Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan,...

4
biológica deL lago Takern, en Suecia. Las aves desaparecidas dejaron huellas en muchas islas: plantas con frutos cuyas semillas en otros tiempos eran las encargadas de diseminar la Syhiomis neocaledoniae era un ave corredora gigante de Nueva Caledonia, incapaz de volar. Tenfa un metro de altura. DesaparecM poco despues de la colonizaclbn de la Isla por los antepasados de los actuales kan&. 0 tintura de André hiin/Centro de ~aleontoloqía de Lyon-1 Las aves perdidas de Oceanía Entre un tercio y la mitad de las especies de aves que vivían en las islas del Pacífico han desaparecido desde la llegada del hombre. Los animales quedaron diezmados por la caza, pero también por la introducción de predadores y la transformación del medio natural. Según una creencia muy extendida, las sociedades aprimitivas* de cazadores-recolectores o dc agricul- tores preindustriales habrían practicado una aecolo- gía naturaln y vivido en un *estado de equilibrio» con su entorno. Así, Oceanía ha sido pintada tradicional- mente por los occidentales como un paraíso inviolado hasta su llegada. Desafortunadamente para el orgullo civilizador de los exploradores y de los colonos euro- peos, los primeros habitantes de estas regiones no esperaron la llegada los *extranjeros» para destruir I medios naturales y especies animales: lo hicieron desde que empezaron a poblar las diversas islas. En los aiíos 1840, unos naturalistas se dieron cuenta de que muchas especies de aves habían desaparecido de Nueva Zelanda mucho antes de la llegada de los europeos. Especialmente, algu- nos botánicos descubrieron plantas cuyas semillas estaban preparadas para ser dispersadas por aves fru- gívoras, en muchas islas del Pacífico donde tales aves no existían. Por tanto, supusieron que ciertas especies de palomas o de megápodos,* que antes convivían con tales plantas, se habían extinguido. Ignoraban, sin embargo, por qué razón habían desaparecido tales animales. No dudaban de que se tratabd de un fenó- meno general en Oceanía, como lo han demostrado sobre todo los trabajos realizados en estos últimos veinte años,“’ por ejemplo, por David Steadman,@’ de la Universidad de Florida. Todavía estamos lejos de haber descubierto todas las especies extinguidas, pero sabemos que un tercio al menos dc cspccics de aves han desaparecido de Oce- anía desde la llegada de las primeras poblaciones humanas. Directamente, con la caza o la recogida de huevos, o indirectamente, con la introducción de pre- dadores y la destrucción de los medios naturales, el hombre ha contribuido a que esta zona sufriera una de las mayores oleadas exterminadoras de su historia. EL poblamiento de Oceanía empezó hace 30.000 años, cuando 10s melanesios llegaron a las islas Salomón y otras situadas frente a Nueva Guinea. Luego, hace 6.000 anos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios, ya habían llegado, por el este, a los archipitlagos de las Fidji, Tonga y Samoa, y fue allí donde evoluciona- ron la cultura y la lengua polinesias. Seguidamente, 38 /OCTUBRE 2000 MUNDO CIENTfFICO 216 se difundieron, a través de una serie muy compleja de viajes y de colonizaciones, por casi todas las islas de la Polinesia. Las últimas colonizaciones importan- tes fueron las dc las islas Hawaii (hacia el año 600 de nuestra era), de Nueva Zelanda (hacia el año 1.200) y, finalmente, de las islas Chatham, en el siglo XVI, inme- diatdmente antes de la llegada de los europeos. Kómo evaluar el impacto de esta colonización \obre el número de especies animales de la región? Única- mente en el 5% de las islas de Oceanía se han hecho prospecciones paleontológicas en profundidad. Ade- mds, estas prospecciones sólo han sido relativamente completas en Nueva Zelanda, única isla donde se ha descubierto y descrito la casi totalidad de especies desaparecidas. En todas las islas estudiadas, se ha encontrado al menos una especie endémica de rascón* incapaz de volar, y hasta cuatro especies en las islas mayores. Por tanto, originariamente, las ochocientas islas principa- les de Oceanía poseían con toda probabilidad un millar de especies de rascones no voladores, de las cua- les hoy solamente subsisten siete u ocho. En lo que respecta a las especies voladoras, en cada una de las islas estudiadas, al menos la mitad se había extin- guido antes de la llegada de los europeos. En Nueva Zelanda SChan contado hasta treinta y cinco, y más de sesenta en el archipiélago hawaiano,” una cifra que sin duda aumentará cuando se hayan explorado todas las islas. Pór otra parte, desde hace un año o dos, se ha visto que tambi6n han desaparecido muchas espe- cies de las grandes islas de la Melanesia. Esto era bas- tante inesperado, ya que se trata de islas altas y acci- dentadas, y la mayor parte del tiempo han estado cubiertas de bosques tropicales húmedos: el hombre ha penetrado poco en su interior y no ha transfor- mado los paisajes. De todos modos, las cifras de que disponemos subes- timan la realidad, ya que las huellas de las especies desaparecidas existen. Quizá sus restos óseos sólo son abundantes cn los yacimientos más antiguos, ante- riores a la epoca CII que las especies se hicieran raras o se extinguieran. Ahora bien, estos yacimientos son escasos, ya que fueron pocos 105 pobladores que lle- garon a cada isla. Además, los restos suelen estar a bds- tantc prnhmdidacl y son difíciles de hallar debido a la

Transcript of Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan,...

Page 1: Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios, ya habían llegado,

biológica deL lago Takern, en Suecia.

Las aves desaparecidas dejaron huellas en muchas islas: plantas con frutos cuyas semillas en otros tiempos eran las encargadas de diseminar

la Syhiomis neocaledoniae era un ave corredora gigante de Nueva Caledonia, incapaz de volar. Tenfa un metro de altura. DesaparecM poco despues de la colonizaclbn de la Isla por los antepasados de los actuales kan&. 0 tintura de André hiin/Centro de ~aleontoloqía de Lyon-1

Las aves perdidas de Oceanía Entre un tercio y la mitad de las especies de aves que vivían en las islas del Pacífico han desaparecido desde la llegada del hombre. Los animales quedaron diezmados por la caza, pero también por la introducción de predadores y la transformación del medio natural.

Según una creencia muy extendida, las sociedades aprimitivas* de cazadores-recolectores o dc agricul- tores preindustriales habrían practicado una aecolo-

gía naturaln y vivido en un *estado de equilibrio» con su entorno. Así, Oceanía ha sido pintada tradicional- mente por los occidentales como un paraíso inviolado

hasta su llegada. Desafortunadamente para el orgullo civilizador de los exploradores y de los colonos euro- peos, los primeros habitantes de estas regiones no

esperaron la llegada los *extranjeros» para destruir

I

medios naturales y especies animales: lo hicieron desde que empezaron a poblar las diversas islas.

En los aiíos 1840, unos naturalistas se dieron cuenta de que muchas especies de aves habían desaparecido de Nueva Zelanda mucho antes de

la llegada de los europeos. Especialmente, algu-

nos botánicos descubrieron plantas cuyas semillas estaban preparadas para ser dispersadas por aves fru-

gívoras, en muchas islas del Pacífico donde tales aves no existían. Por tanto, supusieron que ciertas especies de palomas o de megápodos,* que antes convivían con

tales plantas, se habían extinguido. Ignoraban, sin embargo, por qué razón habían desaparecido tales

animales. No dudaban de que se tratabd de un fenó-

meno general en Oceanía, como lo han demostrado sobre todo los trabajos realizados en estos últimos

veinte años,“’ por ejemplo, por David Steadman,@’ de la Universidad de Florida. Todavía estamos lejos de haber descubierto todas las especies extinguidas, pero sabemos que un tercio al menos dc cspccics de aves han desaparecido de Oce- anía desde la llegada de las primeras poblaciones humanas. Directamente, con la caza o la recogida de huevos, o indirectamente, con la introducción de pre- dadores y la destrucción de los medios naturales, el hombre ha contribuido a que esta zona sufriera una de las mayores oleadas exterminadoras de su historia.

EL poblamiento de Oceanía empezó hace 30.000 años,

cuando 10s melanesios llegaron a las islas Salomón y

otras situadas frente a Nueva Guinea. Luego, hace 6.000 anos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios,

ya habían llegado, por el este, a los archipitlagos de

las Fidji, Tonga y Samoa, y fue allí donde evoluciona- ron la cultura y la lengua polinesias. Seguidamente,

38 /OCTUBRE 2000 MUNDO CIENTfFICO 216

se difundieron, a través de una serie muy compleja de viajes y de colonizaciones, por casi todas las islas de la Polinesia. Las últimas colonizaciones importan-

tes fueron las dc las islas Hawaii (hacia el año 600 de nuestra era), de Nueva Zelanda (hacia el año 1.200) y, finalmente, de las islas Chatham, en el siglo XVI, inme-

diatdmente antes de la llegada de los europeos. Kómo evaluar el impacto de esta colonización \obre el número de especies animales de la región? Única-

mente en el 5% de las islas de Oceanía se han hecho prospecciones paleontológicas en profundidad. Ade- mds, estas prospecciones sólo han sido relativamente

completas en Nueva Zelanda, única isla donde se ha descubierto y descrito la casi totalidad de especies desaparecidas.

En todas las islas estudiadas, se ha encontrado al menos una especie endémica de rascón* incapaz de

volar, y hasta cuatro especies en las islas mayores. Por tanto, originariamente, las ochocientas islas principa- les de Oceanía poseían con toda probabilidad un millar de especies de rascones no voladores, de las cua-

les hoy solamente subsisten siete u ocho.

En lo que respecta a las especies voladoras, en cada una

de las islas estudiadas, al menos la mitad se había extin- guido antes de la llegada de los europeos. En Nueva

Zelanda SC han contado hasta treinta y cinco, y más de sesenta en el archipiélago hawaiano,” una cifra que sin duda aumentará cuando se hayan explorado todas las islas. Pór otra parte, desde hace un año o dos, se ha visto que tambi6n han desaparecido muchas espe- cies de las grandes islas de la Melanesia. Esto era bas- tante inesperado, ya que se trata de islas altas y acci- dentadas, y la mayor parte del tiempo han estado cubiertas de bosques tropicales húmedos: el hombre ha penetrado poco en su interior y no ha transfor-

mado los paisajes. De todos modos, las cifras de que disponemos subes- timan la realidad, ya que las huellas de las especies

desaparecidas existen. Quizá sus restos óseos sólo son

abundantes cn los yacimientos más antiguos, ante- riores a la epoca CII que las especies se hicieran raras o se extinguieran. Ahora bien, estos yacimientos son

escasos, ya que fueron pocos 105 pobladores que lle- garon a cada isla. Además, los restos suelen estar a bds- tantc prnhmdidacl y son difíciles de hallar debido a la

Page 2: Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios, ya habían llegado,

l Los megdpodos son grandes aves galliformes tropicales que noincuban sus huevos, sino que dejan que eclosionen bajo el calor de( sol, de Los vokanes o de la fermentación de hojas.

l Los rascones son zancudas de alas cortas y pico comprimido idtWdhZflt~.

‘El Pleistoceno es el periodo geológico que empezó hace unos 2 millones de años y terminb hace 11.000 años.

gran sedimentación que luego se produjo en las tie-

rras bajas. Finalmente, a menos que no los busquen

específicamente, los arqueólogos y los paleontólogos se exponen a pasar por alto los huesos, muy peque- ños, de los pájaros. En total, habrían desaparecido de

Oceanía entre mil y dos mil especies de aves terres- tres. Este episodio de extinción ha repercutido, pues,

sobre el loO/o y el 2OVo de las especies de aves en todo 4 mundo, un porcentaje mucho mayor que el que ha desaparecido en los últimos siglos. La situación es muy diferente en lo que concierne a las aves marinas: a

pesar de que el número total de individuos sólo rcpre-

senta un pequeño porcentaje de los que había antes de la llegada del hombre, son pocas las especies

extinguidas. En cambio, su área de distribución se ha reducido, y la mayor parte de las especies se han acantonado en pequeñas islas deshabitadas o en

islote5 en pleno maL ¿Es el hombre responsable de estas extinciones? Sin duda alguna. En todos los lugares donde se han

podido establecer dataciones, las extinciones son posteriores a la llegada del hombre o, al menos, han

Los meas (aquí, la #_-_:- “:-_-z_ pues,

ma voladora; de Nueva parte sola- Zelanda, de la familia mente de las de los avestruces, tenían una especies de

envergadura de hasta [Jlupau Hrad se ’ dos metros. o AKG Pham extinguió en unos

100.000 arios. durante

los cuales se produjo un

ciclo completo de glacia-

Head desaparecieron en algunos miles de afios de

clima bastante estable.

En Nueva Zelanda, Trevor ~ 1

Muchas especies que habian sobrevivido a la llegada de los maories a Nueva Zelanda desaparecieron despub del desembarque de los europeos. La huia (Heteralocha acutirostris. arriba) se extinguid a principios del siglo XX. El xénique de los matorrales (Xenicus longipes. abajo) desapareció en los ahos 1950 en las dos islas principales, y la última población, en una isla m6s pequeña, fue exterminada por ratas en 1964. o

toceno,* en unos determinados yaci- mientos, la composición de la avifauna

evolucionó mucho, y las aves se adaptaron a

los cambios importantes del clima y de la vegeta- ción.“’ Sin embargo, todas las especies del Pleisto- ceno superior sobrevivieron hasta la llegada de los

maoríes, hace unos 800 años, mientras que, por el

contrario, más de un tercio de las aves terrestres desaparecieron después de esta fecha. En las islas Chatham. Phil Millener, de la Universidad de Ten- nessee, estudio detalladamente los cambios de la avifauna en los sirte mil Gltirnos afios”‘y no detectó ninguna extinción hasta la llegada de los poline- sios, hace 450 dñw. Pero, desde 1650, trece especies

(el 36 wo dr las aves terrestres) habían desapare-

MUNDO CIENTiFICO 216 OCTUBRE 2000 / 19

Page 3: Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios, ya habían llegado,

Las aves perdidas de Oceanía

Los primeros habltantes de las islas de Oceanía modificaron los aisajes pro undamente. P

cido. También desaparecieron otras ocho especies entre 1840 y 1925 como consecuencia de la instala- ción de los europeos. Este impacto del hombre también se ha observado en las Galápagos, uno de los raros archipiélagos del Pacífico deshabitados hasta el siglo XIX. Las pros-

pecciones paleontológicas ext@nsivas no ;eve- laron extinción alguna antes del primer pobla-

miento en 1832. En cambio, después de esta fecha, han desaparecido varias especies. Esta falta de extinciones naturales es wperialmente

significativa, ya que las Galápagos están some-

tidas a fluctuaciones climáticas de gran amplitud, a las que hay que añadir el fenómeno climático de El Niño, todo lo cual ejerce una fuerte presión selectiva sobre la fauna.

Una caza intensa es, sin duda, la causa principal de la

desaparición de Las aves comestibles, tales como la paloma, los cisnes, las ocas, los patos, los megápo- dos y muchas aves marinas. El descubrimiento de restos de estas especies entre los residuos de cocina demuestra que fueron consumidos. Este tipo de

caza era fácil: las aves de las islas de Oceanía, que

tenían pocos predadores, no se asustaban ante el hombre. De ello habla Charles Darwin cuando trata de las aves de las islas Galápagos: uNo hay una sola

que no se aproxime lo bastante cerca hasta poder matarla con un bastón, y a veces, como yo mismo he probado, con una gorra o un sombrero,.

Los animales que los polinesios llevaron consigo (el perro, el cerdo y la rata) también contribuye-

ron en gran medida al exterminio de las aves. La rata polinesia, Katlus exulans, es más pequeña que las dos especies aeuropeasn, Ruttus rattus y Rattus nor- vegicus, pero puede causar estragos entre las aves

pequeñas, ya sca directamente, cazándolas o devo- rando sus huevos, ya sea indirectamente, extermi-

nando los insectos y otros invertebrados de los que se nutren.

La isla de Pascua es un ejemplo extremo de destrucción del medio natural. Cubierta en otro tiempo de un bos- que subtropical bastante frondoso, aunque poco diversificado, albergaba al menos seis especies de aves terrestres (una garza, dos rascones no voladores, dos loros y una lechuza) y una de las faunas de aves mari-

nas más diversificada de toda la Polinesia (m6s de treinta especies). Hoy sólo queda una pradera empo- brecida, donde los mayores animales autóctonos son

Los maoríes. primeros habitantes de Nueva Zelanda. llegaron alli hace unos 800 años. En algunos siglos, exterminaron numerosas especies de aves, con la caza o con la destrucción de sus hábitats. 8 s+i~~a~/sipa

Page 4: Las aves perdidas de Oceanía - Ecologistas en Acciónanos, austronesios, procedentes dc Taiwan, empcza- ron a poblar Indonesid y Micronesia. Hace 3.500 aíios, ya habían llegado,

Contnbuiinr fo Znoiogy, 469, 1989. P Mllbcrg y T Tyrbcg Ecogmphy, 16. 229.1992

;Pueden desplazarse especies amenazadas a islas donde tales especies no existen? Sí, ya que muchas veces sólo se trata de reintroducciones

insectos. Una sola especie de ave marina anida en los islotes frente a la costa. En la isla de Nueva Zelanda, el clima es demasiado frío para que los

maoríes practiquen la agricultura: allí no pudo cre- cer ninguna de las plantas comestibles tropicales que

habían llevado. Sin embargo, la vegetación original

quedó profundamente modificada por los incendios de bosques y de maleza. Al menos la mitad del bos- que de la isla habría sido destruido de este modo por

los maoríes hace unos 500 d UOO anos. Actualmente, son zonas cubiertas de helechos o de praderas ape-

nas sembradas. En general, los hábitats han quedado afectados más gravemente en las islas bajas y en las partes más bajas y más secas de cada isla. Así, en el archipié- lago hawaiano, después de la colonización europea han subsistido grandes extensiones de bosque

húmedo dc montaña, pero las zonas más bajas y más secas fueron destruidas de modo tan completo por los polinesios, que incluso ignoramos qué plantas vivían allí antes de su llegada. Uno de los pólenes más abundantes en los sedimentos anteriores al poblamiento ha sido identificado recientemente

como el de Kanaloa knhoolawensis, una planta legu- minosa de la que sólo se conocen dos individuos que viven en una roca marina casi inaccesible.

Por tanto, lo que a los primeros exploradores europeos les

pareció un paraíso ya había sido profundamente trans- formado por el hombre. Es el único ejemplo incon- testable de la destrucción de un número tan grande de especies por parte del hombre en un período prehistórico. En cuanto a Europa, Asia y América, los arqueólogos siguen discutiendo vivamente sobre la influencia de las evoluciones climáticas y de la activi- dad humana en las muchas extinciones de animales grandes, que tuvieron lugar a finales del Paleolítico, hace unos 10.000 años. Sin embargo, en Oceanía, las

extinciones en las grandes islas, como Nueva Irlanda, Nueva Zelanda, Nueva Caledonia e incluso Madagas-

cal, han sido casi tan importantes como en las peque-

I

ñas. iPor qué en los mecanismos de extinción hay tanta diferencia entre una isla grande, como Mada- gascar, o un continente pequeño, como Australia, e Incluso entre Australia y los otrtn continentes? Si los maoríes, poco numerosos y sin experiencia pn caza mayor, la exterminaron en algunos siglos en una isla de 270.000 km’, ipor qué los hombres

del Paleolítico, expertos en la materia, no habrían hecho lo mismo en un continente a lo largo de algu- nos milenios? Sobre todo si los animales estaban sometidos simultáneamente a la presión de un cam-

bio climático rápido.

El conocimiento de estds extinciones nos obliga tam-

biln a revisar lo que nosotros creemos saber de la

dispersión. de las áreas de reparto y de la ecología de las aves de Oceanía. Los estudios biogeográficos basados solamente en las especies existentes en la

actualidad no tienen sentido alguno, ya que éstas no representan más que una muestra del biotopo ori-

ginal, y cl muestreo está muy lejos de ser una selec-

ción dl azar entre la fauna original. Si en este campo

queremos obtener resultados significativos, debemos tener el cuenta las especies desaparecidas, Final- mente, el descubrimiento de que muchas especies vivían no hace mucho tiempo en islas actualmente

despobladas permite evaluar las medidas de con- servación de las especies supervivientes. En efecto,

hemos visto que, con excepción de las especies no voladoras acantonadas en algunas islas, el área de reparto de eslas ~VVS t*r’a bastante extensa. El mCtodo de protección, controvertido con frecuencia, que

consiste en desplazar animales amenazados a islas deshabitadas o exentas de pwdadores, muchas veces sólo es la reconstrucción de una situación anterior a la llegada del hombre. De todos modos, las aves no esperan necesariamente la intervención humana

la gallina sultana (Porphyrio porphyrio. al lado) emigr6 de Australia a Nueva Zelanda después de la llegada de los polinesios: fue una segunda invasMn, favorecida por la desaparición de otras especies. La takahe (Porphyrio mantelli, abajo), especie no voladora de la isla sur de Nueva Zelanda, desciende de gallinas sultanas que emigraron hace varios centenares de miles de años. 0 autor

para desplazarse. Las modificaciones del paisaje, que crean nuevos hábitats y nuevos nichos ecológicos, facilitan la colonización de las islas por nuevas espe- cies de aves. Así, desde hace un siglo, unas diez espe- cies de aves terrestres procedentes de Australia han colonizado espontáneamente Nueva Zelanda. Si sobreviven en esta isla el tiempo suficiente, wolu- cionarán probablemente en nuevas especies. Siem- pre cabe sofiar que el hombre no impide la recons- trucción dc una parte de la biodiversidad perdida.

T.T. i

Para mds información:

. A.J. Anderson, Prodigious Birds. Meas and Meas-hunting in

prehktutic New Zealund, Cambridge Univenily Press, 1989. 9 P. Bahn y J. Flenley, faster Island: Earth Island, Thames &

Hudson, 1992. l P.S. Martin y R.G. Klein (eds.), Quoternary Extinctions. A

frehistoric Revolution, Arizona Univenity Press, 1984.

MUNDO CZENTfFICO 216 OCTUBRE 2000 ,’ 21