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La lectura es un proceso de comunicación entre una memoria artificial y un ser humano, y se caracteriza por tener:

• Un canal visual • Una serie de signos abstractos que traducen fielmente el desarrollo del

lenguaje oral humano. Actualmente, esos signos son por lo general las letras del alfabeto (en Occidente), y la memoria artificial es el libro o el periódico de papel. Por analogía se habla también de lectura táctil, en los casos de los libros en relieve destinados a los ciegos; de lectura de imágenes, en el caso del cine; y de lectura óptica, en e7l caso del desciframiento director de signos por un aparato de entrada a una computadora, como lo que hace el scanner, el verificador de precios en un centro comercial, o los sistemas con que se apoyan las cajas registradoras en comercios modernos. Algo de historia El proceso de lectura está estrechamente vinculado con las características de su soporte, llamado también memoria artificial, es decir, la materia de ese soporte, donde se dibujan o agrupan los signos. El más común es el papel, y ahora los soportes informáticos, como este curso, cuyo soporte es la Internet. En Occidente el “discurso oral” (aquellos hechos que, antes de que existiera la escritura, se transmitían por medio de la voz ya sea en canciones, relatos, poemas, etc.) fue durante mucho tiempo inseparable de las primeras memorias artificiales de la antigüedad. La gente transmitía sus conocimientos de generación en generación a través de la palabra, incluso había “profesionistas” de la comunicación oral, cuya memoria era en realidad el soporte de los conocimientos de aquel tiempo. Marshall McLuhan, escritor canadiense y teórico de la comunicación, explica cómo este método de lectura oral conducía al desarrollo de una sorprendente memoria “palabra por palabra”, muy superior a la que manifiesta el lector moderno. Desafortunadamente, este método y las condiciones de la época no permitían que la comunicación escrita fuera masiva, pues sólo algunos tenían acceso a ella. Incluso en la alta Edad Media, las palabras se escribían a mano, unas a continuación de otras sin espacios blancos ni puntuaciones para separarlas y, a veces, en abreviaturas, lo que no ayudaba a un “barrido visual” o lectura rápida.

Al parecer, fue antes de finalizar el primer milenio cuando el progreso en la literatura y en la compaginación –espacios en blanco, puntuación, puntos y aparte, etc.,– permitió a un número creciente de lectores avanzados “leer realmente con los ojos”, los cuales transmitían directamente las informaciones leídas en el texto al cerebro, aunque durante mucho tiempo, por la fuerza de la costumbre, los lectores siguieron leyendo en voz alta, bisbiseando, o simplemente haciendo vibrar de modo imperceptible las cuerdas vocales. La experiencia demuestra que un lector visual, libre de toda subvocalización (es decir, que sólo lee el mensaje con vista y su cerebro, sin pronunciar palabras) es capaz de leer mucho más y mejor. Estos datos nos dan una explicación de la extraña supervivencia de la lectura en el mundo de los medios audiovisuales:

• Un lector lento descifra 20,000 palabras por hora ( 110 mil signos) • Un lector medio 28 mil palabras, o sea, 150 mil signos por hora • Un lector rápido 60 mil palabras, unos 330 mil signos o más • Mientras que quien escucha a un conferencista, profesor o locutor, sólo

registra, recordémoslo, 9 mil palabras por hora. Pero esta descripción sólo se refiere a un tipo de lectura: la lectura integral. Ante el aumento de las informaciones, y también ante el interés tan variado de las mismas, el lector contemporáneo se ve a menudo obligado a elegir, a seleccionar entre los libros y los periódicos, pero también dentro de un libro o un periódico y dentro incluso, de un capítulo o un artículo. De ahí el desarrollo de un modo de lectura rápida selectiva te permitirá encontrar, entre un océano de opciones para leer, la isla de conocimientos que a ti te interesa tener. La lectura, por lo tanto, es un instrumento de aprendizaje. A través de ella puedes aprender, pero además, adquirir el código escrito implica el desarrollo de otras capacidades, entre ellas la reflexión, el espíritu crítico o la conciencia. Quien aprende a leer eficientemente y lo hace de manera constante, desarrolla en parte su pensamiento. Por eso, en definitiva, la letra se convierte en un aprendizaje trascendental para el crecimiento intelectual de la persona.