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PRÓLOGO Durante la Edad Moderna, las minas de mercurio de Almadén se convirtieron en la «alhaja más preciosa» de la monarquía hispana configurando, junto con los yacimientos de plata de los virreinatos de Nueva España y del Perú, uno de los ejes estratégicos de su economía pues el cinabrio, azogue o mercurio era empleado como elemento fundamental del procedimiento de amalgama o «patio» que permitía depurar el mineral extraído de las minas mexicanas o peruanas para separar el metal precioso de las impurezas. Ello generó, por espacio de siglos tal y como desgrana el autor en el segundo capítulo, una importante actividad extractiva en el núcleo almadenense en torno de la cual se articularon diferentes relaciones socioeconómicas, algunas de ellas poco o nada conocidas, que este libro se encarga de desvelar. El origen de esta publicación descansa en la tesis doctoral de Rafael Gil Bautista, defendida en 2012 en la Universidad de Alicante y que obtuvo la máxima calificación de sobresaliente cum laude 1 . En principio las intencio- nes de su autor no iban más allá del estudio de la relación que pudiera tener la producción alfarera de la comarca con la explotación minera y metalúrgica. Su gran afición al noble arte de la alfarería, de la que es un gran experto y buen coleccionista, estaba detrás de su interés que, felizmente, pudo ser reconducido hacia un proyecto de mayor alcance y ambición destinado a aportar un nuevo e importante caudal de conocimiento a la explotación y rentabilidad de las consideradas como las más abundantes y ricas minas de cinabrio del mundo. Y es que, pese al evidente interés que, historio- gráficamente, el tema encierra, no contamos con suficientes estudios de entidad sobre estas cárcavas mercuriales cuya explotación se remonta a la Edad Antigua. El hecho pudiera resultar sorprendente, pero lo cierto es que dejando aparte publicaciones decimonónicas, las monografías ya clásicas de Zarraluqui Martínez (1934) y de Matilla Tascón (1958, 1987) y algunos 1. R. Gil Bautista: «Almadén y sus Reales Minas de Azogue en el siglo xviii», tesis doctoral, Área de Historia Moderna, Universidad de Alicante, 12-6-2012.

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PRÓLOGO

Durante la Edad Moderna, las minas de mercurio de Almadén se convirtieron en la «alhaja más preciosa» de la monarquía hispana configurando, junto con los yacimientos de plata de los virreinatos de Nueva España y del Perú, uno de los ejes estratégicos de su economía pues el cinabrio, azogue o mercurio era empleado como elemento fundamental del procedimiento de amalgama o «patio» que permitía depurar el mineral extraído de las minas mexicanas o peruanas para separar el metal precioso de las impurezas. Ello generó, por espacio de siglos tal y como desgrana el autor en el segundo capítulo, una importante actividad extractiva en el núcleo almadenense en torno de la cual se articularon diferentes relaciones socioeconómicas, algunas de ellas poco o nada conocidas, que este libro se encarga de desvelar.

El origen de esta publicación descansa en la tesis doctoral de Rafael Gil Bautista, defendida en 2012 en la Universidad de Alicante y que obtuvo la máxima calificación de sobresaliente cum laude1. En principio las intencio-nes de su autor no iban más allá del estudio de la relación que pudiera tener la producción alfarera de la comarca con la explotación minera y metalúrgica. Su gran afición al noble arte de la alfarería, de la que es un gran experto y buen coleccionista, estaba detrás de su interés que, felizmente, pudo ser reconducido hacia un proyecto de mayor alcance y ambición destinado a aportar un nuevo e importante caudal de conocimiento a la explotación y rentabilidad de las consideradas como las más abundantes y ricas minas de cinabrio del mundo. Y es que, pese al evidente interés que, historio-gráficamente, el tema encierra, no contamos con suficientes estudios de entidad sobre estas cárcavas mercuriales cuya explotación se remonta a la Edad Antigua. El hecho pudiera resultar sorprendente, pero lo cierto es que dejando aparte publicaciones decimonónicas, las monografías ya clásicas de Zarraluqui Martínez (1934) y de Matilla Tascón (1958, 1987) y algunos

1. R. Gil Bautista: «Almadén y sus Reales Minas de Azogue en el siglo xviii», tesis doctoral, Área de Historia Moderna, Universidad de Alicante, 12-6-2012.

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estudios recientes, editados en las postrimerías del siglo xx o ya en el siglo xxi, poco más podemos encontrar. De ahí que este libro de Rafael Gil está llamado a cubrir un vacío que ha durado demasiado tiempo.

En una publicación previa a esta que nos ocupa, producto también de sus afanes doctorales, el autor tomaba el pulso a la villa de Almadén durante el siglo xviii2, y lo hacía en todos los sentidos. Así, partiendo de los condicio-nantes medioambientales de la comarca, estudiaba su evolución demográfica y urbana, la organización social y política, la vida cotidiana, la religiosidad popular, la medicina y la sanidad e, incluso, las huellas dejadas por la ciencia ilustrada. Un análisis histórico, en suma, pleno de ambición y resuelto con brillantez. Por ello, el presente libro se entiende mucho mejor si se conoce el otro.

En ninguno de los dos casos el autor regateó esfuerzos a la hora de afrontar, con decisión y una capacidad de trabajo a prueba de cualquier cri-sis, la localización de la documentación de primera mano que dotara a su estudio de la exigible solvencia. Rafael Gil trabajó durante varios años en más de treinta archivos nacionales, regionales y locales, tanto civiles como eclesiásticos; algunos de ellos abiertos por primera vez para un investigador gracias a su tesón. Ahorro al lector una relación sumaria de los mismos que, por otro lado, puede encontrar en las páginas iniciales del libro. El vaciado sistemático de información hasta ahora ignorada o marginada, su ordena-ción y posterior análisis han permitido al autor aportar una visión novedosa del complejo mundo existente en torno a la explotación y aprovechamiento del azogue almadenense. Sobre todo en lo tocante a aspectos relativos al proceso productivo y a la elaboración y funcionamiento de los hornos de jabeca, de revebero y de aludeles; al papel desempeñado por los olleros y alfareros de la zona y, en última instancia, al transporte y comercialización del mercurio. Tarea en absoluto fácil, habida cuenta que una parte sustancial de la documentación proviene de protocolos notariales, actas municipales y libros parroquiales; en algunos casos sin organización hasta la fecha. Rafael Gil, hijo del área de estudio a la que ama profundamente, no tuvo empacho en asumir las tareas propias del «buscador de trufas», en acertada expresión de Emmanuel Le Roy Ladurie para referirse a los historiadores minucio-sos, para elaborar un magnífico estudio en el que la Historia Local –con mayúsculas– queda perfectamente engarzada en el contexto de la monarquía hispana de los siglos modernos.

2. R. Gil Bautista: Almadén del azogue. Una villa minera en el siglo xviii, Ediciones Puertollano, Puertollano, 2013.

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Estructurado en siete capítulos, el libro se abre con una revisión histo-riográfica muy pertinente que pone de relieve la escasez y desigualdad de los estudios referidos a Almadén y evidencia la necesidad de desarrollarlos desde planteamientos interdisciplinares. Como es el caso.

El segundo capítulo pretende ofrecer una síntesis de los avatares que ha conocido la explotación del mercurio almadenense desde fechas remotas hasta la difícil década de los treinta del siglo xix. Al territorio y sus gentes dedica Rafael Gil el tercer capítulo, incorporando a los datos que se sue-len considerar como imprescindibles otros referidos a condiciones físicas y geológicas, medio ambiente y clima a los que añade un magnífico análisis, no exento de gran complejidad, de la evolución demográfica de Almadén, Agudo y Chillón desde el siglo xvii hasta el primer tercio del xix, en el que los datos obtenidos de fuentes parroquiales se han completado con los proporcionados por censos y vecindarios.

El «factor humano» en este complejo mundo en el que la villa y la mina configuraban un ámbito singular para las relaciones socioeconómicas, es estudiado con singular acierto por el autor en el capítulo cuarto que revela, entre otras cosas, la estrecha simbiosis existente entre los responsables municipales y los de los cercos de aludeles, el control y disfrute secular de puestos y oficios clave por determinados linajes familiares o la existencia de una población marginada compuesta por esclavos y forzados, miembros de minorías religiosas –musulmanes, judíos, moriscos– y étnicas –gitanos–. Sin olvidar que técnicos y expertos de origen sajón contratados para el buen funcionamiento de la mina profesaban, sin inconveniente alguno, la religión protestante. Acertadamente el autor incluye una mención a las penosas con-diciones de trabajo que debían soportar los mineros. A la peligrosidad deri-vada de hundimientos, inundaciones o incendios se añadían las de carácter sanitario, con la amenaza del hidrargirismo que, tarde o temprano, termina-ban contrayendo los trabajadores.

Los tres últimos capítulos constituyen el núcleo del estudio y analizan la complejidad económica propia de unas explotaciones que debían garantizar, con puntualidad y largueza, el abasto de mercurio demandado por las minas de plata americanas. Especialmente novedoso es el referido a las diferentes tipologías de hornos y sistemas de cocción, así como a quienes los elabo-raban, a sus métodos de trabajo, su contratación por los responsables de la mina o la configuración de auténticas redes clientelares nutridas a base de «sagas» de olleros y alfareros. De gran interés resulta asimismo el capítulo referido al transporte del azogue hasta Sevilla para ser embarcado rumbo a América. Rafael Gil analiza contratos de arrieros y carreteros, la planifica-ción del viaje, las rutas de acceso a la capital andaluza y los peligros que

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encerraba su tránsito, los gastos que suponía el embalado para su remisión al Nuevo Mundo o los «otros destinos» que conocía el azogue al margen del fundamental.

El libro se cierra con unos apéndices en los que tablas, gráficos y estadís-ticas ayudan a despejar posibles incógnitas, si es que el texto no las hubiera resuelto todas. Texto, por otra parte, escrito con pulcritud, elegancia y buen gusto; que se deja leer con una amenidad muy digna de agradecer. Como cierre brillante, Rafael Gil nos regala un glosario de términos mineros alma-denenses absolutamente impagable e imprescindible en estos tiempos que corren, tan dados a arrinconar memorias.

El libro constituye, en suma, una contribución de primer orden para el avance del conocimiento de una actividad estratégica fundamental para la monarquía hispánica durante la Edad Moderna. En buena medida, Almadén y sus minas seguían siendo «un mundo sin sol» hasta que este profesor de enseñanzas medias que es Rafael Gil, comprometido con su profesión hasta límites solo comprensibles para quienes conocen el verdadero significado y sentido de la enseñanza y la formación de los jóvenes, decidió penetrar en él y «encender la luz». Una luz que, desde la distancia de los siglos, nos permite conocer al detalle el latido de esta villa minera singular. Nuestra gratitud por todo ello.

Armando Alberola RomáConfrides (La Marina Alta, Alacant)

Verano de 2015

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INTRODUCCIÓN

Más de dos milenios han transcurrido desde que se conocieron y se empeza-ron a aprovechar los yacimientos mercuriales de Almadén. A lo largo de tan dilatado recorrido cronológico, como es fácil de entender, diferentes sistemas metalúrgicos han tratado de optimizar la transformación del cinabrio en azo-gue en este establecimiento. Del mismo modo, muchos han sido los intereses y necesidades que han rodeado a quienes bajo diferentes tipos de gestión han administrado estas cárcavas mineras. Desde las modestas aportaciones de la Antigüedad, a los sistemas de arrendamientos medievales o renacentis-tas, las obligaciones firmadas con los banqueros alemanes, el gobierno de la Hacienda estatal durante casi dos siglos modernos, la vuelta a manos extran-jeras en época contemporánea y, finalmente, de nuevo la gestión directa del Estado hasta su cierre en los albores del siglo xxi.

Mucho más cercana en el tiempo ha sido la curiosidad personal por tratar de indagar en el pasado de estos pozos (a los que me vinculaban y vinculan profundos lazos sentimentales y familiares) y en los restos materiales que han quedado después de una actividad tan prolongada (fragmentos alfareros que formaban parte de los hornos de cocción, ladrillos de distintas formas y tama-ños, malacates que se hallan en las galerías subterráneas, castilletes y piezas oxidadas de otros hornos más recientes que rememoran su pasado industrial).

Con esas referencias me enfrasqué en una tesis doctoral, que en sus ini-cios apuntaba estrictamente a los hornos de destilación y a la contribución que habían realizado los olleros y alfareros, pero que fue felizmente reconducida por quienes la dirigieron. En primer lugar, por el profesor Armando Alberola Romá, de la Universidad de Alicante, quien me hizo recapacitar sobre la importancia de ubicar convenientemente en su contexto espacio-temporal aquellas infraestructuras metalúrgicas. Para lo primero no había dudas, el lugar era fácil de determinar: Almadén y los yacimientos comarcanos inme-diatos. Más complejo fue dilucidar el marco cronológico dada la longeva trayectoria minera, aunque al final convenimos que nos centraríamos en el siglo xviii, el momento cumbre de la villa y de los pozos horadados bajo

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sus calles y casas. Mi agradecimiento por su bonhomía y saber será siempre enorme.

Más adelante se incorporó como codirector el profesor Miguel Fernando Gómez Vozmediano, de la Universidad Carlos III, quien por sus conocimien-tos sobre estas tierras calatravas contribuyó a mejorar sustancialmente con sus acotaciones y correcciones los diferentes apartados que compusieron la tesis: «Almadén y sus Reales Minas de azogue en el siglo xviii», que fue leída y aprobada en junio de 2012. Igualmente mi gratitud hacia su persona y al generoso tiempo dedicado a dicha tesis será permanente.

A día de hoy, cuando ya han transcurrido unos años de su defensa, este libro pretende ser un amplio extracto de los aspectos mineros que allí se con-templaban, con dos añadidos significativos: en lo geográfico y poblacional con las incorporaciones de dos localidades cercanas (Chillón y Agudo), que además nos permitirán establecer líneas convergentes y divergentes con la villa minera en esas materias; y, en segundo lugar, en la duración cronoló-gica, pues se abarca ahora desde los tiempos modernos hasta el primer tercio del siglo decimonónico, aunque la parte que más nos interesará resaltar será el periodo que se extiende desde la salida de los Fúcares (1645) hasta la llegada de otra familia de banqueros arrendatarios, los Rothschild, tras la muerte de Fernando VII.

En cualquier caso, entonces y ahora queremos destacar tres grandes líneas transversales que irán aflorando con frecuencia a lo largo de este trabajo: por un lado, la gran simbiosis que siempre ha unido a la villa y a la actividad minera, de tal forma que son imposibles de entender ambas por separado; en segundo término, el hinterland que generó el desempeño de las duras y noci-vas faenas extractivas y metalúrgicas: esa vasta área de influencia convirtió en muchos aspectos a la localidad en una entidad singular e irrepetible en todo el Campo de Calatrava y en La Mancha entera durante varios siglos; y, finalmente, en el importante papel que desempeñaron los hombres de mina (desde los cargos de mayor prestigio a los operarios más humildes), que fue-ron los verdaderos protagonistas de la historia local y, dada la importancia de estos veneros mercuriales, también a escala nacional.

Desde el comienzo de esta andadura una cuestión nos pareció esencial subrayar: cualquier estudio riguroso sobre estas cárcavas almadenenses, como desea serlo este, se debe afrontar bajo un enfoque multidisciplinar. Esa variedad y complejidad de perspectivas nos ha hecho difícil priorizar en algunas ocasiones si era preponderante lo económico sobre lo social, si era más oportuno incidir en aspectos geológicos que en las repercusiones que sobre el paisaje había tenido tan dilatada actividad extractiva; si dábamos primacía a los matices químicos y metalúrgicos, altamente tóxicos, o a la

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salud dañada por el hidrargirismo (contaminación mercurial) que dejaba a los jornaleros y operarios azogados y modorros; incluso, si poníamos por delante los aspectos técnicos aportados por los expertos contratados en el extranjero sobre la experiencia acumulada de los trabajadores locales o dedi-cábamos un espacio concreto a tratar de explicar cómo decisiones de índole nacional e internacional condicionaban y sobrepasaban el quehacer diario en estas instalaciones y a los mineros que en ella se dejaban la vida. Por todo ello, en momentos puntuales afrontaremos un análisis más cercano a la microhistoria, a la vez que no podremos desistir de explicar, aun dentro de un mismo apartado, ciertos acontecimientos desde una visión más provincial, nacional y/o internacional, con el fin último de que nos ayuden a dar unos argumentos razonablemente sensatos de la historia local, cuestión esta tan inalcanzable, como difícilmente renunciable para lo que nos ocupa.

Para que el lector pueda tener una idea aproximada de lo que se va a encontrar en las páginas venideras hemos dividido este estudio en una decena de capítulos, entre los que tanto estas líneas introductorias como las fuentes consultadas para su elaboración no forman parte. Arranca el primer bloque con una revisión historiográfica de lo que se ha escrito, por los más significativos autores y desde las más diversas disciplinas, desde los orígenes de los tiempos modernos hasta la actualidad, aunque ya anticipamos que con desigual fortuna e interés. No obstante, una cuestión nos llamó la atención, faltaba una visión de conjunto que diera continuación a toda la trayectoria histórica de este esta-blecimiento. Esperamos haber compensado, al menos en parte, este vacío.

El segundo capítulo cumplirá una doble función: ofrecer una síntesis histórica desde las primeras manifestaciones del Calcolítico hasta los años finales del periodo medieval (con unas breves pinceladas sobre las etapas romana, árabe y, tras la reconquista cristiana, la preponderancia de la Orden de Calatrava, que es donde se halla inserta la comarca almadenense), a la par que brindar una referencia temporal donde fueran más entendibles los acon-tecimientos que se iban a producir en España y en estas tierras manchegas durante la época moderna y los inicios del periodo contemporáneo (con espe-cial detalle de los contratos firmados con la casa Fúcar/Fugger; la calamitosa administración de la segunda mitad del siglo xvii, los rasgos más relevantes de la centuria dieciochesca o las incidencias de las guerras napoleónicas y el desafortunado mandato de Fernando VII, ya entrado el siglo xix).

A lo largo del tercer epígrafe se presentará una visión de conjunto sobre el espacio geográfico y la demografía, no solo de la villa minera, sino del territorio donde se sitúa. Para ello, inicialmente se pondrá énfasis en la des-cripción comarcal y en las repercusiones de la climatología en la vida diaria, pues no debemos olvidar que estamos ante un clima continentalizado, por

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consiguiente extremo tanto en precipitaciones puntualmente intensas, como en prolongadas sequías que hacían peligrar (por exceso o por defecto) las cosechas, o lo que es lo mismo, la vida misma. El resto del capítulo se cen-trará en las averiguaciones y aportaciones poblacionales, hasta donde los datos lo hacen posible, desde la segunda mitad del Seiscientos hasta bien entrada la centuria decimonónica, incluyendo un sucinto recorrido por los catastros y censos de los siglos estudiados, de tal modo que se pueda tener una percepción demográfica global.

Para el cuarto capítulo se han reservado las páginas que se ocuparán de los aspectos sociales más singulares de la localidad. Durante décadas Almadén fue un verdadero crisol de culturas y espacio de encuentro, no siempre volun-tario, de las más diversas procedencias. Nos detendremos en examinar la pro-longada sombra e influencia que han ejercido los pozos sobre el municipio, no solo en referencia a la superintendencia o los cargos de mayor enjundia en los cercos y en el consistorio (cuyos apellidos se repetirán con insistencia en ambos casos), sino a los propios mineros del azogue. De igual modo, resal-taremos la peculiaridad almadenense en materia religiosa justificada tanto por la confesionalidad de los técnicos sajones y protestantes contratados para sistematizar la explotación subterránea de las vetas cinabrinas, como de la población carcelaria plagada de musulmanes, judíos y moriscos.

Precisamente, a tan singular recinto penitenciario y a quienes lo habita-ron le dedicaremos una especial atención. Por consiguiente, tendremos una descripción del espacio físico que ocuparon y de las personas que allí reca-laron, bien como alcaides o personal que desempeñaron una tarea laboral-asistencial, bien como esclavos y forzados de la Corona. Sin olvidarnos de la lucha cotidiana en la mina y contra la mina, en la que por las extremas condiciones de laboreo el hidrargirismo se apoderaba de aquellos infelices.

El quinto apartado versará sobre la complejidad económica que ha rodeado siempre a estas instalaciones y sus repercusiones en la localidad. De tal forma que nos acercaremos primero a la realidad de la economía local y a los vínculos entrelazados constantemente entre el establecimiento (del que aportamos un breve organigrama para ser más comprensible las explicacio-nes posteriores) y el propio municipio. Inmediatamente después atendere-mos la producción del azogue y los costes que la misma acarreó durante el periodo investigado, para pasar a detenernos en los contratos más relevantes referidos a los suministros y equipamientos de la mina, a sabiendas de que otros muchos pertrechos y enseres podrán en el futuro ser objeto de estudio. Finalmente, aportaremos algunas consideraciones económicas significati-vas relacionadas con las provisiones y gastos que se ocasionaron en el Real Hospital de Almadén y de su homónimo en Almadenejos.

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La metalurgia del «argento vivo» ocupará las páginas que configurarán el sexto bloque temático. En él se podrá tener una idea bastante certera de las diferentes tipologías de hornos, de los sistemas de cocción durante la etapa moderna (hornos de jabeca, reverbero, aludeles y los de Idria modifica-dos) o de los cotes que su puesta en funcionamiento conllevaba. Así mismo, recordemos lo que fue el punto de partida primigenio de esta investigación, la imprescindible labor de los hombres que trabajaban el barro, bien en las diversas formas de ladrillos con los que luego se edificaron dichos hornos y fortificaron las cañas mineras, bien labrando los caños ovados o aludeles con los que se destilaba el azogue en aquellas instalaciones «cuasi industriales».

Con el séptimo capítulo tendremos la ocasión de conocer lo que actual-mente entenderíamos como el sector terciario, esto es, el envasado, traslado y puesta a disposición del líquido metal. Desde luego que en el periodo que nos ocupa este concepto no se manejaba ni entendía de igual manera que hoy, pero ello no será óbice para que nosotros nos aproximemos a los prepa-rativos del viaje hasta tierras andaluzas, al vital papel desempeñado por los carreteros y arrieros de mil procedencias distintas, con los pormenores de las diferentes rutas que debían seguir; así como las penurias hasta alcanzar las atarazanas sevillanas y los nuevos gastos que había que afrontar antes de embarcarlo en su viaje transoceánico desde el puerto gaditano.

En los últimos apartados que cierran este libro trataremos de compendiar los siguientes epígrafes: a) unas conclusiones que resalten las aportaciones más relevantes de esta obra; b) un apéndice que contiene: por una parte, la relación de las tablas y gráficos que se han ido incorporando al recorrido explicativo de los textos (con el fin de hacerlos más visuales y compren-sibles); de otra, un apéndice estadístico con aquellos datos que no tenían cabida en el transcurso narrativo de cada uno de los apartados, pero que pueden ser esclarecedores y enriquecer los contenidos entonces enunciados; c) un glosario de términos mineros, que si bien no suponen una novedad extraordinaria (pues otros lo hicieron antes, como el doctor Parés Franqués, o los ingenieros Betancourt u Hoppensack), pretenden actualizar y hacer más entendibles aquellos vocablos que son más específicos de estas minas almadenenses; y, finalmente, d) la relación bibliográfica de los manuscritos y autores más significativos que hemos citado o consultado para elaborar esta investigación histórica.

En otro orden de cosas, deseo dejar constancia de una dificultad aña-dida: la gran distancia que separan las fuentes documentales primarias y el lugar donde desarrollo mi trabajo diario en la docencia. Pero, a su vez, no es un inconveniente para dejar una sucinta reseña de los archivos visitados o consultados en el largo periplo investigador, obviando los legajos o series

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que cada uno custodia para no ser excesivamente denso, entre otras razones porque ya se citan a pie de página, cuando sea menester.

Así, en cuanto a los archivos de ámbito local, el más reiteradamente visitado ha sido el de Almadén, que por desgracia se encuentra en unas con-diciones lamentables de conservación y visita. Los libros capitulares con-forman una serie prácticamente completa desde mediado el siglo xvii hasta la actualidad. De sus registros y anotaciones se puede tomar el pulso a los avatares que ha ido sufriendo la villa para el periodo estudiado. Sin salir de la localidad, citaremos el Archivo Histórico de Minas de Almadén, en realidad una refundación del anterior Archivo de Almadén y Arrayanes, del que ha heredado su patrimonio documental. Para constatar lo que iba apa-reciendo en la villa minera nos hemos aproximado al de la vecina Chillón, al que volveremos en breve. Igualmente visitamos el Archivo Municipal de Almagro, curiosamente ubicado en el antiguo pósito que los Fúcares tenían en la antigua capital manchega, con las actas de finales del siglo xviii dis-ponibles, pero muy mermado para etapas anteriores. De la misma forma nos acercamos a los archivos de: Almodóvar del Campo, muy completo, pero en unas espartanas condiciones de trabajo; Torralba de Calatrava (escueto en información concejil y muy generoso en lo concerniente al propio granero); Daimiel, Bolaños de Calatrava, Puertollano (de difícil acceso y paupérrimos resultados para el historiador) o el de la misma capital ciudadrealeña (este sí debidamente informatizado y de fácil consulta); incluso alguno más alejado para saber si las coincidencias halladas en Almadén eran significativas o no, como ha sido el de Socuéllamos.

De los archivos de ámbito provincial, algunos han sido visitados y/o consultados puntualmente, como los de: Jaén, por la posible vinculación con las minas de Linares; Huesca, para completar las averiguaciones sobre el médico Parés Franqués mientras estudió en aquellas tierras; Córdoba (en lo tocante a la vecina villa de Chillón) o el de la Región de Murcia, para ver si algunos de los alfareros o contadores tenían antecedentes dignos de resaltar. Pero, sin lugar a dudas, el que reiteradamente más hemos escudriñado ha sido el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, uno de los grandes olvidados por cuantos se han interesado en historiar estas Reales Minas. De la riqueza de sus protocolos notariales, que se nos antoja abundantísima y de imprescindible consulta, estos capítulos se han visto muy enriquecidos.

En cuanto a la archivística estatal queremos mencionar en lugar pree-minente, por la importante y copiosa documentación contenida, al Archivo Histórico Nacional. Allí han sido abundantes las consultas a su Fondo Contemporáneo, puesto que contiene un apartado específico de Minas de Almadén, además de los fondos que atesora en Consejos o en los Expedientes

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de Órdenes Militares, especialmente la de Calatrava. Igualmente meritorio es el Archivo de Indias, cuya infraestructura impropia de su valor se ha visto en parte suplida por la digitalización de documentos, planos y mapas, pero que no deja de requerir por ello una sala de investigadores acorde con los tiempos actuales.

Para completar los vacíos documentales nos dirigimos a la Real Academia de la Historia, donde en su Biblioteca y Archivo Cartográfico tuvimos acceso a manuscritos y documentos impresos, destacando los censos de Aranda y Floridablanca, así como el asiento entre la Corona y los condes Fúcares de 1583-1604. Aunque por encima de todo, mencionaremos la consulta de diferentes legajos del fondo personal que guardaba el entonces presidente, Gonzalo Anes; de su generosidad siempre estaremos agradecidos. Sin aban-donar la capital madrileña, otros organismos nos han servido de inestima-ble ayuda, como la Biblioteca Nacional de España (por las tres Memorias del ingeniero A. de Betancourt o los legajos de Juan López Ugarte) o la Biblioteca del Palacio Real, importante para conocer de primera mano la Memoria de los ingenieros Nangle y Escurrechea, el Padrón General del vecindario que se levantó en 1770 o la traducción que el ilustrado mexicano Alzate hizo de las Memorias de Antoine de Jussieu, entre otros.

En la ciudad de Toledo y en el incomparable recinto del antiguo Hospital Tavera acudimos a visitar el Archivo de la Nobleza. Allí se guardan los fon-dos de las familias que tuvieron relación con los arriendos de pastos en el cercano Valle de Alcudia y, particularmente, los relacionados con la extensa finca de Castilseras, inseparable de la villa minera (especialmente porque en sus tierras los mineros al labrar las parcelas que les asignaban sudaban y así eliminaban parte de su contaminación mercurial) desde que se anexionó en el último cuarto del siglo dieciochesco al establecimiento minero. También, entre los legajos de la casa Osuna, pudimos cotejar el asiento de 1625-1635 con los prestamistas Fúcares o, en el fondo Griegos, nos acercamos al estu-dio de algunos superintendentes del siglo xvii.

Sin querer menospreciar al resto de archivos, instituciones y bibliote-cas que hemos utilizado, de las cuales ofrecemos una breve indicación en las siglas que las relacionan, estamos igualmente agradecidos, aunque no hagamos una disquisición pormenorizada de sus recursos. No obstante, aun reconociendo que han sido menos significativas, sus puntuales contribucio-nes también han mejorado este largo trabajo de investigación.

Indudablemente que durante tantas visitas han sido muchas las personas que se han volcado en prestar sus conocimientos y su tiempo a este autor y a esta obra. No siendo idéntico el apoyo prestado en todos los lugares, la per-cepción final que nos queda es que en prácticamente todas las instituciones

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visitadas el apoyo y los consejos recibidos han sobrepasado las funciones que como archiveros y bibliotecarios tenían asignadas. Su generosidad y profesionalidad siempre serán de agradecer.

La mirada retrospectiva hacia lo que han significado estas Reales Minas de azogue, que a fin de cuentas es lo que hacemos los historiadores, no puede dejar de lado las grandes dudas y oscuros nubarrones que se ciernen sobre su futuro. Se ha pasado de las alabanzas más contundentes mientras estuvie-ron en funcionamiento (recordemos en este sentido que fueron loadas por su singularidad y riqueza como la joya más preciosa de la Corona, en palabras del monarca Carlos II o del ingeniero Rafael Cabanillas; como la más rica para el Estado, la más instructiva en su labor, la más curiosa para la historia natural y la más antigua que se conoce en el mundo, según el testimonio del naturalista irlandés Bowles, o de la mejor alhaja que tiene la nación española para el cronista decimonónico José de Hosta) al cierre total de su actividad minera y metalúrgica en los primeros años del siglo xxi. Ni qué decir tiene que si siempre hemos explicado la vinculación y subordinación entre la mina y el municipio, ese cierre empresarial supone un serio varapalo a la localidad, cuyo rico patrimonio industrial puede y debe ser la apuesta más certera para el futuro inmediato de Almadén y toda la comarca donde se halla enclavada.

Si durante largos siglos fue el azogue el motor que sustentó e impulsó la economía local y comarcal, generando un amplio tejido laboral en las poblaciones cercanas, a los almadenenses les cuesta entender cómo lo que hasta hace solo unos años era un metal estratégico y venero incuestionable para la Hacienda estatal se vaya a convertir en un verdadero drama social. No llegan a explicarse el abandono y la desidia de las distintas administra-ciones hacia este pueblo, su pueblo, que siempre estuvo dispuesto (aunque fuese por pura necesidad) a entregar su sudor y su salud para ganarse el jornal y que el mercurio llegase a todas partes del mundo. En este sentido, es responsabilidad de todos cuantos intervienen en la toma de decisiones que afectan a este municipio no darle la espalda. No se puede, ni se debe, olvidar lo que ha representado Almadén para el sostenimiento del Estado con el distintivo, siempre agradecido y muy honroso, de ser Patrimonio de la Humanidad, mientras el pueblo pierde población y no llegan inversiones que puedan garantizar la conservación de su rico patrimonio industrial y minero. La memoria y el esfuerzo de tanto azogado no se lo merecerían.

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En las transcripciones de textos antiguos, para facilitar su lectura, se ha optado por normalizar la lengua utilizada. Además, se han actualizado térmi-nos en desuso o incorrectos en los usos actuales.