Las Florecillas de San Luis de Montfort

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  • 8/3/2019 Las Florecillas de San Luis de Montfort

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    LAS FLORECILLAS DE SAN LUIS DE MONTFORTHno. Agustn Pistilli, sg

    (Traduccin de p. Po Surez B., s.m.m.)

    Amigo lector

    I - Un misterioso peregrino

    II - En su tierra natal

    III - La Ciudad Luz del Rey Sol

    IV - Misionero popular

    V - La osada de un apstol

    VI - Contemplativo y profeta

    VII - El Padre de los pobres

    VIII - El amigo de la Cruz

    IX - Todo de Jess por Mara

    X - Educador y maestro

    XI - Fulgores de santidad

    XII - Quin proseguir su Obra?

    Conclusin

    Amigo lector:

    La vida de todo hombre es una aventura. La vida de san Luis Mara de Montfort enconcreto es una aventura singular.

    Vivi slo 43 aos. Pero en tan corto tiempo realiz tantas y tantas cosas. A pie recorricerca de 25.000 kilmetros; predic sin descanso, escribi miles de pginas y fue, sobretodo, un autntico testigo del Evangelio.

    Para ti he seleccionado las aventuras ms hermosas. Les he dado el nombre deflorecillas. No todas son fciles de imitar: pero te las ofrezco con la misma sencillez con

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    que las refieren los escritores que narran la vida del santo. Estoy seguro de que teinteresarn y la historia de Montfort te apasionar. Es una historia de fe, de accin, devalenta.

    San Luis de Montfort no ha sido un hombre del montn. El mismo, hablando de sucarcter, afirma que si no hubiera sabido dominarse, hubiera sido el hombre ms terrible

    de su tiempo. Lo ha sido ciertamente pero en el buen sentido.

    Alguien lo defini como el ms grande y santo misionero francs de su siglo.

    En los 16 aos de su actividad apostlica, transform el occidente de Francia, donde anhoy se habla mucho de l.

    Espero que cuando termines de leer estas pginas, tambin t conserves gratosrecuerdos de l: de su valor, de su amor a Jesucristo, a la Virgen Mara, a los pobres, alos nios, al Pueblo todo de Dios.

    Hermano Agustn Pistilli

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    I - UN MISTERIOSO PEREGRINO

    1. NO ES UN SIMPLE TURISTA

    A mediados de mayo de 1706, tras un viaje a pie de 2.000 kilmetros, llegaba a Romaun joven sacerdote francs.

    No era un turista ni llegaba a Roma por curiosidad. Viajaba como peregrino a la tumbade san Pedro y quera hablar con el Papa.

    Se haca llamar simplemente Montfort.

    Pero retrocedamos un poco y sigmoslo en todas las peripecias de ese viaje. Parte deFrancia a pie, como autntico peregrino. Nada de carrozas, nada de andar a caballo. Porlo dems, no tena con qu pagarse esos lujos. Y nada de equipaje. Slo lleva consigo laBiblia, el Breviario, el crucifijo, el rosario, y una estatuilla de la Virgen que corona su

    bastn de caminante. Sus provisiones: una confianza absoluta en la divina Providencia.

    Un estudiante espaol, que tambin camina a Roma, le pide que le admita comocompaero. Tiene treinta monedas en el bolsillo.

    Montfort lo juzga demasiado rico y lo obliga a regalar su dinero a los pobres, y a esperarslo de la divina Providencia el sustento de cada da.

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    2. UN CAMINO INTERMINABLE

    Y lo vemos alejarse en direccin a la capital de la cristiandad, por caminosinterminables, los de los peregrinos. De santuario en santuario, bajo los rayos cada dams candentes del sol de verano. En las parroquias, los hospitales, las panaderas pidede limosna un mendrugo de pan.

    A menudo le acogen con desconfianza, a veces lo rechazan como espa o vagabundo desiniestras intenciones. Entonces pasa la noche bajo el prtico de alguna iglesia, o alabrigo de algn seto, bajo las estrellas, como Jess que no tena ni una piedra parareclinar la cabeza.

    No sabemos con certeza porqu punto de la frontera penetr a Italia. Lo cierto es queFrancia se hallaba en guerra con el Piamonte...

    Luego de atravesar los Alpes, no obstante el terrible cansancio, todo parece iluminarsecon un rayo de alegra. Ya se halla en Italia! Roma est mucho ms cercana!

    3. EN LA SANTA CASA DE LORETO

    Se encamina hacia Loreto, donde se encuentra el santuario con la Santa Casa de Mara.l, que ama tanto a "su Madre bondadosa", no poda omitir esta etapa.

    Queda extasiado ante esos muros que se crea haban albergado a la Virgen Mara, enaquel pequeo recinto donde el Hijo de Dios se hizo hermano nuestro. Durante la misaque celebra cada da en el altar de la santa Casa, su rostro se transfigura.

    Maravillado por su recogimiento, un devoto asiduo del santuario le solicita un encuentroespiritual e informado de su pobreza extrema, se ofrece a hospedarlo en su casa.

    Permanece en Loreto unos quince das. Permanencia deliciosa y providencial, quecomunica a su alma un gozo profundo y a su cuerpo agotado, el vigor necesario paraemprender la ltima etapa de su viaje a Roma.

    4. ROMA! ROMA!

    Descansado y consolado, reemprende el camino a travs de colinas y llanuras: paisajes

    ideales para un artista; pero trayecto pesado para los pies ya martirizados del peregrino.Camina que camina. Y, por fin, aparece en el horizonte la esplndida cpula de sanPedro. Es Roma! Preso de intensa emocin, cae de rodillas, besa el suelo y llora degozo. Luego se quita el calzado y recorre as los ltimos kilmetros... Finalmente...Porque sus fuerzas se hallan casi agotadas. Necesit varios das de reposo pararecuperarlas un tanto y curar sus llagas.

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    5. PERMANENCIA EN ROMA

    En la hostera de los franceses le brindan albergue durante algunos das.

    Apenas recupera la salud, golpea a las puertas del convento de los Padres Teatinos.

    All se gana en seguida el aprecio de un santo y sabio religioso, muy influyente ante elPapa, el P. Jos Tomasi, elevado poco despus al cardenalato, beatificado en 1830 ycanonizado por Juan Pablo II en 1987.

    Siendo este religioso confesor del Papa, no tuvo dificultad en alcanzar para Montfortuna audiencia especial y una benvola acogida de parte del entonces Pontfice ClementeXI.

    6. EL ENCUENTRO CON EL PAPA

    Llegado el gran da (6 de junio de 1706), Montfort se dirige al palacio del Quirinal,residencia entonces de la corte pontificia y, tras las ceremonias acostumbradas, fue

    presentado al Papa a quien dirigi un breve saludo en lengua latina.

    Clemente XI, que sabe francs invita a Montfort a expresarse en su lengua materna.

    El misionero expone al Pontfice su proyecto de partir a pases lejanos a predicar elEvangelio a los infieles.

    La respuesta del Papa es clara y resuelta: "Tu celo tiene campo bastante amplio enFrancia. No te vayas a otra parte.

    Acta siempre en perfecta sumisin a los Obispos, en las dicesis a donde te llamen.Dios bendecir tus trabajos".

    Fascinado por los audaces puntos de vista de la devocin mariana de Montfort y supreparacin teolgica, Clemente XI aprueba sus mtodos de apostolado. Le recomiendasobre todo ensear la doctrina cristiana a las gentes sencillas y reavivar por todas partesel espritu del Evangelio mediante la renovacin de las promesas bautismales.

    7. MISIONERO APOSTLICOAntes de despedirse, Montfort implora al Santo Padre la bendicin apostlica y le

    presenta un crucifijo de marfil suplicndole que conceda la indulgencia plenaria acuantos lo besen en el momento de la muerte. El Papa lo bendice y concede laindulgencia pedida. Este crucifijo ocupa un puesto importante de hoy en adelante en elapostolado del santo misionero.

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    Para que a su regreso de Roma, lo acepten con buenos ojos los obispos franceses, elPontfice le confiere el ttulo del "Misionero Apostlico".

    El coloquio con el Santo Padre trae paz al alma de Montfort.

    Su vocacin misionera queda aclarada y segura. Con renovada energa, la seguir a

    pesar de las dificultades que tendr que afrontar.

    Su voto est cumplido! Sus sueos se han hecho realidad!

    8. DE REGRESO A FRANCIA

    Sin demora alguna, recoge su bastn y emprende el camino de regreso, sin preocuparsepor el ardiente sol veraniego italiano. Y comienza el martirio.

    Tras algunos kilmetros, se le renuevan las llagas de los pies. Se decide entonces a

    proseguir descalzo el camino.

    El estudiante espaol que lo haba acompaado se qued probablemente en Roma.Parece que en el viaje de regreso lo acompaan otros dos jvenes, tan pobres como l yque no dudan tender la mano y pedir limosna en caso de necesidad.

    9. POR AMOR DE DIOS!

    Llegando a cierta poblacin, cansados y hambrientos, Montfort enva sus doscompaeros a la casa cural.

    Vayan les dice y pdanle al prroco, por amor de Dios, que les d algo de comer.

    Volvieron con un trozo de pan: apenas un bocado para una persona. Montfort sepresenta entonces en persona en la casa cural y encuentra al prroco sentado a la mesacon numerosos invitados. El prroco lo hace acomodar en la cocina y ordena que lesirvan en la mesa de los sirvientes y camareros.

    Montfort, contento ante la humillacin, vuelve luego a dar gracias al dueo de casa porla caridad recibida. Este al observar el vestido desgarrado y los pies sangrantes del

    peregrino, le dice con un gesto de consideracin y alzando los hombros:

    Porqu no anda a caballo?

    Ese no era el modo de andar de los apstoles, le respondi Montfort.

    El sacerdote comprende y se retira.

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    10. NI EL HERMANO MATURN LO RECONOCE

    Varios das ms de andar, padeciendo los ardores del sol y sufriendo numerosashumillaciones ms, hasta llegar a su meta.

    Finalmente, el 25 de agosto fiesta de su patrono, san Luis llega Montfort al convento

    de los jesuitas de Ligug. Su auxiliar, el Hermano Maturn, le aguardaba all segn loconvenido.

    Pero difcilmente lo reconoce. Tan enflaquecido, demacrado y quemado por el sol loencuentra ahora! Y pensarque algunos meses antes lo haba visto partir en perfectasalud.

    Entre ida y vuelta, ha recorrido a pie 4.000 kilmetros!

    Quin era realmente este sacerdote? De dnde proceda? Qu hizo despus deregresar a Francia de esta peregrinacin a la capital de la cristiandad?

    A ello quiero responderte en las pginas siguientes.

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    II - EN SU TIERRA NATAL

    11. UN NIO QUE SABE ORAR...

    Luis Grignion naci en Francia, en Montfort, pequea ciudad de la Bretaa francesa apocos kilmetros de Rennes, el 31 de enero de 1673.

    Era el segundo hijo de una numerosa familia. Su madre le ense a orar desde pequeo.Y l aprovech tanto las lecciones maternas, que se convirti a su vez en modelo ymaestro de oracin para sus hermanos y hermanas. Estos, sin embargo, no estabansiempre tan bien dispuestos a imitar las largas oraciones del hermano mayor. Suhermanita Luisa era la que pareca escucharlo y seguirlo con mayor gusto. Por ello

    tambin el hermano le demostraba especial cario. Entre ambos reunan a los nios delvecindario para recitar el rosario. Y para comprometerlos a recitarlo todos los das: Luisles daba lo mejor y ms hermoso que tena.

    En la escuela se haca notar por una cuidadosa diligencia y atencin a las enseanzas desus maestros.

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    12. ...Y CONSOLAR A SU MADRE

    Cuando su madre tena disgustos familiares, el nio Luis se le acercaba y la consolaba.Tambin se mantena atento para no ser motivo de inquietudes para su padre, fcilmenteirritable: el seor Grignion declarar un da que su hijo nunca le haba faltado el respeto.

    Era apenas un nio y ya tena un amor muy intenso a la Virgen Mara.

    Gozaba con slo hablar u or hablar de Ella. Con filial amor la llamaba "su queridamadre". La invocaba en todo momento y alcanzaba de Ella gracias sealadsimas.

    Ya entonces se esforzaba por realizar todas sus acciones en unin con Mara paraagradar a Jesucristo.

    13. EL ENCUENTRO CON JESS

    Luis Grignion hizo su primera Comunin con gran fervor. Y ante el altar, segn lacostumbre, renov solemnemente las promesas bautismales.

    Los bellsimos cnticos que compuso ms tarde, nos manifiestan cules fueron sussentimientos cuando recibi al Seor por primera vez.

    Oh buen Jess mo, te amo y deseo,

    con toda mi alma suspiro por ti!

    Oh buen Jess mo, amor de mi alma:

    reina siempre en m!

    As Luis, desde nio, practicaba ya todas esas virtudes que se advierten gustosamente enlos nios: amor a Dios, obediencia a los padres y maestros, buen ejemplo a loscompaeros.

    Como recuerdo del lugar de su bautismo se har llamar sencillamente Luis Mara deMontfort.

    14. LE GUAN LOS JESUITASTerminados los estudios elementales en su pueblo natal, a la edad de doce aos, sus

    padres juzgaron oportuno enviarlo a proseguir los estudios en Rennes, distrito capital dela regin.

    Los jesuitas, doctos maestros y hbiles formadores, dirigan en esta ciudad un colegiofrecuentado por gran nmero de estudiantes, internos y externos. Precisamente por esto,no obstante la vigilancia de los profesores, al vivir lejos de la familia, se hallaba

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    expuesto al influjo de los malos compaeros. Lleno de confianza en la proteccin deMara, a quien diariamente invocaba con fervor, el joven estudiante se convirti prontoen modelo de todos los alumnos, gracias tambin a la gua espiritual de su to sacerdote,que lo hosped en su casa durante todo aquel perodo.

    Al ir al colegio y volver de l, acostumbraba Luis visitar una antigua y piadosa imagen

    de la Virgen, venerada en la Iglesia de san Salvador, pidindole que bendijera susestudios. A veces se detena all por cerca de una hora, mientras muchos de suscompaeros se dedicaban a jugar por el camino.

    15. SU AMOR A LOS POBRES

    Todos en el colegio admiraban su caridad. Un santo sacerdote de apellido Bellier lehaba iniciado en ella.

    Este hombre de Dios, capelln del hospital general de Rennes, haba tenido la feliz idea

    de poner al servicio de la caridad las horas libres de que disponan los estudiantes. Losreuna en su casa para formarlos en obras de apostolado. Luego los enviaba, en gruposde dos o tres, al hospital general o al hospicio de incurables. Deban prestar a losenfermos toda clase de servicios, explicarles el catecismo y hacerles buenas lecturas.Luis era el primero en la prctica de estos deberes. Su madre que, por otra parte, le dabael ejemplo, tuvo en particular la alegra de encontrar cierto da en el hospicio a una

    pobre mujerque le dijo:

    Sabe, seora?, su hijo me ayud a entrar en este lugar, hacindome traer en estasilla!.

    16. ESTE HERMANO TUYO Y MO...

    Lejos de buscar diversiones frvolas o peligrosas, serva a los pobres y, desde ahora, lestuvo tanto cario que durante toda su vida se rode de pobres y enfermos, distribuyendoentre ellos cuanto reciba.

    Haba entre los estudiantes del colegio uno tan pobre y miserablemente vestido que eraobjeto de la burla de sus compaeros. Luis, dolorido de verlo tan despreciado, comenzuna colecta entre sus compaeros para comprarle un vestido nuevo. Pero, al no obtenerla suma requerida, llev al compaero pobre a casa de un sastre.

    Este joven es hermano tuyo y mo le dijo. Yo he recogido esto entre miscompaeros para vestirlo en forma conveniente. Si esto no alcanza, ponga Ud. lo quehaga falta.

    Conmovido el buen sastre por tanta virtud, hizo lo que se le peda. Y el pobre estudianteno volvi a ser objeto de las burlas de los compaeros.

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    17. MADERA DE ARTISTA

    La pintura y la escultura constituan para Luis una agradable recreacin. Dedicababuena parte de sus horas libres a dibujar imgenes y cuadros religiosos. Con tanto xitoque le aconsejaron perfeccionar su talento al lado de un artista. Se present al taller de

    un pintor de Rennes que, cuando examin las posibilidades del alumno, crey ver en la un futuro competidor. De suerte que cada vez que Luis apareca, el pintor esconda sustelas y dejaba de trabajar. Quiz pagando con mano rota habra podido desbloquear esasituacin. Pero, cmo, si ya el pan costaba tan caro?

    Cierto da, un consejero del Parlamento de Rennes, amigo de la familia, luego de ver enla mesa de trabajo del joven estudiante una miniatura elaborada por ste y querepresentaba al Nio Jess con san Juan Bautista, qued admirado y se la compr por unLuis de oro...

    La pintura y la escultura sirvieron mucho ms tarde al misionero. Se venera an hoy ensu casa natal en Montfort, una estatua de la Virgen atribuida a l. Su bastn de viaje

    estaba coronado por una estatuilla de la Virgen Mara, que l mismo haba esculpido.

    18. CONTRATIEMPO EN CARNAVAL

    Amigo del estudio y de las ocupaciones tiles, detestaba los pasatiempos, las fiestasmundanas y las mascaradas.

    Cierta tarde de carnaval, cuando terminaba la comida condimentada con inocentealegra, entr en la sala un joven enmascarado, que comenz a provocar a los presentescon sus ocurrencias, chistes y donaires.

    Luis se levant en seguida, abandon la reunin y mostr su descontento hasta derramarlgrimas.

    Su pureza senta horror a las diversiones peligrosas.

    Sacaba esta gran delicadeza de sus conversaciones con el P. Gilbert, profesor suyo,hombre de virtud y talento, que morir misionando en la isla de Guadalupe, y sobre todode su gran devocin a Mara.

    19. JOVEN COMPROMETIDO

    En este perodo entr a formar parte de la Congregacin mariana, conformada por losmejores alumnos del Colegio. Montfort se confi totalmente a Mara rogndole queconservara su mente, su corazn y su cuerpo siempre puros.

    Para alcanzar esta gracia se ejercitaba en el sacrificio y la penitencia, pues saba que nose conserva la virtud en un cuerpo habituado a la comodidad y la molicie.

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    Cierto da encontr en la casa paterna un libro con figuras poco modestas: lo ech alfuego a riesgo de provocar la clera de su padre.

    20. SERS SACERDOTE

    Otro da, mientras oraba delante de la imagen de la Virgen Mara, en la iglesia de SanSalvador, le pidi a su "Su Madre" que lo iluminara sobre su porvenir. La respuesta lelleg clara y distinta. Escuch en el fondo de su alma la llamada divina: "Serssacerdote".

    La orden de Dios a travs de la Virgen era tan clara, que desde ese momento suvocacin qued decidida, y Luis Mara resolvi sin ms seguirla generosamente.

    El joven estudiante comenz el estudio de la teologa en el mismo colegio de Rennes.Pero Dios, que quera hacer de l un verdadero discpulo de Jess, le brind el medio de

    completar su formacin en el seminario de San Sulpicio, en Pars, sede famosa deestudios sacerdotales.

    Una persona bastante rica prometi pagarle la pensin y l se puso en camino para laCapital.

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    III - LA CIUDAD LUZ DEL REY SOL

    21. DE CAMINO A PARS

    En el colmo de la alegra y con el alma pletrica de confianza en la providencia y deamor a la pobreza, decidi partir a pie llevando consigo lo estrictamente necesario.

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    Sus padres insistieron en que llevara algo de ropa interior, un vestido nuevo y lamodesta suma de diez escudos. Sumas que l acept por complacerlos.

    Su to y uno de sus hermanos lo acompaaron hasta la salida de Rennes. All, el jovenGrignion abraz al excelente sacerdote to suyo, que lo haba hospedado en su casa, dio

    a su hermano algunos buenos consejos y se despidi de ellos. Tomando en la mano elrosario, se encamin alegremente a travs de los extensos y fangosos senderos, que enese entonces hacan en Bretaa las veces de caminos.

    22. MS POBRE QUE LOS POBRES

    Prosiguieron el viaje, pronto se encontr con mendigos andrajosos, y l sinti lanecesidad de aligerar su carga. Al primero le regal el vestido nuevo recibido de sus

    padres, a otro le di los diez escudos, con un tercero cambi hasta el vestido que llevabapuesto.

    Sintindose entonces verdaderamente pobre, se puso de rodillas y, dirigindose a Dios,como el Poverello de Ass, exclam:

    Dios mo!, ahora puedo decirte con toda verdad: "Padre nuestro que ests en elcielo", e hizo voto de no poseer nunca nada.

    Libre de todo, poseyendo slo una gran confianza en la divina Providencia, Luis Maraprosigui su camino, mendigando el pan y la posada. Lo que le atrajo humillantesrechazos, a causa de su juventud y presencia fsica.

    23. 300 KILMETROS

    Lleg a Pars, luego de diez das de camino, durante los cuales recorri a pie ms detrescientos kilmetros. Encontr albergue en un tugurio a donde la Providencia le envide comer, sin que l tuviera necesidad de pedir nada a nadie.

    Pasados algunos das, fue a golpear a la puerta de su benefactora, la seorita deMontigny. Grande fue la desilusin de sta al ver el estado lamentable del joven.

    Lo hizo hospedar en una casa muy pobre, donde los seminaristas carentes de medioseconmicos, podan realizar sus estudios en la Sorbona la gran universidad parisiense

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    gracias al pago de una mnima contribucin y la prestacin de algunos servicios a lacomunidad.

    El P. de la Barmondire, superior de aquella casa, recibi con inmensa alegra al jovende quien ya se hablaba muy favorablemente.

    Luis, por su parte, se dedic ardorosamente al estudio y a la vida espiritual.

    24. VIDA DE SACRIFICIO

    Algn tiempo despus, hacia fines de 1693, se desat una gran caresta y la benefactoradel pobre seminarista no pudo seguir pagando por l la pequea pensin acordada. Luis

    se mantuvo tranquilo ante esta nueva prueba y sigui confiando fielmente en laProvidencia.

    Para no ser gravoso a su superior, Luis no dud en pedir limosna, mezclado con lasturbas hambrientas que se juntaban ante las casas de caridad donde se distribuanvveres. Aceptaba humildemente ya una moneda, ya una prenda de vestir, las ms de lasveces un trozo de pan.

    Se diriga de preferencia a las diversas comunidades religiosas. Las ofrendas ibanllegando, pero l no guardaba para s ms que lo estrictamente necesario. Aunquecareca de todo, buscaba a otros ms pobres que l, para distribuirles cuanto suhumildad le haba proporcionado.

    25. AMOR FRATERNO

    Un da no le quedaban ms que treinta monedas. Se le acerc una pobre mujer acontarle sus necesidades.

    Cunto necesitas?, le pregunt.

    Treinta monedas, respondi la mujer.

    l le entreg hasta el ltimo cntimo.

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    En otra ocasin haba recibido un vestido nuevo, confeccionado especialmente para l.Antes de estrenarlo lo regal junto con otras prendas recibidas como obsequio, a otroseminarista ms pobre que l.

    En otra ocasin todava, su madre le enva un vestido nuevo.

    l lo cedi en seguida a un sacerdote necesitado, recibiendo en cambio el ya gastado deaquel pobre ministro de Dios.

    26. LE VISTE LA PROVIDENCIA

    A veces su confianza pareca querer tentar a la Providencia.

    Pero sta realiz prodigios para premiar su fe.

    Queriendo conseguir un vestido resistente, pidi a un cohermano que fuera acomprrselo y le entreg las treinta monedas que le quedaban. El amigo le observ queesa suma era insuficiente.

    Vete le dijo no te preocupes; si te piden ms, entrega el dinero al primer pobre queencuentres.

    El cohermano se dirigi al negociante, que al verque slo le ofrecan treinta monedas,lo tom a burla y ni siquiera le respondi.

    El comprador sali entonces y entreg la pequea cantidad al primer pobre y volvi acasa.

    Al llegar encontr a Luis que le dijo:

    Bien, mientras t dabas limosna, una persona generosa me ha regalado estos diezfrancos. Tmalos y paga con ellos el vestido que necesito.

    27. VELANDO MUERTOS

    Entre tanto, la caresta continuaba y amenazaba la existencia misma de la pequeacomunidad. El P. de la Barmondire propuso a algunos de sus seminaristas un trabajo

    poco agradable: velar a los muertos de la parroquia de San Sulpicio.

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    Montfort, junto con otros tres compaeros, acept con gusto realizar ese trabajo dos otres veces por semana.

    Qu penoso tena que ser para un estudiante pasar la noche sin dormir y ante semejanteespectculo!

    En esas fnebres veladas se acrecentaron en l, el desprecio por los bienes efmeros deeste mundo y el anhelo de servir solamente a Dios.

    Cierta noche, velaba el cadver de un joven muy rico, herido mortalmente al salir de unlocal de mala fama. Quiz entonces compuso aquellos versos que ms tarde hara cantara las gentes:

    En la muerte, pecador,

    todo acabar!

    En la muerte, el Seor,

    te vendr a juzgar!

    28. CAMBIO DE CASA

    La cruz con que el Seor prueba a sus amigos vino de nuevo a visitarlo. Muri el P. dela Barmondire y la comunidad que diriga se disolvi. Montfort se entreg una vez msa la Providencia, y fue admitido en la comunidad del P. Boucher.

    En esta casa, ms pobre que la anterior, tuvo ocasin de practicar ms a fondo lamortificacin. Los estudiantes mismos se encargaban por turno de la cocina. De suerteque la comida como puede imaginarse era generalmente poco apetitosa. Cada uno serebuscaba el pan: vino, menos lo tenan an.

    Era precisamente lo que se necesitaba para robustecer en Luis Mara el espritu demortificacin.

    La porcin de comida que les servan, en esos aos de caresta, era tan pequea, queLuis se levantaba de la mesa con el mismo apetito con que haba llegado.

    29. ENFERMA DE GRAVEDAD

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    Pero una vida de tan intenso sacrificio no poda durar mucho. En efecto, Luis Maraenferm gravemente y tuvo que ser recluido en el hospital de los pobres.

    Condenado a la impotencia, desprovisto de todo, acostado en un catre prestado, sealegraba individualmente por hallarse entre los pobres.

    Pero el mal era grave y se lleg hasta a temer por su vida.

    l, en cambio, sonriente, afirm que no morira y que, incluso, dentro de pocos dasestara curado. Prediccin que se cumpli.

    Pasada una semana, lo vieron estupefactos levantarse del lecho, caminar, leer ydedicarse a nuevos proyectos de estudio y de caridad.

    30. EN EL SEMINARIO DE SAN SULPICIO

    Una vez recuperada la salud, le recibieron en la seccin ms pobre del seminario. All,gracias a la generosidad de una piadosa mujer, pudo continuar sus estudios.

    La fama de sus virtudes haba comenzado ya a difundirse.

    Por ello, cuando Luis Mara Grignion, ingres al seminario de San Sulpicio, invitaron ala comunidad a cantar el "Te Deum" en accin de gracias. Hecho sin precedentes!

    En esta casa ejemplar, su amor a la Virgen fue creciendo ms y ms cada da. Hablabade Ella con alegra durante las recreaciones, causando la admiracin de muchoscompaeros suyos.

    Difundi entre ellos la consagracin total a Jess por Mara.

    Fue para l motivo de inmensa alegra el encargo de adornar la Capilla de la Virgen.

    Pero sus superiores pusieron a prueba su obediencia y la encontraron perfecta. La virtudde una persona se juzga tambin por esta seal.

    31. CONTRACORRIENTE, SIN TEMOR ALGUNO

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    Su amor a Dios no poda tolerar pecados ni escndalos. Por Dios, saba tambin actuar,si las circunstancias lo exigan.

    Cierto da encontr en una plaza pblica a dos jvenes que, con la espada desenvainada,

    los ojos ardiendo en fuego, se hallaban a punto de lanzarse el uno sobre el otro.

    Inmediatamente tom el crucifijo y se coloc entre ellos, conjurndolos a pensar enDios a quien ultrajaban y en su alma que estaban a punto de perder. Aturdidos, losduelistas retroceden, lo escuchan turbados y, por ltimo, se perdonan mutuamente y seretiran en paz.

    32. CONTRA LA PRENSA DEPRAVADA

    Las calles de la capital eran en aquellos das menos bulliciosas que en la actualidad. Lavoz de los juglares lograba dominar el ruido de los coches; las gentes los escuchabancon gran curiosidad y se amontonaban en torno a ellos. Desgraciadamente su repertorioera poco recomendable y con frecuencia incluso, ultrajante y obsceno. Lo vendan,adems, al pblico, inundando con ello todo el vecindario.

    Montfort se senta morir ante semejante escndalo. Ms de una vez, se acerc a loscantantes, les compr todas las colecciones de canciones y las rompi en su presencia,mientras les diriga palabras de reprobacin.

    Otro tanto haca con los vendedores de libros malos, afirmando que se senta felizcuando poda impedir o por lo menos retardarque se cometiera algn pecado.

    33. JOVEN CATEQUISTA

    El joven Luis Mara gustaba comunicar las verdades de la fe sobre todo a los nios. Leencargaron de ensear el catecismo a los ms depravados de uno de los barrios delsuburbio de san Germn de Pars. Asumi su tarea con tanto amorque sus leccionesenternecieron incluso a los menos dciles. Algunos seminaristas, compaeros suyos,oyeron contar los xitos y corrieron a escucharlo a fin de encontrar motivos de burla. Looyeron hablar de la muerte del juicio y del infierno de forma tan incisiva y convencidaque hasta ellos mismos quedaron conmovidos.

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    34. FINALMENTE SACERDOTE

    Lleg, por fin, el da de la ordenacin sacerdotal. Montfort se crea tan poco digno detan excelso honorque quera retrasar ms y ms ese momento. Redobl sus plegarias ysu preparacin espiritual. El 5 de junio de 1700 recibi la ordenacin sacerdotal y pastodo el da delante del Santsimo Sacramento.

    Luego de otros cuantos das de preparacin, celebr la primera misa en el altar deNuestra Seora, en la Iglesia de San Sulpicio. Despus no pens en otra cosa que en lasalmas para las cuales lo haba llamado Dios. Se dedicar totalmente a la evangelizacindel Pueblo de Dios, no obstante tenerque superar infinidad de pruebas...

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    IV - MISIONERO POPULAR

    35. UN SUEO MISIONERO

    Montfort, ya tan inflamado de celo cuando viva con su familia, en el colegio de Rennesy en el seminario de San Sulpicio, no poda permanecer inactivo ahora que la Iglesia le

    haba conferido el sagrado ministerio. Qu hacemos aqu exclamaba hablando con sus cohermanos mientras en el Japny en las Indias hay tantos hombres que esperan el anuncio del Evangelio? Hay unnmero casi infinito que se pierde por no conocer a Dios! Slo morir contento al piede una rbol del lejano Japn, como el incomparable misionero san Francisco Javier!

    Montfort, en un primer momento, haba pensado en las misiones extranjeras, pero en suviaje a Roma el Papa le dijo que volviera a su patria y trabajara en ella.

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    Esta orden del Vicario de Cristo le devolvi a Francia un apstol, cuyo celo fuecoronado por frutos maravillosos de vida cristiana.

    36. LA MISIN POPULAR

    Cuando iba a predicar misiones en una parroquia, llegaba acompaado de diversoscolaboradores. Todos se dedicaban a la instruccin de las gentes, enseaban elcatecismo a los nios, cantaban en las iglesias y, a veces, por las calles para convocar alos fieles a las ceremonias. Tambin construan capillas y reparaban templos,confeccionaban estandartes y preparaban grandiosas manifestaciones religiosas quedespertaban la fe de los pueblos. Todos los misioneros se alojaban en una casa llamada

    "La Providencia". A ella afluan tambin numerosos pobres, invitados por el santo.

    Las celebraciones revestan esplendor incomparable, gracias al talento de Luis Mara,que lo preparaba todo: conmemoracin de los difuntos, adoracin reparadora alSantsimo Sacramento, renovacin de las promesas bautismales y consagracin personala la Virgen, construccin de Calvarios...

    Todo culminaba en una confesin general y el propsito de cambiar de vida.

    37. CALUMNIADO Y PERSEGUIDO

    Algunos jansenistas, cuyos perniciosos errores combata el misionero mediante laexhortacin al amor a la Eucarista, a la prctica de los sacramentos y a la devocin a laVirgen Mara, lo persiguieron e inventaron contra l toda suerte de calumnias. Lograronmuchas veces engaar a los obispos y hacerque se le prohibiera predicar y administrarlos sacramentos.

    Los hombres ms santos han sufrido tribulaciones semejantes, pero ninguno como LuisMara experiment el desprecio, la calumnia, las vejaciones, incluso de parte deaquellos que hubieran debido ser sus amigos y defensores.

    38. CONMUEVE LAS CONCIENCIAS

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    Cuando comenz las misiones, tena cerca de 30 aos, una constitucin sana y muyrobusta, una inspiracin potica y una actividad inagotable, una profunda preparacinteolgica y, sobre todo, un fuego de caridad que se alimentaba cada maana en la

    celebracin de la Eucarista.

    Montfort tena todas las cualidades de un misionero: ardiente, elocuente, piadoso, llenode ingenio. Las gentes humildes recorran gustosas hasta cuarenta leguas cerca de 160kilmetros para ir a escucharlo.

    Tena tal ascendiente sobre las multitudes que stas se sometan a sus exhortaciones.Sus sermones eran tan conmovedores que el auditorio prorrumpa con frecuencia ensollozos.

    Entonces el predicador se vea obligado a detenerse.

    Hijitos mos muy amados les deca no lloren, que con su llanto me impiden hablar ysi no me contengo, tambin yo tendr que llorar como Uds.

    Ninguno pudo resistir a su impulso arrollador. Bandas de gentes armadas, terror de lacomarca, se volvan dciles como nios y en procesin rezaban el rosario y cantabanhimnos sagrados.

    39. SUS ARMAS PREFERIDAS

    Adems de la Palabra de Dios, sus armas preferidas eran la cruz y el rosario, el recuerdode Cristo redentor y la meditacin con Mara de los misterios de la salvacin.

    A ello aada los cnticos compuestos por l mismo como verdaderas lecciones decatecismo, para recordar a las multitudes las nociones fundamentales de la fe.

    El pueblo no los ha olvidado nunca y todava hoy, no existe quizs rincn de tierrafrancesa donde, al comenzar la misin, centenares de voces no entonen, sobre las

    mismas melodas, las mismas palabras, que ya tienen 250 aos. En total son ms de20.000 versos.

    40. PROGRAMA DE TRABAJO

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    Sus misiones duraban hasta siete semanas. Montfort predicaba sucesivamente a loshombres, a las mujeres, a los nios, dedicando algunas reuniones especiales a los

    pobres.

    Su programa: proclamacin y meditacin de la Palabra de Dios muchas veces al da;recitacin asidua del santo Rosario; procesin con la participacin de todos losfeligreses adultos, que llevaban en sus manos el contrato de alianza con Dios encomunin con la Virgen, firmado por cada uno y por el Misionero; y finalmente, laereccin solemne de un calvario o al menos de una cruz en el sitio ms visible de lalocalidad.

    41. BORRACHOS CONVERTIDOS

    En Montbernage, suburbio de Poitiers, abundaban los borrachos y blasfemos. Tampocose observaba el reposo festivo y la poblacin obrera viva en la corrupcin. Al aparecerMontfort, todos vinieron a escucharlo y muchos cambiaron de vida. Su conversin fuetan sincera que llegaron a ser modelo de vida cristiana.

    En la parroquia de San Savino logr apagar las disensiones haciendo examinar losprocesos gratuitamente por hombres de leyes que sentenciaron lo mejor para el intersde todos.

    42. EL DIABLO A LA HOGUERA

    Todava en Poitiers, durante la misin predicada en la misin de El Calvario. Montfortinvit a llevar todas las estampas obscenas y todos los libros malos para quemarlosluego en la plaza pblica.

    Sobre ese montn de obscenidades, algunos bromistas colocaron una figura del diablo.Le contaron al Obispo que Montfort era un exaltado y quera quemar al diablo.

    El vicario general, tan mal informado, corri a la iglesia a reconvenir al misionero y aprohibir la manifestacin. Montfort escuch con la cabeza inclinada la injustareprimenda y se someti humildemente. Pero derram abundantes lgrimas ante lo queaconteci en seguida; porque los libertinos esparcieron por la ciudad todos aquelloslibros y figuras obscenos. Para reparar semejante mal, Montfort pas la noche en

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    oracin y dijo a las gentes que gustoso hubiera dado toda su sangre para impedirsemejante desgracia.

    43. LA FERIA DE LA ASCENSIN

    En la parroquia de la Cheze, dicesis de San Brieuc, se celebraba una feria todos losaos precisamente el da de la Ascensin.

    Montfort alcanz tal ascendiente sobre la poblacin que hizo trasladar la feria al lunessiguiente para que no se realizara ms en el da sagrado.

    Pero dos campesinos se rebelaron e hicieron un contrato precisamente ese da. El Seordio la razn al misionero: el que vendi su vaca perdi durante el da el dinero recibido

    por ella y el comprador vio enfermarse todo su ganado.

    Incluso un sacerdote que se permiti criticar el traslado de la feria recibi su castigo:herido por una enfermedad incurable, debi acudir a las plegarias del santo paraalcanzar su curacin.

    44. ASTUCIAS DE SATANS

    Cuenta un relato popularque en la misma misin, un hombre que haba venido paraescuchar la predicacin, se encontr en la calle un Luis de oro. Como dudaba endeshacerse de l.

    Btalo le dijo el misionero, es el demonio que te tienta de avaricia.

    El hombre obedeci y la moneda se transform en una serpiente.

    Cuentan todava que algunos tenan la costumbre de armar escndalos al dedicarse a unjuego que era para ellos ocasin de embriagueces, rias y blasfemias. Montfort trat de

    apartarlos de esta ocasin de pecado, dicindoles que el diablo estaba entre ellos paraarrastrarlos al pecado. Ellos se rean al orlo. Ahora bien, cierto da, al comenzar sujuego, apareci sobre la mesa un monstruo del tamao de un perro grande. Aterrados,los jugadores salieron corriendo en busca del misionero, que vino al lugar y orden aSatans lanzarse al ro. La bestia se alej con la cola entre las piernas, y no volvi aaparecer.

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    45. SATANS DE VACACIONES

    La Cheze, fue a visitar las ruinas de la capilla de la Virgen de los Dolores. All encontral diablo sentado sobre el muro en ruinas del antiguo cementerio y le pregunt:

    Qu haces aqu, Satans? T siempre ests peleando, y ahora te veo dedicadotranquilamente al descanso!

    Todas las almas de esta ciudad me pertenecen respondi Satans con una mentira,menos una; por eso estoy de vacaciones...

    Al terminar la misin, Montfort predicaba en la misma pradera que bordea el ro yrecordando la respuesta mentirosa de Satans, exclam ante la multitud:

    Todas las almas que me escuchan pertenecen a Jesucristo, excepto una.

    Tan pronto pronunci estas palabras, se vio a un personaje que se alejaba del grupo ydesapareca en la lejana. Slo se encontraron unas sandalias; nadie lo volvi a ver

    jams.

    46. UN ENEMIGO IMPLACABLE

    En la misma parroquia de La Cheze, quiso Montfort reedificar una antigua capilla de laVirgen. San Vicente Ferrer haba predicho, trescientos aos antes, que la restaurara "unhombre que sera muy contrariado y escarnecido".

    A la invitacin del misionero, las multitudes acudieron con entusiasmo desbordado y, alcanto de himnos sagrados, trabajaron con tanto empeo que en corto tiempo la capillaqued reconstruida. Se organiz en seguida una gran procesin para entronizar laimagen de la Virgen de los Dolores.

    Segn la tradicin de las gentes de la localidad, en los trabajos tomaron parte gentes deveinte a treinta parroquias vecinas que formaban una fila de ocho kilmetros depersonas, alineadas de cinco en cinco. Montfort lo organiz todo con orden admirable y,Dios, para ayudarlo, permiti que el misionero apareciera al mismo tiempo en los dosextremos de la procesin. Despleg luego a la multitud sobre una gran llanura e iba acomenzar a hablar, cuando una inmensa nube apareci en el cielo y preocup a losoyentes.

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    Qudense tranquilos les dijo el misionero es una artimaa de Satans, que quiereechar a perder una fiesta tan hermosa. No caer ni una gota de agua, se lo aseguro, y elsol volver dentro de poco a brillar en todo su esplendor.

    Al momento, la nube desapareci como por encanto.

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    V - LA OSADA DE UN APSTOL

    47. REPRIMENDA INMERECIDA

    Cierto da que el Obispo de Saint-Mal se hallaba de visita en la parroquia de San Juan,en la ciudad natal del Santo, le describieron a Montfort como un sacerdote rodeadosiempre de vagabundos y mendigos, acusndolo de favorecer el ocio, la pereza y lavagabundera. El Obispo, convencido de tenerque habrselas con un extraoaventurero, lo manda llamar en seguida, y en presencia de los dems sacerdotes de laregin, lo reprende y prohibe predicar y confesar dentro del territorio de su dicesis.

    Montfort respetuoso de la autoridad, luego de una profunda inclinacin de saludo,sombrero en mano, escucha humildemente la admonicin. Ni una excusa, ni una queja.

    Iba ya a retirarse, cuando entr el prroco de Breal, que ignorando la lamentableescena pidi al Obispo que le mandara a Montfort para predicarle una misin a los

    jvenes en su parroquia.

    Admirado el Obispo de la humildad del misionero y arrepentido de cuanto le habadicho, concedi gustosamente la autorizacin recogiendo las prohibiciones anteriores.

    Montfort realiz en aquella parroquia un bien inmenso, especialmente entre lossoldados, a quienes enrol en la cofrada de san Miguel.

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    48. ATENTADOS

    Algunos individuos, enfurecidos al sentir reprochar speramente su conducta, atentaron

    ms de una vez contra la vida del misionero.

    Fue as como cierto da en Nantes, algunos jovenzuelos, irritados al reconocerse en ladescripcin de ciertos desrdenes hecha por el misionero, lo asaltaron a piedra eindudablemente lo habran acribillado si no hubieran intervenido unos transentes.

    Los pilluelos hubieran sido linchados por la multitud, si Montfort no se lo hubieraimpedido diciendo:

    Djenlos en paz! Son ms dignos de lstima que Uds. y que yo mismo.

    49. LOS VIADORES DE VALLET

    Cuando el misionero tena que vrselas con campesinos demasiado apegados a losbienes de la tierra, recurra a las piadosas estratagemas que su celo le sugera parallevarlos a escuchar la palabra de Dios. Los viadores de la comuna de Vallet, porejemplo, ms preocupados por sus vias y por la vendimia que por frecuentar la iglesia,no acababan de decidirse a participar en la misin.

    Montfort envi entonces al Hermano Maturn por las calles de la poblacin a tocar unacampanilla y cantar a los cuatro vientos:

    Alerta!, alerta!, la misin est abierta.

    Venid, venid, amigos,

    venid a conquistar el paraso!

    Poco a poco, la poblacin se conmovi y los viadores acudieron en masa. Acudieron

    incluso de las comarcas vecinas.

    50. CUIDADO CON EL LUJO!

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    En Vertou, la misin alcanz un xito inesperado y Montfort, con el fin de alejar lasocasiones de pecado, como lo haba hecho en Poitiers, hizo llevar todos los libros malos

    para quemarlos en una gran hoguera.

    Una distinguida seorita, en presencia de todo el pueblo, vino a echar al fuego incluso

    todos sus adornos mundanos, con gran edificacin de todos.

    El misionero en su predicacin haba atacado el lujo y hecho entonar su cntico:

    Cuidado con el lujo

    en que no se ve mal!,

    pero al llegar la muerte

    lo encontrars fatal.

    51. COMPLOT DESCUBIERTO

    Las intrigas contra su vida no lograban frenar el ardor de su celo. Una seora le advirtique no emprendiera cierto viaje a Pont-Chteau, porque algunos mozalbetes loesperaban en el trayecto para asesinarlo. Montfort sonri, al or la advertencia que, encambio, aterrorizaba a sus acompaantes.

    Cmo lo sabes?, pregunt por fin a la seora.

    Han hecho el complot debajo de mi casa y he escuchado sus amenazas de muerte, lerespondi ella.

    El intrpido misionero se rindi ante las vlidas razones expuestas por aquella mujer. Yas salv su vida. Porque los malhechores lo habran ciertamente asesinado. Se supodespus que lo haban esperado desde las cinco de la maana hasta las seis de la tardeen el lugar por donde deba pasar.

    52. PRESENTIMIENTO

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    En otra ocasin todava, los libertinos tramaron una intriga contra el santomisionero. Que deba dirigirse con un cohermano a casa de un escultor a quien habaordenado ciertos trabajos. Los conjurados saban que deba pasar por cierta calle dellugar y se apostaron all para caerle por sorpresa. Era pleno invierno y reinaba laoscuridad. Montfort, de ordinario tan seguro, sinti al entrar en esa calle que se lehelaba la sangre en la venas y no logr dar un paso ms, aunque su compaero le

    aseguraba que iban por buen camino.

    Algn tiempo despus, un amigo suyo oy a dos individuos lamentarse de que Montfortse les hubiera escapado. Lo haban estado esperando esa tarde en una calle de LaRochelle, desde las siete hasta las once de la noche, para romperle la cabeza y mandartambin al diablo a su discpulo, Maturn.

    53. LA NAVE PIRATA

    La isla de Yeu se hallaba ubicada a 17 kms. de la costa atlntica de Francia. Los tres milhabitantes de la isla, pescadores en su mayora, esperaban con ansia al misionero desdehaca tiempo. Pero entonces no era fcil ni hacedero abordar la isla. Se viva en guerraabierta por la sucesin al trono de Espaa y los corsarios ingleses infestaban las costasde la isla.

    El misionero que haba proyectado una misin en la isla, se embarc con suscompaeros y otros pasajeros.

    Apenas en alta mar, vieron una nave pirata que avanzaba hacia ellos. Todos se creyeronperdidos. Slo Montfort permaneca tranquilo. Invit incluso a sus compaeros a cantar.Era lo que menos deseaban!

    Bien les dijo el misionero ya que no pueden cantar, acompenme por lo menos arezar el rosario e inici la oracin.

    No teman aadi al terminar de rezarlo. Nuestra Madre del cielo nos ha escuchado.Estamos fuera de peligro!

    En efecto, impulsados por violentas rfagas de viento, los piratas cambiaron de rumbo.

    La tripulacin estaba a salvo y, al canto del Magnificat, llegaron a la isla de Yeu.

    54. SE ABREN LAS PUERTAS

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    El prroco de Sallertaine rog al misionero que diera una misin en su parroquia. Perolos feligreses, no estando de acuerdo, cerraron las puertas de la iglesia y entregaron lasllaves a un ciudadano resuelto a no cederlas por nada del mundo.

    Sin desconcertarse, Montfort, se detuvo al pie de una cruz en medio de la poblacin y

    comenz a predicar a las gentes de una parroquia vecina que lo acompaaban. Entretanto las gentes de Sallertaine insultaban al misionero con gritos y algazara y le tiraban

    piedras. Cuando Montfort termin su discurso, las puertas del templo se abrieron comopor encanto y l entr junto con el prroco y algunos feligreses.

    55. EL EMBAJADOR

    Entre tanto en la plaza haba cesado el alboroto. Pero el triunfo no era an completo.Contaron a Montfort que uno de sus adversarios ms encarnizados era un rico caballerode la poblacin. Persuadido de que su casa era el centro de la resistencia, el misionero sedirigi all llevando consigo agua bendita. Apenas lleg, por todo saludo, roci la saladel primer piso donde el dueo de casa se hallaba reunido con toda su familia, y colocsobre la chimenea su crucifijo y una estatuita de la Virgen. Luego se arrodill y recituna oracin.

    Bien, amigo mo! exclam ponindose en pie, crees que he venido por mi propiavoluntad. No seor, Jess y Mara me envan. Soy embajador de ellos, no quieresrecibirme de parte suya?

    Aqu estoy, respondi el rico seor. Y sigui a Montfort a la iglesia junto con toda sufamilia.

    56. LA PROCESION DE LAS CRUCES

    La poblacin de Sallertaine estaba dominada por un promontorio, sobre el cual propusoMontfort elevar un calvario monumental, que recordara en proporciones ms modestasel de Pont-Chteau.

    Los habitantes prepararon en varias semanas de inmenso trabajo las tres cruces, lasestatuas de los personajes y hasta una capillita arreglada en una gruta, donde se erigiun altar. Llegado el da de la bendicin del monumento, al terminar la misin, Montfortorganiz una solemne procesin a pie descalzo en honor de la cruz.

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    Cada persona llevaba una pequea cruz en la mano y una hostia en la que estabanescritos los compromisos bautismales.

    Recordando que al comenzar la misin todos estaban en contra suya, se puede juzgarhasta qu punto logr el misionero cambiar en favor suyo la opinin de las gentes.

    57. UNA DAMA QUISQUILLOSA

    Durante una de las ltimas predicaciones de la misin de La Sallertaine una seoritadistinguida entr en la Iglesia y permaneci all en actitud poco respetuosa. Montfort le

    pidi que observara mejor compostura. Ella, enfurecida, sali de la Iglesia y corri a

    contar a su madre lo acaecido. Esta fue a esperar al misionero en la plaza pblica parainsultarlo y apalearlo. l, que tantas veces no haba temblado ante el pual de losasesinos, tuvo compasin de aquella mujer y sin alterarse le respondi sencillamente:

    Seora, yo he cumplido con mi deber, su hija hubiera debido hacer otro tanto.

    58. BESO DE PAZ

    En Courgon, la parroquia estaba dividida. Las gentes se odiaban profundamente inclusoel prroco tena numerosos enemigos. Afligido ante semejante escndalo, el misionero,

    para aplacar al Seor, se azot hasta derramar sangre. Luego invit a todos los feligresesa escuchar la predicacin.

    Habl con tanta elocuencia sobre el perdn de las injurias que el prroco, conmovido yvencido, pidi perdn humildemente a todos aquellos a quienes hubiera podido ofenderMontfort, aprovechando este ejemplo, dijo a los feligreses:

    Miren, su prroco desea reconciliarse con Uds. Hermanos queridos, Uds. que hanvomitado contra l tantas injurias, dudan de perdonarlo tambin?

    A estas palabras, todos estallaron en sollozos, pidieron perdn al prroco y se dieronrecprocamente el beso de paz.

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    59. STE SER MO!

    Montfort ejerca tambin un poderoso influjo sobre cada persona en particular.

    Encontrndose un da en el seminario del Espritu Santo en Pars con el fin de reclutarjvenes para su Compaa de misioneros, fue dando la vuelta lentamente en medio delos seminaristas que lo rodeaban, como queriendo penetrar sus pensamientos. Luego,

    poniendo su sombrero sobre la cabeza de uno de ellos, dijo:

    ste ser mo!

    Efectivamente, este joven se hizo sacerdote y sigui a Montfort.

    60. ALGUIEN ME HACE RESISTENCIA

    En otra ocasin, durante una de sus predicaciones en la capilla de las Hermanas de laProvidencia de La Rochelle, sinti que sus palabras encontraban resistencia en algunode sus oyentes y exclam:

    Hay alguien aqu que me hace resistencia! Siento que la palabra de Dios regresa a m.Pero ese tal no se me escapar!

    Al terminar la ceremonia religiosa, un joven se le acerc en la sacrista y le dijo:

    Soy yo, Padre, aquel a quien Ud. aluda durante su predicacin. Entr ocasionalmenteen la iglesia e interiormente planteaba ciertas reservas a sus afirmaciones, cuando Ud.ha ledo mi conciencia.

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    VI - CONTEMPLATIVO Y PROFETA

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    61. LA GRUTA DE MERVENT

    Durante la misin de Mervent, Montfort escogi en el extenso bosque que cubre partede la comarca, una gruta natural y apartada para sumergirse en oracin durante losintervalos libres de la predicacin. Saboreaba all las delicias de la soledad. Pero la

    persecucin lo sigui incluso al "desierto" y suscit en contra suya enemigos de parte delas autoridades, bajo el pretexto sin importancia de que haba arrancado algunos viejostroncos en una propiedad del Estado, para adaptar la gruta y defenderla de la violenciade los vientos del norte.

    Hoy la gruta lleva el nombre de "Gruta de San Luis de Montfort" y congrega cada ao amillares de peregrinos y turistas, sobre todo en verano.

    62. EL MILAGRO DE LAS CEREZAS

    Refiere la tradicin popularque cuando el santo se diriga a la misin de Vouvant, llegya de noche, muy cansado, a esa poblacin. Golpe a la puerta de una buena seorallamada "la nia de Imbert" y apremiado por el hambre le pidi algo de comer.

    Ay de m!, respondi ella, no tengo nada que ofrecerle.

    Vaya al huerto, encontrar cerezas, le dijo Montfort.

    Cerezas en esta poca!?, repuso ella.

    Vaya, por favor, insisti Montfort.

    La mujer obedeci y volvi fuera de s: haba recogido cerezas que ofreci al misionero.Una vez se fue Montfort, volvi ella a recoger ms cerezas, pero todo habadesaparecido.

    63. EL DESPERTADOR DE LA MISIN

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    De Vouvant, se dirigi Montfort a San Pompain. Era el pleno invierno y los habitantesno se decidan a abandonar el calorcillo del hogar para acudir a la predicacin.

    El misionero hizo entonces divulgar y entonar un cntico escrito por l para lacircunstancia: El despertador de la misin. El pueblo, conmovido por este ardid, acudien masa a la iglesia y la misin tuvo xito total. Hasta el prroco fue alcanzado por la

    gracia.

    Un da, dijo al final de la misin, o la voz del Hermano Santiago que cantaba: Heperdido a mi Dios por el pecado. Fue como un golpe de martillo sobre mi coraznendurecido. Corr a postrarme a los pies del Padre de Montfort, que tuvo la caridad deescuchar mi confesin general y desde entonces decid cambiar de vida.

    64. ESPRITU PROFTICO

    Cierta maana, el Padre jesuita que era confesor suyo, le pidi que celebrara laEucarista por la curacin de la esposa del gobernador de Poitiers que, desahuciada porlos mdicos, se hallaba a punto de morir.

    Una vez terminada la misa, vuelve a donde el confesor y le dice:

    He orado por la enferma, no morir.

    El Padre jesuita conociendo la santidad de su penitente, lo invit a llevar l mismo labuena noticia.

    Montfort obediente se traslad a la casa de la enferma y le dijo con suavidad yseguridad al mismo tiempo:

    Tranquila, seora!, no morir de esta enfermedad. Dios quiere prolongar su vida ypermitirle que contine con su caridad en favor de los pobres.

    La enferma se sinti repentinamente aliviada. Pronto comenz la convalecencia y logrluego la perfecta curacin.

    Dios le concedi doce aos ms de vida.

    65. PEDRO, DNDE TE DUELE?

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    Montfort haba tomado al servicio de la misin a un joven de nombre Hermano Pedro.De repente fue acometido por una grave enfermedad.

    Pedro, dnde te duele?, le pregunt Montfort.

    Por todo el cuerpo.

    Dame la mano.

    No puedo.

    Vulvete hacia m.

    No puedo moverme.

    Tienes fe?

    Ay!, Padre mo quisiera tener ms de la que tengo.

    Quieres obedecerme?

    S, Padre; de todo corazn.

    Poniendo entonces la mano sobre la cabeza del enfermo, el hombre de Dios le dijo:

    Te mando que te levantes dentro de una hora y vayas a servirnos a la mesa.

    As aconteci.

    66. LA MARQUESA NO MORIR

    La marquesa de Bouill estaba gravemente enferma y, dado que el caso eradesesperado, su padre la encomend a las oraciones del misionero, el cual acept ir avisitarla. Apenas entr en el cuarto de la enferma, Montfort se arrodill delante de un

    crucifijo. Se acerc luego al lecho de la enferma y permaneci un momento ms enoracin. Finalmente, volvindose al padre de la enferma le dijo:

    Seor, no se preocupe, su hija no morir.

    De hecho, muy pronto la enferma recuperar la salud. Dedicar el resto de su vida a lasbuenas obras. Ella dar a las Hijas de la Sabidura la primera casa en San Lorenzo sobredel Svre, junto a la tumba del Santo.

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    67. REMONTANDO EL SENA EN BARCO

    Cierto da, con su compaero el Hermano Nicols, se embarc en un navo que suba elSena y en el cual se amontonaban gentes de toda condicin y, para colmo, carentes deeducacin. Eran en su mayora negociantes y gentes que corran de feria en feria. Sulenguaje era tosco y destemplado.

    Montfort comenz por colocar el crucifijo en la punta de su bastn. Y luegoarrodillndose, exclam en forma que todos lo oyeran:

    Acompenme, todos los que aman a Jesucristo!

    Carcajadas y gestos de indiferencia fueron la respuesta a esa invitacin. Entonces elmisionero dijo al Hermano Nicols:

    De rodillas, recemos el rosario!

    Una vez recitadas las primeras cinco decenas, renov la invitacin a todos. Nadie semovi, pero los gritos se fueron calmando poco a poco. Montfort y su compaero

    prosiguieron la plegaria. Terminadas las segundas cinco decenas, el misionero con vozpersuasiva y como transfigurado, repiti una vez ms la invitacin a orar. La "pandilla"se dio por vencida, y, uno tras otro, todos se postraron y respondieron a la recitacin delrosario.

    Al final, escucharon tambin con respeto la palabra de Dios.

    68. TANGARN, EL USURERO

    En una parroquia, no obstante las exhortaciones del misionero, un avaro llamado

    Tangarn, accediendo a los malos consejos de su esposa, se negaba a quemar ciertoscontratos cuya injusticia haba demostrado Montfort. Viendo su obstinacin, elmisionero acab por predecirle con especial seguridad:

    Tu esposa y t estis apegados a los bienes de la tierra y despreciis los del cielo.Bien!, vuestros hijos van a fracasar: no dejarn descendencia. Y vosotros caeris en lamiseria y no tendris siquiera con qu pagar vuestro entierro.

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    Qu va!, replic la mujer, algo nos quedar, aunque sean 30 monedas para pagar elredoble de las campanas!

    Y yo os digo, replic Montfort, que las campanas no doblarn en vuestros funerales.

    La prediccin se cumpli. Algunos aos despus, los dos usureros se vieron reducidos a

    la indigencia y, habiendo muerto ambos el jueves santo l en el ao 1730, ella en1738 fueron sepultados al da siguiente, viernes santo, da en que no se tocan lascampanas.

    69. UNA RIA DE SOLDADOS

    Cierta tarde, pasando por una plaza de Nantes, vio el misionero a algunos soldados quepeleaban con unos artesanos. Golpes de ciego y execrables blasfemias capaces deestremecer cielos y tierra, como refiere el mismo Montfort.

    El misionero se acerc, se puso de rodillas, recit un Avemara, bes la tierra yponindose en pie se lanz en medio de aquellos hombres enfurecidos, que se golpeabancada vez con mayor ferocidad con piedras y palos, tratando de separarlos. Al conocer lacausa del litigio, tom la mesa de juego, la levant en el aire y lanzndola contra elsuelo la rompi en mil pedazos.

    Era una mesa de juego de azar, que todos los das era motivo de disputas y palabrassoeces.

    Los artesanos, aunque ms fuertes, se retiraron. Pero los militares, al ver su mesa hechapedazos, se lanzaron como leones contra el misionero. Unos lo agarraron por el cabello,otros le arrancaron el manto y lo amenazaron con sus espadas, si no pagaba la mesa.

    Cunto vale?, pregunt el misionero.

    Cincuenta libras, le respondieron.

    Dara gustoso, les replic, cincuenta mil millones de libras de oro, si las tuviera, ytoda la sangre de mis venas para destruir todos estos juegos, ocasin detestable de

    disputas y blasfemias.

    70. CAMINO DE LA CARCEL

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    Los soldados exasperados por semejante respuesta, queran darle muerte. Pero uno deellos disuadi a sus compaeros dicindoles:

    No le hagamos nada!, ciertamente nos castigaran! Llevmoslo ms bien al castillo,a presencia del Gobernador: l nos har justicia.

    Entonces lo cogieron y se encaminaron al castillo para hacerlo encarcelar. Montfort, sinel menor miedo, con la cabeza descubierta y recitando en alta voz el rosario, avanzaba agrandes pasos en forma tal que la escolta lo segua con dificultad.

    Llegaban ya al castillo del Gobernador, cuando uno de los amigos del misionero,informado del incidente, logr calmar y dispersar a los soldados y liberar al prisionero.Que qued bastante disgustado al verse privado de una alegra por la cual suspirabahaca mucho tiempo, a saber, la de ser encarcelado por amor de Jesucristo.

    71. SANTO, CIERTO, PERO INCOMODO

    Luis Mara de Montfort es un santo. Pero su santidad se manifiesta a veces en formabrusca, como lo acabamos de ver en el relato anterior. Es un santo incmodo, en nadadispuesto a tolerar lo que ofende la gloria y el amor de Dios. No es un hombre demedias tintas: echa el todo por el todo.

    Su celo no es siempre comprendido y lo reprochan con frecuencia. Pero l no es personaque se desanime; todo lo contrario, goza en medio de tantas contrariedades.

    Al da siguiente del hecho que se acaba de narrar, su amigo, el P. des Bastires, lepregunt si en aquella desafortunada aventura no haba sentido miedo de perder la piel oal menos terminar en la crcel.

    Nada de eso, respondi riendo; hubiera experimentado una inmensa alegra. Estuve enRoma expresamente para implorar del Santo Padre el permiso de irme a pasesextranjeros con la esperanza de encontrar all la ocasin favorable de derramar misangre por la gloria de Jesucristo, que verti toda la suya por m. Pero el Papa me negesa gracia porque yo no era digno de ella.

    72. LECCIN CONTRA LA EMBRIAGUEZ

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    En San Donaciano de Nantes, le informan a Montfort que en una taberna cercana altemplo hay msica, blasfeman, insultan a quienes pasan con el fin de impedirles queasistan a la misin.

    El misionero se dirige a esa tertulia, recita de rodillas un Avemara. Luego se pone depie, derriba las mesas y muestra el crucifijo y el rosario a los bebedores. Que

    estupefactos y rabiosos abandonan en seguida el local dejando que el propietario recibasolo la reprimenda de Montfort.

    73. EL ASNO EN EL RO

    Despus de San Donaciano, el santo pasa a predicar a Bouguenais, donde cierto da,

    mientras hablaba desde el plpito, interrumpe bruscamente el discurso y exclama:

    Pronto!, dos hombres que vayan a salvar mi asno que se ahoga en el ro en las afuerasdel pueblo.

    Algunos de los presentes acuden en seguida y apenas llegan a tiempo para sacar alanimal imprudente, quizs demasiado glotn y atrado por los cardos que crecan al

    borde del ro.

    74. ABOFETEADOR CONVERTIDO

    Pasando a Challans, se detiene a hablar a los habitantes bajo el cobertizo del mercado.Mientras todos le escuchan con atencin, algunos vendedores se atreven a gritar:

    Es el loco de Montfort que est hablando!

    Los oyentes se precipitan a dar una severa leccin a aquellos insolentes. Pero el

    misionero frena el mpetu de sus defensores y les anuncia incluso que pronto seragredido una vez ms. En efecto, mientras se dirige a la parroquia vecina de SanCristbal, un hombre se le acerca y le da una bofetada. Y cuando algunos queranatrapar al culpable:

    Djenlo en paz, ordena Montfort, dentro de poco l mismo vendr a buscarme.

    Algunos das despus aquel pecador, impelido por el remordimiento y la vergenza,corre llorando a confesar sus pecados a los pies del misionero.

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    75. TABERNA BULLICIOSA

    Le llaman a Roussay, parroquia donde reinaba el vicio de la embriaguez.

    Montfort transform a las gentes. Un hombre, sin embargo, se neg a cerrar su taberna,ubicada cerca a la iglesia, durante las funciones religiosas de la misin.

    Montfort comenz a hablar contra la intemperancia en la bebida. Pero mientras elmisionero predicaba en el templo, algunos achispados, en la taberna, aullaban cancionesobscenas en forma que lograban ahogar la voz del predicador.

    Baj ste del plpito y se dirigi en seguida a la cantina de mala fama, derrumb lasmesas, reproch a los bebedores su sacrlega grosera, agarr a algunos por el cuello ylos ech fuera. Dos de ellos trataron de oponer resistencia. El misionero los tom del

    brazo y los ech a la calle, ordenndoles que no volvieran a entrar y que se cuidaranbien, no les aconteciera algo peor. La leccin caus impresin. Los bebedores seretiraron con la cabeza baja, y la tranquilidad volvi a reinar en la cantina.

    76. SE EVITA UNA MATANZA

    Sucedi en Fontenay. El capitn de los soldados de la guarnicin, ingres en la iglesiamientras Montfort predicaba adelantando la misin para las mujeres. Apoyado en la piladel agua bendita, el capitn, con su gorra puesta, rea y tomaba rap. El misionero se leacerc y le pidi amablemente que saliera, entre otras cosas porque la misin estabareservada a las mujeres. Ojal no lo hubiera hecho!

    El oficial, poco o nada acostumbrado a recibir observaciones, respondi que no saldra yvomitando blasfemias empu varias veces la espada y, furibundo, se lanz finalmente

    contra Montfort, lo agarr por la garganta y lo habra destrozado con ella de nointervenir en favor del misionero las mujeres que estaban en la iglesia. Entre tanto lossoldados, atrados por los gritos del oficial, entraron en el templo y, por un momento, se

    pens que iba a ocurrir una matanza. Por fortuna retorn la calma. Pero el oficial,despus de la predicacin, esper a Montfort cerca al cementerio y comenz a insultarlode nuevo. El misionero atraves las filas de los soldados y ninguno se atrevi a tocarlo.

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    77. BENIGNA SE CONVIERTE

    En La Rochelle, durante el curso de unos ejercicios espirituales, predicados en elhospital, la seorita Benigna Pag, hija del tesorero de Francia, de acuerdo con susamigas, decidi ir a escuchar al misionero, con la intencin de portarse de tal maneraque ste la apostrofara pblicamente a fin de tener luego motivos para burlarse de l.

    Con mundanos atavos, se coloc precisamente frente al plpito y adopt una poseirreverente. Montfort le dirigi una mirada de compasin, se volvi hacia el altar y pidia Jesucristo la conversin de aquella alma. La predicacin que sigui fue muyconmovedora: todos lloraban incluso la frvola mundana. Y su arrepentimiento fuesincero.

    Despus del sermn, quiso hablar con el misionero y le hizo confesin general de toda

    su vida. Luego volvi a su casa, pas la noche ordenando sus asuntos y al da siguientese present al noviciado de las Clarisas.

    La penitente, con el nombre de Sor Luisa, vivi y muri piadosamente en el monasterio.

    78. LA CASTELLANA BROMISTA

    En Villiers-en-Plaine, la castellana fingi seguir la misin, pero slo por no escandalizara las gentes del lugar. Montfort tuvo ocasin de encontrarse con ella en la casa de losmisioneros, "La Providencia", y tambin al ir a comer al castillo.

    Su conversacin edificante y serena logr disipar poco a poco en la mente de aquellamujer todas las calumnias divulgadas acerca del misionero. Ella entonaba a vecescanciones frvolas y el santo le haca observaciones al respecto.

    Finalmente, tras escuchar las 64 predicaciones que Montfort haba dirigido al pueblodurante la misin, la castellana se convirti a una vida cristianamente comprometida.

    79. EL INCENDIO DE RENNES

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    Dos aos antes de su muerte, el santo hubiera querido evangelizar por ltima vez aRennes, la ciudad donde haba estudiado de joven.

    Trat de conseguir el permiso de predicar, pero todo fue intil.

    Compuso entonces un cntico que constituy su adis a la ciudad infiel y fue

    considerado como una profeca de las desgracias que caeran sobre Rennes. Esteapstrofe a los habitantes, que no experimentaban dificultad en unir sus prcticasreligiosas con las costumbres de una vida semipagana, es como una curiosa pintura delas costumbres bretonas de la poca. En trminos patticos deploraba su "destino".

    Efectivamente, seis aos despus de su partida, un devastador incendio que durdiez das y diez noches, devor gran parte de la ciudad.

    Al fulgor de las casas en llamas, los habitantes repetan aterrados:

    Ay!, es precisamente lo que haba predicho Montfort!

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    VII - EL PADRE DE LOS POBRES

    80. POBRE ENTRE LOS POBRES

    Desde su llegada a Poitiers, poco despus de su ordenacin sacerdotal, Montfort empeza reunirse a los pobres bajo los cobertizos y ensearles el catecismo. Entr un da en la

    capilla del hospicio, donde permaneci varias horas en oracin. Los pobres allrefugiados quedaron admirados y lo pidieron como capelln. El obispo de Poitiersconsinti en ello. En aquel hospicio no haba reglamento ni comida suficiente, y los

    pobres, mal cuidados, se quejaban continuamente. Montfort sali a pedir alimento paraellos, quiso que tomaran las comidas en comn, les hizo repartir raciones convenientesy se preocup tambin de su instruccin espiritual. l en persona segua el mismorgimen de los pobres y no rara vez se contentaba con lo que ellos dejaban. Su ejemploy el reglamento transformaron el hospital en un lugar de orden y de paz.

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    81. HERICO SAMARITANO

    Su caridad era grande. Se le vio, por amor a los pobres, alojarse en la celda msmiserable del hospital, ceder a un pobre una cobija de su lecho, prestar a los paralticoslos servicios ms humildes.

    Cierto da encontr en una calle, tendido en el pavimento hmedo, a un pobre infelizcubierto de lceras que imploraba la caridad de las gentes. Lo haban rechazado entodos los albergues a causa del mal contagioso que padeca.

    Montfort se conmovi. Pero, cmo logr que lo recibieran en el hospicio?

    Se present a los administradores, les suplic que le concedieran un hueco aislado enuna esquina de la casa y prometi que l solo se ocupara del enfermo. Conseguido el

    permiso, lo trasladaron en una camilla miserable y el capelln enfermero vena variasveces al da a traerle alimento y curarle las llagas. Ms de una vez se sinti desfallecer,

    pero no dej nunca de acudir en su ayuda.

    82. HUMILDE ENFERMERO

    Entre tanto en el hospital de Poitiers se toleraban de mala gana las reformas introducidaspara bien de todos. La persecucin oblig al santo varn a partir de all.

    Se dirigi entonces a Pars y fue a alojarse entre los cinco mil pobres de la Salpetrire,tratando, segn su propia expresin, de hacerles vivir en Dios y morir a s mismos.

    Pero cuando vieron que este sacerdote forastero asuma incumbencias mscomprometedoras, brindando a los enfermos los servicios ms repugnantes, acudiendoal primer signo de llamada, siempre afable y sonriente en medio de las crticas y de las

    protestas, insensible a las amenazas y faltas de cortesa, su celo fue considerado por lomenos como inoportuno por aquellos que no se sentan con fuerzas para imitar suejemplo.

    Lo consideraron confusionista y aguafiestas, amigo de novedades y de llamar laatencin. Y un da, cinco meses despus de su llegada, al sentarse a la mesa, encontr

    bajo sus cubiertos la orden de partir!

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    83. EN UN CUCHITRIL

    Y de nuevo lo encontraron sin asilo, sin pan y sin amigos. Por fortuna, una comunidadde religiosas, le ofreci de limosna una comida diaria. Encontr alojamiento en unoscuro cuchitril, debajo de una escalera, no lejos del noviciado de los Padres jesuitas.

    nicos objetos a su disposicin: un pobre camastro, una escudilla de barro cocido, unaestatuita de la Virgen y algunos instrumentos de penitencia. En esta miseria saboreabalas grandes lecciones de la Sabidura y trataba de comunicarla por carta a Mara Luisade Jess, a quien haba dejado dirigiendo el hospital de Poitiers.

    Montfort en Pars se encontr abandonado hasta de sus antiguos directores. Lo rodeabael desprecio del mundo, pero tena a Dios consigo y esto le bastaba.

    84. BRAN A JESUCRISTO!

    En Dinn, lo mismo que en Poitiers y en Rennes, Montfort estaba continuamenterodeado de una multitud de pobres, a los cuales enseaba el catecismo y provea demedios para vivir, acudiendo a los fondos de la divina Providencia.

    Una tarde, encontr tendido en tierra en una calle de Dinn, a un pobre cubierto delceras y entumecido de fro en tal medida que no tena ni fuerzas para pedir ayuda.Montfort se le acerc y, al verlo tan abandonado, lo tom en hombros y lo llev a lacasa de la misin. Pero era ya tarde y la puerta estaba cerrada. El misionero comenzentonces a golpear gritando:

    Abran a Jesucristo!

    Y una vez que entr, se apresur a depositar en su propio lecho al pobre moribundo.Luego, arrodillado sobre el pavimento, pas el resto de la noche en oracin.

    85. LAS CUATRO FIGURAS

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    En otra ocasin, en una calle del suburbio de San Saturnino, en Montbernage, Montfortencuentra tendido en tierra y abandonado de todos, a un pobre afectado de un malincurable. Lo toma sobre los hombros, pero adnde llevarlo? En el hospital de Poitiersno lo reciben porque todas las puertas le estn cerradas; por otra parte, no se atreve aimponer a nadie el cuidado de este pobre infeliz. Se acuerda entonces de que en aquellos

    parajes, en una localidad llamada "Las Cuatro Figuras", existe una gruta excavada en

    una colina rocosa que al menos temporalmente puede servir de albergue. All acomoda asu enfermo, en espera de encontrarle una morada mejor.

    El sitio se convierte en el comienzo de un hospital, confiado ms tarde a la Hijas de laSabidura.

    86. UN POBRE EN CADA FAMILIA

    Frecuentemente se acusaba a Montfort de arrastrar en su seguimiento a grupos demiserables vagabundos, que le quitaban el tiempo y agotaban sus recursos.

    Durante una misin suya en La Garnache, pidi a cada familia que alimentara a unpobre, mientras l hospedaba a dos de los ms repugnantes y les haca sentar a su mesa.

    As, los pobres no carecieron de lo necesario y pudieron asistir a la predicacin, elpredicador se vio libre de las preocupaciones de los pobres hambrientos y todos loshabitantes tuvieron la oportunidad de realizar una buena accin.

    87. BANQUETE EN LA CASA PATERNA

    De paso para Rennes, no va a alojarse en la casa de sus padres, sino donde los pobres.Le piden que vaya a almorzar al menos una vez donde su familia. l acepta con unacondicin: invitar tambin a todos sus amigos.

    La propuesta parece un tanto extraa. Pero, sea como sea, preparan un gran almuerzo yuna mesa amplia.

    El da y hora convenidos, Montfort se presenta con una larga procesin de pobres,ciegos y cojos y los sienta a la mesa.

    Segn su costumbre, haba tomado a la letra las palabras del Evangelio.

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    88. EL BASTN EMPEADO

    Privado de todo, como de costumbre, lleg cierto da a La Rochelle, donde se vioobligado a alojarse en una pequea pensin, junto con el Hermano Maturn. Sentados ala mesa, su honesto compaero le pregunt:

    Padre mo, quin va a pagar por nosotros cuando nos vayamos?

    No te preocupes, hijo mo, la Providencia proveer.

    A la maana siguiente, Montfort llam a su cuarto al dueo del albergue y le pidi lacuenta. Eran doce sueldos.

    No tengo dinero, dijo el viajero, pero le dejo empeado mi bastn; pronto le enviar loque le debo.

    El dueo del albergue acept. El misionero, por su parte, no saba siquiera cmo podrapagar la deuda, pero tena confianza en la Providencia. Dio las gracias cortsmente y sedirigi al hospital, donde celebr la Eucarista. Una seora, maravillada de su devocin,le hizo una ofrenda.

    Con ella sald la cuenta del albergue y pudo recuperar su bastn de caminante.

    89. QU DIR LA GENTE?

    A consecuencia de un viaje a Nantes, el Hermano Nicols que lo acompaaba, tena lospies hinchados y ya no poda caminar. Sostenido por su natural energa, el misionerocaminaba siempre, sin aparentar fatiga.

    En el camino ni un carro, ni un coche disponibles. El santo se ofreci a llevar enhombros a su pobre compaero, pero ste, por humildad o por vergenza, no acept.Montfort lo convenci entonces de que aceptara al menos la ayuda de su brazo.Prosiguieron as hasta la entrada de la ciudad. A medida que se acercaban a ella, lostransentes eran cada vez ms numerosos y observaban con curiosidad y compasin alos dos peregrinos. El Hermano Nicols se conmovi y dijo:

    Padre mo, qu dir la gente?

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    Hijo mo!, exclam el misionero, qu dir el Seorque nos ve?

    90. UN ESTUDIANTE TRAMPOSO

    Cierto da, encontr por los caminos de Nantes a un joven que le declar ser un pobreestudiante eclesistico.

    Llevaba puesto un miserable vestido, tena plido el rostro, difcilmente se mantena enpie y pareca reducido a una situacin desastrosa. No haca falta ms para conmover alsanto. En ese pobre estudiante, acostumbrado a las privaciones, crey ver a un futurodiscpulo suyo y lo invit a seguirlo.

    Prosiguieron el camino.

    Cuando llegaron a Rennes, el joven le pidi permiso para visitar a su familia, distantevarios kilmetros de all. El misionero no se opuso y hasta le prest el mulo que haca

    poco haba comprado para transportar los utensilios de la misin. Y despus... Esperaque te espera... No se volvi a saber nada del misterioso estudiante. Pero el mulo elestudiante haba logrado venderlo fue encontrado algunos meses ms tarde y restituidoal bueno del Padre de Montfort.

    91. PORTERA POCO CARITATIVA

    Se present en cierta ocasin en casa de unas religiosas de San Brieuc a quienes iba apredicar un retiro espiritual. Antes de entrar envi al Hermano Maturn a pedir delimosna un poco de pan en nombre de Jesucristo para un pobre sacerdote. La porterarespondi que el convento no poda dar limosna a todos los pobres que pasaban.Algunas horas despus, se present Montfort en persona, pero no obtuvo mejoresresultados.

    La monjita persista en su negativa, cuando lleg el capelln de la comunidad.

    Qu hace Ud.?, le dice a la hermana, as recibe al director de los ejercicios?

    Acudi la superiora, present las excusas de rigor e hizo conducir a Montfort a unhermoso aposento, donde le sirvieron a cuerpo de rey. El buen Padre relatando elequvoco de que haba sido objeto, recomend a las hermanas ser ms caritativas en el

    porvenir con cualquier pobre.

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    92. PERO SI ES MI HERMANO...!

    En un viaje a Saumur, pas el P. de Montfort por Fontevrault para visitar a una hermanasuya religiosa.

    Se present de incgnito en el monasterio implorando la "caridad por amor de Dios". Laportera, que no lo conoca, empez por hacerle varias preguntas.

    Slo pido un poco de caridad por amor de Dios contestaba l como un estribillo acada pregunta de la buena religiosa.

    Pero no lo atendieron.

    Retirndose sin inmutarse, el misionero dijo a la portera:

    Si la seora Abadesa me conociera, no me negara la caridad que imploro!

    Estas palabras, referidas a la Abadesa, alarmaron a todo el convento.

    Al or la descripcin del mendigo, la hermana de Montfort exclam: Pero si es mihermano! Enviaron un mensajero detrs de l para presentarle excusas y pedirle quevolviera. Pero l respondi:

    La seora Abadesa no quiso ser caritativa por amor de Dios; ahora quiere serlo poramor mo. Se lo agradezco.

    Y prosigui su camino, privndose as de verse con su hermana; pero contento de haberdado una leccin de amor a los pobres.

    93. HERMANO MO...!

    Pasando por Dinn, se present a celebrar la Eucarista en la Iglesia del convento de losDominicos, donde era religioso su hermano Jos, encargado de la sacrista.

    Montfort reconoci en seguida a su hermano; pero ste no logr reconocerlo a l.

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    Hermano mo, podra prestarme ornamentos para celebrar la Misa?, le preguntamablemente.

    El religioso que era sacerdote desde haca tiempo, se sinti ofendido al orse llamar"Hermano", y dio al husped los ornamentos ms pobres y dos cabos de cera.

    Despus de la Misa, Montfort agradeci de nuevo al sacristn:

    Mil gracias, hermano mo!

    El religioso, atribuyendo la expresin a falta de cortesa, pregunt al Hermano Maturn,que le haba ayudado a misa, cmo se llamaba aquel sacerdote. Tras mucha insistencia,logr saber finalmente que se llamaba Luis Mara de Montfort.

    Entonces, es mi hermano! exclam, y se mostr entristecido por no haberloreconocido.

    Al da siguiente, cuando Montfort regres para celebrar de nuevo la Eucarista, su

    hermano lo abraz cordialmente y le reconvino por no haberse dado a conocer.

    Pero, de qu te quejas?, le replic el siervo de Dios, te llam "Hermano mo". No loeres acaso? Poda dirigirte una expresin ms cariosa?

    El sacristn para reparar lo hecho el da anterior, le hizo celebrar la misa con losmejores ornamentos y cont a todos la virtud del santo misionero.

    94. MAMA ANDRS

    Por la fiesta de Todos los Santos en 1707, Montfort lleg en incgnita a su pueblo natal.Envi al hermano Maturn a la casa de su anciana nodriza, "mam Andrs", para pedirlehospitalidad por amor de Dios para un pobre sacerdote con su compaero. MamAndrs contest que no acostumbraba recibir desconocidos.

    Montfort toc a otras puertas: recibi la misma respuesta.

    Los dos peregrinos tuvieron entonces la idea de dirigirse hacia la choza del ms pobredel pueblo. Inmediatamente fueron recibidos.

    Despus de unos momentos el pobrecillo, fijndose bien en su husped, reconoci aMontfort y se sinti muy honrado de poderlo hospedar.

    Al da siguiente la noticia se divulg por el todo el pueblo.

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    Mam Andrs, con las lgrimas en los ojos, vino para presentar sus disculpas y rogarlede alojarse en su casa. El rechaz la hospitalidad; pero conmovido por su llanto, aceptel almuerzo que ella le haba preparado; pero le dijo:

    Mam Andrs, mam Andrs! Si anoche te hubiese pedido hospitalidad en el nombredel Sacerdote Montfort, me la hubieras concedido; pero la ped en el nombre de

    Jesucristo y me la rechazaste. Esto no es caridad.

    95. UN PUADO DE HARINA

    Un da se present a la puerta de una casa para pedir algo de comer. La duea lecontest:

    Ah! mi buen Padre Montfort, he aqu sobre la mesa el ltimo pan y ya no nos quedams que un puado de harina.

    Anda le dijo, anda, limpia el tico y treme pan para mis pobres.

    Sus rdenes fueron cumplidas sin saber lo que hubiese pasado. Al da siguiente,volviendo al tico, la mujer se sorprendi al ver una gran cantidad de trigo, suficiente

    para alimentar a su familia y socorrer a los pobres por muchos meses.

    96. ALIMENTADOS DE MILAGRO

    Realiz otro prodigio en La Chze, siempre en favor de sus pobres.

    La encargada de la cocina slo tena comida en la olla para unas diez personas yMontfort traa consigo todo un centenar. El misionero le orden a pesar de todo sedispusiera la mesa. Ella obedeci y todos se saciaron, sin que la olla quedara vaca.

    En otra ocasin mand avisarque llevara consigo un nmero considerable de pobres.Le respondieron que no haba ms que medio panecillo y dos o tres libras de carne.

    No importa, dice Montfort, preparen la comida.

    Llegada la hora, el buen Padre dispuso a sus pobres en dos filas en las alamedas deljardn. Cortaron pan y carne para todos y sobr todava.

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    97. MULTIPLICACIN DE LOS PANES

    Una maana, entrando en casa del sacristn de Challans, encontr a la hija de steamasando harina para hacer pan.

    Antes de comenzar el trabajo, piensas en ofrecerlo al Seor?, le pregunt Montfort.

    No siempre, respondi ella.

    No te olvides nunca de ello, aadi l. Y en diciendo esto, como para darle ejemplo,se arrodill junto a la artesa, or, bendijo la masa y se fue. Llegando el momento dehornear, se advirti que la masa se haba aumentado al doble, no obstante haber

    utilizado la misma cantidad que en otras ocasiones.

    El sacristn comprendi en seguida a qu deba atribuir semejante prodigio. Feliz yagradecido llev buen nmero de aquellos panes a la casa de "La Providencia" para los

    pobres.

    98. FARDO PESADO

    Cierto da viajaba Montfort de Angers al Monte San Miguel en la costa atlntica, avisitar el clebre santuario.

    Alcanz a lo largo del camino a un pobre mendigo, que avanzaba bajo un pesado fardo.Se ofreci inmediatamente a ayudarlo y tom sobre sus hombros toda la carga.

    Llegados a una pensin, Montfort pidi albergue para s y para su compaero de viaje.Al ver al pobre haraposo el dueo del albergue puso dificultades y slo se decidi ahospedarlos, cuando el misionero garantiz el pago de ambos.

    99. LA PRIMERA HIJA DE LA SABIDURA

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    Una hermosa maana de 1702, una joven de 18 aos se arrodillaba en el confesionariode Montfort. Quien, para comenzar, le dirigi esta extraa pregunta:

    Hija ma, quin te enva a m?

    Mi hermana, respondi ella.

    No, replic el misionero, no fue tu hermana sino la Virgen Mara.

    Aquella joven se llamaba Mara Luisa Trichet. Era hija de un alto magistrado dePoitiers.

    El da anterior, su hermana, tras escuchar una predicacin de Montfort, volvi a casadicindole:

    Si supieras la belleza de sermn que acabo de or! Sabes? El predicador es de verdadun santo.

    La madre de Mara Luisa entre tanto, conocedora del hecho, se quej a su hija y le dijo:

    Si te confiesas con ese sacerdote te volvers loca como l.

    El dilogo entre Luisa y Montfort prosigui. Algn tiempo despus, ella recibi delmisionero el hbito religioso con el nombre de Mara Luisa de Jess. Tras superarmltiples obstculos, se convirti en gran colaboradora de Montfort para la fundacinde las Hijas de la Sabidura, destinadas a abrir escuelas y asilos y a socorrer a los pobresen sus necesidades.

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    VIII - EL AMIGO DE LA CRUZ

    100. AMOR A LA CRUZ

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    Jess mostr su amor infinito a los hombres sufriendo y muriendo por ellos en la cruz.Los hombres, por su parte, no pueden mostrar mejor el amor a Jesucristo que llevandocon amor la cruz en seguimiento suyo.

    Para recordar esta doble verdad y ponerla incesantemente ante los ojos de los creyentes,

    el P. de Montfort plantaba por todas partes la cruz y se esforzaba por difundir en losdems el amor a ella.

    El mismo estaba lleno de la cruz. Suya es esta increble afirmacin: Qu cruz, estarsin cruz! Escribi una clebre Carta Circular a los Amigos de la Cruz, como deberanllamarse todos los cristianos.

    101. RECUERDO DE LA MISIN

    No daba ninguna misin sin coronarla con la ereccin de una cruz.

    Llegando el da de esta ceremonia, toda la regin amaneca de fiesta: se adornaban lascalles, se desplegaban al viento los estandartes, durante la procesin se cantaban himnossagrados. Los cargueros, casi siempre descalzos, llevaban en hombros la cruz de lamisin.

    Cuando la enarbolaban sobre el sitio ms hermoso de la comarca los ojos de todos sevolvan hacia ella. Y el misionero en un inflamado sermn delineaba las enseanzas ydeberes de los fieles.

    Montfort haca poner a menudo en esta cruz pequeos corazones de algodn dorado querepresentaban a las familias de la parro