LAS ÍBERAS OLVIDADAS · 5 PRÓLOGO Teresa Sánchez: Las íberas olvidadas y rememoradas Ilia...
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LAS ÍBERAS OLVIDADAS
Teresa Sánchez Ruiz
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Para los dueños de todo mi amor.
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ÍNDICE
Origen……………………
Tres iguales para hoy….
Las madres………………
Reunión………………….
La estancia………………
Fenómenos………………
Las no vivas………...........
Cumpleaños ¿Feliz?..........
Alarcos…………………..
Sacerdotisa………………
This is the End…………..
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PRÓLOGO
Teresa Sánchez: Las íberas olvidadas y rememoradas
Ilia Galán
No es lectura apta para mentes blandas la que aparece en estas páginas llenas
de fuerza. Redactadas por Teresa Sánchez Ruiz, transcurren en un ambiente
policiaco donde se producen, entre escombros de yacimientos arqueológicos,
crímenes horrendos y emergen con pavor los rituales satánicos.
Con una buena prosa, la autora nos desliza también consignas sobre el
cambio climático o las costumbres en el uso y compra de la ropa, los modos
informales de vestir o de llevar las barbas, las dietas o los trajes de neopreno
donde no caben las carnes que engordan en verano, actores de actualidad, La
Traviata o las apocalípticas pinturas de Brueghel el Viejo, críticas a las
corridas de toros...
Los desahuciados por la sociedad aparecen con su existencial queja,
redimiéndose gracias al esfuerzo y sus estudios, castigados por su piel o por
la crueldad infantil, pues "vivimos en una sociedad enferma de
comportamientos sádicos y los niños no escapan a esta realidad." La maestra
muestra su experiencia en el trato que desde hace años tiene con los niños,
contemplando las imágenes cruentas del televisor...
El encuentro con las pequeñas poblaciones castellanas del sur, en el entorno
de Ciudad Real, reviviendo los espacios que habita la escritora, estudiando
el universo ibero, nos introduce en un texto culto donde osamentas
calcinadas despiertan la más terrible imaginación.
Rituales temibles, violencia contra la mujer, torturas, pedófilos,
investigadores policiales y antropólogos se dan la mano, junto a las madres
que persisten en averiguar el paradero de sus hijas...
Un texto tremendo, de una escritora de enorme energía que puede hacer
temer a cualquier volcán su presencia en crueles letras a punto de explotar.
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ORIGEN
Como el cambio climático funde la nieve de las cumbres, y el permafrost va
mostrando tesoros insólitos, también provoca la terrible erosión del hielo en
la montaña, que llega hasta sus entrañas, hace explotar las moléculas de los
minerales y la corroe por dentro deslizando su composición ladera abajo. De
esa forma llegaste a mi vida con la idea de mostrar lo mejor de mí, pero
también con la intención intrínseca de barrenarme por dentro y de dejarme
reducida a arenisca.
Así es tu naturaleza; está en ti y no lo puedes evitar.
E.
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- “Buenas noches, abrimos esta emisión del Telediario de la Séptima Cadena
de Televisión Española con una terrible noticia que ha llegado justo en este
momento a nuestros rotativos: el hallazgo de varios esqueletos, restos y lo
que parecen ser osamentas humanas al final de un tenebroso túnel, cuyas
paredes se encontraban cubiertas de animales eviscerados que conduce hacia
una sala central.
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El lugar se ha convertido en un centro de peregrinación de personas
compasivas, sobrecogidas con el luctuoso descubrimiento, que acompañan a
familiares de las muchachas desaparecidas de los alrededores desde hace más
de diez años. Todas ellas depositan lazos rosas en la loma, puesto que no se
les permite el acceso al mencionado túnel. Esperemos que el cruce de estos
restos y los depositados por los familiares de las desaparecidas en las bases
de datos policiales puedan cruzarse pronto y encuentren una respuesta”.
El comisario Fidel Usero ha sido nombrado jefe de la investigación junto con
los Inspectores de la Brigada Provincial de la Policía Judicial, y bajo el
nombre de “Operación Ibera” han comenzado su labor en este tortuoso
asunto. El comisario ha solicitado los servicios de asesoramiento histórico y
cultural de la famosa doctora Doña Elvira Pareja, del Instituto Universitario
de Arqueología Ibérica de Madrid y del Museo Antropológico Nacional.
A propósito de los diez años, se cumplen ya dos lustros desde la aparición
de los primeros ‘indies’ en el panorama musical español, bla, bla, bla…
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TRES IGUALES PARA HOY
Pasaron las horas, pasó mucho tiempo desde que el sol inundara el horizonte,
y ahora, casi ya era mediodía y la habitación seguía a oscuras; sólo se
reflejaban en el techo los dígitos rojos de un despertador olvidado. Abriendo
lentamente los párpados, Ernesto Montoya pensó que se sentía bendecido
por tener un trabajo con libertad de horario y así poder abrazar a Morfeo más
horas de las necesarias.
Doctor en Antropología Social, Ernesto había ascendido varios escalones en
el estatus social desde que sus padres emigraran desde Santo Domingo en la
República Dominicana hasta un pueblecito de Castilla y León, donde se
sintió totalmente desubicado durante su infancia y adolescencia. Primero por
el color de su piel que, aunque la crueldad de los niños apuntaba a llamarle
“negro”, sólo era algo tostado, trigueño para ser exactos. Y, en segundo
lugar, porque destacaba en altura sobre los demás, de forma que se sentía
siempre demasiado observado, tímido y turbado por sobresalir de la media,
y evitaba mirar directamente a la cara.
Vivimos en una sociedad enferma de comportamientos sádicos y los niños
no escapan a esta realidad. Tendría que ser responsabilidad de los padres el
reconectar las neuronas e iluminar el cerebro de un infante para que no
encontrara satisfacción en la crueldad. Esta es la única vía, porque ya
sabemos que las instituciones penitenciarias poco ayudan y nada redimen al
criminal. Sólo un padre o madre frente al televisor viendo una imagen
cruenta tiene el poder de reconducir una conducta sádica haciendo notar el
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dolor de los que sufren. Eso si no andan siempre ocupados en sus trabajos y
sus labores o en los dispositivos electrónicos.
No fue hasta que, realizando sus estudios en Madrid gracias a una beca del
Ministerio, pudo disfrutar de un anonimato deseado en una gran ciudad. En
la urbe total.
- “Me espera un día fascinante, lo presiento”.
Él disfrutaba con su trabajo con un entusiasmo pueril. Cada día era un reto,
pues tenía ante sí el mayor de todos, y era describir los caracteres de la
escritura íbera. Todo un enigma, más aún cuando muchos de los poblados
habían sido enterrados y sellados con una capa de arcilla, cal y grava, como
un formidable mortero de forma que quedaron olvidados por el mundo para
siempre. Alguna vez la herramienta del agricultor devolvía a la luz ajuares
intactos de muchos objetos místicos o de guerra. El mundo íbero resulta
siempre misterioso y esquivo. La mayoría de las veces cuando un labrador
picaba sobre lo que parecía pizarra, abandonaba el surco en el empeño o
dejaba éste a menor profundidad, por lo que muchos ornamentos con un gran
refinamiento místico y guerrero jamás vieron resplandecer en ellos la luz del
sol de nuevo.
- “Esto me tiene muy confundido”, dijo para sí mismo.
Y es que en su laboratorio esperaban yacentes varias cráteras, vasijas para
mezclar vino y agua, con caracteres íberos meridionales, y algunos bronces
procedentes de restos de carros donde se podían observar varias letras
parecidas a la épsilon griega, a una “e” larga por así decir. Y esto era,
precisamente, lo que le tenía despistado.
Mientras tomaba un frugal desayuno compuesto por magdalena y café con
leche con dos cucharadas soperas de azúcar moreno, pensaba si no habría
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perdido el tiempo y su brillante carrera abducido por una divinidad femenina,
Potnia Theron.
- “¡Joder, si es que me encantan las mujeres!”, alcanzó a pronunciar. Siguió
canturreando aquello tan castizo de “Viva el vino y las mujeres…”
Pero a la vez, con esa inquietud animosa y esa ilusión del que sabe que algo
mejor le espera.
Habían dragado una parte del puerto de Huelva, y habían hallado restos de
cerámica con inscripciones desconocidas. Ernesto anhelaba que no fueran
éstas en protovasco ni en lengua lusitana, sino en su querido íbero. Restos
que parecían haber sido objetos de alguna misteriosa liturgia de algún rito de
culto muy sofisticado.
Ya había colaborado en la transcripción de lo que se pensaba que era la
Piedra Roseta del mundo íbero; el arquitrabe encontrado en Sagunto y datado
en 219 A.C., que supuestamente narraba el asedio a la ciudad. Tenía dos
líneas escritas: la de arriba, en fenicio semítico noroccidental, y, la de abajo,
en íbero, ambas lenguas muertas; quizás podría descubrir el significado de
las grafías. Pero, no hubo resultado alguno.
- “¡Qué empacho de consonantes!”, pensó mientras se afeitaba. Le pareció
que el día anunciaba buenos presagios pues hoy no se había cortado ni había
empapelado su cara con banderitas de Japón: trozos de papel higiénico con
una mancha de sangre facial en el centro, como fruto de estar abstraído en
sus pensamientos y no dar a los quehaceres diarios y a las rutinas higiénicas
el trato que se merecen.
Poco se sabe del signario o alfabeto íbero; muchas de las palabras terminaban
en “d” y aunque, las comunidades lingüísticas e históricas habían conseguido
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leerlo, o más bien, escupirlo como si del alemán se tratase, nadie pudo nunca
saber el significado de lo que los signos relataban.
Haciendo honor a sus raíces, se vistió con parsimonia de forma muy elegante,
pues también tenía el gusto del dandismo sajón heredado de esa aspiración
por la vieja Europa que muchos allá poseen. Al transitar tantos años por
Madrid y observar mal y buen gusto en la vestimenta, decidió seguir
fascinado con esa elegancia y distinción de antaño.
Todo su equipo vestía, sin embargo, de manera muy informal. Comenzaron
a hacerlo cuando en Norteamérica se declaró el ‘Casual Friday’; tras una
semana laboral soportando traje completo, el viernes podías ir vestido de
manera informal, quizás con el objetivo de favorecer la socialización con el
resto de compañeros. Corbatas, trajes, tacones y medias no eran esos días
una barrera insalvable para la comunicación.
Pero, con la llegada de los ‘hipsters’, barbas, camisas de cuadros y vaqueros
comenzaron a aparecer en la institución inevitablemente hasta el punto de
que el traje formal quedó olvidado en el armario, sólo para ocasiones muy
especiales.
- “¡Jodidos Judas, con esas barbas!, pensó alguna vez. “Menuda cerilla les
echaba yo, a ver si por fin se le ve a uno la cara”.
Y esto mismo era una contradicción porque en conciencia sabía que los ejes
de la historia nunca pueden separarse del espacio y del tiempo.
Picó el billete de autobús y se sentó en un asiento libre. Allí cerró los ojos e
imaginó un paño sobre ellos que lo aislaba de la cotidianidad matutina de la
urbe, mientras que en su cabeza replicaba una palabra como un toque de
tambor: “Iber, iber, iber…”.
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En realidad, eran sólo un grupo mediterráneo. Esta acepción es moderna, de
algo más de cien años, no tiene refrendo en el pasado. Los conjuntos de
pueblos hoy llamados íberos, denominaban “Iber” a los ríos, al lugar
paradógico y desestructurado donde agua y tierra se unen, también el aire.
Sólo el río Ebro guarda parecido en sus fonemas con su correspondiente
antiguo, pero no el Júcar, el Tinto, etc.
Se bajó apurado del autobús de línea metropolitana antes de que este cerrase
sus puertas, porque andaba demasiado enredado en sus pensamientos como
para percibir que había llegado a su destino; y se encaminó al trabajo en el
Museo Nacional de Arqueología, como Doctor en Antropología Social, y
que normalmente consistía en leer textos sin saber su significado: la escritura
íbera era un semisilábico parecido al signario fenicio. Y era caótica, pues lo
poco se sabía era que en los primeros tiempos se escribía de izquierda a
derecha, y más tarde pasó a escribirse de derecha a izquierda, pero variaron
los caracteres. Las grafías no eran las mismas. Y para remate total,
aparecieron unos bronces con caracteres íberos y griegos jónicos con
escritura bustrofédica donde la primera línea se lee de izquierda a derecha,
la segunda de derecha a izquierda, y así sucesivamente. Por el griego se sabía
que eran transacciones comerciales de alguien de Marsella que pedía a un
intermediario de Ampurias que intercediese con un productor de aceite de
Sagunto para vender en ánforas el dorado líquido, y también hablaban de la
ruta mercantil en barcos desde Ampurias a Marsella.
- “Señor Montoya, hoy le esperan en el Consejo Superior del Instituto
Universitario de Arqueología Ibérica de Madrid”, acertó a decir su secretaria
cuando lo vio entrar ensimismado con su mente a una cuarta del suelo,
elevado en sus cosas.
- “¿ De verdad? ¿Era hoy?”.
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Y sin mediar nada más dio la vuelta y se encaminó al encuentro que había
olvidado. El sol del estío le hizo bostezar un par de veces y que añorara esa
bendita pereza de estar en la cama ordenando sus datos y sus informaciones.
Pero ahora no era el momento. Ahora tenía una cita algo urgente en un centro
donde sólo fue anteriormente para un par de conferencias, y es que la cultura
ibérica ha sido siempre un acicate para el desarrollo de la legislación con
relación a la Protección del Patrimonio.
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- “Bueno, guapa, me tienes que contar esa experiencia holística tuya del fin
de semana”, espetó de pronto la secretaria de Elvira.
Había algo desconcertante en ella. Bajita y regordeta y con manchas faciales
por el abuso en la exposición ante el astro, lo que destacaba en ella era que
se había tatuado el borde de los labios con un tono azul, casi negro, y nadie
entendió nunca esa excentricidad.
- “Jesús, ¡qué cotilla eres! Mira, ya me conoces, y sabes que me gusta estar
conectada con la naturaleza. La ciudad te deshumaniza y perder la referencia
natural puede ponerte en peligro; acuérdate del tsunami del 2004 en Sumatra,
cuando los turistas se quedaron en la playa al ver alejarse el mar, mientras
los que seguían viviendo en sociedades tribales ascendían de forma
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inminente a la montaña junto con los animales. Sólo ellos pudieron salvarse.
De alguna manera, indudablemente que, por tradición oral, sabían que ante
la retirada del mar vendría la ola gigante”.
- “Pues, mira que me encanta sentirme en un estado superior de conciencia,
como un chamán, y acercarme a la naturaleza” Dijo Elvira - “Y, habían
organizado un curso llamado ‘baila con árboles’, y me apunté. Lo cierto es
que me he sentido muy fluida, con más energía, como si al acercarme a la
naturaleza reconectara con ella. Todo baila en el mundo natural, todo se
mueve y gira en árboles o en espiral, y quienes no se mueven o giran ante la
belleza de un poema o de una canción no deberían pertenecer a la raza
humana, a los sacros. Ahora me siento tan consciente y tan intuitiva… Creo
que soy un símbolo de la vida”.
- “Pues, has venido buena, Elvirita, hija. Y, hablando de razas, mira quien
viene a visitarte, ¡un sudaca!”.
La secretaria acabó esta frase riéndose a mandíbula batiente, de modo que
como también había elevado el tono de voz para hacer el pésimo chiste,
Ernesto pudo oírla según se acercaba al quicio de la puerta, después de
asegurarse de que la inscripción en la pared correspondía a la persona que
solicitó sus saberes en la materia.
- “Buenos días, señoras, permítanme la corrección, pero sería ‘centraca’
porque el país de mis padres no es del Sur sino del Centro de América; yo
soy español de primera generación y no ofrezco trabajos de jardinería,
precisamente”.
- “Perdone usted, es que hoy me he levantado simpática”. Y diciendo esto la
secretaria se alejó por el pasillo como una rata espantada.
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Choque de manos, presentaciones y… Elvira no podía quitar la vista de los
aros que prendían de los lóbulos de las orejas de Ernesto. Esto la
desconcertaba totalmente, dado su cuidado aspecto, pero imaginó que sería
un residuo de sus estudios, Como un poso como las poluciones generadas
hace más de dos milenios en Río Tinto, y que llegaron a los hielos de
Groenlandia. Tal era su producción. Y en este caso justificó el ornamento
como parte de la seducción del investigador por el mundo íbero, donde los
hombres de alto rango solían agujerear sus orejas y poner aros para
distinguirse de los demás. Siempre hubo clases, y siempre las habrá.
- “Este descubrimiento luctuoso no me cuadra para nada con la forma de
vivir de los íberos, ya que estos habitaron ciudades y no galerías. Eran
ciudades de paz.
De una muralla rodeado, el oppidum, que era un lugar elevado con dominio
visual, la muralla, protegía a los habitantes, pero también los representaba.
Recientemente se habían encontrado rostros de los habitantes esculpidos en
las murallas. Estos vestigios se encuentran, por ejemplo, en Porcuna de Jaén
y en el Cigarralejo de Murcia”.
No se puede explicar, pero Elvira apenas lo escuchaba, quedó deslumbrada
ante la morfología de su interlocutor. Tal vez viniera hechizada del fin de
semana, pero nada más entrar él solo tuvo sensaciones sensoriales, notaba un
olor a dulce y limpio que le recordó a su abuelo.
- “Es el olor a pelirrojo” Le decía. Y la tuvo engañada largos años…
En el apretón de manos, las notó tan suaves y mullidas que sintió renacer la
vida desde su espina dorsal a su cerebro, y de forma inconsciente y sensual
comenzó a atusar su fino y abundante cabello, castaño, pero con algún
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pelirrojo entreverado. Recordaba aun cuando sus amigas del colegio se
entretenían con sus cabellos para contar los rojizos.
Delgada, alta y pecosilla, de tez muy blanca, nívea, como le decía su madre,
y con unos ojos verdes tan profundos y enigmáticos como el mayor de los
misterios.
Luceros aceitunados que no pudieron apenas parpadear, y que se clavaron en
esa boca jugosa que desde un principio deseó besar.
Elvira recuperó la compostura mental y comentó:
- “Estoy de acuerdo contigo, tal vez esta civilización no haya sido estudiada
como merece, pero este desafortunado yacimiento no es muy lógico. Parece
actual.
En las piras extinguidas hay restos de osamentas calcinadas, parecen huesos
machacados; el ritual debió ser ciertamente macabro”.
Ernesto contemplaba a Elvira ensimismado; su piel alba y nacarada le hacía
pensar en una escultura viva, una tez de mármol de la Galería de la Academia
en Florencia junto a su piel cobriza. A él le apasionaban esas mezclas
antagónicas y sinestésicas. Fabulaba si sólo con sus ojos podría recorrer su
dermis besándola, pero a la vez seguía escuchando y contestando las réplicas.
Renovada y conectada con lo telúrico, Elvira generaba a su alrededor una
nebulosa atrayente que pronto convertía, al menos, a un par de hombres en
un gallinero andante. Dos gallos en combate…
- “En los rituales de muerte no se enterraba, sino que se cremaba en fogatas
y después se machacaban los huesos sobrantes”.
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En las piras hemos encontrado piñas y ramas sin calcinar, incluso retamas y
pastos que habían pretendido un rápido encendido y no ardieron”.
Con estas afirmaciones, Elvira quedó muy satisfecha porque en realidad ella
tan experta había citado al investigador para, primero batir los cobres del
conocimiento en la materia y, después, poder desplazarse a la galería para
poder recomponer esos crímenes horrendos que eran más actuales de lo que
pretendían.
Ambos notaron esa chispa de embrujo, el flechazo de Eros y ese sentimiento
poderoso de alguien que ve en el otro a quien le puede entender y satisfacer.
De eso no había duda, pero cada uno por su parte y sin emitir nada al respecto
decidieron lo que más les convenía: sublimar los sentimientos y permanecer
profesionales y respetuosos ante el reto que se les presentaba; debían hacer
justicia a aquellas osamentas, tal vez, de desaparecidas muchachas.
Elvira abrió la puerta de su piso con dos giros de muñeca. Le gustaba vivir
allí, en la calle más renombrada de Ciudad Real, en la calle Alarcos. Su
madre sobreprotectora ahorró toda su vida como nadie imaginaba, y dotó a
sus hermanas y a ella de viviendas bien localizadas. Aunque prefería no vivir
en la capital y utilizar el AVE para ir a trabajar a Madrid y residir en una
ciudad aparentemente más tranquila.
El piso era cómodo y acogedor, con unos acabados increíbles, todo porque
el primer dueño fue el hijo del constructor del edificio a quien su progenitora
compró el piso tras arruinarse éste en la crisis del 2008. Aun así, alguien le
había propinado una brutal paliza por deudas pendientes. Elvira no tenía
coche, por lo que no echaba en falta la ausencia de parking en el edificio; si
alguna vez utilizaba el coche familiar, lo dejaba estacionado en el parking
del Colegio del Parque Gasset. Su madre, letrada en picardía, había
conservado la llave del estacionamiento tras la jubilación.
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Al visualizar el pasillo exhaló un profundo suspiro que a ella misma
sorprendió. ¿Había estado en apnea todo el día? ¿Por qué expulsaba de esa
forma el aire? ¿La había sacado alguien de quicio?
Por su cabeza sólo rondaba una imagen, la de un hombre. Y se convenció a
sí misma de que tanto abrazo y bailoteo con los seres más bellos de la
naturaleza enraizados en el suelo, tal vez hubiera conectado de una forma
excitante con su sexualidad. Procedió a darse una ducha a ver si bajaba el
calentón, y después a hacerse la cena: tofu con champiñones y Coca Cola
Zero, sin azúcar ni cafeína, pero sí con burbujas y parda…
- “Oscura y rica, como Ernesto”.
Pensó que mejor se quitaba a ese hombre de la cabeza y era lo que era: una
mujer práctica y metódica, que rara vez se alejaba de su objetivo.
Al día siguiente tocaba madrugar pues había quedado frente a esa galería
tenebrosa con el comisario Fidel para intercambiar datos sobre el funesto
enterramiento.
Apostados al lado del cordón policial que rodeaba los túneles, dos policías
nacionales bromeaban al ver llegar al comisario.
- “Mira quien viene”, dijo uno en tono burlón.
- “É un diávolo”, contestó el otro impostando la voz, e imitando a aquel
anuncio de Antonio Banderas en el que después de flirtear con la madre, el
actor se va con su hija adolescente de carnes prietas.
Los dos estallaron en una risotada que fue lo único que escuchó Fidel.
- “¡Muy buenos días, señores!”.
- “¡Buenos días, señor comisario, a la orden!”.
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- “¿Me dan ustedes el parte de hoy o tendré que pedirlo por favor?”.
- “Disculpe, señor, la académica esa de las noticias le espera junto a la
casetilla de reuniones. Llegó temprano y, verano y todo, tirita como la
gelatina”.
- “Bien, gracias, pero sus observaciones no aportan nada”.
Fidel se aproximaba hacia Elvira mascullando en sus pensamientos sobre lo
solo que estaba, sobre ese feminismo emergente desde el 8-M; desde esa
fecha no se ligaba nada.
Diferentes cadenas de TV cubrían la noticia de este feminicidio. Había
demasiadas mujeres y niñas desaparecidas en ese ámbito rural. Los
familiares de las desaparecidas esperaban resultados de ADN tras la cinta de
plástico que no podían traspasar, dado que la Brigada de Seguridad
Ciudadana había apostado dos vehículos “zeta” delante de la entrada y estos
resultaban un paso infranqueable. Dentro procedía una inspección ocular y
de recogida de muestras por parte de la Policía Científica y Judicial y el
equipo médico al cargo, el equipo multidisciplinar venido desde la capital
con especialistas en necroreseñas, muestras biológicas, fotografía… había
iniciado su labor. Previamente se habían documentado unos veinticinco
casos de desapariciones, y las víctimas tenían entre quince y veinticinco
años, en la flor de la vida. Por lo poco que habían observado en los restos de
animales y en los esqueletos sobrantes de la pira los primeros arqueólogos
forenses especialistas en sacrificios, sociólogos y médicos forenses, se
podría afirmar que se habían ensañado con las chicas. Convirtieron ese
sótano bajo la tierra en un cementerio clandestino donde habían ejercido una
violencia extrema hacia las mujeres. Ahora, esperaban la presencia de dos
doctores especialistas venidos desde Madrid para aclarar las circunstancias
y apresar al autor o autores.
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- “Muy buenos días, supongo que usted es la señora Elvira Pareja, ¿no?”.
- “Casi acierta, sigo siendo señorita y espero que por mucho tiempo”, aclaró
ella con determinación. Dos besos cruzados como las aspas de un molino a
un lado y otro de la cara hicieron que Elvira aspirase el olor a madera de
aquel hombre, y que se turbara al comprobar por ella misma lo receptiva que
estaba.
- (“Malditos árboles”), dijo para sus adentros. ¿Qué puede usted adelantarme
del caso?”.
- “Sabemos por los otros especialistas que las víctimas habían sido
brutalmente torturadas; fueron estranguladas puesto que sus vértebras
cervicales estaban rotas, acuchilladas salvajemente porque se han encontrado
laceraciones de metal y otras marcas en los huesos. No se descarta el hecho
de que en sus propios cráneos tomaran algún tipo de pócima y usaran éstos
como cáliz; alguno presentaba bordes para la libación.
Debió de tratarse de algún ritual o fiesta orgiástica que justificase los
homicidios de estas mujeres durante tanto tiempo. Allí, varada en el tiempo
en la mitad de la nada había aflorado una estancia con un oscuro pasado y en
un hermético silencio que desafiaba al día y a la noche.
No alcanzo a comprender esa violencia. Cercenaron los pechos de muchas
por la señal del cuchillo en las costillas. Y no se descarta la posibilidad de
que incluso mutilaran los miembros; hemos observado las mismas marcas en
fémures y pelvis. En fin, ahora cuando usted pase nos contará que sucedió
aquí”.
Elvira sintió una pesadumbre y un desasosiego aterrador. Allí había quedado
algún tipo de energía perniciosa; se respiraba el dolor en el aire y un olor a
miedo y a sangre.
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Elvira notó cómo su renacida vitalidad se evaporaba, y ella misma, en un
sentido literal no figurado, se vino abajo y se desmayó. Tanto cambio
trascendente para nada.
- “¡Doctora! ¿Qué le ocurre?”
Fidel tuvo que asirla entre sus brazos porque caminando tras ella sintió que
se vencía; se agachó sin soltarla y pudo observar como sus esmeraldinos ojos
regresaban de nuevo a la vida.
- “Perdón, comisario, creo que he sufrido un leve desmayo”.
- “Tranquila, no pasa nada. ¿Está usted bien?”.
Elvira se irguió y dijo:
- “Bueno, ahora que hemos intimado ya podemos llamarnos de ‘tú’; mi
nombre es Elvira”.
- “Ya lo sé; el mío, Fidel”.
- “Sería lógico mapear todas las áreas- afirmó el comisario- Aquí en la galería
que conduce al sótano encontramos cadáveres de animales: algún gato o
liebre, pero, sobre todo, perros colgados en afilados ganchos y con un dibujo
triangular a modo de marca de posesión en el cráneo. También hemos
hallado restos de palomas decapitadas con precisión quirúrgica. Este enclave
está lleno de historias oscuras, y debe haber mucha de esa historia negra a lo
largo del tiempo porque los viejos del lugar cuentan muchas habladurías al
respecto.
Diría, por tanto, que el asesino comenzó matando animales como ritual de
iniciación, y después decidió dar un paso más y atacar a las adolescentes
como si quisiera hacerlas suyas. Debe ser un tipo difícil, infancia
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dickensiana, infeliz, pero, principalmente, conocedor de los ritos antiguos.
Ante los delitos perpetrados él se sabe impune y seguramente comenzó su
carrera como asesino en serie hace más o menos una década, que es el tiempo
que corresponde a las primeras desapariciones en la comarca.
Posiblemente no tenga relación alguna con las víctimas, sólo viene aquí de
cacería femenina y, seguramente, se marche después. Imagino su vida como
un respetado oficinista o bancario con la mente de un torturador.
- “A ese yo lo cosía a patadas y le daba toques eléctricos en los testículos
hasta que cantase la obertura de la Traviata, o al menos hasta provocarle un
fallo cardíaco”, afirmó contundentemente Fidel.
- “Bueno, bueno, tal vez sea un policía, ¿no te parece? Muchas veces ocurre
que los mismos policías encubren a los asesinos por presiones de un poder
superior e idean inculpar a gente inocente, y maquinan su culpabilidad. Y si
alguien sintiera el deseo de denunciarles, atentaría incluso contra su vida”.
(¡Toma testículos, comisario; no soporto tanta gónada y tanta testosterona!).
- “Nos encontramos ante un caso de violencia sistemática con cariz sexual”,
afirmó Fidel, convencido.
Y en lo cierto estaba, puesto que las víctimas habían sufrido no sólo la tortura
y la muerte, sino también violaciones. Cuando se trata de denigrar a un ser
humano, el reducirlo a cenizas y el machacar sus huesos es sólo fruto de una
mente patológica y diabólica.
-“Encontramos restos de velas y lo que parecen ser flores” insistía Fidel, “El
asesino se ha confiado hasta el punto de repetir una y otra vez este ritual
macabro”.
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- “Pues sí”, dijo Elvira. “Al no ser detenido por la policía se ha ido confiando
más y más. Por otro lado, vemos continuamente en los medios procesos
llenos de irregularidades, de inconsistencias y de errores de forma que bastan
para descartar pruebas fehacientes y claras que facilitan a los criminales
pasear tranquilamente por parques y aceras, los mismos que transitan sus
víctimas”.
- “Elvira, hablas como si fueras oyente de Negra y Criminal de la Cadena
Ser, me dejas sorprendido”.
- “Bueno, en realidad escucho Azul Marengo y Delincuente de la COPE”.
Los dos se echaron a reír franca y ampliamente.
Elvirita tenía guasa una de cada diez mil veces, y esta vez le salió el ‘malaje’,
el mal ángel de su abuelo Gregorio que espantaba a todas las viejas de
Fuengirola, de donde él era oriundo.
Con los años debió afinarse su córtex cerebral porque perdió la timidez y los
recatos cuando sin pudor asaltó educadamente al joyero del barrio:
- “Perdone, ¿es usted gitano? Juraría que le he visto en la Noche del Duende”.
- “¿Qué voy yo a ser gitano ni leches?” Y el hombre se alejaba enfurruñado.
Ya le había dado el día, y la noche. Y la pobre niña apremiaba al abuelo para
que se dejara de chanzas y llegaran a tiempo al Conservatorio, y no tener que
dar siempre la misma excusa referida al abundante tráfico.
Estas carcajadas espontáneas les hicieron mirarse a los ojos y comprobar con
embeleso el verdemar de los ojos de cada uno. Sintieron la respiración el uno
del otro, y olvidándose por un instante del propósito que los había reunido,
un leve beso cálido y mutuo se consignó y lacró en ambos pares de labios.
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Fue un instante, algo involuntario, una atracción inexplicable, un leve roce,
pero sucedió, lo que no sabemos es quién besó a quién primero; bueno, para
eso está la policía.
Se desprendieron con suavidad y emitieron mil perdones, mil excusas, mil
sonrojos. Pero pasar, pasó.
Recomponiendo las formas se despegaron uno del otro un momento antes de
que Ernesto entrara al habitáculo; después de hacer las presentaciones
pertinentes, dijo:
- “Vamos a ver qué tenemos aquí. Pues este antro es ciertamente un centro
religioso de culto. La estela de piedra que separa las galerías de la sala
principal es de tipo betílico, o sea, tipo columnas con rasgos antropomorfos.
En la estancia no se observan mandíbulas de cerdas usadas en rituales íberos
ni exvotos y ofrendas a los dioses. Tampoco hay grandes depósitos con
huesos de animales, sino que estos están colgados de la pared de las galerías.
Parece, por tanto, un culto doméstico, sin gran santuario. La gran sala se
encuentra excavada bajo una gran loma que corona y controla el entorno. La
estela entre el cuarto y el pasadizo sugiere cierto conocimiento del mundo
íbero, pero no muy acertado, ya que estas estelas se ubicaban en la puerta de
la muralla que daba acceso a la ciudad. En lo que sí me he fijado es en que
todo este cerro está orientado al Sur, al Sol, y es definitivamente un lugar de
culto”
Alguien de la zona debió traerla para esta performance macabra. No hay
estrellas de pentagramas invertidos ni otros símbolos satánicos”
- “Ya ha venido el astuto a iluminarnos”, pensó Fidel.
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- “¿Os parece bien que realicemos un informe en la casetilla anexa?”, dijo
Fidel (Si me lo propongo, yo también pasaría por un perspicaz académico,
¡qué cojones!)”.
De alguna manera se habían aclimatado a ese aire atosigante del interior
porque al salir la claridad de la luz del Sol y el aire fresco del campo les
pareció una bofetada repentina. Tras trazar un perfil del asesino con
minuciosidad y dejar una serie de notas clavadas en una pizarra de corcho, y
con la satisfacción propia de quien sabe que ha cumplido un objetivo
delicado y engorroso a la vez, salieron de nuevo.
- “Elvira, la invito a comer, si tiene a bien, claro”, dijo Ernesto apremiando
la invitación antes de que ésta surgiera del comisario, al que había visto
apabullado y absorto en la chica, y ninguneándolo de paso. Conozco un lugar
magnífico cerca de aquí”.
Elvira aceptó encantada y algo ruborizada porque nunca había despertado
tanto interés en el otro género. Su mente cartesiana no le permitía ninguna
distracción y, por otra parte, los hombres saben de algún modo si una mujer
está propensa a sus encantos o no lo está.
Tenía Ernesto un paladar exquisito y la llevó a un restaurante con una estrella
Michelín llamado “Restauración Lobito de Tierra”, que disponía de una
cocina de ‘alto standing’, molecular, y un servicio único. La experiencia
gastronómica consistió en dos menús degustación; como entrantes tenían
boniatos a la brasa con pez limón marinado y cilantro, cigala de Brasil a la
crema quemada de leche de oveja, carabinero templado en lecho de pétalos
y algas, y sopa de sus corales; de plato principal corzo a la brasa con crema
de trufa negra. Y para terminar esferas de cardamomo, manzana y yogur.
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Bebieron solo champagne Salon Blanc de Blancs Le Mesnil-sur-Oger 2002
con matices a cítricos e higos secos, ideal.
Después de esta comida, de todo menos frugal, decidieron dar un paseo, y en
el transcurso del mismo Ernesto le propuso tomar un café bien cargado en la
cafetería de su hotel. Al entrar al vestíbulo del lujoso alojamiento, Elvira
disparó una frase muy directa, pero a la vez natural y espontánea.
- “¿De verdad quieres cafeína, o te doy yo el café con recuelo?”
Sonrisas y paso comedido y emocionado hacia el ascensor. Pulsó un número
de planta, y cuando las puertas se cerraron se encontraron frente con frente
sonriendo traviesos, plomo en los ojos que caen cerrándose y labios que se
buscan a oscuras. Besos intensos, apasionados y un abrazo tan aglutinado
que hace de los dos un poliedro de frenesí, que espera el deseo y la
concupiscencia.
Y pasó lo que tenía que pasar.
27
LAS MADRES
Estaban muy cerca de convertirse ya en un movimiento social organizado.
Cada jueves se reunían para recabar nuevos datos que le condujeran a la
verdad sobre la desaparición de sus hijas, pero, sobre todo, para consolarse
mutuamente y darse cariño, ánimo y esperanza.
Por alguna razón, y con esa intuición propia de las que han parido, sabían
que no tenían el apoyo de la clase dominante. En esa angustia y
desesperación por saber si sus hijas estaban vivas o muertas, o si tenían frío,
o estaban enfermas, habían recurrido ya al gobierno, a militares, a órdenes
religiosas, incluso se planteaban la infiltración en alguna secta como último
recurso.
Todo estaba testimoniado con denuncias, denuncias sin respuesta, denuncias
con una leve esperanza.
En cualquier caso, deseaban hacerse visibles para que a quien competiera
tomase las responsabilidades oportunas.
Hoy era muy distinto. Se habían plantado, desoladas ante la entrada de la
galería con el miedo cerval recorriendo sus columnas, miedo a enfrentarse a
la verdad. Y entre retamas y aulagas sintieron esa humana necesidad de saber
dónde estaban sus hijas.
Era la epopeya del grupo de madres portando carteles que decían “La última
esperanza” y “Ayúdennos”.
Las denuncias previas no habían abierto aún las líneas de investigación más
oportunas. Seguramente era el fruto de una sociedad fallida, de políticos y
religiosos que se habían desviado del buen camino y de lo que, precisamente,
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les decidió a emprender su carrera profesional: la vocación por ser parte útil
de la sociedad. Esta tornó a los sentimientos más egoístas, más bajos y viles
al alcanzar el poder.
Argumentaban que esas niñas eran las desviadas, que llevarían tiempo
enganchadas a las drogas y prostitución, que esa era una edad complicada, y
así una serie de excusas inauditas para no tomar responsabilidad alguna.
La maldad se percibía en todos los niveles jerárquicos, sólo que ellas se
aferraban a un clavo ardiendo.
Si este mundo actual, amenazado de muerte por el cambio climático,
sobreviviese, algún profesor de Historia en algún instituto enseñaría a sus
alumnos los símbolos de esta época: una lata de Coca-Cola y la persistencia
de las madres materializada en uno de los carteles a modo de la categoría
humana y la dignidad de la época. Pero hoy la evidencia más palpable era
ver a esas madres reclamando a sus hijas, y más pronto que tarde esos
micrófonos que asaltaban a cualquiera que se dirigiese a ese siniestro
crematorio, las cámaras de grabación y las antenas parabólicas sobre las
camionetas de diferentes cadenas de televisión se giraron hacia el grupo de
madres dándoles toda su atención y tras la emisión, el apoyo nacional.
- “Estamos desesperadas; en todo este tiempo nadie nos ha dado una
explicación razonable sobre el paradero de nuestras hijas. No sabemos si han
conocido el horror, si las han atado de pies y manos con latiguillos, si las han
violado…
Esto es una pesadilla, estamos muertas en vida. No sentimos la diferencia
entre la vida y la muerte. No sabemos si nuestras hijas han sido asesinadas o
las han maltratado tanto que se han resignado a morir, porque no es lógico
que no se hayan comunicado con las familias”.
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Y después procedieron a poner lazos rosas en los arbustos diciendo a modo
de letanía: “Ayúdennos”, muy bajito pero audible.
Nadie tan fuerte y persistente como una madre. Una mujer reclamando a sus
hijos.
Desde que el hombre es hombre siempre hubo ritos macabros, tiempos
macabros. Arcanos de la sangre que mataban doncellas para obtener la
belleza, y así la juventud eterna. Seguramente, al comienzo era sólo una
pequeña sangría para untarse la cara, y luego el rito pasara a ingerirla y a
bañarse en ella.
Ese afán por buscar jóvenes que no hubieran conocido el amor sólo es fruto
de una mente esquizofrénica o de alguien tan sugestionable que pudiera caer
en la hematodixia o gusto por beber sangre. El vampirismo clínico es un caso
raro de trastorno mental con pulsión patológica. Pero aquí había algo más,
dado que, aparentemente, no había restos de órganos. Habían reciclado toda
la materia interior en hogares. Las jerarquías sociales siempre han creído en
la opresión, en abrir en canal a las clases inferiores y beber su sangre como
fuente de vida, literal y figurado. En llenar grandes jícaras con los restos
humanos, y ofrecerlos a las fuerzas sobrenaturales para aplacarlas y
halagarlas. En realidad, un sacrificio humano sólo es un rol de poder que
refuerza a una clase social. La superior.
Siempre hubo leyendas sobre la preparación de pócimas y ungüentos para la
alta sociedad a partir de grasa humana; pero, ¿qué grasa puede contener una
muchacha?
Existe un descreimiento generalizado de que el mal no existe, y así se viven
buenos tiempos para las mentes pervertidas y enfermas. Para mentes
demoniacas que pasan inadvertidas.
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Aquellas madres no alcanzaban a imaginar el horror de sospechar que
alguien pudiera beber sangre en las calaveras de sus hijas; su esperanza se
centraba en creer que en algún lugar había un burdel para pedófilos donde se
encontraban sus niñas, mil veces violadas, pero vivas.
La tragedia no tiene explicación. Cuando Elvira, Fidel y Ernesto procedían
a entrar en la galería, fueron increpados al grito de ‘encuentren al depredador
de mujeres’. Pero dentro sólo hallaron hogueras alimentadas con esqueletos
humanos donde uno podía imaginar un lienzo previo, ‘El triunfo de la
muerte’ de Brueghel el Viejo, donde los esqueletos pueblan la Tierra
transmutando lo vivo en muerto. Esa es la plasmación más íntima del terror
en el ser humano. Esa danza de la muerte que iguala a todos con venganza
diabólica.
Las víctimas no lloran más, no gritan más, no responden a estímulos
dolorosos, simplemente, ya no están.
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REUNIÓN
Insistía el móvil en la mesa del despacho, y había iniciado una especie de
baile que amenazaba con precipitarlo al suelo.
- “¿Fidel?, soy Elvira. Verás, he tenido una especie de pálpito, tú me dirás si
voy encaminada que para eso eres el experto. Mira, pienso que el asesino
vive solo; si viviera con una mujer, esposa, madre o hermana, no sé, nosotras
tenemos un radar especial que detecta los movimientos anteriores de nuestros
varones según entran en casa. Si han estado bebiendo, si hay barro en sus
ropas, si oliese a humo o sangre. Si ha fumado…Si ha estado con otra y
después se ha fumado un purito para ocultar el olor…
Te digo que ese hombre es un ser solitario”.
- “¡Elvira!, me sorprendes con tu intuición. Si te parece, volvemos a
reunirnos en mi despacho en la comisaría y trazamos un perfil”.
- “Vale”, confirmó Elvira, “pero te adelanto que vendrá también Ernesto, su
opinión podría ayudar como estudioso en la materia”.
- “Por supuesto”, dijo Fidel derrumbándose por dentro. “Contamos con él”
(“Dios, espero que estos dos no se hayan enrollado”).
A eso de las seis aparecieron a la vez, como habían quedado. Este detalle no
le hizo mucha gracia al comisario pues no creía en las casualidades, pero los
invitó a sentarse y, sin perder tiempo, comenzaron a componer el asunto.
- “Se trata de alguien que no conecta con la gente”, afirmó rotundamente
Fidel. “Las experiencias en la infancia y en el desarrollo son las que
determinan el comportamiento social. Y en la edad adulta el hedonismo se
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obtiene a través del poder sobre el otro. Si no se ha sentido valorado en el
pasado, ahora siente una satisfacción intensa a través del crimen. Son seres
defectuosos que están por encima, incluso, de su propia ignominia, capaces
de cometer cualquier atrocidad para satisfacer las frustraciones de sus
infancias rotas”.
- “Bueno, bien, pero ¿en qué medida un individuo actúa por su cuenta y sin
moralidad si su cerebro ha acusado traumas infantiles? ¿Es justificable?”,
preguntó Elvira.
- “A ver”, intentaba explicar Ernesto. “Todo sucede en el cerebro, pero todo
no son experiencias traumáticas, existe la supuesta sociedad que moldea al
individuo. No sé, supongo que el asesino sufre algún tipo de patología
mental, algún desorden neurológico y eso le lleva a tener conductas
anómalas, justificadas o no. Personalmente considero que cualquier trastorno
antisocial de la personalidad tiene un origen en algún tipo de trauma sufrido
durante la infancia que le llena de dolor y rabia y que responde de forma muy
torpe a las emociones. Las consecuencias de una infancia mal vivida es la
vulnerabilidad natural hacia cualquier patología mental hacia la que estemos
predispuestos. Esta lacra emocional quedará siempre impresa en la vida
adulta. Puede que la realidad se vea de una forma distorsionada y
desarraigada y, tal vez, se creen vínculos con algún semejante que haya
sufrido los mismos traumas infantiles para incrementar ambas autoestimas y
de paso hacer crecer el rencor y resentimiento hacia los demás, pero será
muy difícil relacionarse con individuos aparentemente sanos, pues su
estructura profunda del cerebro adolecerá siempre de la ausencia de afecto.
¿Hay una marca del mal en el cerebro de un asesino? ¿Una marca visible?
En escaneos del cerebro se observa que hay zonas, como la frontal, el lóbulo
frontal, por encima de los ojos y la parietal, lóbulo parietal cerca de las
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sienes, que en el cerebro de un psicópata están alteradas. Esas zonas, son
precisamente donde se encuentra el comportamiento social, cerebral. Según
estas bases neurofísicas, perfectamente documentadas, estos trastornos
psicóticos son perceptibles en un escáner.
Sabemos que nuestra forma de ver las cosas se alteraría incluso por un golpe,
por una intensa hemorragia en las zonas frontal y parietal del cerebro. Toda
la imaginería electrónica médica ya advierte de modificaciones en la
conducta que señala que ciertas zonas del cerebro se modificarían y podrían
generar psicopatías a partir, por ejemplo, de la extirpación de un tumor.
Incluso de pólipos nasales que están cerca de la zona del cerebro relacionada
con el comportamiento ante el crimen. En el pasado hubo pioneros operando
a golpe de estilete a través de las órbitas de los ojos, y accediendo al lóbulo
frontal donde se graban las convenciones sociales”.
Muy satisfecho con su explicación, Ernesto respiró con el alivio de haberlos
convencido.
- “¿Estás diciendo –apuntó Elvira- que si se carece de moralidad sea por un
trauma físico o emocional, uno podría tomar muy malas decisiones ante el
comportamiento social aceptable? ¿Qué se puede cometer un crimen sin
remordimientos, realizarlo con la precisión del ábaco neperiano?
En ese caso, también un psicópata asumiría riesgos innecesarios”.
- “Algo parecido –concluyó Ernesto- los psicópatas más perturbadores son
los que comprenden lo que la víctima padece, pero el satisfacer su emoción
está por encima del dolor del otro, son los que tienen un proyecto totalmente
identificable para exorcizar su propio suplicio en un proceso de lento
caminar en el que las víctimas se quedan en la cuneta. Para él es un viaje
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chamánico, y el asesinato es un sacrificio necesario para llegar al oasis, al
misterioso Zoara bíblico”.
- “Sigo pensando –dijo Fidel- que las neuronas que se conectan en la infancia
constituyen el momento más vulnerable para el cerebro ante una experiencia
traumática infantil pueda generar asesinos.
Tenemos filtraciones de adolescentes que han logrado salir de sectas
satánicas donde han bebido sangre en cálices robados de las iglesias, y han
ingerido hostias consagradas también robadas y como burla diabólica a la
iglesia católica.
¿Pero hasta qué punto uno puede ser irreverente ante el cristianismo y que
no le consideren un ser patológico? Os recuerdo que todo el Quijote es una
burla continua y constante hacia la Iglesia Católica, todo son arremetidas
contra las comitivas cristianas, los frailes benitos en las mulas, el hecho de
que nunca asistan a misa los domingos y se le nombre caballero un viernes,
alusiones a los Evangelios…
Los responsables de las sectas no son reconocibles en sociedad; a veces
llevan crucifijos al revés, pero nunca alcanzarías a imaginar que tu vecino,
por ejemplo, se regocija con imágenes de bebés atados a una cruz y ofrecidos
en sacrificio al diablo.
Son seres de oscura personalidad que se ocultan hábilmente”.
- “Bueno, pues demos por concluida la reunión”, dijo Ernesto algo hastiado
de las explicaciones de Fidel.
Resultaba evidente que ambos se habían convertido en dos gallitos de corral
con el pecho hinchado y mostrando su plumaje ante la bella hembra que
‘¿debía elegir semental?’.
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Como Elvira aún no se había incorporado del sillón puesto que estaba
repasando las anotaciones que había tomado del encuentro, y Ernesto se
dirigía ya hacia la puerta, esta vez Fidel se adelantó para invitar a tomar algo
fuera, obviando totalmente a Ernesto, y haciéndolo invisible.
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- “¿Jugamos?, dijo Elvira traviesa, acodada en la barra y con una jarra de
cerveza helada.
- “Me tendrías que explicar el juego, soy muy torpe”, contestó Fidel,
sonriendo para sus adentros puesto que parecía que ella quería abrirse.
- “Bueno, es un quid pro quo, tú me cuentas algo que yo no sepa y, en
compensación, yo te cuento algo igual”, contestó ella. “Si quieres comienzo
yo y rompemos el hielo. Pues allá voy: soy la pequeña de tres hermanas; la
mayor ha sido siempre una sargenta en toda regla y trabaja en el área de
Recursos Humanos de una empresa privada. La hermana de en medio es una
mujer increíble que extrañamente no juzga a nadie pese a ser, bueno ya sabes
quién es ella. Sale cada dos por tres en los telediarios cuando hablan del
Tribunal Constitucional. Me crie en la misma capital pequeña en la que vivo
con mis padres. Mi madre, maestra vocacional con cientos de inquietudes,
nunca ha perdido la curiosidad intelectual, y mi padre es el mejor padre con
el que alguien pudiera soñar. Se dedicó a la Ingeniería Química… ¡Venga,
ahora tú!
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- “Uf –resopló él- después de lo que hemos descrito en la infancia prefiero
hablar del caso, así que te contaré algo ‘off the record’ sobre el asunto. Verás,
en un vuelo en helicóptero, rastreando la zona, hemos visto unas piedras
alineadas que se perciben sólo desde la altura y que se asemejan a los lugares
mágicos y magnéticos, centros de poder donde en la antigüedad se llevaban
a cabo sacrificios humanos. El ser humano ha pretendido siempre buscar su
propia verdad trascendental viajando al centro de su mente y creando estos
lugares sobrecogedores.
Pensamos que se dedicaba a la cremación de los muertos mediante un
extraño rito pagano. Tal vez fueran adornados con penachos de plumas, tal
vez no, pero lo que es innegable es que la disposición de las piedras posee
una precisión quirúrgica, y esa es una pista en firme sobre los que buscan esa
trasformación interior.
Si lo piensas bien, el lugar es un otero escarpado, un cerro estratégico donde
seguramente se hayan asentado culturas, una sobre otra, de modo que si
hiciéramos una cata sobre el terreno aparecerían restos de la Edad de Bronce,
de la cultura íbera, romana, visigoda, etc. Ese lugar es una cápsula del
tiempo, incluso desde arriba se observan varias cazoletas o agujeros sobre la
rocosa superficie.
Mañana mismo barreremos la zona con un sonar dirigido por un radio-
astrónomo. Lo hará con señales a distinta frecuencia de hidrógeno. Si te
apetece acompañarnos, estás invitada”.
- “¿Cómo declinar algo así?”, pero en este momento me siento algo imbécil
por haber sido tan ingenua y…” –no terminó la frase Elvira porque Fidel no
pudo evitar depositar un leve beso en sus labios, apenas perceptible, pero con
todo el sentimiento; después se sintió algo incómodo y avergonzado por tal
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bravuconería, y concretaron nimiedades sobre la visita del próximo día. Ella
sólo se dejó llevar.
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LA ESTANCIA
La herramienta del agricultor había percutido en algo demasiado sólido,
demasiado compacto para ser tierra o pizarra, y descubrió de nuevo la luz
solar algo que llevaba milenios enterrado: un exvoto íbero, aun con la tierra
pegada, como tras un parto el neonato lleva una capa de grasa adherida a la
piel, como protección, que lo ha resguardado dándole humedad para que no
se resquebrajara en la terrumbre.
Los lugareños oían en la noche voces que parecían lamentos y sonidos
parecidos a las campanas, como si llamasen a la oración o anunciaran un
evento. De noche, la vida parecía estar a caballo entre dos mundos en aquel
lugar desconocido y solitario en el que seguramente campaban a sus anchas
los moradores del abismo. El sonido del viento ayudaba a crea una banda
sonora de completo terror.
Tal vez aquella zona fuera una puerta sideral de entrada y salida a otra
dimensión, al más allá. Tal vez hubiera otras vidas, otros vergeles. Pero el
pasado de este lugar apuntaba ser mucho más tétrico y siniestro de lo que
hubieran imaginado.
De lejos se observaba algunas noches un candil tenue con una luminaria
desconcertante y difusa que danzaba de un lado a otro de forma caprichosa
y como a un metro de altura. Se daba por cierto que aquello no podría ser
una motocicleta. Algunos decían que era la Santa Compaña: una procesión
de almas en pena; otros, que era un fenómeno atmosférico, una centella
redonda, desafiante y merodeadora, solo que no había tormenta. El resto era
más optimista, y corrieron voces diciendo que aquella extraña luz errante
indicaba el lugar donde un oculto tesoro se hallaba enterrado.
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Cualquier antropólogo habría dicho que aquello eran luces de frontera entre
el amanecer, entre el anochecer, entre la vida y la muerte, nada de presencias
lumínicas inquietantes; en todo caso, el bamboleo de aquella luz causaba
cierto desasosiego.
Aún era de madrugada cuando Elvira y Fidel habían ascendido a lo alto de
la loma.
- “Si se ve desde el cielo, sólo puede ser una ofrenda a los dioses, como en
Nasca, en Perú”. Dicho esto, Elvira pasó las yemas de los dedos por algo
parecido a petroglifos grabados en una de las piedras. “Mira, hay círculos
concéntricos, y lo que parecen ser formas geométricas”.
Ella, de alguna manera canalizó dentro la energía de la piedra, la energía
concéntrica y telúrica. Quizá, sin saberlo, se había preparado para este
momento.
Fidel tomó unas fotos, también Elvira, pero no dijo nada más que volviesen
a acceder a la galería a investigar por su cuenta.
Descendieron con cierto cuidado, dado lo agreste del monte, y entraron en
una vía de acceso donde ocurrió algo extraordinario, astronómico y místico.
Al salir el sol, un rayo de luz solar incidió a modo de lanza arrojadiza sobre
la octava piedra de la entrada de la única estancia.
La puerta era pétrea con dintel y con hornacinas a ambos lados.
- “Relax –dijo muy cerebral Elvira- esto solo nos dice que es el mes octavo,
una fecha lejana a los solsticios. No había finales de cosecha, ni de trigo, ni
de uva”.
El rayo de luz solar señalaba acusador a esa piedra octava sobre la entrada.
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Pero, como al género policial le mueve la curiosidad, Fidel empujó la piedra
hacia dentro y, repentinamente, se abrió una segunda sala al desplazarse la
pared Sur de la galería.
En el interior descubrieron más hornacinas en la pared de forma que
confirmaba que aquello era un lugar de culto. Varios hogares en el suelo
donde seguramente habían ardido los restos de las víctimas, trozos de
cerámica, fíbulas, picas, hachas y martillos.
Todo estaba lleno de escombros y hedía.
También había un saco con huesos humanos y otro saco con ropa
enmohecida. Una columna vertebral arqueada en contorsión con alguna
costilla restante. Probablemente ese cuerpo había fallecido con la cara
desencajada y la boca abierta en un grito espeluznante, pero era suficiente la
columna para percibir el dolor tan intenso al dejar esta vida.
En las paredes, códigos a priori inexplicables, inscripciones que habría que
datar con la calcita que las protegía. Pero en todo caso eran pinturas muy
inquietantes.
Y algo que parecía una huella de sangre de una mano con cuatro dedos;
faltaba el meñique y esto coincidía terriblemente con las características
peculiares de una de las recientes desaparecidas. Habían encontrado el lugar
de los sacrificios, pero en lugar de animarlos, los desmoralizó contemplar la
bestialidad y la brutalidad de algún monstruo despiadado, patológico.
Elvira comenzó a entonar una oración a modo de himno para elevar esas
almas al cielo, a ese cielo de inocentes que avergüenza a la humanidad, y
Fidel la siguió.
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Al salir se sintieron algo reconfortados al haber podido avanzar tanto en la
investigación. Ahora sólo quedaba atrapar al culpable. Tal vez fuera alguien
de la zona que a través de un falso curanderismo habría captado a las
inocentes…
- “Al menos ya no podrán decir que la psicosis se ha apoderado de este grupo
de mujeres”, dijo Fidel, con un hondo pesar, la misma pena que sintió cuando
su padre, un militar de alto rango abandonó la casa familiar y se alejó directo
al coche donde le esperaba una exuberante mujer de pelo rubio y labios de
pato siliconados.
Él se había apostado en uno de los descansillos de la escalera, y allí en
silencio y a oscuras lo vio todo. Después, ese sollozo de su madre desde el
salón, esa súplica chirriante para que su esposo volviera. La voz en mantra y
el llanto lo habían perseguido toda la vida, sobre todo si cerraba los ojos y
procedía a dormir. Esa rabia de la impotencia infantil volvía una y otra vez
cuando dejaba de estar alerta. Por lo que se entregaba tanto a su trabajo, así
cumplía, y de paso, dormía mejor.
- “Ya ves –contestó Elvira- los antiguos ritos no se han erradicado. Debe ser
que el que está en un grupo así funciona como el que necesita droga a diario;
estos necesitan rituales de sangre.
Por cierto, que he fotografiado esas inscripciones de la piedra. Parece que
trasmiten un lenguaje socialmente adaptado y que debieran trasmitir de
forma oral, generación tras generación. ¿Sabías que ‘La Libertad guiando al
Pueblo’ de Delacroix, símbolo de la revolución francesa, ¿está hecho con
desechos humanos? Utilizaban restos de facultades de medicina para
conseguir ciertos pigmentos en la pintura, incluso restos de vendas de
momias para conseguir un marrón perfecto, un marrón de momia, o un
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marrón color muerte, pues en las vendas queda adherida la capa grasa del
fallecido, logrando el marrón perfecto”.
- “¡Mira quién viene por ahí!, exclamó él, de repente.
El experto en sonar apareció más tarde y excusándose por el tráfico. Total,
ellos con su intuición ya le habían hecho el trabajo. Él, al fin y al cabo, era
el experto en Paleogenética y tomó algunos apuntes sobre los lugares de las
galerías y las salas donde había mayor o menor intensidad de magnetismo.
Curiosamente siempre coincidían con paredes de pinturas y grafías
enigmáticas y con las piras de cremación.
La Paleogenética ya había demostrado hace tiempo que no existió una sola
raza de humanos y que no migraron desde África; el éxodo Neandertal nunca
existió. Convivieron a la vez diversas ramas de distintas familias y con
distinto nivel de desarrollo intelectual y técnico. El análisis genético del
ADN demostró también la hibridación; sí se habían emparentado entre las
distintas humanidades.
“Si solamente pudiera desencriptar este lenguaje” Suspiraba ella.
El único alfabeto sin ser descifrado en España es el íbero. Se trata de un gran
misterio con cientos de años de antigüedad y muchas universidades han
estado a punto de descubrir su significado, pero las claves son una maraña
de signos… Hay inscripciones en bronces, en dinteles de piedra, en estelas
funerarias, etc…
Tantos intentos hubo para resolver este enigma…Tantos fracasos
estrepitosos.
Este sistema de escritura se usó en una amplia zona del litoral mediterráneo
y hacia el interior, sin que se desentrañen qué signos son números y cuáles
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grafías. Posiblemente, su contexto fuera una sociedad agrícola simple con
una familia gobernante, pero ¿servían los signos para una sola comunidad o
se ampliaron a toda la comunidad íbera? También esto es una adivinanza
irónica.
Elvira había solicitado un moderno equipo informático fotográfico amparado
por el Museo Nacional Antropológico de Madrid, e iniciaba así un viaje en
el tiempo. Ante ella tenía el mayor de los retos: interpretar unas inscripciones
enigmáticas tanto en escritura silábica como alfabética, y con dirección de
escritura variable en inscripciones de un tiempo desde el siglo V A.C. hasta
la llegada de los romanos en el siglo I. Muchos de los caracteres son
derivaciones del sistema griego y el fenicio, pero también hay otras, de las
veintiocho en total, de origen desconocido y extraño.
Lo cierto es que Elvira estaba muy ilusionada, muchos intentaron descubrir
el significado incluso contrastando varias webs sin llegar a revelar una sólo
línea, una sola palabra, un signo…
- “Me da que nos hemos hecho a la idea de que a cada grafía corresponde un
sonido, un fonema, pero sospecho que además de un sistema alfabético
silábico y alfabético, muchos símbolos son jeroglíficos, incluso acertijos”.
No iba descaminada ella, muchos idiomas antiguos se habían unificado en
uno, y al tener palabras intraducibles, o bien no se traducían o se inventaba
un símbolo nuevo. Por ejemplo, si hoy en día tuviéramos que traducir las
suertes del toreo con capote del castellano al inglés ¿Cómo transcribir una
verónica, una chicuelina, un farol? ¿Cómo describir en el idioma de los hijos
de la Gran Bretaña las diversas citas que tiene el torero con el morlaco? ¿De
qué manera narrar ese engaño que adelanta con temple el torero hacia una
embestida?
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La solución es muy fácil: prohibir las corridas de toros, y problema resuelto.
¿Qué se extinguiría esa raza? De ninguna manera; siempre que haya
encierros en los que corredores vayan a la par con los astados en carrera libre,
en igualdad de condiciones y sin esa brutalidad humana que necesita la
tortura y la muerte salvaje y sangrienta para su disfrute.
- “Esta lengua indescifrada va a revelarme pronto su significado” -dijo para
sí Elvira sonriendo- si pudiera comprender esta lengua, quizás después
podría reproducirla y escribirla”
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FENÓMENOS
¿Vibran los árboles? ¿Vibra el mundo? ¿Vibra la naturaleza? Si es así, ¿Un
lugar sagrado tendría altas vibraciones? ¿Y un lugar malévolo que esconde
sonidos del grito, el aullido de dolor, la miseria y la pena, tendría también
vibraciones altas? Quizá tal vez algunos fenómenos se revelarían
simplemente para pedir justicia con o sin vibraciones.
Aquel lugar, aquel cerro en raña y en medio de la nada ocultaba un pasado y
un presente mucho más tétrico de lo que cabe imaginarse. Muchos lugareños
lo percibían y no osaban nunca acercarse por allí, intentando en lo posible
evitarlo, alargando muchas veces el camino.
Y aquellas chicas no habían muerto en paz, y sus almas estaban ahí para
hacerse visibles de algún modo, y salieran elevándose de sus cuerpos en el
horrendo crimen, y desde lo alto vieran todo negándose un viaje hacia una
luz cegadora y pacífica. O puede que cruzaran la última frontera y regresaran
para vengarse.
Sea como fuera, aquella noche de tormenta estival, un rayo impactó en la
piedra y formó una densa bruma con varios rostros humanos que
impregnaron las paredes de la sala y sin difuminarse penetraron en la pared.
Decían algunos que a veces se oían voces de muchachas, quizá sólo fuese el
viento que se colaba por los rincones, pero aquello era una letanía un rezo en
voz baja, no muy audible. Tampoco se entendía qué decían, pero para evitar
topar con lo extraño, con lo desconocido, la gente de campo sorteaba la loma
serpenteando por otros caminos y haciéndose cada vez más de noche.
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Otros hablaron de extrañas luces y extrañas presencias en aquel lugar
macabro. A veces la virulencia de los fenómenos era tal, que podían verse
extrañas luminarias bamboleando y cambiando de dirección de forma
errática, haciendo eses y lazos como a un metro del suelo, aunque
perfectamente podrían ser luciérnagas. Sea como fuese aquellas luces
inauditas no iban acompasadas por un movimiento concreto y voluntario.
¿Y si fueran luciérnagas, cómo explicar que tenían unos doce centímetros de
diámetro y revoloteaban en la noche del estío?
En todo caso, los honores fúnebres son fundamentales para el alma, y si no
se les da su homenaje de adiós, que se merecen, están condenadas a vagar
eternamente por la Tierra reclamando su legítimo derecho luctuoso.
Necesitan su ceremonia y su culto para poder ascender a una dimensión
serena y dichosa.
Daba la sensación de que en aquel lugar siniestro había algo extraño, una
actividad paranormal que amenazaba con no parar hasta que no encontrase
respuesta y paz.
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LAS NO VIVAS
Aquel no era precisamente el día del Sol, el día más largo del año cuando el
Sol se reflejaba en la piedra e iluminaba la principal estancia del lugar
ceremonial. Se había desplazado el comisario a la loma, aparcó el coche en
el camino de arena prensada por el tránsito de vehículos, y se encaminaba a
redactar un informe policial para sus superiores: el Juzgado de Instrucción
Número Tres de Ciudad Real a cargo de Don Gonzalo D. Sierra y a la
Subdelegada de Gobierno, Dª Ángeles Pedrero, para después dar
información al portavoz de la prensa, y con el anhelo secreto de poder
contrastar ese contenido con su adorada Elvira.
Allí la naturaleza reinaba abundante, con poco verdor, pero sí muchos pastos
pajizos y ese aroma a calor emergente como el calor de la vida, como el calor
de un nacimiento. La visión panorámica mostraba ese montículo en un llano,
pequeñas lomas alrededor y un cerro más notable, como colgado del cielo y
que albergaba un recinto sagrado, quizás para definir las estaciones, quizás
solo un sacro lugar donde hacer ofrendas para obtener buenas cosechas. Pero
aquel cerro tenía algo perturbador y terrorífico. Los luciferinos proclaman
que el culto a Dios desvía el propósito del ser humano; por eso recrean en
sus disposiciones el culto a uno mismo, y ese era un lugar ciertamente
diabólico.
Pero, ¿Qué preceptos posee una persona o un grupo para ofrecer sacrificios
humanos? Anteriormente, Fidel había investigado un caso en el que unos
jóvenes embriagados por el alcohol y por alguna pastilla psicotrópica, habían
desenterrado finados en un cementerio aledaños al parque de la jarana,
habían machacado huesos e ingerido un caldo hecho con los mismos para
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ganar una hercúlea fuerza, puesto que estaban cansados de ir alguna vez al
gimnasio de moda y de verse como muñequitas y no ganar masa muscular.
Pero este caso tenía una dimensión mucho más cruenta y trascendental. A
priori, podría tratarse de un grupo organizado, pero el comisario tenía la idea
fija de que aquello era la obra paranoide de algún enfermo mental, de un ser
que se creía más astuto que el resto, pues aún no había sido capturado. Pero,
en realidad aquella mente patológica era una verdadera aberración de la
naturaleza.
Poco a poco, al principio y de un modo sutil, después mucho más intenso,
Fidel sintió sus pituitarias con un olor a vela quemada y a incienso, y se
agachó hacia un lado de la vereda donde tras una retama pudo observar algo
inaudito: una procesión de sombras blancas, de muchachas envueltas en
largas túnicas de algodón que no tocaban el suelo, no tenían pies y seguían
con cánticos estridentes a la primera de aquel cortejo fúnebre, una niña que
levitaba y elevaba en su mano derecha un fémur ardiendo en la punta.
El fuego lo destilaba una brea crasa y negra que servía de faro en el
amanecer, aquel amanecer rojizo donde procesionaban toda la hilera de
doncellas vestales.
Al llegar a la galería del montículo y abrir la puerta de tablones que dividía
su mundo del nuestro, Fidel sintió ese miedo ancestral que te recorre el
esqueleto primero y luego te eriza todo el vello corporal cuando no llegas a
comprender la hondura de otra dimensión, de lo inexplicable, que sin haberlo
solicitado antes, se presenta ante tus ojos y se hace visible y palpable. Y todos
tus parámetros vitales y de realidad, los únicos que antes habías conocido, se
vuelven arcanos e incomprensibles pues no puedes digerir de golpe, el
impacto de lo que no es para ti auténtico, de lo fantasmagórico.
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Allí confuso y perplejo divisó las hornacinas de la galería. Estaban llenas de
huesos, de esqueletos de muchachas que antecedieron a las nuevas víctimas.
No podía parpadear del asombro y del desconcierto, tal vez ni respirara y se
encontrase en apnea, cuando unas manos finas atenazaron su cabello y lo
arrastraron varios metros del lugar donde se apostaba escondido. Gritó de
sorpresa y de dolor, pero no pudo ver nada más que una nube de tierra ocre
y revuelta que dejaba tras de sí.
De repente abrió los ojos e instintivamente tocó su cabeza donde reposaba
una brecha reciente. Alguien lo había golpeado fuertemente y, seguro, había
perdido la conciencia y había fantaseado con unas sacerdotisas en un lindo
cortejo y, cuando el horror de su imaginación se apoderó de él, regresó al
mundo real. Tal vez las sibilas habían escapado de las tinieblas del averno,
un infierno donde no existe la alegría, para transmitirle algún mensaje ¿Qué
lugar era ese? Se necesitaba de un componente macabro en un lugar de
frontera donde vida y muerte confluyen y donde desaparecen las diferencias
y las dicotomías, pero lo que importa realmente es el recado de las doncellas,
el contenido del mismo para resolver este caso cruento. Aunque en ese
momento, él solo pudo sentir espanto y confusión por el impacto y por la
extraña visión. Si el amor va más allá de la muerte, y hay amados que se
esperan el uno al otro para morir en días señalados, el odio también traspasa
ese umbral y Fidel solo sentía ese odio como una alegoría del infierno
habitado por horribles criaturas y caldeado por flamígeras piras de rencor y
resentimiento.
Alguien había vuelto al mundo de los vivos para recordarle que no tenían
tranquilidad, sosiego, alegría y ventura. Tal vez él era el designado por las
jóvenes víctimas para encontrar el eterno descanso en paz. Debía reflexionar
esto en soledad.
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Pero el día albergaba sorpresas para alguien más. Y es que cuando Elvira
volvía de Madrid y procedía a entrar en su piso, al fondo de la oscuridad del
pasillo pudo observar como una sombra renegrida y espeluznante avanzaba
hacia ella en una bruma de polvo. Posiblemente levitara o no, no pudo
percibirlo, pero lanzó un grito amplio y agudo con una tesitura de voz en
coloratura y con registro de drama operístico. Todas sus fuerzas salieron por
su boca, pero también el horror que sentía cuando, de repente, la sombra le
dio al interruptor y la luz se hizo entre ellas.
Era el interludio, era Gracita, su asistenta, que se había enfundado en un traje
largo de neopreno “Ironman” de siete milímetros con el fin de sudar más.
Había cogido algunos kilos más de los preceptivos de verano y deseaba
adelgazar por la vía rápida, sudando. No fue fácil embutirse piel contra piel,
y para ello se había empapado previamente de aceite de almendras por todo
su cuerpo. Con la cara colorada resoplaba por los esfuerzos al barrer y sus
rizos negros parecían haberse reducido al aceite.
- “¡Por Dios, y por su madre, Gracita! ¡Casi me matas del susto! ¿Qué haces
ahí pringada y con ese traje con estos calores? Anda, pasa a darte una ducha
al baño y continuas cuando estés presentable”.
- “Pues anda que usted, señora, ¡con buenos trinos me recibe!”, reclamó
Gracita. “Por cierto, la ha llamado al teléfono fijo el señor Montoya, dice que
no logra dar con usted”.
- “Bueno, no será muy urgente; luego llamaré yo”, dijo Elvira para justificar
que deseaba estar sola y con cierta intimidad para hablar con Ernesto y no
con aquella ‘Catwoman’ sudada.
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Mientras Gracita se enjabonaba intentaba hablar a grito pelado con su señora
y para ello había dejado la puerta del baño abierta. A su edad ya nada le
ruborizaba.
- “¿Sabe qué, Doña Elvira? Que la vida es tan bonita que parece de verdad”.
Siempre optimista, como su familia que fue ascendiendo poco a poco en el
estatus social. Al principio solo eran pastores arrendados a un amo en el
Valle de Alcudia donde trabajaban todo el día con cabras ayudados por
perros carea y castellanos. Una noche dejaron abierta la cancela de la finca
y algunas cabras jóvenes escaparon tras el sobremuro metálico y pese a tener
canadienses en el suelo.
El castigo de los amos consistió en expulsarlos sin derecho a paro ni a ningún
tipo de ayuda gubernamental. Tampoco estaban ‘dados de alta’. Aun así, no
perdieron la sonrisa y la gracia, y con este gracejo se tomaron unas fotos en
la cuneta de la carretera comarcal. Foto histórica, de la historia no revelada,
ni estudiada, de la historia callada de los abusados social y económicamente.
De ahí a un Puertollano que se tornaba en astro del petróleo y la química,
con demasiados pueblos satélites alrededor.
Allí intentaron comprar una casucha al final de la calle Lope de Vega, en
pleno ejido, cuando la vacilación se hizo presa de los padres. Si devolvían la
flamante nevera podrían acceder a las letras de un piso en la misma calle,
pero en los primeros números, mucho más céntrico y accesible a todos los
servicios de salud y de alimentación. Lo mismo Gracita podría estudiar en
un colegio bandera y tal vez podría asistir al mejor instituto de la ciudad,
dada la proximidad de la vivienda a ambos centros educativos.
Gracita era muy digna, se respetaba mucho a sí misma y veneraba el esfuerzo
por progresar desde el estatus de sus padres, sólo que a ella los libros nunca
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‘le entraron’, ni real, ni virtualmente, Adoraba a sus profesores y se ofrecía
a hacer limpieza en sus casas, que era su verdadera vocación.
Y de ahí un salto más: a Ciudad Real a limpiar para la señora Elvira. El AVE
confluía a las dos para encontrarse en la calle Alarcos, y después las
devolvía: a una a su faro industrial, y a la otra al Museo Antropológico.
- “Es mi cumpleaños, por eso te llamé”, replicó Ernesto al otro lado de la
línea. “¿Te parece bien si mañana te recojo y comemos juntos?, invito yo”.
- “Me parece genial, solo que no sé si tendré tiempo para halagarte con un
regalo”, dijo Elvira.
- “Por eso no te preocupes, puedes darme tu regalo en forma de besos”, dijo
él.
- “Anda, no seas descarado. Hablamos por la mañana”.
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CUMPLEAÑOS ¿FELIZ?
- “Lo que más me agrada de este sitio no es sólo la carta, sino la bodega”,
afirmó con contundencia Elvira pues este era su lugar favorito para celebrar
cuando había tal.
Empapelado con unas flores enormes en fondo burdeos y con cientos de
cuadros de clientes ilustres, el “Horcher” seguía erigido con ese aire tudor y
techos altísimos, con artesonado policromado, cortinas de terciopelo y
discretas mesas con sencillez aparente. Casi todas redondas para evitar
vértices y aristas. Y lámparas a media luz. En el salón principal, un gran
espejo reflejaba hasta los pecados.
Una biblioteca que ocupa una pared del sótano y que posee unos tres mil
volúmenes tras las cortinas de terciopelo negro da al lugar un toque
intelectual. Quisieron estar aislados todos los mortales, y escogieron este
espacio al hacer la reserva.
De hecho, el presente de ella había consistido en un cheque-regalo que ofrece
el lugar para una comida para dos, una exquisita que transcendiera los
sentidos.
“Regala Horcher” fue una campaña de marketing increíble que permitía al
que hacía el regalo y al que lo recibía gozar de la mejor gastronomía
madrileña, pero volviendo a la bodega…
- “Hoy es un día muy especial y no me puedo resistir a un ‘Moët et Chandon
Don Perignon 2006’.
- “¡Elvira, esto te va a salir por un riñón!”, exclamó Ernesto.
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- “Bueno, si piensas quitarte años en vez de ponerte, te paso la cuenta ¡eh!
Pero, mira, dime que mereces la pena o nos levantamos y nos vamos al
McDonald de Atocha. Es más, va a ser un ‘Louis Roederer Cristal 2007”.
- “Sea, pues, ahí van mis bendiciones”. Contestó él.
Con un suspiro profundo pero inaudible, Elvira se serenó y lo miró
embelesada:
- “Esos ojos tuyos me están matando suavemente”, dijo ella recordando a
Roberta Flack.
Trajeron el Roederer interrumpiendo ese momento romántico, y hubo que
pedir la otra parte del manjar:
- “Anote, señor, -dijo él-, vamos a compartir, ¿verdad? (un guiño y un
estremecimiento) una ensalada de bogavante, y terrina de foie de oca con pan
negro. Después, un segundo de ragout de lenguado y carabineros para la
dama, yo soy más de carne, voy a pedir el Stroganoff de corzo, por favor”.
- “¿Sabes Elvira?, eres casi perfecta”, dijo Ernesto con vehemencia, de forma
que sacó a ella de su mundo imaginado que se había creado a una cuarta del
suelo. “En algunos sentidos debes salir ya de la minoría de edad, tienes que
hacer un ejercicio de crecimiento personal y evolucionar a mejor”.
- “¿A qué te refieres?”, preguntó ella recuperando la cordura.
- “Pues, supongo que te mereces un nacimiento a un nuevo estado, crecer
con una nueva experiencia, buscar la luz, el acceso al conocimiento. Yo lo
llamaría Escuela de Mejoramiento, o sea, de aprender a pensar ¿Alguna vez
caíste en la cuenta de que este mundo que habitamos ahora convulsiona en
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barbarie y en conflicto? ¡Tenemos tantas necesidades que no se pueden
cubrir!
- “¿No serás un ecologista radical? -Preguntó ella- porque de ser así en
Estados Unidos te tildarían de comunista”.
Algo disgustado con la gracieta, Ernesto continuó:
- “Bueno, no pretendo convencerte de nada, pero en este parámetro temporal
y de realidad, uno debe tener cierto acceso a lo divino, como un rito o un
método. ¿Te has parado a pensar en alguna manera de buscar el
conocimiento? Si no es así, los dos deberíamos estar avergonzados. Creo que
tú me entiendes perfectamente porque en ti veo un espejo intelectual y
místico”.
- “¿Desean un flan amazónico con chocolate soufflé? -interrumpió el
camarero-; es la especialidad de la casa”.
Asintiendo, Ernesto continuó:
- “Mira Elvira, hay un dato elocuente, y es que el ser humano es un ser
contradictorio, pero si carece de conocimiento, está brutalmente
desprotegido. A veces tenemos que llegar a él y nacer a ese nuevo estado a
través de la experiencia con la condición esotérica”.
- “Ernesto, yo…, yo desearía que en mí no vieras un extraño puzle a resolver,
lo único que quizás debiéramos resolver son esos códigos extraños que
aparecen en la piedra de esos furibundos asesinatos. Soy una mujer, una con
todas las ventajas e inconvenientes de mi género y, además, creo que me he
enamorado de ti, de hecho, te confieso que he desconectado de tu discurso
en alguna ocasión.
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Recuperemos el ánimo y, si te parece, te cuento el susto que me dio mi
asistenta el otro día, y paseamos por el Retiro”.
Hasta calmar esa vena filosófica de él prefirió no ir a su casa. Había tiempo
para todo y la noche prometía…
Pronto recuperaron el hilo de la pasión y se amaron y se gozaron.
Habría sido más oportuno recuperar el de Ariadna y lograr la solución a
tantos homicidios en las muchachas. Lo más predecible es que se
arrepintieran pronto de tanto latido desenfrenado, pero eso sólo ocurre en las
novelas, porque el que sueña, no desea despertar nunca de ese momento
bello, es más, quisiera quedarse a vivir ahí por siempre, en esa especie de
amnesia amorosa que embobalicona hasta al más cuerdo. Y lo que es más
que predecible e inevitable es el odioso despertar que inicia sus jornadas
respectivas y hace abandonar esa dichosa pereza.
Atardecía ya en la capital de la Mancha cuando Elvira pisaba el andén del
pájaro argenta de celeridad magna y cogía el autobús de línea que la dejaría
en una parada cercana a casa.
Se apeó del mismo e inició una caminata parsimoniosa para rumiar todos los
efluvios de su reciente amor y, de paso, recrearse en las imágenes vividas
junto a Ernesto y recrearlas en su mente una y otra vez.
Según avanzaba comprobó con horror que algo había sucedido en su edificio.
- “¡Elvira! –gritó Fidel desde la distancia, y ese grito se clavó en ella como
una saeta-; ha sucedido algo horrible, te aconsejo que no entres”.
- “¿Qué ha pasado, dime?
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Pero antes de que él pudiera contestar ya había accedido al pasillo y corría
escaleras arriba por las de incendio. Los policías de Seguridad Ciudadana
uniformados tampoco tuvieron tiempo para reaccionar y pedirle su
documentación para ser identificad como la dueña de la vivienda y sin aliento
llegó al piso, y, aunque los técnicos policiales de Policía Científica y Judicial
ya estaban dentro levantando el atestado, realizando inspecciones oculares,
captación de huellas, iter críminis…, no interrumpieron su paso.
Había girado desde la plaza del Pilar hacia su calle, cuando la horrible visión
de ambulancias, policía y bomberos se agolpaban cortando la calle la
catapultaron trágicamente a la realidad.
¡No podía ser en su edificio!
Cerca de allí se apostaban los vehículos. Ahora su corazón inició un ritmo
frenético, su respiración se aceleró, y sus piernas, como sucede en las
pesadillas, se volvieron como las de un dinosaurio milenario y no podía
avanzar, algo la paralizaba.
La sangre del suelo reflejó su cara de terror. Gracita yacía degollada en una
aureola de sangre que había salido incluso al pasillo. El tajo propiciado había
segado su cuello y había abierto una hendidura obscena que dejaba al
descubierto el músculo impronunciable del cuello. La sangre había manado
abundantemente y su cuerpo se recogía en postura fetal. Tal vez sintiendo
próxima su expiración última quiso volver a las primeras etapas en líquido
amniótico y felicidad.
Fidel había corrido tras ella, pero no la alcanzó hasta que no llegó arriba. Allí
la abrazó y la condujo a la ambulancia donde podrían suministrarle algo que
la calmara.
- “Hoy no puedes dormir aquí”, dijo él.
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Elvira estaba embotada y demasiado silenciosa. Sus ojos miraban, pero nada
veían. De pronto, su mano pequeña y enérgica lo agarró.
- “Hoy no puedo dormir sola”.
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ALARCOS
De la mano asidos suavemente marchan hacia el oppidium o colina de
Alarcos. Habían dejado el coche en Poblete, y desde allí iniciaron un paseo
que a todas luces prometía ser romántico.
Elvira había sollozado toda la noche sobre el pecho de Fidel. Una criatura
tan pura y tan bondadosa no podía concebir esa maldad infinita y esa
crueldad extrema con la que habían ejecutado a su fiel Gracita.
Él la consolaba atusando su cabello y dándole pequeños besos en la coronilla,
besos que decían ‘tranquila, pequeña, el mundo está fatal, en pleno S. XXI
de ordenadores y GPS el mal campa a sus anchas; tantos y tantos acumulan
en sus manos la sangre de sus víctimas… menos mal que no fuiste tú’. Sólo
los besos hablaban, ella en su perplejidad no podía expresar palabra alguna.
Y aquel abordaje a su cama era solo para tranquilizarla, para consolarla.
Quiso continuar este influjo protector cuando ella le sugirió el paseo.
¿Cuántos matices posee un hombre? Puede ser una inspiración apasionada,
un padre, el mejor amigo de alguien, y todo a la vez. Lo que no es baladí es
que él reunía muchas facetas en una sola persona.
Alarcos, treinta y tres hectáreas de montículo donde la sangría de árabes y
cristianos nunca permitió fundar una ciudad porque cada vez que pretendían
levantar una casa y edificaban pilares, salían a la luz restos humanos de uno
u otro bando.
¿Tenía otro propósito ese cerro? Hay lugares de poder, poder ancestral y
prístino en la naturaleza y aquí, en el corazón de la llanura se erige una colina
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de unos cien metros de altitud donde desde antaño se rendía culto a la
divinidad.
Ahora lo tenían frente a ellos, pero a unos cuatrocientos metros de distancia,
y con una pendiente amenazadora.
- “No puedo revelarte nada de la investigación, te diré solo que el arma que
segó la vida de la víctima era curva y asimétrica, seguramente tenía una
empuñadura que cubría el dorso de la mano y dejaba libre el pulgar, por lo
que con una fuerza relativa, podría desarrollar una potencia terrible contra la
víctima”, dijo Fidel.
- “¿Me lo dices en serio? –Dijo Elvira- me estás hablando de una falcata, un
arma curva íbera. En el Museo Antropológico Nacional tenemos varios
ejemplares. Es algo parecido a una hoz. A veces llevan las cachas de marfil
en la empuñadura y algunas poseen pomos con cabeza de grifo a modo de
remate.
- No sé, o eso o me he vuelto majara…”.
- “Vamos pequeña, no pierdes el sentido del humor, ¡eh!”, exclamó Fidel
atrayéndola en un abrazo cálido y besando su cabeza bendita.
- “Perdona, te he interrumpido, princesa”, prosiguió Fidel.
- “Bueno, no es nada, sólo quería contarte que Alarcos siempre fue un ente
activo desde el principio de los tiempos hasta la famosa batalla”.
“Y que, en el castillo, allí en lo alto, habitaba un rey que ganaba batallas
untando bueyes en brea; los hacía llegar a sus enemigos portando carros con
troncos, y una vez en su campamento, les prendía fuego con la ayuda de
alguna flecha ardiendo en la punta. Luego colgaba a los prisioneros en los
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muros con la cabeza hacia abajo, y sin agua ni alimento, fallecían en días,
después los buitres terminaban la faena.
También bebía la sangre de sus enemigos con oro líquido, lo cual le
proporcionaba extraordinaria fuerza y vitalidad. Eso creía, era casi tan fuerte
y vigoroso como un comisario…”, dijo ella acariciando levemente sus
bíceps.
- “¡Pero, qué boba eres! El pobre comisario estaba enamorado
completamente.
Cuando, jadeantes y acalorados llegaron a la cima, oyeron unos alaridos que
les encogieron todos los órganos en una punzada de dolor. Tenían demasiado
reciente el drama, y con la exaltación de sus sentimientos lo habían olvidado
un espacio corto de tiempo; pero aquellos gritos les devolvieron rápidamente
para posarse en la cruda realidad, sólo que esta vez no era un acontecimiento
trágico lo que les esperaba.
Unos miembros de la escuela de restauración junto con un equipo de
arqueólogos de la Universidad de Castilla-La Mancha habían encontrado un
cenotafio, o sea una tumba sin cadáver, porque quizá su dueño había muerto
valientemente en el campo de batalla. Lo que sí hallaron intacto fue su ajuar
al completo: lanzas, flechas, falcatas y orfebrería de lujo. Parecía el día en
que Dios se vino arriba.
Nada más acercarse al hallazgo, Elvira comprobó sólo con mirarlo y por las
escaleras de acceso que debía datarse sobe el siglo segundo antes de Cristo,
quizá cuando los asentamientos íberos fueron atacados por Amílcar Barca.
Y tal vez, la necrópolis perteneciera a un aristócrata, un rey oretano, Orisón.
Todo lo revelaría el carbono catorce, sin duda, mientras que fue labor del
equipo de arqueología desenterrar a los doscientos cincuenta y cuatro
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esqueletos de guerreros en torno al cenotafio, mezclados con esqueletos de
quinientos caballos con armas, vasijas y restos de orfebrería. Aquel
yacimiento supuso un paso adelante en cuanto a cantidad de arqueología
íbera oretana, pero la escritura… seguía sin descubrirse. Extraños signos en
la cerámica, como un helecho. Alguien apuntó que podría tratarse de un
censo de población como en las pinturas rupestres abstractas de
Fuencaliente, Ciudad Real, en las que, a modo de helecho, una línea vertical
separa el recuento de hombres y de mujeres que conformaban esa tribu a
ambos lados de la línea. Y es que, en todas las épocas del hombre, éste ha
comenzado pintando de modo realista hasta el hartazgo, y hasta poder
expresar el concepto y la idea de un modo cubista, abstracto…han trascurrido
milenios.
Todo es cíclico, en realidad.
Las vasijas dijeron algo más ante los ojos estupefactos de los analistas
genéticos, y es que habían contenido alcohol y pólvora.
El enterramiento de aquel guerrero junto a su ejército, sus caballos y su ajuar
hacía pensar que se había tratado de una ceremonia ritual con carácter
suicida. Aunque los guerreros no presentaban signo de haber sido enterrados
con violencia, muy probablemente debieron ingerir, además de pólvora y
alcohol, alguna sustancia anestésica que les facilitara el sueño y la docilidad.
“Olvidé comentarte que esta noche viajo a Madrid para contrastar toda la
información con Ernesto” – Anunció Elvira, y todo se derrumbó.
Elvira tomó el AVE hasta Madrid, se encontró con Ernesto y durmió de una
forma narcótica.
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SACERDOTISA
Abrió los ojos lentamente y le pareció ver a alguien inclinado colocando el
incienso de un thymiaterion de la antigüedad, cientos de pateras con lo que
parecían ser ángeles esculpidos en esos platos cincelados soportaban el peso
de otros cientos de velas prendidas en difuminada luz.
Todo estaba muy borroso, se sentía mareada, confusa, en su cabeza
martilleaba un dolor punzante a modo de latido. Quiso emitir un gemido,
cualquier sonido, pero fue consciente de que su boca estaba taponada con
una tela de lino que apenas le posibilitaba respirar, y alrededor de la
mandíbula y hasta la cabeza, la rodeaba una especie de venda que no le
permitía gruñir nada más que algún ruido gutural, un ronquido.
Sintió un miedo incontrolado que paralizó todos sus músculos, como queda
entumecida una cebra en la sabana al escuchar el rugido del león. Y, de
pronto, un derrame brutal de adrenalina en el torrente sanguíneo, y quiso
correr, huir como la cebra, escapar de su destino, pero estaba atada con cinta
americana a un trono alado de maderas negra, de manos y, cuando comprobó
sus pies, pudo verse vestida con ricos ropajes, y ambas extremidades
recubiertas con dos escarpines.
Recordaba sólo una copa, un vino singular en el cáliz que cambiaba de color
al verter el caldo dentro. Sensible a la luz y sensible a los líquidos que pudiera
portar, había sido forjado hace dos mil quinientos años atrás con vidrio y
partículas de oro y plata introducidos en él, pero invisibles al ojo humano.
Y es que mil veces se ha demostrado que la historia no es tal y como nos la
han contado. Determinados objetos revelan una tecnología punto
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inexplicable y se abre una puerta a algo que se desconoce: técnicas
antediluvianas de civilizaciones desconocidas y olvidadas.
Estaba su cabeza cubierta con adornos y diademas de las que prendían unas
borlas hacia su cara. Cofias y tiaras coronaban su cabeza unidas con pinzas.
A los lados, dos grandes rodetes metálicos que cubría su pelo en un umbo
central desde el que salían de forma radial varias varillas.
Vestida con una túnica de lino color índigo prendida al hombro izquierdo
con una fíbula dorada con forma de cisne, luego una toga adamascada en
amarillo azufre y oro, y encima un manto rígido acampanado pintado con
pigmentos rojos de cinabrio natural.
Por detrás le cubría el semblante una tiara rígida puntiaguda.
Enjoyada con anillos vítreos, grandes pendientes en forma de cubo, y tres
filas de collares: de los dos primeros cuelgan pequeñas ánforas y formas de
lengüetas doradas alternándose, ensartadas en fibra vegetal y de gran tamaño,
y del tercer collar prendía un colgante con una cajita que contenía un mensaje
de metal enrollado en su interior en un cilindro. Seguramente un amuleto.
Inmovilizada en el trono de mármol ricamente ataviada y con su cuerpo
cubierto por varias láminas de estaño de distintos tamaños y con policromía
en rosa, azul, marrón y negro, que recreaban símbolos abstractos como quien
esparce paja por el suelo.
Rodeada de velas en pateras y terracotas para quemar perfumes y otros
ungüentos, y esparcidas por el suelo, piezas de hilares, fusayolas, pesas de
telares, placas de hueso para juntar las hilaturas, aulos y panderos; armas y
escudos.
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Frente a ella la imagen conminatoria de una cámara de video grabando tal
vez se tratara de una ‘snuf movie’, de una filmación espantosa y escalofriante
en la que la protagonista es ejecutada. En la que las agresiones son cada vez
más brutales en cada escena. La víctima es vejada sexualmente, es sometida
a torturas crueles, a mutilaciones cruentas y otras aberraciones hasta que
finalmente muere. Se trata de matar en directo a un ser humano, normalmente
a una mujer, para recrear a ciertos círculos pedófilos secretos a redes
clandestinas.
Es el gore extremo, un holocausto caníbal en el que las jóvenes son
engañadas de alguna forma y ante la cámara se practica su monstruoso
asesinato.
Oyó una voz muy ronca, demasiado grave, al principio parecía que hablaba
en varias lenguas, como la xenoglosia en los poseídos, después se hizo
comprensible, incluso… reconocible.
- “Yo soy el Dios Creador, no creado, soy la hibridación de los dioses y los
hombres, la mezcla perfecta que rige los destinos del Universo.
Yo te invoco, Demeter, diosa griega, Tanit, diosa egipcia, para que esta
mujer de facciones perfectas, venida de todos los pueblos del Mediterráneo
que nos han antecedido; los de la cultura del vaso cuneiforme, los de los
millares, los del Angar para que, con el sacrificio de esta virgen, se reafirme
mi autoridad máxima.
Elvira, reina, diosa, sacerdotisa que da sentido a nuestro mundo íbero,
¡ofrece tu sangre al misticismo olvidado y serás recordada, como lo fue
Himilce, princesa íbera! ¡Ofrece tu cabeza como mi total triunfo y como el
testimonio de mi poder!”
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Quiso gritar Elvira y no pudo al ver acercarse a Ernesto vestido exóticamente
con túnicas y mantos. En su mano alzada, una falcata afilada que reflejaba la
luz y que había olido la sangre en innumerables ocasiones, con un tocado
foráneo en la cabeza como si fuera el tercer ojo indio u olmeca.
- “Debes ser parte activa de este ritual litúrgico, ofréceme tu cuello,
derrámate en sangre viva y quemaré tus restos para después libarlos, sibila
mía, sangre de mi sangre, vida de mi vida, alma de mi alma. Dame el honor
y la gloria en la victoria”.
El horror y las vendas le impedían suplicar o gritar, pero gruesas lágrinas
caían sobre sus mejillas haciendo surcos sobre los pigmentos y los
ungüentos. Había llegado el fin. Caso resuelto. Para ella, claro, el resto del
mundo seguiría sufriendo las atrocidades de este demente perturbado, y las
muchachas seguirían siendo asesinadas en ese horrendo santuario.
Repentinamente, un disparo certero le traspasó la espalda hasta despedazar
su corazón en varios fragmentos de músculo y cayó abatido como una
caricatura patética doblando temblorosamente las rodillas como en un baile
sinuoso y cayendo de bruces en el suelo. El pistolero era Fidel y portaba una
“Heckler & Koch”, modelo “USP compact”, calibre “9mm parabellum”.
Familiarmente, “HK de 9mm”. No localizaba a ninguno de los dos, auguró
un mal presagio, y ató cabos; sólo podría haber dos personas en este
escenario que conocieran los pormenores de las ejecuciones, la liturgia
llevada a cabo con las víctimas, así que reparó en que el asesino o la asesina
era uno u otro. El otro, la víctima. Y al no encontrarlos al teléfono durante
tantas horas vaticinó lo peor, algo aterrador y condujo como un loco hacia
aquel aposento de sacrificios innombrables. La octava piedra iluminada por
el sol correspondía al mes que daba los últimos coletazos, agosto, y
estábamos a veintinueve. Tal vez un nuevo martirio sanguinolento en
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inhumano estaba a punto de producirse. Algo agorero rondaba en su
cabeza…
La liberó de las ataduras y ella solo pudo gritar con una especie de bramido
agudo inacabable… y esas lágrimas que no arreciaban.
La fusionó en un abrazo, su piel coloreada se derretía en sollozos y manchaba
el uniforme del comisario.
- “Voy a quitarte esas peinetas que pareces de Arroces la Fallera”, dijo Fidel,
con el propósito de levantar el ánimo y ese humor socarrón de ella.
La desató, le desenredó el pelo, le quitó las placas de estaño y vistió su cuerpo
con la camisa oficial del Cuerpo Nacional de Policía, y la llevó hacia la
apertura de la estancia prendida en sus brazos.
Después, la recostó sobre el asiento trasero del coche, ella quiso recogerse
en posición fetal y él la amarró como pudo con un cinturón de seguridad, e
iniciaron la vuelta. Aún pendía de su cuello un collar vegetal con un colgante
que subía y bajaba con la respiración.
La sensación de pánico había acabado con toda la glucosa de su cuerpo
exiguo, de forma que se quedó dormida o perdió la conciencia a modo de
lipotimia, pues su sangre emigró del cerebro para restaurar todo su cuerpo.
Sea como fuere, desvanecida, durmió.
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THIS IS THE END
- “En el desierto radioactivo del futuro no habrá ni un resto arqueológico que
hable de lo que nos precedió. Todo serán cenizas de civilizaciones antiguas
reducidas a la nada”, dijo Elvira, seria y ausente.”
- “¡Pues sí que estás optimista esta mañana!”, replicó con mofa Fidel,
“¿Crees que pronto que quedarás sin trabajo o es que te has despertado un
tanto negativa? Mira, siempre puedes trabajar en el mío. La gente piensa que
los policías partimos la pana y alguna que otra costilla, pero en realidad
estamos maniatados para poder actuar y delegamos la ‘justicia’ a los jueces
y a los tribunales”.
Elvira estaba callada y retraída como los años cincuenta en España, los
cuarenta fueron una década de represión y miedo; y en los sesenta llegaron
cantos de rebeldía y de libertad que impregnaron a los jóvenes, pero los
cincuenta fueron años de una incertidumbre silenciosa, de desesperanza y de
vacío; abstraída, fijó sus pupilas en los dedos de los pies de su protector, y
fue consciente de su dactilia; tenía pegados dos dedos de los pies anexos al
pulgar.
Le hizo gracia no haberse fijado antes en ese detalle de su fisonomía y el que
le hubiera fallado el radar biológico, y recordó aquella frase lapidaria de su
abuelo hablando de la que era su mujer:
- “Si le llego a ver los juanetes, no me caso con ella”.
En realidad, eran ‘don juanes’, y había que llamarles de usted.
Así le cambiaron los humores, y dijo:
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- “Bueno, ¿no creerás que voy a pasarme toda la vida averiguando dónde
tienen los huevos los centauros? -Dijo Elvira- Ven, vamos a prepararnos algo
de picoteo antes de comer”.
Así, dejaron las sábanas aún templadas por la temperatura corporal, y se
refugiaron en la cocina para sentarse en la isla del recodo, en unos taburetes
quizás demasiado altos comparados con la medida estándar europea.
- “Voy a prepararte una especialidad, lo llamo ‘vivi e lascia vivere’”.
Dicho esto, cortó y exprimió medio limón en cada vaso bajo, que había
sacado previamente del congelador, añadió vino tinto, ron dorado y jarabe
de azúcar. Lo propio para resucitar a un muerto, pensó. Mientras tomaban el
aperitivo, Fidel y Elvira charlaron de nimiedades, rieron de obviedades y
bebieron en los soportales del tiempo previo a la comida.
Decidieron elaborar juntos un plato que a la vez fuera dulce y salado para
nutrir así los estímulos y para emocionar al mismo tiempo al estómago y al
corazón, la simbiosis perfecta: queso viejo manchego con plátanos maduro,
caviar y chocolate blanco fundido en la superficie.
Continuaron animadamente con el ‘vive y deja vivir’, receta acuñada por el
comisario, y que aportaba justo lo que una mente atribulada necesitaba:
cierto adormimiento para no pensar en nada y cierta alegría postiza e
impredecible.
“Necesito darme un retoque debo tener una pinta horrible” – Dijo Elvira.
Y se dirigió al dormitorio donde pensó podría haber algún cepillo o peine
para atusarse un poco la melena.
Abrió un par de cajones del tocador, y nada, sólo calzoncillos y camisetas,
pero al tirar con brío del tercer cajón algo la sobrecogió: se trataba de una
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rareza única, la mano momificada de una niña que sólo poseía cuatro
dedos…
Un policía experimentado nunca dejaría una prueba incriminatoria en un
lugar que le pudiera implicar, sobre todo en su domicilio particular. Pero no
existe el crimen perfecto y el comisario, confiado, se había descuidado.
“¡Hija de mil zorras! ¿Tenías que descubrir nuestro secreto? ¿No te bastaba
con tus letritas? No, la niña quería saber más y tuve que matar a mi
compañero. Sí, ya lo sabes, Ernesto y yo coincidimos en terapia hace años,
porque las familias detectaban que algo no iba bien dentro de nosotros, ese
vacío emocional, la fragilidad y la ausencia de afecto nos unió por siempre
y para reprimir nuestros recuerdos dolorosos captábamos a jóvenes para el
sacrificio, pero él te quiso para él mismo y tuve que dispararle. Ahora te toca
a ti, ve rezando lo que sepas”.
Dicho esto, el comisario se aproximó a ella con pasos acelerados y comenzó
a apretar su cuello.
A punto de desmayo, Elvira, enrojecidas las mejillas y sin apenas oxígeno
cerebral oyó algo dentro de su interior...
-(“Patada en los huevos, patada en los huevos”)
Era lo que su madre le decía. No hay mayor defensa. Y propinó una patada
en las partes nobles de su atacante tan fuerte que le hizo soltarla, de forma
que, mareado como estaba, se dobló hacia la ventana y Elvira lo empujó
precipitándole al vacío.
Era un segundo piso, tal vez no hubiera muerto, no era su intención matarlo,
pero sí apartarlo de ella para que no volviera a atentar contra su vida. Así que
rauda inició una carrera frenética y espiral por la escalera de incendios por si
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aún podía hacerse algo. Pero no, su cráneo se había resquebrajado y una masa
grisácea y sanguinolenta manchaba las baldosas catalanas de aquel patio de
vecinos que miraban impávidos la escena.
-“Por favor avisen a Emergencias” gritó ella.
Y mientras esperaba la aparición de esos ángeles miró al suelo, se atrevió a
mirarlo a él y vio en su mano algo, su amuleto, que había prendido en su
cuello hasta entonces y que, seguramente él debió arrancarle cuando la
asfixiaba. Ahora yacía abierto en su mano y el cilindro interior se había
abierto. Contenía una lámina de bronce muy fina con esta inscripción:
“Mulieres opus prohibere et terra eodem in agro: per lignum et pergo laborare, per quam vir
est qui dat esse et mulieres filiae et uxores eorum, qui hæreditatem capient fratres, haec ad
punctum consuetudines gynecocracy non potest humanus dicitur”
Se trataba de una frase en latín muy conocida de Estrabón:
“Las mujeres necesitan para detener y tierra en el mismo campo: a través de
la madera y a seguir trabajando duro, por medio de la cual el hombre es el
que da y las mujeres de nuestras hijas y sus esposas, que la herencia de la
captura de los hermanos, hasta el punto de aduanas ginecocracia… no
pueden ser cultivadas se llama...”
Pero con la peculiaridad de estar traducida al íbero, y al griego. Ahora sí,
había llegado el día en el que el lenguaje íbero reveló su significado.
La lengua íbera entra por el oído, se para en el corazón y, después, asciende
al cerebro, al contrario de lo que ocurre con otras lenguas que entran por un
oído, cumplen con su función comunicativa y salen por otro sin más mella,
el íbero se habla y te dice: mi rostro, mi tierra…
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Es un canto armónico en lengua ancestral, lengua muerta, lengua resucitada
por Elvira y por la casualidad, en un ritmo y una cadencia bellos y pulsátiles
que profundiza en el espíritu y revierte al ser humano en la comunicación
primera que éste tuvo con la madre tierra: la benignidad en su sentido más
puro y espiritual. Un estado que asciende, que limpia el alma, el espíritu, y
que huele, casi, a enebro quemado que ahuyenta la oscuridad y protege a
quien lo habla.
De esta forma, sabia y humilde, la comunidad lingüística mundial descubrió
este lenguaje en son de paz.
En aquel patio comunitario de vecinos la verdad fue revelada, con un
comisario yacente en el suelo y una lámina en la mano de la especialista. En
aquel patio vecinal se formó un gran remolino de viento que descubrió que
los fantasmas no habitan los cementerios, sino que habitan entre nosotros,
pues se formaron caras, rostros de muchachas en las baldosas; esos rostros
ascendieron portando túnicas blancas, y formaron un remolino que sonreía,
un remolino pacífico, lento y dichoso que revolvió las sábanas tendidas en
las cuerdas, y desapareció hacia la inmensidad de un cielo despejado, no sin
antes arrojar esencias de lavanda, muérdago y sen con generosidad hacia
aquella mujer, petrificada por la sorpresa, pero cuya mente llegó a
comprender la magnitud de un pueblo espiritual, el pueblo íbero, la lengua
íbera, mal entendida hasta entonces y extinguida, no muerta.
En estos tiempos en los que se proclama la homogeneización lingüística, en
los que ni las fronteras naturales o artificiales protegen a los idiomas de la
avalancha del inglés, se coacciona a los niños para abandonar la lengua
privativa de sus ancestros y aprender el idioma sajón para progresar en el
estatus social, en estos tiempos cuando olvidamos toda nuestra lengua
vernácula y no se puede reprochar la buena intención de los mayores para
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que los descendientes progresen; aparece una lengua tan precaria como el
íbero, pero con tantas competencias verbales y espirituales, comienza a
alzarse como una lengua no intrusa, como una lengua sólida que enraíza a
la humanidad a nivel mundial, global, y que aporta calidad humana y bondad
a quienes la hablan. Nadie planteó su valor y utilidad, pues los primeros
síntomas de renovación personal fueron palpables desde el principio. No
necesitó ‘destripaseries’, youtubers o bloggers, que la bendijeran; sus efectos
eran notables, catárticos. Los lingüistas nunca supieron qué responder, era
sólo cosa de probarla. Esta lengua modificó el modo de pensar, la
cosmovisión y sólo hubo buen hacer en todas las comunidades humanas:
lazos políticos, académicos e institucionales se ataron en armonía, se
compilaron diccionarios a nivel mundial y a nivel accesible para todos, y se
transmitió el iber de generación en generación sin necesidad de invocar su
poder, pues ya venía dado al hablarlo y su poder sanador era absolutamente
eficaz.
Esta fue la gran revolución mundial; las previas solo sirvieron para dejar
cadáveres tras de sí, pero estos principios idiomáticos en iber transformaron
a la raza en una verdadera humanidad.