Las Mujeres y El Sacerdocio

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1 Las Mujeres y el Sacerdocio Nadine Hansen http://www.dialoguejournal.com/wp- content/uploads/sbi/articles/Dialogue_V14N04_50.pdf SONREÍ CON IRONÍA ANTE EL PÓSTER en la papelería. La foto mostraba a una mujer ante una mesa directiva de puros hombres y preguntaba: “¿Tratan de decirme que Dios no es un empleador con igualdad de oportunidades?” pensé en silencio, “Sí, eso es precisamente lo que las mujeres han dicho durante siglos.” De hecho, hemos estado seguras de ello durante tanto tiempo que, hasta hace poco, era casi impensable cuestionar la situación. Pensé también de las veces que se me había preguntado por mujeres SUD, en un susurro, "¿Cómo te sientes acerca de que las mujeres que posean el sacerdocio?" es una pregunta que difícilmente se ha planteado en voz baja entre los mormones, y mucho menos tratado con el respeto suficiente como para merecer una consideración seria. Cuando un reportero no SUD preguntó al Presidente Kimball sobre la posibilidad de ordenar mujeres, la respuesta fue “imposible.” 1 Los miembros de la iglesia generalmente consideran esta respuesta como adecuada y definitiva. Sin embargo, percibo insatisfacción entre las mujeres mormonas sobre el “papel” rígidamente definido que las autoridades de la iglesia de manera consistente articulan para las mujeres. Esta insatisfacción ha sido manifestada de manera notable en desarrollos tales como el intenso interés los modelos femeninos menos tradicionales en la historia mormona, en el establecimiento de Exponent II, en “la plataforma dual de mormonismo y feminismo,” 2 y en el renovado interés para desarrollar una comprensión de la naturaleza de nuestra Madre Celestial. 3 Cuando 1 "Mormonism Enters a New Era," Time, 7 Aug. 1978, 56 2 Claudia L. Bushman, "Exponent II Is Born," Exponent II1 (July 1974): 2. 3 Este interés es evidenciado por el surgimiento reciente para escribir sobre la Madre en el Cielo. Artículos que tratan del asunto han sido presentados en los dos últimos simposios Teológicos de Sunstone. Linda Wilcox, en su artículo, “The Mormon Concept of a Mother in Heaven” (publicado en la edición Sept-Oct. De 1980 de Sunstone), observó que “hay una consciencia creciente de la atención a la idea [de una Madre en el Cielo] en el nivel básico de la Iglesia.” Advirtió que uno de los jueces del Concurso de Poesía Eliza R. Snow dijo ese año (1980) que era el primer año en el que varios poemas fueron enviados sobre la Madre

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Un artículo que habla sobre un tema controvertido y actual no solo para la Iglesia de Jsucristo SUD, sino a nivel mundial: La posibilidad que las mujeres ocupen un lugar de real igualdad ante los hombres. Interesante.

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Las Mujeres y el Sacerdocio

Nadine Hansen

http://www.dialoguejournal.com/wp-

content/uploads/sbi/articles/Dialogue_V14N04_50.pdf

SONREÍ CON IRONÍA ANTE EL PÓSTER en la papelería. La foto

mostraba a una mujer ante una mesa directiva de puros hombres y

preguntaba: “¿Tratan de decirme que Dios no es un empleador con

igualdad de oportunidades?” pensé en silencio, “Sí, eso es precisamente

lo que las mujeres han dicho durante siglos.” De hecho, hemos estado

seguras de ello durante tanto tiempo que, hasta hace poco, era casi

impensable cuestionar la situación. Pensé también de las veces que se

me había preguntado por mujeres SUD, en un susurro, "¿Cómo te

sientes acerca de que las mujeres que posean el sacerdocio?" es una

pregunta que difícilmente se ha planteado en voz baja entre los

mormones, y mucho menos tratado con el respeto suficiente como para

merecer una consideración seria. Cuando un reportero no SUD preguntó

al Presidente Kimball sobre la posibilidad de ordenar mujeres, la

respuesta fue “imposible.”1 Los miembros de la iglesia generalmente

consideran esta respuesta como adecuada y definitiva. Sin embargo,

percibo insatisfacción entre las mujeres mormonas sobre el “papel”

rígidamente definido que las autoridades de la iglesia de manera

consistente articulan para las mujeres. Esta insatisfacción ha sido

manifestada de manera notable en desarrollos tales como el intenso

interés los modelos femeninos menos tradicionales en la historia

mormona, en el establecimiento de Exponent II, en “la plataforma dual de

mormonismo y feminismo,”2 y en el renovado interés para desarrollar

una comprensión de la naturaleza de nuestra Madre Celestial.3 Cuando

1 "Mormonism Enters a New Era," Time, 7 Aug. 1978, 56

2 Claudia L. Bushman, "Exponent II Is Born," Exponent II1 (July 1974): 2.

3 Este interés es evidenciado por el surgimiento reciente para escribir sobre la Madre en el Cielo. Artículos

que tratan del asunto han sido presentados en los dos últimos simposios Teológicos de Sunstone. Linda Wilcox, en su artículo, “The Mormon Concept of a Mother in Heaven” (publicado en la edición Sept-Oct. De 1980 de Sunstone), observó que “hay una consciencia creciente de la atención a la idea [de una Madre en el Cielo] en el nivel básico de la Iglesia.” Advirtió que uno de los jueces del Concurso de Poesía Eliza R. Snow dijo ese año (1980) que era el primer año en el que varios poemas fueron enviados sobre la Madre

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2

repensamos nuestro lugar tradicional tato en la iglesia como en la

sociedad, inevitablemente atizaremos la discusión de la ordenación de las

mujeres.

Aunque el asunto de ordenar mujeres es nuevo para los mormones,

no es tan nuevo para el cristianismo. Ha sido amplia, y algunas veces

apasionadamente, debatido durante más de una década. La feministas

cristianas están dando una nueva mirada a las Escrituras, y han

encontrado apoyo para la ordenación de mujeres, el apoyo que siempre

ha estado ahí, pero que hasta hace poco era inadvertido. Los libros y

artículos sobre el tema se han multiplicado.

La iglesia cristiana primitiva tuvo sus inicios en una cultura que

estaba profundamente prejuiciada contra las mujeres. Las enseñanzas

rabínicas, desarrolladas durante los siglos post-exilio, cuando el

judaísmo luchaba por mantener su identidad cultural y religiosa, con

frecuencia enfatizaba las interpretaciones más estrictas de la Torá. Las

mujeres estaban subordinadas a sus esposos, no se les permitía ser

testigos en los tribunales, se les negaba la educación, y estaban

restringidas en las prácticas religiosas. Un rabino, Eliezer,

(supuestamente expresando un punto de vista minoritario) llegó a

enseñar, “Quienquiera que enseña a su hija la Torá, le enseña lascivia.”4

Eva, por supuesto, fue acusada por el hecho que el hombre ya no estaba

en un estado de inmortalidad y felicidad, y los devotos varones judíos

oraban diariamente: “Bendito sea Dios, Rey del universo, por no hacerme

mujer.”5 A todo esto, las mujeres en el tiempo de Jesús estaban más

restringidas que las mujeres del Antiguo Testamento. Sin embargo el

en el Cielo. Linda Sillitoe ha hecho una observación similar en un artículo sobre la poesía de las mujeres: “Sospecho que más poemas para o sobre nuestra Madre en el Cielo han sido escritos en el último año por mujeres, que en todos los años desde que Eliza R. Snow escribió ‘Nuestros Padre y Madre Eternos,’ retitulado después ‘Oh Mi Padre’” (Linda Sillitoe, "New Voices, New Songs: Contemporary Poems by Mormon Women," Dialogue 13, no. 4 [Winter 1980]: 58.) Además, he notado lo que parece ser un incremento en las referencias a la Madre en el Cielo de personas que hablan desde el púlpito en los servicios de la iglesia. 4 Encylopaedia Judaica (New York: The Macmillan Company, 1971), 16:626. Vea también Elisabeth M.

Tetlow, Women and Ministry in the New Testament (New York: Paulist Press, 1980), 20-24. 5 Judith Hauptman, "Images of Women in the Talmud," Religion and Sexism, ed. Rosemary Radford

Ruether (New York: Simon and Schuster, 1974), 196. Hauptman sostiene que esta oración no debería despertar la ira feminista que ha provocado. Dice que se oye peor fuera de contexto que lo que realmente es, y que simplemente “expresa la gratitud de un hombre por ser creado varón, y por tanto tener más oportunidades para cumplir los mandamientos divinos que los que tienen las mujeres, que están exceptuadas de muchas cosas.” Para las mujeres que buscan un rango más amplio de participación en las comunidades religiosas, este argumento parecería confirmar precisamente el punto que están tratando de hacer sobre la exclusividad de esas comunidades.

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cristianismo primitivo vio un florecimiento breve de nuevas

oportunidades para las mujeres cuando los nuevos modelos religiosos

trascienden las más profundas divisiones de clase de la sociedad: raza,

condición de servidumbre, y sexo. Escribió Pablo: “Ya no hay judío, ni

griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos

vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gal. 3:28).

Muchos estudiosos creen ahora que a las mujeres en esta nueva

comunidad religiosa se les permitía una participación más amplia que la

que hoy se reconoce. De hecho, algunos pasajes del Nuevo Testamento se

refieren a las mujeres en términos que indican que eran líderes

eclesiásticos, aunque este significado ha sido oscurecido por la manera

que los pasajes son traducidos al inglés. Febe, de Romanos 16:1-2, era

una mujer de responsabilidad considerable dentro de su comunidad

religiosa. Junias, de Romanos 16:7, muchos estudiosos consideran que

se refiere a una apóstol mujer. Efectivamente, una fuerza de tarea de

prominentes estudiosos bíblicos católico-romanos concluyó

recientemente,

Un examen de la evidencia bíblica demuestra lo siguiente: que hay

evidencia positiva en el NT que el ministerio era compartido por varios

grupos y que en efecto las mujeres ejercía roles y funciones asociadas

después con el ministerio sacerdotal; que los argumentos contra la

admisión de mujeres al ministerio sacerdotal basado en la praxis de

Jesús y los apóstoles, las regulaciones disciplinarias, y el orden creado

no puede sustentarse. La conclusión que obtenemos como resultado,

entonces, es que la evidencia del NT, aun cuando que no es decisiva por

sí misma, señala hacia la admisión de mujeres al ministerio sacerdotal.6

No es solo el Nuevo Testamento donde encontramos precedentes para

una participación religiosa más amplia para las mujeres. El Antiguo

Testamento también cuenta de mujeres que se elevaron a la prominencia

a pesar de los obstáculos que enfrentaron en una cultura que les

restringía de muchas maneras importantes.7 Débora y Hulda eran

6 El Grupo de Trabajo del Consejo Ejecutivo de la Asociación Bíblica Católica de América,” "Women and

Priestly Ministry: The New Testament Evidence," The Catholic Biblical Quarterly 41 (1979): 612-13. El Grupo de Trabajo fue formado por el Consejo Ejecutivo “para estudiar y reportar sobre el papel de las Mujeres en el Cristianismo Primitivo.” 7 Dentro de las restricciones impuestas a las mujeres en el Antiguo Testamento estaban las impuestas

durante y después de la menstruación y después del parto. Las mujeres estaban “impuras” durante la menstruación y durante una semana posterior a su periodo menstrual. Durante este tiempo, contaminaban a todo el que tocaran y todo donde se sentaran o acostaran (Lev. 15:19-30). Después del parto, eran impuras, y la impureza duraba dos veces después del nacimiento de una niña que lo

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4

profetisas (Jueces 4; 2Reyes 22), pero estas mujeres rara vez han sido

presentadas como ejemplos a imitar por las mujeres SUD. De hecho, su

existencia como profetizas es problemático para los comentaristas

oficiales mormones. El Bible Dictionary enlista a Débora simplemente

como “una mujer famosa que juzgó a Israel,” sin una sola palabra sobre

ser una profetisa. El manual de la escuela dominical del año pasado es

aún mucho más crítico. Afirma expresamente, “Débora es descrita como

una ‘profetisa’ debido evidentemente a su gran rectitud y fe. Sin

embargo, de ninguna manera era un líder religioso, porque eso es

contrario a al orden y organización de Dios.” Es estudiante es referido a

Lucas 2:36-38, y Hechos 21:8-9, los cuales hablan de profetisas que

encajan más perfectamente en las nociones mormonas acerca de cómo

las mujeres pueden ser profetisas.8 Hulda, cuyas profecías influyentes

resultaron tanto ser correctas como que estuvieron acompañadas por dos

veces: "Así dice el Señor," ¡se omitió por completo en el nuevo Diccionario

Bíblico SUD!9

Por los estándares de los escritores mormones de hoy, el concepto que

una mujer pudiera ser una profetisa –no en el sentido limitado de recibir

revelación personal para ella misma y los hijos o el llamamiento en la

iglesia, sino más bien para todo el pueblo de Dios –aparentemente es

inimaginable. Aun cuando la Biblia nos habla muy claramente de las

actividades de estas mujeres, todavía han sido pasadas por alto y

descartados sus ministerios proféticos. Si esto puede ocurrir en un

momento en que cada vez es más difícil hacer caso omiso de las

contribuciones de las mujeres al Reino de Dios, no debería ser una

sorpresa para nosotros que sólo las más notables de las mujeres

encuentren su camino en las antiguas escrituras. Uno podría

preguntarse cuántas otras mujeres consumadas fueron omitidas.

estipulado para el nacimiento de un varón (Lev. 12:1-8). Si un hombre sospechaba de infidelidad de su esposa, podría hacer que pasara por un juicio por ordalía para determinar su culpabilidad o inocencia (Num. 5:12-31). Además, las mujeres figuran entre los demás artículos de propiedad de un hombre como objetos que no deben ser codiciados (Ex. 20:17). 8 Antiguo Testamento Parte I –Doctrina del Evangelio, Suplemento del Maestro (Salt Lake City: Church of

Jesus Christ of Latter-day Saints, 1980), 163. Estas profetisas incluyen a Ana, una mujer anciana en el tiempo del nacimiento de Jesús, cuya profecía era dar su testimonio sobre Jesús “a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lucas 2:36-38). La Biblia identifica también a Miriam (la hermana de moisés) como profetisa. El Diccionario enlista a Miriam, pero no indica que fuera profetisa. 9 El antiguo Cambridge Bible Dictionary, en el que está basado el nuevo, si enlista a Hulda, afirmando que

era “una profetisa en Jerusalén en el tiempo de Josías.” Así que la omisión no es accidental. Asimismo, en el caso de Débora, el antiguo Diccionario la enlistaba como profetisa.

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Probablemente las justificaciones más comúnmente citadas para

asignar un papel subordinado a las mujeres (y por tanto excluirles del

sacerdocio) se encuentra en los escritos de Pablo. Sus ideas sobre las

mujeres no llevan directamente a la ordenación de las mujeres, ya que

sería posible que las mujeres sean poseedores del sacerdocio y realizar

las ordenanzas del sacerdocio (como administrar el sacramento,

bautizar, bendecir los enfermos, etc.) mientras todavía ocupan una

posición subordinada en el hogar y la iglesia. No obstante, es importante

discutir brevemente algunas de las declaraciones de Pablo ya que han

tenido tan profundo impacto sobre el pensamiento cristiano y continúan

siendo invocadas para definir cuál es y cuál no la conducta “apropiada”

para las mujeres.

Cabe señalar que algunos de los pasajes más restrictivos sobre las

mujeres aparecen en 1 Timoteo y Efesios, epístolas cuya autoría Paulina

es cuestionada entre los eruditos bíblicos.10 Generalmente los mormones

no hacen distinción entre los escritos Paulinos y pseudo-paulinos. En

efecto, el nuevo Bible Dictionary no da indicación sobre la autoría, y de

hecho llega a asignar Hebreos a Pablo, aunque Hebreos mismo no

reclama tal.

Los mormones han sido muy selectivos al aceptar y rechazar las

enseñanzas de Pablo. Por una parte, hemos rechazado su consejo sobre

asunto como celibato (1Cor. 7:8-9), sobre las mujeres hablando y

enseñando en la iglesia (1Cor. 14:34-35; 1Tim. 2:11-12), y que las

mujeres se cubran la cabeza al orar o profetizar (1Cor. 11:5). Por otra

parte, hemos aceptado incondicionalmente la idea del lugar subordinado

de la mujer en el matrimonio (Efes. 5:22-24; 1Cor. 11:3), y hemos

extendido también esta subordinación a la iglesia. Esta inconsistencia

proviene, creo, de una aplicación demasiado literal de la comprensión

epistolar de la historia de la Creación y la Caída. Es decir, unos cuantos

pasajes de las epístolas tratan de justificar la subordinación de la mujer

al explicar que Eva fue creada después de Adán y para su beneficio

(1Tim. 2:13; 1Cor. 11:7, 9), y que fue ella la primera en “caer” (1Tim.

2:14), por consiguiente se requiere que todas las mujeres estén

subordinadas a sus maridos. Hemos tomado este razonamiento de

manera literal, pero lo hemos aplicado selectivamente, rechazando parte

10

Muchos eruditos bíblicos han tratado el tema de la autoría. Una buena fuente para los lectores que deseen tener una mejor comprensión de este tema es The Interpreter's One-Volume Commentary on the Bible, ed. Charles M. Laymon (Nashville: Abingdon Press, 1971), 834-35, and 883.

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del consejo resultante culturalmente motivado, al aceptar parte del

mismo como una verdad eterna. Por lo tanto, permitimos (de hecho,

alentamos) a las mujeres a hablar y enseñar en la iglesia (la cultura

permite eso ahora), pero, al hacerlo, las mujeres deben permanecer

subordinadas a los hombres (el debido orden eterno).

Cuando Pablo se apoya en el orden de la Creación para su jerarquía

varón-hembra, se refiere a la historia de la Creación en Génesis 2. En

esta historia Adán es creado primero, luego Eva. Por el contrario, la

historia de Génesis 111 relata que hubo creación simultánea de varón y

hembra a imagen de Dios. Muchos mormones visualizan la historia de la

Creación de Génesis 1 como la creación espiritual, y el relato de Génesis

2 como la creación temporal,12 viendo así las dos historias como eventos

separados, y no como historias contradictorias sobre un mismo hecho.

Aun así, el relato “temporal” de la Creación, tal como es entendido por

los mormones, no necesita proporcionar un patrón de dominio y

sumisión, ya que se entiende que es alegórico no literal. Cuánto

literalismo se debe aplicar al relato bíblico es una cuestión de la que no,

hasta donde se sabe, se ha manifestado de manera concluyente. El

Presidente Kimball ha dicho que la historia de la costilla es “por

supuesto, figurativa”13 y ha sugerido también que los esposos deben

“presidir” más que “gobernar.”14 Además, ha declarado que “aflicción”

para las mujeres en el momento del parto sería más correcto que

“dolor.”15 Aunque estos cambios en las palabras son pocos, alteran de

manera importante el significado del texto. Si la importancia no es

aparente de inmediato, probablemente es porque nuestro marco de

referencia es tal que esta nueva fraseología preferida refleja los cambios

que ya han ocurrido en nuestro pensamiento y nuestros matrimonios. Si

pudiéramos ver estos cambios desde un punto de vista histórico más

11

Mayoría de los eruditos bíblicos ver las dos historias de la creación como transmitidos a través de dos fuentes separadas, la fuente sacerdotal en la que Elohim es el Creador y la fuente yahvista en que Jehová es el Creador. Vea Bernhard W. Anderson, Understanding the Old Testament, 3rd ed. (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1975), 211-13 y 426-36. Observe que en la versión KJ, Génesis 1 dice que “Dios” fue el creador, mientras que Génesis 2 se refiere a “el SEÑOR Dios” (SEÑOR en letras mayúsculas pequeñas) [en español, la versión Reina-Valera lo traduce como Jehová Dios. N. del T.] “Dios” ha sido utilizado en lugar de “Elohim” mientras que SEÑOR Dios es usado en lugar de Yahvé. 12

B. H. Roberts, sin embargo, especuló que realmente hubo dos creaciones sobre la tierra. Esto está vinculado con su teoría de los pre-adamitas que fueron destruidos antes que Adán y Eva fueran puestos sobre la tierra. Vea Richard Sherlock, "The Roberts/Smith/Talmage Affair," Dialogue 13. No. 3 (Fall 1980): 65-66. 13

En Woman (Salt Lake City: Deseret Book, 1979), 80. 14

Ibid., 83. 15

Ibid.

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7

amplio (desde el punto de vista del siglo I D.C., tal vez), los veríamos

como un paso importante hacia relaciones más igualitarias. Que este tipo

de re-evaluación del significado de las historias pueda ocurrir es

evidencia que las historias no son recetas para lo que siempre debe ser.

Tal como los hechos acerca de la manera de vivir y pensar cambian y

progresan, así también nuestra comprensión de estas escrituras.

Otro argumento paulino para la subordinación de las mujeres a los

hombres –"Adán no fue engañado, pero la mujer siendo engañada,

incurrió en transgresión" –es más problemático para la teología

mormona, ya que los mormones visualizan la Caída, como un evento

tanto necesario como deseable para el progreso de Adán y Eva y toda la

familia humana, mientras que al mismo tiempo lo ven como una

trasgresión que amerita castigo. La historia contiene un doble mensaje

que es difícil de explicar de manera consistente con los demás aspectos

de la teología mormona. Si, como afirma Pablo, Eva fue verdaderamente

engañada y Adán no, entonces ¿por qué el castigo de Eva debe ser mayor

que el de Adán? ¿No debería ser mayor el castigo para quien a sabiendas

desobedece que para el que es “engañado”? Si, por otra parte, Eva no fue

engañada, sino que cayó de manera intencional, como algunos líderes

mormones han afirmado,16 para dar lugar a la condición necesaria de

mortalidad y conocimiento del bien y del mal, entonces ¿Por qué ella es

castigada más severamente que a Adán, que entra a la mortalidad sólo

después de que ella le insta a hacerlo? Los escritos y sermones

mormones están repletos de elogios para nuestros primeros padres por

su voluntad para “caer,”17 sin embargo Eva es colocada en una posición

subordinada a Adán por haber sido el primero en hacer lo que ella fue

enviada a la Tierra a hacer. Es más, la creencia mormona sostiene que

“los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la

transgresión de Adán,”18 sin embargo, se espera que todas las mujeres

den la debida sumisión a sus esposos a causa de la transgresión de Eva,

un acto sobre el cual ninguna otra mujer tiene control alguno.

Probablemente sería más honesto admitir que en la teología mormona

el orden de la Creación y la Caída han tenido poco que ver con la

16

John A. Widtsoe, Rational Theology as Taught by the Church of Jesus Christ of Latter- day Saints (Salt Lake City: Deseret Book, 1965), 51. Widtsoe dice: “La Caída fue un aprovechamiento deliberado de la ley, por medio de la cual Adán y Eva llegaron a ser mortales, y pudieron engendrar hijos mortales… El relato de la Biblia es, sin duda alguna, solamente figurativo.” 17

Por ejemplo, vea Bruce R. McConkie, "Eve and the Fall," Woman, 57-68. 18

2° Artículo de Fe.

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8

posición de las mujeres en el matrimonio y en la iglesia. Las

declaraciones del Pablo sobre el tema sirven como argumentos efectivos

para mantener el status quo, pero no están en la raíz de las

designaciones del papel de subordinación de las mujeres y de orden

superior para los hombres. La raíz real de este ordenamiento jerárquico,

me parece, es el concepto mormón del destino último del hombre y de la

mujer. Bajo este concepto, la mujer no está subordinada al hombre

debido al orden de la creación y de la Caída, sino porque Dios es varón y

porque solamente los hombres pueden llegar a ser como Dios. Aunque se

ha puesto de moda dar afirmación verbal a la igualdad de los sexos, e

incluso a la igualdad eterna de los sexos,19 el hecho es que nuestros

actuales conceptos del cielo y del progreso eterno surgieron de una

teología que no incluía ninguna creencia igualitaria. Por ejemplo, Orson

Pratt dijo, “El Padre de nuestro espíritu es el jefe de su familia, y sus

esposas e hijos están obligados a rendir la obediencia más perfecta a su

gran Jefe.”20 Los actuales líderes de la iglesia han dicho poco sobre la

relación de nuestra Madre Celestial con nuestro Padre celestial y, que yo

sepa, no han indicado si estarían de acuerdo con Orson Pratt. Sin

embargo, hasta que empecemos a ver nuestro destino final como una

verdadera cooperación en igualdad de condiciones, es probable que les

resulte imposible creer que las mujeres y los hombres son

intrínsecamente iguales, y persistiremos en usar los discursos paulinos

sobre las mujeres para apuntalar nuestro punto de vista que los

hombres son divinamente designados para ser líderes eternos, mientras

que las mujeres son divinamente designadas para ser seguidoras

eternas. En un patrón circular de pensamiento, nuestro concepto de los

cielos podría continuar para evitarnos permitir que las mujeres sean

líderes en la tierra, mientras que la falta de líderes mujeres de la tierra

continúa para hacernos proyectar nuestro punto de vista terrestre a los

cielos.

Durante los últimos miles de años, el modelo establecido de quién

está autorizado para actuar por Dios ha variado de manera significativa,

es posible mirar las circunstancias de los poseedores del sacerdocio

desde los tiempos de Moisés y ver un patrón de expansión de la

autorización. La época de Moisés era un periodo de restricción en el que

19

Por ejemplo, el Presidente Kimball ha dicho: “Tenemos plena igualdad como hijos espirituales de Dios. Tenemos igualdad como destinatarios del amor perfeccionado de Dios para cada uno de nosotros” (Spencer W. Kimball, "The Role of Righteous Women," Ensign 9 [Nov. 1979]: 102). 20

Citado en Wilcox, "Mormon Concept," 14; from Orson Pratt, The Seer 1 (Oct. 1853): 159.

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el que el sacerdocio estaba limitado a solamente una tribu de la Casa de

Israel, los Levitas. Cristo amplió el círculo para incluir a los judíos.

Después de la muerte y resurrección de Cristo, el círculo se amplió para

incluir a los gentiles (incluso, aparentemente, algunas mujeres). Se

perdió algún terreno entre entonces y la Restauración, pero desde el

principio de la iglesia todos los hombres, excepto los de ascendencia

negra, han sido poseedores del sacerdocio. Entonces, en 1978, el círculo

se expandió de nuevo para incluir a todos los varones dignos. Solamente

las mujeres siguen excluidas. Tal vez está cercano el tiempo cuando el

círculo pueda ampliarse de nuevo para incluirnos a todas nosotras.

Sin lugar a dudas hay muchas mujeres que prefieren permanecer

excluidas. Sienten que disfrutan de todas las bendiciones del sacerdocio,

mientras que están libres de sus responsabilidades. Sin embargo las

crecientes expectativas de las mujeres actuales nos inspiran a muchas

de nosotras para re-examinar nuestros sentimientos sobre el estricto rol

de asignaciones que nos han circunscrito, seccionado, y dividido, varón y

hembra. Pienso con frecuencia que quienes sienten que las mujeres no

están despojadas por su exclusión del sacerdocio, no han puesto mucha

atención en cuánto se les niega a las mujeres por la exclusión. Ocupar

importantes cargos eclesiásticos es una gran responsabilidad para estar

seguros, pero también es una gran oportunidad para el crecimiento.

Como a las mujeres se les niega el sacerdocio, también se les niega esa

oportunidad. Además, se les niega la oportunidad de ser parte de del

proceso de la toma de decisiones en curso en nuestros barrios, nuestras

estacas, nuestra iglesia. En todo, desde decidir quién ocupará los

llamamientos de la Iglesia hasta decidir dónde y cuándo comprar una

propiedad, a las mujeres regularmente se les pide sostener las decisiones

tomadas por hombres, pero que se les da poca oportunidad de influir en

esas decisiones antes de tomarlas. Con frecuencia estas decisiones

tienen un gran impacto sobre las mujeres, como es el caso cuando los

proyectos que implican mucho tiempo o compromisos financieros son

discutidos abiertamente en la reunión del sacerdocio, sin que las

mujeres sean consultadas sobre ellos.

Muchas mujeres se sintieron consternadas por la pérdida de

autonomía que experimentaron cuando la Sociedad de Socorro fue

“correlacionada,” perdiendo su revista y la oportunidad de recaudar y

administrar sus propios fondos. En tanto que las mujeres fueron las más

afectadas por estos cambios, no se les permitió tomar la decisión sobre

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10

cómo sería estructurada la Sociedad de Socorro. La decisión fue tomada

por ellos. Por los hombres.21 La toma de decisiones jerárquica bien

podría seguir causando consternación y disidencia, si las mujeres

llenaran todas las posiciones de liderazgo en la Iglesia sobre una base de

igualdad con los hombres, pero las oportunidades de tomar decisiones

que afectaran adversamente a las mujeres –como la de hace unos años

para negar a las mujeres la oportunidad de ofrecer oraciones en la

reunión sacramental –serían reducidas, ya que las mujeres serían más

propensas que los hombres, incluso hombres bien intencionados, para

estar conscientes de cómo cualquier decisión afectaría a otras mujeres.

Es una simple cuestión de experiencia común.

Tener un sacerdocio exclusivamente masculino afecta nuestras

actitudes hacia las mujeres y los hombres más profundamente de lo que

nos damos cuenta. Muchas personas creen sinceramente que otorgar el

sacerdocio a los hombres mientras se les niega a las mujeres de ninguna

manera afecta sus ideales igualitarios. Pero, ¿sentiríamos lo mismo si en

lugar de un sacerdocio exclusivamente masculino, tuviéramos un

sacerdocio exclusivamente femenino?

¿Cómo nos sentiríamos si toda posición de liderazgo (excepto los

directamente relacionados con hombres y niños) fueran ocupados por

una mujer? ¿Si cada problema importante tuviera que ser resuelto por

mujeres? ¿Si cada mujer y cada hombre que necesitara el consejo de un

líder espiritual tuviera que ser asesorado por una mujer? ¿Cómo nos

sentiríamos si cada miembro del sumo consejo de la estaca fuera una

mujer? ¿Si cada mes recibiéramos un mensaje, en la reunión

sacramental, de una sumo consejera? ¿Si el oficial presidente en todas

las reuniones de la iglesia fuera una mujer? ¿Si los tribunales

eclesiásticos fueran todos llevados a cabo por mujeres? ¿Cómo nos

sentiríamos si pudiéramos ordenar a nuestras hijas de doce años, pero

no a nuestros hijos? ¿Si cada semana nuestras hijas bendijeran y

repartieran el sacramento? ¿Si nuestras jóvenes fueran alentadas para ir

a la misión, y nuestros hombres jóvenes se les permitiera ir solamente si

fueran mayores que nuestras mujeres jóvenes? ¿Si en el campo misional

todos los líderes de zona y distrito fueran mujeres jóvenes, a quienes los

hombres jóvenes, ligeramente mayores, tuvieran que reportar? ¿Si

21

Muchas mujeres pueden apenas haber notado los cambios que ocurrieron en la Sociedad de Socorro en 1969-70, pero otras los resintieron. Vea Marilyn Warenski, Patriarchs and Politics: The Plight of the Mormon Woman (San Francisco: McGraw-Hill 1980), 138-39.

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11

nuestros hermanos misioneros pudieran enseñar a los investigadores

pero se les negara el privilegio de bautizarles y confirmarles? ¿Cómo nos

sentiríamos si solamente las madres pudieran bendecir, bautizar, y

confirmar a sus hijos? ¿Si los hombres hicieran la mayor parte de la

enseñanza de los niños y las mujeres ocuparan casi todos los cargos

ejecutivos del barrio? ¿Si las mujeres dirigieran la reunión general de los

hombres de la iglesia, para instruirles en cómo cumplir mejor con su

papel como hombres? ¿Los hombres en esta situación todavía estarían

tan seguros que los hombres de la iglesia y las mujeres son iguales, aun

cuando los hombres tienen un papel diferente?

Antes de junio de 1978, todos comprendíamos fácilmente que la

negación del sacerdocio a los hombres de raza negra era una privación

grave. Señalar a una raza de hombres para la exclusión sacerdocio era

reconocido fácilmente como injusticia, y a la mayoría de nosotros

estuvimos profundamente complacidos de ver esa injusticia eliminada

por revelación. Pero de alguna manera es más difícil para muchas

personas a ver la negación del sacerdocio a las mujeres como una

injusticia similar. La revelación a favor de los negros aparentemente vino

en respuesta a la sentida preocupación de los líderes de la iglesia por sus

hermanos, una preocupación que les movió a “suplicar larga y

fervientemente a favor de éstos, nuestros fieles hermanos, y hemos

pasado muchas horas en el cuarto superior del Templo suplicando al

Señor orientación divina.”22 Fue solo después de estas “muchas horas”

de oración que llegó la revelación. Anhelo el día cuando la empatía

similar puede ser evocada en nombre de nuestras hermanas fieles.

Puede haber pocas dudas sobre la capacidad de las mujeres para

cumplir con las asignaciones del sacerdocio y efectuar las ordenanzas del

sacerdocio. Las mujeres funcionan como líderes eclesiásticos en muchas

religiones y se están encontrando igual a los desafíos. Incluso en nuestra

propia cultura y fe, las mujeres han demostrado sus habilidades para

sanar a los enfermos y pronunciar bendiciones proféticas que han venido

a estar estrictamente asociadas con el sacerdocio.23 Asimismo, si bien no

existe un precedente dentro de la iglesia para la ordenación general de

las mujeres, existe una autoridad limitada conferida a las obreras del

22

DyC Official Declaration 2. 23

Carol Lynn Pearson, Daughters of Light (Salt Lake City: Bookcraft, 1973), esp. chaps. 3, 5, y 6. Vea también Mormon Sisters, ed. Claudia L. Bushman (Salt Lake City: Olympus Publishing Co. 1976), esp. cap. 1.

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templo, que llevan a cabo las ordenanzas del templo para las mujeres.

Donna Hill ha señalado:

Tradicionalmente, el sacerdocio mormón ha estado reservado para los

varones, pero puede haber una razón para especular si alguna forma de

él estaba previsto para las mujeres. Heber C. Kimball, en su diario el 1

de febrero de 1844, dijo que él y Vilate fueron ungidos sacerdote y

sacerdotisa “para Dios, bajo las manos de B. Young y por los caminos del

Santo Orden.” La importancia de la ordenación no se da a conocer.

Benjamin Winchester en su Narrativa Personal escribió que José

prometió a su hermana Lucy Smith que la haría sacerdotisa y la mujer

más elevada en la iglesia si aceptaba la poligamia, pero ella se rehusó.24

La anotación del diario de Kimball podría ser una referencia para las

ordenanzas del templo, pero la declaración de Winchester suena como si

José Smith pudiera haber tenido algo diferente en mente. Ciertos

aspectos de nuestro sistema de creencias apoyan la idea de la ordenación

de mujeres, como el hecho que creemos que las mujeres “llegarán a ser

sacerdotisas y reinas en el reino de Dios, y eso implica que se les dará

autoridad.”25

Tengo la esperanza de que no nos atrincheremos en una posición

absolutista, que excluya la posibilidad del diálogo y el cambio a este

respecto. Esto me recuerda el carácter absoluto de los términos con que

se defendió la política de negación del sacerdocio a los negros,26 y me

pregunto, si no hubiéramos estado tan rotundamente seguros que la

doctrina sobre los negros nunca podría cambiar, ¿podría haber cambiado

antes de lo que lo hizo? ¿Qué parte jugamos, los miembros, en el

cambio? ¿Nuestra disposición para aceptar el cambio influirá en su

momento?

El tema que las mujeres tengan sacerdocio es casi seguro que se

convertirá en un tema de discusión en el futuro. Ya los misioneros en los

24

Donna Hill, Joseph Smith: The First Mormon (Garden City, NY: Doubleday, 1977), 484. La declaración sigue: “Ver a Winchester en la colección de Charles Woodward, Primer Medio Siglo de Mormonismo, NYPL. No conozco de ninguna corroboración de la declaración de Winchester.” 25

Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, vol. 3, Bruce R. McConkie, comp. (Salt Lake City: Bookcraft, 1956), 178. 26

Brigham Young enseñó: “Cuando todos los demás hijos de Adán hayan tenido el privilegio de recibir el Sacerdocio, y de recibir en herencia el reino de Dios, y de ser redimidos de los cuatro ángulos de la tierra, y hayan recibido su resurrección de entre los muertos, entonces será el tiempo suficiente para eliminar la maldición de Caín y su posteridad” (JD 2:143). Esta y declaraciones similares han sido reiteradas en obras tales como El Camino a la Perfección de José Fielding Smith (Salt Lake City: Deseret News Press, 1958), 106, y en John L. Lund, La Iglesia y los Negros (1967), 45-49.

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Estados Unidos se enfrentan a preguntas sobre por qué las mujeres no

son ordenadas. Tengo varias conocidas no miembros que expresan, sin

que se los pida, lo que una mujer dijo muy claramente: “Unos de tus

misioneros llamaron a mi puerta el otro día. Les dije que volvieran

cuando las mujeres mormonas puedan ser sacerdotes.” Para muchas de

nosotras, si no es que la mayoría, la igualdad de los sexos ha entrado en

nuestra consciencia como un principio correcto. Podemos no creer

todavía que las mujeres y los hombres son iguales, pero cuando menos

creemos que deberíamos creerlo. A medida que llegamos a aceptar este

principio más plenamente, la pregunta surge inevitable: ¿por qué la

masculinidad debe ser el factor determinante de quién será autorizado

para actuar en nombre de Dios?

Hombres y mujeres por igual consideran justamente el sacerdocio un

gran don de Dios, y el derecho a poseer el sacerdocio un honor especial,

un honor que se les niega a las mujeres. Si llega el día –y creo que llegará

–cuando las mujeres y los hombres por igual serán poseedores tanto de

las bendiciones como las cargas del sacerdocio, las barreras artificiales

de dominio y sumisión, poder y manipulación, que algunas veces tensan

nuestras relaciones hombre-mujer disminuirán, y todos seremos más

libres para escoger nuestros propios caminos y papeles. En unidad

cristiana, avanzaremos juntos, con poder para bendecir nuestras propias

vidas y la vida de los demás, y con oportunidad para una vida espiritual

y participación más ricas y más plenas para todos los hijos de Dios.

P.H. 5 Iyar 5773