Las ideas semánticas de Kripke y Putnam

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LAS IDEAS SEMÁNTICAS DE PUTNAM Y KRIPKE I. EL SIGNIFICADO DE "SIGNIFICADO". I.1. Crítica de la Teoría tradicional del significado I.2. Los significados no están en la cabeza I.3. Cómo se fija la extensión de un término: Hipótesis de la División del Trabajo Lingüístico I.4. Significado y estereotipos I.5. En defensa del realismo I.5.1. Tesis antirrealista o tesis escéptica hacia la noción de verdad I.5.2. Retorno a los dos dogmas de Quine I.5.3. Crítica a la teoría semántica de Davidson I.5.4. Crítica de la Semántica de California I.6. Cómo reconstruir el significado II. «EL NOMBRAR Y LA NECESIDAD»: Tercera conferencia II.1. Propiedades esenciales de los objetos II.2. Identificaciones teóricas III. CRÍTICAS ALAS TEORÍAS REAÑISTAS DE PUTNAM Y KRIPKE IV. BIBLIOGRAFÍA

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LAS IDEAS SEMÁNTICAS DE PUTNAM Y KRIPKE

I. EL SIGNIFICADO DE "SIGNIFICADO".

I.1. Crítica de la Teoría tradicional del significado I.2. Los significados no están en la cabeza I.3. Cómo se fija la extensión de un término: Hipótesis de la División del

Trabajo Lingüístico I.4. Significado y estereotipos I.5. En defensa del realismo

I.5.1. Tesis antirrealista o tesis escéptica hacia la noción de verdad I.5.2. Retorno a los dos dogmas de Quine I.5.3. Crítica a la teoría semántica de Davidson I.5.4. Crítica de la Semántica de California

I.6. Cómo reconstruir el significado II. «EL NOMBRAR Y LA NECESIDAD»: Tercera conferencia

II.1. Propiedades esenciales de los objetos II.2. Identificaciones teóricas

III. CRÍTICAS ALAS TEORÍAS REAÑISTAS DE PUTNAM Y KRIPKE

IV. BIBLIOGRAFÍA

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El análisis transformacional, en su intento de aportar nuevos modelos sobre la estructura de la mente, proporciona descripciones de la sintaxis correspondientes a la estructura profunda de los lenguajes. El principal problema de este tipo de análisis es que no se ocupa del significado de las palabras. El porqué de este déficit en el análisis semántico se debe, a juicio de Putnam, a que «el concepto precientífico sobre el que se basa la semántica -el concepto precientífico de significado- se encuentra mucho peor perfilado que el concepto precientífico de la sintaxis» (Putnam, 1991)1

La tarea que Putnam se propone en su artículo «El significado de ‘significado’» es doble. De un lado, se propone rechazar la tesis escéptica o nominalista según la cual los significados no existirían; y de otro, elaborar una teoría del significado que se ocupe de las palabras, en lugar de una teoría del significado para las oraciones. El texto de Putnam comienza con una doble crítica. En primer lugar se pondrá de manifiesto la insuficiencia del análisis tradicional del significado, y en segundo lugar se cuestionará la idea de que el significado dependa, exclusivamente, de la intencionalidad del hablante o bien, la idea de que el significado sea un estado mental del hablante. A continuación se establecen las condiciones que permiten fijar la extensión de un término mediante, lo que es la idea central del texto, la hipótesis de la División del Trabajo Lingüístico. Finalmente, tras comparar su tesis con otras concepciones populares - el antirrealismo, la teoría semántica de Davidson y la teoría semántica de la Escuela de California- Putnam proporcionarán una reconstrucción de la noción de significado. En el texto de Kripke «El nombrar y la necesidad. Tercera conferencia.1970.» se defenderá una teoría causal de la referencia dentro de la misma posición de realismo metafísico que encontramos en el texto de Putnam. Kripke se enfrenta a dos problemas centrales, de un lado, el problema relativo a la relación de identidad, lo que le llevará a admitir la existencia de cierto tipo de propiedades esenciales que poseen los objetos; y de otro lado, el problema de las identificaciones teóricas, esto es, en que condiciones, una determinada descripción permite identificar o fijar la referencia de un objeto cualquiera. Encontramos en ambos autores una serie de puntos comunes o elementos que actúan como un nexo de unión, así, en los dos textos que se comentarán aparecerán los siguientes conceptos que resultan ser esenciales para el desarrollo de las teorías que se defienden: �� «Propiedades esenciales» en Kripke o «estructura oculta» en Putnam �� «División del trabajo lingüístico» �� La idea de que la intención del hablante va a determinar la identificación del

objeto.

1 Las referencias al texto de Putnam «El significado de ‘significado’» se harán citando la obra de Valdés Villanueva La búsqueda del significado: lecturas de filosofía del lenguaje (1991)

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I. EL SIGNIFICADO DE ‘SIGNIFICADO’. Hilary Putnam I.1 Crítica de la Teoría tradicional del significado

El análisis tradicional del significado recurre a la introducción de los términos de extensión e intensión o, en su sentido más clásico, los términos de sentido y referencia. En este contexto, la extensión de un término será el conjunto de cosas de las que el término es verdadero. A juicio de Putnam la introducción de estos conceptos no evita en modo alguno la ambigüedad del término ‘significado’. Así, según el concepto clásico de extensión, la extensión de la palabra ‘conejo’ sería el conjunto de todos los conejos. Sin embargo, esta definición se enfrenta a dos problemas:

1º. ‘Conejo’ no es un término, sino un par ordenado formado por un término y un

sentido que tiene una extensión. 2º. No existe una línea definitoria clara que marque la pertenencia o no pertenencia

un conjunto determinado

En tal situación, formalizar la noción de extensión requeriría aplicar a los términos del lenguaje natural una teoría de conjuntos difusos. Esto implicaría que a cada sentido de una palabra, por ejemplo ‘gallina’, le corresponderían palabras distintas. Así, ante el significado [cobarde] de la palabra ‘gallina’ habría que utilizar el término ‘gallina 1’, o ante el significado [animal de una cierta especie] se utilizaría el término con un nuevo subíndice (invisible) ‘gallina 2’. Esta solución al problema supone la admisión de dos tipos de idealizaciones extremas.

1ª.- «Suponer que las palabras tienen sentidos de una forma definida» 2ª.- «Suponer que todo el repertorio de sentidos está fijado de una vez y para

siempre»

Putnam, pese a que asume que esta medida desvirtúa la situación real de una lengua natural, mantendrá estas idealizaciones. Otra situación en la que se muestra la ambigüedad de ‘significado’ la podemos ver al analizar los términos compuestos. Putnam recurre a los términos “criatura con corazón” y “criatura con riñones”. Según la concepción clásica, nos encontraríamos con dos posibilidades:

i. Si el significado es igual a la extensión, entonces la extensión (o el significado) de los términos “criatura con corazón” y “criatura con riñones sería la misma”

ii. Si el significado es igual a la intensión, entonces, y es lo que parece más evidente, las dos expresiones anteriores tienen diferentes significados

Así, cuando decimos que estos términos tienen diferente significado, lo que

queremos decir es que poseen diferente intensión. Sin embargo, la ambigüedad no desaparece al sustituir el significado por la intensión ya que:

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1.- El significado de un término visto desde su intensión, conlleva la idea de que los significados son entidades mentales. Frente a este psicologismo se argumenta que los significados son de propiedad pública, en el sentido de que el mismo significado puede ser captado por personas distintas en momentos distintos, por lo que captar el significado no puede consistir en un acto psicológico individual. 2.- Dos términos pueden tener la misma extensión y distinta intensión tal y como se veía en los ejemplos propuestos anteriormente de los términos “criatura con corazón” y “criatura con riñones”. Sin embargo dos términos no pueden tener distinta extensión y un mismo significado, visto este desde su intensión.

Para la teoría verificacionista el concepto que corresponde a un término proporciona - en una situación ideal- un criterio de pertenencia a la extensión en un sentido fuerte, es decir, no se dan exclusivamente condiciones necesarias y suficientes, sino un modo de reconocer si una cosa cae dentro de la extensión de un término. Así pues, la teoría clásica del significado descansa en dos supuestos que no han sido cuestionados:

I. Conocer el significado de un término es estar en un cierto estado psicológico. II. El significado de un término determina su extensión

A juicio de Putnam, el concepto tradicional de significado descansa en una teoría

falsa, ya que no existe noción alguna que pueda satisfacer al mismo tiempo ambas condiciones. I.2. Los significados no están en la cabeza

La filosofía tradicional asume una noción de estado psicológico que está ligada al denominado solipsismo metodológico. Este solipsismo metodológico mantiene que los estados psicológicos presuponen únicamente la existencia del sujeto al que se le atribuye dicho estado. La consecuencia más inmediata es que de la adopción de este criterio implica un programa restrictivo respecto al alcance y naturaleza de la psicología. Este programa restrictivo supone, en última instancia, que los estados mentales son propios únicamente del sujeto que los posee, de hecho no tienen por qué existir otros sujetos. ¿Que sucede entonces con ejemplos de estados mentales como el siguiente: ‘x está celoso de y’. Este enunciado implica al menos la existencia de algún y tal que x -que debe de existir también- está celoso por la atención que y presta a algún supuesto z cuya existencia también se presupone. Lo paradójico es que estos estados psicológicos no deberían estar permitidos por el solipsismo metodológico. La relación que existe entre esta crítica a la psicología mentalista y la crítica hecha anteriormente a la teoría tradicional del significado pasa por la siguiente línea argumentativa:

«Sean A y B dos términos que difieran en cuanto a su extensión. Por el supuesto (II), su significado (en el sentido de intensión) debe ser diferente. Por el supuesto (I), conocer el significado de A y conocer el significado de B son estados psicológicos en sentido estricto -porque así fue como entendimos el supuesto (I)-

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. Pero estos estados psicológicos deben determinar la extensión de los términos A y B en la misma medida en que los significados (las intensiones) lo hacen» (Putnam 1991, p.138)

Para comprobar esta situación Putnam propone analizar el caso contrario, pero,

en tal caso, no es posible que existan dos términos A y B, como los descritos anteriormente, tales que conocer el significado de uno implique estar en el mismo estado mental que se supone que se está al conocer el significado del otro. Dicho de otro modo, si el significado de un término es su intensión, entonces en todo mundo posible conocer el significado del término en cuestión será equivalente a estar en el estado psicológico ‘S’, y este estado psicológico determinaría la extensión del término, puesto que el estado psicológico determina la intensión, y la intensión es una condición necesaria y suficiente de pertenencia a la extensión. Como consecuencia dos sujetos que tuviesen modos diferentes de entender un mismo término no podrían estar en estados mentales idénticos. La posición de Putnam es que esta consecuencia que se deriva de la aceptación conjunta de los supuestos A y B es falsa. Y esto, por que sería posible pensar en dos hablantes que se encontrasen en el mismo estado psicológico, al pensar en dos términos concretos, y que, sin embargo, la extensión de estos términos en el idiolecto de cada uno de los hablantes fuese distinta. Es decir, los estados psicológicos de los hablantes no pueden fijar la extensión de un término. Para mostrar la tesis central de que los significados no están en la cabeza, Putnam recurre al experimento mental de pensar en la existencia de otra Tierra que es, en todos los aspectos relevantes, entre los que se incluyen la descripción del entorno físico, gemela a nuestra Tierra, salvo en algunos aspectos relativos a las diferencias que existen entre el español que se habla en la otra Tierra y el español que se habla en nuestra Tierra, diferencias que surgen de ciertas peculiaridades de ese planeta gemelo. En concreto, una de esas diferencias de la Otra Tierra es que el líquido llamado ‘agua’ no tiene la misma composición química que el agua de La Tierra, así su fórmula química no es H2O sino XYZ. Este líquido XYZ es en todos sus aspectos observacionales idéntico al H2O. Simplemente, en la Otra Tierra no existe no existe H2O y lo que existe es XYZ. El experimento mental continúa con la llegada a la Otra Tierra de una nave procedente de la Tierra, sus tripulantes, al no disponer de un análisis químico afirmarían que el término ‘agua’ tiene el mismo significado en los dos planetas. Cuando posteriormente se descubriera que la composición química del ‘agua’ de la Otra Tierra no es H2O, sino XYZ, entonces la suposición cambiaría y se pasaría a pensar que «en la Otra Tierra, la palabra 'agua' significa XYZ». Desde el punto de vista de la extensión diríamos que la extensión del término ‘agua’ en la Tierra sería el conjunto de las totalidades formadas por las moléculas de H2O, mientras que en la Otra Tierra la extensión de ‘agua’ sería en conjunto de las totalidades de XYZ. Putnam complica aún más su experimento mental y propone un viaje en el tiempo, se trataría de viajar hasta 1750, fecha en la que no se había desarrollado la química. En este tiempo, dos sujetos, Oscar1 habitante del planeta Tierra y Oscar2

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habitante de Otra Tierra, tendrían, por desconocer las estructuras químicas del agua, las mismas creencias acerca del término ‘agua’. Sin embargo, la extensión del término ‘agua’ en la tierra era H2O tanto en 1750 como en 1970 De modo que Oscar1 y Oscar2 entendían el término de forma diferente en 1.750 pese a estar en el mismo estado psicológico. Así pues, la extensión del término ‘agua’ no es una función del estado psicológico del hablante.

Ante la posible objeción de que ‘agua’ no tuviese la misma extensión en 1750 que en 1996, Putnam propone una definición ostensiva que admite como criterio empírico que cualquier porción del líquido agua que se señale, tendrá una cierta relación de mismidad con aquellas porciones del líquido que la mayoría de los hablantes de la comunidad lingüística han llamado ‘agua’ en otras ocasiones. Esta relación de ‘mismidad L’ transmite una condición necesaria, suficiente y falible que debe reunir todo líquido para ser agua.

De este modo, ante la situación expuesta anteriormente, lo que sucedería es que habríamos pensado erróneamente que en 1750 la sustancia XYZ guardaba la relación mismo L con «el líquido del lago Michigan», mientras que a partir de 1800 habríamos descubierto que ese no era el caso. El papel que van a jugar los expertos dentro de la teoría de Putnam queda dibujado en una modificación que realiza sobre los experimentos mentales antes señalados. En este nuevo caso nos encontramos con:

1º. El molibdeno es un mineral tan común en la Otra Tierra como lo es el aluminio en la Tierra.

2º. En la Otra Tierra las ollas y sartenes, que en la Tierra son de aluminio, son

de molibdeno. 3º. Las palabras ‘aluminio’ y ‘molibdeno’ tienen los papeles cambiados en la

Otra Tierra, de forma que ‘aluminio’ es el nombre de ‘molibdeno’ y ‘molibdeno’ es el nombre de ‘aluminio’.

Pese a la semejanza que pueda haber con el ejemplo anterior, en este caso hay una diferencia importante ya que si bien los visitantes de la Tierra no podrían distinguir una sartén de aluminio de otra de molibdeno, un experto, un metalúrgico de la Tierra podría distinguirlas perfectamente. Mientras que en el caso anterior, en 1750 no había nadie ni en la Tierra ni en la Otra Tierra que pudiese distinguir la estructura oculta de agua de la Otra Tierra y la de el agua del lago Michigan. Por lo tanto, la existencia de expertos permite a Putnam afirmar que la confusión entre ‘aluminio’ y ‘molibdeno’ sólo afecta a una porción, más o menos amplia, de la comunidad lingüística. Ambos ejemplos conducen a una misma conclusión, pues aunque los estados psicológicos de los habitantes de la tierra y de la Otra Tierra, al referirse al ‘agua’ o a las sartenes de aluminio y de molibdeno, sean los mismos, sin embargo, en los idiolectos de los hablantes su extensión es distinta.

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I.3. Cómo se fija la extensión de un término: La Hipótesis de la División del Trabajo Lingüístico

El caso anterior puso de manifiesto la necesidad de admitir una división del trabajo lingüístico. La posibilidad de emplear términos como ‘aluminio’ o ‘molibdeno’ pasa por el hecho de que algún miembro de la comunidad lingüística sea capaz de reconocer y de distinguir el aluminio y el molibdeno. La tesis de Putnam es que la división del trabajo (en un sentido amplio) implicará una división del trabajo lingüístico, es decir, la realización de determinado tipo de actividad capacita a determinados miembros de la comunidad lingüística para fijar el significado que dentro de la comunidad tiene un término concreto. Esto implica que no todos los miembros de la comunidad lingüística, para quienes el empleo del término en cuestión sea importante, serán capaces de determinar («aprender el método de determinación») el significado del término. Esta tarea recae en una subclase especial de hablantes, de este modo la identificación que hacen estos hablantes -expertos- pasa a través suyo al cuerpo lingüístico colectivo, aunque no todos los miembros de ese colectivo puedan determinar el significado preciso, este pasará a formar parte del significado social de la palabra en cuestión. Hipótesis de la universalidad de la división del trabajo lingüístico:

«Toda comunidad lingüística posee al menos algunos términos cuyos correspondientes ‘criterios’ sólo los conocen un subconjunto de los hablantes que los aprendieron y cuyo uso por parte de los restantes depende de la cooperación estructurada entre éstos y los hablantes de los subconjuntos relevantes» (Putnam 1991, p.146)

La comunidad lingüística es considerada como un cuerpo, este cuerpo divide el

trabajo de conocer y emplear las distintas variantes o los distintos significados de un término concreto, por ejemplo la palabra ‘oro’. Esta división del trabajo lingüístico supone la presencia de ‘expertos’ que tienen como misión fijar el significado último de los términos. Frente a estos ‘expertos’ el hablante medio cuando aprende el significado de un término, que se encuentre sujeto a la división del trabajo lingüístico, no adquiere nada que le permita fijar la extensión del término. De este modo no será el estado psicológico del hablante el que fije la extensión de los términos, sino que será el «estado sociolingüístico de la comunidad» al que el hablante pertenezca la que determine la extensión. Podrían distinguirse dos tipos de expertos, de un lado, los que podíamos llamar «expertos operacionales» que fijarían los criterios que son de uso público o bien los criterios basados en el análisis de la estructura superficial del objeto en cuestión; y de otro lado, los «expertos científicos» que establecerían criterios que permitieran fijar la extensión basándose en la estructura profunda del objeto. Los términos que, en principio, caen bajo la división del trabajo lingüístico son aquellos términos de clase natural. Ante una palabra de clase natural podemos dar: �� Una Definición ostensiva mediante enunciados del tipo «este líquido es agua»,

«este animal es un tigre».

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�� Una Descripción. Una descripción consta de uno o más marcadores junto a un estereotipo, esto es, «una descripción normalizada de rasgos de la clase que son típicos o normales o, en cualquier caso, estereotipados» (Putnam 1991, p.147)

Los rasgos centrales de un estereotipo suelen ser rasgos que, en situaciones normales,

permiten determinar si algún objeto concreto pertenece a una clase determinada. Putnam establece dos aspectos que tienen que ser tenidos en cuenta en los estereotipos:

i. No todos los criterios empleados por la comunidad lingüística se incluyen en

el estereotipo ii. Los estereotipos pueden ser bastante vagos

A continuación Putnam introduce el concepto de «Mundo Posible» como una

noción primitiva. Dados dos mundos posibles M1 y M2 en los cuales podamos dar definiciones ostensivas de cualquier objeto, por ejemplo el agua, mediante enunciados del tipo ‘esto es agua’ - independientemente de cual sea la estructura oculta del líquido ‘agua’ en cada uno de los mundos posibles-, entonces habría dos teorías sobre las que se podría trabajar acerca del significado del término ‘agua’:

�� ‘Agua’ es una palabra relativa a un mundo pero de significado constante, de tal forma que ‘agua’ significaría lo mismo en M1 y en M2 ; sólo que en M1 ‘agua’ es H2O y en M2 es XYZ.

�� ‘Agua’ es H2O en todos los mundos posibles, y por lo tanto el término ‘agua’ no tiene el mismo significado en M1 que en M2; o lo que es lo mismo, la sustancia llamada en M2 ‘agua’ no es ‘agua’ tal y como se entiende en M1. En este caso un cambio en la referencia implicará un cambio de significado.

La diferencia entre ambas teorías puede expresarse del siguiente modo:

La teoría 1ª afirmaría que:

1 (∀mundo M ) ∧ (∀x ∃M), ( si x es agua → x está en la relación mismoL con la entidad a la que “este” se refiere en M )

Mientras que la teoría segunda afirmaría lo siguiente:

2 (∀mundo M ) ∧ (∀x ∃M), ( si x es agua → x está en la relación mismoL con la entidad a la que “este” se refiere en el mundo real M1).

La diferencia fundamental es que en el caso de 2 la relación clave es la de mismidad en el sentido de estructura microfísica, de ahí que para Putnam la teoría correcta sea la 2ª.

El término ‘agua’ es, en los términos introducidos por Kripke, un designador rígido. Se denomina rígido a todo designador si, en una oración dada, refiere al mismo individuo en cualquier mundo posible en el que ese designador designe a algo.

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Como ya se indicó anteriormente, la relación fundamental que permite decantarse a Putnam por la segunda opción es la relación de mismidad. Para explicar esta relación de mismidad Putnam introduce la noción de «Relación transmundana». Una relación transmundana es una relación diádica, tal que su extensión está formada por un conjunto de pares ordenados de individuos que no comparten un mismo mundo posible. Así, la relación ‘igual alto que’ es un ejemplo apropiado de relación transmundana, pues siendo M1 y M2 dos mundos posibles, si ‘x’ es un individuo de M1, que en ese mundo, mide un metro setenta e ‘y’ es un miembro de M2 que tiene la misma estatura en M2, entonces el par ordenado < x, y> pertenece a la extensión de igual alto que. Podemos entender ahora la relación mismoL como una relación transmundana, así la relación " mismo líquido que" es una relación transmundana ya que un líquido del mundo M1 que tenga las mismas propiedades físicas (en M1) que las que posea (en M2) un líquido de M2 está con éste en una relación mismoL. De esta forma la teoría puede resumirse del modo siguiente:

«una entidad x, de un mundo posible arbitrario, es agua si, y sólo sí, se encuentra en la relación mismoL ( tomada como relación transmundana) con la sustancia que llamamos "agua" en el mundo real» (Putnam 1991, p.149)

La tesis que Putnam defiende es, (1) que las palabras no tienen ‘intensiones’,

«como algo parecido a los conceptos vinculados a las palabras de los hablantes»; y (2) la intensión no determina a la extensión, no sólo es válida para las palabras de clases naturales, sino que también es verdadera para los términos indicadores.

Las palabras indicadoras – ‘ahora’, ‘esto’, ‘aquí’- son expresiones que varían en su extensión de un contexto a otro o de caso a caso. De este modo, en el caso de la Otra Tierra, de existir un Doppelgänger en ella de un habitante de la Tierra, cuando el sujeto el sujeto de la Tierra ‘yo existo’, su Doppelgänger piensa ‘yo existo’. En ambos casos la extensión del término ‘yo’ no puede ser la misma, así pues este término posee dos extensiones, una para cada una de los idiolectos de los mundos posibles; sin embargo no se podría deducir que el significado del término ‘yo’ pueda ser distinto en cada uno de los casos. I.4. Significado y estereotipos

Pese a que las palabras de clase natural puedan poseer varios sentidos, éstas mantienen la relación de mismidadL. El problema radica ahora en concretar esa relación de mismidadL con la que Putnam ha venido operando hasta el momento. Para que dos objetos estén en una relación de mismidad tienen que:

1) Ser objetos que pertenezcan a una misma clase natural 2) Tienen que compartir importantes propiedades físicas. Estas propiedades

son aquellas que resultan importantes desde el punto de vista estructural, esto es, aquellas que permiten identificar a un objeto mediante su

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estructura oculta. Así, en este contexto, ‘agua’ significaría «agua químicamente pura».

Podemos distinguir tres tipos de contextos:

i. Contexto basado en las características superficiales. En este contexto conocer

el significado de un término presupone conocer ciertas propiedades que determinan el uso común o habitual de un término dentro de una comunidad lingüística concreta. Pero este contexto no proporciona las condiciones veritativas que nos permitan decidir que objetos de otros mundos posibles mantienen una relación de mismidadL con el objeto en cuestión.

ii. Contexto técnico. En este contexto un término de clase natural como ‘limón’, sería sinónimo de su código genético.

iii. Contexto basado en las características profundas. Este es el contexto que nos proporcionaría el sentido predominante, así, el sentido predominante de limón sería su código genético.

Nos podemos encontrar entonces con dos confusiones. Por un lado, en el contexto técnico se afirmaba que ‘limón’ era sinónimo de su código genético y esto es erróneo. Este error es el resultado de confundir la necesidad metafísica con la necesidad epistémica ya que el sujeto no tiene por qué saber que agua = H2O. La segunda confusión que habría que evitar es pensar que todos los miembros de la extensión de las palabras de clase natural tienen necesariamente una misma estructura oculta común. Podría suceder que la estructura oculta sea irrelevante para obtener el sentido predominante de un término, en este caso la condición necesaria y suficiente sería la de reunir un número suficiente de características superficiales. En este sentido, pudiera resultar extraño que Putnam pudiera sustituir, en determinados casos, las características ocultas por las superficiales, sin embargo, esto no puede ser objetado en su contra puesto que en estos casos lo determinante es la intención del sujeto. Esto implica que en estos casos, la intención del sujeto que recurre a las características superficiales, por desconocer las ocultas, o porque estas no resulten relevantes, es la misma que la de aquel que usa las estructuras ocultas. Hasta ahora Putnam ha venido tratando ejemplos que se corresponden exclusivamente con palabras de clase natural, sin embargo, todo lo expuesto sobre el significado de los términos puede también extenderse a mucho tipos de palabras, entre otras a los nombres de artefactos. La tesis tradicional sobre el significado de esta clase de términos es que se definen mediante haces o conjunciones de propiedades. Así, ante una palabra como ‘lápiz’, cualquier cosa que reúna la conjunción de propiedades que presenta un lápiz, será necesariamente un lápiz. Además, algunas de estas propiedades se consideran necesarias, en el ejemplo que se está considerando, el «ser un artefacto» se consideran una propiedad necesaria para ser un lápiz. Una vez que se determina que esa necesidad es epistémica, se considera que el enunciado «los lápices son artefactos» es analítico. Putnam recurre a continuación a un ejemplo elaborado por Roger Albriton según el cual, los lápices serían organismos, de forma que si hacemos una incisión en ellos

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veríamos la red de nervios y órganos que los componen. Este ejemplo le permite a Putnam distinguir entre dos tipos de contextos. De un lado, un contexto epistémico donde los lápices fuesen organismos, de este modo, el enunciado «los lápices son artefactos» no sería epistémicamente necesario y por lo tanto, no es un enunciado analítico. De otro lado, podemos distinguir un contexto metafísico, en este caso podemos imaginar un mundo posible - en este caso el mundo real- en el que los lápices, al ser lo que realmente son -artefactos- no pueden ser, en ese mismo mundo organismos.

Se puede concluir por lo tanto que el ser artefactos es una propiedad metafísicamente necesaria, pero no que sea epistémicamente necesaria. Lápiz no es sinónimo de ninguna descripción.

«Cuando usamos la palabra ‘lápiz’, pretendemos referirnos a todo lo que tenga la misma naturaleza que los ejemplos normales de lápices cercanos que haya en el mundo real. ‘lápiz’ es tan indicadora como 'agua' u ‘oro’».(Putnam 1991, p.162) Podemos considerar que Putnam se enfrenta en este caso a dos problemas:

1º. El primero surge si nos preguntamos cuál es la estructura oculta de lápiz. 2º. El segundo puede provenir de una contradicción entre lo que aquí afirma Putnam

y lo que en páginas anteriores había mantenido. Así en la página 159 Putnam advertía de la confusión que podía producirse si se interpreta su análisis de modo que de éste se pudiera deducir que «los miembros de las palabras de clase natural tienen necesariamente una estructura oculta común». Sin embargo, ahora nos dice «el uso de las palabras de clase natural refleja un hecho de nuestra relación con el mundo: sabemos que hay clases de cosas con una estructura oculta común, pero no tenemos todavía el conocimiento [suficiente] para describir todas esas cosas» (Putnam 1991, p.163)

De este modo, si de un lado, no podemos saber cual es la estructura oculta de

lápiz, - puesto que sólo conocemos de un modo vago e impreciso la condición necesaria y suficiente para ser un lápiz. Y de otro, no es necesario que todos los miembros de una misma clase tengan necesariamente una estructura común, entonces el término ‘lápiz’ no puede equipararse, en tanto que indicador, a los términos ‘agua’ u ‘oro’. Lo que Putnam mantiene, de una forma un tanto extraña, es que estos términos tienen una fuerte «tendencia» a desarrollar un sentido de clase natural, de ahí que mantengan su rigidez e indicabilidad como si de hecho se tratase de auténticos términos de clase natural.

Una vez llegado a este punto Putnam resume el estado de la investigación. La extensión de un término no puede fijarse mediante el concepto que el hablante tenga en su cabeza ya que la extensión está - de ser cierta la hipótesis de la división del trabajo lingüístico- socialmente determinada. De esta forma la extensión de los términos va a depender de la naturaleza real del mundo, o de los componentes del mundo que actúan como paradigmas, pese a que esta naturaleza real no sea usualmente conocida por los hablantes en general. Ahora bien, si el significado no puede indentificarse con la extensión, tampoco puede identificarse con la intensión de los términos, si entendemos por intensión el concepto que un hablante particular se forma de un término.

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Cabrían ahora dos alternativas posibles:

1ª.- Identificar significado y concepto. Esto tendría como consecuencia inmediata la renuncia a que el significado determine la extensión. En tal caso habría que asumir que el término ‘agua’ tendría el mismo significado en la Tierra y en la Otra Tierra, aunque diferentes extensiones. Esta alternativa sólo es válida para los términos de clase natural, pero no para términos indicadores como ‘yo’. 2ª.- Una alternativa diferente pasa por afirmar que el significado es un par ordenado siendo la extensión uno de sus componentes. En esta alternativa el significado sí determina la extensión. Siguiendo con el ejemplo anterior, las proferencias de nuestro Doppelgänger en la Otra Tierra que incluyan el término ‘agua’, tendrán una extensión diferente a la que hagamos en la Tierra al usar el mismo término.

El problema del significado se divide entonces en dos problemas:

1.- Explicar la determinación de la extensión. Este es un problema sociolingüístico ya que la extensión queda determinada, no de un modo individual, puesto que los significados no están en la cabeza del hablante, sino socialmente. Putnam recurre a la Teoría Causal de la Referencia introducida por Kripke para tratar los casos de nombres propios. La referencia de un nombre, normalmente, se mantiene idéntica a la referencia primera que tomó en la «ceremonia bautismal» con la que se definió, o con la que se captó su significado. La referencia se transmite así de hablante a hablante a partir de una ceremonia bautismal, sin necesidad de transmitir alguna descripción. Estos serían casos especiales de cooperación lingüística.

2.- Describir la competencia individual. En este caso de lo que se trata es de determinar como un hablante usa una palabra en el momento de atribuirle una extensión. Para que el hablante pueda participar en la división lingüística del trabajo es necesario que disponga de algunas destrezas referidas al término en cuestión; teniendo en cuenta que la competencia individual del hablante no podrá nunca fijar la extensión del término. Estos dos problemas pueden fundirse en una sola cuestión: ¿Cuando un hablante ha adquirido el significado de un término? Si un hablante conoce algunos aspectos de la palabra ‘tigre’ como que ‘los tigres tienen masa’ o ‘los tigres ocupan espacio’, en estos casos, pese a que la extensión «socialmente determinada» de la palabra ‘tigre’ se esté usando correctamente, no podríamos admitir que el hablante conoce el significado de la palabra ‘tigre’.

Una persona ha adquirido el significado de una palabra si es capaz de usarla de tal modo que a) Su uso sea cabal y b) La forma en la que el hablante participa dentro de su comunidad lingüística sea tal que la extensión socialmente determinada de los términos, por ejemplo de la palabra ‘tigre’, resulte, en su idiolecto, ser el conjunto de todos los tigres.

En virtud de lo establecido en la segunda cláusula los habitantes de la Otra Tierra no habrían adquirido nuestra palabra ‘tigre’, aunque en su idiolecto tuviesen una palabra que se deletreara y se pronunciara de la misma forma. Lo realmente importante

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de la tesis de Putnam es que lo que en realidad hacemos es adquirir palabras, en lugar de aprender su significado. De esta forma lo que se le pide al hablante es que conozcan algún estereotipo sobre las palabras para que, dentro de su comunidad lingüística, se pueda considerar que han adquirido las palabras, en última instancia lo que la comunidad lingüística exige es que los hablantes posean un nivel mínimo de competencia en el uso del idiolecto de esa comunidad.

Un uso ordinario de un estereotipo supone la adquisición de alguna convención sobre cómo es o como se comporta algún X. Así, desde esta perspectiva, adquirir la palabra ‘tigre’ supone conocer ciertos rasgos estereotipados de los tigres, por ejemplo que son felinos grandes y que tienen la piel rayada. Existe por lo tanto un cierto estereotipo de la palabra ‘tigre’ que la comunidad lingüística les exige saber a sus componentes. Con esto lo que Putnam elabora es una teoría pragmática del significado y no de la referencia. Independientemente de esta noción convencional de estereotipo, podríamos preguntarnos sí es posible determinar una definición operacional. Hay que tener en cuenta que los términos tienen definiciones operacionales sólo en circunstancias ideales, no en el mundo real, con lo que las definiciones operacionales se convierten en idealizaciones convenientes con un cierto valor heurístico.

Lo que es ser un estereotipo está ligado a la noción de «obligación lingüística», de forma que todos aquellos miembros de una comunidad «tienen la obligación», para poder ser considerados competentes en el uso del idiolecto de su comunidad lingüística, de conocer ciertos estereotipos de uso común en su comunidad lingüística. Así que si mi comunidad lingüística no tiene un contacto usual con los Ateles geoffroyi o monos araña, a mí, como miembro de esa comunidad, no se me puede exigir la obligación de distinguir entre los monos araña y los Alouatta palliata o monos aulladores.

La referencia queda de este modo fijada mediante un concepto que delimitará, de una forma más o menos apropiada, una clase de objetos. Estos objetos formarán los estereotipos, aunque en los casos dudosos no podamos acudir a ellos, la clase paradigmática sí quedará determinada por esos conceptos, en virtud de que los individuos que componen esa clase poseen una esencia común. Una vez que se ha determinado la esencia común que deben compartir todos los miembros de una clase de objetos, la esencia determinará el concepto. Lo que nos encontramos entonces es con un proceso en el que se pueden distinguir dos momentos:

i. Un momento pragmático, mediante el cual, por necesidades sociales, culturales o de adaptación al medio, se exige la división del trabajo lingüístico, y por consiguiente se le exige al hablante el conocimiento de ciertos estereotipos.

ii. Un momento lógico determinado por la propia esencia del mundo

Podemos preguntarnos a continuación si este segundo momento es necesario para fijar el significado de los términos. Al respecto habría que tener en cuenta que los conceptos están en una continua evolución, o en un continuo cambio histórico, de modo que en una primera fase, la intención de los hablantes sí va a determinar la extensión. Una vez que nos situamos en el segundo momento, la extensión no puede quedar fijada

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por la intención. En este sentido diríamos que la ciencia cierra el plazo de admisión de nuevos ejemplares paradigmáticos. I.5. En defensa del realismo

Aunque no es este el orden que se sigue en el texto, vamos a analizar ahora la confrontación que Putnam realiza entre sus ideas y otras concepciones que él mismo denomina populares, en el sentido de que se trata de concepciones sobre el lenguaje muy extendidas. I.5.1. Tesis antirrealista o tesis escéptica hacia la noción de verdad

Para comparar su tesis con estas otras teorías populares, Putnam recurre ahora a otro ejemplo. El término de clase natural elegido en este caso es la palabra ‘oro’. Lo que Putnam mantiene es que la extensión de la palabra ‘oro’ no ha variado en 2.000 años, y aunque nuestros métodos de determinación son hoy día extremadamente sofisticados, la extensión de nuestra palabra ‘oro’ y de la palabra ‘χρυσοζ’ en el dialecto de Arquímedes es la misma.

La tesis alternativa afirma que ‘oro’ significa lo que cumpla la «definición operacional» contemporánea de oro. Así, hace 100 años ‘oro’ significaba lo que se ajustaba a la definición operacional de oro hace 100 años y ‘χρυσοζ’ significaba lo que hace 2000 años se podría encuadrar con la «definición operacional» de oro que se usaba entonces. Para Putnam el peligro que se corre al aceptar esta tesis es que se pone en peligro la noción de verdad, esta tesis implica un cierto escepticismo hacia la verdad. Frente a ella Putnam argumenta cuando Arquímedes usaba el término oro, se estaba refiriendo a la estructura oculta del oro. Si Arquímedes se hubiese encontrado con un tipo de mineral que no reunía las características necesarias para que pudiese ser identificado como oro, pero que actualmente si estamos en condiciones de afirmar que ese mineral es oro, si, en esas circunstancias hubiese afirmado que ese mineral no era oro, Arquímedes se habría equivocado. El problema es ¿quién decide que Arquímedes se equivoca?. La respuesta de Putnam es que esa decisión la tomamos nosotros empleando la mejor teoría de que disponemos. El problema está en una polarización de tipo metafísico, y en virtud de esto la gente tiende a ser anti-realista o decididamente realista. Para el anti-realista no tiene sentido aplicar nuestra teoría para determinar la extensión de un término hace 2.000 años cuando existía una teoría distinta para ello. Es por esto que el anti-realista es escéptico hacia la teoría de convergencia en la ciencia, de forma que lo que se niega es que nuestra teoría actual y la teoría de Arquímedes sean «dos descripciones aproximadamente correctas de algún dominio fijo de entidades independientes de toda teoría». La verdad se convierte entonces en una noción intra-teórica. Putnam va a presentar dos objeciones a estas tesis anti-realistas: �� El anti-realista carece de los conceptos de verdad y referencia que sean

extrateóricos.

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�� Frente a una noción de verdad que dependa de la teoría en la que se use, lo que Putnam afirma es que la extensión está atada a la noción de verdad, en el sentido en el que se dice que la extensión de un término es igual «a aquello de lo cual el término es verdadero». En consecuencia, el anti-realista debería abandonar la noción de extensión de la misma forma que abandonó la noción de verdad.

Estas posiciones que Putnam califica como «Operacionalismo débil» no pueden explicar el uso real de los términos científicos.

«Los científicos usan los términos como si los criterios a ellos asociados no fueran condiciones suficientes y necesarias, sino caracterizaciones aproximadamente correctas de algún modo de entidades independientes de la teoría, y que hablan como si en una ciencia madura las teorías posteriores fueran, en general, descripciones mejores de las mismas entidades que aquellas a las que las teorías previas se referían» (Putnam 1991, p. 155)

Cabría la posibilidad de que Arquímedes recurriera a algún tipo de definición

operacional basada en el análisis de las características superficiales o de como se usaba el término ‘oro’ en un determinado juego de lenguaje de su comunidad lingüística. Sin embargo, esto no afecta a la tesis defendida por Putnam pues, en última instancia, la intención de Arquímedes era la de referirse a la estructura oculta del oro. De ahí que la palabra ‘oro’ y la palabra ‘χρυσοζ’ mantengan una relación de mismidadL, ya que la intención de Arquímedes sería la de entender la mismidad como el compartir la misma estructura oculta. La conclusión de Putnam es que el precio que hay que pagar para poder usar las nociones de extensión y de verdad de un modo extrateórico es el de comulgar con la perspectiva realista. I.5.2. El retorno a los dos dogmas de Quine

Los argumentos que Quine ofrece en Dos dogmas del empirismo contra la noción de analiticidad se reducirían, según Putnam, a lo siguiente: no podemos atribuir a la noción de analiticidad ningún significado conductual. Tan sólo podemos encontrar dos candidatos a ser un índice conductual de esta noción y en ambos casos estos son insatisfactorios.

El primero de estos índices sería la noción de ‘centralidad’. Según esta noción, «una oración es analítica si alguna comunidad lingüística sostiene que es inmune a toda revisión». La objeción de Quine consiste en afirmar que no sólo existen oraciones inmunes dentro del conjunto de las oraciones analíticas, sino que también podemos encontrar oraciones, que tradicionalmente se consideran empíricas, que gozarían de esa impunidad. Estas oraciones constituirían las leyes fundamentales de la física, sin embargo, no existen en la historia de la ciencia este tipo de oraciones inmunes a la revisión, por lo tanto, identificar la noción de analiticidad con la inmunidad a la revisión implicaría el abandono de la noción misma de analiticidad tal y como ésta fue propuesta por Carnap y Ayer.

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El segundo índice conductual es el de llamarse ‘analítico’. Según este criterio, basta con que «informadores cualificados» califiquen como analítica a una oración para que ésta lo sea. La objeción que Quine plantea a esta posibilidad consiste en mostrar como esta opción es dependiente de la noción de ‘sinonimia’, la cuestión consiste a hora en preguntar cuál es el criterio de sinonimia. Se plantean tres opciones distintas:

�� Dos palabras son sinónimas, W1 y W2, si se puede establecer el siguiente bicondicional ∀x ( x está en la extensión de W1 ↔ x está en la extensión de W2 ).

�� Dos palabras son sinónimas si, y sólo si, los informadores cualificados las llaman sinónimas.

�� Dos palabras son sinónimas si, y sólo si, son intercambiables salva verítate en todos los contextos de una clase dada.

Estas tres opciones, como muestra Quine caen en circularidad, con lo cual, este

segundo índice queda reducido a lo siguiente:

«Una oración es analítica si ella o alguna expresión, o bien una sucesión de pares ordenados de expresiones, o un conjunto de expresiones relacionada (s) con aquélla de ciertos modos específicos, se encuentra en una clase a todos cuyos miembros los informadores cualificados aplican un sonido particular: o el sonido ANALÍTICO o el sonido POSTULADO DE SIGNIFICADO o el sonido SINÓNIMOS. En última instancia. Esta propuesta hace de ‘analítico’ etc. sonidos sin elucidar» (Putnam 1991, p.174)

¿En que medida afectan las tesis de Quine a la teoría del significado defendida

por Putnam? El problema estriba en plantear si cuando afirmamos que ‘un tigre es un mamífero que tiene la piel rayada’ no estamos ante un enunciado analítico. Mantener un estereotipo como el anterior no supone que los estereotipos sean equivalentes a enunciados analíticos, ya que ningún estereotipo particular o la mayoría de nuestros estereotipos son siempre correctos. De ahí que mantener que "los tigres tienen la piel rayada" sea parte del significado de ‘tigre’, no comprometa la tesis de Putnam con los problemas relativos a la analiticidad. Tampoco la teoría de Putnam se ve afectada por los problemas que implica la traducción desde la perspectiva de la «traducción radical» de Quine. Simplemente el problema de la traducción radical queda relegado a un segundo nivel ya que para que una traducción se realice es necesario que:

1º.- El descubrimiento de los estereotipos sobre los que se realiza la traducción venga precedido de una traducción de las oraciones del lenguaje que se va a traducir.

2º.- El lingüista debe conocer quienes son los expertos en la comunidad lingüística que permiten fijar la extensión que es socialmente aceptada por la comunidad.

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I.5.3. Crítica de la Teoría semántica de Davidson

Davidson pretende proporcionar una teoría semántica para los lenguajes naturales basada en conceptos puramente formales, tomando como modelo la definición de verdad para un lenguaje formalizado. Esta propuesta requiere, en primer lugar, poder disponer de un conjunto de reglas que especifiquen, para cada palabra, las condiciones en las que es verdadera; y en segundo lugar, para aquellas oraciones que consten de más de una palabra, disponer también de las reglas que nos permitan construir oraciones verdaderas a partir de oraciones más simples que sean verdaderas. La idea de Davidson es que una teoría de la verdad como ésta más una teoría de la traducción que fuese correcta, podría valer también como una teoría del significado. El problema al que se enfrenta esta teoría es que, si bien puede ser válida para palabras como ‘soltero’ cuyo estereotipo asociado es tan fuerte que constituye una condición necesaria y suficiente, para la mayoría de las palabras el programa de Davidson fracasa. Podemos dar una definición de la verdad de una palabra que no sea a la vez una teoría del significado de la palabra. Así, se podrá decir que ‘agua’ es verdadera de x si, y sólo si, x es H2 O. En este caso tenemos una definición extensionalmente correcta de la verdad de la palabra ‘agua’. Sin embargo, si el hablante desconoce que agua es H2 O, entonces la fórmula no nos dice nada sobre el significado de ‘agua’. Desde la perspectiva de Putnam, el programa de Davidson no puede tener éxito porque «las exigencias de una teoría de la verdad y las de una teoría del significado son mutuamente incompatibles». Esto es evidente si tenemos en cuenta que, según el requisito de corrección formal, no podemos tener una teoría de la verdad para un lenguaje dado que esté formulada en el mismo lenguaje para el cual se desarrolla dicha teoría de la verdad. Sin embargo, la mayoría de las palabras requieren que podamos, y esto es imprescindible cuando queremos hacer una traducción del español al español, proporcionar una teoría del significado formulada en el mismo lenguaje. I.5.4. Crítica de la Semántica de California

Putnam trata en este apartado la teoría semántica que desarrolló el último Rudolf Carnap, refiriéndose a ella como la ‘semántica de California’. Frente a los intentos de formalizar el análisis semántico o de aplicar los cálculos formales a la semántica, los defensores de la semántica de California afirman que en estos casos se trabajaría con descripciones de lenguajes ideales y que, por el contrario, el lenguaje real es un lenguaje vago en el sentido de que sus términos no poseen una intensión precisa y simple. Un término de una lengua natural tendrá un conjunto de intensiones. Carnap afirmará que la intensión de un término consiste en una propiedad. «Una entidad ' e' pertenece a la extensión de un término T justo en el caso de que 'e' tenga una propiedad que resulte ser la intensión de T» (Putnam 1991, p. 184)

La dificultad a la que se enfrenta esta concepción radica en el uso de la noción ‘captar una intensión’, ya que no queda claro qué es lo que se quiere decir cuando se afirma que una intensión puede ser ‘captada’ o puede se ‘asociada’ a algo. Una forma de salir de esta situación pasaría por asumir que la verificación de un término no se

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produce de forma individual, sino que se trataría de una experiencia colectiva. De esta forma, la verificación de un término T no puede realizarse al margen del contexto formado por un conjunto particular de teorías, hipótesis auxiliares etc. Por otro lado, en la medida en que la semántica de California asume que la intensión debe ser captada por los individuos, corre el riesgo de hacer del lenguaje algo privado, puesto que captar una intensión sería equivalente a estar en posesión de un estado psicológico determinado y de esta forma la semántica de California queda comprometida con los postulados I y II que anteriormente fueron criticados. El error que comete la semántica de California consiste en no percibir que la extensión se determina socialmente y no mediante la competencia individual. Los intentos de la semántica de California para solucionar estos problemas le llevan a hacer de la intensión una función cuyos argumentos pueden ser un mundo posible, un hablante y un contexto de proferencias no-lingüístico. Según estos nuevos modelos desarrollados por David Lewis, en el ejemplo de la Otra Tierra, ‘agua’ tendría la misma intensión -por cumplir la misma función- en la Tierra como en la Otra Tierra, aunque su extensión sería distinta. Lewis mantiene el supuesto I («conocer el significado de un término es estar en un cierto estado psicológico») y renuncia al supuesto II («el significado de un término - en el sentido de intensión- determina su extensión»). Frente a esta posición Putnam rechazará I y mantendrá II. Sin embargo, el sentido de supuesto II, tal y como se introdujo en un primer momento, implicaba que la intensión, en el sentido fregeano, determinaba la extensión; y ahora el supuesto II parece entenderse como que el significado -en sentido putnamiano- incorpora la extensión. I.6. Cómo reconstruir el significado

Una vez que se ha llegado a esta situación Putnam recapitula el trabajo que queda aún por hacer para poder reconstruir la noción de significado:

1.- Descubrir qué tipos de elementos tienen cabida en los estereotipos. 2.- Desarrollar un sistema de representación de estereotipos mediante la idea

de «marcador semántico».

Considerando el estereotipo de ‘tigre’ vemos que está compuesto por los siguientes rasgos: - Ser animal - Ser como-un-gato-grande. - Tener la piel a rayas sobre fondo amarillo. etc. El rasgo ‘ser animal’ se diferencia cualitativamente del resto de los rasgos que definen el estereotipo. Recurriendo a las nociones quineanas de «centralidad» o de «irreversibilidad» no cabe la posibilidad de pensar que los tigres no sean animales, por ejemplo que fuesen robots, en tal caso, si los tigres fuesen robots, entonces, lo han

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debido de ser desde siempre. No se trata de convertir el enunciado ‘los tigres son animales’ en enunciados absolutamente irreversibles, sin embargo, es cualitativamente más fácil revisar enunciados del tipo ‘todos los tigres tienen la piel a rayas’ que enunciados como el anterior. Este tipo de rasgos, ‘animal’, ‘ser vivo’, ‘artefacto’ forman parte de un sistema de clasificación. La centralidad de estos rasgos garantiza que una vez que los objetos han sido clasificados -bajo ciertos rasgos- no vuelvan a ser calificados de nuevo. Este tipo de rasgos deben ser usados en la semántica como marcadores que funcionan como «indicadores de categoría». Al introducir Katz y Fodor estos marcadores semánticos no propusieron que el significado se redujese a una lista de marcadores, estos marcadores se reducen a ser «indicadores de categorías con un alto grado de centralidad». Al resto de los rasgos que integran un estereotipo se les denominó «distinguidores». La función que cumplen los marcadores semánticos junto con los distinguidores es la de dar las condiciones necesarias y suficientes de pertenencia a la extensión de un término. Putnam ha reunido ya los elementos necesarios para poder reconstruir una noción de «significado» que sea aceptable tanto para una teoría lingüística como para el uso común del lenguaje. La propuesta de Putnam pasa por definir « ‘significado’, no entresacando un objeto e identificándolo con el significado (aunque, si uno insiste, eso podría hacerse siguiendo el estilo conjuntista usual), sino especificando una forma normal ( o mejor, un tipo de forma normal) de descripción de significado» (Putnam 1991, p.190)

El problema reside entonces en determinar que se debe entender por «una forma normal de descripción». Una forma normal de descripción del significado de una palabra es considerada como una sucesión finita (o un vector) con los siguientes componentes: �� Los marcadores sintácticos que se aplican a la palabra, como ‘nombre’. �� Los marcadores semánticos que se aplican a la palabra, como ‘animal’. �� Una descripción de los rasgos adicionales del estereotipo. �� Una descripción de la extensión.

La propuesta de Putnam se sustenta sobre la convención de que los componentes del

vector representan, excepto la extensión, una hipótesis acerca de la competencia del hablante individual. De este modo, la descripción para un hablante de la forma normal de ‘agua’ sería:

Marcadores sintácticos

Marcadores semánticos

Estereotipo Extensión

Nombre de masa; concreto

Clase natural; líquido

Incoloro, insípido, transparente, que quita la

sed

H2O (con o son impurezas)

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Esta descripción no implica que a todos los miembros de la comunidad

lingüística se les pueda exigir que conozcan que el agua es H2O, tan sólo, que el uso normal por parte de los hablantes del término "agua" es de hecho H2O, o lo que es lo mismo, que la intención del hablante, aún desconociendo la composición química del agua, es la de usar el término como lo usan aquellos expertos que fijan su extensión. II. «EL NOMBRAR Y LA NECESIDAD». Tercera conferencia, S. Kripke

Kripke comienza su tercera conferencia con una recapitulación que se desarrolla en tres puntos: Primero. La concepción popular sobre como adquieren la referencia los nombres, establece que la referencia de un nombre queda determinada mediante algunas marcas o propiedades que son satisfechas únicamente por el referente y que el hablante cree que son verdaderas de ese referente. Frente a esta tesis Kripke argumenta que, en primer lugar, las propiedades que son creídas por el hablante no tienen porqué especificar únicamente una sola cosa. Y, en segundo lugar, que en el caso de que lo sean, puede ser que esas propiedades no sean verdaderas del referente que el hablante usa normalmente. Segundo. En algunos casos especiales, en los casos de «bautismos iniciales», un referente es determinado mediante una descripción, esto es, mediante una propiedad que permite identificarlo únicamente a él. Esta propiedad no proporciona un sinónimo, sino que fija una referencia mediante algunas «marcas contingentes» del objeto. Tercero. Este último punto está dedicado a analizar la noción de identidad. La identidad es considerada dentro de cierta tradición filosófica - etapa temprana de Frege - como una relación que se establece entre dos nombres cuando ambos designan al mismo objeto. Así, x = y si, y sólo si, ‘x’ e ‘y’ son nombres del mismo objeto. Frente a esta posición, Kipke mantiene que la identidad se da entre un objeto y él mismo. Cuando los enunciados de identidad se dan entre nombres, entonces este tipo de enunciados son necesariamente verdaderos, constituyendo un paradigma del tipo de enunciados que son necesariamente verdaderos. Así, si se identifica a Hesperus como determinada estrella que se ve en la noche, y a Phosphorus como un cuerpo celeste visto por la mañana, entonces, al decir «Hesperus es Phosphorus», nos encontraríamos con un enunciado necesariamente verdadero. El ejemplo anterior podría estar sujeto a cierto tipo de objeciones como pensar que no existe Venus, en tal caso se plantearía el problema de si el enunciado «Hesperus es Phosphorus» es un enunciado verdadero, falso o ni verdadero ni falso. Kripke propone salir de la objeción sustituyendo el enunciado por un condicional de la forma «si existe Hesperus, entonces Hesperus es Phosphorus».

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II.1. Propiedades esenciales de los objetos

Kripke analiza a continuación la situación derivada de la posibilidad de que los objetos posean propiedades esenciales. La única posibilidad de descubrir empíricamente la esencia pasa por establecer la distinción entre aprioridad y necesidad. Para analizar este tipo de propiedades esenciales Kripke recurre al siguiente ejemplo: ¿Qué quiere decir un internalista, esto es, alguien que cree en la existencia de propiedades esenciales, cuando dice que la Reina tiene que haber nacido de sangre real? Un antirrealista no encontraría contradicción alguna si en un boletín del Estado se afirmara que la reina no era hija de sus supuestos padres, sino que habría sido adoptada por ellos de forma secreta. De esta forma, el enunciado «la Reina es de sangre real» sería sintético. Aunque el argumento del antirrealista parece poderoso, se enfrenta a la objeción siguiente: Podríamos preguntarnos si la Reina ha sido siempre humana, esto es, si posee el rasgo esencial + humano. Al antirrealista le caben dos posibilidades, o bien admite, para seguir siendo coherente con su argumentación, que el hecho de que la Reina sea humana es algo contingente, con lo cual cabría la descabellada posibilidad de que fuese un cisne; o bien tiene que asumir que la propiedad de ser humana es una propiedad esencial de la Reina. Un ejemplo similar sería pensar que, dada una mesa determinada, podemos no saber de qué trozo de madera está hecha, ni siquiera si está construida con madera sino con algún material similar o tratado de alguna forma que parezca madera. La pregunta que habría que hacerse es si esa mesa concreta podría haber sido construida con un pedazo de madera completamente diferente. Esa posibilidad no puede darse, en tal caso, estaríamos hablando de una mesa diferente. El problema queda planteado de la siguiente forma:

«¿Qué propiedades tiene que conservar un objeto para no cesar de existir y qué propiedades del objeto pueden cambiar mientras el objeto permanece? [...] ¿Qué propiedades (atemporales) no podría no haber tenido el objeto y qué propiedades podría no haber tenido sin dejar por ello de existir (temporalmente)» (Kripke 1970, p.121 nota 57)

El problema de las propiedades esenciales se plantea ahora como un problema

relativo al status de los enunciados en los que aparecen términos de clases naturales, esto implica que en primer lugar habrá que determinar el status de ese tipo de sustancias. Las posturas de Kripke y de Putnam son en este caso coincidentes ya que, esas propiedades esenciales se corresponderían con las estructuras ocultas de las que habla Putnam. Al hablar del status o de la estructura oculta de ese tipo de sustancias, podría pensarse que caben dos formas de referirse a ellas, una, de tipo fenomenológico, que permite hablar del oro como una sustancia que es maleable y cosas por el estilo. Y otra, referirnos a este tipo de sustancias desde criterios científicos, lo cual daría lugar a dos tipos de conceptos, uno fenomenológico y otro científico que sustituye al anterior. Sin embargo, esta posibilidad es rechazada por Kripke.

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Kripke plantea la siguiente hipótesis: supongamos que por cierto tipo ilusiones ópticas descubrimos que el oro no es de color amarillo. Este descubrimiento no nos permitiría afirmar que el oro no existe, sino que simplemente ha resultado que su color, pese a lo que se creía hasta ahora, no es amarillo sino azul.

«La razón de esto, pienso yo, es que usamos 'oro ' como un término para una cierta clase de cosa. Fueron otros los que descubrieron esta clase de cosa y nosotros hemos oído hablar de ella. Por ende, nosotros, como una parte de la comunidad de hablantes, tenemos determinada conexión entre nosotros mismos y determinada clase de cosa»2 (Kripke 1970, p.125)

Este tipo de sustancias pueden poseer ciertas marcas que permiten su

identificación, si bien no tienen porqué no ser realmente verdaderas con respecto a esas sustancias. Podemos encontrarnos con ciertas cualidades o con ciertas marcas identificadoras que podríamos atribuir erróneamente al oro y que nos permitiría identificarlo en un primer momento, este es el caso de la pirita de hierro u oro de tontos, que compartiría ciertas cualidades superficiales con el oro. El descubrimiento de la pirita de hierro, pese a que pueda ser confundida con el oro, no nos permite afirmar que no existe el oro. Y esto es así por que el oro, además de poseer ciertas características superficiales o marcas identificadoras, posee otras propiedades que le son esenciales al oro y que no son verdaderas de la pirita de hierro. II.2. Identificaciones teóricas El problema se traslada ahora a la identificación de los objetos. ¿Podemos identificar un objeto mediante una descripción, que aparezca en un diccionario, y que satisfaga las características superficiales -apariencias exteriores - del objeto en cuestión?. Si tomamos la palabra ‘tigre’ podemos asociar a ella una cierta descripción: «un tigre es un felino grande, cuadrúpedo, carnívoro, que tiene un color amarillo tostado con rayas negruzcas transversales y panza blanca». ¿Que sucedería si encontrásemos un animal que satisface todas las características anteriores salvo que este animal es un reptil un tanto peculiar? Esta situación no nos permitiría afirmar que algunos tigres son reptiles, o que el concepto fenomenológico de tigre ha sido reemplazado por un nuevo término científico. Es decir, aunque los miembros de la comunidad lingüística no conozcan la estructura interna de tigre, los hablantes se refieren a los tigres pensando que forman una cierta especie de clase natural y que cualquier cosa que no sea de esa especie, aunque se parezca en sus características superficiales a los tigres, no es de hecho un tigre. Podemos decir, en términos de Putnam que lo que determina la identificación es la intención del hablante, así aunque este no conozca su estructura interna, su intención es la de identificar al objeto mediante sus propiedades esenciales o su estructura oculta. Enunciados del tipo “los tigres son animales” son enunciados necesarios, si bien Kripke coincide con Putnam en afirmar que este tipo de enunciados son «menos

2 Esta situación que propone Kripke es equivalente a la propuesta por Putnam al plantear al División del trabajo lingüístico

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necesarios» que enunciados del tipo “los solteros son no casados” ya que estos enunciados no son conocidos a priori y por lo tanto no pueden ser analíticos. Los enunciados que son verdades necesarias, en un sentido estricto, son aquellos que representan descubrimientos científicos, o que reflejan la estructura oculta de los objetos. De esta forma, dada la mejor teoría científica de que disponemos, una vez que, por ejemplo, se ha determinado que el número atómico del oro es 79, entonces, a partir de ese momento, «el oro tiene el número atómico 79» es un enunciado necesario. Los términos científicos permiten identificar una propiedad esencial del objeto o de un fenómeno en cuestión, así, cuando se descubre que el calor es un fenómeno relacionado con el movimiento de moléculas, hemos dado una descripción en términos básicos de teoría física, y esto nos permite identificar de una forma estricta el fenómeno y la manera como identificamos el fenómeno es lo que nos permite fijar la referencia Kripke parece confundir la determinación de la esencia con el hecho de fijar la referencia de un término, esta confusión parece derivarse del hecho de que utiliza la identificación, tanto para las propiedades contingentes como para las necesarias La tesis defendida por Kripke es que los términos de clases naturales se comportan de una forma parecida a los nombres propios. Se pueden distinguir de este modo, por un lado, los nombres comunes que son apropiados para predicados que señalan especies o clases naturales como ‘tigre’ o ‘gato’; y de otro lado, los términos masa que designan clases naturales como ‘oro’ o ‘agua’. Kripke finaliza, antes de tratar los temas relativos a la identidad mente - cuerpo, con una recapitulación de las tesis defendidas en su conferencia. Primero. Los términos de clases naturales funcionan de una forma similar a como lo hacen los nombres propios. Estas conclusiones son válidas también para diversos tipos de nombres: �� Contables (count nouns): ‘gato’, ‘tigre’ �� Términos masa (mass terms): ‘oro’, ‘pirita de hierro’, ‘agua’ �� Términos de fenómenos naturales: ‘calor’, ‘luz’; y sus adjetivos correspondientes:

‘caliente’, ‘luminoso’

Segundo. Ante los términos de especie y los nombres propios se debe de tener en cuenta la distinción entre Propiedades Contingentes que acompañan al término y que vienen determinadas por la forma en que se fijó su referencia, y Propiedades Analíticas - necesarias - que pueden acompañar al término y que son dadas por su significado3

En los casos de los nombres propios la referencia se puede fijarse de diversas maneras: mediante un bautismo inicial a partir de una descripción; mediante una cadena, pasando el nombre de eslabón en eslabón. 3 Nos encontramos con una nueva coincidencia entre la obra de Kripke y la de Putnam, pues Putnam también mantiene que la referencia puede ser fijada mediante las características superficiales cuando las características esenciales o la estructura oculta no es suficiente relevante

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«En general, la referencia la referencia de los términos de clases naturales se fija de esta manera: la sustancia es definida como la clase instanciada por (casi la totalidad de) una muestra dada. La cualificación ‘casi la totalidad’ permite la posibilidad de que en la muestra pueda estar presente un poco de oro de tontos. Si, la muestra original tiene un número pequeño de cosas de otra clase, serán rechazadas por no ser realmente oro» (Kripke 1970, p.142)

Tercero. En el caso de las clases naturales, creamos una muestra o un elemento

paradigmático, usando ciertas propiedades que consideramos que son, al menos, aproximadamente características de la clase. Una vez que tenemos la muestra, a partir de esta se extraen unas propiedades que permiten la introducción en la clase de nuevos ejemplares.

Cuarto. Mediante la investigación científica podemos descubrir características de la estructura oculta de los objetos que permiten identificar de una forma estricta al objeto. Así, un objeto natural será oro si el único elemento que contiene es el que tiene como número atómico 79. Quinto. La muestra original se puede ver ampliada en la medida en que se descubran nuevos ejemplares. Las identificaciones teóricas son identidades que contienen dos designadores rígidos, de este modo constituyen ejemplos de enunciados necesarios a posteriori III. CRÍTICAS A LA TEORÍA REALISTA DE PUTNAM Y KRIPKE

Podemos plantear a la teoría causal de la referencia tres tipos de dificultades. A) La hipótesis que introducen Putnam y Kripke de la «ceremonia bautisma»l afirma que, para un término concreto, existirá un acontecimiento particular que le corresponde, que es lo que Putnam denomina «el bautizo inicial». Como señala Ulises Moulines (Moulines 1991), este tipo de hipótesis es claramente de carácter empírico lo cual implica que si se emprendieran las investigaciones necesarias de tipo histórica, etnológica y filológica, entonces podría ser contrastada empíricamente. Sin embargo, por su propio contenido se trata de una hipótesis empírica pero que es fundamentalmente imposible de comprobar. Para Moulines parece más adecuado concebir los orígenes de los mecanismos referenciales como parte de un fenómeno total del lenguaje, como un proceso que gradual y global y no como un proceso repentino y atomizado. B) La fijación de la referencia o la identificación de los nombres propios se presenta como un caso difícilmente asimilable por la teoría realista y esto porque es altamente inverosímil que la referencia determinada por los eventos introductorios haya permanecido invariable a lo largo de la historia. Kripke pretende centrar el problema en los casos paradigmáticos de los nombres propios de personas, sin embargo, es difícil pensar que la referencia de un nombre propio de un país o una región determinada quede fijada de una vez para siempre.

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Podemos pensar al respecto como la referencia de un nombre propio como Bosnia o Yugoslavia ha cambiado unas cuantas veces en lo que va de siglo. Esta misma crítica podría extenderse a los casos de los términos básico de la ciencia, así, si tomamos el término "fuerza" podemos ver como su referencia ha cambiado dependiendo de las distintas teorías en las que el término funcione o se aplique. C) Las propuestas de Putnam y Kripke hacen uso del concepto de designador rígido. Los designadores rígidos son expresiones, que en el caso de tener una referencia, designarán a la misma entidad en cualquier mundo posible. El problema surge cuando se intenta aplicar el designador rígido a contextos empíricos. La aplicación de los designadores rígidos a los nombres propios plantea el problema de cual es la identidad personal o la esencia individual que nos permitiría identificar a una persona en todos los mundos posibles. De este modo parece difícil de mantener que un individuo como Richard Nixon que en un mundo posible ha ganado unas elecciones presidenciales, sea el mismo Richard Nixon que en otro mundo posible ha perdido las elecciones. Este tipo de problemas son el resultado de tener que admitir nociones tan extrañas como eventos introductorios (bautismo inicial) o esencias referenciales que permanecen eternas al margen de los cambios históricos sociales o científicos.

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IV. BIBLIOGRAFÍA

- Kripke, S. (1970) «El nombrar y la necesidad. Tercera conferencia» - Moulines, Ulises. (1991) Pluralidad y recursión. Estudios

epistemológicos. Madrid, Alianza Universidad - Putnam, Hilary. «El significado de ‘significado’» en Valdés Villanueva

(1991) - Valdés Villanueva (1991) La búsqueda del significado: lecturas de

Filosofía del Lenguaje. Madrid, Tecnos