Las Llagas de Cristo Padre Enrique Cases

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Las llagas de Cristo Dr. Enrique Cases Sacerdote www.teologiaparavivir.net Este documento se publica con licencia “Creative Commons” del tipo “Reconocimiento-No Comercial- Sin obras derivadas 2.5 España” por la que se autoriza a su copia y distribución, siempre que se mantengan explícitos sus autores, no se modifique el contenido y no se haga un uso comercial.

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Sacerdote

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Índ i ce 1 Introducción............................................................................................ 3

2 Las llagas de Cristo. ................................................................................. 5

3 PASION Y RESURRECCION. ....................................................................... 7

4 Sentido espiritual..................................................................................... 8

5 Mano derecha.........................................................................................10

5.1 Adoración de la llaga de la mano derecha de Jesús...............................12

6 Mano izquierda .......................................................................................13

6.1 Adoración de la Llaga de la mano izquierda .........................................15

7 Pie derecho. ...........................................................................................17

7.1 Adoración de la llaga del pie derecho ..................................................19

8 Llaga del pie izquierdo. ............................................................................20

8.1 Adoración de la Llaga del pie izquierdo................................................22

9 Llaga del costado abierto. ........................................................................23

9.1 Adoración de la llaga del costado abierto.............................................29

10 Oraciones ...........................................................................................30

10.1 Letanías al Sagrado Corazón de Jesús.................................................30

10.2 Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús..............32

10.3 Letanía de San Juan Eudes. ...............................................................32

10.4 Letanía de la preciosísima sangre de Cristo..........................................33

10.5 Oración a Jesús crucificado................................................................34

10.6 El silencio de Cristo muerto. ..............................................................35

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1 Introducción El silencio de Cristo en la Cruz llama fuertemente la atención. Siete fueron las frases -palabras- de Jesús durante las largas horas de su Sacrificio en al Calvario. Pero ese silencio alcanza un máximo en el sepulcro el que el sello a los labios del Señor alcanzan a cerrar las mismas puertas del sepulcro. Pero esos silencios -los hechos- hablan con fuerza. Conviene aprender a escuchar la voz silenciada de Cristo.

El propósito de estas páginas es descubrir un camino para mejorar el trato con Dios. Un camino que sana las heridas del alma, aquieta las tempestades interiores, fortalece y enciende el amor a Dios, enamora. Este camino es la consideración de las llagas de Cristo. Intentaremos considerar cada una de las cinco Heridas abiertas en el Cuerpo de Jesús, y así ir descubriendo más el Amor de Dios expresado corporalmente en Jesús Crucificado.

Así lo expresa Camino: ¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! -Te "metiste" en la Llaga santísima de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: "Si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¿qué no harán las cinco, abiertas en el madero?1

Quizá a alguno le suceda lo que a Santa Teresa de Jesús cuando tuvo la gran conversión después de muchos años de entrega tibia -según ella- a Dios a una vida de entrega fervorosa y santa sin paliativos. Veamos como lo cuenta la Santa: Pues andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había guardado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado, y tan devota que, mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fué tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole que me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.2

Pero no es sólo algo reciente en la espiritualidad cristiana la meditación de las llagas de Cristo. San Agustín, en el siglo V, reza ante ellas de este modo: Cuando algún feo pensamiento me fatiga, vuestras llagas Señor, me son escudo; cuando el mundo me acosa, me son refugio; cuando el demonio se embravece y como león da bramidos para tragarme, en poniéndome debajo de vuestras alas, en entrando en vuestras llagas, pierde su fuerza y huye de mí. Las llamas de mi concupiscencia que arden en mí, con la sangre que corre de vuestro amoroso pecho se apagan y la vanidad del mundo se conoce y se vence, y la rabia de Satanás se debilitan y enfrenan. En todas la adversidades, en todas las congojas y quebrantos de mi corazón, no hallo otro remedio más eficaz que vuestra cruz y vuestras llagas. Vuestra llagas sacratísimas son el báculo de mi peregrinación, el gobernalle de mi navío, el puerto de mi navegación, el apoyo de mi alma desmayada y descaecida, el maná de este desierto, el descanso de mis trabajos, la salud

1 Camino n. 555

2 Vida. 10,1

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de mis enfermedades, la vida de mi continua muerte, mi gloria, mi esperanza y todo mi bien. En estas llagas duermo seguro y sin sobresalto. Cristo murió por mí, qué cosa puede haber tan amarga que con esta palabra no se haga dulce?3

Muchos son los cristianos que han experimentado conversiones en sus vidas al contemplar las Heridas y la Pasión de Cristo. Esto es lo que vamos a intentar ahora.

3 San Agustín. Sermones

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2 Las llagas de Cristo. Jesús, al resucitar, quiso conservar en su Cuerpo glorioso las cinco Heridas que le causaron al crucificarle. ¿Por qué lo hizo así? No lo sabemos con certeza, pero podemos intuir diversos significados a esta conservación de las Llagas en el Cuerpo glorioso de Jesús.

1. La primera explicación es la indicada por el mismo Cristo, al aparecerse a los Apóstoles: Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne y huesos, como véis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies4. Ante las dudas de Tomás es aún más explícito, ya que éste no estaba presente en la primera aparición y pidió una prueba: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré5. Cuando Jesús se les apareció el domingo siguiente le dijo al incrédulo Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel. Jesucristo, quiere certificar por el tacto, y no sólo por la vista, que su Cuerpo resucitado es el mismo que vieron colgado del madero.

Para ser testigos de la Resurrección es muy importante este ver, oir y tocar el cuerpo de Jesús. Por eso Pedro y Juan, ante la prohibición de dar testimonio de Jesús resucitado, dirán a sus jueces: No podemos no hablar de lo que hemos visto y oído6.

Aquí tenemos un primer motivo de la conservación de las Llagas en el Cuerpo del Señor: certificar que el Cuerpo resucitado es el mismo que el Cuerpo crucificado y muerto, aunque tenga unas características nuevas, propias de la Resurrección y que podemos resumir en cuatro: claridad, agilidad, sutileza, impasibilidad. Estas características se estudian en los muchos tratados de teología y no son ahora punto de atención para nosotros.

2. Santo Tomás atiende a otro significado . Se trata de la condición de Sacerdote eterno de Jesucristo. El Sacerdocio de Cristo se consuma en el Sacrificio de la Cruz. En esa acción cruenta y dolorosa, Jesús carga con los pecados de toda la Humanidad y cumple toda Justicia. Es posible decir que el Padre al mirar el amor con que el Hijo se entrega, mira con misericordia a todos los hombres y los perdona. La conservación de las Llagas por parte de Jesucristo en su condición gloriosa, sentado a la derecha del Padre, es como un recuerdo constante de lo que Le hemos costado. Jesús muestra eternamente al Padre el precio que ha pagado por nosotros. Y el Padre, mirándole a El, mira con misericordia a los que son miembros del Cuerpo místico de su Hijo.

3. Cabe una tercera apreciación de las Llagas, y es en la que nos vamos a centrar: el sentido espiritual. Las Llagas nos recuerdan tanto la Muerte como la Resurrección de Jesucristo. El proceso interior de la vida del cristiano se puede resumir en el siguiente: Morir con Cristo para vivir con Cristo.

-Morir con Cristo significa morir al pecado. Hacer -con la gracia de Dios- que desaparezca el pecado en la vida del hombre. Es un proceso cuyos escalones son:

4 Jn 21,25

5 Mt 24,39

6 Act 4,19-20

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primero conseguir que desaparezca el pecado mortal; después el pecado venial y, por último, lo más posible, las imperfecciones. Sin quitar el mal es imposible que florezca el bien. Este proceso de purificación tiene muchas variantes en cada persona, pero es necesario. Por una parte, será necesaria la lucha en la cual se intenta quitar lo malo que se advierte en la propia vida. Por otra, está la acción divina que va purificando el alma con la gracia y, también, con las contradicciones o purificaciones pasivas que son como fuego con el que Dios limpia el alma de todo lo que ella es incapaz de arrancar.

Aquí cabe recordar lo que predicaba el Beato José María: Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que al decir de la Escritura (cfr. Cant II,14), se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro es hermoso (cfr, Cant II,14)" 7.

7 Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios n. 302

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3 Pasión y resurrección Son muy distintas las Llagas de Cristo en su Pasión y en su Resurrección. En la Pasión nos muestran la maldad de los hombres y el misterio de iniquidad: el pecado. En ellas vemos la crueldad y el dolor en sus formas más duras. Los ojos de María se detendrían en cada una de ellas, bañados en lágrimas, pero entendiendo lo que estaba sucediendo allí: un auténtico sacrificio de valor infinito.

Todos los dolores de la Humanidad se pueden mirar en el espejo de las Llagas de Cristo. ¿Quién puede decir que haya padecido más que el Redentor? Todo sufrimiento adquiere así un sentido nuevo: unido al de Cristo sirve para corredimir con Él. Ya no hay sufrimientos inútiles o absurdos. Los dolores que los hombres experimentan en esta vida, a veces son la pena por sus pecados o por el pecado original. Ahora se convierten en sacrificio que unido al de Cristo salva y redime.

Es lógico que las llagas se puedan considerar como refugio: No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con El, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo... >Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón8.

Las Llagas de Cristo resucitado son diferentes. No son heridas de dolor y de injusticia, sino que son como las condecoraciones de un vencedor. Son Heridas luminosas, como se las ha llamado en ocasiones. No sangran, pero Jesús las conserva. A los hombres les muestran la esperanza de la victoria. No hay dolor que no pueda ser vencido. Cristo ha vencido a la muerte y al dolor. ¿Quién puede decir que ha vencido a la muerte? Sólo Cristo. Y con ella vence al pecado, que es la causa de la muerte y del dolor . Uniéndose a Cristo, las heridas que produce el pecado en el hombre también se transforman en las condecoraciones del luchador y -con la gracia de Dios- vencedor.

8 Camino n. 58

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4 Sentido espiritual La oración es hablar con Dios. Una parte importante, es elevar la mente a Dios para conocer lo que nos dice, pero el Camino privilegiado con el que Dios nos habla es la Humanidad de Cristo, ya que en ella se expresa la plenitud de la divinidad corporalmente.

Hemos visto algo del sentido teológico de las Llagas de Cristo. Pero también son ocasión de oración y meditación. Silenciosamente nos hablan para que comprendamos mejor como es Dios, y, también, para que aprendamos a amar.

La búsqueda de la santa Humanidad de Jesús, no debe dejarse para cuando ya se tenga un nivel alto de trato con Dios. Más bien debe darse desde el comienzo y debe ir creciendo con el tiempo. La sencillez de corazón ayuda a que se acorten los tiempos y no se haga demasiado largo el subir las cumbres de la santidad. Rezar sencillamente y contemplar pertenecen a la existencia normal cristiana.

José María Escrivá de Balaguer en una homilía que titula "Hacia la santidad" narra así los comienzos de la vida interior: Habíamos empezado con plegarias vocales, sencillas, encantadoras, que aprendimos en nuestra niñez y que no nos gustaría abandonar nunca. La oración, que comenzó con esa ingenuidad pueril, se desarrolla ahora en cauce ancho, manso y seguro, porque sigue el paso de la amistad con Aquel que afirmó: Yo soy el camino (Jn, 14,6). Si amamos a Cristo así, si con divino atrevimiento nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó en su Costado, se cumplirá la promesa del Maestro: cualquiera que me ama, observará mi doctrina; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él9.

Aquí podemos ver como un atrevimiento en la oración. No se trata sólo de repetir fórmulas más o menos acertadas, sino de llegar a una amistad con Dios, que permita meterse en el Corazón abierto de Nuestro Señor. Ese es el divino atrevimiento a que impulsa en la homilía. Vale la pena recordar que los discípulos de Jesús, en poquísimo tiempo, llegaron a una gran intimidad con Él. ¿Acaso después de veinte siglos es más difícil? No tiene porque serlo.

Junto a la oración, conviene tener en cuenta que se dan tentaciones en la vida de todos los hombres. Las tentaciones son peligrosas porque pueden hacer caer; pero también son muy útiles porque muestran la calidad del propio amor, e, incluso, lo fortalecen al ser probado. También aquí es útil considerar las Llagas de Cristo. Si queréis la experiencia de un pobre sacerdote que no pretende hablar más que de Dios, os aconsejaré que cuando la carne intente recobrar sus fueros perdidos o la soberbia -que es peor- se rebele y se encabrite, os precipitéis a cobijaros en esas divinas hendiduras que, en el Cuerpo de Cristo, abrieron los clavos que le sujetaron a la Cruz, y la lanza que atravesó su pecho. Id como más os conmueva: descargad en las Llagas del Señor todo ese amor humano... y ese amor divino. Que esto es apetecer la unión, sentirse hermano de Cristo, consanguíneo suyo, hijo de la misma Madre, porque es Ella la que nos ha llevado hasta Jesús10.

Las llagas de Cristo son aquí la fortaleza que necesita todo hombre cuando se hace patente su debilidad y su flaqueza. Jesús, mostrándonos sus

9 Beato Josemaría Escrivá. amigos de Dios. n. 302

10 Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios n. 303

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Llagas, nos dice que nos comprende, y que no nos dejará de ayudar por grande que sea la tempestad que atraviese el alma. Esas Llagas son un auténtico refugio en el que se da un seguro cobijo.

La llamada a tratar a la Humanidad de Jesús se hace acuciante: Métete en la llagas de Cristo Crucificado. Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres11. El consejo de descubrir las llagas es valioso. Vamos a hacer un pequeño esfuerzo para descubrir cada una de ellas, extrayendo de cada una una virtud especial; aunque todas expresan el mismo Amor infinito.

Una posible aproximación sería ver las siguientes virtudes en cada una de las heridas del Señor. La mano derecha podría significar la generosidad, ya que es la mano diestra la que da. La mano izquierda sería la humildad ya que es la mano que ignora lo que da la derecha y le sigue y ayuda en sus cometidos. Los pies indican el avance y el caminar -los pies de los evangelizadores son alabados en la Escritura- con lo que el pie derecho puede indicar más directamente el apostolado; y el izquierdo, que sigue al anterior, reflejaría la obediencia, sin la cual es imposible el amor y el apostolado. El costado abierto muestra la entrega de Cristo que llega hasta la última gota de su sangre, es símbolo de la caridad o entrega plena.

11 Camino n. 288

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5 Mano derecha Cuando Jesús es prendido en el huerto de los Olivos comienza una tortura continua: golpes, puñetazos, bofetadas, empujones, salivazos, la flagelación, la coronación de espinas. Todos estos sufrimientos se difuminan ante la consideración del primer clavo que atraviesa la mano derecha de Jesús.

El hierro del clavo se apoya sobre su muñeca, justo debajo del nervio mediano que puede aguantar el peso del cuerpo del crucificado. El martillo golpea el clavo y la punta de éste atraviesa la piel, rompe la carne y las venas y pasa entre los pequeños huesecillos que forman la muñeca. El cuerpo se contrae, salen las costillas, los ojos se abren con lágrimas imposibles de detener. Posiblemente un grito de dolor se escapa de su boca. Los dedos se estiran. El contraste es mayor, porque en los labios de Jesús brotarían palabras de perdón entrecortadamente.

Ya está fija la humanidad de Cristo al madero. Ya está en el peor de los suplicios, que durará aún varias horas. El dolor es más fuerte si se tiene en cuenta lo fácilmente que podía haberse evitado. Pero quiere Dios un amor más fuerte que la muerte. Quiere mostrar a todo el sufriente que puede sentirse comprendido porque Jesús -Dios y Hombre verdadero- también lo sufrió, y de la manera más cruenta.

Toda la Humanidad esta clavada por el dolor. Cuando los hombres consiguen superar una forma de dolor, aparecen otras que pueden llegar a ser peores. Y, además, no puede ser superado el sufrimiento de la muerte. En el mundo se dan hambres, guerras innumerables, sed, enfermedades. Es cierto que en el dolor, muchos hombres han alcanzado cumbres sublimes de heroicidad -mártires y hombres con un sentido de la dignidad humana extraordinaria-. Pero también es cierto que otros han sido aplastados por él. Nadie puede decir cuánta tortura es capaz de soportar. Sólo Dios juzga la resistencia humana y su heroicidad, o las claudicaciones. El dolor puede anular psíquicamente a una persona -volverla loca- y prueba de ello son los lavados de cerebro que se han hecho masivamente en el ilustrado siglo XX. El dolor puede matar.

Cristo asume todos esos dolores sin excluir ninguno. Y no sólo comprendiéndolos, sino padeciéndolos. Cristo sabe bien cuál es la causa de la aparición del dolor y de la muerte en el mundo, sabe mejor que nadie que entraron en el mundo, por el pecado de nuestros primeros padres y que se acentúa con los pecados de los hombres. Todo hombre puede sentirse comprendido en profundidad. El mismo Dios ha tomado la naturaleza humana y ha experimentado el dolor hasta el límite.

En la Llaga de la mano derecha vemos esa mano abierta de Cristo, que ha dado tanto a los hombres, y que ahora en un derroche de amor se da a sí mismo con padecimiento. No en vano Jesús había dicho: Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos12. No sólo enseña, lo vive. No sólo predica el amor, sino que lo practica del modo más heroico.

Ante esa entrega generosa de Cristo en la cruz, viene espontánea la reacción del cristiano ¿qué tengo que hacer yo? La respuesta también es clara: ser generoso. Pero, ¿cómo?: amando con todas las consecuencias. Dios ama al que da con alegría. No cabe amor sin generosidad, ni generosidad sin amor. Uno lleva al otro, porque amar es darse. No se trata de dar lo que sobra, ni de dar cosas, sino darse a sí mismo.

12 Jn 15,13

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Cristo en la cruz tiene las manos abiertas con gesto de Sacerdote eterno. Pero toda su vida fue como una mano abierta que da sin reservarse nada. Dad y se os dará. Enseña, y pide que demos no para empobrecernos, sino porque sabe que sólo es posible ser feliz cuando se vive con amor, y con su fruto espontáneo, que es la generosidad. No es compatible ante la mano abierta de Jesús que pide, responder con el puño -que así se llama a la mano cerrada-. De hecho es fácil ver a aquellos que le insultaban con los puños cerrados. Si dolorosa es ver esa actitud en los que le odian; también es penosa la actitud poco generosa, calculadora y cicatera de los que le dicen que le quieren y que pretenden ser sus discípulos. No han aprendido que amor es darse, y que amor, con amor se paga; ¿Siguen a Cristo porque les promete la felicidad eterna y así se aseguran el pasarlo bien antes y después? ¡Qué ignorancia de Dios y del hombre, esconde esta actitud tan pequeña!

En la práctica, es aplicable a muchos lo que se dice en Surco: Hay que pedirte más: porque puedes dar más, y debes dar más. Piénsalo13. Es frecuente oír a muchas personas decir que han hecho todo lo que han podido, cuando eso equivaldría a decir que ya son "santos canonizables". La realidad es que muy pocos son, los que hacen todo lo que pueden. Si alguna vez se hace costoso el darse con generosidad, es el momento de pensar que es muy poco lo que se me pide, para lo mucho que se me da14.

El recurso a la Llaga de la mano de Cristo ayuda a no ser cobarde, ya que arranca los restos de egoísmo que son la verdadera causa de las faltas de generosidad. Así lo expresa el Fundador del Opus Dei: Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre!15 La generosidad llegará, siguiendo a Cristo, hasta superar el obstáculo del dolor que asusta, y ante el cual el ser humano se retira acobardado. En la mano atravesada por el clavo, ¡la misma mano que distribuyó tantos dones con generosidad!, descubrimos un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que el pecado y que todos los dolores. A ese amor puro debemos imitar.

Cuando se vive así, se descubre que Dios no se deja ganar en generosidad16. Y el alma se dilata, porque recibe, la alegría humana de haber sabido amar, experimenta que es querida por Dios mismo -que es Amor- y que promete el ciento por uno y la vida eterna.

Quizás, el propósito que puede surgir de la lectura de estas líneas, sea situarse ante la figura de Jesús crucificado, mirarlo, y después, besar su mano herida diciendo en la sinceridad del corazón: ¡gracias, Señor, por tu amor, enséñame a amar!. Si eres capaz de decirle estas palabras con sinceridad a Jesús, sentirás, con paz y sin miedo, como el Señor te pide más, y al mismo tiempo te da las fuerzas para que des aquello que antes, sin su ayuda, no podías, ni te atrevías, a hacer: darte del todo. ¡Dios mío! que odie el pecado, y me una a Tí, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto holocausto17.

13 Surco n. 13

14Surco n. 5

15 Forja n. 5

16 cfr Forja n. 623

17 Vía Crucis, estación IX

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5.1 Adoración de la llaga de la mano derecha de Jesús Adoramos, Señor, la llaga de tu mano derecha, y por ella te pedimos nos concedas la gracia de hacer buenas obras, y decir siempre que sí a los deseos de tu Santísima Voluntad. Amén.

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6 Mano izquierda Después de clavar la mano derecha del Señor, estiran el cuerpo, para que la mano izquierda, se coloque sobre el agujero preparado en la madera de la cruz, para ser enclavado con mayor facilidad. Quizá no coincidió el agujero de la madera. Y los dolores del primer clavo, se renuevan, al volver a golpear los martillos el hierro que atraviesa la segunda mano de Jesús.

Ahora ya queda fijo al madero transportado por Él hasta el Calvario. Ya no cabe ninguna defensa humana, está inerme -sin armas-, indefenso. Nadie le defiende tampoco. A los ojos humanos parece definitivamente derrotado. Al dolor de la crucifixión, se añade la humillación.

Cristo había dicho aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón ; pero ahora es mayor la humildad, porque no sólo se humilla Él, sino que le humillan. Es "la humildad humillada". No en vano dirá San Pablo que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y así, por el aspecto de hombre, se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz18.

La palabra anonadamiento indica de un modo más expresivo, la humillación a que Dios se somete. No en vano, nos quiere salvar con las armas opuestas al pecado. Frente al orgullo y la soberbia, unidos a la sensualidad en los hombres, pone la humildad. Dios se hace hombre. El salto es tan grande, que no es posible que lo alcance la imaginación y sólo el pensamiento lo acepta, al descubrir, que ese salto ha sido dado porque Dios es Amor. Es decir, ama de tal manera a los hombres que quiere salvarlos del modo más amoroso posible. Y el modo más sabio es el de la humildad, o ¿es que puede haber un amor orgulloso y egoísta? La distancia entre Dios y el hombre no puede ser superada por el esfuerzo humano,sino sólo por el Amor divino. Y éste el modo en que Dios nos muestra quién es y como nos ama.

Pero además El viene al mundo pobre, inerme, quiere nacer en un establo -podía hacerlo de otro modo-, y ser recostado en un pesebre. Quiere vivir durante muchos años en un pequeño pueblo, con el trabajo de sus manos. Cuando las multitudes le aclaman al ver sus milagros y escucharle, continuamente les enseña con obras y con palabras que no olviden que la humildad es el camino de la salvación.

La humildad no es fácil, pero menos aún, ser humillado. Al ser clavado con las dos manos en la cruz, Jesús es humillado, despreciado. Muchos hombres viven humillaciones, pero no todos saben extraer de ella una auténtica humildad. Unos se rebelan, otros se llenan de odio y de rencor, los más, reaccionan con violencia. Algunos llegan a resignarse al no poder hacer otra cosa. Pero perdonar al que está humillando, sólo lo vemos en Jesús y en los que, después, aprendieron de Él.

En la Resurrección vemos el triunfo de Jesús con un matiz muy importante. Vence a los enemigos: al Diablo,a la muerte y al pecado. Pero a los hombres les perdona. No es una victoria rencorosa o simplemente justiciera. En la cruz vemos que Cristo quiere pagar por los pecados de todos los hombres; también por los que con crueldad le están humillando y matando. En realidad, les deja hacer. Son verdugos pero en los planes de Dios está que el cruel asesinato con apariencias de juicio, sea una auténtico sacrificio, en el que Cristo es Sacerdote y Víctima.

18 Flp 2,7-8

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Es importante personalizar, al contemplar a Jesús clavado a la cruz. No basta con pensar en los pecados de la Humanidad en general, ni en los pecados evidentes de los que le condenaron, tanto en el juicio religioso -que refleja la resistencia a creer- como en el juicio civil -que refleja la debilidad para liberar al inocente entregado por envidia y odio-. Conviene pensar en los propios pecados, tanto cuando son pequeños como cuando son grandes, porque siempre son falta de amor. Así se comprende esta expresión que surge de un corazón enamorado: Jesús, si en mí hay algo que te desagrade, dímelo, para que lo arranquemos19, o cuando dice: Humildad de Jesús: ¡qué vergüenza, por contraste, para mí -polvo de estiércol-, que tantas veces he disfrazado mi soberbia so capa de dignidad, de justicia!...-Y así, ¡cuántas ocasiones de seguir al Maestro he perdido, o no he aprovechado, por no sobrenaturalizarlas20!

Hay una humildad falsa, el apocamiento, cuando no se reconocen las cosas buenas que se tienen, ni siquiera las cosas buenas que Dios ha puesto en el alma y en el cuerpo. El que es verdaderamente humilde, no dirá nunca que lo bueno es malo, ni que lo malo es bueno; sino que llamará a las cosas por su nombre, y atribuirá los méritos al que los tiene y no a otro. La humildad adquiere este nombre de la condición humana. La misma palabra hombre, en latín "homo", viene de "humus", que significa polvo o tierra, que es la procedencia material del hombre. Pero Jesús nos revela un aspecto más importante y más luminoso de la humildad. La humildad es la manifestación del amor. La humildad es la manifestación de la verdad.

Dios ama tanto al hombre, que se abaja a su nivel -se humilla- para elevarle. Eso es lo propio del amor, y más aún, del Amor divino. Por eso se hace hombre. Por eso se humilla para rebajarse hasta el nivel donde se encuentre el más despreciado de los hombres y -si quiere- elevarlo a un nivel divino, es decir, endiosarlo.

La Verdad de Dios se manifiesta de tal manera en Jesús, que ilumina lo que el hombre es. Cuando le vemos destrozado y crucificado, vemos la condición pecadora del hombre, que puede usar mal del gran don de la libertad. Cuando le vemos resucitado y glorioso vemos a que nivel quiere elevar a todo hombre que libremente quiera unirse a Él. La Humildad de Jesús es luz que ayuda a iluminar la existencia humana, evitando que el conocimiento de las propias miserias degenere en desaliento o pesimismo sobre la condición humana.

Así se entiende una expresión del bienaventurado Escrivá de Balaguer, quizá nueva en la literatura espiritual: vibración de humildad. Si el Amor y la Verdad divina se manifiestan en Jesús a través de la humildad, eso quiere decir que no son apocamiento, sino que la humildad es manifestación de amor y de verdad. Así se entiende una auténtica vibración de humildad, porque es vibración de amor, porque es alegría de reconocer el gran don de ser hijo de Dios: endiosado.

A los ojos humanos, desprovistos de fe, Jesús es un fracasado cuando le clavan al madero. Pero desde la mirada de Dios es un acto de vibración de humildad, un acto de amor, un dirigirnos hacia la verdad del hombre. El que entiende la lógica nueva, que Cristo instaura en el mundo con su humillación, nunca perderá la paz ni la alegría. Los mundanos necesitan éxitos y compensaciones en su vanidad o en su sensibilidad, pero todas esas cosas "les serán quitadas". En cambio el amor de Dios y la verdad en el alma nunca pasan, aunque las apariencias parezcan decir lo contrario, en algunas ocasiones.

19 Forja n.108

20 Forja n. 56

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Dios pide al hombre que sea humilde para vaciarlo de sus egoísmos, y así poder llenar de su gracia. Porque el Dios que nos inspira ser humildes es el mismo que transformará el cuerpo de nuestra humildad y le hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas(Fil,3,21) Nuestro Señor nos hace suyos, nos endiosa con un endiosamiento bueno21.

Cuando el hombre va consiguiendo más humildad, su oído se afina, oye mejor las palabras de Dios: Si acudimos a la Sagrada Escritura, veremos como la humildad es requisito indispensable para disponerse a oir a Dios. Donde hay humildad hay sabiduría (Prv 11,2), explica el libro de los Proverbios. Humildad es mirarnos como somos, sin paliativos, con la verdad. Y al comprender que apenas valemos algo, nos abrimos a la grandeza de Dios: ésta es nuestra grandeza22.

Y esto es lo que vemos en las Llagas abiertas de Cristo glorioso. Fueron abiertas humillándole, pero permanecen abiertas por el amor que nos dice: ¡Entra en esta vida nueva, alejada del orgullo y del egoísmo!, ¡Entra en la vida, que es amor purificado, humilde y grande, porque es divino! ¡Endiósate, de una manera imposible para el hombre, pero posible para Dios, que quiere elevar a las alturas de su grandeza a las almas que han sabido humillarse!

Leamos una síntesis admirable que hace de las diversas realidades espirituales Surco.

"la oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

"la fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.

"la obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

"la castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

"La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos.

"La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

-La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética23.

Situémonos ante la llaga de la mano izquierda del Señor. Ante ella preguntémonos: ¿por qué tengo aún tanta soberbia? ¿por qué hasta mis buenas acciones se tiñen tanto de mí mismo? ¿Cuando aprenderé, de verdad, a ser humilde, a olvidarme de mí mismo y a darme generosamente como Cristo se entregó por mí?

6.1 Adoración de la Llaga de la mano izquierda Adoramos, Señor, la Llaga de tu mano izquierda, y por ella te pedimos la gracia de que nunca te ofendamos con nuestras manos. Te pedimos también la gracia de la humildad verdadera, que nos lleve a aceptar con

21 Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios n. 98

22 ibid. n. 99

23 Surco n. 259

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alegría siempre y en todo lo que tu divina Sabiduría ha establecido para salvarmos. Amén.

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7 Pie derecho Después de clavar las manos de Jesús al madero, unen sus pies. Colocan uno sobre otro, inseparables ya, pues un clavo los atravesará, fijándolos a la cruz. El cuerpo estaba colocado sobre el suelo encima de la cruz. Ahora ya pueden levantarlo. Al hacerlo, queda colgado todo el cuerpo sobre tres clavos que hieren más, aquellas carnes inocentes.

La respiración se hace difícil. La muerte irá viniendo poco a poco por la asfixia unida a la pérdida de sangre y a los dolores. Cada respiración, representa un nuevo acto de voluntad para apoyarse en los tres clavos, levantando el cuerpo para respirar, pues los pulmones quedan contraídos sin poder expulsar el aire viciado ni absorber aire nuevo. Morir se hace así algo lento e inexorable.

Miremos los pies juntos. ¡Cuántos caminos han recorrido! Había dicho a los discípulos que le siguiesen; pero no se reduce esta invitación a acompañarle simplemente para aprender la nueva doctrina, le deben acompañar en lo que Él hace. ¿Y qué hace? Recorrer, una a una, las aldeas y ciudades de todo Israel y muchos territorios de sus alrededores. ¿Cuántos kilómetros anduvo? Ciertamente muchos, centenares, en aquellos tres años de vida pública, paso a paso. Y ¿por qué? Para anunciar la buena nueva de la llegada del Reino de los cielos, tan anunciado por los profetas y tan deseado por los hombres de buena voluntad.

Jesús va de un sitio a otro, habla, escucha, predica, cura, sana, corrige, enciende los corazones. Su caminar, es un llevar la luz de la palabra a todos los hombres donde están.

No hay nadie, ante quien Jesús pase indiferente. Escucha la súplica de el ciego Bartimeo y le da la vista, y con ella la fe. Se detiene en Naim y resucita a un joven que llevan a enterrar, devolviéndoselo a su madre viuda. Escucha la pregunta llena de buena ambición del joven rico que quiere ser perfecto, le responde y ve con pena como se marcha triste porque era muy rico. Jesús pasa por las vidas de muchos, fatigándose en su caminar, pero no puede llegar físicamente a todos. Llegará con el espíritu y con la acción de sus discípulos.

Cristo, en sus largas caminatas pasa por muchas vidas. Aunque muchos lo hacen, no espera que vengan a buscarle, va Él en su busca como Buen Pastor. Pasa por ciudades y habla al que quiera escuchar, pasa por sus corazones y llama. Jesús camina buscando a la oveja perdida ¿Cuántos pecadores se convirtieron por su presencia? Jesús se presenta ante los que esperan al Salvador y les dice: Soy yo. Jesús acude a los perplejos -gentes de buena voluntad, pero guiados por guías ciegos- y les dice: Yo soy la luz, el que me sigue no camina en tinieblas.

Su amor y su querer son los que Le llevan de un lado a otro sin descanso. Pero son sus pies los que caminan. Ya dijo el profeta Isaías: ¡Qué hermosos son los pies de aquel que anuncia la buena nueva; de que aquel que pregona la salvación, y dice ya a Sión: Reinará el Dios tuyo24; y corrobora la misma alabanza el profeta Nahum: Mira ya sobre los montes los pies del que viene a anunciar la buena nueva del que anuncia la paz25. Así anunciaban los profetas, la esperanza de los pasos de Nuestro Señor.

24 Isaías 52,7

25 Nah 1,15

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¿Cuántos pasos costó cada alma? Ahora los pies están quietos, fijos al madero, clavados. El odio los ha detenido para que no lleven más luz directamente. Otros serán los que hagan el camino de anunciar que aquellos pies destrozados se han convertidos en pies gloriosos y resucitados. Los cristianos son la voz de Cristo y la anuncian llevados por la fuerza del Espíritu Santo, a todos los caminos de la tierra.

Sentirse cristiano lleva a expresiones de fidelidad como la del bienaventurado José María: Para ti, que te queja de estar sólo, de que el ambiente es agresivo, piensa que Cristo Jesús, Buen Sembrador a cada uno nos aprieta en su mano llagada -como al trigo-; nos inunda en su Sangre, nos purifica, nos limpia, ¡nos emborracha!... y luego, generosamente, nos hecha por el mundo uno a uno: que el trigo no se siembra a sacos, sino grano a grano26. La pregunta, surge incisiva en la conciencia: ¿a cuántos he movido yo?

Mirando los pies del Señor, clavados al madero, es natural que surja en el cristiano el deseo ardiente de caminar por los senderos del mundo para anunciar la buena nueva de Cristo. El modo es seguir las huellas de Cristo. Ser apóstoles por todos los caminos de la tierra. En Pentecostés al comunicarles el Espíritu Santo, su Fuerza, adquiriremos la valentía de los Apóstoles. ¡En un solo día se bautizaron más de tres mil!. Teniendo en cuenta como flotaba en el ambiente la persecución que poco después llevaría a la cárcel a Pedro, a la muerte a Esteban y Santiago. Pero ¿qué importa?, Jesús ha resucitado. Jesús fue crucificado para que yo mate mis miedos con la ayuda de Dios. San Pablo muestra esta actitud valiente cuando dice: si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?27

Curados por la sangre de Cristo y esperanzados por su Resurrección, Jesús concretará ese mandato de llevar la Buena nueva a todos los caminos diciendo a los primeros cristianos: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Quien crea y sea bautizado, se salvará, pero quien no crea, se condenará. A los que crean les acompañarán estas señales: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes y, si beben algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y serán curados28. Esto lo dijo Jesús a todos los que quieran ser sus discípulos, no sólo a los que estaban a su alrededor antes de la Ascensión. Reflexionemos.

Colocarse ante el pie herido de Jesús, lleva a comprender ese Amor que le lleva a buscar almas: No hay alma que no interese a Cristo. Cada una de ellas le ha costado el precio de su Sangre29. ¿Será el apostolado, solamente el fruto de una organización bien planificada? Puede tener alguna utilidad ese orden; pero el apostolado es superabundancia de tu 'vida para adentro’30. Es fruto de amar, como amó y ama Jesús a todos y a cada uno de los hombres. Este es el modo como el amor se manifiesta en obras; así, el árbol bueno da frutos abundantes y selectos.

Si se quiere a Cristo, es necesario querer ser apóstol. El apostolado llega ser ansia que come las entrañas31 del cristiano corriente. Ansia que se manifiesta en

26 Forja n. 894

27 Rom 8,31

28 Mc 16,15-18

29 Beato Josemaría Escrivá Amigos de Dios n. 264

30 cfr Camino n. 791

31 ibid n. 294

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hambre de tratar al Maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia que nada hace desfallecer32.

7.1 Adoración de la llaga del pie derecho Adoramos, Señor la llaga de tu pie derecho, y por ella te pedimos la gracia de poder caminar siempre por los senderos que conducen a la vida eterna, luchando por ser sembradores de paz y de alegría en los caminos de la tierra. Amén.

32 Camino n. 934

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8 Llaga del pie izquierdo Fue el último en ser atravesado por el clavo. Estaba debajo del pie derecho que se doblaba sobre él comprimiéndolo. Toda la pierna se alarga cuando lo atraviesa el clavo. La planta del pie queda tan extendida sobre la madera que la articulación del tobillo llega al extremo del estiramiento. El cuerpo entero se arquea del dolor. Los verdugos se apartan del cuerpo con sus martillos, dejan el cuerpo extendido y clavado sobre la cruz, en el suelo. La sangre brota de las cuatro heridas.

Ahora comienza la parte más dura del suplicio de la crucifixión: levantarle para que el cuerpo quede colgado y muera lentamente. Todos pueden ver al crucificado. Jesús -que es Dios y Hombre- deja hacer, obedece. ¿Acaso no fue toda su vida un acto de obediencia? Ahora llega al extremo. Aprendió por lo que padeció, la obediencia33 dice la epístola a los Hebreos.

Podemos preguntarnos ¿Por qué la obediencia se hace tan dura que se conoce todo su alcance humano con el dolor? La pregunta no es de fácil respuesta. Obedecer a quien se ama es gustoso y no difícil. Aunque sea un acto de amor, la obediencia de Jesús manifiesta que algo nuevo ha aparecido en el horizonte humano: el pecado. El pecado ha hecho penosa la obediencia. Sigue siendo un acto de amor: cumplir la voluntad del ser querido; pero algo rebelde se levanta en el interior del hombre que lleva a oponerse a esa entrega gustosa de la propia voluntad. El grito rebelde de Satanás ¡No serviré! se prolonga en todo hombre pecador. Y Cristo quiere pagar por los pecados de los hombres. Por eso es tan doloroso el obedecer cuando hacerlo es en sí gustoso.

La oración de Jesús en el huerto de los olivos deja clara la obediencia de Jesús, y lo que le cuesta: Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya34. ¿Acaso el Padre no le ama cuando le envía inocente al sufrimiento? Sí le ama, pero sólo su obediencia puede desatar el nudo de la desobediencia rebelde de Adán y Eva. No entendería al Padre el que pensase que es un mandato cruel el que confiere al Hijo. Es un mandato de amor difícil. Jesús sí lo entiende. Sabe que es un mandato que nace de la misericordia. Conoce bien que Dios Padre sufrirá con el dolor del Hijo. Pero sabe también que ama a los hombres pecadores de tal modo que no perdonó a su propio Hijo35 porque sólo Él puede pagar la deuda de la Humanidad pecadora. Sabe Jesús que Él es el nuevo Adán -Cabeza de una nueva Humanidad- con la tarea de reconciliar a los hombres con Dios. Por eso obedece con amor... y con dolor.

Ya los profetas recordaban que no es agradable un sacrificio a Dios sin amor; y que es mejor la obediencia que las víctimas. Ahora vemos en la cruz el Sacrificio perfecto. El Sacerdote, que es Jesús, ofrece el Sacrificio de la Víctima perfecta, que es Él mismo, con sentimientos de amor y obediencia.

No sería cristiano, ni humanamente religioso, ofrecer sacrificios a Dios sin amor y obediencia. No es coherente amar y desobedecer. Ofrecer sacrificio y tener el corazón lejano y frío.

33 Heb 5,8

34 Lc 22,42

35 Rom 8,32

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La obediencia hace más humanos. Hoy, cuando el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar más que nunca la obediencia, la sinceridad, la lealtad, la sencillez; y todo con sentido sobrenatural, que nos hará más humanos36. Es lógico que sea así, pues el pecado deshumaniza. el pecado deforma la imagen noble del hombre con el egoísmo, el orgullo, la envidia, la sensualidad, la avaricia o la ira. Al obedecer se aplasta la cabeza de la soberbia rebelde que es el inicio de todos los pecados. así se recupera el rostro hermoso de la humanidad que sabe amar sobre los propios egoísmos.

Obedece el que ama. Amar es la cuestión. Jesús, que se hizo niño, meditadlo venció a la muerte. Con el anonadamiento, con la sencillez, con la obediencia: con la divinización de la vida corriente y vulgar de las criaturas, el Hijo de Dios fue vencedor37. Fijarse sólo en el dolor de la obediencia, hasta la muerte de cruz, sería olvidarse de la victoria del amor sobre el pecado, el orgullo y la desobediencia.

Jesús obedeció siempre. Y no sólo directamente al Padre. Obedeció a José y a María estándoles sujeto. Cierto que el ambiente entre los tres sería extremadamente grato, cordial y fácil; el mandato más fuerte sería por favor. Pero las decisiones las toman José y María, y Jesús se somete. Obedece a todas las leyes justas religiosas, civiles o militares. Obedeció a las autoridades, incluso cuando eran venales o pecadoras. Obedeció a los verdugos extendiendo su cuerpo sobre la cruz, sin resistencia, cuando se lo mandaron; como si fuese un cordero manso que es llevado al matadero. Esa es la obediencia de Jesús.

Para obedecer mejor, amar más. Para amar más, ser más humilde. Sin humildad, ni hay amor, ni hay obediencia, ni hay paz interior. La obediencia manifiesta el amor, lo materializa. Igual ocurre con la humildad. Si se redujese a algo puramente interno, correría el peligro de complicaciones interiores sin cuento. Pero cuando se concreta en obediencia, a quien corresponda, ya se tiene la certeza externa que se está en el camino correcto.

A Cristo le costó la obediencia porque llevaba sobre sus espaldas los pecados de todos los hombres. A nosotros nos costará porque llevamos el peso de nuestros pecados personales y los restos del pecado original. Por eso se puede decir que obedecer es ser mártir sin morir38. Es sacrificar la propia voluntad, no por servilismo, sino por amor y por humildad, buscando agradar a Dios como lo hizo Jesús. Si se hace más difícil es el momento de recordar que ahora que cuesta obedecer, acuérdate de tu Señor, "factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis" -¡obediente hasta la muerte y muerte de cruz! .

Miremos de nuevo la llaga gloriosa del pie izquierdo de Jesús. Al resucitar queda al descubierto aquel pie que permaneció escondido en el sacrificio de la cruz. Al besar esa llaga hagamos un propósito de obedecer, con sinceridad y con inteligencia, a aquellos que Dios ha puesto con autoridad, para que podamos amar como Jesús amó39.

36 Forja n. 530

37 Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 21

38 Camino n. 622

39 ibid. n. 628

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8.1 Adoración de la Llaga del pie izquierdo. Adoramos, Señor, la llaga de tu pie izquierdo, y por ella te pedimos la gracia de evitar toda mala compañía y todo lo que pueda ofenderte. Te pedimos que aprendamos a obedecer con inteligencia y amor como tu divino Hijo. Amén.

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9 Llaga del costado abierto Y Jesús dando una gran voz expiró40. Mucho debió sorprender el gran grito de Jesús antes de morir. Lo narran tanto Marcos como Mateo y Lucas. Los que estaban cerca debieron quedar sobrecogidos. Las pocas palabras que proferían los crucificados eran más bien susurros y lamentos, o el silencio consecuencia del desvanecimiento propio de este tipo de tortura. Además, se había oscurecido el sol desde el momento de la crucifixión llenándose de tinieblas el mediodía. Ante la gran voz, el silencio de todos unido a un sobresalto debió crecer con una escucha llena de temblor.

Para gritar era necesario llenar de aire los pulmones. Jesús debía estar exhausto-después de estar unas tres horas colgado de la cruz, con los calambres, mareos, asfixias, pérdidas de sangre, desvanecimientos y el dolor-. Pero se apoya con fuerza sobre los clavos. Los brazos contraen los músculos. Estira las piernas en un esfuerzo supremo. Y un gran grito atraviesa aquella extraña noche, en un mediodía de abril.

Muchos lo oyeron. Unos se asustan y se vuelven a la ciudad golpeándose el pecho en signo de arrepentimiento temeroso. Otros huyen acobardados, temiendo un castigo o un milagro nuevo e inesperado. Otros permanecen allí: María, Juan, las santas mujeres y los soldados. Los evangelistas destacan la reacción del centurión romano que dice: "éste era realmente justo, era verdaderamente el Hijo de Dios". Se le abre la inteligencia, tanto a la dignidad del crucificado como a su inocencia .

Pero no fué sólo una gran voz lo que profirió Jesús. San Lucas precisa lo que dijo: Padre,en tus manos encomiendo mi espíritu. Es una frase llena de sentido, que revela la lucidez y la libertad de la entrega en el sacrificio de Jesucristo. Es fácil suponer que la mirada de Jesús se dirige al cielo, al Padre, con el gozo doloroso de la labor acabada, de la misión cumplida hasta el final. Es lo que más le importa, satisfacer la Justicia y la Misericordia divinas. Excepto la primera palabra, que es "Padre",las demás palabras están sacadas de la Sagrada Escritura, del salmo 30, y reflejan la oración de Jesús en aquellos momentos:

en tus manos encomiendo mi espíritu;

¡tú me has redimido, Dios de verdad!.

Aborrezco los que observan vanidades mentirosas.

Me regocijaré y me alegraré en tu misericordia

porque has visto mi aflicción

has conocido mi alma en las angustias"

Es fácil ver aquí la oración silenciosa de Jesús en aquellos últimos momentos: las ansias redentoras y misericordiosas del Padre y del Hijo unidos al Espíritu Santo.

Y dicho esto expiró. El cuerpo queda totalmente colgado de los tres clavos. Ya ninguna fuerza del alma lo sostiene. La tierra tiembla, las piedras se parten, se abren muchos sepulcros. El velo del Templo se rasga simbolizando el comienzo de una Alianza nueva, en la Sangre del Cordero inmaculado.

40 Mc 15,37

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Fue entonces, cuando un soldado abrió la quinta herida en el cuerpo de Jesús. Con un golpe certero, de mano experta, le atravesó el corazón, y de él manó sangre y agua; lo testimonia Juan, que permanecía al pie de la cruz.

La quinta herida no es una herida de dolor, no busca matar o hacer sufrir. Jesús ya estaba muerto. Tampoco es solamente el deseo de certificar su muerte. Parece, un acto de compasión del soldado hacia el crucificado y hacia su Madre, que estaba al pie de la cruz. La costumbre era certificar la muerte de los condenados, rompiéndoles las piernas con gruesos martillos. Así se garantizaba la asfixia y se aceleraba la muerte. La escena sería terrible para todos, aún dentro de la desolación. El centurión se compadece de María y querría ahorrarle un último sufrimiento. Cumple sin saberlo las profecías no le será quebrado ni uno sólo de sus huesos y mirarán al que atravesaron41.

Fue un acto de compasión, por parte del soldado, atravesar el cuerpo de Jesús con la lanza. Quizá pensaba en el dolor que le ahorraba a la madre al evitar el crurifragio, pero hagamos el esfuerzo de mirar la acción de atravesar un cuerpo muerto. Fray Luis de Granada lo expone así: llega, pues, el ministro con la lanza en la mano y atraviésala con gran fuerza por el pecho desnudo del Salvador. Estremecióse la cruz en el aire con la fuerza del golpe y salió de, allí agua y sangre con que se lavan los pecados del mundo42.

¿Qué sintió María al ver el cuerpo de su Hijo atravesado así por la lanza? No podemos dudar que un nuevo y agudo dolor traspasó su alma. Se hace realidad lo profetizado por Simeón en el Templo durante la Presentación cuando le dijo que una espada traspasaría su corazón. El corazón de María Santísima es traspasado por una lanza invisible, pero real, cuando ve el cuerpo muerto de su Hijo. Ahora la unión de María y Jesús es más intensa. El dolor une, cuando es el mismo amor el que lo motiva. ¡Compadezcámonos de la Virgen dolorosa, sabiendo que la causa de los sufrimientos de su Hijo son los pecados de los hombres, los nuestros también!

Aquel soldado hace posible, al abrirle el costado, que Jesús muerto diga su última palabra sin palabras: "lo he dado todo por vosotros, hasta la última gota de la sangre de mi corazón". ¡Ahora ya sabéis lo que Amor!

Juan se quedó muy conmovido ante aquella llaga abierta en el cuerpo muerto del Maestro. El había oído latir el Corazón, especialmente en la Ultima Cena. Jesús habló con todo su corazón a los presentes. Se derramó en palabras llenas de expresividad durante la Institución de la Eucaristía. El dolor ante la traición de unos de los suyos, al que llama amigo hasta el último momento, también debió manifestarse en una aceleración del latir del Corazón de Jesús. Juan vio con mirada contemplativa, sintió el amor hasta el que llegó Jesús.

Pío XII, en una encíclica sobre la devoción al Sagrado Corazón, habla del triple amor que manifiesta el Corazón de Jesús. Primero, es el amor divino que es común al Padre y al Espíritu Santo. A nosotros nos mueve y nos conmueve este amor, pero nos resulta difícil penetrar en toda su hondura, porque somos limitados y de carne, además de espíritu. Después, se da en Jesús, el amor sobrenatural, que es fruto de la gracia de la unión hipostática en su Humanidad. Pero también nos resulta muy elevado para nuestras dotes de comprensión. Si la gracia divina ha hecho cosa tan grande en los santos: ser capaces de actos heroicos y sublimes. ¿Qué será la gracia de unión en la Humanidad sin pecado de Jesús? El tercer amor es el amor

41 cfr Ex 12,46; Num 9,12; Zac 12,10

42 Fray Luis de Granada. Libro de la oración y la meditación

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humano de Jesús. Cierto: es amor de Hombre perfecto, pero está más próximo a nosotros y a nuestras experiencias. A través de su corazón, sensible como el nuestro, podemos vislumbrar los demás niveles del triple amor divino en Jesús. Es como una escala por la que podemos subir hasta el Dios Altísimo.

El amor de Jesús a los hombres es un aspecto insondable del misterio divino, del amor del Hijo al Padre y al Espíritu santo, el lazo de amor entre el Padre y el Hijo, encuentra en el Verbo un Corazón humano43. Vale la pena introducirse en ese corazón de Jesús para comprender, al menos un poco, quién es Dios y hasta dónde puede llegar el amor humano.

El Corazón de Jesús permaneció abierto después de la resurrección. Es fácil pensar que Jesús nos quiere decir cosas con esa apertura. Un corazón abierto es lo más contrario de un corazón duro y cerrado. Jesús nos dice que sabe comprender nuestras debilidades, y, a pesar de ellas nos quiere si luchamos por vencerlas. Os cambiaré vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne44 dice el profeta Ezequiel anunciando la nueva Alianza que cambiará lo más íntimo y lo más externo de los hombres. Vale la pena mirar el Corazón de Cristo, abierto por la lanza por nosotros, y comparar el grado de apertura que se da en el nuestro. ¡Cuántos propósitos de mejora pueden salir de la contemplación del Corazón abierto de Jesús!

El Corazón de Jesús, abierto en la cruz, es la última demostración corporal del amor divino. Este Amor revela a cada hombre lo querido que es por Dios, y hasta dónde puede llegar un amor verdadero. Juan Pablo II ha escrito en su primera encíclica que el hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo incomprendido; su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente45. Es frecuente hablar de la dulzura del amor, pero conviene no olvidar que el amor debe ser fuerte; si no, es difícil que sea fiel cuando llegue el dolor. El Corazón de Cristo encierra en él un tesoro que todo hombre debe desvelar y que se manifiesta al que lo busca.

Al mirar a Jesús muerto en la cruz, se puede alcanzar a comprender también el valor de todos y cada uno de los hombres. Jesús en la Cruz con el Corazón traspasado de Amor por los hombres, es una respuesta elocuente -sobran las palabras- a la pregunta por el valor de las cosas y de las personas. Valen tanto los hombres, su vida, su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos46.

Sangre y agua manaron del costado abierto del Señor. Es frecuente, desde los primeros siglos de la Iglesia ver un simbolismo querido por Dios en esta agua y en esta sangre. Tertuliano decía: Estos dos bautismos sacó de la herida de su costado traspasado, para que los que creyeran en su sangre, fueran lavados con el agua; los que hubieran sido lavados con agua, bebieran también su sangre47. Bautismo, Eucaristía, Penitencia, Sacerdocio se unen de un modo íntimo para derramar la gracia divina sobre los hombres. Teodoro de Cyra dice: Taladrado el costado, lo mismo que Adán, no salió de allí la mujer que engendró la muerte con su error, sino la fuente de la vida que vivifica el

43 Beato josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa

44 Ezequiel 32,30

45 Juan Pablo II. redemptor hominis n. 10

46 Beato Josemaría escrivá. Es Cristo que pasa. n.

47 Tertuliano. De incarnatione domini 27,6

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mundo con doble río: uno de ellos nos renueva con el bautismo y nos viste con vestidura de inmortalidad; el otro, cual leche, alimenta en la mesa divina a los niños engendrados48.

Aquí se concreta la Nueva Alianza en su sangre, anunciada en la Cena Pascual: en unos signos sensibles y eficaces de la gracia que son los sacramentos; "clarísimos dones del Corazón de Jesús" les llama Pío XI, frutos del Sacrificio.

Y continúa diciendo el Papa: del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican vida sobrenatural, como leemos en la Sagrada Liturgia: Del Corazón abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tú, que del Corazón haces manar la gracia49.

La contemplación de la quinta Llaga de Cristo nos conduce con dolor y suavidad a una participación más frecuente y activa en los Sacramentos. De hecho, para un bautizado son dos los sacramentos en los que puede participar con frecuencia: La Penitencia y la Eucaristía. Hacerlo, significa vivir en sintonía con el amor que le llevó a Cristo a entregarse por los hombres. Caer en la indiferencia indica estar lleno de un amor muy pobre; que apenas sabe distinguir entre amar y buscar el propio interés. No es muy diferente la actitud de los que comulgan y se confiesan poco, de la de los discípulos que huyeron de la Cruz, ya que tienen poca fe a pesar de sus aparentes buenas disposiciones. El hecho es que huyeron y no acompañaron al Señor en la Cruz, ni de lejos.

El agua limpia, y es necesaria para la vida. El agua del Bautismo limpia de todo pecado -incluido el original-. La vida que transmite es la vida divina. Una vida nueva, que si se conserva, se eterniza en el cielo. La Penitencia, es llamada segundo Bautismo por los primeros cristianos, ya que renovaba la primera limpieza, si se había perdido por algún pecado. Es tan conveniente el empleo de ambas aguas, que ni el primero se puede retrasar por ligereza, ni el segundo descuidar por vergüenza o cualquier otra excusa.

La sangre es tan propia de la existencia, que en la Biblia es empleada como sinónimo de alma o de vida. Sin sangre no hay vida. Una transfusión de sangre puede salvar una vida. La sangre de Cristo expresa la nueva situación del cristiano: tiene la misma vida de Cristo en sus venas. El cristiano se convierte en miembro de Cristo. La Eucaristía contiene el cuerpo de Cristo, junto con su sangre, su alma y su divinidad. La comunión, que permite este sacramento, es tan íntima que el mismo Señor se nos da. No es sólo la gracia divina, sino el autor de la gracia quién entra en comunión con el que comulga.

Santa Catalina de Siena evoca de mil maneras, esa sangre de Cristo que todo lo limpiaba y vivificaba: Anegaos, pues, en la sangre de Cristo crucificado, bañaos en la Sangre, y embriagaos con la Sangre, y saciaos en la Sangre, vestíos en la Sangre; Y, si hubieseis sido infiel, rebautizaos en la Sangre; si el demonio hubiese ofuscado los ojos de la inteligencia, laváoslos con la Sangre; si hubiereis caído en la ingratitud o los dones recibidos, agradeced en la Sangre; si fueseis pastor vil y sin el cayado de la justicia, temperada con prudencia y misericordia, sacadlo de la Sangre... Diluid en la Sangre la tibieza y caigan las tinieblas en la luz de la Sangre para que seáis esposo de la Verdad y verdadero Pastor y gobernante de las ovejas que se os han

48 Teodoro de Cyra Sermón 61

49 Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 167

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confiado". Añade luego, en la misma carta 102 al Beato Raimundo de Capua, que se despoje de toda criatura y que no ame a ninguna sino por amor a Dios y declara un himno a la Sangre que desvela su intimidad: De nuevo quiero vestirme con la Sangre y despojarme de toda otra vestidura que me hubiera propuesto como fin hasta ahora. Yo quiero Sangre; y en la Sangre satisfago y satisfaré mi alma. Estaba engañada cuando buscaba la satisfacción en las criaturas... Quiero acompañarme con la sangre; y así encontraré la Sangre y las criaturas y beberé su afecto y su amor en la Sangre50.

El Corazón de Jesús nos habla silenciosamente de la Justicia divina reparada por el amor del Hijo. Cierto, que lo primero es la reconciliación con Dios. Pero esto no excluye que el cristiano procure superar las demás injusticias y desgracias que se dan entre los hombres. Una consecuencia necesaria del amor es eliminar la injusticia, después, vendrá llenar de abundancia y de caridad a los demás. Si no se da esta reacción en un cristiano, se puede decir que no ha entendido -o no quiere entender- a Cristo. Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del Corazón de Cristo. Los cristianos -conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo-, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres51. Conviene meditar estas palabras con un examen de conciencia, para ver la propia coherencia de vida, y si se vibra con la misma sintonía que el Corazón de Jesús.

Las soluciones que se piensen y se realicen para hacer un mundo más digno para los hombres, y más de acuerdo con la civilización del amor (de la que hablan con frecuencia Pablo VI y Juan Pablo II), serán variadas. Pero nacen de una misma fuente: dar a conocer el amor de Dios a todos y cada uno de los hombres. Podríamos añadir, sin miedo, un criterio del valor del hombre, para una auténtica reforma social de la siguiente manera: un subnormal profundo vale más que todo el oro del mundo. Los criterios materialistas no pueden entender ni éste, ni otros criterios de generosidad; engendran así una cultura de la muerte en la que los hombres concretos valen poco, se desprecia o se olvida a los débiles, se desatiende a los desgraciados y se cierran las propias entrañas al que sufre.

"!El Corazón de Jesús palpita con el ritmo de la justicia y del amor según la misma medida divina! Éste es precisamente el Corazón del Dios-Hombre. En Él se debe cumplir, hasta el final, toda justicia de Dios hacia el hombre, y también, en cierto sentido la justicia del hombre hacia Dios. En el Corazón humano del Hijo de Dios, se ofrece a la humanidad la justicia del Dios mismo"(14.VII,1985). ¿Sabremos los cristianos estar a la altura que nos pide cada época del acontecer humano? Intentemos que sí.

Refugio y cobijo: Después de considerar con brevedad, cada una de las cinco llagas de Jesús muerto y resucitado, es conveniente recordar el valor de fortaleza para los momentos difíciles. San Bernardo lo expresa de un modo válido para todas las épocas:

¿Dónde hay segura y firme seguridad para los débiles y descanso, sino en las llagas del Salvador?, allí estoy tanto más seguro, cuanto que Él es más

50 Santa Catalina de Siena. Cartas

51 Beato josemaría Escrivá. Amigos de Dios n. 306

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potente para salvar. Brama el mundo, empuja el cuerpo, insidia el diablo; no caigo, porque tengo mi fundamento sobre roca firme. He pecado un gran pecado; se turbará la conciencia pero no se perturbará, porque me acordaré de la llagas del Señor. Esto es, ha sido herido por nuestras iniquidades. Y ¿qué hay tan destinado a la muerte, que no se solucione con la sangre de Cristo? Si viniere pues a la mente este medicamento tan poderoso y tan eficaz, ya no puede asustarme cualquier malicia de enfermedad...

"...Yo, de lo que de mí falta, lo tomo confiadamente de las entrañas del Señor, que rebosan de misericordia, ni faltan agujeros por donde las exhalen. Atravesaron sus manos y pies, y con la lanza horadaron el costado; y por estas rendijas me es permitido chupar miel de la piedra y aceite de la peña durísima, es decir, gustar y ver que es sueve el Señor.

"Pensaba pensamientos de paz, y yo no lo sabía. Porque ¿quién conoció la mente del Señor, o quien fue su consejero?. Pero el clavo abrió para mí, el clavo penetró para mí, para que vea la voluntad del Señor. ¿Por qué no ver por el agujero? Clama el clavo, clama la herida que verdaderamente Dios se reconcilia, el mundo en Cristo. El hierro atravesó su alma, y se acercó a su corazón, para que ya no sepa no compadecerse de mis debilidades.

"Está patente lo arcano del corazón por los agujeros del cuerpo; está patente aquel gran misterio de piedad; están patentes las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos ha visitado el que sale de lo alto. ¿Es que no están patentes las entrañas por las heridas? Porque ¿dónde más claramente que en tus heridas hubiese resplandecido que tú, Señor eres más suave y manso y de mucha misericordia? Porque nadie tiene mayor compasión que el que da la vida por los destinados a muerte y condenados52.

Es reconfortante leer estas palabras llenas de ternura y fortaleza del que ha conocido un poco más a Dios, y, por lo tanto le quiere. Así cuando -aunque sólo sea un poco- comprendemos esos fundamentos, nuestra manera de ser, cambia, tenemos hambre de Dios, y hacemos nuestras las palabras del Salmo: Dios mío, te busco solícito, sedienta de tí está mi alma, mi carne te desea, como tierra árida, sin agua53. Esa hambre de Dios es lo que se trata de desarrollar en el alma. Difícilmente se podrán expresar mejor con imágenes materiales y humanas, los deseos de Dios por parte del hombre, que con el hambre y la sed. ¡Abramos la mente y el corazón para comprender un poco esos fundamentos de la relación del hombre con Dios!

Pero la vida del hombre es como el girar de la tierra, que lleva consigo días llenos de luz y noches con tinieblas. En ocasiones todo será claro y lleno de fervor, incluso sensible. Agradezcamos esos momentos y hagamos reservas, para los momentos menos fáciles. Pero no faltan en la vida de los hombres las oscuridades y las tinieblas, los tiempos -bien aprovechados son purificación-pero no son, sin embargo, tiempos fáciles. Es conveniente que en esos momentos -tan parecidos a la cruz del Señor- el alma encuentre un refugio ante la intemperie. Por fuerte que sea la contrariedad Él no me abandona, y nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó en su costado.

52 San Bernardo. Sermones

53 Beato Josemaría. amigos de Dios n. 306

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Se va produciendo en el alma que ama a Jesús lo que dice Juan Pablo II hablando del Corazón de Cristo como Horno de caridad: "el horno arde, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible.

"El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y éste es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y a los hijos adoptivos.

"El horno quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la "zarza ardiente" del libro del Éxodo, en la que se reveló Dios a Moisés. La zarza que ardía con el fuego, pero...no se "consumía" (...) Corazón de Jesús , horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los viandantes ateridos" (23.VI.85).

Es lógica la adoración de las llagas del Señor, especialmente su Corazón al descubrir su caridad, su justicia y su misericordia. Así lo expresaba en el siglo XIII Santa Gertrudis: Permitidme, ¡Oh buen Jesús!, que adore las llagas de vuestras manos y de vuestros pies. Que la sangre preciosa que de ellos mana, cayendo sobre mí, me comunique la santidad y me preserve del pecado. Permitidme que considere la llaga de vuestro santísimo costado como la puerta de mi salvación. Pues vuestro Corazón está abierto para mí, quiere penetrar en este santuario de caridad y permanecer en él todos los días de mi vida para amaros eternamente. Llagas sagradas, prendas de amor infinito de un Dios; vosotras sois otras tantas bocas que imploráis misericordia para mí y otros tantos manantiales purísimos donde puede lavar mis manchas".

9.1 Adoración de la llaga del costado abierto Adoramos, Señor, a la llaga de tu sacratísimo costado, y por ella te pedimos la gracia de encontrar siempre en él refugio seguro contra todas las tentaciones y asaltos del maligno enemigo. Amén.

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10 Oraciones Muchas son las oraciones que se han elaborado para adorar las cinco llagas del Señor, especialmente a su Corazón Sacratísimo. Recogemos aquí algunas que pueden servir para alimentar la devoción a Jesús crucificado y resucitado.

10.1 Letanías al Sagrado Corazón de Jesús Señor, ten piedad de nosotros

Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.

Cristo escúchanos.

Padre eterno, Dios del los cielos ten piedad de nosotros

Dios Hijo, Redentor del mundo. ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo. ten piedad de nosotros

Santa Trinidad, un sólo Dios. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, hijo del Eterno Padre ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, formado por el Espíritu

Santo en el seno de la Virgen María ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, unido sustancialmente

al Verbo de Dios. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, de majestad infinita ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, templo santo de Dios. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, tabernáculo del

Altísimo. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, casa de Dios y

puerta del cielo. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, lleno de bondad

y de amor. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, horno ardiente

de caridad. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, santuario de justicia

y de amor. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, abismo de todas

las virtudes. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, dignísimo de toda

alabanza. ten piedad de nosotros

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Corazón de Jesús, rey y centro

de todos los corazones. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, en el que están

escondidos todos los tesoros de

la sabiduría y de la gracia. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, en quien el Padre

halló sus complacencias. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, de cuya plenitud

todos hemos recibido. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, deseo de los eternos

collados. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, paciente y

muy misericordioso. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, generoso para

aquellos que te invocan. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, propiciación por

nuestros pecados. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, saciado de oprobios. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, despedazado por

nuestros delitos. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, hecho obediente

hasta la muerte. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, con lanza traspasado. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, vida

y resurrección nuestra. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, paz

y reconciliación nuestra. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, víctima

por nuestros pecados. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, salvación de los

que en Tí esperan. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, esperanza de los

que en Ti mueren. ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, delicias de todos

los santos. ten piedad de nosotros

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Corazón de Jesús, que quitas los pecados

del mundo. perdónanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas los pecados

del mundo. escúchanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas los pecados

del mundo ten misericordia de nosotros

Jesús, manso y humilde de corazón. haz nuestro corazón

conforme al tuyo.

Oremos.- ¡Oh Dios todo poderoso y eterno! Mira el Corazón de tu amantísimo hijo y la alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te tributa; y concede aplacado de perdón a éstos que piden tu misericordia en el nombre de tu mismo Hijo Jesucristo. Quien contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

10.2 Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús.

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosostros se consagra espontáneamente a tu sagrado corazón.

Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten misericordia de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu santísimo corazón.

Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que éstos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.

Concede, Señor, a tu iglesia, segura y completa libertad; otorga paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el divino Corazón, por quien nos vino la salud: a él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

10.3 Letanía de San Juan Eudes. Corazón divino de Jesús ten piedad de nosotros

Corazón amante y manso "

Corazón humilde y misericordioso "

Corazón del eterno Padre "

Principio del Espíritu Santo "

Corazón fiel a la divina Voluntad "

Corazón de Jesús, Corazón de la Virgen Madre "

Corazón herido por la lanza "

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Corazón sacerdotal "

Fortaleza de los débiles "

Refugio de los pecadores "

Cordero encendido en el amor por el hombre "

Alegría y esperanza de nuestro corazón "

Corazón amado de nuestro corazón "

Vida y norma de nuestro corazón "

De todo pecado Líbranos, Señor

De la soberbia de la vida "

De la ceguera del corazón "

De la resistencia a la Gracia "

Por tu amor infinito al Padre celestial "

Por tu amor a María Virgen y Madre "

Por tu amor a todos los hombres "

Por tus eternos goces "

Oremos.- ¡Oh Dios, que por obra de tu amor nos hiciste miembros de tu único Hijo y nos diste tener con El un mismo Corazón!; concédenos cumplir con amor tu voluntad, para que, deseando lo que te agrada, podamos ver cunplidos nuestros justos deseos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

10.4 Letanía de la preciosísima sangre de Cristo Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.

Cristo, escúchanos.

Dios Padre celestial ten piedad de nosotros

Dios Hijo, Redentor del mundo. "

Dios Espíritu Santo. "

Santísima Trinidad, que sois un solo Dios Sálvanos.

Sangre de Cristo, el Unigénito del Padre Eterno "

Sangre de Crsito, Verbo de Dios encarnado "

Sangre de Cristo, del testamento nuevo y eterno "

Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra

en la agonía "

Sangre de Cristo, vertida copiosamente

en la flagelación "

Sangre de Cristo, brotada en la coronación

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de espinas "

Sangre de Cristo, derramada en la cruz "

Sangre de Cristo, prenda de nuestra salvación "

Sangre de Cristo, precisa para el perdón "

Sangre de Cristo, bebida eucaristica y

refrigerio de las almas "

Sangre de Cristo, manantial de misericordia "

Sangre de Cristo, vencedora de los espíritus malignos "

Sangre de Cristo, que das valor a los mártires "

Sangre de Cristo, fortaleza de los vencedores "

Sangre de Cristo, inspiración de las vírgenes "

Sangre de Cristo, socorro en el peligro "

Sangre de Cristo, alivio de los afligidos "

Sangre de Cristo, solaz en las penas "

Sangre de Cristo, esperanza del penitente "

Sangre de Cristo, consuelo del moribundo "

Sangre de Cristo, paz y ternura para los corazones "

Sangre de Cristo, promesa de vida eterna "

Sangre de Cristo, que libras las almas

del purgatorio "

Sangre de Cristo, acreedora de todo honor y gloria "

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Perdónanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Escúchanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Ten piedad de nosotros

¡Oh Señor! No has redimido con tu Sangre.

Y nos hiciste reino de nuestro Dios

Oración. Señor dios todo poderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste a Cristo sumo sacerdote, concede al pueblo cristiano, adquirido para ti por la sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la pasión y resurrección de Cristo. Que vive y reina contigo.

10.5 Oración a Jesús crucificado Mírame, mi amado y buen Jesús, postrado ante tu presencia. Te suplico con el mayor fervor, que imprimas en mi corazón vivos sentimientos de fe, de esperanza y de caridad, verdadero dolor de mis pecados y firmísimo propósito de jamás ofenderte; mientras que yo, con el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy considerando y contemplando tus cinco llagas, teniendo presente, mi buen Jesús, aquello que ponía en tus labios el santo profeta David. Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos.

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Invocaciones.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, làvame.

Pasión de Cristo, confórtame.

Oh buen Jesús, óyeme:

Dentro de tus llagas escóndeme.

No permitas que me aparte de tí.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de la muerte, llámame y mándame ir a ti para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén

10.6 El silencio de Cristo muerto Cuando Cristo entrega su vida la toma el Padre y el Cuerpo bendito -sangrante y envuelto en una sábana- permanece tres días separado de aquella alma perfecta de Jesús. El Verbo sigue unido a una y a otro, pero la Muerte -castigo terrible- actúa sobre el Hombre que va a vencerla en la Resurrección.

Comencemos nuestra contemplación con una antigua homilía sobre el Sábado Santo recogida en el Breviario católico:

¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.

La Batalla ha sido consumada y la Victoria también. Pero falta algo, queda la victoria menor, aunque no pequeña, sobre la misma muerte. Llegará a su tiempo, cuando Dios quiera, después del descenso del alma de Jesús gloriosa en su triunfo para salvar a los justos que esperaban la apertura de los cielos por el don de gracia que sólo podía conseguir el Redentor. Y se alegra con gozo sublime el justo José, y Abrahám que vio aquel momento y se alegró, y los patriarcas, y todos los hombres y mujeres buenos que siguieron la rectitud de conciencia, aunque fuese en las penumbras o las tinieblas anteriores a la venida de la Luz al mundo. Y se llenaron del gozo del Cielo eterno con los ángeles fieles viendo a Dios cara a cara. Y Jesús goza en su alma por la alegría del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo.

Pero el cuerpo de Jesús calla tres días, o, por ser más precisos, apenas 48 horas. Estuvo muerto desde las tres de la tarde del Viernes Santo hasta el amanecer del Domingo de Resurrección. No se descompone el Cuerpo. Experimenta la muerte en su inicio. Y habla en un silencio nuevo. Un silencio total de ultratumba. Ya no se oirán las palabras de Jesús hasta que resucite, tampoco se verán sus miradas, ni sus suspiros, ni las caricias a los niños, ni el respirar pausado del sueño cuando estaba fatigado. Sus ojos -tantas veces vehículos que comunican su interior- ya no expresan ni amor, ni ira. Simplemente están cerrados y protegidos por unas pequeñas monedas, llamadas leptos, para mantenerlos cerrados según costumbre.

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Las llagas de Cristo

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Al descender el Cuerpo de la Cruz hablan su llagas sangrantes, su sudor y el barro que le ensucia con los salivazos. Dice expresivamente que ama más hasta ese extremo tan visible. Y las lágrimas de María se mezclan con su sangre. Le limpian apresuradamente y le llevan al sepulcro abierto en la roca viva. Allí le colocan con devoción, casi como el Espíritu Santo realizó la Encarnación del Verbo en la entrañas virginales de María Santísima. En aquellos momentos encendían miles de lámparas en el templo para el gran sábado de la Pascua. Pero aquí en el jardín de José de Arimatea parece que se apaga la luz cuando con esfuerzo colocan la gran piedra en la entrada del Sepulcro. Encaja bien. Lo miran todos. Y Jesús calla. María cree con el corazón roto. Los demás sufren, pero sin su fe.

El sepulcro por fin para Dios Hijo

José de Arimatea acomoda el cuerpo

Dios espanta las moscas que se posan sobre Dios

Dios mismo está velando sobre su propia cara

Dios se mira en ese espejo y se ve tan muerto

un judío yerto y fracasado

Dios se inclina piadoso sobre sus restos

Dios está bien así después de tanto

dolor y tanta muerte Dios está tranquilo

José de Arimatea se ha ganado el cielo

Dios Hijo se ha ganado bien ese corazón de la roca viva54

Jesús también habla desde el sepulcro mostrándonos el enorme poder de la muerte. El máximo enigma de la vida humana. Los hombres alcanzan la madurez cuando reflexionan ante la muerte y comprenden que las ilusiones humanas valen lo mismo que un sepulcro si no se apunta hasta la vida eterna. La muerte de Cristo es real, plena, dura y duradera. Aquellos ojos ya no ven, ni los oídos escuchan; cierto que ya no siente dolor, pero tampoco siente nada y va adquiriendo la rigidez en los miembros. La pierna derecha clavada sobre la izquierda, y por eso doblada, permanece en esa posición. Las manos descansan como un soldado valiente que lo ha dado todo defendiendo a los demás. La boca cerrada. La nariz se va tornando afilada esperando el hálito de nueva vida, vida nueva para no morir más que le llegará a las pocas horas.

Jesús nos dice sin palabras que vence a la Muerte con su Muerte. Muerte ¿dónde está tu victoria?55 Pero de momento nos recuerda la necesidad de vivir en esperanza. Si se pierde el temor a la muerte, al pecado y a Satanás, ya no se temerá a nada ni a nadie como decía el Beato José María. Y eso es la esperanza: no tener miedo a nada ni a nadie. Y dentro de un poco la esperanza será posesión.

Nosotros tenemos esperanza por la victoria de Cristo sobre la muerte, pero el dolor que ha costando liberarnos de nuestros pecados atenaza los corazones. Sólo podemos decir palabras de amor.

54 Ibañez Langlois, José Miguel. El libro de la Pasión VIII,11

55 1 Co 15,55

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Las llagas de Cristo

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¿Está muerto, Maestro, o bien tranquilo

durmiendo estás el sueño de los justos?

Tu muerte de tres días fue un desmayo,

sueño más largo que los otros tuyos;

pues tú dormías, Cristo, sueños de Hombre,

mientras velaba tu corazón. Posábase,

ángel sobre tu sien, esta primicia

del descanso mortal, ese pregusto

del sosiego final de aqueste tráfago;

cual pabellón las blandas alas negras

del ángel del silencio y del olvido

sobre tus párpados; lecho de sábana

pardo, la tierra nuestra madre; al borde,

con los brazos cruzados meditando

sobre sí mismo el Verbo. Y di, ¿soñabas?

¿Soñaste, Hermano, el reino de tu Padre?

¿Tu vida fue acaso como la nuestra,

sueño? ¿De tu alma fue en el alma quieta

fiel trasunto del sueño de la vida

de nuestro Padre? Di, ¿de qué vivimos

sino del sueño de tu vida, Hermano?

¡No es la sustancia de lo que esperamos

nuestra fe, nada más que de tus obras

el sueño, Cristo! ¡Nos pusiste el cielo

ramilletes de estrellas de venturas;

hicístenos la noche para el alma

cual manto regio de ilusión eterna!

Por Ti los brazos del Señor nos brizan

al vaivén de los cielos y al arrullo

del silencio que tupe las noches

la bóveda de luces tachonada.

¡Y tu sueño es la paz que da la guerra,

y tu vida la guerra que da paz!56

El cuerpo silencioso y enterrado de nuestro Jesús nos dice: ¡Espera!, ¡Cree!, ¡Ama!, que todo lo demás pasa.

56 Unamuno. Miguel. La vida es sueño