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LAS LECCIONES DE CANUTOEN LA BARRILLA

Eduardo García Giménez

Ilustraciones de Quintín García Muñoz

Prólogo de Francisco Javier Aguirre

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PRÓLOGO

Eduardo García Giménez, siempre atento al dis-currir de la vida cotidiana en Épila, continúaentregándonos el fruto de su imaginación en forma debreves textos que reflejan el discurrir del tiempo y lahuella profunda que deposita en nuestra memoria elacontecer diario.

En este relato con protagonista animal apunta va-rios de los elementos que constituyen su filosofía de lavida. En primer término, aunque aparezca en últimolugar, la referencia a las fiestas patronales de la locali-dad, leit motiv de gran parte de su obra literaria des-granada en programas y artículos relativos a esta cele-bración anual. Seguidamente, la alusión a los animalesdomésticos, esa presencia permanente entre los huma-nos desde tiempo inmemorial, sobre todo en los am-bientes rurales.

Reconocer que Canuto, un perro callejero, dalecciones de actitud y comportamiento a unos mucha-chos festeros, es elevar el nivel de estos últimos, puesquien aprende de los seres vivos, aparentemente infe-riores, como son los animales y las plantas, denota unacapacidad intelectual superior a la media.

Y aparece la referencia al animal inteligente quela tradición popular ha recogido y la literatura consa-grado.

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Los principales fabulistas –Fedro, Esopo, LaFontaine, Perrault, Iriarte, Samaniego– y no solo ellos,han reconocido las capacidades cognitivas de algunasespecies o de ciertos individuos de las mismas, seanasnos, zorros, perros, gatos, toros u otros especímenes.

También en el relato se valora el sentimiento dela nostalgia y la ilusión del retorno por parte de uno delos protagonistas humanos. Alejandro, un hombre yamaduro, desde la lejana Tierra de Fuego anhela elmomento de regresar al hogar que dejó de joven, yenlaza su deseo con el de participar en las fiestaspatronales.

De este modo, a partir de un episodio aparente-mente banal, –la recogida de un perro callejero– elautor trasciende lo inmediato y se proyecta hacia esesignificado universal que incluye el amor a los anima-les, el respeto a su trayectoria y la capacidad de recibirde ellos algo más que la mera servidumbre.

Y, como es habitual en Eduardo, no faltan las re-ferencias literarias extraídas de su enorme acervo delecturas, reflexiones y conocimientos. Ellas redondeanun texto en el que las sugerencias son múltiples y lasconclusiones quedan a la discreción de cada uno de loslectores.

Francisco Javier Aguirre

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LAS LECCIONES DE CANUTOEN LA BARRILLA

La aparición de Canuto por la Ba-rrilla, Cuesta de Capuchinos y aledaños,fue sin ninguna duda el acontecimientoque acaparó nuestra atención, nos cau-tivó desde el primer día que lo conoci-mos y, con su actitud y comportamiento,se ganó nuestra admiración y nuestrorespeto. Nosotros, el grupo, solíamosreunirnos en la escalinata de la Cuesta,elaborando, al cobijo y discreción dellugar, los planes para las correrías yaventuras del día siguiente. Veníamosobservando que, Canuto, día a día, dis-cretamente se acercaba unos metros máshacia nosotros y la escalinata.

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Al principio nos causó extrañezasu actitud, sobre todo conociendo el pa-vor que la presencia de niños causabaen Canuto. Porque, ya era un secreto avoces el comportamiento tan peculiardel perro vagabundo.

Cuando ya estaba muy próximo anosotros, Carlos dio las instruccionesque debíamos seguir: “Ahora muchocuidado, él tiene tanto miedo a ser re-chazado que cualquier movimiento ex-traño que vea en nosotros servirá paraahuyentarlo”.

Del extraño comportamiento deCanuto (el nombre fue otra ocurrenciade Carlos), casi todos coincidíamos en lamisma historia.

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“Ver a Canuto, a la sombra de la granacacia, lugar donde lo abandonaron, es-perar pacientemente durante todos lossábados, siempre a la misma hora, nocreyéndose su propio abandono”

Seguramente, desde la gran acacia,siguiendo el camino de las Pasaderas,acobardado, hambriento y dolorido,apareció un buen día Canuto por la Ba-rrilla.

Muchas fueron las enseñanzas deCanuto durante el tiempo que perma-neció junto a nosotros. Sin embargo,para su despedida nos tenía preparadala lección magistral, cuya huella aúnpermanece indeleble en nuestra memo-ria a pesar de los años transcurridos.

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Desvelar su secreto nos llevó años(tiempo) y distancia (espacio). MartínGaite, ya lo advertía: Nunca se descubredel todo el secreto que se tiene cerca.

Toño fue el primero en darsecuenta y alertar a todos: Canutoentendía cuanto decíamos y, posible-mente, hasta lo que pensábamos. Me-moria y voluntad saltaban a la vista.

Mas, ¿dónde y en qué tiempo logrólos dones del entendimiento y lasabiduría?

Alejandro, el más callado y tímidodel grupo, sesenta años después de losacontecimientos ocurridos en la Barrillay Cuesta de los Capuchinos, es aún in-capaz de desvelar parte del secreto.

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El tiempo le apremia. La promesaque hizo convertida en reto, cuando alos doce años abandonó su villa natal,sigue en pie:

Él sólo regresaría a Épila, única-mente si era capaz de desvelar parte delsecreto. Todo el grupo se ratificó en elcompromiso.

La villa, sabedora de este condicio-nante, espera con anhelo, año tras año, yse engalana y acicala con aires decoquetería, impropias de una Plaza Ma-yor, a la que sólo se le toleran estos ex-cesos para sus fiestas patronales. Tam-bién se pregunta, ¿quién de los doce delgrupo será el primero en conseguirlo?

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Todos distantes, Alejandro, desdeTierra de Fuego, sí progresa adecuada-mente. Siempre le llamó la atención unhecho que se repetía más de lo aconse-jable y causaba enfado y desconsuelo,ahondando el dolor del perro abando-nado.

Cuando alguien sabedor de la tristehistoria decía: Póbrecillo y además, losculpables unos críos.

Cuando esto sucedía, Canuto, rápi-damente se alejaba en dirección a lavieja ermita de Santa María Magdalena.Allí encontraba refugio y consuelo. To-dos aunaban plegarias.

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En primer lugar por los resque-brajados muros de la ermita, a los quetras casi ochocientos años de esfuerzoles empezaban a flaquear las fuerzas.

La última plegaria, al pinar, cuyospinos crecían despacio y sin garbo,aunque ellos siempre apostillaban que,fuertes y lozanos acaso les tildaran dearrogantes. Que al contrario queCanuto, ellos disfrutaban con la sabidacomidilla de “pobrecillos”.

Fue aquí, donde Alejandro empezóa vislumbrar parte del secreto tan bienguardado por Canuto.

Toda evocación es tiempo robadoal tiempo (J. R. Ribeyro).

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Él nos concede todo y todo nos loarrebata. Nadie consigue descifrar sumisterio.

Para intentarlo, ahí va un coheteanunciador (memoria) que viaja a velo-cidad superior a la de la luz acompa-ñado (otro misterio) del sonido grave ysolemne de nuestras campanas la Valeroy la Frontonia (entendimiento), y un es-tribillo de charanga que dice: La MariCarmen… “(voluntad).

La Plaza Mayor en sus fiestas pa-tronales contempla extasiada cómo lagrandeza del alma empieza a robarle altiempo jirones de eternidad.

Eduardo García Giménez

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ColecciónCUENTOS FESTIVOS DE ÉPILA

Número 1Un gorrión en la biblioteca

Número 2El Berrugón, el Pirata, la Abuelica y el repetidor

Número 3El dinosaurio cabezudo y el efecto mariposa

Número 4Las lecciones de Canuto en la Barrilla