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19 AMF 2008;4(11):609-614 609 PUNTOS CLAVE «Conócete a ti mismo» es un pensamiento también válido en lo que se refiere a la propia profesión. El nivel médico alcanzado hoy no justifica el «adanismo» ni el desprecio del de ayer. La historia explica lo que antes fue el «hoy» de nuestra profesión, cómo y por qué fue como fue y no de otra manera, lo que nos sirve de aviso y experiencia. No sabemos lo que en el futuro repudiaremos de lo que hoy juzgamos como cierto. Quienes fueron médicos antes que nosotros, sin duda, partieron de una situación peor. Gracias a nuestros predecesores, la medicina, que es una sucesión de peldaños científicos, nos llegó como nos llegó, y no de peor manera, y ellos tienen su parte en el nivel de desarrollo actual. La medicina no es la misma en todos los sitios ni siquiera en la misma época. Como todo en la vida, la medicina no sólo avanza, también puede retroceder por malos hábitos científicos, y a veces lo ha hecho, o al menos se ha estancado un tiempo más o menos largo. El descubrimiento o la doctrina más perfecta siempre ten- drá como cercana o posible otra que la ayude a comple- mentarse o a mejorar aún más. Los más grandes médicos siempre han acabado siendo superados por el trabajo de todos los demás, los de hoy también lo serán y no por ello su labor desmerecerá para el futuro. Cualquier experiencia, ya sea propia o recibida, es pasado, y por lo tanto, en mayor o menor grado, historia. INTRODUCCIÓN Hablar de historia de la medicina resulta a veces contro- vertido. Durante la carrera es una asignatura que, vista en medio de contundentes materias como las anatomías, médicas y quirúrgicas, da una sensación de elemento más o menos exótico y que, en algún momento, parece ocupar un tiempo precioso que se podría dedicar a ellas. No obstante, nos vamos acostumbrando a que se encuentre permanentemente presen- te en las conversaciones, en forma de síndromes, maniobras o instrumentos que portan epónimos históricos. La maniobra de Heimlich, las pinzas de Kocher, la respiración de Kussmaul 2 o el síndrome de Down, son cuatro ejemplos cotidianos de esta presencia permanente de la historia, con permiso del omni- presente fonendo y de su creador Renato Laennec 3 . Es difícil que los nombres de personajes históricos no aparezcan de continuo, bien en una simple conversación entre profesiona- les o al iniciar el estudio de un tema o lección, ya que, raro es el caso en que no aparece una breve introducción histórica al mismo, y puede decirse otro tanto de los prólogos de los libros de medicina. No todo es clínica La historia nos enseña Fernando J. Ponte Hernando Doctor en Medicina y Cirugía. Unidad docente de Historia de la Medicina. Universidad de Vigo. Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Pediatra. EAP de Santa Eugenia de Riveira. A Coruña. La historia da vida a la propia especialidad profesional, pues a cada práctico le explica la razón de ser de la dirección de ella y de los vicios, rutinas o corruptelas de que tal vez convenga purificarla. La historia proporciona economía al pensamiento. Nadie puede saber si lo que él concibe es nuevo o rancio para el mundo, mientras no averigüe qué cosas lleva pensadas la humanidad. La historia, enseñándonos cuánto se ha intentado y en qué medida se ha obtenido, nos determina con admirable precisión la altura personal que hemos de adquirir como punto de apoyo de nuestra individual contribución al común progreso. José de Letamendi 1

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también lo serán y no por ello su labor desmerecerá para el futuro. I Cualquier experiencia, ya sea propia o recibida, es pasado, y por lo tanto, en mayor o menor grado, historia. La historia proporciona economía al pensamiento. Nadie puede saber si lo que él concibe es nuevo o rancio para el mundo, mientras no averigüe qué cosas lleva pensadas la humanidad. Fernando J. Ponte Hernando José de Letamendi 1 19

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19 AMF 2008;4(11):609-614 609

PUNTOS CLAVE

� «Conócete a ti mismo» es un pensamiento también válidoen lo que se refiere a la propia profesión. El nivel médicoalcanzado hoy no justifica el «adanismo» ni el despreciodel de ayer.

� La historia explica lo que antes fue el «hoy» de nuestraprofesión, cómo y por qué fue como fue y no de otramanera, lo que nos sirve de aviso y experiencia.

� No sabemos lo que en el futuro repudiaremos de lo quehoy juzgamos como cierto.

� Quienes fueron médicos antes que nosotros, sin duda,partieron de una situación peor.

� Gracias a nuestros predecesores, la medicina, que es unasucesión de peldaños científicos, nos llegó como nos llegó,y no de peor manera, y ellos tienen su parte en el nivel dedesarrollo actual.

� La medicina no es la misma en todos los sitios ni siquieraen la misma época.

� Como todo en la vida, la medicina no sólo avanza, tambiénpuede retroceder por malos hábitos científicos, y a veceslo ha hecho, o al menos se ha estancado un tiempo más omenos largo.

� El descubrimiento o la doctrina más perfecta siempre ten-drá como cercana o posible otra que la ayude a comple-mentarse o a mejorar aún más.

� Los más grandes médicos siempre han acabado siendosuperados por el trabajo de todos los demás, los de hoy

también lo serán y no por ello su labor desmerecerá parael futuro.

� Cualquier experiencia, ya sea propia o recibida, es pasado,y por lo tanto, en mayor o menor grado, historia.

INTRODUCCIÓN

Hablar de historia de la medicina resulta a veces contro-vertido. Durante la carrera es una asignatura que, vista enmedio de contundentes materias como las anatomías, médicasy quirúrgicas, da una sensación de elemento más o menosexótico y que, en algún momento, parece ocupar un tiempoprecioso que se podría dedicar a ellas. No obstante, nos vamosacostumbrando a que se encuentre permanentemente presen-te en las conversaciones, en forma de síndromes, maniobras oinstrumentos que portan epónimos históricos. La maniobra deHeimlich, las pinzas de Kocher, la respiración de Kussmaul2 oel síndrome de Down, son cuatro ejemplos cotidianos de estapresencia permanente de la historia, con permiso del omni-presente fonendo y de su creador Renato Laennec3. Es difícilque los nombres de personajes históricos no aparezcan decontinuo, bien en una simple conversación entre profesiona-les o al iniciar el estudio de un tema o lección, ya que, raro esel caso en que no aparece una breve introducción histórica almismo, y puede decirse otro tanto de los prólogos de los librosde medicina.

No todo es clínica

La historia nos enseñaFernando J. Ponte HernandoDoctor en Medicina y Cirugía. Unidad docente de Historia de la Medicina. Universidad de Vigo.Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria.Pediatra. EAP de Santa Eugenia de Riveira. A Coruña.

La historia da vida a la propia especialidad profesional, pues a cada práctico le explica la razón de ser de la dirección de ellay de los vicios, rutinas o corruptelas de que tal vez convenga purificarla.

La historia proporciona economía al pensamiento. Nadie puede saber si lo que él concibe es nuevo o rancio para el mundo,mientras no averigüe qué cosas lleva pensadas la humanidad.

La historia, enseñándonos cuánto se ha intentado y en qué medida se ha obtenido, nos determina con admirable precisiónla altura personal que hemos de adquirir como punto de apoyo de nuestra individual contribución al común progreso.

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VISIÓN RECIENTE

De la misma manera se siente a veces en carne propia el pasode la historia. Quienes están ahora en la mitad de su vida médi-ca, posiblemente se hubieran llevado una gran sorpresa si, en ladécada de 1980, alguien les hubiera hablado de cuál sería elactual tratamiento de la úlcera péptica y de su naturaleza infec-ciosa, del estado de la ciencia oncológica, de la problemática delsida y otras enfermedades de transmisión sexual o del esplendo-roso presente de la especialidad de diagnóstico por la imagen,que, en aquel entonces, languidecía a la espera de la tomografíacomputarizada, la resonancia magnética, la tomografía por emi-sión de positrones, la telemedicina o la gran especialización ytecnificación actual de la ecografía.

La naturaleza del estudio histórico es servir como crítica de supropia materia, entendiendo crítica como «arte de juzgar conconocimiento y propiedad»4. Al hablar de «historia de la medici-na» no lo estamos haciendo de una realidad rígida, estáticae inmutable, por cuanto su significado, alcance, metodología eincluso su esencia, ha cambiado y sigue haciéndolo con los tiem-pos y con la evolución de su propio objeto, la medicina. Estoocurre de la misma manera que, por ejemplo, cuando hablamosde patología general, nada tiene que ver aquella que practica-ban los vitalistas románticos seguidores de Letamendi con suscontinuadores en las cátedras, fisiopatólogos imbuidos de lasdoctrinas de Ludolf von Krehl, como Roberto Nóvoa Santos,incluso siendo como eran los unos seguidores inmediatos de losotros, pues desde la misma cátedra que ocupó Letamendi, expli-có Nóvoa, con el solo entreacto de los bastantes años en que fuesu titular D. Amalio Gimeno, ilustre letamendiano, por tanto, sinsolución de continuidad entre unos y otros.

INICIOS DE LA HISTORIA DE LA MEDICINACOMO CIENCIA

En el siglo XVI, la historia de la medicina se obtenía casi ex-clusivamente de biografías de médicos, como la Vita ArnaldiVillanovani de Champier, autor también del Liber de medicinaeclaris Scriptoribus, así como de algunos repertorios biobiblio-gráficos útiles para consultar la ciencia coetánea. En el s. XVII

aparecen algunos tímidos intentos de periodificar las etapasanteriores de la medicina, aún con una gran dependencia de losautores antiguos. Fue frecuente la presencia de revisiones biblio-gráficas de la literatura médica y, más adelante, se destacó lahistoria de las diversas escuelas médicas, que determinaron losprogresos médicos teóricos, para en el s. XVIII convertirse en his-toria científica de la medicina a partir de la obra de Leclerc(1696), Historia de la medicina, que hasta las primeras décadasdel s. XIX tuvo un carácter absolutamente pragmático5,6.

Leclerc fue el primer gran historiador de la medicina por dosmotivos:

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Adolf Kussmaul (1822-1902)

Renato Laennec (1781-1826)

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1. Hizo un constante esfuerzo por exponer el engranaje derazonamientos y experiencias sobre el problema médico de lahumanidad.

2. Su intención de descubrir el sucesivo progreso de la medicina.

Con ello, socavó el argumento de autoridad, la considera-ción del magister dixit como criterio de certidumbre, por elcual Hipócrates y Galeno eran indiscutibles desde hacía siglos.

Durante el s. XVIII, el más destacado historiador médico fueAlbrecht von Haller, cuyo mérito principal reside en haberpotenciado la labor de crítica y acentuado el rigor en la bús-queda historiográfica.

La cumbre de la época se alcanzó, en el siglo de las luces,con la obra de Sprengler, en cinco tomos, Ensayo para una his-toria pragmática de la medicina (1792-1803), que marcó el finde una época y el comienzo de otra.

En España la historiografía médica tuvo un brillante comien-zo7, como lo atestiguan la Historia de la epidemiología deJoaquín de Villalba y los Repertorios biobibliográficos deAntonio Hernández Morejón (1842-1852)8 y de AnastasioChinchilla (1841-1846); tras ellos, sólo merece ser destacado9,Luis Comenge y Ferrer, íntimo amigo de Letamendi, con su obraLa medicina en Cataluña (1908) y su inconclusa Historia de lamedicina española ochocentista, cuyo único volumen, editadoen 1914, es una prolongación de la obra de Morejón y Chinchilla.

Hasta entonces no estuvo desatendida la historiografíamédica, proliferaron todas sus manifestaciones: estudios críti-cos, de los orígenes, catalogación de materiales, monografías,investigaciones histórico-epidémicas, estudios históricos detodas las disciplinas, teniendo en cuenta los modernos méto-dos históricos y la coincidencia en el tiempo con importanteshallazgos arqueológicos, como los realizados en Egipto porHenry Mariette y otros, en la década de 1850, así como los dela localización de la antigua Troya, por Heinrich Schliemann yde Mesopotamia, por Ernest de Sarzec, todos en la década de1870, que contribuyeron muy notablemente al interés por lamateria; así como el importante auxilio que supusieron la filo-logía y las otras ciencias auxiliares10.

La mejora de las comunicaciones y los medios de transporte(telégrafo, tren, barco) fomenta el incremento de las relacionesintelectuales y culturales que atraen a personajes de talentosescogidos pertenecientes a otras áreas, como demuestra elgran interés que mostró Rudolf Virchow por las cuestiones his-tóricas y cómo colaboraba en ellas.

El romanticismo terminó, en parte, con dichos criterios,introduciendo sus postulados de auténtica reacción revolucio-naria contra el racionalismo, en toda la ciencia, incluso en lahistoria de la medicina, produciendo un claro retroceso en estamateria, ya que da primacía al sentimiento frente al conoci-miento racional y a lo establecido como clásico11.

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Roberto Nóvoa Santos (1855-1933)

José de Letamendi y Manjarrés (1828-1897)

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La historia de la medicina, a primera vista, se puede consi-derar de varias maneras: una disciplina no muy exigente delplan de estudios, otras veces se ha dicho de ella que es una afi-ción de profesores y doctores jubilados o bien un área de ocu-pación de médicos diletantes con ínfulas intelectuales o, en elmejor de los casos, un saber culto de cierta utilidad para com-batir el bárbaro especialismo. Trataremos de alejarnos de tanpobres premisas en estas líneas; para ello, emprenderemos unaesperanzada reflexión teorética sobre algunos aspectos, con elobjeto de determinar en qué punto de la trayectoria vital de ladisciplina nos encontramos.

ETAPAS EVOLUTIVAS DE LA HISTORIADE LA MEDICINA

La historia contemporánea de la medicina ha pasado pordiversas etapas.

En una primera etapa, que podríamos llamar historiogénica,el historiador médico se limitaba12 a relatar los hechos consti-tutivos de la historia médica, las escuelas teóricas y prácticas,las vidas y obras de los grandes médicos y los descubrimientosimportantes. Coincide esta etapa, avant la lettre, con la queLaín Entralgo13 denominaba etapa documental y archivísticade la investigación histórico-médica y cuyo máximo exponen-te fue Karl Sudhoff. Era la culminación, hacia 1928, de un largoy fecundo período iniciado en el s. XIX por Littré, autor de lamejor edición crítica del Corpus Hippocraticum, y Haeser, quemarcó el comienzo del abandono de los postulados románticosy el acercamiento a los positivistas, desde un punto de vistamás filológico el primero y más histórico el segundo. Baas des-arrolló una labor muy objetiva entre los años 1870 y 1890.

La historia de la medicina había vivido, en tiempos de estosautores, un período extraordinariamente vital y fecundo, porcuanto el pasado del saber médico gozó de una gran actuali-dad hasta bien entrado el s. XIX, ya que: «En el autor antiguo,veían todos, total o parcialmente un verdadero coetáneo;tan vigente que, los libros a ella consagrados podían ser parasus lectores meros recordatorios de los autores y las doctri-nas que el médico culto debía conocer, tanto para ser verda-deramente culto como para ser actualmente médico»14. Esdecir y, para entendernos, algo parecido a lo que un libroantiguo de anatomía o de aritmética, cuyos postulados siganplenamente vigentes, puedan significar hoy para nosotroscomo libros de historia de la ciencia y como manuales deposible uso actual. Pero igual que los autores citados, hemosde preguntarnos si un saber histórico metódicamente cons-treñido al descubrimiento, examen crítico y mutuo ensam-blaje, de manuscritos y libros antiguos, puede ser interesantepara el médico deseoso de formación intelectual o para el his-toriador general. La respuesta es desalentadora, para elprimero poco, para el segundo casi nada. Como dice Laín, en

términos nietzscheanos, sólo podría tener interés para «culti-vadores gremiales» de la historia de la medicina, para espe-cialistas, en suma.

Es al menos comprensible que, a finales del s. XIX, momentode auge de la microscopía, la bacteriología, la vacunación y conel avance de las doctrinas anatomoclínicas primero y fisiopato-lógicas y etiopatogénicas después, los estudiantes y profesiona-les de la época percibiesen este tipo de historia, en cuanto estu-dio de una serie de teorías más o menos pintorescas y, desdeluego, plenamente superadas, como una rechazable antigualla.

A tal punto llegó este rechazo que los estudiantes de medi-cina de Berlín en plena fiebre romántica se rebelaron abierta-mente contra su enseñanza, ya que no toleraban en su currí-culum algo en lo cual veían un cadáver.

En la segunda etapa, que podríamos denominar de crono-patología, se aplican los conocimientos médicos, biológicosy de otras ciencias auxiliares a un análisis retrospectivo, decarácter fundamentalmente clínico, de los grandes protagonis-tas de la historia, describiendo la enfermedad, física o psíqui-ca, y la muerte de reyes, héroes y políticos, como pudieran des-cribirse detalladamente sus hazañas. Esto, no cabe duda de queamplía el horizonte y tranquiliza a los críticos de algún modo,ya que muestra una nueva utilidad de aquello que ya parecíamuerto e inservible, tanto más, cuanto que lo hace, desde eluso de los nuevos conocimientos médicos aplicados a la clíni-ca histórica; el médico historiador de la medicina se ve obliga-do, además, a mantenerse al día como médico.

La necesidad de darle un giro copernicano al enfoque de la dis-ciplina era tanta que se percibía con claridad, sobre todo en la másnotable escuela de la materia, la alemana, cuya cima era el Institutfür Geschichte der Medizin de Leipzig con Sigerist (1) a la cabeza,poco después de haber sustituido a su fundador Karl Sudhoff.

Corría 1928, el mundo estaba en los prolegómenos de la«gran depresión», con todo lo que ello supuso, y la ciencia ale-mana era una máquina formidable, admiración y guía del restode países, que había alcanzado su cumbre y su punto de infle-xión apenas 10 años después de terminar la «gran guerra».

Sin embargo, Sigerist15 supo diagnosticar el mal con acier-to, cuando dijo: «La historia de la medicina ha entrado en unafase decisiva. Llamada a la cooperación desde la medicina viva–esto es, desde la más pura actualidad del saber y el quehacerde los médicos–, deberá demostrar si en verdad es capaz de res-ponder a esa apelación y tomar parte activa en la solución delos grandes problemas en que hoy se afana el mundo médico.

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(1) Henry Sigerist: prestigioso catedrático suizo, que trabajó en Leipzig y en la JohnHopkins, discípulo de Karl Sudhoff y fundador de la escuela moderna de análisis sociológi-co de la historia de la medicina.

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El rostro de la historia de la medicina es doble, jánico. Por unade sus caras mira con los ojos del médico hacia el porvenir, laotra se halla vuelta hacia el pasado, y con los ojos del historia-dor trata de poner luz en lo que fue.» Aquí planteaba el deberde la historia de la medicina, de pasar airosa la prueba dedemostrar si los nuevos aires del espíritu científico en todos losdominios del saber pasaban de largo para ella o era la ocasiónde cogerlos como viento de popa para acompañar a la cienciapositiva de un modo eficaz, a la manera en que un buen,amplio y limpio retrovisor nos ayuda a conducir con eficienciay seguridad, observando lo ya recorrido, situando con precisiónel presente y anticipando el inmediato futuro, para el buentranscurrir del viaje hacia nuestro destino.

Todo ello, dejando atrás el mero alineamiento de hechos inte-resantes con mentalidad positivista, para, con este nuevo enfo-que, interpretar el pasado, vivificarlo y hacerlo fecundo para ellogro de un porvenir mejor. Esta actitud nos sumerge directa-mente en una tercera etapa que podríamos denominar de medi-cina de la historia, en la cual se aplican los conocimientos bio-lógicos y médicos a la interpretación del temperamento y delcarácter de los personajes, para buscar así, en su misma raízhumana, el origen de los hechos que se archivan luego en losanales y en las crónicas es una suerte de etiología de la historia.Así, la historia no son los hechos sino los motivos de los hechos,y la erudición no son los datos sino su interpretación16.

Es decir, no basta con saber que existen las historias clínicasde las epidemias del Corpus Hippocraticum y traducirlascorrectamente, garantizando la unidad de texto y sentido delmismo, sino plantearse por qué se hicieron en los s. IV y V antesde Cristo, qué significaron entonces, qué significan hoy y cómodeben ser leídas y traducidas. El tema, visto así, problematiza,vivifica y fecunda el contenido del hoy14; además, suprime lapresente rutina, nos hace reflexionar a la luz de nuestrosactuales conocimientos y sienta las bases de nuestra inte-lección del asunto en el futuro.

Esta nueva concepción de la historia de la medicina, comohistoria social de la medicina, fundada por Sigerist, no tiene elsentido de una rama especializada, destinada a estudiar unosaspectos sociales complementarios de un enfoque tradicional.Sirve para referirse al acercamiento que aspira a llegar a la vidahistórica real, integrando la medicina en una historia total, enuna historiografía cuyo objeto sean todos los aspectos de lavida humana17,18.

Esto resulta evidente si pensamos en la imposibilidad de quela historia general pueda prescindir de la influencia de sucesoscon claro carácter médico, como las epidemias, las vacunacio-nes, el auge de las técnicas de saneamiento o las oscilacionesdemográficas en la vida de la sociedad de las diversas épocas.Pues bien, creemos firmemente que la historia de la medicina,vista así, resulta un conocimiento histórico y humanístico degran utilidad para la formación de la conciencia del ser médi-co y para la prosecución de su progreso, siendo capaz de pro-ducir la «conexión de sentido» de Sigerist entre el pasado, elpresente y el futuro de la medicina.

En este último enfoque no sólo cambia la meta del conoci-miento histórico, que pasa de ceñirse al simple contenido obje-tivo de cada documento, a ver aquello que le otorgó una deter-minada significación intelectual y vital en el momento en quefue concebido y que se le otorga ahora, cuando lo estamosexaminando y comprendiendo aquella. Así, va también dirigidoal destinatario, el médico al que va a servir este conocimien-to19, que ante esto, ha de pasar del mero contemplar el asuntohistórico a emplearlo como instrumento a su servicio paracomprender mejor su profesión y el trayecto evolutivo de lamisma que la ha traído al presente y la proyecta hacia el futu-ro.

Pero la nueva situación nos lleva a darnos cuenta de que yano es cuestión de si la historia de la medicina sigue a un ritmoadecuado al objeto de su estudio, sino que además se involu-cra con ésta y con todo el cortejo de las técnicas y las cienciassociales y biológicas acompañantes, que hoy tienen presenciaactiva en nuestras vidas20. Es decir, hoy la historia de la medi-cina tiene una presencia tanto más activa y eficaz cuanto quesu estudio se ha tecnificado, apoyándose para su interpreta-ción de los hechos históricos, de la patología individual o de losgrupos de los tiempos pretéritos y de las lesiones, o en los sig-nos de éstas encontrados en los restos antiguos, en las nuevasposibilidades de diagnóstico clínico, de manejo de información,de la informática, la archivística, del análisis de restos, de tex-tos, de la estadística, etc., e interacciona con la antropología, lasociología, la matemática o la ciencia forense. De este modo,«la historia de la medicina actúa como elemento fundamentalcohesionador y configurador de la identidad de la profesiónmédica, por ser la única disciplina que proporciona una miradaunitaria sobre los conocimientos y las prácticas que la confor-man, en sus dimensiones científica, social y cultural. Sólo lahistoria, a través de la cual se enriquece la experiencia perso-

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Instituto de Historia de la Medicina, Universidad de Leipzig

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nal con la experiencia del pasado, facilita la recta comprensión—razonada, crítica, fundada— de la significación actual de lastareas médicas» (2).

Esperamos que esto contribuya a que se grabe en nuestrasmentes, aprehendiéndolo con firmeza, lo dicho por el maestroLaín en el discurso de despedida de su cátedra: «La historia dela medicina, rectamente enseñada, puede otorgar al médicodignidad ética, porque le muestra quiénes, a lo largo de lossiglos, le han ayudado a ser lo que es y a hacer lo que hace; cla-ridad mental, porque le permite entender mejor la génesis y laestructura de lo que como médico sabe; libertad intelectual,porque le ayuda a librarse del riesgo de convertir en dogma lasideas del tiempo en que vive; y opción a la originalidad, por-que suscita en él la voluntad de emulación y porque le pone aveces ante los ojos ideas o hechos olvidados después de supublicación y todavía válidos, e incluso valiosos»14.

RESUMEN

El desarrollo de la medicina, como el de cualquier otraciencia, se basa, en parte no pequeña, en la transmisión de losconocimientos que, con el tiempo se van acreditando comoválidos, esto es, en la transmisión de experiencias de certeza.Todas ellas son, por tanto, pasadas y se han ido integrando enla historia de nuestra ciencia, ya sea reciente o más o menosremota. El conocimiento de lo que fue y ya no es, nos es asi-mismo útil, bien para saber por qué senda no se debe transi-tar, por haberse evidenciado incierta o falsa, bien para consi-derar los puntos de vista que otros manejaron y que puedendarnos alguna luz sobre el aspecto concreto del que tratamosen cada momento, o sobre la evolución de las ideas o de partede ellas, a lo largo del tiempo. En esto radica la grandeza y uti-lidad del saber histórico, que es un recuerdo de lo que fue alservicio de una esperanza de lo que acaso sea13.

Historia semper magistra vitae.

LECTURAS RECOMENDADAS

Diepgen P. Historia de la medicina. 2.ª ed. Barcelona: Labor; 1932. p. 245-414.El autor, contemporáneo de ellos, adopta una postura ecléctica entreSudhoff y Sigerist, con interesantes aportaciones sobre las corrientes deesa época en Alemania. Su obra se malogró en parte, bajo el nacional-socialismo.

García del Real E. Historia contemporánea de la medicina. Madrid: Espasa-Calpe; 1934.

Su metodología es mediocre; sin embargo, realiza una excelente revisiónpor especialidades de toda la Europa desarrollada, muy bien enmarcadaen la situación histórica y política general 22.

Laín Entralgo P. Ciencia, técnica y medicina. Madrid: Alianza; 1986.Véanse sobre todo capítulos I, XXVI y XXVII, sobre el saber científico enla historia humana y la situación de la medicina y la historia de la medi-cina en la España reciente.

Granjel LS. Medicina española contemporánea. Salamanca: Edic. Universidad;1986.Libro que recorre la historia reciente de la medicina española, desdeprincipios del siglo XIX hasta la Guerra Civil. Contiene un abundanterepertorio biográfico de los médicos más notables y de las corrientescientíficas y sociales europeas y españolas que han configurado esteperíodo.

BIBLIOGRAFÍA

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3. Haggard H. El médico en la historia. 3.ª ed. Buenos Aires: EditorialSudamericana; 1946.

4. Temkin O. Futuro de la historia de la medicina. Historia universal de lamedicina. Tomo VII. 2.ª ed. Barcelona: Salvat; 1976. p. 457.

5. Babini J. Historia de la medicina. Barcelona: Gedisa; 2000.6. Diepgen P. Historia de la medicina. 2.ª ed. Barcelona: Labor; 1932. p.

245-414.7. Sánchez Granjel L. La medicina española contemporánea. Salamanca:

Universidad de Salamanca; 1986.8. Hernández Morejón A. Historia bibliográfica de la medicina española.

Tomo III. Madrid: Imprenta de la Viuda de Jordán e Hijos; 1843. p. 37-47y 283-304.

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10. Lyons A, Petrucelli RJ. Historia de la medicina. Barcelona: Doyma; 1987.11. Mena Calvo JM. Historia de la medicina universal. Bilbao: Mensajero; 1987.12. López Piñero JM. La medicina en la historia. Madrid: La esfera de los

libros; 2002. p. 435-663.13. Laín Entralgo P. Mi oficio en el año dos mil. Revista de Occidente. 1971:103. 14. Laín Entralgo P. Vida, muerte y resurrección de la historia de la medici-

na. Ciencia, técnica y medicina. Madrid: Alianza editorial; 1986. p. 367.15. Sigerist H. Kyklos. Jahrbuch des Instituts fr Geschichte der Medizin an

der Universitt Leipzig [prólogo]. Tomo 1. Leipzig: Georg Thieme; 1930.16. Marañón G. Historiadores de la medicina. Discurso en la sesión inaugu-

ral del X Congreso Internacional de Historia de la Medicina. Hospital dela Santa Cruz, Toledo, 23 de septiembre de 1935.

17. López Piñero JM. Las nuevas técnicas de la investigación histórico-médica.Historia universal de la medicina. Tomo VII. Barcelona: Salvat; 1971. p. 454.

18. Laín Entralgo P (coord.). Historia universal de la medicina. Tomo VII.Barcelona: Salvat; 1972.

19. Marañón G. La medicina y nuestro tiempo. Madrid: Espasa Calpe-Austral;4.ª ed.; 1969.

20. Perdiguero Gil E. La aportación de la historia de la medicina a las cien-cias sociales. En: Martínez Pérez J, Porras Gallo MI, Samblás Tilve P, delCura González M, editores. La medicina ante el nuevo milenio: una pers-pectiva histórica. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-LaMancha; 2004. p. 1099-112.

21. Laín Entralgo P. Descargo de conciencia (1930-1960). Barcelona: BarralEditores; 1976.

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(2) Sociedad Española de Historia de la Medicina. «La Historia de la Medicina ante el pro-ceso de integración del Sistema Universitario Español en el Espacio Europeo de EnseñanzaSuperior». Declaración Institucional. XII Simposio de la SEHM. Universidad MiguelHernández. Alicante, 26 y 27 de junio de 2003.