LAS MINAS DE CARBÓN

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LAS MINAS DE CARBÓN Delmira Duarte Castellano Tutor: Francisco Javier Soriano Martín Graduado Universitario Senior -3º- Universidad Jaume I –Curso 2012-

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LAS MINAS DE

CARBÓN

Delmira Duarte Castellano

Tutor: Francisco Javier Soriano Martín

Graduado Universitario Senior -3º-

Universidad Jaume I –Curso 2012-

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INTRODUCCIÓN

En este trabajo se estudian las minas de carbón en el ámbito geográfico leonés

durante el S.XX, ya que en ese intervalo de tiempo las minas de carbón cobran una

vital importancia y están en su máximo esplendor.

Muchos pueblos bercianos como Fabero se benefician de esta gran oportunidad,

extraen el carbón de las minas, uno de los mejores carbones de toda España. Gracias a

ésto, muchas familias sobreviven en tiempos difíciles, tiempos en los que la comida es

escasa y la falta de recursos hace que todo sea más duro.

Ser minero era una de las salidas laborales más factibles que había en la época, pues se

cobraba un buen salario y se garantizaba la economía y bienestar familiar durante un

largo tiempo. Pero como no todo lo que reluce es oro, hay que mencionar que la mina

además de ser una gran aliada también era una gran traicionera, pues sus pozos

negros se llevaron a mucha gente por el camino, gente muy joven que sucumbió

pronto al polvo negro del carbón, a las garras del abismo.

Los materiales que se utilizaban entonces eran escasos, simples y pobres, poniendo así

de manifiesto las malas condiciones que sufrían los mineros. El trabajo era muy duro y

sacrificado; los ojos debían habituarse a la oscuridad de las minas y los pulmones

debían habituarse al letal polvo negro que de ella se desprendía. Quienes no padecían

cataratas, padecían silicosis o ambas enfermedades, ésta última de una gravedad tal,

que hace que los pulmones se vayan secando con el tiempo y que la falta de oxígeno

cada vez sea más evidente.

He elegido este tema al haber vivido y sufrido en primera persona todo lo que aquí se

narra, ya que tanto mi marido, como mi padre, fueron mineros. He de confesar que

dentro de la impotencia y la rabia que me produce no haber podido evitar que se

dedicaran al carbón, ni por ende, impedir el triste final que ambos tuvieron, aquél fue

un tiempo crucial y maravilloso de mi vida, en el que disfruté de sus compañías y

cariño. Por eso, sirvan estas memorias como homenaje a ellos. Quiero también ofrecer

mi solidaridad al resto de familias que han pasado por lo mismo.

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HISTORIA DE LA MINERÍA BERCIANA

Durante siglos hubo una importante actividad minera, con explotación de hierro y

también de cobre y plomo; pero fue la minería del carbón el verdadero motor de la

industrialización berciana. Aunque conocido desde el siglo XVIII, su explotación no se

inició hasta la segunda mitad del siglo XIX. Dicha explotación tuvo muy poca

importancia en razón de las limitaciones impuestas por la falta de un medio de

transporte adecuado, lo que provocaría el fracaso de los pocos intentos de explotación

a gran escala que se hicieron. Se añadían además, la falta de un verdadero espíritu

minero, la carencia de capitales, las elevadas tarifas de las empresas de ferrocarriles y

los impuestos que gravaban esa industria.

La llegada del ferrocarril a Brañuelas, en los primeros años sesenta, fue un aliciente en

el inicio de explotaciones en sus cercanías, en el inmediato municipio de Torre.

Hasta la I Guerra Mundial la producción carbonífera leonesa fue bastante mediocre. El

conflicto bélico provocó una coyuntura expansiva en la minería del carbón, por el

descenso de las importaciones de carbón inglés. La "orgía minera" suscitó el

surgimiento de muchas y pequeñas explotaciones, pero también la consolidación y

constitución de nuevas empresas, sobre todo la M.S.P. (Minero Siderúrgica de

Ponferrada) en 1918, que ese año proyecta la construcción del ferrocarril Ponferrada-

Villablino, abriéndose a su explotación los ricos yacimientos del Bierzo y de Laciana.

Con el fin de la guerra vinieron unos años de depresión en el sector carbonífero, sin

embargo, durante la fase autárquica del franquismo, se produjo el gran desarrollo de

la minería berciana, pues fue cuando se pusieron en valor las grandes fuentes mineras

y energéticas de esta comarca.

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Fabero y la Mina

La cuenca minera de Fabero, donde se localizaba un criadero de la variedad de carbón

antracita de singular importancia, forma parte del manchón carbonífero más extenso

de la provincia de León, el Manchón del Bierzo. Aunque las capas del yacimiento

faberense eran de una potencia meridiana y escasa, el mineral era de una calidad

excelente y presentaba una marcha regular de la estratificación y proporción

relativamente elevada de granos, lo que le permitía obtener precios medios de venta

más favorables que en las minas de Asturias.

La Primera Guerra Mundial (1914 – 1919) hizo evidente las carencias de este mineral

en España. Fueron estas carencias las que hicieron que se impulsase la explotación de

los yacimientos carboníferos nacionales. Fue en este tiempo según relata el faberense,

Eloy Terrón en su libro “Los trabajos y los hombres”, cuando empezaron a llegar en la

explotación de carbón antracita a Fabero. Terrón cita a Virolo, el de Otero de

Naraguantes, como uno de los primeros en arrancar y vender carbón, que

posteriormente llevaba en carros tirados por bueyes a Toral de los Vados. Otro pionero

de la minería en Fabero fue Baldomero Abella, natural de Fabero y que había vivido en

Cuba y en Bilbao. Este faberense fue denunciante de importantes pertenencias

antraciteras de Fabero y Toreno, entre otras el paquete de concesiones mineras que

llevan su nombre, Las Baldomeras. Según la Cámara Oficial de Comercio e Industria de

León, en el año 1916 se presentaron en la Jefatura de Minas de León 921 solicitudes de

registro de pequeñas concesiones mineras en toda la provincia. Hasta ese momento,

los habitantes de Fabero se dedicaban a la agricultura de subsistencia y ganadería

sobre todo caprina.

El vertiginoso descenso de la importación de carbones ingleses a consecuencia del

conflicto bélico mundial posibilitó que la minería leonesa y con ello la minera de

Fabero entrara en auge.

En el año 1927, la Sociedad de Carbones Moro S.A. para acercar el carbón de sus

explotaciones en Fabero al tren, construye un tranvía aéreo de postes de madera

desde Fabero a la estación de ferrocarril de Matarrosa.

La fuerte expansión que experimenta la antracita en la provincia a partir de 1929 hizo

que se consoliden algunas empresas como entidades financieras capaces de afrontar la

preparación de labores e instalaciones ajenas a las minas. Así en el Coto Julias, situado

en la cuenca de Fabero y explotado por Máximo Moro, se perforó en 1933 un pozo

plano en las labores del grupo norte, provisto de un torno eléctrico de extracción con

una potencia de 50 CV. También se mejoraron y perfeccionaron todas las instalaciones,

montándose un nuevo taller de clasificación y lavadero de carbones, y construyéndose

una casa oficina con habitaciones acondicionadas para botiquín.

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También en los grupos Alicia y Lillo - Lumeras, ubicados en concesiones mineras

propiedad de Antonio López Boto y arrendadas por Diego Pérez. Se realizaron también

en el año 1934, labores de preparación de algunos talleres de arranque, instalando

también un torno eléctrico y un cable aéreo y algunas mejoras de ventilación

especialmente en el Grupo Lillo - Lumeras. Además electrificaron todos los servicios

para lo que se montó una nueva estación para la trasformación de la energía. Y se

construyó también una casa botiquín, vestuario para el personal obrero.

Acomodándose a las, cada vez mayores, exigencias de las industrias consumidoras,

Miguel Huerta construyó, en ese año equipos de clasificación y lavado en Barcena de la

Abadía así como suministro de electricidad a sus explotaciones.

La empresa Antracitas de Fabero, que fue durante mucho tiempo la mayor empresa

antracitera de la provincia se constituyo en 1920 por Diego Pérez Campanario,

arrendatario de terrenos mineros de Fabero propiedad de Antonio López Boto. El

contrato de arrendamiento tenía una duración de cuarenta años y un precio estable,

que la inflación se encargó de dejar en lo irrisorio. Esto motivó un famoso pleito entre

Antonio López Boto y Diego Pérez Campanario que se recoge en los manuales de

jurisprudencia como prototipo para los conflictos entre propietarios y arrendatarios de

minas. En este pleito se pugnaba, entre el propietario de las concesiones mineras y el

arrendatario, por una de las explotaciones más ricas y productivas de la zona, Las

Alicias, sobre cuyo arrendamiento nació Antracitas de Fabero. El pleito se resolvió a

favor del arrendatario, que mantuvo las condiciones del contrato que contemplaba

una duración del arrendamiento de cuarenta años, hasta su caducidad en los años

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sesenta. En ese momento se constituyó la empresa Combustibles de Fabero para

continuar con la explotación de las Alicias. Antracitas pasó a laborear en otras minas

adyacentes. Unas décadas más tarde, Antracitas de Fabero volvió a tener problemas,

en este caso con Minas del Bierzo propietaria de las concesiones que estaba

explotando. Antracitas de Fabero ponía los trabajadores y las infraestructuras de

explotación y Minas del Bierzo las concesiones. Y aunque la mayoría de los accionistas

formaban parte de ambas sociedades los problemas afloraron aunque sin mayores

consecuencias, repercutiendo esta situación principalmente a la hora de avalar la

petición de créditos por parte de Antracitas de Fabero.

Al lado de las empresas anteriormente mencionadas subsistían algunos con

explotaciones asentadas en concesiones pequeñas y rudimentarios medios de

producción. Mención especial merece el que explotaron en Barcena de la Abadía un

grupo minero de explotación en régimen de colectividad hasta que estalló la Guerra

Civil. Una de las primeras medidas que tomó la nueva Corporación Municipal de

Fabero nombrada por el gobierno provisional de Franco el 29 de agosto de 1936, fue

esta concesión minera y el carbón acumulado en las inmediaciones de esta

explotación. La justificación de dicha intervención, según consta en el acta del pleno

extraordinario de la Junta Gestora Municipal de Fabero fue la necesidad de hacer

frente a los graves daños que habían causado los mineros. Tales como la quema del

cuartel de la guardia civil (5).

Una vez finalizada la Guerra Civil la cuenca de Fabero como otras cuencas mineras se

convirtió en uno de los principales centros de explotación de presos.

Las minas disponían de poco personal cualificado y las cárceles estaban llenas de

mineros, profesionales. La extracción de carbón era de valor estratégico incalculable

para el gobierno franquista. Entre las explotaciones que contaban en 1943 con

destacamentos de presos para extraer el carbón, se encontraban las empresas de

Fabero Minas de Antracita Moro, S.A. y Minas del Bierzo.

Junto a los presos también llegaron muchas personas fieles al nuevo régimen que

ocuparían cargos de confianza en las distintas empresas.

Los años cuarenta y cincuenta fueron años de creciente demanda de trabajadores para

emplear en las minas y de competencia entre las empresas por mano de obra

cualificada. La población de los municipios asentados en el entorno de las minas

ubicadas en Fabero resultaba insuficiente para las necesidades de personal de las

empresas. Esto hizo que llegasen a Fabero oleadas de inmigrantes de otras zonas de la

provincia y de gallegos y asturianos. La población de Fabero pasó de mil novecientos

veinticinco habitantes en el año 1940 a los tres mil seiscientos sesenta y seis en el año

1950. En la década de los sesenta, concretamente en el año 1964 la población censada

en Fabero era de ocho mil novecientos cuarenta y ocho habitantes y otras dos mil

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personas conformaban la población flotante.

En siguientes oleadas de inmigrantes llegaron los andaluces principalmente desde

Córdoba. Más tarde llegaron los portugueses y pakistaníes, los últimos tuvieron una

presencia efímera en Fabero, mientras que son muchos los portugueses que llegaron a

Fabero y que se han quedado definitivamente en esta población.

El incremento poblacional experimentado en Fabero y el resto de las localidades

mineras como Toreno hizo que las mismas fuesen deficitarias de viviendas desde 1930

hasta 1970. En un intento de paliar en parte este déficit, la empresa Antracitas de

Fabero hizo un poblado minero de 250 viviendas adosadas en el año 1955. También se

construyeron pequeños grupos de viviendas a pie de explotaciones, así surgieron

conjuntos de barracones como los de la Jarrina, Minas Sota, El Pozo o la Pozaca.

También jugó un papel importante para solucionar este problema La Obra Sindical del

Hogar que construyo 108 viviendas en Vega de Espinareda en el año 1959 y 166

viviendas en Fabero en el año 1963.

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A pesar de esta explosión demográfica en la década de los sesenta comienza la

mecanización de algunas explotaciones provocando la primera reducción de plantilla.

Al mismo tiempo en este periodo la producción se fue reduciendo moderadamente

hasta el año 1970 mientras que se iniciaba la importación de carbón. En los años 1972

y 1973 se produce un paréntesis en la reducción de la producción debido a la crisis del

petróleo. En 1979 se produce una grave crisis en Antracitas de Fabero que se saldo con

una reducción de plantilla de la empresa de mil a ochocientos trabajadores. Y en el año

1987 esta empresa se ve sometida a una nueva regulación de empleo que duró 18

meses y que se resuelve con el cambio de concesiones. A cambio de pertenencias en la

explotación a cielo abierto de la Gran Corta que se había empezado a explotar con

cierta seriedad en 1980, Antracitas de Fabero podrá explotar en mina de interior la

concesión Alfredo perteneciente a Antracitas de Gaiztarro y la concesión Alicia

propiedad de Combustibles de Fabero, ubicadas ambas en los límites de la mina de

Antracitas de Fabero. La explotación a cielo abierto de la Gran Corta se presenta como

la tabla de salvación de la minería en Fabero con unas reservas de más de 25 millones

de toneladas.

Antracitas de Fabero a pesar de todos estos avatares fue la última empresa minera con

actividad en Fabero. En el año 1997 fue adquirida a sus propietarios por Victorino

Alonso que la integro en la Unión Minera del Norte pasándose a denominarse, Sector

Fabero de UMINSA.

Anteriormente en diciembre de 1993, después de una larga agonía habían cerrado

Combustibles de Fabero y Antracitas de Marrón. Y sus respectivas plantillas, junto al

cupo de carbón que les correspondía fueron recogidas por el empresario Victorino

Alonso en la empresa Victoriano González.

Hoy la cuenca Fabero Sil está en manos del mencionado empresario que concentró en

el grupo Santa Cruz la actividad minera de interior. Aunque mantiene algunas

instalaciones, principalmente lavaderos de carbón en varias localidades entre ellas en

Fabero en el que fue grupo Alicia.

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LA MINA DE FABERO

La mina fue el motor económico de Fabero que pasó de ser un pueblo dedicado a la

agricultura de subsistencia y a la ganadería, a ser el primer municipio de España en

producción de antracita. Este cambio no fue gratuito, la mina se cobró su tributo a

través de los accidentes laborales y las enfermedades profesionales, además del

tributo medioambiental que no debemos perder de vista y que se analizará en otro

capítulo.

Al mismo ritmo que las labores extractivas de antracita iban asentándose en la vida

económica de Fabero, la mina se cobraba su cuota en vidas humanas. Examinando los

libros de las defunciones acaecidas cada año en el municipio, comprobamos que

muchas personas perdieron su vida en el duro trabajo de la mina. Los primeros años

mediante los accidentes mortales y con el paso del tiempo, además con la muerte a

consecuencia de la silicosis, enfermedad respiratoria provocada por la inhalación de

polvo, en este caso del carbón antracita.

La asfixia por compresión, la fractura craneal y la hemorragia eran las causas más

comunes de la muerte en accidente minero. Lo normal era que cada año dos tres

personas perdieran la vida en Fabero por alguna de estas tres causas. De los veintiún

hombres fallecidos en el año 1930, dos fueron víctimas de fractura de cráneo y en el

año 1944 aparece por primera vez la silicosis como causa de la muerte de dos vecinos

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de Fabero. En el año 1951 figuran otras dos personas que fallecieron por esta

enfermedad y a partir de ahí, raro es el año que no mueren una o dos personas por

dicha causa. A partir de mediados de la década de los sesenta, el número de

fallecimientos por silicosis se establece en torno a los cinco fallecidos por año. En 1973

los silicóticos muertos fueron diez, elevándose esta cifra a catorce en el año 1983.

Pero sin duda, fue el 19 de noviembre de 1984, la jornada más fatídica y negra de la

historia minera de Fabero. Ese día a las 8,30 de la mañana se produjo en el Piso 17 Sur

del Grupo Río de la empresa Combustibles de Fabero, el incendio y deflagración de una

acumulación de gas grisú que originó una explosión que causó le muerte instantánea

de tres mineros. Posteriormente la cifra de muertos a consecuencia de este grave

accidente se elevaría hasta ocho muertos, mientas que los heridos que supervivieron

al grave accidente fueron cuatro.

El accidente conmocionó a la cuenca minera de Fabero, al resto de las cuencas mineras

de la provincia y como no al Bierzo y a todos los leoneses. Por ello la asistencia a los

sepelios de los desafortunados mineros fue multitudinaria. A los ataúdes les

precedieran numerosas coronas llegadas de la mayoría de las cuencas mieras de

España. Cada año el 19 de noviembre se celebra una misa en memoria de los ocho

mineros fallecidos y de todas las victimas de mina en Fabero.

Cinco años antes, el 17 de octubre de 1979 otra deflagración de grisú que tuvo lugar

en la galería 13 del Pozo María de la Minero Siderurgica de Ponferrada ubicado en

Caboalles de Abajo, le había arrebatado la vida a diez mineros., aunque la causa del

accidente se atribuyó a un derrumbamiento de carbón.

Sumario 4/85 del Juzgado nº 2 de Ponferrada

No se ha podido determinar que produjo la chispa de inicio de la deflagración y

posterior explosión en este grave accidente acaecido en el piso 17 Sur del Grupo Río de

COFASA. Pudo ser una bombilla de alumbrado o la manipulación del tren energético

que se estaba reparando en aquel fatídico momento o incluso que alguien saltándose

la tajante prohibición al respecto, tratase de encender un cigarrillo. Lo que parece que

si ha quedado claro es que, si se hubiese comprobado si había gas grisú en dicho piso

antes de empezar la jornada, según está contemplado en una directiva de seguridad

minera, el accidente podía haberse evitado. Así lo entendió en su sentencia la

Audiencia Provincial de León, tribunal que se encargó de juzgar el accidente, sumario

nº 4/85 del Juzgado nº 2 de Ponferrada, promovido por el Ministerio Fiscal y por los

familiares de los fallecidos y los perjudicados y en el que ejercitaban la acción popular

la Federación Estatal de Mineros de la Unión General de Trabajadores y la Federación

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Minera de Comisiones Obreras.

La Audiencia condeno a prisión menor por imprudencia temeraria con resultado de

muertes y lesiones graves, al ingeniero director de Combustibles de Fabero, al capataz

jefe del tajo y al vigilante encargado de medir el gas Y de forma solidaria con la

empresa a indemnizar con once millones de pesetas a cada una de las viudas e hijos de

los seis mineros fallecidos que estaban casados y nueve millones de pesetas a los

padres de los dos mineros fallecidos que estaban solteros. Así como indemnizaciones

para los cuatro mineros que habían resultado heridos en el siniestro.

Con su muerte, Luciano Iglesias Blanco de 41 años, Adelino Alonso Alonso de 32,

Manuel García Álvarez de 28 años, Manuel Tejón Álvarez de 26 años, Ramiro Guerra

Díez de 24 años, Santiago Álvarez Díaz de 21 años, Tomás Abella de la Mata de 35 años

y Emilio Álvarez González de 24, marcaron un antes y un después en la seguridad

minera en el Bierzo y León.

A partir del accidente patronos, sindicatos y trabajadores se concienciaron en que, la

seguridad es primordial en la mina lo que trajo consigo un mayor rigor a la hora de

observar las directivas de seguridad minera. Esto junto con la mecanización y los

nuevos sistemas de posteo contribuyeron a que los accidentes mortales disminuyesen

sensiblemente. A pesar de las mejoras en seguridad, la mina se cobró en la provincia

de León 14 mineros en el año 1997, mientras que en el año 2002 tan solo hubo un

accidente mortal en la minería leonesa.

En el periodo comprendido entre 1992 - 2003 fallecieron en la provincia León a causa

de un accidente minero ochenta y cinco personas entre las minas de interior, mina de

cielo abierto y canteras de pizarra. De ellos once, ocurrieron en las minas de la Cuenca

Fabero Sil, integrada por la minas de Fabero y por las del Valle del Sil (Toreno,

Matarrosa, Santa Cruz, Sorbeda etc.).

Padres, tíos o abuelos convertidos en esclavos de la patria, conmutaron la pena de

cárcel con el duro trabajo de la mina, en Fabero

Un edificio en ruinas y unas cuantas fichas arrinconadas en el Juzgado de Paz de

Fabero, son los únicos vestigios que quedan del destacamento donde, una vez

concluida la Guerra Civil, los que se habían mantenido fieles al gobierno legitimo de

España, frente al levantamiento militar del 18 de julio de 1.936, redimieron con su

trabajo en la mina largas penas a las que habían sido condenados.

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Cientos de personas procedentes de diversas cárceles de León, Astorga, Orense,

Burgos, Puerto de Santa María, Pontevedra, Oviedo, Celanova, Santander, Palencia,

Madrid, Jaén, San Sebastián, Santoña, Murcia etc., acusadas todas ellas del delito de

auxilio a la rebelión y con penas que oscilaban entre veinte y treinta años, recalaron en

los primeros años de la dictadura franquista en penal de Fabero para conmutar su

condena trabajando en las instalaciones mineras de Antracitas Moro y Minas del

Bierzo. Muchos de ellos tras lograr la libertad condicional o haber sido indultados se

asentaron con sus familias en Fabero y siguieron trabajando en la mina, Lorenzo

Bañuelos, Abelardo Vega, Hilario Tejedor, Valentín León entre otros

El destacamento penal de Fabero se asentaba en el paraje de la Reguera, en las

proximidades de Antracitas Moro. Y estaba compuesto por dos pabellones para los

presos, un edificio dedicado a cocina y despensa y un edificio de dos plantas donde se

alojaban los guardias del penal. Una cerca impedía la salida de los presos del recinto y

la posible entrada de sus familiares. Una vez clausurado el campo de concentración de

penados, los barracones de los presos se rehabilitaron para viviendas de mineros y el

edificio de los guardias para vivienda de los facultativos ante la escasez de vivienda

que azotaba a Fabero en la década de los cincuenta.

Por iniciativa de la Fundación Domingo Malagón, desde el domingo 18 de noviembre

de 2007, muchos vecinos faberenses rescataron de su memoria aquellos días tristes en

que sus padres, tíos o abuelos convertidos en esclavos de la patria, conmutaban la

pena de cárcel con el duro trabajo de la mina, por el mero hecho de haberse puesto de

parte del Gobierno legitimo de la República que se habían dado. Otros vecinos los más

jóvenes, se enteraron por primera vez que, en los años que siguieron a la contienda

fatídica de 1936, en Fabero funcionó una delegación del Patronato Central Nuestra

Señora de la Merced para la redención de las Penas por el Trabajo.

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ODA AL MINERO Escultura ubicada al aire libre en Fabero

“quien quiera que tú seas, viajero,

detente y mira un símbolo en el busto

del hombre fuerte de mirar adusto,

con el alma templada como acero.

En este trozo de carbón sincero

hay encerrado un corazón augusto,

un mirar encendido y el robusto

equipaje divino del minero.

en las entrañas de la madre tierra

cumple su oficio redentor, su guerra

salvadora e sudor sobre su frente.

cruje la maniobra, los martillos.

son de su ardiente carne los cuchillos

que van abriendo surco a la simiente.”

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EL PAPEL DEL MINERO

Se denomina minero a la persona que se encarga de excavar minas para extraer minerales.

Las principales ocupaciones de un minero incluyen taladrar la roca con picos y palas o utilizando herramientas eléctricas para extraer el mineral, apuntalar los túneles con soportes de madera para impedir su derrumbe, desplegar vías para el transporte de la piedra o cargar el mineral en vagonetas para su transporte al exterior.

En ocasiones, los mineros realizan funciones auxiliares como crear túneles de pasaje o ventilación, excavar salas o pozos para facilitar la actividad de extracción.

El trabajo de un minero en el interior de la mina es duro. En primer lugar, están privados de la luz del sol por lo que deben alumbrarse con lámparas acopladas a sus cascos. En segundo lugar, se trata de un trabajo sucio pues el polvo de mineral impregna las ropas, el cabello y la piel de los trabajadores. La ducha en el vestuario una vez terminada la jornada constituye un relajante momento de descanso tras la dura jornada. El trabajo de minero exige un importante esfuerzo físico y no está exento de riesgos. En muchas ocasiones deben trabajar en posturas forzadas o recorrer largas distancias inclinados o de rodillas para alcanzar la veta.

Por otra parte, a menudo se ven ven expuestos a derrumbes o desprendimientos de rocas que pueden provocar desde pequeñas fracturas hasta la muerte por aplastamiento. Los mineros también pueden provocarse rebanaduras y amputaciones al trabajar con herramientas cortantes. Finalmente, pueden padecer la silicosis, una enfermedad causada por la inhalación prolongada de compuestos químicos que afecta irreversiblemente a los pulmones y dificulta la respiración.

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TIPOS DE MINAS

Las minas pueden ser divididas siguiendo varios criterios. El más amplio tiene en cuenta si las labores se desarrollan por encima o por debajo de la superficie, dividiéndolas, respectivamente, en minas a cielo abierto y en minas subterráneas. Las minas a cielo abierto, o minas a tajo abierto, son aquellas cuyo proceso extractivo se realiza en la superficie del terreno, y con maquinarias mineras de gran tamaño.

La minería subterránea o de socavón desarrolla su actividad por debajo de la superficie a través de labores subterráneas. En términos comparativos, la maquinaria que se usa en la minería subterránea es mucho más pequeña que la que se utiliza a cielo abierto, debido a las limitaciones que impone el tamaño de las galerías y demás labores. Las labores características de este sistema de explotación son los: túneles, cavernas, bocamina o emboquille, cuartel, galería, pozo, chimenea, etc. Existen distintos métodos de explotación que se dividen en soportados por pilares, soportado por relleno y de hundimiento.

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EL TRABAJO EN LAS MINAS

Dentro de las minas no había encargados, sólo vigilantes, cuya misión principal

consistía en vigilar y controlar. Fuera, en el exterior, sí había un encargado, que estaba

al cuidado de que el personal produjese con arreglo a lo previsto.

Dentro de la mina sólo se veía lo que la lámpara alumbraba, por eso casi todos los

trabajos se realizaban a destajo, es decir, que se cobraba por productividad y no por

horas de trabajo.

Los operarios denominados vagoneros, sólo cobraban por el número de vagones

cargados y llevados a las placas donde se transportaban. Los picadores o barrenistas

(los más comunes) sólo cobraban por los metros lineales avanzados en la galería. Los

vigilantes realizaban los partes de vagones cargados, vigilaban al personal y mandaban

a los entibadores a donde fueran necesarios. Se denomina “general” a la vía principal

de la mina. Por ella pasan todos los vagones que circulan en el interior, efectuándose

toda la ventilación a través de ella.

Era un trabajo duro, peligroso y perjudicial para la salud. ¿Por qué nadie lo dejaba? Lo

único bueno era que se ganaba más dinero que en otros trabajos, que se trabajaba

siempre a la misma temperatura y que se libraban de hacer el servicio militar. El

trabajo en la mina entrañaba ciertos peligros, como las bolsas de gases (grisú), el polvo

de sílice que poco a poco va acaparando los pulmones hasta que se adquiere la

silicosis (enfermedad considerada como accidente de trabajo), inundaciones,

desprendimientos, explosione, etc…

Cualquier labor de las que se realizaban en la mina era tan dura y peligrosa como

cualquier otra: rozador, entibador, poleísta, picador, barrenista, vagonero y zafrero,

entre otras.

Pedro López Rodríguez narra en su libro “Yo sí que fui minero” su experiencia a lo largo

de muchos años en las minas de carbón como entibador, y dice así:

“Los entibadores nunca teníamos, como se suele decir, el material a mano. Los planos

tenían una pendiente del 10% al 15%. A veces teníamos que bajar 150 metros e incluso

más hasta llegar a donde estaban los palos, allí cortarlos de acuerdo con las medidas

tomadas con los listones, hacerles la boca de lobo o media caña y en el otro extremo el

culo de pollo. La dificultad para llegar al tajo era enorme, ya que había que ir cargado y

cuesta arriba. El ayudante tenía que subir un palo de entre 3 y 3,5 metros de longitud,

más su lámpara o carburo, que se alumbraba por medio de gas acetileno, producido

dentro de la misma al contactar el agua con el carburo. Si mal lo pasaba el ayudante,

peor lo pasaba el maestro (que era mi caso), pues además de hacer lo mismo que el

ayudante, tenía que llevar también los listones para tomar las medidas.

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Cada pareja de entibadores se componía de maestro y ayudante. Una vez en el tajo,

teníamos que colocar los puntales. Nosotros éramos los primeros en dar la cara en

todos los frentes para que los demás trabajasen los más seguros posibles. Tras

nosotros iban los barrenistas, barrenando y dando bancos y cielos para al salir de la

mina dar la pega, que es el encendido de las mechas para explosionar los barreneros

tras meter en éstos la carga o dinamita. Según se iba barrenando, guardando siempre

una distancia de seguridad, comenzaba el trabajo de la rozadura, hasta terminar la

roza de los metros marcados para rozar. Mientras se realizaba esta labor, las dos

parejas de entibadores quitaban y ponían palos en la explotación, para poder colocar

los canales los más cerca posible de los frentes, ya que la extracción se realizaba por

medio de canales de sacudida. Llegados a este punto, nos encontramos con el

boquillero, que era la persona encargada de llenar vagones y correrlos hasta que

llegaba un mulero con una tanda de vacíos, llevándose siempre el mismo número de

cargados que vacíos había traído. El relevo entrante se encargaba de limpiar todas las

galerías en avance, para que al día siguiente los picadores tuviesen el frente limpio y

poder seguir su avance. De esto se encargaban los vagoneros. El ciclo comenzaba

cogiendo un vagón de las placas donde estaba el poleísta. Una vez cargado el vagón,

había que volver con él a las placas, para que el poleísta fuese preparando las cargadas

y por contrapeso subir los vacíos por el plano inclinado. Con la escasa y pésima

alimentación que teníamos, cuando se descarrilaba un vagón, te daban ganas de

morirte. A veces, conseguías encarrilarlo sólo a base de palancas hechas con palas.

Otras veces, tenías que pedir ayuda al primero que encontrabas. Nunca vi a nadie

negarse a ello. Estos constantes esfuerzos me acabaron provocando un fuerte

lumbago.

El resto de oficios de la mina eran en general menos duros y peligrosos, si bien es

cierto que nunca se sabe dónde está el peligro y, en el fondo, todos eran duros. En mi

caso, pasé por todos los oficios excepto el de picador a mano”

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EL MEJOR CARBÓN DE ESPAÑA ESTÁ EN EL BIERZO

Los especialistas concluyen que el carbón de mayor rango se corresponde con la metantracita del Bierzo que se encuentra por encima de la hulla y de la antracita que se localiza en cuencas como la Asturiana.

Un estudio realizado por profesores de la Universidad de Salamanca, y publicado recientemente en la prestigiosa publicación internacional International Journal of Coal Geology, demuestra que en la comarca leonesa del Bierzo se encuentra el carbón de mayor calidad de todo el entorno de la Cordillera Cantábrica. El rango de un carbón mineral se determina según comenta en función de criterios tales como su contenido en materia volátil, contenido en carbono fijo, humedad o poder calorífico. De esta manera, a mayor rango, más contenido en carbono fijo y, por ello, más poder calorífico, menos humedad natural y menos materia volátil.

El hecho de que el carbón del Bierzo sea el de mayor rango de España viene determinado por la presencia de metantracita en bloques geológicos jóvenes como los del entorno de Ponferrada. El catedrático de Estratigrafía de la Universidad de Salamanca y uno de los responsables del informe Juan Ramón Colmenero expone que «en la zona cantábrica hay todo tipo de rangos carboníferos, aunque es en la zona de El Bierzo, donde hay las mayores concentraciones de antracita, que se pudo formar hace 250 millones de años y que presenta un gran contenido en carbono».

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ENFERMEDADES A CAUSA DEL CARBÓN

En la mina generalmente los problemas son respiratorios, debido sobre todo a la inhalación de polvo y humo, pero también hay por contacto. Común a todas las enfermedades de la minería es su evolución que es larga y prolongada siendo considerada como enfermedad crónica. Algunos ejemplos:

• En las minas de carbón: neumoconiosis, fibrosis pulmonar, cáncer de pulmón.

• En las minas de plomo: saturnismo

• En las minas de mercurio: mercurialismo o hidrargirismo

• En las minas de amianto : asbestosis, fibrosis pulmonar, cáncer de pulmón.

• En las minas de sílice: silicosis, fibrosis pulmonar

• En minas de hierro: siderosis, bronquitis crónica

• En minas de cobalto: fibrosis pulmonar

Silicosis es la neumoconiosis producida por inhalación de partículas de sílice, entendiendo por neumoconiosis la enfermedad ocasionada por depósito de polvo en los pulmones con una reacción patológica frente al mismo, especialmente de tipo fibroso. Encabeza las listas de enfermedades respiratorias de origen laboral en países en desarrollo, donde se siguen observando formas graves. El término silicosis fue acuñado por Visconti en 1870 aunque desde antiguo se conocía el efecto nocivo del aire contaminado para la respiración.[1] La silicosis es una enfermedad fibrósica-pulmonar de carácter irreversible y considerada enfermedad profesional incapacitante en muchos países.

Pulmón de minero con silicosis y tuberculosis

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Los signos y síntomas pueden no aparecer hasta años después de la exposición.

Los signos y síntomas son:

-Disnea, agravada por el esfuerzo. -Tos, a menudo persistentes y graves. - Fatiga - Taquipnea - Pérdida de apetito y pérdida de peso - Dolor de pecho - Fiebre - Gradual oscurecimiento de las uñas, llevando incluso a su ruptura En los casos avanzados, también se puede presentar:

- Cianosis (piel azulada) - Cor pulmonale (Insuficiencia cardiaca derecha) - Insuficiencia respiratoria.

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Existen tres tipos de silicosis:

-Silicosis crónica: Por lo general se presenta después de 10 años de contacto con niveles bajos de sílice cristalina. Éste es el tipo más común de silicosis. Se veía especialmente en los mineros. -Silicosis acelerada: Resulta del contacto con niveles más altos de sílice cristalina y se presenta 5 a 15 años después del contacto. -Silicosis aguda: Puede presentarse después de solo semanas o meses de estar en contacto con niveles muy altos de sílice cristalina. Los pulmones se inflaman bastante y se pueden llenar de líquido causando una dificultad respiratoria grave y bajos niveles de oxígeno en la sangre. Hay dos formas clínicas según la radiología: silicosis simple y silicosis complicada.

La silicosis simple es la forma clínica más frecuente con mucho. Muestra opacidades redondas (las más frecuentes) y/o irregulares en radiografía simple póstero-anterior de torax (Rx). No suele producir alteraciones funcionales con significación clínica ni disminuye la esperanza de vida, siempre que no evolucione a complicada.

Silicosis simple

La silicosis complicada se caracteriza por la existencia de masas de Fibrosis Masiva Progresiva, también llamadas masa conglomeradas, con diámetro mayor de 1 cm. Es una enfermedad grave, sobre todo si las masas son de gran tamaño, y disminuye notablemente la esperanza de vida de los pacientes. La evolución de la forma simple a complicada se debe a factores muchas veces desconocidos. Entre los factores conocidos destacan: elevada exposición a sílice, abundante profusión nodular, tuberculosis y enfermedades del colágeno.

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Silicosis complicada

Las complicaciones pulmonares de la silicosis también incluyen la bronquitis crónica y limitación del flujo aéreo (indistinguible de la causada por el tabaquismo), la infección por Mycobacterium no tuberculosis, la infección pulmonar por hongos, enfisema compensatorio, y neumotórax. Hay algunos datos que revelan una asociación entre la silicosis y otras enfermedades autoinmunes, como la nefritis, la esclerodermia y el lupus eritematoso sistémico, especialmente en la silicosis aguda o acelerada.

CANCIÓN DE LOS MINEROS

En el pozo María Luisa, tranlaralará, tranlará, tranlará. murieron cuatro mineros. Mirai, mirai Maruxina mirai, mirai como vengo yo. murieron cuatro mineros. Mirai, mirai Maruxina mira, mirai como vengo yo. Traigo la camisa roja tranlaralará, tranlará, tranlará.

Mirai, mirai Maruxina mira, mirai como vengo yo. de sangre de un compañero. Mira, mira Maruxina mira, mira como vengo yo. de sangre de un compañero. Mira, mira Maruxina mira, mira como vengo yo.

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Traigo la cabeza rota, tranlaralará, tranlará, tranlará.

Mirai, mirai Maruxina mirai, mirai como vengo yo. que me la rompió un costero. Mira, mirai Maruxina mirai, mirai como vengo yo. que me la rompió un barreno. Mirai, mirai Maruxina mirai, mirai como vengo yo.

Santa Bárbara bendita, tranlaralará, tranlará, tranlará.

patrona de los mineiros. Mirad, mirad Maruxina mirad, mirai como vengo yo. Patrona de los mineiros. Mirad, mirad Maruxina mirai, mirai como vengo yo. Mañana son los entierros, tranlaralará, tranlará, tranlará, de esos pobres compañeros, Mirai, mirai Maruxina mirai, mirai como vengo yo. de esos pobres compañeros, Mirai, mirai Maruxina mira, mirai como vengo yo.

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ENTREVISTA REALIZADA A UN MINERO ( 13 de abril de 2007)

REPORTAJE DE “EL PAÍS“ Los últimos mineros, por Jesús Rodríguez

En cuanto presienten los rayos del sol, en la misma bocamina, después de siete horas en tinieblas, los mineros respiran con ansia. Saltan de las vagonetas en marcha e inician la estampida. Es imposible hablar con ellos. No se detienen.

La salida de la mina transcurre en segundos. Es casi una huida. Mudos y ciegos. Sin palabras ni sonrisas. Sucios, cansados, empapados, con el rostro tiznado e inexpresivo, entregan sus lámparas sin mirar al lampistero y corren a las duchas. Allí los músculos y gestos se relajan.

Tras media hora de ascenso por el frío túnel de salida, donde la corriente creada por la ventilación hiela el sudor de una jornada, los vestuarios, opacos por el vapor del agua caliente, son el paraíso.

Ruedan por el suelo el mono, la camisa y los guantes; la áspera ropa interior; el pañuelo a cuadros y los calcetines; el casco, las rodilleras y las botas. El carbón se agarra al cuerpo como alquitrán.

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Se cuela por todos los orificios. Se pega en la garganta. Cuesta deshacerse de él. Algo que sorprende a los dos periodistas que han bajado por primera vez a la mina. Hay que emplearse a fondo con el cepillo y la esponja. Corre el agua negra. Sobre las taquillas, páginas centrales de Interviú y Playboy. Comienzan las bromas. Hay muchas risas. Es gente joven. Los más viejos apenas superan los 40.

Cruzado ese límite, la mayoría accede a la prejubilación. Un año por cada dos trabajados. Un día más en la mina. Un día más con vida.

Los mineros más viejos apenas superan los 40 años, luego se prejubilan.En la mayoría de las minas aún se trabaja con el martillo, el hacho y la madera .Todos son nietos, bisnietos, hermanos y sobrinos de mineros .Los municipios mineros han vivido una sangría de habitantes .Ya en la calle, sin lámpara ni carbón, nada indica que los mineros sean mineros.

Son tipos corrientes y educados; de una fortaleza física difícil de visualizar fuera del tajo; visten de urbanitas: vaqueros y deportivas; inmaculados tras una ducha a conciencia. Buenos coches. Su próxima estación es cualquier bar de esta zona del manchón del Bierzo o de la comarca de Villablino. No quedan muchos. Nada que ver con los 32 que se contabilizaban en Tremor de Arriba en los años gloriosos del carbón.

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Hoy sobrevive un par. Y dos minas de las 28 que había en funcionamiento en 1990. Religiosamente, en Tombrio, Páramo, Langre, Torre, Fabero o en cualquiera de los otros 20 municipios que históricamente han vivido de la minería en esta provincia, los trabajadores conjuran el polvo ingerido en los tajos a base de calimocho, cervezas con limón y banderillas. Se suceden las rondas.

Arrastran fama de borrachos y pendencieros. Ellos dicen que es una leyenda: "Ahora la gente se cuida. No se fuma ni se bebe como antes. Hace unos años iban al tajo con la bota de vino y el paquete de tabaco; ahora llevan agua y está prohibido fumar. Los mineros se jubilaban para marchar al cementerio. Yo me cuido. Cuando me jubile, me dedicaré a vivir la vida", explica Horacio, de 35 años, minero desde los 18: "A esa edad me metí en la boca del lobo". Como su padre. Como su abuelo.

Laudino García, un viejo minero de Igueña, prejubilado con dos tercios de invalidez, esboza un rápido perfil del minero: "Es gente dura, rara, que siempre ha estado en sitios jodidos. Que ha pasado miedo. Ha visto morir. Y ha desarrollado ese carácter extraño, forjado por el riesgo, que te hace vivir al día. Éramos de no ahorrar un duro por si no había un mañana. Los mineros somos así. Educados para picar carbón. Somos difíciles de reciclar. Y lo mismo pasa en Polonia o Ucrania. Los polacos que han venido a trabajar aquí se pegan 10 horas en el tajo y luego se sientan en una tasca, y hasta que no tienen la mesa repleta de cervezas vacías, no se levantan. La empresa manda directamente la mitad del sueldo a sus familias en Polonia, para que no se lo gasten todo aquí en juerga".

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-¿Quiere que sus hijos bajen a la mina? -Sí, pero de ingenieros.

Son los últimos mineros. Una raza condenada a desaparecer. Estamos en su territorio, en el alma de la provincia de León, la gran despensa de antracita de nuestro país. Los expertos hablan de reservas probadas para 50 años. En estas cuencas olvidadas, tan duras y aisladas como su gente, en el interior de estas oscuras montañas descansan los yacimientos más ricos de ese mineral que ya Gaspar Melchor de Jovellanos definió hace dos siglos como "más precioso que el oro y la plata".

No exageraba. Fue durante décadas la única energía. El motor de la economía. Del progreso. De la revolución industrial. Del transporte y las guerras. Incluso de la lucha obrera. A finales de los años sesenta, el carbón comenzaría su imparable declive en Europa. Siempre amortiguado por las ayudas del Estado. En 1990 aún había en la industria del carbón española 45.000 trabajadores y 234 empresas; hoy, 8.000 y una veintena de compañías. La mitad, en este reducto berciano; el resto, entre Palencia y Asturias.

En esa última región, la mayoría engrosa la plantilla de la pública Hunosa, creada en 1967 como salvavidas para la minería del Principado.

Según estipula el último Plan del Carbón ?la biblia del sector, firmado el año pasado?, España no podrá tener más de 5.300 mineros en 2012; la producción no podrá superar los 9,2 millones de toneladas al año, que contarán con la imprescindible subvención del Estado. "No es una producción que permita el autoabastecimiento", explica Juan Carlos Álvarez Liébana, responsable de Minería de CC OO. "En España, las centrales térmicas consumen 32 millones de toneladas, de las que sólo 11 son de carbón autóctono; el resto se importa. La cuestión es que no muera nuestro carbón". ¿Por qué? "Por equilibrio territorial y razones estratégicas".

Es la palabra clave: estrategia. Que las minas sigan con vida y mantengan una producción mínima para que, en caso de crisis energética, aún se pueda acceder in extremis a esas reservas carboníferas. Cuando una mina se cierra, económica y técnicamente es muy difícil recuperarla. Se trata, por tanto, de mantener operativas las más rentables. Y esperar.

El futuro energético mundial está cubierto de nubarrones. La dependencia energética española es del 85%. Treinta puntos por encima de la media de la UE. Y nuestros principales proveedores de petróleo y gas (Argelia, Arabia Saudí, Rusia, Liberia, Nigeria, Irán) son Estados que no están consolidados democráticamente y muestran una gran inestabilidad.

El corte del flujo de gas de Rusia a Ucrania a comienzos de este año hizo saltar las alarmas. ¿Qué pasaría en España si se interrumpiera el suministro del gasoducto marroquí que conduce la mayor parte del gas que consumimos? ¿O si el barril de petróleo superara los 100 dólares? Sólo nos quedaría nuestro oro negro.

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Y más allá de 2012, nadie se atreve a pronosticar el futuro del carbón español. Francia, Bélgica y Portugal cerraron sus pozos a comienzos de 2000. En el Reino Unido, Margaret Thatcher humilló a los mineros a mediados de los ochenta y castigó a las cuencas mineras del país con la clausura de la mayoría de las explotaciones. La herida social nunca se ha cerrado.

A partir de los sesenta, el auge del petróleo barato relegó al carbón a la segunda división. Y después, el gas natural. En los setenta llegarían las primeras reconversiones de las minas poco productivas. Y en los ochenta, las directivas de la UE, que exigían el final de las ayudas públicas a la minería. La puntilla la propinó en 1997 el Protocolo de Kioto, que comprometía a los países firmantes a reducir sus emisiones de dióxido de carbono. Y el carbón produce en su combustión más dióxido de carbono que ningún otro combustible fósil. En sólo tres décadas, el carbón ha pasado de ser el rey del progreso a convertirse en una rémora cara, sucia e impopular.

Sindicatos, políticos y empresarios coinciden en que cualquier atisbo de futuro para el carbón pasa por su respeto con el medio ambiente. Hay que reducir su impacto sobre la atmósfera. Se investiga a toda máquina la captura y el almacenamiento del dióxido de carbono que produce en su combustión.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (leonés y con fuertes intereses políticos en la provincia), se ha involucrado de pleno en su futuro con la creación de la Ciudad de la Energía, en Ponferrada (la capital del Bierzo), que investigará la combustión limpia del carbón. Y formará científicos. En la comarca son escépticos. La

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Ciudad de la Energía es, por el momento, un viejo solar industrial a las afueras de Ponferrada.

La lenta agonía del carbón está suponiendo, además, la decadencia de una comarca que jamás encontró una alternativa al monocultivo de las minas; el fin de una cultura y una forma de vida; de una identidad, un lenguaje y una economía.

El ocaso de una actividad que ha marcado durante más de cien años unas relaciones sociales forjadas en la miseria y basadas en el compañerismo y la integración del forastero. "Nunca hemos preguntado a nadie de dónde viene. Primero fueron los perseguidos por Franco tras la guerra los que se refugiaron aquí; luego, los andaluces, extremeños y portugueses en busca de una vida mejor.

Y más tarde, los paquistaníes y caboverdianos. El minero, sea de donde sea, desarrolla una gran solidaridad con sus camaradas. Tu vida depende de ellos. Cuando algo va mal, haces sonar tu martillo neumático y sabes que alguien vendrá a por ti". La minería era el único horizonte laboral en un territorio cuyos habitantes pasaron de cuidar cabras y ovejas a picar en los tajos por sueldos dignos.

Una sociedad que mutó de agrícola a industrial en un suspiro. Y adquirió cierta conciencia de clase.

Muchas de estas minas se abandonaron de la noche a la mañana. Como el Pozo Julia, cuya torre preside el perfil de Fabero. Creada en 1945, llegó a tener 3.000 mineros en plantilla. Fue de las primeras en mecanizarse. En 1991 echó el cierre. No era rentable. Un recorrido por sus instalaciones acongoja. Está tal y como la dejaron. En las perchas permanece la ropa de faena de los mineros; en la lampistería, sus lámparas cubiertas de polvo; en las paredes, la propaganda sindical; la sala de máquinas está impecable. Se pueden ver incluso las bañeras de los capataces en sus cuartos de baño individuales, que contrastan con las duchas comunitarias de los picadores.

La atmósfera está cubierta de polvo. No es fácil respirar. A un lado del túnel, a medio metro de nosotros, la rozadora automática va arañando la capa de carbón como mantequilla; el mineral sale del tajo sobre una cinta metálica. A medida que se penetra en la capa de carbón, varios mineros apuntalan el techo de la parte nueva con pequeñas vigas metálicas. Cada avance de 60 centímetros supone el derrumbe del terreno que ya se ha explotado. "Es más seguro". Un minero suelta las vigas del techo de un golpe de maza.

Enfocas hacia arriba con tu lámpara y, de repente, todo ese confuso material rocoso que tienes sobre la cabeza cede "de forma controlada" a un metro de ti. Todo se llena de polvo y cascotes. "No se preocupen, que no pasa nada", explica El Chino, el vigilante del tajo. Tiene la cara negra, y en ella brillan dos ojos muy azules. Es como una ilusión óptica. Su tatarabuelo ya era minero. En el tajo trabajan 19 hombres más. Algunos usan mascarillas. "Por la silicosis". Recorrer 200 metros reptando nos lleva una hora larga. Sufren las cervicales. La posición más cómoda es sentado, pero hay que continuar. A un lado, la rozadora; al otro, los derrumbes. En medio, nosotros. Cuando salimos del tajo me prometo no volver.

Pero sólo van a sobrevivir las minas modernas, automatizadas, rentables, con la imprescindible aportación de la minería a cielo abierto, cuya extracción es mucho más barata que la subterránea, y las necesarias ayudas del Estado".

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Ésas son las reglas del juego. Pero la triste conclusión que se obtiene al abandonar estas montañas del Bierzo, donde hace un par de décadas había 140 empresas y hoy subsiste media docena, es que el porvenir del carbón es muy negro. Quizá sea una metáfora barata, pero es que cada apuesta por su futuro parece tener siempre su correspondiente contrapartida negativa.

En el carbón, siempre es un paso adelante y dos atrás.

Por eso da la sensación de que este es el punto final de una raza que vivió durante siglos en la mina, de la mina y para la mina. Pronto, los mineros del carbón pueden ser un simple recuerdo del pasado.

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MIRANDO AL CIELO

Ya no se escuchan martillos, picos, palas

ya nadie camina bajo nuestros pies, en nuestras entrañas

ya han cesado los lamentos, las procesiones de lámparas,

las caras teñidas de días oscuros, de noches agotadoras, largas,

en busca de un futuro, de una prosperidad más que ganada, arrancada.

Ya no desfilan henchidos de oro negro, los vagones en caravana.

Ya nadie más tirita o se abrasa, ya nadie más espera impaciente.

Las madres, los hijo, han aprendido a cerrar los ojos, a conciliar

un sueño tranquilos, en casa.

La tierra ya no tiembla, está dormida, en calma.

ya se escuchan leyendas, historias…

ya se cuentan batallas ganadas…

ya se han vuelto transparentes las aguas.

Sólo queda un testigo de piedra,

reflejo de miles de almas.

Cuando miréis al minero, recordad

que es mucho más que un monumento,

que es historia antigua, historia contemporánea,

que no teme ni al frío ni al viento, que es

duro amigo, sufridor, compañero.

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CONCLUSIONES Y ANÉCDOTAS

Este trabajo me ha servido como recordatorio a dos personas de vital importancia en

mi vida: mi padre y mi marido; dos mineros cuyas vidas fueron robadas por la ladrona

mina.

En una primera etapa afloran los recuerdos de mi infancia, el día a día viendo a mi

padre salir de casa de madrugada para ir a trabajar, subido en una mula. Estos

animales eran utilizados para sacar las vagonetas llenas de carbón desde el interior de

la mina al exterior, donde depositaban el contenido en escombreras (grandes

montones de carbón); las mulas eran verdaderos trabajadores y, también, como las

personas, enfermaban y morían.

El horario de los mineros era de lunes a sábado, pero recuerdo un domingo en que mi

padre tuvo que ir a la mina para achicar agua. Como era algo excepcional, permitió que

mi madre, mi hermana y yo le acompañáramos para conocer cómo eran las minas por

dentro. Tuvimos que andar unos tres kilómetros, pues no teníamos coche. Una vez allí,

solamente yo acompañé a mi padre al interior, permaneciendo fuera mi madre y mi

hermana, debido al miedo que les daba entrar en un sitio tan pequeño y sin luz. Yo no

tenía temor alguno, pero sí mucha curiosidad. Aun sonrío al recordar cómo bajaba

dándome culazos, pues debido al agua y a la oscuridad –nos alumbrábamos con un

candil de carburo- no paraba de resbalar y caer.

Mi padre era barrenista y trabajaba con los martillos que había antaño. Era un trabajo

duro y tragaban mucho polvo, sucumbiendo pronto a la temida silicosis. Tras el curso

de los años las cosas cambiaron y para entonces se barrenaba con un martillo y con

agua, de esta forma no tragaban tanto polvo como antes. Para hacer las galerías de la

mina tenían que arrastrarse, pues al ser boquetes tan pequeños no cabían de pie,

debiendo permanecer tumbados durante varias horas para poder hacer camino en la

galería.

En la segunda etapa de mi vida, siendo apenas una adolescente, me enamoré de un

minero que, casualmente, era también barrenista y compañero de mi padre. Nos

casamos y vivimos unos años bien, pero en aquellas condiciones de trabajo la

enfermedad llegaba muy pronto, siendo frecuente que los mineros se jubilaran

jóvenes, así pues, con sólo 35 años, mi padre ya estaba jubilado, y mi marido también

al llegar a los 37. La silicosis pareció presentarse en su vidas de golpe, y a partir de ahí

la calidad de vida fue disminuyendo vertiginosamente. La silicosis es una enfermedad

cruel, que además de la sintomatología propia, con el tiempo van apareciendo otras

complicaciones y al final, mueren ahogados. La persona que está en un segundo plano

cuidándolos siente rabia, impotencia y frustración, al no poder hacer nada para

aliviarles un poquito ese dolor. Por eso, cuando se acercó el final de mi marido, con la

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mala experiencia vivida en el fallecimiento de mi padre, decidimos mis hijas y yo hablar

con el médico para evitarle la agonía que supondría dejarle agonizar un día o dos más y

le pedimos que lo sedara. Éste nos derivó al director, que entendió perfectamente

que, siendo una enfermedad crónica en fase terminal, mantenerlo sedado las horas

que le quedaban sería evitarle la agonía final, y permitirle una muerte digna y en paz.

Este trabajo me ha servido de mucho, sobretodo, para rememorar los buenos y los

malos tiempos vividos en la mina junto con mi padre y mi marido. Ellos sabían lo que

significaba ser minero, pero el deseo de proporcionar bienestar y un futuro mejor para

sus familias les hizo olvidarse de ellos mismos. Por ello están siempre en mi corazón y

les estaré eternamente agradecida.

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BIBLIOGRAFIA

-“Yo sí que fui minero” de Pedro López Rodríguez. Editorial Visión Net.

-La Wikipedia.

-Asociación de Bercianos en Cataluña. www.orgullodelbierzo.es

-eBierzo.com: cultura, opinión e internet desde el bierzo.

-Periódico El País. Reportaje por Jesús Rodríguez “Los últimos mineros”.

-Diario de León.es

-Asociación Berciana de Amigos del Ferrocarril.

-Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León.

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ÍNDICE

-Introducción 1

-Historia de la minería berciana 2

-La mina de Babero 8

-Oda al minero 12

-El papel del minero 13

-Tipos de minas 14

-El trabajo en las minas 15

-El mejor carbón de España está en el Bierzo 17

-Enfermedades a causa del carbón 18

-Canción de los mineros 21

-Entrevista realizada a un minero 23

-Mirando al cielo 30

-Conclusiones y anécdotas 31

-Bibliografía 33