Las desaparecidas de Juarez, segunda genración

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| EMEEQUIS | 22 DE JUNIO DE 2009 38 En Ciudad Juárez la violencia contra las mujeres no ha amainado ni por un momento: siguen desapareciendo. Pero en los últimos tiempos se ha producido un cambio en el patrón de las víctimas: niñas y jovencitas no mayores de 18 años, estudiantes, con rasgos físicos parecidos: delgadas, de cabello lacio, ojos grandes. Y, casi todas, levantadas en el centro de esta ciudad. Un elemento más: los cuerpos ya no aparecen ni se vuelve a saber de ellas, ahora los cuerpos de las víctimas son destruidos por completo. Es la historia de las 25 desaparecidas de Juárez, la segunda generación. ; Por Fátima Monterrosa / enviada [email protected] Fotografía: Eduardo Loza Las desaparecidas de Ju segunda generació

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en Ciudad juárez la violencia contra las mujeres no ha amainado ni por un momento: siguen desapareciendo. Pero

en los últimos tiempos se ha producido un cambio en el patrón de las víctimas: niñas y jovencitas no mayores de 18 años,

estudiantes, con rasgos físicos parecidos: delgadas, de cabello lacio, ojos grandes. Y, casi todas, levantadas en el centro de

esta ciudad. un elemento más: los cuerpos ya no aparecen ni se vuelve a saber de ellas, ahora los cuerpos de las víctimas son destruidos por completo. es la historia de las 25 desaparecidas

de juárez, la segunda generación.

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Por Fátima Monterrosa / enviada [email protected] Fotografía: Eduardo Loza

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Ciudad Juárez, Chihuahua.- El sol teñía de rojo sus últi-mos rayos. Adriana Sarmiento Enríquez, estudiante del segundo semestre de preparatoria, caminaba por la calle Francisco Javier Mina para abordar la ruta de camión 3-A. Estaba en pleno centro de Ciudad Juárez. No imaginaba que en minutos su vida cambiaría radicalmente.

De ojos claros y labios rojos, Adriana iba rumbo a su casa, en la colonia Mariano Escobedo, un asentamiento ubicado a un costado del Cerro de la Antena, inmersa en la inseguridad y la pobreza. Por las noches, las calles mal trazadas en los cerros de arena quedan completamente oscuras ante la falta de alumbrado público.

Ese 18 de enero de 2008 el crepúsculo asomó y el color negro cubrió la ciudad. Unas cuantas lucen se prendían para iluminar la zona centro de Juárez.

La música de los comercios taladraba los oídos de quie-nes cruzaban las calles en busca de ofertas. Estudiantes y trabajadores saturaban los vehículos viejos y destartalados, considerados desechos en Estados Unidos y utilizados en Juárez para el transporte de la población.

Adriana se dirigía a tomar el camión que la llevaría a su casa. Las manecillas del reloj punteaban las seis de la tarde.

Las clases de la Preparatoria Ignacio Allende habían terminado al medio día, así que Adriana y su amiga Griselda aprovecharon para ir a ver películas y comer pizza a casa de Jorge, un compañero de la escuela.

Al caer la tarde, Jorge las encaminó hasta la avenida Adolfo López Mateos y la Raza. Ahí tomaron la ruta camionera Juárez-Zaragoza que las llevaría a la zona centro de la ciudad.

Griselda se bajó del camión unas cuadras antes de que éste concluyera su recorrido, mientras que Adriana permaneció en la unidad hasta arribar al para-dero de autobuses. Se bajó del transporte para cruzar la calle Francisco Javier Mina y abordar otra ruta, la 3A, que la llevaría de regreso a casa.

Sería esa la última vez que alguien se acordaría de haberla visto. Desde enton-ces, está desaparecida. Hace 17 meses que

nadie sabe más de ella, ningún rastro de su paradero.

Su nombre se ha sumado a la lista de mujeres desaparecidas en esta ciudad. Sólo que en un apartado especial. Ella no tra-bajaba en la maquila –de donde han sido secuestradas la mayoría de mujeres en Juárez–, no deambulaba por una zona de altísimo riesgo, no formaba parte de las cientos de migrantes indígenas que llegan a la frontera. Adriana no estaba sola: iba a la escuela, tenía amigos y vivía en compañía de su madre.

Por eso figura, ahora, en una nueva lista de desaparecidas en la que hay, básica-mente, niñas y jovencitas no mayores de 18 años, estudiantes, con rasgos físicos muy parecidos: delgadas, de cabello lacio, ojos grandes. Y todas, levantadas en el centro de esta ciudad.

Una lista que en año y medio ya alcanza un registro de 25 nombres. Uno por cada quincena que pasa.

Son las desaparecidas de Juárez, se-gunda generación.

✱✱✱Adriana había cumplido sus 15 años apenas el 12 de agosto de 2008. Su madre, Ernes-tina Enríquez, una viuda de 52 años, quien trabaja como empleada doméstica en El Paso, Texas, había sacado sus ahorritos para hacer una fiesta y celebrar.

Ernestina, a quien se le han marchitado las esperanzas de encontrar a su hija, de-nuncia que en la desaparición se encuentran involucradas las autoridades.

Y cuenta por qué: a los pocos días de que Adriana fue levantada, Ernestina recibió una llamada de un hombre que se identificó como Salvador de la Torre, encargado del área de asuntos internos de la Presidencia Municipal de Ciudad Juárez.

–Señora, le hablo de parte del alcalde José Reyes Ferriz para decirle que investigaremos la desaparición de su hija –le dijo el hombre.

Luego de la llamada, funcio-narios de la alcaldía de Ciudad

Juárez ingresaron a su casa y borraron información de la computadora de Adriana.

“Llegaron en unos carra-zos elegantísimos, preciosos, eran cuatro personas: el inves-tigador Gustavo Ríos, Salvador

de la Torre, de Asuntos Internos de la

Adriana figura en una lista de desaparecidas en la que hay, básicamente, niñas y jovencitas

no mayores de 18 años, estudiantes, con rasgos físicos muy parecidos: delgadas, de cabello lacio, ojos grandes. Y todas, levantadas en el centro de esta ciudad

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Presidencia Municipal, y otras personas que no se identificaron. Estuvieron mucho tiempo en la computadora, estuvieron sa-cando información, me dijeron que les iba a servir para investigar”.

Pasaron siete meses y Ernestina nun-ca más volvió a saber de ellos. Al no tener noticia, fue a buscarlos a la alcaldía, donde se llevó una gran sorpresa.

“A Salvador de la Torre le pregunté sobre la información que había encontrado en la computadora de mi hija, me respondió que no me conocía, que jamás me había visto en su vida”.

Por ello es que no sólo no confía en las autoridades, sino que piensa que están participando en las desapariciones: “Hay mucho pez gordo al que le gusta la carne fresca y joven, debe haber una red bien organizada de trata de blancas y las están prostituyendo, son muchas niñas que han desaparecido y todas por la misma zona”.

“He esperado un año y tres meses y no hacen nada. Les digo que la busquen en los burdeles y los table dance, pero no lo hacen. Uno puede decir lo que piensa, pero nos van a matar. Vamos a amanecer muertas por denunciar la desaparición de nuestras hijas. Nuestro único delito es tener hijas en casa y ser pobres”.

Desde hace 17 meses, nada se sabe de Adriana Sarmiento Enríquez, la primera jovencita que desapareció el año pasado. Pero no ha sido la única.

✱✱✱

Si eres mujer, menor de 18 años de edad, piel morena clara, ojos grandes, complexión delgada, cabello negro, lacio y largo, mides más de un metro con 55 centímetros de es-tatura y vas por el centro de Ciudad Juárez, puedes estar en peligro.

Hoy en Juárez no sólo se tiran cuerpos de mujeres en el desierto, sino que desaparecen del centro, la zona más vigilada de la ciudad. De nada ha ser-vido que 5 mil soldados y 2 mil policías de seguridad pública federal vigilen las calles.

Tampoco que existan cámaras de segu-ridad en cada esquina, pues las imáge-nes que almacenan se borran en forma automática cada 48 horas por órdenes de las autoridades.

Algo sucede en el centro de la ciudad, a un costado de la presidencia municipal,

donde hay decenas de comercios, casas de huéspedes, hoteles y cantinas deprimentes.

Jóvenes que pasan por ahí, rumbo a la escuela, a com-prar zapatos, a tomar el transporte o a buscar trabajo, se desvanecen sin dejar rastro.

Las nuevas levantadas de Ciudad Juárez son jóvenes de entre 14 y 18 años de edad, con un perfil similar.

Los padres de las jóvenes y los activistas de derechos humanos tienen la sospecha de que grupos organizados de trata de personas son los responsables de las recientes desapariciones. Pero hasta ahora no se ha logrado confirmar el destino de las niñas levantadas.

Este fenómeno recorre ésta de por sí ya convulsionada ciudad, donde fueron asesinadas 432 mujeres y más de 4 mil fueron reportadas como extraviadas o desaparecidas entre 1993 y 2007, según el segundo informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre los feminicidios en Ciudad Juárez.

Hay que sumar, claro, las 89 mujeres asesinadas en 2008 y las 25 jovencitas desaparecidas.

✱✱✱El escritor y ensayista Sergio González Rodríguez es autor del libro Huesos en el desierto, en el que aborda de una ma-nera profunda el tema del asesinato de mujeres en Ciudad Juárez.

También periodista, sufrió un atentado luego de la publicación de su libro, y hoy considera que la violencia en esa frontera se ha intensificado.

–En los últimos dos años ha desaparecido una veintena de jovencitas de entre 14 y 18 años en Ciudad Juárez. ¿Esta-mos frente a una segunda generación de desaparecidas?

–Desde principios de la década anterior el perfil de edad de las desaparecidas en Ciudad Juárez y Chihuahua capital se ha mantenido muy apegado a casos de menores y niñas. Sólo desde el punto de vista oficial se alega una mejoría cuando los hechos lo contradicen.

–Los padres tienen la teoría que están siendo prosti-tuidas. ¿Lo cree?

–Podría ser tal el caso, pero las autoridades se han negado a investigar los hechos. Organismos civiles e in-ternacionales sitúan a Ciudad Juárez como uno de los polos principales en México, y quizá del mundo, de la explotación sexual de niños y menores. El patrón de la década anterior

que implicaba secuestro o levantón de mujeres jóvenes, incluso niñas, cuyos cuerpos sin vida aparecían en zonas céntricas o marginales del espacio urbano, ha cambiado: ahora los cuerpos de las víctimas son destruidos por completo.

–¿Quién cree que está detrás de ello? –Crimen organizado, sobre todo, narcotraficantes,

que cuentan con la complicidad de autoridades y del poder político y económico en Ciudad Juárez. Este tejido criminal de fraternidad masculina en la frontera juarense permanece intocable a pesar de las denuncias realizadas desde la

década anterior.

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–¿Cuál es la diferencia entre la Ciudad Juárez que docu-mentó en su libro Huesos en el desierto y la actualidad?

–El panorama de la década anterior respecto del actual permanece tal cual, con un agravante: tanto el gobierno del estado como el federal han gastado millones de pesos en crear una estructura de protección para los verdaderos asesinos y secuestradores de mujeres en Chihuahua.

El autor del libro El hombre sin cabeza, de reciente publicación, señala que las autoridades han simulado investigar y han buscado cooptar a familiares y amigos de las víctimas.

“Han insistido en dividir a los diversos grupos que exigen justicia y han consumado una campaña de des-prestigio, con ayuda de vocingleros oficialistas, contra quienes demandamos detener la impunidad e investigar los hechos a fondo”.

–¿A qué atribuye la desaparición de jovencitas con un mismo perfil?

–Como lo menciono en mi libro, y de acuerdo con el testimonio de una persona que tuvo acceso a un grupo de secuestradores y asesinos, seleccionan a las víctimas por ser o estar “nuevecitas”, libres de enfermedades. El uso sexual es obvio.

✱✱✱Hilda Gabriela Rivas Campos, de 16 años de edad, que-ría ir a un centro recreativo con chapoteaderos y juegos, pero su familia no tenía dinero. Había dejado de estudiar secundaria porque sus padres no podían pagar la escue-la: las inscripciones, los libros, el uniforme, los pasajes, agobiaban a su familia.

El dinero apenas alcanzaba, así que había que sacrificar los estudios.

Su padre, Aibén Rivas, trabajador de la construc-ción, había perdido su empleo. Los hechos violentos, los asesinatos y los enfrentamientos en la ciudad frenaron la industria de la construcción; luego se vino la crisis eco-nómica. Adiós empleos.

Para ayudar a su familia, Hilda fue a buscar trabajo el 25 de febrero de 2008. La Pastelería Pineda, ubicada en la calle 16 de Septiembre y Benito Juárez, en pleno centro de la ciudad, ofrecía trabajo a jovencitas.

A las 10 de la mañana Hilda llegó a la pastelería, en-tregó la solicitud de empleo, luego se dirigió al Mercado Hidalgo a visitar a una amiga que trabaja en un local comercial.

Al llegar con su amiga, le soltó: –Un hombre me está esperando en la es-

quina, me ofreció 80 dólares por acompañarlo y darle un recado a su mujer; dice que se peleó con ella y quiere reconciliarse. Te dejo este fólder con mis papeles, en un momento regreso.

La joven nunca volvió. Sus padres reportaron su desaparición a las autoridades y distribuyeron volantes con su fotografía por todo Juárez.

Han transcurrido más de 400 días y nada se sabe de Hilda Gabriela, quien mide

un metro con 65 centímetros de estatura, tiene el cabello negro, lacio y largo hasta los hombros.

“Nuestras niñas siguen desapareciendo, las autoridades no hacen nada, como si nada pasara. No les interesa”, se queja el padre de Hilda Gabriela.

Ante la inacción de las autoridades, la familia Rivas ha realizado sus propias investigaciones sobre el posible paradero de su hija.

Aibén Rivas revela que se enteraron de que a una casa de Ciudad Juárez, donde tenían encerradas a varias niñas, llegó un comando armado a rescatar a una de ellas. Suponen que era la hija de un integrante del Cartel de Juárez o de La Línea, que había sido levantada de las calles del centro.

“Algunas personas nos dijeron que ahí tenían a la hija de unos hombres con poder en la mafia, fueron y rodearon la casa y sa-caron a la muchacha. Luego la niña dijo que ahí tenían a otras, como 20 muchachitas, y que entre ellas estaba mi hija”.

Ante el rumor, acudió a pedir ayuda al entonces delegado de la PGR, Rolando Alvarado, para rescatar a su hija.

La respuesta del funcionario le cortó la respiración: “Me dijo que no podían hacer nada en contra de esa gente, que contra ellos no se podía hacer nada”.

Unas semanas después se enteró que a su hija la sacaron de Juárez:

“Una gente me dijo que tenían encerrada a mi hija en una casa de citas, en Tampico, Tamaulipas, con el nombre de Magali. Que era una chamaquilla rebelde, que un día quiso escaparse pero le dieron una paliza para que se alineara y que la amenazaron con matar a su familia si volvía a intentar escaparse. Sé que todavía esta viva, no la han matado, porque si no ya hubiera apare-cido tirado su cuerpo en el desierto”.

A sus oídos han llegado otros rumores igualmente inquietantes: “Hay versiones de que son hombres poderosos de Juárez quienes las compran, son ricos, polí-ticos y de la mafia. También

gringos con mucho dinero. El gobierno sabe quién está detrás, no lo soluciona porque hay intereses. Al gobierno no

le interesa que nuestras hi-jas estén desapareciendo, ni al presidente Calderón, ni al gobernador Reyes Baeza ni al

alcalde José Reyes Ferriz”.

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Las 25 más recientes jóvenes desaparecidasDe acuerdo con las denuncias presentadas por Nuestras Hijas de Regreso a Casa, los siguientes son los 25 casos más recientes de jóvenes desaparecidas.

13.- Tania Araceli Álvarez Hernández, 16 años, desapareció el 16 de febrero de 2009.14.- Karla Polette Escobar Álvarez, 14 años, des-apareció el 25 de febrero de 2009.15.- Karla Mireya Yánez Herrera, 16 años, desapa-reció el 10 de marzo de 2009.16.- Ada Marlene Cárdenas Puga, 16 años, fue levantada el 13 de marzo del 2009.17.- Marisela Ávila Hernández, 22 años, desapareció el 18 de marzo de 2009. es madre de un niño de un año y medio. 18.- Mónica Janeth Alanis Esparza, 18 años, estu-diante de la universidad Autónoma de Ciudad juárez. el 26 de marzo de 2009 salió para hacer una tarea. des-apareció en las inmediaciones de la central camionera.19.- Griselda Murúa López, 16 años, desapareció el 13 de abril de 2009 del centro comercial Soriana Sanders.20.- Salma Juliana García Antonio se encuentra desaparecida desde el 14 de abril de 2009. Tiene 17 años de edad.21.- Alejandra Pamela Lazalde García, 14 años, desapareció en abril de 2009.22.- Lizbeth Avilés Garán, 17 años, fue levantada el 21 de abril de 2009. 23.- María Aydee Olvera Mancipas, 14 años, des-apareció en abril de 2009.24.- Ilse Alejandra Torres, 16 años, desapareció desde el 26 de abril de 2009.25.- Yareli Zepeda, 14 años, desapareció el 17 de mayo de 2009.

1.- Adriana Sarmiento Enriquez, 15 años, desapa-reció el 18 de enero de 2008 en el centro de la ciudad.2.- Hilda Gabriela Rivas Campos, 16 años, fue levantada el 25 de febrero del 2008. 3.- Brenda Ivonne Ponce Sáenz, 17 años, desapa-reció el 22 de julio del año pasado cuando fue a buscar trabajo al centro.4.- Cristal Karina Sifuentes, 17 años, desapareció en junio de 2008. 5.- Rubí Marisol Frayre Escobedo, de 16 años de edad y madre de una niña de once meses de nacida, desapareció en septiembre de 2008. 6.- Lidia Ramos Mancha, de 17 años, desapareció el 1 de diciembre de 2008. 7.- Brenda Lizeth Vera Castro fue levantada el 22 de diciembre de 2008. La joven, de 16 años, estudiante del Conalep, fue al centro a comprarse unos zapatos. 8.- Brenda Berenice Castillo García, 17 años, fue levantada el 6 de enero de 2009 cuando buscaba trabajo en el primer cuadro de la ciudad.9.- Brenda Guadalupe Méndez Ochoa, 16 años, desapareció el 24 de enero del 2009. Salió de su casa con rumbo al centro de la ciudad.10.- María Guadalupe Pérez Montes desapareció el 31 de enero de 2009 cuando fue a comprar zapatos al centro de la ciudad.11.-Vianca Olegaria Loera Cevallos, de 25 años, desapareció el 13 de febrero de 2009. 12.- Yesenia Guadalupe Gamboa Gómez desapa-reció desde el 15 de febrero de 2009.

Adriana Sarmiento Hilda Gabriela Rivas Brenda Ponce Rubí Marisol Frayre

Lidia Ramos Brenda Lizeth Vera Brenda Berenice Castillo María Guadalupe Pérez

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✱✱✱Organismos internacionales de derechos humanos han comprobado que menores de edad están siendo explotados sexualmente en ciudades fronterizas de México.

En mayo de 2007, el relator especial sobre la venta de niños, prostitución y pornografía infantil de la ONU, Juan Mi-guel Petit, alertó: “Ciudad Juárez es sólo la punta del iceberg de la explotación sexual de menores”.

El relator de la ONU aseguró que “la explotación sexual y la trata de niños se registra de manera especial en zonas de frontera, de turismo y en las grandes ciu-dades; pueden volverse una pandemia fuera de control si no se realiza un ejercicio in-tensivo y profundo para revisar las políticas sociales para la infancia”.

En su reporte, Petit señala que la explo-tación sexual de niños y adolescentes lejos de ser una modalidad rústica o espontá-nea de delincuentes aislados, se encuentra vinculada a diversas formas del crimen organizado y a circuitos clandestinos del mercado sexual.

✱✱✱El primer día del último mes de 2008 des-apareció Lidia Ramos Mancha, estudiante del primer semestre de Biología de la Uni-versidad Autónoma de Ciudad Juárez.

Esta joven, de 17 años de edad, sería el ángel de la pastorela navideña, del 24 de diciembre, de una iglesia cristiana.

Era 1 de diciembre cuando Lidia salió de su casa, de adobe y madera desvencijada con techo de teja, marcada con el número 4404 de la calle Ajusco, colonia Adolfo López Mateos.

La vivienda de la familia Ramos Man-cha, similar a todas las de su alrededor, se encuentra a un costado del Cerro de la Santa Cruz o Cerro de las Letras, que tiene piedras pintadas de color blanco que dicen “Lee la Biblia, dice la verdad”.

Cada noche, los cinco inte-grantes de la familia –Hilda, su madre, su abuela y sus dos hermanos– des-cansan en tres camas matrimoniales.

Sobre las paredes del pequeño cuarto cuelgan fotografías familiares, la mayoría de ellas de Hilda, que retratan su infancia y adolescencia.

Aquella mañana, Hilda

abordó el camión 3A que la llevaría al centro de la ciudad. Posteriormente, tomaría otra ruta para llegar al Instituto de Clínica Biomédica de la UACJ, donde se encuentra la escuela de Biología.

Era lunes cuando la estudiante de 17 años se despidió de su abuela y se marchó a la universidad. Más tarde acudiría al templo a ensayar la obra navideña.

Su madre, María Dolores de la Mancha, y su hermano Gerardo habían salido desde muy temprano a trabajar.

Gerardo, quien trabaja en el restaurante María Chu-chena, supo que su hermana no había llegado al ensayo de la obra navideña. “Lidia no llegó a la iglesia. No pude ir al ensayo porque en el trabajo se celebraba una posada, así que hablé a la iglesia para decirle a Hilda que me esperara ahí, que iba a pasar por ella para que no regresara sola a la casa, pero me dijeron que no había llegado”.

Gerardo, quien tuvo que vender su vehículo para pagar la inscripción de Hilda al segundo semestre de universidad, que iniciaría en enero de 2009, dice que la buscaron por toda la ciudad y posteriormente acudieron a reportar su desaparición a la Subprocuraduría de Justicia, pero más temprano que tarde se dio cuenta que las cosas por ahí no caminarían.

“No hay investigadores, cómo pueden ser tan incom-petentes; no hacen nada y sólo nos dan largas”.

De hecho, le pidieron que realizara sus propias inves-tigaciones y que si encontraba algo se los informara.

✱✱✱

La vida de María Luisa García Andrade y su familia cambió por completo cuando el frío comenzaba a retirarse. El 14 de febrero de 2001 desapareció su hermana, Alejandra, cuando salía de trabajar de la fábrica de plásticos Promex.

A los siete días, apareció el cuerpo de la joven, de 17 años, madre de dos niños, con huellas de tortura y abuso sexual. María Luisa observó, horrorizada, en el servicio médico forense las lesiones en el cuerpo de su hermana.

A raíz del asesinato de Alejandra, su madre, Norma Esther Andrade, y la maestra Marisela Ortiz, quien tenía conocimiento del homicidio de otras mujeres, formaron la organización civil Nuestras Hijas de Regreso a Casa, que exige a las autoridades el esclarecimiento de los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez.

Con el apoyo de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD), la familia de Alejandra y la maestra Marisela han reportado decenas de desapariciones y asesinatos.

También han impulsado denuncias en contra de funcionarios públicos por negligencia y que-

jas ante organismos de derechos humanos nacionales y extranjeros, así como diligencias para ubicar el paradero de mujeres y niñas desaparecidas.

Y aunque han conseguido que las auto-ridades federales y del estado crearan una fiscalía especial y una unidad especializada para atender los casos de feminicidios, éstas

han sido un fracaso.

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Por la Fiscalía de Homicidio de Mujeres de Ciudad Juárez han desfilado varias titulares: Suly Ponce, Zule-ma Bolívar, Ángela Talavera, Cony Velarde, Flor Rocío Murguía, etcétera.

Y han visto pasar a varias fiscales y comisionadas de la PGR: María Guadalupe Urbina, Mireille Rocatti, Gua-dalupe Morfin Otero.

La fiscalía de la PGR, creada en 2004, sólo funcionó dos años. Y en 24 meses gastó más de 32 millones de pesos sin ningún resultado concreto.

Ante la incompetencia oficial, las organizaciones han documentado y reportado decenas de desapariciones. Y por su trabajo han sufrido múltiples represalias. Las oficinas han sido allanadas por sujetos armados, quienes se han robado computadoras y documentos. Y han sido víctimas de persecuciones y agresiones de hombres armados, quienes les exigen frenar la búsqueda de jóvenes.

Y más. David Peña cuenta: las amenazas de muerte han llegado a través de correos electrónicos, en teléfonos celulares y hasta en recortes de periódicos: “Ahora vas a

conocer lo que sufren las muertas de Juárez”; “Tú serás eliminada”; “Hemos estado siguiendo tus pasos”; “Disfruta de la vida mientras puedas”; “Vajo Juares, muerte”.

La última amenaza que recibieron se presume que pro-viene de una red de trata de personas: “Lic. Malu Garcia: Calmate tu pedo o la familia pagara las consecuencias ya no investigues más por que te vamos a ejecutar. Att. El MJ”.

✱✱✱María Guadalupe Pérez Montes nunca imaginó el paralelismo que su vida tendría con las series de televisión estadounidense que tanto le gustaba ver: La ley y el orden, Unidad de víctimas especiales y Crime Scene Investigation (CSI).

Lupita, quien deseaba estudiar criminología cuan-do terminara la preparatoria, no supo que ya no tendría oportunidad de hacerlo.

Era sábado 31 de enero de 2009 cuando Lupita desapareció en la zona centro de Ciu-

dad Juárez, a donde fue a comprar tenis y calcetas escolares porque el lunes siguiente iniciaría el cuarto semestre en la prepara-toria Guerreros.

Antes de salir de su casa, en la calle Isla Cozumel 3021, colonia Guadalajara Izquier-da, una zona de dunas de arena poblada por migrantes de diversas partes del país que no pudieron cruzar a Estados Unidos, pidió a su hermana, Michelle Socorro, de 13 años edad, que la acompañara.

Pero el dinero que le había dado su pa-dre, Miguel Ángel Pérez, de oficio mecánico, sólo alcanzaba para pagar el calzado y las calcetas.

No tenía nueve pesos para el pasaje de su hermana, así que fue sola. Abordó el transporte rumbo al centro.

En la calle Velarde recorrió algunas zapaterías y tiendas hasta que encontró el calzado más barato: tenis de tela que utilizaría para entrenar con el equipo de voleibol de la escuela.

Luego caminó por calles aledañas hasta llegar al almacén Modatelas, donde se en-contró a un amigo, a quien le dijo que iba a tomar el camión de regreso a casa.

El joven, José de Jesús Ponce, emplea-do en esa tienda, le dijo que si se espera-ba a que saliera la acompañaría, pero ella rechazó el ofrecimiento pues no deseaba llegar tarde.

José se despidió de Lupita y vio que caminó al paradero de autobuses, en la calle de Minas.

Han transcurrido más de tres meses, su familia no ha parado de buscarla, pero es-cuchan siempre las mismas palabras: nadie la ha visto, ni saben quién se la llevó.

Su padre, Miguel Ángel Pérez, no cree en modo alguno en las autoridades: “Para mí, todo es complicidad de la policía, no confío ni en los soldados. Ahí donde se perdió mi hija se supone que hay suficiente vigilancia,

no es posible que se sigan per-diendo. A uno le da impotencia y mucho coraje no poder hacer nada. A mi hija no la buscan. Si fuera hija de un político, de un

licenciado o policía, la encuentran de inmediato, pero como es mi hija estamos olvidados”.

La familia de Lupita, quien ha colocado su fotografía en el altar de la Virgen de Guadalu-pe, se encuentra a la espera de

un milagro.¶

“Ahí donde se perdió mi hija se supone que hay suficiente vigilancia, no es posible que se sigan perdiendo. A mi hija no la buscan.

Si fuera hija de un político, de un licenciado o policía, la encuentran de inmediato, pero

como es mi hija estamos olvidados”

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Luego de dos años de análisis, la Corte interamericana de derechos Humanos (CidH) resolverá en agosto el juicio en contra del gobierno de México por su actuación en los feminicidios de Ciudad juárez, Chihuahua.

el pasado 28 de abril, la CidH celebró audiencia pública, en Santiago de Chile, para escuchar los testimonios sobre tres casos emblemáticos de entre los cientos de desapariciones y homicidios ocurridos en Ciudad juárez, desde 1993 a la fecha.

esmeralda Herrera Monreal, Claudia ivette González Banda y Laura Berenice Ramos, fueron encontradas muertas, mutiladas, junto con los restos óseos de cinco mujeres más, en un lugar conocido como Campo Algodonero en noviembre de 2001.

david Peña, integrante de la Asocia-ción nacional de Abogados democráticos (AnAd), dice que ésta es una oportunidad histórica para hacer justicia a las mujeres víctimas del feminicidio.

“Se espera que un tribunal internacio-nal condene al gobierno mexicano por no prevenir, sancionar y erradicar el femini-cidio, partiendo de un caso paradigmático y concreto, cuyas condiciones se han repetido en cientos de casos más que, como éste, si-guen sin resolverse”.

explica que durante la au-diencia solicitaron a la Corte declarar “la responsabilidad internacional del estado mexicano por violación del derecho a la vida, derecho a al inte-gridad personal y derecho a las garantías judiciales.

Precisa que alrededor de 400 gobiernos extranjeros

FaLLará La Corte InteramerICana por Los homICIdIos de Juárez

y organizaciones internacionales han enviado, en los últimos años, recomendaciones al gobierno mexicano para prevenir y frenar el fenómeno que se sigue pre-sentando.

Y de ello han quedado testimonios: en 2003, Amnistía internacional publicó el informe Muertes intolerables: Diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, en el que ponía de relieve un patrón común de homicidios y secuestros de mujeres en Ciudad juárez y la ciudad de Chihuahua.

el informe concluía que 370 mujeres habían sido asesinadas en diversos contextos, un tercio de los cuales posiblemente apuntaba a la violencia sexual.

“en un gran número de casos todavía no se ha proce-sado a los autores y persisten dudas acerca de la solidez de las actuaciones judiciales debido a las denuncias de tortura. La campaña que los familiares de las víctimas vienen realizando desde hace tiempo para que se haga justicia ha sido decisiva en los escasos avances logrados hasta la fecha”, señaló el organismo internacional en febrero de 2006.

el organismo precisa que la situación en Ciudad juá-rez sigue siendo grave al mantener un alto grado de impunidad.

“Amnistía internacional siempre ha mantenido que el patrón de violencia contra las mujeres y de impunidad en Ciudad juárez y la ciudad de Chihuahua es de naturaleza compleja y comporta tipos muy diversos de delitos y

autores, y que revela defectos institucionales generalizados a la hora de prevenir los delitos y sancionar a los verdaderos responsables. Los familiares de las víctimas han luchado sin des-canso para que se haga justicia, y gracias a sus

esfuerzos la opinión pública nacional e internacional finalmente se ha interesado por la situación”.

en los próximos días arribará a México una comisión de Amnistía internacional, encabezada por Rupert nocks, quien tiene planeado visitar Ciudad juárez para entrar en contacto con los familiares de la segunda generación de

jóvenes desaparecidas. (Fátima Monterrosa)