollo y ciu-dadanía, y cómo generar normas e institu-ciones para “gobernar” la democracia.

En este trabajo consideramos a este vín-culo social que se genera, a los actores quele constituyen en un determinado ámbitoespacial, junto a aquellos elementos pro-cesales, funcionales y a los resultados ob-tenidos a partir de su puesta en funciona-miento, como un sistema complejo y abier-to al entorno constituyente del diálogo so-cial. Es este sistema el que le otorga obje-tividad y lo constituye como un ámbitodiferenciado, posible de ser aprehendidodesde diversas disciplinas, aunque han sidoel Derecho, la Sociología y las CienciasPolíticas, las que más acumulación empí-rica y aportes han realizado en la medidaen que lo tomaron como problemática pro-pia.3

Asumiendo esta definición y todos lospresupuestos mencionados sobre la natu-raleza social e histórica del diálogo social,cabe preguntarse en este trabajo cómo elmismo se ha visto afectado en su dinámicapor los cambios sociales más recientes enel contexto productivo nacional e interna-cional. Nos referimos más precisamente ala globalización, la apertura regional y to-dos los cambios sociales y económicos cla-ramente identificables que han acarreadoestos procesos, así como sus impactos biendefinidos sobre el mundo del trabajo.

En este sentido la tesis que aquí se sos-tiene es que estos cambios en el entornohan impuesto retos importantes a las mo-dalidades clásicas de acción, tanto de lasorganizaciones de trabajadores, de losempleadores y sus organizaciones, comodel gobierno, actores principales de las re-laciones laborales,4 y cada uno se ve exi-gido a asumir nuevas funciones, así comorenovadas formas de comunicación, de diá-logo social, a la luz de estos acontecimien-tos.

Nuevos problemas exigen nuevos arre-glos en los modos de regulación social

2 Etimológicamente, la palabra diálogo viene delgriego; por una parte, tenemos “lego”, que quieredecir juntar (de donde provienen muchas palabras,desde leer, lógica, y todo lo que termina en -logia y-legio). Por otra, la partícula “diá”, que da un sen-tido de atravesar, caminar, como en la palabra dia-gonal, por ejemplo.

3 Tal definición parece ser lo bastante amplia yabstracta como para dejar dentro otras definicionesmás concretas, como la que enunciara Ermida(op.cit.: 14) en tanto dice: “la noción de diálogosocial incluye a todas las formas de relación entrelos actores del sistema de relaciones de trabajodistintas al conflicto abierto: información, consul-ta, negociación colectiva, participación,concertación social, etc.…”.4 Según lo define la Organización Internacional delTrabajo (OIT), el diálogo social comprende todo tipode negociaciones y consultas –e incluso el mero in-tercambio de información– entre representantes delos gobiernos, los empleadores y los trabajadoressobre temas de interés común relativos a las políti-cas económicas y sociales. Ver Ermida (op. cit.).

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como forma de adaptación a esos proce-sos. Respuestas como las que han tenidolos empresarios y trabajadores del Uruguayante la apertura comercial y la puesta enfuncionamiento del Mercado Común delSur (Mercosur) uniendo fuerzas reiterada-mente en la defensa de la productividadnacional, se han ido imponiendo imperati-vamente frente a este nuevo escenarioglobalizado y competitivo, acumulandoevidencia a favor de la convicción de quees necesario ampliar el diálogo para unirfuerzas, todo lo cual ha puesto en entredi-cho las lineales visiones del pasado quesólo veían al trabajo desde la metáfora delcampo de batalla.

Junto a esto, hacemos notar que este“diálogo social” que se avizora como un“diálogo social renovado” frente a las prác-ticas tradicionales sobre las que tuvo ori-gen –la propia creación de la OrganizaciónInternacional del Trabajo (OIT) habla deello– puede ser descrito en por lo menoscuatro líneas de cambio, todas ellas rela-cionadas, que se orientan a “ampliar” suámbito objetivo y el imaginario social entorno a estas prácticas, en tanto extienden:

En primer lugar, el ámbito funcional deldiálogo social (qué se discute), procuran-do no reproducir el ámbito funcional delas viejas ordenanzas laborales sino aquelque responda mejor y de una forma efi-ciente a las necesidades de empresarios ytrabajadores, así como a los distintos inte-reses que encontramos hoy en la sociedaden general.

En segundo lugar, el ámbito procesaldel diálogo social (cómo dialogar), bus-cando innovar en las formas, las circuns-tancias, el grado de institucionalización y/o formalización del diálogo, todo esto,

también retomando la idea de responderde una forma eficiente a los cambios quese imponen desde un entorno cada vez másincierto y que, por tanto, une a los actoresen el compromiso y en la asignación deresponsabilidad respecto a los hechos im-previsibles y los efectos que puedan aca-rrear sobre empresarios y trabajadores e,igual que antes, sobre los distintos gruposde interés que se expresan en la sociedad.

En tercer lugar, el ámbito subjetivo deaplicación (quiénes participan y/o son re-presentados) en tanto es día a día mayortema de discusión la pertinencia de inte-grar otras fuerzas y/o intereses sociales nocontemplados, o contemplados indirecta-mente en el diálogo social tradicional. Esel caso, por un lado, de las organizacionesde mujeres, las representaciones de secto-res laborales no tradicionales, como porejemplo de los informales o aquellas or-ganizaciones denominadas del “tercer sec-tor”, entre varios.

Por otra parte, al haberse desplazado elarquetipo de trabajo, desde la industria altrabajo como “prestación de servicios”,ello ha cambiado la mirada hacia el inte-rior de las organizaciones y allí donde sólose veía la subordinación entre empleador-empleado como sustento de la relaciónsalarial empieza a ganar peso la perspecti-va del cliente, usuario o consumidor, dan-do sustantividad a la idea sobre la que re-posa el trabajo en la actualidad y es que elmismo corresponde a una actividad de in-tercambio, relación social, entre produc-tores y receptores de valores de uso.5 Apa-

5 Tilly and Tilly definen al trabajo a la luz de loscambios actuales del capitalismo como “cualquieresfuerzo humano que añada valor de uso a los bie-nes y servicios”; esfuerzo que sólo puede hacerse

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rece entonces la necesidad de abrir las fron-teras del diálogo a éste como un tercer ac-tor a considerar.

Por último, la ampliación del ámbitoespacial de aplicación (dónde se produce),en tanto se extienden las fronteras que an-tes definían los tres principales niveles desu estructuración: la empresa, la rama y lanación. Sin modificarse la importancia ycomplementariedad de todos éstos, losmismos se están viendo transformados porla discusión en la que entra el propio con-cepto de “frontera”, no atada a límites geo-gráficos.

Esto redefine la dimensión espacial deldiálogo social y suma a la ya propia com-plejidad que se deriva de cómo se debenarticular estos niveles dentro de un ejeinterprofesional, la problemática que sederiva del cruce de esta dimensión con unsegundo eje emergente, la dimensión geo-gráfica (lo local, lo nacional, lo regionaly/o mundial), relativamente nueva, queestá siendo evaluada por los especialistas(Babace; 2004) de potencial impacto so-bre el diálogo social y la elaboración denormas para las relaciones de trabajo.

Finalmente, sostenemos que, junto aestos aspectos que reconfiguran la propiadinámica del diálogo social, toda construc-ción que tome en cuenta estos cambiosdeviene esencial para que los distintos ac-tores hagan frente al nuevo escenario in-ternacional y nacional e incita a laredefinición de un nuevo “contrato social”,entendido éste no en un sentidorousseauniano, sino como articulación de-mocrática de los diferentes intereses pre-

sentes en la sociedad;6 en especial los in-tereses específicos de las diferentes clasessociales, en el que queden implícitos va-lores como solidaridad, respeto, equidad,justicia y paz “como base del reconoci-miento de los derechos iguales einalienables de todos los miembros de lafamilia humana”.7

En relación con este último punto y surelación con los anteriores, sostenemos queeste nuevo perímetro que redefine las fron-teras del diálogo social actualmente, tocano sólo a los contenidos de este contrato,también modifica las fronteras nacionales,empezando a dar forma a una sutil articu-lación entre lo local y lo global. La impor-tancia de una regulación social regional y,aun, mundial, aparece claramente en laactualidad.

1. Hacia un nuevo paradigma parael diálogo social

Es recién en el período 1919-1938 quela historia verá emerger los factoresinstitucionales propicios para que las or-ganizaciones empresariales y de trabaja-

en “relación social entre un productor y un desti-natario de un valor de uso” (Tilly, 1998: 22).

6 Al respecto hay un amplio acuerdo hoy en resal-tar esta dimensión social y política del diálogo so-cial y no dejarlo restringido a los límites de las re-laciones laborales. Se dice que al ser la inseguri-dad social “cada vez más, la preocupación mayorde los ciudadanos, lo que estaría indicando la nece-sidad de una ‘reconstrucción’ del Estado y unaresocialización de la vida nacional. Esto requeriría“un nuevo contrato social” al cual sólo podría apun-tarse a través del diálogo social, que adquiriría asíuna dimensión extra-laboral, de carácter político”(Ermida, op. cit.).7 Como señala el Preámbulo de la DeclaraciónUniversal de los Derechos Humanos adoptada porla Asamblea General de las Naciones Unidas.

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dores vieran en el esfuerzo colectivo co-mún y en la intervención del Estado, laforma de compensar los mecanismos delmercado como principio soberano yautorregulador. En efecto, la entreguerraabrió paso al tripartismo en relaciones la-borales. El tratado de Versalles de 1919dio lugar a la constitución de la OIT, con-cebida como una corporación tripartita enel ámbito internacional y fuente interna-cional para el Derecho Laboral. Su finali-dad era la generalización de los órganosde representación en la empresa, la crea-ción de comités de empresa, la extensiónde los derechos de consulta de los trabaja-dores, así como la creación de institucio-nes que reforzasen el diálogo social en elámbito nacional.

Sin embargo, las razones por las que seextienden las instituciones del diálogo noson neutrales. Las transformaciones a lasque se ve sometido el trabajo conllevannecesariamente a la transformación de lasinstituciones vinculadas a éste. En esta eta-pa, el auge del taylorismo fue un elementoclave. La destrucción de los sindicatos deoficios y la emergencia de los sindicatosde masa, la gestión homogeneizada del tra-bajo de la mano de obra –los tiempos, lascondiciones de trabajo, etc.–, exigen alempresariado, también un interlocutor co-lectivo y homogéneo para negociar y cons-truir el orden en el centro de trabajo.

En la conformación de la idea moder-na de trabajo, el diálogo social ha cumpli-do un papel central en tanto principioinstitucionalizador del conflicto y estructu-rador de las formas de control, fijando loslímites de la acción para los actores socia-les por medio de estructuras jurídico-for-males creadas con este fin.

El diálogo social es pensado entoncescomo funcional a la regulación de un ca-pitalismo organizado, administrado y ra-cionalizado.8 Las exigencias estructuralesque acarrean la industrialización y la mo-dernización imponen un limitado númerode opciones y pautas a los actores socia-les. El contrato social de posguerra (o pactokeynesiano) del Estado de bienestar, ad-quiere importancia con la finalidad de co-rregir las desigualdades sociales que ge-nera el mercado laboral. Con este nuevopapel del Estado como institución socialcohesionadora y redistributiva, el sistemacapitalista en las sociedades desarrolladasadquiere legitimación, lealtad de las ma-sas y preserva el orden institucional (Mar-tín Artiles, 2003:186:7).9

La teoría de las relaciones laboralesdesde sus distintas vertientes verá al diá-logo, a las instituciones y a las regulacio-nes atadas a éste, como imperativo moraly condición necesaria para la cohesión so-cial y el desarrollo de valores como la jus-ticia y la equidad social; como método deformulación de normas y reglamentaciónde las sociedades democráticas y plura-

8 La obra de Dunlop (1958) contribuyó teóricamen-te a poner de relieve estos aspectos en el desarrollode la teoría de los sistemas de relaciones laboralesy su convergencia sometidos a las mismas pautasde modernización.9 En esta etapa (postguerra), se consolida la teoríapluralista de las relaciones laborales que verá aldiálogo social bajo la idea de imperativo moral,como obligación a comprometerse en la negocia-ción, en la limitación del poder de las partes y enlimitar el poder del Estado. Para ver una reseña his-tórica de las diferentes etapas de consolidación dela teoría de las relaciones sociales y los procesossociales atados a su desarrollo, ver Martín Artiles,A. (2003).

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listas;10 como procedimiento dinámico deadaptación de las instituciones al entornocambiante; como “derecho vivo” origina-do en las costumbres y hábitos de traba-jo.11 Pero ya sea que haya predominadouna vertiente normativa o una consuetudi-naria, se trataría siempre al diálogo socialcomo un método de reafirmación de laautonomía y del derecho colectivo quepermitiría atenuar y corregir las relacio-nes asimétricas de poder entre capital ytrabajo.

Pero, ¿cuáles serían los cambios delactual escenario que estarían moldeandoel cambio de paradigma del diálogo social?

Para responder a esta pregunta creemosnecesario hacer una clasificación de los“núcleos conceptuales” que el término“globalización” proyecta y que impactanmás fuertemente sobre la propia concep-ción del diálogo social.

El primer rasgo a destacar de estos pro-cesos de globalización es el elemento deincertidumbre. Con referencia a cómo la

misma es abordada, la propuesta gira entorno al reconocimiento de la existenciade un riesgo generalizado. Que todo es ries-go significa que todo esté implicado den-tro de procesos de toma de decisiones con-tingentes sobre cursos de acción fortuitosde acontecimientos, a la vez que “todo estáen riesgo”. Algo que significa que “todoslos bienes están abiertos a la eventuali-dad de daños que tienen esta forma” (Ra-mos Torre, R., 1999: 261). Con lo que seplantea “un retorno de la incertidumbre”,a la necesidad de enfrentarse al “aconteci-miento” como efecto no previsto. En pa-labras de Beck (1997: 223 y ss.), “la so-ciedad que desconfía de una historia abo-cada al progreso”.

Cómo los actores se preparan para ha-cer frente a lo imprevisible se transformaen un elemento clave de discusión en elmundo del trabajo actual. Cómo se distri-buyen los daños en una situación de cons-tante exposición a riesgos; y cómo se atri-buye la responsabilidad por la selecciónde cursos de acción que pueden tener con-secuencias dañosas para cada una de laspartes.

Estaríamos en primer lugar frente alcambio del modo de diálogo social que,en tanto práctica colectiva en continuo pro-ceso, viene a imponer una visión dinámi-ca y compleja de los sistemas sociales yorganizacionales, que empiezan a darmuestras hoy de estar (o por lo menos que-rer estarlo) más capacitados para adaptar-se a unas sociedades que cada vez sonmejor definidas como “sociedades del ries-go”, dominadas por cursos de acción im-previsibles; sociedades a las que nos refe-rimos como dominadas por la incertidum-bre.

10 Ver en este sentido los desarrollos de la denomi-nada escuela pluralista o Escuela de Oxford. Enespecial la voluminosa obra del matrimonio Webb,Industrial Democracy (1897) quienes, como ideo-logía se referían al pluralismo como reconocimien-to de intereses diferentes y en conflicto y, comoperspectiva analítica entiende a las relaciones la-borales como relaciones económicas basadas en lanegociación, como forma de regulación conjunta.11 En este sentido, referimos a la denominada es-cuela de Wisconsin, con origen en los Estados Uni-dos, donde merecen especial atención J. R.Commons (1967) y su obra Trade unions andlabour problems, quien se interesa por estudiarcómo la práctica de la acción colectiva es produc-tora de normas, además de reguladora de las activi-dades de trabajo y estabilizadoras de los conflictosde intereses.

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El riesgo liga con un segundo rasgo deestas sociedades y es su mayor grado dereflexividad. Esto es, la sociedad modifi-ca sus tendencias y rumbos a la luz de laspropias construcciones y representacionescolectivas (conocimiento, información,opinión pública, mercados, etc.) que ellamisma crea, perfecciona y codifica ince-santemente. Los actores sometidos a situa-ciones de riesgo e imprevisibilidad, tien-den a responder a esta situación con unaumento de la reflexividad, cuestionandolas normas o por lo menos revisándolas deforma permanente.12

En el marco de las relaciones laboralesesto ha significado un mayor peso de laregulación entre actores productivos paradar mucho más relieve a las normas acor-dadas entre las partes. Esto ha sido descri-to ampliamente como un nuevo marco dereflexividad para la acción.13 Por lo que lareflexividad y la acción política resaltancomo los rasgos dominantes de este pro-ceso de globalización promoviendo la

emergencia de un nuevo espacio abiertode diálogo, de geometrías variables, don-de gana fortaleza el carácter reticular delas relaciones entre los distintos elemen-tos componentes del sistema, que reflejade una forma más acorde una representa-ción de la realidad donde los niveles decontingencia son hoy cada día más depen-dientes del contexto. La ampliación de losparticipantes en el diálogo social y la in-novación de las formas que debe adoptaréste, aparecen como reflejo incuestiona-ble de estos cambios.

En tercer lugar, y a partir de las conse-cuencias del riesgo y de la reflexividad,aparecen nuevos elementos tales como ladestradicionalización y los procesos deindividualización (Beck, 1997). Giddensexpresa esto, sosteniendo la idea de la exis-tencia de una sociedad postradicional glo-bal, de espacio indefinido, que provoca ladestrucción de la comunidad local. Con lamirada puesta en los sistemas abstractosdescribe las consecuencias desvinculadorasque éstos tienen, produciendo desarraigo,evaporando las relaciones que se fijabancon el espacio (Giddens, 1997:75 y ss.).

Por otro lado, estos conceptos serviránde soporte para la idea de reconfiguraciónde identidades, la discusión en torno alsujeto, su iniciativa y autonomía y la de-fensa de los derechos subjetivos (por ejem-plo, el derecho al trabajo o a recibir unacompensación por el esfuerzo brindado porel desarrollo de una actividad laboral). Estesujeto, finalmente individual, es cada díamejor caracterizado como un individuofragmentado que tiene su expresión en lafigura del consumidor.

El consumo característico de esta eta-pa se determinaría por su creciente indivi-

12 Volviendo a Giddens (1991), esta sociedad porél llamada “postradicional” deja de ser un ordennormativo en una acumulación de saberes que lle-van como estandarte la verdad para enfrentarse aun muro de incertidumbres: las decisiones difícil-mente pueden descansar en opiniones sobre las quehaya acuerdo, debiendo siempre caer toda opciónen el riesgo de la toma de decisión.13 Supervielle y Quiñones entienden flexibilidad,en forma general, como una “reordenación de lasdiversas fuentes que concurren a la regulación dela relación de trabajo y que tiene que ver con unanueva distribución del poder normativo del Estadoy los actores sociales ampliando los espacios de laautonomía colectiva y reduciendo los espacios queantes estaban destinados a la ley”, diferenciándolede “desregulación”, entendida como “imposiciónunilateral vía contrato de trabajo de las reglas enbeneficio exclusivo de una de las partes (elempleador)” (Supervielle; Quiñones, 1999:5).

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dualización (a diferencia del consumo demasas fordista), jugando cada día más unpapel conformador de estas nuevas identi-dades, que de ganar reflexividad y auto-nomía se transforman en fuerzas socialesimportantes que presionan por su integra-ción al diálogo social.

Tales tendencias son cada día más evi-dentes, viendo cómo el cambio de las re-laciones laborales (posmodernas) implicacada vez más una subversión de los rolestradicionales asignados y “la reducción arelaciones individuales, sin sindicato, ninegociación colectiva, ni derecho de huel-ga, ni derecho laboral (…) su reducción alas relaciones individuales y privadas, ‘ba-ratas’, y sin responsabilidades, regidas porel Derecho Civil y Comercial” (Ermida;1999:224).

Un cuarto elemento de cambio que traela globalización es la idea de desterrito-rialización de los Estados. Entre los teóri-cos que más minuciosamente han estudia-do esta dimensión de la globalización hayque destacar nuevamente a Giddens(1990), en tanto se orienta a describir laconfiguración societal contemporánea entérminos de una articulación espacio-tem-poral global. Las nociones de distancia-miento y convergencia espacio-temporalproporcionan útiles herramientas para suteorización y le permiten caracterizar lasingularidad de dicha articulación como lasustitución de una convergencia espacio-temporal “estatal-nacional”, propia de la“modernidad primera”, por otra global,propia de lo que él denomina “moderni-dad tardía”. Los conceptos de “desanclaje”,“regionalización”, “desterritorialización”,“centro y periferia”, le permiten profundi-zar en la descripción de estos aconteci-

mientos dando entrada al poder y a lasasimetrías en la consideración de la orga-nización espacio-temporal de la vida so-cial.

Son éstos los núcleos conceptuales quedan cuenta de la propia transformación delas sociedades globalizadas, aun de aque-llas que se insertan en la misma desde unaposición periférica,14 como la región lati-noamericana, elementos que determinanhoy la profunda transformación de los sig-nificados atados al diálogo social y a cómolos actores sociales perciben y dan cuentadel mismo. Desde otras teorizaciones po-drían haberse enfatizado otros aspectosdestacables, como el pasaje de una socie-dad inclusiva a una sociedad desafiliadoraque describiera Castel (1995).

En el contexto de estos cambios, la pre-gunta sobre el diálogo social que hemosvenido haciéndonos puede ser traducidaen: ¿cómo puede desarrollarse –epistemológicamente hablando– el diálo-go social, proyecto incuestionablementemodernista, en un mundo de “modernidadtardía”?

Bajo todas estas descripciones se nospresenta hoy el desafío de revisar lasconceptualizaciones con las que describía-mos la sociedad hasta no hace más que al-gunas décadas. Las Ciencias Sociales seenfrentan a la necesidad de reconstruir unsistema conceptual que dé cuenta de laruptura del campo cerrado que se puederesumir en el “individualismo nacionalis-

14 También aquí, habría que destacar el pensamientode Robles (2000) en tanto retoma la discusión deestos conceptos desde la consideración de la ideade desarrollo de unas sociedades de “globalizaciónperiférica”.

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ta” (Beck, 1998) implícito en el conceptode Estado-Nación, y debe dar cuenta de laexistencia de un campo abierto sin clarasfronteras formales, físicas o conceptuales.

No es que los viejos conceptos pierdanvigencia, pero deben ser cuestionados a laluz de las transformaciones en lo social.Es el caso de los conceptos de nación, Es-tado o clases sociales, pero también de ins-tituciones ligados a éstos como sindicalis-mo, conflicto o diálogo social. La emer-gencia de conceptos tales como comuni-cación, riesgo, reflexividad, confianza,identidades, regulaciones, convenciones,mediaciones, etc., empiezan a ganar terre-no para dar cuenta de sociedades que noestán “encerradas en sociedades naciona-les”.

Es notorio, sin embargo, que esta trans-formación de las descripciones yautodescripciones de la sociedad no sontan violentas, que las naciones y los Esta-dos no han sido transformados tan radi-calmente, conviviendo las descripcionesanteriores con las nuevas. Lo que nos lle-va a los cientistas sociales a tener que ju-gar continuamente con los dos tipos deregistros conceptuales (¿seguridad o pro-tección?, ¿trabajo o empleo?, etc.), y nosplantea un desafío enorme a la hora de te-ner que describir las sociedades.

2. Renovar el contrato social

Los procesos de globalización ocurrendentro de un escenario bastante paradóji-co. Mientras acota los espacios de libertadde los trabajadores, innova en formas deorganización que dan a los mismos posi-bilidades de participación y niveles de au-

tonomía antes imposible de imaginar. Ge-nera desregulación pero cada día es ma-yor el número de normas que regulan elmundo del trabajo. Se manifiesta la nece-sidad de disponer de recursos humanosformados y con altos requerimientos decalificación pero los costos dominan cadauna de las decisiones en la empresa deter-minando que en ésta los salarios sean ana-lizados más en términos de masa salarialque en términos de competencias.

Paralelamente, como resultado de és-tas y otras políticas concomitantes, apare-cen y se desarrollan nuevas formas de vin-culación laboral, formas atípicas o no, peroque empiezan a dar relevancia a la rela-ción civil sobre la laboral.15 En este con-texto crece el trabajo autónomo –muchaparte de éste, producto de las terceriza-ciones– aunque paradójicamente siguendependiendo económicamente de la em-presa, prestando un servicio de modo con-tinuado.

Sumado a esto, aparece la situación deser en muchos casos el propio trabajadorquien empieza a conformar nuevas profe-siones –la informática es uno de ellas, perotambién todas aquellas relacionadas con lanueva gestión empresarial, etc.–, confor-mando espacios donde las relaciones la-borales tienen unas fronteras mucho máslábiles que las que se construyeron en tor-no a oficios o profesiones tradicionales ysobre las que se pensó la representaciónde los trabajadores tradicionalmente. Enestos casos el trabajador puede pasar fá-cilmente de una situación de asalariado aempresario, a trabajador por cuenta pro-

15 Un desarrollo de esta problemática puede verseen Racciatti (mimeo.).

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pia, como subcontratado, o ligarse a laempresa por medio de un contrato por pro-yecto, etc.

Además de hacerse hincapié en estecarácter paradójico, se remarca que estenuevo paradigma trae consigo bastantesdisfuncionalidades éticas y jurídicas –como ya habríamos mencionado al hacerreferencia a la flexibilidad y ladesregulación–, porque genera una des-igualdad y desprotección crecientes perotambién disfuncionalidad económica –au-menta el desempleo y disminuye la cali-dad del empleo.16 Algunos se refieren alfin de la sociedad del empleo (Rifkin,1996) y a la apertura de una época signadapor la exclusión social.

Resumiendo, cabe resaltar de lo ante-dicho, que el diálogo social refiere a unfenómeno –el trabajo– que se avizora hoycomo de difícil contemplación unitaria. Yesto es válido, tanto para el Derecho La-boral de corte clásico –lo que no implicaque la norma existente sea ineficaz o in-necesaria– o para los sindicatos enfrenta-dos a nuevas formas de gobernar la subje-tividad (el principio de individualizaciónque guía las prácticas empresariales) ybastante cuestionados en su capacidad deresistencia como en su capacidad de gene-rar identidades colectivas en torno a susprácticas.17

Todo esto trae aparejadas dificultadespara todos los actores. Para las organiza-ciones de trabajadores, se trata de un debi-litamiento de las bases y una fuerte frag-mentación del colectivo al que represen-tan; para el Derecho del Trabajo, se tratade una nueva dificultad para determinar laexistencia de relación jurídica laboral. Parael Estado se trata de una nueva distribu-ción del poder normativo entre él y losactores sociales, ampliando los espacios deautonomía colectiva y reduciendo los es-pacios que antes estaban destinados a laley.

El denominado “desgobierno de laglobalización”,18 el carácter socialmenteexcluyente y económicamente concentra-dor del modelo de sociedad de mercado, yel carácter ademocrático de las normas einstituciones que regulan la globalización,provocan el rechazo de amplios sectoresde la ciudadanía que presionan por unaredefinición del diálogo social o descon-fían de los gobiernos que apelan coyuntu-ralmente al diálogo como concertación sinasumir compromisos de más largo plazo(Villasmil, 2002).

Pero no todo es paradójico y disfun-cional en el nuevo modelo. Todo se redu-ce a las posibilidades de encontrar un equi-librio y el diálogo social se avizora comouna herramienta privilegiada. La respues-

16 Al respecto, ver Ermida (1999, op. cit.).17 Afirman Supervielle y Quiñones (2004) “los pro-cesos de desregulación han sido procesos de susti-tución de la esfera jurídica en donde en general lossindicatos habían logrado establecer a través de lalegislación laboral derechos y garantías que pre-servaban espacios de libertad para los trabajado-res, por normas de la esfera económica en la regu-lación del trabajo. Nunca como hoy el trabajo estáregulado tanto por normas. Sin embargo, éstas no

son normas de la misma naturaleza que en el pasa-do. Son normas de eficiencia, de productividad, decalidad, de higiene, etc. que generan enormes res-tricciones a la libertad de los trabajadores –indivi-dual y colectivamente considerados– en sus traba-jos. Aunque estas restricciones aparecen como con-troles pero sin en este caso, contrapartidas de dere-chos o incluso garantías para los trabajadores”.18 Parafraseando a Martínez y Vega Ruiz en su li-bro La Globalización Gobernada (2001).

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ta está en saber si en un contexto deglobalización económica estos procesospodrán evitar los efectos sociales más se-veros sobre el empleo en términos de man-tener los puestos de trabajo y, además deello, sin rebajar las condiciones laborales.Esto es, llevar a cabo las estrategias dedesarrollo en un marco de equidad y justi-cia social.

De aquí la necesidad de un nuevo con-trato social, que dote de nueva significa-ción social a estos agentes, principalmen-te al Estado, enormemente vulnerado porla pérdida de funcionalidad frente al mer-cado; como a las otras instituciones cons-tituyentes del diálogo social a las que seles demanda una regulación que conside-re suficientemente el interés de los ciuda-danos, a cuyo servicio deberían brindarsecomo tales.

En este sentido, entre los acuerdos a losque hoy están arribando algunos –la OITentre otros– es que lo que se rechaza no esel propio proceso de globalización en símismo, sino al “paradigma de laglobalización” como “modelo único” (pen-samiento único) y a la incapacidad de losgobiernos e instituciones internacionalesde contrarrestar los efectos negativos delmodelo de sociedad de mercado, precisa-mente por sostenerse en el paradigma dela globalización como el único posible (theone best way).

Como contrapartida, en la búsqueda denuevas formas más democráticas de parti-cipación social, aparecen síntomas quehacen posible pensar en un nuevo modelode globalización, una globalización inclu-yente, que sólo parece real si se inicia laconstrucción de la gobernabilidad de laglobalización, por medio de fijar reglas de

juego y desarrollar instituciones suprana-cionales, de reconstruir el Estado socialpara que regule, promueva y proteja al ser-vicio de la ciudadanía con el fin de recu-perar la equidad y la justicia social, pro-moviendo el trabajo decente, fortalecien-do a las organizaciones sociales y dotán-dolas de autonomía y de los medios paraque logren representación.19 Para todo elloes necesario que los distintos grupos so-ciales participen en la toma de decisionesque les competen. A esto debe contribuirel diálogo social, pues en la búsqueda deestos fines el diálogo social debe seguirsiendo promovido como mecanismo pri-vilegiado para alcanzar este “nuevo con-trato social”.

19 En esta línea se encuentra trabajando la OIT, or-ganismo que tiene fijado desde hace ya algunos añossu programa y presupuesto orientados al objetivoestratégico de fortalecer el tripartismo y del diálo-go social y como objetivo intermedio, el fortalecera los interlocutores sociales. Constata, asimismo queel debilitamiento de los tres principales actores so-ciales principales de las relaciones laborales difi-culta el diálogo social por ausencia de sus presu-puestos, razón por la cual, el fortalecimiento de losmismos es necesario para el desarrollo del diálogosocial y el tripartismo, tanto como el de estos lo espara la democracia pluralista, razón por la cual ha-brá un círculo vicioso, debilidad de los actores –inexistencia de diálogo social real y eficaz– caren-cias de la democracia; o un círculo virtuoso forta-lecimiento y representatividad de los actores –diá-logo social real y fluido– profundización de la de-mocracia pluralista. Ver en este sentido OIT, Pro-puestas de programa y presupuesto para 2000-2001, Ginebra 1999, Vol. 1, p. 49.

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3. Las nuevas dimensiones deldiálogo social: algunasorientaciones en base al casouruguayo

El espacio latinoamericano es tan di-verso y complejo como para que sea im-posible describir un cuadro omnicompren-sivo o general aplicable a los diferentespaíses que lo componen, ya que no se tratade un espacio regional solamente sino tam-bién de un espacio estatal y nacional muycomplejo. Por ello las generalizacionessuelen ser fuentes de errores. Sin embar-go, es innegable que existen algunos de-nominadores comunes entre los distintospaíses que permiten analizar esta econo-mía política desde una perspectiva gene-ral flexible que sea capaz de arrojar luz alos diferentes casos nacionales.

Estos denominadores comunes son, deacuerdo a Rodríguez Cabrero (2000): a) lacomplejidad de la inserción de las econo-mías latinoamericanas en la nueva divisióndel trabajo internacional y, como conse-cuencia, la formación de mercados eficien-tes; b) la debilidad del Estado como con-junto de instituciones democráticas y efi-caces con la doble capacidad de contribuira la construcción de economías de merca-do y satisfacer las demandas sociales ypolíticas; c) el fracaso, en mayor o menormedida, en el objetivo de lograr una cohe-sión social interna y cuyo principal indi-cador es una intensa fragmentación socialy elevadas tasas de pobreza. Tres ámbitos(Estado, instituciones y bienestar) que es-tán fuertemente interrelacionados entre sí,siendo el institucional en muchos sentidoscrucial ya que de su solidez y eficacia de-pende el éxito de la transición hacia una

economía globalizada desde la posición deuna autonomía nacional.20

Refiriéndonos a Uruguay, su entrada alMercosur, aunque no determinelinealmente la lógica, ha teñido todo elproceso de evolución del diálogo social,una vez terminada la transición a la demo-cracia. La apertura comercial trajo apare-jado un fuerte cambio en el panorama pro-ductivo del país. Las empresas que logra-ron adaptarse al cambio debieron adherira un proceso de modernización que tuvosus efectos en la necesidad de adecuar lasrelaciones profesionales al nuevo contex-to económico y social.

Pero la atención no puede ser ancladaaquí solamente, sino que habrá que incluirotros temas que, vinculados a estos proce-sos, claramente los trascienden, temas po-líticos, las orientaciones predominantespara alcanzar el crecimiento, obtener eldesarrollo y una estructura económica efi-ciente.

A la luz de estos hechos empieza a pre-ocupar a los actores la situación de riesgoque genera incorporarse a un mercadoabierto en una posición muchas veces mar-

20 Tal como señala Prats (2000:4), citado porRodríguez Cabrero: “la nueva riqueza de las na-ciones se ve hoy en función de la calidad de susinstituciones y de sus capacidades de acción co-lectiva. Sólo éstas dan razón de las posibilidadesde aprovechamiento y desarrollo de los recursosnaturales, financieros, infraestructurales, de cono-cimiento o humanos disponibles. El mejoramientopermanente de las instituciones y las capacidadesde acción colectiva (que incluyen conceptos talescomo los de cultura cívica y política o el más re-ciente de capital social) se considera como la con-dición necesaria para lograr un desarrollo soste-nible a largo plazo”.

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ginal con respecto a grandes empresas dela región en una etapa aún no consolidaday, por lo tanto, llena de incertidumbres(Supervielle, 2000:7:8).

Estos cambios estratégicos suponencambios políticos importantes y accionesespecíficas para lograr estos objetivos:implica innovar en productos, recambiotecnológico, nuevas formas de organiza-ción del trabajo. Genéricamente se deno-minan a estos cambios “reconversión pro-ductiva”; lo que implica reorientar los re-cursos financieros, tecnológicos y huma-nos disponibles hacia las actividades quepueden tener posibilidades de crecimien-to (Rodríguez, 1991:154 y ss.).

Retomando estas descripciones, en esteapartado nos preguntamos cómo tales cam-bios en el entorno han tenido repercusio-nes en el diálogo social. Una hipótesis cen-tral que guía la búsqueda de la respuesta aesta interrogante es que, si bien el diálogosocial se fundó sobre la existencia de unconflicto básico entre capital y trabajo –supuesto de relaciones sociales capitalis-tas de dominación basadas en el conflictoentre explotadores y explotados– hoy, anteuna nueva realidad económica que modi-fica sustancialmente los procesos de crea-ción y de distribución de la riqueza, unacelerado proceso de cambio tecnológico,una evolución creciente de los modos deconsumo y cambios de las estrategias fi-nancieras, las relaciones sociales secomplejizan en múltiples sentidos, adqui-riendo cada vez más importancia la rela-ción entre productores y consumidorescomo estructurante de las demás dimen-siones de la relación laboral.

Siendo que a pesar de todo, las des-igualdades persisten, la relación laboral

pasa a depender de la resolución de pro-blemas organizacionales, sectoriales o decualquier otro nivel que se presentan comomucho más urgentes e importantes y laspartes de esta relación, a pesar de tenerobjetivos distintos, pasan a depender de lasolución a problemas concomitantes.

Es en este contexto que el diálogo so-cial desborda a las formas tradicionales deregulación y acuerdo como corrección delos desequilibrios básicos (empleo, sala-rio, condiciones de trabajo) para pasar aadquirir día a día un rol más importante lapropia administración de la crisis y la su-pervivencia de las empresas.21 Y es a tra-vés de esta nueva dimensión que hace alqué se pone en discusión en el nuevo es-cenario productivo donde aparece la ne-cesidad de un “nuevo contrato social” ba-sado en la no agresión y en el compromisode no aniquilación mutua.

Este escenario implicó cambios en lasdistintas dimensiones del diálogo social.En primer lugar, cambió notoriamente elcontenido del mismo, pasando a centrarseen problemas vinculados con la reconver-sión, la productividad, la introducción denuevas tecnologías y los nuevos sistemas

21 Así lo entiende también Barretto Ghione(2000:78) al encontrar en el contenido de la actualnegociación y, por ende, del diálogo social, una im-plícita denotación de la centralidad del principiode colaboración respecto de toda consideración, altiempo que afirma: “esta potencialidad para abor-dar entendimientos, enancada en la circunstanciaque en general provoca un involucramiento de lostrabajadores en la suerte de la empresa, a la cualse la ve con mayor cercanía, puede importar uncambio cualitativo en aquellos sistemas predomi-nantemente de ‘pluralismo conflictivo’ donde sehan desarrollado tradiciones fuertemente arraiga-das de resistencia al poder político de gobierno ya la ‘clase empresarial’”.

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de gestión, todos íntimamente vinculadosentre sí, y de importancia creciente en laúltima década. Aspectos como los siste-mas de remuneración variables o la eva-luación de competencias comenzaron aextenderse en sectores como la bebida, elpapel, metalúrgicos, construcción y algu-nas ramas que esperaban insertarse en es-tos procesos. Temas como la formación,el derecho a la información, tiempo de tra-bajo, habilitación de formas contractualesalternativas o polivalencia funcional,reubican a los actores laborales en un te-rreno favorable al entendimiento.

La discusión de estos contenidos tienecaracterísticas diferentes a la que sustentóa los temas tradicionales pues vincula lasactividades de organización –previas a laactividad de “realización” del trabajo con“la actividad de construcción de mediacio-nes mercantiles” orientada a los clientes ousuarios (consumidores de las “realizacio-nes” del trabajo).22 En otras palabras, laesfera de la distribución, en términos clá-sicos, gana centralidad y, al ser así, elacuerdo entre trabajadores y empresariosse vuelve más imperioso.23 La importan-cia que adquieren los conocimientos pro-ductivos en la introducción de estos cam-bios, reintroduce la figura del trabajadoren la propia preparación y realización deltrabajo (excluido en el modelo taylorista)y lo coloca en una necesaria situación decooperación con la empresa (Supervielle;Quiñones, 2004).

Por su parte, estos cambios provocanretos muy grandes al sindicalismo, enfren-tado a los límites que se le imponen, re-sultado de ser una institución que tambiéntuvo su origen y consolidación dentro dela lógica fordista de racionalización de laproducción actualmente en crisis.

Sin embargo, cabe reconocer que cadavez es posible apreciar con mayor nitidezque los desafíos a los que se enfrentan, tan-to empresarios como trabajadores, abrenposibilidades reflexivas para ambos. Lossindicatos empiezan a cambiar su funciónde modo que se inician en la búsqueda denuevas formas de legitimarse ante los tra-bajadores y también ante la empresa.(Supervielle; Quiñones, 2003).24 En estesentido es que empiezan a considerar mu-cho más de cerca los cambios en el campoproductivo y esto los ha llevado a recono-cer el papel estratégico que en la gestióndel trabajo cumple la gestión de los cono-cimientos y, por ello, la necesidad de in-tervenir incorporándola en el campo de lanegociación colectiva; por ejemplo, parti-cipando en la gestión de las formacionesprofesionales.

Y este último es un elemento que estáadquiriendo centralidad en el mundo deltrabajo. Porque las organizaciones de tra-bajadores están reconociendo que la ges-tión del conocimiento es un problema in-dividual pero también colectivo, desde elmomento en que se perciben sus efectosen las relaciones entre los trabajadores yen el propio funcionamiento del sistema.

En la medida que el criterio de calidady eficiencia pasa a ser central en la eva-luación del trabajo, se le incorpora una di-

22 Se sigue aquí la conceptualización del trabajodesarrollada por De Terssac, G. (2003).23 Son varios los trabajos que desde entonces de-muestran que la introducción de tecnologías sin elconsentimiento de los trabajadores (Ruffier; 1998)es ineficiente (o ineficaz, en algunos casos). 24 Op. cit., 2002.

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mensión ética y la consideración del acce-so al conocimiento adecuado, o más enparticular, en cuanto a su uso correcto, ganaimportancia y espacio para su negociación.Por ello, además de fijarse como meta ladefensa de las fuentes de trabajo a travésde la defensa de las calificaciones, las or-ganizaciones de trabajadores están asu-miendo que por medio de su participacióncumplen una función social, la defensa delsistema y, por tanto, de sus usuarios, clien-tes o consumidores.

Todos estos ejemplos recabados vienena dar fundamento a la idea de apertura so-bre la que reposa el proceso de diálogosocial actualmente. En el mismo sentido,las relaciones laborales se abren a nuevasposibilidades, distintas a las asalariadas,relaciones que ya no pueden ser conside-radas como sistema cerrado obrero-patro-nal sino que deben dar cuenta necesaria-mente de un acoplamiento estructural consu entorno.

En este marco parece que las relacio-nes de trabajo se amplían en torno a la pro-blemática de los intereses de los represen-tados (quiénes), siendo central la consi-deración del cliente/usuario/receptor, puesacota las posibilidades de acción de losagentes tradicionales del diálogo. Otro pro-blema se refiere a la asignación de respon-sabilidad respecto a los hechos imprevisi-bles y a los efectos que puedan acarrear,no sólo sobre empresarios y trabajadoressino sobre la sociedad en su conjunto,como abordaremos más adelante.

El caso de la Fábrica Nacional de Pa-pel (Fanapel) en el rubro papelero es unejemplo paradigmático de lo relatado másarriba. Esta empresa pasó a producir des-de una línea de papeles estándar para el

restringido mercado interno en una posi-ción casi monopólica para el mercado re-gional en el marco de una creciente com-petencia, incluso al interior del país conlos productos provenientes de la región. Enel momento se realizaron radicales cam-bios de producción que exigieron un cam-bio tecnológico profundo.25 La transforma-ción le permitió llegar a exportar el 65 %de su producción, frente al 30 % que ex-portaba antes. Estos cambios, además dedemandar apoyo financiero y tiempo parala adaptación, exigían una fuerterecalificación del personal. Con el apoyode Cinterfor/OIT –el centro de formaciónde la OIT en Montevideo–, se identifica-ron las competencias clave en varios pro-cesos (provisión de insumos, supervisión,fabricación, seguridad e higiene en el tra-bajo) y con esa base se diseñó un progra-ma de capacitación, como también de for-mación de monitores con el concurso delServicio Nacional de Aprendizaje Indus-trial (SENAI) de Brasil.26

Lo original de este caso es haber sidoproducto de una negociación entre empre-sa y el sindicato nacional de la industriapapelera y de la celulosa. Al respecto,Ermida Uriarte (Graña, 2000:28), expertoregional de la OIT, enuncia: “Va en con-tra de una resistencia nata de losempleadores a aumentar los costes labo-rales. Pero en este caso se dieron cuentade que el cambio tecnológico y la reformagerencial, para tener éxito, deben apoyar-

25 Entre ellas, algunas que permitirían un sanea-miento ambiental mucho más riguroso, requeri-miento de calidad que impone el mercado en estesector.26 Para una descripción más rigurosa de este casover OIT (2000a).

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se en una capacitación precisa del perso-nal”. Siendo otro problema “que las em-presas no suelen escapar a la tendenciageneral a reducir su personal permanen-te, sin el cual un programa de capacita-ción carece de sentido” (OIT, 2000a).

El cambio no estuvo, por tanto, exentode problemas. La empresa accedió a fir-mar un convenio colectivo donde expre-samente señala que se propone “regularlas relaciones laborales en el marco de unavisión de la empresa compartida por laspartes” (OIT, 2000). Los propietarios (si-guiendo normas de la OIT) se comprome-ten a suministrar los datos referentes a susituación económica y financiera, situaciónde los mercados y programas de inversión.Este convenio logra asimismo poner limi-taciones a la contratación de servicios ex-teriores a la fábrica, que en muchos casosson proporcionados por ex trabajadores,ahora establecidos por cuenta propia.

En este movimiento de modernizaciónde las relaciones laborales se destaca, enFanapel, como en otras empresas, que seiniciaron en experiencias innovadoras dediálogo por medio de incorporar cláusulasen convenios colectivos. Por ejemplo,aquellas orientadas a regular situacionesde crisis vinculadas a cierres de mercadosexternos; cláusulas de paz en caso de ines-tabilidad en los mercados, y otras orienta-das a la resolución de conflictos: cláusu-las de obligación de transparencia en lainformación, cláusulas de “descuelgue”, esdecir, mecanismos de revisión de la esta-bilidad laboral en caso de crisis económi-ca27 y exigencia de criterios claros sobre

políticas de recursos humanos. El acuerdoprevé una disminución definitiva del per-sonal cuando se han agotado otras alterna-tivas. Todas éstas son innovaciones querompen drásticamente con los contenidostradicionales del diálogo social, sea cualfuera la forma que éste haya adoptado.

Todo esto tiene su originalidad en quese introducen acuerdos no sólo en qué seregula, sino también en cómo se procesanestas situaciones de riesgo innovando, yaque los convenios colectivos tradicionalespresuponían situaciones de estabilidad yno preveían situaciones de ausencia deésta. En referencia a este ejemplo, el con-venio firmado también crea una comisiónbipartita con autoridad para proponer al-ternativas a la reducción de personal o ne-gociar la contratación exterior de ciertostrabajos específicos “de alta o muy bajaespecialización, carácter coyuntural y ex-cepcional” o que no forman parte de losprocesos centrales de producción.

Es cada vez más frecuente en el siste-ma uruguayo que se reconozca la prácticade recurrir a “procedimientos alternativosde resolución de conflictos” que reducensu cariz jurídico y favorecen un tipo dejusticia laboral que tiene lugar fuera de loscanales convencionales.

Tales formas han sido evaluadas por laOIT como complementarias a un enfoqueimplícito que reconoce a las partes ciertalibertad para elegir los mecanismos espe-cíficos que se utilizarán para abordar el

27 Combinando los Convenios de Rama y la situa-ción de las empresas se firmó un Convenio entre la

Federación de las Cooperativas de Consumo consu sindicato donde se establece también cláusulasde “descuelgue” en aquellos casos de cooperativasque tengan alguna dificultad económica para po-der cumplirlo.

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conflicto. En este sentido, este organismointernacional en los últimos años ha veni-do ayudando a los Estados miembros aestablecer organismos tripartitos a estosefectos y a que éstos deleguen en losinterlocutores sociales la gestión de lasrelaciones laborales en el lugar de trabajo.

El problema no se queda en innovar enmecanismos de conciliación, mediación,arbitraje o tribunales. La fuerte fragmen-tación que está deteriorando las bases deestas organizaciones hace del diálogo so-cial un receptor no sólo de múltiples re-clamos individuales sino también de mu-chos intereses organizados que muchasveces no tienen su expresión en las for-mas tradicionales de organización.

Aquí regresamos, por tanto, al proble-ma referido a la asignación de responsabi-lidad respecto a los hechos imprevisiblesy los efectos sobre los distintos grupos deinterés. A la pregunta en torno a quiénesson los más lesionados en estos procesos:los desempleados, las mujeres, los jóve-nes, los excluidos por capacitación, entremuchos, son algunos de aquellos gruposque demandan innovaciones en la formaen que se está dando el diálogo social.

Tomemos como ejemplo la problemá-tica de la promoción de políticas de igual-dad de género en el trabajo. La OIT, perotambién cada una de las partes por separa-do de la estructura tripartita del diálogo,no dejan de reconocer hoy que para nutrirla vida democrática y promover el desa-rrollo económico con justicia social es pre-ciso mejorar la participación y representa-ción de la mujer, entre otros, en el procesoy en las estructuras de diálogo social. Esampliamente reconocido por todas las par-tes que su crisis de representación en los

órganos clave actúa como un freno en elavance de los problemas de igualdad degénero.28

Para ello se escuchan propuestas de“abrir el diálogo a nuevos interlocutores”,con actores provenientes de más allá de lasestructuras tradicionales del diálogo social.Hacer presentes a los organismos que abor-dan los problemas de la mujer a nivel na-cional en el diálogo social (por ejemplo,ubicándolos en los Ministerios de trabajo).Se menciona que en el nivel local, los gru-pos activistas de la sociedad civil, con suconocimiento de los problemas y dificul-tades de las mujeres, podrían aportar tam-bién contribuciones constructivas.29

Otros grupos organizados también ha-cen escuchar sus necesidades. Con ladesestructuración del empleo, la conse-cuente fragmentación de la mano de obray la multiplicación de diversas condicio-nes de empleo; las formas tradicionales dediálogo social no parecen poder dar cabi-da a los trabajadores no organizados, a losempleados por cuenta propia y a losempleadores en pequeñas empresas.

En el caso de Fanapel hubo una largadiscusión acerca de si debía mantenerse lasindicalización de los trabajadores terceri-zados y se les dio la oportunidad de adhe-rir voluntariamente al sindicato. En el sis-tema financiero uruguayo, el sindicato,

28 Para una revisión de esta problemática verAguirre y Batthyány (2001). Cuestiones como ladiscriminación sexual, la igualdad de remuneración,las responsabilidades del trabajo y de la familia,incluyendo el cuidado de los hijos, la ordenaciónde la jornada de trabajo y el acoso sexual, son te-máticas que amplían hoy aún más la agenda deldiálogo social.29 Ver OIT (2000b).

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bastante golpeado por las crisis cíclicas delsector y una fuerte impronta de los gruposmultinacionales que difunden modelos derelacionamiento bastante lesivos por laprédica a favor del individualismo, se ini-ció en la acción de extender las fronterasdel sistema de relaciones laborales, hastael momento restringido a las actividadesbancarias, al conjunto de trabajadores detodas aquellas empresas que creciente-mente surgen en torno a esta actividad yque engrosan las estadísticas del sector fi-nanciero en el país (emisoras de tarjetasde crédito; casas de cambio; aseguradoras;fondos de pensiones).

En un movimiento similar, pero estavez orientando su reflexión hacia la im-portancia que está adquiriendo la implan-tación de nuevas tecnologías, el sindicatobancario empieza a considerar la necesi-dad de ampliar sus funciones por mediode asumir la defensa de la profesionalidadde los trabajadores del sector. Bajo el re-conocimiento de encontrarse en un con-texto donde los temas tradicionales y “du-ros” de los sistemas de relaciones labora-les –salarios, condiciones de trabajo, esta-bilidad laboral, etc.– parecen bastante tra-bados y difíciles de alcanzar, la defensade estos aspectos –profesionalidad, capa-citación, formación continua– parece serel camino seleccionado por éste y algunosotros sindicatos para seguir manteniendoeste conjunto de reivindicaciones tradicio-nales, considerando que las mismas llevanimplícita la estabilidad en el empleo y elsalario. Además, es justamente en estostemas donde parece hoy haber más posi-bilidad de encontrar niveles importantesde diálogo, entendimiento y consenso(Graña, 2000:30).

Por último, nos referíamos a la amplia-ción del ámbito espacial de aplicación,dónde se produce el diálogo social. Y aquíreconocemos dos ejes. Por un lado, el ejemás tradicional, denominado “interpro-fesional”, que define los tres principalesniveles de estructuración: la empresa, larama y la nación. En este plano puede ob-servarse un doble movimiento. Por un lado,una reestructura de la importancia ycomplementariedad de cada uno de ellosal interior del sistema. Por otro, una nuevadimensión transversal a todos ellos, poneel acento en la dimensión geográfica: lolocal, lo nacional, lo regional y/o mundial,que es evaluado de potencial impacto so-bre el diálogo social y la elaboración denormas para las relaciones de trabajo.

En este sentido, gana espacio de discu-sión hoy día lo que se ha dado a llamaruna “ruptura espacial”. La geografía eco-nómica no parece ya seguir estando defi-nida a partir de los territorios, sino a tra-vés de unas fronteras bastante móviles: elespacio de la empresa. El concepto de na-ción se vuelve en este sentido en confron-tación a la noción de estrategia de grupo.La integración de las regiones y laintangibilidad de las fronteras hacen per-der precisión al mismo, dando lugar a unaestructura variable como sostén del diálo-go social, que pasa a ser función, más deintereses empresariales y sus inversiones.La tabla siguiente pretende ser una sínte-sis de esta complejidad:

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El mérito de esta tabla parece estar enponer en evidencia un segundo eje –“geo-gráfico”– que potencia el nivel regional oglobal con impacto sobre los demás nive-les. A su interior puede llamarse la aten-ción que la tendencia hoy muestra una di-námica empresa/rama a nivel nacional, sig-nificativa de ciertas tensiones que se estándesarrollando. El nivel de empresa tiendea restar importancia al nivel interprofe-sional o de rama, menos aceptada y vistacomo obstáculo para la toma de decisio-nes rápidas que demandan las empresas.30

Esto habla de la necesidad de evaluarla eficiencia de estos nuevos modos de diá-logo, pero también sobre la manera de ar-ticular los tres niveles en los dos ejes, puesestán vigentes, cumpliendo una función defreno (encuadre) al nivel de empresa, ni-vel que puede convertirse en caso de sus-tituir a los demás, en un mecanismo gene-

Fuente: adaptación del cuadro presentado por Jacot y Bailbé (1998:65).

INTERPROFESIONAL RAMA EMPRESA

GLOBAL Y/OREGIONAL

Sometimiento del diálogosocial a acuerdos y reco-mendaciones de nivel co-munitario

Declaraciones sectorialesregionales por Foro Con-sultivo Social o Grupos deTrabajo.

Acuerdos de empresasmultinacionales; comitésde grupos o de empresainter y/o continentales

NACIONAL Acuerdos Convenios colectivos yacuerdos

Acuerdos de empresa

LOCALAcuerdos puntuales Convenios colectivos y

acuerdos adicionales.Acuerdos de empresa ode establecimientos

ralizado de acuerdos derogatorios de ley oacuerdos de rama. Por tanto, los acuerdosde empresa se ven útiles en la medida quefacilitan la adaptación de la norma a situa-ciones particulares pero el nivel interpro-fesional permite fijar un marco común alos acuerdos de otro nivel por la vía de queestos últimos posean cierto valor de prin-cipios a los que estos otros niveles apelan.

En lo geográfico, se observa que lo na-cional aparece como una dinámica regre-siva. Esto habla de la necesidad de que elEstado integre en su análisis el lugar queocupa la internacionalización de las eco-nomías nacionales, internacionalizando supropia actuación por medio de la articula-ción con instancias de nivel supranacio-nal.31 Lo mismo parece emerger como evi-dencia para otros actores nacionales: es elcaso de los sindicatos que empiezan a ma-nifestar la voluntad de ir ampliando noto-riamente su actuación en el plano interna-

30 La denominada “empresarización” se entiendecomo la presión que están ejerciendo las direccio-nes empresariales para regular las relaciones labo-rales efectivas principalmente desde la empresa, nocontentándose –o hasta poniéndolo en tela de jui-cio– lo negociado a nivel sectorial o nacional(Miguélez, 1999:8).

31 No es de desmerecer los esfuerzos que se estánhaciendo en este sentido. Y en esta dirección la con-formación de Foro Consultivo Económico y So-cial, y la Comisión Sociolaboral del Mercosur ocu-pan un lugar a destacar.

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cional, paralelamente a que se va modifi-cando su actuación en el plano nacional.

Puede esto ser visto más extensamenteen la actividad internacional emprendidapor el sector financiero en general, pormedio de la conformación de Comités deEmpresa y Coordinadoras Internacionalescomo las que surgieron en el BancoSantander Central Hispano, el Bilbao Viz-caya Argentaria o el ABN-AMRO. En estesentido se destaca también la negociacióncolectiva que en 1997-1998 llevaron ade-lante los directivos de Volkswagen de Ar-gentina y Brasil con los sindicatos meta-lúrgicos de ambos países.

4. Conclusiones

El diálogo social de un país no consti-tuye un fin en sí mismo. El mismo debecontribuir a una dinámica social que ase-gure más plenamente la construcción dela democracia y la ciudadanía. El objetivono es identificar un modelo y recomendarsu adopción. El reto es cómo en un climade inestabilidad y tensiones permanentes–entre actores, estructuras, normas, etc.–es posible alcanzar consensos básicos so-bre cómo construir este modelo de desa-rrollo y ciudadanía, y cómo generar nor-mas e instituciones para “gobernar” la de-mocracia. Este camino debería conducir afortificar la voluntad política de paliar lasconsecuencias humanamente negativas delas grandes mutaciones que se están pro-duciendo hoy día.

Para llegar a este tipo de soluciones esprobable que todos los actores tengan queempezar a aprender a actuar en este senti-do, fomentar un clima de confianza mutua

y abrirse a la comprensión. Por ejemplo:comprender que una lógica de producciónorientada a una demanda de calidad debeconstruirse sobre un lazo de confianza conel consumidor, con lo que éste, debe inte-grarse en la construcción del diálogo so-cial. Comprender que las lógicas y estra-tegias de los distintos actores se inscribenen contextos diferentes, lo que significaque en la implementación de un cambiojamás puede predominar una única lógicainstitucional.

Si tal como lo tendió a demostrar la teo-ría de las organizaciones, es complejo co-operar en el seno de una organización, elproblema se hace más complejo aún si losactores pertenecen a distintas instituciones,grupos de interés o espacios territorialesdistintos, y en muchos casos carecen detradición de representación colectiva.

Para las empresas, la alternativa está,creemos, en favorecer la autonomía de lostrabajadores. Porque en su referencia a losconocimientos detentados puede abrirse anuevas conexiones de sentido, encontran-do, de acuerdo a su mundo social, tradi-ciones, identidades, culturas, una formaque dé al trabajador la posibilidad de crearun trabajo que sea percibido a través deatributos como la calidad, el servicio alcliente, competitividad, valores que son ejedel discurso empresarial y que legitimansus prácticas de gestión y de organizacióne, incluso, legitiman su actuación a travésde la generación de empleo y la obtenciónde los resultados económicos esperados.

Para los trabajadores, orientar sus fun-ciones hacia la protección no sólo de susafiliados sino de todas aquellas categoríasde trabajadores desprotegidos. Y aunque

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su acción sea todavía muchas veces defen-siva, será importante el desarrollo de sucapacidad de generar propuestas y mante-nerse como interlocutor activo –espacioque nunca ha perdido. Entender que loscambios en el entorno traen aparejadosciertos modos de subversión de los rolestradicionales no quita a este actor su ca-rácter de no prescindible. La búsqueda deun mayor compromiso con los resultadosde la empresa no significa que se esté ne-gando la base de conflicto e intereses di-vergentes en que se sustenta todo sistemade relaciones laborales.

Esto significa que en la tentativa porcomprenderse recíprocamente se reconoz-ca la existencia de varios “puntos de vis-ta”, y por actuar en conjunto, esta conflicti-vidad deba manifestarse de manera abier-ta. Pues en ocasiones, gracias al conflicto,es como se llega a comprender mejor los

límites y las posibilidades del otro, logran-do así solidaridades de acción más firmes.

Para el Estado, se supone una recons-trucción y resocialización de la vida na-cional, en tal medida que, sin regresar alEstado anterior, productor e intervencio-nista, se avance hacia la construcción deun Estado promotor, controlador, árbitroy generador de nuevos sistemas de solida-ridad sistémica que garanticen la vigenciade los derechos individuales y colectivosy la prevalencia de principios como la equi-dad, la justicia y la seguridad frente a laincertidumbre que reina hoy día.

Estas consideraciones en torno al rol decada uno de los actores son las conclusio-nes fuertes de este trabajo que esperamosabra nuevos caminos para la reflexión entorno a la necesidad de “gobernar la de-mocracia”, esto es, por medio de una prác-tica constante del diálogo social.

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