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    Pierre Lamaison*

    Familia y parentesco.De la regla a las estrategias: unaentrevista con Pierre Bourdieu1

    ierre Lamaison (PL). Deseara que hablramos del inters que ustedha manifestado en su obra por las cuestiones de parentesco y herencia,

    desde sus estudios sobre Bearn y sobre etnologa en Kabilia, 2 hastaHomoAcademicus.3 Usted fue el primero en abordar desde una perspectiva pro-piamente etnolgica la cuestin de la eleccin del cnyuge en una pobla-cin, y en destacar la correlacin entre el mtodo de transmisin de losbienes, desigual en este caso, y la lgica de las alianzas. Dice usted quecada transaccin matrimonial debe ser como el resultado de una estrate-gia y puede definirse como un momento en una serie de intercambiosmateriales y simblicos [...] que dependen en buena parte de la posicinque este intercambio ocupa en la historia matrimonial de la familia.

    Pierre Bourdieu (PB). Mis investigaciones sobre el matrimonio en

    P

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    * Antroplogo francs (1948-2001), investigador del Centro Nacional de la Investiga-cin Cientfica (CNRS) y del Laboratorio de Antropologa Social, del que fue directoradjunto con Franoise Hretier, de 1983 a 1991. Especialista de las sociedades rurales euro-peas, realiz investigaciones con lisabeth Claverie sobre los vnculos entre estrategiasmatrimoniales y propiedad de la tierra en Gvaudan. Tambin historiador, fue pionero enlos anlisis por computadora de datos demogrficos y genealgicos. En 1980 colabor acti-vamente en los trabajos del Consejo y la Misin del Patrimonio Etnolgico, de la que fueuno de los primeros comisionados. Tambin fue codirector de Estudios Rurales (1991-1995), y dirigi el equipo de historiadores y antroplogos para la redaccin del Atlas de lacivilizacin occidental, publicado en 1994 por la editorial Hachette.

    1 Traduccin de Selene lvarez Larrauri, incluidas citas al pie en francs, a partir del ori-ginal: Pierre Bourdieu, De la rgle aux stratgies, en Terrain, nm. 4, marzo de 1985.

    2

    Sus estudios sobre la sociedad campesina bearnesa estn publicados en espaol comoEl baile de los solteros, Barcelona, Anagrama (Argumentos, 348), 2004. El texto se compo-ne de tres artculos: Soltera y condicin campesina (1962); Las estrategias matrimo-niales en el sistema de reproduccin (1972), y Reproduccin prohibida. La dimensinsimblica de la dominacin econmica (1989). Por otra parte, las principales referenciasa sus estudios sobre la sociedad de Kabilia son: Sociologa de ArgeliayTres estudios de etno-loga kabilia, Madrid, 2006 [1958]; P Bourdieu y A. Sayad, Le dracinement, Pars, Minuit,1964; P. Bourdieuet al.,Travail et travailleurs en Algrie, Pars, Mouton, 1964; los dos lti-mos recopilados y sintetizados enArgelia 60, estructuras econmicas y estructuras temporales,Mxico, Siglo XXI, 2006 [1977].

    3 Pierre Bourdieu,Homo Academicus, Pars, Minuit, 1984.

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    Bearn fueron para m el pasaje y la articulacin entreetnologa y sociologa. Haba pensado insistentementeen este trabajo sobre mi propio pueblo de origen comouna clase de experimentacin epistemolgica: analizarcomo etnlogo un universo familiar (con una distanciasocial cercana) en torno a las prcticas matrimoniales,que tambin haba estudiado en un universo socialmucho ms distante, la sociedad Kabilia. Se trataba dedarme una oportunidad de objetivar el acto de objeti-vacin y el tema que objetivaba; objetivar al etnlogono slo como individuo socialmente situado sino tam-bin como cientfico que tiene como profesin analizarel mundo social, pensarlo, y que para poder hacerlodebe retirarse del juego. Ya sea que observe un mundoextranjero, donde sus intereses no se invierten, ya seaque observe su propio mundo, sustrayndose del juegoen la medida de lo posible. En resumen, ms queobservar al observador en su particularidad lo queno tiene gran inters en s, pretenda observar losefectos que ste produce sobre la observacin, sobre sudescripcin de la cosa observada. Descubrir todas laspreconcepciones inherentes a la postura terica comovisin externa, alejada, distante, o simplemente noprctica; no comprometida ni involucrada.

    Y me result que se trata de toda una filosofa social,fundamentalmente falsa, derivada de que el etnlogono tiene nada que hacer con aqullos que l estudiasus prcticas, sus representaciones, sino simple-mente estudiarlos. Hay un abismo entre: 1) tratar decomprender lo que son las relaciones matrimonialesentre dos familias para casar lo mejor posible a sus hijoso a su hija, invirtiendo el mismo inters que la gente denuestro medios dedica en la eleccin del mejor centroescolar para sus hijos o su hija, y 2) tratar de compren-der estas relaciones para construir un modelo terico.

    La misma cosa es verdadera cuando se trata de com-prender un ritual.As pues, el anlisis de la visin terica como visin

    externa, y sobre todo del juego que se juega a nivelprctico, fue seguramente el principio de la rupturacon lo que otros llamaran el paradigma estructura-lista. Se trata de la conciencia aguda que no adquirsolamente por la reflexin terica del desfase entrelos fines prcticos, directamente interesados en la com-

    prensin prctica y los fines tericos de la comprensinterica, lo que me condujo a hablar de estrategiasmatrimoniales o usos sociales del parentesco, ms quede normas o reglas de parentesco. Este cambio de voca-bulario manifiesta un cambio del punto de vista: setrata de evitar estipular como principio de la prcticade los agentes, la teora que debemos construir para darcuenta de su razn de ser.

    PL. Pero cuando Lvi-Strauss habla de las reglas,normas o modelos que se reconstruyen para dar cuen-ta, no se sita realmente en oposicin con ustedessobre este punto.

    PB. En realidad, me parece que la oposicin esencubierta por la ambigedad de la palabra regla, quepermite hacer desaparecer el mismo problema queintento plantear: no se sabe nunca exactamente si pornorma se entiende un principio de tipo jurdico o casi

    jurdico, ms o menos conscientemente producido ycontrolado por los agentes, o un conjunto de regulari-dades objetivas que se imponen a todos los que entranen un juego. A uno u otro de estos sentidos se refiereuno al hablar de regla de juego. Pero se puede tener encuenta un tercer sentido, el de modelo, de principioconstruido por el cientfico para dar cuenta del juego.Creo que si se eluden estas distinciones nos exponemosa caer en uno de los paralogismos ms desastrosos enciencias humanas, consistente en tomar, segn la viejapalabra de Marx, las cosas de la lgica, como la lgicade las cosas.

    Para escapar a esto es necesario inscribir en la teorael principio real de las estrategias, es decir, el sentidoprctico, o si se prefiere como lo llaman los depor-tistas el sentido del juego, como dominio prcticode la lgica o la necesidad inmanente de un juego, quese adquiere por la experiencia del juego y funciona por

    debajo de la conciencia y el discurso (a la manera, porejemplo, de las tcnicas del cuerpo). Conceptos comoel dehabitus(o sistema de disposiciones), sentido prc-tico, estrategia, estn vinculados al esfuerzo para salirdel objetivismo estructuralista, sin caer en el subjetivis-mo. Esta es la razn por la que no me reconozco en loque Lvi-Strauss dijo recientemente con respecto a lasinvestigaciones sobre lo que llama las sociedades decasa, socits maison. Digo esto aunque no dejo de

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    sentirme vinculado ya que he contribuido a reintrodu-cir en el debate terico de la etnologa una de estassociedades donde los actos de intercambio, matrimo-niales u otros, parecen tener por tema la casa, lamay-sou, el oustau. Y tambin a formular la teora delmatrimonio como estrategia.

    PL.Quiere hablar de la conferencia de Marc Blochsobre La etnologa y la historia (publicada en

    Annales, nm. 6, noviembre-diciembre de 1983, pp.1217-1231.), donde Lvi-Strauss critica lo que llamacomo espontaneismo?

    PB.S. Cuando habla de la crtica del estructuralis-mo que encontramos un poco por todas partes y quese inspira en un espontaneismo y en un subjectivismode moda (todo esto es poco amable), queda claro queLvi-Strauss contempla de manera poco comprensivaes lo menos que se puede decir un conjunto detrabajos que participan de un universo terico que noes el suyo.

    Imprime un efecto de amalgama, al sugerir que exis-te una relacin entre el pensamiento en trminos deestrategia y lo que se designa en poltica por esponta-neismo. Pero la eleccin de las palabras, sobre todo enla polmica, no es inocente y se sabe el descrdito queexiste, incluso en poltica, para todas las formas de cre-encia en la espontaneidad de las masas. (Por cierto, laintuicin poltica de Lvi-Strauss no es completamen-te engaosa puesto que a travs delhabitus, el sentidoprctico y la estrategia se reintroduce al agente, laaccin, la prctica, la proximidad que el observadortiene con los agentes y su prctica, y la negacin de lamirada distante, que van de acuerdo con las disposi-ciones y posiciones tericas, lo mismo que polticas).

    La parte fundamental es que Lvi-Strauss, encerradodesde siempre (pienso en sus observaciones del prlo-

    go a Mauss sobre la fenomenologa) en la divisin entresubjetivismo y objetivismo, no puede percibir las ten-tativas para superar esta dicotoma mas que como unaregresin hacia el subjetivismo. Preso, como tantosotros, entre las alternativas de lo individual y lo social,la libertad y la necesidad, etctera, no puede ver en lastentativas para romper con el paradigma estructura-lista sino un regreso al subjetivismo individualista, y asa un irracionalismo. A su modo de ver, el esponta-

    neismo sustituye en la estructura una mediana esta-dstica que resulta de elecciones hechas con total liber-tad o que escapan a toda determinacin externa, yreduce el mundo social a un inmenso caos de actoscreativos que surgen muy a nivel individual y garanti-zan la fecundidad de un desorden permanente (cmono reconocer aqu la imagen o el fantasma del espon-taneismo de mayo de 1968, que evoca, adems delconcepto utilizado para designar esta corriente terica,a las alusiones al mtodo y a las crticas que encontra-mos por todas partes?).

    En resumen, debido a que para l estrategia es sin-

    nimo de eleccin, consciente e individual, guiada porel clculo racional o por motivaciones ticas y emo-cionales, opuesta a las imposiciones y a la normacolectiva, no puede sino rechazar y colocar fuera de laciencia un proyecto terico encaminado realmente areintroducir al agente socializado y no al sujeto,las estrategias ms o menos automticas del sentidoprctico y no los proyectos o los clculos de unaconciencia.

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    PL.Pero, cul es, a su modo de ver, la funcin del

    concepto de estrategia?PB.El concepto de estrategia es el instrumento deuna ruptura con el punto de vista objetivista y con laaccin sin agente que supone el estructuralismo (recu-rriendo por ejemplo al concepto de inconsciente). Perouno puede negarse a ver a la estrategia como productode un programa inconsciente sin convertirlo en un cl-culo consciente y racional. Es el producto del sentidoprctico como sentido del juego, de un juego socialparticular, histricamente definido, que se adquiere apartir de la infancia al participar en las actividades

    sociales, y en el caso particular de Kabilia, y segura-mente en otras partes, al participar en los juegos infan-tiles. El buen jugador, que hasta cierto punto es el

    juego hecho hombre, hace a cada momento lo quedebe hacerse, lo que pide y exige el juego. Eso suponeuna invencin permanente, indispensable para adap-tarse a situaciones indefinidamente variadas, nuncaperfectamente idnticas, lo que no garantiza la obe-diencia mecnica a la norma explcita, codificada

    (cuando existe). Describ, por ejemplo, lasestrategias del doble juego consistente en ubi-carse en la norma, poner el derecho de suparte, actuar de acuerdo con sus intereses,dndose al mismo tiempo aires de estar obe-deciendo a la norma. El sentido del juego noes infalible y se distribuye desigualmente, lomismo en una sociedad como en un equipo.Es a veces defectuoso, en particular en lassituaciones trgicas, donde se recurre a lossabios, que en Kabilia son a menudo tambinpoetas y saben tomarse la libertad necesaria enrelacin con la norma oficial, que permita a suvez salvar la parte fundamental de lo que lanorma buscaba garantizar. Pero esta libertadde invencin, de improvisacin, que permiteproducir la infinidad de golpes posibilitadospor el juego (as como los fracasos), tiene losmismos lmites que el juego le impone. Lasestrategias adecuadas, necesarias, para jugar al

    juego del matrimonio en Kabilia (en las queno intervine la tierra, o la amenaza de la divi-sin a causa de la indivisin de la misma), noconvendran en el caso de jugar al juego del

    matrimonio en Bearn, donde es necesario salvar antetodo la casa y la tierra.

    Vemos entonces que no se trata de plantear el pro-blema en trminos de espontaneidad o imposicin,de libertad o necesidad, de individuo o sociedad. Elhabitus como sentido del juego es el juego socialincorporado, convertido en naturaleza. Nada es mslibre, por un lado, ni ms impuesto, obligado, por elotro, que la accin del buen jugador. Se encuentranaturalmente en el lugar dnde va a caer la bola,como si sta lo controlara, pero all mismo es l quien

    la controla. El habitus, como lo social inscrito en elcuerpo, en el individuo biolgico, permite producir lainfinitud de los actos de juego inscritos en el juego,en el estado de las posibilidades y exigencias objetivas.Las obligaciones y exigencias del juego, aunque noestn encerradas en un cdigo de normas, se imponena aqullos y slo a ellos que, debido a que tienenel sentido del juego, es decir, el sentido de la necesi-dad inmanente del juego, estn preparados para per-

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    cibirlas y realizarlas. Esto se transpone fcilmente alcaso del matrimonio.

    Como lo mostr en los casos de Bearn y Kabilia, lasestrategias matrimoniales son producto no de la obe-diencia a la norma, sino del sentido del juego que con-duce a elegir al mejor partido dadas las posibilidadesde que dispone, es decir, las afortunadas y las malas car-tas (las muchachas, en particular); y el arte de jugar laregla del juego explcito del que uno es capaz porejemplo las prohibiciones o las preferencias en cuantoa relacin o las leyes de herencia, definiendo el valorde las cartas (de los muchachos y de las muchachas, delos hermanos primognitos y de los otros hermanos).4

    Y las regularidades pueden observarse gracias a laestadstica, y son el producto agregado de accionesindividuales orientadas por las mismas condicionesobjetivas (las necesidades inscritas en la estructura del

    juego o parcialmente objetivadas en normas) o incor-poradas en el habitus(el sentido del juego, desigual-mente distribuido en distintos grados de excelencia, entodos los grupos).

    PL.Pero quin produce las reglas del juego del queusted habla? Difieren las normas de funcionamientode las sociedades que enunciadas por los etnlogos ter-minan exactamente en la elaboracin de modelos?Qu es lo que separa las reglas del juego, de las nor-mas de parentesco?

    PB.La imagen del juego es seguramente la menosmala para evocar las cosas sociales, pero con todo,implica peligros. En efecto, hablar de juego es sugerirque hay un inventor del juego, un cerebro que dis-puso las normas, instaurando el contrato social. Msgrave es sugerir que existen reglas estrictas del juego, es

    decir, normas explcitas, generalmente escritas,; mien-tras en realidad es mucho ms complicado. Se puedehablar de juego para decir que un conjunto de genteparticipa en una actividad regulada, una actividad quesin ser necesariamente producto de la obediencia a nor-mas obedece a ciertas regularidades. El juego es el lugarde una necesidad inherente, que es al mismo tiempouna lgica inherente. No se hace cualquier cosa impu-nemente. Y el sentido del juego que contribuye a estanecesidad y a esta lgica es una forma de conocimien-to de esta necesidad y esta lgica. Quien quiera ganareste juego, apropiarse de lo que est en juego, coger labola; es decir, por ejemplo ganarse la pareja ms bella ylos beneficios asociados, debe tener el sentido del

    juego, el sentido de la necesidad y la lgica del juego.Es necesario hablar de norma? S y no.

    Se puede hacer a condicin de distinguir claramen-te entre norma y regularidad. El juego social est regu-lado, es el lugar de las regularidades. Las cosas pasan demanera regular, las herederas ricas se casan regular-mente con hermanos no primognitos ricos. Eso noquiere decir que sea una norma para las herederas ricascasarse con hermanos menores ricos. Aunque se puedepensar que casar una heredera rica con un no primog-nito pobre es un error, e incluso, a los ojos de los padrespor ejemplo, una falta.

    Puedo decir que toda mi reflexin parte de ah.Cmo las conductas pueden ser regulares, sin ser pro-ducto de la obediencia a las reglas? Y sin embargo, noes suficiente romper con el formalismo o lo jurdico (ellegalismo como lo llaman los anglosajones), tan natu-ral en los antroplogos dispuestos a escuchar a losinformantes que dan lecciones sobre las reglas cuandole hablan a un etnlogo, como a alguien que no sabenada y hay que hablarle como a un nio. Para construir

    un modelo del juego (regla en el tercer sentido queseal), que no sea ni el simple registro de las normasexplcitas (1), ni la declaracin de las regularidades (2),pero que integre al mismo tiempo unas y otras, es nece-sario reflexionar sobre los modos de existencia de losdiferentes principios de regulacin y la regularidad delas prcticas. Por supuesto, hay en el habitusesta dis-posicin organizada para engendrar conductas regula-das fuera de toda referencia a las normas, y en las

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    4 El fenmeno del aumento del porcentaje de solteros hombresentre el campesinado de la zona rural del sur de Francia, Bearne,

    cerca de Pou, se da sobre todo en los primognitos, en tanto sonlos privilegiados que heredan la tierra y con ello el pilar bsico deun sistema social que ya no existe pero nos tiene prisioneros. Lasmujeres y los hijos no primognitos emigran a las ciudades. Laparadoja es que al no casarse y no tener herederos directos, la agri-cultura familiar tiende a desaparecer. As pues, en la competenciaque se realiza en el baile, en tanto nuevo espacio del mercadomatrimonial, quienes salen perdiendo son los campesinos here-deros que cada ao contemplan cmo se escapan las posibilidadesde casarse y de tener descendencia para dar continuidad al patri-monio.

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    sociedades donde el trabajo de codificacin no estmuy avanzado, elhabituses el principio de regulacinde la mayora de las prcticas.

    Por ejemplo, las prcticas rituales, como creo que hedemostrado en El sentido de la prctica,5 son productode la puesta en escena de taxonomas prcticas, o mejordicho, de esquemas clasificadores ligados a un estadoprctico, prerreflexivo, con todos los efectos que seconocen: los ritos y los mitos son lgicos, pero slohasta un determinado punto. Son lgicos, pero de unalgica prctica (en el sentido que podemos decir queuna prenda de vestir es prctica); es decir, buena parala prctica, necesaria y suficiente para la prctica.Demasiada lgica sera a menudo incompatible con laprctica, o incluso contradictoria con los objetivosprcticos de la prctica.

    Lo mismo sucede con las clasificaciones que produ-cimos con respecto al mundo social o el mundo polti-co. He llegado a lo que me parece ser la intuicin justade la lgica de la prctica de la accin ritual, pensn-dola en analoga con nuestra manera de utilizar la opo-sicin entre derecha e izquierda para pensar y clasificaropiniones polticas o a las personas. Algunos aos mstarde trat de aprehender cmo funciona esta lgicaprctica en nuestra experiencia ordinaria, usando paraello una tcnica derivada de aquella que empleaban losinventores del anlisis componencial para abordar lastaxonomas indgenas en relacin con la botnica y lazoologa: daba para clasificar pequeos cartones connombres de profesiones, los cuales deban relacionarsecon nombres de polticos.

    PL.Aqu tambin traspasa usted la lnea entre etno-loga y sociologa.

    PB. S. La distincin entre sociologa y etnologaimpide al etnlogo someter su propia experiencia al

    mismo anlisis aplicado al objeto de estudio. Esto loobligara a descubrir que el llamado pensamiento mti-co no es otra cosa, a menudo, que la misma lgicaprctica, utilizada en la mayor parte de nuestras accio-nes: por ejemplo, en lo que consideramos la realizacinsuprema de la cultura cultivada: los juicios de gusto,

    enteramente fundados sobre pares de adjetivos e hist-ricamente constituidos.6

    Para volver a los principios posibles de la produc-cin de prcticas reguladas, es necesario tener en cuen-ta, junto al habitus, las normas explcitas formuladas,deliberadas, que pueden conservarse y transmitirseoralmente (en el caso de la cultura Kabilia como entodas las sociedades sin escritura) o por escrito. Estasnormas pueden constituir un sistema coherente, inten-cional e indispensable, al precio de un trabajo de codi-ficacin que incumbe a los profesionales de laexplicitacin formal, de la racionalizacin: los juristas.

    PL. La distincin que usted hace, en principio,entre las cosas de la lgica y la lgica de las cosas seralo que permite plantear claramente la relacin entre laregularidad de las prcticas basada en las disposiciones,el sentido del juego, por un lado, y la norma explcita,el cdigo, por el otro?

    PB. Totalmente. La norma como simple regularidadpalpable estadsticamente, es decir, lo que designabaanteriormente al hablar de la regla del juego a la cual elsentido del juego se pliega espontneamente, que sereconoce prcticamente jugando el juego, comodecimos, no tiene necesariamente por principio lanorma como norma de derecho o pre-derecho: cos-tumbre, hbito, proverbio, frmula que explicita unaregularidad constituida en hecho normativo; porejemplo, en tautologas como la de decir que un hom-bre es un hombre, implicando que es un hombre ver-dadero, uno que es realmente hombre. Sucede sinembargo, en muchos casos, en particular en las situa-ciones oficiales, formales, como se dice en ingls. Alestablecer con claridad esta distincin, observamos queno basta con registrar las normas explcitas por unaparte y las regularidades por la otra: es necesario hacer

    una teora del trabajo de explicitacin y codificacin,as como del efecto propiamente simblico que produ-ce la codificacin. Hay un vnculo entre la frmula

    jurdica y la frmula matemtica. El derecho, como lalgica formal, considera la forma de las operaciones sinligarlas a cuestiones a las que se aplican. La frmula

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    5 Pierre Bourdieu, El sentido de la prctica, Madrid, Taurus,1991.

    6 Pierre Bourdieu,La distincin. Criterio y bases sociales del gusto,Madrid, Taurus, 2000.

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    jurdica vale para todos los valores de x. Elcdigo hace que distintos agentes se pongande acuerdo sobre frmulas universales porqueson formales (en el doble sentido de lo formalingls, es decir, oficial, pblico; y lo formal delfrancs, es decir, relativo nicamente a laforma). Pero me detengo aqu. Quera sola-mente mostrar todo lo que cubre la palabraregla, norma, cuya ambigedad permite con-fundir constantemente las cosas de la lgica yla lgica de las cosas. El mismo error atormen-ta toda la historia de la lingstica, que deSaussure a Chomsky tiende a confundir losesquemas generadores que funcionan en laprctica y el modelo explcito, la gramticaconstruida para dar cuenta de la razn de losenunciados.

    PL.As, entre las dificultades que definenun juego social podran haber normas, ms omenos estrictas, regulando alianzas y definien-do parentescos.

    PB. Las obligaciones o imposiciones msvigorosas, al menos en las tradiciones que estu-di directamente, son las que resultan de lascostumbres de herencia. A travs de ellas seimponen las necesidades de la economa y sonesenciales en las estrategias de reproduccin, enprimer lugar en las estrategias matrimoniales.

    Pero las costumbres, aun las fuertemente codificadascomo sucede a menudo en las sociedades campesi-nas, son objeto de toda clase de estrategias. Por esoes necesario en cada caso recurrir a la realidad de lasprcticas, en vez de confiarse, como Le Roy Ladurie7

    siguiendo a Yver, a la costumbre codificada, escrita ono, que se basa esencialmente en el registro de los gol-pes ejemplares o de las sanciones impuestas a losincumplimientos ejemplares (convertidos en normas).La costumbre da una idea muy inexacta de la rutinaordinaria de los matrimonios ordinarios y es objeto detoda clase de manipulaciones, en particular en el casode los matrimonios. Si los bearneses supieron perpe-tuar sus tradiciones de herencia a pesar de dos siglos decdigo civil, es que haban aprendido desde hacemucho tiempo a jugar con la regla del juego. Dichoesto, no es necesario subestimar el efecto de la codifi-cacin o la simple oficializacin del efecto de lo que sellama el matrimonio preferencial: las formas de laherencia designadas por la costumbre se imponencomo naturales y tienden a orientar aunque es

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    7 Emmanuel Le Roy Ladurie, historiador francs, miembrodestacado de la escuela de los Annales y profesor en el Collge de

    France. Pionero de nuevos campos de la historia, como la historiadesde abajo y la microhistoria. Su trabajo ms renombrado esMontaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Madrid, Taurus, 1988.En este anlisis sobre un pueblo del sur de Francia, durante lapoca de la hereja de los ctaros, se reconstruye toda la vida socialdel lugar, especialmente de los campesinos. Le Roy fue uno de losmiembros ms radicales de la tercera generacin de la escuela delos Annales, llegando a afirmar: La historia que no es cuantifica-ble no puede ser histrica; sin embargo, su actual posicin es msmoderada, llegando incluso a revalorizar los acontecimientos pol-ticos, denigrados por generaciones anteriores de historiadores.

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    necesario comprender cmo las estrategias matrimo-niales, lo que explica que se observe una correspon-dencia bastante estrecha entre la geografa de losmtodos de transmisin de los bienes y la geografa delos lazos de parentesco.

    PL.En realidad se diferencia usted de los estructu-ralistas en la manera de concebir la accin de lasimposiciones jurdicas o econmicas.

    PB.Totalmente. La famosa articulacin de las ten-ciones que los estructuralistas, sobre todo neomarxis-tas, buscaban en la objetividad de las estructuras serealiza en cada acto responsable, en el sentido de lapalabra inglesaresponsible, es decir, objetivamente ajus-tado a la necesidad del juego en tanto orientado por elsentido del juego. El buen jugador tiene en cuenta encada eleccin matrimonial el conjunto de las propieda-des pertinentes en relacin con la estructura que setrata de reproducir: en Bearn, el sexo, es decir, lasrepresentaciones usuales de la presencia masculina; elrango de nacimiento, es decir, la presencia de herma-nos primognitos, y a travs ellos, la tierra, que comodeca Marx, hereda el heredero que la hereda; el rangosocial de la casa que es necesario mantener, etctera.

    PL.Las estrategias matrimoniales se inscriben, pues,en el sistema de estrategias de reproduccin...

    PB.Dir como ancdota que las preocupaciones deelegancia estilstica de la redaccin de losAnnaleshicie-ron que mi artculo se llamara Las estrategias matri-moniales en el sistema de reproduccin (lo que notiene mucho sentido) y no, como yo quera, en el sis-tema de estrategias de reproduccin. La parte funda-mental est all: no se pueden disociar las estrategiasmatrimoniales del conjunto de las estrategias pienso,por ejemplo, en las estrategias de fecundidad, las estra-tegias educativas como estrategias de inversin cultural

    o las estrategias econmicas, inversiones, ahorro, etc-tera, mediante las cuales una familia se proponereproducirse biolgica y sobre todo socialmente; esdecir, reproducir las propiedades que le permiten man-tener su posicin, su lugar en su universo social.

    PL.Al hablar de la familia y sus estrategias, no pos-tula usted la homogeneidad de este grupo, de sus inte-reses, ignorando las tensiones y los conflictosinherentes, por ejemplo, a la vida comn?

    PB.Al contrario. Las estrategias matrimoniales sona menudo el resultado de relaciones de fuerza en elgrupo domstico, y estas relaciones slo pueden com-prenderse recurriendo a la historia de este grupo, y enparticular a la historia de los matrimonios previos. EnKabilia, por ejemplo, la mujer, cuando viene del exte-rior, tiende a reforzar su posicin pretendiendo encon-trar un partido de su linaje, y tiene ms oportunidadesde conseguirlo si su linaje es ms prestigioso. Una que-rella entre marido y esposa puede terminarse con elarbitraje de la suegra. El marido puede tener tambininters en reforzar la cohesin de la raza, a travs de unmatrimonio interno. En resumen, es por medio de estarelacin de fuerza sincrnica entre los miembros de lafamilia que la historia de los linajes, y en particular detodos los matrimonios previos, se vuelve a producircon motivo de cada nuevo matrimonio.

    Este modelo terico tiene un valor muy general y esindispensable, por ejemplo, para comprender las estra-tegias educativas de las familias, o bien sus estrategiasde inversin o ahorro. Monique de San Martin obser-v en la gran aristocracia francesa estrategias matrimo-niales totalmente similares a las que yo haba observadoentre los campesinos bearneses. El matrimonio no esesta operacin especfica y abstracta, fundada sobreuna nica aplicacin de normas de filiacin y alianza,que describe la tradicin estructuralista, sino un actoque integra el conjunto de necesidades inherentes auna posicin en la estructura social, es decir, en unestado especfico del juego social, por la virtud sintti-ca del sentido del juego que ponen en prctica losnegociadores participantes.

    Las relaciones en que se comprometen las familiascon motivo de los matrimonios son tan difciles y tanimportantes como las negociaciones de nuestros diplo-

    mticos ms refinados. Y la lectura de San Simn o deProust nos prepara mejor, seguramente, para compren-der la diplomacia sutil de los campesinos de Kabilia ode Bearn, que la lectura de las Notes and Queries in

    Anthropology. Pero no todos los lectores de Proust oSan Simn estn preparados para reconocer al Sr. deNorpois o al duque de Berry en un campesino de tratorudo y acento burdo, o en un montas, pues la visinque se le aplica, la de la etnologa, lleva a tratarlo, se

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    quiera o no, como radicalmente otro, es decir, comobrbaro.

    PL.La etnologa no trata ya realmente ni a los cam-pesinos ni a nadie como brbaro, creo. Su evolucinen Francia y Europa, por otra parte, contribuy proba-blemente a modificar incluso la mira que utiliza hacialas sociedades

    PB.Tengo conciencia de estar forzando la caracteri-zacin. Pero mantengo que hay algo de malsano en laexistencia de la etnologa como ciencia separada, y quese corre el riesgo de aceptar, a travs de esta separacin,todo lo que se inscriba en la divisin original de la cuales resultado. Y creo haber mostrado que se perpeta ensus mtodos. Por ejemplo, por qu esta resistencia a laestadstica?, y sobre todo en sus maneras de pensar; porejemplo, negar el etnocentrismo que hay en la prohibi-cin al etnlogo de relacionar lo que observa con suspropias experiencias como relataba yo hace unmomento, al acercar las operaciones clasificadoraspropias de un acto ritual con las relativas a nuestra per-cepcin del mundo social. Negacin que se conducebajo la apariencia de respeto e instituyendo una dis-tancia insuperable, como en los mejores tiempos de lamentalidad primitiva. Y esto puede valer tambinpara cuando se hace la etnologa de los campesinos uobreros.

    PL.Para regresar a la lgica de las estrategias matri-moniales, quiere usted decir que toda la estructura y lahistoria del juego estn presentes, por medio del habi-tusde los protagonistas y de su sentido del juego, encada uno de los matrimonios que resulta de la con-frontacin de sus estrategias?

    PB.Exactamente. En el caso de Kabilia mostr cmolos matrimonios ms difciles, y por tanto ms prestigio-sos, movilizan a casi la totalidad de los dos grupos pre-

    sentes y la historia de sus pasadas transacciones,matrimoniales u otras, de modo que no se puede com-prender sino a condicin de conocer el balance de talesintercambios en un momento determinado, as comotodo lo que define la posicin de los dos grupos en ladistribucin del capital econmico y tambin simblico.Los grandes negociadores son los que saben sacar elmejor partido de todo eso. Pero esto, diramos, slo valemientras el matrimonio sea asunto de las familias.

    PL.S. Podramos preguntarnos si lo mismo sucedeen sociedades como la nuestra, donde la eleccin delcnyuge se deja aparentemente a la libre eleccin delos interesados

    PB. En realidad, el liberalismo del mercado libreesconde las necesidades. Lo mostr en el caso deBearne, al analizar el paso de un rgimen matrimonialplaneado a un rgimen de mercado libre encarnado enel baile. Recurrir al concepto dehabitusse impone msque nunca en este caso: efectivamente, cmo explicarde otra manera la homogamia observada a pesar detodo? Hay, por supuesto, todas las tcnicassociales destinadas a limitar el campo deeleccin de los partidos posibles por unaclase de proteccionismo: rallies, bailesselectos, reuniones mundanas, etctera.Pero la garanta ms segura de la homo-gamia y, a travs de sta, de la reproduc-cin social, es la afinidad espontnea(vivida como simpata) queacerca a los agentes dotadoscon habitusy gustos simila-res, que son producto decondiciones y acondiciona-mientos sociales similares.Tambin con el efecto declausura vinculado a laexistencia de grupos homo-gneos social y cultural-mente, como los grupos decondiscpulos (de la secun-daria, de las universidades,etctera), que en la actuali-dad es responsable de granparte de los matrimonios o

    conexiones, y que muchosde ellos se deben al efecto dela afinidad del habitus enparticular en las operacionesde cooptacin y seleccin.EnLa distincinhe mostra-do detenidamente que elamor puede describirsetambin como una forma

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    deamor fati:8 gustar es siempre gustar, un poco en otros,la realizacin del propio destino social. Y esto lo habaaprendido estudiando los matrimonios bearneses.

    PL.En defensa del paradigma estructuralista, Lvi-Strauss seala: dudar que el anlisis estructural se apli-que a diferentes sociedades, conduce a negarlo paratodas. Eso no vale tambin, a su modo de ver, para elparadigma de la estrategia?

    PB.Creo que hay cierta imprudencia en pretenderproponer un paradigma universal y me guard bien dehacerlo a partir de los dos casos despus de todo,muy similares que estudi (aunque es probable quelas estrategias matrimoniales se inscriban universal-mente en el sistema de estrategias de la reproduccin

    social). Antes de escoger entre monismo o pluralismo,

    sera necesario comprobar que la visin estructuralistaimpuesta en el anlisis de las sociedades sin escritura,no sea resultado de la relacin con el objeto y la teoraque favorece la posicin de exterioridad del etnlogo.Por ejemplo, creo haber demostrado su debilidad a tra-vs de algunos ejercicios estructuralistas, como la con-sideracin de que el matrimonio con la prima paralelaes una norma en los pases berberiscos rabes. Algunostrabajos sobre sociedades tpicamente fras parecenponer de manifiesto a condicin de entrar en losdetalles que en lugar de limitarse a establecer lasnomenclaturas de los trminos de la relacin y lasgenealogas abstractas (reduciendo as las relacionesentre los cnyuges nicamente a la distancia genealgi-ca), se descubre que los intercambios matrimoniales, yms generalmente todos los intercambios materiales osimblicos, como la transmisin de los apellidos, son laocasin de estrategias complejas; y que las propiasgenealogas, lejos de comandar las relaciones econmi-cas y sociales, estn dentro de un juego de manipula-ciones destinadas a favorecer o prohibir relacioneseconmicas o sociales, sea para legitimarlas o para con-denarlas.

    Pienso que los trabajos de Bateson, en Naven, abrie-ron esta va al mencionar las manipulaciones estratgi-cas que pueden hacerse sobre los nombres de lugares ode los linajes, as como de la relacin entre ambos. Olos muy recientes estudios de Alban Bensa sobre laNueva Caledonia. En cuanto el etnlogo se da losmedios para entender la sutileza de los usos sociales delparentesco combinando, como ha hecho Bensa, elanlisis lingstico de los topnimos, el anlisis econ-mico de la circulacin de las tierras, la interrogacinmetdica sobre las estrategias polticas cotidianas, etc-tera, descubre que los matrimonios son operaciones

    complejas que comprometen numerosos parmetros, yque una abstraccin genealgica que reduce todo a larelacin de parentesco los pasa por alto y los deja fueradel conocimiento.

    Una de las bases de la divisin entre los dos para-digmas podra residir en la necesidad de pasar horas yhoras con informadores bien informados y dispuestosa recoger la informacin necesaria para la comprensinde un solo matrimonio, o al menos poner al da los par-

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    8 Amor faties una frase latina que se traduce libremente comoamor del destino o amor del propio destino. Se utiliza para des-cribir una actitud en la cual uno ve todo lo que sucede en su vida,incluyendo el sufrimiento y la prdida, como bueno. Es decir, unosiente que todo lo que acontece es resultado del destino de alcan-zar su ltimo propsito, y por ello debe considerarse como bueno.Por otra parte, es caracterizado por una aceptacin de los aconte-cimientos que ocurren en la vida.

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    metros pertinentes para construir un modelo, estadsti-camente fundado, de las imposiciones u obligacionestras la organizacin de las estrategias matrimoniales.Por otra parte, en una sola tarde se puede estableceruna genealoga que implica un centenar de matrimo-nios y en dos das realizar un cuadro de los trminos dedirecciones y referencias. Tiendo a pensar que, en cien-cias sociales, el lenguaje de la regla es a menudo unasilo para la ignorancia.

    PL. En El sentido de la prctica, a propsito delritual, usted sugiere que es el etnlogo quien produceartificialmente la distancia, el alejamiento, porque esincapaz de apropiarse de la relacin con su propia prc-tica.

    PB.Cuando describ lo que me parece constituir lalgica real del pensamiento mtico o ritual, no habaledo las crticas despiadadas que Wittgenstein dirige aFrazer y que se aplican a la mayora de los etnlogos.

    All donde l vio un lgebra, creo que es necesario veruna danza o una gimnasia. El intelectualismo de losetnlogos, que aumenta su preocupacin por dar unornamento cientfico a su trabajo, les impide ver queen su propia prctica dan una patada en la piedra quelos hizo tropezar, segn el ejemplo mencionado por

    Wittgenstein, ya que su clasificacin de oficios o dehombres polticos, obedece a una lgica muy similar ala de los primitivos que clasifican objetos segn loseco y lo hmedo, el calor y el fro, la cima y la partebaja, la derecha y la izquierda, etctera.

    Nuestra percepcin y prctica, en particular nuestrapercepcin del mundo social, tambin es guiada portaxonomas prcticas, por oposiciones entre la cima y laparte baja, lo masculino (o lo viril) y lo femenino, etc-tera. Y las clasificaciones que producen estas taxono-mas prcticas deben su virtud al hecho de ser

    prcticas, que permiten introducir exactamente lasuficiente lgica para las necesidades de la prctica; nidemasiada abundancia la ambigedad es a menudoindispensable, en particular en las negociaciones, nidemasiada insuficiencia, porque entonces la vida resul-tara imposible.

    PL. Piensa usted que existen diferencias objetivasentre las sociedades ms diferenciadas y complejas,que se prestaran mejor a los juegos de estrategia?

    PB. Aunque desconfo de las grandes oposicionesdualistas, sociedades calientes/sociedades fras, socieda-des histricas/sociedades sin historia, se puede sugerirque a medida que las sociedades se vuelven ms dife-renciadas y se desarrollan estos mundos relativamen-te autnomos a los que yo llamo campos, nodejan de crecer las posibilidades de verdaderos aconte-cimientos, es decir, encuentros de series causales inde-pendientes vinculadas a esferas de necesidad diferentes,y con ello la libertad de estrategias complejas del habi-tuspara integrar necesidades de un orden diferente.

    As, por ejemplo, en la medida que se instituye elcampo econmico, instituyendo la necesidad que le espropia, que lo caracteriza la de los negocios, la delclculo econmico, de la maximizacin del beneficiomaterial (los negocios son los negocios, en negociosno se toca uno el corazn), y que los principios mso menos explcitos y codificados que regulan las rela-ciones entre parientes dejan de aplicarse ms all de loslmites de la familia, solamente las estrategias comple-

    jas de un habitusmoldeado por distintas necesidadespuede integrar en segmentos coherentes las distintasnecesidades. El matrimonio bearns, o los matrimo-nios aristocrticos de cualquier otro universo, sonejemplos de la integracin de distintas necesidadesrelativamente irreducibles: el del parentesco, el de laeconoma y el de la poltica. Quiz en sociedades derdenes autnomos menos diferenciados las imposicio-nes de parentesco, al no implicar ningn otro principiode orden diferente, puedan imponerse de maneranica, aunque sera necesario verificarlo.

    PL.Considera usted que los estudios de parentescotienen, a pesar de todo, un papel que jugar en la inter-pretacin de nuestras sociedades, pero que convienedefinirlos en forma diferente?

    PB.Un papel principal. Por ejemplo, en un trabajocon Monique Saint-Martin,9 sobre los patrones france-

    ses, mostramos que las afinidades de gusto, vinculadasa las alianzas, son fuente de algunas de las solidaridadesque vinculan a estas encarnaciones por excelencia delHomo Economicusque son los grandes jefes de empresa;

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    9 Pierre Bourdieu y Monique Saint-Martin, Anatomie dugot, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, nm. 5, Pars,octubre de 1976, pp. 2-8.

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    y que en algunas decisiones econmicas de la ms altaimportancia, como las fusiones de empresas, el peso delas relaciones de alianza mismas que sancionan lasafinidades de estilo de vida pueden triunfar sobre elpeso de determinantes o razones puramente econmi-cas. Y ms generalmente, es cierto que los grupos domi-nantes, y en particular las grandes familias grandesen el doble sentido del trmino, garantizan su per-petuidad a travs de estrategias para reproducir su capi-tal material o simblico. En primer lugar las estrategiaseducativas, que no son tan diferentes en su principio alas de los campesinos de Kabilia o de Vern. En resu-men, todo mi trabajo de ms de veinte aos tiene porobjeto suprimir la oposicin entre la etnologa y lasociologa. Un vestigio de esta divisin residual proh-be a unos y otros colocar adecuadamente los problemasfundamentales que tienen todas las sociedades, los dela lgica especfica de las estrategias que los gruposen particular las familias emplean para producirsey reproducirse, es decir, para crear y perpetuar su uni-dad y, por tanto, su existencia como grupo, que entodas las sociedades es la condicin para perpetuar supropia posicin en el espacio social.

    PL.La teora de las estrategias de reproduccin seraentonces inseparable de una teora gentica de los gru-pos, que se encamina a dar cuenta de la lgica segn lacual los grupos, o las clases, se hacen y se deshacen.

    PB.Totalmente. Esto era tan evidente e importantepara m, que llegu a colocar el captulo consagrado alas clases que haba pensado dejar como conclusinde la primera parte deLa distincin al final de la pri-mera parte terica de El sentido de la prctica, dondehaba intentado poner de manifiesto que los grupos, yen particular las unidades con base genealgica, existana la vez en las regularidades de las obligaciones institui-

    das de la realidad objetiva, lo mismo que en las repre-sentaciones. Y tambin en todas las estrategias deregateo, negociacin,bluff, etctera, destinadas a modi-ficar la realidad, transformando as las representaciones.Esperaba as poner de manifiesto que la lgica obtenidaen relacin con los grupos de base genealgica fami-lias, clanes, tribus, etctera, vala tambin para lasagrupaciones ms tpicas de nuestras sociedades, desig-nadas con el nombre de clases. De la misma manera que

    las unidades tericas recortan la realidad en el anlisisgenealgico en el papel no corresponden automtica-mente a unidades reales, prcticas, as tambin lasclases tericas elaboradas por la ciencia sociolgica, paradar cuenta de las prcticas, no corresponden automti-camente a clases en movimiento. En los dos casos esta-mos lidiando con grupos en el papel... Siempre habaconsiderado con sospecha los cortes que hacen los etn-logos, porque saba por experiencia que el conjunto delos vecinos,lou besiat,10 que algunas obras tradiciona-les consideran como una unidad social tpica de lasociedad bearnesa estrictamente jerarquizada y limi-tada que suspende aleatoriamente los conflictos, o losintercambios destinados a mantener las relaciones socia-les, era una realidad totalmente diferente.

    En resumen, la etnologa ensea que los grupos fa-miliares u otros son cosas que se construyen al pre-cio de un trabajo permanente de mantenimiento, enel cual los matrimonios constituyen un momento. Ylo mismo sucede con las clases, si es que existen ha-bra que preguntarse qu es eso de existir para ungrupo?, pues la pertenencia se construye, se nego-cia, se comercia, se juega. Y all todava es necesariosuperar la oposicin entre el subjetivismo voluntaristay el objetivismo cientfico y realista que coexiste en latradicin marxista: el espacio social, en el cual las dis-tancias se miden en cantidad de capital, como el espa-cio genealgico en otras sociedades, define distancias,proximidades y afinidades, alejamientos e incompatibi-lidades. En sntesis, probabilidades de entrar en gruposrealmente unificados, familias, clubes o clases enmovimiento. Pero es en la lucha de las clasificacionespara imponer tal o cual manera de recortar esteespacio, para unificar o dividir, etctera en dondese definen las aproximaciones reales. La clase no se da

    nunca en las cosas, tambin es representacin yvoluntad, pero no tiene oportunidad de encarnarse enlas cosas, ms que si se acerca a lo que est objetiva-mente cerca, y se aleja de lo que est objetivamentedistante.

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    10 Lou besiat. Algunos etnlogos lo consideran un sistema devecinos en Bearne, mientras que slo se trata de una reunin espo-rdica que se lleva a cabo en ciertas ocasiones circunstanciales,como el transporte del cuerpo en la muerte de alguien.